Estado Moderno
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Estado Moderno
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LA NUEVA CONCEPCIÓN POLÍTICA DEL ESTADO MODERNO. DE
LA ITALIA DE MAQUIAVELO A LAS MONARQUÍAS ABSOLUTAS
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1. El nuevo concepto de Estado
nación estatal inglesa, marco y condición previa para la nación cultural que a su
vez legitimó y reforzó las instituciones del Estado. Respecto a España, entiende
que su situación geográfica aislada y el alto grado de militarización de la población
desde la reconquista, hizo que gozara de un alto grado de nacionalización estatal
ya en el siglo XVI.
primaria era mediar como árbitro y juez entre las regiones ampliamente
autónomas del país. La soberanía real era poco efectiva (aunque su superioridad
no fuese discutida en términos jurídico-políticos), dependía en gran parte de la
persona y personalidad de cada soberano, de sus posesiones hereditarias, de sus
relaciones con los otros poderes: los estamentos, las instituciones de la Iglesia, las
ciudades... De hecho, para las gentes era más importante la relación que las
vinculaba con el señor en cuyas tierras o villas señoriales vivían. Ya a principios
del siglo XIV se desarrollaron en países como Francia e Inglaterra algunos de los
rasgos de la administración centralizada en los que más tarde se fundamentaría el
Estado moderno. Pero los monarcas seguían ejerciendo su soberanía de forma
indirecta en amplios ámbitos, al topar la administración real con obstáculos en los
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territorios de los grandes propietarios, de la Iglesia y de las ciudades.
Para que realmente el Estado alcanzase su plenitud hacía falta algo más que la
progresiva penetración de funcionarios y jueces reales en cada país. El factor
determinante fue la necesidad de un poder que terminara con el sentimiento de
inseguridad general que se instaló en toda Europa. Hay que recordar el impacto
que causaron en los siglos XIV y XV acontecimientos como el exilio de los papas
en Aviñón (1309), el inicio de la Guerra de los Cien Años entre Francia e
Inglaterra (1339), la llegada de la peste a toda Europa (1347-9), la “Jacquerie” en
Francia que movilizó a una gran masa de campesinos en 1358, el Gran Cisma de
la Iglesia entre 1378 y 1417, y los sucesivos embates contra el imperio bizantino
hasta la definitiva caída de Constantinopla. Italia fue un territorio especialmente
Einestable y muy activo políticamente. En la pugna por la supremacía política de la
península, latía la antigua división entre los partidarios del papa (güelfos) y del
emperador alemán (gibelinos) manifestada en las ciudades-estado. A la muerte del
emperador Federico II, en 1250, en muchas de ellas se habían establecido
gobiernos “populares”, iniciándose una sucesión de inacabables guerras que
engrandecerían a unos Estados a costa del sometimiento de otros.
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― Las discordias internas, y también los enfrentamientos entre el popolo grosso e
il popolo minuto, explican que a finales del siglo XIII la mayoría de las Comunas
republicanas (ciudades-estado con un gobierno popular o aristocrático) se
transformaran en Signorías. En origen se trataba de contratos con un podestà
(juez) o un capitano del popolo de reconocido prestigio, al que las partes en
discordia juraban lealtad para garantizar la seguridad interior y pacificar las
Comunas, con un plazo convenido para el ejercicio del poder. Al negarse a
abandonar el poder, estos “dictadores comisarios” se convirtieron en señores
de las ciudades, creando una suerte de Estados territoriales urbanos distintos
de las monarquías y principados patrimoniales. Se trata de un gobierno
personal pero con una autoridad limitada en los aspectos legislativo y judicial.
En este contexto, los italianos utilizaron la palabra Stato para designar la nueva
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facciones. Un interés común que se define como aquello que persiguen los
ciudadanos que, sin tener la ambición de dominar, tampoco quieren ser oprimidos
por el poder. De ahí que la solución más extendida en la época fuera la defensa de
una constitución mixta, una forma de gobierno que incorporase lo mejor del
gobierno de uno (monarquía), de los pocos (aristocracia) y de los muchos
(gobierno popular o democracia). Esto proporcionaría un lugar adecuado a cada
grupo social en el entramado institucional de la república, facilitando el equilibrio
del poder ciudadano. Si la teoría política medieval fijaba los fines de la acción
política humana y los medios moralmente lícitos, el humanismo cívico italiano
puso la fijación de los medios en manos de la comunidad política misma. No hay
que olvidar que los defensores del republicanismo y el humanismo cívico dejaron
de considerar a la política como “la más noble de las actividades humanas”,
Ereconociéndola como una actividad más bien sórdida. En efecto, el “arte” del
Estado eliminaba cualquier barrera moral o política en la fijación de fines o en la
determinación de la aceptación de los medios. En este sentido, se vio alterada la
noción de justicia que pasó de la acepción cristiana de dar a cada cual aquello de lo
que carece, a una noción más clásica y estratégica que consiste en que cada uno
tenga y mantenga lo suyo frente a los demás.
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2. La ciencia política a partir de Nicolás Maquiavelo
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Livio (1513-1517, publicado en 1532), y Arte de la guerra (1520, publicado en 1521).
No cabe buscar en estas obras una exposición sistemática de su teoría del
gobierno, que se deduce del conjunto. Los Discursos (en los que se expone su
personal concepción de la historia), presentan el sustrato teórico y filosófico que
el Príncipe apenas desarrolla, al ser una obra breve y de rápida redacción. No
existiría, pues, contradicción entre ambos, de forma que hoy se rechaza la
explicación tradicional de que en los Discursos Maquiavelo ofreció la versión
republicana frente a la monárquica dada en el Príncipe.
pero casi siempre que lo emplea hace pensar en el soldado que en una batalla
despliega previsión, decisión, valentía, arrojo y vigor. La guerra (y la vida entera)
consiste en el conflicto entre la virtù (cualidad viril) y la fortuna (mudable,
imprevisible, caprichosa). La acción virtuosa permite a los hombres controlar al
menos una parte de sus vidas y limitar los caprichos del azar.
― Esto no quiere decir que dejara de hacer distinción entre actos morales e
inmorales (“cuán loable es en un príncipe mantener la palabra dada y
comportarse con integridad y no con astucia”), de manera que el empleo de
medios inmorales en servicio del bien común sólo puede disculparse más que
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justificarse. La función de la religión en el Estado es importante por facilitar
que los ciudadanos sean buenos y obedientes (Discursos. I, 11-12). Aunque para
él la religión es un aparato de Estado que transmite una serie de valores a
aquellos que no poseen conocimiento.
El Estado es concebido por Maquiavelo como una estructura orgánica regida por
sus propias leyes y su propio desarrollo. A partir del concepto de necesidad
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pública manejado en los últimos años de la Edad Media, este autor intuye la razón
de Estado, aunque no llega a emplear las palabras “ragione di stato” (el primero en
hacerlo fue F. Guicciardini). Afirma que el éxito debe ser juzgado por veredicto
popular, y los medios empleados por el gobernante le serán “perdonados” si con
ellos consigue sus pretensiones, porque en política “donde no hay tribunal al que
recurrir, se atiende al fin” (El Príncipe cap. XVIII, Discursos I, 9). Así anticipa,
aunque no llegue a expresarlo, el principio de que el fin justifica los medios. El
que la bondad privada quede subordinada al éxito público, desafía a la moralidad
tradicional. Aquí la libre voluntad cristiana queda limitada, mientras se fomenta la
flexibilidad moral y el relativismo. No es extraño que El Príncipe recibiese la
condena de la Iglesia.
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En efecto, quedaban en entredicho algunos de los planteamientos fundamentales
de la filosofía política cristiana, tal como la sociabilidad natural del hombre, muy
en relación con la idea de la bondad propia de la naturaleza humana por ser
imagen de Dios. También la idea de la superioridad de la comunidad y sus
intereses sobre el individuo y los suyos (por ser la comunidad la que forma y
transmite sus valores). A cambio, se recuperaron nociones de la antigüedad
clásica, como la idea romana de la maldad intrínseca de la naturaleza humana, o
que en la base de la creación de las comunidades políticas lo que late es un pacto
para evitar la supremacía del más fuerte. Esto queda particularmente claro en el
pensamiento del florentino Francesco Guicciardini (1483-1540), que a partir del
ejercicio activo de la política sostuvo que la idea medieval del sometimiento de la
Epolítica a la teología era ajena a la realidad. Defendió que el auge y declive de los
Estados seguía otras leyes que las de la religión o las de la moral personal, y eso
condujo por primera vez al concepto razón de Estado. El Estado tiene sus propias
reglas, que son las que determinan el comportamiento de los hombres de Estado
cuando quieren alcanzar el éxito. Guicciardini contrapone así el interés político del
Estado a la moralidad privada: "Cuando digo que se podría matar y encarcelar a
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todos los pisanos, tal vez no hablo como cristiano, sino de acuerdo con la razón y
las prácticas de los Estados" (Diálogo del reggimento di Firenze). A pesar de sus críticas
a Maquiavelo, comparte con él muchas de sus ideas. Así, la convicción de la escasa
diferencia entre las repúblicas y las tiranías. Entiende que no existe el poder
legítimo, ya que “todo poder político está arraigado en la violencia”. Sin embargo,
en 1536 justificará el absolutismo del duque Alejandro de Medici aduciendo que,
una vez establecido, el Estado tenía un poder ilimitado. Su interés por
comprender los mecanismos prácticos de la política lo realizó por medio de una
renovación de la historia. Ésta retoma las reglas polibianas del relato analítico, que
debe explicar una importante evolución histórica. Así en su Historia de Italia se
esforzó por comprender por qué la península, a causa de su riqueza y de su gloria,
se había convertido en objeto de presa de las dos grandes monarquías absolutas de
su tiempo.
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En la visión naturalista y pesimista del hombre hasta aquí descrita, se apoyaron las
nuevas concepciones del Estado absoluto del siglo XVII, al que se imaginó cada
vez más como instancia que lo decide todo. El empirismo cambió también el nexo
entre Dios y la naturaleza (que empieza a ser explorada, analizada, matematizada,
al margen del mundo cósmico medieval de los arquetipos celestes). Desde esta
visión, Hobbes realizó el primer intento duradero de incorporar a la política una
explicación científica, sosteniendo que, bajo condiciones específicas, era posible
conocer el origen de las motivaciones humanas. Basándose en las leyes del
movimiento, que él creía válidas a nivel universal, propuso una ciencia política
deductiva que procedería de las formas más simples a las más complejas del
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individualismo y el beneficio mutuo como principales consecuencias.
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discípulo; la técnica moderna pasa a ser una ciencia aplicada y generalizable.
Algo parecido ocurre en política. Durante la Edad Media, para poseer
conocimiento político se consideraba necesario la experiencia, el paso de los
años ejerciendo el gobierno; de ahí la valoración de los consejos de ancianos, y
también la presencia del anciano al lado del joven príncipe. En el gobierno
moderno el príncipe es un experto (con una amplia formación) que no se rodea
tanto de experimentados como de otros expertos formados en las distintas
materias. Esta es la diferencia que separa la figura del político renacentista de la
del señor medieval (lo que diferencia a Carlos V de su hijo Felipe II, en cuya
formación se incluyeron las matemáticas, la arquitectura, la geografía o la
historia).
EFrancisco Tomás y Valiente resumió en su famoso Manual de Historia del Derecho
español la concentración del poder político en España y la aparición del Estado: “A
finales del siglo XV, durante el reinado de Isabel I y Fernando II de Aragón y V
de Castilla se produjo la aparición del Estado. En 1469 (matrimonio), 1492
(conquista de Granada) y 1512 (incorporación de Navarra por Fernando) se unen
todos los territorios bajo una misma Monarquía. Desde entonces hay un Estado
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español. La línea autoritaria del poder monárquico prepondera. La Monarquía
domina política y militarmente a la nobleza feudal. El poder personal del rey se
considera como absoluto, esto es, como superior y desligado al Derecho. En
torno al rey surgen instituciones políticas centrales. Aumenta, como fase de auge
de la tendencia iniciada siglo y medio antes, la burocracia, una serie de oficiales del
rey, algunos de naturaleza comisarial, otros de índole estable, que cumplen y hacen
cumplir su voluntad. Se intensifican las relaciones interestatales por medio de
representantes políticos permanentes en las cortes extranjeras (embajadores,
diplomacia). Se crean ejércitos de mercenarios permanentes. Para todo ello se
multiplica continuamente el gasto público y, por consiguiente, la presión fiscal
sobre los súbditos pecheros. Llamamos Estado a la configuración del poder
político sobre estas bases y estas instituciones: Monarquía, Consejos, burocracia,
ejército, diplomacia, Hacienda. La aparición de una Monarquía única y en torno a
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institucional considerable con los Tudor y los primeros Estuardo. Por eso parece
acertado convenir que esta monarquía fue menos absoluta que las otras, con un
mayor peso de las tradiciones e instituciones sobre las que se apoyaba. El
constitucionalismo medieval inglés afirmaba que todo gobierno legítimo es según
derecho, por tanto, con limitaciones reales a la misma acción de gobierno. Este
constitucionalismo surgió de la lucha de la aristocracia, apoyada por la Iglesia, para
limitar los poderes de monarcas que amenazaban en convertirse en tiranos. Tras la
rebelión de la nobleza a comienzos del siglo XIII, el rey Juan sin tierra concedió la
Carga Magna (1215) por la que el soberano se comprometía a respetar las “leyes
viejas”, garantizando por escrito los privilegios de los varones. La Curia Regis
debía ser consultada antes de imponer tributos y ningún noble, seglar o
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eclesiástico podría ser arrestado o condenado sin mediar juicio de sus iguales.
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― Hay que tener en cuenta que los reyes "absolutos" no eran arbitrarios, no
han pasado a la historia por ser unos dictadores. En realidad, contaban con la
aceptación general de su derecho a mandar, y en el caso de España no se
apartaron de los Consejos. Hay que volver a recordar que el término
“absoluto” significaba en aquella época lo mismo que libre de cargas, de lazos
que obligasen. Como se ha visto, la mayor limitación que los monarcas trataron
de eludir procedía de las asambleas representativas, Parlamentos, Cortes o
Estados Generales. En Castilla la convocatoria de las Cortes se hizo cada vez
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más espaciada. Los Reyes Católicos sólo convocaron las Cortes al final de su
reinado por necesidades financieras, y en 1538 fueron amputadas por Carlos I
en sus dos estamentos privilegiados. Además, en este caso el rey contó con la
ventaja de hablar primero. En Francia los Estados Generales no fueron
formalmente abolidos pero dejaron de ser convocados a partir de 1614, hasta el
5 de mayo de 1789 en vísperas de la Revolución francesa. En el reino de
Bohemia (monarquía electiva que comprendía los territorios de Bohemia,
Moravia y Silesia), el absolutismo se ejerció sin límites por los Habsburgo tras
la victoria de la Montaña Blanca en 1620. Aunque la corona era electiva, desde
1526 había recaído sistemáticamente en esta dinastía. Hubo situaciones
intermedias en que los monarcas pugnaron con sus parlamentos por la
supremacía. Los territorios de la Corona de Aragón, poco poblados y de escasa
E riqueza, mantuvieron sus cortes representativas, aunque se convocasen
tardíamente. En Polonia (monarquía de carácter hereditario) la Dieta nobiliaria
dirigió la política marcada por la inestabilidad. En Holanda la lucha por la
independencia llevó a abolir la monarquía en 1581 y la soberanía pasó a los
Estados Generales. En Inglaterra el poder de la monarquía demostrado en el
siglo XVI y las primeras décadas del XVII cedió ante la presión del
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Parlamento, que alcanzó la supremacía tras la revolución “gloriosa” de 1688.
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Las críticas expuestas en las últimas décadas del siglo pasado sobre la
inconveniencia del uso del concepto "absolutismo" no han logrado desbancarlo.
Los argumentos parten del empleo partidista que, tras la Revolución francesa, hizo
el discurso político del siglo XIX sobre el absolutismo. Tendría, pues, que ver con
la historia reciente de la constitución del Estado europeo marcada por una
oposición entre absolutismo y pensamiento liberal. Pero los argumentos
empleados se reducen al siglo XVII francés, sin tener en cuenta los fundamentos
ideológicos de las Monarquías modernas, que conforme al Derecho romano
consideraban al príncipe desligado del cumplimiento de las leyes (Princeps a legibus
solutus est).
alcanzar los grados universitarios de bachiller, licenciado y doctor, con las penas
consiguientes para quienes llevasen insignias o se titularan como tales sin serlo.
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mientras que en los territorios de Flandes quedó a cargo de la Universidad de
Lovaina.
Vicéns Vives cree que el Estado del siglo XVI se configuró por la superposición
de tres manifestaciones del poder, como tres estratos. Las jurisdicciones
señoriales, que se ejercerían sobre la mayor parte de la población campesina; una
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serie de jurisdicciones autónomas, que se mantuvieron incluso en el ámbito
reservado a la potestad del príncipe, las cuales son poseídas por cuerpos y colegios
privilegiados; y el área del propio poder monárquico, cuyas decisiones alcanzan a
los demás niveles. Las competencias del soberano no eran siempre ejercidas
directamente, sino en gran medida a través de cuerpos intermedios (señoriales,
municipales, eclesiásticos) que poseían gran autonomía, reservándose los
gobernantes las funciones de supervisión y control necesarias para mantener las
líneas generales del sistema. También solían quedar en manos de particulares las
tareas de reclutamiento, fabricación de armas o recaudación de impuestos por
medio de contratas y arriendos, materias que afectaban a la hacienda estatal y las
fuerzas armadas, de competencia exclusiva del poder central.
EEn la Europa del siglo XVI la diplomacia pasó a ser considerada cada vez más un
elemento fundamental para el buen desarrollo de las relaciones internacionales
Durante toda la Edad Media, la distinción entre "cónsul" y "embajador" había
sido muy clara. El cónsul era el que representaba, de modo estable, con residencia
fija, los intereses prácticos (en general comerciales) de un grupo de una
determinada nacionalidad residente en el extranjero. El embajador era un enviado
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extraordinario, con una misión precisa, que representaba el poder de su país en las
gestiones relativas a un único asunto. No faltaron ejemplos de cónsules que a sus
poderes jurisdiccionales unieron también los de embajadores, pero se trató
siempre de casos especiales y de corta duración. Fue en la segunda mitad del siglo
XV cuando empezó a formarse un cuerpo de funcionarios diplomáticos con un
órgano central, la "cancillería", y con sedes cerca de los soberanos, para los que
recibían las cartas credenciales.
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exterior del país visto por los demás, de ahí la importancia de las políticas de
prestigio por parte de las monarquías. La hostilidad entre naciones llevará a
oscurecer la imagen del contrario con la exageración de aspectos negativos de
la realidad, a veces, mezclada con difamaciones o calumnias. Un caso particular
es la Leyenda Negra española, acotada en sus principales aspectos por Julián
Juderías en 1914 para demostrar su falsedad; consistió en la descalificación global
de España de manera persistente y prolongada, sin que exista otro caso similar.
jerarquía de los mandos, por la que a cada mando le correspondía una unidad.
Esto permitió mayor operatividad, con la combinación de unidades elementales
coordinadas unas a las otras. El mando solía ser dados a personas de origen noble,
en los que se encarnaban los valores militares de lealtad, sentido del honor, coraje
y generosidad.
― Otro de los elementos de esa “revolución militar” fue el uso masivo de las
armas de fuego. Los europeos comenzaron a utilizar cañones en la guerra
durante las primeras décadas del siglo XIV. En la segunda mitad del siglo XV
se utilizaron los enormes cañones tipo bombarda, efectivos para demoler
fortalezas y murallas, aunque escasamente mortíferos. A finales del XV y a lo
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incluso años.
del siglo XVI los grandes conflictos entre los Estados Atlánticos se
extendieron a los océanos, y a mediados del XVII los ingleses ya intentaban
poner “leyes al mar”, demostrando la importancia estratégica de su dominio.
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