Entre la fecundísima producción pictórica de Raimundo de Madrazo, realizada mayoritariamente en París, donde desde muy joven establecería su residencia, son especialmente abundantes los cuadros que tienen como protagonista a la que fuera su modelo favorita, Aline Masson, a la que representó en las más diversas actitudes, poses e indumentarias, tanto en retratos directos, de busto o medio cuerpo, como en obras de género en las que aparece junto a otros personajes e incluso su figura aislada, casi siempre de cuerpo entero, bien disfrazada o protagonizando una escena de contenido más o menos anecdótico.
En este caso la representa en su estudio, durante el descanso de una sesión de pose, en la que la modelo se acerca a ver el bosquejo de su propia figura en el lienzo, atreviéndose a caricaturizar en él como un monigote al propio pintor, a quien parece estar mirando.
A pesar de lo intrascendente del argumento y de sus pretensiones eminentemente decorativas, Raimundo de Madrazo hace aquí gala de sus extraordinarias cualidades para el retrato femenino, que le valieron la enorme fama de que disfrutó entre la alta sociedad parisina de su tiempo, y evidentes tanto en el modelado sensual y mórbido de las carnaciones, como en su asombrosa facultad para reproducir las calidades de las telas del vestido y las joyas con que se adorna la modelo. Desde el punto de vista compositivo, llama especialmente la atención la facultad de Madrazo para construir un argumento narrativo, por liviano que éste sea, con tan sólo un personaje, utilizando recursos procedentes en última instancia de la pintura barroca, al hacer coprotagonista de la escena a alguien que se encuentra fuera del campo de visión.
A pesar de la apariencia casual de la escena, cierto envaramiento de la pose y lo inexpresivo del gesto, que dan a la figura una frialdad casi de maniquí, subrayan la intencionalidad de la pose y la profesionalidad de la modelo.
Por otra parte, la figura apenas sugerida en el cuadro instalado en el caballete, a pesar de su presencia puramente accesoria, muestra la pasmosa seguridad de trazo de Raimundo de Madrazo, capaz de sugerir las líneas elementales de la dama, el volumen de las carnaciones y los brillos del vestido con apenas unos cuantos rapidísimos rasguños del pincel.
El cuadro fue subastado en 1989 con el título En el estudio.
José Luis Díez
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