03 Corazón de Mentiras - Olivia Darcy
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CORAZONES DE LA MAFIA
LIBRO 3
OLIVIA DARCY
ÍNDICE
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
EPÍLOGO
Copyright © 2024 por Olivia Darcy
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PRÓLOGO
ALEKSANDER
PRESENTE
Debería estar feliz, maldita sea.
Es un momento precioso, ¿no? La celebración de una nueva vida, de un
amor... Y aquí estoy yo, sintiendo cómo la amargura me corroe por dentro.
Porque sé que todo esto, toda esta dichosa felicidad familiar, es algo que
nunca voy a tener.
Miro alrededor de la sala, viendo las caras sonrientes, los globos de
colores, y siento que me ahogo. Elena está radiante, acariciando su barriga
mientras abre otro regalo. Chiara y Enzo no dejan de mirarse como si
fueran los únicos en la habitación. Y yo... yo solo quiero desaparecer.
Apenas tenía doce años cuando me di cuenta de que era diferente. De que
no me gustaban las mismas chicas que a mis amigos. De hecho, meses
después, me di de bruces con la realidad: no me gustaban las mujeres en
absoluto. Me aterroricé. No solo por ser diferente, sino porque, incluso a
esa edad, ya sabía que en mi mundo eso era prácticamente una sentencia de
muerte.
Y ahora, años después, sigo con el mismo miedo metido en los huesos.
¿Qué pasaría si se enteraran? ¿Si mi hermano lo supiera? Dmitry, el temible
Pakhan, teniendo a alguien como yo en la familia. Seguro que me mandaría
al fondo del maldito lago Michigan con zapatos de cemento antes de que
pudiera explicarme.
Mis ojos se desvían, casi sin querer, hacia Jackson. Está de pie en una
esquina, vigilante como siempre. Demonios, es como si lo hubieran sacado
directamente de mis sueños más profundos. Esos brazos que podrían
partirme en dos, esa mirada que parece atravesarme... Es todo lo que me
atrae en esta vida.
Dice que va a enseñarme a protegerme. Ja. ¿Cómo demonios voy a
protegerme de él? De esos ojos que me dejan sin aliento, de esa voz que
hace que me tiemblen las rodillas. ¿Cómo voy a comportarme como si nada
cuando lo único que quiero es...?
Maldición. Nuestras miradas se cruzan y siento que el mundo se para.
Hay algo en sus ojos, algo que no puedo descifrar. ¿Sospecha? ¿Lo sabe? El
pánico me invade y aparto la vista rápidamente, sintiendo cómo el sudor me
empapa la espalda.
Estoy harto. Harto de tener miedo, de sentirme constantemente en
peligro. De no poder ser yo mismo. De desear algo que sé que nunca podré
tener.
—¿Estás bien, Aleksander? —La voz de Chiara me saca de mis
pensamientos. Me mira con preocupación y yo fuerzo una sonrisa.
—Claro. Solo estoy un poco cansado.
Mentira. Estoy terriblemente aterrorizado. Porque sé que en cualquier
momento puedo cometer un error. Una mirada demasiado larga, un roce
accidental... Y todo se irá al traste.
Pero lo peor de todo es que una parte de mí ya no quiere esconderse. Una
parte de mí quiere mandarlo todo al demonio y gritar la verdad. Quiere
acercarse a Jackson y devorarlo, joder.
Pero no puedo. No solo porque estoy seguro de que me rechazaría, sino
porque en este mundo, en mi mundo, eso significaría la muerte.
Así que aquí estoy, en medio de toda esta felicidad, sintiéndome más solo
que nunca. Atrapado entre lo que soy y lo que el mundo espera que sea.
De repente, siento una mano pesada en mi hombro. Me giro y me
encuentro cara a cara con mi hermano. El temible Pakhan. Maldita sea,
¿cuándo se ha acercado? Ni siquiera lo he visto venir.
—Alek, tenemos que hablar —dice, su voz baja y seria.
Siento cómo se me hiela la sangre. ¿Lo sabe? ¿Se ha dado cuenta?
Intento mantener la calma mientras le sigo fuera de la sala, alejándonos del
bullicio de la fiesta.
—En casa nos espera trabajo —continúa Dmitry una vez que estamos
solos—. Hay que hacer una limpieza en la organización.
Asiento, sin confiar en mi voz para hablar.
—Jackson se va a encargar de ti. Va a ser tu guardaespaldas personal y
también tu profesor de defensa ya que insistes en aprender —añade, y juro
que siento cómo el suelo se abre bajo mis pies.
¿Mi hermano también quiere esto? Pensaba que solo era una locura de
Jackson. Mi mente empieza a dar vueltas. ¿Qué demonios significa eso?
¿Es una amenaza? ¿Una advertencia? ¿O simplemente...?
—Necesito que estés preparado —continúa Dmitry, ajeno a mi tormento
interno—. Las cosas se van a poner feas.
Logro murmurar un «Sí, por supuesto» antes de que mi hermano vuelva a
la fiesta, dejándome solo con mis pensamientos.
Maldita sea, maldita sea, maldita sea. Estoy metido en un lío hasta el
cuello. ¿Cómo demonios voy a salir indemne de esta situación? Por un lado,
tengo a mi hermano hablando de limpiezas y de que Jackson se va a
encargar de mí. Por el otro, tengo a Jackson, el tipo que me vuelve loco, que
va a estar pegado a mí durante quién sabe cuánto tiempo.
¿Y si se dan cuenta? ¿Y si Jackson nota cómo lo miro? ¿Y si cometo un
error y todo se va al garete?
Vuelvo a la fiesta, intentando que no se note el pánico que me consume
por dentro. Jackson está ahí, hablando con uno de sus hombres. Nuestras
miradas se cruzan por un segundo y siento que me quedo sin aire.
No sé cómo voy a sobrevivir a esto. No sé cómo voy a poder estar cerca
de él sin delatarme. Sin que todos se den cuenta de que soy... diferente.
Mientras siguen celebrando, yo solo puedo pensar en que mi vida está a
punto de convertirse en un infierno. O tal vez... tal vez ya lo es.
Porque estoy atrapado entre el miedo a que descubran quién soy
realmente y el deseo que siento por Jackson. Y no sé qué es peor.
Lo único que sé es que estoy en un aprieto. En un terrible, terrible
aprieto.
CAPÍTULO 1
JACKSON
UN AÑO ANTES
Otro día más en esta jodida oficina.
Entro en la sala de reuniones con paso firme y decidido, mi mirada de
acero recorriendo a mi equipo ya sentado alrededor de la mesa. Ahí está
Mike, con sus ojos de hielo que parecen penetrar en el alma; Sarah,
jugueteando distraídamente con un detonador como si fuera un bolígrafo;
Tom y Tim, idénticos en apariencia, pero tan diferentes en personalidad. Y
no puedo olvidar a Darren, nuestro médico de combate, con sus manos
firmes que han salvado nuestras vidas más veces de las que puedo contar, y
Lucas, el genio de la informática que puede hackear cualquier sistema con
los ojos cerrados. Son los mejores en lo que hacen. No confiaría mi vida a
nadie más, ni siquiera a mi propia sombra.
Hemos pasado por mucho juntos, desde operaciones encubiertas en los
desiertos abrasadores de Medio Oriente hasta peligrosas infiltraciones en las
sanguinarias mafias de Europa del Este.
Recuerdo aquella vez en Afganistán cuando Darren tuvo que operarme a
la luz de una linterna después de que una bala me atravesara el hombro. O
cuando Lucas hackeó el sistema de seguridad de aquel mafioso serbio en
Belgrado, dándonos apenas unos minutos para escapar antes de que todo el
lugar volara por los aires gracias a los explosivos de Sarah.
Cada misión nos ha unido más, cada cicatriz es una historia compartida
que llevamos tatuada en la piel y en el alma. Las noches en vela vigilando,
las largas horas de entrenamiento, las celebraciones después de cada éxito y
los silencios solemnes después de cada pérdida. Hemos reído, hemos
llorado, hemos sangrado juntos. Somos más que un simple equipo, más que
meros compañeros de armas. Somos una familia forjada en el fuego y el
peligro, unidos por lazos inquebrantables más fuertes que la sangre.
Y me siento orgulloso de ser su líder.
Mientras los observo en silencio, siento ese familiar nudo en el estómago,
esa intensa mezcla de orgullo y preocupación que solo un verdadero líder
puede llegar a entender. Porque sé que cada uno de ellos daría su vida por
mí sin dudarlo un segundo, tal como yo lo haría por ellos. Porque sé que
juntos podemos enfrentar cualquier desafío, superar cualquier obstáculo.
Pero también sé que cada misión podría ser la última. Que cada vez que
cruzamos esa puerta, existe la posibilidad de que no todos regresemos. Es
un peso que llevo sobre mis hombros, una responsabilidad que nunca pedí
pero que acepté el día que me convertí en su líder.
Y ahora, mientras Marcus entra en la sala con su habitual cara de pocos
amigos y lanza una carpeta sobre la mesa, sé que estamos a punto de
embarcarnos en otra misión peligrosa. Otra oportunidad para probar
nuestras habilidades, para poner nuestras vidas en la línea de fuego.
Pero sea lo que sea que nos espere, sé que lo enfrentaremos juntos. Como
siempre lo hemos hecho, como siempre lo haremos. Porque eso es lo que
hacemos. Porque para eso vivimos.
Para ser los mejores en lo que hacemos.
Marcus tiene su habitual cara de pocos amigos. Siempre con su actitud de
jefe duro, como si tuviera que probarnos algo. Pero sé que en el fondo nos
respeta, aunque nunca lo admitiría.
—Nuevo objetivo —dice sin preámbulos—. Aleksander Novikov.
Abro la carpeta y me encuentro con una foto. Un chico joven, rubio, de
ojos azules. Pero no son unos ojos cualquiera. Hay algo en ellos, una
especie de bondad, de inocencia, que me deja clavado en el sitio. Es como
si pudiera ver a través de ellos, directamente a su alma. Y lo que veo me
intriga y me cautiva a partes iguales.
Jamás una sola imagen me había impactado tanto.
No puedo evitar quedarme mirando esos ojos por más tiempo del
necesario. Hay una profundidad en ellos que me atrae como un imán. Me
encuentro preguntándome quién es este chico, cuál es su historia. ¿Qué
secretos se esconden detrás de esa mirada? ¿Qué experiencias han
moldeado su vida para darle esa mezcla única de vulnerabilidad y fuerza
que puedo percibir incluso a través de una simple fotografía?
Sacudo la cabeza, intentando aclarar mis pensamientos. No es propio de
mí dejarme llevar así por una imagen. He visto innumerables fotos de
objetivos a lo largo de mi carrera, pero ninguna me ha impactado de esta
manera. Hay algo diferente en este chico, algo que no puedo definir pero
que me hace querer saber más. Y eso, en mi línea de trabajo, es a la vez
intrigante y peligroso.
—Es el hermano pequeño de Dmitry Novikov, jefe de la mafia rusa de
Chicago —continúa Marcus—. Creemos que puede ser nuestra forma de
entrar en la organización.
—¿Cuál es el plan? —pregunta Sarah.
—Infiltración y seducción —responde Marcus—. Uno de vosotros tiene
que acercarse a él, ganarse su confianza... y algo más. Necesitamos a
alguien que pueda meterse bajo su piel, convertirse en alguien
imprescindible para él. Alguien que pueda navegar en las turbulentas aguas
de sus emociones y salir indemne.
—Yo lo haré —dice Tom de inmediato, con un brillo de emoción en los
ojos. Puedo ver que le atrae el desafío, la oportunidad de probar sus
habilidades en un juego tan peligroso. Estoy seguro de que, que el chico sea
el hombre más guapo que he visto en la vida, tiene mucho que ver.
Antes de ser consciente siquiera de lo que estoy haciendo he abierto la
boca.
—No —le corto con firmeza, mi voz no deja lugar a discusión—. Yo me
encargo. Este trabajo requiere un toque más sutil, una mano más
experimentada. Yo tengo la experiencia y la sangre fría necesarias para
manejar una operación tan delicada. Además, algo en esos ojos azules me
dice que este chico va a necesitar una conexión más profunda, alguien que
pueda entender sus luchas internas. Y creo que yo soy el hombre adecuado
para esa tarea.
Todos me miran sorprendidos, con los ojos abiertos como platos y las
bocas entreabiertas. Incluso yo estoy sorprendido de mí mismo, de la
vehemencia con la que he hablado. Pero hay algo en ese chico, en
Aleksander Novikov, que me atrae de una forma que no puedo explicar. Y
la verdad, si soy honesto conmigo mismo, tampoco quiero evitarlo.
—Jackson... —empieza Marcus, con un tono de advertencia en la voz,
pero le interrumpo antes de que pueda continuar.
—Es mi decisión —afirmo con firmeza, mirándole directamente a los
ojos—. Yo lidero este equipo, yo decido quién hace qué. Yo soy el que está
sobre el terreno, el que tiene que tomar las decisiones en el momento.
Él es solo nuestro enlace con el FBI, somos, en su mayoría, una unidad
que opera al margen.
Veo cómo Marcus aprieta la mandíbula, los músculos de su cuello
tensándose bajo la piel. Sé que no le gusta que le lleve la contraria, que
cuestione su autoridad. Pero me importa una mierda. Este es mi equipo, no
el suyo. Yo soy el que pone el culo en la línea de fuego cada vez que
salimos ahí fuera, el que arriesga su vida en cada operación. Así que soy yo
el que toma las decisiones, el que decide cómo proceder. Y en este caso, mi
decisión está tomada. Seré yo quien se acerque a Aleksander Novikov,
quien intente ganarse su confianza. Porque algo en mi interior me dice que
este es el camino correcto, por peligroso e imprudente que pueda parecer.
—Bien —dice al fin—. Pero quiero informes diarios. Y nada de ir por
libre, ¿entendido?
—Claro, jefe —respondo con un sarcasmo que no me molesto en ocultar.
La reunión continúa, pero yo apenas presto atención. No puedo dejar de
mirar la foto de Aleksander. Esos ojos... Joder, ¿qué me pasa?
Cuando la reunión termina, mi equipo se acerca a mí. Puedo ver la
preocupación en sus rostros, pero también la lealtad inquebrantable. Saben
que no tomaría esta decisión a la ligera, que debe haber una razón para que
quiera encargarme personalmente de este objetivo.
—¿Estás seguro de esto, Jackson? —pregunta Mike—. Puedo
encargarme yo si quieres.
—No —respondo de inmediato—. Yo lo haré. Vosotros encargaros del
resto.
Se miran entre ellos, pero no dicen nada más. Saben que cuando tomo
una decisión, no hay forma de hacerme cambiar de opinión. Es una de las
razones por las que me respetan como líder, porque saben que siempre
pongo los intereses del equipo por encima de todo.
Salimos de la oficina y nos dirigimos al bar de siempre. Necesito una
puta cerveza después de esta reunión. Necesito algo que me ayude a aclarar
mis ideas, a entender qué es lo que me pasa con Aleksander.
Tomo un largo trago de mi cerveza antes de continuar.
—Mira, entiendo por qué Marcus desconfía de mí. He estado al otro lado,
he visto cómo funciona ese mundo desde dentro. Y sí, a veces actúo por
instinto en lugar de seguir el maldito protocolo al pie de la letra. Pero eso es
porque sé cómo piensan estos cabrones, cómo operan. Y eso nos da una
ventaja que Marcus no quiere reconocer.
Sarah asiente, comprensiva. Ella sabe mejor que nadie lo que es ser
subestimada por los jefes.
—Además —añado con una sonrisa torcida—, ¿dónde estaría la gracia si
siempre hiciéramos las cosas según las reglas? A veces hay que improvisar,
adaptarse sobre la marcha. Eso es lo que nos hace los mejores.
Tom suelta una carcajada y alza su botella.
—Por ser los mejores gilipollas del FBI —brinda.
—Y que Marcus nunca lo olvide —agrego, chocando mi cerveza con las
suyas.
Beben en silencio, pero sé que están de acuerdo conmigo. Somos un
equipo, una familia. Nos cubrimos las espaldas los unos a los otros. Y eso
es algo que Marcus nunca entenderá, porque para él sólo somos peones en
su gran juego de ajedrez.
Pero mientras bebo mi cerveza, no puedo dejar de pensar en Aleksander.
En esos ojos azules que parecen esconder un mundo entero. En esa sonrisa
tímida que he visto en otras fotos del archivo. En la forma en que mi
corazón se acelera cada vez que miro su imagen.
No sé por qué, pero tengo la sensación de que esta misión va a ser
diferente a todas las demás. Y una parte de mí, una parte que no sabía que
existía hasta ahora, está deseando averiguar por qué.
CAPÍTULO 2
ALEKSANDER
JACKSON
ALEKSANDER
UN MES ANTES
Me despierto sobresaltado, con el corazón latiéndome desbocado en el
pecho. Las imágenes del secuestro aún están frescas en mi mente, como una
herida abierta que se niega a cicatrizar. El sabor metálico de la sangre en mi
boca, el dolor punzante en cada centímetro de mi cuerpo, el miedo visceral
que me paralizaba... Todo se entremezcla en un torbellino de recuerdos que
me deja sin aliento.
Intento incorporarme, pero el dolor me lo impide. Cada movimiento es
una agonía, un recordatorio de lo que he pasado. Me siento débil,
vulnerable, como si hubiera perdido una parte de mí mismo en ese sótano
oscuro y húmedo. La sensación de impotencia me abruma, y siento cómo
las lágrimas empiezan a formarse en mis ojos, amenazando con derramarse
en cualquier momento.
De repente, siento una mano en mi hombro. Me tenso instintivamente,
preparándome para lo peor, pero entonces reconozco el rostro de mi
hermano Dmitry inclinado sobre mí. Su expresión, normalmente dura e
impenetrable, está teñida de preocupación. Es una mirada que pocas veces
he visto en él, y me hace darme cuenta de la gravedad de la situación.
—Tranquilo, Alek —me dice con una suavidad inusual en su voz—.
Estás a salvo ahora.
Sus palabras, en lugar de reconfortarme, solo sirven para avivar la
vergüenza y el miedo que me consumen. Me siento como un fracaso, como
si hubiera fallado no solo a mí mismo, sino también a él y a toda nuestra
familia. ¿Cómo puedo considerarme un Novikov si no puedo ni defenderme
a mí mismo? ¿Cómo puedo mirar a mi hermano a los ojos después de esto?
En medio de mi angustia, un recuerdo surge en mi mente. Unos ojos
negros como la noche, intensos y penetrantes. Los ojos de Jackson.
Recuerdo cómo me miraron en el momento de mi rescate, cómo parecieron
ver a través de mí, hasta el fondo de mi alma. En esos ojos, por un breve
instante, me sentí seguro, protegido. Como si nada pudiera dañarme
mientras él estuviera ahí.
Pero la sensación se desvanece tan rápido como ha venido, dejándome
aún más vacío, aún más perdido. Porque sé que fue solo una ilusión, un
espejismo nacido de mi propia debilidad. Jackson es fuerte, es todo lo que
un Novikov debería ser. Y yo... yo no soy nada.
—Lo siento, Dmitry —susurro, mi voz quebrada por la emoción
contenida—. No pude... no pude defenderme. Debería haber sido más
fuerte, debería...
Pero Dmitry me interrumpe, su mano apretando mi hombro con firmeza.
Su toque, que debería ser reconfortante, solo sirve para acentuar mi
sensación de indignidad.
—No, Alek. No tienes nada de que disculparte. Esto no es culpa tuya —
afirma con una convicción inquebrantable.
Pero sus palabras, lejos de aliviar mi culpa, solo la intensifican. ¿Cómo
puede estar tan seguro? ¿Cómo puede tener tanta fe en mí cuando yo mismo
me siento tan roto, tan indigno? Su confianza en mí solo sirve para destacar
mis propias debilidades, mis propios fracasos.
Siento las lágrimas ardiendo en mis ojos, amenazando con derramarse.
Ya no puedo contenerlas más. La máscara de fortaleza que siempre he
intentado mantener se resquebraja, dejando al descubierto todas mis
inseguridades.
—Tengo miedo, Dmitry —admito en un susurro apenas audible, como si
confesar mi temor fuera una debilidad imperdonable—. Tengo miedo de
que vuelvan, de que...
No puedo terminar la frase. El solo pensamiento de volver a pasar por ese
infierno me paraliza, me roba el aliento. Es un miedo que se ha enraizado
en lo más profundo de mi ser, que amenaza con consumirme por completo.
Dmitry se sienta en el borde de la cama, su presencia sólida y
reconfortante a mi lado. Pero incluso su cercanía, que debería ser un escudo
contra el mundo exterior, solo sirve para acentuar mi sensación de
indignidad, de no pertenencia.
—Escúchame bien, Alek —dice con una intensidad que me estremece—.
Eres lo que más quiero en este puto mundo. Eres mi hermano, mi sangre. Y
te juro por nuestra madre que voy a hacer todo lo que esté en mi mano, todo
lo humano y lo no humano, para protegerte. Voy a limpiar nuestra
organización, a arrancar de raíz a cualquiera que se atreva a amenazarte. A
amenazar nuestro imperio. ¿Me entiendes?
Sus palabras, que deberían ser un bálsamo para mi alma herida, solo
sirven para ahondar en mi sensación de fracaso.
Asiento, incapaz de hablar por el nudo en mi garganta. Las lágrimas
ahora fluyen libremente por mis mejillas, lágrimas de vergüenza, de
autodesprecio, de un dolor que va más allá de lo físico.
Dmitry me atrae hacia él en un abrazo cuidadoso, consciente de mis
heridas. Pero incluso en la calidez de sus brazos, no puedo encontrar
consuelo. Porque sé que no lo merezco, que he fallado como hermano,
como hombre, como Novikov.
Y ese conocimiento, esa certeza de mi propia indignidad, pesa sobre mí
como una losa, aplastando cualquier esperanza de redención, cualquier
posibilidad de perdón.
Me aferro a él a pesar de todo.
Y en ese abrazo, en ese instante de vulnerabilidad total, siento que algo
dentro de mí se rompe irreparablemente. Porque sé que, pase lo que pase,
nunca podré ser el hermano que Dmitry merece, el hombre que nuestro
apellido exige.
Soy un fraude, una cáscara vacía, un fracaso. Y esa verdad, esa realidad
innegable, me perseguirá para siempre, envenenando cada momento, cada
interacción, cada intento de avanzar.
Porque, ¿cómo puedo seguir adelante cuando sé que nunca seré
suficiente? ¿Cómo puedo vivir conmigo mismo cuando he fallado en lo más
básico, en lo más fundamental?
Y así, incluso en la seguridad de sus brazos, incluso rodeado de su afecto,
me siento más solo que nunca. Porque estoy atrapado en un infierno de mi
propia creación, un infierno del que no hay escape posible.
Un infierno llamado Aleksander Novikov.
JACKSON
JACKSON
ALEKSANDER
ALEKSANDER
JACKSON
ALEKSANDER
PRESENTE
Me siento en uno de los lujosos asientos de cuero del avión privado de mi
hermano, tratando de controlar los nervios que me carcomen por dentro. El
suave ronroneo de los motores es apenas perceptible, pero aun así siento
como si el sonido retumbara en mi pecho, amplificando los latidos
acelerados de mi corazón. Jackson está sentado frente a mí, con su
imponente presencia llenando el espacio. Sus ojos oscuros me miran con
una intensidad que me hace sentir expuesto. Dmitry se acomoda a mi lado,
su rostro serio y pensativo. La tensión en su mandíbula revela la
importancia de esta conversación.
—Aleksander —dice mi hermano, su voz profunda resonando en la
cabina—. Jackson y yo hemos estado hablando. Si completas un
entrenamiento con él y su equipo durante un mes, te permitiré colaborar en
los negocios... especiales conmigo.
Mi corazón se acelera ante la perspectiva de trabajar junto a Dmitry, de
finalmente ser parte de la organización de una manera significativa.
Siempre he anhelado su aprobación, demostrarle que soy más que el
hermano menor al que tiene que proteger.
Jackson me dijo la verdad, ha convencido a Dmitry. Me asalta una
punzada de gratitud que se extiende por todo mi pecho. Pero luego, la
realidad de entrenar con Jackson me golpea. Tenerlo cerca, cuerpo a cuerpo,
sus manos sobre mí... Un calor inesperado se extiende por mis venas y
tengo que moverme incómodo en mi asiento para ocultar mi reacción.
Trago saliva y asiento, manteniendo mi voz firme a pesar del torbellino
de emociones que me invade por dentro. No puedo permitir que mi
hermano vea cuánto me afecta la presencia de Jackson, cómo su cercanía
hace que mi corazón se acelere y mis pensamientos se nublen. Tengo que
mantener la compostura, ocultar el deseo que amenaza con delatarme en
cada mirada, en cada gesto. Es un juego peligroso, lo sé, pero no puedo
evitar sentirme irremediablemente atraído hacia él, como una polilla hacia
la llama. Así que me obligo a respirar hondo, a enderezar los hombros y a
enfrentar la situación con toda la entereza que soy capaz de reunir, rogando
en silencio que mi hermano no note la tormenta que se desata en mi interior
cada vez que Jackson está cerca.
—Acepto.
Dmitry asiente, satisfecho, y luego se inclina hacia adelante. Sus codos
descansan sobre sus rodillas y entrelaza sus dedos, su postura es la de un
hombre que está a punto de revelar un plan maestro.
—Hay algo más. Para atrapar a la rata traidora en nuestra organización,
hemos decidido actuar como si nada hubiera pasado. Como si todo
estuviera arreglado, para que se relaje y cometa un error.
Jackson interviene, su voz grave y autoritaria. Cada palabra que sale de
su boca parece una orden, un comando que exige ser obedecido.
—Vamos a hacer un contacto con un nuevo socio, Joaquín Montero. Un
traficante de joyas español. Lo anunciaremos a todos los miembros
importantes, asegurándonos de que incluso el traidor se entere. Así
podremos tenderle una trampa.
Escucho atentamente mientras me explican quién es Montero y cuál es su
papel en este juego de engaños. Mi mente da vueltas, tratando de procesar
toda la información. Montero es conocido por su crueldad y su astucia en
los negocios. Un hombre que ha construido un imperio basado en el miedo
y la intimidación. La idea de trabajar con alguien así me revuelve el
estómago, pero entiendo la necesidad de esta alianza temporal para atrapar
al traidor.
—No lo haremos de inmediato —aclara Dmitry—. Comenzaremos
después de que hayas completado tu entrenamiento.
Asiento nuevamente, mostrando mi acuerdo, pero por dentro, sé que esto
es una mala idea. Exponerme así, trabajar tan cerca de Jackson... Es un
riesgo. Un riesgo que podría sacar a la luz mi más profundo secreto, mi
orientación sexual.
Imagino los próximos meses, entrenando día tras día con Jackson. Sus
manos corrigiendo mi postura, su cuerpo cerca del mío mientras me enseña
nuevas técnicas de combate. La idea envía un escalofrío por mi columna
vertebral. ¿Seré capaz de ocultar mis sentimientos? ¿De mantener mi
fachada intacta bajo su intenso escrutinio?
Pero no puedo echarme atrás ahora. No cuando finalmente tengo la
oportunidad de probarme a mí mismo, de ganarme el respeto de Dmitry. He
pasado toda mi vida a la sombra de mi hermano, anhelando su aprobación.
Esta es mi oportunidad de demostrar mi valía, de ser algo más que el
«pequeño Alek».
Así que me trago mis miedos y me preparo para lo que está por venir,
sabiendo que cada paso me acerca más al filo de la navaja. Tendré que ser
más cuidadoso que nunca, mantener mis emociones bajo control y mi
máscara firmemente en su lugar.
Miro a Jackson y nuestros ojos se encuentran. Por un momento, es como
si pudiera ver a través de mí, como si supiera todos mis secretos, todos los
anhelos ocultos que he enterrado en lo más profundo de mi ser. Siento que
mi alma queda expuesta bajo su mirada penetrante, vulnerable y desnuda.
Mi corazón se acelera y mi respiración se vuelve superficial. Temo que
pueda leer en mis ojos el deseo prohibido que arde dentro de mí, un deseo
que nunca debería ser expresado. Pero luego el momento pasa y su
expresión vuelve a ser indescifrable, una máscara impenetrable que esconde
sus pensamientos. Me quedo preguntándome si lo que vi fue real o
simplemente un reflejo de mis propias emociones, un espejismo nacido de
mi desesperada necesidad de conexión.
—Estoy listo —digo, mi voz más firme de lo que me siento por dentro—.
Haré lo que sea necesario.
Dmitry pone una mano en mi hombro y aprieta, un gesto de apoyo y
aprobación. Pero incluso mientras me preparo para este nuevo capítulo en
mi vida, no puedo evitar preguntarme cuánto tiempo podré mantener mi
fachada. Cuánto tiempo antes de que la verdad salga a la luz y lo pierda
todo.
JACKSON
ALEKSANDER
JACKSON
ALEKSANDER
La habitación es un espacio pequeño, espartano en su simplicidad. Una
cama individual con sábanas blancas, un escritorio de metal y una silla. No
hay nada en este espacio que me invite a querer estar aquí. Pero es donde
tendré que pasar el próximo mes de mi vida. Donde tendré que
reinventarme.
Dejo mi mochila sobre la cama, sacando mis cuadernos de dibujo y mis
lápices. Aunque Jackson me ha sugerido que salga a explorar el cuartel,
siento la necesidad de quedarme aquí, en este pequeño espacio que ahora es
mío. Necesito un momento para procesar todo lo que está pasando, para
asimilar el cambio radical que mi vida está a punto de dar.
Me siento en el borde de la cama, mis manos temblando ligeramente
mientras abro mi cuaderno. Estoy asustado, no puedo negarlo. Asustado de
lo desconocido, de lo que este entrenamiento implicará. Pero también estoy
emocionado. Por fin tengo la oportunidad de demostrar mi valía, de
probarme a mí mismo que soy más que el hermano pequeño de Dmitry, más
que un peón en el juego de la mafia.
Comienzo a dibujar, mis trazos al principio son vacilantes, pero van
ganando confianza con cada línea. Dibujo las paredes de mi habitación, la
cama, el escritorio. Pero pronto, casi sin darme cuenta, mi lápiz comienza a
trazar un rostro familiar. Los ojos oscuros y penetrantes de Jackson, su
mandíbula fuerte, la cicatriz que cruza su ceja. Me encuentro detallando
cada rasgo, cada sombra, como si estuviera tratando de capturar su esencia
en el papel.
Me detengo, mirando el dibujo. ¿Por qué estoy dibujando a Jackson?
¿Qué es esta fascinación que siento por él? No puedo negar la atracción, el
magnetismo que parece emanar de él. Pero también hay algo más, algo que
va más allá de lo físico. Es la forma en que me mira, como si pudiera ver a
través de mí, como si entendiera las partes de mí que mantengo ocultas del
mundo.
Sacudo la cabeza, cerrando el cuaderno. No puedo permitirme pensar así,
no puedo dejar que estos sentimientos me distraigan. Estoy aquí para
entrenar, para hacerme más fuerte. No para fantasear con mi instructor.
No puedo permitir que nadie sepa jamás que me gustan los hombres.
Me levanto, estirando mis músculos tensos. Mañana será un día duro, lo
sé. Pero estoy listo para enfrentarlo. Listo para probarme a mí mismo.
Y quizás, solo quizás, en el proceso también pueda entender qué es este
sentimiento que Jackson despierta en mí. Este anhelo que no puedo
nombrar, pero que intuyo que puede cambiarlo todo.
CAPÍTULO 9
ALEKSANDER
JACKSON
Veo a Aleksander caer una y otra vez, su cuerpo impactando contra el suelo
con un ruido sordo. Cada golpe resuena en mi interior, como si fuera yo
quien los recibiera. Es un dolor diferente a cualquier otro que haya
experimentado, un dolor nacido de la impotencia y la preocupación. Una
parte de mí quiere correr hacia él, levantarlo del suelo, sostenerlo entre mis
brazos y decirle que todo estará bien. Quiero prometerle que yo me
encargaré de protegerlo, que mataré a cualquiera que se atreva a acercarse a
él con malas intenciones.
Pero me contengo. Porque sé que eso no es lo que Aleksander necesita.
No necesita un protector, necesita ser capaz de protegerse a sí mismo. Y por
mucho que me duela verlo sufrir, sé que este es un paso necesario en su
viaje.
Cuando me llamó «señor» esta mañana, sentí un escalofrío recorrer mi
espina dorsal. Fue un momento de electricidad pura, un instante en el que
todo pareció detenerse. Nunca nadie me ha hecho sentir ni una ínfima parte
de lo que él despierta en mí con ese simple gesto de respeto y sumisión. La
forma en que me miró, con una mezcla de temor y anticipación, hizo que mi
sangre hirviera en mis venas. Estoy seguro de que, si Tim y Tom no
hubieran entrado en ese momento, habría perdido el control allí mismo y lo
habría devorado de arriba abajo. Jamás he deseado morder unos labios
como deseo los suyos.
Pero en lugar de ceder a mis deseos, me obligo a mantener la distancia.
En lugar de ir a ayudarlo, lo dejo caer una y otra vez. Incluso lo obligo a
continuar cuando veo que está al límite de sus fuerzas. Porque sé que nada
le hará sentir mejor que ser capaz de defenderse por sí mismo. Necesita
ganar confianza en sus propias habilidades, necesita saber que tiene la
fuerza para enfrentar cualquier desafío.
Es una lección dura, pero necesaria. Porque en el mundo al que
pertenece, en el mundo en el que estamos tratando de infiltrarnos, no habrá
nadie para sostenerlo cuando caiga. Tendrá que aprender a levantarse por sí
mismo, a seguir luchando incluso cuando todo parezca perdido.
Darren se acerca a mí mientras observo a Aleksander en el circuito de
entrenamiento. Su presencia es un ancla, un recordatorio de mi propósito
aquí. Porque no puedo permitirme olvidar quién soy, o por qué estoy
haciendo esto.
—¿Por qué estás siendo tan duro con el chico? —me pregunta, su voz
suave pero inquisitiva—. Este entrenamiento es para ganarnos su confianza,
no para que te odie.
Le lanzo una mirada fulminante, sin darle ninguna explicación. No puedo
explicar lo que siento por Aleksander, no puedo poner en palabras este
torbellino de emociones que me consume cada vez que lo miro. Pero Darren
parece intuir lo que pasa. Siempre ha sido perceptivo, siempre ha sido capaz
de ver a través de mi fachada.
—Te preocupas por él, ¿verdad? —dice, y para mi sorpresa, en lugar de
molestarse, sonríe—. Ya era hora de que sintieras algo por alguien, Jackson.
Sus palabras me golpean con la fuerza de una bofetada. Porque tiene
razón. Me preocupo por Aleksander, más de lo que debería, más de lo que
es seguro. En algún momento, sin darme cuenta, he empezado a verlo como
algo más que una misión, como algo más que un medio para un fin.
Y eso me aterra. Porque en mi línea de trabajo, los sentimientos son un
lujo que no puedo permitirme. Son una debilidad que puede ser explotada,
una grieta en mi armadura que puede ser utilizada en mi contra.
Pero al mismo tiempo, no puedo negar lo que siento. No puedo ignorar la
forma en que mi corazón se acelera cada vez que Aleksander me mira, o la
forma en que mi piel arde con el deseo de tocarlo. Es un sentimiento nuevo
para mí, un sentimiento que no sé cómo manejar.
Así que hago lo único que sé hacer. Me enfoco en el entrenamiento, en
moldear a Aleksander en el hombre que necesita ser. Porque si puedo
hacerlo fuerte, si puedo hacerlo capaz de enfrentar cualquier amenaza,
entonces tal vez, solo tal vez, pueda mantenerlo a salvo.
Incluso si eso significa mantenerlo alejado de mí.
CAPÍTULO 10
ALEKSANDER
Lunes
El entrenamiento comienza con Darren. Me enseña primeros auxilios en
situaciones extremas. Mis manos tiemblan mientras intento hacer un
torniquete en un maniquí. La mirada de Jackson me perfora la nuca. Siento
que me estoy ahogando en mi propio sudor.
—No es así —me corrige Darren con paciencia—. Tienes que apretar
más fuerte o no detendrás la hemorragia.
Lo intento de nuevo, pero mis dedos no responden. Están entumecidos
por la tensión y el miedo. El maniquí parece burlarse de mí con su
expresión inerte, un recordatorio constante de mi ineptitud. Darren se
acerca y sus manos cubren las mías, guiándome. Su tacto es firme y cálido.
Me estremezco, pero no por el contacto, sino por la vergüenza que me
inunda. ¿Qué debe pensar de mí, al verme luchar con algo tan básico?
—Lo siento —murmuro, mi voz apenas un susurro.
—No te disculpes —dice Darren, su tono suave pero firme—. Aprende.
Jackson nos observa con una expresión ilegible. No sé si es aprobación o
desaprobación lo que veo en sus ojos. Me siento expuesto, como si mis
debilidades estuvieran en exhibición para que todos las vean.
Seguimos practicando durante horas, hasta que mis manos están
entumecidas y mis ojos nublados por el cansancio. Cada escenario es más
desafiante que el anterior: heridas de bala, quemaduras, fracturas expuestas.
Lucho por recordar los procedimientos, por mantener la calma bajo presión.
Pero cada error, cada vacilación, es amplificada por la presencia de Jackson.
Al final del día, me siento agotado tanto física como mentalmente.
Darren me da una palmada en el hombro antes de irse, un gesto de aliento
que no siento merecer. Jackson no dice nada, pero su silencio es más
ensordecedor que cualquier crítica.
Martes
Hoy toca entrenamiento con Lucas. Me siento frente a una pantalla llena
de códigos que no entiendo. Los números y letras se mezclan ante mis ojos,
formando un lenguaje extraño y amenazante. Lucas me explica cómo
infiltrarse en sistemas de seguridad, pero mis ojos se desvían hacia Jackson,
que observa desde un rincón.
—¡Aleksander! —me llama la atención Lucas—. Concéntrate. Esto
podría salvarte la vida algún día.
Asiento y trato de enfocarme, pero la presencia de Jackson me distrae.
Mis dedos se mueven torpemente sobre el teclado, cometiendo un error tras
otro. Las alarmas suenan, indicando mi fracaso. Lucas suspira, frustrado, y
yo deseo que el suelo me trague.
—Tal vez deberíamos tomar un descanso —sugiere Lucas, su tono más
suave de lo que esperaba—. Esto puede ser abrumador al principio.
Niego con la cabeza, testarudo en mi determinación de seguir
intentándolo. No quiero parecer débil, no quiero que Jackson piense que me
estoy rindiendo. Así que me inclino hacia adelante, mis ojos fijos en la
pantalla, y lo intento de nuevo.
Las horas pasan, y poco a poco, empiezo a entender los conceptos
básicos. Pero cada pequeño progreso se siente insignificante en
comparación con la vasta extensión de mi ignorancia. Lucas es paciente,
explicando cada concepto múltiples veces. Pero puedo ver la sombra de la
duda en sus ojos, la pregunta silenciosa de si realmente estoy hecho para
esto.
Miércoles
Mike me lleva al campo de tiro. El rifle se siente pesado en mis manos.
El metal frío contra mi piel es un recordatorio constante del poder letal que
sostengo. Apunto al objetivo, pero fallo por metros. El retroceso del arma
me hace tambalear, el sonido del disparo resuena en mis oídos. Mike me
corrige la postura, pero sigo sin dar en el blanco.
—Respira hondo y mantén la calma —me aconseja.
Pero no puedo calmarme. No con Jackson a mi lado, su aliento rozando
mi oído mientras me susurra instrucciones. Su cercanía es a la vez un
consuelo y una tortura, un recordatorio de todo lo que deseo y todo lo que
temo. Mis manos tiemblan, el sudor se acumula en mi frente. Disparo una y
otra vez, cada bala perdida es un testimonio de mi fracaso.
—Tal vez el rifle no es lo tuyo —dice Mike finalmente, su tono más
contemplativo que crítico—. Hay muchas otras formas de contribuir a un
equipo.
Pero no quiero otras formas. Quiero ser capaz de hacer esto, de probarme
a mí mismo. Porque si no puedo manejar un arma, ¿cómo puedo esperar
enfrentarme a los peligros que sé que vendrán?
Sigo intentándolo hasta que el sol empieza a ponerse, hasta que mis
brazos tiemblan por el esfuerzo y mis ojos pican por el sudor. Pero no
importa cuánto lo intente, el resultado sigue siendo el mismo: fracaso tras
fracaso.
Jueves
Hoy es el día de practicar con los explosivos. Mis manos sudan mientras
intento desactivar una bomba de práctica. Los segundos se escapan en el
contador, cada tic-tac es como un martillo en mis nervios. Sarah me da
indicaciones, pero el pánico me nubla la mente. Los cables se enredan ante
mis ojos, rojo, azul, verde, todos parecen iguales.
—Corta el cable correcto —me urge Sarah.
Elijo uno y miro a Jackson, buscando aprobación. Pero él no me ayuda,
solo me mira. Siempre me mira. Con manos temblorosas, corto el cable
rojo. La bomba sigue su cuenta atrás. Me equivoqué. El pánico me inunda,
mi corazón se acelera. Sarah se apresura a desactivar la bomba ella misma,
sus movimientos seguros y precisos. Me siento inútil, un estorbo.
—Está bien —dice Sarah, su voz suave—. Estos errores son parte del
aprendizaje.
Pero no lo siento así. Lo siento como otro fracaso, como una
confirmación de todas mis inseguridades. Seguimos practicando, pero cada
escenario termina de la misma manera: conmigo congelado por el miedo, y
Sarah interviniendo para salvar la situación.
Viernes
Los gemelos Tim y Tom me enseñan a infiltrarme. Me disfrazan y me
hacen pasar por un guardia de seguridad. El uniforme falso me molesta y el
casco se desliza sobre mis ojos. Mi corazón late desbocado mientras camino
por el pasillo, temiendo ser descubierto en cualquier momento. Cada
sombra me parece una amenaza, cada sonido una alarma.
—Actúa natural —me dice Tom por el auricular—. Como si
pertenecieras al lugar.
Pero no pertenezco aquí. No pertenezco a este mundo. Cada paso es una
lucha, cada palabra una mentira. Tropiezo con mis propios pies, el sudor
empapa mi espalda. Cuando me toca hablar con el guardia para acceder a la
zona restringida en la que tengo que colarme, me descubre en cuestión de
segundos. El ejercicio termina siendo un fracaso.
—No te preocupes —dice Tim por el auricular, su sonrisa fácil a pesar de
mi pobre desempeño—. Todos fallamos la primera vez. En la próxima
infiltración deberías estar más tranquilo.
Pero no puedo evitar preocuparme. Soy un fraude. Nada se me da bien.
Cada fracaso se siente como un paso más lejos de mi objetivo, de ser el
hombre que mi hermano necesita que sea, que Jackson quiere que sea.
Sábado
Hoy es el día que he estado temiendo: combate cuerpo a cuerpo. Pero
para mi sorpresa, no es Jackson quien me enfrenta, sino Darren. Lo que me
extraña. Jackson es el experto en la lucha cuerpo a cuerpo. ¿No quiere
entrenar conmigo? ¿Estar cerca de mí?
Me trago todas esas preguntas, todo el miedo, y me acerco a Darren, que
me enseña posturas, bloqueos, contraataques. Trato de imitar sus
movimientos, pero mi cuerpo se siente torpe y lento en comparación con su
gracia letal. Me corrige una y otra vez, su paciencia aparentemente infinita.
Pero puedo sentir la mirada de Jackson sobre mí, observando cada error,
cada tropiezo.
—Otra vez —dice Darren—. Anticipa mis movimientos.
Lo intento, pero mis reflejos son demasiado lentos. Los golpes de Darren
me alcanzan una y otra vez, el dolor florece en mi carne. Caigo al suelo, el
aire expulsado de mis pulmones. Me quedo allí, jadeando, mi cuerpo y mi
orgullo igualmente magullados. Darren me ofrece una mano para
levantarme, pero vacilo en tomarla. Porque sé que en el momento en que
me ponga de pie, todo comenzará de nuevo: los golpes, el dolor, la
humillación.
Domingo
Ha sido la peor semana de mi vida.
No solo estoy muerto físicamente si no que me siento un inútil.
Me desplomo sobre mi cama, cada músculo de mi cuerpo gritando de
dolor. Ni siquiera tengo fuerzas para quitarme la ropa empapada de sudor.
El agotamiento me inunda, pero no es solo físico. Es mental, emocional.
Siento como si hubiera estado luchando no solo contra mis limitaciones
físicas, sino contra mí mismo, contra años de condicionamiento y
expectativas.
Cierro los ojos y veo el rostro de Jackson. Su mirada intensa. Recuerdo
cada momento de esta semana, cada fracaso, cada humillación. Me
pregunto qué ve cuando me mira. ¿Ve al niño débil que siempre he sido?
Quiero ser más de lo que soy. Quiero ser fuerte, capaz, digno de su
respeto. Pero cada día, cada ejercicio, parece alejarme más de ese objetivo
en lugar de acercarme. Siento como si estuviera decepcionando a todos: a
Jackson, a mi hermano, a mí mismo.
Tengo ganas de ponerme a gritar de la frustración, pero me reprimo. No
puedo permitirme ese lujo, no aquí, no ahora. En cambio, me obligo a
levantarme, a arrastrarme hacia la ducha. Dejo que el agua caliente lave el
sudor y la vergüenza, deseando que pudiera lavar también mis dudas y
miedos.
Pero incluso mientras el agua corre sobre mi piel, sé que no será tan fácil.
Porque los verdaderos obstáculos no están en el campo de entrenamiento o
en la sala de tiro. Están en mi mente, en los límites que me he impuesto a
mí mismo, en las expectativas que he internalizado.
Y mientras me preparo para enfrentar otra semana de entrenamiento, no
puedo evitar preguntarme si alguna vez seré capaz de superarlos. Si alguna
vez seré capaz de ser el hombre que todos esperan que sea.
Pero entonces recuerdo la mirada en los ojos de Jackson. No la mirada de
decepción o frustración que he visto tantas veces esta semana. Sino la
mirada que vi ese primer día, cuando me dijo que podía lograrlo.
Con ese pensamiento en mente, me acuesto, mi cuerpo dolorido pero mi
resolución renovada. Mañana será un nuevo día, una nueva oportunidad
para probarme a mí mismo. Y no importa cuántas veces caiga, no importa
cuántas veces fracase, seguiré levantándome.
Porque eso es lo que Jackson haría. Y eso es lo que haré yo.
CAPÍTULO 11
JACKSON
ALEKSANDER
ALEKSANDER
JACKSON
JACKSON
ALEKSANDER
JACKSON
JACKSON
ALEKSANDER
ALEKSANDER
JACKSON
ALEKSANDER
JACKSON
ALEKSANDER
No puedo creer que Jackson me haya dicho que me desea. Una mezcla de
nervios y emoción se desata en mi estómago, girando como un torbellino
que amenaza con vomitar todo lo que he intentado mantener bajo control.
Estoy tan aturdido que apenas noto cuando Joaquín se levanta de su butaca
y se aleja de mi hermano, su silueta desvaneciéndose en la penumbra del
club. Las luces estroboscópicas parpadean al ritmo de la música
ensordecedora, creando un caleidoscopio de colores que se funden con las
sombras.
Tampoco proceso del todo cuando mi hermano se acerca a Jackson, ese
imponente gigante que no ha dejado de estar a mi lado desde el beso que
hemos compartido. Ese beso... el recuerdo arde en mis labios, un fantasma
de la pasión que amenaza con consumirme.
—Jackson —la voz de Dmitry corta el aire, su tono serio y autoritario,
apenas audible sobre el estruendo de la música—. Mañana me pondré en
contacto contigo para organizar la próxima quedada con Joaquín.
Mi hermano lo observa con intensidad y por un segundo tengo miedo de
que nos haya visto besarnos.
Entonces, Dmitry continúa y el alivio me recorre:
—Con la lealtad que has demostrado y lo bien que cuidas de mi hermano,
ha llegado la hora de que te muestre mucho más. Te has ganado el nivel más
alto de autorización para acceder a toda la información de la Organización.
El orgullo por él crece en mi interior. Me alegro de que mi hermano lo
valore. Jackson se lo merece.
Mis ojos se centran en Jackson, estudiando cada línea de su rostro
cincelado, buscando alguna pista de si está feliz por lo que le acaba de decir
mi hermano. Le veo tensarse al recibir las palabras de Dmitry, sus hombros
anchos se cuadran, su mandíbula se aprieta. ¿Qué está pasando por su
mente?
Sin embargo, no logro leer sus emociones. Mi mente está atrapada en un
círculo vicioso, una trampa que he creado yo mismo. Solo puedo pensar en
lo que sucederá cuando lleguemos a la base, si Jackson hará lo que ha
prometido. El deseo y la necesidad me envuelven, como un segundo abrigo
que me quema la piel.
Mi hermano se acerca a mí sin que apenas me dé cuenta.
—¿Estás bien, Alek? —la voz de Dmitry me saca de mis pensamientos,
su mano en mi hombro es un ancla que me devuelve a la realidad.
—Sí, sí, estoy bien —miento, forzando una sonrisa—. Solo un poco
cansado.
Dmitry me mira, sus ojos azules escudriñando mi rostro. Por un
momento, temo que pueda ver a través de mí, que pueda leer en mi
expresión el torbellino de emociones que me consume. Pero si sospecha
algo, no lo dice.
—Habéis hecho un buen trabajo —dice finalmente, dando una palmada
en mi espalda.
Nos despedimos y cada uno regresa a su coche.
Finalmente, llegamos a la base. El viaje ha sido una tortura, cada
kilómetro una agonía de anticipación y miedo. Cuando entramos, el bullicio
de voces y risas me recibe, un murmullo distante y absurdo que no logra
penetrar la neblina de mis pensamientos.
Todos se despiden, intercambiando golpes en la espalda como camaradas.
Veo a Jackson alejarse sin decir nada, su figura alta y musculosa
desapareciendo en el laberinto de pasillos. Mi corazón se hunde, un peso
frío y muerto en mi pecho. Me siento como un idiota, un completo idiota
por haber creído, por haber esperado...
—Buenas noches, Alek —la voz de Darren me sobresalta. ¿Cuánto
tiempo llevo aquí de pie, perdido en mis pensamientos?
—Buenas noches —murmuro, forzando otra sonrisa.
Me dirijo a mi habitación, cada paso es un esfuerzo, como si estuviera
caminando a través de arenas movedizas. Cuando por fin llego, cierro la
puerta tras de mí y me apoyo contra ella, dejando escapar un suspiro
tembloroso.
Cómo he podido creer que Jackson estaba interesado en mí. ¿Y si solo
me ha besado para probarme?
Me estoy volviendo absolutamente loco. Mis miedos tomando el control
de mis emociones, haciendo que me vuelva irracional.
La habitación es pequeña y austera, las paredes desnudas y el mobiliario
escaso. Pero es mi refugio, el único lugar donde puedo ser yo mismo, donde
puedo dejar caer la máscara que llevo puesta cada día.
Me tumbo en la cama, el colchón duro y las sábanas ásperas contra mi
piel. El sueño se escapa como un pez entre mis dedos, esquivo y
escurridizo. En su lugar, la ansiedad se apodera de mí, sus garras afiladas
hundiéndose en mi mente.
Miro al techo, las sombras danzando en la tenue luz que se filtra por la
ventana. Mis pensamientos son un caos, un torbellino de preguntas sin
respuesta.
Me paso la mano por el pelo, con ganas de gritar, de romper algo, de
liberar la frustración y el dolor que me consumen. Pero me contengo.
La noche se alarga, las horas arrastrándose con una lentitud insoportable.
Mis pensamientos se dispersan una vez más hacia esa idea inalcanzable:
estar con Jackson, ser solo yo, sin sombras, sin mentiras.
Sin poder encontrar la calma, cierro los ojos en un intento desesperado
por dormir, por escapar, aunque sea por unas horas de esta tortura. Quizás la
mañana traiga respuestas a mis dudas, una señal, una esperanza. O quizás
solo traiga más dolor, más soledad, más mentiras.
Pero por ahora, en la oscuridad de mi habitación, me permito soñar.
Soñar con un mundo donde puedo amar libremente, donde puedo ser yo
mismo sin miedo. Un mundo donde Jackson me mira con amor, donde sus
manos me tocan con ternura, donde sus labios me besan con pasión.
Es un sueño hermoso, un sueño imposible. Pero es lo único que tengo, lo
único que me mantiene cuerdo en medio de esta locura. Y me aferro a él
con todas mis fuerzas, incluso sabiendo que, al despertar, se desvanecerá
como el humo, dejándome solo una vez más con mi realidad, con mi dolor,
con mis miedos.
JACKSON
ALEKSANDER
JACKSON
ALEKSANDER
JACKSON
JACKSON
Entro en la cafetería, el aroma del café recién hecho inunda mis fosas
nasales. Es un lugar pequeño y acogedor, con mesas de madera y sillas
tapizadas en tonos cálidos. La luz suave de las lámparas crea un ambiente
íntimo, casi reconfortante. Pero nada puede calmar la ansiedad que me
corroe por dentro.
Mis ojos escanean el lugar hasta que lo veo, sentado en una mesa del
fondo, con su habitual traje oscuro y su expresión seria. Marcus. Mi jefe. El
hombre que me encomendó esta misión. El hombre que confía en mí para
destruir a la familia Novikov.
Me acerco a él, cada paso se siente como un peso en mi estómago. Es
como caminar hacia el patíbulo, sabiendo que cada movimiento me acerca
más a mi condena. ¿Cómo voy a mirarlo a los ojos y mentirle? ¿Cómo voy
a no hacerlo y traicionar a Aleksander? Las dos opciones me resultan
terribles.
—Jackson —me saluda cuando llego a la mesa, indicándome con un
gesto que me siente.
—Marcus —respondo, tomando asiento frente a él.
El camarero se acerca y pedimos nuestros cafés. Un silencio tenso se
instala entre nosotros mientras esperamos. Puedo sentir la mirada de
Marcus sobre mí, evaluándome, tratando de leer en mi expresión. Es como
si pudiera ver a través de mí, como si pudiera ver la verdad que trato de
ocultar.
—¿Cómo va la misión? —pregunta finalmente, directo al grano como
siempre.
Trago saliva, tratando de mantener mi expresión neutra. Es un juego que
he jugado muchas veces, el juego del engaño, de la mentira. Pero nunca
antes había sido tan difícil, nunca antes había tenido tanto que perder.
—Progresando —respondo vagamente, mi voz sonando extraña incluso
para mis propios oídos—. Todavía no he conseguido nada concreto, pero
estoy ganando la confianza de Aleksander.
Marcus alza una ceja, claramente no convencido. Puedo ver la duda en
sus ojos, la sospecha creciendo.
—¿Nada concreto? Has tenido semanas, Jackson. ¿Qué has estado
haciendo todo este tiempo?
Aprieto los dientes, luchando contra el impulso de defenderme, de decirle
que lo que he estado haciendo es enamorarme. Que he estado descubriendo
una parte de mí que no sabía que existía. Que he estado viviendo, realmente
viviendo, por primera vez en mi vida.
Pero no puedo decir nada de eso. No puedo revelar mi secreto, no puedo
poner en peligro a Aleksander. Porque sé, con una certeza que me asusta,
que, si Marcus descubre la verdad, no dudará en usar él mismo a
Aleksander para llegar a Dmitry. Y no puedo permitir eso.
—Ganarse la confianza de alguien como Aleksander Novikov lleva
tiempo —digo en su lugar, cada palabra un esfuerzo—. Necesito que confíe
en mí completamente para que me revele los secretos de su familia.
Por supuesto no le he dicho que Dmitry ya me ha dado el acceso que
necesitamos.
Marcus me mira fijamente, sus ojos parecen ver a través de mí. Es como
si pudiera leer mi mente, como si pudiera ver la lucha interna que me
desgarra. Siento el sudor formándose en mi frente, el miedo atenazando mi
garganta. ¿Sospecha algo? ¿Ha notado el cambio en mí?
—Jackson, eres uno de mis mejores agentes —dice finalmente, su voz un
poco más suave—. Sé que esta misión no es fácil. Infiltrarse en una familia
como los Novikov, ganarse su confianza... no es algo que se consiga de la
noche a la mañana.
Siento un pequeño alivio ante sus palabras, pero es efímero. Porque sé
que lo que viene a continuación.
—Pero necesito que recuerdes por qué estamos haciendo esto —continúa
Marcus, inclinándose hacia adelante—. Los Novikov son peligrosos,
Jackson. Han destruido vidas, han sumido a esta ciudad en el miedo. Es
nuestro deber detenerlos.
Asiento, incapaz de hablar por el nudo en mi garganta. Sé que tiene
razón. Sé que los Novikov son todo lo que él dice y más. Pero Aleksander...
Aleksander es diferente. Él no es como su familia. Él es bueno, y puro, y no
merece ser tratado igual.
—Confío en ti, Jackson —dice Marcus, recostándose en su silla—. Sé
qué harás lo que hay que hacer. Pero necesito resultados pronto. No
podemos permitirnos que esta misión falle.
—Lo entiendo —logro decir, mi voz apenas un susurro.
Terminamos nuestros cafés en silencio y nos despedimos. Mientras
camino de vuelta a la base, mi mente es un torbellino de pensamientos y
emociones. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo puedo proteger a Aleksander sin
traicionar todo en lo que he creído siempre? ¿Cómo puedo hacerlo sin
traicionar la promesa que me hice a mí mismo de vengar la muerte de mis
padres acabando con todos los mafiosos?
No tengo respuestas. Solo sé que cuando llego a la base y veo a
Aleksander, cuando lo tomo en mis brazos y lo beso hasta que ambos
estamos sin aliento, todo lo demás desaparece. En ese momento, solo existe
él. Solo existe este sentimiento que quema en mi pecho, este amor que
nunca pensé que sentiría.
—¿Estás bien? —pregunta Aleksander, acariciando mi mejilla con su
mano suave—. Pareces preocupado.
Miro esos ojos azules que se han convertido en mi ancla. ¿Cómo puedo
decirle que estoy preocupado porque no sé cómo protegerlo? ¿Cómo puedo
explicarle que cada día que pasa, me enamoro más de él y eso me aterra?
—Estoy bien —miento, forzando una sonrisa—. Solo un poco cansado.
Aleksander me mira, y por un momento, creo que va a presionar, que va a
exigir la verdad. Pero en lugar de eso, simplemente me besa de nuevo,
suave y dulce.
—Vamos a la cama —susurra contra mis labios—. Deja que cuide de ti.
Y lo hago. Dejo que me lleve a la cama, que me desvista con manos
gentiles, que me haga olvidar todo excepto su toque, su aroma, la sensación
de su piel contra la mía.
Porque sé, con una certeza que me asusta, que haré cualquier cosa para
protegerlo. Incluso si eso significa ir en contra de todo lo que siempre he
creído. Incluso si eso significa traicionar la memoria de mis padres.
Porque Aleksander... él lo es todo para mí ahora. Y no puedo, no voy a
perderlo. No importa el costo. No importa si tengo que quemar el mundo
entero para mantenerlo a salvo.
Él es mi elección. Él siempre será mi elección. Y que Dios me ayude,
porque no sé cómo voy a sobrevivir si alguna vez tengo que elegir entre él y
mi deber.
Pero por ahora, en la oscuridad de nuestra habitación, con su cuerpo
enredado con el mío, puedo fingir que todo está bien. Puedo fingir que
somos solo dos amantes, sin pasado ni futuro, solo el presente.
Y ruego, con cada fibra de mi ser, que, de alguna manera, de alguna
forma, pueda encontrar una manera de que este presente dure para siempre.
Porque no sé cómo voy a vivir sin él. No sé cómo volver a ser quien era
antes de conocerlo.
Aleksander me ha cambiado, me ha hecho querer vivir. Y no puedo, no
quiero, volver atrás.
ALEKSANDER
Me estoy volviendo loco. No sé lo que Jackson siente por mí. ¿Es solo
atracción? ¿Siente algo más? Porque yo estoy colado hasta las trancas por él
y me estoy planteando seriamente la posibilidad de abandonarlo todo. De ir
a donde mi hermano y decirle que soy gay. De atreverme por una vez a vivir
como soy de verdad. Pero no encuentro el valor de decirle nada a Jackson.
Estos pensamientos me persiguen mientras nos dirigimos a una de las
oficinas de Dmitry en el centro de la ciudad para organizar la siguiente cita
con Joaquín que será en un par de días en los muelles. Vamos a hacer lo que
será nuestro primer negocio juntos: una compra de contenedores de ropa en
los que dentro de algunos bolsillos vienen cosidos diamantes.
La oficina es un lugar que conozco bien, habiendo visitado a mi hermano
aquí muchas veces a lo largo de los años. Es un espacio elegante y
moderno, con grandes ventanales que ofrecen una vista impresionante de la
ciudad. Los muebles son de líneas limpias y colores sobrios, reflejando la
personalidad de Dmitry: eficiente, organizado, sin espacio para frivolidades.
Cuando llegamos, Dmitry ya está allí, junto con todo nuestro equipo.
Sarah está discutiendo posibles rutas de escape con el resto en caso de que
algo salga mal. Sus ojos brillan con una mezcla de excitación y
concentración mientras traza líneas en un mapa de los muelles.
—Podríamos colocar cargas aquí y aquí —sugiere, señalando dos puntos
—. Eso nos daría una distracción si necesitamos salir rápido.
Darren está repasando los protocolos de emergencia. Su rostro es serio
mientras enumera los suministros médicos que necesitaremos tener a mano.
—Esperemos no necesitarlos —dice—. Pero es mejor estar preparados.
Los gemelos, Tim y Tom, están estudiando los planos de los muelles,
identificando posibles puntos de emboscada. Sus dedos se mueven en
perfecta sincronía mientras señalan diferentes áreas.
—Este contenedor proporcionaría una buena cobertura —comenta Tim.
—Sí, pero también podría ser una trampa —responde Tom—. Tendremos
que estar atentos.
Lucas está configurando un sistema de comunicación encriptado para que
podamos estar en contacto en todo momento. Sus dedos vuelan sobre el
teclado, sus ojos fijos en la pantalla.
—Nadie podrá interceptar nuestras comunicaciones —afirma con
confianza—. Estaremos conectados en todo momento.
Y Mike está planificando sus posiciones para tener la mejor vista del
intercambio. Estudia las fotografías aéreas de los muelles con ojo crítico.
—Aquí —dice, señalando un punto—. Esta posición me dará una visión
clara de todo el área.
Jackson y yo nos unimos a la discusión, aportando nuestras propias ideas
y preocupaciones. Sugiero usar nuestros dibujos de los muelles para
identificar posibles rutas de escape, una habilidad que he perfeccionado
durante nuestro entrenamiento. Jackson propone tener un plan de
contingencia en caso de que Joaquín traiga refuerzos inesperados.
A pesar de la seriedad de la situación, no puedo evitar sentir una emoción
al estar incluido en este proceso, al ser tratado como un igual por mi
hermano y su equipo. Es como si finalmente estuviera encontrando mi
lugar, mi propósito.
Repasamos el plan una y otra vez, asegurándonos de que cada detalle esté
cubierto. Joaquín es conocido por su astucia y su paranoia, por lo que
tenemos que estar preparados para cualquier eventualidad. Acordamos un
código de palabras para usar si algo parece ir mal: «tiempo» significará que
abortamos la misión, «cielo» querrá decir que todo va según lo planeado.
Establecemos múltiples puntos de encuentro en caso de que necesitemos
separarnos: el parque cerca de los muelles, la estación de tren abandonada,
el almacén en las afueras de la ciudad.
A lo largo de la reunión, me encuentro mirando a Jackson, admirando la
confianza con la que habla, la autoridad que emana. Él nota mis miradas y
me ofrece pequeñas sonrisas, gestos sutiles que hacen que mi corazón se
acelere. En un momento, cuando todos están concentrados en el mapa, él
pone su mano sobre la mía bajo la mesa y le da un suave apretón. Es un
gesto pequeño, pero significa el mundo para mí.
Cuando finalmente tenemos un plan sólido, Dmitry da por terminada la
reunión. Mientras todos se dispersan para prepararse, mi hermano me pide
que me quede un momento.
—¿Cómo lo estás llevando, Alek? —pregunta, su voz suave con
preocupación. Pone una mano sobre mi hombro, un gesto de afecto que me
sorprende—. Sé que todo esto es nuevo para ti.
—Estoy bien, Dmitry —respondo, tratando de sonar más seguro de lo
que me siento—. De verdad. Quiero hacer esto, quiero ser parte de esto.
Dmitry me mira por un largo momento, como si estuviera buscando algo
en mi rostro. Sus ojos, tan parecidos a los míos, parecen ver a través de mí.
—Has crecido, Alek —dice finalmente—. Ya no eres el niño que solía
perseguirme por toda la casa. Estoy orgulloso de ti, ¿sabes? Has
evolucionado mucho en estos últimos meses.
Sus palabras me conmueven y me asustan a partes iguales. Orgulloso de
mí, dice. Pero, ¿seguiría estándolo si supiera la verdad sobre mí? ¿Si
supiera a quién amo realmente?
Antes de que pueda responder, Jackson aparece en la puerta, informando
que el coche está listo para llevarnos de vuelta a la base. Dmitry nos
despide con un asentimiento y un recordatorio de estar alertas.
—Nos vemos —se despide, su mirada fija en mí—. Y cuida de mi
hermano, Jackson.
Jackson asiente solemnemente, como si estuviera aceptando una misión
sagrada.
—Con mi vida —promete.
El viaje de vuelta es silencioso, cargado de una tensión que no sé cómo
romper. Quiero hablar con Jackson, decirle lo que siento, pero las palabras
se atoran en mi garganta. En su lugar, miro por la ventana, viendo sin ver
realmente cómo la ciudad pasa en un borrón de luces y sombras.
Cuando llegamos a la base, todos nos reunimos para cenar. Es un ritual
que hemos desarrollado, un momento para relajarnos y conectarnos antes de
una misión. La cocina está llena del aroma de la comida y el sonido de las
risas y las conversaciones.
Sarah y Darren están enfrascados en un debate sobre la última película
que vieron, sus voces alzándose y cayendo con animación.
—Te digo que el final no tenía sentido —insiste Sarah, gesticulando con
su tenedor.
—Claro que sí —argumenta Darren—. Solo tienes que leer entre líneas.
Mientras tanto, Tim y Tom están compitiendo para ver quién puede
comer más raviolis, sus platos apilándose peligrosamente alto.
—Ríndete, hermano —dice Tim con la boca llena—. Nunca podrás
ganarme.
—Eso ya lo veremos —responde Tom, metiéndose otro ravioli en la
boca.
Lucas está tecleando furiosamente en su ordenador portátil, sin duda
hackeando algún sistema o creando algún nuevo programa. De vez en
cuando, suelta una risa triunfal o murmura algo ininteligible.
Mike, por su parte, está limpiando meticulosamente su rifle, un proceso
que parece casi meditativo. Sus manos se mueven con precisión y cuidado,
como si estuviera manipulando algo infinitamente precioso.
Y luego está Jackson, sentado a mi lado, su pierna rozando la mía bajo la
mesa. Su presencia es un consuelo, un ancla en medio de la incertidumbre
que siento.
En un momento dado, me besa delante de todos de forma mecánica,
como si fuera la cosa más natural del mundo. Nos quedamos mirando el
uno al otro, y yo me asusto por su reacción. El mundo se detiene por un
segundo.
Pero para mi sorpresa, los demás nos aplauden y nos dicen que ya era
hora.
—Ya estábamos preguntándonos cuándo ibais a dejar de fingir que no
estabais locos el uno por el otro —bromea Sarah, guiñándome un ojo.
Siento mis mejillas arder, pero también una ola de felicidad me invade.
Esta gente, este equipo... ellos me aceptan. Nos aceptan a Jackson y a mí,
sin juicio, sin condiciones.
En ese instante, me siento inmensamente feliz. Jamás me había
imaginado que esta pudiera ser mi vida. Estar rodeado de personas que me
entienden, a los que les gusto por quien soy. Y tener a Jackson a mi lado,
sin tener que esconder lo que sentimos.
Pero a medida que la noche avanza y nos retiramos a nuestras
habitaciones, la duda vuelve a acecharme. ¿Qué siente realmente Jackson?
¿Podría alguna vez corresponder a la profundidad de mis sentimientos?
En la soledad de mi habitación, me permito imaginar un futuro donde
puedo decirle a Jackson que lo quiero. Donde puedo enfrentar a Dmitry y
decirle la verdad sobre mí. Es un pensamiento aterrador, pero también
liberador. Porque por primera vez, puedo imaginar un futuro donde no
tengo que esconderme, donde puedo amar y ser amado abiertamente.
Sé que no será fácil. Sé que habrá obstáculos y dolor en el camino. Pero
mirando a Jackson, viendo la ternura en sus ojos cuando me mira... creo que
podría valer la pena.
Me acerco a la ventana, mirando hacia la noche estrellada. En algún lugar
ahí fuera, está el futuro que anhelo. Un futuro donde puedo ser yo mismo,
sin miedo, sin vergüenza.
Quizás, solo quizás, este amor que siento podría ser mi salvación en lugar
de mi condena. Y con ese pensamiento, me permito soñar con un mañana
más brillante. Un mañana donde Jackson y yo podemos caminar de la mano
bajo la luz del sol, sin sombras, sin secretos.
Es un sueño hermoso. Y por primera vez en mi vida, siento que podría
hacerse realidad.
CAPÍTULO 23
JACKSON
JACKSON
Si pensaba que la noche no podía torcerse más después de que nos atacasen,
estaba muy equivocado.
Veo la furgoneta de Marcus aparcada frente a la base cuando llegamos.
Mi estómago se retuerce y un mal presentimiento me invade. Es como si el
vehículo fuera un presagio, un heraldo de malas noticias. Las luces de los
faros cortan la oscuridad, proyectando sombras siniestras en las paredes del
edificio.
Ayudo a Darren a sacar a Lucas del vehículo, su sangre empapa mi
camiseta, pegajosa y caliente contra mi piel. El olor metálico llena mis
fosas nasales, un recordatorio constante de lo cerca que hemos estado de
perderlo. Lucas gime de dolor mientras lo movemos, el sonido desgarrador
en el silencio de la noche.
Aleksander nos sigue, su rostro pálido bajo las luces fluorescentes. Hay
una tensión en sus hombros, una preocupación en sus ojos que me parte el
corazón. Quiero decirle que todo va a estar bien, quiero abrazarlo y no
soltarlo nunca. Pero no hay tiempo para eso ahora. Tenemos que ocuparnos
de Lucas. Y yo tengo que enfrentarme a Marcus.
Entramos en la base, el aire cargado de tensión. Cada paso resuena en los
pasillos vacíos, un eco siniestro que parece presagiar problemas. Marcus
está de pie en medio de la sala, sus brazos cruzados, su rostro una máscara
de piedra. La luz arroja sombras duras en sus facciones, haciéndolo parecer
aún más intimidante.
—Jackson —dice, su voz fría como el hielo—. Tenemos que hablar.
Miro a Aleksander, quien asiente, sus ojos llenos de preocupación. Puedo
ver las preguntas en su mirada, la confusión. No sabe quién es Marcus y no
estoy seguro de poder decírselo. Me mata tener que dejarlo, especialmente
ahora, pero sé que no tengo elección.
—Ve —susurra, su voz apenas audible sobre el latido de mi corazón—.
Yo me quedo con Lucas.
Me acerco a Marcus, mi corazón martilleando en mi pecho. Cada paso se
siente como una sentencia, un camino hacia un destino que no quiero
enfrentar. Él me lleva a una habitación aparte, cerrando la puerta detrás de
nosotros. El clic de la cerradura suena como un disparo en el silencio.
—¿Qué demonios está pasando, Jackson? No me habías dicho nada de
que Dmitry iba a hacer un trato con Joaquín. Ese mafioso español es otro de
nuestros objetivos. Cuando acabemos con los Novikov lo atraparemos a él
—gruñe, sus ojos ardiendo de furia. Da un paso hacia mí, su presencia
imponente llenando la pequeña habitación—. ¿Te has olvidado de tu
misión? ¿De por qué estás aquí?
Trago saliva, mi boca repentinamente seca. Mi mente da vueltas,
buscando una respuesta, una explicación. Pero ¿cómo puedo explicar lo que
ni siquiera yo entiendo completamente? ¿Cómo puedo poner en palabras la
complejidad de lo que siento por Aleksander?
—No, señor —comienzo, pero mi voz se quiebra. Puedo sentir el sudor
corriendo por mi espalda, mis manos temblando a mis costados.
No quiero que se entere de lo que siento por Aleksander o lo pondré en
peligro.
—No me mientas —me interrumpe, dando otro paso hacia mí. Está tan
cerca ahora que puedo sentir su aliento en mi cara, ver la furia en sus ojos
—. ¿Acaso te crees que soy tonto? ¿Qué no me pareció extraño cómo
actuaste en nuestra cita anterior? He visto cómo miras a Aleksander. Cómo
te comportas a su alrededor. No estás haciendo tu trabajo, estás involucrado
con él.
Siento como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago. El aire
abandona mis pulmones, mi visión se nubla en los bordes. ¿Tan obvio he
sido? ¿Tan transparente son mis sentimientos? Pensé que había sido
cuidadoso, que había mantenido la distancia cuando estábamos fuera de mi
círculo seguro. Pero parece que he subestimado a Marcus, he subestimado
su capacidad para ver a través de mí.
—Tienes dos días, Jackson —dice Marcus, su voz baja y amenazante. Se
inclina hacia mí, su rostro a centímetros del mío—. Dos días para conseguir
la información que necesitamos. Si no lo haces, estás fuera. ¿Entendido?
Pondré a otro agente en tú lugar.
Me asaltan unas ganas casi incontrolables de matarlo. De hacer lo que sea
para que Aleksander no esté en peligro. Pero me doy cuenta a tiempo de
que sería la peor opción.
Asiento, incapaz de hablar. Mi garganta se siente cerrada, mi lengua
pesada en mi boca. Marcus me da una última mirada antes de salir de la
habitación, dejándome solo con mis pensamientos. El sonido de la puerta
cerrándose es como una sentencia, un último clavo en mi ataúd.
Me paso las manos por el pelo, mi mente acelerada. ¿Qué voy a hacer?
No puedo perder a Aleksander. La idea de una vida sin él, de un futuro sin
su luz, es insoportable. Él se ha convertido en mi todo, en mi razón para
respirar. Perderlo sería como perder una parte de mí mismo.
Pero tampoco puedo abandonar la misión. No después de todo lo que
hemos pasado, de todo lo que hemos sacrificado durante estos años. De la
promesa que me hice a mí mismo de acabar con todos los mafiosos. Mi
equipo cuenta conmigo, el FBI cuenta conmigo. Si me retiro ahora, si dejo
que mis sentimientos nublen mi juicio, estaré fallándoles a todos. Estaré
tirando por la borda todo por lo que hemos trabajado.
Salgo de la habitación, mis piernas temblorosas. El pasillo parece más
largo de lo que recordaba, las paredes cerrándose sobre mí. Aleksander está
esperándome, su rostro lleno de preocupación. Cuando me ve, se acerca
rápidamente, sus manos buscando las mías.
—¿Estás bien? ¿Quién era es hombre? —pregunta, su voz suave y llena
de preocupación. Sus ojos buscan los míos, tratando de leer en ellos, de
entender lo que está pasando.
Quiero decirle la verdad. Quiero contarle todo, aquí y ahora. Quiero
confesarle cada secreto, cada mentira.
Pero las palabras se atoran en mi garganta. No puedo hacerlo. No todavía.
No puedo ponerlo en peligro, no puedo arriesgar su seguridad. Si Marcus
descubre la verdad, si se entera de cuánto significa Aleksander para mí... no
quiero ni pensar en lo que podría hacer.
—Sí —miento, forzando una sonrisa. Siento como si mi cara fuera a
quebrarse por el esfuerzo, como si mi corazón fuera a estallar en mi pecho
—. Todo está bien. Vamos a ver cómo está Lucas —respondo cambiando de
tema. No quiero contarle quién es Marcus.
Aleksander me mira por un largo momento, como si pudiera ver a través
de mi fachada, como si pudiera sentir la tormenta que ruge dentro de mí.
Pero finalmente asiente, apretando mi mano una última vez antes de
soltarla. Y agradezco que no quiera forzarme. Ahora mismo necesito estar a
su lado para sentir que todo está bien antes de ser capaz de tomar ninguna
decisión.
Mientras caminamos por el pasillo, mi mente sigue dando vueltas.
Necesito un plan. Necesito encontrar una manera de salir de esta situación.
Necesito una forma de proteger a Aleksander, de mantenerlo a salvo de las
consecuencias de mis acciones.
Pero por ahora, todo lo que quiero es abrazarlo. Sentirlo cerca, respirar su
aroma, perderme en su calor. Quiero olvidarme del mundo exterior, de
Marcus, de la misión. Quiero fingir, aunque sea por un momento, que todo
está bien. Que somos solo dos personas que están juntas, sin
complicaciones ni secretos.
Solo una noche más, me digo a mí mismo. Una noche más antes de que
todo cambie. Una noche más para atesorar su toque, su risa, la forma en que
me mira como si yo fuera su mundo entero.
Una noche más antes de que la verdad salga a la luz. Antes de que tenga
que enfrentar las consecuencias de mis mentiras, antes de que tenga que
mirarlo a los ojos y ver el dolor y la traición en ellos.
Pero por ahora, me aferro a él como un hombre que se ahoga se aferra a
un salvavidas. Porque eso es lo que es Aleksander para mí: mi salvavidas,
mi ancla en la tormenta, mi luz en la oscuridad.
Y haré lo que sea necesario para protegerlo. Incluso si eso significa
sacrificar todo lo demás. Incluso si eso significa perderme a mí mismo en el
proceso.
Porque él lo vale. Él siempre lo valdrá.
ALEKSANDER
ALEKSANDER
ALEKSANDER
JACKSON
JACKSON
ALEKSANDER
ALEKSANDER
JACKSON
ALEKSANDER
Miro atónito cómo mi hermano Dmitry agarra a Lucía del brazo y la mete
en la furgoneta para esconderla antes de que llegue el agente. La escena se
desarrolla ante mis ojos como en cámara lenta, cada movimiento, cada
gesto, grabándose en mi memoria con una claridad cristalina. El aire a
nuestro alrededor parece cargado de electricidad, de una tensión que hace
que cada pelo de mi cuerpo se erice.
¿Qué está pasando? ¿Por qué no deja que se la lleve el FBI? Los
pensamientos se arremolinan en mi mente, un torbellino de confusión y
preocupación. Trato de captar la mirada de Dmitry, de buscar en sus ojos
alguna explicación, alguna pista de sus motivaciones. Pero él mantiene su
mirada fija en Lucía, su expresión una máscara de determinación y algo
más, algo que no puedo descifrar del todo.
Me quedo alucinado al ver la forma en que la mira, con una intensidad
que nunca antes había visto en sus ojos. Es como si estuviera fascinado por
ella, como si no pudiera apartar la vista. Hay una tensión en su postura, una
energía apenas contenida que irradia de él en oleadas. Es desconcertante,
ver a mi hermano, normalmente tan frío y controlado, tan visiblemente
afectado por esta chica.
Me acerco a él, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Necesito
respuestas, necesito entender qué está sucediendo. Pongo una mano en su
hombro, tratando de captar su atención.
—Dmitry, ¿qué...?
Pero no puedo terminar la frase. Porque en ese momento, como una
tormenta que estalla en un cielo claro, aparece Marcus para recoger a
Joaquín Montero, que se retuerce en el suelo gritando como un poseso. Su
voz es un rugido, un sonido animal lleno de rabia y desesperación.
—¡Me has vendido, cabrón! ¡Te juro que te mataré! —le espeta a mi
hermano, sus ojos brillando con un odio ardiente.
Pero Dmitry lo mira impasible, su rostro una máscara de hielo. No hay
miedo en su expresión, no hay duda. Solo una resolución inquebrantable,
una determinación que parece tallada en piedra.
Los agentes que han venido con Marcus se llevan a Joaquín a rastras, sus
gritos y amenazas resonando en el aire de la noche. Es un espectáculo
lamentable, ver a este hombre, una vez tan poderoso y temido, reducido a
nada más que un animal acorralado.
Marcus se coloca frente a nosotros. La tensión en el aire es palpable, una
presencia casi física que parece presionar contra mi piel. Miro a Jackson,
buscando en su rostro alguna señal, algún indicio de lo que está por venir.
Pero su expresión es ilegible, una máscara de calma que no revela nada.
Marcus se gira hacia Jackson, sus ojos ardiendo con un desprecio que no
se molesta en ocultar. Su voz es baja y peligrosa, cada palabra afilada como
un cuchillo.
—Me avergüenzo de ti, Jackson. Aliarte con estos mafiosos... Has caído
muy bajo.
Pero Jackson le sostiene la mirada sin inmutarse, su postura recta y
orgullosa. No hay vergüenza en sus ojos, no hay arrepentimiento. Solo una
convicción inquebrantable, una lealtad que trasciende las fronteras de la ley
y la moral.
—Me importa una mierda lo que pienses de mí, Marcus —responde, su
voz firme y segura—. Mientras mantengas el trato que hemos hecho:
Joaquín Montero a cambio de dejar en paz a los Novikov.
Puedo ver la lucha en el rostro de Marcus, la ira batallando con la
necesidad de mantener su palabra. Aprieta los dientes, el músculo de su
mandíbula tensándose bajo la piel. Pero finalmente, a regañadientes,
asiente.
—Vas a arrepentirte de esto, Jackson —escupe, cada palabra cargada de
veneno—. Estás jodiéndote la vida.
Luego se dirige a Sarah, Tim, Tom, Darren y Lucas, que han estado
observando la escena en silencio. Puedo ver la tensión en sus posturas, la
anticipación en sus ojos. Están listos para lo que sea, listos para seguir a
Jackson hasta el fin del mundo si es necesario.
—Vosotros, venid conmigo —ordena Marcus, su tono no dando lugar a
discusión—. La misión ha terminado.
Pero ellos no se mueven. Ni un músculo se contrae, ni una mirada vacila.
Es Sarah la que habla, su voz firme y decidida, resonando en el silencio de
la noche.
—Nosotros estaremos donde esté nuestro líder. Y ese es y siempre será
Jackson.
Los demás asienten, un gesto de solidaridad y lealtad. Puedo ver el
orgullo en los ojos de Jackson, la gratitud. Estos son más que su equipo, son
su familia. Y la familia nunca se abandona.
Marcus suelta una maldición, su rostro retorciéndose de rabia. Sabe que
ha perdido, que no hay nada que pueda hacer para cambiar sus mentes. Con
una última mirada de desprecio, se larga de allí, sus pasos resonando en el
pavimento.
Cuando nos quedamos solos, hay un momento de silencio, cargado de
emoción. Es como si todos estuviéramos conteniendo el aliento, asimilando
lo que acaba de suceder, lo que significa para nuestro futuro.
Miro a mi alrededor, a estas personas que se han convertido en mi
familia. A Sarah, con su fuerza y su fuego. A Tim y Tom, con su lealtad
inquebrantable. A Darren, con su calma y su compasión. A Lucas, con su
brillantez y su valentía. Y a Jackson... mi Jackson. Mi roca, mi hogar, mi
todo.
Jackson me rodea con su brazo, atrayéndome hacia él. Me apoyo en su
fuerza, sintiéndome seguro, protegido. Su calor me envuelve, un escudo
contra el mundo exterior y todos sus peligros. En este momento, en este
instante de paz después de la tormenta, sé que mientras lo tenga a él,
mientras tenga a esta familia, puedo enfrentar cualquier cosa.
—Siempre juntos —dice Darren, su voz suave pero llena de convicción.
Y todos asentimos, un acuerdo silencioso, un pacto sellado con miradas y
sonrisas. Porque eso es lo que somos. Juntos. Unidos por algo más fuerte
que la sangre, más fuerte que la ley.
Es una promesa, un juramento. Pase lo que pase, nos tenemos los unos a
los otros. En los buenos tiempos y en los malos, en la luz y en la oscuridad.
Somos una familia, y la familia permanece unida.
Siempre.
Y eso, al final, es lo que importa. No las misiones, no las batallas, no las
victorias o las derrotas. Sino los lazos que nos unen, el amor que
compartimos.
Eso es lo que nos hace fuertes. Eso es lo que nos hace invencibles.
Y mientras estemos juntos, mientras nos tengamos los unos a los otros...
no hay nada que no podamos superar.
Nada en absoluto.
CAPÍTULO 30
ALEKSANDER
Dos días después del asalto quedo con Dmitry para comer y ponernos al
día. El restaurante es elegante, con manteles blancos y copas de cristal que
reflejan la luz de las lámparas de araña. El ambiente es sofisticado, con un
suave murmullo de conversaciones y el tintineo de los cubiertos contra la
porcelana. Pero a pesar del ambiente refinado, siento un nudo en el
estómago mientras espero a mi hermano, una tensión que se enrosca en mis
entrañas como un resorte a punto de saltar.
Cuando Dmitry llega, me abraza con fuerza, sus brazos envolviéndome
en un apretón casi desesperado. Es como si temiera que fuera a desaparecer
en cualquier momento, como si necesitara asegurarse de que soy real, de
que estoy aquí. Puedo sentir la emoción en su abrazo, el amor y la
preocupación que irradia de él en oleadas.
Nos sentamos en nuestra mesa, el camarero tomando nuestros pedidos
con eficiencia discreta. Pero, aunque la comida huele deliciosa, aunque el
vino es de la mejor cosecha, apenas puedo probar un bocado. Las palabras
se atoran en mi garganta, un nudo de emociones que amenaza con
ahogarme. ¿Cómo decirle a mi hermano, a la persona que me ha protegido
toda mi vida, que quiero dejar atrás todo lo que conocemos? ¿Cómo
explicarle que necesito encontrar mi propio camino, incluso si eso significa
alejarme de él?
—Dmitry... —comienzo, mi voz temblando ligeramente. Mis manos se
crispan alrededor de mi servilleta, mis nudillos blancos por la tensión—.
Tengo algo que decirte.
Él me mira, sus ojos azules penetrantes, como si pudiera ver a través de
mí, directamente a mi alma. Hay una intensidad en su mirada que casi me
hace encogerme, una fuerza que siempre me ha asombrado y atemorizado a
partes iguales. Pero también hay amor allí, una preocupación profunda y
duradera que sé que nunca desaparecerá.
Espera, paciente, mientras reúno el valor, mientras lucho por encontrar
las palabras adecuadas. El silencio entre nosotros está cargado de
anticipación, de un peso que casi puedo sentir físicamente.
—Quiero... quiero abandonar esta vida —suelto finalmente, las palabras
precipitándose fuera de mí en un torrente incontrolable—. Quiero estar con
Jackson, vivir con su equipo.
El silencio que sigue es ensordecedor, un vacío que parece absorber todo
el sonido del restaurante. Puedo ver las emociones cruzar el rostro de
Dmitry, cada una tan clara como si estuviera escrita en letras brillantes.
Sorpresa, como si nunca hubiera considerado que yo pudiera querer algo
diferente a esta vida. Dolor, un dolor profundo y desgarrador, como si mis
palabras fueran cuchillos clavándose en su corazón. Y finalmente,
comprensión, una aceptación resignada que es casi más dolorosa que
cualquier otra cosa.
Aprieta los labios, y sé que está luchando con sus propias emociones,
tratando de mantener el control en un momento en que todo parece
desmoronarse. Sus manos se aprietan en puños sobre la mesa, los tendones
sobresaliendo bajo su piel.
—Alek... —dice finalmente, su voz ronca con una emoción que rara vez
permite que se muestre. Hay una vulnerabilidad en su tono que me roba el
aliento, una apertura que es tan rara como preciosa—. Siempre he sabido
que no pertenecías a este mundo. Eres demasiado bueno, demasiado puro
para esto, para la oscuridad en la que vivimos.
Siento las lágrimas picar en mis ojos, la emoción atenazando mi garganta.
Es un reconocimiento que nunca esperé, una validación de los sentimientos
que he llevado conmigo toda mi vida. Dmitry extiende su mano sobre la
mesa, cubriendo la mía, su palma cálida y firme contra mi piel.
—Si esto es lo que quieres, lo que te hará feliz... entonces tienes mi
bendición —dice, y puedo escuchar el dolor en su voz, la lucha que cada
palabra representa. Pero también hay amor allí, un amor tan profundo y tan
fuerte que casi me quita el aliento—. Todo lo que siempre he querido es tu
felicidad, hermanito. Incluso si eso significa dejarte ir.
Aprieto su mano, tratando de transmitir todo mi amor, toda mi gratitud,
en ese simple gesto. Las palabras parecen inadecuadas, demasiado pequeñas
para abarcar la inmensidad de lo que siento en este momento. Sé lo difícil
que es para él dejarme ir, permitirme alejarme de la única vida que hemos
conocido. Sé el sacrificio que está haciendo, la parte de sí mismo que está
renunciando por mí.
Cuando miro a sus ojos veo algo más allí. Un anhelo, una soledad que
nunca antes había notado, escondida detrás de su fachada de fuerza y
control. Y me doy cuenta, con un sobresalto, de que Dmitry ansía lo que yo
he encontrado. Ansía tener a alguien a su lado, alguien que lo mire como yo
miro a Jackson. Como si fuera lo más importante en el mundo, la única luz
en un mar de oscuridad.
Mi corazón se aprieta por mi hermano, por el vacío que sé que siente, el
vacío que siempre ha estado allí, pero que ha mantenido cuidadosamente
oculto. Una parte de mí quiere alcanzarlo, quiere prometerle que nunca lo
dejaré, que siempre estaré a su lado.
Pero también sé que este es mi camino, mi elección. Es algo que necesito
hacer, no solo por Jackson, sino por mí mismo. Necesito descubrir quién
soy fuera de este mundo, fuera de la sombra de mi hermano y de la
reputación de nuestra familia.
Y mientras Dmitry me mira con una sonrisa triste, una sonrisa que no
quite llegar a sus ojos, sé que él lo entiende también. Entiende que esto no
es un adiós, no es un final. Es un nuevo comienzo, un nuevo capítulo en
nuestras vidas.
—Te visitaré —prometo, mi voz firme a pesar de las lágrimas que
amenazan con caer—. Entre misión y misión, siempre tendremos tiempo
para vernos. Eres mi hermano, Dmitry, y eso nunca cambiará.
Él asiente, una sola inclinación de cabeza que transmite más que
cualquier palabra podría. Y en ese momento, en medio del restaurante
elegante con su bullicio y su brillo, siento un cambio entre nosotros. No es
una ruptura, sino una evolución, un paso hacia algo nuevo y desconocido.
Terminamos nuestra comida en un silencio cómodo, cada uno perdido en
sus propios pensamientos, en sus propias esperanzas y miedos para el
futuro. Y cuando nos despedimos fuera del restaurante, cuando Dmitry me
atrae para un último abrazo, sé que todo estará bien.
Porque no importa dónde esté o qué haga, siempre tendré a mi hermano.
Y él siempre me tendrá a mí.
Unas horas más tarde, estoy recogiendo mis cosas en el ático,
preparándome para mi nueva vida. Cada elemento que guardo está cargado
de recuerdos, de momentos de risa y de lágrimas, de amor y de dolor.
Es entonces cuando escucho la puerta abrirse, cuando siento una
presencia familiar a mis espaldas. Me giro y allí está Jackson, de pie en la
entrada, su figura alta y fuerte llenando el espacio.
—¿Estás listo? —pregunta, su voz suave y llena de emoción.
Asiento, una sonrisa extendiéndose por mi rostro a pesar de las lágrimas
que pican en mis ojos. Estoy listo, más listo de lo que nunca he estado en
mi vida.
Jackson se acerca, sus brazos envolviéndome en un abrazo que se siente
como un hogar. Entierro mi rostro en su pecho, respirando su aroma,
permitiendo que su fuerza me inunde.
—Te amo —susurro contra su piel—. Más que a nada en este mundo.
—Y yo te amo a ti —responde, sus labios presionando un beso en mi
frente—. Para siempre, Alek. Para siempre.
Cuando he recogido todo salimos de mi habitación y nos encontramos
con mi hermano.
Jackson da un paso adelante, encontrándose con la mirada de mi Dmitry
sin vacilar.
—Dmitry —dice, su voz firme y llena de convicción—. Te prometo que
cuidaré de Alek mejor que nadie. Él es mi vida ahora, mi todo. Nunca
dejaré que nada le pase.
Dmitry lo mira por un largo momento, como si estuviera evaluando su
alma. Finalmente, asiente, un gesto de aceptación y de respeto.
—Sé que lo harás —responde—. Porque si no, te perseguiré hasta los
confines de la tierra. Alek es mi hermano, mi familia. Y la familia lo es
todo.
Jackson asiente, un entendimiento pasando entre ellos. Es un momento
solemne, un pacto sellado no con palabras, sino con miradas y con el amor
que ambos sienten por mí.
Me acerco a Dmitry, abrazándolo una última vez. Las lágrimas corren
libremente ahora, pero son lágrimas de amor, de gratitud.
—Te quiero, Dmitry —susurro—. Siempre serás mi hermano, mi
protector. Nada cambiará eso.
Él me aprieta con fuerza, como si quisiera grabar este momento en su
memoria para siempre.
—Y tú siempre serás mi hermanito —responde, su voz ronca con la
emoción—. Mi Alek. Mi luz en la oscuridad.
Nos separamos, compartiendo una última sonrisa, una última mirada que
dice todo lo que las palabras no pueden. Y luego, con Jackson a mi lado,
salgo por la puerta, hacia un nuevo capítulo, una nueva vida.
Una vida de mi propia elección, una vida llena de amor y de esperanza.
Y sé, con una certeza que roza lo espiritual, que no importa dónde me
lleve este camino, siempre tendré un hogar al que regresar.
Siempre tendré a mi hermano. Y siempre tendré a Jackson.
Mi familia. Mi corazón.
Mi todo.
EPÍLOGO
DMITRY
FIN
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SOBRE LA AUTORA
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