TEMA #12. Aplicaciones de La Lógica Jurídica.

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TEMA #12.

Aplicaciones de la Lógica
Jurídica.
Interpretar la ley.

Interpretar en términos generales quiere decir captar o aprehender el significado de una expresión
artística, científica, intelectual, etc. En sentido amplio la interpretación tiene por objeto conocer lo
que quiere decir un signo o grupo de signos determinados, ya sean estos gramaticales, ya se trate de
signos musicales o pictóricos, esculturales o de cualquier naturaleza.

En cualquiera de los casos lo que se busca es penetrar el sentido de aquello que sirva de instrumento
para expresar una idea o concepto, un sentimiento o un estado de ánimo. Pero también existe la
interpretación normativa y es en este sentido que nos interesa; porque constituye uno de los
problemas fundamentales de la técnica jurídica.

La interpretación de la ley tiene como función no solo dar a conocer el pensamiento que expresan las
palabras contenidas en la formula legislativa, sino que, en la interpretación jurídica, el conocimiento
del precepto es únicamente el primer momento de este proceso interpretativo. El proceso de
interpretación normativa implica los siguientes pasos: a. el signo representativo; b. la aprehensión de
su contenido lógico-gramatical; c. la comprensión o intelección de la norma jurídica allí contenida; d.
con la finalidad de aplicar la norma abstracta a un caso concreto.
Para Máynez, interpretar una expresión jurídica es descubrir su sentido; algunos han concebido la
comprensión del sentido como la captación del contenido objeto de una expresión, otros la conciben
como descubrimiento de lo que tuvo a bien el autor expresar. A los que la conciben de la primera
forma se les llama objetivistas a los que la conciben de la segunda manera se les llama subjetivistas.
Para Savigny, interpretar la ley es situarse mentalmente en la posición del legislador y repetir
artificialmente su actividad.

Máynez siguiendo el sistema lógico-sistémico, la interpretación consistiría en desentrañar el sentido


objetivamente valido de los textos legales.

Existen varias clases de interpretación, entre ellas podemos mencionar:

1. La auténtica: es la que de una ley hace el mismo legislador.

2. De lenguas: es la que realizamos cuando traducimos al español o a otras lenguas


documentos legales.

3. Doctrinal: la que se funda en las opiniones de los jurisconsultos.

4. Usual: la autorizada por la jurisprudencia de los tribunales.

Teniendo en cuenta el órgano que efectúa la interpretación se distinguen las siguientes especies de
interpretación:

1. Interpretación legislativa: efectuada por el propio legislador al definir cuál es el alcance y


sentido de una norma precedente; esta clase de interpretación es obligatoria para cualquier
intérprete, porque no se apoya en la fuerza de convicción emanada de una inteligencia, sino
de la autoridad del legislador para regir la actividad del intérprete.

2. La interpretación judicial: es la que realizan los tribunales de justicia al aplicar las leyes a
casos concretos, y solo resulta obligatoria para las partes dentro del juicio.

3. La interpretación doctrinaria: es la que emana de los distintos autores de obras jurídicas;


carece de obligatoriedad formal, pero ejerce gran influencia porque el acabado conocimiento
de las normas llega a quienes han de hacer la aplicación de la ley. Al interpretar la ley se
deben tomar en cuenta como mínimo los siguientes instrumentos:

* Analizar la intención del legislador.

• Coordinar la norma con todo el sistema jurídico.

• Contemplar la disponibilidad económica que ha querido regular y la finalidad que se ha


perseguido.

ELEMENTOS DE LA INTERPRETACION:

Al interpretar una ley el intérprete debe utilizar todos los elementos a su alcance como los siguientes:

1. Examinar el texto íntegro de la ley.

2. Analizar la intención del legislador y adecuar el pensamiento del legislador a la realidad


nacional, al momento histórico de creación de la ley.

3. Coordinar la norma con todo el sistema jurídico, principalmente con la constitución.

4. Contemplar la situación que se ha querido legislar y la finalidad perseguida por la ley.


5. Utilizar la doctrina a su alcance.

6. Analizar lo hechos concretos y relacionarlos con la doctrina y la ley.

7. Hacer un estudio y análisis de la historia fidedigna de la ley que se busca interpretar.

METODOS DE INTERPRETACION DE LA LEY.

Con el objeto de lograr la interpretación los estudiosos se han valido de varios métodos para
interpretarla entre ellos podemos mencionar, los más conocidos:

1. La interpretación gramatical o literal o método exegético, se propone encontrar el sentido


de una norma a partir de su literalidad, se atribuye un significado a los términos empleados
en la redacción por el legislados y con ayuda de las reglas gramaticales y del uso del lenguaje
se indaga el significado de los términos en que se expresa una disposición normativa.

2. Método lógico. Pretende resolver la interrogante de lo que quiso decir el legislador,


encontrando el espíritu de la ley; este método de interpretación es extensivo, por lo tanto
debe tomar en cuenta o analizar la norma de acuerdo a la legislación del país y
especialmente las normas constitucionales; por lo que esta interpretación va más allá de la
letra muerta de la ley; tomando en consideración la realidad social y sus constantes cambios.

3. Método histórico. Pretende interpretar la ley de acuerdo a las circunstancias que dieron vida
a su promulgación; elemento esencial de este método son los motivos que el organismo
ejecutivo tuvo ene l momento histórico preciso para enviar el proyecto de ley al organismo
legislativo; así como la discusión y el dictamen de la comisión y los debates. La deficiencia en
este método se encuentra en la constante evolución de las leyes y de las condiciones que se
modifican y lo que en determinado momento era prioridad en otro momento histórico ya no
lo es.

4. Método sistemático. Es el más fecundo, por dos razones: a. la existencia de varios


ordenamientos y b. la repetición de situaciones contenidas en las normas. Este método es
muy útil para interpretar fenómenos económicos y jurídicos similares.

5. Método Evolutivo. Plantea la evolución de la norma, dependiendo de las nuevas condiciones


y cambios en la sociedad; en algunas materias como la penal y la tributaria no se puede
utilizar este método ya que contradice el principio de legalidad.

6. El método principalista. Plantea la interpretación dela norma, tomando siempre en


consideración los principios constitucionales.

7. Método analógico. Instrumento técnico jurídico por el cual se le aplica a un supuesto no


previsto en la ley la regulación destinada a un caso con el que guarda similitud. Este método
por ningún motivo debe utilizarse en materia penal o tributaria ya que contradice el principio
de legalidad. De conformidad con nuestra ley del organismo judicial, en su artículo 10,
establece que las normas se interpretaran: Conforme a su texto según el sentido propio de
sus palabra a u contexto y de acuerdo con las disposiciones constitucionales, Cuando la ley es
clara, no se desatenderá su tenor literal con el pretexto de consultar su espíritu. El conjunto
de la ley servirá para ilustrar el contenido de cada una de sus partes, pero los pasajes de la
misma, se podrán aclarar, atendiendo al orden siguiente:

a. A la finalidad y al espíritu de la misma.

b. A la historia fidedigna de su institución.


c. A las disposiciones de otras leyes sobre casos o situaciones análogas.

1. Al método que parezca más conforme a la equidad y a los principios generales del derecho.

Discernir Antinomias

Suele decirse que existe una antinomia o contradicción normativa cuando de un mismo sistema
jurídico se imputan consecuencias incompatibles a las mismas condiciones fácticas, es decir, cuando
en presencia de un cierto comportamiento o situación de hecho encontramos diferentes orientaciones
que pueden observarse simultáneamente, por ejemplo cuando una norma prohíbe y la otra permite o
manda una misma acción; las antinomias son muy frecuentes y son comprensibles pues si operamos
con la ficción de la coherencia del orden jurídico.

Los criterios tradicionalmente utilizados para resolver antinomias son el jerárquico, el cronológico y el
de especialidad, y son numerosas las dificultades que presentan estos criterios; pero se caracterizan
por lo que llamamos su generalidad o vocación de permanencia. Sin embargo, el criterio de
especialidad en ocasiones puede resultar insuficiente para resolver ciertas antinomias,
concretamente aquellas donde no es posible establecer su relación de especialidad entre las dos
normas.

Supongamos un sistema normativo en que rigen simultáneamente dos obligaciones que se deben
cumplir las promesas y el deber de ayudar al prójimo en estado de necesidad. De la lectura de ambos
preceptos no se deduce la contradicción, pues la obligación de cumplir las promesas y de ayudar al
prójimo, en ciertas situaciones como tantos otros deberes impuestos por el derecho, son
perfectamente compatibles; por eso ni siquiera es posible decir cuál de las normas resulta más
especial o más general. Pero el conflicto es evidente que puede suscitarse en el plano aplicativo, por
ejemplo: si cuando me dispongo a asistir a una entrevista previamente concertada presencio un
accidente y estos en condiciones de auxiliar adherido me encuentro ante el siguiente dilema: o acudo
a la entrevista y entonces incumpliré con la obligación de ayudar al prójimo o atiendo a la víctima y
entonces infringiré el deber de cumplir mis promesas. Interesa advertir que no son dos obligaciones
contiguas o sucesivas, de manera que el sujeto deje de estar sometido a una desde el momento en
que es llamado al cumplimiento de la otra, sino que se trata de dos obligaciones superpuestas; el
sujeto esta llamado aquí y ahora al cumplimiento de ambas, pero ello en la práctica es
imposible. Estas son las que podemos llamar antinomias CONTINGENTES O EN CONCRETO
ANTINOMIAS EXTERNAS O PROPIAS DEL DISCURSO DE APLICACIÓN, que deben diferenciarse de las
antinomias en abstracto, internas o propias del discurso de validez.

Explico. Decimos que una antinomia es interna o en abstracto cuando los supuestos de hechos
descritos por las dos normas se superponen conceptualmente, de forma tal que, al menos, siempre
que pretendamos aplicar una de ellas nacerá el conflicto con la otra. Por ejemplo, una norma que
prohíbe el aborto y otra que permite el aborto terapéutico se hallan en una posición de conflicto
abstracto, pues la especie de los abortos terapéuticos forma parte del genero de los abortos; en
consecuencia, o una de las normas no es válida o la segunda opera siempre como regla especial, es
decir, como excepción constante a la primera. Podemos constatar la antinomia y adelantar su
solución sin necesidad de hallarnos en presencia de un caso concreto.

Pero no ocurre, así como las antinomias contingentes o externas. Aunque no podemos definir en
abstracto la contradicción, ni contamos con regla segura para resolverla. En el ejemplo ya comentado
cumplir las promesas y ayudar al prójimo, son dos normas validas que en abstracto resultan
coherentes; sabemos que en algunos casos pueden entrar en conflicto, pero no es posible determinar
exhaustivamente los supuestos de colisión, ni tampoco establecer criterios que nos permitan otorgar
el triunfo a una u otra. Es mas solo en presencia de un caso concreto podemos advertir la
concurrencia de ambas normas, y solo en ese momento aplicativo, hemos de justificar porque
optamos en favor de una o de otra, opción que puede tener diferentes resultados en un caso
distinto.

Para decirlo con palabras de GUNTHER, en el discurso de aplicación las normas validas tienen tan
solo el status de razones prima facie, para la justificación de enunciados normativos particulares tipo
“debes hacer ahora p”, los participantes saben que razona son las definitivas tan solo después de que
hayan aducido toda la razón prima facie relevantes en base a una descripción completa de la
situación. Ross y Guastini, han sugerido que estas antinomias contingentes o en concreto son del tipo
parcial – parcial. Ello significa que los ámbitos de validez de las respectivas normas son parcialmente
coincidentes, de manera que en ciertos supuestos de aplicación entraran en contradicción, pero no en
todos, ambos preceptos gozan de un ámbito de validez suplementario donde la contradicción no se
produce. No se descarta que puedan ser total- parcial, de manera que una de ellas resultare
conflictiva en todos sus supuestos de aplicación, pero en todo caso lo importante es que cuando se
trata de reglas, las antinomias de tipo parcial- parcial puede descubrirse en abstracto, esto es,
presentan supuestos de aplicación parcialmente coincidentes que podemos catalogar de forma
exhaustiva; lo que no sucede con los conflictos de los que estudiamos. Ya que estas antinomias se
caracterizan básicamente porque la colisión solo se descubre y se resuelve, en presencia de un caso
en concreto, y los casos en que ello ocurre resultan a priori imposibles de determinar. Este tipo de
conflictos son frecuentes y no constituyen una novedad.

Cuando este tipo de casos se presenta, es cuando debemos tomar una decisión y escoger a cuál de las
normas debe darse cumplimiento, de ahí que discernir antinomias se refiere a la tipificación de los
supuestos de hecho que nos permita otorgar preferencias a una u a otra norma. Discernir los
define el diccionario jurídico como saber apreciar lo bueno y lo malo.

Para ello utilizamos el criterio de ponderación es el modo de resolver los conflictos entre principios,
aunque a veces se habla también de razonabilidad, proporcionalidad o interdicción de la
arbitrariedad, y su regla constitutiva puede definirse así: “cuando mayor sea el grado de la no
satisfacción o de afectación de un principio, tanto mayor tiene que ser la importancia de la
satisfacción de otro”.

La ponderación parte pues, de la igualdad de las normas en conflicto, dado que, si no fuese así y
existiera otro de orden jerárquico o de prelación, que se pudiera deducir del propio documento
normativo, la antinomia podrá resolverse de acuerdo al principio jerárquico o de especialidad. En
otras palabras “no se trata de establecer jerarquías de derechos ni prevalencias a priori, sino de
conjugar, desde la situación jurídica creada, ambos derechos o libertades, ponderando. Pesando cada
uno de ellos en su eficacia recíproca. Sino de hacer razonamientos validos que nos permitan
establecer cuál es la norma que menor afectación presenta o la que más afectación puede causar.

Primero. La ponderación conduce a una exigencia de proporcionalidad que implica establecer un


orden de preferencia relativo al caso concreto. Lo característico de la ponderación es que con ella no
se logra una respuesta válida para todo supuesto, no se obtiene, por ejemplo, una conclusión que
ordene otorgar preferencia siempre al deber de mantener las promesas sobre el deber de ayudar al
prójimo, o a la seguridad pública sobre las libertad individual, o a los derechos civiles sobre los
derechos sociales, sino que se logra solo una preferencia relativa al caso concreto que no excluye una
solución diferente en otro caso; se trata por tanto de una jerarquía móvil que no conduce a la
declaración de invalidez de uno de los bienes en conflicto, ni a la formulación de uno de ellos como
excepción permanente frente al otro sino a la preservación abstracta de ambos . Dado este carácter
de juicio de luz, la ponderación constituye esencialmente una tarea judicial, no es que el legislador no
pueda ponderar, lo hace irremediablemente cuando sus regulaciones privilegian o acentúan la tutela
de un principio en detrimento de otro.

Segundo. La máxima de la ponderación requiere acreditar la adecuación, aptitud o idoneidad de la


medida objeto de enjuiciamiento en orden a la protección o consecución de la finalidad expresada;
esto es la actuación que afecte a un principio o derecho constitucional ha de mostrarse consistente
con el bien o con la finalidad en cuya virtud se establece. Si esa actuación no es adecuada para la
realización de lo prescrito en una norma constitucional, ello significa que para esa última resulta
indiferente que adopte o no la medida en cuestión.

Tercero. La intervención lesiva para un derecho o principio constitucional ha de ser necesaria, esto es,
ha de acreditarse que no existe otra medida que, obteniendo en término semejantes la finalidad
perseguida, no resulte menos gravosa o restrictiva. Ello significa que si la satisfacción de un bien
constitución puede alcanzarse a través de una pluralidad de medidas o actuaciones, resulta exigible
escoger aquella que menos perjuicio cause a la óptica del otro principio o derecho en pugna.

El juicio de ponderación reclama de los jueces un género de argumentación positiva o prospectiva


que acomoda la dificultad al modelo de juez pasivo propio de nuestro sistema, pues o basta con
constatar que la medida enjuiciada comporta un cierto sacrificio en aras de la consecución de un fin
legítimo, sino que invita a imaginar o pronosticar si ese mismo resultado podría obtenerse con una
medida menos lesiva.

Finalmente la ponderación se completa con el llamado juicio de proporcionalidad en sentido estricto


que condensa todas las exigencias anteriores. Consiste en acreditar que existe un cierto equilibrio
entre los beneficios que se obtienen con la medida limitadora en orden a la protección de un bien
constitucional o a la consecución de un fin legítimo y los daños o lesiones que de la misma se derivan
para el ejercicio de un derecho o para la satisfacción de otro bien o valor, aquí es propiamente la ley
de la ponderación en el sentido de que cuanto mayor sea la afectación producida por medida en la
esfera de un principio de derecho, mayor o más urgente ha de ser también la necesidad de realizar el
principio en pugna.

La ponderación puede presentar dos problemas:

Primero. Es que la terminología de costes y beneficios, estimule una interpretación economista que
no parece adecuada. Los costes y beneficios no han de entenderse, en términos dinerarios ni siquiera
en términos cuantitativos sino que se refieren al grado de lesión y de satisfacción de bienes o
principios constitucionales, todos igual de importantes en abstracto, que tutelan posiciones o
expectativas valiosas para un solo individuo, cuya satisfacción resulta constitucionalmente relevante
como la de aquellos otros que protegen intereses colectivos.

Segundo. Aparece cuando la proporcionalidad en sentido estricto se hace valer en el enjuiciamiento


de normas generales y más concretamente de leyes. Aunque el carácter consecuencialista del
argumento bien podría desembocar en una eliminación absoluto de uno de los principios en pugna y
ello ocurre cuando la necesidad y la urgencia a atender un fin valioso e importante mostrarse como
justificada la postergación general de otro bien o derecho. En materia de derechos fundamentales
esta es una consecuencia que puede evitarse a través de la cláusula del contenido esencial, pues
cualquiera que sea su discutido alcance, debe al menos servir como contrapunto a los argumentos
ponderativos.

Integración de la ley.
Integrar la ley es un método de aplicación de la ley, ante vacíos y lagunas leales, que consiste en
recurrir a otras normas presentes en el ordenamiento jurídico a fin de eliminar esas faltas y
omisiones.

La ciencia jurídica moderna ha llegado a la conclusión de que las leyes son siempre insuficientes para
resolver todos los casos que platea la vida práctica del derecho. Es decir que pese a la aspiración del
legislador de prever todas las hipótesis posibles, siempre quedan fuera de ellas casos no imaginados.
A estos casos son lo que en doctrina se conoce como lagunas de ley.

Y la solución ante las lagunas de ley es la integración; es cuando el operador jurídico ante la ausencia
de una norma que regule el caso, o esta sea oscura, tiene que hacer uso de una serie de elementos
que se puede encontrar dentro y fuera del cuerpo normativo relacionado para poder establecer una
adecuada respuesta.

Para Ferrari Yaunner, integrar, significa analizar el derecho como un todo, verlo en su totalidad
para buscar una solución ante la ausencia o insuficiencia de regulación para un supuesto
especifico.

Para la integración de la ley se valen de dos métodos o sistemas, siendo estos: la autointegración y la
Heterointegración.

La autointegración es el sistema que acude a sus propias soluciones. Las vías o manifestaciones más
habituales reconocidas generalmente de forma explícita por la mayoría de los ordenamientos, son la
analogía y los llamados principios generales del derecho. Este mecanismo está presente cuando sus
fuentes se encuentran en el mismo ordenamiento jurídico, en su interior funcional, sin tener que salir
de el para completarlo.

La Heterointegración, pretende completar la ley acudiendo a recursos extremos, que constituyen


fórmulas que se encuentran fuera de la ley; como recurrir a otro sistema diferente para llevar a cabo
la labor de complementar la ley. Es un procedimiento propio de los sistemas jurídicos poco
desarrollados, que presuponen otro mejor y más perfecto al que recurrir, es a lo que se ha llamado
derechos supletorios que fueron usados con frecuencia en la etapa de codificación del derecho. Como
por ejemplo cuando se acude al derecho romano para completar o ampliar un precepto; siendo que
el derecho romano es la base de la gran mayoría de las legislaciones. Puede también acudir a fuentes
como la costumbre o la jurisprudencia, a valores como la equidad; y en casos extremos a la analogía,
la que para interpretar la ley si es permitida en nuestra legislación. Pero no cuando se utiliza para
crear figuras jurídicas nuevas.

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