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MAERIAL TERCER ENCUENTRO: “LA EDUCACIÓN AMBIENTAL INTEGRAL, UN ABORDAJE

DESDE LA PROBLEMATIZACIÓN”
1. Incendios en el Delta del Paraná.

●https://noticias.unsam.edu.ar/2020/08/10/el-delta-en-llamas-incendios-en-las-islas-del-bajo-
parana/
Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental
El Delta en llamas: Incendios en las islas del Bajo Paraná

En lo que va del año, se detectaron mediante datos satelitales más de 3700 potenciales focos
de incendio en el Delta del Paraná. Como otros conflictos ambientales y políticos, las quemas
indiscriminadas de pastizales y sin planificación dejan expuesta la falta de una discusión
colectiva sobre los criterios de uso del territorio. Patricia Kandus, Natalia Morandeira y Priscilla
Minotti, investigadoras del Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental de la UNSAM,
analizan la problemática.
Por Patricia Kandus, Natalia Morandeira y Priscilla Minotti, investigadoras del 3iA
Un territorio fluvial que se prende fuego. Suena a oxímoron, pero los humedales del Paraná no
son solo el río sino también la extensa planicie que los rodea: un mosaico de bañados,
pajonales, pastizales, bosques y lagunas entreveradas con arroyos interactuando con toda la
población isleña, la fauna nativa y el ganado. El Delta del Paraná ocupa unos 19.300 kilómetros
cuadrados, cerca de los principales centros urbanos de la Argentina. Hoy, desde esas islas se
levantan columnas de humo que llegan a Rosario, San Nicolás o San Pedro, y la alarma crece.

En lo que va del año, más de 3.700 focos de calor fueron detectados por datos de sensores
satelitales (datos VIIRS, resolución 375 m). Son potenciales fuegos. En la animación que
acompaña esta nota, los vemos como puntos rojos: por cada punto hay una quema que puede
llegar a cubrir varias hectáreas. Aún si el fuego se apaga, lo quemado persiste. De esos focos,
el 82,5 % se concentra en la provincia de Entre Ríos, gran parte en las islas de la Reserva
(municipal) de Usos Múltiples Islas de Victoria (más del 60 % de los focos totales) y los restantes
11,4 % y 6,1 % en Buenos Aires y Santa Fe, respectivamente. Se trata de un problema que
atraviesa las fronteras jurisdiccionales, tanto en tierras de propiedad privada como en tierras
fiscales arrendadas a privados.

Para sumar complejidad (y preocupación): el 2020 es un año de extrema sequía en el Delta,


producto de una bajante histórica del río Paraná. Los suelos secos de zonas antes anegadas,
con mucha materia orgánica, así como la vegetación seca en pie, resultan en material
combustible y dificultan el control de los incendios.
Focos de calor (potenciales incendios) por día y acumulados acumulados en 2020, hasta el día
17 de junio inclusive, según datos VIIRS (375 m de resolución) de FIRMS-NASA
(https://go.nasa.gov/2Ygf55X).

Focos de calor (potenciales incendios) detectados en 2020 en el Delta del Paraná. La


animación muestra los focos acumulados entre el 1 de mayo y el 17 de junio del 2020 en el Delta
del Paraná. Los focos detectados entre enero y abril se muestran en un tono más claro.
Elaboración a partir de datos VIIRS (375 m de resolución) de FIRMS-NASA.
El fuego en contexto
La quema de pastizales es una práctica de manejo que ocurre en el Delta del Paraná, aunque
no es abiertamente reconocida. En las islas de este área, más del 80 % de la vegetación es
herbácea y sumamente diversa, mientras que apenas el 4 % está ocupado por bosques
nativos y otro tanto lo ocupan las plantaciones forestales. Esto contrasta con la imagen que
tenemos de las islas, porque más allá de su belleza y diversidad, los bosques suelen estar en
albardones, a la vera de los ríos y arroyos que navegamos, lo que nos hace pensar que toda la
isla es así. Lo que se suele quemar son los humedales herbáceos y con ello se afecta también
su enorme biodiversidad. Las islas poseen una enorme variedad de humedales donde se han
citado más de 700 especies de plantas vasculares y una diversidad de fauna litoraleña que usa
estos ambientes como hábitat (al menos 50 especies de mamíferos, 260 de aves, cerca de 300
de peces, 27 de anfibios, más de 30 de reptiles y una enorme variedad de invertebrados).

Hoy la denuncia penal presentada por el ministro de Ambiente contra quienes presuntamente
iniciaron incendios intencionalmente convive con el silencio de la mayoría de los propietarios y
arrendatarios.

Humedales representativos de la zona del Delta del Paraná más afectada por los incendios de
este año. Arriba a la izquierda, laguna rodeada de camalotes y verdolagas, con la ciudad de
Rosario al fondo. Fotos: N. Morandeira y Archivo del Laboratorio de Ecología, Teledetección y
Ecoinformática (LETyE, 3iA-UNSAM)
El fuego ha sido usado históricamente para proveer pasturas: ya hacia 1830 el naturalista
francés Alcides D’Orbigny describió las quemas de campos hechas con el propósito de
renovar los pastos del ganado. D’Orbigny señaló que ello traía aparejada una gran
destrucción y pérdida del hábitat, al punto que era un espectáculo dantesco ver los animales
que huían de los incendios y las aves de presa que los atrapaban. Pero también, el fuego se ha
usado ampliamente en las islas para cazar animales silvestres, así como para despejar
cubiertas vegetales, facilitar el ingreso de maquinaria para realizar obras hidráulicas o
sistematización de tierras destinadas a forestación. Hoy en día, en muchos lugares el fuego ha
sido reemplazado por el uso de herbicidas.

Las adaptaciones de los organismos vivos responden al régimen de disturbio, no al fuego


como hecho instantáneo. La acumulación de material seco en la vegetación y de un gran
volumen de materia orgánica almacenada en las capas superiores de los suelos o sedimentos,
hacen pensar que el fuego debe haber sido un componente del régimen natural de disturbios
de estos humedales, acoplado con los pulsos de inundación y seca del río Paraná. Los
disturbios de fuego suelen generar mosaicos de parches con diferentes grados de quema, que
serían sucedidos por distintos procesos de recuperación, acelerados luego con el aporte de
agua de las crecientes.

En condiciones controladas, bajo una planificación regional y con una estricta consideración
de las condiciones ambientales, el manejo del fuego puede contribuir a promover una
variedad de respuestas de la vegetación e incluso de biodiversidad, con algunos efectos
potencialmente benéficos para las prácticas ganaderas, como el rebrote de especies
forrajeras. Sin embargo, realizar quemas en un contexto de sequía y bajante extraordinaria del
Paraná, con múltiples focos simultáneos en toda la región sin planificación ni control, implica
un riesgo de devastación de los ecosistemas, superando cualquier nivel de resiliencia que
pudieran presentar las especies nativas.

La cantidad de potenciales focos de incendio acumulados en lo que va del año supera


ampliamente los focos detectados durante los primeros semestres de los últimos nueve años.
Los focos de calor de este período fueron estimados usando datos VIIRS, con píxel de 375 m de
lado. Si queremos comparar con años anteriores a 2012, es necesario utilizar datos del sensor
satelital MODIS que tiene una menor resolución espacial (1 km). Por tener píxeles más grandes,
MODIS detecta menor cantidad de focos de calor que VIIRS, pero cada foco corresponde
potencialmente a una mayor extensión de quema. El 2008 es recordado por las quemas de
pastizales en el Delta, y en ese caso fue Buenos Aires la ciudad que se llenó de humo y
despertó alerta. Para esta fecha (17 de junio), la cantidad de focos MODIS era nueve veces
superior en 2008 que lo que registramos en 2020. Según las estimaciones de la Dirección de
Bosques de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable (ex-SAyDS), la superficie
quemada en la región alcanzaba en el mes de mayo de 2008 unas 206.955 hectáreas, cerca del
11 % del Delta. El siguiente gráfico muestra la cantidad de focos por mes desde el año 2001 al
presente.
Focos de calor por mes entre 2001 y el 17 de junio de 2020. Se muestran datos MODIS, de 1 km
de resolución, para todo el período. A partir de 2012, se cuenta también con datos VIIRS (375 m)
de resolución que permiten detectar más cantidad de focos más pequeños.
En 2008, extensas áreas de juncales fueron las más afectadas. Los estudios realizados en ese
momento mostraron que el fuego afectó de forma significativa las capas superficiales de los
suelos, con una pérdida sustancial de carbono y nitrógeno. Se estimó que volver a almacenar
el carbono emitido por los incendios demoraría aproximadamente 11 años, de no mediar
alteraciones. En el informe elaborado sobre ese evento por miembros de un conjunto de
instituciones a partir de trabajo de campo (3iA-UNSAM, INTA, OPDS, IAFE-UBA-CONICET), se
documentó cómo la vegetación y las capas superficiales de suelo quedaron reducidas a
cenizas, expuestas al riesgo de erosión por lluvias, crecientes fluviales y mareales, y también se
alertó sobre posibles impactos en la calidad del agua por el incremento en la entrada de
sólidos en suspensión. Este tipo de quemas no sólo afectan negativamente a la biodiversidad
sino que también atentan contra la variedad de usos y modos de vida isleños, ya que la
ganadería no es la única actividad que se realiza en las islas. Las quemas impactan
directamente sobre la pesca y la apicultura al destruir hábitat de peces y la flora apícola. Las
actividades turísticas y deportivas también son perjudicadas, al degradar la calidad del aire y
de los paisajes isleños.

Como uno de los legados de esta trágica situación, en septiembre de 2008 la Legislatura de la
Provincia de Entre Ríos sancionó la ley N.º 9.868 para el manejo y prevención del fuego. En esta
ley se establece la prohibición del uso del fuego en el ámbito rural y forestal sin autorización
expresa de la autoridad de aplicación. La normativa también plantea que toda aquella
persona que “tome conocimiento de la existencia de un foco ígneo que pueda producir o haya
producido un incendio rural o forestal” está obligada a denunciar ante autoridades
administrativas y/o judiciales. Más allá del notorio incumplimiento de esta legislación, y en el
caso de que se pruebe la intencionalidad de los incendios, cabe preguntarnos por qué la
voluntad de unas pocas personas prima por sobre los intereses y calidad de vida del conjunto
de la población isleña y de ciudades aledañas.

Áreas quemadas en islas frente a Baradero (Buenos Aires), luego de los incendios del 2008.
Vista general del campo en noviembre de 2008. Derecha arriba: detalle del suelo quemado y
cenizas; centro: restos de un nido; abajo: el fuego quema en forma diferencial dejando surcos
susceptibles a la erosión. Fotos: P. Kandus y Archivo del LETyE-3iA-UNSAM.
No todo el Delta es un campo ganadero
El Delta del Paraná tiene una complejidad propia dada por la heterogeneidad de sus
geoformas y los pulsos del río, que alternan períodos de inundación y de sequía. En estos
humedales, la producción ganadera es una actividad sumamente extendida y tradicional que
data de los principios de la colonización. A fines del siglo XVI, Hernandarias introdujo los
primeros 300 ejemplares de bovinos, y hay registros de traslado de ganado entre las islas y la
zona continental que datan del siglo XVIII. Pero la ganadería no es la única actividad
productiva; comparte espacio y tiempo en el mosaico de humedales con otras actividades
igualmente importantes como la forestación, la apicultura, la pesca comercial y artesanal, a
las que se suman el turismo, actividades recreativas y deportivas, sin dejar de lado muchas
actividades de subsistencia.

Difícilmente pueda pensarse al Delta como un área de conservación estricta, restringida del
accionar humano. Sus formas de vida tradicionales se remontan a la colonia y algunas, como
la pesca, son anteriores aún. También está muy cerca de los centros más poblados del país. En
cambio, se puede pensar en discutir un modelo de desarrollo sustentable, en el que deberán
contemplarse los conflictos entre los distintos usos, tanto los de tierra como los que se
desarrollan en el agua. Un modelo de desarrollo sustentable que garantice las funciones
ecosistémicas de los humedales que contribuyen a una mejor calidad de vida, tanto de la
población local como la de los habitantes de vastas áreas vecinas.

Los humedales del Delta del Paraná tienen un rol clave en la regulación hidrológica:
almacenan agua a corto y largo plazo, regulan la evapotranspiración y con ello la temperatura
local, disminuyen la turbulencia del agua y la velocidad de los flujos gracias a las densas
coberturas de vegetación y las geoformas propias de la planicie. Los diferentes procesos de
regulación bioquímica mejoran la calidad del agua y la disponibilidad de agua dulce,
almacenando, transformando y degradando, nutrientes, sales o contaminantes. Desde el
punto de vista ecológico, la mayoría de las comunidades de plantas herbáceas del Delta son
altamente productivas, secuestran carbono en el suelo y en la biomasa, ofrecen producción de
forraje para el ganado y resultan el hábitat de una gran diversidad de especies de fauna
silvestre. El real desafío es discutir un modelo de uso responsable, sustentable y solidario: se
trata de proteger los derechos de nuestra generación y de las generaciones futuras.

El modelo de producción actual no entiende de disidencias


Para comprender lo que ocurrió en la región del Delta en las últimas dos décadas debemos
levantar la mirada y observar el contexto. Los altos rendimientos alcanzados en la producción
de granos en el mundo han llevado a una expansión significativa de la frontera agrícola, con el
reemplazo de áreas tradicionalmente ganaderas por cultivos. El modelo agrotecnológico
imperante desde mediados de los años 90 (siembra directa, soja transgénica y glifosato) ha
dado pie a una agricultura industrial que, si bien rinde año a año enormes volúmenes
exportables (commodities), genera también un conjunto de externalidades costosas para la
estabilidad de las ecorregiones afectadas, que deterioran la salud y calidad de vida de las
sociedades que las habitan. Una de las consecuencias de este modelo es el desplazamiento
de una fracción considerable de la actividad ganadera hacia sitios considerados “marginales”.
La productividad natural de los humedales, sumada a la ocurrencia de considerables períodos
de aguas bajas durante la década del 2000, condujo a que en el Delta del Paraná se pasara de
un sistema de ganadería extensiva estacional a uno de tipo intensivo y permanente. A su vez,
se renovó el interés de algunos oportunistas por hacer agricultura, inducida por los elevados
precios internacionales y rendimientos de las nuevas variedades de soja.
Las quemas de 2008 fueron acompañadas de una marcada proliferación de emprendimientos
de endicamiento. Los endicamientos o polders son áreas delimitadas por terraplenes que
impiden el libre ingreso de agua por crecientes fluviales o mareas, evitando así que un campo
ubicado en un humedal se inunde naturalmente. Este tipo de intervención expandió el proceso
de “pampeanización” que ya venía ocurriendo en la región, es decir, el esfuerzo de tratar de
desarrollar también en las islas del Paraná actividades productivas con los modos de tierra
firme. Hoy, cerca del 13% de la superficie de la región se encuentra endicada. El propósito
actual de estos endicamientos es, mayormente, la intención de contar con áreas protegidas de
inundaciones para el ganado. También se realizan endicamientos para urbanizaciones tales
como barrios privados y para cierto tipo de producciones forestales. En menor medida se han
hecho para agricultura, aunque la agricultura de islas está prohibida en las islas fiscales de
Entre Ríos (según la ley provincial Nº 9.603 del año 2005). Si los fuegos llevan a una pérdida
temporal o parcial de las funciones ecológicas de los humedales, los diques determinan un
cambio del humedal hacia un ecosistema terrestre. Es decir, se pierde superficie de humedal y
por ende se pierden las funciones exclusivas de estos ambientes.

El sobrepastoreo y el pisoteo por sobrecarga ganadera, la limpieza de los campos mediante el


fuego, rolo o agentes químicos, así como la construcción de terraplenes o diques para evitar el
ingreso de aguas de las crecientes, son presiones sobre el sistema producto de un modelo que
no sólo atenta contra la salud pública y la calidad de vida de argentinos y argentinas, sino
que también avasalla el patrimonio natural y cultural de vastas zonas litoraleñas. Los
impactos son acumulativos y en algunos casos pueden ser irreversibles.

Hoy nos alertan los incendios en un momento de sequía, mientras que años anteriores
podíamos notar el impacto negativo de los endicamientos al anegarse grandes extensiones
aledañas a esos campos protegidos, la destrucción de islas enteras por la decisión unilateral
de construir un barrio privado, o el desarrollo de extensos embalses accidentales con aguas
quietas cuando el agua llenó el dique y no tiene por donde salir. El problema entonces no es la
ganadería en sí misma. No es el uso del fuego en sí mismo el factor a combatir, sino el modo en
que se desarrollan las actividades y la forma discrecional en que puede utilizarse este
disturbio como herramienta de manejo, particularmente sin poner en consideración al resto
de los actores involucrados de la sociedad, con la sola percepción del interés de mercado y sin
atención del ambiente.

El Delta como territorio fluvial a democratizar


Este y otros conflictos político-ambientales en el Delta del Paraná dejan expuesto el
incumplimiento de las leyes vigentes y la falta de una discusión con participación colectiva
sobre criterios de uso del territorio, que permitan coexistir las diversas actividades
productivas de manera sustentable y preservar la integridad ecológica de los humedales. Hoy
resultan inadmisibles las acciones unilaterales por parte de aquellos sectores, dueños de la
tierra o arrendatarios, que priorizan su rentabilidad económica por sobre el bien común.

Los humedales interpelan a las miradas sectoriales más simplistas, ya sean


ultra-productivistas como conservacionistas ingenuas, que si bien presionan por una toma
rápida de decisiones, resultan en conflictos socio-ambientales impredecibles a mediano y
largo plazo. Esta puja queda manifiesta al releer los textos de los diferentes proyectos de Ley
de Humedales. En estos proyectos, varios artículos se derivan de la Ley de Bosques (ley
nacional Nº 26.331) sin una mirada crítica de su experiencia, como si diera lo mismo legislar
sobre cualquier ecosistema, y considerando categorías rígidas de gestión que nada tienen
que ver con la diversidad de tipos y situaciones tan particulares que presentan los humedales.

El estrecho vínculo con las tierras vecinas, que caracteriza a los ecosistemas de humedal en
términos funcionales, obliga a democratizar la gestión del territorio y a entender al Delta
como “territorio fluvial”: esto significa garantizar la participación de todos los actores
interesados, la comprensión de su conectividad y el uso de un abordaje integral para su
gestión. En este sentido, difícilmente se encuentren en la actualidad humedales prístinos
frente a la acción humana. Quizás sea más útil pensarlos como “sistemas socioecológicos” (un
término usado en Colombia), haciendo partícipe a las y los actores sociales, y mejorando las
chances de preservar las funciones y biodiversidad de los humedales del Paraná.

Los humedales (y los territorios fluviales) son, a su vez, intrínsecamente variables a escalas no
percibidas usualmente por el devenir cotidiano ni incluso el de una generación. Su gestión,
entonces, necesita indefectiblemente contemplar escenarios futuros dinámicos, con
variabilidad estocástica y bajo procesos de cambio climático. Un programa integral nacional y
federal quizás podría ayudar a tomar conciencia y hacernos responsables frente a la
conservación y uso sustentable de los humedales, con estrategias de educación, gestión,
legislación e inventario. Sobre todo, necesitamos incorporar una mirada solidaria, que
garantice los derechos del conjunto de la sociedad, particularmente de quienes viven en las
islas, y de las generaciones futuras.

●https://es.euronews.com/2020/07/29/incendios-en-el-delta-del-parana-los-fuegos-que-indign
an-a-argentina
Incendios en el Delta del Paraná, los fuegos que indignan a Argentina
Incendios en el Delta del Paraná, los fuegos que indignan a Argentina
¿Qué está pasando en el Delta del Paraná? Argentina sigue con una mezcla de indignación y
preocupación la oleada de incendios que arrasan los pastizales de la zona de las islas desde
hace tres meses, los llamamientos dramáticos del ministro de Medioambiente, Juan
Cabandié, para que la Justicia persiga a los culpables y la aparente inacción de las
autoridades de las provincias de Santa Fe y Entrerríos. Cabandié tiene claro quién estás
detrás de los fuegos:

"Las personas que queman son personas del sector ganadero. Porque la producción sojera
ha expulsado del continente al ganado y lo ha llevado a las islas. Son 500 kilómetros
cuadrados de zonas afectadas por las quemas, que producen ese humo, lamentablemente,
tan perjudicial para las ciudades costeras del Paraná", explicaba Cabandié antes de añadir:
"Si se imputa a todos los dueños de las tierras donde se quema, e incluso si se pena
económicamente a estos responsables, creemos que esa va a ser la solución definitiva".

Cabandié es uno de los firmantes de una declaración conjunta de todas las autoridades
medioambientales regionales y estatales que expresan su gran preocupación por los daños
que los incendios están causando en el ecosistema del Delta del Paraná: a la fauna, a la flora
y a la población local. Con 14.000 kilómetros cuadrados y unos 20.000 habitantes permanentes,
es el quinto Delta mayor del planeta y también el más poblado.

● https://www.argentina.gob.ar/ambiente/faros-de-conservacion

La situación en el delta

La región del delta del río Paraná abarca una superficie aproximada de 17.500 km2 y se
extiende a lo largo de tres provincias, Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe. Es una zona de
gran interés ecológico y biogeográfico, donde predominan los ecosistemas de humedal.
Los humedales son áreas que permanecen en condiciones de inundación o con suelo
saturado con agua durante períodos considerables de tiempo. Contribuyen de modo
decisivo al bienestar humano al desempeñar funciones de las cuales se derivan múltiples
beneficios. En la región del delta del río Paraná, los bienes y servicios ecosistémicos que
provee este humedal benefician al desarrollo y la calidad de vida de más de 15 millones de
personas. Entre sus principales servicios se encuentran la regulación de inundaciones, la
depuración de agua, la retención de sedimentos, carbono y xenobióticos, la formación de
suelos y la provisión de alimentos, maderas y fibras. Es, además, una zona con una muy
variada diversidad biológica.

En las islas del delta se produce desde hace años un fenómeno conocido como
“pampeanización”, esto es, el traslado a estos humedales de una serie de actividades
productivas propias del bioma de pampa húmeda. Estas actividades, desplazadas de esa
zona central por la generalización de otras de mayor rentabilidad, ocasionan un complejo
proceso de cambio de uso del suelo, visible en la aparición de endicamientos o terraplenes,
cuyo objetivo es impedir el libre ingreso del agua y evitar que los campos se inunden
naturalmente. Según estudios, cerca del 13 % de la superficie de la región se encuentra
endicada.

Endicamiento en el delta del río Paraná.


Como parte de este fenómeno, todos los años, a la salida del invierno, y en menor medida en
épocas otoñales, el delta sufre quemas intencionales de pastizales con diferentes grados de
intensidad. El fuego es utilizado para eliminar vegetación de nulo valor para la práctica de la
ganadería intensiva pero esencial para el desenvolvimiento del humedal.

En abril de 2008, ocurrió un número inusitado de focos de incendio simultáneos, que llegó a
comprometer más de 170.000 hectáreas. El humo generado llegó a la ciudad de Rosario, la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Desde inicios de 2020, se registra la
mayor y más extensa bajante histórica del río Paraná de las últimas décadas. Esto deriva en
grandes superficies de humedales que se encuentran secos y con alta disponibilidad de
biomasa y material combustible, lo que aumenta el peligro de ocurrencia de grandes
incendios; desde enero 2020 a la fecha se vieron afectadas cerca de 600.000 hectáreas, con
aproximadamente 100.000 hectáreas quemadas en 2021, según información proporcionada
por el Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF).

Nuestras propuestas

Según la Ley General del Ambiente, el ordenamiento ambiental se desarrolla mediante la


coordinación interjurisdiccional entre los municipios y las provincias, considerando la
concertación de intereses de los distintos sectores de la sociedad entre sí, y de éstos con la
administración pública. El delta del río Paraná, en tanto área que supera los territorios
político-administrativos, requiere de la articulación de tres jurisdicciones, lo que demanda
una nueva concepción para la gestión integrada.
Ante esta necesidad, impulsamos la reactivación del Plan Integral Estratégico para la
Conservación y Aprovechamiento Sostenible en el Delta del Paraná (PIECAS), un acuerdo
interjurisdiccional rubricado entre las provincias de Entre Ríos, Buenos Aires y Santa Fe, junto
con el Estado nacional, que se encontraba virtualmente paralizado.
https://www.youtube.com/watch?v=Hcna21K6DJU&embeds_referring_euri=https%3A%2F%2Fww
w.argentina.gob.ar%2F&source_ve_path=OTY3MTQ

A instancias de esta mesa de articulación interjurisdiccional, en diálogo con diferentes


organizaciones civiles y grupos de vecinos y en consonancia con las acciones del Comité de
Emergencia Ambiental, propusimos la creación de faros de conservación. Esta iniciativa
consiste en establecer nodos en diferentes puntos del delta, para fortalecer la presencia
institucional y operativa en el territorio,e irradiar protección sobre el humedal.

¿Cómo funcionan los faros de conservación?

Los faros de conservación permiten, a través de la asignación de recursos, equipos de


monitoreo ambiental y de comunicación, más la presencia permanente de guardaparques y
brigadistas de la Administración de Parques Nacionales, desplegar un plan de detección
temprana, prevención y disuasión de incendios que posibilite, mediante el patrullaje aéreo,
terrestre y fluvial, detectar, informar y combatir focos.

En esta primera etapa, se encuentran en funcionamiento cinco faros, ubicados en los


siguientes puntos del delta:

● Camping municipal de la localidad de Puerto Gaboto, provincia de Santa Fe.


● Parque Nacional Pre-Delta, provincia de Entre Ríos.
● Estación de peaje de la ruta nacional 174 (cabecera Este del puente Rosario-Victoria).
● Camping municipal de la localidad de Victoria, provincia de Entre Ríos.
● Puerto de cabotaje de la localidad de Villa Constitución, provincia de Santa Fe (frente a
la Reserva “Isla del Sol”).

https://www.youtube.com/watch?v=vYVSNzbtYrc

Los faros cuentan con torres, de entre 30 y 40 metros de altura, con cámaras multiespectrales
que permiten identificar humo y calor las 24 horas. Estas torres se vinculan a un software que
localiza los focos de incendio con coordenadas geográficas e indican el lugar de ocurrencia,
registran la hora exacta y emiten alertas que se envían a dos centros de monitoreo en tiempo
real, que funcionan las 24 horas, y donde son analizadas y retransmitidas a quienes tienen
que realizar las tareas de manejo del fuego.

Además se incluye embarcaciones, estaciones meteorológicas, cámaras trampa, drones,


vehículos de emergencia y personal capacitado.

https://www.youtube.com/watch?v=rAKLd8A6Fgc

Los faros de conservación permiten contar con una estrategia conjunta y permanente que
posibilite, no solo el combate de incendios, sino también la prevención, la concientización y el
impulso al desarrollo de actividades productivas sostenibles. En ese sentido, la iniciativa
incluye además cursos e instancias de capacitación para las comunidades isleñas y
productores en materia de conservación de biodiversidad, prevención de incendios e
investigación y extensión sobre prácticas ganaderas que eviten el uso del fuego, entre otras
acciones.

● Informe de la TV Pública sobre los incendios en el Delta:Incendios en islas del Río Paraná
https://www.youtube.com/shorts/txn9A32c4gI

● TEDx Talks. (2019, 3 de enero). Para cuidar el ambiente, la conciencia no alcanza. Sergio
Federovisky. TEDxCordoba. Disponible en:Para cuidar el ambiente, la conciencia no alcanza |
Sergio Federovisky | TEDx…5 Merlinsky, Gabriela (2021) Toda ecología es política. Las luchas por
el derecho al ambiente en Busca de alternativa de mundos. Buenos Aires, Siglo XXI
https://www.youtube.com/watch?v=CLq6tykbIrk
.
● Ministerio de Ambiente y Desarrollo sustentable (2020) Informe de superficies
Afectadas por incendios en el Delta e Islas del Rio Paraná; Enero-Septiembre 2020.
Disponible en:
https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/informe_superficies_afectadas_por_incencios_2
020_piecas-dp_final.pdf (PASO EN PDF)

2. Atuel, río seco. Carpeta con materiales sobre este conflicto: Atuel_rio seco (NO LO
ENCUENTRO)

3. Mineras y extractivismo en Río Negro

Carpeta con materiales sobre este conflicto: Proyecto Calcatreu


Material ampliatorio sobre conflictos ambientales:Wagner, Lucrecia (2018) “Mega minería y
conflictos socio ambientales en la Argentina: por el
Agua y más allá”. pp. 85 a 107
https://bibliotecarepositorio.clacso.edu.ar/bitstream/CLACSO/249176/1/pdf_2680.pdf#page=85
Iribarren, Luciano (2022) “Pedagogías del conflicto ambiental: aportes desde una experiencia
participativa de formación docente en un territorio en disputa” En Prax. educ.vol.26 no.1 Santa
Rosa ene. 2022
https://www.ungs.edu.ar/wp-content/uploads/pdfs_ediciones/Agua_y_megaproyectos_mineros-
completo.pdf (PASO EN PDF, ENCONTRÉ EN ESTA PÁGINA)

https://www.scielo.org.ar/scielo.php?pid=S032897022022000100029&script=sci_arttext&tlng=en

¿De qué hablamos cuando hablamos de justicia ambiental? (2 min)


Justicia ambiental

“La Educación Ambiental Integral (EAI) es un proceso que defiende la sustentabilidad como
proyecto social, el desarrollo con justicia social, la distribución de la riqueza, preservación
de la naturaleza, igualdad de género, protección de la salud, democracia participativa y
respeto por la diversidad cultural” (Ley 27.621)
https://www.argentina.gob.ar/justicia/derechofacil/leysimple/educacion-ciencia-cultura/educa
cion-ambiental-integral

Educación ambiental integral

La ley establece el derecho a la educación ambiental integral como una política


pública nacional

Ley 27.621
Educación, ciencia y cultura

En esta página

● Educación ambiental integral


● Principios de la educación ambiental integral
● Estrategia Nacional de Educación Ambiental Integral (ENEAI)
● Compromiso ambiental intergeneracional
● Texto completo de la norma

Educación ambiental integral

El derecho a la educación ambiental integral es una política pública nacional.


La Educación Ambiental Integral (EAI) es un proceso educativo permanente con
contenidos específicos y transversales. Su objetivo es formar una conciencia
ambiental y aportar a la formación ciudadana y al ejercicio del derecho a un
ambiente sano, digno y diverso.

La Educación Ambiental Integral (EAI) es un proceso que defiende la sustentabilidad


como proyecto social, el desarrollo con justicia social, la distribución de la riqueza,
preservación de la naturaleza, igualdad de género, protección de la salud,
democracia participativa y respeto por la diversidad cultural.

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Principios de la educación ambiental integral

La educación ambiental se basa en los siguientes principios:

● abordaje interpretativo e integral para comprender la relación de todos los


elementos que interactúan en el ambiente. El objetivo es llegar a un
pensamiento crítico en el manejo de temas ambientales, el uso sostenible, la
prevención de la contaminación y la gestión integral de residuos;
● respeto de la biodiversidad para afrontar la amenaza sobre la sostenibilidad
de los ecosistemas y de las culturas que tienen una relación estrecha con la
calidad de vida de las personas y de las comunidades;
● equidad, por impulsar la igualdad, el respeto, la inclusión y la justicia;
● igualdad desde el enfoque de género, por incluir los análisis ambientales y
ecológicos provenientes de las corrientes teóricas de los ecofeminismos;
● reconocimiento de la diversidad cultural y preservación de las culturas de los
pueblos indígenas;
● participación y formación ciudadana;
● cuidado del patrimonio natural y cultural en todas sus formas;
● abordaje de las cuestiones ambientales como procesos sociohistóricos que
integran factores económicos, políticos, culturales, sociales, ecológicos,
tecnológicos y éticos;
● educación en valores fundada en una ética que permita construir un
pensamiento basado en valores de cuidado y justicia;
● pensamiento crítico e innovador para formar personas capaces de interpretar
la realidad con enfoques de diferentes disciplinas y con nuevas técnicas,
modelos y métodos que permitan cuestionar los modelos vigentes y generen
alternativas posibles;
● ejercicio ciudadano del derecho a un ambiente sano.

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