Revista de Investigaciones Científicas de la Universidad de Morón. Año 7 / N°14 / Abril 2024
Artículo original
La asexualidad y el modelo médico hegemónico
Asexuality and the hegemonic medical model
Rocío Florencia Gómez Marra
Universidad Nacional de Tres de Febrero / Universidad de Morón
Manuscrito recibido: 23 de diciembre de 2023; aceptado para publicación: 25 de marzo de 2024
Autor de Contacto: Trad. Rocío Florencia Gómez Marra. Maipú 71, C.A.B.A., Argentina
E-mail:
[email protected]
Resumen
Históricamente, la asexualidad ha sido ampliamente invisibilizada. Esto ha causado muchos problemas a las personas asexuales; el primero de ellos ha sido la dificultad para identificar sus propias experiencias y no sentirse alienadas por no
mostrar interés sexual de la misma manera que el resto. En el ámbito de la salud, esta invisibilización se traduce en una
patologización que permea en distintos ámbitos, donde la alosexualidad (la atracción sexual por otras personas) representa
la norma, lo saludable. De esta manera, la falta de este tipo de atracción se convierte en algo a resolver, en lugar de una
configuración posible, tan válida como las demás. Esta situación es sostenida por el sistema médico hegemónico que, mediante la medicalización de las personas asexuales, las mantiene bajo su control. En el presente trabajo se analizarán las
formas en las que este proceso se desarrolla y cómo el Estado es uno de los responsables de tomar las medidas para evitarlo.
Palabras clave: asexualidad, salud, patologización, Estado
Abstract
Historically, asexuality has been widely invisibilized. This has caused many problems for asexual people; the first of which
has been the difficulty to identify their own experiences and not feel alienated for not showing sexual interest in the same
way as others. Regarding the medical sphere, this invisibilization translates into a pathologization that permeates different
scopes, where allosexuality (sexual attraction for others) represents the norm, what is healthy. Thus, lack of this type of attraction becomes something to solve, instead of a possible configuration, as valid as the rest. This situation is upheld by
the hegemonic medical model, which, by medicalizing asexual people, keeps them under its control. In this essay, we shall
analyze the ways in which this process develops and how the State is responsible for taking the measures to stop it.
Keywords: asexuality, health, pathologizing, State
DOI: http://doi.org/10.34073/385
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Gómez Marra
1. Introducción
Las personas asexuales han sido históricamente invisibilizadas y patologizadas por el sistema médico hegemónico.
Éste, en las palabras de E. Menéndez, es el conjunto de “representaciones, prácticas y teorías generadas por lo que se
conoce como medicina científica, la cual desde finales del
siglo XVIII ha tratado de expandirse sobre la población buscando excluir, eliminar y/o subordinar a las otras formas de
atención” (2020, p. 88). En el marco de dicho sistema, existen dos trastornos psicológicos (divididos por género) cuyos
criterios se superponen con los de la asexualidad: el Trastorno del Interés/Excitación Sexual Femenino (302.72) y el
Trastorno de Deseo Sexual Hipoactivo en el Varón (302.71),
según la guía de consulta de los criterios diagnósticos del
DSM-5. De esta manera, la agencia sobre la identidad sexual
de muchas personas es puesta en tela de juicio y, en aquellos
casos en los que se diagnostican estos trastornos, quedan
a merced del aparato biomédico para normalizarlas y lucrar
con el proceso.
de las relaciones sexuales, aunque no se sientan sexualmente atraídas hacia sus compañeros.
Esta aclaración puede parecer evidente; sin embargo, la mayoría de los estudios consultados para el presente trabajo
utilizan los términos “atracción sexual” y “deseo sexual” indistintamente. Esto puede deberse a la polisemia del término
“asexual”. Según el estudio Asexualidad: revisión crítica del
concepto, de 37 artículos encontrados sobre la misma, el
término fue descrito como: “El primero, atracción/deseo sexual como componente central (siete artículos); el segundo,
relaciones sexuales; el tercero, relaciones afectivas románticas o amorosas; el cuarto, la autoidentificación” (CampoArias et al., 2019, p. 408). La especificidad a la hora de
hablar de asexualidad es de suma importancia: si no se conoce o no se precisa sobre el tema en cuestión, difícilmente
se puedan obtener resultados útiles o beneficiosos.
2.2 Investigación y visibilidad
Otro problema importante en lo que respecta a temáticas
asexuales es la falta de investigación sobre las mismas.
2. Desarrollo
Sobre este tema, dicen Maffeo, Szwarc y Fernández Vázquez
(2021) en De la perspectiva de género a la salud feminista:
2.1 Definiciones
Para comenzar, es preciso definir la asexualidad. Según AVEN trayectorias, debates e intersecciones:
(Asexual Visibility and Education Network, Red de visibilidad
En el ámbito de la salud, el MMH (Menéndez, 1988) y el
y educación asexual),
habitus médico autoritario (Castro, 2014) han contribuido
a sostener el estandarte de la cisheterosexualidad y ello
En la comunidad asexual la consideramos una orientación
ha tenido consecuencias nocivas para la salud de quiesexual, hacia ningún género o sexo, o la falta de orientanes son excluidos de ese marco de interpretación [...].
ción sexual, siendo ésta referida sólo a la atracción sexual
Las consecuencias nocivas son principalmente la falta
ya que la orientación romántica de cada persona no tiene
de investigaciones sobre cuestiones específicas vinculapor qué coincidir con la sexual.
das a la salud de personas LGBTTI+, la imposibilidad
de brindar una adecuada atención, y la exclusión de estas
La reiteración del término “atracción sexual” es importante
personas del sistema de salud. (p. 3)
por varios motivos. Uno es el expresado en la definición, pero
el que nos concierne en este caso es la diferenciación entre
atracción y deseo sexual. La primera hace referencia a un El caso de las personas asexuales es particularmente acusentimiento direccionado hacia las personas, mientras que ciante, debido a que a menudo son invisibilizadas por el
el segundo es más amplio y refiere tradicionalmente a la li- canon hegemónico, más que otras identidades sexo-genéribido, que puede expresarse de distintas maneras. Una per- cas disidentes. Esta invisibilización acarrea consecuencias
sona asexual no siente atracción sexual hacia las personas, importantes dentro de la misma comunidad: muchas persopero sí puede tener un “apetito sexual” que “sacie” mediante nas asexuales pueden no conocer el término y pensar que
la masturbación o incluso el sexo. Dado que la asexualidad sus sentires no son válidos o que deben adecuarse al resto
no implica el celibato, algunas personas asexuales disfrutan de la sociedad. En este sentido, en el artículo Mental health
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and interpersonal functioning in self-identified asexual men tiones de salud. Por otro lado, se pregunta por los métodos
and women, se establece que:
anticonceptivos utilizados, sin tener en cuenta que muchas
personas no necesitan hacer uso de ellos por la naturaleza
Brotto y Yule propusieron entonces que esas personas del sexo que practican, por no practicarlo en absoluto o por
que carecían de atracción sexual pero nunca habían es- el deseo de gestar.
cuchado el término ‘asexualidad’ estaban más aisladas, Este sesgo por parte de muchos profesionales vulnera el deangustiadas o confundidas que aquellas que pertenecían recho a la salud de las personas asexuales, incluso (o, en
a la comunidad asexual. La interacción con tal comuni- especial) cuando no es consciente debido a la falta de infordad y el reconocimiento de una identidad asexual puede mación al respecto o a una formación desactualizada o inentonces permitirle al individuo asexual un sentido de tencionalmente afóbica (es decir, que discrimina a los
pertenencia. (Yule et al, 2013, p. 146)
asexuales).
Por este motivo, entre otros, uno de los estandartes de la comunidad asexual es la visibilización de sus identidades; el conocimiento de su existencia es de suma importancia. Dado que
las personas asexuales son una minoría, al interactuar con personas alosexuales, pueden sentirse “fuera de” o como si no
comprendieran algo que sí comprende el resto, en particular en
un momento tan formativo de la vida como es la adolescencia.
Por otro lado, la falta de visibilidad puede afectar considerablemente la salud de las personas de maneras más directas. Faris y Esteban (2018, p. 87) explican en Saliendo de
la Otra Esquina del Clóset: Arrojando Luz hacia la Asexualidad que:
2.3 (Alo)sexualidad obligatoria
Además de una falta de visibilidad, existe una falta de credibilidad sobre las identidades asexuales. En el mismo artículo, los autores expresan que:
También, se ha encontrado que la asexualidad carece de
credibilidad social, ya que no es visible o creíble en las
culturas heteronormativas. Esto puede imponer un desafío significativo para las autopercepciones positivas,
debido a la preocupación sobre la percepción de la sociedad al no considerar la asexualidad como una identificación legítima. (Faris y Esteban, 2018, p. 80)
Según Utamsingh y colegas (2015), la comunicación heteronormativa en el entorno médico-paciente puede conducir a evitar el cuidado de la salud [...]. Ellos también
indican que las suposiciones heterosexuales como única
orientación sexual válida, comunicadas por un profesional de la salud, conducen a una sensación de invisibilidad, temor a rechazos posteriores a la revelación, falta
de confianza en la persona profesional y la falta de revelación de la orientación y/o identificación sexual. [...]
Estos fenómenos a su vez pueden dar lugar a diagnósticos erróneos y equivocaciones en el historial del paciente.
Esta postura es explicitada por Elsa Ortiz Rosero (2013, p.
7) en su artículo Soy asexual, no estoy enferma, cuando dice
que “desde luego están aquellas personas que, al creer abanderadas de la liberación sexual, me han dicho: ‘no puedo
confiar en alguien que no disfrute de su cuerpo’”. Esta idea
está muy arraigada en una sociedad que ubica al sexo como
uno de sus mayores puntos de interés y considera que necesariamente debe ser una parte integral de la vida de todas
las personas, como expresa Gayle Rubin (1984, p. 149) en
su artículo Thinking Sex: “Dominado por más de un siglo por
la medicina, la psiquiatría y la psicología, el estudio académico del sexo ha reproducido el esencialismo. Estos campos
El lugar más susceptible a este tipo de situaciones, en el clasifican al sexo como una propiedad de los individuos.” (la
caso de las personas potencialmente gestantes, es el con- traducción es propia). No se puede concebir a una persona
sultorio ginecológico. En él, se suele equiparar ser “sexual- que no disfrute del sexo, porque parece ser sinónimo de limente activo” con “haber tenido relaciones sexuales al beración. Se considera a las personas asexuales como enmenos una vez”, sin consideración de las amplias diferencias corsetadas y reprimidas, concepto desarrollado por el
entre ambos conceptos y todo lo que ello representa en cues- paradigma biomédico que se analizará en breve.
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En esta línea, Geraldina Dana (2020, p.136) expresa en La (2018, p. 82), la psicología asume que “la naturaleza y concomunidad virtual de asexuales del área metropolitana de ducta humana es conducente por la libido (la energía sexual).
Buenos Aires que es:
Partiendo de esto, Freud diría que la asexualidad es una represión de los deseos sexuales”. Esta es la concepción que
Bozon (2004), quien resume el mandato moderno y oc- prevalece en el paradigma médico imperante, sobre el cual
cidental en torno a la sexualidad como uno donde es obli- no sólo se basan las opiniones de los psicólogos, sino tamgatorio mantener relaciones sexuales regulares desde la bién otros profesionales médicos. Sin embargo, es un conadolescencia hasta la tercera edad, y que esto es consi- cepto erróneo, ya que mezcla la polisemia del término: los
derado como placentero, sano y deseable. Esta mirada asexuales no reprimen sus deseos sexuales, sino que carepatologiza a la asexualidad.
cen de atracción “direccionada” hacia otras personas. Esto
no implica que no tengan deseos sexuales; por el contrario,
2.4 Patologización
estos deseos se pueden expresar de otras maneras, como la
La patologización es un tema particularmente relevante al autosexulidad o las parafilias, consideradas en este trabajo,
hablar de identidades sexogenéricas disidentes. Según no como “perversiones” o formas de sexualidad que afectan
Schwend (2020, p. 3), la misma se puede entender como la negativamente a las personas, sino como preferencias se“conceptualización de características físicas, hábitos, prác- xuales que escapan a la normatividad, producto de objetos
ticas, formas de vida, gestos, personas o grupos de personas o situaciones, como el cuero o el voyeurismo (siempre que
con desórdenes mentales, enfermas, anormales o malfor- sea consensuado).
madas”. Estos criterios son definidos por el modelo médico La patologización implica para los sujetos ser vistos como
hegemónico, aunque sus definiciones nunca son inocentes “no sanos” o “no normales”, estado que debe ser claramente
y responden a los intereses de cada sociedad. Es Rubin revertido. Moira Pérez (2019, p. 37) explica en Salud y soberanía de los cuerpos: propuestas y tensiones desde una
(1984, p. 169) quien comenta que:
perspectiva queer:
La psicólogía es la última opción de quienes se niegan a
reconocer que los disidentes sexuales son tan conscienPero quién, cómo y cuándo se debe hacer tal cambio de
tes y libres como cualquier otro grupo de actores sexuaestado [...] es algo que no decide el individuo mismo, sino
les. Si los desviados no responden a las manipulaciones
esa entidad tan difícil de cuestionar en nuestra cultura:
del sistema sexual, quizás el origen de sus decisiones in‘la medicina’. Así es como se abre la puerta para que la
comprensibles se pueda encontrar en una mala infancia,
noción de ‘salud’ funcione como instrumento de violencia:
una socialización no exitosa o una formación de la idenel cuerpo marcado como ‘anormal’ es forzado a adaptidad inadecuada.
tarse a un medio, forzamiento que se justifica en nombre
de la salud.
Éste puede ser el caso de la asexualidad, de la cual a menudo
los profesionales intentan “encontrar el origen” en situacio- La medicina decide lo que hay que corregir, por más que no
nes traumáticas vividas en la infancia o la adolescencia, ma- represente un problema para las personas. Si bien en la teoyormente sucesos de violencia sexual. Esto no significa que ría, el concepto de “salud” ha cambiado durante el último
no existan personas que se identifican como asexuales a siglo, en la práctica parece mantenerse relativamente incóquienes les hayan acontecido este tipo de experiencias, ni lume. Un ejemplo de esto puede ser el de las personas con
que sean “menos válidos” que aquellos a los que no. Sin sobrepeso que, a menudo, se ven forzadas a exponer contiembargo, vale resaltar que no es el caso de la mayoría de nuamente sus cuerpos a dietas restrictivas que rara vez les
las personas asexuales.
dan resultado, cuando el resto de sus indicadores de salud
Podemos encontrar una de las raíces de la patologización de no presentan riesgos. Tales esfuerzos pueden generar un gran
la asexualidad en la teoría de Freud. Según Faris y Esteban estrés en la persona que los atraviesa y las fluctuaciones
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constantes de peso además pueden resultar perniciosas.
Foucault (1998, p. 26) también hace referencia al control
que posee la medicina sobre la sexualidad de las personas
en Historia de la sexualidad, donde expresa que, en ausencia
de la severidad de las leyes sobre las divergencias sexuales
que habían existido previamente, se desarrolló una “astucia
suplementaria de la severidad si se piensa en todas las instancias de control y en todos los mecanismos de vigilancia
montados por la pedagogía o la terapéutica.”. Mecanismos
de vigilancia que pueden incluso contar con imperativos explícitos, como el de realizarse controles anuales con médicos
clínicos, ginecólogos y otros profesionales. En lugar de crear
dispositivos que fomenten la autonomía de las personas
sobre su salud, el sistema médico desarrolla instrumentos
que sólo pueden ser administrados por sus propios profesionales. Esta situación ha sido denunciada por diversos movimientos activistas que han trabajado por tomar la
tecnología biomédica en sus propias manos, como el reclamo
de agrupaciones homosexuales y de respuesta al VIH-SIDA
por pruebas de VIH autoadministradas o la adopción del DelEm (un dispositivo sencillo diseñado para succionar la pared
endometrial del útero) por parte de personas potencialmente
gestantes como un dispositivo menstrual que podía eliminar
muchas de las consecuencias negativas de la menstruación.
2.5 DMS-5
Actualmente en el DSM-5 se encuentran dos categorías íntimamente relacionadas con la asexualidad: el Trastorno de
Deseo Sexual Hipoactivo en el Varón y el Trastorno del Interés/Excitación Sexual Femenino. Esta división por género no
es inocente, sino que plantea una visión heterosexista del
deseo y las relaciones sexuales. En el primer caso, existe un
criterio principal de diagnóstico, que es el siguiente: “Fantasías o pensamientos sexuales o eróticos y deseo de actividad
sexual reducidos o ausentes de forma constante o recurrente” (2014, p. 440). Por otro lado, en el caso femenino,
los criterios son más extensos y dos de ellos hacen referencia
a acercamientos por parte de potenciales compañeros sexuales (“habitualmente no receptiva a los intentos de la pareja por iniciarla” y “Excitación o placer sexual ausente o
reducido en respuesta a cualquier invitación sexual o erótica,
interna o externa”, p. 433); además de mencionar el término
“pareja” en tres ocasiones. Es decir que, según la Asociación
Americana de Psiquiatría, la respuesta a avances sexuales
de otras personas y los vínculos de pareja no son relevantes
para el diagnóstico en hombres, pero sí en mujeres. Este
sesgo no es sólo sexista sino también homofóbico y bifóbico.
En el caso de las mujeres, “Fantasías o pensamientos sexuales o eróticos ausentes o reducidos” (p. 433) también es
un criterio, definición que puede superponerse con la experiencia asexual.
Es importante resaltar que el DMS-5 incluye una salvedad:
“Si el deseo reducido en un varón se explica por la identificación como "asexual" que el propio hombre hace de sí mismo,
no se diagnosticaría el trastorno de deseo sexual hipoactivo
en el varón” (p. 443). Esta nota, valga la aclaración, fue una
recomendación realizada comunidad asexual en un informe
presentado al DSM-V Sexual Dysfunctions Subworkgroup, en
un esfuerzo por evitar la patologización de dichas identidades.
Tal aclaración, junto con uno de los criterios que establece
que los síntomas deben provocar “un malestar clínicamente
significativo en el individuo” para que se considere un trastorno (p. 433, p. 440), pueden resultar insuficientes. Además,
en el caso del trastorno de la mujer, a la “ausencia de deseo
sexual” se le suma “de por vida”, lo cual niega el carácter
fluido que puede tener la sexualidad humana.
En su artículo titulado How is asexuality different from
hypoactive sexual, Hinderlite (2013, p. 173) señala varias
diferencias entre la asexualidad y el trastorno mencionado.
Según él, una de las principales es la valoración que hacen
las personas sobre la falta de interés/atracción sexual que
presentan. Sin embargo, en una sociedad en la que las personas asexuales son vistas como “menos humanas” (Brotto
y Yule, 2016), ¿no es de esperar que puedan valorar esta
falta como algo negativo y que pueda existir en ellas un malestar clínicamente significativo? En tal caso, la raíz no es la
falta de atracción en sí, sino las dificultades que le genera a
la persona en cuestión; sin embargo, dicha diferenciación
puede no resultar evidente en un primer análisis.
La falta de visibilización de la asexualidad también afecta a
los profesionales de la salud, quienes no están exentos de
formular conjeturas sesgadas o desestimar dicha aclaración
por no considerarla relevante para el diagnóstico. En Gupta
(2017), por ejemplo, se menciona que dos de sus entrevistadas habían tenido experiencias negativas respecto de su
asexualidad, no sólo con un psicólogo sino con tres (p. 997).
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Uno de los problemas con la determinación de un diagnóstico
de estas características es que las personas quedan a merced de un profesional y de un sistema que busca normalizarlas bajo el pretexto de eliminar el “malestar significativo”.
Por otro lado, si bien en Argentina existe acceso a la salud
pública, éste no deja de ser restrictivo por la alta demanda
que existe y los medicamentos no siempre son accesibles de
manera gratuita.
Un último punto respecto de la inclusión de este trastorno en
el Manual de Diagnóstico es que la asexualidad es la única
orientación sexual que actualmente comparte definición con
una tipificación patológica. De hecho, otras sexualidades disidentes también fueron consideradas en las ediciones DSM3 y DSM-4, aun cuando la homosexualidad en sí misma
había sido eliminada como un trastorno en 1974. Dentro de
los trastornos de la identidad sexual aparece el “Trastorno
sexual no especificado” (F59.9). En él, se menciona como
ejemplo “Malestar profundo y persistente en torno a la orientación sexual.” (1995, p. 551). Dicha caracterización fue finalmente removida por resultar patologizante en el DSM-5.
¿Por qué entonces no resulta patologizante la entrada análoga sobre falta de atracción sexual?
2.6 Despatologización y salud integral
Faris y Esteban mencionan que, además de, en ocasiones,
ocultar su sexualidad, los asexuales también participan “en
actividades sexuales con el único propósito de complacer a
su pareja; aunque no presenten algún deseo sexual propio o
debido a que se sienten presionados” (2018, p. 80). En muchos los casos, las personas asexuales no se ven obligadas
de forma directa por sus parejas a tener relaciones, sino que
es la propia presión social de la sexualidad obligatoria que
los conduce a realizar lo se considera “normal”.
Sobre esta base es que se reclama en segundo lugar la despatologización de la asexualidad. Según Dana, éste es un
punto importante para los integrantes de la comunidad virtual asexual del Área Metropolitana de Buenos Aires. La afirmación mencionada se basa tanto en entrevistas semi
estructuradas como en la información recopilada del grupo
de Facebook Yo también soy asexual - Argentina, con más
de 1500 miembros en la actualidad.
Este es uno de los motivos por los cuales se aboga por una
salud integral. Paiva et al. (2018, p. 41) la describen en Pre-
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vención, promoción y cuidado. Enfoques de vulnerabilidad
y derechos humanos como “bienestar físico, mental, social
y espiritual”, haciendo hincapié no sólo en los aspectos médicos, sino también en bienestar de la vida cotidiana. La
salud sexual es considerada una parte importante de la
misma. Sin embargo, las personas asexuales suelen ser excluidas de ésta. Conley-Fonda y Leisher (2018, p. 9) explican
en Asexuality: Sexual Health Does Not Require Sex los peligros de esta exclusión: la misma “puede influenciar no sólo
experiencias sexuales positivas y saludables, sino también
las negativas o clínicamente significativas”. Es decir que la
falta de un marco conceptual sobre el cual los asexuales
puedan entender sus propias experiencias es otra forma más
en la que ven vulnerados sus derechos.
Sin embargo, podemos tomar el concepto de salud sexual
desde otro punto de vista. Explica Diane Richardson (2000,
p. 107) en Constructing sexual citizenship: theorizing sexual
rights que, si bien la ciudadanía sexual suele entenderse
como el “acceso a un grupo de derechos de expresión y consumo sexual”, además refiere al “derecho de control y seguridad”, también caracterizado como “el derecho a decir ‘no’”.
Podemos afirmar entonces que, dentro de la salud sexual, la
decisión de no involucrarse en relaciones sexuales también
estaría incluida y debería ser garantizada como un derecho
sexual.
2.7 Salud y capitalismo
Como fue expuesto anteriormente, el sistema médico hegemónico responde a ciertos intereses, no relacionados necesariamente al bienestar de las personas. En ese sentido, dice
Moira Pérez (2019) que “‘salud’ significa de hecho adaptación plena a un sistema capitalista, patriarcal, cisexista, capacitista” (p. 39).
De manera no taxativa, se pueden mencionar al menos cuatro formas en las que el capitalismo se relaciona con las
identidades asexuales y las afecta. La primera, como explicitan Campo-Arias et al. (2019, p. 409) en Asexualidad: revisión crítica del concepto, es que nos encontramos en “un
momento en el que la industria de servicios sexuales y pornografía se encuentra en auge y que las páginas de Internet
más visitadas se relacionan con el comercio de la sexualidad”. En muchos casos, las personas asexuales están excluidas de este tipo de consumo, en particular del comercio
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sexual. En segundo lugar y con relación a lo anterior, las tácticas de venta suelen utilizar la sexualización para atraer a
un mayor público; este fenómeno se da más visiblemente
con los consumidores masculinos heterosexuales, pero también está presente en el caso de las consumidoras.
En tercer lugar, la patologización de la asexualidad puede dar
lugar a la decisión de administrar medicamentos o terapias
a las personas asexuales. Campo-Arias et al. (2019, p. 409)
nos remarcan “[...] los intereses financieros detrás de la
creación de cada nuevo diagnóstico, con la creación de medicamentos o psicoterapias”. Es así como además de “enfermos” o “anormales”, el modelo médico hegemónico crea
consumidores.
En cuarto lugar, debemos considerar la incapacidad de la
asexualidad de ser funcional a un sistema capitalista que
necesita que los individuos se integren en las relaciones de
(re)producción para así perpetuarlas; les asexuales son
menos adaptables a un sistema que está signado por las relaciones de pareja. Explican Faris y Esteban (2018, p. 82)
que:
2.8 Salud mental
Un aspecto importante de la salud integral de las personas
asexuales es el de la salud mental. En el artículo de Yule et
al. (2013, p. 137), se indaga mediante una encuesta sobre
trastornos mentales asociados a la identidad sexual. Los resultados fueron que: “los participantes asexuales demostraron los niveles más altos en síntomas de depresión,
autoestima y satisfacción, seguides por participantes homosexuales, bisexuales y, por último, heterosexuales”. Sin embargo, es de señalar que las preguntas que se les realizaron
fueron sólo dos y se contestaban únicamente con las opciones “sí”, “no” y “no lo sé”. Un estudio tan limitado difícilmente pueda obtener conclusiones demasiado satisfactorias
en un tema tan subjetivo como la salud mental.
Un factor que puede ser de importancia en este punto son
las relaciones de pareja. Según Yule et al. (2013, p. 147),
“las personas gays y lesbianas tienen menos probabilidades
de estar en una relación comparadas con su contraparte heterosexual (quizás debido a la falta de parejas adecuadas o
al estigma social y barreras de dichas relaciones)”. Se deriva
de esta afirmación que las personas asexuales tienen aún
Aunque no todas las personas asexuales son solteras y menos chances de encontrar una pareja, considerando que
no todas las personas solteras son asexuales, existe evi- sólo representan el 1% de la población. Esta falta puede lledencia de que las personas asexuales tienen menos pro- var a la soledad, lo que puede afectar directamente la salud
babilidades de haber tenido una relación a largo plazo mental.
que las personas sexuales. Por lo tanto, esta forma de Otro factor mencionado por Yule et al. (2013, p. 146) como
discriminación estructural contra las personas no con- relevante para la salud mental de las personas asexuales es
yúgales puede tener una mayor relevancia para las per- la dificultad de verse identificadas con el resto. Según su artículo, “(...) los asexuales expresaron una sensación de siemsonas asexuales.
pre haberse ‘sentido diferentes’ a otros, que comenzaba
Nuestra sociedad está diseñada con la idea de familia nu- alrededor de la época en la que sus pares comenzaron a declear (dos cónyuges y dos o tres hijos) como modelo que sarrollar interés sexual.”. Un sentimiento de pertenencia
atraviesa diferentes ámbitos de nuestra experiencia: desde puede resultar crucial durante el desarrollo de niños y adoque los autos suelan tener lugar para cuatro o cinco perso- lescentes.
nas, a que las licencias laborales cubran únicamente a familiares directos y hasta que sólo se pueda se pueda estar 2.9 Vulnerabilidad
casado con una persona a la vez. Como se mencionaba en Por lo ya expuesto, un concepto que puede servirnos para
el texto de Faris y Esteban (2018), si bien las personas ase- encarar la temática es el de vulnerabilidad. En el artículo
xuales pueden formar vínculos románticos y tener hijos mencionado, Paiva et al. (2018, p. 44) la definen como “un
(como el caso de los asexuales alorrománticos), el porcentaje conjunto de aspectos individuales y colectivos relacionados
de personas asexuales que no establecen parejas románticas a la mayor susceptibilidad de individuos y comunidades ante
es mayor al de sus pares alosexuales, concepto que se de- una enfermedad o daño y, de modo inseparable, menor disponibilidad de recursos para su protección.”. Este enfoque
sarrollará a continuación.
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está basado en los derechos humanos y es útil para comprender qué procesos e intereses se expresan en la vulneración de las personas asexuales. Como explican Paiva et al.
(2018, p. 48), “al comprender su historia social enfatizamos
la responsabilidad y la acción de los gobiernos y programas
públicos de salud, como parte integrante de los determinantes contextuales y sociales en el proceso salud-enfermedad”.
Este enfoque es el contemplado en los Principios de Yogyakarta, que son principios sobre la aplicación de la legislación
internacional de derechos humanos en relación con la orientación sexual y la identidad de género. En ellos, se establece
que los Estados “Adoptarán todas las medidas legislativas,
administrativas y de otra índole que sean necesarias a fin
de asegurar la plena protección contra prácticas médicas
dañinas basadas en la orientación sexual o la identidad de
género”. Por lo tanto, nuestro Estado está en la obligación
de asegurar a las personas asexuales (así como al resto de
las personas del colectivo LGBTIQ+) sus derechos, y explícitamente aquellos relacionados a su salud integral. Esta garantía podría traducirse en capacitaciones para los
profesionales de la salud (y, por supuesto, de otras áreas
como la educación) y espacios de contención específicos
para las personas asexuales, entre muchas otras políticas.
Sin embargo, ésto no se ve reflejado en la práctica. El Estado
argentino le debe a sus ciudadanos la implementación real
de una salud integral y libre de discriminación.
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3. Conclusión
4:2, 167-178.
A través de este trabajo se han explicitado de manera no ta- • Maffeo, F., Szwarc, L., Fernández Vázquez, S. S. (2021).
xativa las formas en las que las personas asexuales son in- De la perspectiva de género a la salud feminista: trayectorias,
visibilizadas y vulneradas en el ámbito de la salud por el debates e intersecciones. V Jornadas Internacionales de Esmodelo médico hegemónico. Este sistema, sin dudas, no está tudios de América Latina y el Caribe “Escenario regional de
desligado del capitalismo en el que se enmarca y que tiene ofensiva capitalista y rebeliones populares.
consecuencias tangibles en la vida de las personas asexuales. • Menéndez, E. (2020). Morir de alcohol. Saber y hegemonía
En consecuencia, se ha propuesto un enfoque integral para médica. Universidad Nacional de Lanús.
su consideración, que responsabiliza también al Estado en su • Paiva, V., Ayres, J., Capriati, A., Amuchástegui, A., Pecheny,
rol de asegurar los derechos de la población en este ámbito. M. (2018). PREVENCIÓN, PROMOCIÓN Y CUIDADO. Enfoques
Por otro lado, se urge a los profesionales de la salud a tomar de vulnerabilidad y derechos humanos. Buenos Aires. Teconsciencia sobre la existencia de las personas asexuales y seopress.
sus particularidades en lo que respecta al cuidado integral • Pérez, M. (2019). Salud y soberanía de los cuerpos: prode su salud. Una mayor visibilización de estas identidades puestas y tensiones desde una perspectiva queer. Salud fees un primer paso más que necesario para garantizar los minista. Soberanía de los cuerpos, poder y organización.
mismos derechos de los que gozan las demás personas.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tinta Limón.
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Ciencias Humanas y Sociales
Revista de Investigaciones Científicas de la Universidad de Morón. Año 7 / N°14 / Abril 2024
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