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CAPÍTULO 1.

TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS E INDUSTRIALIZACIÓN


La Revolución Industrial trastocó de forma decisiva y constante la vida de la humanidad.
Hubo una capacidad de adaptar el conocimiento científico al proceso productivo bajo la
forma de tecnología. Este proceso de industrialización comenzó a mediados del siglo XVIII
en Inglaterra, y será una primera fase de una transformación que tendrá todavía mayor
aceleración en el siglo XX.
Se dió una transformación profunda de la estructura económica del mundo, asociada a la
Revolución Industrial y a sus efectos más inmediatos sobre el aumento de la productividad,
modificación y mejora a largo plazo de la calidad de vida y aplicación masiva de la
tecnología al proceso de producción de bienes y mercancías. Hubo una transición de una
sociedad rural y artesanal a una sociedad urbana, industrial y diversificada. También había
relaciones sociales de desigualdad social ligadas a la proletarización y a la diferenciación
clasista. Asimismo, las potencias capitalistas-industriales impusieron su poder económico y,
a veces, su dominio político a las sociedades y territorios más rezagados o no
industrializados.
Encontramos una transición de un mundo pequeño, europeo y atlántico a un mundo global,
de integración progresiva de hombres, economías, estados y culturas.

PROTOINDUSTRIALIZACIÓN
El siglo XVIII prepara el posterior proceso de industrialización gracias a los intercambios
comerciales realizados por los Estados comerciantes hegemónicos, que eran Francia e
Inglaterra –una vez superada la hegemonía de Holanda como potencia comercial– y gracias
a la aparición de una potente economía agraria de carácter doméstico: LA
PROTOINDUSTRIALIZACIÓN. Los países europeos importaban bienes de consumo de las
Américas (café, té, especias, azúcar, cacao, etc.) y exportaban por todo el mundo bienes
manufacturados: textiles producidos en la India, pero sobre todo elaborados por la industria
textil doméstica europea.
No existe relación mecánica de continuidad entre protoindutrialización e industrialización,
pero esta industria rural está en la base del desarrollo del gran comercio, de la
especialización agraria de carácter interregional y de la acumulación de capital comercial.
En determinados territorios europeos, el capital comercial de comerciantes y productores
(verlenger) comienza a penetrar en la esfera de la producción manufacturera textil. La
penetración del capitalismo comercial en el industrial se produjo a través del mundo rural,
donde había trabajo en abundancia y a bajo coste que estimuló la inversión del capital
mercantil y posibilitó el desarrollo industrial.
La industria rural se basa en la actividad rural y doméstica, sin concentración fabril
(manejaba una dotación tecnológica escasa), especializada en el sector textil de lana y lino
y en una producción orientada al mercado extrarregional. Su organización depende
directamente del capital mercantil, que le surte de materias primas y se encarga luego de
su comercialización, es decir, hay capital mercantil que es una inversión en materias primas
realizada por comerciantes que luego serán transformadas en la industria rural doméstica y
comercializadas. Esa producción era distribuída a través de circuitos comerciales que
alcanzaban mercados comarcales, nacionales e internacionales.
Había dos modelos de organización protoindustrial:
-Verlagssystem: pequeños productores (familias extensas, en realidad) trabajaban
por encargo del comerciante que les proporcionaba los medios de producción.
-Kaufsystem: pequeños productores artesanos eran los dueños de los medios de
producción y luego vendían sus productos al comerciante.

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La mano de obra protoindustrial provenía de las necesidades de ingresos de las familias de
los subsegmento inferiores de la sociedad rural: campesinos con poca tierra incapaces de
subsistir con los productos o rentas de esa tierra y campesinos sin tierra incapaces de
subsistir con los ingresos del trabajo agrario. Todos los miembros de la familia (hombres,
mujeres, niños, ancianos) buscaban ingresos que complementaran o suplieran a los
escasos o inexistentes provenientes de la actividad agraria, y los buscaban donde podían,
ya fuera en las manufacturas rurales, en el servicio doméstico, en la caridad, etc. No
obstante, los ingresos de la tierra o del trabajo agrícola continuaban aportando una parte
fundamental de los ingresos del presupuesto familiar.
LA PROTOINDUSTRIALIZACIÓN SE REALIZÓ BAJO LA CONDICIONES (RELACIONES
DE PRODUCCIÓN E INTERCAMBIO) DEL CAPITALISMO.
La Revolución Industrial ocurrida en Gran Bretaña desde fines del siglo XVIII sería
inexplicable sin tener en cuenta la producción de bienes a pequeña escala, basada en
procesos mecánicos y manuales.

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Es un hecho del siglo XVII aunque sus efectos no se hicieron patentes hasta el siglo XIX,
pero se caracterizó por haber iniciado un proceso: “tiene más importancia la profundidad de
los cambios que su rapidez” (David Landes). Hablamos de la transformación más
fundamental experimentada por la vida humana desde la época neolítica. Produjo una
aceleración del crecimiento económico, acompañada de una profunda transformación de la
producción y de la estructura de la sociedad, no sólo británica.
Pero, ¿por qué en Inglaterra? El Occidente europeo se hallaba, a mediados del siglo XVIII,
en una situación más próspera que cualquier otra región del mundo y mejor preparada
desde el punto de vista cultural y científico, además de su enorme expansión comercial.
Pero existen algunas razones que explican el éxito británico:
1ª Transformaciones en el mundo rural. La agricultura inglesa presentaba un
panorama diferente al del resto del continente (exceptuando a Francia y a Holanda), al
haber experimentado ya una primera revolución agrícola. En la distribución de la tierra
predominaba una alta y una baja nobleza, apenas la Iglesia ni los campesinos. Ésto fue
posible gracias al proceso de enclosures (cercamientos) que afectó a tierras cultivadas y a
comunales y supuso una mejor garantía de los derechos de propiedad y una limitación de
los derechos colectivos sobre la tierra. También hubo una serie de innovaciones técnicas
como la difusión del Norfolk system (sustitución del barbecho por la alternancia de los
cultivos de cereales con leguminosas) y una asociación estrecha entre agricultura y
ganadería, mediante la estabulación y la producción de forrajes. El incremento de la
productividad que se produjo permitió alimentar a una población en expansión sin depender
de la importación de materias primas. Ésta sería una de las ventajas fundamentales de
Inglaterra para afrontar su industrialización.
2ª “Política de la innovación tecnológica”. Se da una progresiva sustitución del
trabajo humano por el de las máquinas, de la energía animal por la mecánica y la utilización
de nuevas materias primas generalmente inorgánicas (minerales). Las nociones científicas y
los inventos pudieron ser convertidos en innovaciones. Los principales cambios
tecnológicos tuvieron lugar en el sector de la energía con la máquina de vapor de James
Watt, y esta tecnología de fuerza motriz fue la que concedió al mundo occidental su gran
superioridad sobre el resto del mundo. También se dieron innovaciones técnicas en la
metalurgia y en la industria textil (water frame, jenny, mule). Hay que tener en cuenta que lo
más importante de la revolución industrial fue su capacidad para integrar pequeñas mejoras.

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Es importante la conexión entre tradición, pequeña producción, saber técnico y capacidad
de renovación; características que florecieron en la Inglaterra de fines del siglo XVIII.
3 Tránsito hacia la producción para el mercado, en vez de para el consumo propio.
Es importante el papel de la demanda, es decir, la influencia de los consumidores en la
orientación de la producción. Para que esto tenga lugar es preciso que exista un mercado
integrado y esto es lo que sucede en la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XVIII. Por
una parte, se configura un mercado interior, basado en una demografía en expansión y un
alto poder adquisitivo de la población, sin aduanas interiores y con una moderna red de
comunicaciones. Por otra parte, la economía inglesa se benefició de un amplio mercado
exterior, en constante expansión, basado en un gran poderío naval, un apoyo constante de
la política diplomática del gobierno y en el monopolio de las colonias ultramarinas. Se da la
suma de un lento crecimiento interior y una expansiva economía internacional, de modo que
la revolución industrial es a la vez un hecho profundamente insular y un hecho mundial.

EL TALLER DEL MUNDO


Los sectores que lideran la industrialización son la industria textil algodonera, la metalúrgica
y los ferrocarriles.
La industria textil algodonera sustituye a la precedente de la lana y el lino, estrangula la
producción textil de países como India, se dirige fundamentalmente al mercado exterior y se
engarza con las economías de plantación esclavistas americanas. En el sector algodonero
fue donde se efectuaron con mayor rapidez las innovaciones técnicas, especialmente en la
fase del hilado, también se adaptó a nuevas formas organizativas, dada la posibilidad de
integrar la tradición gremial de los artesanos (caso de los tejedores) con la producción
masiva en fábrica. Por esta razón, el algodón fue el sector líder de la revolución industrial.
La industria metalúrgica tuvo una importancia menor. No obstante, algunas innovaciones
técnicas fueron importantes como la sustitución del carbón vegetal por el carbón mineral , lo
que permitió importantes ahorros energéticos, evitó la deforestación e impulsó otras mejoras
como la construcción de hornos altos que favorecían la combustión del coque (carbón
mineral).
En el sector de los transportes hay que destacar la construcción de canales y, sobre todo,
de carreteras de peaje, lo que redujo drásticamente la duración de los viajes. Pero el gran
revulsivo fue la construcción del ferrocarril. Los efectos de arrastre del sector ferroviario son
muy importantes sobre la minería y la siderurgia. Todo esto expresa una de las obsesiones
de la época que no es otra que la de ganar tiempo, lo que sólo se logra con una eficaz red
de transportes.
Se definió a Gran Bretaña como el taller del mundo, debido a lo que se producía en la isla y,
sobre todo, por su capacidad de comercialización de mercancías en todo el mundo y de
efectuar inversiones en otros países.
La economía británica mantuvo su primacía mundial hasta 1870, en que comenzó su lento
declive, ya percibido a fines del siglo XIX, cuando fue superada por Alemania y EEUU como
primera potencia económica mundial.

LA INDUSTRIALIZACIÓN EN EL CONTINENTE
El proceso de industrialización en el continente europeo es un poco más tardío, presenta
modalidades nacionales y regionales muy diversas y, además, debe enfrentarse a la
posición privilegiada que había conseguido Gran Bretaña. La explicación del crecimiento
económico de Europa en el siglo XIX estaría en la existencia de factores de sustitución de
los británicos sean el Estado, la banca o la política económica (según Gerschenkron) o en la

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capacidad de emulación de la experiencia inglesa por parte del continente, lo que le habría
permitido incorporarse con más fuerza a una segunda fase de la economía industrial y así
acortar distancias (según Landes).
La Europa continental dispuso de la tecnología británica, pero tuvo que afrontar también
grandes transformaciones internas. Frente a la unidad nacional británica, la diversidad
continental suponía de entrada un factor limitador que, en la segunda mitad del siglo, acabó
siendo superado. A pesar de ser un proceso esencialmente diverso, según épocas y países,
hay algunas pautas comunes en la dinámica industrial europea y diferenciadoras del modelo
británico:
1. El sector lider ya no es la industria de bienes de consumo sino la industria de bienes
de equipo.
2. La financiación del proceso industrializador es más exógeno que en el caso
británico. En el continente es mucho más fuerte la integración entre la banca y la
industria frente a la vía inglesa, donde el ahorro producido en la propia industria era
el núcleo de la capacidad inversora. En el continente, la banca tiene un papel central
en la aportación de recursos con destino a la industria pesada.
3. Frente al protagonismo de la iniciativa privada británica, la transformación
económica en el continente no sería posible sin la participación activa de los
gobiernos en la dotación de recursos, captación de inversiones exteriores o en el
establecimiento de políticas proteccionistas.
4. A pesar de la influencia de los estados, la industrialización europea es, sobre todo,
un fenómeno regional. La existencia de desequilibrios territoriales en el ámbito
europeo y la diferenciación en el interior de los propios estados nacionales es una
consecuencia de la propia expansión del capitalismo, que genera la existencia de
regiones más adelantadas a costa de regiones atrasadas, que por lo general
suministran materias primas y mano de obra a las zonas industrializadas.

REVOLUCIONES AGRÍCOLAS
La modificación de las estructuras agrarias propias de una sociedad feudal fue lenta pero
decisiva para afrontar el proceso de diversificación económica que supone la
industrialización europea. Es evidente que la renovación de la agricultura europea
acompañó el proceso de industrialización, bien aportando mano de obra para la industria,
bien constituyendo un mercado en expansión para los productos manufacturados.
La dimensión de las mudanzas agrarias está en estrecha relación con el entorno social e
institucional en el que se producen y con la organización previa de la sociedad tardo-feudal,
en la que existían grandes diferencias –la más decisiva la que separaba a Europa
occidental de la oriental–. Al este del Elba predominaba un tipo de señorío que comportaba
la existencia de la servidumbre agraria y una gran prevalencia por parte de los señores
(Gutherrschaft). Al occidente del Elba, el tipo de señorío era el Grundherrschaft, bajo el cual
pudieron desarrollarse amplias capas de campesinos libres y grandes arrendatarios agrarios
que ejercieron un papel central en la transición del feudalismo al capitalismo en el seno de
las economías agrarias. Las transformaciones que tienen lugar durante el siglo XIX afectan
al ámbito de la propiedad de la tierra y su uso más que a las mejoras en su organización
productiva* y su integración en la economía capitalista*. Sólo a finales de siglo, la
agricultura europea afrontará medidas decisivas para su transformación, al convertirse en
asunto prioritario de las políticas estatales. Se crean ministerios, se fomenta el crédito
agrario, y aparecen grandes ligas agrarias que alcanzarán un gran protagonismo político.

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La abolición del feudalismo fue tarea prioritaria de todas las reformas liberales agrarias
europeas, a partir del ejemplo francés. La emancipación del campesinado en la Europa
central y oriental fue un proceso que duró medio siglo. Aunque los señores fueron
despojados de sus derechos políticos, pudieron convertirse, en muchos casos, en grandes
propietarios.
El progreso del individualismo agrario es una constante de la sociedad rural
contemporánea. Se pone de relieve en la consolidación de la propiedad privada de la tierra
tras la abolición de los derechos feudales sobre la misma y la consagración de la figura del
propietario como titular único. Se manifiesta también en el denominado “ataque a los
comunales”, con los cercamientos de bienes y la eliminación de prácticas consuetudinarias.
Decrece, por tanto, el papel de la pequeña comunidad campesina, donde tenía lugar la
parte fundamental de la producción agraria europea y emergen las figuras del propietario
cultivador directo y el gran arrendatario.
Paul Bairoch ha individualizado dos revoluciones agrícolas que habrían tenido lugar desde
finales del XVIII hasta principios del siglo XX:
La primera revolución agrícola, iniciada en Inglaterra se manifiesta en los países
continentales con la supresión gradual del barbecho y mejora en la rotación de cultivos, con
introducción de las plantas forrajeras y con la generalización de productos de primavera
como la patata. También con la mejora del utillaje agrícola, todavía no motorizado y con la
introducción de nuevos fertilizantes como el guano peruano y el nitrato chileno.
La segunda revolución agrícola constituye la respuesta que la agricultura europea
ofreció a la invasión de productos agrarios procedentes de las “nuevas europas”
(Norteamérica, Argentina, Oceanía) que amenazaron con colapsar la producción agraria
europea. Se añade ahora la difusión de maquinaria agrícola que permite la mecanización de
parte de los trabajos agrarios (especialmente, la recolección) y la fuerte integración entre
agricultura e investigación científica.

Los resultados de estas dos revoluciones agrícolas no tuvieron idéntica intensidad en el


espacio europeo continental.
De todas formas, la productividad agrícola experimentó incrementos sustanciales en
algunos países durante el siglo XIX.

*NOTAS:
La organización productiva se refiere a cómo se lleva a cabo la producción en el sector agrícola, incluyendo aspectos como las
técnicas de cultivo, la gestión de los recursos, la división del trabajo y la adopción de tecnologías agrícolas.

La integración de la tierra en la economía capitalista implica su participación activa en los procesos de inversión, producción y
comercio, donde los propietarios de tierras pueden buscar maximizar sus ganancias mediante el uso eficiente de los recursos
y la participación en los mercados agrícolas y financieros.

LA EXPANSIÓN DE LOS TRANSPORTES


El mejor indicador de la industrialización del continente es la expansión de los medios de
transporte debido a su influencia sobre otros sectores y a su capacidad para integrar
amplios mercados nacionales e internacionales.
Desde el siglo XIX, a las carreteras y los canales se agrega el tendido masivo de una red
ferroviaria que une Europa desde los Pirineos al mar Negro. La navegación también
experimenta un gran impulso, tanto la fluvial como la marítima. Esta última fue el sector que
experimentó mayores transformaciones durante la segunda mitad del XIX. Los viejos clipper
de vela son progresivamente sustituidos por el barco de vapor a la vez que se construyen
barcos de mayor tonelaje. La apertura del canal de Suez allanó también muchas dificultades

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en las relaciones entre Europa y el Extremo Oriente, al reducir a la mitad la duración de la
ruta.

ADELANTADOS Y REZAGADOS
Los ritmos de seguimiento del ejemplo británico por parte de los países europeos no fueron
uniformes en el tiempo. Algunos de ellos, como Bélgica, Francia o Alemania son
considerados los primeros en llegar (los first comers). Un segundo grupo, los late comers
(Rusia, Austria-Hungría y Escandinavia), se incorporaron al proceso de industrialización
muy avanzado el siglo XIX. También habría un tercer bloque, los Balcanes y el Mditerráneo,
aunque el norte de Italia, Cataluña y País Vasco no respondan exactamente a esta
tipología.
Bélgica es el país que, gracias a sus recursos energéticos y a su privilegiada posición
geográfica, en el centro de una gran región industrial franco-alemana, logra un nivel más
rápido de industrialización. Su estrecha vinculación con la economía francesa, que realizó
grandes inversiones en el sector carbonífero y el papel activo que el gobierno desempeñó
en el apoyo a la industria y en la construcción de ferrocarriles.
En Francia, el nivel de crecimiento no fue muy distante del británico, pero no logró alcanzar
a su competidor en todo el siglo XIX, a pesar de haber tenido lugar la transformación social
y política más importante del continente (tras la revolución francesa de 1789). Diversas
regiones francesas destacan en su papel industrializador: el norte fronterizo con Bélgica,
Alsacia y Lorena, y la región de Lyon. Al propio tiempo, extensas áreas del sur y del oeste
mantuvieron sus estructuras tradicionales, lo que debilitó su proceso industrializador. La
peculiaridad francesa reside en haber adaptado su nivel de desarrollo a un amplio mercado
interior de carácter rural, aunque de bajo crecimiento por el maltusianismo demográfico del
país desde el siglo XVIII, y, al propio tiempo en protagonizar grandes inversiones en la
Europa mediterránea y oriental. El crecimiento económico de estas zonas es inseparable de
la gran cantidad de capitales invertidos por la economía francesa, en la construcción de vías
de comunicación, establecimiento de sistemas bancarios o en la explotación de los recursos
naturales.
El caso de Alemania es más singular, dadas sus dimensiones y su tardía unificación política.
Concentrado su poderío industrial en el reino de Prusia, su crecimiento más espectacular
tiene lugar en el último tercio del siglo. Los ejes de su estructura industrial estaban basados
en la industria pesada (hierro y acero) y en la construcción de maquinaria. Pero lo más
decisivo de la estructura industrial alemana fueron los factores de carácter organizativo y
político: por la constitución de un gran mercado interior; por la alianza entre nobleza agraria,
la burguesía industrial y la política militarista del II Imperio, fundado por Bismark; y por una
gran concentración empresarial y financiera y por el potente desarrollo científico aplicado a
la estructura productiva, visible sobre todo en la industria química.
Hasta 1870, la mayor parte de los países europeos no conoció una auténtica
industrialización, salvo en ámbitos restringidos de dimensión regional.
En conjunto, el desarrollo económico de Europa en el siglo XIX muestra:
-la precocidad del oeste frente a los países de Centroeuropa y de la Europa oriental.
-un descenso de latitud desde el norte, más evolucionado hacia el Mediterráneo, que
se incorpora más tardíamente.
Estas diferencias derivan de raciones culturales y organizativas.

LA INDUSTRIALIZACIÓN FUERA DE EUROPA: ESTADOS UNIDOS Y JAPÓN

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Fuera de Europa tiene lugar un doble proceso, por una parte una progresiva
desindustrialización de economías como las de India o China, y por otra la emergencia de
una potente economía industrial en EEUU y la occidentalización de Japón.
EEUU: La transformación de una sociedad colonial, de base agraria y comercial, en una
sociedad altamente industrializada es un hecho que tiene lugar en EEUU durante el siglo
XIX. Las bases de la industrialización estadounidense, parcialmente diferentes de las
europeas descansan sobre varios pilares:
1. Una potente agricultura favorecida por abundancia de tierras y por una precoz
mecanización, debida a la escasez de mano de obra. Fue una agricultura organizada
por los pioneros que organizaron sus granjas como empresas agrícolas, altamente
mecanizadas y de producción masiva. La producción agraria no sólo fue capaz de
alimentar la población creciente de EEUU, sino que invadió los mercados europeos
provocando la crisis agraria de finales del siglo.
2. La formación de un inmenso mercado interior. Frente al modelo británico de
industrialización basada en la exportación de manufacturas, en EEUU el peso del
comercio exterior fue muy escaso.
3. La adopción de pautas de organización de la producción basadas en la aplicación
sistemática de innovaciones tecnológicas, en la combinación del trabajo mecánico y
el humano y, finalmente, en una fuerte concentración empresarial.
JAPÓN: A partir de 1868 y hasta principios del siglo XX tiene lugar un proceso de
industrialización de Japón que combina la permanencia de buena parte de sus tradiciones
con la incorporación de influencias y tecnología occidental, transferida mediante la
formación técnica en universidades extranjeras y una probada capacidad de los japoneses
para la imitación. Los fundamentos del despegue industrial japonés descansan en el apoyo
que el estado presta a las iniciativas industriales, en la sobreexplotación del campesinado
por vía fiscal para financiar las inversiones estatales en el sector industrial y en la
constitución de importantes grupos industriales que ejercen liderazgo sobre varios sectores
de la economía. El desarrollo de la industria de bienes de consumo (textil) se basa en su
capacidad de exportación mientras que el nacimiento de la industria pesada está vinculada
a las necesidades de expansión militar. Las razones que explican este rápido éxito del
Japón moderno son muy variadas:
1. la disciplina laboral y la capacidad de sacrificio de la población japonesa
2. las razones de tipo religioso y cultural como la jerarquía familiar y social, y la
lealtad a la comunidad y, sobre todo, al Estado. El capitalismo japonés
comenzó como un capitalismo de Estado.
En contra del nacimiento del capitalismo occidental, basado en el apogeo del individualismo,
en el caso japonés fueron los valores comunitarios los que se reforzaron,lo cual demuestra
que la vía japonesa al capitalismo, además de tardía, fue diferente de la seguida en
Occidente. El factor nacionalista logró una adhesión incondicional de la población a los
proyectos reformistas de los gobiernos.

LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


A partir de la década de 1870, una nueva fase se abre en la evolución de la economía
mundial. A pesar del auge de las políticas proteccionistas, se produce una mayor
integración de las economías nacionales hasta el punto de formarse por primera vez un
mercado mundial de mercancías y fuerza de trabajo; el dominio europeo del mundo se
manifiesta en la expansión imperialista y en la formación de extensos dominios coloniales.
Al propio tiempo, tiene lugar un nuevo avance industrializador, que consiste en un complejo

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proceso de transición hacia nuevas formas organizativas, otros sectores productivos
que marcan la pauta del desarrollo económico y, la incorporación de nuevos países al
proceso que se suele denominar segunda revolución industrial.
El acero progresivamente sustituye al hierro en los sectores del transporte, la construcción,
maquinaria e incluso en bienes de consumo. La expansión de su producción es enorme.
Fue importante el convertidor inventado por Henry Bessemer, ya que antes no se podía
conseguir una producción masiva y barata. Esta eclosión del acero propició a la vez una
enorme expansión de la industria siderúrgica.
La industria química será uno de los sectores que marcan la pauta de las transformaciones
de la economía mundial hasta la Primera Guerra Mundial. Influye sobre ramas muy diversas
de la producción (metalurgia, papel, cemento, caucho, cerámica, vidrio…), y combinada con
las nuevas fuentes de energía, como la eléctrica electricidad o el petróleo, permite el
desarrollo de actividades como la petroquímica o la electrólisis. También está vinculada a la
química agrícola, la producción de ácido sulfúrico, la dinamita o la vulcanización del caucho.
Un grupo de químicos alemanes patentó el procedimiento para conseguir colorantes
artificiales y tintes sintéticos, lo que propició un desarrollo extraordinario de productos
químicos derivados y la constitución en Alemania de fuertes empresas que acabaron por
controlar el mercado mundial de la química.
Se dió una transición hacia otras fuentes energéticas que serán las protagonistas durante
todo el siglo XX como la electricidad y el petróleo, sustituyendo el carbón mineral como
combustible para la máquina de vapor y la calefacción.
La producción eléctrica comenzó para satisfacer la necesidad de iluminación (alumbrado
urbano) pero pronto se destinó a la industria, con ella no quedaba al margen de la
mecanización ninguna actividad productiva.

LA “GESTIÓN CIENTÍFICA” DE LA EMPRESA


La segunda fase de la industrialización aporta los fundamentos de una nueva organización
del capital y del trabajo, la llamada gestión científica. Esto exige una gran perfección de las
máquinas, una división del trabajo extremadamente rigurosa y la disponibilidad de
instrumentos de precisión. Todo ello desembocó en la TAYLORIZACIÓN, consistente en la
aplicación de procedimientos mecánicos (descomposición de tareas a realizar, aislamiento
del trabajador, salario proporcional al trabajo) a los procesos de fabricación, de modo que el
hábito acabase por suplantar a la razón. Esta práctica se complementó con el desarrollo de
las cadenas de montaje, de las que el caso de la planta de automóviles de Henry Ford es el
mejor ejemplo. La innovación de Ford revolucionó la industria del automóvil y abrió el
camino para prácticas comerciales nuevas, como la venta a crédito, la publicidad y la
producción a gran escala. El llamado FORDISMO implica concentración fabril, gestión
científica del trabajo, producción masiva y sociedad de consumo.
se dieron prácticas monopolistas de control del mercado y la concentración empresarial. El
Trust o Holding se refiere a fusiones realizadas por diferentes sociedades capitalistas que
pueden monopolizar un sector productivo. La constitución de estos grupos empresariales se
realiza bien mediante una integración horizontal, en la que el control se ejerce sobre una
fase de la producción, o bien mediante una integración vertical, en la que todo el proceso de
producción queda bajo una única dirección.
La segunda revolución industrial no solo fue una etapa de cambios tecnológicos y
organizativos, sino de ampliación geográfica de la economía industrial. Países como
Argentina, Canadá, Rusia o países escandinavos, se incorporaron con fuerza el proceso
industrializador en un contexto histórico de fuerte desarrollo de las economías nacionales y

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de fuertes medidas proteccionistas, compatibles con la expansión imperialista y el dominio
europeo del mundo.

UN MUNDO “GRANDE” E INTEGRADO


A fines del siglo XVIII podría decirse que existía una "economía- mundo" vinculada al
hemisferio occidental y con centro casi exclusivo en Gran Bretaña, pero cuya característica
central era el predominio de la agricultura, junto a actividades "protoindustriales" y
comerciales en expansión. Un siglo después de que hubiera tenido lugar el proceso de
industrialización en Europa, Estados Unidos y Japón, la faz del mundo había cambiado
notablemente, hasta el punto de que puede hablarse de una "economía mundial" y, sobre
todo, de una economía diversificada, en la que las actividades secundarias y terciarias
comienzan a ser más importantes que las vinculadas al trabajo agrario. Europa, no sólo
Inglaterra, era ahora el centro del mundo, pero lo más notable era la progresiva integración
de las economías nacionales en un mercado mundial cada vez más unificado, a pesar de la
amplitud de las políticas proteccionistas.
Un buen indicador de esta progresiva integración económica es la crisis agraria finisecular,
consistente en la llegada a los mercados europeos de ingentes cantidades de productos
alimenticios, procedentes de los países integrantes de la "nueva Europa": Estados Unidos,
Canadá, Argentina y Australia. La razón de esta crisis está en la producción masiva de
bienes alimenticios, a bajo coste, en los países extraeuropeos y en el descenso del precio
de los transportes de mercancías. Los límites establecidos en las sociedades rurales
tradicionales, según los cuales una región hambrienta de pan no podía socorrerse con los
excedentes de otra que estuviera situada a más de cien kilómetros de distancia, quedaban
finalmente rotos. Aunque la reacción más común de los países europeos fue establecer
barreras aduaneras frente a esta invasión de productos ultramarinos, las consecuencias de
esta mundialización de la economía, incluso en el sector primario, condujeron a una
incorporación de la agricultura europea a los métodos de innovación técnica que antes
había seguido el sector industrial. Uno de los componentes de esta transformación fue el
abandono definitivo de los campos europeos por parte de millones de campesinos, en
dirección a los países americanos o a las concentraciones urbanas europeas, que
experimentan desde fines del XIX una nueva fase expansiva. Pero lo más importante a
señalar es la progresiva "terciarización" de la estructura ocupacional de la población. Esto
es fruto no sólo de la urbanización, sino también del crecimiento de las tareas
administrativas, de los comienzos de una sociedad de consumo de masas y de la incipiente
incorporación de la mujer al mercado laboral. La terciarización de la economía es más
intensa en los países de la "nueva Europa" que en Europa propiamente dicha. En los países
europeos y en Japón, en cambio, el peso del sector industrial supuso que hasta los años
setenta del siglo XX no fuese todavía superado por el de servicios

Capítulo 2 Libertad e igualdad. Las transformaciones políticas del siglo XIX

El proceso de industrialización experimentado por el mundo occidental durante todo el siglo XIX
tiene sus raíces en la revolución industrial iniciada en Inglaterra a finales del siglo XVIII. En este
mismo periodo se establecerán también las bases políticas y e ideológicas contemporáneas.

Lo que realmente movilizó al hombre del siglo XIX fue consolidar la libertad en todos sus órdenes
(político, económico, de ideas y nacional) y a la vez resolver el problema de la igualdad de las
personas, después de siglos de superioridad aristocrática, fundada en la existencia de privilegios y

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libertades específicas de estamentos y corporaciones. Estos pensamientos quedarían claramente
reflejados en las 3 corrientes ideológicas que dominan el siglo XIX por excelencia: el liberalismo, el
socialismo y el nacionalismo. Todas ellas surgen a partir de estas experiencias revolucionarias del
siglo XVIII.

Las transformaciones políticas del siglo XIX afectan a campos muy distintos. Las monarquías
absolutas del antiguo régimen son sustituidas por regímenes políticos de carácter constitucional y, en
algunas ocasiones, también parlamentario hasta acercarse a los principios de la democracia. Lo que
predomina, sin embargo, es la existencia de monarquías constitucionales y no parlamentarias, ya que
estas no se abren paso como tal hasta el periodo de entreguerras del siglo XX.

Desde el punto de vista territorial y político, la gran novedad del siglo XIX, es la constitución de los
estados nacionales, es decir, la diversidad de entidades políticas existente en la Europa del Siglo XVII
se reduce drásticamente (como pasa en Mitteleuropa, donde la influencia napoleónica termina
disolviendo docenas de principados y pequeños estados y se fortalece el papel de Austria y Prusia. El
mapa de Europa solo sufrirá modificaciones debido a diversos conflictos de carácter nacional, tanto
en Bélgica o los Balcanes como en Italia y Alemania. El diseño hecho en Viena se mantiene hasta la 1º
Guerra Mundial. Estos cambios también afectan al continente americano donde la independencia de
las colonias del imperio español alumbra un nuevo mapa político constituido por un grupo de
repúblicas de cultura común.

Cuando estalla la I Guerra Mundial, aunque Europa se quedad en un estado de “penumbra”, esta
poco tiene que ver con la Europa de Luis XVI, queriendo decir esto que la libertad había realizado
notables avances tanto en personas como en pueblos, convirtiéndose en uno de los símbolos de la
cultura política occidental. La igualdad, entendiéndola como un modelo de gobierno democrático,
había resultado un tanto menos exitosa, pero estaba claro que la moral aristocrática de finales del
siglo XVIII había quedado claramente erosionada, sino sustituida por el individualismo burgués. Un
autor (Toquecville) lo resume muy bien: “la aristocracia había muerto cuando yo nací y la democracia
aún no existía”.

1. Las bases ideológicas del pensamiento revolucionario

El pensamiento político revolucionario planteado a finales del siglo XVIII, tiene su origen en
teóricos de los siglos XVII y XVIII. En Inglaterra tienen gran influencia las obras de Locke
asienta bases sobre la nueva legitimidad del poder político (deriva la soberanía no de la
voluntad divina, sino de la existencia previa de los derechos naturales del hombre.

En Francia las principales aportaciones políticas las llevan a cabo autores como Montesquieu
o Rousseau. El primero establece el famoso “espíritu de las leyes” que defendía la división
del poder para evitar el despotismo y poder limitar el poder. Mientras tanto Rousseau acuña
que el pueblo era la única fuente de soberanía política, que se expresa a través del principio
de la “voluntad general”. Estas corrientes se ponen a prueba en diferentes experiencias
históricas del siglo XVIII. También en lugares como América y Francia, así como en todos los
movimientos de orientación liberal propagados por América y Europa en el siglo XIX y que se
definen por su defensa al liberalismo, frente al absolutismo de las monarquías del Antiguo
Régimen.

Los conceptos más básicos del absolutismo son:

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● La sustitución del concepto de súbdito, propio de la monarquía absoluta por el de
ciudadano que se convierte en sujeto de derechos innegables.
● En la abolición de libertades particulares de gremios y corporaciones en favor del
concepto universal de libertad, aplicado no solo en el ámbito político, sino en el
económico: laissez faire, laissez passer (dejen hacer, dejen pasar. Hace referencia al
libre mercado con una mínima implicación de los impuestos y el gobierno)
● Sustitución del origen divino de la soberanía para radicarla en la nación o en el
pueblo, en su versión más radical y democrática. Se pretende que el poder político
esté sujeto a una ley, o sea a una constitución. No es posible este ejercicio sin una
división de poderes que permitan su propio control y equilibrio.

Las consecuencias políticas de estos principios quedan reflejadas en escritos como la Constitución
estadounidense de 1787 y la de Francia de 1791.

Las Constituciones de Cádiz o Portugal (1812 y 1822 respectivamente) son quizá el mejor ejemplo de
esta práctica constitucionalista europea.

El liberalismo sin embargo se manifiesta asimismo en una nueva organización de la vida política a
través de la creación de estados nacionales, la regulación de la participación ciudadana a través a
través de partidos políticos y sistemas electorales junto con la aparición de estructuras
administrativas centralizadas.

Aunque el liberalismo no es muy estatal, sí que es cierto que hace que el Estado se convierta en el
titular de la soberanía nacional y en la instancia ejercer la dominación política incluida la violencia.
Tocqueville otra vez dice que esta no se hizo para perpetuar el desorden sino para aumentar el poder
y los derechos de la autoridad pública.

2. En el nombre de la revolución

Desde el último tercio del siglo XVIII tiene lugar un proceso de mudanzas políticas que constituyen
los orígenes del mundo contemporáneo. Estos cambios afectaron a muchos ámbitos, desde la
legitimidad del ejercicio del poder hasta la ordenación de los distintos poderes bajo el principio de la
responsabilidad y del control mutuo. El concepto de revolución (se llama así un poco porque para la
gente que estaba viviendo esto, suponían transformaciones muy profundas) ya era conocido desde
varios siglos antes (Países Bajos liberándose del dominio español, o Portugal recuperando la dinastía
de Braganza frente a la monarquía de Felipe IV. En este caso revolución significa restauración, volver
a una causa perdida. A partir de la Revolución Francesa el término para a designar procesos políticos
cuyo desencadenante podía estar al alcance de los individuos. El Gobierno de la época de la
Convención Francesa ante el peligro que se encontraba frente a la coalición de potencias extranjeras,
se pudo declarar “revolucionario hasta la paz”. La revolución, en cuanto a mudanza política se refería,
era algo que podía hacerse y defenderse. Quienes la defendían se llamaban revolucionarios y quienes
se oponían reaccionarios o refractarios. Este es el origen de la gran distinción política del mundo
contemporáneo entre izquierda y derecha. (Norberto Bobbio)

El gran primer legado de la revolución es situarla al alcance de los hombres, hacerles capaces de
pensar y organizar el futuro. La distinción entre pasado y futuro se aceleró con las experiencias
revolucionarias de finales del siglo XVIII, consolidando la noción del progreso, avance indefinido en
todos los sentidos, tanto materiales como intelectuales.

Ahora nos enfocaremos en las 2 grandes revoluciones políticas de la época: la americana y la


francesa.

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3. La revolución americana

Las colonias inglesas en la costa Esta de América del Norte experimentaron un gran desarrollo
durante el siglo XVIII, pero a partir del 1763 tras la Guerra de los 7 Años (Francia, Gran Bretaña,
Austria y Prusia), las relaciones entre las metrópolis europeas y sus territorios coloniales se vieron
profundamente afectadas. En el caso británico cada vez eran más incompatibles los regímenes
políticos y económicos de las colonias con la política de la metrópoli.

Diversos incidentes como la Boston Tea Party (1773) fomentaron la toma de conciencia de las
diferentes asambleas políticas de las colonias sobre la necesidad de lograr la independencia.

La independencia de las trece colonias de la Corona británica tuvo lugar entre 1776 y 1783. En la
primera fecha se produce la Declaración de Derechos de Virginia y la Declaración de Independencia.
Comienza además la legitimización política de la posición de las trece colonias, el proceso de lucha
militar contra el ejército inglés que terminaría con el triunfo de las tropas americanas y el
reconocimiento internacional de los nuevos Estados Unidos de América. EN la guerra, dirigida por
George Washington, Francia y España fueron aliados de los americanos, lo que convirtió una rebelión
colonial en un asunto europeo. La declaración de la independencia de las 13 colonias queda reflejada
en el Tratado de Versalles.

La declaración de Virginia, redactada por Thomas Jefferson, es uno de los manifiestos políticos más
importantes que hayan sido concebidos en la época de la ilustración, dado que contiene los
principios básicos del liberalismo forjados por los teóricos ingleses del XVII, en especial por John
Locke. Los principios que establece son la soberanía nacional, igualdad entre todos los hombres y
gobiernos con responsabilidad, al tiempo que detalla una serie de libertades individuales. Estos
nuevos principios basados en la igualdad jurídica no tuvieron que enfrentarse (como era el caso del
continente europeo) a la existencia de estamentos sociales y monarquías, que provocaban una clara
heterogeneidad social previa a la experiencia revolucionaria. En los territorios de las trece colonias,
sin embargo, la homogeneidad social era la norma. Tos por igual y con el mismo objetivo.

Mientras se desarrollaba la guerra de independencia, estaba teniendo lugar un proceso de creación


de nuevo orden político. El resultado final tras, un largo debate, fue la aprobación de la Constitución
en 1787, que supone la primera plasmación práctica de los principios del liberalismo político
contemporáneo. Estos principios se resumen en 2: la organización del poder federal y el
establecimiento efectivo de la división de poderes.

La organización política surgida a través de esta Constitución contempla la existencia de un poder


federal (el presidente) elegido por sufragio indirecto, pero en el que los estados se reservan altas
competencias. El presidente se elige, pero los estados cortan el bacalao en verdad.

El poder legislativo se organizaba en 2 cámaras: el Senado que representaría a los estados de modo
equiparado, y la Cámara de Representantes, fruto de la elección popular de acuerdo con el peso
demográfico de cada estado. Hubo equilibrio entre estas 2 cámaras y el presidente, sigue a día de
hoy, pero con modificaciones. Hubo un poco de disputa entre federalistas y anti federalistas, pero
gracias a Alexander Hamilton que era el secretario del Tesoro de George Washington, en torno al
1815, el sistema político de Estados Unidos se hallaba ya totalmente consolidado, con instituciones
estables y con los primeros partidos políticos en acción.

4. La revolución francesa

Comienza en Francia con la reunión de los Estados Generales en mayo de 1789, proceso
totalmente diferente al americano. Su objetivo no es lograr la independencia, sino la

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transformación de la sociedad del Antiguo Régimen, muy compleja en su estructura, que se
hallaba organizada en torno a diversos estamentos y en la que seguían manteniendo un
fuerte peso cultural los valores de carácter aristocrático.

La influencia de la Revolución Francesa a nivel mundial, pero sobretodo europeo fue enorme
hasta el punto de ser considerada como punto de arranque de la época contemporánea.
Total, inspiración para otros movimientos revolucionarios.

Las interpretaciones sobre las causas de la Revolución Francesa han sido numerosas, autores
como Engels y Marx afirman que la revolución habría sido la culminación del ascenso social y
económico de la burguesía cuyo desarrollo no podía continuar dentro de los márgenes del
Antiguo régimen. Autores románticos como Albert Mathiez y Geroges Lefevre dirían que el
estallido revolucionario vendría provocado por el creciente empobrecimiento de las clases
populares (artesanos urbanos, campesinos…) y las continuas crisis de subsistencia que se
suceden en las décadas anteriores a 1789.

El autor Ernest Labrousse en sus estudios dice que eran perfectamente conciliables las 2
tendencias: el enriquecimiento de la burguesía y el empobrecimiento de las clases
populares. Esta opinión será la más aceptada. Hay también autores que sudan polla de la
revolución y creen que su protagonismo ha quedado relegado a antaño (François Furet)

Aunque la revolución francesa debe ser comprendida como un bloque en sí, esta está
fragmentada en muchas fases

1º Se abre en mayo del 89 con la Reunión de los Estados Generales en Versalles. Es la época
de la creación de las principales instituciones de la revolución. Durante este periodo tiene
lugar la quiebra de las estructuras políticas y sociales del antiguo régimen, así como la
construcción de una nueva legitimidad política que desemboca en la Constitución de 1791.
En agosto de 1789 se produce la abolición del feudalismo y la Declaración de los derechos
del hombre. En 1790 la Asamblea Constituyente aprueba la Constitución civil del clero, que
será el primer paso hacia la separación de la Iglesia y el Estado. Un año después se aprueba
la Constitución, que es la primera, de las constituciones realizadas en Francia y en Europa.
Triunfo del tercer estado, único estamento que se puede considerar como integrante de la
nación y por tanto lo es todo. Esta constitución sienta las bases de un sistema político
caracterizado por la división de poderes y previsión de una monarquía de carácter
constitucional sometida al poder legislativo. Acoge a su vez los principios del liberalismo
político: soberanía nacional, libertades individuales y defensa de la propiedad. El modelo
constitucional de esta fase revolucionaria se caracteriza por ser censitario y solo pueden
votar los hombres activos, o sea un 15% de la población.

2º Transcurre entre los años 1792 y 1795, se trata de la etapa más radical, en la que se
produce la caída de la monarquía y posterior ejecución del rey y una situación política de
emergencia nacional ante la guerra declarada por las monarquías europeas a los
revolucionarios franceses. Se adoptan entonces una serie de medidas políticas: Se proclama
la república y un gobierno de carácter dictatorial: un comité de la salud pública se queda con
todos los poderes y toma las principales decisiones de carácter radical: sufragio universal
masculino, control de precios y salarios, confiscación de bienes de la nobleza, apoyo al
proceso de conversión de los campesinos en pequeños propietarios y creación de un ejército
nacional. A partir de 1794, ante las dificultades económicas, la guerra y las luchas internas
entre diversas facciones de los revolucionarios se llega a lo que conocemos como “revolución

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congelada” oxease que había llegado a un punto muerto. Fue el punto de arranque de la
caída de los jacobinos.

A partir de 1795 se produce una nueva orientación de la revolución sobre las masas
moderadas, instaurando una auténtica república burguesa, se consolidan las conquistas
tanto el ámbito político como económico, quedando esto reflejado en la constitución de
1795. S crean las cámaras de los 500 y de los ancianos, debilitando el poder legislativo. El
poder ejecutivo se atribuye a un directorio. Se redacta en 1799 una nueva constitución, en la
que algunos principios constitucionales de 1791 quedan desnaturalizados. Se inicia la época
napoleónica.

5. La exportación de la revolución
La expansión de las ideas revolucionarias por el continente europeo está muy vinculada
al Imperio napoleónico. Por una parte, Napoleón lleva a cabo la consolidación de la
mayoría de las conquistas revolucionarias en el seno de la sociedad francesa, ya que su
objetivo es el de afirmar la nación francesa frente al exterior y el de asentar su estructura
política en el interior. Tanto normativa como administrativa. Esto supone la redacción del
Código de 1804, el código civil por excelencia en Europa; la firma del Concordato con la
Iglesia o la creación de un sistema educativo centralizado, desde la escuela primaria
hasta la universidad.
Por otra parte, tuvo lugar la exportación de los principios revolucionarios a muchos
países europeos. Las guerras napoleónicas poseen la novedad de que no solo eran
enfrentamientos entre potencias, sino entre sistemas políticos diferentes. La guerra fue
una de las vías de difusión de la Revolución. En sitios como Holanda, Italia o Alemania los
cambios institucionales fueron la consecuencia de las campañas de Napoleón. Se
produjo la abolición al feudalismo, se redactaron constituciones y se crearon las primeras
instituciones propias del liberalismo: asambleas políticas y gobiernos responsables.
La difusión de la Revolución es inseparable de la dominación francesa de buena parte de
Europa. La hegemonía europea de Napoleón termina con la derrota de Waterloo, pero a
pesar de esta derrota, el legado de Napoleón es esencial para comprender el mundo
contemporáneo.

6. El rechazo de la revolución: La restauración

La caída definitiva de Napoleón en 1815, abre el camino a toda Europa a un retorno


hacia posiciones políticas próximas a las del Antiguo Régimen. La restauración íntegra era
imposible, pero sí que volvieron algunas ideas políticas que se caracterizaban por su
rechazo de muchas de las conquistas de la Revolución y que comenzaban a encajar con
los ideales románticos que comenzaban a predominar en la conciencia europea. La
corriente ideológica más relevante del periodo era la del tradicionalismo, que arranca
del propio rechazo de la Revolución y cuyos máximo exponentes serán Edmund Burke,
Joseph de Maistre o Juan Donoso Cortés. Son el punto de referencia del pensamiento
conservador europeo de la época contemporánea. Paralelamente surge el legitimismo,
el cual defiende la legitimidad del poder en razón de los derechos históricos a favor de
las monarquías desplazadas por los gobiernos de inspiración napoleónica, que, en efecto,
lograron retornar a sus tronos de forma mayoritaria. El fin del imperio napoleónico
provocó una racionalización del mapa político de Europa, dado que no era posible
retornar a las fronteras anteriores a 1789.

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Congreso de Viena (1815) en el que se establecieron las bases de la diplomacia europea
por parte de las grandes potencias. Surge así la práctica de la “Europa de los Congresos”,
cuya principal intervención hubo de emplearse con ocasión de las revoluciones de 1820.
El envío en 1823 a España del ejército conocido como los “cien mil hijos de San Luis” para
restaurar como monarca absoluto a Fernando VII (buen ejemplo de intervencionismo
legitimista) El segundo supuesto era la construcción de una alianza doctrinal de base
religiosa, que desembocó en la Santa Alianza formada por las monarquías de Prusia,
Rusia y Austria. Escasa eficacia.

7. La prolongación de la revolución: 1830 y 1848

A pesar de las precauciones ideológicas y de la represión de las ideas liberales por los
gobiernos legitimistas instalados en Europa a partir de 1815, los principios del liberalismo se
siguieron haciendo camino a través de dos grandes movimientos sociales y políticos contra
los regímenes absolutistas. Especial relevancia tienen las asociaciones secretas, como los
carbonarios o la masonería.

Fuera de Francia es donde más impronta han dejado los movimientos revolucionarios de
1848. A partir de marzo de este año estallan insurrecciones o movimientos revolucionarios
en las principales ciudades centro europeas (Berlín, Viena, Praga, Milán…) que tiene como
objetivo común el logro de los principios más básicos del liberalismo: libertades individuales,
gobiernos representativos y reconocimiento de los derechos nacionales. Aunque la represión
de estos movimientos fue general, las consecuencias son bastante diferentes. En el Imperio
Austriaco se abole la servidumbre de los campesinos. En los países alemanes y en los estados
italianos, la influencia de las revoluciones de 1848 está vinculada estrechamente a su
proceso de construcción nacional. En Italia, salvo en el Piamonte, la represión de las
insurrecciones o de las repúblicas constituidas fue obra de potencias extranjeras (Austria y
Francia) EL papel más destacado fue el desarrollo de las tropas austriacas en el norte de
Italia. El reino de Piamonte se convirtió en el punto de referencia del nacionalismo italiano y
es un ejemplo de monarquía constitucional.

8. La afirmación del liberalismo político


A mediados del siglo XIX, a pesar de la derrota de las revoluciones del 48, una nueva
etapa política se abre en Europa. Los cambios no sólo se sitúan en su organización
territorial, también se transforman las pautas de liberalismos, que progresivamente
deberá ensanchar sus bases sociales acogiendo algunas de las demandas formuladas por
los revolucionarios en 1848. Nace así un lento proceso de avance de la democracia
política, en el que confluyen 2 fuerzas. La ampliación progresiva, aunque lenta de los
cauces de participación política por una parte y por la otra, el inicio de una organización
política por parte de la clase obrera, rotas ya definitivamente sus alianzas, con los
partidos burgueses, a través de internacionales obreras y los partidos socialistas.
La práctica del liberalismo político fue muy desigual en el mundo occidental durante el
siglo XIX. En los países continentales occidentales fue adoptado de forma intermitente y
con algunas limitaciones. En los países orientales el predominio de las monarquías
imperiales de Austria y Rusia no permitió la implantación plena de los principios del
liberalismo, aunque las diferencias sean notables entre la aristocracia zarista y el
gobierno de apariencia constitucional de Austria Hungría. Tan solo en dos sociedades
funcionaron de forma continuada las instituciones liberales: Reino Unido y los Estados
Unidos de América.

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Los fundamentos de la solidez política británica fueron la aparición de los partidos
políticos, una estructura social de carácter trinitario (lores, clases medias, clases
trabajadoras) y la influencia de una religión individualista son los fundamentos de la
solidez política británica, esto dota de gran solidez a su sistema político, más reformista
que revolucionario.

9. La democracia norteamericana
El sistema político americano forjado en el periodo de la independencia, contiene dos
elementos específicos: la tradición política anglosajona, que le ha permitido afirmar las
libertades individuales, y la ausencia de una sociedad de Antiguo Régimen que destruir,
lo que facilitó la instalación más rápida de una política democrática. El autor que mejor
refleja este sistema americano en Europa es Tocqueville. La evolución política de Estados
Unidos, una vez consolidado el sistema a partir de 1815 en que terminan las guerras
napoleónicas está regido por dos grandes fuerzas, por una parte, la construcción
progresiva de la nación tanto en sus elementos identificadores como en la necesidad de
preservarlos dada la llegada de inmigrantes y la expansión territorial hacia el oeste. A
diferencia de Europa, donde tuvieron gran relevancia los aspectos étnicos, en el caso
americano adquirieron mayor relieve los componentes políticos e ideológicos: el
individualismo, la participación política, el ser “tierra de oportunidades”.
El estallido de la Guerra de Secesión no fue, pues algo fortuito debido a la elección como
presidente abolicionista de Abraham Lincoln en 1861. Se trataba de una confrontación
entre dos modelos diferentes de construir la nación americana. La guerra fue larga y
provocó un gran desgaste de ambos contendientes, así como importantes secuelas en los
estados sureños, entre las que no fue la menor la pervivencia de una fuerte segregación
racial cuyos ecos alcanzarán hasta la época de Martin Luther King. Pero el triunfo de las
tropas de la Unión abrió el camino para la consolidación de la nación estadounidense y la
continuidad de los principios ideológicos y políticos de la época fundacional.

10. El peso de las naciones


Uno de los hechos más decisivos de la edad contemporánea ha sido la difusión de la
ideología del nacionalismo y la constitución de los estados nacionales. La aparición del
nacionalismo, concebido como “principio de nacionalidad inicialmente” se remonta a la
época ilustrada, aunque ha sido la experiencia del a Revolución Francesa y el triunfo del
romanticismo su gran caldo de cultivo. El carácter romántico de rechazo de la tradición
ilustrada, así como la gran valoración que hacen los románticos de las tradiciones
populares, en especial de la lengua y la literatura, permite la postulación del pueblo
como sujeto político frente al individualismo de la raíza liberal.
La formación de los estados nacionales es un proceso lento, que comienza también en el
periodo de las revoluciones liberales y que ha sido una tendencia constante hasta la
actualidad. La sustitución de las monarquías absolutas y de los grandes imperios, así
como la agrupación en una unidad superior de pequeñas repúblicas y principados, ha
sido realizada a través del estado-nación que se ha convertido en la forma predominante
de organización política del mundo contemporáneo. Aunque la gran eclosión del
nacionalismo ha tenido lugar en el siglo XX.
A principios del siglo XIX existían en Europa tan sólo unas pocas comunidades políticas
definibles como estados-nación (España, Portugal, Francia, Gran Bretaña…), 3 Imperios
(Rusia, Austria y Turquía) y más de treinta grupos étnicos sin estado, incluidos algunos
tan numerosos como los alemanes, destacando el reino de Prusia. Doscientos años más

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tarde casi todos estos grupos étnicos se han convertido en estados nacionales o al
menos han sido reconocidos como naciones, o sea, tienen identidad nacional.
Un rasgo esencial diferencia el nacionalismo en el siglo XIX y en el XX. En el primer siglo,
aunque las ideas nacionalistas calaron mucho, muy pocos grupos étnicos se convirtieron
en estado nación, fue a partir de la I Guerra Mundial cuando el principio wilsoniano de
autodeterminación creará numerosos estados-nación.
La ideología del nacionalismo confluye en ella una gran diversidad de tradiciones y de
pensamientos. La palabra nación en su origen medieval designaba a los nacidos en un
mismo lugar, pero carecía de dimensión política. Es en el tránsito de la Ilustración a la
sociedad liberal, cuando adquiere el sentido más preciso de una comunidad política
determinada. A partir del siglo XIX la palabra nación se identifica cada vez más con un
grupo étnico. Un tío que no voy a poner porque que pereza define nación como la
existencia de un grupo humano dotado no sólo de relaciones internas (económicas,
culturales y religiosas), sino por una conciencia colectiva de pertenencia al grupo y una
memoria compartida de un pasado común, real o imaginado, entendido como destino.
La nación se convierte por tanto en el lugar de encuentro de los que luchan contra el
absolutismo político, pero también de los que hablan una misma lengua y tienen una
misma cultura. Esta divergencia ideológica se puede rastrear ya en la propia Ilustración
europea con Locke y Montesquieu. EN general hay dos grandes tipos de ideología
nacionalista, la orgánico-historicista, de raíz cultural y la voluntarista de orientación
liberal. El nacionalismo de carácter orgánico tiene su mejor expresión en la corriente de
la Ilustración alemana, a través de la figura de Johann Herder, cuya posición defiende una
concepción de la humanidad formada por pueblos y no por individuos. Los pueblos
poseen ese espíritu propio que se manifiesta en sus realizaciones culturales. Fitcher
establece dos ideas de gran importancia, la primera es que ningún poder externo tiene
derecho a imponer sus normas a un pueblo, la segunda es que todo pueblo que dispone
de un carácter cultural propio tiene derecho a convertirse en estado nacional.
Herder por otro lado, establece que el concepto de pueblo viene dado por unos valores
culturales específicos, los cuales se habrían forjado a través de la historia y que solo se
podría explicar en virtud de la existencia de un alma o “espíritu” del pueblo. Todo pueblo
que ha sido capaz de forjar una cultura nacional debe adquirir su madurez histórica en la
forma de un estado-nacional.
La otra gran corriente ideológica del nacionalismo es la liberal, que dice que la nación
será la consecuencia de una decisión voluntaria de los miembros de la comunidad
política.
La pertenencia a la nación adopta por tanto un carácter voluntario. Esta corriente estaría
muy influenciada por el pensamiento revolucionario francés, dado que fue en ese
momento cuando se crean los principales elementos identificativos de la nación y el
Estado.
Dado que el objetivo es conseguir la autodeterminación o el autogobierno de los
pueblos, es precisa una organización política en que sustentarse, que esto va a ser lo que
configure la mayoría de movimientos de carácter nacionalista en el siglo XIX en la gran
mayoría de países europeos.
Hay naciones constituidas como estados como EEUU y Francia donde la nación es un
proceso de intensa nacionalización de sus habitantes a través de la escuela, el ejército o
la difusión de elementos simbólicos de carácter ritual. El nacionalismo se convierte en
una ideología que define el conjunto de grupos políticos que intervienen en el seno de la
nación.

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11. Procesos de unificación nacional

En el proceso de construcción de naciones de la Europa del siglo XIX los dos ejemplos
clásicos de nacionalismo que logra una unidad política a partir de varias entidades
previas son Italia y Alemania. Los dos presentan similitudes cronológicas, afrontan
conflictos bélicos con potencias externas y sobre todo cuentan con un agente unificador
importante, En reino de Prusia en Alemania y el de Piamonte en Italia. Figuras también
como Camillo Benso di Cavour y Otto von Bismarck. Los resultados históricos presentan
también algunos rasgos comunes: ambos se convierten en monarquías y desarrollan una
maquinaria estatal muy fuerte que ejerce un gran protagonismo, no solo en el proceso
de industrialización acelerada de ambos países sino también construye rápidamente los
mitos de la unificación. (no pienso describir cada uno son larguísimos no pasa nada)

12. En pos de la igualdad: democracia y la ciudadanía

Desde los tiempos de la Revolución Francesa, la lucha por la libertad estuvo acompañada
de la lucha por la igualdad. Los resultados de esta doble lucha se vieron plasmados en la
aparición del concepto de ciudadanía, nacido de la propia experiencia revolucionaria,
pero de desarrollo lento en el siglo XIX. Marshall dice que los logros de la ciudadanía
habrían hecho un recorrido de 3 fases, todas vinculadas a la igualdad. En 1º lugar, la
igualdad civil que garantiza la posesión de derechos individuales (pensamiento,
expresión.) igualdad política que se plasma en la posesión de derechos políticos (sobre
todo los electorales) y por último la igualdad social que sería uno de los logros del estado
del bienestar durante el siglo XX.
En el periodo que va desde los años 1870 hasta la Gran Guerra se produce un avance
significativo de la política democrática en la mayoría de los países europeos. Las
profundas transformaciones sociales que acompañan a la segunda revolución industrial.
Lenta transición desde el liberalismo moderado, de carácter restringido o censitario,
propio de los notables rurales, hacia la adopción de prácticas democráticas en las que se
integran cada vez con más fuerza las clases medias urbanas.
El primer indicador es sin duda la progresiva ampliación de derecho al voto. Aparte de la
precoz adopción del sufragio universal por la II República Francesa en 1848 o por la
democracia estadounidense es a partir de los años setenta cuando tiene lugar la
ampliación de derechos electorales. La creciente influencia de la opinión pública en la
marcha política, así como la aparición de los primeros partidos políticos de masas hacen
que haya un control más estricto de la acción de gobiernos. Esta ampliación de los
derechos políticos plantea nuevos, que son objeto de debate en todos los países. Lo más
importante es sin duda la desnaturalización de la participación electoral. Un segundo
indicador importante es la aparición de nuevos movimientos políticos y sociales que
exigen una participación en la vida política. Además de las elevadas cotas de partidos
socialistas en el Imperio Alemán. El movimiento más innovador fue el sufragismo
femenino. La reivindicación de los derechos políticos para la mujer ya contaba con
precedentes desde la época de la Revolución Francesa, pero es a finales del siglo XIX
cuando adquiere verdadera importancia. Aunque el reconocimiento de este derecho fue
lento, la irrupción de la mujer en la vida política no hacía sino mostrar la profundidad de
los cambios que estaban aconteciendo en las sociedades industriales. Naturalmente, el
sufragismo era una de las expresiones de la salida del hogar de la mujer, su acceso a la

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enseñanza se iría haciendo cada vez más viable a finales de siglo, también se modifica el
trabajo doméstico. Hay mucha diferencia entre Estados Unidos y Europa, pero se puede
concluir que un siglo después de la declaración de derechos para el hombre, la mayoría
de esos derechos se iban extendiendo a la mujer.
El avance de la democracia se complementó con otras iniciativas tomadas por los
gobiernos. Dos son las medidas tomadas, por una parte, se acentúan las políticas de
nacionalización de las masas buscándolos más variados instrumentos ideológicos y
culturales para lograr la cohesión política de la población. A esta necesidad responden
las fiestas políticas o la difusión de prácticas sociales nuevas como el deporte, además de
símbolos identificadores (tradiciones, banderas, himnos, estatuas). Por otra parte, se
adoptaron las primeras decisiones tendentes a la construcción de un Estado social. El
estado más adelantado fue el Imperio alemán.
El esfuerzo nacionalizador implicaba también una consecuencia del avance de la
democracia, expresado en la participación política y en la aparición de la ciudadanía
consciente. LA CONVERSIÓN DE SUBDITOS POLÍTICOS A CIUDADANOS ANCIONALES FUE
UN PROCESO QU EFAVORECIÓ la democratización política.
Para concluir, puede decirse que las transformaciones sociales y políticas inauguradas
por la doble revolución del siglo XVIII se hallaban plenamente desbordadas un siglo más
tarde. Muchas de estas transformaciones fueron fruto de memorables luchas sociales y
políticas, pero también consecuencia de la modernización económica que se había
abierto con la revolución industrial. Aunque a finales del siglo XIX, el ejercicio de la
política todavía parecía un coto reservado a la minoría de gobernantes de aire
aristocrático, su legitimidad dependía cada vez más del consenso de la ciudadanía y
consultas electorales.

CAPÍTULO 3. RICOS Y POBRES. MOVILIDAD SOCIAL Y ACCIONES COLECTIVAS


La revolución de finales del siglo XVIII dejó paso a una estructura social de clases. La
sociedad del siglo XIX se caracteriza por:
-crecimiento demográfico extraordinario
-intensa emigración desde Europa hacia América
-proceso de desagrarización →éxodo rural hacia las ciudades
Estas modificaciones sociales fomentaron la conciencia sobre la situación social de buena
parte de la población. Nacieron las primeras doctrinas sociales, preocupadas por el
creciente pauperismo de las clases trabajadoras, que pronto desembocaron en teorías
sociales (socialismo utópico y socialismo científico). Se transforman las viejas formas de
organización obrera, naciendo así los sindicatos modernos, los partidos obreros y el
movimiento de solidaridad supranacional (las internacionales obreras).

LA EXPANSIÓN DEMOGRÁFICA
La población mundial experimentó un importante crecimiento durante el siglo XIX, sobre
todo en el mundo occidental.
No obstante, este aumento resulta especialmente débil en países como Francia, moderado
en la Europa mediterránea y mucho más elevado en la Europa del Norte. Teniendo en
cuenta la elevada emigración de Europa a América, resulta evidente el dinamismo
demográfico europeo que acompaña a su proceso de industrialización. Se da, por tanto, una
transición a un sistema demográfico moderno basado en el mantenimiento, durante unas
décadas, de una elevada tasa de natalidad y en la reducción drástica de las tasas de

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mortalidad. La mortalidad bajó gracias a una mejor alimentación, avances en el campo de la
medicina y en el de la higiene.
El posterior descenso de la natalidad tardaría algún tiempo. De hecho, la natalidad
descendió muy lentamente hasta 1875, manteniéndose todavía entonces elevadas.
La combinación de ambas variables, además de una mayor esperanza de vida y una
tendencia al envejecimiento, permitió conseguir el gran incremento demográfico.
Es importante la consolidación de un modelo familiar europeo que consiste en el predominio
de la familia nuclear que sustituye a la familia extensa y en una llegada de los jóvenes al
matrimonio en una edad tardía. Esto supone un control indirecto sobre la fecundidad,
reforzado por una alta proporción de personas célibes.
Entre las consecuencias que esta estructura familiar tuvo en la configuración de una
sociedad industrial cabe destacar la existencia de una gran reserva de fuerza de trabajo,
incluida la femenina, dispuesta a la movilidad, la especialización y la ocupación en el trabajo
artesanal e industrial.
En la estructura ocupacional de la población de Europa occidental hay una alta tasa de
ocupación en el sector secundario (sector industrial).
tuvo lugar el abandono definitivo de los campos europeos por parte de millones de
campesinos en dirección a los países americanos o a las concentraciones urbanas
europeas. Este abandono rural fue un proceso lento y gradual más intenso en la Europa
nórdica que en la mediterránea, donde países como España o Italia mantienen hasta
principios del siglo XX una alta tasa de activos agrarios. A pesar de que la población rural
comenzó a descender, la desacralización masiva no ocurre hasta el siglo XX.
Conviene señalar la tendencia a una progresiva terciarización de la estructura ocupacional
de la población fruto de la urbanización y del crecimiento de las tareas administrativas, de
los comienzos de una sociedad de consumo de masas y de la incipiente incorporación de la
mujer al mercado laboral. La terciarización es más intensa en América.

¡AMÉRICA, AMÉRICA!
Durante el siglo XIX hay grandes desplazamientos, destacando la emigración transoceánica
europea hacia las nuevas europas, especialmente hacia Estados Unidos. Se debe al
abaratamiento de los transportes marítimos, el apoyo de los gobiernos, a las crisis agrarias
y a las miserables condiciones de vida de millones de campesinos europeos. Las
consecuencias son explotación de nuevas tierras, apertura de nuevos mercados, flujo de
capitales y desarrollo de una economía de carácter mundial.
una de las caras del dominio europeo del mundo es, justamente, esa capacidad de poblar
amplios territorios en un periodo histórico de gran expansión económica dentro del
continente. No es casual que sea la cuna de la industrialización, Gran Bretaña, el país que
mayores contingentes migratorios aporta a este enorme trasvase demográfico.

EL ENSANCHE DE LAS CIUDADES


El desplazamiento de la población rural hacia las ciudades es una consecuencia de las
reformas agrarias, de la mejora de las vías de comunicación y de la ampliación de los
establecimientos industriales que, por lo general, tendieron a ubicarse en las ciudades. Tuvo
lugar así un importante éxodo rural que provocó un descenso notable de la población activa
en el sector agrario, en beneficio del industrial y de los servicios. Es indudable, por tanto, el
crecimiento que experimentaron las ciudades europeas y americanas durante todo el siglo
XIX. La tasa más rápida de urbanización tuvo lugar en Estados Unidos.

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La urbanización no fue un proceso homogéneo, las divergencias entre países eran
importantes. Inglaterra podía considerarse ya un territorio plenamente urbanizado en la
segunda mitad del siglo XIX y con una población industrial que superaba desde 1851 a la
ocupada en la agricultura. hay una evidente correlación entre industrialización y
urbanización. Una de las razones es la ubicación de los centros fabriles en las propias
ciudades. Pero la ciudad del siglo XIX no fue sólo un centro fabril. algunos núcleos urbanos
crecieron por su condición de ser grandes puertos sonoros ferroviarios, alojar guarniciones
militares o haberse convertido en centros de ocio y turismo. Además, fue muy importante la
concentración administrativa que lograron las capitales de los principales estados.
La fluencia de la población a las ciudades propició, en un primer momento, un crecimiento
desordenado de las mismas, con la creación de barrios obreros insalubres y contaminados.
Pero a partir de mediados del siglo XIX comenzó un proceso de transformación de los
centros urbanos, naciendo así propiamente una cultura urbana y una cierta ordenación de
su expansión. La planificación, que fue mucho más frecuente y racional en América,
tampoco fue desconocida en Europa, a pesar de la notable importancia que tenía en
algunas ciudades, con estructura urbana medieval.
El ensanche de las ciudades conlleva la necesidad de planificar su expansión y la dotación
de los servicios adecuados. Este problema obliga a que los gobiernos intervengan
políticamente en el diseño de las ciudades. Gran parte de las urbes europeas tienen, en
esta época, un plan especial de ensanche y de actuación sobre su estructura urbana.
Las concentraciones metropolitanas características del siglo XX comienzan a forjarse en
este periodo.

LA MOVILIDAD SOCIAL: DE ESTAMENTOS A CLASES


El universo social del mundo occidental del siglo XIX –especialmente en el continente
europeo– experimentó fuertes transformaciones, que corrieron de forma paralela al proceso
de industrialización, urbanización de la población y cambios en la relaciones sociales.
1. se da una rápida sustitución de la división estamental por la de Clase, lo que permite
lograr una mayor movilidad social, aspiración central de la burguesía revolucionaria
de la primera mitad del siglo.
2. se da una progresiva sustitución de la hegemonía social y cultural ejercida por las
aristocracia es terratenientes a favor de las burguesías o de los grupos entonces
definidos como clase media. Este proceso fue lento, no pudo concluirse hasta la
época de la Primera Guerra Mundial, que es el momento en el que son derrotados
definitivamente los rentistas agrarios europeos.
3. emergen al primer plano histórico las clases trabajadoras, industriales y artesanas,
pero también agrarias.
lo que define el universo social de la Europa del siglo XIX es su permanente mutación, su
capacidad para modificar grupos y clases, su constante diversificación interna. Las
diferencias de riqueza entre las clases sociales eran muy grandes. En Europa la distancia
entre las clases sociales fue norma que tardó en desaparecer.
La sociedad europea es más igualitaria que la americana en la distribución de la riqueza,
pero en cambio es mucho mayor su discriminación social, debido a su configuración menos
democrática que en América y, sobre todo, al peso que ejerce en la sociedad europea una
tradición aristocrática forjadora de una cultura de la distinción. Por ello, conviene advertir
que la primera mutación de la sociedad europea del XIX es advertir la superación de su
organización estamental. A partir de la industrialización y la revolución liberal se proclama la
igualdad jurídica de las personas y las relaciones entre personas y grupos se establecieron

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progresivamente en torno al concepto de clases sociales, aunque esto no suponga la
igualdad económica. La quiebra del modelo estamental se vio favorecida, además, por la
formación de los estados nacionales y todo su aparato administrativo, que ejercieron una
considerable movilización de la población y una fuerte integración cultural de la misma, a
través de mecanismos como la escuela, el ejército o el sistema tributario. Los individuos
pertenecientes a una clase se definen por su relación con los medios de producción. Esto
permite diferenciar a los propietarios de bienes (capitalistas) y los que solo poseen su fuerza
de trabajo (proletarios). para autores de tradición socialista la división social fundamental en
la Europa del siglo XIX se establece entre burgueses y proletarios.
en conjunto, podríamos decir que el universo social del siglo XIX se caracteriza por una
secuencia de cambios, pero también de per vivencias, cuando donó de resistencias a estas
transformaciones. Se desmantelan los corsés heredados del antiguo régimen, pero también
permanecen muchos obstáculos para hacer efectiva una movilidad social basada en la
capacidad, el trabajo y el talento. La sociedad del siglo XIX se caracteriza, pues, por
hallarse en proceso de transición desde las estructuras feudales hasta las propiamente
burguesas y capitalistas, en una dinámica que no se consolida definitivamente hasta la
época de la Primera Guerra Mundial.
Los efectos del crecimiento económico propiciado por el proceso industrializador no
supusieron una amortiguación de las desigualdades económicas. estas constataciones han
planteado un largo debate sobre los niveles de vida de la población, Como consecuencia de
la industrialización. Las interpretaciones han sido contrapuestas, dividiéndose entre
optimistas y pesimistas, a la hora de valorar si mejoraron o no las condiciones de trabajo y
la remuneración salarial de los trabajadores. Algunos informes han insistido en los efectos
negativos de la industrialización sobre las clases trabajadoras. Pero también está admitido
que a partir de mediados del siglo mejoraron notablemente las condiciones de vida y la
capacidad adquisitiva de los obreros europeos.

LAS ÉLITES DOMINANTES


La hegemonía social de la Europa del siglo XIX la detentaban dos grandes grupos sociales.
Por una parte, la nobleza titulada procedente del antiguo régimen y que tiene en la
propiedad de la tierra su principal fuente de riqueza. Por otra parte, la burguesía
ascendente, que combina su preeminencia en el mundo de los negocios y la industria con
su participación en la tenencia de la tierra. La nobleza acabó penetrando en el ámbito de los
negocios y la burguesía luchó por su ennoblecimiento. Entre nobleza y alta burguesía
ocuparon los principales cargos políticos, administrativos o parlamentarios de casi todos los
países europeos. una característica de la nobleza y la burguesía es la heterogeneidad
social y territorial. El peso de la nobleza era muy distinto en Inglaterra y en el continente, y
dentro del continente muy diferente en los países occidentales y los orientales. Conviene
advertir que la permanencia de la nobleza no es sinónimo de atraso económico.
A pesar de las reformas agrarias realizadas en la primera mitad del siglo XIX, las capas
nobiliarias consiguieron retener gran parte de sus ingresos y rentas de origen territorial a
cambio de perder sus privilegios sobre las personas (señoríos y jurisdicciones). Además,
fue la nobleza el principal vivero para el reclutamiento de los cuadros dirigentes de la
administración pública civil y oficialidad del ejército y, sobre todo la Marina. Su prestigio les
facilitó la participación activa en el control de la vida política. La heterogeneidad de la
nobleza europea es muy fuerte, pero en sus comportamientos sociales y en su educación
presentaba una cierta uniformidad. En la Europa oriental el peso de la nobleza es enorme.

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La heterogeneidad de la burguesía es mayor que la de la nobleza. De la burguesía forman
parte los empresarios comerciantes y banqueros, pero también los profesionales liberales
son los altos cargos de las incipientes administraciones estatales. Bajo la denominación de
burguesía se esconden realidades bien distintas, que dificultan tanto su consideración de
una clase social estricta como la catalogación de estamento. la burguesía logró forjar una
cierta identidad, análoga a la nobiliar, pero más urbana. lo que mejor define a la burguesía
europea del siglo XIX es su pluralidad interna, una cierta cultura común y la existencia de
antagonismos sociales precisos tanto hacia arriba como hacia abajo. Podemos distinguir
varios grupos o categorías:
1. la alta burguesía de los negocios industriales, financieras o comerciantes a la que se
añade la burguesía agraria que se asienta con fuerza en la sociedad rural europea.
2. la clase media de comerciantes, artesanos y notables rurales.
3. la burguesía culta de altos funcionarios, intelectuales y miembros de las profesiones
liberales.

UN CONTINENTE DE CAMPESINOS
A pesar de la industrialización y del éxodo rural hacia las ciudades o hacia América, la
Europa del siglo XIX continuó siendo continente de campesinos. La condición de
campesinos venía determinada por la ocupación en la actividad agraria y también por su
estilo de vida. Tenían formas de vida comunitarias en aldeas y pueblos, era una sociedad
rural. La situación del campesinado es muy diversa en el continente europeo.

DE ARTESANOS A OBREROS
El contrapunto a la emergencia social de las burguesías fue la configuración de una variada
gama de trabajadores, urbanas, industriales o de servicios, que tendieron a ser clasificados
como proletariado o como clases trabajadoras. Gran parte de la población europea del siglo
XIX, cerca de la mitad, se agrupa bajo este rubro de trabajadores que, en su estancia, solo
disponían de su fuerza de trabajo para subsistir y mantener a su familia. Eran asalariados
pero tenían diversidad interna. Había trabajadores de la gran industria fabril, trabajadores a
domicilio, criados de servicio doméstico.
aunque la ocupación de la industria ha sido históricamente más fuerte en la economía
europea que ninguna otra región del mundo, durante el siglo XIX la ocupación laboral en las
fábricas era un hecho minoritario. El número de artesanos suponía todavía 1/3 del total de
trabajadores en el sector industrial. El trabajador de oficio se mantuvo, pues, con gran vigor
en la Europa del siglo XIX y ello explica buena parte de la historia del sindicalismo europeo,
que en sus orígenes era, sobre todo, agrupación por oficios. Solo una tendencia fue clara en
el seno de las clases trabajadoras del siglo XIX: el progresivo avance del trabajo asalariado,
fruto tanto de la nueva reglamentación del trabajo (abolición de gremios), como de la
consolidación de la economía capitalista de mercado. Incluso los trabajadores a domicilio, a
pesar de disponer de algunos medios de producción propios, eran fundamentalmente
asalariados. Las peores ocupaciones se fueron adjudicando a los inmigrantes. Poco a poco
se fue formando un grupo de trabajadores cualificados que acabaron por construir la
aristocracia obrera, dada su capacidad de mejora de sus niveles salariales y de
incorporarse a tareas propias del sector servicios (gestión y administración pública); frente a
ella, siguieron existiendo muchas formas de explotación del trabajador, como en el caso de
las mujeres y los niños, cuyos salarios eran mucho más bajos que los de los hombres (en
torno a la mitad).

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EL PENSAMIENTO SOCIALISTA
El socialismo es la decantación de ideas de larga tradición en el pensamiento europeo y de
nuevas realidades surgidas en el curso de la revolución industrial y de la construcción de las
sociedades políticas liberales. Nace movido por la idea de conseguir una mayor igualdad
social.
La preocupación por la situación de la clase obrera fue simultánea al avance de la
industrialización y la transformación de la sociedad surgida de las revoluciones liberales.
esta ruptura del orden feudal provocó una toma de conciencia sobre los efectos más visibles
de estos cambios: injusticia social y, sobre todo, pobreza, lo que dió lugar a una larga
tradición de estudio del pauperismo y de sus causas. Las doctrinas sociales comienzan a
ser sistematizadas en torno a 1820 y 1830, coincidiendo con las revoluciones liberales de
aquellos años. El término “socialismo” comienza a ser usado en esta época para
contraponerse al término “individualismo”; significaba lucha por la igualdad, pero también
cooperación asociativa frente a la libre empresa.
Las primeras teorías socialistas hablaban sobre los efectos del capitalismo más que sobre
las causas. Hay una influencia muy fuerte del cristianismo en las primeras doctrinas
socialistas. Sus propuestas se centraban en la defensa de acciones filantrópicas o
caritativas. Es la época del socialismo utópico. Se imaginaban soluciones ideales para
remediar la situación. En general aceptan las novedades introducidas por la revolución
industrial. Surgieron propuestas que tenían en común la preocupación por la igualdad
social, aspiración que podía alcanzarse mediante un nuevo reparto de los frutos del trabajo,
realizado de forma colectiva. Fueron, en general, experiencias que no tuvieron continuidad,
pero ponen de relieve que estaban haciendo una poderosa corriente ideológica.
El tránsito entre estas doctrinas utópicos al socialismo científico tiene lugar en la década de
1840. Se da una maduración del pensamiento socialista muy influida por la capacidad
teórica de pensadores procedentes del mundo alemán, la experiencia política forjada en las
luchas revolucionarias en Francia y el conocimiento de la economía capitalista inglesa.
Así, surgen dos corrientes ideológicas: el marxismo y el anarquismo.
El Marxismo fue elaborado por Karl Marx y Friedrich Engels.
1. El marxismo concibe la sociedad capitalista como un antagonismo entre clase
burguesa y clase obrera y dice que el proletariado sólo podrá derrocar a la burguesía
mediante la conquista del poder político. Esta posición desemboca en la creación de
los partidos políticos obreros y en la postulación de una sociedad futura de carácter
comunista, concebida como alternativa a la sociedad capitalista y burguesa. Las
obras de Marx y Engels constituyen un análisis completo de la estructura y
naturaleza de la sociedad burguesa y capitalista del siglo XIX, una crítica radical de
sus contradicciones y una propuesta de transformación de la misma. A través de
conceptos como plusvalía y revolución social fundó las bases del materialismo
histórico y dialéctico. Marx fue un activo dirigente político del movimiento obrero
europeo, contribuyendo de forma muy directa a la fundación de la asociación
internacional de los trabajadores.
2. El marxismo hace un análisis crítico de la economía capitalista, e identifica así las
causas de la miseria del proletariado, que son la apropiación por el capitalista de un
plusproducto producido por el trabajo del obrero que solo dispone de su fuerza de
trabajo. El origen del problema sería la apropiación de ese trabajo, en forma de
plusvalía, por parte de los propietarios de los medios de producción. De esta idea
concluye que la superación de la opresión de la clase obrera sólo puede lograrse
mediante la supresión de la propiedad privada de los medios de producción y su

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conversión en propiedad colectiva, y para ello será necesaria una revolución social
en la que se debe conquistar el poder político del Estado e implantar de forma
temporal una dictadura del proletariado.
El anarquismo se fundamenta menos en la organización del partido obrero y más en la
capacidad del individuo para lograr su libertad y una relación igualitaria con sus semejantes.
Rechaza la autoridad, negando al Estado como forma política y pretendiendo la abolición de
la propiedad privada, considerada como un robo.

El enfrentamiento entre marxismo y anarquismo estará presente en los grandes debates del
movimiento obrero de la segunda mitad del siglo XIX, especialmente durante la época de la
primera internacional.

LAS PRIMERAS ACCIONES COLECTIVAS


Las primeras acciones de las clases trabajadoras se desarrollan en un contexto de
prohibición del asociacionismo, lo cual obliga a los trabajadores a combinar formas de lucha
violentas como la revuelta y el motín, con acciones colectivas cada vez más organizadas.
LUDISMO: Una de las manifestaciones más importantes de la lucha obrera se concreta en
el combate contra los efectos del maquinismo, dado que la introducción de máquinas
suponía la pérdida del trabajo. El ludismo, llamado así por su líder, utilizaba la intimidación
al tiempo que efectuaba peticiones dirigidas al parlamento. Se buscaba una estabilidad que
el avance del maquinismo ponía en peligro y reclamaba también mejoras en sus salarios y
en sus condiciones de trabajo.
CARTISMO: Pero la expresión más elaborada de acción colectiva de la clase obrera en esta
primera mitad del siglo XIX fue el movimiento cartista inglés. Deriva su nombre del hecho de
haber reunido en la Carta del Pueblo los seis puntos que los cartistas reivindicaban ante el
parlamento británico y que suponían una reforma electoral y un programa democratizador.
Se aspiraba a reformar la situación de la clase obrera mediante la vía electoral y
parlamentaria. No lograron que el parlamento aprobara sus peticiones pero vinculó
estrechamente la acción de los trabajadores con objetivos políticos generales.
Tras el fracaso de las revoluciones de 1848 comienza el proceso de afirmación del
movimiento obrero a partir del significado y sobre todo del partido obrero.
en los orígenes se encuentra en la sociedades de socorro mutuo cuyo objetivo era dotar de
mayor fortaleza al grupo y amortiguar los riesgos derivados de accidentes, gastos
excepcionales o pérdida del trabajo. El paso siguiente fue la creación de sindicatos que se
consolidan en la segunda mitad del siglo XIX, al pasar de estar prohibidas a ser reconocidas
legalmente. A partir de la década de 1880 es cuando logra estabilizarse como instituciones
imprescindibles en la regulación de las relaciones laborales, especialmente en el sector
industrial. Los modelos sindicales son muy diferentes en cada país, pero en general
predominó el sindicato de oficio, que reunía a un tipo de trabajadores cualificados y
especializados. Posteriormente, se fue abriendo paso al sindicato de Industria, que agrupa a
todos los trabajadores de un mismo sector, con independencia de su cualificación. La
organización sindical de las clases trabajadoras fue un fenómeno general desde el último
tercio del siglo XIX. La firmeza mostrada en sus reivindicaciones logró avances importantes
en las transformaciones de la sociedades industrializadas de fin de siglo. La lucha por la
jornada de ocho horas y la celebración de la fiesta del 1 de mayo son dos ejemplos de esta
capacidad de acción del sindicalismo obrero.
Los objetivos básicos de los trabajadores eran la modificación de sus condiciones de trabajo
y niveles de vida y la conquista de derechos políticos y sociales. Para lograr esto último era

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necesario los partidos socialistas, cuya fundación es posterior a la aparición de los
sindicatos generales, pero están íntimamente vinculados a ellos. La organización partidaria
más poderosa fue el SPD alemán, que ejerció una considerable influencia en el imperio
austrohúngaro, en los países escandinavos e incluso en España.

LAS INTERNACIONALES OBRERAS


El fundamento del internacionalismo obrero está en la solidaridad de los trabajadores,
expresada con frecuencia en la acogida de exiliados y en la ayuda mutua. La primera
organización fue la asociación internacional de trabajadores AIT, fundada en Londres en
1864. Fue fruto del contacto intenso establecido entre obreros franceses e ingleses desde
principios de la década de 1860. Es la primera de una serie de organizaciones que marcará
la pauta del movimiento obrero y del socialismo en el mundo hasta la Segunda Guerra
Mundial.
En la fundación de la AIT participaron tendencias muy diferentes: cartistas, owenistas,
sindicalistas, comunistas. pero el papel más decisivo le correspondió a Carlos Marx, quien
redactó el manifiesto fundacional y los estatutos, donde insistía en la importancia que para
la clase obrera tenía la conquista del poder político como medio para lograr su mal situación
económica y social.
La AIT se organizó en federaciones nacionales –que actuaban a modo de secciones en
cada país– y un Consejo general –que aspiraba a coordinar la actividad de la AIT y que
sería elegido en los congresos anuales que se celebrarían–. La principal implantación de la
internacional estuvo en Francia, Bélgica, España e Italia. Su evolución estuvo plagada de
problemas internos debido al enfrentamiento ideológico entre la posición politicista
defendida por los marxistas y los seguidores de Bakunin defensores del anarquismo.
En la disolución final de la AIT intervienen el fuerte enfrentamiento entre marxistas y
bakuninistas, la derrota de la comuna de París de 1871 y la represión que en la mayoría de
los países europeos se desata sobre las organizaciones obreras. Como principal legado
quedó la división ideológica entre anarquismo y socialismo.
El marxismo fortaleció la tendencia a la creación de partidos políticos obreros,
independientes de los burgueses, que debían preparar a la clase obrera para el acceso al
poder mediante la imposición de la dictadura del proletariado. Los partidos tendrán en la II
Internacional el protagonismo que habían tenido las organizaciones sindicales en la AIT.
La II Internacional fue fundada en 1889 en París constituyéndose en la gran organización
obrera mundial hasta que quedó rota por las consecuencias de la guerra de 1914. No
integraba a los anarquistas. El partido más influyente fue el socialdemócrata alemán, que
estableció la orientación doctrinal de la internacional. Pero aún había debates ideológicos.
por una parte, había quien defendía el carácter inevitable del derrumbe del capitalismo y,
por tanto, se creaba una posición de espera, de no hacer la revolución, a pesar de ser
revolucionarios. Por otra parte, había una tendencia revisionista, que suponía establecer
alianzas del socialismo compartidos no obreros. No obstante, ningún partido socialista
participó en los gobiernos burgueses hasta la época de entreguerras.
El triunfo de la Revolución Rusa en 1917 abría el interrogante para el socialismo sobre cuál
de las vías debía seguir: la bolchevique revolucionaria o la reformista. Este debate divide al
internacionalismo y da lugar a la escisión de los partidos socialistas en dos ramas: (1) la
rama socialista o socialdemócrata y (2) la rama comunista, partidaria de la III Internacional
declara inspiración soviética.

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RESUMEN INDUSTRIALIZACIÓN ANTES DE LA INDUSTRIALIZACIÓN. LA ECONOMÍA
FAMILIAR PROTOINDUSTRIAL

LORENA: En las sociedades agrarias no capitalistas la familia es la unidad de poder


económico y sociopolítico. Durante la fase de protoindustrialización la familia campesina fue
perdiendo sus tierras y por tanto su capacidad de producción y subsistencia, pero aún así
seguía siendo parte importante del sistema socioeconómico.
Protoindustria = industria doméstica
La diferencia entre la protoindustria y el sistema agrario realmente son las funciones dentro
del sistema, no la forma ni la estructura de trabajo.
El hecho de pasar de lo agrícola (por la falta de tierras) al trabajo manufacturado tuvo un
doble efecto: por un lado, impulsando evidentemente a que los campesinos se dediquen a
ello, y, por otro lado, alterando la función y roles tradicionales que había en la familia sobre
todo después de la introducción del mayor regulador de este proceso y relaciones, es decir,
el dinero.
Los campesinos se ceñían a lo que necesitaban y por decirlo así eran sus propios jefes sin
embargo en el paso a manufactureros dejó de ser así porque tenían que trabajar para un
comercial osea está determinado por el mercado y no por ellos mismos
La protoindustrialización es el proceso que hay entre las sociedades no capitalistas y el
capitalismo, aunque son más cercanas a las relaciones monetarias y de mercado.
El objetivo es obtener un máximo producto bruto sin diferenciación entre los ingresos
El objetivo de todo esto es garantizar la subsistencia de su familia, las necesidades básicas
aumentan y por tanto el esfuerzo productivo debe aumentar (cuando nace un niño se
complica la cosa porque en el proceso en el que se hace mayor este niño es consumidor
pero no es productor, también cuanto mayor sea la población más demanda y por tanto más
trabajo y más esfuerzo)

Pregunta: ¿Conviene tener hijos? Se veían obligados a tenerlos? Era preferible tener hijos o
hijas? El hombre no puede trabajar solo porque no puede producir los beneficios suficientes
para subsistir

MARI: La diferenciación de clases tuvo lugar a través de un proceso de "expropiación


campesina" surgiendo un estrato de productores compuesto por campesinos, la
incorporación de dicho estrato provocó un descenso de los ingresos del trabajo agrícola, el
aumento de los precios agrarios suponía para el productor una fuente de deuda, y por todos
estos inconvenientes los pequeños campesinos pasaron a dedicarse a la productora
manufacturera y compensarlo
El factor decisivo del cambio es la situación marginal de los productores agrícolas, solo bajo
esta economía dualista la familia de productores campesinas pudieron hacerse un hueco en
el mercado, que se veian obligados a producir por debajo de los costes de su propia
producción
Mientras la familia no tuviera oportunidad de empleo alternativo para su mano de obra sus
gastos representaban un factor de coste fijo
Una gran parte de los ingresos de la familia era absorbido por hipotecas o alquileres que
esto es la clave para entender de porque la familia se veia obligada a ofrecer su trabajo en
el mercado porque para ello lo más importante era tener su propiedad
Tenian el derecho de heredar pero igual que heredaban propiedades heredaban las deudas
entonces los intentos de los campesinos de ser económicamente independientes en esta
organización capitalista los llevo a lo que hemos dicho al endeudamiento y como estaban
endeudados tenian que hacer un plus trabajo que no ganaban nada con ello realmente ni
siquiera pa subsistir pero era un beneficio extra para los comerciantes

CRISTI La diferencia entre la industria doméstica con los gremios urbanos es que los
gremios no tienen capacidad de autoexplotación y que no trabajaban las mujeres ni los
niños. Sus ganancias eran también más altas. Además el beneficio del empresario era
menor que en la industria rural. Por ello, el empresario mezclaba ambas formas de trabajo,
la industria rural era para los primeros pasos de la producción, mientras que la producción
centralizada era la que realizaba el acabado del producto. Por eso había más trabajadores
rurales que urbanos.
La familia era fundamental para la protoindustrializacion porque seguía buscando la
subsistencia de su familia tradicional. Así, parece que el origen del capitalismo se encuentra
en la resistencia del trabajador precapitalista a su economía familiar. (Entiendo como k los
productores rurales en vez d pedir un mínimo sueldo o unos limites d produccion como en
los gremios, ellos trabajaban hasta k les daban lo necesario pa sobrevivir, y asi se
aprovechaban pa pagarles menos k a los urbanos). Los productores rurales no podían ni
intentaban obtener su propio capital lo que beneficia a los empresarios.
Gracias a este beneficio diferencial se pudo desarrollar la protoindustrialización. Pero, las
relaciones de producción protoindustriales eran contradictorias, ya que se formó una
relación de simbiosis entre el productor doméstico y el comerciante capitalista (verlerger).
La contradicción reside en que el modo de producción familiar es antagónico al incremento
de la productividad y a la producción de excedentes, es decir, cuando el comerciante
necesitaba un excedente los trabajadores no lo proporcionaban porque no lo necesitaban,
pues su lógica se basaba en la subsistencia.
“A largo plazo esta contradicción resultó ser incompatible con la dinámica de reproducción y
expansión del sistema protoindustrial, llevando al sistema a traspasar sus propios límites,
hacia el capitalismo industrial o hacia un proceso de desindustrialización”

La formación del hogar y de la estructura familiar como elementos del proceso de


producción y reproducción.
Los productores rurales tenían más hijos y una edad de casamiento más temprana que las
familias agrícolas: “la estructura familiar no siguió el patrón característico de las familias
campesinas”. La familia campesina buscaba formar un hogar según la existencia de
recursos, generalmente tierras heredadas. Sin embargo, los trabajadores de la industria
doméstica buscaban una familia considerando su potencial productivo, la habilidad de la
mujer para los trabajos artesanales determinaba su valor para el pretendiente. Aquí los
padres redujeron el control sobre los casamientos y se hicieron más dependientes del
trabajo de los hijos. “LA DETERMINACIÓN DEL MATRIMONIO Y DE LA FORMACIÓN DE
LA FAMILIA CAMPESINA ESCAPÓ A LA INFLUENCIA DIRECTA DEL DOMINIO
PATRIARCAL”. Hubo consecuencias demográficas, debido a un comportamiento
procreativo. Se casaban jóvenes para tener muchos hijos, lo cual hace que surja una
contradicción: necesitaban hijos para sobrevivir, pues el artesano rural no podía sobrevivir
como trabajador independiente, necesitaba una familia para ayudarle, pero los hijos
consumidores que aún no podían trabajar producían gastos. La reproducción, la producción
y el consumo estaban relacionados. “Con el nacimiento de los hijos los padres se
empobrecen, durante su crecimiento se enriquecen y con su casamiento vuelven a caer en
la miseria”. Las familias campesinas a veces hacían las labores artesanales cuando no
podían asegurar la subsistencia de la familia solo con la producción agraria.

Nuria: Mediante la propia presión ejercida en los artesanos rurales por las circunstancias
marginales de su trabajo y existencia, pues están limitados en cuanto a la producción y el
aumento de gastos en recursos por la alta reproducción interna en la familia, os hogares
son extendidos. Esta extensión Interfamiliar se debe a varios factores así como, la
compensación de la miseria primaria o a pobreza secundaria debido al aumento de la
familia y la ausencia de sindicatos reguladores.
Las familias de artesanos rurales tendían a organizarse de una forma más compleja que las
familias protoindustriales.
También se dan hogares formados por sirvientes y aprendices pertenecientes a familias de
artesanos rurales.
Podemos indicar a los pequeños comerciantes que poseían tierras y se dedicaban a la
distribución y producción de mercancía.
Las familias del subcampesinado se agrupaban en granjas alrededor de las tierras.

Las familias extendidas se pueden agrupar en 2 grupos: los productores pequeños del
campesinado y el subcampesinado. Hay varios factores en los que fluctúan sus diferencias
en cuanto a la estructura familiar, pero esencialmente se diferencia sus materiales legales e
institucionales. Los trabajadores de la industria doméstica desarrollan una familia extendida
a consecuencia del empobrecimiento, sobre todo la pobreza secundaria por el devenir del
propio ciclo vital. La familia extendida de los manufactureros se puede considerar más como
propulsora del hogar proletario.
En general, la familia protoindustrial no funcionaba como una fuerza para ayudar a los más
ancianos o para el bienestar común sino como una forma de distribuir la pobreza de la
familia nuclear. Esto podía darse en una situación puntual en la vida de estas familias o
como una situación permanente. Una situación en la cual esta percepción de familia y estas
condiciones se hace permanente es en la fase final de la protoindustrialización, la
desindustrialización.

Las familias se adaptan a la temprana reproducción y casamiento y esto produce unos


efectos observables en la transformación de la división del trabajo entre sexos. Es de gran
importancia la ausencia de separación de trabajos entre hombres y mujeres. Por lo general
los hombres trabajaban en el campo fuera de casa, actividades agrícolas y las mujeres se
quedaban al cuidado de la casa y se hacían cargo de la economía doméstica, que incluía
numerosas actividades, todo ello en las familias del campesinado.
El trabajo de las mujeres cada vez cobra más importancia pues la necesidad de producción
hizo que su trabajo fuese indispensable para la economía y subsistencia familiar.
En general, la industria doméstica significó un grado de igualdad alto entre hombres y
mujeres. Llegaban al punto de invertir trabajos cuando era necesario, por ejemplo, las
mujeres forjaban cuchillos y clavos y los hombres hilaban o tejían. La intensidad de trabajo
por parte de las mujeres las llevaban a tener que “desatender” las funciones del hogar por lo
que los hombres en ocasiones tenían que hacerse cargo de lo que se entendía como
obligaciones o actividades femeninas. Invirtiendo así el “orden natural”.

Todos estos factores y cambios influyen en el comportamiento de los miembros de las


familias tanto socialmente como en actitudes o incluso en las relaciones sexuales.
Esto queda marcado en el consumo.
Las herencias y el patrimonio pierde valor y por ende aumenta el valor del control político y
la autoridad patriarcal que va disolviéndose paulatinamente. Esto desemboca en la elección
más libre del matrimonio o pareja así como la formación de la familia.
La expresión de la sensualidad o sentimientos eroticos no se separan del trabajo pues este
se da en una esfera cerrada en la que la pareja permanece la mayor parte del tiempo juntas
en el hogar. La sexualidad cobra importancia y esto contribuye a bajar la edad adolescente
y a igualar actividad y comportamientos entre sexos.

En plena fase de crecimiento protoindustrial, los productores de la industria doméstica se


caracterizaban por la indigencia. Esta indigencia no implicaba la carencia de necesidades y
deseos al contrario, defendieron sus necesidades socioculturales hasta el extremo de poner
en riesgo su supervivencia. Estos trataban de conseguir un equilibrio entre sus necesidades
o satisfacción y su trabajo y para ellos no estaba tan claro que el tiempo fuese el mayor
capital brindado por la naturaleza pues a ellos se les escapaba de las manos.
La economía doméstica de los artesanos rurales no estaba equilibrada en cuanto a sus
gastos inmediatos y sus reducidos ingresos.
La familia producía hasta que conseguía asegurar la subsistencia y después implicaban
parte del tiempo restante al ocio o actividades deseadas.
Trabajaban hasta reunir el dinero suficiente para vivir pero después lo despilfarraban en
actividades socioculturales así como las carreras de caballos. Un punto a destacar es que
retornaban el trabajo con ansias y esfuerzo para reunir otra vez el dinero gastado en dichas
actividad y para asegurar su subsistencia o supervivencia.

Joaquín: la familia industrial rural buscará un equilibrio entre la necesidad, el trabajo y el


placer.
esfuerzo y trabajo dirigido en primer lugar a la familia, además de la reproducción de su
ámbito social mediante el consumo y lujo ostentoso entre otros, la relación trabajo y
reproducción sociocultural se muestra en la alternancia de días laborables y festivos.
El calendario se irá adaptando a este nuevo ritmo, de acuerdo con las nuevas condiciones,
La semana laboral irá tomando fuerza donde se irán adquiriendo ingresos semanales por
parte de los productores domésticos , también como unidad de tiempo donde organizar el
trabajo y tiempo libre con su significativa irregularidad en las necesidades específicas de
producción y consumo.
El equilibrio se consigue sopesando la costumbre del blauen montag ( lunes azul, día de
descanso), precedido por el domingo seguido de martes y miércoles de poco trabajo con la
compensación de una intensificación del trabajo el resto de la semana.
Este hecho tiene una función más amplia que el descanso físico y psicológico de la
monotonía de su actividad laboral, tenía un significado social que formará parte de una
“cultura plebeya” con gran variedad de expresiones y arraigamiento en esta nueva clase
social a parte de la vida cotidiana en función de su trabajo.
Cuanto mayor era la cantidad de ingresos mayor seria la cultura plebeya que combinaba
sensualidad y sociabilidad entre otras mediante la bebida y juegos como pela de gallos
cobrando cada actividad un sentido si se hacía de manera social.
Esta cultura crea una vida pública plebeya muy diferente de la burguesa, diferenciada por
su estructura y funciones. la vida pública plebeya era una reproducción sociocultural de la
vida cotidiana, también un carácter político latente que trata de defender este modelo de
vida mediante revueltas contra el hambre o la estafa muy presente en los precios (carácter
de unión)
Los artesanos rurales toman un carácter fuera de lo común y sin sentido gastando sus
bienes en productos caros un poco alejados de sus posibilidades, diferenciándose de lo
plebeyo y lo burgués. “no era el rango lo que determina el lujo sino el lujo lo que determina
el rango”
la relajación de los controles sociales frente a una juventud nacida de estos artesanos se
muestran con una actitud sensata frente al matrimonio heredada de una mentalidad
campesina pero a su vez una libertad frente a lo sensual y sexual trayendo consigo
bastardos y embarazos prematrimoniales alejado de las normas sociales burguesas y
campesinas.
La gran frecuencia de llamadas al orden y amonestaciones públicas dan fe del fuerte
arraigamiento del modo de vida.
La familia protoindustrial gasta gran cantidad de ingresos monetarios y capital emocional en
esta producción social gastando en lujos y bienes en muchas ocasiones por encima de sus
posibilidades. Actuaban con la convicción de ir “viviendo al dia”
el dinero carecía de sentido a la hora de acumularlo era mas conveniente intercambiarlo por
un producto de valor, carentes de “lógica monetaria” frente a estas nuevas realidades de
mercado.
RESUMEN MERCADOS Y MANUFACTURAS EN EUROPA. AMOR Y PODER EN LA
FAMILIA PROTOINDUSTRIAL

Gullickson hace una revisión de un artículo de Medick donde este último planteaba que la
protoindustrialización, al proporcionar empleo a las mujeres, incrementó la posición social
de estas en el seno de la familia y de la comunidad. Gullickson se opone a esto, pues
cuenta que ninguna de las tareas protoindustriales confería una alta categoría laboral. El
autor trata de analizar en qué medida mejoró o no la posición social de las mujeres
comparándola con la de los hombres. Con posición social se refiere a: un acceso a salarios
más altos, al poder dentro de la familia y de la comunidad, el acceso al ocio y al consumo
públicos, la independencia y el respeto.
Los datos con los que mayoritariamente trabajará Gullickson en el artículo son de Caux, de
la Alta Normandía, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.
El autor plantea que la posición social de las mujeres mejoró poco o nada, y que no
podemos detectar cambios en las relaciones de amor y poder en la familia.

EMPLEO FEMENINO Y GANANCIAS FEMENINAS:


El siglo XVIII.
Caux es una región cerca de una importante ciudad comercial, por lo que los comerciantes
llevaban trabajo para la población rural de la región, una población que alternaba las faenas
agrícolas con el trabajo de la industria doméstica.
En el siglo XVIII se abandona la lana y el lino y se empieza a usar el algodón. Antes de que
se introdujeran las máquinas de hilar (a finales del siglo XVIII) había un importante número
de trabajadores en continuo crecimiento.
Es importante saber que se necesitaban entre ocho o diez trabajando la hilatura por cada
trabajador de tejedura. La mayoría de las mujeres trabajaban como hilanderas y una
pequeña parte de la población masculina trabajaba como tejedora. En el siglo XVIII, esta
división del trabajo era bastante estricta. Pero sí que parece probable que se ayudaran
mutuamente en el trabajo.
A pesar de todo, las hilanderas ganaban mucho menos que los tejedores. Se les pagaba
según la cantidad y calidad del hilo. Los salarios más bajos que se pagaban a los hombres
son superiores a los que se pagan a las mujeres. No obstante, los salarios de las mujeres
eran importantísimos para su familia, y contribuían a que no hubiera una migración
estacional de hombres adultos e hijos/as. Las ganancias de las mujeres ayudaban a que la
familia permaneciera unida.
Las mujeres iban al mercado a vender ellas solas su hilo, y se reunían unas en casa de
otras para trabajar y charlar. Por otro lado, los hombres se reunían para beber y apostar en
los cafés, enclaves masculinos. Estos pequeños gastos masculinos eran posibles gracias al
trabajo de las mujeres. Las mujeres no disponían de un espacio así para reunirse, y se
reunían para trabajar y no para descansar. idea pa reflexionar: EL COMERCIANTE AL
PAGAR MENOS A LAS MUJERES CONTRIBUÍA A UNA EXPLOTACIÓN DE SEXOS, QUE
HACÍA QUE LAS MUJERES NO PUDIESEN DISFRUTAR DE SU TIEMPO LIBRE COMO
LOS HOMBRES, ASIMISMO LOS PROPIOS MARIDOS SE APROVECHABAN DE LA
EXPLOTACIÓN DE SUS MUJERES PARA GASTARSE EL DINERO.
Las ganancias femeninas surtían un efecto positivo en el nivel de vida, la formación de
familias y la cohesión familiar en las regiones protoindustriales. La frecuencia de
matrimonios aumentó y la edad en que se casaban descendió. Según Braun, estos
matrimonios se basaban en la atracción personal en lugar de en consideraciones
económicas, pues ya no tenían que buscar cónyuges con tierras, puesto que tenían otra
alternativa económica. También hay que tener en cuenta que NO SIEMPRE la
protoindustrialización causaba un descenso de la edad al matrimonio y un aumento de su
frecuencia.
Asimismo, en algunas regiones el empleo fijo que ofrecían los mercaderes de hilo permitía a
las mujeres organizar su propia vida y que solteras y viudas se ganaran el sustento, aunque
generalmente era imposible.

El siglo XIX. En las postrimerías del siglo XVIII, las máquinas sustituyeron a las ruecas y la
hilatura se trasladó a las fábricas, cuya ubicación ya no era determinada por la presencia de
una población activa, sino por la presencia de corrientes de agua. Es decir, ya en el siglo
XIX las máquinas sustituyeron el trabajo de las mujeres hilanderas. Esto trajo
consecuencias migratorias. Se perdió la pequeña granja que combinaba la producción con
la hilatura.
No obstante, algunas regiones protoindustriales se salvaron de los efectos de la
mecanización gracias a la expansión de los puestos de trabajo en a tejedura a mano. Los
hombres, por tanto, no habían perdido sus empleos tradicionales, y ante la cada vez mayor
cantidad de hilo generado por las fábricas, se recurrió a la mano de obra femenina para
tejer y hacer punto. Ahora había más mujeres tejedoras que hombres. Algunas familias
deseaban tener hijas por los ingresos que podrían producir tejiendo.
Es probable que hubiese un disgusto masculino con la entrada de las mujeres a la tejedura.
También hay que saber que hombres y mujeres tejían distintos tipos de telas, y que las
mujeres, nuevamente, ganaban menos, posiblemente debido a que continuaron al cuidado
de los hijos y del hogar.

LA POSICIÓN SOCIAL DE LAS MUJERES.


Las mujeres, al aumentar su trabajo, aumentaron las aportaciones a la familia. También se
integraron en tareas anteriormente masculinas (tejer), pero no hay evidencias de que las
diferencias de trabajo en el hogar se derrumbaran, ni de que las mujeres participaran en el
consumo prestigioso.
Braun sugiere que el amor de la vida campesina mejoró, pero no que las relaciones entre
hombres y mujeres fueran más igualitarias. Es posible que si fuesen más igualitarias, pero
no está demostrado ni ese probable, más bien parece que los hombres se opusieron a la
creación de relaciones igualitarias, al resistirse a compartir el mismo trabajo remunerado.
También el ocio estuvo limitado a los hombres. Por tanto, al menos en Caux, la sociedad
campesina continuó estando organizada jerárquicamente.
La posición social de las mujeres no aumentó porque ésta se concedía al trabajador, no al
trabajo, y se consideraba a las mujeres como trabajadoras inferiores. De hecho, quizás esto
disminuyó la posición de los hombres.
Es posible que los campesinos y las campesinas tuvieran unas relaciones más igualitarias,
pero no tenemos pruebas de ello. No hay señales significativas de ninguna mejora de la
posición económica y social de las mujeres en la esfera pública.

RESUMEN INDUSTRIALIZACIÓN ANTES DE LA INDUSTRIALIZACIÓN. LA ECONOMÍA


FAMILIAR PROTOINDUSTRIAL
LORENA: En las sociedades agrarias no capitalistas la familia es la unidad de poder
económico y sociopolítico. Durante la fase de protoindustrialización la familia campesina fue
perdiendo sus tierras y por tanto su capacidad de producción y subsistencia, pero aún así
seguía siendo parte importante del sistema socioeconómico.
Protoindustria = industria doméstica
La diferencia entre la protoindustria y el sistema agrario realmente son las funciones dentro
del sistema, no la forma ni la estructura de trabajo.
El hecho de pasar de lo agrícola (por la falta de tierras) al trabajo manufacturado tuvo un
doble efecto: por un lado, impulsando evidentemente a que los campesinos se dediquen a
ello, y, por otro lado, alterando la función y roles tradicionales que había en la familia sobre
todo después de la introducción del mayor regulador de este proceso y relaciones, es decir,
el dinero.
Los campesinos se ceñían a lo que necesitaban y por decirlo así eran sus propios jefes sin
embargo en el paso a manufactureros dejó de ser así porque tenían que trabajar para un
comercial osea está determinado por el mercado y no por ellos mismos
La protoindustrialización es el proceso que hay entre las sociedades no capitalistas y el
capitalismo, aunque son más cercanas a las relaciones monetarias y de mercado.
El objetivo es obtener un máximo producto bruto sin diferenciación entre los ingresos
El objetivo de todo esto es garantizar la subsistencia de su familia, las necesidades básicas
aumentan y por tanto el esfuerzo productivo debe aumentar (cuando nace un niño se
complica la cosa porque en el proceso en el que se hace mayor este niño es consumidor
pero no es productor, también cuanto mayor sea la población más demanda y por tanto más
trabajo y más esfuerzo)

MARI: La diferenciación de clases tuvo lugar a través de un proceso de "expropiación


campesina" surgiendo un estrato de productores compuesto por campesinos, la
incorporación de dicho estrato provocó un descenso de los ingresos del trabajo agrícola, el
aumento de los precios agrarios suponía para el productor una fuente de deuda, y por todos
estos inconvenientes los pequeños campesinos pasaron a dedicarse a la productora
manufacturera y compensarlo
El factor decisivo del cambio es la situación marginal de los productores agrícolas, solo bajo
esta economía dualista la familia de productores campesinas pudieron hacerse un hueco en
el mercado, que se veian obligados a producir por debajo de los costes de su propia
producción
Mientras la familia no tuviera oportunidad de empleo alternativo para su mano de obra sus
gastos representaban un factor de coste fijo
Una gran parte de los ingresos de la familia era absorbido por hipotecas o alquileres que
esto es la clave para entender de porque la familia se veia obligada a ofrecer su trabajo en
el mercado porque para ello lo más importante era tener su propiedad
Tenian el derecho de heredar pero igual que heredaban propiedades heredaban las deudas
entonces los intentos de los campesinos de ser económicamente independientes en esta
organización capitalista los llevo a lo que hemos dicho al endeudamiento y como estaban
endeudados tenian que hacer un plus trabajo que no ganaban nada con ello realmente ni
siquiera pa subsistir pero era un beneficio extra para los comerciantes

CRISTI La diferencia entre la industria doméstica con los gremios urbanos es que los
gremios no tienen capacidad de autoexplotación y que no trabajaban las mujeres ni los
niños. Sus ganancias eran también más altas. Además el beneficio del empresario era
menor que en la industria rural. Por ello, el empresario mezclaba ambas formas de trabajo,
la industria rural era para los primeros pasos de la producción, mientras que la producción
centralizada era la que realizaba el acabado del producto. Por eso había más trabajadores
rurales que urbanos.
La familia era fundamental para la protoindustrializacion porque seguía buscando la
subsistencia de su familia tradicional. Así, parece que el origen del capitalismo se encuentra
en la resistencia del trabajador precapitalista a su economía familiar. (Entiendo como k los
productores rurales en vez d pedir un mínimo sueldo o unos limites d produccion como en
los gremios, ellos trabajaban hasta k les daban lo necesario pa sobrevivir, y asi se
aprovechaban pa pagarles menos k a los urbanos). Los productores rurales no podían ni
intentaban obtener su propio capital lo que beneficia a los empresarios.
Gracias a este beneficio diferencial se pudo desarrollar la protoindustrialización. Pero, las
relaciones de producción protoindustriales eran contradictorias, ya que se formó una
relación de simbiosis entre el productor doméstico y el comerciante capitalista (verlerger).
La contradicción reside en que el modo de producción familiar es antagónico al incremento
de la productividad y a la producción de excedentes, es decir, cuando el comerciante
necesitaba un excedente los trabajadores no lo proporcionaban porque no lo necesitaban,
pues su lógica se basaba en la subsistencia.
“A largo plazo esta contradicción resultó ser incompatible con la dinámica de reproducción y
expansión del sistema protoindustrial, llevando al sistema a traspasar sus propios límites,
hacia el capitalismo industrial o hacia un proceso de desindustrialización”

La formación del hogar y de la estructura familiar como elementos del proceso de


producción y reproducción.
Los productores rurales tenían más hijos y una edad de casamiento más temprana que las
familias agrícolas: “la estructura familiar no siguió el patrón característico de las familias
campesinas”. La familia campesina buscaba formar un hogar según la existencia de
recursos, generalmente tierras heredadas. Sin embargo, los trabajadores de la industria
doméstica buscaban una familia considerando su potencial productivo, la habilidad de la
mujer para los trabajos artesanales determinaba su valor para el pretendiente. Aquí los
padres redujeron el control sobre los casamientos y se hicieron más dependientes del
trabajo de los hijos. “LA DETERMINACIÓN DEL MATRIMONIO Y DE LA FORMACIÓN DE
LA FAMILIA CAMPESINA ESCAPÓ A LA INFLUENCIA DIRECTA DEL DOMINIO
PATRIARCAL”. Hubo consecuencias demográficas, debido a un comportamiento
procreativo. Se casaban jóvenes para tener muchos hijos, lo cual hace que surja una
contradicción: necesitaban hijos para sobrevivir, pues el artesano rural no podía sobrevivir
como trabajador independiente, necesitaba una familia para ayudarle, pero los hijos
consumidores que aún no podían trabajar producían gastos. La reproducción, la producción
y el consumo estaban relacionados. “Con el nacimiento de los hijos los padres se
empobrecen, durante su crecimiento se enriquecen y con su casamiento vuelven a caer en
la miseria”. Las familias campesinas a veces hacían las labores artesanales cuando no
podían asegurar la subsistencia de la familia solo con la producción agraria.

Nuria: Mediante la propia presión ejercida en los artesanos rurales por las circunstancias
marginales de su trabajo y existencia, pues están limitados en cuanto a la producción y el
aumento de gastos en recursos por la alta reproducción interna en la familia, os hogares
son extendidos. Esta extensión Interfamiliar se debe a varios factores así como, la
compensación de la miseria primaria o a pobreza secundaria debido al aumento de la
familia y la ausencia de sindicatos reguladores.
Las familias de artesanos rurales tendían a organizarse de una forma más compleja que las
familias protoindustriales.
También se dan hogares formados por sirvientes y aprendices pertenecientes a familias de
artesanos rurales.
Podemos indicar a los pequeños comerciantes que poseían tierras y se dedicaban a la
distribución y producción de mercancía.
Las familias del subcampesinado se agrupaban en granjas alrededor de las tierras.

Las familias extendidas se pueden agrupar en 2 grupos: los productores pequeños del
campesinado y el subcampesinado. Hay varios factores en los que fluctúan sus diferencias
en cuanto a la estructura familiar, pero esencialmente se diferencia sus materiales legales e
institucionales. Los trabajadores de la industria doméstica desarrollan una familia extendida
a consecuencia del empobrecimiento, sobre todo la pobreza secundaria por el devenir del
propio ciclo vital. La familia extendida de los manufactureros se puede considerar más como
propulsora del hogar proletario.
En general, la familia protoindustrial no funcionaba como una fuerza para ayudar a los más
ancianos o para el bienestar común sino como una forma de distribuir la pobreza de la
familia nuclear. Esto podía darse en una situación puntual en la vida de estas familias o
como una situación permanente. Una situación en la cual esta percepción de familia y estas
condiciones se hace permanente es en la fase final de la protoindustrialización, la
desindustrialización.

Las familias se adaptan a la temprana reproducción y casamiento y esto produce unos


efectos observables en la transformación de la división del trabajo entre sexos. Es de gran
importancia la ausencia de separación de trabajos entre hombres y mujeres. Por lo general
los hombres trabajaban en el campo fuera de casa, actividades agrícolas y las mujeres se
quedaban al cuidado de la casa y se hacían cargo de la economía doméstica, que incluía
numerosas actividades, todo ello en las familias del campesinado.
El trabajo de las mujeres cada vez cobra más importancia pues la necesidad de producción
hizo que su trabajo fuese indispensable para la economía y subsistencia familiar.
En general, la industria doméstica significó un grado de igualdad alto entre hombres y
mujeres. Llegaban al punto de invertir trabajos cuando era necesario, por ejemplo, las
mujeres forjaban cuchillos y clavos y los hombres hilaban o tejían. La intensidad de trabajo
por parte de las mujeres las llevaban a tener que “desatender” las funciones del hogar por lo
que los hombres en ocasiones tenían que hacerse cargo de lo que se entendía como
obligaciones o actividades femeninas. Invirtiendo así el “orden natural”.

Todos estos factores y cambios influyen en el comportamiento de los miembros de las


familias tanto socialmente como en actitudes o incluso en las relaciones sexuales.
Esto queda marcado en el consumo.
Las herencias y el patrimonio pierde valor y por ende aumenta el valor del control político y
la autoridad patriarcal que va disolviéndose paulatinamente. Esto desemboca en la elección
más libre del matrimonio o pareja así como la formación de la familia.
La expresión de la sensualidad o sentimientos eroticos no se separan del trabajo pues este
se da en una esfera cerrada en la que la pareja permanece la mayor parte del tiempo juntas
en el hogar. La sexualidad cobra importancia y esto contribuye a bajar la edad adolescente
y a igualar actividad y comportamientos entre sexos.

En plena fase de crecimiento protoindustrial, los productores de la industria doméstica se


caracterizaban por la indigencia. Esta indigencia no implicaba la carencia de necesidades y
deseos al contrario, defendieron sus necesidades socioculturales hasta el extremo de poner
en riesgo su supervivencia. Estos trataban de conseguir un equilibrio entre sus necesidades
o satisfacción y su trabajo y para ellos no estaba tan claro que el tiempo fuese el mayor
capital brindado por la naturaleza pues a ellos se les escapaba de las manos.
La economía doméstica de los artesanos rurales no estaba equilibrada en cuanto a sus
gastos inmediatos y sus reducidos ingresos.
La familia producía hasta que conseguía asegurar la subsistencia y después implicaban
parte del tiempo restante al ocio o actividades deseadas.
Trabajaban hasta reunir el dinero suficiente para vivir pero después lo despilfarraban en
actividades socioculturales así como las carreras de caballos. Un punto a destacar es que
retornaban el trabajo con ansias y esfuerzo para reunir otra vez el dinero gastado en dichas
actividad y para asegurar su subsistencia o supervivencia.

Joaquín: la familia industrial rural buscará un equilibrio entre la necesidad, el trabajo y el


placer.
esfuerzo y trabajo dirigido en primer lugar a la familia, además de la reproducción de su
ámbito social mediante el consumo y lujo ostentoso entre otros, la relación trabajo y
reproducción sociocultural se muestra en la alternancia de días laborables y festivos.
El calendario se irá adaptando a este nuevo ritmo, de acuerdo con las nuevas condiciones,
La semana laboral irá tomando fuerza donde se irán adquiriendo ingresos semanales por
parte de los productores domésticos , también como unidad de tiempo donde organizar el
trabajo y tiempo libre con su significativa irregularidad en las necesidades específicas de
producción y consumo.
El equilibrio se consigue sopesando la costumbre del blauen montag ( lunes azul, día de
descanso), precedido por el domingo seguido de martes y miércoles de poco trabajo con la
compensación de una intensificación del trabajo el resto de la semana.
Este hecho tiene una función más amplia que el descanso físico y psicológico de la
monotonía de su actividad laboral, tenía un significado social que formará parte de una
“cultura plebeya” con gran variedad de expresiones y arraigamiento en esta nueva clase
social a parte de la vida cotidiana en función de su trabajo.
Cuanto mayor era la cantidad de ingresos mayor seria la cultura plebeya que combinaba
sensualidad y sociabilidad entre otras mediante la bebida y juegos como pela de gallos
cobrando cada actividad un sentido si se hacía de manera social.
Esta cultura crea una vida pública plebeya muy diferente de la burguesa, diferenciada por
su estructura y funciones. la vida pública plebeya era una reproducción sociocultural de la
vida cotidiana, también un carácter político latente que trata de defender este modelo de
vida mediante revueltas contra el hambre o la estafa muy presente en los precios (carácter
de unión)
Los artesanos rurales toman un carácter fuera de lo común y sin sentido gastando sus
bienes en productos caros un poco alejados de sus posibilidades, diferenciándose de lo
plebeyo y lo burgués. “no era el rango lo que determina el lujo sino el lujo lo que determina
el rango”
la relajación de los controles sociales frente a una juventud nacida de estos artesanos se
muestran con una actitud sensata frente al matrimonio heredada de una mentalidad
campesina pero a su vez una libertad frente a lo sensual y sexual trayendo consigo
bastardos y embarazos prematrimoniales alejado de las normas sociales burguesas y
campesinas.
La gran frecuencia de llamadas al orden y amonestaciones públicas dan fe del fuerte
arraigamiento del modo de vida.
La familia protoindustrial gasta gran cantidad de ingresos monetarios y capital emocional en
esta producción social gastando en lujos y bienes en muchas ocasiones por encima de sus
posibilidades. Actuaban con la convicción de ir “viviendo al dia”
el dinero carecía de sentido a la hora de acumularlo era mas conveniente intercambiarlo por
un producto de valor, carentes de “lógica monetaria” frente a estas nuevas realidades de
mercado.
SEMINARIO: SOBRE LA REVOLUCIÓN, LAS REVOLUCIONES BURGUESAS Y EL
CAMBIO SOCIAL

TEXTO DE DAVIDSON: PRERREQUISITOS PARA LA PROPAGACIÓN DE LAS


REVOLUCIONES BURGUESAS

Una revolución política se da por concluida cuando ha sido derrotada o cuando esta a salvo
de serlo, sin embargo una revolución social necesita de un entorno internacional favorable,
sin presión extranjera, y también en un entorno interno favorable. "Sólo cuando el efecto
acumulativo de varias revoluciones ha establecido un nuevo sistema social puede este
sentirse a salvo".

RESULTADOS NECESARIOS
Las dinámicas capitalistas no implican necesariamente la liquidación total de las relaciones
de producción feudales.
Lo que define la naturaleza de clase de una sociedad es cómo obtiene su posición la clase
dominante. Pero puede haber modos de producción capitalistas en sistemas precapitalistas
y viveversa.
En el nuevo sistema se producen adaptaciones, y, aunque radicalmente hay diferencias
entre un sistema capitalista y los modos de producción anteriores, no hay que olvidar todo lo
que el capitalismo tiene en común con otros sistemas clasistas explotadores.
El Estado burgués conlleva la existencia de una revolución burguesa y la creación desde
cero de una instancia pública es decir se produce una ruptura del poder personal absolutista
y del poder público capitalista.
El capitalismo es un sistema de acumulación competitiva basado en el trabajo asalariado.
Necesita contar con una organización territorial con propósitos competitivos y que ese
territorio disponga de una base ideológica nacionalista que vincule a la clase obrera con el
Estado y, por tanto, con el capital.
Los dirigentes estatales no tienen porque ser capitalistas porque sino la política estaría
determinada por los intereses de un sector capitalista concreto, siendo un problema para la
clase capitalista local. Los políticos y administradores estatales tienen que identificarse con
la totalidad del capital nacional.
Una sociedad burguesa podía ser gobernada sin problemas por grandes señores
hereditarios (Hobsbawm), los burgueses conocían sus propios intereses y eran capaces de
hacer creer a los terratenientes que el interés general público o del país coincidía con esos
mismos intereses, cuando realmente muchas veces era lo opuesto (Adam Smith).

EL MOMENTO DE IRREVERSIBILIDAD SISTÉMICA


Immanuel Wallerstein afirmado que en 1650 las estructuras básicas del capitalismo histórico
como sistema social viable habían quedado establecidas y consolidadas. Pero en 1650 ni
siquiera los dos grandes estados basados en la relaciones de producción capitalista
estuvieron totalmente seguros. En Inglaterra y Holanda no estaría totalmente consolidado el
sistema capitalista hasta que hubiera logrado cierta estabilidad a escala internacional.
En 1690 Países Bajos e Inglaterra habían conseguido la irreversibilidad.
El tipo de Estado capitalista no habia sido conseguido en las repúblicas italianas. La gran
sublevación Neerlandesa tuvo un éxito duradero, pero la Republica neerlandesa no pudo
mantener su preeminencia económica. (Entiendo que es porque el sistema capitalista
necesita un Estado centralizado y que además seguían intereses capitalistas particulares y
no colectivos).
Los motivos de la revoluciones liberales eran libertad de religión, antiabsolutismo y rebelión
contra la miseria económica.
En 1688 Inglaterra era el único pilar superviviente de una alternativa sistémica al régimen
feudal. La Revolución Gloriosa fue la segunda después de la neerlandesa, era una
revolución en la economía politica que trajo consigo una revolución en los valores culturales,
y no podía ser una solución final porque la contrarrevolución podía tener causas tanto
externas como internas. El peligro externo era Francia, la mayor potencia absolutista que
querría derrocar el nuevo Estado. La amenaza interna era Escocia: habia que transformarla
también.
La rev. inglesa tuvo lugar justo a tiempo para evitar que el Estado absolutista se consolidara
y contrajera la enorme deuda pública y la burocracia parasitaria que caracterizaba a sus
rivales europeos.
Entre 1740 y 1750 estas amenazas fueron vencidas.
La Guerra de los Siete Años marcó un punto crítico de irreversibilidad global para la
totalidad del sistema capitalista emergente.
La última y mayor de todas las revoluciones burguesas se dio de forma excepcional, desde
abajo y después del momento de irreversibilidad. Era la Revolución Francesa.

HACIA LA ADAPTACIÓN ESTRUCTURAL INTERNACIONAL (I): LA UNIDAD DE LA


REVOLUCIÓN FRANCESA
Crisis feudal y solución capitalista. Francia sufrió una sucesión de derrotas militares y la
bancarrota del Estado absolutista. Los impuestos recaían sobre el Tercer Estado mientras
los nobles se enriquecían, habia una creciente pobreza rural y un mercado bloqueado por la
persistencia de aduanas y tarifas, habia escasez de inversión de capital en la industria y el
comercio. La crisis del absolutismo dejó a la burguesía una única salida: la abolición del
señorialismo, el establecimiento de la igualdad jurídica y derechos de propiedad
garantizados, y la unificación de Francia en un único mercado económico, factores
decisivos para el desarrollo capitalista.
Los revolucionarios franceses no podían tolerar más el retraso nacional, la degradación
social y la corrupción y la injusticia política derivadas de la contradicción entre las relaciones
sociales de producción emergentes y toda la superestructura de relaciones jurídicas y
sensibilidades morales, y podrían lanzar un asalto victorioso contra el Estado porque
poseían una ideología emergente enraizada en nuevas formas productivas y relaciones de
clase. El tamaño de la burguesía aumentó considerablemente. la ilustración fue producto del
desarrollo capitalista e impulsor de su expansión, era condición para la formación y el
desarrollo del capitalismo. la ilustración era un movimiento mixto aristocrático burgués sus
promotores eran un grupo socialmente heterogéneo. La Ilustración podia ser reformista
(moderada) pero también revolucionaria (radical) porque socavaba el orden feudal reinante.
Podemos decir que el impulso revolucionario real de la burguesía pretendía un cambio
institucional, nunca violento, reformista. Por otro lado, aquellos burgueses no capitalistas
que no estaban directamente implicados en el proceso de producción y por tanto de
explotación, podían adoptar posiciones revolucionarias más extremas que la mayoría de los
miembros realmente capitalistas de su clase. Los capitalistas se convirtieron en líderes de la
revolución porque pudieron focalizar ideológicamente la hostilidad de los campesinos y
artesanos contra los nobles terratenientes, señalandolos como un grupo privilegiado
específico identificado con la monarquía absoluta y que rechazaba la revolución. La
burguesía se sirvió del concepto de nación, la libertad económica y los intereses de la
nación se contraponían a las restricciones del absolutismo. La revolución estableció un
marco social en el que la adquisición de nobleza era cada vez más irrelevante. La
revolución hizo a la burguesía aunque no fuera realizada por la burguesía.
La burguesía no capitalista comenzó a apartarse temporalmente de los objetivos
económicos de su clase cuando la revolución se vio ante una amenaza letal y los medios
necesarios para su defensa no eran aceptables para los hombres de negocios. La
respuesta a la amenaza de la contrarrevolución era la retórica del republicanismo clásico,
ante las limitaciones del racionalismo ilustrado. El racionalismo era rechazado por algunos
de los principales dirigentes jacobinos, como Robespierre.
El momento de irreversibilidad para Francia fue la restauración de 1815 que señalaba el
final de la revolución francesa, era un momento en el que el Estado francés era compatible
con la acumulación de capital. La revolución instaló una superestructura jurídica,
componente decisivo del Estado, que permitía que tuviera lugar un crecimiento económico y
facilitaba la producción capitalista.
No obstante, el efecto acumulativo de los años revolucionarios fue retrasar el desarrollo
económico.
no está claro que la pequeña agricultura campesina que promovió la revolución retrasar el
desarrollo económico capitalista durante mucho tiempo. El reparto de la tierra retrasó
efectivamente en un primer momento el desarrollo capitalista, pero en condiciones de
mercado libre habría acelerado la acumulación primitiva a medio plazo iniciando la vía de la
producción de mercancías a pequeña escala, tanto en la ciudad como en el campo. Hay
que considerar que podría ser la persistencia de la gran propiedad y la carga de la renta, y
no la pequeña propiedad campesina, la que inhibió un desarrollo más rápido del capitalismo
francés. La revolución popular basada en los pequeños productores debería verse como un
elemento esencial de la dinámica capitalista característica de este periodo.
La idea de Revolución Francesa dominó la primera mitad del siglo XIX, pero no tuvo
imitadores victoriosos.

HACIA LA ADAPTACIÓN ESTRUCTURAL INTERNACIONAL (II): DE LA REVOLUCIÓN A


LA REFORMA
Como consecuencia de la victoria constitucional-capitalista de Gran Bretaña sobre el
radicalismo jacobino francés, se estableció una economía capitalista mundial dominada por
Gran Bretaña.
En general esta fase es de una economía capitalista mundial en rápido desarrollo.
En los estados absolutistas el feudalismo estaba en crisis y sometido al lento e inexorable
colapso y reconstrucción de sus relaciones sociales constitutivas sobre una base capitalista.
Escocia fue un interesante precursor, cuya transición al capitalismo agrario había sido
realizada casi enteramente por una clase de terratenientes feudales, que de esta forma
podían seguir formando parte de la clase dominante.
Básicamente los terratenientes se convirtieron en grandes capitalistas agrarios.
Empresarios rurales empezaron a necesitar que el gobierno invirtiera en carreteras,
ferrocarriles y canales para ellos, y los administradores necesitaban igualmente el apoyo de
los grandes terratenientes para evitar la rebelión campesina y la utilidad de los habitantes
de las ciudades. Pero muy pocos de los estados existentes contaban con capacidad
estructural suficiente para realizar estas tareas a la escala requerida. Se necesitaba que el
gobierno del Estado fuera confiado, no a una corte, sino a expertos con respaldo de la ley y
el derecho. se necesita un gobierno central capaz de ejercer una coordinación
infraestructural de sus territorios, pero los estados no transformados no lo podían ofrecer, y
en todas partes surgían modernizadores que clamaban por esa centralización, por lo que,
finalmente, cayeron.
Capítulo I. El patriotismo étnico.

El ayuntamiento de Madrid en 1837 hace una memoria al 2 de mayo de 1808, momento en


que Madrid se rebela contra las tropas francesas que habían ocupado España debido a un
acuerdo entre Napoleón y Godoy. A pesar de que la capital quedó sometida, su rebelión se
extendió al resto del reino, y, tras seis años de lucha (1808-1814), finalizó la “Guerra de la
Independencia”. Es por eso que sobre dicha fecha se cimentaría la mitología nacionalista
dominante durante el siglo XIX y buena parte del XX. Era el comienzo de su libertad, la gran
afirmación inicial de su existencia.
El conflicto bélico, de gran complejidad, fue visto desde el primer momento como gesta
nacional, siendo usadas muchas expresiones que hacen referencia a una identidad colectiva
sacralizada. Se hablaba de “independencia”, “libertad”, “dignidad de la patria”, etc. Se habló
de un “carácter español” marcado por la obstinada afirmación de la propia identidad frente a
invasores extranjeros. Ya se afirmaba en los Catecismos Políticos que la gente era
“española”, cuando unos años antes se afirmaba ser “leal vasallo del Rey de España”. Todo
el discurso giró en torno al ente nacional, y, por ello, los dirigentes antibonapartistas ganaron
la batalla propagandística.
Fue en el Cádiz de las Cortes donde los términos de reino y monarquía fueron sustituidos
por nación, patria y pueblo. Los Catecismos Políticos incluían toques sentimentales, de tono
filial, al definir “nuestra patria”, es decir, definían la patria como una madre amorosa que
acoge y protege y da sentido a la vida. Ésto lleva a que se pueda mantener la situación
española de 1808-1814, ya que el sentimiento nacional llevaba a la exigencia de estar
dispuestos a derramar por la patria hasta la última gota de sangre. Éste sentimiento era
necesario porque era una guerra muy dependiente del apoyo popular.
En Cádiz se notó todo un cambio de ambiente, el patriotismo se acentuó, ya no se decía
como en Madrid “¡Mueran los franceses!” o “¡Viva Fernando VII”, sino que directamente se
habían impuesto el “¡Viva España!”.
Aún hay cuestiones sobre las motivaciones y el significado último de esta guerra, pero no es
dudoso que se produjo una violenta reacción en cadena contra las tropas francesas, que se
extendió de forma imparable por todo el reino y que se mantuvo una movilización militar,
apenas planeada (guerrilla), de manera estable durante todo el periodo de guerra. Todos
esos movilizadores y los que sostenían su acción parecían aceptar definirse como
“españoles”.
Por tanto, podemos partir de la hipótesis de que en 1808 existía algún tipo de identidad
colectiva que respondía al nombre de española.
De esta hipótesis se deriva la pregunta: ¿Qué significaba ser español para esas personas
que pelearon, mataron y murieron invocando ese nombre, es decir, creyendo en una
identidad que, a juzgar por su conducta, consideraban superior a sus vidas e intereses?

ANTECEDENTES REMOTOS: DE “HISPANIA” A “ESPAÑA”


En el siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, el momento de auge de los nacionalismos
en Europa, mucha gente creía que las identidades nacionales eran creaciones eternas
existentes desde la creación del universo. Según esta creencia, no dudaban de que, desde
el origen de los tiempos, había habido “españoles” en “España”. Era un tópico repetido por
todos. Este texto parte de la presunción opuesta: la identidad española no es eterna ni
posee tal antigüedad, pero tampoco es una invención del siglo XIX.
El nombre griego “Iberia” y el latino “Hispania” tenían un contenido exclusivamente
geográfico, incluía toda la Península (Portugal también) y era visto como un lugar remoto,
como el límite del mundo conocido.
Hispania sólo entró en el escenario principal de la historia con el inicio de la Segunda
Guerra Púnica, pero pasó ese medio milenio sin que destacaran signos dignos de una
mención de una personalidad “hispana” peculiar en relación con las demás provincias
romanas.
Sólo con los visigodos comenzó Hispania a añadir a su significado geográfico otro étnico,
con expresiones de orgullo alrededor de la tierra y sus gentes, como podemos ver en el
“Laus Hispaniae” de Isidoro de Sevilla.
Los ideólogos nacionalistas de los siglos XIX y XX achacaron a los visigodos la creación de
una unidad política “española”, porque se ajustaban al territorio peninsular y también
porque, tras la conversión de Recaredo, se identificaban colectivamente con la religión
católica. Muchos historiadores de la época se dejaron llevar igualmente por esta
interpretación “española” del mundo visigodo. No consideran españoles, sin embargo, a los
Omeya cordobeses, que dominaron la mayor parte de la Península durante más de tres
siglos, porque son ajenos a un cristianismo que es considerado consustancial a la identidad
de la patria española.
Esta visión de un mundo visigodos de fusión política, religiosa y jurídica de una nación
española es una idealización: los límites territoriales del reino visigodo fueron distintos tanto
de la España Contemporánea como de los de Hispania; y, además, la conversión al
catolicismo ocurrió tras dos tercios del período de presencia goda, en el 589. También había
guerras, inestabilidad, y otros problemas políticos. La idealización comenzó en el siglo VII,
una vez había desaparecido la monarquía visigoda, ya que la Iglesia se había beneficiado
enormemente de estas monarquías, y se esforzó en crear una conciencia de identidad
alrededor de esa monarquía y su fé.
La catástrofe de Guadalete liquidó la monarquía visigoda y tras ella se atestigua una escasa
resistencia hacia el invasor musulmán, lo que contrasta con ese carácter nacional eterno y
la feroz oposición al dominio extranjero.
Cuando los núcleos de resistencia frente a musulmanes alcanzasen suficiente estabilidad y
fuerza para autoproclamarse reinos cristianos y planear su expansión, clérigos y juristas les
ofrecerían una memoria idealizada de una Hispania visigoda unida bajo un solo monarca y
fundida en una sola fé para cimentar su legitimidad. Éstos se declararían sucesores de los
reyes godos porque esto les convertía en herederos de un poder legítimamente aniquilado
por una invasión foránea. Esto ocurrió 200 años después del desembarco de los
musulmanes.
Con el periodo musulmán la Península volvió a convertirse en tierra de frontera y, por tanto,
como en los tiempos prerromanos, en lugar exótico y fantástico. La Hispania medieval volvía
a ser para el imaginario europeo lugar remoto, de peligro y aventura, lugar peligroso pero
también atractivo.
En el siglo IX, durante el reinado de Alfonso II surge la leyenda del apóstol Santiago como
primer predicador del Evangelio en la Hispania romana, leyenda que carece de toda
fundamentación histórica, pero los monarcas astures necesitaban elementos milagrosos que
apoyaran su empresa política y militar contra los musulmanes.
A partir del año 1000, muerto Almanzor y en disolución el califato de Córdoba, tres
poderosos monarcas sucesivos lograron expandir sus territorios y unificar el norte
peninsular cristiano como ninguno de sus predecesores había podido hacer hasta entonces:
Sancho el Mayor de Navarra, Fernando I de Castilla y Alfonso VI de Castilla. Estos reyes
conectaron con la cristiandad del otro lado de los Pirineos, con la casa ducal borgoñona y
sus protegidos los monjes cluniacenses. Bajo su influencia, el significado del Santo y el de la
lucha contra los musulmanes cambió. De ser una empresa de recuperación de un territorio
arrebatado violentamente por los musulmanes a los visigodos, pasó a ser una lucha
religiosa, una cruzada. Santiago reapareció como un belicoso jinete, en vez de cómo un
pacífico pescador, y su transformación continuaría cuando pasara a convertirse en
encarnación de una identidad de patria, al ser un matador de moros POR HISPANIA. Siglos
más tarde, en esa nueva coyuntura bélica de 1808-1814, Santiago reaparecerá como
garantía del triunfo frente a los franceses, curiosamente los descendientes de aquellos que
siglos atrás habían avalado la tumba del Apóstol.
Sería en Francia donde se inventó el adjetivo "español", pues allí tendrían la necesidad de
referirse a todos los cristianos del sur de los Pirineos, y lo hicieron como "espagnols".

UN PASADO MÁS CERCANO. EL IMPERIO DE LOS HABSBURGO "ESPAÑOLES" Parece


indiscutible que para la Península Ibérica se había construido durante la Edad Antigua y
Media una identidad diferenciada de la de sus vecinos, y que se designaba con los términos
"España" y "español". Pero no es hasta la era de los Reyes Católicos cuando adquiere un
significado político, debido a la anterior división de la Península en reinos independientes de
fronteras fluctuantes. Podemos hablar ya de identidad española, pero NO de identidad
nacional española, y en los inicios, sería la monarquía el eje vertebrado de la futura nación.
Fernando e Isabel unificaron los reinos y casi a la vez convirtieron a la nueva monarquía en
gran potencia de la cristiandad. La explicación del repentino acceso al primer plano de la
política continental de España hacia el año 1500 debe relacionarse con una serie de
acontecimientos.
El primer hecho fue el enlace matrimonial entre los futuros monarcas de Castilla y Aragón.
Muerto Enrique IV de Castilla, la sucesión al trono se disputaba entre su hermana Isabel y
su hija Juana, cuya paternidad se atribuía al amante de la reina. Fernando e Isabel no sólo
se casaron a toda prisa y falsificando la bula papal por ser primos, sino que en la inevitable
guerra que siguió fueron los vencedores.
La agregación de territorios continuaría con la toma de Granada y con el afianzamiento del
poder aragonés en Sicilia y su expansión a Nápoles, y con la anexión de Navarra debido a
un segundo matrimonio de Fernando, una vez muerta Isabel. Esta última política
matrimonial no parece haber sido una estrategia planeada para alcanzar la “unidad nacional
española”, ya que las clausulas matrimoniales obligaban a Fernando a ceder el territorio
aragonés a los descendientes de su segundo matrimonio, pero el heredero falleció al poco
de nacer.
La expansión territorial más importante de la nueva monarquía unificada fue el
descubrimiento de América, que proporcionó rentas formidables a la corona castellana
durante los siglos siguientes.
La fatalidad ayudó a que se mantuvieran unidos los territorios acumulados de Fernando e
Isabel al morir el heredero aragonés, pero también murió el único varón de su matrimonio
con Isabel. Quedaban vivas cuatro hijas, cuyos enlaces habían sido cuidadosamente
planeados por los Reyes, con los objetivos de unir los reinos peninsulares en una sola
corona y de aislar a Francia. Ambos objetivos se alcanzaron: Francia estaba rodeada de
enemigos y derrotada en sucesivas guerras y la corona portuguesa acabó en Felipe II,
biznieto de Fernando e Isabel. Pero sucesivas muertes dieron lugar a un resultado
inesperado: el cambio de dinastía de los Trastámara a los Habsburgo, titulares del Sacro
Imperio Romano Germánico.
Carlos V acumuló dominios procedentes de cuatro herencias: la imperial, la borgoñona, la
aragonesa y la castellana, con los territorios americanos recién descubiertos. La defensa y
la expansión de sus territorios le obligó a entrar en interminables conflictos bélicos. Durante
los reinados de todos los Habsburgo y los cuatro primeros Borbones, la monarquía católica
participó en todos los conflictos bélicos europeos de importancia.
Este aspecto afecta directamente a nuestro tema, pues la función “nacionalizadora” de la
monarquía se ejercía, sobre todo, por medio de las guerras en las que se hallaba
constantemente enzarzada. No se hacía la guerra por interés nacional, aunque esto poco a
poco iría cambiando. Los efectos de las guerras sobre la población fueron un signo
nacionalizador: la existencia de enemigos comunes, y el surgimiento de una imagen
colectiva tanto propia (impuesta por el enemigo) como de lo “ajeno”, tuvo que crear lazos de
unión y coadyuvar al surgimiento de una identidad colectiva que pronto habría de llamarse
nacional. Sobre los súbditos de aquella monarquía tuvo que dejar profunda huella el hecho
de tener muchos enemigos exteriores durante larguísimos periodos de tiempo.
Esa monarquía unificadora y guerrera exigió una extracción de recursos que afectó a todos
sus reinos, aunque más a Castilla, núcleo central de la monarquía y fuente principal de
hombres y dinero. Sobre los reinos periféricos, peor controlados, tales exigencias llevaron a
tensiones que terminaron en intentos de secesión, algunos fallidos como el catalan y otros
exitosos como el portugués. Pero no todo fueron tensiones. Ya en tiempos de los Reyes
Católicos surgieron cantos mesiánicos y profecías escatológicas que expresaban el orgullo
por los maravillosos sucesos que les había tocado vivir. Daba la impresión de que se había
producido un nuevo giro en la historia del mundo, de que había surgido un nuevo imperio,
comparable al persa o al romano, de que había llegado la monarquía universal.
Aunque la protagonista de esta promesa escatológica era la monarquía, y no “los
españoles”, también hay tempranos cantos a la grandeza del pueblo o nación. Los Reyes
Católicos estaban especialmente interesados en demostrar que no sólo poseían
superioridad militar, sino que eran también los dirigentes de un país de alta cultura. De ahí
que ordenaran a sus cronistas escribir en latín y traducir al latín las historias existentes en
lengua castellana, donde dominaba una obsesión por destacar la Antigüedad milenaria de la
monarquía española, superior –se insistía– a la de los romanos. Se cantaban hazañas de
guerreros que habían conquistado Granada y estaban triunfando en Italia como aquella raza
de héroes que se habían iniciado con Hércules y Túbal, resistido luego a Roma y revelado
más tarde contra los musulmanes. A la vez, Nebrija publicaba la primera gramática
castellana y establecía el famoso paralelismo entre la expansión del dominio político y la del
idioma. Esto adelantaba en varios siglos la conexión entre el poder estatal y cultura oficial,
típica de los nacionalismos.
Con Carlos V, la identificación entre los éxitos de la monarquía y “España” se hizo más
difícil. Era un rey inconfundiblemente flamenco que tenía en muy superior estima a la corona
imperial que a las de Castilla, Aragón, Navarra y Granada. Había un ideal de monarquía
universal, no se hablaba de “España”, sino de un emperador que rige el orbe en nombre de
Cristo. Era una idea medieval ajena a la tradición hispánica, pues los letrados de las cortes
peninsulares llevaban siglos insistiendo en que cada rey era emperador en su reino. Por
ello, es un imperio al que no se puede llamar ni España ni monarquía hispánica aún. Lo más
adecuado es llamar al reinado de Carlos V “imperio de los Habsburgo”.
La progresiva identificación de la monarquía con España se vio forzada por el duro clima
político de la Europa de la Contrarreforma, que obligó al emperador (Carlos V) a terminar
sus días refugiado en sus territorios peninsulares. Esta tendencia se acentuó con su hijo,
que pasó sus últimos 40 años sin salir de la Península; una Península cuyo dominio
completó en 1580 con la incorporación de Portugal, con lo que la monarquía católica se
definió cada vez más como hispánica o ibérica. De ahí que el Imperio Universal se fuera
viendo progresivamente sustituido por una identificación con “España”. Entre mediados del
siglo XVI y mediados del XVII, se desarrolló el Siglo de Oro de la cultura española. La
cultura reflejaba temas como el esplendor de la casa real y las glorias bélicas de “España” y
se difundió el orgullo de lo “español” y su identificación con un orden social jerarquizado y
tutelado por el rey, que creían natural y consagrado por Dios. Durante el siglo XVI la palabra
“España” se va cargando de connotaciones políticas, ya no sólo geográficas. Destacan Lope
de Vega y Cervantes. Este último esbozó un estereotipo colectivo “español” y hablaba de un
poderoso imperio cuya existencia se debía al “bien universal”, pero que funcionaba en un
contexto de competición con otras “mil naciones extranjeras”. No era ya el clima ecuménico
de Carlos V. La monarquía de los Habsburgo se iba definiendo como monarquía limitada,
distinguida por el adjetivo “española o hispánica”. Mas si el ecumenismo cedía, no así el
providencialismo y la conciencia de pueblo elegido. En la primera mitad del XVII, cuando el
edificio imperial comenzaba a amenazar derrumbamiento, los ideólogos de los Habsburgo
menores continuaban expresando su fe en el carácter mesiánico de ese pueblo español que
era a la vez monarquía católica. Todo un género literario nuevo iba surgiendo bajo el rótulo
de “historia de España”. Ya con Carlos V, a la vez que subsistían los tradicionales cronistas
dedicados a exaltar los hechos memorables del monarca, aparecieron historiadores que no
lo eran del rey sino del reino, de “Castilla”, con frecuencia identificada con “España”. Estas
historias no sólo alcanzaron mayor difusión que las crónicas medievales por estar impresas,
sino que tenían un contenido sustancialmente distinto al de la mera crónica regia para cantar
la antigüedad y las hazañas de la nación.
Es importante el jesuita Juan de Mariana que escribió “Historia General de España”. La
historia es, para él, un semillero de orgullo colectivo; orgullo de “linaje”, término que usa más
que raza, pueblo o nación. Hace una genealogía de hombres ilustres, una crónica de
hechos de armas gloriosos de los antepasados familiares, que prueba la alta calidad de la
sangre de sus descendientes actuales. Mariana consignó que Túbal, hijo de Jafet, había
sido el “primer hombre que vino a España”, el fundador de “la gente española y su valeroso
imperio”; y tras él hacía desfilar por la Península a Osiris, Jasón, Hércules o Ulises. Era la
manera de convertir al español en uno de los “linajes”, “gentes” o pueblos originarios del
mundo, sin mayor antigüedad posible.
La obra de Mariana representa un importante paso adelante en la construcción de la
identidad de lo que él mismo llama la “nación”. Sus protagonistas siguen siendo los
monarcas, pero el eje que articula la sucesión real es “España”, que a veces es una mera
referencia geográfica y otras posee un contenido racial o grupal en relación con el cuál
Mariana expresa un orgullo innegable. Aquella precoz Historia general de España de Juan
de Mariana sería un jalón decisivo en la construcción de la identidad que es objeto de este
libro y se convertiría en la referencia fundamental para la historia patria durante doscientos
cincuenta años.

CUESTIONES DE TÉRMINOS
Hemos recorrido a grandes rasgos el proceso de formación de una identidad colectiva antes
de la era contemporánea. ¿Cuál sería el nombre adecuado para describir esta identidad y
las expresiones y sentimientos de orgullo generados alrededor de ella? Se habla de
naciones extranjeras o extrañas ante la nuestra, pero ¿en qué sentido usan la palabra
“nación”? ¿Estamos acaso hablando de nacionalismo?
La respuesta debe ser, en principio, negativa. En la Antigüedad y en el Medievo, por
“nación” se entendía un conjunto humano que había nacido en un mismo territorio y hablaba
la misma lengua. Para llegar desde la nación así entendida al nacionalismo habría que
cubrir muchas etapas. En primer lugar, habría que atribuir a esas naciones o pueblos rasgos
psicológicos comunes que envolvían valoraciones éticas (ocurrió durante el siglo XVI).
Habría que convertir a esos pueblos en “voz de Dios”, enfrentándolos con el monarca, lo
que ocurrió durante la revolución inglesa del siglo XVII. Más tarde, este proceso habría de
ser elaborado intelectualmente. El ambiente intelectual ilustrado (Hobbes, Locke, Rousseau)
dio lugar a un convencimiento de que el ente colectivo era el único sujeto legítimo de la
soberanía, en contraposición de los monarcas, y preparó las revoluciones de EEUU en 1776
y Francia en 1789. Sólo una vez convertido el conjunto en sujeto de derechos políticos se
llegaría al principio de las nacionalidades, o exigencia de adecuación de cada unidad estatal
a esas unidades étnicas previamente definidas. Esta necesidad no se sintió hasta el siglo
XIX y no se intentó aplicar de manera sistemática hasta después de la I Guerra Mundial.
Sólo en estas últimas fases puede en puridad (pureza) hablarse de nacionalismo, una
doctrina cuyo núcleo fundamental consiste en hacer de la nación el depositario del poder
político supremo. Fue entonces cuando los Estados adoptaron como oficial y favorecieron
de mil maneras una cultura que identificaba con aquel pueblo o etnia de quien se creían
representantes.
La nación no se puede inventar o construir de la nada. El término Hispania es el origen de
España, vocablo que designa la entidad cultural y política cuya evolución en el siglo XIX es
el tema de este libro. El latín se convertiría con el paso de los siglos en castellano o
“español”, una de las bases culturales de la identidad nacional que aquí se estudia. En el
mundo premoderno no hay nacionalismo, pero sí identidades colectivas cuyos componentes
culturales habrían de ser utilizados posteriormente por los nacionalistas como ingredientes
de su propuesta política.
Aunque aquellas identidades fueran antecedente del nacionalismo no debemos hablar de
protonacionalismo, porque estos fenómenos culminaron en el nacionalismo de los siglos XIX
y XX; pero podrían no haberlo hecho. Por eso definirlo así es inadecuado: supone
predeterminar un proceso que no siempre sigue su curso esperado e implica una carencia
conceptual (es referirse a una ausencia, definir algo por lo que todavía no es).
A lo largo de la Edad Moderna, la idea de “patria” se fue refiriendo cada vez más a la unidad
política global de la que se formaba parte. En el siglo XVIII surgió la palabra “patriotismo”,
una palabra aceptable para designar aquel tipo de sentimientos. Podemos hablar de un
creciente patriotismo étnico, porque se relaciona con un linaje o “nación” pero no es
nacionalista, ya que faltan dos conexiones cruciales: la conexión entre cultura oficial y el
poder estatal, y la conexión entre la legitimidad de este último y su sanción por la
personalidad colectiva o popular. Un grupo humano que se cree dotado de identidad cultural
propia y se va empezando a confundir con la estructura política de la monarquía puede
entenderse con mayor exactitud si recibe el nombre de “patriotismo étnico” que si se le llama
“nacionalismo” o “prenacionalismo”.

Capítulo II. Los condicionamientos de la herencia recibida.


El proceso de formación de una identidad “española” giró alrededor de una monarquía que
a partir de finales del siglo XV añadió una dimensión política al inicial significado geográfico
y cultural de la palabra “España”. A partir de entonces, millones de súbditos que pertenecían
a distintos reinos tuvieron un punto de referencia común: la sumisión a un mismo
responsable político último. Esta nueva unidad política se convirtió en potencia hegemónica
entre finales del XV y mediados del XVII, lo que dió lugar a multitud de expresiones de
identificación , lealtad y orgullo alrededor de lo “español”, partiendo siempre de una historia
apologética de las hazañas colectivas que llegó a conciencia de abierta superioridad sobre
los demás e incluso de “pueblo elegido” por la divinidad.
España aparece como una de las identidades más tempranas de Europa, de antigüedad
similar a la de Francia o Inglaterra, con expresiones de patriotismo étnico perfectamente
comparables a las existentes alrededor de estas otras dos monarquías y tan capaz como
ellas de convertirse en una nación moderna. No obstante, ya en esta fase embrionaria se
pueden detectar varios rasgos que condicionaban y complicaban el desarrollo del proceso.

¿NACIÓN O SÓLO MONARQUÍA?


Primeramente, llama la atención en estas tempranas expresiones de identificación la
oscilación entre la mera glorificación del monarca y el patriotismo étnico o ensalzamiento de
la identidad colectiva, sobre el que se basaría el futuro nacionalismo. Es difícil establecer el
lugar que ocupa el trono en este proceso de creación de una identidad nacional. En
términos generales, hay una evolución desde lo dinástico, dominante en los primeros
momentos, hacia lo étnico, fase final del proceso.
La disyuntiva monarquía-nación no parece plantearse, en principio, para los literatos del
Siglo de Oro, que hablan de España y de su rey. Pero cabe preguntarse si los monarcas
aceptaban con igual entusiasmo esos cantos a las hazañas de España, entendida como
colectividad, nación o pueblo cuya historia era distinta y anterior a la de la casa real. Los
soberanos parecían estar preocupados con la defensas de sus derechos dinásticos, de los
cuales sus enemigos eran los reyes vecinos y las viejas querellas con las familias
aristocráticas o las corporaciones privilegiadas. Si se exaltaba la personalidad de esos
reinos podía sonar a afirmación de intereses que no necesariamente coinciden con los del
monarca. De ahí la explicable ambigüedad de la corte ante el proceso de construcción
etno-patriótica, que de ningún modo fue planeado ni dirigido por ella, aunque fuera útil para
sus objetivos de expansión y dominio sobre otras monarquías vecinas.
Sin embargo, esta visión tan estrecha del interés dinástico comenzaba a cambiar. Lo
beneficioso para la corona iba fundiéndose con lo que convenía al Estado. Las guerras de la
Edad Moderna eran mucho más frecuentes, largas y costosas que las medievales. Sin una
sociedad y una economía fuertes, capaces de proporcionar rentas al erario público, y sin
unos súbditos dispuestos a ceder recursos para el servicio del rey no había trono capaz de
sobrevivir, ni de someter a sus enemigos. Desde este punto de vista, el patriotismo étnico
emergente tenía que ser bien recibido en palacio. Por otra parte, en el caso español, la
monarquía no tenía motivos para percibir peligro en estas exaltaciones del orgullo colectivo,
pues se identificaban con la institución real y con la religión católica. No iban a consentir
dudas sobre que la primacía de la gloria era del rey y su familia, pero aceptaba que los
españoles eran superiores al resto del género humano.
En las representaciones simbólicas del siglo XVIII, la nación parece seguir ganando
espacio; en su esfuerzo por legitimar y engrandecer a la monarquía, se iba construyendo la
nación. Pero, a la vez, continuaban las ambigüedades y retrocesos en este proceso. Los
cantos a la identidad colectiva seguían fundidos con los dedicados a las glorias de la
dinastía.
En la simbología del Antiguo Régimen vemos un reforzamiento del Estado o apoyo a una
cultura y símbolos ligados a él, pero cabe preguntarse si esto se debe a que son
representaciones de la nación o si más bien se trata de exaltar el poder y la gloria de la
corona. Todo, hasta la acción estatal en favor de la modernización de la sociedad o de la
economía, puede entenderse como un esfuerzo por incrementar los recursos del monarca
para sus conflictos dinásticos.
Buena parte de estos temas venían de los antiguos cronistas y hasta podría decirse que
interesaban tanto a la legitimidad de la corona como a la construcción nacional. Pero a la
vez es digno de observarse como se iba insistiendo en los rasgos de la caracterización
colectiva ya elaborados en la etapa anterior, como el amor a la independencia, el
cristianismo innato de la nación española, el predominio de Castilla sobre los demás reinos
peninsulares o la larga lucha contra los musulmanes durante la Edad Media.
Continuaban destacando en los proyectos decorativos el cristianismo y la monarquía como
ejes básicos en la definición de la identidad colectiva. Pero la historia nacional ganaba
fuerza en cada nuevo proyecto, en detrimento de la mitología greco-romana y de las
tradicionales alegorías de virtudes genéricas que se atribuían ritualmente a cada reinante.
En resúmen, a lo largo de los primeros Borbones se detecta una tendencia creciente a la
presentación del poder en términos de linaje o cultura colectiva lo que no hace sino
desarrollar el patriotismo étnico iniciado bajo los Habsburgo. No obstante, la oscilación entre
este culto y el de la dinastía no dejó de estar presente. Un avance neto hacia la construcción
de la etnia o nación requeriría la pura y simple exaltación de las glorias del pueblo español.
Esto es cada vez más difícil de distinguir de la mera autoglorificación dinástica, porque el rey
o la familia real tienden a figurar cada vez más como los primeros y más destacados
miembros de ese pueblo.
La conclusión de este sumario recorrido es que desde mucho antes de 1808 se había ido
formando una identidad española, embrión de esa nación que iba a despegar el vuelo a
partir de entonces. En términos político globales, la lealtad giraba en relación casi
exclusivamente con la monarquía, que pareció seguir siendo el polo de atracción
fundamental durante la movilización antifrancesa de 1808 (aunque se mantenía la dualidad
rey-nación). Había una tradición de invocar al rey como personificación de la colectividad,
especialmente en circunstancias bélicas. Esa personalización de la política alrededor de un
caudillo bélico varón y de sangre real, siguió presente en los principales conflictos políticos
durante buena parte del siglo XIX.

¿REINO UNIDO O CONFEDERACIÓN INVERTEBRADA?


Hay un segundo problema relacionado con el proceso de construcción de una identidad de
significado prenacional a lo largo de la Edad Moderna española: se trata del hecho de que la
monarquía hispánica no era un Estado unido, sino una reunión de reinos y señorío, con
lenguas variadas, sometidos a diferencias legales y tributarias y que tenían que pagar
aduanas cuando se trasladaban entre sus diferentes territorios. La aparición de un
sentimiento de cohesión entre los individuos que convivían bajo aquella autoridad suprema
se habría visto lastrada por la persistencia de identidades relacionadas con los antiguos
reinos medievales o unidades más pequeñas (comarcas, valles, municipios).
Aquella monarquía a la que tan íntimamente se vinculaba esta creación cultural de “España”
tenía un carácter extremadamente descentralizado. Para empezar, los Habsburgo nunca
encabezaron un “reino” en España, sino una unión dinástica, una mera agregación de
coronas en un proceso largo y complicado pero que respetaba las leyes, tributos e
instituciones tradicionales del territorio incorporado a la monarquía.
La monarquía hispánica también poseía algunas peculiaridades que la dotaban de cierta
homogeneidad: instituciones comunes a todos los reinos, como la Inquisición, y sede central
en el reino de Castilla.
El conde duque de Olivares en su famosa “Instrucción” enviada al joven Felipe IV
argumentó en favor de la centralización y homogeneización del sistema. Esta idea acabaría
plasmando en la “Unión de Armas", plan que exigía una mayor contribución de hombres y
recursos por parte de los reinos no castellanos a la guerra de los 30 años, en que la
monarquía se hallaba empeñada. Como se sabe, tal plan no pudo llevarse a buen término
(resistencias portuguesa y catalana en las guerras de 1640, independencia de Portugal).
Francia avanzó más deprisa que España hacia la estructuración moderna del Estado, si por
moderna entendemos una estructura más centralizada y homogénea.
El único terreno cultural que realmente preocupaba a los gobernantes de los siglos XVI y
XVII era la religión, no la lengua, por eso no limitaron las lenguas como el catalán. No
pensaban lo mismo los intelectuales. Aún en el siglo XV, Antonio de Nebrija escribió:
“siempre la lengua fue compañera del imperio”. El lenguaje castellano fue queriendo
preeminencia entre 1500 y 1700 sobre latín y sobre las demás habladas en la península,
especialmente a partir del momento en que la corte se afirmó de manera permanente en
Castilla; y se convirtió en el idioma de las instancias burocráticas superiores. Podría decirse
que en la época en que Felipe V se propuso homogeneizar lingüísticamente sus reinos,
desgajados ya Portugal y los territorios italianos y flamencos de la corona de España, unos
2/3 de los habitantes de la monarquía hablaban castellano. Se había extendido también
como idioma exclusivo de los colonizadores americanos.
No hay que exagerar la fragmentación cultural de la monarquía española, pero comenzó a
verse como un problema político en cuanto se instaló la nueva dinastía borbónica, y los
gobernantes empezaron a tomar medidas para combatirla. Se empezó a hablar del reino de
España, aunque esta última denominación no llegó a adoptarse de forma oficial hasta José
Bonaparte. La nueva mentalidad centralizadora llevó a la eliminación de los fueros del reino
de Aragón, con los célebres decretos de nueva planta. Era una nueva manera de organizar
el aparato administrativo y una nueva concepción de la cultura, basada en la homogeneidad.
Incluyeron medidas encaminadas a imponer el castellano como idioma exclusivo de uso
oficial.
A las prohibiciones y sanciones contra el uso de idiomas locales, se añadieron medidas de
carácter incentivador en favor de la lengua castellana y de una cultura que comenzó a ser
considerada la oficial del Estado. La principal fue la fundación de las Real Academia
Española en 1713, academia en cuyo título se fundía en sus dos adjetivos los dos polos –el
dinástico y el étnico– en que se apoyaba la legitimidad en el momento. La lengua nacional
quería afirmar su autonomía y cortar definitivamente su cordón umbilical con el latín, al igual
que el Derecho español, para lo cual Felipe V creó cátedras.
Otra afirmación de independencia se produjo en el terreno de la Historia, donde se sentía la
necesidad de delimitar “lo español” de entre el magma de acontecimientos trasmitido por las
crónicas y convertir al sujeto nacional en protagonista del pasado. Para ello se funda la Real
Academia de la Historia, en 1738, cuyas actividades partían de la presunción de que la
nación era el sujeto esencial de la historia, y sus estatutos fundacionales declararon que el
objetivo de la institución era escribir un diccionario histórico-crítico universal del España. Sus
miembros se atrevieron a organizar el tiempo histórico de forma nueva, estableciendo nada
menos que una cronología propia o “era hispánica”, iniciada a partir de la pacificación de la
Península por Augusto, 40 años a.C. De esa manera, “España” se situaba dentro de un
marco temporal específico propio y profano, que sustituía al marco sagrado y universal
hasta entonces vigente.
La Real Academia de la Historia patrocinó trabajos sobre la época goda y la mitología
goticista como bases de la identidad española nacida en los siglos medievales. Se proponía
tomar decisiones conceptuales: había que definir qué era un “rey español”, es decir,
delimitar lo “español” en el tiempo y en el espacio. El primer monarca español, según ellos,
habría sido Ataúlfo, por eso tiene hoy una estatua en la plaza de Oriente de Madrid. Los
primeros reyes “españoles” eran, pues, los godos y sus respectivos sucesores, los
asturianos, navarros y aragoneses (aunque no fueran exactamente “reyes de España”),
pero de ningún modo se incluía a los musulmanes, considerados invasores extranjeros.
En el terreno artístico se creó en 1752 la Real Academia de San Fernando, guiada con el
propósito de fomentar un arte orientado hacia el fortalecimiento del patriotismo. Para ello,
convocaban concursos escultóricos y pictóricos, cuyos temas históricos “españoles”
desplazaran radicalmente a los tradicionales alegóricos y mitológicos. No se trataba de
favorecer las artes en general, sino de consagrar una iconografía nacional. Dentro de esos
temas históricos, los dominantes eran los visigodos, la Edad Media y los Reyes Católicos.
La legitimación del cuerpo social y de la unidad política seguía basándose en la lucha
anti-musulmana, interpretada como recuperación de la monarquía goda, y había una
confusión entre la identidad política y la religiosa.
En resumen, en el siglo XVIII se dieron importantes pasos en el proceso de
homogeneización cultural, y también de homogeneización y centralización administrativas.
La cultura homogénea y oficial potenciada por las reales academias y otras instituciones
ilustradas quería ser la representación de la entidad colectiva, de “España”, esa nación cuya
realidad justificaba la existencia del Estado.
Con la Guerra Napoleónica se aceleró la expansión de la cultura oficial entre capas más
amplias. En cuanto a la homogeneización jurídica y territorial, los constitucionalistas
gaditanos se lanzaron decididamente a desarrollar la obra que Felipe V había emprendido.
Se confirma así en el caso español la continuidad entre Ilustración y Revolución que
Tocqueville vio en el francés.
Con la reunión de las Cortes se buscaba unidad y uniformidad. Decían que la nación debía
ser una, todos debían ser españoles, sin distinción entre valencianos, aragoneses,
castellanos, etc. Antes de la Constitución “no había una verdadera asociación política, la
Nación estaba separada, desunida y dividida. Cada provincia con sus leyes, fueros,
gobierno y administración peculiar”. Con la Constitución esto cambiaría, “Los Españoles,
constituidos imperfectamente en el Antiguo Régimen formamos ya un verdadero cuerpo
político y somos realmente una Nación independiente, libre y soberana”.
La necesidad de adaptar la nación a un modelo unido y homogéneo parecía una gedeonada
(simpleza o tontería) a muchos de los diputados liberales, porque la voluntad nacional lleva
implícita la unidad. Esto requería diluir herencias históricas fragmentadoras (reinos y
corporaciones privilegiadas, con sus instituciones y leyes particulares). Por mucho que los
constitucionales gaditanos disfrazaran sus proyectos como un retorno a las leyes y
libertades medievales, no ocultaban su intención de barrer la vieja legislación específica de
los reinos y hacer una nueva división, homogénea, del territorio. Agustín de Foronda, el más
radical, pedía que la Constitución declarara expresamente la abolición de “todos los
privilegios de provincias y ciudades, pues todas son españolas y así no debe ninguna tener
ventajas que no logre la otra”.
Hubiera cabido una posibilidad alternativa, como en Suiza o EEUU: avanzar hacia la
construcción de una unidad política por medio de un proceso federalizador que partiera del
reconocimiento de la legitimidad y diversidad de los reinos o cuerpos preexistentes. Pero
esto se rechazaba por ser una opción disgregadora que “acabaría por constituir estados
separados”. A la mayoría de los reformadores les atraía más el cartesianismo napoleónico
que el organicismo anglosajón: la eliminación de desigualdades requería, según ellos, la
homogeneización administrativa, es decir, el establecimiento de la igualdad legal exigía la
eliminación de la diversidad de situaciones. Había un acuerdo bastante generalizado, sobre
el cual sólo levantaron tímidas objeciones algunos de los representantes de los tradicionales
territorios forales.
No se puede olvidar el apoyo básico de catalanes, aragoneses o navarros a la obra
gaditana. Los intentos de Napoleón de fomentar el catalanismo y el vasquismo como forma
de socavar la unidad de quienes se oponían a su dominio fracasaron.
Aragón y España no eran términos enfrentados. La afirmación de lo aragonés era, entre
1808 y 1814, una manera de proclamarse español. No parece que el enfrentamiento entre
Felipe V contra Aragón hubiera dejado secuelas.
El clima creado durante aquella guerra perviviría a lo largo de la mayor parte del siglo XIX.
Fue un caso de autosugestión colectiva, como en definitiva son los fenómenos nacionales:
todos entendieron que el levantamiento masivo contra los franceses demostraba la
existencia de una nación española sólida y unida. Y sobre ella se basaron los proyectos de
reorganización de la vida cultural y de la estructura política. Ésto significaba potenciar una
cultura, la “nacional”, por encima de los “dialectos” y variedades “regionales”, acabar con
privilegios y desigualdades legales entre los ciudadanos (“todos somos españoles”) y dividir
el territorio de la forma más homogénea posible para que quedasen sepultadas las
diferencias entre los viejos reinos y unidades feudales. Éste fue un intento en parte fallido,
más por debilidad del propio Estado que por la existencia de fuerzas que cuestionaran la
unidad de la nación o que propusieran la disgregación o fragmentación del estado.

LAS POSIBLES ALTERNATIVAS. DIGRESIÓN SOBRE LA NOBLEZA (LEVANTISCA)


Volviendo brevemente al Antiguo Régimen, los Habsburgo apenas habían intentado
imponer una administración y una cultura homogéneas que facilitaran la formación de una
identidad colectiva, y los esfuerzos borbónicos parecían muy insuficientes al hipersensible
nacionalismo estatal de los liberales gaditanos. Ya que la propia monarquía se resistía a
crear esa identidad colectiva existe la posibilidad de que los cuerpos, reinos o elites que se
unen contra o para una causa se concibieron a si mismo como portavoces del reino
teniendo el mismo papel ue los representantes parlamentarios en inglaterra. Esta posibilidad
será erronea y esto supuso un problema con el que se incio su andadura por el
nacionalismo español.

aunque si habia tradiciones parlamentarias en las monarquías peninsulares que tenían algo
de poder aunque este no era comparable con el de la iglesia. este “poder” desemboco en
unaguerra de las ciudades castellanas contra Carlos de Gante. despues del resultado de
esta guerra fue el contrario al esperado ya que al contrario de la evolucion que hubo en
inglaterra aqui se reforzó el poder del absolutismo quedando que ademas de reducirse
desaparecieron de las cortes castellanas los representantes de la nobleza y el clero en el
1538.

durante mas tiempo se mantuvieron sus prerrogativas las instituciones representativas de


los reinos de Aragon, Cataluña y Valencia , aunque tambien recortadas. Estos reinos no
intentaran centralizar el poder y llevarlo ello todo a cabo en el reino, isno que querian la
resistencia de sus privilegios frente a la integracion centralizadora y con ello solo
consiguieron retrasar su su sometimiento al absolutismo. a pesar de que se extinguiera la
vida de las instituciones no quiere decir que se extinguieran a su vez la posibilidad de una
formación de los derechos de los subditos del rey catolico, lo que si se acababa la
posibilidad era de la defensa de la fragmentacion que solo se respeto en las provincias
vascongadas y Navarra, cuyos privilegios fueron respetados y que , de momento, se
contentaron con sobrevivir en lso margenes del sistema.
Ortega y Gaseset sostuvo que la principal anormalidad de la historia de españa había sido
la falta de los mejores y las minorías egregias. Otra ausencia que debe destacarse en la
construcción político-cultural de lo español es que la nobleza no fue participe de esta, esto
hace un gran contraste con los ejemplos que encontramos fuera de nuestro pais como es
Inglaterra, Francia o Prusia. En stos tress ejemplo la nobleza actuó en nombre del reino
frente a las pretensiones absolutistas del rey y aunque todavia es necesaria una
investigacion mas efusiva no hay indicios de que la nobleza española fuera asi.

en comparación con otras aristocraias la española estuvo mucho mas dmesticada (antonio
dominguez ortiz), carente de las instituciones estamentales de tipo corporativo como la
iglesia, y sufriendo un creciente recorte de sus poderes politico a media que aumnetaban los
del monarca. lo unico que se les ocurrio fue refeudalizar o directamente fragmentar el
estado. ante las reformas borbonicas la aristocracia s eopuso tenazmente a la recuperacion
deregadias emprendida por la monarquía. solo a finales de este siglo algun sector nobiliario
intento presentar al estamento como el rpeservador de la libertad frente al abosultismo

tambien fracasaron en españa los intentos, sirifidos en ciertos momentos por la propia
monarquia, de convertir a los vastagos de las grandes familias en funcionarios o mandos
militares, en linea semejante a los ejemplos ruso o prusiano. tuvieron poco exito los colegios
para la nobleza orientados a esta subida asi como con la profesionalizacion del ejercito y la
marina se fue perdiendo importancia de las carreras de las clases nobiliarias.

aunque los datos que tenemos son limitados es indiscutible que la nobleza española era un
sistema desacreditado, desde el punto de vista de la construcción de la identidad colectiva.
mientras que la noblezza era sinonimo de guerra y descontrol, la monarquia es sinonimo de
paz interna y unidad, lo unico que se le reprochaba al rey seria repartir su reino entre sus
hijos. la alta nobleza asi ponia una chinitas en el camino de la primera gran historia general
de España.

La nobleza llegó cargada con una imagen negativa al siglo XIX y que no pudo ser
modificada posteriormente a pesar de los intentos. durante el resto del siglo XIX, algo
general será la desaparicion de los privilegios reales. la nobleza no titulada se esfumo de la
escena y la titulada tendió a renunciar sus antiguas formas de vida y a integrarse en lo
centros urbanos como clase alta, y la pequeña nobleza local, en la medida en que
sobrevivió, se resistió, desde sus reductos de poder, a la modernización del estado y la
nacionalización de la política, bien apoyando la causa carlista o bien enfocándose en el
caciquismo.

un dato contradictorio con todo lo anterior, sera en relación con la nobleza y los orígenes de
la vida política española contemporanea: el curiosos contraste entre esta pobre aristocracia
como grupo social y agente histórico y la sobreabundancia de retorica nobiliario en el
discurso político. durante el conflicto con Napoleón, las expresiones mas repetidas de
repulsa hacia la agresión francesa la tildan de falta de limpieza y honorabilidad, en la linea
mas tradicional de la ética social nobiliaria.

mucho podría discutirse sobre el buen comportamiento de las tropas españolas en las
guerras napoleónicas, ya no solo por todos los sucesos típico de las guerras de guerrillas
sino por el objetivo principal que llevó a la guerra que fue la conquista de portugal y que se
tiende a omitir en todas las versiones nacionalistas.

una cosa era, la retórica nobiliaria, aceptada e interiorizada por todo s y otra la opinión
sobre la nobleza como grupo social, en general mu negativa. tanto es asi que las cortes de
cádiz decidieron, simplemente, eliminarla como actor político. los privilegios nobiliarios
asociados con la desigualdad y las querellas internas, tenian que ser destruidas para
construir la nacion.

OTRAS CARGAS Y GRAVÁMENES DE LA CULTURA HEREDADA

Había otros factores que condicionaban y limitaban el desarrollo de una identidad “española”
durante el Antiguo Régimen como El elitismo o escasa difusión popular de las imágenes que
estaban transformando la representación del ente colectivo. Esto es debido a que
inicialmente emanaron de círculos muy reducidos: cancillerías regias, obispados o
monasterios. Los sectores populares de la población no parece que se adscribieran a
identidades políticas, sus nombres incluían localizaciones territoriales pero de aldeas, villas,
comarcas o valles.

Al introducirse la imprenta, las identidades culturales fueron expandiéndose hacia esferas


más amplias. También se transmitió la identidad política en buena medida por medio de
ceremonias y símbolos religiosos. Otro impacto fueron las guerras, grandes creadoras de
identidad contra un enemigo común, aunque hasta la segunda mitad del XVII las contiendas
se libraron en campos de batalla lejanos a la Península. También influyeron las
representaciones teatrales, cargadas de contenido ideológico. Hay que recordar que la
sociedad española disfrutó durante el siglo XVI y las primeras décadas del XVII de un
porcentaje de población universitaria muy alto en relación con la media europea, y estos
estudiantes influyeron con sus ideas y conductas en el resto de la población.

En los dos últimos tercios del XVII y en todo el XVIII, de estos factores nacionalizadores sólo
permanece constante el de la guerra.

A la decadencia intelectual le correspondía una pérdida de poder político y una marginación


respecto a la Europa triunfadora de la era contemporánea. Esto no era habitual en el resto
de monarquías europeas que evolucionaban hacia el Estado-nación, sino que era específico
del caso español.

Hablamos de una pérdida de poder de la monarquía católica pero, ¿cómo entender que,
siendo la monarquía hispánica fiel ejecutora de los designios de un Dios todopoderoso, le
fueran las guerras tan poco favorables? Podría deberse, según Quevedo, a la corrupción
inevitable de las cosas humanas, a la introducción de la “molicie” (término atribuido al
imperio romano decadente y a los últimos reinados de los godos, en el caso hispánico las
riquezas americanas habrían corrompido la moral y las virtudes españolas), o, a poderes
demoníacos (influencias extranjeras que traen vicios ajenos o las mujeres con su necesidad
de galas y joyas).

Había una perplejidad ante la hostilidad internacional relacionada con la incapacidad de


analizar las causas de la decadencia. Creyéndose campeona de la causa divina, “España”
no podía reconocer errores o problemas internos ni encontrar una explicación para la mala
imagen exterior salvo la envidia o una intervención directa de satanás. Los intelectuales,
incluso en el momento de la decadencia, no pusieron en cuestión las líneas maestras del
edificio político y de la estrategia fundamental de la monarquía.

PARTE DE JOAQUIN A MANO

[12:08, 17/5/2023] Hope: Los objetivos reformistas y desamortizaciones no convenían a los


círculos poderosos (bajo clero y nobleza) . Los enemigos de las reformas no veían suficiente
lanzar sospechas sobre la ortodoxia religiosa. Los proyectos reformistas parecían dar la
razón a la Leyenda Negra. España consigue una visión negativa a nivel Europeo, se ve
como un país de ideas anticuadas que no sabe gestionar su monarquía, un país ultra
religioso e intransigente. Se pone como ejemplo de país en declive.

[12:10, 17/5/2023] Hope: País de los valores nobiliarios y desprecio a los trabajos útiles,
incultura, superstición y la intolerancia católica

[12:20, 17/5/2023] Hope: No solo tenía malas costumbres, sino que además, el español era
visto por varios autores ( Montesquieu, Shakespeare, Beumarchais) como un personaje
rídiculo, del que reirse por sus anticuadas tradiciones. España en teoría se centraba más en
tesoros ficticios (oro y riquezas) que en riquezas reales (trigo, telas)El vicio interior del
sistema habría hecho que España no sacara adelante sus riquezas sacadas en la India.

[12:24, 17/5/2023] Hope: Montesquieu no culpa a la monarquía u a otras instituciones


españolas, sino a la propia forma de ser del español. Visión muy cruel de la dureza
española en América. Según Montesquieu nos respaldabamos en la religión porque no
podíamos vencer por la fuerza a los indígenas. Desprecio hacia la cultura por aprte de los
españoles

[12:53, 17/5/2023] Hope: Los españoles, autores de tan inmensos descubrimientos en el


Nuevo Mundo, ni siquiera tienen un mapa de su propio país. El mismo autor lo que
pretendía era usar a España como mal ejemplo para explicar a la sociedad europea las
cosnsecuencias que reflejaba una sociedad con prejuicios aristocráticos, la intolerancia
clerical llevaba directamente a la decadencia. Su descripción despectiva de la forma de ser
de los españoles quedaría así instaurada para el resto de europeos. Los ilustrados
españoles por muy de acuerdo que estuvieran con el diagnóstico de los mejores pensadores
del momento acerca de la decadencia de las naciones, se pusieron a la defensiva con estos
argumentos. Se argumentá que faltó rrelatar la historia de España sinq eu esta tuviera
prejuicios …

[12:58, 17/5/2023] Hope: Hay un artículo, el de Masson de Morvilliers, que es muy


destacado pues comienza a describir a España con un montón de elogios para estos
terminar siendo una especie de burla. Describe rasgos fisicos y naturales muy buenos de
España, que no coincidian con la situación real del país. "El orgulloso noble español, se
averguenza de instruirse, de viajar, de tener algo que ver con otros pueblos." Se
desprestigia duramente a España, cuestionando que esta tuviera algo que aportar tanto a
las ciencias como a las artes a nivel europeo ( a diferencia de Rusia y Polonia) Se decñia
que sin la ayuda de otras naciones, no podríamos hacer ni una silla)

[12:59, 17/5/2023] Hope: Desde hace dos siglos, desde hace cuatro, desde hace diez, ¿que
ha hecho España por Europa? (esta frase al parecer es muy icónica por eso la pongo.

[13:01, 17/5/2023] Hope: En 1783 la gente se ofusca y varios autores se ponen a defender a
Españita , llegando la academia real española a hacer un concurso para el mejor discurso
que defendiara a españa solo por sus meritos artísticos y cientificos

[13:08, 17/5/2023] Hope: Forner que es el que gana el concurso relata que, España no
habrá tenido newtones, pero siq ue ha tenido muy buenos legisladores y creadores de
soluciones para inconvenientes de mundos reales y efectivos

España se respalda un poco en la xenofobia que sentian por parte de los Franceses y en
que, los diversos autores que se quejaban de españa solo repetian lo que decian los
franceses, y les dieron la vuelta a la tortilla, surgiendo el término afarncesado y otras
expresiones despectivas, desprestigiando a los franceses.

Las protestas e intentos de mejoría de España no sirvieron de mucho, era imposible unirse
todos no pudieron. Incluso los constitucionalistas gaditanos se rindieron y Cuando
Fernando VII regresó anuló todas las cortes gaditanas y los encarceló. Algunos celebraban
la vuelta a la monarquía pero esto solo volvía a probar el claro receso ideológico español

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