La iniciación de la política
El Perú político en perspectiva comparada
Carlos Meléndez y Alberto Vergara (editores)
© Carlos Meléndez y Alberto Vergara, 2010
De esta edición:
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Primera edición: noviembre de 2010
Primera reimpresión: julio de 2011
Tiraje: 500 ejemplares
Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso
expreso de los editores.
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2011-08844
ISBN: 978-9972-42-942-2
Registro del Proyecto Editorial: 31501361101548
Impreso en Tarea Asociación Gráfica Educativa
Pasaje María Auxiliadora 156, Lima 5, Perú
A
( )
Martín Tanaka1
En esta sección no presentaré unas «conclusiones» en el sentido convencional del término, sino que plantearé preguntas, temas de debate, y algunos asuntos que considero
parte de la agenda pendiente para el desarrollo de la ciencia política como disciplina
en nuestro país. Estas ideas se nutren de la lectura de los capítulos del libro y de las
discusiones que se dieron en el marco de dos seminarios en los que los autores presentamos las primeras versiones de nuestros trabajos: uno fue un seminario interno
realizado en el IEP y el otro fue un seminario público llevado a cabo en la Facultad de
Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú, que llevó por título
«La ciencia política y el Perú como objeto de análisis», ambos en junio de 2008.
Este es un libro que busca explícitamente contribuir al desarrollo de la ciencia
política en el Perú, una disciplina relativamente joven en nuestro país y que se ubica en
un momento de importante desarrollo institucional2; de allí que sea muy importante,
en estos momentos, preocuparnos porque su orientación sea la más productiva, y no
se repitan vicios que han limitado el desarrollo de otras disciplinas. Como se ha mencionado en la introducción, sus autores son estudiantes o egresados de importantes
escuelas de posgrado en ciencia política del mundo y constituyen una nueva generación de científicos sociales que vienen haciendo desde ya importantes contribuciones
al conocimiento de la realidad política de nuestro país, desde miradas novedosas.
A continuación someteré a consideración algunos asuntos que se plantean en el
marco del desarrollo de la ciencia política como parte de la comunidad académica de
ciencias sociales en el Perú. Acaso esta discusión pueda sonar ingenua para un lector
habituado a la existencia de una comunidad académica más desarrollada e institucionalizada, pero ella resulta fundamental dada la juventud de la disciplina en nuestro medio.
1
La redacción de estas conclusiones contó con la valiosa colaboración de Jorge Morel, egresado
de la especialidad de ciencia política de la Pontificia Universidad Católica del Perú y asistente de investigación en el IEP.
2
Ver al respecto Tanaka (2005) y Panfichi & Alvarado (2009).
La iniciación de la política
S
¿Tiene la ciencia política un carácter «científico»? Siendo el político un terreno esencialmente marcado por la deliberación pública, donde todos los ciudadanos tienen
el derecho y hasta cierto punto la obligación de involucrarse en el debate ciudadano,
donde el pluralismo democrático hace que todos los puntos de vista sean igualmente
válidos, ¿es posible plantear un conocimiento «científico» de la política? Siendo el
político un terreno tan cambiante, imprevisible, donde importa tanto la voluntad,
los proyectos, reivindicar el carácter «científico» de la disciplina, ¿no sigue un modelo
de inspiración positivista que asume una separación insostenible entre sujeto de
conocimiento y objeto de estudio?
Estas preguntas son válidas desde varios puntos de vista. Como se sabe, la epistemología de la ciencia ha sido elocuente en develar el carácter social del conocimiento
científico y la importancia del «lugar de enunciación» en la elaboración del mismo,
rompiendo la pretensión de un «sujeto que conoce» totalmente separado de la realidad. Posturas hermenéuticas, interpretativas y postmodernas, entre otras, han sido
muy elocuentes y convincentes al respecto. Estas ideas conducen a desconfiar de
concepciones «positivistas» de la ciencia política como disciplina. Estas discusiones
epistemológicas han coincidido de manera curiosa con la tradición intelectual más
fuerte de nuestras ciencias sociales, la marxista, que prosperó en el marco de un
desarrollo institucional disciplinario escaso y de la relativa debilidad de tradiciones
intelectuales no marxistas en las ciencias sociales.
Desde el marxismo se puede registrar, de un lado, una tendencia al «objetivismo»
en su modelo de conocimiento (es posible un conocimiento objetivo de las «leyes de
la historia»), pero que se combina con una postura voluntarista en lo político, opuesta
a una separación entre sujeto que conoce y objeto de estudio3. Según tradiciones de
inspiración marxista, el investigador debe entender su actuación en el marco de la
creación de un conocimiento y de un discurso útiles a proyectos políticos críticos
y transformadores de la sociedad, no de un programa de investigación cualquiera,
definido en términos teóricos abstractos. Desde este paradigma, se pone énfasis en
el carácter «crítico» del conocimiento científico, en el carácter «comprometido»
del mismo con la causa de la transformación social y en la relación «orgánica» que
debe haber entre el investigador social y los sectores subordinados de la sociedad4.
3
Son nociones expresadas elocuentemente en las máximas: «no se trata de interpretar el mundo, sino
de transformarlo»; y «no hay teoría revolucionaria sin práctica revolucionaria», de Marx y Lenin, respectivamente.
4
Pensar en la influencia de la idea del «intelectual orgánico» de Antonio Gramsci, del «intelectual
comprometido» de Jean-Paul Sartre, de la propuesta de «intervención sociológica» de Alain Touraine, o
de los esquemas de «investigación-acción», inspiradas en autores como Orlando Fals Borda.
424
Martín Tanaka. Algunos temas de debate (a manera de conclusión)
Estas nociones y propuestas empataron muy bien en las décadas de los años sesenta y
setenta con una radicalización y politización de las universidades en general y de las
facultades de ciencias sociales en particular. A la luz de estas tradiciones, hablar de la
posibilidad de un conocimiento científico y «objetivo» de la política genera esperables resistencias y despierta preguntas y debates.
Considero que en la actualidad muy pocos suscribirían un paradigma positivista
«duro» que ignore los condicionantes sociales que determinan el quehacer de un
politólogo para asumir una postura según la cual podría existir un observador totalmente externo a la a realidad que analiza, capaz de dar cuenta de ella sin distorsiones.
Al mismo tiempo, creo que es muy razonable reconocer lo difícil que es el estudio de
la política en contextos de inestabilidad e imprevisibilidad, debilidad institucional,
volatilidad electoral5. Sin embargo, la conclusión que se debe sacar de todo esto es
la necesidad de ser extremadamente rigurosos en el estudio de la política, de seguir
metodologías y protocolos de manera escrupulosa, en el marco de esquemas pluralistas de trabajo, en términos teóricos. Creo que sería útil asumir que toda teoría
o enfoque o metodología tiene capacidad de alumbrar ciertas áreas y es relativamente ciega ante otras, por lo que entre ellas debiera primar la complementación
y diálogo, antes que una competencia, tema planteado por Vergara al analizar las
diversas aproximaciones al estudio del fujimorismo. En último término, lo deseable
para nuestra disciplina es tener un amplio pluralismo y un ejercicio riguroso y de
calidad en torno a las más amplias opciones teóricas, metodológicas y políticas de los
investigadores, en la que el ejercicio de la crítica es constante, y donde nadie puede
considerar que es poseedor de verdades definitivas.
Así, y en la línea de lo propuesto por Vergara y Meléndez, la cientificidad de la
ciencia política estaría en su método, en la formulación de preguntas bien definidas, en la construcción de evidencia bajo parámetros exigentes, en su sometimiento
constante a la crítica. Estas exigencias son particularmente pertinentes a la luz de los
excesos en los que se cayó al amparo de modelos «militantes» de hacer ciencia social.
De lo que se trata simplemente es de evitar la confusión de planos entre la voluntad
política y la realidad pedestre, entre el ser y el deber ser. Esto no quita que los politólogos no podamos tener fuertes compromisos, incluso partidarios, con nuestro país.
Pero nuestro aporte distintivo debería ir por dar elementos para tener un debate más
informado, más basado en evidencia recogida con métodos rigurosos, recogiendo
5
Ver por ejemplo Weyland (2002), quien sobre la base de estas constataciones critica la idea de que un
institucionalismo de elección racional pueda convertirse en el paradigma central de la ciencia política
y propone, como en este texto, un modelo pluralista para la disciplina. Claro que Weyland no entra en
ningún momento en la discusión sobre el carácter científico de la ciencia política, que es un supuesto en
su razonamiento.
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La iniciación de la política
experiencias comparadas, enmarcando problemáticas locales dentro de parámetros
regionales y globales.
Respecto a lo volátil y cambiante que es el terreno político, la existencia de permanentes influencias mutuas entre la realidad política y la voluntad política de los
actores, y cómo puede la ciencia política abordar estas complejas cuestiones, una buena
ilustración se halla en algunos trabajos de este libro. Camacho y Aragón, al analizar
la literatura referida al estudio de la cultura política, señalan que uno de los temas
centrales es precisamente cómo las personas interpretan desde la cultura los mensajes
y discursos que provienen de la esfera política, en una dinámica en la que la cultura
decodifica y reinterpreta los discursos, pero también las apelaciones de los actores modifican elementos de la cultura. Por su lado, Meléndez plantea la necesidad de recoger la
importancia de los clivajes que conforman los sistemas de partidos, para así romper con
lógicas deterministas ancladas en variables solamente históricas y estructurales6.
Esto no debería implicar abandonar totalmente consideraciones políticas dentro
del quehacer de las ciencias sociales. Considero que ellas son muy relevantes para plantear temas, problemas, establecer agendas relevantes, pertinentes de investigación. Pero
no deberían contar en el momento de la investigación y condicionar sus resultados.
L .
Al igual que en las demás ciencias sociales, en la ciencia política hay corrientes que
ahondan más en la explicación causal o en la interpretación como sugiere Muñoz en su
texto. Desde las primeras se ha logrado una gran sofisticación metodológica, construyendo grandes bases de datos, y analizando esos datos con herramientas estadísticas.
Esto ha permitido avanzar en el establecimiento de algunas leyes de aplicación general, visualizar el conjunto de manera más o menos precisa. Sin embargo, estas leyes
no siempre son aplicables a regiones o países específicos, y se construyen asumiendo
una información sobre casos nacionales que en ocasiones puede ser muy deficiente.
Esto puede provocar que la definición de temas de investigación se asocie a la posibilidad de contar con información posible de ser trabajada estadísticamente, en vez de
que ellos surjan de su relevancia, pertinencia política y social. De otro lado, quienes
ponen énfasis en la comprensión profunda de los casos estudiados pueden identificar
lógicas, mecanismos, más allá de correlaciones y explicaciones causales generales,
asociadas a la influencia de los contextos específicos. Se emplean metodologías que
también han tenido desarrollos importantes en los últimos años, como el método
6
Estos temas llevan a una discusión metodológica imposible de hacer aquí. Al respecto ver Brady &
Collier (2004); King, Keohane & Verba (1994) y Gerring (2001), entre muchos otros.
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Martín Tanaka. Algunos temas de debate (a manera de conclusión)
comparado, el análisis histórico, la etnografía o el análisis del discurso. Sin embargo,
existe la gran limitación de no poder generalizar más allá de los pocos casos estudiados, de poder ser desmentidos de ampliar la observación a otros casos, y el riesgo de
caer en un provincianismo o un regionalismo que nos aísle de las grandes discusiones
dentro de la disciplina. Llegamos así a una suerte de dilema sobre qué debe primar
en el análisis de la política: ¿las grandes preguntas sobre temas fundamentales, pero
con dificultades para un tratamiento riguroso, o razonamientos muy rigurosos pero
sobre temas menos relevantes?7
Considero que la solución de este dilema reside en considerar estas aproximaciones
complementarias, antes que contrapuestas, para lo cual sus agendas deben estar entrelazadas, en una suerte de «ciclo» de investigación. Las «grandes preguntas», definidas
con criterios políticos, por su relevancia social, deberían abrir programas de investigación, aunque fuera de manera ensayística, intuitiva, general, y establecer grandes
hipótesis; poco a poco deberíamos pasar a temas más acotados, que puedan ser abordados mediante una investigación empírica metodológicamente más rigurosa, sobre la
base de pocos casos; con el tiempo, la acumulación de la producción empírica permitiría construir bases de datos pasibles de ser analizados con herramientas estadísticas y
llegar a generalizaciones con algún fundamento, lo que finalmente permitiría examinar
las preguntas e hipótesis iniciales, que serían validadas, matizadas, o descartadas, y
según ello se abriría un nuevo ciclo de reflexión e investigación8. En el presente libro,
los trabajos de Valladares, Arce y Carrión y Torres parten de preguntas de investigación
muy precisas y, a través de un análisis estadístico, logran abordar con rigor asuntos que
se enmarcan en discusiones más amplias sobre temas fundamentales, como el funcionamiento del Congreso, la aprobación presidencial o el apoyo a la democracia9.
Hacer ciencia política en el Perú debe pasar por reconocer cuando menos dos
implicancias de esta discusión. De un lado, nuestro país no debe ser pensado con un
criterio provinciano, pensando que es un caso «único» o «excepcional», por lo que
escaparía a la comparación o a su ubicación dentro de debates disciplinarios amplios.
Como señala Dargent en su texto, el caso peruano ha sido visto con interés dentro
de la literatura comparada, por lo que habría que aprovechar que nuestra realidad se
entronca fácilmente dentro de parámetros más generales. El estudio de caso aporta al
debate global y este tiene implicancias directas para el estudio de caso.
7
Tema planteado explícitamente por Sartori (2004). Véase la discusión con Negretto (2004), Colomer
(2004) y Laitin (2004).
8
Esta idea guarda cierto parentesco con un modelo de ciencia «kuhniano». Sobre las ideas de Thomas
Kuhn y su pertinencia para la ciencia política, véase Polsby (1998).
9
Sobre estos temas véase, entre muchos otros, Box-Steffensmeier, Brady & Collier (2008); Della Porta
& Keating (2008); Gerring (2007); Goodin (2009) y Mahoney (2010).
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La iniciación de la política
S
Otro gran tema de discusión es el de la autonomía de la política. La ciencia política
considera implícitamente al campo político como un espacio diferenciado de análisis
respecto de otras esferas sociales. Las luchas por el poder y la autoridad, la legitimidad, el Estado, las instituciones públicas, sus actores, serían parte central de sus
preocupaciones. Entender el funcionamiento de este campo implicaría la comprensión de reglas y lógicas específicas, por lo cual se justifica su autonomía disciplinaria.
Sin embargo, la tradición intelectual imperante en nuestro medio tiende a considerar
a la política y al poder como una dimensión de otras disciplinas, no una disciplina
propia: así, en el pasado se estudió la política como parte del derecho (especialmente
del derecho constitucional), de la sociología (desarrollándose la sociología política),
o de la historia (desarrollándose argumentos que enfatizan la determinación de la
política por herencias de «larga duración»), principalmente.
Estas consideraciones tienen además una justificación teórica, que parte de una
noción que ha estado tradicionalmente muy en el centro del pensamiento crítico
de las ciencias sociales peruanas: la política en el Perú no sería lo suficientemente
autónoma de otras esferas, dado que no existe tradición democrática, partidos políticos fuertes, instituciones públicas consistentes. El manejo del poder y del Estado se
definiría por las presiones de los poderes de facto y sus luchas con los movimientos
sociales, lo que verdaderamente habría que considerar (ver también Vergara y Meléndez en este volumen). El dinamismo del mundo político «estaría en otra parte»,
por así decirlo: en las clases y sus intereses económicos, en la estructura social, en la
determinación histórica. Estas nociones son en gran medida consecuencia de la gran
influencia de tradiciones marxistas estructuralistas en nuestras ciencias sociales, que
han tenido como elemento central la consideración de la «autonomía relativa» de la
política. A la luz de estas ideas, surgen también algunas nociones sobre las formas
en que debiéramos abordar el análisis de la política. Así, si la política es compleja
y determinada por las estructuras sociales, la historia y la economía, se impone la
necesidad de una reflexión multidisciplinaria, flexible, no encasillada en los moldes
de la especialización. El ensayo político por ello sería el medio privilegiado de análisis
y no sería una casualidad que tengamos en el Perú una larga e importante tradición
en ese sentido.
Considero que, si bien es cierto que nuestras instituciones y actores políticos son
débiles y que ello impone importantes recaudos para el estudio de la política, no
debe perderse de vista que los constreñimientos estructurales e históricos son débiles
también. Es cierto, no hay instituciones sólidas. Precisamente por ello, las interacciones entre los actores y los acuerdos provisorios que vayan estableciendo pueden
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Martín Tanaka. Algunos temas de debate (a manera de conclusión)
tener consecuencias de largo plazo, con lo cual no solo las estructuras determinan la
política, la acción política también puede tener consecuencias estructurales. Si algo
caracteriza al Perú de los últimos años, y en general a América Latina, es que no vivimos un momento de gran estabilidad estructural, en el que los legados del pasado
expliquen sin más los procesos políticos por los que actualmente pasamos. En realidad, nuestra región está pasando por muy profundos cambios y el rumbo de nuestros
países es muy incierto. Diversos autores han llamado la atención sobre un cambio
en la «matriz socio-política» o procesos de desestructuración sin reestructuración en
nuestros países10. En el texto de Tanaka en este volumen, se plantea que nuestros países pasarían por una «coyuntura crítica», en la que las determinaciones estructurales
se debilitarían, pesaría más la agencia de los actores y más bien ellas podrían marcar
una «dependencia de la senda» hacia el futuro. En este contexto de cambio e inestabilidad, de crisis de modelos anteriores, de decaimiento de formas tradicionales de
autoridad, prolifera la movilización y la protesta, estudiada por Arce, y la búsqueda
de nuevas formas de expresión política, estudiadas, por ejemplo, por Paredes, quien
toma como referencia el movimiento indígena peruano. Perla, por su lado, da cuenta
de los cambios en las relaciones entre empresas, Estado y sociedad ocurridos en los
últimos años, que redefinen sus papeles tradicionales.
Se deduce de esto que está plenamente justificada la existencia de la ciencia política como disciplina autónoma, en la que el campo político no solo es dependiente
de otras esferas, sino que tiene capacidad de desarrollar lógicas propias e incluso
impactar sobre las demás esferas sociales. Se deduce también que sí es posible desarrollar un programa de investigación empírica en el campo político, con teorías y
metodologías propias. Nada de esto niega la importancia de la interdisciplinariedad,
pero reconociendo que cada disciplina hace un aporte desde un campo particular.
L « »
Otro punto importante de discusión se refiere a los supuestos epistemológicos que
estarían detrás de la definición de la política. Para algunos, la pretendida cientificidad
de la ciencia política en realidad descansa en la adopción acrítica de un modelo de
ciencia anclado en el «behaviorismo» norteamericano, con una apuesta ideológica
por la democracia liberal en lo político, por modelos de mercado en lo económico y
por un individualismo conservador en lo social. De allí habría que desconfiar de esta
disciplina, que habría perdido capacidad crítica debido a los supuestos epistemológicos que la definen.
10
Véanse, por ejemplo, Garretón et al. (2003) y Tanaka (2002), entre otros.
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La iniciación de la política
Considero importante mantener siempre un espíritu crítico respecto de los condicionantes que pueden determinar el ejercicio de la profesión11, pero creo que el enfoque
más productivo aquí sería no oponer un conocimiento propio, buscando «lo latinoamericano» o «lo peruano», a un conocimiento «noroccidental», sino reflexionar y
debatir rigurosamente sobre nuestras especificidades y desafíos regionales en un mundo
global, siguiendo un poco las ideas de Dargent en este volumen, que se nutren de una
reflexión general para dar cuenta de lo particular12. De lo que se trataría, retomando
temas planteados más arriba, es de manejarnos con un esquema pluralista de la disciplina, con una alta exigencia metodológica, abierta a debates epistemológicos, para así
minimizar los riesgos de la «colonialidad del saber»13. Una oposición entre lo «nuestro»
y lo «foráneo» no solo resultaría improductiva, también insostenible en un contexto de
creciente globalización de nuestros países y de nuestras comunidades académicas.
Considero que la academia de nuestros países ha pecado más de provincianismo
que de una aceptación acrítica de enfoques, contenidos y agendas definidas en otros
países. Venimos de una tradición en la que nuestras ciencias sociales locales estaban
relativamente desconectadas de las ciencias sociales «en el norte», por lo que nos perdimos la posibilidad de aportar a otras discusiones y de aprender de ellas. Esto hizo
que el análisis de nuestros países, desde perspectivas comparadas y más informadas
en términos teóricos, quedara prácticamente en manos de investigadores «del norte».
Este libro aspira también a romper ese monopolio, a romper una lógica en la cual,
de un lado, están los académicos «del norte», con marcos teóricos comparados, con
un conocimiento de varios casos, aunque general, mientras que del otro se ubicarían
investigadores locales con un conocimiento profundo de su país, pero desvinculados
de realidades y debates más allá de sus fronteras. Este libro aspira a construir puentes
que unan los espacios locales-nacionales con los regionales-globales, en una comunicación de constante alimentación recíproca.
Otro aspecto de esta problemática, a mi juicio no suficientemente resaltado, es
que la oposición «norte-sur» suele hacer que pase desapercibido un problema fundamental, que es la débil articulación «sur-sur», por así decirlo. Los escritores suelen
decir que se reconocieron como latinoamericanos en Europa o los Estados Unidos.
Existen aún ahora débiles articulaciones entre las academias intraregionalmente. En
el mundo académico funciona algo parecido al «triangulo sin base» del que hablaba
Julio Cotler para dar cuenta de las relaciones entre Estado y sociedad en el Perú.
11
Por ejemplo, ¿en qué medida nuestras agendas de investigación son dependientes de nuestras fuentes
de financiamiento? Sobre el punto ver Snyder et al. (2007) entre otros.
12
Una ilustración de cómo pensar en la particularidad de América Latina en el marco de discusiones
globales sobre la democracia puede verse en Mainwaring y Pérez-Liñán, 2005.
13
Ver al respecto Lander (1993), entre otros.
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Martín Tanaka. Algunos temas de debate (a manera de conclusión)
Las academias en nuestros países tienen relación con los centros productores de
conocimiento en el norte, pero escasas relaciones e intercambios entre sí. Yo pienso
que esa es la razón principal que conspira contra el desarrollo de un pensamiento
propio, que nos permita evitar los vicios de la importación acrítica de ideas y prácticas de otros contextos. Este libro aspira también a crear puentes con una academia
regional, cuya historia intelectual y desafíos son muy parecidos a los peruanos. Afortunadamente, esta construcción de vínculos ha tenido avances importantes en los
últimos años, que esperamos poder profundizar y consolidar14.
R
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(editor), The Oxford Handbook of Political Science. Oxford: Oxford University Press.
King, Gary, Robert Keohane & Sidney Verba (1994). Designing Social Inquiry: Scientific
Inference in Qualitative Research. Princeton: Princeton University Press.
14
Sobre el desarrollo de la ciencia política, su realidad regional y relaciones con la academia de los países
«del norte» véase la Revista de Ciencia Política 25 (1) (2005); Alcántara & Freidenberg (2008), Munck
(2009) y Pérez Liñán (2010) entre otros.
431
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432