Novena de Guadalupe (Nea) 2024

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 8

1.

ORACIÓN A LA VIRGEN DE GUADALUPE

¡Oh Virgen Inmaculada Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia!


Tú, que manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu
amparo,
Escucha la oración que te dirigimos, y preséntala ante tu Hijo Jesús, único
Redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que
sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día
todo nuestro ser y todo nuestro amor.
Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías,
nuestras enfermedades y nuestros dolores. Da la paz, la justicia y la
prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo
ponernos bajo tu cuidado.
Señora y Madre nuestra, queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo
el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia. Te suplicamos que
nos concedas un amor muy grande a todos los santos sacramentos.
Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros
corazones libres de mal y de odios, podremos llevar a todos la verdadera
alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
que con Dios Padre y con el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén.

(4 veces) Jaculatoria: Oh Señora de Guadalupe, ora por la Iglesia de tu Hijo,


R//y camina con nosotros siempre.
2. ENSEÑANZA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE PARA CADA DÍA.
3. GOZOS

﴾OROC﴿ Para bordar tu vestido


Pues a ser nuestro consuelo Han bajado las estrellas,
Bajasteis, ¡oh Virgen pura! Porque en tu manto hallan ellas
De el lleno a nuestra ventura Firmamento más lúcido:
Subir a venerarte al cielo. Tu siempre la estrella has sido
Que influye nuestro consuelo:
En la tilma retratada
Dejaste tu imagen bella Tapete forma la luna
Para que fuese la estrella A tus plantas sacrosantas,
De esta tu América amada; Porque cree hallar en tus plantas
Por eso en ti asegurada El lleno de su fortuna:
Tiene su dicha este suelo: Haz que menguante ninguna
Padezca el indiano suelo:
Del sol los rayos ardientes
Forman trono a tu grandeza, En tosco y grosero ayate
Que no eran a tal pureza Pintas tu imagen hermosa,
Otros adornos decentes: y por honrarme piadosa
Venzan tus rayos valientes A esto tu humildad se abate:
De nuestros pechos el yelo: Justo es que mi pecho trate
De agradecer tanto celo:

Porque a nuestra dicha cuadre,


Madre quieres te amemos;
Haz que tal favor paguemos
Amándote como madre:
Pídele al eterno Padre
De hijos nos conceda el celo:

4. ORACIÓN FINAL
Virgen María de Guadalupe, Madre del Verdadero Dios. En San Juan Diego, el
más pequeño de tus hijos, Tú dices hoy a los pueblos del Continente de
América: "¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?, ¿No estás bajo mi sombra?
¿No estás por ventura en mi regazo?"

Con profunda gratitud reconocemos a través de los siglos todas las muestras
de tu amor maternal, tu constante auxilio, compasión y defensa nuestras, de
los pobres y sencillos de corazón. Con esta certeza filial, te pedimos que
como en Belén, nos des a tu Divino Hijo, porque sólo en Él y con Él se
renueva la existencia y el camino de la edificación de una sociedad justa y
fraterna.

A ti, Misionera Celeste del nuevo mundo, con tu rostro mestizo,


luminosamente manifiestas tu identidad y unidad. En ti confiamos el destino
de nuestros Pueblos. A ti Pregonera del Evangelio de Cristo, Estrella de la
Nueva Evangelización, consagramos la labor misionera de tus peregrinos.
¡Oh, Dulce Señora!, ¡Oh, Madre Nuestra!, ¡Oh siempre Virgen María! Tu
presencia nos hace hermanos

Acoge con amor esta súplica de tus hijos y bendice esta amada tierra tuya
con los dones de la reconciliación y la paz. Amén.
(Se reza 4 Ave María)

₪∞₪ ENSEÑANZAS DE LA VIRGEN DE GUADALUPE ₪∞₪


1. SABER VALORAR A LOS DEMÁS.

El amor al prójimo que experimentaba la Virgen María era un amor ardiente. Muestra
de eso es esa respuesta casi impulsiva por salir a asistir a su prima Isabel incluso estando
ella también embarazada, y del Hijo de Dios. María siempre estuvo atenta a las
necesidades de los demás, tanto en su vida en la tierra como ahora desde el cielo. El
amor de María no tiene fin porque ama con el amor de Dios.

A veces, nuestra propia estrechez de corazón, nuestras mezquindades y egoísmos, no


nos permiten amar en la medida del amor al que estamos llamados. Es en estos
momentos, en los que nos cuesta tanto salir de nosotros para entregarnos el otro.

Si en aquel tiempo hubieran hecho una encuesta preguntando quién podría ser
considerado digno de transmitir un mensaje de la Reina del Cielo, es seguro que Juan
Diego no hubiera encabezado las listas de candidatos. Y sin embargo él, que se
consideraba a sí mismo mecapal, cola, ala, fue el elegido. Santa María de Guadalupe,
como lo hará después su Hijo, no juzga por apariencias ni conforme a los valores de este
mundo. Sabe ir más allá, a lo profundo, mirar el corazón.

2. CONCILIAR Y RECONCILIAR.

Vivimos en un mundo cada vez más polarizado, dividido en grupos de personas que se
oponen ferozmente a otras que no comparten su fe, sus ideas, sus metas, etc.

Santa María de Guadalupe nos enseña que es posible reconciliar a los que parecían
irreconciliables. Por ejemplo, Ella es judía, pero su nombre es árabe. Es mestiza. Concilia
en su persona pueblos que parecían irremediablemente enemistados: el judío y el
árabe, el azteca y el español. Nos enseña que no existen los enemigos, que todos somos
hermanos de Su Hijo. Como lo dirá san Pablo: “todos sois uno en Cristo Jesús.” (Gal 3,
28).

3. ORAR SIEMPRE

El evangelista ya nos contaba como «María guardaba todo esto en su corazón, y lo


meditaba». Para ella ningún evento en su vida era desligado de la voluntad del Padre. Su
constante meditación en los eventos y las palabras de su Hijo, en lo que ella conocía de
las escrituras, eran alimento para meditar y conversar constantemente con Dios.

De María no conocemos mucho por las escrituras, pero sus múltiples apariciones nos
hablan siempre, sin excepción, de la importancia enorme de la oración. La vida misma
de la Virgen fue una constante oración. Un diálogo vivo con el Verbo que llevó en su
seno. Es por esto que María es escuela de oración.

Busquemos a María, para que sea ella la que nos ayude a atesorar todo en nuestro
corazón, para que estemos en diálogo constante con el creador y vayamos conformando
nuestro corazón a su voluntad. Vivimos en medio de la prisa y la agitación, tratando de
resolverlo todo por nosotros mismos, pensando que no tenemos tiempo para orar.
Santa María de Guadalupe en cambio está siempre orando, lo vemos en sus manos
unidas a la usanza española y en su rodilla doblada, que indica un paso de danza, que
era como oraban los aztecas. Nos enseña a no caer en la peligrosa tentación de creernos
autosuficientes, sino de ponernos siempre en las manos de Dios. San Pablo dirá: “orad
sin cesar.” (1Tes 5, 17).

4. SER HUMILDES.

La sociedad valora sólo a quien destaca, a quien apantalla, empuja a mucha gente a
hacer menos a los demás para sobresalir. Santa María de Guadalupe en cambio, siendo
Madre de Dios, no se cree superior, no desprecia a nadie. Llega al grado de decirle al
indio Juan Diego que es un honor para Ella ser su Madre. Es ejemplo de lo que san Pablo
pedirá: “considerad como superiores a los demás.”(Flp 2,3) Conocemos la disposición y
la entrega a Dios de la Virgen desde el anuncio del ángel a María. Su «sí», que con la
anunciación se hace concreto, podemos decir con certeza, ya había anidado en su
corazón desde mucho antes.

«He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra».

La humildad de Nuestra Madre, su obediencia plena al Padre, tiene que ver con el
conocimiento de ella misma, con saber quién es. Ella comprende que es la hija de Dios,
su criatura, aquella que ha sido formada a su imagen y semejanza y que tiene un lugar
crucial en la historia de la Salvación.
Esta actitud de la Virgen ilumina nuestra vida. Nos invita a preguntarnos quiénes somos,
a entender un poco mejor de quién venimos. A comprender que, así como ella, tenemos
también un lugar especialmente designado por Dios. Un lugar que por muy pequeño
que nosotros podamos considerar, es inmensamente importante y amado por Dios. La
humildad de sabernos pequeños, tiene que ver con saber que venimos de aquel que es
grandeza y a quien estamos llamados a volver.

5. HABLAR CON DULZURA.

La dulzura tiene origen en la bondad que derrama el corazón. La bondad del corazón de
la Madre es enorme porque su fuente es inagotable, es el mismo Dios. No hay consuelo
humano más grande que la ternura del corazón dulce de Nuestra Madre, que
delicadamente nos llama sin descanso a volver a su Hijo. María en cada uno de sus
llamados aparece dócil, tierna y suave. Incluso cuando la llamada de atención es grave,
incluso cuando nos encuentra tan desobedientes de la voluntad del Padre.

¿Cómo llamamos la atención nosotros?, ¿cómo nos dirigimos a aquellos que amamos en
momento de urgencia?, ¿con dulzura o con la desesperación de quien vive aún sin
considerar a Dios en todos los aspectos de su vida?

En este tiempo en que tantos tienen prisa y están de malas, qué fácil tratar a los demás
con expresiones rudas, ásperas, faltas de paciencia y caridad. Necesitamos aprender de
Santa María de Guadalupe su exquisita delicadeza al hablar. Por ejemplo, cuando llama
a Juan Diego, Juan Dieguito, no es para hacerlo menos, sino como expresión de dulzura,
que no es afectación empalagosa, sino muestra de amor y de ternura. Esa dulzura la
iremos conquistando también, a medida que vayamos estrechando nuestra relación con
Dios, y qué mejor que de la mano de nuestra Madre.

6. FE VIVA.

María vive la fe. No la tiene encerrada en un libro, ni se limita a vivirla en su vida


privada. Siempre prudentísima, la Virgen María vive el amor y la confianza en Dios en
cada ámbito de su vida. Desde su sí al ángel, su matrimonio con José, el nacimiento de
Jesús en apenas un pesebre. Su salida decidida a ayudar a los más necesitados. Es
imposible no cuestionarse al verla salir a servir a su prima Isabel en lugar de quedarse a
que la atiendan porque ella iba a ser la Madre del Salvador, ¡la madre del Rey de Reyes!
¡Qué gran lección nos deja María! La fe se vive en los actos concretos de amor, de amor
a Dios, en nuestras oraciones, en nuestra piedad personal, y también (y sobre todo) en
los actos concreto de amor al prójimo.

Pidámosle a Nuestra Madre que nos eduque en poder vivir la fe en nuestro día a día, de
maneras concretas, entregadas y sobre todo amantes.

7. MORTIFICACIÓN UNIVERSAL.

«Y una espada atravesará tu propia alma» (Lc 2:35).

El «sí» de María nunca estuvo exento de sufrimiento, al contrario. María sabía que la
misión que se le encomendaba era por demás exigente. Un amor que se probó a fuego
ardiente. Las dificultades que atravesó la Sagrada Familia no fueron menores, y el dolor
que ella soportó fue magno. Vió torturar y morir a su Hijo en una muerte de cruz. Quedó
sola, a cargo del apóstol querido, quedando ella como protectora e intercesora por la
Iglesia Universal. María lo entregó todo y lo sufrió todo. Su sufrimiento fue un dolor con
sentido, sabía que cada sacrificio, cada molestia y mortificación era para gloria de Dios y
bien de la Iglesia.

A veces, nuestros dolores y circunstancias nos parecen únicos. Parece que nuestro dolor
es insoportable, incomparable al de cualquiera. Y en cierto sentido lo son, porque son
personales. Pero si en los momentos de dolor intenso miramos a la Virgen, ella que
conoce de dolor, nos educará en el sentido. No solo nos ayudará en ese caminar, sino
que también cargará con nosotros esos pesares intensos, aligerando nuestra carga.

8. SABIDURÍA DIVINA

«Hagan todo lo que Él les diga» (Jn 2:5).

La sabiduría de María radica en la atención y su adhesión completa a la voluntad de


Dios. Solo un corazón en sintonía e iluminado por el espíritu podría haber discernido los
tiempos de Dios. Jesús, en las bodas de Caná, sigue lo que María le pide, incluso
afirmando que aún no había llegado su hora, confiado en que la voluntad de su Madre
era inspirada por la voluntad del Espíritu de Dios.
En momento de necesario discernimiento, pero también en nuestro actuar cotidiano,
qué necesario es estar pendientes a las inspiraciones del Espíritu. Que María, en su
escucha constante, eduque nuestro corazón para que Dios lo llene con la sabiduría que
necesitamos.

9. PACIENCIA HEROICA.

María esperaba a su Salvador desde niña, la tradición nos cuenta que tal vez María
pertenecía a las jóvenes vírgenes que servían en el templo, de las cuales se esperaba
que naciera el Salvador.

María esperaba, recibió al ángel y siguió esperando mientras llevaba al Niño en el


vientre. Aunque no comprendía mucho, ella aguardaba los designios de Dios y sabiendo
que el camino no sería fácil, nunca desistió.

Nunca abandonó el camino, paciente y persistentemente María llegó a los brazos de


Dios. Pero ahí no acabó su espera. María también espera por cada uno de sus hijos,
nosotros. Y pacientemente nos llama y nos educa. Ella es también nuestra escuela de
paciencia, cuando creemos que ya no podemos o incluso cuando pensamos que ya
hemos terminado el camino, María nos demuestra que el camino del amor continúa
eternamente.

También podría gustarte