VACUNAS Y COVID-19. Llegó la hora de hacer un balance

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El 25 de noviembre pasado recibí un supuesto mensaje de Julian Assange. Dice así:

Información que me llega desde Cuba:

“Lo primero es no hacer daño” nunca estuvo pensado para las grandes farmacéuticas.

Publicado por el diario Clarín, firme partidario de la vacuna Pfizer.

El gobierno tergiversó el juramento hipocrático para proteger las ganancias de las grandes farmacéuticas, no las vidas de los estadounidenses. Las políticas contra el COVID-19 fueron un engaño masivo y coordinado, confirmado en octubre por un informe de la Cámara de Representantes. Biden utilizó casi mil millones de dólares de dinero de los impuestos de los estadounidenses para impulsar la propaganda, exagerando el peligro del COVID-19 y ocultando los fallos de las vacunas.

La campaña “Podemos hacerlo”, ideada por Biden y el Grupo Fors-Marsh, priorizó el miedo sobre la verdad. Esta campaña de desinformación le hizo ganar a Pfizer 50 mil millones de dólares en dos años, mientras los estadounidenses enfrentaban confinamientos, arruinaban empresas, perdían educación y destrozaban vidas. La censura silenció la ciencia real, como la Declaración de Great Barrington firmada por más de 16.000 científicos. En lugar de escuchar, el gobierno la declaró desinformación.

Otros países, como Suecia, Noruega e India, demostraron que los confinamientos y las medidas obligatorias no eran necesarios. Mientras tanto, Estados Unidos registró los peores resultados entre las naciones industrializadas, todo para proteger una narrativa. La tasa de mortalidad por COVID se infló 50 veces y los niños, que rara vez corren riesgo, fueron obligados a recibir vacunas inseguras. Biden despidió a 8.300 militares por negarse a vacunarse, lo que debilitó la seguridad nacional.

La verdad sobre tratamientos como la ivermectina se ocultó porque era demasiado barata para beneficiar a las grandes farmacéuticas. Estudios revisados ​​por pares muestran que entre el 40% y el 50% de las muertes por COVID-19 podrían haberse evitado. En cambio, nos vendieron medicamentos caros e ineficaces como Remdesivir y Paxlovid, con efectos secundarios graves y beneficios mínimos.

Los datos de VAERS mostraron más de 6.000 muertes por vacunas en seis meses, y un denunciante afirmó que la falta de información era cinco veces mayor. Pfizer y la FDA incluso intentaron ocultar datos de ensayos de vacunas durante 75 años, lo que expuso su fraude.

Cuando transcurrieron las elecciones del 5 de noviembre, los principales ejecutivos de las grandes farmacéuticas celebraron una reunión de emergencia. Saben lo que se avecina. Tienen miedo, y deberían tenerlo. La nueva ola de verdades ya está aquí.

Nunca debemos olvidar la traición de nuestros llamados servidores públicos dedicados y sus amos en las grandes farmacéuticas. Los estadounidenses están despiertos ahora. Los haremos responsables. Observen cómo se retuercen.

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En Brasil, la vacuna Pfizer, adoptada por el gobierno de Jair Bolsonaro, fue resistida, no sin argumentos.

Como tuve dudas acerca de la autenticidad del texto, busqué confirmarla. Y ante mi sopresa, se me dijo que si, que era bueno. Entre los consultados se encontraron el farmaceútico (y ex director del extinto  diario El Mundo y alma pater de la última y muy vigente reedición de la histórica revista Crisis y Santiago O’Donell, el periodista argentino que tiene mejor vínculo con Assange. Quien tras una breve vacilación (que, interpreté, obedece, sino a la veracidad, si a la verosimilitud de algunos párrafos del texto por coincidir con el pensamiento del insigne australiano fundador de Wikileaks) me confirmó que se trataba de una falsificación. Sin embargo, es un hecho la complicidad del estado norteamericano con la farmacéutica Pfizer, la misma que untó a tantos periodistas locales que reclamaban su uso en reemplazo a las vacunas tradicionales y bien probadas en humanos. ¡Si hasta la ministra Bullshit propuso entregar las Malvinas para garantizar tener acceso a la Pfizer! Vacuna que,  por cierto, iba a comprobarse que tenía y tiene graves efectos adversos.

A todo esto, Cazes Camarero (foto), experto en metodología de la investigación farmacológica (fue hasta su reciente jubilación director técnico del Laboratorio del Centro de Investigaciones en Nanomedicina y Nanofarmacología (CIN-NanoF) de la Facultad de Medicina de la UBA) me había contestado. De un modo que es digno de la mayor atención. Y es que pasados varios años desde la declinación de la pandemia de Covid-19, hay la suficiente perspectiva para hacer un balance y extraer algunas conclusiones.

Respecto al comportamiento de los virus, los expertos coinciden en señalar que evolucionan a lo largo de los meses, volviéndose por lo general menos agresivos. Por lo que la indicación de aislamiento durante los primeros meses de la epidemia, tomada en casi todo el mundo, es correcta. Sobre todo mientras no se conoce bien al virus.

El uso de vacunas, en cambio, es ma s controversial. Los rusos y los chinos desarrollaron vacunas convencionales de distintos tipos, sólo para poblaciones de riesgo, y no para niños. Funcionaron bastante bien y junto con técnicas de aislamiento severas lograron «yugular» la epidemia en algunos meses.

En occidente en cambio, se emplearon las vacunas en base a ARN mensajero, creadas por Pfizer y otros laboratorios a partir de los años 90 del siglo pasado. Esas vacunas tenían prohibido su uso en humanos en todo el mundo porque no está comprobada su seguridad a mediano y largo plazo.

La pandemia y la presión de los laboratorios consiguieron que se autorizara su empleo por razones de urgencia a pesar de haber otras opciones mas aceptables tanto en Etados Unidos como en Europa, más las existentes en China y Rusia, generando un gran negocio para Pfizer y sus compinches. Ahora se están comprobando graves efectos secundarios, especialmente cánceres, tanto en adultos como en niños que nunca deberían haber sido vacunados.

Por todo lo expuesto, y respecto a la declaración de Assange que me envías, te respondo formalmente a tu consulta:

1) Las medidas cosmopolitas de aislamiento adoptadas al comienzo de la pandemia fueron adoptadas de manera correcta y ayudaron eficazmente a yugular el brote.

2) Las medidas de vacunación con fármacos convencionales adoptadas por China, Rusia, Cuba y otras naciones y destinadas a poblaciones de riesgo, como ancianos e inmunodeprimidos, constituyó asimismo una medida apropiada.

3) La vacunación exhaustiva forzosa del universo poblacional completo de países como Estados Unidos, incluyendo niños y adultos jóvenes, no se justifica en base al estado del arte en el año 2020.

Me pregunto por cual será la verdad respecto a Robert Kennedy Junior (foto), el demócrata que Trump pondrá al frente de la Salud Pública de los Estados Unidos. Etiquetado como  poco menos que un demente antivacunas, Kennedy tiene el crédito de «batir la justa» respecto a la guerra en Ucrania y otros temas de política internacional, y de acusar a la CIA de haber instigado los asesinatos de su tío presidente y de su padre senador. Y, por cierto, en el tema que nos ocupa posteó el pasado 14 de noviembre en la eX tuíter: “Durante demasiado tiempo, los estadounidenses han sido aplastados por el complejo industrial de alimentos y las compañías farmacéuticas que han participado en el engaño, la desinformación y la información errónea cuando se trata de salud pública”, lo que parece rigurosamente cierto.

¿Es Kennedy Jr. enemigo de todas las vacunas o solo de las de ARN mensajero?

No lo sé.

Así las cosas, espero que las personas capacitadas la materia den aquí sus fundamentadas opiniones.


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3 comentarios

  1. Una consulta para la audiencia:

    La vacuna argentina contra el COVID, ¿es o no es de ARN mensajero?

    Pregunto porque no he podido averiguarlo.

    1. NO es de ARN mensajero (afortunadamente para vosotros, que os librasteis de ser vacunados con los experimentos de Pfzer y compañía a la fuerza como los europeos… bueno algunos resistimos…)

      “A diferencia de las vacunas pandémicas de tecnología novedosa, ARVAC se basa en la misma tecnología que utilizamos en la empresa hace 30 años para desarrollar la vacuna AgB contra la Hepatitis B, que se aplica desde esa época en niños recién nacidos. Este tipo de vacunas, basadas en proteínas recombinantes, presentan muy baja reactogenicidad, es decir, lo que la gente percibe como efectos adversos más frecuentes», según la página oficial del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina. Busca por «ARVACARVAC, la primera vacuna 100% argentina» (el comentario no me deja incluir el enlace).

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