El documento presenta el principio de la dignidad humana desde la perspectiva de la doctrina social de la Iglesia. Señala que la persona humana está creada a imagen y semejanza de Dios, por lo que tiene una dignidad intrínseca que debe ser respetada. Además, indica que la promoción y defensa de la dignidad humana es parte central de la misión evangelizadora de la Iglesia y que ante las violaciones a la dignidad, la Iglesia busca responder con la Buena Nueva de Jesucristo que vino a liberar a la
El documento presenta el principio de la dignidad humana desde la perspectiva de la doctrina social de la Iglesia. Señala que la persona humana está creada a imagen y semejanza de Dios, por lo que tiene una dignidad intrínseca que debe ser respetada. Además, indica que la promoción y defensa de la dignidad humana es parte central de la misión evangelizadora de la Iglesia y que ante las violaciones a la dignidad, la Iglesia busca responder con la Buena Nueva de Jesucristo que vino a liberar a la
Descripción original:
La dignidad humana desde la Doctrina social de la Iglesia Católica
El documento presenta el principio de la dignidad humana desde la perspectiva de la doctrina social de la Iglesia. Señala que la persona humana está creada a imagen y semejanza de Dios, por lo que tiene una dignidad intrínseca que debe ser respetada. Además, indica que la promoción y defensa de la dignidad humana es parte central de la misión evangelizadora de la Iglesia y que ante las violaciones a la dignidad, la Iglesia busca responder con la Buena Nueva de Jesucristo que vino a liberar a la
El documento presenta el principio de la dignidad humana desde la perspectiva de la doctrina social de la Iglesia. Señala que la persona humana está creada a imagen y semejanza de Dios, por lo que tiene una dignidad intrínseca que debe ser respetada. Además, indica que la promoción y defensa de la dignidad humana es parte central de la misión evangelizadora de la Iglesia y que ante las violaciones a la dignidad, la Iglesia busca responder con la Buena Nueva de Jesucristo que vino a liberar a la
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SALMO 8
Poder del nombre divino
¡Yahvé, Señor nuestro, qué glorioso es tu nombre en toda Apenas inferior a un dios lo hiciste, la tierra! coronándolo de gloria y Tú que asientas tu majestad sobre esplendor; los cielos señor lo hiciste de las obras de tus por boca de chiquillos, de niños manos, de pecho, todo lo pusiste bajo sus pies: cimentas un baluarte frente a tus adversarios, ovejas y bueyes, juntos, para acabar con enemigos y y hasta las bestias del campo, rebeldes. las aves del cielo, los peces del Al ver tu cielo, hechura de tus mar dedos, que circulan por las sendas de los la luna y las estrellas que pusiste, mares. ¿qué es el hombre para que te ¡Yahvé, Señor nuestro, acuerdes de él, qué glorioso es tu nombre en toda el hijo de Adán para que de él te la tierra! cuides? El material Doctrinal que presenta el desarrollo específico de este principio es: 1. Catecismo de la Iglesia Católica, 2. El Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, 3. la Agenda Social del Pontificio Concejo Justicia y Paz (nn. 32-47), 4. Orientaciones para el Estudio y Enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia en la Formación de los Sacerdotes de la Congregación para la Educación Católica 5. y el Documento de Aparecida http://www.vatican.va/archive/ESL0022/_INDEX.HTM www.vatican.va/.../justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott- soc_sp.html http://www.thesocialagenda.org/espanol/index.html http://www.multimedios.org/docs/d000135/ http://www.celam.info/download/Documento_Conclusivo_Aparecida.pdf OBJETIVO DEL TEMA Presentar la centralidad, conocimiento y promoción del principio de la Dignidad Humana como parte de la misión evangelizadora de la Iglesia y la respuesta que la vida en Cristo ofrece para todos los anhelos de nuestros pueblo, a través del conocimiento sistemático de nuestra realidad social inmediata y de la reflexión de la Doctrina de la Iglesia en el Documento de Aparecida y en el Magisterio Social, para que desde la propia conciencia y acción, los fieles participen en procesos comunitarios que gradualmente permitan la realización de condiciones de vida cada vez más humanas y dignas. (Cfr. Documento de Aparecida n. 381. En adelante DA.) VISION DE LA REALIDAD DESDE LA FE La contemplación de la realidad respecto de la promoción y defensa de la dignidad humana, nos coloca de frente a la totalidad de la vida humana y sus múltiples manifestaciones pues siendo un principio universal exige su reconocimiento en todo el hombre y todos los hombres.
Nuestra situación social específica
mostrará una realidad, “Nuestra realidad”, en la que es irrenunciable el anuncio de la Buena Nueva de la dignidad humana. Ante las violaciones y faltas de respeto a la dignidad humana, a los derechos humanos fundamentales y al bien común (como el mayor desarrollo posible a ser realizado en nuestro contexto socio-histórico), directamente derivados de la dignidad que en Cristo hemos recibido y al nuestro Bien Común definitivo (plenitud de nuestra existencia: llegar a la presencia de Dios) para el que hemos sido creados El simple enunciado del principio de la Dignidad Humana (en adelante DH) nos dirige a una de las más abundantes reflexiones de nuestro tiempo, desde luego motivada por las gravísimas violaciones a la dignidad de las personas y de los pueblos que se han dado en los contextos de las dos guerras mundiales y en los totalitarismos padecidos en gran número de naciones, entre las cuales la nuestra que desde finales del s.XIX vió prolongada hasta la así llamada “Dictadura perfecta” y desbordada en la violación de los derechos humanos fundamentales entre los cuales la libertad religiosa. A causa de todas estas experiencias se llegaría a una Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, para tratar de garantizar el respeto a la dignidad humana y los derechos humanos fundamentales que de ella se derivan. En la consideración de las sombras sobre este tema aconsejo presentar en material específico para los participantes los números del 33 al 100 del documento de Aparecida que presentan el análisis de la realidad y los retos que presenta.
Para conocer el texto completo de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, http://www.dudh.es/ El principio de la Dignidad Humana está considerado desde el Catecismo de la Iglesia Católica: “La dignidad de la persona humana está enraizada en su creación a imagen y semejanza de Dios; se realiza en su vocación a la bienaventuranza divina. Corresponde al ser humano llegar libremente a esta realización. Por sus actos deliberados (artículo 4), la persona humana se conforma, o no se conforma, al bien prometido por Dios y atestiguado por la conciencia moral. Los seres humanos se edifican a sí mismos y crecen desde el interior: hacen de toda su vida sensible y espiritual un material de su crecimiento. Con la ayuda de la gracia crecen en la virtud evitan el pecado y, si lo cometen, recurren como el hijo pródigo.” Catecismo de la Iglesia Católica n. 1700. y vendrá ser especificado dentro de la Doctrina Social de la Iglesia (en adelante DSI) donde los principios tocantes a la persona humana son considerados fundamentales, y junto con toda la DSI la enseñanza y difusión del Principio de la DH es:
“parte esencial del mensaje cristiano y forma parte
de la misión evangelizadora de la Iglesia”. (Sagrada Congregación para la Educación Católica, Orientaciones para el Estudio y Enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia en la Formación de los Sacerdotes, n.38, en adelante OEDSI.)
“Con ello la Iglesia da su contribución a la solución
de los problemas urgentes del desarrollo humano integral proclamando la verdad sobre Cristo, sobre sí misma y sobre el hombre, aplicándola a una situación concreta.” (Pontificio Consejo Justicia y Paz, Agenda Social, LEV, Roma 2000, nn. 39-40. En adelante AS.) La afirmación de este principio en la Iglesia se basa en el hecho de que la persona es creada a imagen y semejanza de Dios (“Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves del cielo, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la tierra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó.” Gn. 1,26-27) y elevada a un fin sobrenatural trascendente a la vida terrena. Se afirma así que: “El hombre como ser inteligente y libre, sujeto de derechos y deberes es el primer principio, corazón y alma de la enseñanza social de la Iglesia”, pues afirma que “Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos”. (OEDSI n. 31.) Este principio antropológico DH constituye la fuente de los otros principios que forman parte del cuerpo de la DSI: “El hombre-persona es el sujeto y el centro de la sociedad, la que con sus estructuras, organizaciones y funciones tiene por fin la creación y la continua adecuación de las condiciones económicas y culturales que permitan al mayor número posible de personas el desarrollo de sus facultades y la satisfacción de sus legítimas aspiraciones de perfección y felicidad.” (OEDSI n. 31.) El pleno respeto de la DH se dará en la realización efectiva del Bien Común histórico y del Bien Común definitivo de cada persona Humana. Por la importancia misma de este principio: “la Iglesia no se cansará nunca de insistir sobre la dignidad de la persona humana, de manera directa contra todas las esclavitudes, explotaciones y manipulaciones perpetradas en perjuicio de los hombres en el orden político, económico, cultural, ideológico y médico.” Será mediante el desarrollo de la acción social de la Iglesia inspirada en la DSI y en los distintos procesos educativos de inspiración cristiana donde se realice el proceso que haga consciente a las personas de su propia dignidad y de la de cada uno de los seres humanos. El Documento de Aparecida dedica el capítulo 8 a la relación entre el reino de Dios y la promoción de la dignidad Humana, como respuesta a los abismos reales que los miembros de nuestros pueblo latinoamericanos experimentan en detrimento de la propia dignidad y del incumplido respeto y realización de los derechos humanos fundamentales que de ella se derivan. Las interrogantes cotidianas del ser humano sobre su existencia, por la fe encuentran su definitiva respuesta en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación, pues: “Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño”. Cfr. DA n. 380 Ante las situaciones incompatibles con la dignidad de la persona Humana la Iglesia Latinoamericana busca responder ante la Buena Nueva de Jesucristo que ha venido a liberar a los pobres. Las dimensiones concretas en las que el Documento de Aparecida nos invita a considerar el respeto de la dignidad humana: 1. la pobreza real experimentada en gran cantidad de nuestros hermanos, 2. nuestra complicidad en la corrupción estructural e institucional 3. junto con a la realidad de nuestra indiferencia 4. Y el paternalismo infructuoso con que le atendemos ante la falta de conversión de las estructuras de pecado que siguen produciendo la pobreza en los seres humanos de nuestra sociedad. Es evidente la falta de interés por el bien común de las personas humanas y la transformación de nuestra realidad social, donde el individualismo e indiferencia se ha convertido en la constante actitud de nuestra vida ante las necesidades de nuestros más cercanos incluso dentro de nuestras familias, y son en ocasiones sólo las grandes catástrofes lo que nos motiva a la comunión y la solidaridad. De manera particular nos llama a atender “los rostros sufrientes” : 1. de quienes no tienen hogar, Cfr. DA n. 407 2. los migrantes, Cfr. Ibid n. 411 3. Los enfermos, Cfr. Ibid n. 417 4. Los adicto-dependientes, 5. Los encarcelados, Cfr. Ibid n. 427 6. y de manera particular en nuestra realidad los niños, ancianos y discapacitados olvidados de la sociedad y explotados en la mendicidad en nuestra calles, 7. así como la falta de atención integral a todos aquellos que entre nosotros no tiene capacidad de alcanzar lo necesario para su subsistencia. La presencia efectiva del Reino presentará una serie de señales evidentes (Cfr. DA n. 383) ante las cuales nosotros como Discípulos y misioneros estamos llamados a una respuesta fiel a la gracia comunicada en Cristo siendo capaces de: “asumir evangélicamente y desde la perspectiva del Reino las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano”. Cfr. Ibid n. 384 Los dos acentos de esta primera afirmación son: la búsqueda de la dignificación de todo ser humano y la colaboración con todos los hombres de buena voluntad que procuran el bien integral del ser humano (dentro o fuera de la Iglesia).
El respeto efectivo de la dignidad humana
incluye la acción de amor, misericordia y compasión “hacia todos los que ven vulnerada su vida en cualquiera de sus dimensiones” (Buen samaritano). Cfr. DA n. 384 Y actuando de manera concreta conforme a lo que la Declaración Universal de Derechos Humanos advierte sobre la obligación de los gobiernos nacionales de garantizar jurídica y realmente el respeto de la Dignidad Humana y los derechos humanos fundamentales. “Considerando que los Estados Miembros se han comprometido a asegurar, en cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del hombre”. Cfr. DUDH preámbulo. Está plenamente identificada la situación cultural contraria a la Dignidad Humana, que se ha unido a la ineficiencia de los procesos que directamente procuran resolver los atentados a ella de parte de todas la instituciones sociales, y de los cuales nosotros mismos llegamos a ser cómplices al favorecer el circulo vicioso del permanente asistencialismo infructuoso en casos que es posible la intervención efectiva a favor del propio desarrollo. De manera clara se advierte la urgencia de fortalecer los procesos educativos de las nuevas generaciones que fortalezcan la capacidad del actuar solidario en medio de las situaciones inhumanas que siguen acompañando nuestra realidad social. Desde la conciencia y respecto de la propia dignidad y de la dignidad de los demás, junto con una efectiva promoción de acciones que permitan educarnos en la apertura y búsqueda del bien común de las personas humanas y de manera concreta en la compasión que “llegue a convertirse en un permanente impulso para luchar contra la erradicación de las formas dominación, opresión en injusticia que producen sufrimiento”. (Cfr. J.M. MARDONES, Recuperar la justicia, Sal Terrae, Santander 2005, p. 170.) El Documento de Aparecida, nos llama a un análisis real de la pastoral social de la Iglesia en relación a la promoción humana integral que favorezcan la globalización de la justicia y la caridad. El documento organiza en ámbitos, prioridades y tareas la misión de los Discípulos de Jesucristo en el “Hoy” de AL y el Caribe. Y advierte que: “La voz del Señor nos sigue llamando como discípulos misioneros y nos interpela a orientar toda nuestra vida desde la realidad transformadora del Reino de Dios que se hace presente en Jesús.” Cfr. DA n. 382 La respuesta en la fe implica la acción transformadora de Cristo en el reino de Dios, Buena Nueva del Evangelio: pues Dios-amor es Padre de todos los hombres y mujeres de todos los pueblos y razas. Jesucristo es el Reino de Dios que procura desplegar toda su fuerza transformadora en nuestra Iglesia y en nuestras sociedades. En Él, Dios nos ha elegido para que seamos sus hijos con el mismo origen y destino, con la misma dignidad, con los mismos derechos y deberes vividos en el mandamiento supremo del amor. El Espíritu ha puesto este germen del Reino en nuestro Bautismo y lo hace crecer por la gracia de la conversión permanente gracias a la Palabra y los sacramentos Como parte de nuestro compromiso podemos analizar el desarrollo y alcance de la dimensión social de nuestra pastoral, revisar nuestra organización en el trabajo pastoral, los alcances de los proyectos y programas de nuestro trabajo y respondamos ¿Cómo estos responden las necesidades de nuestra realidad inmediata? ¿cuánto asumen el carácter promocional del desarrollo? ¿Hemos madurado la simple acción asistencialista, necesaria bajo ciertas circunstancias y en específicas necesidades pero llamada a llegar a una auténtica promoción de la persona? ¿la promoción del desarrollo humano integral “El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre”. Paulo VI, Carta Encíclica Populorum Progressio, n. 14.
y la auténtica solidaridad son la base de
nuestra acción de pastoral social.? “la solidaridad…no es, pues, un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común.” Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis n.38. PRECES COMUNITARIAS Señor, Dios, escucha nuestras oraciones, que con humildad te presentamos: R. Que aprendamos de Cristo a ser generosos. Por el Papa y los obispos, para que atentos a las necesidades de los demás, sepan testimoniar y motivar a la solidaridad con los más necesitados. R. Por los gobernantes, para que estén siempre atentos a las necesidades de los demás y vivan preocupados de los que menos tienen. R. Por todas las personas necesitadas del socorro de los demás, para que el Señor las guarde y alivie todas sus necesidades. R. Por todos nosotros, para que siendo conscientes de que hay más alegría en dar que en recibir, podamos cada día alegrarnos compartiendo nuestros bienes y nuestra vida al servicio de los necesitados. R. Por quienes viven encerrados en sí, envueltos en su egoísmo, para que abiertos a la gracia de Dios, encuentren la alegría de compartir. R. Acudamos a Dios Padre, tal como Cristo nos enseñó: Padre Nuestro.
Escucha, Señor las oraciones que te presentamos
y concédenos llegar a imitar la generosidad de tu Hijo, que se quiso quedar con nosotros en el sacramento admirable de la Eucaristía, para que como Él, vivamos dándonos al servicio generoso de nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.