Vasquez, María Gabriela
“Historia de Género ¿para qué?”
En: García, Adriana y Naciff, Natalia (coord.). La historia bajo la lupa. Problemáticas culturales
emergentes. Mendoza, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, 2023.
pp. 83-99.
ISBN N° 978-950-774-416-7
Historia de Género ¿para qué?
María Gabriela Vasquez
[email protected]
Introducción
Estamos hoy insertos en una sociedad cambiante y diversa que interpela a quienes
nos dedicamos a la Historia y, al mismo tiempo, genera en nosotros inquietudes
y nuevas preguntas para estudiar lo acontecido.
La visibilización en nuestros días de géneros antes ocultados o marginados y, al
mismo tiempo, el desarrollo de nuevas masculinidades y feminidades, nos lleva
también a reexaminar nuestro pasado desde nuevas perspectivas.
Creemos que, en la actualidad, la Historia de Género1 resulta necesaria, no solo
para generizar los sujetos históricos y, de este modo, poder comprender las
1 En esta investigación definimos al género como una categoría académica crítica y cuestionadora que
permite analizar las relaciones desiguales entre los géneros (entendidos éstos como construcciones
culturales) que las diversas sociedades, a través del tiempo y en diferentes contextos espaciales, han
configurado en torno de los sexos (definidos como realidades biológicas). Y coincidimos con Joan Scott
(1996) al señalar que dicho concepto es útil para el análisis histórico. Insistimos en que esta categoría nos
permite visualizar y analizar históricamente las relaciones de poder asimétricas y desiguales existentes entre
los géneros sin caer en el error historiográfico simplista de considerar a las mujeres víctimas (Lerner, 1990)
y a los varones como los perpetuos opresores. Por ello, entendemos la Historia de Género como un estudio
del pasado amplio y relacional, interesado justamente en las relaciones entre los diferentes géneros
configuradas y desarrolladas en el pasado; en otros términos, a las masculinidades y feminidades sumamos
también las diversidades, conocidas también como otredades o disidencias que forman parte del colectivo
LGBTTTQI+. En este sentido, seguimos a Dora Barrancos al decir: “...más allá del nombre con que
relaciones desiguales entre ellos que cada sociedad ha configurado a través del
tiempo y en diferentes contextos espaciales; sino, también, para reflexionar
críticamente sobre los fundamentos teóricos de la disciplina histórica.
Nos proponemos en estas páginas partir de algunas cuestiones respecto del
presente como generador de nuevas preguntas, para avanzar luego sobre algunas
propuestas para historiar el pasado mediante la visibilización y estudio de sujetos
generizados y, por último, reflexionar brevemente acerca de los fundamentos
teóricos de la Historia de Género, en particular sobre sus diversos abordajes e
interpretaciones.
I. El presente como generador de nuevos interrogantes históricos
Jaume Aurell afirma que la experiencia de analizar el propio pasado humano que
tienen los historiadores contribuye también a comprender el presente y plantea lo
dicho en los siguientes términos:
“Si preguntáramos a los ciudadanos cuáles son los
acontecimientos con mayor trascendencia de los últimos cien
años, posiblemente citarían tres hechos políticos —el final de la
Segunda Guerra Mundial en 1945, la caída del Muro de Berlín en
1989 y el atentado de las Torres Gemelas en 2001—, tres
económicos —el crack del 29, la crisis energética de 1973 y la
financiera de 2007— y dos culturales —la revolución de 1968 y
la primera gran expansión de internet en 1991—. Hay razones
suficientes para concluir que la pandemia del coronavirus de 2020
se unirá a estos ocho momentos”. (Aurell, 2000: 30).
Y, en este sentido, Adriana García (2021) se pregunta qué acontecimientos
habrían de seleccionar los ciudadanos de América Latina o de la Argentina en
amparamos nuestro quehacer –Historia Generizada, Historia de las Mujeres, Historia Feminista- lo esencial
es la clave de interrogación, las tramas categoriales, los enredos conceptuales que, aunque recatados y
modestos, constituyen los auténticos retos al desciframiento de la diferencia que rinde la acción humana
sexualizada”. (Barrancos, 2005:66). Para ampliar lo dicho, se sugiere también la lectura del texto de Karen
Offen (2009) consignado en la bibliografía.
particular. Compartimos este interrogante y creemos que, para el caso nacional,
podemos mencionar entre los político-institucionales más relevantes de los
últimos cincuenta años, el inicio de la última dictadura en 1976, la recuperación
de la democracia en 1983, y la crisis institucional de 2001-2002; entre los
económicos, la hiperinflación de 1989, y la crisis del 2001; y, entre los sociales,
el movimiento de Madres de Plaza de Mayo iniciado en 1977, y las primeras
manifestaciones del movimiento piquetero en 1996, entre otros. Ahora bien, la
expansión de internet, así como la pandemia también podemos incluirlas en
nuestro país, debido a que se trata de acontecimientos cuya magnitud sobrepasa
las regiones. Pensamos en este punto en la idea de “transnacionalización” de
Ludger Pries, quien propone dicho término para trascender las fronteras
nacionales y prestar atención a procesos más amplios y abarcativos pero, de igual
manera, fijar la atención en gobiernos e instituciones locales e incluso en actores
concretos. (Pries en Kozlarek, 2009). Por su lado, Oliver Kozlarek prefiere el
concepto de “conciencia del mundo” que remite al mundo entero natural y al
espacio extraterrestre inclusive en donde se reconoce la pluralidad de los
contenidos del mundo y de objetos naturales y culturales para comprender
cabalmente lo humano. (Kozlarek, 2009: 89). Es decir, entendemos con estos
autores que hay acontecimientos y procesos transnacionales que nos permiten
tener una conciencia del mundo abarcadora y plural, desde nuestro propio lugar
y región. Por ello, pensar la historia desde nuestro presente, como sugiere García
(2021), constituye una propuesta estimulante y enriquecedora. François Dosse
afirma que “la historia sigue siendo un campo de batalla, el marco de apuestas
primordiales en las que no se juega tanto el pasado en cuanto tal como las grandes
elecciones del presente”. (Dosse, 2003: 233). En efecto, coincidimos con Dosse
al considerar que las elecciones que los historiadores realizamos en nuestro
presente, condicionan los recortes témporo-espaciales y los aspectos del pasado
a analizar; en otros términos y para ejemplificar, así como los historiadores del
siglo XIX ponen su atención en los temas políticos por el entorno en el que se
encuentran sus naciones nacientes y convulsionadas; los de la década de 1930 se
interesan más bien en las cuestiones económicas a partir del crack de 1929; y los
de los años 1960 se inclinan hacia la historia de los afroamericanos gracias al
movimiento contemporáneo por los derechos civiles o hacia la historia de los
pueblos africanos o asiáticos debido al proceso de descolonización de entonces.
Por ello, si pensamos ahora en la Historia de Género, advertimos que el siglo XX
y lo que va del XXI cuentan con acontecimientos y procesos que han actuado, y
actúan, como disparadores y han generado, y generan, en los historiadores nuevos
interrogantes para estudiar el pasado. Así, el sufragio femenino durante la
primera mitad del siglo XX; los movimientos feministas de la década de 1960 y
el uso de la píldora anticonceptiva a partir de la misma época; como los disturbios
de Stonewall en 1969 que inician el movimiento por los derechos de las
diversidades; además de la aceptación de la Organización Mundial de la Salud de
la homosexualidad como una variación de la sexualidad humana (1990) y la
consideración de la transexualidad como “incongruencia de género” (2018) y no
como enfermedades, marcan momentos “transnacionales” clave que invitan a
repensar el pasado en clave de género. En nuestro país, los mismos han impactado
profundamente aunque con otros ritmos, pero podemos mencionar igualmente la
sanción de la Ley de Matrimonio igualitario (2010), la de Identidad de género
(2012), y el movimiento “Ni Una Menos” (2015), entre otros. Es decir, estos
acontecimientos también han generado, y generan, en los historiadores nuevos
interrogantes para estudiar el pasado desde una nueva perspectiva.
II. Algunas propuestas para el abordaje de un pasado generizado
“...la enseñanza de la historia exige un esfuerzo que va más allá de
la memorización de un producto dado. Exige la comprensión de la
naturaleza propia de la disciplina y de la actitud propia del
investigador que reflexiona sobre el pasado. Es precisamente esta
forma de entender la historia la que permite movilizar, tanto en el
alumnado como en los investigadores, una serie de habilidades...”.
(Gómez Carrasco et al, 2014: 14).
Coincidimos con los autores al decir que la enseñanza de la historia no se reduce
a la mera memorización de acontecimientos y que la reflexión sobre el pasado
necesita de ciertas habilidades, tanto en los docentes como en los estudiantes. En
este sentido, Jorge Sáiz Serrano (2013) plantea las habilidades del pensar
históricamente que comentamos a continuación y, posteriormente, aplicamos al
caso concreto de la Historia de Género. Dichas habilidades son las siguientes:
*planteamiento de problemas históricos, esto es la problematización del pasado
a partir de ciertos interrogantes de investigación;
*el análisis y obtención de evidencias a partir de fuentes históricas, que apunta al
examen crítico de los testimonios del pasado;
*el desarrollo de una conciencia histórica, entendida ésta como la capacidad para
interrelacionar fenómenos del pasado y del presente; y, por último,
*la construcción o representación narrativa del pasado histórico, que se relaciona
con la capacidad para comunicar a través de la palabra, oral o escrita,
explicaciones sobre el pasado construidas a partir de la evidencia.
Sáiz Serrano sintetiza lo dicho de la siguiente manera:
“Problematizar el pasado histórico, analizar fuentes para obtener
evidencias del mismo, relacionar presente y pasado, construir
relatos o explicaciones razonadas, todas estas habilidades son
competencias de pensamiento histórico”. (Sáiz Serrano, 2013:
46).
Ahora bien, a partir de lo expuesto, aplicamos las habilidades del pensar
históricamente al caso de la Historia de Género, con el objeto de realizar una
propuesta para generizar el abordaje del pasado.
a) Problemas históricos
La problematización del pasado surge a partir de los interrogantes desarrollados
por cada historiador, generalmente relacionados con su entorno que actúa de
disparador, como vimos más arriba. En este punto, resulta necesario tener
presente el concepto de relevancia histórica que consiste en la capacidad de
preguntarnos acerca de qué temas y sujetos del pasado merecen ser recordados y
estudiados. (Gómez Carrasco, 2014: 15).
La historia tradicional decimonónica prioriza los temas políticos y militares y los
sujetos masculinos, generalmente líderes, como Napoleón Bonaparte o José de
San Martín. La historia de los Annales, por su lado, se dedica a los temas sociales
y económicos y a los sujetos colectivos, como la sociedad feudal; y la historia
marxista también hace foco en los temas económicos y sujetos colectivos, como
la clase obrera. En cuanto a la historia posterior a la posmodernidad, ésta prefiere
los temas culturales y los sujetos individuales anónimos, como Domenico
Scandella o Martin Guerre.
Ahora bien, la Historia de Género aborda tanto temas políticos y económicos,
como sociales y culturales a partir de las relaciones desiguales entre los géneros
y se ocupa, además, tanto de sujetos individuales, destacados (Juana de Arco o
Eva Perón, entre tantos otros ejemplos) o anónimos (Annie Fraser de Innes y
Pascuala Meneses), como colectivos (trabajadoras fabriles o mujeres huarpes,
entre otros grupos).
b) Fuentes históricas
Como sabemos, para estudiar el pasado, las fuentes resultan imprescindibles para
los historiadores. Durante largo tiempo éstos priorizan las escritas provenientes
de entes oficiales referidas casi exclusivamente a temas político-institucionales;
más tarde, suman las escritas sobre aspectos económicos y demográficos; y,
posteriormente, se aceptan también las literarias, además de fuentes orales e
incluso materiales.
La Historia de Género utiliza todo tipo de fuentes y realiza dos acciones: relectura
de documentos tradicionales e incorporación de nuevas fuentes. En el primer
caso, lleva adelante nuevas lecturas de fuentes ya trabajadas, pensemos, por
ejemplo, en los censos demográficos que, aunque han sido estudiados en
profundidad, guardan aún información valiosa acerca de la relación desigual
entre los géneros; o también en los discursos y arengas a los ejércitos que ahora
brindan información acerca de las masculinidades, hegemónica y subordinadas.
En el segundo caso, incorpora fuentes antes marginadas o descartadas: así, textos
mitológicos y literarios que hablan acerca de la transexualidad nos permiten hoy
indagar este tópico o pinturas que nos invitan a historiar la domesticación del
cuerpo femenino, entre otros tantos ejemplos.
c) Conciencia histórica
Jörn Rüsen entiende por conciencia histórica las operaciones mentales con las
cuales los seres humanos interpretan la experiencia temporal de su entorno y de
sí mismos, de modo que puedan orientar su vida en el tiempo. (Rüsen, 2001: 58).
Y en otro texto el autor agrega que la misma, posee una competencia narrativa
que le permite al ser humano construir sentido histórico con el cual organizar
temporalmente su entorno y existencia y, así, poder interpretarlos. (Rüsen, 2007:
103-104). Por su lado, Jorge Sáiz Serrano agrega que la conciencia histórica
supone desarrollar la noción de que todo presente tiene su origen en el pasado; la
certeza de que las sociedades no son estáticas, sino dinámicas; y que cada ser
humano tiene un papel en dicho proceso de transformación social, por lo tanto,
lo acontecido forma parte del propio sujeto. (Sáiz Serrano, 2013).
En la Historia de Género, lo dicho por Sáiz Serrano resulta patente debido a que
la conciencia histórica permite advertir en nuestros días la vigencia de
estereotipos de género de larga data, al mismo tiempo que observar cambios y
transformaciones en las relaciones entre los géneros que evidencian el dinamismo
social. A modo de ejemplo, para el primer caso, mencionamos el bajo número de
mujeres aún galardonadas con el Premio Nobel en áreas como la Física y la
Economía, que revelan la antigua asociación de la mujer con lo doméstico y
maternal y al varón, con lo político y científico; y, para el segundo, las
declaraciones de la Organización Mundial de la Salud sobre la homosexualidad
y la transexualidad demuestran un importante cambio social en las últimas
décadas que visibiliza, acepta e integra géneros largamente silenciados.
d) Representación del pasado histórico
La representación del pasado es la comunicación por medio de la palabra de
explicaciones históricas construidas a partir de las fuentes, como vimos más
arriba.
Mientras que las representaciones del pasado de los historiadores decimonónicos
son meramente narrativas y descriptivas; las de la Escuela de los Annales, al igual
que las del marxismo histórico y las de los modelos cuantitativistas, son más bien
analíticas. Ahora bien, las de los historiadores posteriores a la posmodernidad
son nuevamente narrativas, pero alejadas de la descripción y más cercanas a la
problematización.
La Historia de Género requiere de una nueva representación del pasado que
dialogue con diferentes fuentes (escritas, materiales y orales) y que reconsidere
igualmente los discursos canonizados y estereotipados de nuestro pasado.
Requiere, además, que se revisen aquellos textos en los cuales, por ejemplo, las
mujeres aparecen solo como referencias marginales o “notas de color” insertas
en el relato principal predominantemente masculino. Gerda Lerner (2005) llama
“historia compensatoria” a esa inclusión de mujeres al relato tradicional; sin
embargo, es necesario dar un paso más hacia la reescritura integral de los
acontecimientos del pasado y también hacia el replanteo de ciertas cronologías y
periodizaciones en las cuales los diversos géneros no son contemplados.
En pocas palabras, la Historia de Género problematiza el pasado al generar
nuevas preguntas de investigación y al analizar todo tipo de fuentes con el fin de
construir nuevos relatos sobre el devenir de los géneros en diferentes tiempos y
contextos, sin perder de vista que la relación entre ellos, dinámica y cambiante,
ha sido, en la mayoría de las veces, desigual y jerarquizada.
III. Historia de Género: aproximaciones desde la Teoría de la Historia
La historia crítica, científica y rigurosa que pretendemos escribir y enseñar a
nuestros estudiantes debe considerar como fundamentales las dimensiones de la
teoría, la metodología y la historiografía. (Aguirre Rojas, 2005: 29). Por lo tanto,
en este apartado reflexionamos brevemente sobre estos tópicos, particularmente
sobre las interpretaciones históricas, para luego aplicar lo dicho a la Historia de
Género.
Carlos Antonio Aguirre Rojas considera que la historia crítica en la actualidad
“no puede seguir siendo el relato descriptivo del pasado
construido para la glorificación del presente, sino más bien el
rescate crítico de la memoria y de la historia, pasadas y presentes,
de las luchas, las resistencias, los olvidos y las marginaciones que
ha llevado a cabo esa misma historia descriptiva y complaciente
que hoy queremos superar”. (Aguirre Rojas, 2005: 126).
La Historia de Género es, en efecto, una historia crítica que apunta a una
modificación de la historia tradicional y descriptiva que prioriza exclusivamente
lo masculino al tiempo que marginaliza y oculta los demás géneros. En este
sentido, como sugiere Joan Scott, la misma pone en duda tanto la suficiencia de
cualquier pretensión de la historia de contar la totalidad de lo sucedido, como así
también la integridad y obviedad del sujeto de la historia: el Hombre universal.
(Scott, 1993. 72).
Consideramos igualmente que la historia crítica exige “multiplicar las miradas
posibles” sobre un acontecimiento o proceso histórico (Aguirre Rojas, 2005:
124); por lo tanto, en este punto, resulta necesario recuperar las palabras de
Arthur Chapman acerca de las interpretaciones históricas. Este autor supone con
acierto que el pasado histórico solo existe en el presente de dos maneras: a través
de las reliquias, y por medio de las interpretaciones de dicho pasado elaboradas
a partir de su finalización. (Chapman, 2016: 5). Además, agrega que lo que
podemos decir sobre el pasado es el resultado de un diálogo entre esas reliquias
o huellas y los propósitos del presente y el mismo está conformado por una serie
de factores entre los que se encuentra nuestra propia comprensión de lo que es la
historia; la identificación que hacemos de las diferentes huellas; las decisiones
que tomamos sobre qué rastros tienen relevancia para los temas de nuestro
interés; las preguntas que hacemos a las fuentes seleccionadas para el posterior
análisis; los métodos y las técnicas que utilizamos; y, por último, la forma en la
que expresamos nuestras respuestas a los interrogantes planteados inicialmente.
(Chapman, 2016: 6).
De esta manera, la Historia de Género identifica huellas, decide sobre la
relevancia de las mismas para un tema determinado, plantea interrogantes a las
fuentes seleccionadas, hace uso de diferentes métodos y, al responder las
preguntas iniciales, genera nuevas interpretaciones de lo acontecido. A modo de
ejemplo, nos preguntamos particularmente por las experiencias de los varones
homosexuales durante la Shoá-Holocausto en los campos de exterminio; para
ello, buscamos testimonios, escritos y orales, de sobrevivientes y seleccionamos
solo los escritos en primera persona y aquellos que refieren las experiencias de
homosexuales; a continuación, interrogamos dichas fuentes y analizamos tanto
sus palabras como así también los silencios; y por último, relatamos nuestra
interpretación acerca de aquellas experiencias vividas.
Ahora bien, seguimos nuevamente a Chapman al considerar necesario en la
historia que queremos escribir y enseñar a nuestros estudiantes lo siguiente:
*Comprender que el pasado se ha interpretado de diferentes maneras;
*Comprender cómo el pasado se ha interpretado de diferentes maneras;
*Explicar por qué el pasado se ha interpretado de diferentes maneras; y,
*Evaluar las diferentes interpretaciones del pasado. (Chapman, 2016: 3-4).
Para ilustrar lo dicho por el autor, señalamos que quienes se dedican a la Historia
de Género están lejos de confluir en una única y monolítica interpretación sobre
lo acontecido. Así, por ejemplo, se distinguen dos enfoques: el individualista y el
relacional. El primero, de tradición británica y estadounidense, se centra en el
individuo; y, el segundo, de tradición mayormente europea continental, en la
relación entre los géneros. Se trata, al decir de Karen Offen, de enfoques
operativos que reflejan las distintas opiniones que durante largo tiempo han
existido en el discurso occidental sobre cuestiones estructurales referidas a la
organización social y, en particular, a la relación de los individuos y de los grupos
con la sociedad y el estado. (Offen, 1991: 118). Si pensamos ahora en los estudios
existentes sobre la historia de las mujeres, advertimos que la obra de las autoras
Bonnie Anderson y Judith Zinsser (1992) titulada Historia de las Mujeres: una
historia propia representa el primer enfoque, ya que centra su atención
exclusivamente en ellas y en su situación de inferioridad y subordinación; al
mismo tiempo que proporciona nuevas periodizaciones. La dirigida por Georges
Duby y Michelle Perrot (1993) titulada Historia de las Mujeres de Occidente, en
cambio, representa al segundo, ya que a lo largo de la misma prima la relación
entre los géneros y mantiene la tradicional distinción en Antigüedad, Medioevo,
Modernidad y Edad Contemporánea. En este punto, Cecilia Lagunas agrega que
el primer enfoque reconoce deudas con el pensamiento feminista angloamericano
y, el segundo, con la escuela francesa de los Annales. (Lagunas, 1993: 189-190).
Otro ejemplo del segundo enfoque lo tenemos también en las obras de Natalie
Zemon Davis, quien asegura que la historia de las mujeres es siempre relacional,
ya que las mujeres se relacionan constantemente con los varones (Davis, 2011:
190); y en la de Peter Stearns, que se ocupa de las interacciones entre las
definiciones de varón y mujer y los roles masculinos y femeninos asignados por
las diferentes culturas. (Stearns, 2015).
En pocas palabras, la Historia de Género crítica y rigurosa que queremos escribir
y enseñar a nuestros estudiantes debe incluir la reflexión teórica y, al mismo
tiempo, promover diferentes interpretaciones desde la perspectiva de género de
lo acontecido en diferentes épocas y contextos, a fin de enriquecer y ampliar el
conocimiento del pasado.
Consideraciones finales
Nos preguntamos inicialmente ¿para qué la Historia de Género? Y en estas
páginas hemos tratado de responder este interrogante.
Una Historia de Género para abordar el pasado a partir de un presente que nos
interpela y provee de interrogantes sobre la situación de los diferentes géneros.
Una Historia de Género para generizar el pasado y, de esta manera, visualizar las
relaciones desiguales y jerárquicas que las diferentes sociedades han establecido
sobre los géneros en diferentes épocas y contextos.
Y, por último, una Historia de Género para reflexionar teóricamente sobre nuestra
disciplina y, así, proveer distintas interpretaciones de lo acontecido en clave de
género.
En síntesis y para terminar, una Historia de Género que, al igual que las demás
historias, busca proporcionar un conocimiento más amplio y abarcativo del
pasado.
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