NO HABIA ESPACIO PARA ÉL

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NO HABIA ESPACIO PARA ÉL

Buenas tardes, hermanos, nuestros pastores han estado enseñándonos de la navidad,


cierto, y como se abran dado cuenta, nosotros como familia amamos la navidad, es una
época alegre, llena de recuerdos, emoción y felicidad o no.
Para algunos no es así, muchos tienen malos recuerdos, de sus familias, de sus amigos,
esperaban algún aguinaldo y no llego etc, casi puras desilusiones, pero eso no solo nos pasa
ahora, viene desde hace mucho tiempo, miren leamos
Lucas 2: 1-7 Aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de César Augusto para
levantar un censo de todo el mundo habitado. Este primer censo se realizó mientras Cirenio
era gobernador de Siria. Todos iban para inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad.
Entonces José también subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de
David que se llama Belén, porque él era de la casa y de la familia de David, para inscribirse
con María, su esposa, quien estaba encinta. Aconteció que, mientras ellos estaban allí, se
cumplieron los días de su alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en
pañales y lo acostó en un pesebre porque no había lugar para ellos en el mesón.
Que desilusión, no tener un buen lugar para que nazca tu hijo, pero Hoy quiero que
analicemos esa última frase, no había lugar para ellos, se siente feo cuando alguien esta
haciendo planes y no te consideran, no te invitan etc., hasta hay padres que se sienten mal
cuando no invitan a sus hijos a algún cumpleaños o celebración, cierto. Que abra sentido
maría cuando le dicen, es que no tenemos espacio para tu familia, para tu hijo, hay algo
mas importante que él, a mi me dicen y eso y me voy, no lo vuelvo a buscar, pero muchas
veces nosotros hacemos eso con Dios, no tenemos espacio para el en nuestro día a día y es
como si nosotros estuviéramos en ese mesón diciéndole, hoy no puedes venir a mi casa
porque están mis amigos que no son cristianos, hoy no puedes hablar conmigo porque
tengo mucho trabajo, hoy no y vamos afanándonos con las cosas de este mundo, pero no
crea que es usted no más mire leamos
Lucas 14:16- 24 Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos.
Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está
preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una
hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. Otro dijo: He comprado cinco
yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. Y otro dijo: Acabo de casarme,
y por tanto no puedo ir. Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado
el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae
acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como
mandaste, y aún hay lugar. Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y
fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. Porque os digo que ninguno de aquellos
hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
Que haría usted si sus invitados se escusan para no ir a su cumpleaños, cena y otra
invitación, quizás no se molestaría tanto, pero si están diciéndole todos los días que van a
ir, que lo quieren, que es importante para su vida, después de ese acto usted le creería a
esa persona, no lo creo, y muchas veces somos así, decimos que amamos a Dios, pero no
le damos el tiempo, el espacio que merece y somos los que les decimos a maría y José, no
hay espacio para ustedes acá.
Cada vez que le huimos a Dios y a sus planes, nos estamos quitando la oportunidad de ser
bendecidos. Cuando leo la historia de Mateo 22 me doy cuenta como en la iglesia de hoy
podemos ver estos distintos escenarios. Estamos tan acostumbrados a ponerles excusas a
las personas, que hasta a Dios mismo queremos engañarlo, sabiendo que Dios conoce toda
nuestra agenda y las intenciones de nuestro corazón, y que jamás podremos burlarnos de
él. Cada vez que le ponemos una excusa a Dios, le estamos diciendo, tú no eres importante
para mí. Y Hemos pasado toda nuestra vida poniendo excusas a Dios, a sus planes, a sus
propósitos, ponemos una excusa para no ir a la iglesia, para no servir en la iglesia, para no
comprometernos en la iglesia, y así hemos pasado toda nuestra vida, y mientras más
excusas le ponemos a Dios, más nos alejamos de la salvación y más miserable se vuelve
nuestra vida.
Debemos analizar nuestra vida y quitar las escusas de nuestra mente, ya que la excusa se
ha vuelto en unos de los vicios más grandes que podemos ver en el mundo de hoy. Nos
hemos vuelto adictos a las excusas y estas se han convertido en un hábito que no podemos
controlar. La excusa está muy asociada a la mentira y al engaño, y, por ende, al pecado.
Cuantas personas hoy en día acuden a la excusa para huir de los compromisos y
responsabilidades. Usan la excusa como escudo de defensa para nunca quedar mal con las
personas que quieren poner un peso de responsabilidad sobre sus hombros. La excusa la
usamos para huir de los problemas, para huir de las responsabilidades, para quedar bien
con las personas, ya que en vez de negarnos a un compromiso podemos disfrazarlo con una
excusa para no herir a la otra persona, o sea, en vez de decir no, nos escudamos bajo una
excusa. Usamos la excusa en el trabajo, en la universidad, en la iglesia, en todas partes, y
esta se ha vuelto en un cáncer que nos está robando cosas muy preciadas en nuestras vidas.
Las excusas muestran falta de interés por algo o por alguien, muestra falta de humildad
porque muchos errores de los que cometemos también lo queremos disfrazar con una
excusa para no dar la cara y afrontar las consecuencias de nuestras malas acciones.
Pero ¿Cómo podemos dejar las excusas? Antes de dejar las excusas debemos tener claro
cuáles son todas nuestras prioridades. Si Dios no es primer lugar en tu vida, pasarás toda tu
vida poniéndole excusas para nunca venir a sus caminos o nunca comprometerte con sus
planes para este mundo. Entonces podemos decir que para dejar las excusas debemos:

• Definir nuestras prioridades.


• Aprender a asumir compromisos y responsabilidades.
• Aprender a sacrificar las prioridades últimas por las primeras.
• Aprender a decir la verdad siempre, porque las excusas se fundamentan en el
engaño.
• Aprender a ser humilde y reconocer tus errores cuando fallas.
• La más importante, aprende a ser como Jesús en una relación cercana con él.
DIOS CONTESTA A NUESTRAS EXCUSAS
Él contesta a todas nuestras excusas o pretexto que nosotros queramos ponerle para
no obedecer a sus mandamientos.
1. El hombre dice: “Estoy demasiado cansado”. Dios dice: en Mateo.11:28-30. “Yo os
haré descansar”. El cansancio no es excusa para Dios ya que él nos dice que nos dará
descanso, aceptemos la invitación de Cristo para entrar en su descanso.
2. El hombre dice: “Nadie me quiere”. Juan.3:16 Dios te ama tanto que mando a su
hijo a morir por ti. El nos muestra su amor en que siendo pecadores Cristo vino
a morir por nosotros. Dios nos ama, Dios te ama así que no es excusas decir
que nadie nos ama cuando Dios si nos ama.
3. El hombre dice: “No se cual camino tomar” Muchos son los que dicen que están
muy confundido y que no hayan en que servir. Pero Dios en Prov.3:5-6 dice que
el enderezará nuestra vereda. Confiemos en Dios que el nos va a guiar por el buen
camino no confiemos en el hombre. Jer.17:5. Sino en Dios para nuestra salvación.
Jer.17:7. No hay excusas para no emprender el camino que Dios desea que
emprendamos.
4. El hombre dice: “No puedo hacerlo” Dios dice que todo lo podemos en él. Fil.4:13.
No hay excusas para decir que no podemos hacerlo ya que con Dios lo podemos
todo, sin él nada podemos hacer. Juan.15:5. Confiemos en el poder de Dios y no en
nosotros mismos.
5. El hombre dice: “No es posible”. Dios dice que no hay nada imposible para él, él lo
puede todo. Jer.32:17; Mat.19:20; II Cor.9:8. No hay nada que Dios no puede hacer,
Dios ya hizo su parte ahora queda de nosotros hacer nuestra parte en nuestra
salvación.
6. El hombre dice: “No vale la pena”. Muchos no creen que el ser cristiano valga la
pena, pero Dios dice que nuestro trabajo en él no es en vano.
Gedeón es un claro ejemplo de alguien que buscó excusas en su condición de pobreza y en
su posición como menor de la familia e identidad. Su identidad era la pobreza. Él tenía en
claro que Dios había sido poderoso y que había manifestado sus maravillas a su pueblo,
pero por las circunstancias que atravesaban con el pueblo de los madianitas que cada vez
los hacían más pobres, le decía al Señor: “si tú estás con nosotros, entonces porqué nos ha
sobrevenido esto. Pero Dios le contesto: “Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fuerza,
y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo?”
En pocas palabras Dios le estaba diciendo: “déjate de excusas; soy yo el que te está
enviando. No importa si eres el menor de la casa, no importa si eres el más pobre, yo te
estoy escogiendo para liberar al pueblo; ve que soy yo el que te envío. Yo sé quién eres, Yo
te hice. Ahora te digo que estaré contigo y derrotarás a los madianitas”.
¿Quieres vencer el poder de las excusas y ser bendecido? Deja las excusas de lado y toma
tu identidad, toma en serio la seguridad de quién eres en Cristo Jesús: Eres más que
vencedor. Quién te podrá apartar de Dios; tribulaciones, angustias, ni la vida ni la muerte,
ni lo presente ni lo futuro; mucho menos tu pasado. Nada.
Cuando Gedeón creyó, su actitud cambió. Sus circunstancias continuaban igual. Pero las
excusas las quitó. No fue que instantáneamente se convirtiera en el más rico, o que ya no
fuera el menor de su familia; más bien, su confianza creció, y siendo el mismo por fuera,
pero con un impulso poderoso por dentro, le pidió a Dios que lo esperara mientras iba a
traer una ofrenda para él.
Con mucha frecuencia me encuentro con jóvenes que, al estar tanto tiempo en la iglesia,
saben todas las respuestas, conocen la forma de hablar y comportarse en ciertos círculos,
pero no viven conforme a lo que dicen creer; y esa ley que conocen, pero no practican, se
convierte en un lazo.
La ley de Dios, cuando es atesorada y practicada, trae libertad y plenitud. Cuando Dios nos
dio su ley, no lo hizo para restringirnos el placer; al contrario, para cuidarnos de las heridas
del pecado y darnos una vida donde tengamos un verdadero gozo. Su ley es la ley de la
libertad.
Debemos hablar verdad a nuestra alma y predicarnos a diario el evangelio, de manera tal
que, al exponernos a la Palabra, ella nos transforme. Debemos tener vidas más reflexivas,
vivir en una introspección continua, analizando nuestras vidas, motivaciones y acciones,
para buscar vivir una vida que camine en integridad, siendo las mismas en cualquier lugar,
sabiendo que siempre estamos ante la presencia de Dios, y a Él es a quien daremos cuenta.
Creo que uno de los males de esta generación es la falta de profundidad y mucho de esto
se debe a la falta de reflexión y meditación. El hecho de ser joven no te es excusa para vivir
de una manera irresponsable. De hecho, la Biblia dice en 1 Timoteo 4:12: «No permitas que
nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta,
amor, fe y pureza».
Así que, atrévete a ser diferente en medio de una generación rebelde que ha decidido darle
la espalda a Dios. No te afanes con las cosas de este mundo, en lugar de eso, busca a Dios
con afán y sé ejemplo mostrando a otros lo que crees con tu vivir.
Y ya para finalizar les leeré esta historia que ha estado tratando en mi vida este año, la
historia de María, Marta y Jesús que se encuentra en Lucas 10 resume el anhelo de Dios
por una relación simple y sin restricciones con sus hijos. A medida que este año llega a su
fin, oro para que esta historia encienda un fuego en nuestros corazones para vivir de una
unión sin obstáculos con nuestro Padre celestial. Ruego que tratemos de hacer
continuamente espacio en nuestras vidas para lo que realmente importa.
La Biblia dice en Lucas 10:38-42: “Mientras iba de camino con sus discípulos, Jesús entró en
una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada
María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía. Marta, por su parte, se
sentía abrumada porque tenía mucho que hacer. Así que se acercó a él y le dijo: —Señor,
¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude! —
Marta, Marta —le contestó Jesús—, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero
solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará”.
Quiero que mi vida se centre alrededor de “lo mejor”. Quiero que todos mis días estén
marcados al elegir sentarme a los pies de Jesús en lugar de vivir una vida basada únicamente
en obras. Al final de mi vida, quiero mirar atrás y saber que busqué una relación con mi Dios
por encima de todo lo demás, y que le di mi corazón en cada etapa, sin importar el costo.
La simple verdad de la espiritualidad cristiana es que Dios anhela llenar con su cercanía
cualquier espacio que pongamos a su disposición. El regalo que nos da, y que supera con
creces a un cónyuge, un trabajo, una familia, un éxito terrenal o una estabilidad financiera,
es simplemente él mismo. El clamor de nuestro Padre celestial es simplemente esto:
“Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes” (Juan 15:4).
¿Qué pasaría si tu resolución principal de Año Nuevo fuera hacer espacio para que Dios lo
llene? ¿Qué otros deseos de tu corazón se satisfarían con esto? ¿Qué tan maravilloso sería
experimentar la paz y la alegría trascendentes que provienen de centrar tu vida en torno al
encuentro con Dios? ¿Qué tan continuamente satisfecho te sentirías al recibir
constantemente el poderoso amor de su Padre celestial?
Tómate hoy tiempo para reflexionar sobre lo que realmente importa. Tómate un tiempo
para elegir “lo mejor” para que tu vida se centre en el único que tiene el poder de satisfacer
realmente todos tus anhelos. Que tu año esté marcado por una unión sin obstáculos con el
Dios que te llena con su mayor regalo y piensa cuando estes haciendo algo, ¿le estoy
dejando espacio para él acá?

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