Hoy es el cumpleaños de una amiga y he querido aprovechar la fecha señalada para hacerle este pequeño regalo de cumpleaños.
Estuvimos charlando hace unas semanas sobre un nuevo proyecto que tengo en mente, de recopilar relatos de nuestros familiares, aquellas “batallitas” como llamamos de forma simpática a aquellas historias que nos explican nuestros padres, abuelos y que hemos oído cientos de veces, pero que en pocas ocasiones les damos la importancia que tienen.
Todas ellas de un valor incalculable, sobre todo cuando los narradores ya no están entre nosotros, y por ello creo que es importante hacerles un merecido homenaje a todos ellos por lo vivido y por lo excepcionales que son, y recopilar sus historias en un libro para el disfrute de ellos mismos y de todos los demás.
Así que aquí va una de las historias familiares que me contó en su día, espero que le guste y haber sabido captar la esencia de su relato.
¡Gracias por tu relato, un abrazote y feliz día amiga!
"LA BICICLETA"
Imagen: Pixabay
Paco, mi hermano pequeño, era el muchacho más guapo del pueblo, con sus diecinueve años recién cumplidos, las mozas suspiraban por él al verlo pasar. Muchas decían que de haber nacido en la capital y no en aquel pueblo habría podido ser sin duda un galán de cine. Todo lo que tenía de guapo, también lo tenía de travieso, y sin saber aún hoy en día cómo ocurrió todo, quizá debido a alguna apuesta envalentonada con sus amigos, cayó a un pozo. El día de su funeral estaba envuelto en un sudario, que no dejaba ver aquel bello rostro suyo, por el que suspiraban las muchachas en el pueblo. Así de desfigurado quedó el pobre en la caída.
Por las noches, al irnos a dormir, tras los primeros ronquidos de Juan, yo notaba una presencia a los pies de la cama, como si alguien se sentara suavemente en ella y se quedara allí vigilante, pendiente de mi sueño. La primera noche no le di importancia, aunque se repetía esa misma sensación cada noche. Finalmente, vencida por el cansancio y los nervios se lo acabé explicando a mi marido, que intentó quitarle importancia, debido a mi delicada situación tras la muerte de mi hermano.
Pasé muchas noches en vela. Aquella extraña presencia a los pies de mi cama, no me dejaba dormir con sus visitas nocturnas, y me mantenía inquieta recordándolo durante el día. Me vino a la mente aquello que decía siempre mi abuela, que los difuntos nos rondan siempre tras su muerte hasta que liquidaban sus asuntos pendientes. Entonces decidí averiguar si aquella suposición mía era real o pura imaginación.
Decidí recorrer el pueblo, en distintos negocios que sabía que Paco frecuentaba, como la cantina, el panadero, el sastre, pero todos me confirmaron que mi hermano no había dejado nada pendiente de recoger, llevar o pagar. Cuando ya no me quedaba ningún comercio al que preguntar pasé casualmente por la tienda de bicicletas. El señor Aurelio al verme salió de su taller y aprovechó para darme el pésame. Estuvimos un rato charlando y cuando ya me despedía para marcharme se me ocurrió preguntarle si por casualidad mi hermano le había pedido algún arreglo o reparación de su vieja bicicleta. Me confesó que el mes anterior tuvo un pinchazo en una de las ruedas, y que mi hermano le llevo la bicicleta para arreglar, aunque se lo dejó a deber para el mes siguiente. Enseguida se apresuró a aclarar que, por supuesto, no era necesario pagar la deuda, que para él ya había quedado saldada. Yo insistí al señor Aurelio, que en cuanto me fuera posible volvería a su taller a pagarle la reparación. La semana siguiente, en cuanto cobré el jornal, separé el dinero y se lo llevé a Don Aurelio que ante su negativa inicial finalmente conseguí que lo aceptara.
Aquella tarde regresé a casa, subida en la vieja bicicleta de mi hermano, y pasé por el pozo. No pude evitar que se me erizara el bello de la nuca mientras me asaltaba un enorme nubarrón de tristeza. Al anochecer estaba nerviosa. Por un lado, impaciente por meterme en la cama y comprobar que aquella creencia absurda se cumpliera. Por otro, temía que esa sensación nocturna desapareciera por siempre y ya no quedara finalmente nada de mi hermano a lo que aferrarme.
Y la noche llegó y después la madrugada y fue la última vez que noté su presencia, quiero pensar que a modo de despedida. Su deuda pendiente ya estaba saldada.
Me acabas de erizar el vello.
ResponEliminaLas presencias de nuestros seres queridos las hay.
Una vivencia única felicidades a tu amiga y un proyecto muy bonito
Besotes.
Gracias Campirela! Ya tengo algunos relatos más recopilados, ahora solo falta darles forma de libro! Espero que el año que viene el proyecto ya sea una realidad! Un besote!
EliminaUna historia triste. Al ser hechos reales, ya no esperaba que resucitase, aunque pensé al principio que podía ser una broma de él.
ResponEliminaAl final se cumplió aquella predicción que parecía tan absurda.
Las cosas hay que vivirla y verlas e n su contexto.
Besazo, amiga
Supongo que cuando se nos va un ser querido intentamos por todos los medios aferrarnos a él todo lo posible. He oído más casos como este y sea de la forma que suceda, parece siempre una gran resistencia al momento del adios definitivo! Un besote amigote!
EliminaUna historia bien narrada, con su intriga y misterio del más allá, tal vez.
ResponEliminaUn placer leerlo. Un abrazo, amiga.
Gracias Paz! A veces las historias de nuestros familiares y amigos tienen algo especial, incluso mágico, por eso es importante recuperarlas para que no se pierdan! Un abrazote amiga!
EliminaInteresante narración, creo que por algo se llama "deudos" a los familiares de los muertos, ¿no?
ResponEliminaSaludos,
J.
Pues mira, no lo sabía, pero ahora que lo dices tiene todo el sentido del mundo. Son los encargados de cubrir las deudas que queden, sean del tipo que sean! Je, je! Un abrazote J!
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