Ii. Alimentos3
Ii. Alimentos3
Ii. Alimentos3
los menores de 21
años
Introducción
La crisis operada entre los adultos que condujo a una ruptura familiar carece de entidad para
afectar los derechos de los hijos a que sus padres cumplan con su deber de manutención.
Dicho quiebre no debe afectar las condiciones de vida de los hijos, en tanto éstos, víctimas
inculpables de la ruptura, deben continuar gozando del tenor o nivel de vida que desarrollaban
durante la convivencia familiar.
Cuando el operador jurídico se interna en el análisis de las decisiones judiciales en materia de
alimentos, surge de manera ostensible que se le confiere un tratamiento absolutamente
diferencial a las contribuciones alimenticias que se imponen a los padres en beneficio de los
hijos que las que tienen como favorecidos a los propios padres o a otras personas. Y lo anterior
no sólo en lo concerniente al monto concreto a que asciende la pensión, sino que, dada la natural
inhabilidad de los sujetos en edad infantil o adolescente de desarrollar actividades retribuidas
que le permitan sustentarse con sus propios recursos, no es menester probar –porque aparece
presumido- uno de los ejes o presupuestos de la relación alimentaria, es decir, las necesidades
del beneficiario.
Marco normativo
La obligación alimentaria de los padres respecto a sus hijos resulta no sólo de
disposiciones vernáculas, como las constitucionales (arts. 40 y 41) o legales (arts. 45
y ss. del C.N.A.), sino que también ha sido recogida por tratados supranacionales,
como el art. 18 de la Convención Universal de los Derechos del Niño, incorporada al
ordenamiento patrio por la ley n.º 16.137, de 28 de setiembre de 1990. Este precepto
dispone en su apdo. 1º que «los Estados Partes pondrán el máximo empeño en
garantizar el reconocimiento del principio de que ambos padres tienen obligaciones
comunes en lo que respecta a la crianza y el desarrollo del niño. Incumbirá a los
padres o, en su caso, a los representantes legales la responsabilidad primordial de la
crianza y el desarrollo del niño. Su preocupación fundamental será el interés
superior del niño». Y si bien el precepto transcrito no emplea la palabra «alimentos»,
es ostensible que refiere al cumplimiento de finalidades que precisamente se saldan
o satisfacen a través de ellos.
Obligación solidaria de los padres
A diferencia de lo que acontece con otras relaciones alimentarias, el art. 176 del
C.C.U. prevé la solidaridad pasiva de las obligaciones de los padres respecto a sus
hijos.
Art. 176 del C.C.: “Ambos cónyuges quedan solidariamente obligados al
sostén y educación de sus hijos”.
Empero, el hecho de que ambos padres estén obligados a contribuir a la
manutención de sus hijos no significa que las prestaciones de ambos deban ser
equivalentes, dado que las pensiones se fijan atendiendo a las posibilidades y
recursos del prestador.
Sent. interlocutoria del T.A.F. de 2º Turno n.º SEI-11-000201/2013, de 30 de octubre de 2013: atento a que el
deber de contribuir al mantenimiento de los hijos pesa sobre ambos padres, el hecho de que la madre que demanda
en representación de su hijo al padre, tenga superiores ingresos, no excusa al demandado de su obligación de
servir alimentos, sino que, en todo caso, es un elemento a tener en cuenta para la fijación del monto pensionario.
Falta de libertad de los padres
CAVALLI: cuando se deben alimentos a los hijos la libertad del padre está afectada
tanto en el hecho de servirlos, como en el modo en que se debe cumplir: su derecho a
la libertad de elegir no trabajar o no trabajar lo suficiente no puede conculcar los
derechos a la vida, al honor y a la propia libertad que tiene el niño beneficiario
(CAVALLI, «Sobre el concepto de “posibilidades económicas de los obligados”
incluido en el inciso final del artículo 46 del Código de la Niñez y la Adolescencia»,
Anuario Uruguayo Crítico de Derecho de Familia y Sucesiones, T. I, Mdeo., F.C.U.,
2013, pág. 139).
Sent. del T.A.F. de 2° Turno n.° SEF-11-000022/2014, de 12 de febrero de 2014: El
padre siempre está en la situación jurídica pasiva de deber, esto es, debe ajustar su
conducta a brindar los alimentos que el beneficiario necesita de acuerdo a su
capacidad y aptitud, en definitiva, a sus posibilidades. Todo deber supone una
restricción a la libertad del individuo, de modo que, ningún padre puede excusarse de
sus deberes como tal, amparándose en la libertad de procurarse salario o no.
Independencia entre la patria potestad y la
relación alimentaria
a) La patria potestad culmina a los 18 años; en cambio la prestación de alimentos, de
ordinario, se extiende hasta los 21 años del beneficiario, aun cuando se pueda mantener después
de esa edad.
b) Aquel de los padres que pierda la patria potestad, continúa obligado a la prestación
alimentaria (arts. 284, penúltimo inciso, y 285, inc. final).
c) La obligación alimentaria también pesa sobre el padre o madre declarados
judicialmente tales como consecuencia de un juicio de investigación de filiación (art. 197 del
C.N.A.), aun cuando estén excluidos del ejercicio de la patria potestad (art. 275 del C.C.U.).
d) La relación de alimentos también se plantea fuera de los vínculos paterno-materno-
filiales, dado que subsidiariamente a los padres, existen obligados que en caso alguno ejercen la
patria potestad (vid. art. 51 del C.N.A.).
Los alimentos, en principio, se deben hasta
que el beneficiario alcance los 21 años
De conformidad con el art. 50 del C.N.A., «son acreedores
de la obligación alimentaria los niños y adolescentes así
como los mayores de dieciocho años y menores de veintiuno
que no dispongan –en el último caso- de medios de vida
propios y suficientes para su congrua y decente
sustentación».
● Es lema judicial que «deber los alimentos hasta los 21
años es la regla, no deberlos la excepción».
Menores de 18 años
En el caso de los menores de edad la obligación
alimentaria de sus padres existe siempre, con
independencia de la aptitud laboral de los hijos o sus
capitales. A raíz de ello, no es necesaria la prueba de
la imposibilidad en la satisfacción de sus
necesidades, ni que carecen de medios para mantener
por sí mismos el nivel de vida familiar.
La necesidad de alimentos se prueba in re ipsa.
El estándar de vida otorgado por los padres debe ser
mantenido conforme con los ingresos de aquellos
TAF 1. Sent. N° DFA-0010-000670/2020 SEF-0010-000121/2020. 05/08/2020. MIRABAL BENTOS (Red.), DÍAZ
SIERRA, MESSERE FERRARO: Es claro que el estándar de vida otorgado por los progenitores a los acreedores
alimentarios debe ser mantenido, conforme con los ingresos de los alimentantes. Y también que ambos padres son
los obligados a contribuir en tal sentido. La actora, si bien estableció un negocio en el que fuera el hogar conyugal,
el mismo no puede reportar ganancias como para cubrir los gastos generados por los menores. La diferencia en la
posición económica de uno y otro progenitor es pronunciada. Si bien el progenitor recurrente goza de un régimen de
visitas a sus hijos, no surge de la causa que se trate de una tenencia compartida, como lo alega al apelar la sentencia.
De todos modos, la existencia de un régimen comunicacional efectivo y cumplido, es denotativo de gastos a
realizarse durante la convivencia con sus hijos, que naturalmente se suman al servicio pensionario que presta.
Los hijos no son “socios” en las ganancias de sus padres: TAF 1. Sent. DFA-0010-000620/2020 SEF-0010-
000106/2020. 29/07/2020. DÍAZ SIERRA (Red.), MIRABAL BENTOS, MESSERE FERRARO: (…) los hijos no
son “socios” en la economía de sus padres, jurisprudencialmente se manejan porcentajes cuando los ingresos del
deudor alimentarios son bajos o medios bajos ya que se busca la proporcionalidad y racionalidad que indican los
artículos 46 del CNA y 140 del CGP, pero tal criterio se torna desacertado cuando los ingresos son mayores, porque
ya no se estaría cubriendo las necesidades del beneficiario, sino que se estaría ante la participación del beneficiario
en las ganancias de sus progenitores.
Hijo mayor de 18 y menor de 21 años
Las necesidades del hijo entre 18 y 20 años también se presumen, pero el demandado puede
probar que el que reclama tiene ingresos que le permiten autosustentarse.
En todo caso, si se verificara que no es procedente la pensión, porque el menor de 21 años
puede sobrellevar los gastos que su crecimiento y desarrollo requieren, el demandado deberá
probar esa circunstancia para obtener un fallo que desestime una reclamación de alimentos o
acuerde un monto menor al que ordinariamente correspondería.
La percepción de un hijo de algunos ingresos esporádicos, ocasionales, circunstanciales o
temporales, como los derivados de actividades laborales desarrolladas en vacaciones, o un
empleo de corta extensión, no tienen la entidad suficiente como para suprimir la obligación
alimentaria de los padres (u otros ascendientes). La falta de independencia económica, por
otra parte, es compatible con la realización de trabajos esporádicos o con la percepción de
algún emolumento. Por ende, para el caso de que el hijo mayor de 18 años realice algún tipo
de labor retribuida, pero lo que percibe le sea insuficiente para mantenerse dignamente, es
procedente que se fije una pensión complementaria (o en su caso que se disminuya la que
venía sirviéndosele).
Alimentos para hijo mayor de 21 años
La realidad social muestra que el hecho de que los hijos alcancen la mayoría de edad o aun los
21 años no supone que logren una autonomía económica que les permita independizarse e iniciar una
vida sustentada con recursos propios.
Y junto con ello es factible observar que la etapa de formación educativa supera –de ordinario-
los 21 años que el legislador uruguayo ha fijado como límite para la obligación alimentaria de los
padres, así como que existe un alto índice de desempleo –o subempleo- a nivel juvenil. para determinar
el acogimiento de la pensión demandada, junto a las posibilidades del demandado, será imprescindible
probar la presencia de las necesidades del reclamante (puesto que aquí es evidente que ellas no se
presumen).
En pos de esa probanza asume trascendencia fundamental el examen de las razones que
conducen a que el hijo no pueda satisfacer por sí mismo sus necesidades: si la imposibilidad de
autosatisfacción de las necesidades deriva de que el reclamante no ha completado los estudios que le
permitan una inserción laboral, es procedente que se fije una pensión, incluso supeditada a cierto plazo,
hasta que obtenga un título habilitante; por el contrario, si la falta de recursos deriva de una conducta
negligente del reclamante que, pudiendo, no se preocupó de obtener una actividad retribuida, la
solución será la inversa.
Recepción jurisprudencial
Sent. del T.A.F. de 1er. Turno n.° 238/2010, de 28 de julio de 2010: La Sede considera que si bien los
padres no están obligados a dar una profesión, cuando éstos pueden, como es del caso (el padre deudor
alimentario es médico y tiene capacidad contributiva) deben hacerlo y volcar una contribución en
beneficio de su hija, que aspira a ser doctora en medicina. En autos se probó que cuando la estudiante
no recibió el servicio pensionario tuvo serias dificultades para seguir estudiando, que nunca trabajó y
que el estudio le insume muchas horas de dedicación, necesitando tomar clases particulares de apoyo;
asimismo, se expresa que es sabido que la carrera de medicina es muy difícil que le permita al
estudiante desplegar una actividad laboral por sus exigencias y horarios desfasados, pero, tampoco
puede convertirse en una estudiante perpetua, ya que todo tiene un fin. En función de ello, se provee
considerando razonable «poner un límite a la ayuda que le da su padre y teniendo en cuenta que si la
estudiante ingresó a Facultad en el mes de febrero del año 2003 y que al 1º/10/09, cursó tercer año,
siendo la carrera de seis años, debe de estar cerca de culminar con éxito sus estudios, de ahí que, habrá
de exigírsele que a lo máximo, en diciembre del año 2012, haya puesto fin y obtenido su título de
médico. A partir de esa fecha cesará automáticamente la pensión que le brinda su padre, sin necesidad
de presentar escrito alguno. Está claro que también cesará el beneficio si se recibe antes de la fecha
que se señala».
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