«Pilae», «effigies» y «maniae»
en las Compitalia romanas
Como advertía R. Schilling1 «el problema de una definición precisa de los términos religión y magia es inmenso
y quizá no se Ie pueda aplicar una solución de tipo general. Cada autor, dependiendo del campo estudiado (religión
veda, griega romana...) hará consideraciones distintas sobre qué es magia y qué religión». Así, para S. Lévi 2 en Ia
teología de los Brahmanes, todo sacrificio es una operación
mágica. Por Io cual «la prudencia —continúa diciendo
Schilling— nos recomienda inspirarnos en Ia óptica romana para juzgar los hechos romanos, en lugar de partir de
una definición general que correría el peligro de ser inadecuada y engañosa» 3.
En consecuencia, si nos centramos en el ámbito romano, advertiremos Ia dificultad existente a Ia hora de determinar Ia naturaleza de una fiesta. En efecto, en muchas
ocasiones podemos observar que las dos influencias —Ia
mágica y Ia religiosa— afloran en un mismo rito. TaI es el
caso de las Robigalia, celebradas el 25 de abril con el fin
de pedir protección para las espigas que aún no habían
salido de su vaina. En este día se sacrificaban a Robigo o
Robigus (dios y diosa que se invocan contra Ia enfermedad
del trigo) un perro de color rojizo y una oveja. Pero ambos
sacrificios no están en el mismo plano, pues Ia inmolación
de Ia oveja representa Ia ofrenda religiosa y Ia del perro
comporta un estadio mágico (homeopático) que pretendía
1 'Religion et Magie à Rome', Annuaire de l'École pratique des Hautes
Études V, Secc. LXXV (1967-68) p. 31 (recogido también en Rites, cultes,
dieux de Rome, ed. Klincksieck lParis 19741 pp. 191-215).
2 Lo doctrine du sacrifice dans les Brahmans, 2a ed. (Paris 1966) pp. 9-10.
3 Op. cit., nota 1, p. 31.
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JUAN MAEIA BAMOS CBESPO
—según Ia interprteación más generalizada— alejar el orín
o moho rojo del trigo 4.
Las aludidas interferencias entre magia y religión
pueden aparecer no ya en el caso concreto de un sacrificio,
sino en espacios de tiempo distintos y en ofrendas diferentes. Esta circunstancia se advierte en Ia fiesta objeto de
nuestro breve estudio: las Compitalia, Una fiesta sorprendente y desconcertante en Ia que se conjugan Ia alegría y
el misterio, el día y Ia noche, Ia bondad de los dioses y Ia
peligrosidad de los espíritus; en definitiva, Ia mentalidad
mágico-supersticiosa y Ia mentalidad resueltamente orientada a Ia veneración de los dioses. Ambas tendencias serán
descritas seguidamente, aunque prestando atención especial a Ia faceta de índole mágica de esta fiesta, más problemática en su interpretación, pues algunos autores han
querido ver en ella un recurso sustitutorio de un primitivo
sacrificio humano.
«Y (Tulio) decretó por ley que se ofrecieran sacrificios
a éstos (— a los Lares) cada año... Ordenó que tanto los
esclavos como los hombres libres pudieran asistir a ellos y
oficiarlos. Los romanos continuaban celebrando este festival todavía en mi época, y Io hacían con Ia mayor solemnidad, pocos días después de las Saturnalia-, Ie daban el
nombre de Compitalia... En ellas propiciaban a los Lares
también por medio de esclavos, apartando de ellos toda
señal de servidumbre en aquellos días, con el fin de que.
al conciliarse con ellos mediante este ejemplo de humildad,
fueran más agradables con sus señores y menos sensibles
a Ia severidad de su condición».
Con palabras tan entrañables, Dionisio de Halicarnaso 5 finalizaba su reseña de las fiestas Compitalia, una de
las fiestas pertenecientes al dominio del culto familiar que
gozaba de un enorme favor popular, y durante Ia cual los
miembros de cada pagus (en el campo) y de cada vecindario (en Ia ciudad) olvidaban, quizás por unos días, sus
fricciones personales y se entregaban en perfecta armonía
al carácter lúdico-sacral de Ia fiesta.
4 Un estudio profundo de los RobigaUa y su interpretación podemos
encontrarlo en M. A. Marcos Casquero, 1 E] perro y Ia religión romana',
Durius 5 (1977) pp. 2S-33,
5 Ant. Rom. 4, 14, 3^.
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«PILAE», «EFFIGIES» Y «MANIAE»
209
Pero, ¿en qué consistían las Compitalia? Su etimología
es clara y precisa; el propio Dionisio de Halicarnaso nos
proporciona su nombre y etimología: «... Ko^ttdXta rcpoaoqopsúovtec; aUT7]v... xo^xítouç ^ap iouc*OTEvu>zooc xaXoûar» (=
...[fiestal
que denominan con el nombre de Compitalia... pues llaman compita a las calles estrechas en que se celebraban
los sacrificios)«. En el ámbito latino es Varrón 6 , anticuario
y lingüista, quien se expresa del siguiente modo: «el día
de las Compitalia está dedicado a los Lares Viales (de los
caminos); por eso, allí donde los caminos se cruzan (competunt), en las encrucijadas (in compitisi, se realizan sacrificios. Su fecha se anuncia cada año». Efectivamente, era
Ia fiesta de los compita, de las encrucijadas, de los cruces
de senderos que se formaban por los límites de las propiedades rurales, y de las calles, en Ia ciudad.
Entraban a formar parte del grupo de las llamadas Feriae Conceptivae o fiestas móviles, a las que no se les asignaba una fecha fija en el calendario ' y cada año, con una
antelación de al parecer nueve días, eran anunciadas mediante Ia proclama oficial del pretor. Gelio8 nos ha conservado el texto de Ia fórmula: «Dienoni Populo Romano
Quiritibus Compitalia erunt: quando concepta fuerint, nefas...» Su celebración aproximada tenía lugar, como hemos
tenido ocasión de comprobar por el testimonio de Dionisio,
pocos días después del 17 de Diciembre, fecha en que se celebraban las Saturnalia.
La institución de Ia fiesta se remonta —si volvemos a
atender el testimonio de Dionisio9— al período monárquico, al sexto rey de Roma, Servio Tulio, quien ordenó que
en cada cruce de caminos ( = crcsvuMtouc)10 los propietarios
adyacentes (=^!tovec) erigieran pequeñas capillas de madera ( = xodidSas) y ofrecieran en ellas sacrificios a los Lares
Compítales (=%ooat xpov<uxioic). Los Lares, que eran los dioses tutelares por excelencia, extendían su tutela a tres ám6 Varrón, LL 6, 25; (cf. LL 6, 29).
7 Este es el caso también de Ia Feriae Sementivae de enero, en las
que el campesino pide a Tellus y a Ceres protección para que no se hinche
el grano ya germinado.
8 AuIo Gelio, Noct. Att. 10, 24, 3.
9 Ant. Rom. 4, 3.
10 Dionisio con atevmró; (= sendero, camino estrecho) está haciendo referencia a compitum, sin lugar a dudas.
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JUAN MABIA RAMOS CRESPO
bitos distintos: en este que nos ocupa, en el familiar (Lar
o Lares de Ia familia) y como dioses tutelares de Ia ciudad
(Lares Praestites) n, cuyo templo estaba situado en el comienzo de Ia Via Sacra.
Como vemos, Dionisio nos ha proporcionado los primeros datos del ritual: construcción de capillas a los Lares
Compítales y sacrificios en su honor. Se supone que Ia capilla estaba rodeada por cuatro pequeños altares, abriéndose así en cuatro direcciones; de este modo se permitía
el acceso a los Lares protectores de cada una de las propiedades, cuya unión formaba Ia encrucijada. Asimismo,
hemos podido comprobar, por el testimonio de Gelio, que
durante este día (dies nefas) cesaba toda actividad laboral
y los romanos se veían libres para ocuparse en los menesteres religiosos de carácter familiar y vecinal.
Parece ser que Ia intención de Ia fiesta era una lustratio o limpieza mística de Ia encrucijada, tal y como Io afirma Propercio¡2-. parva saginati lustrabant compita porci.
Pero no sólo las actividades puramente religiosas agotaban
el transcurso de las Compitalia. Ya hemos aludido a su carácter lúdico, y en este sentido debemos dar cuenta de
que también Ia fiesta comportaba, al menos en época histórica, una marcada naturaleza folclòrica.
Era costumbre que cada familia ofrendara a los Lares
tortas y pasteles 13 y que se celebraran juegos y festines en
su honor: cum ludi —nos dice Macrobio "— per urbem in
compitis agitabantur '5. De igual manera, Ia festividad estaba muy ligada a Ia familia. Al comienzo de este trabajo,
aludíamos al papel que los esclavos desempeñaban en el
11 Para su epíteto y Ia relación de esta última clase de Larcs con
luppiter Proestes, cf. J. Guillen, Urbs Roma. Vida y costumbres de los
romanos (Ed. Sígueme, Salamanca 1980) vol. III, p. 50.
12 Propercio 4, 1, 23.
13 Dionisio de Halic., Ant. Rom. 4, 14, 3.
14 Macrobio, Saturn. 1, 7, 34. Un poco más abajo, en el párrafo 35
vuelve a hacer alusión a los ludi: «ludosque ipsos ex viis compitorum, in
quibus agitabantur, Compitalia appelIitaverunt».
15 A! parecer, según nos informa Suetonio en Augusto, 31, los Collegia
Compitalicia, encargados de Ia organización de los ludi, habían desaparecido, y con ellos, Ia festividad misma, hasta que Augusto los restituyó
junto con otras ceromonia,s arcaicas: «Nonnulla etiam <>x antiquís caorimoniis paulatim abolita restituit, ut Salutis augurium, Diale flumonium,
Sacrum Lupercale, Ludos Saeculares et Compitahcios».
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«PILAE», «EFFIGIES» Y «MANIAE»
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ritual, al dejarles participar en los sacrificios (no olvidemos que el esclavo formaba parte del núcleo familiar).
Como en las Saturnalia, aquí también se permitía a
los esclavos tomar una ración extra de vino: Catón 16 hablando de Ia distribución del vinum familiae nos dice: hoc
(vinum) amplius Saturnalibu,s et Compitalibus in singulos
homines congios. Otros textos hacen referencia también a
dicho carácter familiar. Cicerón ", escribiendo a Atico alrededor del mes de Enero del 59 a.C., dice a su amigo que el
tema de Ia carta Io va a reservar para sus paseos en las
Compitatia-. (sed haec ambulationibus Compitalibus reservemus), y que su esposa Terencia va a invitar a Ia fiesta
a Pomponia, hermana de Atico y esposa de Quinto, hermano este último de Cicerón.
El propio Cicerón 18, en otra ocasión, se dirige a Atico
para comunicarle que como el 2 de Enero era un día festivo (compitalicius dies) no irá a Ia villa albana de Pompeyo
hasta el 3, ne molestus familiae veniam. Por estas noticias,
deducimos además que las Compitalia tenían lugar en un
plazo que iba desde el 17 de Diciembre hasta principios de
Enero, completando así los datos que aducíamos a propósito de Ia fecha de su celebración.
Como se puede intuir, aunque los testimonios greco-latinos no son demasiado explícitos a Ia hora de diferenciar
el culto del campo y el de Ia ciudad, las Compitalia fueron
fiestas eminentemente agrícolas: «cuando las villas del
campo formaban Ia más antigua ciudad, los compita eran
las encrucijadas de los vici. Allí se erigían sacella y se formaron los centros de culto de cada vicus, Así, el Estado
desarrolló el correspondiente urbano de Io que había sido
un festival del campo» 19.
Hemos intentado ofrecer una panorámica general de
una fiesta en que tanto el campesino —que en estas fechas
de comienzo de año abrigaba Ia noble esperanza de una
fértil cosecha para Ia época de recolección—, como el habitante de Ia ciudad, se hermanaban a su manera, y dis16 Catón, Agr. 57.
17 Cicerón, ktt. 2, 3, 4.
18 Cicerón, Att. 7, 7, 3.
19 H. H. Scullard, Festivals and ceremonies of the Roman Republic
(Thames and Hudson, Londres 1981) p. 59.
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frutaban, bien de Ia apacibilidad que proporciona el descanso de los deberes cotidianos, bien del gozo de Ia reunión
familiar.
Al margen de todo esto, y para concluir Ia primera
parte de nuestra exposición, creemos necesario abordar,
aunque sea muy brevemente, una cuestión importante: Ia
institución de las Compitalia ¿representaría en sus orígenes un antiguo recurso censorial? Fijémonos en dos hechos,
1) Como es sabido, Ia mayoría de las instituciones de
las fiestas religiosas romanas solían ser atribuidas por las
fuentes greco-latinas a Numa, rey organizador por antonomasia del culto romano, entre cuyos méritos se encuentra,
según Ia tradición, Ia confección del calendario religioso.
¿No es, si no extraño, al menos destacable el hecho de que
Ia institución de las Compitalia sea asignada a Servio Tulio, rey censor por excelencia?
Efectivamente, Dionisio de Halicarnaso habla de nuestra fiesta después de referirnos Io siguiente: «Después, Tulio ( = Servio Tulio) rodeó las siete colinas con un muro,
dividió Ia ciudad en cuatro regiones (evidentemente son
las que hoy llamamos 'regiones servianas')... y organizó el
reclutamiento de las tropas, decretó los impuestos para
empresas militares y otros servicios que cada ciudadano
debía ofrecer a Ia comunidad, y basó estas obligaciones en
tres tribus nacionales... En cada región nombró jefes como
cabezas de tribu ( cpdap^ouc) y villas ( x<u|xap-/a;), a quienes ordenó que tuvieran una relación de los hombres que
vivían en cada casa». El resto ya Io conocemos: «ordenó
a los propietarios adyacentes que erigieran en cada encrucijada pequeñas capillas de madera a los Lares Compítales». El contexto en que está inserta Ia fiesta, como vemos,
parece sugerir un antiguo recurso censitario.
2) Dumézil20, al ofrecer un ejemplo de culto a los espíritus de las encrucijadas entre los Escitas, nos ha proporcionado un parangón con las Compitalia romanas. El ejemplo está tomado de Heródoto21; el historiador griego refiere
que el rey de los escitas, Ariantas, deseando saber el nom20 G. Durnézil, 'Quaestiunculae indo-italicae X' 'Offrandes et dénombrement au carrefour', Latomus 20 (1961) p. 265.
21 Herodoto, 4, 81.
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bre de sus súbditos, ordenó a todos ellos, bajo pena de
muerte, que cada cual Ie llevara una punta de flecha. Con
todas ellas va a confeccionar una enorme vasija, con una
capacidad de seiscientas ánforas, con el fin de consagrar
el recuerdo de un lugar llamado 'E^ap,ato; que en griego
significa 'Ipai 'OSot 22 (= rutas sagradas), por Io que Dumézil concluye: «una pluralidad de rutas no puede casi designar más que una encrucijada».
Comprobamos, pues, si es cierta Ia conjetura de Dumézil, que en el relato de Heródoto vuelven a aparecer los dos
aspectos que aventurábamos en las Compitalia-. encrucijada y censo. Aunque Ia suposición es peligrosa, no consideramos que en Ia institución de Ia fiesta romana se
excluyera un antiguo recurso de Servio Tulio para organizar el censo; de ahí que apuntemos Ia posibilidad.
Después de este pequeño excursus volvamos al núcleo
del tema que nos ocupa. Hemos significado el carácter y
los ritos, llamémoslos «positivos», de nuestra fiesta. Pero
no hemos hecho referencia directa a otros ritos que, como
apuntábamos en Ia introducción, contrastaban con Ia alegría y el júbilo de los llevados a cabo durante este día y
que algunos autores, tanto clásicos como modernos, los
han interpretado como un primitivo recurso sustitutorio:
como un sacrificio «vicario». El sacrificio vicario es fundamentalmente un sacrificio de sustitución, en el que un animal o una representación antropomórfica ocupaba el lugar
de una víctima humana que, como tal, era quien en realidad debía ser sacrificada.
Este era el caso de los Argea, 27 muñecos de mimbre,
que eran arrojados al Tíber el 15 de Marzo, de manos de
las vírgenes Vestales23. O del criminal hecho sacer a Ia
divinidad, a quien en ocasiones se Ie aplicaba el mismo tratamiento que recibía el devotus en el caso de que no muriera, esto es, se enterraba bajo tierra una imagen de siete
22 En el capítulo 52, Herodoto aclara el significado de 'EÇc^ntaïoç, como
'Ipa't '05oi.
23 Varrón, LL 7, 44/5, 45. Livio, 1, 25, 5. Ovidio, Fast. 3, 791-92; 5, 621662. Dionisio de Halicarnaso, Ant. Rom. 1, 38. Plutarco, Qn 32. J. Le GaIl,
Recherches sur Ie cuite du Tibre (Pres. Univ. France, Paris 1953) pp. 84 y ss.;
M. A. Marcos Casquero, 'Los Argei: una arcaica ceremonia romana', en
Laurea Corona... in honour of Ed. Coleiro (Amsterdam 1987) 37-66.
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pies y medio de alta, quedando así sustraído del mundo
profano 24 .
Los animales, como acabamos de apuntar, igualmente
podían desempeñar el papel de víctimas sustitutorias; animales tan dispares como cabras y perros, sacrificados el 15
de Febrero en las LupercaliaK o pececillos arrojados al
fuego en el transcurso de las Volcanalia, el día 23 de
Agosto26.
Los ritos nocturnos de las Compitalia también pueden
entenderse como un sacrificio vicario de representación
antropomórfica, como tendremos oportunidad de comprobar a continuación.
La noche anterior (noctu, Paulo-Festo p. 108 L.) se colgaban en las capillas de las encrucijadas pilae et effigies
(Paulo-Festo p. 273 L. suspendebantur in compitisi. Una noticia de Macrobio (Saturn. 1, 7, 34), que varía de Ia proporcionada por Festo, indica que los objetos colgados eran
effigies Maniae, y discrepa con el primero en el hecho de
que dichas effigies se suspendían delante de las puertas
de cada casa (,..effigies Maniae suspensae singulorum foribus...i.
Varrón por su parte (Menipp. fragm. 463, Bücheler)
coincide con ambos: suspendit Laribus manias mollis pilas, aunque no indica el lugar del que eran colgados los
objetos mencionados. ¿Qué eran las effigies Maniae y las
pilae? Estas últimas eran pequeñas pelotas de lana que representaban a los siervos (Paulo-Festo 273 L.: pilae ex lana... tot pilae quot capita servorum ponebanturí. Más
abundantes son las noticias que conservamos de las prime24
Livio, 8, 10, 12-13.
25 Algunos autores como J. Bayet, La religión romana... (Ed. Cristiandad, Madrid 1984) p. 90, no excluyen un sacrificio vicario en el hecho de
que con Ia sangre de las víctimas se unjan las frentes de dos jóvenes Iupercos y luego sean limpiadas con lana empapada en leche, a Ia vez quo
debían reír ostentosamente; interpretación para nosotros improbable, sí
atendemos a Ia teoría de H. J. Rose en 'De Lupis Lupercis Lupercalibus',
Mnernosyne 60 (1932) pp. 385^02 y en 'Two notes on Roman Religion', Latomus (1949) pp. 9-17.
26 Se quemaban peces vivos a Vulcano, dios del fuego devorador, en
vez de las vidas y posesiones de Ios oficiantes, en una época propicia para
Ia acción funesta del fuego. Cf. Paulo-Festo p. 274 L. «pro animis humam's»
y Varrón, LL 6, 20: «pro se». Aunque nosotros dudamos de que en épocas
anteriores fueran sacrificadas víctimas humanas. Cf. Le GaIl, op. cit., en
nota (23) pp. 48 y ss. G. Dumézil, 'Quaestiunculae indo-italicae II' 'Les pisciculi des Volcanalia', REL 36 (1958) pp. 121-30.
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ras: las effigies Maniae, también están hechas de lana,
tanto es así que Festo (p. 108 L.) las llama laneae.
No obstante, el propio Festo (p. 115 L.) dirá: Mantas...
ex fariña. Sea como sea, de harina o de lana, eran representaciones deformes y desproporcionadas que se confeccionaban con objeto de emular figuras humanas ", y se
suspendían en las Compitalia en representación de los
hombres libres de Ia familia, no ya de siervos como sucedía en el caso de las pilae (Festo-Paulo p. 237 L.: tot effigies quot essent liberi ponebanturí.
No deja de llamar Ia atención el hecho de Ia diferenciación entre siervos y libres, puesta de manifiesto en los
objetos que representaban a unos y a otros. En efecto, ¿por
qué una pelota de lana para los primeros (pilae) y una muñeca del mismo material (effigies, maniae) para los segundos? La única respuesta más o menos coherente ha sido
ofrecida por H. J. Rose 2i) para quien el motivo de tal discriminación radica en Ia terminología de Ia ley romana.
Una muñeca, por muy rudimentaria que sea su construcción, posee una especie de cabeza, y cabeza ( = caput) es
un término que indica también capacidad legal.
Por otro lado, los esclavos no son personas en sentido
legal, no tienen caput en esta acepción de Ia palabra y, en
consecuencia, se creyó quizá que un objeto sin cabeza era
su representación más adecuada. A falta de una explicación más acertada, todos los estudiosos han venido admitiéndola. Sin embargo, podemos formularnos Ia siguiente
pregunta: ¿acaso las pilae no podían ser consideradas como representaciones esquemáticas de una cabeza humana?
Recordemos a este respecto las palabras de Festo: dice capita servorum, mientras que cuando se refiere a los hombres libres omite Ia palabra capita-. quot essent liberi.
Otro de los puntos oscuros de esta curiosa ceremonia,
que intrigaba incluso a los mismos antiguos, es su propia
interpretación. Son dos los autores latinos que han aven27 Paulo-Festo, p. 115 L: «Manias dicunt ficta quaedam ex farina in
hominum figuras, quia turpes fiant». A continuación aclara Festo que también son llamadas maniólas: «quas alii maniolas vocant». Paulo-Festo,
p. 128 L.: «Maniae turpes deformesque personae».
28 H. J. Rose, Ancient Roman Religión (Londres 1948) pp. 39^0.
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JUAN MARIA BAMOS CRESPO
turado explicaciones al respecto, y en ambas queda patente
su discrepancia.
Comencemos por Paulo-Festo29-. tot pilae quot capita
servorum tot effigies quot essent liberi, ponebantur ut vivís parcerent et essent his pilis et simulacris contenti,
«...para que (los Lares) no hicieran daño a los vivos y se
contentaran con estas pilae y estos simulacra».
La interpretación de Macrobio30 es menos discreta que
Ia de Festo. El nos dice que Tarquinio el Soberbio restituyó
las fiestas de las Compitalia, en honor a los Lares y a Ia
diosa Mania, por las prescripciones de un oráculo de Apolo
que ordenaba «salvar cabezas con cabezas» ( = pro capitibus capitibus), es decir, para el rescate de las familias se
debían sacrificar niños a Ia diosa Mania, madre de los Lares ( = pro familiarium sospitate pueri mactarentur Maniae, matri Larum). Prosigue diciendo Macrobio que este
tipo de sacrificio fue llevado a cabo hasta Ia expulsión de
Tarquinio, momento en que el cónsul Junio Bruto determinó cambiar el rito sacrificial y decretó que se ofrecieran
cabezas de ajo y adormidera (=allium et papaveri; de
este modo se obedecía al oráculo en tanto que éste ordenó
el sacrificio de «cabezas». Y así quedó desterrado un sacrificio impío. Más tarde se reformó mediante Ia suspensión
de effigies y maniae delante de las puertas de cada casa,
con el fin de desterrar el peligro que pudiera amenazar a
cada familia.
Antes de comentar ambas interpretaciones, debemos
aludir brevemente a Ia diosa Mania y al nombre de las representaciones antropomórficas maniae, entre las que se
advierte una indudable relación formal. W. H. Roscher31
así Io cree: es el autor que más testimonios recoge sin
hacer distinción entre Mania, Maniae o mania, cualquiera
que sea su número, mas no nos proporciona explicación
alguna acerca de su origen.
TaI vez sea Th. Keightley32 el último estudioso del te29 Paulo-Festo, p. 274 L.
30 Macrobio, Saturn. 1, 1, 34-35.
31 W. H. Roscher, Ausführliches Lexicon der griechischen und römischen Mythologie (Leipzig 1894-97) vol. 2°, p. 2323.
32 Th. Keightley, CUtssical Mythology: The myths of Ancient Greecc
and Ancient Jtaly (Chicago 1976) pp. 448 y 486. Para otra serie de teorías,
cf. G. Badke, Die Götter altitaliens (Münster 1979) p. 195.
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ma capaz de ofrecernos una visión tan nueva como convincente. Siguiendo este autor una noticia de Servio (ad.
Aen. 10, 119) en que hace referencia al dios Mantus, dios
etrusco infraterrenal y de Ia muerte, Io compara con Mania, que según su opinión es partícipe de su misma naturaleza infraterrenal. Sin entrar a discutir el origen etrusco
de esta divinidad, Io que sí parece cierto es que ésta no
formaba parte del antiguo grupo romano de dei inferi (dioses infraterrenales) si atendemos al hecho de que es considerada como madre de los Lares (mater Larum), pues
«la noción de 'maternidad' entre los dioses de ninguna
manera puede ser antigua en Roma» 33, a no ser que dicha
maternidad se Ie aplicara en épocas recientes.
De todas formas, el papel de antecesor común de Mania no está bien definido, pues se puede apreciar una
cierta confusión entre los autores latinos. Así, mientras
que Varrón34 coincide con Macrobio en atribuirle el papel
de Mater Larum, para Festo35 es Ia madre o ¡la abuela! de
los Manes (identificados en este caso con las Larvae o fantasmas de los muertos: umbras larvas vocamus, dice Servio [ad. Aen. 6, 152]). En este sentido ¿deberíamos relacionar etimológicamente Mania con Manes? Parece ser
que es válida su relación, aunque Ernout-Meillet36 se limiten a apuntar mania de manes. Por último, nos resta señalar que Festo37 nos informa de que las Maniae ( esta vez en
plural) son las diosas mediante las cuales las nodrizas atemorizaban a los niños pequeños.
Hemos recogido todos los testimonios latinos que hacen referencia a Ia diosa o diosas Mania y a Ia representación antropomórfica de las Compitalia, y sin embargo
resulta muy difícil aventurar una conclusión definitiva:
únicamente podemos advertir una total confusión entre
Lares, Manes y Larvae, dioses infraterrenales más o menos
33 G. Dumézil, La religión romaine archaïque (Ed. Payot, Paris 1986)
p. 335. (Cf. su bibliografía).
34 Varrón, LL 9, 61: «videmus enim Maniam matrem Larum dici».
35 Paulo-Festo, p. 115 L. «Manias autem... esse larvas, id est manes...
credebant. Sunt qui Maniarn larvarum matrem aviarnve putant».
36 Ernout-Meillet, Dictionnaire étymologique de Ia Langue Latine, ed.
Klincksieck, 4* ed. (Paris 1979) p. 383.
37 Paulo-Festo, p. 115 L: «Manias... quas nutrices minitantur parvolis
pueris...».
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de carácter positivo o negativo, a los que se les añadían los
Lémures, todos ellos generalmente aceptados como almas
de los muertos, unas más benignas que otras para los hombres y a los que había que aplacar. La confusión y Ia falta
de determinación en cuanto a su carácter hace que San
Agustín 3B , en un intento de delimitación de su naturaleza,
piense, siguiendo a Plotino, que «las almas de los hombres
se tornan Lares si son de buen mérito, si de malo, Lémures
o Larvae, y dioses Manes si es incierto si son buenos o malos sus merecimientos».
Hacer un estudio de cada uno de ellos nos llevaría
muy lejos de nuestros propósitos, máxime cuando ni siquiera los propios antiguos conocían a ciencia cierta su
naturaleza. Por ello, dejando esta cuestión al margen, pensamos simplemente que el signo negativo de los Lares o
de Mania en Ia noche anterior a las Compitalia indicaba
sin más Ia creencia de que las encrucijadas de los caminos
eran sede o residencia de espíritus de signo maligno a
quienes había que conjurar.
Efectivamente, esta creencia Ia encontramos muy extendida en otros pueblos. En líneas anteriores hemos aludido a ciertos visos de esta creencia entre los Escitas. Por
el momento sólo vamos a hacer referencia a pueblos de
ámbito indoeuropeo, a modo de estudio comparativo.
Dicha creencia Ia encontramos con toda seguridad en
el ritual védico del Traiyambakahoma, destinado a alejar
al dios Rudra, considerado como dios peligroso. DumézilM
en una de sus muchas quaestiunculae indoitalicae ha comparado este ritual védico con las Compitalia romanas. El
Traiyambakahoma era una ceremonia familiar, en que Ia
familia prepara tantas tortas como personas hay en Ia casa, más una. Una vez depositadas las tortas en uno o varios
canastos, el sacerdote Adhvaryu conduce a Ia familia hacia
el noroeste. El sacerdote deposita sobre un montículo Ia
torta suplementaria y Ia procesión alcanza una encrucijada
( = Catuspatha, latín quadriviumi. En este lugar, el sacer38 Civ. Dei 9, 11: «Dicit (s,c. PIotinus) quidem et animas hominum
daomones osse, ot ox hoininibus fieri Lares, si honi meriti sunt; Lémures,
si mali, seu Larvae: Manes autem deos dici, si in cortum est bonorum eos,
seu malorurn esse meritorum».
39 G. Durnézil, op. cit., on nota (14), pp. 262-64.
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«PILAE», «EFFIGIES» Y «MANIAE»
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dote con su tizón enciende el fuego sacrificial, corta las
esquinas del lado norte de todas las tortas y las ofrece a
Rudra. Seguidamente se formulan diversas plegarias pidiendo prosperidad para los hombres y el ganado, o un
buen marido para Ia hija en edad de casarse. Por tres veces los asistentes arrojan al aire el resto de las tortas y cada
cual toma una que en seguida el sacerdote Adhvaryu volverá a recoger. El rito finaliza con Ia suspensión en un
balancín de las dos canastas repletas de tortas. El cortejo
guarda silencio sin mirar atrás.
Confrontando ambos ritos, el romano y el védico, Dumézil establece las siguientes correspondencias: a) carácter
familiar de ambas fiestas; b) representación del grupo y
representación individual, ya sea por las tortas ofrecidas
o por los objetos depositados en las encrucijadas; c) los
hombres individualmente se rescatan en las Compitalia de
los espíritus malignos, mientras que el rito védico está destinado también a alejar al dios Rudra que, sin ser un dios
inferus, no es menos terrible para los hombres.
En este sentido, personalmente creemos que las pilae,
maniae y effigies pueden ser consideradas como cebos apotropáicos, de Ia misma naturaleza que las habas negras en
el rito de las Lemuria40, durante las cuales el paterfamilias,
mediante el ritual mágico, se rescata a sí mismo y a los suyos de Ia amenaza de los Manes paternos. En consecuencia,
pensamos que Ia interpretación de Festo es más aceptable:
ut vivis parcerent et essent his piliis et simulacris contenti.
El origen de las Compitalia que defiende Macrobio tiene ciertos visos de leyenda. En efecto, el deseo de un dios
de ser propiciado con «cabezas humanas» y su posterior
sustitución por cabezas de ajo, gracias a Ia astucia de un
hombre (en nuestro caso, el cónsul Bruto) no es ajena a Ia
literatura mitológica romana. TaI es el caso de Ia leyenda
40 Ovidio, Fast, 5, 419-92. Efectivamente, el paterfamilias, tal y como
nos cuonta Ovidio, el 9, 11 y 13 de mayo, en el silencio de Ia noche, arrojaba
unas cuantas habas negras con Ia cabeza vuelta y sin mirar a sus espaldas, al tiempo quo repetía nueve veces: «haec ego mitto; his... redimo
meque meosque fabis» (— lanzo estas habas... con ellas rne redimo a mí y
a los míos»). Se creía que los espíritus iban recogiendo las habas. El ritual
terminaba cuando repetía otras nueve veces: «Manes exite paterni!» (— Salid de aquí, Manes de Ia familia!).
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JUAN MARIA RAMOS CRESPO
etiológica que nos cuenta Ovidio 41. Estas son las palabras
del poeta: «Dame un remedio seguro para conjurar al rayo,
rey Y padre de los dioses celestiales, si es que me he acercado a tus altares con manos puras y si esto que te pido
te Io està rogando una lengua piadosa». El dios aceptó Ia
plegaria, pero enmascaró Ia verdad con un extraño enigma
y aterrorizó a Numa con sus ambiguas palabras: «corta
una cabeza», Ie dice. «Te obedeceré —Ie contestò el rey—.
Se cortará una cabeza de cebolla arrancada de mi huerto».
«La de un hombre», añade Júpiter. «Tendrás cabellos»,
dice el rey. El dios exige una vida. «La de un pescado», Ie
responde Numa. Se echó a reír Júpiter, y Ie dijo: «Empleando estos recursos, conjugarás mis dardos, ¡ oh mortal a
quien no espanta dialogar con los dioses!».
Vemos, pues, a los «contendientes» —en esta ocasión,
Numa y Júpiter—, en estrecha relación con Bruto y el
oráculo. Bien pudo Macrobio recoger esta leyenda y adecuarla a su interpretación de sacrificio humano 42.
Otro argumento que puede desacreditar Ia afirmación
de Macrobio es que fuerza excesivamente, y sin explicarlo,
el paso de cabezas de ajo y adormidera a pilae, effigies y
maniae.
Por último, y siendo consciente del carácter puramente
conjetural de Ia suposición, no se excluiría el hecho de que
Macrobio, al dejar por sentado Ia existencia de un primitivo
sacrificio humano de niños a Ia diosa Mania, estuviera pensando en que las Maniae eran nombradas para asustar a
los niños pequeños. Recordemos las palabras de Festo: Manías... nutrices minitantur parvolis pueris. Por otra parte,
él es el único que hace referencia a Ia diosa Mania como
receptora del ritO; asimismo, sería hasta cierto punto inhumanamente lógico amedrentar a estas criaturas con el recurso de que en otro tiempo eran sacrificadas a una diosa.
Resumiendo, nos parece bastante evidente que los objetos colgados en las Compitalia constituían un rito apotropáico destinado a contentar a los espíritus de las encruci-
41 Ovidio, Fast. 3, 339 y ss. (Cf. Plutarco, Numa 15). Traducción dc
M. A. Marcos Casquero, Fastos (Editora Nacional, Madrid 1984) p, 240.
42 Cf. nota 30.
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«PILAE», «EFFIGIES» Y «MANIAE»
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jadas, para que, satisfechos con estos objetos ( = cebos
apotropáicos), dejaran en paz a los miembros de Ia familia.
Creemos que Io dicho hasta el momento pone de manifiesto Ia interpretación que se debe dar al rito mágico de
las Compitalia, No obstante, y aunque somos conscientes
de Io peligroso que puede resultar un estudio comparativo
con otros pueblos no indoeuropeos43, nos parece oportuno
presentar muy brevemente algunos ejemplos de ritos mágicos de encrucijadas en otras culturas, tomados de trabajos
de J. G. Frazer 44 , con objeto de ver, si no un estrecho parangón, sí una semejanza de funcionamiento de Ia mentalidad mágica primitiva.
Así, los tibetanos que temen a los numerosos demonios
de Ia tierra que están bajo Ia autoridad de Ia diosa Kho-ma,
su progenitora, y que puede ser comparada a Ia Mania romana, fijan sobre Ia puerta, fuera de Ia casa, entre otros
objetos, representaciones o pinturas de cada uno de los moradores, con objeto de equivocar a los demonios y que éstos
sacien su rabia sobre dichas representaciones. De esta forma los habitantes de casa quedaban salvados.
Más concretamente, refiriéndose al carácter de las encrucijadas, como sede y morada de demonios, alude a las
expulsiones periódicas de espíritus malignos llevadas a
cabo en BaIi, isla al este de Java. En el día señalado, en una
encrucijada, colocan ofrendas para los demonios; el sonido
de un cuerno convoca a éstos a participar de Ia comida que
se les ha preparado. Momentos después, el sacerdote les
expulsa por medio de exorcismos 45. Frazer cita más ejemplos pero no creemos necesario insistir.
Concluiremos como empezamos. El ritual estudiado no
parece que deba interpretarse como un recurso sustitutorio
de un primitivo sacrificio humano, sino más bien invita a
pensar en un estadio mágico de las fiestas Compitalia, Al
lado de este estadio, y gracias al desarrollo urbano, se fue
43 Ante el comparativismo general de Ia segunda rnitad del siglo pasado y principios del actual, Dumézil nos ha proporcionado por primera
vez una interpretación científica de Ia religión romana a Ia luz del comparativismo indoeuropeo, sobre todo en su obra capital: La Religion romaine
archaïque (ed. Payot, Paris 1966).
44 J. G. Frazer, La Rama Dorada, 11 ed. (Fondo Cult. Econ., Madrid
1986).
45 Ibid., p, 629.
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JUAN MAHIA BAMOS CBESPO
desplegando un culto religioso en honor a los Lares Compítales, divinidades completamente positivas, aunque como
intuye Bayet 4<i «antes de ser exclusivamente bienhechores
¿no representarían fuerzas más oscuras en las que se unía
el recuerdo reverente de los difuntos familiares enterrados
(a veces debajo de Ia propia choza) al temor de los espíritus
subterráneos y a los que frecuentan las encrucijadas?».
En definitiva, magia y religión se encuentran aquí conjugadas y unidas; dos mentalidades diferentes como Io son
las distintas mentalidades con respecto a Ia muerte que se
advierten entre las Lemuria" (en que el paterfamilias alejaba de los suyos las influencias malignas de sus antepasados, mediante un rito mágico) y las Feralia 4^ del 21 de
febrero, último día de Ia novena en honor a los antepasados
( — Manes), durante las cuales se les ofrecía modestas
ofrendas, como muestras de pietas y de claro sentido religioso, contrario al temor de las Lemuria.
JUAN M A R I A RAMOS CRESPO
46 J. Bayot, La Religión Romana, historia política y psicológica (Ed.
Cristiandad, Madrid 1984) p. 75.
47 Cf. nota 41.
48 Ovidio, Fast, 2, 538-70 (cf. Ia edición do Marcos Casquero, op. cit.
en nota 40 y sus abundantes y osclarecodoros notas acerca do Ia fiesta).
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