VI Jornadas Universitarias
III Congreso Latinoamericano de Psicología del Trabajo
Nuevo Management Público en Chile e Identidad. El caso de los docentes de educación
pública. 1
Por Vicente Sisto, Carla Fardella; Luis Ahumada y Carmen Montecinos2
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Centro de Investigación Avanzada en Educación
Área Temática:
Significado y Valores del trabajo
Resumen
Las identidades laborales asociadas a la profesión docente tanto en Chile como en el resto de
Latinoamérica, se han construido en función de imágenes ligadas al servicio público, al trabajo solidario y
cooperativo orientado a la transformación social y a la vinculación con la clase trabajadora. Orientadas por
las prescripciones managerialistas, emanadas de diversos organismos internacionales, las nuevas
políticas laborales impulsadas por la actual reforma educativa en Chile buscan transformar las identidades
laborales de los docentes en pos de su ‘profesionalización’. Evaluación de desempeño según estándares,
individualización del trabajo y promoción de modelos de emprendimiento individual, son algunas de las
formas que ha adoptado esta política. La presente ponencia analiza las versiones de identidad laboral
promovidas por la Política de Evaluación e Incentivos al Desempeño Docente, mediante el análisis del
discurso de algunos de sus textos fundamentales. Tal como se profundizará, estás versiones contradicen
ampliamente las identidades laborales que, según diversos estudios recientes, aun sirven para dar sentido
al trabajo de la gran mayoría de los profesores en Chile. El riesgo de llevar a cabo una política de
profesionalización que no considere la diversidad de identidades preexistentes está en dejar fuera de este
nuevo discurso inclusivo a una parte significativa de los trabajadores, muchos de ellos con desempeños de
alta calidad incluso bajo los estándares de la misma política.
Breve Referencia Curricular del Autor Principal
Vicente Sisto, Dr. en Psicología Social, Profesor Adjunto de la Pontificia Universidad Católica
de Valparaíso. Su principal línea de investigación apunta a las consecuencias sociales y
subjetivas de las transformaciones en el trabajo: cómo están siendo construidas identidades
profundamente individualizantes y qué tensiones y fracturas están emergiendo frente a estas
formas de identificación fuertmente prescritas por el orden social y laboral contingente.
1
Este trabajo cuenta con el apoyo del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico del Estado de Chile
(Proyecto Nº 1090739)
2
Contacto: Vicente Sisto, Escuela de Psicología Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Av. El Bosque 1290,
Viña del Mar; Chile. E-mail
[email protected]
Durante los últimos años diversos sectores sociales han enarbolado, como una de las
principales demandas al Estado, la necesidad de profundizar la reforma al Sistema
Público Municipalizado de Educación. Uno de sus elementos claves, según se indica,
es la modernización en la gestión de su principal fuerza de trabajo: los profesores
(OCDE, 2004; Bellei, Contreras y Valenzuela, 2008; Vega, 2008). Esta demanda,
incluida en los procesos de reforma educacional, no puede comprenderse fuera del
llamado general a transformar la gestión del sector público, último bastión de las formas
tradicionales de vinculación laboral (ver Chandler, Barry y Clark, 2002; Court, 2004;
Svensson, 2006; Goldspink, 2007; Gunter y Rayner, 2007, Ranson, 2008; Wittmann,
2008). Evaluación del desempeño según estándares, pago dependiente de resultados,
diversas
formas
de contratación
flexible y la instalación
de prototipos
de
emprendimiento profesional, son algunas de las expresiones que asume esta política
orientada a la modernización de esta fuerza de trabajo, con la que se espera construir
para los profesores nuevas versiones de identidad laboral basadas en los discursos
contemporáneos del ‘profesionalismo’ (Bellei, 2001; Núñez, 2004; Svensson, 2006).
Estas nuevas versiones se asocian a las imágenes de competencia técnica, autonomía,
responsabilización individual por resultados y autogestión del propio desarrollo
profesional; ligándose fuertemente a la idea del trabajador como emprendedor, autor y
responsable de su propia trayectoria. Esto, en abierta disputa con la identificación de
estos trabajadores con el ser empleado público, parte de la clase trabajadora (Bellei,
2001), y con su adscripción a la ética del servicio público desde el oficio del pedagogo
comprendido como un transformador social (Núñez, 2004; Martínez, 2004; Gunter y
Rayner, 2007). Tal como se aprecia, las demandas identitarias asociadas a las
transformaciones contemporáneas del trabajo no se imponen sin resistencias. A nivel
de lo subjetivo se encuentran con otras versiones de identidad desarrolladas
históricamente, que hacen de la construcción de identidad una arena de disputa
(Antunes, 2007; Battistini, 2005 y 2007b). Considerando lo anterior, el texto que aquí se
presenta aborda el desarrollo de la Política Pública orientada a la Evaluación e
Incentivo al Desempeño Docente, en tanto una política propia de los nuevos modos de
abordar el trabajo del sector público, desde los preceptos del llamado Nuevo
Management. Este promueve el estilo de gestión propio de las empresas privada como
el más adecuado para la gestión de lo público. Sin embargo, como mostraremos acá
este tipo de filosofía del desempeño entra en conflicto con los marcos identitatarios que
habían servido como referentes para los docentes del sector público.
2
Cambios en el Trabajo y la Demanda para una Nueva Identidad Laboral: la
‘profesionalización’ de los docentes en el contexto del Nuevo Management
Público.
“Si bien Chile ha logrado aumentar el acceso a la educación básica para una
gran mayoría de sus niños, la calidad de la educación sigue siendo muy baja. En
un mundo cada vez más globalizado en el cual las competencias y
conocimientos de los trabajadores cumplen un rol crucial, los países cuyos
estudiantes reciben una educación de inferior calidad corren el riesgo de
quedarse atrás, con ciudadanos que continuarán percibiendo bajos salarios y
perdiendo oportunidades de salir de la pobreza y disfrutar de una vida
mejor” (Vegas, 2008; p. 48).
Hoy la calidad de la educación ha sido puesta en el corazón del debate público.
Responsable de nuestro devenir como país en el contexto de esta llamada Sociedad
del Conocimiento; “una forma de organización de las sociedades donde la
productividad y la competitividad de las partes integrantes—trátese de naciones,
sistemas o empresas—dependen crecientemente de su capacidad para crear, procesar
y aplicar eficientemente información basada en conocimientos” (Brunner, 2000; s/p).
Es en respuesta a esto que, desde comienzos de la década de los 90, el Estado de
Chile ha desarrollado un ambicioso proceso de reforma educativa orientada a
desarrollar una educación de calidad con equidad, centrándose en los aprendizajes de
los estudiantes, siguiendo los preceptos de organismos internacionales tales como
UNESCO, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (al respecto ver
Martínez, 2004). La reforma ha incluido cuatro líneas de acción fundamentales: (1) Los
programas de mejoramiento de las condiciones materiales y de medios didácticos con
los que trabaja la escuela (P-900, MECE, Enlaces, Montegrande, entre otros); (2) La
jornada escolar completa diurna orientada a aumentar el tiempo de aprendizaje de los
alumnos en las escuelas y liceos; (3) La Reforma del Curriculum que actualiza objetivos
de formación en función de las competencias, habilidades y conocimientos que
requiere la sociedad contemporánea; y (4) El Fortalecimiento de la Profesión Docente
cuyo objetivo ha sido “profesionalizar la labor docente a fin de asegurar su compromiso
con los cambios promovidos”, a la vez que generar niveles altos de desempeño en su
trabajo pedagógico (Bellei, 2001;p. 2), lo que sería la clave para el éxito de la reforma.
3
Esta reforma se ha realizado tomando de un modo cada vez más claro los preceptos
del denominado Nuevo Management Público, el que impulsa la adopción de los
modelos administrativos del sector privado en lo público. Bajo los auspicios de
organismos internacionales tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional, estos modelos administrativos han despertado la simpatía política,
instalando en el centro de la gestión pública temas como accountability, el desarrollo de
un rango de medidas de eficacia por las cuales los individuos, unidades y
organizaciones son juzgadas, marketización entre proveedores de servicios y al interior
de organizaciones y el cambio de relación con los beneficiarios transformados ahora en
clientes que seleccionan los servicios que tomarán (Thomas y Daviles, 2005).
Wittman (2008) desarrolla una lista con los principales rasgos del Nuevo Management
Público. Cada uno de sus puntos encuentra su correlato en la política educativa en
Chile: (1) la implicación de proveedores privados en el sistema de educación pública,
exentos de regulaciones propias de la administración pública, como son las escuelas
privadas subvencionadas. Así por ejemplo, el estatuto docente que ofrece protección y
seguridad laboral, sólo se aplica a los docentes de escuela municipales pero no a
quienes laboran en el sistema privado. Esto genera una (2) alta competencia para las
escuelas del sistema público municipalizado. Esta competencia se desarrolla
especialmente en el (3) campo de los resultados en los instrumentos estandarizados
de evaluación de calidad (particularmente el SIMCE), los que funcionan como
herramientas de cuenta pública que sirven como insumo para las decisiones que
toman los apoderados acerca de la inscripción de los estudiantes en una u otra
escuela, con lo que (4) la población es clientelizada. En esta misma línea se generan
indicadores de satisfacción de las familias y estudiantes (como lo es la encuesta de
satisfacción incluida en el actual Sistema de Aseguramiento de la Calidad de la Gestión
Escolar). Los procedimientos mediante los cuales las escuelas y los profesores son
evaluados se orientan a (5) captar resultados, más que procesos, generando medidas
de desempeño y enfatizando el control y la responsabilización por los resultados.
Este tipo reformas se presentan como diseñadas para rectificar los problemas
causados por el lento movimiento de la burocracia, introduciendo los incentivos propios
del mercado, y la libertad de elección para lograr mejores resultados y, con ello, una
educación de calidad con equidad que sirva como base para el desarrollo económico
de los países (Banco Mundial, 1996). El nuevo management requiere generar
trabajadores más motivados quienes estén dispuestos a ejercer la iniciativa y el
4
emprendimiento. Por ello, para la reestructuración del sistema educativo, será
fundamental la redefinición de su fuerza de trabajo: los docentes. A esto refiere en
parte El fortalecimiento de la profesión docente, comprendida como la línea clave de
acción de las políticas educativas desde 1990 (Bellei, 2001).
Desde 1990, el fortalecimiento de la profesión docente en Chile ha tenido en términos
gruesos dos momentos fundamentales. El primero guiado por una lógica de
recuperación de condiciones laborales, y el segundo caracterizado por una lógica de
desempeño (Área de Acreditación y Evaluación Docente MINEDUC, 2005). Durante la
primera etapa se dicta el Estatuto de Profesionales de la Educación (Ley 19.070) en
1991, con el cual se buscó revertir las medidas desreguladoras del mercado laboral
docente de los años 80, estableciendo una regulación nacional de las condiciones de
empleo de los profesores (jornadas de trabajo, horarios máximos, régimen de
vacaciones), un valor mínimo común de la hora de trabajo; y una estructura común y
mejorada de remuneraciones para los docentes del sector municipal, que incluye
bonificaciones al perfeccionamiento, la experiencia profesional y al desempeño en
condiciones difíciles. Junto a lo anterior, se generan condiciones de alta estabilidad en
el cargo. Con este estatuto se buscó asegurar el apoyo político de los profesores y de
su organización gremial para el resto de las transformaciones de la reforma. Sin
embargo paulatinamente las siguientes reformas fueron tomando una orientación cada
vez más clara hacia el desempeño. La Reforma al Estatuto de 1995 (Ley 19.410) hizo
más flexibles las normas sobre movilidad de la planta docente, en el marco de los
nuevos Planes Anuales de Desarrollo de la Educación Municipal (PADEM) que
permitían su reducción; a la vez que se comenzó a ligar remuneraciones con
desempeños colectivos del establecimiento a través del SNED (Sistema Nacional de
Evaluación de Desempeño) que entrega incentivos colectivos a los equipos de
docentes que mejoran sus resultados de aprendizaje considerando las condiciones de
vulnerabilidad de los estudiantes. Sin embargo paralelamente a esto, esta reforma
continuó desarrollando la lógica de la recuperación, a través la asignación de reajustes
anuales ordinarios, y un nuevo aumento en las remuneraciones de los profesores a
través de bonificaciones adicionales. Serán las reformas de los años 2001 (Ley 19.715)
y 2004 (Leyes 19.933 y 19.961) las que se orientarán más claramente a la lógica del
desempeño. En efecto, su principal característica será la de instalar una carrera
docente sujeta a evaluaciones individuales del desempeño, para lo cual se montara un
sistema obligatorio de evaluación de los docentes del sector municipal. Aquellos
5
profesores que resulten positivamente evaluados podrán optar a una asignación
económica por excelencia pedagógica y a una acreditación que le permitirá al docente
desarrollar proyectos de formación dirigidos a sus pares, integrando la llamada Red de
Maestros de Maestros, con lo que el desarrollo de carrera profesional queda
supeditado a desempeños individuales.
Tal como se aprecia, si bien al comienzo se buscó recuperar ciertas condiciones
laborales perdidas durante el régimen militar, prontamente se iniciará un proceso
orientado a ligar las remuneraciones al desempeño, primero colectivo pero luego al
individual. En efecto, esta individualización del trabajo docente será un componente
fundamental de esta profesionalización (Area de Acreditación y Evaluación Docente
MINEDUC, 2005), en el contexto del desarrollo de “una carrera docente propiamente
profesional, centrada en el mérito docente, en reemplazo de la carrera docente más
tradicional centrada en la antigüedad” (p. 5). Es ilustrativo que actualmente si bien se
reconoce una utilidad política a la primera etapa de recuperación, se afirma que fue un
error, pues dificultó la administración eficiente del sistema, al rigidizar un factor clave de
la gestión (ver Area de Acreditación y Evaluación Docente MINEDUC, 2005).
Esta política de profesionalización basada en el desempeño no es propia de Chile,
siendo característica de los procesos de reforma educativa tanto en Latinoamérica
(Tenti, 2006) como en Europa (Gunter y Rayner, 2007), ya que responde a
orientaciones en política educativa de carácter más global. En este sentido el informe
“Prioridades y Estrategias para la Educación” desarrollado en 1996 por el Banco
Mundial recomienda una profesionalización basada en: (a) Un sistema de
remuneración docente e incentivos en función de productividad; (b) Evaluación del
rendimiento de los docentes con cuenta pública (como un sistema de retroalimentación
para que ‘usuarios puedan demandar’ que se eleve la calidad de la enseñanza, los
establecimientos mejoren su desempeño y las autoridades puedan centrar su acción
donde los rendimientos sean más bajos), y (c) priorizar la capacitación en servicio,
generando posibilidades para un aprendizaje continuo de carácter profesional orientado
a “crear o reforzar la autonomía del docente para aprender permanentemente, así
como para el desempeño mismo de su ocupación” (Núñez en Martínez, 2004; p. 387).
Esta profesionalización, siguiendo a Martínez (2004) se inscribe en la lógica de
flexibilización que atraviesa el mercado.
“La profesionalización hoy, más que un
enunciado del discurso sobre la reforma, constituye un imperativo estratégico que se
incorpora progresivamente a las formas de pensar y de hablar sobre los maestros y es,
6
además uno de los elementos fuertes en la legislación educativa actual en América
Latina”. (Martínez, 2004; p. 380).
Esta ‘profesionalización’ se corresponde con un modelo contemporáneo de profesión,
que dista bastante de aquel promovido por la sociología clásica de las profesiones 3.
Este modelo de profesión, basado en el desempeño y responsabilización individual,
que promueve la autonomía e incluso la competencia entre colegas (ver Avalos, 2006),
coincide con las transformaciones que se están desplegando a un nivel global en la
esfera del trabajo; las que Castells (1997) ha ubicado como el eje de la reestructuración
interna del capitalismo. Es en este contexto que los organismos internacionales
demandan que las remuneraciones, e incluso la estabilidad laboral de los docentes,
queden sujetas a la evaluación de resultados de sus desempeños individuales (Banco
Mundial, 1996; OCDE, 2004). Éste énfasis en los desempeños individuales se ilustra en
las recomendaciones de Berck (2005) quién indica que, para aumentar la calidad, la
evaluación de profesores debe basarse en Rankings, favoreciendo la competencia
entre ellos, a nivel nacional, local e incluso al interior de la escuela. UNESCO ha
considerado estas recomendaciones como referente para las políticas de evaluación
docente (ver UNESCO, 2008).
En síntesis, el Nuevo Management Público conmina a los trabajadores a hacerse cada
vez más emprendedores en su trabajo, responsables frente a una población puesta
como clientes, e involucrados en nuevas políticas de contratación y evaluación
centradas en el individuo propias de las estrategias actuales de gestión de las
empresas privadas (Gleadle, Cornelius y Pezet, 2008).Como discurso la empresa
denota los ideales emprendedores con los cuales se espera transformar la educación
pública, generando acciones orientadas necesariamente a cambiar las identidades
laborales y profesionales de los sujetos (Ainsworth y Hardy, 2008).
Construcción de Identidad y Trabajo
En efecto, lo que se compromete con estas transformaciones no son sólo desempeños,
más o menos efectivos. Si el trabajo ha sido considerado el principal mecanismo de
integración social mediante el cual el sujeto logra un lugar estable en la sociedad, y una
identidad social reconocida, lo que está en desafío es la identidad (Gorz, 1991;
3
Al respecto es interesante notar como Durkheim (1902) apuntaba como un hecho constitutivo a la profesión no
sólo el uso de la especialidad para el bien de la sociedad completa, sino que el individuo que detentara esta
especialidad lo hace en virtud de ser parte de un colectivo (una asociación o gremio profesional). Esto como una
solución moral para desarrollar una solidaridad común que impidiese la ley del más fuerte.
7
Bauman 1998b; Sennett, 1998; Dubar, 2000a y 2000b); al transformarse el modo como
el sujeto se vincula al trabajo, también se alteran los modos mediante los cuales, a
través del trabajo, nos constituimos en actores sociales. Por ello Dubar (2000a) prefiere
describir a esta transformación como una “crisis social y simbólica”, pues lo que
está cambiando es el “modo de identificación de los individuos” (p. 1).
La identidad ha sido comprendida por diversos autores como una conformación que se
encuentra entre lo individual y lo social, pues lo individual emergería de una historia de
interacciones sociales (Vygotski, 1978; Bruner, 1990). A lo largo de ella el sujeto va
conformando una autonarración biográfica que genera unidad y continuidad temporal
(Dubar, 1991; Íñiguez, 2001; Freytes, 2004); la identidad implica así una reflexividad
lógica de un sujeto (individual o colectivo) “que se ve a sí mismo” a lo largo del tiempo.
Sin embargo se conforma a través de una serie de negociaciones con el contexto, pues
emerge en procesos de identificación con unos y diferenciación con otros, aceptando y
rechazando atribuciones acerca de lo que somos (Tajfel, 1984; Turner, 1990; Giddens,
1995; Dubar, 2000a y 2000b), de ahí que tenga sentido hablar de construcción de la
identidad (Potter y Weatherell, 1987; Iñiguez, 2001). Identidad finalmente refiere a una
producción entre un individuo conformándose y su contexto, siendo por lo tanto una
producción relacional. Esta identidad en constante proceso de construcción es la base
con la que el individuo significa (y valora) los sucesos que le ocurren, siendo un recurso
fundamental para la toma de decisiones y para la ejecución de acciones del tipo que
sea. Por ello el estudio de la identidad como una producción relacional (entre la
construcción biográfica individual y la negociación social, tal como planteara Dubar)
resulta fundamental para comprender las acciones y decisiones que están ejecutando
los individuos determinando no sólo sus proyectos de vida profesional y social, sino que
también las formas de vinculación social actuales.
Diversos autores han planteado que las formas de vinculación laboral que hoy se
imponen traen nuevos ejes en torno a los cuales se constituirán las identidades
individuales y colectivas (Castells 1997; Medá, 1997; Sennet, 1998; Baumann 1998a y
1998b;
Beck, 1999; Bolstanski y Chiapello, 1999; Dubar, 2000; entre otros). El
trabajador, para tener un desarrollo de carrera exitoso, está exigido a comprometerse
fundamentalmente consigo mismo y con sus resultados, sin necesidad de generar
lealtades a largo plazo (Bauman, 1998b; Sennett, 1998), midiendo continuamente sus
compromisos y lealtades según cómo generen un provecho para su propia trayectoria
laboral. Por ello, autores como Bauman (1998a, 1998b y 2001), Gorz (1991), Sennett
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(1998), Beck (1999) y Dubar (2000a y 2000b) coinciden en describir que los nuevos
vectores a través de los cuales se están construyendo las relaciones sociales se basan
en el individualismo, la falta de compromisos a largo plazo, el inmediatismo y la débil
lealtad; coincidiendo esto con la promoción del consumo como espacio de realización
individual y colectiva. Una conclusión similar respecto a Chile desarrolló Moulian
(1997).
Los clásicos estudios respecto a los procesos de categorización social realizados por
Tajfel (1984) han mostrado cómo las actuaciones de los sujetos deben responder a los
criterios de diferenciación e identificación que se constituyen como relevantes para las
formas de ordenamiento social contingentes con el fin de lograr una identidad social
reconocida. Es decir, el sujeto, para hacerse inteligible socialmente, perteneciente a
una categoría social, debe ajustar su actuación a estos criterios de inteligibilidad.
Según Geertz (1983), las actuaciones de los sujetos son realizadas bajo los auspicios
otorgados por las circunstancias contingentes. Estos auspicios son mandatos,
constricciones, teleologías, que caracterizan los contextos a los cuales debe responder
el sujeto para materializarse como actor social (grupos, instituciones, incluso discursos
sociales dominantes). Esto ha aparecido con claridad en estudios empíricos realizados
con profesionales adultos/jóvenes en condiciones de vinculación laboral flexible en
Chile (Sisto y Fardella, en prensa; Sisto, 2008). Ahí se ha mostrado cómo este grupo
social, ante la presión por hacerse inteligibles como actores incluidos socialmente en
este nuevo escenario, construyen narrativas identitarias fuertemente orientadas a
presentarse ante el otro como sujetos emprendedores, autores individuales de su
propia trayectoria, que no dependen de nada ni de nadie. Donde la inclusión social se
muestra en su capacidad de movimiento individual, de generar nuevos proyectos,
buscar nuevos desafíos, más que en el logro de una estabilidad y de una pertenencia a
un colectivo. Si bien sus relatos muestran fracturas que podrían cuestionar esta puesta
en escena del sí mismo como sujeto emprendedor, éstas son rápidamente reparadas
en el mismo relato por el propio sujeto. Estas acciones de control narrativo (Gubrium y
Holstein, 1998) logran mantener una coherencia entre estas identidades laborales
narradas y las demandas de un mercado laboral flexible, mostrando cómo estos
discursos propios del actual contexto laboral y social han sido internalizados.
Sin embargo no todos los grupos sociales están tan aptos para adoptar los nuevos
discursos en base a los cuales se constituyen las identidades laborales apropiadas
para este mercado laboral flexible. Autores latinoamericanos, tales como Battistini
9
(2004 y 2007b); Bialakowsky (2004), Antunes (2007) y De la Garza (2007), entre otros,
plantean la necesidad de revisar más en detalle este asunto. Las nuevas identidades
que son promovidas mediante estas formas de vinculación laboral entran en diálogo
con diversas demandas identitarias que responden a diversos ordenes sociales. De
estos encuentros surgen nuevas respuestas identitatarias, más heterogéneas y
contradictorias. Esto se hace especialmente evidente en ciertos grupos sociales. Por
ejemplo, Battistini (2004 y 2007) ha mostrado cómo en la transformación del trabajo
obrero en algunas industrias argentinas, la presión por producir identidades de tipo
individualizada y emprendedora choca con identidades previas, gremiales y/o
tradicionales, éstas no son sólo remanentes de un pasado perdido, sino que son
utilizadas como herramientas con las cuales el sujeto no sólo resiste a estas nuevas
identidades, sino que las moldea y modula. Las nuevas construcciones identitatarias
resultantes, si bien no calzan con las identidades obreras tradicionales, tampoco
coinciden con las esperadas por los managers o por las nuevas políticas laborales
orientadas a favorecer la individualización en la relación laboral.
Una de estas posiciones donde las transformaciones del trabajo se encuentran con una
compleja resistencia es la de los profesores de educación pública (Freytas, 2002;
Bolivar, 2004; Guadarrama y Torres, 2005; Gunter, 2007). Hoy los docentes de las
Escuelas Municipalizadas en Chile están fuertemente demandados a reconfigurar sus
identidades. Para comprender este proceso, abordaremos las Políticas de Evaluación e
Incentivos al Desempeño Docente, en tanto son las que mejor representan la
orientación hacia la ‘profesionalización’. Estudiando cómo ésta se introduce en las
vidas de los docentes nos aproximaremos a cómo opera concretamente este proceso
de construcción de una identidad para sí, que sustente las acciones del sujeto, a la vez
que responda a las demandas sociales que lo interpelan.
Políticas de Evaluación e Incentivo al Desempeño Docente como herramientas
para generar nuevas identidades
Dentro de las políticas de profesionalización orientadas por la llamada lógica del
desempeño, la implementación de la Evaluación Docente y el sistema de incentivos
asociado, ha sido lo que mejor representa el llamado al profesor de hacerse
responsable individualmente por sus resultados, pero además, a través de los caminos
de desarrollo que ofrece como incentivo no económico, invita al profesor a constituirse
en un emprendedor no sólo para lograr mejores resultados educativos, sino que para
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generar una carrera profesional aceptable bajo los nuevos estándares; ofreciendo
nuevas versiones de identidad laboral asociadas a lo profesional. Tal como varios han
señalado (Bellei, Contreras y Valenzuela, 2008; Vegas, 2008), la evaluación docente
hoy emerge como el principal mecanismo dirigido a los profesores del sector
municipalizado para mejorar la educación. Es por su relevancia actual, que la hemos
escogido como clave para comprender el cómo, en el contexto de la educación pública,
se desarrolla a nivel local y subjetivo un dispositivo que espera transformar la identidad
laboral de los docentes para acercarla a los modelos de trabajador que hoy son
promovidos como deseables.
La evaluación docente, y el sistema de incentivo asociado, es un programa nacional
obligatorio para todos los docentes de aula de establecimientos municipales, regulado
por la Ley Nº 19.933 y la Ley Nº 19.961, de 2004. Su objetivo es mejorar la labor
pedagógica de los educadores, con el propósito de contribuir al mejoramiento de los
aprendizajes esperados en los estudiantes. Entre el año 2003 y el 2007, más de 40 mil
docentes han sido evaluados a lo largo de todo el país. La evaluación se realiza
mediante los siguientes instrumentos:
1. Autoevaluación. Un cuestionario en el que el docente evalúa su desempeño según
el marco de actuación diseñado por el Ministerio de Educación (Marco de la Buena
Enseñanza, MBE). Su ponderación es del 10%.
2. Informes de Referencias de Terceros. Un cuestionario completado por los
“superiores jerárquicos”: Director y Jefe de Unidad Técnico Pedagógica del
establecimiento. Su ponderación es de 10%.
3. Entrevista por un Evaluador Par. Entrevista estructurada, basada en dominios,
criterios y descriptores del Marco para la Buena Enseñanza (MBE) aplicada por un
Docente seleccionado y capacitado por CPEIP (Centro de Perfeccionamiento,
Experimentación e Investigaciones Pedagógicas). Su ponderación es del 20%.
4. Portafolio. Este es el instrumento más importante de la evaluación. Con un 60% de
ponderación exige al docente presentar “evidencia que dé cuenta de su mejor
práctica pedagógica”. Se estructura en dos módulos que solicitan distinto tipo de
evidencia. En el Módulo 1, el docente debe diseñar e implementar una unidad
pedagógica de 8 horas y una evaluación de término de esa unidad. Además, debe
completar preguntas referidas a su quehacer docente en el último año y al área de
conocimiento en que realiza el módulo. Cabe destacar que lo que se presenta, no
son evidencias de un proceso, sino que productos y subproductos, son éstos los
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que evidencian lo que se hizo. Estos productos y subproductos se elaboran
respondiendo a una Hoja de Respuestas. “Cualquier información adicional –a la
Hoja
de
Respuestas-
que
usted
envíe
no
será
considerada
en
su
evaluación” (MINEDUC, 2008; p. 8). El Módulo 2 se compone de la filmación de una
clase realizada por un camarógrafo acreditado.
Las respuestas a los tres primeros instrumentos son clasificadas mediante un sistema
estandarizado que asigna puntajes según respuesta. Los portafolios, en cambio, son
corregidos por instituciones universitarias. Todos estos resultados son procesados
computacionalmente, generándose un reporte de resultados que es analizado por la
Comisión Comunal de Evaluación que emite una decisión final, clasificando al profesor
en una de las cuatro categorías de desempeño: Insatisfactorio, Básico, Competente y
Destacado. Esta categorización es relevante, pues a partir de esto se prescriben vías
de desarrollo profesional para cada profesor.
Los profesores del sector municipal evaluados como Competentes y Destacados tienen
derecho a solicitar la Asignación Variable por Desempeño Individual. Para ello deben
rendir una prueba referente al sector de conocimiento en el cual ejercen. De obtener el
nivel de logro de destacado o competente en esta prueba, el docente podrá obtener un
incentivo económico correspondiente a un aumento entre el 25%, el 15% y el 5% sobre
la Remuneración Básica Mínima Nacional, que se paga mensualmente por un período
hasta de 4 años. Por ejemplo, un profesor que obtenga la asignación en el nivel
destacado, con jornada de 44 horas, recibirá una asignación de $87 mil 4 mensual por
los próximos 4 años.
Además, estos profesores pueden acceder a la Asignación de Excelencia Pedagógica.
Esta busca “reconocer y destacar el mérito de las y los docentes de aula del sistema
subvencionado, que manifiesten conocimientos, habilidades y competencias de
excelencia” (Área de Acreditación y Evaluación Docente, 2008, s/p). Su postulación es
voluntaria e incluye una nueva prueba escrita y la realización de un nuevo portafolio. A
través de esto, los docentes podrán acceder voluntariamente a un nuevo incentivo
económico que varía entre los $504.000 a los $672.000 anual, dependiendo de sus
años de servicio, durante 10 años. Además reciben una Acreditación que los habilita
para ingresar a la llamada Red de Maestros de Maestros.
4
Aproximadamente 1 dólar equivale a 565 pesos chilenos al 15 de abril de 2009. Por lo tanto 87.000 equivale aprox.
a 154 dólares. El resto de las cifras esta puesta en pesos chilenos, sin embargo corresponde hacer la misma
conversión.
12
Tal como lo indica su nombre, los Maestros de Maestros “pueden presentar proyectos
para trabajar con pares (talleres, tutorías, asesorías). El trabajo lo realizan en horarios
alternos a sus clases y reciben por ello una remuneración adicional de acuerdo al
número de horas trabajadas que tiene como límite mantener su cantidad de horas de
docencia en aula” (Beca, 2005; p. 5). Este es visto como un eslabón fundamental en el
contexto de la carrera docente, asumiendo “roles de liderazgo en el desarrollo
profesional entre pares” (Beca, 2005; p. 9).
En contraste, los docentes que en la Evaluación Docente fueron calificados como
Insatisfactorios o Básicos deberán volver a evaluarse al año siguiente y entran en los
llamados Planes de Superación Profesional. Se esgrime que éstos “tienen un carácter
formativo y se traducen en una acción de aprendizaje y reaprendizaje respecto de las
competencias, conocimientos y habilidades, establecidos en el Marco para la Buena
Enseñanza” (Área de Acreditación y Evaluación Docente, 2008, s/p), esto implica
tutorías realizadas de preferencia por pares (Maestros de Maestros), capacitaciones,
talleres, entre otras actividades. Luego de una tercera mala calificación en la
evaluación, el profesor deberá dejar la dotación docente, perdiendo con ello los
privilegios del Estatuto y pudiendo ser desvinculados como cualquier otro funcionario
municipal.
Competente o
Destacado
Asignación
Variable por
Desempeño
Individual
(Voluntario)
Evaluación
Docente
Insatisfactorio
o Básico
Aprueba
Desaprueba
Plan de Superación
Personal
I
N
C
E
N
T
I
V
O
$
Asignación de
Excelencia
Pedagógica
(Voluntario)
Acredita
Desaprueba
I
N
C
E
N
T
I
V
O
$
Maestro
de
Maestros
P
R
O
Y
E
C
T
O
S
Tabla 1.
Evaluación e Incentivos del Desempeño
Tal como se puede apreciar, este sistema se orienta a considerar el desempeño como
dependiente de la acción individual del profesor. Se focaliza en productos y
subproductos prefijados por el estándar más que en los procesos; son éstos los que, de
acuerdo al modelo, permiten evidenciar la calidad del trabajo docente. Tal como indica
la cita del documento de Evaluación Docente, cualquier otra información distinta a la
exigida por los estándares quedará fuera del proceso. Se destaca que los buenos
desempeños no sólo son recompensados mediante un sistema de incentivos
económicos individuales, sino que se busca generar un camino de desarrollo
13
profesional ligado al desempeño, que orienta al trabajador a empoderarse y ejercer la
iniciativa. Tal como manifiesta Svensson (2006), la competencia profesional es medida
de acuerdo a estándares de eficiencia que se conectan con recompensas y también
con privilegios, ofreciendo una nueva imagen que pueda constituirse en objetivo del
desarrollo profesional de los docentes. La promesa del profesor que comienza a
gestarse autónomamente su propia carrera como Maestro de Maestros surge como el
prototipo de emprendimiento y liderazgo profesional. El Maestro de Maestros genera
planes para formar a otros, los docentes desaventajados (mal evaluados),
transformándose en el principal promotor del cambio individual y desplegándose con
una nueva autonomía en este mercado laboral que le ofrece el mundo de los
proyectos. Tal como Sturdy y Wright señalan (2008) este tipo de ícono se presenta
como modelo ante el resto de sus colegas: el del sujeto envuelto en la propia empresa
del sí mismo, activamente administrando sus conocimientos y desplegando sus
capacidades para ofrecerlos a posibles clientes, intrínsecamente un emprendedor
sumergido en el emocionante mundo del autodespliegue y el emprendimiento
(Bauman, 1998a; 1998b y 2004).
Siguiendo a Gunter y Rayner (2007), este tipo de dispositivos intenta generar un
cambio en la fuerza de trabajo docente basado en prácticas de gestión de recursos
humanos originadas en el sector privado, concernientes con control organizacional y
producción. Según estos autores, estas prácticas se fundan en el supuesto de que el
trabajo docente puede ser descrito a través de variables aisladas y buenas prácticas
condensadas en viñetas de manual. El énfasis está puesto en una necesidad
imperativa que es presentada como inclusiva: tenemos que cambiar para crear un
mejor futuro. Pero siempre se deja en claro que hay algunos que necesitan cambiar y
otros que saben hacia qué tienen que cambiar. Los Maestros de Maestros surgen como
icono de esta figura que deben guiar a aquellos que no sintonizan con la nueva
melodía con la cual se está construyendo este nuevo profesionalismo docente. Con ello
se introducen, nuevos regímenes de desempeño que funcionan hacia afuera actuando
según estándares y resultados; sin embargo también actúan hacia adentro
“colonizando vidas y produciendo nuevas subjetividades”, generando identidades
disciplinadas por objetivos, indicadores medidas y registros del desempeño (Ranson,
2008, p. 207). En definitiva, conllevan códigos clasificatorios que señalan quién es
incluido como miembro, quien es excluido, estableciendo límites en el orden social
(Ranson, 2008). “Esta gramática va más allá de propiedades formales, interpela las
14
posiciones sociales de los agentes (…). Como tu hablas –el estilo y códigos a los
cuales accedes y despliegas- determinará tu capacidad para ganar reconocimiento en
el mundo social de la educación” (Ranson, 2008, p. 209).
Sin embargo no todos los docentes parecen interpelados por las nuevas identidades y
teleologías que están implícitas. Lo anterior se muestra en que un número importante
de docentes que obtiene la calificación de competente o destacado no postulan a la
Asignación Variable por Desempeño Individual (AVDI), esto a pesar del significativo
incentivo monetario asociado. Durante el 2006 tenían derecho a postular a la AVDI
6.326 profesores, sin embargo sólo 3.237 rindieron la prueba (el 51,2%). Esto a pesar
de que la mayoría de los que postula (73%), la obtiene (MINEDUC, 2007). Lo anterior
se hace más patente si además se considera que el Ministerio remunera a los docentes
para que participen de la AVDI, independiente de sus resultados. En el caso de los
docentes que resultan bien evaluados en esta segunda etapa, nuevamente no todos se
disponen a participar en la tercera etapa. Aparentemente los modelos de
emprendimiento no apelan a todos por igual, incluso en aquellos docentes que han
obtenido buenos resultados en la evaluación.
Un estudio realizado por Bellei, Elgueta y Milessi (1997) en torno a las percepciones de
los docentes respecto de los sistemas de incentivos asociados a desempeño, muestra
un rechazo significativo a éstos. A juicio de los docentes, los resultados en educación
sólo pueden medirse a largo plazo, y están influidos por una serie de factores
institucionales y sociales que están por encima del trabajo individual. Además la
asignación de premios individuales es percibida como dañina para la convivencia al
distinguir entre docentes, con lo que se impone la competencia entre los miembros de
la comunidad educativa. Finalmente, a juicio de los profesores, este tipo de sistemas
desconocería la naturaleza misma del trabajo docente, cuyo ejercicio se realiza desde
un profundo compromiso ético y social, lo que sería el elemento central de este
rechazo. Lo anterior no es de extrañar. Según Flynn (en Thomas y Daviles, 2005) la
orientación vocacional hacia la ética del servicio público ha proveído de una vía de
identificación significativa para los sujetos. Hoy estas vías de identificación precedentes
aparecen excluidas de los nuevos mapas donde los sujetos deben inscribirse como
docentes efectivos. Tal como ha manifestado Ranson, estos nuevos lenguajes en los
cuáles los sujetos pueden inscribirse como profesionales válidos y reconocidos
“pueden excluir variedades de identidades culturales socialmente producidas. Esto
opera críticamente a nivel del lenguaje desempoderando efectivamente a aquellos
15
grupos sociales que no tienen un acceso automático a las formas de conocimiento y
códigos promovidos” (Ranson, 2008, p. 209). Por ello, es relevante comprender las vías
de identificación precedentes y contingentes que están actuando en el cómo los
docentes reciben y significan la política orientada al desempeño.
Algunas Conclusiones Provisionales: La Memoria Social Identitaria en el Caso de
los Docentes.
Parafraseando a Battistini (2004), el trabajo, cuenta como tal en función de
historicidades, culturas y parámetros sociales. En este sentido debemos entender
trabajo a partir de quienes trabajan y cómo estos significan las múltiples tensiones que
emergen entre sus entornos socioculturales, su propia realidad, las estructuras
económicas y políticas que tratan de enmarcar a la sociedad y los marcos de referencia
que devienen de las trayectorias sociales de cada uno. Nuestras lecturas sobre el
trabajo deben situarse en tiempos y espacios reconocibles desde los sujetos que los
encarnan, pero también desde los procesos que los conformaron como tales. Por ello,
estudiar cómo los docentes se construyen a sí mismos en el contexto de las Políticas
de Evaluación e Incentivo Docente, implica abordar cómo este dispositivo se inserta en
un entramado de significados que históricamente ha participado de la constitución de la
identidad social del docente. “Para pensarnos en lo que seremos no sólo es necesario
pensarnos en lo que somos, sino desde lo que fuimos, desde nuestra propia
memoria” (Battistini, 2004; p. 26).
Núñez ha abordado cómo el docente chileno en la actualidad responde a diversas
identidades sociales constituidas históricamente y que demandan formas de ser y de
actuar específicas (Núñez, 2002 y 2004). Según este autor, la instalación del proceso
educativo en las sociedades cristianas occidentales se ha ligado a las imágenes del
pastor, evangelizador y apóstol. La ilustración no se alejó de esto al indicar al maestro
como portador de luz ante la oscuridad. Durante la estructuración de los sistemas
nacionales de enseñanza, en el siglo XX, el Estado se transforma en el principal
referente identitatario para los docentes, construyéndose en este contexto como
servidores públicos, agentes del estado en el proceso de producir la ciudadanía propia
de las sociedades republicanas, asociándose al rasgo de “sacerdocio laico”. Siguiendo
a Tedesco y Tenti (2006) “la escuela del Estado tenía por función construir esa nueva
subjetividad que se le asignaba al ciudadano de la república moderna. La tarea del
maestro era el resultado de una vocación, su tarea se asimila a un ‘sacerdocio’ o
16
‘apostolado’ y la escuela es ‘el templo del saber’” (p. 62). La enseñanza de este modo
se convierte en una ‘misión’ a la que el docente se entrega como vocación social, más
allá del ingreso monetario asociado. La masificación de la enseñanza en los años 60 y
70 implicará un giro tanto al perder parte de su reconocimiento social (Núñez, 2004),
como al generar un nuevo referente identitario para los docentes: ahora miembros de la
clase trabajadora (Bellei, 2001; Tedesco y Tenti, 2006). Estas identidades hoy están
vivas y concurren en el despliegue cotidiano del trabajo docente, sirviendo como marco
de sentido en el cual las actuales políticas pueden ser valoradas o resistidas (Bellei,
2001; Núñez, 2002 y 2004; Tedesco y Tenti, 2006; y Tenti, 2006).
Si bien estas identidades suelen aparecer vinculadas a relatos del pasado, deben ser
comprendidas en su función de construir una posición sostenible para el sujeto, que
responda a su trayectoria social a la vez que le permita enfrentar las demandas del
presente, resistiéndolas, modelándolas y modulándolas. Siguiendo a Vázquez (2001) el
hacer memoria es un trabajo preferentemente social, que se gesta como parte de
secuencias de interacción contingentes, a partir de lo cual construimos una identidad
que será fuente de acciones. Las continuas comparaciones entre este presente
(despreciado) con un pasado (descrito como mejor), que han notado tanto Bellei,
Elgueta y Milessi (1997) como Núñez (2004), no son expresión de un sujeto aferrado a
un mundo ya perdido. Esas narraciones deben ser comprendidos como formas de
acción con las cuales los sujetos buscan diferenciarse de las marcas identitarias con
las cuales están siendo investidos. La implementación de dispositivos de evaluación e
incentivos asociados a imágenes de emprendimiento y desempeño individual,
aparentemente, no logran calzar completamente con los referentes identitatarios
existentes, como demuestra la cifra de participación para obtener la AVDI. Las
identidades sociales que han servido para caracterizar en el pasado al docente han
construido el mapa en el cual el sujeto históricamente ha logrado ubicarse y aún son el
principal recurso disponible para hacerse inteligibles como docentes válidos ante su
contexto. Las alteraciones a las condiciones de trabajo que hoy enfrentan los
profesores y los nuevos modelos de sujeto, lenguajes y teleologías que les son
ofrecidos,
generan
nuevos
vectores
de
identificación.
Esto
necesariamente
desestabiliza la identidad de los docentes, en tanto estructura que sustenta sus
acciones, con lo que se generan respuestas heterogéneas que no coinciden con los
diseños de la política pública y sus nuevos criterios de inclusión.
17
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