Reseñas
¿Quiénes son los sujetos peligrosos?
Daniela Lechuga Herrero*
Susana Sosenski y Gabriela Pulido Llano (coords.), Hampones, pelados y pecatrices. Sujetos peligrosos
de la Ciudad de México (19401960), México, fce, 2019, 397 pp.
V
ampiresas, robachicos, pistoleros,
tuberculosos, estudiantes, pobres,
exóticas, extranjeros, comunistas,
homosexuales, policías, drogadictos
y traficantes se volvieron protagonistas de las calles en la Ciudad de
México en la década de los cuarenta
del siglo xx. En tanto sujetos peligrosos, ocuparon lugares centrales
en los medios de comunicación, desde donde se conformaron representaciones que se materializaron, a su
vez, en estos mismos personajes.
Esta obra coordinada por Susana Sosenski y Gabriela Pulido
busca entender cómo y desde dónde se construyeron las imágenes
sobre todos estos grupos sociales.
* Licenciada en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México
y maestra en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora.
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Para explicar la génesis de las
nuevas geografías encarnadas en
estos sujetos peligrosos, los autores de los trece capítulos de este
libro, tales como Martha Santillán, Víctor M. Macías-González,
Pablo Piccato, Diego Pulido, Ricardo Pérez Monfort, Nadia Menéndez Di Pardo, Claudia Agostoni,
Delia Salazar, Daniel Luna, Aymara Flores y Mario Barbosa
plantean un complejo vínculo entre el comportamiento de los protagonistas de este libro, la ciudad
y el cine.
Es importante considerar que
esta obra forma parte de la historia social que ha buscado —más
allá de las historias oficiales, de
las grandes proezas y de la historia política— dar visibilidad a los
otros sujetos en la historiografía.
Entonces, trabajadores, mujeres y
niños comenzaron a aparecer en la
historiografía a lo largo del siglo
xx. De igual manera, los sujetos
peligrosos tomaron parte en los libros de historia en México desde
los años sesenta. Precisamente,
esta obra vuelve al cuestionamiento inicial acerca de qué es lo que
hace peligrosos a todos estos sujetos. Es más, indaga en diversas
preguntas, tales como: ¿quiénes
son los sujetos peligrosos y cuál es
su lugar en la ciudad?, ¿cómo se
comportaban y cómo se representaban?, ¿todos eran pobres y no productivos?, entre otras.
Para dar respuesta a estas inquietudes, el libro nos abre la ventana hacia la Ciudad de México en
la cuarta década del siglo xx. Entonces, aparece un espacio urbano
que buscó ser planeado y reconfigurado. Con la extensión del centro de la capital mexicana, buscó
articularse el centro y la periferia,
también se reorganizó la geografía
social de los diversos sectores sociales, ya se estaba pensando en el
Distrito Federal como una unidad.
Al norte y al oriente buscó ubicarse a los trabajadores, al poniente a
las clases medias y altas y, al sur,
también a sectores medios. Por supuesto, como Mario Barbosa lo ha
propuesto, los límites siempre fueron porosos.
La segregación social en la ciudad, según se postula a través de
la experiencia de los diversos grupos que conforman los capítulos de
este libro, fue mucho más contundente a partir de la década de los
cuarenta del siglo pasado. Cada
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día, con mayor claridad, fueron
apareciendo espacios divididos por
clase, género y también por apariencia. No obstante, la calle continuaba siendo un lugar de encuentro
entre diferentes identidades sociales, más allá de las fronteras que se
buscaban construir desde lo simbólico y lo político.
Los medios informativos reflejaron las ansiedades de género y
de clase que se iban transformando
a partir de la segunda mitad del
siglo xx, como queda patente en
el capítulo referente a los homosexuales. Tanto los medios de comunicación, como el discurso de
higiene social planteaban una problemática particular con relación
a la imagen y a la ocupación de la
ciudad de los distintos grupos que
no se correspondían con los preceptos de los ciudadanos ideales de
una nación moderna.
El centro de la urbe, específicamente, estaba en disputa. El corazón urbano anidaba el centro de las
discusiones en torno a la ciudad
imaginada y la real. Ahí, vampiresas, pobres, estudiantes, homosexuales, entre otros sujetos sociales,
circularon para trabajar, también
para socializar y divertirse. No
obstante, de manera paralela, el
proyecto de modernización tomaba
parte en este lugar, dado que se
buscaba modificar los hábitos de
consumo y ocio de las clases bajas
y medias.
Por otra parte, el planteamiento general del libro contribuye a
vincular a la peligrosidad de estos
sujetos con el concepto de marginalidad, utilizado sobre todo desde
la disciplina sociológica. Los sujetos peligrosos, así como los marginados, no lograban pertenecer al
sistema productivo, no cumplían
con los preceptos ideales de los
ciudadanos modernos y hacían uso
errático de la ciudad. De manera
general, incluso, los sujetos peligrosos, según se indica a partir de
esta obra, aparecieron como un
fracaso del “milagro mexicano”.
Y no sólo eso, sino que, desde la
americanización planteada desde
el cine, los sujetos peligrosos, en
sus diversas identidades, cuestionaron nuevos modelos de las familias nucleares y modernas que se
buscaron imitar del vecino del norte. Así, estos personajes constituyeron formas distintas de vincularse
de manera social y con el espacio urbano; también utilizaron códigos visuales autónomos. Por lo tanto, en
la obra hay un diálogo permanente
entre lo material y lo discursivo.
Los sujetos peligrosos implicaban, claramente, una amenaza
para el proceso de industrialización. Ya fuera porque padecían enfermedades infecciosas como la
tuberculosis, porque mostraban su
cuerpo, porque presentaban patologías sociales tales como el acoholismo o la drogadicción, estos
grupos alteraban el orden social y
se apartaban de los modelos normativos convencionales.
Incluso, los sujetos peligrosos
cuestionaron el lugar de la ciudad
que había sido designado para
ellos. Se negaron a respetar los límites espaciales que se les imponían e interactuaron con miembros
de otros sectores sociales. Los protagonistas de ese libro, en conjunto
—aunque desde diferentes ámbitos— cuestionaron el statu quo y
buscaron formas alternativas de
habitar la ciudad en el México moderno.
Estos personajes amenazaron el
orden social en el siglo xx. En particular, esta obra propone que la
problemática se fue incrementando,
sobre todo a partir de la década de
los cuarenta, dado que, como lo ha
planteado la historiografía social y
urbana en México, el proceso migratorio hacia la capital del país fue
siendo cada vez más importante, e
incorporó a más personas que buscaron tener un lugar para vivir, trabajar y divertirse en la metrópoli.
En los capítulos iniciales, “Vampiresas” y “Exóticas”, se retoman
los preceptos construidos en torno
a la feminidad y cómo esas mujeres, percibidas como peligrosas, comenzaron a trastocarlos. En el caso
de las vampiresas, se les condenaba porque tenían lo peor de la feminidad y porque poseían cualidades
masculinas. Las exóticas, en cambio, porque revelaron su cuerpo y
se convirtieron también en trabajadoras del mundo del espectáculo,
provocando el escándalo social al
no ajustarse a las normas morales.
De manera similar, en el capítulo referente a los “Homosexuales”, la cuestión de género y de
clase aparece de manera incisiva
para intervenir en la experiencia
que estos sujetos tenían en el espacio público. Entonces, el autor
explica cómo figuran nuevos lugares de socialización hacia la mitad
del siglo xx en la capital, separando a quienes mantenían una relación erótica entre los sectores
populares y los que formaron parte de grupos más favorecidos
económicamente.
Por otra parte, en el libro se representan sujetos peligrosos en
tanto cometían delitos y no sólo
faltas a la moral. Los robachicos
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formaban parte de los mensajes
que desde la prensa y el cine aparecieron para que los niños no circularan por la ciudad. Los casos de
secuestros y robos de menores fueron comunes y contribuyeron a
transformar las dinámicas infantiles en el espacio público.
Los “Pistoleros”, en cambio, tuvieron un papel importante en el
México posrevolucionario, puesto
que fungieron como otra de las
vías tolerada para mantener el orden en la capital. Así, funcionaban
como el apoyo armado de políticos
importantes y comenzaron a construir una identidad propia cuando,
por ejemplo, estudiaban abogacía
y se convertían en “abogánsters”.
Los “Policías”, por su parte, también fueron sujetos que contribuyeron a construir una segregación
espacial en la ciudad. Los sectores
privilegiados podían tener acceso
a “bonos” de seguridad, por lo que
las colonias en las que residían, y
que eran vigiladas por estos trabajadores, se convertían en zonas
tranquilas, mientras que en las
populares el crimen seguía siendo
cosa de todos los días.
También había sujetos peligrosos por las sustancias que consumían o las enfermedades que
contraían. En el capítulo acerca de
los “Ebrios” y los “Drogadictos y
traficantes”, los sujetos aparecen
como un riesgo en la medida en
que, en tanto enfermos, podían
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contagiar a otros miembros de la
sociedad. Además, junto con los
“Tuberculosos”, representaron un
gran problema social, pues a pesar
de ser sujetos en edad productiva
mayoritariamente, no contribuían
con la sociedad debido a los problemas de salud que presentaban.
Según se puntualiza en esta
obra, en el ámbito político también
se percibía amenaza al orden público. Los “Comunistas”, “Extranjeros”
y “Estudiantes” cuestionaban los valores nacionales e, inclusive, los traicionaban. Estos tres grupos
formaban parte de la vida política
y se vinculaban, aunque no siempre, entre ellos. Por último, en el
libro se recupera el caso de los “Pobres” en el que retoman preguntas
fundamentales que tienen que ver
con quiénes eran estos sujetos, en
qué espacios habitaban y cómo fueron representados en el cine. El estereotipo creado a partir de la gran
pantalla presentaba a los pobres
como honrados y trabajadores, en
contraposición de los pobres que
circulaban por las calles y que se
percibían como peligrosos.
Entonces, los individuos de quienes se da cuenta a lo largo de los
capítulos preocuparon por los desórdenes morales, políticos o legales. Así, los autores, a través de
distintas categorías de análisis
como la clase o el género, abordaron las trayectorias de estos sujetos
por la ciudad, así como la forma en
que fueron representados por los
medios de comunicación más importantes, particularmente desde
el cine.
Existen diversas líneas de investigación que se sugieren a partir de
este libro. Es importante indagar,
por ejemplo, en los sujetos peligrosos de otros sectores sociales, porque en la obra se sugiere que desde
distintos lugares que se ocupan en
la sociedad se puede amenazar el
orden social, aunque por distintos
motivos. En resumen, es esencial
precisar que la historia de los estudiantes, robachicos, tuberculosos, pistoleros, vampiresas, entre
otros, sigue siendo esencial para
reconstruir la historia de la ciudad
hacia la segunda mitad del siglo
xx, también para conocer las nuevas identidades que perduraron
hacia el final de la centuria.
En ese sentido, el libro aquí reseñado nos interpela a propósito
de las premisas más importantes de la historia social; a saber:
reincorporar a sujetos no visibilizados con anterioridad en la historia, mirar la historia nacional —en
este caso el “milagro mexicano”—
desde abajo y, también, nos reubica en las preguntas que desde el
presente podemos hacerle al pasado, como el cuestionamiento con
relación a la creciente desigualdad
y segregación social que impera en
el país, pero, sobre todo, en la Ciudad de México.