Invocación A La Santa Cruz
Invocación A La Santa Cruz
Invocación A La Santa Cruz
Cruz
La costumbre de venerar la
Santa Cruz se remonta a
las primeras épocas del
cristianismo en Jerusalén.
Esta tradición comenzó a
festejarse el día en que se
encontró la Cruz donde
padeció Nuestro Señor.
Francisco Martínez A.
Abril 2010
La Santa Cruz es trono para Nuestro
Señor Jesucristo. Tan noble Rey venció
en ella al pecado y la muerte, no al modo
humano, sino al misterioso modo divino.
Sinopsis
Esta historia es una
reliquia por su antiguedad,
al igual que las oraciones
que aparecen incertas en
el documento.
Dios Todopoderoso
que habéis sufrido
la muerte sobre el
árbol de la Cruz,
por nuestros
pecados
acompañadme
Santa Cruz de
Jesucristo, sed
mi esperanza.
Santa Cruz de
Jesucristo, tened
piedad de mí.
Santa Cruz de
Jesucristo,
rechazad de mí
toda arma
cortante.
Santa Cruz de
Jesucristo,
derramad sobre
mi todo bien.
Santa Cruz de
Jesucristo, descarta
de mi todo mal.
Santa Cruz de
Jesucristo,
haced que
alumbre el
camino de mi
salud.
Santa Cruz de
Jesucristo,
rechazad de mí
todo atentado de
muerte.
Santa Cruz de
Jesucristo,
preservadme de
accidentes
corporales y
temporales.
Que adore la
Santa Cruz de
Jesucristo por
siempre, Jesús
de Nazaret
crucificado
Crucificado ten piedad de mí. Haced que el espíritu maligno y nocivo huya de mí,
por los siglos de los siglos, Amen.
Crucificado ten
piedad de mí.
Haced que el
espíritu maligno y
nocivo huya de
mí,
por los siglos de
los siglos, Amen.
En honor de la
sangre preciosa de
Jesucristo, en honor
de su Encarnación
por donde pueda
conducirnos a la vida
eterna, tan cierto
como Jesucristo
nació el día de la
Natividad y que fue
crucificado el Viernes
Santo,.
Nazareno milagroso
pues eres tan
poderoso,
protegedme y
libradme de todo
mal, de robo en el
camino real, de
pleitos y heridas
mortales y de bravos
animales en los
montes y los llanos,
por las llagas de tus
manos.
Tú me librarás de
espantos, de brujas
y hechiceros, de
rayos, y torbellinos y
de malos vecinos
que intenten
hacernos mal. La
peste alejad de mí,
pues aunque yo te
ofendí perdonadme
Nazareno Milagroso.
Que la paz divina
y la oración llenen
de amor mi
morada y que mi
casa sea librada
de toda maldad y
ruina, y de muerte
sin perdón. Esto
ruego, Nazareno
Milagroso que
oigas mi ruego y
mi oración. Amén.
El encuentro de la
Santa Cruz
Cuenta el historiador
Eusebio de Cesarea
que el general
Constantino, hijo de
Santa Elena, era
pagano pero
respetaba a los
cristianos.
Y que teniendo que
presentar una
terrible batalla
contra el
perseguidor
Majencio, jefe de
Roma, el año 311,
la noche anterior a
la batalla tuvo un
sueño en el cual
vio una cruz
luminosa en los
aires y oyó una voz
que le decía:
In Hoc Signo
Vinces!
"Con este signo
vencerás", y que al
empezar la batalla
mandó colocar la
cruz en los
escudos de los
batallones y que
exclamó: "Confío
en Cristo en quien
cree mi madre
Elena".
Y la victoria fue total, y Constantino llegó
a ser Emperador y decretó la libertad para
los cristianos, que por tres siglos venían
siendo muy perseguidos por los
gobernantes paganos.
Santa Elena, la
madre del
emperador, pidió
permiso a su
hijo Constantino
para ir a buscar
en Jerusalén la
cruz en la cual
murió Nuestro
Señor.
después de muchas y muy profundas
excavaciones encontró tres cruces. Y como no
sabían cómo distinguir la cruz de Jesús de las
otras dos, llevaron una mujer agonizante.
Al tocarla con la primera cruz, la enferma
se agravó, al tocarla con la segunda,
quedó igual de enferma de lo que estaba
antes.
.Pero al tocarla
con la tercera cruz,
la enferma
recuperó
instantáneamente
la salud.
Y entonces Santa
Elena, y el obispo de
Jerusalén, Macario,
y miles de devotos
llevaron la cruz en
piadosa procesión
por las calles de
Jerusalén.
Y que por el
camino se
encontraron con
una mujer viuda
que llevaba a su
hijo muerto a
enterrar y que
acercaron la Santa
Cruz al muerto y
éste resucitó.
Por muchos
siglos se ha
celebrado en
Jerusalén y en
muchísimos
sitios del
mundo entero,
la fiesta del
hallazgo de la
Santa Cruz el
día 3 de Mayo.
Se debe
recordar que
Jesucristo vino
a redimirnos,
porque
mientras Él
sufría en el
madero de la
cruz, nos
amaba.
Nos devolvió
con amor tanta
ofensa. Tanta
ofensa hecha
por cada uno de
nosotros día a
día.
Y es en virtud
de ese amor
unido al
sufrimiento que
Él gustaba una
gran felicidad: la
de salvar al
género humano.
El odio de los
hombres combatió
contra su mismo
Redentor, pero
venció el Amor de
Jesús por los
hombres.
Estos se unieron
para atormentar a
Jesús e
irrumpieron contra
Él; y Él soportó
todo tormento y se
sometió a la
misma muerte, con
la mansedumbre
de un cordero.
Su Cuerpo
divino, llagado
de amor, no
encontró otro
descanso que
la Cruz.
Se sometió a
la muerte para
darnos vida.
Fue
precisamente
en la Cruz
donde nos
conquistó el
perdón de su
Padre.
Cuando estaba en
ese gran suplicio
y sin sentir rencor
alguno suplicó al
Padre Eterno
diciendo: “Padre,
perdónalos
porque no saben
lo que hacen.”
¿Por qué Señor
tanta
mansedumbre,
tal gozo entre
tantos que
quisieron hacerte
mal?
Precisamente se
debe a que el
cáliz de la Pasión
Él lo tomó no de
la mano de sus
enemigos, sino de
las del Padre; y
por consiguiente
lo tomó con amor
infinito.
¿Quién, al pensar
en Jesucristo, no
asocia
inmediatamente a
su Persona en la
cruz? Aquella cruz
de la que pendió
el Salvador del
mundo será
siempre la Santa
Señal de los
cristianos.
Aprovechando la
Fiesta de la
Invocación de la
Santa Cruz, nos
acercamos a la
vida de Santa
Helena, muy
interesante desde
el punto de vista
histórico y, por
supuesto, eclesial
y espiritual.
“INVENTIO SANCTAE CRUCIS”
Recuérdese lo
dicho por Jesús:
“Y Yo cuando
sea elevado de la
tierra atraeré a
todos hacia Mí”
(Juan, 12: 32)