Edición exclusiva impresa bajo demanda para Editorial Alfa
1.ª edición: enero de 2018
© Roberto Briceño-León, 2018
© Editorial Alfa, 2018
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Coordinación editorial
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Maquetación
Rocío Jaimes
Corrección
Henry Arrayago
Imagen de portada
Pueblo minero San Paúl, estado Bolívar, Venezuela
© Fabiola Ferrero
Impreso en España por Podiprint
La modernidad
mestiza
Estudios de sociología venezolana
ROBERTO BRICEÑO-LEÓN
Índice
Presentación ............................................................................ 9
Una modernidad mestiza .......................................................13
I. La modernidad petrolera ...................................................53
Petróleo y sociedad ..............................................................55
Propiedad y posesión...........................................................83
Corrupción y distribución ................................................103
Igualitarismo y estado de necesidad ...................................127
II. Clase y raza en la modernidad ........................................147
Distintos e iguales .............................................................149
Estructura social y modernidad .........................................183
Migraciones europeas y modernidad .................................231
Raza y racismo ..................................................................253
Epílogo. La sociología mestiza ............................................287
Raza y racismo
En la ociosidad del recreo de la tarde calurosa, los adolescentes del liceo intercambiaban chistes para superar la modorra.
«¿Qué es un negro vestido con bata blanca?» –interrumpió uno de
los muchachos dirigiéndose al grupo–. «Es un chichero...». Hubo
sonrisas pícaras o exageradas. «¿Y qué es un blanco con bata blanca?» –prosiguió otro–. La pregunta se sostuvo en el aire por unos
segundos. «Es un médico...». Las risas fáciles saltaron; algún liceísta soltó la grosería de moda, y todos regresaron perezosos al salón
de clases.
El chiste racista se ha repetido por años y buena parte de
los venezolanos lo han escuchado en alguna de sus variaciones.
Unas versiones se refieren a oficios, otras denotan los estigmas,
unas son más soeces que otras, pero todas muestran la relación que
hay entre raza, clase y racismo en la sociedad venezolana.
Clase y raza en la estructura social
En Venezuela, como en muchas otros países de América Latina, se produce una asimilación entre la estructura de clases sociales y la distribución poblacional de los grupos étnicos que tiende a
mostrar una coincidencia entre clase y raza: los ricos tienden a ser
blancos y los oscuros de piel, pobres. Pero los blancos no son todos
ricos, ni tampoco todos los mestizos o negros son pobres.
253
Esta identificación clase-raza tiene muchas evidencias, como
las que señala Harris (1973), quien vincula esa relación con la
organización de la producción de las plantaciones con mano de
obra esclava y la producción de hacienda con la mano de obra
indígena y la herencia de la montaña. Pero también tiene muchas
limitaciones; en Venezuela hay tres características de la sociedad
que la han diferenciado de la de otros países de la región. La primera es que el porcentaje de la población que se considera indígena es muy pequeño con relación al conjunto de la sociedad. La
presencia de la población indígena en otros países como México, Guatemala, Perú, Ecuador o Bolivia es mucho mayor y tiene
mucha más relevancia cultural que en Venezuela, donde era poca
y fue asimilada o relegada a las zonas selváticas lejanas. La segunda es la poca cantidad de esclavos negros que fueron vendidos
en el país, pues la provincia colonial no tenía ni grandes recursos
que explotar ni riquezas para comprar los esclavos. La tercera es la
muy amplia y generalizada movilidad territorial y social que se dio
durante el siglo XX, la cual modificó la estructura de clases de una
manera significativa, y facilitó aún más el proceso de mestizaje que
desde siglos antes se venía dando.
Sin embargo, la estructura social venezolana conserva algo
de su carga racial originaria. La permanencia de la relación claseraza en Venezuela podemos atribuirla a dos razones como son la
inercia de las desigualdades heredadas del pasado, y la existencia
de algunos patrones culturales o estereotipos que han dificultado y
hasta obstaculizado la movilidad social de las personas.
El primer componente, la inercia social del pasado, es un
componente de clase y puede atribuirse a las desigualdades de origen económico y cultural que conforman el capital material y simbólico acumulado en la familia. Aun en las condiciones óptimas de
igualdad de oportunidades, ese capital cultural, como dirían Bourdieu y Passeron (1964) le facilita el ascenso social a unos mientras
que limita la mejoría social de otros.
254
El segundo puede vincularse con la raza, con el color de la
piel, y puede además ser interpretado como un prejuicio racista
que hace que, en igualdad de condiciones, se favorezca o privilegie a las personas de un color de piel sobre otro. Este factor propiamente racial, es lo que sostiene Fernandes (2008) ha impedido
en Brasil la integración del negro a la estructura de clases, pues
aunque pueda mejorar en sus condiciones económicas, el «cor» de
piel continúa operando como marca racial y símbolo de posición
social. Esta forma de racismo existe, y tiene un rol en la conformación o permanencia de la estructura social, aunque, como argumentaremos más adelante, tiene un impacto muy limitado, por su
carácter vergonzante en Venezuela (Briceño-León, 1992).
Los cambios en la estructura clase-raza
por la modernización petrolera
La estructura social venezolana cambió de una manera
importante a partir de los años treinta del siglo XX como consecuencia de la actividad petrolera. La exploración en búsqueda de
yacimientos demandaba gran cantidad de mano de obra y provocó
fuertes migraciones internas. Al mismo tiempo promovió amplios
aunque desiguales mecanismos de distribución del ingreso petrolero entre las distintas clases sociales. Esta gran transformación, si
bien no altera completamente los patrones de la relación clase-raza
heredados desde la Colonia, sí logra modificarlos de una manera sustancial porque facilita la integración y el mestizaje. Tres elementos son importantes a destacar:
La movilidad territorial que provocaba el empleo de la industria petrolera o de la construcción implicó el traslado de grandes
contingentes de población con colores de piel diferentes de una
zona hacia otra. Los agricultores andinos y blancos se mudaron
desde las montañas a trabajar en tierra firme en los campamentos
de los alrededores del lago de Maracaibo; los pescadores mulatos
255
de Margarita o de Sucre llegaron a trabajar en el agua manejando
las lanchas que recorrían el lago. Los peones negros de las haciendas de cacao de Barlovento se fueron a las áreas de exploración
de petróleo en Monagas. Esa gran movilidad territorial facilitó el
intercambio social y el nuevo mestizaje.
La movilidad social acompañó a la movilidad territorial. Los
agricultores que vivían del cultivo de su pequeña parcela o conuco, los jornaleros que cobraban con fichas, los pequeños comerciantes que disponían de un mercado reducido y sin recursos para
adquirir sus productos, vieron un cambio relevante en sus ingresos
con las nuevas ocupaciones. Ese rápido ascenso social de mestizos,
negros e indígenas, quienes desde ese momento tuvieron acceso a
mejores y más diversos empleos, permitió renovar sus condiciones
de salud y de educación, tanto la propia de los migrantes, quienes
recibían entrenamiento para poder acoplarse en el cumplimiento
de nuevas tareas, como la de sus hijos.
La inmigración internacional tuvo también su impacto en la
relación clase-raza, pues en un primer momento llegaron trabajadores calificados de las islas del Caribe anglosajón, los cuales eran
mayoritariamente negros u oscuros de piel, por ser originarios de
la India. Estos migrantes hablaban inglés, tenían una preparación
técnica de obrero calificado y una disciplina del trabajo, lo que los
llevó a ocupar posiciones altas en la jerarquía laboral de la industria petrolera, pues eran los supervisores o capataces que servían
de mediación entre los profesionales británicos, holandeses o estadounidenses y la mano de obra venezolana. A partir de la Segunda
Guerra Mundial, se produjo otro proceso inmigratorio que atrajo
importantes contingentes de población blanca que venía de Europa a emplearse como trabajadores en el campo y en la industria de
la construcción. La sorpresa que implicaba en la percepción de la
sociedad tradicional el tener a trabajadores negros en altas posiciones sociales, y a blancos españoles o italianos en oficios y posiciones sociales bajas, trastornó la representación de la clase-raza en
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la estructura social. Adicionalmente, esas migraciones representaron un incremento de la población blanca en las zonas urbanas
del país, e introdujo un quiebre en la ideología del mestizaje como
factor de unidad nacional que había dominado el pensamiento
desde el fin de la esclavitud.
Estos tres factores derribaron las fronteras entre las clases
sociales y, consecuentemente, debilitaron las barreras que podían
existir entre los grupos étnicos y que podían haber sido una fuente de exclusión o racismo.
La raza como construcción cultural contemporánea
La construcción de las razas en Venezuela tiene entonces un
relativo asidero físico humano, pues existen visibles diferencias en
el color de la piel, pero es realmente una mutante construcción
cultural contemporánea. La calificación de indio, negro o blanco,
salvo pocas excepciones, son conceptos polisémicos que pueden
referirse a realidades antropomórficas muy distintas. A la misma
persona que en el llano le dicen «catire», que sería un blanco de
cabello castaño, no sería nunca un «catire» en los Andes ni en
Caracas. Y a la hija que apodan «negrita» en una familia andina,
nunca sería llamada como tal en el oriente del país.
Y justamente por ser en esencia una construcción cultural
contemporánea, es poco fructífero intentar fundar su existencia en
sus orígenes biológicos o averiguarlo a través de su medición física.
Nuestra opinión ha sido que resulta más acertado científicamente
y mucho más útil políticamente, construir las diferencias étnicas
con la manera subjetiva de clasificarse que tienen los individuos de
acuerdo a su color de piel, es decir, identificar la construcción cultural vigente en esa sociedad a partir de la autoclasificación.
Ese fue el camino que hemos recorrido en nuestras investigaciones desde los años ochenta del siglo pasado, cuando comenzamos de manera sistemática y con estudios de campo a explorar
257
el tema. El tema de la raza o color de piel ha sido muy poco estudiado y hasta riesgoso desde el punto de vista de la corrección
política. Por mucho tiempo, pretender estudiar el tema del color
de piel o de la raza podía ser interpretado como racismo. La postura que ha dominado en la sociedad venezolana ha sido la de
eludir el asunto, mirar hacia otro lado, pretender ignorarlo en
los espacios públicos, pese a que siempre afloraba en los espacios
privados.
La construcción que he podido elaborar se funda en varios
estudios y en particular en dos que realizamos en el Laboratorio de Ciencias Sociales (Lacso), uno en 1996, con una encuesta probabilística en el Área Metropolitana de Caracas, y otro en
el año 2004 con una representación nacional. Después del año
2004 repetimos la pregunta en muy diversos estudios y hasta el
año 2015 hemos podido constatar su confiabilidad.
La construcción teórica es un gradiente de la pigmentación
de la piel que mide el amplio espectro que va del blanco al negro.
Ese gradiente del color de piel procura reproducir y operacionalizar la metáfora racial del café con leche venezolano. En la bebida
como en el país, la leche y el café pueden estar solos, pero también pueden mezclarse formas y proporciones que al pedirlo en las
cafeterías llamamos tetero, con leche, marrón claro, marrón oscuro... y de todo eso hay en la sociedad. Los cuatro grupos del gradiente café con leche que les proponemos a los entrevistados para
autoubicarse son: blanco, mestizo o trigueño, mulato o moreno,
y negro.
Luego, hemos agregado a la clasificación el grupo de los indígenas, pues aunque en el mestizaje algunos de ellos pudieran ubicarse en la clasificación anterior, la definición de indígena representa
unos rasgos culturales mucho más precisos en quienes así se identifican, y no solo aluden a un determinado tipo de color de la piel.
Las expresiones mestizo y mulato originalmente se referían al cruce de blanco e india y de blanco y negra respectivamente, pero en
258
el gradiente que desarrollamos no se intenta recuperar ese aspecto de origen sino a lo que en la cultura permaneció: su resultado
como un color de piel más claro en el mestizo y más oscuro en el
mulato.
Estos gradientes que hemos establecido son una adecuación
contemporánea a unas formas de agrupación de los grupos étnicos y colores de piel que han estado presentes en la tradición histórica, y que han formulado autores extranjeros o venezolanos, los
cuales, con las denominaciones propias de cada época, mostraban
esas mismas diferencias.
En su descripción de Venezuela, A. Humboldt se refiere a la
población de Caracas como una urbe habitada por los «blancos» y
los «pardos libres», de quienes afirma que duplicaban en tamaño
a los blancos. Luego añade «los indígenas cobrizos» y los «negros
libres». Algunos años después, en otro texto, clasificó a los pobladores en blancos nacidos en Europa, blancos hispanoamericanos, castas
mixtas o gente de color, esclavos negros e indios puros de raza (Humboldt, 1811).
Otra clasificación relevante fue la realizada por A. Codazzi,
en su Atlas físico y político de la República de Venezuela, de 1839. En
ese texto Codazzi describía los grupos étnicos llamándolos indios
independientes, indios civilizados, indios sometidos, negros esclavos,
blancos hispanoamericanos y extranjeros, y por último a los individuos de razas mixtas, en cuya categoría coloca casi la mitad de la
población (414 000 de 945 000) de Venezuela.
Unos años más tarde, Rafael María Baralt escribió en 1850
un texto donde se dedica a describir la población venezolana de la
Colonia y hasta los años previos a la Independencia, y afirma que
«era tan heterogénea como sus leyes. Hallábase (sic) dividida en clases distintas... había españoles, criollos, gentes de color libres, esclavos
e indios» (Baralt, 1850: 47).
Como puede observarse, Humboldt, Codazzi y Baralt se refieren a elementos diversos de la clasificación social, la nacionalidad,
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la libertad o el sometimiento del individuo y la raza. En cuanto
a los grupos étnicos, en el aspecto racial muestran cuatro grupos:
tres «puros», los blancos, negros e indígenas, y un cuarto grupo
donde hay una mezcla que llaman de distintos modos y califican como «pardos», «de color» o «razas mixtas». En nuestro caso,
ese cuarto grupo lo hemos subdividido en dos, los mestizos y los
mulatos, y por eso llegamos a cinco grupos.
En el año 1996 hicimos la primera aplicación en campo de
esa clasificación en el Área Metropolitana de Caracas. El estudio consistía en una entrevista en la cual se presentaban las cinco
categorías propuestas y el entrevistado debía escoger una de ellas,
que era la que él o ella consideraban como la que mejor representaba su propio color de piel. Adicionalmente, como era la primera
vez que la usábamos y para tener seguridad de sus bondades, aplicamos una pregunta de control. En este caso la pregunta debía ser
respondida por cada entrevistador antes de formular la pregunta al entrevistado. En este ejercicio participaron como entrevistadores un grupo de estudiantes de sociología de la Universidad
Central de Venezuela. A ese grupo se le dio un entrenamiento y
se realizaron ejercicios buscando homogeneizar los criterios sobre
lo que significaba cada una de esas categorías de clasificación del
color de piel. Los resultados de este ejercicio, que pueden verse en el Cuadro 1, muestran bastante coincidencia entre el color
de piel subjetivo escogido por cada entrevistado y el color de piel
atribuido por los entrevistadores. En el caso de la población blanca encontramos una muy leve diferencia; hubo un poco menos
de blancos en los entrevistadores, lo cual hace posible conjeturar
que hay un mecanismo subjetivo de blanqueamiento en algunos
entrevistados.
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Cuadro 1
Caracterización de grupos de raza subjetiva y atribuida
Área Metropolitana de Caracas (1997)
(Porcentajes)
Subjetiva*
Atribución
Diferencia
44,9
43,5
-1,4
Mestizo o trigueño
35
36
+1
Mulato o moreno
17,4
18
+0,6
Negro
1,9
2,1
+0,3
Indígena
0,5
0,3
-0,2
Blanco
* Los totales no suman 100 pues hay un grupo de personas que no respondió.
Fuente: Lacso. Encuesta de condiciones sociales, 1997.
En las dos décadas siguientes hemos repetido la pregunta
usando la misma escala. Los resultados de algunos de esos estudios
se encuentran en el Cuadro 2, y aunque hay variaciones en los distintos años de aplicación del instrumento, hay también una regularidad en la magnitud de los grupos. En general se puede decir
que hay un tercio de la población venezolana que se considera
blanca, y que hay dos tercios que se consideran «café con leche».
Entre ellos, un tercio ve su color de piel más clara y otro tercio la
considera más oscura. La población que se define como negra está
alrededor del 5 %. La magnitud de esos cuatro grupos nos parece
adecuada como cálculo de tamaño, lo cual no es lo mismo en el
caso de la población indígena.
La población indígena está subrepresentada en nuestros
estudios, pues las muestras que usamos son básicamente urbanas
y la población indígena está ubicada en zonas rurales y requiere
de un tratamiento especial, por eso es que, paralelo a los censos
nacionales, la oficina nacional de estadística ha realizado los censos indígenas.
En el caso de la población negra hay algunas diferencias de
magnitudes con otros cálculos oficiales, los cuales llegan incluso
261
a doblar el porcentaje de nuestras investigaciones, colocando en
cerca del 10 % esa población. La diferencia esencial radica en que
esos estudios han usado la categoría de «afrodescendientes», no la
de negra. Afrodescendientes es un término nuevo en el lenguaje de
Venezuela, una copia de lo usado en la corrección política de los
Estados Unidos, y ha tenido un uso con una fuerte connotación
y propósitos políticos durante el gobierno de H. Chávez. Pero lo
esencial es que es un término más impreciso, pues no se refiere en
específico al color de la piel sino a una dimensión histórica y cultural que incluye claramente a los negros, pero que también puede
legítimamente incluir a algunos mestizos que deben tener población originaria de África entre sus ascendientes. Igualmente puede
incluir a un número indefinido de aquellas personas que en nuestros estudios se consideran a sí mismas como mulatos o morenos.
Cuadro 2
Caracterización de grupos de raza subjetiva
Muestras nacionales 2004-2015
(Porcentajes)
2004*
2010*
2013*
2015a*
2015b*
Blanco
25,3
35,4
38,8
35,0
36,9
Mestizo o trigueño
29,8
25,9
29,2
25,7
22,2
Mulato o moreno
36,3
33,2
23,5
35,4
33,5
Negro
4,8
4,7
6,7
2,7
5,5
Indígena
2,0
0,5
1,3
0,3
0,9
* Los totales pueden no sumar 100 pues hay un grupo de personas que no respondió.
Fuente: Lacso. Encuesta de condiciones sociales, 2004, 2010, 2013 y 2015.
Características sociales de los grupos de color
En el año 2004 buscamos establecer algunas asociaciones de
las categorías de color de piel con otros rasgos sociales; para ello
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aplicamos un Análisis Factorial de Correspondencias Múltiples, y
nos encontramos con algunas asociaciones que muestran el vínculo existente entre el color de piel subjetivo con la estructura social.
Los resultados de este tipo de análisis también muestran una asociación positiva y negativa; destacan aquellos rasgos sociales que
tienden a estar presentes en las personas de cada grupo de color de
piel, así como otros rasgos que son significativos por estar ausentes, pues en el análisis social, la ausencia puede ser a veces tan o
más significativa que la presencia.
En ese análisis incluimos las variables sociales que habíamos obtenido en el mismo cuestionario: la educación, expresada
como el nivel de estudios alcanzado; el empleo, si estaba empleado o desempleado; su condición de trabajo, si había sido patrón
o solo empleado; su estatus en el empleo, si en su trabajo había
supervisado a otras personas o si había sido supervisado por otros;
la religión que profesaba y su regularidad de asistencia al culto.
Finalmente, se buscaba la asociación con la clase social subjetiva,
con una pregunta donde la persona ubicaba la clase social a la cual
creía que pertenecía en una escala que iba del uno al diez, donde
uno representaba al grupo más rico y diez al grupo más pobre. Los
resultados fueron los siguientes:
Los que se describieron como blancos tuvieron una asociación positiva con haber realizado estudios universitarios o técnicos
superiores y se ubicaron a sí mismos como formando parte de la
clase media, pues escogieron los lugares cuatro al siete, de la escala
rico-pobre de diez puntos. Y se encontró también una asociación
positiva con profesar la religión católica. Hubo además una asociación negativa con no haber tenido nunca empleados, ni haber
supervisado a otras personas, es decir, que en el conjunto de la
población entrevistada, las personas que no habían tenido nunca empleados o supervisado a otros trabajadores tendieron a ser de
cualquier otro color de piel, pero no blancos. En resumen en los
blancos destacaba que eran clase media, con estudios superiores
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técnicos o universitarios y además católicos, y era raro encontrar
ente ellos a las personas que no habían sido patrones ni tenido cargos de supervisión.
Los mestizos tuvieron igualmente una asociación positiva
con haber realizado estudios técnicos superiores o universitarios.
Compartían ese rasgo con los blancos, pero ninguna otra característica. Se encontró una asociación negativa de este grupo con la
ausencia de práctica religiosa, pues los que dijeron que nunca asistían a un culto religioso no eran mestizos, como tampoco los que
afirmaron que solo habían estudiado educación primaria. Entonces los mestizos tienen una gran diversidad de rasgos entre ellos,
estaban en todas las clases subjetivas y en todas las religiones. Por
eso solo se les pudo caracterizar por la educación como personas
que habían logrado tener estudios superiores y no como las que
solo habían alcanzado educación primaria. Y en la religión no por
el tipo de creencia sino porque sí tendían a asistir al culto religioso.
Los mulatos, por el contrario, mostraron en forma de espejo
invertido algunos de los rasgos destacados en blancos y mestizos.
Los mulatos resultaron asociados positivamente con aquellos que
solo habían alcanzado la educación primaria o básica y con nunca haber tenido empleados. Los que declararon estar desempleados eran mulatos, y en cuanto a la clase social subjetiva pertenecen
a los estratos sociales más bajos de la escala, pues se ubicaron a sí
mismos en las clases ocho, nueve y diez. Negativamente se asociaron con haber realizado estudios superiores, pues como ya referimos ese rasgo lo tenían los blancos y mestizos. Los mulatos eran
entonces, personas con educación primaria, que se desempeñaban
como empleados (no como patrones o supervisores) y forman parte de los sectores más pobres de la sociedad.
Los negros no tuvieron asociaciones positivas con ningún rasgo social estudiado; esto lo que muestra es una diversidad social
entre ellos, tienen estudios superiores o básicos, se desempeñan
como empleados o patrones, ubicándose en cualquiera de las clases
264
sociales. Esto parece apuntalar la tesis de Pollak Eltz (1991: 9) de
que en Venezuela el «negro es visible, pero no forma un grupo
social o racial distinto». El único rasgo significativo fue la asociación negativa entre la población negra y las religiones cristianas no
católicas, lo cual parece indicar que los predicadores protestantes
no han logrado incidir en los negros, pero sí han sido exitosos en
todos los otros grupos de color de piel.
Las diferencias regionales
Aunque se pueden observar algunas diferencias en la distribución de los grupos de color de piel en el oriente, el Zulia o en
los Andes, la distribución mayoritaria tiende a ser bastante homogénea. La interpretación que podemos hacer de esas diferencias
regionales se vincula a dos factores, uno histórico y objetivo y otro
de tipo subjetivo.
La herencia histórica, la forma cómo se dio la ocupación
territorial por las poblaciones indígenas, la conquista española y
las migraciones posteriores, ha determinado la composición étnica
de las regiones. Estas dinámicas de implantación territorial lograron que en algunas zonas del país se concentraran más grupos de
color de piel que en otras, tal como ocurre con la alta presencia
de población negra en la zona de Barlovento, que estuvo vinculada a la incorporación de esclavos a las haciendas de cacao de la
zona; o de los blancos en los estados andinos, quienes predominan
en las montañas, aunque no en la parte llana y cercana al lago de
Maracaibo de esos estados, donde hay una mayor mezcla racial y
cultural, pues allí se ubicaron cimarroneras de negros esclavos huidos de otras zonas del país. En las montañas de Trujillo se venera a
la Virgen de la Paz blanca, y en los llanos vecinos al lago se le canta y baila al san Benito negro.
El segundo factor aunque es subjetivo, su construcción
depende de la situación objetiva antes descrita. La clasificación
265
subjetiva de su propio color de piel está condicionada por la
mayoría dominante de grupos de color de piel de esa región,
tienen un sesgo producto del entorno racial donde se ubica la
persona. Es decir, un mestizo «café con leche» en la zona de Barlovento, que es ampliamente negra, sería socialmente considerado
blanco, mientras que la misma persona en las montañas andinas,
mayoritariamente blancas, sería considerado negro. Esa valoración
social dominante determina también la clasificación subjetiva que
hace la propia persona de sí misma, pues el nivel de blancura o de
negrura es siempre relacional, y se hace tomando en cuenta el contexto en el cual vive esa persona, y no con un modelo abstracto o
universal de color de piel.
Es con esos criterios que podemos interpretar adecuadamente los resultados de un estudio que hicimos en el año 2015 sobre
el color de piel en siete regiones del país, cuyos resultados estadísticos se encuentran en el Cuadro 3. Algunos datos llaman la atención y merecen ser analizados.
Lo primero que se puede destacar es la mayor presencia de
población indígena en la región zuliana, con un 3,5 %, cuando en
el resto de las regiones es menor al 1 %. Esa mayor autoclasificación se explica por la presencia de la población Wayuu o Guajira en la zona limítrofe entre Venezuela y Colombia. Los Wayuu
son el grupo indígena mayoritario en el país; de acuerdo al censo
de 2011 se podía estimar para el año del estudio una población de
430 000 personas que además tiene gran presencia urbana, lo cual
la diferencia de los otros grupos indígenas ubicados en Amazonas,
Apure, Bolívar o Monagas, que son muchos menos y además
están ubicados en zonas rurales y aisladas. Por los datos censales,
se calcula que pueden representar alrededor del 10 % de la población del Zulia. En esta investigación el porcentaje de autoclasificados como tales es menor, pero hay que recordar que nuestros
estudios llegan a las zonas urbanas y buena parte de esta población
habita en las zonas semidesérticas de la frontera.
266
El segundo es que el mayor porcentaje de negros se encuentra en las regiones centrooccidental y Guayana, lo cual se relaciona
con la presencia esclavista en el centro del país y con la inmigración que hubo desde las islas del Caribe y Guyana hacia las minas.
El tercero es que en la región zuliana se encuentra el menor
porcentaje de personas que se declaran negras del país, con cuatro puntos porcentuales menos que la media nacional. Lo mismo
ocurre con los mestizos o trigueños, quienes tienen ocho puntos
porcentuales menos que la media nacional, el menor porcentaje de
todas las regiones. Cuando se observan las cifras de los que se catalogan como blancos no hay diferencia, pues son similares a las del
resto del país. La diferencia está con el grupo que se califica como
moreno o mulato, que en el Zulia es el más alto de todo el estudio, un 45 % que se ubicó en esta categoría. La explicación de esta
situación nos parece que radica en cómo se interpreta el gradiente del color de piel en la cultura local, que tiende a ser más sintético, pues este grupo resume las diversas tonalidades del mestizaje.
Una persona oscura de piel, que en otra zona se le puede considerar negra, en el Zulia la llaman morena; y otra persona de tez más
clara, que en otra zona se llamaría a sí misma trigueña, allí la considerarían morena o mulata.
Un proceso similar, pero con los blancos, ocurre en la región
oriental. Allí encontramos el mayor grupo que se declaró como
blanco en todas las regiones. Con un 44 %, los blancos en oriente están siete puntos por encima de la media nacional, y sería la
región con más blancos en el país. Paralelamente los morenos
o mulatos fueron menos, con un 23 %; tenían diez puntos porcentuales menos que la media nacional. Lo que parece razonable
deducir es que hay un blanqueamiento en la autoclasificación en
los habitantes de la región oriental, pues no tenemos evidencias de
que la composición racial de esa zona sea muy distinta de la nacional. Quizá los que se llaman mestizos en el centro del país, en el
oriente son considerados blancos.
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Cuadro 3
Grupos de color de piel subjetivo por regiones
Venezuela 2015 (N = 3491)
Región
Capital
Blancos
Total
CentroZuliana Andina Llanos Oriental Guayana nacional
occidental
38,1 %
32,7 %
35,0 % 37,1 % 38,5 % 44,2 %
36,1 %
36,9 %
Mestizos
o
18,1 %
trigueños
25,9 %
14,0 % 23,1 % 17,8 % 27,9 %
29,5 %
22,2 %
Mulatos
o
morenos
34,8 %
31,9 %
45,1 % 35,7 % 36,5 % 23,4 %
26,8 %
33,5 %
Negros
6,8 %
8,0 %
1,4 %
3,2 %
4,9 %
3,3 %
7,7 %
5,5 %
Indígenas
0,8 %
0,2 %
3,5 %
0,6 %
0,3 %
1,0 %
0%
0,9 %
Total
100 %
100 %
100 %
100 % 100 %
100 %
100 %
100 %
Fuente: Lacso. Encuesta de condiciones sociales, 2015.
Los dos grupos centrales
Lo que uno puede concluir es que hay entonces dos grupos
importantes que marcan la estructura social en referencia al color
de piel. Por un lado están los blancos, clase media, católicos, con
estudios superiores. Por el otro los mulatos, clase baja, con estudios de primaria, trabajadores o desempleados. Estos dos grupos
son los que definen y jalonean la división social. Los otros grupos son
menos precisos: los mestizos parecen haber aprovechado más las
oportunidades de la educación y eso les ha dado una posición
268
social distinta, por eso pueden estar en todos los estratos sociales;
lo mismo ocurre con los negros.
Una evidencia clara de las tendencias entre esos dos grupos
la podemos observar en el más alto nivel educativo alcanzado por
las personas que los constituyen. Como puede observarse en el
Cuadro 4, hay un gradiente creciente en el nivel educativo de los
blancos y un gradiente decreciente en la educación de los morenos. A medida que se requieren más años de estudio aumenta
la proporción de blancos en ese nivel de educación y disminuye la
presencia de los mulatos.
Cuadro 4
Diferencias en el más alto nivel educativo alcanzado
entre blancos y morenos o mulatos subjetivos
Venezuela 2015 (N = 3491)
Sin
educación Primaria Secundaria Técnica Universitaria
formal
Total
Blanco
32,1 %
33,5 %
37,2 %
36,6 %
40,2 %
36,9 %
Moreno o mulato
38,5 %
37,1 %
33,8 %
31,5 %
30,1 %
33,5 %
Fuente: Lacso. Encuesta de condiciones sociales, 2015.
Pero la presencia de negros en todos los grupos sociales se
debe también a la relatividad de la autoclasificación, ya no por la
región geográfica ubicada, sino por el estrato social de ingresos y
modo de vida de la persona, pues un individuo de clase media alta,
algo oscuro de piel, se autoclasifica a sí mismo como negro dentro
de su medio social que es predominantemente blanco. Y es probable también que uno similar en su pigmentación de piel, se consideraría mestizo si estuviese en la clase social de menores ingresos
donde predominan los morenos.
Los indígenas tienen una diversidad importante, pues el grupo étnico mayoritario, que son los Wayuu, cuenta con una gran
269
heterogeneidad social. Los hay tanto campesinos o empleados
pobres como exitosos profesionales universitarios o empresarios.
Los restantes grupos indígenas, que son muchos y de una gran
variedad y riqueza cultural, pero reducidos en tamaño poblacional,
mantienen su existencia en regiones remotas y aisladas o se ubican
entre los más pobres y marginados de la ciudad. Estos grupos indígenas se encuentran en lo más bajo de la estructura social, tanto por
sus condiciones de vida y pobreza, como por el vínculo con los otros
grupos sociales. Es muy revelador que cuando un campesino pobre
del llano venezolano quiere protestar por el trato agresivo u ofensivo que ha recibido de otras personas, puede expresarles su molestia y reclamo diciendo: «a mí no me traten así, que yo no soy indio...».
Mezcla y pureza
La singularidad de la construcción cultural de la idea de raza
en Venezuela está determinada por una valoración cultural que
privilegia la mezcla sobre la pureza racial. Hay algunas sociedades que privilegian la pureza y hay otras que exaltan como un
valor la mixtura. En la España medieval, posterior a la reconquista de Andalucía por los Reyes Católicos, o en los Estados Unidos
de América hasta tiempos más recientes, se privilegiaba la pureza.
Wright (1993) sostiene en su libro sobre raza que en muchos estados de Norteamérica una gota de sangre negra rompía la pureza de
la sangre, la ensuciaba y por lo tanto la persona dejaba de ser blanca. Algo similar ha ocurrido en zonas urbanas de Argentina, donde
un pequeño rasgo no caucásico en el cuerpo, o tener el cabello de un
tinte un poco oscuro ya hacía calificar a ese individuo de «morocho»,
pues dejaba de ser blanco. En Venezuela el proceso dominante es
el contrario: una gota de sangre blanca hace que la persona ya no
sea considerada negra.
Los estudios históricos llevados a cabo por la antropología
o la sociología han mostrado que las sociedades pueden funcionar
270
con criterios de pureza, orden o limpieza (Hanson, 1993). En
algunas sociedades el concepto de pureza tiene gran fuerza y esto
se aplica tanto a los objetos, los animales o las personas. M. Douglas (1966), en su libro sobre la pureza y el peligro, sostiene que
más allá de los aspectos de salud o sanitarios que puedan tener
las normas de prohibición de algunas comidas, como el cerdo
entre judíos y musulmanes, su propósito central ha sido el establecimiento de límites en la sociedad, de barreras que permiten
construir una identidad que pueda representar un orden social
deseado. Es el mismo papel que atribuye Lévi-Strauss (1969) al
incesto como el modo de instaurar lo prohibido en la sociedad. En
Venezuela ese propósito de construcción de orden social no se buscó a través de la pureza sino del mestizaje.
Por esta razón el mestizaje se convirtió en un valor destacado
en la cultura, no era algo denigrante, sino por el contrario, valioso,
propio de nuestra identidad como pueblo y nación. En su discurso ante el Congreso de Angostura, S. Bolívar escribió refiriéndose a la población de la Gran Colombia: «es imposible asignar con
propiedad a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del
indígena se ha aniquilado, el Europeo se ha mezclado con el Americano y con el Africano, y éste se ha mezclado con el Indio y con el Europeo» (1819, III: 682), y esta presentación del mestizaje la elabora
de una manera positiva, para justificar la singularidad de las leyes
y gobiernos que debían tener estas tierras como distintas a las de
Europa. En su discurso, Bolívar usa la metáfora del mestizaje de la
piel, para promocionar el mestizaje de las instituciones.
El mestizaje ha sido entonces un valor que ha hecho que las
fronteras entre los grupos de color de piel distinta se diluyan de
manera real o subjetiva, y ha hecho que el comportamiento individual y las relaciones interraciales sean radicalmente diferentes.
Aunque la idea de pureza de sangre fue muy importante
durante la época colonial y conllevó a que cuando había dudas
sobre la integridad racial se iniciaran complicados «juicios sobre
271
limpieza de sangre», su contenido no era exclusivamente racial.
Las personas debían probar una «pureza» social que iba más allá de
la sangre (Martínez, 2008). Esto fue así porque en su origen estaba el enfrentamiento cultural, religioso y económico que en España se había dado con posterioridad a la destrucción del Sultanato
de Granada, y la expulsión de los musulmanes y los judíos en el
siglo XV. Y posteriormente, en la expresa voluntad de las Leyes de
Indias que establecía que ni moros ni judíos podían participar del
poblamiento de América.
Las «impurezas» que durante la época colonial se debían
mostrar como inexistentes no eran exclusivamente raciales, sino
también de casta, religión y condición social. Así que en el juicio
no solo debía demostrarse que no se tenía sangre negra, sino tampoco de «moros o judíos», o que ninguno de sus antepasados había
ejercido oficios «viles ni mecánicos», ni habían sido penados por
un tribunal o la Inquisición (Gil Fortoul, 1: 109). Se trataba de
impurezas de raza y de clase.
Esa valoración cultural de la pureza se trastocó en Venezuela y
se sustituyó por el valor del mestizaje, y con ese cambio, la integridad
del color de piel dejó de ser un obstáculo importante en la ubicación
y movilidad social. Como sugiere M. Douglas (1966), la superación de algunos temores de contaminación se logra a través de ritos
y de la conformación de una nueva entidad cultural, y eso fue lo que
ocurrió en Venezuela con la ideología positiva del mestizaje.
Aunque es cierto que ese mestizaje no fue completamente
exitoso, su exaltación ideológica ha permitido poner el énfasis en
lo que une a los grupos sociales que tienen color de piel diferente
más que en aquellos aspectos que los separan.
El umbral del color y la discriminación racial
Pese a que en Venezuela como en el resto de América Latina se produce una asociación entre los estratos sociales y el color
272
de piel, no es tampoco posible afirmar, por ejemplo, de manera simple y unívoca que los blancos son ricos y los mulatos o
negros son pobres. En el Cuadro 5 se presenta la composición
racial de los cinco estratos sociales usados regularmente en los
estudios de encuesta en Venezuela para fines analíticos y de
muestreo, que aquí han sido comprimidos en tres estratos para
facilitar su lectura.
Cuadro 5
Grupos de color de piel subjetivos por estrato social
Venezuela 2015 (N = 3491)
Clase alta y
media
ABC
Clase media y
pobre
D
Clase pobre
extrema
E
Total
nacional
Blanco
38,1 %
37,0 %
34,0 %
36,9 %
Mestizo o trigueño
20,7 %
21,8 %
28,3 %
22,2 %
Moreno o mulato
35,5 %
33,3 %
30,2 %
33,5 %
Negro
4,8 %
5,7 %
5,1 %
5,5 %
Indígena
0,7 %
0,8 %
2,2 %
0,9 %
Fuente: Lacso. Estudio de condiciones sociales, septiembre de 2015.
Como puede observarse no hay diferencias significativas,
salvo en el caso de los indígenas, que se encuentran mucho más
entre los pobres extremos. De resto existen dos diferencias interesantes, y es que hay dos gradientes, uno entre los blancos, donde
se tienen 4 % más de blancos en el estrato alto que en el de pobreza extrema; y otro entre los mestizos o trigueños, donde hay un
8 % más de este color de piel en la pobreza extrema que en el estrato alto. Pero, no hay diferencias entre los morenos o mulatos, ni
entre los negros. Estas diferencias pueden ser atribuibles a las condiciones económicas precarias o la carencia de herencia cultural,
más que a una limitación en la movilidad social o discriminación
debida a su color de piel.
273
Cuando uno observa la composición racial de los oficiales
de las Fuerzas Armadas en Venezuela, uno puede encontrar un
gradiente de color de piel entre los distintos componentes. Donde hay un mayor grupo de personas de piel oscura, negros, mulatos y mestizos, es en la Guardia Nacional. Luego, en el Ejército,
hay mayor variedad con predominancia de mestizos y blancos. En
la Armada y en la Marina, la situación cambia y se hace mayoritario el grupo de blancos. Y en la Aviación, la composición es esencialmente de personas de color de piel clara. Por supuesto, esto no
significa que no haya blancos en la Guardia Nacional, ni mulatos
en la Aviación, solo que son minoría en ambos casos.
¿Cuánto podemos suponer que influye en esta selección
social de la oficialidad de los componentes tradicionales de las
Fuerzas Armadas el color de piel de los individuos, y cuánto
pudiera haber influido la situación socioeconómica de la familia? Alguien pudiera pensar que se trata de una herencia de las
muy antiguas disposiciones de la Corona española que reservaban el ejército a los blancos y a los pardos solo les permitían integrar las milicias (Sosa Cárdenas, 2010), pero lo cierto es que sin
disposiciones formales el nivel de educación y destrezas que se
ha requerido para ingresar a la escuela de la Guardia Nacional,
no es similar al que se ha demandado para ingresar en la academia de la aviación militar. La pregunta sociológica es si el color
de piel de los individuos es entonces una causa que determina el
proceso de selección en una u otra rama de las Fuerzas Armadas; o si esa selección, diferenciada, es una consecuencia de procesos de selección social previos que se ha dado por los distintos
niveles de calidad de la educación a los cuales han tenido acceso
los jóvenes candidatos a la carrera militar, como resultado de su
variada capacidad de financiar una buena educación o de la capacidad de la familia para ofrecer apoyo en los estudios y destrezas
sociales, desde el modo de hablar hasta los modales para comer,
ese capital cultural que, según la expresión de Bourdieu (1964),
274
se adquiere sutilmente en las conversaciones familiares alrededor
de la mesa.
En los procesos de selección social hay saberes técnicos, hay
destrezas sociales de urbanidad y cortesía, hay redes sociales y
hay color de piel. Todos esos factores existen y pesan. Ahora bien,
de una manera muy sutil, en el ejercicio de determinados roles u
oficios hay algunas barreras, que determinados color de piel no
pueden traspasar; son unos «umbrales», como los denominó Castillo, a partir de los cuales «se hace prácticamente imposible el
llamado ascenso social» (1982: 57). Un determinado color de la
piel permite superar y en otros impide superar. Son muy tenues,
no pueden ser calificados de racistas, pero no por ello menos eficientes. Ese es el caso de la selección de las presentadoras de televisión o de las modelos; de los apoyos familiares para las alianzas
matrimoniales «interraciales», que pueden aceptar más fácilmente a una «amante» de color de piel oscura que a una esposa; y, en
cierta medida, de lo sucedido con los oficiales de algunas ramas de
las Fuerzas Armadas.
Ese umbral del color actúa de una manera solapada y no es
igual en todas partes del país. Como dice Castillo (1982), es más
estrecho o bajo en la región andina y más laxo, amplio, abierto o alto en los estados del noroccidente o del oriente del país,
quizá por la historia de esas mismas diferencias que existen en
la autodefinición en la composición regional que hemos referido previamente. El umbral reproduce una situación social que,
de hecho, no es novedosa, al contrario, se opone a la novedad. Y
ese cerramiento social nunca es defendido públicamente. Si uno
le pregunta a cualquiera de los actores intervinientes en los casos
antes citados, sobre el proceso de restricción del acceso a la pantalla de televisión, a las pasarelas del modelaje, al matrimonio de una
hija o a la academia militar, ninguno aceptaría que hay un componente racial en su decisión. Tanto los gerentes de programación,
los responsables de la agencia de modelaje, o los futuros suegros,
275
lo negarían tajantemente. Y esto es así porque en Venezuela, con
el patrón social y la mentalidad igualitaria dominante, cualquier
comportamiento o actitud que sea o parezca racista, recibiría de
inmediato una condena.
En un estudio del International Social Survey Program
(ISSP) en el cual participamos en el año 2011 y que incluyó a cuarenta países, hicimos una encuesta con una muestra de representación nacional y allí preguntábamos a los entrevistados sobre cuán
importante consideraban ellos que era el factor «raza» para tener
éxito en la vida. No se especificaba si la raza era un factor negativo, de obstrucción, o un factor positivo, de ventaja; cualquiera de
las dos posibilidades servía, pues era un factor relevante. Se preguntaba usando una escala del uno al ocho, donde en uno la raza
era un factor «esencial» y en ocho se ubicaba «nada importante».
Los resultados obtenidos los sumamos y se calculó una media de
las opiniones de cada país, y también se calculó el promedio de las
cerca de cincuenta mil encuestas hechas alrededor del mundo. Los
resultados están en el Cuadro 6 y muestran que el promedio de
los cuarenta países fue de 3,85 puntos. Las cifras más bajas significan mucha importancia para triunfar en la vida y no es de extrañar
que sea Suráfrica, el país que vivió durante muchos años una situación de exclusión racial con el apartheid, donde el factor raza se ha
considerado como de mayor relevancia para triunfar en la vida. Las
cifras más altas representan menos importancia otorgada al factor
raza dentro de las posibilidades para mejorar en la vida. Y allí aparece Venezuela, que junto con Japón, Nueva Zelanda y Argentina,
es uno de los países donde los entrevistados contestaron que la raza
o el color de piel no representaban un fardo, una desventaja para
la superación y el éxito personal.
276
Cuadro 6
Importancia atribuida a la raza, color de piel o grupo étnico
como factor para poder triunfar en la vida
(2011)
1 = Es esencial / 8 = Nada importante
País
Media
Suráfrica
2,81
China
3,04
Hungría
3,12
Filipinas
3,48
Israel
3,54
Alemania
3,64
Suiza
3,85
PROMEDIO
3,85
España
3,86
Italia
3,90
Portugal
3,91
EE. UU.
3,95
Turquía
4,01
Chile
4,05
Reino Unido
4,06
Australia
4,20
Venezuela
4,27
Japón
4,27
Nueva Zelanda
4,30
Argentina
4,38
Fuente: ISSP, 2011.
Los resultados del estudio en Venezuela mostraron dos aspectos relevantes, uno general y otro específico que se refiere a los
umbrales del color. El primer aspecto contundente es que para
la gran mayoría de los venezolanos, el 79 %, es decir cuatro de
cada cinco entrevistados opinó que el factor raza, color de piel o
277
grupo étnico tenía poca o ninguna relevancia como mecanismo
que favoreciera o que obstruyera sus posibilidades de éxito en la
vida. El segundo aspecto es más sutil y puede observarse en las respuestas de algunos estratos sociales específicos, como son el sector
clase media alta y el sector de pobreza y que implicaría que hay un
grupo que sí considera que es un factor importante para ascender
a la clase alta o a la clase media. En el Cuadro 7 se puede observar que el promedio nacional de las personas que afirman que la
raza es esencial es el 3 %, pero en el sector de clase media alta ese
promedio es seis veces superior, el 18 %, y el grupo que dice que
es muy importante es el 12 %, cuando la media nacional es del
5 %. El segundo grupo que llama la atención está en las respuestas
de la raza como «importante», pues en los pobres fue del 16 %, y
estuvieron por encima del promedio nacional que sumó el 13 %.
La hipótesis que tenemos es que el color de piel puede funcionar
como una barrera, como un umbral en el ascenso social entre la
clase media alta y la clase alta, así como entre la pobreza y la clase media. El sentimiento sería que pueden tener la riqueza o los
recursos y habilidades para ascender al otro estrato social, pero el
color de piel puede ser un obstáculo. Y eso se puede observar en
forma invertida en los estratos sociales más definidos, los grupos
Alto, Medio y Bajo, cuyas respuestas afirmando la importancia de
la raza están por debajo de la media. Aunque las magnitudes son
pequeñas, nos parece importante pues puede permitir entender el
sutil umbral de la raza en Venezuela.
278
Cuadro 7
Importancia de la raza, color de piel o grupo étnico como factor
para poder triunfar en la vida por estrato social
(2011)
Esencial
A
Alta
0%
Muy importante
0%
Importante
Nivel socioeconómico
B
C
D
Med. Alta Media
Pobreza
18,2 %
1,6 %
3,3 %
12,1 %
1,6 %
5,6 %
Total
E
Pob. Ext.
0,4 %
2,9 %
3,9 %
4,8 %
0%
9,1 %
8,2 %
16,3 %
9,1 %
13,2 %
Poco importante
28,6 %
24,2 %
20,5 %
21,7 %
18,1 %
20,8 %
Nada importante
71,4 %
36,4 %
68,0 %
53,1 %
68,5 %
58,2 %
Total
100 %
100 %
100 %
100 %
100 %
100 %
Pearson Chi-Square: 0,000
Fuente: Lacso. Estudio de desigualdad social, 2011.
El racismo vergonzante
Cuatro años después, en el año 2015, realizamos un estudio
sobre las orientaciones hacia el trabajo de los individuos y en una de
las preguntas se les requería a los entrevistados si en algún momento
de su vida se habían sentido discriminados. Si la respuesta era afirmativa y habían sufrido algún tipo de discriminación, se le preguntaba cuál había sido, en su opinión, el motivo de esa exclusión.
Los resultados arrojaron que el 84 % de los encuestados, en
una muestra aleatoria a nivel nacional, señaló que nunca se había
sentido discriminado. Solo un 14 % reportó haber sido discriminado
alguna vez, y los dos motivos principales que reportaron fueron por
su posición política y por su edad. La posición política fue un motivo reiterado de discriminación en Venezuela, como resultado de la
prohibición de emplear en las oficinas del gobierno o en sus contratistas a personas que habían firmado la solicitud de apoyo a la realización de un referéndum revocatorio contra el presidente Chávez en
279
el año 2004. La lista de los firmantes que debía conservar en privado el organismo electoral fue hecha pública, y se utilizó como una
lista negra para impedir el acceso al empleo público o firmar contratos con el gobierno nacional. En el país se le conoció como la «lista Tascón», por el apellido del diputado que se decía la había hecho
pública. El segundo factor de discriminación reportado fue la edad,
y esto se debe a una tendencia a preferir a los jóvenes sobre los adultos mayores en los empleos, situaciones donde las personas mayores
a los 50 años no son ni siquiera consideradas como candidatas para
los empleos. Otros motivos que pueden apreciarse en el Cuadro 8
discriminados por responsabilidades familiares se refiere a una práctica de evitar el empleo de mujeres con hijos pequeños. Luego aparecen otros argumentos como el sexo, la discapacidad o la religión
y, en penúltimo lugar dentro de los mencionados, se reportó la raza.
Cuadro 8
¿Cuáles fueron las principales razones por las que usted
fue discriminado?
(2015)
Motivo
%
Nunca fue discriminado
83,8
La edad
3,8
La raza
0,6
Nacionalidad
0,2
El sexo
1,1
La religión
0,8
Una discapacidad
1,1
Responsabilidades familiares
2,3
La posición política
4,4
No sabe / No responde
2,0
Total
100
Fuente: Lacso. Estudio de orientaciones de trabajo, 2015.
280
Los estudios como este muestran que no hay evidencias
relevantes de un comportamiento racista en la sociedad, sin
embargo hay una creencia en que algo de racismo existe y que
ha estado presente en las relaciones sociales. ¿Cómo se pudiera
explicar eso? Nuestra hipótesis es que en Venezuela hay un racismo vergonzante.
El racismo vergonzante es la expresión de una sociedad donde hay prejuicios raciales que no logran traducirse en conductas
racistas de las personas. Existen estereotipos, sentimientos o temores, pero no se expresan o lo hacen muy solapadamente, y es así
porque hay un patrón dominante de rechazo al racismo.
En una entrevista a profundidad que realicé años atrás, le
pregunté a una señora qué opinaba sobre la igualdad racial. Muy
tranquila y segura me respondió que todos éramos iguales ante los
ojos de Dios, y se extendió en sus explicaciones sobre lo injusto de
la discriminación racial. Luego, me confesó, con la mirada caída
y un dejo de vergüenza, que ella, con sinceridad, no tenía nada en
contra de los negros, pero que les tenía mucho miedo...
Los individuos saben que el prejuicio racial es tan injusto en
sus orígenes como incorrecto en sus resultados. Pero no pueden
eliminarlo de su interior, por lo tanto lo viven con vergüenza. Que
existan esas actitudes racistas es muy malo, que se sienta vergüenza
de tenerlas es muy bueno. La vergüenza puede permitir superarlas
y, en cualquier caso, limita sus expresiones públicas y restringe su
eficiencia social discriminadora.
Conclusiones
En Venezuela la raza se expresa como un gradiente de color
de piel en las personas. Si bien hay algunos grupos de blancos o de
negros que pudieran ser identificados como «puros», la mayoría de la
sociedad se ubica en el amplio espectro del mestizaje que representa la metáfora del café con leche. Y esta ubicación en el mestizaje
281
no solo es vivida como una realidad, sino apreciada como un orgullo personal y nacional.
Una identificación diferente ocurre con los grupos indígenas, pues su tratamiento no es racial, sino étnico, y no entra en el
gradiente del color de piel, sino en una categoría de clasificación
distinta, que es social, cultural, lingüística. Esta definición étnica
se ha visto facilitada por su aislamiento geográfico que ha permitido tanto el mantenimiento de sus propias tradiciones como su
resistencia a la modernidad. De igual modo ese carácter étnico y
no racial define la relación que se establece con los otros grupos
sociales. Estos grupos indígenas, aunque su color de piel pueda ser
cobriza y en algunos casos muy similar a la de los mestizos, para
la sociedad no son ni amarillos ni café con leche, son indígenas.
Por eso en los cinco grupos que hemos podido identificar
en el país, hay cuatro que conforman el gradiente del blanco al
negro y hay un quinto grupo distinto que es el de los indígenas.
Esta clasificación del color de la piel está condicionada por tres
componentes: el primero es el carácter estrictamente subjetivo de
la calificación de su propio color de piel, lo que la hace muy difícil evaluar su justedad más allá de la opinión de los propios individuos. El segundo, es que esa opinión individual está condicionada
por el entorno social geográfico de ubicación de la persona. Esto
quiere decir que, tanto lo que cada persona opina que es su propio
color de piel, como lo que el resto de personas considera que es,
dependerá del tono del color de piel predominante en la zona en la
cual esa persona habita; en consecuencia, un mismo color de piel
podrá ser más oscuro o más claro dependiendo del lugar geográfico. Y en tercer lugar, dependerá también de su clase social, pues
la abundancia de dinero puede hacer más blanco a un mestizo, o la
pobreza más oscuro a un blanco.
Esto hace que las exclusiones sociales que puedan darse
como resultado del color de la piel no sean homogéneas en todo el
territorio nacional, ni que puedan ser separadas de la clase social.
282
En general es posible afirmar que las exclusiones en Venezuela responden más a la clase, es decir al dinero disponible y a los hábitos culturales de distinción, como diría Bourdieu (1979), que al
color de piel.
Sin embargo, es posible decir que sí hay algunos umbrales
de exclusión sociales que pueden estar construidos sobre la raza, el
grupo étnico o el color de piel, pero que estos son más un sentimiento que una norma de conducta. O que, en cualquier caso, su
repercusión práctica, su incidencia, está limitada y se expresa solo
en la pertenencia o acceso a algunos espacios sociales específicos,
y no tiene un impacto más amplio que pueda permitir considerar
racista al conjunto de la sociedad.
El carácter restringido que tiene el racismo en el país encuentra su fundamento tanto en una valoración cultural que privilegia
el mestizaje, como en el igualitarismo que condena las actitudes
discriminatorias. Sin embargo, los sentimientos, los prejuicios y
los miedos raciales persisten, tanto como las diferencias sociales
que están asociadas con esos colores de piel. Lo singular y positivo
es que estos sentimientos no logran traducirse en conductas, pues
se les valora negativamente y se tiene una vergüenza individual y
social de su existencia. Es malo que existan sentimientos racistas,
es bueno que susciten vergüenza.
La modernidad logró reducir el peso de la raza en la sociedad al someterla a la clase. La modernidad en Venezuela ha estado
asociada a la gran movilidad social que ocurrió como consecuencia
de la explotación y el ingreso petrolero. Esa movilidad social, producto de las nuevas formas de división del trabajo y de las migraciones que impulsó la economía petrolera, redujeron el peso de la
raza en la sociedad en tiempos recientes, pero sus orígenes podemos encontrarlos mucho tiempo antes.
La construcción social que sustentaba la real cédula de «Gracias al Sacar», de Carlos IV en 1795, no era feudal sino una deriva
moderna y capitalista, que privilegiaba la clase sobre la raza, pues
283
si alguien podía comprar con su dinero una posición social distinta, y por quinientos «reales de vellón» ser «dispensado» de su condición de pardo, o por mil reales acceder a privilegios que habían
estado reservados a los blancos, como asistir a la universidad, ejercer cargos públicos o ser llamado «don», el valor de la raza como
identidad, prestigio social y fuente de discriminación comenzó a
estar deslegitimado. La sociedad se había hecho mestiza y moderna, y desde entonces la riqueza blanquea y la clase sustituyó a la
raza. Aunque, eppur si muove...
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Esta edición de
LA MODERNIDAD MESTIZA
se terminó de imprimir en el mes de enero de 2018
en los talleres de Podiprint
Málaga, España.