PACIFIC PARENTS, HAPPY KIDS TRADUCCIÓN

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Padre/Madre pacífico, NIÑOS FELICES

Cómo dejar de gritar y empezar a conectar


DR. LAURA MARKHAM
UN LIBRO DE PERIGEE

Publicado por el Grupo Penguin


Penguin Group (USA) Inc.
375 Hudson Street, Nueva York, Nueva York 10014, Estados Unidos

Penguin Group (Canadá), 90 Avenida Eglinton Este, Suite 700, Toronto, Ontario M4P 2Y3,
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Copyright © 2012 por Laura Markham, PhD
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El diseño de la "P" es una marca registrada del Grupo Penguin (USA) Inc.

Primera edición: diciembre de 2012


Catálogo de la Biblioteca del Congreso:
Markham, Laura.
Peaceful Parent, Happy Kids: How to Stop Yelling and Start Connecting / Laura Markham.

p. cm.
Incluye referencias bibliográficas e índice.
ISBN 978-1-10161362-7

1. Crianza de los hijos. 2. Padres e hijos. I. Título.


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375 Hudson Street, Nueva York, Nueva York 10014.
Para Daniel, Eli y Alice, quiénes me enseñaron a amar

Y para los padres en todas partes, de quiénes su amor va formando la siguiente generación,
y transformando la humanidad: Nuestro futuro recae en sus hombros.
INTRODUCCIÓN

Secretos de los padres pacíficos


La paternidad es una de las cosas más difíciles que hacemos. Las presiones de la vida diaria
dejan a muchos padres sintiéndose culpables, plagados por la sensación de poder hacer un
mejor trabajo si tan solo tuvieran un poco más de tiempo, si estuvieran menos cansados o si
simplemente supieran por donde comenzar. Los seres humanos no fueron diseñados para
manejar la cantidad de estrés que nuestra vida moderna nos carga, la cual nos hace más difícil
escuchar a nuestro instinto natural de padres. Es casi como si fuéramos forzados a criar en
nuestros tiempos libres, después de enfrentar las demandas del trabajo, desplazándose a las
responsabilidades del hogar. Incluso peor, nuestra cultura corroe nuestra relación con
nuestros hijos y los aleja de nosotros desde una edad muy temprana.
Pero, hay padres que crían niños maravillosos, sin demasiado drama. Ellos parecen tener paz
con ellos mismos como padres. Sus hijos parecen ser próspero. Cuáles son sus secretos?, Qué
exactamente hace que sus hijos crezcan como adolescentes y adultos brillantes?, Y si lograras
entender lo que hacen y ponerlo en práctica con tus propios hijos?
Tú puedes. Estos padres tienen un secreto. De hecho, ellos tienen una vida entera secreta,
dentro de sus cabezas. Ellos hablan diferente con sus hijos. Se hablan diferente asimismos.
Ellos están abordando la experiencia de la paternidad desde una nueva perspectiva. Podrías
decir que ellos tienen algo grande, Aha!. Momentos que cambiaron la forma en la que crían
a sus hijos. Estos cambios transforman la forma en la que percibimos y respondemos a
nuestros hijos en cada nivel, pero podemos resumirlo en tres grandes ideas. Grandes ideas,
pero simples y réplica les para todo padre.

TRES GRANDES IDEAS


PARTE UNO

Autorregularte a ti mismo
“Una de las piezas que tenías, que parecía estar antes perdida, era que yo necesitaba ayudarme
a mi misma, brindar perdón y paciencia a mi misma, tanta como la que yo trataba dar a mi
hija. Y necesitaba aprender, realmente interiorizar, que su forma de actuar no era un reflejo
de mi o mi crianza (al menos en la mayoría de los casos!), sino mas bien en como ella se
estaba sintiendo y que necesidades tenían en ese momento.”

Alene, madre de dos niños menores de cuatro años


Padres pacíficos crían niños felices
Hay un viejo dicho: Criar hijos es el trabajo más difícil que puede haber. Pero, por que es tan
difícil? Cuando le pregunto esto a la audiencia, los padres usualmente proponen dos razones.
Primera, porque el riesgo es alto y segundo, porque no hay respuestas claras de cómo hacerlo
bien.
Una respuesta es correcta y la otra no. Los riesgos son verdaderamente altos, pero nosotros,
de hecho, tenemos gran idea de cómo criar a un hijo feliz, responsable, considerado,
emocionalmente sano y auto disciplinado. Existe una buena cantidad de investigaciones
valiosas sobre este tema importante y los padres estarán encantados de aprender cuan
acertado es. Una y otra vez, estudios demuestran que los padres que responden con calidez y
un tono respetuoso a las necesidades únicas de sus hijos como seres individuales, poniendo
límites que apoyan y forman las emociones de los hijos constructivamente, terminan criando
hijos fantásticos. Acertado pero difícil. Como todo padre sabe, la parte más difícil es manejar
nuestros impulsos emocionales para poder hacer de esto a veces una realidad.
A pesar de los desafíos únicos de tus hijos, si quieres criar bien, debes trabajar en ti mismo
también. Un hijo no causa el enojo o ansiedad que nos empujan a pelearr por el poder, esto
proviene de nuestro propio miedo y duda. Nuestras propias experiencias en la niñez, nuestros
traumas tempranos -grandes o pequeños -son parte de quienes somos. Más importante, ellos
son la parte de nosotros que se hace cargo cuando nos decepcionamos, también cuando nos
enojamos o asustamos. Tú sabes que casi siempre una mala experiencia temprana termina
conduciendo la forma en la que reaccionas. Los hijos tienen una forma de tocar estos
sentimientos infelices de nuestra propia niñez, asía que la única forma de poder ser padres
pacíficos es de conscientemente prevenir viejos sentimientos de causar nuevos problemas.
De hecho, las cosas que más queremos para nuestros hijos dependen de nuestro trabajo
interno. Todos queremos criar niños que son felices, amados por otros y afortunadamente
amados por ellos mismos. Si pudiéramos reflexionar las relaciones de nuestra niñez temprana
y aprender a nutrirnos a nosotros mismos, podemos ofrecer a nuestros hijos una conexión
segura que les proveerá la base para las relaciones amorosas por el resto de su vida. No
podemos controlar lo que les pase, pero podemos hacer que ellos se rodeen de personas que
los traten bien y ayuden a encontrar el significado profundo de sus vidas.
Nosotros también queremos criar hijos que puedan manejar su propio comportamiento,
ambos, porque ellos son alguien con quien es fácil vivir y porque es nuestro trabajo como
padres. Sabemos como criar estos niños también. Cuando regulamos nuestras propias
emociones, nuestros hijos aprenden a regular las suyas, esto les permite regular su
comportamiento, admitiendo que ellos están suficientemente conectados a nosotros para
querer hacerlo.
Finalmente, queremos que nuestros hijos sean exitosos. No necesariamente en el sentido de
ganar recompensas ofrecidas por nuestra sociedad para acumular logros, sino en el sentido
de descubrir, perfeccionar y compartir los talentos únicos que posean durante sus vidas.
Nosotros sabemos como ayudar a los niños a lograr eso también. Mucho de eso tiene que ver
con manejar nuestras propias ansiedades, lo que permite que nuestro hijo sea libre de
descubrirse asimismo y construir confianza y resiliencia.
Algunos niños nacen con temperamento más difícil, y para estos niños, nuestro trabajo
interno como padres es incluso más importante. Pero a pesar de lo que venga con tu hijo, la
forma en la que respondas a ello formará su habilidad de hacer las cosas por la mayor parte
de su vida. Tu hijo te encantará y exasperará, emocionará y molestará. Por accidente,
realmente, tu hijo te pedirá crecer también. Si puedes notar cuando algo te afecta y te
recompones para equilibrar te antes de tomar acción, calmar tu propia ansiedad, reflexionar
sobre tu propia experiencia y hacer las paces con ella, tú podrás criar niños felices y
emocionalmente sanos, quienes serán exitosos en todos los sentidos. Puedes volverte un
padre pacífico, criando niños felices.
Tu responsabilidad número uno como padre

Conscientemente: Permitiendo que una emoción afectarte y pasar sin actuar en torno a ella.
-Benedict Carey
Conscientemente: No golpeando a alguien en la boca.

-Una niña de nueve años, aportado por Sharon Salzberg


Tu hijo seguramente actuará como un niño, lo que significa que es alguien que todavía está
aprendiendo, que tiene diferentes prioridades a las tuyas y que no siempre podrá manejar sus
sentimientos o acciones. Su comportamiento infantil está garantizado en momentos para
provocar tu enojo. ¡El problema es cuando nosotros actuamos como niños también! ¡Alguien
debe comportarse como adulto, si queremos que nuestro hijo aprenda cómo! Si, en cambio,
pudiéramos ser conscientes -significando que notamos nuestras emociones y las dejamos
pasar, sin actuar basados en ellas- modelamos la regulación emocional y nuestros hijos
aprenden mirándonos.
Hay una razón por la que las aerolíneas nos dicen que debemos ponernos las máscaras de
oxígeno nosotros primero. Los niños no pueden alcanzar estas máscaras o ser capaces de
usarlas apropiadamente. Si nosotros perdemos nuestra funcionalidad, nuestros hijos no
podrán salvarnos ni salvarse a ellos mismos. Así que, incluso si nosotros nos sacrificamos
para salvar a nuestros hijos, es nuestra responsabilidad ponernos la máscara de oxígeno
primero.
Los niños no pueden manejar su propia furia por si mismos tampoco. Ellos no pueden
encontrar la forma de evitar los celos que hacen que golpee a sus hermanos menores.
Ellos necesitan nuestra ayuda para manejar el miedo a que no los amemos porque de alguna
forma no son lo suficientemente buenos. Ellos saben que, si son lo suficientemente buenos,
ellos no querrían golpear a sus hermanos o esconder ese dulce o lanzarse animismos al piso
y gritar. Pero no pueden evitarlo, sin importar cuanto traten de no hacerlo. (Parecido a cuando
comemos ese pedazo extra de torta)
Por eso, cómo con la máscara de oxígeno, es tu trabajo ayudar a tu hijo con sus emociones,
lo cual les ayuda a ellos con su comportamiento. Desafortunadamente, cuando estás estresado
o exhausto y agotado, ya no puedes estar ahí constructivamente para tu hijo, como si perdieras
conciencia en el avión.
Es por eso que tu primera responsabilidad en la paternidad Es ser consciente de controlar tu
estado interno. Tener consciencia es lo opuesto a perder los estribos. No me malentiendas -
tener conciencia no significa que no sientas enojo. Ser consciente significa que prestas
atención a qué estas sintiendo, pero no actúas basado en ello. El enojo es parte de todas las
relaciones. Actuar basado en este es inconsciente, con palabras o acciones, es lo que
compromete a nuestra paternidad.
Las emociones son útiles, como las luces indicadoras en el tablero del auto. Si ves una luz
roja parpadeante en tu auto, no la cubrirás o forzarás a funcionar a la razón que lo causo,
¿verdad? Escucharás toda la información y actuarás basado en ella, primeramente, llevando
tu auto por un cambio de aceite. El desafío con las emociones humanas es que mayormente
nos confundimos sobre qué hacer cuando las sentimos. Estamos programados para responder
a toda emoción “negativa” (las luces rojas parpadeantes en ti psique que se prenden durante
tu día) en una de tres maneras: pelear, huir o congelarse.

Estas estrategias funcionan bien en la mayoría de emergencias. Pero, la paternidad -a pesar


de nuestros medios- no es usualmente una emergencia. Usualmente, en la paternidad y en la
vida, la mejor respuesta a las emociones decepcionantes es la reflexión, no la reacción. En
otras palabras, no tomes acción mientras estés molesto.
Puedes contar con encontrarte a ti mismo controlado por hormonas para pelear o huir de vez
en cuando, pero si puedes entrenarte a ti mismo para notar cuando empiezas a perder el
control, tú tienes la opción de volver al estado de equilibrio. Ese lugar pacífico interno
asegura que nuestras acciones sean sabias y basadas en el amor.

Pero, ¿qué pasa cuando no podemos llegar ahí? ¿Cuándo algo que hace nuestro hijo nos
vuelve locos y todo nuestro esfuerzo para calmarnos no funcionan?
Rompiendo el ciclo: Sanando tus propias heridas
Ante la ausencia de la reflexión, la historia tiene a repetirse asimisma… La investigación ha
demostrado claramente que el apego de nuestros niños hacia nosotros será influenciado por
lo que nos pasa a nosotros cuando somos jóvenes si nosotros no lo procesamos y entendemos
esas experiencias.
-Dan Siegel

El famoso psicólogo Winnicott D.W. realizó muchas observaciones sabias acerca de los
padres y niños. Mi favorita es que los niños no necesitan perfección por parte de sus padres.
Todo lo que necesitamos hacer es evitar dañarlos y ofrecerles la “devoción ordinaria” que
siempre ha sido requerida de los padres.
Desafortunadamente, no es tan fácil como suena. Primero, no hay nada ordinario acerca de
la devoción. La devoción, como los padres la conocen, es caminar por el pasillo a las 2 am,
cargando a un bebé gritando y estando con una infección de oído. La devoción es forzar a
uno mismo a entrar a la cocina y hacer la cena de tus hijos después de un día largo, cuando
todo lo que realmente quisieras hacer es acostarte en el sofá y dormir. La devoción es quitarte
tu chaqueta en una noche fría para cubrir a un niño dormido en el asiento trasero del auto.
Esta devoción ordinaria es el mismo amor intenso, que, durante la historia humana, hace que
un padre se ponga en medio del peligro por su hijo, de cristal roto a soldados enemigos.

La verdad es que todos fuimos prácticamente heridos cuando éramos niños y si no sanamos
estas heridas, nos impedirán criar a nuestro hijo como realmente quisiéramos.
Si existe una parte en la cual tu fuiste dañado como niño, puedes contar con que esa área está
causando te dolor como padre- y daña a tu hijo sucesivamente.
Todos podemos pensar en ejemplos: El padre que inconscientemente replica la crianza
juiciosa de su padre con su propio hijo, la madre que no puede poner límites con el
comportamiento de sus hijos porque ella no puede soportar el enojo de ellos hacia ella y
termina criando niños egocéntricos y ansiosos, los padres que trabajan horas extra porque
dudan de su capacidad de estar interesados en (amar) a sus infantes. Para todos nosotros, la
tarea es examinar conscientemente nuestras propias cicatrices -algunas modestas, otras más
dolorosas- para que no infrinjamos nuevas en nuestros hijos.
La maravillosa noticia es que ser padres nos brinda el mapa para saber dónde están estas
cicatrices, una oportunidad de cavar profundamente y sanarnos a nosotros mismos. Nuestros
hijos tienen la misteriosa habilidad de mostrarnos nuestros lugares heridos, inducen nuestros
miedos y enojos. Mejor que el mejor maestro Zen o un terapista, nuestro hijo nos brinda la
perfecta oportunidad de crecer y sanar. Muchos padres comentan que amar a sus hijos, los ha
transformado: les ha hecho más pacientes, compasivos y menos auto centrados. Nosotros
siempre experimentaremos alta sensibilidad alrededor de los problemas que formaron nuestra
psique temprana, pero mientras sanemos nuestras heridas persistentes, nuestro
comportamiento no estará más conducido por ellos y nosotros sabremos que estas cicatrices
nos informan, motivan y nos hacen mejores padres.
Así que, ¿cómo puedes sanar los problemas de tu niñez y convertirte en el padre que quieres
para tu hijo?
• Crianza consciente: Si nosotros prestamos atención, notaremos cuando nuestros
hijos nos generan molestia. No es que los niños no actúen como niños- ellos siempre
lo hacen, es propio de su edad. Pero, lo que molesta a algunos padres podría ser
recibido con calma, calidez, una actitud humorística que ayuda a los niños a querer
comportarse mejor. Cada vez que nos “molestemos”, nos estancamos en algo que
necesita ser sanado seriamente. En cualquier momento en que tu hijo te genere
molestia, está mostrándote un problema no resuelto de ti niñez.
• Rompe el ciclo, usa tu botón de pausa interno: No tienes que repetir la historia con
tus hijos. Incluso si estás bien con el patrón erróneo, detente. Toma un respiro
profundo y presiona el botón de pausa. Recuérdate a ti mismo sobre qué pasará si no
escoges otro camino. Cierra la boca, incluso si es a mitad de frase. No te sientas
avergonzado, estas modelando un buen manejo del enojo, guárdalo para cuando
tengas un berrinche.
• Entiende cómo funcionan las emociones: El enojo es un mensaje que indica que
algo no está funcionando en nuestras vidas. El problema está en que también es un
estado biológico que no nos ayuda a encontrar mejores soluciones. Cuando estamos
inmersos en las reacciones químicas que nos hacen “enojar”, hacemos y decimos
cosas que nosotros nunca hubiéramos escogido de otra forma. Cuando tu cuerpo y
emociones están en el modo pelear o huir, tu hijo siempre luce como el enemigo.
Toma un respiro hasta que te calmes antes de tomar cualquier decisión o acción.
• Presiona el botón de reinicio en tu propia “historia”: Si tuviste una niñez dolorosa,
no puedes cambiar eso, pero lo que puedes cambiar es con lo que te quedas de esa
niñez: tu “historia”. Haces eso a través de la reflexión en ello, sintiendo los
sentimientos dolorosos, pero también considerando nuevos ángulos. Si tu padre
abandono la familia y concluiste que tu no eras lo suficientemente bueno, es momento
de reajustar el pensamiento y entender desde el punto de vista del tu adulto, que tú
era más que suficiente y que la acción que tomo no tenía nada que ver contigo. Si tu
madre te pego y concluiste que eras un mal hijo, un pensamiento más asertivo sería
el que tu madre estaba asustada y que golpearía hasta el niño más angelical del
mundo. Tú fuiste igual que cualquier niño: obteniendo amor y atención de la única
forma que sabias. Hablando en términos de tu historia y reescribirla, puede ser un
proceso doloroso, pero es liberador, y también es el único camino para ser el padre
pacífico que quieres ser con tu hijo.
• Desestrésate: Todos tenemos momentos difíciles tratando de ser el tipo de padre que
queremos ser cuando estamos estresados. Desarrolla un repertorio de hábitos que te
ayuden a desestresa: ejercicio regular, yoga, un baño caliente y meditación. ¿No
puedes encontrar tiempo para hacerlo? Añade a toda tu familia en ello. Pon música y
bailen juntos, vayan a caminar, acuesta a todos temprano un viernes con libros para
tener una noche tranquila que te garantice un buen sueño. Prioriza tomar las cosas
con calma y encontrarás formas de hacerlo.
• Obtén apoyo para trabajar en tus antiguos problemas: Todo padre necesita apoyo
y una oportunidad de hablar acerca del arduo trabajo que hace. A veces podemos
hacerlo informalmente con nuestros amigos o familiares, otras más formales “acuerdo
de escucha” con otro padre, como fue sugerido por Patty Wipfler en su libro
“Paternidad mano a mano”, lo que podría ser un salvavidas. Podrías querer ser parte
de un grupo o comunidad de apoyo a la paternidad. SI te sientes atorado, busca ayuda
de un experto para ayudarte a ser más feliz con tu vida. No existe pena en pedir ayuda,
pena debería existir en evitar tu responsabilidad como padre, dañando a tu hijo física
o emocionalmente. SI piensas que necesitas ayuda, por favor no esperes, búscala
ahora.
Ningún padre es perfecto, porque los humanos son la definición de la imperfección. Sin
importar cuanto trabajemos en nosotros mismos, no siempre impactar emos positivamente
en nuestros hijos. Pero, cada vez que prestas atención, presionas tu botón interno de pausa y
manejas tu estrés, te vuelves más pacífico y eso brinda al niño una buena dosis de felicidad.
Winnicott estaba en lo correcto. Nuestros niños no necesitan perfección de nosotros, lo que
necesitan es un padre que sienta orgullo del crecimiento, compense sus errores y abra su
corazón cuando quiera endurecerse.
Cómo manejar tu enojo

“Este enfoque es sumamente poderoso y ha estado cambiando mi vida. La mejor parte de


esto es que no necesitas ser perfecto, debes ser real, honesto y capaz de admitir cuando te
equivocas. En vez de crear momentos de tensión en tu día, creas conexiones, memorias llenas
de amor y compartes tus emociones reales con tus hijos. Estos momentos reales enseñan a
nuestros niños como ser mejores en toda su capacidad, no perfectos, solo reales.”
-Carrie, madre de dos niños menores de cuatro años

Mientras seas humano, te encontraras a ti mismo en el modo pelear o huir y tu hijo empezara
a verte como el enemigo. Cuando estas poseído por tu enojo, tú estás físicamente listo para
pelear. Hormonas y neurotransmisores fluyen por tu cuerpo y causan que tus músculos se
tensen, tu pulso aumente y a tu respiración entre cortaré. Es imposible permanecer calmado
a este punto, pero todo sabemos pegar a nuestros hijos- mientras pueda tal vez brindar alivio-
no es realmente lo que queremos hacer.

Así que, compromete ahora a no golpear, no jurar, no llamar a los nombres de tus hijos ni
amenazas. ¿Qué pasa con gritar? Nunca a tus hijos, es un berrinche. Si realmente quieres
gritar, ve a tu auto con las ventanas cerradas y grita donde nadie pueda oírte, no uses palabras
porque solo te harán enojar más.
Tus hijos se enojan también, así que es un regalo doble para ellos cuando te comprometes a
manejar tu enojo constructivamente. No solamente dejas de dañarlo, sino que les ofreces un
modelo a seguir. Tus hijos seguramente te verán enojado de vez en cuando y también manejar
estas situaciones le enseñará mucho. ¿Les enseñaras que quien tiene el poder siempre debe
ser considerado moralmente correcto incluso si sus acciones no son éticamente correctas? ¿O
qué los padres también tienen berrinches? y que el enojo es parte de ser humano y aprenderla
a manejarla responsablemente es parte de crecer? Aquí está el cómo:

• Tómate 5 minutos: Reconoce que el estado de enojo no es el mejor punto por el cual
intervenir en cualquier situación. En vez de eso, date a ti mismo un tiempo fuera y
regresa cuando seas capaz de calmarte. Si tu hijo es lo suficientemente mayor para
dejarlo solo por un momento, puedes ir al baño, échate agua en tu cara y respira
profundo. Solo di, tan calmado como puedas “Estoy muy enojado ahora mismo para
hablar de esto, voy a tomarme un tiempo fuera y me calmaré”. Salirte no significa
que tu hijo gane, solo le demuestra cuan seria la infracción es y manifiesta
autocontrol. Si tu hijo es lo suficientemente joven para sentirse abandonado cuando
te vas, usa el fregadero de la cocina, luego siéntate en el garaje por unos pocos
minutos. Si estas en los alrededores de tu hijo o detrás de una puerta cerrada, usa este
tiempo para calmarte, no para presumir cuan correcta con tus razones. Respira
profunda y lentamente y di algún mantra que restauré tu calma. Tu hijo estará
observando. No te preocupes de darle una lección sobre que hizo mal, porque ya está
recibiendo una de las lecciones más importantes que tendrá: como regular
responsablemente emociones grandes.
• Ayuda a tu cuerpo a descargar el enojo: Cuando te sientes así de enojado, necesitas
calmarte. Detente, respira, recuérdate a ti mismo que no es una emergencia. Sacude
la tensión de tus manos, toma 10 respiraciones profundas y si necesitas hacer ruido,
tararea. Tal vez trataras de encontrar una forma de sonreír, la cual te ayudara a
descargar la tensión y cambiar tu humor. Incluso forzarte a ti mismo a sonreír, envía
mensajes a tu sistema nervioso de que no existe una emergencia y comienzas a
calmarte. Toca los puntos de acupresión en el costado de cada mano (la zona donde
impactaría si hicieras un golpe de karate), mientras respirar y expresas tu intención
de calmarte. Si sientes la necesidad de físicamente descargar tu enojo, coloca algo de
música y baila.
• Cambia tus pensamientos para poder cambiar tus sentimientos: Si piensas que tu
hijo es un mocoso mimado que crecerá para convertirse en un matón, no podrás
calmarte. La verdad es que, tu hijo es una persona muy joven quien sufre y lo
demuestra a través de su comportamiento. Recuerda, “Actúa como un niño porque
ES un niño ……. Mi niño necesita mi amor más que merecerlo…. Está pidiendo mi
ayuda con sus necesidades y sentimientos legítimos.”
• Escucha a tu enojo, más que reaccionar basado en el: El enojo, como cualquier
otro sentimiento, inherente como tener manos y piernas. De lo que somos
responsables es sobre que decidimos hacer con eso. El enojo a menudo tiene una
lección valiosa para nosotros, pero actuar mientras estamos enojados, excepto en
situaciones raras donde requerimos defendernos, es difícilmente constructivo, porque
nosotros tomamos decisiones que nunca tomaríamos si estuviéramos en un estado
racional. La forma constructiva para manejar el enojo es limitar la expresión de ello
y cuando lo calmemos, debemos usarlo diagnóstica mente: ¿Qué esta tan mal en
nuestras vidas cuando nos sentimos furiosos y que necesitamos hacer para cambiar la
situación? A veces la respuesta está claramente relacionada con nuestra crianza:
Necesitamos cambiar nuestro enfoque antes que las cosas salgan de nuestras manos
o empezar a acostar a los niños media hora antes o hacer algún esfuerzo por reparar
nuestra relación con nuestro hijo de 9 años para que deje de tratarnos rudamente. A
veces, nos sorprendemos de que nuestro enojo es de hecho con nuestro esposo, quien
no actúa como una pareja presente en la paternidad, o incluso con nuestro jefe. A
veces, el enojo es un recuerdo de que necesitamos dormir más o desahogarnos
regularmente con un amigo, quien aceptara nuestros sentimientos en su expresión
más pura. Y, a veces, la respuesta en que cargamos con enojo que no entendemos que
contagia a nuestros hijos y es necesario que busquemos ayuda a través de la terapia o
un grupo de apoyo de padres.
• Recuerda que “expresar” tu enojo a otra persona puede reforzarlo o escalarlo:
A pesar de la popular idea sobre que nosotros necesitamos “expresar” nuestro enojo
para que no nos carcoma. Las investigaciones apuntan a que expresar el enojo
mientras estamos enojados hace que nos enojemos más. Esto, en consecuencia, lleva
a otras personas a ser heridas, sentirse asustadas o enojadas, causando así, una grieta
en la relación. Reiterando la situación en nuestra mente, probando que nosotros
estábamos en lo correcto y la otra persona no, nuevamente nos termina haciendo
sentir más enojados. Lo que funciona es calmarnos y encontrar una forma
constructiva ubicar aquellos que nos hace enojar para que la situación pueda ser
resuelta, y nuestro enojo deje de ser provocado.
• Espera antes de disciplinar: Nada dice que debes manejar un problema sobre la
marcha. Esto no será lo mejor para el desarrollo a largo plazo de tus hijos, o lo que
es incluso sería mejor, el prevenir la repetición del problema. Di tan poco como
puedas hasta que te calmas, solo di algo como: “Yo necesito calmarme antes de poder
hablar de esto” Si tomas un tiempo fuera de 10 minutos y aún no siente la calma
suficiente para manejarlo constructivamente, puede decir, “Quiero pensar acerca de
lo que paso y hablaremos de esto más tarde.”
• Evita el uso de la fuerza física, pase lo que pase: Golpear puede hacerte sentir
mejor temporalmente porque permite libera tu enojo, pero causa un daño duradero a
tu hijo y, en última instancia, sabotea las cosas positivas que haces como padre. Los
golpes, incluso las bofetadas, tienden a escalar hacia una violencia dañina y, a veces,
incluso mortal. Haz lo que necesites para controlarte, incluida la opción de salirte de
la habitación. Si no puedes controlarte y terminas recurriendo a la fuerza física, pídele
disculpas a tu hijo, dile que golpear nunca está bien y busca ayuda para ti mismo.
• Evita las amenazas: Las amenazas hechas mientras estes enojado, siempre serán
irracionales. Dado que las amenazas solo son efectivas si estás dispuesto a cumplirlas,
socavan tu autoridad y hacen menos probable que tu hijo siga las reglas la próxima
vez.
• Controla tu tono y elección de palabras: Las investigaciones muestran que cuanto
más calmadamente hablemos, más calmados nos sentimos y más calmados se sentirán
al respondernos. De manera similar, el uso de palabras groseras u otras expresiones
cargadas emocionalmente, nos altera y también a nuestro receptor, lo que provoca
que la situación escale. Tenemos el poder de calmar o alterar tanto a nosotros mismos
como a la otra persona mediante nuestro tono de voz y elección de palabras.
(Recuerda, eres el modelo a seguir).
• Considera que eres parte del problema: Si estás abierto al crecimiento emocional,
tu hijo siempre te mostrará en qué aspectos necesitas trabajar en ti mismo. Si no lo
estás, te encontrarás atrapado en el mismo ciclo con tu hijo una y otra vez. Puede que
tu hijo esté actuando de maneras que te irritan, pero no eres una víctima indefensa.
Asume la responsabilidad de manejar primero tus propias emociones. Tal vez tu hijo
no se convierta en un angelito de la noche a la mañana, pero su mal comportamiento
disminuirá drásticamente una vez que aprendas a mantener la calma.
• ¿Sigues enojado? Busca los sentimientos subyacentes: No te aferres a tu enojo.
Una vez que lo hayas escuchado y hayas realizado los cambios necesarios, déjalo ir.
Si eso no funciona, recuerda que la ira siempre es una defensiva.
Nos protege de sentirnos vulnerables. Para disolver la ira, observa el dolor o el miedo
detrás de ella. Si los berrinches de tu hijo te asustan, o si te molesta que tu hijo golpee
a su hermanito porque una vez fuiste la hermanita que fue golpeada, reflexiona sobre
estos sentimientos y trabaja en sanarlos. Una vez que estés dispuesto a sentir los
sentimientos subyacentes, ya no necesitarás la defensiva de la ira, y esta se
desvanecerá.
• Elige tus batallas: Toda interacción negativa con tu hijo consume una valiosa parte
del capital de la relación. Concéntrate en lo que realmente importa, como la forma en
que tu hijo trata a otras personas. En el esquema más amplio, su chaqueta en el piso
podría volverte loco, pero probablemente no valga la pena poner en números rojos la
cuenta bancaria de tu relación.
• Si pelears frecuentemente con tu ira, busca orientación: No te avergüences de
pedir ayuda. Estás asumiendo la responsabilidad como padre de evitar herir a tu hijo
física o psicológicamente.
Cómo dejar de gritarle a tu hijo
“Amo todos tus consejos. Pero siento que solo funcionan cuando puedo mantenerme
calmada, lo cual es realmente difícil. Soy una gritona. Mi madre fue una gritona. Vengo de
una larga línea de gritones. ¿Cómo puedo romper este ciclo?”
-Cynthia, madre de tres niños menores de seis años
La mayoría de los padres gritan. Ni siquiera nos damos cuenta de que lo hacemos la mitad
del tiempo. Nuestra voz simplemente se vuelve cada vez más fuerte. O sabemos que lo
estamos haciendo, pero en ese momento nos parece completamente justificado. Después de
todo, ¿viste lo que hizo ese niño?
Pero todos sabemos que nuestros hijos responden mejor si no les gritamos. Gritar intensifica
una situación difícil, convirtiendo un aguacero en una tormenta. Y, en serio, ¿cómo puedes
esperar que tu hijo aprenda a controlar sus propias emociones si tú no controlas las tuyas?
Si, en cambio, logramos mantenernos calmados, eso tranquiliza a todos los demás.
Modelamos la regulación emocional. Podemos intervenir de manera más efectiva para
resolver el problema. Nuestro hijo aprende cómo pasar de estar alterado a estar calmado.
Nuestra relación con nuestro hijo se fortalece. Cooperan más y empiezan a controlar más sus
propias emociones.

Y si somos honestos, sabemos que es nuestro propio malestar lo que nos hace gritar. Algunos
padres (¡verdaderamente!) mirarían el mismo comportamiento y serían capaces de ser
empáticos o incluso bromear al respecto. Porque, sin importar qué tan malo sea el
comportamiento de tu hijo, siempre es un grito de ayuda. A veces, ese comportamiento
requiere un límite firme, pero nunca exige que seamos crueles. Y no puedes ayudar a tu hijo
mientras le estás gritando.
Dejar de gritar no es fácil. Puedes desesperadamente querer lograrlo y, aun así, encontrarte a
ti mismo gritando. Si te gritaron cuando eras niño, requiere un esfuerzo enorme el no hacerlo
tú también. Pero si realmente quieres dejar de gritar, te aseguro que es completamente
posible, sin importar qué tan arraigado parezca. No es ciencia espacial. Toma
aproximadamente tres meses. Como aprender a tocar el piano: hoy comienzas con escalas,
practicas a diario, y pronto puedes tocar melodías simples. En un año, podrías tocar una
sonata. He visto a cientos de padres lograr hacerlo.

¿Será difícil dejar de gritar? Sí. No sucede mágicamente. Requiere esfuerzo constante
diariamente. Nadie puede hacerlo por ti. Puede parecer un milagro no gritar, pero esto es algo
que puedes lograr. Si sigues trabajando en ello, un día te darás cuenta que no podrás recordar
la última vez que gritaste. ¿Quieres comenzar?

• Comprométete contigo mismo: Las investigaciones muestran que cuando nos


comprometemos consciente y verbalmente con la toma de acción, es más probable
que lo logremos, especialmente si trabajamos en ello a diario. En contraste,
simplemente “desear” que algo sea diferente, o incluso “lamentar” cosas que hemos
hecho, generalmente no cambia nada. Así que escribe tu intención (“Le hablaré
respetuosamente a mi hijo”) y colócala en un lugar donde la veas frecuentemente.
Visualiza lo agradable que será estar en tu hogar cuando no gritas. Imagínate
respondiendo con calma -tal vez incluso con empatía o sentido del humor -a las cosas
por las que hoy gritas. Sigue visualizando esa imagen. Estás programando tu
subconsciente.
• Crea el compromiso con tu familia: Sin embargo, hay un detalle importante. Tienes
que comprometerte con alguien más. Específicamente, debes comprometerte a dejar
de gritar con tu hijo, porque él es realmente la única persona que estará allí para
mantenerte honesto. ¿Un poco asustado? Sí. Pero estás dando el ejemplo a seguir, y
si quieres un hijo que no te grite, este es el camino para lograrlo. Así que, explica a
tus hijos que decidiste dejar de gritar. Crea un tablero de stickers de “voz respetuosa”
para premiarte. Al final de cada día, tu hijo decide si mereces el sticker, esto es lo que
te mantiene responsable.
(¿Estás en contra de los tableros de stickers para los niños? Yo también, porque enseñan
lecciones equivocadas, de las cuales hablaremos en el capítulo sobre disciplina. Pero dado
que los padres tienen todo el poder en la familia, este es un modo de empoderar al niño para
mantenga responsable al padre. No me preocupa enseñarles la lección equivocada a los
padres. Solo resiste la tentación de imponer un tablero de stickers a tu hijo para que use un
tono de voz respetuoso al mismo tiempo. Él tiene menos autocontrol que tú cuando está
enojado y aprenderá mejor de tu ejemplo.)

• Detente, suelta y respira cada vez que notes que estás levantando la voz o a punto
de hacerlo. ¿Cómo?
• Deja de hablar en cuanto notes que estás perdiendo los estribos. Cierra la boca. ¿No
puedes dejar de hacer ruido? Si es necesario, tararea, pero mantén la boca cerrada.
• Suelta. En serio, déjalo ir por el momento. No es una emergencia. (Si lo es, saca a
todos del peligro y luego regresa a este proceso). Simplemente aléjate de la situación.
• Respira profundamente diez veces: Sacude las manos. Esto te saca del “cerebro
reptil” -la respuesta de pelear, huir o congelarte - y te lleva a un estado de presencia
consciente. Ahora tienes la opción de decidir cómo actuar.
• Recuérdate a ti mismo: tú eres el adulto, y tu hijo está aprendiendo de todo lo que
haces ahora mismo. Míralo y di: "Estoy trabajando duro para mantener la calma. No
quiero gritar. Déjame calmarme y luego intentaremos empezar de nuevo, ¿de
acuerdo?"
• Haz lo que sea necesario para calmar la respuesta de pelear o huir de tu cuerpo:
Más respiraciones profundas, repite un mantra, salpica agua fría en tu rostro, mira tu
tablero de stickers de voz respetuosa, recuérdate que tu hijo está actuando como un
niño porque es un niño. Recuérdate que no existe una emergencia.
• Intenta empezar de nuevo: Cuando salgas de la respuesta de pelear o huir, lo sabrás
porque tu hijo ya no parecerá tu enemigo, sino tu amado bebé, ese a quien prometiste
apreciar, amar y guiar positivamente para que crezca siendo una persona amorosa y
maravillosa. Ahora, vuelve a iniciar la interacción.
Difícil, ¿verdad? Es muy difícil cuando estás inundado de neuroquímicos que te impulsan a
atacar. Pero también es sencillo. Simplemente retrasas la interacción hasta que estés calmado.

• ¿Te preguntas cómo aprenderá tu hijo si no le levantas la voz?: Cuando los niños
sienten miedo, entran en el modo de pelear o huir. Los centros de aprendizaje del
cerebro se apagan. Tu hijo no puede aprender cuando le gritas. Siempre es más
efectivo intervenir calmadamente y compasivamente. Además, cuando gritas, pierdes
credibilidad con tu hijo. Los niños se vuelven menos abiertos a tu influencia.
• ¿Crees que tal vez estás siendo demasiado indulgente con tu hijo?: Él está herido,
y su "mala conducta" es un SOS que pide tu ayuda. Está actuando de esa manera
porque tiene sentimientos intensos que aún no puede comprender ni expresar
verbalmente. Por supuesto, es necesario establecer límites y redirigir su
comportamiento. Pero tu orientación nunca necesita ser cruel o aterradora. Deseas
que tu hijo siga tu guía porque te ama y nunca querría decepcionarte, no porque le
asustes.
• ¿Te preguntas si estás siendo inauténtico?: Tu hijo vio que estabas muy alterado.
También vio que asumiste la responsabilidad de manejar tus propias emociones. Ser
auténtico sobre lo que experimentas nunca implica descargar esas emociones
bruscamente sobre alguien más. Como dice Dalai Lama, “Se amable cuando sea
posible. Siempre es posible”. A pesar de que sean tus sentimientos y solo una parte
de la emoción venga de la interacción con tu hijo. La mayoría proviene de tu propio
pasado y la forma en la que ves la situación.
• ¿Y qué pasa si te encuentras gritando, a pesar de tu mejor esfuerzo?: Al principio
lo harás -más de una vez. Pero no es un error si aprendes de ello. Usa cada vez que
no aciertes como una oportunidad para cambiar algo: tu rutina, tu actitud o tu
autocuidado- de modo que puedas hacerlo mejor la próxima vez. Apóyate a ti mismo
para que puedas cambiar.
Date cuenta de que aún puedes guiar a tu hijo, pero de forma respetuosa. Si haces esto cada
vez que te encuentres gritando o a punto de gritar, pronto desarrollarás la conciencia plena
suficiente para detenerte antes de empezar a gritar.
UN PROCESO DE TRES MINUTOS PARA PASAR DEL ENOJO A LA PAZ
“Dra. Laura… Usted dice que la manera de evitar gritar es esperar hasta que esté calmada y
luego intentar empezar de nuevo con mi hijo. Pero cuando me enojo, no me calmo tan rápido.
Podría tardar una hora tratando de distraerme. Mientras tanto, mi hijo aún hizo algo mal y
necesito corregirlo.”

-Jen, madre de un hijo


El proceso de “detente, suelta y respira” supone que puedes calmarte lo suficientemente
rápido como para intentar empezar de nuevo con lo que sea que te sacó de tus casillas. Pero
cuando tu cuerpo entra en el modo pelear o huir, está lleno de neuroquímicos que te incitan
a atacar. Tu hijo parece el enemigo y sientes una necesidad urgente de "corregirlo".
Sin embargo, el cuerpo no tarda una hora en calmarse, a menos que te hayas encontrado un
tigre. En serio. Lo que sea que tu hijo haya hecho, realmente no fue una emergencia. Si te
está tomando más de unos minutos calmarte, es porque no le has dicho a tu cuerpo que fue
una falsa alarma. Tu cuerpo sigue en el modo de pelear o huir, y tu mente sigue en modo de
combate, por lo que parece que necesitas una hora para “distraerte”.
Cualquiera cosa que haya hecho tu hijo, reaccionarás de manera más constructiva desde un
estado de calma. Aquí tienes un proceso de tres minutos, un momento de “¡Ajá!”, para
cambiar tu forma de ver las cosas y calmar tu reacción de pelear o huir.
Minuto uno: ¿Cuál es el pensamiento que te está molestando?

• Dite a ti mismos silenciosamente. Podría ser algo como “Está faltándole el respeto a
mi autoridad ……Tengo que cortar esto de raíz" o "¡Solo me está manipulando!"
• Piensa que este pensamiento que te está molestando casi con seguridad proviene del
miedo. Eso significa que no es tan verdadero como la interpretación de la situación
que podría surgir del amor.

Minuto Dos: Reconoce que siempre hay otro lado de la historia

• Considera que tus padres probablemente tuvieron este pensamiento sobre ti una o dos
veces, y tú saliste bien. Tu hijo también lo hará.
• Reflexiona sobre la situación desde la perspectiva de tu hijo. Por ejemplo: "Me está
mostrando lo molesto que está... Tiene derecho a expresar sus sentimientos."
• Piensa en cómo ese pensamiento molesto te lleva a tratar a tu hijo. Si soltases ese
pensamiento, ¿cómo responderías?
Minuto Tres: Ayuda a tu cuerpo a liberar las emociones

• Toca el punto de acupuntura en el borde de tu mano (el punto de golpe de karate)


mientras respiras profundamente.
• Di para ti mismo mientras tocas: "Aunque estoy molesto, estoy a salvo. Puedo
calmarme y sanar esta situación."
• Si empiezas a bostezar, ¡es excelente! Tu cuerpo está liberando tensión. Cuanto más
practiques esto, más rápido se calmará tu cuerpo.
Ahora regresa con tu hijo y empieza de nuevo desde un lugar de amor. ¿Parece difícil? Lo
es, porque cuando estamos enojados, estamos inundados de hormonas de ataque. Pero al abrir
un poco nuestra perspectiva, llegamos a la raíz de la actitud que desencadena los gritos y la
cambiamos. Cada pensamiento proviene del miedo o del amor. Elige desde el amor.

Cuando tu hijo tiene un colapso emocional: cómo mantener la calma


"Cuando mis hijos tienen colapsos/rabietas, siento que quiero alejarme lo más posible, y me
cuesta mucho empatizar con ellos."

-Laura, madre de dos


Los niños se molestan con frecuencia debido a su inexperiencia y su inmadurez cognitiva. Es
nuestra capacidad de mantenernos calmados cuando están alterados lo que les ayuda a
desarrollar las conexiones neuronales para calmarse por sí mismos. Sin embargo, a la mayoría
de nosotros nos es difícil mantenernos empáticos cuando nuestro hijo empieza a perder el
control. Algo en nosotros quiere gritar: "¡No!"

• “¡No, no tengo tiempo para esto ahora mismo!”


• “¡No, me estás avergonzando; la gente nos está mirando!”
• “¡No, ¿qué estoy haciendo mal para que tenga otro berrinche?”
• “¡No, por qué me está haciendo esto?”
• “¡No, por qué no puede abstenerse como yo lo hago?”
Bingo. La mayoría de nosotros aprendimos en nuestra infancia que nuestros sentimientos
eran inaceptables, incluso peligrosos. Así que, cuando nuestro hijo tiene una rabieta, nuestro
niño interior se activa. Se encienden señales de peligro. Cuando se vislumbra el peligro,
sentimos pánico. Solo queremos escapar (respuesta de huir), o sentimos una rabia repentina
-queremos que se calle (respuesta de pelear), o nos quedamos paralizados (respuesta de
congelar). ¿Contenerlo con empatía, permitiéndole liberar todos esos sentimientos?,
¿Aceptar su explosión incluso cuando está dirigida hacia nosotros, sin tomarlo como algo
personal? Eso es mucho pedir para la mayoría de los padres. Todas nuestras buenas
intenciones salen volando por la ventana.
Y, sin embargo, todos los niños tienen numerosas experiencias de miedo, ira, frustración y
tristeza. Necesitan expresar esas emociones y que nosotros las escuchemos. Con el tiempo,
esto les enseña a amistarse con sus emociones para poder gestionarlas. De hecho, somos su
modelo a seguir. Nuestro hijo aprende a regular sus emociones y su comportamiento
observándonos mientras regulamos los nuestros.
Así que, ¿qué podemos hacer para abordar nuestra exaltada reacción al malestar de nuestro
hijo y poder estar presentes para ellos?

• Reconoce tus propios sentimientos: Nuestro pánico frente a las emociones crudas
de nuestro hijo es un asunto de nuestra propia infancia. La única manera de erradicarlo
es ver cómo nos sirvió cuando éramos pequeños. Di a tu pánico creciente: “Gracias
por protegerme cuando era pequeño. Ahora que soy un adulto, estos sentimientos
están bien.”
• Recuerda que no es una emergencia: Dite a ti mismo: “Es natural que me sienta así
cuando mi hijo está molesto. Pero, pase lo que pase, puedo manejarlo.” Esto no es
una amenaza; es tu amado hijo, que necesita tu ayuda amorosa en este momento. Si
tu mente insiste en crear alarmas, dile que lidiarás con esas preocupaciones más tarde,
no ahora.
• Recuerda que expresar sentimientos es algo positivo: Tu hijo sentirá estas
emociones, sin importar qué. La única pregunta es si es si le darás paso libre para
expresarlos o le enseñaras que son peligrosos. Una vez que sienta sus emociones,
estas desaparecerán. (Por si te lo preguntas, son las emociones reprimidas las que
aparecen sin previo aviso y lo hacen comportarse mal.) Incluso si no puedes decir un
rotundo “¡sí!” cuando tu hijo comienza a desmoronarse, intenta pasar de tu
automático “¡no!” y a un cálido “está bien,” tal como lo haces en otros momentos
cuando tu hijo te necesita.
• Quita la presión: No tienes que arreglar a tu hijo ni la situación. Todo lo que debes
hacer es estar presente. Tu hijo no necesita realmente el juguete o cualquier cosa por
la que esté llorando; lo que necesita es tu amorosa aceptación de él, con todos sus
sentimientos entremezclados. Su decepción, ira o tristeza son normales y aceptables
y pasarán por sí solas sin que hagas nada más que demostrarle amor.
• Respira hondo y elige el amor: Cada decisión que tomamos, en su esencia, es un
avance hacia el amor o hacia el miedo. Deja que el cariño por tu hijo te dé el valor
para elegir el amor. No solo amor por tu hijo, sino también por el niño que alguna vez
fuiste y el padre que eres ahora. Sigue respirando y repítete a ti mismo: “Elijo el
amor.” ¿Demasiado cursi? Las investigaciones muestran que esto funciona. Si no te
convence, encuentra otro mantra efectivo: “Esto también pasará... Yo salí adelante y
él también lo hará... Puedo manejar esto...” Lo que sea funcional para ti.
• Tolera la emoción sin actuar de inmediato: Puedes tomar medidas después, si lo
deseas, incluso en unos minutos, cuando te hayas calmado. Por ahora, permítete sentir
lo que estás experimentando. Respira a través de la emoción. Ponle un nombre si te
ayuda. Está bien, enojo. Pero, ¿qué hay detrás el enojo? ¿Dolor? ¿Miedo?
¿Decepción? Observa cómo tu cuerpo se siente.
• Mantén las cosas simples: Tu hijo necesita que seas testigo de su desahogo
emocional y que le hagas saber que sigue siendo digno de amor, incluso con todos
esos sentimientos desagradables. Explicaciones, negociaciones, remordimientos,
recriminaciones, consejos y análisis sobre por qué está enojado o intentos de
confortarlos (“Ya, ya, no debes llorar, es suficiente”) detendrá su proceso natural
emotivo. No lo fuerces a expresarse asimismo con palabras: no tiene acceso a su lado
racional cuando está molesto. Claro que quieres “enseñarle”- pero eso tendrá que
esperar. Tu hijo no puede aprender hasta que este calmado. No necesitas decir mucho.
Tu calma, tono amoroso es lo que importa. Tal vez decirle:
o Estás a salvo. Estoy justo aquí.
o Te escucho. Todos necesitamos llorar de vez en cuando.
o Me dices que me vaya, así que me alejare un poco, pero no te dejare solo con
estos sentimientos aterradores.
o Cuando estés listo. Estoy justo aquí para abrazarte.
• Encuentra una manera de procesar tus propios sentimientos: Nada desencadena
emociones primitivas como la crianza. También necesitas desahogarte, lo que
significa sentir esas emociones y asimilarlas sin actuar impulsivamente. Algunos
podemos lograrlo escribiendo un diario o llorando, pero puede que necesites alguien
que simplemente te escuche. Busca a alguien que: Resista darte consejos, no se
escandalice si admites tener pensamientos oscuros, como querer gritarle a tu hijo o
dejarlo en medio de la tienda. Esta persona debe entender que todos tienen momentos
así, pero que no actuarías realmente de esa manera y no deberá alterarse ni entrar en
pánico por lo que sientes, ni cuestione si está bien que tú o tu hijo experimenten esas
emociones y que te permita llorar y esté presente para ti, de la misma manera en la
que tú estarías presente para tu hijo.
Es un arduo trabajo para los padres, pero es un regalo inmenso para nuestros hijos. La buena
noticia es que, cuando aceptamos al grupo completo de emociones que poseen los niños, ellos
aprenderán a gestionarlas de manera saludable. De hecho, verás resultados positivos de
inmediato después de cada "berrinche" que enfrentes con amor. Tu hijo se sentirá mucho
mejor tras vaciar esa mochila llena de sentimientos reprimidos. Esa es una acción de amor
incondicional.
Puedes nutrirte mientras crías a tus hijos

El punto de inflexión para mí fue cuando la Dra. Markham habló de criar desde un lugar
donde tu propia "copa" esté llena. Si comenzamos el día vacíos, no tenemos nada que darles
a nuestros hijos. Encontrar formas de renovar nuestra energía es vital, así que me levanto a
las 6 am todas las mañanas y salgo a caminar por mí misma. Me ayuda a recargar emergías
y enfocarme, así estoy lista para enfrentar el día y las necesidades de mis hijos. Tener citas
de juego con amigos es vital también. Por eso me uní a algunos grupos en mi inglesa para
asegurarme que todos tengamos el “tiempo con amigos” que necesitamos.
-Amanda, madre de niños de 4 y 1 año de edad
¿La regla número uno de los padres en todas partes? Ser más pacientes. Sin embargo, tener
que recurrir constantemente a tu paciencia indica que tu “copa” ya está peligrosamente vacía.
La fuerza de voluntad solo nos lleva hasta cierto punto. El verdadero trabajo consiste en
mantener tu copa llena, para que tengas suficiente alegría y presencia que compartir con tu
hijo. Los niños adoran nuestra presencia alegre, y cuando la sienten, se vuelven más felices
y cooperativos.
Si te encuentras frecuentemente: resentido o agotado, pensando negativamente sobre tu hijo,
o gritándole regularmente, podrías estar sufriendo de lo que llamo el trastorno SAP -
Sacrificio en el Altar de la Paternidad. Esto ocurre cuando olvidamos atender nuestras propias
necesidades. Sentirnos privados o vacíos no es saludable, nos termina robando la alegría
natural y tampoco es bueno para nuestros hijos, que terminan lidiando con un padre o madre
resentido, negativo e impaciente. (Piensa si eso realmente hará que se comporten mejor.)
Últimamente, tú eres responsable de cómo vives la vida que se te ha dado. Al final, en tu
lecho de muerte, no podrás culpar a nadie sobre haber sido infeliz. El secreto de la vida adulta
es que seguimos creciendo y la paternidad nos obliga también a criarnos a nosotros mismos.
Si eres lo suficientemente mayor para tener un hijo, tus padres quedan fuera de escena. Ahora
es tu responsabilidad. Mereces toda la ternura que le brindarías a un bebé recién nacido.
Cuando nos damos ese amor, transformamos nuestra paternidad -y nuestras vidas.

¿Significa esto que debes ignorar las necesidades de tu hijo y decirle que es tiempo de poner
tus necesidades primero? Por supuesto que no. La paternidad es nutrir a tu hijo, notar sus
necesidades y procurar atenderlas. Después de todo, eres el adulto. Pero ser un padre pacífico
depende de qué tan bien te “críes” a ti mismo.
Se basa parcialmente en cambiar lo que haces: Encuentra formas pequeñas de cuidarte a lo
largo del día. Y es en parte cambiar tu actitud: Encontrando paz dentro de ti mismo. La
solución es cuidarnos en cada momento del día, tal y como lo hacemos con nuestro hijo.
Honrar tanto tus necesidades como las de ellos.
La mala noticia es que requiere esfuerzo. Pero es trabajo interno que se basa en apreciarnos
con compasión- es lo que nos transforma. Aquí esta como:

• Haz un hábito de sintonizar contigo mismo tantas veces como sea posible a lo
largo del día: Solo toma una respiración profunda y deja que inunde tu cuerpo de
bienestar. Inhala calma, exhala estrés. Simplemente estar presente para ti mismo es
una forma esencial de “atención” que todos necesitamos.
• Cada vez que notes que estás sintiéndote resentido o irritable, detente:
Pregúntate: “¿Qué necesito en este momento para mantenerme en equilibrio?”
Luego, date a ti mismo -ya sea que tu hijo esté presente o no. (¿Cinco minutos para
sentarte en el porche trasero y escuchar a los pájaros? ¿Un vaso de agua? ¿Cinco
minutos bailando con buena música?) Si no puedes hacerlo ahora, queda en una cita
contigo mismo para más tarde. (¿Un baño después de que los niños se vayan a dormir?
¿Un vaso de vino con tu pareja? ¿Dormir más esta noche?)
• Nota los momentos desafiantes del día y encuentra formas de nutrirte de ellos:
Es tu vida, y tú estás al mando, aunque no siempre lo parezca. Sentirte como una
víctima no ayuda a tus hijos. ¿Te vuelve loco la hora de acostarse? Haz un plan para
mejorarla, ya sea compartiendo más responsabilidades con tu pareja, comenzando
más temprano, creando un horario, durmiendo más o disfrutando una taza de té
mientras lees a tu hijo.
• Empápate de la belleza y alegría de cada momento que puedas: Deja de
apresurarte y disfruta la risa de tu hijo, el dulce aroma de su cabello, su alegría al
dominar algo nuevo. “Oler las rosas” repone tu espíritu. Hace que la vida valga la
pena. La plenitud de tu presencia es lo que inspira a tus hijos a conectarse y cooperar.
Y cura el trastorno SAP.
CUANDO TE SIENTAS ABRUMADO

• Concéntrate en lo que importa: ¿Tus hijos han comido? ¿Los has abrazado y les
has dicho cuánto los adoras? Los niños perciben cuando estamos estresados y
desconectados y actúan. Muchas veces, un abrazo los devuelve a su mejor versión.
• Busca apoyo: Ser padre es el trabajo más difícil que los humanos hacemos. Todos
necesitamos más apoyo. Como dice la ensayista Anne Lamott: “Llévate contigo
mismo a través del día como lo harías con tu pariente favorito que es mentalmente
paciente: con mucho humor y pequeños premios.” No me refiero a más galletas. ¿Qué
tal un dulce beso de tu pareja (aunque el matrimonio no sea perfecto en este
momento)? ¿Un abrazo de tu hijo (aunque él tampoco sea perfecto)? Encuentra a
alguien con quien puedas desahogarte sobre lo difícil que es (alguien que no intente
arreglarte a ti o a tu hijo).
• Apóyate a ti mismo: Háblate a ti mismo como si fueras alguien que amas. Coloca
mensajes inspiradores por la casa para mejorar tu estado de ánimo. Deja los platos en
el fregadero y disfruta un largo baño de espuma. Date permiso para realmente apreciar
la puesta de sol. Antes de dormir, encuentra tres cosas que aprecias de ti mismo.
Duerme lo suficiente.
• Cuando pierdas la calma, aprovéchalo: De acuerdo, perdiste el control. Usa esta
oportunidad para demostrar una lección de vida sobre cómo una persona madura se
disculpa, reconecta y repara. Cada crisis es una oportunidad para acercarse, si estás
dispuesto a ver las cosas desde ambos lados, con el corazón abierto.
• Inicia de nuevo: Cuando te encuentres levantando la voz, detente, respira y di: “Lo
siento, es mi mal humor hablando... Intentemos de nuevo... Esto es lo que quería
decir”. Estás asumiendo la responsabilidad de tu propia irritabilidad, para que tus
hijos no se sientan malas personas. Y estás modelando cómo corregir su rumbo
también.
• Aprecia a tu hijo: Aunque te vuelva loco, hay algo en él que amas. Cuando lo notas,
es como decirle: “Más de esto, por favor”. Y él florecerá en consecuencia.
• Nunca te alejes emocionalmente: Tu hijo depende de ti para que mantengas la visión
de él en su mejor versión. Si siente que te estás rindiendo con él, él se rendirá consigo
mismo. ¿Se ha desviado? Ve a buscarlo. Pero no lo acompañes en el camino
equivocado. Abrázalo con tu amor y volverá contigo al camino correcto.
• Sigue eligiendo el amor: Si prestas atención, notarás que la vida está llena
constantemente de decisiones. ¿Deberías ser duro con tu hijo porque tienes miedo de
que, si no lo eres, no aprenderá? ¿Deberías demostrarle a tu pareja que tú tenías la
razón? ¿Deberías dejar de limpiar y tomar un baño de burbujas? En el fondo, cada
elección es entre el amor y el miedo. Elige el amor tan a menudo como puedas. Cada
día tienes nuevas oportunidades para interactuar con tu hijo de una manera que los
sane a ambos. Tu vida es la suma de tus elecciones. Harás malas elecciones, claro.
Pero cada decisión cambia tu perspectiva.

Por supuesto, si tienes un mal día todos los días, es una señal de que necesitas cambiar algo
en tu vida. Mereces sentirte bien. Y tu hijo merece lo mejor de ti, no lo que queda de ti.
Diez reglas para criar niños increíbles

“En tan solo un mes, he visto un gran cambio en mi hija. Cuando logro no alterarme y, en
cambio, convierto las cosas en un juego o una broma, manteniendo las reglas, ella no tiene
berrinches. Escucha mejor cuando le digo que no y está más feliz y dulce. ¡Realmente todo
se trata de que yo actúe mejor, para que ella también lo haga!”
-Brianna, madre de una niña de dos años
Los padres a menudo me preguntan qué reglas son importantes para criar buenos hijos. Creo
que las reglas más importantes para criar niños maravillosos son para nosotros, no para ellos.
Comenzamos asumiendo la responsabilidad de nosotros mismos y terminamos con la
conexión como la regla definitiva. Todo lo que está en el medio se trata de orientar a largo
plazo.
1. La habilidad más importante como padre: manejarte a ti mismo: Cuida de ti
mismo para no descargar tus emociones sobre tu hijo. Interviene antes de que tus
propios sentimientos se salgan de control. Mantén tu "vaso lleno". Cuanto más cuides
de ti con compasión, más amor y compasión tendrás para tu hijo. Recuerda que tu
hijo hará todo lo que tú hagas, ya sea gritar o hacer comentarios negativos sobre tu
cuerpo.
2. El compromiso más importante como padre: ser el defensor de tu hijo y no
rendirte con él: No le gritas a una flor que no está floreciendo; la riegas. Aprecia
quién es tu hijo y responde a lo que necesita, no a lo que crees que necesita. Cada
niño merece al menos una persona que esté 110% de su lado. Esto no significa que tu
hijo siempre tenga la razón, sino que siempre vale el esfuerzo extra. Que todo el amor
que le das marcará una diferencia positiva.
3. El secreto más importante: la disciplina no funciona, a pesar de todos los libros
escritos al respecto: El castigo siempre empeora el comportamiento de tus hijos.
Evitarlo es lo más importante que puedes hacer para criar niños responsables y
considerados. En lugar de castigar, guía con amabilidad y establece límites de
comportamiento, pero siempre empatizando con los sentimientos, incluidos los que
tu hijo tiene sobre los límites que le impones. Tanto la empatía como las guías/límites
son esenciales; ninguno por sí solo es totalmente exitoso.
4. Lo que los niños necesitan y nadie te dice: un lugar seguro para expresar sus
sentimientos mientras tú los “escuchas”: Si quieres criar a un niño que pueda
manejar su comportamiento, primero debe gestionar las emociones que lo impulsan.
Y si quieres que maneje sus emociones, primero necesita saber que tiene un lugar
seguro (tus brazos) para llorar y enfadarse sin que sea mandado a callar. La risa libera
las mismas tensiones que las lágrimas, así que jugar con los niños es también una
excelente manera de ayudarlos a expresar sus miedos y frustraciones. Los niños que
reciben apoyo con sus grandes emociones desde pequeños aprenden a gestionar sus
propios sentimientos (y, por lo tanto, su comportamiento) desde una edad temprana.
5. Lo que tu hijo desearía que entendieras: solo es un niño, haciendo lo mejor que
puede: Espera un comportamiento acorde a su edad, no perfección, y mantén claras
tus prioridades. Tu hijo está en formación frente a tus propios ojos -todavía se está
desarrollando y superará la mayoría de sus comportamientos inapropiados. Su
habitación desordenada importa mucho menos que cómo trata a su hermano menor.
6. El mantra más útil: no te lo tomes personal: Sea lo que sea que haga tu hijo, te
resultará mucho más fácil responder con calma si notas cuándo comienzas a sentirte
molesto. Esto no se trata de ti; se trata de tu hijo, que es un ser humano inmaduro
tratando de aprender y crecer con tu apoyo. Cultiva un sentido del humor. Esto
también te ayudará a evitar pelears de poder. Nadie gana en una pelear de poder. No
insistas en tener la razón; ayúdalos a salvar su orgullo. Cuando algo te saque de
quicio, úsalo como una oportunidad para explorar esa reacción y liberarte de su
control.
7. Lo que debes recordar en los momentos difíciles: todo mal comportamiento
proviene de necesidades básicas no satisfechas: Satisface sus necesidades de sueño,
nutrición, tiempo para relajarse, abrazos, conexión, diversión, dominio y seguridad.
Hazles saber de antemano el comportamiento que esperas. Dales una "guía" -
enseñándoles poco a poco- para que puedan manejar lo que se espera de ellos. Los
niños quieren tener éxito. (Si no lo quieren, es un problema de relación, no de
comportamiento).
8. El mejor experto en crianza, tu hijo: Deja que te muestre lo que necesita, desde que
es un bebé. Escucha con el corazón. Estate dispuesto a cambiar y crecer -y aprende a
disfrutar del proceso.
9. La única constante, el cambio: Lo que funcionó ayer no funcionará mañana, por lo
que tu enfoque de crianza debe evolucionar junto con tus hijos. Parece que cada uno
de nosotros recibe al hijo perfecto para aprender lo que necesitamos saber.
10. Lo que más importa, mantente conectado y nunca retires tu amor, ni por un
momento: La razón más profunda por la que los niños cooperan es porque te aman y
quieren complacerte. Por encima de todo, protege la relación con tu hijo. Esa es tu
única influencia sobre él y lo que más necesita. Y esa cercanía es lo que hace que
todos los sacrificios de ser padre valgan la pena.

PARTE DOS
Fomentando la conexión
Son los momentos en los que me detengo, salgo de mi propia cabeza y reconecto con el hecho
de que amo a mis hijos y estoy lista para estar ahí para ellos en estos instantes, que son los
que realmente cambian las cosas. Mis hijos sienten el amor, se sienten validados y
escuchados. Cuando sigo adelante con mi mente llena de "cosas de adultos ocupados", hago
la vida mucho más difícil para mí y para mis hijos. Esa desconexión nos hace sufrir a todos.
-Amber, madre de dos niños

El ingrediente esencial para padres pacíficos y niños felices


La seguridad de saber que alguien está de su lado, cuidándolo, es lo que permite a un niño
enfrentar golpes, raspones y decepciones -en otras palabras, aprender, crecer y desarrollar
resiliencia. Cuando los niños se sienten conectados de manera segura con nosotros, aprenden
a amarse a sí mismos y a amar a los demás. El dicho de que les damos cimientos a nuestros
hijos para que luego puedan desarrollar alas sigue siendo tan cierto como siempre, y, como
siempre, requiere un vínculo seguro para que esos cimientos realmente lo logren. Además,
una buena conexión con tu hijo es el secreto para ser un padre feliz. Por eso, fomentar la
conexión es una de las tres grandes ideas del corazón de este libro.
Como veremos, nuestras otras dos grandes ideas también están fomentadas en fomentar la
conexión. Guiar en lugar de controlar, simplemente no es posible si tus hijos no sienten que
estás de su lado de una manera muy profunda y tácita. Y en cuanto a autorregularte, tu propia
plenitud emocional determinará cuán profundamente puedes conectar con tu hijo.
Por qué la Conexión es el Secreto de una Crianza Feliz

A veces, los padres abordan la conexión con su hijo como un deber. Después de todo, tenemos
una larga lista de obligaciones, y lo que realmente queremos es una hora para nosotros sin
que nadie nos reclame. Pero la verdad es que ese vínculo gratificante es nuestra recompensa
por todo el arduo trabajo. Los momentos que hacen que nuestro corazón se derrita hacen que
todos los sacrificios valgan la pena. Y nuestros hijos necesitan saber que nos alegramos de
tenerlos o no se sentirán dignos de ser amados. De hecho, tu capacidad para disfrutar a tu
hijo puede ser el factor más importante en su desarrollo. Eso es lo que te lleva a hacer -de
manera automática- todas las cosas que lo ayudan a prosperar, desde arrullarlo en la infancia
hasta jugar brusco a los tres años y charlar a los cinco.

Esa conexión profunda también es lo que hace posible una crianza pacífica. Los niños
cooperan libremente, incluso con entusiasmo, cuando creen que estamos de su lado. Cuando
no tienen esa creencia profundamente interiorizada, nuestros estándares de comportamiento
les parecen injustos, contradiciendo lo que perciben como sus propios mejores intereses, ya
sea tomar el trozo más grande de pastel o mentirnos.
Ninguna cantidad de "habilidades parentales" puede compensar un vínculo dañado entre
padres e hijos. Es como andar en bicicleta cuesta arriba por una pendiente muy empinada.
Por el contrario, criar con una buena relación es como deslizarse cuesta abajo: todavía tienes
que prestar atención y mantenerte en el camino, y ciertamente surgen giros y vueltas, pero el
impulso está a tu favor.
Un vínculo cercano nos da acceso a nuestro instinto natural de crianza y nos permite ver las
cosas desde el punto de vista de nuestro hijo, lo que nos convierte en mejores padres. También
hace que los niños estén más abiertos a nuestra influencia, incluso cuando comienzan a
introducirse hacia un mundo más amplio como de los amigos, la escuela y el resto de sus
vidas. Una y otra vez, los estudios muestran que la mejor protección para los adolescentes
contra la cultura de excesos y el grupo de semejantes, es una relación cercana con los padres.
Construyes esa conexión desde que son bebés.

Veamos cómo se desarrolla la conexión durante la infancia.


La conexión a medida que crece tu hijo

Bebés (0–13 meses): conexión para formar el cerebro


¿Qué es tan importante como la comida para que tu bebé se desarrolle de manera óptima?
Conexión. Los humanos nacen listos para amar y ser amados. Todo el desarrollo emocional,
incluyendo nuestra capacidad para regular emociones, controlar nuestro temperamento,
retrasar la gratificación y formar relaciones románticas saludables, se construye a partir del
cuidado que recibimos como bebés. De hecho, nuestro cerebro se moldea en respuesta directa
a las interacciones con nuestros padres.
Los cerebros de los recién nacidos llegan al mundo con mucho desarrollo pendiente. Así, los
humanos conservan la flexibilidad necesaria para adaptarse a diferentes entornos. Por lo
tanto, las interacciones con tu bebé durante su primer año determinarán en gran medida cómo
se conectarán su cerebro y sistema nervioso para el resto de su vida. Tu bebé aprende a
autorregularse fisiológica y psicológicamente gracias al contacto contigo. Tu toque amoroso
regula sus hormonas del estrés y del crecimiento. Su ritmo cardíaco se sincroniza con el tuyo.
Como explica Sue Gerhardt en Porque el amor importa: “Como el afecto forma el cerebro de
tu bebé”, el bebé está “estableciendo el rango normal de estimulación” y “coordina su sistema
con el de las personas a su alrededor. Los bebés de madres deprimidas se ajustan a la poca
estimulación y se acostumbran a la falta de sentimientos positivos. Los bebés de madres
agitadas pueden permanecer sobre estimulados y desarrollar una sensación de que las
emociones simplemente estallan fuera de control”.
Esta conexión se basa en la interacción normal entre padres y bebés y como esta
automáticamente se interconecta con los bebés. Tu bebé te mira. Tú sonríes y le haces
arrullos. Te sonríe y mueve los pies con emoción. Tú respondes con más emoción, y ambos
“bailan” emocionalmente, sintiéndose cada vez más felices y conectados. Luego, tu bebé
necesita calmarse. Mira hacia otro lado. Algunos padres intentarían provocarle más sonrisas,
pero tú estás atento. Sabes que necesita un descanso. Le hablas suavemente, ella/él te mira
de nuevo y siente que puede interactuar. Se acomoda tranquila y contenta. Aprendió que
puede expresar sus necesidades y que tú responderás ayudándola. Es un delicioso, universo
a salvo. Existe emoción y también calma. Con tu ayuda podrá manejar lo que sea que venga.
¿Qué pasó? Tu pequeño acaba de aprender una lección importante sobre la autorregulación
gracias a la interacción contigo. Puede emocionarse, sobre estimularse e incluso sentirse
desbordada. Cuando esto sucede, envía una señal, y tú le ayudas a calmarse. Aprende que,
aunque el mundo pueda ser emocionante o abrumador, está seguro contigo. Le ayudarás a
regular su estado de ánimo, sin importar si son buenos o malos sentimientos. Su acercamiento
hacia ti lo mantendrá a salvo.
Durante el primer año de vida, estas interacciones se repiten muchas veces. Estas
experiencias moldean fisiológicamente el cerebro de tu bebé y brindan lecciones sobre la
confianza. Según el neurobiólogo Allan Schore, “La madre está descargando programas
emocionales en el hemisferio derecho del cerebro del bebé. El niño usa el producto de la
interacción por parte del hemisferio derecho de la madre como plantilla para cablear circuitos
en su propio hemisferio derecho”. Estas interacciones determinan incluso el tamaño del
hipocampo (clave para el aprendizaje, manejo del estrés y salud mental), el cíngulo anterior
(regulación emocional) y la amígdala (reactividad emocional). Esta conexión nerviosa
temprana influencia la felicidad y la formación del carácter en su vida, porque una mejor
conexión significa una mejor habilidad al conectar con otros, regular emociones positivas o
negativas y consolarse.
Priorizar la conexión con tu bebé no solo hace más fácil cuidarlo, sino que también crea un
bebé feliz y seguro que crece como un niño cooperativo. El consuelo que das a tu bebé le
enseña a regular sus emociones negativas. La mayoría de niños, mas no todos, insisten en ser
cargados o cuidados, lo cual les ayuda a autorregularse fisiológicamente. Dormir cerca de la
madre también mejora la regulación de los patrones de sueño y respiración, reduciendo el
riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL). El conectar con tu hijo también te
ayuda a entender sus señales y necesidades únicas, l cual construye tu confianza como padre.
Una vez que tu bebé aprende que sus cuidadores son nutritivos y protectores, construirá su
seguridad interna y procederá a explorar la siguiente etapa de desarrollo, conocer y dominar
sus alrededores, formando relaciones con otras personas.
Puede que pienses que lo que ahora se llama “crianza con apego” es una nueva tendencia, a
menudo atribuida al Dr. Bill Sears. Pero no tiene nada de nuevo; hemos estado practicándola
desde que los humanos existen. El mismo Dr. Sears dice: “La crianza con apego no es un
nuevo estilo de crianza... De hecho, es la manera en que los padres han cuidado a los bebés
durante siglos, hasta que los asesores de cuidado infantil aparecieron y llevaron a los padres
a seguir libros en lugar de a sus bebés”. La crianza con apego ahora está respaldada por una
gran cantidad de teorías académicas e investigaciones, pero la idea básica es simple e
intuitivamente obvia. Los bebés humanos nacen indefensos en comparación con otros
mamíferos. Necesitan que los padres los mantengan cerca hasta que puedan sobrevivir por sí
mismos.
Lamentablemente, en nuestra sociedad se ha desarrollado un mito de que la crianza con apego
requiere que los padres vivan bajo reglas de autosacrificio. Pero no es así. No tienes que
llevar a tu bebé cargado constantemente o dormir con él para crear un vínculo de apego
seguro. La única pauta esencial -de nuevo, es sentido común- es que un apego saludable
requiere estar en sintonía y responder a las señales únicas de tu bebé. ¿Y qué padre no quiere,
en el fondo de su corazón, hacer exactamente eso?
Así que redefinamos la crianza con apego. Es simplemente responder a las necesidades
emocionales y físicas de tu bebé, que en la infancia usualmente incluyen permanecer cerca
del padre o madre. Como en todo en la crianza, nuestra capacidad para hacer esto depende
de nuestro propio crecimiento emocional. De hecho, la investigación sobre este tema es
reveladora. Podemos predecir durante el embarazo -¡antes de que nazca el bebé!- si un niño
tendrá un apego seguro con su padre o madre. ¿Cómo? Simplemente entrevistando al padre
o madre. Si tuvimos un apego seguro con nuestros propios padres, nuestro bebé casi con
certeza tendrá un apego seguro con nosotros. Por otro lado, si nuestros padres no satisfacieron
nuestras necesidades y nos volvimos preocupados o evasivos respecto a nuestro propio deseo
de conexión, nos sentiremos incómodos conectándonos íntimamente con nuestro bebé. Por
suerte, esta correlación no depende únicamente de lo que te ocurrió, sino de cómo lo has
procesado. Cuando reflexionas sobre tu infancia, sacas a la superficie tus emociones y
reescribes la historia de tu vida desde una perspectiva adulta compasiva, haces crecer tu
corteza orbitofrontal- y en el proceso te vuelves capaz de criar a tu bebé de manera receptiva
para crear un apego seguro. De hecho, cómo hemos hecho las paces con nuestra propia
historia de apego, termina siendo un predictor confiable de un apego seguro que cualquier
otro factor, incluidas prácticas específicas de crianza como dormir juntos o cuánto tiempo
pasamos con nuestro hijo. La buena noticia es que, al hacer las paces con la historia de tu
infancia, cambias sutilmente la disponibilidad emocional que posees hacia tu hijo, y de
acuerdo a eso florece, ya sea un bebé o un niño de nueve años.
¿Te preocupa si tu hijo tuvo suficiente conexión cuando era un bebé? Construir una lazo con
una estructura óptima en los primeros tres años mientras tu pequeño desarrolla su cerebro, es
obviamente preferible formarlo más tarde. Pero las investigaciones más recientes muestran
que el cerebro sigue creciendo y cambiando a lo largo de la vida. Cuando consuelas a tu hijo
de cuatro o seis años, su cerebro todavía está aprendiendo de ti cómo calmarse. Puede que
necesite llorar un poco más para sanar su experiencia de haberse sentido separado o asustado,
pero aún es lo suficientemente joven para estar abierto a esa sanación. Tu paciencia frente a
sus crisis emocionales es clave para que supere cualquier herida anterior. Se vuelve aún más
importante recordar que sus comportamientos desafiantes son una señal de que necesita tu
ayuda emocional.
La comprensión que le brindas a tu hijo siempre es sanadora.
Y ningún padre o madre está siempre en sintonía con su bebé. Como dice el investigador
Edward Tronick: “Solo tal vez el veinte o treinta por ciento del tiempo la interacción está
‘perfectamente’ en sintonía. El resto del tiempo, estás en sintonía, te sales de sintonía, vuelves
a entrar en sintonía. El no estar siempre en sintonía libera a los padres de esa carga constante
de ser perfectos -porque no puedes ser perfecto. No importa cuánto lo intentes, no puedes.
Cuando vuelves a conectar, una de las cosas que puede pasar -no siempre, pero algunas veces-
es que creas algo nuevo. Descubres una nueva manera de hacer algo juntos que nunca antes
habían hecho. Si creas algo nuevo, creces. Y los bebés se tratan de crecer”.
EVALUAR EL APEGO

La "Situación Extraña" provoca una breve pero estresante separación y reencuentro en una
situación que es desconocida para el niño. Usando la respuesta del niño a la situación, los
investigadores clasifican a los niños de quince meses en las siguientes categorías:

• Seguro: Estos pequeños protestan por la partida del padre o madre y son fácilmente
consolados cuando este regresa. Conocidos como niños con apego seguro, pueden
estar estresados por la separación, pero confían en que, al regresar, el padre o madre
ofrecerá consuelo y seguridad. Resulta que tienen una mejor relación con el padre o
madre con quien se sienten seguros, pero eso no es todo. A medida que se desarrollan,
estos niños son evaluados como mejor preparados en prácticamente todos los
aspectos, incluyendo relaciones interpersonales y rendimiento académico.
• Resistente/ambivalente/preocupado: Estos pequeños protestan por la partida del
padre o madre, pero rechazan el consuelo cuando este regresa. Al parecer, han
aprendido que el padre o madre no siempre es confiable para responder a sus
necesidades y encuentran difícil recibir consuelo de él o ella. De hecho, parecen
enojados, como si el padre o madre estuviera negándoles y reteniendo lo que
necesitan. A medida que maduran, estos niños permanecen enfocados en buscar la
seguridad en las relaciones, pero debido a su intensa necesidad, tienden a crear
vínculos poco satisfactorios. Su preocupación por la búsqueda del amor puede
impedirles atender adecuadamente otras áreas de desarrollo apropiadas para su edad,
como aprender y experimentar la independencia. A menudo, estos niños se involucran
en exceso con sus compañeros en un intento de llenar su necesidad de apego
insatisfecha.
• Evitativo: Estos pequeños pueden no protestar por la partida del padre o madre y no
buscan consuelo cuando este regresa. No expresan necesidades de consuelo
apropiadas para su edad, aparentemente porque asumen que esas necesidades no serán
satisfechas en la relación. Aunque parecen más independientes en esta situación, no
son más independientes en casa o en la escuela, y de hecho, los maestros de guardería
los califican como más quejosos y demandantes que otros niños de la misma edad.
De hecho, cuando se monitorea su estado fisiológico durante la “situación extraña”,
resulta que estos pequeños tienen ritmos cardíacos y niveles de cortisol elevados, lo
que indica que, aunque han aprendido a disimularlo y que en realidad se sienten muy
molestos cuando el padre o madre sale de la habitación. A medida que crecen, estos
niños solitarios encuentran sus necesidades emocionales abrumadoras y aterradoras,
por lo que las reprimen. A menos que tengan la oportunidad de experimentar terapia
u otra relación que los transforme a través del amor, es posible que no desarrollen una
gran capacidad para la intimidad. Aunque pueden tener éxito en lo académico o
deportivo, su falta de habilidades sociales a menudo limita su felicidad e incluso su
carrera profesional.
Niños pequeños (13-36 meses): Construyendo un apego seguro

Veamos qué sucede con la conexión entre padre/madre e hijo cuando nuestro bebé alcanza
los "terribles dos". Como un niño pequeño, ahora es capaz de regular su fisiología, pero
todavía depende mucho de ti para ayudarlo a regularse emocionalmente. Sus controles
emocionales en la corteza frontal aún están en desarrollo. Irónicamente, aunque la tarea del
niño pequeño es afirmarse como un explorador activo de su mundo, puede comenzar a
desarrollar esas alas solo si tiene un apego seguro en su relación contigo.

Nosotros ahora tenemos más de 40 años de investigación, incluyendo estudios alternativos


que registran el efecto del apego seguro. Cuando crecen los bebes con apego seguro, llegan
a formar mejores relaciones con otras personas, tienen buena autoestima, son más flexibles
y resilientes bajo estrés y se desempeñan mejor en cualquier aspecto de la vida, desde la
escuela hasta la interacción con semejantes.
SI TU SITUACIÓN REQUIERE GUARDERÍA

• Elige un cuidado cálido, afectuoso, flexible y con una alta proporción de personal por
niño.
• Retrasa el ingreso a la guardería tanto como puedas.
• Reduce al máximo las horas que tu hijo pase ahí.
• Considera posponer tener otro hijo hasta que el primero sea preescolar para
maximizar el tiempo de vínculo con ambos. Los años de la infancia temprana son
particularmente desafiantes, especialmente para los niños en guarderías, y manejar a
un niño pequeño y un recién nacido puede ser muy demandante incluso para los
padres más pacientes.
• Elimina el tiempo frente a la televisión para reducir posibles conductas agresivas (más
comunes en niños que asisten a guarderías) y enfoca la atención de tu hijo en ti como
su figura guía.
• Cuando estés en casa, involúcrate activamente con tu hijo para fortalecer su vínculo,
utilizando las estrategias descritas en este libro. Para niños pequeños con
comportamientos difíciles, la separación diaria puede ser una de las causas, así que
aumenta el tiempo de juego físico y conexión para contrarrestarlo. Una relación
segura y tranquila contigo es la mejor protección para tu hijo.
Es extraordinario, pero incluso a los quince meses, los niños pequeños ya han desarrollado
interpretaciones sobre cómo funcionan las relaciones y estrategias para satisfacer sus
necesidades interpersonales. Estos patrones tempranos, a menos que cambien, pueden
permanecer durante toda la vida.

Por ejemplo, un niño de quince meses con un apego seguro aprende a confiar en que sus
padres responderán a sus necesidades. Cuando comienza a explorar el mundo caminando,
todavía depende enormemente de sus padres. Como lo describen Gordon Neufeld y Gabor
Maté en “Protege a tus hijos”, los padres siguen siendo su “Estrella del Norte.”
Si llevas a un niño de esta edad al parque y te sientas cerca de él, mirará regularmente hacia
ti en busca de seguridad. Moverte incluso un poco más lejos, aunque sigas siendo visible,
puede alterar su sentido de seguridad y hacer que busque tu proximidad antes de volver a
jugar. Esto demuestra lo vital que es tu presencia para su estabilidad emocional.
¿Cómo afecta la guardería a tu niño pequeño?

Lo que ocurre en casa siempre será mucho más importante que lo que sucede en la guardería
porque el apego de tu hijo hacia ti domina su psique. Sin embargo, si tu hijo pasa más de 20
horas a la semana en guardería, es probable que esto impacte en su desarrollo. Algunos de
estos efectos son positivos, como el aprendizaje de habilidades sociales y la exploración de
nuevos entornos. Sin embargo, los bebés están biológicamente diseñados para estar en
contacto cercano con un cuidador principal. Los padres suelen estar más atentos, tienen
menos niños a quienes cuidar y están más emocionalmente comprometidos con el bienestar
de sus hijos que los trabajadores de guarderías. Desafortunadamente, en los Estados Unidos,
la falta de licencias familiares pagadas hace que aproximadamente la mitad de todos los bebés
pasen la mayor parte de sus horas despiertos lejos de sus padres durante sus dos primeros
años, un período crítico para el desarrollo emocional del cerebro. Por ejemplo, cuando sonríes
a un bebé de dos meses, el tiempo que tarda en devolverte la sonrisa fortalece las neuronas
en la corteza orbitofrontal, responsable de la inteligencia emocional. En una guardería, los
cuidadores pueden no tener tiempo para esperar estas interacciones, lo que resulta en
oportunidades perdidas para la sintonización emocional.
Para los niños pequeños, un cuidado receptivo puede prepararlos mejor para el cuidado
grupal. Sin embargo, los estudios muestran que los niños de dos años que pasan más tiempo
en guarderías tienden a mostrar más problemas de comportamiento debido al estrés de la
separación. Afortunadamente, un cuidado parental de alta calidad puede mitigar estos efectos
negativos. En otras palabras, tu hijo podría comportarse de manera más desafiante debido al
tiempo de separación, pero si manejas su comportamiento con comprensión, tu relación y su
psique permanecerán intactas. Afortunadamente, los niños que asisten a guarderías son tan
obedientes como otros niños a los tres años de edad. Esta podría ser la edad perfecta para
comenzar la "escuela," ya que los niños son más capaces de expresar verbalmente sus
necesidades y de esperar a que se satisfagan. Los psicólogos investigadores aún están
llevando a cabo estudios longitudinales que nos proporcionarán la información necesaria
sobre los efectos de las guarderías, pero sabemos que la calidad del cuidado importa
enormemente. Y dado que gran parte del desarrollo cerebral que determina el estado de
ánimo, la ansiedad y las tendencias a la depresión en la vida adulta ocurre durante el primer
año, en cierto modo los resultados ya son conocidos. Es simplemente sentido común tratar
de brindar a los bebés las conexiones sintonizadas que necesitan durante ese primer y crítico
año.
NIÑOS EN EDAD PREESCOLAR (3–5 AÑOS): DESARROLLANDO INDEPENDENCIA

Sigues siendo el centro de la existencia de tu hijo en edad preescolar, la Estrella del Norte (o
figura de apego) alrededor de la cual se orienta. Sabe, a un nivel primitivo, que, si llegara a
separarse de ti, estaría desprotegido y enfrentaría riesgos terribles, posiblemente incluso la
muerte. Puede negociar contigo como un abogado en entrenamiento, y cada vez es más capaz
de arreglárselas sin ti mientras está en la escuela o con amigos, pero la Madre Naturaleza lo
ha hecho dependiente por una razón. Esa razón no es solo su necesidad de protección; su
dependencia de ti también lo hace receptivo a tu guía. Puede que no siempre parezca
"escucharte", pero sigues siendo su fuente más confiable de información sobre el mundo e
incluso sobre sí mismo.

Muchos padres que fácilmente consolaron la ansiedad de separación de su hijo pequeño


comienzan a sentirse frustrados o preocupados cuando este tiene dificultades para separarse
de ellos al comenzar la educación preescolar. “¿Qué le pasa a mi hijo?” se preguntan. “¿Por
qué no es más independiente?”
Para responder a esa pregunta, necesitamos considerar lo que realmente significa la
independencia. Cuando pensamos en un niño independiente, usualmente pensamos en un
pequeño que se separa fácilmente como un bebé, que puede irse a dormir en casa de un amigo
sin mirar atrás a los cinco años, o que se marcha a un campamento de verano por un mes a
los nueve años. Ese es un niño independiente, ¿verdad?

En realidad, no. Resulta que estos escenarios pueden no tener mucho que ver con la
independencia. Tienen que ver con la separación del padre, lo cual no es necesariamente lo
mismo que la independencia. Los niños están biológicamente diseñados para orientarse
alrededor de una Estrella del Norte o figura de apego, así que cuando están lejos de nosotros,
dependen de alguien, ya sea un mejor amigo o un maestro. Esa dependencia suele ser algo
bueno en relación con el maestro, porque el niño está más dispuesto a aceptar su influencia
y dirección. Pero orientarse alrededor de un compañero es un factor de riesgo para los niños.
Además, el hecho de que un niño pueda separarse fácilmente de sus padres no es
necesariamente algo bueno. No esperaríamos que un bebé de cuatro meses sea independiente;
eso sería un indicador de un desarrollo anormal. ¿Y recuerdas a nuestro pequeño de quince
meses que no mira hacia arriba cuando su mamá lo deja en la situación extraña? ¿Es
realmente más independiente? No. Los pequeños que no parecían notar que su madre salía
de la habitación no eran los niños que crecieron siendo independientes. Eran los niños
evitativos que habían renunciado a que se atendieran sus necesidades, por lo que disfrazaron
su ansiedad, aunque sus corazones estaban acelerados. Estos niños podrían irse al
campamento sin mirar atrás, pero esa separación fácil de los padres podría ser, en realidad,
una señal de un apego desgastado que dificultará su capacidad para formar relaciones con
otros.
Los niños necesitan una figura de apego para sentirse anclados. Esto está programado en su
supervivencia; el padre proporciona la base segura para que el niño se sienta lo
suficientemente seguro como para explorar el mundo. Cuando "empujamos" a los niños hacia
la independencia emocional, la investigación muestra que se vuelven más necesitados. A
veces se involucran demasiado con su grupo de pares y fijan a otros niños como objetos de
apego.
Podemos pensar en la independencia emergente como la confianza del niño en su apego
seguro a un padre lo suficiente como para interactuar con el mundo y realizar con éxito sus
tareas de desarrollo apropiadas para su edad. Eso significa jugar con otros niños sin
golpearlos, interactuar apropiadamente con un maestro, participar en un equipo deportivo sin
berrinches, o hacerse responsable de las tareas escolares. Al principio, estas tareas suelen
involucrar a los padres, pero con el tiempo, el niño comienza a interactuar con el mundo por
sí mismo. Eso es independencia emergente.
Así que, en lugar de pensar en la independencia como algo relacionado con la separación de
nuestro hijo de nosotros, veámosla como la capacidad de nuestro hijo para sentirse confiado
y competente al interactuar con el mundo y manejar su vida, mientras reducimos
gradualmente nuestro papel de intervención directa a disponibilidad de apoyo, a asistencia
telefónica, a apoyo moral.
¿Qué hace que un niño sea independiente? Raíces y alas. La independencia está arraigada en
el apego seguro: saber que mamá y papá están ahí cuando se les necesita. Una vez que los
niños saben que estamos disponibles si nos necesitan, pueden concentrarse en sus tareas de
desarrollo apropiadas, lo que incluye volverse más independientes al manejar sus
responsabilidades. Si no saben si pueden contar con mamá y papá, los niños se obsesionan
con intentar ganar atención y aprobación, y eso interfiere con el dominio de las tareas de
desarrollo apropiadas para su edad. Si esta afirmación no proviene de los padres, los niños se
obsesionan con obtenerla de sus pares, a menudo con resultados desagradables.

¿Las alas? ¡Sentirse poderosos! Cuando permitimos que florezca la natural afirmación de los
niños dándoles control sobre los aspectos de su vida donde eso es apropiado, también
fomentamos su independencia en desarrollo. Como hemos visto, esto comienza temprano. A
medida que los pequeños pasan la marca del año de edad, se vuelven más asertivos. Necesitan
la experiencia de poder en el sentido más positivo: que pueden actuar sobre el mundo y
obtener el resultado deseado. También necesitan saber que seguimos disponibles como
apoyo. Ese sentido en desarrollo de sentirse capaces en el contexto de nuestra guía es lo que
ayuda a los niños a desarrollar confianza, que es el principio de la independencia.
NIÑOS EN EDAD ESCOLAR (6–9 AÑOS): FUNDAMENTOS PARA LA
ADOLESCENCIA
¿Cómo sucedió esto? De alguna manera, tu niño en edad preescolar se ha convertido en un
estudiante de primaria completamente desarrollado. Es mucho más fácil ahora: tienen mucho
más autocontrol, son más cooperativos y afectuosos.
Pero aquí es donde las cosas se complican. Estás viviendo tu vida, tratando de mantener un
hogar ocupado y poner la cena en la mesa, mientras tu hijo se está moldeando en la persona
que llegará a ser. Durante los años escolares, la mayoría de los padres están tan agotados y
abrumados por la vida que nos sentimos aliviados al ver a nuestro hijo cada vez más enfocado
en el grupo de pares.
Pero si pasas los días de semana separados y llenas los fines de semana con deportes, tiempo
frente a pantallas y pijamadas, es fácil que sus mundos se vuelvan cada vez más distantes.
Ahora es tan autosuficiente, tan orientado a sus compañeros y tan ocupado con sus diversas
pantallas que es posible pasar todo un fin de semana sin apenas ver a tu hijo de ocho años.
Puede que aún no lo notes, pero tu influencia ya está comenzando a disminuir, a medida que
tu hijo empieza a moldear su comportamiento fuera de casa según las normas de sus
compañeros de escuela y las imágenes de los medios.
Los niños, de manera natural, recurren al grupo de pares para encontrar compañía y a los
medios para obtener pistas sobre las “normas” sociales. El peligro surge cuando no se sienten
firmemente anclados a sus padres como su Estrella del Norte y comienzan a orientarse
alrededor de su grupo de pares o de los valores de los medios. Si no cimentamos una conexión
cercana antes de que nuestros hijos lleguen a la secundaria, buscarán en otros lugares el
vínculo y la orientación que necesitan. Tristemente, cuando nos damos cuenta de que estamos
perdiendo a nuestro hijo frente al grupo de pares, es difícil recuperar su atención.

Tu objetivo durante los años de primaria es construir una relación sólida con tu hijo, que sirva
como contrapeso a la cultura de los pares y como una base sólida para atravesar los años de
adolescencia. ¿Cómo?

• Desarrolla rituales familiares que fomenten la conexión. Reuniones familiares.


Brunches los domingos por la mañana. Almuerzos los sábados con papá de camino a
las compras semanales. Paseos para recoger manzanas cada septiembre o hacer
disfraces juntos antes de Halloween. Lo que sea que funcione para tu familia,
convierte estas oportunidades de conexión en rutinas, de modo que todos las esperen
con entusiasmo y se realicen de manera constante.
• Resiste el impulso de decir sí a una cita de juegos más para poder hacer más
cosas: En su lugar, dedica un tiempo libre simplemente a pasar el rato con tu hijo.
Ahora es el momento de sentar las bases para una gran relación en el futuro.
• Toma tus señales sobre independencia de tu hijo: La madurez no sigue una línea
recta; los pequeños retrocesos son normales. Recuerda que después de períodos de
independencia que requieren un comportamiento de "niño grande", como las
pijamadas, la "parte bebé" de tu hijo saldrá a relucir en busca de atención extra de tu
parte. En lugar de avergonzarla por no "actuar según su edad," satisface esas
necesidades reconectando con ella a un nivel visceral.

Puede parecer que apenas terminaste de enseñarle a ir al baño, pero los años de la
adolescencia están a la vuelta de la esquina. Esta es tu última y mejor oportunidad. Aprovecha
estos dulces y razonables años de la infancia mientras sigues siendo el centro de la vida de
tu hijo.
Conceptos Básicos de Conexión

El concepto más valioso que he aprendido de tus correos diarios y de tu sitio web es
simplemente recordar que todo lo que cualquiera de nosotros realmente necesita es amor.
Parece tan simple, pero puede ser tan difícil en el calor del momento. Desde que conocí tu
trabajo, he comenzado a repetirle a mi hijo lo que él dice o quiere. Ya sea que esté dispuesta
o no a cumplir con su deseo, sé que estoy cubriendo una necesidad crítica: sentirse escuchado
y validado. Para él, a veces saber que lo escucho es suficiente... y, como resulta, conectarse
conmigo era realmente todo lo que necesitaba.
-Ashley, embarazada y madre de un niño de dos años
En mi práctica clínica, a menudo veo a familias alcanzar puntos de crisis cuando sus hijos
llegan a ciertas edades. Esto ocurre primero alrededor de los trece meses, cuando los bebés
se convierten en niños pequeños y comienzan a tener berrinches. En este punto, algunos
padres buscan estrategias positivas que les permitan mantener a salvo a su pequeño y
ofrecerle orientación mientras lo convencen de que están de su lado. Esas familias están en
el camino hacia una relación de ganar/ganar; siempre que sigan escuchando, resistan la
tentación de castigar y reparen cualquier ruptura, permanecerán cercanos a su hijo de por
vida.
¿Qué pasa con las familias que comienzan a castigar a su niño pequeño? Están alejando a su
pequeño cada vez que lo hacen, disminuyendo su influencia sobre él sin siquiera darse cuenta.
Mientras podamos asustarlo y obligarlo a entrar en "tiempo fuera," nuestro hijo puede
obedecer nuestras órdenes. Pero su disposición a escucharnos disminuye con cada castigo, y
para cuando tenga cinco o seis años y sea demasiado grande para controlarlo físicamente, su
actitud será rebelde. Esto seguirá escalando en la adolescencia, cuando los niños salen de
casa dando portazos en busca de amor en los lugares equivocados, rechazando sin darse
cuenta la red de seguridad de la familia.

Si has estado castigando a tu hijo, podrías pensar que este escenario es alarmista. Después de
todo, tu hijo te ama. La mayoría de las veces, incluso hace lo que le dices. Y tienes razón, en
cierto grado. Los niños están diseñados para amar a sus padres, incluso, tristemente, cuando
esos padres les hacen daño. Pero sus probabilidades de sobrevivir aumentan si no obedecen
las directivas de adultos que no están de su lado, y si castigas, tu hijo tiene evidencia
suficiente de que no siempre estás de su lado. Entonces, el castigo disminuye tu influencia y
erosiona tu cercanía con tu hijo, lo cual se hace más evidente a medida que tu hijo crece y se
vuelve menos dependiente de ti.

¿Es demasiado tarde? Nunca. Siempre puedes fortalecer un vínculo desgastado con tu hijo.
Pero requiere trabajo, una intención firme y mucho amor. Este capítulo te mostrará cómo
hacerlo.
CÓMO CONECTAR MÁS PROFUNDAMENTE CON TU HIJO
Cada día dedico diez minutos a un juego dirigido por mi hija, y cuando mi esposo está en
casa, él también lo hace, por lo que algunos días ella recibe veinte minutos de atención
exclusiva. Esto ha sido clave para nosotros. Inmediatamente después de nuestro tiempo de
juego, mi hija es más cooperativa, está dispuesta a escuchar y se molesta menos. Cuanto más
conecto con ella en sus términos, más veo a mi hija feliz, cooperativa, segura, respetuosa y
amorosa. Incluso comparte sus juguetes con su hermano después de que jugamos con ella.
Para nosotros, funcionó como un interruptor de luz; el truco es mantener el tiempo de juego
y trabajar en nuestra regulación emocional cuando las cosas no son fáciles. Conexión,
conexión, conexión. ¡Vale la pena!
-Teresa, madre de una niña de tres años y un bebé

Asume que necesitarás dedicar una cantidad significativa de tiempo a crear una buena
relación con tu hijo. El concepto de "tiempo de calidad" es un mito, porque no existe un
interruptor que encienda la cercanía. Imagina que trabajas todo el tiempo y has reservado una
noche con tu esposo, a quien apenas has visto en los últimos seis meses. ¿Empieza de
inmediato a abrirte su corazón? Probablemente no. En las relaciones, sin cantidad, no hay
calidad. No puedes esperar tener una buena relación con tu hija si pasas todo el tiempo
trabajando y ella lo pasa con amigos, pantallas o la niñera. Por muy difícil que sea con las
presiones del trabajo y la vida diaria, si queremos una mejor relación con nuestros hijos,
debemos liberar tiempo -diariamente -para que ocurra la cercanía.

Ganamos la confianza de nuestros hijos con nuestro comportamiento diario: cumpliendo con
la promesa de jugar un juego con él, recogiéndolo a tiempo, entendiéndolo incluso cuando
no está en su mejor momento. No tienes que hacer nada especial para construir una relación
con tu hijo. La buena -y mala -noticia es que cada interacción crea la relación. Hacer la
compra, llevarlos al colegio y la hora del baño son tan importantes como esa gran fiesta de
cumpleaños que has planeado para él. ¿No quiere compartir su juguete, ir a la cama o hacer
la tarea? Cómo manejas cada desafío a medida que crece es un ladrillo en la base de tu
relación y de su psique.

Dado que gran parte de nuestro tiempo con los hijos se centra en las tareas de la vida diaria,
es importante asegurarnos de que nuestras rutinas estén llenas de diversión, risas y calidez,
en lugar de simplemente mover a nuestro hijo a través del horario. El juego es una de las
formas más confiables de suavizar las tensiones y construir confianza con tu hijo.
¿CÓMO SABES SI TU RELACIÓN CON TU HIJO NECESITA TRABAJO?
El mayor desafío para mi paciencia siempre ha sido cuando mi hija parece negarse
intencionalmente a cooperar. Inspirada por tu boletín, decidí hacer un experimento. Cuando
se volvía desafiante, simplemente me acercaba, le daba un gran abrazo y le decía cuánto la
amo, y luego repetía la solicitud en voz suave. El efecto que esto tuvo en mi presión arterial
fue impresionante, pero el efecto en su comportamiento fue aún más increíble. Pasó de
desafiante a ansiosa por agradar con un solo abrazo.
-Kristin, madre de una niña de tres años

El signo más obvio de que tu relación con tu hijo necesita repararse es la rebeldía. Los niños
siempre tendrán prioridades diferentes a las nuestras, pero quieren sentirse bien en la relación
con nosotros, así que, en realidad, quieren cooperar. Cuando no lo hacen, generalmente es
una señal de desconexión. La rebeldía no es un problema de disciplina, es un problema de
relación.
Debido a que los niños pequeños son muy indulgentes y buscan la aprobación y cercanía de
sus padres al menos parte del tiempo, la mayoría de los padres dicen tener una buena relación
con sus hijos. Ciertamente sabemos que los amamos, incluso si perdemos la paciencia. Pero
para cuando llegan al sexto grado, menos de la mitad de los niños en Estados Unidos
describen su comunicación con sus padres como positiva.
Si sientes que no logras comunicarte con tu hijo, que no te escucha o sigue tus solicitudes, o
parece insensible a tu enojo; si gritas con frecuencia, impones "consecuencias" o lo envías a
"tiempo fuera", entonces tu relación con tu hijo necesita trabajo. Pero incluso si tu hijo
simplemente parece difícil, puede estar enviándote el mensaje de que necesita algo de ti que
no está recibiendo.

Esto no significa que de alguna manera hayas arruinado tu crianza. Muchos niños son más
desafiantes para conectar porque son inquietos, de voluntad fuerte, o nacen con un desafío
específico, como una predisposición genética a la ansiedad o depresión. Otros niños
enfrentan factores de riesgo como divorcio, enfermedad, separación, depresión posparto de
la madre o un hermano nacido mientras todavía eran bebés. La norma actual de que los niños
pequeños pasen mucho tiempo con personas que no son sus padres simplemente no funciona
para todos los niños. Muchos padres siguen consejos de crianza desactualizados en su deseo
de hacer lo mejor para sus hijos. Y nuestra cultura no enseña a los padres cómo entrenar
emocionalmente, por lo que a veces una "mochila emocional" cargada de frustración o
ansiedad impide que un niño se sienta cercano. Finalmente, es simplemente la naturaleza de
las relaciones humanas que enfrentemos conflictos con nuestros hijos. En todos estos casos,
un niño puede sentirse desconectado y actuar de manera desafiante. Esa es siempre una señal
de que necesitamos trabajar en reparar la relación.
Se necesita paciencia, la capacidad de regular nuestras propias emociones, suerte y un arduo
trabajo emocional para reparar una relación desgastada. La buena noticia es que nunca es
demasiado tarde para sanar tu vínculo con tu hijo. Dado que las separaciones y los conflictos
ocurren a diario, las pequeñas reparaciones deben convertirse en un ritual diario. Las
reparaciones más grandes requieren más tiempo y atención dedicados, y a veces la ayuda de
un terapeuta, pero siempre son posibles. Nadie puede ocupar tu lugar en el corazón de tu hijo;
siempre serás su padre o madre. Puede parecer que ha endurecido su corazón hacia ti, pero
tu dulce pequeña está ahí, esperando reconectarse contigo.
CONECTAR CON UN NIÑO DIFÍCIL

¿Qué pasa si tienes un hijo que no parece estar motivado por la conexión? Los niños en el
espectro del autismo o aquellos con problemas de procesamiento sensorial son buenos
ejemplos. Estos niños sí quieren conectarse; simplemente debes ser creativo para encontrar
las formas de conexión que funcionen mejor. Si tu hijo encaja en esta descripción, te insto a
no rendirte en la búsqueda de esa conexión. Presta mucha atención a cómo responde tu hijo
y ajusta tus intentos en consecuencia.

¿Y qué hay de los niños que simplemente son desafiantes? Los que parecen tratar de alejarte
gritando, metiendo los dedos en tu nariz o escupiéndote. Créelo o no, esos niños también
quieren estar cerca. De hecho, la forma de aliviar su comportamiento problemático es
conectarte más con ellos, no menos. Veamos cómo funciona esto.
Cuando Jonathan tenía unos trece meses, comenzó a quejarse constantemente. Se despertaba
llorando y se quejaba durante todo el día. Determinado y no fácilmente distraído, gritaba si
su madre le cambiaba el pañal o si su padre lo recogía para alejarlo de la pantalla del televisor.
Rechazaba el portabebés, pero insistía en que lo cargaran en la cadera de su madre gran parte
del tiempo. Allí, tiraba de su cabello, le metía los dedos en la nariz o le gritaba al oído.

Cuando su madre, Brooke, intentaba hacer algo en la casa, Jonathan tiraba los libros del
estante y los esparcía, o vaciaba todos los armarios que podía alcanzar. La miraba
directamente y golpeaba al perro, o se quitaba el pañal y orinaba en el suelo. Brooke sentía
que debía estar haciendo algo terriblemente mal como madre.
Brooke comenzó cuidándose a sí misma, siempre nuestra primera responsabilidad como
padres. Empezó a sacar a Jonathan de la casa todas las mañanas para reunirse con otros padres
y niños. Cuando disminuyeron sus quejas, se dio cuenta de que debía haberse aburrido
estando en casa con ella todo el día. También trabajó en su propia tendencia a entrar en pelears
de poder con su hijo, reflexionando sobre cómo sus propios padres la obligaban a ceder
incluso en cosas que, con el tiempo, parecían triviales. Decidió darle a su hijo de voluntad
fuerte más control sobre su vida y comenzó a ofrecerle opciones: “¿Taza roja o taza azul?”.

Para reducir su irritación, protegió más a fondo la casa para poder encogerse de hombros
cuando él "tocaba cosas," diciéndose a sí misma que estaba estimulando su coeficiente
intelectual y fomentando su independencia con cada exploración. Todos estos cambios
ayudaron, pero Jonathan seguía siendo a menudo desafiante.
Brooke decidió intentar crear más conexión. Consciente de esto, miraba a Jonathan
cálidamente a los ojos con la mayor frecuencia posible y comenzó a ofrecer abrazos
frecuentes y no solicitados, en lugar de levantarlo solo cuando se quejaba. Brooke trabajó
para crear una conexión segura y divertida iniciando sesiones de juegos bruscos con
Jonathan, durante las cuales rodaban por la alfombra jugando y riendo.
Las risas de Jonathan durante estas sesiones de juego permitieron que sus ansiedades
normales de su edad salieran a la superficie y se desvanecieran, haciéndolo un poco más
flexible. A su vez, Brooke comenzó a tratar el cuerpo de Jonathan con más respeto, dejándolo
lavarse la cara y cambiándole el pañal mientras estaba de pie y jugaba.

Cuando Jonathan se volvió más cariñoso, Brooke se dio cuenta de que su comportamiento
físico agresivo hacia ella era, en realidad, un torpe intento de conexión. Comenzó a responder
de manera juguetona: “¿Estás tratando de meter tus dedos en mi nariz otra vez? ¡De ninguna
manera! Bien, juguemos a los dedos en la nariz. Veamos si puedes acercarte... ¡Me escapé!...
Bien, ahora es mi turno… ¿Puedo acercar mis dedos a tu nariz?… ¡Oh, qué rápido eres!”.
Cuando quería escupirle, lo llevaba afuera para un concurso de escupir con ella,
transformando su agresión en conexión. Finalmente, cuando necesitaba establecer un límite
y Jonathan estaba inconsolable, Brooke se recordaba a sí misma que él solo necesitaba una
oportunidad para llorar y lo abrazaba con simpatía, en lugar de exasperarse.

A veces, él se arqueaba fuera de sus brazos, pero en unos minutos trepaba a su regazo y se
aferraba a ella mientras sollozaba. Dentro de un mes de este nuevo enfoque, Brooke informó
que Jonathan se había transformado. “Sigue siendo terco, pero parece mucho más feliz ahora,
y la vida es mucho más fácil.” Brooke está aprendiendo a afrontar las necesidades únicas de
su desafiante y fuerte hijo.
¿Siempre es así de fácil? No. Los niños pueden ser difíciles de muchas maneras. Pero
profundizar nuestra conexión con ellos siempre ayudará, sin importar cuán desafiante sea el
niño o la situación.
Guías de Acción

LA CUENTA BANCARIA EMOCIONAL DE TU HIJO


Es parte de nuestra descripción de trabajo como padres establecer límites, negar solicitudes
poco razonables y corregir el comportamiento de nuestros hijos. A veces somos lo
suficientemente hábiles como para que nuestro hijo ni siquiera perciba estas interacciones
como negativas, pero eso es raro. Más a menudo, perciben que les estamos negando algo que
desean, aunque nos den el beneficio de la duda porque todas las demás interacciones
amorosas y afirmativas crean un saldo positivo en nuestra relación.
Sin embargo, por mucho que lo intentemos, todos tenemos interacciones menos que óptimas
con nuestros hijos en ocasiones, y nuestro saldo en la relación entra en números rojos. Es
entonces cuando los niños desarrollan actitud, ya sea que tengan dos o diez años. Si notas
cierta fricción con tu hijo, es momento de verificar el saldo de tu cuenta relacional. Haz esto
incluso si crees que tu hijo está pasando por una etapa difícil. Podrías sorprenderte de lo
mucho más fácil que resulta esa etapa una vez que tu hijo se siente más conectado contigo.
• Los desafíos son señales de que tu cuenta relacional está en números rojos:
¿Cuántas conexiones amorosas has tenido con tu hijo en los últimos dos días?
• ¿Qué puedes hacer para recargar tu cuenta relacional con tu hijo?: Piensa en dos
cosas que puedas hacer hoy. Por ejemplo: “Sentarme con ella después de la escuela
mientras toma su merienda y hace la tarea para escuchar más sobre su día…
Comenzar la rutina de la hora de dormir más temprano para poder pasar diez minutos
después de apagar las luces simplemente conectándonos.”
• Considera qué contribuyó a que tu saldo se agotara: ¿Qué puedes hacer en el
futuro para asegurarte de mantener tu cuenta en verde? Escribe cinco cosas. Por
ejemplo, tu lista podría incluir: “Buscar formas de divertirnos más juntos durante la
rutina de la tarde y la noche para que no sea solo regañar… Apagar mi teléfono por
la noche para estar más disponible durante la rutina de dormir… Asegurarme de pasar
tiempo cada noche después de la historia para acurrucarnos cinco o diez minutos…
Dormir más temprano para estar más descansado y paciente por la mañana… Salir a
desayunar juntos una vez al mes los domingos.”
¿QUÉ TIENE DE ESPECIAL “EL TIEMPO ESPECIAL”?

Aquí están los cambios en nuestros hijos solo por comenzar a implementar el Tiempo
Especial:

• Son notablemente menos necesitados y más independientes durante el día.


• Hay mucho menos conflicto entre hermanos.
• La “necesidad” de tiempo frente a las pantallas ha disminuido en un 50 por ciento.
• Ahora me dejan terminar mis tareas porque saben que tendrán mi atención cuando
termine.
-Christine, madre de dos niños, de seis y ocho años

Los padres que implementan el Tiempo Especial con sus hijos siempre me dicen que ven
cambios significativos en su comportamiento. ¿Por qué? Porque el Tiempo Especial:

• Le da al niño la experiencia esencial -pero desafortunadamente tan elusiva -de la


atención plena, amorosa y dedicada del padre, sin la cual no puede prosperar.
• Nos reconecta con nuestros hijos después de las separaciones y conflictos de la vida
cotidiana, lo que los hace más felices y cooperativos.
• Les brinda una oportunidad regular y segura para “descargar” esos sentimientos
tristes o temerosos que han estado reprimiendo en su “mochila emocional,” los cuales
de otro modo se manifestarían en un comportamiento contrario.
• Profundiza nuestra empatía por ellos para que podamos mantenernos más compasivos
y ver las cosas desde su perspectiva.
• Construye una base de confianza y asociación entre padre e hijo, que es una condición
previa para que confíen en nosotros con sus grandes sentimientos cuando están
molestos (en lugar de desquitarse).
• Convence al niño, a nivel primario, de que realmente le importa a su padre o madre.
(Por supuesto, sabes que le importa, pero a veces ellos tienen dudas).

Cada niño se beneficia del Tiempo Especial para reconectarse con cada padre con frecuencia,
si es posible todos los días. Piénsalo como un mantenimiento preventivo para mantener todo
en orden en tu familia. Y si tienes problemas con tu hijo, agregar Tiempo Especial es lo
primero que deberías cambiar. ¿Cómo se hace?
1. Anuncia que quieres tener Tiempo Especial con cada hijo durante quince minutos,
tantos días a la semana como sea posible. Llámalo por el nombre más especial que
existe: el nombre de tu hijo. Por ejemplo, “Tiempo de Lauren”.
2. Elige un momento en el que tus otros hijos estén bajo el cuidado de alguien más
(a menos que sean lo suficientemente grandes como para mantenerse ocupados
mientras perciben que su hermano está recibiendo algo que ellos también quisieran).
3. Configura un temporizador para quince minutos con tu hijo: Apaga todos los
teléfonos para que no te distraigan las llamadas entrantes.
4. Dile: “Hoy te toca decidir qué haremos en nuestro ‘Tiempo de Jonah’. Mañana me
toca a mí decidir. Nos turnaremos. Así que ahora soy todo tuyo durante quince
minutos. ¿Qué te gustaría hacer?”
5. Dale a tu hijo el 100 % de tu atención, sin agenda ni distracciones. Simplemente
sigue su liderazgo. Si quiere jugar con sus bloques, no te apresures a decirle cómo
construir la torre. En su lugar, disfruta observando cómo explora, juega y crea.
Ocasionalmente, comenta lo que ves: “Estás haciendo esa torre aún más alta... Estás
de puntillas para poner ese bloque ahí arriba”. Si quiere que la empujes en círculo
sobre sus patines hasta que se caiga una y otra vez, considéralo tu ejercicio del día y
haz que sea divertido. Resiste el impulso de juzgar o evaluar a tu hijo. No sugieras
tus propias ideas a menos que las pida. Abstente de revisar tu celular. Solo preséntate
y regálale a tu hijo el tremendo obsequio de ser visto y reconocido.
6. Si quiere hacer algo que usualmente no se le permite, considera si hay una forma
de hacerlo de manera segura mientras estás allí para ayudarle. Tal vez siempre le dices
que es demasiado peligroso saltar del tocador a la cama, pero para el Tiempo Especial
puedes mover la cama junto al tocador y quedarte con ella mientras salta para
asegurarte de que esté a salvo. Tal vez siempre quiso jugar con la crema de afeitar de
su papá, pero no estabas dispuesto a dejarle desperdiciarla ni a limpiarla. Para el
Tiempo Especial, podrías regalarle su propia lata de crema de afeitar económica y
dejar que juegue con ella en la bañera, y luego ambos la limpian juntos. Si no puedes
conceder su deseo (como ir a Hawái), encuentra una forma de aproximarte (haz faldas
de césped y jueguen a bailar hula juntos).
¿Por qué molestarte? Tu hijo aprende que realmente te importan sus deseos, incluso si no
siempre puedes darle lo que quiere (así que es menos probable que sienta que nunca obtiene
lo que desea, y más probable que coopere en general). Además, como estos deseos ya no
serán un fruto prohibido después de que tu hijo tenga la oportunidad de satisfacer su
curiosidad y experimentarlos, será menos probable que intente hacerlo a tus espaldas.
1. Cuando sea tu turno de decidir qué hacer, inicia juegos para fomentar la
inteligencia emocional y el vínculo. Hablar en voz baja y acurrucarse está bien de vez
en cuando, pero tu objetivo es ayudar a tu hijo a liberar la ansiedad acumulada (otra
palabra para miedo), y el camino más directo es la risa. Eso generalmente significa
jugar a lo bruto de una manera que haga que tu hijo se ría. Sé que suena como mucha
energía para un padre cansado. Pero son solo quince minutos, y descubrirás que
también te energiza. Juega cualquier cosa que haga reír a tu hijo, lo que generalmente
significa involucrarlo en lo que lo asusta o molesta, pero solo lo suficiente como para
que lo supere. Consulta “Jugando con tu hijo: Juegos para la inteligencia emocional”
en el Capítulo 3 para obtener ideas. También podrías abordar un problema específico
que tu hijo esté pelearndo por dominar, jugando, por ejemplo, a la escuela. Deja que
él sea el maestro y te asigne toneladas de tarea y te avergüence cuando no sepas la
respuesta. O juega al baloncesto y deja que ella domine la cancha. En todos estos
juegos, el padre se tambalea de manera ineficaz, farfulla y exagera, pero simplemente
no puede atrapar al niño fuerte, rápido e inteligente que siempre lo supera. El objetivo
es la risa, que libera las mismas ansiedades que se descargan con las lágrimas, así que
haz más de lo que haga reír a tu hijo.
2. Termina el Tiempo Especial cuando suene el temporizador: El Tiempo Especial
necesita límites para señalar que las reglas no son las mismas que en la vida regular.
Cuando suene el temporizador, dale a tu hijo un gran abrazo y dile cuánto disfrutaste
este tiempo juntos, y que pronto tendrán más Tiempo Especial. Si tu hijo tiene un
colapso emocional, maneja la situación con la misma empatía compasiva con la que
enfrentarías cualquier otro colapso. (“Es tan difícil terminar el Tiempo Especial, lo
sé.”) Pero no pienses en eso como una extensión del Tiempo Especial, al igual que no
“cederías” a nada más sobre lo que tu hijo tenga un berrinche.
3. Sé consciente de que a menudo las emociones de tu hijo surgirán durante el
Tiempo Especial, especialmente al final. Eso no significa que sea un pozo sin fondo.
Significa que se siente más seguro contigo después de este tiempo juntos, así que
todos esos sentimientos que ha estado cargando ahora están saliendo para ser
procesados. O significa que dejarte ir saca a relucir todos esos sentimientos sobre lo
difícil que es compartirte. A menudo, los niños usan el final del Tiempo Especial para
expresar sus molestias, por lo que es bueno programar un pequeño espacio al final en
caso de que tu hijo tenga un colapso, especialmente cuando estás comenzando o
cuando tu hijo ha estado pasando por un mal momento. Cuando comience el colapso,
simplemente empatiza y felicítate por ser el tipo de padre en quien tu hijo confía lo
suficiente como para expresar todos estos grandes sentimientos.
¿Qué tiene de especial el Tiempo Especial? Transforma tu relación con tu hijo. Y dado que
esa relación es lo que hace posible una buena crianza, no hay nada más especial que eso.

HÁBITOS DIARIOS PARA FORTALECER Y ENDULZAR LA RELACIÓN CON TU


HIJO
Los padres somos solo humanos. Hay días en los que todo lo que podemos hacer es cubrir
las necesidades más básicas de nuestros hijos: alimentarlos, bañarlos, mantener un tono
alentador, abrazarlos y lograr que se duerman a una hora razonable para hacerlo todo de
nuevo al día siguiente. Dado que la crianza es el trabajo más difícil del mundo -y la mayoría
lo hacemos en nuestro “tiempo libre,” después de trabajar todo el día -la única manera de
mantener un vínculo fuerte con nuestros hijos es construir hábitos diarios de conexión
¿Qué tipo de hábitos?

• Desarrolla pequeños rituales para reconectarte con tu hijo durante el día,


especialmente en momentos de separación: Por ejemplo, planea un abrazo de cinco
minutos con cada hijo todas las mañanas para reconectar y facilitar la transición al
día, antes de pedirle que actúe de manera más independiente.
• Dale a tu hijo una recarga emocional antes de situaciones que percibirá como
desconexiones: la hora de dormir, la guardería, incluso cuando vayas de compras o
prepares la cena.
• Doce abrazos al día: La conexión es primordial; para la mayoría de los niños,
depende de sentirse físicamente unidos a ti. Como dijo la terapeuta Virginia Satir:
“Necesitamos cuatro abrazos al día para sobrevivir. Necesitamos ocho abrazos al día
para mantenernos. Necesitamos doce abrazos al día para crecer.”
• Apaga toda tecnología cuando interactúes con tu hijo: Realmente. Tu hijo
recordará para siempre que fue lo suficientemente importante como para que sus
padres apagaran sus teléfonos cuando estaban con él.
• Las tardes son tiempo en familia: Deja de trabajar antes de cenar para dedicar tus
noches a tu familia. Apaga el teléfono y la computadora. Cena en familia sin
interrupciones de teléfonos o televisión.
• Tiempo Especial: Cada día, dedica entre diez y veinte minutos con cada hijo,
individualmente, y más tiempo los fines de semana. Alterna entre hacer lo que ellos
quieran y lo que tú quieras, pero resiste estructurar ese tiempo con actividades. En
lugar de eso, juega de forma brusca para ayudar a tu hijo a reírse y liberar sus
ansiedades mientras fortalece el vínculo contigo. (Consulta “Jugando con tu hijo:
Juegos para la inteligencia emocional” en el Capítulo 3).
• Cuando te reconectes físicamente, enfoca conscientemente tu atención en tu hijo:
De lo contrario, es natural seguir pensando en la reunión a la que acabas de asistir o
en lo que necesitas comprar en el supermercado. Hasta que hayas restablecido la
conexión, mantén las distracciones al mínimo. Si apagas la radio cuando tu hijo entra
al coche, es mucho más probable que conectes con él y escuches sobre lo que pasó en
el partido de fútbol. Cuando uno de ustedes llegue a casa, no contestes el teléfono
durante el saludo, incluso si fue una separación rutinaria.
• Sintoniza con el estado de ánimo de tu hijo: Es poco probable que sus estados de
ánimo estén sincronizados después de un tiempo separados. Para reconectarte,
probablemente necesitarás ajustar tu estado de ánimo para que coincida con el de tu
hijo.
• Conéctate a su nivel: Gordon Neufeld y Gabor Mate, autores del libro Hold On to
Your Kids y creadores de la frase “recolectar a tu hijo,” llaman a esto “acercarte a su
espacio de forma amigable.” Comienza con un abrazo de saludo, haz contacto visual
y luego permanece físicamente en su espacio hasta que hayas restablecido una
conexión cálida. Esto es fácil con un niño de dos años, pero ¿tu hijo de ocho años está
demasiado distraído para conectar? Masajea juguetonamente su pie como si lo
“adoraras” y probablemente comenzará a contarte sobre su día. Estás iniciando una
tradición que lo mantendrá dispuesto a hablar contigo incluso en la adolescencia.
• No dejes que los pequeños conflictos se acumulen: Tu relación con tu hijo debería
sentirse bien. Los niños necesitan saber, profundamente, que sus padres los adoran y
disfrutan de su compañía. Si eso no es lo que sientes, busca el apoyo que necesites
para trabajarlo de forma positiva. Elegir distanciarte (excepto temporalmente, de
forma estratégica) cuando tu hijo parece intentar alejarte siempre es un error. Cada
dificultad es una oportunidad para acercarse más, ya que ofreces comprensión y tu
hijo se siente verdaderamente visto, escuchado y aceptado.
• Recuerda la proporción 5-a-1: Los científicos han encontrado una forma de predecir
qué parejas terminarán divorciándose: aquellas que no aseguran tener al menos cinco
interacciones positivas por cada interacción negativa. Mantener esta proporción de 5-
a-1 probablemente sea una garantía efectiva en todas las relaciones, incluidas las de
padres e hijos. Si notas una interacción tensa con tu hijo, ese es tu recordatorio para
encontrar cinco oportunidades de conexión en un futuro muy cercano.

USA LA CONEXIÓN PARA QUE TU HIJO SALGA DE CASA POR LA MAÑANA


Mi hija tiene muchas dificultades con las transiciones, incluida la de despertarse por la
mañana. Se despertaba gritando y enojada. Comencé a acurrucarme con ella durante cinco
minutos cuando se despierta, ¡y hemos cambiado por completo la rutina de la mañana! Ahora
le encanta ese momento cercano y está lista para levantarse feliz y cooperativa cuando
terminan los cinco minutos.

-Kym, madre de una niña de cinco años


Si te cuesta lograr que tu hijo salga de casa a tiempo, aquí está el secreto: replantea tu idea
de la rutina matutina. ¿Y si tu trabajo principal fuera conectarte emocionalmente? De esa
manera, tu hijo tendría una “taza llena” emocionalmente. No solo estaría más dispuesto a
cooperar contigo, sino que también estaría más preparado para afrontar los desafíos de
desarrollo de su día. ¿Cómo?

• Asegúrate de que todos se acuesten lo más temprano posible: Si tienes que


despertar a tus hijos por la mañana, no están durmiendo lo suficiente. Cada hora de
sueño menos de lo que necesitan los hace retroceder un año en acceso a las funciones
cerebrales, lo que significa que se comportan como si fueran un año más jóvenes.
• Acuéstate más temprano tú también: Siento ser portador de malas noticias, pero si
necesitas usar una alarma, tampoco estás durmiendo lo suficiente. Tu hijo depende de
ti para comenzar el día con tu “taza llena.” Es imposible mantener la paciencia si estás
exhausto.
• Incluye tiempo extra en tu rutina: Levántate antes que tus hijos para estar
emocionalmente centrado antes de interactuar con ellos. Planea llegar al trabajo
quince minutos antes de lo necesario. La mitad del tiempo, no lo lograrás, pero
tampoco perderás la paciencia con tus hijos porque no estarás realmente llegando
tarde. La otra mitad del tiempo, tendrás un inicio más relajado en tu jornada laboral
y serás más efectivo en el trabajo.
• Prepárate la noche anterior: Empaca mochilas, maletines, prepara almuerzos,
coloca la ropa lista, prepara la cafetera, y planifica el desayuno. Involucra también a
los niños la noche anterior, para que elijan su ropa y encuentren ese coche de juguete.
• Asegúrate de tener cinco minutos de tiempo relajado y de abrazos con cada niño
al despertarse: Lo sé, suena imposible. Pero si todo lo demás ya está hecho, puedes
relajarte esos diez minutos. Ese tiempo conectándote con tu hijo transformará tu
mañana.
• Usa rutinas de conexión para facilitar las transiciones: A los niños les cuesta
mucho manejar las transiciones, y la mañana está llena de ellas. Si levantarse de la
cama es un desafío, termina el momento de abrazos matutinos tomándole de la mano
mientras bajan juntos las escaleras y conviértelo en un momento significativo para tu
hijo, durante el cual ambos mencionen algo por lo que están agradecidos o algo que
esperan del día. (Por supuesto, lo tuyo estará relacionado con tu hijo).
• Mantén la rutina lo más simple posible: No hay reglas. ¿Por qué no puede dormir
con la camiseta y los leggings que usará en la escuela? ¿Por qué no puede comer un
sándwich en el coche en lugar de cereal en la mesa? ¿Por qué no puedes simplemente
hacerle una coleta o dejarle el cabello trenzado para evitar cepillarlo?
• Reconoce que los niños necesitan tu ayuda para pasar por la rutina: Dale
autonomía a tu hijo tomando fotos de él haciendo sus tareas matutinas y creando
juntos una tabla que puedas señalar si se desvía. Pero si tu objetivo es darle un buen
comienzo a su día, tu trabajo es ayudarlo a sentirse feliz y conectado mientras avanza
por la rutina. Tal vez eso signifique llevar su ropa contigo abajo y que se vista junto
a ti mientras alimentas al bebé, para que puedas reconocerlo: “Noté que elegiste tu
camiseta azul otra vez... Estás trabajando mucho para averiguar qué zapato va en cada
pie... Hoy estás tarareando mientras te vistes.” Recuerda, vestirse es tu prioridad, no
la de él. Tu presencia es lo que lo motiva.
• Ofrece opciones: A nadie le gusta que lo presionen. ¿Prefiere cepillarse los dientes
de pie en el banco del fregadero de la cocina mientras sacas al bebé de la silla alta, o
arriba en el baño? ¿Quiere ponerse los zapatos primero o la chaqueta? Cede el control
siempre que puedas.
• Juega en el escenario: Un fin de semana, toma un peluche de mamá y uno de bebé.
Haz que actúen la rutina de la mañana. Que el pequeño se resista, se queje, colapse.
Haz que la mamá “pierda la paciencia” (pero no asustes a tu hijo exagerando; haz que
la mamá sea una torpe incompetente graciosa). Tu hijo estará fascinado. Luego, dale
a tu hijo el papel de la mamá y representa el escenario de nuevo, siendo tú el niño.
Hazlo divertido para que ambos se rían y liberen tensiones. Asegúrate de incluir
escenarios en los que el niño va a la escuela en pijama, o la mamá va al trabajo en
pijama, o el niño tiene que gritarle a la mamá que se apure y se prepare, o la mamá
dice: “¿Qué importa esa reunión? ¡Digámosle al jefe que es más importante encontrar
tu coche de juguete!” Dale en fantasía lo que no puede tener en la realidad. Es posible
que aprendas algo sobre cómo hacer que las cosas funcionen mejor. Casi con certeza,
verás más comprensión y cooperación de tu hijo el lunes.
• Prioriza sin piedad: Si ambos padres trabajan a tiempo completo mientras los niños
son pequeños, tendrán que dejar de lado la mayoría de las otras expectativas durante
la semana. Esa es la única forma de acostarse lo suficientemente temprano como para
estar de buen humor por la mañana. Y tu hijo depende de tu buen humor para regular
sus propios estados de ánimo. No te preocupes; estos años no duran para siempre.
Estás construyendo una base maravillosa para que él asuma cada vez más control de
su propia rutina matutina.

La vida moderna pone presiones sobre los niños y los padres que socavan nuestras relaciones.
Pero necesitamos esa conexión para suavizar los baches del camino. Nuestros hijos la
necesitan, no solo para cooperar, sino para prosperar. Afortunadamente, cuando hacemos de
la conexión nuestra prioridad, todo lo demás se vuelve un poco más fácil.
USA LA CONEXIÓN PARA HACER MÁS FÁCIL LA HORA DE DORMIR
¿Por qué la hora de dormir es tan difícil para muchas familias? Porque las necesidades de los
padres y los niños chocan. Para los padres, la hora de dormir es el momento en que finalmente
pueden separarse de sus hijos y tener un poco de tiempo para ellos mismos. Para los niños,
la hora de dormir es el momento en que se ven obligados a separarse de sus padres y quedarse
solos en la oscuridad. Además, los niños están agotados y alterados, y los padres están
exhaustos y frustrados. No es de extrañar que sea el momento más complicado en la mayoría
de las familias.
Pero las noches estresantes y desconectadas, llenas de gritos y lágrimas, minan el sentido de
seguridad de tu hijo y, en última instancia, hacen que la hora de dormir sea más difícil. Todos
queremos que lo último que sienta nuestro hijo antes de quedarse dormido sea el calor seguro
de nuestro amor, en lugar de amenazas enojadas. No es fácil mantener la calma frente a todas
las pruebas que los niños hacen antes de dormir, pero sí es posible. Aquí te explicamos cómo:

• Haz un cuadro con imágenes de tu hijo realizando cada tarea nocturna, con horarios
incluidos, para que puedas transformarte de un policía de tránsito en un compañero
que lo ayuda a pasar por la rutina con alegría.
• Divide el tiempo de los padres de manera equitativa entre los hijos, para que cada uno
reciba la conexión que necesita.
• No hagas nada más durante la rutina de la hora de dormir, de manera que puedas
concentrarte en llevarla adelante en lugar de distraerte con llamadas o correos
electrónicos.
• Recuerda que la hora de dormir despierta la ansiedad por separación de todos los
niños. Incluye un juego de “separación” como Escondidas o el Juego del Adiós
(discutido en el Capítulo 3) todas las noches para ayudar a tu hijo a reír y liberar algo
de esa ansiedad. Pero recuerda que los niños también necesitan calmarse físicamente,
por lo que no es conveniente realizar juegos bruscos y agitados en la hora previa al
sueño.
• Elimina las pantallas electrónicas, que deprimen artificialmente la hormona del
sueño, la melatonina, al menos una hora antes de acostarse.
• Dedica diez minutos de tiempo de calidad privado a cada hijo después de apagar las
luces para acurrucarte con ellos y ponerte al día.
• Haz lo que necesites para mantener la calma. Perder la paciencia a la hora de dormir
solo desencadenará más ansiedad por separación y hará que todo sea más difícil.
• Si tu hijo tiene problemas para dormirse sin ser abrazado, eso es completamente
normal. Algunos niños aprenden esta habilidad por sí mismos; otros necesitan tu
ayuda para aprenderla. La buena noticia es que hay métodos suaves que no requieren
dejar a tu hijo solo para llorar. Los problemas de sueño están más allá del alcance de
este libro, pero hay mucha información sobre ellos en el sitio web de Aha! Parenting.
• Acuéstate lo suficientemente temprano para que no estés agotado la siguiente noche
durante la rutina de la hora de dormir.

DIEZ MANERAS DE CONVERTIRTE EN UN OYENTE BRILLANTE


El mayor cumplido que me han hecho fue cuando alguien me preguntó qué pensaba y atendió
a mi respuesta.

-Henry David Thoreau


La habilidad más importante para mantenerte cerca de tu hijo es escuchar. No enseñar,
aconsejar o ofrecer soluciones. No solo tu hijo no quiere eso de ti, sino que interferiría con
su capacidad de encontrar sus propias soluciones. Lo que tu hijo necesita de ti es una escucha
profunda. A veces, escucharás sus palabras. Otras veces, notarás que sus acciones te están
diciendo algo. Los oyentes brillantes escuchan más allá de las palabras.
Convertirse en un oyente brillante es solo cuestión de desarrollar el hábito. Pero como todos
los hábitos, requiere práctica. ¿Cómo?
1. Recuerda cerrar la boca. ¿Es una coincidencia que las letras en la palabra “listen”
también formen “silencio”?
2. Cuando comiences cualquier interacción con tu hijo, presta atención. ¿Estás en
piloto automático, apresurado, reactivo? Si es así, usa tu botón de pausa interna. (Sí,
tienes tiempo para el botón de pausa. Toma tres segundos). Detente. Respira. Cierra
la computadora portátil. Mira a los ojos de tu hijo. Ahora escucha.
3. Nota las pequeñas señales para conversar que ofrece tu hijo y responde. Requiere
autodisciplina apartarte de lo que estás haciendo para enfocarte en la pregunta de un
niño, pero para él es un indicador de si puede contar contigo cuando te necesita. Es
mucho más importante que cualquier conversación que inicies tú, como cuando
intentas que te cuente qué pasó hoy en la escuela.
4. Si no puedes escuchar ahora, dilo: “Oigo que estás enojado por eso. Quiero
centrarme en nuestra conversación, pero no puedo mientras trato de que todos salgan
por la puerta hacia la escuela. ¿Podemos hablar de esto después de cenar?” Luego, no
lo olvides. Aparece. Así es como ganas la confianza de tu hijo.
5. Sé plenamente presente: Este es tu momento para escuchar a tu hijo. Ese problema
en la oficina puede esperar. Tu hijo sabe cuándo realmente estás escuchando. Tal vez
no lo demuestre, pero cuando finges y no lo haces, erosionas su sentido de valor
propio.
6. Para abrir una discusión, reconoce y refleja activamente sus sentimientos, sin
juicios ni sugerencias. “Estás muy enojado con tu hermano” y “Parece que estás
preocupado por la excursión de hoy” son iniciadores de conversación; “¡Solo tienes
que esforzarte para llevarte bien con tu hermano!” y “¡No seas tan bebé por la
excursión; por supuesto que irás!” son clausuradores de conversación.
7. Haz preguntas sin juicios que requieran respuestas reales. “¿Con quién te sentaste
en el almuerzo hoy?” o “¿Cómo te fue en el examen de ortografía?” te llevarán mucho
más lejos que “¿Cómo te fue en la escuela hoy?” Las preguntas que comienzan con
“¿Por qué?” a menudo ponen a los niños a la defensiva; “¿Por qué te pusiste eso?” no
funcionará tan bien como “¿Qué crees que la mayoría de los niños usarán en la
excursión?”
8. No te apresures a dar soluciones y consejos: Eso significa que tendrás que manejar
tu propia ansiedad sobre el tema. Tu hijo necesita la oportunidad de desahogarse y no
puede pensar bien hasta que lo haga. Luego necesita la oportunidad de encontrar sus
propias soluciones, lo que le ayuda a desarrollar confianza y competencia.
9. Mantén la conversación segura para todos: Las personas no pueden escuchar
cuando están molestas. Si no se sienten seguros, generalmente se retiran o atacan, y
las partes pensantes del cerebro se apagan. Si notas que tu hijo se enoja, asusta o
lastima, retrocede y vuelve a conectarte. Recuérdale, y recuérdate a ti mismo, cuánto
lo amas y que estás comprometido a encontrar una solución que funcione para todos.
10. Mantén la conversación segura para tu hijo al manejar tus propias emociones:
No te lo tomes personalmente. Respira. Sobre todo, si comienzas a sentirte
responsable (“¡Podría haber evitado esto!”) o aterrorizado (“¡No puedo creer que esto
le esté pasando a mi hijo!”), cálmate y pon tus sentimientos a un lado. Esto no se trata
de ti en este momento, y tu malestar no ayudará. De hecho, no importa de qué esté
hablando tu hijo, puedes procesarlo más tarde. Recuérdate que lo más importante aquí
es ayudar a tu hijo a trabajar con estos sentimientos difíciles y, cuando esté listo,
ayudarlo a idear un plan de acción que funcione para él.
PERO, ¿CÓMO HAGO QUE MI HIJO ME ESCUCHE?
Una de las preguntas más comunes que escucho de los padres es: "¿Cómo puedo lograr que
mi hijo me escuche?" Los niños tienen muchas cosas en mente, desde con quién sentarse en
el almuerzo hasta las pruebas de fútbol o el último juego de computadora. Los padres pueden
ocupar un lugar bastante bajo en su lista de prioridades. Incluso los niños pequeños tienen
prioridades diferentes a las nuestras, y no entienden por qué es tan importante bañarse justo
en este momento. Por supuesto, los padres que me hacen esta pregunta en realidad no están
hablando de "escuchar". Están preguntando cómo lograr que su hijo haga lo que le dicen. ¿El
secreto? Conexión antes que corrección. Aquí te explico cómo:

• No comiences a hablar hasta que tengas la atención de tu hijo: Ponte a su nivel,


tócalo ligeramente. Míralo a los ojos. Espera a que te mire. Entonces empieza a
hablar. Si no puedes hacer esto por alguna razón -por ejemplo, si estás en el auto -
asegúrate de tener su atención preguntándole: “¿Puedo decirte algo?”
• No te repitas: Si ya lo pediste una vez y no obtuviste una respuesta, no repitas lo
mismo. No tienes su atención. Regresa al paso uno.
• Usa menos palabras: La mayoría de nosotros diluimos nuestro mensaje y perdemos
la atención de nuestros hijos usando demasiadas palabras. Usa las menos palabras
posibles cuando des instrucciones.
• Míralo desde su punto de vista: Si estuvieras ocupado con algo que te gusta hacer
y tu pareja te ordenara dejarlo para hacer otra cosa que no es una prioridad para ti,
¿cómo te sentirías? ¿Tal vez ignorarías a tu pareja? Ayuda mucho reconocer su
perspectiva: “Sé que es difícil dejar de jugar ahora, cariño. Pero necesito que...”
• Fomenta la cooperación: Nadie quiere escuchar a alguien que está dando órdenes a
gritos. Mantén un tono cálido y ofrece opciones: “Es hora del baño. ¿Quieres ir ahora
o en cinco minutos? ¿Cinco minutos sin protestas? Vamos a sellarlo con un apretón
de manos.”
• Calma, no inflames: Cuando estamos emocionados, los niños se distraen con nuestra
emoción y pierden de vista nuestro mensaje. Si tu prioridad es que todos entren al
auto, no pierdas el tiempo explotando por qué no te escucharon la primera vez. Eso
solo hará que todos estén más alterados, incluido tú. Respira hondo y ayuda a tu hijo
a prepararse. Una vez en el auto, puedes pedirles que te ayuden a pensar en formas
de salir de casa a tiempo.
• Establece rutinas: Cuantas más rutinas tengas, menos tendrás que ser un sargento.
Si tomas fotos de tu hijo realizando sus tareas diarias y las colocas en un póster, con
el tiempo asumirá la responsabilidad por ellas. Tu papel se limitará a hacer preguntas:
“¿Qué más tienes que hacer antes de salir de casa? Vamos a revisar el horario.”
• Modela una escucha atenta: Si miras tu teléfono mientras tu hijo te cuenta sobre su
día, estás dando un ejemplo de cómo se maneja la comunicación en tu casa. Si
realmente quieres que tu hijo te escuche, detén lo que estás haciendo y escúchalo.
Solo toma unos minutos. Hazlo cuando sea un niño pequeño, y todavía estará
dispuesto a hablar contigo cuando sea adolescente. Te alegrarás de haberlo hecho.
CUANDO TU HIJO SIMPLEMENTE SE BLOQUEA
Digo: “Sé que algo debe haberte hecho enojar mucho en la escuela hoy. Estoy aquí para
ayudarte, pero no puedes golpear a tu hermano en la cabeza... Pareces muy enojada... ¿Puedes
decirme qué está pasando?” Ella grita: “¡Deja de hablar, no quiero hablar!”
-Chris, sobre su hija de ocho años

Cuando nuestro hijo nos grita: “Deja de hablar,” generalmente es porque:

• Está avergonzado de contarte lo que pasó: A menudo, los niños se sienten


avergonzados de contarles a los padres que los han intimidado, por ejemplo, porque
les produce mucha vergüenza; o:
• Está preocupado por cómo responderás: ¿Estarás de acuerdo con la maestra? ¿La
regañarás por manejar mal la situación? ¿Llamarás a la madre de la otra niña y la
avergonzarás? ¿Actuarás como si fuera una tonta incapaz de resolver sus propios
problemas? o:
• Las emociones son tan desagradables para ella que no quiere sentirlas, por lo que
intenta reprimirlas y hacerlas desaparecer. Si te lo cuenta, volverá a sentirse terrible
cuando esas emociones la inunden.
Desafortunadamente, los sentimientos que no puede expresar seguirán molestándola y los
actuará, por ejemplo, golpeando a su hermano. Entonces, ¿cómo apoyamos a nuestro hijo
para que exprese los sentimientos que lo están haciendo actuar de esa manera? (Después de,
por supuesto, establecer el límite claro de que su hermano no está para ser golpeado).

• No lo obligues a hablar. Presionarla no la hará sentirse segura. Puede que necesite o


no hablar, pero sí necesita sentirse lo suficientemente segura para expresar sus
sentimientos. Mantente disponible y amoroso, y establece límites apropiados
mientras expresa su enojo, y tarde o temprano esos sentimientos saldrán a la
superficie.
• Hazle reír. Si tu hijo te permite iniciar una pelea de almohadas en la que ambos
terminen riéndose mucho, liberará las mismas hormonas del estrés que un gran llanto.
Una vez que se sienta mejor, será más probable que comparta lo que la molestó. Pero
puede que ni siquiera necesite hablar de ello. Lo que realmente necesitaba era derretir
esos sentimientos atrapados en su barriga.
• Usa el Tiempo Especial: A menudo, los niños usan este tiempo para expresar sus
malestares, pero generalmente no necesitan hablar sobre lo que los molestó, solo reír,
llorar o jugar con esos sentimientos.
• Gana su confianza: Cuando comparte cosas contigo, ¿controlas tus propias
emociones para no perder el control?
• Encuentra tu compasión: Si puedes superar tu enojo porque acaba de golpear a su
hermano y sentir verdadera compasión por el sufrimiento que debe estar sintiendo,
ella percibirá esa compasión en tu tono. Puede que todavía intente resistirse a sentir
sus emociones, pero una vez que se sienta segura, saldrán a la superficie.

CUANDO TÚ Y TU HIJO ESTÁN ATASCADOS EN LA NEGATIVIDAD


Mis sentimientos de enojo y agotamiento eran tan crudos como los de mi hijo de tres años...
Finalmente, recordé algo de uno de tus boletines... Dije: “Ha sido un día tan difícil y creo que
necesitas un abrazo.” Lo levanté y se aferró a mí como un mono en esa habitación oscura,
apretando su cuerpo contra el mío con tanta fuerza que me dejó sin aliento y todo mi enojo
simplemente se derritió... Al final, se trata solo de confianza y amor.

Le dije: “Lo siento mucho por haberte gritado... Ha sido una noche difícil para ti y para
mamá, y está bien... Todos podemos tener días difíciles, y hoy fue un día difícil, ¿verdad?
Mañana tendremos un mejor día, ¿de acuerdo?” Él asintió contra mí y le dije que lo amaba,
y continuamos con nuestra canción de la noche y los rituales de conexión, como si nunca
hubiéramos tenido una noche tan desastrosa.
-Kristina, madre de dos

Hemos tenido esos momentos con nuestros hijos. Cuando estamos atrapados y no sabemos
qué hacer. Cuando nuestros propios sentimientos están tan a flor de piel, nuestra frustración
tan intensa, nuestra taza tan vacía, que dejamos de preocuparnos por lo que nuestro hijo
necesita y simplemente estallamos.
Entonces nos invade el remordimiento. Pero en ese momento, con la ola de nuestras
emociones arrasándonos, ¿qué podemos hacer para salvar la situación?

Todo lo que necesitamos recordar es: Conecta.


No importa cuán feo sea el comportamiento de tu hijo, lo que más quiere en el mundo es
reconectarse contigo.

Parece imposible, pero si sentimos el más mínimo deseo de cambiar las cosas, podemos
aferrarnos a él. Ni siquiera necesitamos saber cómo. Podemos simplemente elegir el amor.
Siempre podemos encontrar una manera de acercarnos a nuestro hijo y reconectar. Siempre
podemos encontrar una manera de sanar las cosas, incluso cuando estamos en un ciclo de
negatividad que ha llegado demasiado lejos.
Así que deja de regañarte por haber dejado que las cosas se salgan de control. Abraza a tu yo
imperfecto. Acércate a tu hijo.
Al final, siempre se trata de amor. El amor nunca falla.
PARTE 3

GUÍA, NO CONTROLES
He aprendido tanto de tus escritos sobre cómo interactuar positivamente con mi hijo, en lugar
de tener como única herramienta de crianza el simple “no gritar”. Ahora puedo ser firme sin
enojarme y encontrar humor en casi todo lo que hace, porque ya no estoy atrapada en la
necesidad de controlar sus acciones.
-Tricia, madre de un niño de dos años

La transición de bebé a niño pequeño, que ocurre alrededor de los trece meses, es famosa por
ser difícil, ya que los pequeños se vuelven menos distraídos y más difíciles de controlar. Los
padres que se ven a sí mismos como entrenadores tienen un tiempo más fácil con esta
transición y con todas las demás transiciones, incluso hasta la adolescencia, en comparación
con los padres que creen que necesitan controlar el comportamiento o los sentimientos de sus
hijos.
La mayoría de los padres cree que es nuestro trabajo controlar a nuestros hijos, pero cuando
intentamos hacerlo estamos destinados al fracaso. Terminamos sintiéndonos impotentes,
buscando un palo o una zanahoria más grande para persuadir a nuestro hijo. Respondemos al
comportamiento de nuestro hijo con fuerza o amenazas para obtener obediencia (“¡No me
hables de esa manera, jovencita!”), dejando que sea ella quien descubra por sí misma cómo
aprender habilidades de autogestión.
Por el contrario, cuando nos vemos como entrenadores, sabemos que lo único que tenemos
es influencia, por lo que trabajamos arduamente para mantener el respeto y la conexión, de
modo que nuestro hijo quiera “seguirnos”. Como un entrenador deportivo que ayuda a los
niños a desarrollar fuerza y habilidades para jugar su mejor partido, los padres que guían
ayudan a los niños a desarrollar la fortaleza mental y emocional, y las habilidades para la
vida necesarias para manejarse y vivir su mejor vida.
Además de conectar (lo cual exploramos en la Parte 2 de este libro), la mayoría de las
interacciones con nuestro hijo caen en una de tres categorías: Manejar las emociones, enseñar
un comportamiento apropiado, enseñar habilidades. En los próximos tres capítulos,
exploraremos cómo abordar cada una de estas áreas de la vida con tu hijo desde una
perspectiva de guía, en lugar de control. ¿El resultado? Un niño feliz, automotivado,
responsable, con hábitos de vida constructivos, que quiere “hacer lo correcto” y tiene las
habilidades y la resiliencia para alcanzar sus sueños.

Considera el contraste entre los resultados de controlar y guiar:

En respuesta a ………… El padre trata de controlar El pare actúa como guía


del niño
Comportamiento Funciona a corto plazo Cría niños que quieren
inadecuado cuando los niños son "hacer lo correcto."
pequeños y mientras el
padre está presente.
Ira Obliga a los niños a reprimir Ayuda a los niños a aprender
la ira, que luego estalla de a manejar la ira.
manera incontrolable en
otros momentos.
Emociones El niño evita sus emociones El niño desarrolla
volviéndose controlador, autorregulación y
pero carece de resiliencia.
autorregulación.
Desarrollo de valores El niño se motiva para evitar El niño "sigue" las
el castigo, no por enseñanzas de los padres.
preocupación por los demás.
Desarrollo de habilidades El padre regaña al niño, El padre apoya al niño para
para la vida (cepillarse los asumiendo esencialmente la disfrutar volviéndose
dientes, hacer la tarea) responsabilidad. responsable por sí mismo.
Desarrollo de la El niño resiente la presión de El niño se siente
automotivación los padres. empoderado y motivado.
Criando a un Niño que Pueda Manejarse a Sí Mismo: Coaching Emocional

“Si tus habilidades emocionales no están bajo control, si no tienes autoconciencia, si no


puedes manejar tus emociones angustiosas, si no puedes tener empatía ni establecer
relaciones efectivas, entonces, por más inteligente que seas, no llegarás muy lejos.”

-DANIEL GOLEMAN, Inteligencia Emocional


Ya sea que lo sepamos o no, estamos constantemente enseñando a nuestro hijo cómo manejar
sus emociones. De hecho, la mayoría de nuestras interacciones con ellos son intercambios
emocionales de una u otra forma. La manera en que respondemos como padres a los
sentimientos de nuestros hijos moldea su relación con las emociones -las suyas y las de los
demás -para el resto de sus vidas.

Es ciertamente más conveniente callar o amenazar a un niño alterado que ayudarlo a procesar
sus emociones. Por suerte, los niños que saben por experiencia que sus emociones serán
escuchadas aprenden a regularlas. Debido a que el coaching emocional ayuda a los niños a
desarrollar el autocontrol emocional antes que sus compañeros, en realidad hace que la
crianza sea más fácil.
Pero no olvidemos nuestras otras dos Grandes Ideas aquí: Regularte a Ti Mismo y Fomentar
la Conexión. Cuando guiamos a nuestros hijos durante momentos turbulentos, es un tiempo
esencial para mantenernos conectados. De hecho, cuando los niños están dominados por
emociones intensas, es una señal de que necesitan reconectarse con nosotros, como veremos
en este capítulo. Y dado que inevitablemente nos vemos afectados por las alteraciones
emocionales de nuestros hijos, nuestra capacidad para calmarnos determinará si podemos
guiarlos. Este capítulo te dará estrategias específicas para lograrlo.

¿QUÉ ES LA INTELIGENCIA EMOCIONAL (EQ)?


Alguien con un alto coeficiente de inteligencia emocional (EQ) es inteligente en cuanto a
emociones, de la misma forma que alguien con un alto coeficiente intelectual (IQ) es
inteligente en su pensamiento. Los científicos han descubierto que, si bien los genes influyen
en el IQ, el cerebro es como un músculo que puede moldearse y fortalecerse, permitiéndonos
expandir nuestro IQ innato. De manera similar, aunque algunos nacemos más tranquilos o
con más control de impulsos, estas tendencias pueden moldearse y fortalecerse para ampliar
nuestro EQ.

Las características centrales de un alto EQ son las siguientes:


• Capacidad para autoconsolarse: La clave para manejar las emociones es permitir,
reconocer y tolerar nuestras emociones intensas para que se evaporen sin quedarnos
atrapados en ellas o tomar acciones de las que luego nos arrepentiremos. La capacidad
de autoconsolarnos nos permite manejar la ansiedad y los malestares, lo que a su vez
nos permite abordar problemas emocionalmente cargados de manera constructiva.
• Autoconciencia emocional y aceptación: Si no entendemos las emociones que nos
embargan, nos asustan y no podemos tolerarlas. Reprimimos el dolor, el miedo o la
decepción. Esas emociones, ya no reguladas por nuestra mente consciente, tienden a
manifestarse de forma descontrolada, como cuando un niño en edad preescolar golpea
a su hermana o nosotros, como adultos, perdemos los estribos o comemos un litro de
helado. Por el contrario, los niños criados en un hogar donde se limitan los
comportamientos, pero no los sentimientos, crecen entendiendo que todas las
emociones son aceptables y parte del ser humano. Este entendimiento les otorga más
control sobre sus emociones.
• Control de impulsos: La inteligencia emocional nos libera de reacciones
emocionales automáticas. Un niño (o adulto) con alto EQ actuará en lugar de
reaccionar, y resolverá problemas en lugar de culpar. No significa que nunca te enojes
o te pongas ansioso, sino que no perderás el control. Como resultado, nuestras vidas
y relaciones funcionan mejor.
• Empatía: La empatía es la habilidad de ver y sentir algo desde el punto de vista del
otro. Cuando eres hábil en entender los estados mentales y emocionales de otras
personas, resuelves diferencias de manera constructiva y te conectas profundamente
con los demás. Naturalmente, la empatía nos hace mejores comunicadores.
¿Por Qué Enseñar a Manejar Emociones?
La mayoría de los padres se toman muy en serio su trabajo como maestros. Les enseñamos a
nuestros hijos los colores. A cepillarse los dientes. Lo que está bien y lo que está mal.
Pero a veces descuidamos dos lecciones más importantes que todos los niños necesitan
aprender: cómo manejar sus sentimientos (y, por lo tanto, su comportamiento) y cómo
entender los sentimientos de los demás. Estas dos habilidades forman el núcleo de lo que los
psicólogos llaman el EQ o coeficiente de inteligencia emocional. Es una parte fundamental
del desarrollo humano y, aunque suene complicado, es importante que los padres comprendan
su importancia.
¿Por qué importa la inteligencia emocional? La respuesta es clara con un poco de reflexión:
las emociones importan. No puedes abordar un gran proyecto si estás abrumado por la
ansiedad. No puedes resolver un conflicto matrimonial sin entender la perspectiva de tu
pareja. No puedes manejar un conflicto en el trabajo o con un amigo si no controlas tu enojo.
En otras palabras, la capacidad de una persona para manejar sus emociones de manera
saludable determinará la calidad de su vida -quizás incluso más fundamentalmente que su
IQ. Incluso el éxito académico de un niño depende tanto del EQ como del IQ, porque el
aprendizaje intelectual requiere manejar la ansiedad y motivarnos a nosotros mismos. Lo
mejor para los padres es que los niños con una sólida inteligencia emocional pueden manejar
mejor sus emociones y, por lo tanto, su comportamiento, lo que tiende a hacerlos
autodisciplinados y cooperativos. A los niños les gusta. A los padres les gusta. Todos ganan.
¿Cómo Desarrollan los Niños un EQ Alto? ¡Lo aprenden! No de la televisión, ni de la
escuela, sino de ti. Tú estás guiando sus emociones cada día. Específicamente, estás
ayudando a tu hijo a tomar conciencia de sus sentimientos y expresarlos de manera adecuada
para su edad, lo cual es el inicio de la autorregulación. Una vez que está fuera del dominio
de esas grandes emociones, puede cambiar de marcha para resolver el problema que las
desencadenó. En los próximos apartados, exploraremos estrategias específicas para que
puedas guiar aún mejor a tu hijo emocionalmente durante su infancia. Comenzaremos con
cómo los bebés recién nacidos sientan las bases de la inteligencia emocional en la propia
estructura de su cerebro.
Inteligencia Emocional a Medida que tu Hijo Crece
BEBÉS (0-13 MESES): UN FUNDAMENTO DE CONFIANZA

La tarea de desarrollo primaria de un bebé es aprender a confiar. Esto establece las bases para
todo lo que viene después. Albert Einstein decía que la pregunta más importante que todos
debemos responder es: “¿Es este un universo amigable?”. La infancia es cuando respondemos
esa pregunta.
Hace casi cien años, el psicólogo Harry Stack Sullivan introdujo la idea de que los bebés
captan la ansiedad (que es una forma de miedo o falta de confianza) de sus padres. Las
investigaciones confirman que el contacto, la voz y los movimientos de un padre pueden
calmar a un bebé o estimular su ansiedad. Las hormonas del estrés de los bebés se disparan
en respuesta a voces enojadas -incluso las de la televisión -, incluso mientras están dormidos.
Nuestra voz tranquila, el contacto visual amoroso y el abrazo seguro mientras cuidamos a
nuestro bebé le transmiten el mensaje de que el mundo es un lugar seguro donde puede
relajarse y confiar. Cada padre que haya bañado a un bebé entiende lo que esto significa.
Los humanos son adaptables precisamente porque nacemos “incompletos”; el bebé responde
a su entorno “construyendo” un cerebro que lo ayudará a prosperar en ese entorno. Si tiene
condiciones óptimas -alimentación adecuada, brazos cálidos que lo cargan y consuelan, un
cuidador receptivo que interactúa con él -, construirá un cerebro diseñado para autocalmarse
rápidamente, mantener un estado de ánimo feliz y establecer conexiones íntimas. Si el
entorno no le ofrece lo que necesita o parece peligroso -por ejemplo, ruidos fuertes sin una
tranquilidad acompañante -, el cerebro que construye puede ser hipervigilante y desconfiado,
preparado para pelear o huir y competir por recursos escasos.
Por eso es nuestro trabajo como padres proporcionar a nuestro bebé la tranquilidad, tan
constantemente como sea posible, de que está seguro. Consideremos la influencia profunda
en el cerebro cuando tu bebé está inundado de químicos de pánico, como la adrenalina y el
cortisol, dos de las hormonas del sistema de "pelear o huir". Ya sea que sienta hambre,
indigestión o el terror de haber sido dejado solo (donde sus instintos de la era de piedra le
dicen que los tigres podrían comérselo), entra en pánico. Por suerte, el llanto de tu bebé te
hace reaccionar, así que naturalmente lo cargas para consolarlo. Cada vez que llora y
respondes, estás ayudando a su cerebro a cablearse para que pueda autocalmarse cuando sea
un poco mayor. Lo que ves es que se calma cuando lo consuelas. Lo que sucede
biológicamente es que su cuerpo responde a la sensación de seguridad en tus brazos liberando
bioquímicos calmantes, que a su vez crean más vías neuronales y receptores para estas
hormonas de autoconsuelo. Psicológicamente, aprende que su hambre y otros sentimientos
pueden aliviarse, que la ayuda llegará, que alguien lo protege y lo ayuda a autorregularse. No
hay necesidad de entrar en pánico. Puede confiar en este universo amigable para satisfacer
sus necesidades. Y comienza a desarrollar un modelo positivo de las relaciones humanas, uno
que se siente cálido, seguro y amoroso.

LA VERDAD SOBRE EL AUTO-CONSUELO


¿Qué pasa con el consejo de que un bebé aprenderá a autocalmarse si lo dejamos llorar? Es
científicamente infundado y un mal uso del término autocalmarse. Está bien documentado
que el llanto sostenido de un bebé no consolado provoca un aumento de la frecuencia cardíaca
y la presión arterial, niveles reducidos de oxígeno y un aumento vertiginoso de cortisol,
adrenalina y otras hormonas del estrés.

Los bebés que se dejan llorar pueden eventualmente quedarse dormidos por agotamiento,
pero eso no es autoconsuelo. Siguen inundados con hormonas del estrés, que moldean su
cerebro para volverse más reactivo emocionalmente. Claro, los bebés aprenden qué esperar,
por lo que dejan de suplicar que los atiendan durante la noche -o incluso durante el día - si
nadie responde a su llanto. Los bebés en los orfanatos no lloran de manera continua, pero no
consideraríamos que su adaptación es saludable. Obviamente, la experiencia de los bebés que
reciben cuidados responsivos de sus padres durante el día, pero se les deja llorar solos por la
noche, no se puede comparar con la experiencia de los bebés en un orfanato. Mi punto es que
la falta de protesta no significa que el bebé no necesite a los padres, solo que el niño ha
aprendido que los padres no responderán. De hecho, aunque los bebés que han sido
entrenados para dormir puedan ir tranquilamente a sus cunas en los días siguientes, sus
hormonas del estrés siguen elevándose, tal como lo hicieron durante el entrenamiento del
sueño. En otras palabras, el bebé está en un estado de estrés, pero permanece callado porque
se le ha enseñado que pedir ayuda es inútil.

Desafortunadamente, dado lo que sabemos sobre el desarrollo cerebral, es razonable concluir


que un bebé cuyos llantos no reciben respuesta de manera regular -ya sea de día o de noche
-está desarrollando un tipo de cerebro ligeramente diferente. La inundación de cortisol
asociada con el llanto no consolado de los bebés pone el sistema inmunológico, el aprendizaje
y otras funciones no esenciales en espera, mientras se enfoca en la crisis inmediata, lo que
impide que su cerebro construya tantas conexiones neuronales para la calma.
Dejar que nuestro bebé llore también nos cambia como padres. Tenemos que apagar nuestra
empatía natural por nuestro bebé, la misma empatía que es tan esencial para ayudar a nuestro
hijo a desarrollar inteligencia emocional. Nuestra tendencia natural a ver las cosas desde su
perspectiva disminuye un poco, por lo que probablemente encontraremos la crianza más
difícil. Dejar a nuestro hijo llorar solo puede ser el primer paso en una resbaladiza pendiente
de desconexión que erosiona tanto nuestra capacidad de ser el padre o la madre responsivos
que nuestro hijo necesita como nuestra propia satisfacción como padres.

Por supuesto, sería inconveniente tener que estar presente para ayudar a tu hijo a regular sus
emociones y fisiología cada vez que se altere durante el resto de su vida. Afortunadamente,
la naturaleza tiene una mejor idea. Con el tiempo, a medida que los altercados lo abruman,
él se va haciendo capaz de usar esos caminos neuronales que está construyendo para
calmarse. Cuanta más oxitocina libera en respuesta a tu atención amorosa, por ejemplo, más
receptores de oxitocina produce, y con mayor facilidad puede calmarse y sentirse bien.
Incluso está comenzando a crear conexiones nerviosas que permiten que su corteza prefrontal
(el comienzo de su cerebro pensante) contrarreste las alarmas de su amígdala (parte del
cerebro emocional). Tú eres el facilitador para que tu bebé construya un cerebro y un sistema
nervioso que le faciliten gestionar su ansiedad durante el resto de su vida.
Cualquiera que haya pasado tiempo con un recién nacido sabe que pueden ser difíciles de
calmar. No te preocupes. El desarrollo cerebral de tu bebé no requiere que seas perfecto. Los
padres humanos nunca lo somos. Solo tienes que ser lo suficientemente bueno, de manera
que la mayoría de las veces te presentes de manera tranquilizadora cuando tu bebé te necesite.
Esto significa que lo sostienes mientras llora y le ofreces lo que todos necesitamos cuando
estamos en angustia: un testigo compasivo.
Incluso si tu pequeño sigue llorando mientras lo sostienes, ella siente tus brazos a su
alrededor. Esto es muy diferente del llanto no consolado que es tan estresante para los
infantes. Ella puede estar en dolor o simplemente sobreestimulada y necesitar liberar todo
ese estrés acumulado de estar recién viva en un mundo abrumador. De cualquier manera, tu
presencia está cumpliendo su función, dándole la seguridad de expresar sus emociones -y de
sentirse escuchada. Este llanto realmente libera hormonas del estrés. Piensa en ello de esta
manera: Ella tuvo un día difícil, o (incluso meses atrás) un nacimiento difícil, y quiere
contártelo. Puede que esté llorando, pero es un llanto bueno, que purifica. Ella está liberando
todo el cortisol, la adrenalina y otras hormonas del estrés acumuladas de sus experiencias
sobreestimulantes en este loco mundo nuevo. Debido a que la estás sosteniendo, su cuerpo
responde a su llanto construyendo caminos neuronales para liberar hormonas calmantes. Esto
es un trabajo duro para ti, pero la buena noticia es que, si puedes seguir respirando para
calmarte, y seguir proporcionando un “entorno de contención” seguro para ella,
eventualmente ella construirá las conexiones neuronales para calmarse por sí mismo.
“Lo suficientemente bueno” realmente es lo suficientemente bueno. Ningún padre puede
captar todas las señales de su bebé. Somos humanos, así que nos distraemos, nos
preocupamos, nos ponemos ansiosos, asustados, deprimidos, enfermos -en resumen, no
siempre podemos estar presentes como nos gustaría para nuestros hijos. ¿Recuerdas el
hallazgo del investigador Edward Tronick de que incluso los padres más atentos solo están
sintonizados con alrededor del 30 por ciento de las señales de su bebé?
La buena noticia es que cuando no captamos una señal de nuestro bebé y ocurre una pequeña
falta de comunicación o desconexión entre nosotros, podemos repararla. De hecho, la
experiencia de que el padre no entienda, pero luego se reconecte, es una lección crucial para
el bebé. ¿Cómo ocurre esto? Supongamos, basándonos en el ejemplo del Capítulo 2, que
hemos estado pasando un buen rato jugando con nuestro bebé. Agitamos la sonaja y él se ríe
a carcajadas. Pero después de un rato, su excitación lo abrumó. Se siente fuera de control,
asustado. Necesita calmarse, volver a un nivel más bajo de excitación. Mira hacia otro lado.
Algunos padres lo notarían de inmediato y se darían cuenta de que su bebé necesita un
descanso. Pero no nosotros. ¡Estamos tan contentos viendo a nuestro pequeño tan feliz! Y tal
vez haya algo más; tal vez no nos sentimos tan bien con nuestra crianza en este momento
porque calmar al bebé puede ser desafiante, pero mira, podemos hacer que se ría, ¡y que se
ría más...! Así que no captamos su señal. Él sigue mirando hacia otro lado, aunque nos
pongamos frente a él y sacudamos la sonaja más insistentemente. Está abrumado. Su rostro
se arruga. Comienza a llorar.

Así que nos desentonamos. Nuestra intromisión realmente llevó a nuestro bebé a las lágrimas.
¿Está dañado para toda la vida? Afortunadamente, no. Podemos ser lentos, pero no estamos
perdidos. Respiramos hondo y cambiamos de marcha, de la excitación a la calma. Tomamos
a nuestro pequeño y comenzamos a hablarle suavemente. Él sigue llorando, pero menos
fuerte, y su respiración se calma. Está tranquilizándose. Ha aprendido que el universo no es
perfecto, y que a veces tiene que levantar la voz para ser escuchado, pero tiene el poder de
reparar una ruptura en nuestra relación. Debido a que respondiste rápidamente a su angustia
-lo que se ha demostrado ser la sintonización más importante para cómo los infantes se
ajustan -él ha aprendido que es un universo seguro y puede contar contigo para responder
cuando te necesita. La rápida reparación después de una ruptura en la empatía por parte del
padre es parte de cómo los niños desarrollan resiliencia, o la fe de que las cosas se resolverán
si siguen intentándolo. De hecho, cada vez que nos desintonizamos, nuestro pequeño tiene
una pequeña oportunidad para practicar regularse sin nuestra ayuda. A veces no podrá
hacerlo, pero a menudo lo logrará, y aprenderá cómo hacerlo -igual que dar esos primeros
pasos. Así que, aunque no quieres crear intencionalmente experiencias difíciles para tu hijo -
la vida proporcionará muchas sin tu asistencia -tus desintonizaciones realmente son
oportunidades de aprendizaje siempre que se sigan de una reconexión y sean superadas por
momentos positivos.
Calmar a tu bebé no solo le ayuda a aprender a calmarse por sí mismo, sino que también lo
ayuda a convertirse en una persona más tranquila, amigable y feliz, no solo como niño sino
a lo largo de su vida. Muchos estudios muestran que los bebés que reciben niveles por encima
del promedio de afecto, atención y consuelo de sus padres crecen y se convierten en adultos
más relajados, emocionalmente regulados y felices. No es sorprendente que incluso sean
capaces de regular mejor su peso.
Esta habilidad para calmarse por sí mismo es la condición previa para la inteligencia
emocional. Y él la desarrollará a medida que aprenda a confiar en que tú estarás allí para
ayudarlo siempre que te necesite, que puedes leer sus señales y ayudarlo a regularse. Esa es
la base del apego seguro. Basado en su primer año contigo, él concluirá que es un universo
amigable, y que estará bien en él. Ahora veamos cómo solidifica esos buenos sentimientos
acerca de sí mismo a medida que la vida se complica.
NIÑOS PEQUEÑOS (13–36 MESES): AMOR INCONDICIONAL
Si has estado tranquilizando a tu bebé cuando llora, ella será cada vez más capaz de manejar
el estrés sin dejarse llevar por el pánico. Eso es algo bueno, porque los años de la niñez
temprana probablemente son los más desafiantes en el desarrollo humano, tanto para los
padres como para el niño. Si podemos ayudar a nuestro niño pequeño a desarrollar una
relación saludable con sus emociones, tendrá la base necesaria para un alto cociente
emocional (CE) a lo largo de su vida. El beneficio adicional es que los niños pequeños con
un alto CE son mucho más fáciles para los padres.

¿Por qué son tan desafiantes los años de la niñez temprana emocionalmente? Porque la tarea
principal para el niño pequeño es afirmarse a sí mismo. Tu niño necesita sentir que tiene un
impacto en el mundo y cierto control sobre su experiencia. Este sentido de poder que está en
desarrollo es algo bueno. Es lo que le permite eventualmente asumir la responsabilidad de sí
mismo.

Desafortunadamente, la tarea de empoderamiento del niño pequeño a menudo entra en


conflicto con otra tarea crucial del desarrollo, que es amarse a sí mismo. ¿Por qué? Porque
muchos padres no están preparados para que su encantador bebé se convierta en una persona
con opiniones, lista para defender sus deseos. Por supuesto, todavía lo aman. Pero de repente,
esos padres antes tan dedicados -la encarnación del universo amigable -están enviando un
mensaje muy diferente:

¡NO! ... ¡No toques eso! ... ¡Quédate quieto mientras te cambio! ... ¡Deja de llorar, no te va a
doler! ... Luego te pondré en esa silla de auto! ... ¡No me digas que no! ... ¡Deja eso! ... ¡Lo
rompiste! ... ¡No me pegues! ... ¡Niño malo! ... ¡Me mordiste, pequeño demonio!
Cuando ella nota cómo esa rebanada de mortadela encajará perfectamente en el reproductor
de CD, papá le da un golpe en la mano. Cuando ella comienza a llorar porque sus padres tan
amorosos se han transformado en monstruos, mamá le advierte a papá: "Ignórala. No
podemos recompensar un berrinche". Ella grita más fuerte. Sus padres comprensivos, los que
ella cuenta para ayudarla a navegar tanto su mundo interno como externo, la han abandonado.
Estos padres adoran a su hija y están haciendo lo mejor que pueden para enseñarle reglas
responsables. Pero la suposición de que tenemos que retirar nuestro amor para que nuestro
niño pequeño haga lo que queremos es peligrosa. Cuando repetidamente rompemos nuestra
conexión con nuestro hijo, ya sea en nombre de la disciplina o la independencia, socavamos
la relación cercana que hemos trabajado tanto para construir.

El niño pequeño no puede evitar preguntarse si el universo es amigable solo cuando él hace
lo que quiere. Es posible que concluya que ser él mismo no es aceptable. Aún no puede
controlar la mayor parte de su comportamiento, y no puede distinguir realmente entre sus
emociones (su "yo") y su comportamiento, así que incluso si eres cuidadoso al decir "Es malo
pegar" en lugar de "¡Eres un niño malo!", la distinción se pierde en él. Él interpreta nuestros
intentos de disciplina como un mensaje de que, si quiere ser amado por los amos del universo
(sus padres), necesita reprimir ciertas emociones y fingir ser bueno.
Desafortunadamente, esa es una estrategia perdedora. La capa de vergüenza que se desarrolla
al sentir que somos malos puede seguirnos a lo largo de la vida. La mayoría de los adultos
tropiezan ocasionalmente con esta vergüenza reprimida y la encuentran, al menos
temporalmente, incapacitante. Tampoco ayuda al comportamiento del niño pequeño. Los
humanos solo podemos actuar tan bien como nos sentimos, y un niño que siente que es
"malo" no es probable que actúe "bien". Es clásico ver a un niño pequeño golpeando al perro
de la familia mientras dice: "¡No! No pegues al perrito".
¿Y qué pasa con esos berrinches, la característica del niño pequeño? Al igual que el resto de
nosotros, los niños pequeños acumulan hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina
mientras enfrentan los contratiempos de la vida diaria. A medida que crecemos, podemos
liberar esos productos bioquímicos mediante el pensamiento y la conversación, además de
los movimientos, llantos, bostezos y sudoración que hacen los más pequeños. Aunque los
niños pequeños se vuelven cada vez más verbales, su corteza frontal aún no puede anular sus
centros emocionales para procesar emociones fuertes de manera verbal. Afortunadamente, la
naturaleza ha diseñado a los bebés y niños pequeños con una red de seguridad para liberar el
residuo fisiológico de sus miedos y frustraciones: los berrinches. Los niños pequeños no
disfrutan de los berrinches; preferirían sentirse conectados y queridos. Pero cuando sus
emociones los abruman, el desarrollo de su cerebro no es suficiente para mantener el control
racional. Así que su fisiología les ayuda a restaurar el equilibrio teniendo un colapso
emocional para liberar todos esos sentimientos y los bioquímicos que los acompañan.
Al igual que con la calma de un bebé, los padres que se sientan pacientemente con su niño
pequeño durante un berrinche lo están ayudando a aprender a calmarse a sí mismo y a manejar
sus emociones. Pero demasiados padres cometen un error completamente comprensible.
Suponen que los berrinches están bajo el control del niño pequeño, que él está "tirando" un
berrinche para manipularlos y salirse con la suya. Algunos pueden responder a los berrinches
amenazando con abandonarlo -lo que se conoce como ignorar al niño hasta que se calme -o
castigándolo de alguna manera. La investigación al respecto es clara como el agua. Cuando
los niños pequeños se sienten abandonados, esto desencadena ansiedad que puede detener
temporalmente el berrinche, pero crea una profunda inseguridad. Sabes que nunca dejarías a
tu hijo en la tienda de comestibles, pero él no lo sabe. Y cuando respondemos a los niños
pequeños con un pequeño golpe, a veces logran calmarse en ese momento. Pero los niños
pequeños cuyos padres responden a su comportamiento desafiante con disciplina física se
vuelven más agresivos, llorones y desafiantes para cuando lleguen a la edad preescolar.

Podemos entender esto si recordamos que el niño pequeño no es una cobaya de laboratorio
que pueda ser entrenada con dolor físico o amenaza. Más bien, es un ser humano complicado.
La desaprobación parental señala el posible abandono, lo que desencadena un pánico
primitivo. Su reacción, por supuesto, es tratar de cumplir. Concluye que su autoafirmación,
impulso de explorar, tristeza, decepción y enojo son todos malos y peligrosos, por lo que
intenta reprimirlos. Pero es una batalla perdida, especialmente considerando que su corteza
frontal aún está en construcción. Estos "malos" sentimientos salen de todos modos, como
cuando golpea al perro, tira del cabello de su madre y lanza su plato por la habitación. ¿Su
conclusión inevitable? "Mis emociones son peligrosas y me llevan a hacer cosas malas. Soy
una mala persona que decepciona a mis padres".
Afortunadamente, existe un mapa de ruta para atravesar la niñez temprana que protege la
autoestima de tu hijo y lo ayuda a desarrollar inteligencia emocional. ¿Recuerdas al bebé
afortunado que había comenzado a desarrollar un modelo funcional de relaciones como
cálidas, seguras y amorosas? ¿Que estaba seguro de que vivía en un universo amigable?
Ahora, sus padres probablemente aceptan la gama completa de sus emociones mientras
limitan su comportamiento destructivo. Cuando tiene miedo o se siente decepcionado, ellos
se ponen en su lugar. Cuando tiene un berrinche, lo abrazan o se quedan cerca, reconociendo
su enojo y aceptando las lágrimas detrás de él. En lugar de ver los berrinches como un
comportamiento indeseable, estos padres sabios entienden que su pequeño les está contando
sobre su experiencia. Desde su aceptación amorosa, él aprende que incluso los sentimientos
más desafiantes son soportables. Nos invaden, los toleramos, se disipan. Estas emociones son
solo una parte del gran mundo sobre el que el niño pequeño está aprendiendo tanto cada día;
incluso tienen nombres: "¡Estás tan enojado!" ... "Te da tristeza despedirte de papá, por eso
estás llorando." ... "Quieres que guarde mi teléfono y te mire solo a ti. Debes sentir celos.
Quieres que sea solo para ti en este momento".
Por supuesto, dejar que tu niño pequeño actúe sobre todos sus sentimientos sería eludir tu
responsabilidad de guiarlo. Permitir los sentimientos no significa necesariamente permitir las
acciones basadas en esos sentimientos. Desde los límites empáticos que estableces, él
aprende que, aunque puede estar furioso con su compañero de juego por tomar el camión de
volteo, no está permitido golpear al otro niño.
Darle palabras para reflexionar sobre sus propios sentimientos y los de los demás está
desarrollando lo que pensamos que es la conciencia de nuestro niño pequeño. Dentro de su
cerebro, su incipiente comprensión de las palabras está creando conexiones en la corteza
orbitofrontal, que junto con otras áreas de la corteza prefrontal y el cingulado anterior,
gestiona sus emociones y lo ayuda a responder de manera apropiada a las emociones de los
demás. El cerebro emocional derecho, que ha predominado durante la infancia, está
adquiriendo un administrador para ayudar a que interactúe con el resto del cerebro. Como
dice Sue Gerhardt: "A través de las conexiones de la corteza orbitofrontal con los sistemas
cerebrales más primitivos, puede inhibir las reacciones de ira, apagar el miedo y, en general,
aplicar frenos a los sentimientos que surgen en las áreas subcorticales. La capacidad de frenar
y postergar los impulsos y deseos inmediatos es la base de nuestra fuerza de voluntad y
autocontrol, así como de nuestra capacidad para empatizar."
Cuando decimos que los niños pequeños necesitan ser "civilizados", lo que queremos decir
es que necesitan nuestra ayuda para desarrollar la habilidad interna de gestionar sus
emociones fuertes, para que puedan seguir reglas esenciales y llevarse bien con los demás.
La forma en que respondemos a sus emociones desordenadas y su comportamiento salvaje
determinará si desarrollan ese tipo de cerebro. El castigo y la desconexión crean más
alteraciones y menos autorregulación. En cambio, la guía empática ayuda a nuestro niño
pequeño a desarrollar un cerebro que pueda autorregularse emocionalmente en pocos años.
Esta mayor capacidad para calmar sus propias reacciones de miedo e ira le da más acceso a
la empatía natural que ha estado presente todo el tiempo.
NIÑOS EN EDAD PREESCOLAR (3–5 AÑOS): EMPATÍA

Los precursores de la empatía son innatos en los mamíferos. Puede que hayas notado que los
perros se sienten incómodos cuando alguien en la familia gimotea o llora, y a menudo ofrecen
consuelo lamiendo o acurrucándose. Cuando un bebé escucha a otro bebé llorar, a menudo
comienza a llorar también. Los neurólogos postulan que las neuronas espejo se activan en
nuestro cerebro cuando vemos a alguien experimentar una emoción fuerte, de manera que
sentimos un pequeño destello de esa emoción nosotros mismos.

Entonces, ¿por qué no todos los humanos son empáticos? Existen algunas diferencias
genéticas que subyacen en nuestras tendencias empáticas, pero los humanos somos criaturas
comunales, y todos nacemos con el potencial de desarrollar empatía. Así que, cuando las
personas se hacen daño intencionadamente, es la empatía desbordada, y empieza en la
primera infancia.
Como hemos mencionado, los bebés y niños pequeños que han sido consolados y
“comprendidos” emocionalmente tienen una base sólida para la inteligencia emocional. Otro
término para este estilo de crianza es empática; tratamos de comprender lo que nuestro hijo
está sintiendo y respondemos a ello con aceptación y consuelo. La inteligencia emocional
que nuestro pequeño está desarrollando es lo que le permite transformar su empatía natural
en un alto cociente emocional (CE).
Veamos qué sucede cuando un niño no ha establecido las bases para la inteligencia
emocional. Supongamos que no fue consolado cuando era bebé, sino que a menudo se le dejó
llorando. Como resultado, es reactivo y propenso a hacer berrinches con facilidad.
Desafortunadamente, sus padres, que son bien intencionados pero mal informados, le dicen
que lo dejarán en el centro comercial si no se tranquiliza, por lo que su radar de abandono
está constantemente buscando peligro. Debido a que su modelo de relaciones es uno en el
que alguien retira lo que ella necesita, se vuelve extremadamente necesitada y
emocionalmente exigente. Para cuando era un niño pequeño, su personalidad desafiante la
metía en constantes luchas de poder con sus padres.
Ha concluido que no puede contar con sus padres para ayudarla con sus emociones, por lo
que trata rígidamente de mantenerlas a raya. Desafortunadamente, la represión no funciona
más que temporalmente, por lo que se ve frecuentemente abrumada por sus emociones. Sus
sentimientos de dependencia le asustan, ya que no puede depender de sus padres para que los
cubran, por lo que explota en una rabia cuando no puede tolerar sentirse no amada. Dado que
sus padres -no de manera irrazonable -no quieren recompensar sus berrinches, la mandan a
su cuarto a solas para que se calme, lo que "endurece su corazón" y solidifica su modelo de
relaciones en uno de privación. Ella lleva una mochila, por así decirlo, llena de la tristeza y
el miedo que no puede expresar. Para evitar que todo eso se derrame y la inunde sin previo
aviso, se ampara en la ira. Podemos identificarla por el "chip en su hombro."
A medida que crece, se vuelve emocionalmente frágil, fácilmente alterada por los obstáculos
normales de la vida diaria. Cuando ve a otro niño llorando, sus neuronas espejo se activan y
no puede evitar sentir un destello de lo que el otro niño está sintiendo. Es demasiado crudo
para ella, demasiado incómodo. Es probable que le grite al niño llorón para que "¡Se calle!"
o incluso lo golpee. O tal vez se construya un muro emocional para no sentir las emociones
de los demás. Si este muro contra la conexión emocional se refuerza regularmente, se vuelve
capaz de infligir dolor a otras personas. Su modelo de relaciones es uno de lucha y dolor; se
ha visto a sí misma como la víctima impotente, pero está aprendiendo a encarnar también el
otro lado de esa relación: el matón.
Por otro lado, el niño afortunado que ha sido criado con empatía reaccionará de manera muy
diferente ante su compañero de clase que llora. El llanto del otro niño lo incomoda de manera
natural, ya que sus neuronas espejo se activan y siente un destello de lo que el otro niño está
sintiendo. Pero está más cómodo con estos sentimientos. Ya los ha experimentado antes,
como todos los niños, y sabe que las cosas estarán bien. Es un universo amigable y la ayuda
llegará. Los sentimientos pasarán. Así que puede tolerar su propio malestar e incluso idear
una forma de calmarlo. Puede ofrecerle su mantita al otro niño o decirle a la maestra que el
niño está llorando. Es el florecimiento de la empatía que vemos en los niños que han sido
tratados con empatía. Su modelo de relaciones es uno en el que las personas notan y aceptan
los sentimientos de los demás, donde las relaciones pueden repararse y los errores corregirse.
Está comenzando a ser capaz de encarnar ambos lados de esa relación.
La empatía no es la única habilidad de inteligencia emocional que tu niño en edad preescolar
está practicando. Él puede calmarse a sí mismo en la mayoría de las situaciones, aunque aún
sube a tu regazo para recibir consuelo. Su corteza orbitofrontal, que aún se estaba
desarrollando durante la niñez temprana, ahora es lo suficientemente madura como para
evaluar si un impulso dado es socialmente aceptable, por lo que con frecuencia puede
detenerse antes de arrebatar un juguete o estallar en ira. Incluso puede ponerle nombre a sus
sentimientos, y cada vez más, usa sus palabras para gestionar sus alteraciones, en lugar de
expresarlas con berrinches. Eso es una señal de que el lado izquierdo de su cerebro -el centro
de la lógica -está integrándose más con el lado derecho de su cerebro, que está más orientado
a las emociones. Está creciendo en autoconciencia emocional.

NIÑOS EN EDAD ESCOLAR PRIMARIA (6–9 AÑOS): AUTOCONSCIENCIA


EMOCIONAL
Cuando los niños tienen seis años, sus sistemas nerviosos están casi completamente
conectados. Ahora, la corteza frontal se fortalece, depura y organiza sus "autopistas
neuronales". Podemos esperar que nuestro hijo gane de manera constante en autocontrol,
planificación, organización y otras funciones ejecutivas a lo largo de la niñez y hasta la
veintena. De hecho, los científicos creen ahora que el cerebro tiene el potencial de adaptarse
y cambiar durante toda la vida, por lo que siempre puede ser reentrenado hasta cierto punto.
Sin embargo, a los seis años, la estructura básica del cerebro ya se ha formado para que tu
hijo pueda confiar, auto-calmarse y empatizar. Sabemos que los niños cuyos entornos
cambian para mejor pueden desarrollar todavía autorregulación emocional, pero requiere un
amor y paciencia enormes por parte de los cuidadores.
A los seis años, los niños tienen un modelo de relaciones muy claro, lo que significa que han
sacado conclusiones de sus experiencias sobre qué esperar. Con base en esos modelos
operativos, han desarrollado un conjunto de estrategias que usan para gestionar sus propias
emociones. Los niños que no están seguros de poder contar con los adultos para ayudarlos a
autorregularse tienen "grandes emociones" que estallan fácilmente. Los niños que ahora están
bastante seguros de que no pueden contar con los adultos pueden parecer más controlados,
pero son más frágiles de lo que parecen; sus corazones laten rápido incluso mientras actúan
de manera indiferente. Los niños afortunados que han tenido una crianza receptiva han
aprendido a conversar con sus propias emociones y son capaces de regularlas la mayor parte
del tiempo, lo que significa que ahora pueden, con frecuencia, regular su propio
comportamiento. Estos niños tienen un alto coeficiente emocional (CE) basado en la
fisiología de su cerebro. Sus "autopistas internas" han sido construidas para entregar
sustancias bioquímicas calmantes y regular las respuestas de miedo e ira de la amígdala, lo
que les permite usar todo su poder cerebral para funcionar a un nivel más alto. Se sienten
cómodos en su propia piel y con las emociones de los demás, por lo que pueden conectar
profundamente con otros seres humanos.
La tarea para los niños de seis a nueve años es poner en práctica su inteligencia emocional
en desarrollo para poder dominar las emociones diarias desencadenadas por los muchos
desafíos del crecimiento. Lamentablemente, los niños que tienen dificultades para regular sus
emociones y captar las señales de los demás suelen tener problemas para dominar estas tareas
de desarrollo cotidianas. Cuando la ansiedad o la ira les impide superar estos obstáculos
normales, su autoestima sufre, y a menudo se vuelven rígidos y exigentes en un intento de
gestionar sus miedos. Los niños emocionalmente inteligentes se encuentran con las mismas
dificultades, pero suelen sortearlas de manera más elegante. Superar cada uno de estos
obstáculos normales de desarrollo fortalece la inteligencia emocional de los niños y construye
el “músculo” del CE.
Estos años suelen ser más fáciles para los padres. Después de los seis años, el cerebro confiere
un mucho mejor control de los impulsos. Debido a este control emocional mejorado y el
enfoque en la escuela, muchos padres ni siquiera notan las luchas emocionales internas de su
hijo. De manera comprensible, suspiran aliviados y se concentran en mantener su vida
ocupada. Lamentablemente, en lugar de ver el comportamiento desviado como una señal de
ayuda, la mayoría de los padres disciplinan con "consecuencias" y otros castigos. Pierden la
oportunidad de ayudar a su hijo a procesar los miedos y las necesidades no satisfechas que
impulsan el comportamiento "malo" y desarrollar el CE.
Para los padres que prestan atención, los años de primaria -cuando los niños aún están muy
conectados con los padres -son el momento perfecto para ayudar a los niños a dominar el
mundo de las emociones. Nuestro niño afortunado con padres empáticos ahora se beneficia
no solo de su cálida aceptación de sus sentimientos, sino también de su escucha atenta, lo
que lo ayuda a desarrollar una mayor comprensión de sus propias emociones y necesidades
(y las de los demás). Estos padres entienden que un niño que actúa mal está enviando una
señal de que necesita su ayuda con sus emociones, y ven el mal comportamiento como una
oportunidad para el crecimiento. Dado que estos padres pueden manejar su propia ansiedad,
también pueden ayudar a su hijo a resolver problemas escuchando, reflexionando y
ayudándolo a generar opciones. Para cuando tenga nueve años, nuestro niño de alto CE puede
estar años adelantado a sus compañeros en su capacidad para manejar sus emociones -y por
lo tanto, su comportamiento.
¿Qué pueden hacer los padres para criar a un niño de alto CE? Vamos a averiguarlo.
Principios del Coaching Emocional
Me preocupaba que este enfoque pudiera consentir a mis hijos o causar más mal
comportamiento, pero les ayuda a querer comportarse mejor. El fin de semana pasado, mi
hijo de cuatro años comenzó a llorar y gritarme. Respire profundamente y resistí la tentación
de hacer que fuera respetuoso o de decirle que se recuperara (mi reacción habitual en el
pasado). Lo sostuve en mi regazo y lo dejé llorar. Le dije que lo entendía, que era difícil no
poder hacer las cosas que uno quiere hacer cuando uno quiere hacerlas, y que apostaba a que
él haría eso todo el día cuando fuera más grande. Lloró, tal vez un minuto, se levantó y dijo:
“¡Está bien, ya terminé! ¡Vamos al parque!” En el pasado, estos incidentes se convertían en
batallas mayores y terminaban con mi sensación de agotamiento y de ser una mala madre.
-Lara, madre de un niño de dieciocho meses y de un niño de cuatro años.
CÓMO LOS NIÑOS DESARROLLAN LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Cada niño nace queriendo conectar profundamente con otros seres humanos y disfrutar al
superar los obstáculos que la vida presenta. Eso es lo que hace feliz a los seres humanos. Pero
algunos niños tropiezan, o incluso renuncian a estos objetivos. ¿Qué les impide alcanzarlos?
Grandes necesidades no cubiertas y grandes emociones que no pueden manejar. Nuestro
trabajo como padres es cubrir esas necesidades y ayudar a nuestro hijo a aprender a manejar
esas grandes emociones, lo que es lo que les permite desarrollar un alto coeficiente emocional
(CE).
¿Has notado que la parte más difícil de ayudar a tu hijo a aprender a regular sus emociones?
La mayoría de nosotros fuimos criados pensando que las emociones son peligrosas. Si no
podemos tolerar nuestra propia tristeza o ira, no podremos tolerar la de nuestro hijo. Y si no
podemos aceptar la decepción, la ira o el dolor de nuestro hijo, le enviamos el mensaje de
que sus sentimientos son demasiado peligrosos para ser permitidos. Lamentablemente, eso
no elimina los sentimientos. Simplemente incapacita a nuestro hijo para aprender a
manejarlos.
Este capítulo te ofrecerá las estrategias básicas que necesitas para ayudar a tu hijo a
desarrollar un alto coeficiente emocional: ofrecer empatía, comprender las emociones y
necesidades, y ayudar a tu hijo con sus grandes sentimientos, incluyendo el miedo y la ira.
EMPATÍA, LA BASE DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Tuve una crisis de mamá el otro día, y estaba muy molesta por algo que mi hija de cuatro
años estaba haciendo. Ella dio unos pasos hacia atrás, no se alteró y me miró. Se acercó, me
ofreció un abrazo y me dijo: "Te ves realmente molesta." Ella ha experimentado mi empatía
por ella y sus rabietas, y ahora es capaz de convertirse en una socia en la búsqueda del
equilibrio y ayudarme cuando necesito un poco de apoyo en mi día.
-Candace, madre de una niña de cuatro años

La empatía es más que la base de la inteligencia emocional; es la base de una crianza efectiva,
según John Gottman, autor junto con Daniel Goleman “Criando a un niño emocionalmente
inteligente”. ¿Por qué? Porque es esencial para tu capacidad de entender a tu hijo y conectar
con él. Porque previene que proyectes sobre tu hijo todos los problemas de tu propia infancia.
Y porque, sin ella, tu hijo simplemente no se sentirá amado, no importa cuánto lo ames.

La empatía se define a menudo como ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona.
Pero la empatía es en realidad un evento físico, controlado por la ínsula en nuestro cerebro
derecho. Recuerda cómo se formó la estructura del cerebro derecho durante los primeros dos
años de vida, antes de que tu bebé fuera verbal. Los científicos sospechan que el cerebro
derecho es el orquestador de la intimidad. La ínsula conecta el cerebro con el corazón, los
órganos digestivos y la piel. Entonces, cuando nuestro corazón late rápidamente, nuestro
estómago se revuelca o nuestra piel se eriza, la ínsula nos está enviando un mensaje. Y cuando
sentimos una profunda empatía, lo sentimos en nuestros cuerpos. Eso significa que una
definición más precisa de la empatía es “sentir” desde el punto de vista de la otra persona.
Cuando un padre otorga el regalo de la empatía a un niño que está pasando por dificultades,
esa conexión visceral lo cambia todo. La empatía fortalece el vínculo relacional. La empatía
ayuda al niño a sentirse comprendido, menos solo con su dolor y sufrimiento. La empatía
sana. Y la experiencia de la empatía le enseña al pequeño sobre las formas más profundas en
que los seres humanos se conectan, proporcionándole una plataforma para todas sus futuras
relaciones.
¿Cómo desarrollan los niños la empatía? Sucede de forma natural, como parte del desarrollo
emocional saludable, siempre que los niños experimenten empatía por parte de sus
cuidadores. Por eso, criar con empatía es un regalo doble para tu hijo: además de que tu
empatía lo ayuda a aprender a gestionar sus emociones, experimentar tu empatía también lo
ayudará a desarrollar empatía por los demás.

Este acto de dar empatía también es un regalo para ti, porque los niños que sienten tu empatía
son mucho más cooperativos al aceptar tu orientación. Traducción: ¡Hace la crianza mucho
más fácil!

Pero la mayoría de los padres encuentran que la idea de criar con empatía produce ansiedad.
¿Cómo se hace exactamente?
Ya lo sabes. Cada vez que dices: “Sé cómo te sientes” o “Parece que tuviste un día difícil”,
estás siendo empático. Cada vez que te elevas por encima de tus propios sentimientos para
ver las cosas desde el punto de vista de tu hijo, eso es empatía.
¿Parece simple, verdad? Entonces, ¿por qué la empatía es tan poderosa? Imagina la empatía
como un espejo que sostienes frente a tu hijo. Tu aceptación y comprensión de lo que está
sintiendo lo ayuda a reconocer y aceptar sus propias emociones. Eso es lo que permite que
los sentimientos pierdan su carga y empiecen a disiparse. No tenemos que actuar según las
emociones ni siquiera gustar de ellas; solo necesitamos reconocer su presencia para
liberarnos de ellas.

Tu aceptación de sus emociones le enseña a tu hijo que su vida emocional no es peligrosa,


no es vergonzosa y, de hecho, es universal y manejable. Todos han sentido esto; ¡incluso hay
un nombre para ello! Él se siente comprendido y aceptado. Aprende que no está solo para
lidiar con la presión de sus poderosas emociones.
Lo que NO es empatía:

• Permisividad: Puedes (y debes) establecer límites. La clave está en reconocer la


insatisfacción de tu hijo con esos límites. Es importante para tu hijo que puedas tolerar
su decepción y su ira hacia ti, así como todas sus otras emociones.
• Resolver el problema: El objetivo es ayudarle a superar sus sentimientos
perturbadores para que pueda comenzar a pensar en soluciones por sí mismo, no para
resolver el problema por él. Cuando expresa sus sentimientos sobre algo, lo que debes
hacer es escuchar y reconocer, en lugar de saltar a dar soluciones. Eso significa que
deberás gestionar tu propia ansiedad sobre el problema (lo que implica respirar y
resistir la tentación de actuar).
• Estar de acuerdo: Aceptar sus sentimientos y reflejarlos no significa que estés de
acuerdo con ellos ni que los apruebes. Le estás mostrando que lo entiendes, nada más,
nada menos. Si alguna vez te has sentido comprendido, sabes lo gran regalo que es.
• Investigar: “Dime cómo te sientes” no es empatía. La empatía es estar con lo que te
muestra sobre su experiencia, no rascar la herida para examinarla.
• Analizar: “Creo que estás enojado porque tienes celos de que sea el cumpleaños de
tu hermana.” La empatía es aceptar y estar con lo que alguien está expresando, no
hacer que se retuerza por hurgar en su psique -aunque tengas razón. Un simple
“Parece que estás muy molesto hoy, cariño” será mucho más útil para que se dé cuenta
de lo que está pasando. Incluso las palabras no son necesarias, especialmente cuando
los niños son más grandes, porque etiquetar los sentimientos suele hacer que las
personas se sientan analizadas o juzgadas. Solo un “Hmm...” o “¡Vaya!” o “Lo siento
mucho” dicho con calidez y compasión hace que tu hijo se sienta comprendido.
• Catastrofizar: Empareja tu reacción con su estado de ánimo. Estar un poco decaído
porque su equipo perdió el partido de fútbol no justifica una reacción tuya como si
alguien hubiera muerto.
• Discutir el sentimiento: Eso solo lo invalida y lo hace sentir que está equivocado por
sentirlo. Y empuja la emoción fuera de la conciencia, así que él llevará consigo un
sentimiento negativo que resurgirá ante la más mínima provocación.
• Tratar de animarlo: Claro que quieres ayudarla a superar sus sentimientos
incómodos, pero no quieres dar el mensaje de que necesita huir de ellos. Una vez que
tenga una oportunidad segura para notar, aceptar y expresar la emoción a sí misma o
a ti, esta naturalmente se disipará. Luego, ella se sentirá lista para “animarse” en el
sentido de un cambio de escenario o tema. Y le habrás dado el mensaje de que todo
lo que es ella es aceptable, incluidas sus emociones incómodas.
Lo que la empatía SÍ es

• Escuchar y aceptar sin la presión de resolver nada: No tienes que resolver nada.
No tienes que estar de acuerdo con sus puntos de vista. Lo que sí debes hacer es
aceptar que tu hijo tiene derecho a sus sentimientos. No lo tomes personalmente.
• Reflejar, reconocer y reflexionar: “Estás muy enojado con tu hermano” o “¡Vaya!
Mira, ¡te has subido hasta allá arriba!” o “Parece que estás preocupado por la fiesta
de pijamas.”
• Honrar los límites saludables: El hecho de que tengas empatía no significa que
pierdas tu propio sentido del bienestar. Tu cálida comprensión comunica que
entiendes que él piensa que es el fin del mundo, al mismo tiempo que tu capacidad
para mantenerte emocionalmente regulado le asegura que hay luz al final del túnel.
LA MOCHILA EMOCIONAL DE TU HIJO
Hoy, mientras conducía de regreso a casa, mi hijo se quejaba de que quería ir a un restaurante
a cenar. Luego comenzó a gritar. Podía sentir cómo mi paciencia se iba agotando, pero logré
mantener la calma y decirle cosas reconfortantes como: "Sé que realmente quieres comer en
ese restaurante para cenar... Estás triste... Ahora estás llorando". Llegamos a casa y sentí una
presión inmediata por comenzar la cena, ya que ambos teníamos hambre, pero sabía que él
necesitaba vaciar su mochila emocional, así que le dije que lo abrazaría todo el tiempo que
quisiera. Lo curioso fue que no tomó tanto tiempo. Lloró profundamente, luego soltó un gran
suspiro y dijo: "Realmente quería ir a ese restaurante y estaba llorando tanto por eso".
Milagrosamente, toda la noche transcurrió bien.
-Heather, madre de un niño de cuatro años

La emoción humana no puede ser reprimida con éxito. Cuando ignoramos o "empujamos"
nuestras emociones, las sacamos de nuestra conciencia y las metemos en nuestro
subconsciente, donde están fuera de nuestro control. Desafortunadamente, eso impide que
las regulemos, y a veces estallan, con resultados desastrosos. Afortunadamente, no
necesitamos reprimir nuestras emociones para manejarlas. A medida que crecemos, podemos
usar nuestras palabras y relatos ("Hoy estoy un poco gruñón porque estoy cansado, así que
estoy reaccionando en exceso") para regular nuestros sentimientos. Nuestra mente racional
nos hace sentir lo suficientemente seguros como para experimentar esas grandes emociones.
A medida que nos permitimos sentirlas, ellas nos atraviesan y se evaporan.
Como otros humanos, los niños también necesitan sentir sus emociones antes de que esas
emociones se disipen y desaparezcan. Pero dado que el cerebro racional de los niños
pequeños aún no está completamente desarrollado, no pueden usarlos para sentirse más
seguros. En su lugar, tu hijo te utiliza a ti. Tu cálida presencia le hace sentir lo suficientemente
seguro como para experimentar sus lágrimas y temores. Si no estás allí, o si en ese momento
se siente desconectado de ti, entonces guarda esos sentimientos en una mochila emocional
figurativa, que carga con él. Hasta que el niño se sienta lo suficientemente seguro para vaciar
la mochila, estará tenso y emocionalmente frágil, tratando de evitar que el contenido se
derrame. No tiene acceso a los recursos internos que necesita para manejar los desafíos
normales de la vida diaria.
Desafortunadamente, tu hijo generalmente no puede decirte por qué está molesto. Aún no
tiene mucha experiencia con las emociones, por lo que no sabe cómo pedir tu ayuda. Todo lo
que sabe es que se siente desordenado e irritable. Afortunadamente, esa es tu señal, porque
cuando los niños se sienten mal, actúan mal o "actúan fuera de lugar". Probablemente hayas
oído ese término usado para referirse a un niño que se porta mal. Pero también podríamos
pensar que el mal comportamiento es la forma en que el niño actúa debido a una gran emoción
que no puede expresar con palabras. Así que todo "mal comportamiento" es una señal para
nosotros como padres de que nuestro hijo necesita nuestra ayuda con una emoción que no
puede procesar, una emoción que lo está llevando a comportarse mal.
Algunas señales de que tu hijo necesita tu ayuda con sus emociones:

• Se vuelve rígido, expresando una necesidad desesperada que debe ser satisfecha. Si
satisface su demanda, de inmediato hace una nueva demanda.
• Está gruñón y generalmente infeliz, y no puedes complacerlo sin importar lo que
hagas.
• "Se porta mal", a veces mirándote directamente mientras rompe las reglas, señalando
su desconexión contigo. (Cuando los niños están bajo el influjo de emociones
negativas fuertes, se sienten desconectados y solos).
• "Actúa fuera de lugar" en un arrebato de pasión, como golpear o romper algo,
mostrándote que sus sentimientos son demasiado fuertes para que los controle.
• Parece un pozo sin fondo, o se involucra repetidamente en el mismo mal
comportamiento, y todo tu amor y atención no parecen cambiar este patrón.

¿Cómo puedes ayudar a tu hijo con grandes emociones? Dado que tanto las lágrimas como
la risa nos ayudan a liberar ansiedad y emoción, ayúdale a jugar cuando pueda, y a llorar
cuando lo necesite. En otras palabras, dosis regulares de juego -especialmente el que toca los
problemas que están presentes en el desarrollo de tu hijo -le ayudarán a superar los miedos y
frustraciones normales que acompañan a las tareas apropiadas para su desarrollo. También
puedes responder de forma juguetona a los comportamientos "fuera de lugar" que indican
desconexión. Por ejemplo, cuando tu hijo te mire directamente y rompa una regla menor,
intenta abrazarlo para jugar un poco de lucha afectuosa, reavivando juguetonamente tu
conexión con él. ¿No deberías hacerle saber que estás en serio con la regla que acaba de
romper? Ya sabe sobre la regla. La rompió debido a alguna necesidad no satisfecha o emoción
abrumadora que necesita tu ayuda para manejar. Pero antes de corregir, debes conectar. La
disciplina solo lo hará sentirse menos seguro. El juego, por otro lado, crea una sensación de
seguridad y libera la hormona de la conexión, la oxitocina.
Así que si tu hijo te mira directamente y derrama sus Cheerios, no es porque piense que deben
estar en el suelo. Tal vez necesite conectarse contigo. Tal vez se siente ignorado porque
siempre estás con el bebé. Tal vez está preocupado por la excursión de hoy o por esa pelea
que tuviste con tu esposo anoche. No necesitas saber exactamente qué está motivando su
comportamiento; tu primer paso es siempre reconectar. Exagera tu indignación. "¿Qué pasó
con los Cheerios?!! ¡Oh no! ¡Esto es terrible! ¡Ven aquí, derramador de Cheerios, te mostraré
qué les pasa a los que derraman Cheerios!" Agárralo, póngalo sobre tu espalda y corre por la
habitación con él. Luego detente cerca de los Cheerios y besa su barriga diez veces. Sabes
que estás en el camino correcto por lo mucho que se ríe. Cuanto más se ríe, más está liberando
la ansiedad que siente sobre este tema. A menudo, solo este pequeño juego restaurará a tu
hijo a su yo alegre, listo para ayudarte a limpiar los Cheerios.
Sin embargo, al menos algunas veces, cuando tu hijo te señala con mal humor, mal
comportamiento o rigidez, sus emociones son lo suficientemente intensas como para que el
momento de jugar haya pasado, y no tienes más opción que las lágrimas. Pero a menudo,
cuando los humanos necesitamos llorar, tememos esos sentimientos crudos y vulnerables.
Para mantenerlos a raya, reaccionamos. Así que cuando tu hijo tiene sentimientos que
realmente le asustan, intenta no sentirlos. En lugar de eso, se enoja. Actúa (esos sentimientos).
Casi seguramente "sabe mejor" y le gustaría "portarse bien", pero está bajo el control de
emociones fuertes que no entiende, siendo impulsado a comportarse mal, y simplemente se
siente como una mala persona. Su mal comportamiento es un grito de ayuda.
¿Qué tipo de ayuda necesita? Necesita que su rabia sea aceptada con compasión, para que
pueda superarla y llegar a las lágrimas y temores debajo de ella. Necesita mostrarte cuánto le
duele, saber que escuchas su sufrimiento. Sí, superará estos sentimientos, pero primero
necesita saber que no es malo por sentir tanta ira, y necesita tu atención amorosa para
experimentar todo el miedo, la decepción o la tristeza que hay debajo de la ira, para poder
superarlo.
ENTENDIENDO LA IRA

Los niños necesitan amor, especialmente cuando no lo merecen.


-Harold Hulbert
Uno de los mensajes más importantes que podemos dar a nuestros hijos sobre la emoción es
que la ira es un sentimiento humano universal que puede ser manejado y controlado. ¿Cómo
lo hacemos? Reconociendo y respondiendo a su ira, en lugar de ignorarla o castigarla. Una
vez que los niños entienden que su ira será escuchada y respondida, pueden expresarla de
manera más calmada, en lugar de recurrir a la agresión. En cambio, los niños que reciben el
mensaje de que la ira es inaceptable o irrespetuosa intentan reprimirla, lo que significa que
los sentimientos de ira van al subconsciente solo para estallar sin regulación por la mente
consciente. Por lo tanto, nuestra actitud hacia la ira de nuestro hijo puede ayudarlo a aprender
a manejarla o empujarlo hacia la agresión.
Aunque generalmente no lo notamos cuando estamos enfurecidos, la ira es en realidad una
defensa contra sentimientos más profundos de miedo, dolor, decepción u otro sufrimiento.
Cuando esos sentimientos son demasiado devastadores, automáticamente reaccionamos para
evitar sentir el dolor. Nos movilizamos contra la amenaza percibida atacando, sabiendo
instintivamente que la mejor defensa es un buen ataque. A veces atacar tiene sentido, pero
solo cuando hay una amenaza real. Y aunque nuestros hijos a menudo están enojados porque
se sienten vulnerables, las amenazas reales son raras. La mayoría de las veces, cuando los
niños se enojan, quieren atacar a su hermano pequeño (que rompió su preciado recuerdo), a
sus padres (que los disciplinaron "injustamente"), a su maestro (que los avergonzó), o al
matón del patio (que los asustó).

Puedes ayudar a tu hijo a manejar su enojo recordando que un niño enojado te está mostrando
que está asustado, desconectado y herido por dentro. Tu tarea es reconocer tanto el enojo
como las emociones que están detrás de él. Una vez que los niños tienen la oportunidad de
sentir las emociones vulnerables que han estado evitando, ya no necesitan el enojo como
defensa, y este desaparece.

Cuando los niños viven en un hogar donde el enojo se maneja de manera saludable,
generalmente aprenden a gestionar su enojo de forma constructiva. Esto implica:
Controlar los impulsos agresivos. Cuando aceptamos el enojo de nuestro hijo y
permanecemos calmados, él desarrolla las conexiones neuronales y aprende las habilidades
emocionales para calmarse sin lastimarse a sí mismo, a otros o a las cosas. Para cuando están
en el jardín de infancia, los niños deberían ser capaces de tolerar el torrente de adrenalina y
otros químicos de “lucha” en el cuerpo sin actuar golpeando a alguien.
Reconocer los sentimientos más amenazantes que están debajo del enojo. Una vez que el
niño puede experimentar su tristeza por el tesoro roto, su dolor porque su madre fue injusta,
su vergüenza por no saber la respuesta en clase, o su miedo cuando un compañero lo
amenazó, puede seguir adelante. Ya no necesita su enojo para defenderse de esos
sentimientos, por lo que el enojo se disipa.
Resolver problemas de manera constructiva. El objetivo es que el niño use el enojo como
un impulso para cambiar lo necesario y evitar que la situación se repita. Esto puede incluir
mover sus tesoros fuera del alcance de su hermano menor o pedir ayuda a los padres para
lidiar con el acosador. También puede incluir reconocer su propia contribución al problema,
de modo que decida seguir mejor las reglas de sus padres o prepararse mejor para la clase.

Obviamente, los niños necesitan años de orientación parental para aprender estas habilidades.
Pero para cuando tienen seis años, el cerebro debería haber desarrollado la capacidad de
permitir que los centros de pensamiento anulen los mensajes de emergencia de las áreas
inferiores del cerebro. Los niños que no pueden controlar sus impulsos agresivos cuando
están muy molestos están mostrando que necesitan ayuda para procesar una acumulación de
emociones. Si los padres logran que los niños se sientan lo suficientemente seguros como
para expresar su enojo y explorar los sentimientos subyacentes, los niños podrán superar su
enojo y resolver problemas de manera constructiva durante los años escolares.
Satisfaciendo las necesidades más profundas de tu hijo

Hacemos todo lo posible para llevar a los niños a múltiples actividades semanales, organizar
el viaje a Disney World y preparar una fiesta de cumpleaños para una docena de niños.
Entonces, ¿por qué parece imposible encontrar un momento tranquilo para contar un cuento
a la luz de las velas? En realidad, ese cuento nutre más el alma de nuestro hijo.
-Katrina Kenison
A veces, las emociones intensas de nuestros hijos se desencadenan por necesidades esenciales
no satisfechas, necesidades que el niño no puede expresar con palabras. La mayoría de los
padres se centran en las necesidades físicas como el sueño, la comida y la higiene. Pero a
menudo olvidamos sus necesidades más profundas:

• Saber que sus padres los adoran, disfrutan cuidarlos y se preocupan por su felicidad.
(Dignidad, seguridad, autoestima)
• Sentirse realmente vistos, conocidos, aceptados y valorados, incluso en sus aspectos
“vergonzosos” como el enojo, los celos, la mezquindad y la avaricia. (Amor
incondicional)
• Mantenerse conectados con cada padre a través de tiempo relajado, lúdico, sin
estructura y afirmativo juntos. (Intimidad, pertenencia)
• Procesar emociones diarias desafiantes. (Integridad emocional, autoaceptación)
• Dominar nuevas habilidades. (Dominio, independencia, confianza)
• Actuar desde sus propias motivaciones para impactar el mundo. (Autodeterminación,
poder)
• Hacer una contribución. (Valor, significado)
Los niños no pueden nombrar estas necesidades, pero cuando no se satisfacen, no prosperan.
Parecen infelices, desobedientes, insaciables. Nada les parece suficiente. Entonces, exigen
más, más y más: más tiempo antes de dormir, más golosinas que sus hermanos, más
posesiones materiales. Sin embargo, más de lo que no necesitaban realmente nunca llenará
sus deseos más profundos.

Por suerte, los niños nos avisan cuando sus necesidades no están siendo satisfechas. De
hecho, toda "mala conducta" es una señal de auxilio que nos alerta sobre necesidades no
cubiertas o emociones enredadas. Si escuchas a tu hijo y le haces saber que tomas en serio
sus necesidades, verás que se relaja y deja de sentir que tiene que luchar contigo para que lo
atiendas. Se sentirá como todos nos sentimos cuando nuestras necesidades están cubiertas:
cómodo, feliz, abierto, agradecido. Es en ese momento cuando los niños están listos para
cooperar. Cuando los niños sienten que no pueden convencernos de que sus necesidades son
legítimas, lloriquean, convierten todo en una lucha de poder o se vuelven apáticos o
desafiantes. Esto suele llamarse "mala conducta", pero también podría entenderse como una
estrategia infantil y disfuncional para satisfacer necesidades legítimas.
¿Significa eso que no deberías molestarte? Probablemente no puedas evitarlo. Pero
transformar tu molestia te hará más efectivo para cambiar el comportamiento de tu hijo.
Recuérdate que tu hijo solo está tratando de satisfacer una necesidad humana válida, y tu
ayuda es esencial para encontrar una mejor manera de satisfacerla.
Por supuesto, no todos los deseos son necesidades. Pero cuando satisfacemos las necesidades
más profundas de los niños -ser vistos, valorados y conectados -son más felices y
cooperativos, y pueden manejar su decepción cuando les decimos que no a los deseos
pasajeros que creen que los harán felices. Esos deseos no son realmente necesidades; son
estrategias para satisfacerlas. A veces, un poco de atención de tu parte puede satisfacer mejor
su necesidad de afecto que un dulce.
ENTRENAMIENTO EMOCIONAL CON UN NIÑO DIFÍCIL

Algunos niños nacen con una tendencia hacia la ansiedad o la depresión. A veces, estas
tendencias son lo suficientemente graves como para manifestarse en pensamientos negativos,
comportamientos compulsivos, fobias o conductas ansiosas que son difíciles para los padres.
Como siempre, comencemos con nuestras Tres Grandes Ideas: Regularte tú mismo; Fomentar
la conexión; y Entrenar, no controlar.
Si podemos notar nuestro propio nudo de miedo y desaliento sobre los problemas de nuestro
hijo, podemos aflojarlo y darnos a nosotros mismos y a nuestro hijo el espacio para cambiar.
Si podemos trabajar para mantenernos ferozmente conectados con nuestro hijo, esa sensación
de seguridad hará más para aliviar sus síntomas que cualquier otra cosa que podamos intentar.
Por ejemplo, las investigaciones sugieren que la crianza receptiva puede marcar la diferencia
entre que un niño tímido se convierta en líder o en un recluido. Finalmente, entrenar, no
controlar, significa pensar de manera creativa y encontrar el apoyo externo que necesitamos
para enfrentar este desafío especial. En algunos casos, la intervención profesional es esencial.
En otros, nuestro hijo solo necesita ayuda adicional de nuestra parte para trabajar un cúmulo
de miedo y así poder avanzar hacia las tareas de desarrollo propias de su edad. ¿Cómo podría
lucir esto?
Cuando Morgan comenzó el preescolar, se aferraba a su madre cada mañana y lloraba tan
fuerte que podía escucharse en toda la escuela. Su maestra asistente hizo un esfuerzo especial
para conectar con ella, lo que eventualmente permitió que Morgan dejara que su madre se
fuera por las mañanas, aunque nunca sin lágrimas. Sin embargo, durante el día, Morgan
seguía a la maestra como una sombra. En casa, Morgan tenía miedo a los insectos, a irse por
el desagüe de la bañera, a que le lavaran el cabello y al perro en el patio cercado de al lado.
Parecía ser una perfeccionista nata, insistiendo en hacer las cosas perfectamente y llorando
si sentía que la criticaban. Tardaba una eternidad en quedarse dormida, aferrándose a sus
padres si intentaban salir de la habitación, y luego se despertaba repetidamente, gritando hasta
que uno de sus padres se acostaba con ella. Sus padres, quienes eran de sueño ligero,
alternaban las noches, por lo que cada uno de ellos pasaba gran parte de la noche despierto
cada dos días.
Si bien es posible que Morgan haya sufrido algún trauma en su vida temprana, es igualmente
probable que simplemente haya nacido con una leve predisposición a la ansiedad. Es poco
probable que actúe en la obra de la escuela o incluso que cuente un chiste en el almuerzo
escolar. Pero eso no significa que no pueda tener una infancia feliz, amigos cercanos y una
buena vida. Morgan probablemente siempre será un poco ansiosa, pero sus padres pueden
ayudarla a aprender a manejar su ansiedad.
Los padres de niños ansiosos pueden ayudar a su hijo a través de:

• Enseñarle a notar su ansiedad y calmarse.


• Enseñarle a ser consciente de sus propios sentimientos y expresarlos (reprimir
emociones causa ansiedad).
• Enseñarle habilidades sociales.
• Enseñarle técnicas de relajación.
• Ayudarle a ganar confianza con logros reales.
• Ayudarle a superar el miedo enfrentando desafíos físicos.
• Minimizar el estrés en su vida.
Los padres de Morgan comenzaron a usar ejercicios de relajación con ella cada noche para
ayudarla a relajarse. Hicieron tiempo para juegos físicos diarios y luchas juguetonas para
ayudarla a ganar confianza física. Durante el Tiempo Especial, jugaron juegos para hacerla
reír sobre la separación, el perfeccionismo y el control. Finalmente, decidieron trabajar
directamente para ayudar a su hija a liberar sus miedos omnipresentes, comenzando por el
sueño.
Primero, sus padres ayudaron a disminuir algo de la ansiedad de Morgan sobre el sueño
jugando con el tema. Su padre fingía quedarse dormido en el sofá y luego despertaba asustado
porque nadie estaba con él. Morgan reía histéricamente y le decía que no actuara como un
bebé; papá seguía probando variaciones de su juego mientras Morgan siguiera riendo. En una
variación, Morgan ponía a su padre "a dormir" en el sofá y le decía que sabía que podía
dormir solo, mientras su padre le rogaba que se quedara y Morgan reía.
Después de unas semanas de esto, sus padres eligieron un fin de semana sin otras
obligaciones y le explicaron a Morgan que la ayudarían a aprender a quedarse dormida sola
y a dormir sola en su cama. La ansiedad de Morgan se transformó en pánico total. Lloró,
gritó, hizo berrinche, golpeó, luchó y se escondió debajo de la cama. Sus padres se ayudaron
mutuamente a mantenerse calmados y pacientes, recordándose el uno al otro que no estaban
traumatizando a su hija, sino ayudándola a enfrentar y superar un miedo que era viejo,
profundo y debilitante.

Cuando llegó la hora de dormir, la acostaron, asegurándole que siempre la mantendrían a


salvo, que sabían que podía dormir sola. Sin embargo, su madre no dejó la habitación cuando
su padre lo hizo. En cambio, sostuvo a Morgan durante el colapso emocional que siguió.
Cada vez que Morgan comenzaba a calmarse, su madre la besaba de buenas noches y se
levantaba para irse, lo que hacía que Morgan llorara más y se aferrara a ella. Finalmente,
después de cuatro horas de llanto, temblores y sudor, Morgan le dijo a su madre que podía
irse, siempre y cuando prometiera volver si la llamaba. Esa noche, Morgan durmió toda la
noche por primera vez en su vida. La noche siguiente, el proceso se repitió, pero solo duró
media hora. Pronto, Morgan estaba quedándose dormida sola y durmiendo toda la noche.
¿Es esto entrenamiento del sueño? Sería más exacto decir que Morgan tenía dificultades para
separarse de sus padres para quedarse dormida y permanecer dormida, por lo que sus padres
la ayudaron a enfrentar y disolver los miedos que causaban su ansiedad por la separación. Es
importante notar que nunca la dejaron sola para que llorara. En cambio, anunciaron su plan
de irse y luego ayudaron a su hija a atravesar su reacción de miedo.

La ansiedad -otra palabra para el miedo- está a menudo en la raíz de los problemas de sueño
de los niños. Si bien no hay nada malo en que una niña de cuatro años comparta la cama de
sus padres, las niñas de cuatro años son ciertamente capaces de dormir solas, una vez que
reciben algo de ayuda con sus miedos.
¿Una historia de éxito? Absolutamente. Pero la mejor parte es que Morgan se volvió más
relajada en general, y algunos de sus otros miedos desaparecieron por sí solos. El miedo tiene
una manera de extenderse más allá de su fuente original. Cuando damos a los niños ansiosos
la oportunidad de trabajar el terror pasado almacenado en sus cuerpos, los ayudamos a
avanzar hacia más valentía y libertad en todos los aspectos de sus vidas.
Guías de Acción
El cambio (desde que comencé a aceptar sus sentimientos) ha sido notable; ¡ella es
extremadamente razonable y cooperativa! Todavía tenemos días difíciles, pero las rabietas
han desaparecido. Me doy cuenta de que, si está molesto por algo, tiene derecho a sentir lo
que siente. Prefiero dar un paso atrás (respirar profundamente) y dejar que llore durante cinco
minutos...

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