Los vuelos
de La hoja murmurante
Andrea Montiel Rimoch
M 1987. Sale a la luz el primer
número de La hoja murmurante como parte de una
iniciativa personal de Héctor Sumano Magadán, hombre inquieto, sensible y uno de los más distinguidos
promotores culturales de nuestro país. Héctor nació
en Sultepec, Estado de México, y desde sus primeros
pasos se formó en el Instituto Literario, hoy Universidad
Autónoma del Estado de México, en donde existía una
tradición liberal gracias a la presencia de quien fuera
su director, don José María Heredia, y la de diversos
liberales como Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Cosío Villegas y José Vasconcelos, toda
una serie de personajes sobresalientes en la literatura y
con una tradición orientada hacia la publicación de textos poéticos. Bajo
aquellos pasos, se realizaba mucha prensa universitaria por parte de los
estudiantes, mas no de las autoridades. Los alumnos deseaban tener un
medio de comunicación que estuviera muy al margen de los vaivenes de la
política, y Héctor se sumó a esta actitud libertaria editando varios carteles
de divulgación de la literatura.
Años antes en Sultepec, surgió un primer periódico insurgente hecho
con papel de amate y tinta de añil y aceite y con tipos de madera llamado El
Ilustrador Nacional. De ahí, y de una publicación de Raúl Renán referente
al libro con características de arte objeto, nació la inspiración de Héctor
Sumano para realizar un producto artístico que fuera más allá de la idea
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Fotografías: Andrea Montiel
comercial. Así comenzó el proyecto de diseño de La
hoja murmurante. El paso siguiente era conseguir el
subsidio para la impresión, puesto que no se trataba
de un negocio. Para lograrlo, recibió ayuda de algunas
amistades, y le fue posible publicar al primer poeta
toluqueño de la colección: el maestro Moisés Ocadiz
López. Con esta idea como principio fundamental, comenzó su interminable camino de búsqueda de poetas
en diferentes estados de la república mexicana como
Yucatán, Chiapas, Tijuana y Veracruz, y después de publicar alrededor de cien números, comenzó a incorporar
a escritores del Distrito Federal. Las publicaciones
incluyen textos de poesía, narrativa y cuento, además
de algunos números de creación musical, un comic y una
obra de teatro. Sin embargo, las ediciones en su mayoría han sido de poesía, ya que Héctor Sumano considera
que para este género no existen tribunas suficientes de
publicación. La poesía se compra poco en este país,
a excepción de los grandes autores, pero en general,
son escasos los espacios que se les dan a los poetas,
y sobre todo a aquellos que principian su trayectoria.
El nombre de la colección La hoja murmurante surgió
por una idea poética de la publicación, por el hecho
de que murmurara como lo hace la poesía. Asimismo,
nombrar a la editorial La tinta del alcatraz, fue inspirado en Manchas de tinta, el semanario ilustrado de
los años 1920 donde Gilberto Owen fue colaborador
y secretario. Owen vivió y estudió en Toluca desde
niño, e ingresó al Instituto Científico y Literario del
Estado de México. Incluso, los primeros versos que de
él se conocen están fechados en Toluca,y por ello su
influencia en la cultura toluqueña.
Con estas fuentes de inspiración, la idea de Héctor
Sumano era crear un objeto de arte que fuera de bajo
costo, y comenzó las publicaciones en papel de estraza,
más adelante se decidió por el papel kraft, que aunque
resultó más caro, tuvo la ventaja de ser un reciclado más
resistente al paso del tiempo. Además, el acabado da la
idea de un documento antiguo que lo hace realmente
original y atractivo. El diseño de la colección y la idea
del formato lo tomó revisando las publicaciones de esa
época, y le pareció que el más adecuado sería como el
de un catálogo de arte cuyo tamaño es de 22.5 x 22.5
centímetros. Esto le ocasionaría algunos problemas en
la compra del papel, pero era conveniente para quienes
coleccionaran las ediciones y las quisieran empastar.
Otra razón de peso para el diseño fue su personal
experiencia plástica cuando pintó un cerro de 25 mil
metros cuadrados y un estadio en Toluca junto con el
maestro Leopoldo Flores. Héctor se dio cuenta de que
no existían espacios suficientes para los ilustradores y
pintores y decidió que La hoja murmurante fuera un
diálogo entre arte plástico y poesía. Por ello, los textos
de los escritores siempre se acompañan de dibujos,
sobre todo de alto contraste. Así, poco a poco se logró
un sistema de red entre los autores de poesía y los
ilustradores que fueron acercándose a la publicación,
por ello nunca ha faltado conocer e incorporar a artistas
de diversas partes de la república mexicana e incluso de
otras partes del mundo.
En la dinámica de producción de La hoja murmurante, el texto es entregado al ilustrador antes de la
publicación para que pueda expresar plásticamente lo
que lee en palabras, por tanto, todos los dibujos son
originales e inspirados en los poemas. El objetivo de
Héctor Sumano es darle al público algo original y
armónico entre palabra y dibujo.
En cuanto al contenido, tiene que ver con la
concepción de Sumano respecto de la literatura
hispanoamericana, considerada como un proceso
vivo en el cual está inmersa la tradición de las letras
mexicanas. Para él, la expresión poética gira alrededor
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de temas como la poesía patriótica —que poco existe
pues está muy desgastado—, la muerte, dios, el amor,
y especialmente el amor erótico que es una veta y al
mismo tiempo un debate establecido por las mujeres
poetas de esta época. Y ¿por qué el amor erótico de
las mujeres?, porque a partir de los años noventa, las
mujeres comienzan a publicar sobre este tema, antes
no. La poesía de las mujeres durante muchos años fue
la poesía del desahucio, del desamor, la soledad, la
contemplación del paraíso y la poesía mística. Ya en
los setenta comienzan a ideologizarla y surge un “sexo
marxista”, un “sexo hippie” de moda en estas décadas,
pero en los noventa el fenómeno es de igualdad con
el hombre. La mujer deja de ser objeto y se convierte
en sujeto. Y esto viene acompañado de la toma de
conciencia de clase del género femenino que comienza
a trabajar, a ser asalariado, e inicia el enfrentamiento,
más que con el hombre, con el machismo. Es así como
se inicia la protesta y el canto mediante la poesía erótica. Cantarle al hombre como un igual, y al hacerlo,
está protestando contra el estado, la misoginia, la
iglesia, el trabajo doméstico y contra su esclavitud de
fémina. Por estas y muchas razones paralelas, Héctor
Sumano se planteó que los objetivos de la editorial
serían, en principio, publicar y dar a conocer a poetas
alejados de los círculos de escritores y de las ediciones,
así como dar voz a las mujeres que siempre han sido
marginadas de las ediciones institucionales. Tal es el
caso de algunas colecciones universitarias, donde el
número de mujeres publicadas es mínimo, al igual que
en el de las antologías. Por ello, una tercera parte del
trabajo de La tinta del alcatraz ha sido otorgar un espacio a las mujeres. La editorial también ha traspasado
fronteras publicando a escritores de España, Quebec,
India, Argentina, Paraguay, Brasil, Venezuela, Guatemala, y los mismos escritores han sido el sistema de
red de voz a voz que informan y recomiendan a otros
poetas para acercarlos a La hoja murmurante. Y ahí
están sus ediciones de mil ejemplares de los cuales da
trescientos a los autores, puesto que la edición no se
vende, tan sólo se distribuye mediante presentaciones
y envíos a otros escritores editados que son una de las
más efectivas formas de distribución.
La hoja murmurante no es una publicación ni marginal ni independiente. Para Héctor nadie es independiente ni marginal de la sociedad, por ello la considera
contestataria y libertaria. Hasta el momento ha editado
más de cuatrocientos números. Además, está en contra
de una idea hegemónica de la cultura, puesto que para
él no existen poetas mayores ni menores, el público es
quien decide quién funciona y quién no. Cada escritor
tiene sus propios lectores, por ello La hoja murmurante
ha abierto sus puertas a cualquier autor. Los textos
que “no dan” para su publicación son devueltos de inmediato, Héctor no entretiene a los autores cuando la
idea de publicarles no es posible. Si él ha dado su vida
como lector y editor, una vez aceptando un texto en el
listado, lo publica a la brevedad posible. Además, nunca
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ha querido conformar un consejo editorial porque todo
podría convertirse en una especie de “capilla”, o en una
mafia de predilecciones y “cuatismos”. Él tiene su propio juicio literario para determinar lo que funciona y lo
que no. No hay dictámenes a menos que se los envíen
por correo, pero si no hay voz, ni oficio, ni metáfora, no
hay poesía. Los poemas tienen que jalar, agitar, hacer
reflexionar o llevar al desahucio, de lo contrario, definitivamente no hay esa poesía que es intimidad hecha
pública. Cierto es que la intimidad se entrega de una
persona a otra, pero la intimidad escrita es más fuerte.
Un editor, nos dice Héctor, no puede jugar con los
artistas, ni con los poetas, ni con los ilustradores. Él
los publica, no porque tengan currículo, sino porque su
trabajo artístico vale y así se forja la trayectoria.
Para Héctor Sumano Magadán “el arte es conciencia, estudio, tradición, oficio, y para que un ser humano
llegue al arte, tiene que conocer todos los caminos de
la conciencia y de su realidad; conocer la tradición que
ha llevado un género artístico a expresiones particu-
lares, y de ahí, concebir lo que es posible aportar para
dicha expresión artística. Así, los artistas se expresan
mediante herramientas como la palabra, la plástica, la
música, el material del escultor o del arquitecto, incluso
del movimiento del cuerpo que emerge con la danza.
Y en el momento de la expresión se descubren y van
construyendo su propia voz, su estilo donde se involucra
la concepción del mundo aunada al conocimiento de
una técnica y una tradición. En el caso particular del
arte literario, también es tradición con sus técnicas
correspondientes de lenguaje, un lenguaje que debe ser
preciso y resultado de un pensamiento preciso”. Y al
hablar específicamente de poesía, nos dice: “es el grado
más alto de la expresión humana, y el instante poético
no se refiere a la existencia de musas ni de iluminaciones en la pluma del escritor, es el momento de síntesis
de las lecturas y de la propia exigencia con la palabra
precisa. Es, en definitiva, un estado de lucidez a través
del cual se aporta algo al lenguaje y a la expresión poética. Es donde el poeta llega a convertirse en vidente, en
profeta, en chamán, porque el poeta
crea sus muy particulares categorías
a través de sus metáforas, y de sus
leyes y subsistemas para nombrar su
mundo. El poeta es un ‘nombrador’,
y como diría Vicente Huidobro,
el poeta es un pequeño Dios. Si el
poeta no crea sus propios conceptos
de realidad y de visión del mundo,
no será capaz de crear su sistema
de lenguaje. Para llegar al arte literario, que es un oficio permanente,
ha de lograrlo con trabajo. Y quien
decidirá la vigencia del trabajo literario de un poeta es su público y
sus lectores”. Así lo afirma el editor
Héctor Sumano Magadán, creador de La hoja murmurante.
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