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Los vuelos de La hoja murmurante

2013

Los vuelos de La hoja murmurante Andrea Montiel Rimoch M    1987. Sale a la luz el primer número de La hoja murmurante como parte de una iniciativa personal de Héctor Sumano Magadán, hombre inquieto, sensible y uno de los más distinguidos promotores culturales de nuestro país. Héctor nació en Sultepec, Estado de México, y desde sus primeros pasos se formó en el Instituto Literario, hoy Universidad Autónoma del Estado de México, en donde existía una tradición liberal gracias a la presencia de quien fuera su director, don José María Heredia, y la de diversos liberales como Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Cosío Villegas y José Vasconcelos, toda una serie de personajes sobresalientes en la literatura y con una tradición orientada hacia la publicación de textos poéticos. Bajo aquellos pasos, se realizaba mucha prensa universitaria por parte de los estudiantes, mas no de las autoridades. Los alumnos deseaban tener un medio de comunicación que estuviera muy al margen de los vaivenes de la política, y Héctor se sumó a esta actitud libertaria editando varios carteles de divulgación de la literatura. Años antes en Sultepec, surgió un primer periódico insurgente hecho con papel de amate y tinta de añil y aceite y con tipos de madera llamado El Ilustrador Nacional. De ahí, y de una publicación de Raúl Renán referente al libro con características de arte objeto, nació la inspiración de Héctor Sumano para realizar un producto artístico que fuera más allá de la idea 83 Fotografías: Andrea Montiel comercial. Así comenzó el proyecto de diseño de La hoja murmurante. El paso siguiente era conseguir el subsidio para la impresión, puesto que no se trataba de un negocio. Para lograrlo, recibió ayuda de algunas amistades, y le fue posible publicar al primer poeta toluqueño de la colección: el maestro Moisés Ocadiz López. Con esta idea como principio fundamental, comenzó su interminable camino de búsqueda de poetas en diferentes estados de la república mexicana como Yucatán, Chiapas, Tijuana y Veracruz, y después de publicar alrededor de cien números, comenzó a incorporar a escritores del Distrito Federal. Las publicaciones incluyen textos de poesía, narrativa y cuento, además de algunos números de creación musical, un comic y una obra de teatro. Sin embargo, las ediciones en su mayoría han sido de poesía, ya que Héctor Sumano considera que para este género no existen tribunas suficientes de publicación. La poesía se compra poco en este país, a excepción de los grandes autores, pero en general, son escasos los espacios que se les dan a los poetas, y sobre todo a aquellos que principian su trayectoria. El nombre de la colección La hoja murmurante surgió por una idea poética de la publicación, por el hecho de que murmurara como lo hace la poesía. Asimismo, nombrar a la editorial La tinta del alcatraz, fue inspirado en Manchas de tinta, el semanario ilustrado de los años 1920 donde Gilberto Owen fue colaborador y secretario. Owen vivió y estudió en Toluca desde niño, e ingresó al Instituto Científico y Literario del Estado de México. Incluso, los primeros versos que de él se conocen están fechados en Toluca,y por ello su influencia en la cultura toluqueña. Con estas fuentes de inspiración, la idea de Héctor Sumano era crear un objeto de arte que fuera de bajo costo, y comenzó las publicaciones en papel de estraza, más adelante se decidió por el papel kraft, que aunque resultó más caro, tuvo la ventaja de ser un reciclado más resistente al paso del tiempo. Además, el acabado da la idea de un documento antiguo que lo hace realmente original y atractivo. El diseño de la colección y la idea del formato lo tomó revisando las publicaciones de esa época, y le pareció que el más adecuado sería como el de un catálogo de arte cuyo tamaño es de 22.5 x 22.5 centímetros. Esto le ocasionaría algunos problemas en la compra del papel, pero era conveniente para quienes coleccionaran las ediciones y las quisieran empastar. Otra razón de peso para el diseño fue su personal experiencia plástica cuando pintó un cerro de 25 mil metros cuadrados y un estadio en Toluca junto con el maestro Leopoldo Flores. Héctor se dio cuenta de que no existían espacios suficientes para los ilustradores y pintores y decidió que La hoja murmurante fuera un diálogo entre arte plástico y poesía. Por ello, los textos de los escritores siempre se acompañan de dibujos, sobre todo de alto contraste. Así, poco a poco se logró un sistema de red entre los autores de poesía y los ilustradores que fueron acercándose a la publicación, por ello nunca ha faltado conocer e incorporar a artistas de diversas partes de la república mexicana e incluso de otras partes del mundo. En la dinámica de producción de La hoja murmurante, el texto es entregado al ilustrador antes de la publicación para que pueda expresar plásticamente lo que lee en palabras, por tanto, todos los dibujos son originales e inspirados en los poemas. El objetivo de Héctor Sumano es darle al público algo original y armónico entre palabra y dibujo. En cuanto al contenido, tiene que ver con la concepción de Sumano respecto de la literatura hispanoamericana, considerada como un proceso vivo en el cual está inmersa la tradición de las letras mexicanas. Para él, la expresión poética gira alrededor 84 de temas como la poesía patriótica —que poco existe pues está muy desgastado—, la muerte, dios, el amor, y especialmente el amor erótico que es una veta y al mismo tiempo un debate establecido por las mujeres poetas de esta época. Y ¿por qué el amor erótico de las mujeres?, porque a partir de los años noventa, las mujeres comienzan a publicar sobre este tema, antes no. La poesía de las mujeres durante muchos años fue la poesía del desahucio, del desamor, la soledad, la contemplación del paraíso y la poesía mística. Ya en los setenta comienzan a ideologizarla y surge un “sexo marxista”, un “sexo hippie” de moda en estas décadas, pero en los noventa el fenómeno es de igualdad con el hombre. La mujer deja de ser objeto y se convierte en sujeto. Y esto viene acompañado de la toma de conciencia de clase del género femenino que comienza a trabajar, a ser asalariado, e inicia el enfrentamiento, más que con el hombre, con el machismo. Es así como se inicia la protesta y el canto mediante la poesía erótica. Cantarle al hombre como un igual, y al hacerlo, está protestando contra el estado, la misoginia, la iglesia, el trabajo doméstico y contra su esclavitud de fémina. Por estas y muchas razones paralelas, Héctor Sumano se planteó que los objetivos de la editorial serían, en principio, publicar y dar a conocer a poetas alejados de los círculos de escritores y de las ediciones, así como dar voz a las mujeres que siempre han sido marginadas de las ediciones institucionales. Tal es el caso de algunas colecciones universitarias, donde el número de mujeres publicadas es mínimo, al igual que en el de las antologías. Por ello, una tercera parte del trabajo de La tinta del alcatraz ha sido otorgar un espacio a las mujeres. La editorial también ha traspasado fronteras publicando a escritores de España, Quebec, India, Argentina, Paraguay, Brasil, Venezuela, Guatemala, y los mismos escritores han sido el sistema de red de voz a voz que informan y recomiendan a otros poetas para acercarlos a La hoja murmurante. Y ahí están sus ediciones de mil ejemplares de los cuales da trescientos a los autores, puesto que la edición no se vende, tan sólo se distribuye mediante presentaciones y envíos a otros escritores editados que son una de las más efectivas formas de distribución. La hoja murmurante no es una publicación ni marginal ni independiente. Para Héctor nadie es independiente ni marginal de la sociedad, por ello la considera contestataria y libertaria. Hasta el momento ha editado más de cuatrocientos números. Además, está en contra de una idea hegemónica de la cultura, puesto que para él no existen poetas mayores ni menores, el público es quien decide quién funciona y quién no. Cada escritor tiene sus propios lectores, por ello La hoja murmurante ha abierto sus puertas a cualquier autor. Los textos que “no dan” para su publicación son devueltos de inmediato, Héctor no entretiene a los autores cuando la idea de publicarles no es posible. Si él ha dado su vida como lector y editor, una vez aceptando un texto en el listado, lo publica a la brevedad posible. Además, nunca 85 ha querido conformar un consejo editorial porque todo podría convertirse en una especie de “capilla”, o en una mafia de predilecciones y “cuatismos”. Él tiene su propio juicio literario para determinar lo que funciona y lo que no. No hay dictámenes a menos que se los envíen por correo, pero si no hay voz, ni oficio, ni metáfora, no hay poesía. Los poemas tienen que jalar, agitar, hacer reflexionar o llevar al desahucio, de lo contrario, definitivamente no hay esa poesía que es intimidad hecha pública. Cierto es que la intimidad se entrega de una persona a otra, pero la intimidad escrita es más fuerte. Un editor, nos dice Héctor, no puede jugar con los artistas, ni con los poetas, ni con los ilustradores. Él los publica, no porque tengan currículo, sino porque su trabajo artístico vale y así se forja la trayectoria. Para Héctor Sumano Magadán “el arte es conciencia, estudio, tradición, oficio, y para que un ser humano llegue al arte, tiene que conocer todos los caminos de la conciencia y de su realidad; conocer la tradición que ha llevado un género artístico a expresiones particu- lares, y de ahí, concebir lo que es posible aportar para dicha expresión artística. Así, los artistas se expresan mediante herramientas como la palabra, la plástica, la música, el material del escultor o del arquitecto, incluso del movimiento del cuerpo que emerge con la danza. Y en el momento de la expresión se descubren y van construyendo su propia voz, su estilo donde se involucra la concepción del mundo aunada al conocimiento de una técnica y una tradición. En el caso particular del arte literario, también es tradición con sus técnicas correspondientes de lenguaje, un lenguaje que debe ser preciso y resultado de un pensamiento preciso”. Y al hablar específicamente de poesía, nos dice: “es el grado más alto de la expresión humana, y el instante poético no se refiere a la existencia de musas ni de iluminaciones en la pluma del escritor, es el momento de síntesis de las lecturas y de la propia exigencia con la palabra precisa. Es, en definitiva, un estado de lucidez a través del cual se aporta algo al lenguaje y a la expresión poética. Es donde el poeta llega a convertirse en vidente, en profeta, en chamán, porque el poeta crea sus muy particulares categorías a través de sus metáforas, y de sus leyes y subsistemas para nombrar su mundo. El poeta es un ‘nombrador’, y como diría Vicente Huidobro, el poeta es un pequeño Dios. Si el poeta no crea sus propios conceptos de realidad y de visión del mundo, no será capaz de crear su sistema de lenguaje. Para llegar al arte literario, que es un oficio permanente, ha de lograrlo con trabajo. Y quien decidirá la vigencia del trabajo literario de un poeta es su público y sus lectores”. Así lo afirma el editor Héctor Sumano Magadán, creador de La hoja murmurante. 86