Tema 4 Algunas Consideraciones A Partir de La Metafísica
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Tema 4 Algunas Consideraciones A Partir de La Metafísica
1. La metafísica .............................................................................................................................. 2
2. La causalidad ............................................................................................................................. 3
3. Acto y potencia.......................................................................................................................... 3
4. La composición del ente ............................................................................................................ 5
5. Propiedades particulares: sustancia y accidentes ..................................................................... 5
6. Las propiedades trascendentales del ente: unidad, verdad, bondad y belleza ........................ 7
7. La unidad trascendental u ontológica (trascendental unum) ................................................... 7
8. El recorrido de la verdad: verdad ontológica o trascendental verum, verdad lógica y verdad
moral ............................................................................................................................................. 8
8.1 Verdad ontológica o trascendental verum .......................................................................... 8
8.2 Verdad lógica o verdad del conocimiento........................................................................... 9
8.3 Verdad moral....................................................................................................................... 9
9. La bondad ................................................................................................................................ 10
9.1 La analogía del bien ........................................................................................................... 11
9.2 El bien de la persona ......................................................................................................... 11
9.3 Bondad ontológica o trascendental bonum ...................................................................... 12
Los tres aspectos que caracterizan el bien.......................................................................... 12
9.4 Bondad moral (valor moral) .............................................................................................. 13
9.5 El bien como valor ............................................................................................................. 13
9.6 Los bienes para la persona y su jerarquía ......................................................................... 14
9.7 Los “bienes” útiles ............................................................................................................. 18
10. La belleza ............................................................................................................................... 19
11. Conclusiones.......................................................................................................................... 21
REFERENCIAS .................................................................................................................................. 22
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«Aquí se pone de manifiesto una tarea que reclama mayor atención de la que
habitualmente se le presta, a saber: una fundamentación filosófica de las ciencias
particulares (de la ciencia del lenguaje, del derecho, de la salud y la enfermedad,
de la educación, etc.). Y esto con la intención de proporcionar a la especialidad
correspondiente, así como al trabajo profesional que se basa en ella, la
fundamentación de sentido que necesita, si es que ha de comprenderse
correctamente y poder insertar su función en el todo de la cultura» 1.
1. LA METAFÍSICA
El orden del ser es el orden de la realidad: de todo lo que es, de todo cuanto existe y conforma
la realidad. El orden del ser no es otra cosa que la realidad misma, que incluye los distintos
modos de ser, con sus características, jerarquía entre los seres, etc. En este orden se encuentra
el fundamento de nuestras acciones y la referencia para darles el sentido y la orientación que
precisan en orden a la plenitud y a la felicidad que buscamos. Pues todo ello, en última instancia,
depende del ser, es decir, de lo que las cosas son y están llamadas a ser.
Así como cualquier ciencia se ocupa del estudio de algún aspecto de la realidad, la Metafísica
tiene una particularidad especial, pues es la ciencia que se ocupa específicamente del estudio
del ser, elemento constitutivo de cualquier realidad. Dadas las características de este estudio, la
Metafísica contribuye a que adquiramos una comprensión completa, profunda y unitaria de la
realidad, ayudándonos a descubrir la relación que existe entre los distintos saberes. Es la unidad
del saber de la que hablábamos en el tema 2:
Metafísica >>>
(Filosofía primera)
La Metafísica consiste en el estudio del ente en cuanto ente, sus propiedades y sus causas. Es
decir, que el objeto material de la Metafísica, el aspecto de la realidad que le interesa estudiar,
es el ente. Y su objeto formal, la perspectiva desde la que le interesa estudiar esa realidad, es
en cuanto ente, sus propiedades y sus causas. Dado que el ente, por definición, es lo que es,
aquello que es, aquello que existe, “lo que tiene ser”, por su objeto de estudio la Metafísica
trata de comprender y explicar la estructura última de la realidad: el ser. Se trata, pues, de un
saber radical, en el sentido de que va a la raíz, lo que le confiere una función orientadora de las
demás ciencias.
1
Guardini, R. (2011). La tarea del conocimiento. En R. Guardini, Tres escritos sobre la Universidad (pp.
687-709). Navarra: EUNSA.
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2. LA CAUSALIDAD
La causa es aquello que se considera como fundamento u origen de algo, aquello que de
algún modo influye en el ser de algo, aquello de cuyo ser se sigue otro.
Para Aristóteles existen cuatro tipos de causas: material, formal, eficiente y final. Nos deja así
un completo sistema de causas que ha heredado la filosofía y ha llegado hasta nuestros días.
Suprimir alguna de ellas, como ocurre por ejemplo en los sistemas materialistas o mecanicistas,
ha sido causa de profundos errores que han conducido a una visión sesgada o deformada de la
realidad, con consecuencias e implicaciones negativas y perjudiciales para el ser humano.
Las cuatro causas son:
• Causa material: aquello de lo cual y en lo cual se hace algo, en el sentido en que
afirmamos que el Titanic o la Torre Eiffel están hechos de metal.
• Causa formal: acto o perfección intrínseca por el que una cosa es lo que es. En nuestro
ejemplo anterior, el barco y la torre; algo que se encuentra en el metal como en su
sujeto.
Nota importante: no confundir la causa formal con el contorno o figura externa (forma) de algo. En
el hombre, por ejemplo, la causa formal es el alma 2 espiritual, para el caballo es su alma sensitiva
de caballo. La materia orgánica en uno y en otro será similar (causa material), pero su causa formal,
sus respectivas almas o principios vitales, les hacen ser cosas completamente distintas.
• Causa eficiente: aquella que con su acción produce o crea algo. Siguiendo con nuestro
ejemplo, la causa eficiente del Titanic es Thomas Andrews (el ingeniero naval) y de la
Torre Eiffel es Gustav Eiffel (el ingeniero civil).
• Causa final: fin con el que o para el que se hace algo; en nuestro ejemplo, el transporte
naval de pasajeros y mercancías en el caso del barco o la expresión estético-
arquitectónica de la torre. Cualquier acción, movimiento o tendencia tiene siempre un
para qué que lo motiva (un sentido, una finalidad), de ahí que la finalidad también sea
causa de una acción (causa final, en este caso) y una causa muy importante.
3. ACTO Y POTENCIA
Acto y potencia, metafísicamente hablando, son:
• Potencia: capacidad de ser o llegar a ser (capacidad de recibir, de tener, de obrar, etc.).
• Acto: cualquier perfección o propiedad de un sujeto (el color de esa rosa, ese árbol,
este libro, las operaciones de entender o amar, los accidentes de un ente, el propio
ente…). Acto es lo que ya es, a diferencia de la potencia, que es lo que puede ser
(capacidad de), pero todavía no es.
La potencia se ordena a su acto propio, que la determina, la completa, la perfecciona. Así, la
bellota se ordena a la encina como a su acto propio: la bellota no se convertirá en manzano o
2
La palabra alma viene del latín anima y con ella se designa el principio vital de los seres vivos, es decir,
aquello que da vida (que anima) al cuerpo. De ahí que hablemos de seres animados o inanimados.
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en cualquier otra variedad de árbol, pero sí en encina. La bellota puede ser encina, tiene esa
capacidad, ese potencial.
Metafísicamente hablando, lo perfecto es el ser: «lo que es» (lo que ya es). Por eso, el acto se
compara a la potencia como lo perfecto a lo imperfecto (lo que es a lo que todavía no es, pero
puede serlo). Así, podemos hacer la distinción entre ser (perfección) y ser perfecto (perfección
plena). Cuando un ente (algo que ya es) desarrolla lo que hay en él en potencia (capacidad de),
es más perfecto. Desarrollar nuestras capacidades nos hace más perfectos.
Hay que distinguir, pues, entre:
• Poder ser, capacidad de ser (imperfección; potencia).
• Ser (perfección; acto) y
• Ser perfecto (perfección plena; acto pleno).
La persona, por el hecho de ser, tiene un grado de perfección. En la medida en que pone en
juego sus facultades y desarrolla sus dimensiones de acuerdo con su naturaleza, se perfecciona,
es más perfecta (en el sentido de que se desarrolla más). Por ejemplo, un estudiante de
ingeniería decimos que es un ingeniero en potencia (imperfección). Una vez que se titula y ejerce
su profesión ya es un ingeniero en acto (perfección). Si, además, se convierte en un buen
ingeniero, habrá alcanzado mayor perfección y podremos decir que es más porque se ha
desarrollado más y ha convertido en acto otras potencias (otras capacidades).
Hablando en estos términos, igual que la bellota se ordenaba a la encina (ese es su acto propio),
éticamente debemos plantearnos cuál es el acto propio al que se ordena la persona como
persona, es decir, qué le corresponde ser como tal (como persona). O, con otras palabras, qué
está llamada a ser la persona en tanto que persona. Llamada que va más allá de lo profesional
y en la que se integra lo profesional. La respuesta a esta pregunta es que LA PERSONA, EN
TANTO QUE PERSONA, ESTÁ LLAMADA A UNA PLENITUD QUE CONSIGUE EN O POR MEDIO DE
LA LIBRE REALIZACIÓN DEL BIEN. Algo que es aplicable en cualquier ámbito de la vida.
Si recordamos el primer principio de la moralidad, «hay que hacer el bien y evitar el mal»,
apuntar a una ÉTICA DE MÍNIMOS podría conducirnos simplemente a “evitar el mal”, sin
embargo, con esta disposición, mucho bien que estamos llamados a realizar y que podríamos
hacer, tanto a los demás como a nosotros mismos, quedaría en el tintero. En estos casos,
además, habría que preguntarse hasta qué punto esa actitud sería ética, pues cuando omitimos
un bien debido (un bien que sí deberíamos hacer), cometemos un mal conocido como omisión,
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por lo que no está tan clara la neutralidad moral de nuestras acciones. Es interesante, pues, que
apuntemos a una ÉTICA DE MÁXIMOS, es decir, a hacer el mayor bien que esté en nuestra
mano, desarrollar todo el potencial (potencia) que tenemos en este sentido, pues ahí está la
clave de nuestra realización como personas, con lo que esto conlleva de plenitud, felicidad,
etc. Teniendo claro que hay que evitar el mal, y suponiendo que actuamos en consecuencia, la
clave y el secreto de la vida está en la búsqueda de la verdad y en la realización del bien,
apoyados en la verdad, desde el ámbito que cada persona haya elegido o al que las
circunstancias de la vida le hayan conducido.
Ente es «lo que es» (id quod est), aquello que es, aquello que forma parte de la realidad (“lo
que tiene ser”, “lo que existe”). No cabe una noción más universal.
Los principios constitutivos de todo ente son el ser y la esencia. Son los dos principios
inseparables y constitutivos de toda realidad. Todo lo que existe, es decir, todo lo que tiene
ser: el árbol, la casa, el pájaro, etc., tiene su modo particular de ser, es decir, su propia esencia
o naturaleza. La esencia es el modo de ser, también llamada naturaleza (a la esencia, en cuanto
fuente de las operaciones que realiza un ente, la llamamos naturaleza). Así, la existencia se nos
presenta como un conjunto armonioso de realidades que, teniendo el ser como propiedad
común, se diversifican específicamente según una variedad de esencias o naturalezas (modos
de ser). La persona es uno de esos entes.
De cada uno de estos principios (ser y esencia), se derivan unas propiedades, que son:
• De la esencia, tenemos las propiedades particulares del ente, también llamadas
géneros supremos, categorías o predicamentos. Son dos: la sustancia y los accidentes
(los accidentes se clasifican en nueve tipos).
• Del ser, tenemos las propiedades trascendentales del ente o, simplemente, los
trascendentales (del ser). Son siete, nosotros estudiaremos cuatro de ellos: unidad,
verdad, bondad y belleza.
Aristóteles identificó los distintos modos de ser presentes en la realidad, que son la sustancia y
los accidentes. A esta división dio el nombre de categorías (también predicamentos o géneros
supremos). Son las propiedades particulares del ente, propiedades que se derivan de la esencia.
Estas propiedades se dividen, ante todo, en sustancia y accidente. Son los dos modos
fundamentales de ser a los que puede reducirse toda la realidad:
• La sustancia es aquella realidad a cuya esencia o naturaleza le compete ser en sí, no en
otro, por eso es subsistente (de ahí, el nombre de substancia o sustancia, ya que subsiste
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• Los accidentes, por su parte, son aquellas realidades que no subsisten por sí mismas,
sino que son en otro (como el color, la vista, los pensamientos). Su ser lo toman de la
sustancia, inhieren en ella, constituyendo las determinaciones de la sustancia.
La distinción real entre sustancia y accidentes no destruye la unidad del ente. Se trata de
elementos que forman una unidad, no los encontramos separados en la realidad; no hay
accidentes sin sustancia, ni sustancia sin accidentes. Toda sustancia tiene que estar
determinada por sus accidentes. Así, metafísicamente hablando, la persona es una sustancia en
la que se dan una serie de perfecciones secundarias y mudables que son los accidentes. La
sustancia es lo que permanece de ella, los accidentes lo que puede cambiar en ella: color,
acciones, pensamientos, etc.
3
Materia y forma constituyen la esencia del ente corpóreo: la forma da el ser a la materia, haciéndola
ser y haciéndola ser lo que es.
4
Cf. LUCAS LUCAS, R., Explícame la persona, Edizioni Art, Roma 2010, p. 21.
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En el ámbito de lo creado, las realidades espirituales gozan de mayor bondad y verdad, y tienen
más unidad –son más simples- que las materiales.
La unidad propia del ente significa que cada cosa que existe es en sí misma indivisa, es decir,
que tiene cierta unidad fruto de una cohesión interna que la hace ser indivisa. La unidad
trascendental no es otra cosa que la indivisión propia del ente.
Esa cohesión interna se da en las cosas según diversos grados: no es lo mismo la unidad de una
sustancia, la de una familia, la de la sociedad civil o la de un artefacto. Sin embargo, es un dato
de experiencia que todo ente, en la misma medida en que es ente, es uno. La destrucción de
la unidad, la división interna, comporta necesariamente la pérdida del ser. Así, por ejemplo, si
se desmonta un coche, deja de ser lo que era; y mientras cada pieza continúe por su lado,
difícilmente puede seguir considerándose un coche. O si el cuerpo humano se disgrega, se
disuelve con él la unidad sustancial del hombre, el alma deja de informar (dar forma: causa
formal) al cuerpo, y esa persona muere; y viceversa, cuando el alma se separa del cuerpo por la
muerte, desaparece la unidad vital del organismo: los tejidos se descomponen, los distintos
miembros pierden la integración que hacía de ellos un todo único. La unidad, por tanto, va
siempre ligada al ser; por eso los animales, las personas y las sociedades de los más diversos
géneros custodian con tanto ahínco su unidad, pues está en juego su misma supervivencia: su
ser.
Por ejemplo:
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• La solidaridad, que como vimos se trata de un principio tanto metafísico como ético, se
puede analizar desde dos perspectivas:
o Ontológica: los individuos de la especie humana, desde el punto de vista del ser,
están solidariamente unidos, es decir, existen vínculos que nos unen a todo el
género humano, independientemente de que nos conozcamos o no y tratemos
entre nosotros o no, más si cabe cuando hay relación entre nosotros. De ahí que
la acción de uno repercuta en los demás y tengamos responsabilidades unos
con otros, independientemente de si existen o no lazos de amistad o
parentesco.
o Ética: se refiere a la acción solidaria. Esta acción encuentra su fundamento en
el nivel ontológico. A medida que se realizan acciones solidarias, se estrechan
los lazos y se fortalece la unidad. En la medida en que dejan de realizarse, los
lazos se debilitan.
Decimos que el ente es verdadero porque es inteligible, es decir, porque puede conocerse con
verdad, tal cual es. Dicho de otro modo, porque «es susceptible de una intelección verdadera».
La realidad (el ser) se muestra como es y puede conocerse tal cual es. Distinto es que, debido a
su complejidad, a veces resulte difícil de conocer. Este es el trascendental verum, verdad de las
cosas o verdad ontológica (verdad del ente).
Esta verdad, como podemos observar, se funda en el ser de las cosas, es decir, en lo que las
cosas son, y encuentra relación con el alma humana por medio de la inteligencia, que conoce.
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es decir, la verdad lógica se da cuando lo que afirmamos en nuestro juicio coincide con la
realidad. Aquí tiene su origen la Teoría del conocimiento o epistemología que, como vimos, se
ocupa de la verdad del conocimiento. Entre la verdad lógica y la verdad ontológica, por tanto,
se da una relación causal: las cosas son y nosotros las conocemos como son (cuando las
conocemos correctamente). La verdad del conocimiento tiene su causa, pues, en la realidad,
en la verdad ontológica. Debemos distinguir la verdad lógica o verdad del conocimiento, de la
verdad ontológica o verdad del ente (del ser), pues una cosa es la realidad, que es como es, y
otra el conocimiento que tenemos de esa realidad.
Al tomar conciencia de esa adecuación, el entendimiento puede corregir sus errores. Corrige
cuando ve que falta concordancia entre su juicio y la realidad, cuando se da cuenta de la falta
de adecuación entre ellos. La inteligencia busca la verdad, por lo que aquello que finaliza la
tendencia de la inteligencia es la verdad. Cuando la alcanza, el alma se aquieta, descansa.
Mientras no la alcanza, la busca, pues estamos hechos para la verdad.
Para completar nuestras consideraciones sobre la verdad, hemos de hablar por último de la
verdad ética o verdad moral, que es cuando al obrar procedemos con verdad, con
autenticidad, y buscando el bien, es decir, cuando nuestras obras (lo que pensamos, decimos,
hacemos) concuerdan con la verdad y con el bien. Las cosas son como son y han pasado como
han pasado, si no las explicamos como son o no las contamos como han sucedido, estamos
falseándolas, mintiendo y manipulando a las personas que nos escuchan. Es inmoral
inventárnoslas para acomodarlas a nuestros intereses. Debemos conocerlas, aceptarlas y
reconocerlas como son.
La verdad moral constituye una forma de justicia en el sentido más estrictamente ético de este
vocablo. Pues, salvo que concurran circunstancias que hagan moralmente necesario el
abstenerse de manifestar la realidad, es un deber de justicia el no ocultarla ni desfigurarla. Ello
presupone, claro está, que esta -la verdad- sea conocida. Por tanto, la verdad moral se funda
en la verdad lógica y esta, a su vez, en la verdad ontológica. La verdad hay que entenderla,
pues, en clave relacional: la realidad es la que es, nosotros la conocemos y obramos en base a
verdad logica verdad ontologica verdad
ese conocimiento.
moral
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Verdad moral
El recorrido
de la Verdad lógica
verdad
Verdad ontológica
Cuando conocemos bien una realidad, podemos tomar buenas decisiones, que a la vez sean
responsables, respetando lo que esa realidad es y desarrollando todo su potencial. Si no la
conocemos, poco podremos hacer, y lo que hagamos, probablemente lo haremos mal. Es
irresponsable actuar sin conocer la realidad que tenemos entre manos (casi con toda
probabilidad “el avión se estrellará”).
La cuestión de la verdad, como vemos, tiene implicaciones muy importantes desde el punto de
vista ético, como son:
• La libertad como virtud (libertad moral), que consiste en la elección según la verdad.
¿Es lo mismo seguir un camino que otro? ¿Me construyo de la misma manera como persona
siguiendo un camino u otro?
9. LA BONDAD
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El bien, al igual que el resto de los trascendentales, debe ser considerado análogamente, dada
las variedades que presenta. Usar un término de manera análoga consiste en lo siguiente:
Por ejemplo, tanto un alimento como la amistad son bienes, pero se trata de bienes de distinta
índole; tanto su modo de ser como el beneficio que proporcionan a la persona son diferentes.
Cuando decimos: “es un buen alimento”, con ello podemos estar diciendo que es sano o que es
rico (tiene buen sabor) o que es muy completo, etc. Pero si decimos: “es una buena amistad”,
con ello podemos estar indicando que se trata de una persona de confianza, respetuosa, o que
me ayuda a crecer, etc. Como vemos, el término “bueno” se puede usar análogamente, es decir,
en parte igual (ambas son realidades buenas para la persona) y en parte diversa (con
connotaciones muy distintas). O cuando decimos “hace buen tiempo” y “Pepe es una buena
persona”.
Debido a esta analogía, establecer los conceptos y distinciones que vamos a explicar a
continuación: el bien de la persona, la bondad ontológica, la bondad moral (valor moral), el bien
como valor y los bienes para la persona y su jerarquía, nos ayudará a comprender
adecuadamente la cuestión del bien y, desde ahí, poder articularlo mejor.
Esta plenitud o perfección hay que considerarla desde distintas perspectivas, es decir, para
alcanzarla hay que integrar distintos aspectos que (siguiendo las tradiciones aristotélico-tomista
y platónico-agustiniana) podemos sintetizar así:
1. Respecto a sus dimensiones (básicamente, nos referimos aquí a las físicas o corporales).
2. Respecto a su capacidad operativa (facultades: inteligencia, voluntad, motricidad, etc.).
3. En relación con la consecución de un fin (sabiduría, santidad, comunión, etc.).
4. En relación con la capacidad de comunicar a otros la propia perfección (lo que uno es,
tiene, etc.). Soy más perfecto, me desarrollo más, cuando transmito a otros mis propias
perfecciones, es decir, cuando pongo al servicio de los demás mis capacidades, mis
facultades, mis talentos, lo que soy, lo que tengo, etc.
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Todo aquello que forma parte de la realidad está dotado de una serie de cualidades o
perfecciones debidas a su ser por las que decimos que son bienes. Es lo que se conoce como
bondad ontológica (bondad del ente, bondad del ser). Desde este punto de vista, cualquier ente
que consideremos es un bien pues, por el mero hecho de existir, está dotado de esta bondad
(siempre tendrá alguna cualidad o perfección, por la que resultará valioso, útil, hermoso, etc.).
A partir de lo expresado en el apartado anterior, podemos deducir los tres aspectos del bien, es
decir, los tres aspectos que confieren al ente su razón de bien:
3. Finalidad: el bien es un fin, es decir, se tiende a él como a un fin. Este aspecto es clave
para distinguir entre un bien y un medio, como veremos más adelante al hablar de los
“bienes” útiles.
__________
La bondad ontológica, pues, es otra propiedad trascendental del ente (propiedad debida a su
ser), que se relaciona con el alma humana por medio de la voluntad, que ‘apetece’ (usando el
término clásico), es decir, que quiere, que busca, que necesita. Estas consideraciones sobre el
bien constituyen la base de la moral, que entronca con la metafísica precisamente a través de
la noción de bien. A la Metafísica le corresponde considerar la bondad del ente,
proporcionando así las bases sobre las que se asienta la Ética, que trata sobre el problema del
bien moral, esto es, el bien de las criaturas libres en cuanto se relacionan con el último fin. 5
5
Cf. Aertsen, J.A. (2003), La filosofía mediaeval y los trascendentales. Un estudio sobre Tomás de
Aquino, Navarra: Eunsa, col. Pensamiento medieval y renacentista.
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Este último uso de la palabra bien está calificando al acto de elección, no al objeto elegido. A
esto se refiere la bondad moral o valor moral, del que ya hablamos en el tema 1. Es la bondad
que caracteriza los actos humanos cuando se realizan con recta razón conforme a las
exigencias de la ley natural, es decir, cuando mi acción se dirige a aquellos bienes que
ciertamente nos desarrollan y perfeccionan. El bien o valor moral reside, por tanto, en el
comportamiento humano y consiste en la congruencia y el respeto de dicho comportamiento
con la naturaleza humana, con lo que el ser humano es por naturaleza.
El comportamiento humano comprende todo ese proceso que va desde que pienso en un bien,
valoro si conviene o no y las distintas opciones para conseguirlo, me determino por una de ellas,
los medios que elijo para conseguirlo y los pasos que doy hasta alcanzarlo. Todo este proceso
es el que he de articular correctamente, si es que quiero tener un comportamiento ético.
Existen muchos tipos de bienes, a los que podemos también llamar valores en la medida en la
que se adecúan a las exigencias de nuestra naturaleza, pues
el valor es todo ente en cuanto guarda relaciones de adecuación con otro ente, es decir, en
cuanto puede aportarle algo. 6
Lo referimos particularmente a la persona (como ese “otro ente”). El valor reside en la cosa en
sí (en sus cualidades, características, etc.), por eso se trata de algo objetivo y se identifica con
el bien, aunque desde el punto de vista del sujeto (el “otro ente”, el receptor del bien) se haga
una valoración subjetiva en función de la conveniencia, es decir, en función de la adecuación de
ese bien a las necesidades actuales del sujeto.
Alimento que puedo comer (bien y valor) / que no puedo comer (bien, pero no valor).
Reloj para una persona que ve (bien y valor) / para alguien ciego (bien, pero no valor).
Un litro de agua en el desierto (bien y valor) / un litro de amoniaco (bien, pero no valor).
6
GUTIÉRREZ SÁENZ, R. (2019), Introducción a la ética, México: Esfinge, p. 106.
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El ingeniero, a partir de los bienes de los que dispone, CREA VALOR cuando desarrolla
proyectos que se adecúan cada vez mejor a las necesidades de las personas y de las sociedades,
y las satisfacen eficazmente.
El ingeniero sirve a la sociedad creando valor desde su trabajo ingenieril. Por otra parte, al
ofrecer este servicio, ha de adquirir el compromiso de hacer un uso eficiente de los recursos y
de no dañar/perjudicar a nada ni a nadie (otras personas, medioambiente, etc.).
Cabe la ordenación de los bienes en función de su capacidad para perfeccionar más o menos a
la persona, es decir, en función del valor que tengan para procurar su desarrollo. Elaboramos
esta ordenación o jerarquía en función del siguiente criterio:
Según este criterio, podemos establecer con carácter general una primera clasificación de los
bienes para la persona de la siguiente manera:
• Los bienes sensibles: son los bienes propios del cuerpo. El bien sensible es un bien
verdadero del que se alimentan las pasiones del hombre. Estas son óptimas,
simplemente hay que ordenarlas porque no son racionales. La doctrina de las virtudes
morales radica aquí.
• Los bienes racionales: son los bienes propios de la dimensión racional o espiritual del
ser humano. De acuerdo con su naturaleza racional, será el bien racional el que le
conduzca a la plenitud de su ser.
Siguiendo a Gutiérrez Sáenz (2019), podemos desglosar esta primera clasificación de los bienes
para la persona en cuatro grandes categorías, de la siguiente manera:
1. Bienes/valores infrahumanos.
3. Bienes/valores morales.
4. Bienes/valores religiosos.
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Es importante aclarar, en contra de los dos extremos que se suelen tomar respecto de la
valoración del placer, que el placer sensible es ciertamente un valor, un bien positivo que
perfecciona a la persona, aunque en un nivel todavía no netamente humano. En un extremo
se sitúan los que lo rechazan al considerarlo como malo o pecaminoso, como es el caso del
puritanismo. En el extremo opuesto encontramos posturas como el hedonismo, doctrina que
coloca al placer sensible como centro de todos los valores, cuando en realidad ocupa la categoría
inferior dentro de toda la escala de valores. Lo mismo puede decirse de la fuerza, la agilidad o
la destreza. Son ciertamente valores que perfeccionan al ser humano, pero no ocupan, ni
mucho menos, el primer puesto. Pensemos en la inversión (desorden) de los valores que, en
este sentido, observamos en la actualidad. La ética nos ayuda a ordenar racionalmente
nuestras acciones, es decir, con sentido.
Así mismo, es importante señalar que el placer, siendo un bien que viene asociado a otros
bienes, por lo general no es/no debe ser el criterio utilizado para discernir el bien que más
conviene, puesto que hay cosas buenas (convenientes o necesarias) que, más que placer, en un
primer momento causan pena, dolor, desazón o disgusto, como puede ser un tratamiento
médico, el estudio o el trabajo; mientras que otras, siendo placenteras, no son convenientes,
como estar de ocio cuando hay que trabajar o preparar un examen, fumar cuando uno está
enfermo de los pulmones o comer algo que nos gusta si nos sienta mal.
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encuentro y la comunión entre las personas, aspectos de gran importancia para la vida de estas.
Estos bienes apuntan directamente a la libertad humana en su orientación hacia el bien.
Existen dos diferencias de las que se deriva fundamentalmente su superioridad con respecto a
los bienes anteriores. Veamos cuáles son:
• Los valores morales perfeccionan a la persona en sí misma (en cuanto persona), de tal
modo que la hacen mejor persona (más persona, más humana), pues se sitúan en un
nivel más íntimo dentro de la personalidad humana. En cambio, los de la segunda
categoría perfeccionan al hombre en cierto aspecto, exclusivo del hombre (como
profesional, como erudito, como artista, como gobernante), pero no en su núcleo
propiamente personal. Por ejemplo, la virtud de la justicia hace al hombre más noble,
de mayor dignidad personal, de mayor calidad en su persona misma; en cambio, la
ciencia o la riqueza perfeccionan al hombre en cierto aspecto, pero no en su núcleo
propiamente personal. Uno puede ser un gran erudito sobre algún tema, pero tratar a
los demás con muy poca humanidad.
Las virtudes morales son hábitos que adquiere el sujeto que le capacitan para la realización del
bien. Al adquirirlas y ponerlas en práctica, las facultades de la persona se ordenan, se
desarrollan y se fortalecen de un modo especial y, por tanto, la persona. De esta forma, se
produce su desarrollo moral, su desarrollo como persona, siempre que con las virtudes también
se integren correctamente los bienes y las normas.
Mencionar algunas cualidades propias del valor moral, o de la persona con alto valor moral,
puede ayudarnos a comprender mejor la superioridad de estos valores:
a) El valor moral perfecciona a la persona en cuanto tal, mientras que los demás valores
perfeccionan al individuo en aspectos parciales o periféricos. Por eso decimos: «Como
profesional es muy bueno (en el sentido de que conoce muy bien su trabajo y lo realiza con
eficacia), pero como persona no lo es tanto».
c) La persona con valor moral manifiesta una triple armonía. Su conducta es congruente con
lo que piensa, dice y hace. Es lo que se llama coherencia y autenticidad: pensamientos, palabras
y acciones expresan lo mismo, es la naturaleza humana realizándose de forma armoniosa.
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d) La persona que actúa con valor moral tiene puesta su atención en el valor intrínseco del
acto que ejecuta (estando en sintonía los factores de la moralidad, que veremos en el tema 6:
el objeto de la acción, la valoración de las circunstancias y la intención con la que se realiza), de
manera que su atención no se dirige en primer lugar al beneficio propio, aunque no lo excluya,
y asume con responsabilidad las consecuencias de su acción.
e) La persona con valor moral manifiesta y contagia una felicidad que surge de su propia
interioridad (por el bien que realiza) y, gracias a ello, se comporta de forma generosa, amable,
desinteresada.
Estas son algunas de las cualidades que caracterizan a las personas con valor moral y que nos
hacen descubrir su valor y grandeza, a la vez que ponen de manifiesto su superioridad con
respecto a los valores/bienes de la primera y segunda categoría. A la luz de estas
consideraciones, podemos comprender mejor lo específico del valor moral que apuntábamos
en el tema 1 y por qué decíamos que el valor moral es el valor de la persona en cuanto tal.
4. BIENES/VALORES RELIGIOSOS. Ocupando la cumbre de esta jerarquía están los valores sobre
humanos, sobrenaturales o valores religiosos, pues son una participación de Dios, que está en
un nivel superior a las potencias naturales del hombre. Son la santidad, la amistad divina (la
gracia), y, en general, las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Estos valores perfeccionan
al hombre de un modo superior al implicar una participación de Dios. Aquí se deja la puerta
abierta a todo lo sobrenatural que proviene de Dios. Su estudio corresponde a la Teología.
__________
A partir de esta exposición que hemos hecho de la jerarquía de los bienes/valores para la
persona, se desprenden algunos aspectos cuya consideración desde el punto de vista ético es
clave en relación con su ordenación racional, siempre en línea con el criterio de moralidad y el
horizonte de vida plena y feliz (la vida buena). Mencionamos algunos de ellos:
• No todos los bienes tienen el mismo valor, pues no todos aportan y perfeccionan de la
misma manera, por lo que hemos de tener en cuenta la jerarquía que existe entre ellos y
respetarla, articulándolos bien.
• El desorden en el uso de los bienes trae consigo el desorden en la persona. Vemos aquí la
necesidad de las normas y las virtudes para guiarnos en su discernimiento y ayudarnos en
su realización. Los bienes tienen que ir de la mano con las normas y las virtudes. No
respetar este orden lleva a anteponer bienes inferiores a otros superiores, como ocurre con
el hedonismo o con aquellas actitudes que ensalzan los valores del cuerpo, la fuerza o la
destreza, frente a otros valores superiores. O como ocurre con el utilitarismo y el
pragmatismo, que veremos a continuación.
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Además, podemos hablar de los “bienes” útiles, aunque a estos es importante considerarlos no
tanto como bienes sino como medios, porque en realidad son medios que se utilizan para
adquirir otros bienes (recordemos el aspecto de finalidad que caracteriza al bien). Los “bienes”
útiles no se aman por sí mismos, sino porque procuran otros bienes, por eso son medios y no
fines, de ahí que no les atribuyamos el valor de bien por sí mismos y los consideremos como
simples medios (aunque ontológicamente sean bienes). Ejemplos: el dinero, un coche, un
equipo de música, un ordenador, vasos, cubiertos, herramientas, etc.
Ejemplos como el de los electrodomésticos (lavadora, lavavajillas, etc.) o el del coche pueden
ayudarnos. En sí o por sí mismos, estos aparatos no nos aportan nada, pues no tienen una
especial adecuación a nuestra naturaleza, de manera que contribuyan de forma directa, por sí
mismos, a nuestro desarrollo y perfeccionamiento. Sin embargo, son medios que nos hacen la
vida más fácil y nos permiten ahorrar tiempo en las tareas del hogar y en los desplazamientos
para poder dedicarlo a otras cosas más importantes (formarnos, relacionarnos con los demás,
tener momentos de encuentro y buenas conversaciones, cultivar/alimentar nuestro espíritu,
practicar deporte, hobbies, etc.). Encontramos aquí una referencia interesante para ayudarnos
en el discernimiento: si todos esos medios materiales realmente están haciéndome la vida más
fácil y están ayudándome a invertir mejor mi tiempo, fenomenal, son algo bueno, estamos
avanzando en la buena dirección. Si, por el contrario, están complicándome la vida, de manera
que se me va el tiempo en ellos, o que sólo vivo para trabajar y poder así adquirir el mejor móvil,
la mejor ropa o el mejor coche, “las alarmas empiezan a saltar”, porque puede estar
introduciéndose un desorden en la elección de los bienes que están marcando nuestras
prioridades y estemos desviándonos de lo verdaderamente importante.
Hay muchas cosas que no son útiles o no resultan rentables y que son (muy) buenas. Por
ejemplo, aquellas que forman parte del ámbito afectivo y del amor dejarían de ser buenas por
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el solo hecho de ser inútiles desde un punto de vista práctico y utilitario. El bien, que en
ocasiones reporta utilidad, no puede ser considerado sin embargo como mera utilidad. 7
10. LA BELLEZA
Las cosas, al ser conocidas, causan agrado al que las contempla. Esta propiedad de los entes
que se caracteriza por agradar al ser contemplados es lo que llamamos belleza ontológica. Si
nos remitimos a su efecto, la expresión que podría definir la belleza es «agrado por
contemplación» (como dice Tomás de Aquino: «quod visum placet», «aquello que visto
agrada»). Pero la belleza, en rigor, como hemos dicho al principio, no es el sentimiento de
agrado, sino aquella propiedad que, estando presente en el ente, produce agrado por
contemplación. Esa propiedad que hace bella a una cosa procede, en último término, del ser
de la cosa. Así, la belleza ontológica es otra propiedad trascendental del ente, una perfección
trascendental que se sigue del ser de los entes y que conlleva también una relación entre el
ente y el alma humana, por medio de la inteligencia, que conoce, y de la voluntad, que se
siente atraída.
A diferencia de los bienes, que para beneficiarnos de ellos y disfrutarlos de alguna manera hay
que poseerlos, por lo que se tiende a ellos posesivamente, es decir, tratando de conseguirlos o
adquirirlos (“poseerlos”), a la belleza tendemos contemplativamente, es decir, nuestra
tendencia hacia lo bello no se satisface por medio de la posesión de lo bello, sino de su
contemplación (arte, museos, naturaleza…).
¿Es la belleza algo objetivo o subjetivo? A partir del siglo XVIII, se va a desarrollar una tendencia
que acentuará la dimensión subjetiva de la belleza. Sin embargo, la belleza no es meramente
algo subjetivo, pues lo bello es el ente, que es algo objetivo. Hay algo bello en la cosa que es
aprehendido por el alma y produce un momento de complacencia en quien lo contempla. Esto
nos da un fundamento objetivo de la belleza, sin quitar su componente subjetiva, pues a unos
una cosa agradará (gustará) más que a otros. Hay, pues, una belleza en las cosas que no es
exclusiva de la percepción del hombre, es decir, hay una belleza objetiva (o un fundamento
objetivo para la belleza) y una vivencia subjetiva de la belleza.
La belleza, por tanto, al igual que ocurre con la verdad y la bondad, se funda en el ser de las
cosas, por eso podemos hablar de la belleza como algo objetivo. Hablar de belleza ontológica,
trascendental u objetiva es hablar de lo mismo.
En relación con la belleza, surgen otras muchas preguntas de interés, como por ejemplo: ¿qué
interés o importancia tiene la belleza para la persona? ¿por qué? ¿hasta qué punto? ¿qué valor
tiene para mí la belleza y cómo la integro en mi vida? ¿qué me aporta? De una forma o de otra,
toda persona tiene una sensibilidad hacia lo bello, es algo que no nos deja indiferentes. La
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A este respecto, resulta interesante la distinción que hace san Agustín entre fruor (gozar, disfrutar) y
utor (servirse de, usar, utilizar): con los bienes racionales y sensibles disfrutamos, alcanzamos gozo,
felicidad, nos hacen bien. Los bienes útiles no producen fruición (gozo, felicidad), simplemente los usamos
para adquirir otros bienes, son simples medios.
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belleza mueve nuestras vidas, además de muchas cosas en el mundo (personas, profesiones,
dinero, etc.). De ella se desprenden consideraciones de interés desde el punto de vista ético,
como por ejemplo el valor que representa la belleza para la persona y lo que es capaz de hacer
por alcanzarla, qué supone para ella la búsqueda y la contemplación de la belleza, etc., los
medios y las profesiones que se sirven de la belleza para transmitir, comunicar y llegar a los
demás, ¿sirven a la persona? ¿O se sirven de la belleza para sus propios intereses, para
manipular, etc.? ¿Qué consideraciones éticas se deberían tener en cuenta en las profesiones
relacionadas con la belleza: diseño, publicidad, moda, arte, etc.?
__________
Recapitulando los cuatro trascendentales tratados y su relación con el alma humana, tenemos:
• Trascendental unum (uno) o unidad ontológica; significa que el ser del ente está dotado
de una cierta cohesión interna que le hace ser una unidad indivisible, indivisa.
• Trascendental bonum (bueno) o bondad ontológica: significa que el ser del ente está
dotado de perfecciones y por eso es “apetecido” (querido, buscado, necesitado) por
otros entes y puede perfeccionarlos, se tiende a él como a un fin; por todo ello decimos
que el ente es bueno.
• Trascendental pulchrum (bello) o belleza ontológica: significa que el ser del ente está
dotado de una propiedad por la cual causa agrado al ser contemplado.
El alma humana se relaciona con la realidad con todo su ser, especialmente a través de su
inteligencia, su voluntad y su afectividad, gracias a las cuales capta toda esta riqueza del ser y
busca esa riqueza.
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11. CONCLUSIONES
Los contenidos tratados en este tema nos aportan unos fundamentos consistentes y nos ayudan
a descubrir la profunda relación que existe entre los órdenes ontológico, lógico y ético (orden
de la realización):
La acción humana genera realidades nuevas (no ser > ser; no ex nihilo);
si además se trata de una acción ética (ordenada hacia el bien), producirá bien y generará
valor, y esto nos hará ser más y mejores personas, es decir, nos transformará de manera
personal y, por ende, transformará la sociedad.
La vida humana es vida en relación: con los demás, con nosotros mismos, con el resto de las
realidades, con Dios… ¡Qué buenas son las relaciones que nos hacen bien! Este tema nos ha
ayudado a profundizar y a comprender que esas relaciones, las buenas, son las que se basan en
la unidad, la verdad, el bien y la belleza, aquellas que cuidan y hacen crecer estas propiedades
trascendentales, tanto en nosotros como a nuestro alrededor, aquellas que nos hacen crecer
como personas. El bien moral es el que depende de nosotros, de nuestra libertad. En nuestras
manos está el realizarlo, marcando un rumbo valioso a nuestra vida. En muchas ocasiones,
puede entrañar esfuerzo y dificultades, pero ¡vale la pena!
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REFERENCIAS
― AERTSEN, J.A. (2003), La filosofía medieval y los trascendentales. Un estudio sobre Tomás de
Aquino, Pamplona: Eunsa.
― AGEJAS, J.A. (coord.) – PARADA, J.L. – OLIVER, I. (2007), La tarea de ser mejor. Curso de Ética,
Madrid: Universidad Francisco de Vitoria (UFV).
― ETXEBERRÍA, X. (2002), Temas básicos de ética, Bilbao: Desclée De Brouwer, colección Ética
de las profesiones.
― JUAN PABLO II (20052), Memoria e identidad. Conversaciones al filo de dos milenios, Madrid:
La esfera de los libros.
― MELINA, L. – NORIEGA, J. – PÉREZ-SOBA, J.J. (2010), Caminar a la luz del amor. Los
fundamentos de la moral cristiana, Madrid: Palabra, col. Pelícano, 2ª ed.
― POLO, L. (1997), Ética. Hacia una versión moderna de los temas clásicos, Madrid: Unión
editorial, Monografías Aedos, 2ª ed.
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