El dedo en la llaga.
Las violencias de género en la literatura y el cine
Ma. del Carmen Dolores Cuecuecha Mendoza
María Rodríguez-Shadow
Coordinadoras
UATx / Silla vacía
México
MMXXII
Primera edición
Colección Academia
ISBN: 978-607-59525-5-0
Corrección, diseño y cuidado de la edición
www.sillavaciaeditorial.com
Derechos reservados conforme a la ley
© Universidad Autónoma de Tlaxcala
© Silla vacía Editorial
© Autoras y autores de cada texto
Los textos fueron dictaminados por pares ciegos y, una vez aprobados, en conjunto fueron
puestos a disposición del comité editorial de la Universidad Autónoma de Tlaxcala: la
instancia se manifestó a favor de la publicación de los trabajos en un libro colectivo (los
oficios se encuentran bajo el resguardo de la UATx).
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Secretario Técnico
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Secretario de Autorrealización
Mtro. Irving Eduardo Ortiz Gallardo
Coordinador de la División de Ciencias y Humanidades
Mtra. Verónica González Quintos
Directora de la Facultad de Filosofía y Letras
Contenido
Prólogo
Ma. del Carmen Dolores Cuecuecha Mendoza
María Rodríguez-Shadow
11
Fruta verde: la novela de iniciación sexual
y el diálogo intertextual
Ma. del Carmen Dolores Cuecuecha Mendoza
17
Luckiest Girl Alive: representación
cinematográfica de una violación grupal
María Rodríguez-Shadow
33
En búsqueda de las “mujeres perfectas”:
distopías femeninas en la literatura y en el cine
Alfonso Ortega Mantecón
53
Invisibilización del cuerpo trans
en la literatura mexicana
Jorge Luis Gallegos Vargas
Iraís Rivera George
73
Cuando la poesía florece en la miseria:
las violencias en Ladydi, de Jennifer Clement
Bisharú Bernal Medel
85
La violencia doméstica
en Hasta no verte Jesús mío,
de Elena Poniatowska
Laura Carolina Rodríguez Arcos
107
La revuelta de las putas, de Amelia Tiganus:
un análisis del sistema prostitucional en España
María Fernanda de Unánue y Bretón
127
Sobre las autoras y autores
147
Invisibilización del cuerpo trans
en la literatura mexicana
Jorge Luis Gallegos Vargas
Iraís Rivera George
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Introducción
Los sujetos están predeterminados por discursos que los circunscriben en
ciertas prácticas sexuales que determinan su devenir; Judith Butler, en El
género en disputa, explica que la institución de una heterosexualidad obligatoria y naturalizada requiere y reglamenta al género como una relación
binaria en la que el término masculino se distingue del femenino, y esta
diferenciación se consigue mediante las prácticas del deseo heterosexual.
El hecho de establecer una distinción entre los dos momentos opuestos
de la relación binaria redunda en la consolidación de cada término y la
respectiva coherencia interna de sexo, género y deseo (Butler, 2007, p. 81).
Por ello, se puede afirmar que la construcción de la sexualidad, y por
consiguiente del cuerpo, se da desde una lógica heterosexual, la cual, según
Norma Mogrovejo, en Un amor que se atrevió a decir su nombre, afecta a
los sujetos mediante la definición y limitación de las prácticas sexuales
(Mogrovejo, 2000, p. 234); es decir, normar la sexualidad, teniendo como
eje la heterosexualidad expresa la obligatoriedad, social y política, de la
convivencia entre los sujetos bajo el modelo masculino/femenino.
Ha sido la heterosexualidad obligatoria la que ha invisibilizado ciertos
órganos que se han significado alejados del deseo y el placer, tal es el caso
del ano. Beatriz Preciado, en Terror anal, da cuenta cómo a finales del siglo
XIX los cuerpos heterosexuales fueron significados desde la castración anal;
en estos cuerpos, dicho órgano es únicamente entendido como “orificio
excretor, no es un órgano. Es la cicatriz que deja en el cuerpo la castración.
El ano cerrado es el precio que el cuerpo paga al régimen heterosexual por
el privilegio de su masculinidad” (Preciado, 2013, pp. 12-13); de ahí que
el ano sea significado como órgano sucio, de desecho. Asimismo, el discurso de la heterosexualidad, desde una postura biopolítica, ha reducido
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Invisibilización del cuerpo trans en la literatura mexicana
la sexualidad a un solo órgano: el pene, siendo el ano un órgano excretor,
mientras que la vagina es un reducto de la gestación.
Así pues, el establecimiento de la división binaria, así como la negación
del placer y el deseo sexual construyen y determinan culturalmente al cuerpo, instituyendo la materialidad del cuerpo desde esas relaciones conceptuales binarias que se interrelacionan y se llevan a cabo a través del lenguaje.
Es decir, el cuerpo se relaciona con su entorno sociocultural pero, al mismo
tiempo, se encuentra construido por él, estableciendo que los sujetos devienen cuerpos que han sido marcados por un discurso hegemónico de poder.
Por otro lado, el discurso médico ha reducido al cuerpo a una serie de
órganos que son los encargados del placer y la sexualidad; por ello, el pene
ha sido de vital importancia para la conformación de un discurso en el que
los dispositivos de la sexualidad, así como la dicotomía sexo/género centran su atención, negando al clítoris, el ano y otros órganos que han sido
resignificados en la sexualidad.
Negar el cuerpo en la literatura mexicana:
el caso de los cuentos “Gato”
y “Nomás no me quiten lo poquito que traigo”
Algunos textos literarios no han escapado a esa representación de los cuerpos
trans, en los que la descripción se centra, principalmente, en los artificios
discursivos que los sujetos masculinos han realizado sobre sus cuerpos para
ser reconocidos como sujetos femeninos; por ejemplo, en “Gato”, María Teresa Figueroa, desde el inicio del cuento, nos da muestras de cómo la mirada
determina a la camarera a partir de la descripción, tratando de darle al lector
la sensación de que la protagonista es biológicamente una mujer:
[t]rabajaba como mesera y era la mujer más guapa que había tenido cerca de mí:
caderas estrechas, piernas armoniosas, senos firmes y pequeños, quizá demasiado
alta para nuestras costumbres. Sus ojos líquidos conminaban a envolverla y lle-
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Jorge Luis Gallegos Vargas / Iraís Rivera George
narla de besos. “Única”, sería el adjetivo para describirla. Despertaba en mí un
inaplazable deseo de sexo y ternura (Figueroa, 2012, p. 19).
La primera descripción de la camarera deja al lector ante una mujer
cuya naturaleza corresponde a la descripción cosificada de una mujer: los
senos firmes, la cadera estrecha y las piernas armoniosas llevan al narrador
a que en él despierte el deseo de poseerla sexualmente; no obstante, desde
ahí se vislumbran ciertas características que funcionan como deícticos para
que el lector pueda adivinar que se trate de un hombre que se ha travestido:
la estatura alta denota, entonces, la posibilidad de que se encuentren ante
un cuerpo que biológicamente ha sido concebido como masculino, pero
que sus características culturales la acercarán a lo femenino.
Josefina Fernández, en Cuerpos desobedientes, expone que la mirada determina a los travestis (Fernández, 2004, p. 161); es decir, a través de la mirada es que se establece cómo los cuerpos femeninos son leídos, centrando
especial atención en senos, cadera y glúteos.
Asimismo, entiende que el travesti ha sido reducido por el discurso heteropatriarcal a un sujeto que el voyerismo ha definido desde lo visible, un
sujeto en el que la ropa es vista como símbolo que determina la feminidad.
En el cuento, el gato feral se convierte en el detonante que hará, que
aquel niño que había sido educado con tanta rigidez y que había formado
una familia, descubra su verdadero deseo, como una construcción simbólica:
[t]enía una desgarradura honda en el costado, de la que se desprendía un aroma
caliente y negro. La herida llegaba hasta los testículos. Entonces no era gata, me
dije y les dije a los niños: no sé por qué se apareaba, eso no es natural, no lo comprendo; está lastimada, hay que curarla. […] El lunes, antes de ir al trabajo, mi
corazón temblaba: murmuré palabras cariñosas, le arrimé agua, puse alimento en
el hociquito tembloroso. Tita comió, después se arrastró a un rincón del baño y se
quedó quieta (Figueroa, 2012, p. 23).
Tita, el gato, funge como símil del protagonista quien, al ver los testículos expuestos del animal, desde su concepción del sexo heterocéntrico no
concibe la idea de sostener relaciones sexuales entre dos animales del mis-
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Invisibilización del cuerpo trans en la literatura mexicana
mo sexo, calificándolo contranatura; asimismo, se asume de manera velada
que la sexualidad del animal era anal, no obstante, los mismos discursos en
los que la sexualidad sólo puede ejercerse mediante la penetración vaginal,
ocultando y silenciando lo anal.
Al final del cuento, el protagonista evidencia que se encuentra bajo tratamiento hormonal para realizarse una cirugía de reasignación de sexo:
[…] Decidí cambiar de ciudad. Abandoné hijos y mujer; les hacía daño mi presencia. Estoy aprendiendo a vivir como soy, conociéndome a mí misma […]. Estoy
en tratamiento hormonal antes de decidirme por alguna cirugía. Extraño mucho
a mis hijos, pero quiero ser honesta con ellos. Espero que más adelante me entiendan. Antes de venir para acá les regalé un gato (Figueroa, 2012, p. 24).
En esta cita, el personaje protagónico se ha asumido como mujer y se
encuentra bajo tratamiento hormonal, para después practicarse una cirugía; esto deja entrever que la protagonista usa el travestismo para encajar
en el mundo simbólico de las mujeres, pasando por un proceso en el que
abandona a su familia para asumir su condición de mujer simbólica, evidenciando que el transformismo diferencia lo masculino y lo femenino,
naturalizando los signos que hay entre dicha dicotomía.
El cuento de Figueroa Damián encuentra en la cirugía de reasignación de
sexo una posibilidad de construirse simbólicamente a partir del falo y de la
ausencia que éste le daría al personaje para poder proyectarse como mujer, no
sólo por lo que se puede apreciar a simple vista, sino también por la carga semántica que poseer pene y testículos tiene para ella. Elsa Muñiz, en La cirugía
cosmética, explica que las operaciones estéticas se conciben como productoras
de mundos que modifican la realidad del sujeto, siendo así una posibilidad de
alterar el estado de las cosas y de construir la realidad a partir de la apariencia
que se desea tener (Muñiz, 2011, p. 20); por ello, la operación de reasignación
de sexo daría al sujeto la posibilidad de transformar su cuerpo que, al estar
travestido, es significado como defectuoso para construir la subjetividad del
sujeto. En suma, el cuento de María Teresa Figueroa presenta una visión en
la que los cuerpos se encuentran determinados por la genitalidad, en la que
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Jorge Luis Gallegos Vargas / Iraís Rivera George
poseer un pene o una vagina determina a los sujetos y cómo éstos deberán
desenvolverse tanto en el ámbito público como en el privado.
De la misma manera en el cuento “Nomás no me quiten lo poquito
que traigo”, de Eduardo Antonio Parra, expone que es la genitalidad la que
determina a los sujetos; dicha idea se puede leer en la siguiente cita:
[…] [Estrella] Tarda un poco en comprender qué sucede, hasta que el haz de la
linterna se aparta de su rostro, desciende por sus senos, se demora un instante en su
miembro atrofiado y llega al suelo, donde alumbra las bragas enrolladas. Dentro de
ellas, unido a la tela con cinta adhesiva, se encuentra un dobladillo de billetes verdes.
–Son para mi operación… –balbucea Estrella en una reacción tardía.
–Ah, chingá, ¿pos a poco estás enferma? –se burla el chofer.
–Por favor, no me lo quiten. Son para…
–Eran preciosa –el sargento despega el dinero y después con un gesto de asco,
arroja las bragas lejos–. Yo sabía que había oído bien: “lo poquito que traigo”. Ni
tan poquito, mi reina. Ni tan poquito (Parra, 2014, pp. 223-224).
En este fragmento, el narrador extradiegético describe la importancia
que tiene para Estrella practicarse una operación de reasignación de sexo;
para ella, la cirugía significa un proceso mediante el cual reafirmará sus
características que por encima de la ropa son femeninas y que ella ha asimilado como parte indisoluble de su subjetividad y que, sin embargo, ante
la presencia aún de un pene no puede aceptarse como tal, pues éste define
el cómo tiene que vivir su sexualidad.
Muñiz explica que el cuerpo se controla y disciplina con el fin de normalizar y naturalizar la existencia de los sujetos que se definen desde la
anormalidad y documentan procesos de exclusión/discriminación para los
diferentes (Muñiz, 2011, p. 24); de ahí que las prácticas sexuales se construyan desde las identidades de género enarbolando al sistema heterosexual
como obstáculo para el reconocimiento de la diversidad sexual, siendo el
cuerpo el espacio donde se materializa el género y la normatividad obligatoria que define al sujeto ante la ausencia/presencia de un pene.
Además, y siguiendo a Muñiz, el discurso sexual impone pautas corporales que enfatizan cuáles son las características corporales de los hombres
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Invisibilización del cuerpo trans en la literatura mexicana
y las mujeres, teniendo su máxima expresión en las operaciones de reasignación sexual (Muñiz, 2011, p. 26); por ello, estas prácticas fungen como
aparatos que transforman y alteran el discurso normalizador del sexo pues
buscan la autoafirmación y la aceptación de sí mismo, asumiendo que la
ausencia de pene, en el caso de ambos cuentos, forjará la subjetividad de
los personajes que en ellos se presentan.
Estrella es un personaje que a través de la vestimenta logra la transformación al asumir que su rol está delimitado por la sociedad como femenino, representado a través de la feminidad exacerbada que demarca y enfatiza las diferencias de género y la supremacía del discurso heterocéntrico
que hay sobre la construcción de lo femenino. Estas ideas quedan mejor
explicadas con la siguiente cita textual:
[h]áganme lo que quieran, nomás no me quiten lo poquito que traigo. Tenía que
decirlo. Tenía que dejarse llevar por su lengua siempre amarrada al miedo, a la
maldita avaricia, a los centavos; y nunca al cerebro como le aconsejan las compañeras. ¿Pero qué puede ella, con sus apenas dieciocho, y con sólo tres meses en la
calle vestida de minifalda, tacón y blusa ombliguera? Le ganó lo mujer y la traicionó la emoción del dinero (Parra, 2014, p. 218).
La vestimenta y la apariencia femenina de Estrella distinguen el papel
que existe entre la masculinidad y la feminidad, estableciendo cuáles son los
papeles que tanto hombres como mujeres deben desempeñar en la comunidad, de ahí que el simple hecho de que un sujeto porte una prenda femenina genere el escarnio público, dándole al sujeto una significación desde el
voyerismo y el señalamiento social. Asimismo, cuando se afirma “[l]e ganó
lo mujer y la traicionó la emoción del dinero” (Parra, 2014, p. 218), reduce
a las mujeres a lo emocional, estableciendo que éstas se dejan llevar por los
impulsos y que lo racional no se encuentra dentro de sus cualidades.
De ahí que los cuerpos travestis tienen que ser modelados por un conjunto de marcas corporales dentro del cual la genitalidad juega un papel
determinante para situar las características sexuales secundarias. Afirma
Josefina Fernández que los travestis no sólo se visten de mujeres, sino también travisten su cuerpo (Fernández, 2004, p. 166); es decir, el cuerpo
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Jorge Luis Gallegos Vargas / Iraís Rivera George
funge como capital simbólico en el que el sujeto interviene para acceder
al género femenino; el sujeto borra todos los marcadores de género que se
han dado sobre la masculinidad, adornado su cuerpo con dispositivos tales
como el vestido y los tacones para adquirir las significaciones que les atañen a los sujetos femeninos; no obstante, el pene sigue siendo un reducto
de su masculinidad, el cual tendrá que estar oculto para que las marcas
simbólicas que han adquirido no se desdibujen.
Bajo esta paradoja, el pene sigue siendo el órgano reproductor a partir
del cual se establecen las significaciones de los sujetos. En Testo yonqui
(2008), Beatriz Preciado expone que todos los cuerpos, incluso uno muerto, es capaz de contener una fuerza orgásmica y, por tanto, ser portador de
potencia de producción de capital sexual, estableciendo la diferencia entre
las dicotomías heterosexualidad/homosexualidad (Preciado, 2008, p. 41);
de ahí que los dispositivos pornográficos sitúen la mirada en la masturbación, el sexo anal, el sexo oral y otras prácticas que el discurso hegemónico
ha significado sucias y pecaminosas, reduciendo la sexualidad a la penetración y al orgasmo: sin estos, no hay sexualidad.
La misma Preciado da especial énfasis en cómo el discurso heterosexual
se ha enfocado en la castración anal, quitándole a éste la característica de
un órgano y significándolo únicamente como orificio excretor (Preciado,
2013, p. 12), de ahí que el ano sea equiparado con una vagina que no es
capaz de procrear, como el órgano trasero que no debe ni puede ser nombrado, pues nunca es un sitio lo suficientemente limpio para ser erotizado.
Por su parte, Javier Sáez y Sejo Carrascosa, en Por el culo (2011), explican que el heteropartiarcado ha significado la penetración anal como
algo indeseable, humillante, doloroso, como la pérdida de la hombría y un
lugar en el que jamás se podría encontrar placer (Sáez & Carrascosa, 2011,
p. 9); de ahí que la penetración anal se asocie con la homosexualidad, y
construye un discurso de dominación-dominado, reduciendo a la mujer
desde el imaginario colectivo, al único sujeto que puede ser penetrado y
otorgándole al hombre penetrado un estatus inferior al femenino, puesto
que se trata de alguien que ha perdido su hombría.
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Invisibilización del cuerpo trans en la literatura mexicana
En el cuento de Parra, el ano juega un papel preponderante para el desarrollo de la sexualidad. Estrella asume que ese órgano, al ser penetrado,
será la forma a través de la cual dará placer a los hombres. Estas ideas se
evidencian a través de las siguientes citas textuales:
Estrella ha estado en ese lugar: ahí la llevaron los granaderos la semana anterior.
Buena noche aquélla: la primera vez que dio servicio a una tercia de policías. Gracias a la luz de los faros reconoce un árbol de tronco grueso y nudoso, ramas muy
bajas, en donde apoyó el cuerpo mientras la penetraban, hasta que casi se desmayó
envuelta de un placer doloroso y larguísimo (Parra, 2014, p. 222).
O bien: “Gime profundamente cuando uno de los dedos del sargento le
hurga el agujero del culo y aumenta los gemidos cuando el otro empieza a
arrancarle la ropa” (Parra, 2014, p. 222); en ambas citas se puede leer cómo
el ano funge como receptáculo de significaciones en el que este órgano, a
pesar de ser erotizado, a quien recibe la penetración es un sujeto feminizado y el placer viene acompañado de un dolor intenso que le produce la
violencia física a la que es sometida.
A pesar de que el ano, en el cuento, es el centro del placer de la protagonista, la descripción de los personajes se centra en el falo, el cual funge,
entonces, como el paradigma más importante de la sexualidad masculina:
El sargento la voltea para tenerla de frente. Ella sigue sin ver más que sombras,
pero reconoce ese aliento agrio y caliente que estuvo a su lado durante todo el
camino. Pretende arrimar la boca para besarlo y, de inmediato, es rechazada con
un empujón. Mientras el otro la inmoviliza, el sargento le baja las bragas a media
pierna. Al aire, su falo infantil es un gusano amedrentado por el frío. Siente disminuir su tamaño, como si quisiera esconderse dentro de ese cuerpo del que nunca
debió brotar (Parra, 2014, p. 223).
El diminuto pene de Estrella le deja en posición minoritaria, pues hace
que ésta devenga en un hombre que niega su sexualidad biológica, significándola con un sujeto que construye su sexualidad a partir de la presencia
de dicho órgano; no obstante, vestirse de mujer, así como dedicarse a la
prostitución la sitúa en una desventaja social en la que ésta tiene que reconstruirse como mujer gracias a la penetración anal.
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Jorge Luis Gallegos Vargas / Iraís Rivera George
La diferencia entre los sujetos que son significados como masculinos y
Estrella radica en el tamaño del pene: mientras el miembro viril de Estrella
es diminuto, el de los policías es grande; la masculinidad de los policías
se mide a partir del tamaño del pene y de quién penetrará por el ano al
hombre vestido de mujer, sin, por ello, ser significado como homosexual:
En la oscuridad adivina la erección que hincha los pantalones de cada uno de ellos.
No puede haber desaparecido, ahí debe estar, esperando sus caricias, sus manos,
su boca, su cuerpo. […] El sargento y el chofer ríen entre dientes. Festejan su
hazaña. Casi los puede ver sobándose el falo, comparándolo con el del otro para
medir quién lo tiene más grande, señalándola a ella con él, como si le anunciaran
que esto no ha terminado, que apenas empiezan. Así es como le gustan los hombres: desvergonzados, abusivos, cínicos y calientes, siempre machos calenturientos. Entonces se pone de rodillas y extiende sus brazos hacia ellos, invitándolos a
acercarse. Su respiración se mezcla con un gemido apenas audible. Los policías
no la ven, pero Estrella les ofrece su boca, húmeda y ansiosa. Sus pechos firmes y
redondos rematados por un par de pezones erguidos que apuntan directamente
a sus braguetas. Una de sus manos se posa en la pierna del sargento. La otra encuentra el bulto que tensa el pantalón del chofer y lo aprisiona con firmeza (Parra,
2014, p. 225).
Estrella es una representación, entonces, de los sujetos travestidos que
son utilizados por el discurso heterocéntrico como fetiche; es decir, se asume como homosexual y se autonombra como “puta” (Parra, 2014, p. 221),
calificativo que además de identificarlo como prostituta, lo asume como
homosexual e intenta verse como sujeto cuya identificación de género se
asume desde la feminidad.
Consideraciones finales
Bajo estas ideas, se afirma que, en los textos analizados, el cuerpo se ha erotizado desde un discurso de dominación en el que ciertas características determinarán cómo el otro es visto y cómo devienen en sujetos erotizados desde
la mirada del otro; por eso, los mismos sujetos se autovigilan y reproducen
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Invisibilización del cuerpo trans en la literatura mexicana
en ellos las falsas ideologías en las que la mirada del otro determina al cuerpo, no obstante, la autovigilancia dociliza a dichos sujetos puesto que éstos
tienen que significarse desde el cómo se puede parecer atractivo para el otro.
Además, la autovigilancia antes mencionada lleva a que los sujetos representados en los cuentos seleccionados reafirmen el discurso que determina el cómo se establecen las relaciones erótico-afectivas, en el que todo
gira alrededor de la posesión de un pene; por ello, la sexualidad se ve reducida a la posesión o la ausencia de dicho órgano y éste determinará el goce
y el placer de los sujetos; de ahí que los discursos dominantes cataloguen a
los sujetos penetradores en las características positivas, mientras que a los
penetrados los encasilla en la feminidad.
Referencias
Butler, Judith. (2007). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad.
Barcelona: Paidós.
Fernández, Josefina. (2004). Cuerpos desobedientes. Travestismo e identidad de género. Buenos Aires: Edhasa.
Figueroa Damián, Ma. Teresa. (2012). “Gato”, en Del rosa al rojo. Antología de cuento de
diversidad sexual. México: La décima letra, pp. 19-24.
Mogrovejo, Norma. (2000). Un amor que se atrevió a decir su nombre. La lucha de las lesbianas y su relación como los movimientos homosexual y feminista en América Latina.
México: Plaza y Valdés.
Muñiz, Elsa. (2011). La cirugía cosmética: ¿Un desafío a la “naturaleza”? Belleza y perfección
como norma. México: Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco.
Parra, Eduardo Antonio. (2014). “Nomás no me quiten lo poquito que traigo”, en Mario Muñoz y León Guillermo Gutiérrez (comps.). Amor que se atreve a decir su nombre: Antología del cuento mexicano de tema gay. México: Universidad Veracruzana, pp. 217-226.
Preciado, Beatriz. (2013). Terror anal. Buenos Aires: La Isla de la Luna.
______. (2008). Testo yonqui. Madrid: Espasa Calpe.
Sáez, Javier y Sejo Carrascosa. (2001). Por el culo. Políticas anales. España: Epublibre.
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