Argumentación-5°

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La argumentación

Textos de trama argumentativa: reseña, texto de opinión, cartas de lectores, editorial, ensayo.

Argumentación: la reseña

1. Lectura de reseñas sobre La casa de los conejos de Laura Alcoba.

Como todos los textos argumentativos, las reseñas literarias se caracterizan por querer
convencer al lector sobre una determinada posición acerca de un tema. Por lo general
tienen una tesis o idea central a través de la cual se intenta persuadir al lector para que
asuma esa posición. Pero para demostrar esa idea, incorpora elementos de la trama
expositiva que muestran hechos o datos sobre el tema en cuestión.

a. Les dejo dos reseñas sobre la novela de Alcoba que estamos leyendo. En una de ellas
identifiquen parte expositiva (se sintetiza el argumento o trama de la novela, se
aportan datos sobre la autora y sobre la época histórica abordada, etc.)

b. Encuentren las opiniones sobre la novela y los argumentos que las sostienen (¿le
gustó o no, la recomienda o no, qué razones da el autor del texto para expresar esa
opinión?)

https://www.clarin.com/cultura/-casa-conejos-dictadura-vista-ojos-
nena_0_gWLCFDa3E.html

https://www.lalalista.com/2021/04/19/la-casa-de-los-conejos-otra-resena-mas-no-por-
favor/

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Otros textos de opinión: el ensayo

2. Lectura del ensayo de Fabián Casas, Este es mi amigo Strozza en Ensayos Bonsai.

Ahora que, tal vez, me halle en il mezzo del camino de mi vida, me puse a pensar en los

amigos que tuve y tengo. Y en la amistad. En realidad, todo se disparó por un amigo puntual al

que quiero mucho: Pablo Strozza. El sábado pasado Pablo estaba en la cancha mientras yo

estaba en mi casa, tapado por una cobija, viendo San Lorenzo-Vélez. Y en el entretiempo del

partido hablamos por teléfono intercambiando opiniones de lo que estaba pasando.[…] Pero lo

que me quedó de ese sábado no sólo fue la victoria de San Lorenzo sobre la hora sino también el

placer de hablar con un amigo en medio de una tarde fría.

¿Por qué alguien se convierte en nuestro amigo? Como, por ejemplo, Pablo Strozza. Michel

Houellebecq escribió alguna vez en uno de sus virulentos ensayos que “Las sociedades humanas

y animales tienen diferentes sistemas de diferenciación jerárquica. El aristocrático (por

nacimiento), la belleza, inteligencia o fortuna. Todos estos criterios me parecen, por otra parte,

igualmente despreciables. Yo los refuto. La única superioridad que reconozco es la de la

bondad”.

Bien, yo pienso lo mismo. En la cultura de la calle a veces ser bueno se identifica con ser boludo.

Está el neologismo para denotar eso: “buenudo”. Ser bondadoso, en realidad, es un valor

supremo difícil de sostener en una sociedad caníbal y exitista como la que vivimos. Entiendo por

una persona buena a alguien que, entre muchas de sus preocupaciones, está la de dar amor a

los demás. Y que no utiliza a la bondad como una patología para salvar sus culpas si no como

algo que le sale naturalmente. Es decir, dar amor le produce placer. Así que un componente

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central de una persona que me interesa es el de la bondad. Claro que un amigo también nos

tiene que seducir.

A mí me seducen hasta las cosas que, a veces, me molestan de los amigos. Por ejemplo: Strozza

es un gritón demoledor. Y es, a veces, un fundamentalista: Beck copia a Drake, por eso Sea

Changes es malo. Para reafirmar esto repite una frase que ya se convirtió en un clásico de su

repertorio: “Cuando Beck en Buenos Aires estaba tocando Loser ¡me fui a comer un pancho!”. A

lo largo de nuestras sobremesas, cuando se hable del tema, sé que lo va a decir,

invariablemente. Y esta misma pasión que pone para sostener sus mantras, esta puesta al

servicio de las cosas que tienen corazón. Eso es algo que para mí es fundamental.

Realmente me saco el sombrero ante la gente generosa, con un alto grado de lealtad; no a lo

que dicta la ética de la época, sino a sus sentimientos elementales. La escena final de La

Pandilla Salvaje, de San Peckinpah, cuando los tipos se reúnen, salen del burdel y deciden ir a

defender a uno de ellos sabiendo que están en el horno y que van a ser masacrados, me parece

demoledora. Eso es lo que hay que hacer. No hay vueltas. John Carpenter, siempre preocupado

por la lealtad en sus películas, da una muestra de este fenómeno cuando en el final de Vampiros,

James Woods (el cazador principal) y Daniel Baldwin (su lugarteniente) se despiden en el final del

film.

Baldwin ha sido mordido por un vampiro y, con el pasar de las horas, se va a convertir en uno de

ellos. Woods lo sabe. Entonces lo abraza y le dice: “Sabés que te voy a tener que perseguir y

matar… Pero te doy dos días de ventaja”. Eso es. Aun cuando creamos que un amigo pueda

convertirse en vampiro, hay que darle, como mínimo dos días de plazo antes de caerle encima.

Lo contrario a la amistad como yo la entiendo está en la amistad de los “famosos”. Este

fenómeno siempre me llamó la atención. Los famosos, aunque no se hayan visto nunca en la

puta vida, ya se estuvieron viendo de manera virtual, en fotos de vidrieras de diarios y revistas,

en la televisión, etc. Por eso, cuando se cruzan en algún lugar, la famosidad que despiden

mutuamente, los hermana y, acto reflejo, se besan y se abrazan como si se conocieran desde

siempre. Estas amistades son de superficie, banales y duran menos que un día de franco. Pero a

veces tienen resultados trágicos. Por ejemplo, el caso de Fernandito Olmedo, hijo de Alberto. […]

Un día va a un restaurant nocturno, se cruza con el bailantero Rodrigo. Alguien le dice a Rodrigo

que ese chico es el hijo de Olmedo. Automáticamente se empieza a segregar la famosidad y

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Rodrigo, que hasta entonces no reparaba en Fernandito, se funde en un abrazo con él y lo invita

a viajar esa misma noche a La Plata para presenciar un show suyo. Se lleva de trofeo al hijo de

un famoso. […], la famosidad de Olmedo padre, pasa a Rodrigo. El final de la historia ya es

conocido.

En definitiva: la amistad no es algo horizontal, es algo vertical. Un amigo es alguien que nos

abre, con su virtudes y defectos, las ventanas de nuestra pequeña mónada. Recuerdo ahora a mi

primer amigo. El hijo de una amiga íntima de mi mamá. Mi amigo Alfredo, conocido en Boedo y

alrededores como Máximo Disfrute. Él fue el arquetipo primordial –como una idea platónica- que

después se replicaría en miles de amigos que vendrían más tarde. Como Pablo Strozza.

Actividades para después de leer:

a. Expliquen cuál es el tema del ensayo y cuál su idea central.

b. Señalen las partes en las que se divide este ensayo (tengan en cuenta que se trata de

un texto argumentativo). Dividan el texto en introducción, desarrollo y conclusión.

c. Reconozcan las principales estrategias discursivas que sustentan la argumentación

del autor.

d. Identifiquen referencias a otros materiales culturales (música, cine, filosofía).

e. Indiquen un pasaje en el que predomine la argumentación y otro en el que predomine

la narración.

f. Marquen un fragmento en el que puedan distinguir la subjetividad del autor y otro en el

que predomine la objetividad.

g. ¿Les parece que Fabián Casas propone una mirada original sobre la amistad o repite lo

que suele decirse de ella? Para argumentar, citen fragmentos del texto y ejemplos de la

vida cotidiana.

3. Leemos otro ensayo del autor de Infierno grande, Guillermo Martínez:

“Elogio de la dificultad”

Cada vez que se habla de lectura, maestros, escritores y editores se apresuran a levantar
las banderas del hedonismo, como si debieran defenderse de una acusación de solemnidad, y
tratan de convencer a generaciones de adolescentes desconfiados y adultos entregados a la
televisión de que leer es puro placer. Interrogados en suplementos y entrevistas hablan como si
ningún libro, y mucho menos los clásicos, desde Don Quijote a Moby Dick, desde Macbeth a

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Facundo, les hubiera opuesto nunca resistencia y como si fuera no sólo sencillo llegar a la mayor
intimidad con ellos, sino además, un goce perpetuo al que vuelven todas las noches.

La posición hedonista es, por supuesto, simpática, fácil de defender y muy recomendable
para mesas redondas porque uno puede citar de su parte a Borges: “Soy un lector hedónico: jamás
consentí que mi sentimiento del deber interviniera en afición tan personal como la adquisición de
libros, ni probé fortuna dos veces con autor intratable, eludiendo un libro anterior con un libro
nuevo…”

Y bien, yo me propongo aquí la defensa más ingrata de los libros difíciles y de la dificultad
en la lectura. No por un afán especial de contradicción, sino porque me parece justo reconocer
que también muchas veces en mi vida la lectura se pareció al montañismo, a la lucha cuerpo a
cuerpo y a las carreras de fondo, todas actividades muy saludables y a su manera placenteras para
quienes las practican, pero que requieren, convengamos, algún esfuerzo y transpiración. Aunque
quizá sea otro deporte, el tenis, el que da una analogía más precisa con lo que ocurre en la lectura.
El tenis tiene la particular ambivalencia de que es un juego extraordinario cuando los dos
contrincantes son buenos jugadores, pero se vuelve patéticamente aburrido si uno de ellos es un
novato, y no alcanza a devolver ninguna pelota.

Las teorías de la lectura creen decir algo cuando sostienen el lugar común tan extendido
de que es el lector quien completa la obra literaria. Pero un lector puede simplemente no estar
preparado para enfrentar a un determinado autor y deambulará entonces por la cancha
recibiendo pelotazo tras pelotazo, sin entender demasiado lo que pasa. La versión que logre
asimilar de lo leído será obviamente pálida, incompleta, incluso equivocada.

Si esto parece un poco elitista basta pensar que suele ocurrir también exactamente a la
inversa, cuando un lector demasiado imaginativo o un académico entusiasta lanza sobre el texto,
como tiros rasantes, conexiones, interpretaciones e influencias en las que el pobre escritor nunca
hubiera pensado. En todo caso la literatura, como cualquier deporte, o como cualquier disciplina
del conocimiento, requiere entrenamiento, aprendizajes, iniciaciones, concentración.

La primera dificultad es que leer, para bien o para mal, es leer mucho. Es razonable la
desconfianza de los adolescentes cuando se los incita a leer aunque sea un libro. Proceden con la
prudencia instintiva de aquel niño de Simone de Beauvoir que se resistía a aprender la “a” porque
sabía que después querrían enseñarle la “b”, la “c” y toda la literatura y la gramática francesa.
Pero es así: los libros, aún en su desorden, forman escaleras y niveles que no pueden saltearse de
cualquier manera. Y, sobre todo, sólo en la comparación de libro con libro, en las alianzas y
oposiciones entre autor y autor, en la variación de géneros y literaturas, en la práctica permanente
de la apropiación y el rechazo, puede uno darse un criterio propio de valoración, liberarse de
cánones y autoridades y encontrar la parte que hará propia y más querida de la literatura.

La segunda dificultad de la lectura es, justamente, quebrar ese criterio; confrontarlo con
obras y autores que uno siente en principio más lejanos, exponerse a literaturas antagónicas,
impedir que las preferencias cristalicen en prejuicios, mantener un espíritu curioso. Y son
justamente los libros difíciles los que extienden nuestra idea de lo que es valioso. Son esos libros
que uno está tentado a soltar y sin embargo presiente que si no llega al final se habrá perdido algo
importante. Son esos libros contra los que uno puede estrellarse la primera vez y sin embargo

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misteriosamente vuelve. Son a veces carromatos pesados y crujientes que se arrastran como
tortugas. Son libros que uno lee con protestas silenciosas, con incomprensiones, con extrañezas,
con la tentación de saltear páginas. No creo que sea exactamente un sentimiento del deber, como
ironiza Borges, lo que nos anima a enfrentarnos con ellos, e incluso a terminarlos, sino el mismo
mecanismo que lleva a un niño a pulsar “enter” en su computadora para acceder al siguiente nivel
de un juego fascinante. Ellos no ocultan su orgullo cuando se vuelven diestros en juegos
complicados ni los montañistas se avergüenzan de su atracción por las cumbres más altas.

Hay una última dificultad en la lectura, como una enfermedad terminal y melancólica, que
señala Arlt en una de sus Aguafuertes: la sensación de haber leído demasiado, la de abrir libro tras
libro y repetirse al pasar las páginas: pero esto ya lo sé, esto ya lo sé. Los libros difíciles tienen la
piedad de mostrarnos cuánto nos falta.
Guillermo Martínez. En: La fórmula de la inmortalidad. Bs. As.: Seix Barral, 2005.

Actividades

 Parte A  Una vez leído el ensayo de Martínez te proponemos que elijas tres de las siguientes
cuestiones en torno al texto y que escribas sobre las que más te haya interesado:

1. Averiguá qué significa “Hedonismo” y explicá qué opina Martínez acerca de ese concepto,
aplicado a la lectura.

2. ¿Con qué otra actividad humana traza el autor una analogía para el acto de leer? ¿Por qué?
¿Qué variantes de esa actividad menciona, cuál le parece la más aplicable y por qué?

3. Explicá con tus palabras la siguiente afirmación del autor: “Los libros, aún en su desorden,
forman escaleras y niveles que no pueden saltearse de cualquier manera”. Manifestá tu acuerdo
o desacuerdo y justificá esa opinión.

4. En el penúltimo párrafo aparece una nueva analogía para reforzar la argumentación en torno
a la palabra ‘enter’: ¿Qué sentido guarda esta última analogía con la actividad de la lectura? ¿La
considerás aceptable? Justificá.

5. ¿Cómo puede interpretarse el último párrafo? ¿Es posible sentir, para el autor, que uno ha
leído todo? ¿Cuál es tu opinión con respecto a esto?

6. ¿Por qué podría decirse que el título del ensayo es su hipótesis?

FICHA TEÓRICA
El ensayo como práctica de escritura argumentativa

Como parte de los contenidos indispensables del ciclo superior, están las prácticas
de escritura de diferentes textos académicos. La propuesta es que se puedan sistematizar
y focalizar modos de escribir que ya se han practicado: las respuestas de desarrollo en
exámenes y trabajos prácticos, las opiniones por escrito acerca de textos leídos, ciertos
trabajos de investigación en otras materias participan de la argumentación y del ensayo.
Pero, ¿tenemos claro de qué hablamos cuando hablamos de ensayo? ¿Qué tipos de texto

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entran bajo esa categoría?, ¿Qué pretenden los profesores que se produzca bajo ese tipo
discursivo?

Definición posible

El ensayo es un tipo de texto argumentativo que intenta presentar y sostener una


posición determinada acerca de una pregunta, problema o hipótesis.
Tiene una dimensión persuasiva, es decir que establece un dialogo con quien lee
para que los argumentos presentados, las ideas expuestas, sean aceptadas como
plausibles, atendibles, se esté o no de acuerdo con ellas. Es decir que el ensayo supera la
mera opinión, sosteniendo lo que se propone con razonamientos, datos, argumentos y
reflexiones. En este tipo de ensayo que trabajamos debería quedar clara la posición o
punto de vista de quien escribe.

¿Qué significa argumentar?

La argumentación es una actividad verbal, social y racional orientada a convencer


a un crítico razonable de la aceptabilidad de un punto de vista, mediante la presentación
de una constelación de proposiciones que justifican o refutan la proposición expresada en
ese punto de vista (Grootendorst, 2011: 13). Generalmente, los temas suelen ser
polémicos, controversiales, de alto impacto o de discusión no cerrada, que despiertan
posturas encontradas, que necesitan de más reflexión o permiten y amplían el debate: el
aborto, la pena de muerte, el bullying, etc. Pero el ensayo permite hablar, ponerse a
reflexionar por escrito sobre casi cualquier cosa: Defensa de la siesta, No leer, La música y
sus efectos, El mate en las costumbres argentinas, etc

Estructura

En todo ensayo debería poder identificarse una superestructura argumentativa, y


conocer cuál es ayuda para la elaboración de nuestros escritos, aunque después podamos
flexibilizarla. Veamos sus partes:

I. Introducción: En el inicio, el primer párrafo de apertura debe aparecer la


hipótesis, el tema o el problema a tratar, su contexto y lo que se hará con eso :
analizar, desarrollar, profundizar, discutir, reflexionar acerca de, refutar,
polemizar. Suele ser breve y puede encararse de un modo formal (“Discutiremos
aquí la cuestión de si la pena de muerte…”), o de un modo que podríamos llamar
más informal (“Hoy, en 2020, algo que debería preocuparnos es que…”, o “ ¿Nos
hemos preguntado lo suficiente si…?”) La Introducción intenta capturar la
atención, plantear el tema y decir qué se hará con él. Con un párrafo suele ser
suficiente para nuestros alcances y extensiones escolares.

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II. Desarrollo o cuerpo: es la parte sustanciosa del ensayo, donde se exponen los
argumentos y razonamientos acerca del tema que estamos desarrollando.
También se pueden presentar contra- argumentos para reforzar los propios:
“suele decirse que (contra-argumento) pero esto no es así ya que… (argumento
propio). Aunque muchas veces las posiciones contrarias a las nuestras pueden no
aparecer, conviene tenerlas en cuenta e incorporarlas ya que permiten tener claro
con qué/quién se discute y polemiza. Además, para reforzar los argumentos
propios se utilizan citas, ejemplos, analogías, preguntas. El desarrollo abarca el
setenta u ochenta por ciento del ensayo ya que es la parte en donde se
fundamenta la postura propia intentando volverla atendible, interesante,
atractiva. (dos a cinco párrafos para nuestros alcances y extensiones escolares)

III. Conclusión o cierre: Es un cierre formal que permite concluir provisionalmente


nuestro escrito, recogiendo y sintetizando todo lo dicho, pero dejando abierto el
debate. Así viene bien que se marque y diga, a través de marcadores del tipo:
para concluir provisionalmente con el tema…, Para cerrar por ahora con… Para
nuestros alcances y extensiones escolares con un párrafo es suficiente.

Pasos previos a la escritura de un ensayo escolar

I. Exploración del tema: leer y releer la hipótesis de escritura que se nos


propone, entenderla y plantearse qué tengo para decir acerca de esto,
desde dónde encararlo, qué tengo para aportar, que debo tener en cuenta
y qué no para circunscribir mi trabajo.
II. Primer borrador: síntesis de lo anterior que puede ser un mapa
conceptual, un esquema, una lista de palabras y conceptos asociados.

III. Segundo borrador: la escritura propiamente dicha, todo lo que se nos


ocurra, fluida y libremente. Cuando se ha terminado, trabajar sobre él:
división en párrafos, reordenamiento de los mismos, revisión del léxico
(evitar repeticiones, buscar sinónimos), ortografía, persona gramatical que
se mantenga a lo largo de todo el texto, incorporación de marcadores de
texto. Releer y, cuando se está convencido de la versión, pasar y
presentar.

Herramientas para escribir, revisar, reforzar el ensayo .

Te presentamos aquí algunos de los recursos que sirven para la


optimización de la escritura argumentativa que proponemos, (aunque no
son los únicos):
a. Conectores y Marcadores de texto: son palabras y frases fijas
que permiten enlazar y relacionar argumentos, ideas, oraciones y párrafos
para mejorar nuestro escrito y evitar que sea una acumulación de párrafos

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sueltos. Van en posiciones estratégicas, ordenan, orientan y refuerzan la
intención argumentativa global del texto. Agregarlos en la lectura del
borrador es un buen recurso para reforzar nuestro texto. Algunos de ellos
son: sin embargo, no obstante, pues, además, por otra parte, en primer
(segundo/tercer) lugar…, por {ultimo, para concluir, sumado a lo anterior,
en contraposición con, para retomar/continuar/ insistir…, volviendo a, por
el contrario, dicho de otro modo, vale decir, en otras palabras, en síntesis,
para recapitular, en resumen…,

b. Modalizadores: en general son adverbios o frases adverbiales


que permiten hacer evidente la presencia de la subjetividad del emisor,
dejando su marca en el texto sin necesitad del „y creo‟ „yo pienso‟ „yo
opino que‟. Algunos de ellos son: lamentablemente, felizmente, de un
modo cruel (inesperado/auspicioso/sorpresivo, etc), acertadamente, de un
modo poco conveniente, etc.

c. Citas de autoridad: palabras de alguien reconocido por la


comunidad, un especialista, un polemista, un artista, que se usan para
para apoyar lo que une propone. No debe ser muy extensa, y puede
incluirse de dos maneras: a) Cita directa: va entre comillas y es
transcripción exacta. Por ejemplo, Borges dijo: “La amistad, a diferencia
del amor…”; o b) Cita indirecta: se parafrasea o recuerda el concepto,
pero no de manera literal. Por ejemplo: Solía decir Spinetta que la música
nos…

d. Preguntas: las preguntas expresadas en forma directa, con sus


signos, son un recurso eficaz y atractivo para hacer avanzar la
argumentación, plantear dudas, aspectos o matices nuevos del problema
que se está desarrollando. Ej: Pero, ¿cuánto hay de verdad en eso de que
los jóvenes no se meten en política?; ¿Podemos, acaso, vivir sin ver que
hay gente que no…? Las preguntas pueden tener respuestas dentro del
texto o ser preguntas retóricas, o no tener respuestas.

e. Ejemplos: situaciones conocidas o hipotéticas que sirvan para


ejemplificar y hacer más claro lo que se está diciendo. Se puede recurrir a
hechos de público conocimiento, a situaciones de series, películas,
literatura, que encierren un significado iluminador para nuestros
argumentos.

f. Título: en general se pone al final, y conviene que sea breve y


atractivo y dé en el centro del tema que se va a discutir. Algunos dicen qué
van a hacer. Ej: Defensa de…, Discusión sobre…, Acerca de…, La rebeldía,
La pena de muerte, Elogio de la dificultad, Barbarie celular, etc

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Un problema a resolver

¿Quién habla, enuncia, escribe y polemiza en un ensayo? La


respuesta es simple: quien lo firma, es su autor. Pero ¿se debe escribir en
primera persona? En general hay acuerdo en que la primera del singular
abruma. Se prefiere la primera persona del plural, llamada mayestática o
de modestia, ya que incorpora a sus lectores en el proceso de pensar
juntos. Ej: Si pensamos/acordamos que…, podemos ver que, Veamos…

Comentario final: A escribir se aprende escribiendo. Revisando y


corrigiendo lo que cada uno escribe. No hay recetas mágicas, ni conocer
todo lo anterior garantizará que se haga bien. Sólo la práctica – como en
un deporte permite que vayamos mejorando, adquiriendo ritmo, recursos,
y resultados. Lo más importante es encontrar el camino para la expresión
de las propias ideas, de un modo más organizado, claro, efectivo,
interesante. ¡A practicar!

Parte B.

Escritura argumentativa: escribí un ensayo de entre 300 a 500 palabras aproximadamente, a


partir de tus propias experiencias en torno a los temas propuestos y a la lectura del ensayo de
Guillermo Martínez, seleccionando una de las opciones, y pensándolo como un posible artículo
para una revista o periódico escolar. Revisá la estructura, la persona gramatical que elegís para
enunciar, el uso de marcadores textuales, preguntas, citas, ejemplos y otros recursos que
refuercen tus argumentos. Pensar y ponerle un título a tu ensayo.
-Leer ficción no sirve para absolutamente nada.

-La importancia del deporte en la vida de quienes lo toman en serio… (Podés ‘dar vuelta’ el
ensayo de Martínez).

-Defensa de la lectura de ficción.

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