Resumen 2° Socioligia
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Además de eso, las clases son taxonomías científicas, no reflejan la realidad tal cual,
porque son saberes construidos en perspectiva, son teorizaciones a partir de las prácticas
de los agentes e instituciones que las construyen, pero además, estas no reflejan como
en un espejo las diferencias socioeconómicas, sino que son una clasificación objetiva de
la sociedad.
Para la autoras, la cuestión social se relaciona con las contradicciones entre el nivel de lo
fáctico y el de los principios teóricos del contractualismo liberal, es decir, entre los hechos
y lo discursivo del contractualismo liberal, y su manifestación más concreta, el Estado.
De esta forma, lo social puede ser entendido entonces como una trama contenedora y
reparadora de las desigualdades que se hacen visible, precisamente cuando los ideales de
la cultura del siglo XVIII que habían sostenido ideológicamente a la libertad y a la
igualdad de todos los hombres, se vieron tronchados tras la Revolución Francesa.
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Clases Sociales, desde perspectiva de Bourdieu
En este sentido, para Bourdieu, las clases y sus cuotas de poder no deberían ser vistas
como algo cerrado y acabado, sino que estas y su poder dependen de su volumen de
capital. Las clases que poseen posiciones dominantes en el campo social son aquéllas
que además de poseer mayor volumen de capital, particularmente económico y cultural,
son capaces de imponer por su prestigio y poder y, con ello, las definiciones del
mundo social. En esta perspectiva la manipulación de la cultura, de los íconos culturales,
de los signos de distinción, es y ha sido históricamente un campo de luchas.
El capital es una fuerza inherente a las estructuras objetivas y subjetivas, pero al mismo
tiempo es un principio fundamental de las regularidades internas del mundo social.
El capital puede entonces presentarse de cuatro modos fundamentales: económico,
simbólico, cultural y social. La desigual participación en la distribución del capital
conforma el fundamento específico de las diferencias de clase que se expresan en la
diferente capacidad de apropiarse de los beneficios y de imponer reglas de juego
favorables para el capital y su reproducción.
El capital social son las relaciones sociales convertibles, bajo ciertas condiciones, en
títulos, oportunidades, lugares en el espacio social y apoyos económicos. Esta forma de
capital está constituida por la totalidad de los recursos potenciales o actuales asociados
a la posesión de una red de relaciones más o menos institucionalizadas. El volumen del
capital social depende de la extensión de la red de conexiones, así como del volumen
del capital económico, cultural y simbólico poseído por los miembros de la red.
La estructura de cada clase social viene dada por la distribución de las diversas formas
de capital en tres dimensiones: según su volumen, su composición (el peso relativo de
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cada forma de capital en la totalidad del capital, especialmente el económico y el cultural)
y su evolución en el tiempo.
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social en los que no sólo variaría la relación entre capital y trabajo sino entre
Estados-Nación.
Con el nuevo pacto se instaura en varios países de la región (Argentina, Perú) un nuevo
modelo de Estado y de ejercicio de la política caracterizado como “neodecisionismo”,
que formalmente mantiene la división en tres poderes, pero en los hechos entrega la suma
del poder al ejecutivo, a partir del accionar de hombres claves en el sistema político, a fin
de lograr que las reformas propiciadas desde los centros de poder mundial se traduzcan
de modo rápido en decisiones.
Organismos internacionales y definición sobre la pobreza
El peso de los organismos internacionales en el diagnóstico y tratamiento de la nueva
cuestión social en América Latina y en nuestro país fue muy alto. En cuanto a la
caracterización de la pobreza por el Banco Mundial, cabe decir que ésta no ha sido
caracterizada de modo homogéneo, pero las autoras sostienen que esta deviene
crecientemente menos económica y más cultural e institucional.
La preocupación por la pobreza del Banco Mundial en los ‘80 era fuertemente
“biopolítica” esto es, siguiendo a Foucault, se trataba de una preocupación por la
regulación, la homeostasis y el ordenamiento de las poblaciones en el territorio. En
el diagnóstico del Banco Mundial de 1980 la pobreza no es definida como término, lo que
nos encontramos es una descripción de la pobreza y un intento de adjudicarle
causas. La pobreza aparece como un espacio lejano, impreciso plagado de riesgos y
peligrosos. En lo que hace a las causas de la pobreza, en este informe hay una adjudicación
casi excluyente del problema al crecimiento poblacional, que ha retardado la disminución
del efecto de “derrame” del crecimiento sobre la pobreza.
El Informe de inicios de la década del noventa define la pobreza como “la inhabilidad
de obtener estándares mínimos de vida”. Es pobre quien tenga la inhabilidad de acceder
a mínimos de vida. El pobre, como sujeto, es responsable de su condición de
pobreza en tanto que sus cualidades son las que determinan su estado como pobre. En
principio, desde el Banco (y otros organismos internacionales) se auguraba el
decrecimiento de la pobreza como consecuencia directa del “derrame” del
crecimiento de la economía.
Hay otros dos puntos interesantes para mencionar, según las autoras, del diagnóstico de
1990, porque lo que entonces aparece como mero esbozos será central en la estrategia de
fines de la década. Hablamos de la genderización de la pobreza y de la extensión de la
problemática de la pobreza más allá de lo “meramente” material. En cuanto al primero,
por ejemplo, según el informe de 1990, el aumento del ingreso directo en las mujeres es
visto como el mejor modo de llegar a los niños pobres así como un fortalecedor del “poder
de negociación” de la mujer en el hogar. Es interesante cómo a lo largo de la década se
asiste a una genderización de la pobreza y a una femenización del sujeto de asistencia.
En cuanto a la extensión de la problemática de la pobreza más allá de lo “meramente”
material, las autoras observan una incipiente preocupación por las vinculaciones entre las
privaciones de la pobreza y el acceso a bienes culturales o a la representación política.
Esta inquietud se hace central cuando en la década de los 2000, el Banco Mundial deje de
lado la hipótesis del derrame.
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Con el nuevo milenio viene un nuevo diagnóstico de la pobreza, cuyo principal signo es
la recomplejización del fenómeno de la pobreza. El motivo es muy concreto: diez años
de crecimiento del Producto Bruto Interno en gran parte de la región no había impedido
el crecimiento, también constante, de la población bajo la línea de pobreza. La nueva
mirada estará preocupada no sólo por la vulnerabilidad sino por la autoestima, la voz,
la representación y la autorepresentación del pobre. En el discurso del Banco Mundial
los problemas institucionales que afectan a los pobres son vistos como causa de esa
pobreza.
El problema de la desigualdad y el Banco Mundial
A fines de la década de los 2000, surge como nueva preocupación al interior del discurso
bancomundialista: la desigualdad está nuevamente en la agenda, en el seno de las ideas y
experiencias y en el discurso político de muchos países en desarrollo (y
desarrollados)”. Nuevos trabajos muestran la importancia del género, del origen étnico y
racial como dimensión y causa de la pobreza, al tiempo que se comienza a diagnosticar
la desigualdad como problema, desarticulando la potencialidad de la crítica: el “problema
de la desigualdad” se extiende a tantos campos que se vuelve inaprensible, es decir,
irresoluble.
La historización de la desigualdad que se hace desde el Banco Mundial vuelve a una
visión del primitivo positivismo decimonónico que colocaba a la desigualdad en un
punto originario de la historia, en el cual estarían ya en sí o en potencia, todos los procesos
desiguales posteriores. Esta visión “evolutiva” de la historia, es lineal y acumulativa
de modo que conduce inexorablemente al presente. En consecuencia, se justifica el
orden actual por hechos ocurridos en un punto mítico de carácter fundacional. En este
sentido, identifica las desigualdades distorsivas con las producidas desde la colonización
española y portuguesa en América Latina, mientras que las positivas son identificadas
con la conquista de Norteamérica por parte de los anglosajones.
El Banco Mundial plantea romper con las desigualdades distorsivas y sacar provecho de
las “positivas”. Mientras que las desigualdades distorsivas perpetuarían a las élites
atrasadas y clientelistas, las desigualdades “positivas” incentivarían el trabajo y la
inversión. Esto es de la mayor importancia porque genera una categorización análoga a
la que hace siglos se hiciera entre las poblaciones de campesinos vagabundos
“liberados” por los procesos de cercamientos de los campos: así como entonces se planteó
la existencia de “pobres buenos y menesterosos” y pobres “malos y perezosos”, el
discurso de Banco Mundial termina por distinguir discursivamente entre “ricos buenos
y menesterosos” (los capitales globales) y “ricos malos y perezoso” (las élites locales).
Ante las desigualdades distorsivas denunciadas, el Banco Mundial se plantea como
objetivo actuar sobre su principal fuente: las instituciones excluyentes. Esta idea es central
e implica una consecuencia clara para la redefinición de la estrategia de lucha contra la
pobreza. Al asociar la pobreza a la desigualdad y ver las causas de ésta última en
la falta de participación e inclusión institucional, se descartan soluciones vinculadas al
diseño de políticas económicas y se enfocan las acciones en la “apertura” de las
instituciones. Vemos así que el diagnóstico de la desigualdad “trae” como necesidad
una reforma institucional.
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Lescano. Unidad 4.
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En el Primer Plan Quinquenal se incluía, además, un proyecto de creación del Instituto
Nacional de Previsión Social con el objetivo de proteger a los trabajadores de los
accidentes de trabajo, la vejez, la invalidez, la enfermedad, etc., así como regular los
montos del haber, las contribuciones y los aportes; es decir, se pretendía homogeneizar el
sistema de seguridad social. Pero importantes intereses sindicales se oponían a la reforma
del sistema por el temor a ver rebajados sus beneficios. Finalmente, el proyecto no
prosperó. Algo similar ocurrió en el ámbito de la salud. Con la creación de la Secretaría
de Salud Pública en 1946 apareció el concepto de “medicina social” que contemplaba
la idea de dignificar el trabajo en las fábricas y oficinas, mejorar los sueldos y ampliar
los beneficios de la seguridad social. No obstante, el sistema de salud tampoco pudo
completar su vocación universalista tal como se había planteado en el Primer Plan
Quinquenal. En las provincias, las sociedades de beneficencia mantenían un peso
importante en la administración de la salud. La Fundación Eva Perón y la antigua
Dirección Nacional de Asistencia Social, por otro lado, se resistían a entregar al
Ministerio de Salud una red de hospitales bajo sus dominios.
La importancia que el análisis del primer peronismo (1946-1955) tiene para nuestros
objetivos radica en que en esta etapa se institucionalizó en el seno del Estado el acceso a
los servicios de salud pública que respondía a la noción de derecho y de salud social
sostenida en la distribución de bienes y servicios.
Los motivos que los gremialistas y trabajadores peronistas tenían para apoyar a Frondizi
no eran puramente pragmáticos, existía, como señala Daniel James, una afinidad
ideológica con algunas de las principales ideas de la política desarrollista. Y agrega que
el segundo plan quinquenal del peronismo, lanzado en 1953, prefiguraba en gran medida
el programa económico preconizado por Frondizi en 1957. Para fines de 1958, los
gremialistas ya habían obtenido ciertos beneficios. Uno de ellos fue la Ley de
Asociaciones Profesionales, hecha con los criterios del código laboral peronista. Aquella
ley establecía que el control de los sindicatos quedaba a cargo de la lista ganadora,
aboliendo la representación de la minoría en la dirigencia sindical, asegurando, así,
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la hegemonía peronista en los sindicatos. Además, cumpliendo con una de sus promesas
electorales, Frondizi aumentó el salario un 60%.
En conjunto con todo eso, el desarrollismo mantenía una similitud con la postura de los
nacionalistas del ’30. También aquí se apostaba por el desarrollo macroeconómico como
mecanismo indirecto para superar los problemas de la pobreza y la desocupación, para lo
cual era necesario elevar a la nación como la principal categoría en los intereses de la
población, sometiendo, así, a los objetivos y aspiraciones de la clase trabajadora a los
logros del “bien común”. Otras acciones del gobierno en el ámbito de la intervención
social fueron la reforma del Consejo Nacional del Menor, que amplió sus servicios hacia
todos los menores sin importar su condición, y la creación de la Dirección Nacional de la
Mujer, bajo la órbita del Ministerio de Trabajo, que se establecía como medio de
asistencia a las mujeres migrantes del interior que buscaban trabajo en las grandes
ciudades.
Sin embargo, la crisis económica, la negociación con el FMI, y la victoria del peronismo
en elecciones, condujeron al golpe de Estado contra Frondizi, y el regreso de un gobierno
de facto.
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programa de adoctrinamiento de la pobreza, con la instrumentación de lo que Auyero
denomina “patadas clandestinas y codazos invisibles”. A través de este programa, se
transformaba a los sectores marginados en “pacientes del Estado”, controlando su
conflictividad por medio de la burocracia y la asistencia social.
Con Menem en el gobierno las rupturas fueron pocas, en tanto que las continuidades con
el régimen instaurado en el año ’76, en torno a las políticas económico-sociales, fueron
la norma de la década. Los partidarios del modelo menemista impulsaron la desaparición
de políticas sociales universales, el estímulo a la competencia, la transformación de
los ciudadanos en empresarios de sí mismos y la construcción de un complejo
dispositivo denominado “pobreza”, que tiene entre sus rasgos fundamentales la
criminalización de quienes no han sabido administrar su “capital humano” de modo
exitoso. Siguiendo este esquema, han sido constantes los esfuerzos por descentralizar
hacia ámbitos provinciales y privados las áreas de la salud, la educación y la previsión
social que antes se encontraban bajo el dominio del Estado nacional. A pesar de todo, la
última década del siglo XX no estuvo exenta de políticas sociales que encontrarían cierta
continuidad con las previas al menemismo luego de la crisis del 2001. Se destacaron,
entre ellas, el “Plan Trabajar”, que ofrecía una asignación monetaria a cambio de
una contraprestación laboral.
Bauman. Unidad 5.
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• La modernidad líquida sustituye a un orden social que tenía un orden “sólido”, a
uno “fluido”, donde la vida, que era previsible, ahora es incierta.
• Estos cambios y los cambios sociales, están influidos por el desarrollo tecnológico
y las comunicaciones.
• Casi todos los poderes políticos o morales que podían trastocar o reformar el
nuevo orden fueron destruidos o incapacitados porque ese nuevo orden llego a
dominar la totalidad de la vida humana, volviendo irrelevante e inefectivo todo
aspecto de la vida que no contribuyera a su incesante reproducción.
• No está en la agenda la tarea de construir un nuevo orden mejor que el viejo y
defectuoso.
• El rasgo permanente de la modernidad ha adquirido un nuevo significado, un
nuevo objetivo, que es el derretimiento de los sólidos en la modernidad fluida, los
vínculos entre las elecciones individuales y los proyectos y acciones colectivos.
• Hoy se produce una redistribución y reasignación. Las configuraciones,
estructuras de dependencia y dominación fueron fundidas para ser remodeladas:
esa fue la fase de “romper el molde”.
• Los individuos ahora se enfrentan a nuevas pautas que aunque “nuevas y mejores”
son tan rígidas e inflexibles como antes. Todos los moldes que se rompieron
fueron reemplazados por otros.
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• La experiencia, los acontecimientos que le suceden al sujeto, se separa de la
vivencia, las emociones movilizadas en mi como consecuencia de esos
aconteceres, y el sujeto debe aprender a procesar y lidiar con esa separación por
si mismo.
• Salimos de la época de los “grupos de referencia” para desplazarnos hacia una era
de “comparación universal” en la que el destino de la labor de construcción
individual sucede frecuentemente e irremediablemente indefinida, no dada de
antemano, y tiende a pasar por numerosos y profundos cambios antes de alcanzar
su único final verdadero: el final de la vida del individuo.
• La nuestra es una versión privatizada de la modernidad, en la cual el peso de la
construcción de pautas y responsabilidad del fracaso caen sobre los hombros del
individuo. Las pautas de dependencia e interacción son maleables ya que como
todos los fluidos no conservan durante mucho tiempo su forma. Cada una de las
pautas y configuraciones fueron despojadas de su poder coercitivo o estimulante.
• Obreros y empresarios pierden poder por igual. Los obreros, en tanto los
sindicatos pierden referencia ante los cambios sociales permanentes. En el caso
de los empresarios, se transnacionalizan, y los que no lo hacen, en tanto consiguen
alguna mejora, pierden poder de control ante los mismos procesos que afectan a
los sindicatos.
• La etapa actual de la modernidad es pospanóptica. El fin del panóptico augura el
fin de la era de compromiso mutuo, la ausencia del amo.
• Ahora, los individuos tienen que competir consigo mismo, adaptarse a los
cambios constantes, a la nueva realidad, como también competir con otros a precio
de mercado.
• El individuo, pese a tener que adaptarse individualmente a los cambios de su
realidad, también debe adaptarse socialmente siguiendo parámetros generales,
como los gustos de consumo.
• Debemos decidir por nosotros mismos algo que venía decidiendo la sociedad. Se
han roto los parámetros tradicionales, y esto tiene efectos en la forma de asumir
compromisos de los sujetos, creando nuevos parámetros, como diferentes estados
de pareja, más allá del casamiento, la adopción de religiones extraterritoriales, y,
en algunos casos, fundamentalistas, como también de ideologías diferentes a las
tradicionales, como la extrema derecha o izquierda.
• La autenticidad, la individualidad, la singularidad en una sociedad moderna
líquida es ser como todos los del grupo, ¡una auténtica y gran contradicción! Es
decir, los individuos han de ser asombrosamente parecidos, deben seguir una
misma estrategia vital y usar señas compartidas, reconocibles e inteligibles por el
resto del grupo (las marcas de consumo, el comportamiento, las modas).
• Pasamos de una sociedad de producción a una sociedad de consumo, donde el
individuo adopta la lógica de consumo como modo de vida, y al mismo tiempo,
se convierte en objeto de consumo. La identidad personal está fuertemente
asociada al consumo. En una sociedad así la lealtad y el compromiso son motivo
de vergüenza más que de orgullo porque son valores duraderos.
• El individuo se vuelve objeto de consumo, por ende, descartable, ya que la vida
líquida asigna al mundo y a las cosas, animales y personas la categoría de objetos
de consumo, objetos que pierden su utilidad en el mismo momento de ser usados,
en tanto que los objetos de consumo tienen una esperanza limitada y, cuando
sobrepasan este límite, dejan de ser aptos para el consumo, se convierten en
objetos inútiles.
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• Además de objeto, el individuo se convierte en creyente de la lógica del consumo.
Debe tener la impresión de que todo lo que sucede en el mundo es objeto de
consumo. Nada debe ser adquirido para siempre y se debe reducir el tiempo de
satisfacción de lo que acabamos de adquirir al mínimo posible.
• De esta forma, vivimos de consumir constantemente y de convertir a los deseos
en obsoletos rápidamente, por lo que nuestra vida se basa en la obsolencia
permanente de los deseos, donde lo importante es lo que antecede al deseo, a la
promesa, y la esperanza de satisfacción.
• Nuestra sociedad también es una sociedad financiera, donde se puede comprar y
satisfacer los deseos sin comprar dinero, sino solo con la promesa del dinero
(créditos). Esto lleva a una doble trampa: la económica, la deuda; y la emocional,
que es la insatisfacción ante la obsolencia rápida de los deseos.
• El individuo está indefenso, ya que nadie lo protege y se debe proteger a sí mismo.
• En la modernidad liquida, en el ámbito laboral, debido a la dificultad de
actualizarse a los requerimientos cada vez más complejos y rápidos del mercado,
se ha construido un ejercito de reserva, basura humana, seres desempleados
prescindibles, que cuanto más tiempo están desempleados, tienen menores
posibilidades de reincorporarse al ámbito laboral, por lo que se produce un
proceso de mayor flexibilización a la hora de contratar y despedir, en tanto que el
individuo trabajador puede reciclarse en lo que el empleador o el mercado necesite
con tal de contar con empleo.
• Vivimos en una época donde individualizarse implica al mismo tiempo
emanciparse y a su vez ser vigilado, coercionado y dependiente de lo común. Esta
es también la época en que el mundo se vuelve más y más hedonista, haciendo a
los individuos indiferentes ante el sufrimiento de los demás.
• La individualización consiste en transformar la identidad humana de algo dado en
una “tarea” y en hacer responsables a los actores de la realización de esa tarea y
de las consecuencias.
• En la modernidad liquida se reconstruye la esfera pública, como ámbito de
contacto con otros individuos. De esta desaparece la mediación, particularmente
la de los medios de comunicación tradicionales. Ahora hay múltiples medios de
mediación, que se desarrollaron gracias al desarrollo tecnológico y
comunicacional. Quiénes ofrecen estos nuevos espacios de mediación en la esfera
pública, son los que tienen el poder.
• Al mismo tiempo que se multiplican los medios de mediación, se acentúa la
vigilancia liquida, manipulable, cambiante, ya que ahora todo es rastreable a
través de las formas en las que se da la mediación en la esfera pública, como los
celulares o Internet.
• El poder ya no se encuentra en la política ha emigrado a otras partes, como el
mercado, los tecnócratas, es un poder anónimo.
• La aceleración de la velocidad ya ha alcanzado su límite natural, el tiempo
requerido se ha reducido a la instantaneidad. El poder se ha vuelto extraterritorial,
ya no está atado, ni siquiera detenido por la resistencia del espacio, lo cual permite
prescindir de los aspectos irritables de la técnica panóptica del poder.
• La economía y los derechos económicos ya no están al alcance del estado-nación,
son transnacionales y globales, por fuera del control estatal.
• En cuanto a los derechos sociales, hay un corrimiento del discurso político de
“Sociedad Justa“ a “Derechos humanos”.
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Sennett. Unidad 5.
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• La incertidumbre es una constante. Es decir, hoy estamos aquí y mañana no se
sabe dónde. Dentro del mundo, tienes la opción de escoger si quieres esa
incertidumbre. Dicho así, la oferta no resulta demasiado atractiva
• La flexibilidad se asocia con la incertidumbre. La flexibilidad no fomenta el
espíritu de superación del trabajador. Un trabajador con seguridad en la
estabilidad de su puesto de trabajo rinde más.
• Las claves del trabajo flexible son dos: 1) Hay que estar dispuesto a correr riesgos,
y 2) El impedimento para la planificación a largo plazo es una realidad.
• Sennett muestra como un hijo y su padre, procediendo de la misma clase social,
tiene distintas formas de pensar como consecuencia del tipo de trabajo que ha
llevado cada uno.
• El padre, desde una profesión inferior a la que tendría su hijo de adulto, está
siempre pensando en el futuro, tiene su vida planificada y definida; el hijo, cuyas
decisiones están basadas a corto plazo, ya que está continuamente cambiando de
trabajo, planteando así su vida para mañana y no más allá, ya que no se puede
asegurar donde se estará al cabo de cierto tiempo. Esto lleva a la corrosión de su
carácter, en tanto que se ven afectados algunos valores éticos, tales como el
compromiso, lealtad, solidaridad y objetivos, que en el nuevo capitalismo, solo
importan los objetivos para acumular capital y el esfuerzo de los trabajadores, se
pasan por alto, ya que son difíciles de explicar, cuando no dispones de ellos.
• Cada vez se hacen necesarios más trabajos especializados mediante la creación de
empresas más grandes, pero sin división, ya que la rutina es autodestructiva,
pudiendo deprimir al trabajador, lo que puede traer graves consecuencias a la
empresa dado que, sus beneficios disminuirán.
• En el trabajo flexible, se espera que el trabajador pueda cada día hacer una cosa
diferente, dependiendo del tiempo y las condiciones que se dieran.
• Se plasma un modelo de control basado en diferentes lógicas, de tamaño, jerarquía
y del tiempo. En la lógica del tamaño, todo el mundo trabajaba en el mismo lugar
para ahorrar. En la lógica de la jerarquía se colapsa la capacidad de decisión de
los trabajadores, ya que no se está preparado para asumir cambios y en la lógica
del tiempo los trabajadores cobran según lo que trabajan.
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3. Concentración sin centralización. Se pretende trasmitir que el poder
jerárquico en una determinada estructura ya no es como una pirámide. Es
decir, la dirección fija objetivos para que los trabajadores los consigan
libremente. Pero es engañoso, ya que presionan a sus trabajadores.
• Otro de los temas es la flexibilidad de los horarios, sin turnos fijos, que surge por
la llegada de la mujer al trabajo.
• Las tres cosas que debe tener un capitalista son seguridad para moverse en el
desorden, aceptar la fragmentación y tener capacidad para desprenderse del
pasado.
• En el nuevo capitalismo no pueden tener un conocimiento práctico porque
dependen de sistemas informatizados. Es decir que, el trabajo deviene y resulta
ilegible, ya que, con dar a un simple botón, hace lo que se les pide, pero en realidad
no sabe ni como se hace.
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