RESEÑA
ISSN 1850-2563 (en línea) / ISSN 0524-9767 (impresa)
Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani
59 (julio-diciembre, 2023): 183-186 doi: 10.34096/bol.rav.n59.12977
El borde del imperio: Redes atlánticas y revolución
en el Río de la Plata borbónico
Prado, Fabrício (2021).
Buenos Aires: Prometeo libros, 214 páginas.
"
Gonzalo Cáceres
Facultad de Humanidades y Ciencias – Universidad Nacional del Litoral.
El borde del imperio…, originalmente publicado en
2015 bajo el título Edge of Empire. Atlantic Networks
and Revolution in Bourbon Río de la Plata, plantea un
recorrido por las distintas instancias que llevaron a la
emergencia de Montevideo como núcleo de comercio
transimperial en el Atlántico Sur Hispano y como centro de poder regional en permanente tensión respecto
de Buenos Aires durante la última etapa del régimen
colonial y las décadas revolucionarias. En el contexto
historiográfico global, el libro se inscribe dentro de la
denominada historia atlántica, un sub-campo de la historia que en las últimas décadas viene desarrollándose con fuerza en los Estados Unidos, cuyas principales
preocupaciones son las conexiones, los intercambios
y las transformaciones producidas entre las regiones
limítrofes al Océano Atlántico en la temprana modernidad. Muchas de las ideas y metodologías de las que
se sirve el autor en la obra emanan de esta corriente historiográfica y son el resultado de sus estancias
como investigador en aquel país. Como el propio Prado
expresa en las primeras páginas del libro, la adopción
del marco atlántico como referencia para abordar su
objeto de estudio es consecuencia de su experiencia
como extranjero dedicado al estudio del Río de la Plata
en la academia norteamericana (p. 11). Fueron las diferentes instancias de discusión e intercambio en el marco
de redes académicas y de amistad las que lo llevaron a
desestimar los enfoques nacionales y a concentrarse
Este trabajo está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional
1
1 Armintage, D. (2004). Tres conceptos de historia atlántica. Revista
de Occidente, 281, pp. 7-28; Morelli, F. y Gómez, A. (2006). La nueva Historia Atlántica: un asunto de escalas, Nuevo Mundo Mundos
Nuevos, Bibliographies. http://journals.openedition.org/nuevomundo/2102; De la Guardia Herrero, C. (2010). Historia Atlántica.
Un debate historiográfico en Estados Unidos. Revista Complutense
de Historia de América, vol. 36, pp. 151-159; Mora Silva, J. (2021).
Los orígenes míticos de la Historia Atlántica: una propuesta de categorización, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Débats. http://journals.
openedition.org/nuevomundo/85378.
en el estudio de las redes sociales como creadoras de
comunidad e identidad.
Distanciándose de las narrativas centradas en los estados nacionales que crearon la percepción general de
que los imperios eran entidades rígidas que ejercían un
control estricto sobre sus dependencias coloniales, y en
sintonía con los estudios recientes del mundo atlántico
que han descentralizado las metrópolis y han propuesto
pensar las dinámicas imperiales en clave de interacción
y retroalimentación regional, la obra de Prado suma un
nuevo elemento que aporta mayor complejidad a la
explicación del modo en que funcionaban los imperios
atlánticos en zonas políticamente periféricas como el
Río de la Plata: la variable transimperial, que nos invita
a comprender al mundo atlántico enredado, interconectado e interdependiente. Para Prado las redes interpersonales, transimperiales y transnacionales construidas
por los súbditos coloniales de esta región tuvieron la
potencia de determinar las dinámicas locales por encima de las prescripciones metropolitanas. Incluso, como
sobradamente muestra el autor, en momentos álgidos
de tensión entre los imperios como los vividos durante
el último cuarto del siglo XVIII, estas tramas sirvieron
para asegurar el colonialismo español en el estuario rioplatense. En el caso específico de Montevideo, las redes
sociales y comerciales transimperiales fueron cruciales
para el surgimiento de una identidad regional capaz de
desarrollar programas políticos y económicos propios.
Fueron las interacciones con extranjeros las que forjaron
una comunidad mercantil con fortaleza para resistir a
los centros de poder virreinal, discutir las medidas dictadas por la corona, disputar mayor autonomía dentro
del imperio, y hasta optar por caminos favorables a sus
intereses.
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onzalo CáCeres
El borde del imperio: Redes atlánticas y...
El enfoque en las redes transimperiales es el que permite al autor explicar por qué Montevideo no se plegó
a la revolución porteña. La decisión de sostener la lealtad a España durante la coyuntura abierta en 1808 y la
posterior incorporación al imperio lusobrasileño bajo la
denominación de Provincia Cisplatina son muestras de
la capacidad de las elites montevideanas de adaptarse
a un contexto cambiante para preservar las redes de
comercio transimperial con portugueses, británicos y
norteamericanos. En este punto la perspectiva de Prado
es original porque se contrapone con lugares comunes
de la historiografía centrada en las revoluciones que
asocia casi exclusivamente libre comercio con revolución. El análisis exhaustivo de los patrones de comercio
legal e ilegal realizado por el autor demuestra que, para
las elites de Montevideo, la monarquía y sus instituciones –en 1778 la ciudad se convirtió en puerto de escala
obligatorio en el Río de la Plata y sitio administrativo
del Resguardo, oficina encargada de reprimir el contrabando, por ejemplo– eran condición necesaria para
sostener las lucrativas redes comerciales con súbditos
de otros imperios.
Si bien el foco está puesto sobre Montevideo y sus elites
mercantiles, el libro realiza un análisis de conjunto del
funcionamiento del complejo portuario rioplatense, una
zona de interacción transimperial que comenzó a forjarse desde los inicios de la conquista europea y en la que
la ciudad portuguesa de Colonia del Sacramento ocupaba un rol central. Según el autor, Colonia fungía como
enclave de conexión transimperial que posibilitaba la
vinculación del Río de la Plata con el mundo atlántico.
El primer capítulo analiza la génesis de esta ciudad y le
atribuye un rol central al comercio en la configuración
de poderosas y duraderas redes sociales, familiares y
religiosas entre los súbditos portugueses y españoles.
La fundación de Colonia (1680) demostró ser una
estrategia exitosa de la corona portuguesa en su afán
de recomponer la rentable ruta comercial desarrollada
entre el Río de la Plata y Lusoamérica durante la Unión
Ibérica (1580-1640). En el siglo XVIII, Buenos Aires, Colonia del Sacramento y Montevideo constituyeron un verdadero complejo portuario donde se intercambiaban
centralmente plata y cueros españoles por productos
atlánticos y esclavos, y en el que interactuaban agentes
de distintos orígenes geográficos y culturales.
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59 (julio-diciembre, 2023): 183-186 doi: 10.34096/bol.rav.n59.12977
Con el título Partir sin irse…, el segundo capítulo analiza
el proceso de reubicación de los lusobrasileños en el
virreinato tras la caída de Colonia del Sacramento en
1777. La tesis del autor, amparada por una profusa documentación, es que, pese a que el proyecto portugués
en la región se vio abortado a partir de la toma de la
ciudad por el virrey Cevallos, buena parte de los súbditos
portugueses vinculados al sector mercantil y marino se
quedaron en Montevideo bajo el dominio español, y las
redes sociales y logísticas por ellos controladas dieron
continuidad a las relaciones comerciales transimperiales. Esta constatación reafirma la idea de Prado de que
las redes de interacción no necesariamente dependían
de la tutela de un Estado. Otro aspecto interesante del
capítulo se encuentra en la distinción que el autor realiza del grado de integración de los portugueses a las
sociedades de Montevideo y Buenos Aires. Esta es una
estrategia pertinente toda vez que le permite mostrar
que, a diferencia de lo que ocurría en Buenos Aires,
la buena acogida de los montevideanos a la comunidad
lusobrasileña –la cual a través de uniones matrimoniales
con mujeres españolas creó poderosas redes familiares
y comerciales con capacidad para adquirir propiedades y
constituirse en miembros ricos de la sociedad– permitió
el fortalecimiento de los vínculos de la ciudad con la
América portuguesa.
El tercer capítulo es uno de los más interesantes del libro
porque allí Prado propone una mirada alternativa a la
idea instalada y sostenida por muchos historiadores de
que la participación de España en las guerras europeas
del último cuarto del siglo XVIII y la primera década del
XIX debilitó los lazos que esta mantenía con sus colonias
americanas. Estas interpretaciones sugieren, sobre la
base de documentación oficial del Estado español, que
en ese contexto el flujo comercial entre metrópoli y colonias se interrumpió. Sin embargo, la evidencia hallada
por el autor en archivos portugueses y en áreas periféricas del imperio español contradice tales afirmaciones.
No solo no se interrumpieron las conexiones, sino que se
asistió a una reconfiguración de los patrones de comercio en el Atlántico Sur. La pesquisa llevada a cabo por
Prado revela la existencia de una red de cooperación
transimperial que involucraba a comerciantes hispanoamericanos, agentes extranjeros y peninsulares, la cual,
haciendo uso de las leyes de comercio con neutrales en
períodos de conflicto armado y de diversas estrategias
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onzalo CáCeres
El borde del imperio: Redes atlánticas y...
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59 (julio-diciembre, 2023): 183-186 doi: 10.34096/bol.rav.n59.12977
ilegales de mercado, hizo posible la circulación de bienes, personas e información entre España y el virreinato
del Río de la Plata por la ruta Río de Janeiro-Lisboa bajo
la bandera portuguesa, cuando no, bajo la protección
exclusiva de sus embarcaciones por convoyes portugueses. En ese marco, la ciudad de Montevideo adquirió
gran dinámica conectando a los comerciantes de Río de
Janeiro con la elite mercantil de Buenos Aires, transformándose en el centro del comercio transimperial del Río
de la Plata, rol que hasta 1777 había cumplido Colonia
del Sacramento.
que la ciudad aumentara su estatus e influencia regional. Si a comienzos del siglo XVIII los relatos producidos
por visitantes extranjeros ubicaban a la Banda Norte
y a Montevideo bajo la jurisdicción de Buenos Aires,
las descripciones realizadas por los súbditos españoles
durante el último cuarto del siglo XVIII y por distintos
agentes de dentro y fuera durante el período revolucionario le imprimieron a la región de la Banda Oriental
rasgos específicos, que la convertían en una unidad diferenciada en la que Montevideo era el principal centro
urbano.
En el cuarto capítulo Prado aborda el impacto de las
reformas borbónicas en la región rioplatense. Una serie
de medidas administrativas habrían contribuido a que
Montevideo y sus elites mejoraran progresivamente
su posición en la región y en la estructura imperial.
El establecimiento de la ciudad como principal puerto
atlántico del Río de la Plata y único autorizado para el
desembarco de esclavos, la creación de la Comandancia del Resguardo a cargo de combatir el contrabando,
el establecimiento de la oficina del intendente y, más
tarde, del superintendente, entre otras disposiciones,
permitieron a Montevideo ganar autonomía en materia fiscal, comercial y política respecto de Buenos Aires.
Al analizar la correspondencia administrativa y mercantil y los registros judiciales, el autor concluye que las
autoridades y las elites montevideanas aprovecharon al
máximo los beneficios de haberse convertido en centro
transimperial para controlar el comercio regional y para
disputarle la soberanía territorial en la Banda Oriental
a la capital virreinal, lo cual derivó en distintas acciones
legales entre altos funcionarios y entre elites mercantiles de ambas ciudades.
A partir de un exhaustivo análisis biográfico, en el sexto
capítulo Prado expone las múltiples facetas asumidas
por don Manuel Cipriano de Melo, un actor de renombre en el Río de la Plata, y las redes transimperiales
y atlánticas por él construidas. El ejercicio propuesto
por el autor en este capítulo da cuenta del valor del
seguimiento de trayectorias individuales para iluminar
procesos globales. Prado muestra cómo este individuo,
que inicialmente había estado ligado a operaciones de
comercio como piloto de barcos en Colonia del Sacramento, cambió de alianzas imperiales y se convirtió en
un activo partícipe de la expulsión de los portugueses
de dicha ciudad bajo el mando del virrey Cevallos. Su
lealtad a España le valió un importante ascenso a la alta
burocracia imperial cuando fue designado como titular de la Comandancia del Resguardo en Montevideo.
Desde esa posición reconectó sus redes con el Brasil portugués e introdujo en ellas a sus nuevos socios y amigos
de Montevideo, entre ellos las familias Viana y Maciel,
para organizar grandes y rentables negocios –legales e
ilegales– en África, Europa y en la propia América. Con
el tiempo se convirtió en un miembro encumbrado de
la ciudad y participó activamente en las disputas que
su comunidad mantuvo con los mercaderes de Buenos Aires. En ese contexto, utilizó todos sus recursos
para mejorar la posición de Montevideo dentro de la
región y el imperio, promoviendo la cultura, patrocinando eventos y obras, entablando relaciones cordiales
con la comunidad portuguesa y extranjera en general,
impulsando la creación de instituciones como la Junta
de Comercio de Montevideo (1794).
En el quinto capítulo Prado explora las descripciones
y las representaciones que distintos agentes locales y
viajeros hicieron de la Banda Norte del Río de la Plata
para dar cuenta de los cambios en la forma de nombrar
a la región, proceso que condujo a la emergencia de
la Banda Oriental como un espacio distinto. Estas trasformaciones de la toponimia estuvieron asociadas a la
creciente gravitación que Montevideo fue adquiriendo
como centro de comercio transimperial y como centro
económico, administrativo y político para la campaña
circundante. Aquí también el autor asigna un rol capital
al reformismo borbónico que abrió oportunidades para
El séptimo y último capítulo condensa algunas ideas que
atraviesan el libro. Allí Prado expone cómo las redes
transimperiales moldearon el camino a la independencia
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onzalo CáCeres
El borde del imperio: Redes atlánticas y...
de Montevideo. La ciudad fue la primera en separarse de
Buenos Aires tras la crisis de legitimidad de la monarquía
desatada en 1808, y su comunidad se negó a plegarse a
la revolución porteña. Las elites permanecieron leales a
España y luego se unieron a la monarquía portuguesa.
Estas acciones revelan su afán de mantener las redes de
comercio no solo con el Brasil portugués, sino también
con otras naciones. El análisis realizado por el autor da
cuenta de una multiplicación de los arribos de embarcaciones extranjeras al puerto de Montevideo entre 18101814 y 1818-1822, centralmente portuguesas e inglesas,
pero también estadounidenses, y de la gravitación de los
agentes locales en las operaciones con extranjeros. La
monarquía brindaba un marco legal e institucional propicio para asegurar la continuidad de los intercambios
transimperiales y servía como dique de contención de
las transformaciones potenciales que podían derivarse
de adoptar el camino revolucionario. Según Prado, allí es
donde radican las razones que explican por qué las elites
mercantiles de Montevideo pospusieron la revolución.
ISSN 1850-2563 (en línea) / ISSN 0524-9767 (impresa)
Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani
59 (julio-diciembre, 2023): 183-186 doi: 10.34096/bol.rav.n59.12977
En síntesis, El borde del imperio… es un libro imprescindible para quienes se ocupan de abordar las sociedades
que comenzaron a formarse en la región del Río de la
Plata desde la conquista europea. La perspectiva puesta
en las redes transimperiales abre nuevos caminos para
pensar la importancia de la presencia de súbditos de
otros imperios –centralmente portugueses– más allá de
los tradicionales centros de poder y comercio regional.
La considerable gravitación que estos agentes tuvieron
en ciudades interiores del espacio rioplatense, como
las del Litoral argentino, requiere de nuevos estudios
que focalicen en ellos, en sus estrategias de integración, en los vínculos que desarrollaron con las comunidades locales, en las actividades que desempeñaron.
De ocurrir ello, en los próximos años podríamos tener
un panorama más completo de las interacciones –más o
menos formales– que se suscitaron entre las economías
del interior, Lusoamérica y el mundo atlántico a través
del complejo portuario rioplatense o por fuera de él.
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Los indios montoneros. Un desierto rebelde para
la nación argentina (Guanacache, siglos XVIII-XX)
Escolar, Diego (2021).
Buenos Aires: Prometeo, 291 páginas.
"
Mariana Alicia Pérez
Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” - UBA/CONICET.
Este trabajo está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional
Hasta finales del siglo XX, los relatos hegemónicos sobre
la formación de la Argentina sostuvieron la imagen de
un país forjado por la inmigración blanca-europea sobre
un “desierto” que debía ser ocupado por la “civilización”.
Esta mirada –de fuerte arraigo en el sentido común
de gran parte de los argentinos hasta el presente– ha
comenzado a ser desarmada en las últimas dos décadas
por numerosos estudios históricos y antropológicos y
por la lucha de comunidades indígenas y de afrodescendientes que pugnan por el reconocimiento de otros
grupos étnico raciales en el pasado y presente de la
Argentina.
Los indios montoneros. Un desierto rebelde para la
nación argentina (Guanacache, siglos XVIII-XX) se integra
al conjunto de trabajos que prestan atención a las acciones, experiencias e identidades de los grupos subalternos, entre ellos los indígenas, en el proceso de creación
de la nación argentina. No se trata del primer trabajo
de Diego Escolar sobre esta temática, quien desde hace
años se interesa en la construcción de las identidades
étnicas y nacionales en Cuyo. En trabajos anteriores (por
ejemplo, Escolar, 2007) analizó el caso de los huarpes,
cuya identidad resurgió en la década de 1990 luego de
que intelectuales y académicos los considerasen extintos
desde el período colonial temprano por haber sufrido
procesos de exterminio y mestizaje. Los indios montoneros retoma esta historia de invisibilización, poniendo el
foco en las luchas por la tierra y el agua de los habitantes
de las lagunas de Guanacache (un extenso espacio que
actualmente comprende parte de las provincias de San
Luis, San Juan y Mendoza) entre el último tramo del
dominio colonial hasta mediados del siglo XX. Escolar
muestra cómo la negación de las identidades indígenas formó parte indisoluble de la construcción de una
Argentina moderna y capitalista en Cuyo, en la cual la
apropiación de los recursos naturales por parte de las
elites provinciales, y su expropiación a vastos sectores
de la población indígena-criolla, fue esencial.
El libro comienza sugestivamente contando la existencia
de los “archivos laguneros”, un conjunto de documentos
dispares, fragmentados, trabajosamente copiados de
generación en generación y atesorados por las familias laguneras, que testimonian su antigua posesión de
las tierras y las luchas por su conservación. La persistencia de estos archivos revela la existencia histórica
de demandas concretas, prácticas y discursos en los
cuales los habitantes de Guanacache se identificaban
como indígenas. Como se demuestra a lo largo del libro,
las huellas de un pasado indígena de disputas legales,
políticas y militares se observan también en gran variedad de fuentes que le permiten al autor reconstruir
dicha historia: documentos judiciales, decretos, correspondencia, prensa, fotografías, canciones, memorias
orales. Asimismo, el cuidadoso y secreto resguardo de
los “archivos laguneros” da cuenta de su importancia
como herramienta política y creadora de memoria sobre
el despojo. De la lectura del libro quedan claras las razones de esta celosa custodia: los conflictos por las tierras
fueron acompañados de una “guerra archivística” de
robo y ocultamiento de los documentos que podrían
legitimar su posesión por parte de los grupos indígenas.
Uno de los nudos argumentativos del libro pasa por la
pregunta sobre cómo fueron las experiencias indígenas en la formación del Estado nacional. Esto lleva al
autor a discutir dos postulados sobre la participación
de los indígenas y de los sectores subalternos en dicho
proceso, que han tenido gran influencia en los relatos
historiográficos de los siglos XIX y XX. Por un lado, cuestiona las miradas que conciben al “pueblo llano” como
apolítico, objeto de manipulación por parte de caudillos
y, por lo tanto, participante secundario en las luchas
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RESEÑAM
ariana aliCia Pérez
Los indios montoneros. Un desierto rebelde para...
por la creación de la nación. Por otro lado, discute los
análisis que conciben a la sociedad indígena del siglo XIX
como externa u opuesta a las formaciones estatales y
separadas de la sociedad criolla. Por el contrario, para
Escolar “los indígenas e indigenidades” no constituyen
“una alteridad radical” sino que aparecen “inextricablemente ligados a una historia criolla por antonomasia”
(p. 27). Siguiendo esta línea argumentativa, en Los indios
montoneros demuestra con solvencia la existencia de
discursos, prácticas e instituciones políticas autodefinidas indígenas que se identificaban con la estatalidad y el
orden republicano y que procuraban también participar
en su construcción.
El análisis de un período de más de dos siglos (algo poco
frecuente en la historiografía local de la actualidad),
y las preguntas que se van presentando en el recorrido
por las demandas y movilizaciones indígenas, otorgan
al libro una característica polifacética que Escolar logra
articular en un único relato claro y coherente. El libro
se nutre y, a su vez, hace valiosos aportes a variados
campos historiográficos: dialoga con la historiografía
sobre la sociedad y política colonial; con aquella que
analiza las transformaciones que trajo la revolución a la
cultura política y jurídica de la primera mitad del siglo
XIX; con la que se cuestiona por los conflictos en torno
a la creación del Estado nacional; con la historia social
y económica que explica el proceso de construcción de
un orden capitalista en Cuyo; con la que indaga sobre la
formación de la memoria histórica, entre otras.
El libro se organiza en siete capítulos. Los dos primeros,
“Liderazgo y política indígena en Cuyo a fines del período
colonial” y “Tierras, servicios militares y geopolítica colonial en Corocorto y las Lagunas”, analizan los procesos
de fundación de pueblos de indios y villas de españoles
en el siglo XVIII y las estrategias de los indígenas para
defender sus derechos sobre las tierras en dos áreas
por entonces periféricas de Cuyo: en Jáchal, Valle Fértil
y Mogna en San Juan, y en las lagunas de Guanacache y
Corocorto en Mendoza (estas últimas zonas estratégicas
para el gobierno colonial por su ubicación en la ruta
hacia Buenos Aires y su cercanía a la frontera con los
pueblos indígenas no sometidos). En estos capítulos se
observa cómo los indígenas, representados la mayoría
de las veces por caciques, litigaron judicialmente, negociaron, se valieron de los conflictos entre sectores de la
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59 (julio-diciembre, 2023): 187-189 doi: 10.34096/bol.rav.n59.12977
elite colonial, y aprovecharon la necesidad del Estado de
afianzar su dominio en las tierras del sur para imponer
sus propios intereses en la fundación de los pueblos
y lograr el reconocimiento por parte de las autoridades virreinales de los derechos sobre las tierras que
ocupaban.
Los tres capítulos siguientes se focalizan en las Lagunas
y analizan la defensa de los territorios de los antiguos
pueblos de indios en conexión con la política provincial y nacional entre la independencia hasta la consolidación del Estado nacional en la década de 1880. El
capítulo “Jueces indígenas, caciques criollos: autonomía
y estatalidad a principios del período independiente”
aborda las vías judiciales y políticas desplegadas para la
defensa de las tierras en el nuevo contexto republicano inaugurado en 1810. Escolar observa que si bien la
paulatina creación de un orden político y legal de corte
liberal trajo consigo el avance privatizador sobre tierras
indígenas, paralelamente persistieron las tradiciones
jurídicas indianas que fueron invocadas con éxito por
los representantes de los laguneros para su resguardo. Asimismo, la eficacia en la preservación territorial
estuvo estrechamente conectada con el lugar que los
jefes laguneros ocuparon en las instituciones estatales
de la provincia, que les permitió sostener una posición
de relativa autonomía política desde la que supieron
negociar y defender los intereses laguneros.
Las derrota de los gobiernos federales luego de Pavón,
en 1861, dio paso a un período de alta conflictividad
política, represión y de profunda degradación de la
negociación y las vías judiciales como herramientas para
la defensa de los derechos indígenas en las Lagunas.
Se abrió entonces un ciclo de rebeliones y revueltas que
finalizaría con el asesinato del líder lagunero Santos Guayama en 1879. Los capítulos “Rebeliones montoneras y
tierras indígenas: del levantamiento del Chacho Peñaloza a la Revolución de los Colorados” y “La república
perdida de Santos Guayama” recorren esta historia de
resistencia lagunera. Analizan las múltiples causas que
llevaron a la insurrección (entre las que se destacan la
creciente presión impositiva y la represión llevada a cabo
por los liberales y el gobierno nacional), la organización
de las montoneras, las diversas (y opuestas) narrativas
sobre los laguneros insurrectos, y el programa político
de Santos Guayama y sus seguidores. En este punto se
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ariana aliCia Pérez
Los indios montoneros. Un desierto rebelde para...
destacan dos cuestiones. Por un lado, que no se trataba de movimientos de impugnación al Estado nacional,
sino de oposición a un gobierno que consideraban había
usurpado la soberanía política y excluido a los líderes
laguneros de la burocracia estatal. Por otro, la notable
variabilidad de las alianzas políticas laguneras (sobre
todo luego de 1867) demuestra su autonomía y, a la
vez, hacen difícil clasificar sus adscripciones partidarias.
A fines del siglo XIX, con la derrota de las montoneras
y el cambio del modelo económico desde la ganadería
en tránsito a Chile a la vitivinicultura en gran escala,
se aceleró el proceso de apropiación de la tierra y el
agua en la región, cuestión que es abordada en los dos
últimos capítulos.
“El regreso del Inca Sayanca: aboriginalidad, propiedad
y soberanía en Cuyo” estudia los conflictos legales en
torno a la merced del cacique Sayanca (que en parte perduran hasta el presente) y las prácticas fraudulentas de
apropiación de tierras por parte de la elite mendocina.
El análisis de las construcciones discursivas e historiográficas sobre la legitimidad de la merced permiten observar la relación entre la invisibilización de la
historia indígena y el proceso de constitución de la
propiedad privada de la tierra en Mendoza, como también la creación de un discurso que anudaba la legitimidad de la propiedad privada a la condición étnica y
social de los grupos que la sustentaban y que excluía
a los indígenas como sujetos con derecho de acceso a
ella por su cualidad moral inferior. El último capítulo,
“La etnopolítica del agua. Inmigración europea y fabricación del ‘desierto huarpe’, 1880-1940”, analiza las
políticas de acaparamiento y distribución del agua que
llevarían al desecamiento de las Lagunas de Guanacache
y su transformación en un “desierto”. Este proceso fue
resistido por los laguneros mediante presentaciones al
gobierno, la legislatura y la prensa, pero no lograron
torcer las políticas que, guiadas por una ideología que
asociaba el progreso a la inmigración europea y al desarrollo de la vitivinicultura, evitaron sistemáticamente
dotar con agua a las lagunas y sus habitantes, que fueron
asociados al “atraso”, la “barbarie” y “el desierto”.
En síntesis, Los indios montoneros es el resultado de
una investigación sólida y original y constituye un aporte
muy interesante a la historiografía sobre los grupos subalternos, la formación del Estado nacional argentino y de
una sociedad capitalista. Además, interpela los discursos
dominantes sobre los indígenas en la sociedad cuyana y
las bases legítimas de la propiedad privada de la tierra
en la región. Como tal, es un libro que interviene en
la disputa política actual, atravesada por los conflictos
por el reconocimiento de comunidades indígenas y la
posesión de la tierra –como se puede observar en los
acontecimientos en torno a la resolución del Instituto
Nacional de Asuntos Indígenas que legitima la posesión
de tierras de pueblos mapuches en Mendoza a principios
de 2023–.
Bibliografía
Escolar, D. (2007). Los dones étnicos de la nación. Identidades huarpes y modos de producción de soberanía en
Argentina. Buenos Aires: Prometeo.
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El gobierno de la incertidumbre. La política
financiera en Buenos Aires desde el Virreinato
a la Confederación
Schmit, Roberto y Wasserman, Martín (2022).
Buenos Aires: Prometeo, 280 páginas.
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Agustín Comicciolli
Agencia I+D+I/Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” - UBA-CONICET/
UDESA.
El tema que propone el libro de los historiadores Roberto Schmit y Martín Wasserman nos remite a un campo
de la historia económica y política en constante discusión y debate: la transición fiscal. Este fenómeno,
entendido como el pasaje entre una fiscalidad asociada
a los cuerpos estamentales, privilegios y monopolios
del Antiguo Régimen a otra “republicana”, equitativa e
igualitaria, pasó a ser un elemento fundamental para la
comprensión de los cambios y continuidades relativos a
los procesos de construcción estatal latinoamericanos
a partir de la crisis revolucionaria y la posterior ruptura
del orden colonial entre fines del siglo XVIII y principios
del siglo XIX. Esta transición tuvo amplias repercusiones
sociales y económicas que se volcaron sobre las trayectorias político-institucionales de los estados republicanos en formación.
El libro, entonces, nos ofrece a través de un riguroso
tratamiento de fuentes primarias y secundarias (tanto
cuantitativas como cualitativas) una interpretación crítica de este período, centrándose en el caso rioplatense.
El Gobierno de la Incertidumbre está dividido en dos
partes, cada una de las cuales se organiza en tres capítulos con su correspondiente epílogo. En la primera,
Martín Wasserman analiza el período que va desde la
implementación de las denominadas reformas borbónicas y la evolución de la Hacienda Real, hasta la formación de la hacienda pública porteña y sus primeras
experimentaciones institucionales bancarias ya entrado
el siglo XIX. En la segunda parte, Roberto Schmit aborda
el desenvolvimiento financiero y fiscal de la Provincia de
Buenos Aires desde la “Feliz Experiencia” rivadaviana
hasta el fin de la hegemonía rosista. Lejos de constituir
dos libros en uno, la unicidad de este se advierte en la
centralidad que adquiere el estudio de la fiscalidad y
de las finanzas como prisma desde el cual observar las
dinámicas de negociación y conflicto, protagonizadas
por actores económicos motivados por racionalidades
heterogéneas, cuyas prácticas fueron condicionadas por
contextos económicos y políticos globales.
Retomando esto, en la introducción, los autores le ofrecen al lector un examen minucioso que no se reduce
solamente al comportamiento de diversas variables
financieras y de su impacto en términos de precios,
ni tampoco a un análisis de los mercados, de las instituciones crediticias o de la volatilidad de los precios.
Todas estas aristas son articuladas en función de desentrañar la ligazón entre el ejercicio del poder político y la
administración de los recursos. El objetivo de los autores
reside, entonces, en demostrar cómo los desafíos económicos, fiscales y financieros fueron afrontados políticamente por una autoridad soberana en permanente
construcción, condicionada por el peso de la guerra,
los ciclos económicos y la endebles de la moneda. En
esta primera instancia, los autores son claros en marcar
su posición con respecto a la corriente del nuevo institucionalismo económico, destacando la centralidad que
las prácticas y los dispositivos informales expresaron a
la hora de estructurar canales de acceso al crédito y al
endeudamiento.
1
En el capítulo inicial de la primera parte, mencionada anteriormente, Martín Wasserman se focaliza en
1 El neo-institucionalismo económico establece una ligazón directa
entre instituciones formales capaces de brindar confianza y limitar el
control discrecional sobre los recursos, y el desempeño económico.
El modelo empleado es el caso inglés, en el cual el Parlamento y los
bancos lograron respaldar un circuito beneficioso entre los intereses
de la corona y los de sus acreedores.
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ISSN 1850-2563 (en línea) / ISSN 0524-9767 (impresa)
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Gustín CoMiCCiolli
El gobierno de la incertidumbre. La política...
el funcionamiento del Real Situado como mecanismo
de transferencias de recursos interregionales entre
las distintas tesorerías del virreinato. Estos recursos
estaban destinados a cubrir los gastos que implicaba
la estructura militar y administrativa asentada en Buenos Aires, ciudad que venía experimentando una jerarquización institucional a partir de la década de 1760.
El autor establece cómo las demoras en la llegada de las
remesas altoperuanas brindaban importantes oportunidades a los miembros de la oligarquía local en cuanto
a su protagonismo como acreedores de una hacienda
necesitada de recursos. Este conjunto de acreedores
era muy diverso, destacándose un reducido grupo de
actores cuyo capital relacional y político determinaba la
virtual monopolización de buena parte del movimiento
de recursos con sede en la tesorería porteña. Más allá
del esta retroalimentación entre intereses económicos,
el autor remarca la importancia de no dejar de lado el
peso de la coacción, ya que el costo de las demoras en
los pagos de los sueldos o en el suministro de alimentos
se manifestaba en el endeudamiento compulsivo de los
sectores subalternos.
2
En el siguiente apartado, se constata de qué manera
la financiación de la estructura político administrativa
porteña y, por ende, de la soberanía monárquica en la
región se apoyó en una “deuda diluida” y en un desenvolvimiento administrativo discrecional sustentado en
lo que el autor denomina como un “desarreglo funcional”. La proliferación de papeles de deuda y las recurrentes políticas de endeudamiento determinaron que
las autoridades peninsulares intentasen robustecer el
control sobre los oficiales reales (tesoreros, factores y
contadores), ya que estos poseían un amplio margen de
maniobra en la gestión del erario local. Este descontrol
administrativo en el que estaba sumida la hacienda local
se materializó en un fraude cuyos recovecos son desentrañados por el autor, aclarando que fue una expresión a
nivel local de una crisis a escala imperial. En este sentido,
3
2 Desde aquella época Buenos Aires, además de consolidar su rol
mediador entre la economía atlántica y el espacio peruano, fue testigo de un reforzamiento institucional verificado en la progresiva instalación de instituciones tales como la Contaduría General (más tarde,
Tribunal de Cuentas), la constitución como capital cabecera de un
nuevo virreinato, sede de una Audiencia y de una Junta de comercio,
más adelante Consulado.
3 Sobre todo en lo referido al empleo de los ramos particulares y
ajenos, así como de los recursos extraordinarios (donativos forzosos
y préstamos).
ese “desarreglo funcional” que, bien o mal, había habilitado la reproducción de la soberanía monárquica en la
región, ya no era funcional a un tejido institucional con
vistas a uniformarse y centralizarse.
En el último capítulo, Wasserman orienta sus interrogantes al análisis de las reformulaciones institucionales que
mediaron en la negociación financiera entre la hacienda
y sus acreedores luego de la revolución de 1810. Estos
cambios se dieron junto a un continuo endeudamiento
que tenía a los ingresos de la Aduana como principal
base de sustento tras la pérdida de la plata potosina.
Apelando a contribuciones previas, se demuestra de
manera fehaciente cómo este endeudamiento y la falta
de numerario produjeron la monetización de los títulos
de deuda. A pesar de las medidas tomadas, la nueva
autoridad soberana no logró evitar la depreciación de
estos títulos, empleándose para saldar derechos arancelarios por parte de actores con acceso privilegiado a
ese nuevo mercado de papeles.
Para contener este tipo de situaciones, el autor profundiza en la trayectoria de la Caja Nacional de Fondos
de Sud América, creada en 1818, y de las posteriores
experiencias como el Banco de Descuento y el Banco de
Buenos Aires. Estas instancias, afirma, no alcanzaron a
cumplir sus metas para estabilizar las bases financieras
de la nueva entidad política, aunque sí sirvieron para
resarcir a los grupos de acreedores, integrados por
miembros de una élite porteña renovada y por hombres
de negocio extranjeros. Un ejemplo interesante es el del
Banco de Buenos Aires, cuyo directorio de accionistas
pasó a ostentar la potestad de emisión de moneda, adecuándolo a una lógica cortoplacista totalmente opuesta
a las necesidades financieras de la hacienda pública en
formación.
En el epílogo de esta primera parte, se vuelve a reponer
el tópico sobre la constitución de los compromisos financieros mediante estructuras legales y formalmente establecidas, advirtiendo que la aparición de instituciones
como los bancos no alcanzó para definir o determinar
las bases fiscales de la nueva soberanía.
En la segunda parte, Roberto Schmit nos introduce en
la fase de una matriz fiscal porteña renovada, donde
la generación de ingresos “genuinos” se centrará en el
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El gobierno de la incertidumbre. La política...
cobro de aranceles al comercio ultramarino y a la circulación regional de bienes. La continuidad de estos flujos
de ingresos fue obstaculizada de manera recurrente en
el período que va de 1820 a 1840, caracterizado por los
conflictos políticos internos y los bloqueos al puerto.
Si bien los fondos de la Aduana conformarán el puntal financiero de la provincia, Schmit establece que los
recursos financieros se distancian de los genuinos para
afrontar el déficit, sobre todo a partir de 1826. Estos
son el endeudamiento y la emisión de moneda fiduciaria. Esta dinámica afectará el valor de la moneda y a
los precios relativos de los bienes, sumándose nuevas
quiebras de bancos. Es importante destacar la forma en
que Schmit introduce el rol de la prensa como espacio
alrededor del cual giraban las apreciaciones sobre las
políticas financieras del gobierno, trasluciéndose correlaciones de fuerzas heterogéneas entre grupos vinculados al comercio y a las actividades agropecuarias y sus
formas de presionar al gobierno para que este respondiera con medidas afines a sus intereses.
4
Esta administración de las finanzas por parte del gobierno continuará, a grandes rasgos, en las décadas posteriores bajo el mandato de Juan Manuel de Rosas.
Lo nuevo que articulará el “Restaurador” será la gestión
directa del tesoro, agregándose la venta de tierras públicas para costear gastos. En todo ello, el lenguaje político
empleado redundará en tópicos como el “patriotismo” o
la “cooperación” a fin de sortear los dilemas financieros
de la provincia sobre una base ligada a la imagen popular
del federalismo, contraria a los espurios negocios de
los agiotistas.
Incorporando el escenario anterior, a continuación,
Schmit nos comenta acerca de la existencia de un variado y heterogéneo sistema monetario en el cual circulan
diferentes tipos de moneda, las cuales funcionan en un
espacio hegemonizado por la plaza porteña, cuya actividad mercantil determinará el acaparamiento de aquellas de mayor valor. Además, se examina la evolución
de los medios de pago y la influencia de las estrategias
fiscales y financieras de los gobiernos bonaerenses,
denotando con ello la constante volatilidad derivada a
partir del empleo de una multiplicidad de medios de
4 Es importante señalar el trabajo comparativo que Roberto Schmit
realiza con respecto al caso brasileño y el gobierno político de sus
finanzas y de su fisco.
pagos sensibles a los altibajos de los ciclos económicos.
La conjunción entre el alto valor de la moneda metálica, su poca disponibilidad y el aumento de la emisión
de papel ocasionó una disfuncionalidad de la moneda
como reserva de valor. El resultado final de este proceso
el autor lo verifica en la devaluación y las alteraciones
de los precios relativos.
En cuanto a los precios, y metiéndonos ya en el último
capítulo de la segunda parte, el autor rastrea, respaldándose en fuentes cuantitativas tanto propias como
de otros historiadores (Miron Burgin y Tulio Halperin
Donghi, por mencionar algunos), el comportamiento
de los precios de los bienes de producción local, los
exportados y los importados. Matizando hipótesis
anteriores, Schmit repone que, si bien la depreciación
habría impactado de manera desigual en relación con
el consumo por parte de los sectores populares urbanos, el impacto inflacionario fue mayor sobre el valor
de la moneda que sobre los precios de los bienes.
Para retratar este fenómeno, el autor recurre al ejemplo
de los bloqueos. Ante la carencia de ingresos genuinos
se pasa a financiar al erario emitiendo directamente
papel moneda, reforzando el rol de la Casa de Moneda como institución. Esta práctica aumentó el caudal
de masa circulante en la plaza, alterando el valor de la
moneda y profundizando la devaluación del peso en la
provincia durante el rosismo previo a Caseros.
5
En el epílogo de la segunda parte el autor logra especificar que aquel contexto de inestabilidad financiera,
monetaria y política impactó de lleno en las transacciones, priorizando los intereses cortoplacistas de aquellos
con privilegio en el acceso a moneda fuerte. Como consecuencia, las políticas capaces de regular los precios y
contener la variabilidad de monedas se mostraron impotentes, llevando incluso a la aparición de prohibiciones
con respecto a la extracción de metálico.
Para finalizar, y trascendiendo la estructura y contenido del libro, el proceso de lectura nos lleva a deslindar
algunos ejes problemáticos. Uno de ellos tiene que ver
5 El autor llama la atención sobre la necesidad de estudiar en profundidad estos cambios en el modo y estilo de vida de los sectores populares urbanos y de los rurales durante el rosismo, ya que ello nos
llevaría a reposicionar el planteo en torno a los avances o retrocesos
en la relación entre el caudillo y sus bases sociales.
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El gobierno de la incertidumbre. La política...
con la formación del Estado republicano y su dimensión
fiscal y financiera. Otro de los ejes se asocia al debate
sobre el desempeño económico tras el ciclo de revolución y guerra. El nuevo perfil atlántico, los recursos de
la Aduana y el papel mediador de la ciudad-puerto y su
hinterland, marcaron la trayectoria institucional de la
nueva entidad soberana, aun fuertemente condicionada
por las prácticas y dispositivos que regían el gobierno
de la Real Hacienda durante el período tardocolonial. La
visión tradicional sobre el enriquecimiento de un sector
terrateniente ligado a las estructuras del poder provincial y al auge de la exportación pecuaria, es matizada.
Además de esa dinámica productiva expansiva, los autores agregan el análisis sobre la incidencia de la matriz
institucional y de las medidas financieras, monetarias
y mercantiles implementadas por las sucesivas autoridades asentadas sobre nuevas bases soberanas, las
cuales produjeron efectos diversos sobre los contribuyentes, consumidores y acreedores. Esto último reflejó,
por momentos, una correlación de fuerzas desventajosa
para la entidad estatal en formación, incapaz de coaccionar a actores a quienes incluso, en determinados
momentos, les delega una facultad fundamental de todo
Estado: la capacidad de emitir moneda.
Hace más de cuarenta años, Halperin Donghi exponía
lo siguiente: “[…] Mas que explorar un nuevo modo de
articulación entre estado y clases populares –que es la
incumplida promesa de un brevísimo momento en la historia de buenos aires– se trata entonces de seguir en sus
complicados altibajos la relación entre Estado y sectores dominantes, en que la conciencia de una necesidad
recíproca no excluye la presencia de fuertes tensiones
y rivalidades”. Tributarios de “Guerra y Finanzas”, los
autores enriquecen esta problemática. Con extrema e
incómoda actualidad, el libro de Roberto Schmit y Martín Wasserman nos invita a repensar un término singular
para ello: la incertidumbre. Este término no se entiende
exclusivamente como la falta de certeza, de información
o de confianza, sino que también se traduce como un
costo político y, al mismo tiempo, como un escenario
ventajoso para algunos actores capaces de adecuar el
gobierno del tesoro público como resguardo financiero.
6
6 Halperin Donghi, T. (2005 [1982]). Guerra y finanzas en los orígenes
del estado argentino, 1791-1850. Buenos Aires: Prometeo, p. 21.
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RESEÑA
Los trece ranchos. Las provincias, Buenos Aires,
y la formación de la Nación Argentina (1840-1880)
Míguez, Eduardo J. (2021).
Rosario: Prohistoria, 300 páginas.
Este trabajo está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional
"
Agustín Galimberti
Universidad Nacional de Luján. Universidad de Buenos Aires.
Los trece ranchos es producto del trabajo realizado
por Eduardo Míguez desde hace más de una década,
en obras colectivas e individuales, sobre las dirigencias
políticas durante la formación del Estado argentino.
Este recorrido le ha permitido reunir un material rico y
diverso gracias al trabajo en archivos centrados en figuras claves del período (Mitre, Urquiza, Sarmiento, entre
otros), dentro del cual se destaca la correspondencia.
Esta, analizada con gran capacidad, no solo nos sumerge en las interpretaciones de los actores sino también
reconstruye su historicidad. Es decir, la prosa de Míguez
nos muestra las alternativas que se abrieron a los protagonistas hacia un horizonte futuro que no solo era
incierto, sino que ninguno de ellos, por más poderoso
que fuera, podía determinar. Así, pues, a lo largo de
ocho capítulos cronológicos, advertimos la lucha política donde se desarrollan cursos de acción y se usan las
capacidades a disposición para alcanzar el destino propuesto, cuestión generalmente imposibilitada porque
otros también ejercen sus influencias para que ocurra
de otro modo. De esta forma, se logra explicar el proceso
histórico resultante pero también los caminos que no se
transitaron y los posibles futuros, finalmente truncos,
que se bocetaron.
En esta lucha por el devenir es que encontramos el objetivo central de este “clásico libro de historia política”
como lo define su autor: vislumbrar la forma en que
se produjo la formación de la Argentina como nación
organizada. Para ello parte de una hipótesis que es la
gran novedad de la investigación: las dirigencias políticas
provinciales tuvieron un rol relevante en su construcción
(aporte ignorado o menoscabado por la historiografía).
Sus actitudes, proyectos, luchas y alianzas permiten
explicar tanto en el auge y caída de la Confederación
Argentina como la definitiva forma que asumió la organización de la República.
Para lograr su cometido, el autor utiliza el corpus documental descripto y se sostiene en la producción historiográfica sobre las provincias que se ha renovado
significativamente en las últimas décadas (destacándose
Córdoba, Entre Ríos, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Salta y
Tucumán). Esto permite no solo profundizar cada caso
sino también advertir los diferentes vínculos interprovinciales como las diversas relaciones con el poder central de turno. Esta reconstrucción de la historia política
que permite conocer cada provincia, relacionarla con la
situación general y advertir sus múltiples implicancias
(internas, regionales y nacionales), conforma otro enorme mérito del libro. El riesgo es que el lector se pierda
en el laberinto de idas y vueltas de conflictos políticos
pletóricos de hechos y personajes, y termine derrotado
por este minotauro de acontecimientos. Sin embargo, el
historiador, como Ariadna, logra guiarnos hasta la salida del entendimiento tendiendo hilos conductores que
permiten dar sentido a los procesos historiados.
Por cuestiones de espacio, solo destacaremos dos de
ellos. El primero consiste en la forma en que cada provincia fue resolviendo la conflictiva relación entre dos
configuraciones de poder que tenían diferente base
social, forma de hacer política, proyecto provincial y
relaciones con el poder central: las dirigencias urbanas
y los caudillos. A lo largo de la obra, Míguez reconstruye,
clarifica y explica hábil y detenidamente el meollo de
alianzas cambiantes, enfrentamientos y múltiples relaciones entre las elites urbanas, los caudillos, los poderes
provinciales, el poder nacional que se intenta erigir y la
disidente y rica Provincia de Buenos Aires.
La cuestión era complicada de resolver. Luego de la caída
de Rosas, las elites urbanas –recompuestas durante la
década de 1840 gracias, paradójicamente, a la “pax
rosista” sustentada en los caudillos– se lanzan a la
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Los trece ranchos. Las provincias, Buenos Aires...
construcción de la nación. Primero, bajo el liderazgo
de Urquiza, luego de Mitre y finalmente de Sarmiento
y Roca. Sin embargo, si bien cada uno de ellos buscó
apuntalarse en ellas, la propia debilidad del poder central provocaba que ante los conflictos intra e interprovinciales, se apoyen en liderazgos caudillistas avasallando
las autonomías provinciales. Esto provocaba que algunas
situaciones particulares (como San Juan o La Rioja) generasen resultados explosivos al colisionar un proyecto
sostenido en principios federales y republicanos con
prácticas políticas que erosionaban sus bases de apoyo.
Ante el temor de ser sometidas, las dirigencias urbanas
advertían las ventajas de una alianza con Buenos Aires
para sostener sus construcciones políticas frente a los
caudillos.
Entonces, nos explica el autor, a cambio de ceder independencia y orgullo, se subordinaron al liderazgo porteño, expresado por Mitre, en pos de una organización
nacional más sólida y duradera. Paralelamente a la consolidación del poder nacional entre 1860 y 1880, las
elites urbanas lograron subordinar a los caudillos respaldadas por éste, sentando las bases de los gobiernos oligárquicos provinciales y, luego, nacional. En el detallado
análisis de las elecciones presidenciales de 1868, 1874
y 1880, Míguez encuentra cómo, consolidado el orden
legítimo y gracias al despliegue del Estado nacional, el
sistema federal de gobierno logrará horadar la hegemonía porteña inicial. De esta forma, la consolidación del
poder nacional fue producto de la subordinación de las
elites provinciales que, si bien resignaron autonomía
local, lograron someter a los caudillos y ganar peso en
un orden nacional que les era cada vez más satisfactorio.
Aunque por momentos la división tajante entre caudillos
y dirigencias urbanas resulta maniquea, el gran mérito
consiste en mostrar que las provincias no eran un interior uniforme opuesto a Buenos Aires ni tampoco que
los conflictos internos a ellas eran coletazos del contexto general. Por el contrario, afirma el autor, la política
en cada provincia tenía más componentes locales que
nacionales, pero como cada uno de los enfrentados
necesitaba aliados externos para imponerse, sus conflictos repercutían nacionalmente.
las tensiones ideológicas entre los grupos políticos ha
sido magnificada por la historiografía. No solo recomienda poner entre paréntesis la clasificación entre unitarios
y federales para entender la política de cada provincia,
sino también evitar ver dos proyectos antagónicos en
las facciones posteriores. Así, afirma que los federales
constitucionalistas eran “liberales en su filosofía económica, social y política” mientras que los liberales eran,
“en cuanto a su propuesta de organización institucional, federalistas” (p. 91). Es decir, donde gran parte de
la historiografía había visto proyectos antagónicos que
explicaban las “guerras civiles”; en Los trece ranchos la
interpretación nos lleva a la inexistencia de tal disyuntiva. Míguez no ve en las agrupaciones (no aún partidos)
diferencias ideológicas. Por el contrario, advierte una
coincidencia y voluntad generalizada entre las dirigencias de organizar la nación unificada bajo los principios
de una república federal y liberal abierta al mundo, y
poder así superar el confederacionismo de hecho, más
funcional a los caudillos. Las únicas discrepancias para
lograr la ligazón definitiva entre los trece ranchos y Buenos Aires consistían en el lugar que debía ocupar esta
última (y sus rentas aduaneras).
Ante esto uno podrá preguntarse ¿si los diferentes bandos en pugna no tenían un conflicto doctrinario, por
qué se peleaban (¡y de la forma que lo hicieron!)? ¿Tan
solo por quiénes y qué espacio lideraría la nación que se
intentaba organizar? Si bien el argumento es convincente y las pruebas dadas sobre lo errático y circunstancial
de las alianzas son significativas, se corre el riesgo de
no advertir que una parte significativa de la población
se identificó realmente con esas banderas y se enfrentó
con otros por ellas a tal punto de poner en juego sus
propias vidas.
Al mirar globalmente la obra se advierte que viene a
cubrir algunas vacancias en la historiografía como a
polemizar, aunque no directamente, con algunas interpretaciones sobre la formación de la Argentina como
nación organizada que plantearemos brevemente. Si
la obra de José Carlos Chiaramonte demostró la inexistencia de la nación durante la primera mitad del siglo
XIX producto de la ausencia de una clase dirigente
nacional; Los trece ranchos da cuenta de los vericuetos,
1
Esto nos lleva a la segunda cuestión que destacaremos y
es otra de las fuertes apuestas de la obra. Según Míguez
1 Por ejemplo, Chiaramonte, José Carlos (1983), “La cuestión
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Los trece ranchos. Las provincias, Buenos Aires...
conflictos y arreglos que tuvieron que realizar las fragmentadas dirigencias provinciales para conformarse
como nacionales. Queda aún por explicar la formación
de las bases materiales de esa clase dominante, cuestión no abordada en el libro (y que requiere un enorme
trabajo, necesariamente colectivo). Si Tulio Halperin
Donghi explicaba los conflictos entre esas dirigencias
entre la caída de Rosas y la federalización de Buenos
Aires como “los treinta años de discordias”; en Los
trece ranchos, extremando el planteo, más bien fueron “los treinta años de un enorme consenso difícil de
poner en práctica”. Si gracias el libro de Oscar Oszlak
veíamos el despliegue del Estado nacional “penetrando” sobre las provincias; Los trece ranchos no solo
muestra el relevante papel que tuvieron las dirigencias
provinciales en la construcción de la nación, advirtiendo una relación dialógica (y no solo la imposición del
poder nacional), recalibrando el rol de las provincias y
sus diferentes actores, sino también que la construcción de la Argentina unificada no fue una mera imposición porteña. En ese proceso, Juan Carlos Garavaglia
2
había demostrado, no solo la viabilidad estatal de la
Confederación Argentina, sino también la centralidad
del problema fiscal en la construcción de la nación; por
su parte, Los trece ranchos concentra el análisis en el
difícil dilema que tuvieron que resolver las dirigencias
provinciales: sin Buenos Aires era muy difícil consolidar
el orden, pero con Buenos Aires había un gran peligro
de ser sometidas. Como explica Míguez, la disyuntiva se
resolvió con un triunfo de esas dirigencias provinciales y
del Estado nacional que lograron el sometimiento de la
rica y díscola Buenos Aires, rancho catorce que no solo
sacrificó su aduana (varios años antes) sino también su
ciudad y su hegemonía, e incluso, su identidad.
4
3
Llegados a este punto de la reseña queda claro que,
tanto por sus aportes históricos como historiográficos,
Los trece ranchos es una invitación a repensar la formación de la Argentina como nación organizada. Por
ello mismo, recomendamos su lectura que dará lugar,
probablemente, a fructíferos debates.
regional en el proceso de gestación del estado nacional argentino.
Algunos problemas de interpretación”, en Palacios, Marco (comp.),
La unidad nacional en América Latina, del regionalismo a la nacionalidad, México, El Colegio de México, pp. 51-86.
2 Halperin Donghi, T. (1980). Proyecto y construcción de una Nación
(Argentina 1846-1880). Caracas: Biblioteca Ayacucho.
3 Oszlak, O. (1985). La formación del estado argentino. Buenos Aires:
Editorial de Belgrano.
4 Garavaglia, J. C. (2015). La disputa por la construcción nacional argentina. Buenos Aires, la Confederación y las provincias (1850-1865).
Buenos Aires: Prometeo.
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59 (julio-diciembre, 2023): 197-198 doi: 10.34096/bol.rav.n59.12977
Los historiadores: una comunidad del saber.
México, 1903-1955
Mora Muro, Jesús Iván (2021).
México: El Colegio de Michoacán /El Colegio de la Frontera Norte, 275 páginas.
"
Jenny Zapata de la Cruz
Universidad de Guanajuato/ estancia posdoctoral CONAHCYT-México (2022-2023).
Este trabajo está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional
En Los historiadores: una comunidad del saber. México,
1903-1955, encontramos un ejercicio interpretativo
sincrónico y diacrónico del nacimiento de instituciones
dedicadas a la investigación, la educación y la formación de profesionales de la Historia durante los primeros
cincuenta años del siglo XX en algunos estados de la
república mexicana.
Para ello, Jesús Iván Mora recurre al concepto campo
intelectual propuesto por Pierre Bourdieu, la noción de
comunidad de Gerard Noiriel y hace un acercamiento
metodológico a los estudios de revistas culturales, con
la meta de ofrecer explicaciones concernientes a las
asociaciones, relaciones e intereses políticos sobre el
uso de la Historia de los letrados de finales del siglo
XIX que transitaron a un siglo XX reestructurado por la
revolución mexicana. El autor revela que esos historiadores formados de manera empírica con ideas decimonónicas sobre la búsqueda de la “verdad absoluta”, le
darán paso al quehacer profesional de los historiadores
de las primeras dos décadas del siglo pasado, los cuales
labraron las rutas de la profesionalización con el entendimiento de que la Historia debía estar desvinculada de
las visiones cientificistas y del fetiche del documento,
cambios que se verán reflejados en las generaciones de
historiadores de las décadas de 1940 y 1950 en México.
Así, a lo largo de tres capítulos, el autor se compromete a explicar qué entiende por intelectuales asociados
en comunidad, quiénes son aquellos historiadores por
oficio y por formación académica que se diferencian
de la vieja escuela o de las prácticas de historiadores
no profesionales. Además de exponer cómo los historiadores autodidactas y los profesionales construyeron
espacios impresos para esparcir ideas respecto del saber
histórico, la defensa de posturas políticas, visiones de
nación y cuestiones historiográficas, también traza las
transiciones de la comprensión del pasado en las primeras dos décadas del siglo XX, “Los primeros maestros del
oficio”, hasta culminar en la década de 1950 con “Los
historiadores: una comunidad de especialistas”.
Una de las preguntas planteadas en el libro –quizá la que
conduce su pesquisa y reconstrucción del pasado– es la
que Mora coloca en la mesa para discernir cuáles fueron las condiciones sociales, institucionales, epistemológicas para el surgimiento del historiador profesional,
el académico del siglo XX. Para Mora, la respuesta se
encuentra observando los intereses sociales, políticos
e historiográficos de los historiadores –no profesionales y profesionales– y utilizando los debates teóricos y
metodológicos de lo que ellos comprendían debía ser
la Historia; lo cual se halla manifiesto en las revistas,
memorias de congresos y libros.
Con el análisis de los textos desplegados en todos los
capítulos, hace una explicación de por qué fue importante la circulación de las visiones históricas de la Conquista, la Colonia y el México Independiente, sin duda,
textos cargados de ideales –de poder simbólico, en el
sentido de Pierre Bourdieu– es decir, cómo debía ser el
perfil profesional del historiador. Mora no nos permite perder de vista que los espacios impresos denotan
el poder hacer, el poder decir y el poder circular lo que
se piensa de los historiadores y de las instituciones que
forman y profesionalizan el quehacer del historiador.
En este sentido, destaca en su reconstrucción histórica
el empleo de fuentes poco analizadas entre los historiadores actuales, como las revistas: Ábside, América Española, Revista Mexicana de Estudios Históricos, Revista
Mexicana de Estudios Antropológicos, Anales y el Boletín
del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología,
Revista Historia de América, Cuadernos Americanos e
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RESEÑAJ
enny zaPata de la Cruz
Los historiadores: una comunidad del saber. México...
Historia Mexicana; además, la revisión de periódicos,
documentos del Archivo Histórico de la UNAM y las
memorias de los congresos de Historia patria. Todas
estas fuentes se han considerado aquí como huellas
textuales del pasado, que nos permiten entender los
intereses del autor sobre la deconstrucción y comprensión de los discursos entre los historiadores de los años
aquí referidos.
En este mismo contexto, plantea, a través del análisis
de los congresos, la creación de revistas y la publicación de libros, cómo fue la transición de los debates
históricos con intereses políticos a finales del siglo XIX
e inicios del siglo XX, hacia las discusiones académicas
ya de índole historiográfico en las décadas de 1940 y
1950. Nos exterioriza que aquellos debates eran álgidos,
principalmente en cuanto a cómo debía entenderse el
tiempo (el pasado en el presente) y la reconstrucción
del pasado por medio del documento.
En esas mismas lides encontramos la profesionalización
de la historia con la apertura de la licenciatura en 1927
en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM) y en otras universidades estatales. Empero, tales discusiones académicas respecto al rumbo que debía tomar la formación
de historiadores y la profesionalización de la Historia,
mucho tuvieron que ver con la forja de redes de historiadores formados en la UNAM de frente a la llegada de
los exiliados españoles que, apoyados por Lázaro Cárdenas, abrirían la Casa de España en 1938, luego llamado
El Colegio de México, y otras instituciones como la
Escuela Nacional de Antropología e Historia, organizaciones del Estado mexicano, pioneras en los derroteros
de la profesionalización del conocimiento histórico.
A través de una amplia revisión de intelectuales y académicos, Mora nos advierte que en las revistas, congresos
y libros subyacen las relaciones sociales, la comunidad
de intelectuales y profesionales, redes construidas desde
principios del siglo XX en las que, a su vez, podemos
encontrar el trance de la posturas historiográficas entre
la generación de los historiadores no profesionales y
aquellos que se formaron en la licenciatura en Historia (con posgrados en México y en el extranjero). Por
ejemplo, para el estudio de la profesionalización de
la historia y de los historiadores revisa –y reflexiona–
los ideales de un Genaro García, Genaro Estrada o
ISSN 1850-2563 (en línea) / ISSN 0524-9767 (impresa)
Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani
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Luis González Obregón, o de los profesores Carlos Pereyra, Nicolás León y Jesús Galindo, enfatizando así la bisagra generacional entre la “vieja guardia” y la formada por
intelectuales como Alfonso Caso y Manuel Toussaint;
hasta colocar en escena al exiliado español José Gaos,
quien dio nuevos bríos a la disciplina de la Historia en
México. Finalmente, Edmundo O´Gorman y Daniel Cosío
Villegas, estos últimos representantes del cambio generacional entre un historiador no profesional y el profesional e institucionalizado académico de la Historia.
Son varias las problemáticas que Muro nos invita a
repensar en la formación y profesionalización de los historiadores en México; nos deja de tarea es cuestionar si
hubo o no interés entre los historiadores de profesión
de aquellos años por las consecuencias de la Segunda
Guerra Mundial y la Guerra Fría en México, así como
escudriñar si aquellos historiadores del medio siglo se
manifestaron políticamente por los desaparecidos de
los movimientos obreros, magisteriales, movimientos
estudiantiles de universitarios y normalistas rurales,
eventos ocurridos desde la década de 1930 hasta el
“El Halconazo” en el sexenio de Luis Echeverría.
Otras reflexiones que incita la obra de Mora se refieren
a la profesionalización de la historia en México después
de 1955 y hasta la actualidad: ¿qué ha sucedido con la
formación de historiadores a fuera de la UNAM y de
El Colegio de México? ¿Cuáles caminos historiográficos
han tomado los historiadores que no se han educado
en este sistema de redes institucionales? Basados en
que aquellas primeras generaciones de historiadores
“profesionales” surgieron de las dos principales instituciones del país ya mencionadas, podemos preguntarnos cuán centralizado quedó el quehacer histórico y
su aprobación después de la década de 1950, situación
que prevalece en el siglo XXI: las pautas de cómo hacer
y qué hacer con la Historia la marca el centro del país.
En conclusión, Los historiadores: una comunidad del
saber. México, 1903-1955 nos estimula reflexionar los
avatares de la profesionalización de la historia e historiadores durante medio siglo, cuya antesala fue el
desgaste del cientificismo del siglo XIX. La obra alienta a
repensar qué rumbos y en qué comunidades nos adherimos los historiadores de este siglo XXI y qué medios
editoriales empleamos para esparcir nuestras visiones
historiográficas.
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RESEÑA
Sanadores, parteras, curanderos y médicas.
Las artes de curar en la Argentina moderna
Armus, Diego (Dir.) (2022).
Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Este trabajo está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional
"
Maximiliano Fiquepron
Universidad Nacional de General Sarmiento - CONICET.
En el año 2002, el historiador estadounidense David
Sowell publicaba un trabajo tan creativo como riguroso, centrado en la vida de Miguel Perdomo Neira, un
sanador colombiano de fines del siglo XIX. Pero más allá
de la excelente labor de Sowell, el dato también era que
la obra formaba parte de una compilación de otros trabajos igual de creativos e innovadores. El centro de esta
constelación de autores era Diego Armus y el libro Entre
médicos y curanderos: cultura, historia y enfermedad
en la América Latina moderna. Desde entonces, Armus
continúa con la excelente costumbre iniciada en ese ya
lejano 2002: reunir a los más destacados investigadores del momento para componer un libro plural, ágil y
sagaz sobre distintas aristas del mundo de la salud y la
enfermedad. Este también es el espíritu de Sanadores,
parteras, curanderos y medicas: las artes de curar en la
Argentina moderna, publicado en el 2022 por la editorial
Fondo de Cultura Económica. El libro cubre, temporal
y regionalmente, las intrincadas relaciones entre toda
una amplia gama de especialistas en el arte de curar y
la sociedad argentina. En sus catorce ensayos, nos adentramos a esta diversidad de actores, modelos de curar y
tensiones surgidas, retratadas desde fines del siglo XIX
hasta nuestro atribulado siglo XXI. La propuesta también
tiene como premisa reflejar la multiplicidad de escenarios y es por eso que la representación federal está muy
presente. Así es que además de trabajos sobre la ciudad
de Buenos Aires, podemos hallar investigaciones de provincias del centro y norte de Argentina (Córdoba, Jujuy,
Santa Fe), con una vacancia de la región patagónica.
La obra tiene una serie de puntos transversales, que
recorren todos los capítulos, y que son uno de los aspectos más relevantes. El primero de ellos es la reconstrucción de toda una “paleta de colores” con el que se pinta
el mapa de las artes de curar. Desde la homeopatía,
pasando por el curanderismo, las terapias holísticas,
la hipnosis o la reflexología, es destacable el esfuerzo por
brindarnos una imagen de esta heterogeneidad tantas
veces mencionada en otros estudios sobre el tema, pero
que en ocasiones no pasa de ese marco enunciativo.
Más aún, los trabajos nos muestran cómo operan estas
diferentes trayectorias terapéuticas al momento de forjar relaciones de clase, de poder, género y, sobre todo,
con los saberes diplomados. Evitando las dicotomías,
la obra se nutre de una plasticidad muy elogiable ya que
demuestra la pervivencia de un conjunto de tradiciones
y culturas de atención muy variadas que, lejos de ser
estáticas o inmutables, son reinterpretadas y utilizadas
en diferentes espacios e instituciones.
Un segundo elemento transversal, más de tipo metodológico, es la elección de pequeñas biografías con las
cuales hilvanar cada capítulo. Esta elección es potente
en dos sentidos. En primer lugar, permite reconstruir
todo el contexto social, político y cultural que da sentido
al evento que las y los autores despliegan en cada capítulo. Esto facilita la lectura para un lector más casual,
logrando resumir en cada ensayo un pequeño debate
sobre las prácticas curativas elegidas y el contexto histórico en el que se imbricaban. En segundo lugar, la elección de nombrar a los sanadores y sus conocimientos,
de brindarles una entidad propia, por fuera de lo que
el saber médico dictaminaba (y aún dictamina) sobre
estas prácticas, es una operación de reconstrucción fiel,
cuidada y acertada sobre esos saberes y trayectorias en
sí mismos, recuperando no sólo la capilaridad y la lógica
interna de cada uno de estos saberes alternativos, sino
demostrando, en cada capítulo, que los saberes expertos
avalados por la ciencia moderna no dejan de dialogar
y entrecruzarse con otras formas de pensar la salud y
la enfermedad. En otras palabras, la posibilidad de ver
encarnada la situación (incluida las tensiones públicas y
los debates) en personas cuyas biografías son retratadas
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RESEÑAM
axiMiliano FiquePron
Sanadores, parteras, curanderos y médicas. Las artes...
muy rigurosamente, permite una reconstrucción “al ras
del suelo” de la vida social que late debajo y entre cada
enfermo, entre cada sanador, entre cada médico.
La obra también propone pensar y debatir una serie de
conceptos clave, que son tratados en todos los capítulos. Uno de ellos es el de hibridación, entendiendo por
ello una mixtura (se habla también de “zonas grises”
o “márgenes”) entre el mundo de los saberes biomédicos y otros procesos de sanación. La intención es la
de evitar los binomios salud/enfermedad, legal/ilegal o
lego/experto y, siguiendo las palabras de Armus, salir de
esta suerte de “jungla conceptual” que impide pensar
con claridad el proceso en cuestión. En otras palabras,
de acuerdo con Armus, términos como aculturación,
sincretismo, fusión, mestizaje o cristalización son conceptos útiles pero limitados, que no logran representar
la porosidad y dinamismo de las zonas grises de la medicina. La propuesta resulta altamente seductora, ya que
la invitación a desmalezar este mundo de conceptos es
sin dudas elogiable. No obstante, quizás el concepto de
hibridación no pueda librarnos de esta tarea. En primer
lugar porque este concepto en vez de definir las características de un fenómeno, más bien identifica dos o varios
elementos que se combinan y, en vez de fusionarse o
transformarse en algo nuevo, se hibridan, manteniendo
características previas aún reconocibles. Esto trae como
consecuencia que no se consigue explicar cómo se produjo esa combinación, por qué en ocasiones funciona,
pero por qué en otras tantas no. En otras palabras, la
hibridación resulta útil para criticar los esencialismos y
las posturas dicotómicas, pero no ayuda a pensar cómo
funciona en sí mismo este concepto. Se transforma así
en un concepto dependiente del contenido contextual
que elijamos, y, paradójicamente, en un concepto vacío,
sin capacidad de explicar el momento histórico o social
elegido, sino más bien el de reconocer las partes que
lo conforman.
Por último, un elemento que está presente en varios
capítulos (sobre todo aquellos dedicados al siglo XIX)
es una tendencia a retratar los conflictos públicos que
se producían con estos sanadores, más que los vasos
comunicantes entre ambos mundos. Aquí también considero que no se debe confundir la impugnación pública
de parte de la corporación médica como anulación o
negación del otro. En el campo de la salud, el cruce entre
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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani
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sanadores habilitados y prohibidos es una relación dialéctica y necesaria, y en muchas oportunidades las disputas de poder son las que traccionan las enemistades,
más que el mero accionar sobre la salud. Enfocarnos en
los puntos de unión, y no tanto en la confrontación y el
escándalo, es una tarea tan necesaria como novedosa.
En este sentido los trabajos más volcados al siglo XX y
XXI son los que logran aportar miradas más novedosas. Daniela Testa (enfocada en reconstruir la vida de la
enfermera Gwendolyn Shepherd durante los brotes de
poliomielitis de mediados del siglo XX), Mariana Bordes
(que reconstruye la trayectoria de dos especialistas en
reflexología podal, que trabajan en hospitales actualmente) y Betina Freidin (que nos muestra la vida de dos
médicos diplomados que adoptan la homeopatía dentro
de su repertorio clínico) son los más innovadores y se
celebra esta mirada fresca y creativa sobre el campo de
la salud. También resulta muy valioso el trabajo de Ana
Lucía Olmos Álvarez, que realiza una etnografía sobre el
padre Ignacio, el cura sanador santafesino.
En conclusión, Sanadores, parteras, curanderos y
médicas es otro libro riguroso, plural, ágil y atrapante,
dirigido por Armus, como ha ocurrido con La ciudad
impura o Entre médicos y curanderos. Se evidencia en
cada ensayo la incidencia que, en los distintos períodos históricos, tiene el Estado, la economía, la política, la sociedad y la cultura en esta trama que se teje
entre enfermos, especialistas en el arte de curar y otros
sectores de la sociedad argentina. Se consigue ver, a
contraluz de estos relatos, la historia de la ciencia y
sus métodos, sus tensiones, actores e interlocutores.
La obra es también una propuesta para pensar y debatir
historiográficamente sobre los conceptos que sostienen
los estudios de la salud y la enfermedad, y nos invita a
reflexionar sobre áreas que seguramente continuarán
investigándose: ¿El mercado puede modificar nociones
sobre la salud y la enfermedad? ¿Cuál es el lugar de
lo político en este fenómeno? ¿Qué podemos decir de
la capacidad de agencia de los enfermos para intervenir (o no) en su propio proceso? Reconstruir y debatir
en torno a estas inquisiciones y conceptos (como el de
hibridación) son elementos centrales para reubicar las
preguntas (y sobre todo las respuestas) que se sucedan
de estas indagaciones.
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RESEÑA
La reinvención del peronismo (1955-1965)
Ehrlich, Laura (2022).
Bernal: Universidad Nacional de Quilmes Editorial. 312 páginas.
"
Juan Pablo Fossati
Facultad de Ciencias Humanas - Universidad del Centro de la provincia de Buenos Aires (UNCPBA).
Este trabajo está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional
Desde una perspectiva que combina historia intelectual
y cultural Laura Ehrlich ilumina sobre hechos relevantes de la “segunda época” en la historia del peronismo.
La problemática que plantea La reinvención del peronismo (1955-1965) es cómo sobrevivió y se transformó la
cultura política del peronismo en la década que le siguió
a su derrocamiento. La historiadora coloca la lupa en
una serie de elementos como el activismo periodístico, el significado de las conmemoraciones rituales, las
prácticas, sociabilidad y simbolismo de las juventudes
peronistas y las ideas y batallas expresadas a través del
lenguaje. De distinta forma, todos estos elementos contribuyeron a aunar una visión de mundo compartido y
su observación le permite reflejar las trasformaciones
en la cultura política de un conjunto no homogéneo de
peronistas que se manifestaron en contra del escenario
político establecido después de 1955.
El libro se organiza en seis capítulos, de los cuales en los
dos primeros se aborda la actividad periodística entendida como soporte y productora de la cultura política.
En el primero de ellos expone los rasgos característicos
de quienes estuvieron detrás de los emprendimientos
periodísticos, de los cuales remarca que la mayoría de
ellos habían transitado por ámbitos de legitimación
antes y durante la década peronista. Así, destaca que
la continuidad del elenco periodístico habría proporcionado de credenciales a los intelectuales para acudir
a viejos contactos que colaboren en la distribución y
comercialización ante los problemas de censura y financiamiento. Además, analiza la relación con el público
lector, donde detecta la interpelación para que quienes
poseían los impresos en sus manos se involucrasen en el
sostenimiento de la actividad de agitación. En el segundo capítulo profundiza la observación textual y gráfica
en relación con la dinámica político-periodística entre
los años 1955-1958. De tal modo, examina el intento de
revistas como El 45, Palabra Argentina y El Descamisado por inscribir al derrocado peronismo en tradiciones
políticas más amplias. Pese a la ambigüedad que significaba este propósito con respecto al partido depuesto, la
autora expone que, de igual manera, estas publicaciones
lograron sedimentarse en la memoria de los peronistas
como la prensa perseguida y heroica que participó de
la resistencia peronista. A su vez, reconstruye las trayectorias periféricas y las actividades intelectuales de
los directores Alejandro Olmos de Palabra Argentina
y Hernán Benítez de Rebeldía, ya que ambos habrían
actuado como ideólogos del justicialismo. En contraste
con estos itinerarios más autónomos, explora los impresos que pugnaron por ocupar el lugar de órgano oficial
de difusión del movimiento como Línea Dura y Norte de
Mariana Granata y Alberto Campos, respectivamente.
Así, explica que estos estuvieron menos preocupados
por ensayar tareas intelectuales y más interesados por
divulgar el ideario peronista y la identificación con el
líder exiliado a través de recursos gráficos.
En el siguiente capítulo considera a las conmemoraciones rituales como eventos claves para forjar un sentimiento de pertenencia a la comunidad política. A raíz
de esta idea, examina crónicas y testimonios militantes
para indagar lo que ocurre en la masa que se manifiesta
en las ceremonias del calendario peronista en distintas
ciudades del país. En particular, observa el 17 de octubre, el 26 de julio y el recién incorporado 9 de junio.
A través de la reconstrucción pormenorizada, demuestra
el cambio de significado que tuvieron estas tres ceremonias para los peronistas que participaron de ellas.
Bajo el nuevo contexto, la ahora reinventada identidad
de la comunidad política peronista asistía a un 17 de
octubre con tono de protesta, mientras crecía la imagen
de Eva Perón como símbolo de peronismo combativo e
incorporaba acontecimientos y figuras nuevas como los
mártires de la resistencia.
Para la investigadora, estas manifestaciones ceremoniales no solo contribuyeron a reinventar los significados de
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RESEÑAJ
uan Pablo Fossati
La reinvención del peronismo (1955-1965)...
ISSN 1850-2563 (en línea) / ISSN 0524-9767 (impresa)
Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani
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la identidad política, sino que también fueron algunas
de las instancias donde se estructuraron las organizaciones juveniles. A estos actores y sus prácticas, redes de
sociabilidad y simbología le dedica el cuarto capítulo.
Allí, subraya que en la formación de estas agrupaciones
incidieron las redes familiares y, en especial, los espacios
de sociabilidad callejeros donde estos jóvenes compartieron candentes debates y hasta riñas con juventudes
de otras corrientes políticas. A su vez, analiza la narrativa
simbólica que estas agrupaciones hacían de sí mismas
y el rol que se otorgaban en el pasado, presente y futuro del movimiento. En esta operación, Ehrlich distingue el papel misional, heroico y de vanguardia que se
reservaron para sí los jóvenes identificados con Perón.
Lo interesante de esto es que la simbología, así como
también las prácticas políticas y rasgos ideológicos, fueron heredados y transmitidos de la cultura política nacionalista. En otras palabras, la investigación revela que las
juventudes peronistas se nutrieron del espectro político
ideológico nacionalista antes que por la influencia de
otras vertientes políticas como podía ser la izquierda.
los impulsos por integrar el peronismo. La historiadora
recalca la importancia del carácter político-ideológico en
estos activistas, cosa que estuvo ausente en la idea de
consciencia práctica del historiador británico.
Sobre esto último tratan los dos capítulos que concluyen
la obra. En el primero de estos, analiza el lenguaje para
atender a las ideas y combates ante el enemigo externo
e interno que se expresaron a través de él. Así, presenta
los nuevos tópicos, sus significados y la resonancia que
cobraron algunos conceptos como intransigencia y traición para reformular las coordenadas de apelación a la
propia identidad peronista. Según razona Ehrlich, esta
reformulación estuvo marcada por el nuevo contexto
de proscripción y de rechazo al sistema de partidos que
vivió el peronismo de la segunda época. Elementos que,
en varios casos, provenían del nacionalismo o del radicalismo. Asimismo, estrecha un contrapunto con Daniel
James por la explicación que brinda en Resistencia e integración sobre los activistas combativos que rechazaron
En suma, este argumento es de los más considerables,
pues demuestra que durante la década que le siguió a
1955 los peronistas observados estaban más confines
a las ideas, símbolos y prácticas de la tradición política
nacionalista que a la nueva izquierda o tendencia revolucionaria. Como explica la misma Ehrlich, esta interpretación es resultado de examinar la década desde las
múltiples expectativas de futuro que vivieron los peronistas. En tanto, se previene de considerar al periodo
como una antesala de lo que vino después, operación a
veces resbalosa pero medular de este oficio. Asimismo,
se valora el enfoque analítico para investigar el periodo,
esta operación intelectual provee una novedosa entrada para comprender las ideas, significados y comportamientos de los peronistas fuera del poder.
El capítulo final lo destina a rebatir las investigaciones
que catalogan como izquierda peronista a aquellos políticos y sindicalistas que desde la Revolución Libertadora hasta entrado los años sesenta se opusieron a las
alternativas de integrar al peronismo al sistema político. A reglón siguiente, cavila y se interroga por qué se
incurre en esta especie de anacronismo, quiénes y con
qué objetivos usaron esta atribución para describir al
peronismo. El examen evidencia que esta asociación no
surge por parte de los peronistas, por lo tanto, expone
que provino de cruzadas anticomunistas de los sucesivos
gobiernos y de medios de comunicación en el marco de
la Guerra Fría, o en simultáneo, de deseos –derivados
de fracciones de partidos de izquierda– de confluir con
la masa peronistas a través de los lazos con la dirigencia
más combativa.
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RESEÑA
ISSN 1850-2563 (en línea) / ISSN 0524-9767 (impresa)
Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani
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Lo que no sabemos de Malvinas. Las islas, su gente
y nosotros antes de la guerra
Carassai, Sebastián (2022).
Buenos Aires: Siglo XXI, 298 páginas.
"
Francisco Novas
Facultad de Filosofía y Letras-UBA.
Este trabajo está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional
La publicación ofrece una renovación y una actualización
de numerosos eventos sobre la historia de Malvinas del
siglo XX. La propuesta contiene cuatro ejes: argentinos
que viajaron a las islas entre 1936 y 1971 y publicaron
al respecto, perspectivas kelpers sobre su desarrollo y
futuro (1961-1971), el Acuerdo de Comunicaciones de
1971, y las producciones musicales de diversos artistas
desarrolladas entre 1941 y 1982.
En el primer capítulo, el autor se sostiene en los viajes
de J. C. Moreno, H. Solari Yrigoyen, F. Mirré, R. Gleyzer,
G. Rozenmacher, R. Crosby, J. M. Moneta, C. Greslebin,
A. Canclini, E. Quintana, además de los promovidos por
las revistas Panorama y Gente, para reconstruir el período 1936-1971. Dichas fuentes exponen que un sector de
estos viajeros estaba de acuerdo con el reclamo soberano y prestaron atención a las precarias condiciones en
las que vivían los isleños. Sin embargo, para otros viajeros, como Greslebin, Canclini y Quintana, la vida en las
islas presentaba estadísticas y condiciones que impedían
hablar de un atraso, lo que generaba opiniones divergentes en torno a si Malvinas era un territorio prolífico
en materia de productividad y capacidad para sostener
y desarrollar la vida de los kelpers, y si los isleños deseaban o no ser argentinos. El autor, a su vez, enfatiza el
rol de dos figuras: Solari Yrigoyen y Moreno, quienes a
pesar de sus inclinaciones políticas –el primero proclive
al radicalismo y el segundo al peronismo–convergían
analíticamente en qué hacer con Malvinas, abrevando
en sus estudios contra el colonialismo inglés y la situación de los isleños, exponiendo así la unidad que podía
generar el tema.
El segundo capítulo transita las perspectivas isleñas
sobre las actitudes y posiciones argentinas. Desde
un abordaje basado en fuentes locales, como los diarios y la voz de los habitantes, el autor reconstruye
las intenciones e intereses de ese momento histórico
(1960-1971). De esta manera, el capítulo permite discernir las ambigüedades existentes entre la política
británica, la pretendida por los kelpers, y la posición
argentina. En numerosas ocasiones se observa cómo
los isleños demandaban a la Corona políticas defensivas, financieras y diplomáticas, las cuales Gran Bretaña
no lograba zanjar. Asimismo, muestra cómo Argentina
buscaba capitalizar algunas cuestiones espinosas que
los propios kelpers se preocupaban por superar, como el
crecimiento del déficit, las migraciones y las limitaciones
económicas de las islas. Entre otras problemáticas, el
autor suma el contexto de descolonización, la sanción
de la Resolución 2065 (XX) de la Asamblea General de
la ONU (de 1965), y la contradicción con el imaginario
isleño, que se aferraba a la idea de continuar siendo
una colonia del Reino Unido, marcado por el peso de
tradiciones culturales y una persistente identificación
como ciudadanos británicos. Esto, sin embargo, contrastaba con medidas legales concretas, como el Acta de
Inmigración sancionada en 1962, la cual impedía a los
miembros de la Commonwealth emigrar libremente a
la madre patria (2022: 113). Los vuelos de Fitzgerald, el
Operativo Cóndor, y el Memorándum frustrado de 1968,
son también analizados por el autor. Como se recordará, Miguel Fitzgerald fue el primer argentino en volar a
las islas; el Operativo Cóndor consistió en el secuestro
de un avión de Aerolíneas Argentinas que viajaba a Río
Gallegos, desviándolo al hipódromo de la entonces ciudad de Port Stanley; y el Memorándum de 1968 buscó
abrir la posibilidad para una transferencia de soberanía. Iniciativas todas, que los isleños interpretaron como
fuertes presiones, y dieron origen a tendencias localistas
redundando en la emergencia de una identidad isleña,
y la formación de lobbies kelpers, las cuales buscaron
obstaculizar cualquier acuerdo con Argentina. Carassai
definirá a este capítulo como la década del optimismo
203
RESEÑAF
ranCisCo novas
Lo que no sabemos de Malvinas. Las...
para los argentinos y de incertidumbre para los isleños
(2022: 85).
El tercer acápite se focaliza en los Acuerdos de 1971.
Con mirada aguda, el autor plantea no solo la compleja
evolución de los derroteros entre isleños y británicos,
sino también las divergencias respecto de este tema
en el seno de la dirigencia argentina. A pesar de ello,
lo que más se resalta son los avances logrados entre
Argentina y Gran Bretaña en el armado de una convivencia posible en Malvinas. Carassai deja muy pocos datos
librados al azar, y enhebra con amplia claridad cómo
la política nacional emprendida por el Estado argentino, a partir de empresas como LADE, YPF, el envío de
maestras, las iniciativas de la Universidad Nacional de
Tucumán, la participación de clubes deportivos, becas
para los kelpers, y otras medidas de integración, fueron
signos que expusieron las ventajas y posibilidades de
una comunicación posible entre los isleños y la Argentina continental. Lo que se plasma en esa década es
también el fervor alcanzado: la sociedad argentina se vio
fuertemente movilizada por la cuestión, que se hizo cada
vez más popular, y diarios como Crónica o Panorama, e
incluso dirigentes políticos, llegaron a publicitar la idea
de ocupar las islas por la fuerza. Carassai definirá como
bifronte a la diplomacia argentina de esos años, en tanto
internamente expresaba un fuerte discurso anticolonial
y, en reverso, brindaba infraestructura para el desarrollo
de las islas y encaraba una política de seducción, a la vez
que en los foros internacionales insistía con argumentos
de tipo legal. Como contraparte, en el seno isleño se
observa la profundización de lobbies que presionaban
con el fin de lograr para que los contactos con Argentina caducasen. Las exigencias al Parlamento británico y
a sectores despreocupados por los acercamientos con
América Latina buscaron, de ese modo, obstaculizar las
propuestas sugeridas por Argentina. Empleando un interesante material gráfico de esos años, Carassai cristaliza
pormenores de la época casi ocultos, que dan cuenta de
una necesaria reactualización de la historia de las islas
Malvinas, y de un trabajo que sintetiza, entre texto e
imágenes, un entramado político sumamente complejo.
Es de señalar que el autor no comparte las hipótesis que
usualmente se formulan, y que pueden resumirse en
que, de haber proseguido los Acuerdos de 1971, las islas
estarían bajo soberanía argentina. En cambio, entiende
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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani
59 (julio-diciembre, 2023): 203-205 doi: 10.34096/bol.rav.n59.12977
que se había llegado a un freno en las negociaciones,
dado principalmente porque buena parte de los isleños
rechazaban la idea de una administración argentina –
en tanto se identificaban como británicos–. Asimismo,
la fuerte inestabilidad política del país por esos años
dificultaba las conversaciones; desde 1971 a 1982 se
sucedieron doce ministros de Relaciones Exteriores y
diversos regímenes políticos (2022: 211-212).
El cuarto capítulo narra cómo numerosos cantautores
argentinos, desde 1941 a 1982, hicieron de Malvinas
un eje de sus producciones artísticas. El género dominante al respecto fue el folclore, en tanto expresión
popular del conjunto de las provincias, y transversal al
imaginario nacionalista. El rock, por su parte, que tendrá
gran relevancia durante y después del conflicto, poseía
hasta entonces un solo tema musical relacionado con
las islas, perteneciente a Miguel Cantilo y al dúo Pedro
y Pablo. Para lograr su objetivo, el autor utiliza como
acervo las canciones registradas en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC), buscando con
este abordaje descorrer el análisis de Malvinas desde
una perspectiva de élites, en tanto los diplomáticos y
dirigentes discutiendo el tema son solo una parte de
los actores involucrados, y reposarlo sobre un colectivo representado, de alguna forma, por músicos pertenecientes a otros estratos sociales y orígenes, dando
cuenta de un impacto crecientemente significativo en
la cultura popular. De esta manera, y siguiendo la idea
de Bárbara Rosenwein, para Carassai se construye una
“comunidad emocional” desde el llano de la sociedad,
que produce un sistema de sentimientos previo al conflicto de 1982, y que en parte puede explicar la emocionalidad que genera. En las canciones, los ejes abordados
son numerosos, pero también guardan relación con un
contexto y una temática que cruza esa musicalidad: así,
las conversaciones diplomáticas, el Operativo Cóndor,
los vuelos de Fitzgerald, el perfil feminizado de las islas
y la idea de recuperar las Malvinas por la fuerza, son ejes
que atraviesan frecuentemente el cancionero. El autor
cierra el capítulo con temas musicales producidos en los
primeros días de la guerra, en los que las representaciones construidas pasan a identificar a los británicos como
piratas, resignificando a los héroes de la Independencia
nacional e instalando al gaucho como figura simbólica.
Al mismo tiempo, obviamente reivindican también a las
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RESEÑAF
ranCisCo novas
Lo que no sabemos de Malvinas. Las...
tropas argentinas, reafirmando con mayor énfasis aún
las convicciones tradicionales ligadas a la recuperación
de las islas.
En síntesis, el libro aporta fuentes y temas poco explorados en la narrativa malvinense. Las décadas que se
extienden desde 1930 a 1970 se presentan necesarias
para un estudio superador de la historia de Malvinas.
El autor indaga al respecto en publicaciones poco explotadas, como las realizadas por argentinos continentales
que viajaron a las islas, recupera la visión de los medios
isleños sobre las relaciones con el continente, caracteriza
ISSN 1850-2563 (en línea) / ISSN 0524-9767 (impresa)
Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani
59 (julio-diciembre, 2023): 203-205 doi: 10.34096/bol.rav.n59.12977
los complejos y cambiantes caminos de la diplomacia
nacional, británica e isleña durante las conversaciones
de 1970, y la construcción de una cultura malvinense
entre 1941 y 1982. Esto permite reponer escalas temáticas previas al conflicto, y poner de relieve el rol de nuevos debates y actores sociales. El trabajo, de esta forma,
se enmarca historiográficamente dentro de producciones recientes, que abordan un período similar (Tato y
Dalla Fontana, 2020) y temáticas semejantes (Erlich,
2015; Lanús, 2016; Gómez, 2021), contribuyendo a la
ampliación de las perspectivas sobre el tema siempre
convocante y en torno al cual aún resta mucho por saber.
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