ENTREVISTA
ENTREVISTA A SOLEDAD MURILLO
Por Ana RUBIO CASTRO
Soledad Murillo, ha ocupado el primer cargo político en materia de igualdad en
la octava legislatura 2004-2008 como Secretaria de Políticas de Igualdad, participando
activamente en la Ley contra la Violencia de Género y la Ley de Igualdad efectiva entre
Mujeres y Hombres.
Actualmente es la Directora de la Unidad de Igualdad de la Universidad de Salamanca,
donde trabaja como profesora de sociología. Y es miembro del Comité Antidiscriminación
de la Mujer de Naciones Unidas. (CEDAW).
Sus principales líneas de investigación son el análisis del tiempo en cuanto a las tensiones que genera compatibilizar mercado de trabajo con vida familiar —analizando por
qué es un problema femenino y no masculino la conciliación—. De ahí su obra El mito
de la Vida Privada: de la entrega al tiempo propio o los artículos sobre el uso del tiempo
y el mercado de trabajo, además de interesarse por los cuidados, tanto desde el punto de
vista profesional (enfermeras, matronas) como desde la óptica de quien los dispensa (las
mujeres en su esfera privada).
Le interesa la participación política de las mujeres, entendiendo ésta como una
participación en la vida pública, no sólo desde partidos y sindicatos sino a través de las
numerosas asociaciones de mujeres. Su libro La ciudadanía activa: las asociaciones de
mujeres, da cuenta, junto con otras autoras, de las aportaciones a la vida pública que hacen
las asociaciones de mujeres.
En la universidad de Salamanca fue la impulsora del Centro de Estudios de la Mujer,
del que forma parte.
Entre sus publicaciones cabe destacar: La semantización del cuerpo femenino, 2002;
Ciudadanas de Vinilo. La (im)perfección corporal, 2001; Relaciones de Poder entre hombres y mujeres. Construcción de Roles en la violencia doméstica, 2001; Nuevos riesgos
y nuevas formas de pensar el empleo femenino, 2000; La interlocución y la investigación
sociológica: indicadores de riesgo en la sociología aplicada, 1999; La perspectiva de
género en la práctica profesional del trabajo social, 1999; La postmodernidad o la crisis
del sujeto masculino, 1998; El mito de la vida privada: de la entrega al tiempo propio,
1996; Mercado de trabajo y sus espacio: cambios en la organización familiar, 1991; La
maternidad y las cargas familiares: efectos sobre el empleo, 1991; Mujer y Trabajo: Un
conflicto de lealtades. Una propuesta de alteridad: la eliminación de arquetipos, 1988.
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ANA RUBIO CASTRO
Entrevista realizada por Ana Rubio, Catedrática de Filosofía del Derecho, experta en género y consejera del Consejo Escolar del Estado.
* * *
Desde la década de los ochenta, el feminismo europeo es consciente de la
importancia de trabajar desde las instituciones para transformar la realidad social;
pero qué dificultades debe salvar una teórica e investigadora feminista cuando
participa en la política activa con el fin de lograr estos objetivos.
Mi experiencia política ha sido muy rica en este sentido, pues desempeñé el
primer cargo político en España en el que las políticas de igualdad no venían condicionadas por adscripciones, o referencias añadidas. Tradicionalmente las políticas
de igualdad venían anudadas a familia, mayores, servicios sociales. Denominar a la
Secretaría que me fue asignada, en el marco del Ministerio de Trabajo y Asuntos
Sociales, Secretaria de Políticas de Igualdad tenía un alto valor político además
de simbólico. Por primera vez, la lucha por la igualdad no venía asociada a temas
que se presupone corresponden a las mujeres, sino como una responsabilidad de
toda la ciudadanía y clase política. Esta reflexión la considero muy importante,
porque marca la trayectoria y los objetivos que los diferentes grupos políticos
realizan en materia de igualdad.
Respecto a las dificultades que existen desde la política activa para salvar una
agenda feminista, mencionaré la doble agenda entre las siglas de un partido y el
feminismo. Cuando en determinados momentos me vi obligada a optar, siempre
opté por el feminismo. Recuerdo, en concreto, mi denuncia pública de un comportamiento misógino de un concejal de mi partido (PSOE), respecto a una concejala
del partido de la oposición (PP).
También debo reseñar la invisibilización de la que fue objeto mi función
pública, tanto por parte del feminismo, al valorar positivamente las leyes en materia de violencia de género y de igualdad efectiva, en las que había trabajado
con empeño, y no reconocer mi contribución; y por parte de mi grupo político, al
realizar la reflexión sobre el gobierno durante la octava legislatura y no mencionar
mi nombre, ni mi perfil feminista, y aunque se destacaron las leyes realizadas y
promovidas desde la Secretaría de Políticas de Igualdad como relevantes avances
sociales, se presentaron huérfanas de autoría.
Tampoco fue fácil mi posición en el grupo de mujeres del PSOE. Aquellas que
tenían expectativas de ocupar la Secretaria, en función de la regla interna de captación
y nombramiento masculino, a pesar de reconocer mi capacidad no se mostraron como
aliadas, excepto en contadas excepciones. Recuerdo el primer acto con el Presidente
del Gobierno en Ferraz y cómo las asociaciones agradecían el compromiso del gobierno por la igualdad, sin verbalizar la creación del cargo político que yo ejercía.
Como resumen, debo decir que estoy muy agradecida a esta experiencia política compleja, pues me ha permitido reflexionar mucho y detenidamente sobre
los pactos y alianzas entre mujeres, en el ejercicio del poder.
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Esta pregunta engloba varias cuestiones ¿a qué retos, en tu opinión, se
enfrenta hoy el feminismo teórico, y concretamente el feminismo español? ¿qué
tensiones existen entre ambos y qué relaciones deberían de existir para avanzar
en la igualdad?
El feminismo teórico español se enfrenta hoy a retos fundamentales: actuar
en términos más operativos, unificando saberes para lograr la comprensión que
se necesita entre las estructuras de poder y las acciones a realizar. Se debe ganar
en pragmatismo. Recuerdo que cuando estaba en la Secretaría leía mucho y releía textos de autoras feministas especializadas en el mundo político tratando de
buscar respuestas a los fenómenos sociales a los que debía enfrentarme, pero sus
enriquecedoras propuestas y análisis de categorías no establecían esa conexión.
Recuerdo como el grupo de mujeres que integraba mi equipo de trabajo y yo misma, a partir de mi experiencia, debíamos establecer la conexión y decidir cómo
nombrar lo que sucedía.
El feminismo español y el internacional deben aprender a coordinar agendas
entre movimiento, pensamiento e incluso espacios de trabajo. Sirva como ejemplo
de la descoordinación existente la situación que vivimos en la Secretaría cuando
se estaba debatiendo y dando forma, a un artículo tan importante desde el punto
de vista de la igualdad efectiva de mujeres y hombres a nivel socio-económico,
como era la presencia de las mujeres en los Consejos de Administración de las
empresas, y al mismo tiempo en el Parlamento se debatía sobre prostitución. Los
resultados de esta agenda descoordinada fue que la prensa mezcló todo, introdujo
el debate en las páginas de sociedad y devaluó su valor socio-político, cuando
ambos temas eran cruciales. No se establecieron los puentes necesarios entre el
movimiento y la acción política. Unos y otros defendieron su propio calendario y
agenda. En el futuro se debe trabajar para salvar estas situaciones e implementar
los esfuerzos que desde el feminismo institucional y de base se vienen realizando.
Los resultados negativos de esta descoordinación de calendario y agenda se
observan con claridad en Italia. Las mujeres italianas abandonan menos la Universidad y tienen una alta producción científica, pero su dispersión como movimiento
civil, como movimiento feminista, y la falta de conexión operativa con la reflexión
teórica y académica, ha convertido a Italia en un erial vindicativo, y al gobierno
en un gobierno de hombres viejos y corruptos, que se mantienen en el poder por
los pactos que establecen entre ellos de apoyo mutuo.
El feminismo teórico y el feminismo (o feminismos de la igualdad y de la
diferencia) junto a las mujeres sindicalistas y de los partidos progresistas deben
abrir debates en torno a temas presentes en la agenda política. Este esfuerzo se
realizó con la prostitución, pero la falta de respeto a las divergencias, impidió
elaborar un consenso, salvo en sede parlamentaria. Para concluir esta reflexión,
diré que deberíamos formular dos acuerdos mínimos:
— Darnos las feministas permiso para la divergencia, de forma que los “clanes” no ganen la partida al pluralismo.
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— En los supuestos de diferir en las estrategias, calcular los efectos que tiene una excesiva transparencia de las mismas, especialmente en contextos
políticos o socio-económicos mixtos.
¿Qué aportaba al organigrama político tradicional ser la primera Secretaria
General de Igualdad en España?
La Secretaría implicaba exclusividad en las competencias y la posibilidad de
emprender un buen feed-back entre quienes no habían oído hablar de igualdad, sino
de mujeres en términos de colectivo o grupo vulnerable necesitado de protección,
presentándoles otro enfoque; y por mi parte, la oportunidad de vislumbrar una
estructura pensada para los pactos y los acuerdos, donde nada se impone y siempre
hay que convencer. Además, constatar para mi decepción y profunda envidia, cómo
tienen los hombres “engrasado” el acuerdo y el desacuerdo interno, sin lesionar
el mutuo reconocimiento.
¿Qué se ganó con la conversión de la Secretaría General que tú dirigías en
Ministerio, y que se perdió con su supresión?
Se ganó, al menos eso se pretendía, en capacidad de interlocución simétrica
entre ministros y ministras en un Consejo de Ministros.
Cuando se suprimió el Ministerio de Igualdad, se perdió prestigio y reconocimiento político, además de devaluarse las políticas públicas de igualdad al ser
devueltas a asuntos sociales, algo que no ocurría desde 1988.
No existió en esta supresión la más mínima cortesía al equipo de trabajo,
que se enteró, como el resto de la ciudadanía, por los medios de comunicación
del cambio realizado.
Su incorporación a las tareas universitarias, tras su relevante protagonismo
político, ¿qué cambió en su enfoque y metodología de trabajo e investigación?
Me he vuelto más pragmática. En cierta medida ya lo era puesto que llevo
18 años en este oficio y tengo 54 años. Además había desempeñado diferentes
actividades profesionales en el mercado de trabajo, tanto para empresas privadas
como públicas, lo que me aportó una visión amplia de la realidad social y laboral
española. Ahora bien, después de mi paso por la Secretaria, debo decir que tengo
una idea más compleja y real de la realidad, menos teórica. Comprendo las dificultades que entraña concebir una agenda política y me interesa mucho más el grado
de influencia que se puede ejercer desde un proyecto concreto de intervención,
más que pulir ideas a base de teorías para consumo interno.
Puedo decir que en este momento me interesa el saber en la medida en que
sea capaz de producir cambios. Comparto con Gramsci su concepción de los intelectuales como dinamizadores de proyectos sociales de progreso.
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Durante tu mandato en la Dirección General de Igualdad vieron la luz dos
importantes leyes: la Ley orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de
Protección Integral contra la Violencia de Género y la Ley Orgánica 3/2007, de 22
de marzo, para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres. Habitualmente se te
pregunta sobre los aspectos más relevantes de estas normativas, pero yo quisiera
invertir esa pregunta, y que nos hablaras sobre las resistencias y problemas de
aplicabilidad que esta legislación ha generado en ciertos sectores sociales y qué
te hubiese gustado haber introducido en estas leyes, pero no fue posible.
A pesar de ocupar un puesto elevado en la Administración, era Secretaria
General de Políticas de Igualdad, fue difícil entender ciertas reacciones. Piénsese
que de la Secretaría que yo dirigía dependía el Instituto de la Mujer, una Dirección
General y la Delegación Especial para la Violencia de Género y otra Dirección
general, un amplio entramado burocrático-administrativo y político que era preciso
coordinar en torno a decisiones que más tarde debían convertirse en proyectos y
en futuros reglamentos, además de establecer los responsables para su desarrollo.
Pero las limitaciones eran relativas, puesto que todo era un gran pacto. Si decidíamos el permiso de paternidad —que a la luz del mismo nació una asociación
que sigue con su defensa y ampliación— teníamos que pensar en el presupuesto
para su aplicación, además de tener presente a las mujeres de la Liga de la Leche
que deseaban un permiso maternal más prolongado.
Hubiese querido, para que el proyecto fuera perfecto, que en la Ley de Violencia Integral estuvieran recogidas todas las violencias respecto a las mujeres,
conforme a la Conferencia de Pekín. Y en la Ley de Igualdad Efectiva haber podido
extender la jubilación a las mujeres, que por su edad, no tuvieron acceso al trabajo,
como consecuencia de los límites que el artículo 44 del Fuero de los Españoles
franquista les impuso, al priorizar el rol femenino de las mujeres.
¿Qué perspectiva sobre España y sus políticas antidiscriminatorias te ha
proporcionado tu participación como experta en el Comité Antidiscriminación de
la Mujer de Naciones Unidas (CEDAW), desde enero de 2009?
Continúo insistiendo en lo mismo que insistía en mi etapa gubernamental.
Hay que cambiar el lenguaje, las mujeres no son vulnerables, sino excluidas. La
conciliación no existe, lo que existe es la falta de corresponsabilidad. Las mujeres
no somos un colectivo, sino la mayoría de la población y debemos ser tratadas
como tal. Los gobiernos deben institucionalizar la igualdad y no convertirla en
principio y en valor del que todos puedan hacer gala sin compromisos. La igualdad
no puede aparecer y desaparecer de la agenda política, como si fuera un capricho
de quien en ese momento asume la responsabilidad de gobierno.
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El feminismo ha sido muy crítico con los modelos tradicionales de participación política ¿qué crees que aporta el movimiento del 15-M respecto a las
críticas feministas?
Podríamos preguntarnos si aporta un modelo de democracia real, pero puede
serlo sin tomar en consideración las vindicaciones de la mayoría de la población.
Se olvida que las mujeres están indignadas desde la adolescencia.
¿Cómo es posible que el movimiento de los campus americanos, protestase
por la guerra del Vietnam e hiciera del feminismo y del pacifismo su bandera y
ahora no suceda lo mismo en nuestro país?¿Cómo es posible que el feminismo
siga siendo un “tema” de las mujeres indignadas?
¿Qué cambios deberían efectuar los partidos políticos en su modelo de participación política para incrementar su democracia interna y su influencia social?
Participación real y revisión de la designación de los portavoces, presidentes
de comisiones, y utilizo el masculino porque en su mayoría son hombres.
Listas abiertas, que no proporcionarían mucho éxito político a las mujeres en
las grandes ciudades, pero que en las ciudades pequeñas impondrían un cambio
de liderazgo.
Las mujeres deben dejar de actuar como “sostenedoras” de líderes, y establecer
pactos de reciprocidad entre hombres y mujeres del partido.
Las mujeres debemos condicionar nuestros apoyos, por ejemplo, haciendo que
las luchas de las mujeres no sean “asunto” de interés sólo para las mujeres, sino
asunto de todas y todos. Las mujeres estamos solas en muchos temas de nuestra
propia agenda, especialmente cuando se nos priva de poder desde un ministerio,
o se deprecia nuestra capacidad. El silencio de prestigiosos juristas en la prensa
nacional ante las supuestas denuncias falsas de las mujeres, desvela la soledad de
la lucha que llevan a cabo las mujeres por la igualdad.
¿Qué relevancia tiene en este momento la política municipal en el fomento
de un nuevo modelo de acción y de participación política en España?
Estamos ante un momento nuevo, se ha operado un castigo, y digo castigo
porque se ha producido el cambio de una mayorías absolutas por otras. La política municipal, que es la gran política, al estar más cerca de la ciudadanía y de
sus reivindicaciones, debe restaurar la herida de la falta de representación y de
legitimación que hoy presenta la clase política, al haberla, o haberse, convertido
en una oligarquía con derecho de admisión.
En este momento mi participación política directa la realizo en la política municipal. Las mujeres debemos entrar en política con pactos sobre nuestra presencia
y con condiciones, así lo he hecho para ir en una lista en las últimas elecciones. En
política son importantes las redes, las redes construidas sobre acuerdos, consensos,
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negociaciones, no a partir de los afectos, que sólo generan clan de adeptos/as, y
que adolecen de pragmatismo y eficacia.
Para concluir, ¿quieres incidir o aludir a alguna otra cuestión sobre la que
debería centrarse el debate político en los próximos años en España?
Creo que volvería a incidir en más democracia interna de los partidos políticos y una buena regulación sobre los privilegios, desde la jubilación hasta la
compatibilidad de cargos. Se necesita mayor control sobre el gasto público, para
que se mantenga un equilibrio entre las grandes infraestructuras —por ejemplo
el AVE— y las necesidades reales de los diferentes territorios. En ocasiones, las
decisiones se han adoptado sin estudios de mercado, ni de viabilidad, imponiéndose el poder de algunos varones. Debemos exigir un poder de calidad, aquel que
aporta resultados y que racionaliza el gasto en función del interés general y de
su impacto sobre el público.
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