Duelo Neo y Perinatal

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Enséñame a despedirme

Duelo perinatal y neonatal

Atención Emocional

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Dedicado a Adriana.
A todas las bellas criaturas nacidas sin vida, a sus mamás y papás.

La muerte perinatal se define como la pérdida del hijo/a producida desde la


semana 22 de gestación (cuando el bebé tiene un peso mínimo de 500g)
hasta los primeros siete días de vida. La mortalidad neonatal está referida al
fallecimiento del bebé un mes después tras el nacimiento. Este tipo de duelo
conlleva un intenso sufrimiento para los padres marcando una clara crisis
vital y familiar. En ocasiones, el trauma es aún mayor cuando no se conoce
la causa directa del fallecimiento.

‘’Siempre he odiado eso que dicen de que no hay ninguna


palabra que designe la pérdida de un hijo.
Las palabras siguen siendo padre y madre’’

(Albert Espinosa, “Brújulas que buscan sonrisas perdidas”)

Duelo desautorizado, duelo ignorado.

A pesar de que se trata de una circunstancia recurrente, (1 de cada 4 emba-


razos culminan con muerte gestacional), no se habla de ello a nivel social,
incluso el entorno familiar tiende a restarle importancia y a no querer nom-
brarlo, por lo que los padres que vivencian esta experiencia tan traumática se
sienten desautorizados para su expresar su duelo, no se les facilita expresar
su dolor en toda su magnitud y complejidad.

Existe además una serie de falsas creencias a nivel social que silencian aún
más estos duelos, entre ellas la de que a medida que se avanza en el emba-
razo, la pérdida provoca un mayor trauma y dolor, por lo que muertes gesta-
cionales más tempranas no son dolorosas para los padres y se puede “pasar
página” rápidamente. Además, en ocasiones ni siquiera se consideran seres
vivos a los hijos/as fallecidos en estas fases de la gestación. Tampoco se
ajusta a la realidad la idea de que es la mujer embarazada quién vive esta
pérdida de manera más traumática, dejando relegado al padre a un segundo
plano emocional. Ambos progenitores deben ser considerados como
dolientes y apoyarles en su propio dolor.

Duelo por los sueños no cumplidos.

El hijo/a fallecido formaba parte de los planes de futuro de los padres pasan-
do a situarse en el centro de sus vidas. Cuando estos sueños, de golpe no se
cumplen, el duelo que se inicia incluye la ruptura con ese pasado y con un
futuro ilusionante que la pareja creó conjuntamente y en la que afianzaron
parte de su relación, pero que ya no llegará.
El recuerdo del hijo/a fallecido permanece siempre. El duelo no es olvido, el
duelo es honrar al hijo/a con su nombre y con su recuerdo, ya viviera una larga
vida o tan solo unos instantes fugaces junto a los padres.

¿Y a partir de ahora...?

Permitirse tiempo y espacio para la soledad y recogimiento interior.

A nivel de pareja, pasaréis por periodos muy complicados: daros permi-


so el uno al otro para la soledad, para el espacio personal del otro y
compartir en pareja abiertamente lo que sentís cada día. Las emociones
del otro hay que validarlas, no juzgarlas, y permitir el tiempo que necesite
tu pareja para ir gestionando su propio duelo.

Si hay otros hijos/as en la relación, se recomienda informarles de la


situación, adaptando el mensaje a la edad del niño, para que puedan
despedirse y elaborar su propio duelo.

A pesar de la muerte del bebé, el cuerpo de la madre reflejará los sínto-


mas de haber dado a luz, por ello hay que procurar mimar no solo la
parte emocional, sino también la recuperación del cuerpo tras el parto.

Se recomienda no tomar decisiones en un tiempo con respecto a qué


hacer con los preparativos que teníais para vuestro hijo/a (habitación,
cuna, ropita…). Más adelante, iréis identificando con mayor serenidad
vuestros deseos (preservar todo para otro embarazo, donarlo…). Si así lo
necesitáis, podéis permanecer en la habitación las veces que necesitéis,
dejando salir las emociones que vengan sin juzgar y sin ponerse
límites.

Con el tiempo el recuerdo del hijo/a fallecido se irá interiorizando y


ocupando un lugar especial y permanente en las vidas de los padres,
teniéndolo presente a diario y reconvirtiendo el dolor en visiones
diferentes de la vida y en la escala de valores propios.

Importancia del apoyo de la familia. Si fuera necesario, comentar con la


familia las necesidades que se tienen para que sepan cómo queremos y
necesitamos ser ayudados.

Si eres familiar/amigo ten presente que la vida del hijo/a fallecido sigue
presente en los padres: ese bebé nació con un nombre y un día de
cumpleaños que los papás necesitarán tener presente toda la vida.
Si eres familiar/amigo, escucha a los padres cuando hablan de su hijo/a
fallecido, permite que le recuerden las veces que así lo deseen y no
minimices su testimonio y su dolor. No es necesario decir nada para
consolar, el consuelo no es posible, pero ayudarás mucho si transmites tu
sentimiento de pesar y acompañas con escucha empática y preguntando
directamente de qué manera les puedes ayudar.

No utilices frases como estas, porque, aunque las uses intentando


ayudar, probablemente causen más dolor a los padres: “No llores, ya
vendrá otro hijo…”verás como dentro de poco te vuelves a quedar
embarazada”…”Si era muy pequeño, muy poca cosa aún, no es para
tanto, deja de llorar..”, “esto le pasa a mucha gente, no te preocupes ya
se te pasará...” “Si ha pasado así es por alguna razón, ahora hay un
angelito en el cielo”…”Tienes que ser fuerte por tus otros hijos”…

La ayuda de un psicólogo durante un tiempo ayudará de manera decisi-


va en el proceso de reconstrucción posterior: terapia individual, terapia
compartida con otras parejas que han perdido un hijo/a, y apoyo a la
pareja con el proceso de duelo compartido.

El duelo es reconocer interiormente que somos padres y madres de un hijo/a


fallecido.

Miedo a embarazos futuros

El vínculo emocional con el hijo/a se inicia incluso antes del embarazo


cuando los padres forjan los primeros deseos y pensamientos con respecto
a la idea de ser padres.
Cuando se produce la muerte gestacional, en el momento del embarazo
que esta se produzca, supone una ruptura abrupta con toda la historia
pasada y futura forjada entorno a ellos y a la existencia de este hijo/a.

Concederle el espacio adecuado al dolor para que vaya convirtiéndose en


una experiencia natural y hermosa de recuerdo del hijo/a, es clave para
transitar por el duelo y el dolor que esta vivencia supone. El duelo por el
hijo-a nacido sin vida requiere de un proceso que hay que respetar y viven-
ciar, de manera individual, en pareja y con el entorno familiar y social, y que
un nuevo embarazo nunca se debe desear como fórmula para suavizar el
dolor de la pérdida anterior.

Con el nacimiento posterior de un hijo seguirá teniendo su lugar la


existencia anterior del hijo/a nacido sin vida, con su nombre, identidad e
historia propios.
Hay que prepararse para saber cómo enfocar una nueva gestación, ya que
probablemente se produzcan episodios de ansiedad y estrés.
Dejarse ayudar por un psicólogo será muy importante para saber cómo
manejar estos síntomas, asumiendo al mismo tiempo que existe un riesgo
asociado de nueva pérdida, pero aprendiendo a manejar estrategias de
control de pensamientos rumiantes y estrés.

Será muy importante reforzar el vínculo de la pareja, aumentando la


comunicación y expresión emocional entre ambos miembros.

Los profesionales sanitarios

Aspectos tales como el seguimiento y educación durante el embarazo y


postparto (por ejemplo, información precisa sobre el manejo de la lactogé-
nesis) son funciones propias de los profesionales sanitarios. No obstante, es
un hecho que se necesita reforzar la educación y conocimiento en el
abordaje de muertes peri y neonatales, especialmente para saber utilizar
herramientas emocionales adecuadas al nivel de sufrimiento de los padres
en esos momentos, dotando al personal sanitario de un lenguaje sensible,
respetuoso y acorde a la circunstancia en sí: la muerte de un ser vivo, de
una persona, de un hijo/a que tiene un nombre y unos padres que le
adoran, y que se encuentran en el momento más terrible de sus vidas.

Será muy importante en esos momentos orientar a los padres sobre


cómo afrontar la situación que están sufriendo, acompañarle en todo
momento, permitirles espacio para la intimidad y el recogimiento,
facilitarles la compañía de otros familiares, y proporcionarles apoyo
emocional y psicológico, así como agilizar cualquier trámite
administrativo que vayan a requerir.

Cuando en el hospital se ofrece a los familiares de los padres la posibilidad


de ver también al bebe nacido sin vida para conocerlo, verlo y tocarlo junto
a los padres, están facilitando que el entorno no niegue la vida y muerte del
bebe, sino que la interioricen y sean capaces de hablar de ella con los padres.
Adriana

Me llamo Laura y soy mamá, una mamá un tanto diferente; soy una mamá
en duelo. Tal vez tú también lo seas, o tal vez conozcas a alguien que
también lo es, por eso quiero contarte algo.

En el séptimo mes de embarazo todos mis miedos se hicieron realidad al


escuchar tres palabras: "no hay latido". El corazón de Adriana, mi hija, se
paró y el mundo se detuvo. Se tiende a creer que para morir primero
tenemos que nacer. Ese día aprendí que para morir sólo hace falta estar
vivo y Adriana lo estuvo dentro de mí durante más de siete meses. Por eso
puedo decir que soy mamá, como mi marido puede decir que es papá,
aunque ella muriera. Tras quince horas de parto Adriana nació, lo hizo en
silencio, no lloró, su padre y yo lo hicimos por ella. De repente algo tan
lleno de vida como puede ser un parto se transforma en todo lo contrario,
cuesta mucho entenderlo. Cuando alguien me pregunta si tengo hijos la
respuesta es un rotundo sí. Adriana es mi hija. Lo era desde que quise ser
madre, antes incluso de estar embarazada y lo sigue siendo ahora, a pesar
de su muerte.

No importan los meses de gestación, ni tampoco importan los días o las


horas que vivió fuera del útero antes de morir, un hijo es un hijo sin impor-
tar nada y, ante su muerte, todo se desmorona.

Es posible que cueste entender que suframos un duelo por la pérdida de


alguien que en teoría no tuvimos, ahí está en gran error. Efectivamente no
podré recordar el color de sus ojos, estaban cerrados; tampoco su llanto,
solo hubo silencio; ni su sonrisa…pero imaginé mil veces, mientras tocaba
mi barriga, cómo sería su tono de voz diciéndome mamá, su primer diente,
su primera fiebre, el primer día de cole, ¡hasta su primer amor! Adriana no
es sólo un bebé que murió, es toda una persona que no vivirá, entiende mi
dolor. A pesar de todo recuerdo todas las ilusiones y la felicidad que trajo a
mi vida, poder cogerla en brazos, aunque sólo fuera una vez, sentir su piel,
besar su carita…. Tanto amor incondicional, tan incondicional que ni su
muerte lo paró.

Adriana me hizo mamá viviendo en mí y su muerte no me quitó ese


privilegio. Me convirtió en mamá en duelo, duelo que recorreré y saldré
siendo Laura, mamá de Adriana siempre.
Si eres madre/padre,
es tu derecho:

Poder ver de manera inmediata a tu hijo/a fallecido,


poder tocarle, olerle, estar junto a él durante el tiempo
que necesites y poder despedirte de el/ella.
Poder hacer fotografías de tu hijo/a si así lo deseáis.

Tener espacio y respeto a tu alrededor para llevar a cabo


el ritual de despedida que elijas.

Hacerte cargo del cuerpo de tu bebé para organizar su


entierro o cremación. Solicítalo en el hospital.

Poder conocer de manera clara y transparente la


información que maneja el hospital, relacionada con la
muerte del hijo/a.
Ser asistida por un equipo sanitario preparado en asistencia
técnica y emocional en duelos peri y neonatales, en el que
se utilice un trato humano y un lenguaje y terminología
adecuada a la magnitud de la experiencia traumática que
los padres están experimentando.

Disponer de un espacio personal para honrar la


existencia de tu hijo/hija y para su recuerdo.

Prestación de nacimiento y cuidado del menor o baja por


maternidad/paternidad:

• Si tu bebé de más de 180 días de gestación nace


muerto/a, como madre tienes derecho a la baja por
maternidad de 16 semanas, las primeras 6 semanas
son obligatorias. El padre/ madre no gestante no tiene
derecho a la prestación.

• Si tu bebé nació vivo y murió en las siguientes


semanas al nacimiento, ambos progenitores tenéis
derecho a baja por maternidad/paternidad:
16 semanas para la madres y 12 semanas para el padre.

Puedes obtener más información en los Centros de Atención


e Información de la Seguridad Social, o en su sede electrónica.
Índice de
publicaciones

1 ENSÉÑAME A DESPEDIRME Dudas habituales de los adultos sobre


el proceso de duelo en los niños

2 ENSÉÑAME A DESPEDIRME Duelo por la muerte de mi mascota

3 ENSÉÑAME A DESPEDIRME Duelo en personas mayores

4 ENSÉÑAME A DESPEDIRME Duelo tras la muerte de mi pareja

5 ENSÉÑAME A DESPEDIRME Duelo perinatal y neonatal

6 ENSÉÑAME A DESPEDIRME Duelo en caso de suicidio

7 ENSÉÑAME A DESPEDIRME Duelo en el aula

8 ENSÉÑAME A DESPEDIRME Duelo en personas con discapacidad

Puedes acceder
a ellas aquí

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