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La Cultura Chachapoyas

L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s-9 INTRODUCCIÓN Al llegar los españoles al Perú los chachapoyas conformaban una de las varias "naciones" que integraban el inmenso territorio del Incario o Tahuantinsuyo. Al igual que las demás agrupaciones étnicas que se desarrollaban paralelamente en espacios cordilleranos como costeños, la de los chachapoyas, que florecía en el flanco oriental de los Andes, también la integraban grupos étnicos menores articulados entre sí culturalmente y, al parecer, también por un idioma común o en su defecto por formas dialectales emparentadas. Consideramos que es de segunda importancia de si la voz chachapoyas originalmente designaba a la confederación de grupos étnicos a la que nos referimos, o si este apelativo fue generado luego de la irrupción española en el Incario. Lo cierto es que en el universo de las culturas de prosapia andina, los chachapoyas configuraban una "nación" per sé más. Lo atestigua el perfil de los monumentos arquitectónicos que levantaron, como es el caso de Kuélap, con sus murallas que se elevan hasta por algo más de 19 metros. Pero el elemento en particular que distingue a la cultura Chachapoyas es la técnica sui generis que empleaban en la decoración de sus muros y mediante la cual expresaban los símbolos de su mundo mágico-religioso. A todo esto hay que agregar otros elementos culturales, como el del sarcófago o estatua funeraria, patrón que no se repite en las demás culturas cordillerano-costeñas como tampoco en el resto de América. En lo que respecta a la identidad de la cultura Chachapoyas, habría que sumar lo que comentan al respecto las crónicas del siglo XVI. Así, por ejemplo, Pedro Cieza de León (1553) anota que los chachapoyas, comparados con los restantes pobladores del Incario "…andan vestidas [sic.] ellas y sus maridos con ropas de lana y por las cabezas usan ponerse sus llautos [gorros], que es señal que traen para ser conocidos en toda parte". Como veremos oportunamente, no por eso puede soslayarse la presencia de poderosos ingredientes que hablan de un parentesco ancestral, que articulan a la cultura Chachapoyas con las que se desarrollaban contemporáneamente en el Área Inca o andina, tanto en sus espacios cordilleranos como costeños. El territorio de los chachapoyas se extendía por más de 300 kilómetros en su eje longitudinal, cubriendo sectores septentrionales de los Andes Amazónicos, en altitudes que fluctúan entre 2000 y 3000 metros. Este espacio del flanco oriental andino, a diferencia del resto del territorio cordillerano-costeño que mira al océano Pacifico, va cubierto por bosque tropical de neblina, el mismo que se inicia partiendo de los llanos amazónicos o Amazonía propiamente dicha hasta alcanzar altitudes que se aproximan a los 4000 metros sobre el nivel del mar. No obstante los lazos que culturalmente vinculaban a las diversas agrupaciones étnicas menores que conformaban la "nación" Chachapoyas, éstas rivalizaban y luchaban entre sí permanentemente. Sin embargo, a partir de los inicios mismos de la invasión de los incas a sus predios, al comenzar el último tercio del siglo XV, los chachapoyas se unían oponiendo férrea resistencia. Por lo mismo su * El arqueólogo Klaus Koschmieder se refiere a la pintura de San Antonio con el nombre de Kacta (Koschmieder, 2012: 108, 114 fig. 115), sin aclarar que se trata del mismo mural analizado, copiado y dado a conocer en diversas publicaciones por el autor desde 1986 (Kauffmann Doig, 1987b, etc.). Esto conduce a confusiones y hasta a suponer que se trata de un sitio inédito, identificado por Koschmieder.

PERÚ Federico Kauffmann Doig L A C U L T U R A C H A C H A P O YA S El grupo de sarcófagos o purunmachus más destacados es el de Karajía. Estos se encuentran al borde del abismo, en una gruta excavada en lo alto de un barranco. Los arqueólogos debieron escalar 24 metros de pared rocosa vertical para acceder a ellos y explorarlos. Los purunmachus de Karajía fueron dados a conocer al mundo en 1984 (Foto: Instituto de Arqueología Amazónica / Fondazione Giancarlo Ligabue. Expedición a Karajía, 1986). “La cultura Chachapoyas” Primera edición: Lima, Mayo 2017 Autor: Federico Kauffmann Doig © Federico Kauffmann Doig y/o © Greta Kauffmann Siles Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial, en cualquiera de sus formas, por transmisión electrónica o mecánica, incluyendo fotocopias, video y otros sistemas de acopio y retransmisión, que no cuenten con la autorización por escrito del tenedor del copyright. Correción de estilo: Glenda Escajadillo Diseño de libro: Federico Kauffmann Doig Diagramación: David A. Abanto Antaya Colaboración: Marivel Monroy Durán Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° ISBN Impreso en CARTOLAN Editora y Comercializadora E.I.R.L. ISO 9001 Pasaje Atlántida 113 - Cercado de Lima Telf. 425-7330 [email protected] L A C U LT U R A CHACHAPOYAS A CARLOS TORRES MAS (1948-2012), ejemplar amigo y gran conocedor de la cultura Chachapoyas Homenaje del Autor Cámara sepulcral del grupo de mausoleos conocido como Los Pinchudos, de la que cuelgan tallas de madera de dignatarios desnudos (Foto: Federico Kauffmann Doig). FEDERICO KAUFFMANN DOIG Instituto de Arqueología Amazónica Fondazione Giancarlo Ligabue L A CU LT U R A C HAC HAP OYAS PRESENTACIÓN U no de los objetivos en la política de la Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas (UNTRM) es promover y difundir la investigación científica en todas las áreas del conocimiento. Así, en lo arqueológico ha asumido el compromiso con la cultura de editar a través de su Fondo Editorial el libro La cultura chachapoyas de Federico Kauffmann Doig. Los procedimientos empíricos que ha utilizado el autor son importantes, siendo el suyo uno de los puntos de vista debidamente argumentados acerca de los enigmas que caracterizan a los monumentos arqueológicos de nuestra cultura milenaria. La hipótesis que comparte el autor con otros estudiosos es que los chachapoyas, cuyo nombre se debe a los incas, tienen origen cordillerano y no amazónico. Algunos petroglifos o dibujos rupestres que se encuentran en su territorio datan de una antigüedad de más de 4000 años, es decir del Periodo Formativo Inferior; y encontramos huellas de este arte hasta el Horizonte Tardío cuando el reino de los chachapoyas ya había sido incorporado al imperio Incaico. La cultura Chachapoyas tiene características peculiares, como las construcciones circulares que se levantan sobre plataformas pétreas, los mausoleos y sarcófagos que se construyeron en los barrancos verticales, los tejidos decorados encontrados en Pías y la Laguna de los Cóndores, la cerámica aunque no tan desarrollada como las de otras culturas preíncas y, finalmente, las esculturas con figuras en alto relieve. Rostro de uno de los personajes de la pintura mural de San Antonio, documentada en 1986 (Foto: Federico Kauffmann Doig). Según el autor, en la construcción de Kuélap —realizada entre los siglos X y XI— se empleó más material que en Kéops, la más grande pirámide de Egipto. Hipotéticamente plantea que los recintos circulares eran almacenes de los alimentos que producía la pachamama, y que Kuélap era habitada solo por una élite de los chachapoyas. Este punto de vista difiere con otros, que plantean que Kuélap fue una ciudadela. El reto de la juventud estudiosa es, pues, seguir investigando tomando como base las diversas investigaciones científicamente fundamentadas. Pajatén es otro de los monumentos arqueológicos de los chachapoyas. Destacan en las construcciones pétreas las representaciones antropomorfas que posiblemente simbolizarían a la pachamama y como ostentación de virilidad están los pinchudos, guardianes de los altos mausoleos. Además de Kuélap y Pajatén, en el territorio de los chachapoyas hay otros restos arqueológicos de gran importancia; sin embargo, no se invierte en su preservación y se van deteriorando con el paso del tiempo, las inclemencias de la naturaleza y sobre todo ante la falta de identidad de la población moderna con respecto a su patrimonio cultural. El autor describe también los restos de San Pedro de Olán, Congón o Gran Vilaya, y Vira Vira. Asimismo, menciona que hay muchísimas más construcciones que merecen la atención del Estado como Purun Llacta de Cheto, Purun Llacta de Soloco, Cambolij en Sonche, Yálape en Levanto, entre otras En conclusión, la cultura Chachapoyas tiene mucho que mostrar al mundo y éste tiene que poner sus ojos en el maravilloso legado de nuestros antepasados. La Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas tiene el compromiso de contribuir con el desarrollo de la cultura, la identidad y la puesta en valor del patrimonio cultural para el turismo en la Región Amazonas por ser una de las fuentes promisoras de nuestro progreso. Uno de los aportes es difundir trabajos como este libro que está además muy bien ilustrado, y me complace presentarlo con la seguridad de que concitará la atención de los jóvenes lectores e investigadores del Perú y el mundo. Jorge Luis Maicelo Quintana Ph.D. Rector Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 9 INTRODUCCIÓN Al llegar los españoles al Perú los chachapoyas conformaban una de las varias “naciones” que integraban el inmenso territorio del Incario o Tahuantinsuyo. Al igual que las demás agrupaciones étnicas que se desarrollaban paralelamente en espacios cordilleranos como costeños, la de los chachapoyas, que florecía en el flanco oriental de los Andes, también la integraban grupos étnicos menores articulados entre sí culturalmente y, al parecer, también por un idioma común o en su defecto por formas dialectales emparentadas. Consideramos que es de segunda importancia de si la voz chachapoyas originalmente designaba a la confederación de grupos étnicos a la que nos referimos, o si este apelativo fue generado luego de la irrupción española en el Incario. Lo cierto es que en el universo de las culturas de prosapia andina, los chachapoyas configuraban una “nación” per sé más. Lo atestigua el perfil de los monumentos arquitectónicos que levantaron, como es el caso de Kuélap, con sus murallas que se elevan hasta por algo más de 19 metros. Pero el elemento en particular que distingue a la cultura Chachapoyas es la técnica sui generis que empleaban en la decoración de sus muros y mediante la cual expresaban los símbolos de su mundo mágico-religioso. A todo esto hay que agregar otros elementos culturales, como el del sarcófago o estatua funeraria, patrón que no se repite en las demás culturas cordillerano-costeñas como tampoco en el resto de América. En lo que respecta a la identidad de la cultura Chachapoyas, habría que sumar lo que comentan al respecto las crónicas del siglo XVI. Así, por ejemplo, Pedro Cieza de León (1553) anota que los chachapoyas, comparados con los restantes pobladores del Incario “…andan vestidas [sic.] ellas y sus maridos con ropas de lana y por las cabezas usan ponerse sus llautos [gorros], que es señal que traen para ser conocidos en toda parte”. Como veremos oportunamente, no por eso puede soslayarse la presencia de poderosos ingredientes que hablan de un parentesco ancestral, que articulan a la cultura Chachapoyas con las que se desarrollaban contemporáneamente en el Área Inca o andina, tanto en sus espacios cordilleranos como costeños. El territorio de los chachapoyas se extendía por más de 300 kilómetros en su eje longitudinal, cubriendo sectores septentrionales de los Andes Amazónicos, en altitudes que fluctúan entre 2000 y 3000 metros. Este espacio del flanco oriental andino, a diferencia del resto del territorio cordillerano-costeño que mira al océano Pacifico, va cubierto por bosque tropical de neblina, el mismo que se inicia partiendo de los llanos amazónicos o Amazonía propiamente dicha hasta alcanzar altitudes que se aproximan a los 4000 metros sobre el nivel del mar. No obstante los lazos que culturalmente vinculaban a las diversas agrupaciones étnicas menores que conformaban la “nación” Chachapoyas, éstas rivalizaban y luchaban entre sí permanentemente. Sin embargo, a partir de los inicios mismos de la invasión de los incas a sus predios, al comenzar el último tercio del siglo XV, los chachapoyas se unían oponiendo férrea resistencia. Por lo mismo su 1 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g incorporación al Incario o Tahuantinsuyo fue prolongándose por varios decenios, hasta poco antes de la irrupción europea en el siglo XVI. Los incas dejaron muestras de su presencia no solo en cuanto a la construcción de centros administrativo-cultistas, como Cochabamba, también introdujeron el runasimi o lengua quechua que fue imponiéndose frente al idioma y los dialectos originarios chachapoyas, hasta finalmente eclipsar a estos durante el virreinato peruano. Los invasores incas se sirvieron desde luego de los quipus como instrumento de contabilidad indispensable para una administración eficaz. Finalmente, lo que hay que destacar es que los incas al conquistar a los chachapoyas debieron toparse con formas mágicos-religiosas en algún modo similares a las practicadas por ellos, y que debieron ser introducidas por los primeros chachapoyas, precisamente por la savia andina que les era propia. De este modo, unos como otros resultaban ser adoradores incondicionales del mismo personaje supremo: el gobernante de los fenómenos atmosféricos, algo así como un Dios del Agua, simbolizado por el trueno y particularmente por el rayo, en su condición de anunciadores de la lluvia. Como quiera que solo el rayo es un elemento visible, su figura, entre otros símbolos, fue representada universalmente por los chachapoyas. Tomaba la forma de una M en sucesión, lo que se advierte particularmente en la decoración mural. Como veremos luego, el ser divino Curichaculla debió ser introducido por los incas, ya que su etimología es quechua o runasimi. Este ente sobrenatural descubre que en el fondo no era otra cosa que curi, el trueno, esto es uno de los fenómenos atmosféricos —junto al rayo y de algún modo también al arcoíris— en los que era materializado el ser supremo del panteón del Perú ancestral y al que hemos denominando Dios del Agua. Los testimonios arquitectónicos legados por los chachapoyas no solo menudean a lo largo y ancho de su territorio. También son testigos elocuentes de que su sociedad —como las demás del mundo andino— estaba rigurosamente dividida en dos estamentos: el de los gobernantes y el de los subordinados. La ocupación primaria de los últimos era la producción de los alimentos, tanto para su consumo como para entregar como tributo una importante parte de lo cosechado. A juzgar por lo que fue usual en el antiguo Perú desde la implantación de la agricultura —inicialmente practicada en forma rudimentaria—, el volumen mayor de los alimentos tributados era almacenado para hacer frente a años improductivos, cuando se presentaban anomalías climáticas como las del recurrente fenómeno de El Niño que hacían que asomara el fantasma del hambre. Además de las proezas en arquitectura y en la decoración mural ya mencionadas, destaca el intenso culto que los chachapoyas profesaban a sus difuntos; si bien en este aspecto tampoco diferían sustancialmente de las demás culturas cordillerano-costeñas que desde tiempo inmemorial florecieron en el Área Inca o Andina. Son notables las hazañas logradas por los chachapoyas en el campo de la momificación debido a la gran humedad de su territorio que exigía el empleo de técnicas sofisticadas para embalsamar. Los chachapoyas destacan también por haber sido eximios tejedores, como lo evidencia la monumental prenda textil de Pisuncho que cubría un bulto funerario trasladado por los comarcanos a Piás, o las telas que cubrían los cuerpos de los difuntos sepultados en los mausoleos de la Laguna de las Momias, sitio erróneamente conocido como “Laguna de los Cóndores”. También alcanzaron L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 1 resultados sorprendentes en la litoescultura y en el arte de la pintura mural, si tenemos presente la soberbia escena pintada en una de las paredes de los muchos recintos que comprende el conjunto arqueológico de San Antonio y que permanecía inédita hasta 1986, cuando fue analizada por una de nuestras expediciones (Kauffmann Doig, 1987b, 1989, 2009: 207-210; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 439-444).1 En la presente obra hemos de ocuparnos no solo de las proezas referidas ni de las alcanzadas por los chachapoyas en el campo de la arquitectura. También tocaremos aspectos concernientes a los patrones funerarios que empleaban para sepultar a sus difuntos ilustres. Como el ya citado sarcófago o purunmachu, que toma la forma de estatua funeraria expuesta verticalmente y en la que se colocaba un fardo funerario. Un segundo patrón funerario era el mausoleo, recinto que por lo general se sumaba a otros formando grupos. Esta forma de sepultar daba cabida a múltiples cuerpos momificados y envueltos en sus ropajes funerarios. Estos y otros logros culturales alcanzados por los chachapoyas son descritos en los capítulos que desfilan en el presente libro. Varios de estos han sido ya expuestos en artículos y en obras anteriores del autor. Las obras pioneras sobre los chachapoyas fueron publicadas por estudiosos extranjeros que, atraídos por el coloso arquitectónico de Kuélap, se aprestaron a explorar esta cultura. Es el caso de Adolph Bandelier (1907, 1940), Louis Langlois (1934, 1939) y acaso también de los arqueólogos Reichlen (1950) y Hans Horkheimer (1959). A partir de entonces, esto es desde hace más de medio siglo, el interés por el conocimiento de la cultura Chachapoyas eclipsó, salvo muy contadas excepciones. Aquello debe traer su explicación en el ambiente que ocupaban los chachapoyas, cordillerano y boscoso a la vez, ARQUEÓLOGOS: Myriam Salazar (Museo Nacional de Antropología y Arqueología), Daniel Morales (Seminario de Arqueología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos), Iain Mackay (Instituto de Arqueología Amazónica), Federico Kauffmann Doig (Instituto de Arqueología Amazónica). ANTROPÓLOGO: Carlos Torres Más (Instituto Nacional de Cultura - Departamental Amazonas). TOPÓGRAFOS: Oscar M. Sacay (Instituto de Arqueología Amazónica), Jefe del equipo de Topografía de la Expedición, Herbert Ascasibar (Instituto Nacional de Cultura), Isamel Rosales (Universidad Nacional de Ingeniería), Juan Carlos Olano (Universidad Nacional Mayor de San Marcos). ANDINISTAS: Alberto Perazo (Presidente del Club Andino Peruano), Hugo Mühlig (exPresidente del Club Andino Peruano), Freddy Injoque (Club Andino Peruano) COORDINADOR GENERAL: Gustavo Siles (Instituto de Arqueología Amazónica). CONSULTOR DE CARTOGRAFÍA: Guillermo Manrrique (Director General de Cartografía, ONERN) MIEMBROS DE LA EXPEDICIÓN CHACHAPOYAS / 86 * El arqueólogo Klaus Koschmieder se refiere a la pintura de San Antonio con el nombre de Kacta (Koschmieder, 2012: 108, 114 fig. 115), sin aclarar que se trata del mismo mural analizado, copiado y dado a conocer en diversas publicaciones por el autor desde 1986 (Kauffmann Doig, 1987b, etc.). Esto conduce a confusiones y hasta a suponer que se trata de un sitio inédito, identificado por Koschmieder. 1 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g así como su alejamiento de los centros urbanos cordilleranos y costeños. En 1980, el Instituto de Arqueología Amazónica (IAA), entidad cultural afiliada al Instituto Nacional de Cultura (hoy Ministerio de Cultura del Perú) por Convenio I - VII - 93 y fundada por el autor del presente libro —cuya infancia trascurrió en territorio de los antiguos chachapoyas—, inició investigaciones sistemáticas acerca de la cultura Chachapoyas, por entonces todavía desconocida y ni siquiera mencionada en los textos escolares. A partir de 1981 el Instituto de Arqueología Amazónica contó con el mecenazgo del Centro Studi Ricerche Ligabue (Venecia). Esta institución fue fundada y dirigida por el antropólogo italiano Giancarlo Ligabue hasta su deceso en 2015. Desde entonces, presidida por Inti Ligabue, -Chief Executive Officer de Ligabue SpA (Venecia, Italia)-. continúa activa con el nombre de Fondazione Giancarlo Ligabue. El autor del presente libro tiene el honor de pertenecer a esta entidad en condición de Miembro Científico. Con el transcurso de los años, el Instituto de Arqueología Amazónica, especialmente desde 1981 y ya en asociación con la ahora Fondazione Giancarlo Ligabue, ha conducido más de una docena de expediciones formales a los Andes Amazónicos septentrionales, esto es, en territorio de la todavía escasamente conocida cultura Chachapoyas. Las sucesivas expediciones del Instituto de Arqueología Amazónica han permitido, con el apoyo del CSRL, identificar, estudiar y dar a conocer al mundo importantes muestras de la cultura Chachapoyas. Entre otros, el grupo de sarcófagos regios conocido ahora como los purunmachus o sarcófagos de Karajía, los mausoleos de Los Pinchudos con sus impresionantes tallas de madera, la pintura mural que se extiende por unos 7 metros y escenifica a un grupo de personajes asidos de la mano en un recinto del conjunto arquitectónico de San Antonio (Lamud), la enorme tela decorada de más de 4 metros de largo procedente de Pisuncho y conducida por comarcanos a la localidad de Pías, entre otros. Por otro lado, abundan las propuestas teóricas planteadas por el Instituto de Arqueología Amazónica. Por ejemplo las que se refieren a la función que cupo al coloso arquitectónico conocido como Kuélap y sobre el origen de los primeros chachapoyas que no procederían de la Amazonía sino de los Andes Occidentales, donde se desarrolló la civilización andina ancestral. Asimismo, el Instituto de Arqueología Amazónica ha publicado, en el Perú y extranjero, cerca de un centenar de artículos basados en los resultados de sus doce expediciones en territorio de los chachapoyas. Además de los múltiples estudios monográficos, se han publicado los libros Los chachapoyas / Moradores ancestrales de los Andes Amazónicos Peruanos (Lima, 2003), así como Los chachapoyas / Constructores de Kuélap y Pajatén (Lima, 2009). Estos, sumados a los artículos, han contribuido a que los peruanos y el mundo pongan sus ojos en la grandiosa cultura gestada por los chachapoyas. Federico K auffmann Doig SUMARIO Presentación Introducción 5. Mitmaes (mitmaq) chachapoyas trasladados al Cuzco 6. Apu-Chumiquis: el tema del “incacidio” por un líder chachapoyas 7. Rastros de resistencia en mitos contemporáneos 7 9 PARTE PRIMERA PANORAMA CULTURAL 17 I. 21 Territorio 1. Los límites del territorio de los chachapoyas 2. Los Andes Amazónicos: el espacio altitudinal que ocuparon los chachapoyas II. Origen de los chachapoyas 1. Diferencias culturales profundas entre amazónicos y los chachapoyas 2. Andinización de los Andes Amazónicos: una hipótesis 3. Otras propuestas III. Particularidades del mundo cultural chachapoyas 1. Sobre la identidad de la cultura Chachapoyas 2. Estructura religiosa 3. Estructura socioeconómica 4. Aspectos lingüísticos 21 24 I. Incorporación al Incario 1. Primeros pasos invasores 2. Resistencia y pacificación durante el gobierno de Huayna Capac 3. Noticias adicionales acerca de la rebeldía de los chachapoyas 4. Sucesos en tiempos de Atahualpa 58 59 61 61 61 65 65 31 PARTE TERCERA 32 36 38 39 39 40 46 46 PARTE SEGUNDA INCORPORACIÓN AL INCARIO Y PENETRACIÓN ESPAÑOLA II. Penetración española 1. Contactos iniciales 2. Primeras incursiones de los españoles 3. Fundación del centro de dominio español 4. El epílogo: por la ruta de Rupa Rupa 57 EL LEGADO ARQUITECTÓNICO 67 I. Arquitectura chachapoyas 1. Características de la cultura Chachapoyas 2. La investigación de la cultura Chachapoyas II. Kuélap 1. Descubrimiento y primeras impresiones 2. Kuélap: un coloso arquitectónico 3. El acceso a Kuélap: ¿alusión a una vagina? 4. Los recintos circulares ¿graneros en su mayoría? 5. Kuélap: expresiones arquitectónicas de especial trascendencia 6. Motivos decorativos 7. ¿Qué fue Kuélap? 69 69 70 71 71 77 78 III. El Gran Pajatén 1. El nombre 2. Descubrimiento de Pajatén 3. Expediciones arqueológicas al Pajatén y alrededores 4. Ubicación de Pajatén 5. Visión arquitectónica de Pajatén 6. Motivos simbólicos parietales 89 90 90 79 81 85 88 51 53 53 54 54 57 91 92 94 98 1 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g 7. Sitios arqueológicos en los alrededores de Pajatén IV. Otros testimonios arquitectónicos relevantes 1. Olán 2. Congón (o “Gran Vilaya”) 3. El área de Huabayacu 4. Una ojeada a otros sitios arqueológicos chachapoyas 111 111 112 113 I. Introducción 1. Ultratumba entre los antiguos peruanos 2. La momia y el bulto funerario 3. Formas de sepulcros chachapoyas 168 169 169 171 PARTE CUARTA - B PATRONES FUNERARIOS CHACHAPOYAS: EL MAUSOLEO 179 I. Comentarios introductorios 1. Dispersión y antigüedad del mausoleo chachapoyas 2. Los dos tipos de mausoleos 3. Su antigüedad frente al “sarcófago” 4. Primeras referencias a mausoleos e investigaciones posteriores 181 II. Los mausoleos de Los Pinchudos 1. Historial 2. Los mausoleos o cámaras funerarias de Los Pinchudos 3. Las tallas antropomorfas asociadas a la Cámara Funeraria 5 4. Los mausoleos en las proximidades del grupo de los Pinchudos 183 183 III. Los mausoleos de la Laguna de las Momias 1. Historial 2. Los mausoleos 3. Fardos funerarios y momias 191 193 194 197 IV. Los mausoleos de Revash 1. Descripción somera 2. Motivos decorativo-simbólicos 205 205 213 V. Los mausoleos de Ochín 1. Mausoleo Ochín-A 2. Mausoleo Ochín-B 3. Decoración mural en los dos mausoleos de Ochín 215 215 216 VI. Otros mausoleos chachapoyas 1. Los mausoleos de Tingorbamba 219 219 118 PARTE CUARTA - A PATRONES FUNERARIOS CHACHAPOYAS: EL PURUNMACHU 7. Los sarcófagos de Tosán o Langache 8. Los sarcófagos de Peña de Tuente 9. Los sarcófagos de Aispachaca / Conila 10. Los sarcófagos de El Tigre 107 129 131 131 131 136 II. El purunmachu o sarcófago chachapoyas 1. Primeras referencias 2. Morfología del purunmachu chachapoyas 3. Contenido del purunmachu o sarcófagos 4. Su emplazamiento en los barrancos 5. Dispersión y cronología del purunmachu chachapoyas 6. El sarcófago: ¿remedo del fardo funerario andino? 141 141 141 144 144 III. Los purunmachus de Karajía 1. Historial 2. El GRUPO 1 de Karajía 3. Grupos vecinos en el acantilado de Karajía 149 149 150 IV. Otros grupos de purunmachus chachapoyas 1. Los sarcófagos de Solmal 2. Los sarcófagos de Yambata 3. Los sarcófagos de Chipurik 4. Los sarcófagos de Lic 5. Los sarcófagos de San Antonio 6. Los sarcófagos de Tingorbamba 157 157 159 162 163 163 165 146 146 181 181 182 182 186 188 189 155 218 L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 5 V. Tallas en madera y en hueso 1. Tallas antropomorfas tabloides 2. El madero “Los Gavilanes” 3. La talla en hueso y su relación con el arte textil 4. “Los Pinchudos”: tallas antropomorfas 263 263 263 269 227 228 VI. Mates decorados 1. Los mates pirograbados / Enrique Vergara Montero 2. Mates pirograbados de la Laguna de las Momias / Enrique Vergara Montero y Santiago Vergara Montero 229 231 VII. Testimonios chachapoyas de pintura sobre roca 275 TESTIMONIOS CULTURALES Y ARTÍSTICOS 235 VIII. Testimonios de pintura mural 1. Muestras de pintura mural 2. Pintura mural de San Antonio 279 279 281 I. Testimonios alfareros II. Testimonios textiles 1. La tela monumental de Apisuncho 2. Tradiciones textiles en Cruzpata (Iain Mackay) 237 241 241 IX. Iconografía parietal pétrea 1. Representaciones figurativas 2. Representaciones abstractas 285 285 285 248 III. Metalurgia 1. Las aquillas de Purunllacta 251 251 X. Los chachapoyas: prosiguiendo con la tradición de arte rupestre 1. “El Idulo” 2. Chiñuña-Yamón 3. Calpón-Limones 289 289 290 291 IV. Escultura en piedra 1. El monolito antropomorfo de La Jalca 2. Monolito de “Los siameses” 3. El monolito de Pumachaca 4. La escultura de Purunllacta 5. Los petrorrelieves de Uchucmarca 6. Los petrorrelieves de La Pitaya 7. Monolitos varios 255 255 256 256 256 259 261 261 Bibliografía citada 293 Índice onomástico 304 Índice toponímico 306 Agradecimientos Aportaciones 309 309 2. 3. 4. 5. Los “mausoleos” de Lic Los mausoleos de Peña de Tuente El mausoleo y los graneros de Guanglic Los mausoleos de La Petaca-Diablohuasi 6. Los mausoleos de El Dorado / Nelly Martell Castillo 7. El “Gran Saposoa”: mausoleos en el área del río Huabayacu 8. El mausoleo de la laguna de Huayabamba o “La Casa de Oro” 9. El mausoleo Casa Blanca 10. El mausoleo de Pisuncho / James Vreeland Jr. y Federico Kauffmann Doig 11. Otros mausoleos chachapoyas 222 222 222 225 225 226 PARTE QUINTA 265 266 269 271 1 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 7 PARTE PRIMERA PA N O R A M A C U LT U R A L Entre las diversas expresiones culturales que alcanzaron su desarrollo antes del Incario destaca la que se conoce como Chachapoyas. A pesar de haber logrado proezas arquitectónicas asombrosas, como Pajatén o aquella monumental construcción cuyas murallas se elevan hasta por 20 metros, como el caso de Kuélap, la cultura Chachapoyas permanecía hasta hace pocos decenios ignorada por las grandes mayorías y hasta por los propios arqueólogos, salvo escasas excepciones. Ubicación de la cultura Chachapoyas en el tiempo y en el marco de las diversas etapas de la ancestral civilización que tuvo por escenario el Área Inca o Andina. ERA PRIMORDIAL ERA DE L A CIVILIZ ACIÓN PERUANA (Á r e a i n c a ( o A n d i n a ) / R e g i ó n Ce n t ra l o Pe r u a n a ) EDAD PRIMORDIAL (15000 a. C. - 4000 a. C.) Sinónimos: Época Lítica / Etapa de los Cazadores / Etapa Preagrícola / Arcaico Durante esta era histórica, el bagaje cultural era simple, restringido sobre todo a la fabricación de instrumentos de piedra, que a lo largo de los milenios siguieron siendo perfeccionados a fin de hacerlos más eficaces y aún embellecerlos. Las hordas que se desplazaban por la costa y por la sierra provenían originalmente de Asia, habiendo migrado al continente americano por el Estrecho de Bering. Su estructura social era patriarcal. El hombre de entonces dejó testimonios de arte rupestre, que empleó para con acciones mágicas tener éxito en la caza. Éstos consisten básicamente en escenas de caza de animales, que eran graficadas o pintadas sobre paredes rocosas. Su tiempo estaba copado en la consecución de los alimentos provenientes de la caza, la pesca y el acopio de vegetales. Sitios importantes reconocidos. Lauricocha, Paiján, Toquepala… En el Viejo Mundo: La cultura primordial retrocede en el Viejo Mundo a los albores de la humanidad y era, en términos generales, la misma en África como en Asia y Europa. El paso del período Paleolítico al Neolítico se efectuó hace unos 10000 años en Asia Menor. En el Neolítico, el hombre dio inicio al cultivo de la tierra y a la domesticación de animales, que con el correr del tiempo abrió paso a las civilizaciones de la Antigüedad. Límite oriental del Incario ETAPA I Límite oriental del Incario ETAPA II PRELUDIOS DE LA CIVILIZACIÓN (4000 a. C. - 1500 a. C.) INTEGRACIÓN CULTURAL EXTENSA (600 d. C. - 1000 d. C.) APOGEO CULTURAL (200 a. C. - 600 d. C.) Límite oriental del Incario ETAPA V ETAPA IV ETAPA III: APOGEO CULTURAL (200 d. C. - 600 d. C.) Sinónimos: Época Clásica / Intermedio Temprano / Florecimiento Regional La presente etapa se caracteriza por el esplendor artístico-artesanal, alcanzado particularmente por las expresiones culturales Moche, Nazca y Tiahuanaco clásico (Titicaca). La cerámica como los tejidos, servía sobre todo para graficar emblemas mágico-religiosos, interpretándolos artísticamente. Especial difusión alcanzó uno de los símbolos del Dios del Agua, conformado por una cresta de ola, la que geometrizada toma la forma de una voluta; también el de la Diosa Tierra expresado mediante una figura escalonada, que debió evocarla copiando el trazado de las terrazas de cultivo acicaladas en su honor. A veces, ambos emblemas eran representados en forma combinada, a manera de un trono o ushno sobre el que aparece parado el Dios del Agua, como es el caso de la figura central de la Portada del Sol de Tiahuanaco. En otras ocasiones, aparecen combinados los símbolos cresta de ola y el logo escalonado. La sociedad jerarquizada. La producción de los comestibles, cada vez más eficaz, conducía a un acelerado aumento poblacional, el que, a su vez, promovía el belicismo entre grupos étnicos y el espíritu de dominación. En el Viejo Mundo: Propagación del Cristianismo. Imperio Romano / Los bárbaros. ETAPA III CONSOLIDACIÓN DE LA CIVILIZACIÓN (1500 a. C. - 200 a. C.) Límite oriental del Incario Límite oriental del Incario RESURGIMIENTO REGIONAL (1000 d. C. - 1 438 d. C.) ETAPA VI INCARIO (1 438 d. C. - 1532 d. C.) ETAPA IV: INTEGRACIÓN CULTURAL EXTENSA (600 d. C. - 1000 d. C.) Sinónimos: Horizonte Medio (Temprano y Tardío) / Tiahuanaco – Huari, Wari La presente etapa se caracteriza por la conformación de gobiernos de ancha base geográfica, como lo fuera especialmente Tiahuanaco-Huari, y en menor proporción Tiahuanaco-expansivo. La inspiración expansionista surgió debido a una búsqueda por garantizar, utilizando del poder, una satisfactoria producción de los alimentos, para una población que seguía en crecimiento y que por lo mismo afrontaba cada vez con mayor énfasis los rigores impuestos por la naturaleza: un territorio magro en tierras cultivables y de resto azotado por las catástrofes atmosféricas derivadas del fenómeno de El Niño. Centros importantes: Huari, Piquillacta, Viracochapampa. La fórmula aquí empleada, de calificar de Tiahuanaco-Huari y no simplemente de Wari al fenómeno de expansión que tuvo como principal centro de poder el sitio de Huari, cerca de la actual ciudad de Ayacucho, se fundamenta en el hecho que la expresión cultural referida se nutrió esencialmente de savia inicialmente desarrollada en Tiahuanaco del Titicaca, que terminó por alcanzar el área de Ayacucho. En el Viejo Mundo: Cultura bizantina. Mahoma (571 - 632) y propagación del Islam. Implantación del régimen feudal en Europa. ANCESTRAL Y SUS ETAPAS (Área Inca (o Andina) : Región Central o Peruana) ETAPA I: PRELUDIOS DE LA CIVILIZACIÓN (4000 a. C. - 1500 a. C.) Sinónimos: Formativo Inferior / Precerámico / Período Inicial Inicio de la producción de los alimentos, que anteriormente sólo eran recolectados. Tecnología aún incipiente y cultivo únicamente de algunas plantas. En zonas altoandinas, comenzaba la crianza de camélidos americanos, y en la costa la pesca se tornó intensiva. Las nuevas estrategias de alimentación permitían una nutrición cada vez más asegurada. Al intensificarse la agricultura, ésta condujo a un aumento poblacional en proporción al progreso experimentado por la tecnología agraria, lo que condujo a la postre a que brotaran primeras formas de civilización. En el antiguo Perú éstas se expresan con la presencia de monumentales centros arquitectónicos. Su función era la administración de la producción de los alimentos, tanto como el servir de sede del culto y los rituales que debían propiciarla. Estos centros eran morada de la cúpula gobernante y lugar de ceremonias públicas. Igualmente almacenes de excedentes. Sitios en la costa norte y central: Caral, Las Aldas (etapa inicial), Sechín Bajo, Minaperdida, etc. Se desconocía la elaboración de la cerámica (“etapa precerámica”) y la metalurgia; las técnicas textiles eran simples. Fue Rosa Fung quien dedujo por primera vez que la arquitectura monumental que caracteriza la presente etapa conformaba las raíces de la civilización peruana. En el Viejo Mundo: En Mesopotamia y en Egipto, inicio de la elaboración de cerámica y metalurgia hacia 5000 a. C. Ciudad de Ur (4300 a. C.). Edad de Bronce (2900 a. C.). Pirámide de Kéops, de 137 m de altura ( 2580 a. C.). Rueda. Escritura cuneiforme. Escritura alfabética (2300 a. C.). Civilización minoica (2000 a. C.). ETAPA V: RESURGIMIENTO REGIONAL (1000 d. C. - 1438 d. C.) Sinónimo: Intermedio Tardío La unidad de gobierno de la etapa anterior terminó resquebrajándose, dando paso a conformaciones estatales como la de los Chimúes y la de los Chinchas, en lo que toca a la región costeña. En lo que se refiere a espacios cordilleranos, una agrupación territorialmente extensa debió ser la de Yaro, asentada en la sierra central y norteña. Su amplia difusión puede detectarse por la presencia de un tipo de arquitectura monumental que utiliza grandes piedras tabloides sostenidas por pachilla (piedras cuña): Yayno, Marcahuamachuco, etc. Además de este grupo étnico, por toda la sierra estaban asentadas naciones menores como la de los Huancas, Chocorbos, etc. También, durante esta etapa, se desarrolla, aunque limitada a la zona del Cuzco, la etnia Inca que en la etapa que sigue jugará papel protagónico. No obstante el belicismo y las rivalidades imperantes, el modelo socio-económico y religioso legado por el Movimiento Wiraqotsha prosiguió su curso. En el Viejo Mundo: El Santo Imperio romano-germánico. Las cruzadas. El arte gótico. Creación de universidades (siglos XII y XIII). ETAPA II: CONSOLIDACIÓN DE LA CIVILIZACIÓN / o del “Movimiento Wiraqotsha” (1500 a. C. - 200 d. C.) Sinónimos: Horizonte Temprano / Formativo / Chavín En esta etapa insurge, es perfeccionado y termina por implantarse a lo largo del vasto territorio de los Andes centrales, de costa y sierra, todo el bagaje cultural que conforma y caracteriza la civilización peruana ancestral. Se trata de un gran movimiento cultural desencadenado por el aumento poblacional cada vez más intenso, que presionaba sobre la implantación de un orden socio-económico que garantizara una producción satisfactoria de alimentos. Su implantación estuvo reclinada en un manojo de creencias mágico-religiosas, expresadas en el arte Chavín / Cupisnique, y el de Chiripa que floreció en la sierra de lo que hoy es Bolivia. Para titular de algún modo a esta etapa, utilizamos como sinónimo la denominación de Movimiento Wiraqotsha. Éste incluye el que se gestó en Bolivia andino (Chiripa) y fue el principal impulsor del ulterior desarrollo de la civilización peruana o andina, que en adelante hasta la presencia española no observó mayores cambios estructurales; aunque sí en lo histórico debido al rompimiento una y otra vez de las etapas de unificación. En el Viejo Mundo: Asirios. Empleo de hierro (1000 a. C.). Edad de los Profetas Hebreos, 800 a. C. Confucio (551 - 479 a. C.). Grecia: Pericles, Sócrates, Platón (300-500 a.C.) ETAPA VI: INCARIO (1438 d. C. - 1532 d. C.) Sinónimos: Horizonte Tardío / Tahuantinsuyo / Imperio Inca En el escenario de las luchas presentes en la etapa anterior, desencadenadas en gran parte por la presión en resolver el problema alimenticio a que conduce el crecimiento poblacional y que llevó a las diversas etnias a tratar cada cual de absorber a sus vecinas, la Inca, que originalmente ocupaba sólo el valle del Cuzco, terminó por imponerse. El fenómeno expansionista incaico se inició con fuerza con el soberano Pachacútec en 1438. Éste condujo a la creación del Incario. Éste terminó extendiéndose desde el Sur de Colombia hasta Maule en Chile, longitudinalmente por más de 4,000 kilómetros. Cien años después fue desarticulado política como culturalmente con la conquista española. El modelo socio-económico y religioso legado por el Movimiento Wiraqotsha siguió vigente en el Incario, acaso por cuanto la naturaleza seguía siendo la misma, a que el crecimiento demográfico proseguía impulsado por los progresos técnicos en el agro, y sobre todo a que el mencionado modelo cultural resultaba ser el adecuado. En el Viejo Mundo: Imprenta 1440. Caída del Imperio bizantino (1461). Lutero (1483-1546). Descubrimiento de América (1492). © Federico Kauffmann Doig - 2002 “ ” Complejo Huabayacu Límites del territorio de los Chachapoyas, con indicación de los principales sitios arqueológicos. Hacia el sur el área desborda hasta el noreste de la provincia de Marañón en el departamernto de Huánuco. (Fuente: Instituto Geográfico Nacional 2000/F. Kauffmann Doig 2003. Elaboración y diseño cartográfico: Grupo Geo Graphos 2003) L a I. c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 1 Territorio Los chachapoyas desarrollaron su cultura en los Andes Amazónicos norteños, en espacios que oscilan entre 2 000 y 3 000 metros de altitud. Los que la forjaron, hace algo más de 3 000 años, fueron grupos humanos portadores de savia cultural andina y no amazónica, como lo señalan algunos estudiosos. Los Andes Amazónicos que ocuparon los chachapoyas ancestrales se caracterizan por su escarpada topografía, cubierta por el denso bosque tropical alimentado por neblinas (bmh - MT = Bosque húmedo Montano Tropical). Una vez establecidos en el nuevo ambiente —muy distinto al cordillerano que dejaban atrás, tipificado por su aridez y por estar prácticamente desprovisto de vegetación boscosa—, debieron adaptarse a las condiciones ambientales reinantes en los espacios de los Andes Amazónicos en los que se asentaron. A la postre, durante un proceso cultural que se extendió por algo más de medio milenio, de escaso o nulo contacto con las poblaciones emparentadas que dejaron atrás, en tierras cordilleranas de sus ancestros primigenios, los chachapoyas desarrollaron una de las modalidades culturales que tuvieron su desarrollo en el área inca o andina. 1. Los límites del territorio de los chachapoyas La extensión del territorio de los chachapoyas queda confirmada por la presencia de un estilo arquitectónico de características específicas, en el que primaban las construcciones de piedra de planta circular. Inconfundible además por la técnica sui generis que emplearon para la decoración mural y con la que podían expresar los símbolos de su cosmovisión. Este es uno de los rasgos característicos de su identidad y, en este punto, nos interesa preguntarnos si el nombre “Chachapoyas” designaba originalmente a la cultura que nos ocupa y a su territorio, o si fue un nombre impuesto por los españoles al momento de la invasión. En lo que se refiere a los límites del territorio de los chachapoyas, no solo se dispone de fuentes arqueológicas. También hay referencias tempranas, escritas por cronistas de los siglos XVI y XVII. Así 2 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n por ejemplo el Inca Garcilaso de la Vega (1609) señala que el territorio de los chachapoyas era tan extenso que “pudiéramos llamar[lo] reino, porque tiene más de cincuenta leguas de largo…”. Aquello coincide, en términos generales, con la expansión de la arquitectura chachapoyas; y es que la legua correspondía a unos 5 kilómetros, distancia promedio que se recorría en una jornada de un día. Esto es, según Garcilaso la extensión del territorio de los chachapoyas habría comprendido unos 250 km. de norte a sur; lo que en términos generales está de acuerdo a nuestros cálculos que le adjudican una longitud de algo más de 300 km. Como hemos señalado, el territorio de los chachapoyas no se proyectaba hasta 1 000 metros de altitud, se constreñía a espacios altitudinales entre 2 000 y 3 000 metros; los testimonios arquitectónicos en altitudes algo inferiores son excepcionales. Garcilaso apunta también que los chachapoyas se extendían por el oriente hasta Moyobamba, sin embargo, allí no se han registrado evidencias de esta cultura. En el contexto de establecer las fronteras de los antiguos chachapoyas, poco o nada ayuda a su esclarecimiento fijar la propagación de la cerámica considerada chachapoyas. Y es que ésta es utilitaria y decorada de modo simple. Por ejemplo, D o i g en Huiracochapampa o Wiracochapampa, el arqueólogo Christian Vizconde García (comunicación personal, julio 2016) ha recuperado numerosos fragmentos de cerámica, algunos con decoración de pastillaje de motivos acordonados y ondulados, forma de decoración típica de la cerámica chachapoyas. Agreguemos que expresiones de alfarería del “complejo chacha”, denominada así desde 1969 por Roger Ravines (2003: 369-373), ha sido identificada también en Pachiza, en la Selva Baja, a tan solo 330 metros de altitud. Sin embargo, consideramos que esto no significa que la cultura chachapoyas haya alcanzado estos límites. En cuanto al territorio que ocuparon los chachapoyas, el sector nuclear estaba constituido por algo menos de un tercio, sureño, del actual departamento de Amazonas. Esto se desprende de la abundancia de testimonios arqueológicos asignados a esta cultura y que se aglutinan particularmente en la actual provincia de Luya. La frontera septentrional de la cultura chachapoyas se extendía grosso modo siguiendo una línea horizontal imaginaria que, partiendo de la zona de Yamón cerca de la margen oriental del Marañón y ubicada en el extremo sur de la provincia de Utcubamba, se proyecta en direc- ción al oriente hasta alcanzar espacios ligeramente norteños de la localidad de Cumbilla, en la provincia de Bongará del departamento de Amazonas. De aquí en adelante la frontera oriental de los chachapoyas se proyectaba en dirección sureste, ocupando áreas cordilleranas del extremo occidental de la provincia de Saposoa en el departamento de San Martín. Proseguía luego su curso incorporando el Parque Nacional Río Abiseo en la provincia Mariscal Cáceres del citado departamento de San Martín, así como las provincias de Bolívar y Pataz. Acaso se prolongaba aún más por espacios sureños, ocupando sectores noroccidentales de la provincia del Marañón, en el departamento de Huánuco, hasta áreas trajinadas en 1981 por una de nuestras expediciones dirigidas a examinar las ruinas de El Turco, de cuya existencia teníamos vagas noticias (Kauffmann Doig, 1982a: 90-94).1 En todo caso, los sectores altos del cañón de El Marañón constituyen la frontera occidental inequívoca del territorio habitado por los chachapoyas, siguiendo su curso río arriba, con rumbo suroriental, partiendo de los sectores sureños del territorio del departamento de Amazonas que estos ocupaban, aproximadamente desde la localidad de Yamón. 1 La expedición de 1981 partió de Huacrachuco, capital de la provincia huanuqueña del Marañón, para realizar un reconocimiento de las “ruinas de piedra de los gentiles” denominadas El Turco. El objetivo era sondear los límites orientales del territorio de los chachapoyas. Para ello hubo que sortear primero el abra de Ucuragra, a más de 4 000 metros sobre el nivel del mar. Ésta separa Huacrachuco, localidad ubicada a 3650 metros de altitud, de las nacientes del Chontayacu. La primera jornada nos permitió examinar un grupo de símbolos rupestres en lo alto de unos peñascos. Luego, la expedición se encaminó por el sendero que se dirige al Este, siguiendo el cuso del río Chontayacu, a San Pedro de Chonta, capital del distrito de Cholón de la mencionada provincia del Marañón. Pasando el río San Vicente y cerca del río Catalán, ambos tributarios del Chontayacu por su orilla derecha, tomamos un desvío también peatonal hasta Lucmabamba y en cuya cercanía, de acuerdo a nuestros informantes, se encontrarían las ruinas conocidas por los comarcanos como El Turco. En las inmediaciones de San Vicente transitamos por las ruinas de Pashurumbo y Tauripón, ambas de escasa relevancia. De Lucmabamba a El Turco hay 17 kilómetros y se avanzó con el auxilio de trocheros debido a la vegetación arbórea y el tupido monte bajo. Si bien accedimos a algunas de las construcciones de El Turco, carencias logísticas impidieron un reconocimiento cabal del sitio. En el trayecto fue posible identificar restos de andenes o terrazas de cultivo abandonados. Por esto, una segunda expedición al lugar establecerá con certeza si los testimonios arquitectónicos y de ingeniería agraria, esto es andenería, de El Turco son construcciones levantadas por los chachapoyas. También llamó nuestra atención que en Lucmabamba nos mostrarán una cerámica de estilo clásico Chancay, pieza alfarera cuyo origen los comarcanos no pudieron explicar. La provincia de Marañón, departamento de Huánuco, explorada para fijar los límites meridionales del territorio ocupado por los chachapoyas. Partiendo de Huacrachuco —donde el profesor Germán Gabancho nos indicó la ruta a seguir para alcanzar Lucmabamba—, la expedición de 1982 exploró los testimonios arquitectónicos de El Turco, distrito de Cholón, cercanos a Lucmabamba. Luego se dirigió a Tinyash, cuyas construcciones pertenecen a una sociedad distinta pero al parecer contemporánea y emparentada con los chachapoyas. Grupo arqueológico El Turco, explorado por el autor en 1982. Se ubica en el sector alto de la cuenca del Chontayacu, provincia Marañón (Huánuco), área considerada tradicionalmente fuera de los límites de la cultura chachapoyas (Foto: Federico Kauffmann Doig) 2 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n A partir de aquí se prolongaba por los límites occidentales de las provincias de Bolívar y Pataz en el departamento de La Libertad; acaso para finalmente extenderse hasta los confines noroccidentales de la provincia de Marañón, en el departamento de Huánuco. Resumiendo, el territorio de los chachapoyas se extendía por el tercio meridional del departamento de Amazonas, las provincias de Bolívar y Pataz situadas en La cadena de los Andes recorre de norte a sur el occidente de América del Sur. D o i g el sector oriental de La Libertad, así como sectores altos de los departamentos de San Martín y tal vez aún por una porción del extremo noroccidental del departamento de Huánuco. En su eje longitudinal el territorio de los chachapoyas debió alcanzar más de 300 kilómetros de norte a sur, mientras que su ancho máximo en el sector norte del departamento de Amazonas se extendía por más de 100 kilómetros. 2. Los Andes Amazónicos: el espacio altitudinal que ocuparon los chachapoyas Así, la cultura Chachapoyas se extendió por espacios septentrionales de los Andes Amazónicos entre 2 000 y 3 000 metros, ocupando tan solo una parte éstos. En efecto, los Andes Amazónicos — apreciados integralmente, como el flanco oriental de los Andes que da cara a la hoya amazónica o Amazonía propiamen- L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 5 1 te dicha— se proyectan desde las cumbres nevadas alrededor de 6 000 metros hasta alcanzar la región de la Amazonía, cuyas planicies se extienden por altitudes próximas a las del nivel del mar (Brack Egg, 2013). En cambio, de acuerdo a la definición que venimos empleando, los Andes Amazónicos no incluyen los pisos altos del flanco oriental andino, conocidos como jalca o puna; solamente alcanzan los espacios cubiertos por la floresta tropical de neblina que se proyectan, partiendo de la Amazonía, o Baja Amazonía en otros tér2 3 minos, hasta altitudes superiores a 3 000 metros. Naturalmente, en los Andes Amazónicos se distinguen diversos pisos ecológicos debido a las gradientes cordilleranas orientales. En estos espacios altitudinales los frondosos árboles propios de la Amazonía van decreciendo a medida que ganan altura. Así, al alcanzar altitudes superiores a 3 000 o 3 500 metros, los árboles pierden altura y conforman el “bosque enano”. Por su parte, las altitudes de los Andes Amazónicos inferiores a 1 000 4 5 metros corresponden a las estribaciones cordilleranas que mayormente terminan por desaparecer para dar paso a los llanos amazónicos o Amazonía propiamente dicha, próximos al nivel del mar. La vegetación boscosa evidentemente no prospera en los barrancos, donde la roca asoma desnuda a la superficie, y tampoco en áreas en las que los bosques han sido talados con fines agrícolas. 1. Paisaje típico del espacio altitudinal que ocuparon los chachapoyas en los Andes AmazóComo podemos apreciar, en términos nicos norteños. Se caracteriza por una agreste topografía cubierta por bosque de neblina, allí donde la roca no asoma desnuda a la superficie (Foto: Federico Kauffmann Doig). generales los Andes Amazónicos o flanco oriental andino, se caracterizan porque 2. Colonia de bosque enano. Éste prospera en altitudes algo mayores a 3.300 metros sobre el nivel del mar, junto a los pajonales de la puna o jalca. Se nutre del agua de pequeñas quebradas. El paisaje boscoso de neblina que aun siendo cordilleranos van cubiertos en cubre las faldas de los Andes Amazónicos remata con el bosque enano (Foto: Federico Kauffmann Doig, 1980). gran parte por selva amazónica. El flan- 3. 4. 5. Paisajes modificados por la construcción de terrazas de cultivo o andenes (Foto Federico Kauffmann Doig). La foto 4 (Cortesía Keith Muscutt), muestra andenes trabajados meco oriental de la Cordillera de los Andes diante círculos concéntricos excavados en el suelo y que recuerdan los de Moray construitambién se conoce como Alta Amazonía, dos durante el Incario en el área del Cuzco. Por ello asumimos que debe tratarse de una montaña, ceja de selva, etc. técnica introducida en territorio de los chachapoyas con posterioridad a su incorporación al Incario. 2 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g ESPACIO ALTITUDINAL OCUPADO POR LOS CHACHAPOYAS En cambio, los espacios del flanco oriental andino se caracterizan por ir cubiertos de vegetación tropical y corresponden con propiedad a lo que señalamos con el nombre de Andes Amazónicos. Esto es, los espacios que descienden de territorios situados casi al nivel del mar y se extienden hasta alcanzar 3 000 metros sobre el nivel del mar, y aún a alturas superiores, donde todavía prospera el llamado bosque enano. De esta manera hay coincidencias con las apreciaciones vertidas por Javier Pulgar Vidal (1946, 1982) acerca de los espacios del flanco oriental de los Andes cubiertos por maraña de bosque tropical. º Los tres espacios básicos de los Andes Amazónicos En atención a los cambios que experimenta la flora y fauna tropical, que cubre el sector oriental de la cordillera andina de acuerdo a la altitud en que se proyecta, es posible reconocer básicamente tres pisos o espacios ecológicos en los Andes Amazónicos: Espacio Alto, Espacio Medio y Espacio Bajo. Como veremos seguidamente, los chachapoyas solo ocuparon el Espacio Medio. ESPACIO ALTO. Está comprendido aproximadamente entre 3 000 y 4 000 metros sobre el nivel del mar. Sin embargo, la vegetación arbórea de bosque enano no llega a cubrir todo este sector altitudinal. En efecto, más allá de 3 500 metros va desapareciendo la vegetación tropical, para ceder paso a la esteparia, propia de la puna o jalca y en la que prima la gramínea conocida como ichu (Calamagrosti spp.). Tal como sucede en el presente, los antiguos chachapoyas también habrían utilizado los pajonales de puna como áreas de pastoreo, hasta altitudes en algo superiores a 3 500 metros. ESPACIO MEDIO. Corresponde a la zona altitudinal que poblaban los chachapoyas. Se extiende entre 2 000 y 3 000 metros sobre el nivel del mar. Estos am- bientes han sido denominados bosques de neblina, y sus características ambientales así como su flora y fauna —que serán comentadas oportunamente— han sido descritas magistralmente por Javier Pulgar Vidal (1982). ESPACIO BAJO. Comprendido entre 500 y 2 000 metros sobre el nivel del mar, se proyecta en dirección oriental hasta alcanzar el llano amazónico o región de la Amazonía propiamente dicha; esto es hasta alcanzar alturas cercanas al nivel del mar. A partir de 500 metros aproximadamente, las estribaciones andinas van cediendo paso a los llanos amazónicos peruanos o Amazonía, territorio en el que se desplazan distintas etnias. A continuación, reconocidos especialistas comentarán la naturaleza que caracteriza al Espacio Medio de los Andes Amazónicos, que fue el espacio en que se desarrollo la cultura Chachapoyas: Mariella Leo (2014) se ocupará sumariamente sobre la flora y fauna, y Walter Wust (2014) acerca de lo concerniente al paisaje. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 7 6000 5000 Cañón del río Marañón 4000 SELVA TROPICAL DE NEBLINA La cultura Chachapoyas y su ubicación en los Andes Amazónicos septentrionales. 3000 TERRITORIO DE LOS CHACHAPOYAS 2000 1000 SELVA TROPICAL AMAZÓNICA 0.00 PUNA / JALCA ESPACIO ALTO ESPACIO MEDIO ESPACIO BAJO ANDES AMAZÓNICOS ESTRIBACIÓNES ANDINAS LLANOS AMAZÓNICOS AMAZONÍA F.K.D. UBICACIÓN DEL TERRITORIO DE LOS CHACHAPOYAS EN LOS ANDES AMAZÓNICOS DEL PERÚ º Ecología, flora y fauna (MARIELA LEO) Los chachapoyas habitaron un territorio andino amazónico, de flora y fauna rica, variada y en algunos casos, única por el alto número de especies endémicas. Esta singular diversidad de especies se explica por la confluencia de tres grandes paisajes, dos de ellos naturales -la selva alta (o yunga) y el bosque seco tropical- y un tercero, probablemente de origen antrópico: la jalca. En estos, a su vez, podemos encontrar no menos de 18 zonas de vida o formaciones ecológicas. La flora del territorio chachapoyas comprende más de 3 100 especies, entre árboles arbustos, lianas, hierbas y helechos. Las palmeras son también un elemento de interés, habiéndose determinado no menos de 12 especies en el territorio chachapoyas, especialmente palmeras de los bosques andinos amazónicos como la palmera de la cera, actualmente bajo amenaza de extinción. Las orquídeas son otro grupo llamativo de la flora, encontrándose cerca de 230 especies. Entre las 439 especies de aves identificadas en el territorio de los chachapoyas destacan al menos dos exclusivas de dicho ambiente: el picaflor maravilloso (Loddigesia mirabilis) y la lechucita bigotona (Xenoglaux loweryi). El número de mamíferos grandes, con peso mayor de un kilo, no es tan apreciable como en la selva baja y comprende alrededor de 39 especies, pero el total de mamíferos (mayormente roedores, murciélagos y pequeños marsupia- les). Este conjunto representa más de un tercio de todos los mamíferos terrestres del Perú. En el territorio tradicional de los chachapoyas habitan al menos dos especies de monos endémincos, el choro de cola amarilla (Oreonax flavicauda) y el tutamono o mono nocturno (Aotus miconax). En cuanto a recursos biológicos empleados por los Chachapoyas, persisten en la memoria colectiva el uso de algunos nombres del antiguo idioma de los Chachapoyas para designar especies de plantas de amplia distribución como la tola (Baccharis latifolia) que tiene uso medicinal, para tintes, así como también para leña]; y el lope (Erythrina edulis) también conocido con el nombre -quizá quechua- 2 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Colibrí Pechicastaño (Boissonneuau Mattewsii) Colibrí Colalarga Verde (Lesbia nuna) Colibrí Pico de Hoz de Cola Canela (Eutoxeres condamini) Diversas especies de picaflores. (Cortesía INKATERRA) El “mono choro de cola amarilla” (Lagothrix flauvicauda), dado a conocer en 1802 por Alexander von Humboldt en el área de Jaén, en base a una piel usada por un arriero. Mariella Leo se ha preocupado de su estudio en el área del Gran Pajatén. Habita sólo en los Andes Amazónicos septentrionales (Foto en artículo de Mariella Leo 1992a). L a de pajuro, de fruto comestible y utilidad medicinal y para leña. Según Jairo Valqui Culqui, estos nombres presumiblemente haría referencia a los topónimos Tólape (en La Jalca)y Lopsol (en Levanto), de filiación chachapoyas. La fauna fue fuente de carne de monte, predominando seguramente, por su potencial abundancia, el venado gris (Odocoileus peruvianus) y quizá más ocasionalmente, el venado colorado (Mazama americana). Los cueros y pieles del oso de anteojos (Tremarctos ornatus) fueron utilizados en tambores y otros instrumentos y tal vez, como todavía ocurre, como atuendos para bailes tradicionales, quizás con implicancias mágico-religiosas. Entre las aves de monte, sachawaipa (Penelope montagnii) o pava de monte y las perdices de diferentes especies (Nothoprocta sp.) deben haber sido las principales presas. Los chachapoyas disponían de algunas especies de peces en el Utcubamba, tales como el boquichico, la carachaza y la gamitana (Colosso mamacropomum), especie esta última que existía hasta hace algunos años. En lo referente a las especies relacionadas al ritual y culto, para algunos estudiosos los principales elementos de veneración de los chachapoyas habrían sido la serpiente, representada por los trazos en zigzag, y el puma (Felis concolor) representado por los rombos. Según Peter Lerche representaciones más realistas de serpientes como la que existe en Kuélap, sugieren el culto al jergón (Bothrops atrox) por la forma triangular de la cabeza. Otra especie de fauna con alguna connotación mágico-religiosa -porque se encuentra tallado en piedra en alto relieve y en pinturas- es el mono choro cola amarilla (Lagothrix flavicauda). Cerca al puente de Pumachaka (Chachapoyas) se encuentra un sitio arqueológico posiblemente relacionado con el culto al agua con una gran roca tallada, por la cual los lugareños dieron nombre al puente. Sin embargo las formas de los dos animales ahí representados se asemejan más a monos choros que a pumas. En las expresiones rupestres de La Pitaya, un individuo con un tocado de plumas está rodeado de un número de animales que parecen ser monos. El cóndor andino (Vultur gryphus), un ave importante para los chachapoyas según se ve en la iconografía del Gran Pajatén, aún se puede encontrar en extremo sur de lo que fuera el territorio. Algunos pequeños felinos como el marguey (Leopardus wiedii) y el tigrillo (Leopardus pardalis), que se han encontrado acicalados acompañando entierros humanos chachapoyas -como ha detallado Sonia Guillén- fueron seguramente mascotas apreciadas. º El paisaje (W. WUST) La región coordillerana que enmarcó el desarrollo de la cultura chachapoyas puede dividirse en dos subregiones diferenciadas: el sector o subregión Andina ubicada en el sur, que alberga ecosiste- c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 9 mas de ceja de selva entre los 3 800 y 1 900 metros sobre el nivel del mar; y la sub región Amazónica que comprende ecosistemas propios de la selva alta y selva baja entre los 1 900 y los 140 metros sobre el nivel del mar. Las cordilleras del Cóndor, Central y Campanquiz son los ejes estructuradores que permiten la configuración de hasta siete diferentes cuencas en las secciones bajas de sus territorios: la del Huayllabamba (un afluente del río Huallaga) y las de los ríos Utcubamba, Chiriaco, Imaza , Nieva, Cenepa y Santiago, tributarios de importancia que drenan los bosques del sector medio de la cuenca del río Marañón que atraviesa en esta zona la región Amazonas de sur a norte y alcanza aquí su recorrido más septentrional antes de virar con rumbo Este en pos del río Ucayali para formar el Amazonas. ECOSISTEMAS. El entorno geográfico de los chachapoyas abarcó un mosaico de ecosistemas que incluye algunos de los ambientes más extremos de la naturaleza sudamericana: desde los bosques secos tropicales -llamados localmente templeshasta el exuberante bosque de neblina, pasando por los pajonales o jalcas húme- Un paisaje selvático reina en los Andes Amazónicos, allí donde los bosques no llegaron a ser talados o donde se presentan barrancos en los que la roca asoma a la superficie (Foto Federico Kauffmann Doig). La variada vegetación permite a los comarcanos contar con una gama de plantas medicinales como lo remarcan Flor T. García Huamán y José Mostacero (2009). 3 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n das de la base de las cordilleras. Los bosques secos y los bosques de neblina son rasgos típicos de los pisos altitudinales donde tuvieron presencia los antiguos chachapoyas. Los bosques secos se extiendes a lo largo de la cuenca del río Marañón, entre los 600 y 1 200 metros de altura. Se calcula que el 40% de sus especies vegetales son endémicas, es decir, que solo es posible hallarlas en este lugar mientras que en el caso de las aves y los reptiles la cifra de especies endémicas al 60%. Ascendiendo pasamos del bosque seco al bosque de neblina o bosque de nubes, un ambiente diametralmente opuesto al que lo precedió. Aquí, la abundante nubosidad que llega del Atlantico se condensa en las montañas produciendoo un excedente de humedad que permite el desarrollo de densos bosques. Los bosques de nubes se desarrollan en altitudes que van de los 1 300 a 2 500 metros de altitud. Este es el hogar de especies singuales y poco conocidas de fauna silvestre, como el gallito de las rocas, el oso de anteojos, el mono choro de cola amarilla y más de veinte variedades de colibríes, cuyos brillantes colores parecen competir en belleza con las flores del bosque. EL MARAÑÓN. Su presencia enmarca el D o i g territorio que dominaron los chachapoyas. Con una longitud aproximada de 1 800 kilómetros, el río Marañón tiene su origen en las lagunas glaciares que colectan las aguas de deshielo del Yarupa, un pico que eleva sus nieves eternas a 5 800 metros de altura en la cordillera Raura, al sureste de Huánuco. Al nacer, aún bajo la forma de un delgado torrente, recibe el nombre de Gayco. Luego de ingresar y captar el caudal de las hermosas lagunas Lauricocha y Santa Ana, ambas de aguas turquesas y heladas, toma el nombre definitivo de Marañón. El río Marañón sigue una dirección sur-norte entre montañas pobladas por densos bosques secos y rodales de cactáceas, hasta la desembocadura del río Chamaya. A partir de este punto -en las provincias de Jaén en Cajamarca y Bagua en Amazonas- el curso se amplía hasta llegar a la denominada región de los pongos donde cambia de rumbo para tomar una dirección suroeste-noreste y recibir el aporte de importantes afluentes que incrementan notablemente su caudal hasta su unión con el Ucayali para formar el Amazonas, aguas arriba de la localidad de Nauta, en pleno llano amazónico. Si seguimos ascendiendo encontramos LA CATARATA DE GOCTA. La quebrada de Gocta y su imponente caída de agua son motivo de orgullo para los comuneros de Cocachimba y San Pablo de Valera (los pobladores cercanos). Fue el 26 de febrero de 2006 que el economista y explorador alemán Stefan Ziemendorff, guiado por un residente de Cocachimba, don Telésforo Santillán Sánchez y auxiliado por técnicos peruanos y alemanes, condujo la primera medición de los dos saltos de la gran cascada. Los datos obtenidos arrojaron una dimensión de 231 metros para el tramo superior y 540 metros para el inferior en caída libre, totalizando 771 metros de caída. Los 540 metros de caída libre la ubican como la quinta catarata de este tipo a nivel mundial y la altura total como la décimo quinta más larga del mundo, según WWD (World Waterfall Database). Pero más importante que la longitud o la clasificación es el prodigioso entorno que la catarata ayuda a mantener. Walter Wust las mesetas que coronan las cordilleras. Aparece entonces la llamada jalca o páramo tropical subalpino, que se extiende desde los 3 300 hasta los 4 500 metros sobre el nivel del mar. Se trata de tierras de clima frío y muy lluvioso donde se alternan amplios pajonales con curiosos bosques de árboles en miniatura: los bosques enanos. Sus troncos, retorcidos y siempre cubiertos de un grueso abrigo de musgo, son el hogar de las más extrañas criaturas. Entre ellas podemos mencionar el pudú (Mapudungun pudu), un venado dotado de cuernos del tamaño de colmillos y apenas 30 centímetros de altura; el elusivo tapir lanudo o pinchaque (Tapirus pinchaque), uno de los mamíferos más raros del Perú; la sachacabra o venado enano (Pudu mephistophiles), el ratón marsupial (Caenolestes sp.) y una pequeña musaraña (Cryptotis sp.), el único mamífero insectívoro del Perú, descubierto recientemente por los científicos. Las cataratas de Gocta L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 3 1 II. Origen de los chachapoyas De acuerdo al análisis de testimonios el Área Inca y que comenzó a florecer Tiahuanaco-Huari o Wari, que ocupó muy diversos sobre la cultura Chachapoyas, hace más de 3 000 años. La proyección extensos territorios del Área Inca. Por lo recogidos a lo largo de más de una do- de andinos a lo que fue territorio de los mismo, ese movimiento migratorio debió cena de expediciones que conducimos, antiguos chachapoyas pudo ocurrir en las tener lugar por los siglos IX-X d.C. observamos que estos no hacían refe- postrimerías de lo que suele denominarse Una penetración de andinos a la región rencia a una tradición cultural amazónica. Horizonte Medio Tardío, esto es, en tiem- de los Andes Amazónicos tuvo lugar en Concluimos, en cambio, que sus forjado- pos en que todavía imperaba la cultura tiempos del Incario. La comarca de Vilcares debieron continuar con la bamba, que al parecer herencia cultural introducida estaba escasamente por el grupo de inmigrantes poblada, fue ocupada andinos que originalmente mediante un proyecto se asentó en sectores centraestatal. Creemos que les de los Andes Amazónicos el móvil debió ser el norteños y cuyos descendienafán, o más bien necetes terminaron por generar la sidad, de buscar amcultura Chachapoyas. pliar la frontera agraria (Kauffmann Doig, Así planteamos que los primeros chachapoyas migraron a 1991b, 2013b, vol. I: los Andes Amazónicos norte64-74, vol. II: 521-528, ños provenientes de algún es709-731). Acaso esto pacio situado en las vertientes podría explicar tamoccidentales de la cordillera bién por qué, medio andina. Tal vez cruzando el río siglo antes, pobladores andinos ocuparon Marañón, o acaso proyectándose de lo que fue la frontera sectores centrales de suroccidental de los chachalos Andes Amazónicos poyas, espacios ocupados por norteños, terminando diversas etnias andinas como por forjar la cultura la de los huacrachucos y otras Chachapoyas. presentes en lo que hoy es el Antes de abordar los departamento de Huánuco y pormenores del desarrollo de la cultura donde se levantan importantes testimonios arquitectóniChachapoyas, consicos como Tinyash y Tantamaderamos pertinente yo. comentar los consideDado su aislamiento a lo largo El Espacio Medio de los Andes Amazónicos norteños fue ocupado por población andina. La randos por los cuales migración primigenia se habría producido en una o varias oleadas, durante las postrimede los siglos, sus descendien- rías de la cultura Tiahuanaco-Huari o Wari, hace algo más de tres mil años. Posiblemente descartamos su protes terminaron por desarrollar ocurrió en el marco de un proyecto estatal similar al que, en tiempo del Incario, condu- cedencia amazónica una cultura sui generis que jo a la ocupación de la comarca de Vilcabamba y donde se levantaron soberbias muestras (Kauffmann Doig, arquitectónicas como Machu Picchu. Con anterioridad a los inmigrantes andinos el terrino es sino una modalidad de torio debió estar escasamente poblado como se desprende de las investigaciones de Warren 2009b: 34-36, 2011la que tuvo su desarrollo en Church, por gente dedicada a la recolecta y no ha cultivar la tierra como los chachapoyas. 2012: 353-356). 3 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g 1. Diferencias culturales profundas entre amazónicos y los chachapoyas La Amazonía conforma la inmensa cuenca del río Amazonas, el más caudaloso del globo, que luego de recorrer 6 500 kilómetros desemboca en el Atlántico. El Amazonas se origina en territorio peruano, al unir sus aguas los ríos Ucayali y Marañón, con sus nacientes que parten de las cimas cordilleranas del flanco oriental de los Andes. El Perú incluye dentro de su territorio una importante porción de la región de la Amazonía. Es una amplia superficie que abarca cerca de 700 000 kilómetros cuadrados y que, sin embargo, no es comparable con la vastedad territorial de toda la Amazonía, región que se extiende por diversos países sudamericanos, ocupando nada menos que 7 000 000 kilómetros cuadrados. La considerable extensión de la Amazonía peruana —que duplica el territorio de Alemania, por ejemplo— contrasta notablemente con su exigua población. En efecto, sus moradores originarios apenas son más de trescientos mil en lo que es ahora territorio peruano. Viven agrupados en pequeñas comunidades localizadas en medio de claros o áreas deforestadas, que pasado un tiempo suelen abandonar para instalarse en otro lugar boscoso. Las características geográficas como culturales de la región amazónica peruana no difieren sustancialmente de las propias de toda la Amazonía. Una aproximación panorámica permite advertir que ambos espacios presentan denominadores comunes. No ocurre así cuando se contrasta la Amazonía con la cordillera de los Andes, con la que limita por su lado occidental. Los patrones culturales que acompañaban a los moradores andinos al momento de ocurrir la irrupción eu- A primera vista se advierten las diferencias culturales entre andinos y amazónicos, desde su vestuario y adornos.Izquierda: joven machiguenga nativa de la región del Manu (Foto: Federico Kauffmann Doig). En 1980 untó su cara con achiote (Bixa orellana) al percatarse de la presencia de los expedicionarios Giancarlo Ligabue y Federico Kauffmann Doig. Los machiguengas se dedican a la caza, pesca y a la agricultura ceñida al cultivo de la yuca (Manihot esculenta). Derecha: Matrona del poblado La Jalca ubicado en territorio de los antiguos chachapoyas (Foto: Cortesía Martín Chumbe). ropea eran sustancialmente diferentes a aquellos que portaban los amazónicos, algo que desde entonces no ha variado de modo sustancial hasta el presente. º Los amazónicos y sus vecinos del Área Inca: asimetría cultural La Amazonía en general y particularmente la región amazónica del Perú, así como el Área Inca o Andina, empezaron a poblarse hace unos quince milenios, de acuerdo a las estimaciones divulgadas hace varios años por expertos como André Marcel d’Ans (1976) y Eduardo Grillo (1984). Son numerosos los estudios que se refieren a la larga trayectoria arqueológica de la Amazonía peruana. Ella viene siendo reconstruida sobre todo en base al análisis de la cerámica. De acuerdo al arqueólogo Daniel Morales Chocano (1992), la cultura Chambira (Loreto y Ucayali) se remonta a más de 4 000 años. Las investigaciones más importantes dedicadas al proceso arqueológico que tuvo lugar en la Amazonía peruana ocupan el volumen 31 de Amazonía Peruana (Lima, 2009), revista que publica el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP). La literatura referente a los amazónicos originarios, tanto la de los siglos posteriores a la conquista como la contemporánea, es abundante (Chirif y Mora, 1980). En la actualidad, en la Amazonía peruana habitan numerosos grupos étnicos con distintas lenguas y expresiones culturales variadas, pero que presentan elementos comunes. Su bagaje cultural, característico del Mesolítico-Neolítico Temprano, no ha cambiado sustancialmente desde el inicio de la presencia española en América, hace cinco siglos, tal como lo confirman las fuentes histórico-etnográficas de los siglos XVI y XVII. Aquellas formas culturales mesolíticas y con resabios paleolíticos que regían hace 500 L a años en la Amazonía propiamente dicha o Baja Amazonía, tampoco debieron ser distintas, en lo sustancial, en los milenios anteriores. La palabra “chuncho” era el nombre que los cordilleranos del Incario empleaban para referirse despectivamente a los pobladores amazónicos; este término subsiste en la actualidad, siempre con carácter discriminatorio. Atendiendo a la denominación referida así como a testimonios históricos varios, se concluye que en el Incario se consideraba a los amazónicos como portadores de una cultura inferior, por ser esta menos compleja o por lo menos diferente a la exhibida por los incas cordilleranos. Es posible que la asignación de un status cultural inferior al poblador amazónico provenga de tiempos preincaicos remotos. En respuesta a ser los amazónicos tildados por los andinos como “chunchos”, esto es como tímidos, en algunas áreas de la Amazonía los cordilleranos son despóticamente llamados “shishacos” o “serranos”. Los grupos étnicos de tradición amazónica siguen subsistiendo de la caza de pequeños animales, la pesca y el acopio de algunas plantas y frutos. Combinan la caza y recolección con un tipo de agri- cultura elemental (“horticultura”). De este modo continúan inmersos, desde hace miles de años, en condiciones culturales propias del amanecer de la humanidad. La explicación para ello podría ser que, al no tener que esforzarse para lograr los comestibles necesarios para su existencia, los amazónicos no tuvieron la necesidad de inventar recursos o tecnología sofisticada para asegurar su sobrevivencia. En cambio los andinos sí tuvieron que afrontar esa necesidad pues procuraban sus alimentos mediante la agricultura, por cuanto moraban en un territorio de tierras aptas para el cultivo muy limitadas, tanto en la región costeña como cordillerana, y que además era azotado recurrentemente por anomalías climáticas —como el Fenómeno de El Niño— que arrasaban las sementeras haciendo que asomara el fantasma del hambre (Kauffmann Doig, 1991b, 1996a, 2002b, vol. I: 25-29). De esta manera, en contraste con los pobladores del Área Amazónica, los del Área Inca (o Andina) tuvieron un proceso evolutivo diferente. Aquellos moldes culturales de visos mesolíticos-neolíticos incipientes que aún profesan los amazónicos en la actualidad, fueron remplazados en el Área Inca tempranamente, acaso hace c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 3 3 unos 5 000 años, con la invención y puesta en marcha de elementos culturales que en conjunto conforman lo que distingue a la civilización ancestral andina. Abundando, el hombre asentado en el Área Inca traspuso los umbrales de la cultura de subsistencia paleo-mesolítica cuando logró establecer el modo económico de producción de los alimentos mediante el ejercicio de la agricultura, aun cuando en sus inicios esta no era ejercida con la complejidad que alcanzó posteriormente en la etapa que calificamos de “consolidación cultural” y siguientes, hasta la irrupción europea en América. Luego de los obligados preludios o antesala de la civilización iniciada hace más de 5 000 años, se abrió paso en la región andina o Área Inca un proceso de civilización auténtico, que por su originalidad y complejidad es ciertamente comparable al experimentado en Mesopotamia y Egipto en el Viejo Mundo, así como por la civilización Maya-Azteca en Mesoamérica. º Condicionamientos del desbalance cultural ¿Por qué los pobladores amazónicos originarios continúan practicando formas culturales primigenias que los moradores Paisaje de los Andes Amazónicos comparado con el de los llanos amazónicos o Amazonía propiamente dicha. Nótese los meandros que se forman como consecuencia de la superficie plana que caracteriza a la Amazonía. 3 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Una choza de nativos amazónicos aún “no contactados”, levantada a orillas del río Piñi Piñi y solo destinada a guarecerse en tiempos de pesca. (Expedición de 1982 de Giancarlo Ligabue y Federico Kauffmann Doig, dirigida a reconocimientos en espacios de la cuenca de Madre de Dios). del Área Inca abandonaron miles de años atrás? Desde el punto de vista antropológico, los pobladores del Área amazónica y los del Área Inca descienden de las mismas ramas de inmigrantes de Asia pertenecientes al tronco paleomongol, que portando un bagaje cultural paleo-mesolítico atravesaron el Estrecho de Bering y fueron poblando el continente americano. Por lo mismo resulta totalmente inconsistente atribuir la asimetría cultural entre amazónicos y andinos a diferencias antropológicas, basadas en un distinto origen étnico o en una capacidad intelectual desigual. En cuanto se refiere al aspecto físico, las diferencias aunque nimias que se advierten entre amazónicos y cordillerano-cos- teños o andinos, deben haberse acentuado a causa de factores ambientales. Las variantes perceptibles son mínimas, por cuanto el estrecho marco temporal desde que la Amazonía fue poblada, no va más allá de diez a quince mil años. A esto hay que agregar que fueron varias las ramas desprendidas del tronco racial paleomongol que poblaron América. Los diversos rumbos culturales que tomaron los antiguos peruanos, unos asentados en la Amazonía y otros en la región cordillerana-costeña, se explican por cuanto en ambos casos los espacios geográficos ofrecen un hábitat con características marcadamente distintas. Esto debió ser el factor que obligó a que los primeros pobladores de lo que hoy es el Perú se adaptaran a medios geográfico-climáticos distintos, recurriendo para ello a estrategias específicas que permitieran lograr su sustento y de este modo sobrevivir. De acuerdo a los expertos en temas paleoclimáticos, hace unos 7 000 años el clima fue tornándose seco y cálido en la costa y en la cordillera de los Andes (León Canales, 2007). Esto pudo conducir a que los cordilleranos-costeños, o andinos, descubrieran que el único modo de sobrevivir era implementar el cultivo de la tierra y la domesticación de animales como la llama (Lama guanicoe). Estos factores son los desencadenantes que explican las diferencias culturales que acusa el hombre amazónico comparado con el asentado en el Área Inca. L a Las viviendas propiamente dichas —o malocas— se caracterizan por un espacio grande y abierto, sin muros o paredes mas que levantadas con cañas. Sobre el tema de “los no contactados”, véase Ricardo Álvarez Lobo O.P. (2007), Santiago Echevarría O.P. (2007), Pedro Rey Fernández O.P. (2007). En esta última, tanto en la región costeña como cordillerana, el hombre debió consecuentemente verse obligado a reemplazar sus formas de alimentación primigenias y elementales, basadas en la caza y el acopio de vegetales, en virtud de que los campos fértiles se iban secando, por lo que los animales que les servían de sustento perecían o se alejaban a otras latitudes. Es así como el hombre costeño-cordillerano se vio obligado a trocar sus hábitos alimenticios tradicionales por una economía cifrada en la producción, cultivando sus comestibles y domesticando animales. Sin embargo, desde siempre debió enfrentar fenómenos adversos como las recurrentes anomalías climáticas —por ejemplo, las desatadas por el fenómeno de El Niño— que atentaban contra la producción agrícola de los alimentos. Sin embargo, esto fue lo que permitió que surgieran acciones para vencer las adversidades y no perecer de hambre. En otras palabras: la innovación; en este marco recordemos a Toynbee y su célebre frase “challenge and response”. Así, fue el impulso de sobrevivencia lo que condujo a la puesta en marcha de estrategias innovadoras que permitieran asegurar la existencia y con ello que afloraran un sinnúmero de elementos culturales. Como consecuencia, a los obstáculos mencionados que debió soportar la civi- c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 3 5 No estamos aquí frente a una vivienda chachapoyas de campesinos, las que debieron ser rústicas y levantadas en el campo. Se trata de un aposento que además de almacenar comestibles, suntuoso puesto que debía derrochar opulencia para honrar a las divinidades oferentes de los mismos. lización andina se suma otro: la limitación de los suelos tanto en la costa como en la región cordillerana. Todavía más, a los flagelos referidos se añadía otro: la creciente tasa demográfica que trae consigo la economía agrícola. Esto demandaba una producción cada vez mayor de comestibles, por lo que sortear el problema a fin de cuentas se transforma en un elemento impulsor de la cultura. La urgencia apremiante y prácticamente permanente de asegurar la subsistencia debido a las anomalías climáticas, la limitación de tierras aptas para cultivo y la creciente tasa demográfica, que enfrentaron los costeño-cordilleranos a lo largo de los milenios, no fue experimentada por 3 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Izquierda: Casa del cacique Astopilco en Cajamarca (Martínez de Compañón, siglo XVIII). Ella luce la misma decoración mural empleada por los chachapoyas (foto derecha). Esta consiste en una M en sucesión, que venimos interpretando como símbolo de rayo y por ende de la lluvia vivificadora de los campos de cultivo. Se trata de un signo empleado en todo el antiguo Perú. los pobladores amazónicos, y consecuentemente no hubo el impulso para el desarrollo de una alta cultura. Esto se debe, en primer término, a la extensión del espacio selvático que habitaban y que cubre nada menos que el 60% del territorio nacional y en el que, paradójicamente, solo habita una población que al presente no excede a trescientas mil personas. Por lo mismo, los amazónicos no debieron sentir el apremio de cambiar su economía tradicional de caza y recolecta de vegetales, como sí lo sentían los cordilleranos-costeños debido a los desafíos que tenían que enfrentar. Sin esta problemática, ellos no habrían inventado y puesto en práctica las diversas formas culturales, de tecnología compleja, que condujeron a que crearan la milenaria civilización que tuvo su asiento y desarrollo en el Área Inca o andina.2 2. Andinización de los Andes Ama- nos acentuadas. Adicionalmente, habría zónicos: una hipótesis que considerar el severo aislamiento de De acuerdo a los análisis realizados en diversos restos de la cultura Chachapoyas —a partir de las expediciones que organizamos—, hemos concluido que los testimonios que dejó no revelan un origen cultural amazónico. Por el contrario, los objetos chachapoyas muestran que sus creadores evolucionaron nutriéndose originalmente de savia cultural andina. Sin embargo, hay casos en que estas expresiones exhiben características particulares que aparentemente no se repiten en el resto del Área Inca (o Área Andina). También como ya quedó mencionado, estos corresponden a patrones culturales andinos, que al ser trasladados a las condiciones ambientales que reinan en los Andes Amazónicos debieron necesariamente experimentar modificaciones más o me- los chachapoyas, causado por la poderosa barrera natural que representa el río Marañón, cuyo hondo y torrentoso caudal los separaba del resto de la población del Área Inca (véase Parte Primera, III, 1). Conforme veremos oportunamente y con mayores precisiones, un ejemplo que parece dar fe de lo expuesto lo constituye el modelo chachapoyas de sepulcro conformado por el sarcófago asentado verticalmente o purunmachu. Este patrón ciertamente no se repite en el Área Inca. Sin embargo, un análisis detenido nos revela que no se trataría más que de un remedo de la tradición andina cordillerana del fardo funerario, especialmente de las formas que estaban en boga durante el apogeo de Tiahuanaco-Huari u Horizonte Medio (Parte Cuarta “A”). 2 La presente propuesta acerca del origen de las diferencias étnicas que se advierten entre amazónicos y andinos, se ajusta al planteamiento según el cual los fenómenos racial-culturales son producto de una correlación entre las características que acusan el medio ambiente y el hombre. Se trata de una antigua propuesta, la de la antropogeografía o geografía humana, que no había sido aplicada hasta ahora en el caso que nos ocupa (Ritter, 181759; Ratzel, 1882-1991, 1901-1902). L a Partiendo de las constataciones bosquejadas, la migración que dio origen a la cultura Chachapoyas pudo haber tenido lugar durante el Horizonte Medio, cuando imperaba la cultura Tiahuanaco-Huari o Huari, de amplia propagación en el Área Inca a partir del siglo VI d.C. En este contexto se hace necesario mencionar también las sepulturas en mausoleos por parte de los chachapoyas. Tales sepulcros representarían modalidades de la chullpa (tshuilpa) o pucullo (pukulio) en lengua quechua, otro elemento cultural de origen andino que alcanzó gran difusión en el Área Inca durante Tiahuanaco-Huari u Horizonte Medio. A esto hay que agregar la insistencia en edificar las construcciones públicas en forma cilíndrica. Si buscamos una explicación sobre por qué grupos numerosos de cordilleranos se trasladaron y establecieron en los Andes Amazónicos norteños, la respuesta podría apuntar a la urgencia que asistía a los pobladores de los Andes Cordilleranos, como también a los de los Andes Costeños, de ampliar su frontera agraria. Sin embargo, recordemos que el medio geográfico del Área Inca tanto cordillerano como costeño, se caracteriza por ser inadecuado para el cultivo debido a que es principalmente desértico. La extrema limitación de los suelos aptos para la actividad agrícola resultó así, desde tempranas edades, un poderoso impedimento para obtener el sustento requerido por los peruanos ancestrales, en perpetuo aumento poblacional desde que lograron dominar la producción de alimentos mediante prácticas agrícolas iniciales, hace unos 6 000 años. La hipótesis que hemos propuesto como “andinización o serranización de la selva”, se evidencia tanto en lo geográfico como en lo cultural (Kauffmann Doig, 1996a, 1996b, 2001c; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003). En lo geográfico como consecuen- cia de la presencia de los chachapoyas al deforestar extensas áreas del paisaje selvático conformado por bosques tropical de neblina que, como consecuencia, fue tornándose yermo a semejanza del que impera en la serranía del Perú. Y en lo cultural la “andinización de la selva” se manifiesta en la aparición de modalidades culturales, partiendo de las andinas, que portaron los migrantes que se asentaron en los Andes Amazónicos norteños, esto es, los chachapoyas. Resumiendo, este fenómeno que denominamos la “andinización de la selva”, o de los espacios centrales de los Andes Amazónicos, posibilitó que aflorara la cultura Chachapoyas, así como más adelante, pasados los siglos, permitió que el Incario incorpore la zona de Vilcabamba en los Andes Amazónicos centro-sur del país, y cuyo resultado se expresa en la construcción de soberbios centros de administración de la producción agraria como Machu Picchu, que fungían simultáneamente de sedes de ceremonias de culto, lo que explica su magnificencia arquitectónica (Kauffmann Doig, 2005: 63-66). También la hoya amazónica o Amazonía peruana experimentó el fenómeno de la “andinización”, aunque en menor escala desde tiempo inmemorial y particularmente restringida a la obtención de Parte de una pieza de cerámica identificada por el arqueólogo Cristian Vizconde García en Huamachuco. Presenta el signo M en sucesión, usado frecuentemente por los chachapoyas. c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 3 7 productos considerados exóticos por los cordilleranos, como pequeños simios que eran tenidos como mascotas por las collas o esposas de los soberanos incas (Guaman Poma, ca. 1600), e incluso por los costeños, como lo comprueba el hallazgo de vistosas plumas de aves amazónicas en Paracas (Tello, 1979). Milenios atrás, los cordillerano-costeños se apropiaron de plantas domesticadas en la Amazonía y las aclimataron, tal es el caso de la yuca (Manihot esculenta). El fenómeno de andinización de la Baja Amazonía continuó en la época colonial, con incursiones de aventureros como Lope de Aguirre, así como con la penetración de misioneros españoles que se hacían acompañar por quechua-hablantes y que además eran portadores de costumbres andinas. Dejaron su impronta sobre todo en lo que concierne a su bagaje lingüístico, ora reemplazando toponimias oriundas de la Amazonía por denominaciones quechuas, ora perpetuando sus apellidos. En el siglo pasado y especialmente en los inicios de la presente centuria, la explotación del caucho condujo a que gente cordillerana se desplazara a los llanos amazónicos. El proceso de “andinización” de la Baja Amazonía continúa en nuestros días y en lo que concierne a los Andes Amazónicos se hizo notorio especialmente a 1. Felino diseñado en una escena pirograbada sobre un mate (Dib. Cecilia Nuñez/v. Hagen 2002. Cortesía AFP INTEGRA). 2. Una imagen de trazos similares representada en el bastón ceremonial de Pachacamac (Kauffmann Doig 2016). Se trata de un ejemplo más que parece confirmar que los primeros chachapoyas pertenecían a una de las ramas de la cultura Tiahuanaco-Huari o Wari. 3 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n partir de mediados del siglo pasado, con inmigrantes cordilleranos y costeños en búsqueda de mejores formas de subsistir. Continúa al presente con el mismo ímpetu: con los llamados "colonos". 3. Otras propuestas Existen otras propuestas sobre el origen de la cultura Chachapoyas. Alberto Bueno (2008: 395), por ejemplo, plantea que ésta habría sido gestada por amazónicos del grupo Jíbaro, que en un momento dado de su historia habrían sido influenciados culturalmente por los andinos. Otra alternativa es la que presenta Benito Palacios Solsol, quien en el manuscrito que nos ha alcanzado (julio del 2016) argumenta que “la etnia más antigua que pobló el territorio de los chachapoyas fue la etnia de Yumbán” y que ésta se expandió dando lugar a la cultura Chachapoyas. º Origen jíbaro-andino de los chachapoyas / ALBERTO BUENO Grupos jíbaro (del) Intermedio Temprano en contacto con las tierras altas hacia el oeste del bosque de nubes, recibieron influencia de las grandes culturas interandinas, como Pashash y Markaguamachuco. Son éstas las que habrían sido fundamentales para los desplazamientos culturales y sociales hacía la margen derecha del Marañón, ocurriendo interrelaciones territoriales e interacciones socioculturales, que terminaron en amalgamar interpréstamos de arquitectura funeraria tipo Pashash (Pallasca) en el complejo Gran Chivani (distrito de Uchucmarca y Chuquibamba, etc.), pasando a los complejos arquitectónicos Gran Saposoa (cuenca de los ríos Guabayacu y Guayabamba), para después corriendo los siglos, desarrollar sus propios complejos D o i g arquitectónicos urbanos, funerarios y ceremoniales, paralelos al desenvolvimiento Jíbaro desplazado a las márgenes nororientales del río Marañón en su trayecto al oriente amazónico tropical bajo, donde han vivido durante el Intermedio Tardío y el Horizonte Tardío y los encontramos en la actualidad. º De los yumbán a los sacha puyos y a los chachapoyas / BENITO PALACIOS SOLSOL La etnia más antigua que pobló el territorio de los chachapoyas fue la de yumbán. Su hábitat original fueron las Pampas de Corobamba, a 2 300 metros sobre el nivel del mar, en la planicie donde nacen las célebres cataratas de Gocta y Yumbilla, en la provincia de Bongará, en la región Amazonas. En Corobamba hay cavernas con restos óseos de los primitivos yumbán. Cuando evolucionaron salieron de sus cavernas y construyeron rústicas habitaciones circulares de piedra, cuyas reliquias todavía se pueden ver en las llamadas ruinas de Yumbán y Cascambán. Posteriormente extendieron su territorio a la extensa zona que se ubica entre los ríos Marañón y Huallaga, donde se hallan diseminadas las obras pétreas de esta raza. Al extender sus incursiones al Oriente más allá del río Marañón en la Amazonía, los incas llegaron al territorio de los yumbán y los llamaron con el nombre de “sacha puyos” por referencia a los montes en medio de neblinas donde se hallaban. Los invasores españoles corrompieron el vocablo “sacha puyos” y lo modificaron a “chachapoyas”. De esta manera, el auténtico nombre de yumbán que corresponde a los geniales constructores de Kuélap, Pajatén, Vilaya y otros pasó al olvido. No obstante, el sello de la fuerte raza yumbán no ha desaparecido de la topo- nimia y la antroponimia de la zona. Esto se comprueba al repasar los nombres de los lugares: Kuélap, Conilap, Kiocta, Gocta, Pajatén, Jazán, Cascambán, Yumbán, Choctámal, Cuémal, Zutamal, Kaklic, Milpuk, Upik, Vituya, Vilaya, Kashul, etc., y los apellidos de las personas: Galoc, Loloc, Gaslac, Babok, Mosilot, Chochilot, Mojalot, Puscán, Quistán, Maslucán, Detquizán, Buelot, Goslot, etc. Estos nombres han resistido el paso del tiempo y de las influencias culturales de dos invasiones del territorio, primero los incas y después los españoles. La información de los términos y nombres señalados ha sido extraída del Catálogo de Protocolos Notariales de la época colonial y republicana de Chachapoyas (entre 1793 y 1862), que se conserva en el Archivo Regional de Amazonas. Palacios Solsol ha observado que en vocablos de la lengua de los yumbán destacan las terminaciones oc, ac, op, mal, cen, can, in, et, ot, tun, ban, on y las sílabas iniciales gal, bab, yop, oc, poc. º Testimonios de alta cultura en los Andes Amazónicos septentrionales La tesis de Julio C. Tello (1942) acerca del origen amazónico de la civilización que tuvo su desarrollo en el Área Inca o andina no se ocupa de los chachapoyas en particular. Tampoco el arqueólogo Quirino Olivera (1988, 2008, 2014) lo postula. Su hipótesis apunta a que los testimonios arquitectónicos monumentales, que viene explorando en los extramuros de los límites septentrionales del territorio de los chachapoyas, tales como Montegrande y San Isidro en Jaén y Casual Las Juntas en Bagua testimonian que los Andes Amazónicos en su espacio bajo se articulan con los presentes en espacios similares del sur de Ecuador y que conjuntamente desarrollaron una cultura compleja. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 3 9 III. Particularidades del mundo cultural Chachapoyas El presente capítulo recorrerá aspectos referidos al mundo espiritual de los chachapoyas, a costumbres y mitos que han sobrevivido por más de quinientos años, a la estructura socioeconómica, a los remanentes de la lengua, así como a otros productos de la cultura material de los chachapoyas. 1. Sobre la identidad de la cultura Chachapoyas La cultura Chachapoyas presenta patrones culturales que la distinguen frente a otras expresiones culturales andinas. La particularidad que ostenta se debe al aislamiento por siglos que caracterizó a los chachapoyas frente a sus hermanos andinos, cordillerano-costeños, de los que se desligaron por generaciones desde que los inmigrantes ancestrales ocuparon los espacios centrales de los Andes Amazónicos norteños, allá por los siglos IX-X. En efecto, debe estimarse que luego de cruzar desplegando grandes esfuerzos el caudaloso río Marañón o Atunmayo (Hatunmayu = río caudaloso), o desplazándose desde áreas colindantes a su frontera suroccidental, las sucesivas generaciones fueron acentuando su identidad debido a su asiento por generaciones en los Andes Amazónicos, a la par que vivían aislados de sus consanguíneos que seguían ocupando las vertientes de los Andes Cordilleranos. La valla que aislaba a los chachapoyas del resto de sus parientes fue menor en la mencionada frontera suroccidental que colinda con sectores nororientales de Huánuco (provincia de Marañón) y donde no obstante lo abrupto y lo elevado de la cordillera andina, se dan mayores posibilidades para un tránsito más fluido que el cruce del río Marañón, y de este modo permanecer en contacto con otras etnias vecinas de extracción cultural propiamente andina. Tal es el caso de los huacrachucos que poblaban aquellas áreas. Esta etnia estaba integrada por los antas, paucaricras y otras, y en su territorio se levantan diversos e imponentes complejos arquitectónicos como el de Tinyash, que se ubica a 4 160 metros de altitud (Antúnez de Mayolo, 1941; Kauffmann Doig, 1982a: 94-97, 1982b, 2016; Thompson y Ravines, 1973).3 Al igual que los chachapoyas, los huacrachucos constituían una etnia per se que emergió en las postrimerías del imperio Tiahuanaco-Huari o Wari; esto es en la etapa conocida como Horizonte Medio en los siglos VIII-XII d.C. y que geográficamente llegó a extenderse por grandes espacios del Área Inca o andina, particularmente en su sector central. Si bien el aislamiento en el que vivían los chachapoyas debió estimular un acentuado sentimiento de identidad, esto no significa que no existieran rencillas entre los diversos grupos. Asimismo, el ambien- 3 Una de nuestras expediciones recorrió el camino empedrado construido por los incas luego de haber incorporado a los huacracuchos. Éste serpentea partiendo de la población de Huacrachuco en dirección sur, por espacios despoblados de puna, para recorrer más de 70 kilómetros y alcanzar el poblado de Pinra en las inmediaciones del gran complejo arquitectónico de Tinyash (Kauffmann Doig 1982a: 94-96, 1982b, 2016). Dos mausoleos del sitio arqueológico de Tinyash, 100 km al suroeste de Huacachuco, cerca de los lindes mer idionales del territorio de los chachapoyas (Foto Federico Kauffmann Doig). 4 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n te que reina en los espacios centrales de los Andes Amazónicos, tan distinto al que dejaron atrás los primeros chachapoyas, debió favorecer que a lo largo de sucesivas generaciones floreciera una cultura original aunque con raíces andinas. 2. Estructura religiosa Son muy escasos los datos sobre la estructura religiosa que regía entre los chachapoyas. Excepcionalmente los cronistas Garcilaso de la Vega (1609), Pedro Sarmiento de Gamboa (1572) y Martín de Murúa (ca. 1600) ofrecen noticias sobre el tema, pero no abordan directamente la temática religiosa. Por ejemplo, Garcilaso es informado sobre el territorio cubierto de selva de los chachapoyas y deduce que éstos adoraban culebras y tenían al ave kuntur por su “principal dios”. Los mitos y leyendas narrados actualmente en esa circunscripción territorial tampoco permiten inferencias acerca de la religiosidad que reinaba en la comarca antes de su anexión al Incario o Tahuantinsuyo. Por lo expuesto consideramos que para una aproximación a lo que debió ser la religiosidad abrazada por los chachapoyas y tratar de identificar cuáles eran sus dioses, la fuente de estudio se reduce a los motivos simbólicos que representaron y de los que se dispone de abundantes muestras. Sobre este tema nos ocupare- D o i g mos luego de abordar a Curichaculla. º Curichaculla, ¿una versión del Dios del Agua? En una obra anterior (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 84-86), no contentos con repetir la escueta referencia de Garcilaso de la Vega (1609) sobre que los chachapoyas “adoraban culebras y tenían el ave cuntur como su principal dios”, publicamos nuestras indagaciones sobre el rol que en el marco de la religiosidad chachapoyas pudo desempeñar Curichaculla, basándonos en las referencias que acota Pedro Sarmiento de Gamboa (1572: cap. 61). Este tema permanecía sin comentar por quienes se ocuparon de rastrear la cultura Chachapoyas, desde los pioneros hasta años recientes en que Alfredo Narváez también lo cita. Con gran acierto repara en que debe haber una conexión entre el nombre de Curichaculla y el de una laguna cercana a Kuélap y que los comarcanos nombran Cuchacuella (Narváez, 2014: 112). Sin embargo, nosotros consideramos que Curichaculla no debe entenderse como una divinidad suprema propiamente chachapoyas; no solo atendiendo a su etimología en la que se advierte la presencia de raíces evidentemente tomadas del runasimi o quechua, sino por cuánto la denominación le debió ser “otorgada” por el soberano inca, al igual como sucedió en otros casos. Curichaculla es mencionado en las cró- nicas. Por ejemplo, Pedro Sarmiento de Gamboa (1572: cap. 61) la cita (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 84-85); así como Martín de Murúa (ca. 1600: 120) alude a la huaca Cuychaculla (cuy-chi=arco iris; y-lla=relámpago, rayo), voz que consideramos resulta ser análoga a Curichaculla, variando tan solo curi (=trueno) por otro fenómeno atmosférico relacionado a la lluvia, el arco iris.4 También Bernabé Cobo (ca. 1653) informa sobre el tema, señalando prácticamente lo mismo que Murúa: que al trueno se le conocía con varios nombres: Chuquilla, Catuilla e Intiillapa. Por lo hasta aquí referido consideramos razonable suponer que Curichaculla era una de las tantas variantes para aludir a la divinidad de mayor importancia en el mundo andino y que hemos identificado como una especie de Dios del Agua. Finalizamos nuestros cometarios acerca de Curichaculla citando las referencias que ofrece Martín de Murúa en su crónica. Refiere al respecto que, en tiempos de la permanencia de Huayna Cápac en Tomebamba, en el extremo norte del Incario, hoy Ecuador: “vivieron nuevas del Cuzco… [que habían salido en mucho número de sus tierras y enfrentado las del Ynga, haciendo daños y destrozos increíbles y [se] propuso vengar dello, y mandó luego se aparejase un capitán famoso y que tenía noticia de aquella tierra y gente llamado Yasca… [que] por mandado de Huayna Capac llevó consigo las huacas 4 Martín de Murúa (ca. 1600: 412) y de modo similar Bernabé Cobo (ca. 1653) agregan importantísimos datos al referirse al trueno. Comenta el primero que el trueno era denominado, al menos en el Incario según nota nuestra: chuquilla, catuylla e intiillapa. Y agrega que “fingían [imaginaban] que es un hombre que en el cielo estaba en su voluntad el tronar, llover, granizar y todo lo demás que pertenece a la región del aire”. Dato de gran valor para entender a esta divinidad trina, sin duda de la mayor jerarquía del panteón prehispánico, y que venimos nombrando como Dios del Agua. Su consorte es la Pachamama o madre de las tierras cultivables, que hemos denominado Diosa Tierra. Esta divinidad era dependiente del Dios del Agua, puesto que solo estaba facultada de ofrendar los alimentos indispensables que aseguraran la existencia si era fecundada por el líquido vivificante que, según su voluntad, derramaba o no el Dios del Agua. A veces con otro nombre, como Huiracocha (repositorio del agua sagrada: huira=sagrado y cocha=estanque natural de agua, mar, laguna) o Pachacamac (el ente que anima a los suelos: Kauffmann Doig, 2016c). Sobre estos temas cruciales para entender la religiosidad en el antiguo Perú nos ocupamos desde hace algún tiempo (Kauffmann Doig, 1990a: 200-205, 1996a, 1999b, 2001d, 2003, 2012, 2014, 2015a). L a Catilla, Huaca de Caja Marca, con la gente que estaba en la guerra de aquella provincia y de la de Huamachuco y la Huaca Curychaculla de los chachapoyas con la gente dellos, y hasta…, y la huaca…, y así vinieron juntos caminando hasta el Cuzco…]”. Como puede apreciarse, si bien se trata de la mención a una huaca (ídolo, algo sagrado) de los chachapoyas, aquello no quiere decir que era propia de los mismos. Como las demás huacas o ídolos protectores que se enumeran como pertenecientes a los diversos destacamentos, integrados por diversas etnias al mando de jefes leales, particularmente cusqueños, la de los chachapoyas debió ser conferida por el soberano inca. Estas huacas no deben haber sido otra cosa que ídolos que en las batallas portaba uno de los integrantes de la soldadesca para garantizar la victoria, tal como se percibe en uno de los dibujos de Guaman Poma (ca. 1600, f. 155). Consideramos que existe una posible imagen femenina en serie que representaría a la Diosa Tierra y por ello las hemos denominado como pachamamas. Estas figuras cubren las paredes de uno de los edificios circulares del conjunto arquitectónico de Pajatén (véase Parte Tercera, III, º Las “pachamamas”, ¿representacio- 6). También hay muestras de las mismas nes de la Diosa Tierra? en piedras que forman parte de los muEn el antiguo Perú no solo se veneraba a un Dios supremo, masculino, que como vimos recibía diversos nombres, entre estos Huiracocha y Pachacamac, y al que venimos calificando de Dios del Agua. Éste tenía por consorte a la Pachamama o Diosa Tierra que debía sustentar a los hombres si era fecundada por el Dios del Agua. Se presumía que si no se le tributaba en la medida que demandaba a lo largo de las estaciones del año, en represalia desataba catástrofes climáticas que estropeaban la producción de los comestibles, con la consecuente presencia del fantasma del hambre (Kauffmann Doig, 1990b, 1991b, 1996a, 1999b, 20012002a, 2001-2002b, 2001-2002c, 2011, 2012, 2013b, 2014, 2016c). c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 4 1 ros de otro recinto presente en Pajatén, así como en las ruinas vecinas de Cerro Central. Las figuras de éstas últimas van retratadas en piedras en alto relieve, a diferencia de las otras pachamamas presentes en el Edificio 1. Curiosamente, no se han identificado representaciones de la Pachamama en otros lugares del territorio de los chachapoyas, como tampoco en otras latitudes del Área Inca; por lo menos no en su forma realista y con una clara alusión a que se encuentran alumbrando, lo que se desprende de que estén sentadas, con las piernas separadas y presenten el abdomen abultado. º Lo que evocaban los símbolos Aparte de las contadas imágenes simbólicas figurativas que aparecen retratadas en Pajatén y en Cerro Central, y que son de fácil identificación como matronas sentadas y prestas a alumbrar, y que hemos identificado como representaciones de la Pachamama o Diosa Tierra, los chachapoyas decoraban nutridamente sus recintos circulares de categoría, valiéndose de diseños no muy numerosos. El esmero que ponían al plasmarlos da la sensación de que eran obras ejecutadas con fines decorativos. Creemos que estos diseños estaban destinados a evocar algún elemento en particular. Por ello, consideramos que no es suficiente identificarlos por su similitud con algún motivo geométrico, por ejemplo una greca. Más bien, es preciso acercarnos al significado que se daba al trazado de una greca como la mencionada. Los estudiosos han obviado este camino de la investigación, por el riesgo que encierra la interpretación iconográfica. Esto se debe a que ella está principalmente en manos de diletantes, que obran tan solo a partir de sus impresiones, sin apoyarse en una metodología (Kauffmann Doig, 1985, Uno de los combatientes porta el ídolo Huarco para que ampare a la tropa y que ésta logre vencer a los enemigos (Guaman Poma ca. 1600, folio 153). Tal vez Curichaculla no fue el nombre de una divinidad, sino de un ídolo que la representaba y al que se recurría para solicitar amparo cuando asomaban las temibles anomalías climáticas que al devastar las sementeras ponían en riesgo la existencia misma. Una de las pachamamas presente en el Recinto 1 del Gran Pajatén. Al parecer presta a alumbrar, a juzgar por la forma que adaptan sus piernas y el abdomen abultado que presenta (Foto: Pedro Rojas Ponce). 4 2 1 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Decodificación tentativa de la decoración presente en los mausoleos de Los Pinchudos. 1. Los dos símbolos principales presentes en el paramento del Mausoleo 5 de Los Pinchudos. 2. Decoración zona central: signos del agua y de la tierra entrelazados (Dios del Agua y Diosa Tierra o Pachamama). 3. Los mismos signos anteriores presentados en una sola figura: el agua (voluta) entrelazada con el de la tierra cultivada en andenes. 2 4. Tierra cultivada en forma de andenes (Pachamama o Diosa Tierra), fecundada por el agua en forma de una ola (Dios del Agua). Cerámico escultórico Moche que expresa en forma realista la identificación de los símbolos agua y tierra. Símbolo presente universalmente en la iconografía andina (Kauffmann Doig 1990: 206-209, etc). 4 3 L a 2016: 15-16; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 430, 432-434). Avances en este sentido se deben a Peter Lerche (1995). De acuerdo a nuestras pesquisas iconográficas, planteamos que los motivos simbólicos chachapoyas fueron plasmados para evocar elementos vinculados íntimamente con atributos que concurren en la divinidad que hemos denominado Dios del Agua. Particularmente el rayo, el motivo más frecuentemente representado, aparece diseñado mediante una línea en zigzag. La misma es expuesta horizontalmente, debido a que estaba destinada a decorar recintos circulares de poca altura. En algunos casos el rayo —dibujado como una línea zigzagueante— era figurado en forma duplicada, dando así la sensación que los rombos resultantes fueran abstracciones del motivo ojo en sucesión. Así lo estima la mayoría de estudiosos, cuando al parecer no se trata más que de dos figuras en zigzag entrecruzadas y por lo tanto alusivas a lo mismo: al rayo. En algunos casos, en el centro de estas figuras romboidales en sucesión va emplazado un pequeño redondel que, más que aludir a una pupila, consideramos simboliza el agua en forma de una gota de lluvia. Esto puede ser comprobado por las abundantes representaciones simbólicas en forma de perlas en cadena presentes en la iconografía que floreció en el Área Inca o Andina; lo que vale también para el motivo en zigzag que alude al rayo, como puede comprobarse con elocuencia en uno de los elementos simbólicos que conforman el enorme tocado del personaje del tumi de Lambayeque (Kauffmann Doig, 2016c). Así, los artífices que tenían a su cargo la decoración de los recintos circulares recurrían particularmente al rayo, ya que los otros elementos que se conjugan para que se produzca la lluvia —el trueno y c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 4 3 el relámpago— no son fáciles de figurar Estos motivos simbólicos evocaron, en quienes los contemplaban, al agua y su impara que sean reconocidos al instante. Hemos identificado otro motivo que portancia como agente vivificante de las se repite en la iconografía de la cultura sementeras. Este ritual posiblemente fue Chachapoyas, así como en el Área Inca introducido por los primeros inmigrantes en general, de manera recurrente aun- chachapoyas y perduró no obstante que el que no tan frecuentemente como el rayo agua no fue un problema en el territorio (=agua=línea en zigzag). Toma la forma de los Andes Amazónicos donde se desade una cresta de ola y, por lo tanto, debe rrolló la cultura Chachapoyas. aludir al agua. A este símbolo se asocia frecuentemente otro, que representa sin º La vida en ultratumba Los antiguos peruanos tenían la firme duda a la Pachamama o tierra cultivable pues adopta la forma de terrazas de cul- convicción que la vida continuaba destivo o andenes. pués de la muerte. A diferencia de lo que Con frecuencia estos dos motivos apa- plantea la Biblia, la existencia en ultratumrecen en combinación, como señalando ba era imaginada de modo distinto. No se que los campos de cultivo producen solo concebía que a los difuntos les esperara cuando son fecundados por el agua (Kau- un infierno como tampoco un cielo, sino ffmann Doig, 2014, 2015b: 121). Una re- espacios iguales a los de este mundo. Esto presentación chachapoyas clásica de esta lo precisa Pablo José de Arriaga (1621), conjunción de símbolos es la visible en el entre otros cronistas: “…No distinguen “Mausoleo de las Grecas” que ilustra un estudio de Alberto Bueno y Miguel Cornejo (2009: 39); la misma nos fue facilitada por el arqueólogo Anselmo Lozano (Kauffmann Doig, 2009: 174). Esta combinación de dos motivos tan simbólicos suele dar lugar a la figura de un ave de trazos esquemáticos, presente en la decoración de Los Pinchudos y en forma aún más esquemática en una pared, en bajo relieve, en Guanglic y también en Tingorbamba (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 267, 274, 336). No debe llamar la atención esta variación iconográfica puesto que las aves son asociadas al El impulso sexual no cesaba en las moradas de ultratumba. Las mundo atmosférico, ya que se carcanchas o muertos animados se acarician, se besan o el muerdesplazan por los espacios ce- to animado varón es masturbado. Es de relevar que actos copulatorios entre carcanchas no figuran en las escenas sexuales lestiales de donde proviene el revisadas por el autor, esto es como señalando que la procreaagua de la lluvia. ción no se daba en la vida en ultratumba [Cerámica / Moche] 4 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g que allá ha de haber ni penas ni glorias Esto explica la sofisticada tecnología em- pensamiento religioso, como el que hace para los buenos”. Al respecto los Sermones pleada por los antiguos peruanos para la mención al Solpecuro o la red que cobra de Francisco de Ávila (1648) refieren que momificación de sus difuntos, particular- vida y aprisiona a su víctima. También hay los difuntos iban “a tal quebrada o valle mente la de personajes ilustres. A esto se otros que refieren a situaciones reales eley que allí viven, obran, beben y comen”. debe agregar el deseo de los deudos de vadas a niveles de lo mítico, como cuanSobre el tema de la vida en ultratumba, tener de algún modo presentes a sus fina- do señalan que “había gente como hormiga” o el que relata que “no había sitio el autor se ha ocupado con algún deteni- dos queridos, aunque sea momificados. dónde vivir”. miento (Kauffmann Doig, 1998). Algo sorprendente es que a través de alguDe esta manera, para los antiguos perua- º Leyendas y mitos vigentes Además de tradiciones prehispáni- nos mitos se recuerden pasajes históricos nos la vida en el más allá era una continuación de la experimentada en la tierra. cas que todavía sobreviven en territorio vividos por los chachapoyas, específicaAsí los “muertos animados” o carcanchas donde floreció la cultura Chachapoyas mente actos de conspiración ejecutados seguían ejecutando las labores cumpli- —como por ejemplo ciertas herramien- cuando estos ya habían sido incorporados das en vida (Kauffmann Doig, 2015b: tas y tecnología empleada para el cultivo al Incario o Tahuantinsuyo. Los mismos serán expuestos en la Parte 131-134). Asimismo, las Segunda, I, 7. jerarquías continuaban Seguidamente dos mitos siendo las mismas. Las que aluden al problema escenas representadas que asistía a los antiguos en la cerámica moche peruanos de carecer de evidencian cómo en el suficientes tierras aptas más allá se disfrutaba para el cultivo para sotambién de danzas amebrevivir y de cómo se nizadas por la música de ingeniaban colocando flautas y antaras, acompañadas estas por libatierra fértil sobre la superficie de peñascos. ciones de chicha, como lo señalan los dibujos “HABÍA GENTE COMO de enormes cántaros. Si Anciana de Cruzpata, dueña de antiquísimos relatos como el que nos narró acerca del mito HORMIGA” bien no hay escenas de conocido como del Solpecuro (Foto: Federico Kauffmann Doig). Acerca de narraciones tradicópula, el erotismo con- cionales, incluyendo mitos, leyendas, cuentos, anécdotas, investigaciones sobre plantas me- Este mito fue recogido dicinales véase entre otros autores a B.A. Palacios Solsol (1996) Lic. Merarí Salazar Campos tinuaba. Era ejercido por (2004), José María Olivos Montenegro (2008), José Espinoza Ortecho (2005), José Milano por el autor en Luya en una mujer básicamente Rodríguez Rodríguez (2006), Manuel H. Cabañas López (2009), Hamilton Loja Maldonado la década de 1980. Alude mediante la manipu- (2009), Napoleón Culqui Valdez (2011), Oliver Tarazona Vela (2012), José Antonio Peláez Bar- a la situación crítica que dales (2013), Ulises Gamonal (2013), Francisco Guadalupe Dávila (2013), Juan Antonio Trujillo lación de los genitales Ramírez (2014:111,citando a Trinidad Guabloche Inga), Juan de Dios Carrión Chávez (2015). debieron experimentar masculinos. El hecho los andino-costeños, que no existen escenas de cópula, revela de la tierra, antiquísimas instituciones de desde que abandonaron la recolecta que no se concebía la reproducción en el trabajo corporativo como la minca y el para servirse en adelante del cultivo y la mundo de los “muertos animados” o car- ayni, y formas usadas en la medicina tra- ganadería como medios para la subsiscanchas, nombre que se da en la región dicional—. Por lo mismo también estan tencia (Kauffmann Doig, 1991b, 1996a). de Lambayeque a supuestos casos de presentes en leyendas y mitos. Sin duda Con la nueva fórmula económica, la poque arrastran raíces anteriores a la irrup- blación fue aumentando y enfrentando aparición de “difuntos vivientes”. dos problemas: la extrema limitación de Es importante mencionar que, si bien se ción europea. presumía que la vida continuaba en ul- Mientras algunos mitos aluden a situacio- tierras aptas para el cultivo en costa y sietratumba, ésta cesaba si el cadáver se co- nes fantásticas como Ocsoplin, otros re- rra, así como la presencia de anomalías rrompía por putrefacción u otros factores. latan pasajes claramente envueltos en el climáticas —como las del fenómeno de L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 4 5 3 2 1 El solpe, una red para cargar un bulto sobre la espalda, suele transformarse por las noches en un solpecuro: un ser mítico volador que desciende para abrazar a su víctima, la devora instantáneamente a hombres o a bestias. 1. Un solpe arqueológico procedente de la Laguna de las Momias (Expedición Chachapoyas 1997/ foto: Michael Tweddle). 2. El solpe sigue en uso entre los descendientes de los chachapoyas ancestrales (Foto: Federico Kauffmann Doig). 3. El mito del solpecuro, es al parecer graficado en una pictografía Moche (Kauffmann Doig 2002b. v. 4, p. 519). El Niño— que arrasaban los campos cultivados con copiosas lluvias, o los afectaban por igual con prolongadas sequías. Todavía más, estas catástrofes que originaban periodos de hambruna dieron pie a enfrentamientos persistentes entre las comunidades y grupos étnicos mayores, pero también llevaron a desarrollar tecnología especial para sortear la problemática, como lo narra el mito “No había sitio dónde vivir”. Curiosamente Guaman Poma (ca. 1600) relata la misma problemática y las pugnas que surgen cuando los comestibles no abastecen la demanda: “se hacían muy mucha gente… [por lo que] con [uno y] otro pueblo tuvieron guerra y se saquearon”. El mito que nos ocupa, entre otros pasajes refiere que en tiempos ancestrales “[la gente] aumentaban como hormigas”, por lo que “robaban tierras para sembrar sobre las piedras a donde no había tierras”. el pasado remoto la población aumentó a tal extremo que sobrevino un estado de crisis. He aquí pasajes de este mito narrado por Jorge Rodríguez de 18 años y recogido por el autor en 1985, cerca de las ruinas de Guanglic (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 98): “Los vivientes que habían en esta zona en que mucho, por decir, se han multiplicado exageradamente, y [por cuanto] no había sitio dónde vivir, ni para sembrar sus productos. Y de esta manera que robaban, por decir cierta cantidad de terreno para acomodarle sobre alguna piedra, para sembrar algunas plantas [referencia a andenes o terrazas de cultivo]… Ni por eso tenían la suficiente economía para vivir”. “EL MITO DEL SOLPECURO” El mito del Solpecuro que recogimos en los alrededores de La Jalca entre 1986, 1989 y 1992, se refiere a un ser fantástico que recibe este nombre por la forma “NO HABÍA SITIO DÓNDE VIVIR“ de un solpe, esto es de una red usada Se trata de un relato mítico que concuer- para sostener la carga sobre la espalda. da con el anteriormente comentado. En El solpe es sujetado mediante una larga pretina que se desprende de uno de los cabos del solpe y es pasada por la argolla que se encuentra en el otro extremo. La palabra kuro significa gusano, y por extensión, serpiente. La argolla, al igual que los muchos nudos propios de los solpes, son interpretados como bocas que permitían al solpecuro devorar a una persona o un animal, por lo general en horas nocturnas. La circunstancia de poseer el Solpecuro numerosas bocas devoradoras, recuerda esta característica presente en personajes de la iconografía de Chavín de Huántar (Kauffmann Doig, 1995). El Solpecuro podría ser una encarnación, de orden regional, del servidor del Dios del Agua andino conocido en los mitos del centro-sur de la sierra del Perú con el nombre de Qhoa, un ser mítico representado en la iconografía andina como un felino volador. De acuerdo a lo que señala el mito de Qhoa, el Dios del Agua andino (Kauffmann Doig, 1996a, 2001-2002a), materializado en los Apus o altas montañas, se servía de estas encarnaciones como instrumentos anunciadores de lluvias benefactoras de las 4 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n sementeras, o para arruinarlas generando catástrofes atmosféricas como las originadas por el fenómeno de El Niño. El relato del Solpecuro concita interés también por cuanto su figura estaría representada en dibujos a pincel presentes en muestras de cerámica moche (Kauffmann Doig, 2002b, vol. 4: 519). 3. Estructura socioeconómica La población chachapoyas estaba dividida en dos estamentos: la élite o clase dirigente y los súbditos o campesinos, que aportaban mano de obra cuando era requerida. Las obras públicas como Kuélap, atestiguan en forma inobjetable que imperaba una rígida organización social con subdivisión de funciones. De no haber sido así, la construcción del colosal monumento de Kuélap, que implicó la movilización de ingentes recursos materiales y humanos, no habría sido posible. Cada una de las comunidades componentes de aquello que según los primeros cronistas era “el reino” de los chachapoyas, tuvo sus propios líderes pero debieron obedecer también a jerarcas de mayor poder y que respaldaban su poderío principalmente en estrategias basadas en la estructura religiosa. Se tiene noticia acerca de varias agrupaciones como los chillchos y los chillao (Luya), que conformaban una “nación” de las muchas de los chachapoyas. Si bien eran conscientes de su parentesco, que ocupaban un mismo territorio, que practicaban rituales comunes y eran dueños de una lengua que a pesar de las variantes les posibilitaba entenderse, estos subgrupos que en conjunto conformaban la población chachapoyas —o como quiera que por entonces se conociesen— vivían en perpetuo belicismo. Sin embargo esta situación cambiaba cuando asomaba un D o i g curaca más poderoso o un enemigo común como los incas que finalmente lograron incorporarlos al Tahuantinsuyo. La clase dirigente de la sociedad chachapoyas tenía la responsabilidad de velar por la producción de los alimentos, de manera tal que se evitaran las hambrunas; algo nada fácil de lograr por cuanto el territorio que dominaron los incas soportó desde siempre periodos aciagos a causa del fenómeno de El Niño. Como ocurre en la actualidad, los recurrentes vaivenes climáticos originados por este fenómeno causaban severas sequías, especialmente dañinas debido a que los cultivos eran mayormente de secano —es decir, dependientes de la lluvia— o sino intensas tormentas con sus secuelas de avalanchas aluviales —los famosos huaycos, en realidad conocidos como llocllas en territorio quechua—, destructoras de las sementeras y pastizales. Es por esto que consideramos que Kuélap no debió ser una fortaleza como se afirmaba popularmente hasta 2011 en la literatura científica, como es el caso el distinguido investigador Alfredo Narváez, sino más bien un inmenso reservorio de alimentos para afrontar años aciagos y donde a la vez se celebraban ritos solemnes, sin duda relacionados con las cosechas (Kauffmann Doig, 1991a, 1991b, 1996a, 1999b, 20012002b). 4. Aspectos lingüísticos La lengua hablada por los chachapoyas —y las variantes dialectales que debieron existir— fue cediendo paso al quechua o runasimi desde la irrupción de los cusqueños en su territorio. Como informan los cronistas, los chachapoyas ofrecieron encarnizada resistencia desde los primeros pasos invasores que ocurrieron muy posiblemente alrededor de 1470-1475, y que se prolongaron hasta pocos años antes de la presencia europea en 1532. La incorporación de los chachapoyas al Incario o Tahuantinsuyo se consolidó así luego de medio siglo. No sabemos con exactitud en qué momento el idioma chachapoyas dejó de hablarse. Sin embargo, de esta lengua quedan aún numerosas toponimias, así como antroponimias que, al no tener raigambre quechua ni española, deben atribuirse a ese extinto idioma. No debe llamar la atención que el idioma (o formas idiomáticas emparentadas) de los chachapoyas se considere como una lengua particular, sin vínculo con el acervo lingüístico con los espacios cordillerano-costeños o amazónicos. Esto ocurre cuando grupos humanos pertenecientes a un mismo tronco idiomático se aíslan y, sin escritura de por medio, la lengua originaria va proliferando, dando lugar a formas dialectales que con el tiempo devienen en otras lenguas. Por tanto, es previsible que en la extensa y escasamente poblada región de la Amazonía peruana y a lo largo de algunos milenios, dos o tres troncos lingüísticos ancestrales hayan dado lugar a doce familias lingüísticas y éstas a más de cincuenta idiomas. El padre de la lingüística peruana, Ernst W. Middendorf (1890-92), opinaba que la lengua chachapoyas tenía su origen en la aimara o colla. Por su parte, Adolph F. A. Bandelier ([1907]1940: 16) se inclinaba por la misma propuesta. Por su parte Louis Langlois (1939) conjeturaba que los lejanos orígenes del idioma podrían ser derivados de lenguas mexicanas. Si bien en no pocas toponimias chachapoyas encontramos el sufijo mal, como por ejemplo en Puemal, lo cierto es que podría tratarse de un síncope de la palabra quechua marca o malca, cuyo significado es “población o asentamiento”. Con todo y como veremos L a más adelante, los lingüistas profesionales Jairo Valqui Culqui y Michaela Ziemendorff (2016) tienen un punto de vista distinto y que respetamos. Como aportes sobre el mundo lingüístico chachapoyas debemos citar el vocabulario de Carmelo Chaparro (1985), así como el de Eva Dorila Zubiate de Hidalgo (1984). A estos debe agregarse el que recoge Otoniel Alvarado Oyarce (1921) en cuanto se refiere al habla en San Francisco de Yeso, así como el vocabulario confeccionado por Asunta de Huamán en 1990 a pedido del autor (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 94-96). En las obras citadas, que reúnen palabras del vocabulario del español regional hablado al presente en territorio de los descendientes de los chachapoyas ancestrales, se entremezclan voces provenientes del quechua o runasimi así como del español y del idioma chachapoyas. Por ejemplo la palabra shimshanga que recoge el vocabulario ya citado de Zubiate de Hidalgo inserta la voz quechua simi que equivale en quecha a lengua o idioma y por su parte el de Asunta Huamán al citar la palabra ñashu no hace más que aludir al término español ñato. Solo las palabras que no muestran tener raíces de los idiomas citados, son las que deben considerarse como rezagos del idioma ancestral de los chachapoyas. A pesar de los importantes esfuerzos desplegados por diversos lingüistas para la investigación del idioma chachapoyas y particularmente la identificación de las raíces del idioma y sus formas dialectales, no hay mayores avances hasta el presente (Valqui y Ziemendorff, 2016; Taylor, 1979, 1989, 1996, 2000a, 2000b, 2006; Zevallos, 1961, 1982). En cuanto a una hipotética dispersión de la lengua hablada por los chachapoyas en territorio de la Amazonía, si bien restringida a palabras sueltas, es de tomar en cuenta que los catequistas de los siglos XVI y XVII, en su afán de adoctrinar a los amazónicos de regiones septentrionales del Perú, se internaban partiendo de espacios ocupados por los chachapoyas de por entonces. De esta manera debieron hacerse acompañar por lugareños, que por lo mismo eran portadores de la lengua chachapoyas. De lo expuesto se desprende que algunas de las palabras ajenas al español y a las lenguas amazónicas, recogidas en el valioso diccionario de voces del idioma español hablado al presente en la Amazonía, publicada por el distinguido investigador de temas amazónicos Alberto Chirif (2016), podrían corresponder a la extinta lengua de los chachapoyas. º Sobre la etimología de Chachapoyas y Utcumbamba La etimología de la palabra chachapoyas está envuelta en discusiones. El Inca Garcilaso, siguiendo la traducción dada por el padre Blas Varela (Garcilaso, 1609: VIII, cap. I), afirma que "chachapuya... quiere decir lugar de varones fuertes". Pero la etimología aceptada al presente, prácticamente por unanimidad, es la de "pobladores de lugares en los que se presentan neblinas"; en todo caso derivado del quechua y por lo mismo no de la lengua chachapoyas. Al abordar este tema, nos mantenemos c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 4 7 independientes en cuanto a la discusión de si los chachapoyas se llamaban a sí mismos con este nombre, o si esta denominación les fue dada luego de la irrupción europea. Más bien, consideramos que el vocablo chachapoyas podría derivar del quechua sacha-p-colla(s) y que su traducción sería algo así como "gente de filiación colla radicada en ambientes boscosos y por consiguiente silvestres" (Kauffmann Doig, 1987a).5 Por extensión, el significado de la voz sacha (satsha=árbol=boscoso) se traduce como silvestre, montaraz, equivalente a purun (remoto, silvestre), palabra también del quechua. Por su parte, al igual que en el idioma quechua, la p indica el dativo referido al vocablo que precede. Esto nos llevaría a traducir sacha-p como del bosque. Uniéndolo a colla, tendríamos precisamente la traducción ya indicada de gente colla del bosque. Al respecto de la pronunciación codsha por colla (c-ollas), debemos recordar que los lugareños de lo que fue territorio de los chachapoyas pronuncian la ll al igual que la y, utilizando el fonema dsh. De estar en lo cierto, la palabra chachapoyas podría considerarse como procedente del quechua y no del antiguo idioma de los chachapoyas. Acaso durante el llamado Imperio Wari (Tiahuanaco-Huari/Horizonte Medio), una orden estatal llevó al desplazamiento de grupos andinos de gente colla (aimara) para que poblara lo que hoy concemos como territorio de los chachapoyas. Remanentes de la lengua colla en el habla de los antiguos chachapoyas, han sido identificados por algunos estudiosos 5 Sobre la voz chacha, el distinguido lingüista Rodolfo Cerrón Palomino nos proporcionó el siguiente alcance: “En cuanto al elemento chacha del compuesto <Chacha-puya> te diré que no creo que sea de origen aimara ni menos quechua. Del mismo modo, pienso que en el topónimo arequipeño <Chacha-ni> tampoco tiene que ver la raíz aimara chacha 'varón', como lo explico en alguna parte de mis trabajos, sino más bien el cuasi homófono chacha 'variedad de arbusto', según se puede ver en los diccionarios botánicos; y esta voz sí hace sentido en <Chacha-ni> 'lugar con tales arbustos'… Sobre si <sacha> es quechua te puedo asegurar que sí lo es, ya que remonta al proto-quechua *SAT-RA 'árbol, monte'. etc.” (comunicación personal, setiembre de 2016). 4 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n como Adolph Bandelier (1907, 1940) y Ernst W. Middendorf (1893-1895, v. 3). Respecto a Utcubamba, toponimia correspondiente al río y cuenca de este nombre, y que conformaba una porción territorial importante de los chachapoyas, este vocablo es interpretado como "área de algodón”, pues utcu en quechua significa algodón y pampa (=paNpa) es planicie. Curiosamente estaríamos una vez más frente a una toponimia quechua. Como quiera que en el país los lugares donde abunda el algodón son muchos, este topónimo debería repetirse incesantemente, y sin embargo esto no sucede. También se debe tomar en cuenta que la cuenca del Utcubamba no es pródiga para la producción algodonera. Por lo mismo, proponemos otra etimología para la voz D o i g Utcubamba. Esta se basa en la constatación de la inusual frecuencia de oquedades que presentan los barrancos que se levantan en la cuenca del Utcubamba. Para ello tomamos en cuenta que la voz utcu podría ser también una variante de utcu o ucu, cuyo significado en quechua es precisamente "agujero" o "hueco". Según esta propuesta, el significado de Utcubamba podría ser “zona de oquedades o agujeros (presentes en los barrancos)”. º Vestigios de una lengua originaria de los chachapoyas (JAIRO VALQUI CULQUI y MICHAELA ZIEMENDORFF) En el departamento de Amazonas, los vestigios más resaltantes de la lengua originaria de los chachapoyas se evidencian, principalmente, en los nombres Changot Gullacot Gamgache Muagate Hochcat Pochcate Yancot Investigaciones toponímicas realizadas por Langlois (1939) y Taylor (1990) ya habían observado este componente en este territorio y fue Taylor quien propuso como hipótesis de trabajo el significado de “río o agua” para este componente (Luya, 1599; Yapa, 1587) (Yapa, 1587) (Yapa, 1587) (Yapa, 1587) (Leymebamba y Balsas, 1735) (Yapa, 1587) (Yapa, 1587) final. Taylor sustentó su postura sobre la base de topónimos que designaban a ríos como Shíngache, Gache, Jamingate, Tóngate y Gollongate. Sobre este posible significado, los estudios actuales realizados por Valqui & Ziemendorff (2016) han (1) Yaquin-gate Suitin-gate Huasin-gate Jamin-gate Ol-cate Yal-cate Pen-gote Sín-gache Tón-gache de los lugares (topónimos) que están compuestos por las terminaciones -gat y -mal, y en vocablos locales de uso actual. Estos topónimos se distribuyen básicamente entre las provincias de Chachapoyas y Luya, espacio que a su vez se corresponde con el área cultural chachapoya delimitada por las investigaciones arqueológicas. Los topónimos que están compuestos por la terminación -gat(e) poseen variantes en -got(e), -cat(e), -cot(e) y -gach(e). Dichas variantes son similares a los nombres que fueron registrados en el siglo XVI y XVIII en pueblos donde estaban asentados o fueron enviados como mitmas las poblaciones chachapoyas como se muestran en un listado de antropónimos consignados por Zevallos Quiñones (1966): pozo río río quebrada pozo quebrada pozo río pozo confirmado una motivación geográfica principal por una ‘quebrada’, un ‘pozo’ o un ‘río’, como se puede observar en (1), -gate, -cate, -gote y -gache sugieren el significado de ‘recurso hídrico’ de esta terminación toponímica. Cuémal, Luya Cuémal, Luya Cuémal, Luya Olto, Luya Colcamar, Luya Colcamar, Luya Jalca Grande, Chachapoyas Jalca Grande, Chachapoyas Jalca Grande, Chachapoyas Los nombres de los lugares que terminan Chachapoyas y Luya. Al igual que el com- Quiñones (1966) también muestra esta en -mal son los que presentan más fre- ponente toponímico anterior, el listado forma lingüística en los nombres chachacuencia de aparición en las provincias de de antropónimos que consigna Zevallos poya: L a (2) Puymal Sichmal Xazmal Yasmal Olmal Sanacmal Citimal Taylor (1990) propuso el significado de ‘llanura o pampa’ para el componente -mal. Él encontró que el topónimo Yulmal (Olleros, Chachapoyas) provenía de Yul, el nombre de una planta local, y dedujo Los trabajos de campo actuales no han podido determinar con absoluta seguridad el significado de -mal; sin embargo, existen indicios hacia una interpretación como ‘lugar donde abunda algo’ (Valqui & Ziemendorff, 2016). El topónimo Gachmal (Colcamar, Luya), que puede estar compuesto por gaʃ ∼ gaʧ < gat(e) ‘recurso hídrico’ y -mal ‘lugar donde abunda algo’, es una montaña ubicada en las alturas de Colcamar, en cuyos dos lados nacen quebradas, una que irriga a Inguilpata y otra a Colcamar. Así mismo, el caso de Mashumal (Huancas, Chachapoyas), topónimo compuesto por la palabra quechua mashu ‘murciélago’ (Cf. Taylor, 2006) y la terminación chachapoya -mal, inclina la interpretación a favor de ‘lugar donde abunda algo. C h a c h a p o y a s - 4 9 (Chachapoyas, 1598) (Gopara, 1597) (Gopara, 1597) (Gopara, 1597) (Leymebamba y Balsas, 1735) (Gopara, 1597) (Gopara, 1597) el significado del segundo componente como ‘llanura o pampa’. El registro de una muestra de estos topónimos en los distritos de la Jalca Grande y Quinjalca (provincia de Chachapoyas), Lamud, Tri- (3) Go-mal Os-mal Yu-mal Shil-mal Cho-mal Duer-mal Chil-mal Gul-mal Sol-mal Shul-mal Gash-mal Puy-mal c u l t u r a pampa cerro, pampa ladera pampa pampa pampa laguna montaña ladera ladera montaña cerro ta y Colcamar (provincia de Luya), como se muestra en (2), nos provee una amplia gama de posibles referencias a la terminación toponímica aludida: Jalca Grande, Chachapoyas Jalca Grande, Chachapoyas Jalca Grande, Chachapoyas Quinjalca, Chachapoyas Quinjalca, Chachapoyas Quinjalca, Chachapoyas Cuemal, Luya Cuemal, Luya Trita, Luya Trita, Luya Colcamar, Luya Colcamar, Luya topónimos Lopsho en Ocumal (Luya) Mashumal ∼ Mashmal designa a un comy Lopsol en San Isidro de Maino, (Chaplejo de cavidades de hasta cuatro metros chapoyas). de profundidad cuyo rasgo preponderante es la abundancia de murciélagos, por lo que esta interpretación es conocida entre Solpe El solpe es un artículo de carga tejido en forma de malla que es utilizado para los pobladores de Huancas. transportar productos agrícolas o alComo parte del vocabulario reconocido gún otro utensilio como ollas, cantaros, como de la lengua de los Chachapoyas tiestos, etc. Actualmente, un solpe puese identifican con mucha certeza estos de tejerse con hilos industriales como ejemplos aún de uso local en diversos la rafia; sin embargo, algunos ancianos pueblos de Chachapoyas y Luya. Lop(e) Es la denominación que se le asigna a un árbol local y al fruto de este que ha sido registrado en varios pueblos de Luya y Chachapoyas. Su nombre científico es Erythrina edulis. La raíz lingüística lop- parece estar presente en los aún lo elaboraban de cabuya o de la crin del caballo. Incluso hay indicios de solpes elaborados de cabello humano, como el encontrado en los mausoleos de la laguna de las Momias en Leymebamba, donde se han registrado solpes de más de 1000 años de antigüedad. 5 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 5 1 PARTE SEGUNDA INCORPOR ACIÓN AL INC ARIO Y P E N E T R A C I Ó N E S PA Ñ O L A La incorporación de los chachapoyas al Incario fue una empresa difícil que se dilató por varias décadas, debido a la resistencia que ofrecían a los invasores cusqueños. Debió iniciarse hacia 1480 o algo después, con Túpac Yupanqui (Thupaqliupanki) antes de asumir éste la regencia del Tahuantinsuyo, cuando el Incario era todavía liderado por su padre el soberano Pachacútec. Un vástago de Túpac Yupanqui, Huayna Cápac, padre de Huáscar y Atahualpa, fue quien consumó la anexión. En otro de nuestros libros hemos comentado el tema de la incorporación de los chachapoyas al Incario con mayores detalles (Kauffmann y Ligabue, 2003: 55- 65). Los chachapoyas opusieron encarnizada resistencia a las tropas incas, a los largo de medio siglo. Solo entonces fueron incorporados al Incario o Tahuantinsuyo. Guaman 1600, Poma folio (c.a. 161) L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 5 3 I. Incorporación al Incario La fecha del inicio del avance de las puro estilo incaico. La anexión definitiva nombrado retornó a territorio de los chatropas incas en pos de la incorporación de los chachapoyas al Incario terminó por chapoyas posteriormente “y allanó lo que de los chachapoyas al Tahuantinsuyo, consumarse tan solo pocos años después allí había sospechoso [...]”. Este pasaje da a aquí señalada alrededor de 1480, pue- de arribar los españoles a lo que hoy es entender que Túpac Yupanqui tuvo noticias de decirse que es de consenso si bien el Perú, en 1532, cuando a la muerte de de conjuras entre los chachapoyas. existe la tendencia a retroceder este Huayna Cápac —nieto de Túpac Yupan- El Inca Garcilaso (1609: Primera Parte, acontecimiento en algunos años entre qui—, Huáscar y Atahualpa se disputaban Lib. VIII, cap. II) ofrece diversos pormenores acerca del avance de las tropas de algunos estudiosos que se han ocupado el gobierno del Tahuantinsuyo. Túpac Yupanqui en de rastrear aspectos la conquista de los históricos relativos chachapoyas. Así coal tema (Cavatrunci, menta que luego de 1982; Espinoza Soriauna arremetida inicial, no, 1967; Gates, 1997; sus tropas invadieron von Hagen, 2002; Lerche, 1986; Mendoza sectores sureños del Pizarro, 1998; Quiroz, territorio de los chachapoyas y que estas 2002; Ravines, 1973; acciones bélicas que Schjellerup, 1997). buscaban reducirlos y De acuerdo a lo informado tempranaanexarlos al Incario no mente por el cronista tuvieron éxito. Refiere Pedro Cieza de León también que el ejército incaico penetró (c. 1550), el proceso triunfante hasta Cunde incorporación al turmanrca (KunturIncario fue iniciado marka), para luego dipor Túpac Yupanqui, rigirse a Cajamarquilla. pero estos primeros intentos de anexión Izquierda: Topa Inga Yupanqui, soberano del Incario que alrededor de 1480 comenzó a inva- Y agrega que los cusno tuvieron mayores dir territorio de los Chachapoyas. Dibujo Phelipe Guaman Poma (ca.1600, folio 110). Dere- queños tuvieron una cha: El soberano Hayna Capac, protagonista de la incorporación definitiva de los chachapoyas al éxitos debido a la en- Incario. Dibujo Phelipe Guaman Poma (ca. 1600, folio 112). victoria muy costosa, y que ésta tuvo lugar a carnizada resistencia pesar de los reveses que experimentaron, que opusieron los aguerridos chacha- 1. Primeros pasos invasores De acuerdo a lo que refiere Pedro Sar- cuando se aproximaban a territorio de los poyas. Los enfrentamientos continuaron y lustros después algunos curacazgos miento de Gamboa (1572: 44), al asumir chachapoyas, al producirse una inusual fueron sometidos al Tahuantinsuyo. Esto el mando “Topa Inga [Yupangui] salió del caída de temperatura, acompañada de lo confirman los restos culturales de pro- Cuzco, y desde cerca de la ciudad empezó ir intensas nevadas, que ocasionaron gransapia incaica identificados en sitios cha- destrozando [...] y en los Chachapoyas [arre- des bajas a las tropas incaicas. Garcilaso chapoyas como Pajatén y la Laguna de las metió] a la fortaleza de Piajajalca (¿Piás=- dispuso de información abundante, y al Momias, como también la presencia del Pías?), y prendió a su cinche riquísimo parecer fidedigna, acerca de aquel pasapoderoso centro de gobierno de Cocha- llamado Chuqui Sota [Tshuki-suta]”. Agre- je histórico, a juzgar por los detalles y los bamba (KotshapaNpa), levantado al más ga Sarmiento (1572: 50) que el soberano muchos nombres de lugares que cita. 5 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Los khipus Chachapoyas de la Laguna de los Cóndores GARY URTON Un extraordinario material arqueológico fue recuperado por las autoridades peruanas el año 1996, proveniente de tumbas saqueadas ubicadas en una repisa rocosa del sitio conocido como Laguna de los Cóndores o Laguna de las Momias, en el nororiente del Perú. Entre las valiosas piezas obtenidas se halló una colección de 32 khipus, esto es 32 series de cordones anudados utilizados para el mantenimiento de registros en el Imperio Inca. Los testimonios de los saqueadores escriben que estos khipus estaban acomodados y arreglados a modo de cobertura o drapeado sobre grupos de momias. Como bien sabemos los khipus eran utilizados en los territorios incas para llevar las cifras censales y demás estadísticas viales. Los funcionarios registrales encargados (khipukamayuqs u “organizadores-anudadores”) liaban nudos con hilos de distintos colores respetando niveles a lo largo de los cordones de acuerdo con un sistema decimal. Para saber la antigüedad de los khipus recuperados procedentes de la Laguna de los Cóndores, el autor remitió fragmentos de cuatro ejemplares, más un fragmento textil hallado en asociación con un khipu, a la Universidad de Arizona / NSF-AMS Facility, para someterlos al método del radiocarbono. Los resultados incluyeron una serie de fechas que se hallaban (con un 95% de seguridad) dentro del periodo entre 1420-1630 de la Era actual. EL KHIPU CALENDÁRICO: Un khipu de la Laguna de los Cóndores de grandes dimensiones, clasificado como UR6, contiene la asombrosa cantidad de 753 cordeles colgantes organizados en 24 grupos de 29, 30 o 31 cor- deles respectivamente. Estos grupos de cordeles colgantes son bastantes cercanos al periodo del ciclo sinódico lunar de 29, 5 días (el ciclo sinódico lunar es el periodo de tiempo que transcurre en el pasaje lunar de luna llena a luna nueva y de ahí a la próxima luna nueva). Los grupos de 29, 30 y 31 cordeles colgantes se hallan compuestos habitualmente por nueve cordeles fijados a colgantes lazados, más 20, 21 o 22 cordeles fijados directamente a la cuerda primaria. Desde que los 24 agrupamientos de cordeles del khipu UR 6 podrían estar relacionados a periodos lunares es posible suponer por lo tanto que este khipu podría haber sido construido como un calendario de base lunar. En realidad el número total de cordeles organizados en grupos de 29/30/31 es de 730 cordeles, el cual es muy cercano al número de días en dos años solares (730:2= 365). En un estudio anterior, Gary Urton sugirió que el khipu calendárico podría haber sido un registro del número de trabajadores tributantes del área de Laguna de los Cóndores. Poseemos documentos coloniales que indican que la gente que poblaba la zona -conocidos como Chillchos- se hallaba organizada para fines tributarios en tres waranqas (tres grupos de mil trabajadores cada uno). Los nudos registrados en los 730 cordeles del khipu UR6 totalizan 2 963. De esa forma el khipu calendárico también habría poder representado un registro del número de trabajadores entre los 3 000 (ideal) o 2 963 (real) asignados a trabajar en proyectos estatales en las cercanías de la laguna o en alguna otra parte de Chachapoyas. Futuros estudios nos permitirán obtener las respuestas a estas interrogantes. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 5 5 2. Resistencia y pacificación du- Túpac Yupanqui, enfrentó diversas re- su defensa se hazían”. Con todo, según rante el gobierno de Huayna beliones. Entre otras, la “gran resisten- informa Cieza (c. 1550, cap. LXIV), HuayCapac cia [que le opusieron los chachapoyas], na Cápac prosiguió en su misión y “reHuayna Cápac (Waina Khapaq), tanto que por dos vezes bolvió huyen- bolvió sobre los chachapoyanos y los gobernante del Incario a la muerte de do desbaratado a los fuertes que para quebrantó de tal manera que pidieron la paz [...]. Después de sofocar nuevos levantamientos, con el fin de lograr una pacificación estable, Huayna Cápac instituyó entre los chachapoyas el sistema conocido como mitmaq, por el cual “mando pasar dellos muchos a que residiesen en el mismo Cuzco [...]”, al mismo tiempo que “puso guarniciones horidinarias con soldados mitmaes [fieles a la causa incaica] para que estuviesen de frontera” (Cieza, 1553: cap. LXIV). 3. Noticias adicionales acerca de la rebeldía de los chachapoyas El Inca Garcilaso, en sus Comentarios Reales (1609: Libro IX, cap. 7), ofrece un pasaje en algo novelesco que, según señala, tuvo lugar en el marco de la rebelión protagonizada por los chachapoyas Con la incorporación de los chachapoyas al Incario, los cuzqueños se valían de quipus para administrar el territorio y su población. En estos registraban sobre todo cantidades de productos alimenticios a ser tributados. En la foto se muestra un quipu procedente de los mausoleos de la Laguna de las Momias. Recordemos que Gene Savoy la bautizó antojadizamente como Laguna de los Cóndores, nombre que no registra la Carta Nacional en la que sí aparece con el nombre de Laguna de las Momias. La fotografía fue tomada por Michael Tweddle en Leymebamba, al retornar en junio de 1997 la primera expedición arqueológica a la Laguna de las Momias; fue jefaturada por el autor. Un quipucamayoc o experto en el manejo de los quipus señala al inca la existencia de los víveres almacenados en las colcas o graneros, según Guaman Poma (ca.1600). 5 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 5 7 Un sector del conjunto arquitectónico de Cochabamba, levantado por los Incas una vez incorporados los Chachapoyas al Incario. en tiempos de Huayna Cápac. En la escena figura como persona central la mamanchic, una “matrona Chachapuya” que salvó del castigo que por levantiscos esperaba a los que habitaban en el pueblo de Cassamarquilla. Mientras los varones huyeron del lugar al aproximarse Huayna Cápac, un grupo de mujeres lideradas por la citada mamanchic se dirigió a su encuentro. Respaldándose en que había sido concubina del padre de Huayna Cápac, la mamanchic pidió clemencia al inca y terminando por obtenerla, salvo así del castigo, sin duda cruento, que esperaba al pueblo chachapoyas de Cajamarquilla. El lugar donde tuvo la entrevista entre la mamanchic y Huayna Cápac fue declarado sagrado por el soberano, quien ordenó que en adelante “ni hombre ni animales, ni aún las aves, si fuese posible [posaran] los pies en él”. Un suceso en algo similar habría experimentado también la población de Corongo, que no era chachapoyas. Cuenta la historia que un grupo de pallas [palias-kuna] de Corongomarca (Khoronqomarka) habría logrado —también con ruegos— el perdón del soberano, cuando éste ya se alistaba a castigar a los pobladores del lugar y arrasar sus moradas. El nombre palla se refiere a señoras nobles y galanas. En cuanto a los medios empleados por Huayna Cápac para sortear el caudaloso Marañón, antiguos testimonios escritos indican que fue mediante un puente construido amarrando una balsa a la otra. Curiosamente este sistema estaba vigente todavía en siglo XIX y lo registró E.G. Squier (1877) en su obra, acompañando un dibujo de un puente como el comentado, pero éste era empleado para unir penínsulas menores en el Titicaca. 4. Sucesos en tiempos de Atahual- mar Espinoza Soriano (1967: 527-528) en pa base a una Información fechada en 1572. Todavía en tiempos del soberano Atahualpa (Ataw-íliapa), sucesor de Huayna Cápac, algunos grupos chachapoyas proseguían en actitud belicosa, velada, frente a los cusqueños. Esto sucedía en los años de los desencuentros entre los hermanos Huáscar (Waskar) y Atahualpa, cuando se disputaban el liderazgo del Incario. Los chachapoyas tomaron partido a favor de Huáscar. La noticia cundió y llegó a oídos de Atahualpa por medio de uno de sus simpatizantes, el chachapoyas de nombre Guaman (Espinoza, 1967: 252). En venganza y luego de un primer revés que sufrieron las tropas de Atahualpa, el soberano en persona se aprestó a combatir a los chachapoyas. Por ello, al frente a sus tropas, se encaminó a Balsas. Estando en ese lugar y antes de abordar la otra orilla del Marañón, ordenó que se llamara a Guaman, quien a la sazón residía en Cochabamba (KotshapaNpa), el gran centro de administración incaico ubicado en territorio de los chachapoyas y de donde era natural Guaman. Astuto, como lo describe la historia y con miras de ser recompensado con prebendas, Guaman se adelantó a Atahualpa en su jornada, con el objetivo de organizarle una visita triunfal. Así Atahualpa fue recibido con algarabía por los chachapoyas, tanto al arribar a La Jalca (Xailka), como a Sata (Suta), y luego a Liebantu (Levanto), Pipos, Molinopamapa (=MolinopaNpa) y finalmente a Taulia. Al retornar el soberano a Cajamarca, decidió premiar a Guaman por sus servicios y lo designó kuraka, con lo que quedó como gobernador de varias huarangas (warankas) chachapoyas. Guaman debió ejercer su mandato en Collay (Koliai) o Cajamarquilla, en Leymebamba y en Cochabamba (KotshapaNpa), según lo ha establecido Walde- Comoquiera que los incas no solían ocupar los monumentos públicos de las etnias que incorporaban, construían los suyos propios. Así, luego de penetrar en territorio de los chachapoyas, levantaron en Cochabamba lo que debió ser su sede principal de administración y culto; y por lo mismo, el complejo de Cochabamba fue construido de acuerdo a los modelos propios de la arquitectura incaica (Schjellerup, 1984). Si bien una parte de las piedras labradas y pulidas del sitio mencionado fue reutilizada cuando se construyó la antigua iglesia de la actual localidad de Cochabamba, esto queda comprobado por las portadas trapezoidales aún en pie y por los sillares exquisitamente tallados y pulidos de aquel conjunto arquitectónico. 5. Mitmaes (mitmaq) chachapoyas trasladados al Cuzco Para lograr la pacificación de los grupos étnicos que sucesivamente iban siendo incorporados al Incario, los soberanos incas establecieron la institución conocida bajo el nombre de mitmaq (=mitmaq-cuna) por la cual individuos familias enteras y aún ayllus (comunidades) eran trasladadas, para que residieran en tierras lejanas, siendo reemplazadas en su terruño por gente fiel al Incario. De este modo contingentes mitmaqcuna chachapoyas pasaron a residir en el Cuzco, donde se les asignó como nueva morada el barrio de Carmenca. Al respecto, el historiador Pedro Cieza de León (1553) anota que los chachapoyas eran “los más blancos y agraciados de todos cuantos yo he visto en las Indias que he andado, y sus mujeres fueron tan hermosas que por solo su gentileza muchas 5 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g El arqueólogo Gori Tumi Echevarría exploró uno de los andenes de Choquequirao, donde muros presentan figuras que se supone podrían ser mano de obra de mitmaqcuna Chac hapoyas de acuerdo a lo propuesto por el Arq. Roberto Samanez A r g u m e d o. (Fotos: Cortesía Gori Tumi Echevar ría) de ellas merecieron serlo de los ingas y ser llevadas a los templos del sol […]”. De acuerdo a arqueólogos cuzqueños, se atribuye a los mitmaq chachapoyas haber participado en la construcción del complejo arquitectónico de Choquequirao dado que los muros de los andenes están decorados con técnica similar a la de los constructores chachapoyas, que consistía en utilizar una parte de las piedras de los paramentos para obtener figuras simbólicas mayoritariamente geométricas. Entre éstas destacan desfiles de llamas vistas de perfil, así como figuras de personas con los brazos extendidos (Kauffmann Doig, 2013b: vol. II, pp. 631-647). Por su parte, Gori Tumi Echevarría (2008) propone que las figuras de llamas de Choquequirao son copiadas de la iconografía inca. Por otro lado se sabe que los mitmaes chachapoyas, que radicaban en el Cuzco desde tiempos preincarios, participaron activamente en la gesta protagonizada por los incas de Vilcabamba, quienes liderados por Manco Inca y sus sucesores, resistieron entre 1536 y 1572 a los invasores hispanos jurando expulsarlos del país y aún exterminarlos (Kauffmann Doig, 2005: 83-98, 2013b: 751-800). 6. Apu-Chuquimis: el tema del “incacidio” por un líder chachapoyas Waldemar Espinoza Soriano, descubridor y analista de documentos del siglo XVI relativos a personajes chachapoyas que destacaron de algún modo durante las postrimerías del Incario y aún en tiempos de la conquista española, ha revelado un L a pasaje histórico de visos novelescos (Espinoza Soriano, 1967: 245-248). El personaje central resulta ser el Apu Chuquimes (Apu-Tshukimis), a quien Huayna Cápac había nombrado gobernador de una de las dos regiones mayores en que estaba dividido el territorio ocupado por los chachapoyas. No obstante haber Huayna Cápac confiado en él y haberle favorecido, Apu Chuquimis habría urdido un plan para envenenar a su protector. El intento de este magnicidio habría sido denunciado por Guayna Tomallaxa (WainaTomailiasha), también de origen chachapoyas. Pero esto sólo se habría sabido cuando Huayna Cápac acababa de morir y era trasladado, embalsamado, en su litera de Quito al Cuzco. Al enterarse en Cajamarca de esta felonía, Colla Topa (KoliaThupaq), que venía presidiendo el cortejo fúnebre, abandonó súbitamente el séquito y se dirigió iracundo en persecución de Apu Chuquimis, a fin de castigarlo ejemplarmente. Luego de haber cruzado el Marañón, Colla Topa fue informado de que Apu Chuquimis había fallecido, según rumores, “de susto”. Furibundo fue entonces en búsqueda de su tumba, acaso del tipo sarcófago debido a su rango. Al encontrarla extrajo su momia y mandó que como castigo fuera sepultada en el suelo. En el documento dado a conocer por Espinoza (1967: 320), se afirma literalmente que Colla Topa “siendo ya muerto el dicho Chuquimis, le mandó sacar los huesos donde estaban, en un peñasco adonde antiguamente ponían las sepulturas por mas honra, y los mandó enterrar [...]”. Los acontecimientos protagonizados por Apu Chuquimis, tal vez basados solamente en intrigas, habrían tenido lugar cuando los españoles surcaban las costas del c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 5 9 la bruja esperó en la tranga por la que Ballquishahua tenía que llegar… la bruja lo engañó diciéndole que lo amaba mucho. Se quedaron ahí un rato y Ballquishahua durmió con su cabeza sobre el rezago de esa bruja convertida en palla. Entonces, la bruja le cortó el cabello de la cabeza y los pelos del pecho. Ballquisahahua despertó totalmente sordomudo sin poder hablar [¿impotente?]. Entonces, la bruja mandó avisar a la comunidad para que todos los hombres se fuesen a matar a Ballquishahua…” Incario y se disponían llegar a Cajamarca para encontrarse con el soberano Ata“EL HERMANO DE BALQUISHAHUA” hualpa. Según un mito recogido en Lonya Grande (Escuela de Educación, 1964: 68), antes del triste final que tuvo Balquishahua, per7. Rastros de resistencia en mitos sonaje al servicio de los incas, éste envió a contemporáneos un hermano menor para gobernar [“encaHemos podido constatar elementos que bezar”] la comunidad de Conila. aluden a la resistencia que los chachapo- El mito refiere que el hermano de Ballquiyas seguían oponiendo secretamente a shahua “al poco tiempo, éste llegó a hacer pesar de estar ya incorporados al Incario vida marital con una india de Conilape”. o Tahuantinsuyo, en dos mitos contem- Como consecuencia habría perdido “sus poráneos narrados por pobladores asen- dones y la confianza de los pobladores tados en territorio de lo que fue la cultura por lo que lo persiguieron hasta darle la Chachapoyas. En ambos casos, el mito de muerte”, lo que habría tenido lugar en el Balquishahua y el del Hermano de Ballqui- sitio de Incapahuana. shahua, se trata de artimañas empleadas Al tener Ballquishahua noticias sobre el en una comunidad dada para asesinar a triste desenlace de su hermano, deseó dignatarios de la administración inca. desaparecer la localidad y “arrojó una brasa de fuego para incendiar a Conilape”. Pero el relato señala que “dicha brasa “BALLQUISHAHUA” Este relato mítico fue recopilado por Ge- chocó en el cerro denominado Oxmalta, rald Taylor (1996: 31-32, 45), quien lo cali- que queda al oeste de Lonya chico… al fica de cuento y otras veces de leyenda propinarse el fuego incendió toda esta (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 99- región… El cacique enfurecido maldijo a 100). El mito cuenta que: los conílapes diciendo…”. “…El rey Inca envió a Ballquishahua para Ambos mitos no hacen sino rememorar que conquistara el pueblo de Conila por actos de resistencia protagonizados por ser una comunidad muy brava. Allí ha- grupos chachapoyas ya incorporados al bía una bruja… Convirtiéndose en palla, Tahuantinsuyo. En tiempos en que la momia del soberano Huayna Capac era trasladada de Quito a Cuzco, el capitán Colla Topa fue en persecución del chachapoyano Apu Chuquimis, acusado de haber participado en un plan para envenenar a Huayna Capac. En el ínterin supo que había muerto “de susto”. Colla Topa fue en busca de su tumba, extrajo la momia de Chuquimis para castigarlo post mortem, sepultándolo en el suelo como si hubiese sido una persona común (véase pp. 43-44). 6 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g La hecatombe de Cajamarca marcó el comienzo de la conquista española del incario o Tahuantinsuyo, así como el de la penetración europea en territorio de los chachapoyas. El historiador Alberto Tauro del Pino sintetiza los sucesos que tuvieron lugar en Cajamarca y que terminaron con la ejecución del soberano inca Atahualpa: “Llegados a Piura bajo la dirección de Francisco Pizarro, se guarecieron en las casas que daban frente a la plaza y esperaron que Atahualpa llegara desde los baños próximos. Cuando lo vieron en el centro de la plaza lo capturaron por sorpresa (16-XI-1532) y acometieron a la desconcertada muchedumbre que lo acompañaba. Unos 10,000 defensores del inca fueron muertos en la hecatombe, en tanto que apenas sufrieron los españoles ligeras heridas”. Tres años después de ocurrida la hecatombe de Cajamarca, los españoles cruzaron el Marañón y hollaron territorio de los chachapoyas por primera vez.(Acuarela de Camilo Blas, seudónimo del cajamarquino Alfonso Sánchez Urteaga, 1910-1985). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 6 1 II. Penetración española Los españoles penetraron en territorio chachapoyas tempranamente. Pero sólo después de dos intentos lograron imponer su poder y fundar, en 1538, la ciudad de San Juan de la Frontera de los Chachapoyas (Zubiate/Alejandro, 1979). 1. Contactos iniciales Según lo referido por Diego de Trujillo, testigo ocular de la Conquista, Peter Lerche (1995: 3) señala que a poco tiempo de haber sido apresado Atahualpa en Cajamarca, Francisco Pizarro envió una delegación a lo que según se estimaba era territorio de los chachapoyas. Esta jornada se habría destinado a averiguar si eran o no ciertos los rumores que habían llegado a oídos de Pizarro, en Cajamarca, en el sentido “que [si] hacía gente en el río Levanto, y [que] allí se juntava para matar a los cristianos “. Fue con este motivo que “el Governador envió a [Hernando de] Soto al rio de Levanto para ver si era verdad”. Trujillo afirma al respecto: “yo fuí con él y no avía tal, sino como los indios de Xauxa eran enemigos de Atabalipa le levantaron esto” (Trujillo, 1571). Comoquiera que Levanto (¿Liebantu?) era un centro de poder incaico enclavado en el “país” de los chachapoyas, es de suponer que las primeras noticias que aluden al río “Liebantu” se refieran al caudaloso río Marañón, frontera occidental de los chachapoyas y que era preciso cruzar para adentrarse en su territorio. Probablemente Soto y sus huestes no avanzaron más que hasta alcanzar sus orillas, lo que significaría que los españoles se aproximaron en aquella ocasión sólo hasta la frontera de los chachapoyas, sin lograr penetrar en su territorio. Esto debe ser cierto pues de otro modo habrían abundado en noticias sobre aquella nación. Este acontecimiento debió tener lugar en los comienzos del año 1533. Lo que sí debe afirmarse categóricamente es que los chachapoyas debieron recibir información acerca del arribo de los españoles ya en las postrimerías de 1532. En efecto, a juzgar por una cita que registra el valioso documento de Diego de Vizcarra, descubierto y transcrito por Waldemar Espinoza Soriano (1967: 317), se desprende que “estando preso [Ataw-íliapa] envió un mensajero a estas provincias [de los chachapoyas] a llamar a todos los curacas y que llevasen comida para los españoles. Y así fueron los dichos Guaman y Zuta y Chuquimis Longuin y Lucana Pachaca, Señores susodichos, a Caxamalca [...]”. 2. Primeras incursiones de los españoles Aunque el contacto entre españoles y chachapoyas en Cajamarca al que alude el documento antes citado debió producirse en los primeros meses de 1533, el territorio de los chachapoyas fue hollado por primera vez por los españoles en Alonso de Alvarado, fundador de la ciudad de San Juan de La Frontera, denominada posteriormente Chachapoyas. Incursionó en territorio de los antiguos chachapoyas al mando de un puñado de españoles y de colaboradores nativos. 6 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n 1535. En aquel año, un grupo de españoles al mando de Alonso de Alvarado cruzó el Marañón en el lugar de Balsas. Para ello utilizaron embarcaciones nativas con las que se cruzaba el río Marañón, la frontera natural que dividía los territorios de los cajamarcas de los chachapoyas. Llegados a la otra banda, los españoles tramontaron los altos pasos cordilleranos de Calla Calla, para luego de duras jornadas arribar a Cochabamba (Kotshapanpa), donde fueron recibidos amistosamente. Guaman, el chachapoyas que en Cajamarca había jurado obediencia y apoyo irrestricto a los españoles, y que se hizo bautizar con el nombre de Francisco Pi- D o i g zarro Guaman, se había encargado de preparar el amistoso recibimiento a los españoles. Sobre este personaje se refiere que, al arribar conjuntamente con otros jefes chachapoyas a Cajamarca, estando preso Atahualpa, “todos los testigos dicen que el dicho marques [Francisco Pizarro] le tuvo en mucho al dicho Guaman, le trato a él como a más principal que los otros”. A pesar de ser un yana (persona de servicio), Guaman gozó de la simpatía de Atahualpa, tanto que lo nombró como principal de un uno, una de las agrupaciones mayores en las que la población del Incario era dividida. Al ratificarlo en este cargo, Pizarro debió tomar en cuenta las dotes personales de Guaman y la simpatía que mostraba hacia los españoles. Esta afirmación se basa en las exploraciones históricas de Waldemar Espinoza Soriano (1967: 362-367) y de Rogger Ravines (1973). En esta primera expedición al territorio de los chachapoyas, los españoles no llegaron hasta Levanto (Liebantu), sede de culto aún durante la ocupación incaica, según lo establece Peter Lerche (1995). Liebantu debió ser un centro administrativo poderoso y al mismo tiempo sede de culto y ceremonias, dado que ambas instituciones marchaban juntas en el Perú ancestral. En 1538 Alonso de Alvarado fundó Chachapoyas, que luego de varias mudanzas terminó por ocupar el sitio donde hoy se levanta la ciudad de ese nombre. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 6 3 Izquierda: Vestuario tradicional de los pobladores de la Jalca. Su indumentaria es andina, con insertos europeos. Abajo: Un "gringuito" y una niña, pariente suya. Tal vez emigrantes de Rodríguez de Mendoza para llamar la atención a los visitantes que se dirigen a Kuélap. Foto: Nuevo Tingo / Cortesía: David Abanto. Derecha: La presencia de “gringuitos”, relativamente abundantes en la cuenca del Huayabamba, ha dado pábulo a especulaciones sobre el origen vikingo de los Chachapoyas. Foto-cortesía de Peter Lerche. LOS CHACHAPOYAS: ¿VIKINGOS? En zonas de la provincia de Rodríguez de Mendoza, particularmente en la localidad de Chirimoto, algunos pobladores presentan la piel más blanca que el común de los descendientes actuales del Incario y de los chachapoyas en particular. En ciertos casos la blancura de la piel iguala a la caucásica y el pelo llega a ser rubio. No tenemos noticia acerca de expertos en genética que hayan abordado este tema.* Este hecho podría deberse a lo que suele calificarse de “salto atrás”, es decir, la aparición al nacer de ciertos rasgos físicos heredados de antepasados remotos. Esto lleva a la presunción que zonas de Rodríguez de Mendoza escasamente habitadas fueran pobladas siglos atrás por españoles; contrariamente a lo que sucedió en regiones de Huancavelica, Apurímac o Cuzco, por ejemplo, densamente pobladas por gente originaria, lo que habría motivado que el ingrediente caucásico español terminara por diluirse. Hay también propuestas de que vikingos se habrían establecido entre los chachapoyas siglos antes de Colón y mezclado con los nativos chachapoyas.** En ese sentido, no concordamos con las ideas el distinguido científico de Hildesheim, Hans Giffhorn (2013) y otros autores que argumentan que los “gringuitos”, frecuentes en territorio de los antiguos chachapoyas, particularmente de la provincia de Rodriguez de Mendoza, tendrían lejanos antecedentes raciales de vikingos y celtas así como de cartagineses, que partiendo de España habrían surcado el Amazonas más de 500 años antes que Colón. * A fines del siglo XIX cundió la noticia sobre el hallazgo de una momia de pelo rubio, lo que podría deberse a factores originados por oxidación del cabello como lo estableció Hans Disselhoff al examinar una momia de cabello rubio de la cultura costeña Paracas (Disselhoff 1969). ** Esta presunción se basa en que los rostros de los personajes retratados en los sarcófagos como los de Karajía, muestran luengas barbas, rasgo que no es común entre la población originaria del Perú antiguo y los americanos en general, por descender de ramas del tronco paleomongol de escasa o nula pilosidad facial. Habría que recordar que los rostros de los sarcófagos no necesariamente muestran a gente barbada. De acuerdo a la propuesta del autor se trata de reminiscencias de las tablas-rostros que eran clavados sobre el fardo funerario —particularmente Tiahuanaco-Wari (Horizonte Medio)—, en las que se subraya la curvatura de la mandíbula inferior para remarcar que es una cara humana vista de frente (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 219-220; véase Parte Cuarta - A, II-5. 6 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a Luego de realizada una erogación que permitió a los españoles juntar objetos de oro y plata, y asegurando que pronto regresarían para gobernar la región haciendo justicia —esto es, para poner fin a los inveterados pleitos en que se veían envueltos los diversos grupos chachapoyas—, Alvarado y su gente se retiraron de ese territorio y se dirigieron a Trujillo. Un año después, en 1536, y comandados igualmente por Alonso de Alvarado, un grupo de españoles se adentró nuevamente en esas tierras, cumpliendo el objetivo de enseñorearse definitivamente de los chachapoyas, aun cuando algunos de sus líderes les fueron adversos y les cerraban el paso. 3. Fundación del centro de dominio español En 1538, siguiendo una orden de Francisco Pizarro, Alonso de Alvarado se desplazó una vez más en dirección al “país” de los chachapoyas. El objetivo era fundar una ciudad española que sirviera de punto de apoyo para someterlos definitivamente y repartirse sus tierras. Los pasos seguidos por Alvarado figuran en las actas del Primer Libro de Cabildos de la ciudad de San Juan de la Frontera de Chachapoyas, publicado por Raúl Rivera Serna (1955 y 1956-57). Los españoles se dirigieron primero a La Jalca (Hailka) donde Alvarado fundó la ciudad de San Juan de la Frontera de los Chachapoyas el 5 de setiembre. El sitio fue prontamente abandonado aduciéndose que “hera enfermo e no tenya tierras [...]”. Por ello y establecido ya el Cabildo, éste acordó que la reciente fundada ciudad fuera trasladada a Levanto o Lievantu. Este lugar tampoco satisfizo las expectativas de los españoles, por lo que pasado algún tiempo el Cabildo dispuso mudar la ciudad a los predios que hoy ocupa. 4. El epílogo: por la ruta de Rupa Rupa A dos meses de establecida en Levanto la ciudad española de Chachapoyas, Alonso de Alvarado tramontó las altas cimas del Piscohuañuna (Pishkuwaniuna), deseoso de explorar nuevos territorios en las estribaciones cordilleranas orientales que terminan hundiéndose en el llano amazónico. Su objetivo era hallar las riquezas áureas que se presumía existían en aquellos remotos e inhóspitos lugares. Al avanzar, siempre en dirección Este para descender luego a espacios que pertenecen ya a la Amazonía, decidió fundar la ciudad de Moyobamba. A los cinco meses de iniciado su viaje, retornó a lo que debieron ser zonas comprendidas en el Pieza de cerámica vidriada, una técnica introducida en el siglo XVI por los españoles. Su función debió estar inmersa en la pluviomagia chachapoyas, no obstante haber sido elaborado con posterioridad a la irrupción europea. En este cerámico, procedente de los mausoleos de la Laguna de las Momias, las cruces en relieve debieron obedecer a un simbolismo ambivalente: cristiano por un lado, por otro enraizado en la tradición emblemática chachapoyas (Foto Federico Kauffmann Doig). c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 6 5 territorio de los chachapoyas. Años después, en 1544, Juan Pérez de Guevara, fundador de la ciudad de Uchucmarca y antiguo brazo derecho de Alvarado, concluía su expedición a Rupa Rupa luego de durísimas jornadas en pos de las míticas riquezas que se decía existían en ese lugar supuestamente situado en el Huallaga medio. Se suponía que Rupa Rupa estaba ubicado en algún lugar de lo que hoy es el departamento de San Martín, y Pérez de Guevara había partido en su búsqueda saliendo de Huánuco y no de territorio de chachapoyas como hicieron los anteriores expedicionarios. En los comentarios que nos ha legado Pérez de Guevara (1545) sobre las penurias que experimentó “en demanda de una tierra que muchos días ha tengo noticia [RupaRupa]”, refiere que, fatigado, decidió apartarse de aquellas inhóspitas selvas que venía recorriendo a fin de buscar alivio en zonas cordilleranas: “salíamos cansados y flacos [...], llegados allá [área de “sabana” = páramo andino] nos parecía que salíamos del limbo [...]; especialmente [cuando] entrando en los primeros pueblos [y] vimos algunas ovejas [llamas]”. Aunque no se puede precisar la zona de “sabana” por la que transitaba y donde se sentía protegido, se desprende que era parte de los antiguos dominios de los chachapoyas. 6 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 6 7 PARTE TERCERA EL LEGADO ARQUITEC TÓNICO Construcciones sólidas y de volumen apreciable —es decir, no simples viviendas— fueron levantadas tempranamente en el antiguo Perú. Ciertamente, se dispone de ejemplos de arquitectura monumental fechados en más de cinco mil años, como Caral (Shady 2014). A partir de entonces el ánimo por levantar construcciones soberbias se prolongó hasta la irrupción europea en el siglo XVI. Lo demuestran los testimonios monumentales tardíos de Sacsayhuaman y Machu Picchu. Así como aquel construido tres siglos antes por los chachapoyas, quienes levantaron el coloso de Kuélap cuyas murallas se elevan hasta 19 metros de altura. El temprano surgimiento de la arquitectura monumental tuvo sus raíces en la voluntad de algunos miembros de una comunidad dada, que percibían la necesidad de organizar a sus integrantes. Sobre todo al presentarse problemas derivados del crecimiento demográfico, el cual se desencadenó cuando la actividad agrícola se impuso sobre la recolecta dando como resultado que la cuota de alimentos necesaria para la supervivencia debía necesariamente ser mas abundante. Aquel ímpetu de organizarse en grupos humanos para vivir en sociedad obligó a instaurar determinadas normas que debían ser cumplidas por la comunidad. Para regular esta nueva forma de vida, en beneficio de la comunidad, miembros de la misma con capacidad de liderazgo terminaron por conformar un grupo de élite. Para garantizar que los preceptos fueran acatados, los integrantes de la élite se valieron no solo de artimañas como hacer creer que eran seres superiores, descendientes de divinidades imaginadas. También decidieron vestir galanamente, con atuendos finos y exóticos, y adornarse con joyas deslumbrantes premunidas de símbolos mágicos-religiosos. Asimismo, consideraron indispensable para ejercer un buen gobierno y ser oídos por los miembros de la comunidad, ordenar a la población la construcción de imponentes monumentos. Al igual que en el caso de las argucias mencionadas, de estas construcciones se servían los dignatarios no sólo como espacio de residencia, sino principalmente para ocuparlos como sedes de administración, así como lugares donde se concentraba a la población para manipularla a través de acciones de culto y rituales. En el Perú antiguo, el culto y los ritos eran dirigidos fundamentalmente a honrar a los seres sobrenaturales de los que se presumía provenían los alimentos indispensable para la existencia. En primer lugar un Dios del Agua (Huiracocha, Illapa, Inti, etc.), demoníaco en su esencia por lo que permanentemente había que rendirle pleitesía y agradarle con sacrificios; todo esto para doblegar su animadversión hacia el hombre y lograr así que no se presentaran anomalías climáticas, tales como sequías o lluvias torrenciales que al estropear los campos de cultivo, hacían que asomara el fantasma del hambre. En segundo lugar se reverenciaba y tributaba a la Diosa Tierra (Pachamama), por cuanto era considerada la donante de los alimentos, si bien siempre y cuando fuera fecundada por la sustancia líquida sobre la que el Dios del Agua, su “consorte”, tenía plenos poderes (Kauffmann Doig, 1986c, 1991b, 2001-2002a, 2012a, 2014). 6 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Vista de un mausoleo, Chivane. Situado cerca de Uchucmarca (Foto: Federico Kauffmann Doig) L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 6 9 I. Arquitectura chachapoyas Al igual que los antiguos peruanos en general y desde sus primeros pasos civilizatorios hace más de cinco mil años, a su turno también los chachapoyas destacaron como eximios arquitectos. No sólo lo confirma la presencia del coloso de Kuélap, con sus murallas que se elevan hasta por 19 metros. Lo corrobora la presencia de un arte sui generis, él que no se repite en el resto de las culturas ancestrales que tuvieron su desarrollo en el Área Inca (o Andina). La misma permitía a los albañiles y artificies chachapoyas graficar, sobre las paredes pétreas de sus recintos, con gran destreza, diversas imágenes iconográficas altamente votivas y propias de su mundo mágico-religioso.6 1. Características de la arquitectura chachapoyas Las proezas técnicas alcanzadas por los chachapoyas en la decoración mural antes mencionada consistía en utilizar piedras que forman parte del aparejo. Éstas eran acomodadas a los trazos propios de la figura que se deseaba plasmar. En su defecto procedían a que la imagen pudiera ser apreciada del todo en bajo relieve, tal como se observa con el signo cruz presente en Revash como también en otros sitios arqueológicos chachapoyas (Véase PARTE CUARTA-B, I, IV, etc.). Las imágenes resultantes son de trazos geométricos o en su defecto, si bien rara vez, figurativos; tal el caso de las imágenes hu- manas plasmadas en el Recinto 1 de Pajatén (Véase PARTE CUARTA-B, II, 6.). La decoración geométrica chachapoyas recuerda, en términos generales, la producida en barro entre los Chimúes de la costa norte del Perú.7 En el caso de Kuélap la muralla pétrea que sostiene la gran plataforma al igual que la que se superpone a la primera, no presentan decoración parietal, con excepción de algunos adoquines que forman parte de la entrada de la Portada Principal del monumento. En éstos aparecen representadas imágenes diversas en alto relieve. Contrariamente, los centenares de recintos que se desplazan por la Gran Plataforma así como también sobre la Plataforma Menor, lucen o lucían originalmente sus paredes profusamente decoradas. Otra característica de los recintos levantados por los chachapoyas es su planta circular. En efecto, sólo ocasionalmente se tropieza con construcciones rectangulares. Pero, insistimos, es el hecho de presentar los muros profusa decoración utilizando para ello la técnica acabada de describir, lo que caracteriza la arquitectura chachapoyas de modo inobjetable. Es así como los recintos chachapoyas contrastan con otras estructuras circulares dispersas por el antiguo Perú, particularmente las levantadas durante la etapa Tiahuanaco-Wari (Horizonte Medio Tardío). Los recintos chachapoyas fueron erigidos sobre una plataforma. En los casos en que ésta era construida en una pendiente se excavaba previamente el suelo desnivelado, para aplanarlo y dar así cabida a la plataforma. Las construcciones circulares aparentan ser de dos pisos. Lo que pasa es que en el mayor de los casos el espacio ocupado por lo que sería el primero consiste tan sólo en un relleno de tierra obviamente destinado a evitar la humedad del suelo del segundo piso; de esta manera se entiende el hecho que el primer piso carezca de vano y que al segundo, propiamente la cámara, se acceda por una gradería. En el caso de Kuélap consideramos que su función debió ser en primer lugar la de preservar los comestibles que allí eran guardados. Por lo mismo planteamos que no fueron más que en segundo lugar viviendas, y eso sí, posiblemente espacios techados que servían de refugio ante inclemencias climáticas a los que custodiaban los depósitos colmados de víveres, carne seca o charqui, maíz, quinua y otros comestibles, para ser distribuidos en el caso de sobrevenir anomalías climáticas que estropeaban la normal producción de los alimentos. Los administradores y dignatarios si debieron tener su propio espacio residencial. En cuanto al techo de los recintos, estos eran construidos utilizando un armazón de madera que luego era cubierta con paja extraída de las alturas, probablemente ichu (Calamagrosti spp). Su forma era cónica y 6 En los muros del andén del Sector VIII o de “Las Llamas” de Choquequirao (Echevarría, 2008; Echevarría y Valencia, 2009), fueron graficadas figuras que aparentemente fueron trabajadas con una variante menor de la técnica decorativa empleada por los chachapoyas (Samanez y Zapata, 2008). Tratándose de un caso de decoración parietal que en la arquitectura inca no se registra más que en Choquequirao, se deduce que sus autores pudieron ser mitmaes chachapoyas, esto es, gente de esa etnia que era trasladada de su terruño con fines administrativos. Debe recordarse que el cronista Pedro Cieza de León ofrece información sobre mitmaes chachapoyas que luego de arribar a la ciudad del Cuzco fueron ubicados en el barrio de Carmenca (Cieza de León, 1550). Las imágenes a las que nos referimos corresponden a figuras de trazos estilísticos incas y no chachapoyas, salvo el caso del emblema típico de la arquitectura chachapoyas que adopta la forma de una M en sucesión. Consideramos haberlo decodificado como símbolo del rayo que anuncia la lluvia y por ende del Dios del Agua. Las variantes técnicas que se advierten por no ajustarse del todo a las clásicas chachapoyas, podrían deberse a que los artesanos no eran los más diestros en el arte de plasmar figuras en las paredes. Por su parte, que se haya representado figuras estilísticamente incaicas como llamas no invalida la posibilidad que hayan sido artífices chachapoyas sus autores, ya que en Choquequirao debieron actuar bajo las órdenes de arquitectos cuzqueños. 7 La decoración mural lograda en base a moldes y otros recursos técnicos, si bien plasmada en barro húmedo, fue un arte común practicado por los chimús, como puede apreciarse en las paredes del conjunto arqueológico de Chanchán. Da la sensación que los artífices chachapoyas se hubieran inspirado en la decoración resultante de imágenes tratadas en superficie de barro. 7 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g muy aguda de acuerdo a lo propuesto por 3: 527-528). Años después Arthur WertheMorgan Davis (1996). man (1892-93) así como también Ernst W. Middendorf (1893-95, vol.3: 212-222) ins2. La investigación de la arquitectu- peccionaron y describieron Kuélap, acaso ra chachapoyas: una nota motivados por el informe de Nieto publiFue la arquitectura monumental y en cado primeramente, antes de la edición particular el coloso arquitectónico de Kuélap peruana de 1892, en la obra de Mariano lo que hizo que aflorase el interés por la cul- Eduardo de Rivero y Juan Diego de Tschudi tura Chachapoyas. Pero esto no tuvo lugar (Rivero y Tschudi 1851:274-275). sino hasta mediados del siglo XIX.8 Cierta- Quien en las postrimerías del siglo XIX inaumente, cronistas de los siglos XVI y XVII como gura el interés detenido por la arquitectura por ejemplo Pedro Cieza de León (ca.1550, chachapoyas fue Adolph Bandelier con su 1553) así como Garcilaso de la Vega (1609) estudio pionero acerca de diversos testimoy al igual que el raudal de documentos de nios arquitectónicos chachapoyas, entre los la época publicados por Waldemar Espinoza que incluye una sustantiva descripción de Soriano (1967), no ofrecen referencias acerca Kuélap (Bandelier 1907, 1940). A la de Bande la arquitectura monumental chachapo- delier siguieron la descripción de Philippe yas. Su objetivo era trasmitir pasajes históri- Kieffer (1910) así como la de Napoleón Gil cos referidos a la incorporación de los cha- quien exploró también otros testimonios chapoyas al Incario, así como también sobre arquitectónicos chachapoyas (Gil 1936, sucesos protagonizados por personajes de 1938). Por entonces el explorador Louis la etnia mencionada al devenir la irrupción Langlois exploró señeramente diversos española al Tahuantinsuyo (Véase PARTE SE- testimonios arquitectónicos; consideramos GUNDA, cap. I). Con posterioridad, durante el que con Langlois se trata de otro gran piosiglo XVIII, tampoco los autores de obras so- nero de la investigación de la arquitectura bre el antiguo Perú proporcionan referencias chachapoyas (Langlois 1934,1939). acerca, por ejemplo de Kuélap. Años después también el peruanista BerFue sólo cuando el juez de primera instan- trand Flornoy incursionó en territorios chacia Juan Crisóstomo Nieto elevó en 1843 su chapoyas, centrando su interés en estudiar informe al prefecto de Chachapoyas sobre particularmente los sarcófagos de Angulo el coloso de Kuélap, al que accedió circuns- que dio a conocer (Flornoy 1943-44). tancialmente guiado por comarcanos, que Es a mediados del siglo XX que se inicia el comenzó a ser difundido aquel soberbio estudio sistemático de la arquitectura chamonumento levantado por los chachapo- chapoyas por profesionales en la materia. Lo yas. Con todo trascurrió medio siglo para inauguran con especial brillo Henry y Paule que éste fuera publicado en el Perú (Basa- Reichlen, autores de un valioso y muy comdre 1892). pleto catastro de los testimonios arquitecAl cundir los rumores sobre el carácter mo- tónicos chachapoyas (Reichlen y Reichlen numental de Kuélap varios exploradores 1950). Poco después Hans Horkheimer se se internaron en territorio de los antiguos ocupó de describir meticulosamente diverchachapoyas, particularmente para admirar sos aspectos de la arquitectura y de la cultura y describir el monumento con mayor o me- Chachapoyas en general (Horkheimer 1959). nor detenimiento. Tal por ejemplo, en 1860, De un decenio posterior son las contribucioel gran Antonio Raimondi (1874-1911, vol. nes de Duccio Bonavia (1968) y particular- mente la de Víctor Pimentel Gurmendi (1967, 1992, 2014) en lo que concierne al conjunto arquitectónico de Pajatén, sitio del que no se tuvo noticia hasta 1964 (Ravines 1964; Savoy 1970). Años después el arqueólogo Jaime Deza Rivasplata (1975-76) realizó exploraciones en La Playa, sitio cercano a Pajatén y como éste y otros conjuntos arquitectónicos comprendidos en lo que llegaría a ser Parque Nacional Rio Abiseo (PNRA). Poco después el autor incursionó en el PNRA, ocupándose particularmente de estudiar el grupo de mausoleos de Los Pinchudos y otros comarcanos que permanecían inéditos (Kauffmann Doig 1980a, 2000, 2016b). Por entonces también incursionaba en el PNRA la distinguida bióloga peruana Mariella Leo, particularmente interesada en identificar ejemplares del mítico mono choro cola amarilla (Lagothrix flavicauda); de paso le fue permitido explorar el sitio Las Papayas (Leo 1992; Leo y Ortiz 1982). Años después, lideradas por Thomas Lennon, la Universidad de Boulder/ Colorado organizó varias expediciones que se desplazaron por el PNRA. Estas se limitaron particularmente a la exploración del conjunto arquitectónico de Cerro Central, que permanecía inédito y sólo había sido avistado de lejos por el autor cuando se encontraba estudiando el sitio de Los Pinchudos. En las expediciones de la Universidad de Boulder intervinieron diversos arqueólogos norteamericanos así como particularmente el peruano Miguel Cornejo (Cedrón 1989; Church 1994, 1996); Lennon 1992; Lennon, Church y Cornejo 1989; Young (1992); Young y León (1988); Young y Valencia (1992). Las contribuciones al estudio de la arquitectura chachapoyas mencionadas así como los aportes posteriores al tema serán citados en el transcurso de la presente obra, la que desde luego incluye también la arquitectura funeraria. 8 Una referencia muy temprana es la que incluye la crónica de los Padres Agustinos (1557). En ésta se hace mención a “unas casas redondas” ubicadas en “Leymebamba…” (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 127). L a II. Kuélap Kuélap fue levantado sobre la cuchilla de un cerro que se yergue desde el fondo del Utcubamba, en su margen izquierda. Constituye sin duda el conjunto arquitectónico más espectacular de la cultura Chachapoyas, especialmente por su condición de monumento ciclópeo. Se ha calculado que su construcción demandó tres veces más material del utilizado en la pirámide egipcia de Kéops. Modesto Basadre (Nieto, 1843) calculaba que su volumen era de tal magnitud que correspondería a una torre cuya base fuera tan extensa como la plaza de Lima, y cuya altura se elevara hasta por más de 700 metros; algo que ciertamente resulta exagerado. Se estima que Kuélap y sitios como Olán, Pajatén, Purunllacta (Monte Peruvia), Congón (“Gran Villaga”), entre otros, fueron construidos alrededor del año 1000 de nuestra era, en una etapa de florecimiento de la cultura Chachapoyas. Un fechado radiocarbónico retrocede la antigüedad de Kuélap a 600 años d.C. (Narváez, 2013: 150). En cuanto a su función, este monumento arquitectónico ciclópeo fue considerado una fortaleza por los estudiosos pioneros. Todavía en 2011 el “Proyecto de investigación, conservación y acondicionamiento turístico de la fortaleza de Kuélap, VI Etapa”, dirigido por el distinguido estudioso Alfredo Narváez, lo nombra como tal. Sin embargo, en los últimos años ha cambiado de parecer y propone que más bien fue un centro del poder político y religioso de los chachapoyas (Narváez, 2013). Contrariamente, desde nuestras primeras prospecciones hemos rechazado aquella apreciación de Kuélap como una fortaleza (Kauffmann Doig, 1991a, 1992a). Nues- c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 7 1 Páginas siguiente: Kuélap, infografía. Páginas subsiguientes: arriba el conjunto arquitectónico de Kuélap visto desde el Este. Abajo el monumento enfocado desde el lado Suroeste, donde los cimientos de la muralla limitan con un imponente barranco. Por lo mismo consideramos que, lo que suele señalarse como una “Tercera entrada” a la Plataforma inferior de Kuélap no lo era, por precisamente lindar con el barranco. Debió ser más bien una apertura hacia el abismo, destinada a arrojar ofrendas y sacrificios (Fotos: Cortesía Lic. Manuel Hamilthon Cabañas López, Director Regional de MINCETUR - Chachapoyas). tra propuesta señala que Kuélap debió ser más bien un enorme depósito de alimentos, sin desestimar por eso que algunas construcciones -como la rectangular que se levanta en la plataforma superior- debieron fungir de espacios reservados a la élite. Los centenares de recintos circulares habrían sido estado destinados a almacenar alimentos y a albergar a una minoría que se ocupaba de conservarlos. Lo expuesto no excluye que al mismo tiempo Kuélap fuera un lugar de culto y ceremonias, en particular dirigido a manipular a los poderes sobrenaturales y con ello lograr verse favorecida la población con buenas cosechas (Kauffmann Doig, 1991a, 1992a). De haber sido así estaríamos frente a un centro de administración y de almacenamiento de alimentos destinados a sortear periodos de hambruna originados por las inveteradas anomalías climáticas, que como las generadas por el fenómeno de El Niño, que al destruir los cultivos hacían que asomara el fantasma del hambre. Este planteamiento encaja con la propuesta general del autor de atribuir a la arquitectura monumental del antiguo Perú la función que comentamos debió desempeñar Kuélap (Kauffmann Doig, 1992a, 1992b, 1996a, 2001-2002b). 1. Descubrimiento y primeras impresiones Las ruinas de Kuélap permanecieron ignoradas por el mundo hasta 1843, aunque los comarcanos conocían el monumento desde siempre. En aquel año, el juez de Chachapoyas Juan Crisóstono Nieto se encaminó a la zona con la misión de ejecutar una diligencia judicial (Nieto, 1843). Mien- tras la cumplía, los campesinos le hablaban con entusiasmo de unas ruinas grandiosas que existían en la vecindad. Sin sospechar la sorpresa que le esperaba se dejó guiar hasta ella. Llegado al lugar quedó atónito con el carácter monumental de aquel sitio arqueológico y que los campesinos calificaban simplemente como llacta (liakta = pueblo, ciudad, comarca). En su Informe, publicado tiempo después por la Sociedad Geográfica de Lima, su editor comparó Kuélap nada menos que con la Torre de Babel. En todo caso se trata de una obra titánica por sus medidas monumentales. Kuélap fue visitado por algunos estudiosos así como por simples curiosos en materia de antigüedades. Entre los primeros destacan el suizo Adolph Bandelier (1907, 1940) y el francés Luois Langlois (1934, 1939) por sus extensas descripciones del monumento. Otros estudiosos que examinaron la arquitectura de Kuélap fueron Hans Horkheimer (1959), Federico Kauffmann Doig (1991a, 1992a, 1993a, 1999a; 2002a) y Keith Muscutt (1998). Con anterioridad Henry y Paule Reichlen (1950), en su catastro del departamento de Amazonas, elaboraron una secuencia cultural de los chachapoyas, en la que Kuélap denomina a una fase inicial, contemporánea al estilo Cajamarca III. Por su parte, Arturo Ruiz Estrada (1972) ha propuesto una secuencia con la cerámica del sitio. En ella, la fase Kuélap de Reichlen y Reichlen (1950) correspondería a su fase Pumahuanchina. Desde 1985 y por lo menos hasta el año 2013, Alfredo Narváez (1996, 1998, 2013; Bolaños 2009) ha realizado investigaciones y obras de consolidación en el monumento. 7 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g "El Castillo" Callanca o construcción espaciosa Entrada a la Platafor ma superior Entrada Salida al abismo (mas no entrada) Conduce a un precipicio. Probable uso en sacrificios u ofrendas. Gorro cónico de fibra vegetal. "El Tintero" (nombre tradicional) / Templo Principal (Según A. Narváez) / Recinto de Sacrificios (Según Federico Kauffmann Doig) En forma de cono invertido, debido a la humedad acumulada en el interior que presiona sobre los muros de contención. Bastón de mando. Entrada principal Fuente: Federico Kauffmann Doig Reestructuración por FKD y David Abanto Camisón o unco KUÉLAP Coloso arquitectónico construido en la cima del cerro La Barreta (3.000 msnm). No debió ser una ciudadela como tampoco una fortaleza, sino más bien un gran centro de administración, del acopio de víveres para enfrentar a años improductivos cuando se presentaba el recurrente fenómeno de El Niño. Largo: 600 m Ancho: 70 m a 150 m Alto de murallas: hasta los 19 m Para transportar los productos utilizaban el solpe, especie de red sujeta con correas al pecho. Aún se continúa usando en ciertos lugares. Muralla o muro de contención En algunos sitios llega a alcanzar 19m de altura El Torreón o La Atalaya Un recinto de planta rectangular, muy alto y sólido. ÉLITE Responsable del bienestar común y de la administración común y de la administración y el culto relacionado con las actividades productivas. Controlaban el flujo de trabajo e imponían el tributo. La cultura Chachapoyas se originó con la migración de andinos a los L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 7 3 Andes Amazónicos septentrionales. Debió tener lugar en el marco de un proyecto estatal en las postrimerias del Horizonte Medio, o sea en tiempos en que todavía imperaba la cultura TiahuanacoHuari (o Wari); esto es alrededor de los años 900 - 1000 d. C. (F.K.D.) PUEBLO Se encargaba de cultivar la tierra, tanto para su sustento como para cumplir con el tributo, particularmente de alimentos. Los mismos eran guardados en almacenes para hacer frente a años aciagos generados por anomalías climáticas. PLATAFORMA INFERIOR Y SUPERIOR. En esta se ubicaban más de 400 recintos, los que en su gran mayoría debieron ser graneros y no viviendas como suele estimarse. Agave o penca Estructura de carrizos amarrados con maguey. Cubierta de ichu. Tocado Los comestibles dibieron ser almacenaban en el interior Plataforma con decoración simbólica. Diario El Comercio Infografía: REMS MIRANDA Ilustración: ALONSO NUÑEZ 7 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 7 5 7 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g PLATAFORMA ALTA Salida al abismo PLATAFORMA BAJA Entradas secundaria Entradas principal Corte que muestra las dos plataformas superpuestas de Kuélap, coloso arquitectónico construido sobre la cúspide del cerro La Barreta (Ing. Herman Corbera). Abajo: Plano de Kuélap que presenta el emplazamiento de los más de 400 recintos que se levantan sobre la Plataforma inferior y la Plataforma superior, en otros términos Plataforma baja y Plataforma alta. Los techos terminaron destruidos con el correr del tiempo (Croquis de Bernardo Ojeda en base al difundido por Alfredo Narváez). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 7 7 2. Kuélap: un coloso arquitectóni- fue menester acarrear y subir a la cum- la correspondencia que debe existir entre co bre del cerro una gran cantidad de tierra la denominación Cucha Cuella (o CuychaKuélap corona la cumbre de un cerro de roca calcárea que se eleva por la margen izquierda del río Utcubamba hasta alcanzar 3000 metros de altitud. El ingeniero Herman Corbera (1988) ha indicado que sus coordenadas son 6°24'26" LS y 77°54'16” LO. Se accede a Kuélap partiendo de la ciudad de Chachapoyas, por la carretera que se dirige a Leymebamba a lo largo de unos 70 kilómetros, desde Tingo Nuevo, ya que el antiguo pueblo de Tingo fue arrasado por un torrente aluvial hace varios años. A partir del año 2016 un teleférico facilitará el acceso a Kuélap partiendo de Tingo, cerca de la orilla izquierda del Utcubamba. Kuélap está conformado por una enorme plataforma artificial de figura alargada y orientada de sur a norte, que se extiende por casi 600 metros. Su ancho máximo excede en algunos sectores los 150 metros, mientras que en otros llega a angostarse hasta 70 metros. La mayor parte de los tramos por los que se explaya la plataforma van enchapados por una muralla construida con sillares de granito y que en ciertos sectores se eleva hasta 19 metros. Por el lado oeste, la mayor parte de la plataforma carece de muralla. Aquí la peña que emerge la reemplaza cual si fuera un muro. Por encima de la inmensa plataforma se levanta una segunda, de proporciones modestas en comparación con la primera. Sobre ambas emergen más de 400 recintos de los que nos ocuparemos más adelante. Las dos plataformas superpuestas fueron levantadas sobre la cima del cerro conocido como La Barreta, nombre vinculado a relatos míticos referidos al monumento. Para la construcción de las mismas no y piedras. Por lo menos la plataforma de la base pudo ser construida aplanando la cumbre y retirando el material para que éste sirviera de relleno a la planicie. Este relleno fue circundado por un muro construido con sillares de piedra, sosteniendo la plataforma de la base del monumento. Esto ocurrió solo parcialmente por el lado oeste en donde el lindero está dado por barrancos naturales. Los ingenieros que construyeron Kuélap dotaron al monumento de un sofisticado sistema de drenaje que impedía que el agua de la lluvia filtrara en el relleno de las plataformas sostenidas por la muralla. Luego de su abandono, los ductos se obstruyeron y la plataforma mayor del monumento fue dilatándose al absorber una cantidad cada vez mayor de agua. Así, la presión ejercida sobre la muralla ha producido desprendimientos en algunos de sus sectores. Apreciadas a distancia, las murallas que circundan las plataformas de Kuélap dan la sensación de haber copiado el aspecto que presentan los imponentes barrancos calcáreos que se yerguen en el entorno, y que fueron utilizados por los chachapoyas para sepultar a sus difuntos de rango. Al sobrevolar Kuélap en helicóptero — en compañía de Giancarlo Ligabue, en 1985— observamos numerosas sepulturas antiguas en la base de la plataforma así como en el acantilado que soporta el monumento (Kauffmann Doig, 1996b). Alfredo Narváez (2013: 112-113) advierte con acierto que la investigación del pasado histórico de Kuélap debe necesariamente tomar en cuenta la importancia mágico-religiosa que tuvo la vecina laguna Cuchacuella, mencionada por los cronistas españoles con el nombre de Cuychaculla. Asimismo, ha logrado establecer culla), nombre que los comarcanos usan para referirse a la laguna, con la de Cuychaculla (Narváez, 2013: 112). Consideramos que ambos apelativos deben ser corrupción de uno de los diversos nombres de la divinidad que tenía plenos poderes sobre los fenómenos atmosféricos y que venimos nombrando como Dios del Agua (Kauffmann Doig, 1996a, 1999b, 2003a). En efecto, el cronista Martín de Murúa (2011: 412) enfatiza que este ser sobrenatural de alta jerarquía recibía entre otros nombres chuquiylla y que los naturales “fingían que es un hombre que en el cielo estaba su voluntad el tronar, llover, granizar…”. También hemos señalado en otra sección de la presente obra que acaso la divinidad Curichaculla, como la denomina Sarmiento de Gamboa (1572: Cap. 61), fue una variante del referido Dios del Agua que debió ser el lente divino universal en el área inca acaso desde la consolidación de la civilización andina (Kauffmann Doig, 2001-2002a; 2001-2002b, 2001-2002c, 2003: 84). Esta divinidad debió ser introducida en tierras de los chachapoyas con la conquista incaica y debió corresponder a una de las muchas denominaciones del referido Dios del Agua. En efecto, al mencionar Martín de Murúa (ca. 1600: 412) al Trueno y varios de los nombres con los que era conocido, comenta “que fingían que es un hombre que en el cielo estaba en su voluntad el tronar, llover, granizar y todo lo demás que pertenece a la región del aire y, en general reverenciaban a ésta en todo el reino, y le sacrificaban niños de la misma manera que al Sol…”. No obstante la distancia de miles de kilómetros que separa Kuélap de Cerro Baúl en Moquegua —investigado por Luis Watanabe (1984)—, resulta interesante cons- 7 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g tatar que estos dos sitios arqueológicos observan ciertas analogías. En efecto, en ambos casos y al parecer coetáneamente, el hombre eligió la cumbre de imponentes elevaciones topográficas para levantar sus centros arquitectónicos. Croquis Hans Horkheimer. 3. El acceso a Kuélap: ¿alusión a una vagina? El acceso a la primera plataforma y de este modo también a la segunda, era posible sorteando dos portadas ubicadas en la muralla principal del monumento que mira al Este. Un tercer vano, tenido por lo general como una tercera entrada, se ubica en el lado oeste del monumento, al borde del barranco que allí emerge. Consideramos que más que portada de acceso al monumento, este vano debió ser más bien una “salida” al precipicio. Bien pudo ser un lugar desde donde se arrojaban ofrendas y sacrificios al abismo. La portada principal y mejor elaborada es la que se ubica en el sector sur del frontispicio que mira al Este. Alcanza en su base 3 metros de ancho y sus jambas se yerguen por más de 10 metros. Las mismas se prolongan hacia el interior, flanqueando un sendero que va ascendiendo. Luego de presentar un espacio en forma de un bolsón, éste va angostándose paulatinamente debido a que las jambas van aproximándose y limitando de este modo el ancho del sendero. Por otro lado, se observa que las paredes que se levantan hacia ambos lados del sendero van inclinándose hacia el interior a medida que cobran altura. Luego de recorrer un tramo de unos 20 metros siempre en ascenso, e ir angostándose progresivamente, el sendero en rampa desemboca en la gran plataforma. Al final de su recorrido se estrecha hasta el extremo de sólo dejar espacio para el paso de una persona por vez. Croquis de la entrada a la Primera plataforma. 1. Vista de la portada principal captada desde un helicóptero (Foto: Federico Kauffmann Doig). Adviértase como las piedras del muro que enmarcan el relleno de esta plataforma fueron desprendiéndose. Esto se debe a que hasta ahora no se realiza una exploración y limpieza de los canales que originalmente impedían que el agua de la lluvia se filtrara e “hinchara” el relleno de piedras y barro de la plataforma inferior. Este mismo problema ha llevado a que la estructura mal llamada "El Tintero" presente la forma de un cono invertido, que no debió ser la original, como lo ha observado el Ing. Uwe Carlson. Véase al respecto más información en las páginas 81-84. 2. Croquis que muestra el pasaje en rampa que, partiendo de la portada principal, va angostándose para acceder a la plataforma inferior, la principal de las dos, luego de un recorrido de unos 70 metros. 3. Conforme a lo expuesto, la inclinación de las jambas que la portada principal presenta hoy no habría sido la original (Foto: Federico Kauffmann Doig). L a E O A juzgar por las características que presenta la entrada descrita, parecería que habría sido concebida para evocar una vagina en escala mayor. De estar en lo cierto, la misma podría haber aludido a la de la Pachamama o Diosa Tierra, la oferente de los alimentos. Esto armoniza con la propuesta de que Kuélap debió ser, en esencia, un inmenso depósito de alimentos. Para su distribución en tiempos críticos, estos eran así expelidos de las entrañas de la Pachamama. Lo angosto del acceso a la plataforma en su tramo final no sería un recurso defensivo, tal como se suele interpretar. Más bien evocaría la entrada a un simbólico útero desde el cual eran expelidos los comestibles en tiempos en que anomalías climáticas como las del fenómeno de El Niño hacían que asomara el fantasma del hambre. Ignoramos en este contexto hasta qué grado la inclinación trapezoidal de la gran entrada y los muros que flanquean la rampa, deban o no ser interpretadas como derivadas de la presión ejercida por la masa constitutiva de la gran plataforma, y de haber sido así hasta cuál fue la inclinación original de las jambas. Volveremos sobre la arquitectura iconográfica que debió acusar Kuélap, adelantando aquí que hay casos evidentes de expresiones arquitectónicas, presentes en el curso de la civilización ancestral peruana, que hacen alusión a ciertas figuras en particular; tal es el caso de Paramonga y del plano urbanístico del Cuzco (Kauffmann Doig, 1985). Sobre algunos de los sillares de la entrada principal de acceso a la plataforma, en zonas tanto exteriores como interiores, aparecen esculpidas figuras diversas en alto relieve. Estas son sobre todo biomorfas, concebidas en un contexto mágico-religioso. 4. Los recintos circulares ¿graneros en su mayoría? Sobre las dos plataformas que conforman Kuélap se levantan más de 400 recintos construidos con sillares pulidos en su cara exterior. De la mayoría de estos quedan tan sólo las bases. Casi todos los recintos tienen planta circular y fueron levantados sobre una plataforma embaldosada. Aparentan ser de dos pisos, lo que se debe a que la estructura inferior es compacta y sólo simula corresponder a un piso inferior. Algunas de estas construcciones circulares fueron reconstruidas apresuradamente en la década de 1990, por el Instituto Nacional de la Cultura (INC), acatando mandatos presidenciales. Varios de los recintos de Kuélap presentan decoración parietal, sobre la que nos ocuparemos oportunamente. Contra lo que generalmente se supone, creemos que la mayoría de los recintos de Kuélap no fueron casas o viviendas. Como ya se dijo, debieron ser depósitos de comestibles sometidos a técnicas para su conservación, como la carne que se deshidrataba para convertirla en charqui (tsharki) o la cancha (kantsha) o maíz tostado sin recurrir a grasas para de este modo lograr c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 7 9 su conservación por largos periodos. Los recintos no presentan ventanas y algunos hasta carecen de puerta de acceso, aunque registran una especie de rampa que permitía aproximarse a lo que debió ser la apertura superior del recinto; acaso estaban originalmente techados, permitiendo el acceso al “torreón”. Algunos de aquellos recintos carentes de entrada abren la posibilidad, aunque consideramos lejana, de que hayan sido reservorios de agua. El hecho de que el recinto propiamente dicho fuese construido encima de una plataforma, de estructura compacta, y que vista desde el exterior semeja un primer piso del edificio —con separación marcada por un alero o cornisa— pudo obedecer a la necesidad de aislar del suelo húmedo lo que debió ser un granero, para de este modo garantizar una adecuada preservación de los comestibles allí guardados. Como sabemos, velar por la conservación de los alimentos fue un antiquísimo e importante recurso técnico para sortear años aciagos debido a anomalías atmosféricas. Al respecto, recordemos que estrategias de conservación de comestibles debieron ser empleadas desde hace más de 5 mil años; esto es, a partir de los tiempos de la aurora de la agricultura, por lo mismo que el fenómeno de El Niño ya presente por entonces, afectaba los cultivos por más que estos fueran aún incipientes. Tal parece confirmarlo el caso de los depósitos subterráneos identificados en el sitio de Los Gavilanes por Duccio Bonavia (1982). Por los motivos expuestos proponemos que Kuélap no era fortaleza, ni tampoco un pueblo o llacta (liaqta), sino más bien un lugar donde eran almacenados los alimentos, recabados a los campesinos como tributo. Esto no excluye que en Kuélap residiera un reducido número de Croquis antiguo pero correcto, que demuestra cómo la muralla este de Kuélap no permite el acceso a la plataforma inferior o principal, por lo que se le ha denominado como “Tercera portada”. En efecto, a diferencia del lado oeste de Kuélap, las bases de la muralla continúan aunándose al barranco, sin mediar pasillo que permita acercarse al pie de la apertura para supuestamente ingresar en lo que sería un sendero sin rampa. El autor propone que esta “portada” debió más bien ser un espacio para lanzar ofrendas y sacrificios a los abismos del barranco. 8 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n Un sector de la Plataforma Inferior. Muestra diversos recintos circulares colapsados a lo largo de los siglos. (Fotos: Federico Kauffman Doig). Uno de los recintos decorados con el emblema conformado en principio por una sucesión de M, que luego eran entrelazadas por otra para formar rombos, en cuyo centro destaca un rombo más, dotado de un elemento por lo general circular que consideramos alude a una gota de agua. Se trataría de una decoración sofisticada del signo rayo y por ello no compartimos la idea de otros colegas en el sentido de que representan “ojos de jaguar” (Foto: Federico Kauffmann Doig). dignatarios oficiantes del culto y ceremonias, así como dedicados a la administración, además de gente de servicio. El pueblo campesino, tributario, no debió tener acceso a los recintos que se levantan en la primera y segunda plataforma. Tal vez sólo para depositar o retirar la cuota de comestibles que era fijada a cada familia o clan, siguiendo órdenes estrictas de los mandatarios que normaban su distribución cuando asolaban las recurrentes catástrofes climáticas. Los campesinos tributarios debieron morar en los alrededores de D o i g L a Kuélap, en los campos que cultivaban de acuerdo con una milenaria tradición andina aún vigente en lugares apartados de los centros urbanos. Sus viviendas en campo abierto debieron ser rústicas, por lo que no resistieron los embates del tiempo. A diferencia, la mayoría de los recintos de Kuélap fueron trabajados con esmero y lucen una elegante aunque estandarizada decoración mágico-religiosa. Por su parte, Alfredo Narváez (2013: 131) afirma que sus investigaciones “han generado información suficiente para interpretar las estructuras circulares como viviendas con gran actividad doméstica y altas concentraciones de basura relacionada con ese uso”. De haber sido éste el caso, consideramos que no podría hablarse de un “pueblo” habitado por campesinos, sino en todo caso de espacios ocupados por una numerosa élite. El citado arqueólogo termina sosteniendo que Kuélap era “la capital política del reino de los Chachapoyas”. c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 8 1 5. Kuélap: expresiones arquitectónicas de especial trascendencia Adicionalmente a las centenares de construcciones circulares de corte casi uniforme, más unas pocas de planta rectangular, levantadas sobre las plataformas y que debieron servir como almacenes de comestibles, son tres las edificaciones en Kuélap que destacan por sus rasgos peculiares: El Tintero, La Atalaya y El Castillo. Alfredo Narváez (2013: 136-137) describe lo que denomina la Plataforma Circular y califica de Templo Mayor a la estructura conocida tradicionalmente con el nombre, en verdad antojadizo, de El Tintero. º El Recinto de los Sacrificios / También conocido como El Templo Mayor o El Tintero. El Tintero o "Templo Mayor" ‘de acuerdo al arqueólogo Narvaez. Está situado en el extremo sur de la plataforma principal. Lo denominamos Recinto de los Sacrificios. Se caracteriza por su forma de cono se eleva por 5 metros. Tiene una cavidad invertido, mide 13 metros de diámetro y en su centro, en forma de los tinteros que Un recinto típico de Kuélap y de la arquitectura chachapoyas en general. Aparenta tener dos pisos, pero el inferior, además de servir para plasmar imágenes emblemáticas en sus paredes, habría proporcionado un suelo seco al ambiente que se sobrepone, propicio para la conservación de los comestibles que allí se almacenaban con el objeto de sortear hambrunas cuando azotaba el fenómeno de El Niño (Cortesía: Maritza Danós). La construcción en forma de cono invertido rodeada de otras construcciones de planta circular. Es todavía popularmente denominada El Tintero. El arqueólogo Alfredo Narvaez la califica como Templo Mayor de Kuélap y por su parte el autor de Recinto de Rituales y Sacrificios (Foto: Cortesía Lic. Manuel Hamilthon Cabañas López, Director Regional de MINCETUR - Chachapoyas). 8 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g La estructura conocida tradicionalmente como El Tintero (Foto 2017 / Cortesía David Abanto). Originalmente no tuvo forma de cono invertido, es decir sus paredes debieron ser verticales. Es un milagro que las piedras que lo recubren no se desprendieran, al ir dilatándose el relleno interior debido a la humedad causada por las lluvias. Por ello suponemos que originalmente debió estar protegido de las mismas (Véase la leyenda de la pág. 78). Consideramos que no se desempeñó como “Templo Mayor” de Kuélap. Más bien pudo ser un lugar en el que eran arrojadas personas, sacrificadas en honor al Dios del Agua, para que no castigara con anomalías climáticas que, al estropear la producción de los alimentos, hacían que se presentara el fantasma del hambre; es en atención a lo expuesto que lo denominamos Recinto de los Sacrificios. (Kauffmann Doig, 1992a, 1996a, 2003a, 2003c, 2012c, 2012d). Izquierda: Corte del recinto de rituales y sacrificios (Véase foto de pag. anterior) Derecha: postulación astronómica de lo que venía llamándose El Tintero (Mc Graw, Oncina, Sharon y Torres Más). L a se utilizaban hasta mediados del siglo pasado, lo que dio origen a su nombre. La forma de cono invertido que exhibe ha dado lugar a que esta construcción suscite especial admiración, por cuanto sus muros contravienen las leyes de la gravedad. Al examinar esta construcción, el ingeniero alemán Uwe Carlson advirtió que la forma peculiar que presenta El Tintero no fue intencional y que se debería a la dilatación experimentada por la estructura a lo largo de los siglos, causada por el agua de la lluvia al almacenarse en la cavidad central que presenta la construcción y a la que se accede por una abertura ubicada en su cima. Para evitar que se produjera tal dilatación es probable que la referida cavidad haya estado originalmente techada. Se ha propuesto que el Tintero o Templo Mayor pudo haber tenido función astronómica, aparentemente en base a fundamentos forzados. También se especula que haya podido ser una prisión por la cavidad que presenta. Consideramos que su función pudo más bien estar enmarcada en rituales y adivinanzas de contenido pluviomágico. Aquello coincide en alguna forma con lo expuesto por Alfredo Narváez (2013: 113) cuando refiere que fue “escenario de complejos rituales”. Además de identificar en su interior fragmentaría de cerámica huari (wari) y de la fase Cajamarca Medio, halló una sorprendente cantidad de restos óseos que estimamos provienen de sacrificios humanos en honor de los “dioses del sustento” y en particular del Dios del Agua (Kauffmann Doig, 2003a). El arqueólogo Narváez propone que se trata de un osario de entierros secundarios, traslados desde sitios distantes. Agrega Narváez que a la fragmentaría de cerámica y los restos óseos también estaban asociados restos de la concha marina Spondylus (Spondylus pictorium). Cierta- Ubicación de la construcción en forma de cono invertido ("El Tintero"), presente en el extremo sur de la Plataforma inferior de Kuélap y que venimos calificando de recinto de rituales y sacrificios (Fotos: cortesía Lic. Manuel Hamilthon Cabañas López, Director Regional de MINCETUR - Chachapoyas). c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 8 3 mente, no podía faltar, ya que la caparazón de este molusco era venerada en contextos de acciones enmarcadas en la pluviomagia en todas las latitudes del Perú costeño-cordillerano, desde tiempos aún anteriores al Incario. Agreguemos lo que al respecto precisa Martín de Murúa (ca. 1600: 409), esto es que las “conchas del mar, que llaman mollo, ofrecían a las fuentes y manantiales, diciendo que las conchas eran hijas del mar madre y origen de todas las aguas…”. Al describir y analizar los mausoleos chachapoyas de Ochín (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 326-329) y escuchar de boca de los comarcanos que habían retirado de este sitio “muy grandes choros”, nos referimos a la asociación del caracol marino Strombus (Strombus galeatus) a los referidos mausoleos. Este molusco también era utilizado en contextos rituales como trompeta (pututo); de acuerdo a lo que sugiere Johan Reinhard (inf. per. 1996) con el fin de atraer la lluvia El pututo, especie de trompeta de caracol marino fue conocido entre los chachapoyas. Reportamos este instrumento al explorar los mausoleos de Ochín. Debió ser introducidos en territorio chachapoyas luego de su incorporación al Incario (Véase Parte Cuarta - B, pp. 215-218). 8 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g cuando ésta tardaba, poniendo en peligro la producción de los alimentos o cuando asolaban sequías. Como podemos apreciar su importancia como material de culto es pan peruana y de una gran antigüedad, la que debe ser precisada todavía. Finalmente, en las inmediaciones del Templo Mayor, anteriormente conocido como El Tintero, se encuentra el conjunto que Narváez (2013: 122) señala y describe como Plataforma Circular. El Torreón, constr ucción presente en el extremo norte de la Plataforma inferior de Kuélap (Foto Federico Kauffmann Doig). º Una tercera portada: ¿entrada o salida al abismo? No lejos de lo que se señala como una “tercera entrada” a Kuélap, además de las dos restantes que se ubican en su frente este, contrariamente estimamos que más bien se trata de una “salida” o escape, ya que esta “portada” finiquita abruptamente dando paso al barranco presente en el lado oeste del sitio. Creemos que a través de esta “tercera entrada” se arrojaban al abismo ofrendas y sacrificios en honor del Dios del Agua (Kauffmann Doig, 1996a, 2003a). º La Atalaya La Atalaya es otra de las construcciones singulares de Kuélap. Está ubicada en el extremo noreste de la plataforma superior y está conformada por una especie de torre, con tendencia a adoptar una forma rectangular. Corresponde a una estructura compacta revestida con sillares. º El Castillo Por su parte, El Castillo se levanta en un lugar elevado próximo a La Atalaya, esto es en la plataforma menor que se asienta sobre la principal. Se trata de un edifico conspicuo que pudo ser morada de los más altos dignatarios. También se le conoce como kallanka, construcción espaciosa frecuente en arquitectura incaica (Kauffmann Doig, 2013b: vol. 2, parte V). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 8 5 El Castillo, conocido también como kallanca, un gran espacio destinado a rituales y otras actividades c o m u n a l e s. Se ubica en el extremo norte de la Plataforma inferior de Kuélap. Muro de contención de la Plataforma Superior. 6. Motivos decorativos Solamente se conoce una escultura asociada a Kuélap y es la que Adolph Bandelier (1907) reproduce en su obra. Además de los motivos en altorrelieve presentes en sillares empleados en sectores próximos a la portada principal, destaca en Kuélap un enigmático rostro esculpido en algunos sillares. Es visible también en el Templo mayor o El Tintero. Alfredo Narváez (2013: 218) plantea que, al igual que otros rostros similares visibles en el sitio, podría representar a la divinidad superior venerada en él. Se trata de un relieve próximo a una escultura, por cuanto los rasgos faciales destacan fuertemente. Lo que llama más la atención respecto al tema que nos ocupa son los motivos geométricos simbólico-decorativos que presentan las paredes de las diversas estructuras circulares de Kuélap. Estos, así como otras muestras de la arquitectura chachapoyas con decoración parietal, han sido abordados por diversos autores (Davis, 1985; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003; Lerche, 1995). Se trata de bandas horizontales que, a manera de frisos, se extienden rodeando las paredes de las construcciones circulares. Los motivos van resaltados con las mismas piedras constitutivas del muro, toda una proeza técnica que es exclusiva de la cultura Chachapoyas. Los motivos en forma de una V, o en todo caso a una M en sucesión, predominan en la arquitectura de Kuélap. Le sigue un rombo horizontal expuesto también en sucesión y que aparecen no solo en estos recintos, pues los encontramos hasta en sitios lejanos, como Pajatén y el grupo cercano de mausoleos denominado Los Pinchudos. Todavía más, el primero de los motivos figura en el Sector VIII de andenes incaicos de Choquequirao, levantado en tiempos del Incario en la comarca de Vilcabamba. Sobre este enigma recogemos la propuesta del arquitecto Roberto Samanez (2006), en el sentido que los constructores de esta decoración mural fueron mitmaes (mitmaq-kuna) chachapoyas (Kauffmann Doig, 2009: 45; 2014, vol. 2: 602, 641-647). De manera acertada, el arqueólogo Gori Tumi afirma que las llamas presentes en Choquequirao copian modelos de camélidos diseñados en la iconografía inca (Tumi 2008). Aquello sin Rostro en relieve alto, Kuélap. Según Alfredo Narváez alude a la divinidad suprema de los chachapoyas. Podría serlo, atendiendo a la frecuencia con que es representado. 8 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Como puede apreciarse por la foto de la izquierda, sillares que forman parte de los muros de Kuélap, si bien algunos pocos, eran decorados con motivos diversos presentados en relieve. Derecha: Otra forma de decorar los muros muy frecuente consistió en destacar motivos, haciendo para ello sobresalir piedras que formaban parte del paramento (Foto: Sharon Castellanos / La Industria). embargo no significa que no hayan sido mitmaes chachapoyas los que aportaron la mano de obra, ya que se trata de una técnica singular desarrollada tan solo por la cultura chachapoyas. Acaso el diseño de aspecto romboidal provenga de dos motivos similares representados en forma de una V o una M en sucesión yuxtapuesta: una hilera boca arriba y otra boca abajo. En ciertos casos estos rombos encadenados incorporan un motivo más: un punto en relieve en el centro. Esto da la sensación de que se ha querido representar ojos dotados de pupila. Sin embargo, creemos que los rombos de Kuélap no necesariamente aluden a una figura ocular como generalmente se estima. Pudo obedecer al imaginario relacionado al culto al agua, como la mayoría de los motivos conspicuos que emplearon los antiguos peruanos en su iconografía. Volviendo al motivo en forma de una V o M encadenada, en el pasado propusimos que podría tratarse de un emblema que evocaría una bandada de aves de trazos geométricos y simplificados. Y añadíamos al respecto que al mismo tiempo aquel motivo podría aludir al rayo (zigzag), así como al serpentear de los arroyos y ríos. En todo caso debemos subrayar que los elementos citados pueden haber estado presentes en el imaginario correspondiente a este emblema como elementos simbólicos concurrentes por cuanto todos los señalados de alguna manera están vinculados al culto al agua. Con todo, la alusión al rayo es la que debió primar. La propuesta de que el símbolo V en sucesión podría aludir a una bandada de aves devino al advertir que alas de trazos similares al emblema referido coronaban a personajes retratados en las paredes de ciertos torreones de Pajatén, y teniendo en cuenta el mito del felino volador qhoa o titi, el anunciador de los diversos fenómenos atmosféricos (Kauffmann Doig, 1996a, 2001-2002a, 2001-2002c, 2011). Como en la simbología chachapoyas, la de Kuélap suele representar también el emblema más generalizado en el Área Inca para evocar el agua. Este se expresa en forma de una cresta de ola, como se aprecia elocuentemente en las ruinas chachapoyas de Monte Bravo y en un dibujo publicado por Morgan Davis (1985; 89); así como en la fotografía tomada en Huabayacu por el arqueólogo Anselmo Lozano y que es una prueba más del simbolismo que encierra el tan L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 8 7 La presencia de anomalías climáticas generadas por el fenómeno del Niño estropeaban las cosechas. Para evitar las crisis por falta de alimentos que ponen a prueba la existencia de hombres y animales, una de las repuestas fue el culto y los rituales. Pero también hubo respuestas prácticas, almacenando víveres para los años aciagos. Es por esto que en el Incario se requería que se tributaran comestibles, en cantidades que parecerían desmedidas. Una mínima parte era destinada a cubrir la alimentación de los dignatarios y administradores. El resto era almacenado (Dibujo Guaman Poma ca. 1600). Es en atención a lo expuesto que proponemos que los recintos de Kuélap eran destinados fundamentalmente a conservar alimentos como previsión ante épocas de escasez. PLATAFORMA SUPERIOR NM PLATAFORMA INFERIOR El Castillo Entrada a la plataforma superior El Torreón Recinto de Sacrificios (FKD) / Templo mayor o El Tintero Salida al Pricipicio Entrada secundaria Entrada principal Plano de Kuélap que muestra de manera aproximada la ubicación de los más de 400 recintos que consideramos graneros. Consideramos que no fue un pueblo como suele estimarse; tampoco un lugar de refugio para la población en situaciones bélicas, al modo de los burgos de Europa medieval. 8 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n repetido signo compuesto por los motivos cresta de ola (=agua) y escalones (=tierra cultivada), identificados por el autor como alusivos al Dios del Agua y a la Diosa Tierra o Pachamama, y que son símbolos representados con frecuencia e infinitas variantes a lo largo de la iconografía de todas las etapas civilizatorias que se sucedieron en el Área Inca (Kauffmann Doig, 1986c, 1990a, 2001-2002b, 2005). Signos como los comentados por su simplicidad son universales. Sin embargo, debieron tener un significado simbólico particular, diferente de una u otra cultura. En el Área Inca hemos propuesto que observan valores alusivos al agua (cresta de ola) y a la tierra (signo escalonado), los dos elementos imprescindibles a la vida por cuanto al conjugarse ofrecen el sustento indispensable a la existencia (Kauffmann Doig, 1996a, 2001d, 2003a). 7. ¿Qué fue Kuélap? Hemos planteado ya que no estamos de acuerdo con la idea ya popularizada de que fue una “fortaleza”, como tampoco un “lugar fortificado”. Estas interpretaciones se basan tan sólo en el carácter ciclópeo que ostenta el monumento, unido a que se ubica en la cumbre de un cerro imponente. Adolph Bandelier (1907, 1940) y Louis Langlois (1934-1939) proponían que Kuélap pudo ser un lugar fortificado destinado a servir de refugio a la población de campesinos comarcana en caso de con- D o i g tiendas bélicas. De esta manera, estos estudiosos asignaron a Kuélap el papel que desempeñaban los burgos o castillos en la Europa medieval. Como quedó señalado, consideramos que la gran mayoría de los recintos debieron haberse destinado a almacenar alimentos. Visto de esta manera, Kuélap debió más bien desempeñar el papel de un gran centro de administración de la producción de los alimentos, para el almacenamiento de los excedentes y su redistribución (Kauffmann Doig, 1991b; 1996a; 2003a; 2005: 63-66; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 63-66). Las reservas de comestibles recaudadas al campesinado por los jerarcas, estarían destinadas a afrontar años de rendimiento bajo o nulo de la producción agraria, a causa de los recurrentes desastres que desataba el fenómeno de El Niño. Sin duda, Kuélap debió fungir paralelamente como sede de rituales, para los que debieron destinarse espacios específicos en el conjunto monumental. Consideramos, adicionalmente, que su apariencia debió encerrar un valor emblemático, si nos atenemos especialmente a la posibilidad de que la portada y su pasaje en rampa que conducía a los depósitos podrían haber evocado una vagina y todo Kuélap simbolizar las entrañas de la Pachamama, la oferente de los comestibles. Los rituales que habrían tenido lugar en Kuélap debieron estar dirigidos ante todo a exorcizar las catástrofes atmosféricas originadas por el fenómeno de El Niño, por cuanto afectaban la producción de los alimentos y hacían asomar el fantasma del hambre. Quien debía escuchar las súplicas y en reciprocidad mostrarse benevolente, evitando que sobrevinieran los azotes climáticos, debió ser imaginado como numen que gobernaba sobre los fenómenos atmosféricos. Una especie de Dios del Agua que, de acuerdo a inferencias de orden etnográfico, es materializado en los Apus: cimas imponentes o relieves montañosos de una particular topografía. Este ser sobrenatural debió personificar también al Sol o Inti. Por su parte, la tierra fértil era encarnada por la Diosa Tierra o Pachamama, que por igual recibía veneración puesto que se le tenía como la donante directa de los alimentos, siempre y cuando su consorte, el Dios del Agua, la fecundara con sus lluvias en la medida y en el tiempo apropiado (Kauffmann Doig, 1996a, 2001-2002c). No hay una respuesta satisfactoria acerca de los motivos que llevaron a que Kuélap fuese abandonado. Tampoco la forma cómo se disponía del agua para atender las necesidades de los ocupantes del monumento: jerarcas, sus servidores y los encargados del cuidado y la conservación de los alimentos. Recapitulando, a la élite le asistía la misión de velar por una adecuada producción de los alimentos, el acopio de los mismos, su almacenaje y vigilar lo depositado en los numerosos recintos circulares; asimismo ocuparse de la redistribución de los comestibles cuando ocurrían catástrofes climáticas (Kauffmann Doig, 2001-2002c). Del Qhapaq Ñan (niain) o camino principal que recorría de sur a norte por los Andes Amazónicos, se desprende un ramal importante que avanza en dirección al Gran Pajatén. La Expedición Chachapoyas 1989 lo recorrió en gran parte, tal como lo muestra la fotografía en la que aparece por igual la laguna La Empedrada (Foto Federico Kauffmann Doig). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 8 9 III. El Gran Pajatén Se conoce con el nombre de Pajatén a un extenso conglomerado arquitectónico conformado por recintos circulares, que en algunos casos presentan paredes decoradas con motivos diversos. Las ruinas de Pajatén fueron dadas a conocer a partir de 1963 y, con posterioridad, otros importantes lugares arqueológicos situados en su entorno, tal como Las Papayas y Cerro Central. El área incluye otros sitios, como La Playa, así como diversos grupos de chullpas o mausoleos, entre los que destaca el de Los Pinchudos. A juzgar por varios patrones constructivos y al igual que los demás grupos arquitectónicos citados, las ruinas de Pajatén se afilian a la cultura Chachapoyas. En un momento de su historia, alrededor del año 1470, Pajatén —como todos los chachapoyas— fue incorporado al Incario. Testigo de este suceso es la cerámica cuzqueña presente en el lugar. Empero, las construcciones siguie- ron incólumes, puesto que no hay rastros de intromisiones de la arquitectura inca en este sitio. Todo parece indicar que los administradores del Incario que fallecían en territorio chachapoyas se hacían inhumar en los mismos espacios sepulcrales de los que se servían los nobles locales. Lo comprueban los restos de cerámica incaica asociada a los mausoleos de Los Pinchudos y las cámaras sepulcrales de la Laguna de las Momias. 9 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n 1. El nombre El nombre de Pajatén bullía en relatos míticos transmitidos en Pataz por la memoria colectiva. Se comentaba que Pajatén era una ciudad perdida ubicada en algún sector adyacente de los Andes Amazónicos pero lejano, y que encerraba riquezas áureas de inconcebible valor. Pocos años después de que un grupo de patacinos incursione y descubra Pajatén, en 1963, se supo que las ruinas no se ubicaban junto al río Pajatén como se creía, como tampoco en el muy distanciado y prácticamente inaccesible lugar donde se levanta el legendario caserío de Pajatén. En efecto, la expedición arqueológica de 1966 conducida por Víctor Pimentel estableció que se encontraban cerca de la margen del río Abiseo, que discurre al sur del río Pajatén. Por lo mismo, Duccio Bonavia propuso sustituir la equivocada denominación de Pajatén por la de Abiseo (Bonavia 1968). Con todo, el nombre de Pajatén dado inicialmente a las ruinas — tal como lo menciona el relato mítico— prevalece aún en la literatura científica. Hoy sabemos que las ruinas que ocupan nuestra atención se ubican cerca del río Montecristo, un afluente del Abiseo, que a su vez vierte sus aguas al Huallaga. En cartas geográficas antiguas, el río Abiseo aparece señalizado como Unamizo. Por lo tanto, la discusión sobre el apelativo que se le debería dar a las ruinas que nos ocupan tendría un comienzo mas no un fin. Por ello seguimos nombrándolas como Pajatén (Kauffmann Doig, 1996b). 2. Descubrimiento del Gran Pajatén El descubrimiento de las ruinas de Pajatén está envuelto en visos legendarios y ha sido historiado en detalle por José Zelada Vela (2008). En 1963, un grupo de pobladores de Pataz encabezados por D o i g su alcalde, Tomás Torrealba, tramontó la cadena cordillerana para internarse en la “montaña” (Andes Amazónicos). El objetivo de los patacinos era, supuestamente, la búsqueda de tierras aptas para el cultivo y el pastoreo. Pero el verdadero propósito del alcalde Torrealba y de sus acompañantes apuntaba a descubrir una mítica ciudad dorada, que la tradición situaba en dirección Este de Pataz y que estaría oculta por tupida vegetación. José Zelada Vela (2008) proporciona un minucioso recuento de los pasos seguidos en el descubrimiento de las ruinas de Pajatén por el grupo de Torrealba que, por lo visto, no fue el primero. Luego de un penoso recorrido de varios días por lugares deshabitados y de difícil transitar, el grupo tropezó con ruinas que iban asomando entre la maleza tropical a punta de machetazos. Los patacinos estaban convencidos de haber hallado el legendario Pajatén. Las primeras noticias sobre este descubrimiento llegaron a Lima en el mismo año de su hallazgo, en 1963, siendo su portador el propio Tomás Torrealba, con fotografías en mano. Rogger Ravines (1964), al verlas y escuchar a Torrealba, publicó los primeros comentarios sobre el sensacional hallazgo. Paralelamente, al tener noticias sobre las ruinas que acababan de ser descubiertas, el explorador Gene Savoy viajó de inmediato al lugar, para luego dedicarse a difundir ampliamente el conocimiento de Pajatén entre propios y extraños, arrogándose su descubrimiento. Años antes de la primera incursión de Tomás Torrealba y sus acompañantes patacinos, en 1959, Ricardo Rosales con un grupo de gente de Piás partió de Parcoy con los mismos propósitos que Torrealba e incursionó en la cuenca del Abiseo, en dirección a un río conocido en Piás como Pisuncho, toponimia que acaso podría ser una modificación de la voz de Abiseo o viceversa. Rosales y su grupo de acompañantes no llegaron a topar con las ruinas de Pajatén, pero sí con una gruta funeraria cercana a aquellas ruinas, de la que retiraron tres fardos funerarios que condujeron a Piás. Uno de estos acusa una de las modalidades chachapoyas de enfardelar una momia, lo que pudo apreciarse al analizar las expediciones conducidas por el autor en 1986 y 1988 (Kauffmann Doig, 1987a, 1989, 2009: 180-181; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 378-380; Vreeland, 1989, 2003, 2013; Vreeland y Kauffmann Doig, 1989). Siguiendo el hilo conductor de la historia del descubrimiento de Pajatén, debemos mencionar a Eduardo Peña Meza (18861968). Según el acucioso profesor Carlos Tuesta Hernández (1988), así como José Zelada Vela (2008), Peña Meza —natural de Juanjuí— es todo un “héroe civil olvidado”, pues fue él quien descubrió Pajatén, y no los patacinos. El hallazgo hecho por Peña Meza habría tenido lugar indirectamente, en el marco de sus esfuerzos por hallar “una ruta que uniera el rico valle del Huallaga con las zonas mineras de Parcoy y luego para llegar a Trujillo”. Las expediciones que alistó con este propósito fueron ejecutadas en 1926-1927 y en 1928-1929, mas otras que condujo posteriormente. No dudamos que en sus recorridos Peña Meza haya podido tropezar con ruinas chachapoyas, ya que transitaba por sectores altos del departamento de San Martín que fueron habitados por esa etnia. Luego de un análisis del itinerario recorrido por Peña Meza de Juanjuí a Condormarca, se deduce que no debió haber topado con Pajatén sino con algún otro conjunto arquitectónico. Y es que por esta ruta se deja a un lado las ruinas de Pajatén situadas en lo alto del L a río Abiseo. La confusión puede deberse a que Peña Meza pudo referirse al pueblo denominado Pajatén, donde sólo existen ruinas de menor importancia y desde donde resulta imposible abordar las ruinas de Pajatén situadas en la cuenca del Abiseo. En cambio, al partir de Juanjuí a Parcoy y así pasar por Valle, transitando por un camino utilizado por los doctrineros, sí pudo este notable explorador topar con Pajatén u otras ruinas vecinas. Empero, Peña Meza no dejó información precisa sobre las ruinas que encontró a su paso por aquellos solitarios parajes. Asimismo, que exista una localidad llamada Pajatén distante de las ruinas que llevan también este nombre, habría generado muchas confusiones al llevar a estimar que el poblado actual de Pajatén sea el mismo lugar donde se encuentran las ruinas que los patacinos ubicaron en la cuenca del Abiseo. En 1999, un grupo de aguerridos pobladores de Juanjuí encabezados por Wilson Salinas Vásquez (2002) partió de aquella localidad con la esperanza de alcanzar las famosas ruinas de Pajatén. Para ello se encaminaron a Ochanate, para así acceder a este sitio arqueológico. Esta expedición no logró su cometido porque en el camino que conduciría de Ochanate a los monumentos de Pajatén se interponen infranqueables barrancos casi imposibles de vencer. El autor sobrevoló la zona y pudo comprobar que era imposible transitar por esta vía. Años antes, en 1996, Adrián Mendoza Ocampo (1999: 149156), por entonces director del INC–San Martín, se dirigió a las ruinas Pajatén con el fin de realizar una inspección oficial del monumento. Para ello tomó la ruta de acceso que lleva a Pajatén desde Pataz. El área donde se ubica Pajatén fue transitada hace cuatro siglos por el arzobispo de Lima Toribio Alfonso de Mogrovejo (1593: 67-68). Centurias después, August Weberbauer (1920) partió también de la sierra para recorrer la cuenca del Abiseo. En su recorrido Weberbauer topó con una cámara sepulcral o mausoleo y realizó un dibujo del mismo. Se trata sin duda de un mausoleo chachapoyas, situado en las proximidades de las ruinas de Pajatén. 3. Expediciones arqueológicas al Gran Pajatén y alrededores Apenas se difundió la noticia acerca del descubrimiento de las ruinas de Pajatén, el explorador Gene Savoy no tardó en hacerse presente en Pataz, accediendo a éste en 1965. A raíz de su visita divulgó ampliamente la existencia de las ruinas de Pajatén en medios periodísticos peruanos como extranjeros, los que bautizaron a este sitio como “Gran Pajatén” y que por un tiempo pasó como un hallazgo suyo. En noviembre de 1965, contando también con la guía de patacinos entre los que se encontraba Torrealba, partió de Pataz rumbo a Pajatén la primera expedición ejecutada por expertos. La dirigía Víc- c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 9 1 tor Pimentel Gurmendi (1967, 1992, 2014; Pimentel Spissu, 1998), quien era secundado por Pedro Rojas Ponce (1965, 1967, 1968), y cuya misión era documentar fotográficamente las ruinas. A juzgar por la monografía que publicó Pedro Rojas Ponce, su interés se centró en documentar la decoración parietal que presentan algunos de los recintos. Los resultados de esta primera expedición exploratoria, una vez que Pimentel los dio a conocer, llevaron a que el propio presidente Fernando Belaúnde se interesara en su exploración, por lo que alentó la ejecución de una segunda expedición a Pajatén. Esta se realizó en 1966 y fue conducida nuevamente por Víctor Pimentel Gurmendi (1992). En ella participó el arqueólogo Duccio Bonavia, a quien se debe el primer y más amplio estudio sobre Pajatén, o ruinas del Abiseo de acuerdo a la nomenclatura que emplea (Bonavia, 1968, 1969). Otro miembro de aquella misión fue el arquitecto Wolfgang Wurster (1968), autor de un animado cuaderno de viaje salpicado de valiosas anotaciones arqueológicas. Wurster es autor de un meEl Recinto-2 del Gran Pajatén (Foto Pedro Rojas Ponce/1966). 9 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n ticuloso dibujo de elevación de la pared del Recinto 2, que presenta diversos motivos simbólicos y que fue publicado en la obra de Bonavia (1968). Además de describir prolijamente el conjunto arqueológico de Pajatén, Bonavia realizó en aquella ocasión excavaciones en el Recinto 1 (Bonavia, 1968: 35-37). La expedición de 1966 ha dejado huella en los anales de la historia de la arqueología peruana, tanto por la importante contribución de Duccio Bonavia y de Wolfgang Wurster, como por los diversos y valiosos alcances expuestos por Víctor Pimentel Gurmendi (1967, 1992, 2014); a esto se suma el importante acopio fotográfico de Pedro Rojas Ponce (1967). Todo esto a pesar que la expedición contó sólo con algunos pocos días para la exploración del sitio, luego del retiro de la maleza. En esta jornada participó el estudioso León Linares, quien años después retornó a Pajatén conduciendo una expedición organizada por la Fuerza Aérea. En 1980 se identificó el grupo arqueológico Las Papayas (Leo y Ortiz 1982). De acuerdo a la exploración realizada por Mariella Leo, el grupo Las Papayas está constituido por unos 100 recintos. Años antes, en 1973, un grupo de jóvenes arqueólogos de la Universidad Nacional de Trujillo —dirigidos por Jaime Deza Rivasplata (1975-76)— investigó otro conjunto, algo cercano a Las Papayas, conocido como La Playa (Cedrón, 1989, 1992).Este sitio arqueológico chachapoyas comprende 16 construcciones circulares y una cuadrangular que se ubican sobre una terraza natural en la margen derecha del río Montecristo, afluente del Abiseo, y que habrían sido levantadas durante el Horizonte Tardío (Cedrón, 1989, 1992). Los recintos de La Playa ocupan un área calculada en cuatro hectáreas. No tienen la prestancia de las construcciones que con- D o i g forman los conjuntos vecinos de Pajatén y de Los Pinchudos, siendo su estado de conservación precario. Doce años después, en 1980, se emprendió una nueva expedición arqueológica al Pajatén, la misma que fue conducida por el autor. Esta misión focalizó su interés en el reconocimiento de un grupo de mausoleos que permanecía inédito: el de Los Pinchudos, situado en las proximidades de las ruinas de Pajatén. En los años siguientes el autor condujo dos expediciones más a Pajatén, pero teniendo siempre como principal objetivo ahondar en la investigación del sitio de Los Pinchudos, lo que le permitió identificar en el área otros grupos de mausoleos, en algo similares . En el marco de una tercera expedición se realizó un levantamiento completo del citado sitio arqueológico, a cargo del destacado arquitecto Roberto Samanez Argumedo (Samanez y Kauffmann Doig, 1992). Las investigaciones permitieron esbozar planteamientos teóricos acerca del origen de los chachapoyas (Kauffmann Doig, 1980a, 1984b, 2000, 2003a). En 1985 la Universidad de Colorado (Boulder) ejecutó un amplio proyecto de investigaciones en el área arqueológica de Pajatén, bajo la dirección de Thomas J. Lennon (1992). En el marco de éstas se reconoció un nuevo grupo arquitectónico chachapoyas, el de Cerro Central. También se identificaron evidencias de gente que transitaba o habitaba sectores de puna situados en el camino que conduce de Pataz a Pajatén, particularmente en la cueva Manachaqui y en la propia área de Pajatén. Si bien anteriores a la cultura Chachapoyas hasta en más de 8 mil años, consideramos que aquellas sociedades prehistóricas no fueron las que dieron origen a la cultura Chachapoyas. En el Proyecto de la Universidad de Colorado participaron Elke Cedrón (1989), Thomas J. Lennon y Miguel Cornejo (Lennon et al., 1989), así como Warren Church (1994, 1996), a quien se debe aportes de especial importancia. 4. Ubicación de Pajatén Las ruinas de Pajatén se encuentran a 2 850 metros sobre el nivel del mar. De acuerdo a los cálculos iniciales se ubican entre 77° 18’ LO y 78° 43’ LS (Pimentel, 1967). Están situadas en la provincia de Mariscal Cáceres, departamento de San Martín. Tanto Pajatén como los grupos arquitectónicos de los alrededores se ubican en el sector occidental del Parque Nacional Río Abiseo, creado en 1983 para salvaguardar los testimonios culturales, la riqueza paisajística, así como la extraordinaria biodiversidad que encierra la zona (Church, 1997; Leo, 1992; Leo y Ortiz, 1982). En 1990 el Parque Nacional Río Abiseo fue inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Las ruinas de Pajatén se ubican sobre una colina sobre la margen derecha del río Montecristo, tributario del Abiseo o Unamizo, que termina tributando al Huallaga. Su entorno y de los demás testimonios que se encuentran en el área se mantiene deshabitado, prácticamente desde Los Alisos, localidad cercana a Pataz y donde se inicia la ruta que conduce a Pajatén. Las ruinas distan de Pataz unos 100 kilómetros, los que se recorren en unas cuatro jornadas; las primeras a lomo de mula y las siguientes a pie debido a la densa vegetación reinante. Pajatén se ubica en la región conocida tradicionalmente como “montaña”, que hemos propuesto denominar Andes Amazónicos, en su sector alto, dada su configuración y orografía andinas y su paisaje de tupida vegetación amazónica. Esta corresponde al bosque húmedo L a CHACHAPOYAS c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 9 3 9 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g 5. Visión arquitectónica de Pajatén Levantamientos topográficos llevados a cabo por nuestra expedición al Gran Pajatén (1989), realizados bajo la dirección del arquitecto Roberto Samanez Argumedo (Foto: Federico Kauffmann Doig). montano, que prospera en zonas entre 2 000 y 3 000 metros de altitud. Es sintomático que estos espacios correspondan a las zonas altitudinales que preferían habitar los chachapoyas, acaso por su origen cordillerano. En dirección oriente y luego que los Andes Amazónicos van descendiendo, estos terminan por dar lugar a las estribaciones cordilleranas orientales, las que a su vez desaparecen al hundirse en las planicies de bosque pluvial que identifican a la región de la Amazonia o Baja Amazonia. En altitudes inferiores a 2 000 metros, siempre en dirección a oriente, los Andes Amazónicos dejan de ser territorio de los chachapoyas. En el pasado estos espacios fueron habitados por los hibitos y los cholones, de tradición cultural amazónica y por lo mismo distinta a la que portaban los primeros. Por el norte, desde el curso seguido por el río Marañón al recibir las aguas del Chinchipe, la topografía desciende rápidamente cediendo paso a lo que se califica de Baja Amazonia; aquí moran diversos grupos de nativos amazónicos, especialmente de la etnia de los jíbaros, que por lo mismo son también diferentes de los chachapoyas. Si bien es cierto que el espacio altitudinal entre 2 000 y 3 000 metros fue preferido por los chachapoyas para levantar sus construcciones, no por eso desaprovecharon los espacios yungas y chaupiyungas, situados en las profundas quebradas de la cuenca del Utcubamba y otras comprendidas en su territorio, como el flanco occidental de los Andes Cordilleranos, hasta las orillas mismas del alto Marañón en su margen derecha; tampoco dejaron de aprovechar las zonas altas, superiores a 3 000 metros, donde cultivaban tubérculos y pastaban camélidos. La crianza de llamas está comprobada por las referencias que consignan algunas fuentes documentales antiguas (Pérez de Guevara, 1545), así como por los hallazgos en Pajatén de restos óseos de camélidos (Bonavia, 1968). Las construcciones de Pajatén se alzan sobre una angosta meseta en hemiciclo, de piso desigual, correspondiente a la cima de una elevación alargada que se ubica en el triángulo constituido por la unión de dos quebradas que al unirse forman el río Montecristo, que luego desaguará en el Abiseo. A juzgar por el plano levantado por Vicente Núñez y José Bahamonde, publicado en la obra de Bonavia (1968), Pajatén se extiende sobre una superficie de unas dos hectáreas. Para su exploración y registro de su arquitectura la expedición de 1966 (Pimentel, 1967, 2014) debió invertir recursos en el desbroce y retiro de la vegetación. Lo que distingue de modo inequívoco a Pajatén, nombre que individualiza estas ruinas frente a otras que también se ubican en el Parque Nacional Río Abiseo (PNRA), es el carácter portentoso de su arquitectura y la abundancia y gran variedad de los motivos simbólico-decorativos expuestos en las paredes de algunos de sus recintos. Con todo, la arquitectura de Pajatén no difiere mayormente de la que desarrolló la cultura Chachapoyas, tanto la pública como la de culto y la funeraria. Entre los torreones se abren paso plazoletas embaldosadas. Dos de éstas están provistas de sendas huancas o piedras de carácter mágico-religioso, alargadas e hincadas en el suelo. De acuerdo a estudios del autor en el Área Inca, estos monolitos simbolizaban falos que al ser hundidos en el suelo —los predios de la Pachamama— aludían simbólicamente a la fertilidad (Kauffmann Doig, 2001d, 2005; Kauffmann Doig y Ligabue, 2013: 144-168). El terreno desnivelado se sortea mediante escalinatas que conectan algu- L a nos de los torreones principales, pues las diversas construcciones se levantan sobre niveles distintos debido a la desigualdad del terreno. Las diferencias entre un torreón y otro se determinan por el tamaño de los recintos, y en segundo lugar por la presencia o ausencia de decoración parietal. Los recintos circulares de Pajatén parecen estar conformados por estructuras de dos pisos. Pero lo que parece corresponder al primer “piso”, es por lo general sólo una estructura maciza de barro y piedras en la que una ménsula separa un “piso” del otro. El carácter compacto del primer “piso” lleva a la presunción de que la función primordial de estos recintos era servir de graneros; este recurso habría permitido la conservación de los alimentos, al no reposar estos directamente sobre el suelo húmedo. La expedición de 1966 detectó un total de 17 recintos (Bonavia, 1968). Con rara excepción todos observan planta circular. Los dos recintos de menor tamaño sólo alcanzan algo más de un metro de diámetro; los más grandes, en cambio, llegan a medir cerca de 15 metros de diámetro. Cuatro de las construcciones ostentan motivos simbólicos. Durante sus campañas de la década de 1980, el equipo de la Universidad de Colorado Boulder registró en el sitio bautizado como Cerro Central 26 edificios que ocupan un espacio de algo menos de dos hectáreas (Church, 1997: 235; Lennon et al., 1989). Los motivos que decoran las paredes de algunos de sus recintos no tienen parangón con los de Pajatén, tanto en el acabado como en la variedad de figuras. Los motivos parietales simbólicos van trabajados con lajas rectangulares de piedra pizarra, al igual que las demás empleadas en los muros; la excepción está dada por las cabezas esculpidas a la redonda y dotadas de una espiga que permite fijarlas en la pared. Hay rastros de argamasa de arcilla amarillenta en los muros, usada para asentar las piedras. Salvo excepciones, los muros muestran una pobre conservación debido a la acción de la vegetación que prosperó durante siglos en los intersticios de los vetustos monumentos, aflojando los aparejos. Posiblemente las paredes de c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 9 5 aquellos recintos de Pajatén que presentan decoración parietal, estuvieron originalmente emplastadas con arcilla de diversos colores. Esto se infiere por que los paramentos de los mausoleos de Los Pinchudos, en la vecindad de Pajatén, al estar protegidos por un techo natural rocoso conservan hasta el presente las tierras arcillosas de diversos colores aplicadas por encima de la decoración pétrea (Kauffmann Doig, 1980a, 2000). Los techos de Pajatén debieron ser cónicos (Bonavia, 1969), especialmente los que acusan mayores dimensiones y los que llegan a alcanzar hasta 15 metros de diámetro. No así las cercanas y emparentadas construcciones de Los Pinchudos, probablemente debido a sus dimensiones menores, pero especialmente en relación a su función funeraria. En cuanto al sitio de Kacta, el maestro chachapoyano Napoleón Gil (1938) dibujó sus recintos circulares que lucen techos abovedados. Los techos cónicos de Pajatén iban cubiertos con paja y se sostenían sobre una armazón de madera. Duccio Bonavia (1969) supervisó la elaboración de un di- Izquierda: Recinto circular de La Jalca, según dibujo publicado en 1892-93 por Arthur Wertheman pero ejecutado en 1874. Se estima que los techos del Gran Pajatén estaban conformados por un armazón cónica cubierta de paja, en la forma como lo presenta la construcción contigua. Plano del Gran Pajatén realizado por la expedición dirigida por Víctor Pimentel en 1966 (Vicente Segura). La foto muestra la piedra parada o huanca presente en Pajatén y que en otro estudio describimos como un falo simbólico enclavado en las entrañas de la Pachamama o Diosa Tierra (Foto: Federico Kauffmann Doig). A la derecha elevación de la gradería que conduce al espacio del Recinto-1 del Gran Pajatén. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 9 7 Uno de los dos lados, el de la derecha, del Recinto-1 del Gran Pajatén (Foto Pedro Rojas Ponce). Planos de levantamientos del Recinto-1 del Gran Pajatén conducido por un grupo de topógrafos liderados por el arquitecto Roberto Samanez Argumedo (Expedición conducida por el autor al Gran Pajatén, 1989). 9 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g chachapoyas, varias de sus representaciones no se repiten en otros sitios arqueológicos de esta cultura; salvo en Cerro Central, si bien en este sitio los motivos figurativos y geométricos van representados en tamaño pequeño. Estructura rectangular, la única de esta forma presente en el conjunto arqueológico Gran Pajatén. (Foto Federico Kauffmann Doig). bujo que presenta una reconstrucción de cómo debió lucir uno de esos techos. Un recinto circular que todavía conserva su techo se encuentra en la localidad La Jalca y fue dibujado por Arthur Wertheman (1892-1893). Por su parte, en 1992 Morgan Davis demostró de manera práctica en el lugar de Collacruz, cerca de Chachapoyas, la forma cómo se habrían construido los techos de los recintos circulares (Davis, 1996). Duccio Bonavia (1968: 13-34) no sólo describió meticulosamente cada uno de los recintos de Pajatén. También informa sobre el pozo de prueba que excavó en el Recinto 1 y da noticia acerca del material recuperado (op. cit.: 35-59). Por su parte, Warren B. Church (1996) debe ser citado una vez más en relación a las investigaciones que ejecutó en Pajatén, y también Víctor Pimentel Gurmendi (1967, 1992), Víctor Pimentel Gurmendi y Víctor Pimentel Spissu (1999), y Pedro Rojas Ponce (1965, 1967, 1968); así como Roberto Samanez por la pulcra carpeta de planos que levantó de Los Pinchudos, y parcialmente de Pajatén, al frente un grupo de los diestros topógrafos cuzqueños encabezados por Rafael Morales M. y secundado por los entonces bachilleres en arquitectura Jorge Morales M. y René Barreto J. (Samanez y Kauffmann Doig, 1992). 6. Motivos simbólicos parietales Las ruinas de Pajatén se distinguen por la variedad de motivos simbólicos de estilo puramente chachapoyas, presentes en las paredes de algunos de sus recintos. Si bien por su estilo y por la decoración geométrica que presentan, sus elementos iconográficos deben asignarse a los º Apreciaciones introductorias En la elaboración de los motivos simbólicos parietales, los pajatenenses siguieron en términos generales los mismos modelos figurativos y técnicos empleados por los chachapoyas a lo largo de sus dominios. Por ejemplo, trazar las líneas que debía observar el motivo deseado, utilizando el mismo material pétreo empleado en la construcción del muro. Para el efecto los elementos decorativos eran resaltados haciendo que sobresalieran ciertos elementos pétreos o acomodándolos de modo tal que finalmente definieran la figura que se deseaba plasmar. La decoración geométrico-simbólica parietal de Pajatén sigue fundamentalmente aquellos motivos que se repiten con leves variantes en las construcciones chachapoyas levantadas a lo largo y ancho de su territorio. Algunas de sus formas recuerdan curiosamente ciertos elementos emblemáticos presentes en lugares distantes. Tal por ejemplo el signo cresta de ola, como también el motivo escalonado, ambos de amplísima difusión en el Área Inca. Igualmente se percibe en la decoración chachapoyas similitudes con la decoración estucada practicada por los chimú en paredes de barro; acaso esta haya inspirado el modelo practicado por los chachapoyas al decorar sus paredes, basado en el acomodo particular de una parte de las piedras del muro. Si bien las figuras biomorfas y los motivos geométricos eran trazados por los chachapoyas mediante la técnica de resaltar parte de las piedras empleadas en el L a muro, las biomorfas de aspecto humano incluían un elemento escultórico: la cabeza del personaje, con lo cual se proponían acaso dotarlas de un mayor realismo. Las esculturas cefalomorfas citadas eran empotradas en el lugar que les correspondía en el contexto de la figura humana que retrataban. Para sostenerlas en el muro se les dotaba de una proyección o “espiga”, presente en la parte posterior de la misma piedra que conformaba la testa. La misma forma era aplicada también cuando representaban aves, como las que figuran en el Recinto 2. Lamentablemente las caras de los personajes están muy deterioradas debido a la erosión de la piedra. º Distribución de la decoración parietal Las edificaciones de Pajatén que incluyen decoración simbólica aparecen señaladas en el plano de Segura-Bahamonde (Bonavia, 1968) como: Recinto 1, Recinto 2, Recinto 5, Recinto 7 y Recinto 8. El Recinto 1 presenta mayor magnificen- cia en cuanto a decoración parietal y guarda también un estado de conservación excelente. Los motivos simbólicos ya mencionados se extienden únicamente por zonas situadas en el segundo “piso” del recinto. El Recinto 2 exhibe figuras biomorfas de aves, logradas con la técnica típica chachapoyas para decorar paredes. También aparecen en este recinto sillares esculpidos en relieve, que retratan diversas figuras antropomórficas, así como motivos de trazos geométricos. Los monolitos decorados aparecen encajados en el muro, por lo que igualmente forman parte de los sillares que conforman a éste. Los diversos motivos que registra esta estructura no siempre se repiten en los restantes recintos ornamentados de Pajatén; por ejemplo, aves con las alas extendidas. Es de notar que en el Recinto 2 suelen reaparecer las figuras biomorfas de aspecto humano y sexo femenino o Pachamamas. Son similares a la presente en el Recinto 1. Sin embargo, a diferencia de las prime- c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 9 9 ras aparecen talladas en alto relieve sobre la superficie de sillares. La falta de orden de las piedras decoradas en el Recinto 2 fue explicada por Wurster (1968) y por Bonavia (1968), quienes sugieren que esto puede deberse a que estas piedras fueron reutilizadas, y que podrían proceder de algún recinto que fue desechado. Ignoramos si este se levantaba en el sitio mismo de Pajatén o en algún lugar cercano. El Recinto 5 registra figuras humanas similares a las presentes en el Recinto 1, y también una banda con motivos geométricos en el sector superior de la construcción. El Recinto 7 tiene la particularidad de ostentar decoración tanto en su pared interior como exterior. El Recinto 8 registra también motivos diversos, expuestos con las técnicas usuales presentes en Pajatén. º Disposición de la decoración parietal En cuanto a la decoración presente en los paramentos de los recintos men- Dos pachamamas del Gran Pajatén. Presentan el abdomen abultado como si estarían prestas a alumbrar y se diferencian por el tocado. La cabeza de los personajes es tratada escultóricamente (Fotos: Pedro Rojas Ponce). 1 0 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Otro estilo de representar a las pachamamas, en plano relieve sobre los sillares del muro. Recinto-2 (Dibujo de Víctor Pimentel Gurmendi). Tres figuras prototípicas y similares con representaciones en altorelieve presentes en el Recinto-2 del Gran Pajatén (Roberto Samanez Argumedo y Victor Pimentel, respectivamente). Una de las pachamamas del Recinto-2, diseñada en forma elemental en comparación con las del Recinto-1 del Gran Pajatén. Ellas nos recuerdan a las pachamamas del vecino sitio de Cerro Central (véase pág. 104). Abajo: Una de las dos aves presentes en Recinto-2. Adviértase que en el Recinto-1 no hay representaciones de aves (Fotos: Federico Kauffmann Doig). RECINTO 2. Muestrario de piedras decoradas. Abajo: Figuras logradas con piedras constitutivas del mismo muro. La pared del Recinto-2 decorada con diversas figuras simbólicas: humanas, ave y composiciones geométricas, todas envueltas en valores emblemáticos (Dibujo de Bernardino Ojeda basado en un plano de Wolfgang Wurster, con la supervisión del autor). L a cionados, debe remarcarse como una constante que las figuras antropomórficas cubren tan solamente el “piso inferior” de las edificaciones. En cambio, el “piso superior” es donde aparecen los motivos geométricos. Una ménsula separa el cuerpo inferior del cuerpo superior de los recintos. Sólo el Recinto 2 es ajeno a esta norma. La razón por la cual los recintos aparentan ser estructuras a modo de conos ligeramente invertidos, fenómeno advertido inicialmente por Wurster y por Bonavia (1968), se debe a la absorción del agua de lluvias por la masa interior de la estructura. En los recintos con decoración parietal, los motivos aparecen explayados en torno a la fachada, por lo general circular. En el caso de los recintos más destacados, una escalinata central conduce al “piso superior” o recinto propiamente dicho. Esta divide la zona decorada en dos sectores. Esto aplica para el Recinto 1 y en menor escala también para el Recinto 5 y el Recinto 7, porque los demás recintos que ostentan decoración carecen de escalinata. Las figuras antropomorfas van ordenadas en fila horizontal, por debajo de la ménsula que separa el “piso” superior del “piso” inferior del recinto. Las paredes que se yerguen por encima de la ménsula muestran una banda constituida por motivos geométricos. Estos elementos formales, de trazos geométricos, se repiten incesantemente en el Área Inca, tanto expuestos en cerámica como en tejidos. Como ya hemos indicado, ellos han sido identificados tiempo atrás como emblemas que combinan el signo alusivo al agua conformado por la figura de una cresta de ola, con el de la tierra que adopta la forma de escalones (andenes). Curiosamente ambos motivos, al juntarse, representan una figura de ave vista de perfil. Esto se percibe claramente en la decoración que presentan el Recinto 1 y el Recinto 5. Los motivos parietales presentes en algunos de los recintos del grupo arquitectónico de Cerro Central (Lennon et al., 1989), no son más que modalidades o simples versiones de las figuras geométricas y antropomórficas que registran los paramentos de algunos de los recintos de Pajatén. º Dos categorías de motivos iconográficos De lo expuesto se desprende que la iconografía de Pajatén, vista en conjunto, comprende dos categorías. En ambos casos los motivos aparecen dotados de valores altamente simbólicos. La categoría primera incorpora figuras conformadas por motivos biomorfos, que a su vez incluyen: (a) figuras antropomorfas y (b) figuras zoomorfas. La segunda categoría comprende motivos esquemáticos simbólicos expresados mediante líneas geométricas: (a) una V en cadena y c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 0 1 (b) una figura que da la sensación de ser de origen aviar trazada de modo esquemático, que incorpora los símbolos alusivos al agua (cresta de ola) y a la tierra fértil (signo escalonado). Seguidamente se expone una caracterización de los motivos de las dos categorías que presenta la decoración parietal de Pajatén, incluyendo en esta la de Cerro Central que en el fondo no registra mayores diferencias. º Motivos biomorfos: ¿representaciones de la Pachamama? Los motivos biomorfos constituidos por figuras antropomorfas representan únicamente a personajes de sexo femenino. Al portar diversos atributos simbólicos y expresar solemnidad, los mismos deben ser considerados como seres sobrenaturales y por lo tanto no como simples figuras de individuos. Exceptuando las representaciones del Recinto 2, las figuras van expuestas ordenadas en sucesión horizontal, extendién- El Recinto-1 decorado con figuras humanas de sexo f e m e n i n o. Tal vez sean evo ca cio n es antropomorfas de la Pachamama o Diosa Tierra (Foto: Pedro Rojas Ponce). 1 0 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n dose a modo de una banda en torno a la pared circular, tal como se aprecia en los Recintos 1 y 5. Las figuras se orientan hacia ambos costados, partiendo de un eje central tal como se advierte en el Edificio 1, donde una escalinata divide en dos la escena. Los personajes acusan líneas esquemáticas y angulosas en su composición, en gran parte debido a la impronta de los recursos técnicos empleados en su elaboración. No así en lo que se refiere a la cabeza, único detalle escultórico en la composición de Pajatén. Las testas fueron esculpidas de modo estereotipado, por lo que no difieren sustancialmente unas de otras. Como las cabezas fueron elaboradas utilizando piedras de arenisca rojiza o blanca, la erosión ha hecho estragos en ellas. De esta manera los rasgos de la cara han experimentado grandes cambios. Orejas y orejeras llegan a destacar en forma desmedida, ofreciendo a primera vista una idea errónea, distinta a la que debieron ofrecer los rostros originalmente. Los seres sobrenaturales de Pajatén son presentados de frente y no cabe duda que son representaciones de sexo femenino. Éstas van sentadas, tienen las piernas flexionadas y las rodillas separadas. Adicionalmente muestran el vientre abultado, como si estuvieran embarazadas. Todavía más, parecería que se aprestaran a alumbrar. Consideramos que estos seres sobrenaturales, inobjetablemente de sexo femenino, podrían ser figuras humanizadas de la Diosa Tierra o Pachamama (Kauffmann Doig, 1986c). Esto es, constituir representaciones de la divinidad femenina, procreadora de los hombres, animales y plantas. Curiosamente muestran parecidos con figuras femeninas del Área Inca Septentrional (Manabí, Ecuador), y aún con expresiones iconográficas de Colombia. Estas similitudes son tanto de D o i g forma como de fondo (Kauffmann Doig, 1986c: 84, 1990a). Los brazos de las féminas sobrenaturales de Pajatén, que consideramos son representaciones de la Pachamama, parecerían remedar o aludir a lo que serían alas. Las palmas de las manos, por lo general con atributos tridáctiles, se aproximan, y hasta unen una figura con la otra. A diferencia de las manos, los pies acusan sólo dos dedos. Naturalmente que este hecho no obedece a una falta de pericia del artista, por lo que debe encerrar un propósito enmarcado en valores simbólicos (Kauffmann Doig 1980b: 530, Fig. 5). La cantidad de dedos de las figuras que comentamos es distinta en cuanto a las figuras humanas presentes en el Recinto 2. No hay mayores diferencias entre uno y otro personaje sobrenatural en el contexto de un mismo edificio, como tampoco en los restantes recintos en los que fueron retratados. Aquello se aplica también al aspecto lineal que presentan, proveniente de la técnica con la que fueron elaborados, que se refleja del mismo modo en la composición anatómica particular que acusan. Sin embargo presentan una variante notoria: el tocado que portan estas pachamamas es de dos tipos. En un caso lo conforma una línea, determinada por una hilera de piedras que se extienden dando lugar a una figura trapezoidal, de la que irradian líneas en abanico. El segundo tipo de tocado lo originan dos rayas que se proyectan en forma oblicua y de las que se desprenden líneas paralelas. En el primer caso se trata evidentemente de un adorno plumario, radial, que cubre la cabeza. El segundo tipo de tocado descubre estar compuesto por las alas de un ave. Esto se comprueba al comparar el motivo expuesto con las alas extendidas de las aves representadas en el Edificio 2 (Kauffmann Doig, 1983: 532). En resumen, a las representaciones antropomorfas les fueron asociadas atributos ornitomorfos en forma de adornos presentes sobre la cabeza, que sin duda debieron encerrar valores simbólicos de importancia. El tocado de plumas y aquel conformado por dos alas aluden simbólicamente sin duda a elementos fecundantes de la tierra o Pachamama; esto es a las lluvias que se precipitan partiendo de los espacios celestiales. Adicionalmente debemos reparar que las pachamamas coronadas por alas son en el fondo las mismas que portan imágenes femeninas presentes en el Recinto 2 y sobre el que nos ocuparemos oportunamente. En lo que atañe al segundo tipo de tocado descrito, su forma está presente también en las figuras femeninas que exhibe la pintura mural de San Antonio, que será descrita en otro capítulo. Consideramos que este tocado, en forma de alas, sobrevive en las monteras de uso femenino en ciertas localidades de los departamento de Puno y Cuzco, por más que haya perdido su simbolismo original. º Motivos biomorfos constituidos por aves esquemáticas Las figuras biomorfas que representan aves trazadas sin otras asociaciones iconográficas, solo fueron presentadas en el Recinto 2 de Pajatén, así como eventualmente también en el complejo arqueológico del Cerro Central. Se trata de aves diseñadas de frente con las alas extendidas, elaboradas con la técnica chachapoyas típica de hacer sobresalir las piedras del muro que deben delinear la imagen. La cabeza en estas aves es escultórica y encaja en el muro de modo tal que aparece expuesto de perfil. Aunque de trazos esquemáticos, estas figuras son elocuentemente ornitomórficas. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 0 3 Personaje femenino con un tocado similar al que porta un ave presente entre las piedras con decoración parietal del Recinto-2 (Figura anterior). La representación del ave permite explicar que el tocado estaba constituido por las alas de un ave (Fotos: Pedro Rojas Ponce y Federico Kauffmann Doig respectivamente). El dibujo de la izquierda (Recinto-2) evidencia que el tocado de algunas de las pachamamas presentes en el Recinto-1 es una inspiración de las alas explayadas de un ave, como puede observarse en el dibujo de la derecha de la cabeza y tocado de una de las pachamamas del Recinto-1. En ciertas zonas del departamento de Puno las mujeres aún usan monteras que recuerdan de cerca el tocado propio de una figura que presenta alas explayadas, como las que portan las pachamamas del Gran Pajatén. La señora con montera era natural de San Juan de Chuquibambilla (Foto cortesía de Maximilien Bruggmann). Variantes de este tipo de monteras ornitomorfas son también usadas en otros lugares del departamento de Puno, como en Asillo (Kauffmann Doig, 2009: 88; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 295). Curiosamente el tipo de tocado presente en las pachamamas chachapoyas del Gran Pajatén, alusivo a alas desplegadas, lo reencontramos en la imagen de la Virgen de Alta Gracia de Ayaviri, Puno. 1 0 4 - Diversos elementos decorativo-simbólico presentes en la pared de algunos recintos de Cerro Central, sitio ubicado frente a Los Pinchudos y Gran Pajatén. Fue descubierto en 1985 por David Ayres (Dibujos de Bárbara d´Achille). Las figuras miden por lo general 0,50 metros de alto y 0,70 metros de ancho y, como las del Gran Pajatén, fueron elaboradas en piedra pizarra, aunque también se emplearon piedras de otra tonalidad. Las figuras emblemáticas fueron obtenidas con técnicas similares a las empleadas en el Gran Pajatén. Si bien repiten los mismos motivos, no están trabajadas con el esmero que muestran aquellas. La cabeza de las pachamamas de Cerro Central fue trabajada escultóricamente, al igual que las del Gran Pajatén. F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a Las alas de las aves del Recinto 2 de Pajatén permiten descubrir lo ya expuesto: que uno de los dos tipos de tocado que portan las figuras de los edificios decorados que presentan las pachamamas —o figuras femeninas en actitud de alumbrar— son en efecto alas. Lo que no es posible determinar es a que ave corresponden. Asumimos que el ave figurada es la representación de un halcón, ave que contrariamente al cóndor, de carroña, desempeñó un rol preponderante en el marco de las creencias mágico-religiosas del antiguo Perú. º Motivos geométricos Esta categoría comprende diversos arreglos simbólicos elaborados en base a líneas geométricas, logradas con las mismas piedras que forman parte de los muros. Estos motivos debieron encerrar valores emblemáticos y haber evolucionado partiendo de motivos figurativos que al ir evolucionando fueron tornándose esquemáticos. Los motivos más comunes acusan la forma de una V o la de una M en sucesión, en alineamiento horizontal. Tal como ya señaláramos una y otra vez, este emblema puede representar al mismo tiempo una bandada de aves, como ser la evocación de una figura serpentiforme alusiva al curso de las quebradas y de los ríos, pero también al rayo con su figura en zigzag. Esto es, el emblema que comentamos parecería que reúne varios símbolos a la vez, enmarcados todos de una u otra manera en el culto al agua vivificante. Las aves geometrizadas, a las que en otra sección hemos hecho mención, son el producto de la combinación de los dos emblemas más difundidos de la iconografía del Área Inca: la cresta de ola (=agua) y el signo escalonado (=terrazas de cultivo = suelos). En cuanto a los rombos, motivo frecuente representado por los chachapoyas, c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 0 5 por lo general podrían aludir a los ojos de algún felino. Consideramos que acaso tenga otra significación simbólica, pudiendo derivar de la representación del rayo graficado en forma de líneas en forma de M en sucesión pero que se entrecruzan, para de este modo conformar rombos. Adelantamos al respecto que este símbolo no es privativo de los chachapoyas, puesto que se repite a lo largo y ancho del Área Inca. El motivo que nos ocupa acaso podría representar dos rayos amalgamados, que aprisionan a la Pachamama o Diosa Tierra cuando en el centro del rombo se localiza un redondel. Pero igualmente en el interior del rombo se incluye otro, como si se repitiera el signo pero en forma unitaria. Este no necesariamente debe aludir a lo que considera el iris de un ojo, bien podría simbolizar el agua en su forma de una gota de lluvia, tal como aparece representada en infinitas versiones la iconografía andina. Nótese en la foto el emblema cresta de ola integrada al símbolo de la tierra fértil en forma de una figura escalonada, que al mismo tiempo alude a la figura de un ave esquemática. Los dibujos tratan de comprobar estos hechos en base a la figura inferior de la izquierda, tomada de una cerámica escultórica moche. 1 0 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g GRAN PAJATEN: ARTE Y SIMBOLISMO Anselmo Lozano Calderón El arte de Los Chachapoyas se caracterizó por ser austero y de síntesis geométrica. Tal es el caso de la pintura decorativa parietal que se halla en los contextos funerarios del Gran Saposoa, Gran Pajatén y otros sitios Chachapoyas. Responde a los cánones de sus rituales mágicos y sus códigos simbólicos. Les basta la línea zig-zag y la greca en relieve para crear armonía absoluta y expresar un movimiento que integra los enlucidos de color rojo, blanco y naranja, otorgando unidad y equilibrio al conjunto y, a cada una de sus partes. Esta unidad indisoluble se hace más evidente en los mausoleos “Los Pinchudos” del Gran Pajatén. Los paramentos impregnados de colores cálidos desbordan de vitalidad, de poder, de vigencia y de imperativa paz. Es en la arquitectura donde encontramos los mayores logros de realización técnica y artística de Los Chachapoyas. Supieron ocupar espacios empinados donde no había riesgo de derrumbes ni desplomes a pesar de las extremas condiciones ambientales de pluviosidad. Con igual maestría resolvieron la construcción de sus mausoleos en los más abruptos peñascos y parajes. Para los antiguos Chachapoyas, como ocurre con los demás pueblos andinos, prevalecía el sentido colectivo sobre la individualidad. No hay lugar para el individuo fuera del grupo, de la comunidad. Todos tienen el conocimiento artístico y están en condiciones de materializarlo con la mayor maestría de la técnica y del deber. Esta dimensión colectiva todavía persiste en las tradiciones vivas del arte socializado en los Andes y la Amazonía. En el pasado ancestral, el alma del hombre andino y amazónico, sin distinción, estuvo tejida y bruñida con las fibras de su arte, con los valores estéticos y simbólicos de la cotidianeidad de su existencia y del ritmo de la naturaleza, que históricamente integran su fe en lo terreno, lo mágico y lo divino. Víctor Pimentel Gurmendi, jefe de las dos primeras expediciones arqueológicas al Gran Pajatén, dibuja los símbolos de piedras decoradas del Recinto-2 del Gran Pajatén. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 0 7 7. Sitios arqueológicos en los alre- Segundo Vásquez, realizó exploraciones nominado Cerro Central. Este se ubica a dedores de Pajatén y estudios en el área en que se ubican las 2 800 metros sobre el nivel del mar, en La misión de la Universidad de ruinas de Pajatén (Lennon, 1992; Lennon la margen izquierda del Montecristo, río Colorado (Boulder), asistida por los ar- et al., 1989). Así, en 1985 fue identificado que lo separa de las ruinas de Pajatén. queólogos peruanos Miguel Cornejo y un nuevo sitio chachapoyas, que fue de- Está conformado por unos 200 recintos, Ubicación de sitios arqueológicos en los alrededores del Gran Pajatén (Lennon, Church y Cornejo, 1989). Los Paredones, restos arquitectónicos situados en el Parque Nacional Río Abiseo, sector de puna o jalca. ¿Un lugar de control de la ruta Pataz - Gran Pajatén? (Foto: Federico Kauffmann Doig). 1 0 8 Planos de los sitios La Playa y Las Papayas, cercanos al Gran Pajatén (según Lennon, Church y Cornejo, 1989). - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 0 9 Los Pinchudos, grupo de mausoleos cercanos al Gran Pajatén (Parque Nacional Río Abiseo). Las tallas antropomorfas en madera serán comentadas en la Parte Cuarta - B 1 1 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Más allá del Gran Pajatén, Cerro Central, Los Pinchudos y otros sitios arqueológicos situados en la cuenca del Abiseo, se esconden otras ruinas tras el follaje de la enmarañada selva. En 1997, Mario Callegari (entomólogo), Jean de Coninck (ornitólogo, quien iba acompañado de su asistente Segundo Rivadeneira) y Marcial Huamán, alcalde de la localidad de Piás, partieron del Gran Pajatén y se internaron selva adentro siguiendo el curso del río Montecristo. Esta aventura costó la vida a Huamán, quien fue tragado por la corriente del río. Los otros fueron rescatados por la Fuerza Aérea luego de perderse en la selva durante un mes. Padeciendo penurias que solo imaginan quienes han recorrido la región, tropezaron con un gran complejo arquitectónico que llamaron Ruinas de Huamán en memoria del compañero que perdió la vida. Según nos comunica el señor Jean de Coninck (comunicación personal de junio 2003), ellas están situadas a unas siete jornadas del Gran Pajatén y están conformadas por unos 150 recintos circulares (Foto cortesía de Jean de Coninck). Camino prehipánico que conducía al Gran Pajatén, partiendo del camino principal que serpentea por las alturas de Pataz y Condormarca (Foto: Federico Kauffmann Doig). algunos de ellos decorados con motivos similares a los de Pajatén, pero que no rivalizan con la magnificencia de su decoración parietal y la de los mausoleos de Los Pinchudos. Citemos también que en el pajonal de puna, presente en los linderos occidentales del Parque Nacional Río Abiseo, los arqueólogos de la Universidad de Colorado investigaron sitios ubicados en el entorno de la cueva de Manachaque. Los testimonios hallados fueron fundamentalmente utensilios de piedra correspondientes a sociedades preagrícolas, distantes en lo cronológico y lo cultural de quienes levantaron Pajatén, Cerro Central y Los Pinchudos. El sitio de Los Pinchudos (Kauffmann Doig, 1980a), se enmarca en la arquitectura funeraria y será descrito en la Parte Cuarta-B, capítulo II. Por su parte las estatuas de madera de los disnatarios que cuelgan de una de las cámaras funerarias serán repasadas en la Parte V, págs. 266 268. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 1 1 IV. Otros testimonios arquitectónicos relevantes Seguidamente presentamos un listado de algunos sitios arquitectónicos relevantes, principalmente aquellos que fueron explorados por el autor. Otras muestras de arquitectura chachapoyas han sido comentadas en la sumilla introductoria de la Parte Tercera, así como en el capítulo I de la misma. 1. Olán Las ruinas de San Pedro de Olán o simplemente Olán, conforman uno de los sitios arquitectónicos más extensos de la cultura Chachapoyas. Sus construcPlano y vista fotográfica de uno de los recintos circulares de Olán (Oscar Sakay, Expedición Chachapoyas 1986/Foto: Federico Kauffmann Doig). 1 1 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n ciones se explayan formando conjuntos diversos, integrados por recintos circulares. Bien podría decirse que Olán permanece inédito. Los arqueólogos Reichlen (1950) sólo lo mencionan en tres líneas. El conglomerado de ruinas está cubierto parcialmente por monte tropical. Esta circunstancia no impidió, sin embargo, que realizáramos en 1984 un reconocimiento de algunos de los grupos que lo integran, y que levantáramos planos de algunos de sus recintos. Los diversos grupos que constituyen el conglomerado arquitectónico de Olán se ubican en la margen derecha del Utcubamba, entre 2 600 y 2 800 m de altitud. No sólo se caracterizan por su notable extensión, sino también por las proporciones colosales que acusan algunas de sus construcciones, varias de estas en un estado de conservación óptimo. Sus estructuras ostentan planta circular y fueron levantadas con piedras regulares, asentadas sobre argamasa poco o nada visible. Presentan ventanas y hornacinas, unas veces cuadradas y otras en triángulo. Los edificios están separados por estrechos pasajes, y se ubican en torno a plazas amuralladas o rodeando plazole- Congón, sitio rebautizado por Gene Savoy como Gran Vilaya: sector de Cacahuasha (qaqa = peña, huasha = casa). Foto: Jorge H. Esquiroz / cortesía AFP HORIZONTE. D o i g tas. Especialmente notables son las simbólicas figuras romboidales que decoran las paredes de algunas de las edificaciones de Olán, por su acabado y en ciertos casos por su gran tamaño. Desde luego también está presente el signo constituido por una V en cadena, en ocasiones conformado una fila doble. Un aspecto interesante es la presencia de una especie de rampa que rodea la construcción circular y permitía acceder a la estructura superior conformada por el recinto propiamente dicho, ya que como vimos la inferior suele ser compacta. El acceso en rampa, que se desliza en torno a la estructura circular, es un detalle arquitectónico que se repite en otras construcciones chachapoyas. Algunas de las estructuras se apoyan sobre plataformas trabajadas en laderas y hay casos en los que una construcción aparece adosada a otra. Podría decirse que las ruinas de Olán incluyen también las construcciones del grupo de Pircacunga y aun el de Sunipirca. extensión es el constituido por los “tambores” de Congón, sitio que se ubica en la provincia de Luya, cerca de la población de Vilaya (Kauffmann Doig, 2009: 99-100). Como sucede con todos los legados arqueológicos de los chachapoyas, Congón era conocido por los comarcanos desde siempre. Los estudiosos de antaño no lo mencionan debido a que el área de Ocallí, donde se encuentra, no recibió la atención de los exploradores por la distancia que la separa de Chachapoyas y lo difícil de su acceso. Sin embargo, en 1985 fue explorado por Gene Savoy, quien cambió el nombre de Congón con el que estas ruinas eran tradicionalmente conocidas, por el de Gran Vilaya y con esta estrategia se arrogó su descubrimiento. En verdad, aunque conocidas por los comarcanos desde tiempo inmemorial, las ruinas de Congón o Gran Vilaya permanecían inéditas, con excepción de unas primeras referencias publicadas en 1973 por el autor (Kauffmann Doig, 1973: 470, nota 23), quien las conocía desde su niñez debido 2. Congón (o “Gran Vilaya”) a que sus padres radicaban en la localidad Otro conglomerado de construc- de Vilaya, trasladándose posteriormente ciones pétreas chachapoyas de enorme al poblado cercano de Cocochillo, hoy Camporredondo. Las ruinas de Congón se ubican en las alturas de la localidad de Vilaya, en un área de bosque montano y en los alrededores del riachuelo Jumete o Vilaya que tributa por la margen derecha al Marañón. Una parte de sus “tambores” se presenta a la vera del camino, próximo a la Cuesta de Congón que se ubica entre el poblado de Vilaya y las cumbres del Shucahuala (Tshuka = gallinazo). En el tramo de la cuesta de Congón se encuentra también el sitio conocido como La Escalera, caracterizado por una gradería tallada en la roca. Se trata a todas luces de un trecho de camino, de data prehispánica, que por ser muy L a empinado fue provisto por una gradería tallada en la roca. Las características que acusan las construcciones de Congón son las mismas que tipifican la arquitectura chachapoyas. Estas se agrupan formando conjuntos dispersos en un área de considerable extensión. 3. El área de Huabayacu Aunque conocido por los lugareños, y particularmente por Abel Vega Ocampo, las ruinas de Vira Vira, situadas en el distrito de Uchucmarca, conforman un vasto complejo arqueológico que permanecía inédito hasta que Keith se interesó en su estudio. Este autor quedó sorprendido por su gran extensión y su ubicación privilegiada en medio de un paisaje dominado por la laguna de Hua- yabamba (originalmente Huallyabamba=wai-iapaNpa). Luego que accediera por primera vez a Vira Vira, Muscutt retornó al lugar en compañía de los peruanistas Douglas Sharon y Vincent Lee, fogueados en la exploración y en el mapeado de sitios arqueológicos ocultados por la floresta. Juntos publicaron una monografía con abundante documentación fotográfica y complementada con valiosos croquis y planos (Muscutt, 1998; Muscutt et al., 1993). Seguidamente reproducimos extractos de lo que Keith Muscutt modestamente señala como el “redescubrimiento” de Vira Vira, olvidando sin duda que hay una distancia considerable entre lo que es el “descubrimiento material” del “descubrimiento científico”. A él y sus colegas tocó haber realizado el segundo tipo. c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 1 3 Por su parte los arqueólogos Miguel Cornejo García y Alberto Bueno Mendoza dan testimonio de otros sitios arqueológicos en el área de Huabayacu. Estos permanecían sin haber sido estudiados, tal como podremos apreciar por los comentarios de los autores citados y que serán consignados luego del estudio de Keith Muscutt acerca del imponente sitios arqueológico Vira Vira, ilustrado profesionalmente por Vincent Lee. º Vira Vira / KEITH MUSCUTT Desde 1987 he documentado numerosos sitios y acumulado informes orales sobre diversos lugares arqueológicos situados en el área del desaguadero del río Huayabamba; varios de estos logré explorar personalmente durante las varias jornadas que realicé en aquellos parajes, tal como el espectacular mausoleo Casa El recinto mayor del conjunto arquitectónico de Vira Vira (Foto cortesía Keith Muscutt). 1 1 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n de Oro ubicado en un farallón. La laguna de Huayabamba se ubica en la cabecera de uno de los tributarios del río del mismo nombre. En 1990, guiado por Nilo Díaz que llegó a ser el dueño del rancho pionero de Añazco, crucé la cordillera, aproximadamente a 4 500 metros sobre el nivel del mar; caminé luego cuesta abajo pasando un pequeño conjunto de ruinas chachapoyas (Pueblito de Nilo), hasta llegar a un precipicio que permitió una visión de 270º comprendiendo la laguna Huayabamba y su entorno. No estaba preparado para contemplar un panorama tan bello y rico arqueoló- D o i g gicamente. La laguna, a unos 1 000 metros más abajo, está flanqueada por dos estribos de la Cordillera Central que la abrazan por el norte y por el sur (Muscutt et al., 1993: Fig. 8a). Al oeste colinda con los farallones de piedra caliza, destacando en este lugar un prominente petroglifo rojo en forma de arco. Al este desagua a lo largo de un valle lleno de andenes artificiales, cual serpiente que se dirige en dirección a la selva montañosa. Pero lo más sorprendente era la presencia de un gran complejo de ruinas ubicado sobre una estribación al sur de la laguna (Muscutt et al., 1993: Fig. 8a). Mirando por mi largavista podía ver rasgos de por lo menos 100 edificios circulares concentrados a lo largo de una lomada que se yergue hacia un pico de casi 4 000 metros de altitud. Un muro que incorporaba salientes rocosas naturales y salientes angulares, circundaba las ruinas. Eran éstas características de la sierra del sur y de la costa norte, pero que personalmente no había contemplado previamente en la arquitectura de los chachapoyas. En el sector alto podía distinguir los edificios más elaborados del “distrito de Rentas Altas”, que se apiñaban en riscos cual si fueran castillos de hadas en un marco de fantasía propio de Disney (Muscutt et al., 1993: Fig. 15). Más abajo Plano del grupo arquitectónico de Vira Vira (Cortesía Vincent Lee). L a se aglutinaban construcciones menos llamativas, que se extienden hasta más allá del muro perimetral. Este muro parece terminar abruptamente, como si los constructores se hubiesen cansado de concluir con su plan original; o quizás habrían reutilizado las piedras a fin de construir casas, cuando las defensas dejaron de ser necesarias. En el perímetro amurallado se percibe una hoyada, posiblemente destinada a la construcción de los edificios, que había sido reservada como campo abierto, adoptando la forma de un anfiteatro constituido por terrazas. El sitio arqueológico sobresalía por encima de la vegetación boscosa en medio de un ambiente de jalca. Por lo mismo, este conjunto arqueológico podía ser apreciado en su totalidad. Ésta era una condición favorable, dado que en su mayoría los sitios de los chachapoyas están cubiertos con densa vegetación, con sus edificios circulares sirviendo de pasto a gigantescos árboles. El sitio de Vira Vira está comprendido en tierras controladas por la familia Vega, de Uchucmarca, localidad situada en el lado occidental de la Cordillera Central. La familia Vega pastaba su ganado en el área por generaciones. Uno de los Vega, Abel Vega Ocampo, en su condición de arqueólogo exploró un impresionante c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 1 5 sitio cercano a Uchucmarca, conocido como Pirca Pirca: el Gran Chivane de Savoy (Vega, 1977, 1978). Abel Vega, el mejor conocedor de la arqueología de la región, me proporcionó generosamente abundante información y estuvo inmediatamente dispuesto a acompañarme a Vira Vira. Este conjunto arqueológico era ciertamente más grande de lo que Abel y yo habíamos pensado. Consiste en más de 200 edificios circulares de piedra que se extienden a lo largo de 600 o 700 metros sobre una lomada situada entre 3 500 y 4 000 metros de altitud. Se trata de la concentración de edificios más grande que 1 1 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n existe al lado este de la Cordillera Central. Ocupa una ubicación natural y soberbia, que al parecer se relaciona con un patrón cosmológicamente orientado, común a sitios andinos prehispánicos. Entre los numerosos edificios de Vira Vira, uno de escala y concepción singularmente ambiciosa es el Edificio Principal. Aunque en conjunto esta estructura está firmemente enganchada dentro de los cánones de la arquitectura de los chachapoyas, destaca una banda de pequeños nichos exteriores ubicados entre dos cornisas salientes. Este edificio ofrece también otras características, incluyendo D o i g la deliberada alternancia decorativa de albañilería roja y blanca, al igual que el edificio principal de Pirca Pirca (o Chivane), y en grado menor las ruinas frente a Urbano, cerca de Las Quinuas, ambas ubicadas en la ladera occidental de la Cordillera Central en lo alto de Uchucmarca. Cerca de la base del Edificio Principal encontramos una cabeza clava suelta y erosionada, que aparentemente representa la cara de un mono apoyada con sus codos. Dado que casi ningún edificio de Vira Vira, incluyendo el Edificio Principal, tiene restos de entradas —que frecuentemente se encuentran en el se- gundo nivel de los edificios chachapoyas de otros sitios—, es posible que una demolición sistemática y deliberada pudo ocurrir, adicionalmente a acciones causadas por erosión natural. Después de retornar a los Estados Unidos y luego de mi primer contacto con las ruinas de Vira Vira, volví en 1993. El equipo de expedición estuvo integrado por mí mismo, Jennifer Peck —quien me había acompañado en 1991—, Doug Sharon, Vincent y Nancy Lee, Abel Vega Ocampo, Pelayo Jáuregui Zamora y nuestros arrieros (Muscutt, 1998; Muscutt et al., 1993). El sitio de Vira Vira visto desde el oeste y elevación del recinto conspicuo de este grupo. Abajo, esquema de cómo debieron lucir los recintos techados, así como el perfil X-X de Vira Vira visto desde el oeste (Cortesía de Vincent Lee). L a º Cerro Las Cruces / MIGUEL A. CORNEJO GARCÍA Y ALBERTO BUENO MENDOZA Cerro Las Cruces es un extenso sitio arqueológico que comprende un grupo variado de construcciones entre mausoleos y edificios de planta circular de tipo residencial y administrativo. Está ubicado en la selva alta del departamento de San Martín, a 2.720 metros de altura, rodeado por cumbres y laderas de una de las cordilleras en la margen derecha del rio Huabayacu, entre los ríos Yonán y Huallabamba. Corresponde al distrito de Saposoa, en la provincia de Huallaga. El sitio arqueológico está cercado por una gran muralla de 12 metros de alto y tiene 4 entradas. También posee torreones defensivos. Han sido construidos empleando rocas de diferentes tamaños, algunas con esquinas angulosas y otras redondeadas; y en algunos casos sobre embaldosados de piedra. Se elevan hasta los dos metros de altura. Los edificios tienen un alero o cornisamento medio a mitad del edificio que muestra intersticios cubiertos con lajas planas y da como resultado una mampostería irregular. En un espacio central a manera de plaza podemos ver un edificio de esquinas angulares decorado con cruces y con alero exterior sobresaliente, frente a un edificio circular decorado con cruces en bajo relieve. El sitio arqueológico Cerro las Cruces, por ubicarse en un escenario de selva alta y dentro de una altitud de 2.720 metros, tiene como contexto el clima y el paisaje típicos del bosque nuboso alto. Las antiguas poblaciones Chachapoyas desarrollaron para su sustento una agricultura de terrazas y andenes en las laderas que las actuales comunidades andinas —herederas directas de esta tecnología— han mantenido vigente. c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 1 7 Sitios arqueológicos en la cuenca del Huabayacu (Cortesía de Alberto Bueno Mendoza). Cerro Las Cruces es un sitio arqueológico de la cuenca del Huabayacu; está conformado por 400 estructuras. Sobre el signo cruz cuadrada presente en la decoración de cultura Chachapoyas, véase págs. 64-65.(Fotos cortesía Anselmo Lozano) 1 1 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g 4. Una ojeada a otros sitios arqueológicos chachapoyas Plano de planta y de elevación del conjunto arqueológico de Solmal (Oscar Sacay. Expedición Chachapoyas 1986). Abajo: Muro interior de uno de los recintos cilíndricos de Solmal; adviértase las grandes y profundas hornacinas (Foto: Federico Kauffmann Doig). Otros testimonios arquitectónicos de filiación chachapoyas son Yalap o Yálape, Macro, Cuémal, Tuich (Ruiz, 1977), Olave, Tingorbamba —que Savoy rebautizó como “Ciudad de los Muertos” cuando este nombre ya había sido asignado a Purunllacta—, Pueblo Viejo, La Congona (Gates, 1969; Ruiz, 1985), La Joya, Olán (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 172174), Cabildopata en las alturas del poblado de Atuén (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003), así como el complejo de recintos presente en ambas laderas que divide la quebrada de Chipurik. Otros testimonios arquitectónicos chachapoyas se ubican en los alrededores de Bambamarca, en Pueblo Viejo de Condormarca, en Pueblo Viejo de Cerro Chillin (Hoekema, 1990), Dios Padre (Davis, 1985), etc. Napoleón Gil (1938), por su parte, ofrece información acerca de las ruinas de Kacta cercanas a Olto, en Luya, conformadas por recintos circulares que se ubican en fila ocupando una pendiente; también Ruiz Barcellos y Fabre (2004) dan cuenta de una prospección arqueológica que cumplieron en la zona del río Olia. A esta gran cantidad de sitios estudiados y en otros casos simplemente mencionados por los autores, debe agregarse el asentamiento de Chaquil explorado en 2004 por los arqueólogos Oliver Fabre, Manuel Malaver Pizarro (Fabre et al., 2008). Éste consiste en doscientos cincuenta edificios de planta circular o semicircular —el tipo de arquitectura más usual de la cultura chachapoyas—, los mismos que están situados en la zona de Soloco, sobre la margen derecha del río Utcubamba y cerca del gran conjunto arqueológico de Purunllacta (Cheto). El sitio monumental de Chivane o Pirca Pirca (Vega Ocampo, 1982), en Uchuc- L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 1 9 Cortesía Emilio Hipólito Mendoza / Fotos: Pio Villanueva. En el entorno de Chilia, localidad al sur de Pataz, se presentan majestuosos testimonios arquitectónicos tal como Nunamarca, así como también numerosas piedras esculpidas con figuras simbólicas en plano relieve (Véase pág. 260). La información la obtuvimos del Dr. Emilio Morillo Miranda a quien expresamos nuestra gratitud. (Fotos: José Chávez Escalante).El monumento de la foto inferior, constituido por plataformas circulares concéntricas, recuerda a otras construcciones del Perú antiguo, como por ejemplo Sóndor (Andahuaylas) y Chankillo (costa de Ancash). El autor interpreta estas edificaciones como alusivas a la forma y anillos de los caracola marinos Strombus galeatus, de altísimo valor en el marco de la estructura religiosa de los antiguos peruanos (véase pág. 83); como se desprende de la información de los cronistas evocaban el agua vivificante de las sementeras. Los mitos señalan que eran triturados y así ofrecidos a la divinidad (Kauffmann Doig, 2002, vol. 5: 752; 2015a; 2015b: 69-70). marca, se ubica en territorio chachapoyas, montarse más bien a tiempos anteriores a ciones cordilleranas levantadas con enorpero su tradición arquitectónica es distin- la plenitud del desarrollo cultural chacha- mes planchas de piedra ajustadas por ta. A primera vista, Chivane parecería re- poyas; curiosamente recuerda a construc- otras pequeñas del tipo cuña o pachilla. 1 2 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g DIVERSOS TESTIMONIOS ARQUITECTÓNICOS (VÉASE KAUFFMANN DOIG Y LIGABUE, 2003: 187-193) Cabildopata en las nacientes del Utcubamba, cerca del poblado de Atuen. En el área se ubica también Torrepucro (Foto: Federico Kauffmann Doig). Chivane o Pirca Pirca, monumento sobre el que informó primeramente Abel Vega Ocampo 1977-1982 (Foto: Federico Kauffmann Doig). Chivane o Pirca Pirca (Foto: Federico Kauffmann Doig). L a Ollape (Foto: Federico Kauffmann Doig). c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 2 1 La Joya (Foto: Federico Kauffmann Doig). Cataneo (Foto cortesía de Martín Chumbe) La Casa Redonda ubicada en el perímetro urbano de La Jalca. Véase pág. 95. (Foto: Federico Kauffmann Doig). Conjunto arqueológico próximo a La Jalca (Foto: Federico Kauffmann Doig). 1 2 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g SAN ANTONIO (Lamud) L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 2 3 Planos del conjunto arqueológico de San Antonio, cerca de Lamud (Expedición Chachapoyas 1986 / Oscar Sacay). 1 2 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a Macro, conjunto arqueológico en lo alto de la margen derecha del valle de Utcubamba (Foto: Jorge H. Esquiroz / Cortesía AFP INTEGRA). c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 2 5 Purunllacta Cheto (Foto: Federico Kauffmann D o i g ) . Purun Llacta y Yálape, dos miradas para Kuélap JORGE LUIS RUIZ BARCELLOS Purun Llacta -que el explorador Gene Savoy quiso rebautizar como “Monte Peruvia” en 1969- se ubica 35 km al este de Kuélap, a 2.787 metros de altura. Se alcanza el sitio partiendo de la localidad de Cheto. Por su parte Yálape se encuentra a 19 km al noreste de Kuélap, a 2.838 metros de altura. Los vestigios que hemos encontrado entre sus espacios residenciales nos sugieren que más allá de su conexión con Kuélap, tuvieron un establecimiento propio y distinto. En Purun Llacta hemos encontrado en los intersticios del pegado y asiento de los muros de las viejas construcciones ancestrales una serie de fragmentos de finas vasijas. Nuestra ingenuidad de creer que la cerámica Chachapoyas solo comprendía esos oscuros alfares de pasta tosca, en algunos casos con aplicaciones de caritas de animales y amorfas figuras, cambió frente a nuestros ojos. Fragmentos de piezas similares, coloreadas y pulidas, encontramos cerca de sitios arqueológicos como Tella, Macro o El Limón, sobre el río Utcubamba, frente a Kuélap. En cambio, en Yálape, encontramos piezas y vasijas completas de uso doméstico de clara identidad Inca e incluso española. ¿Dónde está allí la tradición Chachapoyas? No es posible asegurarlo Purun Llacta, en relación a Kuélap, muestra gran variedad de recintos y otro tipo de distribución arquitectónica, basada en ejes horizontales. Para el caso de Yálape, solo en el sector alto son evidentes los aleros de doble o triple cornisa de calizas finamente cortadas similares a las del sector “El Castillo” de Kuélap. Ambos asentamientos, siendo coetáneos de Kuélap, transmiten una mirada distinta. Acaso será mejor considerar la cultura Chachapoyas como una diversidad de grupos que la arqueología aún no ha reconocido. 1 2 6 Cochabamba. Vista de un sector de las ruinas del centro de administración y culto levantado por los incas en territorio chachapoyas luego de su anexión al Incario. Adviértase el acabado de las piedras (Foto: Federico Kauffmann Doig). Iglesia del poblado de Cochabamba, levantada con piedras labradas extraídas de las ruinas de la vecindad (Véase Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 201/ Foto: Federico Kauffmann Doig). - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 2 7 Iglesia de La Jalca cuya construcción conservó extensos sectores levantados en tiempos chachapoyas. Nótese como un pequeño arco de medio punto, de tiempos coloniales, va emplazado en la parte superior del muro (Foto: Federico Kauffmann Doig). Expresiones arquitectónicas que muestran la técnica comentada están presente en la margen izquierda del Marañón, tal como en el Callejón de Conchucos, particularmente Yayno (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 122-123, 482). Alberto Bueno (2008: 395), al sostener su hipótesis acerca del origen de la cultura Chachapoyas por influencias cordilleranas en tribus amazónicas de prosapia jíbara que ya se habían establecido en ese territorio, agrega el monumento de Pashash y otros del lado izquierdo del Marañón como posibles mentores de la gestación de la arquitectura chachapoyas. Las ruinas de Cochabamba —exploradas detenidamente por Inge Schjellerup (1984, 1997)— debieron fungir como el centro de administración y de culto acaso más importante levantado en territorio de los chachapoyas, luego de haber sido éstos incorporados al Incario. Su construcción se ajusta a modelos propios de la arquitectura cuzqueña, por lo que se distinguen de la arquitectura local. No pretendemos ofrecer un recuento general de los sitios con arquitectura chachapoyas conocidos. Para ello pueden consultarse los catastros de Henry y Paule Reichlen (1950), Víctor M. Zubiate Zabarburu (1984) y Morgan Davis (1985, 1988). Como ejemplos de arquitectura funeraria se identifican dos categorías muy bien definidas. La primera correspon- de al patrón mausoleo y Revash es un ejemplo portentoso, así como los mausoleos que se ubican en la Laguna de las Momias (Kauffmann Doig, 1997, 2001b, 2001c), El Dorado situado en el valle de Los Chilchos (Martell Castillo, 2001; Quirós Amayo, 2002), y otros situados en la cuenca de Huabayacu / Huayabamba que son explorados detenidamente por Keith Muscutt (1998; Muscutt, Lee y Sharon, 1993). La segunda corresponde a un tipo de sepultura en sarcófagos, que venimos llamando purunmachus, recogiendo una voz que en realidad es aplicada a todo resto de los “peruanos”, cultural como antropológico, de data anterior a la irrupción europea. 1 2 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 2 9 PARTE CUARTA - A PAT R O N E S F U N E R A R I O S C H A C H A P O YA S : EL PURUNMACHU La creencia universal en una vida en ultratumba, tal vez ya aflorada en edades paleolíticas, alcanzó ribetes excepcionales entre los antiguos peruanos a juzgar por el nutrido ritual que tributaban a sus difuntos, el esmero que desplegaban en cuanto a la preservación del cadáver, al que momificaban, y el cuidado que ponían en la construcción de las moradas que destinaban al descanso eterno de sus muertos. Los patrones funerarios chachapoyas conspicuos fueron dos. Él de las cámaras sepulcrales o mausoleos, por lo general construidos formando hileras de los mismos; y el purunmachu sarcófago que era expuesto verticalmente y por lo general también formando grupos. En ambos casos estas formas de sepulcro eran guarecidas en grutas excavadas ex profeso en lo alto de los barrancos. En la mayor parte de los casos a éstas debió accederse originalmente por estrechos senderos labrados en la peña, que se deslizaban en sentido horizontal como debió ser en el caso de los sarcófagos de Karajía. Acaso si estos senderos terminaban por ser destruidos una vez que cumplían su misión. A las dos formas de sepulcro aludidas, si bien menor escala, deben sumarse cuevas. Al parecer eran personas de la élite las que eran sepultadas en los patrones funerarios mencionados, si bien en algunos casos se debió recurrir a emplazar el fardo funerario también en grutas. De haber estas sido sepulturas de la élite como también para el común de la gente, dispondríamos de cientos de millares de fardos funerarios sepultados en un número incontable de mausoleos y sarcófagos. Aquello se deduce por la acaso más de una docena de generaciones de gente que debió poblar el territorio los chachapoyas a lo largo de unos cinco siglos en que éstos desarrollaron su cultura. En este contexto es de recordar que, si bien generalizando, el cronista Fray Martín de Murúa señala que los “entierros de la gente común se hacían por la mayor parte en el campo….” (Murúa ca. 1600. Libro segundo…, cap. XXV)*. Sobre los temas aquí expuestos volveremos al ocuparnos en particular acerca de las dos formar conspicuas de sepultar: el sarcófago o purunmachu (PARTE CUARTA - A) y la cámara sepulcral o mausoleo (PARTE CUARTA - B). * Aquello no es aplicable a las poblaciones de los Andes costeños, para quienes el terreno arenoso era propicio para la conservación de sus momias, por lo que no levantaron cámaras sepulcrales o mausoleos. 1 3 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a El grupo de sarcófagos de Karajía. Nótese la presencia de restos de otros grupos, destruidos al haber colapsado el techo de la gruta que los protegía (Foto: Giancarlo Ligabue). c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 3 1 I. Introducción 1. Ultratumba entre los antiguos y César Gálvez Mora (2010) en base a los la momificación, se debe a la creencia ya peruanos testimonios mochicas descubiertos en la expuesta de que la vida en ultratumba Entre los antiguos peruanos la vida imaginada que se sobrevenía después de la muerte, era imaginada de modo distinto a la concepción que al respecto tienen otros pueblos en el mundo. A diferencia — por ejemplo— de lo que nos asegura la religión cristiana, a los peruanos ancestrales no les esperaba ni cielo ni infierno. Por otra parte, si bien se estimaba que al difunto le sobrevendría una segunda existencia, ésta era concebida también de modo particular: como una continuación de la vivida en este mundo. Se estimaba, por lo mismo, que en su nueva vida el difunto seguiría desarrollando la misma actividad ocupacional que había ejercido en este mundo, como también que proseguiría conservando su status socioeconómico. Hasta los jolgorios se imaginaba que no cesarían, como tampoco ciertas prácticas concernientes a la sexualidad y de las que hay abundante iconografía particularmente expuesta en la cerámica moche (Kauffmann Doig, 1979, 1998, 2015a, 2015b). Un denso estudio sobre el tema “memoria y muerte” en el antiguo Perú se debe a Peter Kaulicke (2001), así como también a Régulo Franco Jordán Huaca Cao Viejo / Complejo El Brujo. 2. La momia y el bulto funerario Tan solo había una condición para que aquella vida en ultratumba imaginada continuara después de la muerte: que el cadáver no se corrompiese o desapareciese por efecto de alguna causa, tal como la putrefacción, el fuego u otros agentes destructores. Es precisamente aquella presunción ultraterrenal la que debió conducir a la preocupación por preservar el cadáver mediante la momificación. Como veremos, luego de momificado el cadáver, éste era envuelto en numerosos tejidos formando así un paquete al que por lo general se alude como bulto funerario. º Momificación: glosas introductorias La momificación fue una práctica generalizada en el Perú antiguo desde tiempos inmemoriales, como es el caso por ejemplo de las casi tres veces milenarias momias de Paracas (Tello 1949). El importantísimo rol que se le confería que en el antiguo Perú se le confería a cesaba al producirse la desaparición del cadáver por algún efecto destructor. Es de este modo que muerto el individuo se procedía a momificar su cuerpo, para lo cual eran puestas en práctica tecnologías complejas. Éstas de acuerdo ya fuera a factores propicios para la conservación de la momia como los que se presentan en la región costeña, o contrariamente no propicios como los que reinan en los espacios de los Andes Amazónicos que ocupaban los chachapoyas, por cuanto se caracterizan por su alto índice de humedad ambiental, así como de sus suelos. Por su origen andino la momificación observó también entre los chachapoyas un rol importantísimo, no únicamente por el deseo de preservar los restos mortales de un personaje o de un pariente, para tenerlo de algún modo presente, sino principalmente atendiendo a la ya mencionada creencia generalizada en el Área Inca de que con la desaparición del cadáver cesaba aquella vida imaginaba que sobrevendría después de la muerte. Los chachapoyas se vieron obligados a poner en práctica sofisticadas técnicas de Escena festiva de la vida que se presumía se prolongaba en ultratumba. Al parecer tiene lugar en la oscuridad de la noche (estrellas). En el presente caso, las carcanchas van vestidas y danzan al compás de antaras. No faltan los cántaros que aluden a la bebida que se consumía durante el jolgorio, probablemente chicha (pintura sobre un cántaro moche). 1 3 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n momificación, debido a que moraban en un medio donde reina neblina y por consiguiente con un alto grado de humedad ambiental. Por lo mismo asombra que hayan sido identificadas momias de personajes, como por ejemplo los sepultados en los mausoleos de la Laguna de las Momias (o de los Cóndores), que en algunos casos y por increíble que parezca observan momificados los globos de los ojos y hasta los genitales masculinos como nos fue dable observar durante la primera expedición arqueológica que conducimos a la referida laguna (Kauffmann Doig 1997, Cráneo trepanado (Foto Heinz Plenge / Cortesía de Concesionaria IIRSA Norte). D o i g Momia procedente de la Laguna de las Momias, Leymebamba, cubierta solo con un unco, por lo que se puede apreciar el alto grado tecnológico logrado en el proceso de embalsamiento, en un ambiente con muy alto índice de humedad (Foto Cortesía de Lorry Salcedo: “Hombre Avergonzado”/Exposición fotográfica, Lima 2006). 1999c, 2001c) . Como se sabe, al momificar el cadáver se procedía a la evacuación de los intestinos por el conducto anal así como a la remoción de las vísceras (Guillén 2002; Lombardi 2014; Nystrom 2005; Verano 2001; Vreeland 1998). 9 Es un hecho que los esfuerzos que realizaron los chachapoyas para preservar los cuerpos de los difuntos momificándolos, no se comparan con los que desarrollaron los costeños. Aquello se debe a que, salvo en sectores del extremo norte de la región de los Andes Costeños las lluvias son inexistentes o exiguas, de manera tal que la humedad no penetra el suelo más de uno o dos centímetros. Por lo mismo la humedad en la costa no llega a afectar los bultos funerarios que contienen a la momia. Esto explica el por qué las culturas de los Andes Costeños no construyeran mausoleos, más que eventualmente como es el caso de las llamadas “ciudadelas” de Chanchán que, una vez muerto el dignatario, eran transformadas en santuarios, que debían perpetuar su memoria, debiendo su sucesor mandar levantar su propio “palacio” (Kauffmann Doig, 2005a); algo que se advierte también en el Incario, como lo demuestra la presencia de las moradas en el Cuzco asignadas a los diversos soberanos incas (Kauffmann Doig, 1990a: 234). En el caso de los chachapoyas y en general de los moradores de los Andes Codillearnos, una preocupación adicional a la momificación fue la relativa al emplazamiento que debía darse al cuerpo de la momia -ya arropada formando así un bulto funerario-, para evitar se corrompiese por efecto de las lluvias. Aquello debió ser el móvil que condujo a que se construyeran sepulcros que permitieran guarecer el bulto funerario. Entre los chachapoyas estos fueron levantados en grutas, poco profundas y por lo general excavadas ex profeso en un barranco o simplemente ampliando oquedades naturales presentes en la peña. Precisamente en lugares donde la roca asoma a la superficie y donde por lo mismo no prospera vegetación, que al retener humedad es destructora del material orgánico. Tal como lo subrayan Elmer Torrejón (2007) y James M. Crandall (2012), es debido al hecho que los descendientes de los finados tenían a la vista los sarcófagos o 9 Aunque los temas de antropología física relacionados con la trepanación craneana y con casos de paleopatología evidenciada en restos óseos, no están relacionados directamente con las prácticas de momificación que aquí nos ocupa, recordemos que existe una copiosa bibliografía sobre el particular. Luego de los pioneros estudios de Pedro Weiss (1949) y de la valiosa contribución de Arthur C. Aufderheide (1985) sobre la trepanación referida al Perú antiguo en general, débese mencionar sobre todo a John W. Verano por sus detenidas investigaciones al respecto (Verano 2001, 2003, 2016).En colaboración con otros expertos también ha ahondado en lo que concierne a la trepanación entre los chachapoyas en particular, entre otros analizando parte de la colección osteológica de los arqueólogos Reichlen (Verano et al. 2016: 162-174). También a otros profesionales se les debe contribuciones en materia del análisis de cráneos trepanados identificados en territorio chachapoyas; tanto los que presentan contusiones originadas en contiendas bélicas, como los que observan lesiones acaso derivadas de sanciones o tal vez de sacrificios humanos. A estos estudiosos se suman los que vienen investigando aspectos paleopatológicos evidenciados en restos óseos: Epstein y Toyne 2016; Crandall 2012.; Nystrom 2007; Toyne 2015a 2015b; Toyne y Narváez 2014; Ruiz Estrada 2013c. Con todo, es de recordar que el interés por el estudio de restos humanos chachapoyas no es de data reciente, retrocede al siglo XIX. Entre los pioneros figuran Eduardo de Rivero y Juan Diego de Tschudi (1951) así como Vidal Senèze y Juan Noetzli (1877). Los últimos estudiosos citados se sirvieron de material procedente de Piedra Grande, margen izquierda de Utcubamba. Por su parte Rudolf Ludwig Karl Virchow (1885) se interesó particularmente en el análisis de restos óseos patológicamente alterados, incluyendo muestras recogidas en el valle de Utcubamba; su obra ha sido recientemente reeditada con una sustanciosa introducción del Dr. Alfredo Alberdi Vallejo (2016), editor del libro. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 3 3 1 3 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Grupo seres momificados y dos bultos fuMomiasdeextraídas de los mausonerarios. Provienen de ladeLaguna leos o cámaras funerarias la La- de las Momias, Leymebamba (Foto Heinz Plenge/ guna de las Momias y trasladadas Cortesía de Concesionaria IIRSA Norte). a Leymebamba (Cortesía: IIRSA Norte/Foto Heinz Plenge). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 3 5 purunmachus y los mausoleos de sus ancestros que debió aflorar en estos un vínculo que los identificaba permanentemente. Consideramos que aquel nexo debió aflorar como consecuencia de la necesidad que tuvieron los chachapoyas de proteger de la descomposición los cuerpos momificados de sus difuntos, librándolos de la humedad de las lluvias y que los obligó a colocarlos en sepulcros que construían en cuevas excavadas en lo alto de los acantilados. º El bulto funerario Luego que al cadáver se le daba posición de sentado, frecuentemente con las manos sosteniendo la cabeza y después de someterlo al proceso de momificación, éste era arropado y luego envuelto en abundantes tejidos hasta formar un bulto al que por lo general se le conoce como fardo funerario. Es de esta manera que se les emplazaba en un mausoleo, en los que se reunían varios bultos funerarios; o en su defecto en un sarcófago que cobijaba tan solo a un difunto. Al bulto funerario se le acompañaba con cántaros y platos colmados de bebida y alimentos, en atención a la presunción de que el difunto habría menester de ellos en su trayecto a las moradas de ultratumba donde proseguía viviendo En el Incario y particularmente en tiempos de la cultura Moche, a la momia y/o al bulto funerario de un personaje de especial importancia se les adjuntaba las joyas que el dignatario había lucido en vida durante los rituales. Un ejemplo de esto es la tumba del Señor de Sipán, colmada de objetos ceremoniales de plata y de oro, y descubierta por Walter Alva (Alva y Donnan, 1993). Seguidamente reproducimos una nota sobre la momificación en territorio chachapoyas, debida ésta al distinguido médico Guido Lombardi, la misma que sintetiza una publicación anterior (Lombardi, 2014). º Momificación en territorio chachapoyas / GUIDO LOMBARDI La mayoría de los Chachapoyas eran enterrados en el suelo de sus casas o en la base de algunos acantilados. Pasado un tiempo reunían a sus muertos en osarios considerados sagrados mediante “atados” de 1 3 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n algunos huesos largos envueltos en telas junto con el cráneo. Solo los personajes de élite y sus familiares eran enterrados en estructuras funerarias especiales, ubicadas en abrigos rocosos escarpados o cuevas remotas. En el caso de las momias de la Laguna de los Cóndores, se debe enfatizar que éstas son de manufactura Inca, aunque con influencias locales Chacha. Los Incas introdujeron su técnica de momificación luego que conquistaron a los Chachapoyas hasta 1470. Impusieron su dominio físico y también simbólico al desalojar y ocupar los sagrados mausoleos del pueblo sometido. Las momias Chachapoyas-Inca tienen como principal característica haber sido evisceradas a través del orificio anal. Sin lugar a dudas, éste procedimiento fue muy complejo, realizado por verdaderos especialistas y en lugares ajenos a los remotos mausoleos de la laguna. Momia de un párvulo (Foto: Heinz Plenge/ cortesía de Concesionaria IIRSA Norte). Derecha: Niño en su fardo funerario; los pespuntes reproducen las líneas básicas de un rostro humano. D o i g El proceso de fabricación de la momia combinó la deshidratación en un lugar frío, seco y ventilado, junto con la limpieza de la cavidad abdominal (tórax y cráneo no fueron intervenidos), el amarrado del cadáver (incluyendo los dedos de las manos), la unción de sustancias orgánicas para el curtido de la piel (embalsamamiento), la introducción de algodón en nariz y boca con la intención de preservar su forma y, finalmente, la aplicación de un tapón de la tela en el orificio anal. Además es muy probable que estos tapones fueran cambiados, al igual que los textiles durante las regulares “visitas” a las que los difuntos eran sujetos por parte de sus deudos. palmente en dos tipos de tumbas, unas más portentosas que las otras. La población en general era acaso enterrada en sus viviendas, al parecer presente en otros territorios del Área Inca; o tal vez en fosas excavadas en cementerios comunes. A estas dos formas principales de sepultar a los personajes de la élite, débese agregar los enterramientos en cuevas o cavernas, patrón funerario en el que es especialista Olivier Fabre (Fabre, 2008, 2009; Fabre et al., 2008; Ruiz Barcellos y Fabre, 2004). El sepultar a difuntos ilustres significaba momificarlos y envolverlos en tejidos para formar así un fardo funerario. Los mausoleos eran sepulcros múltiples, no así el otro patrón funerario, el sarcófago, en el que era emplazado tan sólo un fardo 3. Formas de sepulcro chachapo- funerario. yas Como veremos con mayores detalles º ¿Eran todos los difuntos cobijados más adelante, los personajes de alto ranen mausoleos y en sarcófagos? go chachapoyas eran sepultados princiEn el contexto del estudio de las formas de enterramiento de los chachapoyas, debemos preguntarnos sobre el lugar de descanso eterno que se daba a los difuntos pertenecientes al pueblo. Es posible que éste fuera el suelo mismo de sus precarias viviendas, o acaso lugares escogidos para aquel fin. Y es que el número de difuntos sepultados en sarcófagos en mausoleos —y aún sumando aquellos de los que no queda rastro por haberse desintegrado el cadáver con el tiempo, o por haber sido destruidos o quemados ex profeso por obra de extirpadores de idolatrías en los siglos XVI y XVII o devastados debido a la huaquería— está muy lejos de alcanzar la suma total de fallecidos a lo largo de los 500 años de la existencia de la cultura chachapoyas; unas quince generaciones aproximadamente. Ciertamente no conocemos la cifra poblacional de por entonces, pero principalmente el cuantioso legado arquitectónico y la L a sula alargada a la que va agregada una cabeza. Como veremos, el tamaño así como también el mayor o menor grado de cuidado puesto en su confección, obedece tal vez al status social del personaje. Los purunmachus chachapoyas fueron elaborados fundamentalmente en base a tierra arcillosa, carrizo, palos y piedras. También utilizaron la paja ichu (Calamagrosti spp.), la que era empleada particularmente para modelar la cabeza de los sarcófagos más elaborados. En conjunto, el sector inferior que se proyecta por debajo de la cabeza de los purunmachus recuerda de algún modo un cuerpo humano, si bien desprovistos de brazos y piernas. Los sarcófagos de especial jerarquía exhiben motivos pintados en rojo sobre una base blanquecina, en el sector que correspondería a lo que es el cuerpo de la especie de estatua que presenta el sarcófago. Los referidos motivos pintados acaso aludan a una especie de manto plumario. También las caras exhiben pintura facial, y por su parte el gorro va en todo su contorno coloreado con pintura rojo oscura. Lo que conduce a calificarlos de sarcófagos es su apariencia de “persona”. Esto es lo que permite señalarlos como sepulturas del tipo sarcófagos que, como sabemos pueden ser ataúdes de piedra como de otro material, siendo requisito que presenten una figura humana. En el Viejo Mundo ésta era figurada en la tapa del sarcófago, de lo que carecen los sarcófagos chachapoyas. Pero la gran diferencia entre los sarcófagos del Viejo Mundo y los purunmachus chachapoyas, es el hecho que los últimos aparecen colocados verticalmente. Como abundaremos oportunamente, º El purunmachu o sarcófago estimamos que la forma del purunmachu Este patrón funerario arquitectónico podría ser resultado de copiar, en arcilla, en su forma típica lo constituye una cáp- los contornos del bulto que presenta el presencia de una belicosidad entre etnias afines nos indican que los chachapoyas conformaban una de las diversas “naciones” que poblaban el Área Inca (o Área Andina). Abundando sobre el tema, sobre si supuestamente toda la población era o no momificada y sepultada en mausoleos, sarcófagos o en cuevas, es preciso reparar en una mención del cronista Martín de Murúa. En esta especifica que “los entierros de la gente común se hacían por la mayor parte en el campo, en lugares altos y donde corriese aire” (Murúa ca. 1600: 402). Contradicen esta aseveración escenas pintadas en cerámica mochica, a juzgar por los cuadros que retratan jolgorios ejecutados en ultratumba y en los que participa también gente común. Por ejemplo batiendo tambores o mujeres escanciando chicha para alegrar a los danzarines. De esto se concluye que para su presencia en ultratumba, no sólo las personas de la élite debieron ser embalsamos para evitar la corrupción de sus cuerpos que les permitiera asegurar una vida en el más allá. Lo dicho lo corrobora otra referencia, de Francisco de Ávila, que refiere que los difuntos se trasladaban “a tal o cual quebrada o valle [en ultratumba] y que allí viven, obran, beben y comen” (Ávila 1648). A lo expuesto se suma lo que comenta Francisco de Arriaga: “dicen que van hacer allí sus chácaras y sementeras …..”. Esto significa que, de acuerdo a los autores mencionados, al igual que dignatarios también los humildes campesinos tenían una existencia en ultratumba, si bien siempre y cuando no desapareciese su cadáver por obra de putrefacción u otro agente destructor. c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 3 7 fardo funerario, particularmente aquel que imperaba en el Perú cordillerano y costeño durante el período Tiahuanaco-Huari u Horizonte Medio. La denominación purunmachu (purun = silvestre, matshu = persona adulta) que sigue vigente entre los descendientes de los chachapoyas equivale al español “gentil”; voz en la actualidad empleada universalmente en el Perú, particularmente en los Andes Cordilleranos para referirse indistintamente a todo resto corpóreo de los difuntos de tiempos anteriores a la introducción del cristianismo, así como también a todo elemento material vinculado a éstos. Es importante subrayar que únicamente entre los chachapoyas de hoy sobrevive la denominación de purunmachu, pues en otras regiones del antiguo Perú fue reemplazada desde la irrupción europea por la voz “gentil”, es decir, procedente de tiempos de la “gentilidad” o anteriores al cristianismo. En el Incario con el término purunruna (purun = silvestre, remoto; runa = gente) se designaba a una lejana época, anterior a la del Incario (Guaman Poma ca. 1600: fol. 57). º El pucullo o mausoleo Por su parte, el mausoleo semeja una vivienda, y a diferencia del sarcófago no estaba destinado a albergar sólo a un difunto sino a varios. Su construcción en una gruta permitía protegerlo de la lluvia. Hay casos como en Revash, en que los mausoleos exhiben techos de dos aguas como también de una sola caída. Consideramos que estos recintos, dotados de techos pero que carecen de función, podrían ofrecer indicios de cómo serían originalmente las precarias viviendas de los campesinos, levantadas cerca o en los campos mismos que cultivaban y que por lo mismo debieron exhibir un techo. 1 3 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g 1) DIVERSAS FORMAS DE SEPULTURA: 1) En grutas: Carpona (Foto Cortesía Olivier Fabre). 2) En mausoleos, unidos en grupos uno junto a otro y emplazados en grutas en lo alto de los barrancos (Foto: Federico Kauffmann Doig). 3) En sarcófagos, en serie y adheridos lateralmente, emplazados también en grutas excavadas en lo alto de los barrancos (Foto Federico Kauffmann Doig). 2) Con la incorporación al Incario del territorio Chachapoyas, los funcionarios cusqueños que fallecían en dichas tierras eran sepultados en antiguos mausoleos lugareños; de tal manera que sus restos reposaran al lado de finados chachapoyas. Partiendo de esta constatación, el patrón mausoleo podría considerarse como una forma posterior de sepultar comparada con la del sarcófago. Así lo estimaban los estudiosos Henry y Paule Reichlen (1950). Sin embargo, hay indicios que permiten inferir que ambos patrones funerarios coexistieron en el tiempo, por lo menos en las postrimerías de los chachapoyas ya incorporados al Incario. Es importante subrayar que la forma de sepultar en pucullos o mausoleos, alcanzó una amplia difusión en territorio chachapoyas. En cambio el purunmachu o sarcófago sólo se presenta en áreas situadas en la margen izquierda del Utcubamba. Es también de interés señalar que el patrón funerario del tipo sarcófago no se repite en el resto del Área Inca. º Enterramientos en cavernas Adicionalmente a los dos patrones funerarios chachapoyas comentados, el sarcófago y el mausoleo, es preciso mencionar una tercera forma de sepultar: el emplazar momias y cadáveres en cavernas o grutas. La propuesta parte de Olivier Fabre y se basa fundamentalmente en dos experiencias. En la primera jornada participó un grupo de estudiosos al que se sumaron también espeleólogos (Fabre et al., 2008). La investigación fue ejecutada en la gruta conocida como El Tragadero. Ésta se alinea al área que ocupa el conglomerado arquitectónico Chaquil, integrado por doscientos cincuenta recintos en deplorable estado de conservación. El sitio de Chaquil se ubica cercano al importante sitio arqueológico de Purunllacta de Soloco, sobre 3000 metros sobre el nivel del mar. A juzgar por los restos óseos identificados en Chaquil y la forma desordenada del emplazamiento de los mismos, esta gruta no parece haber servido como un cementerio. En cambio sí se podría conjeturar que haya servido como una especie de almacén de restos óseos humanos como también de algunos animales, de acuerdo a lo que señala Fabre. Tampoco se debe descartar la posibilidad de que la gruta haya servido como lugar de enterramiento de personas muertas en combate, o acaso como el resultado de sacrificios.10 La última de las posibilidades esgrimidas podría corroborarla el hecho que el citado estudioso observó la presencia de lesiones en varios de los cráneos y afirma que éstas habrían sido ejecutadas en el mismo espacio. Lo que pone fuera de toda duda la propuesto de Fabre (2009), en el sentido de que el sepultar en cavernas conforma también un patrón funerario Chachapoyas, es su descubrimiento en 2003 de la gruta conocida como Carpona, situada a 10 o 15 kilómetros de distancia del pobla- L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 3 9 3) En esas ocasiones identificó tres momias que fotografió en 2003 (Fabre, 2008: 50, 57): una envuelta en sus tejidos formando un paquete funerario exteriormente atado por una soguilla, que por lo mismo permanecía en perfecto estado de conservación; un segundo paquete funerario algo averiado; y finalmente una momia bien conservada aunque desprovista de sus tejidos envoltorios. Al visitar de nuevo el sitio en 2016, según nos comunica disgustado, Fabre constató el total menoscabo de los mismos y lo que no habría sido producido “por huaqueo, solo por destrucción gratuita y estúpida”. Hay que agregar que además de las momias y los fardos funerarios devastados y guardados en la gruta Carpona, ésta incorpora lo que podrían ser calificados de osarios (Fabre, 2008: 56). Remarquemos finalmente que Fabre ha identificado varias otras cavernas funerarias, por ejemplo las de “Shatuca y Eldorado (provincia de Bongará), Vaquín y Quiocta (provincia de Luya) o incluso las cuevas de Yacyejuc cerca de la Jalca Grande, y Carpona, cerca de Montevideo, provincia de Chachapoyas”. Esto pone fuera de duda la propuesta de Olivier Fabre (2009) en el sentido que el enterramiento en grutas conforma, junto al sarcófago y do Montevideo, provincia de Chachapo- en 2009, a fin de estudiar con mayor dete- el mausoleo, un tercer patrón funerario yas. Fabre regresó al sitio en 2006 y luego nimiento el contenido de esta gruta. chachapoyas. 10 La práctica del sacrificio humano estuvo presente a lo largo y ancho del territorio del Área Inca desde tiempos inmemoriales, como lo avalan muchas imágenes esculpidas en piedra que circundan el templo de Cerro Sechín (Kauffmann Doig, 2012b), las noticias tempranas y detalladas sobre la capac-cocha debidas a Rodrigo Hernández Príncipe (1621), así como también los hallazgos de personas sacrificadas y sepultadas en el nevado de Ampato al igual que en sectores altoandinos de Chile y particularmente del norte de Argentina (Ceruti 2013; Reinhard 1996; Reinhard y Ceruti 2006, 2010). Una posición contraria es la del distinguido estudioso francés Francis Devigne, que considera que el sacrifico humano en América fue el resultado de una patraña europea difundida maliciosamente (Devigne 2016). La necesidad de recurrir a sacrificios humanos se explica en el Perú por la presencia del recurrente fenómeno de El Niño que, al estropear las cementeras hacía que surgieran crisis alimentarias que llevaban a la desesperación. Se presumía que las mismas eran desatadas por una especie de Dios del Agua, de carácter demoníaco (Kauffmann Doig, 1996a, 2001). A esta divinidad suprema —conocida con diversos nombres tales como Huiracocha, Pachacamac, etc.— alude Martín de Murúa (ca. 1600: 412) describiéndola como “un hombre que en el cielo estaba en su voluntad el tronar, llover, granizar y todo lo demás que pertenece a la región del aire”. La cerámica moche presenta con elocuencia a esta divinidad reclinada sobre una montaña, mostrando colmillos amenazantes y portando infinitas cabezas humanas cercenadas (Kauffmann Doig, 2014: 8). Sobre el tema de sacrificios humanos por decapitación, que los chachapoyas habrían ensayado en particular, se han ocupado Jan Jakobsen, J. Balslev Jorgensen, L. Kempfner Jorgensen, e Inge Schjellerup (1986 - 87). 1 4 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g El grupo de purunmachus o sarcófagos de Karajía. El tercero de la izquierda se desplomó al abismo, probablemente en 1928, cuando la región soportó un sismo que todavía se recuerda. Dado que están colocados muy juntos aquello produjo un forado lateral que permitió a que los arqueólogos puedieran examinar el interior de las cápsulas funerarias y así tomar conocimiento del contenido de los demás sarcófagos del grupo. Por lo mismo nos abstuvimos de violentar ninguno de los demás, que salvo el de la extrema derecha observaban tener la cápsula funeraria intacta. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 4 1 II. El purunmachu o sarcófago chachapoyas 1. Primeras referencias Lo que parecería ser una primera referencia a una tumba en forma de sarcófago proviene del siglo XVI. Se basa en un documento dado a conocer por Waldemar Espinoza Soriano (1967: 320). En éste se menciona a Apu Chuquimis, personaje que no obstante haber gozado de la protección de Huayna Cápac —quien lo habría nombrado gobernante de un enorme espacio del territorio ocupado por los chachapoyas—, urdió un plan siniestro dirigido a envenenarlo. Descubierta esta confabulación, al enterarse Colla Topa, capitán de Huayna Cápac, fue en persecución de Apu Chuquimis. En el ínterin, Apu Chuquimis murió supuestamente “de susto” al enterarse que Colla Topa se encaminaba a capturarlo. Al tener noticia de su fallecimiento, Colla Topa fue en búsqueda de su tumba y extrajo su momia, castigándolo post mortem, al mandar a enterrarla en el suelo (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 62, 103, 205-206). Las primeras referencias concretas a estatuas funerarias o sarcófagos se remontan a las postrimerías del siglo XVIII. Estas se deben a Hipólito Unánue (Alarco, 1971-83, 1: 421-422), aunque desconocemos a qué grupo de sarcófagos chachapoyas en particular se refieren (Aristio / ps. de Unanue, 1791). Para elaborar éstos, sus breves comentarios, Unanue debió servirse de la documentación oficial que las autoridades provincianas remitían regularmente a la Ciudad de los Reyes o Lima. No obstante lo escueto de las noticias ofrecidas por Unanue, estas son suficientes para reconocer que sin lugar a duda, aluden a esta particular forma de sepulcro. Del último tercio del siglo XIX son las observaciones relativas a estatuas funerarias chachapoyas publicadas por Vidal Senéze y Jean Noetzli (1877). Durante la primera mitad del siglo XX, se ocuparon de este tipo de monumentos funerarios Louis Langlois (1939) y Napoleón Gil (1936). Debe decirse que Langlois dedicó a los sarcófagos chachapoyas exámenes muy prolijos. De tiempos en algo posteriores a los autores citados, son las observaciones realizadas por los arqueólogos Henry y Paule Reichlen (1950). Estas se basan particularmente en el estudio de los sarcófagos presentes en el acantilado de Chipurik. A juzgar por las fotografías que publicaron, algunos de éstos registraban por entonces motivos pintados y se encontraban en buen estado de conservación. No obstante su carácter singular, los sarcófagos chachapoyas cayeron, a partir de 1950 casi por completo en el olvido. Por lo mismo y como sucedió también con Kuélap, al no interesarse los arqueólogos por investigarlos y darlos a conocer, los textos escolares de historia del Perú, como los peruanos en general y el mundo, ignoraban totalmente la historia de los chachapoya y, por tanto, sus sarcófagos. La excepción estuvo dada por las breves glosas que dedicó Hans Horkheimer (1959) a estos últimos. Fue solamente a partir de 1984 que estos portentosos testimonios comenzaron a ser investigados y difun- dida su existencia, al darse a conocer el grupo conspicuo de sarcófagos de Karajía (Kauffmann Doig, 1984b, 1986b). Con posterioridad a la investigación de los purunmachus de Karajía, el autor prosiguió interviniendo, con fines comparativos, otras grutas de sarcófagos como Tingorbamba, Peña de Tuente y varios más. En este contexto se debe citar las prospecciones arqueológicas cumplidas durante años por Klaus Koschmieder en el sector septentrional de la provincia de Luya, donde analizó numerosos sitios de sarcófagos como los de Pullia, los del acantilado de Yosumal y los presentes en la zona de Corralpampa (Koschmieder 2012), todos ellos de difícil acceso aunque no espectaculares. 2. Morfología del chachapoyas purunmachu Los sarcófagos o purunmachus son una especie de grandes cápsulas que recuerdan el aspecto de una persona y, a la vez, ofrecen el espacio necesario para emplazar un bulto funerario compuesto por una momia en cuclillas, envuelta en numerosos tejidos. Las paredes del sarcófago eran confeccionadas de barro arcilloso mezclado con pequeñas piedras, palos y paja ichu (Calamagrosti spp.). La cabeza ataviada con un gorro en punta así como el busto fueron elaborados de manera compacta. Los sarcófagos chachapoyas acusan una diversidad de formas determinadas principalmente por el acabado y el tamaño 1 4 2 - K a u f f m a n n D o i g Morfología de los purunmachu o sarcófagos chachapoyas: © Federico Kauffmann Doig - 1987 F e d e r i c o CATEGORÍA A: CATEGORÍA B: Purunmachu Regio. Purunmachu Antropomorfo. Caracterizado por su gran tamaño y por su cuerpo antropomórfico, provisto de hombros y cabezamáscara colocada por encima del cuerpo; coronado con un cráneo ceremonial. Pintura en la cara y en el cuerpo en forma de vestimenta suntuosa. Caracterizado por su cuerpo de persona sentada, su leve insinuación de los hombros, y por el hecho de carecer de cuello, así como de cráneo ritual. Suele ostentar cara y vestimenta pintadas. CATEGORÍA D: CATEGORIA C: Purunmachu con cabeza colocada sobre el pecho. Caracterizado por cuanto la cabeza-máscara, a veces pintada, va emplazada en el sector del pecho, y carece, por lo tanto, de todo el cuello. Aparece colocado en grutas de escasa altura. Purunmachu con cabeza sobre el vientre. Caracterizado por tener la cabezamáscara colocada en el sector del vientre, por su estatura pequeña y un grado menor de elaboración. En ocasiones una segunda cabeza corona los sarcófagos de la categoría D, así como también, de las B y C. Esta simboliza sin duda el cráneo presente en el purunmachu de la categoría A. CATEGORÍA F: Purunmachu escudo o pseudo sarcófago. CATEGORÍA E: Purunmachu cónico. Se caracteriza por presentar un bulto cónico exento de cabezamáscara y por carecer, por lo general, de pintura. Caracterizado por carecer de cuerpo. La momia es colocada en una cavidad, detrás de una pared en media luna, por lo general sin decorar. Esta forma de sepultura no corresponde, con propiedad, a la de los sarcófagos; es más bien una especie de nicho excavado en la roca y tapiado. L a que se les confería. Mientras que algunos, como los del Grupo 1 de Karajía, alcanzan casi 2,50 metros de alto, otros apenas superan los 0,60 y 0,80 metros. Hay sarcófagos que presentan los contornos de una persona, mientras otros no pasan de ser una especie de “escudo” que clausura una oquedad fúnebre excavada en una peña. Otra de las variantes morfológicas corresponde al sarcófago cuya cabeza-máscara asoma a la altura del pecho, mientras que en otros casos aparece emplazada a la altura del vientre. Los más elaborados van coronados por una cabeza-máscara modelada en barro. Esta termina en punta, cual si se tratara de un gorro cónico, como el que identificamos entre el material arqueológico de la Laguna de las Momias (Kauffmann Doig, 1997: 103). Al respecto véase el cuadro adjunto en el que el autor dibuja y describe someramente las seis categorías (A, B, C, D, E, F) que según propone utilizaron los chachapoyas para modelar sus purunmachus en sarcófagos (Kauffmann Doig y Ligabue 2003, p. 209; Kauffmann Doig 2009, p. 111). Originalmente la cabeza ceremonial que coronan las testas de los sarcófagos de mayor jerarquía, como del Grupo 1 de Karajía, era momificada. Con todo, con el correr del tiempo solo terminó conservándose el cráneo. Tal es el caso de las demás cabezas que coronan o coronaban los demás sarcófagos del Grupo-1. En un caso pudimos advertir que la mandíbula inferior seguía en su sitio, en atención a que había sido atada al maxilar superior. Por lo mismo comenzamos a dudar si solo eran c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 4 3 emplazados cráneos sobre las cabezas vertimos restos de embalsamiento en las de los sarcófagos del Grupo-1. Empe- cavidades de los ojos. En algunos casos el ro terminamos convencidos de que las cráneo ceremonial que corona la cabeza de los sarcófagos de mayor prestancia, como los del Grupo-1 de Karajía reaparece, modelado en pequeño formato y colocado por encima de la cabeza del sarcófago. Esta forma de aludir al cráneo, sobreponiendo sobre la cabeza uno modelado en tierra arcillosa, pequeño, podría constituir una categoría más. Otra característica de estos sarcófagos es que se les dotaba de hombros, aunque ciertamente aparecen sólo insinuados. Con todo, permitían acentuar la apariencia humana que se daba a los sarcófagos más elaborados. Las formas diversas que acusan los sarcófagos chachapoyas acaso puedan ser explicadas como derivadas del interés de destacar grados jerárquicos. Naturalmente que en esto pudieron intervenir también factores de orden cronológico, geográfico y otros. Si bien el sarcófago chachapoyas suele ostentar rasgos humanos, se observa que al mismo tiempo debía evocar un falo en atención a la ligera inclinación que presenta. Aquella particularidad sólo se advierte en sarcófagos como los de Karajía. En este contexto se debe reparar en la mandíbula prognate y sobredimensionada, y que pudo aludir al glande. Su figura recuerda las mandíbulas glandiformes que también exhiben los monolitos de Recuay cabezas ceremoniales habían recibido (Aija y La Merced), y aunque en forma tratamiento, esto es que habían sido so- más distante los cuchimilcos de Chancay metidas a momificación en vista a que ad- (Kauffmann Doig, 1989). Sin embargo, Colocación de la momia en un sarcófago. En el dibujo no han sido considerados los tejidos que la envolvían, como tampoco las ofrendas que la acompañaban (Dibujo: Fondazione Ligabue/Expediciones Chachapoyas 1984, 1985 y 1986). 1 4 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n no hay que descartar que la máscara de madera emplazada sobre el fardo funerario, particularmente de la etapa Tiahunaco-Huari (Horizonte Medio), haya influido inicialmente en la representación de las cabezas de mandíbulas exageradamente prognatas como las citadas. En cuanto al sexo, a juzgar por la decoración pintada presente en las paredes exteriores de las cápsulas funerarias de Karajía, se desprende que los sarcófagos debían evocar a seres masculinos. Dan la sensación de envolverlos una capa, al parecer de plumas en atención a la decoración pintada que presenta y que incluye en algunos casos la figura de los genitales masculinos con el miembro erguido. Futuros análisis de los restos anatómicos de la persona sepultada en los sarcófagos, permitirá establecer a ciencia cierta si también el difunto emplazado en los sarcófagos era varón. D o i g Como se aprecia por el cuadro de tipología adjunto, los sarcófagos presentan cinco y hasta seis categorías morfológicas. Consideramos que la razón por la que los sarcófagos de algunos grupos llevan la cabeza en el sector del pecho y aún en el abdomen, se debe a que la gruta excavada ex profeso no fue trabajada con la altura dada a los sarcófagos; acaso por tratarse de purunmachus, si bien de la élite, de personajes de menor categoría. cadáveres eran momificados en posición fetal, para ataviarlos y luego envolverlos en un pellejo. El ajuar funerario estaba constituido sobre todo por telas de lana, siendo algunas de factura fina y otras de elaboración simple. Estas envolvían a la momia, sentada en cuclillas, de manera que el bulto resultante aparentaba la forma de una persona acurrucada. Al difunto se le adjuntaban objetos tales como mates, instrumentos de tejer, piezas de cerámica, etc. 3. Contenido del purunmachu o sarcófagos 4. Su emplazamiento en barrancos Cada sarcófago chachapoyas alberga tan sólo el cuerpo de un difunto, envuelto en telas y rodeado de ofrendas. Como se pudo comprobar al examinar el interior del Sarcófago 4 del Grupo 1 de Karajía, por la rotura producida al desplomarse el contiguo en tiempo inmemorial, los Parte del atuendo pintado sobre una superficie blanquecina, empleando la técnica del negativo. En la parte inferior destaca un motivo alusivo a los genitales, lo que indicaría que los sarcófagos cobijan a varones. A la derecha: Los purunmachus portaban una especie de gorra en punta que coronaba un cráneo ceremonial momificado. Solo dos permanecían en su sitio, los otros se desplomaron con el picotear de las aves. La foto muestra el cráneo in situ del Sarcófago 5 (Foto: Federico Kauffmann Doig). Los sarcófagos chachapoyas se construían in situ, en grutas excavadas en lo alto de los acantilados calcáreos que se levantan casi verticalmente a lo largo y ancho de la cuenca del Utcubamba. Aunque ciertas grutas estaban destinadas a albergar tan sólo un sarcófago, lo común era que estas dieran cabida a conjuntos de 4 a 10 unidades. Los sarcófagos de Tingorbamba salen de la regla puesto que ocupan una especie de galería o gruta natural, espaciosa, en la que aparecen apiñados por decenas. Lamentablemente casi todos están seriamente dañados debido a que el sitio es propicio para que el ganado vacuno se guarezca en él de la lluvia. Pero también la mano del hombre ha contribuido a su deterioro. También hay sarcófagos en los alrededores, emplazados en las peñas. Los sarcófagos de Karajía fueron construidos sobre un pedestal de barro. Se sobreentiende que sólo la momia y sus pertenencias eran transportadas a la gruta. Para ello era preciso sortear la pared rocosa, empleando para ello estacas y cuerdas o tal vez sirviéndose de estrechos senderos que con los años se han estropeado. De tal manera que los sarcófagos debieron L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 4 5 En la tercera expedición a Karajía (1986) los arqueólogos lograron ascender los últimos 24 metros de pared vertical que conduce a la gruta donde los purunmachus aparecen emplazados formando una fila. (Foto: Federico Kauffmann Doig). 1 4 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n ser elaborados in situ, utilizando parte del material excavado durante la construcción de la gruta. La primera impresión que despierta la tradición de emplazar sarcófagos en lo alto de barrancos es que su finalidad era evitar su profanación. Pero esta explicación no pasa de ser simplista, si se tiene en cuenta que los difuntos, y por lo consiguiente las tumbas, merecían profundo respeto en el antiguo Perú; así como atendiendo también a la estructura económica vigente, que desconocía el enriquecimiento y la herencia, así como aborrecía el hurto, considerado como una gran afrenta. Esto aplica no sólo a los chachapoyas y al Incario, pues los preceptos morales fueron heredándose y estaban inmersos en un tipo de organización socioeconómica establecido desde remotas edades. Esta continuidad se observa también en los diversos patrones culturales, puesto que no experimentaron cambios sustanciales en el transcurso de los milenios. Un claro ejemplo de que no existía la institución de la herencia es que el señor del Sipán fue sepultado con todas sus pertenencias (Kauffmann Doig, 1993c, 1996a). Retomando el tema de los sarcófagos, remarcamos que estos estaban protegidos del agua de las lluvias gracias al techo natural que presentan las grutas excavadas con fines funerarios. A su conservación contribuyó también el habérseles emplazado en acantilados donde no crece vegetación y sopla aire fresco. Las propias paredes de los sarcófagos protegían al fardo funerario tanto de las aves como de los roedores. D o i g chachapoyas. Pero no en todo su territorio, tan solo en la margen izquierda del río Utcubamba, particularmente en lo que era la comarca de los chillaos, hoy provincia de Luya. Los arqueólogos Reichlen (1950) estimaban que el patrón sarcófago era de data anterior a la del mausoleo. Con todo, en etapas tardías de la cultura Chachapoyas debieron emplearse ambas formas de sepultura, si bien como quedó expuesto el purunmachu estaba circunscrito al área ya mencionada de Luya (Kauffmann Doig, 1984b, 1987a, 1988). Para determinar la antigüedad de los purunmachus de Karajía recogimos una muestra consistente en un trozo de madera que estaba asociado a uno de los sarcófagos derruidos. Partido en dos pedazos iguales, uno fue remitido para su análisis a Tokio, gracias a la gentileza de Kazuo Terada. La antigüedad que arrojó esta muestra, de 1680 años d.C., hacía que los sarcófagos de Karajía fueran contemporáneos al gobierno virreinal del Conde de la Monclova. Por lo mismo debimos descartar la validez de este fechado. Otra de las dataciones, lograda en base al otro trazo de madera restante, remontó los sarcófagos de Karajía a 1460 ± 60 d.C. Este fechado fue obtenido a nuestra solicitud en el laboratorio de la Universita degli Studi di Roma / Centro Interdisciplinare per la Datazioni con el método del Carbono 14. Consideramos que éste sí se aproxima a nuestros cálculos, así como a la antigüedad que los Reichlen (1950) atribuyeron a los sarcófagos de Chipurik, y a la edad promedio que registra la tabulación de fechados radiocarbónicos expuesta por Koschmieder (2012: 42-43, 2013: Fig. 11). 5. Dispersión y cronología del En conclusión, los sarcófagos o purunpurunmachu chachapoyas machus resultan ser preincaicos y aún de En el antiguo Perú, el patrón funerario los tiempos en que los chachapoyas eran del tipo sarcófagos caracterizó solo a los incorporados al Incario. Esto es, fueron construidos durante el último tercio del siglo XV e incluso en tiempos iniciales de la presencia europea. 6. El sarcófago: ¿remedo del fardo funerario andino? Como quiera que el sarcófago conforma un elemento cultural singular en el Perú prehispánico, y debido que su dispersión está restringida a espacios comprendidos únicamente en la margen izquierda del río Utcubamba, exploramos prima facie la posibilidad de que podría tratarse de una expresión de tradición amazónica. Al respecto constatamos, con sorpresa, que entre los sarcófagos de Karajía y ciertas urnas antropomorfas de tradición amazónica, procedentes de la lejana región de Beni (Bolivia), existía un asombroso parecido. Sin embargo, concluimos que estas semejanzas resultaban ser meramente casuales. Desde luego, descartamos por completo que las estatuas de la Isla de Pascua o Rapa Nui pudieran haber servido de modelo a los sarcófagos. Consideramos que las similitudes formales que puedan advertirse a primera vista entre ambas manifestaciones son fortuitas y circunstanciales; acaso debidas al hecho de que en ambos casos al parecer se quiso evocar a personas que portan una especie de máscara. Habiendo descartado que las similitudes puedan deberse a una difusión cultural, el autor terminó proponiendo que la forma que acusa el sarcófago pudo gestarse en el deseo de sus constructores de imitar la forma que presenta el fardo funerario de la etapa Tiahuanaco-Huari u Horizonte Medio, del cual hay abundantes ejemplos procedentes de la costa peruana centro-sur. El fardo funerario Tiahuanaco-Huari está conformado por una momia sentada y envuelta en una gran L a cantidad de telas. Su aspecto es resultado de evocar el bulto que presenta una persona acurrucada. Para lograr los visos humanos que debía observar, se dotaba al bulto funerario de una testa postiza o en su defecto de una máscara. La misma era confeccionada utilizando una tabla que era recortada para que imitase las principales líneas que configuran el rostro de una persona vista de frente. Para dar a estas máscaras un aspecto realista, se destacaba la nariz y otros elementos anatómicos como los ojos y la boca. Pero lo que se remarcaba de manera especial eran las mandíbulas que tomaban dimensiones desproporcionadas. Al parecer, los rostros modelados en arcilla de los sarcófagos de Karajía conservan la característica básica que presenta la máscara tabloide del Horizonte Medio (Tiahuanaco-Huari) que debió ser motivo de inspiración. Por lo mismo, la mandíbula es representada exageradamente prognate, al igual como es representada en la máscara funeraria hecha de una tabla recortada (Kauffmann Doig, 1986b, 1989, 2001a; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003). Brazos, piernas, más otros detalles anatómicos no eran remarcados, como tampoco en el fardo funerario, a excepción de los hombros que tan sólo eran insinuados en los sarcófagos, probablemente a consecuencia de haber sido copiados de la forma que toman en el fardo funerario Tiahuanaco-Huari luego de habérsele colocado una máscara humana. Abundando en el tema acerca de que el rostro del sarcófago se inspira en una máscara funeraria, de las confeccionadas utilizando una tabla de madera —como c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 4 7 El sarcófago chachapoyas comparado con el fardo funerario Tiahuanaco - Huari (o Wari), muestra analogías tanto formales como de fondo. (Dibujos: izquierda Bernardino Ojeda, derecha Aníbal Santibañez; por encargo de FKD). las elaboradas en las postrimerías de la etapa Tiahuanaco-Huari u Horizonte Medio—, consideramos que al ser modelada por los artesanos chachapoyas, estos aprovecharon la posibilidad que les ofrecía la arcilla, aunque tímidamente, para remarcar la nariz (entre humana y de ave), más los volúmenes que se advierten en el rostro de una persona. Recordemos así mismo que la cabeza de estos sarcófagos terminaba en una punta parece aludir a gorros cónicos, como el identificado en la Laguna de las Momias (Kauffmann Doig, 1997, 1999b, 2001c, 2009: 61). Por lo expuesto, reiteramos que los sarcófagos chachapoyas debieron ser remedos de la forma arquetípica que presenta el fardo funerario de Tiahuanaco-Huari. 1 4 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g A punto de acceder al conjunto de purunmachus o sarcófagos de Karajía, ayudados por expertos del Club de Andinistas de Lima (Foto: Giancarlo Ligabue, captada desde un helicóptero). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 4 9 III. Los purunmachus de Karajía Las anotaciones que anteceden corresponden a un análisis general acerca de las tumbas chachapoyas en forma de sarcófagos o purunmachus. Aunque nos hemos referido una y otra vez a los sarcófagos de Karajía, las anotaciones que siguen están dedicadas a comentarlos, en particular a los presentes en la cavidad que denominamos Grupo 1. Dejamos constancia que en las proximidades de los purunmachus del Grupo 1 se presentaban otros conjuntos de sarcófagos grandiosos que fueron registrados como Grupo 2, Grupo 3 y Grupo 4. Asimismo, en el marco de una de las expediciones dirigidas por el autor en los barrancos de Karajía y los contiguos de Solmal y Yampata, los arqueólogos Daniel Morales e Iain Mackay ejecutaron un reconocimiento del acantilado de Karajía llegando a identificar hasta quince grutas con sarcófagos. 1. Historial Fue la breve información publicada por Napoleón Gil (1936) sobre un ahora inexistente grupo de sarcófagos en Conila, lo que condujo al autor a interesarse por estudiar los sepulcros chachapoyas en forma de sarcófagos. De ellos tenía vagas referencias desde niño, cuando vivía al lado de sus padres en Camporredondo (Cocochillo), localidad algo cercana al sitio de Karajía y otros sitios arqueológicos como Congón y Kuélap. Luego de un viaje de exploración que lo condujo de Uchucmarca a Chachapoyas, el autor se encaminó al peñón de Tingorbamba para estudiar los sarcófagos allí existentes. El sitio había sido rebautiza- do por Gene Savoy (1970) con el epíteto de “Pueblo de los Muertos”, nombre que también se asignaba por entonces al complejo arqueológico de Purunllacta. Antes de partir, Carlos Torres Mas recomendó al autor que, al llegar a la localidad de Luya, nuestra expedición se dirigiera a Trita, aunque fuera de paso, para que tomara conocimiento de un grupo de sarcófagos cercanos a ese lugar, en Karajía y de los que tenía noticia de que estaban mejor conservados que los de Tingorbamba. En la localidad de Luya, el maestro de la escuela de aquella población, Marino Torrejón, confirmó la importancia del sitio de Karajía. Cambiando así el itinerario previsto, la misión se encaminó a la localidad de Trita, para desde aquí caminar hasta el pie del peñón de Karajía. En esta jornada fuimos auxiliados con extraordinaria amabilidad por don Fidel Hidalgo, de Trita, quien nos hospedó en su casa. Nos acompañó también, con gran entusiasmo, un joven inteligente, Boni, hijo de don Fidel. Fue así como logramos acceder al peñón de Karajía. El 23 de junio de 1984 se presentó ante nuestros ojos un cuadro espectacular, jamás imaginado y que daba la sensación de ser irreal. Divisábamos desde una distancia de 50 metros y en medio de un imponente barranco, una gruta que cobijaba sarcófagos, los más notables de todos cuantos fueron construidos por los antiguos chachapoyas. Nombramos a la misma como Grupo 1 en vista de que existen otros grupos de sarcófagos en el peñón vertical de Karajía. Ya que sólo era posible acceder a la gruta que cobija los sarcófagos escalando con cuerdas, nos limitamos en aquella oportunidad a explorar los sarcófagos a distancia, provistos de largavistas, y apostados en el lugar más cercano a la gruta al que nos permitía acceder el barranco, distante unos 50 metros en línea aérea. Un año después arribamos al lugar con andinistas profesionales, miembros del Club Andino, para estudiar la estrategia a seguir a fin de lograr acceder a los sarcófagos y poder analizarlos. Una vez definida la técnica a emplearse, regresamos un año después, en 1986. Fue entonces que, cogidos de gruesas sogas, los arqueólogos logramos escalar los 24 metros de pared vertical para acceder al Grupo 1 que reúne a los imponentes sarcófagos del peñón de Karajía. Solo de este modo fue posible cumplir nuestro objetivo de investigar in situ los citados sarcófagos o purunmachus. Una plataforma de madera fue transportada previamente por los andinistas hasta la gruta; la misma era imprescindible ya que los purunmachus, si bien guarecidos por el techo de la gruta, fueron levantados al borde mismo del precipicio. Sin la plataforma habría sido imposible que los arqueólogos estudien los purunmachus (Kauffmann Doig, 1984, 1986, 2003, 2009: 105-124). Nuestra misión la integraban los arqueólogos Daniel Morales, Iain Mackay y Miriam Salazar; el grupo de topógrafos estaba dirigido por el ingeniero Óscar Sacay y la logística a cargo de Gustavo Siles. Esta expedición fue auspiciada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONCYTEC), que por entonces presidía el doctor Carlos del Río Cabrera. Pesquisas bibliográficas nos confirmaron que el grupo de sarcófagos de Karajía per- 1 5 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n manecía inédito. La foto en pequeño formato captada en 1936 y publicada por los arqueólogos Reichlen (1950) en su catálogo de sitios arqueológicos amazonenses —donde fue señalada como correspondiente al grupo de sarcófagos de Karayá—, no corresponde a la gruta de Karajía. Se trata de la foto de un conjunto de sarcófagos que se ubica en los alrededores de la localidad de Conila (Luya), que los pobladores conocen tradicionalmente como Aispachaca y que fue “explorado” por Napoleón Gil (1936) tal como lo hemos ya comentado. Aquello se desprende de la foto publicada por Carlos Gates Chávez, que al volver a publicar la foto de los Reichlen no reparó que los mismos no son los de Karajía sino los presentes en la gruta de Aispachaca (Gates, 1997: 265). Acaso su confusión se debe al parecido que a primera vista muestran ambos grupos de sarcófagos, sin embargo estos son distintos. En efecto, si se comparan la fotografía de Aispachaca publicada por el autor (Kauffmann Doig, 1979: 472, Fig. 772), antes de que estos sarcófagos funerarios fueran destruidos, con la de Karajía (Kauffmann Doig, 1984b; 2009: 116) se observa claramente que las cabezas de los sarcófagos de Aispachaca son más anchas, casi rectangulares, y que ambos grupos están conformados por un número distinto de purunmachus: Aispachaca por seis y Karajía por ocho. Con todo, debemos advertir que al momento de redactar el presente párrafo el autor no tiene a la mano la obra de los arqueólogos Reichlen que le permita un pronunciamiento definitivo sobre la discusión a la que aquí nos referimos. D o i g es excelente debido a que los guarece una gruta; pero especialmente debido a las dificultades de acceso que presentan y que impidió su profanación. Aunque eran conocidos desde tiempo inmemorial por los comarcanos, particularmente por los pobladores de Trita, seguían inéditos e ignorados hasta 1984, año en que accedimos al lugar y difundimos la noticia de su existencia. En los años siguientes conducimos dos expediciones más, destinadas a completar su estudio. geológicamente conformado por horizontes de arenisca, de limo y de limo arcillitas, como nos lo hizo notar el estudiante de geología José Sánchez Izquierdo. Vistos a distancia, los sarcófagos de Karajía simulan ser estatuas. Con todo, como ya quedó comentado, consideramos que su forma se inspiró más que en una persona en la figura de un fardo funerario andino, al que en la parte superior se le clavaba una tabla provista de una estaca, que debía simular una especie de cara-cabeza. Adicionalmente, como también quedó expuesto, el cuerpo del sarcófago, de visos humanos, parece al mismo tiempo evocar los contornos de un falo, correspondiendo la cabeza a un glande. El Grupo 1 corresponde al conjunto más conspicuo de sarcófagos, no sólo del barranco de Karajía sino de todos los que nos han sido legados por los chachapoyas. Las dimensiones de los sarcófagos bordean en algunos casos 2,50 metros. En las inmediaciones del Grupo 1 se ubican otros conjuntos: Grupo 2, Grupo 3 y Grupo 4. Además, se observan también algunos sarcófagos solitarios, dispersos por los precipicios de Karajía que se extienden en dirección a Solmal. En el sector superior del peñón de Karajía identificamos restos de recintos de planta circular. De acuerdo a las referencias transmitidas por la memoria colectiva, el lugar habría pertenecido a los predios del poderoso y mítico Ocsaplín, cacique de Conila. En cuanto al puente que cruza la quebrada de Aispachaca y que se ubica al pie del peñón de Karajía, la tradición local indica que fue obra de los caciques de Luya Vieja de nombre Huaquishión (comunicación personal de Fidel Hidalgo, junio 1985). º Visión introductoria Los sarcófagos van emplazados en una gruta situada en lo alto de una pared rocosa, que cae verticalmente 300 metros hasta alcanzar el fondo de la quebrada Aispachaca. Es posible admirarlos en todo su esplendor desde lejos, viniendo de Trita, y poco después de cruzar el puente de Aispachaca. Desde las inmediaciones de Coechán es también posible avistarlos, si bien desde un costado. La cámara funeraria que los cobija fue excavada ex profeso en lo alto de un barranco. Ascendiendo el peñón vertical por uno de sus costados, se accede a un lugar desde donde parte una angosta repisa geológica. La misma permite desplazarse con dificultad hasta el pie de la gruta, ubicada a una distancia de 24 metros en lo alto del acantilado. El tramo último puede ser vencido solo escalando el farallón con cuerdas. Dos años después de estudiar con andinistas profesionales la forma cómo acceder a la gruta y estudiar los sarcófagos de Karajía, logramos finalmente vencer todo obstáculo y escalar hasta la gruta, ubicándonos sobre una plataforma transportada hasta ella para así poder estar frente a los 2. El GRUPO 1 de Karajía sarcófagos y analizarlos. Lo primero que Los sarcófagos de Karajía del Grupo 1 constatamos fue que hasta entonces, por son los de mayor prestancia de cuantos más de 500 años, nadie los había aborda- º Descripción de los sarcófagos se conocen. Su estado de conservación do. El imponente barranco de Karajía está Una apreciación de conjunto de los sar- L a cófagos de Karajía (Grupo 1) permite advertir que su apariencia humana se debe a la presencia de una cabeza-máscara, elemento escultórico que alude a la testa que caracteriza la figura de una persona. En segundo lugar se debe tomar en cuenta la forma alargada y cilíndrica, así como la insinuación de los hombros. Finalmente también se debe considerar que van colocados verticalmente, dando la sensación de tratarse de fantasmagóricos personajes que están de pie. Así también, los sarcófagos evocan veladamente a los contornos de un falo, correspondiendo la cabeza-máscara a lo que sería el glande. La gruta, cavada ex profeso en la peña, protege a los sarcófagos de la lluvia. Como ya señaláramos, que ésta se ubique en un sitio de muy difícil acceso no debe interpretarse necesariamente como un recurso destinado a protegerlos de intrusos. El Grupo 1 de sarcófagos de Karajía estaba integrado originalmente por ocho purunmachus, unos junto a otros. Cuando abordamos la gruta, constatamos que tiempo atrás una de estas cápsulas funerarias (Sarcófago Nº 3) se había desplomado y caído por el abismo. Aquello debió suceder en 1928, durante el terremoto que asoló la región y que todavía es recordado por su violencia. La ausencia de esta unidad es obvia por el vacío que dejó, ya que los sarcófagos de este grupo van unidos por sus costados. Por otro lado, si bien la mitad superior del Sarcófago Nº 8 había colapsado, los restantes mostraban un grado envidiable de conservación, con excepción de algunas roturas de poca consideración. Las paredes registraban rasguños producidos por arañazos de las aves que buscan cavar su nido. En el caso del Sarcófago Nº 4, los pájaros produjeron daños acentuados al picotear la cabeza-máscara, lo que llevó a que se desplomara el cráneo ritual que lo coronaba. Originalmente todos los sarcófagos del grupo que comentamos iban provistos de este elemento. Sólo dos de estas testas siguen emplazadas en el lugar donde fueron colocadas originalmente (Sarcófagos Nº 2 y Nº 5). El cráneo ritual era encajado sobre una punta que se desprende de la parte superior de la cabeza-máscara y que parecería corresponder al extremo superior del gorro del personaje. Al parecer, al momento de ser calzadas estas cabezas en la punta cenital del sarcófago, estas habrían estado momificadas. Todos los sarcófagos del Grupo 1 fueron decorados mediante líneas trazadas en dos tonos de rojo. Estas eran pintadas por encima del engobe blanco que cubría la capa amarillenta de arcilla que era empleada en la confección de estos sepulcros. Al parecer la decoración alude a lo que sería una técnica plumaria que cubría al sarcófago-personaje. Los purunmachus del Grupo 1 se caracterizan por cuanto acusan contornos humanos más definidos que los sarcófagos de otros grupos; con excepción de los sarcófagos antropomorfos de un sector del peñón de Tingorbamba sobre los que trataremos más adelante. º Por menores de los sarcófagos del Grupo 1 de Karajía Seguidamente una somera descripción de los 8 sarcófagos del Grupo 1. Sarcófago Nº 1. Presenta en su sector posterior, una fractura de consideración, la misma que permitió que los roedores accedieran a su interior y devoraran la momia y la mayor parte de sus tejidos envoltorios. Sarcófago Nº 2. El contenido de este sarcófago también fue disturbado por los roedores luego del forado que le abrió el c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 5 1 Sarcófago Nº 3 en uno de sus costados al desplomarse y desaparecer en el abismo. El espécimen de cerámica negro, aislado cuidadosamente, debió ser colocado al lado del citado sarcófago. Sarcófago Nº 3. Se desplomó probablemente en 1928, durante el fuerte sismo que azotó la región y que todavía es recordado. Como quiera que los ocho sarcófagos estaban originalmente apoyados unos en otros, su ausencia permitió que los roedores y aves revolvieran el contenido de los sarcófagos adyacentes. Asimismo, el espacio libre que dejó permitió que examináramos el grosor de las paredes de los sarcófagos, su constitución y otras particularidades. Sarcófago Nº 4. Sufrió una abertura lateral al precipitarse al abismo el Sarcófago Nº 3, de tal modo que la momia y sus pertenencias fueron presa de los roedores. Con todo, pudimos constatar que aún quedaban abundantes restos del fardo funerario. Los mismos fueron exhumados, trasladados y depositados en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú para su estudio; tarea que fue encomendada a la arqueóloga Myriam Salazar, uno de los miembros de la expedición. Al evacuar los restos del fardo funerario pertenecientes al Sarcófago Nº 4 tuvimos la impresión que el cadáver no había sido momificado y en ese caso tampoco los demás. Pero pronto debimos cambiar de parecer al constatar que un pie de la momia sí lo estaba. Lo que sucede es que las partes blandas del mismo, momificadas, se salvaron de ser devoradas por los roedores debido a que permanecían atadas con tejidos de modo firme. El Sarcófago Nº 5. No fue tocado por conservarse íntegro. Por lo mismo en su interior debe conservarse todavía intac- Los sarcófagos de Karajía, Grupo 1 (Dibujo: Iain Mackay / Expedición Chachapoyas 1986). 1 2 3 4 5 6 7 8 Los sarcófagos de Karajía, Grupo 1, vistos de planta y perfil (Levantamiento de Oscar Sacay. Expedición Chachapoyas, 1986). Expedición Chachapoyas 1986 / Óscar Sakay Ubicación del Grupo 1 de sarcófagos en el peñón de Karajía. to el bulto funerario. Resultaba innecesario abrirlo ya que disponíamos de una muestra del contenido de los sarcófagos a partir de los elementos disturbados y el Sarcófago N° 4. El Sarcófago Nº 6. De este sarcófago retiramos el cráneo ritual porque ya no se encontraba in situ al haberse resbalado de la gorra en punta que lo sostenía. Ésta se encontraba reducida a dos estacas de madera pues se había desprendido la arcilla que los cubría. El cráneo estaba junto al sarcófago y mostraba una trepanación circular ejecutada con maestría, más otra no consumada del todo que acaso corresponda a la modalidad de trepanar conocida con el nombre de "raspado bautismal" (Weiss, 1958-1961). Alberto Ruiz Estrada (1994) realizó un análisis de cráneos chachapoyas trepanados, en base a una importaste muestra procedente de Kuélap. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 5 3 Sarcófago Nº 7. Éste también se conserva intacto. Está muy bien conservado particularmente en lo que atañe a la pintura presente en el sector del sarcófago que alude al cuerpo. Da la sensación que correspondiera a un manto decorado que lo envuelve. El motivo del mismo cubre todo el sector anterior del sarcófago y aparece resaltado en blanco sobre una base pintada en rojo oscuro. Su figura es siempre la misma; de acuerdo a nuestras indagaciones iconográficas proponemos que se trata de un mismo motivo, alargado, que se repite y que en conjunto sugiere representar el salpicar de la lluvia que al caer remata en una gota de agua. No lo violentamos como tampoco procedimos con el Sarcófago N° 5, que igualmente permanece intacto. Insistimos en que tomamos esta resolución atendiendo a razones de ética profesional, en vista que ya contábamos con una muestra que nos aclaraba lo que cobijan estas cápsulas funerarias. Véase al respecto lo expuesto acerca del Sarcófago 4. Sarcófago Nº 8. De este sólo queda la mitad inferior. Pudimos ver que de la momia sólo quedaban restos, especialmente óseos, ya que las partes blandas habían sido devoradas por los roedores. Nos abstuvimos de tocar estos restos para que en el futuro los arqueólogos, con el auxilio de nuevas herramientas metodológicas y técnicas, puedan estudiarlos. Fue imprescindible que los escaladores subieran una plataforma de madera para que los estudiosos pudieran acceder y así estudiar los purunmachus del Grupo 1 de Karajía. La foto inferior muestra el estudio del contenido del Sarcófago 4, que pudo realizarse gracias al forado producido por la caída al abismo del purunmachu contiguo, durante el sismo de 1928. Lamentablemente, las aves y los roedores habían revuelto la momia y sus pertenencias (Fotos: Federico Kauffmann Doig). GRUPO 1 Diversos grupos de purunmachus presentes en el peñón de Karajía / Expedición Chachapoyas, FKD 1986. Iain Mackay GRUPO 2 GRUPO 3 Oscar Sakay GRUPO 4 Oscar Sakay Oscar Sakay L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 5 5 3. Grupos vecinos en el acantilado pero no hallamos rastros de los mismos. rojo violáceo. El reconocimiento de este de Karajía El Grupo Karajía 2 no pudo ser aborda- grupo se efectuó con el apoyo del andiEn los alrededores del grupo de sarcófagos de mayor importancia ubicados en el barranco de Karajía (Grupo Karajía 1), hay otros conjuntos de estos testimonios funerarios. En efecto, tanto sarcófagos solitarios como grupos de ellos, de diverso tamaño y grado de elaboración, aparecen dispersos a lo largo y ancho del barranco. Varían en cuanto a su conservación. Aún más, recogimos referencias (Inf.: Rogelio Cachay Rojas 1985 / Cruzpata) sobre un grupo de “siete cachacos”, muy elaborados, destruidos totalmente en décadas pasadas y que habrían estado ubicados en una gruta, en dirección a Solmal “pasando la cascada”. Inspeccionamos el sitio, 1 do. Al parecer, se trata de un grupo de sarcófagos del tipo A, aunque menos elaborados que los del Grupo 1 de Karajía. Parece que la cámara-gruta donde se guarecían se derrumbó por algún sismo, aunque sin afectar a tres de los sarcófagos, que siguen en píe, reclinados tan sólo sobre la parte rocosa. Uno de ellos todavía conserva su cabeza-máscara. Los reconocimientos con largavista permitieron advertir trazas de pintura, en uno de ellos, lavada por la lluvia; aquello certifica que originalmente éstos habrían estado decorados. El Grupo Karajía 3 conforma un conjunto de cuatro sarcófagos que ostentan cabeza-máscara en el pecho, pintada de nista Hugo Mühlig que descendió con cuerdas y dictó las particularidades del sitio utilizando un intercomunicador inalámbrico. El Grupo Karajía 4 fue abordado luego de descender el autor, con cuerdas y arnés, por más de 15 m. El sarcófago, todavía en pie, pertenece a la Categoría B, como también a la Categoría F. Originalmente había dos sarcófagos en este lugar. Del segundo sólo queda la base, lo que permitió estudiarla en detalle; del estudio minucioso se dedujo que este grupo fue depredado por roedores y no por el hombre. La cabeza-máscara presenta aquí un detalle interesante, aunque no único. En la 2 3 Purunmachus en las inmediaciones del Grupo 1, o conjunto epónimo de Karajía. 1. Grupo 2 de sarcófagos de purunmachus; 2. Peñón en las inmediaciones del Grupo 1 de Karajía en el que figuran restos varios de sarcófagos; 3. El Grupo 3 de sarcófagos (Expedición Chachapoyas /1986. Fotos Federico Kauffmann Doig). Véase pág. siguiente. 1 5 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Croquis de la distribución de los purunmachus en el barranco de Karajía. Véase págs. 154-155 (Oscar Sacay, miembro de la Expedición Chachapoyas 1988). Restos de un quinto grupo de sarcófagos en el peñón de Karajía, algo más distante del conjunto epónimo o Grupo 1 (Foto: Federico Kauffmann Doig). parte frontal del bonete aparece modelada una segunda cabeza-máscara, diminuta y pintada. Más información sobre estos grupos de sarcófagos se encuentra en las libretas de campo e informes de la expedición de aquel año (Kauffmann Doig 1989, 2001a). Por su parte, el reconocimiento y la descripción del conjunto del barranco Ucaso, con la ubicación de otros sarcófagos, fue desarrollado prolijamente por Daniel Morales e Iain Mackay. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 5 7 IV. Otros grupos de purunmachus chachapoyas Seguidamente repasaremos otros grupos de purunmachus intervenidos por nuestras expediciones. Comenzaremos con los de Solmal y de Yambata (sic.), relativamente cercanos a los sarcófagos de Karajía, para luego ofrecer comentarios sobre otros grupos de purunmachus chachapoyas. Finalmente nos hemos de referir a los sarcófagos de El Tigre. Si bien eran conocidos desde siempre por los comarcanos, su existencia ha sido promovida por el explorador y guía de turismo Martín Chumbe, especialmente a través de fotografías estupendas. Como veremos, los sarcófagos o purunmachus de los grupos de Solmal y Yambata, así como los demás que repasare- mos en este capítulo, corresponden a alguna de las cuatro grandes categorías en los que, en atención a su morfología, los hemos agrupado. Curiosamente en algunos casos la cabeza va coronada por una segunda, en miniatura, al parecer a imitación de los cráneos estucados que originalmente lucían los sarcófagos del Grupo 1 de Karajía. 1. Los sarcófagos de Solmal La zona de Solmal se extiende en dirección noroeste y a continuación del barranco de Karajía. Se caracteriza por presentar una gruta horizontal, la misma que se extiende por 16 metros, tiene poca profundidad y altura, y se ubica en lo alto del farallón. Parecería que para excavarla se hubiera aprovechado la fisura presente en el peñón. En ella se colocaron los sarcófagos en fila; estos son relativamente pequeños, de unos 60 a 80 centímetros de alto y se encuentran en distintos estados de conservación. Su tamaño fue al parecer ajustado al espacio de la gruta, tanto en altura como en la profundidad que registra. Avistamos la galería de Solmal en 1984. Sin embargo, en 1985 y 1986 estuvimos ocupados en estudiar el Grupo 1 de Karajía y por ello sólo pudimos dedicar una exploración apresurada a la gruta de Solmal. El barranco de Solmal, con diversos grupos de sarcófagos (Oscar Sacay, miembro de la Expedición Chachapoyas, 1988). 1 5 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g En la gruta de Solmal hay dieciséis sarcófagos en pie, aunque muy deteriorados; incluso, de algunos de ellos sólo quedan sus bases. Creemos que originalmente hubo unas veinticinco cápsulas funerarias, a juzgar por los espacios libres. La forma que acusan los purunmachus de Solmal es uniforme. Se trata de bultos cónicos trabajados a la redonda. Podrían ser comprendidos en la Categoría E, esto es, la correspondiente a sarcófagos cónicos desprovistos de cabeza-máscara (véase el cuadro de categorías de sarcófagos adjunto). Sin embargo es necesario dejar constancia que todos los sarcófagos de esta gruta fueron alguna vez violentados a la altura del pecho y abdomen. Por lo mismo, originalmente pudieron haber estado Vista referencial de las quebradas de Aispac haca, Llambata, Karajía y Solmal (Oscar Sacay, miembro de la Expedición Chachapoyas 1988). dotados de una cabeza-máscara colocada sobre el pecho o el abdomen cuando fueron colocados en el lugar. Las paredes de estos sarcófagos acusan menor espesor que los del Grupo 1 de Karajía. Por esta razón no ofrecieron mayor resistencia ante el picotear de las aves, que ávidas de hacer sus nidos terminaron por perforarlas, como tampoco al saqueo al que fueron expuestos. La presencia frecuente de aves que buscan anidar en el interior de los sarcófagos fue comprobada en el sitio. En efecto, en 1984, al tratar de acercarnos a los sarcófagos de Solmal, comprobamos que en uno de estos, que mostraba un forado en su lado delantero, anidaba un cernícalo que tal vez por hallarse ovando se negaba a retirarse ante nuestra presencia. L a 2. Los sarcófagos de Yambata En 1986 los arqueólogos Daniel Morales (1988a, 1988b) e Iain Mackay (Morales y Mackay, 1988a, 1988b) tenían por misión identificar grupos de purunmachus presentes en la vecindad. Fue así que en dirección sur de Karajía fue ubicado el sitio de Yambata (acaso Ramaspata de acuerdo a la sugerencia de Daniel Morales). Como veremos, este barranco concentra un apreciable número de sarcófagos. El sitio arqueológico de Yambata está situado en una estrecha quebrada de paredes rocosas rígidamente verticales. Los sarcófagos presentes en este sitio acusan diferente morfología. Algunos pertenecen a la Categoría D y otros a la Categoría F. Los primeros poseen cuerpo cónico y portan una cabeza escultórica a la altura del vientre. Los de la Categoría F están constituidos tan sólo por una pared cóncava, que a modo de escudo tapa la gruta excavada en la peña. En Yambata registramos hasta seis grutas con sarcófagos. Especialmente interesante resultó ser el reconocimiento del Grupo 1 de Yambata, conformado por seis sarcófagos unidos unos a otros por sus costados. Se encontraban intactos y c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 5 9 así los dejamos. Tres de ellos llevan cabeza-máscara; en los demás fue imposible detectar si ésta se había caído o si carecían originalmente de la misma. Al parecer el Grupo 3 de Yambata albergó sólo una tumba que debió estar tapiada por una pared cóncava a modo de escudo. Aparece decorada totalmente, con colores rojos oscuros y claros. Algunos de los sarcófagos de Yambata incorporan, en la zona frontal del bonete, una segunda cabeza escultórica, de tamaño miniatura. Se trata aparentemente de réplicas en cerámica de los cráneos que coronan los sarcófagos majestuosos 1 6 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Sarcófagos de Solmal (Oscar Sacay, miembro de la Expedición Chachapoyas, 1988). 1. 2. 3. Los seis sitios de sarcófagos ubicados en el barranco de Yampata (Oscar Sacay, miembro de la Expedición Chachapoyas, 1988). 4. 5. 6. L a El barranco de Yampata con la ubicación de los sarcófagos (Oscar Sacay, miembro de la Expedición Chachapoyas, 1988). 1 5 3 6 2 4 c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 6 1 1 6 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g del Grupo 1 de Karajía. El uso de estos crá- sitios donde se encontraban los sarcófaneos miniatura modelados en arcilla, no gos, nuestras exploraciones ejecutadas es privativo a Yambata. en Chipurik en 1986, permitieron constatar la existencia de algunos recintos circulares ubicados en la parte superior del 3. Los sarcófagos de Chipurik peñón. Nuestra labor debió ser interrumEl barranco de Chipurik fue explorado pida de pronto, cuando los miembros de inicialmente por los arqueólogos Henry y la expedición fuimos atacados por una Paule Reichlen (1950). Por entonces algu- nube de abejas silvestres, lo que obligó a nos de los sarcófagos del sitio lucían en evacuar de inmediato a Lima a uno de los buen estado de conservación y acusaban miembros. Superado el problema, volvitodavía decoración pintada. En efecto, en la campaña conducida en 1986 verificamos que estos sarcófagos habían sido en extremo depredados, lo que era evidente Un sarcófago al compararlos con las fotografías tomade Chipurik en das por los Reichlen cuarenta años antes, foto de Roberpublicadas en su monografía, así como to Arce Tuesta. con las fotografías tomadas después por Roberto Arce. Los arqueólogos Reichlen bautizaron como Chipurik a una fase del desarrollo cultural que tuvo lugar en territorio de los chachapoyas, precisamente caracterizada por presentar sepulturas en forma de sarcófagos. Con esta denominación hacían referencia a una fase intermedia de la cultura Chachapoyas, ubicada entre la más antigua que llamaron Kuélap y la última que designaron Revash, caracterizada por la construcción de tumbas en formas de mausoleos. Antes de descender con cuerdas a los VISTA REFERENCIAL PANORÁMICA 5 1 8 2 3 4 6 7 El peñón de Chipurik con ubicación de restos de sarcófagos (Oscar Sacay, miembro de la Expedición Chachapoyas, 1988). L a mos a los pocos días para concluir con el levantamiento topográfico y la ubicación de sarcófagos en todo el barranco. Constatamos que este exhibía ocho grutas con sarcófagos y que los mismos corresponden a la Categoría B y a la Categoría C (Kauffmann Doig, 1989). Luya es el nombre del barranco en el que destacan algunas grutas con sarcófagos. Nuestra expedición no llego a escalarlo más que parcialmente, pero fue analizado con largavistas. Consideramos que los sarcófagos de Lic pertenecen a la Categoría B y a la Categoría E. En la base del peñón hallamos diversos restos de muros de planta circular, ro4. Los sarcófagos de Lic deando grutas y formando así recintos. Este sitio es citado por Louis Langlois Consideramos que estas estructuras no (1939), el gran explorador de los cha- tuvieron la función de servir de sepulchapoyas. Lic, en las inmedeiaciones de cros pues estas cámaras estaban vacías. c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 6 3 Estimamos que debieron ser depósitos de alimentos, como lo fueron también las estructuras de Guanglic, cuyo estudio abordaremos oportunamente. 5. Los sarcófagos de San Antonio El sitio arqueológico de San Antonio comprende dos zonas. La Zona A corresponde a una ladera sobre la que se levanta un conjunto de construcciones circulares. Por su parte, la Zona B corresponde a un barranco que da frente a la Zona A. Exploración del barranco de Lic en las inmediaciones de Lamud (Foto: Federico Kauffmann Doig). 1 6 4 El sector de Huanshe (Lamud), con ubicación de los lugares con sarcófagos. Su aspecto es similar a los de Solmal (Foto: Federico Kauffmann Doig). - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a En este majestuoso acantilado se ubican varias grutas que contienen grupos de sarcófagos. Ambas zonas arqueológicas se encuentran en el distrito de Lamud, separadas por la quebrada de Jucusbamba, que vierte sus aguas en el Utcubamba. El imponente barranco donde se encuentra la Zona B, en la margen izquierda del Jucusbamba, es conocido por los comarcanos con el nombre de Huanshe. Louis Langlois (1939) lo examinó probablemente sólo desde lejos, puesto que comenta que aquí se presentarían sarcófagos de tamaño gigantesco. Esto no es posible dada la escasa altura de las grutas que se ubican en este farallón, que por lo tanto no permiten albergar purunmachos de más de un metro de altura. Luis Mendoza Pizarro (1998: 119-123) menciona los sarcófagos del barranco de Huanshe. El reconocimiento de la Zona B de San Antonio permitió detectar once grutas en las que se ubican sarcófagos. Sin embargo, había una más en la que solamente son visibles las bases de éstos. Los sarcófagos que se ubican en lo alto del barranco de Huanshe no son accesibles partiendo de la cima del farallón, sino escalando el peñón. Aunque por lo general están muy dañados, por lo menos once ellos todavía conservan su cabeza-máscara (Kauffmann Doig, 1989: plano 6-C). La mayoría de estos sarcófagos pertenece a la Categoría B y a la Categoría C. Debido a que nuestra atención se centraba en la Zona A del área de San Antonio, caracterizada por presentar un conjunto de recintos circulares, exploramos las grutas y su contenido funerario tan sólo desde lejos, apostados en la banda opuesta del Jucusbamba. El arqueólogo Daniel Morales (1988c) se encargó de registrar en un croquis las grutas y sarcófagos de esta zona. Por su parte, el ingeniero Oscar Sakay, otro de los integrantes de nuestra c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 6 5 expedición de 1986, cumplió la tarea de levanta sobre la margen izquierda del Utubicarlos en un plano con el apoyo de un cubamba. El lugar fue visitado por Gene Savoy, quien se refiere a Tingorbamba teodolito (Kauffmann Doig, 1989). como “Ciudad de los Muertos”. Tingorbamba puede dividirse en dos 6. Los sarcófagos de Tingorbamba sectores pues comprende dos tipos de La zona arqueológica conocida tra- sepulturas. La Zona T-A se caracteriza por dicionalmente con el nombre de Tingor- presentar varios grupos de sarcófagos, bamba se ubica en un barranco que se mientras que la Zona T-B corresponde a Grupo 1 de sarcófagos que se ubica en el peñón de Tingorbamba (Foto: Federico Kauffmann Doig). 5 9 2 4 1 Grupos de sarcófagos presentes en el área de Tingorbamba. Abajo, la gruta grande o Grupo 1 de Tingorbamba (Oscar Sacay, miembro de la Expedición Chachapoyas, 1988). 3 6 7 8 L a un lugar donde se encuentran sepulturas que corresponderían a mausoleos, sobre las que nos ocuparemos en el capítulo siguiente, siempre y cuando estos no hayan sido depósitos de comestibles. La Zona T-A comprende los Grupo 1, 2, 3, etc. de sarcófagos, situados en barrancos en ciertos casos distantes unos de otros. Algunas veces aparecen ubicados en la peña conformando tan sólo una unidad y en otros fueron colocados en pareja. Lucen decoración pintada en vivos colores, entre los que destaca el azul. La gruta grande o Grupo 1, donde documentamos cerca de dos docenas de sarcófagos (Kauffmann Doig, 1989), lamentablemente ha sido depredada por los lugareños, en especial por los escolares de la comarca. Las acciones depredatorias han llegado a un grado tal que varios de los sarcófagos no sólo fueron cercenados, sino que las cabezas terminaron siendo colocadas en cápsulas funerarias que no les corresponde. Además, el ganado vacuno se guarece de las lluvias en el lugar y contribuye a su destrucción. A pesar de todas estas acciones vandálicas, veintitrés sarcófagos permanecen en pie. De éstos, en 1986 todavía cinco lucían una cabeza-máscara, aunque en algunos casos la ubicación original de determinados purunmachus había sido alterada. Una testa cercenada de uno de los sarcófagos de Tingorbamba fue ubicada de manera casual a nuestro regreso, a la vera del sendero donde había sido abandonada. La recogimos y hoy se conserva en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. La gruta grande (Grupo 1) mide 30 metros de largo y su eje se orienta de norte a sur. Dado que se disponía de un recinto amplio, los sarcófagos fueron colocados en forma inusual: aparecen dispersos y conforman auténticas cápsulas funerarias c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 6 7 Sarcófagos pintados, ubicados en peñones en las proximidades de los grupos de sarcófagos principales de Tingorbamba, sitio rebautizado como Ciudad de los Muertos por Gene Savoy (Foto Federico Kauffmann Doig) al no ir pegadas a la pared posterior de la gruta. Estos sarcófagos pertenecen a diversas categorías: mayoritariamente a la B, aunque observando algunas variantes. La Categoría E está presente en un caso y hay también un ejemplar de la Categoría A con cabeza plantada sobre el cuerpo. Varios sarcófagos de este grupo tienen decoración pintada de color rojo claro y rojo violáceo. En otros casos se observa tonos grisáceos. Esto se debe a que las zonas coloreadas terminaron por ser cubiertas por el polvo humedecido por las lluvias que desplaza el viento. A unos 20 metros por encima de la cueva grande (Grupo 1), se encuentra el Grupo 2 1 6 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n (Kauffmann Doig, 1989: plano 7-A), compuesto por diez sarcófagos que pertenecen principalmente a la Categoría B, aunque algunos corresponden a la Categoría A. Este conjunto tiene la singularidad de presentar sarcófagos unos encima de otros. Algunos llegan incluso a cubrir parcialmente las cabezas de los sarcófagos de la fila inferior. Sin embargo, consideramos que establecer fases para esta superposición no tiene mayor valor, por cuanto todos deben ser más o menos coetáneos. Estos sarcófagos tienen la superficie grisácea, como “escarchada”, debido a que el polvo húmedo por la lluvia y transportado por el viento los ha ido cubriendo. Todos los sarcófagos de este grupo han sido violentados con perforaciones en el vientre o en el pecho, y su contenido ha sido retirado. En dirección norte, siguiendo el desfiladero que transitamos al ingresar al Grupo 1, se distinguen dos parejas de sarcófagos o purunmachus decapitados por los depredadores. Corresponden al Grupo 3 de Tingorbamba y se caracterizan por su decoración esmerada y el empleo del color azul. Grupo de sarcófagos de Tosán (Foto: Luis Mendoza Pizarro). D o i g Hay otros restos de sarcófagos diseminados por el peñón, que no logramos examinar en detalle pero que sí documentamos fotográficamente y en video. Tal el caso del Grupo 4. Los cuerpos de estos sarcófagos presentaban pequeñas oquedades como consecuencia de disparos de piedras con hondas realizados por escolares. El precario refugio que escogimos para guarecernos al arribar al sitio cuando ya oscurecía, resultó ser una gruta de sarcófagos. Grande fue nuestra sorpresa al amanecer, al ver restos de sarcófagos que yacían junto a nuestros sacos de dormir. Observamos, sin embargo, que los sarcófagos pertenecían a la Categoría E y que no mostraban peculiaridades, siendo su estado de conservación bueno en términos generales. De interés fue el constatar que el barranco que cobija esta gruta de sarcófagos, en forma de un corredor, presenta en perfil una enorme cabeza humana como resultado de una protuberancia natural que al parecer debió recibir retoques. Recuerda el perfil de ciertos personajes presentes en cerámica escultórica de Tiahuanaco-Huari (Horizonte Medio). En las inmediaciones del complejo de Tingorbamba se encuentra una gruta de purunmachus conocida como Ayachaqui. En su mayoría estos sarcófagos han sido manipulados por los comarcanos. Al parecer hasta han modelado nuevos bultos y en otros casos les han agregado cabezas a los que no tenían, con el afán de convertir el lugar en un sitio de atracción turística. Es por ello que Klaus Koschmieder denomina a los purunmachus de este grupo de “sarcófagos bamba” (Koschmieder, 2013: fig. 1). 7. Los sarcófagos de Tosán o Langache Se debe el descubrimiento del grupo de sarcófagos de Tosán a Luis Mendoza Pizarro (1998: fotos 46, 147) —apasionado estudioso de su natal Amazonas—, quien hace una primera referencia y publica una fotografía sobre este importante grupo de cápsulas funerarias chachapoyas ubicadas cerca de Tingorbamba. El nombre Tosán corresponde al de una antigua hacienda y a la vez a una laguna ubicada en las inmediaciones del sitio arqueológico. La gruta de Tosán está ubicada en el distrito de Lamud. En ella se encuentra un conjunto de sarcófagos, en lo alto de un barranco que se yergue sobre la margen izquierda del Utcubamba, precisamente en el triángulo conformado por la confluencia del Jucusbamba y el Utcubamba; esto es en un tingo o tinku, que alude a un encuentro de dos quebradas o ríos, de carácter mágico. Los sarcófagos de este grupo dan cara al peñón de San Antonio o Huanshe, que se levanta en la banda opuesta del Jucusbamba. Este grupo tiene la particularidad de presentar, reunidos en un solo conjunto, di- L a versos tipos de cápsulas funerarias. Están presentes los sarcófagos de la Categoría A, que corresponde a los que representan a individuos coronados por una cabeza-máscara, así como aquellos que exhiben la testa sobre el cuello, sobre el pecho o el abdomen. juzgar por las dos fotografías publicadas por Gil, quien se vanagloria de su hazaña en los siguientes términos: “logramos apoderarnos de cuatro cabezas de estatua, de distintas dimensiones y de tres cadáveres extraídos del interior [de los c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 6 9 sarcófagos]; los cuales han sido conducidos al local del Colegio para incrementar el museo Kuélap” (Gil, 1936: 237). Triste destino, ciertamente, de uno de los más conspicuos grupos de sarcófagos chachapoyas. 8. Los sarcófagos de Peña de Tuente Peña de Tuente es un sitio arqueológico cercano a Colcamar. Se caracteriza especialmente porque uno de los mausoleos presenta pintura mural, como se verá en el capítulo en el que abordamos el estudio de los mausoleos chachapoyas. Cerca de los mausoleos se ubica una pareja de sarcófagos que parecen estar enclavados en la peña. Su estado de conservación, no siendo del todo mal, muestra que han sido depredados para apoderarse de los objetos guardados en su interior que podrían tener valor económico. Peña de Tuente, Colcamar. Junto a un grupo de mausoleos (izquierda), se presentan los restos de un sarcófago decorado con pintura mural. (Foto: Federico Kauffmann Doig). 9. Los sarcófagos de Aispachaca / Conila Un grupo de sarcófagos de alta jerarquía, similar a Karajía, fue dado a conocer por Napoleón Gil (1936), en aquel entonces director de un prestigioso colegio de la ciudad de Chachapoyas. Los sarcófagos estuvieron originalmente emplazados en una gruta, situada en el barranco conocido como Aispachaca que se levanta en las inmediaciones de la localidad de Conila (Luya). Al pie del acantilado corre el río Jucusbamba, que tributa por la margen izquierda al Utcubamba. A mediados de la década de 1930, Napoleón Gil y sus acompañantes, valiéndose de cuerdas, accedieron a la gruta donde se encontraban seis primorosos sarcófagos. Estaban prácticamente intactos, a Vista antigua de los sarcófagos de Aispachaca (Conila), al presente inexistentes. Cuando dimos a conocer los sarcófagos de Karajía, algunas personas eq u ivo ca d a mente consideraron que eran los ya conocidos de Aispachaca (Foto captada probablemente en 1936). Fotos Plenge Iñigo L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 7 1 El grupo de 14 purunmachus de El Tigre explorados prima facie por el autor en Julio de 2016 (Cortesía Concesionaria IIRSA Norte / Foto Heinz Plenge). 10. Los sarcófagos de El Tigre Hacemos referencia ahora a grupos de sarcófagos identificados en los últimos años por aldeanos deseosos de dar a conocer testimonios ubicados en su jurisdicción. El incentivo para esto es la búsqueda de prestigio personal para ser reconocido como “descubridor” o descubridores de un sitio arqueológico aún no reportado, pero también el anhelo de que el terruño se convierta en un boom turístico. Tal es el caso de los grupos de sarcófagos de El Tigre que se ubican en las escarpadas pendientes del cerro de ese nombre en la demarcación de San Jerónimo, localidad perteneciente a la provincia de Bongará. Al tomar nota de las referencias que sobre el particular nos proporcionó gentilmente el señor Willy Helmbrecht (WH Tours & Producciones E.I.R.L.), persona que había accedido al sitio y lo ponderaba con especial entusiasmo, es que decidimos ejecutar una prospección prima facie, ya que esta no había cumplida por arqueólogos profesionales. Salvo el caso de Manuel Malaver Pizarro, Encargado del Área de Patrimonio Arqueológico de la Dirección Regional de Cultura de Amazonas que viene dirigiendo el Lic. José Santos Trauco Ramos con especial acierto. El arqueólogo Malaver inspeccionó el grupo detectado inicialmente en la montaña de El Tigre, integrado por una veintena de purunmachus (Véase pág. 176). En cambio la jornada conducida por el autor, que se dirigió al lugar en julio del 2016, inspeccionó el grupo integrado por 14 sarcófagos, en magnífico estado de conservación comparado al citado anteriormente y al que aún no había sido visitado por arqueólogo alguno. Antes de proseguir anotando las apreciaciones a las que nos condujo la prospección a la que nos hemos referido y ya que este es el último capítulo en que nos ocupamos de purunmachus,11 es ocasión propicia para rememorar algunas generalidades sobre la forma de sepultar en sarcófagos. Comencemos en subrayar que la misma se limita a espacios en los que moraban los chilchos, una agrupación de la nación chachapoyas asentada en lo que hoy es la provincia de Luya y excepcionalmente por lugares adyacentes, tal como espacios situados en la provincia de Bongará, donde precisamente se ubican los varios grupos de purunmachus presentes en el cerro conocido como El Tigre y que aquí ocupa nuestra atención. Recapitulemos que los purunmachus son estatuas funerarias dotadas de contornos humanos, trabajadas fundamentalmente de barro y huecas para dar cabida a una momia, envuelta en sus tejidos funerarios antes de recibir sepultura en el sarcófago. Se advierten variaciones en cuanto a su forma y tamaño, tal como lo establecido en el cuadro elaborado por el autor hace treinta años (Kauffmann Doig, 1987a, 2009: 111).12 En este contexto resulta importante destacar que el patrón funerario sarcófago o purunmachu se limitaba tan solo a los dignatarios de mayor prestigio. Por lo mismo no concordamos con Klaus Koschmieder (2002), quien estima lo contrario al pronunciarse sobre la abundancia de sarcófagos, sugiriendo que su uso habría sido una práctica generalizada. De haber sido así y exceptuando la destrucción de una parte de los mismos en tiempos de ensañamiento iconoclasta en los siglos XVI y XVII, y sumando a esto los destrozos debido a la huaquería, no tendríamos al presente diez o veinte grupos de sarcófagos que podrían totalizar unos cincuenta a cien purunmachus, sino más bien millares de los mismos. Esto si tenemos en cuenta un estimado razonable de la población de los chillaos, multiplicándolo con las generaciones que le sucedieron durante sus 300 años de existencia. Al respecto vale recordar la tradición recogida por Martín de Murúa (ca. 1600: 402), si bien referido en general a los pobladores del Área Inca, cuando señala que “los entierros de la gente común se hacían por la mayor parte en el campo”. La montaña conocida con el nombre de El Tigre está conformada por dos prominen- 11 Tiempo atrás bautizamos la forma de enterrar en sarcófagos con el nombre de purunmachu, rescatando así una palabra todavía en uso entre los comarcanos de los espacio septentrionales que ocupaban los chachapoyas. Esta voz es utilizada por los comarcanos para referirse a todo resto procedente de tiempos anteriores a la irrupción europea; esto es tanto a cuerpos momificados, restos de estos, así como a toda prenda relacionada a los difuntos. La palabra es quechua y se traduce por purun=remoto, silvestre y machu=gente, persona. Este vocablo solo sobrevive en algunos sectores del área en la que moraban los chachapoyas, siendo la voz española gentil o pre-cristiano la que la ha reemplazado en el resto del Área Inca. Aunque los comarcanos respetan cada vez menos estos bienes del pasado, aún se observan muestras de recogimiento frente a los ancestros. Esta actitud solemne y respetuosa sigue en uso, particularmente en la región cordillerana del Perú. Probablemente y desde mucho antes de los inicios de la etapa europea, personas sabias difundieron la moraleja de que enfermaron o contraído males que paralizaron alguno de sus miembros a consecuencia de haber tocado o profanado los restos de los ancestros, los cuales “despiden antimonio o evacuaciones gaseosas dañinas”. Cuando era niño, el autor escuchó estas consejas cuando vivía con sus padres en la localidad de Camporredondo (Luya), que por entonces era conocida como Cocochillo. 12 Sin mencionar su autoría el gráfico del autor en referencia y que presenta las diversas variantes de forma y tamaño de los purunmachus aparece reproducido en una publicación de la arqueóloga Inge Schjellerup (2014: 93 Fig. 6), lo se debe probablemente a un descuido del editor. Al ser mencionado el grupo regio de sarcófagos, dado a conocer al mundo por el autor, tampoco hay alusión alguna a este hecho. (Véase PARTE CUARTA-A II, p. 142) 1 7 2 Las dos prominencias del cerro conocido como El Tigre. Una de estas alberga por lo menos tres grupos de pur unmachus o sarcófagos (Cortesía Concesionaria IIRSA Norte / Foto Heinz Plenge). Etapas diversas que llevaron al autor a los sarcófagos de El Tigre (Expedición Julio 2016 / Fotos archivo Federico Kauffmann Doig). - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a tes y escarpadas cumbres cubiertas del bosque de neblina característico del territorio de los chachapoyas. Incluye monte bajo en las áreas donde no crecen árboles por asomar la roca a la superficie, pero este monte bajo esconde con sus bejucos los sarcófagos emplazados en sus grutas. Mientras que la localidad de San Jerónimo se ubica a 2 200 metros sobre el nivel del mar, las grutas de los barrancos de El Tigre, donde se depositaron los purunmachus, se ubican en altitudes alrededor de 3 000 metros. Luego de partir de Chachapoyas por carretera y pasando la localidad de Pedro Ruiz pero antes de arribar a Churuja, se accede a una trocha carrozable que en aproximadamente 12 kilómetros conduce a San Jerónimo. Este último tramo se cubre en una hora aproximadamente. De San Jerónimo parte un camino de herradura que se dirige en dirección a la montaña de El Tigre. Este permite sortear la cuesta, cabalgando en un par de horas hasta cruzar una quebrada conocida también con el nombre de El Tigre. En este lugar una pequeña planicie se extiende al pie del farallón. Desde aquí ya no es posible seguir a lomo de bestia, dado lo empinado del sendero que parte desde aquí en dirección al grupo de sarcófagos. De esta manera, este último tramo es necesario cubrirlo ascendiendo una empinada cuesta, caminando por espacio de una media hora o algo más, de acuerdo a las condiciones físicas del peatón. En esta travesía, a partir de San Jerónimo, fuimos acompañados por un grupo de sus pobladores, quienes generosamente brindaban hojas de coca para mitigar el cansancio. Asimismo, desde el inicio de nuestra travesía que nos condujo de Chachapoyas hasta San Jerónimo y desde ahí a uno de los tres grupos de sarcófagos, nuestra misión fue guiada con excepcional acierto por Carlos Chávez Muñoz.13 Gracias a su guía logramos cumplir con nuestro objetivo de acceder a los sarcófagos de una de las grutas del acantilado de El Tigre. Esta prospección fue la primera ejecutada por arqueólogos profesionales. Durante el trayecto que nos condujo hasta la gruta avistamos restos de lo que fueron mausoleos o chullpas a la vera del camino. Como nuestra meta era el análisis prima facie de uno de los grupos de sarcófagos presentes en El Tigre, no nos detuvimos más que para recoger alguna información general y levantar un croquis de una de las estructuras mejor conservadas. Cerca de una de éstas yacía un sarcófago de tamaño pequeño, que consideramos fue sustraído de un grupo de este tipo de sepulturas y trasladado a este lugar. Los tres grupos de sarcófagos de El Tigre reúnen en conjunto más de una treintena de purunmachus. El conjunto que sometimos a un primer análisis, uno de los tres c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 7 3 que han sido ubicados en el cerro El Tigre, presenta catorce sarcófagos en hilera. Tal vez uno más, totalizando así quince, en vista que en el extremo derecho hay un espacio en el que podía hacer calzado un purunmachu arrancado de su lugar. El primer conjunto fue identificado en 1998 por los lugareños Newman Aguilar y Miuler Villar Sánchez. Como ya comentaramos años después, en 2011, la entonces Dirección Regional de Cultura (hoy Dirección Desconcentrada de Cultura), dirigida por el Lic. José Santos Trauco, dispuso la ejecución de un primer reconocimiento de este grupo. El mismo estuvo a cargo del arqueólogo Licenciado Manuel Enrique Malaver (2011). El Guión Turístico Provincia de Bongará publicado por la Dirección de Comercio Exterior y Turismo - Amazonas, en 2014, indica que el conjunto de sarcófagos de este grupo está conformado por veintiún unidades; empero en su informe el arqueólogo Malaver comenta que solo observó dieciocho purunmachus. Esta diferencia puede deberse a que todos los sarcófagos que conforman este grupo no se ubican sobre la misma repisa que le sirve de asiento. Como sucede en todos los casos, también los sarcófagos de este grupo están protegidos de la lluvia gracias al techo de la gruta, lo que resulta indispensable para su conservación, ya que ellos fueron construidos con barro arcilloso. Los del grupo que 13 El autor expresa gratitud por su hospitalidad a los miembros de la directiva de la Comunidad de San Jerónimo, que preside el señor Ángel Cupioc Zuta. De modo especial va nuestro agradecimiento a Chachapoyas Travel, agencia de turismo que conduce con ejemplar eficiencia el señor Carlos Chávez Muñoz junto a la señora Janet Tejada Chuquipiondo. No solo porque organizó minuciosamente el itinerario de nuestro viaje partiendo de Chachapoyas, sino por la ayuda personal que —al igual que el señor Enrique Lucero Cachay— prestaron al autor al ascender y descender la empinada trocha que condujo a los miembros de la expedición hasta el grupo de catorce sarcófagos en los barrancos de la montaña El Tigre; apoyo al que se sumó generosamente Julio César Sagazeta Lápiz. Sin la ayuda de los nombrados, no habría sido posible lograr nuestro objetivo. Probablemente tampoco de no haber mediado el gesto del señor Luis Inga Vilca, quien gentilmente nos surtió con hojas de coca para mitigar el cansancio. Así cercano a los 90 años de edad, el autor se dio el lujo de acceder a este lugar, si bien siendo auxiliado en su último tramo de muy difícil transitar, por ser una trocha empinada, por los señores Carlos Chávez y Lucero Cachay, quienes gentilmente terminaron por cargarlo en hombros. Esto lo declara con orgullo, puesto que de otro modo no habría logrado examinar aquel grupo de sarcófagos de El Tigre conformado por catorce purunmachus y el que aún no había sido avizorado por arqueólogo alguno. Una experiencia como la expuesta jamás ocurrió con anterioridad, durante sus numerosas expediciones arqueológicas por tierras altoandinas y amazónicas, como lo pueden atestiguar todos los arqueólogos y compañeros de campaña, que desde 1980 participaron en nuestras investigaciones de campo. 1 7 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g 1 2 3 4 5 8 6 7 .47 .58 .64 .53 1.11 1.11 1.20 1.17 .58 .77 .54 1.39 El grupo de 14 sarcófagos de El Tigre, descritos en detalle en una monografía del autor próxima a ser publicada (Expedición FKD, Julio 2016 / Fotos Manuel Salinas). .58 .59 9 .64 .64 .64 1.20 1.20 1.20 .54 1.04 1.04 1.04 1.04 C h a c h a p o y a s - 1 7 5 14 .59 .59 .59 1.20 c u l t u r a .49 .59 1.07 13 1.20 1.20 1.20 .49 .49 .49 ? .36 1.07 1.07 1.07 L a .79 .69 .69 .69 .50 .36 .36 .36 .69 12 .52 .50 .50 .50 .79 .79 .79 11 .52 .52 .52 1.12 10 .64 .54 .54 .54 1.20 1.12 1.12 1.12 1 7 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g 1 Sarcófagos de diversos grupos presentes en El Tigre. Las fotos 1, 2 y 3 corresponden al grupo de sarcófagos conformado por 14 unidades, explorado por el autor. Las fotos 4, 5 y 7, corresponden a un grupo mayor identificado primeramente por c o m a r c a n o s. Acaso fueron las personas que inicialmente descubrieron este grupo, las que cercenaron varios purunmachus de este sitio. (El autor expresa su gratitud al arqueólogo Lic. Manuel Malaver Pizarro, quien fue el primero en visitar el sitio en referencia, por la atención de haberle proporcionado las fotos 4, 5 y 7). La foto 6 enfoca un grupo reducido de sarcófagos ubicados también en las prominencias de El Tigre; fue avistado por Miuler Villar Sánchez en 2013. 3 6 2 4 5 7 L a comentamos fueron decorados con pintura roja, blanca y amarilla. En la fotografía que presentamos —gracias a la gentileza del arqueólogo Manuel Enrique Malaver— se constata que varios de los sarcófagos de este grupo están en mal estado de conservación. En efecto, las fotografías muestran que varios purunmachus de este conjunto han sido decapitados. No puede descartarse que esto pudo haber ocurrido en tiempos de la lucha contra la idolatría, alrededor de 1600. Confiamos en que este hecho delincuencial no haya sido perpetrado en tiempos posteriores al descubrimiento de la gruta, con la intención de retirar las cabezas con el oscuro propósito de lucrar vendiéndolas. No sería la primera vez que ocurre tamaña afrenta. En 1986, estando en la ciudad de Lamud, presenciamos que un maestro de escuela lugareño se aprestó a ofrecer la cabeza cercenada de un sarcófago regio, “de su propiedad”, a un estudioso italiano que me acompañaba en un viaje de investigación que me condujo a Tingorbamba. Tratando de evitar que fuera a parar a otras manos, el estudioso italiano compró esta cabeza y la llevó hasta Lima, para ser entregada al Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, donde se exhibe (Kauffmann Doig, 2009: 118; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 218, foto de la cubierta posterior del libro). Un segundo grupo de sarcófagos presente en los precipicios del cerro El Tigre fue avistado por Miuler Villar Sánchez en 2013, gracias al zoom de su cámara fotográfica.4 Si bien logró identificarlo desde el vecino distrito de Cuimal, Villar relata que logró acceder al mismo. Este grupo está integrado por solo cinco sarcófagos que acusan variantes en cuanto a forma y tamaño, además de ser relativamente pequeños en comparación a los de otros grupos de purunmachus de El Tigre. La tercera gruta presente en la montaña de El Tigre, que cobija 14 sarcófagos, fue identificada en 2013 por Gruver Chang Torres y otros lugareños. Deslumbrado por las referencias y fotografías que nos hizo conocer Willi Helmbrecht, organizamos una prospección de este conjunto de sarcófagos, para lo cual contamos con los auspicios de la Fondazione Ligabue de Venecia, de la que el autor es Miembro Científico. La prospección se realizó en julio de 2016, en compañía de un pequeño grupo de especialistas, como el Licenciado Gustavo Siles afiliado al Instituto de Arqueología Amazónica; por su parte Manuel Salinas Huapaya tuvo a su cargo los levantamientos topográficos en los que participó también Carlos Chávez Muñoz, quien con Janet Tejada Chuquipiondo gerencia la renombrada agencia de turismo Chachapoyas Travel. Esta misión, además de ejecutar levantamientos topográficos de la gruta en la que estaban emplazados los catorce purunma- c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 7 7 chus y reconocer su estado de conservación (que sin ser óptimo es satisfactorio), registró las características de cada uno de ellos. Al respecto véanse las ilustraciones que acompañan el presente capítulo y en las que van registrados los pormenores de los diversos purunmachus del conjunto motivo de nuestra prospección. Las tareas topográficas pudieron ser cumplidas utilizando la especie de tarima construida por la comunidad de San Jerónimo sobre la cima de un enorme árbol añejo. Desde este lugar los sarcófagos se divisan en forma óptima. Así logramos cumplir nuestros objetivos sin la necesidad de alcanzar los sarcófagos, ya que éstos se levantan al borde del precipicio, lo que dificulta su estudio; además esto permitió evitar el tránsito por la cueva, lo que habría implicado rozar y por tanto alterar el estado de los purunmachus. En el caso de los sarcófagos de Karajía, esto pudo evitarse gracias a la tarima que se antepuso al piso de la cueva. Todos los purunmachus del grupo que investigamos prima facie, pertenecen a la Categoría B del cuadro en el que hemos registrado las variantes de los sarcófagos chachapoyas (Kauffmann Doig, 2009: 110-112; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 229). En los gráficos adjuntos a las presentes glosas se incluyen algunos pormenores adicionales sobre los catorce purunmachus de este grupo presente en la montaña de El Tigre. 14 En abril de 2014, la Dirección General de Museos del Ministerio de Cultura, en coordinación con el Centro Mallqui, promovió con especial ímpetu que un drón del tipo Phantom I sobrevolara el cerro El Tigre para captar fotografías que de otro modo son imposibles de obtener debido a los precipicios en los que se ubican las grutas funerarias. Luis Jaime Castillo viene insistiendo en que su uso debe ser reglamentado, subrayando también el indiscutible apoyo que los drones han de prestar a la investigación arqueológica. Esto a través de tomas fotográficas únicas que permiten una idea cabal del conjunto arquitectónico; algo que ya se viene experimentando en Chanchán, así como en las excavaciones arqueológicas al permitir el registro permanente de los estratos que van siendo retirados. Con todo se advierte un peligro, pues si los drones son utilizados meramente para “descubrir” más y más testimonios a lo largo del territorio, esto puede conducir a saqueos debido a que el Estado no está en condiciones de custodiar nuestro cuantioso patrimonio inmueble. Por otro lado es incongruente que disponiendo al presente de una cantidad abrumadora de sitios arqueológicos no intervenidos por los profesionales, estos aspiren a que se identifiquen más y más testimonios arqueológicos, no estando en condiciones de atender debidamente la investigación de tantos otros identificados tiempo atrás. También se advierte una falta de conciencia al pasar por alto que nos sucederán generaciones de profesionales que dispondrán de tecnologías inimaginables y que ya no podrán disponer de material prístino. 1 7 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 7 9 PARTE CUARTA - B PAT R O N E S F U N E R A R I O S C H A C H A P O YA S : E L M AU S O L E O Además del uso de sarcófagos o purunmachus, los chachapoyas sepultaban a sus difuntos ilustres en mausoleos o pucullos; en otras palabras en cámaras funerarias. Después de caracterizar este patrón funerario, abundar en su tipología y en otros temas introductorios, describiremos sitios notables de pucullos o mausoleos, tales como Revash, Los Pinchudos, Laguna de las Momias, Tingorbamba, Ochín y otros. 15 15 En quechua o runasimi, el mausoleo podría denominarse aiawasi, esto es, “casa de difuntos. En el Incario su nombre era pucullo, y en el idioma aymara chullpa. Como prácticamente todos los mausoleos forman conjuntos, a estos podría calificárseles de aiamarca, es decir, “pueblo de difuntos”. 1 8 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 8 1 Vista del Grupo-D de los mausoleos de Revash (Foto: Federico Kauffmann Doig). I. Comentarios introductorios El mausoleo chachapoyas es con propiedad una cámara funeraria. A diferencia del sarcófago, que es un receptáculo funerario que da cabida a tan solo un difunto, el mausoleo estaba destinado a albergar a numerosos finados. Al igual que en el caso del sarcófago, solo los mandatarios y personajes de alta jerarquía eran sepultados en los mausoleos. Su construcción en grutas excavadas ex profeso, en lo alto de los acantilados, no se debió a una intención de protegerlos de intrusos sino al ánimo de atender a su preservación. La preferencia por los barrancos donde la roca asoma desnuda, se debe a que en ellos no prospera la vegetación, que al concentrar humedad afecta el material orgánico. Las numerosas momias que se colocaban en estos mausoleos estaban en posición de cuclillas, envueltas en numerosas telas hasta formar un gran paquete o fardo funerario. El proceso de momificación debió ser muy sofisticado entre los chachapoyas, dada la humedad ambiental (Guillén, 2002; Lombardi, 2014). De lejos, los mausoleos chachapoyas parecen constituir viviendas y como van agrupados formando una fila, da la impresión que se trata de caseríos. Por el hecho de estar emplazados en grutas, en lo alto de los barrancos, los mausoleos chachapoyas recuerdan los cave-dwellings de Mesa Verde en el Cañón de Colorado (EE.UU.). Sin embargo, esto no pasa de ser un asunto casual, puesto que su función es muy distinta en ambos casos. En efecto, mientras los ca- seríos de Colorado conforman viviendas emplazadas en lo alto de barrancos con carácter defensivo, los mausoleos chachapoyas eran sepulcros colectivos. Consideramos que las denominaciones pucullo (phukuilio, palabra de origen quechua) o chullpa (tshuilpa, de origen aimara), al igual que la voz española mausoleo, son por igual apropiados para calificar el patrón funerario al que nos estamos refiriendo. El término pucullo es utilizado todavía en ciertas regiones de la sierra peruana, como en Ancash, para denominar pequeñas construcciones de piedra en las que fueron sepultados los “gentiles” o personas que vivieron con anterioridad a la presencia europea. En la serranía de Ancash esta palabra se traduce también como “hornito”, si bien aludiendo al pucullo. 1. Dispersión y antigüedad del mausoleo chachapoyas De acuerdo a la secuencia cultural establecida por los arqueólogos Reichlen (1950), los mausoleos chachapoyas corresponden a una fase anterior a la del sarcófago. Debemos señalar que el patrón mausoleo aparece difundido por todo el territorio de los antiguos Chachapoyas; en cambio, la forma de sepultar en sarcófago se limita solo a espacios situados en la margen izquierda del Utcubamba, en la actual provincia de Luya. Es posible que los mausoleos chachapoyas se hayan gestado como una modalidad del patrón chullpa o pucullo. La chullpa alcanzó amplia difusión en el Perú Antiguo o Área Inca, manifestándose a través de diversas modalidades y, en términos generales, durante la segunda mitad del primer milenio de la presente era. Esto es, en tiempos correspondientes a la etapa Tiwanaku-Wari (o Wari). En efecto, los mausoleos chachapoyas parecen ser en esencia una modalidad de la chullpa de Tiahuanaco-Huari; solo que las chullpas o mausoleos chachapoyas no fueron emplazados en campo abierto sino en grutas excavadas en lo alto de los barrancos. 2. Los dos tipos de mausoleos Por lo general los mausoleos chachapoyas conforman cubículos rectangulares y si bien los hay pequeños y emplazados de modo aislado en los barrancos, por lo general van alineados en fila, uno junto al otro. Miden entre 4 a 6 metros de largo, con un ancho de 4 metros y altura que no excede 2 metros. En muchos casos van techados, aunque no necesitan cubierta debido a que los protege el techo de la gruta en que fueron levantados. Por la forma en que fueron construidos es posible distinguir dos tipos principales de mausoleos o pucullos: 1) Los de mampostería con piedras rústicas, de paredes revocadas con barro arcilloso, y que con frecuencia eran enlucidas con una capa blanca-amarillenta y decoradas con motivos simbólicos pintados predominantemente de rojo. 2) Los que lucen paredes de piedra careada, de tamaño más o menos uni- 1 8 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n forme. Estos suelen presentar decoración simbólica parietal, mediante el sistema de resaltar ciertas piedras del muro mismo, para plasmar de esta forma el motivo deseado. Ocasionalmente estos motivos pétreos eran empastados con arcilla de colores, si bien de modo descuidado, como lo demuestran los mausoleos de Los Pinchudos y los de la Laguna de las Momias. Durante la etapa Tiahuanaco-Wari se difundió el uso de la chullpa, un tipo de sepultura similar a una torre funeraria. En algunos lugares del Área Inca o andina las chullpas aparecen cobijadas en grutas excavadas en acantilados, pero en el caso de los c h a c h a p oy a s esta práctica es común. Las fotografías muestran variedades de chullpas. De izquierda a derecha: 1. Una chullpa de Gantumarca sobre la margen izquierda del Marañón, que recuerda de cerca los mausoleos o chullpas chachapoyas. 2. Chullpa de Tinyash, Huánuco. 3. Chullpa en Ninamarca, Puno (Fotos: Federico Kauffmann Doig). D o i g exhibir decoración mural típicamente chachapoyas. Los mausoleos siguieron utilizándose aún después de la incorporación de los chachapoyas al Incario. En efecto, en el caso de los mausoleos de la Laguna de las Momias, al lado de los fardos funerarios de dignatarios chachapoyas fueron también hallados los bultos de administradores incaicos fallecidos en el territorio conquistado. 3. Su antigüedad frente al “sarcófago” 4. Primeras referencias a mausoleos e investigaciones posterioDe acuerdo a lo opinado por Henry y res Paule Reichlen (1950), los mausoleos chachapoyas corresponderían a un patrón de enterramiento de un período que consideraban era posterior a su fase Chipurik, caracterizada por la forma de sepultar en sarcófagos. A esta nueva fase la denominaron Revash. Con todo, la sucesión cronológica que plantearon implica todavía muchas interrogantes. Consideramos que el mausoleo es un patrón de enterramiento típico de la cultura Chachapoyas, por más que su origen haya sido la chullpa. Particularmente por el hecho de estar ubicados en grutas y 1 Charles Wiener (1884: 390) ofrece las primeras referencias a mausoleos o chullpas chachapoyas, luego de haber visitado Revash, en Santo Tomás. En la década de 1930, Louis Langlois (1939: 69-73) visita el valle del Utcubamba y explora los mausoleos de Puente de Utcubamba, de los que al presente sólo quedan escasos restos. Pocos años después, Bertrand Flornoy (1943-1944) realizó un reconocimiento de los mausoleos presentes en la zona de Angulo. Con posterioridad, los arqueólogos Hen2 ry y Paule Reichlen (1950) analizaron el contenido de uno de los mausoleos de Revash, cuyo techo y una de sus paredes se habían desplomado. De este modo su contenido había quedado protegido de ser presa de los roedores y huaqueros. Esto permitió a los Reichlen tipificar el período que denominaron Revash. En conclusión, postularon que los mausoleos correspondían a un patrón posterior al constituido por el sarcófago. En el marco de una apreciación dirigida a establecer cronologías, es de tomar en cuenta que en los mausoleos se daba sepultura a difuntos fallecidos en lapsos más o menos extendidos. Peter Lerche (2000) tanto como Keith Muscutt (1987, 1998) han explorado en años recientes mausoleos chachapoyas que permanecían intactos en un barranco del Huabayacu y en la zona de la Laguna de Huayabamba. Las expediciones del autor dirigidas al estudio de mausoleos chachapoyas fueron conducidas en los años 1984, 1985 y 1986, y permitieron explorar los mausoleos de Los Pinchudos, Pumache, Revash, Ochín, Tingorbamba, Peña de Tuente, La Petaca y otros (Kauffmann Doig, 1989, 2001b, 2001c). 3 L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 8 3 II. Los mausoleos de Los Pinchudos Uno de los grupos de mausoleos chachapoyas más elaborados es conocido con el nombre de Los Pinchudos. Está ubicado en las inmediaciones de Pajatén y destaca porque de una de las paredes de los recintos funerarios cuelgan tallas de madera antropomorfas. Los mausoleos de Los Pinchudos eran desconocidos hasta 1980, año en que abordamos este singular grupo de pucullos (Kauffmann Doig, 1980a, 1984a). 1. Historial En camino a Pajatén, nuestro guía Manuel Villalobos, Manuelasho —de Las Alisos, localidad cercana a Pataz—, comentó que en 1974 el campesino Santos Escobedo, al apartarse del grupo de patacinos que buscaba tesoros ocultos en lugares cercanos a las ruinas de Pajatén, tropezó de modo casual con un grupo de mausoleos y al enfermar mentalmente decidió no abandonar jamás el lugar, donde falleció días después. Es posible que otros patacinos hayan llegado al sitio con anterioridad, lo que se desprende de los rumores que llegaron a oídos de Duccio Bonavia (1968: 33), por conducto de Víctor Pimentel, mientras exploraban las ruinas de Pajatén en 1966. Esto es, acerca de la existencia de una “necrópolis” situada en las inmediaciones, que empero no llegaron a visitar. Dieciocho años después de haber identificado y analizado el grupo de mausoleos de Los Pinchudos, Bonavia (1998: 95-97) señaló que ya en 1975 obtuvo referencias, así como algunas fotografías, de Axel Cabrol sobre ese sitio funerario. 16 Sin embargo, en 1973, antes de las noticias y fotografías que Cabrol entregó a Bonavia, el arqueólogo Jaime Deza Rivasplata (1975-1976) recogió referencias acerca del grupo de mausoleos que nos ocupa. Esto sucedió mientras exploraba las estructuras cercanas a Pajatén de La Playa, lo que le impidió ir en su búsqueda. Manuelasho Villalobos, quien había sido compañero de andanzas del campesino Santos Escobedo, comunicó al autor en Pataz, en agosto de 1980, que unos 6 años antes había avistado de manera casual una necrópolis donde colgaban tallas de la pared exterior de un mausoleo, cuando guiaba a un grupo de extranjeros deseoso de conocer el Pajatén. Villalobos indicó también que el grupo era conducido por Giovanni Ellena y los esposos Deze. Esto no hacía más que confirmar las noticias que en 1979 el autor había recibido de Gustavo Siles, quien a su vez las había obtenido de su amigo Alberto Guevara Zamalloa. Este hasta le obsequió una fotografía de los “ídolos de madera” que el mochilero Pierre Abribat había regalado a Guevara. Con el objetivo de detener la sustracción de uno de los monolitos de los recintos de Pajatén, Kauffmann Doig siendo por entonces Director de Conservación del Patrimonio Monumental y Cultural de la Nación, emprendió viaje a Pajatén en 1980. Aprovechando esta travesía se propuso visitar de paso el misterioso sitio donde estarían ubicadas las tallas de madera fotografiadas por el ya citado Abribat. Manuelasho se aprestó a conducir al autor, trochando con otros lugareños, hasta el complejo arqueológico de Paja- tén y a guiarlo al sitio de Los Pinchudos. Ese era el nombre que empleaban nuestros trocheros, particularmente nuestro Manuelasho, para referirse a las estatuas de madera de los personajes desnudos que colgaban de uno de los mausoleos. En homenaje a Manuelasho bautizamos el nuevo sitio arqueológico con el nombre de Los Pinchudos y también le dedicamos una de nuestras primeras monografías (Kauffmann Doig, 1984a). En realidad las esculturas nada tienen de itifálicas, solo que la desnudez de los personajes abultados que la mirada se dirija a la zona de los genitales; sin embargo no dejan de ser abultados y en algunos casos prácticamente hasta erectos. Luego del primer reconocimiento arqueológico de 1980 (Kauffmann Doig, 1980a, 1984a, 2000, 2001d), conducimos dos expediciones más al sitio de Los Pinchudos, con la finalidad de ahondar en el estudio de aquel sitio arqueológico singular. En las últimas jornadas accedimos también a otros conjuntos menores de mausoleos presentes en los alrededores y que habíamos detectado durante nuestra primera exploración. El objetivo principal de la tercera expedición se centró en el levantamiento de planos del conjunto de Los Pinchudos, tarea que fue dirigida por el prestigioso arquitecto Roberto Samanez Argumedo, con apoyo del experimentado topógrafo cusqueño Rafael Morales, y de los bachilleres en arquitectura Jorge Morales y René Barreto. La carpeta de planos resultante incluye también las bases para la ejecución de un proyecto de consolidación del preciado monumento 16 El dato del arribo de Cabral al sitio de Los Pinchudos en 1975 lo confirma Luis Hurtado (2005:171), autor el último de una excelente crónica del viaje que realizo al citado lugar (2005:pp. 115-160). Mausoleos de Los Pinchudos Planta general y ubicación de las siete cámaras funerarias o mausoleos (hay restos de uno más, de forma rectangular, cerca del Mausoleo 7). (Expedición Chachapoyas 1989: Arq. Roberto Samanez Argumedo, responsable del grupo de topógrafos integrado por René Barreto J., Jorge Morales M. y Rafael Morales M.). UBICACIÓN DE SECCIONES LONGITUDINALES Y TRANSVERSALES INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA AMAZÓNICA EXPEDICIÓN CHACHAPOYAS / 89 L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 8 5 D i r e c c i ó n : Fe d e r i c o Ka u f f m a n n D o i g Dos vistas de la cámara funeraria 5, la única de la que cuelgan tallas antropomorfas de dignatarios desnudos, que tan solo portan un aparatoso tocado y orejeras (Fotos: Federico Kauffmann Doig). 1 8 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n (Kauffmann Doig y Samanez Argumedo, 1992). Pasados los años, el World Monuments Watch incluyó a Los Pinchudos entre los 101 sitios que presentaban extrema precariedad de 2.000 monumentos afectados en el mundo. En el año 2000 el prestigioso conservador de testimonios arqueológicos, Ricardo Morales Gamarra (2002), condujo obras de consolidación en el conjunto arquitectónico de Los Pinchudos, en particular en la entrada de la Cámara 5, en la que las jambas habían parcialmente colapsado. 2. Los mausoleos o cámaras funerarias de Los Pinchudos Los mausoleos de Los Pinchudos van emplazados sobre una estrecha faja de suelo desnivelado, de una gruta excavada ex profeso en un barranco, aprovechando una cavidad natural ampliada por la mano del hombre. Cinco son los mausoleos que conforman el grupo de Los Pinchudos, además de dos muy deteriorados ubicados en dirección oeste del citado conjunto. Miden hasta más de 4 metros de alto, fluctuando su diámetro entre los 2 y 3 metros. Aparentan ser de dos pisos y algunos lo fueron de hecho. Tienen el techo ligeramente abovedado debido al empleo de la técnica del falso arco; estos fueron construidos con lajas de piedra que terminan desbordando el paramento para formar una cornisa. El mausoleo al que se asocian las tallas todavía presenta en su interior dos tablones que se extienden de un extremo a otro en un nivel superior al del piso. Debieron corresponder a una tarima construida con el fin que los fardos funerarios no reposaran sobre el suelo húmedo. Se trata del mausoleo signado como Cámara Funeraria 5. D o i g Como material de construcción fueron utilizadas lajas de piedra pizarra canteadas para lograr que las paredes lucieran lisas y destacaran los frisos, a los que nos referiremos más adelante. Las lajas eran asentadas sobre argamasa arcillosa. Las paredes interiores fueron enlucidas con greda amarilla. Las exteriores presentan la piedra laja al descubierto, salvo algunas zonas que eran empastadas con arcillas amarillas y rojas. La pasta coloreada era aplicada sobre una base arcillosa de color blanco mezclada con paja fina. Las paredes exteriores de los mausoleos, con excepción de uno, presentan frisos. La técnica consistía en hacer sobresalir del paramento aquellas piedras que debieron resaltar las líneas de los diseños. Los motivos son eminentemente simbólicos y similares a los de Pajatén. No obstante su carácter geométrico, es permisible teorizar que han sido derivados de la abstracción de elementos reales. Al parecer algunos de los motivos complejos incluyen dos elementos simples. Uno en forma de una L y el otro en forma de gradas. Al igual que en Pajatén, ambos conformaban un emblema que da la sensación de evocar un ave de perfil. Curiosamente, los motivos a los que aludimos son los dos emblemas más repetidos en la iconografía de las culturas que se desarrollaron en el Área Inca en todos los tiempos. El que acusa la forma de una L, de acuerdo a la interpretación del autor, deriva de una cresta de ola y evoca el agua. Por su parte, el motivo en forma de gradas debió simbolizar la tierra fértil, y su figura se inspira en la forma que acusan las terrazas de cultivo (Kauffmann Doig, 20012002c). El motivo que retrata una V en sucesión y que se extiende formando dos bandas horizontales, puede aludir a una bandada de aves que surcan los espacios celestiales de donde cae la lluvia, y acaso también al agua que serpentea en las quebradas y ríos; pero sobre todo al rayo que es el anunciador de la lluvia y con ello del líquido vivificante. De ser correcta la interpretación del autor, los tres motivos se enmarcan en el culto a la fecundidad de los suelos, que para producir los alimentos deben ser animados por el agua. Asimismo, dado que la pared del Mausoleo 5 de Los Pinchudos, el más relevante de todos lo del grupo, va empastada con arcillas de color, es posible conjeturar que también los muros decorados con frisos del Pajatén podrían haber estado originalmente estucados con arcillas coloreadas. En el caso de Los Pinchudos, estos empastes han podido conservarse debido a que los mausoleos están protegidos por el techo natural del peñón y por el alero que presentan. Durante el reconocimiento de los mausoleos de Los Pinchudos, fue identificada fuera de su contexto de origen, una cabeza escultórica de piedra de rasgos antropomorfos. Su presencia testimoniaría que además de figuras geométricas, el sitio presentaba también esculturas. Pero consideramos que aquel monolito pudo más bien ser acarreado al lugar desde algún sitio arqueológico vecino. Lo dejamos in situ, con la recomendación que lo recogiera el municipio de Pataz. Las momias y sus pertenencias pudieron ser removidas de sus mausoleos en tiempos del ardor catequista de los siglos XVI y XVII. Nuestra primera expedición encontró sólo escasos restos óseos humanos, regados por el suelo, además de puñados de algodón que debieron ser empleados como relleno para dar forma a los fardos funerarios. En el mausoleo que exhibe las esculturas talladas en madera constatamos la presencia de dos morteros de piedra. En el exterior había un pequeño lote de fragmentería de cerámica, preponde- L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 8 7 Al fondo la Cámara 5 del grupo de mausoleos de los Pinchudos (Foto: Federico Kauffmann Doig). Una de las jambas del vano de esta cámara estaba a punto de colapsar. Fue consolidada por Ricardo Morales (Morales Gamarra 2002; Morales Gamarra, Valle Álvarez, Church, Tello 2004). Estas intervenciones fueron observadas por Anselmo Lozano (2000a, 2000b, 2000c). 1 8 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n rantemente de estilo Inca. Estos restos fueron fotografiados y documentados, pero dejados en su lugar como material de estudio para arqueólogos que llegaran a explorar el sitio con posterioridad. En la actualidad el material procedente del sitio de Los Pinchudos se encuentra depositado en la Municipalidad de Pataz. Nuestra primera expedición al sitio (1980) realizó un minucioso inventario de estos D o i g objetos, a cargo del arqueólogo Francisco Merino (1989). Una minuciosa descripción de cada una de las siete cámaras funerarias que comprende al grupo de mausoleos de Los Pinchudos, realizada en particular por el arquitecto Roberto Samanez Argumedo en 1989 (Samanez Argumedo y Kauffmann Doig, 1992) y en parte también por el arqueólogo Francisco Merino (1989) en su condición de miembro de nuestra expedición a Los Pinchudos, ha sido publicada en otro libro (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 260-270). En un afán de buscar similitudes, debemos referirnos a los mausoleos de Gantumarca (Rapayán). Si bien están situados en la margen izquierda del Marañón, en la provincia de Huari, Ancash, esto es, en los extramuros de lo que consideramos el territorio de los chachapoyas, por su forma y ubicación muestran un curioso parecido con los mausoleos de Los Pinchudos (Kauffmann Doig, 1986: 524). 3. Las tallas antropomorfas asociadas a la Cámara Funeraria 5 En el mausoleo signado como Cámara Funeraria 5 se observa perchas ancladas en el sector superior de la pared semicircular, de las que cuelgan cinco tallas antropomorfas dispuestas radialmente, siguiendo la curvatura de la estructura. Las estatuas no eran conocidas y jamás habían sido visitadas por arqueólogos, cuando en julio de 1980 las examinó la expedición al Pajatén conducida por el autor. Comentarios acerca de las tallas antropomorfas en mención serán ofrecidos en la Parte Quinta V, pags. 266-268, en la que el autor ha de referirse a las tallas en madera y en hueso de los chachapoyas. 4. Los mausoleos en las proximidades del grupo de Los Pinchudos En una repisa geológica que se ubica en un sector inferior del mismo barranco donde se encuentra el grupo de Los Pinchudos, identificamos otros mausoleos. Roberto Samanez Argumedo, miembro de nuestra expedición, los ha clasificado como cámaras funeraria 8 y 9. Su estado de conservación deja de desear, acaso L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 8 9 Diversos grupos de cámaras funerarias o mausoleos presentes en las inmediaciones del grupo de Los Pinchudos (Arq. Roberto Samanez Argumedo). responsable del grupo de topógrafos integrado por los expertos Rene Barreto J., Jorge Morales M. y Rafael Morales M.). porque las mismas son de fácil acceso. Tal vez por lo mismo nada prácticamente queda de los testimonios que se guardaban en su interior. Aquello podría deberse a la presencia de los llamados extirpadores de idolatrías de los siglos XVI y XVII. “El mausoleo 8 –refiere Samanez-, tiene forma rectangular y su acceso está orientado hacia el este. En este sector, se presentan dos recintos circulares adosados a la pared de la roca. Son más pequeños y por su estado de deterioro no se aprecia ningún vano. Probablemente su función fue similar a la del recinto 6, del grupo prominente de Los Pinchudos. De ser así los fardos funerarios habrían sido sepultados introduciéndolos por encima del mausoleo”. El mausoleo 9 se ubica en la misma repisa de roca en la que se presenta el recinto anterior. Observa también forma rectangular, y su puerta de acceso está orientada hacia el este. Estas estructuras así como las del grupo de Los Pinchudos, se construyeron con lajas de pizarra y mortero de barro. No presentan elementos decorativos y son muy simples en comparación con los mausoleos del grupo denominado Los Pinchudos. 1 9 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 9 1 Laguna de las Momias y no Laguna de los Cóndores, como consta en la Carta Nacional. El nombre de Laguna de las Momias fue dado por la población de Leymebamba, por aclamación, en Cabildo Abierto de mayo de 1997. Se tomó en cuenta que no hay cóndores en el área. III. Los mausoleos de la Laguna de las Momias En un solitario lugar dominado por una laguna oblonga, rodeada de la enmarañada selva que cubre la arrugada topografía que presentan los Andes Amazónicos, yacían más de 200 momias de los antiguos chachapoyas, guarecidas en sus mausoleos que las conservaron intactas por más de 500 años. El conjunto funerario de la Laguna de las Momias fue avistado de modo casual, en las postrimerías del año 1996, por peones del ganadero Ullilén de la localidad de Leymebamba, departamento de Amazonas. Apenas el autor tuvo noticia del insólito hallazgo, alistó una expedición arqueológica que fue la primera en constituirse al sitio (Kauffmann Doig y Ligabue, 1998). La misma contó con los auspicios del Instituto Nacional de Cultura y de PromPerú y, se llevó a cabo en mayo de 1997 (Kauffmann Doig, 1997, 2001c). Las primeras acciones de reconocimien- to permitieron constatar que los fardos funerarios —en cuyo interior va envuelta una momia en numerosos tejidos, cual cápsula que aprisiona la semilla— se hallaban mayormente incólumes y emplazados en el lugar que les correspondía en el mausoleo, lo que constituye un hecho arqueológico poco común. Los fardos funerarios eran visibles gracias a una especie de ventana abierta en la pared exterior del mausoleo. Esta cavidad permitía que La Laguna de las Momias (Expedición c hac hapoyas 1979 / Foto: Federico Kauffmann Doig). La Expedición Chac hapoyas 1997, conducida por el autor, fue la primera integrada por arqueólogos que se encaminó a la Laguna de las Momias. En primer plano el entonces Capitán Carlos Vargas, Comisario de Leymebamba, quien tuvo la gentileza de acompañarnos. Nótese la frondosa vegetación tropical que caracteriza al área (Foto: Michael Tweddle). La Laguna de las Momias se encuentra a 40 kilómetros de Leymebamba. En el trayecto la expedición cruzó zonas altoandinas en ciertos sectores muy pantanosas, lo que hizo que una de las mulas se hundiera y pereciera en el lodazal (Foto: Michael Tweddle). L a el cubículo se mantenga permanentemente aireado, quedando de este modo asegurada la conservación de su contenido: ofrendas varias, particularmente de cerámica, así como -aunque excepcionalmente- mates decorados como los de la Laguna de las Momias que analizó detenidamente Enrique Vergara (Vergara 2003b). 1. Historial Cuando a fines de 1996 los peones del ganadero Ullilén de Leymebamba abordaron por primera vez lo que un año después el autor sindicó como el Grupo 1 de mausoleos de la Laguna de las Momias, hallaron más de 200 fardos funerarios en el interior de construcciones que se mantenían intactas (Kauffmann Doig, 1997). Desde los inicios de la profanación advirtieron que los fardos funerarios que saqueaban carecían de las ofrendas de oro y plata que apetecían hallar. Por lo mismo, perdieron el entusiasmo y desistieron de proseguir con el saqueo. De esta manera llevaron consigo a Leymebamba tejidos, piezas de cerámica y hasta fardos funerarios seleccionados entre los más pequeños, de párvulos. Su intención era comercializarlos en Chachapoyas o en Lima. Pero por desavenencias entre ellos, la policía de Leymebamba intervino y decomisó el botín que fue inicialmente c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 9 3 almacenado en un ambiente de la localidad. Así, la mayor parte de los fardos funerarios quedaron sin ser depredados ni movidos del lugar que les correspondía en los mausoleos. Pocos meses después, la ONG Mallqui retiró todos los fardos funerarios de los mausoleos para su traslado a Leymebamba. Esta acción fue cumplida en tan sólo contados días al amparo de la Resolución Directoral INC-260, a sabiendas que la misma había sido anulada el 5 de agosto de aquel año (1997) por los auditores que intervinieron el Instituto Nacional de Cultura al haber detectado actos de corrupción en la redacción del documento señalado. De este modo fueron vaciados Material arqueológico depredado por los primeros campesinos-vaqueros que advir tieron los mausoleos de la Laguna de las Momias y saquearon las ofrendas e incluso fardos funerarios completos con el propósito de comercializarlos. Afortunadamente el Comisario de Leymebamba, Capitán Carlos Vargas, al ser advertido del ultraje decomisó el botín, que fue almacenado en un depósito improvisado. El conjunto huaqueado fue escaso en comparación a lo que todavía quedaba depositado en las cámaras funerar ias. (Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Michael Tw e d d l e ) . 1 9 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n los mausoleos que originalmente contenían unos 200 fardos funerarios que hoy se encuentran arrumados en el Museo de Leymebamba, todavía a la espera de ser estudiados con la atención que se merecen (Kauffmann Doig, 1999b; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 296-311). La primera expedición integrada por arqueólogos que se constituyó al sitio, conducida por el autor en mayo-junio de 1997, permitió certificar que la mayor parte de los bultos funerarios se habían salvado del saqueo efectuado por los peones del señor Ullilén. En efecto, cerca de 200 fardos funerarios permanecían intactos, lo que resultaba de especial importancia para un estudio detenido sobre los patrones que rigieron la colocación de los bultos funerarios al sepultarlos. Atendiendo a estos hechos, el autor señaló que el hallazgo era excepcional (Kauffmann Doig, 1997). Esta singular circunstancia condujo a que el autor formulara, en junio de 1997, un proyecto que proponía la intangibilidad de las decenas de fardos funerarios intactos y emplazados desde hace más de 500 años en los mausoleos de la Laguna de las Momias; y que el Instituto Nacional de Cultura, institución a la que fue presentado el proyecto, prohibiera el acceso a la Laguna de las Momias hasta que se cristalizara el proyecto de resguardarlos. Para ello el autor gestionó y obtuvo la aprobación de Francisco Wiese, mecenas y amante de la arqueología peruana, para la construcción de rejas metálicas a la medida, que impidieran el acceso a toda persona y convirtieran al sitio en un eje turístico único: admirar fardos funerarios todavía en sus mausoleos originales. Esto era posible en tanto las ventanas ubicadas en la parte exterior de los mausoleos, y que tendrían la función de ventilación, permitirían contemplarlos. D o i g De acuerdo al proyecto mencionado, las momias y el material ya depredado e incautado por la policía eran suficientes para habilitar las salas de un museo de sitio que el autor se había comprometido a levantar con los pobladores de Leymebamba. El muestrario saqueado superaba las 1000 piezas. Adicionalmente, se había considerado retirar dos o cuatro fardos funerarios intactos. El proyecto citado señalaba también que aquellos testimonios que quedarían en los mausoleos permitirían contar con una valiosa reserva arqueológica para que las futuras generaciones de expertos, premunidos sin duda de técnicas superiores a las actuales, pudieran disponer de material prístino. Lamentablemente este proyecto se truncó cuando en pocos días los fardos funerarios fueron retirados de sus mausoleos y trasladados a Leymebamba. Allí permanecieron durante varios años hacinados en una antigua vivienda hasta que finalmente pasaron a formar parte del museo con el que hoy cuenta Leymebamba. 2. Los mausoleos La Laguna de las Momias está situada en los límites que separan la provincia de Huallaga del departamento de San Martín. El viaje a la localidad de Leymebamba dura unas ocho a doce horas, la mitad de las cuales corresponde al recorrido a pie, por cuanto se transita por una topografía escabrosa en la que abundan zonas pantanosas y por el bosque amazónico que obstaculiza el paso al aproximarse a la laguna. No existen cóndores en el lugar, por lo que la denominación de “Laguna de los Cóndores” —que se debe a Gene Savoy (1970)— resulta ser antojadiza. Savoy exploró la laguna con buzos, buscando posibles ofrendas áureas sumergidas, pero no advirtió los mausoleos existentes en el lugar. En 1997, las autoridades y pobladores de Leymebamba, reunidos en Cabildo Abierto, convinieron que se oficializara el nombre de Laguna de las Momias dado que en el lugar las había en gran cantidad. En los mausoleos de la Laguna de las Momias fueron sepultados personajes de la élite chachapoyas. También niños muertos a temprana edad, colocados en fardos funerarios de tamaño pequeño (¿capacochas?). Igualmente, después de 1470, cuando el territorio de los chachapoyas fuera incorporado al Incario, los mausoleos de la Laguna de las Momias albergaron los cuerpos de autoridades cuzqueñas que residían en los alrededores de la laguna; acaso en el gran centro administrativo incaico de Cochabamba. Consideramos que no moraban en Llaqtacocha, nombre que se ha dado a los recintos que se ubican en el peñón que se levanta al frente, donde aparecen emplazados los mausoleos de la Laguna de las Momias en una gruta cuyo techo los protege del agua de las lluvias. Cinco son los mausoleos que conforman el Grupo 1 de Laguna de las Momias. Se trata de recintos a modo de cubículos, construidos uno al lado del otro. La mampostería es de piedra careada, las paredes estaban cubiertas con pasta arcillosa y esta era enlucida de blanco, como fondo para pintar motivos compuestos principalmente por bandas horizontales rojas. Las paredes de los mausoleos también estaban decoradas con diseños emblemáticos, para lo cual algunas de las piedras del muro eran acomodadas para formar el diseño deseado. Éste se reduce a un motivo expuesto horizontalmente, en forma de una V en cadena, muy usual en la arquitectura de los chachapoyas. L a Nos hemos referido ya en otras oportunidades a este símbolo, afirmando que podría haber evocado una bandada de aves, así como ríos y acequias serpentiformes, como también al rayo. En todo caso, el símbolo en zigzag o en forma de una V encadenada está relacionado al agua vivificante de los campos de cultivo; sin embargo consideramos que aludía sobre todo al rayo. Las paredes rocosas de la gruta que cobija los mausoleos presentan también figuras simbólicas, pintadas utilizando diversos colores. Los mausoleos son de planta rectangular y fueron construidos sólo con tres muros debido a que el posterior lo conforma la peña misma que sirve así de pared. Los cubículos funerarios se elevan por unos 5 metros y acusan dos niveles. El segundo va separado del primero por una tarima sobre la que reposaban los fardos funerarios. De esta manera se evitaba su contacto con el suelo húmedo que afecta el material orgánico. Las oquedades o ventanas, con ligera inclinación trapezoidal, renovaban el aire constantemente, evitando que los fardos funerarios fueran afectados por la humedad. c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 9 5 Plano de elevación frontal y corte N-S del grupo de mausoleos de la Laguna de las Momias. (Expedición Chachapoyas 1997. Croquis: Ing. Hernán Corbera). PLANO DE CORTE (N-S) PERFIL TRASVERSAL 1 9 6 Vista telescópica del grupo de mausoleos de la Laguna de las Momias. (Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Michael Tw e d d l e ) . Derecha: Vano destinado a aireación del interior de los mausoleos. Nótese como los muros de piedra eran revocados y pintados de blanco y rojo. Adviértase en la parte superior el infaltable motivo simbólico en forma de una M en sucesión (Foto: Federico Kauffmann Doig). Restos de uno de los recintos del conjunto de Llactacocha que se extiende al pie de los mausoleos. No obstante su cercanía, no sería un “centro habitacional”, sino un conjunto de recintos relacionados al cuidado y ceremonias fúnebres de la necrópolis (Foto: Federico Kauffmann Doig). Derecha: Techo que protege de las lluvias a las pinturas simbólicas trazadas en lo alto en el área del cementerio. - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a 1 3. Fardos funerarios y momias Los fardos o paquetes funerarios están constituidos por la momia, por lo general en posición sentada, y por tejidos tanto llanos como ornamentados que la envuelven. El Grupo 1 de mausoleos de la Laguna de las Momias presenta también otras formas de acondicionar al difunto. Por ejemplo, introduciendo el fardo funerario en una especie de ataúd, constituido por listones de madera y palos sujetados con soguillas. En otros casos el paquete funerario era forrado con una tela blanca cosida en sus extremos y luego atado con cordeles. Algunos de los fardos funerarios estaban provistos de un rostro humano dibujado mediante líneas bordadas que remarcaban los contornos y los detalles faciales. Los bultos de menor tamaño corresponden a párvulos, probablemente niños muertos a temprana edad o acaso sacrificados. A juzgar por los excelentes resultados, el proceso de momificación debió realizar- 2 c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 1 9 7 3 4 se mediante sofisticadas técnicas. Esto es particularmente notable en un medio donde la neblina es casi permanente y por lo mismo reina un alto índice de hu- medad. Hay casos en que los globos de los ojos y hasta los genitales aparecen momificados (Kauffmann Doig, 1997, 2001c). Se practicó, desde luego, la eva- Laguna de las Momias: 1. Fardo funerario con insinuación de un rostro. 2. Toma fotográfica desde una ventana de aireación. 3. Interior de un mausoleo con los fardos funerarios in situ, no violentados. 4. Vista del interior de uno de los mausoleos parcialmente saqueado. Adviértase al fondo tallas en madera que debieron ser clavadas en algunos de los fardos funerarios, y en primer plano un armazón de tablas que terminan en punta que sirvió para proteger algún fardo. Como puede apreciarse en la página 229, este recurso se empleó en otros sitios funerarios, como en el mausoleo explorado por Peter Lerche (2000) y conocido como La Casa Blanca (Expedición Chachapoyas 1997/ Fotos: Federico Kauffmann Doig). Cuerpo momificado, Laguna de las Momias (Cortesía: AFP Integra / Foto: Jorge H. Esquiroz). 1 2 3 4 Laguna de las Momias: 1. Fardo funerario al que se le han retirado parcialmente las envolturas que cubrían la cabeza de la momia. 2. Fardo funerario con rostro destacado mediante pespuntes. 3. Fardo funerario protegido por una red de cabuya. 4. Ejemplo de la capacidad técnica lograda por los chachapoyas en la momificación de cadáveres, algo muy difícil debido a la humedad que caracteriza a la zona (Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Federico Kauffmann Doig). 2 0 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Diversas tallas en madera, Laguna de las Momias (Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Federico Kauffmann Doig). 1 2 3 Instrumentos utilizados en acciones mágicas relacionadas con el agua (u otras sustancias), conocidos con el nombre de pacacha. 1. y 2. Parte superior de la misma talla, en madera, que presenta a un personaje que luce orejeras y un tocado circular que semeja al que porta el fardo funerario de la página anterior, signado con el número 2. Adviértase el tapón circular removible que clausura la boca, por donde debió ser vertido el líquido, así como la especie de meato por donde debió escurrir. 3. Otro instrumento que representa una paccha (Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Federico Kauffmann Doig). L a 1 4 c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 0 1 3 2 5 6 El gorro cónico chachapoyas: 4.Adviértase el gorro cónico que porta unos de los sarcófagos de Karajía, en cuya punta era encajada una testa humana ceremonial que con el tiempo terminó erosionada. 5.Talla en la que se representa una gorra similar a la que exhibe el individuo de la foto 6 (Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Federico Kauffmann Doig). Laguna de las Momias: 1. Dos fragmentos de tejidos. Adviértase algunos de los rostros boca abajo y otros boca arriba. 2. Parte de una tela importada o elaborada bajo influencia inca, luego de la anexión del territorio chachapoyas al Incario. 3. Cántaro de estilo inca probablemente elaborado en la costa norte por ceramistas chimú. Las lágrimas que derrama el personaje deben interpretarse como alusivas a la lluvia (Expedición C ha c ha p oya s 1997 / Fotos: Federico Kauffmann Doig). 2 0 2 - F e d e r i c o 1. Tocado de una de la pachamamas de Pajatén, en forma de alas ornitomorfas desplegadas (véase pág. 103). 2. El mismo tocado presente en los personajes de una tela procedente de Chancay. 3. y 4. Sobrevivencias ancestrales visibles en monteras usadas en el presente en Puno y Cuzco (Fotos: Federico Kauffmann Doig). K a u f f m a n n D o i g 1 3 2 4 El solpe, una red para cargar en la espalda y que motivó el mito del solpecuro (véase pág. 45). 1. Una descendiente de los chachapoyas con las largas cintas que le permiten fijar el solpe a su cuerpo. 2. Solpe arqueológico procedente de la Laguna de las Momias (Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Federico Kauffmann Doig). 2 1 1 2 L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 0 3 Muestrario de fardos funerarios retirados de los mausoleos de la Laguna de las Momias sin profesionalismo y en tiempo récord. Únicamente una antropóloga física —actualmente directora de la ONG Centro Mallqui—, una periodista y una todavía estudiante de arqueología se encargaron del despojo. La encargada del embalaje del material arqueológico para ser transportado a la ciudad de Leymebamba utilizó costales y cajas de cartón usadas. La remoción de alrededor de 200 fardos funerarios de sus mausoleos para trasladarlos a Leymebamba fue realizada con una autorización fraudulenta del Instituto Nacional de Cultura, como lo verificaron los auditores, hecho que costó el puesto a Luis Arista, por entonces Director del INC (Informe de auditoría N° 019-97-OAIUCF que comprende 51 fojas. Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 296311). La sustracción de los fardos funerarios fue realizada tan solo en dos semanas, dada la exigencia del canal de televisión norteamericano al que le resultaba oneroso que se dilatara la filmación. Una cantidad menor del 20% de los fardos funerarios de la Laguna de las Momias habían terminado por ser depredados. Las fotografías que captó el autor en mayo-junio de 1997 muestran que alrededor de 150 se encontraban intactos (véase pág. 197). Dado que los mausoleos estaban cobijados en una gruta, el autor propuso que las momias permaneciesen en sus mausoleos, tan sólo resguardadas por una reja metálica que sería donada por la Fundación Augusto Wiese. De esta manera los visitantes del lugar habrían podido admirar a las momias en el lugar en el que fueron ubicadas hace más de medio milenio. Esto gracias a las “ventanas” que presentan los mausoleos, y que originalmente funcionaban como vanos de aireación. Para la investigación era suficiente el material decomisado a los huaqueros y retirar cuatro momias para un estudio minucioso de los fardos funerarios, dejando la posibilidad para que arqueólogos de futuras generaciones pudieran disponer de material prístino y no el amontonado detrás de vitrinas que exhibe hoy el Museo de Leymebamba. Diario El Comercio/ 5 de julio de 1997 De regreso a Lima, el autor presentó el proyecto anteriormente comentado al Instituto Nacional de Cultura y a PROMPERÚ. Dicho proyecto buscaba “mantener en condición intangible los fardos funerarios en su ubicación original...”, tal como lo refiere el adjunto recorte periodístico de El Comercio (5 de julio de 1997). Seis semanas después, la ONG Centro Mallqui retiró de sus mausoleos las decenas de fardos funerarios que se encontraban aún in situ, en una acción reñida con la ética profesional como lo hemos señalado en párrafos anteriores. 2 0 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n 1 D o i g 2 3 El destino de las decenas de fardos funerarios de la Laguna de las Momias: 1. Material huaqueado a fines de 1996 de uno de los mausoleos, pocos meses antes de la presencia de la Expedición Chachapoyas 1997 conducida por el autor. 2.Toma fotográfica desde uno de los vanos de ventilación, en la que se observa que gran cantidad de fardos funerarios permanecían intactos 3. Luego del traslado subrepticio de todos los fardos funerarios, estos se exhiben ahora en el Museo de Leimebamba formando grupos para concitar mayor interés entre los turistas y lo que es especialmente deplorable confinados en vitrinas (Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Federico Kauffmann Doig). cuación post mortem de los intestinos por el conducto anal, así como la remoción de vísceras. El cuidado puesto en la conservación del cuerpo del difunto resulta ser una tradición universal que probablemente data de tiempos aún anteriores al Neolítico. Ella debió responder al anhelo de los deudos de tener físicamente presentes a sus difuntos. Pero la momificación también debió ser alentada por la creencia entre los antiguos peruanos de que era requisito indispensable preservar los restos mortales para asegurar la existencia en ultratumba. La información de las crónicas de los siglos XVI y XVII permite inferir esto (Kauffmann Doig, 1998). El material arqueológico guardado en los mausoleos de la Laguna de las Momias no se limita tan solo a cuerpos momificados y los tejidos que los envolvían para conformar un bulto. Incluye también objetos varios con que eran enterrados los difuntos, como recipientes de cerámica, mates decorados, telas, tallas de madera, paccha(s) u objetos ceremoniales utilizados en ritos de la pluviomagia o del culto al agua, así como prendas de vestir, tupu(s) de plata, adornos y utensilios personales, quipu(s), batanes, solpe(s) o redes para sujetar la carga a la espalda, entre muchos otros. Las evidencias arqueológicas de la Laguna de las Momias permiten inferir que los mausoleos albergaban a difuntos ilustres, sepultados a lo largo de dos etapas: la regional y la de la incorporación del territorio al Incario. Los muchos quipus (khipu) estudiados por el gran experto Gary Ur- ton (2014) son una demostración palpable de la presencia de bultos funerarios correspondientes a administradores del gobierno central del Cuzco. Hay indicios que señalan que en la etapa colonial temprana fueron sepultadas en estos mausoleos personas que seguían aferradas a tradiciones ancestrales, como parece certificarlo el hallazgo de un pequeño cántaro vidriado —técnica introducida por los españoles—; esto tal vez podría deberse a que los deudos dejaron este objeto como ofrenda a alguno de sus ancestros años después de haberse producido la irrupción europea. Sin embargo es de remarcar que el signo cruz, de difusión universal, fue también empleado por los chachapoyas, sin que podamos interpretarlo (Véase PARTE SEGUNDA, II, p. 64 ). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 0 5 IV. Los mausoleos de Revash En el siglo pasado Charles Wiener (1884) divisó los mausoleos chachapoyas de Revash, en Santo Tomás. Posteriormente fueron estudiados por los arqueólogos Henry y Paule Reichlen (1950), quienes aprovecharon que el techo de uno de estos cubículos funerarios se había desplomado, cubriendo y a la vez protegiendo los restos culturales de aquel mausoleo. Las expediciones conducidas por el autor en 1983 y en 1986, a continuación de la exploración de los mausoleos de Revash y que además permitieron identificar otros grupos presentes en los alrededores, que permanecían inéditos. Inicialmente, para evitar los saqueos, decidimos referirnos a excavada en la pared rocosa de un imponente barranco. Ellas se conservan casi intactas, pero los tejidos que envolvían a las momias allí emplazadas, así como sus pertenencias, fueron depredados desde hace mucho tiempo tanto por la acción de roedores como por la mano del hombre. Una parte, empero, fue rescatada por los arqueólogos Reichlen (1950) gracias al desplome del techo de un mausoleo que conservó así material valioso. Los mausoleos de Revash, al igual que 1. Descripción somera otros chachapoyas, no fueron empleados Las mansiones funerarias de Revash como sepulcros individuales. Eran morase ubican formando una fila en el estre- das colectivas, destinadas a dar sepultura cho corredor conformado por la cavidad tan solo a difuntos de prestigio y poder. Revash con las siglas USATOR que hacían referencia a Utcubamba/Santo Tomás/Revash (Kauffmann Doig, 1986a). Los mausoleos de Revash no presentan influencias culturales de prosapia inca. Entroncan, eso sí, con la arquitectura funeraria conocida como chullpa, de amplia dispersión en el Perú antiguo por acción del expansionismo Tiahuanaco-Huari que tuvo lugar a partir de los siglos VII-VIII de nuestra era. VISTA DE UBICACIÓN REFERENCIAL Expedición Chachapoyas 1986 / Oscar Sacay,director de topografía. 2 0 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g GRUPO C El barranco en el que se emplazan los grupos de mausoleos de Revash. Imitan viviendas techadas, cuando no soportaban el agua de las lluvias debido a que aparecen cobijadas en sendas grutas excavadas ex profeso. El tránsito de un mausoleo al otro se realizaba utilizando vanos laterales (Expedición Chachapoyas 1986 / Fotos: Federico Kauffmann Doig). L a c u l t u r a GRUPO D C h a c h a p o y a s - 2 0 7 2 0 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 0 9 INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA AMAZÓNICA EXPEDICIÓN CHACHAPOYAS 86 Federico Kauffmann Doig REVASH - GRUPO D Los mausoleos del Grupo D de Revash (Expedición Chachapoyas 1986 / Foto: Federico Kauffmann Doig). 2 1 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g REVASH GRUPO C INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA AMAZÓNICA EXPEDICIÓN CHACHAPOYAS 86 Dirección: Federico Kauffmann Doig L a Ellos semejan pequeñas viviendas y sus conglomerados forman “pueblos” en miniatura ubicados en lo alto de un barranco. Su emplazamiento en farallones nos hace recordar a las cliff-houses del Cañón de Colorado, pero estas semejanzas son sólo accidentales puesto que sus funciones eran totalmente distintas. Puede conjeturarse que los mausoleos que nos ocupan fueron construidos para evocar viviendas; es decir, serían réplicas de la arquitectura campesina de enton- ces, en campo abierto y de la que no quedan rastros. Sin embargo, los techos inclinados de dos aguas y de una sola caída son puramente simbólicos, al igual que las cornisas, pues la gruta protege a los mausoleos de las lluvias y de los rayos solares. Por lo tanto, fueron construidos tan solo con una torta de barro sostenida por una armazón de palos y juncos. Las paredes de los mausoleos fueron levantadas con piedras asentadas sobre argamasa de barro. Las estructuras tienen c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 1 3 planta rectangular y son de uno o dos pisos. No tienen puerta frontal; se accedía a ellas por vanos laterales. Con frecuencia van adosadas lateralmente o las separa una pared medianera. Al igual que en otros casos, el lado posterior del cubículo carece de muro pues la roca sirve de pared. 2. Motivos decorativo-simbólicos Las paredes de los mausoleos que comentamos aparecen coloreadas con 2 1 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n figuras. En otros casos presentan motivos excisos. Predomina el color rojo, que fue empleado para trazar figuras de felinos, camélidos americanos, personas, así como círculos bicolores, círculos concéntricos y otras imágenes. Figuras pintadas se presentan también en las paredes rocosas de la gruta. Su evidente asociación con los mausoleos es una advertencia de que no toda pintura rupestre, es decir, ejecutada sobre roca, corresponde necesariamente a milenarias sociedades preagrícolas. D o i g Las paredes de los mausoleos presentan también un tipo de decoración lograda en base a excisiones cuyo contenido simbólico ignoramos. Se trata de representaciones en forma de T, así como cruces y rectángulos. Por su forma y ejecución, los símbolos en cruz recuerdan a aquellos plasmados en la arquitectura costeña de Virú. Los motivos cruciformes son idénticos a los que figuran en las paredes de la iglesia de La Jalca, que de acuerdo a la tradición lugareña habría sido levantada por el mítico Juan Oso, El Osito, fruto de las relaciones entre un oso y una campesina raptada por ese animal (Culqui Valdez, 2011). La íntima asociación del símbolo cruciforme presente en Revash con los expuestos en la iglesia de La Jalca permite inferir que sus constructores conservaron algunos muros arqueológicos con ese emblema. Esto debieron consentirlo los misioneros dado que el símbolo cruz de los chachapoyas era formalmente igual al emblema máximo del cristianismo. Restos de mausoleos y aun de lo parecería sarcófagos en la vecindad de los grupos funerarios conspicuos de Revash (Foto aérea: Giancarlo Ligabue / Federico Kauffmann Doig). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 1 5 V. Los mausoleos de Ochín Ochín es el nombre de un paraje donde se encuentra un grupo de mausoleos chachapoyas. Se ubica en el paraje de Michúl, situado sobre la margen izquierda del río Utcubamba, a una altitud aproximada de 1 800 metros sobre el nivel marino. Los mausoleos de este lugar permanecían inéditos. Fueron analizados cuando la expedición de 1986 había concluido oficialmente sus labores y la mayoría de sus integrantes visitaba Kuélap. Por ello, la expedición y la descripción de estos monumentos estuvieron solo a cargo de Federico Kauffmann Doig y del topógrafo Herbert Ascasíbar (Kauffmann Doig, 1989). El sitio de Ochín fue localizado al explorar los farallones de Mishacorsa y Michul. Está conformado por dos mausoleos de planta rectangular. Se asocian a este conjunto los restos de un muro derruido que podría corresponder a una tercera cámara funeraria que terminó desplomándose. Mientras que la estructura situada en dirección norte (Mausoleo B) está casi intacta, la otra (Mausoleo A) tiene los muros parcialmente caídos y en su interior se ha construido una pirca moderna. Hay rastros que parecen indicar que ambos recintos estaban techados. En la actualidad los campesinos se valen ocasionalmente de estos mausoleos como depósito de chiclayos (calabazas), así como para guardar herramientas agrícolas por su cercanía a sus campos de cultivo. Por su parte, el pequeño muro curvo de data moderna —adosado a la pared interior del Mausoleo A y que mide 65 centímetros de diámetro por 80 cen- tímetros de alto— fue levantado en forma rústica, con material pétreo retirado de los vetustos mausoleos, y es utilizado como horno para quemar cal. No obstante la presencia del horno y la reocupación de ambos recintos, la mayor parte de estos mausoleos, con sus vanos y su decoración mural, sigue en pie. A su conservación ha contribuido la saliente que presenta la peña a unos 30 centímetros por encima de los mausoleos, y que les sirve de protección. Sin embargo, de acuerdo a la dirección en que sopla el viento, la lluvia salpica estos mausoleos: “según las calidades, los moja”. A flor de tierra se presentan restos óseos de los “gentiles”. Es posible que existan otros testimonios arqueológicos ocultos en la acumulación de basura moderna en el interior de los mausoleos y que en parte se debe al desmonte del material del techo derrumbado. Por información proporcionada por el joven campesino Antonio, que nos acompañó hasta los mausoleos de Ochín, sabemos que escolares de un pueblo vecino retiraron de los referidos basurales “muy grandes choros” (Spondylus galeatus), y que los llevaron consigo pretextando que seguían órdenes de su maestro de recolectar antigüedades para el museo del plantel (Véase pag. 83). 1. Mausoleo Ochín A Salvo peculiaridades de segundo orden, los dos mausoleos de Ochín son similares. Para su descripción hemos nombrado Mausoleo A al recinto ubicado en dirección sur y Mausoleo B al ubicado en dirección norte. El mausoleo Ochín A tiene planta rectangular y está conformado por tres muros, siendo el cuarto la propia roca. El material de construcción está constituido por piedras seleccionadas por su tamaño más o menos uniforme. Estas van asentadas sobre argamasa de barro y apuntaladas con cuñas de piedra o pachilla. En algunos casos se perciben hiladas regulares de piedra, especialmente en la pared frontal. A juzgar por las evidencias, los muros fueron empastados con una capa gruesa de barro, la cual fue blanqueada. En otros sectores se advierte que el estuco gris de base fue cubierto por una capa de tierra rosada, para luego ser blanqueada. Una inspección más detenida permitió concluir que el color rosado se obtuvo mezclando tierra roja con otra de tono grisáceo. El rojo no se ha desvaído con la luz solar. Sobre la decoración mural ofreceremos oportunamente una nota de conjunto, ya que no difiere en ambos mausoleos. La fachada del Mausoleo A alcanza 2,95 metros de extremo a extremo. Su profundidad es de 1,95 metros, medida en el interior del recinto. El ancho de los muros es aproximadamente uniforme, alcanzando unos 35 centímetros de espesor. La construcción se levanta sobre una pendiente, de tal modo que el alto de los muros visto de frente varía de acuerdo al declive del terreno. En el frontis, la pared se eleva hasta alcanzar 2,20 metros; pero hay que considerar que su alto fue algo mayor ya que su sector superior muestra haberse derruido. De acuerdo a algunas piedras presentes en hilera a 1 metro del piso actual, y que embutidas en el muro todavía sobresalen 2 1 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n en la pared interior del recinto, este mausoleo estuvo originalmente constituido en base a dos plantas, y estas piedras debieron soportar la planta alta. El acceso a las plantas alta y baja era mediante vanos independientes. El que se conserva en la actualidad, ubicado en el lado norte, permitía acceder a la planta baja. Esta conjetura encuentra respaldo en que el recinto contiguo (Mausoleo B), el mejor conservado, presenta dos vanos de acceso. Aunque a la vista no hay rastros de la cubierta, suponemos que este mausoleo estaba techado. 2. Mausoleo Ochín B Este recinto es de planta irregular, con tendencia a conformar un cubo cuyo muro posterior corresponde a la roca. La fachada alcanza 2,50 metros de canto a canto, siendo la profundidad del recinto de 2 metros. El muro frontal se eleva por 2 metros, pero debió ser algo más alto debido a que hay señales de que su extremo superior se ha derrumbado. Topógrafo Herbert Ascasíbar / Descripción: Federico Kauffmann Doig. D o i g En la construcción de este mausoleo también se utilizaron piedras seleccionadas por su tamaño más o menos uniforme, y fueron asentadas sobre argamasa de barro gris. Asimismo, las paredes fueron estucadas y blanqueadas a juzgar por los vestigios todavía presentes. La estructura tiene dos plantas a las que se accede por sus dos extremos laterales, gracias a entradas separadas construidas a manera de ventanas. Uno de estos vanos (lado sur) está dotado de un dintel monolítico y se conserva en buen estado. En ambos casos son estrechos, con medidas de 50 x 30 centímetros y 1 metro x 30 centímetros. Una de las cornisas, en el interior del recinto, servía para sostener la tarima que debió dividir un piso del otro. Esta cornisa era reforzada por vigas de madera, a juzgar por un agujero que originalmente debió soportar una de las vigas. Por encima de la cornisa debió haber estado colocado el techo que pudo ser plano o inclinado. Durante nuestra inspección todavía se conservaba, en el interior de la segunda planta, una estaca clavada en la pared a modo de una percha. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 1 7 El mausoleo Ochin-B (Foto: Federico Kauffmann Doig). 2 1 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g 3. Decoración mural en los dos de una V repetida. El diseño en T, presen- asentadas con mortero, cuidando que mausoleos de Ochín tado en hilera, se extiende en medio de destacara la figura emblemática resultanTanto el Mausoleo A como el Mausoleo B conservan sus paramentos decorados, aunque sólo los de la fachada. Estos son similares en ambos recintos y por ello los comentamos en conjunto. Cada mausoleo registraba originalmente por lo menos tres hileras horizontales con motivos simbólico-ornamentales. De la tercera fila, que se extiende por la parte superior de la pared, sólo quedan rastros en el Mausoleo A. La decoración se reduce a dos motivos: uno adopta la forma de una T y el otro la las dos bandas ornamentadas que ostentan el motivo de una V en sucesión. La técnica usada en la decoración mural consistía en elaborar un banda horizontal de aproximadamente 20 centímetros de alto x 50 centímetros en profundidad. La banda en bajorrelieve se extiende de esquina a esquina. En su interior fueron colocadas piedras en posición diagonal, a fin de conformar la mentada V en sucesión. Por su parte, para representar el motivo T, la banda excisa era rellenada con piedras te mediante campos elevados. No obstante el grado de deterioro que presentan ambos mausoleos, hay indicios para señalar que las figuras simbólicas estaban originalmente empastadas con arcilla de tono claro. Los motivos decorativos de los mausoleos de Ochín se repiten en la arquitectura chachapoyas. Anteriormente hemos señalado que la V en sucesión evocaba una bandada de aves y al mismo tiempo ríos y quebradas, como posiblemente también un rayo (Kauffmann Doig, 1986c, 1996a). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 1 9 VI. Otros mausoleos chachapoyas Además de los grupos de mausoleos anteriormente comentados, varios otros se presentan a lo largo y ancho del territorio que ocuparon los chachapoyas. Seguidamente una ojeada de algunos de estos. 1. Los mausoleos de Tingorbamba El sitio de Tingorbamba, provincia de Luya, rebautizado por Gene Savoy (1970) con el nombre de Ciudad de los Muertos, reúne varios grupos de sarcófagos y exhibe también un grupo de mausoleos. Los mismos se ubican en la parte alta del barranco que lleva el mismo nombre (Kauffmann Doig, 1989). Estos mausoleos no habían sido explorados hasta la llegada de nuestra expedición en 1986; aunque aparecen a lo lejos en una vista fotográfica del barranco donde se ubican (Savoy, 1970). Se trata de una veintena de estructuras que fueron exploradas y mapeadas en forma preliminar por Herbert Ascasíbar y Daniel Morales, integrantes de dicha expedición (Kauffmann Doig, 1989). Las estructuras fueron construidas sobre terraplenes de piedra y se alinean en una larga fila horizontal que se extiende sobre una estrecha repisa geológica. Descartamos la posibilidad de que fueran viviendas. La presencia de batanes, uno de 1,06 metros de diámetro, no invalida esta conclusión por cuanto estas herramientas de cocina suelen colocarse como ofrendas funerarias destinadas a seguir siendo utilizadas en las moradas de ultratumba, acaso también para elaborar potajes que se ofrendaban a los difuntos. La hilera de veinticuatro “mausoleos” de Tingorbamba. El autor duda que fuesen mausoleos; más bien se inclina a considerar que sirvieron como graneros (Foto: Federico Kauffmann Doig). 2 2 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 2 1 TINGORBAMBA INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA AMAZÓNICA EXPEDICIÓN CHACHAPOYAS 86 Federico Kauffmann Doig 2 2 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g mos restos óseos humanos. Es posible que estos sean de individuos sacrificados en aras de obtener la benevolencia del supremo gobernante de los fenómenos atmosféricos y que hemos denominado Dios del Agua (Kauffmann Doig, 1991b, 1996a, 2001-2002a, 2001-2002b, 2001-2002c). Hay que señalar también que la parte superior del barranco de Lic exhibe diversos grupos de sarcófagos, de pequeña estatura y muy dañados. Peña de Tuente: Sector de uno de los mausoleos de este conjunto. El muro de piedra fue cubierto con barro para luego ser pintado de blanco y decorado con un dibujo simbólico de color rojo (Foto: Federico Kauffmann Doig). 3. Los mausoleos de Peña de Tuente Los recintos funerarios acusan planta en U, por cuanto la peña sirve de pared posterior. Sus dimensiones son similares, sobre todo en el ancho medido en el sector de la pared conformada por la roca natural. Algunas de las estructuras son más extensas debido a su mayor profundidad. En promedio alcanzan 4,50 x 4,50 metros y unos 3 metros o más de alto. La entrada está constituida por vanos laterales. No se conservan los techos que sin duda cubrían las estructuras originalmente, ya que la roca no sobresale suficientemente del barranco como para protegerlas de los aguaceros y ventarrones. Esos techos debieron confeccionarse con palos y paja. El material de construcción fue la piedra acomodada en hileras más o menos regulares. Las paredes fueron empastadas con barro y blanqueadas su superficie. En ellas fueron plasmadas figuras en bajorrelieve. Se trata de motivos cruciformes así como otros de carácter biomorfo: serpientes y tal vez un ave y un felino. Las paredes fueron estucadas y cuando el barro arcilloso mezclado con paja se encontraba aún fresco se elaboraron en bajorrelieve los elementos decorativos-simbólicos mencionados. Asimismo, las paredes constituidas por la roca que guarece a los mausoleos muestran figuras “rupestres” (Kauffmann Doig, 1987a: 12, 1989). Si bien consideramos estas estructuras como mausoleos, también podrían haber sido depósitos de alimentos. Falta estudiar esta disyuntiva con mayor detenimiento. 2. Los “mausoleos” de Lic Otro conjunto de mausoleos, explorado prima facie por el autor, es el de Lic (Luya). Se ubica en la base del peñón del mismo nombre y está constituido por pequeñas estructuras circulares, de apenas 1,20 metros de diámetro, con muros de piedra tarrajeados y enlucidos. Guardan cierta semejanza con los “tinajones” de Guanglic. Por lo mismo, estimamos que mas bien podrían haber sido graneros. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que en las inmediaciones de estas pequeñas construcciones adverti- Otro grupo de mausoleos se encuentra en Peña de Tuente. Se trata de estructuras de piedra, tarrajeadas y enlucidas, ubicadas en fila sobre una estrecha repisa geológica en declive que se localiza en el área de Colcamar. Este grupo de mausoleos fue visitado antes que nosotros por el explorador Morgan Davis (1985: 147-149). Una de estas paredes tiene la particularidad de presentar una pintura que muestra a dos seres que parecen columpiarse sobre un cordel. Fueron pintadas en color rojo, sobre el enlucido crema (Kauffmann Doig, 1992c: 15). En Peña de Tuente también coexisten mausoleos y sarcófagos. Además, en las inmediaciones se observan estructuras cilíndricas de piedra, así como una gruta grande ubicada en un barranco, a la que no llegamos a acceder. 4. El mausoleo y los graneros de Guanglic Guanglic, en la provincia de Luya, es un sitio arqueológico en el que se agrupan grandes graneros circulares, con paredes tarrajeadas y enlucidas, y en cuyas inmediaciones discurre una catarata. Ini- L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 2 3 El grupo de recintos de Guanglic que no habrían sido mausoleos sino graneros (Foto: Kauffmann Doig). Un mausoleo de Guanglic. Nótese el motivo repetido en bajo relieve; representa a un ave de trazos esquemáticos. Estimamos que deriva del motivo compuesto por una ola (=agua) y un campo aterrazado (=tierra cultivable). Este motivo y la técnica de su elaboración se repiten en la decoración pétrea de otros lugares; por ejemplo en el Gran Pajatén y en el interior de un mausoleo de Tingorbamba (véase pág. 42, 105; Foto: Federico Kauffmann Doig) 2 2 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g El peñón donde se ubican los mausoleos de La Petaca-Diablohuasi (Foto: Federico Kauffmann Doig). Un sector de los mausoleos de La Petaca-Diablohuasi. Se caracterizan por su tamaño pequeño en relación a otros mausoleos chachapoyas y por ir encajados en la peña cual si se tratara meramente de nichos (Foto: Federico Kauffmann Doig). Una figura antropomorfa pintada sobre roca, La Petaca-Diablohuasi. Véase al respecto página 275. (Foto: Cortesía Keith Muscutt). L a cialmente consideramos que los graneros eran mausoleos, particularmente porque hay uno enclavado en la peña. Sus paredes fueron enlucidas y luego decoradas con dos símbolos idénticos, convergentes, trabajados en bajorrelieve. Se trata de una imagen de perfil en extremo estilizada, en la que el cuerpo y la cola copian el símbolo común en el Área Inca del agua, que toma la forma de una cresta de ola (Kauffmann Doig, 1996a). Los “tinajones” alcanzan hasta 6,5 metros de diámetro. Sobre sus paredes van pintados pequeños dibujos en color rojo. A juzgar por sus trazos esquemáticos, parecerían evocar o copiar dibujos rupestres de origen preagrícola. El sitio de Guanglic es de difícil acceso en su último tramo, por lo que Roberto Arce Tuesta captó fotografías ubicándose a media cuesta de la banda opuesta de donde se encuentran estas ruinas. c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 2 5 5. Los mausoleos de La Peta- A pocos kilómetros de distancia de La Peca-Diablohuasi taca, se ubica el peñón de Diablohuasi que Un sitio imponente colmado de mausoleos es el de La Petaca, al que se llega partiendo de Leymebamba. Fue divulgado por Gene Savoy (1970) a partir de algunas fotografías. Sin embargo, su exploración formal se debe a Keith Muscutt (1987, 1998). Los mausoleos de La Petaca son de difícil acceso. Se trata de construcciones miniaturescas, levantadas con piedras a modo de pequeños recintos incrustados en la roca. Dan la sensación de estar pegadas a la pared de los barrancos que se yerguen en el lugar. Algunas paredes de estos mausoleos fueron tarrajeadas con tierra arcillosa. La decoración parietal se logró con el mismo material empleado en la construcción de las estructuras. Se trata de motivos chachapoyas típicos, como el de la V en cadena que representa al rayo. se distingue por sus figuras pintadas en rojo. Sobre las mismas se da noticia en la Parte Quinta, Capítulo 7 de la presente obra. 6. Los mausoleos de El Dorado Por iniciativa de Carlos Torres Mas, entonces director del Instituto Nacional de Cultura -Amazonas, un equipo multidisciplinario penetró en la zona arqueológica de El Dorado, área del anexo de Chilchos, distrito de Leymebamba, Amazonas, en el mes de abril del 2001. El informe sobre este sitio arqueológico incluye un exhaustivo estudio de prospección de los restos allí presentes, que se debe a la arqueóloga Nelly Martell (2001: 11-18). Los diversos planos que incluye el informe fueron levantados por Ahyrton Alva Domínguez. Mausoleos de El Dorado (Cortesía: Nelly Mar tell). 2 2 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n Al sitio de El Dorado se accede partiendo de Leymebamba. Primero se llega a los Chilchos, ruta que demanda unas 10 horas a lomo de bestia; de este lugar hasta el sector de Zárate hay un tramo muy accidentado, de paisaje cubierto de bosque tropical y denso monte bajo que se vence en unas 7 horas. De Zárate el sitio arqueológico dista unos 2,5 kilómetros, que se transitan en 3 horas debido a las dificultades del camino. El Dorado se ubica a 1775 metros sobre el nivel del mar, esto es por debajo de la altitud en que se localizan la mayoría de los testimonios chachapoyas (entre 2000 y 3000 metros de altitud). En una obra anterior hemos reproducido gran parte del Informe que la arqueó- D o i g loga Nelly Martell C. elevó al Instituto Nacional Cultura - Amazonas el año de 2001 (Kauffmann Doig y Ligabue 2003, p. 341-348). 7. El “Gran Saposoa”: mausoleos en el área del río Huabayacu Como explica Keith Muscutt, distinguido estudioso de la cultura Chachapoyas, la carrera de Gene Savoy finalizó cuando se atribuyó el descubrimiento de una extensa zona arqueológica que denominó Gran Saposoa (Muscutt, comunicación personal 2004, junio 2008). Muscutt aclara que se trata de un espacio situado en la cuenca superior del Uno de los mausoleos del complejo arquitectónico Cerro Las Cruces que se ubica en la margen derecha del Guabayacu o Huabayacu, también “Gran Saposoa”. El sitio está integrado por más 400 construcciones (Foto Cortesía Anselmo Lozano). Fue sometido a profusas investigaciones por Keith Muscutt (1988), así como por Miguel Cornejo (2002), Alberto Bueno, Miguel Cornejo y Gene Savoy (2006), Anselmo Lozano (2,006), Alberto Bueno (2009) y por Alberto Bueno y Miguel Cornejo (2013). Adviértase como cada símbolo está integrado por una ola (=agua) y un signo escalonado (= tierra /=anden) y ambos se entrelazan para conformar la figura estilizada de un ave. Se trata de una simbología muy arraigada y presente desde temprana edad en el Área Inca o andina (Foto: Cortesía Anselmo Lozano). Más sobre el tema véase en págs. 42, 105, 220-221 y Kauffmann Doig (2014). Vista parcial de uno de los recintos de Cerro Las Cruces, captada en agosto del 2001 (Foto: Cortesía Anselmo Lozano). Huabayacu-Huayabamba, provincia de San Martín, ciertamente distante de Saposoa (Muscutt 2014; Muscutt et al., 1993). Esto puede verificarse en el mapa del sector superior del Huabayacu bosquejado por Savoy que, como señala Muscutt, es prácticamente idéntico al que publicó en su libro Warriors of the Clouds (Muscutt 1998). Y afirma, que es también similar a los mapas que Víctor Zubieta Zubarburu cedió a Savoy. Agrega que el área de Huabayacu comenzó a ser explorada por Inge Schjellerup, Peter Lerche y el propio Keith Muscutt (1998) muchos años antes que Savoy. En su vehemente aspiración de ser aplaudido como descubridor de una L a u otra reliquia arquitectónica legada por los antiguos peruanos, Savoy tomó por costumbre cambiar de nombre a sitios arqueológicos ya conocidos. Esto sucedió con las ruinas de Congón que cambió por Gran Vilaya, con Purunllacta que rebautizó como Monte Peruvia, con las ruinas de Tingorbamba que sindicó como Ciudad de los Muertos, y finalmente con testimonios presentes en el área de Huabayacu - Huayabamba que trocó por Gran Saposoa. Así por ejemplo silenció la existencia del monumental complejo de Vira Vira en dicha área para ocultar las exploraciones realizadas en el lugar antes de su llegada. Todo esto con el fin de engrandecer la importancia de esta pretendida “nueva zona arqueológica” y dejar así la impresión de haber sido el primero en descubrirla (Muscutt et al., 1993). Sin duda alguna aquella confusión indujo a que, en un mapa de sitios arqueológicos que elaboró el autor de la presente obra, el Gran Saposoa de Savoy no figure en la cuenca superior del Huabayacu, sino erróneamente en un sector situado en el curso superior del Saposoa (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 23). Fue también la ambigua información divulgada por Savoy sobre la ubicación de su Gran Saposoa que circulaba en 2001-2003, con nuevos nombres dados a ruinas ya estudiadas, lo que condujo a que hiciéramos referencia en aquella obra nuestra publicada en 2003, a sitios ya explorados tiempo atrás como si éstos acabaran de ser descubiertos. Tan solo se especifica el espacio que ocupan estos sitios las publicaciones que al respecto se deben a los arqueólogos que los exploraron (Bueno, 2008; Bueno et al., 2006; Cornejo, 2002; Lozano, 2002). El área donde se encuentran los testimonios arqueológicos del llamado Gran Sa- posoa ciertamente se ubica en la jurisdicción del distrito de Saposoa, pero como es el caso del gran conjunto de Cerro las Cruces y los demás testimonios arqueológicos del área, en espacios comprendidos entre los ríos Huabayacu y el sector superior del Huayabamba, a nada menos que 2650 metros sobre el nivel del mar. Por lo mismo, muy distante de la altitud de la capital del distrito de Saposoa que registra tan solo 380 metros, y por lo mismo situado en las estribaciones cordilleranas de los Andes Amazónicos, propiamente en la Baja Amazonía. La confusión inicial que se generó ha sido aclarada en publicaciones por los arqueólogos peruanos que acompañaron a Savoy en la expedición que dirigió en 2001 (Bueno, 2008; Bueno, Cornejo y Savoy 2006; Cornejo, 2002; Lozano, 2002). Alberto Bueno (2008: 387) señala que en la expedición al Huabayacu - Huayabamba (“Gran Saposoa”) fueron registrados los siguientes mausoleos en el área del complejo Cerro las Cruces: “Mausoleos del Guabayacu, Mausoleos Puente Oroya A, Mausoleos Puente Oroya B, Mausoleos c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 2 7 de las Grecas, Mausoleos de los Monos, Mausoleos del Naranjo A, Mausoleos del Naranjo B, Mausoleos Casa Blanca A, Mausoleos Casa Blanca B, Cerro Las Cruces Sector Las Torres (de 3 pisos y 5.60 m. de alto)”. Agrega Alberto Bueno (2008: 392) que en la cuenca del Huabayacu “hemos ubicado el desarrollo temprano de la cultura Chacha (700 – 800 d.C.)…”. 8. El mausoleo de la Laguna de Huayabamba o La Casa de Oro La información de que se dispone sobre la laguna de Huayabamba proviene del informe preliminar de Keith Muscutt sobre los resultados de la exploración que condujo a esta zona en junio de 1999. Aquí logró realizar el reconocimiento de un mausoleo chachapoyas. Afirma que la importancia de este mausoleo estriba en que no estaba disturbado y que ofrecía la particularidad de que en él sólo habían sido sepultados personajes chachapoyas; a diferencia de Casa de Oro, otros mausoleos como los de Los Pin- nombre dado chudos y Laguna de las Momias, que a uno de los mausoleos c hac hapoyas emplazados en un barranco con vista al Yonán, afluente del río Huayabamba. En la parte superior se aprecia un emblema circular pintado sobre la roca (Foto: Cortesía Keith Muscutt). Este símbolo es similar a un signo presente por encima de uno de los mausoleos del Grupo-C de Revash (véase 212-213). 2 2 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g fueron utilizados también para sepultar a administradores inca-cuzqueños, después de haber sido incorporados los chachapoyas al Incario. El mausoleo que comentamos fue estudiado por Jesús Briceño y el especialista en restauración Ronald Salas. El mausoleo avistado por Muscutt en la zona de Huabayacu se ubica hacia un lado de un farallón que da cara al río Yonán. Por encima de este mausoleo destaca un emblema conformado por un círculo pintado de rojo y un punto en el centro del mismo color. 9. El mausoleo Casa Blanca El mausoleo conocido como Casa Blanca fue explorado por Peter Lerche y denominado así por estar sus paredes pintadas de ese color (Foto: Cortesía Gordon Wiltsie) En 1998, Peter Lerche (2000) realizó reconocimientos en el valle del Huabayacu, afluente del Huayabamba que tributa sus aguas al Huallaga. Su meta era documentar fotográficamente mausoleos chachapoyas ubicados en sitios de difícil acceso. Refiere Lerche que había identificado en la zona cincuenta y cuatro tumbas, todas ellas violentadas, menos una que se aprestó a explorar en una segunda jornada al lugar. Para ello volvió al sitio al año siguiente, en 1999, en unión de Gordon Wiltsie en su condición de escalador de roca y eximio fotógrafo. El autor de la presente obra agradece al señor Wiltsie por permitirle publicar algunas de sus extraordinarias tomas (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 354-355). También acompañó la expedición John Catto, camarógrafo, además de tres ayudantes. La expedición fue financiada por la National Geographic Society. He aquí una síntesis de lo que expone Peter Lerche (2000) sobre su hallazgo: En lo alto de un farallón, a unos 150200 metros de altura, Peter Lerche y sus acompañantes divisaron un pequeño mausoleo. Este destacaba en medio del L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 2 9 En el mausoleo Casa Blanca fue hallado un fardo funerario (Foto: Cortesía Gordon Wiltsie). Curiosamente en algo similar a algunos presentes en la Laguna de las Momias. Lo demuestra la foto de la imagen de la derecha (Foto Fedricco Kauffmann Doig); debió ser un poderoso protector del fardo funerario (véase al respecto la fotografía 4 de la pág. 197). barranco, dado el color blanco de su pared. Para acceder al sitio donde se ubica el mausoleo fue indispensable vencer grandes dificultades y al llegar a él, los expedicionarios constataron que no había sido depredado y pudieron observar que uno de los fardos funerarios permanecía intacto. El mausoleo está ubicado en un farallón cercano a la confluencia del Yonán y el Huabayacu. Fue bautizado con el nombre de Casa Blanca porque su pared exterior había sido blanqueada. Los expedicionarios se limitaron a realizar una inspección ocular debido a que la expedición no contaba con autorización oficial para ejecutar trabajos arqueológicos. El mausoleo Casa Blanca mide aproximadamente 4,5 metros de largo, unos 2 metros de ancho y se eleva por 1,5 metros. Fue construido en una cavidad que lo guarece de la lluvia. Tres troncos forman parte del techo. El material empleado fueron piedras calcáreas asentadas con mortero. En su sector superior ostenta decoración de bandas pintadas en rojo vivo. Los expedicionarios advirtieron también que la pared rocosa del mausoleo estaba decorada con círculos rojos. En él se hallaron cinco ataúdes bien conservados, colocados sobre un colchón de hojarasca. Se sobreentiende que los ataúdes encierran paquetes funerarios conformados por las telas que envuelven a las momias. El tipo de ataúd al que se hace referencia está constituido por listones de madera en toda su superficie, los mismos que van fuertemente atados con cuerdas. Los expedicionarios remarcan que constataron que era un mausoleo que solamente contenía restos chachapoyas, sin intromisiones incaicas, es decir, era anterior a la incorporación del territorio al Incario. Debemos agregar que un ataúd del mausoleo de Casa Blanca resulta ser idéntico a algunos hallados en la Laguna de las Momias (Kauffmann Doig, 2009: 179). 10. El mausoleo de Pisuncho / JAMES VREELAND JR. y FEDERICO KAUFFMANN DOIG Las momias que se guardan en la localidad de Piás proceden de un sitio adyacente al río que es denominado por los lugareños como Pisuncho o Apisuncho. Podría tratarse de un afluente o del propio río Abiseo, nombrado en cartas geográficas antiguas con este nombre y en otros casos como Unamizo. Y es que Pisuncho y Apisuncho son nombres que parecen vincularse a la toponimia Abiseo, río cercano a las ruinas conocidas con el nombre de Pajatén. El sitio arqueológico de Pisuncho fue descubierto por campesinos de Piás. Se 2 3 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Ubicación del mausoleo identificado en la confluencia de los ríos Escondido y Abiseo, también conocido como Pisuncho o Apisuncho (Croquis James Vreeland). Corte de ubicación vertical del mausoleo Santa Rosa (Croquis: James Vreeland) trata de una gruta que se alinea al patrón funerario mausoleo, aunque no presenta construcciones, tal como en el caso de Tingorbamba, donde tan solo la cavidad cobija los bultos funerarios. Uno de los fardos funerarios trasladados de Pisuncho a Piás por los comarcanos que años antes habían accedido a la gruta de Apisuncho, presenta una forma peculiar en cuanto a su estructura. Está provisto de cuatro estacas como si se tratara de un banco y van sujetadas por los tejidos envoltorios de la momia, los cuales van amarrados con cordeles. Se trata sin duda de un recurso que tuvo por finalidad que el paquete funerario no descansara directamente sobre el suelo húmedo. Por lo mismo los tejidos envoltorios de este fardo funerario terminaron por conservarse en forma óptima. Entre estos figura una tela de grandes dimensiones y ornamentada con figuras sobrenaturales. Analizada detalladamente por James Vreeland (Kauffmann Doig, 1987b, 1989; Vreeland, 1989; Vreeland y Kauffmann Doig, 1989), de la misma se dará noticia en la Parte Quinta de la presente obra. Al recibir noticias acerca de restos arqueológicos singulares como portentosos que se conservaban en Piás, el autor se constituyó a esta localidad con la finalidad de explorarlos e indagar sobre el lugar de su procedencia. Estando en Piás, en 1980, obtuvo abundante y al parecer certera información acerca de la procedencia de los restos arqueológicos que allí se guardan. La recopilación de información fue asistida por el señor Ricardo Rosales y particularmente por el lugareño Alejo Loyola. Posteriormente, en 1988, en una expedición en la que participaron James Vreeland (1989) y Francisco Merino (1989), se continuó con las averiguaciones para precisar el lugar de procedencia de las momias guardadas en Piás. La versión recibida inicialmente en 1980 resultó ser en términos generales la misma obtenida en 1988. Por tanto, el recuento recogido en 1980, más los detalles recabados por Francisco Merino y particularmente los de James Vreeland que elaboró al respecto diversos croquis, ofrecen una idea bastante aproximada de cómo debió lucir el sitio del que los pobladores extrajeron y trasladaron las momias desde la gruta de Pisuncho hasta Piás (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 356-360; Vreeland, 1989). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 3 1 11. Otros mausoleos chachapoyas Otros sitios con mausoleos son conocidos por las referencias que de estos hacen en sus obras estudiosos como Louis Langlois (1939), los arqueólogos Reichlen y Reichlen (1950), Morgan Davis (1985, 1988) y Víctor M. Zubiate (1984). Entre estos testimonios mencionamos el sitio de Gomal, cerca de Duraznopampa, en la margen oeste del Utcubamba. Aunque se trata de mausoleos chachapoyas atípicos, también incluimos los de Torre Pucro (Zubiate, 1984), similares en algo a una chullpa cordillerana de Chocta (Celendín). Se debe citar también los mausoleos de Pumanche (Pumacancha), cercanos a las ruinas de Chivane o Pirca Pirca, en Uchucmarca, más varios otros que figuran en la obra del gran explorador canadiense Morgan Davis (1985). Croquis de los fardos funerarios emplazados en el mausoleo Santa Rosa. Algunos de estos trasladados a Pataz por los comarcanos. Nos informaron que cuando se ausentan las lluvias, que hacen que germinen los comestibles, los sacan de su depósito y los pasean implorando que intercedan para no pasar hambre (Croquis: James Vreeland). Vestigios de mausoleos y también de sarcófagos en un sector del cerro La Barreta, sobre el que se levanta Kuélap (Foto: Federico Kauffmann Doig, captada en 1986 desde un helicóptero). 2 3 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 3 3 Restos de mausoleos al pie del cerro El Tigre / San Jerónimo, Bongará (Foto: Federico Kauffmann Doig). Finalmente, recordemos el parecido extraordinario que se advierte entre los mausoleos chachapoyas con los de Gantumarca, ubicados en los precipicios que caen por la margen izquierda al Marañón (provincia de Rapayán, Ancash). La morfología de los mausoleos de Gantumarca parece repetirse también en aquellos sepulcros que se ubican en el barranco de Incapunco, en la provincia de Huamalíes. Extendiendo el tema de las posibles vinculaciones, mencionemos también las similitudes que presentan los muros de los mausoleos chachapoyas con algunos Uno de los mausoleos de Chivane o Pirca Pirca sometido a exploraciones de superficie. (Expedición Chachapoyas 1984 / Foto: Federico Kauffmann Doig). de los grupos de Tantamayo (Huánuco), Huacrachuco (sierra de La Libertad) y aún los de Yayno (Pomabamba, Ancash). Al parecer a los sitios mencionados se suman otros muy alejados del territorio que ocupaban los chachapoyas, por ejemplo, en áreas situadas en la región del Cuzco. Al parecer los vínculos que se advierten están inmersos, por lo menos parcialmente, en la etapa Wari (Horizonte Medio) que preferimos denominar Tiahuanaco-Huari por cuanto ésta se nutre de elementos culturales de Tiahuanaco visibles particularmente en la iconografía. 2 3 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 3 5 PARTE QUINTA T E S T I M O N I O S C U LT U R A L E S Y ARTÍSTICOS Los chachapoyas fueron eximios artistas. Los testimonios que nos han legado demuestran el empleo de una variada y sofisticada tecnología, así como un excelente manejo artístico-artesanal cuando representaban sus motivos mágico-religiosos. En lo que respecta a tejidos y a otros objetos susceptibles al deterioro, como lo son por ejemplo los mates pirograbados, una gran mayoría de estos especímenes se ha conservado en forma admirable. Esto como consecuencia de que permanecieron incólumes por siglos, formando parte del ajuar del difunto. La momificación misma alcanzó ribetes de un perfeccionamiento sorprendente entre los chachapoyas, si tomamos en cuenta el alto grado de humedad ambiental que caracteriza al territorio que poblaban. En la Parte Cuarta se comenta la tecnología empleada en la momificación. Oportunamente hemos de referirnos a una tela monumental procedente del sitio de Apisuncho y que es guardada en la Municipalidad de Piás, además de ser la primera prenda textil chachapoyas en ser analizada. Por otro lado, se debe mencionar que de los mausoleos de la Laguna de las Momias fueron rescatados numerosos tejidos confeccionados mediante diversas técnicas y varios decorados con imponentes motivos mágico-religiosos chachapoyas. Luego de su incorporación al Tahuantinsuyo, los administradores de alto rango designados por los incas eran sepultados, por igual, en los mausoleos chachapoyas presentes en la Laguna de las Momias. De esta manera no solo han sido rescatadas piezas de cerámica importadas por los incas, sino también restos textiles confeccionados ya en tiempos del Incario. Otros restos de tejidos, procedentes estos de la zona de Karajía, fueron analizados por un experto que participó en las expediciones que conducimos; ellos serán comentados más adelante. Así como se pondera la grandeza inigualable de Kuélap como ejemplo de arquitectura monumental, debe reconocerse que los chachapoyas no fueron alfareros notables, comparables por ejemplo a los de Nazca o a los de Moche. En lo que respecta a la metalurgia, ésta era al parecer del todo desconocida si nos guiamos por la ausencia de hallazgos de objetos metálicos en territorio de la cultura Chachapoyas. No solo esto, las pocas muestras de orfebrería identificadas no revelan prosapia chachapoyas, a juzgar por su forma, como tampoco por lo motivos empleados en su decoración. Tal el caso de las aquillas o vasos ceremoniales de plata hallados en PurunllactaSoloco que, como veremos, pertenecen al estilo Inca colonial. Los chachapoyas nos han legado también testimonios impresionantes de pintura mural. Lo confirma la primorosa escena — documentada y analizada por primera y única vez por el autor— presente en la pared de un recinto del conglomerado arquitectónico de San Antonio, cercano a Lamud y que también suele ser denominado Cacta o Qacta. Los chachapoyas decoraban las paredes de sus construcciones con símbolos mágico-religiosos, empleando para ello una ingeniosa técnica que no se repite en el resto del Área Inca. Los artífices trazaban imágenes en los muros haciendo sobresalir algunas piedras que daban forma a la figura deseada. Esta técnica puede apreciarse en gran parte de la arquitectura cultista y de élite levantada por los chachapoyas, como es el caso de Kuélap y Pajatén. También hemos de comentar algunas de las esculturas pétreas obradas por los artífices de la cultura chachapoyas, tal como la majestuosa estatua procedente de la Jalca Grande que se nos permitió analizar en casa de don Víctor Zubiate Zabarburu en la década de 1980. También nos hemos de referir a los monolitos en los que los chachapoyas resaltaban en alto relieve figuras de su mundo mágicoreligioso, o los decoraban con figuras pintadas sobre una de sus superficies. 2 3 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Cántaro de estilo inca identificado en territorio chachapoyas, acaso elaborado en la Costa norte. Procede de una de las cámaras funerarias o mausoleos de la Laguna de las Momias. Obsérvese como las lágrimas del personaje rematan en lo que al parecer simbolizan gotas de lluvia (Foto: Federico Kauffmann Doig). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 3 7 I. Testimonios alfareros Hemos indicado ya que la cerámica chachapoyas no alcanzó el alto grado técnico y artístico que presentan otros estilos alfareros desarrollados en el Área Inca, como por ejemplo los de Moche o Nazca. Las formas empleadas son fundamentalmente utilitarias, así como los motivos de su decoración son simples. La decoración con la técnica conocida como pastillaje, caracterizada por agregados en arcilla a sectores de las paredes del recipiente, fue utilizada con frecuencia por lo que puede decirse que es una característica de la cerámica chachapoyas. De acuerdo a la hipótesis esgrimida por el autor hace ya un tiempo, quienes ocuparon los Andes Amazónicos norteños y desarrollaron la cultura Chachapoyas fueron cordilleranos que, tal vez cumpliendo con un proyecto estatal en tiempos del perío- do Tiahuanaco-Huari u Horizonte Medio, cruzaron el Marañón y se asentaron en lo que terminaría siendo el territorio de la cultura Chachapoyas. Esta propuesta encuentra eco en lo que señalaran, hace más de medio siglo, los arqueólogos Reichlen (1950): la presencia de un vínculo de la cerámica que calificaban de Kuélap con la fase Cajamarca III; esto es, con la expresión alfarera conocida también como Fragmento de una pieza de cerámica típicamente de estilo chachapoyas. Obsérvese como la decoración imita el símbolo en forma de una M encadenada frecuentemente representado en las paredes de recintos chachapoyas; consideramos que simboliza al rayo y con ello a la lluvia vivificante de las sementeras (Foto: Federico Kauffmann Doig). Sobre la cerámica chachapoyas, particularmente la excavada en Kuélap, se ha ocupado Arturo Ruiz (1969, 1972, 1977, 2009a). 2 3 8 - F e d e r i c o Muestrario de cerámica y de fragmentos chachapoyas (Fotos: Federico Kauffmann Doig). Fragmentos y una pieza de alfarería chachapoyas procedentes de la gruta funeraria Los Gavilanes, cercana a la localidad de Los Chilchos y dados a conocer por Peter Lerche (1996 pp. 67-68). K a u f f m a n n D o i g L a 1 2 3 5 6 8 c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 3 9 4 Fragmentos de cerámica Chachapoyas hallados en el Gran Pajatén (Foto Pedro Rojas Ponce). 7 9 10 Cerámica de diversos estilos identificados en territorio de los chachapoyas: 1. chimú. 2. cajamarca. 3. chachapoyas pintado. 4. chachapoyas, procedentes del Gran Pajatén (Foto: Pedro Rojas Ponce). 7. cajamarca. 8. Inca-imperial. 9. y 10. chimú. Cajamarca cursivo y la que Roger Ravines (1994: 149) define como ser la responsable de “la presencia de los estilos del Horizonte Medio en el valle de Cajamarca”. Asimismo, Arturo Ruiz (1969) identificó expresiones de cerámica cajamarca, perteneciente al Horizonte Medio, en la fragmentería que reunió y analizó durante sus trabajos en Kuélap. En territorio de los chachapoyas se presenta también cerámica de los estilos Chimú y Chimú-Inca. Sin embargo, la mayoría de estas formas debieron ser introducidas con posterioridad, durante y después de la incorporación de los chachapoyas al Tahuantinsuyo. Durante una de nuestras expediciones ejemplares de alfarería chancay fueron localizados en Lucmabamba, pequeña localidad a la que se accede desde Huacrachuco, siguiendo el curso del río Chontayacu. Estos ejemplares debieron estar asociados al sitio arqueológico conocido por los comarcanos como El Turco, cercano a Lucmabamba y situado entre los afluentes San Vicente y Catalán que tributan al Chontayacu por su margen derecha (Kauffmann Doig, 1982a: 90-94). Está en discusión si en la cerámica chachapoyas hubo influencias de tradiciones alfareras provenientes de la Amazonía. Tanto la propuesta en el sentido que patrones culturales amazónicos pudieron influenciar la cultura chachapoyas, como que amazónicos escalaron los Andes y dieron origen a la civilización que se desarrolló en el Área Inca o andina (Tello, 1942; Deboer, 1972, 1982; Lathrap, 1970). Per- sonalmente me inclino a considerar que ambos casos —región andina y región hoya amazónica— se tratan de desarrollos culturales independientes. Desde luego, sin excluir la posibilidad de contactos esporádicos, que debieron darse en uno y otro sentido desde tiempo inmemorial, ya por razones de simple curiosidad, ya alentados por el interés en aprovisionarse de elementos exóticos. Sobre este fenómeno hay abundante documentación. Al respecto recordemos que durante las excavaciones de Julio C. Tello en Paracas, fueron identificadas no solo vistosas plumas amazónicas sino también guacamayos (Ara spp.) momificados ex profeso. A esto puede agregarse el caso de las coyas o mujeres principales de los soberanos incas, que criaban mascotas exóticas como 2 4 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g monos importados la más antigua sea de la Amazonía necesariamente la (Guaman Poma, ca. de los orígenes de 1600: fol. 132). Por la misma. De otro lo expuesto consimodo, la cultura deramos que el heChachapoyas se remontaría al periodo cho que la cerámica Intermedio Temprachachapoyas pueda no, de acuerdo al presentar algún rascuadro de secuengo estilístico propio cias alfareras ande la Amazonía, no tes citado. En este significa de modo Recipientes chimú-inca procedentes de la Laguna de las Momias (Expedición Chachapoyas 1997. contexto, tomando alguno que el deFoto: Michael Tweddle). un ejemplo, valga sarrollo inicial de la misma haya tenido lugar en aquella re- Consideramos que la secuencia elabora- remarcar que la cerámica inca en los sitios gión; esto es, que los chachapoyas sean da por Arturo Ruiz representa el mayor chachapoyas de Los Pinchudos, Pajatén, señalados como originalmente prove- esfuerzo dirigido a obtener una seriación Laguna de la Momias y otros, se presenta nientes de la hoya amazónica. de la cerámica chachapoyas; además se asociada a una arquitectura totalmente Inge Schjellerup (1997: 200-214) ha pro- fundamenta en cuantiosa fragmentería ajena. Prosiguiendo con el tema, recurripuesto una secuencia de la cerámica que recogió mientras laboraba en Kué- mos a una experiencia personal. Esto es el chachapoyas basada principalmente en lap. Su cuadro de periodificación parte haber constatado cómo la dispersión de las detenidas investigaciones que ejecu- del Período Intermedio Temprano (400 un estilo de cerámica puede tomar camitó en el distrito de Chuquibamba (ibid.: a.C.) con Cancharín. A ésta le siguen los nos insospechados y conducir a errores. 297-299). Su cuadro secuencial se inicia periodos de Pumahuanchina (Horizonte En efecto, el autor pudo constatar que los con Huepón I, que correspondería a una Medio), Kuélap (Intermedio Tardío), Inca pobladores de Huancas —localidad situaintromisión de un tipo inicial del esti- (Horizonte Tardío) y finalmente el perio- da no muy lejos de la ciudad de Chachalo Cajamarca de acuerdo a la secuencia do Colonial (Ruiz, 1969, 1972, 2009, 2013: poyas y célebre en la región por ser emiestablecida por Terada y Matsumoto en 298-303). Nos permitimos observar que el nentemente ceramista y donde solo las 1985 y cuya antigüedad la remontan a periodo Cancharín no equivale a una for- mujeres se ocupan de este arte— no se mil años. Por su parte, la fase Huepón II ma temprana de lo que podría llamarse ocupan de fabricar piezas de alfarería únisería contemporánea a Cancharín, de la cerámica chachapoyas; como tampoco la camente en su localidad, y tampoco se secuencia elaborada por Ruiz Estrada en de Pumahuanchina, acaso importada con limitan a transportar sus productos como 1972; de ser éste el caso, la misma co- los primeros migrantes cordilleranos lle- mercadería a sitios más o menos lejanos, rrespondería a una fase temprana de la gados a territorio chachapoyas en tiem- también viajan a localidades comarcanas cerámica chachapoyas que se remontaría pos del desarrollo de la cultura Tiahuana- más o menos alejadas, para in situ y “por encargo” elaborar vasijas utilizando arcia las postrimerías del Intermedio Tempra- co-Huari (Horizonte Medio). no. Luego habría sobrevenido la fase Cha- Confeccionar cuadros de secuencias ba- llas del lugar. chapoyas Medio que Schjellerup estima sadas en los cambios que va experimen- Finalicemos remarcando que Roger Ravifue coetánea a Cajamarca III y que Arturo tando la cerámica a lo largo del tiempo en nes (2003) es autor de un valioso estudio Ruiz Estrada denomina Pumahuanchina. determinada zona o sitio, es algo sin duda sobre la secuencia de la cerámica chachaPor su parte, la fase Chachapoyas Tardío de gran utilidad para establecer cuadros poyas. En ésta incluye diversas fases a las de Schjellerup habría florecido en forma de cronología relativa. Con todo, las fases que en conjunto denomina “complejo contemporánea a la cerámica de Caja- ceramográficas obtenidas no siempre son Chachapoyas”. Remitimos al lector a su marca IV, definida por Henry y Paul Rei- indicadoras de una gradual evolución de análisis (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: chlen (1950). una cultura dada, como tampoco que 369-373). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 4 1 II. Testimonios textiles Las expediciones arqueológicas ejecutadas dirigida por el autor en 1980 y particularmente en 1985 permitieron analizar diversos fragmentos textiles guardados en territorio chachapoyas. Contando con la presencia del experto en el estudio de tejidos James Vreeland Jr., una expedición posterior se encaminó en 1988 a territorio chachapoyas con el objetivo primordial de estudiar una tela monumental guardada en la Municipalidad de Piás, que cubría un fardo funerario trasladado desde la necrópolis chachapoyas y bautizada con el nombre de Pisuncho. Con anterioridad a nuestra expedición a Piás, esto es en 1986, conducimos estudios en el área de Karajía donde, en una gruta en lo alto de los precipicios, se levanta el conjunto más importante de sarcófagos. En aquella ocasión identificamos varios trozos de tejidos pertenecientes originalmente a una momia disturbada por aves y roedores, guardados en el sarcófago al que tuvimos acceso por cuanto presentaba un gran forado (Véase Parte Cuarta, III). El análisis de los fragmentos estuvo a cargo de uno de los miembros de la expedición, el arqueólogo Iain Mackay (1989a; Mackay y Gabra-Sanders, 1988). Paralelamente Mackay se ocupó de realizar un valioso estudio etnográfico acerca de las tradiciones textiles que subsisten al presente en la localidad de Cruzpata, al igual que en Trita, cerca de la gruta que alberga los purunmachus de Karajía. Años después, en 1996, fue identificada una sorprendente cantidad de telas chachapoyas que cubrían los cuerpos momificados de personajes sepultados en los mausoleos de la Laguna de las Momias, proporcionó algunos comentarios sobre muchas de éstas en perfecto estado de la hazaña, que escuchó contar a miemconservación (Kauffmann Doig, 1997). bros de aquella misión ya fallecidos. De esta manera tenemos noticia que los exploradores se dirigieron primero a Parcoy, 1. La tela monumental de Apisun- por cuanto tenían noticia que de este lucho gar el acceso al río Pisuncho —acaso el Atendiendo a sus dimensiones como mismo Abiseo— era más directo. Nota también a su decoración, la tela hallada interesante ya que ésta fue la ruta que en en el sitio de Pisuncho o Apisuncho y que 1919 condujo al botánico Augusto Wese conserva en la localidad de Piás, revis- berbauer (1920), en su convencimiento te especial importancia por su carácter que por la misma accedería al río Pajatén, monumental y su suntuosa decoración si bien éste está situado más al norte del (Véase PARTE CUARTA - B, VI, 10). Particu- río Abiseo (¿Pisuncho?) y separado de las larmente también por cuanto fue el pri- ruinas de Pajatén por una imponente camer tejido de grandes dimensiones per- dena de farallones. teneciente a la cultura Chachapoyas que Los pormenores sobre el grupo de maufue dado a conocer. Su análisis estuvo a soleos de Pisuncho, de dónde proviene cargo de uno de los miembros de la ex- el tejido monumental, fueron rescatapedición que conducimos en 1988, el ex- dos principalmente por James Vreeland perto James Vreeland Jr. (Vreeland, 1989, (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 3562003, 2013; Vreeland y Kauffmann, 1989; 360). Kauffmann Doig, 1988, 1989; Kauffmann Seguidamente veamos algunos detalles Doig y Ligabue, 1990, 2003: 378-395). acerca de la tela, cuyo análisis, como Vreeland contaba ya por entonces con quedó expuesto, estuvo a cargo de Jalarga experiencia en cuanto al estudio de mes Vreeland (Kauffmann Doig y Ligatestimonios textiles así como del algodón bue, 2003: 356-360; Vreeland, 1989, 2003, nativo (Vreeland, 1977, 1978, 1984, 1986; 2013). La tela de Pisuncho que cubría una moVreeland y Muelle, 1979). El sitio arqueológico de Pisuncho com- mia arropada y que luego fue cubierta prende un grupo de mausoleos circulares con tejidos llanos, se encuentra hoy en y está situado cerca de un afluente del Piás. El bulto así conformado descansa Abiseo, el Túmac, y por lo mismo en las sobre una especie de silleta. Las cuatro proximidades de las ruinas de Pajatén. patas que sostienen la tabla sobre la cual Fue descubierto por lugareños de Piás ca- se encuentra el paquete funerario, debiepitaneados por Ricardo Rosales, trujillano ron haber sido acondicionadas para eviestablecido por años en la citada locali- tar que el fardo descansara sobre el suelo dad. La excursión tuvo lugar en 1959 y su húmedo que pronto habría afectado su fin era explorar la posibilidad de expandir estado de conservación. la frontera agropecuaria de los poblado- Originalmente la tela debió extenderse res de Piás. El profesor Alejo Loyaga nos por más de 4 metros de largo y medir a Uno de los tres fragmentos de la tela monumental procedente de Pisuncho o Apisuncho. Estos se conservan en Pataz, salvo uno de ellos, el menor, que en 1988 los patacinos donaron generosamente al Museo de la Nación de Lima y que en acto público el autor entregó para su conservación y exhibición a su director Dr. Fernando Cabieces. El tejido, al presente integrado por tres fragmentos y sumando las partes faltantes, alcanzaba más de 4m de largo y por su ancho por lo menos 2,40m. Por los fragmentos que aún se conservan se deduce que la superficie de la tela estaba pintada por 25 figuras. Para ello se utilizó tinte vegetal marrón oscuro, haciendo destacar las representaciones sobre el color blanco del algodón. La imagen es siempre la misma, un ave que inserta redondeles en el sector de los ojos y en el vientre; parecen aludir a gotas de agua y con ello a la lluvia vivificante de las sementeras (Expedición Chachapoyas 1988 / Foto: Federico Kauffmann Doig). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 4 3 2 4 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n lo ancho por lo menos 2,40 metros. Se han conservado tres grandes fragmentos, separados horizontalmente por trozos faltantes a consecuencia de una putrefacción parcial sufrida por el cuerpo ya momificado y colocado en el interior del fardo o paquete funerario. El tercer fragmento, de menores proporciones, fue donado por la Municipalidad de Piás al Museo de la Nación, en Lima, que por entonces dirigía Fernando Cabieses. La pieza fue entregada a su director en ceremonia pública realizada en el citado museo. El largo del tejido se deduce por las grandes figuras que decoraban toda la tela, permitiendo de esta manera reconstruir D o i g su extensión total no obstante los pedazos faltantes a los que ya nos hemos referido. El elemento graficado es siempre el mismo y va representado longitudinalmente, dando así forma alargada a la tela. Grande fue nuestra sorpresa cuando con el eximio dibujante del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia de Pueblo Libre, Evaristo Chumpitaz Cuya, advertimos que el extremo izquierdo de uno de los dos paños, que debió ser el central, mostraba un retazo muy pequeño de tela que indudablemente correspondía a un paño más. Aquello demostraba fehacientemente que la tela estuvo originalmente integrada no por dos sino por tres paños, unidos por hebras cosidas en los costados. De esta manera pudimos advertir que la tela había estado originalmente decorada por lo menos por 25 figuras, así como establecer que el ancho de la misma no debió ser menor a 2,40 metros. Las figuras fueron pintadas sobre la tela de algodón blanco, mediante escuetas líneas en marrón oscuro obtenidas mediante algún tinte vegetal. Todas se ajustan a un mismo motivo, Son varias las momias originalmente emplazadas en su fardo funerario, las que con- de un ave de trazos servan celosamente los pobladores de la ciudad de Pataz. Sumando a estas la momia esquemáticos, al de un párvulo desprovisto de sus envoltorios de la foto, los patrocinos informan parecer en actitud que las pasean en procesión cuando azotan sequías, rogando que intercedan para que llueva (Expedición Chachapoyas 1988 / Fotos Federico Kauffmann Doig). de vuelo. La forma en que van diseñadas las aves recuerda motivos ornitomorfos presentes en tejidos chancay, especialmente en el tratamiento de la cola, pintada mediante barras paralelas. En cuanto a las patas del ave, éstas aparecen remarcadas mediante dos figuras en forma de un gancho. Las alas exhiben hasta cierto punto rasgos humanoides, al ser representadas en transición a convertirse en brazos con manos tridáctiles. El cuerpo está figurado por dos círculos concéntricos al que se suma un punto central. Aquello permite advertir que el dibujante quiso presentar el pecho y el abdomen de las aves que retrató como si estuvieran volando por el firmamento; sin embargo la cabeza va diseñada de perfil, a juzgar por el pico abierto que deja entrever lo que al parecer debió ser la lengua del ave. El informe técnico inédito de James Vreeland (1989) sobre la tela que comentamos y otros tejidos procedentes de Pisuncho y depositados en Piás, fue publicado años después (Vreeland 2003, 2013). Igualmente los dos informes sobre técnicas textiles del arqueólogo Iain Mackay, uno de los miembros de la expedición conducida por el autor en 1986, aunque estos no se refieren a los restos textiles de Piás sino al análisis de la fragmentería textil procedente del área de Karajía (Mackay, 1989a, 1989b, 2003a; Mackay y Gabra-Sanders, 1988). Uno de los dos aportes de Mackay es una valiosa investigación etnográfica que describe los procedimientos textiles utilizados actualmente en Cruzpata, que permite formarse una idea de los utilizados por los chachapoyas hace unos dos milenios (Mackay, 2003a). Sobre los abundantes tejidos rescatados de la Laguna de las Momias ya nos hemos pronunciado (Kauffmann Doig, 1997, 1999c). L a ? El tejido monumental que comentamos debió originalmente envolver el exterior del fardo funerario de la momia de la foto, provista de telas sencillas sujetadas mediante un cordel. Obsérvese que posaba sentada sobre un armazón al que le fueron colocado cuatro patas, sin duda para proteger el fardo de la humedad del subsuelo (Fotos Federico Kauffmann Doig) paño c c u l t u r a paño b C h a c h a p o y a s - 2 4 5 paño a Dibujo de reconstrucción de la tela monumental de Pisuncho, que permanecía inédita en Pías y de la que se conservaban tres fragmentos, aquí destacados en líneas negras. El residuo de una pequeñísima fracción que permanecía adherida al paño B permitió a los estudiosos proponer que el tejido incluía originalmente por lo menos un tercer paño más, el paño C indicado en el dibujo (Expedición Chachapoyas 1988 / Dibujo Federico Kauffmann Doig-Evaristo Chumpitaz). - 2 4 6 F e d e r i c o K a u f f m a n n º Análisis de la tela de Pisuncho / JAMES VREELAND A pedido del Dr. Kauffmann Doig, Director del Instituto de Arqueología Amazónica y de la Expedición Arqueológica Chachapoyas/88, la Sociedad de Investigación de la Ciencia, Cultura y Arte Norteño SICAN fue invitada a integrar dicha expedición para estudiar los tejidos envoltorios de momias Chachapoya procedentes de Pisuncho o Abiseo (San Martín) depositadas en la localidad de Piás (Vreeland 1989, 2003, 2013). La presente nota se limita a examinar tan solo una de las piezas textiles procedentes de los mausoleos cobijados en la gruta cercana al río Pisuncho. La de excepcional calidad y que envolvía la momia de un alto personaje Chachapoyas. Nos referimos a esta como T-1 (o Tejido-1), para individualizarla. La tela T-1 consta de tres fragmentos. Corresponde a una manta o envoltorio algo deteriorado, incompleto en el sentido longitudinal (urdimbre) y lateral (trama). Uno de estos fragmentos (el más pequeño) fue donado por la Comunidad de Piás al Museo de la Nación en 1988. Los otros dos se conservan en dicha comunidad. paño número de listas ancho promedio c/u 12 0,5 cm 4 1,0 cm a c D o i g Se trata de una manta fina de algodón blanco y listas pardas anchas variadas. Es una pieza textil en buen estado de conservación aunque algo decolorada por el efecto de contacto prolongado con alguna sustancia orgánica, presumiblemente producida por el proceso autolítico de descomposición de la momia. La pieza consta de tres paños individuales (a, b, y c), cosidos por sus orillas laterales (de trama). Los tres paños fueron cocidos unos a otros con hilo de algodón, en puntadas hilvanas con separaciones de 3 y 4 mm en promedio. Es tejido llano (“plain weave”). La mayor parte de la orilla de la pieza está adornada con un filete o bordado de hijo de fibra de camélido, color rojo, con la excepción de un tramo de aproximadamente 1,30 m en el filo de la “cabeza” de la manta, y las áreas desgatadas o perdidas. Se desconoce la razón de la ausencia de filete rojo en un lado de dicha pieza, salvo que haya faltado hijo o fuera bordado con mucha prisa en vísperas de la ceremonia de entierro. De todas maneras, la pieza no parece haber sido estrenada al momento de su incorporación al fardo. La aplicación o bordado simple en el perímetro de la paño largo (urdimbre) ancho (trama) a 1,69 m 0,60 m b 1,69 m 0,57 m 10 0,5 cm c 1,69 m 0,59 m 12 0,5 cm 5,07 m 4 1,0 cm Total pieza 1,76 m (cabeza) 10 0,5 cm 1,63 m (pie) Trama Urdiembre Fragmento Paño a Paño b Paño a Paño b 1 1,52 m 1,54 m 1,52 m 1,54 m 2 1,28 m 1,27 m 1,28 m 1,27 m 3 0,60 m 0,61 m 0,60 m 0,61 m manta parece un añadido a fin de resaltar su colorido en los remates de la pieza. Dos de los tres paños tienen listas de color pardo en la urdimbre, siguiendo el largo lateral de la pieza. Consta de tres grupos de listas, números y ancho de listados variables, en esta manera: En dibujo adjunto, se ofrece una reconstrucción provisional de la pieza en base a observaciones de sus tres fragmentos. La manta está partida lateralmente, lo que debió producirse ésta, en algunos sectores, putrefacción. Como veremos, el motivo pintado que se observa es uno y se repite. Aunque es imposible reconstruir las dimensiones reales que acusó originalmente esta pieza, es probable que haya sido confeccionada con tres paños independientes, de los que sólo quedan restos de dos. Esta hipótesis se basa en dos puntos: Primero, la distribución de los motivos existentes en las hileras laterales (3 figuras más 1/3 de otra) de espacio para 12/3 motivo más en el tercer paño, supuestamente, faltante; y segundo, el ancho (trama) total, de aproximadamente 2,40 m, resulta bastante extenso para una manta mortuoria, por lo que pudo cumplir la función de decorar algún recinto funerario o alguna pared. En cuanto al largo total de la pieza, no existe testimonio alguno, salvo nuestra sospecha de que no hubiera comprendido mucha más de los que hemos reconstruido. Es decir, que tendría, un largo aproximado de 4,30 m. No podría ser mayor, porque simplemente es difícil manejar una pieza más grande tanto en el telar de cintura como después de su confección, por su longitud y por el peso de los paños que formaban esta manta. Si nuestra reconstrucción hipotética es correcta, la pieza debió constar de tres paños cada uno de aproximadamente L a 2,40 m de largo (urdimbre); el ancho (trama) de cada paño hubiera sido de 82 cm exteriores aproximadamente, incluyendo su franja larga lateral. El paño B, supuestamente el central, mide aproximadamente 75 cm de ancho. Pudo presentar, de haber constituido tres paños, cinco motivos casi idénticos, expuestos horizontalmente (trama) y sumando los que figuran verticalmente (urdimbre), darían un total de 25 figuras iguales para la tela que nos ocupa. Por falta de conocimientos de la fauna local, no nos es posible opinar sobre la identificación de la figura, pintada repetitivamente sobre la superficie de la tela. Podría argumentarse que se trata de una especie de pez (parte delantera) o ave (parte posterior) o una combinación de las dos cosas, exhibiendo plumas (parte posterior) y aletas o patas de tres “dedos”. La cabeza también sugiere que porta una especie de pico de ave. Se podría sugerir que el elemento presente en la parte central del cuerpo corresponde a un ala plegada tomando forma ovoide. La única variación significativa en la figuras, concierne en el sector en la que remata la “cola”, dividida en tres distintos segmentos sugiriendo plumas. En el paño 2, estos segmentos son cinco en la mano izquierda mientras que en la derecha ostenta cuatro, exceptuando lo expuesto en el caso del Fragmento C. En contraste, las figuras en el paño B estás dibujadas a seis separaciones. En los cuadros adjuntos a la presente nota se indican pormenores y medidas de los 3 fragmentos que constituyen el tejido T-1 del Apisuncho, el más extenso y suntuoso. c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 4 7 2 4 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g 2. Tradiciones textiles de Cruzpata valor de los tres vellones (precios de mayo Estos hilos sirven para mantener la distan/ IAIN MACKAY de 1986) era alrededor de I/. 280 000 y I/. cia exacta entre los hilos y conservar su Una de las primeras cosas que llamó la atención a los integrantes de la expedición Antisuyo/86, al llegar al pueblo de Cruzpata (Luya, Amazonas), fue la labor de telar que llevaba a cabo una de las señoras del pueblo. La señora V. Chuquisuta operaba un telar de unos tres metros y medio de largo, tamaño que demandaba un esfuerzo considerable para ser usado, pero que respondía a patrones tradicionales de una considerable antigüedad. La pieza más común producida en este tipo de telar es el poncho, siendo común que para completar una pieza se requieran de tres a cinco semanas de tejido, sin considerar el tiempo requerido para el hilado. El hilado es llevado a cabo generalmente por el grupo de mayor edad, manteniendo así un rol productivo en la comunidad. Para esta faena utilizan la putchanca o puschcana, que es una pieza hecha de caña de bambú o de un tallo duro, a la que se agrega un piruro o contrapeso. Si bien la información que recibimos puntualizaba que el piruro, solo era usado al comenzar el hilado, una anciana en la casa donde nos alojamos lo empleaba durante el proceso. Asimismo, la señora antes citada hacía uso de una rueca de bambú envuelta con lana limpia y cardada, ya preparada para hilar. Hasta donde conocemos, la rueca fue instrumento introducido por los españoles, habiéndosele generalizado y subsistido su uso en el norte peruano. El hilado se hace con mucho cuidado y su calidad y ángulo de torsión es bastante similar a los descritos en el análisis de las piezas encontradas en los sarcófagos del Grupo 11 de Solmal. La confección de un poncho demanda el empleo de tres vellones de oveja, con un peso promedio de dos libras cada una. El 500 000. No pudimos obtener información sobre los gastos que demanda la confección de faldas, chuspas, alforjas y otros tejidos. Hay tintes de diversos tipos, naturales y acrílicos. Entre los primeros figura el que se extrae de la pepa de nogal, chancándola primero con chungo, para luego ser hervida junto con el vellón a ser teñido. Es un proceso que se repite tres veces. Se puede agregar el tinte de una planta llamada ayamanchana. Según nuestros informantes ayuda a espantar a los muertos “para que no lo malogren” (el tejido). Esta tradición respondería a la necesidad de fijar el tinte en el tejido. Los tintes acrílicos o de compuestos químicos son empleados en la confección de faldas, frazadas y listados para los ponchos. Los colores usuales son el naranja, rojo, ocre, crema y blanco, y su aplicación en faldas y frazadas es por lo general después de concluida la labor de tejido. La preparación de la urdimbre suele demorar tan solo medio día, sobre todo en el caso de urdimbres continuas, si el trabajo ha de ser listado, el tiempo requerido se incrementa sustancialmente. Nuestra informante, Basilia Chuquisuta, nos mostró cómo se podía preparar la urdimbre: Primero se clavan en hilera tres estaquillas en el suelo, en una zona protegida por el techo. Se empieza a urdir. Entre la estaca 1 y 2 hay un cruce de hilos donde ha de ir más tarde la callwa o espada. La distancia entre las dos es de más o menos metro y medio y entre las estacas 2 y 3 hay otro cruce, donde se debe colocar más tarde la pieza que comúnmente se conoce como duba o cruzado. Se entrelaza un hilo entre las hebras alternadas de la urdimbre, en las posiciones de las estacas 1 y 3 que viene a formar luego los orillos. orden de posición al momento de transferirlos. Asimismo sirven para mantener una tensión exacta al coloca la urdimbre en las pallkas o pashkas, listones de madera donde se ha de efectuar el trabajo de tejer. Las pallkas suelen ser de ishpingo y más o menos de 55 cm de largo y de sección rectangular. El ancho del telar es 40 cm a 45 cm. Los extremos de estas maderas tienen dientes o ganchos. En la pieza inferior se coloca la washanka o cargadora y el tejido puede ser enrrollado. En la pieza superior se ata una cuerda, conocida como awanawaska que se afirma en un lugar elevado o en un poste. Las listas tiene que ser agregadas mientras se prepara la urdimbre. La descripción que hemos hecho corresponden a un telar básico. Debemos agregar que la pieza conocida como duba o cruzado, una madera de sección circular con un diámetro de más o menos 6 a 7 cm, se coloca delante del primer cruce y a solo unos centímetros se adjunta la illwa o lizo, con su illwakaspa respectivo. Este último elemento sirve para intercambiar partes de hilos de la urdimbre y dejar separados los impares en otro nivel. Debajo del illwa se coloca la callwa o espada, la pieza más cotizada de todo el telar. Suele ser de madera muy fina y de alta calidad, por ejemplo de chonta; antes de usarla se le cubre con cera de esperma. La callwa sirve para ajustar el hilo después de facilitar del minemaykuna o lanzadera por las caladas. Para esto la callwa se pone de lado al operar simultáneamente con la illwa. Así, poco a poco, trama por trama se agrega el hilo para formar la tela. Una pieza que puede utilizarse también como parte del telar es el timbillo; un pe- L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 4 9 Los términos empleados en relación a los elementos que comprenden el telar de Cruzpata provienen en su mayoría del quechua y difieren de los utilizados por ejemplo en Celendín, tal como puede apreciarse en la tabla comparativa de voces que registra la presente lámina (Mackay 1989a, 1989b, 2003a, 2003b; Mackay y Gabra-Sanders 1988). 1 2 3 4 5 6 8 9 10 2 5 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n dazo pequeño de madera con clavos en ambos extremos y una cuerda que lo une por encima de la tela. Se le emplea tirando la madera hacia abajo, generando así una tensión constante, y manteniendo parejos los extremos de la tela a medida que esta se va tejiendo. En el lugar la técnica empleada siempre es llana y por lo general bastante fina (a veces, repe). El trabajo requiere mucho esfuerzo y suele ser responsabilidad femenina, por eso se permite a la mujer coquetear mientras trabaja; según la señora Presentación Ángeles, de Luya Vieja, y el señor Víctor Chuquisuta Ángeles de Cruzpata. El hombre, si bien no trabaja en el telar ayuda con el acabado y cosido de las dos piezas que por lo general constituyen el poncho. D o i g Se compra ribete blanco, crema u ocre, de unos tres centímetros de ancho, en los pueblos de Lamud y Luya. El ribete se pone en los bordes y el espacio dejado para la cabeza se cose a máquina. El poncho queda concluido luego que el hombre coloca borlas y trenzas como ornamento final. La combinación de los colores y, en especial, las listas de los ponchos, sirve para distinguir a los distintos pueblos. En el caso de Cruzpata, sus colores típicos son blanco, rojo, ocre, naranja y marrón oscuro, presentados en una secuencia de bandas. Este mismo patrón ha sido reputado como característico de la región de Lamud y Luya. Como información complementaria se puede agregar lo siguiente: 1) Las técnicas empleadas en el tejido corresponden muy cercanamente con las piezas arqueológicas analizadas; 2) Los términos locales en su mayoría quechuas empleados en el telar y en el proceso del tejido, sólo tienen validez regional, difiriendo de los utilizados en Cajamarca, Chota, Celendín o Chachapoyas. Sólo la palabra kallwa escapa a esta condición local. La palabra illwa se transforma en illawa en otras regiones; mientras que palka o awapallka sólo tienen igual significado en una zona tan distante como Ayacucho. Cabe indicar que el uso del quechua es cada vez más limitado en la región, pero aún se mantiene vigente en la tradición textil. Izquierda:unco o camisón sin mangas procedente de la Laguna de las Momias de clara factura chachapoyas, como se desprende por el motivo iconográfico de la faja central inspirado en algún arquetipo similar a la imagen de las pachamamas del Gran Pajatén (Foto: Cortesía AFP INTEGRA / Jorge H. Esquiroz). Derecha abajo: dos figuras del unco referido presentadas en ampliación (Fotos: Heinz Plenge / Cortesía: Concesionaria IIRSA Norte). Derecha arriba: dos telas chachapoyas procedentes de La Laguna de las Momias. En la de la izquierda van representados rostros humanos estilizados en los que destacan boca y nariz (Expedición Chachapoyas, mayo-junio 1997 / Fotos: Michael Tweddle). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 5 1 III. Metalurgia Objetos de metal en los que pudieran advertirse rasgos propios de artesanos chachapoyas no son conocidos. El implemento de bronce que nos fue mostrado en Cocochó, localidad cercana a Camporredondo (Luya), corresponde a la parte cortante de un hacha, a la que le falta el indispensable mango de madera sin el cual no podía cumplir su función. Al parecer el hacha de bronce de Cocochó es de factura inca y acaso fue importada a tierra de los chachapoyas cuando esmetalurigtos fueron incorporados al Incario. En el contexto expuesto debemos recordar que los personajes chachapoyas tallados en madera que penden de un mausoleo del grupo Los Pinchudos cercanos a Pajatén, así como la figura humana tallada en alto relieve de Tinyash conocida por los lugareños como Apu, llevan un símbolo que recuerda la figura de un hacha que aparece colocada boca abajo y adornada con un redondel al centro. Como quiera que las mencionadas esculturas antropomorfas son de factura chachapoyas, hachas metálicas en ese territorio —como la de Cocochó— bien podrían, en principio, haber sido obradas en el escenario de dicha cultura siempre y cuando ese símbolo no aluda a un arreglo conformado por un manojo de plumas sujetado en la frente. En realidad el tema abre un abanico de probabilidades, por ejemplo la posibilidad de una importación de hachas de metal por los chachapoyas con anterioridad a su incorporación al Incario. Con todo, lo cierto es que simplemente no tenemos noticia de la presencia de hachas metálicas similares a las de Cocochó en otros sectores del área ocupada por la cultura Chachapoyas. de objetos metálicos que denoten ser obrados por gente chachapoyas, sorpresivamente fueron dados a conocer dos vasos de plata. Los mismos fueron identificados por los arqueólogos Lorenzo Risco y James M. Crandall en 2015 en el complejo arqueológico de Purunllacta-Soloco (Crandall y Risco 2015). Ambos artefactos presentan un magnifico estado de conservación. Siendo de plata brillan ahora luego de haber sido sometidos a trabajos de mantenimiento por el restaurador Marco Seclén Fernández, de acuerdo a lo dispuesto por el director del Museo Arqueológico Nacional Brüning de Lambayeque, doctor Carlos Wester La Torre. Vasos ceremoniales metálicos como los antes mencionados y que lucen forma cónica, y que van decorados con imágenes elaboradas mediante la técnica del repujado, eran elaborados en tiempos del Incario, particularmente en la región del Cuzco. Se les confeccionaba de plata, como los de Purunllacta-Soloco, pero también de oro. Se les conoce con el nombre de aquillas. Recipientes en forma de un vaso eran también fabricados en madera. Son conocidos como kheros. En el Incario eran utilizados tanto aquillas como kheros en el marco de libaciones ceremoniales. Por ejemplo, para pactar acuerdos o para brindar con el Sol, si reparamos en dibujos de Guaman Poma (ca. 1600, fs. 100, 149, 242, 246, 258). El Astro Rey debió personificar a la divinidad suprema, una especie de Dios del 1. Las aquillas de Purunllacta - So- Agua materializada en ciertas montañas, loco como se desprende de diversos dibuLuego de las disquisiciones anterior- jos del cronista citado (Guaman Poma, mente anotadas, en torno a la ausencia ca. 1600: fs. 238, 240, 261, 264, 266, 268, Valga recordar en este contexto que hachas metálicas son comunes prácticamente en todas las latitudes en que floreció la civilización que tuvo su desarrollo en el Área Inca, menos en la de Chachapoyas. Se trata de una herramienta universalmente empleada. Implementos de ese tipo eran similares en cuanto a su morfología debido a la función que desempeñan. Por ello están dotados de dos prominencias laterales presentes en el extremo superior de la parte cortante. Estos aditamentos permitían atarlo a un madero para que así pudiera cumplir con su cometido de herramienta, esto es poder dar hachazos; con excepción ciertamente de las hachas de mano, de piedra, que también las hubo entre los chachapoyas dado su carácter de implementos de difusión universal presentes desde los más remotos tiempos de la humanidad. Lo expuesto hasta aquí permite inferir que para talar los bosques y ganar áreas cultivables, los chachapoyas debieron valerse de hachas de piedra sujetadas a un mango y no de las elaboradas en metal. Luego de ser utilizadas y afiladas una y otra vez, estas herramientas perdían su filo y terminaban siendo descartadas. Muestras de hachas de piedra, facturadas por los chachapoyas, las hay con cierta abundancia, siendo las que conservan su filo las que de preferencia son coleccionadas y se exhiben los museos (Parte Quinta, cap. IV, pag. 258 / abajo). 2 5 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n 1 1. Sector de Purunllacta-Soloco, conjunto arqueológico donde fueron encontrados los dos vasos de plata conocidos en el Incario con el nombre de aquillas. 2. Las dos aquillas tal como fueron halladas, embutida una en la otra. 3 y 4. La limpieza y conser vación de las mismas fueron ejecutadas en el Museo Arqueológico Nacional Brü3 ning que dirige Carlos Wester La Torre; estuvieron a cargo de Marco Seclén del citado museo, quien ejecutó la tarea con laudable esfuerzo y depurada técnica. Las aquillas fueron devueltas a la Desconcentrada de Cultura de Chachapoyas, donde el autor tuvo el privilegio de 270, 272). Sin duda también se les emexaminarlas (Fotos: Corte- pleaba en los brindis-rituales conocidos sía Carlos Wes- como tincamientos [t’inka=encuentro]. ter La Torre). Esta práctica ritual realizada todavía subsiste al presente y aparece generalizada en el sur cordillerano del país. Es sobre todo ejecutada utilizando kheros, probablemente dado que desde el tiempo de la conquista aquillas de oro o de plata encierran valores pecuniarios por lo que debieron terminar fundidas. El ritual consiste en humedecer dos dedos de la D o i g 2 4 mano en la chicha depositada en el khero. Luego, entre un murmullar de rezos y peticiones y usando para ello el pulgar y el dedo medio, el líquido es asperjado en dirección a un apu. Esto es apuntando a un cerro determinado, considerado sagrado por cuanto se presume que en este se guarece o materializa la divinidad tenida como suprema: una especie de Dios del Agua. Se presumía que esta gobernaba sobre los fenómenos atmosféricos y de este modo sobre la produc- ción de los alimentos. En este contexto todavía al presente se le ofrece dádivas, conocidas como despacho. La Pachamama o Diosa Tierra también recibía y sigue recibiendo veneración y tributo. Al ritual correspondiente se le conoce como alcance. Consiste en derramar una pequeña porción de líquido sobre la tierra, ritual que se efectúa particularmente durante el periodo de siembra (Kauffmann Doig, 1992a: 198-199). Mientras que las aquillas y los kheros de L a prosapia incaica eran decorados con representaciones abstractas, los que siguieron elaborándose con posterioridad a la irrupción europea —casi durante un siglo— fueron decorados con elementos figurativos (Cummins, 2002, 2004). Otra diferencia que registran los kheros inca-coloniales, es que las imágenes son resaltadas en vivos colores, gracias a la aplicación de la técnica del encausto, importada de allende el océano. La misma consiste en elaborar una pasta de óxidos de minerales, que molidos y mezclados con colorantes y cera de abeja son alojados en diseños previamente excavados en la madera (Chávez Ballón, 1984; Kauffmann Doig, 2002b, vol. VI: 890-892); así dan la sensación de estar esmaltados o, con mayor propiedad, laqueados (Nordenskiöld, 1931: Apéndice 2). Los kheros coloniales y como debemos suponer por igual las aquillas, además de representar escenas propias de los tiempos postconquista española en los que se vivía por entonces, graficaban sobre todo cuadros que revelan nostalgia de ese mundo que iba quedando atrás. Por ejemplo, visiones en la que son representados un inca y su coya debajo de un arcoíris y en cuyos extremos aparecen sendas cabezas de un felino que sin duda alude al mítico qhoa (Kauffmann Doig, 2002b, vol. 5: 756-760; 2012a; 2016c). La elaboración de este tipo de cuadros, inspirados en la nostalgia, la debieron propiciar los descendientes de la nobleza cusqueña. Es de destacar la propuesta que señala que la comarca de Vilcabamba se constituyó por entonces en un centro de producción de kheros de la índole expuesta, por cuanto en ese territorio descendientes de los incas siguieron luchando contra los intrusos, ilusionados con restaurar el Incario (Ziólkowski, 1979). Todavía más, las escenas c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 5 3 Las dos escenas presentes en cada aquilla retratan parejas asidas de la mano (Fotos y dibujos: Marco Seclén / Cortesía: Carlos Wester La Torre). Escena 1 Escena 2 Escena 1 Escena 2 Escena 3 Escena 4 Escena 3 Escena 4 2 5 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n que muestran a combatientes incaicos luchando contra amazónicos, que se defendían con arco y flecha, deben corresponder o por los menos aludir a tropas incas que se aventuraban hasta los linderos donde moraban los amazónicos, con la finalidad de capturar gente y engrosar así la tropa de Manco Inca o de alguno de sus descendientes acantonados en la comarca de Vilcabamba en su lucha de resistencia contra los españoles (Kauffmann Doig 2013b, vol. 2: 750-800). Los dos recipientes hallados en Purunllacta-Soloco 2015 por Lorenzo Risco y James Crandall, acusan similitudes generales en cuanto a su forma, tamaño y peso. Como quedó señalado , Marco Seclén Fernández, restaurador del Museo Arqueológico Nacional Brüning de Lambayeque, tuvo a su cargo los trabajos de mantenimiento de las dos aquillas. Su informe incluye una minuciosa descripción tanto de los vasos de plata como de las imágenes que van representadas en ambos (Seclén, 2015). Del informe de Marco Seclén —al que tuvimos acceso gracias a una copia que tuvo la gentileza de hacernos llegar el director del Museo Arqueológico Nacional Brüning de Lambayeque, Carlos Wester La Torre—, extractamos las medidas de ambos vasos de plata. Para ello, siguiendo a Seclén hemos de calificar los dos recipientes como Aquilla A y Aquilla B, recordando que al momento del hallazgo la primera contenía a la segunda. La Aquilla A pesa 152,8 gramos, alcanza una altura de 112 milímetros, un diámetro máximo de 117 milímetros en el sector superior del recipiente y 63 milímetros en su base; el espesor de la lámina oscila alrededor de 0,8 milímetros. En cuanto a la Aquilla B, la misma pesa 154 gramos, alcanza una altura de 109 milímetros, un diámetro máximo de 112 milímetros en el sector D o i g superior del recipiente y 60 milímetros en su base (Seclén, 2015: 1-2, 13-14). Ambas aquillas van decoradas con figuras en relieve alto, logradas mediante la técnica del repujado, procedimiento que es descrito en detalle por Luisa Vetter Parodi (2013). Estas aquillas son vasos de plata en alto grado similares, lo que se percibe no solo en cuanto a su forma y tamaño, sino también en la disposición y aún la semejanza de las figuras que incorporan. En cada aquilla se observan cuatro paneles rectangulares separados por gruesas bandas verticales, las mismas que aparecen rodeándolas y ocupando algo menos que el tercio superior del espécimen. En cada panel es perceptible una pareja de personajes, varón y mujer, asidos de la mano. Los personajes recuerdan a dignatarios incaicos representados en kheros o vasos ceremoniales de madera, de factura pos- La ceremonia de tincamiento (t´inka = encuentro ritual) en el Incario, en un dibujo de Guaman Poma (ca. 1600, folio 149). Como se aprecia en este ritual se solía originalmente utilizar dos recipientes. Sigue practicándose en parajes altoandinos, pero con sólo un k´ero o vaso de madera y no dirigido al sol sino a ciertos cerros sagrados conocidos como apus y a los que se les ruega sobre todo por buenos temporales. También el ritual incluye a la Pachamama o tierra labrable o labrada; pero no ya asperjando con dos dedos el líquido (chicha) sino derramando sobre la tierra porciones del mismo (Kauffmann Doig, 2002b, V, pp. 778-779). tincaica. Particularmente a los elaborados a partir de la segunda mitad del siglo XVI, y tratados mediante la ya mencionada técnica del encausto introducida con la conquista española. Pero a la vez recuerdan en algo a personajes chachapoyas como los de la escena pintada en la pared interior de un recinto presente en el conglomerado arquitectónico de San Antonio (Kauffmann Doig, 2013: 323325; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 439-444). Concluimos, con otros colegas, que las dos aquillas procedentes en Purunllacta-Soloco son de factura colonial temprana. En cambio, no compartimos el supuesto que las mismas hayan sido manufacturadas por gente chachapoyas. Podría haberse dado el caso de que algún orfebre de la región del Cuzco fuera ordenado a trasladarse a territorio chachapoyas, cuando este ya formaba parte del Incario o Tahuantinsuyo, y que poco después a la ocupación española haya confeccionado las aquillas. Aquello en atención a que -como ya lo han advertido otros colegas-, dos de los personajes masculinos representados portan sombrero al parecer de tipo español de la época. Con todo también es de presumir que las aquillas de Purunllacta-Soloco provengan de una importación de tiempos en que los chachapoyas ya habían sido incorporados al Incario. Estando el autor en Chachapoyas en 2016, el Director de la Desconcentrada de Cultura-Chachapoyas José Trauco Ramos le fue permitido examinar con fugacidad las aquillas. A su persona se le debe una primera nota sobre las mismas (Trauco Ramos 2016). La experta en metalurgia prehispánica Luisa Vetter, es también autora de un comentario sobre las aquillas descubiertas en Purunllacta-Soloco (Vetter Parodi 2016: 129-130). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 5 5 IV. Escultura en piedra El arte lítico practicado por los chachapoyas se expresa básicamente a través de tres formas. La primera se refiere a obras propiamente escultóricas, mejor dicho a piezas que representan una figura humana o de un animal; a este grupo pertenecen también las llamadas cabezas clavas como las de Pajatén, Uchucmarca y otras. La segunda corresponde a lo que comúnmente se denomina monolito, esto es a piedras prismáticas rectangulares, sobre las que en uno de sus planos, aparecen talladas en alto relieve motivos figurativos o geométricos. La tercera forma en que se manifiesta el arte lítico corresponde a lo que se denomina petroglifo, tema éste en el que nos limitaremos a comentar tan solo algunos ejemplos sobresalientes. 1. El monolito antropomorfo de La Jalca Louis Langlois (1939) informa acerca de lo que debió ser un monolito de más de 1,50 metros de alto, cuya cabeza iba coronada por un tocado que le recordaba a las astas de un ciervo. Examinó esta piedra en la antigua hacienda Chuemal (sic.), en la zona de Vituya. Posteriormente otra pieza similar fue fotografiada por Víctor Zubiate (1984) en Shoymal. La misma fue publicada años después en dibujo por Hans Horkheimer (1959). La escultura pétrea más espectacular la representa un monolito antropomorfo de 62 centímetros de altura, que conserva o conservaba don Víctor Zubiate Zabarburu en la ciudad de Chachapoyas. Se estima que procede del distrito de la Jalca Grande. Representa a un personaje desnudo, Monolito de personaje desnudo. En la frente lleva amarrado el símbolo tumi (=hacha) colocado boca abajo, en forma similar al que exhibe el Apu de Tinyash y los dignatarios tallados en madera del sitio funerario de Los Pinchudos (véase pág. 257). De acuerdo a Víctor Zubiate Zubarburu, procede de La Jalca o La Jalca Grande, y según Hans Horkheimer de Soloco (Foto: Federico Kauffmann Doig). 2 5 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g sentado y por lo mismo con las piernas encogidas, posición que recuerda a las que acusan las figuras antropomorfas talladas en madera que cuelgan de uno de los mausoleos del grupo conocido con el nombre de Los Pinchudos. El rostro, por exhibir mandíbulas prominentes, parece evocar los de los sarcófagos de Chipurik en particular (Kauffmann Doig, 1986b, 1989). Aparte de esta escultura procedente de la Jalca Grande, Víctor Zubiate (1984) publicó en su obra otros ejemplos de monolitos chachapoyas. 2. Monolito de “Los siameses” Un monolito chachapoyas que merece especial atención es el que retrata a “siameses”. Estuvo en poder de don Humberto Arce, en Chachapoyas. Gene Savoy (1970) publicó una fotografía de esta piedra, pero en vano hemos indagado por su actual paradero. De 90 centímetros de alto, esta escultura muestra a siameses desnudos, unidos por sus costados y dotados de un solo genital masculino. El monolito conocido como “Los Siameses” (Foto: Gene Savoy). Monolito de Pumachaca analizado por Arturo Ruiz, sobre el que se representa un felino expuesto en dos mitades, en alto relieve y hacia ambos costados (Cortesía: Concesionaria IIRSA Norte / Foto: Heinz Plenge). 3. El monolito de Pumachaca 4. La escultura de Purunllacta Entre las muestras de litoescultura dadas a conocer por Víctor Zubiate, figura una que se conserva en Pumachaca, en La Jalca Grande. La misma fue presentada con anterioridad por Louis Langlois (1939) y debe notarse que no es una escultura propiamente dicha. Se trata de un pedrón sin labrar, en cuyo costado aparece representado en alto relieve la figura de un felino, cuyo lomo es atravesado por un canal. Arturo Ruiz Estrada (s/f, 2013: 308-310) ha descrito esta piedra, cuyo volumen ocupa casi 4 metros cúbicos y recoge valiosa información etnográfica relacionada a este ejemplo de litoescultura chachapoyas que confirma la especial importancia que tenía el culto al agua entre los antiguos peruanos. De acuerdo a Ruiz, el pedrón mide 0,95 metros de alto, se extiende a lo largo por 2,10 metros y alcanza 1,93 metros de ancho el largo del canal, siendo su longitud “de 1,55 m, con 0,10 m de profundidad y 0,20 m de ancho”. Otra litoescultura chachapoyas procede del complejo arquitectónico de Purunllacta, la misma que fue descrita por Peter Lerche (1995). Tampoco se trata de una escultura propiamente dicha ya que el cuerpo del animal solo es insinuado Monolito identificado en Purunllacta y dado a conocer por Peter Lerche. Representa un felino con patas que rematan en garras, que a su vez se transforman en la cabeza de una serpiente que circunda una testa humana (Dibujo: Peter Lerche). L a 1 Muestra elocuente del símbolo tumi (=hacha) presente en la frente de dignatarios (véase pág. 255, 264). 1. En una testa chachapoyas esculpida en piedra (Cortesía: AFP INTEGRA / Foto: Jorge H. Esquiroz); 2. En una talla chachapoyas presente en el grupo de mausoleos de Los Pinchudos, cercanos al Gran Pajatén (Foto: Federico Kauffmann Doig); 3. El mismo símbolo en la frente del Apu de Tinyash (Expedición Chachapoyas 1982 / Foto: Gustavo Siles). 3 c u l t u r a 2 C h a c h a p o y a s - 2 5 7 1 2 Muestrario de esculturas y her ramientas c hac hapoyas: 1. Monolito grabado con motivos lineales simbólicos, procedente del sitio arqueológico de Israel, Pucarumi o Puka Rumi (Cortesía: Keith Muscutt). 2. Monolito dado a conocer por Keith Muscutt. Retrata al parecer el símbolo ola (=agua), remarcándolo repetidas veces (Foto: Keith Muscutt). 3 3. 4. y 5. Muestras de litoescultura c hac hapoyas: cabeza clava del sector La Joya (Foto: Keith Muscutt), cabeza clava del Gran Pajatén (Foto: Pedro Rojas Ponce), monolito con rostro humano procedente de Chivane o Pirca Pirca (Foto: Keith Muscutt). 6. Muestrario de instr umentos pétreos, tales como tumis, hachas y una porra estrellada (Museo Chachapoyas / Foto: Federico Kauffmann Doig). 6 4 5 L a por la forma del pedrón. En cambio la cabeza sí aparece tallada y representa claramente la de un felino. Su boca, en actitud amenazante, deja entrever sus fieros colmillos. Alrededor del cuello lleva un collarín, decorado con uno de los motivos mágico-religiosos clásicos presentes en la cultura Chachapoyas. Aquel conformado por dos líneas en zigzag entrelazadas, las que dan lugar a la formación de rombos sucesivos. En la superficie de lo que conforma el cuerpo del animal aparece tallado en alto relieve un rostro humano, que va rodeado por un motivo serpentiforme cuya cabeza pareciera simular al mismo tiempo la pata delantera del felino. 5. Los petrorrelieves de Uchucmarca Diversos monolitos fueron fotografiados por Keith Muscutt en 1981 durante sus exploraciones en territorio de los antiguos chachapoyas (Muscutt, 1987, 1998). Particularmente los presentes en la provincia de Bolívar, donde se ubica el distrito de Uchucmarca y en el que abundan petroglifos. Varias fotografías de monolitos de la región fueron facilitadas al autor (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 399-401; Kauffmann Doig, 2009: 192-193). Por su parte Abel Vega Ocampo (1977) ha examinado una cantidad apreciable de petrorrelieves del área de Uchucmarca. Seguidamente un extracto de una publicación suya en la que figuran diversas muestras de petrorrelieves, con dibujos profesionales de las mismas debidas al artista Manuel Sánchez Vera (Vega, 2003 pp. 403-405). º Petrorrelieves chachapoyas en el área de Uchucmarca / ABEL VEGA OCAMPO Esculturas en piedra abundan en la provincia de Bolívar, que antiguamente formó parte del territorio de los antiguos Chachapoyas. El petrorrelieve es c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 5 9 un elemento asociado a conjuntos arquitectónicos. Los motivos son de tipo antropomorfo y zoomorfo. Las técnicas de elaboración difieren. El material empleado fue la laja, de dos colores, gris claro y rojo pálido. Las piedras eran blandas por lo que permitió que sean laboradas con facilidad y a la perfección. Estas obras de arte proceden de Shuedén, Pueblo Viejo, Pomio, Pirca Pirca, Quillcaipirca, Ino, Mailora, El Lirio en Bambamarca, etc. El material utilizado era acondicionado para representar una forma rectangular. Las dimensiones de las esculturas son aproximadamente entre 40 y 80 cm de largo por 20 y 30 cm de ancho, y su espesor suele alcanzar de 10 a 15 cm entre los relieves, que en algunos casos son más pronunciados que en otros. Las representaciones en relieve suelen ocupar un solo lado de la piedra, el de mayor ancho, en muy pocos casos hay representaciones en ambas caras de la piedra. Petrorrelieves de la región de Uchumarca, examinados y publicados en dibujo por Abel Vega Ocampo. 2 6 0 Petrorrelieves de Nunamarca, en las inmediaciones de Chilia. Originalmente estaban encajados en los muros, como puede apreciarse en la foto superior izquierda (Cortesía: Dr. Emilio Morillo Miranda / Fotos: José Chávez Escalante). *** El estudiante de arqueología Federico Mosna (Inf. per. Trujillo / Mayo 2017) advierte que formas de cerámica Recuay aparecen asociadas al sitio arqueológico de Nunamarca, en las inmediaciones de Chilia. Aquello no hace más que confirmar que la cultura chachapoyas se desarrolló partiendo de raíces andinas y que en su sector sureño mantuvo contactos con culturas cordilleranas vecinas (véase pp. 31-38, pp. 119?, pp. 237-240?). - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 6 1 La piedra con grabaciones más notable del sitio conocido como La Pitaya o Caclic. Fue trabajada mediante abrasión, técnica que permitió destacar figuras de animales y personas (Expedición Chachapoyas 1984 / Foto: Federico Kauffmann Doig). 6. Los petrorelieves de La Pitaya La Pitaya es el nombre de un peñón situado cerca del puente de Caclíc, sobre la margen derecha del río Urubamba. Su nombre deriva de un síncope o abreviatura de pitajaya (Hylocereus spp.), una cactácea particularmente endémica en el área. Entre los petrorrelieves presentes en el barranco destaca uno por sus grandes dimensiones y que precisamente es el que se conoce con el nombre de La Pitaya. Estos petrorrelieves forman parte del peñón de este nombre; es decir, no se trata de un sillar decorado en una de sus caras o de un monolito, como los descritos en páginas anteriores. Más bien esta circunstancia lo singulariza. Hans Horkheimer (1959) publicó una fotografía del monumental petrorrelieve de La Pitaya, que le fue proporcionada por Víctor Zubiate, quien también la publicó (Zubiate 1984). La expedición conducida en 1986 por el autor hacia el sitio arqueológico de Tingorbamba, se detuvo en Caclíc a fin de examinar y calcar el petrorrelieve de La Pitaya. Éste se extiende a lo largo 9 metros, con las figuras en alto relieve. Se trata de imágenes zoomorfas que rodean figuras humanas. Éstas son presentadas de frente, mientras que los animales van de perfil. Fueron plasmadas mediante abrasión o limando áreas colindantes a las líneas que conforman la silueta de las figuras, para que así resalten en alto relieve sobre una superficie más o menos plana. 7. Monolitos varios En la ciudad de Chachapoyas se conservan diversos ejemplos de la lítica. Los más representativos fueron originalmente acarreados al lugar con el objeto de adornar locales públicos y casas par- ticulares. El actual museo de la localidad guarda valiosas muestras de la litoescultura chachapoyas. En la localidad de La Jalca se conservan piedras con figuras en alto relieve, sin que se conozca el sitio exacto de su procedencia. Al presente algunas de éstas adornan la entrada del cementerio de aquella localidad. También en la torre de la iglesia se observa un monolito en el que va representado un rostro, por igual en alto relieve, que los pobladores del lugar estiman retrata a Juanito, el mítico constructor de la torre. Por lo mismo esta talla debe proceder de tiempos posteriores a la irrupción europea, trabajada empero siguiendo técnicas tradicionales. En la iglesia de Lamud y en algunas de otras localidades de la cuenca del Utcubamba, se utilizan recipientes arqueológicos de piedra, destinados a depositar agua bendita. Son de tono oscuro y fue- 2 6 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g 2 1 Petrorrelieves chachapoyas en un camposanto levantado luego de la irrupción europea. 1. Portada del cementerio de La Jalca. 2. y 3. Sus muros fueron decorados con petrorrelieves (Fotos: Federico Kauffmann Doig). 1. Decoración mural chachapoyas acondicionada hace siglos, durante la construcción de la iglesia de La Jalca (Foto: Federico Kauffmann Doig). 2. En un muro de la torre de la iglesia de La Jalca aparece incrustado un sillar con la figura de una persona en relieve que levanta los brazos. La tradición indica que es un retrato del mítico Juan Osito, que habría tenido un rol importante en la construcción de la sólida torre debido a sus fuerzas hercúleas heredadas de su padre, un oso que raptó a una campesina. Este relato aparece ampliamente difundido en territorio de los antiguos chachapoyas y fue recogido, entre otros estudiosos, por Napoleón Culqui Valdez (Foto: Federico Kauffmann Doig). 1 ron esculpidos y pulidos esmeradamente. Se trata de fuentes, provistas por lo general de asas que suelen representar una cabeza zoomorfa. En otros casos esta cabeza es humana y de rostro achatado, que recuerda a los mascarones de los sarcófagos chachapoyas. Langlois (1939) fotografió uno de estos platos de piedra en Lajasbamba. Estaba decorado con rombos de doble línea, a semejanza de 3 2 los motivos presentes en la arquitectura de Kuélap, de Olán y de otros sitios chachapoyas. También fueron elaborados morteros decorados en relieve con serpientes onduladas y dotados de asas esculpidas con cabezas de felinos, como puede advertirse en el ejemplar que conservaba en Lima la chachapoyana señora Catita Mas. Sin embargo, al analizar esta muestra ob- servamos que delata claramente ser de estilo incaico. Varias otras muestras del arte lítico chachapoyas no mencionadas en el presente libro, tal como el monolito de La Congona, han sido dadas a conocer por Carlos Gates (1976, 1997), Arturo Ruiz (1985; 2013b), así como por el autor (Kauffmann Doig, 2009: 190-196; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 396-405). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 6 3 V. Tallas en madera y en hueso En cuanto a tallas de madera, éstas son por lo general de factura sencilla y van asociadas a sepulturas, como pudimos advertir particularmente en el caso de los mausoleos de la Laguna de las Momias durante la primera expedición que condujimos al sitio en 1997 con los auspicios del Instituto Nacional de Cultura y de PROMPERU (Kauffmann Doig, 1997, 1999c). Las mismas revelan ser “tabloides”, en las que prácticamente sólo destaca el rostro humano. En ocasiones estos van pintados. Sin embargo no todos están pintados. Tal el caso de las tallas en madera asociadas a un mausoleo presente en el sitio de Los Pinchudos, cercano a Pajatén. En efecto, contrariamente a las tallas antropomorfas chachapoyas mencionadas, confeccionadas de modo sencillo, las de Los Pinchudos son esculturas de madera talladas esmeradamente a la redonda; al igual que las identificadas en la huaca Arcoíris en Trujillo por Richard Schaedel (1951: 404), las desenterradas en Tacaynamo por Francisco Iriarte (1976) o las descubiertas en los últimos años en el Palacio Velarde de Chan Chan. Como veremos oportunamente, desde un punto de vista iconográfico, de especial valor es el tablón con figuras talladas procedente de Chilchos, dado a conocer y analizado por Peter Lerche (1995). 1. Tallas antropomorfas tabloides Tal como señaláramos, las tallas “antropomorfas” chachapoyas elaboradas a partir de un madero tabloide, son de factura elemental. En estas es representada una cara humana con mandíbulas prominentes, como si evocaran las que portan los mascarones de los sarcófagos de Karajía. El cuerpo apenas es resaltado, por lo que frecuentemente la talla se reduce a una cabeza humana con insinuación del busto y que se prolonga en forma de una estaca. Tal vez esto se deba a la función que se asignaba a estos objetos, al ser clavados en el suelo para que permanecieran de pie, quedando así solo visibles la cabeza y el busto. Pero estas tallas “antropomorfas” podrían haber estado origi- nalmente cubiertas con vestimentas, lo que aclararía el hecho por el cual el cuerpo no era labrado. Y es que la práctica de arropar figuras humanas se presenta aquí y acullá en el Área Inca. Así, por ejemplo, en el Incario eran arropados objetos de metal en miniatura, labrados con forma humana (Reinhard, 1985, 1992). Aquello sucede también en Chancay, con representaciones antropomorfas plasmadas en cerámica (Carrión, 1951). Por igual en la cultura Tiahuanaco-Huari o Wari, si consideramos la forma del fardo funerario sobre el que aparecer una “cabeza falsa”. También va representada en una escultura de piedra procedente de la región de Ica (Kauffmann Doig, 1980b: 402), en la que solo destaca la cabeza y el bulto que alude al cuerpo, quedando de este modo los hombros insinuados. Abundando en este tema, los Agustinos (c. 1557: 33, etc.) refieren que encontraron un ídolo tallado en bulto y ataviado con vestiduras. 2. El madero “Los Gavilanes” Peter Lerche (1995: 68-75), ha descrito y analizado un tablón en el que resaltan figuras talladas. Se conserva en la localidad de Chilchos y procede de la cueva de Los Gavilanes. Lerche (1995: 68) repara en que la fragmentería de cerámica que recogió en esta cueva no revela influencia incaica. En el referido tablón, Lerche identifica la figura central, de cuerpo zoomorfo, como la de un caimán Lagarto Blanco (¿Caiman crocodylus?). La figura zoomorfa es presentada en actitud de devorar a otro animal. Consideramos que más que un caimán, en esta talla podría estar repre- Dos tallas de madera de función funeraria p ro c e d e n t e s de la Laguna de las Momias. El trazo de las caras es similar al de los purunmachus de Karajía. El cuerpo es apenas insinuado puesto que estas figuras debieron ser encajadas en el fardo funerario o tal vez en el suelo para lucir verticalmente (Foto: Federico Kauffmann Doig). 2 6 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g El madero de Los Gavilanes en la localidad de Los Chilchos (Dibujo-Cortesía Peter Lerche). sentado un felino, si tenemos en cuenta que los caimanes no muestran grandes colmillos como sí los felinos. Lo que sucede es que desde que el gran peruanista John H. Rowe (1962) señaló que la figura esculpida en el Obelisco Tello de Chavín representaba a un caimán, los estudiosos continúan identificando caimanes en la iconografía del Área Inca, cuando este animal, si bien habita no solo en la Amazonía sino también en el extremo norte del país, no era objeto de culto entre los antiguos peruanos, puesto que de otro modo habrían representaciones evidentes de este animal (Kauffmann Doig, 1995; Kauffmann Doig y Gonzales, 1993). De interés en la talla en Los Gavilanes, son también las figuras antropomorfas que flanquean el motivo zoomorfo. Dan la sensación de estar afiliadas al mismo estilo en que fueron elaboradas las esculturas de Piquillacta, esculpidas en sodalita y que se asignan a la etapa Tiahuanaco-Wari o Wari. Talla de madera que imita las esculturas en miniatura del Cuzco, propiciatorias de buenas condiciones climáticas y cuya oquedad en el lomo era untada —entonces y aún ahora— con sebo de camélidos (Procede de la Laguna de las Momias (Cortesía: AFP INTEGRA / Foto: Jorge H. Esquiroz). Tres tallas en madera de función funeraria.procedentes de la Laguna de las Momias representan rostros humanos con el símbolo tumi (hacha) en la frente, o un arreglo plumario que repetía aquella forma (véase pág. 257). Fueron una especie de estacas clavadas en el suelo, o tal vez eran encajadas en la parte superior de los fardos funerarios (Cortesía: AFP INTEGRA / Foto: Jorge H. Esquiroz). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 6 5 3. La talla en hueso y su relación ta del hueso de un animal que recuerda la fotografías de cinco objetos tallados en con el arte textil figura de un ave con las alas extendidas. hueso; al parecer todos utensilios usados Muestras de tallas en hueso chachapoyas fueron ya dadas a conocer por primera vez por Louis Langlois (1939). Por lo general se trata de utensilios empleados en el arte textil, que fueron decorados con motivos emblemáticos mediante incisiones. Un caso especial lo constituye el espécimen identificado en Karajía. Se tra- De la Laguna de las Momias proceden igualmente varios ejemplos de flautas de diverso tipo, confeccionadas con hueso de animales o de humanos y que estaban decoradas; estos instrumentos musicales constituyen un elemento cultural común a la humanidad en sus tiempos aurorales. El mencionado estudioso francés publicó en el arte textil (Langlois, 1939: 89-90, figs. 54, 55). Remarca que estos especímenes son comunes, lo que lo llevó a considerar que los chachapoyas fueron diestros tejedores. El espécimen 37 de Langlois representa una cara humana en algo similar a algunas de los presentes en las tallas antropomorfas “tabloides” de los chacha- Tallas en hueso procedentes de la Laguna de las Momias. Fueron instrumentos utilizados en el arte textil, decorados con los símbolos del agua (círculos) y del rayo en forma de una M en sucesión (Cortesía: AFP INTEGRA / Foto: Jorge H. Esquiroz). 2 6 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g poyas. Los restantes ejemplares (especímenes 36, 38 y 39) poseen mangos en los que van talladas figuras de aves. En un caso (sp. 38), es representado un mono sentado y con la cabeza apoyada en las manos. Por lo general las tallas van decoradas con motivos emblemáticos diversos, practicados mediante cortes; tal como en los ejemplos identificados en Karajía y en otros sitios chachapoyas. También disponemos de una representación de un ave con las alas extendidas, para lo cual se buscó la forma de un hueso determinado; el espécimen se conserva el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. 4. “Los Pinchudos”: tallas antropomorfas Entre las tallas de madera se debe ponderar las que adornan uno de los sie- UBICACIÓN DE LOS ESLABONES CON FIGURAS ANTROPOMORFAS EN CAMARA FUNERARIA 5 ESCALA 1/25 D E TA L L E D E C U B I E R TA Y U B I C A C I Ó N DE ESLABÓN - CAMARA FUNERARIA 5 ESCALA 1/10 L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 6 7 Las tallas antropomorfas del Mausoleo 5 de Los Pinchudos, asociadas a un grupo de cámaras funerarias cercano del Gran Pajatén. Como puede apreciarse en los diversos planos de esta página y de la anterior, las mismas fueron ancladas mediante un eslabón presente en el sector superior del mausoleo. Repárece que las estatuas van talladas en el mismo tronco en que lo fueron eslabones; sin duda toda una proeza (Expedición Chachapoyas 1989 / Planos: Arq. Roberto Samanez Argumedo / Fotos: Federico Kauffmann Doig). te mausoleos presentes en el sitio de Los Pinchudos, cerca de Pajatén. Se trata de seis tallas antropomorfas que van ancladas en la parte superior del Mausoleo 5 y que cuelgan rodeándolo. Una de ellas fue retirada por manos extrañas antes que nuestra primera expedición accediera al lugar (Kauffmann Doig, 1980a). Estas tallas representan personajes desnudos, puesto que solo portan grandes orejeras y un tocado en forma de un hacha presentada de modo invertido, en cuyo centro destaca un redondel. La nariz va destacada cual si aludiese al pico de un ave. Por su parte, los brazos y las manos descansan sobre el pecho. Las piernas de los personajes aparecen encogidas, como aludiendo a la posición de las patas de un cuadrúpedo, probablemente de un felino. Las partes pudendas son destacadas y en algunos casos se observa el falo erecto, sin embargo, debe subrayarse que no reflejan una escena que pueda llamarse erótica. Por el contrario, quien contempla a los personajes percibe que irradian solemnidad. Originalmente debieron lucir embadurnados, cubiertos con una delgada capa de arcilla blanca, de la que quedan residuos en la parte trasera de algunas de las 2 6 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n tallas. Tal vez la parte frontal de las esculturas lucía detalles coloreados. No lo sabemos, ya que si bien estaban protegidas por el techo de la roca de la gruta que las cobija, ellas estuvieron expuestas a la intemperie durante siglos. El perfecto estado de conservación de las tallas conduce a proponer que originalmente pudieron estar pintadas y protegidas así del intemperismo. El paso del tiempo determinó que la pintura se pierda, acaso como sucedió con las esculturas identificadas en la huaca Arcoíris en Trujillo (Shaedel, 1951: 404), las desenterradas en Tacaynamo por Francisco Iriarte (1976), las descubiertas en el Palacio Velarde de Chan Chan y otras analizadas por Cristóbal Campana Delgado (2009). Originalmente eran seis tallas, pero una de éstas fue retirada de su sitio luego de que la argolla de madera de la que pendía fuera rota a machetazos. La depredación tuvo lugar antes de 1976, año en el que el guía patacino Manuelasho viajó al sitio y constató su desaparición. La escultura depredada fue trasladada al Callao, con miras a ser negociada, y luego se perdió su rastro. Posteriormente, Tomás Torrealba entregó la escultura faltante a la Municipalidad de Pataz. Pero luego que la examináramos, surgió la sospecha de que podría tratarse de una réplica, lo cual fue confirmado por el arqueólogo Francisco Merino luego de examinar la talla detenidamente. Cada una de las esculturas fue tallada en base a un mismo madero. De tal modo que la percha con argolla y talla del elemento escultórico forman parte del mismo tronco. Son por lo mismo indivisibles, salvo que se les separe cortando la madera. Las esculturas retratan a individuos masculinos desnudos que cuelgan de las argollas citadas, las mismas que aparecen encajadas en el extremo superior de la D o i g pared exterior del mausoleo. Como señalamos, los personajes tallados fueron bautizados por nuestros macheteros como “los pinchudos” por presentar los genitales abultados; y es el nombre que hemos utilizado para dar a conocer estos testimonios del pasado ancestral peruano (Kauffmann Doig, 1980a, 2001d: 105-107; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003). Es ciertamente difícil explicar por qué estos “ídolos” se han conservado por siglos, sobre todo considerando el grado extremo de humedad que reina en los bosques amazónicos del flanco oriental de la cordillera andina. No obstante las centurias transcurridas, cuando examinamos las tallas comprobamos que seguían prácticamente intactas, con la madera apenas cuarteada por los cambios de temperatura. Los factores que concurrieron para que se gestase este milagro arqueológico fueron varios. En primer lugar hay que considerar que el techo de la gruta cubría las esculturas de madera y por tanto las protegió de la lluvia y de una larga exposición al sol. En segundo lugar, en la gruta no prospera la vegetación que concentra altos índices de humedad. En tercer lugar, las tallas fueron originalmente recubiertas por una delgada capa arcillosa. En cuarto lugar, la madera fue seleccionada según su dureza y resistencia frente a la obra destructora de las termitas. Finalmente, es de suponer que su conservación óptima se debe a que el grupo de mausoleos de Los Pinchudos fue desconocido por el hombre por más de 500 años. Las tallas antropomorfas de Los Pinchudos tienen en promedio entre 60 y 70 centímetros de alto. Representan a varones desnudos, provistos tan sólo de grandes orejeras y de un tocado que les confiere rango. Estos elementos observan variantes menores, perceptibles entre una y otra figura. Brazos y manos aparecen reposando sobre el pecho. Las piernas van ligeramente flexionadas. Consideramos que esta posición podría evocar las patas traseras encogidas de los felinos, debido a que esta se repite en representaciones antropomorfas retratadas en tejidos costeños y donde al parecer no cabe discusión alguna sobre el tema. Esta particularidad puede también deberse a otras circunstancias, pero para el caso de las tallas antropomorfas de los Pinchudos el autor se reafirma en su propuesta, no obstante los argumentos contrarios que presenta Augustín Seguí (2009). El tocado tiene la apariencia de ser un penacho sujetado por una banda ceñida alrededor de la cabeza; este arreglo presenta un broche circular a la altura de la frente. El tocado descrito es el mismo que exhibe el Apu de Tinyash, un monumental monolito conocido con este nombre (Kauffmann Doig, 1993c), además de ser idéntico en diversos testimonios iconográficos chachapoyas. (Véase Parte Quinta, IV). La afirmación de que las tallas antropomorfas de Los Pinchudos fueron embadurnadas con una delgada capa de arcilla, de tono claro, se deduce de los residuos que advertimos permanecen aún en la espalda de alguna de las esculturas. Hay que mencionar que parte posterior de las estatuas estuvieron protegidas por la pared del mausoleo en la que se reclinan. Consideramos que este estuco fue aplicado no solo con el fin de proteger la madera, sino también para acicalar las figuras. Acaso las tallas habrían estado originalmente policromadas, como sucede con algunas estatuas chimú de madera (Iriarte Brenner, 1996; Day, 1986). Para una mayor información sobre las tallas antropomorfas asociadas a los mausoleos de Los Pinchudos, remitimos al lector a la Parte Cuarta - B, II de la presente obra. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 6 9 VI. Mates decorados La decoración de la superficie de calabazas o mates alcanzó entre los chachapoyas notable desarrollo, tanto por su perfección artesanal como artística. Los motivos, como es de suponer, son altamente simbólicos. La palabra mate proviene al parecer del runasimi o quechua. Su presencia en el español debe ser muy antigua. En el Vocabulario aimara de Ludovico Bertonio (1612: 310) se registra lo siguiente: “mate de calabaza, mati; mate grande como frasco, pultutu (sic)”. Se establecía, por lo visto, una diferencia entre la calabaza y el mate: la calabaza, era el fruto de una lagenaria y el mate, el recipiente al que daba lugar. La calabaza (Lagenaria vulgaris, Lagenaria ciceraria) es el fruto comestible de una planta rastrera y trepadora. Su corteza es secada para obtener el mate. Las calabazas pequeñas dotadas de una punta suelen ser destinadas a servir de contenedores de la cal o ceniza. También estas solían ser decoradas por los artistas chachapoyas. Antes de referirnos específicamente a los mates pirograbados chachapoyas de la Laguna de las Momias catalogados por Enrique Vergara, consignamos seguidamente, a manera de introducción al tema, su valiosa apreciación de conjunto sobre este arte practicado por los antiguos pe- ruanos desde hace miles de años y que les sirvió para expresar mediante imágenes simbólicas su mundo espiritual. Lo escribió como introducción a su monumental libro que aborda el tema en forma integral. (Vergara 2015: 9-10). 1. Los mates pirograbados / ENRIQUE VERGARA MONTERO El arte del mate no ha sido abordado por el historiador del arte de las culturas pre-hispánicas peruanas, probablemente por ignorarse el valor estético-mítico que encierra o simplemente por un descuido, como ocurre con otras tantas manifestaDos calabazas pirograbadas procedentes de la Laguna de las Momias (Cortesía: AFP INTEGRA / Foto: Jorge H. Esquiroz). 2 7 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n ciones culturales del Perú profundo. Debemos destacar que siendo tan escasa la bibliografía sobre el tema, no podemos dejar de mencionarla, especialmente los tratados de José Sabogal (1945), Jiménez Borja (1948), y Jean - Christian Spahni (1969); Toby y Roberto Villegas (1985), Salas María Angélica (1987), y Rumiche Ayala A. (1987); y finalmente, Alfredo Narvaéz (1988) y Carlos del Aguila (1990), quienes han abordado el tema desde distintas perspectivas, pero con un insuficiente apoyo iconográfico. Esta carencia nos dió el motivo para el desarrollo del presente trabajo. No obstante, debe ponerse de relieve que los autores mencionados han aportado importante información al conocimiento del mate pirograbado tradicional de la Sierra Central, como: Huancayo, Ayacucho, Huancavelica y, del Norte del Perú, como: Chulucanas, Catacaos y Sechura; considerados en la actualidad como centros artesanales de mayor prestigio nacional e internacional. Tenemos hoy la intención de redescubrir, D o i g el esplendoroso Arte del mate pirograbado del Antiguo Perú para que ocupe la posición destacable que le corresponde dentro del contexto general del arte peruano. Fue para ello y para dar a luz un maravilloso, pero casi anónimo, acápite de la vida del hombre andino, que dimos inicio a una sistemática investigación y un paciente registro e ilustración de cientos de mates de diferentes épocas. Tengo la seguridad de que una vez más le corresponderá al Perú un sitial de primer orden al contribuir y enriquecer la cultura universal. Todo esto ha sido posible gracias a la especial gentileza de museos nacionales e internacionales y de los coleccionistas privados que nos mostraron sus ejemplares y apoyaron este proyecto, cuyo fruto será patrimonio de todos. Cabe también destacar la participación de diferentes proyectos de investigación arqueológica que se han sumado a esta pequeña empresa; sus Directores, sin pensarlo dos veces, han proporcionado buen número de mates pirograbados, registrados y asociados a contextos culturales seguros, que han permitido identificar y manejar la sencilla y compleja cosmovisión iconográfica de las diferentes culturas pre-hispánicas peruanas, logrando con ello ordenar el material registrado de cultura a cultura, y sobre todo de región a región. El hombre pre-his- pánico andino, magistral y artífice, buscó y encontró diversos materiales para expresar su pensamiento, plasmar imágenes y crear símbolos. Y fue así que gracias al mate, (fruto vegetal), descubrió un nuevo espacio de trabajo para diseñar, grabar y pirograbar objetos artísticos de increíble riqueza creativa y dominio técnico. Podemos afirmar con justicia y razón, que la personalidad del hombre del Antiguo Perú se caracterizó por su inquieta y permanente observación del medio ambiente y por su paciente y persistente experimentación con los recursos naturales, para plasmar, en los que pudieran serle de utilidad, un estilo propio y sobre todo, una manera especial de perennizar su presencia en la historia. Estamos convencidos que llenará un gran vacío en el conocimiento del arte del antiguo Perú y tenemos fe en que se convertirá en documento de consulta para el investigador y el público en general, quienes encontrarán un texto asequible y sencillo, Igualmente, aspiramos a que este libro contribuya a estimular en los jóvenes arqueólogos la inquietud por iniciar este tipo de trabajos con otras manifestaciones similares, ya que es a través de corpus como éstos que lograremos conocer la verdadera dimensión creativa y productiva de los hombres y de las sociedades que han sucedido antiguamente en el Perú y América. El contenido de este documento abarca unos 4,000 años de historia, cultura y técnica del mate pirograbado, en los que se podrá apreciar la maravillosa cosmovisión iconográfica que nuestros artistas han trabajado con elegancia, simetría y maestría matemática. Este documento también está dedicado al artista contemporáneo, invitándole a ingresar y compenetrarse con el universo de sus imágenes míticas, para que, resca- L a tándolas sabiamente pueda perennizar en su nueva y moderna obra, la trama simbólica de los pueblos antiguos. Finalmente, esta obra pretende ser un catálogo preliminar del Arte del Mate Pirograbado del Antiguo Perú, que permitirá admirar el valor estético, técnico e ideológico de esta manifestación artística del Peru milenario. 2. Mates pirograbados de la Laguna de las Momias / ENRIQUE VERGARA MONTERO Y SANTIAGO VERGARA MONTERO De la Laguna de las Momias procede un cuantioso material de mates pirograbados chachapoyas, si bien entre estos se encuentran especímenes de estilo Chimú. Estos fueron en 2000 cataloga- dos por el autor, mientras que los dibujos profesionalmente trazados se deben a Santiago Vergara Montero. Los mates pirograbados registrados procedentes de la Laguna de las Momias, inicialmente conocida también como Laguna de los Cóndores suman 60 (Vergara Montero 2015: 190- 250). Un anticipo acerca de los mates catalogados de la Laguna de las Momias fue publicado inicialmente en 2003 (Kauffmann Doig y Ligabue 2003: 413 - 425). Son diversos los motivos representados en los mates procedentes de los mausoleos de la Laguna de las Momias. Fueron pirograbados en cucurbitáceas, así como también de otros frutos como el conocido en la región con el nombre de palomate. Son de factura chachapoyas a juzgar por los motivos iconográficos que c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 7 1 registran, lo que no significa que siguieran confeccionándose con las mismas figuras emblemáticas luego de la incorporación de esta cultura al Incario. Estilísticamente una porción de los mismos puede ser asignado a la cultura Chimú. Los mates de la Laguna de las Momias fueron registrados por el autor con el objeto de completar el corpus de mates del antiguo Perú que se impuso a confeccionar a lo largo de muchos años. Este repertorio contaba por entonces con el registro de más de un millar de especímenes, conservados en museos y colecciones diversas. Finalmente en 2015 parte de esta vasta recopilación fue publicada (Vergara Montero 2015). Seguidamente una muestra de los mates pirograbados procedente de La Laguna de las Momias. ESPÉCIMEN Nº 363 Origen: Museo de Leymebamba CMA-I07I-LCI-206-MA-98 Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores) Estilo o Cultura: Chachapoyas Período Intermedio Tardío: I 200 - I 450 d.C. Dimensiones: Altura: 13 cm/Diámetro: 8cm / Diámetro boca: 6cm. Técnica: Pirograbado con punzón fino. Descripción: El diseño esquematizado de este mate pirograbado está realizado en base a un conjunto de líneas trazadas en forma circular y vertical, que dan origen a pequeños espacios rectangulares en la que resaltan en cada panel una pareja de felinos del monte amazónico (otorongo: mamífero típico de la selva peruana), graciosamente estilizados, con los dorsos curvos hacia arriba. En los otros espacios aparecen rombos en forma sencilla y tramados con líneas finas. Conservación: Bueno 2 7 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g ESPÉCIMEN Nº 374 Origen: Museo de Leymebamba. CMA-I088-LCI-224-MA-98 Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores) Estilo o Cultura: Chachapoyas Período Intermedio Tardío: 1 200 - 1 450 d.C. Dimensiones: Altura: 15cm/Diámetro:8,7cm/Diámetro boca: 3cm. Técnica: Pirograbado con punzón fino, fondos y franjas circulares chamuscados. Descripción: Los diseños de este mate están relacionados al mundo ancestral y fiero de este pueblo amazónico. En la parte baja se encuentran siete rostros humanos en diferentes estados anímicos, con cuellos largos, cabezas y rostros redondos, y con vistosos tocados que hacen pensar que no se trata de un solo ser, sino de un grupo de personajes de culto y veneración. Luego después de tres franjas delgadas, siguiendo hacia arriba, se encuentra otro espacio en donde sobresalen en actitud temeraria cinco felinos que podrían representar el culto que le rendían . Finalmente hacia el borde se encuentra un complicado diseño esquematizado de armoniosamente entrelazados. Cabe destacar que en borde del mate aún se encuentra una delgada soguilla amarrada a manera de bisagra que debió estar unida a una tapa. Conservación: Bueno ESPÉCIMEN: Nº 364 Origen: Museo de Leymebamba CMA-II94 - LCI-133-MA-98 Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores) Estilo o Cultura: Chimú Período Intermedio Tardío: 1 200 - 1 450 d. C. Dimensiones: Altura: 15,1 cm/ Diámetro: 7,8 cm/Diámetro boca: 2cm Técnica: Pirograbado incisión fino. Descripción: Este mate pirograbado en forma de botella, lleva en su superficie dos espacios con dibujos estilizados. La franja superior presenta un motivo agregado con bordes curveados, quizá la estilización de una serpiente. El espacio inferior, está diseñado por un conjunto de figuras abstractas, en la que resalta hacia la derecha, el rostro de un ser humano con expresión de fortaleza. Una alusión simbólica al difícil espacio geográfico en donde les tocó desarrollarse, que precisamente son las montañas amazónicas. Conservación: Bueno ESPÉCIMEN Nº 365 Origen: Museo de Leymebamba CMA-II76-LCI- 315-MA-98 Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores) Estilo o Cultura: Chachapoyas Período Intermedio Tardío: I 200 - I 450 d. C. Dimensiones: Altura: 22cm/Diámetro: 10.8 cm Técnica: Pirograbado con punzón fino, franjas circulares e interior de motivos chamuscado. Descripción: El diseño gráfico de este mate en forma de botella, está realizado en tres espacios hábilmente separados por franjas claras y negras. A la visión general se puede definir que los motivos que la sustentan poseen un carácter religioso o sacro. En el panel superior, las figuras estilizadas de felinos, cubiertos por una aureola clara en actitud de ataque. En el espacio intermedio, sobresale un conjunto repetido de personajes humanos con grandes tocados, gruesos cuerpos, brazos extendidos y asociados a figuras triangulares. Nos recuerdan a las tallas antropomorfas del sitio de Los Pinchudos. Finalmente en el panel inferior, sobresale la presencia de imponentes rostros humanos con sus tocados en media luna. Conservación: Bueno. L a ESPÉCIMEN Nº 366 Origen: Museo de Leymebamba CMA-969-LCI-103-MA-97 Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores) Estilo o Cultura: Chachapoyas Período Intermedio Tardio: 1 200 - 1 450 d.C. Dimensiones: Altura: 16,5cm/Diámetro: 12,2cm/Diámetro boca: 2,01 cm. Técnica: Pirograbado con punzón fino. Descripción: Este mate pirograbado que tiene la forma de botella, posee una esquematización compleja en base a diversas figuras geométricas, como triángulo, cuadriláteros, rombos, círculos, losanges. Hacia el lado derecho, con gran claridad y excelente estilización se encuentra una figura humana, de cabeza redonda, ojos grandes y boca amplia. Este personaje desnudo se encuentra sentado en cuclillas con los brazos extendidos y portando al parecer báculos. Conservación: Bueno ESPÉCIMEN Nº 400 Origen: Museo de Leymebamba Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores) Estilo o Cultura: Chachapoyas Período Intermedio Tardío: 1 200 - 1 470 d.C. Dimensiones: Altura: 17cm/Diámetro: 8cm/Diámetro boca: 0,1 cm. Técnica: Pirograbado con punzón fino, franjas circulares chamuscado. Descripción: Delgadas franjas negreadas forman diversos espacios en los que se encuentran las esquematizaciones de figuras geométricas, como trapecios truncos y escalonados, triángulos con escaques o pequeños cuadros. Entre estos espacios de figuras geométricas destaca uno sobremanera, el dibujo de una gran serpiente ondulante, cabeza en forma triangular, ojos redondos y cuerpo rayado, como si fueran sus escamas. Completando este panel un conjunto de monos en diferentes actitudes de juego, alternadamente con dibujos que representan serpientes en forma de lanzas. Finalmente en el espacio del cuello del mate que tiene la forma de botella, se encuentran maravillosamente plasmados en contraste negro y claro ocho figuras de serpientes ondulantes y en diferentes posiciones. Conservación: Bueno ESPÉCIMEN Nº 399 Origen: Museo de Leymebamba Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores) Estilo o Cultura: Chachapoyas Período Intermedio Tardío: I 200 - I 470 d.C. Dimensiones: Altura: 9cm/Diámetro I: 13cm/Diámetro boca: 10,3 cm. Técnica: Pirograbado con punzón fino, interior de fondos chamuscado. Descripción: Los diseños de este mate pirograbado llevan en la parte superior e inferior dos franjas anchas negreadas en cuyo interior el encadenamiento de figuras romboidales de gran efecto visual. Para crear un espacio central, en el que se desarrollan las estilizaciones de dos felinos, cubierto por una doble línea como si se trataría de una aureola. Conservación: Bueno c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 7 3 2 7 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g ESPÉCIMEN Nº 369 Origen: Museo de Leymebamba. CMA-993-LCI-127-MA-98 Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores) Estilo o Cultura: Chachapoyas Período Intermedio Tardío: 1 200 - 1 450 d.C. Dimensiones: Altura: 3,5cm/Diámetro: 12,5cm Técnica: Pirograbado con punzón fino, franjas circulares chamuscado. Descripción: Este mate, parcialmente deteriorado en su parte superior, lleva en su superficie figuras en forma de grecas unidas con gran habilidad, en su interior y en forma intercalada las figuras de rombos en base de dos. Culminando en su base un franja negra. Conservación: Bueno ESPÉCIMEN Nº 370 Origen: Museo de Leymebamba. CMA-1191-LCI-330-MA-98 Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores) Estilo o Cultura: Chachapoyas Período Intermedio Tardío: 1 200 - 1 450 d.C. Dimensiones: Altura: 6,6cm / Diámetro: 8,3cm / Diámetro boca: 6,3 cm. Técnica: Pirograbado con punzón fino, franjas circulares e interior de motivos chamuscado. Descripción: El diseño gráfico de este mate pirograbado está bien definido en contrastes de franjas claras y negras, en su borde pequeños rectángulos delineados diagonalmente en forma de encajes. En el espacio central se presenta grandes figuras de triángulos escalonados, que forman en su interior otros triángulos curvilíneos y triángulos escalonados rellenados por encajes. Conservación: Bueno L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 7 5 VII. Testimonios chachapoyas de pintura sobre roca En el sentido amplio de la palabra, la denominación “pintura rupestre” cubre toda imagen coloreada sobre una pared de piedra. Por lo mismo, referirse a “pintura rupestre” conduce, por lo general, a considerar que este término se refiere al arte antiquísimo de la humanidad, como es el caso de las pinturas que fueron plasmadas en el techo de una cavidad de las cuevas de Altamira y que se remontan a más de 35 mil años. La tradición de utilizar las superficies de piedras y peñascos para expresar figuras pintadas, imbuidas en la magia prosiguió su curso entre los chachapoyas, desde luego bajo modelos iconográficos distintos. Es de este modo que disponemos de testimonios de pinturas sobre roca de tiempos en que floreció la cultura chachapoyas. Fue Louis Langlois (1939: 69, 72-73, fig. 41) el primer estudioso en referirse a las mismas. La identificación de pintura rupestre perteneciente a la cultura chachapoyas y no así a edades pretéritas, obras de cazadores-recolectores que moraban en el territorio miles de años antes de la aparición de los chachapoyas, queda comprobada por los diseños pintados sobre la pared rocosa que se yergue sobre el grupo de mausoleos de Revash, indudablemente asociados a los mismo. Otro caso evidente está representado por las pinturas sobre roca, también irrefutablemente conectadas con las cámaras funerarias presentes en el sitio arqueológico de la Pintura sobre roca asociada a los mausoleos de La Petaca-Diablohuasi comentados en la página 224 (Foto: Keith Muscutt / Dibujo: Federico Kauffmann Doig). 2 7 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n Pintura sobre roca asociada a los mausoleos del Grupo-C de Revash (Federico Kauffmann Doig / Levantamiento: Oscar Sacay). D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 7 7 1 2 3 4 1. 3. y 4. Diversos símbolos pintados sobre roca y asociados a los mausoleos de la Laguna de las Momias (Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Michael Tweddle), 2. Pintura sobre roca asociada a mausoleos de la Cueva Osiris, en el área de Huabayacu (Cortesía: Keith Muscutt). 2 7 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n Laguna de las Momias (Kauffmann Doig, 2003: 282-283, 319, 320-321). Repetimos una vez más que en el presente capítulo no aborda las muestras de pintura rupestre anterior a los chachapoyas, que desde luego menudean en territorio chachapoyas como las examinadas en Ucuragra por una de nuestras expediciones (Kauffmann Doig 2009: 220), o las de Calpón-Limones y otros sitios rupestres -no todos pre chachapoyas- examinados por César Olano Aguilar (Olano 2003). Uno de los emblemas rupestres chachapoyas representado con frecuencia consistente en una placa discoidal enmarcada en un círculo, tal como se aprecia por ejemplo en Revash. En cuanto a los colores utilizados priman los rojos. Los personajes no fueron diseñados resaltando sus detalles anatómicos, únicamente son manchas de color las que marcan sus contornos. D o i g Las muestras de pintura rupestre propiamente chachapoyas que aquí ocupan nuestra atención, van por lo general asociadas a la arquitectura, particularmente a la funeraria como en el caso elocuente de los mausoleos de Revash y de los de la Laguna de las Momias. Figuras pintadas sobre roca también las encontramos en otros sitios, como en Diablohuasi lugar situado en Tambillo y algo cercano a los mausoleos de La Petaca (Davis 1985: 71-72; Muscutt 1987, 1998; Savoy 1970: 78, Fig. 28). En el peñón de Diablohuasi va pintada en rojo una escena sobre un sector de un barranco rocoso. A los pies de la misma se distinguen los típicos mausoleos de La Petaca, de tamaño pequeño, y como incrustados en la roca; así como otros en su cercanía presentes en varios niveles de la peña. La escena pintada sobre roca de Diablohuasi retrata a un ser antropomorfo de visos sobrenaturales. Al parecer luce un tocado de plumas o tal vez uno compuesto por cuernos agrandados por el autor de la pintura. El personaje sostiene en una de sus manos lo que podría ser una cabeza humana cercenada. A su diestra de distingue la figura de otro personaje, pintado también de rojo y en algo similar al ya descrito si bien de menor tamaño. Otros motivos son visibles en el sector inferior de los personajes mencionados y completan así la escena (Kauffmann Doig 2009, pp. 172, 204). Los motivos antropomorfos de Diablohuasi recuerdan en algo a aquellos perceptibles en la pared rocosa, posterior, de uno de los grupos de mausoleos presentes en área de Colcamar y visitados por Louis Langlois en 1933 (Langlois, 1939: Fig. 41). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 7 9 VIII. Testimonios de pintura mural La pintura mural fue practicada entre los chachapoyas sobre todo en las paredes de sus mausoleos, tanto interiores como exteriores. Por ello tanto los motivos como los colores utilizados deben encerrar valores simbólicos específicos. Los motivos se reducen en algunos casos a una sucesión de puntos y sobre todo a simples bandas pintadas en el exterior de un mausoleo sobre una base de color blanco. También hay figuras de animales, así como de seres humanos de rango y en otros casos de condición sobrenatural. El grado de elaboración varía, acaso debido a la pericia del pintor. Charles Wiener (1884), quien al examinar los mausoleos de Revash señala con inusual precisión: “La paredes exteriormente recubiertas de una especie de estuco amarillento tenían pinturas rojas perfectamente conservadas [...]”. Por su parte, Louis Langlois (1939: Fig. 41) incluye en su obra dibujos de pinturas plasmadas en un mausoleo ubicado en Puente Utcubamba, en el área de Colcamar. Las mismas cubren campos de la pared rocosa natural, pero se extienden también por la pared rocosa interior de aquel recinto funerario. Al parecer se trata de una sola escena en la que los personajes representados difieren en su aspecto. Son diversos los sitios arqueológicos cha1. Muestras de pintura mural chapoyas que tienen pintura mural. Para El primer testimonio escrito sobre solo citar algunos entre los muchos: Guanpintura mural chachapoyas se debe a glic, Laguna de las Momias, Revash, Sute -situado en Longotea y visitado por Carlos Burga Oyarce-. A los sitios mencionados habría también que incluir las muestras de pintura de varios colores aplicada sobre las paredes de purunmachus o sarcófagos, particularmente presente en los de Karajía y en los de El Tigre; por igual sobre algunos presentes en la cámara que agrupa a los purunmachus de Tingorbamba, si bien estos están muy estropeados. Pero son sobre todo los murales presentes en las paredes del sitio de Peña de Tuente (Davis, 1985) y particularmente los que documentamos en San Antonio, los testimonios que presentan escenas pictóricas de trazos más complejos. En general la técnica de colorear utilizada en la pintura mural chachapoyas era la misma: sobre un enlucido blanco o blanco-crema aplicado sobre la pared se Tres muestras de pintura mural presentes en las paredes del grupo de graneros de Guanglic. Sus trazos recuerdan motivos de arte rupestre (Fotos: Federico Kauffmann Doig). Sector del mural de San Antonio. La fotografía que retrata al personaje mejor conservado. En la escena se observan parejas de personajes de ambos sexos, así como algunos símbolos aislados, como el de la foto 1 de la página siguiente. Adviértase el tocado del dignatario, en forma de astas de venado o taruca (Paspalum conjugatum), en algo similar al que luce el personaje de la figura 2 de la página siguiente (Expedición Chachapoyas 1986 / Foto: Federico Kauffmann Doig). L a 1 c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 8 1 3 1. Detalle de una figura pequeña de la escena central (Foto: Federico Kauffmann Doig). 2. Chamán con tocado de astas que recuerdan las que porta el personaje de la página anterior (Foto cortesía: Heinz Plenge). 3. La escena de la pintura mural de San Antonio fue totalmente calcada (Expedición Chac hapoyas 1986 / Foto: Federico Kauffmann Doig). 2 trazaban las figuras en diversos colores. Estos se obtenían de tierras de diversas tonalidades y en otros casos eran tal vez teñidas. 2. Pintura mural de San Antonio La pintura mural chachapoyas más conspicua es la de San Antonio, presente en una pared semicircular del importante centro arquitectónico de ese nombre, situado cerca de la ciudad de Lamud. Representa una escena compleja, la misma que permanecía inédita y fue documentada en 1986 por una de nuestras expediciones (Kauffmann Doig, 1987b, 1989; Kauffmann y Ligabue, 2003: 439- A B C D E La pintura mural presente en el conjunto arqueológico de San Antonio, Lamud, documentada por la Expedición Chachapoyas 1986 (Dibujos Oscar Sacay). Las figuras representan una escena en la que cinco parejas ejecutan al parecer una danza. A D 445). Treinta años después, Klaus Koschmieder (2012) alude a la misma escena nombrándola “Kacta”. En su obra, Koschmieder (2012: 114) no describe la escena, pero sí presenta un dibujo de uno de los personajes así como una fotografía, L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 8 3 C B E bastante opaca, de la pintura mural. El nombre que dimos a ésta, San Antonio, deriva de la toponimia que recogimos hace tres décadas, cuando analizamos, calcamos, filmamos y finalmente dimos a conocer la escena pintada en 1987. La de San Antonio es una de las contadas muestras de pintura mural auténtica, no solo de la cultura Chachapoyas sino de las detectadas en la región de la cordillera del Área Inca. No fue vista por los expertos que transitaron antaño por el lugar, como Langlois o los arqueólogos Reichlen. Esto no se debe únicamente a que pasaron apresuradamente por San Antonio, sino que las pinturas, tenues al presente, sólo pueden ser advertidas en ciertas horas del día. Lo mismo habría sucedido con el autor de la presente obra, de no haber sido informado por el entonces director del Instituto de Cultura - Amazonas, Carlos Torres Mas, acerca de la presencia de la pintura mural en una de las paredes del conglomerado de recintos de las ruinas de San Antonio. El señor Torres había tenido noticias de la misma gracias al recordado estudioso de la cultura Chachapoyas, Carlos Gates Chávez. Aunque la pintura de San Antonio estaba afectada por el tiempo, fue posible observar lo fundamental de la escena, así como advertir los detalles que presentan 2 8 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n las imágenes principales que la integran. La pared en la que fue plasmada y que conforma un semicírculo, da frente a las grutas de sarcófagos existentes en el barranco de Huanshe, que se levanta al otro lado de la quebrada de Jucusbamba. Consideramos que aquello es un hecho fortuito. La escena está pintada en el interior de la pared curva. Los trazos fueron logrados básicamente con rojos ocres, aplicados sobre el enlucido blanco de la pared que a su vez cubre el estuco de arcilla amarillenta, cuidadosamente alisado . Lo que aún queda de la pared que luce la escena pintada, forma parte de un muro en semicírculo, de carácter ceremonial, Mausoleo del área del Colcamar que presenta pintura mural en la pared rocosa del fondo del recinto (Dibujo: Louis Langlois). D o i g que al presente tiene los extremos parcialmente desmoronados. A juzgar por los sectores que aún se conservan, el muro se elevaba por más de 4,80 metros y medía más de 9,60 metros de largo. La pintura llega a cubrir horizontalmente todo el sector inferior de la pared. De esta manera los personajes se desplazan a lo ancho cubriendo los 9,60 metros ya mencionados, alcanzando un tamaño más o menos estándar de 1,10 y 1,40 metros de alto. La pintura mural de San Antonio parece representar una danza ritual, escenificada por lo menos por cinco ocho parejas que aparecen de pie y que miran de frente. Este supuesto parece contradecirse porque los personajes no muestran movimiento. Pero es sintomático que las parejas de sexo masculino y femenino vayan asidas de la mano. En uno de los extremos de la escena destaca un conglomerado de figuras y motivos que se proyecta hacia lo alto por más de 2 metros. Es preciso remarcar que estos se asocian a los personajes. Por otro lado, su precario estado de conservación impide una plena identificación de todos los motivos representados en este sector. Con todo, los aún conservados no permiten confirmar que el artista no haya deseado presentarlos siguiendo un orden, esto es, formando una escena en particular. Aunque los motivos pintados estén harto deteriorados, en ciertas zonas se percibe que el color mantiene su nitidez y hasta se distinguen pequeños motivos completos. Las representaciones masculinas se distinguen por un aparatoso tocado que al parecer simula la cornamenta de cérvidos. Algunas de las mujeres exhiben un tipo de arreglo de su cabellera, que recuerda al que presentan algunas de las figuras femeninas de Pajatén, por estar compuestos por dos segmentos oblicuos. El autor los interpreta como una evocación de alas simbólicas, algo que también está presente en la región del Cuzco, en el tocado femenino (Kauffmann Doig, 2009: 61; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 295). El rostro masculino de la segunda pareja vista de frente y contada desde la izquierda, muestra un alto grado de perfeccionamiento en su ejecución, tal como lo denota el realismo y la expresividad de su rostro. Para ello el artista presentó la cara del personaje ligeramente inclinada hacia un costado, pero al mismo tiempo mirando de frente. Toda una proeza artística, siempre y cuando este recurso no sea el resultado de trazados fortuitos. Sea como fuere, el semblante del personaje produce una sensación de estupor y asombro a quien lo contempla, por las pupilas que parecen mirarlo fijamente, como si quisieran auscultar las intimidades anímicas del espectador. Restos de pintura mural presentes en la pared de uno de los mausoleos de Peña deTuente. Área de Colcamar, margen izquierda del Utcubamba (Foto: Federico Kauffmann Doig). L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 8 5 IX. Iconografía parietal pétrea Los chachapoyas tenían por predilección de decorar los muros de sus construcciones circulares con figuras mayormente de trazos geométricos. No solo las relevantes o de élite, sino aquellas como la mayoría de Kuélap destinadas a guardar “lo más preciado”, alimentos para años aciagos de hambruna que sobrevenían debidos a azotes producidos por anomalías climáticas. Los elementos parietales que decoraban los recintos encerraban todos valores simbólicos, si bien, como veremos, los artífices pudieron en algunos casos conjugar a capricho un mismo motivo o dos de estos. Los motivos parietales debieron evocar elementos que concurren en los fenómenos atmosféricos que en conjunto están vinculas a la lluvia. Sobre aspectos relativos a las imágenes iconográficas, nos hemos ocupado en otro capítulo si bien en otro contexto (Parte Primera, III, 2). Si bien la mayor parte de los motivos simbólicos observan trazos geométricos que en primera instancia no permiten una identificación, los chachapoyas por igual estamparon imágenes reconocibles a primera vista. Por ejemplo figuras claramente ornitomorfas, así como humanas como las que venimos calificando de pachamamas y que solo fueron diseñadas en Pajatén y en el vecino conjunto arquitectónico de Cerro Central (Véase Parte Primera, III, 2). La técnica que empleaban los chachapoyas para ejecutar su iconografía parietal era singular: delineaban los contornos de las figuras haciendo sobresalir piedras que forman parte del muro, si bien también resaltando el motivo mediante la remoción de piedras del mismo de tal manera que la figura destaca en bajo relieve. En todo caso se trata de una técnica para plasmar motivos emblemáticos privativa a los chachapoyas, puesto que no se repite en otras culturas del antiguo Perú y que sepamos tampoco en otras partes del mundo. Por otro lado se observa que también acostumbraban plasmar en un sillar, en relieve, alguna imagen dada; esto es antes de que fuera emplazado en el muro. Motivos simbólicos producidos mediante la técnica mencionada son presentados incesantemente. Sin embargo los mismos se reducen a tan solo unos pocos. Como ya quedó expuesto, la gran mayoría se refiere a motivos geométricos y en cuanto a los figurativos tan solo a dos. Además de los símbolos mencionados, que son los principales, se dispone de otros emblemas Chachapoyas que presentan dificultades en cuanto a su interpretación; por ejemplo el signo cruz. Son varias las muestras de arte rupestre propiamente chachapoyas, así como ejemplos en los que los motivos y el estilo reflejan presencia inca. Repasemos algunos exponentes, más no los petroglifos que consideramos pertenecen a edades anteriores a la cultura chachapoyas.16 decorando recintos presentes en los conjuntos arquitectónicos de Pajatén y Cerro Central, que se levantan en el Parque Nacional Río Abiseo (PNRA). Repetimos una vez más que venimos llamándolas pachamamas por cuanto estimamos que podrían representar a la Diosa Tierra y en otras palabras a la Pachamama (Véase Parte Primera, III, 2). Por lo mismo, como ente creador, los artífices las presenta con las piernas recogidas y el abdomen abultado, como si se aprestaran a alumbrar. Las Pachamamas portan un ampuloso tocado que descubren representar alas. En otros casos son coronadas por un adorno elaborado con plumas. En los muros de Pajatén fueron también reproducidas aves con las alas desplegadas. Precisamente estas representaciones ornitomorfas nos ayudaron a descifrar uno de los tocados que coronan las Pachamamas a las que ya nos hemos referido los personajes femeninos, a los que hemos bautizado con el nombre de pachamamas. En Pajatén y en Cerro Central, además de las pachamamas fueron plasmadas aves, reconocibles a primera vista. Como veremos en estos sitios se puede apreciar figuras abstractas diversas y por lo mismo difíciles de decodificar. 1. Representaciones figurativas Las figuras parietales a las que nos referimos son geométricas y encierran todas simbolismo, por lo mismo difíciles de decodificar. En cambio los contados motivos figurativos son claramente identificables, tal como sucede con las imágenes de aves y de mujeres sentadas. Estas imágenes figurativas solo se presentan 2. Representaciones abstractas Los motivos abstractos son diversos, pero todos deben encerrar un simbolismo que tan solo en parte es posible decodificar. Entre los mismos cabe destacar los siguientes: a) Rayo y derivados. Corresponde al signo en forma de una V continuada. En 16 El inventario de arte rupestre publicado por Rainer Hostnig reúne un valioso corpus de imágenes presentes en el Área Inca toda. Por lo mismo incluye también el arte rupestre de los Chachapoyas, tanto como el desarrollado con anterioridad en el territorio que ocupó la mencionada cultura. (Hostnig, 2003: 1-11). 2 8 6 - F e d e r i c o 1 K a u f f m a n n D o i g EJEMPLOS DE REPRESENTACIONES FIGURATIVAS Ejemplos de representaciones simbólico-figurativas: 1. Pachamamas presentes en el Recinto 1 del Gran Pajatén, luciendo grandes tocados (véase págs. 99-103) (Foto: Federico Kauffmann Doig). 2. Ave con las alas y cola extendidas, presente en el Recinto 2 del Gran Pajatén (Foto: Federico Kauffmann Doig). 3. Petrorrelieve con representación de un personaje desnudo que porta una vara simbólica que termina en un símbolo circular (gota= agua). Hacia ambas caderas porta lo que parece ser un plumaje estilizado (Cortesía: Dr. Emilio Morillo Miranda / Fotos: José Chávez Escalante). 2 3 L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 8 7 EJEMPLOS DE REPRESENTACIONES ABSTRACTAS 1 2 Ejemplos de representaciones simbólico-abstractas: 1. Sector de un muro de la iglesia de La Jalca con el diseño de una M en sucesión, que consideramos debió aludir al rayo y con ello al agua vivificante para las sementeras (Foto: Federico Kauffmann Doig). 2. El signo anterior presentado en forma cruzada que no necesariamente debe interpretarse como ojos. (Foto: Federico Kauffmann Doig). 3. El signo cruz representado frecuentemente en la iconografía chachapoyas, tal como aparece encajado en el muro en bajo relieve y en una ampliación (véase pág. 64-65). 4. Los símbolos tierra y agua entrelazados y presentados caprichosamente para aludir a la silueta de un ave (Foto: Anselmo Lozano). 5. El mausoleo de Guanglic flanqueado por dos figuras que al parecer derivan de la composición iconográfica anteriormente comentada, es decir, representarían a un ave de trazos muy esquemáticos (véase pág. 222225). 6. Símbolo circular utilizado con alguna frecuencia en la iconografía chachapoyas, particularmente en pinturas sobre roca (véase pág. 212-213; Grupo C de Revash). 7. Otro ejemplo de el símbolo en forma de una cruz cuadrada. 8. Símbolo en forma de una T invertida presente en el frontis de una cámara funeraria (Grupo C de Revash). 9. Símbolo compuesto por un elemento central y cuatro imágenes en forma de olas geometrizadas que se desprenden de este. Las cuatro figuras y aún la central encierran cada cual lo que podría simbolizar una gota de agua. En resumen estaríamos frente a una forma más de simbolizar el agua vivificante de las sementeras. 3 4 6 5 7 8 9 2 8 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n el marco pluviomágico en que se desenvolvieron las culturas del antiguo Perú de todos los tiempos, podría interpretarse este símbolo como alusivo al rayo, por lo mismo que este acompaña a la lluvia. Tal vez en segunda instancia pudo evocar ríos y quebradas, elementos por igual inmersos en el culto al agua. Finalmente el símbolo que comentamos recuerda también a una bandada de aves, seres que se desplazan por los espacios celestiales de dónde proviene la lluvia fecundante de los campos de cultivo. El autor ha presentado algunas dudas al respecto. Sostiene que cuando a este motivo simbólico, en forma de una M en sucesión, el artífice agrega un segundo, similar pero trazado en forma inversa, origina una figura romboidal. Si bien esta sugiere evocar un ojo, el autor acaso solo se propuso simplemente reforzar la potencia del símbolo rayo. b) ¿Ojos? Consiste en el encuentro de dos líneas zigzagueantes como las que tipifican el símbolo al que aludimos en el punto anterior, pero de modo opuesto, conformando un emblema que da la sensación de representar una sarta horizontal de ojos. Esto lo remarca particularmente cuando en el centro de D o i g los casilleros romboidales aparece un pequeño elemento pétreo, por igual discoidal, que sugiere al espectador ser una pupila. De este modo lo que se supone representa un ojo parecería quedar confirmado. La generalidad de los estudiosos así lo estiman y hasta sugieren que éste representaba un “ojo de jaguar”. Sin embargo esta propuesta no necesariamente es la definitiva, de acuerdo a lo expuesto en el punto a). c) Símbolo del agua (Illapa = Dios del Agua) y de la tierra (Pachamama = Diosa Tierra). El símbolo del agua fue universalmente representado en el antiguo Perú, acaso para aludir con ello a la divinidad que se presumía gobernaba sobre los fenómenos atmosféricos, esto es a una especie de Dios del Agua. Los símbolos empleados al respecto son diversos. Por ejemplo, en forma de una cresta de ola. La misma adopta diversos grados de estilización, terminando por ser retratada cual si fuera un pequeño bastón. Como hemos señalado, entre los Chachapoyas primaba el motivo zigzagueante. Por su parte, la tierra cultivable era simbolizada mediante un motivo escalonado. d) Conjunción “cresta de ola-símbolo escalonado”. Esta combinación de motivos simbólicos la hemos logrado identificar, de modo indiscutible, en tres piezas de cerámica escultórica Moche. En estas es figurada cual si fecundara campos de cultivo aterrazados. La combinación de estos dos símbolos, en extremo difundidos en la iconografía del Perú ancestral de todos los tiempos y latitudes, también aparece representada a través de un sinnúmero de modalidades. Las contadas piezas de cerámica que retratan esta conjunción de símbolos de modo figurativo, dan lugar por igual a representaciones de una infinidad de variantes. (Kauffmann Doig, 2014). Un claro ejemplo en el que se percibe esta amalgama de símbolos, la encontramos representada en una pared de un mausoleo Chachapoyas ubicado en una zona del Huabayacu, afluente del Huallabamba o Huallyabamba en su forma original (Kauffmann Doig y Ligabue 2003, p. 430; Kauffmann Doig 2009, p.174/foto Anselmo Lozano). Igualmente se dispone de motivos similares al mencionado, plasmados sobre paredes del grupo de mausoleos de Los Pinchudos, como también de Guanglic y Tingorbamba, por igual sitios Chachapoyas, donde se conjugan estos símbolos para conformar un ave en extremo estilizada vista de perfil. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 8 9 X. Los chachapoyas: prosiguiendo con la tradición del arte rupestre El territorio que ocupó la cultura Chachapoyas no fue una isla intocada por las hordas de cazadores-recolectores, que procedentes originalmente de Asia terminaron por desplazarse prácticamente por todo el continente americano. Su presencia en los espacios geográficos ocupados miles de años después por los chachapoyas está atestiguada por imágenes que grabaron o pintaron sobre paredes rocosas. En algunos casos la antigüedad de los testimonios citados podría remontarse a 6 mil, 8 mil, 10 mil o más años. Miles de años después de los cazadores y recolectores, los chachapoyas siguieron cultivando el arte rupestre, tanto el pictórico como el del tipo petroglifo. Por lo mismo hay que tener en cuenta que los petroglifos en territorio chachapoyas pueden datar de tiempos ancestrales o de milenios después. Muestras de arte rupestre chachapoyas hay varias, y los motivos y el estilo de algunas reflejan la presencia de los incas. Repasemos algunas de éstas. 1976 iniciales noticias César Olano Aguilar (Márquez, 1979). Con posterioridad fue comentado y dibujado por Ulises Gamonal (Gamonal, 1981; Gamonal et al., 1986). El idulo está pintado de rojo y con los bra- zos en alto. Va retratado de frente y tiene el vientre abultado, sobre el que aparecen varios diseños lineales. Aquello resulta excepcional en el arte rupestre, puesto que por lo general las representaciones bio- 1. “El Idulo” Uno de los petroglifos que consideramos chachapoyas es denominado por los comarcanos como “idulu”, esto es, ídolo. Está ubicado en el sitio de San Isidro, que se encuentra distante 1,5 kilómetros del lugar Portachuelo, el mismo que está situado cerca de la carretera Corral Quemado-Ocallí, a unos 8 kilómetros de la capital El idulu (ídolo), obra rupestre de origen chachapoyas ubicada en el sitio de San Isidro, a 8 kilómetros del distrito de Lonya Grande. de Lonya Grande (Dibujo: Ulises Gamonal). Todavía se le reverencia encendiendo velas e imploranSobre la existencia del idulo ofreció en do a él por “lluvia cuando hay sequía”, como informa César Olano Aguilar (Dibujo: Ulises Gamonal). 2 9 0 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g morfas son expuestas en base a manchones de color. Esto es una prueba más de que el idulo es de factura chachapoyas. Es importante agregar que Gamonal, Pérez y Alarcón (1986), luego de una observación detenida, advierten que parecería que el idulo “está flotando en el espacio”; acaso aquello evocaba su don de volar. La referencia etnográfica de Olano Aguilar en torno al idulo (Márquez, 1979) es especialmente valiosa. Comenta que todavía al presente es reverenciado en el marco de la pluviomagia, como lo testimonia el hecho que los lugareños lo reverencian encendiendo velas cuando hacen “pedidos de lluvia cuando hay sequía” o cuando a algún campesino se le pierde un vacuno y con la ayuda mágica pretende encontrarlo. Sobre el particular se pronuncian también Ulises Gamonal, Hugo Pérez y Walter Alarcón (1986) al acotar que en “épocas de lluvia dicen que el misterioso personaje empieza a llorar sangre y también mana este rojo color de su cuerpo” (Kauffmann Doig, 2009: 218; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 449). 1 2 2. Yamón y Chiñuña Abundantes testimonios de pintura rupestre obrados por los chachapoyas se concentran en zonas situadas en los confines del noreste del territorio que ocuparon; algunos tal vez ejecutados en tiempos de la intromisión inca. La zona de Chiñuña-Yamón, ubicada en la actual provincia de Utcubamba, comprende muestras varias como las del sitio de El Palto, conocidas por los comarcanos desde tiempo inmemorial. Las mismas fueron exploradas por Gaby Márquez (1979) y luego por otros estudiosos entre los que figura también el autor (Kauffmann Doig, 1986b; Kauffmann y Ligabue, 2003: 450-451). En Yamón, al pie de la localidad de este Muestras de pintura rupestre chachapoyas: 1. Sector de una escena presente en el techo de una de las grutas de Yamón. Adviértase la especie de cinturón que articula el signo ola-tierra, posiblemente de data posterior a la incorporación de los chachapoyas al Incario (Foto: Federico Kauffmann Doig). 2. Vista parcial del techo rocoso de una cueva cercana a la localidad de Yamón. También en el sitio cercano de Chiñuña se observan obras de arte rupestre (Foto: Federico Kauffmann Doig). nombre, se presentan grandes áreas pintadas que cubren la superficie de una especie de techo natural rocoso presente en las dos grutas contiguas, que debieron alguna vez fungir de recintos sagrados. En Chiñuña-Yamón, así como en otros sitios de pintura rupestre de la vecindad, predominan los motivos trazados en color rojo de diversos tonos, pero también era empleado el negro, así como el blanco. Los colorantes eran de origen vegetal y en otros casos de tierras de color mezcladas con grasa animal. Las figuras son esquemáticas y retratan animales y personas, como también motivos abstractos. La mayoría de escenas son alusivas al deseo de disponer el hombre de animales de caza en abundancia; lo que se entiende por cuanto estos constituían por entonces el principal recurso alimenticio. Sin embargo, L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 9 1 Pintura rupestre presente en una de las cuevas de la localidad de Yamón. En esta se distingue camélidos que al parecer son azuzados, así como también signos abstractos como el que debe simbolizar gotas de agua; van insertas en el símbolo que representa olas. Como las anteriores muestras de pinturas rupresetres de Yamón, consideramos que también estas escenas fueron pintadas luego de la incorporación de los chachapoyas al Incario (Foto: Federico Kauffmann Doig). el culto a la fecundidad que da lugar a la abundancia, que se desarrollaba en estas grutas y se expresaba en representaciones pintadas, debió proseguir. En efecto, al lado de pinturas rupestres de tiempos preagrícolas hay otras, relativamente tardías, que al parecer proceden de tiempos del Incario. 3. Calpón-Limones En espacios próximos a Chiñuña-Yamón y situados igualmente en los contrafuertes que se elevan en la margen derecha del río Marañón, se presentan las pinturas rupestres de Calpón-Limones (Lonya Grande, provincia de Utcubamba). Desperdigadas o formando grupos, las pinturas rupestres de Calpón-Limones fueron dadas a conocer a la prensa por César Olano Aguilar (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 448-449; Olano, 2003). Posteriormente fueron exploradas también por un grupo de profesores de Jaén encabezado por Ulises Gamonal (1981; Gamonal et al., 1986). El idulo que hemos descrito líneas arriba se encuentra entre las pinturas rupestres de Calpón-Limones. Pintura rupestre que representa una escena que parece ser de danza (Dibujo: Ulises Gamonal). 2 9 2 Exploración de la pintura rupreste presente en el sitio de Ucuragra, en lo alto de un peñón que se ubica cerca al camino que une Hucrachuco con San Pedro de Chonta, Huánuco (Foto: Federico Kauffmann Doig). Detalle de la pintura de Ucuragra ubicada en un sector de puna o jalca cercano a la laguna del mismo nombre (Foto: Federico Kauffmann Doig). - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 2 9 3 BIBLIOGRAFÍA CITADA* AGUSTINOS Véase: PADRES AGUSTINOS ARRIAGA (Pablo Ioseph de) 1621 Extirpación de la idolatría del Pirv.Lima. ALARCO LARRABURE (Eugenio) 1971 El hombre peruano en su historia. 6 vs. -83 Lima. AUFDERHEIDE (Arthur C.) 2003 The Scientific Study of Mummies (Cambridge University Press). Cambridge. ALARCÓN DÁVILA (Walter) 1976 “Los geoglíficos de Tablones (San Ignacio)”. Facetas 4, p.36. Jaén. AVILA (FRANCISCO de) 1648 Tratado de los Evangelios, qve nuestra madre la Yglesia propone en todo el año, desde la primera Domenica de aduiento, hasta la última Vltima missa de difuntos, santos de España, y añadidos en el nueuo rezado. 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ZUBIATE ZABA 1984 Guía ar mento d yas s/f. 3 0 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g ÍNDICE ONOMÁSTICO L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 3 0 5 ÍNDICE ONOMÁSTICO 3 0 6 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Í NDICE TOPONÍMICO L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 3 0 7 Í NDICE TOPONÍMICO 3 0 8 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g EL AUTOR FEDERICO KAUFFMANN DOIG nació en Chiclayo cerca de donde se ubican las tumbas de Sipán. De padre alemán, por algunas de sus ramas genealógicas maternas se proclama con orgullo ser descendiente de quienes forjaron la cultura Moche. Realizó sus estudios primarios en Cocochillo / Camporredondo (departamento de Amazonas), los secundarios en el Colegio Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe (Lima) y los superiores en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y University of New Mexico (Albuquerque, Estados Unidos de Norteamérica). En 1955 obtuvo el grado de Doctor en Arqueología y en 1961 el de Doctor en Historia. Asimismo posee cuatro doctorados Hororis Causa. Fue profesor visitante en la Universidad de Bonn, Alemania durante dos años, y es Profesor Honorario de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga. Obtuvo la Beca Guggenheim, más otra que le permitió realizar estudios de postgrado en los EE.UU. Entre las distinciones recibidas destaca la de Amauta, la distinción más importante que otorga el Gobierno peruano por aportes en el campo cultural y docente. En dos oportunidades recibió el Premio Nacional de Cultura (1955, 1962). Ha sido condecorado por los Gobiernos de Austria, Bélgica y Suecia. Asimismo por el Gobierno peruano y por la Municipalidad Metropolitana con la Medalla de Lima. En el año 2011 se le otorgó la La niñez del autor transcurrió en territorio de los antiguos chachapoyas, en Camporredondo (Luya). Así, desde tierna edad tuvo el privilegio de contemplar Kuélap a lo lejos, cada año, durante la cabalgata de tres días por el valle de Utcubamba que realizaba en compañía de sus padres para visitar la ciudad de Chachapoyas y participar en la festividad que se celebra en honor de la Patrona Mama Asunta, la Asunción de la Virgen María. Siendo ya arqueólogo egresado de la Universidad Mayor de San Marcos, el autor tuvo predilección por ahondar en el estudio de la cultura Chachapoyas. De esta manera tuvo el honor de investigar y dar a conocer al mundo los sarcófagos de Karajía (foto), así como otros imponentes testimonios y formular propuestas teóricas diversas como fruto de las 14 expediciones que, gracias al mecenazgo de la Fondazione Giancarlo Ligabue, Venecia, condujo transitando por el vasto territorio de la cultura Chachapoyas. Medalla Centenario de Machu Picchu. Al ser inaugurado en 1961 el Museo de Arte de Lima (MALI) fue nombrado su primer Director (1961-1964), cargo éste que volvió a ejercer posteriormente (1969-1971). Ha ejercido los cargos de Director General de Patrimonio Cultural de la Nación y de Director del Museo Nacional de Arqueología. Desde 1998 es Miembro de la Academia Nacional de Historia. También Miembro Científico del Centro Studi Ricerche Ligabue de Venecia y del Museé Barbier-Mueller de Ginebra. Entre sus trabajos de campo destacan los realizados en Chavín, las Necrópolis de Ancón, Chuquibamba (Arequipa), El Ingenio en Nazca, y sitios arqueológicos riberas del río Tambo, afluente del Ucayali. Asimismo, realizó doce expediciones a territorio de la cultura Chachapoyas (Pajatén, Los Pinchudos, Karajía, Laguna de las Momias, etc.). Es autor de numerosas monografías y más de cincuenta volúmenes, entre ellos: Manual de Arqueología Peruana (1970); Historia y Arte del Perú Antiguo (2002) que cubre 6 vols.; Los Chachapoyas, moradores ancestrales de los Andes Amazónicos peruanos (2003). Su último libro, en dos volúmenes, se titula Machu Picchu / sortilegio en piedra (2014). En 2006 fue designado Embajador del Perú en Alemania, cargo que desempeñó hasta el 2009. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 3 0 9 A GRADECIMIENTOS Adrián SANTILLÁN / ÓPTICA SERVÁN Fanny MONTESINOS Juan de Dios CARRIÓN CHÁVEZ Newman AGUILAR TORRES AFP Integra Fanny PALACIOS IZQUIERDO Julio César SAGAZETA LÁPIZ Olivier FABRE Alba CHOQUE Flori SALCEDO KULJEVAN Justo VILLALOBOS Oscar SAKAY HOMA Alberto BUENO MENDOZA Francisco IRIARTE BRENNER Karina REYES RODRÍGUEZ Peter LERCHE Alberto CHIRIF Francisco MERINO Lenin QUIÑONES HUATANGARI Pilar SOTO PADILLA Alfredo ALBERDI VALLEJO Gilmer Wilson HORNA CORRALES Lenka FIGUEROA AÑORGA Quirino OLIVERA NUÑEZ Alfredo GRAF Gory TUMI ECHEVARRÍA Luis INGA VILCA Rainer HOSTNIG Ana CASTILLO Guillermo SOLIS BENITO Luis MARTÍNEZ Angel CUPIOC ZUTA Guiseppe OREFICI Luis MENDOZA PIZARRO Regional de Comercio Exterior y Turismo de Amazonas Anselmo LOZANO CALDERÓN Gustavo SILES DOIG Luis VALLE ALVAREZ Roberto ATO DEL AVELLANAL Arthur C. AUFDERHEIDE Gruver CHÁVEZ TORRES Luisa VETER Roberto Gheller Doig Arturo RUIZ ESTRADA Heinz PLENGE Manuel ARMAS Roberto SAMANEZ ARGUMEDO Asunta HUAMÁN ANGULO Homero OYARCE Manuel Enrique MALAVER PIZARRO Rodolfo CERRÓN PALOMINO Bárbara BOLLINGER Hilda VIDAL VIDAL Manuel Hamilthon CABALAS LÓPEZ / Director Roger RAVINES Bernardino OJEDA Hugo VALLENAS Manuel Hernán AMAT OLAZÁBAL Róger RUMRRILL Carlos CHÁVEZ MUÑOZ Inés TABINI DE BOLLINGER Manuel SALINAS Rolando R. BREÑA PANTOJA Carlos E. NAVAS DEL AGUILA Iñigo MANEIRO Manuelasho VILLALOBOS (Ϯ) Rosa AMANO DE WATANABE César OLANO AGUILAR Jaime DEZA RIVASPLATA Maritza REVILLA BUELOTH César REYES VALLE Jaime LEYVA María del Pilar SOTO Ruth SHADY SOLIS/Unidad Ejecutora 003, Caral Cirilo ARIAS ARNICA James W. REID (Ϯ) Martín CHUMBE Sara ALVARADO Cristián (sic.) E. VIZCONDE GARCÍA Janet TEJADA CHUQUIPIONDO Massimo CASARIN Segundo G. CHÁVEZ QUINTANA Daniel CASTILLO BENITES Johan REINHARD Michael TWEDDLE Sheila PILLMAN Daniel MORALES CHOCANO Jorge H. ESQUIROZ Milton ZEVALLOS Sonia HUYHUA Denise POZZI-ESCOT Jorge PINEO Miuler VILLAR SÁNCHEZ Vincent LEE Edmundo MURRUGARRA FLORÍAN José Luis ALVAREZ RAMOS Morgan DAVIS Waltere H. WUST Emilio MORILLO MIRANDA José Santos TRAUCO RAMOS MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL BRÜNING WH Tours Enrique LUCERO CACHAY Juan A. FERNÁNDEZ VALLE Nelly MARTELL CASTILLO Willi HELMBRECHT Enrique VERGARA MONTERO Juan Carlos YANKELEVICH Nelson MORALES SOTO Ximena Ross MORREY PÉREZ APORTACIONES Abel VEGA OCAMPO Enrique VERGARA MONTERO Jorge L. RUIZ BARCELLOS Rodolfo CERRÓN PALOMINO Alberto BUENO Gary URTON Keith MUSCUTT Santiago VERGARA Anselmo LOZANO CALDERÓN Guido LOMBARDI Manuel SALINAS HUAPAYA MONTERO Heinz PLENGE Mariela LEO Ulises GAMONAL Jairo VALQUI CULQUI Michaela ZIEMENDORFF Walter H. WUST James M. VREELAND Jr. Miguel A. CORNEJO GARCÍA William Iain MACKAY Benito PALACIOS SOLSOL Carlos WESTER LA TORRE Marco SECLÉN EL INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA AMAZÓNICA EXPRESA SU GRATITUD AL DR. GERMÁN KRÜGER ESPANTOSO (1944 - 2016) PRESIDENTE DEL CONSEJO DIRECTIVO DEL INSTITUTO CULTURAL PERUANO NORTEAMERICANO (1977 - 1981 y 1990 - 2016) POR EL APOYO PRESTADO EN LA PUBLICACIÓN DEL PRESENTE LIBRO El Instituto de Arqueología Amazónica felicita a la Dra. Rose Schnaufer, fundadora de UNAMONOS, entidad creada en la localidad de Weil der Stadt (Leonberg, Württemberg / Alemania), que desde su fundación en 1981 realiza permanentemente una generosa obra social en el Perú. Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas UNTRM Creación: Universidad ciudadana La historia de la UNTRM no se entiende sin Amazonas: el impulso de la región en todos sus frentes (ciudadanos, personalidades y medios de comunicación) resultaría clave en la consecución de nuestra Universidad. Así se consiguió el objetivo, la creación mediante Ley N° 27347 del 18 de septiembre del año 2000. Crecimiento: Más conocimiento e infraestructura Con el objetivo de ser una institución reconocida y de máximo nivel, la UNTRM desarrolló un plan de expansión en cuanto a ramas de conocimiento e infraestructura se refiere. De esta manera, una vez asentada en el Campus de El Franco, inició sus actividades, para poco a poco crecer y convertirse en un campus cada vez más integral tanto en oferta académica como en servicios universitarios. Desarrollo: Salto cualitativo A la vez que la UNTRM crecía físicamente, también lo hacía cualitativamente: al cumplir sus 15 años, destaca la fuerte apuesta por las nuevas tecnologías y la investigación. En este sentido, la Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas inicia una estrategia para convertirse en referente en la investigación, innovación y desarrollo científico en esta parte del Perú. Como resultado, diseña un extenso marco de colaboración con diversas Universidades del mundo, multiplica sus programas y proyectos de investigación de carácter nacional e internacional y obtiene financiamiento para investigación en fondos concursables. 3 1 2 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Último año: Internacionalización académica e investigativa La apuesta por la investigación de impacto ha ubicado a la Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas en un lugar destacado en relación a Universidades contemporáneas, recibiendo el reconocimiento de CONCYTEC, SUNEDU e INDECOPI a nivel nacional. En este año la UNTRM obtuvo la medalla de oro en la 45th International Exhibition of Inventions of Geneva (Exposición Internacional de Inventos en Ginebra, Suiza), considerada como uno de los eventos más importantes del mundo dedicado a las invenciones y propiedad intelectual. En la actualidad, la UNTRM sigue apostando por el desarrollo científico y la innovación como vía para aportar progreso al conjunto de la sociedad. Destaca ahora el fomento de la movilidad y el esfuerzo por atraer talento internacional, logrando una universidad abierta, cosmopolita y capaz de integrarse en proyectos científicos de máximo nivel. Innovación, dinamismo e internacionalización son los principios que marcarán la historia de la UNTRM y a su vez, la base establecida por la universidad para superar las dificultades actuales y reforzar su servicio por el conocimiento, por la sociedad y por el futuro con sus programas académicos acreditados. DERRAMA 3 1 4 - F e d e r i c o K a u f f m a n n D o i g Kuélap visto desde su lado sureste, desde donde no es posible acceder debido al barranco que se desprende a continuación de la muralla. El monumento está constituido por dos plataformas superpuestas, alcanzando la de la base cerca de 600 metros en su eje longitudinal. Sobre las mismas se levantan más de 400 recintos. La mayoría de ellos habrían servido como almacenes de comestibles, indispensables para sortear posibles hambrunas que podrían acarrear las recurrentes anomalías climáticas como consecuencia de la presencia del Fenómeno del Niño, conocido como ENFEN/ENSO (Foto: Cortesía INTERBANK / Editorial Letras E Imágenes S.A.C. / Grupo Editorial COSAS). El libro “La cultura Chachapoyas” terminó de ser impreso en los prestigiosos talleres gráficos de: Empresa Certificada con ISO 9001 Telfs: (511) 425 7330 / 425 7842 www.cartolan.com Para internarse en territorio de la cultura chachapoyas y escoger la ruta que más acomode, véase Rafo León (2012): Región Amazonas pp. 201-237 y Región San Martín pp. 73 y 117. L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 3 1 7 Con el mecenazgo del Centro Studi Ricerche Ligabue, hoy Fondazione Giancarlo Ligabue, presidida por Inti Ligabue, el Instituto de Arqueología Amazónica que dirige el arqueólogo peruano Federico Kauffmann Doig ha realizado desde 1981 una importante contribución a la investigación de la portentosa cultura Chachapoyas a través de catorce expediciones dirigidas a develarla. El presente libro da fe de ello. INTI LIGABUE Presidente En la localidad de Lamud, Giancarlo Ligabue y Federico Kauffmann Doig (con gorro) examinan la cabeza de un purunmachu o sarcófago, procedente de Tingorbamba. Arrancada por comarcanos años atrás, la condujeron a Lamud donde la conservaba un maestro de escuela. Los arqueólogos transportaron la enorme testa a Lima, para su entrega al Estado Peruano. Fue recepcionada en acto oficial por el entonces Ministro de Educación doctor Grover Pango Vildoso. Actualmente es conservada y exhibida en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú.