El Palacio de Los Dioses Del Olimpo
El Palacio de Los Dioses Del Olimpo
El Palacio de Los Dioses Del Olimpo
Las divinidades precedentes son griegas, también fueron admitidas por los romanos con otros
nombres:
Zeus - Júpiter
Hera - Juno
Afrodita - Venus
Artemisa - Diana
Demeter - Ceres
Perséfone - Proserpina
Apolo - Febo
Atenea - Minerva
Poseidón - Neptuno
Hades - Plutón
Hefesto - Vulcano
Ares - Marte
Hermes - Mercurio
Rea - Cibeles
Dionisio - Baco
Eros - Cupido
El Palacio de los Dioses del Olimpo
El monte más alto de Grecia es el Monte Olimpo. Sus paredes de roca muy escarpadas hacen
casi imposible escalarlo. Tan alto es que casi no se puede ver la cima, siempre rodeada por
nubes.
Allí, en la cima del Olimpo tenían su palacio los doce dioses más importantes de los griegos.
Estos, caprichosos y peleadores, manejaban a su antojo la vida de los hombres, interfiriendo
en sus vidas y tomando partido por uno u otro.
El palacio había sido construido por los Cíclopes. Los Cíclopes eran seres fabulosos, criaturas
gigantes con un solo ojo en medio de la frente. Eran muy habilidosos. Se dedicaban a la
construcción según las reglas del arte y a la herrería. Los Cíclopes eran muchos pero los más
importantes eran tres: Arges, el que brilla, Brontes, el que truena y Estéropes, el que da el
rayo. Además de construir el palacio en el monte Olimpo, ellos forjaron los rayos de Zeus y
son los que le regalaron el trueno y el relámpago.
El palacio estaba construido como los palacios de los reyes. O sea que era muy grande y
fastuoso. Tenía muchos departamentos para que cada uno de los dioses viviera cómodamente
y un salón donde se reunía el Consejo para discutir los problemas de los hombres: a qué
ejército iban a permitir ganar una batalla o a qué Rey iban a castigar, pero la mayor parte del
tiempo peleaban y discutían entre ellos.
Zeus
Zeus era el más importante de los doce dioses que habitaban el Olimpo.
Crono se había casado con Rea a pesar de que ella era su hermana. Rea tuvo muchos hijos
pero el malvado Crono se los comía cuando nacían porque había oído decir que uno de sus
hijos lo destronaría.
Rea sufría terriblemente al ver que Crono engullía a sus hijos apenas nacían, entonces, le
pidió ayuda a sus padres que le aconsejaron alejarse. Rea tuvo a su último hijo, Zeus, lejos de
su casa, en la isla de Creta donde lo ocultó para librarlo de su malvado padre. Cuando Crono
llegó hasta Creta para devorarlo, Rea envolvió una piedra en pañales y Crono, creyendo que
era su hijo, se tragó la piedra. Al cabo de un año la vomitó y Zeus la colocó como monumento.
Cuando Zeus creció, se deshizo de su padre, pero como Crono no podía morir porque era
inmortal, Zeus lo envió a una isla lejana. Luego liberó a sus tíos paternos, los Cíclopes, que
Crono había mantenido encadenados y estos, en agradecimiento por haberlos liberado de
tantos años de esclavitud, le regalaron el trueno, el rayo y el relámpago.
En ese momento también le regalaron a Poseidón el tridente y a Hades, un casco que lo hacía
invisible.
Zeus Era fuerte, arrogante, caprichoso, violento y bastante ruidoso. Podía matar a cualquier
enemigo que tuviera ganas lanzándoles poderosos rayos y certeros truenos. Cuando se
enojaba podía provocar fuertes tormentas y grandes inundaciones que mantenían a los
hombres intranquilos.
Zeus tenía una espesa cabellera con rulos y una barba también enrulada. Una corona de
laureles ceñía su cabeza. Llevaba el torso desnudo y un manto le cubría la espalda Zeus
también podía transformarse en animal o en cualquier cosa para conseguir lo que deseaba.
Hera
La esposa de Zeus se llamaba Hera. Tenía un trono de marfil, justo al lado de su marido con
tres escalones de cristal. El trono estaba decorado con pájaros de oro y ramas de sauce. El
asiento estaba cubierto por una piel de vaca blanca que utilizaba para hacer llover en tiempos
de sequía si Zeus estaba de mal humor y prefería no ser molestado. Una luna llena brillante
colgaba por encima del trono balanceándose con la brisa.
A Hera no le gustaba ser esposa de Zeus porque él tenía la mala costumbre de casarse con
mujeres mortales todo el tiempo. Sus novias pronto envejecían y morían pero Hera se
mantenía siempre joven y hermosa. Zeus estuvo pidiéndole que se casara con él, año tras año
durante trescientos años y Hera siempre se negaba.
A pesar del mal comportamiento de Zeus, Hera se sintió forzada por las circunstancias a
casarse con Zeus. Quiso de esta manera ser un modelo para todos los demás dioses y
mortales convirtiéndose en Madre del Cielo.
Poseidón
Dios de ríos, mares y océanos, también tenía un trono importante de mármol pulido
ornamentado con corales, madreperlas y oro. Los brazos del trono estaban esculpidos con la
forma de cabezas de delfines.
Su única arma era el tridente, obsequio de los Cíclopes, que blandía para revolver el mar,
como si fuera un cucharón, provocando remolinos que hacían naufragar a los barcos más
seguros.
Poseidón era hermano de Zeus. También hijo de Crono y Rea. Dice la leyenda que Poseidón
se salvó de ser engullido por su padre porque Rea le dio un potrillo en lugar de su hijo y Crono
se lo comió sin darse cuenta.
A pesar de ser el dios de los mares, Poseidón jamás se trasladaba en barco. Utilizaba un
carruaje tirado por caballos blancos.
Poseidón tenía un palacio privado bajo el mar, cerca de Paxos. Era un palacio fastuoso
decorado con caracolas, corales, madreperlas, estrellas, caballitos de mar y habitado por
criaturas marinas que le hacían compañía cuando se trasladaba de un lugar a otro.
Poseidón era muy pero muy feo y Anfititre no lo quería como esposo .Cuando le propuso
matrimonio , se asustó tanto que se internó en el mar. Pero Poseidón envió a unos delfines
para traerla de vuelta. De esa unión nació un hijo, Tritón. Triton tenía la cabeza y la mitad del
cuerpo como los hombres y la otra mitad se alargaba con la cola de un pez. Poseidón no vivía
todo el tiempo en el palacio submarino, sino que se trasladaba cuando necesitaba descansar o
estaba irritado, entonces tomaba su carruaje y se adentraba en las profundidades del mar
hasta que se le pasaba la rabia.
Su emblema era el caballo, todavía a las enormes olas se las llama caballos blancos.
Demeter
Del lado contrario a Poseidón y cerca de Hera estaba ubicado el trono de Demeter.
Demeter era la diosa de los granos, los frutos comestibles y las pasturas. Ella le enseñó a los
hombres los principios de la agricultura: preparar la tierra para plantar y cosechar para que
abandonaran la vida nómade.
Su trono era de malaquita verde brillante decorado con espigas de oro y pequeños cerditos
dorados.
Demeter estaba siempre triste. Sonreía solamente una vez al año, durante la primavera y el
verano, cuando la visitaba su hija Perséfone. Se ponía tan contenta que dejaba que todos los
vegetales crecieran y fructificaran. De allí surgen las estaciones del año.
Perséfone estaba casada con Hades, dios de los muertos, que la había raptado mientras
miraba un narciso. Mientras Perséfone observaba embelesada un narciso, se abrió la tierra y
Hades la raptó, llevándosela con él a vivir bajo la tierra entre las tinieblas. Su madre la buscó
durante muchísimo tiempo tratando de encontrarla. Finalmente pactó con Hades que pasaría
la mitad del tiempo con él y la otra mitad con ella.
Por esa razón al otoño y al invierno se lo asocia con el tiempo en que Perséfone vive con
Hades en las profundidades de las tinieblas y a la primavera y el verano con el tiempo que
Perséfone pasa con su madre, Demeter.
El emblema de Demeter era la amapola que crecía entre el trigo con su brillante color rojo.
Hefesto
Hefesto era hijo de Zeus y Hera. Era el más feo de todos los dioses. Como nació defectuoso,
Hera lo arrojó por encima de la muralla pero cayó al mar y se salvó. Se salvó de morir pero se
lastimó una pierna y tuvieron que amputarla y desde entonces usaba como prótesis una pierna
de hierro.
Hefesto era muy habilidoso para los trabajos manuales. Era el dios de los orfebres, joyeros,
albañiles y carpinteros.
Hefesto construyó todos los tronos del palacio en su propio taller y su trono era una obra
maestra de ingeniería ya que mediante un mecanismo, podía balancearse, inclinarse y rodar.
Lo armó con toda clase de metales y piedras preciosas.
Atenea
Diosa de la sabiduría. Fue la que le enseñó a Hefesto a manejar las herramientas que luego
utilizaría para hacer tantos objetos hermosos.
Atenea era la que más conocimientos tenía sobre cerámica, cestería, tejido y otras artesanías.
Es la protectora de las ciudades y la vida civilizada.
Ella ocupaba un trono de plata trabajado como si fuera un canasto y decorado con una corona
de violetas de lapislázuli, una piedra semipreciosa.
Atenea no nació de mujer sino que saltó de la cabeza de Zeus siendo ya adulta y vestida con
una armadura. Sucedió que Zeus se tragó a su primera esposa, Metis estando embarazada
porque le habían dicho que si Metis tenía un hijo iba a destronarlo. Luego de tragarla, Zeus
sufrió terribles dolores, entonces permitió que otro dios le abriera la cabeza de un hachazo
para ver si conseguía alguna clase de alivio y de su cabeza surgió Atenea.
Ella vestía una hermosa armadura pero nunca iba a la guerra a menos que se sintiera
obligada porque no le gustaban las disputas. Si peleaba, siempre ganaba.
Afrodita
Al costado del trono de Atenea estaba el trono de Afrodita, diosa del amor, la belleza y el
matrimonio.
El viento sur la encontró flotando sobre una concha marina cerca de la isla de Chipre y la
impulsó con la brisa hacia la costa.
El trono de Afrodita era de plata pura con incrustaciones de berilio y aguamarinas. El respaldo
tenía la forma de una concha marina y su asiento estaba cubierto de plumas de cisne. Bajo
sus pies descansaba una alfombra dorada, bordada con abejas doradas, manzanas y loros.
Zeus le dio por esposo a su hijo Hefesto. Afrodita no estaba conforme con esta decisión
porque Hefesto era feo y cojeaba y muchas veces lo traicionaba con Ares, hermano de
Hefesto.
Cuando Hefesto se quejaba ante Zeus, este le respondía que la culpa era suya por haberle
regalado la faja mágica. Afrodita usaba la faja mágica ajustada a su cintura. Siempre que
usaba la faja los hombres quedaban locamente enamorados de ella.
Afrodita tuvo muchos hijos pero el más conocido era Eros, dios del amor que se desplazaba
volando, arrojando flechas a los hombres haciendo que se enamorasen de la primera persona
que se le cruzase, sin esperarlo, sin desearlo y sin quererlo.
Ares
Es por excelencia el dios de la guerra. Alto, hermoso y cruel. De carácter brutal, amante de la
sangre, e intemperante.
Su horrible trono estaba construido de de bronce macizo. En sus brazos estaban esculpidas
tétricas calaveras y el asiento estaba cubierto de piel humana.
Ares era maleducado, ignorante y tenía un gusto espantoso, pero para Afrodita era maravilloso
y muchas veces lo utilizaba para engañar a su esposo, Hefesto, que era hermano de Ares.
Sus emblemas eran un oso salvaje y una escalofriante lanza manchada con sangre. A Ares
están consagrados el buitre y el perro.
A pesar de su corpulencia no siempre sale bien parado en las batallas que emprende.
Apolo
Era hijo de Zeus y Loto, una de las diosas menores. Dice la leyenda que nació en la isla de
Ortigia, y, que en el momento en que se produjo el nacimiento la isla se cubrió de oro. Desde
entonces se la llama Delos que quiere decir brillante. Los cisnes sagrados dieron siete vueltas
a la isla para festejar el nacimiento.
Su trono era alto y dorado, con inscripciones mágicas talladas sobre el mismo. Su respaldo
tenía la forma de una lira de siete cuerdas y sobre su asiento había una piel de pitón. Apolo
dio muerte a pitón, una serpiente monstruosa que asolaba una cueva oracular en Delfos
causando estragos entre la población y los rebaños. Sobre su trono colgaba un disco con
veintiún rayos con forma de flecha, semejante a un sol,porque Apolo pretendía manejar al sol.
El emblema de Apolo era el ratón porque se suponía que los ratones conocían los secretos de
la tierra.
Apolo se casó muchas veces. En una ocasión, persiguió a una jovencita que se llamaba
Dafne, ella pidió ayuda a los gritos a la madre tierra Gea, entonces la ayudó convirtiéndola en
un árbol de olivo antes que Apolo pudiera besarla.
Apolo tenía una mansión en Delfos, donde había un oráculo que le robó a la Madre tierra,
Gea, abuela de Zeus.
Artemisa
Artemisa era la hermana melliza de Apolo. Hija de Zeus y Leto, otra de las numerosas
esposas de Zeus.
Su trono estaba construido en plata pura. El respaldo tenía la forma de palmeras y el asiento
estaba cubierto con una piel de zorro.
Artemisa odiaba el matrimonio, pero le gustaba cuidar a las madres cuando nacían sus bebés.
Pero mucho más le gustaba cazar, pescar y nadar a la luz de la luna en algún estanque. Si
algún mortal la veía desnuda, entonces lo convertía en ciervo y se divertía persiguiéndolo
hasta darle muerte.
Hermes
Se sentaba en la última fila de los dioses varones. Era hijo de Zeus y de una diosa menor que
se llamaba Maya. De allí deriva el nombre del mes de Mayo. Nació en Arcadia.
Hermes gozaba de una gran estima popular como protector de los pastos, y los rebaños
especialmente de ovejas. Era también el dios de los comerciantes, los banqueros, los ladrones
y los adivinos.
Su trono estaba cortado de una sola pieza de mármol gris. Los apoyabrazos tenían la forma
de cabezas de carnero y el asiento se cubría con una piel de chivo. Sobre el respaldo había
tallada una gran esvástica, este era el símbolo de una máquina inventada por Hermes para
hacer fuego. Antes de su invento las amas de casa pasaban gran parte del día atentas a que
no se apagara el fuego ya que tenían que ir a buscar brasas a la casa de sus vecinos si este
se apagaba .
Hermes tenía una gran capacidad de inventiva. Inventó la lira, un instrumento musical que hizo
con un caparazón de tortuga.
Hermes también inventó el alfabeto y uno de sus emblemas era la grulla, porque vuela con
forma de V y esa es la primera letra que escribió.
Usaba un casco con alas y sandalias también con alitas en los costados.
Hestia
La última de las diosas mujeres era la hermana mayor de Zeus. Hija de Crono y Rea. Aunque
no sabemos de qué manera se salvó de ser comida por su malvado padre.
Era la más amable y pacífica de todos los dioses ya que le molestaban terriblemente las
discusiones familiares.
Dionisio - Baco
Cuando ya estaba integrado el Consejo de los doce dioses del Olimpo, Zeus, que era muy
caprichoso, decidió que, como Dionisio había inventado el vino, merecía ser un dios.
Dionisio era uno de los tantos hijos de Zeus. Su madre era una mortal llamada Sémele. Usaba
un bastón largo llamado tirso, cubierto de hiedra y con una piña en la punta. Usó ese bastón
en una oportunidad para matar a un gigante.
Se lo conoció como Baco, dios del vino y de la inspiración poética. Era en su origen el dios de
las plantas y del jugo de las frutas.
El trono de Dionisio, o Baco, era de madera recubierta de plata y oro. Decorado con racimos
de uvas de amatista, una piedra semipreciosa color violeta. También tenía talladas serpientes
y muchos animales con cuernos en mármoles de distintos colores.
Su emblema era el tigre. Parece que en uno de sus numerosos viajes, lideró un ejército de
borrachos y trajo tigres como recuerdo.
Se suponía que los dioses eran doce. Al incorporar a Baco, serían trece y este número traía la
mala suerte y eso no era posible. Entonces Hestia, que era una diosa muy pacífica y enemiga
de la discordia le ofreció su lugar.
Ahora el Consejo quedaba desparejo porque había siete dioses varones y cinco diosas
mujeres.Esto era injusto porque cuando debían votar siempre ganaban los dioses varones,
pero a Zeus no le importaba.
Morfeo: En la mitología griega, Morfeo (en griego antiguo Μορφεύς, de μορφη
morphê, ‘forma’) es una deidad onírica. Es, según ciertas teologías antiguas, el principal
de los Oniros, los mil hijos engendrados por Hipnos (el Sueño) y Nix (la Noche). Era
hermanastro de Tánatos (la Muerte).
Era representado con alas que batía rápida y silenciosamente, permitiéndole ir volando a
cualquier rincón de la Tierra velozmente. Morfeo se encargaba de inducir los sueños de
quienes dormían y de adoptar una apariencia humana para aparecer en ellos,
especialmente la de los seres queridos (de ahí su nombre), permitiendo a los mortales
huir por un momento de las maquinaciones de dioses.
Morfeo desempeña un papel importante en la historia de Ceice y Alcíone. En concreto,
aparece en las obras de Homero y Ovidio. Este último cuenta en Las metamorfosis que
Morfeo duerme en una cama de ébano en una cueva sutilmente iluminada, rodeado de
flores de adormidera (que contienen alcaloides de efectos sedantes y narcóticos).
También cuenta que mientras su hermanos Fobetor y Fantaso eran responsables de los
animales y los objetos inanimados de los sueños, Morfeo se centraba en los elementos
humanos.
Fue fulminado por Zeus por haber revelado secretos a los mortales.
SERES MITOLÓGICOS
Las Parcas
Las Musas
Las Ninfas
Pegaso
Los Centauros
La Gorgona o Medusa
La Esfinge
Las Sirenas
El Can Cerbero
El Minotauro
Los Sátiros
Los Pigmeos
Los Grifos
Escila
Caribdis
Las Parcas
Escribían el destino de los hombres en las paredes de un enorme muro de bronce .Y nadie
podía borrar lo que ellas escribían.
Las tres se dedicaban a hilar. Luego cortaban el hilo que medía la longitud de la vida con una
tijera. Ese corte fijaba el momento de la muerte.
Ellas hilaban lana blanca y entremezclaban hilos de oro e hilos de lana negra.
Los hilos de oro significarían los momentos dichosos en la vida de las personas. Y la lana
negra significaría los períodos tristes.
Las Musas
Eran muchachas hermosas dotadas de juventud eterna. Pasaban el día entonando cantos
melodiosos en coro.
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Muchos dicen que las musas eran hijas de Zeus, pero otros no coinciden y le atribuyen su
paternidad a otros dioses.
En el palacio del Olimpo había nueve musas que cantaban en el salón de los banquetes para
deleitar a los dioses. Los dioses dejaban de comer y callaban embelesados para escucharlas.
Se piensa que tienen virtudes proféticas. Eso quiere decir que podían adivinar el futuro.
También se creía que tenían capacidad para inspirar toda clase de poesía y serían protectoras
de toda forma de arte.
No se habla de ellas en forma individual, sino que siempre están agrupadas conformando el
grupo de Las Musas.
Las Ninfas
Son jóvenes hermosas dotadas de eterna juventud. O sea que nunca envejecían.
Se cree que las ninfas son hijas de Zeus, el dios supremo del Olimpo.
Si algún mortal quería bañarse en un río o talar un árbol, primero tenía que ofrecerle un
sacrificio a las Ninfas o pedirles permiso.
Pegaso
Pegaso era un gran corcel blanco alado, que vivía en una montaña habitada por las nueve
musas.Allí había una fuente que Pegaso abrió dando un fuerte golpe con su pata sobre la
tierra.
Ningún humano podía cabalgarlo porque nadie podía atraparlo ya que era muy veloz. Participó
en el mito de Belerofonte y la Quimera
Los Centauros
Los Centauros eran seres monstruosos. Mezcla de hombre y caballo. El torso era de hombre y
de la cintura para abajo eran como un caballo. O sea que tenían seis extremidades. Dos
brazos y cuatro patas. Pero también hay representaciones de los Centauros como hombres de
pié y que del trasero surge una mitad de caballo.
Según las leyendas vivían en los bosques y en las montañas. No se sabe si eran hijos de Ixión
y Néfele o de Apolo y Estilbe.
Se habla de Los Centauros como si fueran un grupo, una tribu o un pueblo. Las hembras de
Los Centauros se llamaban Centauresas.
La Gorgona o Medusa
Había sido una belleza, orgullosa de su cabellera. Pero se atrevió a comparar su belleza con
la de la diosa Atenea, entonces la diosa la castigó cambiando sus hermosos bucles rubios por
serpientes.
Se convirtió entonces en un ser espeluznante. Todos los que la miraban quedaban
automáticamente convertidos en piedra.
Vivía cerca de una caverna y alrededor se podían ver las figuras de los hombres convertidos
en estatua de piedra por haber querido mirarla.
Dice la leyenda que Perseo la aniquiló. Fue ayudado por la diosa Atenea que le prestó su
escudo, y por Hermes que le dio sus sandalias aladas. Así fue como se acercó a su caverna,
mirándola a través de la imagen que se reflejaba en el escudo, pudo acercarse cuando dormía
y cortarle la cabeza. Luego le obsequió la cabeza a la diosa Atenea.
La Esfinge
La parte inferior de su cuerpo era como un león , con cuatro patas y cola de león y en la
parte superior tenía cabeza y pecho de mujer. Le salían alas como de un águila. Cada
vez que alguien pretendía atravesar el camino, la Esfinge se aparecía detrás de una roca
y les proponía una adivinanza. El que no daba la respuesta adecuada era arrojado al
precipicio.
Hasta ahora nadie había podido resolverlo.
Cuenta la leyenda que Edipo, que era muy valiente, se animó a pasar. Apareció La Esfinge
que le preguntó: -¿Cuál es el animal que por la mañana anda en cuatro patas, al mediodía en
dos y a la noche en tres? Edipo, le respondió: - Es el Hombre. Que en su niñez camina en
cuatro patas, en la adultez, se para erguido y en la ancianidad se ayuda con un bastón. La
Esfinge se sintió tan herida en su amor propio que en su angustia se arrojó hacia el precipicio
y murió.
Las Sirenas
Eran poseedoras de una voz encantadora. Tanto que se atrevieron a competir con las musas.
Pero las musas ganaron el concurso y les arrancaron las plumas.
Cuando algún barco pasaba, ellas cantaban y atraían de esta manera a los navegantes, que
subyugados por la dulce melodía, quedaban como hipnotizados, estrellando los barcos contra
las rocas.
El Can Cerbero
Era un perro monstruoso con tres cabezas. Era el guardián del Tártaro. (ver Lugares
mitológicos).
Le gustaba aullarle a la luna, especialmente si había luna llena.
Comía carne de cadáveres.
Esperaba a las puertas del Tártaro, que algún difunto quisiera pasar sin pagar entrada y lo
devoraba.
El Minotauro
Era un monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre que causaba estragos en la isla de
Creta.
Los Sátiros
Se los conoce también con el nombre de Silenos. Algunos dicen que son mitad hombres,
mitad machos cabríos, otros que eran mitad hombres y mitad caballos. En todos los casos
tienen una larga cola como las de los caballos.
Los Sátiros pertenecían al cortejo de Dionisio. Participaban de todas sus fiestas bailando y
bebiendo hasta emborracharse.
Las Ninfas estaban en alerta continua para escapar de ellos, pues estos las perseguían ya que
nunca estaban lo suficientemente satisfechos sexualmente.
Los Pigmeos
Los pigmeos eran un pueblo de hombres minúsculos. Se los llamaba así, debido a una palabra
griega que quiere decir codo o medida de trece pulgadas. Cada pulgada es alrededor de 2,5
centímetros. Y se dice que esa era la altura de esos hombres.
Algunos dicen que vivían cerca del Nilo y otros dicen que vivían en la India.
Homero cuenta en sus relatos que las grullas emigraban durante el invierno al país de los
pigmeos y que se trenzaban en una feroz lucha con esos pequeños habitantes, que debían
armarse para defender las plantaciones de trigo de esos voraces visitantes.
Los Grifos
Los Grifos eran animales fabulosos. Con alas y pico de águila y cuerpo de león.
Los Grifos podían encontrar oro en las montañas, y, como las aves construían sus nidos con
hilos del precioso metal. En lugar de huevos ponían ágatas.
Vivían en el país de los Hiperboreos. Tenían largas garras y el píe era tan grande que muchos
habitantes del país fabricaban con él copas para beber.
Muchos cazadores se animaban a ir en busca de los tentadores nidos de oro, pero los Grifos,
sabían mantener alejados a los ladrones y saqueadores de oro gracias a su instinto.
Escila
Escila era n monstruo fantástico con doce patas y seis cabezas de cuyas bocas asomaban
afilados colmillos. Ladraba día y noche sin parar como un perro rabioso.
Habitaba en una cueva, escondida en una roca altísima junto a un estrecho que los navíos
debían atravesar para llegar al mar.
Devoraba a cuanto animal pudiera acercarse y cada vez que un navío atravesaba el lugar se
hacía un banquete, ya que cada una de sus cabezas podía engullir un marinero.
Caribdis
Frente a la roca que servía de morada a Escila, se encontraba otra roca altísima a cuyo pié
crecía un árbol frondoso. Entre sus raíces, había una cueva y allí vivía Caribdis, otro terrible
monstruo. Caribdis absorbía el agua del mar tres veces por día, haciéndola penetrar en su
cueva. Luego lo devolvía otra vez al mar, pero todo lo que penetraba en la cueva, Caribdis lo
despedazaba
LUGARES MITOLÓGICOS
El Olimpo
El Tártaro
Los Oráculos
El Laberinto
El Olimpo
Sus paredes de roca muy escarpadas hacen casi imposible escalarlo. Tan alto es que casi no
se puede ver la cima, siempre rodeada por nubes.
Allí, en la cima del Olimpo tenían su palacio los doce dioses más importantes de los griegos.
El palacio estaba construido como los palacios de los reyes. O sea que era muy grande y
fastuoso.
Tenía muchos departamentos para que cada uno de los dioses viviera cómodamente y un
salón donde se reunía el Consejo donde estaban dispuestos los tronos de los dioses.
El palacio también tenía comedores, cocinas, salas de armamentos, habitaciones para la
servidumbre, establos para los caballos, perreras para los sabuesos y hasta un zoológico
donde guardaban a sus animales sagrados. Estos incluían a un oso, un león, un loro, un
águila, tigres, una vaca, una tortuga, un hurón, bueyes blancos, una lechuza, un ciervo, una
cigüeña, cisnes, ratones y un estanque lleno de peces.
El Tártaro
Era un lugar situado en la región más profunda de la tierra. Mucho más abajo que el reino de
Hades o el infierno.
El lugar estaba rodeado por una muralla triple. Tenía una torre de vigilancia y una enorme
puerta que era imposible atravesar hasta para los propios dioses.
Los dioses encerraban en el tártaro a sus peores enemigos. También iban a parar allí los
grandes criminales, después del juicio de las almas.
Cuando las ánimas descendían al Tártaro, cuya entrada estaba en un bosque de álamos
negros, los familiares de los muertos les colocaban una moneda en la boca, bajo la lengua
para poder pagar su entrada. Las ánimas que no llevaban la moneda tenían que esperar
eternamente para poder entrar o buscar una entrada lateral, donde un perro llamado can
Cerbero, esperaba dispuesto a devorar a los intrusos.
Los Oráculos
Los oráculos no eran precisamente lugares sino parte de la religión. Había algunos
establecidos. De Zeus en Dodoma, De Apolo en Delfos.
Aparecen en muchos mitos y leyendas. Cuando algún héroe va a llevar a cabo algún viaje,
batalla, o aventura, primero consulta al oráculo para saber qué riesgos tendrá que afrontar.
Cada oráculo tenía su sistema de adivinación. El vuelo de los pájaros, los sueños, el crujido de
hojas y otros.
El Laberinto
Los laberintos son construcciones llenas de pasadizos tramposos. Pasillos sin salida y
recovecos que no llevan a ninguna parte.
Están construídos de tal manera que una vez que alguien entra es imposible encontrar la
salida.
Es famoso el laberinto del Minotauro en Creta.
Estaba custodiado por las Hespérides. Hijas de la estrella de la tarde. Estas ninfas, de dulce y
melodiosa voz, según las leyendas tradicionales eran hijas de Zeus y Temis.
Ellas custodiaban un jardín maravilloso, lleno de fuentes de ambrosia, cuyos árboles estaban
cargados de frutos en todas las estaciones del año, llamado el jardín de las Hespérides.
Este jardín estaba consagrado a la diosa Hera, porque ella había plantado allí las manzanas
de oro que le regaló la diosa tierra, Gea, como regalo de bodas.
A las puertas del jardín se encontraba el gigante Atlas, sosteniendo la bóveda celeste sobre
sus espaldas.
LEYENDAS MITOLÓGICAS
Mito Griego de la Creación
Dedalo y Talo
Dédalo y el Laberinto
Icaro y Dédalo
Teseo y el Minotauro
Orféo y Eurídice
Atenea y Aracne
La Manzana de la Discordia
Eco y Narciso
En un principio solo existía el Caos. A continuación, Gea o la Madre Tierra engendró por si
misma a Urano, o el Firmamento Estrellado.
En primer lugar nacieron seis Titanes varones: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Japeto y Crono,
que era muy perverso, y seis Titánides mujeres: Tía, Rea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis.
Luego Gea y Urano tuvieron otros hijos, Los Cíclopes. Arges, Estéropes y Brontes.
Y más tarde fueron padres también de los Hecatonquiros, tres monstruos gigantes con cien
brazos y cincuenta cabezas cada uno.
Urano era malvado y cada vez que Gea iba a dar a luz, los retenía en el vientre de Gea, no
permitiendo que nacieran.
Cansada Gea de sufrir, ya que sentía que estaba por explotar, urdió un maléfico plan. Dio a
luz una hoz de acero brillante y buscó la ayuda de Crono, el más perverso de sus hijos para
que le cortara los órganos genitales mientras dormía.
Crono esperó agazapado que Urano roncara placidamente y con la hoz provista por su madre,
Gea, lo castró tirando sus órganos al mar.
La sangre derramada, volvió a fecundar la tierra. De allí nacieron las Erinias, espiritus
vengadores de los crímenes de sangre, Los Gigantes y las Ninfas Melíades o de los árboles
de fresno. Del órgano que cayó al mar nació la diosa Afrodita, que encontraron flotando en una
concha marina.
Crono se unió a Rea, pero también tenía la mala costumbre de comerse a sus hijos, entonces
el menor, Zeus, lo destronó y conquistó el dominio del mundo.
Zeus, pensó que si los soltaba se calmarían, pero apenas los liberó de su prisión, comenzaron
a arrojarle rocas y amontonar montañas. Este desastre duró diez años.
Zeus deseaba poner orden de una buena vez y para siempre, entonces descendió hasta el
Tártaro donde se encontraban encadenados los Cíclopes y los Gigantes de cien brazos y les
pidió ayuda para acabar con el flagelo de los Titanes.
Estos accedieron de buena gana y cuando por fin volvieron a ver la luz del sol se llenaron de
energía y se lanzaron a la batalla con todas sus fuerzas. Tembló la tierra y se sacudió el cielo
hasta que los Titanes quedaron sepultados bajo una montaña de rocas arrojadas por los
monstruos de cien brazos. Los que sobrevivieron fueron arrojados al Tártaro y nunca más
volvieron a salir de allí.
Dedalo y Talo
Era un gran constructor. Fue reconocido como el primer escultor que trabajó el mármol
haciendo hermosas estatuas. También era arquitecto. Muy habilidoso en el uso de las
herramientas. Pero Dédalo era muy celoso.
Junto a Dédalo trabajaba su sobrino Talo, un joven muy ingenioso. Talo un día encontró en el
campo una mandíbula de serpiente y se inspiró para inventar el serrucho, forjando en el hierro
una serie de dientes semejantes a los de la serpiente. Cuando Dédalo vió el invento le agarro
un ataque de celos y arrojó a Talo desde un precipicio.
Como no pudieron acusarlo por falta de pruebas, lo condenaron al destierro. O sea que tenía
que marcharse de Atenas.
Dédalo y el Laberinto
Dédalo entonces partió hacia la Isla de Creta, donde fue muy bien recibido por el rey Minos.
Por entonces escaseaban en la isla los arquitectos y escultores y lo tomó a su servicio.
En esos momentos, la isla de Creta estaba asolada por un terrible monstruo, con cuerpo de
hombre y cabeza de toro llamado Minotauro, que sembraba el terror en toda la isla.
El rey Minos le encargó a Dédalo una construcción subterránea para encerrarlo. Dédalo, que
era muy ingenioso, entonces construyó un laberinto. Esta construcción tenía tantos pasadizos,
rodeos que no llevaban a ninguna parte, vueltas y sinuosidades que una vez que alguien
entraba se hacía imposible encontrar la salida.
El Minotauro quedó encerrado en el centro del laberinto, de esa manera volvió la tranquilidad a
Creta.
El rey Minos le encomendaba cada día más trabajo y Dédalo estaba cansado y quería irse de
Creta pero el rey Minos no se lo permitía.
Icaro y Dédalo
Ante la negativa del rey Minos para que Dédalo abandonara Creta, Dédalo comenzó a
maquinar la forma de escapar.
Como Creta era una isla era prácticamente imposible escapar por mar. El rey Minos tenía una
flota importante y lo capturaría.
Dédalo había tenido un hijo con una esclava en Creta, su nombre era Icaro. Entonces decidió
que escaparía con su hijo por aire.
Inspirándose en el vuelo de los pájaros, construyó entonces dos pares de alas. Unas para
Icaro y otras para él. Acopió gran cantidad de plumas que fue fijando a la estructura con cera
de abejas y luego las adaptó con un arnés a su espalda y sus brazos.
Cuando ya estaba todo preparado le dijo a su hijo:- Icaro, si quieres huir conmigo de esta isla,
préstame atención y sigue mi consejo. Es necesario que vueles en la mitad de la atmósfera. Si
vuelas muy bajo la humedad y el vapor del agua empaparán las plumas, éstas serán muy
pesadas y caerás al mar. Y si vuelas muy alto, el calor del sol derretirá la cera, se
desprenderán las plumas y también caerás al mar.
Una vez que terminó de dar todas las explicaciones, Dédalo se lanzó al espacio. Icaro lo siguió
como un pichón que sale por primera vez del nido. Pero Icaro pronto se entregó al placer del
vuelo con entusiasmo. La vista era maravillosa y comenzó a volar más y más alto acercándose
peligrosamente al sol. Es así que las plumas comenzaron a desprenderse de la estructura
hasta que Icaro cayó fatalmente, ahogándose en el mar.
Teseo y el Minotauro
A su vez, Minos había impuesto un terrible tributo sobre la ciudad de Atenas: Cada nueve
años debían enviar siete muchachos y siete muchachas para ser alimento del terrible
monstruo.
Atenas ya había enviado dos grupos de jóvenes para alimentarlo. Esta sería la tercera remesa
de jóvenes enviados. Uno de los siete jóvenes se llamaba Teseo.
Antes de entrar al laberinto conoció a Ariadna, una hija de Minos que se enamoró de él y
decidió ayudarle.
El problema no era solo matar al Minotauro sin armas, ya que no se les permitía entrar
armados al laberinto, sino poder encontrar la salida en tan intrincados pasillos.
Ariadna, entonces, sin que nadie lo advirtiera, le entregó a Teseo un carretel de hilo. Gracias a
esto, Teseo pudo encontrar la salida del laberinto después de matar a puñetazos al Minotauro.
Teseo salvó de este modo a todo el grupo y se escapo llevando a Ariadna consigo.
Un día vio que un águila se había posado en la vara de su carro de bueyes. Como el águila
seguía instalada en la vara, sin inmutarse, entonces Gordio decidió dirigirse a Telmiso en
Frigia , porque allí había un oráculo confiable para preguntarle qué podía significar esto.
Antes de atravesar la puerta de entrada a la ciudad, encontró a una bella joven que poseía el
don de la profesia. No bien vio el carro con el águila, le dijo a Gordio que debería ir
directamente a ofrecerle sacrificios a Zeus y le pidió que la dejara acompañarlo.
-Por supuesto. Respondió Gordio. Y agregó –Eres una joven muy inteligente, ¿Quieres
casarte conmigo?
Ellos no sabían que el rey de Frigia había muerto subitamente y como no tenía hijos no se
conocía al sucesor.
Pero un oráculo vaticinó:-!Su nuevo rey se acerca con su futura esposa en un carro tirado por
bueyes! . Ellos entraron con la carreta en la plaza e inmediatamente todas las miradas se
posaron en ellos y en el águila que todavía seguía parada sobre la vara de la carreta.
Un oráculo vaticinó:-El hombre que pueda desatar el nudo se convertiría en el dueño y señor
de Asia. La carreta quedó entonces en la Acrópolis, durante siglos, bajo la atenta vigilancia de
los sacerdotes de Zeus.
En el año 333 antes de Cristo, Alejandro de Macedonia, También conocido como Alejandro
Magno, pasó por la ciudad y cortó el nudo con su espada en un acto de soberbia.
Midas era el rey de Macedonia. Fue el primer hombre en plantar un jardín de rosas.
Le gustaba disfrutar de la buena vida, las fiestas, escuchar música y pasarla bien.
Una mañana un jardinero le dijo: -Hay un Sátiro completamente borracho tirado en tu rosedal.
Silenio había viajado con Dionisio a la India y tenía muchas e interesantes anécdotas para
relatar. Midas se entretuvo cinco días escuchando atentamente las historias de ese continente
lejano, sus ciudades, sus barcos y sus gentes.
Al terminar, sin mediar ningún castigo por aplastar sus rosas, lo envió sano y salvo con
Dionisio.
Dionisio, agradecido le dijo a Midas: -¡Pídeme lo que quieras y te lo concederé! Midas, eligió
tener el poder de convertir en oro todo lo que tocase. Y así le fue concedido.
Al principio resultaba muy divertido hacer rosas o pájaros de oro. Pero por error convirtió a su
propia hija en estatua de oro.
Llorando le pidió ayuda a Dionisio: -¡Por favor, Dionisio, libérame de este castigo. Mi propia
hija es una estatua de oro y no puedo ni beber ni comer. Estoy muriendo de hambre y de sed.
Ayúdame!
Dionisio se rió a carcajadas y lo mandó a lavarse las manos para quitarse el toque mágico a
un río de Frigia llamado Pactolus, cuyas arenas son todavía doradas. Y le devolvió la vida a su
hija.
La diosa Atenea había inventado la flauta doble. Cuando la soplaba conseguía arrancarle
hermosas melodías.
Una noche, en que Atenea estaba tocando la flauta en un banquete, Hera y Afrodita
comenzaron a reírse en secreto.
Atenea se preguntaba porqué. Entonces se sentó ala orilla de un arroyo a tocar y cuando vio
su aspecto ridículo, con las mejillas hinchadas mientras soplaba la flauta, la arrojó al arroyo
con una maldición para el que la encontrara.
Apolo llamo a las musas y al rey Midas que tanto apreciaban la música para que actuaran
como jurado. Marsias tocaría la flauta y Apolo la lira.
Los dos tocaron sus instrumentos pero el jurado no pudo ponerse de acuerdo porque ambos
dieron un espléndido concierto.
Entonces Apolo dijo: Te reto a que toques tu instrumento al revés como lo hago yo. Apolo dio
vuelta la lira y siguió tocando.
Como las musas eran nueve, Y Midas solo uno, ganaron ellas.
Apolo dijo entonces a Marsias:-¡Tu debes morir, por retar a al mismo dios de la música a una
competencia! Y diciendo esto lo mató.
Después a Midas lo llamó burro y le tocó las orejas que comenzaron a crecer al instante,
convirtiéndose en orejas de burro.
El Rey Midas avergonzado, corrió a cubrirse las orejas con un gorro frigio. No quería que
nadie se enterase de su desgracia.
Pero su peluquero no tuvo más remedio que enterarse cuando lo fue a visitar para que le
cortase el cabello. Midas lo amenazó de muerte si le contaba a una criatura viviente el secreto
de sus orejas.
Entonces viendo que no había nadie a su alrededor, cavó un hoyo a la vera del río Pactolus,
se agachó y susurró dentro del hoyo: -El Rey Midas tiene orejas de burro.
Tapó el hoyo con arena, asegurándose que su secreto estaba bien enterrado y se fue aliviado.
Pero una caña comenzó a brotar y les susurró a las otras hierbas:
-El rey Midas tiene orejas de burro. Pronto los pájaros escucharon la noticia.
Justamente pasaba por el lugar un hombre llamado Melampo, que comprendía el lenguaje de
los pájaros. Melampo le contó a sus amigos y luego fue delante del rey Midas y le dijo:
El rey Midas, sorprendido, primero le cortó la cabeza al peluquero y más tarde se mató a si
mismo por la vergüenza.
Había una vez una diosa llamada Demeter que tenía una hermosa hija llamada Perséfone. La
joven tenía grandes ojos verdes y una cabellera de bucles dorados. Vivía con su madre en un
departamento del palacio en el monte Olimpo y de vez en cuando bajaba a los prados a
recoger flores en compañía de sus amigas.
Un día, el dios de los muertos, Hades, que vivía en el centro de la tierra, rodeado de tinieblas,
se enamoró profundamente de Perséfone.
Como Hades era muy astuto no se animó a acercarse sin antes pedir permiso a Zeus, el más
importante de todos los dioses del Olimpo. Zeus, no le contestó ni si ni no, pero le guiñó un
ojo. Entonces Hades, trazó un plan para cumplir su deseo.
Un día que Perséfone, estaba recogiendo flores tranquilamente con sus amigas, se alejó
distraída del grupo para recoger un narciso. En ese momento la tierra se abrió y de allí surgió
el dios de los muertos en un carruaje negro. La secuestró y la llevó con él sin dejar ningún
rastro.
The Abduction of Proserpine , Niccolo dell\'Abbate
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Las amigas no habían visto como Perséfone se había esfumado sin dejar rastro alguno. Así
que nada pudieron decirle a Demeter, la madre, que sufrió por la desaparición de su hija.
Demeter, desesperada comenzó a buscarla. Se disfrazó de anciana y comenzó a recorrer toda
Grecia buscando alguna pista sobre su hija. Durante nueve días ni comió ni bebió.
Cuando los reyes de Eleusis la vieron, le ofrecieron quedarse con ellos en el palacio para
cuidar de sus hijos.
-Diosa Demeter, tengo malas noticias. Un pastor me contó que vio un carruaje siniestro,
guiado por un rey calzando una armadura negra, se llevó a una joven que gritaba muerta de
miedo. La tierra se abrió y ambos desaparecieron en sus entrañas. Pienso que podría ser tu
hija Perséfone.
Demeter, reconoció a Hades por la descripción del pastor, pensó que Zeus tenía algo que ver
en este asunto y decidió vengarse.
Como Demeter era la diosa de la agricultura, recorrió Grecia prohibiendo a los árboles dar
fruto, a los pastos crecer y a las semillas germinar. Al poco tiempo el ganado no tenía como
alimentarse y comenzó a morir. Si esto continuaba, los hombres pronto morirían también por
falta de alimento.
Zeus, viendo que era imposible convencer a Demeter, llamó a Hermes y lo envió al Tátaro
para darle un mensaje al dios Hades.
- Por favor, devuelve a Perséfone o todos estaremos perdidos ya que los humanos están en
serio peligro debido a la falta de alimento.
Hades le respondió:
-Solo puedo enviar a Perséfone de vuelta a su casa, mientras no haya probado el alimento de
los muertos.
Perséfone estaba tan triste que se había negado a probar bocado desde el día de su
secuestro.
- Hermosa Perséfone, parece que no eres feliz a mi lado. No has probado bocado desde el día
en que llegaste. Cada día estás más delgada y si sigues así pronto morirás. Mejor que vuelvas
a tu casa.
Hades se sonrió satisfecho. La subió a un carruaje y la llevó junto a su madre, que apenas la
vio se abrazó a ella llorando de felicidad.
-Diosa Demeter, tu hija Perséfone ha comido siete granadas de mi huerto, por lo tanto debe
regresar al Tártaro conmigo.
-Si eso ocurre, jamás levantaré la maldición que pesa sobre la tierra. Todos los hombres y los
animales morirán.
Zeus, espantado por la respuesta de Demeter, envió a su esposa Hera a a negociar con los
dioses.
Finalmente Demeter aceptó que el príncipe de las tinieblas se case con Perséfone. Su hija
debía pasar siete meses al año con Hades, un mes por cada granada que comió y cinco
meses junto a Demeter, su madre.
Por esa razón la tierra florece y fructifica en primavera y verano, cuando Perséfone visita a su
madre y la tierra está triste y seca en otoño e invierno, cuando Perséfone está junto a Hades.
Orféo y Eurídice
Había una vez una Musa llamada Calliope. Ella tenía un hijo llamado Orfeo.
Orfeo, además de ser un gran poeta, tocaba muy bien la lira, deleitando a todos los que lo
escuchaban. Tanto hombres como animales quedaban extasiados con su música. Hasta los
árboles y las rocas se movían y cambiaban de lugar solo para escuchar sus dulces melodías.
Orfeo estaba casado con Eurídice, su bella esposa, de la cual estaba sumamente enamorado.
Un día mientras recorrían el bosque tomados de la mano, Eurídice, sin querer, pisó una
serpiente venenosa que estaba dormida. La serpiente, furiosa por haber sido despertada tan
abruptamente, le mordió el tobillo y Eurídice murió envenenada a los pocos minutos.
Orfeo, desesperado por recuperar a su esposa, decidió descender al Tártaro para buscarla y
traerla de vuelta a la vida.
Orfeo tomó la lira, y mientras tocaba, encantaba a todos los que se cruzaban en su camino.
Hasta el can Cerbero, el perro de tres cabezas custodio del Tártaro, lo seguía como un
cachorrito manso.
Orfeo continuó su largo recorrido encantando con su melodía a uno tras otro hasta llegar hasta
el mismo trono de Hades, el rey de los muertos, que fascinado por los suaves acordes de la
lira, le preguntó:-¿Qué vienes a buscar aquí, Orfeo?
-¡Ah! Escúchame bien. Dijo Hades-Permitiré que Eurídice regrese contigo con una sola
condición: -Deberás caminar sin mirar atrás hasta que llegues a plena luz del sol. Eurídice te
seguirá mientras tocas la lira y no sufrirás daño alguno.
Orfeo, feliz comenzó a entonar la más dulce de las melodías mientras Eurídice lo seguía a la
distancia. Pero Orfeo estaba tan ansioso por volver a verla, que pronto olvidó la condición
impuesta por Hades y cuando faltaba solo un minuto para salir a la luz, volteó la cabeza para
mirarla y perdió a Eurídice para siempre.
Un día ,el dios supremo del Olimpo, Zeus dijo:-Mi hijo Dionisio, también conocido como Baco,
merece ser nombrado dios por haber inventado el vino. Y lo elevó al rango de dios.
- Dionisio no puede ser dios. Es un mal ejemplo para los mortales ya que está borracho la
mayor parte del día. Me niego a ofrecerle sacrificios a un borracho.
Cuando Dionisio escuchó el comentario se enojó tanto que envió a un grupo de Ménades,
mujeres embriagadas todo el tiempo, a perseguirlo.
Cuando las Ménades lo encontraron, Orfeo estaba placidamente dormido junto a su lira. Si
hubiera estado despierto tocando su lira ellas habrían quedado encantadas por su música.
Entonces, las Ménades, le cortaron la cabeza y la arrojaron a un río cercano. Luego cortaron
el resto del cuerpo en pedacitos.
Las Musas encontraron los trozos de Orfeo y apenadas por la triste desaparición del músico,
los enterraron a los pies del monte Olimpo, donde los ruiseñores entonaron de allí en más
dulcísimos cantos.
La cabeza de Orfeo floto río abajo hasta llegar al mar, donde un barco de pescadores la atrapó
en sus redes y le dieron sepultura.
Zeus permitió que se pusiera la lira de Orfeo en el cielo, formando la constelación llamada ¨ La
Lira¨
Atenea y Aracne
Cuenta la leyenda que había una hermosa joven llamada Aracne. Era muy habilidosa en el
arte de entretejer la lana, y por ese talento era reconocida.
Las Ninfas bajaban muchas veces hacia su morada para admirar sus trabajos y quedaban
embelezadas por sus magníficos bordados.
En una ocasión le preguntaron si la diosa Atenea le había enseñado a trabajar la lana, pero
Aracne se defendió como si la hubieran insultado:-¡Nadie me ha enseñado el oficio! Si Atenea
quiere venir a competir conmigo, que venga!
Atenea la escuchó. Entonces se disfrazó de anciana para acercarse sin despertar sospechas y
le dijo suavemente: -Acepta los consejos de esta anciana. Tú puedes alcanzar la gloria con tu
oficio pero jamás podrás eclipsar a una diosa inmortal, como Atenea.
Aracne se ofuscó aún más:- ¡Que venga y teja! ¡Ya veremos quién gana!
Entonces, Atenea se quitó el disfraz de anciana, se sentó a su lado y comenzó a tejer. Durante
horas y sin descanso se dedicaron a trazar intrincados y hermosos bordados.
Atenea hizo un magnífico trabajo, pero nada pudo decir del bordado maravilloso de Aracne.
Atenea se compadeció de la joven y la salvó de la muerte pero luego le dijo: -¡Eres una
desgraciada! ¡No vas a morir, pero a partir de ahora, tu vida penderá siempre de un hilo!
Aracne, fue convertida en araña y desde entonces no cesa de tejer colgada de un hilo.
La Manzana de la Discordia
Cuenta la leyenda, que cuando Peleo y Tetis se casaron. enviaron invitaciones a la fiesta para
todos los dioses . como no querían tener problemas en un día tan especial, decidieron que lo
mejor sería no invitar a Eris, conocida como La Discordia.
Eris se enojó tanto que se apareció en el banquete de bodas de todos modos. Furiosa se
dirigió a la mesa donde se encontraban las diosas más hermosas: Hera, Atenea y Afrodita y
arrojó ua enorme manzana con una inscripción tallada que decía: "Para la más Hermosa".
Hera dijo: Debe ser para mí. Pero al instante, Atenea y Afrodita también reclamaron la
manzana y pusieron a Zeus como árbitro.
Zeus, no quería tomar parte por ninguna de las diosas ya que sabía que por lo menos dos de
ellas terminarían haciendo reclamos por su intervención o lo que es peor, enemistadas con él
y decidió sacarse el problema de encima.
No se le ocurrió nada mejor que enviar a las tres diosas ante el joven y hermoso Paris para
que decidiera él.
Atenea le prometió: -Si dices que yo soy la más bella, te otorgaré gloria en las guerras y fama
por doquier-.
Pero , la sensual Afrodita, que era muy astuta, le ofreció la mujer más hermosa por esposa y
esto lo convenció definitivamente.
Afrodita obtuvo la manzana de oro y de allí en más Hera y Atenea se convirtieron en sus
peores enemigas.
Afrodita , fiel a su promesa le ayudó a Paris a conseguir el amor de Helena, que se convertiría
en el motivo de la famosa guerra de Troya.
Eco y Narciso
Eco era una ninfa que habitaba en el bosque junto a otras ninfas amigas y le gustaba cazar
por lo cual, era una de las favoritas de la diosa Artemisa.
Pero Eco tenía un grave defecto: Era muy conversadora. Y además en cualquier conversación
o discusión, siempre quería tener la última palabra.
Cierto día, la diosa Hera salió en busca de su marido Zeus, al cual le gustaba divertirse entre
las ninfas. Cuando Hera llegó al bosque de las ninfas, Eco la entretuvo con su conversación
mientras las ninfas huían del lugar.
Cuando Hera descubrió su trampa la condenó diciendo:- Por haberme engañado, a partir de
este momento pederás el uso de la lengua. Y ya que te gusta tanto tener la última palabra solo
podrás responder con la última palabra que escuches. Jamás podrás volver a hablar en primer
lugar.
Eco, con su maldición a cuestas se dedicó a la cacería recorriendo montes y bosques. Un día
vio a un hermoso joven llamado Narciso y se enamoró perdidamente de él. Deseó
fervientemente poder conversar con él, pero tenía la palabra vedada. Entonces comenzó a
perseguirlo esperando que Narciso le hablara en algún momento.
En cierto momento, en que Narciso estaba solo en el bosque y escuchó un crujir de ramas a
sus espaldas y gritó:- ¿Hay alguien aquí?
Como nadie se acercaba, Narciso dijo:- ¿Por qué huyes de mí? Unámonos
Narciso dio un salto hacia atrás diciendo:- Aléjate de mi! Prefiero morirme a pertenecerte!
Eco respondió: -Pertenecerte.
Ante el fuerte rechazo de Narciso, Eco sintió una vergüenza tan grande que llorando se
recluyó en las cavernas y en los picos de las montañas. La tristeza consumió su cuerpo hasta
pulverizarlo. Solo quedó su voz para responder con la última palabra a cualquiera que le
habla.
Narciso no solo rechazó a Eco, sino que su crueldad se manifestó también entre otras ninfas
que se enamoraron de él. Una de esas ninfas, que había intentado ganar su amor sin lograrlo
le suplicó a la diosa Hera que Narciso sintiera algún día lo que era amar sin ser correspondido
y la diosa respondió favorablemente a su súplica.
Escondida en el bosque, había una fuente de agua cristalina. Tan clara y mansa era la fuente
que parecía un espejo. Un día Narciso se acercó a beber y al ver su propia imagen reflejada
pensó que era un espíritu del agua que habitaba en ese lugar. Quedó extasiado al ver ese
rostro perfecto. Los rubios cabellos ondulados, el azul profundo de sus ojos y se enamoró
perdidamente de esa imagen.
Deseó alejarse, pero la atracción que ejercía sobre él era tan fuerte que no lograba
separase .Muy por el contrario deseó besarlo y abrazarlo con todas sus fuerzas. Se había
enamorado de si mismo.
Desesperado, Narciso comenzó a hablarle:- ¿Por qué huyes de mí, hermoso espíritu de las
aguas? Si sonrío, sonríes. Si estiro mis brazos hacia ti, tú también los estiras. No comprendo.
Todas las ninfas me aman, pero no quieres acercarte.- Mientras hablaba una lágrima cayó de
sus ojos. La imagen reflejada se nubló y Narciso suplicó: -Te ruego que te quedes junto a mí.
Ya que me resulta imposible tocarte, deja que te contemple.
Narciso continuó prendado de si mismo . Ni comía, ni bebía por no apartarse de la imagen que
lo enamoraba hasta que terminó consumiéndose y murió.
Las ninfas quisieron darle sepultura, pero no encontraron el cuerpo en ninguna parte. En su
lugar apareció una flor hermosa de hojas blancas que para conservar su recuerdo lleva el
nombre de Narciso.
HERACLES (HÉRCULES)
Heracles
Heracles
Heracles, también conocido en Roma como Hércules, era hijo de Zeus y Almecna, una
princesa de Tebas.
Hera, la esposa de Zeus, enojada por la infidelidad envió a dos serpientes para matarlo
cuando todavía era un bebé. Pero Heracles, que era muy fuerte, tomó a las serpientes entre
sus dedos fuertes como tenazas y las estranguló.
Años más tarde, Supo que el rey de Grecia, Euristeo, quería destronar al rey de Tebas,
Anfitrión, que era su padrastro.
Heracles le ofreció a Euristeo ser su esclavo durante doce años, si permitía que su padrastro,
Anfitrión, permaneciera en el trono durante ese tiempo.
Euristeo, al verlo tan fuerte, temió que lo destronara y consultó al oráculo de Apolo y este le
dijo:-Accede al pedido, pero durante ese tiempo envíalo a hacer los trabajos más difíciles y
peligrosos que puedas imaginar.
El primer trabajo que Euristeo le encomendó fue que trajera la piel del León de Nemea.
Cuando encontró al León, le disparó todas sus flechas, pero la piel era tan gruesa que no logró
atravesarlo.
Entonces recurrió a su enorme maza y le pegó con ella en la cabeza mientras profería toda
clase de gritos.
El León, confundido, se metió en su cueva. Esta cueva, cavada en la montaña tenía dos
entradas. Heracles, juntó muchas rocas y las amontonó sobre una de las entradas hasta
taparla totalmente y luego entró a la cueva armado de una flecha de acero afilada y su potente
maza.
Cuando el león lo vio, abrió su enorme boca, mostrando sus afilados dientes, con las crines de
su espalda de punta.
Hercules Fighting with the Nemean Lion , Francisco de Zurbarán
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Heracles, entonces, se abalanzó descargando la maza sobre la cabeza del león dejándolo mal herido
pero todavía vivo. Luego se trenzó en una lucha cuerpo a cuerpo. Con sus potentes brazos, lo apretó
hasta asfixiarlo por completo. Una vez muerto el león, le arrancó la piel y se la colocó sobre sus
hombros como si fuera una coraza y volvió ante la presencia de Euristeo.
Para lograr esta difícil tarea, Heracles le pidió ayuda a su fiel compañero Yolao.
Cuando llegaron a la laguna de Lerna, Heracles disparo sus flechas para obligarla a salir del
agua.
Cuando la temible Hidra finalmente apareció, Herácles le aplastó la cabeza con su maza. Pero
de cada gota caída de la sangre de la hidra, renacían dos nuevas cabezas de pequeñas hidras
que crecían a gran velocidad. Como la lucha era feroz y se volvía interminable por la rápida
reproducción de las hidras, le pidió a Yolao:-¡Pronto, Ayúdame! Arma una Tea con la rama de
un árbol de ese bosque y quema las cabezas de hidra apenas nacen.
Yolao, hizo lo que Heracles le dijo y así fue quemando las cabezas una por una, impidiendo
que se desarrollaran.
Cuando a la hidra le quedó solo una cabeza, Heracles la cercenó y luego la cortó en muchos
pedazos que luego enterró.
Heracles, antes de retirarse, sumergió sus flechas en la sangre ponzoñosa de la hidra. Ahora
contaba con flechas envenenadas.
Apenas terminó con la hidra, el rey Euristeo lo mandó a traer viva a la cierva del monte
Cerineo, que estaba consagrada a la diosa Artemisa.
Esta cierva, tenía cuernos de oro y patas de bronce. Nadie logró alcanzarla ya que nunca se
cansaba de correr.
Heracles estuvo todo un año persiguiéndola, hasta que un día la siguió hasta un río. Como
estaba muy crecido, la cierva no se animó a cruzarlo. Entonces, Heracles la tomó por
sorpresa, la agarró por los cuernos, le ató las patas, la cargó sobre sus hombros y la llevó
sana y salva ante Euristeo.
Euristeo le ordenó que fuera en busca del jabalí de Erimanto y lo trajera vivo.
Lo más difícil era encontrarlo, ya que la temible bestia se escondía muy bien, y solo salía de
su escondite para sembrar el pánico entre los habitantes de Arcadia.
Heracles revisó uno por uno cada arbusto y revolvió las malezas hasta que lo encontró. El
jabalí huyó y Heracles fue tras él atravesando valles y montañas sin descansar.
Heracles vió un desfiladero sin salida y logró que el jabalí, ya agotado se internase para
reposar . Heracles aprovechó ese momento para capturarlo, le sujetó las fauces de afilados
colmillos, le ató las patas y lo cargó sobre su ancha espalda para depositarlo a los pies de
Euristeo.
Euristeo le ordeno luego a Heracles que exterminara los pájaros del pantano de Estinfalo.
Estos Pájaros tenían el pico y las patas de bronces y sus plumas exteriores eran como dardos
de acero. Destrozaban todas las cosechas y comían carne de humanos y rebaños. Eran el
terror de la región.
Cuando Heracles intentó cazarlos lanzando sus afiladas flechas, estas rebotaban en las
plumas de acero exteriores que hacían las veces de una armadura. Solo eran vulnerables en
su parte interna, o sea en su pecho.
Heracles no podía atravesar el pantano nadando porque estaba lleno de barro y tampoco
podía caminar sobre él porque se hundía en el barro por su propio peso.
Heracles entonces, sacudió el címbalo y los pájaros se echaron a volar, descubriendo el pecho
vulnerable.
Allí Heracles que era un magnífico arquero, disparo sus flechas y los exterminó a todos.
6-Heracles y el Toro de Creta
Esta vez le pidió que acorralara, capturara y trajera a Mecenas al temible Toro de Creta. Una
empresa nada fácil.
Una vez allí, buscó al toro hasta encontrarlo. Luego lo persiguió hasta introducirlo en un
bosque.
Heracles trepó a un árbol y espero que el toro pasara y se arrojó sobre el lomo del animal.
Después de una fuerte lucha cuerpo a cuerpo, logró colocarle un anillo en la nariz y arrastralo
a traves del agua hasta depositarlo frente a Euristeo.
Tenía muchísimos rebaños de bueyes y nadie los había limpiado en treinta años. El estiércol
se había acumulado y despedía un olor nauseabundo que se propagaba a toda la región.
Hercles vió que la tarea era muy difícil de cumplir porque los establos eran enormes ya que
había más de treinta mil animales.
Abrió un boquete en uno de los muros laterales del enorme establo, luego fue hasta un río
cercano, el río Alfio y con la ayuda de una pala y su fuerza, desvió el curso del río para hacer
pasar el torrente por dentro del establo.
Las aguas del río atravesaron el establo, barriendo el estiércol acumulado, quedando
impecable.
Euristeo, le encargó otra difícil tarea a Heracles. Esta vez debía traerle los caballos de
Diomedes.
Diomedes, era hijo de Ares, era muy sanguinario. El tenía un establo con una manda de
caballos que escupían fuego por la boca. Diomedes, los alimentaba con los extranjeros
náufragos que llegaban a las playas de la isla.
Mas tarde, los condujo con la ayuda de sus amigos hasta el palacio de Euristeo.
Al llegar, Heracles pudo comprobar que las amazonas conformaban un pueblo de guerreras.
Todas ellas sabían combatir a caballo y eran diestras en el uso de las armas. Hipólita lo recibió
muy bien y cuando le preguntó cual era el motivo de su visita, Heracles le comentó –El rey
Euristeo me encargó que le lleve tu cinturón, ya que su hija Admeta, desea tenerlo.
Rea, la esposa de Zeus, que siempre estaba atenta tratando de perjudicar a Heracles por ser
hijo ilegítimo de su marido, se disfrazó de amazona y comenzó a sembrar sospechas entre las
amazonas. Les dijo: -No confíen en Heracles, es muy traicionero. Lo único que desea es
capturar a Hipólita.
Las amazonas comenzaron a sospechar y luego se alzaron en terrible lucha, muriendo hasta
la misma Hipólita en la sangrienta batalla.
Heracles le quitó el cinturón y pudo volver ante Euristeo con el encargo cumplido.
Euristeo decidió esta vez, enviar a Heracles a buscar los Toros Rojos de Gerión.
Gerión era un terrible gigante con tres cuerpos. Vivía en una isla lejana de occidente, cruzando
el océano y tenía un rebaño de hermosos toros rojos, custodiados por un boyero y un temible
perro con tres cabezas.
Para llegar a tan remoto lugar, Heracles tuvo que recorrer la costa de Africa. Al llegar al
estrecho que separa Europa de Africa, levantó dos columnas, una en cada continente para
conmemorar su paso por ese territorio.
En ese lugar, el sol brillaba con tanta fuerza, y la temperatura era tan agobiante, que Heracles,
enfurecido, le arrojó dos flechas al sol.
El sol sorprendido por esa actitud tan audaz, con el deseo de apaciguarlo le dio una copa de
oro que al descender del cielo podía transportarlo a través del cielo, cruzando el océano hasta
la costa del horizonte lejano donde el sol sale para iluminar al mundo.
Cuando llegó a su destino lo esperaban el terrible perro de tres cabezas que no bien lo vio
comenzó a ladrarle y a mostrarle sus afilados colmillos. Heracles tomó su maza y le partió las
tres cabezas.
Luego, Tomo el rebaño de toros rojos que hizo subir a la copa y volvió a volar en ella haciendo
el recorrido inverso atravesando la noche sobre el océano.
Luego condujo el rebaño de toros a pié. Pero al llegar al Ródano, sus habitantes se
enamoraron de esos hermosos bueyes rojos y le presentaron una feroz batalla. Tan cruel fue
la pelea que Heracles quedó mal herido en la contienda.
Heracles pensó que estaba perdido y pidió ayuda a su padre, Zeus a los gritos-¡Por favor,
Padre Zeus, ayúdame!
Zeus lo escuchó y para ayudarlo envió una gran tormenta de granizo sobre el enemigo.
Las piedras de hielo eran enormes y los enemigos de Heracles huyeron despavoridos.
Luego de atravesar numerosas regiones, y estando ya cerca de su meta, Hera, que siempre
estaba atenta para causarle problemas a Heracles, envió un tábano que volvió loco al rebaño
con sus picaduras.
Heracles perdió mucho tiempo tratando de agrupar nuevamente a los toros, recuperó la mayor
parte y luego se dirigió a Micenas ante Euristeo, que no podía creer que Heracles,
nuevamente, resultara victorioso en tan difícil tarea.
Euristeo, esta vez le encargó a Heracles que le traiga las manzanas de oro, que la diosa Gea
le había regalado a Hera como regalo de casamiento y, que Hera, había plantado en un jardín
lejano de occidente custodiado por las Ninfas de la tarde, conocidas como Hespérides y un
dragón de cien cabezas llamado Ladón.
El recorrido que hizo Heracles para llegar al misterioso jardín es muy complicado ya que nadie
conocía bien su ubicación.
Primero Heracles fue a visitar unas Ninfas para que lo orientaran, pero las Ninfas le dijeron
que tenía que buscar al dios Nereo, ya que era el único que conocía la ubicación precisa.
Heracles buscó a Nereo y lo capturó para obligarlo a revelar el secreto. Nereo no quería decir
ni media palabra. Heracles lo encadenó y Nereo que era un dios, se transformó en león, luego
en serpiente y más tarde en llamas. Pero Heracles se mantuvo firme sin asustarse y Nereo
finalmente confesó el sitio secreto del famoso jardín.
Para llegar, Heracles tuvo que atravesar África. Caminó y caminó hasta llegar al punto más
alejado del mundo occidental y allí vio las puertas del jardín.
También vio a Atlas, un gigante enorme que en su destierro fue obligado a cargar sobre sus
espaldas el peso de la bóveda celeste.
Heracles conocía bien la existencia del temible dragón Ladón. Entonces le propuso al gigante
que si iba en busca de las manzanas de oro, el sostendría el firmamento en su lugar. Atlas
aceptó porque ya estaba cansado de tener tanto peso sobre sus hombros. Entró al jardín y
arrancó los frutos dorados, pero al regresarle dijo a Heracles que quería ir en persona a
entregar el preciado botín a Euristeo.
Heracles tuvo que pensar rápidamente una respuesta.: - Me parece bien. Dijo,- Pero antes,
permíteme buscar algo que sirva de almohadilla y me acomode el cabello para que amortigüe
el peso de tanta carga.- Sostiene unos minutos el cielo hasta que resuelva este problema.
El gigante no se dio cuenta del engaño y cargó nuevamente sobre sus espaldas todo el peso
de la bóveda celeste.
Heracles, tomó las manzanas de oro y salió corriendo hasta llegar ante Euristeo.
Llego hasta el mismo trono de Hades, el dios de las tinieblas y le explicó el motivo de su visita.
Hades le respondió.-Puedes llevarte a Cerbero a plena luz del día. Pero con una sola
condición. No debes usar armas contra él.
Hércules, se cubrió con la piel del león de Nemea que hacía las veces de escudo protector,
luego tomó al can por el cuello de donde confluían las tres cabezas y aunque el perro logró
morderlo con sus afilados colmillos, Hércules lo apretó con tal fuerza que casi lo asfixia.
El animal, sintiendo que estaba dominado se tranquilizó y lo siguió como un manso cachorrito.
Cuando se lo llevó a Euristeo, este se asustó tanto de ver el aspecto horroroso del animal que
le pidió que lo devolviera urgentemente al Tártaro
Ulises
Ulises y Eolo
Escila y Caribdis
Ulises y Calipso
Nausica
Penélope y su tela
Ulises
Ulises, también conocido como Odiseo, era rey de Itaca. Allí vivía junto a su bella esposa
Penélope y a su hijo Telémaco. Ulises, junto a un grupo de aguerridos príncipes griegos,
emprendió un largo viaje para tomar la ciudad de Troya. Esta ciudad rodeada por murallas era
infranqueable.
Ulises que era muy inteligente, después de fracasar en varios intentos, tuvo la gran idea de
construir un caballo de madera gigantesco apoyado sobre una base con ruedas que abandonó
a las puertas de la ciudad de Troya. Los troyanos, deslumbrados por el gigantesco caballo,
abrieron el pesado portón de la ciudad y lo empujaron dentro. Ellos no sabían que el caballo
contenía una sorpresa que los llevaría a su fin. Dentro del caballo estaban escondidos
numerosos soldados. Cuando llegó la noche y los troyanos estaban descansando, los
soldados abrieron una puerta secreta y se escabulleron dentro de la ciudad. Luego abrieron el
pesado portón que franqueaba la entrada para permitir la entrada del resto de las tropas
griegas, que aguardaban escondidas en un bosque cercano.
Una vez cumplido su objetivo, Ulises volvió a Itaca junto a sus guerreros, pero debido a los
distintos tropiezos sufridos durante la travesía, el viaje que debía demorar unas pocas
semanas se convirtió en una odisea que duró diez largos años.
Aquí vamos a conocer los tropiezos y desventuras que atravesó Ulises hasta que logró llegar a
su reino.
Las naves de Ulises, como todas las de la época, eran pequeñas. No tenían más que una vela
y un puñado de remeros para impulsarlas. Trataban en lo posible, de no perder de vista la
costa, para poder buscar refugio en caso de tormenta.
Muchas veces el clima les jugaba una mala pasada. En este caso, al tiempo de partir, un
fuerte viento empujó las naves hacia una isla ocupada por los Cicones.
Ulises, encontró que en esa isla había un gran tesoro y envió a sus hombres a recoger el
botín. Los Cicones, rápidamente se armaron para defender sus posesiones emprendiendo una
feroz lucha cuerpo a cuerpo contra los navegantes.
Como los Cicones eran muy numerosos ganaron la batalla. Ulises perdió el botín y muchos
hombres en la lucha. Pero con los que habían logrado salvarse, logró huir velozmente aunque
con mucha tristeza por el resultado adverso de la expedición.
Como si el cielo quisiera castigarlos por su atrevimiento, se desató una fuerte tempestad El
agua entraba a raudales y las velas se hincharon por el viento hasta reventar. Varios días
lucharon contra las adversidades del tiempo sin descansar.
Cuando por fin, volvió la calma al mar, aprovecharon para reparar las naves y reemplazar las
velas destrozadas. Pero nuevamente comenzó a soplar el viento norte alejándolos de su ruta,
mar adentro y empujándolos luego hacia otra isla extraña.
Los lotófagos, se llamaban así porque solamente se alimentaban con la flor del loto. Esta flor
tenía raras propiedades. Por un lado era deliciosa como la miel, pero por otro lado producía
efectos secundarios a los consumidores.
Los que prueban la flor del loto, inmediatamente olvidan el pasado cercano y el remoto.
Tampoco recuerdan los proyectos para el futuro. Sus días transcurren sin angustias ni
sufrimientos, ya que no recuerdan nada, y tampoco cumplen con sus deberes y obligaciones
porque han olvidado todos los proyectos. Solo pasan el tiempo, tirados sobre la playa,
gozando de sus sueños dichosos mientras consumen la flor del loto.
Ni bien llegaron a la isla, Ulises envió a un grupo de hombres a investigar ya que necesitaban
aprovisionarse de agua dulce y otros víveres.
Los lotófagos eran muy amigables. No solo los recibieron con los brazos abiertos, sino que
también les dieron a probar su alimento favorito: la flor del loto.
¿Qué sucedió? Los navegantes, apenas probaron el fruto delicioso, olvidaron a Ulises, a Itaca,
la tarea encomendada, las penas y sufrimientos que habían soportado y se tendieron sobre la
playa olvidando sus obligaciones como el resto de los lotófagos, fantaseando sueños de
felicidad.
Ulises, que se había quedado en la nave, comenzó a preocuparse temiendo que los nativos de
la isla podrían haberlos aniquilado y bajó a buscarlos.
Al ver lo que ocurría, ya que ninguno quería volver a la nave y solo deseban permanecer allí
tirados consumiendo la dulce flor, hizo bajar a los remeros para que lo ayudaran a arrastrarlos
nuevamente a las naves, advirtiéndoles que no debían por nada del mundo probar ese
alimento.
Los hombres lloraron y patalearon, ellos no deseaban volver a sufrir pena alguna, pero Ulises
los ató fuertemente hasta que se les pasó el efecto del fatal alimento.
Las naves de Ulises siguieron nuevamente su derrotero y luego de navegar varios días, vieron
una hermosa isla que se recortaba sobre el horizonte, donde se detuvieron.
Al acercarse con las naves a la isla, pudieron divisar campos fértiles, bosques espesos y hasta
un manantial de agua dulce que fluía entre rocas, rodeado de una arboleda que proporcionaba
una sombra apacible.
Al rodearla, vio Ulises, que la isla poseía un puerto natural, ideal para fondear las naves y
explorar ese territorio.
Al día siguiente, Ulises y un grupo de doce valientes hombres, se internaron en el bosque
cargados con vino, miel y otras provisiones con la esperanza de conocer a sus afortunados
habitantes.
Ulises desconocía que esa isla estaba habitada por los Cíclopes, un pueblo salvaje que
desconocía a cualquier autoridad y tampoco creía en los dioses.
Avanzando en su expedición, muy pronto encontraron una gruta oculta entre ramas de laurel.
A su alrededor se extendía un muro de troncos y piedras de enorme tamaño. La cueva era la
morada de un gigante, pero no estaba allí, pues había salido a apacentar su rebaño de ovejas.
El refugio del gigante estaba repleto de quesos, acomodados prolijamente. Tarros y ollas para
la leche y un grupo de pequeños cabritos.
Cuando los hombres vieron todas esas provisiones se dejaron llevar por la tentación y dijeron:-
Tomemos estos quesos, carguemos los cabritos y volvamos a las naves.
-¿Comportarnos como ladrones? ¡Jamás! Si alguna vez conseguí un botín, fue luchando, no
robando. Les replicó con firmeza.-Mejor esperemos a que el gigante regrese y le ofrecemos a
cambio de sus quesos, nuestro vino y la miel.
Al caer la tarde, el gigante volvió a su refugio. Era un Cíclope gigante llamado Polifemo, hijo de
Poseidón.
Al ver acercarse al monstruo, Ulises y sus hombres corrieron a esconderse en los rincones
más oscuros de la cueva.
Polifemo penetró en la cueva seguido por su rebaño con paso tambaleante, cargando un
enorme fardo de leña, que al arrojarlo hizo retumbar cada rincón de la caverna.
Luego se dirigió hacia el único acceso de la cueva y sin el menor esfuerzo, tomó una roca
inmensa y con ella cerró la entrada por completo.
Polifemo, sin advertir la presencia de los intrusos, comenzó a ordeñar su rebaño, luego
prendió una hoguera, que iluminó cada rincón de su morada. En ese momento, Polifemo
advirtiendo la presencia de Ulises y sus hombres lanzó un grito estrepitoso que por poco los
deja sordos.
-¿Quiénes son ustedes? -¿De dónde salieron? -¿Quién les dio permiso para entrar en mi
casa? Preguntó enojado, el gigante.
Los hombres quedaron petrificados del susto, pero el valiente Ulises, se adelantó diciendo: -
Somos guerreros del rey Agamenón de Grecia. Hemos luchado por nuestro rey en Troya y
ahora volvemos a nuestra patria, pero un fuerte viento nos desvió hacia esta isla. Te pedimos
que nos concedas la hospitalidad que nuestro dios, Zeus, ordena que se le otorgue a los
extranjeros.
-Nuestras naves se hundieron luego de una terrible tempestad. Somos los únicos
sobrevivientes del naufragio. Respondió Ulises con astucia.
Polifemo se sonrió con picardía. Luego avanzó hacia los hombres y tomando a dos de ellos
entre sus manos, les golpeó la cabeza hasta quebrarla, luego los abrió por la mitad ayudado
por un cuchillo y los asó al fuego.
Cuando estuvieron a punto, los devoró lentamente mientras sorbía un enorme vaso de leche.
Ulises y los diez acompañantes que quedaban no podían creer lo que habían presenciado ya
que la ferocidad del gigante no conocía límites.
Apenas el gigante cayó rendido por el sueño, Ulises se reunió con sus hombres para urdir un
plan que les permitiera escapar de ese monstruo. Sabían que la solución no era matarlo, pues
quedarían atrapados para siempre, imposibilitados de mover la inmensa roca que cubría la
entrada. Por otro lado, también sabían que si no lograban hacer algo pronto sus días estaban
contados.
Por la mañana, Polifemo ordeño a sus ovejas y luego volvió a matar a otros dos hombres que
asó y engulló rápidamente. Mas tarde hizo salir al rebaño, y una vez afuera, volvió a cubrir la
entrada con la piedra.
Ulises y sus hombres, desesperados, lamentaban su mala suerte. De pronto, Ulises vio un
tronco enorme y ordenó a sus hombres afilar la punta y la endureció al fuego de la hoguera
con la finalidad de hundirlo en el ojo del cruel Cíclope.
Entonces, Ulises, se adelantó para ofrecerle su vino. -Polifemo, para que tu festín sea perfecto
debes acompañarlo de este delicioso vino. Polifemo, lo probó y vio que era delicioso.
-Nunca he probado un licor tan delicioso como este. Dijo el gigante, mientras paladeaba el rico
licor.-Quiero recompensarte por tu generosidad.
Polifemo lanzó una carcajada. -!Claro que te recompensaré! . Me comeré a tus hombres y te
dejaré para el final. Y siguió riendo a carcajadas.
Muy pronto, el gigante cayó rendido ante el efecto del vino en un sueño profundo. Entonces,
Ulises, con la ayuda de sus hombres, tomó el tronco afilado y luego de colocar su punta al
fuego hasta que se puso de color rojo incandescente, lo alzaron entre todos y lo hundieron en
el único ojo del gigante.
Al oír sus gritos, los otros cíclopes se acercaron a la puerta de su cueva para preguntarle:
¿Qué ocurre Polifemo? ¿Alguien te ha herido?
-¡Pues si nadie te ha herido, para que gritas tanto! Replicaron sus hermanos, los cíclopes,
mientras se marcharon pensando que se había vuelto loco.
En vano trató el gigante ciego de encontrar a Ulises y a sus hombres, ya que estos podían
fácilmente escurrirse cuando el gigante se acercaba a tientas.
Pero el ingenioso Ulises, urdió un nuevo plan. Entre el rebaño de Polifemo, había varios
carneros de gran tamaño. Los sujetó con tientos de a tres y debajo del vientre de los mismos
sujetó a sus hombres y luego se ató a si mismo bajo el vientre de otros tres carneros.
Cuando Polifemo dejó salir a su rebaño, les acariciaba los lomos, Sin percatarse que al salir
los carneros, también escapaban los hombres.
Así escaparon, Ulises y sus hombres de su prisión. Cuando estuvieron en un lugar seguro,
cortaron las ataduras con un cuchillo y se dirigieron rápidamente a las naves, donde la
tripulación preocupada los esperaba angustiada.
Después de cargar el rebaño en las naves y cuando ya se alejaban de la costa, Ulises gritó:-
¡Polifemo, cuando alguien te pregunte que le pasó a tu ojo, dile que Ulises, el rey de Itaca te lo
vació!
Polifemo lanzó un aullido: -Un oráculo me predijo que Ulises, rey de Itaca, me dejaría ciego.
Pensé que sería un héroe majestuoso no un enano insignificante que me emborracharía a
traición. Como has sido tan astuto te ruego que vuelvas y te trataré como mereces o mi padre,
Poseidón, me vengará enviándote una maldición. Gritó envenenado de rabia.
-¡Jamás volverás a ver el sol y tu padre jamás te devolverá tu ojo! Respondió Ulises.
-Polifemo lanzó toda clase de gritos, pidiendo a Poseidón que lo vengara de Ulises, mientras
arrojaba enormes piedras contra las naves.
Las piedras no le causaron ningún daño a las naves, sino que las impulsaron mar adentro,
escapando de esa isla y sus crueles habitantes.
Ulises y Eolo
Ulises y sus hombres, después de tan desdichada aventura, continuaron navegando con la
esperanza de regresar a su reino, Itaca.
Después de varios días de navegación, vieron una extraña isla, rodeada de escarpadas rocas
y protegida por una muralla de bronce.
Ulises, curioso, no pudo resistir la tentación de incursionar en lo que parecía ser una fortaleza
impenetrable.
Ulises, ancló las naves, y apenas pisaron tierra firme, fueron recibidos por Eolo, El rey de los
vientos, que gobernaba la isla.
Eolo, sabía muy bien quien era Ulises y le otorgó el rango de huésped. Lo agasajó con toda
clase de banquetes y ceremonias en su honor.
Ulises estaba encantado, pero lo que realmente deseaba era regresar a su ansiada patria,
donde lo esperaba Penélope, su esposa y su hijo Telémaco.
Eolo comprendió el deseo de Ulises y quiso hacerle un gran regalo. Entonces, encerró a todos
los vientos, menos al viento del oeste, en un gran cuero de buey. Luego cerró fuertemente la
boca del cuero, atándola con hilos de plata y se lo entregó a Ulises que lo depositó en el
puente de la nave.
Eolo, colocó al viento del oeste detrás de las naves y luego le ordenó que soplara suavemente
acompañando a las naves hasta el deseado puerto de Itaca.
Durante nueve días, navegaron acompañados por una suave brisa, sobre un mar calmo, hasta
que lograron divisar la deseada isla. Pronto pudieron distinguir los bosques y las colinas. Lo
que los llenó de tranquilidad.
Después de tantos días de navegación sin poder pegar un ojo, y viendo que su objetivo estaba
tan cerca, Ulises se retiró a descansar, y vencido por el cansancio quedó profundamente
dormido.
Los hombres que estaban en el puente, aprovechando la ausencia de su capitán, comenzaron
a intrigar contra Ulises, diciendo: -¡Ulises no es justo con nosotros! Eolo le dio este enorme
cuero de regalo que seguramente esconde un gran tesoro y no ha querido compartirlo con
nosotros.
Y otro replicaba:- ¿Acaso no hemos luchado a la par de el? ¡Corresponde que comparta el
botín!
Y así, movidos por la codicia y aprovechando que Ulises roncaba ruidosamente, decidieron
abrir el cuero del buey cuando faltaba muy poco para arribar a Itaca.
Inmediatamente escaparon los vientos del pellejo provocando un huracán que empujó las
naves hacia el lado contrario, alejándolas de su derrotero hasta convertir a la tan ansiada isla
de Itaca en un punto insignificante sobre el horizonte.
Al ver lo ocurrido, Ulises deseó terminar con su vida arrojándose al mar, pero como era
sumamente sensato, ordenó a sus hombres a dirigirse nuevamente a la isla del rey Eolo. Eolo,
al verlo le preguntó:-¿Porque has vuelto, Ulises? Yo te di todo para que llegaras a salvo a tu
isla.
Pero Eolo, le contestó enfurecido:- ¡Vete de aquí y no vuelvas más! Si los dioses han permitido
que te ocurriera esta calamidad, no debes ser tan bueno.
Ulises, triste y avergonzado, regresó a las naves y ordenó a los hombres navegar mar adentro.
Los vientos arremolinados hacían dificultaban el avance de los remos y apenas podían
dominar las embarcaciones ante la furia del mar encrespado.
Todo parecía estar en su contra. Seis días y seis noches lucharon contra las inclemencias del
tiempo y la violencia del mar.
Después de luchar frenéticamente contra las inclemencias del tiempo durante seis largos días,
los navegantes fueron bendecidos por un sol radiante y un mar en calma. A lo lejos divisaron
tierra y Ulises, ordenó remar con vigor hasta alcanzar la orilla de lo que parecía una hermosa
isla. Había allí un puerto natural, de aguas tranquilas y fondearon las naves, menos la de
Ulises, que como precaución la dejó fuera del puerto, amarrada a una roca.
Ulises, movido por la curiosidad, trepó hasta la roca más alta para tratar de ver que clase de
lugar era ese. Solo divisaron algunas columnas de humo. Entonces decidió enviar a tres
hombres a explorar el lugar.
Siguiendo las huellas de los carros, atravesaron montes hasta toparse con las puertas del
reino. Allí, encontraron a una bella joven que peinaba sus largos cabellos junto a una fuente.
Por sus palabras, reconocieron que se encontraban frente a la hija del rey de la isla. Ella
amablemente, ofreció conducirlos junto a su madre, la reina.
Enorme fue su sorpresa cuando vieron que esa isla estaba habitada por enormes gigantes que
se alimentaban con carne humana. La reina, era una mujer horrible, de mirada siniestra e
imponente tamaño. Al ver a los tres hombres, le brillaron los ojos e inmediatamente llamó a su
esposo, el rey.
El monarca, ni lerdo ni perezoso, se abalanzó sobre los hombres lanzando fuertes gritos y
tomando a uno de ellos por la cintura, le dio un golpe y luego lo engulló de un bocado. Los
otros dos hombres, huyeron espantados corriendo tan rápido como sus pies se lo permitían
para advertir al resto de los navegantes de la situación.
Pero, tras ellos corrieron un grupo de monstruosos caníbales, dispuestos a darse un banquete.
Al llegar al puerto, los gigantes arrojaron rocas contra las naves, hundiéndolas rápidamente y
a los hombres heridos o moribundos, los arrastraron hasta sus casas para darse un festín.
Ulises, presenció la tragedia horrorizado por la mala suerte de sus hombres y viendo que nada
podía hacer contra esos enemigos de fuerza colosal, se dirigió a su nave, la única que se
salvó del desastre, cortó la amarra y dio la orden de remar con fuerza a sus hombres para
alejarse lo más rápido posible de esa isla siniestra
Con solo un navío, abatidos y tristes por la experiencia sufrida, Ulises y sus hombres
navegaron varios días hasta llegar a la isla Eea. Una vez allí, se recostaron en la playa
llorando y lamentándose apesadumbrados por no poder volver a su patria, Itaca.
Ulises trató de darles ánimo pero no lograba reanimarlos. Entonces, se dirigió hasta lo alto una
colina y desde allí pudo divisar a lo lejos una columna de humo que ascendía hasta perderse
en el cielo azul. Era un signo de que alguien habitaba la isla.
Al descender se le cruzó un ciervo que logró matar con su lanza. Lo cargó hasta la playa y se
los entregó a sus compañeros diciendo: -¡Miren lo que he conseguido! Vamos a cocinarlo y
cuando hayan comido, verán el futuro con otros ojos.
Los hombres, que estaban hambrientos, olvidaron por un instante sus penas y luego de comer
y beber abundantemente durmieron placidamente.
Al día siguiente, Ulises insistió en la necesidad de explorar la isla. Los hombres temerosos por
la experiencia vivida, se negaron, pero la insistencia de Ulises terminó por ganar su voluntad.
Decidieron dividirse en dos grupos. Uno a cargo de Ulises y otro grupo a cargo de Euriloco, su
cuñado. Echaron en suerte para decidir qué grupo haría la tarea de exploración y el destino
quiso que el grupo de Euriloco se internara en la isla. Ulises debía aguardar en la playa su
regreso.
Los hombres no sabían que ese era el palacio de Circe, la hechicera y que esos animales
formaban parte de la fauna encantada de la maga.
Al llegar a la puerta del palacio, escucharon a una mujer cantando con una voz tan melodiosa
que los dejó paralizados.
Los hombres golpearon la puerta y la bella maga Circe les abrió, invitándolos a pasar.
Todos quedaron admirados de su hermosura, pero Euriloco, que recordaba lo ocurrido con la
hija del gigante se negó a entrar y decidió esperarlos escondido detrás de unos arbustos.
Circe, condujo a sus invitados a un lujoso salón donde los agasajó con sabrosos manjares a
los que añadió una pócima para hacerlos perder la memoria. Luego los tocó con su varita
mágica convirtiéndolos en cerdos para arrojarlos luego a una sucia y oscura pocilga. Una vez
en la pocilga, Circe les arrojó bellotas y desperdicios como único alimento.
Para mayor desdicha de esos hombres, si bien quedaron convertidos en cerdos físicamente,
su inteligencia continuaba siendo humana duplicando el sufrimiento. Euriloco esperó durante
horas a sus compañeros. Al ver que no regresaban, se angustió y desesperado, regresó
corriendo hacia la nave, para dar aviso de la desaparición de sus hombres.
Ulises al ver la desesperación de su cuñado. Buscó su espada y su arco y le pidió a Euriloco
que le indicara el camino hacia el palacio de Circe, pero este se negó diciendo:- Ulises, no
puedes ir allá. No podemos correr el riesgo de perderte. Mejor huyamos antes que vuelva a
ocurrir otra desgracia.
Pero el héroe, se burló: -Si tú quieres, puedes quedarte aquí, comiendo y bebiendo pero yo
voy a hacer lo que me plazca. Y sin compañía alguna se dirigió hacia el bosque en busca del
palacio de piedra.
Cuando faltaba muy poco para llegar a su destino, le salió al encuentro un joven hermoso
blandiendo una varita dorada. Ulises reconoció al dios Hermes en persona. -¿Dónde vas
Ulises? Tus compañeros están encerrados en una pocilga convertidos en cerdos. Y agregó :
¿ Acaso crees que tú solo podrás salvarlos? Ulises lo miró atónito. Entonces Hermes continuó
diciendo:- Yo te ayudaré. Le entregó una planta de flores blancas y raíces negras. Luego le
dijo:-Esta planta apartará de ti cualquier hechicería. Pero cuando Circe se acerque para
tocarte con su varita mágica, debes sacar tu sable y arrojarte sobre ella como si fueras a
matarla. Ella se asustará y te ofrecerá su hospitalidad. No debes aceptar nada de ella .Primero
debes exigirle que haga el juramento de los dioses de que no intentará hacer nada en tu
contra. Así estarás a salvo.
Ulises aceptó las indicaciones del dios y prometió seguir sus indicaciones.
El héroe de Itaca llegó finalmente al palacio y golpeó la puerta. La bella Circe le abrió y lo
invitó a pasar al salón ofreciéndole toda clase de manjares mezclados con su pócima para
perder la memoria. Pero no lo afectó en lo más mínimo, pues llevaba consigo la planta de
flores blancas.
Cuando Circe se acercó con su varita mágica, Ulises se abalanzó sobre ella con su espada
como si fuera a matarla.
Circe, entonces se arrojó a sus pies diciendo: - Dime quién eres extranjero. Solo hay un
hombre sobre la tierra capaz de resistir mis conjuros, y ese es Ulises, el héroe de Troya.
Y continuó: -Si tu eres Ulises, envaina tu espada y acepta la hospitalidad que te ofrezco.
Pero Ulises, recordando los consejos de Hermes le dijo: -Solo puedo confiar en ti, si juras por
los dioses que no harás nada en mi contra.
Circe realizó el juramento y luego lo agasajó con toda clase de manjares. Pero Ulises se
negaba a comer y a beber, pues estaba muy triste por la suerte corrida por sus compañeros
transformados en cerdos.
-¿Qué sucede Ulises? Hice el juramento que me pediste y no has probado ni un bocado.
¿Todavía no confías en mi?-Preguntó Circe asombrada.
A lo que Ulises respondió:-Solo cuando vuelva a ver a mis hombres libres y con su figura
humana, volveré a creer en tus promesas.
Circe entonces, tratando de ganar la confianza del héroe de Troya, liberó a los hombres y
mientras salían los iba tocando con su varita mágica para que recobraran su figura humana.
Así, entre festines y banquetes pasaron casi un año disfrutando de la hospitalidad de la bella
hechicera. Pero pronto volvieron a recordar a su patria y añoraron regresar junto a sus
familias.
Ulises, al escuchar los ruegos de sus navegantes, melancólicos por volver, se acercó a Circe y
le dijo: -Te doy las gracias por tu generosidad, pero tú sabes bien que deseamos volver a
Itaca. ¡Por favor, ayúdanos!.
Circe le respondió:-¡No los retendré contra su voluntad!- Luego le trazó la ruta que debía
seguir la nave y readvirtió de cada uno de los peligros que iban a correr y lo que debían hacer
en cada caso para sortearlos con éxito.
Antes de despedirlos les advirtió:- Si tú o tus hombres no siguen mis indicaciones al pie de la
letra, o hacen algo contra lo que acabo de prohibirles, la ruina caerá sobre sus cabezas,
perderás a tus hombres y Tú no volverás a Itaca sino después de mucho tiempo y en un
estado miserable.
Uno de los muchos peligros sobre los que la hechicera advirtió a Ulises, era el que correrían al
pasar frente a la isla de las Sirenas.
Esta isla estaba habitada por mujeres muy raras. De la cintura para abajo, tenían la forma y
las escamas de un gran pez y de la cintura para arriba tenían todo el aspecto de una mujer.
Las sirenas eran muy crueles a pesar de tener un aspecto inofensivo. Estaban dotadas de una
voz extraordinaria. Pasaban los días y las noches sentadas sobre el césped, frente al mar,
cantando dulces y atrayentes canciones. Pero esa voz melodiosa y cautivante era una trampa
mortal para los hombres que la escuchaban, ya que no podían resistir la tentación de
acercarse a ellas. Una vez en tierra, las sirenas mataban a los hombres y los descuartizaban.
Luego amontonaban las calaveras como si fueran trofeos.
Circe le advirtió a Ulises:-El hombre que escuche la canción de las sirenas, jamás volverá a
ver a su esposa y a sus hijos.- Luego le aconsejó la manera de evitar el peligro.
La nave se acercaba rápidamente impulsada por una suave brisa, pero un conjuro de las
sirenas detuvo el viento y los hombres tuvieron que avanzar lentamente utilizando los remos.
Como un eco a la distancia, comenzaron a escuchar lo que parecía ser una canción. Ulises
rápidamente taponó los oídos de sus hombres con cera y luego les pidió que lo ataran
fuertemente al mástil de la nave y que por más que rogara y suplicara no lo desataran por
nada del mundo. Luego les ordenó remar con todas sus fuerzas para escapar velozmente de
esa terrible atracción.
La nave comenzó a deslizarse junto a la isla y las sirenas redoblaron sus esfuerzos por
atraerlos cantando las más cautivantes canciones.
-¡Ven, Ulises! Detén tu nave para escuchar nuestras voces. Cantaremos para ti las Glorias de
las Victorias Griegas. ¡Ven, valiente Ulises!
Ulises, al escuchar esas voces, sintió una poderosa atracción. Podía ver a las hermosas
sirenas, tendidas entre las flores al borde del mar. Ulises, lloró y pataleó, implorando a sus
hombres que lo dejaran libre para reunirse con ellas.
Como los hombres tenían sus oídos tapados no sufrieron el efecto del encantamiento y en
lugar de soltar a Ulises, lo amarraron con más fuerza contra el mástil mientras él luchaba con
todas sus fuerzas para liberarse.
Los marineros remaron con tanta fuerza, que pronto se encontraron lejos de esa peligrosa isla.
Una vez en alta mar, los hombres desataron a Ulises y se quitaron los tapones de los oídos.
El peligro ya había pasado.
Ulises y sus hombres continuaron navegando hasta que se encontraron frente a unas rocas
formidables, donde las olas del mar chocaban contra ellas hasta cubrirlas por completo. Se
podía escuchar el rugido del mar al estrellarse y un enorme remolino arrojaba a la superficie
restos de naufragios.
Comprendió Ulises que se hallaba frente a otro de los numerosos peligros que Circe le había
advertido: Las Rocas Erráticas.
Los tripulantes estaban aterrorizados ante el peligro que los esperaba, pero el valiente Ulises
los animó a seguir diciendo:- No se desanimen compañeros. Hemos atravesado muchos
peligros. Recuerden a Polifemo. Pensamos que moriríamos y aquí estamos. Solo cumplan mis
órdenes y verán que todo saldrá bien.
Circe, la hechicera le había aconsejado: Cuando deban atravesar las rocas erráticas, deben
hundir los remos en el agua a gran velocidad y al mismo tiempo controlar el timón para que la
nave se mantenga en línea recta para no chocar contra las rocas.
Esto fue lo que indicó Ulises y lograron sortear el peligro sin perder ni un solo hombre.
Escila y Caribdis
Ulises, que era muy prudente, luego de atravesar las rocas erráticas, guardó silencio sobre los
nuevos peligros que los acecharían: Escila y Caribdis.
Temía que si les contaba acerca de esos terribles monstruos, se aterrorizaran, dejaran sus
remos y se arrojaran al mar. Así fue que mantuvo en secreto las advertencias de Circe.
Luego de atravesar las rocas erráticas, la nave debía pasar por un lugar muy angosto. A cada
lado del mismo se levantaban dos rocas altísimas. A la izquierda se elevaba una de ellas, de
color negro, brillante y resbaladiza como mármol pulido. Demás está decir que nadie podía
treparla. Aún en los días más hermosos estaba cubierta por una nube negra.
En esta roca y dentro de una cueva oculta, vivía Escila. Un monstruo fantástico con doce
patas y seis cabezas de cuyas bocas asomaban afilados colmillos. Ladraba día y noche sin
parar como un perro rabioso. Devoraba a cuanto animal pudiera acercarse y cada vez que un
navío atravesaba el lugar se hacía un banquete, ya que cada una de sus cabezas podía
engullir un marinero.
Frente a la roca que servía de morada a Escila, se encontraba otra roca altísima a cuyo pié
crecía un árbol frondoso. Entre sus raíces, había una cueva y allí vivía Caribdis, otro terrible
monstruo. Caribdis absorbía el agua del mar tres veces por día, haciéndola penetrar en su
cueva. Luego lo devolvía otra vez al mar, pero todo lo que penetraba en la cueva, Caribdis lo
despedazaba.
Circe le había advertido: -Presta atención, Ulises. Escila no es mortal. Es inútil luchar contra
ella. Lo único que puedes hacer es huir a todo remo, lo más rápido posible.
Pero Ulises, al oír los ladridos de Escila, se calzó la armadura y se ubicó en la proa de la nave,
esperando que asomara sus cabezas, con la intención de enfrentarla. Escila no se asomó y
con esa distracción pronto se vio sorprendido por el remolino de Caribdis, que había
comenzado a tragar el agua del mar.
Los marineros, muertos de miedo, remaban con todas sus fuerzas para alejarse de Caribdis, y
así, se acercaron sin percatarse a la roca de Escila.
Escila, lanzó sus seis cabezas y con un solo movimiento arrebató a seis marineros del puente.
Los hombres gritaban y lloraban extendiendo sus brazos, suplicando ayuda sin que sus
compañeros pudieran hacer cosa alguna para liberarlos de tan fatídica muerte.
Este triste espectáculo dejó a los marineros sumidos en la tristeza y la desolación, ya que
tenían perfecta conciencia de que cualquiera de ellos podría haber sufrido esa desgracia.
Se alejó finalmente la nave de aquél espantoso lugar. Los navegantes no podían olvidar las
miradas de sus compañeros al ser atrapados por el monstruo Escila.
Después de varios días de navegación, vieron una isla hermosísima, cubierta de verdes
prados donde pastaban con tranquilidad rebaños de vacas y ovejas.
Ulises reconoció que se hallaba ante la isla que guardaba los rebaños del Sol, de la cual la
bella hechicera Circe le había vahadlo de esta manera:- Ulises, si logras atravesar sano y
salvo el peligro de los monstruos Escila y Caribdis, pronto encontrarás la isla del Sol. Pero,
presta atención, porque si tú o tus hombres matan una sola de las vacas del sol, una maldición
caerá sobre la nave y su tripulación y aunque logres salvar tu vida, tus compañeros morirán y
si logras volver a Itaca, lo harás en un estado lamentable.
Ulises, recordando estas palabras y la advertencia sobre la maldición, quiso seguir de largo,
pero su cuñado Euriloco comenzó a protestar:- ¿Cómo pretendes que sigamos adelante? ¿No
ves que estamos agotados? Ya se acerca la noche y estamos muertos de cansancio. ¿Qué
pasará si se desata una tormenta? ¿Cómo podremos hacerle frente en este estado?
El resto de los hombres se unió a la protesta y Ulises no tuvo más remedio que aceptar sus
reclamos. Pero antes de desembarcar les hizo prometer que no tocarían ni una oveja ni una
vaca del Sol.
Los hombres le aseguraron que no tocarían los rebaños, ya que la hechicera Circe les había
regalado abundantes provisiones para abastecerse durante mucho tiempo.
Esa misma noche se desató un terrible tormenta que duró más de un mes. Con el correr del
tiempo las provisiones comenzaron a escasear y comenzaron a padecer hambre. La isla si
bien era hermosa, ni la caza ni la pesca era suficiente como para satisfacerlos.
Un día en que Ulises se internó en el bosque, Euriloco comenzó a instigar a los hombres
diciendo:- hemos sufrido toda clase de desgracias, pero no comprendo porqué tenemos que
padecer hambre mientras pastan a nuestro alrededor todas estas magnificas vacas. Me
pregunto si no podríamos sacrificar algunas terneras con la promesa de construirle un templo
al Sol ni bien lleguemos a Itaca.
Los hombres, que ya venían arrastrando la escasez de alimento durante varios días se
plegaron a la propuesta de Euriloco sin pestañear. Rápidamente prepararon el fuego algunos y
otros sacrificaron unas terneras a las que asaron y luego se dieron un festín acompañado por
el vino que les quedaba.
Ulises, que se había quedado profundamente dormido, en medio del bosque, despertó
sintiendo un fuerte olor a carne asada y corrió hasta donde acampaban sus hombres. Allí,
horrorizado comprobó que el daño ya estaba hecho y no había nada que pudiera hacer para
remediar el mal.
Todos fueron testigos del más horripilante acontecimiento. De la carne de las vacas asadas,
surgían mugidos de dolor y los cueros que habían quedado, se contorneaban y retorcían,
mientras por todas partes se escuchaban tristes lamentos de vacas.
Al cabo de seis días, el tiempo mejoró y Ulises decidió que era el momento de zarpar y
alejarse de la isla.
Cuando se encontraron en alta mar, una nube negra se posó sobre la nave y parecía que la
tempestad estaba dirigida exclusivamente a ella. Un rayo partió el mástil en dos y al caer
arrastró al timonel hacia las aguas embravecidas del mar, al mismo tiempo comenzó a
prenderse fuego, la nave giró hacía un costado y todos los hombres, excepto Ulises, cayeron
al mar.
El héroe de Troya se aferró con todas sus fuerzas a lo que quedaba de la nave, sin poder
luchar, solo dejándose llevar por las enfurecidas aguas.
Pronto se encontró Ulises, solo en alta mar a merced de los vientos, viendo más lejana la
posibilidad de volver a su patria con vida.
Ulises y Calipso
Ulises aferrado a los restos de la nave, muy cansado, se dejó llevar por el oleaje.
Una brisa suave, empujó la nave hacia una hermosa isla cubierta de árboles frondosos.
El lugar era un paraíso. Se escuchaba el rumor de del agua proveniente de varias fuentes de
agua cristalina.
En la gruta, una bellísima mujer con trenzas doradas y ricamente vestida, tejía afanosamente.
Era la diosa Calipso.
A pesar de su mala fama con los hombres, Calipso recibió a Ulises con cariño, prodigándole
toda clase de cuidados que lo ayudaron a recobrar la salud, bastante deteriorada por las
desdichadas aventuras que padeció.
Después de haber perdido a su nave y a sus hombres, Ulises no podía hacer otra cosa que
permanecer al cuidado de la diosa. Pero a pesar de que la isla era un paraíso y que la diosa lo
cuidaba con esmero, Ulises no podía ocultar su tristeza y pasaba largas horas del día con la
vista perdida en el horizonte, añorando su patria.
Calipso al verlo tan apenado le preguntaba una y otra vez:-¿Qué te ocurre, Ulises? Bien sabes
que si te quedas conmigo no deberás temer ni a las enfermedades ni a la muerte.
Pero Ulises, sin querer ser grosero con la diosa le respondía:-No le tengo miedo ni a las
enfermedades ni a la muerte. Lo que yo deseo, es volver a ver aunque sea una sola vez más
la isla de Itaca.
Así permanecieron ocho largos años. Este era el castigo que envió el dios Poseidón a Ulises,
por haber cegado a su hijo el cíclope Polifemo.
Para suerte de Ulises, Atenea, la diosa de la sabiduría, que veía por un lado la tristeza de
Ulises y por el otro, los pesares de su esposa Penélope y de su hijo Telémaco, deseó
ayudarlo. Entonces, Atenea se dirigió al monte Olimpo y en una asamblea relató al resto de los
dioses las desventuras del héroe de Troya y la tristeza que lo embargaba.
Los dioses se apiadaron de Ulises y su familia y enviaron a Hermes a la isla de Calipso para
solucionar el problema.
Hermes se encontró con Calipso, la diosa de las trenzas doradas, que lo agasajó con toda
clase de manjares exquisitos. Después de disfrutar de un regio festín, Hermes le transmitió a
Calipso el deseo de los dioses: Que le permitiera a Ulises regresar a su patria.
Calipso pensó que el pedido era injusto y le respondió: -¿Ahora se acuerdan los dioses de
Ulises? ¿Acaso ellos no permitieron que sufriera toda clase de penurias?, Además yo no
poseo nave alguna. ¿Cómo puedo mandarlo de regreso?
Pero Hermes, respondió con firmeza:-Si no envías a Ulises de regreso a Itaca, los dioses te
castigaran duramente.-y voló nuevamente sobre los campos de regreso al Olimpo.
Calipso, rápidamente, buscó a Ulises, que como todos los días se hallaba llorando en la playa
con los ojos puestos en el horizonte y le dijo:- No llores más, Ulises. Voy a permitirte regresar
a tu patria.
Ulises, desconfiaba de las palabras de la diosa, pero ella lo condujo a un bosque donde
crecían árboles fuertes y alcanzándole un hacha de dos filos y otras herramientas lo animó a
construir una nave para llegar a su ansiado destino.
Mientras tanto, Calipso se puso a tejer una tela grande y fuerte para que usara de velas.
Ulises recobró la alegría perdida y prontamente se puso a trabajar con ahínco para construir
una balsa lo suficientemente resistente como para alcanzar a su patria.
Después de varios días de trabajar sin descanso, la balsa estaba concluida y la botó a la mar
cargada de ricas provisiones que la diosa Calipso, temerosa de la venganza de los dioses, le
regaló para despedirse.
Después de dieciocho días de navegación en calma, divisó una isla dorada en el horizonte que
flotaba como un escudo de bronce y se dirigió a ella.
Pero lo que Ulises no sabía es que Poseidón, al regresar de un largo viaje, pasó por la isla de
Calipso, y al ver que el héroe de Troya se había liberado de su destino, montó en cólera. y
enfurecido, bramó:- ¡Ulises! ¿Pensaste que todos tus problemas habían terminado?, pues, ¡Ya
verás!- Y en pocos minutos, convocó a las nubes para que desencadenaran un huracán sobre
la precaria balsa, que presa de las fuerzas indomables del mar, la hacían tambalear como si
fuera un barquito de papel.
Ulises no podía creer lo que ocurría. Una vez más la angustia se apoderó de él.
Llorando gritó:- Hubiera sido mucho mejor morir en la ciudad de Troya antes que pasar por
todos estos sufrimientos.
Ni bien terminó de decir estas palabras, una ola gigantesca hizo girar la balsa destruyendo el
mástil, lanzando al pobre Ulises al mar.
Ulises, arrastrado al fondo del mar por una ola gigantesca, tuvo que luchar con todas sus
fuerzas para llegar a la superficie. Una vez allí, pudo ver los restos que quedaban de la nave.
Nadó hasta aferrarse a esos troncos que eran su única salvación.
Poseidón, el dios del mar, no perdonaba a Ulises y se había propuesto maltratarlo con todos
los elementos a su disposición.
En ese momento, una Ninfa que vagaba por los mares, sintió pena al ver sufrir de esa manera
al héroe de Troya y posándose como una mariposa sobre la balsa le dijo:-Poseidón te ha
hecho blanco de su venganza pero debes saber que su poder o alcanza para llevarte a la
muerte. Debes hacer exactamente lo que te digo y te salvarás: Desnúdate, ajusta a tu cintura
este velo que te entrego y arrójate al mar. Deja que la balsa sea arrastrada a la deriva, y tú,
nada hacia tierra y cuando llegues a ella, vuelve a arrojar mi velo al mar. El solo irá
directamente a mi encuentro.-Luego de alcanzarle el velo, la Ninfa se hundió en el mar sin
dejar rastro.
Ulises, temiendo que esta sea una nueva trampa de los dioses, no obedeció los consejos de la
Ninfa y continuó agarrado a los troncos de la balsa.
La saña de Poseidón no le daba respiro y otra ola enorme terminó por dispersar los troncos de
la precaria balsa. Otra vez en al agua, Ulises volvió a encaramarse a caballo de uno de los
troncos y en la desesperación, decidió seguir los consejos de la Ninfa del mar. Se despojó de
sus ropas, ajustó el velo a su cintura y se arrojó al mar nadando con todas las fuerzas
disponibles.
Poseidón sonreía feliz al ver consumada su venganza y se retiró a su palacio en el fondo del
mar.
La diosa Atenea, que veía las penurias de Ulises, le ordenó al viento del norte:- Sopla con
fuerza para allanar el camino de Ulises hasta depositarlo en el país de los feacios.
El viento norte siguió las órdenes de la diosa, mientras Ulises nadaba sin descanso. Así
pasaron tres días y tres noches, hasta que el mar se calmó y a lo lejos pudo divisar tierra.
El entusiasmo lo llevó a doblegar sus fuerzas para llegar a la isla. Triste fue su decepción al
ver que la isla estaba rodeada de arrecifes. El mar golpeaba sobre las rocas con un estruendo
inusitado y era prácticamente imposible vencer esa barrera.
Una ola lo empujó sobre una roca y estuvo a punto de perder la vida si no se hubiera aferrado
a ella con sus manos lastimadas por el roce contra el filo de la roca.
Atenea, lo inspiró a seguir nadando rodeando la isla en busca de un lugar adecuado para tocar
tierra. Pero encontró un río que desembocaba en el mar. Ulises, agotado pidió ayuda al río, y
éste ordenó a sus aguas que corrieran mansas hasta depositarlo en tierra.
Ulises, muy débil, después de tantos días de nadar sin descanso, se acercó a la playa y se
desprendió del velo para luego arrojarlo al mar. El velo flotó suavemente sobre la corriente, y
pronto las aguas se abrieron para dejar paso a la ninfa del mar, Ella recogió el velo y volvió a
desaparecer bajo las aguas.
Ulises, lloró de alegría. Luego se dirigió a un monte cubierto de árboles, armó con hojas una
cama mullida y se recostó.
Atenea, su protectora le ordenó al Sueño que lo ayudara a dormir para reponer sus fuerzas
luego de tantas penurias.
Nausica
En el país de los feacios gobernaba un rey que tenía una sola hija llamada Nausica. Nausica
era muy buena y hermosa. Todos la querían porque era dulce y compasiva con el resto de los
súbditos.
Una noche en que la princesa dormía, la diosa Atenea se le presentó en sus sueños y le habló
así:-Nausica, mañana, bien temprano pídele a tu padre que te prepare un carro con sus mulas
para lavar la ropa en el río. Porque has crecido mucho y es tiempo que te cases. Ni bien se
despertó, Nausica recordó su sueño y corrió al encuentro de su padre para pedirle el carro y
las mulas para lavar la ropa en el río sin confesar su sueño.
Al rey le llamó la atención, pero como la quería tanto le dio lo que le pedía con mucho gusto.
Prepararon un carro muy fuerte al que ataron varias mulas. Su madre la reina le dispuso una
canasta con provisiones. Otras doncellas amigas y varias esclavas también partieron junto a
Nausica para pasar el día junto al río.
Al llegar, soltaron las mulas para que pastaran en el prado y ellas se divertían mientras
lavaban cantando y jugando a salpicarse. Era un hermoso día y parecía una excursión
perfecta.
Luego de tender la ropa al sol para que se secara, comieron la sabrosa vianda que la reina
madre había preparado con tanto esmero.
Era un día pleno de sol y decidieron jugar a la pelota. Se dispusieron en rueda y con habilidad
se pasaban la pelota de mano en mano mientras reían a carcajadas. De repente, una de las
doncellas se descuidó y la pelota cayó en el río. Todas gritaron alarmadas ya que la corriente
del río dirigía rápidamente la pelota hacia el mar.
Los gritos de las jóvenes despertaron a Ulises que dormía muy cerca en su cama de hojas y
ramas secas.. Ulises, se cubrió con algunas ramas para presentarse ante las jóvenes ya que
debido al consejo de la ninfa del mar, no tenía ropa para cubrirse.
Su aspecto era entre andrajoso y temible, por esa razón las muchachas corrieron espantadas
al verlo.
Nausica, siempre amable y compasiva se mantuvo de pié ante la presencia del naufrago.
Ulises se acercó y dijo: -Soy Ulises. He combatido en Troya y al querer regresar a mi patria he
atravesado muchas penurias. Mis hombres están muertos y mis naves destruidas. Jamás he
visto una doncella tan hermosa. Si te apiadas de mí los dioses te recompensarán.
Nausica lo escuchó con atención y luego de alcanzarle algo de ropa para cubrirse le
respondió: estás en el país de los feacios. Yo soy la princesa Nausica y mi padre es el rey.-
Luego ordenó a las esclavas que buscaran un regio traje para vestir al extranjero.
Cuando Nausica terminó de darle consejos, todos subieron al carro y se alejaron rápidamente
dejando atrás el río.
Ulises ante los feacios
Al llegar ante las puertas de la ciudad de los feacios, Ulises descendió del carro y se quedó
sentado un tiempo a las puertas de la ciudad. Desde allí, pudo contemplar el puerto. En el
mismo había gran movimiento de naves que llegaban y partían y otras tantas ancladas
cargando y descargando mercancías.
Luego de atravesar la muralla que rodeaba la ciudad, Ulises se dirigió al palacio. No podía
disimular su asombro ante la riqueza del edificio. Sus muros de bronce brillaban bajo los
efectos del sol y sus enormes puertas eran de oro macizo.
Ulises traspasó las distintas habitaciones hasta llegar a la estancia de la reina. Al verla, dobló
la rodilla y se presentó:-Reina de los feacios, mi nombre es Ulises. He peleado en Troya y
para regresar a mi patria, Itaca, he debido atravesar grandes peligros. Te ruego tengas piedad
de mi y me proporciones los medios para regresar a mi país.
El rey, al ver la humildad del extranjero, lo invitó a sentarse junto a ellos y lo agasajó con un
banquete digno de un príncipe.
Durante el banquete Ulises, narró sus peripecias, y todos los presentes lo escucharon
entretenidos.
Al terminar la fiesta, la reina le preguntó acerca de su traje, ya que ella lo había confeccionado
con sus propias manos. Ulises, se vio forzado a narrar su encuentro con la princesa Nausica.
Día tras día se sucedían fiestas y juegos de destreza para honrar al ilustre visitante. Los
mejores coros se presentaron entonando canciones donde se relataba el sitio de Troya y las
proezas de Ulises.
El rey reconoció que se hallaba ante un verdadero héroe y le rindió toda clase de distinciones
y regalos para honrarlo, ya que era la primera vez que los visitaba un hombre tan valiente.
Por la noche, sabiendo que el héroe de Troya partiría a la madrugada hacía Itaca, Nausica se
presentó para despedirse.
-Vengo a despedirme, valiente Ulises. Pienso que no volveré a verte, pero seré feliz si pienso
que alguna vez te acordarás de mí.
Ulises se emocionado ante tanta sinceridad, respondió: -Princesa Nausica. Te recordaré todos
los días de mi vida, pues tú me has devuelto la vida.
Al día siguiente, el rey fletó una de sus mejores naves para llevar a Ulises de regreso a Itaca.
Los feacios extendieron una alfombra sobre la cubierta , allí se recostó Ulises y pronto se
quedó dormido.
El buque con ayuda de una suave brisa se deslizó sobre el mar. Al amanecer del otro día,
llegaron a Itaca. Como Ulises continuaba dormido, los feacios tomaron la alfombra con sumo
cuidado y la depositaron en tierra sin despertarlo.
Junto a el depositaron todos los regalos de oro y plata que el rey había obsequiado al héroe
de Troya.
Mientras Ulises continuba dormido, su protectora, la diosa Atenea lo envolvió en una espesa
niebla y, cuando luego de varias horas despertó, se afligió enormemente, pues no reconoció el
lugar y gritó desconsolado: -¿Dónde estoy? ¡Esto no es Itaca! ¡Los feacios me han tendido
una trampa! ¡Pobre de mi!
Cuando estaba a punto de descargar su llanto, la diosa Atenea se hizo visible y con su dulce
voz le fue narrando todo lo que había ocurrido en Itaca durante su larga ausencia.
Penélope y su tela
Muchos años pasó Ulises lejos de su patria. Su hijo. Telémaco crecía año tras año hasta
convertirse en un hombre. Su mujer, la reina Penélope era bellísima y el reino de Itaca muy
rico.
Cada tanto le ofrecían matrimonio a la reina, pero ella confiaba que su marido regresaría algún
día y no sabiendo como deshacerse de esos sujetos infames tramó un plan: Instaló un telar y
comenzó a tejer una intrincada tela y les dijo:- Hasta que no termine esta tela no puedo dar
una respuesta. -Penélope se sentaba todo el día a trabajar con ahínco ante el telar, pero por
las noches cuando todos dormían deshacía lo tejido durante el día. Así la tela no avanzaba
prácticamente nada.
Las presiones de los nobles hacían sufrir mucho a Penélope y a Telémaco y juntos lloraban de
tristeza.
Un día en que Telémaco deambulaba angustiado, vio llegar a un extranjero muy guapo vestido
con un riquísimo traje de guerrero adornado en oro y plata.
Telémaco lo recibió en un lugar apartado del palacio, a salvo de curiosos y lo agasajó con un
espléndido banquete. Desde allí se escuchaban las risotadas de los pretendientes que
instalados en el palacio se entretenían jugando y bebiendo a costa de la corona.
El extranjero no era otro que la diosa Atenea, que se había transfigurado como caballero para
acercarse a Telémaco.
Tratando de captar su confianza le dijo:-He visto a tu padre. Está vivo, pero en una isla lejana
y muy pronto regresará a Itaca.
Luego agregó:- Debes seguir mi consejo y no te arrepentirás: Mañana debes presentarte ante
los nobles y decirles con firmeza que deben abandonar el palacio. Actúa con valentía y
seguridad y te prometo que las futuras generaciones recordarán tu nombre.
Luego de darle sus recomendaciones la diosa Atenea le infundió coraje y valor. El que parecía
un muchacho tímido y apocado se convirtió en un hombre recio y valeroso.
Telémaco quiso agasajar a la diosa con regalos pero ella se esfumó rápidamente.
Telémaco, con una nueva fuerza en su corazón se dirigió a la sala donde estaban reunidos los
nobles y a viva voz les dijo:-¡Ya es suficiente por hoy! Mañana convocaré al Consejo y allí
sabremos si van a seguir viviendo a costa de la corona o si yo puedo ser el rey de Itaca y
dueño de mi patrimonio.
Los pretendientes no podían creer lo que veían. Ellos pensaban que Telémaco era un niño y
ahora veían que se enfrentaban a un hombre de verdad.
Por la mañana, Telémaco convocó al Consejo y se dirigió al lugar seguido por sus dos fieles
perros.
Cuando los nobles llegaron, Telémaco les dijo:- En primer lugar quiero expresar mi dolor ante
la larga ausencia de mi padre, pero también quiero expresar mi desconsuelo ante el
bochornoso comportamiento de estos sujetos que se dicen nobles, y aprovechan su ausencia
para derrochar su patrimonio en juergas como dueños y señores de una corona que no les
pertenece.
Telémaco volvió a arremeter con fuerza:- Si no se van ya mismo del palacio, los dioses los
castigarán sin piedad.
En ese preciso momento dos águilas sobrevolaron el lugar trenzándose en una feroz lucha
hiriéndose a picotazos.
Un anciano al verlas dijo:- Este es un signo de que algo grave ocurrirá a los que pretenden la
mano de Penélope.
Los pretendientes se rieron a carcajadas de las palabras del anciano y replicaron:-Si Ulises no
ha regresado es porque debe estar muerto y no nos moveremos de aquí hasta que Penélope
no elija un esposo.
Los nobles se burlaron una vez más. Solo Mentor apoyó a Telémaco y el Consejo se disolvió.
Desesperado, mirando al cielo, pidió la colaboración del caballero extranjero que lo había
ayudado días antes.
Telémaco partió hacia el palacio haciendo oídos sordos a las burlas de los pretendientes y
buscó a su nodriza. Esta dulce anciana estaba encargada de cuidar las puertas del lugar
donde se almacenaban los tesoros del reino bajo llave y le confesó sus planes.
Telémaco la tranquilizó cuando le dijo que la diosa Atenea en persona le había dado ese
consejo y le pidió que no dijera ni una palabra a su madre hasta que el se hubiera alejado.
La nodriza se convenció que si era el designio de los dioses, Telémaco debía cumplirlos y lo
ayudó a conseguir las provisiones. La diosa Atenea hizo caer en un sueño profundo a los
nobles y luego buscó a Telémaco en medio de la noche y lo llevó a la nave. Mientras
navegaban, ella se sentó a su lado para animarlo.
Luego de navegar durante toda la noche, divisaron una isla. Allí preguntaron por Ulises, pero
nadie sabía nada del Héroe de Troya.
Mientras tanto, en Itaca, Penélope no podía parar de llorar ya que extrañaba a su hijo, pero no
sabía ni una palabra del viaje secreto y los pretendientes, que tampoco sabían donde estaba
Telémaco, pensaban que se había internado en algún bosque a cazar.
Luego de varios días el dueño del navío se presentó en el palacio reclamando su nave ya que
necesita emprender un viaje con urgencia.
Penélope, sufría y lloraba sin interrupción. Un mal tras otro era demasiado para ella.
La nodriza al verla tan afligida, la tranquilizó diciéndole que la misma diosa Atenea lo
acompañaba en su itinerario y que volvería sano y salvo de su viaje.
Mientras tanto, los pretendientes zarparon en la primera nave que encontraron y luego de
navegar sin rumbo,decidieron desembarcar en una isla cercana para esperar el regreso de
Telémaco y poder darle muerte.
Ulises ya estaba en una playa apartada de Itaca sin saberlo, pues la diosa Atenea lo había
cubierto de una espesa niebla.
Poco a poco, la diosa evaporó la niebla mientras le explicaba lo ocurrido en su isla durante su
larga ausencia.
Ulises, le rogó a la diosa que no lo abandonara a su suerte y la diosa le habló con ternura:-
Jamás te abandonaré, Ulises. Debes seguir mis consejos al pié de la letra: Primero debes
esconder todos los tesoros que el padre de Nausica te obsequió- Hecho esto, lo transformó en
un pobre y harapiento anciano y le dijo:- Ahora debes dirigirte a la cabaña del porquerizo que
cuida los cerdos de tu palacio, pues ese hombre siempre te ha sido fiel y sigue sus
indicaciones.
Después de darle esos consejos, la diosa Atenea volvió a convertirse en águila para alejarse
volando sobre el mar.
Mientras relataba esta historia, le ofreció una copiosa comida y Ulises se sintió a salvo junto a
ese fiel servidor.
Al mismo tiempo, en una isla lejos de allí, la diosa Atenea pasó a buscar a Telémaco y le
ordenó que se embarcara cuanto antes hacia Itaca. Para que los pretendientes no lo
descubrieran lo envolvió en niebla y así pudo llegar a Itaca sin contratiempos.
Telémaco desembarcó muy cerca de la cabaña del porquerizo y pasó a saludarlo ya que era
una de las pocas personas que merecían su confianza.
El porquerizo no podía disimular la emoción al ver a Telémaco sano y salvo y lo invitó a comer
junto a Ulises transformado todavía en un pobre mendigo.
Telémaco le ordenó al porquerizo que corriera hasta el palacio para avisarle a su madre que
había regresado y que se encontraba bien.
El porquerizo regresó con muy malas noticias. Los nobles estaban furiosos porque Telémaco
había escapado de sus manos y ahora juraron matarlo no bien lo vieran.
Por la mañana muy temprano, Telémaco regresó al palacio donde lo recibieron su nodriza y su
madre. No pensaban que lo volverían a ver y por lo tanto no dejaban de besarlo y abrazarlo.
Mas tarde, el porquerizo acompañó a Ulises, todavía en forma de pobre mendigo hasta la
ciudad. De repente, Ulises se topó de frente con su fiel pero Argos, que ya estaba muy viejo.
El perro lo reconoció no bien lo vio y se acercó rengueando y meneando la cola, pero tan
grande fue el júbilo de Argos que su corazón no resistió el impacto y cayó muerto al instante.
Ulises lloró la muerte de su devoto amigo y luego se acomodó a las puertas del palacio, donde
Telémaco le mandó servir un copioso almuerzo.
Cuando terminó e comer, Ulises entró al palacio, donde estaban los nobles que lo trataron con
desprecio mientras le arrojaban restos de comida como si fuera un animal. Uno de los nobles,
asestó a darle un golpe con un banco mientras lo arrojaba de la sala.
Ulises volvió a acomodarse en las puertas del palacio y, aprovechando que los nobles
regresaban a sus casas por la noche, junto a Telémaco agruparon todas las armas que los
pretendientes habían dejado tiradas por el lugar y las escondieron.
Bien entrada la noche, Ulises volvió a entrar al palacio, confundido entre los sirvientes se
sentó en un rincón. De repente entró a la sala la reina con un grupo de damas y se sentaron
junto al fuego.
Cuando Penélope advirtió la presencia del pobre mendigo le dijo a la nodriza:-Mira el aspecto
de ese pobre hombre. Parece que ha viajado mucho. Ve a buscar un cántaro y lávale los pies.
Esta anciana había estado muchos años bajo las órdenes de Ulises y conocía muchos
detalles. Por ejemplo, que Ulises cuando era joven había sufrido la mordedura de un jabalí
durante una cacería. Eso le produjo una cicatriz imborrable en el tobillo y la nodriza la conocía
de memoria. Cuando comenzó a lavarle los pies y vio ese signo inconfundible, la nodriza pegó
un salto, arrojando el cántaro y dando un grito:-!Tu eres Ulises! Esa cicatriz solo puede ser
tuya.
Ulises hizo callar a la nodriza para no ser descubierto y la diosa Atenea, para que Penélope no
presenciara esta escena, nubló la mente de la reina y ella ni vio ni escuchó nada.
Penélope, se levantó de su sillón junto al fuego porque ya era hora de ir a descansar. Al pasar
junto al mendigo le dijo:-¿Ves esas doce hachas colgadas una junto a la otra en la pared? Mi
marido acostumbraba disparar doce flechas entre ellas con gran exactitud. Ahora que mis
pretendientes han descubierto mi truco de la tela que nunca se termina, les dije que me
casaría con el que lograra hacer lo mismo que hacía mi esposo.
La reina le respondió con una sonrisa mientras pensaba cuanto le cambiaría la vida si esas
palabras se hicieran realidad.
Al día siguiente comenzó la competencia. Los nobles estaban ansiosos por obtener el premio
mayor: la reina Penélope y el reino de Itaca. Reían y se restregaban las manos entusiasmados
mientras esperaban en fila su turno.
De repente, la reina hizo su aparición en la sala con el famoso arco de Ulises. Se lo entregó a
Telémaco para que comenzara la competencia y se retiró para no tener que soportar
semejante tormento.
Telémaco colocó las doce flechas de bronce y alcanzó el arco al primer noble de la fila. Este ni
siquiera tuvo fuerza para flexionar el arco.
Uno tras otro fueron pasando para probar sus fuerzas y uno tras otro fracasaron en el intento,
perdiendo así su oportunidad de conseguir el premio.
De pronto, el viejo mendigo se levantó y tomando el arco entre sus manos, disparó las doce
flechas con gran precisión quedando justo entre las hachas.
Luego, con voz semejante a un trueno gritó:- La competencia ha terminado. Yo soy el dueño
de mi esposa y de mis bienes por derecho propio.-Y a continuación, agregó:-Ahora elegiré otro
blanco.-Paso seguido, comenzó a disparar sus flechas contra los pretendientes dándoles
muerte de a uno por vez mientras suplicaban clemencia de rodillas.
Algunos nobles trataron de defenderse, pero Ulises luchó valientemente y con todas sus
fuerzas intactas dejando un tendal de cadáveres a su alrededor.
Cuando la nodriza vio ese espectáculo fantasmal se horrorizó. Pero su espanto duró poco, ya
que reconoció a Ulises y salió corriendo a buscar a la reina para contarle lo ocurrido.
Cuando Penélope entró a la sala no podía creer lo que sus ojos veían. La emoción no le
permitía reaccionar.
Telémaco al verla tan desconcertada le dijo:- ¿Qué te ocurre madre? ¿No reconoces a mi
padre?
Penélope reaccionó ante las palabras de su hijo y corrió al encuentro de Ulises para fundirse
en un abrazo interminable.