royeccione
proyecciones
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Cuadernos de Cine Documental 11
Ciclo «La mejor película es…»
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En 2016 el Taller de Cine UNL organizó un ciclo de proyecciones llamado «La mejor película es…», cuyo texto de presentación era el siguiente: «La idea se presentaba novedosa, prometedora: convocar a directores y críticos de cine de la ciudad para que cada uno
eligiese una película y se encargara de presentarla al
público haciendo conocer el por qué de su elección.
El resultado fue tan estimulante y novedoso como la
idea original. Se completó una lista de películas muy
variadas, más de lo que la decisión de un grupo más
restringido de personas hubiese logrado. La cuestión
de la edad de los electores no siempre se refleja en
la elección de películas si nos guiamos por el criterio
de «clásicas» y «actuales», o, entre las «más nuevas»
o «más antiguas». Se da el caso de un joven director que elige una película de Bergman, por ejemplo,
pero es cierto también que las películas más recientes fueron elegidas por los directores más jóvenes.
A su vez queda insinuada una pregunta o posible tema de discusión que quizás hasta llegue a surgir en
algunas de las presentaciones de las películas: El cine
¿ha ido perdiendo en los últimos años, o décadas, el
nivel de calidad que había alcanzado en su momento
a partir de los films de un Bergman, de un Resnais, o
de un Huston?, o planteándolo de otro modo: ¿es más
problemático hoy, armar un programa de calidad, teniendo que elegir entre las producciones más recientes, que hace algunos años, cuando la elección se hacía entre los films de los directores ya citados, y otros
como Visconti, Hitchcock, Antonioni, Ray, Welles, etc?
En cualquiera de los casos, bienvenida la variedad y
la diferencia.»
El desarrollo del Ciclo fue el siguiente: Patricio Coll presentó Hiroshima mon amour de Alain Resnais, Patricio
Agusti presentó Winter Sleep (Sueño de invierno), de
Nuri Bilge Ceylan, Arturo Castro Godoy presentó ¿Dónde está la casa de mi amigo? de Abbas Kiarostami, Marilyn Contardi La costilla de Adán, de George
Cukor, Roberto Maurer Siempre hay un día feliz, de
Stanley Donen y Gene Kelly, Julio Hiver presentó El estrangulador de Boston, de Richard Fleischer, Agustín Falco presentó Un verano con Mónica, de Ingmar
Bergman, Mario Cuello Chantrapas de Otar Iosseliani,
Oscar Meyer Mi noche con Maud de Eric Rohmer, Diego Soffici In the Mood for Love (Deseando amar) de
Wong Kar Wai, Raúl Beceyro Fat city (Ciudad dorada)
de John Huston, y para terminar el ciclo Marilyn Contardi presentó Los 400 golpes, de François Truffaut.
En cierto momento, Patricio Agusti nos envió un mail
donde emitía algunas reservas sobre el ciclo: «Estimado colega Raúl, acabo de leer tu último posteo sobre
el ciclo de cine al que participé y me preguntaba acerca de su texto. ¿Por qué ese nivel de preguntas tendenciosas y sesgadas sobre el cine? ¿Por qué arranca la pregunta con el calificativo «perdiendo» nivel de
calidad, como si esperara una contestación favorable
a sus expectativas sobre el pasado y presente del cine... de hecho reniego a la consigna de «mejor película
es» que entiendo intenta tener un gancho publicitario
de convocatoria (al cual accedí sabiendo de las buenas intenciones de su organización), pero ahora esto
de seguir alimentando estas construcciones arbitrarias
sobre la historia del cine. ¿Se puede comparar acaso
un artista o una época sobre otra sin caer en reduccionismos? ¿Se gana algo más que alimentar la división y
el prejuicio con este tipo de preguntas del estilo «todo
tiempo pasado fue mejor»? Deseo que el ciclo UNL sirva para poder seguir apreciando las joyas invaluables
que dio nuestro cine en el pasado pero también para
poder descubrir con ansias el nuevo cine que se avecina, te mando un abrazo grande y aprovecho a saludarte por el día del documentalista. Patricio.»
Para concluir la incipiente polémica, Marilyn Contardi escribió la siguiente aclaración: «En el texto de
presentación del Ciclo de Cine 2016 incluí unas preguntas para redondear y rematar el texto. No tuvieron
otro propósito, no tuve ninguna intención de iniciar un
contrapunto o discusión entre cine del «pasado» y cine actual. Todo el cine es actual, el de Chaplin, el de
Ozu, el de S. Ray, el de Cassavetes, tanto como el
de Kiarostami, el de Matías Piñeyro o el de Cristi Puiu.
Me despido con esta reflexión de Jean Renoir: «El tema no tiene demasiada importancia (...) La originalidad está en la forma, no en el fondo (...) Es un error
darle tanta importancia a la historia, a la anécdota...»
¡Hasta la vista, o mejor, hasta el miércoles para ver: Un
verano con Mónica!»
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Presentación de Fat city, de John Huston,
a cargo de Raúl Beceyro
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Raúl Beceyro: Para comenzar este ciclo elegí Fat city (Ciudad dorada) de John Huston. Hubiera podido
elegir otras películas, hubiera podido elegir esa película que, para François Truffaut ha despertado mayor cantidad de vocaciones de cineastas, que es El
ciudadano de Orson Welles. Pero tengo la impresión
de que Fat city tiene una característica que la hace
muy útil en un ámbito como el Taller de Cine de la
UNL o en general, todo lugar donde se enseña a hacer cine: Fat city es una lección de cine. No es que
hable sobre el cine o que muestre una filmación: van
a ver una película normal que cuenta la historia de
dos boxeadores. Pero si uno mira con atención los
6 ó 7 minutos iniciales de la película uno puede ver
cómo Huston enfrenta y resuelve (de la manera en
que puede hacerlo un cineasta excepcional como es
John Huston), todos los problemas que un cineasta
enfrenta en el momento de la filmación e incluso en
el momento del montaje.
Voy a contarles los primeros minutos de la película
que van a ver. Comienza con unas tomas documen-
tales, y hablo de documental no para caracterizar un
«cine documental» que se diferenciaría de otro tipo
de cine, que sería «de ficción». Cine, como madre,
hay una sola, y el documental es simplemente el cine
manejando materiales que pertenecen al orden de lo
real y que deben ser enfrentados por el cine de una
manera particular.
Estas tomas documentales tienen dos características
que indican ese material real. Vemos situaciones, lugares, personas de la ciudad de Stockton (hay un
cartel que lo indica) y, en todos los casos, sin sonido
directo, el sonido que corresponde a eso que estamos viendo: hay gente que habla con otra gente y
no se escucha lo que dicen. Eso señala la procedencia de esos materiales: el documental puede tener la
imagen de algo real, pero muchas veces es muy difícil tener el sonido.
Las imágenes documentales, esos fragmentos de lo
real que están en un film simplemente yuxtapuestos,
sin relación unos con otros (el montaje es discontinuo en los documentales, salvo los grandes documentales, que logran construir un montaje continuo),
pegados simplemente uno junto a otro, pero a Huston esta áspera superficie de lo real no le gusta, y
entonces ¿qué hace para suavizar ese paso de una
toma a otra? Simplemente las une en una sobreimpresión, superponiendo el final de una toma con el
comienzo de la otra, como una manera de suavizar
ese paso.
Después de estas tomas documentales de introducción vamos a una habitación del hotel, donde está
el héroe de la película, y mirando con atención, veremos cómo Huston va tomando las decisiones que
toman todos los cineastas cuando filman. La primera
de esas decisiones es dónde poner la cámara. Es-
tamos en un cuartucho de hotel y la cámara se coloca en el único lugar donde puede: en un rincón.
La segunda decisión es a qué altura poner la cámara. Huston tiene el problema de que el personaje está acostado, se para, camina, se sienta en una silla,
etc. Puede elegir todas las alturas posibles, desde la
cual verá bien al personaje en cierto momento, y mal
en otros. En el Capítulo 35 de su libro de memorias
A libro abierto [Puede leerse el Capítulo 35 de John
Huston, en el N° 10 de estos Cuadernos de Cine Documental], Huston dice que la cámara puede estar
«sentada o parada», es decir la altura adecuada para
ver bien a alguien que está sentado o parado. Huston
elige en el cuarto de hotel una altura intermedia, pero
usa algún procedimiento (contraluz con lo cual solo
se ve la silueta del rostro del personaje cuando se
acerca a cámara, mirar sus manos en otro momento
en que se aproxima), para disimular los momentos
en que no tiene la «buena altura».
Luego está la elección del plano (resultado del objetivo utilizado y la distancia real de la cámara al personaje) y luego está el espacio. Vamos a ver las cuatro
paredes, el piso y el techo de ese miserable cuarto de
hotel. Huston construye así el espacio, que no viene
dado, no es el espacio de la realidad, es el espacio
del cine. Y luego salimos del cuarto, y nuestro personaje va caminando por los pasillos hasta la puerta
del hotel. ¿Y cómo hace Huston? Muestra cada uno
de los metros reales, de los pasos reales que el personaje da. El personaje recorre la distancia real, en el
tiempo real. No es lo que hace el cine en la mayoría
de los casos. En general el cine elimina tiempos y espacios «innecesarios». Si se filmara la llegada de algunos de ustedes a esta sala, seguramente la Toma 1
se haría en el frente del edificio y la Toma 2 entrando
en esta sala. Seguramente se hubiese eliminado el
recorrido por el pasillo hasta llegar acá. Por su parte
el espectador ya ha sido educado por el cine y asocia
sin problemas el exterior del edificio y la entrada a esta sala. Pero acá Huston no elimina un metro, asimilando el espacio y el tiempo de la realidad, al del film.
Una vez llegado a la puerta del hotel el personaje decide volver al cuarto, a buscar el bolsito, y no es que
vuelve a recorrer de vuelta todo ese espacio que recorrió de ida. Como en el cine, hay un corte y se va
a un rincón del cuarto, el personaje toma el bolsito y
sale de cuadro. Huston tiene principios pero no es
principista. Ya ha construido este espacio y no tiene
por qué hacerlo de nuevo.
La secuencia siguiente ocurre en el gimnasio. Y si
hasta acá podíamos ver una especie de inventario
de los problemas que se plantean en filmación, en
el gimnasio se plantean todos los problemas que se
plantean en el montaje.
Huston tiene, en el gimnasio, a dos personas que se
encuentran, hablan y pelean. ¿Cómo filma y cómo
monta esta secuencia? Como se hace en la mayoría
de las películas cuando se filma una conversación de
dos personas, con tomas correspondientes o simétricas, con una persona de frente, digamos, cuando
esa persona habla, y de espaldas, cuando escucha.
¿Por qué se filma así? Porque de esa manera cada
personaje, de frente o de espaldas, ocupa el mismo
lugar en el cuadro, a la derecha o a la izquierda.
El problema de este tipo de situación es que no hay
«que saltar el eje», es decir pasar del otro lado de la
línea que une a los dos personajes, porque si no, se
invertiría la posición en el cuadro.
El gran problema de la secuencia del gimnasio es
que Huston filma a dos boxeadores que pelean, y
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Presentación de Hiroshima mon amour,
de Alain Resnais, a cargo de Patricio Coll
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son ellos los que «saltan el eje», así que hay que estar atento a los movimientos de los boxeadores para
poder montar sin problemas. Huston nos enseña, en
una situación peligrosa, cómo debemos filmar, para
poder montar.
En los 6 ó 7 primeros minutos de Fat city entonces,
tenemos una lección de cómo debemos filmar, y cómo tenemos que montar.
No resulta raro que sea John Huston quien nos enseñe esto, porque en el Capítulo 35 de su libro A libro
abierto, tenemos una especie de lección de cine escrita sobre cómo filmar: por dónde tenemos que empezar a filmar, cual puede ser la altura de la cámara,
el plano secuencia, etc.
Termino justamente con el plano secuencia del hotel:
toda la secuencia del cuarto está resuelta en un solo
plano. ¿Y por qué? Cuando hay tiempo (tenemos a
alguien que está ahí, dejando pasar el tiempo) hay
que usar el plano secuencia, no se puede cortar y
pasar a otra toma, porque en el plano secuencia hay
una acumulación temporal, así que la mejor manera
de filmar a alguien que está en su cuarto de hotel sin
saber qué hacer, viendo pasar el tiempo, es preservar el tiempo real, no cortar, usar el plano secuencia.
De esa manera el tiempo se va acumulando: Andrei
Tarkovski hablaba de la «presión temporal» que se
acumula en el plano secuencia.
Les pido una cosa: durante los primeros minutos de
Fat city traten de recordar algunas de las cosas que
les acabo de decir. Después pueden verla como se
ven todas las películas, para así poder llegar al final,
que es uno de los más grande finales de la historia
del cine.
Patricio Coll: Es riesgoso lo de elegir «La mejor película…» pero lo intentaremos. Como todos saben
Alain Resnais nació en 1922 y murió en 2013. Tiene
una obra amplísima, en muchos sentidos. Perteneció
a la primera promoción de una famosa escuela de
cine: el IDHEC, Instituto de Altos Estudios Cinematográficos, de Francia, que fue fundado en 1943. Se
dice que no terminó la carrera, y que en el 46 empezó
a trabajar profesionalmente como Montajista (ahora
se dice Editor), porque al parecer el montaje era el
aspecto del cine que más le interesaba. Pero desde
muy temprano empezó a realizar cortometrajes, entre
ellos Van Gogh, que le valió un Oscar en 1950.
Resnais perteneció a la Nueva Ola francesa, junto a
Godard, Chabrol, Truffaut, aunque era mayor, y además no fue crítico en Cahiers du cinéma, como todos
ellos. Como otros de esos cineastas (Agnès Varda,
Chris Marker o Jacques Demy) se formó en la industria.
A los 37 años debuta en el largometraje, con el film que
veremos ahora, y que originariamente era un proyecto para un documental sobre la Bomba atómica. Pero
Presentación de Winter Sleep (Sueño
de invierno), de Nuri Bilge Ceylan, a
cargo de Patricio Agusti
Resnais no quería repetir los procedimientos que había utilizado en la famosa Noche y niebla e incorporó
al proyecto a Marguerite Duras, cuyo aporte fue importantísimo. En Cannes Hiroshima mon amour obtiene el Premio de la crítica, el mismo año que François
Truffaut obtiene el premio al mejor director.
En esa época en que en Santa Fe se dio Hiroshima…, nosotros veíamos en los cines de Santa Fe Un
condenado a muerte se escapa o El carterista, de
Bresson, Patrulla infernal de Stanley Kubrick, El grito o La aventura de Antonioni, La fuente de la doncella de Bergman: una lluvia de gigantescas películas. Todas estas películas se veían en los numerosos
cines que había en Santa Fe, o en alguno de los dos
cineclubes que funcionaban entonces: Gente de Cine y Cine Club Santa Fe.
Cuando vi Hiroshima mon amour era un espectador
común que ni se imaginaba que alguna vez iba a estudiar cine. Cuando la vi experimenté una especie de
asombro, de sorpresa, de locura. Yo no sabía si eso
era vanguardia, cine experimental u otra cosa, pero
sentí la tremenda libertad expresiva de Resnais en
el manejo de los instrumentos formales con los que
construía su película. Estos elementos innovaban o renovaban el lenguaje fílmico, en la textura de las imágenes, en la complejidad de la organización de los tiempos pasado y presente, en lo imaginario de los personajes o lo poético del realizador. Todo era insólito y me
producía una exaltación basada en la emoción poética
que desbordaba la película y por eso Hiroshima mon
amour, como se dice ahora «me rompió la cabeza» y
me dejó «sin aliento». Hiroshima mon amour fue para
mí una revelación: el cine podía ser otra cosa, eso que
nunca había experimentado ante una película. Esa fue
la razón por la cual quise hoy presentarla aquí.
Patricio Agusti: Cuando se me propuso formar parte
de este ciclo, eligiendo «la película que más te gusta», o «la que ha tenido mayor importancia en tu actividad de cineasta», temí caer en esas películas que
todos conocemos, y que han sido vistas muchas veces. Quise rebelarme ante esa posibilidad y decidí
elegir una película más de nuestro tiempo. Winter
Sleep es una película de 2014 y tiene un parecido a
los grandes cineastas, como Bresson, Kubrick, Tarkovski, aquellos cineastas que tienen un estilo definido
y que rápidamente uno puede reconocerlos, que responden a los llamados de su tiempo en la búsqueda
de una verdad, y eso es lo que los hace reconocibles,
e irrepetibles. Quizá Nuri Bilge Ceylan sea un hermano menor de estos grandes nombres, pero cuando
me encontré con su film, me pareció que iba por ese
camino, sobre todo por dos cuestiones. En primer lugar porque el film plantea los conflictos de las relaciones humanas, tal como se plantean en nuestro tiempo. Los hechos suceden en una lejana Turquía, pero
cuando terminé de ver esta película, se me plantea-
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Presentación de ¿Dónde está la casa
de mi amigo? de Abbas Kiarostami, a
cargo de Arturo Castro Godoy
ron muchos interrogantes sobre la moral, sobre las
relaciones humanas, preguntas que nos podemos
hacer tanto como seres humanos, como argentinos,
en la situación que estamos atravesando actualmente. Por otro lado algo que llamó mucho mi atención,
que me hizo disfrutarla, y por eso la traigo hoy acá, es
su lado poético, ese dejar el tiempo necesario al desarrollo de las situaciones, y por eso los personajes
son mostrados con la dignidad y la entereza, que es
lo que distingue a las grandes películas.
Tarkovski decía que el uso del tiempo en el cine, es
como la utilización perfecta de las palabras en literatura. Ahí se ve a un gran director, el que nunca utiliza
golpes bajos, ni golpes de efecto.
En ese manejo del tiempo, tanto en lo que se refiere
al juego actoral, como al manejo de las formas, está
la mirada de cada cineasta, eso que diferencia a un
director de otro.
Creo además que Winter Sleep es una película que
invita a que la vean como un paisaje, y así los espectadores somos integrados al propio film.
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Arturo Castro Godoy: La película que he elegido lo
ha sido porque entendí que lo que se me pedía era
que eligiera un film que tuviera una significación especial para mí en tanto cineasta.
En primer lugar ¿Dónde está la casa de mi amigo? es una de las mejores películas que vi en mi vida. Además me permitió ver claramente cuál es la
jerarquía de los elementos cinematográficos en las
películas que yo veía, y eventualmente en las películas que podría llegar a hacer.
La trama de ¿Dónde está la casa de mi amigo? es
muy simple, con muy pocos elementos, con una gran
economía, tanto en lo que concierne a la trama, como a las decisiones estéticas que materializan esa
trama en el relato audiovisual: tiene una fotografía impresionante, la puesta de cámara no desborda creatividad, los personajes no tienen características muy
específicas, salvo quizá por lo lejana que es para nosotros la cultura iraní. Pero hay en este film algo fundamental a la hora de hacer cine: la decisión consciente de, simplemente, contar una historia. Esto es
Presentación de La costilla de Adán,
de George Cukor, a cargo de Marilyn
Contardi
lo esencial, y lo he aprendido con el tiempo en el quehacer audiovisual: contar una historia.
No importa con qué cámara filmás, si tu actor es mozo de un bar, lo único que importa es contar una historia, y así tener la posibilidad de mirar el mundo a
través de los ojos de un realizador, que nos cuenta
una historia que significa mucho para él, y que termina significando mucho para nosotros. Nosotros nos
identificamos automáticamente con algunos de los
personajes, y entonces recorremos la película con
ellos, en su propia piel.
Viendo ¿Dónde está la casa de mi amigo? pensé:
«con tan pocos elementos, sin buscar ninguna originalidad, el director logra encontrar muchas cosas,
al simplificar, maravillosamente, todas las decisiones estilísticas de la película». Kiarostami deja que
las imágenes y los sonidos nos cuenten una historia, que termina impactándonos, precisamente, por
lo primario, lo básico, de los conflictos y los valores
que se ponen en juego en la película.
Marilyn Contardi: Hoy vamos a ver una hermosa
película del período que llamamos clásico (evidentemente a Cukor no se le hubiera ocurrido llamar
clásico al cine que estaba haciendo). Las categorías
aplicadas a las distintas épocas del cine no son demasiadas, y en algunos casos, o mejor dicho, aplicadas a las mejores películas, orientan muy poco. La
llegada del sonido al cine poco antes de la década
del 30, introdujo un elemento capital, y el paso del
mudo al sonoro significó un cambio en la manera de
hacer cine. Sin embargo, para algunos críticos como
Bazin, ese nuevo elemento no cambió fundamentalmente el modo de narrar en cine por lo menos para
la corriente que él denomina realista —que está presente desde el comienzo mismo del cine—, y que es
en verdad la corriente más interesante del cine, más
bien «agregó» algo que ya de alguna manera, estaba
presupuesto en los criterios de realización . Si aceptamos ese punto de vista, se relativizan bastante los
cambios que fueron dándose en la manera de contar
en el cine a lo largo de su historia.
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Pero volviendo al comienzo, el cine clásico abarcaría
un período que llegaría hasta los años 50 y a partir de
ahí entraríamos en lo que se puede llamar cine moderno. Como se ve más que de dos categorías podríamos hablar de dos grandes períodos.
Ahora bien, si la incorporación del sonido no produjo el quiebre tan grande, como señaló Bazin, en la
manera de organizar las narraciones en el cine, fue
imprescindible para el nacimiento y la consolidación
de uno de los géneros con mayor éxito de público
del cine americano: la comedia, también llamada comedia americana; la screwball comedy que algunos
consideran un subgénero de la comedia, pero válgame dios, no entraremos en subgéneros aquí después
de haberlos minimizado antes, además ¿con qué coraje seríamos capaces de enfrentar una inmanejable
subcategoría como la de cine postmoderno?
La costilla de Adán (Adam’s ribb), el film que vamos a ver, ha sido dirigida por Georges Cukor y pertenece al género comedia.
Las buenas películas de género lo transcienden, los
mejores films de John Ford y de Alfred Hitchcock por
ejemplo, trascienden los conocidos géneros del western y de los films de suspenso y valen por sí mismas; aunque hayan sido producidas y realizadas
dentro de las líneas de producción de «géneros» de
los grandes estudios, lo mismo que la película que
vamos a ver.
En la época en que esta película fue realizada, en uno
de los grandes estudios, la Metro Goldwyn Mayer —
aun cuando las campanas que anunciaban el final de
la época se hubieran puesto ya a sonar muy por lo
bajo— había departamentos donde se trabajaba para cada rubro de la producción de un film, y había
uno, de gran relevancia: el Departamento de Guio-
nes. Los guionistas de esta película: Ruth Gordon y
Garson Kanin, pertenecían al grupo de especialistas,
más o menos fijos según las temporadas, contratados por el estudio. Ruth Gordon fue también actriz,
ganó el Oscar a la mejor actriz de reparto por su actuación en Rosemary’s Baby de Roman Polanski y
además de guionista, autora de obras de teatro. Por
el guión de este film tanto ella como Garson Kanin,
que era su marido en la vida real, fueron nominados
al Oscar por el mejor guión, y se dice que muchas de
las situaciones planteadas en los guiones, al menos
en los actuados por Tracy–Hepburn, eran reflejo de
las ocurridas en la vida en común de los guionistas.
Entre los guionistas de aquella época encontramos
a escritoras como Dorothy Parker, y Lillian Hellmann,
hasta un William Faulkner trabajó como guionista en
Hollywood; aunque al parecer para él no fue una experiencia muy feliz.
Georges Cukor era un realizador que venía trabajando desde los años 30, década en la que toma vuelo la
comedia americana. En 1939 había sido llamado para dirigir Lo que el viento se llevó, pero tuvo problemas con la estrella del film, Clark Gable, o mejor, fue
Gable el que promovió su reemplazo, y el productor
David Selznick lo reemplazó por Víctor Fleming. Se
dice que a Gable le molestaba la inclinación homosexual de Cukor.
Pero Cukor se repuso rápidamente del traspié y dirigió una comedia, interpretada por Katharine Hepburn, Cary Grant y James Stewart: The Philadelphia Story.
La costilla de Adán es de 1949, en ese momento
George Cukor es un realizador consumado, con gran
experiencia y en la plenitud de su capacidad expresiva, el guión es excelente y la pareja de intérpretes
Presentación de Siempre hay un día
feliz, de Stanley Donen y Gene Kelly, a
cargo de Roberto Maurer
no puede ser mejor: Spencer Tracy, uno de los más
grandes intérpretes que ha dado el cine, con una larga carrera en su haber, lo mismo que su compañera:
Katharine Hepburn. Una de las rasgos de películas
como ésta, es la claridad en la exposición de lo que
cuentan. Podría decirse que por un lado la película
tiene que tener una trama básica simple, pero al mismo tiempo que el interés por su desarrollo nunca debe decaer, con diálogos y situaciones ingeniosos, sin
perder jamás el ritmo y con una actuación sin fallas.
Como se ve bastante simple si se puede mantener
todo al mismo tiempo y al mismo nivel.
Otros nombres de directores muy conocidos que han
sobresalido en la realización de comedias son Ernst
Lubitsch, Frank Capra, Preston Sturges, entre otros.
Cukor tenía la reputación de ser un excelente director de actores, pero claro aquí trabaja además con
actores sobresalientes, Spencer Tracy por ejemplo,
capaz de imponerse por su sola presencia.
Estamos en 1949 y la comedia americana ya compite
con otro tipo de cine: un año antes, en el 48, se realizó Ladrones de bicicletas. El cine clásico, el cine
de género o de los géneros, si seguimos con ese esquema, ya se enfrenta al cine moderno ¡y todavía no
hemos llegado al cine militante de los setenta!
Pero el tiempo pasa, las aguas se aquietan, y hoy
podemos ver los mejores films del período «clásico»,
libres ya de los prejuicios que arrastran consigo los
«nuevos aires» de cada época —y que suelen interferir en nuestros juicios— como si se hubieran filmado ayer y dispuestos a enfrentar la comparación con
cualquier film actual que se quiera elegir.
Roberto Maurer: Deseo aclarar de entrada que este
ciclo de proyecciones me pareció algo poco transparente, desde el principio. ¿Uno elige la mejor película
desde un punto de vista subjetivo, o debe hacerlo en
nombre de la sociedad, eligiendo una obra maestra?
Me parece que había, además, un golpe bajo, de tipo
sentimental. ¿Qué película te gustó más o cuál cambió tu vida? No creo que ninguna película cambie la
vida de nadie, y si a alguien le pasa eso, mejor que
reflexione sobre su vida y sobre las películas. Es como decir: «¿te acordás, querida, nos conocimos bailando esta canción?»
Como me di cuenta de que me estaban llevando a
ese callejón, de alguna manera acepté tomar ese
rumbo, y elegí bailar con el patito feo, que es la comedia musical. La comedia musical siempre fue un
género menospreciado, y solo valorizado apelando
a la nostalgia, pero en general era mal visto. Siempre fue acusado desde un punto de vista ideológico, al serle recriminado, con justicia, que Hollywood
fabricaba deliberadamente productos escapistas. El
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colmo del escapismo era la comedia musical. Pero,
también desde un punto de ideológico, recibió una
ayuda, cuando se dijo que la comedia musical nos
mostraba el potencial del ser humano: la felicidad es
posible pero existe la injusticia social que le impide al
ser humano desarrollarse.
Hubo un libro que en cierto momento era de lectura
obligatoria, que es «Historia del cine» de Georges Sadoul. Sadoul era un dogmático del Realismo socialista, su posición era muy respetable, y prácticamente
no menciona la comedia musical: habla de películas
de ballet.
Había razones para que la comedia musical estuviera
descalificada, porque las numerosas comedias musicales que se hicieron durante dos décadas eran, en
su mayoría, mediocres. En general tenían un argumento muy débil, pensado solamente para introducir
los números musicales, y lo que interesaba al público
eran los cantantes, los bailarines. La mayoría de esas
películas hoy en día casi no se pueden ver: podría
hacerse una antología de los números musicales y
ya está. Había un pasaje muy violento entre el realismo del cine, con su argumento, sus personajes, a
una fantasía desbordante, cuyo extremo son los films
de Busby Berkeley: esa transición no estaba resuelta.
Hasta que apareció la Metro (el film que veremos hoy
es de la Metro Goldwin Mayer). La ruptura se materializó con un ciclo de tres películas, que codirigieron
Gene Kelly y Stanley Donen, sostenidos por el productor Arthur Freed, que antes de ser productor de la
Metro, fue letrista de canciones. Freed logró convencer a Louis B. Mayer, el patrón de la Metro, a quien todos describen como una persona sumamente bruta,
para que las produjeran.
Gene Kelly era un bailarín que había triunfado, y Stan-
ley Donen era un bailarín que había fracasado, se conocían desde hacía muchos años, y se juntaron con
este proyecto, con estas 3 películas: On the town
(Un día en Nueva York) del 49, en el 52 el más conocido: Cantando bajo la lluvia y la tercera es la que
vamos a ver ahora: Siempre hay un día feliz o Siempre hace buen tiempo.
El gran secreto, la clave de estos nuevos musicales,
de esta nueva forma de encarar el musical, era incorporar esa fantasía cantada o bailada, a las peripecias
del argumento. Gene Kelly era un prodigio relacionándose con el entorno que se le proponía: podía
ser un niño, un objeto, un perro, y se relacionaba con
gran espontaneidad con todo eso.
On the town se basaba en una comedia musical de
gran éxito en Broadway, y para hacerla tuvieron que
vencer la resistencia de Louis B.Mayer, que calificó a
esa comedia musical de obscena y comunista, porque
en cierto momento bailaba una mujer negra con un
hombre blanco, en un baile amoroso. Lo fueron convenciendo y los actores eran, además de Gene Kelly,
Frank Sinatra, Vera Ellen y otros. La historia mostraba
a tres marineros bailando en las calles de Nueva York:
tres marineros que tienen un día de franco en Nueva
York, y conocen a tres chicas, y la pasan bien.
Después hicieron Cantando bajo la lluvia, otro hallazgo, la más famosa, y finalmente Siempre hay un
día feliz, que veremos ahora.
La idea original era hacer una especie de continuación de On the town, pero luego la idea fue evolucionando. Después fueron a buscar a Sinatra, que al
principio no fue bienvenido en la Metro, porque era
considerado un tipo difícil, lo que era cierto. Además
era posible también que Sinatra, que ya había ganado un Oscar, no quisiera ir a remolque de Gene Kelly.
El otro bailarín de On the town había prácticamente
desaparecido, así que dejó de pensarse en una especie de continuación de aquel film: eran tres marines que vuelven de la guerra.
¿Cuál es la particularidad de Siempre hay un día feliz, que la diferencia de lo que se había hecho en Hollywood en ese momento? Se dijo que era la primera
comedia musical «cínica», ya que muestra a tres marines que vuelven a la vida civil, con sus proyectos y
sus sueños, y que diez años después ninguno ha logrado concretar esos proyectos y esos sueños. Esa
visión amarga de la posguerra era algo demasiado
nuevo para una comedia musical. Hay además una
crítica feroz a la televisión, en una época en que la televisión se convertía en la gran rival del cine, además
de una burla a la publicidad.
Quizá por estas razones Siempre hay un día feliz no
tuvo éxito. La crítica la recibió muy bien, pero dicen
que la Metro no la apoyó, y el público no estaba preparado para la visión amarga de esta comedia musical.
Dice Andrew Sarris, un crítico muy respetado, que la
idea del musical para la Metro nunca llegó a materializarse debidamente. Hay que reconocer que estas comedias musicales, por muy innovadoras que fueran,
y ahora se las ve muy bien, tenían sus debilidades,
incluso el inevitable final feliz.
Actuaron en Siempre hay un día feliz: Gene Kelly,
Dan Dailey y Michael Kidd, gran bailarín y coreógrafo, además de Cyd Charisse, la chica con las piernas
más largas de Hollywood, como vamos a ver ahora,
en varios números musicales, algunos de ellos extraordinarios.
Después de esta película Gene Kelly y Stanley Donen
se separaron y quedó trunca esta tentativa renovadora. Porque después vendría Amor sin barreras, pero
esa es otra historia. Se cuenta que Kelly y Donen tuvieron muchas discusiones, y se cuenta una historia
que tiene más que ver con las revistas de chismes
que con el arte cinematográfico. Ambos estaban casados, con chicas que participaban en la película, y
una de ellas había sido novia del otro, no recuerdo
cual. Dicen que durante la filmación cada uno miraba a la mujer del otro y cuando murió Kelly, Stanley
Donen habló de que habían vivido una especie de
relación incestuosa. Incluso sucedió que años después uno de ellos se separó y se casó con la mujer
del otro. [El crítico Roberto Maurer alude aquí al casamiento en 1960, de Gene Kelly con Jeanne Coyne,
quien había sido la esposa de Stanley Donen.]
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Presentación de El estrangulador de
Boston, de Richard Fleischer, a cargo
de Julio Hiver
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Julio Hiver: Debo confesar que no sé si la película
que elegí es «la mejor», pero es seguro que es una
de las películas que, en mi juventud, me atrajo, me
sorprendió. Recuerdo que a fines de la década del
60 había salido una serie de películas de gran presupuesto, con grandes figuras, como El affaire Thomas Crown, de Norman Jewinson, con Steve McQueen, Faye Dunaway, Alerta misiles, de Robert
Aldrich, con Burt Lancaster y Richard Widmark, La
amenaza de Andrómeda de Robert Wise, y El estrangulador de Boston, que veremos ahora.
Lo que tenían en común estas películas era la utilización de la pantalla partida, o pantalla dividida: se veían
varias imágenes diferentes al mismo tiempo. Este es
un procedimiento ya utilizado en el cine, pero nunca
usado como elemento casi protagónico, y formando
parte de la estética elegida por esos realizadores.
La pantalla dividida o partida, permite aquí ver una
situación desde diferentes puntos de cámara, desde
ángulos diferentes. A veces estas imágenes diferentes ocurren en el mismo instante, otras veces no. Es-
to exige un mayor control de los movimientos de los
personajes, y la filmación se hacía con varias cámaras. La filmación de cada toma era una gran puesta
en escena.
En ese momento se hicieron varias películas, algunas
muy taquilleras, con este procedimiento de la pantalla partida, y después se dejaron de hacer, no sé
bien por qué. Hubo gente que criticaba este procedimiento diciendo que eso no era cine, que el cine
era otra cosa.
El estrangulador de Boston fue dirigida por Richard
Fleischer, e interpretada por Henry Fonda y Georges
Kennedy, los policías encargados de atrapa al «estrangulador», y Tony Curtis, gran estrella en ese momento. El film está basado en un caso real y tiene dos
partes bien diferenciadas. La primera es la búsqueda
del asesino serial, y la segunda parte son los interrogatorios para confirmar que el sospechoso es el
culpable. En esos interrogatorios se juega muy hábilmente con un espejo, que permite desplegar el punto
de vista de la cámara.
Presentación de Un verano con Mónica,
de Ingmar Bergman, a cargo de Agustín
Falco
Agustín Falco: Tomando el texto de presentación de
este ciclo, donde se pregunta: «¿es más problemático hoy, armar un programa de calidad, teniendo que
elegir entre las producciones más recientes, que hace algunos años, cuando la elección se hacía entre
los films de directores como Bergman, Resnais, Huston, Visconti, Hitchcock, Antonioni, Ray, Welles, etc?»
desearía contestar por la afirmativa: sí, es más difícil.
El cine vive hoy una crisis, pero si se lo toma en ese
período que va del 50 en adelante, creo que el cine
de calidad se arma a partir de excepciones. Si tomamos todas las películas hechas en el 54 ó 55, las películas de calidad son excepcionales. Creo que pasa
lo mismo a lo largo de toda la historia del cine, con la
excepción, quizá, de la década del 20, que es para mí
la mejor época. Creo, entonces, que todo programa
de calidad sigue siendo de excepciones, en donde
hay que hurgar mucho.
Creo que lo que sucede en esa relación de autores
que proponían un cine de calidad y el público, es que
había un vínculo mayor. Eran grandes películas que
eran vistas por mucha gente. Bergman era un cineasta que llenaba las salas argentinas.
Hoy los cines están vaciados hasta del cine convencional. Con los nuevos formatos, con la televisión,
con el streaming, con las series, me parece que el
folletín se fue a la televisión. Se hace difícil ver en el
cine una buena película convencional, una película
«bien hecha». El otro día vi la última de Spielberg,
y, siendo completamente olvidable, me gustó: «está
bien hecha». No pasa lo mismo con los «tanques»,
que no están bien hechos.
Uno podría esperar que el formato televisivo, que
ahora está en las series, que era lo más parecido al
folletín decimonónico, y que ahora se puede ver en
el teléfono, o la compu, podría dejar para el cine la
búsqueda de la profundidad, del tratamiento no convencional de los temas. Quizá eso pueda resurgir, pero por el momento se ve un vaciamiento del cine de
todo tipo, tanto del de calidad como del cine convencional, tanto del moderno, como el clásico, como el
alternativo. Las series quizá recuperan algo del clasicismo del cine.
Decía que armar un programa de calidad era más difícil, y eso por dos razones. En primer lugar una crisis de formatos, no de lenguaje, sino de soportes,
de medios. Además no hay autores taquilleros, como
podía serlo un autor como Hitchcock.
Es más difícil, pero es posible e incluso necesario. Ciclos como éste quizás ayuden. Cuando vi que algunos otros participantes habían elegido films de después del 2000, me pregunté si había elegido bien.
Pero me di cuenta de que era algo distinto a elegir
«la mejor película». Porque si no alguien hubiera elegido El ciudadano, o 2001, o algo así. Era más bien
elegir la película que más me gusta. Y uno nunca sa-
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Presentación de Chantrapas de Otar Iosseliani, a cargo de Mario Cuello
be por qué le gusta una película. A mí me emocionan
las películas que me gustan.
Elegí Un verano con Mónica porque Bergman es
uno de los directores que más me interesan. Y además la elegí porque no se ve mucho. Si uno va a un
ciclo de Bergman, es raro que se incluya Un verano
con Mónica. Incluso los que la vieron es posible que
la hayan visto hace mucho, y no la hayan vuelto a ver.
Este es un film de una etapa de transición de Bergman, más ligada a los Nuevos realismos, y diferente
de la etapa «en color», a partir de Persona. Además
hay en Bergman una relación entre el cine y el teatro
que me entusiasma mucho; lo veo despreocupado
por los límites de los diferentes lenguajes. Bergman
hace «eso», que es una especie de mezcla entre cine
y teatro, ya que es completamente cinematográfico y
muy teatral al mismo tiempo, en lo mejor que tiene el
teatro, que es el drama.
Bergman trabaja, como ningún otro director hombre,
los mundos femeninos, y al mismo tiempo es una película muy masculina, y además trasciende lo femenino y lo masculino, porque es una película sobre el
deseo, la angustia, la posibilidad o imposibilidad del
amor, sobre los conflictos de la pareja. Está también
la tensión entre la naturaleza (la isla, el mar) y lo ciudadano, la vida en la ciudad. Hay una mirada pesimista en esa búsqueda de lo natural, porque la vuelta
a la ciudad es inevitable, y en ese sentido es trágica.
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R. Beceyro: Hoy pensábamos hablar de ese gran cineasta que es Otar Iosseliani, pero antes vamos a hablar de Miguel Mercuri. Anoche nos enteramos del
fallecimiento de Miguel, y eso significó para los integrantes del Taller de Cine, una conmoción.
Durante varios años Miguel trabajó en el Taller e integró con otros alumnos un grupo que participó en la
filmación de varias películas.
Los lugares en los cuales se enseña cine, no son
buenos ni malos en sí, todos tienen cosas buenas y
cosas malas. Pero lo que tienen de bueno las escuelas de cine es que posibilitan que un grupo de personas trabajen juntos. Pero además, en este caso,
algunas de las virtudes de Miguel facilitaron la formación de ese grupo y el trabajo en común. Su virtud
más evidente era la generosidad, la disponibilidad, y
recordemos que vivía en San Cristóbal.
Esa disponibilidad se unía en su caso a algo fácil de
decir, pero no tan fácil de practicar: su bondad. Miguel era un hombre bueno. Y esto, en una época en
la que afloran las peores cosas en los individuos, es
algo excepcional. Miguel era entonces un hombre
excepcional.
La pérdida de un hombre bueno es una tragedia y la
muerte de Miguel Mercuri es una tragedia para su familia y para sus amigos del Taller de Cine.
La mejor manera de homenajearlo es presentar una
gran película de un gran cineasta.
Mario Cuello: Yo también vine al Taller de Cine y
compartí con Miguel muchas aventuras. Pero quisiera recordarlo con una anécdota risueña. Hubo una
época en que íbamos al BAFICI todos los años en
una trafic de la Universidad. Ibamos como becarios,
pero tanto Miguel como yo éramos ya mayores, habíamos llegado tarde al cine y teníamos más años
que el becario promedio, estudiante de una escuela de cine. Recuerdo que una vez Quintín, entonces
Director del BAFICI, se paró sorprendido ante estos
dos becarios ya un poco viejos, y entonces le explicamos lo que era el Taller de Cine, y después nos
reíamos mucho con Miguel.
Pero el espectáculo debe continuar.
Ahora veremos Chantrapas, de Otar Iosseliani, realizador georgiano radicado desde hace muchos años
en Francia. Este es un film reciente de este director
de 82 años, cineasta que conocí en el Taller de Cine,
y del cual vi en el BAFICI la película que se conoció en Argentina como Hogar dulce hogar, película
que me impactó. A partir de ahí empecé a ver films
de Iosseliani: cortos y largos, documentales y ficciones. Me interesó mucho cómo filma, cómo utiliza el
sonido. Recuerdo en su film La caza de las mariposas, la secuencia en que vemos a un cura llegar a
una iglesia, en bicicleta, para tocar la campana. Pero
previo al sonido del campanazo se escucha el ale-
teo de una paloma. Todo ello, la llegada del cura, la
paloma, la campana, tiene el sonido como cuestión
fundamental.
Casi siempre los films de Iosseliani son películas corales, con muchos personajes, pero no es el caso de
Chantrapas, en que seguimos a un solo personaje.
Sus films cuentan historias que se cruzan, y suele
usar actores no profesionales, ya que quiere evitar
los tics de los actores de profesión.
Chantrapas es un film cuyo título toma una palabra
rusa, de origen francés, «chantera pas», no cantarás,
que era la nota que se le daba a quienes querían desarrollar el Bel canto, pero que los expertos consideraban que no tenían condiciones suficientes. Actualmente ese significado se ha extendido a quien se
considera incapaz de hacer algo bien, un inútil podríamos decir.
El film cuenta la historia de un director de cine que,
como el propio Iosseliani, intenta filmar en Georgia,
cuando era una de las repúblicas socialistas soviéticas, quien se ve perseguido por la censura, que intenta modificar lo que quiere filmar. Como el propio
Iosseliani abandona Georgia y se va a Francia, donde
enfrenta otros, diferentes y al mismo tiempo parecidos, problemas. Vuelve a Georgia, mientras que Iosseliani sigue viviendo en Francia.
Chantrapas ha sido realizada por Iosseliani en 2010.
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Presentación de Mi noche con Maud de
Eric Rohmer, a cargo de Oscar Meyer
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Oscar Meyer: En primer lugar quiero agradecerles su
presencia, y pedirles que me disculpen porque voy
a hablar demasiado de mí a propósito de Mi noche
con Maud, de Eric Rohmer.
Yo tenía 25 años cuando en 1970, no me acuerdo
en qué cine ni con quien, fui al estreno en Santa Fe
de Mi noche con Maud.
46 años después, me propusieron elegir una película
y presentarla en este ciclo. La elección no era fácil:
eran muchas las películas que con mérito suficiente
revoloteaban en mi cabeza. Afortunadamente un encuentro casual con Jorge Colombo, a quien no veía
desde hacía 30 años, vino en mi ayuda. Con Tobi, como lo llamamos los amigos, ingresamos en el Instituto de Cinematografía de la UNL en 1965. Recordando
cosas ocurridas en aquellos años, había entre otras
una que yo no recordaba para nada, pero que Tobi mantenía fresca en su memoria. Cito, aproximadamente, lo que me contó: «Te acordás que cada vez
que venías a casa, sin ni siquiera saludar, pasabas
como un balazo hacia el tocadiscos, y ponías el dis-
co de Floreal Ruiz. Después de escucharlo un rato
volvías y nos hablabas con entusiasmo de las maravillas de Mi noche con Maud». A la conjunción de la
propuesta que me hicieron y el encuentro con Tobi,
se debe que esté hoy aquí.
No es mi intención fundar mi juicio sobre la excelencia
estética del film de Rohmer. Prefiero contarles las razones que hicieron de Mi noche con Maud el modelo
ejemplar del cine que yo podía llegar a hacer en Santa
Fe. Durante los años de mi relación con el viejo Instituto fui adquiriendo (en las clases, las conversaciones–
discusiones con otros alumnos, y en los films que vi
en esa época, más de la mitad de las películas que
visité en mi vida), un conjunto de ideas sobre el cine
bastante desordenadas y dispersas. El film de Rohmer me ayudó a sistematizar algunas de ellas en un
todo coherente, en lo que podría llamarse una poética
cinematográfica. Entonces, concluía yo: debía seguir
pensando en las ideas que quedaron en el tintero y
hacer lo que hizo Rohmer en Mi noche con Maud.
1. Los personajes de Rohmer son burgueses, de una
clase media intelectual, en una ciudad de provincia
francesa: Clermont–Ferrand. Los de mi futuro film serían burgueses de una ciudad de provincia argentina: Santa Fe. En Clermont–Ferrand los burgueses de
la clase media intelectual se conocen todos; los encuentros fortuitos se dan con frecuencia, los chismes
son moneda corriente. Esta circunstancia condiciona
sus relaciones y sus conductas. Lo mismo pasa en
Santa Fe. Me inquietaba saber que Clermont Ferrand
tenía un invierno crudo con mucha nieve. Me tranquilizaba diciéndome que en Santa Fe hace mucho calor en verano y tenemos ríos y lagunas. Solo bastaba
usar con inteligencia estas contingencias temáticas y
geográficas para salvar esos inconvenientes.
Presentación de In the Mood for Love
(Deseando amar) de Wong Kar Wai, a
cargo de Diego Soffici
2. Siguiendo el camino abierto por el Neorrealismo
italiano Rohmer hacía un cine realista en el que los
acontecimientos del relato se organizan siguiendo
una lógica más laxa y polivalente que la de la causalidad rígida y lineal del cine clásico.
3. En Mi noche con Maud no hay racontos, ni vemos
lo que imaginan o sueñan sus personajes. El corte
seco en lugar del fundido o las sobreimpresiones, es
el procedimiento utilizado por Rohmer para pasar de
una secuencia a otra. Los conflictos, por más serios
que sean, se expresan por medio de una gestualidad
sobria y sin alzar la voz, y no con los excesos gestuales y sonoros propios de las sopranos en los momentos culminantes de las óperas dramáticas.
Todo esto que he venido diciendo lo encontraba hace
46 años, en Mi noche con Maud. Para terminar, no
puedo dejar de mencionar el placer que me procuraba la manera en que el film muestra la relación entre
elección y azar, entre el amor y la mentira, y la mentira del amor, el ambiguo final y, por qué no, la belleza
de Maud, con su camiseta marinera.
Espero que, sin olvidar del todo mis palabras, no
queden pegados a ellas, y puedan disfrutar del gran
film de Rohmer.
Diego Soffici: Vamos a ver una película de Wong Kar
Wai, que de alguna manera inaugura el cine del Siglo
XXI. Nacido en Shangai, a los 5 años su madre lo llevó a vivir junto a ella, en Hong Kong. Su madre era
una adicta al cine y lo llevaba frecuentemente a ver
películas, con la finalidad, además, de que aprendiera el nuevo idioma; él se crió hablando el mandarín y
en Hong Kong, que era en ese momento una colonia
británica, se hablaba el cantonés. Hizo estudios universitarios y se graduó de diseñador gráfico, además
de realizar estudios de producción para televisión,
trabajando en un canal de televisión de Hong Kong.
Por su parte escribió guiones, pero hay que destacar
que Wong Kar Wai nunca estudió cine. Realizó algunos de esos guiones que escribió y en cierto momento formó su propia productora.
Todos sus films los filmó en Hong Kong, excepto dos
películas, una de las cuales la filmó, en 1997, aquí en
Argentina: Felices juntos (Happy together). La otra
la filmó en Nueva York: El sabor de la noche, interpretada por Norah Jones, quien debutaba entonces
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en el cine, y además compuso la banda sonora. Además actuaban Natalie Portman y Jude Law, y fue la
única película de Wong Kar Wai hablada en inglés.
Elegí In the Mood for Love (Deseando amar) porque es su película que me gusta más, y porque presenta un notable trabajo estético.
La historia es muy simple: un hombre y una mujer que no se conocen, se van a vivir a una especie
de pensión, y viven en cuartos contiguos. Estamos
en Hong Kong en 1962, y los dos protagonistas se
cruzan, en esos espacios comunes, se encuentran
y descubren que sus parejas (la mujer vivía con un
empresario que viajaba frecuentemente, la mujer del
hombre también viajaba pero no se sabía qué era lo
que hacía) les son infieles, y que tienen relaciones
entre sí. Ellos tratan de saber el por qué de esas infidelidades, y poco a poco se dan cuenta de que se
están enamorando. Tratan de evitar caer, ellos, en la
misma infidelidad de sus parejas, y Wong Kar Wai
trabaja muy sutilmente en el plano de las relaciones
humanas.
Lo que más me maravilla es el trabajo estético del
realizador. Es cierto que contó con la colaboración
del gran fotógrafo Christopher Doyle, como en varios
de sus films, y con la participación de actores que ya
habían trabajado con él: Tony Chiu–Wai Leung, Maggie Cheung.
Hay algo sorprendente en esta película: Wong Kar
Wai escribió muchos guiones en su vida, pero acá
filmó sin tener ningún guión, lo que produjo demoras
en la filmación, que se extendió durante 15 meses, y
como se quedaron sin dinero debieron buscar otra
productora. Una vez terminado el film lo presentaron
en el Festival de Cannes, y ahí se produjo el reconocimiento mundial de Wong Kar Wai.
Cada encuadre está realizado con una precisión absoluta en su composición, y cada movimiento de cámara contribuye a esa armonía perfecta. Nunca cae
en el Modelo de Representación Institucional, o, lo
que es lo mismo, en un sistema convencional de cómo filmar una conversación, por ejemplo. No hay, en
toda la película, ninguna situación filmada en planocontraplano, sino frontalmente, y utiliza mucho el
montaje, fragmentando esa situación con planos de
manos, de humo de cigarrillo, etc.
Además trabaja mucho el fuera de campo, eso que
no estamos viendo en el plano. Tanto es así que prácticamente no vemos a las parejas de los protagonistas, ya que los vemos de espaldas, saliendo de cuadro, etc. Los escuchamos, pero no los vemos. De esta manera trabaja numerosas situaciones en el film.
En cuanto al encuadre frecuentemente los protagonistas aparecen en un segundo plano, y adelante se
ven otros objetos: paredes, ventanas, espejos, dando otro sentido al fuera de campo.
Wong Kar Wai trabaja mucho, además, la textura de
la imagen, lo que también es mérito del Director de
fotografía. La imagen es bastante contrastada, pero
en relación directa con lo que se está contando. La
ambientación es muy cuidadosa: no hay que olvidar
que la acción sucede a principios de los 60.
La música, un bolero cantado en español, acompaña en todo momento lo que les está pasando a los
protagonistas, esa situación amorosa que están reprimiendo. Otros elementos son la lluvia, como signo
de purificación, el reloj, ese tiempo que se prolonga gracias a algunas tomas en cámara lenta, como
si Wong Kar Wai quisiera detener ese instante, para
que perdure. Se trata, en suma, de lo que constituye
el elemento central de lo cinematográfico, el manejo
Presentación de Los 400 golpes,
de François Truffaut, a cargo de Marilyn
Contardi
del espacio y del tiempo. Estos mismos elementos
serán retomados en una película que de alguna manera continúa a In the Mood for Love (Deseando
amar), que se llama 2046, donde aparecen los mismos protagonistas, pero la atención se detiene en el
pasado de todos ellos.
Por estas razones he elegido este film de Wong Kar
Wai, que alguna vez fue definido como «el poeta de
la imagen».
Marilyn Contardi: Acabo de asistir a la presentación
del «Año Saer» en el Museo Rosa Galisteo, ahora nos
encontramos en la sala Saer del Foro, y en este momento de la presentación del film de Truffaut, pienso
en Saer y Truffaut como contemporáneos. La parte
cinéfila de Juani, debe haberlo llevado a ver películas
de Truffaut, que tenía algunos años más que él, pero no muchos, los dos nacieron en la década del 30.
Compartieron el mismo «aire de la época», y cuando
tenían 20 años, como ambos eran cinéfilos, pertenecieron a grupos de personas que debatían sobre cine, escribían sobre cine, hacían cine.
Hablando de este ciclo, recuerdo que cuando discutíamos sobre cómo materializarlo, o mejor qué nombre darle una de las opciones fue: «La película elegida
es…», finalmente se optó por «La mejor película es…»,
en ese momento tal vez nos pareció que sonaba más
«rotundo». De haber elegido la primera opción no habría habido necesidad de marcar algo que se escuchó
varias veces: «no es la mejor película pero a mí me
gustó por tal razón». Ahora, aquí soy yo quien la repite.
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Quiero decir además que la elección de la última película del ciclo había sido propuesta a un grupo de ex
alumnas del taller. Por diversas circunstancias , en las
que tal vez el «eterno femenino» —sí eso es algo más
que un intríngulis— haya influído, la elección no se
hizo. De ese modo la elección recayó en mí.
Los 400 golpes es el primer largometraje realizado
por Francois Truffaut después de haber hecho 3 películas de corto y medio metraje, la más conocida
de los cuales es Les mistons (Los mocosos). En
esta ya había puesto a prueba o más bien, de manifiesto su saber hacer cine, su manera de encarar las
distintas situaciones apoyándose en una sensibilidad
que sabe encontrar, aún en las situaciones más simples, el resplandor que las transforma en algo especial. Esa forma particular de mirar la realidad tiene
relación con la película que vamos a ver ahora, Los
400 golpes, cuya trama anecdótica tiene mucho de
autobiográfica. Durante su infancia Truffaut pasó por
situaciones difíciles, en algún momento, por problemas con la justicia, estuvo en un Instituto para menores, parte de ese transcurrir penoso aparece en el
film que vamos a ver.
Para el adolescente rebelde y sensible que era entonces Truffaut, el encuentro con el crítico y teórico
Andre Bazin fue la «piedra angular» sobre la que se
asentó su futuro. Vivió incluso durante un tiempo en
casa del matrimonio de André y Janine Bazin, esa
relación hizo que Bazin se convirtiera en una especie de mentor, incluso de padre adoptivo de Truffaut.
Después vendría el encuentro con otros jóvenes ci-
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néfilos, entre ellos Godard, Rivette, Chabrol, Rohmer.
Todos ellos empezaron como críticos, por su parte
Truffaut fue un crítico temible, gran polemista, y como es de suponer eso contribuyó a que se hiciera
de muchos amigos y también de muchos enemigos.
Volviendo al film de hoy, después de Les mistons
mencionado recién, que había sido muy bien recibida por el público y la crítica, Truffaut se puso a trabajar en un proyecto de largometraje. En un primer momento se llamaba «La fuga de Antoine», y ya aparecía el personaje de Antoine Doinel, que se convertiría
después en personaje central de varios de sus films,
interpretado por Jean–Pierre Leaud.
El día en que se dió comienzo a la filmación de Los 400
golpes, murió André Bazin. A él será dedicado el film.
Después del triunfo que obtuvo en Cannes, cuando
el film comenzó a ser exhibido, empezaron también
los conflictos con su familia, especialmente con su
madre, a quien evidentemente le resultó muy molesto verse representada de la manera en que lo es, en
la película. Le reprochaban además ventilar cuestiones íntimas. Con el tiempo esos conflictos empezarán a calmarse.
Hay en Los 400 golpes momentos duros, tristes, que
Truffaut no suaviza, ni adorna, y hay otros momentos
de plenitud, en los que la gracia de la infancia, de la
adolescencia, con total libertad, se despliega.
El final es un momento de gran intensidad, que cierra admirablemente un film trabajado en cada una de
sus secuencias con mirada atenta, por momentos implacable, siempre sensible.