Me dispuse a escribir esto después de leer un artículo del
Dicunoc USAC en donde Jorge Lemus habla de la pena de muerte sin mayor
profundidad. Utiliza estadísticas que
posiblemente sean reales en la actualidad pero no realiza un mayor análisis
desde una postura que podría tener un centro de investigación universitario de
lo significaría retomar la pena de muerte en Guatemala.
Escribir sobre la pena de muerte no es solo hacer lo que
dice las leyes, es realizar un análisis concienzudo de lo que sucede en nuestro
entorno varias perspectivas, por ejemplo Maurice Echeverría ha colocado en su
muro de Facebook varios elementos que puede ayudarnos a discutir. Uno de ellos, entre otros, es el de dar el
poder al estado de matar a un ciudadano, algo que en nuestra historia nos ha
llevado a situaciones de desapariciones forzadas, asesinatos selectivos de
personas, etc. ¿Realmente queremos que
el Estado de Guatemala se tome esa libertad nuevamente?
Otro punto es la idea que la pena de muerte solo es un parche
para lo que realmente sucede y que está pudriendo la sociedad. La respuesta más fácil es la corrupción
existente en nuestros ámbitos sociales y tan enraizados que a veces ni la
notamos: virar en donde no se debe, colarse en las filas, no devolver
pertenencias, no responsabilizarse de lo que se hace, dar plazas de trabajo sin
los mérito, dar y pedir las mordidas, etc. Allí radica el problema y lo podemos
ver ahora con más detalle teniendo un ente extranjero para investigar. La solución entonces no es la pena de muerte,
sino toda la sociedad, nuestra idea normalizada de la corrupción.
Por otro lado, también como dije en mi muro:
“En la sociedad guatemalteca, en su idiosincrasia, nunca
terminó la guerra. Nunca se acabó el asesinarse unos con otros, mantuvo la idea
del terrorismo en la mente y en la sangre. Y la mente en guerra solo puede
responder con más violencia, pidiendo sangre, por eso muchos están a favor de
la pena de muerte, no pueden asimilar la idea de dar oportunidades “reales” a
quienes han violentado los derechos de los demás, porque las cárceles de la
mente en guerra son patriarcales cuya intención es crear monstruos para darle
continuidad a la guerra. La sociedad guatemalteca se ha mantenido en guerra y
para ello crea ella misma sus enemigos al elegir gobernantes como los que han
pasado, evadiendo los impuestos, silenciando a los que critican y asesinando a
los que luchan.”
Esto es lo que sucede, somos una sociedad que no sale de su conflicto
y desea con sus ansias ver a los condenados en la televisión mientras comemos palomitas
de maíz. También no podemos concebir la
posibilidad que esos que asesinan son creación de nuestra sociedad y matándolos
no reordenaremos la sociedad para que no existan más personas (en casos niños y
adolescentes) dispuestas para asesinar, sino todo lo contrario: reforzamos la
idea la muerte.
Si abriéramos los ojos como sociedad podríamos percibir
otros caminos, no el de violencia, no el de matar porque mató, no el del
castigo físico para solucionar las cosas, sino el que realmente podría dar
vida, una nueva vida, un nuevo camino para andar. Sabemos a dónde nos lleva este camino, no
hemos caminado varias veces, una y otra vez, sabemos como termina.
Dejo este último pensamiento que surgió cuando escribía
esto:
Las ideas de las mayorías enardecidas nunca son con la
cabeza ni con el corazón, es con el odio, con las vísceras, con la frustración
que se siente hacia una situación que ha estado cargando desde hace mucho
tiempo y que su única fuga para todo ello es ver sangre correr, es matar. Y creo que sabemos a dónde nos lleva.
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