PACIFIC PARENTS, HAPPY KIDS TRADUCCIÓN
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PACIFIC PARENTS, HAPPY KIDS TRADUCCIÓN
Penguin Group (Canadá), 90 Avenida Eglinton Este, Suite 700, Toronto, Ontario M4P 2Y3,
Canadá (una división de Pearson Penguin Canada Inc.) • Penguin Books Ltd., 80 Strand,
Londres WC2R 0RL, Inglaterra • Penguin Ireland, 25 St. Stephen’s Green, Dublín 2, Irlanda
(una división de Penguin Books Ltd.) • Penguin Group (Australia), 707 Calle Collins,
Melbourne, Victoria 3008, Australia (una división de Pearson Australia Group Pty Ltd.) •
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Jaiming B7, 27 Anillo Este de la Tercera Circunvalación Norte, Distrito Chaoyang, Pekín
100020, China. Penguin Books Ltd., Oficinas Registradas: 80 Strand, Londres WC2R 0RL,
Inglaterra.
p. cm.
Incluye referencias bibliográficas e índice.
ISBN 978-1-10161362-7
La mayoría de los libros de Perigee están disponibles con descuentos especiales para compras
al por mayor con fines promocionales, premios, recaudación de fondos o uso educativo.
También se pueden crear libros especiales o extractos para adaptarse a necesidades
específicas. Para más detalles, escriba a: Mercados Especiales, Penguin Group (USA) Inc.,
375 Hudson Street, Nueva York, Nueva York 10014.
Para Daniel, Eli y Alice, quiénes me enseñaron a amar
Y para los padres en todas partes, de quiénes su amor va formando la siguiente generación,
y transformando la humanidad: Nuestro futuro recae en sus hombros.
INTRODUCCIÓN
Autorregularte a ti mismo
“Una de las piezas que tenías, que parecía estar antes perdida, era que yo necesitaba ayudarme
a mi misma, brindar perdón y paciencia a mi misma, tanta como la que yo trataba dar a mi
hija. Y necesitaba aprender, realmente interiorizar, que su forma de actuar no era un reflejo
de mi o mi crianza (al menos en la mayoría de los casos!), sino mas bien en como ella se
estaba sintiendo y que necesidades tenían en ese momento.”
Conscientemente: Permitiendo que una emoción afectarte y pasar sin actuar en torno a ella.
-Benedict Carey
Conscientemente: No golpeando a alguien en la boca.
Pero, ¿qué pasa cuando no podemos llegar ahí? ¿Cuándo algo que hace nuestro hijo nos
vuelve locos y todo nuestro esfuerzo para calmarnos no funcionan?
Rompiendo el ciclo: Sanando tus propias heridas
Ante la ausencia de la reflexión, la historia tiene a repetirse asimisma… La investigación ha
demostrado claramente que el apego de nuestros niños hacia nosotros será influenciado por
lo que nos pasa a nosotros cuando somos jóvenes si nosotros no lo procesamos y entendemos
esas experiencias.
-Dan Siegel
El famoso psicólogo Winnicott D.W. realizó muchas observaciones sabias acerca de los
padres y niños. Mi favorita es que los niños no necesitan perfección por parte de sus padres.
Todo lo que necesitamos hacer es evitar dañarlos y ofrecerles la “devoción ordinaria” que
siempre ha sido requerida de los padres.
Desafortunadamente, no es tan fácil como suena. Primero, no hay nada ordinario acerca de
la devoción. La devoción, como los padres la conocen, es caminar por el pasillo a las 2 am,
cargando a un bebé gritando y estando con una infección de oído. La devoción es forzar a
uno mismo a entrar a la cocina y hacer la cena de tus hijos después de un día largo, cuando
todo lo que realmente quisieras hacer es acostarte en el sofá y dormir. La devoción es quitarte
tu chaqueta en una noche fría para cubrir a un niño dormido en el asiento trasero del auto.
Esta devoción ordinaria es el mismo amor intenso, que, durante la historia humana, hace que
un padre se ponga en medio del peligro por su hijo, de cristal roto a soldados enemigos.
La verdad es que todos fuimos prácticamente heridos cuando éramos niños y si no sanamos
estas heridas, nos impedirán criar a nuestro hijo como realmente quisiéramos.
Si existe una parte en la cual tu fuiste dañado como niño, puedes contar con que esa área está
causando te dolor como padre- y daña a tu hijo sucesivamente.
Todos podemos pensar en ejemplos: El padre que inconscientemente replica la crianza
juiciosa de su padre con su propio hijo, la madre que no puede poner límites con el
comportamiento de sus hijos porque ella no puede soportar el enojo de ellos hacia ella y
termina criando niños egocéntricos y ansiosos, los padres que trabajan horas extra porque
dudan de su capacidad de estar interesados en (amar) a sus infantes. Para todos nosotros, la
tarea es examinar conscientemente nuestras propias cicatrices -algunas modestas, otras más
dolorosas- para que no infrinjamos nuevas en nuestros hijos.
La maravillosa noticia es que ser padres nos brinda el mapa para saber dónde están estas
cicatrices, una oportunidad de cavar profundamente y sanarnos a nosotros mismos. Nuestros
hijos tienen la misteriosa habilidad de mostrarnos nuestros lugares heridos, inducen nuestros
miedos y enojos. Mejor que el mejor maestro Zen o un terapista, nuestro hijo nos brinda la
perfecta oportunidad de crecer y sanar. Muchos padres comentan que amar a sus hijos, los ha
transformado: les ha hecho más pacientes, compasivos y menos auto centrados. Nosotros
siempre experimentaremos alta sensibilidad alrededor de los problemas que formaron nuestra
psique temprana, pero mientras sanemos nuestras heridas persistentes, nuestro
comportamiento no estará más conducido por ellos y nosotros sabremos que estas cicatrices
nos informan, motivan y nos hacen mejores padres.
Así que, ¿cómo puedes sanar los problemas de tu niñez y convertirte en el padre que quieres
para tu hijo?
• Crianza consciente: Si nosotros prestamos atención, notaremos cuando nuestros
hijos nos generan molestia. No es que los niños no actúen como niños- ellos siempre
lo hacen, es propio de su edad. Pero, lo que molesta a algunos padres podría ser
recibido con calma, calidez, una actitud humorística que ayuda a los niños a querer
comportarse mejor. Cada vez que nos “molestemos”, nos estancamos en algo que
necesita ser sanado seriamente. En cualquier momento en que tu hijo te genere
molestia, está mostrándote un problema no resuelto de ti niñez.
• Rompe el ciclo, usa tu botón de pausa interno: No tienes que repetir la historia con
tus hijos. Incluso si estás bien con el patrón erróneo, detente. Toma un respiro
profundo y presiona el botón de pausa. Recuérdate a ti mismo sobre qué pasará si no
escoges otro camino. Cierra la boca, incluso si es a mitad de frase. No te sientas
avergonzado, estas modelando un buen manejo del enojo, guárdalo para cuando
tengas un berrinche.
• Entiende cómo funcionan las emociones: El enojo es un mensaje que indica que
algo no está funcionando en nuestras vidas. El problema está en que también es un
estado biológico que no nos ayuda a encontrar mejores soluciones. Cuando estamos
inmersos en las reacciones químicas que nos hacen “enojar”, hacemos y decimos
cosas que nosotros nunca hubiéramos escogido de otra forma. Cuando tu cuerpo y
emociones están en el modo pelear o huir, tu hijo siempre luce como el enemigo.
Toma un respiro hasta que te calmes antes de tomar cualquier decisión o acción.
• Presiona el botón de reinicio en tu propia “historia”: Si tuviste una niñez dolorosa,
no puedes cambiar eso, pero lo que puedes cambiar es con lo que te quedas de esa
niñez: tu “historia”. Haces eso a través de la reflexión en ello, sintiendo los
sentimientos dolorosos, pero también considerando nuevos ángulos. Si tu padre
abandono la familia y concluiste que tu no eras lo suficientemente bueno, es momento
de reajustar el pensamiento y entender desde el punto de vista del tu adulto, que tú
era más que suficiente y que la acción que tomo no tenía nada que ver contigo. Si tu
madre te pego y concluiste que eras un mal hijo, un pensamiento más asertivo sería
el que tu madre estaba asustada y que golpearía hasta el niño más angelical del
mundo. Tú fuiste igual que cualquier niño: obteniendo amor y atención de la única
forma que sabias. Hablando en términos de tu historia y reescribirla, puede ser un
proceso doloroso, pero es liberador, y también es el único camino para ser el padre
pacífico que quieres ser con tu hijo.
• Desestrésate: Todos tenemos momentos difíciles tratando de ser el tipo de padre que
queremos ser cuando estamos estresados. Desarrolla un repertorio de hábitos que te
ayuden a desestresa: ejercicio regular, yoga, un baño caliente y meditación. ¿No
puedes encontrar tiempo para hacerlo? Añade a toda tu familia en ello. Pon música y
bailen juntos, vayan a caminar, acuesta a todos temprano un viernes con libros para
tener una noche tranquila que te garantice un buen sueño. Prioriza tomar las cosas
con calma y encontrarás formas de hacerlo.
• Obtén apoyo para trabajar en tus antiguos problemas: Todo padre necesita apoyo
y una oportunidad de hablar acerca del arduo trabajo que hace. A veces podemos
hacerlo informalmente con nuestros amigos o familiares, otras más formales “acuerdo
de escucha” con otro padre, como fue sugerido por Patty Wipfler en su libro
“Paternidad mano a mano”, lo que podría ser un salvavidas. Podrías querer ser parte
de un grupo o comunidad de apoyo a la paternidad. SI te sientes atorado, busca ayuda
de un experto para ayudarte a ser más feliz con tu vida. No existe pena en pedir ayuda,
pena debería existir en evitar tu responsabilidad como padre, dañando a tu hijo física
o emocionalmente. SI piensas que necesitas ayuda, por favor no esperes, búscala
ahora.
Ningún padre es perfecto, porque los humanos son la definición de la imperfección. Sin
importar cuanto trabajemos en nosotros mismos, no siempre impactar emos positivamente
en nuestros hijos. Pero, cada vez que prestas atención, presionas tu botón interno de pausa y
manejas tu estrés, te vuelves más pacífico y eso brinda al niño una buena dosis de felicidad.
Winnicott estaba en lo correcto. Nuestros niños no necesitan perfección de nosotros, lo que
necesitan es un padre que sienta orgullo del crecimiento, compense sus errores y abra su
corazón cuando quiera endurecerse.
Cómo manejar tu enojo
Mientras seas humano, te encontraras a ti mismo en el modo pelear o huir y tu hijo empezara
a verte como el enemigo. Cuando estas poseído por tu enojo, tú estás físicamente listo para
pelear. Hormonas y neurotransmisores fluyen por tu cuerpo y causan que tus músculos se
tensen, tu pulso aumente y a tu respiración entre cortaré. Es imposible permanecer calmado
a este punto, pero todo sabemos pegar a nuestros hijos- mientras pueda tal vez brindar alivio-
no es realmente lo que queremos hacer.
Así que, compromete ahora a no golpear, no jurar, no llamar a los nombres de tus hijos ni
amenazas. ¿Qué pasa con gritar? Nunca a tus hijos, es un berrinche. Si realmente quieres
gritar, ve a tu auto con las ventanas cerradas y grita donde nadie pueda oírte, no uses palabras
porque solo te harán enojar más.
Tus hijos se enojan también, así que es un regalo doble para ellos cuando te comprometes a
manejar tu enojo constructivamente. No solamente dejas de dañarlo, sino que les ofreces un
modelo a seguir. Tus hijos seguramente te verán enojado de vez en cuando y también manejar
estas situaciones le enseñará mucho. ¿Les enseñaras que quien tiene el poder siempre debe
ser considerado moralmente correcto incluso si sus acciones no son éticamente correctas? ¿O
qué los padres también tienen berrinches? y que el enojo es parte de ser humano y aprenderla
a manejarla responsablemente es parte de crecer? Aquí está el cómo:
• Tómate 5 minutos: Reconoce que el estado de enojo no es el mejor punto por el cual
intervenir en cualquier situación. En vez de eso, date a ti mismo un tiempo fuera y
regresa cuando seas capaz de calmarte. Si tu hijo es lo suficientemente mayor para
dejarlo solo por un momento, puedes ir al baño, échate agua en tu cara y respira
profundo. Solo di, tan calmado como puedas “Estoy muy enojado ahora mismo para
hablar de esto, voy a tomarme un tiempo fuera y me calmaré”. Salirte no significa
que tu hijo gane, solo le demuestra cuan seria la infracción es y manifiesta
autocontrol. Si tu hijo es lo suficientemente joven para sentirse abandonado cuando
te vas, usa el fregadero de la cocina, luego siéntate en el garaje por unos pocos
minutos. Si estas en los alrededores de tu hijo o detrás de una puerta cerrada, usa este
tiempo para calmarte, no para presumir cuan correcta con tus razones. Respira
profunda y lentamente y di algún mantra que restauré tu calma. Tu hijo estará
observando. No te preocupes de darle una lección sobre que hizo mal, porque ya está
recibiendo una de las lecciones más importantes que tendrá: como regular
responsablemente emociones grandes.
• Ayuda a tu cuerpo a descargar el enojo: Cuando te sientes así de enojado, necesitas
calmarte. Detente, respira, recuérdate a ti mismo que no es una emergencia. Sacude
la tensión de tus manos, toma 10 respiraciones profundas y si necesitas hacer ruido,
tararea. Tal vez trataras de encontrar una forma de sonreír, la cual te ayudara a
descargar la tensión y cambiar tu humor. Incluso forzarte a ti mismo a sonreír, envía
mensajes a tu sistema nervioso de que no existe una emergencia y comienzas a
calmarte. Toca los puntos de acupresión en el costado de cada mano (la zona donde
impactaría si hicieras un golpe de karate), mientras respirar y expresas tu intención
de calmarte. Si sientes la necesidad de físicamente descargar tu enojo, coloca algo de
música y baila.
• Cambia tus pensamientos para poder cambiar tus sentimientos: Si piensas que tu
hijo es un mocoso mimado que crecerá para convertirse en un matón, no podrás
calmarte. La verdad es que, tu hijo es una persona muy joven quien sufre y lo
demuestra a través de su comportamiento. Recuerda, “Actúa como un niño porque
ES un niño ……. Mi niño necesita mi amor más que merecerlo…. Está pidiendo mi
ayuda con sus necesidades y sentimientos legítimos.”
• Escucha a tu enojo, más que reaccionar basado en el: El enojo, como cualquier
otro sentimiento, inherente como tener manos y piernas. De lo que somos
responsables es sobre que decidimos hacer con eso. El enojo a menudo tiene una
lección valiosa para nosotros, pero actuar mientras estamos enojados, excepto en
situaciones raras donde requerimos defendernos, es difícilmente constructivo, porque
nosotros tomamos decisiones que nunca tomaríamos si estuviéramos en un estado
racional. La forma constructiva para manejar el enojo es limitar la expresión de ello
y cuando lo calmemos, debemos usarlo diagnóstica mente: ¿Qué esta tan mal en
nuestras vidas cuando nos sentimos furiosos y que necesitamos hacer para cambiar la
situación? A veces la respuesta está claramente relacionada con nuestra crianza:
Necesitamos cambiar nuestro enfoque antes que las cosas salgan de nuestras manos
o empezar a acostar a los niños media hora antes o hacer algún esfuerzo por reparar
nuestra relación con nuestro hijo de 9 años para que deje de tratarnos rudamente. A
veces, nos sorprendemos de que nuestro enojo es de hecho con nuestro esposo, quien
no actúa como una pareja presente en la paternidad, o incluso con nuestro jefe. A
veces, el enojo es un recuerdo de que necesitamos dormir más o desahogarnos
regularmente con un amigo, quien aceptara nuestros sentimientos en su expresión
más pura. Y, a veces, la respuesta en que cargamos con enojo que no entendemos que
contagia a nuestros hijos y es necesario que busquemos ayuda a través de la terapia o
un grupo de apoyo de padres.
• Recuerda que “expresar” tu enojo a otra persona puede reforzarlo o escalarlo:
A pesar de la popular idea sobre que nosotros necesitamos “expresar” nuestro enojo
para que no nos carcoma. Las investigaciones apuntan a que expresar el enojo
mientras estamos enojados hace que nos enojemos más. Esto, en consecuencia, lleva
a otras personas a ser heridas, sentirse asustadas o enojadas, causando así, una grieta
en la relación. Reiterando la situación en nuestra mente, probando que nosotros
estábamos en lo correcto y la otra persona no, nuevamente nos termina haciendo
sentir más enojados. Lo que funciona es calmarnos y encontrar una forma
constructiva ubicar aquellos que nos hace enojar para que la situación pueda ser
resuelta, y nuestro enojo deje de ser provocado.
• Espera antes de disciplinar: Nada dice que debes manejar un problema sobre la
marcha. Esto no será lo mejor para el desarrollo a largo plazo de tus hijos, o lo que
es incluso sería mejor, el prevenir la repetición del problema. Di tan poco como
puedas hasta que te calmas, solo di algo como: “Yo necesito calmarme antes de poder
hablar de esto” Si tomas un tiempo fuera de 10 minutos y aún no siente la calma
suficiente para manejarlo constructivamente, puede decir, “Quiero pensar acerca de
lo que paso y hablaremos de esto más tarde.”
• Evita el uso de la fuerza física, pase lo que pase: Golpear puede hacerte sentir
mejor temporalmente porque permite libera tu enojo, pero causa un daño duradero a
tu hijo y, en última instancia, sabotea las cosas positivas que haces como padre. Los
golpes, incluso las bofetadas, tienden a escalar hacia una violencia dañina y, a veces,
incluso mortal. Haz lo que necesites para controlarte, incluida la opción de salirte de
la habitación. Si no puedes controlarte y terminas recurriendo a la fuerza física, pídele
disculpas a tu hijo, dile que golpear nunca está bien y busca ayuda para ti mismo.
• Evita las amenazas: Las amenazas hechas mientras estes enojado, siempre serán
irracionales. Dado que las amenazas solo son efectivas si estás dispuesto a cumplirlas,
socavan tu autoridad y hacen menos probable que tu hijo siga las reglas la próxima
vez.
• Controla tu tono y elección de palabras: Las investigaciones muestran que cuanto
más calmadamente hablemos, más calmados nos sentimos y más calmados se sentirán
al respondernos. De manera similar, el uso de palabras groseras u otras expresiones
cargadas emocionalmente, nos altera y también a nuestro receptor, lo que provoca
que la situación escale. Tenemos el poder de calmar o alterar tanto a nosotros mismos
como a la otra persona mediante nuestro tono de voz y elección de palabras.
(Recuerda, eres el modelo a seguir).
• Considera que eres parte del problema: Si estás abierto al crecimiento emocional,
tu hijo siempre te mostrará en qué aspectos necesitas trabajar en ti mismo. Si no lo
estás, te encontrarás atrapado en el mismo ciclo con tu hijo una y otra vez. Puede que
tu hijo esté actuando de maneras que te irritan, pero no eres una víctima indefensa.
Asume la responsabilidad de manejar primero tus propias emociones. Tal vez tu hijo
no se convierta en un angelito de la noche a la mañana, pero su mal comportamiento
disminuirá drásticamente una vez que aprendas a mantener la calma.
• ¿Sigues enojado? Busca los sentimientos subyacentes: No te aferres a tu enojo.
Una vez que lo hayas escuchado y hayas realizado los cambios necesarios, déjalo ir.
Si eso no funciona, recuerda que la ira siempre es una defensiva.
Nos protege de sentirnos vulnerables. Para disolver la ira, observa el dolor o el miedo
detrás de ella. Si los berrinches de tu hijo te asustan, o si te molesta que tu hijo golpee
a su hermanito porque una vez fuiste la hermanita que fue golpeada, reflexiona sobre
estos sentimientos y trabaja en sanarlos. Una vez que estés dispuesto a sentir los
sentimientos subyacentes, ya no necesitarás la defensiva de la ira, y esta se
desvanecerá.
• Elige tus batallas: Toda interacción negativa con tu hijo consume una valiosa parte
del capital de la relación. Concéntrate en lo que realmente importa, como la forma en
que tu hijo trata a otras personas. En el esquema más amplio, su chaqueta en el piso
podría volverte loco, pero probablemente no valga la pena poner en números rojos la
cuenta bancaria de tu relación.
• Si pelears frecuentemente con tu ira, busca orientación: No te avergüences de
pedir ayuda. Estás asumiendo la responsabilidad como padre de evitar herir a tu hijo
física o psicológicamente.
Cómo dejar de gritarle a tu hijo
“Amo todos tus consejos. Pero siento que solo funcionan cuando puedo mantenerme
calmada, lo cual es realmente difícil. Soy una gritona. Mi madre fue una gritona. Vengo de
una larga línea de gritones. ¿Cómo puedo romper este ciclo?”
-Cynthia, madre de tres niños menores de seis años
La mayoría de los padres gritan. Ni siquiera nos damos cuenta de que lo hacemos la mitad
del tiempo. Nuestra voz simplemente se vuelve cada vez más fuerte. O sabemos que lo
estamos haciendo, pero en ese momento nos parece completamente justificado. Después de
todo, ¿viste lo que hizo ese niño?
Pero todos sabemos que nuestros hijos responden mejor si no les gritamos. Gritar intensifica
una situación difícil, convirtiendo un aguacero en una tormenta. Y, en serio, ¿cómo puedes
esperar que tu hijo aprenda a controlar sus propias emociones si tú no controlas las tuyas?
Si, en cambio, logramos mantenernos calmados, eso tranquiliza a todos los demás.
Modelamos la regulación emocional. Podemos intervenir de manera más efectiva para
resolver el problema. Nuestro hijo aprende cómo pasar de estar alterado a estar calmado.
Nuestra relación con nuestro hijo se fortalece. Cooperan más y empiezan a controlar más sus
propias emociones.
Y si somos honestos, sabemos que es nuestro propio malestar lo que nos hace gritar. Algunos
padres (¡verdaderamente!) mirarían el mismo comportamiento y serían capaces de ser
empáticos o incluso bromear al respecto. Porque, sin importar qué tan malo sea el
comportamiento de tu hijo, siempre es un grito de ayuda. A veces, ese comportamiento
requiere un límite firme, pero nunca exige que seamos crueles. Y no puedes ayudar a tu hijo
mientras le estás gritando.
Dejar de gritar no es fácil. Puedes desesperadamente querer lograrlo y, aun así, encontrarte a
ti mismo gritando. Si te gritaron cuando eras niño, requiere un esfuerzo enorme el no hacerlo
tú también. Pero si realmente quieres dejar de gritar, te aseguro que es completamente
posible, sin importar qué tan arraigado parezca. No es ciencia espacial. Toma
aproximadamente tres meses. Como aprender a tocar el piano: hoy comienzas con escalas,
practicas a diario, y pronto puedes tocar melodías simples. En un año, podrías tocar una
sonata. He visto a cientos de padres lograr hacerlo.
¿Será difícil dejar de gritar? Sí. No sucede mágicamente. Requiere esfuerzo constante
diariamente. Nadie puede hacerlo por ti. Puede parecer un milagro no gritar, pero esto es algo
que puedes lograr. Si sigues trabajando en ello, un día te darás cuenta que no podrás recordar
la última vez que gritaste. ¿Quieres comenzar?
• Detente, suelta y respira cada vez que notes que estás levantando la voz o a punto
de hacerlo. ¿Cómo?
• Deja de hablar en cuanto notes que estás perdiendo los estribos. Cierra la boca. ¿No
puedes dejar de hacer ruido? Si es necesario, tararea, pero mantén la boca cerrada.
• Suelta. En serio, déjalo ir por el momento. No es una emergencia. (Si lo es, saca a
todos del peligro y luego regresa a este proceso). Simplemente aléjate de la situación.
• Respira profundamente diez veces: Sacude las manos. Esto te saca del “cerebro
reptil” -la respuesta de pelear, huir o congelarte - y te lleva a un estado de presencia
consciente. Ahora tienes la opción de decidir cómo actuar.
• Recuérdate a ti mismo: tú eres el adulto, y tu hijo está aprendiendo de todo lo que
haces ahora mismo. Míralo y di: "Estoy trabajando duro para mantener la calma. No
quiero gritar. Déjame calmarme y luego intentaremos empezar de nuevo, ¿de
acuerdo?"
• Haz lo que sea necesario para calmar la respuesta de pelear o huir de tu cuerpo:
Más respiraciones profundas, repite un mantra, salpica agua fría en tu rostro, mira tu
tablero de stickers de voz respetuosa, recuérdate que tu hijo está actuando como un
niño porque es un niño. Recuérdate que no existe una emergencia.
• Intenta empezar de nuevo: Cuando salgas de la respuesta de pelear o huir, lo sabrás
porque tu hijo ya no parecerá tu enemigo, sino tu amado bebé, ese a quien prometiste
apreciar, amar y guiar positivamente para que crezca siendo una persona amorosa y
maravillosa. Ahora, vuelve a iniciar la interacción.
Difícil, ¿verdad? Es muy difícil cuando estás inundado de neuroquímicos que te impulsan a
atacar. Pero también es sencillo. Simplemente retrasas la interacción hasta que estés calmado.
• ¿Te preguntas cómo aprenderá tu hijo si no le levantas la voz?: Cuando los niños
sienten miedo, entran en el modo de pelear o huir. Los centros de aprendizaje del
cerebro se apagan. Tu hijo no puede aprender cuando le gritas. Siempre es más
efectivo intervenir calmadamente y compasivamente. Además, cuando gritas, pierdes
credibilidad con tu hijo. Los niños se vuelven menos abiertos a tu influencia.
• ¿Crees que tal vez estás siendo demasiado indulgente con tu hijo?: Él está herido,
y su "mala conducta" es un SOS que pide tu ayuda. Está actuando de esa manera
porque tiene sentimientos intensos que aún no puede comprender ni expresar
verbalmente. Por supuesto, es necesario establecer límites y redirigir su
comportamiento. Pero tu orientación nunca necesita ser cruel o aterradora. Deseas
que tu hijo siga tu guía porque te ama y nunca querría decepcionarte, no porque le
asustes.
• ¿Te preguntas si estás siendo inauténtico?: Tu hijo vio que estabas muy alterado.
También vio que asumiste la responsabilidad de manejar tus propias emociones. Ser
auténtico sobre lo que experimentas nunca implica descargar esas emociones
bruscamente sobre alguien más. Como dice Dalai Lama, “Se amable cuando sea
posible. Siempre es posible”. A pesar de que sean tus sentimientos y solo una parte
de la emoción venga de la interacción con tu hijo. La mayoría proviene de tu propio
pasado y la forma en la que ves la situación.
• ¿Y qué pasa si te encuentras gritando, a pesar de tu mejor esfuerzo?: Al principio
lo harás -más de una vez. Pero no es un error si aprendes de ello. Usa cada vez que
no aciertes como una oportunidad para cambiar algo: tu rutina, tu actitud o tu
autocuidado- de modo que puedas hacerlo mejor la próxima vez. Apóyate a ti mismo
para que puedas cambiar.
Date cuenta de que aún puedes guiar a tu hijo, pero de forma respetuosa. Si haces esto cada
vez que te encuentres gritando o a punto de gritar, pronto desarrollarás la conciencia plena
suficiente para detenerte antes de empezar a gritar.
UN PROCESO DE TRES MINUTOS PARA PASAR DEL ENOJO A LA PAZ
“Dra. Laura… Usted dice que la manera de evitar gritar es esperar hasta que esté calmada y
luego intentar empezar de nuevo con mi hijo. Pero cuando me enojo, no me calmo tan rápido.
Podría tardar una hora tratando de distraerme. Mientras tanto, mi hijo aún hizo algo mal y
necesito corregirlo.”
• Dite a ti mismos silenciosamente. Podría ser algo como “Está faltándole el respeto a
mi autoridad ……Tengo que cortar esto de raíz" o "¡Solo me está manipulando!"
• Piensa que este pensamiento que te está molestando casi con seguridad proviene del
miedo. Eso significa que no es tan verdadero como la interpretación de la situación
que podría surgir del amor.
• Considera que tus padres probablemente tuvieron este pensamiento sobre ti una o dos
veces, y tú saliste bien. Tu hijo también lo hará.
• Reflexiona sobre la situación desde la perspectiva de tu hijo. Por ejemplo: "Me está
mostrando lo molesto que está... Tiene derecho a expresar sus sentimientos."
• Piensa en cómo ese pensamiento molesto te lleva a tratar a tu hijo. Si soltases ese
pensamiento, ¿cómo responderías?
Minuto Tres: Ayuda a tu cuerpo a liberar las emociones
• Reconoce tus propios sentimientos: Nuestro pánico frente a las emociones crudas
de nuestro hijo es un asunto de nuestra propia infancia. La única manera de erradicarlo
es ver cómo nos sirvió cuando éramos pequeños. Di a tu pánico creciente: “Gracias
por protegerme cuando era pequeño. Ahora que soy un adulto, estos sentimientos
están bien.”
• Recuerda que no es una emergencia: Dite a ti mismo: “Es natural que me sienta así
cuando mi hijo está molesto. Pero, pase lo que pase, puedo manejarlo.” Esto no es
una amenaza; es tu amado hijo, que necesita tu ayuda amorosa en este momento. Si
tu mente insiste en crear alarmas, dile que lidiarás con esas preocupaciones más tarde,
no ahora.
• Recuerda que expresar sentimientos es algo positivo: Tu hijo sentirá estas
emociones, sin importar qué. La única pregunta es si es si le darás paso libre para
expresarlos o le enseñaras que son peligrosos. Una vez que sienta sus emociones,
estas desaparecerán. (Por si te lo preguntas, son las emociones reprimidas las que
aparecen sin previo aviso y lo hacen comportarse mal.) Incluso si no puedes decir un
rotundo “¡sí!” cuando tu hijo comienza a desmoronarse, intenta pasar de tu
automático “¡no!” y a un cálido “está bien,” tal como lo haces en otros momentos
cuando tu hijo te necesita.
• Quita la presión: No tienes que arreglar a tu hijo ni la situación. Todo lo que debes
hacer es estar presente. Tu hijo no necesita realmente el juguete o cualquier cosa por
la que esté llorando; lo que necesita es tu amorosa aceptación de él, con todos sus
sentimientos entremezclados. Su decepción, ira o tristeza son normales y aceptables
y pasarán por sí solas sin que hagas nada más que demostrarle amor.
• Respira hondo y elige el amor: Cada decisión que tomamos, en su esencia, es un
avance hacia el amor o hacia el miedo. Deja que el cariño por tu hijo te dé el valor
para elegir el amor. No solo amor por tu hijo, sino también por el niño que alguna vez
fuiste y el padre que eres ahora. Sigue respirando y repítete a ti mismo: “Elijo el
amor.” ¿Demasiado cursi? Las investigaciones muestran que esto funciona. Si no te
convence, encuentra otro mantra efectivo: “Esto también pasará... Yo salí adelante y
él también lo hará... Puedo manejar esto...” Lo que sea funcional para ti.
• Tolera la emoción sin actuar de inmediato: Puedes tomar medidas después, si lo
deseas, incluso en unos minutos, cuando te hayas calmado. Por ahora, permítete sentir
lo que estás experimentando. Respira a través de la emoción. Ponle un nombre si te
ayuda. Está bien, enojo. Pero, ¿qué hay detrás el enojo? ¿Dolor? ¿Miedo?
¿Decepción? Observa cómo tu cuerpo se siente.
• Mantén las cosas simples: Tu hijo necesita que seas testigo de su desahogo
emocional y que le hagas saber que sigue siendo digno de amor, incluso con todos
esos sentimientos desagradables. Explicaciones, negociaciones, remordimientos,
recriminaciones, consejos y análisis sobre por qué está enojado o intentos de
confortarlos (“Ya, ya, no debes llorar, es suficiente”) detendrá su proceso natural
emotivo. No lo fuerces a expresarse asimismo con palabras: no tiene acceso a su lado
racional cuando está molesto. Claro que quieres “enseñarle”- pero eso tendrá que
esperar. Tu hijo no puede aprender hasta que este calmado. No necesitas decir mucho.
Tu calma, tono amoroso es lo que importa. Tal vez decirle:
o Estás a salvo. Estoy justo aquí.
o Te escucho. Todos necesitamos llorar de vez en cuando.
o Me dices que me vaya, así que me alejare un poco, pero no te dejare solo con
estos sentimientos aterradores.
o Cuando estés listo. Estoy justo aquí para abrazarte.
• Encuentra una manera de procesar tus propios sentimientos: Nada desencadena
emociones primitivas como la crianza. También necesitas desahogarte, lo que
significa sentir esas emociones y asimilarlas sin actuar impulsivamente. Algunos
podemos lograrlo escribiendo un diario o llorando, pero puede que necesites alguien
que simplemente te escuche. Busca a alguien que: Resista darte consejos, no se
escandalice si admites tener pensamientos oscuros, como querer gritarle a tu hijo o
dejarlo en medio de la tienda. Esta persona debe entender que todos tienen momentos
así, pero que no actuarías realmente de esa manera y no deberá alterarse ni entrar en
pánico por lo que sientes, ni cuestione si está bien que tú o tu hijo experimenten esas
emociones y que te permita llorar y esté presente para ti, de la misma manera en la
que tú estarías presente para tu hijo.
Es un arduo trabajo para los padres, pero es un regalo inmenso para nuestros hijos. La buena
noticia es que, cuando aceptamos al grupo completo de emociones que poseen los niños, ellos
aprenderán a gestionarlas de manera saludable. De hecho, verás resultados positivos de
inmediato después de cada "berrinche" que enfrentes con amor. Tu hijo se sentirá mucho
mejor tras vaciar esa mochila llena de sentimientos reprimidos. Esa es una acción de amor
incondicional.
Puedes nutrirte mientras crías a tus hijos
El punto de inflexión para mí fue cuando la Dra. Markham habló de criar desde un lugar
donde tu propia "copa" esté llena. Si comenzamos el día vacíos, no tenemos nada que darles
a nuestros hijos. Encontrar formas de renovar nuestra energía es vital, así que me levanto a
las 6 am todas las mañanas y salgo a caminar por mí misma. Me ayuda a recargar emergías
y enfocarme, así estoy lista para enfrentar el día y las necesidades de mis hijos. Tener citas
de juego con amigos es vital también. Por eso me uní a algunos grupos en mi inglesa para
asegurarme que todos tengamos el “tiempo con amigos” que necesitamos.
-Amanda, madre de niños de 4 y 1 año de edad
¿La regla número uno de los padres en todas partes? Ser más pacientes. Sin embargo, tener
que recurrir constantemente a tu paciencia indica que tu “copa” ya está peligrosamente vacía.
La fuerza de voluntad solo nos lleva hasta cierto punto. El verdadero trabajo consiste en
mantener tu copa llena, para que tengas suficiente alegría y presencia que compartir con tu
hijo. Los niños adoran nuestra presencia alegre, y cuando la sienten, se vuelven más felices
y cooperativos.
Si te encuentras frecuentemente: resentido o agotado, pensando negativamente sobre tu hijo,
o gritándole regularmente, podrías estar sufriendo de lo que llamo el trastorno SAP -
Sacrificio en el Altar de la Paternidad. Esto ocurre cuando olvidamos atender nuestras propias
necesidades. Sentirnos privados o vacíos no es saludable, nos termina robando la alegría
natural y tampoco es bueno para nuestros hijos, que terminan lidiando con un padre o madre
resentido, negativo e impaciente. (Piensa si eso realmente hará que se comporten mejor.)
Últimamente, tú eres responsable de cómo vives la vida que se te ha dado. Al final, en tu
lecho de muerte, no podrás culpar a nadie sobre haber sido infeliz. El secreto de la vida adulta
es que seguimos creciendo y la paternidad nos obliga también a criarnos a nosotros mismos.
Si eres lo suficientemente mayor para tener un hijo, tus padres quedan fuera de escena. Ahora
es tu responsabilidad. Mereces toda la ternura que le brindarías a un bebé recién nacido.
Cuando nos damos ese amor, transformamos nuestra paternidad -y nuestras vidas.
¿Significa esto que debes ignorar las necesidades de tu hijo y decirle que es tiempo de poner
tus necesidades primero? Por supuesto que no. La paternidad es nutrir a tu hijo, notar sus
necesidades y procurar atenderlas. Después de todo, eres el adulto. Pero ser un padre pacífico
depende de qué tan bien te “críes” a ti mismo.
Se basa parcialmente en cambiar lo que haces: Encuentra formas pequeñas de cuidarte a lo
largo del día. Y es en parte cambiar tu actitud: Encontrando paz dentro de ti mismo. La
solución es cuidarnos en cada momento del día, tal y como lo hacemos con nuestro hijo.
Honrar tanto tus necesidades como las de ellos.
La mala noticia es que requiere esfuerzo. Pero es trabajo interno que se basa en apreciarnos
con compasión- es lo que nos transforma. Aquí esta como:
• Haz un hábito de sintonizar contigo mismo tantas veces como sea posible a lo
largo del día: Solo toma una respiración profunda y deja que inunde tu cuerpo de
bienestar. Inhala calma, exhala estrés. Simplemente estar presente para ti mismo es
una forma esencial de “atención” que todos necesitamos.
• Cada vez que notes que estás sintiéndote resentido o irritable, detente:
Pregúntate: “¿Qué necesito en este momento para mantenerme en equilibrio?”
Luego, date a ti mismo -ya sea que tu hijo esté presente o no. (¿Cinco minutos para
sentarte en el porche trasero y escuchar a los pájaros? ¿Un vaso de agua? ¿Cinco
minutos bailando con buena música?) Si no puedes hacerlo ahora, queda en una cita
contigo mismo para más tarde. (¿Un baño después de que los niños se vayan a dormir?
¿Un vaso de vino con tu pareja? ¿Dormir más esta noche?)
• Nota los momentos desafiantes del día y encuentra formas de nutrirte de ellos:
Es tu vida, y tú estás al mando, aunque no siempre lo parezca. Sentirte como una
víctima no ayuda a tus hijos. ¿Te vuelve loco la hora de acostarse? Haz un plan para
mejorarla, ya sea compartiendo más responsabilidades con tu pareja, comenzando
más temprano, creando un horario, durmiendo más o disfrutando una taza de té
mientras lees a tu hijo.
• Empápate de la belleza y alegría de cada momento que puedas: Deja de
apresurarte y disfruta la risa de tu hijo, el dulce aroma de su cabello, su alegría al
dominar algo nuevo. “Oler las rosas” repone tu espíritu. Hace que la vida valga la
pena. La plenitud de tu presencia es lo que inspira a tus hijos a conectarse y cooperar.
Y cura el trastorno SAP.
CUANDO TE SIENTAS ABRUMADO
• Concéntrate en lo que importa: ¿Tus hijos han comido? ¿Los has abrazado y les
has dicho cuánto los adoras? Los niños perciben cuando estamos estresados y
desconectados y actúan. Muchas veces, un abrazo los devuelve a su mejor versión.
• Busca apoyo: Ser padre es el trabajo más difícil que los humanos hacemos. Todos
necesitamos más apoyo. Como dice la ensayista Anne Lamott: “Llévate contigo
mismo a través del día como lo harías con tu pariente favorito que es mentalmente
paciente: con mucho humor y pequeños premios.” No me refiero a más galletas. ¿Qué
tal un dulce beso de tu pareja (aunque el matrimonio no sea perfecto en este
momento)? ¿Un abrazo de tu hijo (aunque él tampoco sea perfecto)? Encuentra a
alguien con quien puedas desahogarte sobre lo difícil que es (alguien que no intente
arreglarte a ti o a tu hijo).
• Apóyate a ti mismo: Háblate a ti mismo como si fueras alguien que amas. Coloca
mensajes inspiradores por la casa para mejorar tu estado de ánimo. Deja los platos en
el fregadero y disfruta un largo baño de espuma. Date permiso para realmente apreciar
la puesta de sol. Antes de dormir, encuentra tres cosas que aprecias de ti mismo.
Duerme lo suficiente.
• Cuando pierdas la calma, aprovéchalo: De acuerdo, perdiste el control. Usa esta
oportunidad para demostrar una lección de vida sobre cómo una persona madura se
disculpa, reconecta y repara. Cada crisis es una oportunidad para acercarse, si estás
dispuesto a ver las cosas desde ambos lados, con el corazón abierto.
• Inicia de nuevo: Cuando te encuentres levantando la voz, detente, respira y di: “Lo
siento, es mi mal humor hablando... Intentemos de nuevo... Esto es lo que quería
decir”. Estás asumiendo la responsabilidad de tu propia irritabilidad, para que tus
hijos no se sientan malas personas. Y estás modelando cómo corregir su rumbo
también.
• Aprecia a tu hijo: Aunque te vuelva loco, hay algo en él que amas. Cuando lo notas,
es como decirle: “Más de esto, por favor”. Y él florecerá en consecuencia.
• Nunca te alejes emocionalmente: Tu hijo depende de ti para que mantengas la visión
de él en su mejor versión. Si siente que te estás rindiendo con él, él se rendirá consigo
mismo. ¿Se ha desviado? Ve a buscarlo. Pero no lo acompañes en el camino
equivocado. Abrázalo con tu amor y volverá contigo al camino correcto.
• Sigue eligiendo el amor: Si prestas atención, notarás que la vida está llena
constantemente de decisiones. ¿Deberías ser duro con tu hijo porque tienes miedo de
que, si no lo eres, no aprenderá? ¿Deberías demostrarle a tu pareja que tú tenías la
razón? ¿Deberías dejar de limpiar y tomar un baño de burbujas? En el fondo, cada
elección es entre el amor y el miedo. Elige el amor tan a menudo como puedas. Cada
día tienes nuevas oportunidades para interactuar con tu hijo de una manera que los
sane a ambos. Tu vida es la suma de tus elecciones. Harás malas elecciones, claro.
Pero cada decisión cambia tu perspectiva.
Por supuesto, si tienes un mal día todos los días, es una señal de que necesitas cambiar algo
en tu vida. Mereces sentirte bien. Y tu hijo merece lo mejor de ti, no lo que queda de ti.
Diez reglas para criar niños increíbles
“En tan solo un mes, he visto un gran cambio en mi hija. Cuando logro no alterarme y, en
cambio, convierto las cosas en un juego o una broma, manteniendo las reglas, ella no tiene
berrinches. Escucha mejor cuando le digo que no y está más feliz y dulce. ¡Realmente todo
se trata de que yo actúe mejor, para que ella también lo haga!”
-Brianna, madre de una niña de dos años
Los padres a menudo me preguntan qué reglas son importantes para criar buenos hijos. Creo
que las reglas más importantes para criar niños maravillosos son para nosotros, no para ellos.
Comenzamos asumiendo la responsabilidad de nosotros mismos y terminamos con la
conexión como la regla definitiva. Todo lo que está en el medio se trata de orientar a largo
plazo.
1. La habilidad más importante como padre: manejarte a ti mismo: Cuida de ti
mismo para no descargar tus emociones sobre tu hijo. Interviene antes de que tus
propios sentimientos se salgan de control. Mantén tu "vaso lleno". Cuanto más cuides
de ti con compasión, más amor y compasión tendrás para tu hijo. Recuerda que tu
hijo hará todo lo que tú hagas, ya sea gritar o hacer comentarios negativos sobre tu
cuerpo.
2. El compromiso más importante como padre: ser el defensor de tu hijo y no
rendirte con él: No le gritas a una flor que no está floreciendo; la riegas. Aprecia
quién es tu hijo y responde a lo que necesita, no a lo que crees que necesita. Cada
niño merece al menos una persona que esté 110% de su lado. Esto no significa que tu
hijo siempre tenga la razón, sino que siempre vale el esfuerzo extra. Que todo el amor
que le das marcará una diferencia positiva.
3. El secreto más importante: la disciplina no funciona, a pesar de todos los libros
escritos al respecto: El castigo siempre empeora el comportamiento de tus hijos.
Evitarlo es lo más importante que puedes hacer para criar niños responsables y
considerados. En lugar de castigar, guía con amabilidad y establece límites de
comportamiento, pero siempre empatizando con los sentimientos, incluidos los que
tu hijo tiene sobre los límites que le impones. Tanto la empatía como las guías/límites
son esenciales; ninguno por sí solo es totalmente exitoso.
4. Lo que los niños necesitan y nadie te dice: un lugar seguro para expresar sus
sentimientos mientras tú los “escuchas”: Si quieres criar a un niño que pueda
manejar su comportamiento, primero debe gestionar las emociones que lo impulsan.
Y si quieres que maneje sus emociones, primero necesita saber que tiene un lugar
seguro (tus brazos) para llorar y enfadarse sin que sea mandado a callar. La risa libera
las mismas tensiones que las lágrimas, así que jugar con los niños es también una
excelente manera de ayudarlos a expresar sus miedos y frustraciones. Los niños que
reciben apoyo con sus grandes emociones desde pequeños aprenden a gestionar sus
propios sentimientos (y, por lo tanto, su comportamiento) desde una edad temprana.
5. Lo que tu hijo desearía que entendieras: solo es un niño, haciendo lo mejor que
puede: Espera un comportamiento acorde a su edad, no perfección, y mantén claras
tus prioridades. Tu hijo está en formación frente a tus propios ojos -todavía se está
desarrollando y superará la mayoría de sus comportamientos inapropiados. Su
habitación desordenada importa mucho menos que cómo trata a su hermano menor.
6. El mantra más útil: no te lo tomes personal: Sea lo que sea que haga tu hijo, te
resultará mucho más fácil responder con calma si notas cuándo comienzas a sentirte
molesto. Esto no se trata de ti; se trata de tu hijo, que es un ser humano inmaduro
tratando de aprender y crecer con tu apoyo. Cultiva un sentido del humor. Esto
también te ayudará a evitar pelears de poder. Nadie gana en una pelear de poder. No
insistas en tener la razón; ayúdalos a salvar su orgullo. Cuando algo te saque de
quicio, úsalo como una oportunidad para explorar esa reacción y liberarte de su
control.
7. Lo que debes recordar en los momentos difíciles: todo mal comportamiento
proviene de necesidades básicas no satisfechas: Satisface sus necesidades de sueño,
nutrición, tiempo para relajarse, abrazos, conexión, diversión, dominio y seguridad.
Hazles saber de antemano el comportamiento que esperas. Dales una "guía" -
enseñándoles poco a poco- para que puedan manejar lo que se espera de ellos. Los
niños quieren tener éxito. (Si no lo quieren, es un problema de relación, no de
comportamiento).
8. El mejor experto en crianza, tu hijo: Deja que te muestre lo que necesita, desde que
es un bebé. Escucha con el corazón. Estate dispuesto a cambiar y crecer -y aprende a
disfrutar del proceso.
9. La única constante, el cambio: Lo que funcionó ayer no funcionará mañana, por lo
que tu enfoque de crianza debe evolucionar junto con tus hijos. Parece que cada uno
de nosotros recibe al hijo perfecto para aprender lo que necesitamos saber.
10. Lo que más importa, mantente conectado y nunca retires tu amor, ni por un
momento: La razón más profunda por la que los niños cooperan es porque te aman y
quieren complacerte. Por encima de todo, protege la relación con tu hijo. Esa es tu
única influencia sobre él y lo que más necesita. Y esa cercanía es lo que hace que
todos los sacrificios de ser padre valgan la pena.
PARTE DOS
Fomentando la conexión
Son los momentos en los que me detengo, salgo de mi propia cabeza y reconecto con el hecho
de que amo a mis hijos y estoy lista para estar ahí para ellos en estos instantes, que son los
que realmente cambian las cosas. Mis hijos sienten el amor, se sienten validados y
escuchados. Cuando sigo adelante con mi mente llena de "cosas de adultos ocupados", hago
la vida mucho más difícil para mí y para mis hijos. Esa desconexión nos hace sufrir a todos.
-Amber, madre de dos niños
A veces, los padres abordan la conexión con su hijo como un deber. Después de todo, tenemos
una larga lista de obligaciones, y lo que realmente queremos es una hora para nosotros sin
que nadie nos reclame. Pero la verdad es que ese vínculo gratificante es nuestra recompensa
por todo el arduo trabajo. Los momentos que hacen que nuestro corazón se derrita hacen que
todos los sacrificios valgan la pena. Y nuestros hijos necesitan saber que nos alegramos de
tenerlos o no se sentirán dignos de ser amados. De hecho, tu capacidad para disfrutar a tu
hijo puede ser el factor más importante en su desarrollo. Eso es lo que te lleva a hacer -de
manera automática- todas las cosas que lo ayudan a prosperar, desde arrullarlo en la infancia
hasta jugar brusco a los tres años y charlar a los cinco.
Esa conexión profunda también es lo que hace posible una crianza pacífica. Los niños
cooperan libremente, incluso con entusiasmo, cuando creen que estamos de su lado. Cuando
no tienen esa creencia profundamente interiorizada, nuestros estándares de comportamiento
les parecen injustos, contradiciendo lo que perciben como sus propios mejores intereses, ya
sea tomar el trozo más grande de pastel o mentirnos.
Ninguna cantidad de "habilidades parentales" puede compensar un vínculo dañado entre
padres e hijos. Es como andar en bicicleta cuesta arriba por una pendiente muy empinada.
Por el contrario, criar con una buena relación es como deslizarse cuesta abajo: todavía tienes
que prestar atención y mantenerte en el camino, y ciertamente surgen giros y vueltas, pero el
impulso está a tu favor.
Un vínculo cercano nos da acceso a nuestro instinto natural de crianza y nos permite ver las
cosas desde el punto de vista de nuestro hijo, lo que nos convierte en mejores padres. También
hace que los niños estén más abiertos a nuestra influencia, incluso cuando comienzan a
introducirse hacia un mundo más amplio como de los amigos, la escuela y el resto de sus
vidas. Una y otra vez, los estudios muestran que la mejor protección para los adolescentes
contra la cultura de excesos y el grupo de semejantes, es una relación cercana con los padres.
Construyes esa conexión desde que son bebés.
La "Situación Extraña" provoca una breve pero estresante separación y reencuentro en una
situación que es desconocida para el niño. Usando la respuesta del niño a la situación, los
investigadores clasifican a los niños de quince meses en las siguientes categorías:
• Seguro: Estos pequeños protestan por la partida del padre o madre y son fácilmente
consolados cuando este regresa. Conocidos como niños con apego seguro, pueden
estar estresados por la separación, pero confían en que, al regresar, el padre o madre
ofrecerá consuelo y seguridad. Resulta que tienen una mejor relación con el padre o
madre con quien se sienten seguros, pero eso no es todo. A medida que se desarrollan,
estos niños son evaluados como mejor preparados en prácticamente todos los
aspectos, incluyendo relaciones interpersonales y rendimiento académico.
• Resistente/ambivalente/preocupado: Estos pequeños protestan por la partida del
padre o madre, pero rechazan el consuelo cuando este regresa. Al parecer, han
aprendido que el padre o madre no siempre es confiable para responder a sus
necesidades y encuentran difícil recibir consuelo de él o ella. De hecho, parecen
enojados, como si el padre o madre estuviera negándoles y reteniendo lo que
necesitan. A medida que maduran, estos niños permanecen enfocados en buscar la
seguridad en las relaciones, pero debido a su intensa necesidad, tienden a crear
vínculos poco satisfactorios. Su preocupación por la búsqueda del amor puede
impedirles atender adecuadamente otras áreas de desarrollo apropiadas para su edad,
como aprender y experimentar la independencia. A menudo, estos niños se involucran
en exceso con sus compañeros en un intento de llenar su necesidad de apego
insatisfecha.
• Evitativo: Estos pequeños pueden no protestar por la partida del padre o madre y no
buscan consuelo cuando este regresa. No expresan necesidades de consuelo
apropiadas para su edad, aparentemente porque asumen que esas necesidades no serán
satisfechas en la relación. Aunque parecen más independientes en esta situación, no
son más independientes en casa o en la escuela, y de hecho, los maestros de guardería
los califican como más quejosos y demandantes que otros niños de la misma edad.
De hecho, cuando se monitorea su estado fisiológico durante la “situación extraña”,
resulta que estos pequeños tienen ritmos cardíacos y niveles de cortisol elevados, lo
que indica que, aunque han aprendido a disimularlo y que en realidad se sienten muy
molestos cuando el padre o madre sale de la habitación. A medida que crecen, estos
niños solitarios encuentran sus necesidades emocionales abrumadoras y aterradoras,
por lo que las reprimen. A menos que tengan la oportunidad de experimentar terapia
u otra relación que los transforme a través del amor, es posible que no desarrollen una
gran capacidad para la intimidad. Aunque pueden tener éxito en lo académico o
deportivo, su falta de habilidades sociales a menudo limita su felicidad e incluso su
carrera profesional.
Niños pequeños (13-36 meses): Construyendo un apego seguro
Veamos qué sucede con la conexión entre padre/madre e hijo cuando nuestro bebé alcanza
los "terribles dos". Como un niño pequeño, ahora es capaz de regular su fisiología, pero
todavía depende mucho de ti para ayudarlo a regularse emocionalmente. Sus controles
emocionales en la corteza frontal aún están en desarrollo. Irónicamente, aunque la tarea del
niño pequeño es afirmarse como un explorador activo de su mundo, puede comenzar a
desarrollar esas alas solo si tiene un apego seguro en su relación contigo.
• Elige un cuidado cálido, afectuoso, flexible y con una alta proporción de personal por
niño.
• Retrasa el ingreso a la guardería tanto como puedas.
• Reduce al máximo las horas que tu hijo pase ahí.
• Considera posponer tener otro hijo hasta que el primero sea preescolar para
maximizar el tiempo de vínculo con ambos. Los años de la infancia temprana son
particularmente desafiantes, especialmente para los niños en guarderías, y manejar a
un niño pequeño y un recién nacido puede ser muy demandante incluso para los
padres más pacientes.
• Elimina el tiempo frente a la televisión para reducir posibles conductas agresivas (más
comunes en niños que asisten a guarderías) y enfoca la atención de tu hijo en ti como
su figura guía.
• Cuando estés en casa, involúcrate activamente con tu hijo para fortalecer su vínculo,
utilizando las estrategias descritas en este libro. Para niños pequeños con
comportamientos difíciles, la separación diaria puede ser una de las causas, así que
aumenta el tiempo de juego físico y conexión para contrarrestarlo. Una relación
segura y tranquila contigo es la mejor protección para tu hijo.
Es extraordinario, pero incluso a los quince meses, los niños pequeños ya han desarrollado
interpretaciones sobre cómo funcionan las relaciones y estrategias para satisfacer sus
necesidades interpersonales. Estos patrones tempranos, a menos que cambien, pueden
permanecer durante toda la vida.
Por ejemplo, un niño de quince meses con un apego seguro aprende a confiar en que sus
padres responderán a sus necesidades. Cuando comienza a explorar el mundo caminando,
todavía depende enormemente de sus padres. Como lo describen Gordon Neufeld y Gabor
Maté en “Protege a tus hijos”, los padres siguen siendo su “Estrella del Norte.”
Si llevas a un niño de esta edad al parque y te sientas cerca de él, mirará regularmente hacia
ti en busca de seguridad. Moverte incluso un poco más lejos, aunque sigas siendo visible,
puede alterar su sentido de seguridad y hacer que busque tu proximidad antes de volver a
jugar. Esto demuestra lo vital que es tu presencia para su estabilidad emocional.
¿Cómo afecta la guardería a tu niño pequeño?
Lo que ocurre en casa siempre será mucho más importante que lo que sucede en la guardería
porque el apego de tu hijo hacia ti domina su psique. Sin embargo, si tu hijo pasa más de 20
horas a la semana en guardería, es probable que esto impacte en su desarrollo. Algunos de
estos efectos son positivos, como el aprendizaje de habilidades sociales y la exploración de
nuevos entornos. Sin embargo, los bebés están biológicamente diseñados para estar en
contacto cercano con un cuidador principal. Los padres suelen estar más atentos, tienen
menos niños a quienes cuidar y están más emocionalmente comprometidos con el bienestar
de sus hijos que los trabajadores de guarderías. Desafortunadamente, en los Estados Unidos,
la falta de licencias familiares pagadas hace que aproximadamente la mitad de todos los bebés
pasen la mayor parte de sus horas despiertos lejos de sus padres durante sus dos primeros
años, un período crítico para el desarrollo emocional del cerebro. Por ejemplo, cuando sonríes
a un bebé de dos meses, el tiempo que tarda en devolverte la sonrisa fortalece las neuronas
en la corteza orbitofrontal, responsable de la inteligencia emocional. En una guardería, los
cuidadores pueden no tener tiempo para esperar estas interacciones, lo que resulta en
oportunidades perdidas para la sintonización emocional.
Para los niños pequeños, un cuidado receptivo puede prepararlos mejor para el cuidado
grupal. Sin embargo, los estudios muestran que los niños de dos años que pasan más tiempo
en guarderías tienden a mostrar más problemas de comportamiento debido al estrés de la
separación. Afortunadamente, un cuidado parental de alta calidad puede mitigar estos efectos
negativos. En otras palabras, tu hijo podría comportarse de manera más desafiante debido al
tiempo de separación, pero si manejas su comportamiento con comprensión, tu relación y su
psique permanecerán intactas. Afortunadamente, los niños que asisten a guarderías son tan
obedientes como otros niños a los tres años de edad. Esta podría ser la edad perfecta para
comenzar la "escuela," ya que los niños son más capaces de expresar verbalmente sus
necesidades y de esperar a que se satisfagan. Los psicólogos investigadores aún están
llevando a cabo estudios longitudinales que nos proporcionarán la información necesaria
sobre los efectos de las guarderías, pero sabemos que la calidad del cuidado importa
enormemente. Y dado que gran parte del desarrollo cerebral que determina el estado de
ánimo, la ansiedad y las tendencias a la depresión en la vida adulta ocurre durante el primer
año, en cierto modo los resultados ya son conocidos. Es simplemente sentido común tratar
de brindar a los bebés las conexiones sintonizadas que necesitan durante ese primer y crítico
año.
NIÑOS EN EDAD PREESCOLAR (3–5 AÑOS): DESARROLLANDO INDEPENDENCIA
Sigues siendo el centro de la existencia de tu hijo en edad preescolar, la Estrella del Norte (o
figura de apego) alrededor de la cual se orienta. Sabe, a un nivel primitivo, que, si llegara a
separarse de ti, estaría desprotegido y enfrentaría riesgos terribles, posiblemente incluso la
muerte. Puede negociar contigo como un abogado en entrenamiento, y cada vez es más capaz
de arreglárselas sin ti mientras está en la escuela o con amigos, pero la Madre Naturaleza lo
ha hecho dependiente por una razón. Esa razón no es solo su necesidad de protección; su
dependencia de ti también lo hace receptivo a tu guía. Puede que no siempre parezca
"escucharte", pero sigues siendo su fuente más confiable de información sobre el mundo e
incluso sobre sí mismo.
En realidad, no. Resulta que estos escenarios pueden no tener mucho que ver con la
independencia. Tienen que ver con la separación del padre, lo cual no es necesariamente lo
mismo que la independencia. Los niños están biológicamente diseñados para orientarse
alrededor de una Estrella del Norte o figura de apego, así que cuando están lejos de nosotros,
dependen de alguien, ya sea un mejor amigo o un maestro. Esa dependencia suele ser algo
bueno en relación con el maestro, porque el niño está más dispuesto a aceptar su influencia
y dirección. Pero orientarse alrededor de un compañero es un factor de riesgo para los niños.
Además, el hecho de que un niño pueda separarse fácilmente de sus padres no es
necesariamente algo bueno. No esperaríamos que un bebé de cuatro meses sea independiente;
eso sería un indicador de un desarrollo anormal. ¿Y recuerdas a nuestro pequeño de quince
meses que no mira hacia arriba cuando su mamá lo deja en la situación extraña? ¿Es
realmente más independiente? No. Los pequeños que no parecían notar que su madre salía
de la habitación no eran los niños que crecieron siendo independientes. Eran los niños
evitativos que habían renunciado a que se atendieran sus necesidades, por lo que disfrazaron
su ansiedad, aunque sus corazones estaban acelerados. Estos niños podrían irse al
campamento sin mirar atrás, pero esa separación fácil de los padres podría ser, en realidad,
una señal de un apego desgastado que dificultará su capacidad para formar relaciones con
otros.
Los niños necesitan una figura de apego para sentirse anclados. Esto está programado en su
supervivencia; el padre proporciona la base segura para que el niño se sienta lo
suficientemente seguro como para explorar el mundo. Cuando "empujamos" a los niños hacia
la independencia emocional, la investigación muestra que se vuelven más necesitados. A
veces se involucran demasiado con su grupo de pares y fijan a otros niños como objetos de
apego.
Podemos pensar en la independencia emergente como la confianza del niño en su apego
seguro a un padre lo suficiente como para interactuar con el mundo y realizar con éxito sus
tareas de desarrollo apropiadas para su edad. Eso significa jugar con otros niños sin
golpearlos, interactuar apropiadamente con un maestro, participar en un equipo deportivo sin
berrinches, o hacerse responsable de las tareas escolares. Al principio, estas tareas suelen
involucrar a los padres, pero con el tiempo, el niño comienza a interactuar con el mundo por
sí mismo. Eso es independencia emergente.
Así que, en lugar de pensar en la independencia como algo relacionado con la separación de
nuestro hijo de nosotros, veámosla como la capacidad de nuestro hijo para sentirse confiado
y competente al interactuar con el mundo y manejar su vida, mientras reducimos
gradualmente nuestro papel de intervención directa a disponibilidad de apoyo, a asistencia
telefónica, a apoyo moral.
¿Qué hace que un niño sea independiente? Raíces y alas. La independencia está arraigada en
el apego seguro: saber que mamá y papá están ahí cuando se les necesita. Una vez que los
niños saben que estamos disponibles si nos necesitan, pueden concentrarse en sus tareas de
desarrollo apropiadas, lo que incluye volverse más independientes al manejar sus
responsabilidades. Si no saben si pueden contar con mamá y papá, los niños se obsesionan
con intentar ganar atención y aprobación, y eso interfiere con el dominio de las tareas de
desarrollo apropiadas para su edad. Si esta afirmación no proviene de los padres, los niños se
obsesionan con obtenerla de sus pares, a menudo con resultados desagradables.
¿Las alas? ¡Sentirse poderosos! Cuando permitimos que florezca la natural afirmación de los
niños dándoles control sobre los aspectos de su vida donde eso es apropiado, también
fomentamos su independencia en desarrollo. Como hemos visto, esto comienza temprano. A
medida que los pequeños pasan la marca del año de edad, se vuelven más asertivos. Necesitan
la experiencia de poder en el sentido más positivo: que pueden actuar sobre el mundo y
obtener el resultado deseado. También necesitan saber que seguimos disponibles como
apoyo. Ese sentido en desarrollo de sentirse capaces en el contexto de nuestra guía es lo que
ayuda a los niños a desarrollar confianza, que es el principio de la independencia.
NIÑOS EN EDAD ESCOLAR (6–9 AÑOS): FUNDAMENTOS PARA LA
ADOLESCENCIA
¿Cómo sucedió esto? De alguna manera, tu niño en edad preescolar se ha convertido en un
estudiante de primaria completamente desarrollado. Es mucho más fácil ahora: tienen mucho
más autocontrol, son más cooperativos y afectuosos.
Pero aquí es donde las cosas se complican. Estás viviendo tu vida, tratando de mantener un
hogar ocupado y poner la cena en la mesa, mientras tu hijo se está moldeando en la persona
que llegará a ser. Durante los años escolares, la mayoría de los padres están tan agotados y
abrumados por la vida que nos sentimos aliviados al ver a nuestro hijo cada vez más enfocado
en el grupo de pares.
Pero si pasas los días de semana separados y llenas los fines de semana con deportes, tiempo
frente a pantallas y pijamadas, es fácil que sus mundos se vuelvan cada vez más distantes.
Ahora es tan autosuficiente, tan orientado a sus compañeros y tan ocupado con sus diversas
pantallas que es posible pasar todo un fin de semana sin apenas ver a tu hijo de ocho años.
Puede que aún no lo notes, pero tu influencia ya está comenzando a disminuir, a medida que
tu hijo empieza a moldear su comportamiento fuera de casa según las normas de sus
compañeros de escuela y las imágenes de los medios.
Los niños, de manera natural, recurren al grupo de pares para encontrar compañía y a los
medios para obtener pistas sobre las “normas” sociales. El peligro surge cuando no se sienten
firmemente anclados a sus padres como su Estrella del Norte y comienzan a orientarse
alrededor de su grupo de pares o de los valores de los medios. Si no cimentamos una conexión
cercana antes de que nuestros hijos lleguen a la secundaria, buscarán en otros lugares el
vínculo y la orientación que necesitan. Tristemente, cuando nos damos cuenta de que estamos
perdiendo a nuestro hijo frente al grupo de pares, es difícil recuperar su atención.
Tu objetivo durante los años de primaria es construir una relación sólida con tu hijo, que sirva
como contrapeso a la cultura de los pares y como una base sólida para atravesar los años de
adolescencia. ¿Cómo?
Puede parecer que apenas terminaste de enseñarle a ir al baño, pero los años de la
adolescencia están a la vuelta de la esquina. Esta es tu última y mejor oportunidad. Aprovecha
estos dulces y razonables años de la infancia mientras sigues siendo el centro de la vida de
tu hijo.
Conceptos Básicos de Conexión
El concepto más valioso que he aprendido de tus correos diarios y de tu sitio web es
simplemente recordar que todo lo que cualquiera de nosotros realmente necesita es amor.
Parece tan simple, pero puede ser tan difícil en el calor del momento. Desde que conocí tu
trabajo, he comenzado a repetirle a mi hijo lo que él dice o quiere. Ya sea que esté dispuesta
o no a cumplir con su deseo, sé que estoy cubriendo una necesidad crítica: sentirse escuchado
y validado. Para él, a veces saber que lo escucho es suficiente... y, como resulta, conectarse
conmigo era realmente todo lo que necesitaba.
-Ashley, embarazada y madre de un niño de dos años
En mi práctica clínica, a menudo veo a familias alcanzar puntos de crisis cuando sus hijos
llegan a ciertas edades. Esto ocurre primero alrededor de los trece meses, cuando los bebés
se convierten en niños pequeños y comienzan a tener berrinches. En este punto, algunos
padres buscan estrategias positivas que les permitan mantener a salvo a su pequeño y
ofrecerle orientación mientras lo convencen de que están de su lado. Esas familias están en
el camino hacia una relación de ganar/ganar; siempre que sigan escuchando, resistan la
tentación de castigar y reparen cualquier ruptura, permanecerán cercanos a su hijo de por
vida.
¿Qué pasa con las familias que comienzan a castigar a su niño pequeño? Están alejando a su
pequeño cada vez que lo hacen, disminuyendo su influencia sobre él sin siquiera darse cuenta.
Mientras podamos asustarlo y obligarlo a entrar en "tiempo fuera," nuestro hijo puede
obedecer nuestras órdenes. Pero su disposición a escucharnos disminuye con cada castigo, y
para cuando tenga cinco o seis años y sea demasiado grande para controlarlo físicamente, su
actitud será rebelde. Esto seguirá escalando en la adolescencia, cuando los niños salen de
casa dando portazos en busca de amor en los lugares equivocados, rechazando sin darse
cuenta la red de seguridad de la familia.
Si has estado castigando a tu hijo, podrías pensar que este escenario es alarmista. Después de
todo, tu hijo te ama. La mayoría de las veces, incluso hace lo que le dices. Y tienes razón, en
cierto grado. Los niños están diseñados para amar a sus padres, incluso, tristemente, cuando
esos padres les hacen daño. Pero sus probabilidades de sobrevivir aumentan si no obedecen
las directivas de adultos que no están de su lado, y si castigas, tu hijo tiene evidencia
suficiente de que no siempre estás de su lado. Entonces, el castigo disminuye tu influencia y
erosiona tu cercanía con tu hijo, lo cual se hace más evidente a medida que tu hijo crece y se
vuelve menos dependiente de ti.
¿Es demasiado tarde? Nunca. Siempre puedes fortalecer un vínculo desgastado con tu hijo.
Pero requiere trabajo, una intención firme y mucho amor. Este capítulo te mostrará cómo
hacerlo.
CÓMO CONECTAR MÁS PROFUNDAMENTE CON TU HIJO
Cada día dedico diez minutos a un juego dirigido por mi hija, y cuando mi esposo está en
casa, él también lo hace, por lo que algunos días ella recibe veinte minutos de atención
exclusiva. Esto ha sido clave para nosotros. Inmediatamente después de nuestro tiempo de
juego, mi hija es más cooperativa, está dispuesta a escuchar y se molesta menos. Cuanto más
conecto con ella en sus términos, más veo a mi hija feliz, cooperativa, segura, respetuosa y
amorosa. Incluso comparte sus juguetes con su hermano después de que jugamos con ella.
Para nosotros, funcionó como un interruptor de luz; el truco es mantener el tiempo de juego
y trabajar en nuestra regulación emocional cuando las cosas no son fáciles. Conexión,
conexión, conexión. ¡Vale la pena!
-Teresa, madre de una niña de tres años y un bebé
Asume que necesitarás dedicar una cantidad significativa de tiempo a crear una buena
relación con tu hijo. El concepto de "tiempo de calidad" es un mito, porque no existe un
interruptor que encienda la cercanía. Imagina que trabajas todo el tiempo y has reservado una
noche con tu esposo, a quien apenas has visto en los últimos seis meses. ¿Empieza de
inmediato a abrirte su corazón? Probablemente no. En las relaciones, sin cantidad, no hay
calidad. No puedes esperar tener una buena relación con tu hija si pasas todo el tiempo
trabajando y ella lo pasa con amigos, pantallas o la niñera. Por muy difícil que sea con las
presiones del trabajo y la vida diaria, si queremos una mejor relación con nuestros hijos,
debemos liberar tiempo -diariamente -para que ocurra la cercanía.
Ganamos la confianza de nuestros hijos con nuestro comportamiento diario: cumpliendo con
la promesa de jugar un juego con él, recogiéndolo a tiempo, entendiéndolo incluso cuando
no está en su mejor momento. No tienes que hacer nada especial para construir una relación
con tu hijo. La buena -y mala -noticia es que cada interacción crea la relación. Hacer la
compra, llevarlos al colegio y la hora del baño son tan importantes como esa gran fiesta de
cumpleaños que has planeado para él. ¿No quiere compartir su juguete, ir a la cama o hacer
la tarea? Cómo manejas cada desafío a medida que crece es un ladrillo en la base de tu
relación y de su psique.
Dado que gran parte de nuestro tiempo con los hijos se centra en las tareas de la vida diaria,
es importante asegurarnos de que nuestras rutinas estén llenas de diversión, risas y calidez,
en lugar de simplemente mover a nuestro hijo a través del horario. El juego es una de las
formas más confiables de suavizar las tensiones y construir confianza con tu hijo.
¿CÓMO SABES SI TU RELACIÓN CON TU HIJO NECESITA TRABAJO?
El mayor desafío para mi paciencia siempre ha sido cuando mi hija parece negarse
intencionalmente a cooperar. Inspirada por tu boletín, decidí hacer un experimento. Cuando
se volvía desafiante, simplemente me acercaba, le daba un gran abrazo y le decía cuánto la
amo, y luego repetía la solicitud en voz suave. El efecto que esto tuvo en mi presión arterial
fue impresionante, pero el efecto en su comportamiento fue aún más increíble. Pasó de
desafiante a ansiosa por agradar con un solo abrazo.
-Kristin, madre de una niña de tres años
El signo más obvio de que tu relación con tu hijo necesita repararse es la rebeldía. Los niños
siempre tendrán prioridades diferentes a las nuestras, pero quieren sentirse bien en la relación
con nosotros, así que, en realidad, quieren cooperar. Cuando no lo hacen, generalmente es
una señal de desconexión. La rebeldía no es un problema de disciplina, es un problema de
relación.
Debido a que los niños pequeños son muy indulgentes y buscan la aprobación y cercanía de
sus padres al menos parte del tiempo, la mayoría de los padres dicen tener una buena relación
con sus hijos. Ciertamente sabemos que los amamos, incluso si perdemos la paciencia. Pero
para cuando llegan al sexto grado, menos de la mitad de los niños en Estados Unidos
describen su comunicación con sus padres como positiva.
Si sientes que no logras comunicarte con tu hijo, que no te escucha o sigue tus solicitudes, o
parece insensible a tu enojo; si gritas con frecuencia, impones "consecuencias" o lo envías a
"tiempo fuera", entonces tu relación con tu hijo necesita trabajo. Pero incluso si tu hijo
simplemente parece difícil, puede estar enviándote el mensaje de que necesita algo de ti que
no está recibiendo.
Esto no significa que de alguna manera hayas arruinado tu crianza. Muchos niños son más
desafiantes para conectar porque son inquietos, de voluntad fuerte, o nacen con un desafío
específico, como una predisposición genética a la ansiedad o depresión. Otros niños
enfrentan factores de riesgo como divorcio, enfermedad, separación, depresión posparto de
la madre o un hermano nacido mientras todavía eran bebés. La norma actual de que los niños
pequeños pasen mucho tiempo con personas que no son sus padres simplemente no funciona
para todos los niños. Muchos padres siguen consejos de crianza desactualizados en su deseo
de hacer lo mejor para sus hijos. Y nuestra cultura no enseña a los padres cómo entrenar
emocionalmente, por lo que a veces una "mochila emocional" cargada de frustración o
ansiedad impide que un niño se sienta cercano. Finalmente, es simplemente la naturaleza de
las relaciones humanas que enfrentemos conflictos con nuestros hijos. En todos estos casos,
un niño puede sentirse desconectado y actuar de manera desafiante. Esa es siempre una señal
de que necesitamos trabajar en reparar la relación.
Se necesita paciencia, la capacidad de regular nuestras propias emociones, suerte y un arduo
trabajo emocional para reparar una relación desgastada. La buena noticia es que nunca es
demasiado tarde para sanar tu vínculo con tu hijo. Dado que las separaciones y los conflictos
ocurren a diario, las pequeñas reparaciones deben convertirse en un ritual diario. Las
reparaciones más grandes requieren más tiempo y atención dedicados, y a veces la ayuda de
un terapeuta, pero siempre son posibles. Nadie puede ocupar tu lugar en el corazón de tu hijo;
siempre serás su padre o madre. Puede parecer que ha endurecido su corazón hacia ti, pero
tu dulce pequeña está ahí, esperando reconectarse contigo.
CONECTAR CON UN NIÑO DIFÍCIL
¿Qué pasa si tienes un hijo que no parece estar motivado por la conexión? Los niños en el
espectro del autismo o aquellos con problemas de procesamiento sensorial son buenos
ejemplos. Estos niños sí quieren conectarse; simplemente debes ser creativo para encontrar
las formas de conexión que funcionen mejor. Si tu hijo encaja en esta descripción, te insto a
no rendirte en la búsqueda de esa conexión. Presta mucha atención a cómo responde tu hijo
y ajusta tus intentos en consecuencia.
¿Y qué hay de los niños que simplemente son desafiantes? Los que parecen tratar de alejarte
gritando, metiendo los dedos en tu nariz o escupiéndote. Créelo o no, esos niños también
quieren estar cerca. De hecho, la forma de aliviar su comportamiento problemático es
conectarte más con ellos, no menos. Veamos cómo funciona esto.
Cuando Jonathan tenía unos trece meses, comenzó a quejarse constantemente. Se despertaba
llorando y se quejaba durante todo el día. Determinado y no fácilmente distraído, gritaba si
su madre le cambiaba el pañal o si su padre lo recogía para alejarlo de la pantalla del televisor.
Rechazaba el portabebés, pero insistía en que lo cargaran en la cadera de su madre gran parte
del tiempo. Allí, tiraba de su cabello, le metía los dedos en la nariz o le gritaba al oído.
Cuando su madre, Brooke, intentaba hacer algo en la casa, Jonathan tiraba los libros del
estante y los esparcía, o vaciaba todos los armarios que podía alcanzar. La miraba
directamente y golpeaba al perro, o se quitaba el pañal y orinaba en el suelo. Brooke sentía
que debía estar haciendo algo terriblemente mal como madre.
Brooke comenzó cuidándose a sí misma, siempre nuestra primera responsabilidad como
padres. Empezó a sacar a Jonathan de la casa todas las mañanas para reunirse con otros padres
y niños. Cuando disminuyeron sus quejas, se dio cuenta de que debía haberse aburrido
estando en casa con ella todo el día. También trabajó en su propia tendencia a entrar en pelears
de poder con su hijo, reflexionando sobre cómo sus propios padres la obligaban a ceder
incluso en cosas que, con el tiempo, parecían triviales. Decidió darle a su hijo de voluntad
fuerte más control sobre su vida y comenzó a ofrecerle opciones: “¿Taza roja o taza azul?”.
Para reducir su irritación, protegió más a fondo la casa para poder encogerse de hombros
cuando él "tocaba cosas," diciéndose a sí misma que estaba estimulando su coeficiente
intelectual y fomentando su independencia con cada exploración. Todos estos cambios
ayudaron, pero Jonathan seguía siendo a menudo desafiante.
Brooke decidió intentar crear más conexión. Consciente de esto, miraba a Jonathan
cálidamente a los ojos con la mayor frecuencia posible y comenzó a ofrecer abrazos
frecuentes y no solicitados, en lugar de levantarlo solo cuando se quejaba. Brooke trabajó
para crear una conexión segura y divertida iniciando sesiones de juegos bruscos con
Jonathan, durante las cuales rodaban por la alfombra jugando y riendo.
Las risas de Jonathan durante estas sesiones de juego permitieron que sus ansiedades
normales de su edad salieran a la superficie y se desvanecieran, haciéndolo un poco más
flexible. A su vez, Brooke comenzó a tratar el cuerpo de Jonathan con más respeto, dejándolo
lavarse la cara y cambiándole el pañal mientras estaba de pie y jugaba.
Cuando Jonathan se volvió más cariñoso, Brooke se dio cuenta de que su comportamiento
físico agresivo hacia ella era, en realidad, un torpe intento de conexión. Comenzó a responder
de manera juguetona: “¿Estás tratando de meter tus dedos en mi nariz otra vez? ¡De ninguna
manera! Bien, juguemos a los dedos en la nariz. Veamos si puedes acercarte... ¡Me escapé!...
Bien, ahora es mi turno… ¿Puedo acercar mis dedos a tu nariz?… ¡Oh, qué rápido eres!”.
Cuando quería escupirle, lo llevaba afuera para un concurso de escupir con ella,
transformando su agresión en conexión. Finalmente, cuando necesitaba establecer un límite
y Jonathan estaba inconsolable, Brooke se recordaba a sí misma que él solo necesitaba una
oportunidad para llorar y lo abrazaba con simpatía, en lugar de exasperarse.
A veces, él se arqueaba fuera de sus brazos, pero en unos minutos trepaba a su regazo y se
aferraba a ella mientras sollozaba. Dentro de un mes de este nuevo enfoque, Brooke informó
que Jonathan se había transformado. “Sigue siendo terco, pero parece mucho más feliz ahora,
y la vida es mucho más fácil.” Brooke está aprendiendo a afrontar las necesidades únicas de
su desafiante y fuerte hijo.
¿Siempre es así de fácil? No. Los niños pueden ser difíciles de muchas maneras. Pero
profundizar nuestra conexión con ellos siempre ayudará, sin importar cuán desafiante sea el
niño o la situación.
Guías de Acción
Aquí están los cambios en nuestros hijos solo por comenzar a implementar el Tiempo
Especial:
Los padres que implementan el Tiempo Especial con sus hijos siempre me dicen que ven
cambios significativos en su comportamiento. ¿Por qué? Porque el Tiempo Especial:
Cada niño se beneficia del Tiempo Especial para reconectarse con cada padre con frecuencia,
si es posible todos los días. Piénsalo como un mantenimiento preventivo para mantener todo
en orden en tu familia. Y si tienes problemas con tu hijo, agregar Tiempo Especial es lo
primero que deberías cambiar. ¿Cómo se hace?
1. Anuncia que quieres tener Tiempo Especial con cada hijo durante quince minutos,
tantos días a la semana como sea posible. Llámalo por el nombre más especial que
existe: el nombre de tu hijo. Por ejemplo, “Tiempo de Lauren”.
2. Elige un momento en el que tus otros hijos estén bajo el cuidado de alguien más
(a menos que sean lo suficientemente grandes como para mantenerse ocupados
mientras perciben que su hermano está recibiendo algo que ellos también quisieran).
3. Configura un temporizador para quince minutos con tu hijo: Apaga todos los
teléfonos para que no te distraigan las llamadas entrantes.
4. Dile: “Hoy te toca decidir qué haremos en nuestro ‘Tiempo de Jonah’. Mañana me
toca a mí decidir. Nos turnaremos. Así que ahora soy todo tuyo durante quince
minutos. ¿Qué te gustaría hacer?”
5. Dale a tu hijo el 100 % de tu atención, sin agenda ni distracciones. Simplemente
sigue su liderazgo. Si quiere jugar con sus bloques, no te apresures a decirle cómo
construir la torre. En su lugar, disfruta observando cómo explora, juega y crea.
Ocasionalmente, comenta lo que ves: “Estás haciendo esa torre aún más alta... Estás
de puntillas para poner ese bloque ahí arriba”. Si quiere que la empujes en círculo
sobre sus patines hasta que se caiga una y otra vez, considéralo tu ejercicio del día y
haz que sea divertido. Resiste el impulso de juzgar o evaluar a tu hijo. No sugieras
tus propias ideas a menos que las pida. Abstente de revisar tu celular. Solo preséntate
y regálale a tu hijo el tremendo obsequio de ser visto y reconocido.
6. Si quiere hacer algo que usualmente no se le permite, considera si hay una forma
de hacerlo de manera segura mientras estás allí para ayudarle. Tal vez siempre le dices
que es demasiado peligroso saltar del tocador a la cama, pero para el Tiempo Especial
puedes mover la cama junto al tocador y quedarte con ella mientras salta para
asegurarte de que esté a salvo. Tal vez siempre quiso jugar con la crema de afeitar de
su papá, pero no estabas dispuesto a dejarle desperdiciarla ni a limpiarla. Para el
Tiempo Especial, podrías regalarle su propia lata de crema de afeitar económica y
dejar que juegue con ella en la bañera, y luego ambos la limpian juntos. Si no puedes
conceder su deseo (como ir a Hawái), encuentra una forma de aproximarte (haz faldas
de césped y jueguen a bailar hula juntos).
¿Por qué molestarte? Tu hijo aprende que realmente te importan sus deseos, incluso si no
siempre puedes darle lo que quiere (así que es menos probable que sienta que nunca obtiene
lo que desea, y más probable que coopere en general). Además, como estos deseos ya no
serán un fruto prohibido después de que tu hijo tenga la oportunidad de satisfacer su
curiosidad y experimentarlos, será menos probable que intente hacerlo a tus espaldas.
1. Cuando sea tu turno de decidir qué hacer, inicia juegos para fomentar la
inteligencia emocional y el vínculo. Hablar en voz baja y acurrucarse está bien de vez
en cuando, pero tu objetivo es ayudar a tu hijo a liberar la ansiedad acumulada (otra
palabra para miedo), y el camino más directo es la risa. Eso generalmente significa
jugar a lo bruto de una manera que haga que tu hijo se ría. Sé que suena como mucha
energía para un padre cansado. Pero son solo quince minutos, y descubrirás que
también te energiza. Juega cualquier cosa que haga reír a tu hijo, lo que generalmente
significa involucrarlo en lo que lo asusta o molesta, pero solo lo suficiente como para
que lo supere. Consulta “Jugando con tu hijo: Juegos para la inteligencia emocional”
en el Capítulo 3 para obtener ideas. También podrías abordar un problema específico
que tu hijo esté pelearndo por dominar, jugando, por ejemplo, a la escuela. Deja que
él sea el maestro y te asigne toneladas de tarea y te avergüence cuando no sepas la
respuesta. O juega al baloncesto y deja que ella domine la cancha. En todos estos
juegos, el padre se tambalea de manera ineficaz, farfulla y exagera, pero simplemente
no puede atrapar al niño fuerte, rápido e inteligente que siempre lo supera. El objetivo
es la risa, que libera las mismas ansiedades que se descargan con las lágrimas, así que
haz más de lo que haga reír a tu hijo.
2. Termina el Tiempo Especial cuando suene el temporizador: El Tiempo Especial
necesita límites para señalar que las reglas no son las mismas que en la vida regular.
Cuando suene el temporizador, dale a tu hijo un gran abrazo y dile cuánto disfrutaste
este tiempo juntos, y que pronto tendrán más Tiempo Especial. Si tu hijo tiene un
colapso emocional, maneja la situación con la misma empatía compasiva con la que
enfrentarías cualquier otro colapso. (“Es tan difícil terminar el Tiempo Especial, lo
sé.”) Pero no pienses en eso como una extensión del Tiempo Especial, al igual que no
“cederías” a nada más sobre lo que tu hijo tenga un berrinche.
3. Sé consciente de que a menudo las emociones de tu hijo surgirán durante el
Tiempo Especial, especialmente al final. Eso no significa que sea un pozo sin fondo.
Significa que se siente más seguro contigo después de este tiempo juntos, así que
todos esos sentimientos que ha estado cargando ahora están saliendo para ser
procesados. O significa que dejarte ir saca a relucir todos esos sentimientos sobre lo
difícil que es compartirte. A menudo, los niños usan el final del Tiempo Especial para
expresar sus molestias, por lo que es bueno programar un pequeño espacio al final en
caso de que tu hijo tenga un colapso, especialmente cuando estás comenzando o
cuando tu hijo ha estado pasando por un mal momento. Cuando comience el colapso,
simplemente empatiza y felicítate por ser el tipo de padre en quien tu hijo confía lo
suficiente como para expresar todos estos grandes sentimientos.
¿Qué tiene de especial el Tiempo Especial? Transforma tu relación con tu hijo. Y dado que
esa relación es lo que hace posible una buena crianza, no hay nada más especial que eso.
La vida moderna pone presiones sobre los niños y los padres que socavan nuestras relaciones.
Pero necesitamos esa conexión para suavizar los baches del camino. Nuestros hijos la
necesitan, no solo para cooperar, sino para prosperar. Afortunadamente, cuando hacemos de
la conexión nuestra prioridad, todo lo demás se vuelve un poco más fácil.
USA LA CONEXIÓN PARA HACER MÁS FÁCIL LA HORA DE DORMIR
¿Por qué la hora de dormir es tan difícil para muchas familias? Porque las necesidades de los
padres y los niños chocan. Para los padres, la hora de dormir es el momento en que finalmente
pueden separarse de sus hijos y tener un poco de tiempo para ellos mismos. Para los niños,
la hora de dormir es el momento en que se ven obligados a separarse de sus padres y quedarse
solos en la oscuridad. Además, los niños están agotados y alterados, y los padres están
exhaustos y frustrados. No es de extrañar que sea el momento más complicado en la mayoría
de las familias.
Pero las noches estresantes y desconectadas, llenas de gritos y lágrimas, minan el sentido de
seguridad de tu hijo y, en última instancia, hacen que la hora de dormir sea más difícil. Todos
queremos que lo último que sienta nuestro hijo antes de quedarse dormido sea el calor seguro
de nuestro amor, en lugar de amenazas enojadas. No es fácil mantener la calma frente a todas
las pruebas que los niños hacen antes de dormir, pero sí es posible. Aquí te explicamos cómo:
• Haz un cuadro con imágenes de tu hijo realizando cada tarea nocturna, con horarios
incluidos, para que puedas transformarte de un policía de tránsito en un compañero
que lo ayuda a pasar por la rutina con alegría.
• Divide el tiempo de los padres de manera equitativa entre los hijos, para que cada uno
reciba la conexión que necesita.
• No hagas nada más durante la rutina de la hora de dormir, de manera que puedas
concentrarte en llevarla adelante en lugar de distraerte con llamadas o correos
electrónicos.
• Recuerda que la hora de dormir despierta la ansiedad por separación de todos los
niños. Incluye un juego de “separación” como Escondidas o el Juego del Adiós
(discutido en el Capítulo 3) todas las noches para ayudar a tu hijo a reír y liberar algo
de esa ansiedad. Pero recuerda que los niños también necesitan calmarse físicamente,
por lo que no es conveniente realizar juegos bruscos y agitados en la hora previa al
sueño.
• Elimina las pantallas electrónicas, que deprimen artificialmente la hormona del
sueño, la melatonina, al menos una hora antes de acostarse.
• Dedica diez minutos de tiempo de calidad privado a cada hijo después de apagar las
luces para acurrucarte con ellos y ponerte al día.
• Haz lo que necesites para mantener la calma. Perder la paciencia a la hora de dormir
solo desencadenará más ansiedad por separación y hará que todo sea más difícil.
• Si tu hijo tiene problemas para dormirse sin ser abrazado, eso es completamente
normal. Algunos niños aprenden esta habilidad por sí mismos; otros necesitan tu
ayuda para aprenderla. La buena noticia es que hay métodos suaves que no requieren
dejar a tu hijo solo para llorar. Los problemas de sueño están más allá del alcance de
este libro, pero hay mucha información sobre ellos en el sitio web de Aha! Parenting.
• Acuéstate lo suficientemente temprano para que no estés agotado la siguiente noche
durante la rutina de la hora de dormir.
Le dije: “Lo siento mucho por haberte gritado... Ha sido una noche difícil para ti y para
mamá, y está bien... Todos podemos tener días difíciles, y hoy fue un día difícil, ¿verdad?
Mañana tendremos un mejor día, ¿de acuerdo?” Él asintió contra mí y le dije que lo amaba,
y continuamos con nuestra canción de la noche y los rituales de conexión, como si nunca
hubiéramos tenido una noche tan desastrosa.
-Kristina, madre de dos
Hemos tenido esos momentos con nuestros hijos. Cuando estamos atrapados y no sabemos
qué hacer. Cuando nuestros propios sentimientos están tan a flor de piel, nuestra frustración
tan intensa, nuestra taza tan vacía, que dejamos de preocuparnos por lo que nuestro hijo
necesita y simplemente estallamos.
Entonces nos invade el remordimiento. Pero en ese momento, con la ola de nuestras
emociones arrasándonos, ¿qué podemos hacer para salvar la situación?
Parece imposible, pero si sentimos el más mínimo deseo de cambiar las cosas, podemos
aferrarnos a él. Ni siquiera necesitamos saber cómo. Podemos simplemente elegir el amor.
Siempre podemos encontrar una manera de acercarnos a nuestro hijo y reconectar. Siempre
podemos encontrar una manera de sanar las cosas, incluso cuando estamos en un ciclo de
negatividad que ha llegado demasiado lejos.
Así que deja de regañarte por haber dejado que las cosas se salgan de control. Abraza a tu yo
imperfecto. Acércate a tu hijo.
Al final, siempre se trata de amor. El amor nunca falla.
PARTE 3
GUÍA, NO CONTROLES
He aprendido tanto de tus escritos sobre cómo interactuar positivamente con mi hijo, en lugar
de tener como única herramienta de crianza el simple “no gritar”. Ahora puedo ser firme sin
enojarme y encontrar humor en casi todo lo que hace, porque ya no estoy atrapada en la
necesidad de controlar sus acciones.
-Tricia, madre de un niño de dos años
La transición de bebé a niño pequeño, que ocurre alrededor de los trece meses, es famosa por
ser difícil, ya que los pequeños se vuelven menos distraídos y más difíciles de controlar. Los
padres que se ven a sí mismos como entrenadores tienen un tiempo más fácil con esta
transición y con todas las demás transiciones, incluso hasta la adolescencia, en comparación
con los padres que creen que necesitan controlar el comportamiento o los sentimientos de sus
hijos.
La mayoría de los padres cree que es nuestro trabajo controlar a nuestros hijos, pero cuando
intentamos hacerlo estamos destinados al fracaso. Terminamos sintiéndonos impotentes,
buscando un palo o una zanahoria más grande para persuadir a nuestro hijo. Respondemos al
comportamiento de nuestro hijo con fuerza o amenazas para obtener obediencia (“¡No me
hables de esa manera, jovencita!”), dejando que sea ella quien descubra por sí misma cómo
aprender habilidades de autogestión.
Por el contrario, cuando nos vemos como entrenadores, sabemos que lo único que tenemos
es influencia, por lo que trabajamos arduamente para mantener el respeto y la conexión, de
modo que nuestro hijo quiera “seguirnos”. Como un entrenador deportivo que ayuda a los
niños a desarrollar fuerza y habilidades para jugar su mejor partido, los padres que guían
ayudan a los niños a desarrollar la fortaleza mental y emocional, y las habilidades para la
vida necesarias para manejarse y vivir su mejor vida.
Además de conectar (lo cual exploramos en la Parte 2 de este libro), la mayoría de las
interacciones con nuestro hijo caen en una de tres categorías: Manejar las emociones, enseñar
un comportamiento apropiado, enseñar habilidades. En los próximos tres capítulos,
exploraremos cómo abordar cada una de estas áreas de la vida con tu hijo desde una
perspectiva de guía, en lugar de control. ¿El resultado? Un niño feliz, automotivado,
responsable, con hábitos de vida constructivos, que quiere “hacer lo correcto” y tiene las
habilidades y la resiliencia para alcanzar sus sueños.
Es ciertamente más conveniente callar o amenazar a un niño alterado que ayudarlo a procesar
sus emociones. Por suerte, los niños que saben por experiencia que sus emociones serán
escuchadas aprenden a regularlas. Debido a que el coaching emocional ayuda a los niños a
desarrollar el autocontrol emocional antes que sus compañeros, en realidad hace que la
crianza sea más fácil.
Pero no olvidemos nuestras otras dos Grandes Ideas aquí: Regularte a Ti Mismo y Fomentar
la Conexión. Cuando guiamos a nuestros hijos durante momentos turbulentos, es un tiempo
esencial para mantenernos conectados. De hecho, cuando los niños están dominados por
emociones intensas, es una señal de que necesitan reconectarse con nosotros, como veremos
en este capítulo. Y dado que inevitablemente nos vemos afectados por las alteraciones
emocionales de nuestros hijos, nuestra capacidad para calmarnos determinará si podemos
guiarlos. Este capítulo te dará estrategias específicas para lograrlo.
La tarea de desarrollo primaria de un bebé es aprender a confiar. Esto establece las bases para
todo lo que viene después. Albert Einstein decía que la pregunta más importante que todos
debemos responder es: “¿Es este un universo amigable?”. La infancia es cuando respondemos
esa pregunta.
Hace casi cien años, el psicólogo Harry Stack Sullivan introdujo la idea de que los bebés
captan la ansiedad (que es una forma de miedo o falta de confianza) de sus padres. Las
investigaciones confirman que el contacto, la voz y los movimientos de un padre pueden
calmar a un bebé o estimular su ansiedad. Las hormonas del estrés de los bebés se disparan
en respuesta a voces enojadas -incluso las de la televisión -, incluso mientras están dormidos.
Nuestra voz tranquila, el contacto visual amoroso y el abrazo seguro mientras cuidamos a
nuestro bebé le transmiten el mensaje de que el mundo es un lugar seguro donde puede
relajarse y confiar. Cada padre que haya bañado a un bebé entiende lo que esto significa.
Los humanos son adaptables precisamente porque nacemos “incompletos”; el bebé responde
a su entorno “construyendo” un cerebro que lo ayudará a prosperar en ese entorno. Si tiene
condiciones óptimas -alimentación adecuada, brazos cálidos que lo cargan y consuelan, un
cuidador receptivo que interactúa con él -, construirá un cerebro diseñado para autocalmarse
rápidamente, mantener un estado de ánimo feliz y establecer conexiones íntimas. Si el
entorno no le ofrece lo que necesita o parece peligroso -por ejemplo, ruidos fuertes sin una
tranquilidad acompañante -, el cerebro que construye puede ser hipervigilante y desconfiado,
preparado para pelear o huir y competir por recursos escasos.
Por eso es nuestro trabajo como padres proporcionar a nuestro bebé la tranquilidad, tan
constantemente como sea posible, de que está seguro. Consideremos la influencia profunda
en el cerebro cuando tu bebé está inundado de químicos de pánico, como la adrenalina y el
cortisol, dos de las hormonas del sistema de "pelear o huir". Ya sea que sienta hambre,
indigestión o el terror de haber sido dejado solo (donde sus instintos de la era de piedra le
dicen que los tigres podrían comérselo), entra en pánico. Por suerte, el llanto de tu bebé te
hace reaccionar, así que naturalmente lo cargas para consolarlo. Cada vez que llora y
respondes, estás ayudando a su cerebro a cablearse para que pueda autocalmarse cuando sea
un poco mayor. Lo que ves es que se calma cuando lo consuelas. Lo que sucede
biológicamente es que su cuerpo responde a la sensación de seguridad en tus brazos liberando
bioquímicos calmantes, que a su vez crean más vías neuronales y receptores para estas
hormonas de autoconsuelo. Psicológicamente, aprende que su hambre y otros sentimientos
pueden aliviarse, que la ayuda llegará, que alguien lo protege y lo ayuda a autorregularse. No
hay necesidad de entrar en pánico. Puede confiar en este universo amigable para satisfacer
sus necesidades. Y comienza a desarrollar un modelo positivo de las relaciones humanas, uno
que se siente cálido, seguro y amoroso.
Los bebés que se dejan llorar pueden eventualmente quedarse dormidos por agotamiento,
pero eso no es autoconsuelo. Siguen inundados con hormonas del estrés, que moldean su
cerebro para volverse más reactivo emocionalmente. Claro, los bebés aprenden qué esperar,
por lo que dejan de suplicar que los atiendan durante la noche -o incluso durante el día - si
nadie responde a su llanto. Los bebés en los orfanatos no lloran de manera continua, pero no
consideraríamos que su adaptación es saludable. Obviamente, la experiencia de los bebés que
reciben cuidados responsivos de sus padres durante el día, pero se les deja llorar solos por la
noche, no se puede comparar con la experiencia de los bebés en un orfanato. Mi punto es que
la falta de protesta no significa que el bebé no necesite a los padres, solo que el niño ha
aprendido que los padres no responderán. De hecho, aunque los bebés que han sido
entrenados para dormir puedan ir tranquilamente a sus cunas en los días siguientes, sus
hormonas del estrés siguen elevándose, tal como lo hicieron durante el entrenamiento del
sueño. En otras palabras, el bebé está en un estado de estrés, pero permanece callado porque
se le ha enseñado que pedir ayuda es inútil.
Por supuesto, sería inconveniente tener que estar presente para ayudar a tu hijo a regular sus
emociones y fisiología cada vez que se altere durante el resto de su vida. Afortunadamente,
la naturaleza tiene una mejor idea. Con el tiempo, a medida que los altercados lo abruman,
él se va haciendo capaz de usar esos caminos neuronales que está construyendo para
calmarse. Cuanta más oxitocina libera en respuesta a tu atención amorosa, por ejemplo, más
receptores de oxitocina produce, y con mayor facilidad puede calmarse y sentirse bien.
Incluso está comenzando a crear conexiones nerviosas que permiten que su corteza prefrontal
(el comienzo de su cerebro pensante) contrarreste las alarmas de su amígdala (parte del
cerebro emocional). Tú eres el facilitador para que tu bebé construya un cerebro y un sistema
nervioso que le faciliten gestionar su ansiedad durante el resto de su vida.
Cualquiera que haya pasado tiempo con un recién nacido sabe que pueden ser difíciles de
calmar. No te preocupes. El desarrollo cerebral de tu bebé no requiere que seas perfecto. Los
padres humanos nunca lo somos. Solo tienes que ser lo suficientemente bueno, de manera
que la mayoría de las veces te presentes de manera tranquilizadora cuando tu bebé te necesite.
Esto significa que lo sostienes mientras llora y le ofreces lo que todos necesitamos cuando
estamos en angustia: un testigo compasivo.
Incluso si tu pequeño sigue llorando mientras lo sostienes, ella siente tus brazos a su
alrededor. Esto es muy diferente del llanto no consolado que es tan estresante para los
infantes. Ella puede estar en dolor o simplemente sobreestimulada y necesitar liberar todo
ese estrés acumulado de estar recién viva en un mundo abrumador. De cualquier manera, tu
presencia está cumpliendo su función, dándole la seguridad de expresar sus emociones -y de
sentirse escuchada. Este llanto realmente libera hormonas del estrés. Piensa en ello de esta
manera: Ella tuvo un día difícil, o (incluso meses atrás) un nacimiento difícil, y quiere
contártelo. Puede que esté llorando, pero es un llanto bueno, que purifica. Ella está liberando
todo el cortisol, la adrenalina y otras hormonas del estrés acumuladas de sus experiencias
sobreestimulantes en este loco mundo nuevo. Debido a que la estás sosteniendo, su cuerpo
responde a su llanto construyendo caminos neuronales para liberar hormonas calmantes. Esto
es un trabajo duro para ti, pero la buena noticia es que, si puedes seguir respirando para
calmarte, y seguir proporcionando un “entorno de contención” seguro para ella,
eventualmente ella construirá las conexiones neuronales para calmarse por sí mismo.
“Lo suficientemente bueno” realmente es lo suficientemente bueno. Ningún padre puede
captar todas las señales de su bebé. Somos humanos, así que nos distraemos, nos
preocupamos, nos ponemos ansiosos, asustados, deprimidos, enfermos -en resumen, no
siempre podemos estar presentes como nos gustaría para nuestros hijos. ¿Recuerdas el
hallazgo del investigador Edward Tronick de que incluso los padres más atentos solo están
sintonizados con alrededor del 30 por ciento de las señales de su bebé?
La buena noticia es que cuando no captamos una señal de nuestro bebé y ocurre una pequeña
falta de comunicación o desconexión entre nosotros, podemos repararla. De hecho, la
experiencia de que el padre no entienda, pero luego se reconecte, es una lección crucial para
el bebé. ¿Cómo ocurre esto? Supongamos, basándonos en el ejemplo del Capítulo 2, que
hemos estado pasando un buen rato jugando con nuestro bebé. Agitamos la sonaja y él se ríe
a carcajadas. Pero después de un rato, su excitación lo abrumó. Se siente fuera de control,
asustado. Necesita calmarse, volver a un nivel más bajo de excitación. Mira hacia otro lado.
Algunos padres lo notarían de inmediato y se darían cuenta de que su bebé necesita un
descanso. Pero no nosotros. ¡Estamos tan contentos viendo a nuestro pequeño tan feliz! Y tal
vez haya algo más; tal vez no nos sentimos tan bien con nuestra crianza en este momento
porque calmar al bebé puede ser desafiante, pero mira, podemos hacer que se ría, ¡y que se
ría más...! Así que no captamos su señal. Él sigue mirando hacia otro lado, aunque nos
pongamos frente a él y sacudamos la sonaja más insistentemente. Está abrumado. Su rostro
se arruga. Comienza a llorar.
Así que nos desentonamos. Nuestra intromisión realmente llevó a nuestro bebé a las lágrimas.
¿Está dañado para toda la vida? Afortunadamente, no. Podemos ser lentos, pero no estamos
perdidos. Respiramos hondo y cambiamos de marcha, de la excitación a la calma. Tomamos
a nuestro pequeño y comenzamos a hablarle suavemente. Él sigue llorando, pero menos
fuerte, y su respiración se calma. Está tranquilizándose. Ha aprendido que el universo no es
perfecto, y que a veces tiene que levantar la voz para ser escuchado, pero tiene el poder de
reparar una ruptura en nuestra relación. Debido a que respondiste rápidamente a su angustia
-lo que se ha demostrado ser la sintonización más importante para cómo los infantes se
ajustan -él ha aprendido que es un universo seguro y puede contar contigo para responder
cuando te necesita. La rápida reparación después de una ruptura en la empatía por parte del
padre es parte de cómo los niños desarrollan resiliencia, o la fe de que las cosas se resolverán
si siguen intentándolo. De hecho, cada vez que nos desintonizamos, nuestro pequeño tiene
una pequeña oportunidad para practicar regularse sin nuestra ayuda. A veces no podrá
hacerlo, pero a menudo lo logrará, y aprenderá cómo hacerlo -igual que dar esos primeros
pasos. Así que, aunque no quieres crear intencionalmente experiencias difíciles para tu hijo -
la vida proporcionará muchas sin tu asistencia -tus desintonizaciones realmente son
oportunidades de aprendizaje siempre que se sigan de una reconexión y sean superadas por
momentos positivos.
Calmar a tu bebé no solo le ayuda a aprender a calmarse por sí mismo, sino que también lo
ayuda a convertirse en una persona más tranquila, amigable y feliz, no solo como niño sino
a lo largo de su vida. Muchos estudios muestran que los bebés que reciben niveles por encima
del promedio de afecto, atención y consuelo de sus padres crecen y se convierten en adultos
más relajados, emocionalmente regulados y felices. No es sorprendente que incluso sean
capaces de regular mejor su peso.
Esta habilidad para calmarse por sí mismo es la condición previa para la inteligencia
emocional. Y él la desarrollará a medida que aprenda a confiar en que tú estarás allí para
ayudarlo siempre que te necesite, que puedes leer sus señales y ayudarlo a regularse. Esa es
la base del apego seguro. Basado en su primer año contigo, él concluirá que es un universo
amigable, y que estará bien en él. Ahora veamos cómo solidifica esos buenos sentimientos
acerca de sí mismo a medida que la vida se complica.
NIÑOS PEQUEÑOS (13–36 MESES): AMOR INCONDICIONAL
Si has estado tranquilizando a tu bebé cuando llora, ella será cada vez más capaz de manejar
el estrés sin dejarse llevar por el pánico. Eso es algo bueno, porque los años de la niñez
temprana probablemente son los más desafiantes en el desarrollo humano, tanto para los
padres como para el niño. Si podemos ayudar a nuestro niño pequeño a desarrollar una
relación saludable con sus emociones, tendrá la base necesaria para un alto cociente
emocional (CE) a lo largo de su vida. El beneficio adicional es que los niños pequeños con
un alto CE son mucho más fáciles para los padres.
¿Por qué son tan desafiantes los años de la niñez temprana emocionalmente? Porque la tarea
principal para el niño pequeño es afirmarse a sí mismo. Tu niño necesita sentir que tiene un
impacto en el mundo y cierto control sobre su experiencia. Este sentido de poder que está en
desarrollo es algo bueno. Es lo que le permite eventualmente asumir la responsabilidad de sí
mismo.
¡NO! ... ¡No toques eso! ... ¡Quédate quieto mientras te cambio! ... ¡Deja de llorar, no te va a
doler! ... Luego te pondré en esa silla de auto! ... ¡No me digas que no! ... ¡Deja eso! ... ¡Lo
rompiste! ... ¡No me pegues! ... ¡Niño malo! ... ¡Me mordiste, pequeño demonio!
Cuando ella nota cómo esa rebanada de mortadela encajará perfectamente en el reproductor
de CD, papá le da un golpe en la mano. Cuando ella comienza a llorar porque sus padres tan
amorosos se han transformado en monstruos, mamá le advierte a papá: "Ignórala. No
podemos recompensar un berrinche". Ella grita más fuerte. Sus padres comprensivos, los que
ella cuenta para ayudarla a navegar tanto su mundo interno como externo, la han abandonado.
Estos padres adoran a su hija y están haciendo lo mejor que pueden para enseñarle reglas
responsables. Pero la suposición de que tenemos que retirar nuestro amor para que nuestro
niño pequeño haga lo que queremos es peligrosa. Cuando repetidamente rompemos nuestra
conexión con nuestro hijo, ya sea en nombre de la disciplina o la independencia, socavamos
la relación cercana que hemos trabajado tanto para construir.
El niño pequeño no puede evitar preguntarse si el universo es amigable solo cuando él hace
lo que quiere. Es posible que concluya que ser él mismo no es aceptable. Aún no puede
controlar la mayor parte de su comportamiento, y no puede distinguir realmente entre sus
emociones (su "yo") y su comportamiento, así que incluso si eres cuidadoso al decir "Es malo
pegar" en lugar de "¡Eres un niño malo!", la distinción se pierde en él. Él interpreta nuestros
intentos de disciplina como un mensaje de que, si quiere ser amado por los amos del universo
(sus padres), necesita reprimir ciertas emociones y fingir ser bueno.
Desafortunadamente, esa es una estrategia perdedora. La capa de vergüenza que se desarrolla
al sentir que somos malos puede seguirnos a lo largo de la vida. La mayoría de los adultos
tropiezan ocasionalmente con esta vergüenza reprimida y la encuentran, al menos
temporalmente, incapacitante. Tampoco ayuda al comportamiento del niño pequeño. Los
humanos solo podemos actuar tan bien como nos sentimos, y un niño que siente que es
"malo" no es probable que actúe "bien". Es clásico ver a un niño pequeño golpeando al perro
de la familia mientras dice: "¡No! No pegues al perrito".
¿Y qué pasa con esos berrinches, la característica del niño pequeño? Al igual que el resto de
nosotros, los niños pequeños acumulan hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina
mientras enfrentan los contratiempos de la vida diaria. A medida que crecemos, podemos
liberar esos productos bioquímicos mediante el pensamiento y la conversación, además de
los movimientos, llantos, bostezos y sudoración que hacen los más pequeños. Aunque los
niños pequeños se vuelven cada vez más verbales, su corteza frontal aún no puede anular sus
centros emocionales para procesar emociones fuertes de manera verbal. Afortunadamente, la
naturaleza ha diseñado a los bebés y niños pequeños con una red de seguridad para liberar el
residuo fisiológico de sus miedos y frustraciones: los berrinches. Los niños pequeños no
disfrutan de los berrinches; preferirían sentirse conectados y queridos. Pero cuando sus
emociones los abruman, el desarrollo de su cerebro no es suficiente para mantener el control
racional. Así que su fisiología les ayuda a restaurar el equilibrio teniendo un colapso
emocional para liberar todos esos sentimientos y los bioquímicos que los acompañan.
Al igual que con la calma de un bebé, los padres que se sientan pacientemente con su niño
pequeño durante un berrinche lo están ayudando a aprender a calmarse a sí mismo y a manejar
sus emociones. Pero demasiados padres cometen un error completamente comprensible.
Suponen que los berrinches están bajo el control del niño pequeño, que él está "tirando" un
berrinche para manipularlos y salirse con la suya. Algunos pueden responder a los berrinches
amenazando con abandonarlo -lo que se conoce como ignorar al niño hasta que se calme -o
castigándolo de alguna manera. La investigación al respecto es clara como el agua. Cuando
los niños pequeños se sienten abandonados, esto desencadena ansiedad que puede detener
temporalmente el berrinche, pero crea una profunda inseguridad. Sabes que nunca dejarías a
tu hijo en la tienda de comestibles, pero él no lo sabe. Y cuando respondemos a los niños
pequeños con un pequeño golpe, a veces logran calmarse en ese momento. Pero los niños
pequeños cuyos padres responden a su comportamiento desafiante con disciplina física se
vuelven más agresivos, llorones y desafiantes para cuando lleguen a la edad preescolar.
Podemos entender esto si recordamos que el niño pequeño no es una cobaya de laboratorio
que pueda ser entrenada con dolor físico o amenaza. Más bien, es un ser humano complicado.
La desaprobación parental señala el posible abandono, lo que desencadena un pánico
primitivo. Su reacción, por supuesto, es tratar de cumplir. Concluye que su autoafirmación,
impulso de explorar, tristeza, decepción y enojo son todos malos y peligrosos, por lo que
intenta reprimirlos. Pero es una batalla perdida, especialmente considerando que su corteza
frontal aún está en construcción. Estos "malos" sentimientos salen de todos modos, como
cuando golpea al perro, tira del cabello de su madre y lanza su plato por la habitación. ¿Su
conclusión inevitable? "Mis emociones son peligrosas y me llevan a hacer cosas malas. Soy
una mala persona que decepciona a mis padres".
Afortunadamente, existe un mapa de ruta para atravesar la niñez temprana que protege la
autoestima de tu hijo y lo ayuda a desarrollar inteligencia emocional. ¿Recuerdas al bebé
afortunado que había comenzado a desarrollar un modelo funcional de relaciones como
cálidas, seguras y amorosas? ¿Que estaba seguro de que vivía en un universo amigable?
Ahora, sus padres probablemente aceptan la gama completa de sus emociones mientras
limitan su comportamiento destructivo. Cuando tiene miedo o se siente decepcionado, ellos
se ponen en su lugar. Cuando tiene un berrinche, lo abrazan o se quedan cerca, reconociendo
su enojo y aceptando las lágrimas detrás de él. En lugar de ver los berrinches como un
comportamiento indeseable, estos padres sabios entienden que su pequeño les está contando
sobre su experiencia. Desde su aceptación amorosa, él aprende que incluso los sentimientos
más desafiantes son soportables. Nos invaden, los toleramos, se disipan. Estas emociones son
solo una parte del gran mundo sobre el que el niño pequeño está aprendiendo tanto cada día;
incluso tienen nombres: "¡Estás tan enojado!" ... "Te da tristeza despedirte de papá, por eso
estás llorando." ... "Quieres que guarde mi teléfono y te mire solo a ti. Debes sentir celos.
Quieres que sea solo para ti en este momento".
Por supuesto, dejar que tu niño pequeño actúe sobre todos sus sentimientos sería eludir tu
responsabilidad de guiarlo. Permitir los sentimientos no significa necesariamente permitir las
acciones basadas en esos sentimientos. Desde los límites empáticos que estableces, él
aprende que, aunque puede estar furioso con su compañero de juego por tomar el camión de
volteo, no está permitido golpear al otro niño.
Darle palabras para reflexionar sobre sus propios sentimientos y los de los demás está
desarrollando lo que pensamos que es la conciencia de nuestro niño pequeño. Dentro de su
cerebro, su incipiente comprensión de las palabras está creando conexiones en la corteza
orbitofrontal, que junto con otras áreas de la corteza prefrontal y el cingulado anterior,
gestiona sus emociones y lo ayuda a responder de manera apropiada a las emociones de los
demás. El cerebro emocional derecho, que ha predominado durante la infancia, está
adquiriendo un administrador para ayudar a que interactúe con el resto del cerebro. Como
dice Sue Gerhardt: "A través de las conexiones de la corteza orbitofrontal con los sistemas
cerebrales más primitivos, puede inhibir las reacciones de ira, apagar el miedo y, en general,
aplicar frenos a los sentimientos que surgen en las áreas subcorticales. La capacidad de frenar
y postergar los impulsos y deseos inmediatos es la base de nuestra fuerza de voluntad y
autocontrol, así como de nuestra capacidad para empatizar."
Cuando decimos que los niños pequeños necesitan ser "civilizados", lo que queremos decir
es que necesitan nuestra ayuda para desarrollar la habilidad interna de gestionar sus
emociones fuertes, para que puedan seguir reglas esenciales y llevarse bien con los demás.
La forma en que respondemos a sus emociones desordenadas y su comportamiento salvaje
determinará si desarrollan ese tipo de cerebro. El castigo y la desconexión crean más
alteraciones y menos autorregulación. En cambio, la guía empática ayuda a nuestro niño
pequeño a desarrollar un cerebro que pueda autorregularse emocionalmente en pocos años.
Esta mayor capacidad para calmar sus propias reacciones de miedo e ira le da más acceso a
la empatía natural que ha estado presente todo el tiempo.
NIÑOS EN EDAD PREESCOLAR (3–5 AÑOS): EMPATÍA
Los precursores de la empatía son innatos en los mamíferos. Puede que hayas notado que los
perros se sienten incómodos cuando alguien en la familia gimotea o llora, y a menudo ofrecen
consuelo lamiendo o acurrucándose. Cuando un bebé escucha a otro bebé llorar, a menudo
comienza a llorar también. Los neurólogos postulan que las neuronas espejo se activan en
nuestro cerebro cuando vemos a alguien experimentar una emoción fuerte, de manera que
sentimos un pequeño destello de esa emoción nosotros mismos.
Entonces, ¿por qué no todos los humanos son empáticos? Existen algunas diferencias
genéticas que subyacen en nuestras tendencias empáticas, pero los humanos somos criaturas
comunales, y todos nacemos con el potencial de desarrollar empatía. Así que, cuando las
personas se hacen daño intencionadamente, es la empatía desbordada, y empieza en la
primera infancia.
Como hemos mencionado, los bebés y niños pequeños que han sido consolados y
“comprendidos” emocionalmente tienen una base sólida para la inteligencia emocional. Otro
término para este estilo de crianza es empática; tratamos de comprender lo que nuestro hijo
está sintiendo y respondemos a ello con aceptación y consuelo. La inteligencia emocional
que nuestro pequeño está desarrollando es lo que le permite transformar su empatía natural
en un alto cociente emocional (CE).
Veamos qué sucede cuando un niño no ha establecido las bases para la inteligencia
emocional. Supongamos que no fue consolado cuando era bebé, sino que a menudo se le dejó
llorando. Como resultado, es reactivo y propenso a hacer berrinches con facilidad.
Desafortunadamente, sus padres, que son bien intencionados pero mal informados, le dicen
que lo dejarán en el centro comercial si no se tranquiliza, por lo que su radar de abandono
está constantemente buscando peligro. Debido a que su modelo de relaciones es uno en el
que alguien retira lo que ella necesita, se vuelve extremadamente necesitada y
emocionalmente exigente. Para cuando era un niño pequeño, su personalidad desafiante la
metía en constantes luchas de poder con sus padres.
Ha concluido que no puede contar con sus padres para ayudarla con sus emociones, por lo
que trata rígidamente de mantenerlas a raya. Desafortunadamente, la represión no funciona
más que temporalmente, por lo que se ve frecuentemente abrumada por sus emociones. Sus
sentimientos de dependencia le asustan, ya que no puede depender de sus padres para que los
cubran, por lo que explota en una rabia cuando no puede tolerar sentirse no amada. Dado que
sus padres -no de manera irrazonable -no quieren recompensar sus berrinches, la mandan a
su cuarto a solas para que se calme, lo que "endurece su corazón" y solidifica su modelo de
relaciones en uno de privación. Ella lleva una mochila, por así decirlo, llena de la tristeza y
el miedo que no puede expresar. Para evitar que todo eso se derrame y la inunde sin previo
aviso, se ampara en la ira. Podemos identificarla por el "chip en su hombro."
A medida que crece, se vuelve emocionalmente frágil, fácilmente alterada por los obstáculos
normales de la vida diaria. Cuando ve a otro niño llorando, sus neuronas espejo se activan y
no puede evitar sentir un destello de lo que el otro niño está sintiendo. Es demasiado crudo
para ella, demasiado incómodo. Es probable que le grite al niño llorón para que "¡Se calle!"
o incluso lo golpee. O tal vez se construya un muro emocional para no sentir las emociones
de los demás. Si este muro contra la conexión emocional se refuerza regularmente, se vuelve
capaz de infligir dolor a otras personas. Su modelo de relaciones es uno de lucha y dolor; se
ha visto a sí misma como la víctima impotente, pero está aprendiendo a encarnar también el
otro lado de esa relación: el matón.
Por otro lado, el niño afortunado que ha sido criado con empatía reaccionará de manera muy
diferente ante su compañero de clase que llora. El llanto del otro niño lo incomoda de manera
natural, ya que sus neuronas espejo se activan y siente un destello de lo que el otro niño está
sintiendo. Pero está más cómodo con estos sentimientos. Ya los ha experimentado antes,
como todos los niños, y sabe que las cosas estarán bien. Es un universo amigable y la ayuda
llegará. Los sentimientos pasarán. Así que puede tolerar su propio malestar e incluso idear
una forma de calmarlo. Puede ofrecerle su mantita al otro niño o decirle a la maestra que el
niño está llorando. Es el florecimiento de la empatía que vemos en los niños que han sido
tratados con empatía. Su modelo de relaciones es uno en el que las personas notan y aceptan
los sentimientos de los demás, donde las relaciones pueden repararse y los errores corregirse.
Está comenzando a ser capaz de encarnar ambos lados de esa relación.
La empatía no es la única habilidad de inteligencia emocional que tu niño en edad preescolar
está practicando. Él puede calmarse a sí mismo en la mayoría de las situaciones, aunque aún
sube a tu regazo para recibir consuelo. Su corteza orbitofrontal, que aún se estaba
desarrollando durante la niñez temprana, ahora es lo suficientemente madura como para
evaluar si un impulso dado es socialmente aceptable, por lo que con frecuencia puede
detenerse antes de arrebatar un juguete o estallar en ira. Incluso puede ponerle nombre a sus
sentimientos, y cada vez más, usa sus palabras para gestionar sus alteraciones, en lugar de
expresarlas con berrinches. Eso es una señal de que el lado izquierdo de su cerebro -el centro
de la lógica -está integrándose más con el lado derecho de su cerebro, que está más orientado
a las emociones. Está creciendo en autoconciencia emocional.
Cada niño nace queriendo conectar profundamente con otros seres humanos y disfrutar al
superar los obstáculos que la vida presenta. Eso es lo que hace feliz a los seres humanos. Pero
algunos niños tropiezan, o incluso renuncian a estos objetivos. ¿Qué les impide alcanzarlos?
Grandes necesidades no cubiertas y grandes emociones que no pueden manejar. Nuestro
trabajo como padres es cubrir esas necesidades y ayudar a nuestro hijo a aprender a manejar
esas grandes emociones, lo que es lo que les permite desarrollar un alto coeficiente emocional
(CE).
¿Has notado que la parte más difícil de ayudar a tu hijo a aprender a regular sus emociones?
La mayoría de nosotros fuimos criados pensando que las emociones son peligrosas. Si no
podemos tolerar nuestra propia tristeza o ira, no podremos tolerar la de nuestro hijo. Y si no
podemos aceptar la decepción, la ira o el dolor de nuestro hijo, le enviamos el mensaje de
que sus sentimientos son demasiado peligrosos para ser permitidos. Lamentablemente, eso
no elimina los sentimientos. Simplemente incapacita a nuestro hijo para aprender a
manejarlos.
Este capítulo te ofrecerá las estrategias básicas que necesitas para ayudar a tu hijo a
desarrollar un alto coeficiente emocional: ofrecer empatía, comprender las emociones y
necesidades, y ayudar a tu hijo con sus grandes sentimientos, incluyendo el miedo y la ira.
EMPATÍA, LA BASE DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
Tuve una crisis de mamá el otro día, y estaba muy molesta por algo que mi hija de cuatro
años estaba haciendo. Ella dio unos pasos hacia atrás, no se alteró y me miró. Se acercó, me
ofreció un abrazo y me dijo: "Te ves realmente molesta." Ella ha experimentado mi empatía
por ella y sus rabietas, y ahora es capaz de convertirse en una socia en la búsqueda del
equilibrio y ayudarme cuando necesito un poco de apoyo en mi día.
-Candace, madre de una niña de cuatro años
La empatía es más que la base de la inteligencia emocional; es la base de una crianza efectiva,
según John Gottman, autor junto con Daniel Goleman “Criando a un niño emocionalmente
inteligente”. ¿Por qué? Porque es esencial para tu capacidad de entender a tu hijo y conectar
con él. Porque previene que proyectes sobre tu hijo todos los problemas de tu propia infancia.
Y porque, sin ella, tu hijo simplemente no se sentirá amado, no importa cuánto lo ames.
La empatía se define a menudo como ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona.
Pero la empatía es en realidad un evento físico, controlado por la ínsula en nuestro cerebro
derecho. Recuerda cómo se formó la estructura del cerebro derecho durante los primeros dos
años de vida, antes de que tu bebé fuera verbal. Los científicos sospechan que el cerebro
derecho es el orquestador de la intimidad. La ínsula conecta el cerebro con el corazón, los
órganos digestivos y la piel. Entonces, cuando nuestro corazón late rápidamente, nuestro
estómago se revuelca o nuestra piel se eriza, la ínsula nos está enviando un mensaje. Y cuando
sentimos una profunda empatía, lo sentimos en nuestros cuerpos. Eso significa que una
definición más precisa de la empatía es “sentir” desde el punto de vista de la otra persona.
Cuando un padre otorga el regalo de la empatía a un niño que está pasando por dificultades,
esa conexión visceral lo cambia todo. La empatía fortalece el vínculo relacional. La empatía
ayuda al niño a sentirse comprendido, menos solo con su dolor y sufrimiento. La empatía
sana. Y la experiencia de la empatía le enseña al pequeño sobre las formas más profundas en
que los seres humanos se conectan, proporcionándole una plataforma para todas sus futuras
relaciones.
¿Cómo desarrollan los niños la empatía? Sucede de forma natural, como parte del desarrollo
emocional saludable, siempre que los niños experimenten empatía por parte de sus
cuidadores. Por eso, criar con empatía es un regalo doble para tu hijo: además de que tu
empatía lo ayuda a aprender a gestionar sus emociones, experimentar tu empatía también lo
ayudará a desarrollar empatía por los demás.
Este acto de dar empatía también es un regalo para ti, porque los niños que sienten tu empatía
son mucho más cooperativos al aceptar tu orientación. Traducción: ¡Hace la crianza mucho
más fácil!
Pero la mayoría de los padres encuentran que la idea de criar con empatía produce ansiedad.
¿Cómo se hace exactamente?
Ya lo sabes. Cada vez que dices: “Sé cómo te sientes” o “Parece que tuviste un día difícil”,
estás siendo empático. Cada vez que te elevas por encima de tus propios sentimientos para
ver las cosas desde el punto de vista de tu hijo, eso es empatía.
¿Parece simple, verdad? Entonces, ¿por qué la empatía es tan poderosa? Imagina la empatía
como un espejo que sostienes frente a tu hijo. Tu aceptación y comprensión de lo que está
sintiendo lo ayuda a reconocer y aceptar sus propias emociones. Eso es lo que permite que
los sentimientos pierdan su carga y empiecen a disiparse. No tenemos que actuar según las
emociones ni siquiera gustar de ellas; solo necesitamos reconocer su presencia para
liberarnos de ellas.
• Escuchar y aceptar sin la presión de resolver nada: No tienes que resolver nada.
No tienes que estar de acuerdo con sus puntos de vista. Lo que sí debes hacer es
aceptar que tu hijo tiene derecho a sus sentimientos. No lo tomes personalmente.
• Reflejar, reconocer y reflexionar: “Estás muy enojado con tu hermano” o “¡Vaya!
Mira, ¡te has subido hasta allá arriba!” o “Parece que estás preocupado por la fiesta
de pijamas.”
• Honrar los límites saludables: El hecho de que tengas empatía no significa que
pierdas tu propio sentido del bienestar. Tu cálida comprensión comunica que
entiendes que él piensa que es el fin del mundo, al mismo tiempo que tu capacidad
para mantenerte emocionalmente regulado le asegura que hay luz al final del túnel.
LA MOCHILA EMOCIONAL DE TU HIJO
Hoy, mientras conducía de regreso a casa, mi hijo se quejaba de que quería ir a un restaurante
a cenar. Luego comenzó a gritar. Podía sentir cómo mi paciencia se iba agotando, pero logré
mantener la calma y decirle cosas reconfortantes como: "Sé que realmente quieres comer en
ese restaurante para cenar... Estás triste... Ahora estás llorando". Llegamos a casa y sentí una
presión inmediata por comenzar la cena, ya que ambos teníamos hambre, pero sabía que él
necesitaba vaciar su mochila emocional, así que le dije que lo abrazaría todo el tiempo que
quisiera. Lo curioso fue que no tomó tanto tiempo. Lloró profundamente, luego soltó un gran
suspiro y dijo: "Realmente quería ir a ese restaurante y estaba llorando tanto por eso".
Milagrosamente, toda la noche transcurrió bien.
-Heather, madre de un niño de cuatro años
La emoción humana no puede ser reprimida con éxito. Cuando ignoramos o "empujamos"
nuestras emociones, las sacamos de nuestra conciencia y las metemos en nuestro
subconsciente, donde están fuera de nuestro control. Desafortunadamente, eso impide que
las regulemos, y a veces estallan, con resultados desastrosos. Afortunadamente, no
necesitamos reprimir nuestras emociones para manejarlas. A medida que crecemos, podemos
usar nuestras palabras y relatos ("Hoy estoy un poco gruñón porque estoy cansado, así que
estoy reaccionando en exceso") para regular nuestros sentimientos. Nuestra mente racional
nos hace sentir lo suficientemente seguros como para experimentar esas grandes emociones.
A medida que nos permitimos sentirlas, ellas nos atraviesan y se evaporan.
Como otros humanos, los niños también necesitan sentir sus emociones antes de que esas
emociones se disipen y desaparezcan. Pero dado que el cerebro racional de los niños
pequeños aún no está completamente desarrollado, no pueden usarlos para sentirse más
seguros. En su lugar, tu hijo te utiliza a ti. Tu cálida presencia le hace sentir lo suficientemente
seguro como para experimentar sus lágrimas y temores. Si no estás allí, o si en ese momento
se siente desconectado de ti, entonces guarda esos sentimientos en una mochila emocional
figurativa, que carga con él. Hasta que el niño se sienta lo suficientemente seguro para vaciar
la mochila, estará tenso y emocionalmente frágil, tratando de evitar que el contenido se
derrame. No tiene acceso a los recursos internos que necesita para manejar los desafíos
normales de la vida diaria.
Desafortunadamente, tu hijo generalmente no puede decirte por qué está molesto. Aún no
tiene mucha experiencia con las emociones, por lo que no sabe cómo pedir tu ayuda. Todo lo
que sabe es que se siente desordenado e irritable. Afortunadamente, esa es tu señal, porque
cuando los niños se sienten mal, actúan mal o "actúan fuera de lugar". Probablemente hayas
oído ese término usado para referirse a un niño que se porta mal. Pero también podríamos
pensar que el mal comportamiento es la forma en que el niño actúa debido a una gran emoción
que no puede expresar con palabras. Así que todo "mal comportamiento" es una señal para
nosotros como padres de que nuestro hijo necesita nuestra ayuda con una emoción que no
puede procesar, una emoción que lo está llevando a comportarse mal.
Algunas señales de que tu hijo necesita tu ayuda con sus emociones:
• Se vuelve rígido, expresando una necesidad desesperada que debe ser satisfecha. Si
satisface su demanda, de inmediato hace una nueva demanda.
• Está gruñón y generalmente infeliz, y no puedes complacerlo sin importar lo que
hagas.
• "Se porta mal", a veces mirándote directamente mientras rompe las reglas, señalando
su desconexión contigo. (Cuando los niños están bajo el influjo de emociones
negativas fuertes, se sienten desconectados y solos).
• "Actúa fuera de lugar" en un arrebato de pasión, como golpear o romper algo,
mostrándote que sus sentimientos son demasiado fuertes para que los controle.
• Parece un pozo sin fondo, o se involucra repetidamente en el mismo mal
comportamiento, y todo tu amor y atención no parecen cambiar este patrón.
¿Cómo puedes ayudar a tu hijo con grandes emociones? Dado que tanto las lágrimas como
la risa nos ayudan a liberar ansiedad y emoción, ayúdale a jugar cuando pueda, y a llorar
cuando lo necesite. En otras palabras, dosis regulares de juego -especialmente el que toca los
problemas que están presentes en el desarrollo de tu hijo -le ayudarán a superar los miedos y
frustraciones normales que acompañan a las tareas apropiadas para su desarrollo. También
puedes responder de forma juguetona a los comportamientos "fuera de lugar" que indican
desconexión. Por ejemplo, cuando tu hijo te mire directamente y rompa una regla menor,
intenta abrazarlo para jugar un poco de lucha afectuosa, reavivando juguetonamente tu
conexión con él. ¿No deberías hacerle saber que estás en serio con la regla que acaba de
romper? Ya sabe sobre la regla. La rompió debido a alguna necesidad no satisfecha o emoción
abrumadora que necesita tu ayuda para manejar. Pero antes de corregir, debes conectar. La
disciplina solo lo hará sentirse menos seguro. El juego, por otro lado, crea una sensación de
seguridad y libera la hormona de la conexión, la oxitocina.
Así que si tu hijo te mira directamente y derrama sus Cheerios, no es porque piense que deben
estar en el suelo. Tal vez necesite conectarse contigo. Tal vez se siente ignorado porque
siempre estás con el bebé. Tal vez está preocupado por la excursión de hoy o por esa pelea
que tuviste con tu esposo anoche. No necesitas saber exactamente qué está motivando su
comportamiento; tu primer paso es siempre reconectar. Exagera tu indignación. "¿Qué pasó
con los Cheerios?!! ¡Oh no! ¡Esto es terrible! ¡Ven aquí, derramador de Cheerios, te mostraré
qué les pasa a los que derraman Cheerios!" Agárralo, póngalo sobre tu espalda y corre por la
habitación con él. Luego detente cerca de los Cheerios y besa su barriga diez veces. Sabes
que estás en el camino correcto por lo mucho que se ríe. Cuanto más se ríe, más está liberando
la ansiedad que siente sobre este tema. A menudo, solo este pequeño juego restaurará a tu
hijo a su yo alegre, listo para ayudarte a limpiar los Cheerios.
Sin embargo, al menos algunas veces, cuando tu hijo te señala con mal humor, mal
comportamiento o rigidez, sus emociones son lo suficientemente intensas como para que el
momento de jugar haya pasado, y no tienes más opción que las lágrimas. Pero a menudo,
cuando los humanos necesitamos llorar, tememos esos sentimientos crudos y vulnerables.
Para mantenerlos a raya, reaccionamos. Así que cuando tu hijo tiene sentimientos que
realmente le asustan, intenta no sentirlos. En lugar de eso, se enoja. Actúa (esos sentimientos).
Casi seguramente "sabe mejor" y le gustaría "portarse bien", pero está bajo el control de
emociones fuertes que no entiende, siendo impulsado a comportarse mal, y simplemente se
siente como una mala persona. Su mal comportamiento es un grito de ayuda.
¿Qué tipo de ayuda necesita? Necesita que su rabia sea aceptada con compasión, para que
pueda superarla y llegar a las lágrimas y temores debajo de ella. Necesita mostrarte cuánto le
duele, saber que escuchas su sufrimiento. Sí, superará estos sentimientos, pero primero
necesita saber que no es malo por sentir tanta ira, y necesita tu atención amorosa para
experimentar todo el miedo, la decepción o la tristeza que hay debajo de la ira, para poder
superarlo.
ENTENDIENDO LA IRA
Puedes ayudar a tu hijo a manejar su enojo recordando que un niño enojado te está mostrando
que está asustado, desconectado y herido por dentro. Tu tarea es reconocer tanto el enojo
como las emociones que están detrás de él. Una vez que los niños tienen la oportunidad de
sentir las emociones vulnerables que han estado evitando, ya no necesitan el enojo como
defensa, y este desaparece.
Cuando los niños viven en un hogar donde el enojo se maneja de manera saludable,
generalmente aprenden a gestionar su enojo de forma constructiva. Esto implica:
Controlar los impulsos agresivos. Cuando aceptamos el enojo de nuestro hijo y
permanecemos calmados, él desarrolla las conexiones neuronales y aprende las habilidades
emocionales para calmarse sin lastimarse a sí mismo, a otros o a las cosas. Para cuando están
en el jardín de infancia, los niños deberían ser capaces de tolerar el torrente de adrenalina y
otros químicos de “lucha” en el cuerpo sin actuar golpeando a alguien.
Reconocer los sentimientos más amenazantes que están debajo del enojo. Una vez que el
niño puede experimentar su tristeza por el tesoro roto, su dolor porque su madre fue injusta,
su vergüenza por no saber la respuesta en clase, o su miedo cuando un compañero lo
amenazó, puede seguir adelante. Ya no necesita su enojo para defenderse de esos
sentimientos, por lo que el enojo se disipa.
Resolver problemas de manera constructiva. El objetivo es que el niño use el enojo como
un impulso para cambiar lo necesario y evitar que la situación se repita. Esto puede incluir
mover sus tesoros fuera del alcance de su hermano menor o pedir ayuda a los padres para
lidiar con el acosador. También puede incluir reconocer su propia contribución al problema,
de modo que decida seguir mejor las reglas de sus padres o prepararse mejor para la clase.
Obviamente, los niños necesitan años de orientación parental para aprender estas habilidades.
Pero para cuando tienen seis años, el cerebro debería haber desarrollado la capacidad de
permitir que los centros de pensamiento anulen los mensajes de emergencia de las áreas
inferiores del cerebro. Los niños que no pueden controlar sus impulsos agresivos cuando
están muy molestos están mostrando que necesitan ayuda para procesar una acumulación de
emociones. Si los padres logran que los niños se sientan lo suficientemente seguros como
para expresar su enojo y explorar los sentimientos subyacentes, los niños podrán superar su
enojo y resolver problemas de manera constructiva durante los años escolares.
Satisfaciendo las necesidades más profundas de tu hijo
Hacemos todo lo posible para llevar a los niños a múltiples actividades semanales, organizar
el viaje a Disney World y preparar una fiesta de cumpleaños para una docena de niños.
Entonces, ¿por qué parece imposible encontrar un momento tranquilo para contar un cuento
a la luz de las velas? En realidad, ese cuento nutre más el alma de nuestro hijo.
-Katrina Kenison
A veces, las emociones intensas de nuestros hijos se desencadenan por necesidades esenciales
no satisfechas, necesidades que el niño no puede expresar con palabras. La mayoría de los
padres se centran en las necesidades físicas como el sueño, la comida y la higiene. Pero a
menudo olvidamos sus necesidades más profundas:
• Saber que sus padres los adoran, disfrutan cuidarlos y se preocupan por su felicidad.
(Dignidad, seguridad, autoestima)
• Sentirse realmente vistos, conocidos, aceptados y valorados, incluso en sus aspectos
“vergonzosos” como el enojo, los celos, la mezquindad y la avaricia. (Amor
incondicional)
• Mantenerse conectados con cada padre a través de tiempo relajado, lúdico, sin
estructura y afirmativo juntos. (Intimidad, pertenencia)
• Procesar emociones diarias desafiantes. (Integridad emocional, autoaceptación)
• Dominar nuevas habilidades. (Dominio, independencia, confianza)
• Actuar desde sus propias motivaciones para impactar el mundo. (Autodeterminación,
poder)
• Hacer una contribución. (Valor, significado)
Los niños no pueden nombrar estas necesidades, pero cuando no se satisfacen, no prosperan.
Parecen infelices, desobedientes, insaciables. Nada les parece suficiente. Entonces, exigen
más, más y más: más tiempo antes de dormir, más golosinas que sus hermanos, más
posesiones materiales. Sin embargo, más de lo que no necesitaban realmente nunca llenará
sus deseos más profundos.
Por suerte, los niños nos avisan cuando sus necesidades no están siendo satisfechas. De
hecho, toda "mala conducta" es una señal de auxilio que nos alerta sobre necesidades no
cubiertas o emociones enredadas. Si escuchas a tu hijo y le haces saber que tomas en serio
sus necesidades, verás que se relaja y deja de sentir que tiene que luchar contigo para que lo
atiendas. Se sentirá como todos nos sentimos cuando nuestras necesidades están cubiertas:
cómodo, feliz, abierto, agradecido. Es en ese momento cuando los niños están listos para
cooperar. Cuando los niños sienten que no pueden convencernos de que sus necesidades son
legítimas, lloriquean, convierten todo en una lucha de poder o se vuelven apáticos o
desafiantes. Esto suele llamarse "mala conducta", pero también podría entenderse como una
estrategia infantil y disfuncional para satisfacer necesidades legítimas.
¿Significa eso que no deberías molestarte? Probablemente no puedas evitarlo. Pero
transformar tu molestia te hará más efectivo para cambiar el comportamiento de tu hijo.
Recuérdate que tu hijo solo está tratando de satisfacer una necesidad humana válida, y tu
ayuda es esencial para encontrar una mejor manera de satisfacerla.
Por supuesto, no todos los deseos son necesidades. Pero cuando satisfacemos las necesidades
más profundas de los niños -ser vistos, valorados y conectados -son más felices y
cooperativos, y pueden manejar su decepción cuando les decimos que no a los deseos
pasajeros que creen que los harán felices. Esos deseos no son realmente necesidades; son
estrategias para satisfacerlas. A veces, un poco de atención de tu parte puede satisfacer mejor
su necesidad de afecto que un dulce.
ENTRENAMIENTO EMOCIONAL CON UN NIÑO DIFÍCIL
Algunos niños nacen con una tendencia hacia la ansiedad o la depresión. A veces, estas
tendencias son lo suficientemente graves como para manifestarse en pensamientos negativos,
comportamientos compulsivos, fobias o conductas ansiosas que son difíciles para los padres.
Como siempre, comencemos con nuestras Tres Grandes Ideas: Regularte tú mismo; Fomentar
la conexión; y Entrenar, no controlar.
Si podemos notar nuestro propio nudo de miedo y desaliento sobre los problemas de nuestro
hijo, podemos aflojarlo y darnos a nosotros mismos y a nuestro hijo el espacio para cambiar.
Si podemos trabajar para mantenernos ferozmente conectados con nuestro hijo, esa sensación
de seguridad hará más para aliviar sus síntomas que cualquier otra cosa que podamos intentar.
Por ejemplo, las investigaciones sugieren que la crianza receptiva puede marcar la diferencia
entre que un niño tímido se convierta en líder o en un recluido. Finalmente, entrenar, no
controlar, significa pensar de manera creativa y encontrar el apoyo externo que necesitamos
para enfrentar este desafío especial. En algunos casos, la intervención profesional es esencial.
En otros, nuestro hijo solo necesita ayuda adicional de nuestra parte para trabajar un cúmulo
de miedo y así poder avanzar hacia las tareas de desarrollo propias de su edad. ¿Cómo podría
lucir esto?
Cuando Morgan comenzó el preescolar, se aferraba a su madre cada mañana y lloraba tan
fuerte que podía escucharse en toda la escuela. Su maestra asistente hizo un esfuerzo especial
para conectar con ella, lo que eventualmente permitió que Morgan dejara que su madre se
fuera por las mañanas, aunque nunca sin lágrimas. Sin embargo, durante el día, Morgan
seguía a la maestra como una sombra. En casa, Morgan tenía miedo a los insectos, a irse por
el desagüe de la bañera, a que le lavaran el cabello y al perro en el patio cercado de al lado.
Parecía ser una perfeccionista nata, insistiendo en hacer las cosas perfectamente y llorando
si sentía que la criticaban. Tardaba una eternidad en quedarse dormida, aferrándose a sus
padres si intentaban salir de la habitación, y luego se despertaba repetidamente, gritando hasta
que uno de sus padres se acostaba con ella. Sus padres, quienes eran de sueño ligero,
alternaban las noches, por lo que cada uno de ellos pasaba gran parte de la noche despierto
cada dos días.
Si bien es posible que Morgan haya sufrido algún trauma en su vida temprana, es igualmente
probable que simplemente haya nacido con una leve predisposición a la ansiedad. Es poco
probable que actúe en la obra de la escuela o incluso que cuente un chiste en el almuerzo
escolar. Pero eso no significa que no pueda tener una infancia feliz, amigos cercanos y una
buena vida. Morgan probablemente siempre será un poco ansiosa, pero sus padres pueden
ayudarla a aprender a manejar su ansiedad.
Los padres de niños ansiosos pueden ayudar a su hijo a través de:
La ansiedad -otra palabra para el miedo- está a menudo en la raíz de los problemas de sueño
de los niños. Si bien no hay nada malo en que una niña de cuatro años comparta la cama de
sus padres, las niñas de cuatro años son ciertamente capaces de dormir solas, una vez que
reciben algo de ayuda con sus miedos.
¿Una historia de éxito? Absolutamente. Pero la mejor parte es que Morgan se volvió más
relajada en general, y algunos de sus otros miedos desaparecieron por sí solos. El miedo tiene
una manera de extenderse más allá de su fuente original. Cuando damos a los niños ansiosos
la oportunidad de trabajar el terror pasado almacenado en sus cuerpos, los ayudamos a
avanzar hacia más valentía y libertad en todos los aspectos de sus vidas.
Guías de Acción
El cambio (desde que comencé a aceptar sus sentimientos) ha sido notable; ¡ella es
extremadamente razonable y cooperativa! Todavía tenemos días difíciles, pero las rabietas
han desaparecido. Me doy cuenta de que, si está molesto por algo, tiene derecho a sentir lo
que siente. Prefiero dar un paso atrás (respirar profundamente) y dejar que llore durante cinco
minutos...