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INTRODUCCIÓN A LA

HISTORIA DE AMÉRICA
LATINA DEL SIGLO XX

Renzo Ramírez Bacca

Colección Ensayos
Facultad de Ciencias de la Educación
Colección Maestría en Historia
2020
1
Capítulo uno

Latinoamericanísta
europea y anglosajona:
Una mirada panorámica
Introducción

E sta parte ofrece una comprensión historiográfica derivada de


distintas representaciones en torno a Latinoamérica. La pregunta
esencial es: ¿Cuáles son las experiencias y principales hitos en los
estudios sobre América Latina? Una cuestión que implica remontarse
a los antecedentes que datan de los tiempos de la Conquista y los
virreinatos, para luego considerar la fase republicana y llegar al final
del siglo XX. Interesa resaltar algunos contextos socio-políticos que
permitan considerar experiencias sobre las formas de historiar, de modo
especial, desde el espectro europeo y anglosajón. Es básicamente una
síntesis de la historiografía latinoamericanística, pero ofrece al tiempo
una visión panorámica que considera los cambios en las concepciones
sobre el sub-continente a través del tiempo.

Antecedentes
Oteando al Nuevo Mundo desde Europa
Las primeras miradas europeas respecto del hemisferio occidental
o Nuevo Mundo se apoyan en los cronistas españoles y portugueses,
que podemos tipificarlos del siguiente modo: El primero, compuestos
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por descubridores, soldados, sacerdotes o funcionarios que fueron


protagonistas y participaron de los procesos del descubrimiento y la
conquista; y, el segundo, por representantes de la historia oficial, que
manejaron gran información desde sus despachos, especialmente
desde el Consejo de Indias, creado en 1524 (Fernández López 2020).
Empezando a ser nombrados en 1526, los cronistas de Indias fueron los
encargados oficiales y retrataron el mundo prehispánico, sus ciudades,
además de sus relatos sobre la geografía, el paisaje, la fauna y la flora.
Esas miradas se dieron desde lo que se puede denominar «cultura
occidental»1. Fueron obras que no siempre se publicaron en su tiempo,
incluso en la actualidad, se procuran publicar algunas de estas por su
carácter inédito. Los círculos de difusión fueron reducidos e incluso se
utilizaron por otros cronistas posteriormente. Sin embargo, debemos
advertir que también existieron cronistas indígenas —descendientes no
pocos de la nobleza aborigen— y mestizos, pero sus escritos no fueron
reconocidos y difundidos en su tiempo. En conjunto, ambos grupos
abarcaron aspectos propios del descubrimiento y la conquista, y la
historia de los virreinatos. Es una escritura que acentúa las identidades
de los virreinatos respecto de la metrópolis (España) y que surge en los
siglos XVI y XVII.
En oposición al anterior género y en concordancia con ciertos
experimentos filosófico-naturales, el modo de comprender el Nuevo
Mundo empieza a reorientarse, mostrando a América como un
continente joven con fauna y flora «inferiores». Hay que recordar al
naturalista y cosmólogo francés Georges-Louis Leclerc Buffon (1707-
1788), uno de los científicos predecesores de las teorías evolucionistas.
En sus estudios sobre los fósiles y la comparación de sus anatomías
concluiría que la tierra había sufrido diferentes cambios, sin precisar
temporalidades sobre dichos cambios (Buffon [1749] 1853). También
tenemos a Cornelius de Pauw (1739-1799), holandés de gran autoridad
en su tiempo y experticia sobre las Américas y el origen de sus pueblos.
Nunca estuvo en el «nuevo continente», pero sus miradas etnológicas
e «investigaciones filosóficas» fueron bien recibidas por los europeos
de finales del siglo XIX (Pauw 1768, 1774, 1788). Los textos de Buffon
(1853), entre otros científicos, exploradores y naturalistas, llegaron a
ciertas conclusiones. Una de ellas es que los nativos americanos eran

1 El término «cultura occidental» se asocia al conjunto manifestaciones filosóficas, artísticas,


literarias, y tradiciones político-legales europeas y espacios extra-europeos que se relacionan con el
viejo continente por fenómenos de inmigración, colonización e influencia cultural.

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inferiores a los de norte y occidente de Europa, en parte por el clima y


la geografía del Hemisferio occidental. Asimismo, se destaca el escritor
francés Guillaume Thomas François Raynal (1713-1796) cuyos aportes
a la historia política y filosófica de las Indias, en particular, sobre
el establecimiento del comercio en las dos Indias, (la del sur y la del
norte de América) incluyeron aspectos sociales, religiosos, comerciales,
esclavistas, y de igual modo apreciaciones sobre la Revolución
norteamericana desde la perspectiva del enciclopedismo francés.
La discusión sobre las diferencias entre el viejo y el nuevo mundo
estuvieron en el orden del día durante la Ilustración. En Europa se
empezó a tener conciencia de estas diferencias a partir de la dicotomía:
inferioridad o superioridad, que se apoyaba en las conjeturas en torno
a las causales provenientes desde la geografía, el clima y la raza (Gerbi
1960). Ello marca un derrotero: se empieza a ver a América, no como un
continente homogéneo, por el contrario, varias Américas, diversas entre
sí, según lo advierte Patricio Hidalgo Nuchera (2005).

Enfocando desde las nacientes disciplinas


Durante el siglo XIX se institucionalizan nuevas ciencias y disciplinas
en el ámbito universitario y académico2. En las primeras décadas, se
dieron ciertas experiencias que inciden posteriormente en el modo
de comprender a los pueblos americanos. Puede advertirse que en sus
inicios la historia y representaciones del continente estaba en manos
de expedicionarios, viajeros, la escuela histórica de la geografía y la
etnología.
Un ejemplo de esos tiempos son los alemanes Alexander Freiherr
Von Humboldt (1769-1859) y Karl Ritter (1779-1859). Ambos son
considerados los fundadores de la geografía moderna y por lo cual
esta adquiere importancia como metodología de estudio3. Humboldt
se interesa por cuestiones históricas que repercuten en círculos liberal-
republicanos (Pietschmann 2000, 27), resultado de su labor como
expedicionario científico en la llamada América meridional en 1799
—una excepción en los tiempos pre-independentistas para un europeo
2 Hay que advertir que no pocos trabajos fueron escritos, en la intencionalidad de exponer
diversos aspectos sobre el subcontinente, entre los siglos XVI-XIX. Curtis Wilgus (1942) resalta
un buen número autores para los casos del Brasil, México, Florida, América Central, Tierra Firme,
Perú, La Plata y West Indies durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Adicional a los anteriores,
también referencia historiadores ocupados sobre Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Cuba, Santo
Domingo y Haiti, Puerto Rico, Colombia, Venezuela, Bolivia, Paraguay, Ecuador, Argentina y
Uruguay durante el siglo XIX.
3 Humboldt y Ritter también coincidieron en su oposición a la esclavitud y su comercio.

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y que resultaba gratuita para la Corona española—. El proyecto dejó


varios resultados, es el caso del manuscrito impreso Cristóbal Colón y el
descubrimiento de América: historia de la geografía del nuevo continente
([1892] 1914) y su Ensayo político sobre el reino de la Nueva España
(1799-1804) ([1811] 1966). No por otra razón a Humboldt se le conoció
como «el descubridor científico del Nuevo Mundo» en el siglo XX
(Ortega y Medina, 1988, 674); es quien redescubre a América, a través
de la Historia, superando los mitos de «El Dorado» y la «leyenda negra»
anti-hispánica, como advierten Hans-Joachim König y Dagmar Kusche
(1994, 692); una mirada que no fue seguida por la escuela historicista
germana y tampoco en los tiempos recientes, puesto que la obra del
científico alemán se ve desde una mirada regional, estrictamente
nacionalista en algunos países latinoamericanos, y en otros como una
mirada totalizadora sobre el mundo hispanoamericano, según Juan
Ortega y Medina (1988, 673).
Respecto de Ritter fueron varios sus aportes; por ejemplo, su interés
por explicar las relaciones del hombre y el medio físico, poniendo
acento en la vida social y los procesos históricos, lo que lo convierte
en un precursor de la interpretación geográfica de la Historia. Propuso
aprender de las relaciones entre diferentes formas de materia y las
áreas geográficas individuales. Hizo del método comparativo un modo
para explicar fenómenos naturales, se acercó al concepto de paisaje,
las relaciones entre la naturaleza y los elementos de la civilización
y la cultura. Intentó demostrar la influencia de la naturaleza en el
hombre, promoviendo el desarrollo de la geopolítica. Se interesó por la
población humana de un área específica, y consideraba que el hombre
influye en el espacio en el cual vive, y, a su vez, es «educado» por las
ventajas y obstáculos que ofrece ese espacio. Su atención también se
orientó al desarrollo cultural de cada área, y por ende se convirtió en
un fundador del estudio histórico de las regiones (Encyclopedia.com
2019). Sin embargo, en su obra, considerada incompleta, Die Erdkunde
im Verhältniss zur Natur und zur Geschichte des Menschen [Earth Science
in Relation to Nature and the History of Man] ([1817–1818] 1822–1859),
contribuyó sólo para los casos de África y Asia.
La geografía y la geología eran consideradas una misma área de
estudio hasta 1820. Fueron los aportes de Humboldt y Ritter los que
inspiraron para que América fuera vista desde la óptica de la geografía
histórica regional moderna, la cual se orientó a la exploración del globo
terrestre y la ocupación europea de territorios, e incluso comenzó a

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llamársele Geografía Humana y Antropología (Ortega y Medina 1988,


676). La otra óptica, en la cual se inscribió, fue la Geografía Estadístico-
Política que empezaba a desarrollarse y llegaba a lo sumo hasta la
Independencia; y la tercera, en consideración de Horst Pietschmann
(2000), fue la historia de la población indígena que se dio más desde
una perspectiva etnológica (26-27)4. Sin embargo, había en cambio una
tendencia a integrar de manera general el proceso, pero este fracasa.
¿Por qué razón?
De una parte, porque en Europa prevaleció durante mucho tiempo la
mirada negativa de inferioridad sobre el indígena y el Nuevo Mundo y
especialmente en la zona indio-ibérica, que dejaron los ya mencionados
Buffon y Pauw, y que en el caso alemán retomó el filósofo Georg
Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831). Es más, se señaló que la única
opción de desarrollo civilizatorio solo sería posible en Norteamérica. Es
el comienzo de una doble imagen: la del Norte y la del Sur, que prevalece
en la actualidad. Una imagen que nunca se apoyó en estudios empíricos
y que influyó en el pensamiento, interés y posteriores estudios realizados
por historiadores y geógrafos sobre América Latina durante todo el
siglo XIX, según lo advierte König y Kusche (1994, 692-693). Por un
lado, porque la Historia, con el liderazgo de Leopoldo von Ranke (1795-
1886) en la Universidad de Berlín a partir de 1825, empieza a ofrecer
un sentido científico a las comprensiones sobre el pasado, las cuales se
centraron principalmente en los problemas de formación del Estado
alemán. Fueron pocas las investigaciones históricas sobre las sociedades
latinoamericanas realizas por alemanes durante el siglo XIX. Estas solo
se limitaron principalmente a la figura de Simón Bolívar en el contexto
de los procesos de separación y emancipación de los virreinatos, y la
constitución de las repúblicas; un interés que crece con una forma
diferente de estudiarlo solo a finales de la centuria (König y Kusche 1994,
694-695). Por otro lado, porque con la creación de los nuevos Estados
nacionales en Latinoamérica y el ocaso de los regímenes monárquicos, se
identifican historiadores que participan en la reconstrucción del pasado
como parte de su lucha política. El ejemplo cercano lo vemos en el
historiador y político neogranadino José Manuel Restrepo Vélez (1781-
1863), nombrado como secretario del Interior y Relaciones Exteriores

4 En cualquier caso, fue el maestro Vidal de la Blache (1845-1918), quien recibió la influencia de
Ritter y Humboldt y también del pensamiento de Ratzel sobre la geografía humana, el cual propuso
la idea de hacer descripciones regionales y muestra a los paisajes como resultado de la influencia
humana en los elementos naturales; todo en el marco de factores económicos, sociales y políticos,
le da importancia al trabajo del hombre fuera de los límites de la reflexión geográfica.

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del Libertador, con su obra Historia de la Revolución de la República


de Colombia (1858 [1827]) e Historia de la Nueva Granada (1836): La
primera considerada obra inaugural de la historiografía republicana, la
cual contribuyó a resaltar elementos patrióticos y una visión de nación
en el siglo XIX; una participación muy discutida que conlleva a revisar
esa historia politizada, y frecuentemente radical y bipartidista (liberal
o conservadora) en el siglo XX. Sin embargo, su aporte no prejuzga
el valor cultural de los nuevos Estados, cuyo contexto, siguiendo a
Pietschmann (2000), se enmarca en el triunfo político del liberalismo
y el constitucionalismo, la recepción del positivismo, el historicismo,
la institucionalización de la educación, la ciencia y la Historia —vista
como una nueva ciencia—, y por lo cual se crean ciertas circunstancias
favorables para la creación de las llamadas historias nacionales (25).
El fin de los virreinatos y la creación de las nacientes repúblicas de corte
liberal permiten evidenciar además fenómenos particulares a procesos
de industrialización, libre comercio y especialización exportadora,
en los cuales es relevante el papel de Inglaterra, Francia, Alemania y
Estados Unidos. Los modelos de una universidad de investigación y
otra profesionalizante, pero en especial la institucionalización de nuevas
ciencias, también permiten que el Nuevo Mundo pueda verse de otra
manera. Hay una mayor apertura y apropiación del sub-continente.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, desde Alemania, el
continente fue nuevamente un objeto de estudio de la Escuela histórica de
la Geografía y la Etnología, y de exploradores científicos como el alemán,
discípulo de Humboldt, Alfred Hettner (1859-1941) (König y Kusche
1994, 697). Sin desconocer que la literatura o los relatos producidos
por viajeros (algunos pintores, otros científicos o diplomáticos) fue de
gran aceptación en los medios europeos5. Todos ellos contribuyeron a
crear un imaginario y representación sobre el conjunto de las nacientes
repúblicas. Asimismo, surgen en Europa los llamados americanistas,
asignación orientada a investigadores especialistas de diferentes
disciplinas como la etnología, la arqueología y de diversas ramas de la
antropología. Estos se organizan luego en la Societé des Américanistes
en París (Francia) en 1895, presentando sus resultados preliminares
y avances de investigación sobre las sociedades y culturas amerindias
en diversos congresos en Europa y América6. También, aparecen los
5 Para una comprensión sobre los relatos de viajeros sobre Latinoamérica como fuente de
información ver Mörner (1992, 193-240).
6 Los antecedentes sobre el interés por el Nuevo Mundo y los pueblos amerindios pueden
verificarse en el marco de las experiencias del Museo de Historia Natural de París a comienzos del

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altamericanistas con un enfoque interdisciplinario en el que convergen


la arqueología, la filología, la historia y la etnología. Estos se ocuparán
de la historia antigua de los pueblos precolombinos desde una
perspectiva «aislacionista» o «difusionista». Estos se diferencian de los
iberoamericanistas los cuales corresponden a la historia del conjunto de
países americanos que formaron parte los reinos de España y Portugal.
A finales del siglo XIX surge un movimiento cultural «indianista»7; de
ello surge la noción de indoamérica que tuvo eco en los países de fuerte
influencia indígena, según lo señala Pietschmann (2000, 31).
Las diferentes miradas y términos sobre el hemisferio van a identificar,
en dichas corrientes, una lucha ideológica y, en el menor de los casos,
distintas visiones geo-políticas. Recordemos el papel dominante de
algunas potencias europeas. Un ejemplo es la popularización del
término «América Latina», hecha por Napoleón III (1808-1873) durante
su mandato como emperador (1852-1870), acepción que fue utilizada
por latinoamericanos residentes en Francia8. Uno de ellos, el escritor
colombiano José María Torres Caicedo, en 1857, acuñaría el término
«América Latina» en su poema «Las dos Américas» por lo que, a juicio
de Carlos Marichal (2015, 708), es el verdadero padre del término.
El país galo inicia la distinción, asimismo en información oficial
estadística, entre las américas del norte y del sur, la cual se extenderá
por lo menos hasta la Primera Guerra Mundial (Streckert 2012, 183).
En la comprensión de Pietschmann (2000), esta tiene una connotación
de rechazo a la referenciación tradicional ibérica y de ampliación de su
herencia, al considerar la incidencia de su tradición romance y latina
en Europa, y marcar la diferencia entre la Europa germana, anglosajona
y protestante; pero, en especial, contra la extensión de los Estados
Unidos (30-31); fenómeno que se evidencia al iniciar la expansión del
imperialismo norteamericano al sur de su frontera.

siglo XIX. Sobre sus orígenes, se puede consultar a David Browman (1998, 8-19).
7 En palabras de Carlos Arcos Vázquez e Ivett Reyes-Guillén (2015): el indianismo, puede
considerarse, de un parte «como una forma de manifestación de la temática indígena en literatura
y pintura, asociada a formas de representación que establecía una expresión folklórica, exótica
o idílica del mundo indígena, [pero de otra parte], es también una ideología reivindicativa, es la
búsqueda, el reencuentro y la identidad con nuestra historia» (137).
8 La población estimada de «suramericanos y mexicanos» era de 2311, cerca de un 40 %
respecto al grupo total que incluye a norteamericanos con 5777 hacia 1876. Los brasileños (32
%) constituyeron el grupo más importante de viajeros suramericanos, seguido de argentinos,
mexicanos, chilenos y colombianos, hacia 1892. Esto explica por qué a los suramericanos se
les identificaba como «brasileños» en Paris. Ya a comienzos del siglo XX constituían un grupo
importante en cuanto su inversión y consumo como visitantes en la sociedad parisina. Al respecto,
ver Streckert (2012; 185, 192-193).

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INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XX

De hecho, en Estados Unidos de América, se empieza a dar cierto


interés por la Historia de América Latina, en particular, sobre el lado
suroeste hispano-mexicano desde finales del siglo XIX y principios del
XX. Tomas Skidmore (1998) advierte que el trabajo pionero y clásico de
William Prescott (1796-1859) sobre la conquista de México y Perú son
un referente importante, razón por la cual este es considerado el primer
historiador científico norteamericano (106). La cercanía limítrofe (pero
en especial la importancia política, económica y militar) de la frontera
mexicana y el sur estadounidense ayudan a comprender dicho interés,
del cual no escapa el tema de la Independencia y la figura de Simón
Bolívar. Es comprensible que frente al desconocimiento que se tenía
sobre la región, el interés inicial fuera conocer los orígenes coloniales
y el proceso de transformación en repúblicas. Así, tal como lo advierte
David Bushnell (1923-2010), el caso excepcional que centraron durante
mucho tiempo la atención de los historiadores norteamericanos lo
constituye la Independencia mexicana y destaca, a su vez, a William
Spence Robertson (1872-1955), biógrafo de Francisco de Miranda
y autor de varios textos sobre la época de la emancipación», como el
más importante sobre el tema de la «independencia hispanoamericana»
(Bushnell 2004, 259-260).

Miradas desde la coyuntura y la institucionalización


Latinoamérica evidencia durante el siglo XX diferentes eventos de
orden económico, político, social y militar que pueden caracterizarse
como fenómenos que impactaron sus dinámicas de desarrollo y,
por ende, las miradas del mundo académico europeo, anglosajón y
latinoamericano. Alan Knight (1997) lo asume desde la evidencia del
impacto de la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión, la Segunda
Guerra Mundial, la hegemonía estadounidense en el hemisferio, a lo que
se puede agregar la Guerra Fría y la denominada Segunda Globalización
(722). De igual modo, es un referente importante para la Historia
occidental y del continente mismo el impacto de la Revolución mexicana,
la Revolución cubana, las dictaduras del Cono Sur y ciertos fenómenos
de populismo, entre otros hechos que despertaron el interés académico
y abrieron nuevas líneas de investigación en la latinoamericanística.
En la ruta lineal de comienzos de siglo y siguiendo el caso
norteamericano, se destaca Herbert Eugene Bolton (1870-1953),
considerado historiador pionero de la frontera hispano-americana.
Este autor inicia una recopilación sistemática de fuentes y bibliografía,

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y publica grandes estudios monográficos sobre la Historia Colonial de


Nueva España y los territorios comprendidos entre California y Florida
(McKanna 1979). Fue una gran autoridad en su tiempo y quien creó la
conocida teoría de Bolton. Se diferenció de su mentor Frederick Jackson
Turner (1861-1932), quien propuso el concepto «frontera» para entender
la historia de los Estados Unidos. Aquel argumentó que la historia de los
Estados Unidos no es posible comprenderla si no se tiene en cuenta la
historia de otras naciones americanas. En otras palabras, para entender
su historia se requiere de una mirada holista. Bolton contribuyó con sus
textos sobre historia de las Américas y sus exploraciones, y traducciones
al inglés de diarios de soldados y sacerdotes españoles; ello estimuló
su escritura sobre el «periodo colonial» español, especialmente a partir
del concepto spanish borderlands y la teoría de Bolton. Este autor,
durante las primeras décadas del siglo veinte, motivó la extensión del
conocimiento sobre la Historia de América. Asimismo, consideró que
la Historia europea no puede aprenderse sin conocer la historia de
las Américas. Bolton también participa del debate entre la unidad y
diversidad de América, y ve en su historia a una «Gran América», por
lo cual es el artífice de la Teoría Continental, lo que significa ver una
unidad histórica en el continente (Bolton 1933, 448-474)9. Su apuesta
partió de la crítica a las historias nacionalistas europeas con las cuales se
pretendía generalizar una Historia europea; experiencia que consideraba
no debía repetirse para el caso del hemisferio occidental.
Los anteriores aportes a la Historia latinoamericana en los
Estados Unidos coinciden con una política norteamericana abierta de
intervención en la cuenca del Caribe y una política hemisférica hacia
los países ubicados al sur del río Bravo. Finalizada la Primera Guerra
Mundial, inicia una influencia predominantemente norteamericana que
es importante en la vida política, económica y militar de la región. Surgen
también revistas especializadas respaldadas por gremios nacionales de
historiadores profesionales. Es el caso de Hispanic American Historical
Review aprobada en 1916. El primer número se pública dos años más
tarde con el título Ibero-American Historical Review10, gracias al respaldo
de la American Historical Association, que estaba bajo la presidencia
de John Franklin Jameson (1859-1937). El proyecto es considerado

9 Este texto es debatido por Lewis Hanke ([1963] 1964, versión en castellano). Sin embargo,
es Edmundo O’Gorman (1906-1995) quien primero reaccionó ante la teoría de Bolton (Hidalgo
Nuchera 2005, 409).
10 Ver página oficial del Hispanic American Historical Review en https://read.dukeupress.edu/
hahr. La revista cuenta con el apoyo de la Duke University Press desde 1926.

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INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XX

el más antiguo y el principal órgano de los especialistas profesionales


norteamericanos en Historia de América Latina y su inicio representó
el crecimiento de la subdisciplina en Norteamérica.
Lewis Hanke (1905-1993), otro historiador norteamericano que
trabaja el periodo colonial de la América española, es editor fundador
del Handbook of Latin American Studies en 193611, el cual se constituye
en el primer instrumento bibliográfico conocido en Norteamérica.
El Handbook se convierte en un referente importante para los
investigadores latinoamericanistas, y el desarrollo de colecciones y
librerías sobre América Latina en el mundo entero. Asimismo, organiza
una guía de fuentes hispanoamericanas para el estudio de los virreinatos
en México y Perú (1535-1700) en colaboración con Gunnar Mendoza
y Celso Rodríguez (Tanodi 1987). Hanke (1964) también participaría
en el debate sobre la unidad o diversidad de América, y se apoya en la
idea de una América diversa (383-422). No por otra razón este autor es
considerado el padre del área de los estudios latinoamericanos en los
Estados Unidos12.
También, hay que advertir que el primer auge de publicaciones sobre
Latinoamérica se da en los años treinta, en el contexto de la política del
«buen vecino» del presidente Franklin D. Roosevelt (1882-1945), quien
impulsó dichos estudios (Bushnell 2004, 261). Además, se contaba con
el programa interdisciplinario sobre Latinoamericana de la Foundation
Rockefeller, fundada en 1913 por John D. Rockefeller, Frederick Taylor
Gates y John D. Rockefeller Jr. En ese periodo, se destacan las propuestas
de Bolton, pero también de Edward Gaylord Bourne (1860-1908),
Arthur P. Whitaker (1895-1979) y Frank Tannebaum (1893-1969)
(Skidmore 1998, 106).
Mientras tanto, en América Latina, nos recuerda Sergio Bagú
(1996), la Historia era un terreno de cultivo de la tradición con una
función legitimadora y limitada al pasado nacional. La multiplicidad
de las cátedras universitarias, y la fundación de academias y centros de
11 Ver página oficial del Handbook of Latin American Studies en http://lcweb2.loc.gov/hlas/
12 Tomas Skidmore (1998) señala que luchó contra la leyenda negra en torno a la caricatura
de los conquistadores españoles y ofreció en cambio una interpretación causal en torno la lucha
de España contra el etnocentrismo anglosajón (109). Además, hizo énfasis en el elemento pro-
indianista en la tradición española. En plena Guerra Fría -1967-, Hanke señala que la enseñanza de
la historia de América Latina no debe ser utilizada como una acción política particular o política
económica de los Estados Unidos en América Latina y, por ende, la Historia no debe ser una
disciplina «objeto de 'crisis'», por el contrario, debe ser considerada objeto de estudio, así como un
importante segmento de la historia mundial. El debate estuvo abierto en los Estados Unidos, más
aún cuando lo propuesto por Hanke consistía en tomar en cuenta la disciplina para formar mejores
ciudadanos y no especialistas.

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historia, son síntomas de la trascendencia del pensamiento positivista


(ya adquirido en el siglo XIX, considerado el Siglo de la Historia), el
cual podría denominarse neopositivismo historiográfico (55-56). Los
historiadores con vocación autodidacta buscaron cierta identidad de lo
nacional con tinte patriótico y acontecimental. Asimismo, persiguieron
una conciencia histórica que les permitiera afrontar nuevos fenómenos
de modernización, traducidos en el crecimiento urbano, en cierta
especialización agro-exportadora —identificada en las primeras décadas
del siglo XX—, y en nuevas divisiones político-administrativas internas.
Entender esas nuevas configuraciones, no era posible sin contextualizar
la historia nacional con fenómenos de la historia universal e incluso sin
considerar la dualidad aborigen y europea de sus raíces. En este enfoque,
es válido aclarar, reafirmando a Pietschmann (2000), se mantenía la
tendencia a ver la historia latinoamericana como una prolongación de
la europea (26). En este contexto, lo positivo radica en el inicio de un
desarrollo unitario, basado particularmente en el «periodo colonial».
Esta es una teoría expuesta tiempo después por Francisco Morales
Padrón (1923-2010), a quien se le conoce por «la tesis de que la historia
de América es parte de la de Occidente» (Hidalgo Nuchera 2005, 410)13;
en parte, porque se evidencian fenómenos históricos más amplios
como la colonización, el imperialismo y distintas fases del capitalismo
que se desprenden del mundo anglosajón e hispánico (2005, 410). Sin
embargo, tampoco era la teoría dominante, pues también estaba la
postura de Germán Arciniegas (1900-1999) sobre la «tesis de las cuatro
Américas», fundada a partir de la evidencia de cuatro áreas culturales:
indoespañola, portuguesa (Brasil), inglesa (Estados Unidos) y franco-
inglesa (Canadá) (408).
La temporalidad del periodo colonial, común para los países de la
región, contribuirá a evidenciar ciertas fases de organización de los
imperios coloniales (en especial el ibérico), y las raíces de los procesos
independentistas y de la formación de los estados-nación. En términos
generales, hasta 1945, y según Bagú (1996), el «fenómeno político es
concebido como la lucha por el poder estatal central, por parte de los
historiadores, aunque se encuentran excepciones notables en autores
cuya preocupación se orienta a lo económico, social y cultural para
anunciar los nuevos objetos de la investigación» (56).

13 Partidarios son también Roberto Fernández Retamar y Enrique Semo; cf. Morales Padrón
(1954, 21-38; 1972, 21-22).

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INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XX

Las entreguerras
El Panamericanismo —orientación a ver una América unida, con el
protagonismo norteamericano, para enfrentar la influencia externa—,
representa el fin del aislamiento rooseveltiano como interés principal
de los estadounidenses entre 1939 y 1946. Aquel constituye una
estrategia, propuesta en el marco del enfrentamiento a las amenazas de
la Alemania nazi; este condensa la tendencia y el esfuerzo por agrupar
a una América Latina, por buscar un alineamiento continental durante
la Guerra Fría (1947-1991). Este enfoque, en cierta medida, contribuye
a la creación de cierta producción de escaso valor científico y se orientó
a un pasado reciente. También, se destacó la Office of the Coordinatior
of Inter-American Affairs, encabezada por Nelson Rockefeller (1940-
1944), la cual fue orientada a labores propagandísticas e intercambios
artísticos, culturales y académicos. Entre tanto, la Hispanic American
Review mantuvo criterios de calidad en la selección de publicaciones de
resultados de investigación.
Retomando la experiencia germana, solo en el periodo de las
entreguerras, los historiadores empiezan a reconsiderar su interés sobre
la historia del imperio colonial español. Aunque geógrafos y etnólogos
como Otto Quelle (1879-1959), Karl-Heinrich Panhorst (n.d.) y George
Friederici (1866-1947) ofrecieron otras contribuciones (König y Kusche
1994, 698-699).
En el caso de España, la guerra civil impulsó la emigración de no pocos
intelectuales, historiadores y estudiantes, cuya actividad fue intensa en
los últimos años de la República (1934-1936). Lo anterior conllevó a
consecuencias en el desarrollo de los estudios sobre Latinoamérica
en décadas posteriores. No obstante, surgen revistas especializadas
como Ibero América o Hispanoamérica. Además, durante el régimen
de Francisco Franco (1939-1975), se crean cátedras y cursos sobre
América Latina en las principales universidades, aunque favoreciendo
el concepto de «Hispanoamérica». Asimismo, se crea el Instituto de
Cultura Hispánica14. En las primeras décadas del régimen franquista, se
dieron tendencias a limitar el acceso a las fuentes primarias, a potenciar
la visión ideológica del régimen, y a otorgar al Estado y a la política

14 Luego, se conoció como Centro Iberoamericano de Cooperación e Instituto de Cooperación


Iberoamericana. En la actualidad, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el
Desarrollo (AECID) es el principal instrumento de cooperación exterior que posee España. No
obstante, la institución ha sido promotora de lineamientos y políticas interesantes. Por ejemplo, se
ha orientado hacia la Historia, la Historia del Arte y la Etnohistoria: sus temas de investigación son
la expansión española y la época de los trabajos científicos.

30
Renzo Ramírez Bacca

económica un papel protagónico. En realidad, los investigadores no


tenían mucha libertad y preferían ocuparse de épocas alejadas y menos
comprometidas. No obstante, la Casa Velásquez, una institución de
investigadores, fue un escenario de intercambio y apoyo a historiadores
interesados en la historia colonial latinoamericana. En Sevilla, el Archivo
de Indias ha sido de gran importancia para las investigaciones históricas
y un espacio de consulta obligada para centenares de doctorandos e
investigadores latinoamericanos15.
En cualquier caso, a mediados de siglo, anglosajones (especialmente
estadounidenses) e iberoamericanos se dieron a la tarea de debatir sobre
la diversidad o la unidad de América Latina (cf. Hidalgo Nuchera 2005,
407-421). En un escenario donde la historiografía hispanoamericana
sufre la incidencia de un mundo perturbado, impactado por la Guerra
Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, esta última apartó
prácticamente toda la actividad investigativa de los historiadores,
obstaculizó los contactos y los intercambios, los cuales solo después de
la posguerra se reanudaron lentamente. A tal punto que la Historia de
América Latina, como sub-disciplina, empieza adquirir fuerza solo en el
periodo de la post-guerra.

La posguerra mundial
Como lo señala Bagú (1996), entre 1945-1975 se diferencian los
elementos historia-ciencia, historia-técnica e historia-profesión. Se
crean nuevas condiciones en los historiadores, pero también una
dependencia. En este periodo tiene lugar la subordinación profesional
hacia las instituciones académicas y docentes. De esta índole, el Estado
contribuye a acentuar la importancia de la técnica y a atenuar el horizonte
apolítico dentro del cual el historiador actúa y a veces se define. Estas
condiciones incidieron en el modo de pensar sobre el pasado (1996, 56).
Emerge la Escuela de Berkeley sobre Historia Demográfica de
América Latina en la Universidad de California con la participación de
historiadores como Woodrow Wilson Borah (1912-1999), un interesado
en la geografía e historia que le da un carácter interdisciplinario a su
formación, y quien trabaja un proyecto de historia demográfica colonial
mexicana con Sherburne F. Cook (1896-1974) (Vásquez 2000, 3-5; Klein
2000, 1-3).
Hay también una tendencia a la creación o consolidación de programas
de historia; pero, de igual modo, al fortalecimiento de la Historia de

15 Para un balance, cf. Calderón Quijano (1987).

31
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XX

América Latina en Europa (Pietschmann 2000, 23). La producción,


organización y acumulados bibliográficos que resultan es también un
efecto de recuperación que es ascendente a partir de 1955, lo cual no
se manifiesta en los países latinoamericanos. Lo anterior no escapa de
ciertas características y particularidades de la latinoamericanística: falta
de recursos, ausencia de problemáticas ambiciosas y nuevas escuelas,
entre otras. Los temas y épocas de atención principal siguieron siendo la
Independencia y la Colonia, y la preocupación era dotar al gran público
y el hispanoamericanismo de buenos manuales o libros de texto.
Recordemos que las corrientes historiográficas más importantes en el
siglo XX fueron en particular las derivadas de la Escuela Francesa de los
Annales y el Marxismo. En el caso de Francia, varios de sus historiadores
contribuyeron a la comprensión de la historia latinoamericana y a una
amplia difusión de la misma. Uno de ellos es François Chevalier (1914-
2012) quien es un mexicanista y especialista sobre los países andinos.
Recibió apoyo de Marc Bloch y del etnólogo Paul Rivet en su orientación
inicial hacia el Archivo de Indias, y luego en la práctica de campo
para conocer el medio geográfico y humano del caso mexicano. Le
precedieron en su aventura otros franceses como Robert Ricard (1990-
1984), Jacques Soustelle (1912-1990) y Guy Stresser Peán (1913-2009)
(Marichal 1990, 37-42). En los años cincuenta es un historiador social y
económico influyente que se destaca por la originalidad de los temas, y
su interés por los cambios y las problemáticas, especialmente en México
y Perú, aún muy desconocidas en su tiempo. Le da importancia al trabajo
de campo para entender ciertos fenómenos que no siempre se pueden
comprender desde los archivos, así como a la interdisciplinaridad y
el comparatismo para rendir cuenta de un acontecimiento («Reseña
¿Quién…?» 2011). Asimismo, pueden mencionarse obras de amplia
vulgarización a mediados de siglo como los aportes de los historiadores
franceses Pierre Chaunu (1923-2009) y Jean Descola (1909-1981)16.
En Alemania, pasada la Segunda Guerra Mundial, puede considerarse
a Richard Konetzke (1897-1980) y Hermann Kellenbenz (1913-1990),
según Köning y Kusche (1994), como los fundadores de la investigación
y la enseñanza de la Historia de América Latina en Alemania; aportaron
a la historia del periodo colonial y también a las relaciones económicas
entre Alemania y América Latina (699). Konetzke, un historiador
interesado en su trabajo de campo y en la identificación de fuentes para

16 Ver trabajos representativos como Chaunu (1949) o Descola (1954, obra traducida como Los
conquistadores del imperio español en 1959).

32
Renzo Ramírez Bacca

la historia demográfica y social hispanoamericana (Ramos 1997, 7-9),


también aportó a la formación de hispanistas y latinoamericanistas,
centrado en Colonia a partir de 1954 (Mörner 1997, 1). Junto con
Kellenbenz crean Historia de Estado, Economía у Sociedad de América
Latina, conocido como el Jahrbuch, uno de los anuarios más importantes
en el campo latinoamericanista internacional, según lo señala Magnus
Mörner (1997). También, al igual que los historiadores de la época, se
preocupó por la publicación de colecciones de materiales primarios, los
cuales motivaron la hispanoamericanística en las nuevas generaciones
de historiadores (1-2).
Magnus Mörner (1924-2012) muestra, además, que se puede
vulgarizar sin rebajar el tema latinoamericano en Escandinavia, en 1957.
En dicho año, publica su libro Latin Amerika, Kulturländernas Historia,
de trecientas cincuenta páginas, con mapas y cuyo contenido en un
poco más de la cuarta parte del texto versa sobre el período colonial y
precolonial, y el resto sobre los siglos XIX y XX. En esos años, no habría
equivalentes en Europa, al mostrarse su libro como un texto cómodo y
bien hecho, en el cual las páginas consagradas al período precolombino
dan muestra de agudeza. Mörner (1954) se daría a conocer en el ámbito
francés y europeo con su estudio consagrado al Paraguay colonial. Es
un texto que se encuentra por fortuna en inglés y castellano. Allí, la
caracterización que ofrece el historiador se apoya en los antecedentes
prehispánicos, el proceso de colonización y sus consecuencias, la
migración europea y africana, la creación de una sociedad multiétnica,
el proceso de urbanización, las económicas de exportación y las grandes
propiedades, y los cambios políticos sufridos a través del tiempo17.
El historiador sueco colaboró en el Ibero Amerikanska Bibliotekt och
Institutet vid Handelshogskolan18 (el cual se afirmaba como centro de
publicaciones y donde trabajó como bibliotecario en 1951, para luego
ser su director entre 1957 y 1965) y en la Göteborgs Universitet, donde
enseñó Sverker Arnoldsson (1908-1959)19, a quien se le debe el trabajo

17 Se trata de «Las características de Latinoamérica en el contexto de la historia universal»


(1998), publicado en una traducción de Eva Aguirre.
18 El instituto apoyaría las publicaciones de la correspondencia del naturalista sueco Eberhard
Manek af Rosenschold en castellano; el informe del mismo Mörner sobre el mestizaje en la historia
iberoamericana; el estudio de Berndt Arne Björnberg (1908-1983) sobre poblaciones indígenas y
cooperativismos; sobre caudillos y militares de Mörner; y, del mismo modo, un estudio del escritor
venezolano Rómulo Gallegos.
19 Historiador político del siglo XVII, primero y luego brillante hispanista. Arnoldsson se había
consagrado cada vez más a la historia hispanoamericana. La escuela hispanoamericanista sueca se
afirma inicialmente en la etnología para luego orientarse en la historia. Cf. Mörner (1960, 72-74).

33
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XX

sobre la leyenda negra anti-hispánica, publicado post mortem y que


haría época porque explica los orígenes y evoluciones de la propaganda
anti-hispánica (Arnoldsson 1960, 3). Su activismo en medio de los
historiadores ibero-americanistas, como lo recuerda Josefina Zoraida
Vásquez (2013), lo llevó a ser uno de los fundadores de la Asociación
de Historiadores Latinoamericanistas Europeos en 1975 y de la Nordic
Association of Latin American Studies en 1973 (1389).
La institucionalidad del gremio latinoamericanista en el continente
europeo es la impronta que refleja lo que se venía desarrollando en
décadas anteriores, pues es evidente que a comienzos de los años 60 ya
se contabilizaban miles de títulos, entre libros, notas y artículos, que,
si mal pudieron ser repetitivos en sus contenidos, pueden considerarse
como el primer gran boom latinoamericano en Europa20.

Revolución cubana y Guerra Fría


La Revolución cubana, iniciada en 1959, es un referente histórico en
el mundo occidental. Los cambios generados en la isla y el impacto que
tienen estos en el hemisferio reaniman el interés por estudios sobre el
área en el ámbito mundial, al tiempo que América Latina se convierte un
escenario de disputa y atención de las potencias mundiales21. La política
norteamericana orientada hacia la región se denominará Alianza para
el Progreso —programa propuesto por el gobierno de John F. Kennedy
(1961-1963), cuya intención era convertir a Latinoamérica en un mundo
moderno—, para contrarrestar los efectos políticos de la Revolución;
mientras la Unión Soviética establecerá un programa de apoyo y
colaboración, en cooperación con el bloque de países socialistas, para
implementar el sistema socialista en la isla. En el anterior contexto, se
inicia, entre otros, un proceso reformista orientado al sector agrario que
permitiría un auge de textos sobre la cuestión agraria, las estructuras
agrarias, haciendas y latifundios, y estudios sobre el café y la caña de
azúcar; lo cual, de cierto modo, tiene relación con el auge de la historia
económica y social latinoamericana.
Siguiendo a Pieschmann (2000), es un contexto histórico en el
cual Latinoamérica adquiere gran importancia tanto para los países
en Europa y Norteamérica como para los investigadores. El conflicto
este-oeste, la explosión demográfica y la urbanización manifiesta a
20 Un trabajo que aborda las grandes líneas del momento es el de Chaunu (1965).
21 La Alianza para el Progreso es iniciada por la administración John F. Kennedy en 1961 con el
fin de establecer una mayor cooperación y asistencia económica, política y social con los países de
la región; finaliza en 1970.

34
Renzo Ramírez Bacca

mediados del siglo XX constituyen un terreno abonado para abordar


el continente desde nuevos enfoques y una nueva realidad histórica.
Pero, en igual sentido, dicho antagonismo tiene gran influencia desde el
punto de vista de la modernidad técnica y el dinamismo económico; la
solidaridad, respecto a las sociedades étnico-culturalmente diferentes; y
el abastecimiento de las necesidades básicas sociales en amplios estratos
de la población. Es en este contexto que surgen grandes movimientos
políticos, y escuelas científicas de ambos lados (23-24).
Por ejemplo, un rasgo del medio norteamericano es el establecimiento
de los History Departments, cátedras y centros interdisciplinarios de
estudios latinoamericanos. Hay una gran producción sobre Historia
de América Latina en inglés. La etiqueta «Latino-América» empieza
a utilizarse después de la Segunda Guerra Mundial, en vez de
«Iberoamérica» que se usaba antes en el medio anglosajón. El avance
de la sub-disciplina se evidencia en las conferencias organizadas por
la American Historical Association. También, se observa un manejo
puramente mecánico de las grandes bibliografías periódicas como
el Handbook of Latin American Studies. En cualquier caso —y no
obstante algunas observaciones críticas que se pueden plantear en
torno al medio universitario, los procesos de formación y desarrollo de
la latinoamericanística, en los años sesenta—, los estudios son fuertes
como área en el campo de la investigación y la docencia.
En esos años, John Jonson se destaca por defender y promover la
democracia en América Latina, y por explicar cómo se da la Revolución
cubana. Este autor utiliza el término «sector», en vez del concepto
«clase», y tiene aversión contra el marxismo. Su libro Political Change
in Latin America ganó el premio Bolton, señala Skidmore (1998,
110). Adicional, advierte que la tipificación de los latinoamericanitas
se diferencia en un antes y un después de la Revolución cubana, por
ello agrupa a los estudiosos, algunos como «radicales», otros como
«integracionistas» (111-117).
En el mismo escenario norteamericano, llega el segundo boom en los
años 70, en el marco de un fenómeno global que se caracteriza por la
simpatía y solidaridad hacia Latinoamérica, donde se destaca, como ya
se mencionó, el impacto de la Revolución cubana y el liderazgo de Fidel
Casto en un contexto de la Guerra Fría. No obstante, la caracterización
principal para entender la historia latinoamericana son los libros de
textos que, según Bushnell (2004), «no son sólo ellos en fin de cuentas la
fuente más leída» (263); un formato que, de igual modo, se utilizó con

35
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XX

una intencionalidad similar en la Unión Soviética.


Hay que advertir que el área latinoamericanista no fue del todo
prioritaria en las universidades de Estados Unidos, si se le compara con
las de África y Asia, y respecto a los apoyos para asuntos de cooperación
e investigación. En el ambiente aun prevalecían juicios de valor sobre la
«inferioridad» del sub-continente heredados de la vieja escuela europea
(Skidmore 1998, 107). América Latina era considerada parte del llamado
Tercer Mundo, un concepto que surge en los años 50 y que trató de
refutar sin éxito Magnus Mörner (1998) de modo tardío, pues al final se
adoptó como etiqueta para caracterizar a los países latinoamericanos,
africanos y asiáticos hasta el fin de la Guerra Fría (135).
En cualquier caso y de acuerdo con Thomas Bender y Mauricio
Tenorio Brillo (2000), los que estudian la Historia de los Estados
Unidos, son considerados como los Americanist y constituyen el
grupo mayoritario. Además, se dividen entre ellos y el resto, aunque se
tratase de una historia que ha tenido fuertes rasgos de parroquialismo
y nacionalismo, pero que de todos modos recibiría la influencia de la
historia social inglesa, en especial de E. P. Thomson (1924-1993) en los
años 70 y 80 (73).
Mientras tanto en Europa, durante la década 1960, factores
económicos y políticos influyeron en el incremento de estudios sobre
América Latina. La revolución de Fidel Casto y la imagen romántica
de Ernesto «Che» Guevara crean un gran impacto, a pesar de no ser
comparable con la guerra de Vietnam, en las nuevas generaciones. Los
jóvenes se hicieron políticamente importantes en los regímenes de
Europa Oriental. El incremento de una tendencia anti-americanista en
América Latina y un descenso gradual de la hegemonía norteamericana,
permitió una apertura mínima de inversiones europeas en el Continente.
El marxismo, como concepción, se empieza a valorar para la
comprensión de los procesos históricos de Iberoamérica. En los países
de Europa del Este, es la base teórica, aunque adquiere rasgos ortodoxos
y dogmáticos. En Francia, resalta la visión estructuralista, criticada por
la casi anulación del hombre en la historia. Y, en el mundo anglosajón
(Gran Bretaña y Estados Unidos), se da una variable social y empírica en
donde se destacan André Gunder Frank (1929-2005), el ya mencionado
E. P. Thompson, Eric Hobsbawm (1917-2012), Charles Wright Mills
(sociólogo) (1916-1962) y Oscar Lewis (antropólogo) (1914-1970)
cuyas obras tuvieron gran impacto en América Latina. En Alemania,
se destaca también Manfred Kossok (1930-1999), quien trabajó bajo la

36
Renzo Ramírez Bacca

orientación de Walter Marcov (1909-1993) y Konetzke, no solo por la


rigurosidad investigativa sino también por su enfoque marxista sobre las
relaciones socio-económicas entre la época colonial y la emancipación
(cf. Guerra Vilaboy 1994, 361-372).
Sin embargo, el grupo que comanda la Historia de América Latina
en Europa estaba en Francia. La educación francesa se caracteriza por
su alta y tradicional calidad. El grupo principal giraba alrededor de la
Escuela de los Annales. En los años sesenta y comienzos de los setenta,
hay un gran número de programas sobre la historia del continente.
Algunos de los autores más representativos son Marcel Bataillon (1895-
1977), Pierre Chaunu (1923-2009), François Chevalier (1914-2012) y
Fréderic Mauro (1921-2001).
En el Reino Unido, los estudios se intensificaron también en la década
1960. En contraste con sus colegas franceses, los americanistas británicos
han estado considerablemente organizados. En dicho territorio, se
destaca la labor de Robert Arthur Humprheys (1907-1999), fundador
del Institute of Latin American Studies en Londres. La información sobre
su perfil de docencia, proyectos de investigación y publicaciones son de
fácil acceso. Una gran parte de estos americanistas colabora de manera
extraordinaria en los intercambios que existen con los Estados Unidos,
el cual logró atraer a un gran número de americanistas británicos.
También, relucen otros centros y revistas tales como Cambridge Latin
American Studies, Journal of Latin American Studies y Society of Latin
American Studies. Los británicos tienen poca simpatía con los debates
ideológicos y teóricos, pero ofrecen un amplio número de estudios
empíricos y un predominio de la Historia. No sobra remarcar la ya
mencionada y determinada influencia de la historia social británica y de
los considerados historiadores radicales que ya mencionamos y que se
identifican como marxistas en todo el continente. En esa dirección, John
Huxtable Elliott (1930- ) y Raymond Carr (1919-2015) son conocidos
por sus trabajos sobre la historia de España.
Retomando el caso germano habría que recordar la existencia de la
República Federal Alemana y la República Democrática Alemana entre
1949 y 1990. Las investigaciones históricas profesionales, en la parte
occidental, empiezan a darse solo en los años sesenta, en donde prevaleció
cierta exclusión de lo que se creaba en Alemania Oriental. Sin embargo,
con el liderazgo de Mörner y desde la Asociación de Historiadores
Latinoamericanistas Europeos (AHILA), fundada formalmente en 1978,
se hicieron esfuerzos por superar la barrera frente a la Europa Oriental

37
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XX

que incluía además de la Alemania Oriental, otros países de esta parte


del continente (Giraudo 2008)22.
En la Alemania Occidental —propiamente en Colonia— se crea
hacia 1956 el Departamento Ibérico y Latinoamericano del Seminario
de Historia con la influencia de Richard Konetzke (König y Kusche 1994,
700). También se consolidan iniciativas gremiales como la Asociación
Alemana de Investigación sobre América Latina en 1965 que convoca
a un congreso anual desde 1999, entre otras actividades que realiza23.
Asimismo, se estable en las ciencias históricas, como un saber, la Historia
de América Latina española y portuguesa con tendencia a incluir la
región del mar Caribe en la universidades (König y Kusche 1994, 700).
El Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, conocido como Anuario
de Historia de América Latina (JbLA)24, es una de las publicaciones
más relevantes al destacarse por contribuciones que no eran del todo
conocidas en la historiografía occidental; por ejemplo, sobre demografía
peruana y migraciones europeas en el siglo XIX. La revista fue fundada
en 1964 por Konetzke y Hermann Kellenbenz (1913-1990) con el
título Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft
Lateinamerikas. En la actualidad, se destaca por publicar trabajos
inéditos sobre historia colonial y contemporánea de América Latina
en español, portugués, inglés y alemán. En la Universidad de Berlín,
en 1970, se crea el Instituto Latinoamericano y, en la misma ciudad, se
ubica el Instituto Iberoamericano de la Fundación Cultural Prusiana,
cuyos antecedentes remontan a 1920, con su Iberoamerikanisches Archiv.
En la actualidad, edita la revista Iberoamericana25, en cooperación con
el Instituto de Estudios Latinoamericanos en Hamburgo y la Editorial
Iberoamericana en Frankfurt y Madrid.
Mientras tanto, en la Alemania Oriental la historia latinoamericana
era considerada como una asignatura con pocos profesores y estudiantes.
Sin embargo, el predominio eran las contribuciones desde la sociología,
la arqueología y la etnología, las cuales de cierto modo despertaban
cierta solidaridad con los pueblos indígenas americanos. La experiencia
más importante estaba en la Universidad de Leipzig que estaba inmersa

22 Cf. con el balance sobre aportes historiográficos en Pietschmann (2005, 13).


23 Ver página oficial de Asociación Alemana de Investigación sobre América Latina en http://
www.adlaf.de/es/ueber-adlaf/praesentation.php.
24 Ver página oficial del Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas. Anuario de Historia de América
Latina en: https://journals.sub.uni-hamburg.de/ojs3/index.php/jbla/about.
25 Ver página oficial de Iberoamericana en http://journals.iai.spk-berlin.de/index.php/
iberoamericana/index.

38
Renzo Ramírez Bacca

en la tradición de la historia del mundo comparativo, la historia cultural


y los métodos interdisciplinarios de Karl Gotthard Lamprech (1856-
1915), cuya experiencia fue inspiradora en la formación del francés
Marc Bloch (1886-1944).
Resumiendo, había distintas universidades con centros, cátedras e
instituciones dedicadas a la historia latinoamericana desde distintas
perspectivas temáticas y estudios de caso, en especial, el Imperio español,
México, Paraguay, Nicaragua, Cono Sur, Nueva Granada o Colombia;
principalmente, en Eichstätt, Leipzig, Bielefeld, Hamburgo, Berlín y
Colonia. Como lo consideran König y Kusche (1994), en la actualidad,
la historia latinoamericana no hace parte del contexto de la historia
universal eurocentrista; por el contrario, es una rama de investigación
independiente y está contribuyendo «…a modificar imágenes, ideas y
modos de pensar preconcebidos» que se habían construido en el pasado
(715). Sin embargo, se trata de un cuerpo investigativo pequeño y poco
preocupado por difundir sus resultados en los países iberoamericanos,
según lo advierte Pietschmann (2005, 10).
Retomando el caso sueco, tan solo en los años 70 y 80 se da cierto
auge a la investigación y a la enseñanza de la historia en institutos de
enseñanza secundaria y departamento de estudios hispánicos de la
región (AHILA 2004, 16). Mörner logró crear la Sección de Historia de
Países del Tercer Mundo en la Escuela de Historia de la Universidad de
Gotemburgo, la que desaparece tiempo después de iniciar su periodo
de jubilación, y después de ser Director del Instituto de Estudios Ibero-
americanos de la Universidad de Estocolmo.
En otros países europeos, como Checoslovaquia, fueron las
revoluciones anti-estadounidenses de los años 50 y 60 en Guatemala,
Bolivia y Cuba las que motivaron la organización de cursos de historia
y cultura latinoamericana en la Universidad Carolina, en Praga y la
Universidad Universidad Palacký, en Olomouc (Opatrný 2001a, 3). En
dicho escenario, se destaca Josef Vincent Polišenský (1915-2001) quien
funda y dirige el Centro de Estudios Ibero-Americanos de la Universidad
Carolina y el anuario Ibero-americana Pragensia. Este académico
adoptó la mirada marxista para el estudio de las estructuras sociales
en función de rasgos generales del desarrollo, según lo recuerda Josef
Opatrný (2001b, 1). El principio del Centro fue la interdisciplinaridad
en la sub-disciplina. El libro Historia de América Latina, resultado de
investigaciones de archivo en varios países de Europa y América Latina,
fue reconocido especialmente en México y España; este fue un aporte

39
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XX

importante de Polišenský (Opatrný 2001b, 1). Pero fue el cambio de


sistema socio-político en 1989 el que trajo un impacto definitivo en
la iberoamericanística checa y en los discípulos de Polisenský, quienes
continuaron en su labor con temas como la migración checa, en especial
hacia Argentina y Brasil, y las relaciones económicas con Latinoamérica.
También se crea el Departamento de América Latina en el marco del
Instituto de los Estudios Orientales de la Academia de Ciencias de
Checoslovaquia, donde se desarrolla un interés por las historias del
movimiento obrero y los movimientos izquierdistas de Nicaragua, Chile
y Cuba, entre otros países (Opatrný 2001a, 379-380). En cualquier caso,
la latinoamericanística checa tiene especial potencial en las áreas de
Historia y Literatura.
En Hungría, se destaca Tibor Wittman (1923-1972), quien fundó el
Departamento de Historia de América Latina en la Universidad de Szeged,
en 1967. Luego, este se convirtió en Departamento de Humanidades,
manteniendo el énfasis en América Latina y la historia de España. En
plena Guerra Fría, dicho académico se dedicó al Tercer Mundo con
énfasis en América Latina, en especial, Cuba y Bolivia. Esta labor fue
continuada por Ádám Anderle (1943-2016) quien creó el Centro de
Estudios Históricos de América Latina y organizó el Congreso Europeo
de Historiadores Latinoamericanistas en 1987, lo cual representó el
referente más grande los latinoamericanistas húngaros. Anderle (2013)
sería presidente de la AHILA (365). Precisamente, la década de 1980
fue la de mayor productividad en el área, pero con énfasis en la historia
política del siglo XX. De hecho, Anderle recibió el premio por la Casa de
las Américas con la obra Movimientos políticos en el Perú, entre las dos
guerras mundiales (1985). Después, vendrían años de agotamiento de
las temáticas desarrolladas hasta mediados de los noventa. En cualquier
caso, se crea la Asociación de los Latinoamericanitas de Hungría en 1990
y sus investigadores seguirán participando en congresos internacionales.
Es posible que la debilidad de este caso está en que la obras se publican
en húngaro y no son del todo conocidas en otros ámbitos por su poca
visibilidad y circulación. Hoy existe una escuela de doctorado con
énfasis en historia del mundo hispano (Anderle 2013, 375-376).
En Rusia, el interés por los estudios latinoamericanos, aunque
esporádico, data de comienzos del siglo XX. Anteriormente, el imaginario
de los rusos se apoyó en los ensayos de viajeros, militares y diplomáticos,
pero en los años treinta la formación de cuadros científicos marxistas

40
Renzo Ramírez Bacca

para el estudio de América Latina en la Internacional Comunista fue


determinante, según Andrei Schelchkov (2017).
En realidad, se hacía complejo lograr interpretaciones de la historia
regional ante la falta de fuentes fidedignas, el carácter fragmentario
de la información y la ideologización del estalinismo, según lo señala
Vladímir Davydov (2006). La problemática histórica inicial fue la Guerra
de Independencia a cargo de V. Miroshevskii y posteriormente de sus
discípulos (Schelchkov 2017, 156). Esta problemática fue decisiva para
entender, en los presupuestos marxistas ortodoxos, las revoluciones, los
procesos históricos y las condiciones de desarrollo socio-económicas de
gran relevancia en Latinoamérica.
Varias instituciones se dedicaron a estudiar la región, entre otras,
las Universidades Estatales de Moscú y de Leningrado, el Instituto de
Relaciones Exteriores; y, más tarde, el Instituto de Economía Mundial y
Relaciones Internacionales de la Academia de Ciencias de la URSS, y el
Instituto de Investigación Científica de la Coyuntura del Ministerio de
Comercio Exterior de la URSS.
No obstante, fue la Revolución cubana, en especial, las razones
políticas, lo que hizo despegar la latinoamericanista soviética a partir
de la creación del Instituto de Latinoamérica en 1961 (Davydov 2006,
14-33). Dicha Revolución fue interpretada de diferentes modos con
el paso de los años, pero siempre se mantuvo bajos las lógicas de la
ideologización, politización y teorización marxista de corte ortodoxo
(Schelchkov 2017, 163).
En los años setenta, se evidencia una fase de estudios integrales sobre
la región. Por su parte, en los años 80 los estudios históricos se centran
en las particularidades del desarrollo capitalista, con la configuración
de una visión de «capitalismo dependiente», y otra de «capitalismo
de desarrollo intermedio», lo cual permite identificar estudios sobre
historia socioeconómica y los procesos de formación socio-económica
en algunos contextos nacionales. Según lo señala Davydov (2017), pese
a las limitaciones ideológicas de esos años, se logró una madurez teórica,
rompiendo con el determinismo lineal y proponiéndose una visión
de «desarrollo multivariante» del desarrollo de los países de la región
en el marco común de su perifericidad históricamente determinada
(183)26. No obstante, cierto refugio para evitar los temas ideologizados
se dio en el área de estudios culturales, filosóficos, antropológicos y
multidisciplinarios, con temas sobre culturas pre-colombinas (aztecas

26 Cf. Davydov (2006).

41
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XX

e incas) y el pensamiento sociocultural latinoamericano, entre otros


(Schelchkov 2017, 165-166).
Posterior a la perestroika (apertura) de Mijaíl Gorbachov (1985-
1991), siguió una fase caracterizada por el eclecticismo teórico, el
subjetivismo derivado de las simpatías políticas, un brusco deterioro
económico de las academias, una pérdida de status por parte de
los científicos y la incertidumbre causada por la subsistencia de las
instituciones anteriores. En tal contexto, se lograron identificar, por un
lado, el enfoque civilizatorio en cuya elaboración participaron Boris
Koval, Serguéy Semiónov y Yácov Shemiakin con apoyo en la concepción
de civilización transfronteriza; y, por otro, una óptica macroeconómica
propuesta por A. Bobróvnikov y V. Davydov para el estudio sobre los
procesos económicos de la región (cf. Davydov 2006, 13-44; 2017, 183).
También, se replantearon a fondo los temas de integración regional
y subregional con nuevos fenómenos de integración, discusiones
encabezadas por Anatoli Glinkin, uno de los fundadores del Instituto
de Latinoamérica de la Academia de Ciencias de Rusia (cf. Davydov
2006, 13-44; 2017, 183). Además, se concretaron estudios sobre la
democratización de la vida política y el rechazo a las formas autoritarias
de Estado, con la participación de Marina Chumakova, Emil Dabaguián,
Zbigniew Iwanowski y Liudmila Ókuneva. En este punto, se pensó la
remodelación del mecanismo económico según las recetas neoliberales,
lo cual implicó estudios sobre diferentes factores de análisis. Al respecto,
se destacan autores como Alexander Bobróvnikov, Vladímir Davydov,
Lev Klochkovski, Zinaída Románova, Vadim Tepermán, Nikolái
Jolodkov e Igor Sheremétiev (cf. Davydov 2006, 13-44; 2017, 183).
Novedoso también resultaba el aporte de Borís Martynov y su equipo de
trabajo con la concepción de seguridad integral en la interpretación de
las relaciones internacionales de los estados latinoamericanos, aunado
al trabajo de Glinkin sobre el narcotráfico transnacional.
Lo anterior, concierne a problemáticas contemporáneas, pero los
estudios históricos y culturales se han desarrollado en otros escenarios
como el Instituto de Historia General de la Academia de Ciencias de
Rusia y la publicación de Historia de América Latina (vol. 1-4) con la
coordinación de Evgueni Larin, además de otros autores e instituciones
entre los cuales se destacan Alexander Stróganov, Nikolái Marchuk,
Galina Ershova, Natalia Konstantínova y Pável Pichuguin y Vladímir
Kuzmístchev (cf. Davydov 2006, 13-44). La característica esencial de los
estudios de la latinoamericanística rusa radica en no desmarcarse de los

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Renzo Ramírez Bacca

procesos mundiales y de los intereses de Rusia en el ámbito internacional;


asimismo, estos estudios no se desligan del análisis sobre países concretos,
como asevera Vladímir Davydov (2006). Al igual que en otros países
europeos, es pequeño el grupo dedicado a la creación de conocimiento
latinoamericanista. En el caso ruso, si en los años ochenta había unos
ochocientos especialistas, en los últimos años esa cifra se reduce (en el
mejor de los casos) a la mitad; una cifra que puede comparase con unos
diez mil de la comunidad latinoamericanista mundial. En cualquier
caso, Rusia cuenta con revistas como Iberoamérica y América Latina
que son el espacio central de difusión de los avances de la subdisciplina.

En el ocaso de los grandes paradigmas


Las dos últimas décadas del siglo XX representan el fin de las
dictaduras latinoamericanas, la Guerra Fría y el socialismo real europeo.
También testimonian una profunda crisis económica por lo menos en
gran parte del sub-continente. Asimismo, se evidencia el ocaso de los
grandes paradigmas que guiaban la profesionalización de la Historia,
en especial, los marxismos ortodoxo y estructuralista. La consecuencia
inmediata es el derrumbe de las visiones economicistas, deterministas,
generalizantes, estructuralistas, funcionalistas y desarrollistas que
tipificaban a América Latina. La consecuencia posterior consistió en una
proliferación de estudios históricos de orden empírico con diferentes
matices, sin grandes meta-relatos; pero, en cambio, con herramientas
conceptuales de alcance medio en un contexto político-ideológico
que se identifica como «neo-liberal». Del mismo modo, este periodo
se caracterizará por la difusión del postmodernismo como propuesta
filosófica (cf. Barros 1999).
Las historias patrióticas y las metahistorias de los marxistas se
aíslan. Como se sabe, el marxismo había crecido como un dogma en
muchas universidades. En el caso de las dictaduras de Argentina, Chile,
Uruguay y Brasil se pierde toda una generación de jóvenes intelectuales
de izquierda que resienten esta nueva retórica. Sin duda, se empieza a
proveer una nueva realidad. Muchos de ellos salieron al exilio. En todo
caso, creció el escepticismo sobre el marxismo y las ciencias sociales que
admitían su influencia en América Latina. Las posiciones ideológicas
de algunos investigadores cambiaron para reorientarse hacia la utopía
neoliberal.
En México, desde los años 80, también se empieza a reconsiderar la
influencia del marxismo y Annales, en función de la historia política

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INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XX

para que esta tuviese una mayor autonomía. Una especie de revisionismo
de distinto cuño que se proyectó en diversas perspectivas teóricas y
analíticas, según lo señala Guillermo Palacios (2007). Una tendencia
que, de igual modo, serviría para superar el estado de descomposición
y desprestigio en la cual se encontraba la historia política en América
Latina (5).
Asimismo, se empieza a evidenciar una nueva historia cultural
centrada en los medios, la circulación de las ideas y las nuevas prácticas
sociales (G. Palacios 2007, 6). Es quizás también un intento de adaptación
de lo que se conoció como «historia de las mentalidades» con una visión
histórico-social o antropológica, en donde nuevos sujetos y categorías
como «género» y «poder» emergen, lo que de igual modo considera la
importancia de la «cultura política» como nuevo instrumento analítico,
tanto para lo popular como para las élites.
En cierta media, hay una tendencia imperativa a la deconstrucción
de los grandes relatos, enmarcada en un discurso de posmodernidad.
Sociedad y cultura parecen ser las categorías que abarcan una gran
parte de la multiplicidad y fragmentación de proyectos de investigación
histórica. Atrás quedan los enfoques seriales, apoyados en contenidos
estadísticos donde los problemas contemporáneos parecen ser los
llamados a considerarse por las nuevas generaciones de historiadores en
distintas perspectivas: la microhistoria (más cultural), las mentalidades
(más antropológica), la historia social (desde abajo) y la historia de
lo cotidiano (más cultural) con sus respectivas raíces europeas (Italia,
Francia, Inglaterra y Alemania) (M. Palacios 1995, 22).
Las décadas de los años 80 y 90 fueron sin duda epicentro de
cambios en el pensamiento científico social y en la historiografía
de Latinoamérica. Puede resaltarse que ya existía un acumulado de
estudios comparados entre países latinoamericanos (algunos de ellos
entre naciones europeas y Norteamérica) en función de considerar
diferencias y similitudes (cf. Mörner 1994). Sin embargo, no podemos
olvidar que los llamados a volver a los inicios y repensar los conceptos
y las líneas de trabajo estuvieron en el orden del día. De este modo, se
volvió sobre los principales autores que surgieron a finales del siglo XIX
y las primeras décadas del XX.
Lawrence Stone se hizo popular en esos años, cuando resume las
tendencias y preocupaciones que proseguirían en la historiografía
occidental (cf. Stone 1979, 3-24). Este autor hizo eco en los
historiadores profesionales al proponer volver a la narrativa para

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Renzo Ramírez Bacca

lograr nuevos discursos. En particular, dicha tesis se relacionó al ocaso


del marxismo, la escuela de Annales y la Nueva Historia Económica
(o cliometría, como la llaman en España), según lo advierte Marco
Palacios (1995, 16). Sin embargo, el debate no hizo mella en el área de
los estudios latinoamericanos; especialmente, porque la historiografía
norteamericana, de acuerdo con Josefina Zoraida Vásquez (1998), tiene
un sentido autoreferencial, en otras palabras, no tiene en cuenta la
historiografía distinta a la norteamericana (275-279).
En efecto, a finales del siglo XX lo que se evidencia son nuevas
posturas en torno a América Latina como objeto de estudio. Una de ellas:
la existencia de una gran diversidad en todos los escenarios; diversidad
expuesta en lo geográfico, étnico, sociológico y político; diversidad que se
observa también en marcos cronológicos como la América Precolombina,
la América Colonial y la América Independiente. Nuestro continente es
visto como un puzzle en el que convergen distintas tradiciones (india,
europea pre-industrial e industrial moderna). De igual modo, América
se presenta diversa según los niveles de observación (asentamiento,
gobierno, cultura política y religioso)27.
Es un continente con muchas particularidades y características
comunes, que como señala José Luis de Imas (1984), en la búsqueda de
ciertas identidades: su literatura, expresada en boom latinoamericano
y el realismo mágico, la apropiación de ritmos africanos, el muralismo
mexicano; la teoría económica del deterioro de los términos de
intercambio, formulada por la CEPAL; la teoría económica de la
relación centro-periferia y los comportamientos diferenciales del
capitalismo periférico de Raúl Prebisch (1901-1986) en la CEPAL; la
teoría de la dependencia en las Ciencias Sociales; el «populismo» como
sistema político; la teología de la liberación; y la religiosidad popular y
su reconocimiento institucionalizado (cf. Hidalgo Nuchera 2005, 416-
419).

***

Hasta aquí un bosquejo general de las tendencias y características,


en términos de representaciones e historiografías sobre el hemisferio

27 Los aportes son de Luis Navarro García (1991), José Alcina Franch (1991), Jacqueline Covo
(1995) y John H. Elliot (1998). Al respecto, cf. Hidalgo Nuchera (2005, 410-414). Un ejemplo de
ese enfoque diverso respecto a lo económico, social, político, intelectual y cultural (e influenciado
por España, Portugal, Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos) son los once volúmenes
editados por Leslie Bethell entre 1984 y 1990 (cf. Bethell 1984-1995).

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INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XX

occidental y, en particular, sobre América Latina. Una mirada


especialmente europea y estadounidense, pero también limitadamente
latinoamericana, según el periodo en que se le observe; lo cual hace
que la cátedra tenga una valoración y contribución más internacional
que otras historias. Sin duda, la investigación histórica, en función de
la identidad de los estados nacionales republicanos, de por sí es escasa
según el país que se observe y la necesidad de acudir a los antecedentes —
en especial para ofrecer un contexto mayor al fenómeno histórico— ha
hecho posible que emerja la Historia Universal y la Historia de América
Latina que bien puede ser parte de ella. Esa necesidad de ofrecer un
contexto histórico y una mirada holística también se ha encausado
a una suerte de identidad común, teniendo en cuenta las raíces y
orígenes genéricos de los procesos que la configuran en la actualidad. El
efecto es evidente: Un historiador en formación, especializado en una
problemática local, regional o nacional, debe sin duda comprender el
contexto del fenómeno en su tiempo y, por ende, el llamado a considerar
la historia latinoamericana.
La Historia ha hecho los aportes más significativos en el área
latinoamericanista, para cuyos especialistas el periodo colonial (el
cual llega hasta la Independencia) es el preferido, según Stanley Stein
(1964, 1-2). La institucionalización de asociaciones, revistas, congresos,
programas de historia, editoriales y publicaciones permite observar un
acumulado importante y cambio de representaciones e imágenes entre
Europa y América.
Asimismo, debemos considerar el papel de las potencias mundiales
y su interés en la región. En el caso del siglo XX, el protagonismo
económico, militar y político ha estimulado la producción académica,
al igual que los distintos países europeos en el marco de la Revolución
cubana y la Guerra Fría. Como bien señala Stein (1964), en cualquier
caso, la dificultad mayor ha sido para los historiadores que se ocupan
de la historia contemporánea, para quienes se hace necesario hacer
estudios en diversos países con el fin de justificar su síntesis (5). Debido
a esto, en el mejor de los casos, sobresalen México, Brasil, Argentina,
Cuba y los demás casos se nos presentan como marginales.
La sub-disciplina, en cualquiera de los casos, tiene serias limitaciones
ya sea por la escasez de recursos para investigaciones, por la carencia de
una orientación clara en los mismos programas de historia cuando se
trata de enseñarla y por la misma dificultad que resulta de investigar
sobre una región tan compleja y diversa. Esta es la razón por la cual

46
Renzo Ramírez Bacca

su papel perentorio está en su enseñanza y difusión, más que en la


investigación. Sin embargo, la producción siempre se ha apoyado o se
inicia a partir de uno o varios casos que pueden ser la extrapolación de
un fenómeno identificado a una escala media o alta en el sub-continente.
Es posible que una consecuencia positiva sea lograr una identidad como
latinoamericanos en torno a sus raíces comunes, como ya se señaló; la
cual nos ayude a comprender la hermandad y la diversidad de nuestros
pueblos, pero también a superar los regionalismos, provincionalismos
y chauvinismos. De este modo, podemos entender que los fenómenos
aquí desarrollados tienen también antecedentes en la historia de la
humanidad o en otros rincones de la misma Latinoamérica.
La invitación, en el siguiente capitulo, es mirar otro factor: el
económico. Empezar por la economía implica considerar causas y
efectos de sus especializaciones exportadoras, su vinculación al mercado
mundial, pero también considerar el potencial de sus bienes y riquezas.

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Este libro se terminó de imprimir en el mes de octubre
de 2020 en los talleres de Gráficas Olímpica, bajo el
cuidado del autor.
Pereira, Risaralda, Colombia.

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