PERÚ
Federico Kauffmann Doig
L A
C U L T U R A
C H A C H A P O YA S
El grupo de sarcófagos o
purunmachus más destacados
es el de Karajía. Estos se encuentran al borde del abismo,
en una gruta excavada en lo
alto de un barranco. Los arqueólogos debieron escalar
24 metros de pared rocosa
vertical para acceder a ellos
y explorarlos. Los purunmachus de Karajía fueron dados
a conocer al mundo en 1984
(Foto: Instituto de Arqueología Amazónica / Fondazione Giancarlo Ligabue.
Expedición a Karajía, 1986).
“La cultura Chachapoyas”
Primera edición: Lima, Mayo 2017
Autor: Federico Kauffmann Doig
© Federico Kauffmann Doig y/o © Greta Kauffmann Siles
Todos los derechos reservados.
Prohibida la reproducción total o parcial, en cualquiera de sus formas,
por transmisión electrónica o mecánica, incluyendo fotocopias, video
y otros sistemas de acopio y retransmisión, que no cuenten con la
autorización por escrito del tenedor del copyright.
Correción de estilo: Glenda Escajadillo
Diseño de libro: Federico Kauffmann Doig
Diagramación: David A. Abanto Antaya
Colaboración: Marivel Monroy Durán
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú
N°
ISBN
Impreso en
CARTOLAN Editora y Comercializadora E.I.R.L. ISO 9001
Pasaje Atlántida 113 - Cercado de Lima
Telf. 425-7330
[email protected]
L A C U LT U R A
CHACHAPOYAS
A
CARLOS TORRES MAS (1948-2012),
ejemplar amigo y gran conocedor de la cultura Chachapoyas
Homenaje del Autor
Cámara
sepulcral del grupo de
mausoleos conocido como Los
Pinchudos, de la
que cuelgan tallas
de madera de dignatarios desnudos
(Foto: Federico
Kauffmann Doig).
FEDERICO KAUFFMANN DOIG
Instituto de Arqueología Amazónica
Fondazione Giancarlo Ligabue
L A CU LT U R A C HAC HAP OYAS
PRESENTACIÓN
U
no de los objetivos en la política de la Universidad Nacional Toribio
Rodríguez de Mendoza de Amazonas (UNTRM) es promover y difundir
la investigación científica en todas las áreas del conocimiento. Así, en lo
arqueológico ha asumido el compromiso con la cultura de editar a través de su Fondo Editorial el libro La cultura chachapoyas de Federico Kauffmann Doig.
Los procedimientos empíricos que ha utilizado el autor son importantes, siendo el
suyo uno de los puntos de vista debidamente argumentados acerca de los enigmas
que caracterizan a los monumentos arqueológicos de nuestra cultura milenaria.
La hipótesis que comparte el autor con otros estudiosos es que los chachapoyas,
cuyo nombre se debe a los incas, tienen origen cordillerano y no amazónico. Algunos petroglifos o dibujos rupestres que se encuentran en su territorio datan de
una antigüedad de más de 4000 años, es decir del Periodo Formativo Inferior; y
encontramos huellas de este arte hasta el Horizonte Tardío cuando el reino de los
chachapoyas ya había sido incorporado al imperio Incaico.
La cultura Chachapoyas tiene características peculiares, como las construcciones
circulares que se levantan sobre plataformas pétreas, los mausoleos y sarcófagos
que se construyeron en los barrancos verticales, los tejidos decorados encontrados en
Pías y la Laguna de los Cóndores, la cerámica aunque no tan desarrollada como las
de otras culturas preíncas y, finalmente, las esculturas con figuras en alto relieve.
Rostro de uno de
los personajes de
la pintura mural
de San Antonio,
documentada
en 1986 (Foto:
Federico Kauffmann Doig).
Según el autor, en la construcción de Kuélap —realizada entre los siglos X y XI—
se empleó más material que en Kéops, la más grande pirámide de Egipto. Hipotéticamente plantea que los recintos circulares eran almacenes de los alimentos que
producía la pachamama, y que Kuélap era habitada solo por una élite de los chachapoyas. Este punto de vista difiere con otros, que plantean que Kuélap fue una
ciudadela. El reto de la juventud estudiosa es, pues, seguir investigando tomando
como base las diversas investigaciones científicamente fundamentadas.
Pajatén es otro de los monumentos arqueológicos de los chachapoyas. Destacan
en las construcciones pétreas las representaciones antropomorfas que posiblemente
simbolizarían a la pachamama y como ostentación de virilidad están los pinchudos,
guardianes de los altos mausoleos.
Además de Kuélap y Pajatén, en el territorio de los chachapoyas hay otros restos
arqueológicos de gran importancia; sin embargo, no se invierte en su preservación
y se van deteriorando con el paso del tiempo, las inclemencias de la naturaleza y
sobre todo ante la falta de identidad de la población moderna con respecto a su
patrimonio cultural. El autor describe también los restos de San Pedro de Olán,
Congón o Gran Vilaya, y Vira Vira. Asimismo, menciona que hay muchísimas más
construcciones que merecen la atención del Estado como Purun Llacta de Cheto,
Purun Llacta de Soloco, Cambolij en Sonche, Yálape en Levanto, entre otras
En conclusión, la cultura Chachapoyas tiene mucho que mostrar al mundo y éste
tiene que poner sus ojos en el maravilloso legado de nuestros antepasados. La Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas tiene el compromiso de contribuir con el desarrollo de la cultura, la identidad y la puesta en valor
del patrimonio cultural para el turismo en la Región Amazonas por ser una de las
fuentes promisoras de nuestro progreso. Uno de los aportes es difundir trabajos
como este libro que está además muy bien ilustrado, y me complace presentarlo con
la seguridad de que concitará la atención de los jóvenes lectores e investigadores del
Perú y el mundo.
Jorge Luis Maicelo Quintana Ph.D.
Rector
Universidad Nacional Toribio
Rodríguez de Mendoza de Amazonas
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C h a c h a p o y a s - 9
INTRODUCCIÓN
Al llegar los españoles al Perú los chachapoyas conformaban una de las varias “naciones” que
integraban el inmenso territorio del Incario o Tahuantinsuyo. Al igual que las demás agrupaciones étnicas que se desarrollaban paralelamente en espacios cordilleranos como costeños, la de los chachapoyas, que florecía en el flanco oriental de los Andes, también la integraban grupos étnicos menores
articulados entre sí culturalmente y, al parecer, también por un idioma común o en su defecto por
formas dialectales emparentadas.
Consideramos que es de segunda importancia de si la voz chachapoyas originalmente designaba a la
confederación de grupos étnicos a la que nos referimos, o si este apelativo fue generado luego de la
irrupción española en el Incario. Lo cierto es que en el universo de las culturas de prosapia andina, los
chachapoyas configuraban una “nación” per sé más. Lo atestigua el perfil de los monumentos arquitectónicos que levantaron, como es el caso de Kuélap, con sus murallas que se elevan hasta por algo
más de 19 metros. Pero el elemento en particular que distingue a la cultura Chachapoyas es la técnica
sui generis que empleaban en la decoración de sus muros y mediante la cual expresaban los símbolos
de su mundo mágico-religioso. A todo esto hay que agregar otros elementos culturales, como el del
sarcófago o estatua funeraria, patrón que no se repite en las demás culturas cordillerano-costeñas
como tampoco en el resto de América.
En lo que respecta a la identidad de la cultura Chachapoyas, habría que sumar lo que comentan al
respecto las crónicas del siglo XVI. Así, por ejemplo, Pedro Cieza de León (1553) anota que los chachapoyas, comparados con los restantes pobladores del Incario “…andan vestidas [sic.] ellas y sus maridos
con ropas de lana y por las cabezas usan ponerse sus llautos [gorros], que es señal que traen para ser
conocidos en toda parte”.
Como veremos oportunamente, no por eso puede soslayarse la presencia de poderosos ingredientes
que hablan de un parentesco ancestral, que articulan a la cultura Chachapoyas con las que se desarrollaban contemporáneamente en el Área Inca o andina, tanto en sus espacios cordilleranos como
costeños.
El territorio de los chachapoyas se extendía por más de 300 kilómetros en su eje longitudinal, cubriendo sectores septentrionales de los Andes Amazónicos, en altitudes que fluctúan entre 2000 y 3000
metros. Este espacio del flanco oriental andino, a diferencia del resto del territorio cordillerano-costeño que mira al océano Pacifico, va cubierto por bosque tropical de neblina, el mismo que se inicia
partiendo de los llanos amazónicos o Amazonía propiamente dicha hasta alcanzar altitudes que se
aproximan a los 4000 metros sobre el nivel del mar.
No obstante los lazos que culturalmente vinculaban a las diversas agrupaciones étnicas menores
que conformaban la “nación” Chachapoyas, éstas rivalizaban y luchaban entre sí permanentemente.
Sin embargo, a partir de los inicios mismos de la invasión de los incas a sus predios, al comenzar el
último tercio del siglo XV, los chachapoyas se unían oponiendo férrea resistencia. Por lo mismo su
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incorporación al Incario o Tahuantinsuyo fue prolongándose por varios decenios, hasta poco antes de
la irrupción europea en el siglo XVI.
Los incas dejaron muestras de su presencia no solo en cuanto a la construcción de centros administrativo-cultistas, como Cochabamba, también introdujeron el runasimi o lengua quechua que fue
imponiéndose frente al idioma y los dialectos originarios chachapoyas, hasta finalmente eclipsar a
estos durante el virreinato peruano.
Los invasores incas se sirvieron desde luego de los quipus como instrumento de contabilidad indispensable para una administración eficaz. Finalmente, lo que hay que destacar es que los incas al conquistar a los chachapoyas debieron toparse con formas mágicos-religiosas en algún modo similares a
las practicadas por ellos, y que debieron ser introducidas por los primeros chachapoyas, precisamente
por la savia andina que les era propia. De este modo, unos como otros resultaban ser adoradores incondicionales del mismo personaje supremo: el gobernante de los fenómenos atmosféricos, algo así
como un Dios del Agua, simbolizado por el trueno y particularmente por el rayo, en su condición de
anunciadores de la lluvia. Como quiera que solo el rayo es un elemento visible, su figura, entre otros
símbolos, fue representada universalmente por los chachapoyas. Tomaba la forma de una M en sucesión, lo que se advierte particularmente en la decoración mural. Como veremos luego, el ser divino
Curichaculla debió ser introducido por los incas, ya que su etimología es quechua o runasimi. Este
ente sobrenatural descubre que en el fondo no era otra cosa que curi, el trueno, esto es uno de los
fenómenos atmosféricos —junto al rayo y de algún modo también al arcoíris— en los que era materializado el ser supremo del panteón del Perú ancestral y al que hemos denominando Dios del Agua.
Los testimonios arquitectónicos legados por los chachapoyas no solo menudean a lo largo y ancho
de su territorio. También son testigos elocuentes de que su sociedad —como las demás del mundo
andino— estaba rigurosamente dividida en dos estamentos: el de los gobernantes y el de los subordinados. La ocupación primaria de los últimos era la producción de los alimentos, tanto para su
consumo como para entregar como tributo una importante parte de lo cosechado. A juzgar por lo
que fue usual en el antiguo Perú desde la implantación de la agricultura —inicialmente practicada
en forma rudimentaria—, el volumen mayor de los alimentos tributados era almacenado para hacer
frente a años improductivos, cuando se presentaban anomalías climáticas como las del recurrente
fenómeno de El Niño que hacían que asomara el fantasma del hambre.
Además de las proezas en arquitectura y en la decoración mural ya mencionadas, destaca el intenso
culto que los chachapoyas profesaban a sus difuntos; si bien en este aspecto tampoco diferían sustancialmente de las demás culturas cordillerano-costeñas que desde tiempo inmemorial florecieron
en el Área Inca o Andina. Son notables las hazañas logradas por los chachapoyas en el campo de la
momificación debido a la gran humedad de su territorio que exigía el empleo de técnicas sofisticadas
para embalsamar.
Los chachapoyas destacan también por haber sido eximios tejedores, como lo evidencia la monumental prenda textil de Pisuncho que cubría un bulto funerario trasladado por los comarcanos a
Piás, o las telas que cubrían los cuerpos de los difuntos sepultados en los mausoleos de la Laguna
de las Momias, sitio erróneamente conocido como “Laguna de los Cóndores”. También alcanzaron
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resultados sorprendentes en la litoescultura y en el arte de la pintura mural, si tenemos presente la
soberbia escena pintada en una de las paredes de los muchos recintos que comprende el conjunto
arqueológico de San Antonio y que permanecía inédita hasta 1986, cuando fue analizada por una
de nuestras expediciones (Kauffmann Doig, 1987b, 1989, 2009: 207-210; Kauffmann Doig y Ligabue,
2003: 439-444).1
En la presente obra hemos de ocuparnos no solo de las proezas referidas ni de las alcanzadas por los
chachapoyas en el campo de la arquitectura. También tocaremos aspectos concernientes a los patrones funerarios que empleaban para sepultar a sus difuntos ilustres. Como el ya citado sarcófago o
purunmachu, que toma la forma de estatua funeraria expuesta verticalmente y en la que se colocaba
un fardo funerario. Un segundo patrón funerario era el mausoleo, recinto que por lo general se sumaba a otros formando grupos. Esta forma de sepultar daba cabida a múltiples cuerpos momificados y
envueltos en sus ropajes funerarios.
Estos y otros logros culturales alcanzados por los chachapoyas son descritos en los capítulos que
desfilan en el presente libro. Varios de estos han sido ya expuestos en artículos y en obras anteriores
del autor.
Las obras pioneras sobre los chachapoyas fueron publicadas por estudiosos extranjeros que, atraídos
por el coloso arquitectónico de Kuélap, se aprestaron a explorar esta cultura. Es el caso de Adolph Bandelier (1907, 1940), Louis Langlois (1934, 1939) y acaso también de los arqueólogos Reichlen (1950) y
Hans Horkheimer (1959). A partir de entonces, esto es desde hace más de medio siglo, el interés por
el conocimiento de la cultura Chachapoyas eclipsó, salvo muy contadas excepciones. Aquello debe
traer su explicación en el ambiente que ocupaban los chachapoyas, cordillerano y boscoso a la vez,
ARQUEÓLOGOS:
Myriam Salazar (Museo Nacional de Antropología y
Arqueología), Daniel Morales (Seminario de Arqueología,
Universidad Nacional Mayor de San Marcos), Iain Mackay
(Instituto de Arqueología Amazónica), Federico Kauffmann Doig
(Instituto de Arqueología Amazónica).
ANTROPÓLOGO:
Carlos Torres Más (Instituto Nacional de Cultura - Departamental
Amazonas).
TOPÓGRAFOS:
Oscar M. Sacay (Instituto de Arqueología Amazónica), Jefe
del equipo de Topografía de la Expedición, Herbert Ascasibar
(Instituto Nacional de Cultura), Isamel Rosales (Universidad
Nacional de Ingeniería), Juan Carlos Olano (Universidad Nacional
Mayor de San Marcos).
ANDINISTAS:
Alberto Perazo (Presidente del Club Andino Peruano), Hugo
Mühlig (exPresidente del Club Andino Peruano), Freddy Injoque
(Club Andino Peruano)
COORDINADOR GENERAL:
Gustavo Siles (Instituto de Arqueología Amazónica).
CONSULTOR DE CARTOGRAFÍA:
Guillermo Manrrique (Director General de Cartografía, ONERN)
MIEMBROS DE LA EXPEDICIÓN CHACHAPOYAS / 86
* El arqueólogo Klaus Koschmieder se refiere a la pintura de San Antonio con el nombre de Kacta (Koschmieder, 2012: 108, 114 fig. 115), sin
aclarar que se trata del mismo mural analizado, copiado y dado a conocer en diversas publicaciones por el autor desde 1986 (Kauffmann
Doig, 1987b, etc.). Esto conduce a confusiones y hasta a suponer que se trata de un sitio inédito, identificado por Koschmieder.
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así como su alejamiento de los centros urbanos cordilleranos y costeños.
En 1980, el Instituto de Arqueología Amazónica (IAA), entidad cultural afiliada al Instituto Nacional de
Cultura (hoy Ministerio de Cultura del Perú) por Convenio I - VII - 93 y fundada por el autor del presente libro —cuya infancia trascurrió en territorio de los antiguos chachapoyas—, inició investigaciones
sistemáticas acerca de la cultura Chachapoyas, por entonces todavía desconocida y ni siquiera mencionada en los textos escolares.
A partir de 1981 el Instituto de Arqueología Amazónica contó con el mecenazgo del Centro Studi Ricerche Ligabue (Venecia). Esta institución fue fundada y dirigida por el antropólogo italiano Giancarlo
Ligabue hasta su deceso en 2015. Desde entonces, presidida por Inti Ligabue, -Chief Executive Officer
de Ligabue SpA (Venecia, Italia)-. continúa activa con el nombre de Fondazione Giancarlo Ligabue.
El autor del presente libro tiene el honor de pertenecer a esta entidad en condición de Miembro
Científico.
Con el transcurso de los años, el Instituto de Arqueología Amazónica, especialmente desde 1981 y
ya en asociación con la ahora Fondazione Giancarlo Ligabue, ha conducido más de una docena de
expediciones formales a los Andes Amazónicos septentrionales, esto es, en territorio de la todavía
escasamente conocida cultura Chachapoyas.
Las sucesivas expediciones del Instituto de Arqueología Amazónica han permitido, con el apoyo del
CSRL, identificar, estudiar y dar a conocer al mundo importantes muestras de la cultura Chachapoyas.
Entre otros, el grupo de sarcófagos regios conocido ahora como los purunmachus o sarcófagos de Karajía, los mausoleos de Los Pinchudos con sus impresionantes tallas de madera, la pintura mural que
se extiende por unos 7 metros y escenifica a un grupo de personajes asidos de la mano en un recinto
del conjunto arquitectónico de San Antonio (Lamud), la enorme tela decorada de más de 4 metros de
largo procedente de Pisuncho y conducida por comarcanos a la localidad de Pías, entre otros.
Por otro lado, abundan las propuestas teóricas planteadas por el Instituto de Arqueología Amazónica.
Por ejemplo las que se refieren a la función que cupo al coloso arquitectónico conocido como Kuélap
y sobre el origen de los primeros chachapoyas que no procederían de la Amazonía sino de los Andes
Occidentales, donde se desarrolló la civilización andina ancestral.
Asimismo, el Instituto de Arqueología Amazónica ha publicado, en el Perú y extranjero, cerca de un
centenar de artículos basados en los resultados de sus doce expediciones en territorio de los chachapoyas. Además de los múltiples estudios monográficos, se han publicado los libros Los chachapoyas
/ Moradores ancestrales de los Andes Amazónicos Peruanos (Lima, 2003), así como Los chachapoyas /
Constructores de Kuélap y Pajatén (Lima, 2009). Estos, sumados a los artículos, han contribuido a que los
peruanos y el mundo pongan sus ojos en la grandiosa cultura gestada por los chachapoyas.
Federico K auffmann Doig
SUMARIO
Presentación
Introducción
5. Mitmaes (mitmaq) chachapoyas
trasladados al Cuzco
6. Apu-Chumiquis: el tema del “incacidio”
por un líder chachapoyas
7. Rastros de resistencia en mitos
contemporáneos
7
9
PARTE PRIMERA
PANORAMA CULTURAL
17
I.
21
Territorio
1. Los límites del territorio de los
chachapoyas
2. Los Andes Amazónicos: el espacio
altitudinal que ocuparon los
chachapoyas
II. Origen de los chachapoyas
1. Diferencias culturales profundas entre
amazónicos y los chachapoyas
2. Andinización de los Andes Amazónicos:
una hipótesis
3. Otras propuestas
III. Particularidades del mundo cultural
chachapoyas
1. Sobre la identidad de la cultura
Chachapoyas
2. Estructura religiosa
3. Estructura socioeconómica
4. Aspectos lingüísticos
21
24
I.
Incorporación al Incario
1. Primeros pasos invasores
2. Resistencia y pacificación durante el
gobierno de Huayna Capac
3. Noticias adicionales acerca de la rebeldía
de los chachapoyas
4. Sucesos en tiempos de Atahualpa
58
59
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61
65
65
31
PARTE TERCERA
32
36
38
39
39
40
46
46
PARTE SEGUNDA
INCORPORACIÓN AL INCARIO Y PENETRACIÓN
ESPAÑOLA
II. Penetración española
1. Contactos iniciales
2. Primeras incursiones de los españoles
3. Fundación del centro de dominio
español
4. El epílogo: por la ruta de Rupa Rupa
57
EL LEGADO ARQUITECTÓNICO
67
I.
Arquitectura chachapoyas
1. Características de la cultura Chachapoyas
2. La investigación de la cultura Chachapoyas
II. Kuélap
1. Descubrimiento y primeras impresiones
2. Kuélap: un coloso arquitectónico
3. El acceso a Kuélap: ¿alusión a una vagina?
4. Los recintos circulares ¿graneros en su
mayoría?
5. Kuélap: expresiones arquitectónicas de
especial trascendencia
6. Motivos decorativos
7. ¿Qué fue Kuélap?
69
69
70
71
71
77
78
III. El Gran Pajatén
1. El nombre
2. Descubrimiento de Pajatén
3. Expediciones arqueológicas al Pajatén
y alrededores
4. Ubicación de Pajatén
5. Visión arquitectónica de Pajatén
6. Motivos simbólicos parietales
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90
90
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81
85
88
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7. Sitios arqueológicos en los alrededores
de Pajatén
IV. Otros testimonios arquitectónicos
relevantes
1. Olán
2. Congón (o “Gran Vilaya”)
3. El área de Huabayacu
4. Una ojeada a otros sitios arqueológicos
chachapoyas
111
111
112
113
I.
Introducción
1. Ultratumba entre los antiguos peruanos
2. La momia y el bulto funerario
3. Formas de sepulcros chachapoyas
168
169
169
171
PARTE CUARTA - B
PATRONES FUNERARIOS CHACHAPOYAS:
EL MAUSOLEO
179
I.
Comentarios introductorios
1. Dispersión y antigüedad del mausoleo
chachapoyas
2. Los dos tipos de mausoleos
3. Su antigüedad frente al “sarcófago”
4. Primeras referencias a mausoleos e
investigaciones posteriores
181
II. Los mausoleos de Los Pinchudos
1. Historial
2. Los mausoleos o cámaras funerarias
de Los Pinchudos
3. Las tallas antropomorfas asociadas a
la Cámara Funeraria 5
4. Los mausoleos en las proximidades del
grupo de los Pinchudos
183
183
III. Los mausoleos de la Laguna de las Momias
1. Historial
2. Los mausoleos
3. Fardos funerarios y momias
191
193
194
197
IV. Los mausoleos de Revash
1. Descripción somera
2. Motivos decorativo-simbólicos
205
205
213
V. Los mausoleos de Ochín
1. Mausoleo Ochín-A
2. Mausoleo Ochín-B
3. Decoración mural en los dos mausoleos
de Ochín
215
215
216
VI. Otros mausoleos chachapoyas
1. Los mausoleos de Tingorbamba
219
219
118
PARTE CUARTA - A
PATRONES FUNERARIOS CHACHAPOYAS:
EL PURUNMACHU
7. Los sarcófagos de Tosán o Langache
8. Los sarcófagos de Peña de Tuente
9. Los sarcófagos de Aispachaca / Conila
10. Los sarcófagos de El Tigre
107
129
131
131
131
136
II. El purunmachu o sarcófago chachapoyas
1. Primeras referencias
2. Morfología del purunmachu chachapoyas
3. Contenido del purunmachu o sarcófagos
4. Su emplazamiento en los barrancos
5. Dispersión y cronología del
purunmachu chachapoyas
6. El sarcófago: ¿remedo del fardo
funerario andino?
141
141
141
144
144
III. Los purunmachus de Karajía
1. Historial
2. El GRUPO 1 de Karajía
3. Grupos vecinos en el acantilado
de Karajía
149
149
150
IV. Otros grupos de purunmachus chachapoyas
1. Los sarcófagos de Solmal
2. Los sarcófagos de Yambata
3. Los sarcófagos de Chipurik
4. Los sarcófagos de Lic
5. Los sarcófagos de San Antonio
6. Los sarcófagos de Tingorbamba
157
157
159
162
163
163
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146
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181
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189
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C h a c h a p o y a s - 1 5
V. Tallas en madera y en hueso
1. Tallas antropomorfas tabloides
2. El madero “Los Gavilanes”
3. La talla en hueso y su relación con el
arte textil
4. “Los Pinchudos”: tallas antropomorfas
263
263
263
269
227
228
VI. Mates decorados
1. Los mates pirograbados
/ Enrique Vergara Montero
2. Mates pirograbados de la Laguna de
las Momias / Enrique Vergara Montero
y Santiago Vergara Montero
229
231
VII. Testimonios chachapoyas de pintura
sobre roca
275
TESTIMONIOS CULTURALES Y ARTÍSTICOS
235
VIII. Testimonios de pintura mural
1. Muestras de pintura mural
2. Pintura mural de San Antonio
279
279
281
I. Testimonios alfareros
II. Testimonios textiles
1. La tela monumental de Apisuncho
2. Tradiciones textiles en Cruzpata
(Iain Mackay)
237
241
241
IX. Iconografía parietal pétrea
1. Representaciones figurativas
2. Representaciones abstractas
285
285
285
248
III. Metalurgia
1. Las aquillas de Purunllacta
251
251
X. Los chachapoyas: prosiguiendo con la
tradición de arte rupestre
1. “El Idulo”
2. Chiñuña-Yamón
3. Calpón-Limones
289
289
290
291
IV. Escultura en piedra
1. El monolito antropomorfo de La Jalca
2. Monolito de “Los siameses”
3. El monolito de Pumachaca
4. La escultura de Purunllacta
5. Los petrorrelieves de Uchucmarca
6. Los petrorrelieves de La Pitaya
7. Monolitos varios
255
255
256
256
256
259
261
261
Bibliografía citada
293
Índice onomástico
304
Índice toponímico
306
Agradecimientos
Aportaciones
309
309
2.
3.
4.
5.
Los “mausoleos” de Lic
Los mausoleos de Peña de Tuente
El mausoleo y los graneros de Guanglic
Los mausoleos de
La Petaca-Diablohuasi
6. Los mausoleos de El Dorado /
Nelly Martell Castillo
7. El “Gran Saposoa”: mausoleos en el área del
río Huabayacu
8. El mausoleo de la laguna de
Huayabamba o “La Casa de Oro”
9. El mausoleo Casa Blanca
10. El mausoleo de Pisuncho /
James Vreeland Jr. y Federico Kauffmann Doig
11. Otros mausoleos chachapoyas
222
222
222
225
225
226
PARTE QUINTA
265
266
269
271
1 6
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PARTE PRIMERA
PA N O R A M A C U LT U R A L
Entre las diversas expresiones culturales que alcanzaron su desarrollo antes del Incario destaca la que se
conoce como Chachapoyas. A pesar de haber logrado proezas arquitectónicas asombrosas, como Pajatén
o aquella monumental construcción cuyas murallas se elevan hasta por 20 metros, como el caso de Kuélap,
la cultura Chachapoyas permanecía hasta hace pocos decenios ignorada por las grandes mayorías y hasta
por los propios arqueólogos, salvo escasas excepciones.
Ubicación de la cultura Chachapoyas en el tiempo y
en el marco de las diversas etapas de la ancestral civilización que tuvo por escenario el Área Inca o Andina.
ERA PRIMORDIAL
ERA DE L A CIVILIZ ACIÓN PERUANA
(Á r e a i n c a ( o A n d i n a )
/ R e g i ó n Ce n t ra l o Pe r u a n a )
EDAD PRIMORDIAL (15000 a. C. - 4000 a. C.)
Sinónimos: Época Lítica / Etapa de los Cazadores / Etapa Preagrícola / Arcaico
Durante esta era histórica, el bagaje cultural era simple, restringido sobre todo a la fabricación de instrumentos de piedra, que
a lo largo de los milenios siguieron siendo perfeccionados a fin
de hacerlos más eficaces y aún embellecerlos. Las hordas que se
desplazaban por la costa y por la sierra provenían originalmente
de Asia, habiendo migrado al continente americano por el Estrecho de Bering. Su estructura social era patriarcal. El hombre de
entonces dejó testimonios de arte rupestre, que empleó para
con acciones mágicas tener éxito en la caza. Éstos consisten básicamente en escenas de caza de animales, que eran graficadas
o pintadas sobre paredes rocosas. Su tiempo estaba copado
en la consecución de los alimentos provenientes de la caza, la
pesca y el acopio de vegetales. Sitios importantes reconocidos.
Lauricocha, Paiján, Toquepala…
En el Viejo Mundo: La cultura primordial retrocede en el Viejo
Mundo a los albores de la humanidad y era, en términos generales, la misma en África como en Asia y Europa. El paso del
período Paleolítico al Neolítico se efectuó hace unos 10000 años
en Asia Menor. En el Neolítico, el hombre dio inicio al cultivo de
la tierra y a la domesticación de animales, que con el correr del
tiempo abrió paso a las civilizaciones de la Antigüedad.
Límite oriental
del Incario
ETAPA I
Límite oriental
del Incario
ETAPA II
PRELUDIOS DE LA CIVILIZACIÓN
(4000 a. C. - 1500 a. C.)
INTEGRACIÓN CULTURAL EXTENSA
(600 d. C. - 1000 d. C.)
APOGEO CULTURAL
(200 a. C. - 600 d. C.)
Límite oriental
del Incario
ETAPA V
ETAPA IV
ETAPA III: APOGEO CULTURAL (200 d. C. - 600 d. C.)
Sinónimos: Época Clásica / Intermedio Temprano / Florecimiento Regional
La presente etapa se caracteriza por el esplendor artístico-artesanal, alcanzado particularmente por las expresiones culturales Moche, Nazca y Tiahuanaco
clásico (Titicaca). La cerámica como los tejidos, servía sobre todo para graficar
emblemas mágico-religiosos, interpretándolos artísticamente. Especial difusión alcanzó uno de los símbolos del Dios del Agua, conformado por una cresta
de ola, la que geometrizada toma la forma de una voluta; también el de la Diosa
Tierra expresado mediante una figura escalonada, que debió evocarla copiando el trazado de las terrazas de cultivo acicaladas en su honor. A veces, ambos
emblemas eran representados en forma combinada, a manera de un trono o
ushno sobre el que aparece parado el Dios del Agua, como es el caso de la
figura central de la Portada del Sol de Tiahuanaco. En otras ocasiones, aparecen
combinados los símbolos cresta de ola y el logo escalonado. La sociedad jerarquizada. La producción de los comestibles, cada vez más eficaz, conducía a un
acelerado aumento poblacional, el que, a su vez, promovía el belicismo entre
grupos étnicos y el espíritu de dominación.
En el Viejo Mundo: Propagación del Cristianismo. Imperio Romano / Los bárbaros.
ETAPA III
CONSOLIDACIÓN DE LA CIVILIZACIÓN
(1500 a. C. - 200 a. C.)
Límite oriental
del Incario
Límite oriental
del Incario
RESURGIMIENTO REGIONAL
(1000 d. C. - 1 438 d. C.)
ETAPA VI
INCARIO
(1 438 d. C. - 1532 d. C.)
ETAPA IV: INTEGRACIÓN CULTURAL EXTENSA (600 d. C. - 1000 d. C.)
Sinónimos: Horizonte Medio (Temprano y Tardío) / Tiahuanaco – Huari, Wari
La presente etapa se caracteriza por la conformación de gobiernos de ancha
base geográfica, como lo fuera especialmente Tiahuanaco-Huari, y en menor
proporción Tiahuanaco-expansivo. La inspiración expansionista surgió debido
a una búsqueda por garantizar, utilizando del poder, una satisfactoria producción de los alimentos, para una población que seguía en crecimiento y que por
lo mismo afrontaba cada vez con mayor énfasis los rigores impuestos por la
naturaleza: un territorio magro en tierras cultivables y de resto azotado por las
catástrofes atmosféricas derivadas del fenómeno de El Niño. Centros importantes: Huari, Piquillacta, Viracochapampa. La fórmula aquí empleada, de calificar
de Tiahuanaco-Huari y no simplemente de Wari al fenómeno de expansión
que tuvo como principal centro de poder el sitio de Huari, cerca de la actual
ciudad de Ayacucho, se fundamenta en el hecho que la expresión cultural referida se nutrió esencialmente de savia inicialmente desarrollada en Tiahuanaco
del Titicaca, que terminó por alcanzar el área de Ayacucho.
En el Viejo Mundo: Cultura bizantina. Mahoma (571 - 632) y propagación del
Islam. Implantación del régimen feudal en Europa.
ANCESTRAL Y SUS ETAPAS
(Área Inca (o Andina) : Región Central o Peruana)
ETAPA I:
PRELUDIOS DE LA CIVILIZACIÓN (4000 a. C. - 1500 a. C.)
Sinónimos: Formativo Inferior / Precerámico / Período Inicial
Inicio de la producción de los alimentos, que anteriormente sólo eran recolectados. Tecnología aún incipiente y cultivo únicamente de algunas plantas.
En zonas altoandinas, comenzaba la crianza de camélidos americanos, y en la
costa la pesca se tornó intensiva. Las nuevas estrategias de alimentación permitían una nutrición cada vez más asegurada. Al intensificarse la agricultura, ésta
condujo a un aumento poblacional en proporción al progreso experimentado
por la tecnología agraria, lo que condujo a la postre a que brotaran primeras
formas de civilización. En el antiguo Perú éstas se expresan con la presencia de
monumentales centros arquitectónicos. Su función era la administración de la
producción de los alimentos, tanto como el servir de sede del culto y los rituales que debían propiciarla. Estos centros eran morada de la cúpula gobernante
y lugar de ceremonias públicas. Igualmente almacenes de excedentes. Sitios en
la costa norte y central: Caral, Las Aldas (etapa inicial), Sechín Bajo, Minaperdida, etc. Se desconocía la elaboración de la cerámica (“etapa precerámica”) y la
metalurgia; las técnicas textiles eran simples. Fue Rosa Fung quien dedujo por
primera vez que la arquitectura monumental que caracteriza la presente etapa
conformaba las raíces de la civilización peruana.
En el Viejo Mundo: En Mesopotamia y en Egipto, inicio de la elaboración de cerámica y metalurgia hacia 5000 a. C. Ciudad de Ur (4300 a. C.). Edad de Bronce (2900
a. C.). Pirámide de Kéops, de 137 m de altura ( 2580 a. C.). Rueda. Escritura cuneiforme. Escritura alfabética (2300 a. C.). Civilización minoica (2000 a. C.).
ETAPA V: RESURGIMIENTO REGIONAL (1000 d. C. - 1438 d. C.)
Sinónimo: Intermedio Tardío
La unidad de gobierno de la etapa anterior terminó resquebrajándose, dando
paso a conformaciones estatales como la de los Chimúes y la de los Chinchas,
en lo que toca a la región costeña. En lo que se refiere a espacios cordilleranos,
una agrupación territorialmente extensa debió ser la de Yaro, asentada en la
sierra central y norteña. Su amplia difusión puede detectarse por la presencia
de un tipo de arquitectura monumental que utiliza grandes piedras tabloides
sostenidas por pachilla (piedras cuña): Yayno, Marcahuamachuco, etc. Además
de este grupo étnico, por toda la sierra estaban asentadas naciones menores como la de los Huancas, Chocorbos, etc. También, durante esta etapa, se
desarrolla, aunque limitada a la zona del Cuzco, la etnia Inca que en la etapa
que sigue jugará papel protagónico. No obstante el belicismo y las rivalidades
imperantes, el modelo socio-económico y religioso legado por el Movimiento
Wiraqotsha prosiguió su curso.
En el Viejo Mundo: El Santo Imperio romano-germánico. Las cruzadas. El arte
gótico. Creación de universidades (siglos XII y XIII).
ETAPA II: CONSOLIDACIÓN DE LA CIVILIZACIÓN /
o del “Movimiento Wiraqotsha” (1500 a. C. - 200 d. C.)
Sinónimos: Horizonte Temprano / Formativo / Chavín
En esta etapa insurge, es perfeccionado y termina por implantarse a lo largo del
vasto territorio de los Andes centrales, de costa y sierra, todo el bagaje cultural
que conforma y caracteriza la civilización peruana ancestral. Se trata de un gran
movimiento cultural desencadenado por el aumento poblacional cada vez
más intenso, que presionaba sobre la implantación de un orden socio-económico que garantizara una producción satisfactoria de alimentos. Su implantación estuvo reclinada en un manojo de creencias mágico-religiosas, expresadas
en el arte Chavín / Cupisnique, y el de Chiripa que floreció en la sierra de lo que
hoy es Bolivia. Para titular de algún modo a esta etapa, utilizamos como sinónimo la denominación de Movimiento Wiraqotsha. Éste incluye el que se gestó
en Bolivia andino (Chiripa) y fue el principal impulsor del ulterior desarrollo de
la civilización peruana o andina, que en adelante hasta la presencia española
no observó mayores cambios estructurales; aunque sí en lo histórico debido al
rompimiento una y otra vez de las etapas de unificación.
En el Viejo Mundo: Asirios. Empleo de hierro (1000 a. C.). Edad de los Profetas Hebreos, 800 a. C. Confucio (551 - 479 a. C.). Grecia: Pericles, Sócrates, Platón (300-500 a.C.)
ETAPA VI: INCARIO (1438 d. C. - 1532 d. C.)
Sinónimos: Horizonte Tardío / Tahuantinsuyo / Imperio Inca
En el escenario de las luchas presentes en la etapa anterior, desencadenadas
en gran parte por la presión en resolver el problema alimenticio a que conduce
el crecimiento poblacional y que llevó a las diversas etnias a tratar cada cual de
absorber a sus vecinas, la Inca, que originalmente ocupaba sólo el valle del Cuzco,
terminó por imponerse. El fenómeno expansionista incaico se inició con fuerza
con el soberano Pachacútec en 1438. Éste condujo a la creación del Incario. Éste
terminó extendiéndose desde el Sur de Colombia hasta Maule en Chile, longitudinalmente por más de 4,000 kilómetros. Cien años después fue desarticulado
política como culturalmente con la conquista española. El modelo socio-económico y religioso legado por el Movimiento Wiraqotsha siguió vigente en el Incario, acaso por cuanto la naturaleza seguía siendo la misma, a que el crecimiento
demográfico proseguía impulsado por los progresos técnicos en el agro, y sobre
todo a que el mencionado modelo cultural resultaba ser el adecuado.
En el Viejo Mundo: Imprenta 1440. Caída del Imperio bizantino (1461). Lutero
(1483-1546). Descubrimiento de América (1492).
© Federico Kauffmann Doig - 2002
“
”
Complejo Huabayacu
Límites del territorio de los Chachapoyas, con indicación
de los principales
sitios arqueológicos.
Hacia el sur el área
desborda hasta el
noreste de la provincia de Marañón
en el departamernto de Huánuco.
(Fuente: Instituto
Geográfico Nacional 2000/F. Kauffmann Doig 2003.
Elaboración y diseño
cartográfico: Grupo
Geo Graphos 2003)
L a
I.
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 2 1
Territorio
Los chachapoyas desarrollaron su cultura en los Andes Amazónicos norteños,
en espacios que oscilan entre 2 000 y 3
000 metros de altitud. Los que la forjaron,
hace algo más de 3 000 años, fueron grupos humanos portadores de savia cultural
andina y no amazónica, como lo señalan
algunos estudiosos.
Los Andes Amazónicos que ocuparon los
chachapoyas ancestrales se caracterizan
por su escarpada topografía, cubierta por
el denso bosque tropical alimentado por
neblinas (bmh - MT = Bosque húmedo Montano Tropical).
Una vez establecidos en el nuevo ambiente —muy distinto al cordillerano que dejaban atrás, tipificado por su aridez y por
estar prácticamente desprovisto de vegetación boscosa—, debieron adaptarse a
las condiciones ambientales reinantes en
los espacios de los Andes Amazónicos en
los que se asentaron. A la postre, durante
un proceso cultural que se extendió por
algo más de medio milenio, de escaso o
nulo contacto con las poblaciones emparentadas que dejaron atrás, en tierras cordilleranas de sus ancestros primigenios,
los chachapoyas desarrollaron una de las
modalidades culturales que tuvieron su
desarrollo en el área inca o andina.
1. Los límites del territorio de los
chachapoyas
La extensión del territorio de los
chachapoyas queda confirmada por la
presencia de un estilo arquitectónico de
características específicas, en el que primaban las construcciones de piedra de
planta circular. Inconfundible además por
la técnica sui generis que emplearon para
la decoración mural y con la que podían
expresar los símbolos de su cosmovisión.
Este es uno de los rasgos característicos
de su identidad y, en este punto, nos interesa preguntarnos si el nombre “Chachapoyas” designaba originalmente a la
cultura que nos ocupa y a su territorio, o
si fue un nombre impuesto por los españoles al momento de la invasión.
En lo que se refiere a los límites del territorio de los chachapoyas, no solo se
dispone de fuentes arqueológicas. También hay referencias tempranas, escritas
por cronistas de los siglos XVI y XVII. Así
2 2
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
por ejemplo el Inca Garcilaso de la Vega
(1609) señala que el territorio de los chachapoyas era tan extenso que “pudiéramos llamar[lo] reino, porque tiene más
de cincuenta leguas de largo…”. Aquello
coincide, en términos generales, con la
expansión de la arquitectura chachapoyas; y es que la legua correspondía a unos
5 kilómetros, distancia promedio que se
recorría en una jornada de un día. Esto es,
según Garcilaso la extensión del territorio
de los chachapoyas habría comprendido
unos 250 km. de norte a sur; lo que en
términos generales está de acuerdo a
nuestros cálculos que le adjudican una
longitud de algo más de 300 km.
Como hemos señalado, el territorio de
los chachapoyas no se proyectaba hasta
1 000 metros de altitud, se constreñía a
espacios altitudinales entre 2 000 y 3 000
metros; los testimonios arquitectónicos en
altitudes algo inferiores son excepcionales.
Garcilaso apunta también que los chachapoyas se extendían por el oriente hasta
Moyobamba, sin embargo, allí no se han
registrado evidencias de esta cultura.
En el contexto de establecer las fronteras de los antiguos chachapoyas, poco o
nada ayuda a su esclarecimiento fijar la
propagación de la cerámica considerada
chachapoyas. Y es que ésta es utilitaria y
decorada de modo simple. Por ejemplo,
D o i g
en Huiracochapampa o Wiracochapampa, el arqueólogo Christian Vizconde García (comunicación personal, julio 2016)
ha recuperado numerosos fragmentos
de cerámica, algunos con decoración de
pastillaje de motivos acordonados y ondulados, forma de decoración típica de la
cerámica chachapoyas. Agreguemos que
expresiones de alfarería del “complejo
chacha”, denominada así desde 1969 por
Roger Ravines (2003: 369-373), ha sido
identificada también en Pachiza, en la Selva Baja, a tan solo 330 metros de altitud.
Sin embargo, consideramos que esto no
significa que la cultura chachapoyas haya
alcanzado estos límites.
En cuanto al territorio que ocuparon los
chachapoyas, el sector nuclear estaba
constituido por algo menos de un tercio,
sureño, del actual departamento de Amazonas. Esto se desprende de la abundancia de testimonios arqueológicos asignados a esta cultura y que se aglutinan
particularmente en la actual provincia de
Luya.
La frontera septentrional de la cultura
chachapoyas se extendía grosso modo
siguiendo una línea horizontal imaginaria que, partiendo de la zona de Yamón
cerca de la margen oriental del Marañón
y ubicada en el extremo sur de la provincia de Utcubamba, se proyecta en direc-
ción al oriente hasta alcanzar espacios
ligeramente norteños de la localidad de
Cumbilla, en la provincia de Bongará del
departamento de Amazonas.
De aquí en adelante la frontera oriental
de los chachapoyas se proyectaba en
dirección sureste, ocupando áreas cordilleranas del extremo occidental de la
provincia de Saposoa en el departamento de San Martín. Proseguía luego su curso incorporando el Parque Nacional Río
Abiseo en la provincia Mariscal Cáceres
del citado departamento de San Martín,
así como las provincias de Bolívar y Pataz.
Acaso se prolongaba aún más por espacios sureños, ocupando sectores noroccidentales de la provincia del Marañón,
en el departamento de Huánuco, hasta
áreas trajinadas en 1981 por una de nuestras expediciones dirigidas a examinar las
ruinas de El Turco, de cuya existencia teníamos vagas noticias (Kauffmann Doig,
1982a: 90-94).1
En todo caso, los sectores altos del cañón
de El Marañón constituyen la frontera
occidental inequívoca del territorio habitado por los chachapoyas, siguiendo su
curso río arriba, con rumbo suroriental,
partiendo de los sectores sureños del territorio del departamento de Amazonas
que estos ocupaban, aproximadamente
desde la localidad de Yamón.
1 La expedición de 1981 partió de Huacrachuco, capital de la provincia huanuqueña del Marañón, para realizar un reconocimiento de las “ruinas de
piedra de los gentiles” denominadas El Turco. El objetivo era sondear los límites orientales del territorio de los chachapoyas. Para ello hubo que sortear
primero el abra de Ucuragra, a más de 4 000 metros sobre el nivel del mar. Ésta separa Huacrachuco, localidad ubicada a 3650 metros de altitud, de las
nacientes del Chontayacu. La primera jornada nos permitió examinar un grupo de símbolos rupestres en lo alto de unos peñascos.
Luego, la expedición se encaminó por el sendero que se dirige al Este, siguiendo el cuso del río Chontayacu, a San Pedro de Chonta, capital del distrito
de Cholón de la mencionada provincia del Marañón. Pasando el río San Vicente y cerca del río Catalán, ambos tributarios del Chontayacu por su orilla
derecha, tomamos un desvío también peatonal hasta Lucmabamba y en cuya cercanía, de acuerdo a nuestros informantes, se encontrarían las ruinas
conocidas por los comarcanos como El Turco. En las inmediaciones de San Vicente transitamos por las ruinas de Pashurumbo y Tauripón, ambas de
escasa relevancia.
De Lucmabamba a El Turco hay 17 kilómetros y se avanzó con el auxilio de trocheros debido a la vegetación arbórea y el tupido monte bajo. Si bien
accedimos a algunas de las construcciones de El Turco, carencias logísticas impidieron un reconocimiento cabal del sitio. En el trayecto fue posible
identificar restos de andenes o terrazas de cultivo abandonados. Por esto, una segunda expedición al lugar establecerá con certeza si los testimonios
arquitectónicos y de ingeniería agraria, esto es andenería, de El Turco son construcciones levantadas por los chachapoyas. También llamó nuestra
atención que en Lucmabamba nos mostrarán una cerámica de estilo clásico Chancay, pieza alfarera cuyo origen los comarcanos no pudieron explicar.
La provincia de Marañón, departamento de
Huánuco,
explorada
para fijar los límites meridionales del territorio
ocupado por los chachapoyas. Partiendo de
Huacrachuco —donde
el profesor Germán
Gabancho nos indicó
la ruta a seguir para alcanzar Lucmabamba—,
la expedición de 1982
exploró los testimonios
arquitectónicos de El
Turco, distrito de Cholón, cercanos a Lucmabamba. Luego se dirigió
a Tinyash, cuyas construcciones pertenecen
a una sociedad distinta
pero al parecer contemporánea y emparentada
con los chachapoyas.
Grupo arqueológico El
Turco, explorado por el
autor en 1982. Se ubica
en el sector alto de la
cuenca del Chontayacu,
provincia Marañón (Huánuco), área considerada
tradicionalmente fuera
de los límites de la cultura chachapoyas (Foto: Federico Kauffmann Doig)
2 4
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
A partir de aquí se prolongaba por los
límites occidentales de las provincias de
Bolívar y Pataz en el departamento de La
Libertad; acaso para finalmente extenderse hasta los confines noroccidentales de
la provincia de Marañón, en el departamento de Huánuco.
Resumiendo, el territorio de los chachapoyas se extendía por el tercio meridional del departamento de Amazonas, las
provincias de Bolívar y Pataz situadas en
La cadena de los Andes recorre de norte
a sur el occidente
de América del Sur.
D o i g
el sector oriental de La Libertad, así como
sectores altos de los departamentos de
San Martín y tal vez aún por una porción
del extremo noroccidental del departamento de Huánuco.
En su eje longitudinal el territorio de los
chachapoyas debió alcanzar más de 300
kilómetros de norte a sur, mientras que
su ancho máximo en el sector norte del
departamento de Amazonas se extendía
por más de 100 kilómetros.
2. Los Andes Amazónicos: el espacio altitudinal que ocuparon los
chachapoyas
Así, la cultura Chachapoyas se extendió por espacios septentrionales de los
Andes Amazónicos entre 2 000 y 3 000
metros, ocupando tan solo una parte éstos. En efecto, los Andes Amazónicos —
apreciados integralmente, como el flanco
oriental de los Andes que da cara a la
hoya amazónica o Amazonía propiamen-
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 2 5
1
te dicha— se proyectan desde las cumbres nevadas alrededor de 6 000 metros
hasta alcanzar la región de la Amazonía,
cuyas planicies se extienden por altitudes
próximas a las del nivel del mar (Brack
Egg, 2013).
En cambio, de acuerdo a la definición que
venimos empleando, los Andes Amazónicos no incluyen los pisos altos del flanco
oriental andino, conocidos como jalca o
puna; solamente alcanzan los espacios
cubiertos por la floresta tropical de neblina que se proyectan, partiendo de la
Amazonía, o Baja Amazonía en otros tér2
3
minos, hasta altitudes superiores a 3 000
metros.
Naturalmente, en los Andes Amazónicos
se distinguen diversos pisos ecológicos
debido a las gradientes cordilleranas
orientales. En estos espacios altitudinales los frondosos árboles propios de la
Amazonía van decreciendo a medida que
ganan altura. Así, al alcanzar altitudes
superiores a 3 000 o 3 500 metros, los árboles pierden altura y conforman el “bosque enano”. Por su parte, las altitudes de
los Andes Amazónicos inferiores a 1 000
4
5
metros corresponden a las estribaciones
cordilleranas que mayormente terminan por desaparecer para dar paso a los
llanos amazónicos o Amazonía propiamente dicha, próximos al nivel del mar. La
vegetación boscosa evidentemente no
prospera en los barrancos, donde la roca
asoma desnuda a la superficie, y tampoco
en áreas en las que los bosques han sido
talados con fines agrícolas.
1. Paisaje típico del espacio altitudinal que ocuparon los chachapoyas en los Andes AmazóComo podemos apreciar, en términos
nicos norteños. Se caracteriza por una agreste topografía cubierta por bosque de neblina, allí donde la roca no asoma desnuda a la superficie (Foto: Federico Kauffmann Doig).
generales los Andes Amazónicos o flanco
oriental andino, se caracterizan porque 2. Colonia de bosque enano. Éste prospera en altitudes algo mayores a 3.300 metros sobre el nivel del mar, junto
a los pajonales de la puna o jalca. Se nutre del agua de pequeñas quebradas. El paisaje boscoso de neblina que
aun siendo cordilleranos van cubiertos en
cubre las faldas de los Andes Amazónicos remata con el bosque enano (Foto: Federico Kauffmann Doig, 1980).
gran parte por selva amazónica. El flan- 3. 4. 5. Paisajes modificados por la construcción de terrazas de cultivo o andenes (Foto Federico Kauffmann Doig). La foto 4 (Cortesía Keith Muscutt), muestra andenes trabajados meco oriental de la Cordillera de los Andes
diante círculos concéntricos excavados en el suelo y que recuerdan los de Moray construitambién se conoce como Alta Amazonía,
dos durante el Incario en el área del Cuzco. Por ello asumimos que debe tratarse de una
montaña, ceja de selva, etc.
técnica introducida en territorio de los chachapoyas con posterioridad a su incorporación al Incario.
2 6
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
ESPACIO ALTITUDINAL
OCUPADO POR LOS
CHACHAPOYAS
En cambio, los espacios del flanco oriental andino se caracterizan por ir cubiertos
de vegetación tropical y corresponden
con propiedad a lo que señalamos con
el nombre de Andes Amazónicos. Esto
es, los espacios que descienden de territorios situados casi al nivel del mar y se
extienden hasta alcanzar 3 000 metros sobre el nivel del mar, y aún a alturas superiores, donde todavía prospera el llamado
bosque enano. De esta manera hay coincidencias con las apreciaciones vertidas
por Javier Pulgar Vidal (1946, 1982) acerca
de los espacios del flanco oriental de los
Andes cubiertos por maraña de bosque
tropical.
º Los tres espacios básicos de los Andes Amazónicos
En atención a los cambios que experimenta la flora y fauna tropical, que cubre
el sector oriental de la cordillera andina
de acuerdo a la altitud en que se proyecta, es posible reconocer básicamente tres
pisos o espacios ecológicos en los Andes
Amazónicos: Espacio Alto, Espacio Medio y
Espacio Bajo.
Como veremos seguidamente, los chachapoyas solo ocuparon el Espacio Medio.
ESPACIO ALTO. Está comprendido
aproximadamente entre 3 000 y 4 000
metros sobre el nivel del mar. Sin embargo, la vegetación arbórea de bosque
enano no llega a cubrir todo este sector
altitudinal. En efecto, más allá de 3 500
metros va desapareciendo la vegetación
tropical, para ceder paso a la esteparia,
propia de la puna o jalca y en la que
prima la gramínea conocida como ichu
(Calamagrosti spp.). Tal como sucede en
el presente, los antiguos chachapoyas
también habrían utilizado los pajonales
de puna como áreas de pastoreo, hasta
altitudes en algo superiores a 3 500 metros.
ESPACIO MEDIO. Corresponde a la
zona altitudinal que poblaban los chachapoyas. Se extiende entre 2 000 y 3 000
metros sobre el nivel del mar. Estos am-
bientes han sido denominados bosques
de neblina, y sus características ambientales así como su flora y fauna —que serán comentadas oportunamente— han
sido descritas magistralmente por Javier
Pulgar Vidal (1982).
ESPACIO BAJO. Comprendido entre
500 y 2 000 metros sobre el nivel del mar,
se proyecta en dirección oriental hasta
alcanzar el llano amazónico o región de
la Amazonía propiamente dicha; esto es
hasta alcanzar alturas cercanas al nivel
del mar. A partir de 500 metros aproximadamente, las estribaciones andinas van
cediendo paso a los llanos amazónicos
peruanos o Amazonía, territorio en el que
se desplazan distintas etnias.
A continuación, reconocidos especialistas
comentarán la naturaleza que caracteriza
al Espacio Medio de los Andes Amazónicos, que fue el espacio en que se desarrollo la cultura Chachapoyas: Mariella Leo
(2014) se ocupará sumariamente sobre la
flora y fauna, y Walter Wust (2014) acerca
de lo concerniente al paisaje.
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 2 7
6000
5000
Cañón del
río Marañón
4000
SELVA TROPICAL
DE NEBLINA
La cultura Chachapoyas y su ubicación en los Andes Amazónicos
septentrionales.
3000
TERRITORIO DE LOS CHACHAPOYAS
2000
1000
SELVA TROPICAL AMAZÓNICA
0.00
PUNA /
JALCA
ESPACIO
ALTO
ESPACIO
MEDIO
ESPACIO
BAJO
ANDES AMAZÓNICOS
ESTRIBACIÓNES
ANDINAS
LLANOS AMAZÓNICOS
AMAZONÍA
F.K.D.
UBICACIÓN DEL TERRITORIO DE LOS CHACHAPOYAS EN LOS ANDES AMAZÓNICOS DEL PERÚ
º Ecología, flora y fauna (MARIELA LEO)
Los chachapoyas habitaron un territorio andino amazónico, de flora y fauna
rica, variada y en algunos casos, única por
el alto número de especies endémicas.
Esta singular diversidad de especies se
explica por la confluencia de tres grandes
paisajes, dos de ellos naturales -la selva
alta (o yunga) y el bosque seco tropical- y
un tercero, probablemente de origen antrópico: la jalca. En estos, a su vez, podemos encontrar no menos de 18 zonas de
vida o formaciones ecológicas.
La flora del territorio chachapoyas comprende más de 3 100 especies, entre árboles arbustos, lianas, hierbas y helechos.
Las palmeras son también un elemento
de interés, habiéndose determinado no
menos de 12 especies en el territorio
chachapoyas, especialmente palmeras de
los bosques andinos amazónicos como
la palmera de la cera, actualmente bajo
amenaza de extinción. Las orquídeas son
otro grupo llamativo de la flora, encontrándose cerca de 230 especies. Entre las
439 especies de aves identificadas en el
territorio de los chachapoyas destacan al
menos dos exclusivas de dicho ambiente:
el picaflor maravilloso (Loddigesia mirabilis) y la lechucita bigotona (Xenoglaux
loweryi). El número de mamíferos grandes, con peso mayor de un kilo, no es tan
apreciable como en la selva baja y comprende alrededor de 39 especies, pero el
total de mamíferos (mayormente roedores, murciélagos y pequeños marsupia-
les). Este conjunto representa más de un
tercio de todos los mamíferos terrestres
del Perú. En el territorio tradicional de los
chachapoyas habitan al menos dos especies de monos endémincos, el choro
de cola amarilla (Oreonax flavicauda) y el
tutamono o mono nocturno (Aotus miconax).
En cuanto a recursos biológicos empleados por los Chachapoyas, persisten en
la memoria colectiva el uso de algunos
nombres del antiguo idioma de los Chachapoyas para designar especies de plantas de amplia distribución como la tola
(Baccharis latifolia) que tiene uso medicinal, para tintes, así como también para
leña]; y el lope (Erythrina edulis) también
conocido con el nombre -quizá quechua-
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D o i g
Colibrí Pechicastaño
(Boissonneuau Mattewsii)
Colibrí Colalarga Verde
(Lesbia nuna)
Colibrí Pico de Hoz de Cola Canela
(Eutoxeres condamini)
Diversas especies de picaflores. (Cortesía INKATERRA)
El “mono choro de cola amarilla” (Lagothrix flauvicauda), dado a conocer en 1802 por Alexander von Humboldt en el área de Jaén, en
base a una piel usada por un arriero. Mariella Leo se ha preocupado de
su estudio en el área del Gran Pajatén. Habita sólo en los Andes Amazónicos septentrionales (Foto en artículo de Mariella Leo 1992a).
L a
de pajuro, de fruto comestible y utilidad
medicinal y para leña. Según Jairo Valqui
Culqui, estos nombres presumiblemente
haría referencia a los topónimos Tólape
(en La Jalca)y Lopsol (en Levanto), de filiación chachapoyas.
La fauna fue fuente de carne de monte,
predominando seguramente, por su potencial abundancia, el venado gris (Odocoileus peruvianus) y quizá más ocasionalmente, el venado colorado (Mazama
americana). Los cueros y pieles del oso
de anteojos (Tremarctos ornatus) fueron
utilizados en tambores y otros instrumentos y tal vez, como todavía ocurre, como
atuendos para bailes tradicionales, quizás
con implicancias mágico-religiosas. Entre
las aves de monte, sachawaipa (Penelope
montagnii) o pava de monte y las perdices de diferentes especies (Nothoprocta
sp.) deben haber sido las principales presas. Los chachapoyas disponían de algunas especies de peces en el Utcubamba,
tales como el boquichico, la carachaza y
la gamitana (Colosso mamacropomum),
especie esta última que existía hasta hace
algunos años.
En lo referente a las especies relacionadas
al ritual y culto, para algunos estudiosos
los principales elementos de veneración de los chachapoyas habrían sido la
serpiente, representada por los trazos
en zigzag, y el puma (Felis concolor) representado por los rombos. Según Peter
Lerche representaciones más realistas de
serpientes como la que existe en Kuélap,
sugieren el culto al jergón (Bothrops atrox)
por la forma triangular de la cabeza.
Otra especie de fauna con alguna connotación mágico-religiosa -porque se encuentra tallado en piedra en alto relieve y
en pinturas- es el mono choro cola amarilla (Lagothrix flavicauda). Cerca al puente
de Pumachaka (Chachapoyas) se encuentra un sitio arqueológico posiblemente
relacionado con el culto al agua con una
gran roca tallada, por la cual los lugareños
dieron nombre al puente. Sin embargo las
formas de los dos animales ahí representados se asemejan más a monos choros
que a pumas. En las expresiones rupestres
de La Pitaya, un individuo con un tocado
de plumas está rodeado de un número de
animales que parecen ser monos.
El cóndor andino (Vultur gryphus), un ave
importante para los chachapoyas según
se ve en la iconografía del Gran Pajatén,
aún se puede encontrar en extremo
sur de lo que fuera el territorio. Algunos pequeños felinos como el marguey
(Leopardus wiedii) y el tigrillo (Leopardus
pardalis), que se han encontrado acicalados acompañando entierros humanos
chachapoyas -como ha detallado Sonia
Guillén- fueron seguramente mascotas
apreciadas.
º El paisaje (W. WUST)
La región coordillerana que enmarcó
el desarrollo de la cultura chachapoyas
puede dividirse en dos subregiones diferenciadas: el sector o subregión Andina
ubicada en el sur, que alberga ecosiste-
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 2 9
mas de ceja de selva entre los 3 800 y 1
900 metros sobre el nivel del mar; y la sub
región Amazónica que comprende ecosistemas propios de la selva alta y selva
baja entre los 1 900 y los 140 metros sobre
el nivel del mar. Las cordilleras del Cóndor,
Central y Campanquiz son los ejes estructuradores que permiten la configuración
de hasta siete diferentes cuencas en las
secciones bajas de sus territorios: la del
Huayllabamba (un afluente del río Huallaga) y las de los ríos Utcubamba, Chiriaco,
Imaza , Nieva, Cenepa y Santiago, tributarios de importancia que drenan los bosques del sector medio de la cuenca del
río Marañón que atraviesa en esta zona la
región Amazonas de sur a norte y alcanza
aquí su recorrido más septentrional antes
de virar con rumbo Este en pos del río
Ucayali para formar el Amazonas.
ECOSISTEMAS. El entorno geográfico de
los chachapoyas abarcó un mosaico de
ecosistemas que incluye algunos de los
ambientes más extremos de la naturaleza
sudamericana: desde los bosques secos
tropicales -llamados localmente templeshasta el exuberante bosque de neblina,
pasando por los pajonales o jalcas húme-
Un paisaje selvático reina en los Andes Amazónicos, allí donde los bosques no llegaron a ser talados o donde se
presentan barrancos en los que la roca asoma a la superficie (Foto Federico Kauffmann Doig). La variada vegetación permite a los comarcanos contar con una gama de plantas medicinales como lo remarcan Flor T. García
Huamán y José Mostacero (2009).
3 0
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F e d e r i c o
K a u f f m a n n
das de la base de las cordilleras.
Los bosques secos y los bosques de neblina son rasgos típicos de los pisos altitudinales donde tuvieron presencia los
antiguos chachapoyas. Los bosques secos
se extiendes a lo largo de la cuenca del río
Marañón, entre los 600 y 1 200 metros de
altura. Se calcula que el 40% de sus especies vegetales son endémicas, es decir, que
solo es posible hallarlas en este lugar mientras que en el caso de las aves y los reptiles
la cifra de especies endémicas al 60%.
Ascendiendo pasamos del bosque seco
al bosque de neblina o bosque de nubes,
un ambiente diametralmente opuesto al
que lo precedió. Aquí, la abundante nubosidad que llega del Atlantico se condensa en las montañas produciendoo un
excedente de humedad que permite el
desarrollo de densos bosques.
Los bosques de nubes se desarrollan en altitudes que van de los 1 300 a 2 500 metros
de altitud. Este es el hogar de especies singuales y poco conocidas de fauna silvestre, como el gallito de las rocas, el oso de
anteojos, el mono choro de cola amarilla y
más de veinte variedades de colibríes, cuyos brillantes colores parecen competir en
belleza con las flores del bosque.
EL MARAÑÓN. Su presencia enmarca el
D o i g
territorio que dominaron los chachapoyas. Con una longitud aproximada de 1
800 kilómetros, el río Marañón tiene su
origen en las lagunas glaciares que colectan las aguas de deshielo del Yarupa, un
pico que eleva sus nieves eternas a 5 800
metros de altura en la cordillera Raura, al
sureste de Huánuco. Al nacer, aún bajo la
forma de un delgado torrente, recibe el
nombre de Gayco. Luego de ingresar y
captar el caudal de las hermosas lagunas
Lauricocha y Santa Ana, ambas de aguas
turquesas y heladas, toma el nombre definitivo de Marañón. El río Marañón sigue
una dirección sur-norte entre montañas
pobladas por densos bosques secos y
rodales de cactáceas, hasta la desembocadura del río Chamaya. A partir de este
punto -en las provincias de Jaén en Cajamarca y Bagua en Amazonas- el curso
se amplía hasta llegar a la denominada
región de los pongos donde cambia de
rumbo para tomar una dirección suroeste-noreste y recibir el aporte de importantes afluentes que incrementan notablemente su caudal hasta su unión con
el Ucayali para formar el Amazonas, aguas
arriba de la localidad de Nauta, en pleno
llano amazónico.
Si seguimos ascendiendo encontramos
LA CATARATA DE GOCTA. La quebrada de Gocta y su imponente caída de
agua son motivo de orgullo para los comuneros de Cocachimba y San Pablo
de Valera (los pobladores cercanos). Fue el 26 de febrero de 2006 que el
economista y explorador alemán Stefan Ziemendorff, guiado por un residente
de Cocachimba, don Telésforo Santillán Sánchez y auxiliado por técnicos
peruanos y alemanes, condujo la primera medición de los dos saltos de la
gran cascada. Los datos obtenidos arrojaron una dimensión de 231 metros
para el tramo superior y 540 metros para el inferior en caída libre, totalizando 771 metros de caída. Los 540 metros de caída libre la ubican como la
quinta catarata de este tipo a nivel mundial y la altura total como la décimo
quinta más larga del mundo, según WWD (World Waterfall Database). Pero
más importante que la longitud o la clasificación es el prodigioso entorno que
la catarata ayuda a mantener. Walter Wust
las mesetas que coronan las cordilleras.
Aparece entonces la llamada jalca o páramo tropical subalpino, que se extiende
desde los 3 300 hasta los 4 500 metros sobre el nivel del mar. Se trata de tierras de
clima frío y muy lluvioso donde se alternan amplios pajonales con curiosos bosques de árboles en miniatura: los bosques
enanos. Sus troncos, retorcidos y siempre
cubiertos de un grueso abrigo de musgo,
son el hogar de las más extrañas criaturas.
Entre ellas podemos mencionar el pudú
(Mapudungun pudu), un venado dotado
de cuernos del tamaño de colmillos y
apenas 30 centímetros de altura; el elusivo tapir lanudo o pinchaque (Tapirus pinchaque), uno de los mamíferos más raros
del Perú; la sachacabra o venado enano
(Pudu mephistophiles), el ratón marsupial
(Caenolestes sp.) y una pequeña musaraña
(Cryptotis sp.), el único mamífero insectívoro del Perú, descubierto recientemente
por los científicos.
Las cataratas de Gocta
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 3 1
II. Origen de los chachapoyas
De acuerdo al análisis de testimonios el Área Inca y que comenzó a florecer Tiahuanaco-Huari o Wari, que ocupó muy
diversos sobre la cultura Chachapoyas, hace más de 3 000 años. La proyección extensos territorios del Área Inca. Por lo
recogidos a lo largo de más de una do- de andinos a lo que fue territorio de los mismo, ese movimiento migratorio debió
cena de expediciones que conducimos, antiguos chachapoyas pudo ocurrir en las tener lugar por los siglos IX-X d.C.
observamos que estos no hacían refe- postrimerías de lo que suele denominarse Una penetración de andinos a la región
rencia a una tradición cultural amazónica. Horizonte Medio Tardío, esto es, en tiem- de los Andes Amazónicos tuvo lugar en
Concluimos, en cambio, que sus forjado- pos en que todavía imperaba la cultura tiempos del Incario. La comarca de Vilcares debieron continuar con la
bamba, que al parecer
herencia cultural introducida
estaba escasamente
por el grupo de inmigrantes
poblada, fue ocupada
andinos que originalmente
mediante un proyecto
se asentó en sectores centraestatal. Creemos que
les de los Andes Amazónicos
el móvil debió ser el
norteños y cuyos descendienafán, o más bien necetes terminaron por generar la
sidad, de buscar amcultura Chachapoyas.
pliar la frontera agraria (Kauffmann Doig,
Así planteamos que los primeros chachapoyas migraron a
1991b, 2013b, vol. I:
los Andes Amazónicos norte64-74, vol. II: 521-528,
ños provenientes de algún es709-731). Acaso esto
pacio situado en las vertientes
podría explicar tamoccidentales de la cordillera
bién por qué, medio
andina. Tal vez cruzando el río
siglo antes, pobladores andinos ocuparon
Marañón, o acaso proyectándose de lo que fue la frontera
sectores centrales de
suroccidental de los chachalos Andes Amazónicos
poyas, espacios ocupados por
norteños, terminando
diversas etnias andinas como
por forjar la cultura
la de los huacrachucos y otras
Chachapoyas.
presentes en lo que hoy es el
Antes de abordar los
departamento de Huánuco y
pormenores del desarrollo de la cultura
donde se levantan importantes testimonios arquitectóniChachapoyas, consicos como Tinyash y Tantamaderamos pertinente
yo.
comentar los consideDado su aislamiento a lo largo El Espacio Medio de los Andes Amazónicos norteños fue ocupado por población andina. La randos por los cuales
migración primigenia se habría producido en una o varias oleadas, durante las postrimede los siglos, sus descendien- rías de la cultura Tiahuanaco-Huari o Wari, hace algo más de tres mil años. Posiblemente descartamos su protes terminaron por desarrollar ocurrió en el marco de un proyecto estatal similar al que, en tiempo del Incario, condu- cedencia amazónica
una cultura sui generis que jo a la ocupación de la comarca de Vilcabamba y donde se levantaron soberbias muestras (Kauffmann
Doig,
arquitectónicas como Machu Picchu. Con anterioridad a los inmigrantes andinos el terrino es sino una modalidad de torio debió estar escasamente poblado como se desprende de las investigaciones de Warren 2009b: 34-36, 2011la que tuvo su desarrollo en Church, por gente dedicada a la recolecta y no ha cultivar la tierra como los chachapoyas. 2012: 353-356).
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D o i g
1. Diferencias culturales profundas entre amazónicos y los chachapoyas
La Amazonía conforma la inmensa
cuenca del río Amazonas, el más caudaloso del globo, que luego de recorrer 6 500
kilómetros desemboca en el Atlántico. El
Amazonas se origina en territorio peruano, al unir sus aguas los ríos Ucayali y Marañón, con sus nacientes que parten de
las cimas cordilleranas del flanco oriental
de los Andes.
El Perú incluye dentro de su territorio una
importante porción de la región de la
Amazonía. Es una amplia superficie que
abarca cerca de 700 000 kilómetros cuadrados y que, sin embargo, no es comparable con la vastedad territorial de toda
la Amazonía, región que se extiende por
diversos países sudamericanos, ocupando nada menos que 7 000 000 kilómetros
cuadrados.
La considerable extensión de la Amazonía peruana —que duplica el territorio de
Alemania, por ejemplo— contrasta notablemente con su exigua población. En
efecto, sus moradores originarios apenas
son más de trescientos mil en lo que es
ahora territorio peruano. Viven agrupados
en pequeñas comunidades localizadas
en medio de claros o áreas deforestadas,
que pasado un tiempo suelen abandonar
para instalarse en otro lugar boscoso.
Las características geográficas como culturales de la región amazónica peruana
no difieren sustancialmente de las propias de toda la Amazonía. Una aproximación panorámica permite advertir que
ambos espacios presentan denominadores comunes. No ocurre así cuando se
contrasta la Amazonía con la cordillera de
los Andes, con la que limita por su lado
occidental. Los patrones culturales que
acompañaban a los moradores andinos
al momento de ocurrir la irrupción eu-
A primera vista se advierten las diferencias culturales entre andinos y amazónicos, desde su vestuario y adornos.Izquierda: joven machiguenga nativa de la región del Manu (Foto: Federico Kauffmann Doig). En 1980 untó su cara con
achiote (Bixa orellana) al percatarse de la presencia de los expedicionarios Giancarlo Ligabue y Federico Kauffmann
Doig. Los machiguengas se dedican a la caza, pesca y a la agricultura ceñida al cultivo de la yuca (Manihot esculenta). Derecha: Matrona del poblado La Jalca ubicado en territorio de los antiguos chachapoyas (Foto: Cortesía Martín Chumbe).
ropea eran sustancialmente diferentes a
aquellos que portaban los amazónicos,
algo que desde entonces no ha variado
de modo sustancial hasta el presente.
º Los amazónicos y sus vecinos del
Área Inca: asimetría cultural
La Amazonía en general y particularmente la región amazónica del Perú, así
como el Área Inca o Andina, empezaron
a poblarse hace unos quince milenios, de
acuerdo a las estimaciones divulgadas
hace varios años por expertos como André Marcel d’Ans (1976) y Eduardo Grillo
(1984).
Son numerosos los estudios que se refieren a la larga trayectoria arqueológica de
la Amazonía peruana. Ella viene siendo reconstruida sobre todo en base al análisis
de la cerámica. De acuerdo al arqueólogo
Daniel Morales Chocano (1992), la cultura
Chambira (Loreto y Ucayali) se remonta
a más de 4 000 años. Las investigaciones
más importantes dedicadas al proceso
arqueológico que tuvo lugar en la Amazonía peruana ocupan el volumen 31 de
Amazonía Peruana (Lima, 2009), revista
que publica el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP).
La literatura referente a los amazónicos
originarios, tanto la de los siglos posteriores a la conquista como la contemporánea, es abundante (Chirif y Mora, 1980).
En la actualidad, en la Amazonía peruana
habitan numerosos grupos étnicos con
distintas lenguas y expresiones culturales
variadas, pero que presentan elementos
comunes. Su bagaje cultural, característico del Mesolítico-Neolítico Temprano,
no ha cambiado sustancialmente desde el inicio de la presencia española en
América, hace cinco siglos, tal como lo
confirman las fuentes histórico-etnográficas de los siglos XVI y XVII. Aquellas
formas culturales mesolíticas y con resabios paleolíticos que regían hace 500
L a
años en la Amazonía propiamente dicha
o Baja Amazonía, tampoco debieron ser
distintas, en lo sustancial, en los milenios
anteriores.
La palabra “chuncho” era el nombre que
los cordilleranos del Incario empleaban
para referirse despectivamente a los
pobladores amazónicos; este término
subsiste en la actualidad, siempre con
carácter discriminatorio. Atendiendo a la
denominación referida así como a testimonios históricos varios, se concluye que
en el Incario se consideraba a los amazónicos como portadores de una cultura inferior, por ser esta menos compleja o por
lo menos diferente a la exhibida por los
incas cordilleranos. Es posible que la asignación de un status cultural inferior al poblador amazónico provenga de tiempos
preincaicos remotos. En respuesta a ser
los amazónicos tildados por los andinos
como “chunchos”, esto es como tímidos,
en algunas áreas de la Amazonía los cordilleranos son despóticamente llamados
“shishacos” o “serranos”.
Los grupos étnicos de tradición amazónica siguen subsistiendo de la caza de
pequeños animales, la pesca y el acopio
de algunas plantas y frutos. Combinan la
caza y recolección con un tipo de agri-
cultura elemental (“horticultura”). De este
modo continúan inmersos, desde hace
miles de años, en condiciones culturales
propias del amanecer de la humanidad.
La explicación para ello podría ser que,
al no tener que esforzarse para lograr los
comestibles necesarios para su existencia,
los amazónicos no tuvieron la necesidad
de inventar recursos o tecnología sofisticada para asegurar su sobrevivencia.
En cambio los andinos sí tuvieron que
afrontar esa necesidad pues procuraban
sus alimentos mediante la agricultura, por
cuanto moraban en un territorio de tierras
aptas para el cultivo muy limitadas, tanto
en la región costeña como cordillerana, y
que además era azotado recurrentemente por anomalías climáticas —como el
Fenómeno de El Niño— que arrasaban
las sementeras haciendo que asomara el
fantasma del hambre (Kauffmann Doig,
1991b, 1996a, 2002b, vol. I: 25-29).
De esta manera, en contraste con los pobladores del Área Amazónica, los del Área
Inca (o Andina) tuvieron un proceso evolutivo diferente. Aquellos moldes culturales de visos mesolíticos-neolíticos incipientes que aún profesan los amazónicos
en la actualidad, fueron remplazados en
el Área Inca tempranamente, acaso hace
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 3 3
unos 5 000 años, con la invención y puesta en marcha de elementos culturales que
en conjunto conforman lo que distingue
a la civilización ancestral andina.
Abundando, el hombre asentado en el
Área Inca traspuso los umbrales de la
cultura de subsistencia paleo-mesolítica
cuando logró establecer el modo económico de producción de los alimentos mediante el ejercicio de la agricultura, aun
cuando en sus inicios esta no era ejercida
con la complejidad que alcanzó posteriormente en la etapa que calificamos de
“consolidación cultural” y siguientes, hasta la irrupción europea en América. Luego de los obligados preludios o antesala
de la civilización iniciada hace más de 5
000 años, se abrió paso en la región andina o Área Inca un proceso de civilización
auténtico, que por su originalidad y complejidad es ciertamente comparable al
experimentado en Mesopotamia y Egipto
en el Viejo Mundo, así como por la civilización Maya-Azteca en Mesoamérica.
º Condicionamientos del desbalance
cultural
¿Por qué los pobladores amazónicos
originarios continúan practicando formas
culturales primigenias que los moradores
Paisaje de los
Andes Amazónicos comparado con el
de los llanos
amazónicos
o Amazonía
propiamente
dicha. Nótese los meandros que se
forman como
consecuencia
de la superficie plana que
caracteriza a
la Amazonía.
3 4
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D o i g
Una choza de nativos amazónicos aún “no contactados”, levantada a orillas del río Piñi Piñi y solo destinada a guarecerse en tiempos de pesca. (Expedición de 1982 de Giancarlo Ligabue y Federico Kauffmann Doig, dirigida a reconocimientos en espacios de la cuenca de Madre de Dios).
del Área Inca abandonaron miles de años
atrás?
Desde el punto de vista antropológico,
los pobladores del Área amazónica y los
del Área Inca descienden de las mismas
ramas de inmigrantes de Asia pertenecientes al tronco paleomongol, que portando un bagaje cultural paleo-mesolítico
atravesaron el Estrecho de Bering y fueron
poblando el continente americano. Por lo
mismo resulta totalmente inconsistente
atribuir la asimetría cultural entre amazónicos y andinos a diferencias antropológicas, basadas en un distinto origen étnico
o en una capacidad intelectual desigual.
En cuanto se refiere al aspecto físico, las
diferencias aunque nimias que se advierten entre amazónicos y cordillerano-cos-
teños o andinos, deben haberse acentuado a causa de factores ambientales. Las
variantes perceptibles son mínimas, por
cuanto el estrecho marco temporal desde
que la Amazonía fue poblada, no va más
allá de diez a quince mil años. A esto hay
que agregar que fueron varias las ramas
desprendidas del tronco racial paleomongol que poblaron América.
Los diversos rumbos culturales que tomaron los antiguos peruanos, unos asentados en la Amazonía y otros en la región
cordillerana-costeña, se explican por
cuanto en ambos casos los espacios geográficos ofrecen un hábitat con características marcadamente distintas.
Esto debió ser el factor que obligó a que
los primeros pobladores de lo que hoy es el
Perú se adaptaran a medios geográfico-climáticos distintos, recurriendo para ello a estrategias específicas que permitieran lograr
su sustento y de este modo sobrevivir.
De acuerdo a los expertos en temas paleoclimáticos, hace unos 7 000 años el
clima fue tornándose seco y cálido en
la costa y en la cordillera de los Andes
(León Canales, 2007). Esto pudo conducir
a que los cordilleranos-costeños, o andinos, descubrieran que el único modo de
sobrevivir era implementar el cultivo de
la tierra y la domesticación de animales
como la llama (Lama guanicoe).
Estos factores son los desencadenantes
que explican las diferencias culturales que
acusa el hombre amazónico comparado
con el asentado en el Área Inca.
L a
Las viviendas propiamente dichas —o malocas— se caracterizan por un espacio grande y abierto,
sin muros o paredes mas que levantadas con cañas. Sobre el tema de “los no contactados”, véase Ricardo Álvarez Lobo O.P. (2007), Santiago Echevarría O.P. (2007), Pedro Rey Fernández O.P. (2007).
En esta última, tanto en la región costeña como cordillerana, el hombre debió
consecuentemente verse obligado a
reemplazar sus formas de alimentación
primigenias y elementales, basadas en la
caza y el acopio de vegetales, en virtud de
que los campos fértiles se iban secando,
por lo que los animales que les servían de
sustento perecían o se alejaban a otras
latitudes. Es así como el hombre costeño-cordillerano se vio obligado a trocar
sus hábitos alimenticios tradicionales por
una economía cifrada en la producción,
cultivando sus comestibles y domesticando animales.
Sin embargo, desde siempre debió enfrentar fenómenos adversos como las
recurrentes anomalías climáticas —por
ejemplo, las desatadas por el fenómeno
de El Niño— que atentaban contra la
producción agrícola de los alimentos. Sin
embargo, esto fue lo que permitió que
surgieran acciones para vencer las adversidades y no perecer de hambre. En otras
palabras: la innovación; en este marco
recordemos a Toynbee y su célebre frase
“challenge and response”.
Así, fue el impulso de sobrevivencia lo que
condujo a la puesta en marcha de estrategias innovadoras que permitieran asegurar
la existencia y con ello que afloraran un
sinnúmero de elementos culturales.
Como consecuencia, a los obstáculos
mencionados que debió soportar la civi-
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 3 5
No estamos aquí frente a una vivienda chachapoyas de campesinos, las que debieron
ser rústicas y levantadas en el campo. Se
trata de un aposento que además de almacenar comestibles, suntuoso puesto que
debía derrochar opulencia para honrar a
las divinidades oferentes de los mismos.
lización andina se suma otro: la limitación
de los suelos tanto en la costa como en la
región cordillerana. Todavía más, a los flagelos referidos se añadía otro: la creciente tasa demográfica que trae consigo la
economía agrícola. Esto demandaba una
producción cada vez mayor de comestibles, por lo que sortear el problema a fin
de cuentas se transforma en un elemento
impulsor de la cultura.
La urgencia apremiante y prácticamente
permanente de asegurar la subsistencia
debido a las anomalías climáticas, la limitación de tierras aptas para cultivo y la
creciente tasa demográfica, que enfrentaron los costeño-cordilleranos a lo largo de
los milenios, no fue experimentada por
3 6
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Izquierda:
Casa
del cacique Astopilco en Cajamarca (Martínez de
Compañón, siglo
XVIII). Ella luce la
misma decoración
mural empleada
por los chachapoyas (foto derecha).
Esta consiste en
una M en sucesión,
que venimos interpretando como
símbolo de rayo
y por ende de la
lluvia vivificadora
de los campos de
cultivo. Se trata
de un signo empleado en todo
el antiguo Perú.
los pobladores amazónicos, y consecuentemente no hubo el impulso para el desarrollo de una alta cultura. Esto se debe, en
primer término, a la extensión del espacio
selvático que habitaban y que cubre nada
menos que el 60% del territorio nacional
y en el que, paradójicamente, solo habita
una población que al presente no excede
a trescientas mil personas.
Por lo mismo, los amazónicos no debieron sentir el apremio de cambiar su economía tradicional de caza y recolecta de
vegetales, como sí lo sentían los cordilleranos-costeños debido a los desafíos que
tenían que enfrentar. Sin esta problemática, ellos no habrían inventado y puesto
en práctica las diversas formas culturales,
de tecnología compleja, que condujeron
a que crearan la milenaria civilización que
tuvo su asiento y desarrollo en el Área
Inca o andina.2
2. Andinización de los Andes Ama- nos acentuadas. Adicionalmente, habría
zónicos: una hipótesis
que considerar el severo aislamiento de
De acuerdo a los análisis realizados
en diversos restos de la cultura Chachapoyas —a partir de las expediciones que
organizamos—, hemos concluido que los
testimonios que dejó no revelan un origen cultural amazónico. Por el contrario,
los objetos chachapoyas muestran que
sus creadores evolucionaron nutriéndose
originalmente de savia cultural andina.
Sin embargo, hay casos en que estas expresiones exhiben características particulares que aparentemente no se repiten
en el resto del Área Inca (o Área Andina).
También como ya quedó mencionado,
estos corresponden a patrones culturales
andinos, que al ser trasladados a las condiciones ambientales que reinan en los Andes Amazónicos debieron necesariamente
experimentar modificaciones más o me-
los chachapoyas, causado por la poderosa
barrera natural que representa el río Marañón, cuyo hondo y torrentoso caudal los
separaba del resto de la población del Área
Inca (véase Parte Primera, III, 1).
Conforme veremos oportunamente y
con mayores precisiones, un ejemplo que
parece dar fe de lo expuesto lo constituye
el modelo chachapoyas de sepulcro conformado por el sarcófago asentado verticalmente o purunmachu. Este patrón ciertamente no se repite en el Área Inca. Sin
embargo, un análisis detenido nos revela
que no se trataría más que de un remedo
de la tradición andina cordillerana del fardo funerario, especialmente de las formas
que estaban en boga durante el apogeo
de Tiahuanaco-Huari u Horizonte Medio
(Parte Cuarta “A”).
2 La presente propuesta acerca del origen de las diferencias étnicas que se advierten entre amazónicos y andinos, se ajusta al planteamiento según el
cual los fenómenos racial-culturales son producto de una correlación entre las características que acusan el medio ambiente y el hombre. Se trata de
una antigua propuesta, la de la antropogeografía o geografía humana, que no había sido aplicada hasta ahora en el caso que nos ocupa (Ritter, 181759; Ratzel, 1882-1991, 1901-1902).
L a
Partiendo de las constataciones bosquejadas, la migración que dio origen a la
cultura Chachapoyas pudo haber tenido
lugar durante el Horizonte Medio, cuando imperaba la cultura Tiahuanaco-Huari o Huari, de amplia propagación en el
Área Inca a partir del siglo VI d.C. En este
contexto se hace necesario mencionar
también las sepulturas en mausoleos por
parte de los chachapoyas. Tales sepulcros
representarían modalidades de la chullpa
(tshuilpa) o pucullo (pukulio) en lengua
quechua, otro elemento cultural de origen andino que alcanzó gran difusión en
el Área Inca durante Tiahuanaco-Huari u
Horizonte Medio. A esto hay que agregar
la insistencia en edificar las construcciones públicas en forma cilíndrica.
Si buscamos una explicación sobre por
qué grupos numerosos de cordilleranos
se trasladaron y establecieron en los Andes
Amazónicos norteños, la respuesta podría
apuntar a la urgencia que asistía a los pobladores de los Andes Cordilleranos, como
también a los de los Andes Costeños, de
ampliar su frontera agraria. Sin embargo,
recordemos que el medio geográfico del
Área Inca tanto cordillerano como costeño, se caracteriza por ser inadecuado para
el cultivo debido a que es principalmente
desértico. La extrema limitación de los suelos aptos para la actividad agrícola resultó
así, desde tempranas edades, un poderoso impedimento para obtener el sustento
requerido por los peruanos ancestrales,
en perpetuo aumento poblacional desde
que lograron dominar la producción de
alimentos mediante prácticas agrícolas iniciales, hace unos 6 000 años.
La hipótesis que hemos propuesto como
“andinización o serranización de la selva”,
se evidencia tanto en lo geográfico como
en lo cultural (Kauffmann Doig, 1996a,
1996b, 2001c; Kauffmann Doig y Ligabue,
2003). En lo geográfico como consecuen-
cia de la presencia de los chachapoyas al
deforestar extensas áreas del paisaje selvático conformado por bosques tropical
de neblina que, como consecuencia, fue
tornándose yermo a semejanza del que
impera en la serranía del Perú. Y en lo
cultural la “andinización de la selva” se manifiesta en la aparición de modalidades
culturales, partiendo de las andinas, que
portaron los migrantes que se asentaron
en los Andes Amazónicos norteños, esto
es, los chachapoyas.
Resumiendo, este fenómeno que denominamos la “andinización de la selva”, o de
los espacios centrales de los Andes Amazónicos, posibilitó que aflorara la cultura
Chachapoyas, así como más adelante,
pasados los siglos, permitió que el Incario
incorpore la zona de Vilcabamba en los
Andes Amazónicos centro-sur del país,
y cuyo resultado se expresa en la construcción de soberbios centros de administración de la producción agraria como
Machu Picchu, que fungían simultáneamente de sedes de ceremonias de culto,
lo que explica su magnificencia arquitectónica (Kauffmann Doig, 2005: 63-66).
También la hoya amazónica o Amazonía peruana experimentó el fenómeno
de la “andinización”, aunque en menor
escala desde tiempo inmemorial y particularmente restringida a la obtención de
Parte de una pieza de cerámica identificada por el arqueólogo Cristian Vizconde García en
Huamachuco. Presenta el signo
M en sucesión, usado frecuentemente por los chachapoyas.
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 3 7
productos considerados exóticos por los
cordilleranos, como pequeños simios que
eran tenidos como mascotas por las collas
o esposas de los soberanos incas (Guaman Poma, ca. 1600), e incluso por los
costeños, como lo comprueba el hallazgo
de vistosas plumas de aves amazónicas
en Paracas (Tello, 1979). Milenios atrás, los
cordillerano-costeños se apropiaron de
plantas domesticadas en la Amazonía y
las aclimataron, tal es el caso de la yuca
(Manihot esculenta).
El fenómeno de andinización de la Baja
Amazonía continuó en la época colonial,
con incursiones de aventureros como Lope
de Aguirre, así como con la penetración de
misioneros españoles que se hacían acompañar por quechua-hablantes y que además eran portadores de costumbres andinas. Dejaron su impronta sobre todo en lo
que concierne a su bagaje lingüístico, ora
reemplazando toponimias oriundas de la
Amazonía por denominaciones quechuas,
ora perpetuando sus apellidos.
En el siglo pasado y especialmente en los
inicios de la presente centuria, la explotación del caucho condujo a que gente cordillerana se desplazara a los llanos amazónicos. El proceso de “andinización” de la
Baja Amazonía continúa en nuestros días
y en lo que concierne a los Andes Amazónicos se hizo notorio especialmente a
1. Felino diseñado en una escena pirograbada sobre un mate (Dib.
Cecilia Nuñez/v. Hagen 2002. Cortesía AFP INTEGRA). 2. Una
imagen de trazos similares representada en el bastón ceremonial de
Pachacamac (Kauffmann Doig 2016). Se trata de un ejemplo más
que parece confirmar que los primeros chachapoyas pertenecían a
una de las ramas de la cultura Tiahuanaco-Huari o Wari.
3 8
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
partir de mediados del siglo pasado, con
inmigrantes cordilleranos y costeños en
búsqueda de mejores formas de subsistir.
Continúa al presente con el mismo ímpetu: con los llamados "colonos".
3. Otras propuestas
Existen otras propuestas sobre el
origen de la cultura Chachapoyas. Alberto Bueno (2008: 395), por ejemplo,
plantea que ésta habría sido gestada por
amazónicos del grupo Jíbaro, que en un
momento dado de su historia habrían
sido influenciados culturalmente por los
andinos. Otra alternativa es la que presenta Benito Palacios Solsol, quien en el
manuscrito que nos ha alcanzado (julio
del 2016) argumenta que “la etnia más
antigua que pobló el territorio de los
chachapoyas fue la etnia de Yumbán” y
que ésta se expandió dando lugar a la
cultura Chachapoyas.
º Origen jíbaro-andino de los chachapoyas / ALBERTO BUENO
Grupos jíbaro (del) Intermedio Temprano en contacto con las tierras altas
hacia el oeste del bosque de nubes, recibieron influencia de las grandes culturas
interandinas, como Pashash y Markaguamachuco. Son éstas las que habrían sido
fundamentales para los desplazamientos
culturales y sociales hacía la margen derecha del Marañón, ocurriendo interrelaciones territoriales e interacciones socioculturales, que terminaron en amalgamar
interpréstamos de arquitectura funeraria
tipo Pashash (Pallasca) en el complejo
Gran Chivani (distrito de Uchucmarca y
Chuquibamba, etc.), pasando a los complejos arquitectónicos Gran Saposoa
(cuenca de los ríos Guabayacu y Guayabamba), para después corriendo los
siglos, desarrollar sus propios complejos
D o i g
arquitectónicos urbanos, funerarios y ceremoniales, paralelos al desenvolvimiento
Jíbaro desplazado a las márgenes nororientales del río Marañón en su trayecto
al oriente amazónico tropical bajo, donde
han vivido durante el Intermedio Tardío y
el Horizonte Tardío y los encontramos en
la actualidad.
º De los yumbán a los sacha puyos y a
los chachapoyas / BENITO PALACIOS
SOLSOL
La etnia más antigua que pobló el territorio de los chachapoyas fue la de yumbán. Su hábitat original fueron las Pampas
de Corobamba, a 2 300 metros sobre el
nivel del mar, en la planicie donde nacen
las célebres cataratas de Gocta y Yumbilla,
en la provincia de Bongará, en la región
Amazonas.
En Corobamba hay cavernas con restos
óseos de los primitivos yumbán. Cuando
evolucionaron salieron de sus cavernas
y construyeron rústicas habitaciones circulares de piedra, cuyas reliquias todavía
se pueden ver en las llamadas ruinas de
Yumbán y Cascambán. Posteriormente extendieron su territorio a la extensa
zona que se ubica entre los ríos Marañón
y Huallaga, donde se hallan diseminadas
las obras pétreas de esta raza.
Al extender sus incursiones al Oriente
más allá del río Marañón en la Amazonía, los incas llegaron al territorio de los
yumbán y los llamaron con el nombre de
“sacha puyos” por referencia a los montes
en medio de neblinas donde se hallaban.
Los invasores españoles corrompieron el
vocablo “sacha puyos” y lo modificaron a
“chachapoyas”. De esta manera, el auténtico nombre de yumbán que corresponde
a los geniales constructores de Kuélap,
Pajatén, Vilaya y otros pasó al olvido.
No obstante, el sello de la fuerte raza
yumbán no ha desaparecido de la topo-
nimia y la antroponimia de la zona. Esto
se comprueba al repasar los nombres de
los lugares: Kuélap, Conilap, Kiocta, Gocta, Pajatén, Jazán, Cascambán, Yumbán,
Choctámal, Cuémal, Zutamal, Kaklic, Milpuk, Upik, Vituya, Vilaya, Kashul, etc., y los
apellidos de las personas: Galoc, Loloc,
Gaslac, Babok, Mosilot, Chochilot, Mojalot, Puscán, Quistán, Maslucán, Detquizán,
Buelot, Goslot, etc. Estos nombres han
resistido el paso del tiempo y de las influencias culturales de dos invasiones del
territorio, primero los incas y después los
españoles.
La información de los términos y nombres señalados ha sido extraída del Catálogo de Protocolos Notariales de la época
colonial y republicana de Chachapoyas
(entre 1793 y 1862), que se conserva en el
Archivo Regional de Amazonas.
Palacios Solsol ha observado que en vocablos de la lengua de los yumbán destacan las terminaciones oc, ac, op, mal,
cen, can, in, et, ot, tun, ban, on y las sílabas
iniciales gal, bab, yop, oc, poc.
º Testimonios de alta cultura en los
Andes Amazónicos septentrionales
La tesis de Julio C. Tello (1942) acerca
del origen amazónico de la civilización
que tuvo su desarrollo en el Área Inca o
andina no se ocupa de los chachapoyas
en particular. Tampoco el arqueólogo Quirino Olivera (1988, 2008, 2014) lo postula.
Su hipótesis apunta a que los testimonios
arquitectónicos monumentales, que viene explorando en los extramuros de los límites septentrionales del territorio de los
chachapoyas, tales como Montegrande y
San Isidro en Jaén y Casual Las Juntas en
Bagua testimonian que los Andes Amazónicos en su espacio bajo se articulan con
los presentes en espacios similares del sur
de Ecuador y que conjuntamente desarrollaron una cultura compleja.
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 3 9
III. Particularidades del mundo
cultural Chachapoyas
El presente capítulo recorrerá aspectos referidos al mundo espiritual de los
chachapoyas, a costumbres y mitos que
han sobrevivido por más de quinientos
años, a la estructura socioeconómica, a
los remanentes de la lengua, así como a
otros productos de la cultura material de
los chachapoyas.
1. Sobre la identidad de la cultura
Chachapoyas
La cultura Chachapoyas presenta patrones culturales que la distinguen frente
a otras expresiones culturales andinas. La
particularidad que ostenta se debe al aislamiento por siglos que caracterizó a los
chachapoyas frente a sus hermanos andinos, cordillerano-costeños, de los que se
desligaron por generaciones desde que
los inmigrantes ancestrales ocuparon los
espacios centrales de los Andes Amazónicos norteños, allá por los siglos IX-X.
En efecto, debe estimarse que luego de
cruzar desplegando grandes esfuerzos el
caudaloso río Marañón o Atunmayo (Hatunmayu = río caudaloso), o desplazándose desde áreas colindantes a su frontera
suroccidental, las sucesivas generaciones
fueron acentuando su identidad debido a
su asiento por generaciones en los Andes
Amazónicos, a la par que vivían aislados
de sus consanguíneos que seguían ocupando las vertientes de los Andes Cordilleranos.
La valla que aislaba a los chachapoyas del
resto de sus parientes fue menor en la
mencionada frontera suroccidental que
colinda con sectores nororientales de
Huánuco (provincia de Marañón) y donde no obstante lo abrupto y lo elevado de
la cordillera andina, se dan mayores posibilidades para un tránsito más fluido que
el cruce del río Marañón, y de este modo
permanecer en contacto con otras etnias
vecinas de extracción cultural propiamente andina. Tal es el caso de los huacrachucos que poblaban aquellas áreas.
Esta etnia estaba integrada por los antas,
paucaricras y otras, y en su territorio se levantan diversos e imponentes complejos
arquitectónicos como el de Tinyash, que
se ubica a 4 160 metros de altitud (Antúnez de Mayolo, 1941; Kauffmann Doig,
1982a: 94-97, 1982b, 2016; Thompson y
Ravines, 1973).3 Al igual que los chachapoyas, los huacrachucos constituían una
etnia per se que emergió en las postrimerías del imperio Tiahuanaco-Huari o Wari;
esto es en la etapa conocida como Horizonte Medio en los siglos VIII-XII d.C. y que
geográficamente llegó a extenderse por
grandes espacios del Área Inca o andina,
particularmente en su sector central.
Si bien el aislamiento en el que vivían los
chachapoyas debió estimular un acentuado sentimiento de identidad, esto no
significa que no existieran rencillas entre
los diversos grupos. Asimismo, el ambien-
3 Una de nuestras expediciones recorrió el camino empedrado construido por los incas luego de haber incorporado a los huacracuchos. Éste serpentea
partiendo de la población de Huacrachuco en dirección sur, por espacios despoblados de puna, para recorrer más de 70 kilómetros y alcanzar el poblado de Pinra en las inmediaciones del gran complejo arquitectónico de Tinyash (Kauffmann Doig 1982a: 94-96, 1982b, 2016).
Dos mausoleos
del sitio arqueológico de
Tinyash, 100
km al suroeste de Huacachuco, cerca
de los lindes
mer idionales
del territorio
de los chachapoyas
(Foto
Federico Kauffmann Doig).
4 0
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
te que reina en los espacios centrales de
los Andes Amazónicos, tan distinto al que
dejaron atrás los primeros chachapoyas,
debió favorecer que a lo largo de sucesivas generaciones floreciera una cultura
original aunque con raíces andinas.
2. Estructura religiosa
Son muy escasos los datos sobre la
estructura religiosa que regía entre los
chachapoyas. Excepcionalmente los cronistas Garcilaso de la Vega (1609), Pedro
Sarmiento de Gamboa (1572) y Martín de
Murúa (ca. 1600) ofrecen noticias sobre el
tema, pero no abordan directamente la
temática religiosa. Por ejemplo, Garcilaso
es informado sobre el territorio cubierto
de selva de los chachapoyas y deduce
que éstos adoraban culebras y tenían al
ave kuntur por su “principal dios”.
Los mitos y leyendas narrados actualmente en esa circunscripción territorial
tampoco permiten inferencias acerca de
la religiosidad que reinaba en la comarca
antes de su anexión al Incario o Tahuantinsuyo.
Por lo expuesto consideramos que para
una aproximación a lo que debió ser la religiosidad abrazada por los chachapoyas
y tratar de identificar cuáles eran sus dioses, la fuente de estudio se reduce a los
motivos simbólicos que representaron
y de los que se dispone de abundantes
muestras. Sobre este tema nos ocupare-
D o i g
mos luego de abordar a Curichaculla.
º Curichaculla, ¿una versión del Dios
del Agua?
En una obra anterior (Kauffmann Doig
y Ligabue, 2003: 84-86), no contentos con
repetir la escueta referencia de Garcilaso
de la Vega (1609) sobre que los chachapoyas “adoraban culebras y tenían el ave
cuntur como su principal dios”, publicamos nuestras indagaciones sobre el rol
que en el marco de la religiosidad chachapoyas pudo desempeñar Curichaculla,
basándonos en las referencias que acota
Pedro Sarmiento de Gamboa (1572: cap.
61). Este tema permanecía sin comentar
por quienes se ocuparon de rastrear la
cultura Chachapoyas, desde los pioneros hasta años recientes en que Alfredo
Narváez también lo cita. Con gran acierto
repara en que debe haber una conexión
entre el nombre de Curichaculla y el de
una laguna cercana a Kuélap y que los
comarcanos nombran Cuchacuella (Narváez, 2014: 112). Sin embargo, nosotros
consideramos que Curichaculla no debe
entenderse como una divinidad suprema propiamente chachapoyas; no solo
atendiendo a su etimología en la que se
advierte la presencia de raíces evidentemente tomadas del runasimi o quechua,
sino por cuánto la denominación le debió ser “otorgada” por el soberano inca, al
igual como sucedió en otros casos.
Curichaculla es mencionado en las cró-
nicas. Por ejemplo, Pedro Sarmiento de
Gamboa (1572: cap. 61) la cita (Kauffmann
Doig y Ligabue, 2003: 84-85); así como
Martín de Murúa (ca. 1600: 120) alude a
la huaca Cuychaculla (cuy-chi=arco iris;
y-lla=relámpago, rayo), voz que consideramos resulta ser análoga a Curichaculla,
variando tan solo curi (=trueno) por otro
fenómeno atmosférico relacionado a la
lluvia, el arco iris.4 También Bernabé Cobo
(ca. 1653) informa sobre el tema, señalando prácticamente lo mismo que Murúa:
que al trueno se le conocía con varios
nombres: Chuquilla, Catuilla e Intiillapa.
Por lo hasta aquí referido consideramos
razonable suponer que Curichaculla era
una de las tantas variantes para aludir a
la divinidad de mayor importancia en el
mundo andino y que hemos identificado
como una especie de Dios del Agua.
Finalizamos nuestros cometarios acerca
de Curichaculla citando las referencias
que ofrece Martín de Murúa en su crónica. Refiere al respecto que, en tiempos
de la permanencia de Huayna Cápac en
Tomebamba, en el extremo norte del Incario, hoy Ecuador: “vivieron nuevas del
Cuzco… [que habían salido en mucho
número de sus tierras y enfrentado las del
Ynga, haciendo daños y destrozos increíbles y [se] propuso vengar dello, y mandó
luego se aparejase un capitán famoso y
que tenía noticia de aquella tierra y gente
llamado Yasca… [que] por mandado de
Huayna Capac llevó consigo las huacas
4 Martín de Murúa (ca. 1600: 412) y de modo similar Bernabé Cobo (ca. 1653) agregan importantísimos datos al referirse al trueno. Comenta el primero
que el trueno era denominado, al menos en el Incario según nota nuestra: chuquilla, catuylla e intiillapa. Y agrega que “fingían [imaginaban] que es
un hombre que en el cielo estaba en su voluntad el tronar, llover, granizar y todo lo demás que pertenece a la región del aire”. Dato de gran valor para
entender a esta divinidad trina, sin duda de la mayor jerarquía del panteón prehispánico, y que venimos nombrando como Dios del Agua. Su consorte
es la Pachamama o madre de las tierras cultivables, que hemos denominado Diosa Tierra. Esta divinidad era dependiente del Dios del Agua, puesto
que solo estaba facultada de ofrendar los alimentos indispensables que aseguraran la existencia si era fecundada por el líquido vivificante que, según
su voluntad, derramaba o no el Dios del Agua. A veces con otro nombre, como Huiracocha (repositorio del agua sagrada: huira=sagrado y cocha=estanque natural de agua, mar, laguna) o Pachacamac (el ente que anima a los suelos: Kauffmann Doig, 2016c). Sobre estos temas cruciales para entender
la religiosidad en el antiguo Perú nos ocupamos desde hace algún tiempo (Kauffmann Doig, 1990a: 200-205, 1996a, 1999b, 2001d, 2003, 2012, 2014,
2015a).
L a
Catilla, Huaca de Caja Marca, con la gente
que estaba en la guerra de aquella provincia y de la de Huamachuco y la Huaca
Curychaculla de los chachapoyas con la
gente dellos, y hasta…, y la huaca…, y así
vinieron juntos caminando hasta el Cuzco…]”.
Como puede apreciarse, si bien se trata
de la mención a una huaca (ídolo, algo
sagrado) de los chachapoyas, aquello no
quiere decir que era propia de los mismos. Como las demás huacas o ídolos
protectores que se enumeran como pertenecientes a los diversos destacamentos,
integrados por diversas etnias al mando
de jefes leales, particularmente cusqueños, la de los chachapoyas debió ser conferida por el soberano inca. Estas huacas
no deben haber sido otra cosa que ídolos
que en las batallas portaba uno de los integrantes de la soldadesca para garantizar
la victoria, tal como se percibe en uno de
los dibujos de Guaman Poma (ca. 1600, f.
155).
Consideramos que existe una posible
imagen femenina en serie que representaría a la Diosa Tierra y por ello las hemos
denominado como pachamamas. Estas
figuras cubren las paredes de uno de los
edificios circulares del conjunto arquitectónico de Pajatén (véase Parte Tercera, III,
º Las “pachamamas”, ¿representacio- 6). También hay muestras de las mismas
nes de la Diosa Tierra?
en piedras que forman parte de los muEn el antiguo Perú no solo se veneraba a un Dios supremo, masculino, que
como vimos recibía diversos nombres,
entre estos Huiracocha y Pachacamac, y
al que venimos calificando de Dios del
Agua. Éste tenía por consorte a la Pachamama o Diosa Tierra que debía sustentar
a los hombres si era fecundada por el Dios
del Agua. Se presumía que si no se le tributaba en la medida que demandaba a
lo largo de las estaciones del año, en represalia desataba catástrofes climáticas
que estropeaban la producción de los
comestibles, con la consecuente presencia del fantasma del hambre (Kauffmann
Doig, 1990b, 1991b, 1996a, 1999b, 20012002a, 2001-2002b, 2001-2002c, 2011,
2012, 2013b, 2014, 2016c).
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 4 1
ros de otro recinto presente en Pajatén,
así como en las ruinas vecinas de Cerro
Central. Las figuras de éstas últimas van
retratadas en piedras en alto relieve, a
diferencia de las otras pachamamas presentes en el Edificio 1. Curiosamente, no
se han identificado representaciones de
la Pachamama en otros lugares del territorio de los chachapoyas, como tampoco
en otras latitudes del Área Inca; por lo menos no en su forma realista y con una clara
alusión a que se encuentran alumbrando,
lo que se desprende de que estén sentadas, con las piernas separadas y presenten el abdomen abultado.
º Lo que evocaban los símbolos
Aparte de las contadas imágenes simbólicas figurativas que aparecen retratadas en Pajatén y en Cerro Central, y que
son de fácil identificación como matronas
sentadas y prestas a alumbrar, y que hemos identificado como representaciones
de la Pachamama o Diosa Tierra, los chachapoyas decoraban nutridamente sus
recintos circulares de categoría, valiéndose de diseños no muy numerosos.
El esmero que ponían al plasmarlos da la
sensación de que eran obras ejecutadas
con fines decorativos. Creemos que estos
diseños estaban destinados a evocar algún elemento en particular.
Por ello, consideramos que no es suficiente identificarlos por su similitud con
algún motivo geométrico, por ejemplo
una greca. Más bien, es preciso acercarnos al significado que se daba al trazado
de una greca como la mencionada. Los
estudiosos han obviado este camino de
la investigación, por el riesgo que encierra la interpretación iconográfica. Esto se
debe a que ella está principalmente en
manos de diletantes, que obran tan solo a
partir de sus impresiones, sin apoyarse en
una metodología (Kauffmann Doig, 1985,
Uno de los
combatientes
porta el ídolo
Huarco para
que ampare
a la tropa y
que ésta logre vencer a
los enemigos
(Guaman
Poma
ca.
1600, folio
153). Tal vez
Curichaculla no fue el
nombre de
una
divinidad, sino de
un ídolo que
la representaba y al que
se
recurría
para solicitar
amparo cuando asomaban
las temibles
anomalías climáticas que
al
devastar
las sementeras ponían en
riesgo la existencia misma.
Una de las
pachamamas
presente en el
Recinto 1 del
Gran Pajatén.
Al
parecer
presta a alumbrar, a juzgar
por la forma
que adaptan
sus
piernas
y el abdomen abultado
que presenta
(Foto: Pedro
Rojas Ponce).
4 2
1
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
Decodificación tentativa de la decoración
presente en los mausoleos de Los
Pinchudos.
1. Los dos símbolos principales presentes en el
paramento del Mausoleo 5 de Los Pinchudos.
2. Decoración zona central: signos del agua y
de la tierra entrelazados (Dios del Agua y
Diosa Tierra o Pachamama).
3. Los mismos signos anteriores presentados
en una sola figura: el agua (voluta) entrelazada con el de la tierra cultivada en andenes.
2
4. Tierra cultivada en forma de andenes (Pachamama o Diosa Tierra), fecundada por el
agua en forma de una ola (Dios del Agua).
Cerámico escultórico Moche que expresa
en forma realista la identificación de los
símbolos agua y tierra. Símbolo presente
universalmente en la iconografía andina
(Kauffmann Doig 1990: 206-209, etc).
4
3
L a
2016: 15-16; Kauffmann Doig y Ligabue,
2003: 430, 432-434). Avances en este sentido se deben a Peter Lerche (1995).
De acuerdo a nuestras pesquisas iconográficas, planteamos que los motivos simbólicos chachapoyas fueron plasmados
para evocar elementos vinculados íntimamente con atributos que concurren en la
divinidad que hemos denominado Dios
del Agua. Particularmente el rayo, el motivo más frecuentemente representado,
aparece diseñado mediante una línea en
zigzag. La misma es expuesta horizontalmente, debido a que estaba destinada a
decorar recintos circulares de poca altura.
En algunos casos el rayo —dibujado
como una línea zigzagueante— era figurado en forma duplicada, dando así
la sensación que los rombos resultantes
fueran abstracciones del motivo ojo en
sucesión. Así lo estima la mayoría de estudiosos, cuando al parecer no se trata más
que de dos figuras en zigzag entrecruzadas y por lo tanto alusivas a lo mismo: al
rayo. En algunos casos, en el centro de
estas figuras romboidales en sucesión va
emplazado un pequeño redondel que,
más que aludir a una pupila, consideramos simboliza el agua en forma de una
gota de lluvia. Esto puede ser comprobado por las abundantes representaciones
simbólicas en forma de perlas en cadena
presentes en la iconografía que floreció
en el Área Inca o Andina; lo que vale también para el motivo en zigzag que alude
al rayo, como puede comprobarse con
elocuencia en uno de los elementos simbólicos que conforman el enorme tocado
del personaje del tumi de Lambayeque
(Kauffmann Doig, 2016c).
Así, los artífices que tenían a su cargo la
decoración de los recintos circulares recurrían particularmente al rayo, ya que
los otros elementos que se conjugan para
que se produzca la lluvia —el trueno y
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 4 3
el relámpago— no son fáciles de figurar Estos motivos simbólicos evocaron, en
quienes los contemplaban, al agua y su impara que sean reconocidos al instante.
Hemos identificado otro motivo que portancia como agente vivificante de las
se repite en la iconografía de la cultura sementeras. Este ritual posiblemente fue
Chachapoyas, así como en el Área Inca introducido por los primeros inmigrantes
en general, de manera recurrente aun- chachapoyas y perduró no obstante que el
que no tan frecuentemente como el rayo agua no fue un problema en el territorio
(=agua=línea en zigzag). Toma la forma de los Andes Amazónicos donde se desade una cresta de ola y, por lo tanto, debe rrolló la cultura Chachapoyas.
aludir al agua. A este símbolo se asocia
frecuentemente otro, que representa sin º La vida en ultratumba
Los antiguos peruanos tenían la firme
duda a la Pachamama o tierra cultivable
pues adopta la forma de terrazas de cul- convicción que la vida continuaba destivo o andenes.
pués de la muerte. A diferencia de lo que
Con frecuencia estos dos motivos apa- plantea la Biblia, la existencia en ultratumrecen en combinación, como señalando ba era imaginada de modo distinto. No se
que los campos de cultivo producen solo concebía que a los difuntos les esperara
cuando son fecundados por el agua (Kau- un infierno como tampoco un cielo, sino
ffmann Doig, 2014, 2015b: 121). Una re- espacios iguales a los de este mundo. Esto
presentación chachapoyas clásica de esta lo precisa Pablo José de Arriaga (1621),
conjunción de símbolos es la visible en el entre otros cronistas: “…No distinguen
“Mausoleo de las Grecas” que
ilustra un estudio de Alberto
Bueno y Miguel Cornejo (2009:
39); la misma nos fue facilitada por el arqueólogo Anselmo
Lozano (Kauffmann Doig, 2009:
174).
Esta combinación de dos motivos tan simbólicos suele dar lugar a la figura de un ave de trazos esquemáticos, presente en
la decoración de Los Pinchudos
y en forma aún más esquemática en una pared, en bajo relieve, en Guanglic y también en
Tingorbamba (Kauffmann Doig
y Ligabue, 2003: 267, 274, 336).
No debe llamar la atención esta
variación iconográfica puesto
que las aves son asociadas al El impulso sexual no cesaba en las moradas de ultratumba. Las
mundo atmosférico, ya que se carcanchas o muertos animados se acarician, se besan o el muerdesplazan por los espacios ce- to animado varón es masturbado. Es de relevar que actos copulatorios entre carcanchas no figuran en las escenas sexuales
lestiales de donde proviene el revisadas por el autor, esto es como señalando que la procreaagua de la lluvia.
ción no se daba en la vida en ultratumba [Cerámica / Moche]
4 4
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
que allá ha de haber ni penas ni glorias Esto explica la sofisticada tecnología em- pensamiento religioso, como el que hace
para los buenos”. Al respecto los Sermones pleada por los antiguos peruanos para la mención al Solpecuro o la red que cobra
de Francisco de Ávila (1648) refieren que momificación de sus difuntos, particular- vida y aprisiona a su víctima. También hay
los difuntos iban “a tal quebrada o valle mente la de personajes ilustres. A esto se otros que refieren a situaciones reales eley que allí viven, obran, beben y comen”. debe agregar el deseo de los deudos de vadas a niveles de lo mítico, como cuanSobre el tema de la vida en ultratumba, tener de algún modo presentes a sus fina- do señalan que “había gente como hormiga” o el que relata que “no había sitio
el autor se ha ocupado con algún deteni- dos queridos, aunque sea momificados.
dónde vivir”.
miento (Kauffmann Doig, 1998).
Algo sorprendente es que a través de alguDe esta manera, para los antiguos perua- º Leyendas y mitos vigentes
Además de tradiciones prehispáni- nos mitos se recuerden pasajes históricos
nos la vida en el más allá era una continuación de la experimentada en la tierra. cas que todavía sobreviven en territorio vividos por los chachapoyas, específicaAsí los “muertos animados” o carcanchas donde floreció la cultura Chachapoyas mente actos de conspiración ejecutados
seguían ejecutando las labores cumpli- —como por ejemplo ciertas herramien- cuando estos ya habían sido incorporados
das en vida (Kauffmann Doig, 2015b: tas y tecnología empleada para el cultivo al Incario o Tahuantinsuyo. Los mismos serán expuestos en la Parte
131-134). Asimismo, las
Segunda, I, 7.
jerarquías continuaban
Seguidamente dos mitos
siendo las mismas. Las
que aluden al problema
escenas representadas
que asistía a los antiguos
en la cerámica moche
peruanos de carecer de
evidencian cómo en el
suficientes tierras aptas
más allá se disfrutaba
para el cultivo para sotambién de danzas amebrevivir y de cómo se
nizadas por la música de
ingeniaban colocando
flautas y antaras, acompañadas estas por libatierra fértil sobre la superficie de peñascos.
ciones de chicha, como
lo señalan los dibujos
“HABÍA GENTE COMO
de enormes cántaros. Si Anciana de Cruzpata, dueña de antiquísimos relatos como el que nos narró acerca del mito
HORMIGA”
bien no hay escenas de conocido como del Solpecuro (Foto: Federico Kauffmann Doig). Acerca de narraciones tradicópula, el erotismo con- cionales, incluyendo mitos, leyendas, cuentos, anécdotas, investigaciones sobre plantas me- Este mito fue recogido
dicinales véase entre otros autores a B.A. Palacios Solsol (1996) Lic. Merarí Salazar Campos
tinuaba. Era ejercido por (2004), José María Olivos Montenegro (2008), José Espinoza Ortecho (2005), José Milano por el autor en Luya en
una mujer básicamente Rodríguez Rodríguez (2006), Manuel H. Cabañas López (2009), Hamilton Loja Maldonado la década de 1980. Alude
mediante la manipu- (2009), Napoleón Culqui Valdez (2011), Oliver Tarazona Vela (2012), José Antonio Peláez Bar- a la situación crítica que
dales (2013), Ulises Gamonal (2013), Francisco Guadalupe Dávila (2013), Juan Antonio Trujillo
lación de los genitales Ramírez (2014:111,citando a Trinidad Guabloche Inga), Juan de Dios Carrión Chávez (2015). debieron experimentar
masculinos. El hecho
los
andino-costeños,
que no existen escenas de cópula, revela de la tierra, antiquísimas instituciones de desde que abandonaron la recolecta
que no se concebía la reproducción en el trabajo corporativo como la minca y el para servirse en adelante del cultivo y la
mundo de los “muertos animados” o car- ayni, y formas usadas en la medicina tra- ganadería como medios para la subsiscanchas, nombre que se da en la región dicional—. Por lo mismo también estan tencia (Kauffmann Doig, 1991b, 1996a).
de Lambayeque a supuestos casos de presentes en leyendas y mitos. Sin duda Con la nueva fórmula económica, la poque arrastran raíces anteriores a la irrup- blación fue aumentando y enfrentando
aparición de “difuntos vivientes”.
dos problemas: la extrema limitación de
Es importante mencionar que, si bien se ción europea.
presumía que la vida continuaba en ul- Mientras algunos mitos aluden a situacio- tierras aptas para el cultivo en costa y sietratumba, ésta cesaba si el cadáver se co- nes fantásticas como Ocsoplin, otros re- rra, así como la presencia de anomalías
rrompía por putrefacción u otros factores. latan pasajes claramente envueltos en el climáticas —como las del fenómeno de
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 4 5
3
2
1
El solpe, una red para cargar un bulto sobre
la espalda, suele transformarse por las noches en un solpecuro: un ser mítico volador
que desciende para abrazar a su víctima, la devora instantáneamente a hombres o a bestias.
1. Un solpe arqueológico procedente de la Laguna
de las Momias (Expedición Chachapoyas 1997/
foto: Michael Tweddle). 2. El solpe sigue en uso entre los descendientes de los chachapoyas ancestrales
(Foto: Federico Kauffmann Doig). 3. El mito del
solpecuro, es al parecer graficado en una pictografía Moche (Kauffmann Doig 2002b. v. 4, p. 519).
El Niño— que arrasaban los campos cultivados con copiosas lluvias, o los afectaban por igual con prolongadas sequías.
Todavía más, estas catástrofes que originaban periodos de hambruna dieron pie
a enfrentamientos persistentes entre las
comunidades y grupos étnicos mayores,
pero también llevaron a desarrollar tecnología especial para sortear la problemática, como lo narra el mito “No había
sitio dónde vivir”. Curiosamente Guaman
Poma (ca. 1600) relata la misma problemática y las pugnas que surgen cuando
los comestibles no abastecen la demanda: “se hacían muy mucha gente… [por
lo que] con [uno y] otro pueblo tuvieron
guerra y se saquearon”.
El mito que nos ocupa, entre otros pasajes refiere que en tiempos ancestrales “[la
gente] aumentaban como hormigas”, por
lo que “robaban tierras para sembrar sobre las piedras a donde no había tierras”.
el pasado remoto la población aumentó
a tal extremo que sobrevino un estado
de crisis. He aquí pasajes de este mito narrado por Jorge Rodríguez de 18 años y
recogido por el autor en 1985, cerca de
las ruinas de Guanglic (Kauffmann Doig y
Ligabue, 2003: 98): “Los vivientes que habían en esta zona en que mucho, por decir, se han multiplicado exageradamente,
y [por cuanto] no había sitio dónde vivir,
ni para sembrar sus productos. Y de esta
manera que robaban, por decir cierta
cantidad de terreno para acomodarle sobre alguna piedra, para sembrar algunas
plantas [referencia a andenes o terrazas
de cultivo]… Ni por eso tenían la suficiente economía para vivir”.
“EL MITO DEL SOLPECURO”
El mito del Solpecuro que recogimos en
los alrededores de La Jalca entre 1986,
1989 y 1992, se refiere a un ser fantástico que recibe este nombre por la forma
“NO HABÍA SITIO DÓNDE VIVIR“
de un solpe, esto es de una red usada
Se trata de un relato mítico que concuer- para sostener la carga sobre la espalda.
da con el anteriormente comentado. En El solpe es sujetado mediante una larga
pretina que se desprende de uno de los
cabos del solpe y es pasada por la argolla
que se encuentra en el otro extremo. La
palabra kuro significa gusano, y por extensión, serpiente. La argolla, al igual que los
muchos nudos propios de los solpes, son
interpretados como bocas que permitían
al solpecuro devorar a una persona o un
animal, por lo general en horas nocturnas.
La circunstancia de poseer el Solpecuro
numerosas bocas devoradoras, recuerda
esta característica presente en personajes
de la iconografía de Chavín de Huántar
(Kauffmann Doig, 1995). El Solpecuro podría ser una encarnación, de orden regional, del servidor del Dios del Agua andino
conocido en los mitos del centro-sur de
la sierra del Perú con el nombre de Qhoa,
un ser mítico representado en la iconografía andina como un felino volador. De
acuerdo a lo que señala el mito de Qhoa,
el Dios del Agua andino (Kauffmann Doig,
1996a, 2001-2002a), materializado en los
Apus o altas montañas, se servía de estas
encarnaciones como instrumentos anunciadores de lluvias benefactoras de las
4 6
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F e d e r i c o
K a u f f m a n n
sementeras, o para arruinarlas generando
catástrofes atmosféricas como las originadas por el fenómeno de El Niño.
El relato del Solpecuro concita interés
también por cuanto su figura estaría representada en dibujos a pincel presentes
en muestras de cerámica moche (Kauffmann Doig, 2002b, vol. 4: 519).
3. Estructura socioeconómica
La población chachapoyas estaba dividida en dos estamentos: la élite o clase
dirigente y los súbditos o campesinos,
que aportaban mano de obra cuando
era requerida. Las obras públicas como
Kuélap, atestiguan en forma inobjetable
que imperaba una rígida organización social con subdivisión de funciones. De no
haber sido así, la construcción del colosal
monumento de Kuélap, que implicó la
movilización de ingentes recursos materiales y humanos, no habría sido posible.
Cada una de las comunidades componentes de aquello que según los primeros
cronistas era “el reino” de los chachapoyas,
tuvo sus propios líderes pero debieron
obedecer también a jerarcas de mayor
poder y que respaldaban su poderío principalmente en estrategias basadas en la
estructura religiosa.
Se tiene noticia acerca de varias agrupaciones como los chillchos y los chillao
(Luya), que conformaban una “nación” de
las muchas de los chachapoyas. Si bien
eran conscientes de su parentesco, que
ocupaban un mismo territorio, que practicaban rituales comunes y eran dueños
de una lengua que a pesar de las variantes les posibilitaba entenderse, estos subgrupos que en conjunto conformaban la
población chachapoyas —o como quiera
que por entonces se conociesen— vivían
en perpetuo belicismo. Sin embargo esta
situación cambiaba cuando asomaba un
D o i g
curaca más poderoso o un enemigo común como los incas que finalmente lograron incorporarlos al Tahuantinsuyo.
La clase dirigente de la sociedad chachapoyas tenía la responsabilidad de velar por
la producción de los alimentos, de manera tal que se evitaran las hambrunas; algo
nada fácil de lograr por cuanto el territorio
que dominaron los incas soportó desde
siempre periodos aciagos a causa del fenómeno de El Niño. Como ocurre en la actualidad, los recurrentes vaivenes climáticos
originados por este fenómeno causaban
severas sequías, especialmente dañinas
debido a que los cultivos eran mayormente de secano —es decir, dependientes de
la lluvia— o sino intensas tormentas con
sus secuelas de avalanchas aluviales —los
famosos huaycos, en realidad conocidos
como llocllas en territorio quechua—, destructoras de las sementeras y pastizales. Es
por esto que consideramos que Kuélap no
debió ser una fortaleza como se afirmaba
popularmente hasta 2011 en la literatura
científica, como es el caso el distinguido
investigador Alfredo Narváez, sino más
bien un inmenso reservorio de alimentos
para afrontar años aciagos y donde a la
vez se celebraban ritos solemnes, sin duda
relacionados con las cosechas (Kauffmann
Doig, 1991a, 1991b, 1996a, 1999b, 20012002b).
4. Aspectos lingüísticos
La lengua hablada por los chachapoyas —y las variantes dialectales que
debieron existir— fue cediendo paso al
quechua o runasimi desde la irrupción
de los cusqueños en su territorio. Como
informan los cronistas, los chachapoyas
ofrecieron encarnizada resistencia desde
los primeros pasos invasores que ocurrieron muy posiblemente alrededor de
1470-1475, y que se prolongaron hasta
pocos años antes de la presencia europea
en 1532. La incorporación de los chachapoyas al Incario o Tahuantinsuyo se consolidó así luego de medio siglo.
No sabemos con exactitud en qué momento el idioma chachapoyas dejó de
hablarse. Sin embargo, de esta lengua
quedan aún numerosas toponimias, así
como antroponimias que, al no tener raigambre quechua ni española, deben atribuirse a ese extinto idioma.
No debe llamar la atención que el idioma (o formas idiomáticas emparentadas)
de los chachapoyas se considere como
una lengua particular, sin vínculo con el
acervo lingüístico con los espacios cordillerano-costeños o amazónicos. Esto
ocurre cuando grupos humanos pertenecientes a un mismo tronco idiomático
se aíslan y, sin escritura de por medio, la
lengua originaria va proliferando, dando lugar a formas dialectales que con el
tiempo devienen en otras lenguas. Por
tanto, es previsible que en la extensa y
escasamente poblada región de la Amazonía peruana y a lo largo de algunos
milenios, dos o tres troncos lingüísticos
ancestrales hayan dado lugar a doce familias lingüísticas y éstas a más de cincuenta idiomas.
El padre de la lingüística peruana, Ernst
W. Middendorf (1890-92), opinaba que la
lengua chachapoyas tenía su origen en
la aimara o colla. Por su parte, Adolph F.
A. Bandelier ([1907]1940: 16) se inclinaba
por la misma propuesta. Por su parte Louis
Langlois (1939) conjeturaba que los lejanos orígenes del idioma podrían ser derivados de lenguas mexicanas. Si bien en
no pocas toponimias chachapoyas encontramos el sufijo mal, como por ejemplo en
Puemal, lo cierto es que podría tratarse de
un síncope de la palabra quechua marca
o malca, cuyo significado es “población o
asentamiento”. Con todo y como veremos
L a
más adelante, los lingüistas profesionales
Jairo Valqui Culqui y Michaela Ziemendorff
(2016) tienen un punto de vista distinto y
que respetamos.
Como aportes sobre el mundo lingüístico
chachapoyas debemos citar el vocabulario
de Carmelo Chaparro (1985), así como el
de Eva Dorila Zubiate de Hidalgo (1984). A
estos debe agregarse el que recoge Otoniel Alvarado Oyarce (1921) en cuanto se
refiere al habla en San Francisco de Yeso,
así como el vocabulario confeccionado
por Asunta de Huamán en 1990 a pedido del autor (Kauffmann Doig y Ligabue,
2003: 94-96). En las obras citadas, que reúnen palabras del vocabulario del español
regional hablado al presente en territorio
de los descendientes de los chachapoyas
ancestrales, se entremezclan voces provenientes del quechua o runasimi así como
del español y del idioma chachapoyas. Por
ejemplo la palabra shimshanga que recoge el vocabulario ya citado de Zubiate de
Hidalgo inserta la voz quechua simi que
equivale en quecha a lengua o idioma y
por su parte el de Asunta Huamán al citar
la palabra ñashu no hace más que aludir
al término español ñato. Solo las palabras
que no muestran tener raíces de los idiomas citados, son las que deben considerarse como rezagos del idioma ancestral de
los chachapoyas.
A pesar de los importantes esfuerzos
desplegados por diversos lingüistas para
la investigación del idioma chachapoyas
y particularmente la identificación de las
raíces del idioma y sus formas dialectales,
no hay mayores avances hasta el presente
(Valqui y Ziemendorff, 2016; Taylor, 1979,
1989, 1996, 2000a, 2000b, 2006; Zevallos,
1961, 1982).
En cuanto a una hipotética dispersión de la
lengua hablada por los chachapoyas en territorio de la Amazonía, si bien restringida
a palabras sueltas, es de tomar en cuenta
que los catequistas de los siglos XVI y XVII,
en su afán de adoctrinar a los amazónicos
de regiones septentrionales del Perú, se internaban partiendo de espacios ocupados
por los chachapoyas de por entonces. De
esta manera debieron hacerse acompañar
por lugareños, que por lo mismo eran portadores de la lengua chachapoyas. De lo
expuesto se desprende que algunas de las
palabras ajenas al español y a las lenguas
amazónicas, recogidas en el valioso diccionario de voces del idioma español hablado al presente en la Amazonía, publicada
por el distinguido investigador de temas
amazónicos Alberto Chirif (2016), podrían
corresponder a la extinta lengua de los
chachapoyas.
º Sobre la etimología de Chachapoyas
y Utcumbamba
La etimología de la palabra chachapoyas está envuelta en discusiones. El
Inca Garcilaso, siguiendo la traducción
dada por el padre Blas Varela (Garcilaso,
1609: VIII, cap. I), afirma que "chachapuya... quiere decir lugar de varones fuertes".
Pero la etimología aceptada al presente,
prácticamente por unanimidad, es la de
"pobladores de lugares en los que se presentan neblinas"; en todo caso derivado
del quechua y por lo mismo no de la lengua chachapoyas.
Al abordar este tema, nos mantenemos
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 4 7
independientes en cuanto a la discusión
de si los chachapoyas se llamaban a sí
mismos con este nombre, o si esta denominación les fue dada luego de la irrupción europea.
Más bien, consideramos que el vocablo
chachapoyas podría derivar del quechua
sacha-p-colla(s) y que su traducción sería algo así como "gente de filiación colla
radicada en ambientes boscosos y por
consiguiente silvestres" (Kauffmann Doig,
1987a).5 Por extensión, el significado de
la voz sacha (satsha=árbol=boscoso) se
traduce como silvestre, montaraz, equivalente a purun (remoto, silvestre), palabra también del quechua. Por su parte,
al igual que en el idioma quechua, la p
indica el dativo referido al vocablo que
precede. Esto nos llevaría a traducir sacha-p como del bosque. Uniéndolo a colla,
tendríamos precisamente la traducción
ya indicada de gente colla del bosque. Al
respecto de la pronunciación codsha por
colla (c-ollas), debemos recordar que los
lugareños de lo que fue territorio de los
chachapoyas pronuncian la ll al igual que
la y, utilizando el fonema dsh.
De estar en lo cierto, la palabra chachapoyas podría considerarse como procedente
del quechua y no del antiguo idioma de
los chachapoyas. Acaso durante el llamado
Imperio Wari (Tiahuanaco-Huari/Horizonte
Medio), una orden estatal llevó al desplazamiento de grupos andinos de gente
colla (aimara) para que poblara lo que hoy
concemos como territorio de los chachapoyas. Remanentes de la lengua colla en
el habla de los antiguos chachapoyas, han
sido identificados por algunos estudiosos
5 Sobre la voz chacha, el distinguido lingüista Rodolfo Cerrón Palomino nos proporcionó el siguiente alcance: “En cuanto al elemento chacha del compuesto <Chacha-puya> te diré que no creo que sea de origen aimara ni menos quechua. Del mismo modo, pienso que en el topónimo arequipeño
<Chacha-ni> tampoco tiene que ver la raíz aimara chacha 'varón', como lo explico en alguna parte de mis trabajos, sino más bien el cuasi homófono
chacha 'variedad de arbusto', según se puede ver en los diccionarios botánicos; y esta voz sí hace sentido en <Chacha-ni> 'lugar con tales arbustos'…
Sobre si <sacha> es quechua te puedo asegurar que sí lo es, ya que remonta al proto-quechua *SAT-RA 'árbol, monte'. etc.” (comunicación personal,
setiembre de 2016).
4 8
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como Adolph Bandelier (1907, 1940) y Ernst W. Middendorf (1893-1895, v. 3).
Respecto a Utcubamba, toponimia correspondiente al río y cuenca de este
nombre, y que conformaba una porción
territorial importante de los chachapoyas,
este vocablo es interpretado como "área
de algodón”, pues utcu en quechua significa algodón y pampa (=paNpa) es planicie. Curiosamente estaríamos una vez
más frente a una toponimia quechua.
Como quiera que en el país los lugares
donde abunda el algodón son muchos,
este topónimo debería repetirse incesantemente, y sin embargo esto no sucede.
También se debe tomar en cuenta que la
cuenca del Utcubamba no es pródiga para
la producción algodonera. Por lo mismo,
proponemos otra etimología para la voz
D o i g
Utcubamba. Esta se basa en la constatación de la inusual frecuencia de oquedades que presentan los barrancos que se levantan en la cuenca del Utcubamba. Para
ello tomamos en cuenta que la voz utcu
podría ser también una variante de utcu o
ucu, cuyo significado en quechua es precisamente "agujero" o "hueco". Según esta
propuesta, el significado de Utcubamba
podría ser “zona de oquedades o agujeros
(presentes en los barrancos)”.
º Vestigios de una lengua originaria
de los chachapoyas (JAIRO VALQUI
CULQUI y MICHAELA ZIEMENDORFF)
En el departamento de Amazonas,
los vestigios más resaltantes de la lengua
originaria de los chachapoyas se evidencian, principalmente, en los nombres
Changot
Gullacot
Gamgache
Muagate
Hochcat
Pochcate
Yancot
Investigaciones toponímicas realizadas
por Langlois (1939) y Taylor (1990) ya
habían observado este componente en
este territorio y fue Taylor quien propuso
como hipótesis de trabajo el significado
de “río o agua” para este componente
(Luya, 1599; Yapa, 1587)
(Yapa, 1587)
(Yapa, 1587)
(Yapa, 1587)
(Leymebamba y Balsas, 1735)
(Yapa, 1587)
(Yapa, 1587)
final. Taylor sustentó su postura sobre la
base de topónimos que designaban a
ríos como Shíngache, Gache, Jamingate,
Tóngate y Gollongate. Sobre este posible
significado, los estudios actuales realizados por Valqui & Ziemendorff (2016) han
(1) Yaquin-gate
Suitin-gate
Huasin-gate
Jamin-gate
Ol-cate
Yal-cate
Pen-gote
Sín-gache
Tón-gache
de los lugares (topónimos) que están
compuestos por las terminaciones -gat y
-mal, y en vocablos locales de uso actual.
Estos topónimos se distribuyen básicamente entre las provincias de Chachapoyas y Luya, espacio que a su vez se
corresponde con el área cultural chachapoya delimitada por las investigaciones
arqueológicas.
Los topónimos que están compuestos por
la terminación -gat(e) poseen variantes en
-got(e), -cat(e), -cot(e) y -gach(e). Dichas
variantes son similares a los nombres que
fueron registrados en el siglo XVI y XVIII en
pueblos donde estaban asentados o fueron enviados como mitmas las poblaciones chachapoyas como se muestran en un
listado de antropónimos consignados por
Zevallos Quiñones (1966):
pozo
río
río
quebrada
pozo
quebrada
pozo
río
pozo
confirmado una motivación geográfica
principal por una ‘quebrada’, un ‘pozo’ o un
‘río’, como se puede observar en (1), -gate,
-cate, -gote y -gache sugieren el significado de ‘recurso hídrico’ de esta terminación
toponímica.
Cuémal, Luya
Cuémal, Luya
Cuémal, Luya
Olto, Luya
Colcamar, Luya
Colcamar, Luya
Jalca Grande, Chachapoyas
Jalca Grande, Chachapoyas
Jalca Grande, Chachapoyas
Los nombres de los lugares que terminan Chachapoyas y Luya. Al igual que el com- Quiñones (1966) también muestra esta
en -mal son los que presentan más fre- ponente toponímico anterior, el listado forma lingüística en los nombres chachacuencia de aparición en las provincias de de antropónimos que consigna Zevallos poya:
L a
(2)
Puymal
Sichmal
Xazmal
Yasmal
Olmal
Sanacmal
Citimal
Taylor (1990) propuso el significado de
‘llanura o pampa’ para el componente
-mal. Él encontró que el topónimo Yulmal
(Olleros, Chachapoyas) provenía de Yul,
el nombre de una planta local, y dedujo
Los trabajos de campo actuales no han
podido determinar con absoluta seguridad el significado de -mal; sin embargo,
existen indicios hacia una interpretación
como ‘lugar donde abunda algo’ (Valqui
& Ziemendorff, 2016). El topónimo Gachmal (Colcamar, Luya), que puede estar
compuesto por gaʃ ∼ gaʧ < gat(e) ‘recurso
hídrico’ y -mal ‘lugar donde abunda algo’,
es una montaña ubicada en las alturas de
Colcamar, en cuyos dos lados nacen quebradas, una que irriga a Inguilpata y otra
a Colcamar. Así mismo, el caso de Mashumal (Huancas, Chachapoyas), topónimo
compuesto por la palabra quechua mashu
‘murciélago’ (Cf. Taylor, 2006) y la terminación chachapoya -mal, inclina la interpretación a favor de ‘lugar donde abunda algo.
C h a c h a p o y a s - 4 9
(Chachapoyas, 1598)
(Gopara, 1597)
(Gopara, 1597)
(Gopara, 1597)
(Leymebamba y Balsas, 1735)
(Gopara, 1597)
(Gopara, 1597)
el significado del segundo componente como ‘llanura o pampa’. El registro de
una muestra de estos topónimos en los
distritos de la Jalca Grande y Quinjalca
(provincia de Chachapoyas), Lamud, Tri-
(3) Go-mal
Os-mal
Yu-mal
Shil-mal
Cho-mal
Duer-mal
Chil-mal
Gul-mal
Sol-mal
Shul-mal
Gash-mal
Puy-mal
c u l t u r a
pampa
cerro, pampa
ladera
pampa
pampa
pampa
laguna
montaña
ladera
ladera
montaña
cerro
ta y Colcamar (provincia de Luya), como
se muestra en (2), nos provee una amplia
gama de posibles referencias a la terminación toponímica aludida:
Jalca Grande, Chachapoyas
Jalca Grande, Chachapoyas
Jalca Grande, Chachapoyas
Quinjalca, Chachapoyas
Quinjalca, Chachapoyas
Quinjalca, Chachapoyas
Cuemal, Luya
Cuemal, Luya
Trita, Luya
Trita, Luya
Colcamar, Luya
Colcamar, Luya
topónimos Lopsho en Ocumal (Luya)
Mashumal ∼ Mashmal designa a un comy Lopsol en San Isidro de Maino, (Chaplejo de cavidades de hasta cuatro metros
chapoyas).
de profundidad cuyo rasgo preponderante es la abundancia de murciélagos, por lo
que esta interpretación es conocida entre Solpe El solpe es un artículo de carga tejido
en forma de malla que es utilizado para
los pobladores de Huancas.
transportar productos agrícolas o alComo parte del vocabulario reconocido
gún otro utensilio como ollas, cantaros,
como de la lengua de los Chachapoyas
tiestos, etc. Actualmente, un solpe puese identifican con mucha certeza estos
de tejerse con hilos industriales como
ejemplos aún de uso local en diversos
la rafia; sin embargo, algunos ancianos
pueblos de Chachapoyas y Luya.
Lop(e) Es la denominación que se le asigna a
un árbol local y al fruto de este que ha
sido registrado en varios pueblos de
Luya y Chachapoyas. Su nombre científico es Erythrina edulis. La raíz lingüística lop- parece estar presente en los
aún lo elaboraban de cabuya o de la
crin del caballo. Incluso hay indicios de
solpes elaborados de cabello humano,
como el encontrado en los mausoleos
de la laguna de las Momias en Leymebamba, donde se han registrado solpes
de más de 1000 años de antigüedad.
5 0
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 5 1
PARTE SEGUNDA
INCORPOR ACIÓN AL INC ARIO
Y P E N E T R A C I Ó N E S PA Ñ O L A
La incorporación de los chachapoyas al Incario fue una empresa difícil que se dilató por varias décadas,
debido a la resistencia que ofrecían a los invasores cusqueños. Debió iniciarse hacia 1480 o algo después,
con Túpac Yupanqui (Thupaqliupanki) antes de asumir éste la regencia del Tahuantinsuyo, cuando el
Incario era todavía liderado por su padre el soberano Pachacútec. Un vástago de Túpac Yupanqui, Huayna
Cápac, padre de Huáscar y Atahualpa, fue quien consumó la anexión. En otro de nuestros libros hemos
comentado el tema de la incorporación de los chachapoyas al Incario con mayores detalles (Kauffmann y
Ligabue, 2003: 55- 65).
Los chachapoyas opusieron
encarnizada
resistencia a las tropas incas, a los largo
de medio siglo. Solo
entonces fueron incorporados al Incario o Tahuantinsuyo.
Guaman
1600,
Poma
folio
(c.a.
161)
L a
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I. Incorporación al Incario
La fecha del inicio del avance de las puro estilo incaico. La anexión definitiva nombrado retornó a territorio de los chatropas incas en pos de la incorporación de los chachapoyas al Incario terminó por chapoyas posteriormente “y allanó lo que
de los chachapoyas al Tahuantinsuyo, consumarse tan solo pocos años después allí había sospechoso [...]”. Este pasaje da a
aquí señalada alrededor de 1480, pue- de arribar los españoles a lo que hoy es entender que Túpac Yupanqui tuvo noticias
de decirse que es de consenso si bien el Perú, en 1532, cuando a la muerte de de conjuras entre los chachapoyas.
existe la tendencia a retroceder este Huayna Cápac —nieto de Túpac Yupan- El Inca Garcilaso (1609: Primera Parte,
acontecimiento en algunos años entre qui—, Huáscar y Atahualpa se disputaban Lib. VIII, cap. II) ofrece diversos pormenores acerca del avance de las tropas de
algunos estudiosos que se han ocupado el gobierno del Tahuantinsuyo.
Túpac Yupanqui en
de rastrear aspectos
la conquista de los
históricos
relativos
chachapoyas. Así coal tema (Cavatrunci,
menta que luego de
1982; Espinoza Soriauna arremetida inicial,
no, 1967; Gates, 1997;
sus tropas invadieron
von Hagen, 2002; Lerche, 1986; Mendoza
sectores sureños del
Pizarro, 1998; Quiroz,
territorio de los chachapoyas y que estas
2002; Ravines, 1973;
acciones bélicas que
Schjellerup, 1997).
buscaban reducirlos y
De acuerdo a lo informado tempranaanexarlos al Incario no
mente por el cronista
tuvieron éxito. Refiere
Pedro Cieza de León
también que el ejército incaico penetró
(c. 1550), el proceso
triunfante hasta Cunde incorporación al
turmanrca (KunturIncario fue iniciado
marka), para luego dipor Túpac Yupanqui,
rigirse a Cajamarquilla.
pero estos primeros
intentos de anexión Izquierda: Topa Inga Yupanqui, soberano del Incario que alrededor de 1480 comenzó a inva- Y agrega que los cusno tuvieron mayores dir territorio de los Chachapoyas. Dibujo Phelipe Guaman Poma (ca.1600, folio 110). Dere- queños tuvieron una
cha: El soberano Hayna Capac, protagonista de la incorporación definitiva de los chachapoyas al
éxitos debido a la en- Incario.
Dibujo
Phelipe
Guaman
Poma
(ca.
1600,
folio
112). victoria muy costosa,
y que ésta tuvo lugar a
carnizada resistencia
pesar de los reveses que experimentaron,
que opusieron los aguerridos chacha- 1. Primeros pasos invasores
De acuerdo a lo que refiere Pedro Sar- cuando se aproximaban a territorio de los
poyas. Los enfrentamientos continuaron
y lustros después algunos curacazgos miento de Gamboa (1572: 44), al asumir chachapoyas, al producirse una inusual
fueron sometidos al Tahuantinsuyo. Esto el mando “Topa Inga [Yupangui] salió del caída de temperatura, acompañada de
lo confirman los restos culturales de pro- Cuzco, y desde cerca de la ciudad empezó ir intensas nevadas, que ocasionaron gransapia incaica identificados en sitios cha- destrozando [...] y en los Chachapoyas [arre- des bajas a las tropas incaicas. Garcilaso
chapoyas como Pajatén y la Laguna de las metió] a la fortaleza de Piajajalca (¿Piás=- dispuso de información abundante, y al
Momias, como también la presencia del Pías?), y prendió a su cinche riquísimo parecer fidedigna, acerca de aquel pasapoderoso centro de gobierno de Cocha- llamado Chuqui Sota [Tshuki-suta]”. Agre- je histórico, a juzgar por los detalles y los
bamba (KotshapaNpa), levantado al más ga Sarmiento (1572: 50) que el soberano muchos nombres de lugares que cita.
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K a u f f m a n n
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Los khipus Chachapoyas de la Laguna de los Cóndores
GARY URTON
Un extraordinario material arqueológico fue recuperado por las autoridades peruanas el año
1996, proveniente de tumbas saqueadas ubicadas en una repisa rocosa del sitio conocido
como Laguna de los Cóndores o Laguna de las
Momias, en el nororiente del Perú. Entre las valiosas piezas obtenidas se halló una colección
de 32 khipus, esto es 32 series de cordones
anudados utilizados para el mantenimiento de registros en el Imperio Inca. Los testimonios de los
saqueadores escriben que estos khipus estaban
acomodados y arreglados a modo de cobertura o
drapeado sobre grupos de momias.
Como bien sabemos los khipus eran utilizados en
los territorios incas para llevar las cifras censales
y demás estadísticas viales. Los funcionarios registrales encargados (khipukamayuqs u “organizadores-anudadores”) liaban nudos con hilos de
distintos colores respetando niveles a lo largo de
los cordones de acuerdo con un sistema decimal.
Para saber la antigüedad de los khipus recuperados procedentes de la Laguna de los Cóndores,
el autor remitió fragmentos de cuatro ejemplares, más un fragmento textil hallado en asociación con un khipu, a la Universidad de Arizona
/ NSF-AMS Facility, para someterlos al método
del radiocarbono. Los resultados incluyeron una
serie de fechas que se hallaban (con un 95% de
seguridad) dentro del periodo entre 1420-1630
de la Era actual.
EL KHIPU CALENDÁRICO:
Un khipu de la Laguna de los Cóndores de grandes dimensiones, clasificado como UR6, contiene
la asombrosa cantidad de 753 cordeles colgantes
organizados en 24 grupos de 29, 30 o 31 cor-
deles respectivamente. Estos grupos de cordeles
colgantes son bastantes cercanos al periodo del
ciclo sinódico lunar de 29, 5 días (el ciclo sinódico lunar es el periodo de tiempo que transcurre
en el pasaje lunar de luna llena a luna nueva y
de ahí a la próxima luna nueva). Los grupos de
29, 30 y 31 cordeles colgantes se hallan compuestos habitualmente por nueve cordeles fijados
a colgantes lazados, más 20, 21 o 22 cordeles
fijados directamente a la cuerda primaria.
Desde que los 24 agrupamientos de cordeles del
khipu UR 6 podrían estar relacionados a periodos lunares es posible suponer por lo tanto que
este khipu podría haber sido construido como un
calendario de base lunar. En realidad el número total de cordeles organizados en grupos de
29/30/31 es de 730 cordeles, el cual es muy
cercano al número de días en dos años solares
(730:2= 365).
En un estudio anterior, Gary Urton sugirió que el
khipu calendárico podría haber sido un registro
del número de trabajadores tributantes del área
de Laguna de los Cóndores. Poseemos documentos coloniales que indican que la gente que
poblaba la zona -conocidos como Chillchos- se
hallaba organizada para fines tributarios en tres
waranqas (tres grupos de mil trabajadores cada
uno). Los nudos registrados en los 730 cordeles
del khipu UR6 totalizan 2 963. De esa forma el
khipu calendárico también habría poder representado un registro del número de trabajadores
entre los 3 000 (ideal) o 2 963 (real) asignados
a trabajar en proyectos estatales en las cercanías
de la laguna o en alguna otra parte de Chachapoyas. Futuros estudios nos permitirán obtener
las respuestas a estas interrogantes.
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2. Resistencia y pacificación du- Túpac Yupanqui, enfrentó diversas re- su defensa se hazían”. Con todo, según
rante el gobierno de Huayna beliones. Entre otras, la “gran resisten- informa Cieza (c. 1550, cap. LXIV), HuayCapac
cia [que le opusieron los chachapoyas], na Cápac prosiguió en su misión y “reHuayna Cápac (Waina Khapaq), tanto que por dos vezes bolvió huyen- bolvió sobre los chachapoyanos y los
gobernante del Incario a la muerte de do desbaratado a los fuertes que para quebrantó de tal manera que pidieron
la paz [...].
Después de sofocar nuevos levantamientos, con el fin de lograr una pacificación
estable, Huayna Cápac instituyó entre los
chachapoyas el sistema conocido como
mitmaq, por el cual “mando pasar dellos
muchos a que residiesen en el mismo
Cuzco [...]”, al mismo tiempo que “puso
guarniciones horidinarias con soldados
mitmaes [fieles a la causa incaica] para
que estuviesen de frontera” (Cieza, 1553:
cap. LXIV).
3. Noticias adicionales acerca de la
rebeldía de los chachapoyas
El Inca Garcilaso, en sus Comentarios
Reales (1609: Libro IX, cap. 7), ofrece un
pasaje en algo novelesco que, según señala, tuvo lugar en el marco de la rebelión protagonizada por los chachapoyas
Con la incorporación de los chachapoyas al Incario, los cuzqueños se valían de quipus para administrar el territorio
y su población. En estos registraban sobre todo cantidades de productos alimenticios a ser tributados. En la foto se
muestra un quipu procedente de los mausoleos de la Laguna de las Momias. Recordemos que Gene Savoy la bautizó
antojadizamente como Laguna de los Cóndores, nombre que no registra la Carta Nacional en la que sí aparece con
el nombre de Laguna de las Momias. La fotografía fue tomada por Michael Tweddle en Leymebamba, al retornar en junio de 1997 la primera expedición arqueológica a la Laguna de las Momias; fue jefaturada por el autor.
Un quipucamayoc o experto
en el manejo
de los quipus
señala al inca
la existencia
de los víveres
almacenados
en las colcas
o
graneros,
según
Guaman
Poma
(ca.1600).
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Un sector del conjunto arquitectónico de
Cochabamba, levantado por los Incas una
vez incorporados los Chachapoyas al Incario.
en tiempos de Huayna Cápac. En la
escena figura como persona central la
mamanchic, una “matrona Chachapuya”
que salvó del castigo que por levantiscos esperaba a los que habitaban en el
pueblo de Cassamarquilla. Mientras los
varones huyeron del lugar al aproximarse Huayna Cápac, un grupo de mujeres
lideradas por la citada mamanchic se
dirigió a su encuentro. Respaldándose
en que había sido concubina del padre de Huayna Cápac, la mamanchic
pidió clemencia al inca y terminando
por obtenerla, salvo así del castigo, sin
duda cruento, que esperaba al pueblo
chachapoyas de Cajamarquilla. El lugar
donde tuvo la entrevista entre la mamanchic y Huayna Cápac fue declarado
sagrado por el soberano, quien ordenó
que en adelante “ni hombre ni animales,
ni aún las aves, si fuese posible [posaran] los pies en él”.
Un suceso en algo similar habría experimentado también la población de Corongo, que no era chachapoyas. Cuenta
la historia que un grupo de pallas [palias-kuna] de Corongomarca (Khoronqomarka) habría logrado —también
con ruegos— el perdón del soberano,
cuando éste ya se alistaba a castigar a los
pobladores del lugar y arrasar sus moradas. El nombre palla se refiere a señoras
nobles y galanas.
En cuanto a los medios empleados por
Huayna Cápac para sortear el caudaloso
Marañón, antiguos testimonios escritos
indican que fue mediante un puente
construido amarrando una balsa a la
otra. Curiosamente este sistema estaba
vigente todavía en siglo XIX y lo registró
E.G. Squier (1877) en su obra, acompañando un dibujo de un puente como
el comentado, pero éste era empleado
para unir penínsulas menores en el Titicaca.
4. Sucesos en tiempos de Atahual- mar Espinoza Soriano (1967: 527-528) en
pa
base a una Información fechada en 1572.
Todavía en tiempos del soberano
Atahualpa (Ataw-íliapa), sucesor de Huayna Cápac, algunos grupos chachapoyas
proseguían en actitud belicosa, velada,
frente a los cusqueños. Esto sucedía en
los años de los desencuentros entre los
hermanos Huáscar (Waskar) y Atahualpa,
cuando se disputaban el liderazgo del Incario. Los chachapoyas tomaron partido a
favor de Huáscar. La noticia cundió y llegó
a oídos de Atahualpa por medio de uno
de sus simpatizantes, el chachapoyas de
nombre Guaman (Espinoza, 1967: 252).
En venganza y luego de un primer revés
que sufrieron las tropas de Atahualpa, el
soberano en persona se aprestó a combatir a los chachapoyas. Por ello, al frente
a sus tropas, se encaminó a Balsas. Estando en ese lugar y antes de abordar la otra
orilla del Marañón, ordenó que se llamara
a Guaman, quien a la sazón residía en Cochabamba (KotshapaNpa), el gran centro
de administración incaico ubicado en
territorio de los chachapoyas y de donde
era natural Guaman.
Astuto, como lo describe la historia y con
miras de ser recompensado con prebendas, Guaman se adelantó a Atahualpa en
su jornada, con el objetivo de organizarle
una visita triunfal. Así Atahualpa fue recibido con algarabía por los chachapoyas,
tanto al arribar a La Jalca (Xailka), como a
Sata (Suta), y luego a Liebantu (Levanto),
Pipos, Molinopamapa (=MolinopaNpa) y
finalmente a Taulia. Al retornar el soberano a Cajamarca, decidió premiar a Guaman por sus servicios y lo designó kuraka,
con lo que quedó como gobernador de
varias huarangas (warankas) chachapoyas. Guaman debió ejercer su mandato
en Collay (Koliai) o Cajamarquilla, en Leymebamba y en Cochabamba (KotshapaNpa), según lo ha establecido Walde-
Comoquiera que los incas no solían ocupar los monumentos públicos de las etnias que incorporaban, construían los
suyos propios. Así, luego de penetrar en
territorio de los chachapoyas, levantaron
en Cochabamba lo que debió ser su sede
principal de administración y culto; y por
lo mismo, el complejo de Cochabamba
fue construido de acuerdo a los modelos
propios de la arquitectura incaica (Schjellerup, 1984). Si bien una parte de las piedras labradas y pulidas del sitio mencionado fue reutilizada cuando se construyó
la antigua iglesia de la actual localidad de
Cochabamba, esto queda comprobado
por las portadas trapezoidales aún en pie
y por los sillares exquisitamente tallados
y pulidos de aquel conjunto arquitectónico.
5. Mitmaes (mitmaq) chachapoyas
trasladados al Cuzco
Para lograr la pacificación de los grupos étnicos que sucesivamente iban siendo incorporados al Incario, los soberanos
incas establecieron la institución conocida bajo el nombre de mitmaq (=mitmaq-cuna) por la cual individuos familias
enteras y aún ayllus (comunidades) eran
trasladadas, para que residieran en tierras
lejanas, siendo reemplazadas en su terruño por gente fiel al Incario. De este modo
contingentes mitmaqcuna chachapoyas
pasaron a residir en el Cuzco, donde se les
asignó como nueva morada el barrio de
Carmenca.
Al respecto, el historiador Pedro Cieza de
León (1553) anota que los chachapoyas
eran “los más blancos y agraciados de todos cuantos yo he visto en las Indias que
he andado, y sus mujeres fueron tan hermosas que por solo su gentileza muchas
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El arqueólogo Gori Tumi
Echevarría exploró uno de
los andenes de
Choquequirao,
donde muros
presentan figuras que se
supone
podrían ser mano
de obra de
mitmaqcuna
Chac hapoyas
de acuerdo a
lo propuesto
por el Arq. Roberto Samanez
A r g u m e d o.
(Fotos: Cortesía Gori Tumi
Echevar ría)
de ellas merecieron serlo de los ingas y
ser llevadas a los templos del sol […]”.
De acuerdo a arqueólogos cuzqueños,
se atribuye a los mitmaq chachapoyas
haber participado en la construcción del
complejo arquitectónico de Choquequirao dado que los muros de los andenes
están decorados con técnica similar a
la de los constructores chachapoyas,
que consistía en utilizar una parte de las
piedras de los paramentos para obtener
figuras simbólicas mayoritariamente
geométricas. Entre éstas destacan desfiles de llamas vistas de perfil, así como
figuras de personas con los brazos extendidos (Kauffmann Doig, 2013b: vol.
II, pp. 631-647). Por su parte, Gori Tumi
Echevarría (2008) propone que las figuras de llamas de Choquequirao son copiadas de la iconografía inca.
Por otro lado se sabe que los mitmaes
chachapoyas, que radicaban en el Cuzco desde tiempos preincarios, participaron activamente en la gesta protagonizada por los incas de Vilcabamba,
quienes liderados por Manco Inca y
sus sucesores, resistieron entre 1536 y
1572 a los invasores hispanos jurando
expulsarlos del país y aún exterminarlos
(Kauffmann Doig, 2005: 83-98, 2013b:
751-800).
6. Apu-Chuquimis: el tema del “incacidio” por un líder chachapoyas
Waldemar Espinoza Soriano, descubridor
y analista de documentos del siglo XVI
relativos a personajes chachapoyas que
destacaron de algún modo durante las
postrimerías del Incario y aún en tiempos
de la conquista española, ha revelado un
L a
pasaje histórico de visos novelescos
(Espinoza Soriano, 1967: 245-248).
El personaje central resulta ser el
Apu Chuquimes (Apu-Tshukimis), a
quien Huayna Cápac había nombrado gobernador de una de las
dos regiones mayores en que estaba dividido el territorio ocupado
por los chachapoyas.
No obstante haber Huayna Cápac
confiado en él y haberle favorecido,
Apu Chuquimis habría urdido un
plan para envenenar a su protector.
El intento de este magnicidio habría sido denunciado por Guayna
Tomallaxa (WainaTomailiasha), también
de origen chachapoyas. Pero esto sólo
se habría sabido cuando Huayna Cápac
acababa de morir y era trasladado, embalsamado, en su litera de Quito al Cuzco.
Al enterarse en Cajamarca de esta felonía,
Colla Topa (KoliaThupaq), que venía presidiendo el cortejo fúnebre, abandonó súbitamente el séquito y se dirigió iracundo
en persecución de Apu Chuquimis, a fin
de castigarlo ejemplarmente.
Luego de haber cruzado el Marañón, Colla Topa fue informado de que Apu Chuquimis había fallecido, según rumores,
“de susto”. Furibundo fue entonces en
búsqueda de su tumba, acaso del tipo
sarcófago debido a su rango. Al encontrarla extrajo su momia y mandó que
como castigo fuera sepultada en el suelo.
En el documento dado a conocer por Espinoza (1967: 320), se afirma literalmente
que Colla Topa “siendo ya muerto el dicho
Chuquimis, le mandó sacar los huesos
donde estaban, en un peñasco adonde
antiguamente ponían las sepulturas por
mas honra, y los mandó enterrar [...]”.
Los acontecimientos protagonizados por
Apu Chuquimis, tal vez basados solamente en intrigas, habrían tenido lugar cuando los españoles surcaban las costas del
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C h a c h a p o y a s - 5 9
la bruja esperó en la tranga por la
que Ballquishahua tenía que llegar… la bruja lo engañó diciéndole
que lo amaba mucho. Se quedaron
ahí un rato y Ballquishahua durmió
con su cabeza sobre el rezago de
esa bruja convertida en palla. Entonces, la bruja le cortó el cabello
de la cabeza y los pelos del pecho.
Ballquisahahua despertó totalmente sordomudo sin poder hablar
[¿impotente?]. Entonces, la bruja
mandó avisar a la comunidad para
que todos los hombres se fuesen a
matar a Ballquishahua…”
Incario y se disponían llegar a Cajamarca
para encontrarse con el soberano Ata“EL HERMANO DE BALQUISHAHUA”
hualpa.
Según un mito recogido en Lonya Grande (Escuela de Educación, 1964: 68), antes
del triste final que tuvo Balquishahua, per7. Rastros de resistencia en mitos sonaje al servicio de los incas, éste envió a
contemporáneos
un hermano menor para gobernar [“encaHemos podido constatar elementos que bezar”] la comunidad de Conila.
aluden a la resistencia que los chachapo- El mito refiere que el hermano de Ballquiyas seguían oponiendo secretamente a shahua “al poco tiempo, éste llegó a hacer
pesar de estar ya incorporados al Incario vida marital con una india de Conilape”.
o Tahuantinsuyo, en dos mitos contem- Como consecuencia habría perdido “sus
poráneos narrados por pobladores asen- dones y la confianza de los pobladores
tados en territorio de lo que fue la cultura por lo que lo persiguieron hasta darle la
Chachapoyas. En ambos casos, el mito de muerte”, lo que habría tenido lugar en el
Balquishahua y el del Hermano de Ballqui- sitio de Incapahuana.
shahua, se trata de artimañas empleadas Al tener Ballquishahua noticias sobre el
en una comunidad dada para asesinar a triste desenlace de su hermano, deseó
dignatarios de la administración inca.
desaparecer la localidad y “arrojó una
brasa de fuego para incendiar a Conilape”. Pero el relato señala que “dicha brasa
“BALLQUISHAHUA”
Este relato mítico fue recopilado por Ge- chocó en el cerro denominado Oxmalta,
rald Taylor (1996: 31-32, 45), quien lo cali- que queda al oeste de Lonya chico… al
fica de cuento y otras veces de leyenda propinarse el fuego incendió toda esta
(Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 99- región… El cacique enfurecido maldijo a
100). El mito cuenta que:
los conílapes diciendo…”.
“…El rey Inca envió a Ballquishahua para Ambos mitos no hacen sino rememorar
que conquistara el pueblo de Conila por actos de resistencia protagonizados por
ser una comunidad muy brava. Allí ha- grupos chachapoyas ya incorporados al
bía una bruja… Convirtiéndose en palla, Tahuantinsuyo.
En tiempos en
que la momia
del soberano
Huayna Capac
era trasladada de Quito a
Cuzco, el capitán Colla Topa
fue en persecución del
chachapoyano
Apu Chuquimis, acusado
de haber participado
en
un plan para
envenenar a
Huayna Capac. En el ínterin supo que
había muerto
“de
susto”.
Colla Topa fue
en busca de su
tumba, extrajo
la momia de
Chuquimis
para castigarlo
post mortem, sepultándolo en
el suelo como
si hubiese sido
una persona
común (véase
pp. 43-44).
6 0
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La hecatombe de Cajamarca marcó el comienzo de la conquista española del incario o Tahuantinsuyo, así como el de
la penetración europea en territorio de los chachapoyas. El historiador Alberto Tauro del Pino sintetiza los sucesos que tuvieron lugar en Cajamarca y que terminaron con la ejecución del soberano inca Atahualpa: “Llegados a Piura bajo la dirección de Francisco Pizarro, se guarecieron en las casas que daban frente a la plaza y esperaron que Atahualpa llegara desde los baños próximos. Cuando lo vieron en el centro de la plaza lo capturaron por
sorpresa (16-XI-1532) y acometieron a la desconcertada muchedumbre que lo acompañaba. Unos 10,000 defensores
del inca fueron muertos en la hecatombe, en tanto que apenas sufrieron los españoles ligeras heridas”. Tres años después de ocurrida la hecatombe de Cajamarca, los españoles cruzaron el Marañón y hollaron territorio de los chachapoyas por primera vez.(Acuarela de Camilo Blas, seudónimo del cajamarquino Alfonso Sánchez Urteaga, 1910-1985).
L a
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C h a c h a p o y a s - 6 1
II. Penetración española
Los españoles penetraron en territorio
chachapoyas tempranamente. Pero sólo
después de dos intentos lograron imponer su poder y fundar, en 1538, la ciudad
de San Juan de la Frontera de los Chachapoyas (Zubiate/Alejandro, 1979).
1. Contactos iniciales
Según lo referido por Diego de Trujillo, testigo ocular de la Conquista, Peter
Lerche (1995: 3) señala que a poco tiempo de haber sido apresado Atahualpa en
Cajamarca, Francisco Pizarro envió una
delegación a lo que según se estimaba
era territorio de los chachapoyas.
Esta jornada se habría destinado a averiguar si eran o no ciertos los rumores
que habían llegado a oídos de Pizarro,
en Cajamarca, en el sentido “que [si] hacía gente en el río Levanto, y [que] allí se
juntava para matar a los cristianos “. Fue
con este motivo que “el Governador envió a [Hernando de] Soto al rio de Levanto para ver si era verdad”. Trujillo afirma al
respecto: “yo fuí con él y no avía tal, sino
como los indios de Xauxa eran enemigos
de Atabalipa le levantaron esto” (Trujillo,
1571).
Comoquiera que Levanto (¿Liebantu?) era
un centro de poder incaico enclavado en
el “país” de los chachapoyas, es de suponer que las primeras noticias que aluden
al río “Liebantu” se refieran al caudaloso río
Marañón, frontera occidental de los chachapoyas y que era preciso cruzar para
adentrarse en su territorio. Probablemente Soto y sus huestes no avanzaron más
que hasta alcanzar sus orillas, lo que significaría que los españoles se aproximaron
en aquella ocasión sólo hasta la frontera
de los chachapoyas, sin lograr penetrar en
su territorio. Esto debe ser cierto pues de
otro modo habrían abundado en noticias
sobre aquella nación. Este acontecimiento debió tener lugar en los comienzos del
año 1533.
Lo que sí debe afirmarse categóricamente es que los chachapoyas debieron
recibir información acerca del arribo de
los españoles ya en las postrimerías de
1532. En efecto, a juzgar por una cita que
registra el valioso documento de Diego de Vizcarra, descubierto y transcrito
por Waldemar Espinoza Soriano (1967:
317), se desprende que “estando preso
[Ataw-íliapa] envió un mensajero a estas
provincias [de los chachapoyas] a llamar a todos los curacas y que llevasen
comida para los españoles. Y así fueron
los dichos Guaman y Zuta y Chuquimis
Longuin y Lucana Pachaca, Señores susodichos, a Caxamalca [...]”.
2. Primeras incursiones de los españoles
Aunque el contacto entre españoles y
chachapoyas en Cajamarca al que alude
el documento antes citado debió producirse en los primeros meses de 1533, el
territorio de los chachapoyas fue hollado por primera vez por los españoles en
Alonso de Alvarado, fundador de la ciudad de San Juan de La Frontera, denominada posteriormente Chachapoyas. Incursionó en territorio de los antiguos chachapoyas al mando de un puñado de españoles y de colaboradores nativos.
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1535. En aquel año, un grupo de españoles al mando de Alonso de Alvarado cruzó
el Marañón en el lugar de Balsas. Para ello
utilizaron embarcaciones nativas con las
que se cruzaba el río Marañón, la frontera natural que dividía los territorios de los
cajamarcas de los chachapoyas.
Llegados a la otra banda, los españoles
tramontaron los altos pasos cordilleranos
de Calla Calla, para luego de duras jornadas arribar a Cochabamba (Kotshapanpa),
donde fueron recibidos amistosamente.
Guaman, el chachapoyas que en Cajamarca había jurado obediencia y apoyo
irrestricto a los españoles, y que se hizo
bautizar con el nombre de Francisco Pi-
D o i g
zarro Guaman, se había encargado de
preparar el amistoso recibimiento a los
españoles.
Sobre este personaje se refiere que, al
arribar conjuntamente con otros jefes
chachapoyas a Cajamarca, estando preso
Atahualpa, “todos los testigos dicen que
el dicho marques [Francisco Pizarro] le
tuvo en mucho al dicho Guaman, le trato
a él como a más principal que los otros”.
A pesar de ser un yana (persona de servicio), Guaman gozó de la simpatía de Atahualpa, tanto que lo nombró como principal de un uno, una de las agrupaciones
mayores en las que la población del Incario era dividida. Al ratificarlo en este cargo,
Pizarro debió tomar en cuenta las dotes
personales de Guaman y la simpatía que
mostraba hacia los españoles. Esta afirmación se basa en las exploraciones históricas de Waldemar Espinoza Soriano (1967:
362-367) y de Rogger Ravines (1973).
En esta primera expedición al territorio
de los chachapoyas, los españoles no llegaron hasta Levanto (Liebantu), sede de
culto aún durante la ocupación incaica,
según lo establece Peter Lerche (1995).
Liebantu debió ser un centro administrativo poderoso y al mismo tiempo sede
de culto y ceremonias, dado que ambas
instituciones marchaban juntas en el Perú
ancestral.
En 1538 Alonso de Alvarado fundó Chachapoyas, que luego de varias mudanzas terminó por ocupar el sitio donde hoy se levanta la ciudad de ese nombre.
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Izquierda:
Vestuario tradicional
de los pobladores
de la Jalca. Su
indumentaria es
andina, con insertos europeos.
Abajo: Un "gringuito" y una niña,
pariente suya. Tal
vez
emigrantes
de Rodríguez de
Mendoza para llamar la atención a
los visitantes que
se dirigen a Kuélap. Foto: Nuevo
Tingo / Cortesía:
David
Abanto.
Derecha: La presencia de “gringuitos”, relativamente abundantes en
la cuenca del Huayabamba, ha dado
pábulo a especulaciones sobre el
origen
vikingo
de los Chachapoyas. Foto-cortesía
de Peter Lerche.
LOS CHACHAPOYAS: ¿VIKINGOS?
En zonas de la provincia de Rodríguez de Mendoza, particularmente en la localidad de Chirimoto, algunos pobladores presentan la piel más blanca que
el común de los descendientes actuales del Incario y de los chachapoyas en particular. En ciertos casos la blancura de la piel iguala a la caucásica y
el pelo llega a ser rubio. No tenemos noticia acerca de expertos en genética que hayan abordado este tema.*
Este hecho podría deberse a lo que suele calificarse de “salto atrás”, es decir, la aparición al nacer de ciertos rasgos físicos heredados de antepasados
remotos. Esto lleva a la presunción que zonas de Rodríguez de Mendoza escasamente habitadas fueran pobladas siglos atrás por españoles; contrariamente a lo que sucedió en regiones de Huancavelica, Apurímac o Cuzco, por ejemplo, densamente pobladas por gente originaria, lo que habría motivado
que el ingrediente caucásico español terminara por diluirse.
Hay también propuestas de que vikingos se habrían establecido entre los chachapoyas siglos antes de Colón y mezclado con los nativos chachapoyas.**
En ese sentido, no concordamos con las ideas el distinguido científico de Hildesheim, Hans Giffhorn (2013) y otros autores
que argumentan que los “gringuitos”, frecuentes en territorio de los antiguos chachapoyas, particularmente de la provincia de
Rodriguez de Mendoza, tendrían lejanos antecedentes raciales de vikingos y celtas así como de cartagineses, que partiendo de
España habrían surcado el Amazonas más de 500 años antes que Colón.
*
A fines del siglo XIX cundió la noticia sobre el hallazgo de una momia de pelo rubio, lo que podría deberse a factores originados por oxidación del
cabello como lo estableció Hans Disselhoff al examinar una momia de cabello rubio de la cultura costeña Paracas (Disselhoff 1969).
** Esta presunción se basa en que los rostros de los personajes retratados en los sarcófagos como los de Karajía, muestran luengas barbas, rasgo
que no es común entre la población originaria del Perú antiguo y los americanos en general, por descender de ramas del tronco paleomongol de
escasa o nula pilosidad facial. Habría que recordar que los rostros de los sarcófagos no necesariamente muestran a gente barbada. De acuerdo a la
propuesta del autor se trata de reminiscencias de las tablas-rostros que eran clavados sobre el fardo funerario —particularmente Tiahuanaco-Wari
(Horizonte Medio)—, en las que se subraya la curvatura de la mandíbula inferior para remarcar que es una cara humana vista de frente (Kauffmann
Doig y Ligabue, 2003: 219-220; véase Parte Cuarta - A, II-5.
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Luego de realizada una erogación que
permitió a los españoles juntar objetos
de oro y plata, y asegurando que pronto
regresarían para gobernar la región haciendo justicia —esto es, para poner fin
a los inveterados pleitos en que se veían
envueltos los diversos grupos chachapoyas—, Alvarado y su gente se retiraron de
ese territorio y se dirigieron a Trujillo.
Un año después, en 1536, y comandados
igualmente por Alonso de Alvarado, un
grupo de españoles se adentró nuevamente en esas tierras, cumpliendo el objetivo de enseñorearse definitivamente
de los chachapoyas, aun cuando algunos
de sus líderes les fueron adversos y les cerraban el paso.
3. Fundación del centro de dominio español
En 1538, siguiendo una orden de
Francisco Pizarro, Alonso de Alvarado
se desplazó una vez más en dirección al
“país” de los chachapoyas. El objetivo era
fundar una ciudad española que sirviera
de punto de apoyo para someterlos definitivamente y repartirse sus tierras. Los
pasos seguidos por Alvarado figuran en
las actas del Primer Libro de Cabildos de la
ciudad de San Juan de la Frontera de Chachapoyas, publicado por Raúl Rivera Serna (1955 y 1956-57).
Los españoles se dirigieron primero a La
Jalca (Hailka) donde Alvarado fundó la
ciudad de San Juan de la Frontera de los
Chachapoyas el 5 de setiembre. El sitio fue
prontamente abandonado aduciéndose
que “hera enfermo e no tenya tierras [...]”.
Por ello y establecido ya el Cabildo, éste
acordó que la reciente fundada ciudad
fuera trasladada a Levanto o Lievantu.
Este lugar tampoco satisfizo las expectativas de los españoles, por lo que pasado
algún tiempo el Cabildo dispuso mudar la
ciudad a los predios que hoy ocupa.
4. El epílogo: por la ruta de Rupa
Rupa
A dos meses de establecida en Levanto la ciudad española de Chachapoyas,
Alonso de Alvarado tramontó las altas
cimas del Piscohuañuna (Pishkuwaniuna),
deseoso de explorar nuevos territorios en
las estribaciones cordilleranas orientales
que terminan hundiéndose en el llano
amazónico. Su objetivo era hallar las riquezas áureas que se presumía existían
en aquellos remotos e inhóspitos lugares.
Al avanzar, siempre en dirección Este para
descender luego a espacios que pertenecen ya a la Amazonía, decidió fundar la
ciudad de Moyobamba. A los cinco meses de iniciado su viaje, retornó a lo que
debieron ser zonas comprendidas en el
Pieza de cerámica vidriada, una técnica introducida en el siglo
XVI por los españoles. Su función debió estar inmersa en la
pluviomagia chachapoyas, no obstante haber sido elaborado
con posterioridad a la irrupción europea. En este cerámico,
procedente de los mausoleos de la Laguna de las Momias, las
cruces en relieve debieron obedecer a un simbolismo ambivalente:
cristiano por un lado, por otro enraizado en la tradición
emblemática chachapoyas (Foto Federico Kauffmann Doig).
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territorio de los chachapoyas.
Años después, en 1544, Juan Pérez
de Guevara, fundador de la ciudad de
Uchucmarca y antiguo brazo derecho de
Alvarado, concluía su expedición a Rupa
Rupa luego de durísimas jornadas en pos
de las míticas riquezas que se decía existían en ese lugar supuestamente situado
en el Huallaga medio. Se suponía que
Rupa Rupa estaba ubicado en algún lugar
de lo que hoy es el departamento de San
Martín, y Pérez de Guevara había partido
en su búsqueda saliendo de Huánuco y
no de territorio de chachapoyas como hicieron los anteriores expedicionarios.
En los comentarios que nos ha legado Pérez de Guevara (1545) sobre las penurias
que experimentó “en demanda de una
tierra que muchos días ha tengo noticia
[RupaRupa]”, refiere que, fatigado, decidió
apartarse de aquellas inhóspitas selvas
que venía recorriendo a fin de buscar
alivio en zonas cordilleranas: “salíamos
cansados y flacos [...], llegados allá [área
de “sabana” = páramo andino] nos parecía que salíamos del limbo [...]; especialmente [cuando] entrando en los primeros
pueblos [y] vimos algunas ovejas [llamas]”.
Aunque no se puede precisar la zona de
“sabana” por la que transitaba y donde se
sentía protegido, se desprende que era
parte de los antiguos dominios de los
chachapoyas.
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PARTE TERCERA
EL LEGADO
ARQUITEC TÓNICO
Construcciones sólidas y de volumen apreciable —es decir, no simples viviendas— fueron levantadas tempranamente en el
antiguo Perú. Ciertamente, se dispone de ejemplos de arquitectura monumental fechados en más de cinco mil años, como Caral
(Shady 2014). A partir de entonces el ánimo por levantar construcciones soberbias se prolongó hasta la irrupción europea en el
siglo XVI. Lo demuestran los testimonios monumentales tardíos de Sacsayhuaman y Machu Picchu. Así como aquel construido
tres siglos antes por los chachapoyas, quienes levantaron el coloso de Kuélap cuyas murallas se elevan hasta 19 metros de altura.
El temprano surgimiento de la arquitectura monumental tuvo sus raíces en la voluntad de algunos miembros de una comunidad
dada, que percibían la necesidad de organizar a sus integrantes. Sobre todo al presentarse problemas derivados del crecimiento
demográfico, el cual se desencadenó cuando la actividad agrícola se impuso sobre la recolecta dando como resultado que la cuota
de alimentos necesaria para la supervivencia debía necesariamente ser mas abundante.
Aquel ímpetu de organizarse en grupos humanos para vivir en sociedad obligó a instaurar determinadas normas que debían ser
cumplidas por la comunidad. Para regular esta nueva forma de vida, en beneficio de la comunidad, miembros de la misma con
capacidad de liderazgo terminaron por conformar un grupo de élite.
Para garantizar que los preceptos fueran acatados, los integrantes de la élite se valieron no solo de artimañas como hacer creer
que eran seres superiores, descendientes de divinidades imaginadas. También decidieron vestir galanamente, con atuendos finos y
exóticos, y adornarse con joyas deslumbrantes premunidas de símbolos mágicos-religiosos. Asimismo, consideraron indispensable
para ejercer un buen gobierno y ser oídos por los miembros de la comunidad, ordenar a la población la construcción de imponentes
monumentos. Al igual que en el caso de las argucias mencionadas, de estas construcciones se servían los dignatarios no sólo como
espacio de residencia, sino principalmente para ocuparlos como sedes de administración, así como lugares donde se concentraba
a la población para manipularla a través de acciones de culto y rituales. En el Perú antiguo, el culto y los ritos eran dirigidos
fundamentalmente a honrar a los seres sobrenaturales de los que se presumía provenían los alimentos indispensable para la
existencia. En primer lugar un Dios del Agua (Huiracocha, Illapa, Inti, etc.), demoníaco en su esencia por lo que permanentemente
había que rendirle pleitesía y agradarle con sacrificios; todo esto para doblegar su animadversión hacia el hombre y lograr así que
no se presentaran anomalías climáticas, tales como sequías o lluvias torrenciales que al estropear los campos de cultivo, hacían
que asomara el fantasma del hambre. En segundo lugar se reverenciaba y tributaba a la Diosa Tierra (Pachamama), por cuanto era
considerada la donante de los alimentos, si bien siempre y cuando fuera fecundada por la sustancia líquida sobre la que el Dios del
Agua, su “consorte”, tenía plenos poderes (Kauffmann Doig, 1986c, 1991b, 2001-2002a, 2012a, 2014).
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Vista de un mausoleo, Chivane. Situado cerca de
Uchucmarca (Foto: Federico Kauffmann Doig)
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I. Arquitectura chachapoyas
Al igual que los antiguos peruanos en
general y desde sus primeros pasos civilizatorios hace más de cinco mil años, a su turno
también los chachapoyas destacaron como
eximios arquitectos. No sólo lo confirma la
presencia del coloso de Kuélap, con sus murallas que se elevan hasta por 19 metros. Lo
corrobora la presencia de un arte sui generis,
él que no se repite en el resto de las culturas
ancestrales que tuvieron su desarrollo en el
Área Inca (o Andina). La misma permitía a los
albañiles y artificies chachapoyas graficar,
sobre las paredes pétreas de sus recintos,
con gran destreza, diversas imágenes iconográficas altamente votivas y propias de su
mundo mágico-religioso.6
1. Características de la arquitectura
chachapoyas
Las proezas técnicas alcanzadas por los
chachapoyas en la decoración mural antes
mencionada consistía en utilizar piedras que
forman parte del aparejo. Éstas eran acomodadas a los trazos propios de la figura que se
deseaba plasmar. En su defecto procedían
a que la imagen pudiera ser apreciada del
todo en bajo relieve, tal como se observa
con el signo cruz presente en Revash como
también en otros sitios arqueológicos chachapoyas (Véase PARTE CUARTA-B, I, IV, etc.).
Las imágenes resultantes son de trazos
geométricos o en su defecto, si bien rara vez,
figurativos; tal el caso de las imágenes hu-
manas plasmadas en el Recinto 1 de Pajatén
(Véase PARTE CUARTA-B, II, 6.). La decoración
geométrica chachapoyas recuerda, en términos generales, la producida en barro entre los Chimúes de la costa norte del Perú.7
En el caso de Kuélap la muralla pétrea que
sostiene la gran plataforma al igual que la
que se superpone a la primera, no presentan decoración parietal, con excepción de
algunos adoquines que forman parte de la
entrada de la Portada Principal del monumento. En éstos aparecen representadas
imágenes diversas en alto relieve. Contrariamente, los centenares de recintos que se
desplazan por la Gran Plataforma así como
también sobre la Plataforma Menor, lucen
o lucían originalmente sus paredes profusamente decoradas.
Otra característica de los recintos levantados
por los chachapoyas es su planta circular. En
efecto, sólo ocasionalmente se tropieza con
construcciones rectangulares. Pero, insistimos, es el hecho de presentar los muros
profusa decoración utilizando para ello la
técnica acabada de describir, lo que caracteriza la arquitectura chachapoyas de modo
inobjetable. Es así como los recintos chachapoyas contrastan con otras estructuras
circulares dispersas por el antiguo Perú, particularmente las levantadas durante la etapa
Tiahuanaco-Wari (Horizonte Medio Tardío).
Los recintos chachapoyas fueron erigidos
sobre una plataforma. En los casos en que
ésta era construida en una pendiente se excavaba previamente el suelo desnivelado,
para aplanarlo y dar así cabida a la plataforma.
Las construcciones circulares aparentan
ser de dos pisos. Lo que pasa es que en el
mayor de los casos el espacio ocupado por
lo que sería el primero consiste tan sólo en
un relleno de tierra obviamente destinado
a evitar la humedad del suelo del segundo
piso; de esta manera se entiende el hecho
que el primer piso carezca de vano y que al
segundo, propiamente la cámara, se acceda
por una gradería. En el caso de Kuélap consideramos que su función debió ser en primer
lugar la de preservar los comestibles que allí
eran guardados. Por lo mismo planteamos
que no fueron más que en segundo lugar
viviendas, y eso sí, posiblemente espacios
techados que servían de refugio ante inclemencias climáticas a los que custodiaban los
depósitos colmados de víveres, carne seca o
charqui, maíz, quinua y otros comestibles,
para ser distribuidos en el caso de sobrevenir anomalías climáticas que estropeaban
la normal producción de los alimentos. Los
administradores y dignatarios si debieron
tener su propio espacio residencial.
En cuanto al techo de los recintos, estos
eran construidos utilizando un armazón de
madera que luego era cubierta con paja
extraída de las alturas, probablemente ichu
(Calamagrosti spp). Su forma era cónica y
6 En los muros del andén del Sector VIII o de “Las Llamas” de Choquequirao (Echevarría, 2008; Echevarría y Valencia, 2009), fueron graficadas figuras que
aparentemente fueron trabajadas con una variante menor de la técnica decorativa empleada por los chachapoyas (Samanez y Zapata, 2008). Tratándose
de un caso de decoración parietal que en la arquitectura inca no se registra más que en Choquequirao, se deduce que sus autores pudieron ser mitmaes
chachapoyas, esto es, gente de esa etnia que era trasladada de su terruño con fines administrativos. Debe recordarse que el cronista Pedro Cieza de León
ofrece información sobre mitmaes chachapoyas que luego de arribar a la ciudad del Cuzco fueron ubicados en el barrio de Carmenca (Cieza de León, 1550).
Las imágenes a las que nos referimos corresponden a figuras de trazos estilísticos incas y no chachapoyas, salvo el caso del emblema típico de la arquitectura
chachapoyas que adopta la forma de una M en sucesión. Consideramos haberlo decodificado como símbolo del rayo que anuncia la lluvia y por ende del
Dios del Agua. Las variantes técnicas que se advierten por no ajustarse del todo a las clásicas chachapoyas, podrían deberse a que los artesanos no eran los
más diestros en el arte de plasmar figuras en las paredes. Por su parte, que se haya representado figuras estilísticamente incaicas como llamas no invalida la
posibilidad que hayan sido artífices chachapoyas sus autores, ya que en Choquequirao debieron actuar bajo las órdenes de arquitectos cuzqueños.
7 La decoración mural lograda en base a moldes y otros recursos técnicos, si bien plasmada en barro húmedo, fue un arte común practicado por los chimús,
como puede apreciarse en las paredes del conjunto arqueológico de Chanchán. Da la sensación que los artífices chachapoyas se hubieran inspirado en la
decoración resultante de imágenes tratadas en superficie de barro.
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muy aguda de acuerdo a lo propuesto por 3: 527-528). Años después Arthur WertheMorgan Davis (1996).
man (1892-93) así como también Ernst W.
Middendorf (1893-95, vol.3: 212-222) ins2. La investigación de la arquitectu- peccionaron y describieron Kuélap, acaso
ra chachapoyas: una nota
motivados por el informe de Nieto publiFue la arquitectura monumental y en cado primeramente, antes de la edición
particular el coloso arquitectónico de Kuélap peruana de 1892, en la obra de Mariano
lo que hizo que aflorase el interés por la cul- Eduardo de Rivero y Juan Diego de Tschudi
tura Chachapoyas. Pero esto no tuvo lugar (Rivero y Tschudi 1851:274-275).
sino hasta mediados del siglo XIX.8 Cierta- Quien en las postrimerías del siglo XIX inaumente, cronistas de los siglos XVI y XVII como gura el interés detenido por la arquitectura
por ejemplo Pedro Cieza de León (ca.1550, chachapoyas fue Adolph Bandelier con su
1553) así como Garcilaso de la Vega (1609) estudio pionero acerca de diversos testimoy al igual que el raudal de documentos de nios arquitectónicos chachapoyas, entre los
la época publicados por Waldemar Espinoza que incluye una sustantiva descripción de
Soriano (1967), no ofrecen referencias acerca Kuélap (Bandelier 1907, 1940). A la de Bande la arquitectura monumental chachapo- delier siguieron la descripción de Philippe
yas. Su objetivo era trasmitir pasajes históri- Kieffer (1910) así como la de Napoleón Gil
cos referidos a la incorporación de los cha- quien exploró también otros testimonios
chapoyas al Incario, así como también sobre arquitectónicos chachapoyas (Gil 1936,
sucesos protagonizados por personajes de 1938). Por entonces el explorador Louis
la etnia mencionada al devenir la irrupción Langlois exploró señeramente diversos
española al Tahuantinsuyo (Véase PARTE SE- testimonios arquitectónicos; consideramos
GUNDA, cap. I). Con posterioridad, durante el que con Langlois se trata de otro gran piosiglo XVIII, tampoco los autores de obras so- nero de la investigación de la arquitectura
bre el antiguo Perú proporcionan referencias chachapoyas (Langlois 1934,1939).
acerca, por ejemplo de Kuélap.
Años después también el peruanista BerFue sólo cuando el juez de primera instan- trand Flornoy incursionó en territorios chacia Juan Crisóstomo Nieto elevó en 1843 su chapoyas, centrando su interés en estudiar
informe al prefecto de Chachapoyas sobre particularmente los sarcófagos de Angulo
el coloso de Kuélap, al que accedió circuns- que dio a conocer (Flornoy 1943-44).
tancialmente guiado por comarcanos, que Es a mediados del siglo XX que se inicia el
comenzó a ser difundido aquel soberbio estudio sistemático de la arquitectura chamonumento levantado por los chachapo- chapoyas por profesionales en la materia. Lo
yas. Con todo trascurrió medio siglo para inauguran con especial brillo Henry y Paule
que éste fuera publicado en el Perú (Basa- Reichlen, autores de un valioso y muy comdre 1892).
pleto catastro de los testimonios arquitecAl cundir los rumores sobre el carácter mo- tónicos chachapoyas (Reichlen y Reichlen
numental de Kuélap varios exploradores 1950). Poco después Hans Horkheimer se
se internaron en territorio de los antiguos ocupó de describir meticulosamente diverchachapoyas, particularmente para admirar sos aspectos de la arquitectura y de la cultura
y describir el monumento con mayor o me- Chachapoyas en general (Horkheimer 1959).
nor detenimiento. Tal por ejemplo, en 1860, De un decenio posterior son las contribucioel gran Antonio Raimondi (1874-1911, vol. nes de Duccio Bonavia (1968) y particular-
mente la de Víctor Pimentel Gurmendi (1967,
1992, 2014) en lo que concierne al conjunto
arquitectónico de Pajatén, sitio del que no se
tuvo noticia hasta 1964 (Ravines 1964; Savoy
1970). Años después el arqueólogo Jaime
Deza Rivasplata (1975-76) realizó exploraciones en La Playa, sitio cercano a Pajatén y
como éste y otros conjuntos arquitectónicos comprendidos en lo que llegaría a ser
Parque Nacional Rio Abiseo (PNRA). Poco
después el autor incursionó en el PNRA,
ocupándose particularmente de estudiar
el grupo de mausoleos de Los Pinchudos y
otros comarcanos que permanecían inéditos (Kauffmann Doig 1980a, 2000, 2016b).
Por entonces también incursionaba en el
PNRA la distinguida bióloga peruana Mariella Leo, particularmente interesada en identificar ejemplares del mítico mono choro cola
amarilla (Lagothrix flavicauda); de paso le fue
permitido explorar el sitio Las Papayas (Leo
1992; Leo y Ortiz 1982).
Años después, lideradas por Thomas Lennon, la Universidad de Boulder/ Colorado
organizó varias expediciones que se desplazaron por el PNRA. Estas se limitaron particularmente a la exploración del conjunto
arquitectónico de Cerro Central, que permanecía inédito y sólo había sido avistado
de lejos por el autor cuando se encontraba
estudiando el sitio de Los Pinchudos. En las
expediciones de la Universidad de Boulder
intervinieron diversos arqueólogos norteamericanos así como particularmente el peruano Miguel Cornejo (Cedrón 1989; Church
1994, 1996); Lennon 1992; Lennon, Church
y Cornejo 1989; Young (1992); Young y León
(1988); Young y Valencia (1992).
Las contribuciones al estudio de la arquitectura chachapoyas mencionadas así como
los aportes posteriores al tema serán citados en el transcurso de la presente obra, la
que desde luego incluye también la arquitectura funeraria.
8 Una referencia muy temprana es la que incluye la crónica de los Padres Agustinos (1557). En ésta se hace mención a “unas casas redondas” ubicadas en “Leymebamba…” (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 127).
L a
II. Kuélap
Kuélap fue levantado sobre la cuchilla
de un cerro que se yergue desde el fondo
del Utcubamba, en su margen izquierda.
Constituye sin duda el conjunto arquitectónico más espectacular de la cultura Chachapoyas, especialmente por su condición
de monumento ciclópeo. Se ha calculado
que su construcción demandó tres veces
más material del utilizado en la pirámide
egipcia de Kéops. Modesto Basadre (Nieto,
1843) calculaba que su volumen era de tal
magnitud que correspondería a una torre
cuya base fuera tan extensa como la plaza
de Lima, y cuya altura se elevara hasta por
más de 700 metros; algo que ciertamente
resulta exagerado.
Se estima que Kuélap y sitios como Olán,
Pajatén, Purunllacta (Monte Peruvia), Congón (“Gran Villaga”), entre otros, fueron
construidos alrededor del año 1000 de
nuestra era, en una etapa de florecimiento de la cultura Chachapoyas. Un fechado
radiocarbónico retrocede la antigüedad
de Kuélap a 600 años d.C. (Narváez, 2013:
150).
En cuanto a su función, este monumento
arquitectónico ciclópeo fue considerado
una fortaleza por los estudiosos pioneros.
Todavía en 2011 el “Proyecto de investigación, conservación y acondicionamiento
turístico de la fortaleza de Kuélap, VI Etapa”, dirigido por el distinguido estudioso
Alfredo Narváez, lo nombra como tal. Sin
embargo, en los últimos años ha cambiado de parecer y propone que más bien
fue un centro del poder político y religioso de los chachapoyas (Narváez, 2013).
Contrariamente, desde nuestras primeras
prospecciones hemos rechazado aquella
apreciación de Kuélap como una fortaleza (Kauffmann Doig, 1991a, 1992a). Nues-
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 7 1
Páginas siguiente: Kuélap, infografía. Páginas subsiguientes: arriba el conjunto arquitectónico de Kuélap
visto desde el Este. Abajo el monumento enfocado desde el lado Suroeste, donde los cimientos de la muralla limitan con un imponente barranco. Por lo mismo consideramos que, lo que suele señalarse como
una “Tercera entrada” a la Plataforma inferior de Kuélap no lo era, por precisamente lindar con el barranco. Debió ser más bien una apertura hacia el abismo, destinada a arrojar ofrendas y sacrificios (Fotos:
Cortesía Lic. Manuel Hamilthon Cabañas López, Director Regional de MINCETUR - Chachapoyas).
tra propuesta señala que Kuélap debió ser
más bien un enorme depósito de alimentos, sin desestimar por eso que algunas
construcciones -como la rectangular que
se levanta en la plataforma superior- debieron fungir de espacios reservados a
la élite. Los centenares de recintos circulares habrían sido estado destinados a
almacenar alimentos y a albergar a una
minoría que se ocupaba de conservarlos.
Lo expuesto no excluye que al mismo
tiempo Kuélap fuera un lugar de culto y
ceremonias, en particular dirigido a manipular a los poderes sobrenaturales y con
ello lograr verse favorecida la población
con buenas cosechas (Kauffmann Doig,
1991a, 1992a). De haber sido así estaríamos frente a un centro de administración
y de almacenamiento de alimentos destinados a sortear periodos de hambruna
originados por las inveteradas anomalías
climáticas, que como las generadas por el
fenómeno de El Niño, que al destruir los
cultivos hacían que asomara el fantasma
del hambre. Este planteamiento encaja
con la propuesta general del autor de
atribuir a la arquitectura monumental del
antiguo Perú la función que comentamos
debió desempeñar Kuélap (Kauffmann
Doig, 1992a, 1992b, 1996a, 2001-2002b).
1. Descubrimiento y primeras impresiones
Las ruinas de Kuélap permanecieron ignoradas por el mundo hasta 1843, aunque
los comarcanos conocían el monumento
desde siempre. En aquel año, el juez de
Chachapoyas Juan Crisóstono Nieto se encaminó a la zona con la misión de ejecutar
una diligencia judicial (Nieto, 1843). Mien-
tras la cumplía, los campesinos le hablaban
con entusiasmo de unas ruinas grandiosas
que existían en la vecindad. Sin sospechar
la sorpresa que le esperaba se dejó guiar
hasta ella. Llegado al lugar quedó atónito
con el carácter monumental de aquel sitio
arqueológico y que los campesinos calificaban simplemente como llacta (liakta =
pueblo, ciudad, comarca).
En su Informe, publicado tiempo después
por la Sociedad Geográfica de Lima, su
editor comparó Kuélap nada menos que
con la Torre de Babel. En todo caso se trata de una obra titánica por sus medidas
monumentales.
Kuélap fue visitado por algunos estudiosos así como por simples curiosos en materia de antigüedades. Entre los primeros
destacan el suizo Adolph Bandelier (1907,
1940) y el francés Luois Langlois (1934,
1939) por sus extensas descripciones del
monumento.
Otros estudiosos que examinaron la arquitectura de Kuélap fueron Hans Horkheimer (1959), Federico Kauffmann Doig
(1991a, 1992a, 1993a, 1999a; 2002a) y Keith Muscutt (1998). Con anterioridad Henry y Paule Reichlen (1950), en su catastro
del departamento de Amazonas, elaboraron una secuencia cultural de los chachapoyas, en la que Kuélap denomina a una
fase inicial, contemporánea al estilo Cajamarca III. Por su parte, Arturo Ruiz Estrada
(1972) ha propuesto una secuencia con la
cerámica del sitio. En ella, la fase Kuélap
de Reichlen y Reichlen (1950) correspondería a su fase Pumahuanchina.
Desde 1985 y por lo menos hasta el año
2013, Alfredo Narváez (1996, 1998, 2013;
Bolaños 2009) ha realizado investigaciones
y obras de consolidación en el monumento.
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F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
"El Castillo"
Callanca o construcción espaciosa
Entrada a la
Platafor ma
superior
Entrada
Salida al abismo
(mas no entrada)
Conduce a un precipicio. Probable uso en sacrificios u ofrendas.
Gorro cónico de
fibra vegetal.
"El Tintero" (nombre tradicional)
/ Templo Principal (Según A.
Narváez) / Recinto de Sacrificios
(Según Federico Kauffmann Doig)
En forma de cono invertido, debido a la
humedad acumulada en el interior que
presiona sobre los muros de contención.
Bastón de
mando.
Entrada
principal
Fuente: Federico Kauffmann Doig
Reestructuración por FKD y David Abanto
Camisón
o unco
KUÉLAP
Coloso arquitectónico construido en la cima del cerro La Barreta
(3.000 msnm). No debió ser una
ciudadela como tampoco una fortaleza, sino más bien un gran centro de administración, del acopio
de víveres para enfrentar a años improductivos cuando se presentaba
el recurrente fenómeno de El Niño.
Largo: 600 m
Ancho: 70 m a 150 m
Alto de murallas: hasta los 19 m
Para transportar los productos utilizaban el solpe,
especie de red sujeta con
correas al pecho. Aún se
continúa usando en ciertos
lugares.
Muralla o muro
de contención
En algunos sitios
llega a alcanzar
19m de altura
El Torreón o La Atalaya
Un recinto de planta rectangular, muy alto y sólido.
ÉLITE
Responsable del bienestar común y
de la administración común y de la
administración y el culto relacionado con las actividades productivas.
Controlaban el flujo de trabajo e imponían el tributo.
La cultura Chachapoyas se originó con la migración de andinos a los
L a c u l t u r a C h a c h a p o y a s - 7 3
Andes Amazónicos septentrionales. Debió tener lugar en el marco
de un proyecto estatal en las postrimerias del Horizonte Medio, o
sea en tiempos en que todavía imperaba la cultura TiahuanacoHuari (o Wari); esto es alrededor de los años 900 - 1000 d. C. (F.K.D.)
PUEBLO
Se encargaba de cultivar la tierra, tanto
para su sustento como para cumplir con
el tributo, particularmente de alimentos.
Los mismos eran guardados en almacenes para hacer frente a años aciagos generados por anomalías climáticas.
PLATAFORMA INFERIOR Y
SUPERIOR.
En esta se ubicaban más de
400 recintos, los que en su gran
mayoría debieron ser graneros y no
viviendas como suele estimarse.
Agave o
penca
Estructura
de carrizos
amarrados
con maguey.
Cubierta
de ichu.
Tocado
Los comestibles dibieron
ser almacenaban en el
interior
Plataforma con
decoración
simbólica.
Diario El Comercio
Infografía: REMS MIRANDA Ilustración: ALONSO NUÑEZ
7 4
-
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K a u f f m a n n
D o i g
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 7 5
7 6
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F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
PLATAFORMA ALTA
Salida al
abismo
PLATAFORMA BAJA
Entradas secundaria
Entradas principal
Corte que muestra las dos plataformas superpuestas de Kuélap, coloso arquitectónico construido sobre la cúspide del cerro La Barreta (Ing. Herman Corbera).
Abajo: Plano de Kuélap que presenta el emplazamiento de los más de 400 recintos que se levantan sobre la Plataforma inferior y la Plataforma superior, en otros términos
Plataforma baja y Plataforma alta. Los techos terminaron destruidos con el correr del tiempo (Croquis de Bernardo Ojeda en base al difundido por Alfredo Narváez).
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 7 7
2. Kuélap: un coloso arquitectóni- fue menester acarrear y subir a la cum- la correspondencia que debe existir entre
co
bre del cerro una gran cantidad de tierra la denominación Cucha Cuella (o CuychaKuélap corona la cumbre de un cerro
de roca calcárea que se eleva por la margen izquierda del río Utcubamba hasta
alcanzar 3000 metros de altitud. El ingeniero Herman Corbera (1988) ha indicado
que sus coordenadas son 6°24'26" LS y
77°54'16” LO.
Se accede a Kuélap partiendo de la ciudad de Chachapoyas, por la carretera que
se dirige a Leymebamba a lo largo de
unos 70 kilómetros, desde Tingo Nuevo,
ya que el antiguo pueblo de Tingo fue
arrasado por un torrente aluvial hace varios años. A partir del año 2016 un teleférico facilitará el acceso a Kuélap partiendo
de Tingo, cerca de la orilla izquierda del
Utcubamba.
Kuélap está conformado por una enorme plataforma artificial de figura alargada y orientada de sur a norte, que se
extiende por casi 600 metros. Su ancho
máximo excede en algunos sectores los
150 metros, mientras que en otros llega
a angostarse hasta 70 metros. La mayor
parte de los tramos por los que se explaya la plataforma van enchapados por una
muralla construida con sillares de granito
y que en ciertos sectores se eleva hasta 19
metros. Por el lado oeste, la mayor parte
de la plataforma carece de muralla. Aquí
la peña que emerge la reemplaza cual si
fuera un muro.
Por encima de la inmensa plataforma se
levanta una segunda, de proporciones
modestas en comparación con la primera. Sobre ambas emergen más de 400
recintos de los que nos ocuparemos más
adelante.
Las dos plataformas superpuestas fueron
levantadas sobre la cima del cerro conocido como La Barreta, nombre vinculado
a relatos míticos referidos al monumento.
Para la construcción de las mismas no
y piedras. Por lo menos la plataforma de
la base pudo ser construida aplanando la
cumbre y retirando el material para que
éste sirviera de relleno a la planicie. Este
relleno fue circundado por un muro construido con sillares de piedra, sosteniendo
la plataforma de la base del monumento.
Esto ocurrió solo parcialmente por el lado
oeste en donde el lindero está dado por
barrancos naturales.
Los ingenieros que construyeron Kuélap
dotaron al monumento de un sofisticado sistema de drenaje que impedía que
el agua de la lluvia filtrara en el relleno
de las plataformas sostenidas por la muralla. Luego de su abandono, los ductos
se obstruyeron y la plataforma mayor del
monumento fue dilatándose al absorber
una cantidad cada vez mayor de agua.
Así, la presión ejercida sobre la muralla ha
producido desprendimientos en algunos
de sus sectores.
Apreciadas a distancia, las murallas que
circundan las plataformas de Kuélap dan
la sensación de haber copiado el aspecto
que presentan los imponentes barrancos
calcáreos que se yerguen en el entorno,
y que fueron utilizados por los chachapoyas para sepultar a sus difuntos de rango.
Al sobrevolar Kuélap en helicóptero —
en compañía de Giancarlo Ligabue, en
1985— observamos numerosas sepulturas antiguas en la base de la plataforma
así como en el acantilado que soporta el
monumento (Kauffmann Doig, 1996b).
Alfredo Narváez (2013: 112-113) advierte
con acierto que la investigación del pasado histórico de Kuélap debe necesariamente tomar en cuenta la importancia
mágico-religiosa que tuvo la vecina laguna Cuchacuella, mencionada por los cronistas españoles con el nombre de Cuychaculla. Asimismo, ha logrado establecer
culla), nombre que los comarcanos usan
para referirse a la laguna, con la de Cuychaculla (Narváez, 2013: 112).
Consideramos que ambos apelativos deben ser corrupción de uno de los diversos
nombres de la divinidad que tenía plenos
poderes sobre los fenómenos atmosféricos y que venimos nombrando como
Dios del Agua (Kauffmann Doig, 1996a,
1999b, 2003a). En efecto, el cronista Martín de Murúa (2011: 412) enfatiza que este
ser sobrenatural de alta jerarquía recibía
entre otros nombres chuquiylla y que los
naturales “fingían que es un hombre que
en el cielo estaba su voluntad el tronar,
llover, granizar…”. También hemos señalado en otra sección de la presente obra
que acaso la divinidad Curichaculla, como
la denomina Sarmiento de Gamboa
(1572: Cap. 61), fue una variante del referido Dios del Agua que debió ser el lente divino universal en el área inca acaso
desde la consolidación de la civilización
andina (Kauffmann Doig, 2001-2002a;
2001-2002b, 2001-2002c, 2003: 84). Esta
divinidad debió ser introducida en tierras
de los chachapoyas con la conquista incaica y debió corresponder a una de las
muchas denominaciones del referido
Dios del Agua. En efecto, al mencionar
Martín de Murúa (ca. 1600: 412) al Trueno
y varios de los nombres con los que era
conocido, comenta “que fingían que es
un hombre que en el cielo estaba en su
voluntad el tronar, llover, granizar y todo
lo demás que pertenece a la región del
aire y, en general reverenciaban a ésta en
todo el reino, y le sacrificaban niños de la
misma manera que al Sol…”.
No obstante la distancia de miles de kilómetros que separa Kuélap de Cerro Baúl
en Moquegua —investigado por Luis Watanabe (1984)—, resulta interesante cons-
7 8
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
tatar que estos dos sitios arqueológicos
observan ciertas analogías. En efecto, en
ambos casos y al parecer coetáneamente,
el hombre eligió la cumbre de imponentes elevaciones topográficas para levantar
sus centros arquitectónicos.
Croquis Hans
Horkheimer.
3. El acceso a Kuélap: ¿alusión a
una vagina?
El acceso a la primera plataforma y
de este modo también a la segunda, era
posible sorteando dos portadas ubicadas
en la muralla principal del monumento
que mira al Este. Un tercer vano, tenido
por lo general como una tercera entrada,
se ubica en el lado oeste del monumento, al borde del barranco que allí emerge.
Consideramos que más que portada de
acceso al monumento, este vano debió
ser más bien una “salida” al precipicio. Bien
pudo ser un lugar desde donde se arrojaban ofrendas y sacrificios al abismo.
La portada principal y mejor elaborada es
la que se ubica en el sector sur del frontispicio que mira al Este. Alcanza en su base 3
metros de ancho y sus jambas se yerguen
por más de 10 metros. Las mismas se prolongan hacia el interior, flanqueando un
sendero que va ascendiendo. Luego de
presentar un espacio en forma de un bolsón, éste va angostándose paulatinamente debido a que las jambas van aproximándose y limitando de este modo el ancho
del sendero. Por otro lado, se observa que
las paredes que se levantan hacia ambos
lados del sendero van inclinándose hacia
el interior a medida que cobran altura. Luego de recorrer un tramo de unos 20 metros siempre en ascenso, e ir angostándose
progresivamente, el sendero en rampa
desemboca en la gran plataforma. Al final
de su recorrido se estrecha hasta el extremo de sólo dejar espacio para el paso de
una persona por vez.
Croquis de la entrada a la Primera plataforma.
1. Vista de la portada principal
captada desde un helicóptero
(Foto: Federico Kauffmann
Doig). Adviértase como las
piedras del muro que enmarcan el relleno de esta plataforma fueron desprendiéndose.
Esto se debe a que hasta ahora
no se realiza una exploración
y limpieza de los canales que
originalmente impedían que
el agua de la lluvia se filtrara
e “hinchara” el relleno de piedras y barro de la plataforma
inferior. Este mismo problema ha llevado a que la estructura mal llamada "El Tintero"
presente la forma de un cono
invertido, que no debió ser
la original, como lo ha observado el Ing. Uwe Carlson.
Véase al respecto más información en las páginas 81-84.
2. Croquis que muestra el pasaje en rampa que, partiendo
de la portada principal, va
angostándose para acceder a
la plataforma inferior, la principal de las dos, luego de un
recorrido de unos 70 metros.
3. Conforme a lo expuesto,
la inclinación de las jambas que la portada principal presenta hoy no habría
sido la original (Foto: Federico Kauffmann Doig).
L a
E
O
A juzgar por las características que presenta la entrada descrita, parecería que
habría sido concebida para evocar una
vagina en escala mayor. De estar en lo
cierto, la misma podría haber aludido
a la de la Pachamama o Diosa Tierra, la
oferente de los alimentos. Esto armoniza
con la propuesta de que Kuélap debió ser,
en esencia, un inmenso depósito de alimentos. Para su distribución en tiempos
críticos, estos eran así expelidos de las entrañas de la Pachamama. Lo angosto del
acceso a la plataforma en su tramo final
no sería un recurso defensivo, tal como se
suele interpretar. Más bien evocaría la entrada a un simbólico útero desde el cual
eran expelidos los comestibles en tiempos en que anomalías climáticas como las
del fenómeno de El Niño hacían que asomara el fantasma del hambre. Ignoramos
en este contexto hasta qué grado la inclinación trapezoidal de la gran entrada y
los muros que flanquean la rampa, deban
o no ser interpretadas como derivadas de
la presión ejercida por la masa constitutiva de la gran plataforma, y de haber sido
así hasta cuál fue la inclinación original
de las jambas. Volveremos sobre la arquitectura iconográfica que debió acusar
Kuélap, adelantando aquí que hay casos
evidentes de expresiones arquitectónicas,
presentes en el curso de la civilización
ancestral peruana, que hacen alusión a
ciertas figuras en particular; tal es el caso
de Paramonga y del plano urbanístico del
Cuzco (Kauffmann Doig, 1985).
Sobre algunos de los sillares de la entrada
principal de acceso a la plataforma, en zonas tanto exteriores como interiores, aparecen esculpidas figuras diversas en alto
relieve. Estas son sobre todo biomorfas,
concebidas en un contexto mágico-religioso.
4. Los recintos circulares ¿graneros en su mayoría?
Sobre las dos plataformas que conforman Kuélap se levantan más de 400
recintos construidos con sillares pulidos
en su cara exterior. De la mayoría de estos quedan tan sólo las bases. Casi todos
los recintos tienen planta circular y fueron
levantados sobre una plataforma embaldosada. Aparentan ser de dos pisos, lo
que se debe a que la estructura inferior
es compacta y sólo simula corresponder
a un piso inferior. Algunas de estas construcciones circulares fueron reconstruidas
apresuradamente en la década de 1990,
por el Instituto Nacional de la Cultura
(INC), acatando mandatos presidenciales.
Varios de los recintos de Kuélap presentan decoración parietal, sobre la que nos
ocuparemos oportunamente.
Contra lo que generalmente se supone,
creemos que la mayoría de los recintos de
Kuélap no fueron casas o viviendas. Como
ya se dijo, debieron ser depósitos de comestibles sometidos a técnicas para su
conservación, como la carne que se deshidrataba para convertirla en charqui (tsharki) o la cancha (kantsha) o maíz tostado sin
recurrir a grasas para de este modo lograr
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 7 9
su conservación por largos periodos.
Los recintos no presentan ventanas y algunos hasta carecen de puerta de acceso,
aunque registran una especie de rampa
que permitía aproximarse a lo que debió
ser la apertura superior del recinto; acaso
estaban originalmente techados, permitiendo el acceso al “torreón”. Algunos de
aquellos recintos carentes de entrada
abren la posibilidad, aunque consideramos lejana, de que hayan sido reservorios
de agua.
El hecho de que el recinto propiamente
dicho fuese construido encima de una
plataforma, de estructura compacta, y
que vista desde el exterior semeja un primer piso del edificio —con separación
marcada por un alero o cornisa— pudo
obedecer a la necesidad de aislar del suelo húmedo lo que debió ser un granero,
para de este modo garantizar una adecuada preservación de los comestibles
allí guardados. Como sabemos, velar por
la conservación de los alimentos fue un
antiquísimo e importante recurso técnico
para sortear años aciagos debido a anomalías atmosféricas. Al respecto, recordemos que estrategias de conservación de
comestibles debieron ser empleadas desde hace más de 5 mil años; esto es, a partir
de los tiempos de la aurora de la agricultura, por lo mismo que el fenómeno de El
Niño ya presente por entonces, afectaba
los cultivos por más que estos fueran aún
incipientes. Tal parece confirmarlo el caso
de los depósitos subterráneos identificados en el sitio de Los Gavilanes por Duccio Bonavia (1982).
Por los motivos expuestos proponemos
que Kuélap no era fortaleza, ni tampoco
un pueblo o llacta (liaqta), sino más bien
un lugar donde eran almacenados los
alimentos, recabados a los campesinos
como tributo. Esto no excluye que en
Kuélap residiera un reducido número de
Croquis antiguo pero correcto, que demuestra cómo
la muralla este
de Kuélap no
permite el acceso a la plataforma inferior
o
principal,
por lo que se le
ha denominado
como “Tercera portada”.
En efecto, a
diferencia del
lado oeste de
Kuélap, las bases de la muralla continúan
aunándose al
barranco, sin
mediar pasillo
que permita
acercarse al pie
de la apertura
para supuestamente ingresar
en lo que sería
un
sendero
sin rampa. El
autor propone
que esta “portada”
debió
más bien ser
un espacio para
lanzar ofrendas
y
sacrificios
a los abismos
del barranco.
8 0
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
Un sector de la
Plataforma Inferior. Muestra
diversos recintos circulares
colapsados a
lo largo de los
siglos. (Fotos:
Federico Kauffman Doig).
Uno de los
recintos
decorados
con
el
emblema
conformado
en principio
por una sucesión de M,
que luego eran
entrelazadas
por otra para
formar rombos, en cuyo
centro destaca
un rombo más,
dotado de un
elemento por
lo general circular que consideramos alude a una gota
de agua. Se trataría de una decoración sofisticada del signo
rayo y por ello
no compartimos la idea de
otros colegas
en el sentido
de que representan “ojos de
jaguar” (Foto:
Federico Kauffmann Doig).
dignatarios oficiantes del culto y ceremonias, así como dedicados a la administración,
además de gente de servicio.
El pueblo campesino, tributario, no debió tener acceso
a los recintos que se levantan en la primera y segunda
plataforma. Tal vez sólo para
depositar o retirar la cuota de
comestibles que era fijada a
cada familia o clan, siguiendo órdenes estrictas de los
mandatarios que normaban
su distribución cuando asolaban las recurrentes catástrofes climáticas. Los campesinos tributarios debieron
morar en los alrededores de
D o i g
L a
Kuélap, en los campos que cultivaban
de acuerdo con una milenaria tradición
andina aún vigente en lugares apartados
de los centros urbanos. Sus viviendas
en campo abierto debieron ser rústicas,
por lo que no resistieron los embates del
tiempo. A diferencia, la mayoría de los recintos de Kuélap fueron trabajados con
esmero y lucen una elegante aunque
estandarizada decoración mágico-religiosa.
Por su parte, Alfredo Narváez (2013: 131)
afirma que sus investigaciones “han generado información suficiente para interpretar las estructuras circulares como viviendas con gran actividad doméstica y altas
concentraciones de basura relacionada
con ese uso”. De haber sido éste el caso,
consideramos que no podría hablarse de
un “pueblo” habitado por campesinos,
sino en todo caso de espacios ocupados
por una numerosa élite. El citado arqueólogo termina sosteniendo que Kuélap era
“la capital política del reino de los Chachapoyas”.
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 8 1
5. Kuélap: expresiones arquitectónicas de especial trascendencia
Adicionalmente a las centenares de
construcciones circulares de corte casi
uniforme, más unas pocas de planta rectangular, levantadas sobre las plataformas
y que debieron servir como almacenes de
comestibles, son tres las edificaciones en
Kuélap que destacan por sus rasgos peculiares: El Tintero, La Atalaya y El Castillo.
Alfredo Narváez (2013: 136-137) describe
lo que denomina la Plataforma Circular y
califica de Templo Mayor a la estructura
conocida tradicionalmente con el nombre, en verdad antojadizo, de El Tintero.
º El Recinto de los Sacrificios / También conocido como El Templo Mayor o El Tintero.
El Tintero o "Templo Mayor" ‘de acuerdo al arqueólogo Narvaez. Está situado en
el extremo sur de la plataforma principal.
Lo denominamos Recinto de los Sacrificios. Se caracteriza por su forma de cono se eleva por 5 metros. Tiene una cavidad
invertido, mide 13 metros de diámetro y en su centro, en forma de los tinteros que
Un recinto típico de Kuélap y
de la arquitectura chachapoyas en general.
Aparenta tener
dos pisos, pero
el inferior, además de servir
para plasmar
imágenes emblemáticas en
sus paredes, habría proporcionado un suelo
seco al ambiente que se sobrepone, propicio
para la conservación de los
comestibles que
allí se almacenaban con el
objeto de sortear hambrunas
cuando azotaba
el fenómeno
de El Niño
(Cortesía: Maritza Danós).
La construcción
en forma de
cono invertido rodeada de
otras construcciones de planta
circular. Es todavía popularmente denominada El Tintero.
El arqueólogo
Alfredo Narvaez la califica
como Templo
Mayor de Kuélap y por su
parte el autor
de Recinto de
Rituales y Sacrificios (Foto:
Cortesía Lic.
Manuel Hamilthon Cabañas
López, Director Regional de
MINCETUR
- Chachapoyas).
8 2
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
La estructura conocida tradicionalmente como El Tintero (Foto 2017 / Cortesía David Abanto). Originalmente no tuvo forma de cono invertido, es decir sus paredes debieron ser verticales. Es un milagro que las piedras que lo recubren no se desprendieran, al ir dilatándose el relleno interior debido a la humedad causada por las lluvias. Por ello suponemos que originalmente debió estar protegido de las mismas (Véase la
leyenda de la pág. 78). Consideramos que no se desempeñó como “Templo Mayor” de Kuélap. Más bien pudo ser un lugar en el que eran arrojadas personas, sacrificadas en honor al Dios del Agua, para que no castigara con anomalías climáticas que, al estropear la producción de los alimentos, hacían que se presentara el
fantasma del hambre; es en atención a lo expuesto que lo denominamos Recinto de los Sacrificios. (Kauffmann Doig, 1992a, 1996a, 2003a, 2003c, 2012c, 2012d).
Izquierda: Corte del recinto
de rituales y sacrificios (Véase
foto de pag. anterior)
Derecha: postulación
astronómica de
lo que venía
llamándose El
Tintero (Mc
Graw, Oncina,
Sharon y Torres
Más).
L a
se utilizaban hasta mediados del siglo pasado, lo que dio origen a su nombre.
La forma de cono invertido que exhibe ha
dado lugar a que esta construcción suscite
especial admiración, por cuanto sus muros
contravienen las leyes de la gravedad. Al
examinar esta construcción, el ingeniero
alemán Uwe Carlson advirtió que la forma
peculiar que presenta El Tintero no fue intencional y que se debería a la dilatación
experimentada por la estructura a lo largo
de los siglos, causada por el agua de la
lluvia al almacenarse en la cavidad central
que presenta la construcción y a la que se
accede por una abertura ubicada en su
cima. Para evitar que se produjera tal dilatación es probable que la referida cavidad
haya estado originalmente techada.
Se ha propuesto que el Tintero o Templo
Mayor pudo haber tenido función astronómica, aparentemente en base a fundamentos forzados. También se especula
que haya podido ser una prisión por la
cavidad que presenta. Consideramos que
su función pudo más bien estar enmarcada en rituales y adivinanzas de contenido pluviomágico. Aquello coincide en
alguna forma con lo expuesto por Alfredo
Narváez (2013: 113) cuando refiere que
fue “escenario de complejos rituales”. Además de identificar en su interior fragmentaría de cerámica huari (wari) y de la fase
Cajamarca Medio, halló una sorprendente
cantidad de restos óseos que estimamos
provienen de sacrificios humanos en honor de los “dioses del sustento” y en particular del Dios del Agua (Kauffmann Doig,
2003a). El arqueólogo Narváez propone
que se trata de un osario de entierros secundarios, traslados desde sitios distantes.
Agrega Narváez que a la fragmentaría de
cerámica y los restos óseos también estaban asociados restos de la concha marina
Spondylus (Spondylus pictorium). Cierta-
Ubicación de la construcción en forma de cono invertido ("El Tintero"), presente en el extremo sur
de la Plataforma inferior de Kuélap y que venimos calificando de recinto de rituales y sacrificios (Fotos:
cortesía Lic. Manuel Hamilthon Cabañas López, Director Regional de MINCETUR - Chachapoyas).
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 8 3
mente, no podía faltar, ya que la caparazón
de este molusco era venerada en contextos
de acciones enmarcadas en la pluviomagia
en todas las latitudes del Perú costeño-cordillerano, desde tiempos aún anteriores
al Incario. Agreguemos lo que al respecto
precisa Martín de Murúa (ca. 1600: 409),
esto es que las “conchas del mar, que llaman
mollo, ofrecían a las fuentes y manantiales,
diciendo que las conchas eran hijas del mar
madre y origen de todas las aguas…”. Al
describir y analizar los mausoleos chachapoyas de Ochín (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 326-329) y escuchar de boca de
los comarcanos que habían retirado de este
sitio “muy grandes choros”, nos referimos a
la asociación del caracol marino Strombus
(Strombus galeatus) a los referidos mausoleos. Este molusco también era utilizado en
contextos rituales como trompeta (pututo);
de acuerdo a lo que sugiere Johan Reinhard
(inf. per. 1996) con el fin de atraer la lluvia
El pututo, especie de trompeta de caracol marino fue conocido entre los chachapoyas. Reportamos este instrumento al explorar los mausoleos de Ochín. Debió ser
introducidos en territorio chachapoyas luego de su incorporación al Incario (Véase Parte Cuarta - B, pp. 215-218).
8 4
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
cuando ésta tardaba, poniendo en peligro
la producción de los alimentos o cuando
asolaban sequías. Como podemos apreciar
su importancia como material de culto es
pan peruana y de una gran antigüedad, la
que debe ser precisada todavía.
Finalmente, en las inmediaciones del
Templo Mayor, anteriormente conocido
como El Tintero, se encuentra el conjunto
que Narváez (2013: 122) señala y describe
como Plataforma Circular.
El
Torreón,
constr ucción
presente en el
extremo norte
de la Plataforma inferior de
Kuélap (Foto
Federico Kauffmann Doig).
º Una tercera portada: ¿entrada o salida al abismo?
No lejos de lo que se señala como una
“tercera entrada” a Kuélap, además de las
dos restantes que se ubican en su frente
este, contrariamente estimamos que más
bien se trata de una “salida” o escape, ya
que esta “portada” finiquita abruptamente
dando paso al barranco presente en el lado
oeste del sitio. Creemos que a través de esta
“tercera entrada” se arrojaban al abismo
ofrendas y sacrificios en honor del Dios del
Agua (Kauffmann Doig, 1996a, 2003a).
º La Atalaya
La Atalaya es otra de las construcciones
singulares de Kuélap. Está ubicada en el
extremo noreste de la plataforma superior y está conformada por una especie de
torre, con tendencia a adoptar una forma
rectangular. Corresponde a una estructura compacta revestida con sillares.
º El Castillo
Por su parte, El Castillo se levanta en un
lugar elevado próximo a La Atalaya, esto
es en la plataforma menor que se asienta
sobre la principal. Se trata de un edifico
conspicuo que pudo ser morada de los
más altos dignatarios. También se le conoce como kallanka, construcción espaciosa
frecuente en arquitectura incaica (Kauffmann Doig, 2013b: vol. 2, parte V).
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 8 5
El Castillo,
conocido
también como
kallanca, un
gran espacio
destinado a rituales y otras
actividades
c o m u n a l e s.
Se ubica en el
extremo norte de la Plataforma inferior
de
Kuélap.
Muro de contención de la Plataforma Superior.
6. Motivos decorativos
Solamente se conoce una escultura
asociada a Kuélap y es la que Adolph Bandelier (1907) reproduce en su obra.
Además de los motivos en altorrelieve
presentes en sillares empleados en sectores próximos a la portada principal,
destaca en Kuélap un enigmático rostro
esculpido en algunos sillares. Es visible
también en el Templo mayor o El Tintero.
Alfredo Narváez (2013: 218) plantea que,
al igual que otros rostros similares visibles
en el sitio, podría representar a la divinidad superior venerada en él. Se trata de
un relieve próximo a una escultura, por
cuanto los rasgos faciales destacan fuertemente.
Lo que llama más la atención respecto
al tema que nos ocupa son los motivos
geométricos simbólico-decorativos que
presentan las paredes de las diversas estructuras circulares de Kuélap. Estos, así
como otras muestras de la arquitectura
chachapoyas con decoración parietal,
han sido abordados por diversos autores
(Davis, 1985; Kauffmann Doig y Ligabue,
2003; Lerche, 1995).
Se trata de bandas horizontales que, a
manera de frisos, se extienden rodeando
las paredes de las construcciones circulares. Los motivos van resaltados con las
mismas piedras constitutivas del muro,
toda una proeza técnica que es exclusiva
de la cultura Chachapoyas.
Los motivos en forma de una V, o en todo
caso a una M en sucesión, predominan
en la arquitectura de Kuélap. Le sigue un
rombo horizontal expuesto también en
sucesión y que aparecen no solo en estos recintos, pues los encontramos hasta
en sitios lejanos, como Pajatén y el grupo
cercano de mausoleos denominado Los
Pinchudos. Todavía más, el primero de los
motivos figura en el Sector VIII de andenes incaicos de Choquequirao, levantado
en tiempos del Incario en la comarca de
Vilcabamba. Sobre este enigma recogemos la propuesta del arquitecto Roberto
Samanez (2006), en el sentido que los
constructores de esta decoración mural
fueron mitmaes (mitmaq-kuna) chachapoyas (Kauffmann Doig, 2009: 45; 2014,
vol. 2: 602, 641-647). De manera acertada,
el arqueólogo Gori Tumi afirma que las llamas presentes en Choquequirao copian
modelos de camélidos diseñados en la
iconografía inca (Tumi 2008). Aquello sin
Rostro
en
relieve alto,
Kuélap. Según
Alfredo Narváez alude a la
divinidad suprema de los
chachapoyas.
Podría serlo,
atendiendo a
la frecuencia
con que es
representado.
8 6
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
Como puede apreciarse
por la foto de
la izquierda,
sillares
que
forman parte
de los muros
de Kuélap, si
bien algunos
pocos, eran
decorados con
motivos diversos presentados en relieve.
Derecha:
Otra forma
de decorar los
muros muy
frecuente consistió en destacar motivos,
haciendo para
ello
sobresalir piedras
que formaban parte del
paramento
(Foto: Sharon
Castellanos /
La Industria).
embargo no significa que no hayan sido
mitmaes chachapoyas los que aportaron
la mano de obra, ya que se trata de una
técnica singular desarrollada tan solo por
la cultura chachapoyas.
Acaso el diseño de aspecto romboidal
provenga de dos motivos similares representados en forma de una V o una M
en sucesión yuxtapuesta: una hilera boca
arriba y otra boca abajo. En ciertos casos
estos rombos encadenados incorporan
un motivo más: un punto en relieve en el
centro. Esto da la sensación de que se ha
querido representar ojos dotados de pupila. Sin embargo, creemos que los rombos de Kuélap no necesariamente aluden
a una figura ocular como generalmente
se estima. Pudo obedecer al imaginario relacionado al culto al agua, como la
mayoría de los motivos conspicuos que
emplearon los antiguos peruanos en su
iconografía.
Volviendo al motivo en forma de una V o
M encadenada, en el pasado propusimos
que podría tratarse de un emblema que
evocaría una bandada de aves de trazos
geométricos y simplificados. Y añadíamos
al respecto que al mismo tiempo aquel
motivo podría aludir al rayo (zigzag), así
como al serpentear de los arroyos y ríos.
En todo caso debemos subrayar que los
elementos citados pueden haber estado
presentes en el imaginario correspondiente a este emblema como elementos
simbólicos concurrentes por cuanto todos los señalados de alguna manera están vinculados al culto al agua. Con todo,
la alusión al rayo es la que debió primar.
La propuesta de que el símbolo V en sucesión podría aludir a una bandada de
aves devino al advertir que alas de trazos
similares al emblema referido coronaban
a personajes retratados en las paredes de
ciertos torreones de Pajatén, y teniendo
en cuenta el mito del felino volador qhoa
o titi, el anunciador de los diversos fenómenos atmosféricos (Kauffmann Doig,
1996a, 2001-2002a, 2001-2002c, 2011).
Como en la simbología chachapoyas, la
de Kuélap suele representar también el
emblema más generalizado en el Área
Inca para evocar el agua. Este se expresa en forma de una cresta de ola, como
se aprecia elocuentemente en las ruinas chachapoyas de Monte Bravo y en
un dibujo publicado por Morgan Davis
(1985; 89); así como en la fotografía tomada en Huabayacu por el arqueólogo
Anselmo Lozano y que es una prueba
más del simbolismo que encierra el tan
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 8 7
La presencia de anomalías climáticas generadas por el fenómeno del Niño estropeaban las cosechas. Para evitar las crisis por falta de alimentos que ponen a prueba la existencia de hombres y animales, una de las repuestas fue el culto y los rituales. Pero también hubo respuestas prácticas, almacenando víveres para los años aciagos. Es por esto que en el Incario se requería que se tributaran comestibles, en cantidades que parecerían desmedidas. Una mínima parte era destinada a cubrir la alimentación de los dignatarios y administradores. El resto era almacenado (Dibujo Guaman Poma ca. 1600). Es en atención
a lo expuesto que proponemos que los recintos de Kuélap eran destinados fundamentalmente a conservar alimentos como previsión ante épocas de escasez.
PLATAFORMA
SUPERIOR
NM
PLATAFORMA
INFERIOR
El Castillo
Entrada a la plataforma
superior
El Torreón
Recinto de Sacrificios (FKD) /
Templo mayor o El Tintero
Salida al
Pricipicio
Entrada secundaria
Entrada principal
Plano de Kuélap que muestra de manera aproximada la ubicación de los más de 400 recintos que consideramos graneros. Consideramos que no fue un pueblo como suele estimarse; tampoco un lugar de refugio para la población en
situaciones bélicas, al modo de los burgos de Europa medieval.
8 8
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
repetido signo compuesto por los motivos cresta de ola (=agua) y escalones
(=tierra cultivada), identificados por el
autor como alusivos al Dios del Agua y a
la Diosa Tierra o Pachamama, y que son
símbolos representados con frecuencia
e infinitas variantes a lo largo de la iconografía de todas las etapas civilizatorias
que se sucedieron en el Área Inca (Kauffmann Doig, 1986c, 1990a, 2001-2002b,
2005). Signos como los comentados
por su simplicidad son universales. Sin
embargo, debieron tener un significado
simbólico particular, diferente de una u
otra cultura. En el Área Inca hemos propuesto que observan valores alusivos al
agua (cresta de ola) y a la tierra (signo
escalonado), los dos elementos imprescindibles a la vida por cuanto al conjugarse ofrecen el sustento indispensable
a la existencia (Kauffmann Doig, 1996a,
2001d, 2003a).
7. ¿Qué fue Kuélap?
Hemos planteado ya que no estamos
de acuerdo con la idea ya popularizada
de que fue una “fortaleza”, como tampoco
un “lugar fortificado”. Estas interpretaciones se basan tan sólo en el carácter ciclópeo que ostenta el monumento, unido
a que se ubica en la cumbre de un cerro
imponente.
Adolph Bandelier (1907, 1940) y Louis
Langlois (1934-1939) proponían que Kuélap pudo ser un lugar fortificado destinado a servir de refugio a la población de
campesinos comarcana en caso de con-
D o i g
tiendas bélicas. De esta manera, estos estudiosos asignaron a Kuélap el papel que
desempeñaban los burgos o castillos en
la Europa medieval.
Como quedó señalado, consideramos
que la gran mayoría de los recintos debieron haberse destinado a almacenar
alimentos. Visto de esta manera, Kuélap
debió más bien desempeñar el papel
de un gran centro de administración de
la producción de los alimentos, para el
almacenamiento de los excedentes y su
redistribución (Kauffmann Doig, 1991b;
1996a; 2003a; 2005: 63-66; Kauffmann
Doig y Ligabue, 2003: 63-66). Las reservas
de comestibles recaudadas al campesinado por los jerarcas, estarían destinadas a
afrontar años de rendimiento bajo o nulo
de la producción agraria, a causa de los
recurrentes desastres que desataba el fenómeno de El Niño.
Sin duda, Kuélap debió fungir paralelamente como sede de rituales, para los que
debieron destinarse espacios específicos
en el conjunto monumental. Consideramos, adicionalmente, que su apariencia
debió encerrar un valor emblemático, si
nos atenemos especialmente a la posibilidad de que la portada y su pasaje en rampa que conducía a los depósitos podrían
haber evocado una vagina y todo Kuélap
simbolizar las entrañas de la Pachamama,
la oferente de los comestibles.
Los rituales que habrían tenido lugar en
Kuélap debieron estar dirigidos ante todo
a exorcizar las catástrofes atmosféricas
originadas por el fenómeno de El Niño,
por cuanto afectaban la producción de
los alimentos y hacían asomar el fantasma del hambre. Quien debía escuchar
las súplicas y en reciprocidad mostrarse
benevolente, evitando que sobrevinieran
los azotes climáticos, debió ser imaginado como numen que gobernaba sobre
los fenómenos atmosféricos. Una especie de Dios del Agua que, de acuerdo a
inferencias de orden etnográfico, es materializado en los Apus: cimas imponentes
o relieves montañosos de una particular
topografía. Este ser sobrenatural debió
personificar también al Sol o Inti. Por su
parte, la tierra fértil era encarnada por la
Diosa Tierra o Pachamama, que por igual
recibía veneración puesto que se le tenía
como la donante directa de los alimentos,
siempre y cuando su consorte, el Dios del
Agua, la fecundara con sus lluvias en la
medida y en el tiempo apropiado (Kauffmann Doig, 1996a, 2001-2002c).
No hay una respuesta satisfactoria acerca
de los motivos que llevaron a que Kuélap
fuese abandonado. Tampoco la forma
cómo se disponía del agua para atender
las necesidades de los ocupantes del monumento: jerarcas, sus servidores y los encargados del cuidado y la conservación
de los alimentos.
Recapitulando, a la élite le asistía la misión de velar por una adecuada producción de los alimentos, el acopio de los
mismos, su almacenaje y vigilar lo depositado en los numerosos recintos circulares; asimismo ocuparse de la redistribución de los comestibles cuando ocurrían
catástrofes climáticas (Kauffmann Doig,
2001-2002c).
Del Qhapaq Ñan (niain) o camino principal que recorría de
sur a norte por los Andes Amazónicos, se desprende un ramal importante que avanza en dirección al Gran Pajatén. La
Expedición Chachapoyas 1989 lo recorrió en gran parte, tal
como lo muestra la fotografía en la que aparece por igual
la laguna La Empedrada (Foto Federico Kauffmann Doig).
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 8 9
III. El Gran Pajatén
Se conoce con el nombre de Pajatén
a un extenso conglomerado arquitectónico conformado por recintos circulares,
que en algunos casos presentan paredes
decoradas con motivos diversos.
Las ruinas de Pajatén fueron dadas a conocer a partir de 1963 y, con posterioridad, otros importantes lugares arqueológicos situados en su entorno, tal como
Las Papayas y Cerro Central. El área incluye otros sitios, como La Playa, así como
diversos grupos de chullpas o mausoleos,
entre los que destaca el de Los Pinchudos.
A juzgar por varios patrones constructivos
y al igual que los demás grupos arquitectónicos citados, las ruinas de Pajatén se afilian
a la cultura Chachapoyas. En un momento
de su historia, alrededor del año 1470, Pajatén —como todos los chachapoyas— fue
incorporado al Incario. Testigo de este suceso es la cerámica cuzqueña presente en
el lugar. Empero, las construcciones siguie-
ron incólumes, puesto que no hay rastros
de intromisiones de la arquitectura inca en
este sitio. Todo parece indicar que los administradores del Incario que fallecían en
territorio chachapoyas se hacían inhumar
en los mismos espacios sepulcrales de los
que se servían los nobles locales. Lo comprueban los restos de cerámica incaica
asociada a los mausoleos de Los Pinchudos y las cámaras sepulcrales de la Laguna
de las Momias.
9 0
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1. El nombre
El nombre de Pajatén bullía en relatos míticos transmitidos en Pataz por la
memoria colectiva. Se comentaba que
Pajatén era una ciudad perdida ubicada
en algún sector adyacente de los Andes
Amazónicos pero lejano, y que encerraba riquezas áureas de inconcebible valor.
Pocos años después de que un grupo de
patacinos incursione y descubra Pajatén,
en 1963, se supo que las ruinas no se ubicaban junto al río Pajatén como se creía,
como tampoco en el muy distanciado y
prácticamente inaccesible lugar donde se
levanta el legendario caserío de Pajatén.
En efecto, la expedición arqueológica de
1966 conducida por Víctor Pimentel estableció que se encontraban cerca de la
margen del río Abiseo, que discurre al sur
del río Pajatén. Por lo mismo, Duccio Bonavia propuso sustituir la equivocada denominación de Pajatén por la de Abiseo
(Bonavia 1968). Con todo, el nombre de
Pajatén dado inicialmente a las ruinas —
tal como lo menciona el relato mítico—
prevalece aún en la literatura científica.
Hoy sabemos que las ruinas que ocupan
nuestra atención se ubican cerca del río
Montecristo, un afluente del Abiseo, que
a su vez vierte sus aguas al Huallaga. En
cartas geográficas antiguas, el río Abiseo
aparece señalizado como Unamizo. Por lo
tanto, la discusión sobre el apelativo que
se le debería dar a las ruinas que nos ocupan tendría un comienzo mas no un fin.
Por ello seguimos nombrándolas como
Pajatén (Kauffmann Doig, 1996b).
2. Descubrimiento del Gran Pajatén
El descubrimiento de las ruinas de Pajatén está envuelto en visos legendarios
y ha sido historiado en detalle por José
Zelada Vela (2008). En 1963, un grupo de
pobladores de Pataz encabezados por
D o i g
su alcalde, Tomás Torrealba, tramontó la
cadena cordillerana para internarse en la
“montaña” (Andes Amazónicos). El objetivo de los patacinos era, supuestamente, la búsqueda de tierras aptas para el
cultivo y el pastoreo. Pero el verdadero
propósito del alcalde Torrealba y de sus
acompañantes apuntaba a descubrir una
mítica ciudad dorada, que la tradición
situaba en dirección Este de Pataz y que
estaría oculta por tupida vegetación. José
Zelada Vela (2008) proporciona un minucioso recuento de los pasos seguidos en
el descubrimiento de las ruinas de Pajatén por el grupo de Torrealba que, por lo
visto, no fue el primero.
Luego de un penoso recorrido de varios
días por lugares deshabitados y de difícil
transitar, el grupo tropezó con ruinas que
iban asomando entre la maleza tropical a
punta de machetazos. Los patacinos estaban convencidos de haber hallado el
legendario Pajatén.
Las primeras noticias sobre este descubrimiento llegaron a Lima en el mismo año
de su hallazgo, en 1963, siendo su portador el propio Tomás Torrealba, con fotografías en mano. Rogger Ravines (1964), al
verlas y escuchar a Torrealba, publicó los
primeros comentarios sobre el sensacional hallazgo. Paralelamente, al tener noticias sobre las ruinas que acababan de ser
descubiertas, el explorador Gene Savoy
viajó de inmediato al lugar, para luego
dedicarse a difundir ampliamente el conocimiento de Pajatén entre propios y extraños, arrogándose su descubrimiento.
Años antes de la primera incursión de
Tomás Torrealba y sus acompañantes patacinos, en 1959, Ricardo Rosales con un
grupo de gente de Piás partió de Parcoy
con los mismos propósitos que Torrealba
e incursionó en la cuenca del Abiseo, en
dirección a un río conocido en Piás como
Pisuncho, toponimia que acaso podría ser
una modificación de la voz de Abiseo o
viceversa.
Rosales y su grupo de acompañantes no
llegaron a topar con las ruinas de Pajatén,
pero sí con una gruta funeraria cercana
a aquellas ruinas, de la que retiraron tres
fardos funerarios que condujeron a Piás.
Uno de estos acusa una de las modalidades chachapoyas de enfardelar una
momia, lo que pudo apreciarse al analizar
las expediciones conducidas por el autor
en 1986 y 1988 (Kauffmann Doig, 1987a,
1989, 2009: 180-181; Kauffmann Doig y
Ligabue, 2003: 378-380; Vreeland, 1989,
2003, 2013; Vreeland y Kauffmann Doig,
1989).
Siguiendo el hilo conductor de la historia
del descubrimiento de Pajatén, debemos
mencionar a Eduardo Peña Meza (18861968). Según el acucioso profesor Carlos
Tuesta Hernández (1988), así como José
Zelada Vela (2008), Peña Meza —natural
de Juanjuí— es todo un “héroe civil olvidado”, pues fue él quien descubrió Pajatén, y no los patacinos. El hallazgo hecho
por Peña Meza habría tenido lugar indirectamente, en el marco de sus esfuerzos por hallar “una ruta que uniera el rico
valle del Huallaga con las zonas mineras
de Parcoy y luego para llegar a Trujillo”.
Las expediciones que alistó con este propósito fueron ejecutadas en 1926-1927
y en 1928-1929, mas otras que condujo
posteriormente. No dudamos que en
sus recorridos Peña Meza haya podido
tropezar con ruinas chachapoyas, ya que
transitaba por sectores altos del departamento de San Martín que fueron habitados por esa etnia. Luego de un análisis
del itinerario recorrido por Peña Meza de
Juanjuí a Condormarca, se deduce que
no debió haber topado con Pajatén sino
con algún otro conjunto arquitectónico. Y
es que por esta ruta se deja a un lado las
ruinas de Pajatén situadas en lo alto del
L a
río Abiseo. La confusión puede deberse a
que Peña Meza pudo referirse al pueblo
denominado Pajatén, donde sólo existen
ruinas de menor importancia y desde
donde resulta imposible abordar las ruinas de Pajatén situadas en la cuenca del
Abiseo. En cambio, al partir de Juanjuí a
Parcoy y así pasar por Valle, transitando
por un camino utilizado por los doctrineros, sí pudo este notable explorador topar
con Pajatén u otras ruinas vecinas. Empero, Peña Meza no dejó información precisa sobre las ruinas que encontró a su paso
por aquellos solitarios parajes. Asimismo,
que exista una localidad llamada Pajatén
distante de las ruinas que llevan también
este nombre, habría generado muchas
confusiones al llevar a estimar que el poblado actual de Pajatén sea el mismo lugar donde se encuentran las ruinas que
los patacinos ubicaron en la cuenca del
Abiseo.
En 1999, un grupo de aguerridos pobladores de Juanjuí encabezados por Wilson
Salinas Vásquez (2002) partió de aquella
localidad con la esperanza de alcanzar las
famosas ruinas de Pajatén. Para ello se encaminaron a Ochanate, para así acceder
a este sitio arqueológico. Esta expedición
no logró su cometido porque en el camino que conduciría de Ochanate a los
monumentos de Pajatén se interponen
infranqueables barrancos casi imposibles
de vencer. El autor sobrevoló la zona y
pudo comprobar que era imposible transitar por esta vía. Años antes, en 1996,
Adrián Mendoza Ocampo (1999: 149156), por entonces director del INC–San
Martín, se dirigió a las ruinas Pajatén con
el fin de realizar una inspección oficial del
monumento. Para ello tomó la ruta de acceso que lleva a Pajatén desde Pataz.
El área donde se ubica Pajatén fue transitada hace cuatro siglos por el arzobispo
de Lima Toribio Alfonso de Mogrovejo
(1593: 67-68). Centurias después, August
Weberbauer (1920) partió también de la
sierra para recorrer la cuenca del Abiseo.
En su recorrido Weberbauer topó con una
cámara sepulcral o mausoleo y realizó un
dibujo del mismo. Se trata sin duda de un
mausoleo chachapoyas, situado en las
proximidades de las ruinas de Pajatén.
3. Expediciones arqueológicas al
Gran Pajatén y alrededores
Apenas se difundió la noticia acerca del
descubrimiento de las ruinas de Pajatén,
el explorador Gene Savoy no tardó en
hacerse presente en Pataz, accediendo a
éste en 1965. A raíz de su visita divulgó
ampliamente la existencia de las ruinas de
Pajatén en medios periodísticos peruanos
como extranjeros, los que bautizaron a
este sitio como “Gran Pajatén” y que por
un tiempo pasó como un hallazgo suyo.
En noviembre de 1965, contando también con la guía de patacinos entre los
que se encontraba Torrealba, partió de
Pataz rumbo a Pajatén la primera expedición ejecutada por expertos. La dirigía Víc-
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 9 1
tor Pimentel Gurmendi (1967, 1992, 2014;
Pimentel Spissu, 1998), quien era secundado por Pedro Rojas Ponce (1965, 1967,
1968), y cuya misión era documentar fotográficamente las ruinas. A juzgar por
la monografía que publicó Pedro Rojas
Ponce, su interés se centró en documentar la decoración parietal que presentan
algunos de los recintos. Los resultados de
esta primera expedición exploratoria, una
vez que Pimentel los dio a conocer, llevaron a que el propio presidente Fernando
Belaúnde se interesara en su exploración,
por lo que alentó la ejecución de una segunda expedición a Pajatén.
Esta se realizó en 1966 y fue conducida
nuevamente por Víctor Pimentel Gurmendi (1992). En ella participó el arqueólogo Duccio Bonavia, a quien se debe el
primer y más amplio estudio sobre Pajatén, o ruinas del Abiseo de acuerdo a
la nomenclatura que emplea (Bonavia,
1968, 1969). Otro miembro de aquella misión fue el arquitecto Wolfgang Wurster
(1968), autor de un animado cuaderno de
viaje salpicado de valiosas anotaciones arqueológicas. Wurster es autor de un meEl Recinto-2
del Gran Pajatén (Foto
Pedro Rojas
Ponce/1966).
9 2
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
ticuloso dibujo de elevación de la pared
del Recinto 2, que presenta diversos motivos simbólicos y que fue publicado en la
obra de Bonavia (1968). Además de describir prolijamente el conjunto arqueológico de Pajatén, Bonavia realizó en aquella ocasión excavaciones en el Recinto 1
(Bonavia, 1968: 35-37).
La expedición de 1966 ha dejado huella
en los anales de la historia de la arqueología peruana, tanto por la importante
contribución de Duccio Bonavia y de
Wolfgang Wurster, como por los diversos
y valiosos alcances expuestos por Víctor
Pimentel Gurmendi (1967, 1992, 2014); a
esto se suma el importante acopio fotográfico de Pedro Rojas Ponce (1967). Todo
esto a pesar que la expedición contó sólo
con algunos pocos días para la exploración del sitio, luego del retiro de la maleza. En esta jornada participó el estudioso
León Linares, quien años después retornó
a Pajatén conduciendo una expedición
organizada por la Fuerza Aérea.
En 1980 se identificó el grupo arqueológico Las Papayas (Leo y Ortiz 1982). De
acuerdo a la exploración realizada por
Mariella Leo, el grupo Las Papayas está
constituido por unos 100 recintos. Años
antes, en 1973, un grupo de jóvenes arqueólogos de la Universidad Nacional de
Trujillo —dirigidos por Jaime Deza Rivasplata (1975-76)— investigó otro conjunto, algo cercano a Las Papayas, conocido
como La Playa (Cedrón, 1989, 1992).Este
sitio arqueológico chachapoyas comprende 16 construcciones circulares y
una cuadrangular que se ubican sobre
una terraza natural en la margen derecha
del río Montecristo, afluente del Abiseo,
y que habrían sido levantadas durante el
Horizonte Tardío (Cedrón, 1989, 1992). Los
recintos de La Playa ocupan un área calculada en cuatro hectáreas. No tienen la
prestancia de las construcciones que con-
D o i g
forman los conjuntos vecinos de Pajatén
y de Los Pinchudos, siendo su estado de
conservación precario.
Doce años después, en 1980, se emprendió una nueva expedición arqueológica al
Pajatén, la misma que fue conducida por
el autor. Esta misión focalizó su interés en
el reconocimiento de un grupo de mausoleos que permanecía inédito: el de Los
Pinchudos, situado en las proximidades
de las ruinas de Pajatén. En los años siguientes el autor condujo dos expediciones más a Pajatén, pero teniendo siempre
como principal objetivo ahondar en la investigación del sitio de Los Pinchudos, lo
que le permitió identificar en el área otros
grupos de mausoleos, en algo similares
. En el marco de una tercera expedición
se realizó un levantamiento completo
del citado sitio arqueológico, a cargo del
destacado arquitecto Roberto Samanez
Argumedo (Samanez y Kauffmann Doig,
1992). Las investigaciones permitieron esbozar planteamientos teóricos acerca del
origen de los chachapoyas (Kauffmann
Doig, 1980a, 1984b, 2000, 2003a).
En 1985 la Universidad de Colorado
(Boulder) ejecutó un amplio proyecto de
investigaciones en el área arqueológica
de Pajatén, bajo la dirección de Thomas
J. Lennon (1992). En el marco de éstas se
reconoció un nuevo grupo arquitectónico chachapoyas, el de Cerro Central. También se identificaron evidencias de gente
que transitaba o habitaba sectores de
puna situados en el camino que conduce de Pataz a Pajatén, particularmente en
la cueva Manachaqui y en la propia área
de Pajatén. Si bien anteriores a la cultura
Chachapoyas hasta en más de 8 mil años,
consideramos que aquellas sociedades
prehistóricas no fueron las que dieron
origen a la cultura Chachapoyas. En el
Proyecto de la Universidad de Colorado
participaron Elke Cedrón (1989), Thomas
J. Lennon y Miguel Cornejo (Lennon et
al., 1989), así como Warren Church (1994,
1996), a quien se debe aportes de especial importancia.
4. Ubicación de Pajatén
Las ruinas de Pajatén se encuentran
a 2 850 metros sobre el nivel del mar. De
acuerdo a los cálculos iniciales se ubican
entre 77° 18’ LO y 78° 43’ LS (Pimentel,
1967). Están situadas en la provincia de
Mariscal Cáceres, departamento de San
Martín. Tanto Pajatén como los grupos
arquitectónicos de los alrededores se
ubican en el sector occidental del Parque
Nacional Río Abiseo, creado en 1983 para
salvaguardar los testimonios culturales, la
riqueza paisajística, así como la extraordinaria biodiversidad que encierra la zona
(Church, 1997; Leo, 1992; Leo y Ortiz,
1982). En 1990 el Parque Nacional Río Abiseo fue inscrito en la Lista de Patrimonio
Mundial de la UNESCO.
Las ruinas de Pajatén se ubican sobre una
colina sobre la margen derecha del río
Montecristo, tributario del Abiseo o Unamizo, que termina tributando al Huallaga.
Su entorno y de los demás testimonios
que se encuentran en el área se mantiene deshabitado, prácticamente desde Los
Alisos, localidad cercana a Pataz y donde
se inicia la ruta que conduce a Pajatén. Las
ruinas distan de Pataz unos 100 kilómetros, los que se recorren en unas cuatro
jornadas; las primeras a lomo de mula y
las siguientes a pie debido a la densa vegetación reinante.
Pajatén se ubica en la región conocida
tradicionalmente como “montaña”, que
hemos propuesto denominar Andes
Amazónicos, en su sector alto, dada su
configuración y orografía andinas y su
paisaje de tupida vegetación amazónica. Esta corresponde al bosque húmedo
L a
CHACHAPOYAS
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 9 3
9 4
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K a u f f m a n n
D o i g
5. Visión arquitectónica de Pajatén
Levantamientos topográficos llevados a
cabo por nuestra expedición
al Gran Pajatén (1989),
realizados bajo
la dirección
del arquitecto
Roberto Samanez Argumedo (Foto:
Federico Kauffmann Doig).
montano, que prospera en zonas entre 2
000 y 3 000 metros de altitud. Es sintomático que estos espacios correspondan a
las zonas altitudinales que preferían habitar los chachapoyas, acaso por su origen
cordillerano.
En dirección oriente y luego que los
Andes Amazónicos van descendiendo,
estos terminan por dar lugar a las estribaciones cordilleranas orientales, las que
a su vez desaparecen al hundirse en las
planicies de bosque pluvial que identifican a la región de la Amazonia o Baja
Amazonia. En altitudes inferiores a 2 000
metros, siempre en dirección a oriente,
los Andes Amazónicos dejan de ser territorio de los chachapoyas. En el pasado estos espacios fueron habitados por
los hibitos y los cholones, de tradición
cultural amazónica y por lo mismo distinta a la que portaban los primeros. Por
el norte, desde el curso seguido por el
río Marañón al recibir las aguas del Chinchipe, la topografía desciende rápidamente cediendo paso a lo que se califica
de Baja Amazonia; aquí moran diversos
grupos de nativos amazónicos, especialmente de la etnia de los jíbaros, que por
lo mismo son también diferentes de los
chachapoyas.
Si bien es cierto que el espacio altitudinal
entre 2 000 y 3 000 metros fue preferido por los chachapoyas para levantar sus
construcciones, no por eso desaprovecharon los espacios yungas y chaupiyungas, situados en las profundas quebradas
de la cuenca del Utcubamba y otras comprendidas en su territorio, como el flanco
occidental de los Andes Cordilleranos,
hasta las orillas mismas del alto Marañón
en su margen derecha; tampoco dejaron
de aprovechar las zonas altas, superiores
a 3 000 metros, donde cultivaban tubérculos y pastaban camélidos. La crianza
de llamas está comprobada por las referencias que consignan algunas fuentes
documentales antiguas (Pérez de Guevara, 1545), así como por los hallazgos
en Pajatén de restos óseos de camélidos
(Bonavia, 1968).
Las construcciones de Pajatén se alzan sobre una angosta meseta en hemiciclo, de piso desigual, correspondiente
a la cima de una elevación alargada que
se ubica en el triángulo constituido por
la unión de dos quebradas que al unirse
forman el río Montecristo, que luego desaguará en el Abiseo.
A juzgar por el plano levantado por Vicente Núñez y José Bahamonde, publicado en la obra de Bonavia (1968), Pajatén
se extiende sobre una superficie de unas
dos hectáreas. Para su exploración y registro de su arquitectura la expedición de
1966 (Pimentel, 1967, 2014) debió invertir
recursos en el desbroce y retiro de la vegetación.
Lo que distingue de modo inequívoco
a Pajatén, nombre que individualiza estas ruinas frente a otras que también se
ubican en el Parque Nacional Río Abiseo
(PNRA), es el carácter portentoso de su
arquitectura y la abundancia y gran
variedad de los motivos simbólico-decorativos expuestos en las paredes de
algunos de sus recintos. Con todo, la
arquitectura de Pajatén no difiere mayormente de la que desarrolló la cultura
Chachapoyas, tanto la pública como la
de culto y la funeraria.
Entre los torreones se abren paso plazoletas embaldosadas. Dos de éstas están
provistas de sendas huancas o piedras
de carácter mágico-religioso, alargadas
e hincadas en el suelo. De acuerdo a estudios del autor en el Área Inca, estos
monolitos simbolizaban falos que al ser
hundidos en el suelo —los predios de la
Pachamama— aludían simbólicamente
a la fertilidad (Kauffmann Doig, 2001d,
2005; Kauffmann Doig y Ligabue, 2013:
144-168). El terreno desnivelado se sortea
mediante escalinatas que conectan algu-
L a
nos de los torreones principales, pues las
diversas construcciones se levantan sobre
niveles distintos debido a la desigualdad
del terreno. Las diferencias entre un torreón y otro se determinan por el tamaño
de los recintos, y en segundo lugar por la
presencia o ausencia de decoración parietal.
Los recintos circulares de Pajatén parecen
estar conformados por estructuras de dos
pisos. Pero lo que parece corresponder al
primer “piso”, es por lo general sólo una
estructura maciza de barro y piedras en la
que una ménsula separa un “piso” del otro.
El carácter compacto del primer “piso”
lleva a la presunción de que la función
primordial de estos recintos era servir de
graneros; este recurso habría permitido la
conservación de los alimentos, al no reposar estos directamente sobre el suelo
húmedo.
La expedición de 1966 detectó un total
de 17 recintos (Bonavia, 1968). Con rara
excepción todos observan planta circular.
Los dos recintos de menor tamaño sólo
alcanzan algo más de un metro de diámetro; los más grandes, en cambio, llegan a
medir cerca de 15 metros de diámetro.
Cuatro de las construcciones ostentan
motivos simbólicos.
Durante sus campañas de la década de
1980, el equipo de la Universidad de Colorado Boulder registró en el sitio bautizado como Cerro Central 26 edificios que
ocupan un espacio de algo menos de dos
hectáreas (Church, 1997: 235; Lennon et
al., 1989). Los motivos que decoran las
paredes de algunos de sus recintos no
tienen parangón con los de Pajatén, tanto en el acabado como en la variedad de
figuras.
Los motivos parietales simbólicos van
trabajados con lajas rectangulares de
piedra pizarra, al igual que las demás
empleadas en los muros; la excepción
está dada por las cabezas esculpidas a
la redonda y dotadas de una espiga que
permite fijarlas en la pared. Hay rastros
de argamasa de arcilla amarillenta en los
muros, usada para asentar las piedras.
Salvo excepciones, los muros muestran
una pobre conservación debido a la
acción de la vegetación que prosperó
durante siglos en los intersticios de los
vetustos monumentos, aflojando los
aparejos. Posiblemente las paredes de
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 9 5
aquellos recintos de Pajatén que presentan decoración parietal, estuvieron originalmente emplastadas con arcilla de
diversos colores. Esto se infiere por que
los paramentos de los mausoleos de Los
Pinchudos, en la vecindad de Pajatén, al
estar protegidos por un techo natural rocoso conservan hasta el presente las tierras arcillosas de diversos colores aplicadas por encima de la decoración pétrea
(Kauffmann Doig, 1980a, 2000).
Los techos de Pajatén debieron ser cónicos (Bonavia, 1969), especialmente los
que acusan mayores dimensiones y los
que llegan a alcanzar hasta 15 metros de
diámetro. No así las cercanas y emparentadas construcciones de Los Pinchudos,
probablemente debido a sus dimensiones menores, pero especialmente
en relación a su función funeraria. En
cuanto al sitio de Kacta, el maestro chachapoyano Napoleón Gil (1938) dibujó
sus recintos circulares que lucen techos
abovedados.
Los techos cónicos de Pajatén iban cubiertos con paja y se sostenían sobre
una armazón de madera. Duccio Bonavia
(1969) supervisó la elaboración de un di-
Izquierda: Recinto circular de La Jalca, según dibujo publicado
en 1892-93 por Arthur
Wertheman pero ejecutado en 1874. Se estima que los techos del
Gran Pajatén estaban
conformados por un
armazón cónica cubierta de paja, en la forma
como lo presenta la
construcción contigua.
Plano del Gran Pajatén realizado por la expedición dirigida por Víctor Pimentel
en 1966 (Vicente Segura).
La foto muestra la piedra
parada o huanca presente
en Pajatén y que en otro
estudio describimos como
un falo simbólico enclavado en las entrañas de la
Pachamama o Diosa Tierra
(Foto: Federico Kauffmann
Doig). A la derecha elevación de la gradería que
conduce al espacio del Recinto-1 del Gran Pajatén.
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 9 7
Uno de los dos
lados, el de la
derecha, del
Recinto-1 del
Gran Pajatén
(Foto Pedro
Rojas Ponce).
Planos de levantamientos del Recinto-1 del Gran Pajatén conducido por un grupo de topógrafos liderados por el arquitecto Roberto Samanez Argumedo (Expedición conducida por el autor al Gran Pajatén, 1989).
9 8
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D o i g
chachapoyas, varias de sus representaciones no se repiten en otros sitios arqueológicos de esta cultura; salvo en Cerro
Central, si bien en este sitio los motivos
figurativos y geométricos van representados en tamaño pequeño.
Estructura
rectangular, la
única de esta
forma presente en el conjunto arqueológico Gran
Pajatén. (Foto
Federico Kauffmann Doig).
bujo que presenta una reconstrucción de
cómo debió lucir uno de esos techos. Un
recinto circular que todavía conserva su
techo se encuentra en la localidad La Jalca y fue dibujado por Arthur Wertheman
(1892-1893). Por su parte, en 1992 Morgan Davis demostró de manera práctica
en el lugar de Collacruz, cerca de Chachapoyas, la forma cómo se habrían construido los techos de los recintos circulares
(Davis, 1996).
Duccio Bonavia (1968: 13-34) no sólo
describió meticulosamente cada uno de
los recintos de Pajatén. También informa
sobre el pozo de prueba que excavó en
el Recinto 1 y da noticia acerca del material recuperado (op. cit.: 35-59). Por su
parte, Warren B. Church (1996) debe ser
citado una vez más en relación a las investigaciones que ejecutó en Pajatén, y
también Víctor Pimentel Gurmendi (1967,
1992), Víctor Pimentel Gurmendi y Víctor
Pimentel Spissu (1999), y Pedro Rojas Ponce (1965, 1967, 1968); así como Roberto
Samanez por la pulcra carpeta de planos
que levantó de Los Pinchudos, y parcialmente de Pajatén, al frente un grupo de
los diestros topógrafos cuzqueños encabezados por Rafael Morales M. y secundado por los entonces bachilleres en arquitectura Jorge Morales M. y René Barreto J.
(Samanez y Kauffmann Doig, 1992).
6. Motivos simbólicos parietales
Las ruinas de Pajatén se distinguen
por la variedad de motivos simbólicos de
estilo puramente chachapoyas, presentes
en las paredes de algunos de sus recintos.
Si bien por su estilo y por la decoración
geométrica que presentan, sus elementos iconográficos deben asignarse a los
º Apreciaciones introductorias
En la elaboración de los motivos
simbólicos parietales, los pajatenenses
siguieron en términos generales los mismos modelos figurativos y técnicos empleados por los chachapoyas a lo largo
de sus dominios. Por ejemplo, trazar las líneas que debía observar el motivo deseado, utilizando el mismo material pétreo
empleado en la construcción del muro.
Para el efecto los elementos decorativos
eran resaltados haciendo que sobresalieran ciertos elementos pétreos o acomodándolos de modo tal que finalmente definieran la figura que se deseaba plasmar.
La decoración geométrico-simbólica parietal de Pajatén sigue fundamentalmente aquellos motivos que se repiten con
leves variantes en las construcciones chachapoyas levantadas a lo largo y ancho
de su territorio. Algunas de sus formas
recuerdan curiosamente ciertos elementos emblemáticos presentes en lugares
distantes. Tal por ejemplo el signo cresta
de ola, como también el motivo escalonado, ambos de amplísima difusión en
el Área Inca. Igualmente se percibe en la
decoración chachapoyas similitudes con
la decoración estucada practicada por los
chimú en paredes de barro; acaso esta
haya inspirado el modelo practicado por
los chachapoyas al decorar sus paredes,
basado en el acomodo particular de una
parte de las piedras del muro.
Si bien las figuras biomorfas y los motivos
geométricos eran trazados por los chachapoyas mediante la técnica de resaltar parte de las piedras empleadas en el
L a
muro, las biomorfas de aspecto humano
incluían un elemento escultórico: la cabeza del personaje, con lo cual se proponían
acaso dotarlas de un mayor realismo. Las
esculturas cefalomorfas citadas eran empotradas en el lugar que les correspondía
en el contexto de la figura humana que
retrataban. Para sostenerlas en el muro se
les dotaba de una proyección o “espiga”,
presente en la parte posterior de la misma
piedra que conformaba la testa. La misma
forma era aplicada también cuando representaban aves, como las que figuran
en el Recinto 2. Lamentablemente las
caras de los personajes están muy deterioradas debido a la erosión de la piedra.
º Distribución de la decoración parietal
Las edificaciones de Pajatén que incluyen decoración simbólica aparecen
señaladas en el plano de Segura-Bahamonde (Bonavia, 1968) como: Recinto 1,
Recinto 2, Recinto 5, Recinto 7 y Recinto 8.
El Recinto 1 presenta mayor magnificen-
cia en cuanto a decoración parietal y
guarda también un estado de conservación excelente. Los motivos simbólicos ya
mencionados se extienden únicamente
por zonas situadas en el segundo “piso”
del recinto.
El Recinto 2 exhibe figuras biomorfas de
aves, logradas con la técnica típica chachapoyas para decorar paredes. También
aparecen en este recinto sillares esculpidos en relieve, que retratan diversas figuras antropomórficas, así como motivos de
trazos geométricos. Los monolitos decorados aparecen encajados en el muro, por
lo que igualmente forman parte de los
sillares que conforman a éste. Los diversos motivos que registra esta estructura
no siempre se repiten en los restantes
recintos ornamentados de Pajatén; por
ejemplo, aves con las alas extendidas. Es
de notar que en el Recinto 2 suelen reaparecer las figuras biomorfas de aspecto
humano y sexo femenino o Pachamamas.
Son similares a la presente en el Recinto
1. Sin embargo, a diferencia de las prime-
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 9 9
ras aparecen talladas en alto relieve sobre
la superficie de sillares. La falta de orden
de las piedras decoradas en el Recinto 2
fue explicada por Wurster (1968) y por Bonavia (1968), quienes sugieren que esto
puede deberse a que estas piedras fueron
reutilizadas, y que podrían proceder de
algún recinto que fue desechado. Ignoramos si este se levantaba en el sitio mismo
de Pajatén o en algún lugar cercano.
El Recinto 5 registra figuras humanas similares a las presentes en el Recinto 1, y también una banda con motivos geométricos
en el sector superior de la construcción.
El Recinto 7 tiene la particularidad de ostentar decoración tanto en su pared interior como exterior.
El Recinto 8 registra también motivos diversos, expuestos con las técnicas usuales
presentes en Pajatén.
º Disposición de la decoración parietal
En cuanto a la decoración presente
en los paramentos de los recintos men-
Dos pachamamas del
Gran Pajatén. Presentan el abdomen abultado como si estarían
prestas a alumbrar y se
diferencian por el tocado. La cabeza de los
personajes es tratada
escultóricamente (Fotos: Pedro Rojas Ponce).
1 0 0
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D o i g
Otro estilo de representar a las pachamamas, en plano relieve sobre los
sillares del muro. Recinto-2 (Dibujo de Víctor Pimentel Gurmendi).
Tres figuras prototípicas y
similares con representaciones en altorelieve presentes
en el Recinto-2 del Gran
Pajatén (Roberto Samanez
Argumedo y Victor Pimentel, respectivamente).
Una de las pachamamas del Recinto-2, diseñada en forma elemental en
comparación con las del Recinto-1 del Gran Pajatén. Ellas nos recuerdan
a las pachamamas del vecino sitio de Cerro Central (véase pág. 104). Abajo:
Una de las dos aves presentes en Recinto-2. Adviértase que en el Recinto-1 no hay representaciones de aves (Fotos: Federico Kauffmann Doig).
RECINTO 2.
Muestrario de piedras
decoradas.
Abajo: Figuras logradas
con piedras constitutivas del mismo muro.
La pared del Recinto-2 decorada con diversas figuras simbólicas:
humanas, ave y composiciones geométricas, todas envueltas en
valores emblemáticos (Dibujo de Bernardino Ojeda basado en
un plano de Wolfgang Wurster, con la supervisión del autor).
L a
cionados, debe remarcarse como una
constante que las figuras antropomórficas cubren tan solamente el “piso inferior”
de las edificaciones. En cambio, el “piso
superior” es donde aparecen los motivos geométricos. Una ménsula separa el
cuerpo inferior del cuerpo superior de los
recintos. Sólo el Recinto 2 es ajeno a esta
norma.
La razón por la cual los recintos aparentan
ser estructuras a modo de conos ligeramente invertidos, fenómeno advertido
inicialmente por Wurster y por Bonavia
(1968), se debe a la absorción del agua de
lluvias por la masa interior de la estructura.
En los recintos con decoración parietal,
los motivos aparecen explayados en torno a la fachada, por lo general circular. En
el caso de los recintos más destacados,
una escalinata central conduce al “piso
superior” o recinto propiamente dicho.
Esta divide la zona decorada en dos sectores. Esto aplica para el Recinto 1 y en
menor escala también para el Recinto 5
y el Recinto 7, porque los demás recintos
que ostentan decoración carecen de escalinata.
Las figuras antropomorfas van ordenadas
en fila horizontal, por debajo de la ménsula que separa el “piso” superior del “piso”
inferior del recinto. Las paredes que se
yerguen por encima de la ménsula muestran una banda constituida por motivos
geométricos. Estos elementos formales,
de trazos geométricos, se repiten incesantemente en el Área Inca, tanto expuestos en cerámica como en tejidos. Como
ya hemos indicado, ellos han sido identificados tiempo atrás como emblemas que
combinan el signo alusivo al agua conformado por la figura de una cresta de ola,
con el de la tierra que adopta la forma
de escalones (andenes). Curiosamente
ambos motivos, al juntarse, representan
una figura de ave vista de perfil. Esto se
percibe claramente en la decoración que
presentan el Recinto 1 y el Recinto 5.
Los motivos parietales presentes en algunos de los recintos del grupo arquitectónico de Cerro Central (Lennon et al., 1989),
no son más que modalidades o simples
versiones de las figuras geométricas y antropomórficas que registran los paramentos de algunos de los recintos de Pajatén.
º Dos categorías de motivos iconográficos
De lo expuesto se desprende que la
iconografía de Pajatén, vista en conjunto,
comprende dos categorías. En ambos casos los motivos aparecen dotados de valores altamente simbólicos.
La categoría primera incorpora figuras
conformadas por motivos biomorfos, que
a su vez incluyen: (a) figuras antropomorfas y (b) figuras zoomorfas. La segunda
categoría comprende motivos esquemáticos simbólicos expresados mediante
líneas geométricas: (a) una V en cadena y
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(b) una figura que da la sensación de ser
de origen aviar trazada de modo esquemático, que incorpora los símbolos alusivos al agua (cresta de ola) y a la tierra fértil
(signo escalonado).
Seguidamente se expone una caracterización de los motivos de las dos categorías que presenta la decoración parietal
de Pajatén, incluyendo en esta la de Cerro
Central que en el fondo no registra mayores diferencias.
º Motivos biomorfos: ¿representaciones de la Pachamama?
Los motivos biomorfos constituidos
por figuras antropomorfas representan
únicamente a personajes de sexo femenino. Al portar diversos atributos simbólicos
y expresar solemnidad, los mismos deben
ser considerados como seres sobrenaturales y por lo tanto no como simples figuras de individuos.
Exceptuando las representaciones del
Recinto 2, las figuras van expuestas ordenadas en sucesión horizontal, extendién-
El Recinto-1
decorado con
figuras humanas de sexo
f e m e n i n o.
Tal vez sean
evo ca cio n es
antropomorfas de la Pachamama o
Diosa Tierra
(Foto: Pedro
Rojas Ponce).
1 0 2
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K a u f f m a n n
dose a modo de una banda en torno a la
pared circular, tal como se aprecia en los
Recintos 1 y 5. Las figuras se orientan hacia ambos costados, partiendo de un eje
central tal como se advierte en el Edificio
1, donde una escalinata divide en dos la
escena.
Los personajes acusan líneas esquemáticas y angulosas en su composición, en
gran parte debido a la impronta de los
recursos técnicos empleados en su elaboración. No así en lo que se refiere a la
cabeza, único detalle escultórico en la
composición de Pajatén. Las testas fueron
esculpidas de modo estereotipado, por
lo que no difieren sustancialmente unas
de otras. Como las cabezas fueron elaboradas utilizando piedras de arenisca rojiza
o blanca, la erosión ha hecho estragos en
ellas. De esta manera los rasgos de la cara
han experimentado grandes cambios.
Orejas y orejeras llegan a destacar en forma desmedida, ofreciendo a primera vista
una idea errónea, distinta a la que debieron ofrecer los rostros originalmente.
Los seres sobrenaturales de Pajatén son
presentados de frente y no cabe duda
que son representaciones de sexo femenino. Éstas van sentadas, tienen las piernas flexionadas y las rodillas separadas.
Adicionalmente muestran el vientre abultado, como si estuvieran embarazadas.
Todavía más, parecería que se aprestaran
a alumbrar. Consideramos que estos seres sobrenaturales, inobjetablemente de
sexo femenino, podrían ser figuras humanizadas de la Diosa Tierra o Pachamama
(Kauffmann Doig, 1986c). Esto es, constituir representaciones de la divinidad femenina, procreadora de los hombres, animales y plantas. Curiosamente muestran
parecidos con figuras femeninas del Área
Inca Septentrional (Manabí, Ecuador), y
aún con expresiones iconográficas de
Colombia. Estas similitudes son tanto de
D o i g
forma como de fondo (Kauffmann Doig,
1986c: 84, 1990a).
Los brazos de las féminas sobrenaturales
de Pajatén, que consideramos son representaciones de la Pachamama, parecerían
remedar o aludir a lo que serían alas. Las
palmas de las manos, por lo general con
atributos tridáctiles, se aproximan, y hasta
unen una figura con la otra. A diferencia
de las manos, los pies acusan sólo dos
dedos. Naturalmente que este hecho no
obedece a una falta de pericia del artista, por lo que debe encerrar un propósito
enmarcado en valores simbólicos (Kauffmann Doig 1980b: 530, Fig. 5). La cantidad de dedos de las figuras que comentamos es distinta en cuanto a las figuras
humanas presentes en el Recinto 2.
No hay mayores diferencias entre uno y
otro personaje sobrenatural en el contexto de un mismo edificio, como tampoco
en los restantes recintos en los que fueron
retratados. Aquello se aplica también al
aspecto lineal que presentan, proveniente de la técnica con la que fueron elaborados, que se refleja del mismo modo en
la composición anatómica particular que
acusan.
Sin embargo presentan una variante notoria: el tocado que portan estas pachamamas es de dos tipos. En un caso lo
conforma una línea, determinada por una
hilera de piedras que se extienden dando
lugar a una figura trapezoidal, de la que
irradian líneas en abanico. El segundo
tipo de tocado lo originan dos rayas que
se proyectan en forma oblicua y de las
que se desprenden líneas paralelas.
En el primer caso se trata evidentemente
de un adorno plumario, radial, que cubre
la cabeza. El segundo tipo de tocado descubre estar compuesto por las alas de un
ave. Esto se comprueba al comparar el
motivo expuesto con las alas extendidas
de las aves representadas en el Edificio 2
(Kauffmann Doig, 1983: 532). En resumen,
a las representaciones antropomorfas les
fueron asociadas atributos ornitomorfos
en forma de adornos presentes sobre la
cabeza, que sin duda debieron encerrar
valores simbólicos de importancia.
El tocado de plumas y aquel conformado
por dos alas aluden simbólicamente sin
duda a elementos fecundantes de la tierra o Pachamama; esto es a las lluvias que
se precipitan partiendo de los espacios
celestiales. Adicionalmente debemos reparar que las pachamamas coronadas por
alas son en el fondo las mismas que portan imágenes femeninas presentes en el
Recinto 2 y sobre el que nos ocuparemos
oportunamente.
En lo que atañe al segundo tipo de tocado descrito, su forma está presente también en las figuras femeninas que exhibe
la pintura mural de San Antonio, que será
descrita en otro capítulo. Consideramos
que este tocado, en forma de alas, sobrevive en las monteras de uso femenino en
ciertas localidades de los departamento
de Puno y Cuzco, por más que haya perdido su simbolismo original.
º Motivos biomorfos constituidos por
aves esquemáticas
Las figuras biomorfas que representan aves trazadas sin otras asociaciones
iconográficas, solo fueron presentadas
en el Recinto 2 de Pajatén, así como
eventualmente también en el complejo
arqueológico del Cerro Central. Se trata
de aves diseñadas de frente con las alas
extendidas, elaboradas con la técnica
chachapoyas típica de hacer sobresalir
las piedras del muro que deben delinear
la imagen. La cabeza en estas aves es escultórica y encaja en el muro de modo tal
que aparece expuesto de perfil. Aunque
de trazos esquemáticos, estas figuras son
elocuentemente ornitomórficas.
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 0 3
Personaje femenino con
un tocado similar al que
porta un ave presente
entre las piedras con decoración parietal del Recinto-2 (Figura anterior).
La representación del ave
permite explicar que el
tocado estaba constituido por las alas de un ave
(Fotos: Pedro Rojas Ponce y Federico Kauffmann
Doig
respectivamente).
El dibujo de la izquierda (Recinto-2)
evidencia que el tocado de algunas de las pachamamas presentes en
el Recinto-1 es una inspiración de
las alas explayadas de un ave, como
puede observarse en el dibujo de
la derecha de la cabeza y tocado de
una de las pachamamas del Recinto-1.
En ciertas zonas del departamento de Puno las mujeres
aún usan monteras que recuerdan de cerca el tocado
propio de una figura que
presenta alas explayadas,
como las que portan las pachamamas del Gran Pajatén.
La señora con montera era
natural de San Juan de Chuquibambilla (Foto cortesía
de Maximilien Bruggmann).
Variantes de este tipo de monteras ornitomorfas son también usadas en otros lugares
del departamento de Puno,
como en Asillo (Kauffmann
Doig, 2009: 88; Kauffmann
Doig y Ligabue, 2003: 295).
Curiosamente el tipo de tocado presente en las pachamamas chachapoyas del Gran
Pajatén, alusivo a alas desplegadas, lo reencontramos
en la imagen de la Virgen de
Alta Gracia de Ayaviri, Puno.
1 0 4
-
Diversos
elementos
decorativo-simbólico
presentes en la pared
de algunos recintos
de Cerro Central, sitio ubicado frente a
Los Pinchudos y Gran
Pajatén. Fue descubierto en 1985 por
David Ayres (Dibujos
de Bárbara d´Achille).
Las figuras miden por
lo general 0,50 metros
de alto y 0,70 metros
de ancho y, como las del
Gran Pajatén, fueron
elaboradas en piedra
pizarra, aunque también se emplearon piedras de otra tonalidad.
Las figuras emblemáticas fueron obtenidas
con técnicas similares
a las empleadas en el
Gran Pajatén. Si bien
repiten los mismos
motivos, no están trabajadas con el esmero
que muestran aquellas.
La cabeza de las pachamamas de Cerro Central
fue trabajada escultóricamente, al igual que
las del Gran Pajatén.
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
L a
Las alas de las aves del Recinto 2 de Pajatén permiten descubrir lo ya expuesto:
que uno de los dos tipos de tocado que
portan las figuras de los edificios decorados que presentan las pachamamas —o
figuras femeninas en actitud de alumbrar— son en efecto alas. Lo que no es
posible determinar es a que ave corresponden.
Asumimos que el ave figurada es la representación de un halcón, ave que contrariamente al cóndor, de carroña, desempeñó un rol preponderante en el marco
de las creencias mágico-religiosas del antiguo Perú.
º Motivos geométricos
Esta categoría comprende diversos
arreglos simbólicos elaborados en base
a líneas geométricas, logradas con las
mismas piedras que forman parte de los
muros. Estos motivos debieron encerrar
valores emblemáticos y haber evolucionado partiendo de motivos figurativos
que al ir evolucionando fueron tornándose esquemáticos.
Los motivos más comunes acusan la forma de una V o la de una M en sucesión, en
alineamiento horizontal. Tal como ya señaláramos una y otra vez, este emblema
puede representar al mismo tiempo una
bandada de aves, como ser la evocación
de una figura serpentiforme alusiva al
curso de las quebradas y de los ríos, pero
también al rayo con su figura en zigzag.
Esto es, el emblema que comentamos parecería que reúne varios símbolos a la vez,
enmarcados todos de una u otra manera
en el culto al agua vivificante.
Las aves geometrizadas, a las que en
otra sección hemos hecho mención,
son el producto de la combinación de
los dos emblemas más difundidos de la
iconografía del Área Inca: la cresta de ola
(=agua) y el signo escalonado (=terrazas
de cultivo = suelos).
En cuanto a los rombos, motivo frecuente representado por los chachapoyas,
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 0 5
por lo general podrían aludir a los ojos
de algún felino. Consideramos que acaso tenga otra significación simbólica,
pudiendo derivar de la representación
del rayo graficado en forma de líneas
en forma de M en sucesión pero que se
entrecruzan, para de este modo conformar rombos. Adelantamos al respecto
que este símbolo no es privativo de los
chachapoyas, puesto que se repite a lo
largo y ancho del Área Inca. El motivo
que nos ocupa acaso podría representar
dos rayos amalgamados, que aprisionan
a la Pachamama o Diosa Tierra cuando
en el centro del rombo se localiza un
redondel. Pero igualmente en el interior
del rombo se incluye otro, como si se
repitiera el signo pero en forma unitaria.
Este no necesariamente debe aludir a
lo que considera el iris de un ojo, bien
podría simbolizar el agua en su forma de
una gota de lluvia, tal como aparece representada en infinitas versiones la iconografía andina.
Nótese en la
foto el emblema cresta de
ola integrada
al símbolo de
la tierra fértil en forma
de una figura
escalonada,
que al mismo
tiempo alude
a la figura de
un ave esquemática. Los
dibujos tratan
de comprobar
estos hechos
en base a la
figura inferior
de la izquierda,
tomada
de una cerámica escultórica moche.
1 0 6
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GRAN PAJATEN: ARTE Y SIMBOLISMO
Anselmo Lozano Calderón
El arte de Los Chachapoyas se caracterizó por ser austero y de síntesis geométrica. Tal es el caso
de la pintura decorativa parietal que se halla en los contextos funerarios del Gran Saposoa, Gran
Pajatén y otros sitios Chachapoyas. Responde a los cánones de sus rituales mágicos y sus códigos
simbólicos. Les basta la línea zig-zag y la greca en relieve para crear armonía absoluta y expresar
un movimiento que integra los enlucidos de color rojo, blanco y naranja, otorgando unidad y equilibrio
al conjunto y, a cada una de sus partes. Esta unidad indisoluble se hace más evidente en los mausoleos “Los Pinchudos” del Gran Pajatén. Los paramentos impregnados de colores cálidos desbordan
de vitalidad, de poder, de vigencia y de imperativa paz.
Es en la arquitectura donde encontramos los mayores logros de realización técnica y artística de Los
Chachapoyas. Supieron ocupar espacios empinados donde no había riesgo de derrumbes ni desplomes a pesar de las extremas condiciones ambientales de pluviosidad. Con igual maestría resolvieron la construcción de sus mausoleos en los más abruptos peñascos y parajes. Para los antiguos
Chachapoyas, como ocurre con los demás pueblos andinos, prevalecía el sentido colectivo sobre
la individualidad. No hay lugar para el individuo fuera del grupo, de la comunidad. Todos tienen el
conocimiento artístico y están en condiciones de materializarlo con la mayor maestría de la técnica
y del deber. Esta dimensión colectiva todavía persiste en las tradiciones vivas del arte socializado
en los Andes y la Amazonía. En el pasado ancestral, el alma del hombre andino y amazónico, sin
distinción, estuvo tejida y bruñida con las fibras de su arte, con los valores estéticos y simbólicos de
la cotidianeidad de su existencia y del ritmo de la naturaleza, que históricamente integran su fe en lo
terreno, lo mágico y lo divino.
Víctor Pimentel Gurmendi, jefe de las dos
primeras expediciones
arqueológicas al Gran
Pajatén, dibuja los
símbolos de piedras
decoradas del Recinto-2 del Gran Pajatén.
L a
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7. Sitios arqueológicos en los alre- Segundo Vásquez, realizó exploraciones nominado Cerro Central. Este se ubica a
dedores de Pajatén
y estudios en el área en que se ubican las 2 800 metros sobre el nivel del mar, en
La misión de la Universidad de ruinas de Pajatén (Lennon, 1992; Lennon la margen izquierda del Montecristo, río
Colorado (Boulder), asistida por los ar- et al., 1989). Así, en 1985 fue identificado que lo separa de las ruinas de Pajatén.
queólogos peruanos Miguel Cornejo y un nuevo sitio chachapoyas, que fue de- Está conformado por unos 200 recintos,
Ubicación de sitios arqueológicos
en los alrededores
del Gran Pajatén
(Lennon, Church
y Cornejo, 1989).
Los Paredones, restos arquitectónicos situados en el Parque Nacional Río Abiseo, sector de puna
o jalca. ¿Un lugar de control de la
ruta Pataz - Gran Pajatén? (Foto:
Federico Kauffmann Doig).
1 0 8
Planos de los sitios La
Playa y Las Papayas, cercanos al Gran Pajatén
(según Lennon, Church
y
Cornejo, 1989).
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Los Pinchudos,
grupo de mausoleos cercanos
al Gran Pajatén
(Parque Nacional Río Abiseo).
Las tallas antropomorfas en madera serán comentadas en la
Parte Cuarta - B
1 1 0
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Más allá del Gran Pajatén, Cerro Central, Los
Pinchudos y otros sitios arqueológicos situados en la cuenca del Abiseo, se esconden otras
ruinas tras el follaje de la enmarañada selva.
En 1997, Mario Callegari (entomólogo), Jean
de Coninck (ornitólogo, quien iba acompañado de su asistente Segundo Rivadeneira) y
Marcial Huamán, alcalde de la localidad de
Piás, partieron del Gran Pajatén y se internaron selva adentro siguiendo el curso del
río Montecristo. Esta aventura costó la vida
a Huamán, quien fue tragado por la corriente del río. Los otros fueron rescatados por la
Fuerza Aérea luego de perderse en la selva durante un mes. Padeciendo penurias que solo
imaginan quienes han recorrido la región, tropezaron con un gran complejo arquitectónico
que llamaron Ruinas de Huamán en memoria
del compañero que perdió la vida. Según nos
comunica el señor Jean de Coninck (comunicación personal de junio 2003), ellas están
situadas a unas siete jornadas del Gran Pajatén
y están conformadas por unos 150 recintos
circulares (Foto cortesía de Jean de Coninck).
Camino prehipánico que
conducía
al
Gran Pajatén,
partiendo del
camino principal que serpentea por las
alturas de Pataz y Condormarca (Foto:
Federico Kauffmann Doig).
algunos de ellos decorados con motivos
similares a los de Pajatén, pero que no
rivalizan con la magnificencia de su decoración parietal y la de los mausoleos
de Los Pinchudos.
Citemos también que en el pajonal de
puna, presente en los linderos occidentales del Parque Nacional Río Abiseo, los arqueólogos de la Universidad de Colorado
investigaron sitios ubicados en el entorno
de la cueva de Manachaque. Los testimonios hallados fueron fundamentalmente
utensilios de piedra correspondientes a
sociedades preagrícolas, distantes en lo
cronológico y lo cultural de quienes levantaron Pajatén, Cerro Central y Los Pinchudos.
El sitio de Los Pinchudos (Kauffmann
Doig, 1980a), se enmarca en la arquitectura funeraria y será descrito en la Parte
Cuarta-B, capítulo II. Por su parte las estatuas de madera de los disnatarios que
cuelgan de una de las cámaras funerarias
serán repasadas en la Parte V, págs. 266 268.
L a
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C h a c h a p o y a s - 1 1 1
IV. Otros testimonios
arquitectónicos relevantes
Seguidamente presentamos un listado de algunos sitios arquitectónicos
relevantes, principalmente aquellos que
fueron explorados por el autor. Otras
muestras de arquitectura chachapoyas
han sido comentadas en la sumilla introductoria de la Parte Tercera, así como en
el capítulo I de la misma.
1. Olán
Las ruinas de San Pedro de Olán o
simplemente Olán, conforman uno de
los sitios arquitectónicos más extensos
de la cultura Chachapoyas. Sus construcPlano y vista fotográfica de
uno de los recintos circulares
de Olán (Oscar Sakay, Expedición Chachapoyas 1986/Foto:
Federico Kauffmann Doig).
1 1 2
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ciones se explayan formando conjuntos
diversos, integrados por recintos circulares. Bien podría decirse que Olán permanece inédito. Los arqueólogos Reichlen
(1950) sólo lo mencionan en tres líneas.
El conglomerado de ruinas está cubierto
parcialmente por monte tropical. Esta circunstancia no impidió, sin embargo, que
realizáramos en 1984 un reconocimiento
de algunos de los grupos que lo integran,
y que levantáramos planos de algunos de
sus recintos.
Los diversos grupos que constituyen el
conglomerado arquitectónico de Olán se
ubican en la margen derecha del Utcubamba, entre 2 600 y 2 800 m de altitud.
No sólo se caracterizan por su notable
extensión, sino también por las proporciones colosales que acusan algunas de
sus construcciones, varias de estas en un
estado de conservación óptimo.
Sus estructuras ostentan planta circular y
fueron levantadas con piedras regulares,
asentadas sobre argamasa poco o nada
visible. Presentan ventanas y hornacinas,
unas veces cuadradas y otras en triángulo. Los edificios están separados por
estrechos pasajes, y se ubican en torno a
plazas amuralladas o rodeando plazole-
Congón, sitio
rebautizado por Gene
Savoy como
Gran Vilaya:
sector de Cacahuasha (qaqa
= peña, huasha
= casa). Foto:
Jorge H. Esquiroz / cortesía AFP HORIZONTE.
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tas. Especialmente notables son las simbólicas figuras romboidales que decoran
las paredes de algunas de las edificaciones de Olán, por su acabado y en ciertos
casos por su gran tamaño. Desde luego
también está presente el signo constituido por una V en cadena, en ocasiones
conformado una fila doble.
Un aspecto interesante es la presencia de
una especie de rampa que rodea la construcción circular y permitía acceder a la estructura superior conformada por el recinto propiamente dicho, ya que como vimos
la inferior suele ser compacta. El acceso
en rampa, que se desliza en torno a la estructura circular, es un detalle arquitectónico que se repite en otras construcciones
chachapoyas. Algunas de las estructuras se
apoyan sobre plataformas trabajadas en
laderas y hay casos en los que una construcción aparece adosada a otra.
Podría decirse que las ruinas de Olán incluyen también las construcciones del grupo
de Pircacunga y aun el de Sunipirca.
extensión es el constituido por los “tambores” de Congón, sitio que se ubica en
la provincia de Luya, cerca de la población de Vilaya (Kauffmann Doig, 2009:
99-100).
Como sucede con todos los legados arqueológicos de los chachapoyas, Congón
era conocido por los comarcanos desde
siempre. Los estudiosos de antaño no lo
mencionan debido a que el área de Ocallí, donde se encuentra, no recibió la atención de los exploradores por la distancia
que la separa de Chachapoyas y lo difícil
de su acceso. Sin embargo, en 1985 fue
explorado por Gene Savoy, quien cambió
el nombre de Congón con el que estas
ruinas eran tradicionalmente conocidas,
por el de Gran Vilaya y con esta estrategia
se arrogó su descubrimiento. En verdad,
aunque conocidas por los comarcanos
desde tiempo inmemorial, las ruinas de
Congón o Gran Vilaya permanecían inéditas, con excepción de unas primeras
referencias publicadas en 1973 por el autor (Kauffmann Doig, 1973: 470, nota 23),
quien las conocía desde su niñez debido
2. Congón (o “Gran Vilaya”)
a que sus padres radicaban en la localidad
Otro conglomerado de construc- de Vilaya, trasladándose posteriormente
ciones pétreas chachapoyas de enorme al poblado cercano de Cocochillo, hoy
Camporredondo.
Las ruinas de Congón se ubican en las alturas de la localidad de Vilaya, en un área
de bosque montano y en los alrededores
del riachuelo Jumete o Vilaya que tributa
por la margen derecha al Marañón. Una
parte de sus “tambores” se presenta a la
vera del camino, próximo a la Cuesta de
Congón que se ubica entre el poblado de
Vilaya y las cumbres del Shucahuala (Tshuka = gallinazo). En el tramo de la cuesta
de Congón se encuentra también el sitio
conocido como La Escalera, caracterizado
por una gradería tallada en la roca. Se trata a todas luces de un trecho de camino,
de data prehispánica, que por ser muy
L a
empinado fue provisto por una gradería
tallada en la roca.
Las características que acusan las construcciones de Congón son las mismas
que tipifican la arquitectura chachapoyas.
Estas se agrupan formando conjuntos
dispersos en un área de considerable extensión.
3. El área de Huabayacu
Aunque conocido por los lugareños,
y particularmente por Abel Vega Ocampo, las ruinas de Vira Vira, situadas en el
distrito de Uchucmarca, conforman un
vasto complejo arqueológico que permanecía inédito hasta que Keith se interesó en su estudio. Este autor quedó
sorprendido por su gran extensión y su
ubicación privilegiada en medio de un
paisaje dominado por la laguna de Hua-
yabamba (originalmente Huallyabamba=wai-iapaNpa).
Luego que accediera por primera vez
a Vira Vira, Muscutt retornó al lugar en
compañía de los peruanistas Douglas
Sharon y Vincent Lee, fogueados en la
exploración y en el mapeado de sitios
arqueológicos ocultados por la floresta.
Juntos publicaron una monografía con
abundante documentación fotográfica
y complementada con valiosos croquis
y planos (Muscutt, 1998; Muscutt et al.,
1993).
Seguidamente reproducimos extractos
de lo que Keith Muscutt modestamente señala como el “redescubrimiento” de
Vira Vira, olvidando sin duda que hay una
distancia considerable entre lo que es el
“descubrimiento material” del “descubrimiento científico”. A él y sus colegas tocó
haber realizado el segundo tipo.
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C h a c h a p o y a s - 1 1 3
Por su parte los arqueólogos Miguel Cornejo García y Alberto Bueno Mendoza
dan testimonio de otros sitios arqueológicos en el área de Huabayacu. Estos
permanecían sin haber sido estudiados,
tal como podremos apreciar por los comentarios de los autores citados y que
serán consignados luego del estudio de
Keith Muscutt acerca del imponente sitios
arqueológico Vira Vira, ilustrado profesionalmente por Vincent Lee.
º Vira Vira / KEITH MUSCUTT
Desde 1987 he documentado numerosos sitios y acumulado informes orales
sobre diversos lugares arqueológicos
situados en el área del desaguadero del
río Huayabamba; varios de estos logré explorar personalmente durante las varias
jornadas que realicé en aquellos parajes,
tal como el espectacular mausoleo Casa
El recinto mayor del conjunto arquitectónico de
Vira Vira (Foto
cortesía Keith Muscutt).
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F e d e r i c o
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de Oro ubicado en un farallón. La laguna
de Huayabamba se ubica en la cabecera
de uno de los tributarios del río del mismo nombre.
En 1990, guiado por Nilo Díaz que llegó a
ser el dueño del rancho pionero de Añazco, crucé la cordillera, aproximadamente
a 4 500 metros sobre el nivel del mar; caminé luego cuesta abajo pasando un pequeño conjunto de ruinas chachapoyas
(Pueblito de Nilo), hasta llegar a un precipicio que permitió una visión de 270º
comprendiendo la laguna Huayabamba
y su entorno.
No estaba preparado para contemplar
un panorama tan bello y rico arqueoló-
D o i g
gicamente. La laguna, a unos 1 000 metros más abajo, está flanqueada por dos
estribos de la Cordillera Central que la
abrazan por el norte y por el sur (Muscutt
et al., 1993: Fig. 8a). Al oeste colinda con
los farallones de piedra caliza, destacando
en este lugar un prominente petroglifo
rojo en forma de arco. Al este desagua a
lo largo de un valle lleno de andenes artificiales, cual serpiente que se dirige en
dirección a la selva montañosa.
Pero lo más sorprendente era la presencia de un gran complejo de ruinas ubicado sobre una estribación al sur de la
laguna (Muscutt et al., 1993: Fig. 8a). Mirando por mi largavista podía ver rasgos
de por lo menos 100 edificios circulares
concentrados a lo largo de una lomada
que se yergue hacia un pico de casi 4 000
metros de altitud. Un muro que incorporaba salientes rocosas naturales y salientes angulares, circundaba las ruinas.
Eran éstas características de la sierra del
sur y de la costa norte, pero que personalmente no había contemplado previamente en la arquitectura de los chachapoyas. En el sector alto podía distinguir
los edificios más elaborados del “distrito
de Rentas Altas”, que se apiñaban en riscos cual si fueran castillos de hadas en
un marco de fantasía propio de Disney
(Muscutt et al., 1993: Fig. 15). Más abajo
Plano del grupo arquitectónico de Vira Vira (Cortesía Vincent Lee).
L a
se aglutinaban construcciones menos
llamativas, que se extienden hasta más
allá del muro perimetral. Este muro parece terminar abruptamente, como si los
constructores se hubiesen cansado de
concluir con su plan original; o quizás
habrían reutilizado las piedras a fin de
construir casas, cuando las defensas dejaron de ser necesarias. En el perímetro
amurallado se percibe una hoyada, posiblemente destinada a la construcción
de los edificios, que había sido reservada como campo abierto, adoptando la
forma de un anfiteatro constituido por
terrazas. El sitio arqueológico sobresalía
por encima de la vegetación boscosa en
medio de un ambiente de jalca. Por lo
mismo, este conjunto arqueológico podía ser apreciado en su totalidad. Ésta era
una condición favorable, dado que en su
mayoría los sitios de los chachapoyas están cubiertos con densa vegetación, con
sus edificios circulares sirviendo de pasto
a gigantescos árboles.
El sitio de Vira Vira está comprendido en
tierras controladas por la familia Vega,
de Uchucmarca, localidad situada en el
lado occidental de la Cordillera Central.
La familia Vega pastaba su ganado en el
área por generaciones. Uno de los Vega,
Abel Vega Ocampo, en su condición de
arqueólogo exploró un impresionante
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 1 5
sitio cercano a Uchucmarca, conocido
como Pirca Pirca: el Gran Chivane de Savoy (Vega, 1977, 1978).
Abel Vega, el mejor conocedor de la arqueología de la región, me proporcionó
generosamente abundante información
y estuvo inmediatamente dispuesto a
acompañarme a Vira Vira.
Este conjunto arqueológico era ciertamente más grande de lo que Abel y yo
habíamos pensado. Consiste en más de
200 edificios circulares de piedra que se
extienden a lo largo de 600 o 700 metros
sobre una lomada situada entre 3 500 y 4
000 metros de altitud. Se trata de la concentración de edificios más grande que
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existe al lado este de la Cordillera Central.
Ocupa una ubicación natural y soberbia,
que al parecer se relaciona con un patrón
cosmológicamente orientado, común a
sitios andinos prehispánicos.
Entre los numerosos edificios de Vira Vira,
uno de escala y concepción singularmente ambiciosa es el Edificio Principal.
Aunque en conjunto esta estructura está
firmemente enganchada dentro de los
cánones de la arquitectura de los chachapoyas, destaca una banda de pequeños nichos exteriores ubicados entre dos
cornisas salientes. Este edificio ofrece
también otras características, incluyendo
D o i g
la deliberada alternancia decorativa de
albañilería roja y blanca, al igual que el
edificio principal de Pirca Pirca (o Chivane), y en grado menor las ruinas frente
a Urbano, cerca de Las Quinuas, ambas
ubicadas en la ladera occidental de la
Cordillera Central en lo alto de Uchucmarca. Cerca de la base del Edificio
Principal encontramos una cabeza clava
suelta y erosionada, que aparentemente
representa la cara de un mono apoyada
con sus codos. Dado que casi ningún
edificio de Vira Vira, incluyendo el Edificio
Principal, tiene restos de entradas —que
frecuentemente se encuentran en el se-
gundo nivel de los edificios chachapoyas
de otros sitios—, es posible que una demolición sistemática y deliberada pudo
ocurrir, adicionalmente a acciones causadas por erosión natural.
Después de retornar a los Estados Unidos y luego de mi primer contacto con
las ruinas de Vira Vira, volví en 1993. El
equipo de expedición estuvo integrado
por mí mismo, Jennifer Peck —quien me
había acompañado en 1991—, Doug
Sharon, Vincent y Nancy Lee, Abel Vega
Ocampo, Pelayo Jáuregui Zamora y
nuestros arrieros (Muscutt, 1998; Muscutt et al., 1993).
El sitio de Vira Vira visto desde el oeste y elevación del recinto conspicuo de este grupo. Abajo, esquema de cómo
debieron lucir los recintos techados, así como el perfil X-X de Vira Vira visto desde el oeste (Cortesía de Vincent Lee).
L a
º Cerro Las Cruces / MIGUEL A. CORNEJO GARCÍA Y ALBERTO BUENO
MENDOZA
Cerro Las Cruces es un extenso sitio
arqueológico que comprende un grupo
variado de construcciones entre mausoleos y edificios de planta circular de tipo
residencial y administrativo. Está ubicado
en la selva alta del departamento de San
Martín, a 2.720 metros de altura, rodeado
por cumbres y laderas de una de las cordilleras en la margen derecha del rio Huabayacu, entre los ríos Yonán y Huallabamba. Corresponde al distrito de Saposoa, en
la provincia de Huallaga.
El sitio arqueológico está cercado por
una gran muralla de 12 metros de alto
y tiene 4 entradas. También posee torreones defensivos. Han sido construidos
empleando rocas de diferentes tamaños, algunas con esquinas angulosas y
otras redondeadas; y en algunos casos
sobre embaldosados de piedra. Se elevan hasta los dos metros de altura. Los
edificios tienen un alero o cornisamento
medio a mitad del edificio que muestra
intersticios cubiertos con lajas planas
y da como resultado una mampostería
irregular. En un espacio central a manera
de plaza podemos ver un edificio de esquinas angulares decorado con cruces y
con alero exterior sobresaliente, frente a
un edificio circular decorado con cruces
en bajo relieve.
El sitio arqueológico Cerro las Cruces, por
ubicarse en un escenario de selva alta y
dentro de una altitud de 2.720 metros,
tiene como contexto el clima y el paisaje
típicos del bosque nuboso alto. Las antiguas poblaciones Chachapoyas desarrollaron para su sustento una agricultura de
terrazas y andenes en las laderas que las
actuales comunidades andinas —herederas directas de esta tecnología— han
mantenido vigente.
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Sitios arqueológicos en la cuenca del Huabayacu (Cortesía de Alberto Bueno Mendoza).
Cerro Las Cruces es un sitio arqueológico de la
cuenca del Huabayacu; está conformado por 400
estructuras. Sobre el signo cruz cuadrada presente en la decoración de cultura Chachapoyas, véase págs. 64-65.(Fotos cortesía Anselmo Lozano)
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4. Una ojeada a otros sitios arqueológicos chachapoyas
Plano de planta y
de elevación del
conjunto arqueológico de Solmal
(Oscar
Sacay.
Expedición Chachapoyas 1986).
Abajo: Muro interior de uno de
los recintos cilíndricos de Solmal;
adviértase
las
grandes y profundas hornacinas
(Foto: Federico
Kauffmann Doig).
Otros testimonios arquitectónicos de
filiación chachapoyas son Yalap o Yálape,
Macro, Cuémal, Tuich (Ruiz, 1977), Olave, Tingorbamba —que Savoy rebautizó
como “Ciudad de los Muertos” cuando
este nombre ya había sido asignado a
Purunllacta—, Pueblo Viejo, La Congona
(Gates, 1969; Ruiz, 1985), La Joya, Olán
(Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 172174), Cabildopata en las alturas del poblado de Atuén (Kauffmann Doig y Ligabue,
2003), así como el complejo de recintos
presente en ambas laderas que divide la
quebrada de Chipurik.
Otros testimonios arquitectónicos chachapoyas se ubican en los alrededores
de Bambamarca, en Pueblo Viejo de Condormarca, en Pueblo Viejo de Cerro Chillin
(Hoekema, 1990), Dios Padre (Davis, 1985),
etc. Napoleón Gil (1938), por su parte,
ofrece información acerca de las ruinas
de Kacta cercanas a Olto, en Luya, conformadas por recintos circulares que se
ubican en fila ocupando una pendiente;
también Ruiz Barcellos y Fabre (2004) dan
cuenta de una prospección arqueológica
que cumplieron en la zona del río Olia. A
esta gran cantidad de sitios estudiados
y en otros casos simplemente mencionados por los autores, debe agregarse el
asentamiento de Chaquil explorado en
2004 por los arqueólogos Oliver Fabre,
Manuel Malaver Pizarro (Fabre et al., 2008).
Éste consiste en doscientos cincuenta
edificios de planta circular o semicircular
—el tipo de arquitectura más usual de la
cultura chachapoyas—, los mismos que
están situados en la zona de Soloco, sobre
la margen derecha del río Utcubamba y
cerca del gran conjunto arqueológico de
Purunllacta (Cheto).
El sitio monumental de Chivane o Pirca
Pirca (Vega Ocampo, 1982), en Uchuc-
L a
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Cortesía Emilio Hipólito Mendoza / Fotos: Pio Villanueva.
En el entorno de Chilia, localidad al sur de Pataz, se presentan majestuosos testimonios arquitectónicos tal como Nunamarca, así como también numerosas piedras esculpidas con figuras simbólicas en plano relieve (Véase pág. 260). La información la obtuvimos del Dr. Emilio Morillo Miranda a quien expresamos nuestra gratitud. (Fotos:
José Chávez Escalante).El monumento de la foto inferior, constituido por plataformas circulares concéntricas, recuerda a otras construcciones del Perú antiguo, como
por ejemplo Sóndor (Andahuaylas) y Chankillo (costa de Ancash). El autor interpreta estas edificaciones como alusivas a la forma y anillos de los caracola marinos Strombus
galeatus, de altísimo valor en el marco de la estructura religiosa de los antiguos peruanos (véase pág. 83); como se desprende de la información de los cronistas evocaban
el agua vivificante de las sementeras. Los mitos señalan que eran triturados y así ofrecidos a la divinidad (Kauffmann Doig, 2002, vol. 5: 752; 2015a; 2015b: 69-70).
marca, se ubica en territorio chachapoyas, montarse más bien a tiempos anteriores a ciones cordilleranas levantadas con enorpero su tradición arquitectónica es distin- la plenitud del desarrollo cultural chacha- mes planchas de piedra ajustadas por
ta. A primera vista, Chivane parecería re- poyas; curiosamente recuerda a construc- otras pequeñas del tipo cuña o pachilla.
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DIVERSOS TESTIMONIOS ARQUITECTÓNICOS (VÉASE
KAUFFMANN DOIG Y LIGABUE, 2003: 187-193)
Cabildopata en las nacientes del Utcubamba, cerca del poblado de Atuen. En el área se ubica también Torrepucro (Foto: Federico Kauffmann Doig).
Chivane o Pirca Pirca, monumento sobre el que informó primeramente Abel Vega
Ocampo 1977-1982 (Foto: Federico Kauffmann Doig).
Chivane o Pirca Pirca (Foto: Federico
Kauffmann Doig).
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Ollape (Foto: Federico Kauffmann Doig).
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La Joya (Foto: Federico Kauffmann Doig).
Cataneo (Foto cortesía de Martín Chumbe)
La Casa Redonda ubicada en el perímetro urbano de La Jalca. Véase
pág. 95. (Foto: Federico Kauffmann Doig).
Conjunto arqueológico próximo a La Jalca (Foto: Federico Kauffmann Doig).
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SAN ANTONIO (Lamud)
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Planos del conjunto arqueológico de San Antonio, cerca
de Lamud (Expedición Chachapoyas 1986 / Oscar Sacay).
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Macro, conjunto arqueológico en lo alto de la
margen derecha del valle de Utcubamba (Foto:
Jorge H. Esquiroz / Cortesía AFP INTEGRA).
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Purunllacta Cheto (Foto:
Federico
Kauffmann
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Purun Llacta y Yálape, dos miradas para Kuélap
JORGE LUIS RUIZ BARCELLOS
Purun Llacta -que el explorador Gene Savoy quiso rebautizar como “Monte Peruvia” en 1969- se ubica 35
km al este de Kuélap, a 2.787 metros de altura. Se alcanza el sitio partiendo de la localidad de Cheto. Por
su parte Yálape se encuentra a 19 km al noreste de Kuélap, a 2.838 metros de altura. Los vestigios que
hemos encontrado entre sus espacios residenciales nos sugieren que más allá de su conexión con Kuélap,
tuvieron un establecimiento propio y distinto.
En Purun Llacta hemos encontrado en los intersticios del pegado y asiento de los muros de las viejas construcciones ancestrales una serie de fragmentos de finas vasijas. Nuestra ingenuidad de creer que la cerámica
Chachapoyas solo comprendía esos oscuros alfares de pasta tosca, en algunos casos con aplicaciones de
caritas de animales y amorfas figuras, cambió frente a nuestros ojos. Fragmentos de piezas similares, coloreadas y pulidas, encontramos cerca de sitios arqueológicos como Tella, Macro o El Limón, sobre el río Utcubamba, frente a Kuélap. En cambio, en Yálape, encontramos piezas y vasijas completas de uso doméstico de
clara identidad Inca e incluso española. ¿Dónde está allí la tradición Chachapoyas? No es posible asegurarlo
Purun Llacta, en relación a Kuélap, muestra gran variedad de recintos y otro tipo de distribución arquitectónica, basada en ejes horizontales. Para el caso de Yálape, solo en el sector alto son evidentes los aleros de
doble o triple cornisa de calizas finamente cortadas similares a las del sector “El Castillo” de Kuélap. Ambos
asentamientos, siendo coetáneos de Kuélap, transmiten una mirada distinta. Acaso será mejor considerar la
cultura Chachapoyas como una diversidad de grupos que la arqueología aún no ha reconocido.
1 2 6
Cochabamba. Vista de
un sector de
las ruinas del
centro de administración y
culto levantado
por los incas en
territorio chachapoyas luego
de su anexión
al
Incario.
Adviértase el
acabado de las
piedras (Foto:
Federico Kauffmann Doig).
Iglesia
del
poblado de
Cochabamba,
levantada con
piedras labradas extraídas
de las ruinas
de la vecindad
(Véase
Kauffmann
Doig y Ligabue,
2003:
201/ Foto:
Federico Kauffmann Doig).
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Iglesia de La
Jalca
cuya
construcción
conservó extensos sectores
levantados en
tiempos chachapoyas. Nótese como un
pequeño arco
de medio punto, de tiempos
coloniales, va
emplazado
en la parte
superior del
muro (Foto:
Federico Kauffmann Doig).
Expresiones arquitectónicas que muestran la técnica comentada están presente en la margen izquierda del Marañón,
tal como en el Callejón de Conchucos,
particularmente Yayno (Kauffmann Doig
y Ligabue, 2003: 122-123, 482). Alberto
Bueno (2008: 395), al sostener su hipótesis acerca del origen de la cultura Chachapoyas por influencias cordilleranas en
tribus amazónicas de prosapia jíbara que
ya se habían establecido en ese territorio,
agrega el monumento de Pashash y otros
del lado izquierdo del Marañón como
posibles mentores de la gestación de la
arquitectura chachapoyas.
Las ruinas de Cochabamba —exploradas
detenidamente por Inge Schjellerup (1984,
1997)— debieron fungir como el centro
de administración y de culto acaso más
importante levantado en territorio de los
chachapoyas, luego de haber sido éstos
incorporados al Incario. Su construcción se
ajusta a modelos propios de la arquitectura cuzqueña, por lo que se distinguen de la
arquitectura local.
No pretendemos ofrecer un recuento
general de los sitios con arquitectura chachapoyas conocidos. Para ello pueden
consultarse los catastros de Henry y Paule
Reichlen (1950), Víctor M. Zubiate Zabarburu (1984) y Morgan Davis (1985, 1988).
Como ejemplos de arquitectura funeraria se identifican dos categorías muy
bien definidas. La primera correspon-
de al patrón mausoleo y Revash es un
ejemplo portentoso, así como los mausoleos que se ubican en la Laguna de las
Momias (Kauffmann Doig, 1997, 2001b,
2001c), El Dorado situado en el valle de
Los Chilchos (Martell Castillo, 2001; Quirós Amayo, 2002), y otros situados en
la cuenca de Huabayacu / Huayabamba que son explorados detenidamente
por Keith Muscutt (1998; Muscutt, Lee
y Sharon, 1993). La segunda corresponde a un tipo de sepultura en sarcófagos,
que venimos llamando purunmachus,
recogiendo una voz que en realidad es
aplicada a todo resto de los “peruanos”,
cultural como antropológico, de data anterior a la irrupción europea.
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PARTE CUARTA - A
PAT R O N E S F U N E R A R I O S
C H A C H A P O YA S :
EL PURUNMACHU
La creencia universal en una vida en ultratumba, tal vez ya aflorada en edades paleolíticas, alcanzó ribetes excepcionales entre
los antiguos peruanos a juzgar por el nutrido ritual que tributaban a sus difuntos, el esmero que desplegaban en cuanto a la
preservación del cadáver, al que momificaban, y el cuidado que ponían en la construcción de las moradas que destinaban al
descanso eterno de sus muertos.
Los patrones funerarios chachapoyas conspicuos fueron dos. Él de las cámaras sepulcrales o mausoleos, por lo general construidos
formando hileras de los mismos; y el purunmachu sarcófago que era expuesto verticalmente y por lo general también formando
grupos. En ambos casos estas formas de sepulcro eran guarecidas en grutas excavadas ex profeso en lo alto de los barrancos. En
la mayor parte de los casos a éstas debió accederse originalmente por estrechos senderos labrados en la peña, que se deslizaban
en sentido horizontal como debió ser en el caso de los sarcófagos de Karajía. Acaso si estos senderos terminaban por ser destruidos
una vez que cumplían su misión. A las dos formas de sepulcro aludidas, si bien menor escala, deben sumarse cuevas.
Al parecer eran personas de la élite las que eran sepultadas en los patrones funerarios mencionados, si bien en algunos casos se
debió recurrir a emplazar el fardo funerario también en grutas. De haber estas sido sepulturas de la élite como también para el
común de la gente, dispondríamos de cientos de millares de fardos funerarios sepultados en un número incontable de mausoleos
y sarcófagos. Aquello se deduce por la acaso más de una docena de generaciones de gente que debió poblar el territorio los
chachapoyas a lo largo de unos cinco siglos en que éstos desarrollaron su cultura. En este contexto es de recordar que, si bien
generalizando, el cronista Fray Martín de Murúa señala que los “entierros de la gente común se hacían por la mayor parte en el
campo….” (Murúa ca. 1600. Libro segundo…, cap. XXV)*.
Sobre los temas aquí expuestos volveremos al ocuparnos en particular acerca de las dos formar conspicuas de sepultar: el sarcófago
o purunmachu (PARTE CUARTA - A) y la cámara sepulcral o mausoleo (PARTE CUARTA - B).
* Aquello no es aplicable a las poblaciones de los Andes costeños, para quienes el terreno arenoso era propicio para la conservación de sus momias, por
lo que no levantaron cámaras sepulcrales o mausoleos.
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L a
El grupo de sarcófagos de Karajía. Nótese la
presencia de restos de otros grupos, destruidos al haber colapsado el techo de la gruta que los protegía (Foto: Giancarlo Ligabue).
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I. Introducción
1. Ultratumba entre los antiguos y César Gálvez Mora (2010) en base a los la momificación, se debe a la creencia ya
peruanos
testimonios mochicas descubiertos en la expuesta de que la vida en ultratumba
Entre los antiguos peruanos la vida
imaginada que se sobrevenía después de
la muerte, era imaginada de modo distinto a la concepción que al respecto tienen
otros pueblos en el mundo. A diferencia —
por ejemplo— de lo que nos asegura la religión cristiana, a los peruanos ancestrales
no les esperaba ni cielo ni infierno.
Por otra parte, si bien se estimaba que
al difunto le sobrevendría una segunda
existencia, ésta era concebida también de
modo particular: como una continuación
de la vivida en este mundo. Se estimaba,
por lo mismo, que en su nueva vida el
difunto seguiría desarrollando la misma
actividad ocupacional que había ejercido
en este mundo, como también que proseguiría conservando su status socioeconómico. Hasta los jolgorios se imaginaba
que no cesarían, como tampoco ciertas
prácticas concernientes a la sexualidad
y de las que hay abundante iconografía
particularmente expuesta en la cerámica moche (Kauffmann Doig, 1979, 1998,
2015a, 2015b). Un denso estudio sobre
el tema “memoria y muerte” en el antiguo
Perú se debe a Peter Kaulicke (2001), así
como también a Régulo Franco Jordán
Huaca Cao Viejo / Complejo El Brujo.
2. La momia y el bulto funerario
Tan solo había una condición para
que aquella vida en ultratumba imaginada continuara después de la muerte: que
el cadáver no se corrompiese o desapareciese por efecto de alguna causa, tal
como la putrefacción, el fuego u otros
agentes destructores. Es precisamente
aquella presunción ultraterrenal la que
debió conducir a la preocupación por
preservar el cadáver mediante la momificación. Como veremos, luego de momificado el cadáver, éste era envuelto en numerosos tejidos formando así un paquete
al que por lo general se alude como bulto
funerario.
º Momificación: glosas introductorias
La momificación fue una práctica generalizada en el Perú antiguo desde tiempos inmemoriales, como es el caso por
ejemplo de las casi tres veces milenarias
momias de Paracas (Tello 1949).
El importantísimo rol que se le confería
que en el antiguo Perú se le confería a
cesaba al producirse la desaparición del
cadáver por algún efecto destructor. Es
de este modo que muerto el individuo
se procedía a momificar su cuerpo, para
lo cual eran puestas en práctica tecnologías complejas. Éstas de acuerdo ya fuera
a factores propicios para la conservación
de la momia como los que se presentan
en la región costeña, o contrariamente
no propicios como los que reinan en los
espacios de los Andes Amazónicos que
ocupaban los chachapoyas, por cuanto se caracterizan por su alto índice de
humedad ambiental, así como de sus
suelos.
Por su origen andino la momificación observó también entre los chachapoyas un
rol importantísimo, no únicamente por
el deseo de preservar los restos mortales
de un personaje o de un pariente, para
tenerlo de algún modo presente, sino
principalmente atendiendo a la ya mencionada creencia generalizada en el Área
Inca de que con la desaparición del cadáver cesaba aquella vida imaginaba que
sobrevendría después de la muerte.
Los chachapoyas se vieron obligados a
poner en práctica sofisticadas técnicas de
Escena festiva
de la vida que
se presumía se
prolongaba en
ultratumba. Al
parecer tiene
lugar en la
oscuridad de
la noche (estrellas). En el
presente caso,
las carcanchas
van vestidas y
danzan al compás de antaras.
No faltan los
cántaros que
aluden a la
bebida
que
se consumía
durante el jolgorio, probablemente chicha (pintura
sobre un cántaro moche).
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momificación, debido a que moraban en
un medio donde reina neblina y por consiguiente con un alto grado de humedad
ambiental. Por lo mismo asombra que hayan sido identificadas momias de personajes, como por ejemplo los sepultados
en los mausoleos de la Laguna de las Momias (o de los Cóndores), que en algunos
casos y por increíble que parezca observan momificados los globos de los ojos y
hasta los genitales masculinos como nos
fue dable observar durante la primera expedición arqueológica que conducimos a
la referida laguna (Kauffmann Doig 1997,
Cráneo trepanado (Foto
Heinz Plenge
/ Cortesía de
Concesionaria
IIRSA Norte).
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Momia procedente de la Laguna de las Momias, Leymebamba, cubierta solo con un unco, por lo que se puede apreciar el alto grado
tecnológico logrado en el proceso de embalsamiento, en un ambiente con muy alto índice de humedad (Foto Cortesía de Lorry Salcedo: “Hombre Avergonzado”/Exposición fotográfica, Lima 2006).
1999c, 2001c) . Como se sabe, al momificar el cadáver se procedía a la evacuación
de los intestinos por el conducto anal así
como a la remoción de las vísceras (Guillén 2002; Lombardi 2014; Nystrom 2005;
Verano 2001; Vreeland 1998). 9
Es un hecho que los esfuerzos que realizaron los chachapoyas para preservar los
cuerpos de los difuntos momificándolos,
no se comparan con los que desarrollaron
los costeños. Aquello se debe a que, salvo en sectores del extremo norte de la región de los Andes Costeños las lluvias son
inexistentes o exiguas, de manera tal que
la humedad no penetra el suelo más de
uno o dos centímetros. Por lo mismo la
humedad en la costa
no llega a afectar los
bultos funerarios que
contienen a la momia. Esto explica el
por qué las culturas
de los Andes Costeños no construyeran mausoleos, más
que eventualmente
como es el caso de
las llamadas “ciudadelas” de Chanchán
que, una vez muerto
el dignatario, eran transformadas en santuarios, que debían perpetuar su memoria, debiendo su sucesor mandar levantar su propio “palacio” (Kauffmann Doig,
2005a); algo que se advierte también en
el Incario, como lo demuestra la presencia
de las moradas en el Cuzco asignadas a
los diversos soberanos incas (Kauffmann
Doig, 1990a: 234).
En el caso de los chachapoyas y en general
de los moradores de los Andes Codillearnos, una preocupación adicional a la momificación fue la relativa al emplazamiento
que debía darse al cuerpo de la momia -ya
arropada formando así un bulto funerario-,
para evitar se corrompiese por efecto de
las lluvias. Aquello debió ser el móvil que
condujo a que se construyeran sepulcros
que permitieran guarecer el bulto funerario. Entre los chachapoyas estos fueron
levantados en grutas, poco profundas y
por lo general excavadas ex profeso en un
barranco o simplemente ampliando oquedades naturales presentes en la peña. Precisamente en lugares donde la roca asoma
a la superficie y donde por lo mismo no
prospera vegetación, que al retener humedad es destructora del material orgánico.
Tal como lo subrayan Elmer Torrejón
(2007) y James M. Crandall (2012), es debido al hecho que los descendientes de los
finados tenían a la vista los sarcófagos o
9 Aunque los temas de antropología física relacionados con la trepanación craneana y con casos de paleopatología evidenciada en restos óseos, no
están relacionados directamente con las prácticas de momificación que aquí nos ocupa, recordemos que existe una copiosa bibliografía sobre el
particular. Luego de los pioneros estudios de Pedro Weiss (1949) y de la valiosa contribución de Arthur C. Aufderheide (1985) sobre la trepanación
referida al Perú antiguo en general, débese mencionar sobre todo a John W. Verano por sus detenidas investigaciones al respecto (Verano 2001, 2003,
2016).En colaboración con otros expertos también ha ahondado en lo que concierne a la trepanación entre los chachapoyas en particular, entre otros
analizando parte de la colección osteológica de los arqueólogos Reichlen (Verano et al. 2016: 162-174).
También a otros profesionales se les debe contribuciones en materia del análisis de cráneos trepanados identificados en territorio chachapoyas; tanto
los que presentan contusiones originadas en contiendas bélicas, como los que observan lesiones acaso derivadas de sanciones o tal vez de sacrificios
humanos. A estos estudiosos se suman los que vienen investigando aspectos paleopatológicos evidenciados en restos óseos: Epstein y Toyne 2016;
Crandall 2012.; Nystrom 2007; Toyne 2015a 2015b; Toyne y Narváez 2014; Ruiz Estrada 2013c.
Con todo, es de recordar que el interés por el estudio de restos humanos chachapoyas no es de data reciente, retrocede al siglo XIX. Entre los pioneros
figuran Eduardo de Rivero y Juan Diego de Tschudi (1951) así como Vidal Senèze y Juan Noetzli (1877). Los últimos estudiosos citados se sirvieron de
material procedente de Piedra Grande, margen izquierda de Utcubamba. Por su parte Rudolf Ludwig Karl Virchow (1885) se interesó particularmente
en el análisis de restos óseos patológicamente alterados, incluyendo muestras recogidas en el valle de Utcubamba; su obra ha sido recientemente
reeditada con una sustanciosa introducción del Dr. Alfredo Alberdi Vallejo (2016), editor del libro.
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D o i g
Grupo
seres momificados
y dos bultos fuMomiasdeextraídas
de los mausonerarios.
Provienen
de ladeLaguna
leos o cámaras
funerarias
la La- de las Momias, Leymebamba (Foto Heinz Plenge/
guna de las Momias y trasladadas
Cortesía de Concesionaria IIRSA Norte).
a Leymebamba (Cortesía: IIRSA
Norte/Foto Heinz Plenge).
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purunmachus y los mausoleos de sus ancestros que
debió aflorar en estos un vínculo que los identificaba
permanentemente. Consideramos que aquel nexo
debió aflorar como consecuencia de la necesidad
que tuvieron los chachapoyas de proteger de la descomposición los cuerpos momificados de sus difuntos, librándolos de la humedad de las lluvias y que los
obligó a colocarlos en sepulcros que construían en
cuevas excavadas en lo alto de los acantilados.
º El bulto funerario
Luego que al cadáver se le daba posición de
sentado, frecuentemente con las manos sosteniendo la cabeza y después de someterlo al proceso de
momificación, éste era arropado y luego envuelto en
abundantes tejidos hasta formar un bulto al que por
lo general se le conoce como fardo funerario. Es de
esta manera que se les emplazaba en un mausoleo,
en los que se reunían varios bultos funerarios; o en
su defecto en un sarcófago que cobijaba tan solo a
un difunto.
Al bulto funerario se le acompañaba con cántaros y platos colmados de bebida y alimentos, en
atención a la presunción de que el difunto habría
menester de ellos en su trayecto a las moradas de
ultratumba donde proseguía viviendo En el Incario
y particularmente en tiempos de la cultura Moche,
a la momia y/o al bulto funerario de un personaje
de especial importancia se les adjuntaba las joyas
que el dignatario había lucido en vida durante los
rituales. Un ejemplo de esto es la tumba del Señor
de Sipán, colmada de objetos ceremoniales de plata y de oro, y descubierta por Walter Alva (Alva y
Donnan, 1993).
Seguidamente reproducimos una nota sobre la momificación en territorio chachapoyas, debida ésta al
distinguido médico Guido Lombardi, la misma que
sintetiza una publicación anterior (Lombardi, 2014).
º Momificación en territorio chachapoyas /
GUIDO LOMBARDI
La mayoría de los Chachapoyas eran enterrados
en el suelo de sus casas o en la base de algunos acantilados. Pasado un tiempo reunían a sus muertos en
osarios considerados sagrados mediante “atados” de
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algunos huesos largos envueltos en telas
junto con el cráneo. Solo los personajes
de élite y sus familiares eran enterrados
en estructuras funerarias especiales, ubicadas en abrigos rocosos escarpados o
cuevas remotas.
En el caso de las momias de la Laguna
de los Cóndores, se debe enfatizar que
éstas son de manufactura Inca, aunque
con influencias locales Chacha. Los Incas
introdujeron su técnica de momificación
luego que conquistaron a los Chachapoyas hasta 1470. Impusieron su dominio
físico y también simbólico al desalojar y
ocupar los sagrados mausoleos del pueblo sometido.
Las momias Chachapoyas-Inca tienen
como principal característica haber sido
evisceradas a través del orificio anal. Sin
lugar a dudas, éste procedimiento fue
muy complejo, realizado por verdaderos
especialistas y en lugares ajenos a los remotos mausoleos de la laguna.
Momia de un
párvulo (Foto:
Heinz Plenge/
cortesía
de
Concesionaria
IIRSA Norte).
Derecha: Niño
en su fardo
funerario; los
pespuntes reproducen las
líneas básicas
de un rostro humano.
D o i g
El proceso de fabricación de la momia
combinó la deshidratación en un lugar
frío, seco y ventilado, junto con la limpieza
de la cavidad abdominal (tórax y cráneo no
fueron intervenidos), el amarrado del cadáver (incluyendo los dedos de las manos),
la unción de sustancias orgánicas para el
curtido de la piel (embalsamamiento), la
introducción de algodón en nariz y boca
con la intención de preservar su forma y,
finalmente, la aplicación de un tapón de
la tela en el orificio anal. Además es muy
probable que estos tapones fueran cambiados, al igual que los textiles durante las
regulares “visitas” a las que los difuntos eran
sujetos por parte de sus deudos.
palmente en dos tipos de tumbas, unas
más portentosas que las otras. La población en general era acaso enterrada en
sus viviendas, al parecer presente en otros
territorios del Área Inca; o tal vez en fosas
excavadas en cementerios comunes.
A estas dos formas principales de sepultar
a los personajes de la élite, débese agregar
los enterramientos en cuevas o cavernas,
patrón funerario en el que es especialista
Olivier Fabre (Fabre, 2008, 2009; Fabre et al.,
2008; Ruiz Barcellos y Fabre, 2004).
El sepultar a difuntos ilustres significaba momificarlos y envolverlos en tejidos
para formar así un fardo funerario. Los
mausoleos eran sepulcros múltiples, no
así el otro patrón funerario, el sarcófago,
en el que era emplazado tan sólo un fardo
3. Formas de sepulcro chachapo- funerario.
yas
Como veremos con mayores detalles º ¿Eran todos los difuntos cobijados
más adelante, los personajes de alto ranen mausoleos y en sarcófagos?
go chachapoyas eran sepultados princiEn el contexto del estudio de las formas de enterramiento de los chachapoyas, debemos preguntarnos sobre el lugar de descanso eterno que se daba a los
difuntos pertenecientes al pueblo. Es posible que éste fuera el suelo mismo de sus
precarias viviendas, o acaso lugares escogidos para aquel fin. Y es que el número
de difuntos sepultados en sarcófagos en
mausoleos —y aún sumando aquellos
de los que no queda rastro por haberse
desintegrado el cadáver con el tiempo, o
por haber sido destruidos o quemados ex
profeso por obra de extirpadores de idolatrías en los siglos XVI y XVII o devastados
debido a la huaquería— está muy lejos
de alcanzar la suma total de fallecidos a
lo largo de los 500 años de la existencia
de la cultura chachapoyas; unas quince
generaciones aproximadamente. Ciertamente no conocemos la cifra poblacional
de por entonces, pero principalmente
el cuantioso legado arquitectónico y la
L a
sula alargada a la que va agregada una cabeza. Como veremos, el tamaño así como
también el mayor o menor grado de cuidado puesto en su confección, obedece
tal vez al status social del personaje.
Los purunmachus chachapoyas fueron
elaborados fundamentalmente en base
a tierra arcillosa, carrizo, palos y piedras.
También utilizaron la paja ichu (Calamagrosti spp.), la que era empleada particularmente para modelar la cabeza de los
sarcófagos más elaborados.
En conjunto, el sector inferior que se
proyecta por debajo de la cabeza de los
purunmachus recuerda de algún modo
un cuerpo humano, si bien desprovistos
de brazos y piernas. Los sarcófagos de
especial jerarquía exhiben motivos pintados en rojo sobre una base blanquecina,
en el sector que correspondería a lo que
es el cuerpo de la especie de estatua que
presenta el sarcófago. Los referidos motivos pintados acaso aludan a una especie
de manto plumario. También las caras exhiben pintura facial, y por su parte el gorro va en todo su contorno coloreado con
pintura rojo oscura.
Lo que conduce a calificarlos de sarcófagos es su apariencia de “persona”. Esto es
lo que permite señalarlos como sepulturas del tipo sarcófagos que, como sabemos pueden ser ataúdes de piedra como
de otro material, siendo requisito que
presenten una figura humana. En el Viejo Mundo ésta era figurada en la tapa del
sarcófago, de lo que carecen los sarcófagos chachapoyas. Pero la gran diferencia
entre los sarcófagos del Viejo Mundo y los
purunmachus chachapoyas, es el hecho
que los últimos aparecen colocados verticalmente.
Como abundaremos oportunamente,
º El purunmachu o sarcófago
estimamos que la forma del purunmachu
Este patrón funerario arquitectónico podría ser resultado de copiar, en arcilla,
en su forma típica lo constituye una cáp- los contornos del bulto que presenta el
presencia de una belicosidad entre etnias
afines nos indican que los chachapoyas
conformaban una de las diversas “naciones” que poblaban el Área Inca (o Área
Andina).
Abundando sobre el tema, sobre si supuestamente toda la población era o no
momificada y sepultada en mausoleos,
sarcófagos o en cuevas, es preciso reparar en una mención del cronista Martín
de Murúa. En esta especifica que “los entierros de la gente común se hacían por
la mayor parte en el campo, en lugares
altos y donde corriese aire” (Murúa ca.
1600: 402). Contradicen esta aseveración
escenas pintadas en cerámica mochica, a juzgar por los cuadros que retratan
jolgorios ejecutados en ultratumba y en
los que participa también gente común.
Por ejemplo batiendo tambores o mujeres escanciando chicha para alegrar a los
danzarines. De esto se concluye que para
su presencia en ultratumba, no sólo las
personas de la élite debieron ser embalsamos para evitar la corrupción de sus cuerpos que les permitiera asegurar una vida
en el más allá. Lo dicho lo corrobora otra
referencia, de Francisco de Ávila, que refiere que los difuntos se trasladaban “a tal
o cual quebrada o valle [en ultratumba]
y que allí viven, obran, beben y comen”
(Ávila 1648). A lo expuesto se suma lo que
comenta Francisco de Arriaga: “dicen que
van hacer allí sus chácaras y sementeras
…..”. Esto significa que, de acuerdo a los
autores mencionados, al igual que dignatarios también los humildes campesinos
tenían una existencia en ultratumba, si
bien siempre y cuando no desapareciese su cadáver por obra de putrefacción u
otro agente destructor.
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C h a c h a p o y a s - 1 3 7
fardo funerario, particularmente aquel
que imperaba en el Perú cordillerano y
costeño durante el período Tiahuanaco-Huari u Horizonte Medio.
La denominación purunmachu (purun
= silvestre, matshu = persona adulta)
que sigue vigente entre los descendientes de los chachapoyas equivale
al español “gentil”; voz en la actualidad
empleada universalmente en el Perú,
particularmente en los Andes Cordilleranos para referirse indistintamente a
todo resto corpóreo de los difuntos de
tiempos anteriores a la introducción del
cristianismo, así como también a todo
elemento material vinculado a éstos. Es
importante subrayar que únicamente
entre los chachapoyas de hoy sobrevive
la denominación de purunmachu, pues
en otras regiones del antiguo Perú fue
reemplazada desde la irrupción europea
por la voz “gentil”, es decir, procedente
de tiempos de la “gentilidad” o anteriores
al cristianismo. En el Incario con el término purunruna (purun = silvestre, remoto;
runa = gente) se designaba a una lejana
época, anterior a la del Incario (Guaman
Poma ca. 1600: fol. 57).
º El pucullo o mausoleo
Por su parte, el mausoleo semeja una
vivienda, y a diferencia del sarcófago no
estaba destinado a albergar sólo a un
difunto sino a varios. Su construcción en
una gruta permitía protegerlo de la lluvia.
Hay casos como en Revash, en que los
mausoleos exhiben techos de dos aguas
como también de una sola caída. Consideramos que estos recintos, dotados
de techos pero que carecen de función,
podrían ofrecer indicios de cómo serían
originalmente las precarias viviendas de
los campesinos, levantadas cerca o en los
campos mismos que cultivaban y que por
lo mismo debieron exhibir un techo.
1 3 8
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D o i g
1)
DIVERSAS
FORMAS DE
SEPULTURA:
1) En grutas:
Carpona (Foto
Cortesía Olivier Fabre). 2)
En mausoleos,
unidos en grupos uno junto
a otro y emplazados en grutas
en lo alto de
los barrancos
(Foto: Federico Kauffmann
Doig). 3) En
sarcófagos, en
serie y adheridos lateralmente, emplazados también
en grutas excavadas en lo
alto de los barrancos (Foto
Federico Kauffmann Doig).
2)
Con la incorporación al Incario del
territorio Chachapoyas, los funcionarios
cusqueños que fallecían en dichas tierras
eran sepultados en antiguos mausoleos
lugareños; de tal manera que sus restos
reposaran al lado de finados chachapoyas.
Partiendo de esta constatación, el patrón
mausoleo podría considerarse como una
forma posterior de sepultar comparada
con la del sarcófago. Así lo estimaban los
estudiosos Henry y Paule Reichlen (1950).
Sin embargo, hay indicios que permiten
inferir que ambos patrones funerarios
coexistieron en el tiempo, por lo menos
en las postrimerías de los chachapoyas ya
incorporados al Incario.
Es importante subrayar que la forma
de sepultar en pucullos o mausoleos, alcanzó una amplia difusión en territorio
chachapoyas. En cambio el purunmachu
o sarcófago sólo se presenta en áreas situadas en la margen izquierda del Utcubamba. Es también de interés señalar que
el patrón funerario del tipo sarcófago no
se repite en el resto del Área Inca.
º Enterramientos en cavernas
Adicionalmente a los dos patrones
funerarios chachapoyas comentados, el
sarcófago y el mausoleo, es preciso mencionar una tercera forma de sepultar: el
emplazar momias y cadáveres en cavernas o grutas. La propuesta parte de Olivier Fabre y se basa fundamentalmente
en dos experiencias.
En la primera jornada participó un grupo
de estudiosos al que se sumaron también
espeleólogos (Fabre et al., 2008). La investigación fue ejecutada en la gruta conocida como El Tragadero. Ésta se alinea al
área que ocupa el conglomerado arquitectónico Chaquil, integrado por doscientos cincuenta recintos en deplorable
estado de conservación. El sitio de Chaquil se ubica cercano al importante sitio
arqueológico de Purunllacta de Soloco,
sobre 3000 metros sobre el nivel del mar.
A juzgar por los restos óseos identificados en Chaquil y la forma desordenada
del emplazamiento de los mismos, esta
gruta no parece haber servido como un
cementerio. En cambio sí se podría conjeturar que haya servido como una especie de almacén de restos óseos humanos
como también de algunos animales, de
acuerdo a lo que señala Fabre. Tampoco
se debe descartar la posibilidad de que la
gruta haya servido como lugar de enterramiento de personas muertas en combate,
o acaso como el resultado de sacrificios.10
La última de las posibilidades esgrimidas
podría corroborarla el hecho que el citado estudioso observó la presencia de lesiones en varios de los cráneos y afirma
que éstas habrían sido ejecutadas en el
mismo espacio.
Lo que pone fuera de toda duda la propuesto de Fabre (2009), en el sentido de
que el sepultar en cavernas conforma
también un patrón funerario Chachapoyas, es su descubrimiento en 2003 de la
gruta conocida como Carpona, situada a
10 o 15 kilómetros de distancia del pobla-
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 3 9
3)
En esas ocasiones identificó tres momias
que fotografió en 2003 (Fabre, 2008: 50,
57): una envuelta en sus tejidos formando un paquete funerario exteriormente
atado por una soguilla, que por lo mismo
permanecía en perfecto estado de conservación; un segundo paquete funerario
algo averiado; y finalmente una momia
bien conservada aunque desprovista de
sus tejidos envoltorios.
Al visitar de nuevo el sitio en 2016, según
nos comunica disgustado, Fabre constató el total menoscabo de los mismos y lo
que no habría sido producido “por huaqueo, solo por destrucción gratuita y estúpida”. Hay que agregar que además de
las momias y los fardos funerarios devastados y guardados en la gruta Carpona,
ésta incorpora lo que podrían ser calificados de osarios (Fabre, 2008: 56).
Remarquemos finalmente que Fabre ha
identificado varias otras cavernas funerarias, por ejemplo las de “Shatuca y Eldorado (provincia de Bongará), Vaquín y
Quiocta (provincia de Luya) o incluso las
cuevas de Yacyejuc cerca de la Jalca Grande, y Carpona, cerca de Montevideo, provincia de Chachapoyas”. Esto pone fuera
de duda la propuesta de Olivier Fabre
(2009) en el sentido que el enterramiento
en grutas conforma, junto al sarcófago y
do Montevideo, provincia de Chachapo- en 2009, a fin de estudiar con mayor dete- el mausoleo, un tercer patrón funerario
yas. Fabre regresó al sitio en 2006 y luego nimiento el contenido de esta gruta.
chachapoyas.
10 La práctica del sacrificio humano estuvo presente a lo largo y ancho del territorio del Área Inca desde tiempos inmemoriales, como lo avalan muchas imágenes esculpidas en piedra que circundan el templo de Cerro Sechín (Kauffmann Doig, 2012b), las noticias tempranas y detalladas sobre la
capac-cocha debidas a Rodrigo Hernández Príncipe (1621), así como también los hallazgos de personas sacrificadas y sepultadas en el nevado de
Ampato al igual que en sectores altoandinos de Chile y particularmente del norte de Argentina (Ceruti 2013; Reinhard 1996; Reinhard y Ceruti 2006,
2010). Una posición contraria es la del distinguido estudioso francés Francis Devigne, que considera que el sacrifico humano en América fue el resultado de una patraña europea difundida maliciosamente (Devigne 2016).
La necesidad de recurrir a sacrificios humanos se explica en el Perú por la presencia del recurrente fenómeno de El Niño que, al estropear las cementeras
hacía que surgieran crisis alimentarias que llevaban a la desesperación. Se presumía que las mismas eran desatadas por una especie de Dios del Agua, de
carácter demoníaco (Kauffmann Doig, 1996a, 2001). A esta divinidad suprema —conocida con diversos nombres tales como Huiracocha, Pachacamac,
etc.— alude Martín de Murúa (ca. 1600: 412) describiéndola como “un hombre que en el cielo estaba en su voluntad el tronar, llover, granizar y todo lo demás que pertenece a la región del aire”. La cerámica moche presenta con elocuencia a esta divinidad reclinada sobre una montaña, mostrando colmillos
amenazantes y portando infinitas cabezas humanas cercenadas (Kauffmann Doig, 2014: 8). Sobre el tema de sacrificios humanos por decapitación, que
los chachapoyas habrían ensayado en particular, se han ocupado Jan Jakobsen, J. Balslev Jorgensen, L. Kempfner Jorgensen, e Inge Schjellerup (1986 - 87).
1 4 0
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F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
El grupo de purunmachus o sarcófagos de Karajía. El tercero de la izquierda se desplomó al abismo,
probablemente en 1928, cuando la región soportó un sismo que todavía se recuerda. Dado que
están colocados muy juntos aquello produjo un forado lateral que permitió a que los arqueólogos puedieran examinar el interior de las cápsulas funerarias y así tomar conocimiento del contenido de los demás sarcófagos del grupo. Por lo mismo nos abstuvimos de violentar ninguno
de los demás, que salvo el de la extrema derecha observaban tener la cápsula funeraria intacta.
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 4 1
II. El purunmachu o sarcófago
chachapoyas
1. Primeras referencias
Lo que parecería ser una primera referencia a una tumba en forma de sarcófago proviene del siglo XVI. Se basa en un
documento dado a conocer por Waldemar Espinoza Soriano (1967: 320). En éste
se menciona a Apu Chuquimis, personaje
que no obstante haber gozado de la protección de Huayna Cápac —quien lo habría nombrado gobernante de un enorme espacio del territorio ocupado por los
chachapoyas—, urdió un plan siniestro
dirigido a envenenarlo. Descubierta esta
confabulación, al enterarse Colla Topa,
capitán de Huayna Cápac, fue en persecución de Apu Chuquimis. En el ínterin,
Apu Chuquimis murió supuestamente
“de susto” al enterarse que Colla Topa se
encaminaba a capturarlo. Al tener noticia
de su fallecimiento, Colla Topa fue en búsqueda de su tumba y extrajo su momia,
castigándolo post mortem, al mandar a
enterrarla en el suelo (Kauffmann Doig y
Ligabue, 2003: 62, 103, 205-206).
Las primeras referencias concretas
a estatuas funerarias o sarcófagos se remontan a las postrimerías del siglo XVIII.
Estas se deben a Hipólito Unánue (Alarco,
1971-83, 1: 421-422), aunque desconocemos a qué grupo de sarcófagos chachapoyas en particular se refieren (Aristio /
ps. de Unanue, 1791). Para elaborar éstos,
sus breves comentarios, Unanue debió
servirse de la documentación oficial que
las autoridades provincianas remitían
regularmente a la Ciudad de los Reyes
o Lima. No obstante lo escueto de las
noticias ofrecidas por Unanue, estas son
suficientes para reconocer que sin lugar
a duda, aluden a esta particular forma de
sepulcro.
Del último tercio del siglo XIX son las observaciones relativas a estatuas funerarias
chachapoyas publicadas por Vidal Senéze
y Jean Noetzli (1877). Durante la primera
mitad del siglo XX, se ocuparon de este
tipo de monumentos funerarios Louis
Langlois (1939) y Napoleón Gil (1936).
Debe decirse que Langlois dedicó a los
sarcófagos chachapoyas exámenes muy
prolijos.
De tiempos en algo posteriores a los autores citados, son las observaciones realizadas por los arqueólogos Henry y Paule
Reichlen (1950). Estas se basan particularmente en el estudio de los sarcófagos
presentes en el acantilado de Chipurik. A
juzgar por las fotografías que publicaron,
algunos de éstos registraban por entonces motivos pintados y se encontraban
en buen estado de conservación.
No obstante su carácter singular, los sarcófagos chachapoyas cayeron, a partir de
1950 casi por completo en el olvido. Por lo
mismo y como sucedió también con Kuélap, al no interesarse los arqueólogos por
investigarlos y darlos a conocer, los textos
escolares de historia del Perú, como los
peruanos en general y el mundo, ignoraban totalmente la historia de los chachapoya y, por tanto, sus sarcófagos. La
excepción estuvo dada por las breves glosas que dedicó Hans Horkheimer (1959) a
estos últimos. Fue solamente a partir de
1984 que estos portentosos testimonios
comenzaron a ser investigados y difun-
dida su existencia, al darse a conocer el
grupo conspicuo de sarcófagos de Karajía
(Kauffmann Doig, 1984b, 1986b).
Con posterioridad a la investigación de
los purunmachus de Karajía, el autor prosiguió interviniendo, con fines comparativos, otras grutas de sarcófagos como
Tingorbamba, Peña de Tuente y varios
más. En este contexto se debe citar las
prospecciones arqueológicas cumplidas
durante años por Klaus Koschmieder en
el sector septentrional de la provincia
de Luya, donde analizó numerosos sitios
de sarcófagos como los de Pullia, los del
acantilado de Yosumal y los presentes en
la zona de Corralpampa (Koschmieder
2012), todos ellos de difícil acceso aunque
no espectaculares.
2. Morfología del
chachapoyas
purunmachu
Los sarcófagos o purunmachus son
una especie de grandes cápsulas que recuerdan el aspecto de una persona y, a
la vez, ofrecen el espacio necesario para
emplazar un bulto funerario compuesto
por una momia en cuclillas, envuelta en
numerosos tejidos. Las paredes del sarcófago eran confeccionadas de barro arcilloso mezclado con pequeñas piedras, palos
y paja ichu (Calamagrosti spp.). La cabeza
ataviada con un gorro en punta así como
el busto fueron elaborados de manera
compacta.
Los sarcófagos chachapoyas acusan una
diversidad de formas determinadas principalmente por el acabado y el tamaño
1 4 2
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K a u f f m a n n D o i g
Morfología
de los purunmachu o sarcófagos
chachapoyas: © Federico Kauffmann Doig - 1987
F e d e r i c o
CATEGORÍA A:
CATEGORÍA B:
Purunmachu Regio.
Purunmachu Antropomorfo.
Caracterizado por su gran tamaño
y por su cuerpo antropomórfico,
provisto de hombros y cabezamáscara colocada por encima del
cuerpo; coronado con un cráneo
ceremonial. Pintura en la cara y en
el cuerpo en forma de vestimenta
suntuosa.
Caracterizado por su cuerpo
de persona sentada, su leve
insinuación de los hombros,
y por el hecho de carecer de
cuello, así como de cráneo ritual.
Suele ostentar cara y vestimenta
pintadas.
CATEGORÍA D:
CATEGORIA C:
Purunmachu con cabeza
colocada sobre el pecho.
Caracterizado por cuanto la
cabeza-máscara, a veces pintada,
va emplazada en el sector del
pecho, y carece, por lo tanto, de
todo el cuello. Aparece colocado
en grutas de escasa altura.
Purunmachu con cabeza sobre
el vientre.
Caracterizado por tener la cabezamáscara colocada en el sector del
vientre, por su estatura pequeña y
un grado menor de elaboración.
En ocasiones una segunda cabeza
corona los sarcófagos de la categoría
D, así como también, de las B y C. Esta
simboliza sin duda el cráneo presente
en el purunmachu de la categoría A.
CATEGORÍA F:
Purunmachu escudo o pseudo
sarcófago.
CATEGORÍA E:
Purunmachu cónico.
Se caracteriza por presentar un
bulto cónico exento de cabezamáscara y por carecer, por lo
general, de pintura.
Caracterizado por carecer de
cuerpo. La momia es colocada en
una cavidad, detrás de una pared
en media luna, por lo general sin
decorar. Esta forma de sepultura
no corresponde, con propiedad, a
la de los sarcófagos; es más bien
una especie de nicho excavado en
la roca y tapiado.
L a
que se les confería. Mientras que algunos,
como los del Grupo 1 de Karajía, alcanzan
casi 2,50 metros de alto, otros apenas superan los 0,60 y 0,80 metros.
Hay sarcófagos que presentan los
contornos de una persona, mientras otros no pasan de ser una
especie de “escudo” que clausura
una oquedad fúnebre excavada
en una peña. Otra de las variantes
morfológicas corresponde al sarcófago cuya cabeza-máscara asoma a la altura del pecho, mientras
que en otros casos aparece emplazada a la altura del vientre. Los más
elaborados van coronados por
una cabeza-máscara modelada en
barro. Esta termina en punta, cual
si se tratara de un gorro cónico,
como el que identificamos entre
el material arqueológico de la Laguna de las Momias (Kauffmann
Doig, 1997: 103). Al respecto véase
el cuadro adjunto en el que el autor dibuja y describe someramente las seis categorías (A, B, C, D, E,
F) que según propone utilizaron
los chachapoyas para modelar sus
purunmachus en sarcófagos (Kauffmann Doig y Ligabue 2003, p.
209; Kauffmann Doig 2009, p. 111).
Originalmente la cabeza ceremonial que coronan las testas de los
sarcófagos de mayor jerarquía,
como del Grupo 1 de Karajía, era
momificada. Con todo, con el correr del tiempo solo terminó conservándose el cráneo. Tal es el caso
de las demás cabezas que coronan
o coronaban los demás sarcófagos
del Grupo-1. En un caso pudimos
advertir que la mandíbula inferior
seguía en su sitio, en atención a que había sido atada al maxilar superior. Por lo
mismo comenzamos a dudar si solo eran
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 4 3
emplazados cráneos sobre las cabezas vertimos restos de embalsamiento en las
de los sarcófagos del Grupo-1. Empe- cavidades de los ojos. En algunos casos el
ro terminamos convencidos de que las cráneo ceremonial que corona la cabeza
de los sarcófagos de mayor prestancia, como los del Grupo-1 de
Karajía reaparece, modelado en
pequeño formato y colocado por
encima de la cabeza del sarcófago. Esta forma de aludir al cráneo,
sobreponiendo sobre la cabeza
uno modelado en tierra arcillosa,
pequeño, podría constituir una
categoría más.
Otra característica de estos sarcófagos es que se les dotaba de
hombros, aunque ciertamente
aparecen sólo insinuados. Con
todo, permitían acentuar la apariencia humana que se daba a
los sarcófagos más elaborados.
Las formas diversas que acusan
los sarcófagos chachapoyas acaso puedan ser explicadas como
derivadas del interés de destacar
grados jerárquicos. Naturalmente que en esto pudieron intervenir también factores de orden
cronológico, geográfico y otros.
Si bien el sarcófago chachapoyas
suele ostentar rasgos humanos,
se observa que al mismo tiempo
debía evocar un falo en atención
a la ligera inclinación que presenta. Aquella particularidad sólo
se advierte en sarcófagos como
los de Karajía. En este contexto
se debe reparar en la mandíbula
prognate y sobredimensionada,
y que pudo aludir al glande. Su
figura recuerda las mandíbulas
glandiformes que también exhiben los monolitos de Recuay
cabezas ceremoniales habían recibido (Aija y La Merced), y aunque en forma
tratamiento, esto es que habían sido so- más distante los cuchimilcos de Chancay
metidas a momificación en vista a que ad- (Kauffmann Doig, 1989). Sin embargo,
Colocación de
la momia en
un sarcófago.
En el dibujo
no han sido
considerados
los
tejidos
que la envolvían,
como
tampoco las
ofrendas que
la acompañaban (Dibujo:
Fondazione
Ligabue/Expediciones
Chachapoyas
1984, 1985 y
1986).
1 4 4
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
no hay que descartar que la máscara de
madera emplazada sobre el fardo funerario, particularmente de la etapa Tiahunaco-Huari (Horizonte Medio), haya influido
inicialmente en la representación de las
cabezas de mandíbulas exageradamente
prognatas como las citadas.
En cuanto al sexo, a juzgar por la decoración pintada presente en las paredes
exteriores de las cápsulas funerarias de
Karajía, se desprende que los sarcófagos
debían evocar a seres masculinos. Dan
la sensación de envolverlos una capa, al
parecer de plumas en atención a la decoración pintada que presenta y que incluye
en algunos casos la figura de los genitales masculinos con el miembro erguido.
Futuros análisis de los restos anatómicos
de la persona sepultada en los sarcófagos, permitirá establecer a ciencia cierta
si también el difunto emplazado en los
sarcófagos era varón.
D o i g
Como se aprecia por el cuadro de tipología adjunto, los sarcófagos presentan cinco y hasta seis categorías morfológicas.
Consideramos que la razón por la que los
sarcófagos de algunos grupos llevan la
cabeza en el sector del pecho y aún en
el abdomen, se debe a que la gruta excavada ex profeso no fue trabajada con la
altura dada a los sarcófagos; acaso por tratarse de purunmachus, si bien de la élite,
de personajes de menor categoría.
cadáveres eran momificados en posición
fetal, para ataviarlos y luego envolverlos
en un pellejo.
El ajuar funerario estaba constituido sobre todo por telas de lana, siendo algunas
de factura fina y otras de elaboración simple. Estas envolvían a la momia, sentada
en cuclillas, de manera que el bulto resultante aparentaba la forma de una persona
acurrucada. Al difunto se le adjuntaban
objetos tales como mates, instrumentos
de tejer, piezas de cerámica, etc.
3. Contenido del purunmachu o
sarcófagos
4. Su emplazamiento en barrancos
Cada sarcófago chachapoyas alberga
tan sólo el cuerpo de un difunto, envuelto
en telas y rodeado de ofrendas. Como se
pudo comprobar al examinar el interior
del Sarcófago 4 del Grupo 1 de Karajía,
por la rotura producida al desplomarse
el contiguo en tiempo inmemorial, los
Parte del atuendo pintado sobre una superficie blanquecina, empleando la técnica del negativo. En
la parte inferior destaca un motivo alusivo a los genitales, lo que indicaría que los sarcófagos cobijan a varones. A la derecha: Los purunmachus portaban una especie de gorra en punta que coronaba un cráneo ceremonial momificado. Solo dos permanecían en su sitio, los otros se desplomaron con
el picotear de las aves. La foto muestra el cráneo in situ del Sarcófago 5 (Foto: Federico Kauffmann Doig).
Los sarcófagos chachapoyas se construían in situ, en grutas excavadas en lo
alto de los acantilados calcáreos que se
levantan casi verticalmente a lo largo y
ancho de la cuenca del Utcubamba. Aunque ciertas grutas estaban destinadas a
albergar tan sólo un sarcófago, lo común
era que estas dieran cabida a conjuntos
de 4 a 10 unidades.
Los sarcófagos de Tingorbamba salen de
la regla puesto que ocupan una especie
de galería o gruta natural, espaciosa, en
la que aparecen apiñados por decenas.
Lamentablemente casi todos están seriamente dañados debido a que el sitio es
propicio para que el ganado vacuno se
guarezca en él de la lluvia. Pero también
la mano del hombre ha contribuido a su
deterioro. También hay sarcófagos en los
alrededores, emplazados en las peñas.
Los sarcófagos de Karajía fueron construidos sobre un pedestal de barro. Se sobreentiende que sólo la momia y sus pertenencias eran transportadas a la gruta. Para
ello era preciso sortear la pared rocosa,
empleando para ello estacas y cuerdas o
tal vez sirviéndose de estrechos senderos
que con los años se han estropeado. De
tal manera que los sarcófagos debieron
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 4 5
En la tercera
expedición a
Karajía (1986)
los arqueólogos
lograron ascender los últimos
24 metros de
pared vertical
que conduce a
la gruta donde
los purunmachus aparecen
emplazados
formando una
fila. (Foto: Federico Kauffmann Doig).
1 4 6
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F e d e r i c o
K a u f f m a n n
ser elaborados in situ, utilizando parte del
material excavado durante la construcción de la gruta.
La primera impresión que despierta la tradición de emplazar sarcófagos en lo alto
de barrancos es que su finalidad era evitar
su profanación. Pero esta explicación no
pasa de ser simplista, si se tiene en cuenta que los difuntos, y por lo consiguiente
las tumbas, merecían profundo respeto
en el antiguo Perú; así como atendiendo
también a la estructura económica vigente, que desconocía el enriquecimiento y
la herencia, así como aborrecía el hurto,
considerado como una gran afrenta. Esto
aplica no sólo a los chachapoyas y al Incario, pues los preceptos morales fueron
heredándose y estaban inmersos en un
tipo de organización socioeconómica
establecido desde remotas edades. Esta
continuidad se observa también en los
diversos patrones culturales, puesto que
no experimentaron cambios sustanciales
en el transcurso de los milenios. Un claro
ejemplo de que no existía la institución
de la herencia es que el señor del Sipán
fue sepultado con todas sus pertenencias
(Kauffmann Doig, 1993c, 1996a).
Retomando el tema de los sarcófagos, remarcamos que estos estaban protegidos
del agua de las lluvias gracias al techo natural que presentan las grutas excavadas
con fines funerarios. A su conservación
contribuyó también el habérseles emplazado en acantilados donde no crece
vegetación y sopla aire fresco. Las propias
paredes de los sarcófagos protegían al
fardo funerario tanto de las aves como de
los roedores.
D o i g
chachapoyas. Pero no en todo su territorio, tan solo en la margen izquierda del río
Utcubamba, particularmente en lo que
era la comarca de los chillaos, hoy provincia de Luya.
Los arqueólogos Reichlen (1950) estimaban que el patrón sarcófago era de data
anterior a la del mausoleo. Con todo, en
etapas tardías de la cultura Chachapoyas
debieron emplearse ambas formas de
sepultura, si bien como quedó expuesto
el purunmachu estaba circunscrito al área
ya mencionada de Luya (Kauffmann Doig,
1984b, 1987a, 1988).
Para determinar la antigüedad de los
purunmachus de Karajía recogimos una
muestra consistente en un trozo de madera que estaba asociado a uno de los
sarcófagos derruidos. Partido en dos pedazos iguales, uno fue remitido para su
análisis a Tokio, gracias a la gentileza de
Kazuo Terada. La antigüedad que arrojó
esta muestra, de 1680 años d.C., hacía que
los sarcófagos de Karajía fueran contemporáneos al gobierno virreinal del Conde
de la Monclova. Por lo mismo debimos
descartar la validez de este fechado. Otra
de las dataciones, lograda en base al otro
trazo de madera restante, remontó los sarcófagos de Karajía a 1460 ± 60 d.C. Este fechado fue obtenido a nuestra solicitud en
el laboratorio de la Universita degli Studi
di Roma / Centro Interdisciplinare per la
Datazioni con el método del Carbono 14.
Consideramos que éste sí se aproxima a
nuestros cálculos, así como a la antigüedad que los Reichlen (1950) atribuyeron
a los sarcófagos de Chipurik, y a la edad
promedio que registra la tabulación de
fechados radiocarbónicos expuesta por
Koschmieder (2012: 42-43, 2013: Fig. 11).
5. Dispersión y cronología del En conclusión, los sarcófagos o purunpurunmachu chachapoyas
machus resultan ser preincaicos y aún de
En el antiguo Perú, el patrón funerario los tiempos en que los chachapoyas eran
del tipo sarcófagos caracterizó solo a los incorporados al Incario. Esto es, fueron
construidos durante el último tercio del
siglo XV e incluso en tiempos iniciales de
la presencia europea.
6. El sarcófago: ¿remedo del fardo
funerario andino?
Como quiera que el sarcófago conforma
un elemento cultural singular en el Perú
prehispánico, y debido que su dispersión
está restringida a espacios comprendidos
únicamente en la margen izquierda del
río Utcubamba, exploramos prima facie
la posibilidad de que podría tratarse de
una expresión de tradición amazónica. Al
respecto constatamos, con sorpresa, que
entre los sarcófagos de Karajía y ciertas
urnas antropomorfas de tradición amazónica, procedentes de la lejana región de
Beni (Bolivia), existía un asombroso parecido. Sin embargo, concluimos que estas
semejanzas resultaban ser meramente
casuales. Desde luego, descartamos por
completo que las estatuas de la Isla de
Pascua o Rapa Nui pudieran haber servido de modelo a los sarcófagos. Consideramos que las similitudes formales que
puedan advertirse a primera vista entre
ambas manifestaciones son fortuitas y circunstanciales; acaso debidas al hecho de
que en ambos casos al parecer se quiso
evocar a personas que portan una especie de máscara.
Habiendo descartado que las similitudes
puedan deberse a una difusión cultural, el
autor terminó proponiendo que la forma
que acusa el sarcófago pudo gestarse en
el deseo de sus constructores de imitar
la forma que presenta el fardo funerario
de la etapa Tiahuanaco-Huari u Horizonte Medio, del cual hay abundantes
ejemplos procedentes de la costa peruana centro-sur. El fardo funerario Tiahuanaco-Huari está conformado por una
momia sentada y envuelta en una gran
L a
cantidad de telas. Su aspecto es resultado de evocar el bulto que presenta una
persona acurrucada. Para lograr los visos
humanos que debía observar, se dotaba
al bulto funerario de una testa postiza o
en su defecto de una máscara. La misma
era confeccionada utilizando una tabla
que era recortada para que imitase las
principales líneas que configuran el rostro
de una persona vista de frente. Para dar a
estas máscaras un aspecto realista, se destacaba la nariz y otros elementos anatómicos como los ojos y la boca. Pero lo que
se remarcaba de manera especial eran las
mandíbulas que tomaban dimensiones
desproporcionadas. Al parecer, los rostros modelados en arcilla de los sarcófagos de Karajía conservan la característica
básica que presenta la máscara tabloide
del Horizonte Medio (Tiahuanaco-Huari)
que debió ser motivo de inspiración. Por
lo mismo, la mandíbula es representada
exageradamente prognate, al igual como
es representada en la máscara funeraria
hecha de una tabla recortada (Kauffmann
Doig, 1986b, 1989, 2001a; Kauffmann
Doig y Ligabue, 2003). Brazos, piernas,
más otros detalles anatómicos no eran
remarcados, como tampoco en el fardo
funerario, a excepción de los hombros
que tan sólo eran insinuados en los sarcófagos, probablemente a consecuencia
de haber sido copiados de la forma que
toman en el fardo funerario Tiahuanaco-Huari luego de habérsele colocado
una máscara humana.
Abundando en el tema acerca de que
el rostro del sarcófago se inspira en una
máscara funeraria, de las confeccionadas
utilizando una tabla de madera —como
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 4 7
El sarcófago chachapoyas comparado con el fardo funerario Tiahuanaco - Huari (o Wari), muestra analogías tanto
formales como de fondo. (Dibujos: izquierda Bernardino
Ojeda, derecha Aníbal Santibañez; por encargo de FKD).
las elaboradas en las postrimerías de la
etapa Tiahuanaco-Huari u Horizonte Medio—, consideramos que al ser modelada por los artesanos chachapoyas, estos
aprovecharon la posibilidad que les ofrecía la arcilla, aunque tímidamente, para
remarcar la nariz (entre humana y de ave),
más los volúmenes que se advierten en
el rostro de una persona. Recordemos así
mismo que la cabeza de estos sarcófagos
terminaba en una punta parece aludir a
gorros cónicos, como el identificado en la
Laguna de las Momias (Kauffmann Doig,
1997, 1999b, 2001c, 2009: 61).
Por lo expuesto, reiteramos que los sarcófagos chachapoyas debieron ser remedos
de la forma arquetípica que presenta el
fardo funerario de Tiahuanaco-Huari.
1 4 8
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F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
A punto de acceder al conjunto de purunmachus o sarcófagos
de Karajía, ayudados por expertos del Club de Andinistas de
Lima (Foto: Giancarlo Ligabue, captada desde un helicóptero).
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 4 9
III. Los purunmachus de Karajía
Las anotaciones que anteceden corresponden a un análisis general acerca
de las tumbas chachapoyas en forma de
sarcófagos o purunmachus. Aunque nos
hemos referido una y otra vez a los sarcófagos de Karajía, las anotaciones que
siguen están dedicadas a comentarlos,
en particular a los presentes en la cavidad que denominamos Grupo 1. Dejamos constancia que en las proximidades
de los purunmachus del Grupo 1 se presentaban otros conjuntos de sarcófagos
grandiosos que fueron registrados como
Grupo 2, Grupo 3 y Grupo 4.
Asimismo, en el marco de una de las expediciones dirigidas por el autor en los
barrancos de Karajía y los contiguos de
Solmal y Yampata, los arqueólogos Daniel Morales e Iain Mackay ejecutaron un
reconocimiento del acantilado de Karajía
llegando a identificar hasta quince grutas
con sarcófagos.
1. Historial
Fue la breve información publicada
por Napoleón Gil (1936) sobre un ahora
inexistente grupo de sarcófagos en Conila, lo que condujo al autor a interesarse
por estudiar los sepulcros chachapoyas
en forma de sarcófagos. De ellos tenía vagas referencias desde niño, cuando vivía
al lado de sus padres en Camporredondo
(Cocochillo), localidad algo cercana al sitio de Karajía y otros sitios arqueológicos
como Congón y Kuélap.
Luego de un viaje de exploración que lo
condujo de Uchucmarca a Chachapoyas,
el autor se encaminó al peñón de Tingorbamba para estudiar los sarcófagos allí
existentes. El sitio había sido rebautiza-
do por Gene Savoy (1970) con el epíteto
de “Pueblo de los Muertos”, nombre que
también se asignaba por entonces al
complejo arqueológico de Purunllacta.
Antes de partir, Carlos Torres Mas recomendó al autor que, al llegar a la localidad
de Luya, nuestra expedición se dirigiera a
Trita, aunque fuera de paso, para que tomara conocimiento de un grupo de sarcófagos cercanos a ese lugar, en Karajía y
de los que tenía noticia de que estaban
mejor conservados que los de Tingorbamba. En la localidad de Luya, el maestro de la escuela de aquella población,
Marino Torrejón, confirmó la importancia
del sitio de Karajía.
Cambiando así el itinerario previsto, la misión se encaminó a la localidad de Trita,
para desde aquí caminar hasta el pie del
peñón de Karajía. En esta jornada fuimos
auxiliados con extraordinaria amabilidad
por don Fidel Hidalgo, de Trita, quien
nos hospedó en su casa. Nos acompañó
también, con gran entusiasmo, un joven
inteligente, Boni, hijo de don Fidel. Fue
así como logramos acceder al peñón de
Karajía.
El 23 de junio de 1984 se presentó ante
nuestros ojos un cuadro espectacular,
jamás imaginado y que daba la sensación de ser irreal. Divisábamos desde una
distancia de 50 metros y en medio de
un imponente barranco, una gruta que
cobijaba sarcófagos, los más notables de
todos cuantos fueron construidos por los
antiguos chachapoyas. Nombramos a
la misma como Grupo 1 en vista de que
existen otros grupos de sarcófagos en el
peñón vertical de Karajía.
Ya que sólo era posible acceder a la gruta
que cobija los sarcófagos escalando con
cuerdas, nos limitamos en aquella oportunidad a explorar los sarcófagos a distancia, provistos de largavistas, y apostados
en el lugar más cercano a la gruta al que
nos permitía acceder el barranco, distante
unos 50 metros en línea aérea.
Un año después arribamos al lugar con
andinistas profesionales, miembros del
Club Andino, para estudiar la estrategia a
seguir a fin de lograr acceder a los sarcófagos y poder analizarlos. Una vez definida la técnica a emplearse, regresamos un
año después, en 1986. Fue entonces que,
cogidos de gruesas sogas, los arqueólogos logramos escalar los 24 metros de
pared vertical para acceder al Grupo 1
que reúne a los imponentes sarcófagos
del peñón de Karajía. Solo de este modo
fue posible cumplir nuestro objetivo de
investigar in situ los citados sarcófagos o
purunmachus. Una plataforma de madera fue transportada previamente por los
andinistas hasta la gruta; la misma era
imprescindible ya que los purunmachus,
si bien guarecidos por el techo de la gruta, fueron levantados al borde mismo del
precipicio. Sin la plataforma habría sido
imposible que los arqueólogos estudien
los purunmachus (Kauffmann Doig, 1984,
1986, 2003, 2009: 105-124). Nuestra misión la integraban los arqueólogos Daniel
Morales, Iain Mackay y Miriam Salazar; el
grupo de topógrafos estaba dirigido por
el ingeniero Óscar Sacay y la logística a
cargo de Gustavo Siles. Esta expedición
fue auspiciada por el Consejo Nacional
de Ciencia y Tecnología (CONCYTEC), que
por entonces presidía el doctor Carlos del
Río Cabrera.
Pesquisas bibliográficas nos confirmaron
que el grupo de sarcófagos de Karajía per-
1 5 0
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
manecía inédito. La foto en pequeño formato captada en 1936 y publicada por los
arqueólogos Reichlen (1950) en su catálogo de sitios arqueológicos amazonenses
—donde fue señalada como correspondiente al grupo de sarcófagos de Karayá—,
no corresponde a la gruta de Karajía. Se trata de la foto de un conjunto de sarcófagos
que se ubica en los alrededores de la localidad de Conila (Luya), que los pobladores
conocen tradicionalmente como Aispachaca y que fue “explorado” por Napoleón
Gil (1936) tal como lo hemos ya comentado. Aquello se desprende de la foto publicada por Carlos Gates Chávez, que al volver
a publicar la foto de los Reichlen no reparó
que los mismos no son los de Karajía sino
los presentes en la gruta de Aispachaca
(Gates, 1997: 265). Acaso su confusión
se debe al parecido que a primera vista
muestran ambos grupos de sarcófagos, sin
embargo estos son distintos. En efecto, si
se comparan la fotografía de Aispachaca
publicada por el autor (Kauffmann Doig,
1979: 472, Fig. 772), antes de que estos
sarcófagos funerarios fueran destruidos,
con la de Karajía (Kauffmann Doig, 1984b;
2009: 116) se observa claramente que las
cabezas de los sarcófagos de Aispachaca
son más anchas, casi rectangulares, y que
ambos grupos están conformados por un
número distinto de purunmachus: Aispachaca por seis y Karajía por ocho. Con todo,
debemos advertir que al momento de redactar el presente párrafo el autor no tiene
a la mano la obra de los arqueólogos Reichlen que le permita un pronunciamiento
definitivo sobre la discusión a la que aquí
nos referimos.
D o i g
es excelente debido a que los guarece
una gruta; pero especialmente debido a
las dificultades de acceso que presentan y
que impidió su profanación. Aunque eran
conocidos desde tiempo inmemorial por
los comarcanos, particularmente por los
pobladores de Trita, seguían inéditos e
ignorados hasta 1984, año en que accedimos al lugar y difundimos la noticia de su
existencia. En los años siguientes conducimos dos expediciones más, destinadas
a completar su estudio.
geológicamente conformado por horizontes de arenisca, de limo y de limo arcillitas, como nos lo hizo notar el estudiante
de geología José Sánchez Izquierdo.
Vistos a distancia, los sarcófagos de Karajía
simulan ser estatuas. Con todo, como ya
quedó comentado, consideramos que su
forma se inspiró más que en una persona
en la figura de un fardo funerario andino,
al que en la parte superior se le clavaba
una tabla provista de una estaca, que debía simular una especie de cara-cabeza.
Adicionalmente, como también quedó
expuesto, el cuerpo del sarcófago, de visos humanos, parece al mismo tiempo
evocar los contornos de un falo, correspondiendo la cabeza a un glande.
El Grupo 1 corresponde al conjunto más
conspicuo de sarcófagos, no sólo del barranco de Karajía sino de todos los que
nos han sido legados por los chachapoyas. Las dimensiones de los sarcófagos
bordean en algunos casos 2,50 metros.
En las inmediaciones del Grupo 1 se ubican otros conjuntos: Grupo 2, Grupo 3 y
Grupo 4. Además, se observan también
algunos sarcófagos solitarios, dispersos
por los precipicios de Karajía que se extienden en dirección a Solmal. En el sector superior del peñón de Karajía identificamos restos de recintos de planta
circular.
De acuerdo a las referencias transmitidas
por la memoria colectiva, el lugar habría
pertenecido a los predios del poderoso
y mítico Ocsaplín, cacique de Conila. En
cuanto al puente que cruza la quebrada
de Aispachaca y que se ubica al pie del
peñón de Karajía, la tradición local indica
que fue obra de los caciques de Luya Vieja
de nombre Huaquishión (comunicación
personal de Fidel Hidalgo, junio 1985).
º Visión introductoria
Los sarcófagos van emplazados en
una gruta situada en lo alto de una pared
rocosa, que cae verticalmente 300 metros
hasta alcanzar el fondo de la quebrada
Aispachaca. Es posible admirarlos en todo
su esplendor desde lejos, viniendo de Trita, y poco después de cruzar el puente de
Aispachaca. Desde las inmediaciones de
Coechán es también posible avistarlos, si
bien desde un costado.
La cámara funeraria que los cobija fue excavada ex profeso en lo alto de un barranco.
Ascendiendo el peñón vertical por uno de
sus costados, se accede a un lugar desde
donde parte una angosta repisa geológica.
La misma permite desplazarse con dificultad hasta el pie de la gruta, ubicada a una
distancia de 24 metros en lo alto del acantilado. El tramo último puede ser vencido
solo escalando el farallón con cuerdas.
Dos años después de estudiar con andinistas profesionales la forma cómo acceder a la gruta y estudiar los sarcófagos de
Karajía, logramos finalmente vencer todo
obstáculo y escalar hasta la gruta, ubicándonos sobre una plataforma transportada
hasta ella para así poder estar frente a los
2. El GRUPO 1 de Karajía
sarcófagos y analizarlos. Lo primero que
Los sarcófagos de Karajía del Grupo 1 constatamos fue que hasta entonces, por
son los de mayor prestancia de cuantos más de 500 años, nadie los había aborda- º Descripción de los sarcófagos
se conocen. Su estado de conservación do. El imponente barranco de Karajía está Una apreciación de conjunto de los sar-
L a
cófagos de Karajía (Grupo 1) permite advertir que su apariencia humana se debe
a la presencia de una cabeza-máscara,
elemento escultórico que alude a la testa que caracteriza la figura de una persona. En segundo lugar se debe tomar
en cuenta la forma alargada y cilíndrica,
así como la insinuación de los hombros.
Finalmente también se debe considerar
que van colocados verticalmente, dando
la sensación de tratarse de fantasmagóricos personajes que están de pie. Así
también, los sarcófagos evocan veladamente a los contornos de un falo, correspondiendo la cabeza-máscara a lo que
sería el glande.
La gruta, cavada ex profeso en la peña, protege a los sarcófagos de la lluvia. Como ya
señaláramos, que ésta se ubique en un
sitio de muy difícil acceso no debe interpretarse necesariamente como un recurso destinado a protegerlos de intrusos.
El Grupo 1 de sarcófagos de Karajía estaba
integrado originalmente por ocho purunmachus, unos junto a otros. Cuando abordamos la gruta, constatamos que tiempo
atrás una de estas cápsulas funerarias
(Sarcófago Nº 3) se había desplomado y
caído por el abismo. Aquello debió suceder en 1928, durante el terremoto que
asoló la región y que todavía es recordado
por su violencia. La ausencia de esta unidad es obvia por el vacío que dejó, ya que
los sarcófagos de este grupo van unidos
por sus costados.
Por otro lado, si bien la mitad superior del
Sarcófago Nº 8 había colapsado, los restantes mostraban un grado envidiable de
conservación, con excepción de algunas
roturas de poca consideración. Las paredes registraban rasguños producidos por
arañazos de las aves que buscan cavar su
nido. En el caso del Sarcófago Nº 4, los
pájaros produjeron daños acentuados al
picotear la cabeza-máscara, lo que llevó
a que se desplomara el cráneo ritual que
lo coronaba. Originalmente todos los
sarcófagos del grupo que comentamos
iban provistos de este elemento. Sólo dos
de estas testas siguen emplazadas en el
lugar donde fueron colocadas originalmente (Sarcófagos Nº 2 y Nº 5). El cráneo
ritual era encajado sobre una punta que
se desprende de la parte superior de la
cabeza-máscara y que parecería corresponder al extremo superior del gorro del
personaje. Al parecer, al momento de ser
calzadas estas cabezas en la punta cenital
del sarcófago, estas habrían estado momificadas.
Todos los sarcófagos del Grupo 1 fueron
decorados mediante líneas trazadas en
dos tonos de rojo. Estas eran pintadas por
encima del engobe blanco que cubría la
capa amarillenta de arcilla que era empleada en la confección de estos sepulcros. Al parecer la decoración alude a lo
que sería una técnica plumaria que cubría
al sarcófago-personaje.
Los purunmachus del Grupo 1 se caracterizan por cuanto acusan contornos humanos más definidos que los sarcófagos
de otros grupos; con excepción de los
sarcófagos antropomorfos de un sector
del peñón de Tingorbamba sobre los que
trataremos más adelante.
º Por menores de los sarcófagos del
Grupo 1 de Karajía
Seguidamente una somera descripción de los 8 sarcófagos del Grupo 1.
Sarcófago Nº 1. Presenta en su sector
posterior, una fractura de consideración,
la misma que permitió que los roedores
accedieran a su interior y devoraran la
momia y la mayor parte de sus tejidos
envoltorios.
Sarcófago Nº 2. El contenido de este
sarcófago también fue disturbado por los
roedores luego del forado que le abrió el
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 5 1
Sarcófago Nº 3 en uno de sus costados al
desplomarse y desaparecer en el abismo.
El espécimen de cerámica negro, aislado
cuidadosamente, debió ser colocado al
lado del citado sarcófago.
Sarcófago Nº 3. Se desplomó probablemente en 1928, durante el fuerte sismo
que azotó la región y que todavía es recordado. Como quiera que los ocho sarcófagos estaban originalmente apoyados
unos en otros, su ausencia permitió que
los roedores y aves revolvieran el contenido de los sarcófagos adyacentes.
Asimismo, el espacio libre que dejó permitió que examináramos el grosor de las
paredes de los sarcófagos, su constitución y otras particularidades.
Sarcófago Nº 4. Sufrió una abertura lateral al precipitarse al abismo el Sarcófago
Nº 3, de tal modo que la momia y sus pertenencias fueron presa de los roedores.
Con todo, pudimos constatar que aún
quedaban abundantes restos del fardo
funerario. Los mismos fueron exhumados,
trasladados y depositados en el Museo
Nacional de Arqueología, Antropología
e Historia del Perú para su estudio; tarea
que fue encomendada a la arqueóloga
Myriam Salazar, uno de los miembros de
la expedición.
Al evacuar los restos del fardo funerario
pertenecientes al Sarcófago Nº 4 tuvimos la impresión que el cadáver no
había sido momificado y en ese caso
tampoco los demás. Pero pronto debimos cambiar de parecer al constatar
que un pie de la momia sí lo estaba. Lo
que sucede es que las partes blandas
del mismo, momificadas, se salvaron de
ser devoradas por los roedores debido a
que permanecían atadas con tejidos de
modo firme.
El Sarcófago Nº 5. No fue tocado por
conservarse íntegro. Por lo mismo en su
interior debe conservarse todavía intac-
Los sarcófagos de
Karajía, Grupo 1
(Dibujo: Iain Mackay / Expedición
Chachapoyas 1986).
1
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3
4
5
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7
8
Los sarcófagos de Karajía, Grupo 1, vistos
de planta y perfil (Levantamiento de Oscar Sacay. Expedición
Chachapoyas, 1986).
Expedición
Chachapoyas 1986
/ Óscar Sakay
Ubicación
del Grupo 1
de sarcófagos
en el peñón
de
Karajía.
to el bulto funerario. Resultaba innecesario abrirlo ya que disponíamos de una
muestra del contenido de los sarcófagos
a partir de los elementos disturbados y el
Sarcófago N° 4.
El Sarcófago Nº 6. De este sarcófago retiramos el cráneo ritual porque ya no se
encontraba in situ al haberse resbalado
de la gorra en punta que lo sostenía. Ésta
se encontraba reducida a dos estacas de
madera pues se había desprendido la arcilla que los cubría. El cráneo estaba junto
al sarcófago y mostraba una trepanación
circular ejecutada con maestría, más otra
no consumada del todo que acaso corresponda a la modalidad de trepanar conocida con el nombre de "raspado bautismal" (Weiss, 1958-1961). Alberto Ruiz
Estrada (1994) realizó un análisis de cráneos chachapoyas trepanados, en base
a una importaste muestra procedente de
Kuélap.
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 5 3
Sarcófago Nº 7. Éste también
se conserva intacto. Está muy
bien conservado particularmente en lo que atañe a la pintura presente en el sector del
sarcófago que alude al cuerpo.
Da la sensación que correspondiera a un manto decorado
que lo envuelve. El motivo del
mismo cubre todo el sector anterior del sarcófago y aparece
resaltado en blanco sobre una
base pintada en rojo oscuro. Su
figura es siempre la misma; de
acuerdo a nuestras indagaciones iconográficas proponemos
que se trata de un mismo motivo, alargado, que se repite y
que en conjunto sugiere representar el salpicar de la lluvia que
al caer remata en una gota de
agua. No lo violentamos como
tampoco procedimos con el
Sarcófago N° 5, que igualmente
permanece intacto. Insistimos
en que tomamos esta resolución atendiendo a razones de
ética profesional, en vista que
ya contábamos con una muestra que nos aclaraba lo que cobijan estas cápsulas funerarias.
Véase al respecto lo expuesto
acerca del Sarcófago 4.
Sarcófago Nº 8. De este sólo
queda la mitad inferior. Pudimos ver que de la momia sólo
quedaban restos, especialmente óseos, ya que las partes blandas habían sido devoradas por
los roedores. Nos abstuvimos
de tocar estos restos para que
en el futuro los arqueólogos,
con el auxilio de nuevas herramientas metodológicas y técnicas, puedan estudiarlos.
Fue imprescindible que
los escaladores subieran
una plataforma de madera
para que los
estudiosos pudieran acceder
y así estudiar
los purunmachus del Grupo 1 de Karajía. La foto
inferior muestra el estudio
del contenido
del Sarcófago
4, que pudo
realizarse gracias al forado
producido
por la caída
al abismo del
purunmachu
contiguo, durante el sismo de 1928.
Lamentablemente,
las
aves y los roedores habían
revuelto
la
momia y sus
pertenencias
(Fotos: Federico Kauffmann Doig).
GRUPO 1
Diversos grupos de purunmachus presentes
en el peñón de
Karajía / Expedición Chachapoyas,
FKD
1986.
Iain Mackay
GRUPO 2
GRUPO 3
Oscar Sakay
GRUPO 4
Oscar Sakay
Oscar Sakay
L a
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C h a c h a p o y a s - 1 5 5
3. Grupos vecinos en el acantilado pero no hallamos rastros de los mismos. rojo violáceo. El reconocimiento de este
de Karajía
El Grupo Karajía 2 no pudo ser aborda- grupo se efectuó con el apoyo del andiEn los alrededores del grupo de sarcófagos de mayor importancia ubicados en
el barranco de Karajía (Grupo Karajía 1),
hay otros conjuntos de estos testimonios
funerarios. En efecto, tanto sarcófagos solitarios como grupos de ellos, de diverso
tamaño y grado de elaboración, aparecen
dispersos a lo largo y ancho del barranco.
Varían en cuanto a su conservación. Aún
más, recogimos referencias (Inf.: Rogelio
Cachay Rojas 1985 / Cruzpata) sobre un
grupo de “siete cachacos”, muy elaborados, destruidos totalmente en décadas
pasadas y que habrían estado ubicados
en una gruta, en dirección a Solmal “pasando la cascada”. Inspeccionamos el sitio,
1
do. Al parecer, se trata de un grupo de sarcófagos del tipo A, aunque menos elaborados que los del Grupo 1 de Karajía. Parece
que la cámara-gruta donde se guarecían
se derrumbó por algún sismo, aunque sin
afectar a tres de los sarcófagos, que siguen
en píe, reclinados tan sólo sobre la parte rocosa. Uno de ellos todavía conserva
su cabeza-máscara. Los reconocimientos
con largavista permitieron advertir trazas
de pintura, en uno de ellos, lavada por la
lluvia; aquello certifica que originalmente
éstos habrían estado decorados.
El Grupo Karajía 3 conforma un conjunto de cuatro sarcófagos que ostentan
cabeza-máscara en el pecho, pintada de
nista Hugo Mühlig que descendió con
cuerdas y dictó las particularidades del
sitio utilizando un intercomunicador inalámbrico.
El Grupo Karajía 4 fue abordado luego
de descender el autor, con cuerdas y arnés,
por más de 15 m. El sarcófago, todavía en
pie, pertenece a la Categoría B, como también a la Categoría F. Originalmente había
dos sarcófagos en este lugar. Del segundo
sólo queda la base, lo que permitió estudiarla en detalle; del estudio minucioso se
dedujo que este grupo fue depredado por
roedores y no por el hombre.
La cabeza-máscara presenta aquí un detalle interesante, aunque no único. En la
2
3
Purunmachus en las inmediaciones del Grupo 1, o conjunto epónimo de Karajía. 1. Grupo 2 de sarcófagos de purunmachus; 2. Peñón en las inmediaciones del Grupo 1 de Karajía en el que figuran restos varios de sarcófagos; 3. El Grupo 3 de sarcófagos (Expedición Chachapoyas /1986. Fotos Federico Kauffmann Doig). Véase pág. siguiente.
1 5 6
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Croquis de la
distribución
de los purunmachus en el
barranco de
Karajía. Véase
págs. 154-155
(Oscar Sacay,
miembro de
la Expedición
Chachapoyas
1988).
Restos de un
quinto grupo de sarcófagos en
el peñón de
Karajía, algo
más distante
del conjunto epónimo
o Grupo 1
(Foto: Federico Kauffmann Doig).
parte frontal del bonete
aparece modelada una
segunda cabeza-máscara, diminuta y pintada.
Más información sobre
estos grupos de sarcófagos se encuentra en
las libretas de campo
e informes de la expedición de aquel año
(Kauffmann Doig 1989,
2001a). Por su parte,
el reconocimiento y la
descripción del conjunto del barranco Ucaso,
con la ubicación de
otros sarcófagos, fue
desarrollado
prolijamente por Daniel Morales e Iain Mackay.
L a
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C h a c h a p o y a s - 1 5 7
IV. Otros grupos de purunmachus
chachapoyas
Seguidamente repasaremos otros
grupos de purunmachus intervenidos por
nuestras expediciones. Comenzaremos
con los de Solmal y de Yambata (sic.),
relativamente cercanos a los sarcófagos
de Karajía, para luego ofrecer comentarios sobre otros grupos de purunmachus
chachapoyas. Finalmente nos hemos de
referir a los sarcófagos de El Tigre. Si bien
eran conocidos desde siempre por los
comarcanos, su existencia ha sido promovida por el explorador y guía de turismo
Martín Chumbe, especialmente a través
de fotografías estupendas.
Como veremos, los sarcófagos o purunmachus de los grupos de Solmal y Yambata, así como los demás que repasare-
mos en este capítulo, corresponden a
alguna de las cuatro grandes categorías
en los que, en atención a su morfología,
los hemos agrupado. Curiosamente en
algunos casos la cabeza va coronada por
una segunda, en miniatura, al parecer a
imitación de los cráneos estucados que
originalmente lucían los sarcófagos del
Grupo 1 de Karajía.
1. Los sarcófagos de Solmal
La zona de Solmal se extiende en
dirección noroeste y a continuación del
barranco de Karajía. Se caracteriza por
presentar una gruta horizontal, la misma
que se extiende por 16 metros, tiene poca
profundidad y altura, y se ubica en lo alto
del farallón. Parecería que para excavarla
se hubiera aprovechado la fisura presente
en el peñón. En ella se colocaron los sarcófagos en fila; estos son relativamente
pequeños, de unos 60 a 80 centímetros
de alto y se encuentran en distintos estados de conservación. Su tamaño fue al
parecer ajustado al espacio de la gruta,
tanto en altura como en la profundidad
que registra.
Avistamos la galería de Solmal en 1984.
Sin embargo, en 1985 y 1986 estuvimos
ocupados en estudiar el Grupo 1 de Karajía y por ello sólo pudimos dedicar una
exploración apresurada a la gruta de Solmal.
El barranco de
Solmal, con diversos grupos
de sarcófagos
(Oscar Sacay,
miembro de
la Expedición
Chachapoyas,
1988).
1 5 8
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En la gruta de Solmal hay dieciséis sarcófagos en pie, aunque muy deteriorados;
incluso, de algunos de ellos sólo quedan
sus bases. Creemos que originalmente
hubo unas veinticinco cápsulas funerarias, a juzgar por los espacios libres.
La forma que acusan los purunmachus de
Solmal es uniforme. Se trata de bultos cónicos trabajados a la redonda. Podrían ser
comprendidos en la Categoría E, esto es,
la correspondiente a sarcófagos cónicos
desprovistos de cabeza-máscara (véase
el cuadro de categorías de sarcófagos adjunto).
Sin embargo es necesario dejar constancia que todos los sarcófagos de esta gruta
fueron alguna vez violentados a la altura del pecho y abdomen. Por lo mismo,
originalmente pudieron haber estado
Vista
referencial de las
quebradas de
Aispac haca,
Llambata, Karajía y Solmal
(Oscar Sacay,
miembro de
la Expedición
Chachapoyas
1988).
dotados de una cabeza-máscara colocada sobre el pecho o el abdomen cuando
fueron colocados en el lugar.
Las paredes de estos sarcófagos acusan
menor espesor que los del Grupo 1 de
Karajía. Por esta razón no ofrecieron mayor resistencia ante el picotear de las aves,
que ávidas de hacer sus nidos terminaron
por perforarlas, como tampoco al saqueo
al que fueron expuestos. La presencia frecuente de aves que buscan anidar en el
interior de los sarcófagos fue comprobada en el sitio. En efecto, en 1984, al tratar
de acercarnos a los sarcófagos de Solmal,
comprobamos que en uno de estos, que
mostraba un forado en su lado delantero,
anidaba un cernícalo que tal vez por hallarse ovando se negaba a retirarse ante
nuestra presencia.
L a
2. Los sarcófagos de Yambata
En 1986 los arqueólogos Daniel Morales (1988a, 1988b) e Iain Mackay (Morales
y Mackay, 1988a, 1988b) tenían por misión identificar grupos de purunmachus
presentes en la vecindad. Fue así que en
dirección sur de Karajía fue ubicado el
sitio de Yambata (acaso Ramaspata de
acuerdo a la sugerencia de Daniel Morales). Como veremos, este barranco concentra un apreciable número de sarcófagos.
El sitio arqueológico de Yambata está situado en una estrecha quebrada de paredes rocosas rígidamente verticales. Los
sarcófagos presentes en este sitio acusan
diferente morfología. Algunos pertenecen a la Categoría D y otros a la Categoría
F. Los primeros poseen cuerpo cónico y
portan una cabeza escultórica a la altura
del vientre. Los de la Categoría F están
constituidos tan sólo por una pared cóncava, que a modo de escudo tapa la gruta
excavada en la peña.
En Yambata registramos hasta seis grutas
con sarcófagos. Especialmente interesante resultó ser el reconocimiento del
Grupo 1 de Yambata, conformado por
seis sarcófagos unidos unos a otros por
sus costados. Se encontraban intactos y
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 5 9
así los dejamos. Tres de ellos llevan cabeza-máscara; en los demás fue imposible
detectar si ésta se había caído o si carecían originalmente de la misma.
Al parecer el Grupo 3 de Yambata albergó
sólo una tumba que debió estar tapiada
por una pared cóncava a modo de escudo. Aparece decorada totalmente, con
colores rojos oscuros y claros.
Algunos de los sarcófagos de Yambata
incorporan, en la zona frontal del bonete,
una segunda cabeza escultórica, de tamaño miniatura. Se trata aparentemente
de réplicas en cerámica de los cráneos
que coronan los sarcófagos majestuosos
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Sarcófagos de
Solmal (Oscar
Sacay, miembro de la Expedición Chachapoyas, 1988).
1.
2.
3.
Los seis sitios
de sarcófagos
ubicados
en
el
barranco
de
Yampata
(Oscar Sacay,
miembro de
la Expedición
Chachapoyas,
1988).
4.
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El barranco de Yampata con la ubicación de los sarcófagos
(Oscar Sacay, miembro de la Expedición Chachapoyas, 1988).
1
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del Grupo 1 de Karajía. El uso de estos crá- sitios donde se encontraban los sarcófaneos miniatura modelados en arcilla, no gos, nuestras exploraciones ejecutadas
es privativo a Yambata.
en Chipurik en 1986, permitieron constatar la existencia de algunos recintos circulares ubicados en la parte superior del
3. Los sarcófagos de Chipurik
peñón. Nuestra labor debió ser interrumEl barranco de Chipurik fue explorado pida de pronto, cuando los miembros de
inicialmente por los arqueólogos Henry y la expedición fuimos atacados por una
Paule Reichlen (1950). Por entonces algu- nube de abejas silvestres, lo que obligó a
nos de los sarcófagos del sitio lucían en evacuar de inmediato a Lima a uno de los
buen estado de conservación y acusaban miembros. Superado el problema, volvitodavía decoración pintada. En efecto, en
la campaña conducida en 1986 verificamos que estos sarcófagos habían sido en
extremo depredados, lo que era evidente
Un sarcófago
al compararlos con las fotografías tomade Chipurik en
das por los Reichlen cuarenta años antes,
foto de Roberpublicadas en su monografía, así como
to Arce Tuesta.
con las fotografías tomadas después por
Roberto Arce.
Los arqueólogos Reichlen bautizaron
como Chipurik a una fase del desarrollo
cultural que tuvo lugar en territorio de los
chachapoyas, precisamente caracterizada
por presentar sepulturas en forma de sarcófagos. Con esta denominación hacían
referencia a una fase intermedia de la cultura Chachapoyas, ubicada entre la más
antigua que llamaron Kuélap y la última
que designaron Revash, caracterizada por
la construcción de tumbas en formas de
mausoleos.
Antes de descender con cuerdas a los
VISTA REFERENCIAL PANORÁMICA
5
1
8
2
3
4
6
7
El peñón de Chipurik con ubicación de
restos de sarcófagos (Oscar Sacay, miembro de la Expedición Chachapoyas, 1988).
L a
mos a los pocos días para concluir con el
levantamiento topográfico y la ubicación
de sarcófagos en todo el barranco. Constatamos que este exhibía ocho grutas con
sarcófagos y que los mismos corresponden a la Categoría B y a la Categoría C
(Kauffmann Doig, 1989).
Luya es el nombre del barranco en el que
destacan algunas grutas con sarcófagos.
Nuestra expedición no llego a escalarlo
más que parcialmente, pero fue analizado
con largavistas. Consideramos que los sarcófagos de Lic pertenecen a la Categoría
B y a la Categoría E.
En la base del peñón hallamos diversos
restos de muros de planta circular, ro4. Los sarcófagos de Lic
deando grutas y formando así recintos.
Este sitio es citado por Louis Langlois Consideramos que estas estructuras no
(1939), el gran explorador de los cha- tuvieron la función de servir de sepulchapoyas. Lic, en las inmedeiaciones de cros pues estas cámaras estaban vacías.
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 6 3
Estimamos que debieron ser depósitos
de alimentos, como lo fueron también
las estructuras de Guanglic, cuyo estudio
abordaremos oportunamente.
5. Los sarcófagos de San Antonio
El sitio arqueológico de San Antonio
comprende dos zonas. La Zona A corresponde a una ladera sobre la que se levanta un conjunto de construcciones circulares. Por su parte, la Zona B corresponde
a un barranco que da frente a la Zona A.
Exploración
del barranco
de Lic en las inmediaciones de
Lamud (Foto:
Federico Kauffmann Doig).
1 6 4
El sector de
Huanshe (Lamud), con
ubicación de
los lugares
con sarcófagos. Su aspecto es similar a
los de Solmal
(Foto: Federico Kauffmann Doig).
-
F e d e r i c o
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L a
En este majestuoso acantilado se ubican
varias grutas que contienen grupos de
sarcófagos. Ambas zonas arqueológicas
se encuentran en el distrito de Lamud, separadas por la quebrada de Jucusbamba,
que vierte sus aguas en el Utcubamba.
El imponente barranco donde se encuentra la Zona B, en la margen izquierda del
Jucusbamba, es conocido por los comarcanos con el nombre de Huanshe. Louis
Langlois (1939) lo examinó probablemente sólo desde lejos, puesto que comenta
que aquí se presentarían sarcófagos de
tamaño gigantesco. Esto no es posible
dada la escasa altura de las grutas que se
ubican en este farallón, que por lo tanto
no permiten albergar purunmachos de
más de un metro de altura. Luis Mendoza
Pizarro (1998: 119-123) menciona los sarcófagos del barranco de Huanshe.
El reconocimiento de la Zona B de San
Antonio permitió detectar once grutas en
las que se ubican sarcófagos. Sin embargo, había una más en la que solamente
son visibles las bases de éstos.
Los sarcófagos que se ubican en lo alto
del barranco de Huanshe no son accesibles partiendo de la cima del farallón,
sino escalando el peñón. Aunque por lo
general están muy dañados, por lo menos
once ellos todavía conservan su cabeza-máscara (Kauffmann Doig, 1989: plano
6-C). La mayoría de estos sarcófagos pertenece a la Categoría B y a la Categoría C.
Debido a que nuestra atención se centraba en la Zona A del área de San Antonio,
caracterizada por presentar un conjunto
de recintos circulares, exploramos las grutas y su contenido funerario tan sólo desde lejos, apostados en la banda opuesta
del Jucusbamba. El arqueólogo Daniel
Morales (1988c) se encargó de registrar
en un croquis las grutas y sarcófagos de
esta zona. Por su parte, el ingeniero Oscar
Sakay, otro de los integrantes de nuestra
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 6 5
expedición de 1986, cumplió la tarea de levanta sobre la margen izquierda del Utubicarlos en un plano con el apoyo de un cubamba. El lugar fue visitado por Gene
Savoy, quien se refiere a Tingorbamba
teodolito (Kauffmann Doig, 1989).
como “Ciudad de los Muertos”.
Tingorbamba puede dividirse en dos
6. Los sarcófagos de Tingorbamba sectores pues comprende dos tipos de
La zona arqueológica conocida tra- sepulturas. La Zona T-A se caracteriza por
dicionalmente con el nombre de Tingor- presentar varios grupos de sarcófagos,
bamba se ubica en un barranco que se mientras que la Zona T-B corresponde a
Grupo 1 de
sarcófagos que
se ubica en
el peñón de
Tingorbamba
(Foto: Federico
Kauffmann Doig).
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2
4
1
Grupos de sarcófagos presentes en el área de Tingorbamba.
Abajo, la gruta grande o Grupo 1 de Tingorbamba (Oscar
Sacay, miembro de la Expedición Chachapoyas, 1988).
3
6
7
8
L a
un lugar donde se encuentran sepulturas
que corresponderían a mausoleos, sobre
las que nos ocuparemos en el capítulo
siguiente, siempre y cuando estos no hayan sido depósitos de comestibles.
La Zona T-A comprende los Grupo 1, 2, 3,
etc. de sarcófagos, situados en barrancos
en ciertos casos distantes unos de otros.
Algunas veces aparecen ubicados en la
peña conformando tan sólo una unidad
y en otros fueron colocados en pareja. Lucen decoración pintada en vivos colores,
entre los que destaca el azul.
La gruta grande o Grupo 1, donde documentamos cerca de dos docenas de sarcófagos (Kauffmann Doig, 1989), lamentablemente ha sido depredada por los
lugareños, en especial por los escolares
de la comarca. Las acciones depredatorias
han llegado a un grado tal que varios de
los sarcófagos no sólo fueron cercenados,
sino que las cabezas terminaron siendo
colocadas en cápsulas funerarias que no
les corresponde. Además, el ganado vacuno se guarece de las lluvias en el lugar
y contribuye a su destrucción.
A pesar de todas estas acciones vandálicas, veintitrés sarcófagos permanecen en
pie. De éstos, en 1986 todavía cinco lucían
una cabeza-máscara, aunque en algunos
casos la ubicación original de determinados purunmachus había sido alterada.
Una testa cercenada de uno de los sarcófagos de Tingorbamba fue ubicada de
manera casual a nuestro regreso, a la vera
del sendero donde había sido abandonada. La recogimos y hoy se conserva en el
Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú.
La gruta grande (Grupo 1) mide 30 metros de largo y su eje se orienta de norte
a sur. Dado que se disponía de un recinto
amplio, los sarcófagos fueron colocados
en forma inusual: aparecen dispersos y
conforman auténticas cápsulas funerarias
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C h a c h a p o y a s - 1 6 7
Sarcófagos
pintados, ubicados en peñones en las
proximidades
de los grupos
de sarcófagos
principales
de Tingorbamba, sitio
rebautizado
como Ciudad
de los Muertos por Gene
Savoy (Foto
Federico Kauffmann Doig)
al no ir pegadas a la pared posterior de
la gruta. Estos sarcófagos pertenecen a
diversas categorías: mayoritariamente a la
B, aunque observando algunas variantes.
La Categoría E está presente en un caso y
hay también un ejemplar de la Categoría
A con cabeza plantada sobre el cuerpo.
Varios sarcófagos de este grupo tienen
decoración pintada de color rojo claro y
rojo violáceo. En otros casos se observa
tonos grisáceos. Esto se debe a que las
zonas coloreadas terminaron por ser cubiertas por el polvo humedecido por las
lluvias que desplaza el viento.
A unos 20 metros por encima de la cueva
grande (Grupo 1), se encuentra el Grupo 2
1 6 8
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(Kauffmann Doig, 1989: plano 7-A), compuesto por diez sarcófagos que pertenecen principalmente a la Categoría B, aunque algunos corresponden a la Categoría
A. Este conjunto tiene la singularidad de
presentar sarcófagos unos encima de
otros. Algunos llegan incluso a cubrir parcialmente las cabezas de los sarcófagos
de la fila inferior. Sin embargo, consideramos que establecer fases para esta superposición no tiene mayor valor, por cuanto
todos deben ser más o menos coetáneos.
Estos sarcófagos tienen la superficie grisácea, como “escarchada”, debido a que
el polvo húmedo por la lluvia y transportado por el viento los ha ido cubriendo.
Todos los sarcófagos de este grupo han
sido violentados con perforaciones en el
vientre o en el pecho, y su contenido ha
sido retirado.
En dirección norte, siguiendo el desfiladero que transitamos al ingresar al Grupo 1,
se distinguen dos parejas de sarcófagos o
purunmachus decapitados por los depredadores. Corresponden al Grupo 3 de Tingorbamba y se caracterizan por su decoración esmerada y el empleo del color azul.
Grupo
de
sarcófagos de
Tosán (Foto:
Luis Mendoza Pizarro).
D o i g
Hay otros restos de sarcófagos diseminados por el peñón, que no logramos
examinar en detalle pero que sí documentamos fotográficamente y en video.
Tal el caso del Grupo 4. Los cuerpos de
estos sarcófagos presentaban pequeñas
oquedades como consecuencia de disparos de piedras con hondas realizados
por escolares.
El precario refugio que escogimos para
guarecernos al arribar al sitio cuando ya
oscurecía, resultó ser una gruta de sarcófagos. Grande fue nuestra sorpresa al
amanecer, al ver restos de sarcófagos que
yacían junto a nuestros sacos de dormir.
Observamos, sin embargo, que los sarcófagos pertenecían a la Categoría E y que
no mostraban peculiaridades, siendo su
estado de conservación bueno en términos generales. De interés fue el constatar
que el barranco que cobija esta gruta de
sarcófagos, en forma de un corredor, presenta en perfil una enorme cabeza humana como resultado de una protuberancia
natural que al parecer debió recibir retoques. Recuerda el perfil de ciertos personajes presentes en cerámica escultórica
de Tiahuanaco-Huari (Horizonte Medio).
En las inmediaciones del complejo de
Tingorbamba se encuentra una gruta de
purunmachus conocida como Ayachaqui.
En su mayoría estos sarcófagos han sido
manipulados por los comarcanos. Al parecer hasta han modelado nuevos bultos
y en otros casos les han agregado cabezas a los que no tenían, con el afán de
convertir el lugar en un sitio de atracción
turística. Es por ello que Klaus Koschmieder denomina a los purunmachus de este
grupo de “sarcófagos bamba” (Koschmieder, 2013: fig. 1).
7. Los sarcófagos de Tosán o Langache
Se debe el descubrimiento del grupo
de sarcófagos de Tosán a Luis Mendoza
Pizarro (1998: fotos 46, 147) —apasionado
estudioso de su natal Amazonas—, quien
hace una primera referencia y publica una
fotografía sobre este importante grupo
de cápsulas funerarias chachapoyas ubicadas cerca de Tingorbamba. El nombre
Tosán corresponde al de una antigua hacienda y a la vez a una laguna ubicada en
las inmediaciones del sitio arqueológico.
La gruta de Tosán está ubicada en el distrito de Lamud. En ella se encuentra un
conjunto de sarcófagos, en lo alto de un
barranco que se yergue sobre la margen
izquierda del Utcubamba, precisamente
en el triángulo conformado por la confluencia del Jucusbamba y el Utcubamba;
esto es en un tingo o tinku, que alude a
un encuentro de dos quebradas o ríos, de
carácter mágico.
Los sarcófagos de este grupo dan cara al
peñón de San Antonio o Huanshe, que se
levanta en la banda opuesta del Jucusbamba.
Este grupo tiene la particularidad de presentar, reunidos en un solo conjunto, di-
L a
versos tipos de cápsulas funerarias. Están
presentes los sarcófagos de la Categoría
A, que corresponde a los que representan a individuos coronados por una cabeza-máscara, así como aquellos que
exhiben la testa sobre el cuello, sobre el
pecho o el abdomen.
juzgar por las dos fotografías publicadas
por Gil, quien se vanagloria de su hazaña en los siguientes términos: “logramos
apoderarnos de cuatro cabezas de estatua, de distintas dimensiones y de tres
cadáveres extraídos del interior [de los
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C h a c h a p o y a s - 1 6 9
sarcófagos]; los cuales han sido conducidos al local del Colegio para incrementar
el museo Kuélap” (Gil, 1936: 237). Triste
destino, ciertamente, de uno de los más
conspicuos grupos de sarcófagos chachapoyas.
8. Los sarcófagos de Peña de Tuente
Peña de Tuente es un sitio arqueológico cercano a Colcamar. Se caracteriza
especialmente porque uno de los mausoleos presenta pintura mural, como se
verá en el capítulo en el que abordamos
el estudio de los mausoleos chachapoyas.
Cerca de los mausoleos se ubica una pareja de sarcófagos que parecen estar enclavados en la peña. Su estado de conservación, no siendo del todo mal, muestra
que han sido depredados para apoderarse de los objetos guardados en su interior
que podrían tener valor económico.
Peña de Tuente,
Colcamar. Junto a
un grupo de
mausoleos
(izquierda),
se presentan
los restos de
un
sarcófago decorado
con pintura
mural. (Foto:
Federico Kauffmann Doig).
9. Los sarcófagos de Aispachaca /
Conila
Un grupo de sarcófagos de alta jerarquía, similar a Karajía, fue dado a conocer
por Napoleón Gil (1936), en aquel entonces director de un prestigioso colegio de
la ciudad de Chachapoyas. Los sarcófagos
estuvieron originalmente emplazados en
una gruta, situada en el barranco conocido como Aispachaca que se levanta en
las inmediaciones de la localidad de Conila (Luya). Al pie del acantilado corre el río
Jucusbamba, que tributa por la margen
izquierda al Utcubamba.
A mediados de la década de 1930, Napoleón Gil y sus acompañantes, valiéndose
de cuerdas, accedieron a la gruta donde
se encontraban seis primorosos sarcófagos. Estaban prácticamente intactos, a
Vista antigua
de los sarcófagos de Aispachaca (Conila), al presente
inexistentes.
Cuando dimos
a conocer los
sarcófagos de
Karajía, algunas personas
eq u ivo ca d a mente consideraron que
eran los ya
conocidos de
Aispachaca
(Foto captada
probablemente en 1936).
Fotos Plenge
Iñigo
L a
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C h a c h a p o y a s - 1 7 1
El grupo de 14 purunmachus de El Tigre explorados prima facie por el autor
en Julio de 2016 (Cortesía Concesionaria IIRSA Norte / Foto Heinz Plenge).
10. Los sarcófagos de El Tigre
Hacemos referencia ahora a grupos
de sarcófagos identificados en los últimos
años por aldeanos deseosos de dar a conocer testimonios ubicados en su jurisdicción. El incentivo para esto es la búsqueda
de prestigio personal para ser reconocido
como “descubridor” o descubridores de un
sitio arqueológico aún no reportado, pero
también el anhelo de que el terruño se
convierta en un boom turístico.
Tal es el caso de los grupos de sarcófagos
de El Tigre que se ubican en las escarpadas
pendientes del cerro de ese nombre en la
demarcación de San Jerónimo, localidad
perteneciente a la provincia de Bongará.
Al tomar nota de las referencias que sobre
el particular nos proporcionó gentilmente el señor Willy Helmbrecht (WH Tours &
Producciones E.I.R.L.), persona que había
accedido al sitio y lo ponderaba con especial entusiasmo, es que decidimos ejecutar
una prospección prima facie, ya que esta
no había cumplida por arqueólogos profesionales. Salvo el caso de Manuel Malaver
Pizarro, Encargado del Área de Patrimonio
Arqueológico de la Dirección Regional de
Cultura de Amazonas que viene dirigiendo
el Lic. José Santos Trauco Ramos con especial acierto. El arqueólogo Malaver inspeccionó el grupo detectado inicialmente
en la montaña de El Tigre, integrado por
una veintena de purunmachus (Véase pág.
176). En cambio la jornada conducida por
el autor, que se dirigió al lugar en julio del
2016, inspeccionó el grupo integrado por
14 sarcófagos, en magnífico estado de
conservación comparado al citado anteriormente y al que aún no había sido visitado por arqueólogo alguno.
Antes de proseguir anotando las apreciaciones a las que nos condujo la prospección a la que nos hemos referido y ya
que este es el último capítulo en que nos
ocupamos de purunmachus,11 es ocasión
propicia para rememorar algunas generalidades sobre la forma de sepultar en sarcófagos. Comencemos en subrayar que la
misma se limita a espacios en los que moraban los chilchos, una agrupación de la
nación chachapoyas asentada en lo que
hoy es la provincia de Luya y excepcionalmente por lugares adyacentes, tal como
espacios situados en la provincia de Bongará, donde precisamente se ubican los
varios grupos de purunmachus presentes
en el cerro conocido como El Tigre y que
aquí ocupa nuestra atención.
Recapitulemos que los purunmachus son
estatuas funerarias dotadas de contornos
humanos, trabajadas fundamentalmente
de barro y huecas para dar cabida a una
momia, envuelta en sus tejidos funerarios
antes de recibir sepultura en el sarcófago.
Se advierten variaciones en cuanto a su
forma y tamaño, tal como lo establecido
en el cuadro elaborado por el autor hace
treinta años (Kauffmann Doig, 1987a,
2009: 111).12
En este contexto resulta importante destacar que el patrón funerario sarcófago o
purunmachu se limitaba tan solo a los dignatarios de mayor prestigio. Por lo mismo
no concordamos con Klaus Koschmieder
(2002), quien estima lo contrario al pronunciarse sobre la abundancia de sarcófagos, sugiriendo que su uso habría sido
una práctica generalizada. De haber sido
así y exceptuando la destrucción de una
parte de los mismos en tiempos de ensañamiento iconoclasta en los siglos XVI y
XVII, y sumando a esto los destrozos debido a la huaquería, no tendríamos al presente diez o veinte grupos de sarcófagos
que podrían totalizar unos cincuenta a
cien purunmachus, sino más bien millares
de los mismos. Esto si tenemos en cuenta
un estimado razonable de la población
de los chillaos, multiplicándolo con las
generaciones que le sucedieron durante
sus 300 años de existencia. Al respecto
vale recordar la tradición recogida por
Martín de Murúa (ca. 1600: 402), si bien
referido en general a los pobladores del
Área Inca, cuando señala que “los entierros de la gente común se hacían por la
mayor parte en el campo”.
La montaña conocida con el nombre de El
Tigre está conformada por dos prominen-
11 Tiempo atrás bautizamos la forma de enterrar en sarcófagos con el nombre de purunmachu, rescatando así una palabra todavía en uso entre los
comarcanos de los espacio septentrionales que ocupaban los chachapoyas. Esta voz es utilizada por los comarcanos para referirse a todo resto procedente de tiempos anteriores a la irrupción europea; esto es tanto a cuerpos momificados, restos de estos, así como a toda prenda relacionada a los
difuntos. La palabra es quechua y se traduce por purun=remoto, silvestre y machu=gente, persona. Este vocablo solo sobrevive en algunos sectores
del área en la que moraban los chachapoyas, siendo la voz española gentil o pre-cristiano la que la ha reemplazado en el resto del Área Inca. Aunque
los comarcanos respetan cada vez menos estos bienes del pasado, aún se observan muestras de recogimiento frente a los ancestros. Esta actitud
solemne y respetuosa sigue en uso, particularmente en la región cordillerana del Perú. Probablemente y desde mucho antes de los inicios de la etapa
europea, personas sabias difundieron la moraleja de que enfermaron o contraído males que paralizaron alguno de sus miembros a consecuencia de
haber tocado o profanado los restos de los ancestros, los cuales “despiden antimonio o evacuaciones gaseosas dañinas”. Cuando era niño, el autor
escuchó estas consejas cuando vivía con sus padres en la localidad de Camporredondo (Luya), que por entonces era conocida como Cocochillo.
12 Sin mencionar su autoría el gráfico del autor en referencia y que presenta las diversas variantes de forma y tamaño de los purunmachus aparece reproducido en una publicación de la arqueóloga Inge Schjellerup (2014: 93 Fig. 6), lo se debe probablemente a un descuido del editor. Al ser mencionado el
grupo regio de sarcófagos, dado a conocer al mundo por el autor, tampoco hay alusión alguna a este hecho. (Véase PARTE CUARTA-A II, p. 142)
1 7 2
Las dos prominencias del
cerro conocido como El
Tigre. Una de
estas alberga
por lo menos
tres grupos de
pur unmachus
o sarcófagos
(Cortesía
Concesionaria
IIRSA Norte
/ Foto Heinz
Plenge).
Etapas diversas que llevaron al autor a
los sarcófagos
de El Tigre
(Expedición
Julio 2016 /
Fotos archivo
Federico Kauffmann Doig).
-
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L a
tes y escarpadas cumbres cubiertas del
bosque de neblina característico del territorio de los chachapoyas. Incluye monte
bajo en las áreas donde no crecen árboles
por asomar la roca a la superficie, pero este
monte bajo esconde con sus bejucos los
sarcófagos emplazados en sus grutas.
Mientras que la localidad de San Jerónimo se ubica a 2 200 metros sobre el nivel
del mar, las grutas de los barrancos de El
Tigre, donde se depositaron los purunmachus, se ubican en altitudes alrededor de
3 000 metros.
Luego de partir de Chachapoyas por carretera y pasando la localidad de Pedro
Ruiz pero antes de arribar a Churuja, se
accede a una trocha carrozable que en
aproximadamente 12 kilómetros conduce a San Jerónimo. Este último tramo se
cubre en una hora aproximadamente.
De San Jerónimo parte un camino de
herradura que se dirige en dirección a la
montaña de El Tigre. Este permite sortear
la cuesta, cabalgando en un par de horas
hasta cruzar una quebrada conocida también con el nombre de El Tigre. En este
lugar una pequeña planicie se extiende al
pie del farallón. Desde aquí ya no es posible seguir a lomo de bestia, dado lo empinado del sendero que parte desde aquí
en dirección al grupo de sarcófagos. De
esta manera, este último tramo es necesario cubrirlo ascendiendo una empinada
cuesta, caminando por espacio de una
media hora o algo más, de acuerdo a las
condiciones físicas del peatón.
En esta travesía, a partir de San Jerónimo,
fuimos acompañados por un grupo de
sus pobladores, quienes generosamente
brindaban hojas de coca para mitigar el
cansancio. Asimismo, desde el inicio de
nuestra travesía que nos condujo de Chachapoyas hasta San Jerónimo y desde ahí
a uno de los tres grupos de sarcófagos,
nuestra misión fue guiada con excepcional
acierto por Carlos Chávez Muñoz.13 Gracias
a su guía logramos cumplir con nuestro
objetivo de acceder a los sarcófagos de
una de las grutas del acantilado de El Tigre.
Esta prospección fue la primera ejecutada
por arqueólogos profesionales.
Durante el trayecto que nos condujo hasta
la gruta avistamos restos de lo que fueron
mausoleos o chullpas a la vera del camino.
Como nuestra meta era el análisis prima
facie de uno de los grupos de sarcófagos
presentes en El Tigre, no nos detuvimos
más que para recoger alguna información
general y levantar un croquis de una de las
estructuras mejor conservadas. Cerca de
una de éstas yacía un sarcófago de tamaño
pequeño, que consideramos fue sustraído
de un grupo de este tipo de sepulturas y
trasladado a este lugar.
Los tres grupos de sarcófagos de El Tigre
reúnen en conjunto más de una treintena
de purunmachus. El conjunto que sometimos a un primer análisis, uno de los tres
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 7 3
que han sido ubicados en el cerro El Tigre,
presenta catorce sarcófagos en hilera. Tal
vez uno más, totalizando así quince, en
vista que en el extremo derecho hay un
espacio en el que podía hacer calzado un
purunmachu arrancado de su lugar.
El primer conjunto fue identificado en
1998 por los lugareños Newman Aguilar y
Miuler Villar Sánchez. Como ya comentaramos años después, en 2011, la entonces
Dirección Regional de Cultura (hoy Dirección Desconcentrada de Cultura), dirigida
por el Lic. José Santos Trauco, dispuso la
ejecución de un primer reconocimiento
de este grupo. El mismo estuvo a cargo del
arqueólogo Licenciado Manuel Enrique
Malaver (2011). El Guión Turístico Provincia
de Bongará publicado por la Dirección de
Comercio Exterior y Turismo - Amazonas,
en 2014, indica que el conjunto de sarcófagos de este grupo está conformado por
veintiún unidades; empero en su informe
el arqueólogo Malaver comenta que solo
observó dieciocho purunmachus. Esta diferencia puede deberse a que todos los sarcófagos que conforman este grupo no se
ubican sobre la misma repisa que le sirve
de asiento.
Como sucede en todos los casos, también
los sarcófagos de este grupo están protegidos de la lluvia gracias al techo de la
gruta, lo que resulta indispensable para su
conservación, ya que ellos fueron construidos con barro arcilloso. Los del grupo que
13 El autor expresa gratitud por su hospitalidad a los miembros de la directiva de la Comunidad de San Jerónimo, que preside el señor Ángel Cupioc
Zuta. De modo especial va nuestro agradecimiento a Chachapoyas Travel, agencia de turismo que conduce con ejemplar eficiencia el señor Carlos
Chávez Muñoz junto a la señora Janet Tejada Chuquipiondo. No solo porque organizó minuciosamente el itinerario de nuestro viaje partiendo de
Chachapoyas, sino por la ayuda personal que —al igual que el señor Enrique Lucero Cachay— prestaron al autor al ascender y descender la empinada trocha que condujo a los miembros de la expedición hasta el grupo de catorce sarcófagos en los barrancos de la montaña El Tigre; apoyo al que
se sumó generosamente Julio César Sagazeta Lápiz. Sin la ayuda de los nombrados, no habría sido posible lograr nuestro objetivo. Probablemente
tampoco de no haber mediado el gesto del señor Luis Inga Vilca, quien gentilmente nos surtió con hojas de coca para mitigar el cansancio.
Así cercano a los 90 años de edad, el autor se dio el lujo de acceder a este lugar, si bien siendo auxiliado en su último tramo de muy difícil transitar, por
ser una trocha empinada, por los señores Carlos Chávez y Lucero Cachay, quienes gentilmente terminaron por cargarlo en hombros. Esto lo declara
con orgullo, puesto que de otro modo no habría logrado examinar aquel grupo de sarcófagos de El Tigre conformado por catorce purunmachus y el
que aún no había sido avizorado por arqueólogo alguno. Una experiencia como la expuesta jamás ocurrió con anterioridad, durante sus numerosas
expediciones arqueológicas por tierras altoandinas y amazónicas, como lo pueden atestiguar todos los arqueólogos y compañeros de campaña, que
desde 1980 participaron en nuestras investigaciones de campo.
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El grupo de 14 sarcófagos de El Tigre, descritos en detalle en una monografía del autor próxima a ser publicada
(Expedición FKD, Julio 2016 / Fotos Manuel Salinas).
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.59
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c u l t u r a
.49
.59
1.07
13
1.20
1.20
1.20
.49
.49
.49
?
.36
1.07
1.07
1.07
L a
.79
.69
.69
.69
.50 .36
.36
.36
.69
12
.52 .50
.50
.50
.79
.79
.79
11
.52
.52
.52
1.12
10
.64 .54
.54
.54
1.20
1.12
1.12
1.12
1 7 6
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
D o i g
1
Sarcófagos de
diversos grupos presentes
en El Tigre. Las
fotos 1, 2 y 3
corresponden
al grupo de
sarcófagos conformado por
14 unidades,
explorado por
el autor. Las
fotos 4, 5 y 7,
corresponden
a un grupo
mayor identificado primeramente por
c o m a r c a n o s.
Acaso fueron
las personas
que inicialmente descubrieron este grupo,
las que cercenaron varios
purunmachus de
este sitio. (El
autor expresa
su
gratitud
al arqueólogo
Lic. Manuel
Malaver Pizarro, quien fue
el primero en
visitar el sitio
en referencia,
por la atención
de
haberle
proporcionado
las fotos 4, 5
y 7). La foto 6
enfoca un grupo reducido de
sarcófagos ubicados también
en las prominencias de El
Tigre; fue avistado por Miuler Villar Sánchez en 2013.
3
6
2
4
5
7
L a
comentamos fueron decorados con pintura roja, blanca y amarilla. En la fotografía
que presentamos —gracias a la gentileza
del arqueólogo Manuel Enrique Malaver—
se constata que varios de los sarcófagos de
este grupo están en mal estado de conservación. En efecto, las fotografías muestran
que varios purunmachus de este conjunto
han sido decapitados. No puede descartarse que esto pudo haber ocurrido en
tiempos de la lucha contra la idolatría, alrededor de 1600. Confiamos en que este hecho delincuencial no haya sido perpetrado
en tiempos posteriores al descubrimiento
de la gruta, con la intención de retirar las
cabezas con el oscuro propósito de lucrar
vendiéndolas. No sería la primera vez que
ocurre tamaña afrenta. En 1986, estando
en la ciudad de Lamud, presenciamos que
un maestro de escuela lugareño se aprestó
a ofrecer la cabeza cercenada de un sarcófago regio, “de su propiedad”, a un estudioso italiano que me acompañaba en un
viaje de investigación que me condujo a
Tingorbamba. Tratando de evitar que fuera
a parar a otras manos, el estudioso italiano
compró esta cabeza y la llevó hasta Lima,
para ser entregada al Museo Nacional de
Arqueología, Antropología e Historia del
Perú, donde se exhibe (Kauffmann Doig,
2009: 118; Kauffmann Doig y Ligabue,
2003: 218, foto de la cubierta posterior del
libro).
Un segundo grupo de sarcófagos presente en los precipicios del cerro El Tigre
fue avistado por Miuler Villar Sánchez en
2013, gracias al zoom de su cámara fotográfica.4 Si bien logró identificarlo desde
el vecino distrito de Cuimal, Villar relata
que logró acceder al mismo. Este grupo
está integrado por solo cinco sarcófagos
que acusan variantes en cuanto a forma
y tamaño, además de ser relativamente
pequeños en comparación a los de otros
grupos de purunmachus de El Tigre.
La tercera gruta presente en la montaña
de El Tigre, que cobija 14 sarcófagos, fue
identificada en 2013 por Gruver Chang
Torres y otros lugareños. Deslumbrado
por las referencias y fotografías que nos
hizo conocer Willi Helmbrecht, organizamos una prospección de este conjunto
de sarcófagos, para lo cual contamos con
los auspicios de la Fondazione Ligabue
de Venecia, de la que el autor es Miembro
Científico.
La prospección se realizó en julio de 2016,
en compañía de un pequeño grupo de
especialistas, como el Licenciado Gustavo
Siles afiliado al Instituto de Arqueología
Amazónica; por su parte Manuel Salinas
Huapaya tuvo a su cargo los levantamientos topográficos en los que participó
también Carlos Chávez Muñoz, quien con
Janet Tejada Chuquipiondo gerencia la
renombrada agencia de turismo Chachapoyas Travel.
Esta misión, además de ejecutar levantamientos topográficos de la gruta en la que
estaban emplazados los catorce purunma-
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 7 7
chus y reconocer su estado de conservación (que sin ser óptimo es satisfactorio),
registró las características de cada uno de
ellos. Al respecto véanse las ilustraciones
que acompañan el presente capítulo y en
las que van registrados los pormenores de
los diversos purunmachus del conjunto
motivo de nuestra prospección.
Las tareas topográficas pudieron ser cumplidas utilizando la especie de tarima
construida por la comunidad de San Jerónimo sobre la cima de un enorme árbol
añejo. Desde este lugar los sarcófagos se
divisan en forma óptima. Así logramos
cumplir nuestros objetivos sin la necesidad de alcanzar los sarcófagos, ya que
éstos se levantan al borde del precipicio,
lo que dificulta su estudio; además esto
permitió evitar el tránsito por la cueva,
lo que habría implicado rozar y por tanto
alterar el estado de los purunmachus. En
el caso de los sarcófagos de Karajía, esto
pudo evitarse gracias a la tarima que se
antepuso al piso de la cueva.
Todos los purunmachus del grupo que
investigamos prima facie, pertenecen a
la Categoría B del cuadro en el que hemos registrado las variantes de los sarcófagos chachapoyas (Kauffmann Doig,
2009: 110-112; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 229). En los gráficos adjuntos
a las presentes glosas se incluyen algunos
pormenores adicionales sobre los catorce
purunmachus de este grupo presente en
la montaña de El Tigre.
14 En abril de 2014, la Dirección General de Museos del Ministerio de Cultura, en coordinación con el Centro Mallqui, promovió con especial ímpetu que
un drón del tipo Phantom I sobrevolara el cerro El Tigre para captar fotografías que de otro modo son imposibles de obtener debido a los precipicios
en los que se ubican las grutas funerarias. Luis Jaime Castillo viene insistiendo en que su uso debe ser reglamentado, subrayando también el indiscutible apoyo que los drones han de prestar a la investigación arqueológica. Esto a través de tomas fotográficas únicas que permiten una idea cabal
del conjunto arquitectónico; algo que ya se viene experimentando en Chanchán, así como en las excavaciones arqueológicas al permitir el registro
permanente de los estratos que van siendo retirados. Con todo se advierte un peligro, pues si los drones son utilizados meramente para “descubrir”
más y más testimonios a lo largo del territorio, esto puede conducir a saqueos debido a que el Estado no está en condiciones de custodiar nuestro
cuantioso patrimonio inmueble. Por otro lado es incongruente que disponiendo al presente de una cantidad abrumadora de sitios arqueológicos no
intervenidos por los profesionales, estos aspiren a que se identifiquen más y más testimonios arqueológicos, no estando en condiciones de atender
debidamente la investigación de tantos otros identificados tiempo atrás. También se advierte una falta de conciencia al pasar por alto que nos sucederán generaciones de profesionales que dispondrán de tecnologías inimaginables y que ya no podrán disponer de material prístino.
1 7 8
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C h a c h a p o y a s - 1 7 9
PARTE CUARTA - B
PAT R O N E S F U N E R A R I O S
C H A C H A P O YA S :
E L M AU S O L E O
Además del uso de sarcófagos o purunmachus, los chachapoyas sepultaban a sus difuntos
ilustres en mausoleos o pucullos; en otras palabras en cámaras funerarias. Después de
caracterizar este patrón funerario, abundar en su tipología y en otros temas introductorios,
describiremos sitios notables de pucullos o mausoleos, tales como Revash, Los Pinchudos,
Laguna de las Momias, Tingorbamba, Ochín y otros. 15
15 En quechua o runasimi, el mausoleo podría denominarse aiawasi, esto es, “casa de difuntos. En el Incario su nombre era pucullo, y en el idioma aymara
chullpa. Como prácticamente todos los mausoleos forman conjuntos, a estos podría calificárseles de aiamarca, es decir, “pueblo de difuntos”.
1 8 0
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C h a c h a p o y a s - 1 8 1
Vista del Grupo-D de los mausoleos de Revash (Foto: Federico Kauffmann Doig).
I. Comentarios introductorios
El mausoleo chachapoyas es con propiedad una cámara funeraria. A diferencia
del sarcófago, que es un receptáculo funerario que da cabida a tan solo un difunto, el mausoleo estaba destinado a albergar a numerosos finados. Al igual que
en el caso del sarcófago, solo los mandatarios y personajes de alta jerarquía eran
sepultados en los mausoleos.
Su construcción en grutas excavadas ex
profeso, en lo alto de los acantilados, no
se debió a una intención de protegerlos
de intrusos sino al ánimo de atender a su
preservación. La preferencia por los barrancos donde la roca asoma desnuda, se
debe a que en ellos no prospera la vegetación, que al concentrar humedad afecta
el material orgánico.
Las numerosas momias que se colocaban
en estos mausoleos estaban en posición
de cuclillas, envueltas en numerosas telas hasta formar un gran paquete o fardo
funerario. El proceso de momificación
debió ser muy sofisticado entre los chachapoyas, dada la humedad ambiental
(Guillén, 2002; Lombardi, 2014).
De lejos, los mausoleos chachapoyas
parecen constituir viviendas y como van
agrupados formando una fila, da la impresión que se trata de caseríos.
Por el hecho de estar emplazados en grutas, en lo alto de los barrancos, los
mausoleos chachapoyas recuerdan los
cave-dwellings de Mesa Verde en el Cañón de Colorado (EE.UU.). Sin embargo,
esto no pasa de ser un asunto casual,
puesto que su función es muy distinta en
ambos casos. En efecto, mientras los ca-
seríos de Colorado conforman viviendas
emplazadas en lo alto de barrancos con
carácter defensivo, los mausoleos chachapoyas eran sepulcros colectivos.
Consideramos que las denominaciones
pucullo (phukuilio, palabra de origen quechua) o chullpa (tshuilpa, de origen aimara), al igual que la voz española mausoleo,
son por igual apropiados para calificar el
patrón funerario al que nos estamos refiriendo. El término pucullo es utilizado
todavía en ciertas regiones de la sierra peruana, como en Ancash, para denominar
pequeñas construcciones de piedra en
las que fueron sepultados los “gentiles” o
personas que vivieron con anterioridad
a la presencia europea. En la serranía de
Ancash esta palabra se traduce también
como “hornito”, si bien aludiendo al pucullo.
1. Dispersión y antigüedad del
mausoleo chachapoyas
De acuerdo a la secuencia cultural
establecida por los arqueólogos Reichlen
(1950), los mausoleos chachapoyas corresponden a una fase anterior a la del sarcófago. Debemos señalar que el patrón
mausoleo aparece difundido por todo el
territorio de los antiguos Chachapoyas;
en cambio, la forma de sepultar en sarcófago se limita solo a espacios situados en
la margen izquierda del Utcubamba, en la
actual provincia de Luya.
Es posible que los mausoleos chachapoyas
se hayan gestado como una modalidad del
patrón chullpa o pucullo. La chullpa alcanzó
amplia difusión en el Perú Antiguo o Área
Inca, manifestándose a través de diversas
modalidades y, en términos generales, durante la segunda mitad del primer milenio
de la presente era. Esto es, en tiempos correspondientes a la etapa Tiwanaku-Wari (o
Wari). En efecto, los mausoleos chachapoyas parecen ser en esencia una modalidad
de la chullpa de Tiahuanaco-Huari; solo
que las chullpas o mausoleos chachapoyas
no fueron emplazados en campo abierto
sino en grutas excavadas en lo alto de los
barrancos.
2. Los dos tipos de mausoleos
Por lo general los mausoleos chachapoyas conforman cubículos rectangulares
y si bien los hay pequeños y emplazados
de modo aislado en los barrancos, por lo
general van alineados en fila, uno junto al
otro. Miden entre 4 a 6 metros de largo,
con un ancho de 4 metros y altura que no
excede 2 metros. En muchos casos van
techados, aunque no necesitan cubierta
debido a que los protege el techo de la
gruta en que fueron levantados.
Por la forma en que fueron construidos es
posible distinguir dos tipos principales de
mausoleos o pucullos:
1) Los de mampostería con piedras
rústicas, de paredes revocadas con barro
arcilloso, y que con frecuencia eran enlucidas con una capa blanca-amarillenta y
decoradas con motivos simbólicos pintados predominantemente de rojo.
2) Los que lucen paredes de piedra
careada, de tamaño más o menos uni-
1 8 2
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
forme. Estos suelen presentar decoración
simbólica parietal, mediante el sistema de
resaltar ciertas piedras del muro mismo,
para plasmar de esta forma el motivo deseado. Ocasionalmente estos motivos pétreos eran empastados con arcilla de colores, si bien de modo descuidado, como
lo demuestran los mausoleos de Los Pinchudos y los de la Laguna de las Momias.
Durante
la
etapa Tiahuanaco-Wari se
difundió el uso
de la chullpa,
un tipo de sepultura similar
a una torre
funeraria. En
algunos lugares
del Área Inca o
andina las chullpas aparecen
cobijadas en
grutas excavadas en acantilados, pero en
el caso de los
c h a c h a p oy a s
esta práctica es
común. Las fotografías muestran variedades
de
chullpas.
De izquierda
a derecha: 1.
Una chullpa de
Gantumarca
sobre la margen izquierda
del Marañón,
que recuerda
de cerca los
mausoleos o
chullpas chachapoyas. 2.
Chullpa de Tinyash, Huánuco.
3. Chullpa en
Ninamarca,
Puno (Fotos:
Federico Kauffmann Doig).
D o i g
exhibir decoración mural típicamente
chachapoyas.
Los mausoleos siguieron utilizándose aún
después de la incorporación de los chachapoyas al Incario. En efecto, en el caso de
los mausoleos de la Laguna de las Momias,
al lado de los fardos funerarios de dignatarios chachapoyas fueron también hallados
los bultos de administradores incaicos fallecidos en el territorio conquistado.
3. Su antigüedad frente al “sarcófago”
4. Primeras referencias a mausoleos e investigaciones posterioDe acuerdo a lo opinado por Henry y
res
Paule Reichlen (1950), los mausoleos chachapoyas corresponderían a un patrón de
enterramiento de un período que consideraban era posterior a su fase Chipurik,
caracterizada por la forma de sepultar en
sarcófagos. A esta nueva fase la denominaron Revash. Con todo, la sucesión cronológica que plantearon implica todavía
muchas interrogantes.
Consideramos que el mausoleo es un
patrón de enterramiento típico de la cultura Chachapoyas, por más que su origen
haya sido la chullpa. Particularmente por
el hecho de estar ubicados en grutas y
1
Charles Wiener (1884: 390) ofrece las
primeras referencias a mausoleos o chullpas chachapoyas, luego de haber visitado
Revash, en Santo Tomás. En la década de
1930, Louis Langlois (1939: 69-73) visita el
valle del Utcubamba y explora los mausoleos de Puente de Utcubamba, de los
que al presente sólo quedan escasos restos. Pocos años después, Bertrand Flornoy
(1943-1944) realizó un reconocimiento
de los mausoleos presentes en la zona de
Angulo.
Con posterioridad, los arqueólogos Hen2
ry y Paule Reichlen (1950) analizaron el
contenido de uno de los mausoleos de
Revash, cuyo techo y una de sus paredes
se habían desplomado. De este modo su
contenido había quedado protegido de
ser presa de los roedores y huaqueros. Esto
permitió a los Reichlen tipificar el período
que denominaron Revash. En conclusión,
postularon que los mausoleos correspondían a un patrón posterior al constituido
por el sarcófago. En el marco de una apreciación dirigida a establecer cronologías,
es de tomar en cuenta que en los mausoleos se daba sepultura a difuntos fallecidos
en lapsos más o menos extendidos.
Peter Lerche (2000) tanto como Keith
Muscutt (1987, 1998) han explorado en
años recientes mausoleos chachapoyas
que permanecían intactos en un barranco del Huabayacu y en la zona de la Laguna de Huayabamba. Las expediciones
del autor dirigidas al estudio de mausoleos chachapoyas fueron conducidas en
los años 1984, 1985 y 1986, y permitieron
explorar los mausoleos de Los Pinchudos,
Pumache, Revash, Ochín, Tingorbamba,
Peña de Tuente, La Petaca y otros (Kauffmann Doig, 1989, 2001b, 2001c).
3
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 8 3
II. Los mausoleos de Los Pinchudos
Uno de los grupos de mausoleos chachapoyas más elaborados es conocido
con el nombre de Los Pinchudos. Está
ubicado en las inmediaciones de Pajatén
y destaca porque de una de las paredes
de los recintos funerarios cuelgan tallas
de madera antropomorfas. Los mausoleos de Los Pinchudos eran desconocidos
hasta 1980, año en que abordamos este
singular grupo de pucullos (Kauffmann
Doig, 1980a, 1984a).
1. Historial
En camino a Pajatén, nuestro guía Manuel Villalobos, Manuelasho —de Las Alisos, localidad cercana a Pataz—, comentó
que en 1974 el campesino Santos Escobedo, al apartarse del grupo de patacinos
que buscaba tesoros ocultos en lugares
cercanos a las ruinas de Pajatén, tropezó
de modo casual con un grupo de mausoleos y al enfermar mentalmente decidió no
abandonar jamás el lugar, donde falleció
días después. Es posible que otros patacinos hayan llegado al sitio con anterioridad,
lo que se desprende de los rumores que
llegaron a oídos de Duccio Bonavia (1968:
33), por conducto de Víctor Pimentel,
mientras exploraban las ruinas de Pajatén
en 1966. Esto es, acerca de la existencia de
una “necrópolis” situada en las inmediaciones, que empero no llegaron a visitar.
Dieciocho años después de haber identificado y analizado el grupo de mausoleos
de Los Pinchudos, Bonavia (1998: 95-97)
señaló que ya en 1975 obtuvo referencias,
así como algunas fotografías, de Axel Cabrol sobre ese sitio funerario. 16
Sin embargo, en 1973, antes de las noticias y fotografías que Cabrol entregó
a Bonavia, el arqueólogo Jaime Deza Rivasplata (1975-1976) recogió referencias
acerca del grupo de mausoleos que nos
ocupa. Esto sucedió mientras exploraba
las estructuras cercanas a Pajatén de La
Playa, lo que le impidió ir en su búsqueda.
Manuelasho Villalobos, quien había sido
compañero de andanzas del campesino
Santos Escobedo, comunicó al autor en
Pataz, en agosto de 1980, que unos 6 años
antes había avistado de manera casual
una necrópolis donde colgaban tallas de
la pared exterior de un mausoleo, cuando
guiaba a un grupo de extranjeros deseoso de conocer el Pajatén. Villalobos indicó
también que el grupo era conducido por
Giovanni Ellena y los esposos Deze. Esto no
hacía más que confirmar las noticias que
en 1979 el autor había recibido de Gustavo
Siles, quien a su vez las había obtenido de
su amigo Alberto Guevara Zamalloa. Este
hasta le obsequió una fotografía de los
“ídolos de madera” que el mochilero Pierre
Abribat había regalado a Guevara.
Con el objetivo de detener la sustracción
de uno de los monolitos de los recintos
de Pajatén, Kauffmann Doig siendo por
entonces Director de Conservación del
Patrimonio Monumental y Cultural de
la Nación, emprendió viaje a Pajatén en
1980. Aprovechando esta travesía se propuso visitar de paso el misterioso sitio
donde estarían ubicadas las tallas de madera fotografiadas por el ya citado Abribat. Manuelasho se aprestó a conducir
al autor, trochando con otros lugareños,
hasta el complejo arqueológico de Paja-
tén y a guiarlo al sitio de Los Pinchudos.
Ese era el nombre que empleaban nuestros trocheros, particularmente nuestro
Manuelasho, para referirse a las estatuas
de madera de los personajes desnudos
que colgaban de uno de los mausoleos.
En homenaje a Manuelasho bautizamos el nuevo sitio arqueológico con el
nombre de Los Pinchudos y también le
dedicamos una de nuestras primeras
monografías (Kauffmann Doig, 1984a).
En realidad las esculturas nada tienen de
itifálicas, solo que la desnudez de los personajes abultados que la mirada se dirija a
la zona de los genitales; sin embargo no
dejan de ser abultados y en algunos casos
prácticamente hasta erectos.
Luego del primer reconocimiento arqueológico de 1980 (Kauffmann Doig,
1980a, 1984a, 2000, 2001d), conducimos
dos expediciones más al sitio de Los Pinchudos, con la finalidad de ahondar en el
estudio de aquel sitio arqueológico singular. En las últimas jornadas accedimos
también a otros conjuntos menores de
mausoleos presentes en los alrededores y
que habíamos detectado durante nuestra
primera exploración. El objetivo principal
de la tercera expedición se centró en el
levantamiento de planos del conjunto
de Los Pinchudos, tarea que fue dirigida
por el prestigioso arquitecto Roberto Samanez Argumedo, con apoyo del experimentado topógrafo cusqueño Rafael Morales, y de los bachilleres en arquitectura
Jorge Morales y René Barreto. La carpeta
de planos resultante incluye también las
bases para la ejecución de un proyecto de
consolidación del preciado monumento
16 El dato del arribo de Cabral al sitio de Los Pinchudos en 1975 lo confirma Luis Hurtado (2005:171), autor el último de una excelente crónica del viaje
que realizo al citado lugar (2005:pp. 115-160).
Mausoleos de
Los Pinchudos
Planta general y ubicación de las siete cámaras funerarias o mausoleos (hay restos de uno más, de forma rectangular, cerca del
Mausoleo 7). (Expedición Chachapoyas 1989: Arq. Roberto Samanez Argumedo, responsable del grupo de topógrafos integrado por René Barreto J., Jorge Morales M. y Rafael Morales M.).
UBICACIÓN DE SECCIONES LONGITUDINALES Y TRANSVERSALES
INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA AMAZÓNICA
EXPEDICIÓN CHACHAPOYAS / 89
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 8 5
D i r e c c i ó n : Fe d e r i c o Ka u f f m a n n D o i g
Dos vistas de la cámara funeraria 5, la única de la que cuelgan tallas antropomorfas de dignatarios
desnudos, que tan solo portan un aparatoso tocado y orejeras (Fotos: Federico Kauffmann Doig).
1 8 6
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
(Kauffmann Doig y Samanez Argumedo,
1992).
Pasados los años, el World Monuments
Watch incluyó a Los Pinchudos entre
los 101 sitios que presentaban extrema
precariedad de 2.000 monumentos afectados en el mundo. En el año 2000 el
prestigioso conservador de testimonios
arqueológicos, Ricardo Morales Gamarra
(2002), condujo obras de consolidación
en el conjunto arquitectónico de Los
Pinchudos, en particular en la entrada de
la Cámara 5, en la que las jambas habían
parcialmente colapsado.
2. Los mausoleos o cámaras funerarias de Los Pinchudos
Los mausoleos de Los Pinchudos van
emplazados sobre una estrecha faja de
suelo desnivelado, de una gruta excavada
ex profeso en un barranco, aprovechando una cavidad natural ampliada por la
mano del hombre.
Cinco son los mausoleos que conforman
el grupo de Los Pinchudos, además de
dos muy deteriorados ubicados en dirección oeste del citado conjunto. Miden
hasta más de 4 metros de alto, fluctuando su diámetro entre los 2 y 3 metros.
Aparentan ser de dos pisos y algunos lo
fueron de hecho. Tienen el techo ligeramente abovedado debido al empleo
de la técnica del falso arco; estos fueron
construidos con lajas de piedra que terminan desbordando el paramento para
formar una cornisa.
El mausoleo al que se asocian las tallas todavía presenta en su interior dos tablones
que se extienden de un extremo a otro en
un nivel superior al del piso. Debieron corresponder a una tarima construida con el
fin que los fardos funerarios no reposaran
sobre el suelo húmedo. Se trata del mausoleo signado como Cámara Funeraria 5.
D o i g
Como material de construcción fueron
utilizadas lajas de piedra pizarra canteadas para lograr que las paredes lucieran
lisas y destacaran los frisos, a los que nos
referiremos más adelante. Las lajas eran
asentadas sobre argamasa arcillosa.
Las paredes interiores fueron enlucidas
con greda amarilla. Las exteriores presentan la piedra laja al descubierto, salvo
algunas zonas que eran empastadas con
arcillas amarillas y rojas. La pasta coloreada era aplicada sobre una base arcillosa
de color blanco mezclada con paja fina.
Las paredes exteriores de los mausoleos,
con excepción de uno, presentan frisos.
La técnica consistía en hacer sobresalir
del paramento aquellas piedras que debieron resaltar las líneas de los diseños.
Los motivos son eminentemente simbólicos y similares a los de Pajatén. No obstante su carácter geométrico, es permisible
teorizar que han sido derivados de la abstracción de elementos reales. Al parecer algunos de los motivos complejos incluyen
dos elementos simples. Uno en forma de
una L y el otro en forma de gradas. Al igual
que en Pajatén, ambos conformaban un
emblema que da la sensación de evocar
un ave de perfil. Curiosamente, los motivos
a los que aludimos son los dos emblemas
más repetidos en la iconografía de las culturas que se desarrollaron en el Área Inca
en todos los tiempos. El que acusa la forma
de una L, de acuerdo a la interpretación del
autor, deriva de una cresta de ola y evoca el
agua. Por su parte, el motivo en forma de
gradas debió simbolizar la tierra fértil, y su
figura se inspira en la forma que acusan las
terrazas de cultivo (Kauffmann Doig, 20012002c).
El motivo que retrata una V en sucesión
y que se extiende formando dos bandas
horizontales, puede aludir a una bandada de aves que surcan los espacios celestiales de donde cae la lluvia, y acaso
también al agua que serpentea en las
quebradas y ríos; pero sobre todo al rayo
que es el anunciador de la lluvia y con ello
del líquido vivificante. De ser correcta la
interpretación del autor, los tres motivos
se enmarcan en el culto a la fecundidad
de los suelos, que para producir los alimentos deben ser animados por el agua.
Asimismo, dado que la pared del Mausoleo 5 de Los Pinchudos, el más relevante
de todos lo del grupo, va empastada con
arcillas de color, es posible conjeturar que
también los muros decorados con frisos
del Pajatén podrían haber estado originalmente estucados con arcillas coloreadas.
En el caso de Los Pinchudos, estos empastes han podido conservarse debido a
que los mausoleos están protegidos por
el techo natural del peñón y por el alero
que presentan.
Durante el reconocimiento de los mausoleos de Los Pinchudos, fue identificada
fuera de su contexto de origen, una cabeza escultórica de piedra de rasgos antropomorfos. Su presencia testimoniaría que
además de figuras geométricas, el sitio
presentaba también esculturas. Pero consideramos que aquel monolito pudo más
bien ser acarreado al lugar desde algún
sitio arqueológico vecino. Lo dejamos in
situ, con la recomendación que lo recogiera el municipio de Pataz.
Las momias y sus pertenencias pudieron
ser removidas de sus mausoleos en tiempos del ardor catequista de los siglos XVI
y XVII. Nuestra primera expedición encontró sólo escasos restos óseos humanos,
regados por el suelo, además de puñados
de algodón que debieron ser empleados
como relleno para dar forma a los fardos
funerarios. En el mausoleo que exhibe las
esculturas talladas en madera constatamos la presencia de dos morteros de piedra. En el exterior había un pequeño lote
de fragmentería de cerámica, preponde-
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 8 7
Al fondo la
Cámara
5
del grupo de
mausoleos de
los Pinchudos
(Foto: Federico Kauffmann
Doig). Una de
las jambas del
vano de esta
cámara estaba a punto de
colapsar. Fue
consolidada
por Ricardo
Morales (Morales Gamarra
2002; Morales Gamarra,
Valle Álvarez,
Church, Tello
2004). Estas
intervenciones
fueron
observadas por
Anselmo Lozano (2000a,
2000b, 2000c).
1 8 8
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
rantemente de estilo Inca. Estos restos
fueron fotografiados y documentados,
pero dejados en su lugar como material
de estudio para arqueólogos que llegaran a explorar el sitio con posterioridad.
En la actualidad el material procedente
del sitio de Los Pinchudos se encuentra
depositado en la Municipalidad de Pataz.
Nuestra primera expedición al sitio (1980)
realizó un minucioso inventario de estos
D o i g
objetos, a cargo del arqueólogo Francisco
Merino (1989).
Una minuciosa descripción de cada una
de las siete cámaras funerarias que comprende al grupo de mausoleos de Los Pinchudos, realizada en particular por el arquitecto Roberto Samanez Argumedo en
1989 (Samanez Argumedo y Kauffmann
Doig, 1992) y en parte también por el arqueólogo Francisco Merino (1989) en su
condición de miembro de nuestra expedición a Los Pinchudos, ha sido publicada
en otro libro (Kauffmann Doig y Ligabue,
2003: 260-270).
En un afán de buscar similitudes, debemos referirnos a los mausoleos de Gantumarca (Rapayán). Si bien están situados
en la margen izquierda del Marañón, en la
provincia de Huari, Ancash, esto es, en los
extramuros de lo que consideramos el territorio de los chachapoyas, por su forma
y ubicación muestran un curioso parecido con los mausoleos de Los Pinchudos
(Kauffmann Doig, 1986: 524).
3. Las tallas antropomorfas asociadas a la Cámara Funeraria 5
En el mausoleo signado como Cámara
Funeraria 5 se observa perchas ancladas en
el sector superior de la pared semicircular,
de las que cuelgan cinco tallas antropomorfas dispuestas radialmente, siguiendo
la curvatura de la estructura. Las estatuas
no eran conocidas y jamás habían sido visitadas por arqueólogos, cuando en julio de
1980 las examinó la expedición al Pajatén
conducida por el autor.
Comentarios acerca de las tallas antropomorfas en mención serán ofrecidos en la
Parte Quinta V, pags. 266-268, en la que el
autor ha de referirse a las tallas en madera
y en hueso de los chachapoyas.
4. Los mausoleos en las proximidades del grupo de Los Pinchudos
En una repisa geológica que se ubica
en un sector inferior del mismo barranco
donde se encuentra el grupo de Los Pinchudos, identificamos otros mausoleos.
Roberto Samanez Argumedo, miembro
de nuestra expedición, los ha clasificado
como cámaras funeraria 8 y 9. Su estado
de conservación deja de desear, acaso
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 8 9
Diversos grupos de cámaras funerarias o mausoleos presentes en las inmediaciones del grupo de Los Pinchudos (Arq. Roberto Samanez Argumedo). responsable del grupo de topógrafos integrado por los expertos Rene Barreto J., Jorge Morales M. y Rafael Morales M.).
porque las mismas son de fácil acceso.
Tal vez por lo mismo nada prácticamente
queda de los testimonios que se guardaban en su interior. Aquello podría deberse
a la presencia de los llamados extirpadores de idolatrías de los siglos XVI y XVII.
“El mausoleo 8 –refiere Samanez-, tiene
forma rectangular y su acceso está orientado hacia el este. En este sector, se presentan dos recintos circulares adosados a
la pared de la roca. Son más pequeños y
por su estado de deterioro no se aprecia
ningún vano. Probablemente su función
fue similar a la del recinto 6, del grupo
prominente de Los Pinchudos. De ser así
los fardos funerarios habrían sido sepultados introduciéndolos por encima del
mausoleo”.
El mausoleo 9 se ubica en la misma repisa
de roca en la que se presenta el recinto
anterior. Observa también forma rectangular, y su puerta de acceso está orientada hacia el este.
Estas estructuras así como las del grupo
de Los Pinchudos, se construyeron con
lajas de pizarra y mortero de barro. No
presentan elementos decorativos y son
muy simples en comparación con los
mausoleos del grupo denominado Los
Pinchudos.
1 9 0
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D o i g
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c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 9 1
Laguna de las Momias y no Laguna de los Cóndores, como consta en la Carta Nacional. El
nombre de Laguna de las Momias fue dado por la población de Leymebamba, por aclamación,
en Cabildo Abierto de mayo de 1997. Se tomó en cuenta que no hay cóndores en el área.
III. Los mausoleos de la Laguna de
las Momias
En un solitario lugar dominado por
una laguna oblonga, rodeada de la enmarañada selva que cubre la arrugada
topografía que presentan los Andes Amazónicos, yacían más de 200 momias de los
antiguos chachapoyas, guarecidas en sus
mausoleos que las conservaron intactas
por más de 500 años.
El conjunto funerario de la Laguna de las
Momias fue avistado de modo casual, en
las postrimerías del año 1996, por peones
del ganadero Ullilén de la localidad de
Leymebamba, departamento de Amazonas. Apenas el autor tuvo noticia del
insólito hallazgo, alistó una expedición arqueológica que fue la primera en constituirse al sitio (Kauffmann Doig y Ligabue,
1998). La misma contó con los auspicios
del Instituto Nacional de Cultura y de
PromPerú y, se llevó a cabo en mayo de
1997 (Kauffmann Doig, 1997, 2001c).
Las primeras acciones de reconocimien-
to permitieron constatar que los fardos
funerarios —en cuyo interior va envuelta
una momia en numerosos tejidos, cual
cápsula que aprisiona la semilla— se hallaban mayormente incólumes y emplazados en el lugar que les correspondía en
el mausoleo, lo que constituye un hecho
arqueológico poco común. Los fardos funerarios eran visibles gracias a una especie de ventana abierta en la pared exterior
del mausoleo. Esta cavidad permitía que
La Laguna de
las
Momias
(Expedición
c hac hapoyas
1979 / Foto:
Federico Kauffmann Doig).
La Expedición
Chac hapoyas
1997, conducida
por el autor, fue
la primera integrada por arqueólogos que se encaminó a la Laguna
de las Momias.
En primer plano
el entonces Capitán Carlos Vargas, Comisario
de Leymebamba,
quien tuvo la gentileza de acompañarnos. Nótese
la frondosa vegetación tropical
que caracteriza al
área (Foto: Michael Tweddle).
La Laguna de
las Momias se
encuentra a 40
kilómetros
de
Leymebamba.
En el trayecto la
expedición cruzó
zonas altoandinas
en ciertos sectores muy pantanosas, lo que hizo
que una de las
mulas se hundiera
y pereciera en el
lodazal (Foto: Michael Tweddle).
L a
el cubículo se mantenga permanentemente aireado, quedando de este modo
asegurada la conservación de su contenido: ofrendas varias, particularmente de
cerámica, así como -aunque excepcionalmente- mates decorados como los
de la Laguna de las Momias que analizó
detenidamente Enrique Vergara (Vergara
2003b).
1. Historial
Cuando a fines de 1996 los peones
del ganadero Ullilén de Leymebamba
abordaron por primera vez lo que un año
después el autor sindicó como el Grupo 1
de mausoleos de la Laguna de las Momias,
hallaron más de 200 fardos funerarios en el
interior de construcciones que se mantenían intactas (Kauffmann Doig, 1997).
Desde los inicios de la profanación advirtieron que los fardos funerarios que
saqueaban carecían de las ofrendas de
oro y plata que apetecían hallar. Por lo
mismo, perdieron el entusiasmo y desistieron de proseguir con el saqueo. De esta
manera llevaron consigo a Leymebamba
tejidos, piezas de cerámica y hasta fardos
funerarios seleccionados entre los más
pequeños, de párvulos. Su intención era
comercializarlos en Chachapoyas o en
Lima. Pero por desavenencias entre ellos,
la policía de Leymebamba intervino y
decomisó el botín que fue inicialmente
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 9 3
almacenado en un ambiente de la localidad. Así, la mayor parte de los fardos funerarios quedaron sin ser depredados ni
movidos del lugar que les correspondía
en los mausoleos.
Pocos meses después, la ONG Mallqui
retiró todos los fardos funerarios de los
mausoleos para su traslado a Leymebamba. Esta acción fue cumplida en tan sólo
contados días al amparo de la Resolución
Directoral INC-260, a sabiendas que la
misma había sido anulada el 5 de agosto de aquel año (1997) por los auditores
que intervinieron el Instituto Nacional de
Cultura al haber detectado actos de corrupción en la redacción del documento
señalado. De este modo fueron vaciados
Material arqueológico
depredado
por los primeros campesinos-vaqueros
que
advir tieron
los mausoleos
de la Laguna
de las Momias
y saquearon
las ofrendas
e incluso fardos funerarios
completos con
el propósito
de comercializarlos. Afortunadamente el
Comisario de
Leymebamba,
Capitán Carlos Vargas, al
ser advertido
del
ultraje
decomisó el
botín, que fue
almacenado
en un depósito
improvisado.
El
conjunto huaqueado
fue escaso en
comparación
a lo que todavía quedaba
depositado en
las
cámaras
funerar ias.
(Expedición
Chachapoyas
1997 / Fotos: Michael
Tw e d d l e ) .
1 9 4
-
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K a u f f m a n n
los mausoleos que originalmente contenían unos 200 fardos funerarios que hoy
se encuentran arrumados en el Museo de
Leymebamba, todavía a la espera de ser
estudiados con la atención que se merecen (Kauffmann Doig, 1999b; Kauffmann
Doig y Ligabue, 2003: 296-311).
La primera expedición integrada por
arqueólogos que se constituyó al sitio,
conducida por el autor en mayo-junio de
1997, permitió certificar que la mayor parte de los bultos funerarios se habían salvado del saqueo efectuado por los peones
del señor Ullilén. En efecto, cerca de 200
fardos funerarios permanecían intactos,
lo que resultaba de especial importancia
para un estudio detenido sobre los patrones que rigieron la colocación de los bultos funerarios al sepultarlos. Atendiendo
a estos hechos, el autor señaló que el hallazgo era excepcional (Kauffmann Doig,
1997).
Esta singular circunstancia condujo a que
el autor formulara, en junio de 1997, un
proyecto que proponía la intangibilidad
de las decenas de fardos funerarios intactos y emplazados desde hace más de
500 años en los mausoleos de la Laguna
de las Momias; y que el Instituto Nacional
de Cultura, institución a la que fue presentado el proyecto, prohibiera el acceso
a la Laguna de las Momias hasta que se
cristalizara el proyecto de resguardarlos.
Para ello el autor gestionó y obtuvo la
aprobación de Francisco Wiese, mecenas
y amante de la arqueología peruana, para
la construcción de rejas metálicas a la
medida, que impidieran el acceso a toda
persona y convirtieran al sitio en un eje
turístico único: admirar fardos funerarios
todavía en sus mausoleos originales. Esto
era posible en tanto las ventanas ubicadas en la parte exterior de los mausoleos,
y que tendrían la función de ventilación,
permitirían contemplarlos.
D o i g
De acuerdo al proyecto mencionado,
las momias y el material ya depredado e
incautado por la policía eran suficientes
para habilitar las salas de un museo de
sitio que el autor se había comprometido
a levantar con los pobladores de Leymebamba. El muestrario saqueado superaba
las 1000 piezas. Adicionalmente, se había
considerado retirar dos o cuatro fardos funerarios intactos.
El proyecto citado señalaba también que
aquellos testimonios que quedarían en
los mausoleos permitirían contar con una
valiosa reserva arqueológica para que las
futuras generaciones de expertos, premunidos sin duda de técnicas superiores
a las actuales, pudieran disponer de material prístino.
Lamentablemente este proyecto se truncó cuando en pocos días los fardos funerarios fueron retirados de sus mausoleos
y trasladados a Leymebamba. Allí permanecieron durante varios años hacinados
en una antigua vivienda hasta que finalmente pasaron a formar parte del museo
con el que hoy cuenta Leymebamba.
2. Los mausoleos
La Laguna de las Momias está situada
en los límites que separan la provincia de
Huallaga del departamento de San Martín. El viaje a la localidad de Leymebamba
dura unas ocho a doce horas, la mitad de
las cuales corresponde al recorrido a pie,
por cuanto se transita por una topografía
escabrosa en la que abundan zonas pantanosas y por el bosque amazónico que
obstaculiza el paso al aproximarse a la
laguna.
No existen cóndores en el lugar, por lo
que la denominación de “Laguna de los
Cóndores” —que se debe a Gene Savoy
(1970)— resulta ser antojadiza. Savoy
exploró la laguna con buzos, buscando
posibles ofrendas áureas sumergidas,
pero no advirtió los mausoleos existentes en el lugar. En 1997, las autoridades
y pobladores de Leymebamba, reunidos
en Cabildo Abierto, convinieron que se
oficializara el nombre de Laguna de las
Momias dado que en el lugar las había
en gran cantidad.
En los mausoleos de la Laguna de las
Momias fueron sepultados personajes
de la élite chachapoyas. También niños
muertos a temprana edad, colocados en
fardos funerarios de tamaño pequeño
(¿capacochas?). Igualmente, después de
1470, cuando el territorio de los chachapoyas fuera incorporado al Incario, los
mausoleos de la Laguna de las Momias
albergaron los cuerpos de autoridades
cuzqueñas que residían en los alrededores de la laguna; acaso en el gran centro
administrativo incaico de Cochabamba.
Consideramos que no moraban en Llaqtacocha, nombre que se ha dado a los
recintos que se ubican en el peñón que
se levanta al frente, donde aparecen emplazados los mausoleos de la Laguna de
las Momias en una gruta cuyo techo los
protege del agua de las lluvias.
Cinco son los mausoleos que conforman
el Grupo 1 de Laguna de las Momias.
Se trata de recintos a modo de cubículos, construidos uno al lado del otro. La
mampostería es de piedra careada, las
paredes estaban cubiertas con pasta arcillosa y esta era enlucida de blanco, como
fondo para pintar motivos compuestos
principalmente por bandas horizontales rojas. Las paredes de los mausoleos
también estaban decoradas con diseños
emblemáticos, para lo cual algunas de las
piedras del muro eran acomodadas para
formar el diseño deseado. Éste se reduce
a un motivo expuesto horizontalmente,
en forma de una V en cadena, muy usual
en la arquitectura de los chachapoyas.
L a
Nos hemos referido ya en otras oportunidades a este símbolo, afirmando que
podría haber evocado una bandada de
aves, así como ríos y acequias serpentiformes, como también al rayo. En todo caso,
el símbolo en zigzag o en forma de una
V encadenada está relacionado al agua
vivificante de los campos de cultivo; sin
embargo consideramos que aludía sobre
todo al rayo.
Las paredes rocosas de la gruta que cobija
los mausoleos presentan también figuras
simbólicas, pintadas utilizando diversos
colores.
Los mausoleos son de planta rectangular
y fueron construidos sólo con tres muros
debido a que el posterior lo conforma la
peña misma que sirve así de pared. Los
cubículos funerarios se elevan por unos
5 metros y acusan dos niveles. El segundo va separado del primero por una tarima sobre la que reposaban los fardos
funerarios. De esta manera se evitaba su
contacto con el suelo húmedo que afecta el material orgánico. Las oquedades o
ventanas, con ligera inclinación trapezoidal, renovaban el aire constantemente,
evitando que los fardos funerarios fueran
afectados por la humedad.
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 9 5
Plano de elevación frontal
y corte N-S del grupo de
mausoleos de la Laguna de
las Momias. (Expedición
Chachapoyas 1997. Croquis: Ing. Hernán Corbera).
PLANO DE CORTE (N-S)
PERFIL
TRASVERSAL
1 9 6
Vista telescópica del grupo
de mausoleos
de la Laguna
de las Momias.
(Expedición
Chachapoyas
1997 / Fotos: Michael
Tw e d d l e ) .
Derecha: Vano
destinado
a
aireación del
interior de los
mausoleos.
Nótese como
los muros de
piedra eran
revocados y
pintados de
blanco y rojo.
Adviértase en
la parte superior el infaltable motivo
simbólico en
forma de una
M en sucesión
(Foto: Federico
Kauffmann Doig).
Restos de uno de los
recintos del conjunto
de Llactacocha que se
extiende al pie de los
mausoleos. No obstante
su cercanía, no sería un
“centro
habitacional”,
sino un conjunto de recintos relacionados al
cuidado y ceremonias
fúnebres de la necrópolis
(Foto: Federico Kauffmann Doig). Derecha:
Techo que protege de las
lluvias a las pinturas simbólicas trazadas en lo alto
en el área del cementerio.
-
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D o i g
L a
1
3. Fardos funerarios y momias
Los fardos o paquetes funerarios están constituidos por la momia, por lo general en posición sentada, y por tejidos
tanto llanos como ornamentados que la
envuelven. El Grupo 1 de mausoleos de la
Laguna de las Momias presenta también
otras formas de acondicionar al difunto.
Por ejemplo, introduciendo el fardo funerario en una especie de ataúd, constituido
por listones de madera y palos sujetados
con soguillas. En otros casos el paquete
funerario era forrado con una tela blanca
cosida en sus extremos y luego atado con
cordeles. Algunos de los fardos funerarios
estaban provistos de un rostro humano
dibujado mediante líneas bordadas que
remarcaban los contornos y los detalles
faciales. Los bultos de menor tamaño corresponden a párvulos, probablemente
niños muertos a temprana edad o acaso
sacrificados.
A juzgar por los excelentes resultados, el
proceso de momificación debió realizar-
2
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 1 9 7
3
4
se mediante sofisticadas técnicas. Esto
es particularmente notable en un medio
donde la neblina es casi permanente y
por lo mismo reina un alto índice de hu-
medad. Hay casos en que los globos de
los ojos y hasta los genitales aparecen
momificados (Kauffmann Doig, 1997,
2001c). Se practicó, desde luego, la eva-
Laguna
de
las Momias:
1. Fardo funerario con
insinuación
de un rostro.
2. Toma fotográfica desde
una ventana
de aireación.
3. Interior de
un mausoleo
con los fardos
funerarios in
situ, no violentados. 4.
Vista del interior de uno de
los mausoleos
parcialmente saqueado.
Adviértase al
fondo tallas en
madera que
debieron ser
clavadas en
algunos de los
fardos funerarios, y en primer plano un
armazón de
tablas que terminan en punta que sirvió
para proteger
algún fardo.
Como puede
apreciarse en
la página 229,
este recurso
se empleó en
otros
sitios
funerarios,
como en el
mausoleo explorado por
Peter Lerche
(2000) y conocido como
La Casa Blanca
(Expedición
Chachapoyas
1997/ Fotos:
Federico Kauffmann Doig).
Cuerpo momificado, Laguna de las Momias (Cortesía: AFP Integra / Foto: Jorge H. Esquiroz).
1
2
3
4
Laguna de las Momias: 1. Fardo funerario al que se le han
retirado parcialmente
las envolturas que
cubrían la cabeza de
la momia. 2. Fardo
funerario con rostro
destacado mediante
pespuntes. 3. Fardo
funerario protegido
por una red de cabuya. 4. Ejemplo de
la capacidad técnica
lograda por los chachapoyas en la momificación de cadáveres, algo muy difícil
debido a la humedad
que caracteriza a la
zona
(Expedición
Chachapoyas 1997
/ Fotos: Federico
Kauffmann
Doig).
2 0 0
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Diversas tallas en madera, Laguna de
las Momias
(Expedición
Chachapoyas 1997 /
Fotos: Federico Kauffmann Doig).
1
2
3
Instrumentos utilizados en acciones mágicas relacionadas con el agua (u otras sustancias), conocidos con el nombre de pacacha. 1. y 2. Parte superior de la misma talla, en madera, que presenta a un personaje que luce orejeras y un tocado circular que semeja al que porta el fardo funerario de la
página anterior, signado con el número 2. Adviértase el tapón circular removible que clausura la boca, por donde debió ser vertido el líquido, así como la especie de meato por donde debió escurrir. 3. Otro instrumento que representa una paccha (Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Federico Kauffmann Doig).
L a
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6
El gorro cónico chachapoyas: 4.Adviértase el gorro cónico que porta unos de los sarcófagos de Karajía, en cuya punta era encajada una testa humana ceremonial que con el tiempo
terminó erosionada. 5.Talla en la que se representa una gorra similar a la que exhibe el individuo de la foto 6 (Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Federico Kauffmann Doig).
Laguna de las
Momias: 1. Dos
fragmentos de
tejidos. Adviértase algunos de
los rostros boca
abajo y otros
boca arriba. 2.
Parte de una
tela importada o elaborada
bajo influencia
inca, luego de
la anexión del
territorio chachapoyas al Incario. 3. Cántaro de estilo inca
probablemente
elaborado en
la costa norte
por ceramistas chimú. Las
lágrimas que
derrama el personaje deben
interpretarse
como
alusivas a la lluvia
(Expedición
C ha c ha p oya s
1997 / Fotos:
Federico Kauffmann Doig).
2 0 2
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1. Tocado de una de la
pachamamas de Pajatén,
en forma de alas ornitomorfas
desplegadas
(véase pág. 103). 2. El
mismo tocado presente en los personajes de
una tela procedente de
Chancay. 3. y 4. Sobrevivencias ancestrales visibles en monteras usadas
en el presente en Puno
y Cuzco (Fotos: Federico Kauffmann Doig).
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El solpe, una red para
cargar en la espalda y
que motivó el mito del
solpecuro (véase pág. 45).
1. Una descendiente de
los chachapoyas con las
largas cintas que le permiten fijar el solpe a su
cuerpo. 2. Solpe arqueológico procedente de la
Laguna de las Momias
(Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Federico Kauffmann Doig).
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Muestrario de fardos funerarios retirados de los mausoleos de la
Laguna de las Momias sin profesionalismo y en tiempo récord.
Únicamente una antropóloga física —actualmente directora de
la ONG Centro Mallqui—, una periodista y una todavía estudiante de arqueología se encargaron del despojo. La encargada
del embalaje del material arqueológico para ser transportado a
la ciudad de Leymebamba utilizó costales y cajas de cartón usadas.
La remoción de alrededor de 200 fardos funerarios de sus mausoleos
para trasladarlos a Leymebamba fue realizada con una autorización
fraudulenta del Instituto Nacional de Cultura, como lo verificaron
los auditores, hecho que costó el puesto a Luis Arista, por entonces Director del INC (Informe de auditoría N° 019-97-OAIUCF
que comprende 51 fojas. Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 296311). La sustracción de los fardos funerarios fue realizada tan solo
en dos semanas, dada la exigencia del canal de televisión norteamericano al que le resultaba oneroso que se dilatara la filmación.
Una cantidad menor del 20% de los fardos funerarios de la Laguna de las Momias habían terminado por ser depredados. Las fotografías que captó el autor en mayo-junio de 1997 muestran
que alrededor de 150 se encontraban intactos (véase pág. 197).
Dado que los mausoleos estaban cobijados en una gruta, el autor
propuso que las momias permaneciesen en sus mausoleos, tan sólo
resguardadas por una reja metálica que sería donada por la Fundación
Augusto Wiese. De esta manera los visitantes del lugar habrían podido
admirar a las momias en el lugar en el que fueron ubicadas hace más
de medio milenio. Esto gracias a las “ventanas” que presentan los mausoleos, y que originalmente funcionaban como vanos de aireación.
Para la investigación era suficiente el material decomisado a los huaqueros y retirar cuatro momias para un estudio minucioso de los fardos
funerarios, dejando la posibilidad para que arqueólogos de futuras
generaciones pudieran disponer de material prístino y no el amontonado detrás de vitrinas que exhibe hoy el Museo de Leymebamba.
Diario El Comercio/ 5 de julio de 1997
De regreso a Lima, el
autor presentó el proyecto anteriormente
comentado al Instituto Nacional de Cultura y a PROMPERÚ.
Dicho proyecto buscaba “mantener en
condición intangible
los fardos funerarios
en su ubicación original...”, tal como
lo refiere el adjunto
recorte periodístico
de El Comercio (5 de
julio de 1997). Seis
semanas después, la
ONG Centro Mallqui
retiró de sus mausoleos las decenas de
fardos funerarios que
se encontraban aún
in situ, en una acción
reñida con la ética
profesional como lo
hemos señalado en
párrafos anteriores.
2 0 4
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El destino de las decenas de fardos funerarios de la Laguna de las Momias: 1. Material huaqueado a fines de 1996 de uno de los mausoleos, pocos meses antes de la presencia
de la Expedición Chachapoyas 1997 conducida por el autor. 2.Toma fotográfica desde uno de los vanos de ventilación, en la que se observa que gran cantidad de fardos funerarios permanecían intactos 3. Luego del traslado subrepticio de todos los fardos funerarios, estos se exhiben ahora en el Museo de Leimebamba formando grupos para
concitar mayor interés entre los turistas y lo que es especialmente deplorable confinados en vitrinas (Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Federico Kauffmann Doig).
cuación post mortem de los intestinos por
el conducto anal, así como la remoción
de vísceras.
El cuidado puesto en la conservación del
cuerpo del difunto resulta ser una tradición universal que probablemente data
de tiempos aún anteriores al Neolítico.
Ella debió responder al anhelo de los deudos de tener físicamente presentes a sus
difuntos. Pero la momificación también
debió ser alentada por la creencia entre
los antiguos peruanos de que era requisito indispensable preservar los restos
mortales para asegurar la existencia en ultratumba. La información de las crónicas
de los siglos XVI y XVII permite inferir esto
(Kauffmann Doig, 1998).
El material arqueológico guardado en los
mausoleos de la Laguna de las Momias no
se limita tan solo a cuerpos momificados y
los tejidos que los envolvían para conformar un bulto. Incluye también objetos varios con que eran enterrados los difuntos,
como recipientes de cerámica, mates decorados, telas, tallas de madera, paccha(s)
u objetos ceremoniales utilizados en ritos
de la pluviomagia o del culto al agua, así
como prendas de vestir, tupu(s) de plata,
adornos y utensilios personales, quipu(s),
batanes, solpe(s) o redes para sujetar la carga a la espalda, entre muchos otros.
Las evidencias arqueológicas de la Laguna de las Momias permiten inferir que los
mausoleos albergaban a difuntos ilustres,
sepultados a lo largo de dos etapas: la
regional y la de la incorporación del territorio al Incario. Los muchos quipus (khipu)
estudiados por el gran experto Gary Ur-
ton (2014) son una demostración palpable de la presencia de bultos funerarios
correspondientes a administradores del
gobierno central del Cuzco.
Hay indicios que señalan que en la etapa
colonial temprana fueron sepultadas en
estos mausoleos personas que seguían
aferradas a tradiciones ancestrales, como
parece certificarlo el hallazgo de un pequeño cántaro vidriado —técnica introducida por los españoles—; esto tal vez
podría deberse a que los deudos dejaron
este objeto como ofrenda a alguno de sus
ancestros años después de haberse producido la irrupción europea. Sin embargo
es de remarcar que el signo cruz, de difusión universal, fue también empleado por
los chachapoyas, sin que podamos interpretarlo (Véase PARTE SEGUNDA, II, p. 64 ).
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IV. Los mausoleos de Revash
En el siglo pasado Charles Wiener
(1884) divisó los mausoleos chachapoyas
de Revash, en Santo Tomás. Posteriormente fueron estudiados por los arqueólogos
Henry y Paule Reichlen (1950), quienes
aprovecharon que el techo de uno de estos cubículos funerarios se había desplomado, cubriendo y a la vez protegiendo
los restos culturales de aquel mausoleo.
Las expediciones conducidas por el autor
en 1983 y en 1986, a continuación de la
exploración de los mausoleos de Revash y
que además permitieron identificar otros
grupos presentes en los alrededores, que
permanecían inéditos. Inicialmente, para
evitar los saqueos, decidimos referirnos a
excavada en la pared rocosa de un imponente barranco. Ellas se conservan casi
intactas, pero los tejidos que envolvían a
las momias allí emplazadas, así como sus
pertenencias, fueron depredados desde
hace mucho tiempo tanto por la acción
de roedores como por la mano del hombre. Una parte, empero, fue rescatada por
los arqueólogos Reichlen (1950) gracias al
desplome del techo de un mausoleo que
conservó así material valioso.
Los mausoleos de Revash, al igual que
1. Descripción somera
otros chachapoyas, no fueron empleados
Las mansiones funerarias de Revash como sepulcros individuales. Eran morase ubican formando una fila en el estre- das colectivas, destinadas a dar sepultura
cho corredor conformado por la cavidad tan solo a difuntos de prestigio y poder.
Revash con las siglas USATOR que hacían
referencia a Utcubamba/Santo Tomás/Revash (Kauffmann Doig, 1986a).
Los mausoleos de Revash no presentan
influencias culturales de prosapia inca.
Entroncan, eso sí, con la arquitectura funeraria conocida como chullpa, de amplia
dispersión en el Perú antiguo por acción
del expansionismo Tiahuanaco-Huari que
tuvo lugar a partir de los siglos VII-VIII de
nuestra era.
VISTA DE UBICACIÓN REFERENCIAL
Expedición Chachapoyas 1986 /
Oscar Sacay,director de topografía.
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GRUPO C
El barranco en el que se emplazan
los grupos de mausoleos de Revash.
Imitan viviendas techadas, cuando
no soportaban el agua de las lluvias
debido a que aparecen cobijadas en
sendas grutas excavadas ex profeso.
El tránsito de un mausoleo al otro se realizaba utilizando vanos laterales (Expedición Chachapoyas 1986 / Fotos: Federico Kauffmann Doig).
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GRUPO D
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INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA AMAZÓNICA
EXPEDICIÓN CHACHAPOYAS 86
Federico Kauffmann Doig
REVASH - GRUPO D
Los mausoleos del Grupo
D de Revash (Expedición
Chachapoyas 1986 / Foto:
Federico Kauffmann Doig).
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REVASH
GRUPO C
INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA AMAZÓNICA
EXPEDICIÓN CHACHAPOYAS 86
Dirección: Federico Kauffmann Doig
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Ellos semejan pequeñas viviendas y sus
conglomerados forman “pueblos” en miniatura ubicados en lo alto de un barranco. Su emplazamiento en farallones nos
hace recordar a las cliff-houses del Cañón
de Colorado, pero estas semejanzas son
sólo accidentales puesto que sus funciones eran totalmente distintas.
Puede conjeturarse que los mausoleos
que nos ocupan fueron construidos para
evocar viviendas; es decir, serían réplicas
de la arquitectura campesina de enton-
ces, en campo abierto y de la que no
quedan rastros. Sin embargo, los techos
inclinados de dos aguas y de una sola
caída son puramente simbólicos, al igual
que las cornisas, pues la gruta protege a
los mausoleos de las lluvias y de los rayos
solares. Por lo tanto, fueron construidos
tan solo con una torta de barro sostenida
por una armazón de palos y juncos.
Las paredes de los mausoleos fueron levantadas con piedras asentadas sobre
argamasa de barro. Las estructuras tienen
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C h a c h a p o y a s - 2 1 3
planta rectangular y son de uno o dos pisos. No tienen puerta frontal; se accedía a
ellas por vanos laterales. Con frecuencia
van adosadas lateralmente o las separa
una pared medianera. Al igual que en otros
casos, el lado posterior del cubículo carece
de muro pues la roca sirve de pared.
2. Motivos decorativo-simbólicos
Las paredes de los mausoleos que
comentamos aparecen coloreadas con
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K a u f f m a n n
figuras. En otros casos presentan motivos excisos. Predomina el color rojo, que
fue empleado para trazar figuras de felinos, camélidos americanos, personas, así
como círculos bicolores, círculos concéntricos y otras imágenes.
Figuras pintadas se presentan también
en las paredes rocosas de la gruta. Su evidente asociación con los mausoleos es
una advertencia de que no toda pintura
rupestre, es decir, ejecutada sobre roca,
corresponde necesariamente a milenarias
sociedades preagrícolas.
D o i g
Las paredes de los mausoleos presentan
también un tipo de decoración lograda
en base a excisiones cuyo contenido simbólico ignoramos. Se trata de representaciones en forma de T, así como cruces y
rectángulos. Por su forma y ejecución, los
símbolos en cruz recuerdan a aquellos
plasmados en la arquitectura costeña de
Virú.
Los motivos cruciformes son idénticos
a los que figuran en las paredes de la
iglesia de La Jalca, que de acuerdo a la
tradición lugareña habría sido levantada
por el mítico Juan Oso, El Osito, fruto de
las relaciones entre un oso y una campesina raptada por ese animal (Culqui
Valdez, 2011). La íntima asociación del
símbolo cruciforme presente en Revash
con los expuestos en la iglesia de La Jalca permite inferir que sus constructores
conservaron algunos muros arqueológicos con ese emblema. Esto debieron
consentirlo los misioneros dado que el
símbolo cruz de los chachapoyas era formalmente igual al emblema máximo del
cristianismo.
Restos de mausoleos y aun de lo parecería sarcófagos en la vecindad de los grupos funerarios conspicuos de Revash (Foto aérea: Giancarlo Ligabue / Federico Kauffmann Doig).
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V. Los mausoleos de Ochín
Ochín es el nombre de un paraje donde se encuentra un grupo de mausoleos
chachapoyas. Se ubica en el paraje de
Michúl, situado sobre la margen izquierda
del río Utcubamba, a una altitud aproximada de 1 800 metros sobre el nivel marino.
Los mausoleos de este lugar permanecían inéditos. Fueron analizados cuando
la expedición de 1986 había concluido
oficialmente sus labores y la mayoría de
sus integrantes visitaba Kuélap. Por ello,
la expedición y la descripción de estos
monumentos estuvieron solo a cargo de
Federico Kauffmann Doig y del topógrafo Herbert Ascasíbar (Kauffmann Doig,
1989).
El sitio de Ochín fue localizado al explorar los farallones de Mishacorsa y Michul.
Está conformado por dos mausoleos
de planta rectangular. Se asocian a este
conjunto los restos de un muro derruido
que podría corresponder a una tercera
cámara funeraria que terminó desplomándose.
Mientras que la estructura situada en dirección norte (Mausoleo B) está casi intacta, la otra (Mausoleo A) tiene los muros
parcialmente caídos y en su interior se
ha construido una pirca moderna. Hay
rastros que parecen indicar que ambos
recintos estaban techados.
En la actualidad los campesinos se valen ocasionalmente de estos mausoleos
como depósito de chiclayos (calabazas),
así como para guardar herramientas agrícolas por su cercanía a sus campos de
cultivo. Por su parte, el pequeño muro
curvo de data moderna —adosado a la
pared interior del Mausoleo A y que mide
65 centímetros de diámetro por 80 cen-
tímetros de alto— fue levantado en forma rústica, con material pétreo retirado
de los vetustos mausoleos, y es utilizado
como horno para quemar cal.
No obstante la presencia del horno y la
reocupación de ambos recintos, la mayor
parte de estos mausoleos, con sus vanos
y su decoración mural, sigue en pie. A su
conservación ha contribuido la saliente
que presenta la peña a unos 30 centímetros por encima de los mausoleos, y que
les sirve de protección. Sin embargo, de
acuerdo a la dirección en que sopla el
viento, la lluvia salpica estos mausoleos:
“según las calidades, los moja”.
A flor de tierra se presentan restos óseos
de los “gentiles”. Es posible que existan
otros testimonios arqueológicos ocultos
en la acumulación de basura moderna en
el interior de los mausoleos y que en parte se debe al desmonte del material del
techo derrumbado.
Por información proporcionada por el joven campesino Antonio, que nos acompañó hasta los mausoleos de Ochín, sabemos que escolares de un pueblo vecino
retiraron de los referidos basurales “muy
grandes choros” (Spondylus galeatus), y
que los llevaron consigo pretextando que
seguían órdenes de su maestro de recolectar antigüedades para el museo del
plantel (Véase pag. 83).
1. Mausoleo Ochín A
Salvo peculiaridades de segundo orden, los dos mausoleos de Ochín son similares. Para su descripción hemos nombrado Mausoleo A al recinto ubicado en
dirección sur y Mausoleo B al ubicado en
dirección norte.
El mausoleo Ochín A tiene planta rectangular y está conformado por tres muros,
siendo el cuarto la propia roca. El material de construcción está constituido por
piedras seleccionadas por su tamaño
más o menos uniforme. Estas van asentadas sobre argamasa de barro y apuntaladas con cuñas de piedra o pachilla.
En algunos casos se perciben hiladas
regulares de piedra, especialmente en la
pared frontal.
A juzgar por las evidencias, los muros fueron empastados con una capa gruesa de
barro, la cual fue blanqueada. En otros
sectores se advierte que el estuco gris de
base fue cubierto por una capa de tierra
rosada, para luego ser blanqueada. Una
inspección más detenida permitió concluir que el color rosado se obtuvo mezclando tierra roja con otra de tono grisáceo. El rojo no se ha desvaído con la luz
solar. Sobre la decoración mural ofreceremos oportunamente una nota de conjunto, ya que no difiere en ambos mausoleos.
La fachada del Mausoleo A alcanza 2,95
metros de extremo a extremo. Su profundidad es de 1,95 metros, medida en
el interior del recinto. El ancho de los
muros es aproximadamente uniforme,
alcanzando unos 35 centímetros de espesor. La construcción se levanta sobre una
pendiente, de tal modo que el alto de los
muros visto de frente varía de acuerdo al
declive del terreno. En el frontis, la pared
se eleva hasta alcanzar 2,20 metros; pero
hay que considerar que su alto fue algo
mayor ya que su sector superior muestra
haberse derruido.
De acuerdo a algunas piedras presentes
en hilera a 1 metro del piso actual, y que
embutidas en el muro todavía sobresalen
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F e d e r i c o
K a u f f m a n n
en la pared interior del recinto, este mausoleo estuvo originalmente constituido
en base a dos plantas, y estas piedras debieron soportar la planta alta.
El acceso a las plantas alta y baja era mediante vanos independientes. El que se
conserva en la actualidad, ubicado en el
lado norte, permitía acceder a la planta
baja. Esta conjetura encuentra respaldo
en que el recinto contiguo (Mausoleo B),
el mejor conservado, presenta dos vanos
de acceso.
Aunque a la vista no hay rastros de la cubierta, suponemos que este mausoleo
estaba techado.
2. Mausoleo Ochín B
Este recinto es de planta irregular,
con tendencia a conformar un cubo
cuyo muro posterior corresponde a la
roca. La fachada alcanza 2,50 metros de
canto a canto, siendo la profundidad del
recinto de 2 metros. El muro frontal se
eleva por 2 metros, pero debió ser algo
más alto debido a que hay señales de
que su extremo superior se ha derrumbado.
Topógrafo Herbert
Ascasíbar / Descripción: Federico
Kauffmann Doig.
D o i g
En la construcción de este mausoleo también se utilizaron piedras seleccionadas
por su tamaño más o menos uniforme,
y fueron asentadas sobre argamasa de
barro gris. Asimismo, las paredes fueron
estucadas y blanqueadas a juzgar por los
vestigios todavía presentes.
La estructura tiene dos plantas a las que
se accede por sus dos extremos laterales,
gracias a entradas separadas construidas
a manera de ventanas. Uno de estos vanos (lado sur) está dotado de un dintel
monolítico y se conserva en buen estado.
En ambos casos son estrechos, con medidas de 50 x 30 centímetros y 1 metro x
30 centímetros. Una de las cornisas, en el
interior del recinto, servía para sostener
la tarima que debió dividir un piso del
otro. Esta cornisa era reforzada por vigas
de madera, a juzgar por un agujero que
originalmente debió soportar una de las
vigas. Por encima de la cornisa debió haber estado colocado el techo que pudo
ser plano o inclinado.
Durante nuestra inspección todavía se
conservaba, en el interior de la segunda
planta, una estaca clavada en la pared a
modo de una percha.
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El
mausoleo Ochin-B
(Foto: Federico Kauffmann Doig).
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3. Decoración mural en los dos de una V repetida. El diseño en T, presen- asentadas con mortero, cuidando que
mausoleos de Ochín
tado en hilera, se extiende en medio de destacara la figura emblemática resultanTanto el Mausoleo A como el Mausoleo B conservan sus paramentos decorados, aunque sólo los de la fachada. Estos
son similares en ambos recintos y por ello
los comentamos en conjunto.
Cada mausoleo registraba originalmente
por lo menos tres hileras horizontales con
motivos simbólico-ornamentales. De la
tercera fila, que se extiende por la parte
superior de la pared, sólo quedan rastros
en el Mausoleo A.
La decoración se reduce a dos motivos:
uno adopta la forma de una T y el otro la
las dos bandas ornamentadas que ostentan el motivo de una V en sucesión.
La técnica usada en la decoración mural
consistía en elaborar un banda horizontal de aproximadamente 20 centímetros
de alto x 50 centímetros en profundidad.
La banda en bajorrelieve se extiende de
esquina a esquina. En su interior fueron
colocadas piedras en posición diagonal, a
fin de conformar la mentada V en sucesión.
Por su parte, para representar el motivo T,
la banda excisa era rellenada con piedras
te mediante campos elevados. No obstante el grado de deterioro que presentan ambos mausoleos, hay indicios para
señalar que las figuras simbólicas estaban
originalmente empastadas con arcilla de
tono claro.
Los motivos decorativos de los mausoleos
de Ochín se repiten en la arquitectura
chachapoyas. Anteriormente hemos señalado que la V en sucesión evocaba una
bandada de aves y al mismo tiempo ríos y
quebradas, como posiblemente también
un rayo (Kauffmann Doig, 1986c, 1996a).
L a
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VI. Otros mausoleos chachapoyas
Además de los grupos de mausoleos
anteriormente comentados, varios otros
se presentan a lo largo y ancho del territorio que ocuparon los chachapoyas. Seguidamente una ojeada de algunos de estos.
1. Los mausoleos de Tingorbamba
El sitio de Tingorbamba, provincia de
Luya, rebautizado por Gene Savoy (1970)
con el nombre de Ciudad de los Muertos,
reúne varios grupos de sarcófagos y exhibe también un grupo de mausoleos. Los
mismos se ubican en la parte alta del barranco que lleva el mismo nombre (Kauffmann Doig, 1989).
Estos mausoleos no habían sido explorados hasta la llegada de nuestra expedición en 1986; aunque aparecen a lo
lejos en una vista fotográfica del barranco
donde se ubican (Savoy, 1970). Se trata de una veintena de estructuras que
fueron exploradas y mapeadas en forma
preliminar por Herbert Ascasíbar y Daniel
Morales, integrantes de dicha expedición
(Kauffmann Doig, 1989).
Las estructuras fueron construidas sobre
terraplenes de piedra y se alinean en una
larga fila horizontal que se extiende sobre
una estrecha repisa geológica. Descartamos la posibilidad de que fueran viviendas. La presencia de batanes, uno de 1,06
metros de diámetro, no invalida esta conclusión por cuanto estas herramientas de
cocina suelen colocarse como ofrendas
funerarias destinadas a seguir siendo utilizadas en las moradas de ultratumba, acaso también para elaborar potajes que se
ofrendaban a los difuntos.
La hilera de
veinticuatro
“mausoleos”
de Tingorbamba. El autor duda que
fuesen mausoleos; más
bien se inclina
a considerar
que sirvieron
como graneros (Foto: Federico Kauffmann Doig).
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TINGORBAMBA
INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA AMAZÓNICA
EXPEDICIÓN CHACHAPOYAS 86
Federico Kauffmann Doig
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mos restos óseos humanos. Es posible
que estos sean de individuos sacrificados en aras de obtener la benevolencia
del supremo gobernante de los fenómenos atmosféricos y que hemos denominado Dios del Agua (Kauffmann Doig,
1991b, 1996a, 2001-2002a, 2001-2002b,
2001-2002c).
Hay que señalar también que la parte superior del barranco de Lic exhibe diversos
grupos de sarcófagos, de pequeña estatura y muy dañados.
Peña de Tuente:
Sector de uno
de los mausoleos de este
conjunto. El
muro de piedra
fue cubierto
con barro para
luego ser pintado de blanco
y decorado con
un dibujo simbólico de color rojo (Foto:
Federico Kauffmann Doig).
3. Los mausoleos de Peña de
Tuente
Los recintos funerarios acusan planta en
U, por cuanto la peña sirve de pared posterior. Sus dimensiones son similares, sobre todo en el ancho medido en el sector
de la pared conformada por la roca natural. Algunas de las estructuras son más
extensas debido a su mayor profundidad.
En promedio alcanzan 4,50 x 4,50 metros
y unos 3 metros o más de alto.
La entrada está constituida por vanos
laterales. No se conservan los techos
que sin duda cubrían las estructuras originalmente, ya que la roca no sobresale
suficientemente del barranco como para
protegerlas de los aguaceros y ventarrones. Esos techos debieron confeccionarse
con palos y paja.
El material de construcción fue la piedra
acomodada en hileras más o menos regulares. Las paredes fueron empastadas con
barro y blanqueadas su superficie. En ellas
fueron plasmadas figuras en bajorrelieve.
Se trata de motivos cruciformes así como
otros de carácter biomorfo: serpientes
y tal vez un ave y un felino. Las paredes
fueron estucadas y cuando el barro arcilloso mezclado con paja se encontraba
aún fresco se elaboraron en bajorrelieve
los elementos decorativos-simbólicos
mencionados. Asimismo, las paredes
constituidas por la roca que guarece a los
mausoleos muestran figuras “rupestres”
(Kauffmann Doig, 1987a: 12, 1989).
Si bien consideramos estas estructuras
como mausoleos, también podrían haber
sido depósitos de alimentos. Falta estudiar esta disyuntiva con mayor detenimiento.
2. Los “mausoleos” de Lic
Otro conjunto de mausoleos, explorado prima facie por el autor, es el de
Lic (Luya). Se ubica en la base del peñón
del mismo nombre y está constituido
por pequeñas estructuras circulares, de
apenas 1,20 metros de diámetro, con
muros de piedra tarrajeados y enlucidos.
Guardan cierta semejanza con los “tinajones” de Guanglic. Por lo mismo, estimamos que mas bien podrían haber sido
graneros. Sin embargo, hay que tomar
en cuenta que en las inmediaciones de
estas pequeñas construcciones adverti-
Otro grupo de mausoleos se encuentra en Peña de Tuente. Se trata de estructuras de piedra, tarrajeadas y enlucidas,
ubicadas en fila sobre una estrecha repisa
geológica en declive que se localiza en el
área de Colcamar. Este grupo de mausoleos fue visitado antes que nosotros por el
explorador Morgan Davis (1985: 147-149).
Una de estas paredes tiene la particularidad de presentar una pintura que muestra a dos seres que parecen columpiarse
sobre un cordel. Fueron pintadas en color
rojo, sobre el enlucido crema (Kauffmann
Doig, 1992c: 15).
En Peña de Tuente también coexisten
mausoleos y sarcófagos. Además, en las
inmediaciones se observan estructuras
cilíndricas de piedra, así como una gruta
grande ubicada en un barranco, a la que
no llegamos a acceder.
4. El mausoleo y los graneros de
Guanglic
Guanglic, en la provincia de Luya, es
un sitio arqueológico en el que se agrupan grandes graneros circulares, con paredes tarrajeadas y enlucidas, y en cuyas
inmediaciones discurre una catarata. Ini-
L a
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El grupo de
recintos de
Guanglic
que no habrían sido
mausoleos
sino graneros
(Foto: Kauffmann Doig).
Un mausoleo
de Guanglic.
Nótese el motivo repetido
en bajo relieve;
representa a un
ave de trazos
esquemáticos.
Estimamos que
deriva del motivo compuesto por una ola
(=agua) y un
campo aterrazado (=tierra
cultivable).
Este motivo y
la técnica de
su elaboración
se repiten en
la decoración
pétrea de otros
lugares;
por
ejemplo en el
Gran Pajatén y
en el interior
de un mausoleo
de Tingorbamba (véase pág.
42, 105; Foto:
Federico Kauffmann Doig)
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El peñón donde se ubican
los mausoleos
de La Petaca-Diablohuasi
(Foto:
Federico Kauffmann Doig).
Un
sector
de los mausoleos de La
Petaca-Diablohuasi. Se
caracterizan
por su tamaño pequeño
en relación a
otros mausoleos chachapoyas y por ir
encajados en
la peña cual si
se tratara meramente de
nichos (Foto:
Federico Kauffmann Doig).
Una figura antropomorfa pintada
sobre roca, La Petaca-Diablohuasi. Véase al respecto página 275.
(Foto: Cortesía Keith Muscutt).
L a
cialmente consideramos que los graneros
eran mausoleos, particularmente porque
hay uno enclavado en la peña. Sus paredes fueron enlucidas y luego decoradas
con dos símbolos idénticos, convergentes, trabajados en bajorrelieve. Se trata de
una imagen de perfil en extremo estilizada, en la que el cuerpo y la cola copian el
símbolo común en el Área Inca del agua,
que toma la forma de una cresta de ola
(Kauffmann Doig, 1996a).
Los “tinajones” alcanzan hasta 6,5 metros
de diámetro. Sobre sus paredes van pintados pequeños dibujos en color rojo. A
juzgar por sus trazos esquemáticos, parecerían evocar o copiar dibujos rupestres
de origen preagrícola.
El sitio de Guanglic es de difícil acceso
en su último tramo, por lo que Roberto
Arce Tuesta captó fotografías ubicándose
a media cuesta de la banda opuesta de
donde se encuentran estas ruinas.
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5. Los mausoleos de La Peta- A pocos kilómetros de distancia de La Peca-Diablohuasi
taca, se ubica el peñón de Diablohuasi que
Un sitio imponente colmado de mausoleos es el de La Petaca, al que se llega
partiendo de Leymebamba. Fue divulgado por Gene Savoy (1970) a partir de
algunas fotografías. Sin embargo, su exploración formal se debe a Keith Muscutt
(1987, 1998).
Los mausoleos de La Petaca son de difícil
acceso. Se trata de construcciones miniaturescas, levantadas con piedras a modo
de pequeños recintos incrustados en la
roca. Dan la sensación de estar pegadas a
la pared de los barrancos que se yerguen
en el lugar. Algunas paredes de estos
mausoleos fueron tarrajeadas con tierra
arcillosa. La decoración parietal se logró
con el mismo material empleado en la
construcción de las estructuras. Se trata
de motivos chachapoyas típicos, como el
de la V en cadena que representa al rayo.
se distingue por sus figuras pintadas en rojo.
Sobre las mismas se da noticia en la Parte
Quinta, Capítulo 7 de la presente obra.
6. Los mausoleos de El Dorado
Por iniciativa de Carlos Torres Mas, entonces director del Instituto Nacional de
Cultura -Amazonas, un equipo multidisciplinario penetró en la zona arqueológica
de El Dorado, área del anexo de Chilchos,
distrito de Leymebamba, Amazonas, en el
mes de abril del 2001.
El informe sobre este sitio arqueológico
incluye un exhaustivo estudio de prospección de los restos allí presentes, que se
debe a la arqueóloga Nelly Martell (2001:
11-18). Los diversos planos que incluye el
informe fueron levantados por Ahyrton
Alva Domínguez.
Mausoleos
de El Dorado (Cortesía: Nelly
Mar tell).
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Al sitio de El Dorado se accede partiendo
de Leymebamba. Primero se llega a los
Chilchos, ruta que demanda unas 10 horas a lomo de bestia; de este lugar hasta
el sector de Zárate hay un tramo muy accidentado, de paisaje cubierto de bosque
tropical y denso monte bajo que se vence
en unas 7 horas. De Zárate el sitio arqueológico dista unos 2,5 kilómetros, que se
transitan en 3 horas debido a las dificultades del camino. El Dorado se ubica a 1775
metros sobre el nivel del mar, esto es por
debajo de la altitud en que se localizan la
mayoría de los testimonios chachapoyas
(entre 2000 y 3000 metros de altitud).
En una obra anterior hemos reproducido
gran parte del Informe que la arqueó-
D o i g
loga Nelly Martell C. elevó al Instituto
Nacional Cultura - Amazonas el año de
2001 (Kauffmann Doig y Ligabue 2003,
p. 341-348).
7. El “Gran Saposoa”: mausoleos
en el área del río Huabayacu
Como explica Keith Muscutt, distinguido estudioso de la cultura Chachapoyas, la carrera de Gene Savoy finalizó
cuando se atribuyó el descubrimiento
de una extensa zona arqueológica que
denominó Gran Saposoa (Muscutt, comunicación personal 2004, junio 2008).
Muscutt aclara que se trata de un espacio situado en la cuenca superior del
Uno de los mausoleos del complejo arquitectónico Cerro Las Cruces que se ubica en
la margen derecha del Guabayacu o Huabayacu, también “Gran Saposoa”. El sitio está
integrado por más 400 construcciones (Foto Cortesía Anselmo Lozano). Fue sometido a
profusas investigaciones por Keith Muscutt (1988), así como por Miguel Cornejo (2002),
Alberto Bueno, Miguel Cornejo y Gene Savoy (2006), Anselmo Lozano (2,006), Alberto
Bueno (2009) y por Alberto Bueno y Miguel Cornejo (2013). Adviértase como cada símbolo está integrado por una ola (=agua) y un signo escalonado (= tierra /=anden) y ambos
se entrelazan para conformar la figura estilizada de un ave. Se trata de una simbología muy
arraigada y presente desde temprana edad en el Área Inca o andina (Foto: Cortesía Anselmo
Lozano). Más sobre el tema véase en págs. 42, 105, 220-221 y Kauffmann Doig (2014).
Vista parcial de uno de los recintos de Cerro Las Cruces, captada en agosto del 2001 (Foto: Cortesía Anselmo Lozano).
Huabayacu-Huayabamba, provincia de
San Martín, ciertamente distante de
Saposoa (Muscutt 2014; Muscutt et al.,
1993). Esto puede verificarse en el mapa
del sector superior del Huabayacu bosquejado por Savoy que, como señala
Muscutt, es prácticamente idéntico al
que publicó en su libro Warriors of the
Clouds (Muscutt 1998). Y afirma, que es
también similar a los mapas que Víctor
Zubieta Zubarburu cedió a Savoy. Agrega que el área de Huabayacu comenzó a
ser explorada por Inge Schjellerup, Peter
Lerche y el propio Keith Muscutt (1998)
muchos años antes que Savoy.
En su vehemente aspiración de ser
aplaudido como descubridor de una
L a
u otra reliquia arquitectónica legada
por los antiguos peruanos, Savoy tomó
por costumbre cambiar de nombre a
sitios arqueológicos ya conocidos. Esto
sucedió con las ruinas de Congón que
cambió por Gran Vilaya, con Purunllacta
que rebautizó como Monte Peruvia, con
las ruinas de Tingorbamba que sindicó
como Ciudad de los Muertos, y finalmente con testimonios presentes en el
área de Huabayacu - Huayabamba que
trocó por Gran Saposoa. Así por ejemplo
silenció la existencia del monumental
complejo de Vira Vira en dicha área para
ocultar las exploraciones realizadas en el
lugar antes de su llegada. Todo esto con
el fin de engrandecer la importancia de
esta pretendida “nueva zona arqueológica” y dejar así la impresión de haber sido
el primero en descubrirla (Muscutt et al.,
1993).
Sin duda alguna aquella confusión indujo a que, en un mapa de sitios arqueológicos que elaboró el autor de la
presente obra, el Gran Saposoa de Savoy
no figure en la cuenca superior del Huabayacu, sino erróneamente en un sector
situado en el curso superior del Saposoa
(Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 23).
Fue también la ambigua información
divulgada por Savoy sobre la ubicación
de su Gran Saposoa que circulaba en
2001-2003, con nuevos nombres dados
a ruinas ya estudiadas, lo que condujo
a que hiciéramos referencia en aquella
obra nuestra publicada en 2003, a sitios
ya explorados tiempo atrás como si éstos acabaran de ser descubiertos. Tan
solo se especifica el espacio que ocupan
estos sitios las publicaciones que al respecto se deben a los arqueólogos que
los exploraron (Bueno, 2008; Bueno et al.,
2006; Cornejo, 2002; Lozano, 2002).
El área donde se encuentran los testimonios arqueológicos del llamado Gran Sa-
posoa ciertamente se ubica en la jurisdicción del distrito de Saposoa, pero como
es el caso del gran conjunto de Cerro las
Cruces y los demás testimonios arqueológicos del área, en espacios comprendidos
entre los ríos Huabayacu y el sector superior del Huayabamba, a nada menos que
2650 metros sobre el nivel del mar. Por lo
mismo, muy distante de la altitud de la
capital del distrito de Saposoa que registra tan solo 380 metros, y por lo mismo
situado en las estribaciones cordilleranas
de los Andes Amazónicos, propiamente
en la Baja Amazonía.
La confusión inicial que se generó ha sido
aclarada en publicaciones por los arqueólogos peruanos que acompañaron a Savoy en la expedición que dirigió en 2001
(Bueno, 2008; Bueno, Cornejo y Savoy
2006; Cornejo, 2002; Lozano, 2002).
Alberto Bueno (2008: 387) señala que en
la expedición al Huabayacu - Huayabamba (“Gran Saposoa”) fueron registrados
los siguientes mausoleos en el área del
complejo Cerro las Cruces: “Mausoleos
del Guabayacu, Mausoleos Puente Oroya
A, Mausoleos Puente Oroya B, Mausoleos
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 2 2 7
de las Grecas, Mausoleos de los Monos,
Mausoleos del Naranjo A, Mausoleos del
Naranjo B, Mausoleos Casa Blanca A, Mausoleos Casa Blanca B, Cerro Las Cruces
Sector Las Torres (de 3 pisos y 5.60 m. de
alto)”. Agrega Alberto Bueno (2008: 392)
que en la cuenca del Huabayacu “hemos
ubicado el desarrollo temprano de la cultura Chacha (700 – 800 d.C.)…”.
8. El mausoleo de la Laguna de
Huayabamba o La Casa de Oro
La información de que se dispone
sobre la laguna de Huayabamba proviene del informe preliminar de Keith
Muscutt sobre los resultados de la exploración que condujo a esta zona en
junio de 1999. Aquí logró realizar el reconocimiento de un mausoleo chachapoyas. Afirma que la importancia de este
mausoleo estriba en que no estaba disturbado y que ofrecía la particularidad
de que en él sólo habían sido sepultados
personajes chachapoyas; a diferencia de Casa de Oro,
otros mausoleos como los de Los Pin- nombre dado
chudos y Laguna de las Momias, que a uno de los
mausoleos
c hac hapoyas
emplazados en
un barranco
con vista al Yonán, afluente
del río Huayabamba. En
la parte superior se aprecia
un emblema
circular pintado sobre la
roca
(Foto:
Cortesía Keith Muscutt).
Este símbolo
es similar a un
signo presente
por encima
de uno de los
mausoleos del
Grupo-C de
Revash (véase 212-213).
2 2 8
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D o i g
fueron utilizados también para sepultar
a administradores inca-cuzqueños, después de haber sido incorporados los
chachapoyas al Incario. El mausoleo que
comentamos fue estudiado por Jesús
Briceño y el especialista en restauración
Ronald Salas.
El mausoleo avistado por Muscutt en la
zona de Huabayacu se ubica hacia un
lado de un farallón que da cara al río Yonán. Por encima de este mausoleo destaca un emblema conformado por un círculo pintado de rojo y un punto en el centro
del mismo color.
9. El mausoleo Casa Blanca
El mausoleo
conocido como
Casa Blanca fue
explorado por
Peter Lerche
y denominado
así por estar
sus
paredes
pintadas de ese
color (Foto:
Cortesía Gordon Wiltsie)
En 1998, Peter Lerche (2000) realizó
reconocimientos en el valle del Huabayacu, afluente del Huayabamba que tributa sus aguas al Huallaga. Su meta era
documentar fotográficamente mausoleos chachapoyas ubicados en sitios de
difícil acceso. Refiere Lerche que había
identificado en la zona cincuenta y cuatro
tumbas, todas ellas violentadas, menos
una que se aprestó a explorar en una segunda jornada al lugar. Para ello volvió al
sitio al año siguiente, en 1999, en unión
de Gordon Wiltsie en su condición de
escalador de roca y eximio fotógrafo. El
autor de la presente obra agradece al señor Wiltsie por permitirle publicar algunas
de sus extraordinarias tomas (Kauffmann
Doig y Ligabue, 2003: 354-355). También
acompañó la expedición John Catto, camarógrafo, además de tres ayudantes. La
expedición fue financiada por la National
Geographic Society. He aquí una síntesis
de lo que expone Peter Lerche (2000) sobre su hallazgo:
En lo alto de un farallón, a unos 150200 metros de altura, Peter Lerche y sus
acompañantes divisaron un pequeño
mausoleo. Este destacaba en medio del
L a
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C h a c h a p o y a s - 2 2 9
En el mausoleo
Casa Blanca fue
hallado un fardo
funerario (Foto:
Cortesía Gordon
Wiltsie). Curiosamente en algo
similar a algunos
presentes en la
Laguna de las Momias. Lo demuestra la foto de la
imagen de la derecha (Foto Fedricco
Kauffmann Doig);
debió ser un poderoso protector
del fardo funerario
(véase al respecto la fotografía 4
de la pág. 197).
barranco, dado el color blanco de su pared. Para acceder al sitio donde se ubica
el mausoleo fue indispensable vencer
grandes dificultades y al llegar a él, los expedicionarios constataron que no había
sido depredado y pudieron observar que
uno de los fardos funerarios permanecía
intacto.
El mausoleo está ubicado en un farallón
cercano a la confluencia del Yonán y el
Huabayacu. Fue bautizado con el nombre
de Casa Blanca porque su pared exterior
había sido blanqueada. Los expedicionarios se limitaron a realizar una inspección
ocular debido a que la expedición no
contaba con autorización oficial para ejecutar trabajos arqueológicos.
El mausoleo Casa Blanca mide aproximadamente 4,5 metros de largo, unos 2 metros de ancho y se eleva por 1,5 metros.
Fue construido en una cavidad que lo
guarece de la lluvia. Tres troncos forman
parte del techo. El material empleado
fueron piedras calcáreas asentadas con
mortero. En su sector superior ostenta decoración de bandas pintadas en rojo vivo.
Los expedicionarios advirtieron también
que la pared rocosa del mausoleo estaba
decorada con círculos rojos.
En él se hallaron cinco ataúdes bien conservados, colocados sobre un colchón de
hojarasca. Se sobreentiende que los ataúdes encierran paquetes funerarios conformados por las telas que envuelven a las
momias. El tipo de ataúd al que se hace
referencia está constituido por listones de
madera en toda su superficie, los mismos
que van fuertemente atados con cuerdas.
Los expedicionarios remarcan que constataron que era un mausoleo que solamente contenía restos chachapoyas, sin
intromisiones incaicas, es decir, era anterior a la incorporación del territorio al Incario. Debemos agregar que un ataúd del
mausoleo de Casa Blanca resulta ser idéntico a algunos hallados en la Laguna de
las Momias (Kauffmann Doig, 2009: 179).
10. El mausoleo de Pisuncho /
JAMES VREELAND JR. y FEDERICO
KAUFFMANN DOIG
Las momias que se guardan en la
localidad de Piás proceden de un sitio
adyacente al río que es denominado por
los lugareños como Pisuncho o Apisuncho. Podría tratarse de un afluente o del
propio río Abiseo, nombrado en cartas
geográficas antiguas con este nombre y
en otros casos como Unamizo. Y es que
Pisuncho y Apisuncho son nombres que
parecen vincularse a la toponimia Abiseo,
río cercano a las ruinas conocidas con el
nombre de Pajatén.
El sitio arqueológico de Pisuncho fue
descubierto por campesinos de Piás. Se
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Ubicación
del mausoleo
identificado en
la confluencia de los ríos
Escondido y
Abiseo, también conocido
como Pisuncho
o Apisuncho
(Croquis James Vreeland).
Corte de ubicación vertical del mausoleo Santa Rosa
(Croquis: James Vreeland)
trata de una gruta que se alinea al patrón
funerario mausoleo, aunque no presenta
construcciones, tal como en el caso de
Tingorbamba, donde tan solo la cavidad
cobija los bultos funerarios.
Uno de los fardos funerarios trasladados
de Pisuncho a Piás por los comarcanos
que años antes habían accedido a la gruta
de Apisuncho, presenta una forma peculiar en cuanto a su estructura. Está provisto de cuatro estacas como si se tratara de
un banco y van sujetadas por los tejidos
envoltorios de la momia, los cuales van
amarrados con cordeles. Se trata sin duda
de un recurso que tuvo por finalidad que
el paquete funerario no descansara directamente sobre el suelo húmedo. Por lo
mismo los tejidos envoltorios de este fardo funerario terminaron por conservarse
en forma óptima. Entre estos figura una
tela de grandes dimensiones y ornamentada con figuras sobrenaturales. Analizada detalladamente por James Vreeland
(Kauffmann Doig, 1987b, 1989; Vreeland,
1989; Vreeland y Kauffmann Doig, 1989),
de la misma se dará noticia en la Parte
Quinta de la presente obra.
Al recibir noticias acerca de restos arqueológicos singulares como portentosos que
se conservaban en Piás, el autor se constituyó a esta localidad con la finalidad de
explorarlos e indagar sobre el lugar de su
procedencia. Estando en Piás, en 1980,
obtuvo abundante y al parecer certera
información acerca de la procedencia de
los restos arqueológicos que allí se guardan. La recopilación de información fue
asistida por el señor Ricardo Rosales y particularmente por el lugareño Alejo Loyola.
Posteriormente, en 1988, en una expedición en la que participaron James Vreeland (1989) y Francisco Merino (1989),
se continuó con las averiguaciones para
precisar el lugar de procedencia de las
momias guardadas en Piás. La versión
recibida inicialmente en 1980 resultó ser
en términos generales la misma obtenida
en 1988. Por tanto, el recuento recogido
en 1980, más los detalles recabados por
Francisco Merino y particularmente los
de James Vreeland que elaboró al respecto diversos croquis, ofrecen una idea
bastante aproximada de cómo debió lucir
el sitio del que los pobladores extrajeron
y trasladaron las momias desde la gruta
de Pisuncho hasta Piás (Kauffmann Doig
y Ligabue, 2003: 356-360; Vreeland, 1989).
L a
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C h a c h a p o y a s - 2 3 1
11. Otros mausoleos chachapoyas
Otros sitios con mausoleos son conocidos por las referencias que de estos
hacen en sus obras estudiosos como
Louis Langlois (1939), los arqueólogos
Reichlen y Reichlen (1950), Morgan Davis
(1985, 1988) y Víctor M. Zubiate (1984).
Entre estos testimonios mencionamos el
sitio de Gomal, cerca de Duraznopampa, en la margen oeste del Utcubamba.
Aunque se trata de mausoleos chachapoyas atípicos, también incluimos los de
Torre Pucro (Zubiate, 1984), similares en
algo a una chullpa cordillerana de Chocta (Celendín). Se debe citar también los
mausoleos de Pumanche (Pumacancha),
cercanos a las ruinas de Chivane o Pirca
Pirca, en Uchucmarca, más varios otros
que figuran en la obra del gran explorador canadiense Morgan Davis (1985).
Croquis de los
fardos funerarios emplazados en el mausoleo
Santa
Rosa. Algunos
de estos trasladados a Pataz
por los comarcanos. Nos informaron que
cuando se ausentan las lluvias, que hacen
que germinen
los comestibles, los sacan
de su depósito
y los pasean
implorando
que intercedan
para no pasar
hambre (Croquis: James
Vreeland).
Vestigios de
mausoleos y
también
de
sarcófagos en
un sector del
cerro La Barreta, sobre el
que se levanta
Kuélap (Foto:
Federico Kauffmann Doig,
captada
en
1986 desde un
helicóptero).
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Restos de mausoleos al pie del cerro El Tigre / San Jerónimo, Bongará (Foto: Federico Kauffmann Doig).
Finalmente, recordemos el parecido extraordinario que se advierte entre los
mausoleos chachapoyas con los de Gantumarca, ubicados en los precipicios que
caen por la margen izquierda al Marañón
(provincia de Rapayán, Ancash). La morfología de los mausoleos de Gantumarca
parece repetirse también en aquellos sepulcros que se ubican en el barranco de
Incapunco, en la provincia de Huamalíes.
Extendiendo el tema de las posibles vinculaciones, mencionemos también las
similitudes que presentan los muros de
los mausoleos chachapoyas con algunos
Uno de los mausoleos de Chivane o Pirca Pirca sometido a exploraciones de superficie. (Expedición Chachapoyas 1984 / Foto: Federico Kauffmann Doig).
de los grupos de Tantamayo (Huánuco),
Huacrachuco (sierra de La Libertad) y aún
los de Yayno (Pomabamba, Ancash). Al
parecer a los sitios mencionados se suman otros muy alejados del territorio que
ocupaban los chachapoyas, por ejemplo,
en áreas situadas en la región del Cuzco.
Al parecer los vínculos que se advierten
están inmersos, por lo menos parcialmente, en la etapa Wari (Horizonte Medio) que
preferimos denominar Tiahuanaco-Huari
por cuanto ésta se nutre de elementos
culturales de Tiahuanaco visibles particularmente en la iconografía.
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PARTE QUINTA
T E S T I M O N I O S C U LT U R A L E S Y
ARTÍSTICOS
Los chachapoyas fueron eximios artistas. Los testimonios que nos han legado demuestran el empleo de una variada y sofisticada
tecnología, así como un excelente manejo artístico-artesanal cuando representaban sus motivos mágico-religiosos.
En lo que respecta a tejidos y a otros objetos susceptibles al deterioro, como lo son por ejemplo los mates pirograbados, una gran
mayoría de estos especímenes se ha conservado en forma admirable. Esto como consecuencia de que permanecieron incólumes por
siglos, formando parte del ajuar del difunto. La momificación misma alcanzó ribetes de un perfeccionamiento sorprendente entre los
chachapoyas, si tomamos en cuenta el alto grado de humedad ambiental que caracteriza al territorio que poblaban. En la Parte Cuarta
se comenta la tecnología empleada en la momificación.
Oportunamente hemos de referirnos a una tela monumental procedente del sitio de Apisuncho y que es guardada en la Municipalidad
de Piás, además de ser la primera prenda textil chachapoyas en ser analizada. Por otro lado, se debe mencionar que de los mausoleos
de la Laguna de las Momias fueron rescatados numerosos tejidos confeccionados mediante diversas técnicas y varios decorados con
imponentes motivos mágico-religiosos chachapoyas. Luego de su incorporación al Tahuantinsuyo, los administradores de alto rango
designados por los incas eran sepultados, por igual, en los mausoleos chachapoyas presentes en la Laguna de las Momias. De esta
manera no solo han sido rescatadas piezas de cerámica importadas por los incas, sino también restos textiles confeccionados ya en
tiempos del Incario.
Otros restos de tejidos, procedentes estos de la zona de Karajía, fueron analizados por un experto que participó en las expediciones que
conducimos; ellos serán comentados más adelante.
Así como se pondera la grandeza inigualable de Kuélap como ejemplo de arquitectura monumental, debe reconocerse que los
chachapoyas no fueron alfareros notables, comparables por ejemplo a los de Nazca o a los de Moche. En lo que respecta a la metalurgia,
ésta era al parecer del todo desconocida si nos guiamos por la ausencia de hallazgos de objetos metálicos en territorio de la cultura
Chachapoyas. No solo esto, las pocas muestras de orfebrería identificadas no revelan prosapia chachapoyas, a juzgar por su forma, como
tampoco por lo motivos empleados en su decoración. Tal el caso de las aquillas o vasos ceremoniales de plata hallados en PurunllactaSoloco que, como veremos, pertenecen al estilo Inca colonial.
Los chachapoyas nos han legado también testimonios impresionantes de pintura mural. Lo confirma la primorosa escena —
documentada y analizada por primera y única vez por el autor— presente en la pared de un recinto del conglomerado arquitectónico de
San Antonio, cercano a Lamud y que también suele ser denominado Cacta o Qacta.
Los chachapoyas decoraban las paredes de sus construcciones con símbolos mágico-religiosos, empleando para ello una ingeniosa
técnica que no se repite en el resto del Área Inca. Los artífices trazaban imágenes en los muros haciendo sobresalir algunas piedras que
daban forma a la figura deseada. Esta técnica puede apreciarse en gran parte de la arquitectura cultista y de élite levantada por los
chachapoyas, como es el caso de Kuélap y Pajatén.
También hemos de comentar algunas de las esculturas pétreas obradas por los artífices de la cultura chachapoyas, tal como la
majestuosa estatua procedente de la Jalca Grande que se nos permitió analizar en casa de don Víctor Zubiate Zabarburu en la década de
1980. También nos hemos de referir a los monolitos en los que los chachapoyas resaltaban en alto relieve figuras de su mundo mágicoreligioso, o los decoraban con figuras pintadas sobre una de sus superficies.
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Cántaro de estilo inca identificado en territorio chachapoyas, acaso elaborado en la Costa norte. Procede de una de las cámaras funerarias o mausoleos de la Laguna de las Momias. Obsérvese como las lágrimas del personaje rematan en lo que al parecer simbolizan gotas de lluvia (Foto: Federico Kauffmann Doig).
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I. Testimonios alfareros
Hemos indicado ya que la cerámica
chachapoyas no alcanzó el alto grado técnico y artístico que presentan otros estilos alfareros desarrollados en el Área Inca,
como por ejemplo los de Moche o Nazca.
Las formas empleadas son fundamentalmente utilitarias, así como los motivos de
su decoración son simples. La decoración
con la técnica conocida como pastillaje,
caracterizada por agregados en arcilla a
sectores de las paredes del recipiente, fue
utilizada con frecuencia por lo que puede
decirse que es una característica de la cerámica chachapoyas.
De acuerdo a la hipótesis esgrimida por el
autor hace ya un tiempo, quienes ocuparon los Andes Amazónicos norteños y desarrollaron la cultura Chachapoyas fueron
cordilleranos que, tal vez cumpliendo con
un proyecto estatal en tiempos del perío-
do Tiahuanaco-Huari u Horizonte Medio,
cruzaron el Marañón y se asentaron en
lo que terminaría siendo el territorio de
la cultura Chachapoyas. Esta propuesta
encuentra eco en lo que señalaran, hace
más de medio siglo, los arqueólogos Reichlen (1950): la presencia de un vínculo
de la cerámica que calificaban de Kuélap
con la fase Cajamarca III; esto es, con la expresión alfarera conocida también como
Fragmento de una pieza de cerámica típicamente de estilo chachapoyas. Obsérvese como la decoración imita el símbolo en forma de una M encadenada frecuentemente representado en las paredes de recintos chachapoyas; consideramos que simboliza al rayo y con ello a la lluvia vivificante de las sementeras (Foto: Federico Kauffmann Doig). Sobre la cerámica chachapoyas, particularmente la excavada en Kuélap, se ha ocupado Arturo Ruiz (1969, 1972, 1977, 2009a).
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Muestrario de
cerámica y de
fragmentos
chachapoyas
(Fotos: Federico Kauffmann Doig).
Fragmentos y una pieza
de alfarería chachapoyas
procedentes de la gruta
funeraria Los Gavilanes,
cercana a la localidad de
Los Chilchos y dados a
conocer por Peter Lerche (1996 pp. 67-68).
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Fragmentos de cerámica Chachapoyas hallados
en el Gran Pajatén (Foto Pedro Rojas Ponce).
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Cerámica de diversos estilos identificados en territorio de los chachapoyas: 1. chimú. 2. cajamarca. 3. chachapoyas pintado. 4. chachapoyas, procedentes del Gran Pajatén (Foto: Pedro Rojas Ponce). 7. cajamarca. 8. Inca-imperial. 9. y 10. chimú.
Cajamarca cursivo y la que Roger Ravines
(1994: 149) define como ser la responsable de “la presencia de los estilos del Horizonte Medio en el valle de Cajamarca”.
Asimismo, Arturo Ruiz (1969) identificó
expresiones de cerámica cajamarca, perteneciente al Horizonte Medio, en la fragmentería que reunió y analizó durante sus
trabajos en Kuélap.
En territorio de los chachapoyas se presenta también cerámica de los estilos
Chimú y Chimú-Inca. Sin embargo, la
mayoría de estas formas debieron ser introducidas con posterioridad, durante y
después de la incorporación de los chachapoyas al Tahuantinsuyo. Durante una
de nuestras expediciones ejemplares de
alfarería chancay fueron localizados en
Lucmabamba, pequeña localidad a la que
se accede desde Huacrachuco, siguiendo
el curso del río Chontayacu. Estos ejemplares debieron estar asociados al sitio arqueológico conocido por los comarcanos
como El Turco, cercano a Lucmabamba y
situado entre los afluentes San Vicente y
Catalán que tributan al Chontayacu por
su margen derecha (Kauffmann Doig,
1982a: 90-94).
Está en discusión si en la cerámica chachapoyas hubo influencias de tradiciones
alfareras provenientes de la Amazonía.
Tanto la propuesta en el sentido que patrones culturales amazónicos pudieron
influenciar la cultura chachapoyas, como
que amazónicos escalaron los Andes y
dieron origen a la civilización que se desarrolló en el Área Inca o andina (Tello, 1942;
Deboer, 1972, 1982; Lathrap, 1970). Per-
sonalmente me inclino a considerar que
ambos casos —región andina y región
hoya amazónica— se tratan de desarrollos culturales independientes. Desde luego, sin excluir la posibilidad de contactos
esporádicos, que debieron darse en uno
y otro sentido desde tiempo inmemorial,
ya por razones de simple curiosidad, ya
alentados por el interés en aprovisionarse
de elementos exóticos. Sobre este fenómeno hay abundante documentación.
Al respecto recordemos que durante las
excavaciones de Julio C. Tello en Paracas,
fueron identificadas no solo vistosas plumas amazónicas sino también guacamayos (Ara spp.) momificados ex profeso. A
esto puede agregarse el caso de las coyas
o mujeres principales de los soberanos incas, que criaban mascotas exóticas como
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monos importados
la más antigua sea
de la Amazonía
necesariamente la
(Guaman Poma, ca.
de los orígenes de
1600: fol. 132). Por
la misma. De otro
lo expuesto consimodo, la cultura
deramos que el heChachapoyas se remontaría al periodo
cho que la cerámica
Intermedio Temprachachapoyas pueda
no, de acuerdo al
presentar algún rascuadro de secuengo estilístico propio
cias alfareras ande la Amazonía, no
tes citado. En este
significa de modo
Recipientes chimú-inca procedentes de la Laguna de las Momias (Expedición Chachapoyas 1997.
contexto, tomando
alguno que el deFoto: Michael Tweddle).
un ejemplo, valga
sarrollo inicial de la
misma haya tenido lugar en aquella re- Consideramos que la secuencia elabora- remarcar que la cerámica inca en los sitios
gión; esto es, que los chachapoyas sean da por Arturo Ruiz representa el mayor chachapoyas de Los Pinchudos, Pajatén,
señalados como originalmente prove- esfuerzo dirigido a obtener una seriación Laguna de la Momias y otros, se presenta
nientes de la hoya amazónica.
de la cerámica chachapoyas; además se asociada a una arquitectura totalmente
Inge Schjellerup (1997: 200-214) ha pro- fundamenta en cuantiosa fragmentería ajena. Prosiguiendo con el tema, recurripuesto una secuencia de la cerámica que recogió mientras laboraba en Kué- mos a una experiencia personal. Esto es el
chachapoyas basada principalmente en lap. Su cuadro de periodificación parte haber constatado cómo la dispersión de
las detenidas investigaciones que ejecu- del Período Intermedio Temprano (400 un estilo de cerámica puede tomar camitó en el distrito de Chuquibamba (ibid.: a.C.) con Cancharín. A ésta le siguen los nos insospechados y conducir a errores.
297-299). Su cuadro secuencial se inicia periodos de Pumahuanchina (Horizonte En efecto, el autor pudo constatar que los
con Huepón I, que correspondería a una Medio), Kuélap (Intermedio Tardío), Inca pobladores de Huancas —localidad situaintromisión de un tipo inicial del esti- (Horizonte Tardío) y finalmente el perio- da no muy lejos de la ciudad de Chachalo Cajamarca de acuerdo a la secuencia do Colonial (Ruiz, 1969, 1972, 2009, 2013: poyas y célebre en la región por ser emiestablecida por Terada y Matsumoto en 298-303). Nos permitimos observar que el nentemente ceramista y donde solo las
1985 y cuya antigüedad la remontan a periodo Cancharín no equivale a una for- mujeres se ocupan de este arte— no se
mil años. Por su parte, la fase Huepón II ma temprana de lo que podría llamarse ocupan de fabricar piezas de alfarería únisería contemporánea a Cancharín, de la cerámica chachapoyas; como tampoco la camente en su localidad, y tampoco se
secuencia elaborada por Ruiz Estrada en de Pumahuanchina, acaso importada con limitan a transportar sus productos como
1972; de ser éste el caso, la misma co- los primeros migrantes cordilleranos lle- mercadería a sitios más o menos lejanos,
rrespondería a una fase temprana de la gados a territorio chachapoyas en tiem- también viajan a localidades comarcanas
cerámica chachapoyas que se remontaría pos del desarrollo de la cultura Tiahuana- más o menos alejadas, para in situ y “por
encargo” elaborar vasijas utilizando arcia las postrimerías del Intermedio Tempra- co-Huari (Horizonte Medio).
no. Luego habría sobrevenido la fase Cha- Confeccionar cuadros de secuencias ba- llas del lugar.
chapoyas Medio que Schjellerup estima sadas en los cambios que va experimen- Finalicemos remarcando que Roger Ravifue coetánea a Cajamarca III y que Arturo tando la cerámica a lo largo del tiempo en nes (2003) es autor de un valioso estudio
Ruiz Estrada denomina Pumahuanchina. determinada zona o sitio, es algo sin duda sobre la secuencia de la cerámica chachaPor su parte, la fase Chachapoyas Tardío de gran utilidad para establecer cuadros poyas. En ésta incluye diversas fases a las
de Schjellerup habría florecido en forma de cronología relativa. Con todo, las fases que en conjunto denomina “complejo
contemporánea a la cerámica de Caja- ceramográficas obtenidas no siempre son Chachapoyas”. Remitimos al lector a su
marca IV, definida por Henry y Paul Rei- indicadoras de una gradual evolución de análisis (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003:
chlen (1950).
una cultura dada, como tampoco que 369-373).
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C h a c h a p o y a s - 2 4 1
II. Testimonios textiles
Las expediciones arqueológicas ejecutadas dirigida por el autor en 1980 y
particularmente en 1985 permitieron
analizar diversos fragmentos textiles
guardados en territorio chachapoyas.
Contando con la presencia del experto
en el estudio de tejidos James Vreeland
Jr., una expedición posterior se encaminó en 1988 a territorio chachapoyas con
el objetivo primordial de estudiar una
tela monumental guardada en la Municipalidad de Piás, que cubría un fardo
funerario trasladado desde la necrópolis
chachapoyas y bautizada con el nombre
de Pisuncho.
Con anterioridad a nuestra expedición
a Piás, esto es en 1986, conducimos estudios en el área de Karajía donde, en
una gruta en lo alto de los precipicios,
se levanta el conjunto más importante
de sarcófagos. En aquella ocasión identificamos varios trozos de tejidos pertenecientes originalmente a una momia
disturbada por aves y roedores, guardados en el sarcófago al que tuvimos
acceso por cuanto presentaba un gran
forado (Véase Parte Cuarta, III). El análisis de los fragmentos estuvo a cargo de
uno de los miembros de la expedición, el
arqueólogo Iain Mackay (1989a; Mackay
y Gabra-Sanders, 1988). Paralelamente
Mackay se ocupó de realizar un valioso
estudio etnográfico acerca de las tradiciones textiles que subsisten al presente
en la localidad de Cruzpata, al igual que
en Trita, cerca de la gruta que alberga los
purunmachus de Karajía.
Años después, en 1996, fue identificada
una sorprendente cantidad de telas chachapoyas que cubrían los cuerpos momificados de personajes sepultados en los
mausoleos de la Laguna de las Momias, proporcionó algunos comentarios sobre
muchas de éstas en perfecto estado de la hazaña, que escuchó contar a miemconservación (Kauffmann Doig, 1997).
bros de aquella misión ya fallecidos. De
esta manera tenemos noticia que los exploradores se dirigieron primero a Parcoy,
1. La tela monumental de Apisun- por cuanto tenían noticia que de este lucho
gar el acceso al río Pisuncho —acaso el
Atendiendo a sus dimensiones como mismo Abiseo— era más directo. Nota
también a su decoración, la tela hallada interesante ya que ésta fue la ruta que en
en el sitio de Pisuncho o Apisuncho y que 1919 condujo al botánico Augusto Wese conserva en la localidad de Piás, revis- berbauer (1920), en su convencimiento
te especial importancia por su carácter que por la misma accedería al río Pajatén,
monumental y su suntuosa decoración si bien éste está situado más al norte del
(Véase PARTE CUARTA - B, VI, 10). Particu- río Abiseo (¿Pisuncho?) y separado de las
larmente también por cuanto fue el pri- ruinas de Pajatén por una imponente camer tejido de grandes dimensiones per- dena de farallones.
teneciente a la cultura Chachapoyas que Los pormenores sobre el grupo de maufue dado a conocer. Su análisis estuvo a soleos de Pisuncho, de dónde proviene
cargo de uno de los miembros de la ex- el tejido monumental, fueron rescatapedición que conducimos en 1988, el ex- dos principalmente por James Vreeland
perto James Vreeland Jr. (Vreeland, 1989, (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003: 3562003, 2013; Vreeland y Kauffmann, 1989; 360).
Kauffmann Doig, 1988, 1989; Kauffmann Seguidamente veamos algunos detalles
Doig y Ligabue, 1990, 2003: 378-395). acerca de la tela, cuyo análisis, como
Vreeland contaba ya por entonces con quedó expuesto, estuvo a cargo de Jalarga experiencia en cuanto al estudio de mes Vreeland (Kauffmann Doig y Ligatestimonios textiles así como del algodón bue, 2003: 356-360; Vreeland, 1989, 2003,
nativo (Vreeland, 1977, 1978, 1984, 1986; 2013).
La tela de Pisuncho que cubría una moVreeland y Muelle, 1979).
El sitio arqueológico de Pisuncho com- mia arropada y que luego fue cubierta
prende un grupo de mausoleos circulares con tejidos llanos, se encuentra hoy en
y está situado cerca de un afluente del Piás. El bulto así conformado descansa
Abiseo, el Túmac, y por lo mismo en las sobre una especie de silleta. Las cuatro
proximidades de las ruinas de Pajatén. patas que sostienen la tabla sobre la cual
Fue descubierto por lugareños de Piás ca- se encuentra el paquete funerario, debiepitaneados por Ricardo Rosales, trujillano ron haber sido acondicionadas para eviestablecido por años en la citada locali- tar que el fardo descansara sobre el suelo
dad. La excursión tuvo lugar en 1959 y su húmedo que pronto habría afectado su
fin era explorar la posibilidad de expandir estado de conservación.
la frontera agropecuaria de los poblado- Originalmente la tela debió extenderse
res de Piás. El profesor Alejo Loyaga nos por más de 4 metros de largo y medir a
Uno de los tres fragmentos de la tela
monumental procedente de Pisuncho
o Apisuncho. Estos se conservan en Pataz, salvo uno de ellos, el menor, que en
1988 los patacinos donaron generosamente al Museo de la Nación de Lima
y que en acto público el autor entregó
para su conservación y exhibición a su
director Dr. Fernando Cabieces.
El tejido, al presente integrado por tres
fragmentos y sumando las partes faltantes, alcanzaba más de 4m de largo y por
su ancho por lo menos 2,40m. Por los
fragmentos que aún se conservan se deduce que la superficie de la tela estaba
pintada por 25 figuras. Para ello se utilizó tinte vegetal marrón oscuro, haciendo destacar las representaciones sobre
el color blanco del algodón. La imagen
es siempre la misma, un ave que inserta redondeles en el sector de los ojos y
en el vientre; parecen aludir a gotas de
agua y con ello a la lluvia vivificante de
las sementeras (Expedición Chachapoyas 1988 / Foto: Federico Kauffmann
Doig).
L a
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2 4 4
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
lo ancho por lo menos 2,40 metros. Se
han conservado tres grandes fragmentos,
separados horizontalmente por trozos
faltantes a consecuencia de una putrefacción parcial sufrida por el cuerpo ya
momificado y colocado en el interior del
fardo o paquete funerario. El tercer fragmento, de menores proporciones, fue
donado por la Municipalidad de Piás al
Museo de la Nación, en Lima, que por entonces dirigía Fernando Cabieses. La pieza fue entregada a su director en ceremonia pública realizada en el citado museo.
El largo del tejido se deduce por las grandes figuras que decoraban toda la tela,
permitiendo de esta manera reconstruir
D o i g
su extensión total no obstante los pedazos faltantes a los que ya nos hemos referido.
El elemento graficado es siempre el mismo y va representado longitudinalmente,
dando así forma alargada a la tela.
Grande fue nuestra sorpresa cuando con
el eximio dibujante del Museo Nacional
de Arqueología, Antropología e Historia
de Pueblo Libre, Evaristo Chumpitaz Cuya,
advertimos que el extremo izquierdo de
uno de los dos paños, que debió ser el
central, mostraba un retazo muy pequeño
de tela que indudablemente correspondía a un paño más. Aquello demostraba
fehacientemente que la tela estuvo originalmente integrada
no por dos sino por
tres paños, unidos
por hebras cosidas
en los costados.
De esta manera pudimos advertir que
la tela había estado
originalmente decorada por lo menos por 25 figuras,
así como establecer
que el ancho de la
misma no debió ser
menor a 2,40 metros. Las figuras fueron pintadas sobre
la tela de algodón
blanco, mediante
escuetas líneas en
marrón oscuro obtenidas mediante
algún tinte vegetal.
Todas se ajustan a
un mismo motivo,
Son varias las momias originalmente emplazadas en su fardo funerario, las que con- de un ave de trazos
servan celosamente los pobladores de la ciudad de Pataz. Sumando a estas la momia esquemáticos,
al
de un párvulo desprovisto de sus envoltorios de la foto, los patrocinos informan
parecer
en
actitud
que las pasean en procesión cuando azotan sequías, rogando que intercedan para
que llueva (Expedición Chachapoyas 1988 / Fotos Federico Kauffmann Doig). de vuelo. La forma
en que van diseñadas las aves recuerda
motivos ornitomorfos presentes en tejidos chancay, especialmente en el tratamiento de la cola, pintada mediante
barras paralelas. En cuanto a las patas
del ave, éstas aparecen remarcadas mediante dos figuras en forma de un gancho. Las alas exhiben hasta cierto punto
rasgos humanoides, al ser representadas
en transición a convertirse en brazos
con manos tridáctiles. El cuerpo está figurado por dos círculos concéntricos al
que se suma un punto central. Aquello
permite advertir que el dibujante quiso
presentar el pecho y el abdomen de las
aves que retrató como si estuvieran volando por el firmamento; sin embargo la
cabeza va diseñada de perfil, a juzgar por
el pico abierto que deja entrever lo que
al parecer debió ser la lengua del ave.
El informe técnico inédito de James
Vreeland (1989) sobre la tela que comentamos y otros tejidos procedentes
de Pisuncho y depositados en Piás, fue
publicado años después (Vreeland 2003,
2013). Igualmente los dos informes sobre técnicas textiles del arqueólogo
Iain Mackay, uno de los miembros de la
expedición conducida por el autor en
1986, aunque estos no se refieren a los
restos textiles de Piás sino al análisis de la
fragmentería textil procedente del área
de Karajía (Mackay, 1989a, 1989b, 2003a;
Mackay y Gabra-Sanders, 1988). Uno de
los dos aportes de Mackay es una valiosa
investigación etnográfica que describe
los procedimientos textiles utilizados
actualmente en Cruzpata, que permite
formarse una idea de los utilizados por
los chachapoyas hace unos dos milenios
(Mackay, 2003a).
Sobre los abundantes tejidos rescatados
de la Laguna de las Momias ya nos hemos
pronunciado (Kauffmann Doig, 1997,
1999c).
L a
?
El tejido monumental que comentamos debió originalmente
envolver el exterior del fardo funerario de la momia de la foto,
provista de telas sencillas sujetadas mediante un cordel. Obsérvese que posaba sentada sobre un armazón al que le fueron colocado cuatro patas, sin duda para proteger el fardo de la humedad
del subsuelo (Fotos Federico Kauffmann Doig)
paño c
c u l t u r a
paño b
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paño a
Dibujo de reconstrucción de la tela monumental de Pisuncho, que permanecía inédita en Pías y
de la que se conservaban tres fragmentos, aquí destacados en líneas negras. El residuo de una pequeñísima fracción que permanecía adherida al paño B permitió a los estudiosos proponer que
el tejido incluía originalmente por lo menos un tercer paño más, el paño C indicado en el dibujo (Expedición Chachapoyas 1988 / Dibujo Federico Kauffmann Doig-Evaristo Chumpitaz).
-
2 4 6
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
º Análisis de la tela de Pisuncho /
JAMES VREELAND
A pedido del Dr. Kauffmann Doig, Director del Instituto de Arqueología Amazónica y de la Expedición Arqueológica
Chachapoyas/88, la Sociedad de Investigación de la Ciencia, Cultura y Arte Norteño SICAN fue invitada a integrar dicha
expedición para estudiar los tejidos envoltorios de momias Chachapoya procedentes de Pisuncho o Abiseo (San Martín)
depositadas en la localidad de Piás (Vreeland 1989, 2003, 2013).
La presente nota se limita a examinar tan
solo una de las piezas textiles procedentes de los mausoleos cobijados en la gruta cercana al río Pisuncho. La de excepcional calidad y que envolvía la momia de
un alto personaje Chachapoyas. Nos referimos a esta como T-1 (o Tejido-1), para
individualizarla.
La tela T-1 consta de tres fragmentos. Corresponde a una manta o envoltorio algo
deteriorado, incompleto en el sentido
longitudinal (urdimbre) y lateral (trama).
Uno de estos fragmentos (el más pequeño) fue donado por la Comunidad de Piás
al Museo de la Nación en 1988. Los otros
dos se conservan en dicha comunidad.
paño
número de
listas
ancho
promedio c/u
12
0,5 cm
4
1,0 cm
a
c
D o i g
Se trata de una manta fina de algodón
blanco y listas pardas anchas variadas. Es
una pieza textil en buen estado de conservación aunque algo decolorada por el
efecto de contacto prolongado con alguna sustancia orgánica, presumiblemente
producida por el proceso autolítico de
descomposición de la momia.
La pieza consta de tres paños individuales
(a, b, y c), cosidos por sus orillas laterales
(de trama).
Los tres paños fueron cocidos unos a
otros con hilo de algodón, en puntadas
hilvanas con separaciones de 3 y 4 mm en
promedio. Es tejido llano (“plain weave”).
La mayor parte de la orilla de la pieza está
adornada con un filete o bordado de hijo
de fibra de camélido, color rojo, con la
excepción de un tramo de aproximadamente 1,30 m en el filo de la “cabeza” de la
manta, y las áreas desgatadas o perdidas.
Se desconoce la razón de la ausencia de
filete rojo en un lado de dicha pieza, salvo
que haya faltado hijo o fuera bordado con
mucha prisa en vísperas de la ceremonia
de entierro. De todas maneras, la pieza no
parece haber sido estrenada al momento
de su incorporación al fardo. La aplicación
o bordado simple en el perímetro de la
paño
largo
(urdimbre)
ancho
(trama)
a
1,69 m
0,60 m
b
1,69 m
0,57 m
10
0,5 cm
c
1,69 m
0,59 m
12
0,5 cm
5,07 m
4
1,0 cm
Total
pieza
1,76 m
(cabeza)
10
0,5 cm
1,63 m
(pie)
Trama
Urdiembre
Fragmento
Paño a
Paño b
Paño a
Paño b
1
1,52 m
1,54 m
1,52 m
1,54 m
2
1,28 m
1,27 m
1,28 m
1,27 m
3
0,60 m
0,61 m
0,60 m
0,61 m
manta parece un añadido a fin de resaltar
su colorido en los remates de la pieza.
Dos de los tres paños tienen listas de color pardo en la urdimbre, siguiendo el largo lateral de la pieza. Consta de tres grupos de listas, números y ancho de listados
variables, en esta manera:
En dibujo adjunto, se ofrece una reconstrucción provisional de la pieza en base
a observaciones de sus tres fragmentos.
La manta está partida lateralmente, lo
que debió producirse ésta, en algunos
sectores, putrefacción. Como veremos, el
motivo pintado que se observa es uno y
se repite.
Aunque es imposible reconstruir las dimensiones reales que acusó originalmente esta pieza, es probable que haya sido
confeccionada con tres paños independientes, de los que sólo quedan restos de
dos. Esta hipótesis se basa en dos puntos:
Primero, la distribución de los motivos
existentes en las hileras laterales (3 figuras más 1/3 de otra) de espacio para 12/3
motivo más en el tercer paño, supuestamente, faltante; y segundo, el ancho (trama) total, de aproximadamente 2,40 m,
resulta bastante extenso para una manta
mortuoria, por lo que pudo cumplir la
función de decorar algún recinto funerario o alguna pared.
En cuanto al largo total de la pieza, no
existe testimonio alguno, salvo nuestra
sospecha de que no hubiera comprendido mucha más de los que hemos reconstruido. Es decir, que tendría, un largo
aproximado de 4,30 m. No podría ser mayor, porque simplemente es difícil manejar una pieza más grande tanto en el telar
de cintura como después de su confección, por su longitud y por el peso de los
paños que formaban esta manta.
Si nuestra reconstrucción hipotética es
correcta, la pieza debió constar de tres
paños cada uno de aproximadamente
L a
2,40 m de largo (urdimbre); el ancho (trama) de cada paño hubiera
sido de 82 cm exteriores aproximadamente, incluyendo su franja larga
lateral. El paño B, supuestamente el
central, mide aproximadamente 75
cm de ancho. Pudo presentar, de
haber constituido tres paños, cinco
motivos casi idénticos, expuestos
horizontalmente (trama) y sumando
los que figuran verticalmente (urdimbre), darían un total de 25 figuras
iguales para la tela que nos ocupa.
Por falta de conocimientos de la fauna local, no nos es posible opinar
sobre la identificación de la figura,
pintada repetitivamente sobre la superficie de la tela. Podría argumentarse que se trata de una especie de
pez (parte delantera) o ave (parte
posterior) o una combinación de las
dos cosas, exhibiendo plumas (parte posterior) y aletas o patas de tres
“dedos”. La cabeza también sugiere
que porta una especie de pico de
ave. Se podría sugerir que el elemento presente en la parte central del
cuerpo corresponde a un ala plegada tomando forma ovoide. La única
variación significativa en la figuras,
concierne en el sector en la que remata la “cola”, dividida en tres distintos segmentos sugiriendo plumas.
En el paño 2, estos segmentos son
cinco en la mano izquierda mientras
que en la derecha ostenta cuatro,
exceptuando lo expuesto en el caso
del Fragmento C. En contraste, las
figuras en el paño B estás dibujadas
a seis separaciones. En los cuadros
adjuntos a la presente nota se indican pormenores y medidas de los 3
fragmentos que constituyen el tejido
T-1 del Apisuncho, el más extenso y
suntuoso.
c u l t u r a
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2 4 8
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D o i g
2. Tradiciones textiles de Cruzpata valor de los tres vellones (precios de mayo Estos hilos sirven para mantener la distan/ IAIN MACKAY
de 1986) era alrededor de I/. 280 000 y I/. cia exacta entre los hilos y conservar su
Una de las primeras cosas que llamó
la atención a los integrantes de la expedición Antisuyo/86, al llegar al pueblo de
Cruzpata (Luya, Amazonas), fue la labor
de telar que llevaba a cabo una de las señoras del pueblo. La señora V. Chuquisuta
operaba un telar de unos tres metros y
medio de largo, tamaño que demandaba
un esfuerzo considerable para ser usado,
pero que respondía a patrones tradicionales de una considerable antigüedad.
La pieza más común producida en este
tipo de telar es el poncho, siendo común
que para completar una pieza se requieran de tres a cinco semanas de tejido, sin
considerar el tiempo requerido para el
hilado.
El hilado es llevado a cabo generalmente
por el grupo de mayor edad, manteniendo así un rol productivo en la comunidad.
Para esta faena utilizan la putchanca o puschcana, que es una pieza hecha de caña
de bambú o de un tallo duro, a la que se
agrega un piruro o contrapeso. Si bien la
información que recibimos puntualizaba
que el piruro, solo era usado al comenzar
el hilado, una anciana en la casa donde
nos alojamos lo empleaba durante el proceso. Asimismo, la señora antes citada hacía uso de una rueca de bambú envuelta
con lana limpia y cardada, ya preparada
para hilar. Hasta donde conocemos, la
rueca fue instrumento introducido por
los españoles, habiéndosele generalizado
y subsistido su uso en el norte peruano.
El hilado se hace con mucho cuidado y su
calidad y ángulo de torsión es bastante
similar a los descritos en el análisis de las
piezas encontradas en los sarcófagos del
Grupo 11 de Solmal.
La confección de un poncho demanda el
empleo de tres vellones de oveja, con un
peso promedio de dos libras cada una. El
500 000. No pudimos obtener información sobre los gastos que demanda la
confección de faldas, chuspas, alforjas y
otros tejidos.
Hay tintes de diversos tipos, naturales y
acrílicos. Entre los primeros figura el que
se extrae de la pepa de nogal, chancándola primero con chungo, para luego ser
hervida junto con el vellón a ser teñido.
Es un proceso que se repite tres veces. Se
puede agregar el tinte de una planta llamada ayamanchana. Según nuestros informantes ayuda a espantar a los muertos
“para que no lo malogren” (el tejido). Esta
tradición respondería a la necesidad de fijar el tinte en el tejido. Los tintes acrílicos o
de compuestos químicos son empleados
en la confección de faldas, frazadas y listados para los ponchos. Los colores usuales
son el naranja, rojo, ocre, crema y blanco,
y su aplicación en faldas y frazadas es por
lo general después de concluida la labor
de tejido.
La preparación de la urdimbre suele demorar tan solo medio día, sobre todo en
el caso de urdimbres continuas, si el trabajo ha de ser listado, el tiempo requerido
se incrementa sustancialmente. Nuestra
informante, Basilia Chuquisuta, nos mostró cómo se podía preparar la urdimbre:
Primero se clavan en hilera tres estaquillas
en el suelo, en una zona protegida por el
techo. Se empieza a urdir. Entre la estaca
1 y 2 hay un cruce de hilos donde ha de ir
más tarde la callwa o espada. La distancia
entre las dos es de más o menos metro y
medio y entre las estacas 2 y 3 hay otro
cruce, donde se debe colocar más tarde
la pieza que comúnmente se conoce
como duba o cruzado. Se entrelaza un
hilo entre las hebras alternadas de la urdimbre, en las posiciones de las estacas 1
y 3 que viene a formar luego los orillos.
orden de posición al momento de transferirlos. Asimismo sirven para mantener
una tensión exacta al coloca la urdimbre
en las pallkas o pashkas, listones de madera donde se ha de efectuar el trabajo
de tejer. Las pallkas suelen ser de ishpingo
y más o menos de 55 cm de largo y de
sección rectangular. El ancho del telar es
40 cm a 45 cm.
Los extremos de estas maderas tienen
dientes o ganchos. En la pieza inferior se
coloca la washanka o cargadora y el tejido puede ser enrrollado. En la pieza superior se ata una cuerda, conocida como
awanawaska que se afirma en un lugar
elevado o en un poste. Las listas tiene
que ser agregadas mientras se prepara la
urdimbre.
La descripción que hemos hecho corresponden a un telar básico. Debemos agregar que la pieza conocida como duba o
cruzado, una madera de sección circular
con un diámetro de más o menos 6 a 7
cm, se coloca delante del primer cruce
y a solo unos centímetros se adjunta la
illwa o lizo, con su illwakaspa respectivo.
Este último elemento sirve para intercambiar partes de hilos de la urdimbre
y dejar separados los impares en otro nivel. Debajo del illwa se coloca la callwa
o espada, la pieza más cotizada de todo
el telar. Suele ser de madera muy fina y
de alta calidad, por ejemplo de chonta;
antes de usarla se le cubre con cera de
esperma. La callwa sirve para ajustar el
hilo después de facilitar del minemaykuna o lanzadera por las caladas. Para
esto la callwa se pone de lado al operar
simultáneamente con la illwa. Así, poco
a poco, trama por trama se agrega el hilo
para formar la tela.
Una pieza que puede utilizarse también
como parte del telar es el timbillo; un pe-
L a
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C h a c h a p o y a s - 2 4 9
Los términos empleados en relación a los
elementos que comprenden el telar de
Cruzpata provienen en
su mayoría del quechua
y difieren de los utilizados por ejemplo en Celendín, tal como puede
apreciarse en la tabla
comparativa de voces
que registra la presente lámina (Mackay
1989a, 1989b, 2003a,
2003b; Mackay y Gabra-Sanders
1988).
1
2
3
4
5
6 8
9
10
2 5 0
-
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K a u f f m a n n
dazo pequeño de madera con clavos en
ambos extremos y una cuerda que lo une
por encima de la tela. Se le emplea tirando la madera hacia abajo, generando así
una tensión constante, y manteniendo
parejos los extremos de la tela a medida
que esta se va tejiendo. En el lugar la técnica empleada siempre es llana y por lo
general bastante fina (a veces, repe).
El trabajo requiere mucho esfuerzo y suele ser responsabilidad femenina, por eso
se permite a la mujer coquetear mientras
trabaja; según la señora Presentación Ángeles, de Luya Vieja, y el señor Víctor Chuquisuta Ángeles de Cruzpata. El hombre,
si bien no trabaja en el telar ayuda con el
acabado y cosido de las dos piezas que
por lo general constituyen el poncho.
D o i g
Se compra ribete blanco, crema u ocre,
de unos tres centímetros de ancho, en
los pueblos de Lamud y Luya. El ribete
se pone en los bordes y el espacio dejado para la cabeza se cose a máquina. El
poncho queda concluido luego que el
hombre coloca borlas y trenzas como ornamento final.
La combinación de los colores y, en especial, las listas de los ponchos, sirve para
distinguir a los distintos pueblos. En el
caso de Cruzpata, sus colores típicos son
blanco, rojo, ocre, naranja y marrón oscuro, presentados en una secuencia de
bandas. Este mismo patrón ha sido reputado como característico de la región de
Lamud y Luya.
Como información complementaria se
puede agregar lo siguiente:
1) Las técnicas empleadas en el tejido corresponden muy cercanamente con las
piezas arqueológicas analizadas;
2) Los términos locales en su mayoría
quechuas empleados en el telar y en el
proceso del tejido, sólo tienen validez regional, difiriendo de los utilizados en Cajamarca, Chota, Celendín o Chachapoyas.
Sólo la palabra kallwa escapa a esta condición local. La palabra illwa se transforma
en illawa en otras regiones; mientras que
palka o awapallka sólo tienen igual significado en una zona tan distante como
Ayacucho. Cabe indicar que el uso del
quechua es cada vez más limitado en la
región, pero aún se mantiene vigente en
la tradición textil.
Izquierda:unco o camisón sin mangas procedente de la Laguna de las Momias de clara factura chachapoyas, como se desprende por el motivo iconográfico de la faja central inspirado en algún arquetipo similar a la imagen de las pachamamas del Gran Pajatén (Foto: Cortesía AFP INTEGRA / Jorge H. Esquiroz). Derecha abajo: dos figuras del unco referido
presentadas en ampliación (Fotos: Heinz Plenge / Cortesía: Concesionaria IIRSA Norte). Derecha arriba: dos telas chachapoyas procedentes de La Laguna de las Momias.
En la de la izquierda van representados rostros humanos estilizados en los que destacan boca y nariz (Expedición Chachapoyas, mayo-junio 1997 / Fotos: Michael Tweddle).
L a
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III. Metalurgia
Objetos de metal en los que pudieran
advertirse rasgos propios de artesanos
chachapoyas no son conocidos. El implemento de bronce que nos fue mostrado
en Cocochó, localidad cercana a Camporredondo (Luya), corresponde a la parte
cortante de un hacha, a la que le falta el
indispensable mango de madera sin el
cual no podía cumplir su función. Al parecer el hacha de bronce de Cocochó es de
factura inca y acaso fue importada a tierra
de los chachapoyas cuando esmetalurigtos fueron incorporados al Incario.
En el contexto expuesto debemos recordar que los personajes chachapoyas tallados en madera que penden de un mausoleo del grupo Los Pinchudos cercanos a
Pajatén, así como la figura humana tallada
en alto relieve de Tinyash conocida por
los lugareños como Apu, llevan un símbolo que recuerda la figura de un hacha que
aparece colocada boca abajo y adornada
con un redondel al centro. Como quiera
que las mencionadas esculturas antropomorfas son de factura chachapoyas, hachas metálicas en ese territorio —como
la de Cocochó— bien podrían, en principio, haber sido obradas en el escenario de
dicha cultura siempre y cuando ese símbolo no aluda a un arreglo conformado
por un manojo de plumas sujetado en la
frente.
En realidad el tema abre un abanico de
probabilidades, por ejemplo la posibilidad
de una importación de hachas de metal
por los chachapoyas con anterioridad a su
incorporación al Incario. Con todo, lo cierto
es que simplemente no tenemos noticia
de la presencia de hachas metálicas similares a las de Cocochó en otros sectores del
área ocupada por la cultura Chachapoyas.
de objetos metálicos que denoten ser
obrados por gente chachapoyas, sorpresivamente fueron dados a conocer
dos vasos de plata. Los mismos fueron
identificados por los arqueólogos Lorenzo Risco y James M. Crandall en 2015 en
el complejo arqueológico de Purunllacta-Soloco (Crandall y Risco 2015). Ambos artefactos presentan un magnifico
estado de conservación. Siendo de plata
brillan ahora luego de haber sido sometidos a trabajos de mantenimiento por el
restaurador Marco Seclén Fernández, de
acuerdo a lo dispuesto por el director del
Museo Arqueológico Nacional Brüning
de Lambayeque, doctor Carlos Wester La
Torre.
Vasos ceremoniales metálicos como los
antes mencionados y que lucen forma
cónica, y que van decorados con imágenes elaboradas mediante la técnica del
repujado, eran elaborados en tiempos
del Incario, particularmente en la región
del Cuzco. Se les confeccionaba de plata, como los de Purunllacta-Soloco, pero
también de oro. Se les conoce con el
nombre de aquillas. Recipientes en forma
de un vaso eran también fabricados en
madera. Son conocidos como kheros.
En el Incario eran utilizados tanto aquillas como kheros en el marco de libaciones ceremoniales. Por ejemplo, para pactar acuerdos o para brindar con el Sol, si
reparamos en dibujos de Guaman Poma
(ca. 1600, fs. 100, 149, 242, 246, 258). El
Astro Rey debió personificar a la divinidad suprema, una especie de Dios del
1. Las aquillas de Purunllacta - So- Agua materializada en ciertas montañas,
loco
como se desprende de diversos dibuLuego de las disquisiciones anterior- jos del cronista citado (Guaman Poma,
mente anotadas, en torno a la ausencia ca. 1600: fs. 238, 240, 261, 264, 266, 268,
Valga recordar en este contexto que hachas metálicas son comunes prácticamente en todas las latitudes en que floreció la
civilización que tuvo su desarrollo en el
Área Inca, menos en la de Chachapoyas.
Se trata de una herramienta universalmente empleada. Implementos de ese tipo
eran similares en cuanto a su morfología
debido a la función que desempeñan. Por
ello están dotados de dos prominencias
laterales presentes en el extremo superior
de la parte cortante. Estos aditamentos
permitían atarlo a un madero para que
así pudiera cumplir con su cometido de
herramienta, esto es poder dar hachazos;
con excepción ciertamente de las hachas
de mano, de piedra, que también las hubo
entre los chachapoyas dado su carácter de
implementos de difusión universal presentes desde los más remotos tiempos de la
humanidad.
Lo expuesto hasta aquí permite inferir
que para talar los bosques y ganar áreas
cultivables, los chachapoyas debieron valerse de hachas de piedra sujetadas a un
mango y no de las elaboradas en metal.
Luego de ser utilizadas y afiladas una y
otra vez, estas herramientas perdían su
filo y terminaban siendo descartadas.
Muestras de hachas de piedra, facturadas
por los chachapoyas, las hay con cierta
abundancia, siendo las que conservan su
filo las que de preferencia son coleccionadas y se exhiben los museos (Parte Quinta, cap. IV, pag. 258 / abajo).
2 5 2
-
F e d e r i c o
K a u f f m a n n
1
1. Sector de
Purunllacta-Soloco, conjunto arqueológico donde
fueron encontrados los dos
vasos de plata
conocidos en
el Incario con
el nombre de
aquillas. 2. Las
dos aquillas tal
como fueron
halladas, embutida una en
la otra. 3 y 4.
La limpieza y
conser vación
de las mismas
fueron
ejecutadas en
el Museo Arqueológico
Nacional Brü3
ning que dirige
Carlos Wester
La Torre; estuvieron a cargo
de Marco Seclén del citado
museo, quien
ejecutó la tarea
con laudable
esfuerzo y depurada técnica.
Las
aquillas
fueron devueltas a la Desconcentrada
de
Cultura
de Chachapoyas, donde el
autor tuvo el
privilegio de
270, 272). Sin duda también se les emexaminarlas
(Fotos: Corte- pleaba en los brindis-rituales conocidos
sía Carlos Wes- como tincamientos [t’inka=encuentro].
ter La Torre).
Esta práctica ritual realizada todavía subsiste al presente y aparece generalizada
en el sur cordillerano del país. Es sobre
todo ejecutada utilizando kheros, probablemente dado que desde el tiempo
de la conquista aquillas de oro o de plata encierran valores pecuniarios por lo
que debieron terminar fundidas. El ritual
consiste en humedecer dos dedos de la
D o i g
2
4
mano en la chicha depositada en el khero. Luego, entre un murmullar de rezos y
peticiones y usando para ello el pulgar
y el dedo medio, el líquido es asperjado
en dirección a un apu. Esto es apuntando a un cerro determinado, considerado
sagrado por cuanto se presume que en
este se guarece o materializa la divinidad tenida como suprema: una especie
de Dios del Agua. Se presumía que esta
gobernaba sobre los fenómenos atmosféricos y de este modo sobre la produc-
ción de los alimentos. En este contexto
todavía al presente se le ofrece dádivas,
conocidas como despacho. La Pachamama o Diosa Tierra también recibía y sigue
recibiendo veneración y tributo. Al ritual
correspondiente se le conoce como
alcance. Consiste en derramar una pequeña porción de líquido sobre la tierra,
ritual que se efectúa particularmente durante el periodo de siembra (Kauffmann
Doig, 1992a: 198-199).
Mientras que las aquillas y los kheros de
L a
prosapia incaica eran decorados con
representaciones abstractas, los que siguieron elaborándose con posterioridad
a la irrupción europea —casi durante un
siglo— fueron decorados con elementos figurativos (Cummins, 2002, 2004).
Otra diferencia que registran los kheros
inca-coloniales, es que las imágenes son
resaltadas en vivos colores, gracias a la
aplicación de la técnica del encausto, importada de allende el océano. La misma
consiste en elaborar una pasta de óxidos
de minerales, que molidos y mezclados
con colorantes y cera de abeja son alojados en diseños previamente excavados
en la madera (Chávez Ballón, 1984; Kauffmann Doig, 2002b, vol. VI: 890-892); así
dan la sensación de estar esmaltados o,
con mayor propiedad, laqueados (Nordenskiöld, 1931: Apéndice 2).
Los kheros coloniales y como debemos
suponer por igual las aquillas, además
de representar escenas propias de los
tiempos postconquista española en los
que se vivía por entonces, graficaban sobre todo cuadros que revelan nostalgia
de ese mundo que iba quedando atrás.
Por ejemplo, visiones en la que son representados un inca y su coya debajo de
un arcoíris y en cuyos extremos aparecen sendas cabezas de un felino que sin
duda alude al mítico qhoa (Kauffmann
Doig, 2002b, vol. 5: 756-760; 2012a;
2016c). La elaboración de este tipo de
cuadros, inspirados en la nostalgia, la
debieron propiciar los descendientes
de la nobleza cusqueña. Es de destacar
la propuesta que señala que la comarca
de Vilcabamba se constituyó por entonces en un centro de producción de kheros de la índole expuesta, por cuanto en
ese territorio descendientes de los incas
siguieron luchando contra los intrusos,
ilusionados con restaurar el Incario (Ziólkowski, 1979). Todavía más, las escenas
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 2 5 3
Las dos escenas presentes en cada aquilla retratan parejas asidas de la mano
(Fotos y dibujos: Marco Seclén / Cortesía: Carlos Wester La Torre).
Escena 1
Escena 2
Escena 1
Escena 2
Escena 3
Escena 4
Escena 3
Escena 4
2 5 4
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K a u f f m a n n
que muestran a combatientes incaicos
luchando contra amazónicos, que se defendían con arco y flecha, deben corresponder o por los menos aludir a tropas
incas que se aventuraban hasta los linderos donde moraban los amazónicos, con
la finalidad de capturar gente y engrosar
así la tropa de Manco Inca o de alguno
de sus descendientes acantonados en la
comarca de Vilcabamba en su lucha de
resistencia contra los españoles (Kauffmann Doig 2013b, vol. 2: 750-800).
Los dos recipientes hallados en Purunllacta-Soloco 2015 por Lorenzo Risco y
James Crandall, acusan similitudes generales en cuanto a su forma, tamaño y
peso. Como quedó señalado , Marco Seclén Fernández, restaurador del Museo
Arqueológico Nacional Brüning de Lambayeque, tuvo a su cargo los trabajos de
mantenimiento de las dos aquillas. Su
informe incluye una minuciosa descripción tanto de los vasos de plata como de
las imágenes que van representadas en
ambos (Seclén, 2015).
Del informe de Marco Seclén —al que
tuvimos acceso gracias a una copia que
tuvo la gentileza de hacernos llegar el director del Museo Arqueológico Nacional
Brüning de Lambayeque, Carlos Wester
La Torre—, extractamos las medidas de
ambos vasos de plata. Para ello, siguiendo
a Seclén hemos de calificar los dos recipientes como Aquilla A y Aquilla B, recordando que al momento del hallazgo la
primera contenía a la segunda.
La Aquilla A pesa 152,8 gramos, alcanza
una altura de 112 milímetros, un diámetro
máximo de 117 milímetros en el sector
superior del recipiente y 63 milímetros en
su base; el espesor de la lámina oscila alrededor de 0,8 milímetros. En cuanto a la
Aquilla B, la misma pesa 154 gramos, alcanza una altura de 109 milímetros, un diámetro máximo de 112 milímetros en el sector
D o i g
superior del recipiente y 60 milímetros en
su base (Seclén, 2015: 1-2, 13-14). Ambas
aquillas van decoradas con figuras en relieve alto, logradas mediante la técnica del
repujado, procedimiento que es descrito
en detalle por Luisa Vetter Parodi (2013).
Estas aquillas son vasos de plata en alto
grado similares, lo que se percibe no
solo en cuanto a su forma y tamaño,
sino también en la disposición y aún la
semejanza de las figuras que incorporan.
En cada aquilla se observan cuatro paneles rectangulares separados por gruesas
bandas verticales, las mismas que aparecen rodeándolas y ocupando algo menos que el tercio superior del espécimen.
En cada panel es perceptible una pareja
de personajes, varón y mujer, asidos de
la mano.
Los personajes recuerdan a dignatarios
incaicos representados en kheros o vasos
ceremoniales de madera, de factura pos-
La ceremonia de tincamiento (t´inka = encuentro ritual) en el Incario, en un dibujo de Guaman Poma
(ca. 1600, folio 149). Como se aprecia en este ritual
se solía originalmente utilizar dos recipientes. Sigue
practicándose en parajes altoandinos, pero con sólo un
k´ero o vaso de madera y no dirigido al sol sino a ciertos cerros sagrados conocidos como apus y a los que se
les ruega sobre todo por buenos temporales. También
el ritual incluye a la Pachamama o tierra labrable o labrada; pero no ya asperjando con dos dedos el líquido
(chicha) sino derramando sobre la tierra porciones
del mismo (Kauffmann Doig, 2002b, V, pp. 778-779).
tincaica. Particularmente a los elaborados a partir de la segunda mitad del siglo
XVI, y tratados mediante la ya mencionada técnica del encausto introducida con
la conquista española. Pero a la vez recuerdan en algo a personajes chachapoyas como los de la escena pintada en la
pared interior de un recinto presente en
el conglomerado arquitectónico de San
Antonio (Kauffmann Doig, 2013: 323325; Kauffmann Doig y Ligabue, 2003:
439-444).
Concluimos, con otros colegas, que las
dos aquillas procedentes en Purunllacta-Soloco son de factura colonial temprana. En cambio, no compartimos el
supuesto que las mismas hayan sido
manufacturadas por gente chachapoyas.
Podría haberse dado el caso de que algún orfebre de la región del Cuzco fuera
ordenado a trasladarse a territorio chachapoyas, cuando este ya formaba parte
del Incario o Tahuantinsuyo, y que poco
después a la ocupación española haya
confeccionado las aquillas. Aquello en
atención a que -como ya lo han advertido
otros colegas-, dos de los personajes masculinos representados portan sombrero
al parecer de tipo español de la época.
Con todo también es de presumir que las
aquillas de Purunllacta-Soloco provengan
de una importación de tiempos en que
los chachapoyas ya habían sido incorporados al Incario.
Estando el autor en Chachapoyas en
2016, el Director de la Desconcentrada de
Cultura-Chachapoyas José Trauco Ramos
le fue permitido examinar con fugacidad
las aquillas. A su persona se le debe una
primera nota sobre las mismas (Trauco
Ramos 2016). La experta en metalurgia
prehispánica Luisa Vetter, es también autora de un comentario sobre las aquillas
descubiertas en Purunllacta-Soloco (Vetter Parodi 2016: 129-130).
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 2 5 5
IV. Escultura en piedra
El arte lítico practicado por los chachapoyas se expresa básicamente a través de
tres formas. La primera se refiere a obras
propiamente escultóricas, mejor dicho a
piezas que representan una figura humana o de un animal; a este grupo pertenecen también las llamadas cabezas clavas
como las de Pajatén, Uchucmarca y otras.
La segunda corresponde a lo que comúnmente se denomina monolito, esto es a
piedras prismáticas rectangulares, sobre
las que en uno de sus planos, aparecen
talladas en alto relieve motivos figurativos
o geométricos. La tercera forma en que
se manifiesta el arte lítico corresponde a
lo que se denomina petroglifo, tema éste
en el que nos limitaremos a comentar tan
solo algunos ejemplos sobresalientes.
1. El monolito antropomorfo de La
Jalca
Louis Langlois (1939) informa acerca
de lo que debió ser un monolito de más
de 1,50 metros de alto, cuya cabeza iba
coronada por un tocado que le recordaba
a las astas de un ciervo. Examinó esta piedra en la antigua hacienda Chuemal (sic.),
en la zona de Vituya. Posteriormente otra
pieza similar fue fotografiada por Víctor
Zubiate (1984) en Shoymal. La misma fue
publicada años después en dibujo por
Hans Horkheimer (1959).
La escultura pétrea más espectacular la
representa un monolito antropomorfo de
62 centímetros de altura, que conserva o
conservaba don Víctor Zubiate Zabarburu
en la ciudad de Chachapoyas. Se estima
que procede del distrito de la Jalca Grande. Representa a un personaje desnudo,
Monolito de personaje desnudo. En la frente lleva amarrado el símbolo tumi (=hacha) colocado boca abajo, en forma similar al que exhibe el Apu de Tinyash y los dignatarios tallados en madera del sitio funerario de Los Pinchudos (véase pág. 257). De acuerdo a Víctor Zubiate Zubarburu, procede de La Jalca o La Jalca Grande, y según Hans Horkheimer de Soloco (Foto: Federico Kauffmann Doig).
2 5 6
-
F e d e r i c o
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D o i g
sentado y por lo mismo con las piernas
encogidas, posición que recuerda a las
que acusan las figuras antropomorfas talladas en madera que cuelgan de uno de
los mausoleos del grupo conocido con el
nombre de Los Pinchudos. El rostro, por
exhibir mandíbulas prominentes, parece
evocar los de los sarcófagos de Chipurik
en particular (Kauffmann Doig, 1986b,
1989).
Aparte de esta escultura procedente de la
Jalca Grande, Víctor Zubiate (1984) publicó en su obra otros ejemplos de monolitos chachapoyas.
2. Monolito de “Los siameses”
Un monolito chachapoyas que merece especial atención es el que retrata a
“siameses”. Estuvo en poder de don Humberto Arce, en Chachapoyas. Gene Savoy
(1970) publicó una fotografía de esta piedra, pero en vano hemos indagado por
su actual paradero. De 90 centímetros de
alto, esta escultura muestra a siameses
desnudos, unidos por sus costados y dotados de un solo genital masculino.
El monolito
conocido
como “Los
Siameses”
(Foto: Gene
Savoy).
Monolito de Pumachaca analizado por Arturo Ruiz, sobre el que se representa un felino expuesto en dos mitades, en alto relieve y hacia ambos costados (Cortesía: Concesionaria IIRSA Norte / Foto: Heinz Plenge).
3. El monolito de Pumachaca
4. La escultura de Purunllacta
Entre las muestras de litoescultura
dadas a conocer por Víctor Zubiate, figura
una que se conserva en Pumachaca, en
La Jalca Grande. La misma fue presentada
con anterioridad por Louis Langlois (1939)
y debe notarse que no es una escultura
propiamente dicha. Se trata de un pedrón
sin labrar, en cuyo costado aparece representado en alto relieve la figura de un felino, cuyo lomo es atravesado por un canal.
Arturo Ruiz Estrada (s/f, 2013: 308-310) ha
descrito esta piedra, cuyo volumen ocupa
casi 4 metros cúbicos y recoge valiosa información etnográfica relacionada a este
ejemplo de litoescultura chachapoyas
que confirma la especial importancia que
tenía el culto al agua entre los antiguos
peruanos. De acuerdo a Ruiz, el pedrón
mide 0,95 metros de alto, se extiende a lo
largo por 2,10 metros y alcanza 1,93 metros de ancho el largo del canal, siendo su
longitud “de 1,55 m, con 0,10 m de profundidad y 0,20 m de ancho”.
Otra litoescultura chachapoyas procede del complejo arquitectónico de
Purunllacta, la misma que fue descrita por
Peter Lerche (1995). Tampoco se trata de
una escultura propiamente dicha ya que
el cuerpo del animal solo es insinuado
Monolito identificado en Purunllacta y dado a conocer por Peter Lerche. Representa un felino
con patas que rematan en garras, que a su vez se
transforman en la cabeza de una serpiente que circunda una testa humana (Dibujo: Peter Lerche).
L a
1
Muestra elocuente del
símbolo tumi (=hacha)
presente en la frente de
dignatarios (véase pág.
255, 264). 1. En una testa chachapoyas esculpida en piedra (Cortesía:
AFP INTEGRA / Foto:
Jorge H. Esquiroz); 2.
En una talla chachapoyas presente en el grupo
de mausoleos de Los
Pinchudos,
cercanos
al Gran Pajatén (Foto:
Federico
Kauffmann
Doig); 3. El mismo símbolo en la frente del Apu
de Tinyash (Expedición
Chachapoyas 1982 /
Foto: Gustavo Siles).
3
c u l t u r a
2
C h a c h a p o y a s - 2 5 7
1
2
Muestrario de
esculturas
y
her ramientas
c hac hapoyas:
1. Monolito
grabado con
motivos lineales simbólicos,
procedente del
sitio arqueológico de Israel,
Pucarumi
o
Puka
Rumi
(Cortesía: Keith Muscutt). 2.
Monolito dado
a conocer por
Keith Muscutt.
Retrata al parecer el símbolo
ola (=agua),
remarcándolo
repetidas veces
(Foto: Keith
Muscutt).
3
3. 4. y 5.
Muestras de
litoescultura
c hac hapoyas:
cabeza clava del
sector La Joya
(Foto: Keith
Muscutt), cabeza clava del
Gran Pajatén
(Foto: Pedro
Rojas Ponce),
monolito con
rostro humano procedente
de
Chivane
o Pirca Pirca
(Foto: Keith
Muscutt). 6.
Muestrario de
instr umentos
pétreos, tales
como
tumis,
hachas y una
porra
estrellada (Museo
Chachapoyas /
Foto: Federico Kauffmann
Doig).
6
4
5
L a
por la forma del pedrón. En cambio la
cabeza sí aparece tallada y representa claramente la de un felino. Su boca, en actitud amenazante, deja entrever sus fieros
colmillos. Alrededor del cuello lleva un
collarín, decorado con uno de los motivos
mágico-religiosos clásicos presentes en la
cultura Chachapoyas. Aquel conformado
por dos líneas en zigzag entrelazadas, las
que dan lugar a la formación de rombos
sucesivos. En la superficie de lo que conforma el cuerpo del animal aparece tallado en alto relieve un rostro humano, que
va rodeado por un motivo serpentiforme
cuya cabeza pareciera simular al mismo
tiempo la pata delantera del felino.
5. Los petrorrelieves de Uchucmarca
Diversos monolitos fueron fotografiados por Keith Muscutt en 1981 durante sus exploraciones en territorio de los
antiguos chachapoyas (Muscutt, 1987,
1998). Particularmente los presentes en
la provincia de Bolívar, donde se ubica
el distrito de Uchucmarca y en el que
abundan petroglifos. Varias fotografías de
monolitos de la región fueron facilitadas
al autor (Kauffmann Doig y Ligabue, 2003:
399-401; Kauffmann Doig, 2009: 192-193).
Por su parte Abel Vega Ocampo (1977) ha
examinado una cantidad apreciable de
petrorrelieves del área de Uchucmarca.
Seguidamente un extracto de una publicación suya en la que figuran diversas
muestras de petrorrelieves, con dibujos
profesionales de las mismas debidas al
artista Manuel Sánchez Vera (Vega, 2003
pp. 403-405).
º Petrorrelieves chachapoyas en el
área de Uchucmarca / ABEL VEGA
OCAMPO
Esculturas en piedra abundan en la
provincia de Bolívar, que antiguamente
formó parte del territorio de los antiguos Chachapoyas. El petrorrelieve es
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 2 5 9
un elemento asociado a conjuntos arquitectónicos. Los motivos son de tipo antropomorfo y zoomorfo. Las técnicas de
elaboración difieren.
El material empleado fue la laja, de dos
colores, gris claro y rojo pálido. Las piedras eran blandas por lo que permitió
que sean laboradas con facilidad y a la
perfección. Estas obras de arte proceden
de Shuedén, Pueblo Viejo, Pomio, Pirca
Pirca, Quillcaipirca, Ino, Mailora, El Lirio en
Bambamarca, etc.
El material utilizado era acondicionado
para representar una forma rectangular.
Las dimensiones de las esculturas son
aproximadamente entre 40 y 80 cm de
largo por 20 y 30 cm de ancho, y su espesor suele alcanzar de 10 a 15 cm entre los
relieves, que en algunos casos son más
pronunciados que en otros. Las representaciones en relieve suelen ocupar un solo
lado de la piedra, el de mayor ancho, en
muy pocos casos hay representaciones
en ambas caras de la piedra.
Petrorrelieves
de la región
de Uchumarca, examinados y publicados en dibujo
por Abel Vega
Ocampo.
2 6 0
Petrorrelieves de Nunamarca, en las
inmediaciones de Chilia.
Originalmente estaban encajados
en los muros,
como puede
apreciarse en
la foto superior izquierda
(Cortesía:
Dr.
Emilio Morillo
Miranda /
Fotos: José
Chávez Escalante).
***
El estudiante
de arqueología Federico
Mosna (Inf.
per. Trujillo /
Mayo 2017)
advierte que
formas
de
cerámica
Recuay aparecen asociadas al sitio
arqueológico
de Nunamarca, en las inmediaciones
de
Chilia.
Aquello no
hace más que
confirmar
que la cultura
chachapoyas
se desarrolló
partiendo de
raíces andinas
y que en su
sector sureño mantuvo
contactos
con culturas
cordilleranas
vecinas (véase pp. 31-38,
pp. 119?, pp.
237-240?).
-
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L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 2 6 1
La piedra con
grabaciones
más notable
del sitio conocido como
La Pitaya o
Caclic. Fue
trabajada mediante abrasión, técnica
que permitió
destacar figuras de animales y personas
(Expedición
Chachapoyas
1984 / Foto:
Federico Kauffmann Doig).
6. Los petrorelieves de La Pitaya
La Pitaya es el nombre de un peñón
situado cerca del puente de Caclíc, sobre
la margen derecha del río Urubamba. Su
nombre deriva de un síncope o abreviatura de pitajaya (Hylocereus spp.), una
cactácea particularmente endémica en
el área. Entre los petrorrelieves presentes
en el barranco destaca uno por sus grandes dimensiones y que precisamente es
el que se conoce con el nombre de La
Pitaya. Estos petrorrelieves forman parte
del peñón de este nombre; es decir, no se
trata de un sillar decorado en una de sus
caras o de un monolito, como los descritos en páginas anteriores. Más bien esta
circunstancia lo singulariza. Hans Horkheimer (1959) publicó una fotografía del
monumental petrorrelieve de La Pitaya,
que le fue proporcionada por Víctor Zubiate, quien también la publicó (Zubiate
1984). La expedición conducida en 1986
por el autor hacia el sitio arqueológico de
Tingorbamba, se detuvo en Caclíc a fin de
examinar y calcar el petrorrelieve de La
Pitaya.
Éste se extiende a lo largo 9 metros, con
las figuras en alto relieve. Se trata de imágenes zoomorfas que rodean figuras humanas. Éstas son presentadas de frente,
mientras que los animales van de perfil.
Fueron plasmadas mediante abrasión o
limando áreas colindantes a las líneas que
conforman la silueta de las figuras, para
que así resalten en alto relieve sobre una
superficie más o menos plana.
7. Monolitos varios
En la ciudad de Chachapoyas se
conservan diversos ejemplos de la lítica.
Los más representativos fueron originalmente acarreados al lugar con el objeto
de adornar locales públicos y casas par-
ticulares. El actual museo de la localidad
guarda valiosas muestras de la litoescultura chachapoyas.
En la localidad de La Jalca se conservan
piedras con figuras en alto relieve, sin que
se conozca el sitio exacto de su procedencia. Al presente algunas de éstas adornan la entrada del cementerio de aquella
localidad. También en la torre de la iglesia se observa un monolito en el que va
representado un rostro, por igual en alto
relieve, que los pobladores del lugar estiman retrata a Juanito, el mítico constructor de la torre. Por lo mismo esta talla
debe proceder de tiempos posteriores a
la irrupción europea, trabajada empero
siguiendo técnicas tradicionales.
En la iglesia de Lamud y en algunas de
otras localidades de la cuenca del Utcubamba, se utilizan recipientes arqueológicos de piedra, destinados a depositar
agua bendita. Son de tono oscuro y fue-
2 6 2
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2
1
Petrorrelieves chachapoyas en un camposanto levantado luego de la irrupción europea.
1. Portada del cementerio de La Jalca. 2. y
3. Sus muros fueron decorados con petrorrelieves (Fotos: Federico Kauffmann Doig).
1. Decoración mural chachapoyas acondicionada hace siglos, durante la construcción de la
iglesia de La Jalca (Foto: Federico Kauffmann
Doig). 2. En un muro de la torre de la iglesia
de La Jalca aparece incrustado un sillar con la
figura de una persona en relieve que levanta los
brazos. La tradición indica que es un retrato del
mítico Juan Osito, que habría tenido un rol importante en la construcción de la sólida torre
debido a sus fuerzas hercúleas heredadas de su
padre, un oso que raptó a una campesina. Este
relato aparece ampliamente difundido en territorio de los antiguos chachapoyas y fue recogido, entre otros estudiosos, por Napoleón Culqui Valdez (Foto: Federico Kauffmann Doig).
1
ron esculpidos y pulidos esmeradamente. Se trata de fuentes, provistas por lo
general de asas que suelen representar
una cabeza zoomorfa. En otros casos esta
cabeza es humana y de rostro achatado,
que recuerda a los mascarones de los
sarcófagos chachapoyas. Langlois (1939)
fotografió uno de estos platos de piedra
en Lajasbamba. Estaba decorado con
rombos de doble línea, a semejanza de
3
2
los motivos presentes en la arquitectura
de Kuélap, de Olán y de otros sitios chachapoyas.
También fueron elaborados morteros
decorados en relieve con serpientes onduladas y dotados de asas esculpidas con
cabezas de felinos, como puede advertirse en el ejemplar que conservaba en
Lima la chachapoyana señora Catita Mas.
Sin embargo, al analizar esta muestra ob-
servamos que delata claramente ser de
estilo incaico.
Varias otras muestras del arte lítico chachapoyas no mencionadas en el presente
libro, tal como el monolito de La Congona, han sido dadas a conocer por Carlos
Gates (1976, 1997), Arturo Ruiz (1985;
2013b), así como por el autor (Kauffmann
Doig, 2009: 190-196; Kauffmann Doig y
Ligabue, 2003: 396-405).
L a
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C h a c h a p o y a s - 2 6 3
V. Tallas en madera y en hueso
En cuanto a tallas de madera, éstas
son por lo general de factura sencilla y
van asociadas a sepulturas, como pudimos advertir particularmente en el caso
de los mausoleos de la Laguna de las Momias durante la primera expedición que
condujimos al sitio en 1997 con los auspicios del Instituto Nacional de Cultura y
de PROMPERU (Kauffmann Doig, 1997,
1999c). Las mismas revelan ser “tabloides”,
en las que prácticamente sólo destaca el
rostro humano. En ocasiones estos van
pintados.
Sin embargo no todos están pintados. Tal
el caso de las tallas en madera asociadas
a un mausoleo presente en el sitio de Los
Pinchudos, cercano a Pajatén. En efecto,
contrariamente a las tallas antropomorfas
chachapoyas mencionadas, confeccionadas de modo sencillo, las de Los Pinchudos son esculturas de madera talladas esmeradamente a la redonda; al igual que
las identificadas en la huaca Arcoíris en
Trujillo por Richard Schaedel (1951: 404),
las desenterradas en Tacaynamo por Francisco Iriarte (1976) o las descubiertas en
los últimos años en el Palacio Velarde de
Chan Chan.
Como veremos oportunamente, desde
un punto de vista iconográfico, de especial valor es el tablón con figuras talladas
procedente de Chilchos, dado a conocer
y analizado por Peter Lerche (1995).
1. Tallas antropomorfas tabloides
Tal como señaláramos, las tallas “antropomorfas” chachapoyas elaboradas a
partir de un madero tabloide, son de factura elemental. En estas es representada
una cara humana con mandíbulas prominentes, como si evocaran las que portan
los mascarones de los sarcófagos de Karajía. El cuerpo apenas es resaltado, por lo
que frecuentemente la talla se reduce a
una cabeza humana con insinuación del
busto y que se prolonga en forma de una
estaca. Tal vez esto se deba a la función
que se asignaba a estos objetos, al ser
clavados en el suelo para que permanecieran de pie, quedando así solo visibles
la cabeza y el busto. Pero estas tallas “antropomorfas” podrían haber estado origi-
nalmente cubiertas con vestimentas, lo
que aclararía el hecho por el cual el cuerpo no era labrado. Y es que la práctica de
arropar figuras humanas se presenta aquí
y acullá en el Área Inca. Así, por ejemplo,
en el Incario eran arropados objetos de
metal en miniatura, labrados con forma
humana (Reinhard, 1985, 1992). Aquello
sucede también en Chancay, con representaciones antropomorfas plasmadas
en cerámica (Carrión, 1951). Por igual
en la cultura Tiahuanaco-Huari o Wari, si
consideramos la forma del fardo funerario
sobre el que aparecer una “cabeza falsa”.
También va representada en una escultura de piedra procedente de la región
de Ica (Kauffmann Doig, 1980b: 402), en la
que solo destaca la cabeza y el bulto que
alude al cuerpo, quedando de este modo
los hombros insinuados. Abundando en
este tema, los Agustinos (c. 1557: 33, etc.)
refieren que encontraron un ídolo tallado
en bulto y ataviado con vestiduras.
2. El madero “Los Gavilanes”
Peter Lerche (1995: 68-75), ha descrito
y analizado un tablón en el que resaltan figuras talladas. Se conserva en la localidad
de Chilchos y procede de la cueva de Los
Gavilanes. Lerche (1995: 68) repara en que
la fragmentería de cerámica que recogió
en esta cueva no revela influencia incaica.
En el referido tablón, Lerche identifica la
figura central, de cuerpo zoomorfo, como
la de un caimán Lagarto Blanco (¿Caiman crocodylus?). La figura zoomorfa es
presentada en actitud de devorar a otro
animal. Consideramos que más que un
caimán, en esta talla podría estar repre-
Dos tallas de
madera de función funeraria
p ro c e d e n t e s
de la Laguna
de las Momias.
El trazo de las
caras es similar al de los
purunmachus
de Karajía. El
cuerpo es apenas insinuado
puesto
que
estas figuras
debieron ser
encajadas en el
fardo funerario o tal vez en
el suelo para
lucir verticalmente (Foto:
Federico Kauffmann Doig).
2 6 4
-
F e d e r i c o
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D o i g
El madero de Los Gavilanes en la localidad de Los
Chilchos (Dibujo-Cortesía Peter Lerche).
sentado un felino, si tenemos en cuenta
que los caimanes no muestran grandes
colmillos como sí los felinos. Lo que sucede es que desde que el gran peruanista
John H. Rowe (1962) señaló que la figura
esculpida en el Obelisco Tello de Chavín
representaba a un caimán, los estudiosos
continúan identificando caimanes en la
iconografía del Área Inca, cuando este
animal, si bien habita no solo en la Amazonía sino también en el extremo norte
del país, no era objeto de culto entre los
antiguos peruanos, puesto que de otro
modo habrían representaciones evidentes de este animal (Kauffmann Doig, 1995;
Kauffmann Doig y Gonzales, 1993).
De interés en la talla en Los Gavilanes, son
también las figuras antropomorfas que
flanquean el motivo zoomorfo. Dan la sensación de estar afiliadas al mismo estilo en
que fueron elaboradas las esculturas de
Piquillacta, esculpidas en sodalita y que se
asignan a la etapa Tiahuanaco-Wari o Wari.
Talla de madera que imita las esculturas en miniatura del Cuzco,
propiciatorias de buenas condiciones climáticas y cuya oquedad en
el lomo era untada —entonces y aún ahora— con sebo de camélidos
(Procede de la Laguna de las Momias (Cortesía: AFP INTEGRA /
Foto: Jorge H. Esquiroz).
Tres tallas en madera de función funeraria.procedentes de la Laguna de las Momias representan rostros humanos con el símbolo tumi (hacha) en la frente, o
un arreglo plumario que repetía aquella forma (véase pág. 257). Fueron una especie de estacas clavadas en el suelo, o tal vez eran encajadas en la parte superior
de los fardos funerarios (Cortesía: AFP INTEGRA / Foto: Jorge H. Esquiroz).
L a
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 2 6 5
3. La talla en hueso y su relación ta del hueso de un animal que recuerda la fotografías de cinco objetos tallados en
con el arte textil
figura de un ave con las alas extendidas. hueso; al parecer todos utensilios usados
Muestras de tallas en hueso chachapoyas fueron ya dadas a conocer por primera vez por Louis Langlois (1939). Por lo
general se trata de utensilios empleados
en el arte textil, que fueron decorados
con motivos emblemáticos mediante incisiones. Un caso especial lo constituye el
espécimen identificado en Karajía. Se tra-
De la Laguna de las Momias proceden
igualmente varios ejemplos de flautas de
diverso tipo, confeccionadas con hueso
de animales o de humanos y que estaban
decoradas; estos instrumentos musicales
constituyen un elemento cultural común
a la humanidad en sus tiempos aurorales.
El mencionado estudioso francés publicó
en el arte textil (Langlois, 1939: 89-90, figs.
54, 55). Remarca que estos especímenes
son comunes, lo que lo llevó a considerar que los chachapoyas fueron diestros
tejedores. El espécimen 37 de Langlois representa una cara humana en algo similar
a algunas de los presentes en las tallas
antropomorfas “tabloides” de los chacha-
Tallas en hueso procedentes de la Laguna de las
Momias. Fueron instrumentos utilizados en el arte
textil, decorados con los símbolos del agua (círculos) y del rayo en forma de una M en sucesión (Cortesía: AFP INTEGRA / Foto: Jorge H. Esquiroz).
2 6 6
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F e d e r i c o
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D o i g
poyas. Los restantes ejemplares (especímenes 36, 38 y 39) poseen mangos en
los que van talladas figuras de aves. En un
caso (sp. 38), es representado un mono
sentado y con la cabeza apoyada en las
manos.
Por lo general las tallas van decoradas
con motivos emblemáticos diversos,
practicados mediante cortes; tal como
en los ejemplos identificados en Karajía y
en otros sitios chachapoyas. También disponemos de una representación de un
ave con las alas extendidas, para lo cual
se buscó la forma de un hueso determinado; el espécimen se conserva el Museo
Nacional de Arqueología, Antropología e
Historia del Perú.
4. “Los Pinchudos”: tallas antropomorfas
Entre las tallas de madera se debe
ponderar las que adornan uno de los sie-
UBICACIÓN DE LOS ESLABONES CON FIGURAS
ANTROPOMORFAS EN CAMARA FUNERARIA 5
ESCALA 1/25
D E TA L L E D E C U B I E R TA Y U B I C A C I Ó N
DE ESLABÓN - CAMARA FUNERARIA 5
ESCALA 1/10
L a
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C h a c h a p o y a s - 2 6 7
Las tallas antropomorfas del Mausoleo 5 de Los Pinchudos, asociadas a un grupo de cámaras funerarias
cercano del Gran Pajatén. Como puede apreciarse
en los diversos planos de esta página y de la anterior, las mismas fueron ancladas mediante un eslabón presente en el sector superior del mausoleo.
Repárece que las estatuas van talladas en el
mismo tronco en que lo fueron eslabones; sin
duda toda una proeza (Expedición Chachapoyas 1989 / Planos: Arq. Roberto Samanez Argumedo / Fotos: Federico Kauffmann Doig).
te mausoleos presentes en el sitio de Los
Pinchudos, cerca de Pajatén. Se trata de
seis tallas antropomorfas que van ancladas en la parte superior del Mausoleo 5 y
que cuelgan rodeándolo. Una de ellas fue
retirada por manos extrañas antes que
nuestra primera expedición accediera al
lugar (Kauffmann Doig, 1980a).
Estas tallas representan personajes desnudos, puesto que solo portan grandes
orejeras y un tocado en forma de un hacha presentada de modo invertido, en
cuyo centro destaca un redondel. La nariz
va destacada cual si aludiese al pico de un
ave. Por su parte, los brazos y las manos
descansan sobre el pecho. Las piernas de
los personajes aparecen encogidas, como
aludiendo a la posición de las patas de un
cuadrúpedo, probablemente de un felino. Las partes pudendas son destacadas y
en algunos casos se observa el falo erecto, sin embargo, debe subrayarse que no
reflejan una escena que pueda llamarse
erótica. Por el contrario, quien contempla
a los personajes percibe que irradian solemnidad.
Originalmente debieron lucir embadurnados, cubiertos con una delgada capa
de arcilla blanca, de la que quedan residuos en la parte trasera de algunas de las
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K a u f f m a n n
tallas. Tal vez la parte frontal de las esculturas lucía detalles coloreados. No lo sabemos, ya que si bien estaban protegidas
por el techo de la roca de la gruta que las
cobija, ellas estuvieron expuestas a la intemperie durante siglos. El perfecto estado de conservación de las tallas conduce
a proponer que originalmente pudieron
estar pintadas y protegidas así del intemperismo. El paso del tiempo determinó
que la pintura se pierda, acaso como sucedió con las esculturas identificadas en
la huaca Arcoíris en Trujillo (Shaedel, 1951:
404), las desenterradas en Tacaynamo por
Francisco Iriarte (1976), las descubiertas
en el Palacio Velarde de Chan Chan y otras
analizadas por Cristóbal Campana Delgado (2009).
Originalmente eran seis tallas, pero una
de éstas fue retirada de su sitio luego de
que la argolla de madera de la que pendía
fuera rota a machetazos. La depredación
tuvo lugar antes de 1976, año en el que el
guía patacino Manuelasho viajó al sitio y
constató su desaparición.
La escultura depredada fue trasladada al
Callao, con miras a ser negociada, y luego
se perdió su rastro. Posteriormente, Tomás
Torrealba entregó la escultura faltante a la
Municipalidad de Pataz. Pero luego que la
examináramos, surgió la sospecha de que
podría tratarse de una réplica, lo cual fue
confirmado por el arqueólogo Francisco
Merino luego de examinar la talla detenidamente.
Cada una de las esculturas fue tallada en
base a un mismo madero. De tal modo que
la percha con argolla y talla del elemento
escultórico forman parte del mismo tronco. Son por lo mismo indivisibles, salvo que
se les separe cortando la madera.
Las esculturas retratan a individuos masculinos desnudos que cuelgan de las argollas citadas, las mismas que aparecen
encajadas en el extremo superior de la
D o i g
pared exterior del mausoleo. Como señalamos, los personajes tallados fueron
bautizados por nuestros macheteros
como “los pinchudos” por presentar los
genitales abultados; y es el nombre que
hemos utilizado para dar a conocer estos
testimonios del pasado ancestral peruano
(Kauffmann Doig, 1980a, 2001d: 105-107;
Kauffmann Doig y Ligabue, 2003).
Es ciertamente difícil explicar por qué estos “ídolos” se han conservado por siglos,
sobre todo considerando el grado extremo de humedad que reina en los bosques amazónicos del flanco oriental de la
cordillera andina. No obstante las centurias transcurridas, cuando examinamos las
tallas comprobamos que seguían prácticamente intactas, con la madera apenas
cuarteada por los cambios de temperatura. Los factores que concurrieron para
que se gestase este milagro arqueológico
fueron varios. En primer lugar hay que
considerar que el techo de la gruta cubría
las esculturas de madera y por tanto las
protegió de la lluvia y de una larga exposición al sol. En segundo lugar, en la gruta
no prospera la vegetación que concentra
altos índices de humedad. En tercer lugar,
las tallas fueron originalmente recubiertas
por una delgada capa arcillosa. En cuarto
lugar, la madera fue seleccionada según
su dureza y resistencia frente a la obra
destructora de las termitas. Finalmente,
es de suponer que su conservación óptima se debe a que el grupo de mausoleos
de Los Pinchudos fue desconocido por el
hombre por más de 500 años.
Las tallas antropomorfas de Los Pinchudos tienen en promedio entre 60 y 70
centímetros de alto. Representan a varones desnudos, provistos tan sólo de
grandes orejeras y de un tocado que les
confiere rango. Estos elementos observan variantes menores, perceptibles entre
una y otra figura.
Brazos y manos aparecen reposando sobre el pecho. Las piernas van ligeramente flexionadas. Consideramos que esta
posición podría evocar las patas traseras
encogidas de los felinos, debido a que
esta se repite en representaciones antropomorfas retratadas en tejidos costeños
y donde al parecer no cabe discusión
alguna sobre el tema. Esta particularidad
puede también deberse a otras circunstancias, pero para el caso de las tallas antropomorfas de los Pinchudos el autor se
reafirma en su propuesta, no obstante los
argumentos contrarios que presenta Augustín Seguí (2009).
El tocado tiene la apariencia de ser un penacho sujetado por una banda ceñida alrededor de la cabeza; este arreglo presenta
un broche circular a la altura de la frente. El
tocado descrito es el mismo que exhibe el
Apu de Tinyash, un monumental monolito
conocido con este nombre (Kauffmann
Doig, 1993c), además de ser idéntico en
diversos testimonios iconográficos chachapoyas. (Véase Parte Quinta, IV).
La afirmación de que las tallas antropomorfas de Los Pinchudos fueron embadurnadas con una delgada capa de arcilla,
de tono claro, se deduce de los residuos
que advertimos permanecen aún en la
espalda de alguna de las esculturas. Hay
que mencionar que parte posterior de
las estatuas estuvieron protegidas por la
pared del mausoleo en la que se reclinan. Consideramos que este estuco fue
aplicado no solo con el fin de proteger
la madera, sino también para acicalar las
figuras. Acaso las tallas habrían estado originalmente policromadas, como sucede
con algunas estatuas chimú de madera
(Iriarte Brenner, 1996; Day, 1986).
Para una mayor información sobre las tallas antropomorfas asociadas a los mausoleos de Los Pinchudos, remitimos al lector
a la Parte Cuarta - B, II de la presente obra.
L a
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VI. Mates decorados
La decoración de la superficie de calabazas o mates alcanzó entre los chachapoyas notable desarrollo, tanto por su
perfección artesanal como artística. Los
motivos, como es de suponer, son altamente simbólicos.
La palabra mate proviene al parecer del
runasimi o quechua. Su presencia en el
español debe ser muy antigua. En el Vocabulario aimara de Ludovico Bertonio
(1612: 310) se registra lo siguiente: “mate
de calabaza, mati; mate grande como frasco, pultutu (sic)”. Se establecía, por lo visto,
una diferencia entre la calabaza y el mate:
la calabaza, era el fruto de una lagenaria y
el mate, el recipiente al que daba lugar.
La calabaza (Lagenaria vulgaris, Lagenaria
ciceraria) es el fruto comestible de una
planta rastrera y trepadora. Su corteza
es secada para obtener el mate. Las calabazas pequeñas dotadas de una punta
suelen ser destinadas a servir de contenedores de la cal o ceniza. También estas
solían ser decoradas por los artistas chachapoyas.
Antes de referirnos específicamente a los
mates pirograbados chachapoyas de la
Laguna de las Momias catalogados por
Enrique Vergara, consignamos seguidamente, a manera de introducción al tema,
su valiosa apreciación de conjunto sobre
este arte practicado por los antiguos pe-
ruanos desde hace miles de años y que
les sirvió para expresar mediante imágenes simbólicas su mundo espiritual. Lo
escribió como introducción a su monumental libro que aborda el tema en forma
integral. (Vergara 2015: 9-10).
1. Los mates pirograbados /
ENRIQUE VERGARA MONTERO
El arte del mate no ha sido abordado
por el historiador del arte de las culturas
pre-hispánicas peruanas, probablemente
por ignorarse el valor estético-mítico que
encierra o simplemente por un descuido,
como ocurre con otras tantas manifestaDos calabazas pirograbadas procedentes de la Laguna de las Momias (Cortesía: AFP INTEGRA /
Foto: Jorge H. Esquiroz).
2 7 0
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F e d e r i c o
K a u f f m a n n
ciones culturales del Perú profundo.
Debemos destacar que siendo tan escasa
la bibliografía sobre el tema, no podemos
dejar de mencionarla, especialmente los
tratados de José Sabogal (1945), Jiménez
Borja (1948), y Jean - Christian Spahni
(1969); Toby y Roberto Villegas (1985), Salas María Angélica (1987), y Rumiche Ayala A. (1987); y finalmente, Alfredo Narvaéz
(1988) y Carlos del Aguila (1990), quienes
han abordado el tema desde distintas
perspectivas, pero con un insuficiente
apoyo iconográfico. Esta carencia nos
dió el motivo para el desarrollo del presente trabajo. No obstante, debe ponerse
de relieve que los autores mencionados
han aportado importante información al
conocimiento del mate pirograbado tradicional de la Sierra Central, como: Huancayo, Ayacucho, Huancavelica y, del Norte
del Perú, como: Chulucanas, Catacaos y
Sechura; considerados en la actualidad
como centros artesanales de mayor prestigio nacional e internacional.
Tenemos hoy la intención de redescubrir,
D o i g
el esplendoroso Arte del mate pirograbado del Antiguo Perú para que ocupe
la posición destacable que le corresponde dentro del contexto general del arte
peruano. Fue para ello y para dar a luz un
maravilloso, pero casi anónimo, acápite
de la vida del hombre andino, que dimos
inicio a una sistemática investigación y un
paciente registro e ilustración de cientos
de mates de diferentes épocas.
Tengo la seguridad de que una vez más le
corresponderá al Perú un sitial de primer
orden al contribuir y enriquecer la cultura
universal.
Todo esto ha sido posible gracias a la especial gentileza de museos nacionales e
internacionales y de los coleccionistas privados que nos mostraron sus ejemplares
y apoyaron este proyecto, cuyo fruto será
patrimonio de todos.
Cabe también destacar la participación
de diferentes proyectos de investigación
arqueológica que se han sumado a esta
pequeña empresa; sus Directores, sin
pensarlo dos veces, han proporcionado
buen número de
mates pirograbados, registrados y
asociados a contextos culturales
seguros, que han
permitido identificar y manejar la
sencilla y compleja
cosmovisión iconográfica de las
diferentes culturas
pre-hispánicas peruanas, logrando
con ello ordenar el
material registrado
de cultura a cultura, y sobre todo de
región a región.
El hombre pre-his-
pánico andino, magistral y artífice, buscó
y encontró diversos materiales para expresar su pensamiento, plasmar imágenes y crear símbolos. Y fue así que gracias
al mate, (fruto vegetal), descubrió un nuevo espacio de trabajo para diseñar, grabar
y pirograbar objetos artísticos de increíble
riqueza creativa y dominio técnico.
Podemos afirmar con justicia y razón,
que la personalidad del hombre del Antiguo Perú se caracterizó por su inquieta
y permanente observación del medio
ambiente y por su paciente y persistente
experimentación con los recursos naturales, para plasmar, en los que pudieran
serle de utilidad, un estilo propio y sobre
todo, una manera especial de perennizar
su presencia en la historia.
Estamos convencidos que llenará un gran
vacío en el conocimiento del arte del antiguo Perú y tenemos fe en que se convertirá en documento de consulta para el investigador y el público en general, quienes
encontrarán un texto asequible y sencillo,
Igualmente, aspiramos a que este libro
contribuya a estimular en los jóvenes arqueólogos la inquietud por iniciar este
tipo de trabajos con otras manifestaciones similares, ya que es a través de corpus
como éstos que lograremos conocer la
verdadera dimensión creativa y productiva de los hombres y de las sociedades
que han sucedido antiguamente en el
Perú y América.
El contenido de este documento abarca
unos 4,000 años de historia, cultura y técnica del mate pirograbado, en los que se
podrá apreciar la maravillosa cosmovisión
iconográfica que nuestros artistas han trabajado con elegancia, simetría y maestría
matemática.
Este documento también está dedicado
al artista contemporáneo, invitándole a
ingresar y compenetrarse con el universo
de sus imágenes míticas, para que, resca-
L a
tándolas sabiamente pueda perennizar
en su nueva y moderna obra, la trama
simbólica de los pueblos antiguos.
Finalmente, esta obra pretende ser un catálogo preliminar del Arte del Mate Pirograbado del Antiguo Perú, que permitirá
admirar el valor estético, técnico e ideológico de esta manifestación artística del
Peru milenario.
2. Mates pirograbados de la Laguna de las Momias / ENRIQUE
VERGARA MONTERO Y SANTIAGO
VERGARA MONTERO
De la Laguna de las Momias procede
un cuantioso material de mates pirograbados chachapoyas, si bien entre estos
se encuentran especímenes de estilo
Chimú. Estos fueron en 2000 cataloga-
dos por el autor, mientras que los dibujos
profesionalmente trazados se deben a
Santiago Vergara Montero.
Los mates pirograbados registrados procedentes de la Laguna de las Momias,
inicialmente conocida también como
Laguna de los Cóndores suman 60 (Vergara Montero 2015: 190- 250). Un anticipo acerca de los mates catalogados de
la Laguna de las Momias fue publicado
inicialmente en 2003 (Kauffmann Doig y
Ligabue 2003: 413 - 425).
Son diversos los motivos representados
en los mates procedentes de los mausoleos de la Laguna de las Momias. Fueron pirograbados en cucurbitáceas, así
como también de otros frutos como el
conocido en la región con el nombre de
palomate. Son de factura chachapoyas a
juzgar por los motivos iconográficos que
c u l t u r a
C h a c h a p o y a s - 2 7 1
registran, lo que no significa que siguieran
confeccionándose con las mismas figuras
emblemáticas luego de la incorporación
de esta cultura al Incario. Estilísticamente una porción de los mismos puede ser
asignado a la cultura Chimú.
Los mates de la Laguna de las Momias
fueron registrados por el autor con el objeto de completar el corpus de mates del
antiguo Perú que se impuso a confeccionar a lo largo de muchos años. Este repertorio contaba por entonces con el registro de más de un millar de especímenes,
conservados en museos y colecciones diversas. Finalmente en 2015 parte de esta
vasta recopilación fue publicada (Vergara
Montero 2015).
Seguidamente una muestra de los mates
pirograbados procedente de La Laguna
de las Momias.
ESPÉCIMEN Nº 363
Origen: Museo de Leymebamba CMA-I07I-LCI-206-MA-98
Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores)
Estilo o Cultura: Chachapoyas
Período Intermedio Tardío: I 200 - I 450 d.C.
Dimensiones: Altura: 13 cm/Diámetro: 8cm / Diámetro boca: 6cm.
Técnica: Pirograbado con punzón fino.
Descripción: El diseño esquematizado de este mate pirograbado está realizado en base a un conjunto de líneas trazadas en forma
circular y vertical, que dan origen a pequeños espacios rectangulares en la que resaltan en cada panel una pareja de felinos del
monte amazónico (otorongo: mamífero típico de la selva peruana), graciosamente estilizados, con los dorsos curvos hacia arriba.
En los otros espacios aparecen rombos en forma sencilla y tramados con líneas finas.
Conservación: Bueno
2 7 2
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K a u f f m a n n
D o i g
ESPÉCIMEN Nº 374
Origen: Museo de Leymebamba. CMA-I088-LCI-224-MA-98
Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores)
Estilo o Cultura: Chachapoyas
Período Intermedio Tardío: 1 200 - 1 450 d.C.
Dimensiones: Altura: 15cm/Diámetro:8,7cm/Diámetro boca: 3cm.
Técnica: Pirograbado con punzón fino, fondos y franjas circulares
chamuscados.
Descripción: Los diseños de este mate están relacionados al mundo ancestral
y fiero de este pueblo amazónico.
En la parte baja se encuentran siete rostros humanos en diferentes estados
anímicos, con cuellos largos, cabezas y rostros redondos, y con vistosos tocados
que hacen pensar que no se trata de un solo ser, sino de un grupo de personajes
de culto y veneración.
Luego después de tres franjas delgadas, siguiendo hacia arriba, se encuentra
otro espacio en donde sobresalen en actitud temeraria cinco felinos que
podrían representar el culto que le rendían .
Finalmente hacia el borde se encuentra un complicado diseño esquematizado
de armoniosamente entrelazados.
Cabe destacar que en borde del mate aún se encuentra una delgada soguilla
amarrada a manera de bisagra que debió estar unida a una tapa.
Conservación: Bueno
ESPÉCIMEN: Nº 364
Origen: Museo de Leymebamba CMA-II94 - LCI-133-MA-98
Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores)
Estilo o Cultura: Chimú
Período Intermedio Tardío: 1 200 - 1 450 d. C.
Dimensiones: Altura: 15,1 cm/
Diámetro: 7,8 cm/Diámetro boca: 2cm
Técnica: Pirograbado incisión fino.
Descripción: Este mate pirograbado en forma de botella, lleva en su
superficie dos espacios con dibujos estilizados.
La franja superior presenta un motivo agregado con bordes curveados, quizá la
estilización de una serpiente. El espacio inferior, está diseñado por un conjunto
de figuras abstractas, en la que resalta hacia la derecha, el rostro de un ser
humano con expresión de fortaleza. Una alusión simbólica al difícil espacio
geográfico en donde les tocó desarrollarse, que precisamente son las montañas
amazónicas.
Conservación: Bueno
ESPÉCIMEN Nº 365
Origen: Museo de Leymebamba CMA-II76-LCI- 315-MA-98
Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores)
Estilo o Cultura: Chachapoyas
Período Intermedio Tardío: I 200 - I 450 d. C.
Dimensiones: Altura: 22cm/Diámetro: 10.8 cm
Técnica: Pirograbado con punzón fino, franjas circulares e interior de motivos
chamuscado.
Descripción: El diseño gráfico de este mate en forma de botella, está
realizado en tres espacios hábilmente separados por franjas claras y negras. A
la visión general se puede definir que los motivos que la sustentan poseen un
carácter religioso o sacro.
En el panel superior, las figuras estilizadas de felinos, cubiertos por una aureola
clara en actitud de ataque. En el espacio intermedio, sobresale un conjunto
repetido de personajes humanos con grandes tocados, gruesos cuerpos,
brazos extendidos y asociados a figuras triangulares. Nos recuerdan a las tallas
antropomorfas del sitio de Los Pinchudos.
Finalmente en el panel inferior, sobresale la presencia de imponentes rostros
humanos con sus tocados en media luna.
Conservación: Bueno.
L a
ESPÉCIMEN Nº 366
Origen: Museo de Leymebamba CMA-969-LCI-103-MA-97
Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores)
Estilo o Cultura: Chachapoyas
Período Intermedio Tardio: 1 200 - 1 450 d.C.
Dimensiones: Altura: 16,5cm/Diámetro: 12,2cm/Diámetro boca: 2,01 cm.
Técnica: Pirograbado con punzón fino.
Descripción: Este mate pirograbado que tiene la forma de botella, posee
una esquematización compleja en base a diversas figuras geométricas, como
triángulo, cuadriláteros, rombos, círculos, losanges. Hacia el lado derecho,
con gran claridad y excelente estilización se encuentra una figura humana,
de cabeza redonda, ojos grandes y boca amplia. Este personaje desnudo se
encuentra sentado en cuclillas con los brazos extendidos y portando al parecer
báculos.
Conservación: Bueno
ESPÉCIMEN Nº 400
Origen: Museo de Leymebamba
Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores)
Estilo o Cultura: Chachapoyas
Período Intermedio Tardío: 1 200 - 1 470 d.C.
Dimensiones: Altura: 17cm/Diámetro: 8cm/Diámetro boca: 0,1 cm.
Técnica: Pirograbado con punzón fino, franjas circulares chamuscado.
Descripción: Delgadas franjas negreadas forman diversos espacios en los que se
encuentran las esquematizaciones de figuras geométricas, como trapecios truncos y
escalonados, triángulos con escaques o pequeños cuadros.
Entre estos espacios de figuras geométricas destaca uno sobremanera, el dibujo de
una gran serpiente ondulante, cabeza en forma triangular, ojos redondos y cuerpo rayado, como
si fueran sus escamas. Completando este panel un conjunto de monos en diferentes
actitudes de juego, alternadamente con dibujos que representan serpientes en forma de
lanzas.
Finalmente en el espacio del cuello del mate que tiene la forma de botella, se
encuentran maravillosamente plasmados en contraste negro y claro ocho figuras de
serpientes ondulantes y en diferentes posiciones.
Conservación: Bueno
ESPÉCIMEN Nº 399
Origen: Museo de Leymebamba
Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores)
Estilo o Cultura: Chachapoyas
Período Intermedio Tardío: I 200 - I 470 d.C.
Dimensiones: Altura: 9cm/Diámetro I: 13cm/Diámetro boca: 10,3 cm.
Técnica: Pirograbado con punzón fino, interior de fondos chamuscado.
Descripción: Los diseños de este mate pirograbado llevan en la parte superior e
inferior dos franjas anchas negreadas en cuyo interior el encadenamiento de figuras
romboidales de gran efecto visual.
Para crear un espacio central, en el que se desarrollan las estilizaciones de dos felinos,
cubierto por una doble línea como si se trataría de una aureola.
Conservación: Bueno
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F e d e r i c o
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ESPÉCIMEN Nº 369
Origen: Museo de Leymebamba. CMA-993-LCI-127-MA-98
Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores)
Estilo o Cultura: Chachapoyas
Período Intermedio Tardío: 1 200 - 1 450 d.C.
Dimensiones: Altura: 3,5cm/Diámetro: 12,5cm
Técnica: Pirograbado con punzón fino, franjas circulares chamuscado.
Descripción: Este mate, parcialmente deteriorado en su parte superior, lleva en su superficie figuras
en forma de grecas unidas con gran habilidad, en su interior y en forma intercalada las figuras de rombos
en base de dos. Culminando en su base un franja negra.
Conservación: Bueno
ESPÉCIMEN Nº 370
Origen: Museo de Leymebamba. CMA-1191-LCI-330-MA-98
Procedencia: Laguna de las Momias (o de los Cóndores)
Estilo o Cultura: Chachapoyas
Período Intermedio Tardío: 1 200 - 1 450 d.C.
Dimensiones: Altura: 6,6cm / Diámetro: 8,3cm / Diámetro boca: 6,3 cm.
Técnica: Pirograbado con punzón fino, franjas circulares e interior de motivos chamuscado.
Descripción: El diseño gráfico de este mate pirograbado está bien definido en contrastes de franjas claras y
negras, en su borde pequeños rectángulos delineados diagonalmente en forma de encajes.
En el espacio central se presenta grandes figuras de triángulos escalonados, que forman en su interior otros
triángulos curvilíneos y triángulos escalonados rellenados por encajes.
Conservación: Bueno
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VII. Testimonios chachapoyas de
pintura sobre roca
En el sentido amplio de la palabra, la
denominación “pintura rupestre” cubre
toda imagen coloreada sobre una pared
de piedra. Por lo mismo, referirse a “pintura rupestre” conduce, por lo general, a
considerar que este término se refiere al
arte antiquísimo de la humanidad, como
es el caso de las pinturas que fueron plasmadas en el techo de una cavidad de las
cuevas de Altamira y que se remontan a
más de 35 mil años.
La tradición de utilizar las superficies de
piedras y peñascos para expresar figuras
pintadas, imbuidas en la magia prosiguió
su curso entre los chachapoyas, desde
luego bajo modelos iconográficos distintos. Es de este modo que disponemos
de testimonios de pinturas sobre roca de
tiempos en que floreció la cultura chachapoyas. Fue Louis Langlois (1939: 69,
72-73, fig. 41) el primer estudioso en referirse a las mismas.
La identificación de pintura rupestre perteneciente a la cultura chachapoyas y no
así a edades pretéritas, obras de cazadores-recolectores que moraban en el territorio miles de años antes de la aparición
de los chachapoyas, queda comprobada
por los diseños pintados sobre la pared
rocosa que se yergue sobre el grupo de
mausoleos de Revash, indudablemente
asociados a los mismo. Otro caso evidente está representado por las pinturas
sobre roca, también irrefutablemente
conectadas con las cámaras funerarias
presentes en el sitio arqueológico de la
Pintura sobre roca asociada a los mausoleos de La Petaca-Diablohuasi comentados en la página 224 (Foto:
Keith Muscutt / Dibujo: Federico Kauffmann Doig).
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Pintura sobre roca asociada a los mausoleos
del Grupo-C de Revash (Federico Kauffmann Doig / Levantamiento: Oscar Sacay).
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1
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3
4
1. 3. y 4. Diversos símbolos pintados sobre roca y asociados a los mausoleos de la Laguna de
las Momias (Expedición Chachapoyas 1997 / Fotos: Michael Tweddle), 2. Pintura sobre roca
asociada a mausoleos de la Cueva Osiris, en el área de Huabayacu (Cortesía: Keith Muscutt).
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Laguna de las Momias (Kauffmann Doig,
2003: 282-283, 319, 320-321).
Repetimos una vez más que en el presente capítulo no aborda las muestras de pintura rupestre anterior a los chachapoyas,
que desde luego menudean en territorio
chachapoyas como las examinadas en
Ucuragra por una de nuestras expediciones (Kauffmann Doig 2009: 220), o las de
Calpón-Limones y otros sitios rupestres
-no todos pre chachapoyas- examinados
por César Olano Aguilar (Olano 2003).
Uno de los emblemas rupestres chachapoyas representado con frecuencia consistente en una placa discoidal enmarcada en
un círculo, tal como se aprecia por ejemplo
en Revash. En cuanto a los colores utilizados priman los rojos. Los personajes no
fueron diseñados resaltando sus detalles
anatómicos, únicamente son manchas de
color las que marcan sus contornos.
D o i g
Las muestras de pintura rupestre propiamente chachapoyas que aquí ocupan
nuestra atención, van por lo general asociadas a la arquitectura, particularmente
a la funeraria como en el caso elocuente
de los mausoleos de Revash y de los de la
Laguna de las Momias.
Figuras pintadas sobre roca también las
encontramos en otros sitios, como en
Diablohuasi lugar situado en Tambillo y
algo cercano a los mausoleos de La Petaca (Davis 1985: 71-72; Muscutt 1987, 1998;
Savoy 1970: 78, Fig. 28).
En el peñón de Diablohuasi va pintada
en rojo una escena sobre un sector de
un barranco rocoso. A los pies de la misma se distinguen los típicos mausoleos
de La Petaca, de tamaño pequeño, y
como incrustados en la roca; así como
otros en su cercanía presentes en varios
niveles de la peña.
La escena pintada sobre roca de Diablohuasi retrata a un ser antropomorfo de
visos sobrenaturales. Al parecer luce un
tocado de plumas o tal vez uno compuesto por cuernos agrandados por el autor
de la pintura. El personaje sostiene en
una de sus manos lo que podría ser una
cabeza humana cercenada. A su diestra
de distingue la figura de otro personaje,
pintado también de rojo y en algo similar
al ya descrito si bien de menor tamaño.
Otros motivos son visibles en el sector
inferior de los personajes mencionados y
completan así la escena (Kauffmann Doig
2009, pp. 172, 204).
Los motivos antropomorfos de Diablohuasi recuerdan en algo a aquellos perceptibles en la pared rocosa, posterior, de uno
de los grupos de mausoleos presentes en
área de Colcamar y visitados por Louis Langlois en 1933 (Langlois, 1939: Fig. 41).
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VIII. Testimonios de pintura mural
La pintura mural fue practicada entre
los chachapoyas sobre todo en las paredes de sus mausoleos, tanto interiores
como exteriores. Por ello tanto los motivos como los colores utilizados deben encerrar valores simbólicos específicos.
Los motivos se reducen en algunos casos
a una sucesión de puntos y sobre todo
a simples bandas pintadas en el exterior
de un mausoleo sobre una base de color
blanco. También hay figuras de animales,
así como de seres humanos de rango y en
otros casos de condición sobrenatural. El
grado de elaboración varía, acaso debido
a la pericia del pintor.
Charles Wiener (1884), quien al examinar
los mausoleos de Revash señala con inusual precisión: “La paredes exteriormente recubiertas de una especie de estuco
amarillento tenían pinturas rojas perfectamente conservadas [...]”. Por su parte,
Louis Langlois (1939: Fig. 41) incluye en
su obra dibujos de pinturas plasmadas
en un mausoleo ubicado en Puente Utcubamba, en el área de Colcamar. Las mismas cubren campos de la pared rocosa
natural, pero se extienden también por
la pared rocosa interior de aquel recinto
funerario. Al parecer se trata de una sola
escena en la que los personajes representados difieren en su aspecto.
Son diversos los sitios arqueológicos cha1. Muestras de pintura mural
chapoyas que tienen pintura mural. Para
El primer testimonio escrito sobre solo citar algunos entre los muchos: Guanpintura mural chachapoyas se debe a glic, Laguna de las Momias, Revash, Sute
-situado en Longotea y visitado por Carlos
Burga Oyarce-. A los sitios mencionados
habría también que incluir las muestras
de pintura de varios colores aplicada sobre las paredes de purunmachus o sarcófagos, particularmente presente en los de
Karajía y en los de El Tigre; por igual sobre
algunos presentes en la cámara que agrupa a los purunmachus de Tingorbamba, si
bien estos están muy estropeados. Pero
son sobre todo los murales presentes en
las paredes del sitio de Peña de Tuente
(Davis, 1985) y particularmente los que
documentamos en San Antonio, los testimonios que presentan escenas pictóricas
de trazos más complejos.
En general la técnica de colorear utilizada en la pintura mural chachapoyas era
la misma: sobre un enlucido blanco o
blanco-crema aplicado sobre la pared se
Tres muestras de pintura mural presentes en las paredes del grupo de graneros de Guanglic. Sus trazos recuerdan motivos de arte rupestre (Fotos: Federico Kauffmann Doig).
Sector del mural de San
Antonio. La fotografía
que retrata al personaje
mejor conservado. En la
escena se observan parejas
de personajes de ambos
sexos, así como algunos
símbolos aislados, como
el de la foto 1 de la página siguiente. Adviértase el
tocado del dignatario, en
forma de astas de venado
o taruca (Paspalum conjugatum), en algo similar al
que luce el personaje de
la figura 2 de la página siguiente (Expedición Chachapoyas 1986 / Foto: Federico Kauffmann Doig).
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3
1. Detalle de
una figura pequeña de la
escena central
(Foto: Federico Kauffmann
Doig). 2. Chamán con tocado de astas
que recuerdan
las que porta el
personaje de la
página anterior
(Foto cortesía:
Heinz Plenge).
3. La escena de
la pintura mural de San Antonio fue totalmente calcada
(Expedición
Chac hapoyas
1986 / Foto:
Federico Kauffmann Doig).
2
trazaban las figuras en diversos colores.
Estos se obtenían de tierras de diversas
tonalidades y en otros casos eran tal vez
teñidas.
2. Pintura mural de San Antonio
La pintura mural chachapoyas más
conspicua es la de San Antonio, presente
en una pared semicircular del importante centro arquitectónico de ese nombre,
situado cerca de la ciudad de Lamud.
Representa una escena compleja, la misma que permanecía inédita y fue documentada en 1986 por una de nuestras
expediciones (Kauffmann Doig, 1987b,
1989; Kauffmann y Ligabue, 2003: 439-
A
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C
D
E
La pintura mural presente en el conjunto arqueológico de San
Antonio, Lamud, documentada por la Expedición Chachapoyas 1986 (Dibujos Oscar Sacay). Las figuras representan una escena en la que cinco parejas ejecutan al parecer una danza.
A
D
445). Treinta años después, Klaus Koschmieder (2012) alude a la misma escena
nombrándola “Kacta”. En su obra, Koschmieder (2012: 114) no describe la escena, pero sí presenta un dibujo de uno de
los personajes así como una fotografía,
L a
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C
B
E
bastante opaca, de la pintura mural. El
nombre que dimos a ésta, San Antonio,
deriva de la toponimia que recogimos
hace tres décadas, cuando analizamos,
calcamos, filmamos y finalmente dimos
a conocer la escena pintada en 1987.
La de San Antonio es una de las contadas
muestras de pintura mural auténtica, no
solo de la cultura Chachapoyas sino de
las detectadas en la región de la cordillera
del Área Inca. No fue vista por los expertos
que transitaron antaño por el lugar, como
Langlois o los arqueólogos Reichlen. Esto
no se debe únicamente a que pasaron
apresuradamente por San Antonio, sino
que las pinturas, tenues al presente, sólo
pueden ser advertidas en ciertas horas
del día. Lo mismo habría sucedido con
el autor de la presente obra, de no haber
sido informado por el entonces director
del Instituto de Cultura - Amazonas, Carlos Torres Mas, acerca de la presencia de
la pintura mural en una de las paredes del
conglomerado de recintos de las ruinas
de San Antonio. El señor Torres había tenido noticias de la misma gracias al recordado estudioso de la cultura Chachapoyas, Carlos Gates Chávez.
Aunque la pintura de San Antonio estaba afectada por el tiempo, fue posible
observar lo fundamental de la escena, así
como advertir los detalles que presentan
2 8 4
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las imágenes principales que la integran.
La pared en la que fue plasmada y que
conforma un semicírculo, da frente a las
grutas de sarcófagos existentes en el
barranco de Huanshe, que se levanta al
otro lado de la quebrada de Jucusbamba.
Consideramos que aquello es un hecho
fortuito.
La escena está pintada en el interior de la
pared curva. Los trazos fueron logrados
básicamente con rojos ocres, aplicados
sobre el enlucido blanco de la pared que
a su vez cubre el estuco de arcilla amarillenta, cuidadosamente alisado .
Lo que aún queda de la pared que luce la
escena pintada, forma parte de un muro
en semicírculo, de carácter ceremonial,
Mausoleo
del área del
Colcamar
que presenta pintura
mural en la
pared rocosa
del fondo del
recinto (Dibujo: Louis
Langlois).
D o i g
que al presente tiene los extremos parcialmente desmoronados. A juzgar por
los sectores que aún se conservan, el
muro se elevaba por más de 4,80 metros
y medía más de 9,60 metros de largo. La
pintura llega a cubrir horizontalmente
todo el sector inferior de la pared. De esta
manera los personajes se desplazan a lo
ancho cubriendo los 9,60 metros ya mencionados, alcanzando un tamaño más o
menos estándar de 1,10 y 1,40 metros de
alto.
La pintura mural de San Antonio parece
representar una danza ritual, escenificada por lo menos por cinco ocho parejas que aparecen de pie y que miran
de frente. Este supuesto parece contradecirse porque
los personajes no
muestran movimiento. Pero es
sintomático que
las parejas de
sexo masculino
y femenino vayan asidas de la
mano.
En uno de los extremos de la escena destaca un
conglomerado de
figuras y motivos
que se proyecta
hacia lo alto por
más de 2 metros.
Es preciso remarcar que estos se
asocian a los personajes. Por otro
lado, su precario
estado de conservación impide
una plena identificación de todos los motivos representados en este sector. Con
todo, los aún conservados no permiten
confirmar que el artista no haya deseado
presentarlos siguiendo un orden, esto
es, formando una escena en particular.
Aunque los motivos pintados estén harto
deteriorados, en ciertas zonas se percibe
que el color mantiene su nitidez y hasta
se distinguen pequeños motivos completos.
Las representaciones masculinas se distinguen por un aparatoso tocado que al
parecer simula la cornamenta de cérvidos. Algunas de las mujeres exhiben un
tipo de arreglo de su cabellera, que recuerda al que presentan algunas de las
figuras femeninas de Pajatén, por estar
compuestos por dos segmentos oblicuos. El autor los interpreta como una
evocación de alas simbólicas, algo que
también está presente en la región del
Cuzco, en el tocado femenino (Kauffmann Doig, 2009: 61; Kauffmann Doig y
Ligabue, 2003: 295).
El rostro masculino de la segunda pareja
vista de frente y contada desde la izquierda, muestra un alto grado de perfeccionamiento en su ejecución, tal como lo
denota el realismo y la expresividad de su
rostro. Para ello el artista presentó la cara
del personaje ligeramente inclinada hacia
un costado, pero al mismo tiempo mirando de frente. Toda una proeza artística,
siempre y cuando este recurso no sea el
resultado de trazados fortuitos. Sea como
fuere, el semblante del personaje produce una sensación de estupor y asombro a
quien lo contempla, por las pupilas que
parecen mirarlo fijamente, como si quisieran auscultar las intimidades anímicas del
espectador.
Restos de pintura mural presentes en la pared de uno de los
mausoleos de Peña deTuente. Área de Colcamar, margen izquierda del Utcubamba (Foto: Federico Kauffmann Doig).
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IX. Iconografía parietal pétrea
Los chachapoyas tenían por predilección de decorar los muros de sus construcciones circulares con figuras mayormente
de trazos geométricos. No solo las relevantes o de élite, sino aquellas como la mayoría de Kuélap destinadas a guardar “lo más
preciado”, alimentos para años aciagos de
hambruna que sobrevenían debidos a azotes producidos por anomalías climáticas.
Los elementos parietales que decoraban
los recintos encerraban todos valores simbólicos, si bien, como veremos, los artífices
pudieron en algunos casos conjugar a capricho un mismo motivo o dos de estos.
Los motivos parietales debieron evocar
elementos que concurren en los fenómenos atmosféricos que en conjunto están
vinculas a la lluvia. Sobre aspectos relativos a las imágenes iconográficas, nos hemos ocupado en otro capítulo si bien en
otro contexto (Parte Primera, III, 2).
Si bien la mayor parte de los motivos simbólicos observan trazos geométricos que
en primera instancia no permiten una
identificación, los chachapoyas por igual
estamparon imágenes reconocibles a primera vista. Por ejemplo figuras claramente
ornitomorfas, así como humanas como las
que venimos calificando de pachamamas
y que solo fueron diseñadas en Pajatén y
en el vecino conjunto arquitectónico de
Cerro Central (Véase Parte Primera, III, 2).
La técnica que empleaban los chachapoyas para ejecutar su iconografía parietal
era singular: delineaban los contornos de
las figuras haciendo sobresalir piedras que
forman parte del muro, si bien también resaltando el motivo mediante la remoción
de piedras del mismo de tal manera que
la figura destaca en bajo relieve. En todo
caso se trata de una técnica para plasmar
motivos emblemáticos privativa a los chachapoyas, puesto que no se repite en otras
culturas del antiguo Perú y que sepamos
tampoco en otras partes del mundo.
Por otro lado se observa que también
acostumbraban plasmar en un sillar, en
relieve, alguna imagen dada; esto es antes
de que fuera emplazado en el muro.
Motivos simbólicos producidos mediante
la técnica mencionada son presentados
incesantemente. Sin embargo los mismos
se reducen a tan solo unos pocos. Como
ya quedó expuesto, la gran mayoría se refiere a motivos geométricos y en cuanto a
los figurativos tan solo a dos.
Además de los símbolos mencionados,
que son los principales, se dispone de
otros emblemas Chachapoyas que presentan dificultades en cuanto a su interpretación; por ejemplo el signo cruz.
Son varias las muestras de arte rupestre propiamente chachapoyas, así como
ejemplos en los que los motivos y el estilo
reflejan presencia inca. Repasemos algunos exponentes, más no los petroglifos
que consideramos pertenecen a edades
anteriores a la cultura chachapoyas.16
decorando recintos presentes en los conjuntos arquitectónicos de Pajatén y Cerro
Central, que se levantan en el Parque Nacional Río Abiseo (PNRA).
Repetimos una vez más que venimos llamándolas pachamamas por cuanto estimamos que podrían representar a la Diosa
Tierra y en otras palabras a la Pachamama
(Véase Parte Primera, III, 2). Por lo mismo,
como ente creador, los artífices las presenta con las piernas recogidas y el abdomen
abultado, como si se aprestaran a alumbrar. Las Pachamamas portan un ampuloso tocado que descubren representar alas.
En otros casos son coronadas por un adorno elaborado con plumas.
En los muros de Pajatén fueron también reproducidas aves con las alas desplegadas.
Precisamente estas representaciones ornitomorfas nos ayudaron a descifrar uno de
los tocados que coronan las Pachamamas
a las que ya nos hemos referido los personajes femeninos, a los que hemos bautizado con el nombre de pachamamas.
En Pajatén y en Cerro Central, además de
las pachamamas fueron plasmadas aves,
reconocibles a primera vista. Como veremos en estos sitios se puede apreciar
figuras abstractas diversas y por lo mismo
difíciles de decodificar.
1. Representaciones figurativas
Las figuras parietales a las que nos
referimos son geométricas y encierran
todas simbolismo, por lo mismo difíciles
de decodificar. En cambio los contados
motivos figurativos son claramente identificables, tal como sucede con las imágenes de aves y de mujeres sentadas. Estas
imágenes figurativas solo se presentan
2. Representaciones abstractas
Los motivos abstractos son diversos,
pero todos deben encerrar un simbolismo que tan solo en parte es posible decodificar. Entre los mismos cabe destacar
los siguientes:
a) Rayo y derivados. Corresponde al
signo en forma de una V continuada. En
16 El inventario de arte rupestre publicado por Rainer Hostnig reúne un valioso corpus de imágenes presentes en el Área Inca toda. Por lo mismo incluye
también el arte rupestre de los Chachapoyas, tanto como el desarrollado con anterioridad en el territorio que ocupó la mencionada cultura. (Hostnig,
2003: 1-11).
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D o i g
EJEMPLOS DE REPRESENTACIONES FIGURATIVAS
Ejemplos de representaciones
simbólico-figurativas: 1. Pachamamas presentes
en el Recinto 1
del Gran Pajatén,
luciendo grandes
tocados (véase
págs. 99-103)
(Foto: Federico Kauffmann
Doig). 2. Ave con
las alas y cola extendidas, presente en el Recinto
2 del Gran Pajatén (Foto: Federico Kauffmann
Doig). 3. Petrorrelieve con representación de
un personaje desnudo que porta
una vara simbólica que termina
en un símbolo
circular (gota=
agua). Hacia ambas caderas porta
lo que parece ser
un plumaje estilizado (Cortesía:
Dr. Emilio Morillo Miranda /
Fotos: José Chávez Escalante).
2
3
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C h a c h a p o y a s - 2 8 7
EJEMPLOS DE REPRESENTACIONES ABSTRACTAS
1
2
Ejemplos de representaciones simbólico-abstractas: 1. Sector de un muro de
la iglesia de La Jalca con el diseño de una
M en sucesión, que consideramos debió
aludir al rayo y con ello al agua vivificante para las sementeras (Foto: Federico
Kauffmann Doig). 2. El signo anterior
presentado en forma cruzada que no necesariamente debe interpretarse como
ojos. (Foto: Federico Kauffmann Doig).
3. El signo cruz representado frecuentemente en la iconografía chachapoyas,
tal como aparece encajado en el muro en
bajo relieve y en una ampliación (véase
pág. 64-65). 4. Los símbolos tierra y agua
entrelazados y presentados caprichosamente para aludir a la silueta de un ave
(Foto: Anselmo Lozano). 5. El mausoleo
de Guanglic flanqueado por dos figuras
que al parecer derivan de la composición
iconográfica anteriormente comentada,
es decir, representarían a un ave de trazos muy esquemáticos (véase pág. 222225). 6. Símbolo circular utilizado con
alguna frecuencia en la iconografía chachapoyas, particularmente en pinturas
sobre roca (véase pág. 212-213; Grupo
C de Revash). 7. Otro ejemplo de el
símbolo en forma de una cruz cuadrada.
8. Símbolo en forma de una T invertida
presente en el frontis de una cámara funeraria (Grupo C de Revash). 9. Símbolo compuesto por un elemento central y
cuatro imágenes en forma de olas geometrizadas que se desprenden de este.
Las cuatro figuras y aún la central encierran cada cual lo que podría simbolizar
una gota de agua. En resumen estaríamos
frente a una forma más de simbolizar
el agua vivificante de las sementeras.
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4
6
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9
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el marco pluviomágico en que se desenvolvieron las culturas del antiguo Perú
de todos los tiempos, podría interpretarse este símbolo como alusivo al rayo,
por lo mismo que este acompaña a la
lluvia. Tal vez en segunda instancia pudo
evocar ríos y quebradas, elementos por
igual inmersos en el culto al agua. Finalmente el símbolo que comentamos recuerda también a una bandada de aves,
seres que se desplazan por los espacios
celestiales de dónde proviene la lluvia
fecundante de los campos de cultivo.
El autor ha presentado algunas dudas
al respecto. Sostiene que cuando a este
motivo simbólico, en forma de una M en
sucesión, el artífice agrega un segundo,
similar pero trazado en forma inversa,
origina una figura romboidal. Si bien esta
sugiere evocar un ojo, el autor acaso solo
se propuso simplemente reforzar la potencia del símbolo rayo.
b) ¿Ojos? Consiste en el encuentro
de dos líneas zigzagueantes como las
que tipifican el símbolo al que aludimos en el punto anterior, pero de modo
opuesto, conformando un emblema
que da la sensación de representar una
sarta horizontal de ojos. Esto lo remarca
particularmente cuando en el centro de
D o i g
los casilleros romboidales aparece un
pequeño elemento pétreo, por igual discoidal, que sugiere al espectador ser una
pupila. De este modo lo que se supone
representa un ojo parecería quedar confirmado. La generalidad de los estudiosos así lo estiman y hasta sugieren que
éste representaba un “ojo de jaguar”. Sin
embargo esta propuesta no necesariamente es la definitiva, de acuerdo a lo
expuesto en el punto a).
c) Símbolo del agua (Illapa = Dios del
Agua) y de la tierra (Pachamama = Diosa
Tierra). El símbolo del agua fue universalmente representado en el antiguo Perú,
acaso para aludir con ello a la divinidad
que se presumía gobernaba sobre los
fenómenos atmosféricos, esto es a una
especie de Dios del Agua. Los símbolos
empleados al respecto son diversos. Por
ejemplo, en forma de una cresta de ola. La
misma adopta diversos grados de estilización, terminando por ser retratada cual si
fuera un pequeño bastón. Como hemos
señalado, entre los Chachapoyas primaba
el motivo zigzagueante. Por su parte, la
tierra cultivable era simbolizada mediante
un motivo escalonado.
d) Conjunción “cresta de ola-símbolo escalonado”. Esta combinación de motivos
simbólicos la hemos logrado identificar,
de modo indiscutible, en tres piezas de
cerámica escultórica Moche. En estas es
figurada cual si fecundara campos de cultivo aterrazados. La combinación de estos
dos símbolos, en extremo difundidos en
la iconografía del Perú ancestral de todos
los tiempos y latitudes, también aparece
representada a través de un sinnúmero de
modalidades. Las contadas piezas de cerámica que retratan esta conjunción de símbolos de modo figurativo, dan lugar por
igual a representaciones de una infinidad
de variantes. (Kauffmann Doig, 2014).
Un claro ejemplo en el que se percibe
esta amalgama de símbolos, la encontramos representada en una pared de un
mausoleo Chachapoyas ubicado en una
zona del Huabayacu, afluente del Huallabamba o Huallyabamba en su forma
original (Kauffmann Doig y Ligabue 2003,
p. 430; Kauffmann Doig 2009, p.174/foto
Anselmo Lozano). Igualmente se dispone
de motivos similares al mencionado, plasmados sobre paredes del grupo de mausoleos de Los Pinchudos, como también
de Guanglic y Tingorbamba, por igual
sitios Chachapoyas, donde se conjugan
estos símbolos para conformar un ave en
extremo estilizada vista de perfil.
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X. Los chachapoyas: prosiguiendo
con la tradición del arte rupestre
El territorio que ocupó la cultura Chachapoyas no fue una isla intocada por las
hordas de cazadores-recolectores, que
procedentes originalmente de Asia terminaron por desplazarse prácticamente por
todo el continente americano. Su presencia en los espacios geográficos ocupados
miles de años después por los chachapoyas está atestiguada por imágenes que
grabaron o pintaron sobre paredes rocosas. En algunos casos la antigüedad de los
testimonios citados podría remontarse a 6
mil, 8 mil, 10 mil o más años.
Miles de años después de los cazadores
y recolectores, los chachapoyas siguieron
cultivando el arte rupestre, tanto el pictórico como el del tipo petroglifo. Por lo mismo hay que tener en cuenta que los petroglifos en territorio chachapoyas pueden
datar de tiempos ancestrales o de milenios
después.
Muestras de arte rupestre chachapoyas
hay varias, y los motivos y el estilo de algunas reflejan la presencia de los incas. Repasemos algunas de éstas.
1976 iniciales noticias César Olano Aguilar
(Márquez, 1979). Con posterioridad fue comentado y dibujado por Ulises Gamonal
(Gamonal, 1981; Gamonal et al., 1986).
El idulo está pintado de rojo y con los bra-
zos en alto. Va retratado de frente y tiene
el vientre abultado, sobre el que aparecen
varios diseños lineales. Aquello resulta excepcional en el arte rupestre, puesto que
por lo general las representaciones bio-
1. “El Idulo”
Uno de los petroglifos que consideramos chachapoyas es denominado por los
comarcanos como “idulu”, esto es, ídolo.
Está ubicado en el sitio de San Isidro, que
se encuentra distante 1,5 kilómetros del
lugar Portachuelo, el mismo que está situado cerca de la carretera Corral Quemado-Ocallí, a unos 8 kilómetros de la capital
El idulu (ídolo), obra rupestre de origen chachapoyas ubicada en el sitio de San Isidro, a 8 kilómetros
del distrito de Lonya Grande.
de Lonya Grande (Dibujo: Ulises Gamonal). Todavía se le reverencia encendiendo velas e imploranSobre la existencia del idulo ofreció en do a él por “lluvia cuando hay sequía”, como informa César Olano Aguilar (Dibujo: Ulises Gamonal).
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morfas son expuestas en base a manchones de color. Esto es una prueba más de
que el idulo es de factura chachapoyas. Es
importante agregar que Gamonal, Pérez y
Alarcón (1986), luego de una observación
detenida, advierten que parecería que el
idulo “está flotando en el espacio”; acaso
aquello evocaba su don de volar.
La referencia etnográfica de Olano Aguilar
en torno al idulo (Márquez, 1979) es especialmente valiosa. Comenta que todavía al
presente es reverenciado en el marco de
la pluviomagia, como lo testimonia el hecho que los lugareños lo reverencian encendiendo velas cuando hacen “pedidos
de lluvia cuando hay sequía” o cuando a
algún campesino se le pierde un vacuno
y con la ayuda mágica pretende encontrarlo. Sobre el particular se pronuncian
también Ulises Gamonal, Hugo Pérez y
Walter Alarcón (1986) al acotar que en
“épocas de lluvia dicen que el misterioso
personaje empieza a llorar sangre y también mana este rojo color de su cuerpo”
(Kauffmann Doig, 2009: 218; Kauffmann
Doig y Ligabue, 2003: 449).
1
2
2. Yamón y Chiñuña
Abundantes testimonios de pintura
rupestre obrados por los chachapoyas se
concentran en zonas situadas en los confines del noreste del territorio que ocuparon; algunos tal vez ejecutados en tiempos
de la intromisión inca.
La zona de Chiñuña-Yamón, ubicada en la
actual provincia de Utcubamba, comprende muestras varias como las del sitio de El
Palto, conocidas por los comarcanos desde
tiempo inmemorial. Las mismas fueron exploradas por Gaby Márquez (1979) y luego
por otros estudiosos entre los que figura
también el autor (Kauffmann Doig, 1986b;
Kauffmann y Ligabue, 2003: 450-451).
En Yamón, al pie de la localidad de este
Muestras de pintura rupestre chachapoyas: 1. Sector de una escena presente en el techo de una de las grutas de
Yamón. Adviértase la especie de cinturón que articula el signo ola-tierra, posiblemente de data posterior a la
incorporación de los chachapoyas al Incario (Foto: Federico Kauffmann Doig). 2. Vista parcial del techo rocoso
de una cueva cercana a la localidad de Yamón. También en el sitio cercano de Chiñuña se observan obras de arte
rupestre (Foto: Federico Kauffmann Doig).
nombre, se presentan grandes áreas pintadas que cubren la superficie de una especie de techo natural rocoso presente en las
dos grutas contiguas, que debieron alguna
vez fungir de recintos sagrados.
En Chiñuña-Yamón, así como en otros sitios de pintura rupestre de la vecindad,
predominan los motivos trazados en color
rojo de diversos tonos, pero también era
empleado el negro, así como el blanco.
Los colorantes eran de origen vegetal y en
otros casos de tierras de color mezcladas
con grasa animal. Las figuras son esquemáticas y retratan animales y personas,
como también motivos abstractos. La mayoría de escenas son alusivas al deseo de
disponer el hombre de animales de caza
en abundancia; lo que se entiende por
cuanto estos constituían por entonces el
principal recurso alimenticio. Sin embargo,
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Pintura rupestre presente en una de las cuevas de la localidad de Yamón. En esta se distingue camélidos que al parecer son azuzados, así como también signos abstractos
como el que debe simbolizar gotas de agua; van insertas en el símbolo que representa olas. Como las anteriores muestras de pinturas rupresetres de Yamón, consideramos que también estas escenas fueron pintadas luego de la incorporación de los chachapoyas al Incario (Foto: Federico Kauffmann Doig).
el culto a la fecundidad que da lugar a la
abundancia, que se desarrollaba en estas
grutas y se expresaba en representaciones pintadas, debió proseguir. En efecto,
al lado de pinturas rupestres de tiempos
preagrícolas hay otras, relativamente tardías, que al parecer proceden de tiempos
del Incario.
3. Calpón-Limones
En espacios próximos a Chiñuña-Yamón y situados igualmente en los contrafuertes que se elevan en la margen
derecha del río Marañón, se presentan
las pinturas rupestres de Calpón-Limones
(Lonya Grande, provincia de Utcubamba).
Desperdigadas o formando grupos, las
pinturas rupestres de Calpón-Limones fueron dadas a conocer a la prensa por César
Olano Aguilar (Kauffmann Doig y Ligabue,
2003: 448-449; Olano, 2003). Posteriormente fueron exploradas también por un
grupo de profesores de Jaén encabezado
por Ulises Gamonal (1981; Gamonal et al.,
1986).
El idulo que hemos descrito líneas arriba se
encuentra entre las pinturas rupestres de
Calpón-Limones.
Pintura rupestre que representa una
escena que
parece ser de
danza (Dibujo: Ulises
Gamonal).
2 9 2
Exploración
de la pintura
rupreste presente en el sitio
de Ucuragra,
en lo alto de
un peñón que
se ubica cerca al camino
que une Hucrachuco con
San Pedro de
Chonta, Huánuco
(Foto:
Federico Kauffmann Doig).
Detalle de
la
pintura
de Ucuragra
ubicada en
un sector de
puna o jalca
cercano a la
laguna
del
mismo nombre (Foto: Federico Kauffmann Doig).
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ÍNDICE ONOMÁSTICO
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Í NDICE TOPONÍMICO
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K a u f f m a n n
D o i g
EL AUTOR
FEDERICO KAUFFMANN DOIG nació en Chiclayo cerca de
donde se ubican las tumbas de Sipán. De padre alemán, por
algunas de sus ramas genealógicas maternas se proclama con
orgullo ser descendiente de quienes forjaron la cultura Moche.
Realizó sus estudios primarios en Cocochillo / Camporredondo
(departamento de Amazonas), los secundarios en el Colegio Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe (Lima) y los superiores
en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y University of
New Mexico (Albuquerque, Estados Unidos de Norteamérica).
En 1955 obtuvo el grado de Doctor en Arqueología y en 1961 el
de Doctor en Historia. Asimismo posee cuatro doctorados Hororis Causa. Fue profesor visitante en la Universidad de Bonn,
Alemania durante dos años, y es Profesor Honorario de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga. Obtuvo la
Beca Guggenheim, más otra que le permitió realizar estudios de
postgrado en los EE.UU.
Entre las distinciones recibidas destaca la de Amauta, la distinción más importante que otorga el Gobierno peruano por
aportes en el campo cultural y docente. En dos oportunidades
recibió el Premio Nacional de Cultura (1955, 1962). Ha sido condecorado por los Gobiernos de Austria, Bélgica y Suecia. Asimismo por el Gobierno peruano y por la Municipalidad Metropolitana con la Medalla de Lima. En el año 2011 se le otorgó la
La niñez del autor transcurrió en territorio de los antiguos chachapoyas, en Camporredondo (Luya). Así,
desde tierna edad tuvo el privilegio de contemplar
Kuélap a lo lejos, cada año, durante la cabalgata de tres
días por el valle de Utcubamba que realizaba en compañía de sus padres para visitar la ciudad de Chachapoyas
y participar en la festividad que se celebra en honor de
la Patrona Mama Asunta, la Asunción de la Virgen María.
Siendo ya arqueólogo egresado de la Universidad
Mayor de San Marcos, el autor tuvo predilección
por ahondar en el estudio de la cultura Chachapoyas.
De esta manera tuvo el honor de investigar y dar a
conocer al mundo los sarcófagos de Karajía (foto),
así como otros imponentes testimonios y formular
propuestas teóricas diversas como fruto de las 14
expediciones que, gracias al mecenazgo de la Fondazione Giancarlo Ligabue, Venecia, condujo transitando por el vasto territorio de la cultura Chachapoyas.
Medalla Centenario de Machu Picchu.
Al ser inaugurado en 1961 el Museo de Arte de Lima (MALI) fue
nombrado su primer Director (1961-1964), cargo éste que volvió a ejercer posteriormente (1969-1971). Ha ejercido los cargos
de Director General de Patrimonio Cultural de la Nación y de
Director del Museo Nacional de Arqueología. Desde 1998 es
Miembro de la Academia Nacional de Historia. También Miembro Científico del Centro Studi Ricerche Ligabue de Venecia y
del Museé Barbier-Mueller de Ginebra.
Entre sus trabajos de campo destacan los realizados en Chavín,
las Necrópolis de Ancón, Chuquibamba (Arequipa), El Ingenio
en Nazca, y sitios arqueológicos riberas del río Tambo, afluente
del Ucayali. Asimismo, realizó doce expediciones a territorio de
la cultura Chachapoyas (Pajatén, Los Pinchudos, Karajía, Laguna
de las Momias, etc.).
Es autor de numerosas monografías y más de cincuenta volúmenes, entre ellos: Manual de Arqueología Peruana (1970);
Historia y Arte del Perú Antiguo (2002) que cubre 6 vols.; Los
Chachapoyas, moradores ancestrales de los Andes Amazónicos
peruanos (2003). Su último libro, en dos volúmenes, se titula
Machu Picchu / sortilegio en piedra (2014).
En 2006 fue designado Embajador del Perú en Alemania, cargo
que desempeñó hasta el 2009.
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c u l t u r a
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A GRADECIMIENTOS
Adrián SANTILLÁN / ÓPTICA SERVÁN
Fanny MONTESINOS
Juan de Dios CARRIÓN CHÁVEZ
Newman AGUILAR TORRES
AFP Integra
Fanny PALACIOS IZQUIERDO
Julio César SAGAZETA LÁPIZ
Olivier FABRE
Alba CHOQUE
Flori SALCEDO KULJEVAN
Justo VILLALOBOS
Oscar SAKAY HOMA
Alberto BUENO MENDOZA
Francisco IRIARTE BRENNER
Karina REYES RODRÍGUEZ
Peter LERCHE
Alberto CHIRIF
Francisco MERINO
Lenin QUIÑONES HUATANGARI
Pilar SOTO PADILLA
Alfredo ALBERDI VALLEJO
Gilmer Wilson HORNA CORRALES
Lenka FIGUEROA AÑORGA
Quirino OLIVERA NUÑEZ
Alfredo GRAF
Gory TUMI ECHEVARRÍA
Luis INGA VILCA
Rainer HOSTNIG
Ana CASTILLO
Guillermo SOLIS BENITO
Luis MARTÍNEZ
Angel CUPIOC ZUTA
Guiseppe OREFICI
Luis MENDOZA PIZARRO
Regional de Comercio Exterior y
Turismo de Amazonas
Anselmo LOZANO CALDERÓN
Gustavo SILES DOIG
Luis VALLE ALVAREZ
Roberto ATO DEL AVELLANAL
Arthur C. AUFDERHEIDE
Gruver CHÁVEZ TORRES
Luisa VETER
Roberto Gheller Doig
Arturo RUIZ ESTRADA
Heinz PLENGE
Manuel ARMAS
Roberto SAMANEZ ARGUMEDO
Asunta HUAMÁN ANGULO
Homero OYARCE
Manuel Enrique MALAVER PIZARRO
Rodolfo CERRÓN PALOMINO
Bárbara BOLLINGER
Hilda VIDAL VIDAL
Manuel Hamilthon CABALAS LÓPEZ / Director
Roger RAVINES
Bernardino OJEDA
Hugo VALLENAS
Manuel Hernán AMAT OLAZÁBAL
Róger RUMRRILL
Carlos CHÁVEZ MUÑOZ
Inés TABINI DE BOLLINGER
Manuel SALINAS
Rolando R. BREÑA PANTOJA
Carlos E. NAVAS DEL AGUILA
Iñigo MANEIRO
Manuelasho VILLALOBOS (Ϯ)
Rosa AMANO DE WATANABE
César OLANO AGUILAR
Jaime DEZA RIVASPLATA
Maritza REVILLA BUELOTH
César REYES VALLE
Jaime LEYVA
María del Pilar SOTO
Ruth SHADY SOLIS/Unidad
Ejecutora 003, Caral
Cirilo ARIAS ARNICA
James W. REID (Ϯ)
Martín CHUMBE
Sara ALVARADO
Cristián (sic.) E. VIZCONDE GARCÍA
Janet TEJADA CHUQUIPIONDO
Massimo CASARIN
Segundo G. CHÁVEZ QUINTANA
Daniel CASTILLO BENITES
Johan REINHARD
Michael TWEDDLE
Sheila PILLMAN
Daniel MORALES CHOCANO
Jorge H. ESQUIROZ
Milton ZEVALLOS
Sonia HUYHUA
Denise POZZI-ESCOT
Jorge PINEO
Miuler VILLAR SÁNCHEZ
Vincent LEE
Edmundo MURRUGARRA FLORÍAN
José Luis ALVAREZ RAMOS
Morgan DAVIS
Waltere H. WUST
Emilio MORILLO MIRANDA
José Santos TRAUCO RAMOS
MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL BRÜNING
WH Tours
Enrique LUCERO CACHAY
Juan A. FERNÁNDEZ VALLE
Nelly MARTELL CASTILLO
Willi HELMBRECHT
Enrique VERGARA MONTERO
Juan Carlos YANKELEVICH
Nelson MORALES SOTO
Ximena Ross MORREY PÉREZ
APORTACIONES
Abel VEGA OCAMPO
Enrique VERGARA MONTERO
Jorge L. RUIZ BARCELLOS
Rodolfo CERRÓN PALOMINO
Alberto BUENO
Gary URTON
Keith MUSCUTT
Santiago VERGARA
Anselmo LOZANO
CALDERÓN
Guido LOMBARDI
Manuel SALINAS HUAPAYA
MONTERO
Heinz PLENGE
Mariela LEO
Ulises GAMONAL
Jairo VALQUI CULQUI
Michaela ZIEMENDORFF
Walter H. WUST
James M. VREELAND Jr.
Miguel A. CORNEJO GARCÍA
William Iain MACKAY
Benito PALACIOS SOLSOL
Carlos WESTER LA TORRE
Marco SECLÉN
EL
INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA AMAZÓNICA
EXPRESA SU GRATITUD AL
DR. GERMÁN KRÜGER ESPANTOSO
(1944 - 2016)
PRESIDENTE
DEL CONSEJO DIRECTIVO DEL
INSTITUTO CULTURAL PERUANO NORTEAMERICANO
(1977 - 1981 y 1990 - 2016)
POR EL APOYO PRESTADO EN LA PUBLICACIÓN DEL
PRESENTE LIBRO
El Instituto de Arqueología Amazónica
felicita a la Dra. Rose Schnaufer,
fundadora de UNAMONOS, entidad
creada en la localidad de Weil der Stadt
(Leonberg, Württemberg / Alemania),
que desde su fundación en 1981 realiza
permanentemente una generosa obra
social en el Perú.
Universidad Nacional
Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas
UNTRM
Creación: Universidad ciudadana
La historia de la UNTRM no se entiende sin Amazonas: el impulso de la región en todos sus frentes
(ciudadanos, personalidades y medios de comunicación) resultaría clave en la consecución de nuestra
Universidad. Así se consiguió el objetivo, la creación mediante Ley N° 27347 del 18 de septiembre
del año 2000.
Crecimiento: Más conocimiento e infraestructura
Con el objetivo de ser una institución reconocida y de máximo nivel, la UNTRM desarrolló un plan de
expansión en cuanto a ramas de conocimiento e infraestructura se refiere. De esta manera, una vez
asentada en el Campus de El Franco, inició sus actividades, para poco a poco crecer y convertirse en
un campus cada vez más integral tanto en oferta académica como en servicios universitarios.
Desarrollo: Salto cualitativo
A la vez que la UNTRM crecía físicamente, también lo hacía cualitativamente: al cumplir sus 15 años,
destaca la fuerte apuesta por las nuevas tecnologías y la investigación.
En este sentido, la Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de Amazonas inicia una
estrategia para convertirse en referente en la investigación, innovación y desarrollo científico en esta
parte del Perú. Como resultado, diseña un extenso marco de colaboración con diversas Universidades
del mundo, multiplica sus programas y proyectos de investigación de carácter nacional e internacional
y obtiene financiamiento para investigación en fondos concursables.
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Último año: Internacionalización académica e investigativa
La apuesta por la investigación de impacto ha ubicado a la Universidad Nacional Toribio
Rodríguez de Mendoza de Amazonas en un lugar destacado en relación a Universidades
contemporáneas, recibiendo el reconocimiento de CONCYTEC, SUNEDU e INDECOPI a nivel
nacional.
En este año la UNTRM obtuvo la medalla de oro en la 45th International Exhibition of Inventions
of Geneva (Exposición Internacional de Inventos en Ginebra, Suiza), considerada como uno de
los eventos más importantes del mundo dedicado a las invenciones y propiedad intelectual.
En la actualidad, la UNTRM sigue apostando por el desarrollo científico y la innovación como
vía para aportar progreso al conjunto de la sociedad. Destaca ahora el fomento de la movilidad
y el esfuerzo por atraer talento internacional, logrando una universidad abierta, cosmopolita y
capaz de integrarse en proyectos científicos de máximo nivel.
Innovación, dinamismo e internacionalización son los principios que marcarán la historia de la
UNTRM y a su vez, la base establecida por la universidad para superar las dificultades actuales
y reforzar su servicio por el conocimiento, por la sociedad y por el futuro con sus programas
académicos acreditados.
DERRAMA
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Kuélap visto desde su lado sureste, desde donde no es posible acceder
debido al barranco que se desprende a continuación de la muralla. El
monumento está constituido por dos plataformas superpuestas, alcanzando la de la base cerca de 600 metros en su eje longitudinal.
Sobre las mismas se levantan más de 400 recintos. La mayoría de ellos
habrían servido como almacenes de comestibles, indispensables para
sortear posibles hambrunas que podrían acarrear las recurrentes anomalías climáticas como consecuencia de la presencia del Fenómeno del
Niño, conocido como ENFEN/ENSO (Foto: Cortesía INTERBANK
/ Editorial Letras E Imágenes S.A.C. / Grupo Editorial COSAS).
El libro “La cultura Chachapoyas” terminó de ser impreso
en los prestigiosos talleres gráficos de:
Empresa Certificada con ISO 9001
Telfs: (511) 425 7330 / 425 7842
www.cartolan.com
Para internarse en territorio de la
cultura chachapoyas y escoger la ruta
que más acomode, véase Rafo León
(2012): Región Amazonas pp. 201-237
y Región San Martín pp. 73 y 117.
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Con el mecenazgo del Centro Studi Ricerche Ligabue, hoy Fondazione Giancarlo Ligabue, presidida
por Inti Ligabue, el Instituto de Arqueología Amazónica que dirige el
arqueólogo peruano Federico Kauffmann Doig ha realizado desde
1981 una importante contribución
a la investigación de la portentosa
cultura Chachapoyas a través de catorce expediciones dirigidas a develarla. El presente libro da fe de ello.
INTI LIGABUE
Presidente
En la localidad de Lamud, Giancarlo Ligabue y Federico
Kauffmann Doig (con gorro) examinan la cabeza de un
purunmachu o sarcófago, procedente de Tingorbamba.
Arrancada por comarcanos años atrás, la condujeron
a Lamud donde la conservaba un maestro de escuela. Los
arqueólogos transportaron la enorme testa a Lima, para su
entrega al Estado Peruano. Fue recepcionada en acto oficial
por el entonces Ministro de Educación doctor Grover Pango
Vildoso. Actualmente es conservada y exhibida en el Museo
Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú.