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La rebelión de los plásticos mutantes

Autor: Eva María Rodríguez


Jorge no podía creer lo que veía desde el enorme barco de pesca. Jorge iba con su padre, el capitán de aquel barco, para
ver cómo se ganaba la vida. Pero lo que no se esperaba era ver aquello. Kilómetros y kilómetros de plásticos moviéndose
por la superficie del mar. Pero no iban al compás de las olas. Aquellos plásticos parecían tener vida propia.
Jorge corrió a buscar a su padre. Su padre estaba muy ocupado, pero pidió a un marinero que le sustituyera y atendió a
Jorge.

-Papá, hay un enorme monstruo en el mar -dijo el niño-. Es un monstruo de plástico. Viene hacia aquí

-No digas tonterías, hijo, eso no es posible -dijo su padre.

-Que sí papá, que lo he visto -insistió el niño.


 
-El mar está lleno de plástico hijo, eso es verdad -dijo su padre-. Es un asco, la gente tira el plástico en cualquier parte sin
pensar en el daño que hace, y mucho de ese plástico acaba en el mar.

-Pero este plástico está vivo, papá -dijo Jorge.


-Tu madre dice que cualquier día nos invadirá el plástico y se vengará de nosotros
-rió su padre-. Debes haber oído muchas veces esa fantasía, ¿eh? Ahora déjame
trabajar, por favor.
Jorge volvió corriendo a ver al monstruo de plástico. Pero ya no estaba. No le
había dado tiempo a pensar cuando algo golpeó el casco del barco.
-¡Atención, marineros! -gritó el padre de Jorge.
-¡Es el monstruo de plástico! -gritó Jorge.
Nada más decirlo un montón de botellas, bolsas y envases rotos y sucios subieron
al barco y empezaron a inundarlo todo. Aquello era un espectáculo lamentable.
-No nos hagáis daño -gritó Jorge-. Aquí reciclamos todos. Os podemos ayudar.

Los plásticos se tranquilizaron y se quedaron quietos. Entre todos los recogieron,


los empaquetaron y los trasladaron a una planta de reciclaje.
Un cuento que no es cuento 
Un día despertó y lo que conocía de su entorno ya no estaba.
La gran arboleda de altos y majestuosos ejemplares había sido talada para su posterior venta.
El arroyuelo que cruzaba la ciudad, en el que antaño concurrían las familias con sus niños a bañarse
y sentarse al sol, ahora era un cauce lleno de basura y plásticos.
El mar que bañaba las costas de la bahía, hacía muchos años en que nadie podía acercarse a sus
playas, contaminadas con petróleo, desechos químicos y basura.
Los cangrejales con sus tierras arcillosas, había sido las delicias de los alfareros, en el presente
contenían gran cantidad de metales pesados y el agua que yacía en el subsuelo y de la que se
habían abastecido muchas familias de la ciudad y salían a alta temperatura, las napas se
contaminaron con los desechos de fábricas y petroquímicas…
El calentamiento global es un mito…dicen los que no salen de sus palacios refrigerados o
calefaccionados, según la estación.
No le vio solución, los personajes siniestros con sus guerras, hambrunas, contaminación…no daban
tregua.
Debería volver a dormir… pensó ¿Qué será de las futuras generaciones?
¿Serán tan inconscientes como nosotros?
¡Por eso se durmió para despertar en mil años!
Fin María Teresa Di Dio.

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