La Tentación Del Diablo - María Del Mar Castellano
La Tentación Del Diablo - María Del Mar Castellano
La Tentación Del Diablo - María Del Mar Castellano
Sinopsis
Prólogo
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Epílogo
La historia continúa
Agradecimientos
Sobre la autora
SINOPSIS
Yerik Petrov
Cynthia Moore
En la actualidad.
✯✯✯
—¿Papá? —murmuré.
Lo único que pude escuchar desde mi posición era la respiración
agitada de mi padre, pero, nada más entrar en su despacho y verle la cara,
se me cortó la mía.
Richard Moore, un empresario bastante reconocido gracias a los
productos revolucionarios que sacó al mercado, tenía un aspecto
demacrado. Su traje estaba arrugado con la camisa por fuera del pantalón
y la corbata casi suelta, dándole un aspecto desaliñado. Una capa de sudor
cubría su rostro. Se encontraba tembloroso, agitado y llorando.
—No tengo el valor para mirarte a la cara, hija mía —gimió y alzó la
mano para detener mi avance, como si no quisiera que me acercara
demasiado a él. Le miré confusa. ¿Qué le estaba ocurriendo como para
presentarse así?
—Papá, ¿qué es lo que está pasando? ¿Por qué corres tanto peligro? —
le pregunté en el borde del llanto.
—Mi amada hija. Mi pobre angelito que destrocé hace muchos años y
que desprecié durante toda mi vida tan solo por existir. —Esas palabras se
clavaron en el fondo de mi corazón. Mis lágrimas ya hicieron acto de
presencia y no hice nada por secar mis mejillas. Tan solo le miraba
fijamente, sin saber qué decir—. Necesitaba verte urgentemente, Cynthia.
—Se separó del escritorio y caminó de un lado a otro con una tensión
muscular importante. Era evidente que sentía pánico por su vida y estaba
muy nervioso por lo que tenía que contarme—. Necesito tu perdón, hija,
quiero tu perdón antes de que me maten. Perdóname por todo el daño que
te he hecho. —Paró en seco en medio del despacho y se revolvió el cabello
con agresividad. La repetición de «hija» en sus labios me resultó extraña,
ya que no estaba acostumbrada a que me llamara así—. Destrocé a mi
ángel. —Nos miró a Rose y a mí de una forma diferente. Se trataba de una
mirada cargada de odio y remordimiento—. ¡Pero yo no sabía que eras mi
ángel, mi todo!
Intenté acercarme de nuevo con mis mejillas mojadas por las lágrimas
que seguían derramándose sin control, sin embargo, mi padre me detuvo
otra vez con la mano y negó con la cabeza.
—Siempre pensé que eras mi condena, pero descubrir que había estado
viviendo una mentira me ha destrozado. No puedo soportar ir al infierno
sin obtener tu perdón. No soportaría irme de este mundo sabiendo que me
odias. —Él no podía controlar sus sollozos.
—Papá, por favor, si quieres mi perdón, déjame acercarme a ti —le
supliqué desesperada.
—Los McClain también viven en la gran mentira. ¡Ellos no pueden
matarte! ¡Dylan cavaría su propia tumba y se autodestruiría en cuanto
despierte! —chilló histérico, dejándonos a las dos paralizadas.
Verlo tan afligido sin saber por qué me estaba rompiendo más y más. Su
agonía le hacía delirar y pronunciaba frases sin sentido.
—Papá, por favor. —Di un paso hacia mi padre, y él retrocedió
asustado. Su rechazo fue como otra puñalada en el corazón.
—Mi Christabella, mi amada. ¿Cómo puede ser posible que piensen que
yo colaboré en su muerte? —Habló consigo mismo con un dolor atroz que
nos azotaba sin piedad—. Nunca hubiera dañado su cuerpo porque es el
que tanto acaricié, admiré y amé todas las noches que pasábamos a
escondidas de William. —El nombre de la madre de los hermanos McClain
seguía doliéndome cuando lo escuchaba, ya que así me llamó cuando me
hizo vivir aquella horrorosa experiencia—. Mi pequeño Dylan, al que
siempre quise y seguiré queriendo como a un hijo, pese a su deseo por
destruirme. El niño nos ayudaba a Christabella y a mí. ¡Pero yo tengo la
culpa de que William desatara su furia sobre su mujer! ¡Esa maldita rata
Salazar me traicionó y me vendió! ¡El padre de Alec provocó que no
pudiera sacar a Christabella y a sus hijos de la ciudad para protegerlos!
—¡Papá, ya basta! ¡Deja de culparte! ¡Te estás autodestruyendo más!
—grité, ansiosa de llegar a mi padre y abrazarlo con todas mis fuerzas.
—¡Yo ya estoy destruido, hija! ¡Cuando conseguí sobrevivir a la
masacre de mi familia y llegar al encuentro con mi amada y sus hijos ya fue
demasiado tarde! —Le dio un puñetazo al escritorio y siguió llorando—.
Los McClain me odian y no entienden nada. Alec me odia y tampoco
entiende. ¡Lo quise alejar de ti, empleando cualquier método, porque no
quería cerca al hijo de Judas! ¡Su padre fue tan culpable como William!
Tanto mi padre como yo sentíamos la urgencia de romper las distancias
que nos separaba, pero una fuerza invisible, que solo Richard podía
controlar, lo impedía.
—La muerte me acecha, Rose, y necesito contar toda esta verdad que
me está quemando por dentro. —Después de mirar a mi amiga, puso su
atención nuevamente en mí—. ¡Tienes que saberla ya para que yo pueda
descansar en paz y quiero que sepas qué tienes que hacer para que los
McClain no te hagan daño! —Su vista volvió a conectar con la de Rose—.
Saca la grabadora y actívala. ¡Rápido!
Su orden suplicante me sobresaltó. No lo pensé más y corrí hacia mi
padre. Al fin nos fundimos en un abrazo acogedor.
—Te quiero, papá, y te perdono todo —le dije con la voz estrangulada
por tener la boca enterrada en sus brazos. Tantas veces anhelé esta
muestra de afecto por parte de mi padre y la recibí en sus últimos
momentos.
—Abrázame bien fuerte, mi ángel, y no me sueltes nunca —murmuró.
De pronto, un ruido fuerte me hizo soltar un respingo. Solté un grito
desgarrador cuando un proyectil penetró en el cristal del ventanal e
impactó en la cabeza de mi padre. Él se desplomó en el suelo,
arrastrándome a mí, ya que no lo solté en ningún momento como bien me
había pedido antes de morir.
Chillé una y otra vez, presa del dolor atroz por ver a mi padre muerto
en mis brazos. Se encontraba con los ojos abiertos y de estos aún se podían
ver como se deslizaban las últimas lágrimas que tuvo acumuladas antes de
que el proyectil le traspasara el cráneo. Abracé su cadáver con todas mis
fuerzas.
Daniell Petrov.
No podía creer que una persona así estuviera en el primer piso en vez de
en el segundo. Y lo que era peor, ¿qué hacía deambulando por los pasillos
con total libertad? ¿Por qué se me quedó observando con tanta atención?
CAPÍTULO 2
Vladimir Doohan
M
tras él.
ientras que Vicenzo Carbone y Valentino Caruso le cerraban el
paso por el otro extremo del callejón, Carlo Vancini y yo íbamos
—No tienes escapatoria. No pongas esto más difícil —dije con voz
cansada al ver que este depredador sexual, uno de los más buscados por las
autoridades italianas, no se daba por vencido.
¿De verdad que no sabía quiénes éramos los justicieros? A estas alturas,
se hablaba mucho de nosotros en los medios de comunicación, hecho que
antes no sucedía cuando Damian Wallace, mi mentor asesinado, estaba al
mando de esta organización justiciera. Ahora la lideraba yo.
Los justicieros estábamos repartidos por todo el mundo, pero cada sede
se centraba en un territorio. Mi círculo más íntimo y yo operábamos en
Milán, nuestra ciudad, donde pretendíamos devolver la seguridad a las
calles, ya que se estaba plagando de basura conforme pasaban los meses.
La justicia legal estaba siendo muy obsoleta y por eso entrábamos
nosotros en acción, aunque también éramos buscados por las autoridades.
No obstante, contábamos con una gran ventaja: nadie que no perteneciera a
la organización sabía qué personas la formábamos.
Los justicieros teníamos una cosa en común con la mafia y es que
ambos nos regíamos por la Omertà, la ley del silencio, una cuyo
quebrantamiento sería la muerte inmediata. Los justicieros que querían
abandonarnos, les daba la libertad de hacerlo, siempre y cuando
mantuvieran la boca cerrada sobre todo lo que sabían de nosotros. Admití
que rompí con las antiguas tradiciones de Damian y reforcé la organización
con otras nuevas normas.
Nuestra misión también nos transformaba en peligrosos asesinos, sin
embargo, nada más matábamos a los delincuentes mayores. No nos
importaba mancharnos las manos de sangre mientras que esta no fuera de
inocentes.
—Esta escoria huye como un cobarde cuando la justicia estricta va tras
él —bromeó Carlo—. Qué pena que no haya pensado antes de hacer todo lo
que les hizo a esas mujeres —prosiguió al mismo tiempo que avanzábamos.
Cuando el violador y asesino se sintió acorralado, paró en seco y miró
alrededor, buscando alguna vía de escape que no existía para él. Estaba
temblando y sudoroso porque sabía a lo que se enfrentaba. Esta noche no
nos encontrábamos en el mejor lugar para brindarle una muerte lenta y
dolorosa, así que tendríamos que apañarnos con unos cuantos golpes y un
tiro en la cabeza.
—El corderito se quedó sin terreno para correr —ironizó Valentino nada
más llegar a nosotros, junto con Vicenzo.
Como era de esperar, Valentino no pudo controlar su mal carácter y le
dio un puñetazo en la mandíbula. Se tambaleó y tuvo que apoyarse en la
pared de ladrillos para no caer al suelo. Lo miré con una ceja alzada por su
arrebato.
—¿Qué? —Agitó ambos brazos en un gesto de frustración—.
Matémosle ya porque, si tardamos más tiempo, lo mataré a puñetazos yo
mismo.
Revisé el silenciador de mi pistola y le apunté a la cabeza con una
sonrisa maquiavélica. Sin embargo, antes de apretar el gatillo, un proyectil
penetró en su cráneo y salpicó la pared de sangre.
Nos volvimos hacia el origen de la trayectoria de ese disparo y
apuntamos a una figura oscura que se aproximaba a nosotros con pasos
lentos. Abrí los ojos como platos cuando la poca luz que había en el
ambiente iluminó sus rasgos.
—Dylan McClain —le nombré y bajé el arma, aunque ninguno de mis
hombres hizo lo mismo que yo.
—Buona notte, amico[1] —saludó—. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la
última vez que nos vimos? ¿Tres años? —Mantuvo una distancia prudencial
con nosotros y sus ojos, tan azules como los míos, nos evaluó uno por uno e
hizo una mueca de desagrado—. Te aconsejo que les ordenes a tus siervos
que dejen de apuntarme. No quiero que haya derramamiento de sangre
porque, si lo hubiera, la mía no sería la única que manchara este lugar. Y no
estoy contando la del pedazo de mierda que está tirado en el suelo con un
agujero de bala en la cabeza.
—¿Me has llamado siervo? —Valentino pasó por mi lado, dispuesto a
llegar a Dylan, y le frené con el brazo sobre su pecho.
El McClain tenía su arma apuntando hacia el suelo, lo que me hizo
entender que tenía mucha seguridad en sí mismo de que ninguno le íbamos
a disparar. Esa confianza que irradiaba levantó mis sospechas.
—Ahora mismo tenéis a unos cuantos francotiradores apuntando a
vuestras cabezas. No soy tan suicida como para presentarme aquí sin
refuerzos. —Dylan sonrió burlesco y, por primera vez, reparé en su aspecto.
Tenía su cabello moreno alborotado y tan solo vestía con unos vaqueros
negros, dejando a la vista un gran tatuaje de una serpiente que se enrollaba
por su brazo derecho y pasaba por la parte posterior del cuello, quedando la
cabeza del animal en el pectoral izquierdo, a la altura del corazón. Desde mi
distancia podía apreciar más detalles. Un tallo con espinas rodeaba al
animal y la rosa negra quedó debajo de la cabeza, como si la serpiente
estuviera protegiendo a la flor. Y, para finalizar, la cola del reptil amarraba
un revólver, cuyo cañón descansaba en el dorso de su mano derecha.
Dylan no solo estaba presumiendo del tatuaje que antes no tenía,
también de sus músculos bastante trabajados.
Hacía bastante calor en pleno verano, pero me dejó anonadado verlo sin
sus acostumbrados trajes de marca.
—¿Ahora veneras la insignia de tu familia? ¿Ya no eres un fugitivo de la
mafia y has vuelto a las andadas? —le pregunté con el ceño fruncido—.
Qué preguntas más absurdas acabo de hacer. Tienes a varios hombres
esperando tu señal para matarnos, ¿no es así? —espeté.
—¿Es un mafioso? —preguntó Carlo.
—Era —le corrigió Dylan con tanta frialdad que le helaría la sangre a
cualquiera—. La serpiente forma parte de mí. No puedo cambiar mi pasado
ni pienso hacerlo. —Cada familia de la mafia poseía su insignia. La de la
familia McClain era la serpiente, concretamente la cobra real—. No
obstante, no estoy aquí para daros explicaciones de mis antiguos actos.
—¿Y a qué has venido? —Ahora se pronunció Vicenzo—. Has matado
a nuestra víctima, cosa que no me importa, pero no nos gusta que un
desconocido se entrometa en nuestros asuntos.
Dylan ladeó la cabeza y sonrió de lado con la vista fija en mí, e ignoró el
comentario de mi compañero.
—Hay ciertos movimientos sospechosos en la familia Petrov y, al
parecer, tienen a un Don[2] empecinado en darme caza —dijo, pero no tuvo
tiempo de proseguir porque Carlo le cortó.
—Eso no es problema nuestro. Arréglatelas tú solito con el líder de esa
familia y no nos involucres en tus problemas personales con ellos.
—Ordena a tus perros falderos que bajen las armas y hablemos como
dos personas civilizadas. De lo contrario… —Dylan dejó la amenaza en el
aire y apretó la mandíbula, dando un paso en nuestra dirección—. Sabes de
lo que soy capaz, Vladimir.
Antes de que cualquiera de mis compañeros pudiese replicar, les pedí lo
que el McClain demandó. A regañadientes, los tres obedecieron, no antes
de soltar unas cuantas maldiciones y palabras malsonantes.
Entonces, Dylan metió el cañón de la pistola entre la cintura de su
pantalón, dejando la culata preparada para ser empuñada rápidamente. Por
inercia, hice lo mismo con la mía.
—¿Por qué el Don iría tras de ti? Yerik Petrov está bien muerto y no
hubo testigos supervivientes que pudiese delataros a Rose y a ti. Es
imposible que su familia se haya enterado de vuestra implicación en el
crimen de ese desgraciado —dije confuso.
—Esa es la cuestión. ¿No crees, viejo amigo? —ironizó el McClain y se
acercó más a mí hasta llegar a invadir mi espacio personal—. Estoy aquí
para proteger a mi hermana. Si me buscan con tanto ahínco, no dudo de que
quieran utilizarla si se enterasen de su existencia para llegar a mí.
La sola mención de Cynthia Moore me puso rígido. No me desagradó
que la llamara «hermana» pese a solo serlo por parte de madre, sino que mi
cerebro no quería escuchar que ella podría estar en peligro.
—Ahora que tengo tu atención gracias a tu interés sentimental con mi
hermana, podemos hablar amistosamente. —Entrecerré los ojos y lo
fulminé con la mirada—. No me mires así. Nunca fue un secreto para mí
que Cynthia te robó el corazón la primera vez que os mirasteis a los ojos y
dudo mucho de que ella te haya devuelto ese corazoncito. —Apreté los
puños con fuerza. Dylan me estaba dejando en evidencia delante de mis
compañeros y no me gustaba—. Dime, Vladimir. Cuando te acuestas con
esa justiciera tuya, ¿no anhelas que sea el cuerpo de mi hermana el que
estás acariciando y saboreando? —Me quedé petrificado en el sitio sin saber
qué decir a esa insinuación. Escuché que Valentino soltaba un silbido, pero
ninguno intervino en nuestra batalla de miradas fulminantes—. Os he
estado observando varios meses, desde que llegué a Milán.
No me cabía la menor duda de que Dylan conocía todos nuestros
movimientos más privados, en especial, los míos. Para mis amigos no era
ningún secreto que Lucrezia Salvatore y yo manteníamos relaciones
sexuales fuera del trabajo, pero me enfurecía que el McClain también
estuviera enterado.
—Dime, Dylan. ¿Tanto amabas a Rose y ya has buscado una sustituta?
¿El Rey de la Oscuridad ya tiene a otra Reina? —contraataqué, observando
las marcas de su cuello.
Le sonreí con malicia cuando su rostro se descompuso por la furia que le
estaba carcomiendo por dentro al atacarle en su punto débil. Quise reír a
carcajadas, sin embargo, me contuve. Si lo que quería era fastidiarme, él no
quedaría fuera de esto.
—Mi Reina es irremplazable. No hay mujer tan buena como ella —
contestó. Me encogí de hombros en respuesta y no indagué más en el tema
de su mentira grabada en el cuello.
—Volviendo al tema principal, que es Cynthia…
—Es la familia Petrov, aunque entiendo que te hayas centrado en mi
hermanita —me interrumpió. Sentí unos enormes deseos de borrarle la
sonrisa socarrona de un puñetazo—. Ese gran problema arrastra a Cynthia,
lo que ella también se convierte en otro problema. —Retrocedió unos pasos
sin apartar su vista de mí—. Como te he dicho antes, estoy aquí para llegar
al fondo de este asunto y proteger a mi hermana, así que nos quedaremos en
esta ciudad una larga temporada.
—¿Nos quedaremos? ¿Quiénes? —Valentino hizo la misma pregunta
que rondó por mi mente.
Dylan echó la cabeza hacia atrás y miró los altos tejados de los edificios
que había en el callejón.
—Mi familia y ninguno pertenecemos a la mafia, así que no vuelvas a
acusarme de traidor y mentiroso, por favor. —Volvió su atención a mí—. Ya
no soy un fugitivo para la organización criminal. Sin embargo, la familia
Petrov empieza a ser muy fastidiosa —finalizó con dureza.
—¿Y qué puedo hacer yo por ti? —quise saber y crucé mis brazos sobre
mi pecho.
—Para empezar, que protejas a Cynthia, cosa que no has estado
haciendo muy bien después de jurarme que lo harías cuando tu camino y el
mío se separaron —me reprochó, enfadándome aún más.
—Tu hermana y tú me habéis culpado de la muerte de Rose Tocqueville
cuando yo lo único que hice fue hacer su voluntad —le solté sin
miramientos—. Ella también fue mi amiga, Dylan. ¿Crees que fue fácil para
mí cumplir su petición, quedando como uno de los causantes de su muerte
por no haberla evitado? —gruñí y di un paso hacia él—. Rose me pidió que,
si la situación se pusiera fea y tuviera que sacrificarse, yo evitara que tanto
Cynthia como tú salieseis perjudicados. —Alzó el mentón, desafiándome
con ese gesto—. Por ese motivo y con todo mi pesar, te dejé inconsciente en
el helicóptero y así poder escapar de aquella isla tenebrosa antes de que
saltara por los aires. —Le señalé con mi dedo índice—. Rose salvó al
mundo de las garras de ese maldito bioterrorista y psicópata, no lo olvides.
Y volviendo a tu anterior acusación, Cynthia me echó de su vida y no
quería que me acercara a ella en un radio de doscientos kilómetros —
ironicé—. Ahora va a ser difícil cumplir su deseo porque vive en la misma
ciudad que yo.
—Estoy enterado de todo sobre ella, pero ¿verdaderamente recibió
protección mientras duró su estancia en Roma? ¿La está recibiendo ahora?
—Que pusiera eso en duda me cabreó.
—¡Sí que la estuve protegiendo todo el tiempo! —Levanté la voz,
controlando la intensidad para no llamar la atención de los oídos ajenos—.
No soy yo quien tiene el ojo echado en sus movimientos, sin embargo, sus
amigos intercambian información conmigo.
—¿Son justicieros? —preguntó Dylan con el ceño fruncido.
—Son más que eso —respondió Vicenzo.
No podía evitar pensar en que, quizás, el McClain ya superó la muerte
de Rose. Siempre fue un hombre impasible, incapaz de mostrar sus
emociones, pero el fallecimiento de su amada lo dejó marcado de por vida.
Me resultaba muy raro que estuviera tan recuperado y no mostrara ni una
sola emoción de dolor al hablar de ella.
—¿Qué se siente, Vladimir? —dijo Dylan de pronto, sacándome de mis
pensamientos—. ¿Qué se siente que te carguen un cadáver que no te
pertenece sobre tu espalda?
No le contesté. Sabía a lo que se refería. Tanto Rose como Cynthia le
culparon de los asesinatos de sus amigos, entre otras cosas, cuando en
realidad fue inocente.
—Al menos, en tu caso se descubrió que el culpable de todos los malos
entendidos fue tu hermano Jackson que, por suerte, ya está muerto. No
obstante, yo no puedo defenderme de la acusación de Cynthia porque,
aunque no tuviera razón en que yo quise ver a Rose muerta, sí acabó así al
permitirlo, pese a que ella me lo pidió —dije con un atisbo de tristeza que él
percibió.
Dylan y yo teníamos algo en común. Ambos nos ocultábamos detrás de
una máscara de falsa apariencia para no mostrar al exterior lo que
verdaderamente sentíamos. Las emociones eran abrumadoras en muchas
ocasiones, tanto que hasta nos desbordaban.
—Mi hermana acabará entendiéndolo. Sobre todo, cuando sepa la
verdad. —Lo miré estupefacto.
—¿Qué quieres decir? ¿De qué verdad hablas? —No lograba descifrar
tanto misterio por su parte y me frustraba.
—¿Por qué te crees que yo ahora sí te entiendo? —Dylan levantó una
mano y me mostró la palma, haciéndome parar cuando instintivamente me
acerqué a él—. En todo caso, pronto lo sabrás. Ahora no es el momento de
rememorar recuerdos, sino de maquinar un plan. —Fruncí los labios,
molesto con él y conmigo mismo.
—Deberíamos hablar en otro lugar. Pronto alguien vendrá y descubrirá
el cadáver —objetó Valentino.
No podía apartar la mirada de Dylan y a él le pasaba lo mismo. Tal vez
estaba esperando a que explotara y lo bombardeara a preguntas, pero no iba
a ser hoy.
Me aparté las greñas que me caían por la frente con la mano. Hacía
mucho calor y mi cabello rubio tenía que tener un aspecto desastroso por el
sudor que empapaba todo mi cuerpo.
—Bien. Hay mucho de lo que hablar. —El McClain pasó por mi lado y
mis amigos le abrieron paso para esquivarlo—. La familia Petrov es una
gran amenaza para todos nosotros, al igual que para Cynthia.
—¿Por qué lo sería también para nosotros? —preguntó Carlo.
Dylan se detuvo y miró sobre su hombro.
—Un juez del supremo y un policía fiscal. Dos joyas Petrov que serían
una amenaza para cualquiera. ¿No crees? —Soltó una risita irónica—. Son
muchos miembros y cada uno tiene su peculiaridad, pero lo que sí
comparten entre todos es un alto nivel de locura.
—La corrupción en el poder legislativo, ejecutivo y judicial. ¡Genial! —
soltó Vicenzo.
Fuimos tras Dylan en silencio. Los justicieros conocíamos a esa familia
de la mafia, aunque no en profundidad. Decidimos que, si ellos no se
convertían en un problema, nosotros les dejaríamos en paz. Sin embargo,
esa paz había acabado. Sobre todo, si la vida de Cynthia Moore estaba en
juego.
CAPÍTULO 3
Cynthia Moore
✯✯✯
El interior del Paradiso estaba muy tranquilo. Al ser entre semana y estar
en pleno agosto, la gente elegía sus vacaciones en la playa, cosa que Milán
no poseía.
Luciano había pedido una jarra con una mezcla de licores interesante,
adquiriendo un color verdoso. Dante se entretuvo hablando con la camarera,
cuyo rostro no veía desde esta mesa que estábamos ocupando.
Alice casi se atragantó con un trago del licor y Luciano empezó a darle
unas palmadas en la espalda tan fuertes que hice una mueca de dolor.
—Pero ¡qué bestia eres! —se quejó ella y él rio a carcajadas.
Una sonrisa se plasmó en mi rostro por inercia. Estar rodeada de
personas felices me reconfortaba porque las emociones ajenas se me
contagiaban rápidamente.
Estuvimos bromeando durante cinco minutos, riéndonos de forma
escandalosa, hasta que Dante se unió a nosotros.
—No hace falta que te busques una máscara para esa fiesta. Tu propia
cara ya te sirve como si fuera una Moretta —le bromeó Luciano a Dante.
Dentro de las máscaras venecianas, mi favorita era la Colombina, que
cubría media cara, dejando la mandíbula y los labios a la vista. A menudo
estaba decorada con plata, oro, cristales y plumas. La Moretta tenía una
forma ovalada, hecha de terciopelo negro, con agujeros solo para los ojos.
Algunas daban escalofríos con tan solo mirarlas porque no sabías quién se
ocultaba detrás.
—Debemos ir a comprar los trajes y las máscaras —me informó Alice
con frenesí porque asistiríamos todos a esa fiesta enmascarada. Eso quería
decir que me esperaba un día de compras con ella, lo que me gustó.
—¿Cynthia? —Esta vez me llamó una voz muy conocida.
Tragué saliva con dificultad por el nudo que se estaba formando en mi
garganta y levanté la mirada.
—Kiara —musité.
—Qué sorpresa verte por aquí. No sabía que habías vuelto de Roma y
jamás me hubiera imaginado que te instalarías en Milán. —Pese a que me
hablaba con entusiasmo, era evidente para mí que estaba conteniendo las
lágrimas.
La infancia de los hermanos Doohan tampoco fue fácil para ellos. Tanto
Vladimir como Kiara terminaron en un orfanato y se criaron allí hasta que
una familia los quiso adoptar juntos para no separar a los hermanos.
Vivieron felices con sus padres adoptivos hasta que la madre falleció y
el padre se metió en problemas con unos mafiosos. Él fue capaz de entregar
a Kiara como el pago de una deuda, donde acabó en el prostíbulo. Vladimir,
creyendo que su hermana fue asesinada por culpa de su padre, lo mató y fue
a un reformatorio. Allí conoció a Damian y formaron un vínculo especial.
Después crearon su organización justiciera.
Rose y yo conocimos a Kiara en la misma noche que la rescatamos del
prostíbulo, en cuanto Vladimir y Damian se enteraron de que estaba viva y
cautiva allí.
Una vez que ella volvió a su verdadero hogar, nos dimos cuenta de que
tenía serios problemas con las drogas, ya que fue obligada a consumirlas
para permanecer dócil en su cautiverio. Después su hermano tuvo que
enviarla a un centro de desintoxicación hasta que se recuperó totalmente.
Siempre admiré su fortaleza para salir adelante.
—Volví hace dos semanas gracias a Alice. —La señalé con el dedo.
Kiara continuó mirándome, debatiéndose entre marcharse o seguir
hablando conmigo. La entendía a la perfección, ya que fui yo la que me
alejé de ellos durante tanto tiempo y no supieron nada más de mí.
Una parte de mí se quebró y mi cuerpo reaccionó sin poder detenerlo
antes. Me levanté de la silla y la abracé con fuerza. Ella no tardó en
devolverme el gesto y hundió su rostro en mi cuello. ¿Cómo pude
mantenerme alejada de ella, que siempre fue un ángel roto, y no molestarme
en darle una explicación? Kiara no mereció mi desplante cuando fue
Vladimir el receptor de toda mi furia.
—Te he echado mucho de menos. Pensé que nunca te volvería a ver. —
Su voz se quebró. Puse todo mi empeño en no llorar yo también.
Rompí el abrazo y le sonreí con tristeza.
—Siento haber actuado de ese modo. Te juro que no volveré a alejarme
de ti si tú no me echas de tu vida, cosa que entendería perfectamente. —
Pestañeé para alejar las lágrimas de mis ojos.
—No haré eso. —Me agarró las manos y las alzó con una sonrisa, cuya
alegría le llegó a la mirada—. ¡Bueno! Tendrás muchas cosas que contarme,
pero ahora mismo estoy trabajando y no puedo entretenerme.
—¿Trabajas aquí? —pregunté.
—Por supuesto. Ella es la camarera más hermosa que he visto jamás —
soltó Dante. Kiara se sonrojó al instante, lo que me hizo gracia.
Cada vez que la veía, me recordaba a Vladimir. Al fin y al cabo, ella era
la versión femenina de su hermano. Ambos tenían el mismo color azul
grisáceo de ojos, junto con el cabello rubio muy pálido.
—Tengo que volver a mi labor. Espero verte pronto para ponernos al
día. —Ella me dio un apretón de manos y me soltó.
Nos despedimos con otro abrazo y volví a tomar asiento. Las miradas
cómplices de mis amigos me hicieron fruncir el ceño.
—¿Vosotros tenéis algo que ver en este encuentro inesperado? —quise
saber.
—Nos declaramos culpables —ronroneó Luciano y se tapó la cara
rápidamente, intuyendo que le lanzaría el contenido de mi vaso. Reí en
respuesta.
—Pensamos en que te vendría bien volver a verla. Sobre todo, cuando
ella no es culpable de nada. Sé el gran cariño que os teníais y nos pareció
injusto que estuvieras en la misma ciudad que ella y no veros cuando ambas
lo deseabais —comentó Alice.
Volvimos al ataque de bromas, pasando un rato agradable e inolvidable en
la mejor compañía que podría tener. Deseé que Rose estuviera viva para
poder estar aquí, pero, por desgracia, tenía que aceptar que ella se había ido
para siempre.
CAPÍTULO 4
Yerik Petrov
T
mí.
omé asiento en la silla giratoria, tras el escritorio del despacho de mi
casa, y le indiqué al justiciero con la barbilla que se sentara frente a
Cynthia Moore
—Cynthia, no sabes lo que me ha alegrado verte entrar por esa puerta, pero,
sobre todo, escucharte hablar diez minutos sin interrupciones —dijo
Evelina.
No sabía por qué decidí seguir con estas consultas cuando me mantuve
reacia a que mi psicóloga me ayudara. Sin embargo, pasar un momento
agradable con mis amigos ayudó a que optara por abrirme más a Evelina.
Le conté lo de la pesadilla que tuve con el crimen de mi padre y todo lo
que me hizo sentir después. Por muy extraño que me pareciera, ya notaba
una gran mejoría en mi interior.
—Ahora ya sabes quién soy —le dije con una triste sonrisa porque lo
que no podía decirle era que mis manos estaban manchadas de sangre.
Había matado a personas que pertenecían a organizaciones criminales;
también a infectados por las armas biológicas del bioterrorista. Lo único
que me reconfortaba era saber que todas las vidas que arrebaté con mis
propias manos fueron por un bien común: para sobrevivir. Además, esas
personas fueron un peligro para la humanidad.
—Tienes razón. Ahora sé que eres una mujer extremadamente fuerte y
solo necesito que lo veas. —Me quedé perpleja por sus palabras y un rubor
trepó por mi cuello hasta que mis mejillas se pusieron rojas de la vergüenza.
Eso mismo me había dicho Alice en varias ocasiones, pero jamás le di la
razón. Y mucho menos se la daría a Evelina.
Mi psicóloga carraspeó y continuó con sus preguntas.
—Mencionaste una isla y que los sucesos que se dieron allí te dejaron
marcada. —Siguió anotando en su libreta que tenía encima de sus muslos
—. ¿Te ves preparada para contarme qué pasó en esas vacaciones?
Quise reír como una desquiciada al referirse a ese infierno que tuvimos
que vivir como unas «vacaciones». No obstante, me controlé, ya que
Evelina no tenía ni idea de nada y no podía burlarme de su suposición
errónea.
Me acomodé en el sillón y mi vista se perdió en el paisaje de la bella
ciudad. Tomé una respiración profunda y me abrí más a ella, narrándole
todo lo que experimenté en ese lugar, donde perdí a Rose y a Alec. Ellos se
llevaron una parte de mí.
Evelina escuchó con atención. La comprensión y la pena fueron legibles
en sus facciones, y no quería que sintiera lo segundo.
—Y esa isla quedó destruida y el bioterrorismo llegó a su fin —finalizó.
Asentí con la cabeza—. Cynthia…
—No digas nada más, Evelina. Tan solo quería contarte esto para ser
más comprendida y porque lo necesitaba, nada más —la interrumpí, ya que
no quería seguir hablando del tema.
Ahora Evelina sabía gran parte de mí por ser mi psicóloga, y era
necesario si quería pasar página de una vez por todas.
—Hay algo que sí quiero decirte. —Me quedé sentada en el sillón y
miré a Evelina con firmeza—. Te juro, aquí y ahora, que destruiré el último
grillete que me amarra al pasado. Saldré por esa puerta con una nueva
esperanza.
Mi psicóloga no disimuló su asombro y su aprobación. Se levantó, me
instó a que hiciera lo mismo y nos fundimos en un fuerte abrazo
reconfortante.
✯✯✯
Yerik Petrov
E sto parecía una batalla de miradas envenenadas. Estaba claro que esos
estúpidos justicieros sabían distinguirnos del resto de invitados;
tampoco nos esforzábamos por pasar desapercibidos.
Nos gustaba destilar peligro y que la gente nos temiera, solo así nos
ganaríamos el respeto, como bien nos enseñó mi tío Dimitri, el patriarca de
la familia. Él estuvo casado con Gabriella y tuvieron a Daniell, que ahora
estaba ingresado en el hospital psiquiátrico por sus numerosas recaídas. La
mujer murió y, con el paso de los años, rehízo su vida con Irina. Antes de
ese enlace, ella mantuvo una relación con Gavrel Ivanov, ya fallecido,
donde nacieron Karlen, Ivanna y Zaria.
Sin embargo, los tres descendientes de la unión entre Dimitri e Irina
eran los más cercanos a mí y juntos formábamos el círculo del infierno
perfecto. Dos de ellos eran gemelos y hasta a mí me costaba a veces
distinguirlos porque Alexei se hacía pasar con frecuencia por Andrei para
acceder a información interesante de los negocios turbios. Makari, el
hermano menor, era un desastre para todo lo que se le mandara por su afán
de infringir dolor a cualquier persona que se le cruzara por el camino.
—Creo que están haciendo una apuesta para ver quién de nosotros es
Yerik Petrov —bromeó Makari antes de darle un sorbo a su whisky.
—Y seguro que no acertarán —prosiguió Alexei.
Los tres estábamos apoyados en la barra del gran salón, donde se servían
las bebidas alcohólicas. Desde aquí teníamos una buena perspectiva de todo
el lugar, incluido la entrada. Con las máscaras puestas, los tres parecíamos
casi idénticos: pelo moreno y ojos azules.
—Si me buscan bien, me van a encontrar —murmuré con un deje
amenazador.
Gracias a mi justiciero, que estaba mezclado entre ese grupo de idiotas,
sabía que Vladimir planeaba cazarme, pero les demostraría que esta noche
no sería yo el cazado.
Andrei se abrió paso entre la gente y llegó a nosotros con una expresión
de «buenas noticias» implantada en la cara.
—Ya sé quién ha preguntado por ti en Peccato Mortale[5] —nos informó
en voz baja para que solo nosotros pudiésemos oírle.
Fue una auténtica sorpresa para mí que uno de los justicieros se
presentara en el club de Karlen preguntando directamente por mí cuando
nadie debía de saber que estaba vivo. Esto significaba que ya sabían la
verdad.
—Dime el nombre —demandé, mirándole fijamente.
Andrei me puso una mano en la nuca y me acercó más a él.
—Vicenzo Carbone —contestó.
—¡Maldito cabrón! —Makari dio una fuerte palmada encima de la barra
y soltó un bufido—. Tenemos que darle un escarmiento.
Sonreí con malevolencia y puse mi atención en Makari, quien lucía
bastante alterado. De todos nosotros, él era el más impulsivo porque no era
capaz de detenerse a pensar antes de actuar. Por este motivo, teníamos que
tenerlo bien controladito.
—Yo me encargaré de Vicenzo. —Mi tono de voz les hizo ver que esto
no entraba en discusión—. Pero necesito crear una distracción para el resto
de pardillos.
—¿Y qué sugieres? —quiso saber Alexei.
Hice el terrible esfuerzo de no mirar hacia donde estaban los justicieros,
aunque deseara lanzarles una señal de advertencia. Recuperé mi vaso de
whisky, que mantuve olvidado desde que llegamos aquí, y le lancé una
mirada apática a Makari.
—Puedes divertirte, pero que no se te vaya a pasar la mano, ¿de
acuerdo? —No estaba muy seguro de su autocontrol, aunque, si no
participaba, había más riesgo de que se desenfrenara después.
Le di un trago a mi bebida y mis ojos volaron hacia la entrada, donde
alguien captó toda mi atención.
Una mujer rubia y despampanante bajaba por la escalera, junto con un
hombre y otra mujer. Fruncí el ceño cuando reparé en quiénes eran sus
acompañantes: Alice Vitale y Luciano Leone.
Desde que fingí mi muerte, estuve observando a mis enemigos de cerca,
pese a no haberme mostrado ante ellos. Gracias a mis investigaciones, no
dudaba de que esa mujer que caminaba con bastante seguridad se trataba de
Cynthia Moore. Sin embargo, no la recordaba así. Desde luego que el
angelito había madurado, o simplemente no me interesó lo suficiente como
para fijarme.
—Qué grata sorpresa —susurré sobre mi vaso de whisky.
—No me has escuchado —me reprochó Andrei—. ¿Ya tienes problemas
con otra falda?
Lo fulminé con la mirada y dejé el vaso encima de la barra con más
brusquedad de la prevista. Alexei, que andaba despistado, pegó un respingo.
—Vaya caramelito. —Fruncí el ceño ante el comentario de Makari—.
Esa muñequita me vendría bien para mi colección.
—Oh, vaya. Lo que faltaba. —Resopló Alexei—. ¿Podrías dejar a todas
las mujeres en paz esta noche? Estoy cansado de limpiar el estropicio que
siempre lías en casa con tus jueguecitos, Makari.
—Y yo de borrar tus huellas —coincidió su gemelo.
Por la dirección que tomó la mirada de Makari, supe quién llamó su
interés enfermizo.
—Genial. —Puse los ojos en blanco—. Deja a esa mujer tranquila.
—¿Qué os importa que quiera divertirme con ella?
Ninguno de mis primos sabía que Cynthia era mi objetivo, y no
necesitaba que ella llamara tanto la atención de alguno de ellos, y menos la
del más desequilibrado de todos.
—Porque esa mujer de rostro angelical es importante para mí —dije sin
más—. Vale oro. —Los tres me miraron sin entender nada.
—¿Qué? —Alexei fue el más sorprendido de todos—. No me digas
que…
—Ahórrate tu comentario porque vas muy mal encaminado —lo
interrumpí antes de que insinuara la mayor estupidez de su vida.
—Pues tendrá cara de ángel, pero su cuerpo incita al pecado —soltó
Makari, poniéndome de los nervios.
Cuando le vi la intención de acercarse a donde tenía prohibido, lo cogí
del brazo y lo retuve a mi lado.
—Aleja tus manos de ella, Makari. Todo lo que tocas acaba muerto y la
necesito viva; a ser posible, sin traumatizar —gruñí muy cerca de su rostro.
—¿Por qué te importa tanto? —intervino Andrei. Le dirigí una mirada
insulsa.
—Cynthia Moore es la hermana de Dylan McClain. La necesito para
acceder a él —les aclaré.
—Vaya. Eso cambia las cosas —murmuró Alexei.
Toda mi familia sabía sobre mi enemistad con el McClain, así que no
me hizo falta excusarme más. Hacía un par de meses, Dimitri envió a varios
de sus hombres para encargarse de él cuando descubrimos que se hospedaba
en Florencia, pero no tuvieron éxito. Ahora que sabía que estaba en Milán,
todo me sería más fácil, aunque supieran que sobreviví.
Por inercia, dirigí la mirada hacia donde estaba ella con sus amigos. Los
tres nos observaban con detenimiento y deduje que estarían hablando de
nosotros, poniéndola al día de mi familia.
Una sonrisa tironeó de mis labios y no pude evitar enviarle un beso de
los más pícaro. Ella apartó la mirada de golpe.
—Bueno, si ya hemos terminado de alegrarnos la vista, me gustaría
empezar con el espectáculo —dijo Alexei, sacándome del trance en el que
me había metido.
Le lancé una mirada de advertencia a Makari antes de dirigirme a
Andrei.
—Mantenlo vigilado —musité sobre su oído. Él asintió con la cabeza.
Antes de separarme de ellos, les conté cuál era el plan. Me recoloqué la
chaqueta y, con toda la elegancia y arrogancia que me fue posible, caminé
hacia las puertas del jardín, donde no habría nadie hasta más tarde.
El sudor ya empezaba a bañar mi cuerpo al tener que estar demasiado
abrigado en pleno verano. No podía estar mostrando mis armas al público,
ya que la inmensa mayoría de los invitados eran personas ajenas a mi
mundo.
Siempre acudía a cualquier evento enmascarado porque nadie sabría
quién se escondía detrás de la máscara y me encantaba este tipo de fiestas.
Mi familia era muy conocida en la ciudad. Sabían lo suficiente como
para mantener las distancias con nosotros, aunque no se imaginaban lo que
se podrían encontrar si visitaran mi casa por cualquier motivo.
Anduve hacia los altos setos y me escondí tras ellos, donde tenía que
esperar a Alexei. En el jardín había un acceso hacia el aparcamiento del
recinto como salida de emergencia, así que sería fácil ir al vehículo de los
gemelos para coger nuestro molde.
Le demostraría a ese grupo de ineptos quiénes éramos los Petrov y que
nadie se atrevía a desafiarnos con una simple mirada mal intencionada.
Pasaron varios minutos hasta que apareció Alexei arrastrando a Vicenzo.
—No para de meter su hocico en nuestros traseros, así que no me ha
costado separarlo de sus justicieros una vez que hemos conseguido lo que
queríamos de él —dijo mi primo y obligó a Vicenzo a arrodillarse ante mí.
El justiciero me miró con repugnancia, lo que me hizo gracia. Le
devolví el gesto con una sonrisa maquiavélica.
—Me han dicho que fuiste al Peccato Mortale y preguntaste por mí —
comencé con suavidad y alcé ambos brazos—. Aquí me tienes, Vicenzo
Carbone. Dime, ¿qué necesitas?
—Que te pudras en tu infierno, Diablo —espetó. No contento con su
altanería, me escupió en los pantalones. Hice una mueca de asco.
Alexei le agarró del cabello y tiró hacia atrás para exponer su cuello,
donde le puso la daga.
—Cuidado en cómo te diriges a él —le amenazó—. El infierno está
pavimentado de buenas intenciones.
Vicenzo tuvo la valentía de reírse en nuestra cara.
—Pues yo formaré parte de ese pavimento porque no pienso traicionar a
ninguno de ellos —juró el justiciero.
Alexei presionó un poco con la hoja de la daga y un hilillo de sangre
salió de la herida, deslizándose por su cuello. Me puse de cuclillas frente a
él.
—A Vladimir le daremos un escarmiento, Cynthia no dormirá esta
noche en su cama y tu cadáver será mi mensaje de bienvenida. —Le di unas
palmadas en la mejilla y él frunció los labios. Si se atrevía a escupirme otra
vez, le aplastaría la cabeza con mi zapato. No obstante, se contuvo.
—Me hiciste caer en la trampa y por mi culpa conseguiréis lo primero y
lo último, pero con Cynthia no podrás hacer nada. —El muy imbécil me
sonrió con suficiencia—. Mátame ya si quieres, Diablo, porque de mi boca
solo saldrán definiciones de tu persona.
—Ah, ¿sí? —Alcé ambas cejas—. ¿Podrías ilustrarme con alguna de
ellas?
—Por supuesto —contestó y Alexei aflojó su sujeción para que pudiese
mover la cabeza y mirarme mejor—. Tu hermanita Alexandra, la misma
mujer con la que te acostabas, está muerta porque se lo merecía. Estás tan
enfermo que idolatras el incesto. —Rio a carcajadas al ver lo poco que
podía vislumbrar de mis facciones.
—¿Eso es verdad? —Alexei me miró con los ojos abiertos como platos.
—Tu concepto sobre mí está muy lejos de la realidad, Vicenzo. —Me
puse en pie y lo miré con frialdad desde lo alto.
Nadie de mi familia sabía la verdad, excepto mi tío Dimitri, y así
debería de seguir. Lo que este justiciero no sabía era que yo no podía sentir
nada. Quizás tenía la intención de herirme o de enfurecerme, pero no lo
consiguió.
Mi corazón no podía albergar ningún tipo de sentimiento, ni siquiera el
amor o el odio. Tan solo me regía por los valores que mis padres, Igor y
Alina, me inculcaron antes de morir: la lealtad hacia mi familia y la
venganza si nos arrebataban a algún miembro.
Tal vez pensaban que odiaba a Dylan McClain por haber matado a
Alexandra, y no era así. Tan solo mi instinto me pedía venganza, nada más.
No obstante, agradecía no poder ser víctima de cualquier sentimiento, ya
que todos eran nocivos para el alma. Gracias a esta cualidad mía, no tenía
ningún tipo de remordimiento de conciencia por mis actos.
Saqué mi daga de la parte trasera de la cinturilla de mi pantalón y la
miré con anhelo mientras la giraba entre mis dedos.
—Hazlo, maldito desgraciado. Sé que algún día te reunirás conmigo —
espetó Vicenzo, incitándome a matarlo y con gusto le cumplí el deseo.
En un rápido movimiento con mi brazo, pasé la hoja afilada por todo su
cuello. Alexei agarraba su cuerpo, que empezó a convulsionar en busca de
un aire que nunca llegaría a sus pulmones, tan solo obtendría su sangre.
—Así te tragarás tus palabras viperinas —murmuré con mi mirada fija
en sus ojos desquiciados.
El gorgoteo que emitía su garganta rasgada era la única melodía que se
podía escuchar en el jardín. Mi corte había sido mortal, pero lo
suficientemente superficial para que obtuviera un ahogo lento.
Mi primo dejó su cuerpo sobre el suelo y me agaché para limpiar mi
arma con la ropa de Vicenzo. Antes de acabar con mi tarea, la vida se le
escapó y sus ojos quedaron abiertos, ya vacíos.
Me enderecé y volví a ocultar mi daga. Intercambié una mirada severa
con mi primo y asentí con la cabeza, transmitiéndole así que se encargara
del mensaje mientras yo iba a por lo segundo de mi lista, exactamente lo
que Vicenzo me aseguró que no conseguiría.
CAPÍTULO 7
Cynthia Moore
Vladimir Doohan
Cynthia Moore
Cynthia Moore
Yerik Petrov
✯✯✯
Anduve por el interior de la gran sala quirúrgica con una vestimenta
especial, observando todo a mi alrededor. No podía tocar nada, ya que no
estaba en unas condiciones estériles como para permitirme hacer eso.
Francesco y su equipo de profesionales sanitarios ya habían comenzado
con la intervención. Andrea estaba en una camilla, ya con anestesia general,
y Dimitri les ayudaba a echar los materiales quirúrgicos en la mesa de
cirugía con sumo cuidado en no contaminar nada, como bien le enseñaron
los enfermeros que había aquí.
Nuestro negocio podría ser todo lo ilegal que uno se pudiese imaginar,
pero no nos saltábamos las normas sanitarias y no hacíamos chapuzas.
Nuestro prestigio estaba en juego, que era esencial para llegar a la cúspide.
Tanto Francesco, que era el cirujano, como su equipo sanitario recibían
una buena compensación por esto. Mi función aquí era observar con
atención, como cualquier vigilante haría.
En la otra camilla se encontraba la persona donante, que estaba dormida
por la anestesia y preparada para extraerle los órganos. Una vez que un
cuerpo se abriese, teníamos que sacar todos los que nos funcionarían y
conservarlos en frío, que duraría unas cuantas horas para transportarlos a
los lugares que se demandaran.
Sin embargo, no nos servía cualquier persona para este procedimiento.
Antes tendríamos que realizarles una serie de pruebas para confirmar su
calidad. Además, el tema de la compatibilidad era muy importante en este
negocio. Todo pasaba por un riguroso estudio exhaustivo.
Por norma general, yo no me manchaba las manos de sangre en una
intervención como esta. Se me daba mucho mejor descuartizar que sacar
organitos con sumo cuidado. Me faltaba paciencia y destreza.
Me puse de espaldas a las puertas del quirófano, abrí un poco las piernas
y entrelacé mis manos por delante de mi cuerpo. Adquirí una postura
chulesca y no pude evitar sonreír.
Me entraron unas tremendas ansias de agarrar a cierto angelito y cortarle
las alas, que apenas pude mantenerme cuerdo en este precioso lugar.
«El Diablo está hambriento y solo desea consumir un alma pura».
CAPÍTULO 12
Cynthia Moore
E l café no era capaz de alejarme del sueño esta noche. Lo bueno era
que mi jornada laboral estaba trascurriendo asombrosamente
tranquila, lo que agradecía.
El hospital se encontraba sumido en un silencio sepulcral. Lo único que
mis oídos captaban era el ruidito suave que producía las agujas del reloj que
había en la pared de la salita que teníamos detrás del mostrador.
Eran las tres de la madrugada. No pude reprimir un bostezo y apoyé mi
espalda en el respaldo de la silla. En este momento, no tenía nada que hacer,
así que opté por sacar mi móvil del bolsillo. Navegué por internet mientras
divagaba por mis pensamientos.
No paraba de darle vueltas a la corta conversación que mantuve con
Daniell ayer por la tarde. Salí de su habitación sin darle una respuesta clara
sobre si cumpliría mi parte del trato o no. Él solo me había dicho que mi
mejor opción era que sedujera al Diablo, algo que no pensaba hacer, y, a
cambio, quería que Alice y yo fuéramos sus enfermeras, cosa que tampoco
había solucionado con Serafina y Luciano.
Daniell ya estaba en su antigua habitación 102, a muy pocos metros de
mí. Hoy no le vi en todo el día, ya que Serafina se encargó de él antes de
irse y quedarme yo al mando.
El móvil vibró en mis manos, recibiendo un mensaje de Alice. Reprimí
una sonrisa al ver que ella tampoco podía conciliar el sueño y me haría
compañía en mi noche tranquilona y aburrida.
Mañana libras, así que tenemos que aprovechar y perdernos entre los
clubes de Milán.
¿A que no te atreves…?
Yerik Petrov
Cynthia Moore
Yerik Petrov
Cynthia Moore
Yerik Petrov
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Cynthia Moore
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Cynthia Moore
Cynthia Moore
Yerik Petrov
Cynthia Moore
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Cynthia Moore
Yerik Petrov
Cynthia Moore
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Yerik Petrov
Cynthia Moore
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Cynthia Moore
Yerik Petrov
Cynthia Moore
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Yerik Petrov
Cynthia Moore
Cynthia Moore
Cynthia Moore
Yerik Petrov
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Cynthia Moore
Yerik Petrov
Cynthia Moore
Yerik Petrov
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Nada más llegar a casa, fui hacia el jardín principal para tener unos
momentos de tranquilidad. En mis momentos más inestables, me gustaba
pasar horas debajo del manto de la noche, donde no se oyera ni un solo
sonido que no fuera el canto de algunos insectos.
Para mi sorpresa, me encontré a mi tío sentado en uno de los sillones
que había frente a la piscina. Caminé hacia él en silencio y tomé asiento a
su lado. Dimitri permanecía con la mirada perdida al frente, sumergido en
sus pensamientos. Mi vista se deslizó hacia la fotografía que tenía en una de
sus manos. En la otra agarraba un puro ya casi consumido.
Siempre supe que Gabriella seguía viva dentro de su corazón y era
testigo de sus sufrimientos constantes por su muerte. Este era uno de los
muchos motivos que tenía de alegrarme por no ser capaz de sentir nada. El
amor era una maldita enfermedad degenerativa, en la que consumía hasta
tal punto de quedar hecho un vegetal: muerto en vida.
—Hoy es el cumpleaños de mi Gabriella —murmuró, llevándose el puro
a la boca y le dio la última calada antes de apagarlo en el cenicero que había
encima de la mesita de cristal—. La recuerdo nadando en la piscina,
enseñando a hacer lo mismo a nuestro hijo. —Soltó un suspiro cansado—.
Ella ya no está y Daniell me detesta tanto que desearía verme muerto.
—Él no te odia, tío. —Era pésimo animando a la gente, pero me esforcé
en ayudarlo para que se quitara esa idea errónea de la cabeza—. Tiene la
mente inestable por el impacto que tuvo la muerte tan inesperada de su
madre en él. Daniell era muy pequeño cuando eso pasó, ya lo sabes. —
Dimitri lo sabía perfectamente. Él mismo fue quien me lo contó, sin
embargo, esta noche no quería admitirlo.
—Gabriella tenía problemas de salud por culpa de su mala alimentación,
pero jamás me imaginé que uno de sus desmayos le costaría la vida. Su
último aliento fue expulsado antes de que el agua le entrara en los pulmones
—confesó, aclarándome que ella murió ahogada y suponía que sería en la
piscina por cómo él la estaba observando, receloso y nostálgico—. Tienes
suerte de no saber lo que es el amor, Yerik, y espero que nunca lo
experimentes. Sería una debilidad innecesaria.
Reí como un idiota, pese a no ser el momento más oportuno para eso.
—¿Tan sensible crees que soy, tío? —pregunté con sorna, alzando una
ceja y él me sonrió con tristeza.
—Ay, hijo mío, qué suerte tienes —repitió y puso una mano en mi
mejilla. Me dio unas suaves palmadas antes de volver a poner su atención
en la piscina—. Daniell piensa que Irina usurpará el lugar de su madre. Qué
equivocado está —murmuró—. Gabriella siempre será insuperable con su
belleza y ese tierno corazón. A ella no le gustaba este mundo —dijo,
refiriéndose a la mafia—, no obstante, me amaba por encima de eso y
mucho más.
Apreté los puños que tenía entre mis piernas abiertas y no pude
contenerme.
—Parece que cambiaste a un ángel por una víbora —le solté—. Sé que
un ángel termina corrompiéndose por la mafia, pero una víbora posee un
veneno tan letal que la hace más peligrosa que la misma mafia.
Dimitri me miró con el ceño fruncido. Desde luego que le había
asombrado que insultara a su mujer. Tan solo le había expresado lo que yo
opinaba sobre Irina.
—¿Por qué has dicho eso? —quiso saber.
—¿Acaso no es obvio? —ironicé—. Tanto ella como su hija son unas
víboras y déjame decirte que tía Nadia piensa lo mismo que yo.
—Pues tú tampoco tienes ningún problema por meter a una víbora en tu
cama —enfatizó Dimitri con seriedad, sabiendo que en mi dormitorio
todavía no entró ninguna mujer, aunque sí me acostaba con Ivanna en otros
lados.
—La diferencia entre tú y yo, tío, es que tú te casaste con una y la
embarazaste tres veces y yo, en cambio, ni borracho lo haría con la otra —
respondí seguro de mí mismo—. Irina complace todos los caprichos de
Ivanna, malcriándola más. ¿Y sabes qué? Yo formo parte de esa lista y no
me da la gana seguir ahí añadido como un mero objeto.
—Todos en esta casa estamos enterados de su encaprichamiento
contigo, Yerik —coincidió él—. Deberías dejar de usarla para satisfacer tus
necesidades sexuales, así no alimentarás más lo que sea que esté creciendo
en su interior respecto a ti. —Solté un bufido.
—Desde que mató a mi víctima en un ataque de celos, poniendo nuestro
negocio en peligro, y me dio una patada en los huevos, créeme, no la he
tocado de esa forma —respondí más cortante.
—Con razón está tan quisquillosa últimamente. —Se rio—. Lleva muy
mal el rechazo.
—No pienso tocarla de nuevo —le aseguré y no pensaba faltar a mi
palabra.
Los sentimientos de Ivanna serían un problema constante para mí, así
que me convenía que ella los destruyera poco a poco con mi continuo
rechazo. Con suerte, pronto pondría su atención en cualquier otro hombre,
dejándome a mí libre de que hiciese lo que quisiera sin peligro de que ella
volviese a matar a cualquiera con la que deseara acostarme.
En cuanto el rostro de Cynthia invadió mi subconsciente, conduje mis
pensamientos a otro tema importante que aún no había tratado con mi tío.
—Hay algo de lo que quiero hablar contigo. —Dimitri me observó
expectante y me hizo una señal con la mano para que continuase—. El
hombre al que maté en el Peccato Mortale dijo algo más sobre Mikhail
Kozlov que me hace pensar demasiado. —A mi tío ya le había contado lo
que él y yo hablamos, excepto este dato—. La obsesión de Mikhail por
darnos caza va más allá de un simple pago y que su furia caería sobre
nuestras cabezas. ¿Hay algo más personal entre su familia y la nuestra que
no me hayas contado?
Evalué todos los gestos que Dimitri me mostraba, pero, curiosamente,
no había nada en él que analizar porque parecía tranquilo, aunque sí
sorprendido.
—Lo único que sé es que alguien que no sabemos le pagó una suma
considerable de dinero para eliminarnos. No sé por qué ese hombre te dijo
eso, pero deberías presionar más la próxima vez que retengáis a otro —
contestó. Asentí con la cabeza.
No detecté indicios de mentira en su argumento. Además, él nunca me
mentiría, sobre todo cuando ponía en riesgo a toda su familia.
Sin decir nada más, nos apoyamos en el respaldo del sillón y fijamos la
vista al frente, perdiéndonos en nuestros propios pensamientos. Él seguiría
pensando en Gabriella por la forma que tenía de sujetar la fotografía que en
ningún momento había soltado.
«No acabaré como tú de atrapado, tío. No pienso estar condenado a un
recuerdo que jamás podría volver a hacerlo realidad», pensé.
CAPÍTULO 42
Cynthia Moore
Cynthia Moore
Yerik Petrov
Cynthia Moore
✯✯✯
Cynthia Moore
Yerik Petrov
Ivanna tenía una confesión válida y concisa del crimen de Luigi, donde
Cynthia dejaba bien claro su implicación. Distorsionó la voz de la otra
persona para no quedar expuesta en la misma acusación, ya que estaba claro
aquí que ese extraño sabía sobre el dichoso crimen. Aquí no se inculpaba a
nadie, solo a la estúpida niña. Se mencionó perfectamente su nombre y
también el del vigilante del hospital.
Apreté tanto la mandíbula que pensé que me la partiría y clavé mi
mirada en la de esta arpía.
—¿Qué pretendes con esto? —exigí saber.
La pequeña víbora se puso en pie y volvió a guardarse el móvil. Podría
lanzarme a ella y reventarle ese aparato, pero ¿de qué serviría? No era
estúpida y tendría esa grabación guardada en más sitios. No sabía quién fue
la otra persona que le hizo confesar a Cynthia, sin embargo, le rompería la
crisma en cuanto lo tuviera delante.
—Quiero que firmemos un acuerdo para que esto —señaló el bolsillo de
su bata con el dedo índice— no llegue a manos de la policía. Y, créeme, ni
Andrei ni su padre podrán hacer nada para evitar que esa mujerzuela acabe
pudriéndose en la cárcel.
—¿Y de qué acuerdo estás hablándome? —ladré, apretando los puños
por encima del escritorio.
Ahora mismo necesitaba destrozar algo, lo que fuera, con tal de sacar la
furia que crecía en mi interior a pasos agigantados. La imprudencia de
Cynthia me había puesto en un aprieto delicado. Y, como no, otro chantaje
iría destinado a mí para conservar la libertad de la niñata.
—Mis confidentes y yo mantendremos la boca cerrada y las manos
quietas si tú te entregas a mí las veces que te demande. —Apoyó las manos
en el escritorio y se inclinó hacia adelante, mostrándome su escote tan
pronunciado.
—¿Me estás queriendo decir que quieres sexo a cambio de dejar intacta
la libertad de Cynthia? —Alcé una deja—. ¿Solo eso? —No me supondría
ningún esfuerzo sobrehumano, no obstante, odiaba sentirme obligado.
—Quiero mucho más de ti —murmuró con voz sensual—. Te esperaré
en mi habitación personal para mostrarte un aperitivo.
Mis músculos se tensaron por instinto. Jamás había entrado en esa
habitación, pero allí era donde Ivanna atrapaba a varias de sus víctimas para
sus juegos sexuales, aunque desconocía cómo eran. Algo dentro de mí me
decía que no iba a sentir precisamente placer.
—Zorra vengativa. —Me levanté de sopetón y la cogí del cuello,
apretándole unos segundos para que le faltara el aire—. Sé que haces esto
por celos, porque sabes muy bien que no quiero volver a tocarte y solo lo
conseguirías obligándome.
—Bien podrías no aceptar mi acuerdo —dijo en un hilo de voz por la
presión de su cuello, que ahora era menor—, pero lo haces porque, quieras
aceptarlo o no, esa niña con cara angelical te importa.
Oír eso fue como recibir un puñetazo en toda la cara y la liberé,
echándome hacia atrás, como si su contacto me hubiera quemado.
—Tú no sabes nada sobre mí —gruñí.
—Ah, ¿no? —Tuvo la desfachatez de reírse en mi cara—. Deberías
reflexionar contigo mismo de vez en cuando, querido. —Se dio la vuelta y
caminó hacia la salida del despacho—. Te doy diez minutos para ir a mi
habitación personal…
—¿O qué? —escupí.
Ivanna me lanzó una mirada arrogante.
—Se acercan lluvias torrenciales, Yerik, y la agresividad que esas aguas
destilan podría destapar a los muertos enterrados —me amenazó—. Ven a
mí y obedece, Diablo. Tampoco comentes nada de esta conversación con
nadie.
Antes de que pudiese mediar más palabras con ella, se fue, dejándome
solo y desorientado en el despacho.
No sabía lo que Ivanna me tenía preparado, pero no era tan iluso como
para hacerme ideas placenteras. A esa arpía le gustaba infringir dolor a los
hombres, de eso éramos todos conscientes, aunque ninguno nos metíamos
en sus asuntos.
—Maldita niñata —rugí con mis labios apretados de la ira que ya
empezaba a desbordarse de mi interior.
Sin poder contenerme más, tiré todos los objetos que había encima del
escritorio, hasta el ordenador con el que trabajaba. Grité de frustración y me
propuse a agarrar una vara de hierro que escondíamos en un rincón, entre la
estantería y la pared, para destrozarlo todo, no obstante, conseguí retener
mis impulsos más salvajes. Cerré los ojos y apreté la vara entre mis manos
hasta que sentí dolor en las palmas. Inspiré y espiré repetidas veces,
buscando serenarme con desesperación. Destruyendo mi casa no
solucionaría este problema y no se me ocurría ninguna excusa que contarles
a todos de por qué la vivienda acabó hecha un caos.
Volví a dejar la vara en su lugar y salí del despacho a grandes zancadas.
Fui directo a la habitación personal de Ivanna, que se ubicaba en el último
piso, muy cerca de la de Makari.
Cuando llegué a la puerta, mi mano se quedó paralizada en el pomo y un
escalofrío me recorrió todo el cuerpo, no por miedo, sino por impotencia.
Mi pecho se hinchó con una respiración profunda y entré, adentrándome
prácticamente en la oscuridad. Esta habitación apenas estaba iluminada,
pero podía distinguir por donde pasaba.
Mis ojos evaluaron el entorno, prestando más interés en la cama y en las
cadenas que se amarraban al cabezal. Había otras que colgaban del techo.
Giré la cabeza hacia una mesa de trabajo, donde había múltiples jeringuillas
y botes con una sustancia transparente.
De pronto, sentí un fogonazo de dolor en la espalda, la cual también se
mojó con un líquido. Me tambaleé hacia adelante con los dientes apretados
y casi caí de bruces contra el suelo. Ivanna no me dio tiempo de
recomponerme y volvió a azotarme en el mismo lugar. Esta vez tuve que
apoyar las manos y las rodillas en el suelo. No contenta con dejarme la
espalda tremendamente dolorida, me golpeó en el costado y un fuerte jadeo
salió de entre mis labios. Caí de lado y la muy desgraciada aprovechó mi
debilidad temporal para ponerme unos grilletes en las muñecas.
No pude ni mirarla, solo resollaba como un poseso en busca de aire.
Solté un gruñido cuando mis brazos se vieron obligados a separarse de mi
cuerpo al mismo tiempo que me levantaban hasta dejarme de puntillas sobre
el suelo.
Abrí los ojos y ahí estaba Ivanna, sonriéndome con malevolencia
después de poner en funcionamiento la polea para dejarme en esta
exposición tan expuesta.
—Sé que no te gustan las marcas y por eso he usado una porra envuelta
en toallas mojadas —ronroneó, mostrándome el instrumento con el que me
había golpeado para dejarme fuera de combate el tiempo suficiente para
amarrarme como a un animal—. Duele horrores y no deja marcas.
—¿Esto es lo que vas a hacerme? —pregunté apenas sin aliento—. ¿Vas
a pegarme como castigo?
—No solo eso, querido. —Fruncí el ceño cuando dejó la porra en la
mesa de trabajo y cogió unas tijeras—. Te voy a someter como la bestia que
eres. —Las usó para cortar mi camiseta, dejando mi pecho y abdomen al
descubierto—. Antes de empezar te explicaré algunas cosas para poder
sentir tu corazón latir desbocado por los nervios. —Hizo el mismo
procedimiento por mi espalda y se deshizo de la tela—. Y por lo visto, esa
mujerzuela te dejó marcas aquí, al igual que en tu labio. A ella se lo has
permitido. Interesante —Sus manos sobre mis omóplatos me produjo tal
hastío que intenté apartarme, haciendo resonar las cadenas—. Chicas,
podéis salir —levantó la voz.
Mi cabeza giró abruptamente hacia la parte más oscura de la habitación,
donde Ivanna estaba mirando con una sonrisa ladeada. Dos mujeres se
presentaron ante mí, dejándome descolocado. No había ninguna vestida con
más que una minúscula ropa interior.
—¿Qué significa esto? —pregunté furioso, enfocando mi vista en la
pequeña víbora, que ya empezó a cargar dos jeringuillas con sustancias
diferentes.
Cuando una de esas mujeres se atrevió a pasarme la palma de la mano
por el pecho, me tiré hacia atrás, haciéndome daño en las muñecas. Ivanna
se rio a carcajadas de ver mi expresión de querer salir corriendo. La muy
zorra estaba disfrutando viéndome débil, vulnerable y a la merced de su
mente enferma.
—Tendrás que cumplir como un hombre con las tres y más te vale
hacerlo bien —explicó. Ahora fui yo quien soltó una carcajada.
—¿Me estás sugiriendo una orgía? ¿No estabas tan enamorada de mí
que no querías compartirme con nadie? —me burlé—. ¿Y estás montando
este follón porque anoche me acosté con Cynthia? —Ivanna hizo caso
omiso de mis preguntas y le tendió una jeringuilla a la morena que estaba
empeñada en tocarme—. ¿Qué demonios es eso? —quise saber algo más
nervioso.
—Esta sustancia te dejará sumiso un buen rato. Inhibirá tu voluntad y no
recordarás nada de lo que suceda en esta habitación cuando se te pasen los
efectos —explicó.
—¡Claro! ¡Tienes que drogarme para conseguir que te toque! —
continué burlándome, aunque por dentro estaba tan acelerado que sentí mi
corazón aporrear bajo mi pecho, tal cual ella lo quería.
La pequeña víbora le entregó la otra jeringuilla a la rubia que me miraba
de arriba abajo con lascivia. No tenía ni idea de dónde habían salido estas
chicas, pero supuse que antes de mí hubo aquí otro pobre desgraciado con
el que se habían divertido las tres.
—Y esto hace la función de provocarte una erección involuntaria que te
duraría horas —aclaró Ivanna ante mi mirada dubitativa—. Tu pene tiene
que ser funcional mientras estés aquí.
—Puta —espeté sin poder retenerme.
Me soltó un bofetón tan fuerte que me fui hacia el lado, pero gracias a
las cadenas no caí al suelo.
—Deberías agradecerme que no recordarás nada de lo que hagas aquí
con nosotras mientras estés drogado con la primera jeringuilla porque tengo
otra sustancia mucho mejor para más adelante, Diablo. —La miré con asco.
Si no estuviera atado la habría golpeado hasta saltarle los dientes—. La
toxina que te administraré otro día, porque tendremos muchos más, hace
que no puedas moverte ni hablar, ya que te paralizaría, pero sí lo sentirías
todo y serías plenamente consciente, no pudiendo hacer nada por evitar tu
destino. Hoy quiero que sea suave para que te vayas adaptando, así que
serás un sumiso que no recordará nada después. Iré alternando esas dos,
excepto la que te provoca erecciones, ya que esta última la necesitaré
siempre para que cumplas como un hombre.
Ivanna le hizo un gesto a las chicas que tenían esa mierda en las manos
y asintieron sonrientes. Por más que intentaba resistirme, esquivando y
dando patadas, las dos consiguieron pincharme en los brazos.
Estuve más pendiente de notar los efectos de esas drogas que de las
mujeres que se dispusieron a quitarme los pantalones. Por primera vez en
toda mi vida, me sentí peor que una basura, como un objeto sin valor.
Lo último que se implantó en mi mente antes de que una nebulosa me
cegara fue el rostro de Cynthia, recordándome que por ella estaría
aguantando esto. Me acababa de ganar el carné de imbécil porque el Diablo
soportaría esta humillación y violación por una niñata que ni quería, donde
sería sometido en contra de mi voluntad a las malas intenciones de estas tres
desgraciadas.
CAPÍTULO 48
Cynthia Moore
✯✯✯
Cynthia Moore
Quiero dedicarles este espacio a todos mis lectores y a algunas personas que
han sido y siguen siendo muy especiales para mí. ¿Cómo no darles mis
palabras llenas de amor?
Agradezco de todo corazón a todos los lectores que se van sumando a
mi pequeña comunidad por darme una oportunidad y brindarme su tiempo
en conocerme; también a mis lectores que ya me conocieron con mi historia
anterior y siguen confiando en mí, quedándose a mi lado leyendo mis
locuras. ¡Os doy mil gracias!
Sin embargo, quiero mencionar específicamente a unas maravillosas
chicas porque, de una forma u otra, han participado en mi carrera como
escritora.
Empezaría por Milena Expósito y Fátima Patio, que fueron las primeras
que conocí en mis inicios, cuando estuve en Wattpad en 2016. Desde que
dieron conmigo, no me soltaron la mano en ningún momento, ni siquiera
cuando tuve que desaparecer sin dejar rastro por motivos personales.
Siempre estuvieron ahí, esperándome pacientemente.
Ahora tengo que continuar con mis reinas de la oscuridad, un grupo de
blogueras que se metieron en mi corazón e hicieron que diera mis primeros
pasos en el mundo literario. Sara (@sara_cazadoradelibros) fue mi puerta
grande y a raíz de ella di con Claudia (@booksbyclau) y con Ana
(@lendoconana). Estos tres demonios me llenaban de mensajes y me
volvían loca con sus suposiciones en mis historias. Muchas gracias por esos
maravillosos momentos que me hicisteis vivir. Sara, tu sonrisa permanente
en la cara roba muchas mías y yo suelo ser una persona muy seria; Claudia,
tus vídeos son únicos y especiales, sobre todo originales, y cada vez que oía
tu voz me alegrabas el día; Ana, ¿qué decir de ti cuando te tengo un aprecio
enorme? Esta maravilla de mujer siempre está conmigo de la mano,
aguantando mis quejas, inseguridades, altibajos y subidones de adrenalina.
Nuestras conversaciones diarias son como una droga, no puedo dejar de
consumirla día a día. ¡Muchas gracias a las tres por haber aparecido en mi
vida! ¡Os adoro!
Hay una persona que ya no está en mi vida, pero merece su
reconocimiento porque hizo mucho por mí mientras estuvo a mi lado.
Beatriz, me ayudaste muchísimo a evolucionar en la escritura con tus
continuas enseñanzas y te debo mucho de mis avances. Te ganaste un
espacio en mi corazón.
Tengo a una persona igual de especial que, desde que dio conmigo, me
demuestra cuánto disfrutó de mis libros. Nati (@natii.books), te doy mil
gracias por ofrecerme tu ayuda constante en hacerse conocer mis libros, en
permitir aferrarme a tu cuenta de Instagram para realizar sorteos y que otros
lectores que no tienen los recursos económicos necesarios tengan la
oportunidad de conseguir mis libros sin complicaciones. Me diste tu mano y
eso jamás lo voy a olvidar.
Por último, no puedo dejar este espacio sin mencionar a mi marido. Es
mi enciclopedia humana de conceptos interesantes para mis historias, entre
otros. Cariño, me has enseñado muchísimo de este mundo para poder
plasmar una buena ficción en mis libros. Es el hombre más maravilloso que
me he podido cruzar en la vida y a su lado lo tengo todo, me trata como a
una auténtica reina. ¿Qué más puedo pedir? ¡Te amo con locura!
SOBRE LA AUTORA
[1]
Traducción del italiano al español: Buenas noches, amigo.
[2]
Jefe de la familia de la mafia, el que tiene más poder en ella.
[3]
Traducción del italiano al español: Paraíso.
[4]
Persona a la que, por cualquier motivo o pretexto, se le echa la culpa de algo, especialmente
de lo que han hecho otros.
[5]
Traducción del italiano al español: Pecado Mortal.
[6]
Traducción del italiano al español: Bienvenida a los brazos del Diablo.
[7]
Traducción del italiano al español: Los ángeles caen a menudo.
[8]
Traducción del italiano al español: ¿Qué ven mis ojos?
[9]
Traducción del italiano al español: Dentro de ese cuerpo del pecado se esconde una mujer
insegura.
[10]
Traducción del italiano al español: Porque el Diablo es incapaz de sentir.
[11]
Traducción del italiano al español: Blancanieves.
[12]
Traducción del italiano al español: Buenas noches.
[13]
Traducción del ruso al español: Espero que sea la última vez que te acercas a Cynthia sin mi
consentimiento. No me gustaría enfadarme contigo.
[14]
Se trata del jefe superior, convertido en el miembro más poderoso de toda la mafia.
[15]
Traducción del ruso al español: Tal vez ya he empezado a caer.
[16]
Traducción del ruso al español: Pero nunca seré tu sirviente.
[17]
Traducción del ruso al español: Necesitaba un rayo de luz en mi inmensa oscuridad.