Pymes

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LAS PYMES

En México como en muchos otros países de América Latina, Asia, Estados Unidos
y Europa, la micro pequeña y mediana empresa, o PYME, conforma la inmensa
mayoría del universo empresarial (Saavedra y Hernández, 2008). De ahí la
importancia estratégica que éstas adquieren o deberían tener en términos del
desarrollo económico nacional, regional o local. Al año 2009 en México se cuenta
con más de 5 millones de empresas (productores agrícolas, ganaderos,
acuicultores, mineros, artesanos, manufactureros, comerciantes, prestadores de
servicios turísticos y culturales), las cuales se distribuyen de acuerdo con el
tamaño, de acuerdo con la clasificación mexicana publicada en el Diario Oficial de
la Federación el 30 de junio de 2009. Como se puede observar en la Tabla 1 la
importancia de la PYME mexicana radica en que ocupa el 78,5% de la fuerza de
trabajo y contribuye con el 52% del PIB nacional.

Dada la importancia de este sector empresarial se hace necesario la realización


de trabajos que analicen su entorno e intenten determinar el impacto que el mismo
tiene en la competitividad del mencionado sector, dado que estudios recientes han
señalado que “un entorno que favorece la competitividad se encuentra arraigado
en un sistema nacional de normas, reglas, valores e instituciones que definen
incentivos que moldean el comportamiento de las empresas”. Esto es urgente aún
más cuando se sabe que la PYME está inmersa en un círculo vicioso de baja
productividad de la mano de obra, bajos ingresos y escasa capacidad de
reinversión productiva que impide que este sector se inserte competitivamente en
el proceso de globalización y cambio tecnológico (Naciones Unidas-CEPAL,
2001). El objetivo de este trabajo consistió en analizar el entorno en el nivel meta
de competitividad de la PYME, con el fi n de contar con un diagnóstico en el
contexto mexicano. Para este fi n se desarrolló el tema de la competitividad
empresarial con énfasis en el enfoque sistémico de la competitividad,
profundizando en el nivel meta. Posteriormente se realiza el análisis de cuatro
factores: Sociodemográficos y de competitividad, la cultura empresarial mexicana,
políticas públicas referentes a la PYME y la facilidad para establecer negocios en
México. Por último, se incluye un análisis de Fortalezas, Oportunidades,
Debilidades y Amenazas (FODA) en un intento de establecer un diagnóstico del
nivel de competitividad meta de la PYME en México.

Este enfoque sistémico adquiere relevancia si se tiene en cuenta el desafío de la


PYME en su constante proceso de adaptación ante una realidad cambiante y un
entorno más competitivo y abierto, ofreciendo nuevas alternativas de análisis y de
formulación de política pública a favor de la PYME mexicana. Ofrece también una
buena aproximación para comprender los factores que determinan la
competitividad de la PYME. De acuerdo a Esser et al. (1994) el nivel meta de
competitividad sistémica se centra en el desarrollo de la capacidad nacional de
conducción a través de dos elementos:

La formación social de estructuras como requisito para la modernización de la


economía y Patrones de organización social capaces de fortalecer las políticas de
localización basadas en el diálogo. Formación social de estructuras como requisito
para la modernización de la economía. La mayoría de los países en vías de
desarrollo se han caracterizado hasta ahora por el centralismo de las decisiones
políticas y por unos aparatos estatales burocratizados, ineficaces y con poca
capacidad de conducción de la economía, todo ello inserto en estructuras
rentistas-corporativistas que permiten a grupos privilegiados imponer eficazmente
sus intereses particulares.

Si se emprenden reformas macroeconómicas sin desarrollar al mismo tiempo una


capacidad de regulación y conducción (reforma del Estado, articulación de los
actores estratégicos) y sin la formación de estructuras sociales, las tendencias a la
desintegración social se agudizarán todavía más. La competitividad sistémica sin
integración social es un proyecto sin perspectivas. Según Esser et al. (1994) la
integración social se basa en un contexto de acción institucional que se distingue
por tres cualidades fundamentales:

• La compatibilidad de los sistemas de valores más significativos, primero de los


actores estratégicos, y después de grupos de la población cada vez más grandes
(consenso mínimo);

• La capacidad de los actores sociales para reaccionar con rapidez y eficacia a los
requerimientos del ajuste económico, social, político y ecológico (capacidad de
aprendizaje y transformación) y;

• A un plazo más largo, instituciones, regulaciones y hábitos que posibilitan


expectativas de comportamiento estables y de largo plazo (estabilidad),
permaneciendo abiertas a nuevos desafíos (apertura y cambio).

Por lo cual será preciso crear a mediano plazo patrones viables de organización
social y lograr que los actores sociales se orienten hacia un sistema de valores
común dirigido a la concertación y a la solución conjunta de problemas. Patrones
de organización social capaces de fortalecer las políticas de localización basadas
en el diálogo. Se debe considerar que los actores sociales autónomos y las
instituciones intermediarias operan a lo largo de tres lógicas complementarias
(Esser et al. 1994): optimizando bajo su propia responsabilidad sus instituciones o
empresas, defendiendo sus intereses frente al Estado u otros actores sociales y,
diseñando su respectivo entorno mediante la cooperación y la articulación con
actores estatales o privados.

El incremento de la capacidad de organización social autónoma junto a la


aglutinación y canalización del potencial creador de la sociedad son factores que
se complementan mutuamente. Con el fi n de fortalecer los patrones que permitan
que la sociedad se organice para el logro de fines comunes se necesita (Esser et
al. PANORAMA SOCIOECONÓMICO AÑO 30, Nº 44, p 4 - 24 (Julio 2012) 9
1994): Orientación para la acción en patrones complejos de organización y
conducción, y Sistemas articulados abiertos y receptivos al aprendizaje.
• Orientación para la acción en patrones complejos de organización y conducción.
La capacidad funcional de las redes políticas está sujeta a reglas, valores y
orientaciones de comportamiento aceptados por los actores involucrados, para
poder evitar así que alguno de ellos intente sacar ventajas de modo oportunista.
Son reglas importantes: un intercambio de información no discriminatorio;
reciprocidad; reglas de distribución no discriminatorias para compensar las
ventajas y desventajas derivadas de decisiones conjuntas; autolimitación
voluntaria de márgenes de acción y; respeto a los intereses propios, legítimos, de
todos los actores involucrados. Son solamente esas orientaciones para la acción
cooperativa las que permiten evaluar conjuntamente la situación, lo que posibilita a
su vez realizar discusiones participativas (es decir, que no favorecen
unilateralmente intereses particulares) en torno a patrones para resolver
problemas con miras a encontrar la mejor solución posible.

• Sistemas articulados abiertos y receptivos al aprendizaje. La estrecha interacción


entre actores, orientación consensual y visiones comunes constituyen requisitos
para la formación social de estructuras y la integración. Al faltar un potencial para
mediar el conflicto y corregir el camino, los subsistemas muy densamente
entretejidos tienden: a la “ceguera empresarial” y a la ignorancia respecto a
nuevos senderos de desarrollo; a la externalización de costos deterioro ambiental)
hacia el sistema en su conjunto (“paternalismo de subsistema”); al clientelismo y la
corrupción; a la exclusión de actores nuevos que generan presión de ajuste,
aportan nuevos enfoques y perturban el balance establecido en un tejido de
interacciones rutinarias; y a la parálisis, que se intensifica a medida que los
vínculos iniciales flexibles entre los actores se van convirtiendo en patrones de
relaciones cada vez más estrechos y rígidos y, en el peor de los casos, en
estructuras de tipo monopólico, excluyendo así la posibilidad de competir.

Cuanto más tiempo y con más éxito opera una red bien organizada, avanzando
por un sendero de desarrollo, fomentando la optimización en el mismo mediante la
acción concertada, incrementando la densidad de interacción y comunicación, más
tiende a disociarse de su realidad exterior y se vuelve ciego ante los necesarios
cambios de rumbo que amenazan el equilibrio interno de intereses y recursos en
el seno de la asociación de actores. Para impedir el paternalismo subsistentico y
esa dinámica inherente a las estructuras de tipo red son importantes: en primer
lugar, la integración de capacidad conflictiva en una asociación de actores, con el
objeto de prevenir la ceguera funcional y cognitiva integración de sindicatos y
grupos ambientalistas en conferencias regionales encargadas de configurar
localizaciones productivas); y en segundo lugar, un sistema político abierto que
permita movilizar “desde afuera” potenciales de corrección. Entendida así, la
capacidad de conflicto de los actores forma parte elemental de toda estrategia de
desarrollo basada en la integración de la sociedad y en formas de articulación. En
resumen, los factores que afectan a la competitividad de la PYME en el nivel meta
son (Naciones Unidas-CEPAL 2001): El Entorno Sociocultural y la Competitividad
de la PYME en México María Luisa Saavedra G., Blanca Tapia

• Factores y escalas de valores socioculturales. De ellos depende, por ejemplo,


que se aliente o desaliente el despliegue de la dinámica empresarial en el seno de
la sociedad.

• El patrón básico de organización político-económica. Un patrón básico que


apuesta por la competencia (entre empresas, pero también entre formaciones
políticas) y se orienta hacia el mercado mundial, fomenta la competitividad
internacional.

• La capacidad estratégica y política de los actores sociales. La competitividad


internacional surge solamente cuando una sociedad logra establecer un consenso
viable en torno a ese objetivo y desarrolla estrategias en el mediano plazo.

indicadores Socioeconómicos de México Según Romo (2008) al comportamiento


socioeconómico se le identifica por los niveles de PIB per cápita, pobreza,
desempleo estructural y rezago habitacional. En promedio en México se tiene que
el 45,9% de la población vive en situación de pobreza, lo cual en opinión del
Banco Mundial se mantiene en niveles inaceptablemente altos. Lo que ocurre es
que los niveles actuales de pobreza son similares a los registrados a comienzos
de los años 90, hecho que muestra que los últimos 15 años las políticas no han
sido efectivas para combatir esa condición que afecta a casi la mitad de los
mexicanos. Estos altos niveles se deben en gran medida a la gran desigualdad en
los ingresos, la décima parte más rica de la población gana más de 40% de los
ingresos totales, mientras la décima parte más pobre solo obtiene 1,1% (Vega,
2005).

Así también contribuyen a la pobreza la profunda desigualdad regional y étnica y


las diferencias en cuanto al acceso a la salud, a la educación y a los servicios
públicos de buena calidad. Lo anterior se encuentra estrechamente relacionado
con el PIB per cápita en México, que llega a ser en promedio 12.134 dólares al
año, cantidad que está muy por debajo del promedio de los países de la OCDE,
que ascendió a 33.732 dólares anuales y de EE.UU., cuyo PIB per cápita alcanzó
los 47.186 dólares anuales. La tasa de desempleo afecta al 4,7% de la Población
Económicamente Activa (PEA), lo cual no es muy elevado si se compara con los
países de la OCDE donde el promedio de desempleo fue de 8,6% alcanzado
(OCDE, 2011), el nivel más bajo fue Corea del Sur con 3,7% y el más alto España
con 20,1%. Sin embargo, en México existe un 37% de personas que trabajan sin
ninguna prestación laboral, lo cual indica el grave deterioro de las condiciones
laborales, en sentido contrario a lo que señala Brunner (2005) de que es necesario
contar con una fuerza de trabajo de clase mundial, para que las empresas
alcancen mejores niveles de competitividad. Así también Villarreal (2009) ha
señalado que el factor estratégico de las empresas es el capital intelectual que
genera conocimiento productivo, es decir innovación. Por otro lado, podemos ver
que el rezago en vivienda alcanza a 13 millones de habitantes, lo que se traduce
de acuerdo con INEGI (2010) en un déficit de 4 millones de viviendas, aspecto en
el que tendrá que seguir trabajando el gobierno otorgando las facilidades
necesarias a los trabajadores de escasos recursos con el fi n de acceder a
financiamientos de largo plazo y con tasas fijas de interés, como se ha venido
dando en los últimos años.

Con respecto al Índice de Desarrollo Humano (IDH), que en promedio para el año
2008 alcanza el 0,82 este indicador se considera adecuado si se compara con los
países de la OCDE cuyo índice es 0,87 y con EE.UU. que alcanzó 0,9. En América
Latina y el Caribe llegó a 0,7. No así en cuanto al Índice Mexicano de
Competitividad IMCO donde este indicador apenas alcanzó el 43,5% por lo que
queda rezagado en todos los indicadores que mide este índice como son: sectores
económicos, relaciones internacionales, gobierno, clase mundial, mercado,
macroeconomía, política, sociedad, sustentabilidad y sistema de derecho. Cultura
Empresarial Mexicana El empresario, como cualquier otro individuo, está inmerso
en una estructura de valores producto de la influencia de su entorno el cual
preexiste en su pensamiento y conducta, actuando éstos como elementos
primordiales para el logro del éxito empresarial, organizativo y personal (Valencia
de Lara, et al., 2005). Es así como los aspectos socioculturales juegan un papel
fundamental, no sólo en la explicación del dinamismo de la pequeña empresa sino
también con relación a la permanencia del auge de la misma. Estos son elementos
internos de la empresa, constituyéndose en características que le otorgan un
carácter estructural a la dinámica adquirida por la pequeña empresa. Algunos de
estos factores son (Conde y Saleme, 2003)

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