03 Corazón de Mentiras - Olivia Darcy

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 225

CORAZÓN DE MENTIRAS

CORAZONES DE LA MAFIA
LIBRO 3
OLIVIA DARCY
ÍNDICE
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
EPÍLOGO
Copyright © 2024 por Olivia Darcy
Reservados todos los derechos.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse de ninguna forma ni por
ningún medio electrónico o mecánico, incluidos los sistemas de
almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso por escrito
del autor, excepto para el uso de citas breves en una reseña del libro.
Me gusta escribir y me gusta que me lean, y me encantaría que me siguieras
en Amazon para estar al tanto de mis lanzamientos.

Y millones de gracias por tener este libro entre tus manos.


Escanea el código QR

O pulsa AQUI
PRÓLOGO

ALEKSANDER

PRESENTE
Debería estar feliz, maldita sea.
Es un momento precioso, ¿no? La celebración de una nueva vida, de un
amor... Y aquí estoy yo, sintiendo cómo la amargura me corroe por dentro.
Porque sé que todo esto, toda esta dichosa felicidad familiar, es algo que
nunca voy a tener.
Miro alrededor de la sala, viendo las caras sonrientes, los globos de
colores, y siento que me ahogo. Elena está radiante, acariciando su barriga
mientras abre otro regalo. Chiara y Enzo no dejan de mirarse como si
fueran los únicos en la habitación. Y yo... yo solo quiero desaparecer.
Apenas tenía doce años cuando me di cuenta de que era diferente. De que
no me gustaban las mismas chicas que a mis amigos. De hecho, meses
después, me di de bruces con la realidad: no me gustaban las mujeres en
absoluto. Me aterroricé. No solo por ser diferente, sino porque, incluso a
esa edad, ya sabía que en mi mundo eso era prácticamente una sentencia de
muerte.
Y ahora, años después, sigo con el mismo miedo metido en los huesos.
¿Qué pasaría si se enteraran? ¿Si mi hermano lo supiera? Dmitry, el temible
Pakhan, teniendo a alguien como yo en la familia. Seguro que me mandaría
al fondo del maldito lago Michigan con zapatos de cemento antes de que
pudiera explicarme.
Mis ojos se desvían, casi sin querer, hacia Jackson. Está de pie en una
esquina, vigilante como siempre. Demonios, es como si lo hubieran sacado
directamente de mis sueños más profundos. Esos brazos que podrían
partirme en dos, esa mirada que parece atravesarme... Es todo lo que me
atrae en esta vida.
Dice que va a enseñarme a protegerme. Ja. ¿Cómo demonios voy a
protegerme de él? De esos ojos que me dejan sin aliento, de esa voz que
hace que me tiemblen las rodillas. ¿Cómo voy a comportarme como si nada
cuando lo único que quiero es...?
Maldición. Nuestras miradas se cruzan y siento que el mundo se para.
Hay algo en sus ojos, algo que no puedo descifrar. ¿Sospecha? ¿Lo sabe? El
pánico me invade y aparto la vista rápidamente, sintiendo cómo el sudor me
empapa la espalda.
Estoy harto. Harto de tener miedo, de sentirme constantemente en
peligro. De no poder ser yo mismo. De desear algo que sé que nunca podré
tener.
—¿Estás bien, Aleksander? —La voz de Chiara me saca de mis
pensamientos. Me mira con preocupación y yo fuerzo una sonrisa.
—Claro. Solo estoy un poco cansado.
Mentira. Estoy terriblemente aterrorizado. Porque sé que en cualquier
momento puedo cometer un error. Una mirada demasiado larga, un roce
accidental... Y todo se irá al traste.
Pero lo peor de todo es que una parte de mí ya no quiere esconderse. Una
parte de mí quiere mandarlo todo al demonio y gritar la verdad. Quiere
acercarse a Jackson y devorarlo, joder.
Pero no puedo. No solo porque estoy seguro de que me rechazaría, sino
porque en este mundo, en mi mundo, eso significaría la muerte.
Así que aquí estoy, en medio de toda esta felicidad, sintiéndome más solo
que nunca. Atrapado entre lo que soy y lo que el mundo espera que sea.
De repente, siento una mano pesada en mi hombro. Me giro y me
encuentro cara a cara con mi hermano. El temible Pakhan. Maldita sea,
¿cuándo se ha acercado? Ni siquiera lo he visto venir.
—Alek, tenemos que hablar —dice, su voz baja y seria.
Siento cómo se me hiela la sangre. ¿Lo sabe? ¿Se ha dado cuenta?
Intento mantener la calma mientras le sigo fuera de la sala, alejándonos del
bullicio de la fiesta.
—En casa nos espera trabajo —continúa Dmitry una vez que estamos
solos—. Hay que hacer una limpieza en la organización.
Asiento, sin confiar en mi voz para hablar.
—Jackson se va a encargar de ti. Va a ser tu guardaespaldas personal y
también tu profesor de defensa ya que insistes en aprender —añade, y juro
que siento cómo el suelo se abre bajo mis pies.
¿Mi hermano también quiere esto? Pensaba que solo era una locura de
Jackson. Mi mente empieza a dar vueltas. ¿Qué demonios significa eso?
¿Es una amenaza? ¿Una advertencia? ¿O simplemente...?
—Necesito que estés preparado —continúa Dmitry, ajeno a mi tormento
interno—. Las cosas se van a poner feas.
Logro murmurar un «Sí, por supuesto» antes de que mi hermano vuelva a
la fiesta, dejándome solo con mis pensamientos.
Maldita sea, maldita sea, maldita sea. Estoy metido en un lío hasta el
cuello. ¿Cómo demonios voy a salir indemne de esta situación? Por un lado,
tengo a mi hermano hablando de limpiezas y de que Jackson se va a
encargar de mí. Por el otro, tengo a Jackson, el tipo que me vuelve loco, que
va a estar pegado a mí durante quién sabe cuánto tiempo.
¿Y si se dan cuenta? ¿Y si Jackson nota cómo lo miro? ¿Y si cometo un
error y todo se va al garete?
Vuelvo a la fiesta, intentando que no se note el pánico que me consume
por dentro. Jackson está ahí, hablando con uno de sus hombres. Nuestras
miradas se cruzan por un segundo y siento que me quedo sin aire.
No sé cómo voy a sobrevivir a esto. No sé cómo voy a poder estar cerca
de él sin delatarme. Sin que todos se den cuenta de que soy... diferente.
Mientras siguen celebrando, yo solo puedo pensar en que mi vida está a
punto de convertirse en un infierno. O tal vez... tal vez ya lo es.
Porque estoy atrapado entre el miedo a que descubran quién soy
realmente y el deseo que siento por Jackson. Y no sé qué es peor.
Lo único que sé es que estoy en un aprieto. En un terrible, terrible
aprieto.
CAPÍTULO 1

JACKSON

UN AÑO ANTES
Otro día más en esta jodida oficina.
Entro en la sala de reuniones con paso firme y decidido, mi mirada de
acero recorriendo a mi equipo ya sentado alrededor de la mesa. Ahí está
Mike, con sus ojos de hielo que parecen penetrar en el alma; Sarah,
jugueteando distraídamente con un detonador como si fuera un bolígrafo;
Tom y Tim, idénticos en apariencia, pero tan diferentes en personalidad. Y
no puedo olvidar a Darren, nuestro médico de combate, con sus manos
firmes que han salvado nuestras vidas más veces de las que puedo contar, y
Lucas, el genio de la informática que puede hackear cualquier sistema con
los ojos cerrados. Son los mejores en lo que hacen. No confiaría mi vida a
nadie más, ni siquiera a mi propia sombra.
Hemos pasado por mucho juntos, desde operaciones encubiertas en los
desiertos abrasadores de Medio Oriente hasta peligrosas infiltraciones en las
sanguinarias mafias de Europa del Este.
Recuerdo aquella vez en Afganistán cuando Darren tuvo que operarme a
la luz de una linterna después de que una bala me atravesara el hombro. O
cuando Lucas hackeó el sistema de seguridad de aquel mafioso serbio en
Belgrado, dándonos apenas unos minutos para escapar antes de que todo el
lugar volara por los aires gracias a los explosivos de Sarah.
Cada misión nos ha unido más, cada cicatriz es una historia compartida
que llevamos tatuada en la piel y en el alma. Las noches en vela vigilando,
las largas horas de entrenamiento, las celebraciones después de cada éxito y
los silencios solemnes después de cada pérdida. Hemos reído, hemos
llorado, hemos sangrado juntos. Somos más que un simple equipo, más que
meros compañeros de armas. Somos una familia forjada en el fuego y el
peligro, unidos por lazos inquebrantables más fuertes que la sangre.
Y me siento orgulloso de ser su líder.
Mientras los observo en silencio, siento ese familiar nudo en el estómago,
esa intensa mezcla de orgullo y preocupación que solo un verdadero líder
puede llegar a entender. Porque sé que cada uno de ellos daría su vida por
mí sin dudarlo un segundo, tal como yo lo haría por ellos. Porque sé que
juntos podemos enfrentar cualquier desafío, superar cualquier obstáculo.
Pero también sé que cada misión podría ser la última. Que cada vez que
cruzamos esa puerta, existe la posibilidad de que no todos regresemos. Es
un peso que llevo sobre mis hombros, una responsabilidad que nunca pedí
pero que acepté el día que me convertí en su líder.
Y ahora, mientras Marcus entra en la sala con su habitual cara de pocos
amigos y lanza una carpeta sobre la mesa, sé que estamos a punto de
embarcarnos en otra misión peligrosa. Otra oportunidad para probar
nuestras habilidades, para poner nuestras vidas en la línea de fuego.
Pero sea lo que sea que nos espere, sé que lo enfrentaremos juntos. Como
siempre lo hemos hecho, como siempre lo haremos. Porque eso es lo que
hacemos. Porque para eso vivimos.
Para ser los mejores en lo que hacemos.
Marcus tiene su habitual cara de pocos amigos. Siempre con su actitud de
jefe duro, como si tuviera que probarnos algo. Pero sé que en el fondo nos
respeta, aunque nunca lo admitiría.
—Nuevo objetivo —dice sin preámbulos—. Aleksander Novikov.
Abro la carpeta y me encuentro con una foto. Un chico joven, rubio, de
ojos azules. Pero no son unos ojos cualquiera. Hay algo en ellos, una
especie de bondad, de inocencia, que me deja clavado en el sitio. Es como
si pudiera ver a través de ellos, directamente a su alma. Y lo que veo me
intriga y me cautiva a partes iguales.
Jamás una sola imagen me había impactado tanto.
No puedo evitar quedarme mirando esos ojos por más tiempo del
necesario. Hay una profundidad en ellos que me atrae como un imán. Me
encuentro preguntándome quién es este chico, cuál es su historia. ¿Qué
secretos se esconden detrás de esa mirada? ¿Qué experiencias han
moldeado su vida para darle esa mezcla única de vulnerabilidad y fuerza
que puedo percibir incluso a través de una simple fotografía?
Sacudo la cabeza, intentando aclarar mis pensamientos. No es propio de
mí dejarme llevar así por una imagen. He visto innumerables fotos de
objetivos a lo largo de mi carrera, pero ninguna me ha impactado de esta
manera. Hay algo diferente en este chico, algo que no puedo definir pero
que me hace querer saber más. Y eso, en mi línea de trabajo, es a la vez
intrigante y peligroso.
—Es el hermano pequeño de Dmitry Novikov, jefe de la mafia rusa de
Chicago —continúa Marcus—. Creemos que puede ser nuestra forma de
entrar en la organización.
—¿Cuál es el plan? —pregunta Sarah.
—Infiltración y seducción —responde Marcus—. Uno de vosotros tiene
que acercarse a él, ganarse su confianza... y algo más. Necesitamos a
alguien que pueda meterse bajo su piel, convertirse en alguien
imprescindible para él. Alguien que pueda navegar en las turbulentas aguas
de sus emociones y salir indemne.
—Yo lo haré —dice Tom de inmediato, con un brillo de emoción en los
ojos. Puedo ver que le atrae el desafío, la oportunidad de probar sus
habilidades en un juego tan peligroso. Estoy seguro de que, que el chico sea
el hombre más guapo que he visto en la vida, tiene mucho que ver.
Antes de ser consciente siquiera de lo que estoy haciendo he abierto la
boca.
—No —le corto con firmeza, mi voz no deja lugar a discusión—. Yo me
encargo. Este trabajo requiere un toque más sutil, una mano más
experimentada. Yo tengo la experiencia y la sangre fría necesarias para
manejar una operación tan delicada. Además, algo en esos ojos azules me
dice que este chico va a necesitar una conexión más profunda, alguien que
pueda entender sus luchas internas. Y creo que yo soy el hombre adecuado
para esa tarea.
Todos me miran sorprendidos, con los ojos abiertos como platos y las
bocas entreabiertas. Incluso yo estoy sorprendido de mí mismo, de la
vehemencia con la que he hablado. Pero hay algo en ese chico, en
Aleksander Novikov, que me atrae de una forma que no puedo explicar. Y
la verdad, si soy honesto conmigo mismo, tampoco quiero evitarlo.
—Jackson... —empieza Marcus, con un tono de advertencia en la voz,
pero le interrumpo antes de que pueda continuar.
—Es mi decisión —afirmo con firmeza, mirándole directamente a los
ojos—. Yo lidero este equipo, yo decido quién hace qué. Yo soy el que está
sobre el terreno, el que tiene que tomar las decisiones en el momento.
Él es solo nuestro enlace con el FBI, somos, en su mayoría, una unidad
que opera al margen.
Veo cómo Marcus aprieta la mandíbula, los músculos de su cuello
tensándose bajo la piel. Sé que no le gusta que le lleve la contraria, que
cuestione su autoridad. Pero me importa una mierda. Este es mi equipo, no
el suyo. Yo soy el que pone el culo en la línea de fuego cada vez que
salimos ahí fuera, el que arriesga su vida en cada operación. Así que soy yo
el que toma las decisiones, el que decide cómo proceder. Y en este caso, mi
decisión está tomada. Seré yo quien se acerque a Aleksander Novikov,
quien intente ganarse su confianza. Porque algo en mi interior me dice que
este es el camino correcto, por peligroso e imprudente que pueda parecer.
—Bien —dice al fin—. Pero quiero informes diarios. Y nada de ir por
libre, ¿entendido?
—Claro, jefe —respondo con un sarcasmo que no me molesto en ocultar.
La reunión continúa, pero yo apenas presto atención. No puedo dejar de
mirar la foto de Aleksander. Esos ojos... Joder, ¿qué me pasa?
Cuando la reunión termina, mi equipo se acerca a mí. Puedo ver la
preocupación en sus rostros, pero también la lealtad inquebrantable. Saben
que no tomaría esta decisión a la ligera, que debe haber una razón para que
quiera encargarme personalmente de este objetivo.
—¿Estás seguro de esto, Jackson? —pregunta Mike—. Puedo
encargarme yo si quieres.
—No —respondo de inmediato—. Yo lo haré. Vosotros encargaros del
resto.
Se miran entre ellos, pero no dicen nada más. Saben que cuando tomo
una decisión, no hay forma de hacerme cambiar de opinión. Es una de las
razones por las que me respetan como líder, porque saben que siempre
pongo los intereses del equipo por encima de todo.
Salimos de la oficina y nos dirigimos al bar de siempre. Necesito una
puta cerveza después de esta reunión. Necesito algo que me ayude a aclarar
mis ideas, a entender qué es lo que me pasa con Aleksander.
Tomo un largo trago de mi cerveza antes de continuar.
—Mira, entiendo por qué Marcus desconfía de mí. He estado al otro lado,
he visto cómo funciona ese mundo desde dentro. Y sí, a veces actúo por
instinto en lugar de seguir el maldito protocolo al pie de la letra. Pero eso es
porque sé cómo piensan estos cabrones, cómo operan. Y eso nos da una
ventaja que Marcus no quiere reconocer.
Sarah asiente, comprensiva. Ella sabe mejor que nadie lo que es ser
subestimada por los jefes.
—Además —añado con una sonrisa torcida—, ¿dónde estaría la gracia si
siempre hiciéramos las cosas según las reglas? A veces hay que improvisar,
adaptarse sobre la marcha. Eso es lo que nos hace los mejores.
Tom suelta una carcajada y alza su botella.
—Por ser los mejores gilipollas del FBI —brinda.
—Y que Marcus nunca lo olvide —agrego, chocando mi cerveza con las
suyas.
Beben en silencio, pero sé que están de acuerdo conmigo. Somos un
equipo, una familia. Nos cubrimos las espaldas los unos a los otros. Y eso
es algo que Marcus nunca entenderá, porque para él sólo somos peones en
su gran juego de ajedrez.
Pero mientras bebo mi cerveza, no puedo dejar de pensar en Aleksander.
En esos ojos azules que parecen esconder un mundo entero. En esa sonrisa
tímida que he visto en otras fotos del archivo. En la forma en que mi
corazón se acelera cada vez que miro su imagen.
No sé por qué, pero tengo la sensación de que esta misión va a ser
diferente a todas las demás. Y una parte de mí, una parte que no sabía que
existía hasta ahora, está deseando averiguar por qué.
CAPÍTULO 2

ALEKSANDER

CUATRO MESES ANTES


Estoy sentado en un banco frente a la emblemática Torre Willis, mis
auriculares puestos, dejando que la música ahogue el bullicio de la ciudad.
Mi lápiz se desliza sobre el papel, capturando las líneas y curvas del
rascacielos que se eleva hacia el cielo de Chicago. Es mi escape, mi
momento de paz en medio del caos que es mi vida.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo, una y otra vez. Sé quién es sin siquiera
mirar. Dmitry, mi hermano, el Pakhan. Siempre demandando, siempre
esperando más de mí. Pero ahora, en este momento, elijo ignorarlo.
Necesito este tiempo para mí, para respirar, para existir sin el peso de sus
expectativas aplastándome.
Sus palabras de esta mañana aún resuenan en mi mente. «Aleksander,
necesito que cortejes a Chiara Caruso. Su hermano Adriano es un aliado
clave en Nueva York. Un matrimonio solidificaría nuestra alianza». Lo dijo
como si fuera tan simple, tan fácil. Como si pudiera simplemente encender
un interruptor y sentir algo por una mujer.
Pero no puedo. No soy el hombre que él necesita que sea. No soy
valiente, no soy un mujeriego, no soy un mafioso. Soy un artista atrapado
en el cuerpo de un criminal, un hombre gay en un mundo que no tolera nada
más que la masculinidad bruta.
Soy un fracaso en todo lo que debería ser.
Aunque él no lo sepa.
Recuerdos de mi adolescencia inundan mi mente. Aquella fiesta en la
mansión de la familia, cuando tenía apenas 14 años. Escuché a algunos de
los hombres de mi padre hablando, sus voces cargadas de desprecio.
Hablaban de un político local que había sido descubierto en una relación
con otro hombre. Las palabras que usaron, las amenazas veladas, el asco en
sus tonos... nunca las olvidaré. Fue en ese momento cuando supe que nunca
podría ser yo mismo, no en este mundo.
Desde entonces, he vivido con miedo. Miedo de que mi secreto sea
descubierto, de que mi hermano me rechace, de que mi propia familia me
considerase una abominación. He salido con mujeres, he reído ante chistes
homofóbicos, he hecho todo lo posible por encajar en el molde de lo que un
hombre de la mafia debería ser. Pero cada mentira, cada falsa sonrisa, cada
beso forzado, ha sido como una puñalada en mi alma.
Mi lápiz se detiene, la punta descansando sobre el papel. Miro hacia
arriba, hacia la torre, deseando poder escalar hasta la cima y simplemente...
desaparecer. Dejar atrás las expectativas, las demandas, las mentiras. Ser
libre.
En mi distracción, mi lápiz se desliza de mis dedos y cae al suelo. Me
inclino para recogerlo, pero otra mano se me adelanta. Una mano grande,
masculina, con dedos fuertes y callosos. Levanto la mirada y me encuentro
con un par de ojos oscuros, intensos, que parecen ver a través de mí.
Es él. El nuevo hombre de seguridad que Dmitry ha contratado. Jackson,
creo que se llama. Nunca hemos hablado, pero lo he notado. ¿Cómo no
hacerlo? Es imponente, emanando una fuerza silenciosa que atrae y asusta a
la vez. Y ahora, de cerca, es aún más impresionante.
¿Qué está haciendo aquí?
—Tu lápiz —dice, su voz profunda y grave. Me lo ofrece, y lo tomo, mis
dedos rozando los suyos por un breve instante. Una chispa recorre mi piel.
—Gracias —murmuro, apartando la mirada. No puedo mirarlo a los ojos,
no puedo dejar que vea el deseo que sé que debe estar escrito en mi cara.
Él asiente, un gesto breve, y luego se aleja. Lo observo irse, su espalda
ancha, su andar confiado. Un hombre que sabe quién es, que no tiene miedo
de ser él mismo.
Todo lo que yo no soy.
Todo lo que me gustaría poder ser.
Vuelvo a mi dibujo, pero las líneas están temblorosas ahora, mi
concentración hecha añicos. Todo en lo que puedo pensar es en la tarea que
me espera. Cortejar a Chiara, convencerla de casarse conmigo. Vivir una
mentira por el resto de mi vida.
¿Cómo se supone que voy a hacer que una mujer se enamore de mí
cuando ni siquiera puedo amarme a mí mismo? ¿Cómo puedo construir una
vida basada en una mentira tan profunda? Siento como si me estuviera
traicionando no solo a mí mismo, sino a cualquier mujer con la que me
case. Ella merecería un amor verdadero, no una farsa nacida de la necesidad
y el miedo.
El peso de todo amenaza con aplastarme. Las expectativas, las mentiras,
el constante miedo a ser descubierto. Es demasiado, demasiado para
soportar solo. Pero ¿qué otra opción tengo? ¿Revelar la verdad y
arriesgarme a perderlo todo? ¿Mi hermano, mi posición, quizás incluso mi
vida? He visto lo que mi mundo le hace a los que son diferentes, a los que
no encajan en sus rígidas normas.
Pero cada día se vuelve más difícil. Cada sonrisa forzada, cada cumplido
vacío a una mujer, cada vez que tengo que apartar mi mirada de un hombre
atractivo... es como morir un poco por dentro. ¿Cuánto tiempo puedo seguir
así antes de quebrarme por completo? ¿Antes de que la máscara se
convierta en mi rostro y olvide quién soy realmente?
Pero estoy solo en esta lucha. Siempre lo he estado y siempre lo estaré.
Porque en este mundo, en mi mundo, no hay lugar para alguien como yo.
No hay comprensión, no hay aceptación, no hay esperanza de una vida
diferente.
Así que me pongo de pie, cierro mi cuaderno de dibujo y me dirijo a casa.
A enfrentar a mi hermano, a aceptar mi destino.
A seguir viviendo la mentira, por muy dolorosa que sea. Porque al final,
¿qué otra opción tengo? Este es el único mundo que conozco, el único lugar
al que pertenezco, incluso si nunca puedo ser verdaderamente yo mismo en
él.
Quizás algún día encuentre el valor para enfrentar la verdad, para vivir
auténticamente. Pero hoy no es ese día. Hoy, debo ser Aleksander Novikov,
el hermano del Pakhan, el futuro esposo de Chiara Caruso.
Hoy, debo ser cualquiera menos yo mismo.

JACKSON

Estoy aquí, en las sombras, observando a Aleksander mientras dibuja frente


a un edificio de Chicago. Tiene los auriculares puestos, perdido en su
música, ajeno al mundo que le rodea. Su teléfono no deja de sonar, pero él
lo ignora por completo, absorto en su arte.
Mientras lo miro, no puedo evitar pensar en lo absolutamente normal que
parece. Es difícil creer que proviene de una familia mafiosa, con un
hermano que es el mismísimo Pakhan. Hay una inocencia en él, una bondad
que parece brillar a pesar de todo. La forma en que sus ojos se concentran
en el papel, la suave sonrisa que se dibuja en sus labios mientras crea... es
cautivador. Nunca antes había pensado en un hombre como precioso, pero
no hay otra palabra para describir a Aleksander en este momento.
Pero tengo que recordarme a mí mismo por qué estoy aquí. No puedo
permitirme ver a Aleksander como algo más que un medio para un fin. Me
doy la vuelta y observo mi reflejo en un escaparate. La cicatriz que cruza mi
rostro es un recordatorio constante de mi propósito. Unos mafiosos me la
hicieron cuando entraron en mi casa y mataron a mis padres por una deuda
con el Don. Ese día, mi vida cambió para siempre.
Recuerdo cada detalle con dolorosa claridad. Era una noche tranquila,
estábamos cenando en familia. Mi padre contando chistes malos como
siempre, mi madre riéndose de todos modos porque lo amaba. Yo estaba
perdido en mis pensamientos, soñando con mi futuro, con salir de nuestro
pequeño pueblo y ver el mundo.
Y entonces, el infierno se desató.
La puerta se abrió de golpe, astillas volando por todas partes. Hombres
con máscaras y armas irrumpieron en nuestra casa, gritando en un idioma
que yo no entendía. Mi padre se levantó, tratando de razonar con ellos, pero
un disparo resonó en el aire y él cayó, la sangre brotando de su pecho.
Mi madre gritó, un sonido desgarrador que nunca olvidaré, y se lanzó
hacia él. Otro disparo, y ella también cayó, su cuerpo aterrizando sobre el
de mi padre.
Yo estaba congelado, incapaz de moverme, de respirar, de comprender lo
que estaba sucediendo. Uno de los hombres me agarró, presionando el filo
frío de su arma contra mi sien. Olía a tabaco rancio y a sudor. Recuerdo
haber pensado, en ese momento de claridad surrealista, que así era como
olía la muerte.
Pero no me mataron. En su lugar, el hombre me dio un mensaje. «Esto es
lo que pasa cuando no pagas las deudas a la mafia,» gruñó en mi oído. Y
luego me cortó, un movimiento rápido y brutal de su cuchillo, desde mi ceja
hasta mi mejilla. El dolor fue cegador, la sangre caliente empapando mi
rostro.
Y luego se fueron, tan rápido como habían llegado, dejándome solo con
los cuerpos de mis padres y un dolor que sabía que nunca me abandonaría.
Ese fue el día en que nací de nuevo, el día en que Jackson Steele, el niño
soñador, murió y algo nuevo y oscuro tomó su lugar. Juré sobre las tumbas
de mis padres que dedicaría mi vida a destruir a toda la mafia. Años
después conseguí matar al Don que había ordenado la muerte de mis padres,
pero eso no fue suficiente, seguí teniendo ser de venganza. Me metí al
ejército, entrené, seguí matando, y, años después, terminé trabajando para el
FBI derrocando familias mafiosas.
Esa es mi vida. Eso es todo lo que conozco. Venganza, no amor. Nunca
amor.
Y ahora estoy aquí. Infiltrado en la organización de Dmitry Novikov,
ganándome su confianza, acercándome cada vez más a mi objetivo final.
Aleksander es la clave, lo sé. A través de él, puedo llegar al verdadero
Dmitry, su hermano pequeño es su debilidad, puedo encontrar la evidencia
que necesito para derribar todo su imperio criminal.
Pero mientras observo a Aleksander, viendo la paz en su rostro mientras
dibuja, algo se remueve dentro de mí. Hay una voz en mi cabeza que me
dice que él no es como los demás, solo una víctima más de este mundo
criminal. Una parte de mí, una parte que creía muerta hace mucho tiempo,
quiere protegerlo. Quiere salvarlo de este mundo oscuro, llevarlo lejos de
todo este dolor y sufrimiento.
Pero es un pensamiento absurdo. No puede hacerlo.
Sacudo la cabeza, tratando de aclarar mis pensamientos. No puedo
permitirme pensar así. Aleksander es un medio para un fin, nada más. No
puedo verlo como algo más, no puedo...
En ese momento, Aleksander deja caer un lápiz al suelo. Antes de que
pueda pensarlo dos veces, me acerco a recogerlo. Cuando se lo entrego,
nuestros dedos se rozan por un instante. Es como una descarga eléctrica
recorriendo mi cuerpo, un calor que no he sentido en años. Aprieto los
dientes, tratando de ignorar la sensación, y me alejo rápidamente.
Tengo una reunión con su hermano, no puedo distraerme. Tengo que
mantener mi mente enfocada en la misión, en mi propósito. No puedo
permitirme sentir nada por Aleksander, no puedo dejar que se convierta en
una debilidad.
Pero mientras me alejo, no puedo evitar mirar atrás una última vez.
Aleksander ha vuelto a su dibujo, perdido nuevamente en su mundo de
líneas y sombras. Hay una fragilidad en él, una suavidad que parece tan
fuera de lugar en este mundo brutal en el que vivimos.
Una parte de mí anhela esa suavidad, anhela la paz que parece encontrar
en su arte. Pero sé que no puedo tenerla. Ese ya no es mi camino, no
después de todo lo que he visto, todo lo que he hecho.
Mi camino es la venganza, la justicia, incluso si tengo que mancharme las
manos de sangre para conseguirla. Incluso si tengo que sacrificar cualquier
posibilidad de felicidad o paz.
Con ese pensamiento sombrío, me dirijo a mi reunión con Dmitry,
dejando a Aleksander atrás. Pero incluso mientras me alejo, su imagen
persiste en mi mente.
¿Qué coño me está pasando?
CAPÍTULO 3

ALEKSANDER

UN MES ANTES
Me despierto sobresaltado, con el corazón latiéndome desbocado en el
pecho. Las imágenes del secuestro aún están frescas en mi mente, como una
herida abierta que se niega a cicatrizar. El sabor metálico de la sangre en mi
boca, el dolor punzante en cada centímetro de mi cuerpo, el miedo visceral
que me paralizaba... Todo se entremezcla en un torbellino de recuerdos que
me deja sin aliento.
Intento incorporarme, pero el dolor me lo impide. Cada movimiento es
una agonía, un recordatorio de lo que he pasado. Me siento débil,
vulnerable, como si hubiera perdido una parte de mí mismo en ese sótano
oscuro y húmedo. La sensación de impotencia me abruma, y siento cómo
las lágrimas empiezan a formarse en mis ojos, amenazando con derramarse
en cualquier momento.
De repente, siento una mano en mi hombro. Me tenso instintivamente,
preparándome para lo peor, pero entonces reconozco el rostro de mi
hermano Dmitry inclinado sobre mí. Su expresión, normalmente dura e
impenetrable, está teñida de preocupación. Es una mirada que pocas veces
he visto en él, y me hace darme cuenta de la gravedad de la situación.
—Tranquilo, Alek —me dice con una suavidad inusual en su voz—.
Estás a salvo ahora.
Sus palabras, en lugar de reconfortarme, solo sirven para avivar la
vergüenza y el miedo que me consumen. Me siento como un fracaso, como
si hubiera fallado no solo a mí mismo, sino también a él y a toda nuestra
familia. ¿Cómo puedo considerarme un Novikov si no puedo ni defenderme
a mí mismo? ¿Cómo puedo mirar a mi hermano a los ojos después de esto?
En medio de mi angustia, un recuerdo surge en mi mente. Unos ojos
negros como la noche, intensos y penetrantes. Los ojos de Jackson.
Recuerdo cómo me miraron en el momento de mi rescate, cómo parecieron
ver a través de mí, hasta el fondo de mi alma. En esos ojos, por un breve
instante, me sentí seguro, protegido. Como si nada pudiera dañarme
mientras él estuviera ahí.
Pero la sensación se desvanece tan rápido como ha venido, dejándome
aún más vacío, aún más perdido. Porque sé que fue solo una ilusión, un
espejismo nacido de mi propia debilidad. Jackson es fuerte, es todo lo que
un Novikov debería ser. Y yo... yo no soy nada.
—Lo siento, Dmitry —susurro, mi voz quebrada por la emoción
contenida—. No pude... no pude defenderme. Debería haber sido más
fuerte, debería...
Pero Dmitry me interrumpe, su mano apretando mi hombro con firmeza.
Su toque, que debería ser reconfortante, solo sirve para acentuar mi
sensación de indignidad.
—No, Alek. No tienes nada de que disculparte. Esto no es culpa tuya —
afirma con una convicción inquebrantable.
Pero sus palabras, lejos de aliviar mi culpa, solo la intensifican. ¿Cómo
puede estar tan seguro? ¿Cómo puede tener tanta fe en mí cuando yo mismo
me siento tan roto, tan indigno? Su confianza en mí solo sirve para destacar
mis propias debilidades, mis propios fracasos.
Siento las lágrimas ardiendo en mis ojos, amenazando con derramarse.
Ya no puedo contenerlas más. La máscara de fortaleza que siempre he
intentado mantener se resquebraja, dejando al descubierto todas mis
inseguridades.
—Tengo miedo, Dmitry —admito en un susurro apenas audible, como si
confesar mi temor fuera una debilidad imperdonable—. Tengo miedo de
que vuelvan, de que...
No puedo terminar la frase. El solo pensamiento de volver a pasar por ese
infierno me paraliza, me roba el aliento. Es un miedo que se ha enraizado
en lo más profundo de mi ser, que amenaza con consumirme por completo.
Dmitry se sienta en el borde de la cama, su presencia sólida y
reconfortante a mi lado. Pero incluso su cercanía, que debería ser un escudo
contra el mundo exterior, solo sirve para acentuar mi sensación de
indignidad, de no pertenencia.
—Escúchame bien, Alek —dice con una intensidad que me estremece—.
Eres lo que más quiero en este puto mundo. Eres mi hermano, mi sangre. Y
te juro por nuestra madre que voy a hacer todo lo que esté en mi mano, todo
lo humano y lo no humano, para protegerte. Voy a limpiar nuestra
organización, a arrancar de raíz a cualquiera que se atreva a amenazarte. A
amenazar nuestro imperio. ¿Me entiendes?
Sus palabras, que deberían ser un bálsamo para mi alma herida, solo
sirven para ahondar en mi sensación de fracaso.
Asiento, incapaz de hablar por el nudo en mi garganta. Las lágrimas
ahora fluyen libremente por mis mejillas, lágrimas de vergüenza, de
autodesprecio, de un dolor que va más allá de lo físico.
Dmitry me atrae hacia él en un abrazo cuidadoso, consciente de mis
heridas. Pero incluso en la calidez de sus brazos, no puedo encontrar
consuelo. Porque sé que no lo merezco, que he fallado como hermano,
como hombre, como Novikov.
Y ese conocimiento, esa certeza de mi propia indignidad, pesa sobre mí
como una losa, aplastando cualquier esperanza de redención, cualquier
posibilidad de perdón.
Me aferro a él a pesar de todo.
Y en ese abrazo, en ese instante de vulnerabilidad total, siento que algo
dentro de mí se rompe irreparablemente. Porque sé que, pase lo que pase,
nunca podré ser el hermano que Dmitry merece, el hombre que nuestro
apellido exige.
Soy un fraude, una cáscara vacía, un fracaso. Y esa verdad, esa realidad
innegable, me perseguirá para siempre, envenenando cada momento, cada
interacción, cada intento de avanzar.
Porque, ¿cómo puedo seguir adelante cuando sé que nunca seré
suficiente? ¿Cómo puedo vivir conmigo mismo cuando he fallado en lo más
básico, en lo más fundamental?
Y así, incluso en la seguridad de sus brazos, incluso rodeado de su afecto,
me siento más solo que nunca. Porque estoy atrapado en un infierno de mi
propia creación, un infierno del que no hay escape posible.
Un infierno llamado Aleksander Novikov.

JACKSON

Observo a Aleksander dormir, su pecho subiendo y bajando con cada


respiración. Se ve tan tranquilo ahora, tan en paz, pero sé que por dentro
debe estar librando una batalla. Una que yo ayudé a desatar.
La culpa me carcome. Yo le dije a esos cabrones dónde encontrarlo,
dónde estaba escondido. Pero no fue por crueldad o malicia. Tenía mis
razones, aunque ahora parezcan tan frías y calculadoras.
Quería que Dmitry se diera cuenta de que alguien en su organización
estaba en su contra, que viera la necesidad de tener un hombre de confianza,
alguien de fuera para liderar su seguridad. Y ese alguien tenía que ser yo.
Pero más allá de eso, más allá de mis ambiciones, había otra razón. Una
más personal, más egoísta.
Quería ganarme la confianza de Aleksander. Quería ser su salvador, su
protector. Pensé que, si lo rescataba de las garras de sus captores, si era yo
quien lo devolvía a salvo a su hermano, él me vería de forma diferente. Me
vería como alguien en quien podía confiar, alguien a quien podía acercarse.
Pero ahora, viendo las consecuencias de mis acciones, me doy cuenta de
cuán equivocado estaba. Creí que sólo lo asustarían un poco. Pero no,
fueron demasiado lejos. Lo lastimaron de verdad.
Aprieto los puños al recordar cómo lo encontré, magullado y aterrado.
Nunca olvidaré esa mirada en sus ojos, esa súplica silenciosa. En ese
momento supe que había cruzado una línea, que había traicionado algo más
que mi deber.
Después de dejarlo a salvo con Dmitry, salí a cazar. Encontré al hijo de
puta con el que había negociado el secuestro. Él creía que yo estaba de su
lado, el muy imbécil. No vio venir el primer golpe, ni el segundo. Para
cuando quiso reaccionar, ya era tarde.
Mis nudillos aún están en carne viva, la sangre seca tiñendo mi piel. Pero
no me importa. Lo volvería a hacer mil veces. Porque nadie toca a
Aleksander, nadie lo lastima. No mientras yo esté aquí para impedirlo.
Nadie que lo lastime vive para contarlo.
Me acerco a su cama, mis dedos rozando el contorno de su rostro sin
llegar a tocarlo. Quiero consolarlo, prometerle que nada malo volverá a
pasarle. Pero no puedo. Porque yo soy lo malo para él, yo soy el peligro del
que debería huir.
Y, sin embargo, aquí estoy. Velando su sueño como un maldito acosador.
Porque no puedo alejarme, no puedo dejarlo ir. Él se ha metido bajo mi piel.
No sé cómo lo ha logrado, pero lo ha hecho. Y eso me aterra.
No puedo permitirme sentir nada por él. Mi misión, mi propósito, es
limpiar las calles de la escoria mafiosa que las infecta. Hombres como
Dmitry, como su padre antes que él. Hombres que destruyen vidas, que se
creen por encima de la ley.
Y Aleksander... él es parte de ese mundo. Puede que no sea como ellos,
puede que haya una bondad en él de la que los otros carecen. Pero eso no
cambia nada. No puede cambiar nada.
Entonces, ¿por qué estoy aquí? ¿Por qué siento esta necesidad
abrumadora de protegerlo, de mantenerlo a salvo? Es más que el deber de
un agente hacia un testigo clave. Es más que la compasión por una víctima
inocente.
Es algo que no me atrevo a nombrar, algo que amenaza con socavar todo
por lo que he trabajado, todo en lo que creo. Porque si me permito sentir
esto, si me permito verlo como algo más que un peón en este juego mortal,
entonces ¿en qué me convierte eso?
Observo cómo se agita en sueños, un gemido escapando de sus labios.
Instintivamente, tomo su mano, mis dedos entrelazándose con los suyos. Y
como por arte de magia, se calma. Su respiración se ralentiza, su ceño se
relaja. Es como si mi toque fuera un bálsamo para sus heridas invisibles.
Y en ese momento, viéndolo así, tan vulnerable, siento una punzada en el
pecho. Un anhelo que no tiene cabida en mi mundo, en mi realidad.
Porque él es todo lo que no puedo tener. Todo lo que no me puedo
permitir desear. Y, sin embargo, aquí estoy, incapaz de apartarme, incapaz
de hacer lo que sé que debería hacer.
Debería alejarme. Debería centrarme en mi misión, en llevar ante la
justicia a aquellos que han envenenado esta ciudad con su codicia y su
violencia. Debería ver a Aleksander como lo que es: un medio para un fin,
una herramienta en mi cruzada personal.
CAPÍTULO 4

JACKSON

UNA SEMANA ANTES


Me encuentro de vuelta en el ático de Dmitry, observando a Aleksander
mientras se prepara para volver al trabajo. Las magulladuras en su rostro y
cuerpo han desaparecido casi por completo, pero sé que las heridas internas
tardarán mucho más en sanar. Su postura es rígida, sus movimientos tensos,
como si cada paso requiriera un esfuerzo consciente. Es la postura de
alguien que está luchando por mantener el control, por proyectar una
fortaleza que no siente realmente.
Dmitry se acerca a mí, su expresión seria y preocupada. Puedo ver las
ojeras bajo sus ojos, el cansancio que parece emanar de cada poro de su ser.
No ha sido fácil para él tampoco, ver a su hermano menor pasar por este
infierno.
—Jackson, necesito que vigiles de cerca a mi hermano —me dice en voz
baja, su tono urgente y apremiante—. Se ha empeñado en regresar al trabajo
como si nada hubiera pasado, pero ambos sabemos que no está bien.
Asiento, entendiendo su preocupación. Aleksander ha pasado por un
trauma inimaginable, y el hecho de que insista en volver a la normalidad tan
pronto es una señal clara de que está lejos de estar bien. Es como si
estuviera tratando de negar lo que le pasó, de enterrarlo bajo una fachada de
normalidad. Pero ambos sabemos que eso no funcionará, que eventualmente
tendrá que enfrentar lo que le sucedió.
—Me gustaría ser yo mismo quien lo acompañe —continúa Dmitry, la
frustración evidente en su voz—. Pero Aleksander no me lo va a permitir.
Nuestra relación está muy tensa en este momento. Dice que no confío en él,
en su capacidad para cuidarse. Joder. Dice que nunca le he permitido
cuidarse a sí mismo y tiene razón. Siempre lo he protegido demasiado. Pero
es que no es como nosotros… él es bueno.
Puedo ver el dolor en los ojos de Dmitry ante esta admisión. A pesar de
todas sus faltas, sé que ama a su hermano profundamente. La idea de que
Aleksander ya no confíe en él debe ser desgarradora.
—Haré todo lo que pueda para mantenerlo a salvo —le aseguro,
poniendo una mano en su hombro—. No le quitaré los ojos de encima.
Dmitry asiente, agradecido.
—Sé que lo harás. Eres el único en quien confío para esta tarea, Jackson.
Aleksander se siente seguro contigo.
Sus palabras me golpean con fuerza. La idea de que Aleksander pueda
confiar en mí más que en su propio hermano es a la vez emocionante y
aterradora. Sé que mi misión es acercarme a él, ganarme su confianza. Pero
cada día que pasa siento que estoy caminando por una línea peligrosamente
delgada.
—No te preocupes, Dmitry. No dejaré que le pase nada. Lo juro.
Ese es mi propósito ahora. Mi misión más importante.
Y es una misión que no pienso fallar.

ALEKSANDER

Respiro hondo, tratando de calmar los latidos frenéticos de mi corazón


mientras me dirijo a mi oficina. Cada paso se siente como una montaña,
cada sonido me sobresalta. Los recuerdos del secuestro aún están frescos,
atormentándome en cada momento de vigilia. Es como si nunca hubiera
escapado de ese sótano oscuro y húmedo, como si una parte de mí aún
estuviera allí, encadenada y aterrorizada.
Siento la presencia de Jackson detrás de mí, su mirada penetrante clavada
en mi espalda. Es una presencia sólida, reconfortante en cierto modo, pero
también es un recordatorio constante de mi propia debilidad. Sé que está
aquí para protegerme, pero una parte de mí se rebela ante la idea de ser tan
frágil que no puedo ni caminar por la calle sin escolta.
—No necesito otra niñera —murmuro, girándome para enfrentarlo. Mi
voz suena más áspera de lo que pretendía, la frustración y la vergüenza
tiñendo cada palabra—. ¿Te ha enviado mi hermano a vigilarme?
Jackson me mira con esos ojos oscuros que parecen ver a través de mí,
que parecen capaces de descifrar cada uno de mis secretos. Me aterroriza.
Su expresión es indescifrable, pero hay una intensidad en su mirada que
hace que mi pulso se acelere.
—No —responde con firmeza, su voz tan inquebrantable como su
postura—. Soy el jefe de seguridad y hago lo que considero necesario. Y
ahora mismo, tú eres mi prioridad.
Siento que mis mejillas se calientan ante sus palabras, una mezcla de
molestia y algo más... algo que no me atrevo a nombrar. La idea de ser su
prioridad, de tener su atención enfocada en mí... es embriagadora y
aterradora a la vez. Es un sentimiento que no puedo permitirme, un lujo que
no puedo darme en este mundo de sombras y peligros.
Trato de apartar esos pensamientos mientras camino, pero cada paso es
una lucha. El miedo se aferra a mí, haciéndome sudar frío pese al aire
fresco de la mañana. Los sonidos de la ciudad, normalmente tan familiares,
ahora parecen amenazantes. Cada coche que pasa, cada voz alzada, hace
que mi corazón se salte un latido.
De repente, un chico se acerca a mí, apareciendo de la nada. Su
movimiento repentino hace que mi corazón se detenga por un momento,
que mi respiración quede atrapada en mi garganta.
—Disculpe, ¿podría indicarme cómo llegar a...? —comienza a preguntar,
su voz jovial y despreocupada.
Pero yo ya no lo escucho. Siento que el pánico se apodera de mí, mi
visión se nubla y mi respiración se acelera. Es como si estuviera de vuelta
en ese momento, cuando me secuestraron, ese terrible momento en que todo
cambió, en que mi mundo se hizo añicos. Las manos del chico se
transforman en las de mis captores, su voz se convierte en sus amenazas.
Estoy perdiendo el control, lo sé. Estoy a punto de sumergirme en ese
abismo de terror del que he estado huyendo desde que me rescataron. Pero
antes de que pueda perderme por completo, antes de que el pánico me
engulla, siento la mano firme de Jackson en mi hombro, anclándome a la
realidad.
Su toque es como un rayo de luz en la oscuridad, un recordatorio de que
no estoy solo, de que ya no estoy en ese lugar horrible. Con unas pocas
palabras, Jackson despacha al chico y me guía hacia un banco cercano. Me
dejo caer sobre el asiento, tratando de recuperar el aliento, avergonzado por
mi exagerada reacción, pero inmensamente agradecido por su presencia.
—Estoy aquí —dice Jackson, su voz un murmullo tranquilizador que
parece envolver mi mente acelerada como una manta cálida—. No dejaré
que nada te pase.
Y en ese momento, a pesar del miedo y la confusión, a pesar de la
vergüenza y la duda, siento una chispa de algo nuevo, algo que podría ser
esperanza... o tal vez algo más. Es un sentimiento que no puedo definir, que
no me atrevo a examinar demasiado de cerca. Pero está ahí, creciendo en mi
pecho, un pequeño punto de luz en la oscuridad que ha sido mi vida desde
el secuestro.
Me aferro a ese sentimiento, a esa sensación de seguridad que Jackson
irradia. Me concentro en su mano en mi hombro, en la firmeza de su
presencia a mi lado. Y poco a poco, respiración a respiración, siento que el
pánico comienza a retroceder, que el mundo comienza a estabilizarse a mi
alrededor.
No es fácil. Cada latido de mi corazón es un esfuerzo, cada pensamiento
es una batalla. Pero con Jackson aquí, con su fuerza sosteniéndome, siento
que tal vez, solo tal vez, puedo superar esto.
Un paso a la vez. Un momento a la vez. Con él a mi lado, vigilando mi
espalda, protegiéndome no solo de las amenazas externas sino también de
mis propios demonios.
Es un pensamiento reconfortante y aterrador a la vez. Porque una parte de
mí sabe que no debería depender tanto de él, que no debería permitirme
confiar en alguien de esta manera. En mi mundo, la confianza es un lujo
que pocos pueden permitirse.
Pero otra parte de mí, una parte que ha estado enterrada durante mucho
tiempo bajo capas de miedo y autopreservación, anhela esta conexión.
Anhela la seguridad y el consuelo que Jackson ofrece tan libremente.
Y aunque sé que es peligroso, aunque sé que cada momento de
vulnerabilidad es un riesgo... no puedo evitar aferrarme a ello. No puedo
evitar aferrarme a él.
Porque en este momento, en este instante de calma en medio de la
tormenta, él es mi roca. Mi puerto seguro.
Y quizás, solo quizás, con su ayuda... puedo encontrar el camino de
regreso a mí mismo. Puedo encontrar la fuerza para enfrentar mis miedos,
para reclamar mi vida.
Un paso a la vez. Un momento a la vez.
Con Jackson a mi lado.
CAPÍTULO 5

ALEKSANDER

DOS DÍAS ANTES


Me siento frente a Dmitry en su despacho, la tensión entre nosotros es
palpable. Mi hermano me mira con esa expresión que conozco tan bien, una
mezcla de preocupación y exasperación. Es la mirada que me ha dirigido
toda mi vida, la mirada que dice que me ve como algo frágil, algo que
necesita protección constante.
—Alek, ¿te encuentras bien? —pregunta, su voz más suave de lo
habitual. Hay una cautela en su tono que me irrita, como si temiera que sus
palabras pudieran quebrarme—. En dos días nos han invitado a ir a Nueva
York para el baby shower de la mujer de Adriano Caruso. Quiero que me
acompañes.
Suspiro, pasándome una mano por el pelo. Siento la frustración creciendo
en mi interior, una sensación ya tan familiar que casi resulta reconfortante.
Sé que debería sentirme honrado de que mi hermano quiera incluirme, pero
en su lugar, solo siento frustración. Es como si cada invitación, cada gesto
de inclusión, viniera con un asterisco, con una nota a pie de página que dice
«pero no demasiado, no vaya a ser que te rompas».
—Dmitry, ¿cuándo vas a empezar a tomarme en serio en el negocio? —
suelto, mi voz más dura de lo que pretendía. Las palabras saben a bilis en
mi lengua, a años de resentimiento acumulado—. Siempre me dices que me
encargue de las cosas legales, de las partes que no son peligrosas. Y desde
el secuestro, es todavía peor. Me tratas como si fuera de cristal.
Veo a Dmitry tensarse, su mandíbula apretándose. Es un gesto pequeño,
casi imperceptible, pero lo conozco demasiado bien. Es el gesto que hace
cuando está tratando de mantener el control, cuando está tratando de ocultar
su propia frustración.
—Alek, tú aportas a la organización de otra forma... —comienza, pero
hay una nota de cansancio en su voz, como si estuviera recitando un guion
que ha repetido mil veces pero que en realidad no siente.
—¡No es suficiente! —interrumpo, poniéndome de pie. Siento la sangre
latiendo en mis oídos, la adrenalina corriendo por mis venas. Es un
sentimiento embriagador, esta repentina explosión de desafío—. Quiero
hacer más, quiero demostrar que soy capaz.
Mi hermano se levanta también, rodeando el escritorio para acercarse a
mí. Sus movimientos son lentos, cautelosos, como si se acercara a un
animal asustado. Cuando pone sus manos sobre mis hombros, su agarre es
firme pero gentil, una contradicción que resume perfectamente nuestra
relación.
—Estoy preocupado por ti, Alek —dice, su voz cargada de emoción. Hay
una sinceridad en sus ojos que casi resulta dolorosa, un amor que se mezcla
con algo que no puedo o no quiero nombrar—. Te veo asustarte con todo.
Siempre has sido más delicado que yo...
Sus palabras me golpean como un puñetazo en el estómago, robándome
el aliento. Siento las lágrimas picando en mis ojos, la garganta apretada por
la emoción y la rabia. Porque sé lo que está pensando, aunque no lo diga.
Cree que soy débil, que no soy lo suficientemente hombre para este mundo.
Cree que soy un cobarde, un niño asustado jugando a ser adulto.
Y si supiera la verdad, si supiera el secreto que llevo guardado en lo más
profundo de mi ser... sé que me repudiaría por completo. Porque en este
mundo, en este negocio, no hay lugar para la debilidad. No hay lugar para la
diferencia. Y ser gay... eso es la mayor debilidad de todas a sus ojos.
Trago saliva, apartándome de su toque. No puedo dejar que vea cuánto
me han afectado sus palabras, no puedo dejar que vea las grietas en mi
fachada. Porque si lo hago, si le permito ver, aunque sea un atisbo de mi
verdadero yo... temo que me pierda para siempre.
—Iré contigo a Nueva York —digo, mi voz tensa por el esfuerzo de
mantener las emociones a raya. Cada palabra es como un trozo de vidrio en
mi garganta, desgarrando y cortando—. Pero no porque crea que es lo único
que puedo hacer. Iré para demostrar que soy capaz de más.
Me dirijo hacia la puerta, necesitando desesperadamente escapar de esta
conversación, de la mirada de lástima en los ojos de mi hermano. Cada paso
es un esfuerzo, cada respiración una batalla. Pero no puedo derrumbarme,
no puedo mostrar debilidad. No ahora, no aquí.
Pero antes de salir, me detengo, mirando hacia atrás por encima del
hombro. Dmitry sigue de pie donde lo dejé, sus hombros caídos, su
expresión ilegible. Por un momento, casi siento lástima por él. Por un
momento, casi quiero retractarme, quiero correr hacia él y rogarle que me
entienda, que me acepte como soy.
Pero no lo hago. En su lugar, cuadro los hombros, alzando la barbilla en
un último gesto de desafío.
—No soy de cristal, Dmitry —digo, mi voz apenas un susurro. Pero cada
palabra está cargada de convicción, de una fuerza que no sabía que poseía
—. Y no soy menos que tú. Algún día, te lo demostraré.
Y con eso, salgo de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí con un
suave clic. Me apoyo contra la madera fría, cerrando los ojos mientras trato
de recuperar el aliento, de calmar el latido frenético de mi corazón.
Sé que lo que acabo de hacer es peligroso. Sé que desafiar a Dmitry, que
cuestionar su autoridad, podría tener consecuencias graves. Pero no puedo
seguir viviendo así. No quiero que sienta que soy menos que él. Incapaz de
cumplir con el negocio familiar.
Porque la verdad es que estoy cansado. Cansado de ser el hermano débil,
el hermano delicado, el hermano que nunca está a la altura.
Quiero ser más. Necesito ser más. No solo por Dmitry, no solo por la
organización... sino por mí mismo. Porque en algún lugar a lo largo del
camino, en algún momento entre las expectativas y las decepciones, he
perdido de vista quién soy realmente. He perdido de vista lo que quiero, lo
que necesito.
Y ahora, de pie en este pasillo silencioso, con el eco de mis propias
palabras resonando en mis oídos... siento una chispa de algo que no he
sentido en mucho tiempo. Una chispa de esperanza, de determinación.
Porque tal vez, solo tal vez... este es el primer paso. El primer paso hacia
la autodescubrimiento, hacia la aceptación. El primer paso para demostrar
no solo a Dmitry, sino a mí mismo, que soy más de lo que todos creen.
Que soy fuerte. Que soy capaz. Que soy, y siempre he sido, suficiente.
Y con ese pensamiento, con esa nueva resolución ardiendo en mi pecho...
me alejo de la puerta, de la sombra de mi hermano, y hacia un futuro
incierto pero lleno de posibilidades.
Porque es hora de dejar de ser el Aleksander que todos esperan que sea...
y empezar a ser el Aleksander que siempre he sido destinado a ser.

JACKSON

Escucho la conversación entre Aleksander y Dmitry a través de la puerta.


Siempre estoy alerta, siempre en guardia, y sus voces elevadas han captado
mi atención. Aleksander reclama más responsabilidades, quiere sentirse útil,
quiere demostrar su valía. Pero Dmitry lo trata como si fuera de cristal,
como si fuera demasiado frágil para este mundo de sombras y peligro.
Puedo sentir la frustración y el dolor en la voz de Aleksander cuando su
hermano insinúa que es demasiado delicado para este mundo. Cada palabra
es como un golpe, cada insinuación una herida. Y aunque no puedo ver su
rostro, puedo imaginar la expresión de Aleksander. La conozco demasiado
bien, esa mezcla de ira y vergüenza, de determinación y miedo.
Porque yo también he estado en ese lugar. Yo también he sido
subestimado, menospreciado. Yo también he tenido que luchar por mi lugar
en este mundo, por el respeto de aquellos que me rodeaban. Y escuchar a
Aleksander, escuchar su lucha... despierta algo en mí. Una necesidad de
proteger, de defender. De estar a su lado en esta batalla.
Decido intervenir. No puedo seguir escuchando, no puedo seguir siendo
un espectador pasivo en su dolor. Así que cuando escucho sus pasos
acercándose a la puerta, salgo, esperando en el pasillo a que emerja.
Encuentro a Aleksander con los hombros caídos y la mirada perdida. Hay
una vulnerabilidad en él que me desconcierta, una fragilidad que contrasta
con la fuerza que sé que posee. Porque lo he visto, he sido testigo de su
resiliencia, de su coraje. Y verlo así, verlo tan derrotado... me rompe el
corazón de una manera que no creía posible.
—Aleksander, tenemos que hablar.
Él me mira con recelo, con cautela. No lo culpo. En este mundo, la
confianza es un lujo que pocos pueden permitirse.
—¿Qué quieres, Jackson?
Su tono es defensivo, pero puedo escuchar la nota de cansancio en su
voz. Está agotado, no solo física sino emocionalmente. Y eso solo refuerza
mi resolución.
—He escuchado tu conversación con Dmitry. Tienes claros síntomas de
estrés postraumático después de lo que pasó. No soy un jodido psicólogo,
no puedo arreglar tu cabeza, pero lo que sí puedo hacer es ayudarte a
sentirte seguro. ¿Quieres dejar de sentirte desprotegido?
Aleksander suelta una risa amarga, un sonido que corta a través de mí
como un cuchillo.
—Tú no te has sentido desprotegido en la vida.
Hay una presunción en sus palabras, una creencia de que, porque soy
grande, porque soy fuerte, no puedo entender su lucha. Pero está
equivocado. Está tan equivocado.
Doy un paso hacia él, mi voz se vuelve más grave. Necesito que entienda,
necesito que vea más allá de la superficie. Necesito abrirme para que confíe
en mí.
—¿Crees que siempre he tenido este tamaño? Si piensas que no puedo
entenderte, estás muy equivocado.
Su expresión cambia, la sorpresa evidente en sus ojos. No se esperaba
eso, no esperaba esa revelación. Y por un momento, por un breve instante,
veo algo más. Veo un destello de conexión, de entendimiento.
Aprovecho ese momento, esa apertura.
—Déjame encargarme de tu hermano. Cuando volvamos del baby shower
en Nueva York con la familia Caruso, empezaremos tu entrenamiento. Me
aseguraré de que Dmitry te deje entrenarte y también participar en los
asuntos de la familia.
Aleksander me mira fijamente, sus ojos buscando en los míos. Puedo ver
la lucha interna, la duda dando paso a un destello de esperanza. Y eso, esa
pequeña chispa... es todo lo que necesito.
—¿Por qué haces esto por mí? —pregunta en voz baja, casi en un
susurro.
Me encojo de hombros, intentando parecer casual pese al nudo que siento
en el estómago. Porque la verdad es que ni yo mismo lo entiendo, no
completamente. Pero sé que es lo correcto, sé que es lo que tengo que hacer.
—Es mi trabajo mantenerte a salvo. Y si eso significa ayudarte a
encontrar tu lugar en este mundo, dotarte de las herramientas necesarias
para que te sientas seguro, entonces eso es lo que haré.
Aleksander asiente lentamente, un gesto de aceptación, de gratitud. Y por
un momento, el silencio entre nosotros se carga de algo que no puedo
nombrar. Algo que hace que mi corazón se acelere y mis palmas suden.
Algo que no debería sentir, no por él, no en estas circunstancias. Pero ahí
está, innegable e ineludible.
Me aclaro la garganta, rompiendo el momento. No puedo dejar que esto
vaya más allá, no puedo dejar que estos sentimientos se interpongan en mi
camino. Tengo un trabajo que hacer, un deber que cumplir.
—Deberías descansar —digo, mi voz más áspera de lo que pretendía—.
Mañana será un día largo.
Aleksander asiente de nuevo, pero hay una reticencia en sus
movimientos, como si no quisiera irse. Como si quisiera decir algo más.
Pero no lo hace. En su lugar, se da la vuelta, alejándose por el pasillo. Y
yo me quedo ahí, mirando su espalda, sintiendo un anhelo que no puedo
explicar.
Porque a pesar de mis mejores esfuerzos, a pesar de todas mis defensas...
Aleksander Novikov se ha colado bajo mi piel. Se ha convertido en algo
más que un trabajo, más que una misión.
Y eso me aterra. Porque en mi mundo, en mi línea de trabajo... los apegos
son peligrosos. Los sentimientos son debilidades.
Pero mirando a Aleksander ahora, viendo la determinación en sus pasos,
la fuerza en su postura... sé que vale la pena el riesgo.
Y estaré condenado si dejo que alguien, incluso su propio hermano, lo
haga sentir menos de lo que es.
Porque Aleksander Novikov es muchas cosas. Es inteligente, es
compasivo, es resiliente.
Pero sobre todo... es fuerte. Más fuerte de lo que él mismo cree.
Y me aseguraré de que nunca lo olvide. Me aseguraré de que nunca
vuelva a sentirse desprotegido, menospreciado.
Porque ese es mi trabajo ahora. Esa es mi misión.
Y es una misión que pienso cumplir, cueste lo que cueste.
CAPÍTULO 6

ALEKSANDER

PRESENTE
Me siento en uno de los lujosos asientos de cuero del avión privado de mi
hermano, tratando de controlar los nervios que me carcomen por dentro. El
suave ronroneo de los motores es apenas perceptible, pero aun así siento
como si el sonido retumbara en mi pecho, amplificando los latidos
acelerados de mi corazón. Jackson está sentado frente a mí, con su
imponente presencia llenando el espacio. Sus ojos oscuros me miran con
una intensidad que me hace sentir expuesto. Dmitry se acomoda a mi lado,
su rostro serio y pensativo. La tensión en su mandíbula revela la
importancia de esta conversación.
—Aleksander —dice mi hermano, su voz profunda resonando en la
cabina—. Jackson y yo hemos estado hablando. Si completas un
entrenamiento con él y su equipo durante un mes, te permitiré colaborar en
los negocios... especiales conmigo.
Mi corazón se acelera ante la perspectiva de trabajar junto a Dmitry, de
finalmente ser parte de la organización de una manera significativa.
Siempre he anhelado su aprobación, demostrarle que soy más que el
hermano menor al que tiene que proteger.
Jackson me dijo la verdad, ha convencido a Dmitry. Me asalta una
punzada de gratitud que se extiende por todo mi pecho. Pero luego, la
realidad de entrenar con Jackson me golpea. Tenerlo cerca, cuerpo a cuerpo,
sus manos sobre mí... Un calor inesperado se extiende por mis venas y
tengo que moverme incómodo en mi asiento para ocultar mi reacción.
Trago saliva y asiento, manteniendo mi voz firme a pesar del torbellino
de emociones que me invade por dentro. No puedo permitir que mi
hermano vea cuánto me afecta la presencia de Jackson, cómo su cercanía
hace que mi corazón se acelere y mis pensamientos se nublen. Tengo que
mantener la compostura, ocultar el deseo que amenaza con delatarme en
cada mirada, en cada gesto. Es un juego peligroso, lo sé, pero no puedo
evitar sentirme irremediablemente atraído hacia él, como una polilla hacia
la llama. Así que me obligo a respirar hondo, a enderezar los hombros y a
enfrentar la situación con toda la entereza que soy capaz de reunir, rogando
en silencio que mi hermano no note la tormenta que se desata en mi interior
cada vez que Jackson está cerca.
—Acepto.
Dmitry asiente, satisfecho, y luego se inclina hacia adelante. Sus codos
descansan sobre sus rodillas y entrelaza sus dedos, su postura es la de un
hombre que está a punto de revelar un plan maestro.
—Hay algo más. Para atrapar a la rata traidora en nuestra organización,
hemos decidido actuar como si nada hubiera pasado. Como si todo
estuviera arreglado, para que se relaje y cometa un error.
Jackson interviene, su voz grave y autoritaria. Cada palabra que sale de
su boca parece una orden, un comando que exige ser obedecido.
—Vamos a hacer un contacto con un nuevo socio, Joaquín Montero. Un
traficante de joyas español. Lo anunciaremos a todos los miembros
importantes, asegurándonos de que incluso el traidor se entere. Así
podremos tenderle una trampa.
Escucho atentamente mientras me explican quién es Montero y cuál es su
papel en este juego de engaños. Mi mente da vueltas, tratando de procesar
toda la información. Montero es conocido por su crueldad y su astucia en
los negocios. Un hombre que ha construido un imperio basado en el miedo
y la intimidación. La idea de trabajar con alguien así me revuelve el
estómago, pero entiendo la necesidad de esta alianza temporal para atrapar
al traidor.
—No lo haremos de inmediato —aclara Dmitry—. Comenzaremos
después de que hayas completado tu entrenamiento.
Asiento nuevamente, mostrando mi acuerdo, pero por dentro, sé que esto
es una mala idea. Exponerme así, trabajar tan cerca de Jackson... Es un
riesgo. Un riesgo que podría sacar a la luz mi más profundo secreto, mi
orientación sexual.
Imagino los próximos meses, entrenando día tras día con Jackson. Sus
manos corrigiendo mi postura, su cuerpo cerca del mío mientras me enseña
nuevas técnicas de combate. La idea envía un escalofrío por mi columna
vertebral. ¿Seré capaz de ocultar mis sentimientos? ¿De mantener mi
fachada intacta bajo su intenso escrutinio?
Pero no puedo echarme atrás ahora. No cuando finalmente tengo la
oportunidad de probarme a mí mismo, de ganarme el respeto de Dmitry. He
pasado toda mi vida a la sombra de mi hermano, anhelando su aprobación.
Esta es mi oportunidad de demostrar mi valía, de ser algo más que el
«pequeño Alek».
Así que me trago mis miedos y me preparo para lo que está por venir,
sabiendo que cada paso me acerca más al filo de la navaja. Tendré que ser
más cuidadoso que nunca, mantener mis emociones bajo control y mi
máscara firmemente en su lugar.
Miro a Jackson y nuestros ojos se encuentran. Por un momento, es como
si pudiera ver a través de mí, como si supiera todos mis secretos, todos los
anhelos ocultos que he enterrado en lo más profundo de mi ser. Siento que
mi alma queda expuesta bajo su mirada penetrante, vulnerable y desnuda.
Mi corazón se acelera y mi respiración se vuelve superficial. Temo que
pueda leer en mis ojos el deseo prohibido que arde dentro de mí, un deseo
que nunca debería ser expresado. Pero luego el momento pasa y su
expresión vuelve a ser indescifrable, una máscara impenetrable que esconde
sus pensamientos. Me quedo preguntándome si lo que vi fue real o
simplemente un reflejo de mis propias emociones, un espejismo nacido de
mi desesperada necesidad de conexión.
—Estoy listo —digo, mi voz más firme de lo que me siento por dentro—.
Haré lo que sea necesario.
Dmitry pone una mano en mi hombro y aprieta, un gesto de apoyo y
aprobación. Pero incluso mientras me preparo para este nuevo capítulo en
mi vida, no puedo evitar preguntarme cuánto tiempo podré mantener mi
fachada. Cuánto tiempo antes de que la verdad salga a la luz y lo pierda
todo.

JACKSON

Llegamos a Chicago y me dirijo directamente al edificio de Dmitry, donde


mi equipo me espera en nuestro apartamento. Nada más entrar, todos se
ponen en pie, expectantes. La tensión en el aire es palpable, como si mi sola
presencia hubiera electrificado la atmósfera. Puedo ver la anticipación en
sus ojos, la necesidad de saber cómo ha ido el viaje, si hemos logrado el
objetivo que nos habíamos propuesto.
—¿Y bien? —pregunta Sarah. Su voz es firme, pero puedo detectar un
atisbo de ansiedad en su tono. Sabe tan bien como yo lo que está en juego,
lo crucial que es esta misión para todos nosotros.
Suelto un suspiro y me dejo caer en una silla, el cansancio del viaje
finalmente alcanzándome. Paso una mano por mi rostro, tratando de
ordenar mis pensamientos. Las imágenes de las últimas horas se
arremolinan en mi mente: la conversación con Dmitry, la mirada en los ojos
de Aleksander cuando aceptó el entrenamiento, la forma en que mi corazón
se aceleró cuando nuestras miradas se cruzaron...
—Estamos dentro —digo finalmente, mi voz sonando más cansada de lo
que pretendía—. Dmitry confía en mí y Aleksander... —mi voz se apaga un
instante mientras lucho por encontrar las palabras adecuadas. ¿Cómo puedo
describir lo que sentí en ese avión, la atracción innegable que surgió entre
nosotros, el miedo que vi en sus ojos cuando se dio cuenta de lo que
implicaría este entrenamiento?— Está a mi merced —concluyo, las
palabras dejando un sabor amargo en mi boca.
Lucas asiente, satisfecho. Puedo ver el alivio en su postura, la forma en
que sus hombros se relajan casi imperceptiblemente.
—Bien. Eso significa que ahora es cuando empieza de verdad la misión.
Asiento, pero no puedo evitar sentir una punzada de culpabilidad.
Aleksander no es como los demás Novikov. ¿Es realmente justo arrastrarlo
a este mundo de engaños y traiciones? ¿Utilizarlo como un peón en nuestro
juego contra su hermano?
Me levanto bruscamente, apartando esos pensamientos. No puedo
permitirme dudar, no ahora. Tenemos un trabajo que hacer, y nada, ni
siquiera mis propios sentimientos, pueden interponerse en nuestro camino.
—Voy a llamar a Sullivan —anuncio, dirigiéndome a la habitación
contigua. Necesito espacio, un momento para recomponerme lejos de las
miradas inquisitivas de mi equipo.
Marco el número de mi contacto en el FBI y espero. Al tercer tono, la voz
grave de Sullivan resuena al otro lado.
—Steele. Espero que tengas buenas noticias.
—Estoy dentro, señor. Dmitry me ha dado acceso total a Aleksander.
Ahora es cuando empieza de verdad la misión.
Hay una pausa al otro lado de la línea, y por un momento temo haber
dejado entrever algo en mi voz, alguna pista de mis dudas y conflictos
internos.
—Bien hecho, Steele. Sabía que erais los indicados para este trabajo.
Mantenme informado de cualquier progreso.
—Sí, señor.
Cuelgo y me quedo mirando el teléfono. Las palabras de Sullivan
resuenan en mi mente. "Los adecuados para este trabajo". Pero, ¿yo lo soy
realmente? ¿Puedo llevar a cabo esta misión sin dejar que mis emociones se
interpongan?
Porque cada vez que cierro los ojos, veo el rostro de Aleksander. Y sé, en
lo más profundo de mi ser, que esto es más que una simple misión para mí.
Si me siento como un cabrón por lo que estoy haciendo, decido ignorarlo.
Tengo un trabajo que hacer, y nada, ni siquiera mis propios sentimientos,
puede interponerse en mi camino.
Salgo de la habitación, con la mandíbula apretada y una renovada
determinación. Es hora de poner en marcha la siguiente fase del plan. Pero
incluso mientras me preparo para lo que está por venir, no puedo evitar
preguntarme cuánto de mí mismo tendré que sacrificar en el proceso.
Cuánto de mi alma tendré que vender para llevar a cabo esta misión.
Porque con cada paso que doy, con cada mirada que intercambio con
Aleksander, siento que me acerco más a un precipicio del que no hay
retorno. Y temo que, cuando finalmente caiga, no habrá nadie para
atraparme.
CAPÍTULO 7

ALEKSANDER

Unos golpes en la puerta me despiertan de un sueño intranquilo. Me


incorporo sobresaltado, el corazón latiéndome con fuerza en el pecho. Por
un momento, estoy desorientado, sin saber dónde me encuentro. Las
sábanas de seda se enredan en mis piernas mientras lucho por recuperar la
compostura. Miro el reloj en la mesilla de noche. Son las 5 de la mañana.
Los números rojos brillan en la oscuridad, burlándose de mí. ¿Quién
demonios llama a esta hora? La irritación se mezcla con la confusión
mientras me paso una mano por el pelo revuelto.
Antes de que pueda levantarme, la puerta se abre y la imponente figura
de Jackson se recorta contra la luz del pasillo. Su silueta es inconfundible,
anchos hombros y postura firme. Incluso en la penumbra, puedo sentir la
intensidad de su mirada. Mi pulso se acelera, y no estoy seguro si es por la
sorpresa o por algo más, algo que no me atrevo a nombrar.
—Tienes cinco minutos para vestirte y coger lo imprescindible —dice
con voz firme pero no amenazante. Su tono es el de alguien acostumbrado a
dar órdenes y a ser obedecido—. Empieza tu entrenamiento militar. Un mes
entero alejado de todo lujo y comodidad. Un mes para convertirte en una
bestia de fuerza física. Para que desarrolles tu máximo potencial.
Me quedo mirándolo, desorientado, pero sin miedo. Nunca tengo miedo
cuando se trata de Jackson. Hay algo en él, una seguridad, una solidez, que
me hace sentir a salvo incluso en los momentos más inciertos. Quizás es la
forma en que siempre parece estar en control, o la calma que irradia incluso
en las situaciones más tensas. O tal vez es algo más profundo, una conexión
que no puedo explicar pero que siento en cada fibra de mi ser.
—¿Qué hay de diferente a estar secuestrado? —pregunto mientras me
levanto de la cama, buscando mi ropa. Mi voz suena más ronca de lo
habitual, aún pesada por el sueño. Encuentro unos vaqueros en el suelo y
me los pongo, consciente de la mirada de Jackson siguiendo cada uno de
mis movimientos.
Jackson se acerca a mí, su presencia llenando la habitación. Puedo sentir
el calor que irradia su cuerpo, la energía que parece crujir en el aire entre
nosotros. Mi piel se eriza, cada nervio súbitamente alerta. Es como si mi
cuerpo reaccionara a su cercanía de una forma primitiva, instintiva.
—Yo no te voy a pegar —responde con una media sonrisa que hace que
mi corazón se acelere. Hay un destello en sus ojos, una chispa de algo que
no puedo identificar—. A menos que me lo pidas.
Un gemido escapa de mis labios antes de que pueda contenerlo. La
sugerencia en sus palabras, la intimidad del momento, todo se suma a la
tensión que siempre existe entre nosotros. Es como una corriente eléctrica,
invisible pero poderosa, que parece atraernos irresistiblemente el uno hacia
el otro. Jackson me mira fijamente, sus ojos negros brillando con algo que
no puedo descifrar. ¿Deseo? ¿Diversión? ¿O algo más profundo, más
peligroso?
Me obligo a apartar la mirada y centrarme en vestirme. Mis manos
tiemblan ligeramente mientras busco una camiseta limpia en el armario. La
tela se siente áspera contra mi piel hipersensible. Unos vaqueros, una
camiseta, una sudadera. Lo básico. Nada de las prendas de diseño a las que
estoy acostumbrado, nada que me recuerde a mi vida de lujo y privilegio.
Mientras meto algunas cosas en una mochila, mi mente no deja de dar
vueltas. ¿Un mes entero con Jackson? ¿Lejos de todo y de todos? La
perspectiva me emociona y me aterra a partes iguales.
Por un lado, la idea de pasar tanto tiempo con Jackson, de tenerlo para mí
solo, hace que mi corazón se acelere con anticipación. He anhelado su
compañía, su atención, desde el momento en que lo conocí. Pero, por otro
lado, sé que este entrenamiento será un desafío como ningún otro. Jackson
no es conocido por su suavidad. Exigirá lo mejor de mí, me empujará más
allá de mis límites. Y temo no estar a la altura, decepcionar a mi hermano.
Mientras guardo un cuaderno de dibujo y algunos lápices en la mochila,
no puedo evitar pensar en lo que dirá Dmitry. Este entrenamiento es mi
oportunidad de demostrar mi valía. Pero el miedo al fracaso, a la decepción,
pesa sobre mí como una losa.
Justo en ese momento, como si mis pensamientos lo hubieran invocado,
Dmitry aparece en la puerta de mi habitación. Su rostro está serio, pero
puedo ver un destello de preocupación en sus ojos cuando me mira.
—Aleksander —dice, su voz profunda resonando en la habitación. Se
acerca a mí y pone una mano en mi hombro, su agarre firme pero gentil—.
Sé que esto no será fácil, pero sé que puedes hacerlo.
Sus palabras son como un bálsamo para mis nervios crispados. Si Dmitry
cree en mí, entonces tal vez, solo tal vez, pueda creer en mí mismo.
—Gracias, Dmitry —digo, mi voz cargada de emoción—. No te
decepcionaré.
Dmitry asiente, una sonrisa tirando de las comisuras de sus labios.
—Lo sé.
Se vuelve hacia Jackson, su expresión volviéndose seria.
—Cuida de él, Steele. Es mi hermano pequeño. Mi responsabilidad.
Jackson asiente, su postura recta y sus ojos decididos.
—Con mi vida.
Dmitry parece satisfecho con su respuesta. Me da un último apretón en el
hombro antes de salir de la habitación, dejándonos a Jackson y a mí solos
una vez más.
—Estoy listo —digo finalmente, echándome la mochila al hombro. Mi
voz suena más firme de lo que me siento por dentro, una fachada de
confianza que he perfeccionado a lo largo de los años.
Jackson asiente y se dirige hacia la puerta. Su andar es seguro, decidido,
cada movimiento imbuido de una gracia letal. Antes de salir, se vuelve
hacia mí. La luz del pasillo ilumina la mitad de su rostro, acentuando la
cicatriz que cruza su ceja, la dureza de su mandíbula. Pero hay una suavidad
en sus ojos cuando me mira, una calidez que contrasta con su exterior duro.
—Vamos allá.
Salimos de la habitación y me dirijo hacia lo desconocido. Cada paso es
un acto de valentía, una declaración silenciosa de intención. Estoy listo para
enfrentar lo que sea que venga, listo para probarme a mí mismo de una vez
por todas.
Mientras caminamos por los pasillos silenciosos del edificio, no puedo
evitar lanzar miradas furtivas a Jackson. La anticipación crepita entre
nosotros como electricidad estática, un preludio de lo que está por venir. No
sé lo que nos espera en este entrenamiento, no sé si saldré de él como el
mismo hombre que soy ahora. Pero sé que, con Jackson a mi lado, estoy
listo para averiguarlo.
Salimos a la fría mañana de Chicago, el aire cortante contra mi piel.
Jackson me guía hacia una furgoneta negra, aparcada discretamente en la
calle. Mientras me deslizo en uno de los asientos traseros, no puedo evitar
pensar en todas las veces que he soñado con escapar de esta vida, de ser
libre para ser quien realmente soy. Y ahora, de alguna manera, siento que
este viaje con Jackson podría ser mi oportunidad. Una oportunidad para
descubrir mi verdadero potencial, para encontrar un propósito más allá de
las expectativas de mi apellido.
Mientras la furgoneta se aleja del edificio, dejando atrás mi vida de lujo y
privilegio, siento una punzada de emoción.
Algo grande está por venir.
CAPÍTULO 8

JACKSON

Miro por el retrovisor de la furgoneta y no puedo evitar fijarme en


Aleksander, despeinado y mal vestido. Nunca lo he visto más atractivo. Su
cabello, normalmente peinado a la perfección, ahora cae en ondas
desordenadas sobre su frente. La ropa holgada y casual que lleva, tan
diferente a sus trajes habituales, le da un aire de vulnerabilidad que
encuentro extrañamente cautivador. Tengo que ocultar una sonrisa cuando
me doy cuenta de que en esa mochila hay más libros, lápices y cuadernos
que ropa. Incluso en este momento, enfrentándose a un desafío físico y
mental como nunca antes, Aleksander no puede dejar de lado su amor por el
arte y el conocimiento.
En la furgoneta, mi equipo está animado, la emoción del nuevo reto
llenando el aire. Darren y Lucas están enfrascados en una discusión sobre
cuál de ellos tendrá que enseñar a Aleksander primeros auxilios, con Darren
insistiendo en que su experiencia médica lo hace el candidato obvio,
mientras que Lucas argumenta que sus habilidades de hacker le dan una
perspectiva única.
Mike, nuestro francotirador, está sentado en silencio, pero puedo ver una
sonrisa divertida tirando de las comisuras de sus labios mientras escucha la
discusión. Sarah está revisando una lista de suministros, murmurando para
sí misma sobre la cantidad de C4 que podría necesitar.
En el asiento trasero, los gemelos Tim y Tom están enfrascados en uno de
sus habituales juegos de manos, sus movimientos rápidos y precisos
testimonio de sus habilidades de infiltración. Su risa y bromas añaden una
nota de ligereza a la atmósfera, un recordatorio de que, a pesar de la
seriedad de nuestra misión, todavía somos un equipo, una familia.
Recuerdo cómo cuando he entrado en su cuarto esta mañana, Aleksander
ha sentido miedo de que le estuviesen atacando, pero cuando ha visto que
era yo, se ha relajado completamente. La forma en que su cuerpo se ha
destensado, la mirada de alivio en sus ojos... Me doy cuenta en ese
momento de que me gusta demasiado que Aleksander confíe en mí. Es una
responsabilidad que no me tomo a la ligera, una que me llena de una mezcla
de orgullo y temor. Porque sé que esa confianza es algo frágil, algo que
podría romperse con una sola acción equivocada de mi parte.
Una confianza que en algún momento voy a traicionar, por mucho que
todo mi cuerpo se revele contra ello.
Prefiero no enfocarme en ello de momento. Prefiero actuar como si nunca
tuviera que hacerlo.
El camino hacia la instalación militar es largo, serpenteando a través de
bosques densos y colinas escarpadas. El paisaje es hermoso en su
austeridad, una vista que pocas personas tienen el privilegio de ver. Pero mi
mente está lejos de la belleza natural que nos rodea. En cambio, estoy
pensando en lo que nos espera, en los desafíos que Aleksander tendrá que
enfrentar.
Sé que no será fácil para él. Ha vivido una vida de privilegio y
protección, nunca ha tenido que luchar por nada. Pero también sé que hay
una fuerza en él, una resistencia que quizás ni siquiera él mismo conoce. Y
es mi trabajo sacar esa fuerza a la luz, moldearla y convertirla en algo que
pueda usar no solo para sobrevivir, sino para prosperar en el mundo al que
pertenece.
—Eh, Jefe —la voz de Tom me saca de mis pensamientos—. ¿Crees que
el chico aguantará el entrenamiento? Parece un poco... delicado.
Antes de que pueda responder, Tim interviene.
—No lo subestimes, hermano. Recuerda, nosotros también parecíamos
delicados una vez.
Las risas llenan la furgoneta, y veo a Aleksander sonrojarse en el asiento
del pasajero. Pero también veo una chispa de determinación en sus ojos.
—Aleksander lo hará bien —digo, mi voz firme y segura—. Tiene más
fuerza de la que cree.
Finalmente, llegamos a las instalaciones militares privadas donde
pasaremos el próximo mes entrenando. Un complejo de edificios grises y
funcionales rodeado de altas vallas de seguridad y alambre de espino. Nada
de lujos aquí, solo lo esencial para forjar el cuerpo y la mente. El aire está
cargado con un sentido de propósito, de disciplina. Puedo sentir cómo
Aleksander se tensa, la realidad de lo que está por venir finalmente
golpeándolo.
Aparco la furgoneta y nos dirigimos hacia la entrada principal. Los
guardias nos saludan con un asentimiento brusco, claramente informados de
nuestra llegada. Nos registran de manera eficiente, revisando nuestras
identificaciones y pertenencias. Puedo ver cómo Aleksander se pone
nervioso bajo su escrutinio, pero mantiene la compostura, siguiendo mi
ejemplo.
Una vez dentro, el ambiente cambia. El silencio es casi opresivo, roto
solo por el sonido de nuestros pasos sobre el pavimento. Soldados y
oficiales pasan a nuestro lado, cada uno centrado en su propia tarea, sin
prestar atención a los recién llegados. Es un mundo completamente
diferente al que Aleksander está acostumbrado, uno donde el estatus no
significa nada.
Guío a Aleksander hasta su habitación, tan espartana como el resto del
lugar. Una cama individual, un armario, un pequeño escritorio y una silla.
Las paredes son de un blanco estéril, sin adornos ni personalidad. Es un
lugar para dormir, no para vivir. Pero es aquí donde Aleksander tendrá que
encontrar su fuerza interior, donde tendrá que enfrentarse a sus demonios y
superarlos.
—Los horarios de comida están en la puerta —le informo, mi voz más
suave de lo que pretendía—. Empezamos el entrenamiento mañana a las
seis de la mañana. Tienes el día de hoy para conocer el lugar y aclimatarte.
Considéralo un regalo.
Aleksander asiente, dejando su mochila sobre la cama. Parece abrumado,
fuera de lugar en este entorno tan diferente a su vida habitual. Sus ojos
recorren la habitación, como si estuviera tratando de asimilar cada detalle,
de encontrar algo familiar a lo que aferrarse. Pero también veo
determinación en su mirada. Está aquí para probarse a sí mismo, para
demostrar su valía. Y eso es algo que no puedo evitar admirar.
—Gracias, Jackson —dice finalmente, su voz cargada de una emoción
que no puedo identificar—. Por todo.
Quiero decirle que no tiene que agradecerme, que estoy aquí porque
quiero estarlo. Pero las palabras se atoran en mi garganta. Porque la verdad
es que mi presencia aquí no es tan simple, que hay capas de motivación que
ni siquiera yo mismo entiendo completamente. Motivos que él no puede
conocer.
—Descansa, Aleksander. Y ve a mirar cómo son las instalaciones para
que mañana no pierdas el tiempo —es todo lo que digo, mi mano apretando
brevemente su hombro antes de dirigirme hacia la puerta—. Mañana será
un día duro.
Mientras salgo de la habitación, no puedo evitar lanzar una última mirada
a Aleksander. Está sentado en el borde de la cama, sus hombros encorvados
bajo el peso de lo desconocido. Quiero quedarme, ofrecerle consuelo y
apoyo. Pero sé que no puedo, que tengo que mantener una distancia
profesional. Al menos por ahora.
Camino por los pasillos del complejo, mi mente dando vueltas con
pensamientos de Aleksander y de la tarea que tenemos por delante. Sé que
este mes será un desafío para ambos, que pondrá a prueba no solo nuestras
habilidades físicas, sino también nuestra conexión emocional. Porque con
cada día que pase, con cada momento compartido, sé que me será más
difícil mantener mis sentimientos bajo control.
Pero también sé que no tengo otra opción. Porque mi misión va más allá
de su entrenamiento físico. Hay secretos que debo mantener, lealtades que
debo equilibrar. Y en el centro de todo está Aleksander, ajeno a las fuerzas
que se mueven a su alrededor, a los hilos que se tejen en las sombras.
Mientras me dirijo a mi propia habitación, no puedo evitar sentir una
punzada de culpa. Porque estoy traicionando la confianza de Aleksander.
Que hay partes de mí, de mi propósito aquí, que él desconoce. Y aunque sé
que es necesario, aunque sé que es por un bien mayor, no puedo evitar
sentirme como un fraude.
Pero también sé que no puedo dejar que esos sentimientos me distraigan.
Tengo un trabajo que hacer, un deber que cumplir. Y eso significa que tengo
que ser fuerte, que tengo que mantener mis emociones bajo control. Porque
en este mundo, en este juego de sombras y secretos, no hay lugar para la
debilidad.
Así que me preparo para los días venideros, para las pruebas y
tribulaciones que sé que enfrentaremos. Me preparo para ser el mentor, el
guía, el apoyo que Aleksander necesita. Quiero que por lo menos salga de
esta experiencia sabiendo defenderse a sí mismo. Es el único regalo que le
puedo dar.

ALEKSANDER
La habitación es un espacio pequeño, espartano en su simplicidad. Una
cama individual con sábanas blancas, un escritorio de metal y una silla. No
hay nada en este espacio que me invite a querer estar aquí. Pero es donde
tendré que pasar el próximo mes de mi vida. Donde tendré que
reinventarme.
Dejo mi mochila sobre la cama, sacando mis cuadernos de dibujo y mis
lápices. Aunque Jackson me ha sugerido que salga a explorar el cuartel,
siento la necesidad de quedarme aquí, en este pequeño espacio que ahora es
mío. Necesito un momento para procesar todo lo que está pasando, para
asimilar el cambio radical que mi vida está a punto de dar.
Me siento en el borde de la cama, mis manos temblando ligeramente
mientras abro mi cuaderno. Estoy asustado, no puedo negarlo. Asustado de
lo desconocido, de lo que este entrenamiento implicará. Pero también estoy
emocionado. Por fin tengo la oportunidad de demostrar mi valía, de
probarme a mí mismo que soy más que el hermano pequeño de Dmitry, más
que un peón en el juego de la mafia.
Comienzo a dibujar, mis trazos al principio son vacilantes, pero van
ganando confianza con cada línea. Dibujo las paredes de mi habitación, la
cama, el escritorio. Pero pronto, casi sin darme cuenta, mi lápiz comienza a
trazar un rostro familiar. Los ojos oscuros y penetrantes de Jackson, su
mandíbula fuerte, la cicatriz que cruza su ceja. Me encuentro detallando
cada rasgo, cada sombra, como si estuviera tratando de capturar su esencia
en el papel.
Me detengo, mirando el dibujo. ¿Por qué estoy dibujando a Jackson?
¿Qué es esta fascinación que siento por él? No puedo negar la atracción, el
magnetismo que parece emanar de él. Pero también hay algo más, algo que
va más allá de lo físico. Es la forma en que me mira, como si pudiera ver a
través de mí, como si entendiera las partes de mí que mantengo ocultas del
mundo.
Sacudo la cabeza, cerrando el cuaderno. No puedo permitirme pensar así,
no puedo dejar que estos sentimientos me distraigan. Estoy aquí para
entrenar, para hacerme más fuerte. No para fantasear con mi instructor.
No puedo permitir que nadie sepa jamás que me gustan los hombres.
Me levanto, estirando mis músculos tensos. Mañana será un día duro, lo
sé. Pero estoy listo para enfrentarlo. Listo para probarme a mí mismo.
Y quizás, solo quizás, en el proceso también pueda entender qué es este
sentimiento que Jackson despierta en mí. Este anhelo que no puedo
nombrar, pero que intuyo que puede cambiarlo todo.
CAPÍTULO 9

ALEKSANDER

Un horrible sonido de bocina me saca de mi sueño bruscamente. Me


incorporo de un salto, mi corazón latiendo desbocado en mi pecho. La
desorientación me invade por un momento, hasta que recuerdo dónde estoy:
las instalaciones militares, el inicio de mi entrenamiento. Antes de que
pueda siquiera reaccionar, la puerta de mi habitación se abre de golpe.
Jackson entra con decisión, su imponente figura llenando el espacio. Su
mera presencia parece absorber todo el oxígeno de la habitación, dejándome
sin aliento.
—Ahora vas a saber cómo viven los militares —me dice con un tono que
no admite réplica. Su voz es firme, autoritaria, enviando un escalofrío por
mi columna vertebral—. Y a partir de ahora, me llamarás señor.
Me quedo mirándolo, atónito por un momento. La intensidad de su
mirada me deja sin aliento, sus ojos oscuros parecen penetrar en lo más
profundo de mi ser. Hay un poder en su postura, en la forma en que se
dirige a mí, que me hace sentir pequeño y vulnerable. Pero también hay
algo más, una chispa de emoción que no puedo identificar, pero que hace
que mi sangre corra más rápido por mis venas.
Tras su insistencia, finalmente logro articular las palabras.
—Sí... señor.
Las palabras salen de mi boca con una mezcla de sumisión y
anticipación. Nunca antes había llamado a nadie «señor», nunca me había
sometido voluntariamente a la autoridad de otro. Pero con Jackson, se siente
natural, incluso emocionante. Hay una parte de mí, una parte que siempre
he mantenido oculta y reprimida, que anhela esta dinámica, que desea ser
dominada y controlada.
Nuestras miradas se encuentran y se mantienen, la tensión entre nosotros
es casi palpable. Siento como si el aire se hubiera vuelto más denso,
cargado de una electricidad que no puedo nombrar. Jackson da un paso
hacia mí y mi corazón se acelera en anticipación de... no sé qué. Su cercanía
es intoxicante, su aroma masculino invade mis sentidos, nublando mi juicio.
Por un momento, me permito imaginar lo que podría pasar si me dejara
llevar por esta tensión, si cruzara la línea en la que he estado bailando desde
que le conocí. Imagino sus manos sobre mi cuerpo, su boca sobre la mía,
una colisión de pasión y poder. El pensamiento envía una oleada de calor a
través de mí, y tengo que morderme el labio para contener un gemido.
Pero rápidamente aparto esos pensamientos, el miedo y la vergüenza
inundándome. Jackson es el epítome de la masculinidad, todo fuerza bruta y
confianza. Seguramente es heterosexual hasta la médula. Si supiera los
pensamientos impuros que tengo sobre él, si pudiera ver el deseo que arde
en mis venas... seguramente me despreciaría, me vería como algo menos
que un hombre.
Mi mirada se desvía hacia la cicatriz que cruza su cara, un recordatorio
de su fuerza, de las batallas que ha luchado. ¿Qué pensaría un hombre como
él de alguien como yo, alguien que nunca ha tenido que luchar por nada en
su vida? Seguramente me vería como débil, indigno de su respeto, y mucho
menos de su afecto.
Antes de que pueda perderme más en estos pensamientos, Tim y Tom
irrumpen en la habitación. La interrupción es como un balde de agua fría,
trayéndome de vuelta a la realidad.
—Os están esperando para empezar el entrenamiento de la mañana —
anuncia Tim con una sonrisa burlona, como si supiera exactamente lo que
estaba pasando por mi cabeza—. Hoy toca circuito de obstáculos de
entrenamiento militar.
Miro a Jackson una última vez y me pongo las zapatillas y una sudadera
antes de seguir a los gemelos. La intensidad del momento aún palpita en
mis venas, un recordatorio constante de la atracción innegable que siento
por él.
Mientras caminamos hacia el campo de entrenamiento, no puedo evitar
sentir una punzada de arrepentimiento. Me arrepiento de no haber
explorado las instalaciones ayer cuando Jackson me lo sugirió. Quizás
habría podido prepararme mentalmente para lo que me espera hoy. Pero
estaba demasiado abrumado, demasiado perdido en mis propios
pensamientos y emociones para pensar con claridad.
Y ahora, mientras me enfrento al imponente circuito de obstáculos, me
doy cuenta de lo poco preparado que estoy. El circuito se extiende ante mí
como un monstruo insuperable, diseñado para poner a prueba incluso al
más fuerte y capaz de los hombres.
El primer obstáculo es un muro de madera de al menos 4 metros de
altura. Tengo que correr hacia él, impulsarme y tratar de agarrar la cuerda
que cuelga en la parte superior para poder escalar. Mis primeros intentos
son lamentables, mis manos se deslizan de la cuerda y caigo al suelo una y
otra vez, el impacto resonando a través de mi cuerpo.
Después del muro viene una serie de barras a diferentes alturas. Tengo
que saltar para agarrarme a ellas y balancearme de una a otra. Mis brazos
tiemblan por el esfuerzo, el sudor cae en mis ojos, nublando mi visión. Más
de una vez, pierdo el agarre y caigo al suelo embarrado debajo.
Luego viene el alambre de púas. Tengo que arrastrarme por debajo, mi
cuerpo presionado contra el barro frío, las púas amenazando con enganchar
mi ropa, mi piel. Es claustrofóbico y aterrador, y más de una vez me
encuentro congelado por el miedo, incapaz de moverme.
Hay también una red para escalar, sacos de arena para cargar, zanjas para
saltar. Cada obstáculo es más desafiante que el anterior, empujando mi
cuerpo y mi mente al límite.
A medida que avanzo, o más bien, a medida que lucho a través del curso,
puedo sentir las miradas de los otros en mí. Los gemelos, Sarah, Mike,
Lucas, Darren... todos ellos han pasado por este entrenamiento, todos ellos
saben lo que se necesita para superarlo. Y aquí estoy yo, el niño rico, el
protegido, luchando y fallando en cada turno.
Puedo ver sus miradas de lástima, de condescendencia incluso. Y lo peor
es que sé que las merezco. Porque no pertenezco aquí, no estoy hecho para
este tipo de vida. Soy débil, suave, un fracaso.
Pero es la mirada de Jackson la que más pesa. Porque en sus ojos, no veo
lástima. Veo decepción, frustración incluso. Como si esperara más de mí,
como si supiera que soy capaz de más.
Y eso es lo que más duele. Porque no puedo ser el hombre que él quiere
que sea, no puedo ser el hombre que necesita que sea. Igual que tampoco
puedo serlo para mi hermano. No puedo ser nada más que yo mismo, con
todas mis debilidades y defectos.
Finalmente, después de lo que parece una eternidad, me rindo. Me dejo
caer al suelo, mi cuerpo dolorido y exhausto, mi espíritu roto.
Jackson se acerca a mí, su expresión ilegible. Espero que me gritr por mi
fracaso. Pero en su lugar, simplemente extiende su mano hacia mí.
—Levántate —dice, su voz suave pero firme—. Inténtalo de nuevo.
—No puedo más —me quejo, y al segundo me avergüenzo de mi propia
debilidad.
—¿Quieres sentirte seguro? —pregunta con voz dura.
—Sí, joder. Sí quiero —prácticamente escupo sacando fuerzas de donde
no tenía.
—Pues entonces levántate y esta vez inténtalo de verdad. Puedes hacerlo.
Las limitaciones solo están en tu cabeza.
Y muy a mi pesar su discurso me motiva.
Miro su mano, luego su rostro. Y en sus ojos, veo algo que no esperaba.
No es lástima, ni decepción. Es comprensión.
Porque él sabe lo que es luchar, lo que es empujar a través del dolor y el
miedo. Y aunque he fallado, aunque no he podido completar el curso, lo he
intentado. He luchado.
Con un profundo respiro, tomo su mano y me levanto. Mis músculos
gritan en protesta, pero los ignoro. Porque con Jackson a mi lado, siento que
tal vez, solo tal vez, puedo enfrentar cualquier cosa que este entrenamiento,
que esta vida, me lance.
No porque sea fuerte, o capaz. Sino porque tengo algo por lo que luchar,
algo que probar. No a los demás, sino a mí mismo.
Y quizás, con el tiempo, pueda ser el hombre que Jackson ve en mí. El
hombre que siempre he tenido el potencial de ser.

JACKSON

Veo a Aleksander caer una y otra vez, su cuerpo impactando contra el suelo
con un ruido sordo. Cada golpe resuena en mi interior, como si fuera yo
quien los recibiera. Es un dolor diferente a cualquier otro que haya
experimentado, un dolor nacido de la impotencia y la preocupación. Una
parte de mí quiere correr hacia él, levantarlo del suelo, sostenerlo entre mis
brazos y decirle que todo estará bien. Quiero prometerle que yo me
encargaré de protegerlo, que mataré a cualquiera que se atreva a acercarse a
él con malas intenciones.
Pero me contengo. Porque sé que eso no es lo que Aleksander necesita.
No necesita un protector, necesita ser capaz de protegerse a sí mismo. Y por
mucho que me duela verlo sufrir, sé que este es un paso necesario en su
viaje.
Cuando me llamó «señor» esta mañana, sentí un escalofrío recorrer mi
espina dorsal. Fue un momento de electricidad pura, un instante en el que
todo pareció detenerse. Nunca nadie me ha hecho sentir ni una ínfima parte
de lo que él despierta en mí con ese simple gesto de respeto y sumisión. La
forma en que me miró, con una mezcla de temor y anticipación, hizo que mi
sangre hirviera en mis venas. Estoy seguro de que, si Tim y Tom no
hubieran entrado en ese momento, habría perdido el control allí mismo y lo
habría devorado de arriba abajo. Jamás he deseado morder unos labios
como deseo los suyos.
Pero en lugar de ceder a mis deseos, me obligo a mantener la distancia.
En lugar de ir a ayudarlo, lo dejo caer una y otra vez. Incluso lo obligo a
continuar cuando veo que está al límite de sus fuerzas. Porque sé que nada
le hará sentir mejor que ser capaz de defenderse por sí mismo. Necesita
ganar confianza en sus propias habilidades, necesita saber que tiene la
fuerza para enfrentar cualquier desafío.
Es una lección dura, pero necesaria. Porque en el mundo al que
pertenece, en el mundo en el que estamos tratando de infiltrarnos, no habrá
nadie para sostenerlo cuando caiga. Tendrá que aprender a levantarse por sí
mismo, a seguir luchando incluso cuando todo parezca perdido.
Darren se acerca a mí mientras observo a Aleksander en el circuito de
entrenamiento. Su presencia es un ancla, un recordatorio de mi propósito
aquí. Porque no puedo permitirme olvidar quién soy, o por qué estoy
haciendo esto.
—¿Por qué estás siendo tan duro con el chico? —me pregunta, su voz
suave pero inquisitiva—. Este entrenamiento es para ganarnos su confianza,
no para que te odie.
Le lanzo una mirada fulminante, sin darle ninguna explicación. No puedo
explicar lo que siento por Aleksander, no puedo poner en palabras este
torbellino de emociones que me consume cada vez que lo miro. Pero Darren
parece intuir lo que pasa. Siempre ha sido perceptivo, siempre ha sido capaz
de ver a través de mi fachada.
—Te preocupas por él, ¿verdad? —dice, y para mi sorpresa, en lugar de
molestarse, sonríe—. Ya era hora de que sintieras algo por alguien, Jackson.
Sus palabras me golpean con la fuerza de una bofetada. Porque tiene
razón. Me preocupo por Aleksander, más de lo que debería, más de lo que
es seguro. En algún momento, sin darme cuenta, he empezado a verlo como
algo más que una misión, como algo más que un medio para un fin.
Y eso me aterra. Porque en mi línea de trabajo, los sentimientos son un
lujo que no puedo permitirme. Son una debilidad que puede ser explotada,
una grieta en mi armadura que puede ser utilizada en mi contra.
Pero al mismo tiempo, no puedo negar lo que siento. No puedo ignorar la
forma en que mi corazón se acelera cada vez que Aleksander me mira, o la
forma en que mi piel arde con el deseo de tocarlo. Es un sentimiento nuevo
para mí, un sentimiento que no sé cómo manejar.
Así que hago lo único que sé hacer. Me enfoco en el entrenamiento, en
moldear a Aleksander en el hombre que necesita ser. Porque si puedo
hacerlo fuerte, si puedo hacerlo capaz de enfrentar cualquier amenaza,
entonces tal vez, solo tal vez, pueda mantenerlo a salvo.
Incluso si eso significa mantenerlo alejado de mí.
CAPÍTULO 10

ALEKSANDER

Lunes
El entrenamiento comienza con Darren. Me enseña primeros auxilios en
situaciones extremas. Mis manos tiemblan mientras intento hacer un
torniquete en un maniquí. La mirada de Jackson me perfora la nuca. Siento
que me estoy ahogando en mi propio sudor.
—No es así —me corrige Darren con paciencia—. Tienes que apretar
más fuerte o no detendrás la hemorragia.
Lo intento de nuevo, pero mis dedos no responden. Están entumecidos
por la tensión y el miedo. El maniquí parece burlarse de mí con su
expresión inerte, un recordatorio constante de mi ineptitud. Darren se
acerca y sus manos cubren las mías, guiándome. Su tacto es firme y cálido.
Me estremezco, pero no por el contacto, sino por la vergüenza que me
inunda. ¿Qué debe pensar de mí, al verme luchar con algo tan básico?
—Lo siento —murmuro, mi voz apenas un susurro.
—No te disculpes —dice Darren, su tono suave pero firme—. Aprende.
Jackson nos observa con una expresión ilegible. No sé si es aprobación o
desaprobación lo que veo en sus ojos. Me siento expuesto, como si mis
debilidades estuvieran en exhibición para que todos las vean.
Seguimos practicando durante horas, hasta que mis manos están
entumecidas y mis ojos nublados por el cansancio. Cada escenario es más
desafiante que el anterior: heridas de bala, quemaduras, fracturas expuestas.
Lucho por recordar los procedimientos, por mantener la calma bajo presión.
Pero cada error, cada vacilación, es amplificada por la presencia de Jackson.
Al final del día, me siento agotado tanto física como mentalmente.
Darren me da una palmada en el hombro antes de irse, un gesto de aliento
que no siento merecer. Jackson no dice nada, pero su silencio es más
ensordecedor que cualquier crítica.
Martes
Hoy toca entrenamiento con Lucas. Me siento frente a una pantalla llena
de códigos que no entiendo. Los números y letras se mezclan ante mis ojos,
formando un lenguaje extraño y amenazante. Lucas me explica cómo
infiltrarse en sistemas de seguridad, pero mis ojos se desvían hacia Jackson,
que observa desde un rincón.
—¡Aleksander! —me llama la atención Lucas—. Concéntrate. Esto
podría salvarte la vida algún día.
Asiento y trato de enfocarme, pero la presencia de Jackson me distrae.
Mis dedos se mueven torpemente sobre el teclado, cometiendo un error tras
otro. Las alarmas suenan, indicando mi fracaso. Lucas suspira, frustrado, y
yo deseo que el suelo me trague.
—Tal vez deberíamos tomar un descanso —sugiere Lucas, su tono más
suave de lo que esperaba—. Esto puede ser abrumador al principio.
Niego con la cabeza, testarudo en mi determinación de seguir
intentándolo. No quiero parecer débil, no quiero que Jackson piense que me
estoy rindiendo. Así que me inclino hacia adelante, mis ojos fijos en la
pantalla, y lo intento de nuevo.
Las horas pasan, y poco a poco, empiezo a entender los conceptos
básicos. Pero cada pequeño progreso se siente insignificante en
comparación con la vasta extensión de mi ignorancia. Lucas es paciente,
explicando cada concepto múltiples veces. Pero puedo ver la sombra de la
duda en sus ojos, la pregunta silenciosa de si realmente estoy hecho para
esto.
Miércoles
Mike me lleva al campo de tiro. El rifle se siente pesado en mis manos.
El metal frío contra mi piel es un recordatorio constante del poder letal que
sostengo. Apunto al objetivo, pero fallo por metros. El retroceso del arma
me hace tambalear, el sonido del disparo resuena en mis oídos. Mike me
corrige la postura, pero sigo sin dar en el blanco.
—Respira hondo y mantén la calma —me aconseja.
Pero no puedo calmarme. No con Jackson a mi lado, su aliento rozando
mi oído mientras me susurra instrucciones. Su cercanía es a la vez un
consuelo y una tortura, un recordatorio de todo lo que deseo y todo lo que
temo. Mis manos tiemblan, el sudor se acumula en mi frente. Disparo una y
otra vez, cada bala perdida es un testimonio de mi fracaso.
—Tal vez el rifle no es lo tuyo —dice Mike finalmente, su tono más
contemplativo que crítico—. Hay muchas otras formas de contribuir a un
equipo.
Pero no quiero otras formas. Quiero ser capaz de hacer esto, de probarme
a mí mismo. Porque si no puedo manejar un arma, ¿cómo puedo esperar
enfrentarme a los peligros que sé que vendrán?
Sigo intentándolo hasta que el sol empieza a ponerse, hasta que mis
brazos tiemblan por el esfuerzo y mis ojos pican por el sudor. Pero no
importa cuánto lo intente, el resultado sigue siendo el mismo: fracaso tras
fracaso.
Jueves
Hoy es el día de practicar con los explosivos. Mis manos sudan mientras
intento desactivar una bomba de práctica. Los segundos se escapan en el
contador, cada tic-tac es como un martillo en mis nervios. Sarah me da
indicaciones, pero el pánico me nubla la mente. Los cables se enredan ante
mis ojos, rojo, azul, verde, todos parecen iguales.
—Corta el cable correcto —me urge Sarah.
Elijo uno y miro a Jackson, buscando aprobación. Pero él no me ayuda,
solo me mira. Siempre me mira. Con manos temblorosas, corto el cable
rojo. La bomba sigue su cuenta atrás. Me equivoqué. El pánico me inunda,
mi corazón se acelera. Sarah se apresura a desactivar la bomba ella misma,
sus movimientos seguros y precisos. Me siento inútil, un estorbo.
—Está bien —dice Sarah, su voz suave—. Estos errores son parte del
aprendizaje.
Pero no lo siento así. Lo siento como otro fracaso, como una
confirmación de todas mis inseguridades. Seguimos practicando, pero cada
escenario termina de la misma manera: conmigo congelado por el miedo, y
Sarah interviniendo para salvar la situación.
Viernes
Los gemelos Tim y Tom me enseñan a infiltrarme. Me disfrazan y me
hacen pasar por un guardia de seguridad. El uniforme falso me molesta y el
casco se desliza sobre mis ojos. Mi corazón late desbocado mientras camino
por el pasillo, temiendo ser descubierto en cualquier momento. Cada
sombra me parece una amenaza, cada sonido una alarma.
—Actúa natural —me dice Tom por el auricular—. Como si
pertenecieras al lugar.
Pero no pertenezco aquí. No pertenezco a este mundo. Cada paso es una
lucha, cada palabra una mentira. Tropiezo con mis propios pies, el sudor
empapa mi espalda. Cuando me toca hablar con el guardia para acceder a la
zona restringida en la que tengo que colarme, me descubre en cuestión de
segundos. El ejercicio termina siendo un fracaso.
—No te preocupes —dice Tim por el auricular, su sonrisa fácil a pesar de
mi pobre desempeño—. Todos fallamos la primera vez. En la próxima
infiltración deberías estar más tranquilo.
Pero no puedo evitar preocuparme. Soy un fraude. Nada se me da bien.
Cada fracaso se siente como un paso más lejos de mi objetivo, de ser el
hombre que mi hermano necesita que sea, que Jackson quiere que sea.
Sábado
Hoy es el día que he estado temiendo: combate cuerpo a cuerpo. Pero
para mi sorpresa, no es Jackson quien me enfrenta, sino Darren. Lo que me
extraña. Jackson es el experto en la lucha cuerpo a cuerpo. ¿No quiere
entrenar conmigo? ¿Estar cerca de mí?
Me trago todas esas preguntas, todo el miedo, y me acerco a Darren, que
me enseña posturas, bloqueos, contraataques. Trato de imitar sus
movimientos, pero mi cuerpo se siente torpe y lento en comparación con su
gracia letal. Me corrige una y otra vez, su paciencia aparentemente infinita.
Pero puedo sentir la mirada de Jackson sobre mí, observando cada error,
cada tropiezo.
—Otra vez —dice Darren—. Anticipa mis movimientos.
Lo intento, pero mis reflejos son demasiado lentos. Los golpes de Darren
me alcanzan una y otra vez, el dolor florece en mi carne. Caigo al suelo, el
aire expulsado de mis pulmones. Me quedo allí, jadeando, mi cuerpo y mi
orgullo igualmente magullados. Darren me ofrece una mano para
levantarme, pero vacilo en tomarla. Porque sé que en el momento en que
me ponga de pie, todo comenzará de nuevo: los golpes, el dolor, la
humillación.
Domingo
Ha sido la peor semana de mi vida.
No solo estoy muerto físicamente si no que me siento un inútil.
Me desplomo sobre mi cama, cada músculo de mi cuerpo gritando de
dolor. Ni siquiera tengo fuerzas para quitarme la ropa empapada de sudor.
El agotamiento me inunda, pero no es solo físico. Es mental, emocional.
Siento como si hubiera estado luchando no solo contra mis limitaciones
físicas, sino contra mí mismo, contra años de condicionamiento y
expectativas.
Cierro los ojos y veo el rostro de Jackson. Su mirada intensa. Recuerdo
cada momento de esta semana, cada fracaso, cada humillación. Me
pregunto qué ve cuando me mira. ¿Ve al niño débil que siempre he sido?
Quiero ser más de lo que soy. Quiero ser fuerte, capaz, digno de su
respeto. Pero cada día, cada ejercicio, parece alejarme más de ese objetivo
en lugar de acercarme. Siento como si estuviera decepcionando a todos: a
Jackson, a mi hermano, a mí mismo.
Tengo ganas de ponerme a gritar de la frustración, pero me reprimo. No
puedo permitirme ese lujo, no aquí, no ahora. En cambio, me obligo a
levantarme, a arrastrarme hacia la ducha. Dejo que el agua caliente lave el
sudor y la vergüenza, deseando que pudiera lavar también mis dudas y
miedos.
Pero incluso mientras el agua corre sobre mi piel, sé que no será tan fácil.
Porque los verdaderos obstáculos no están en el campo de entrenamiento o
en la sala de tiro. Están en mi mente, en los límites que me he impuesto a
mí mismo, en las expectativas que he internalizado.
Y mientras me preparo para enfrentar otra semana de entrenamiento, no
puedo evitar preguntarme si alguna vez seré capaz de superarlos. Si alguna
vez seré capaz de ser el hombre que todos esperan que sea.
Pero entonces recuerdo la mirada en los ojos de Jackson. No la mirada de
decepción o frustración que he visto tantas veces esta semana. Sino la
mirada que vi ese primer día, cuando me dijo que podía lograrlo.
Con ese pensamiento en mente, me acuesto, mi cuerpo dolorido pero mi
resolución renovada. Mañana será un nuevo día, una nueva oportunidad
para probarme a mí mismo. Y no importa cuántas veces caiga, no importa
cuántas veces fracase, seguiré levantándome.
Porque eso es lo que Jackson haría. Y eso es lo que haré yo.
CAPÍTULO 11

JACKSON

Miro a Aleksander, cubierto de barro y exhausto, pero aun así no se rinde.


Está practicando solo en el circuito, en medio de la noche. La luna llena
arroja una luz plateada sobre el campo de entrenamiento, convirtiendo el
barro en un mar de sombras y reflejos. Aleksander se mueve a través de él
como un fantasma, su cuerpo delgado y pálido en contraste con la oscuridad
que lo rodea.
Me acerco a él, sintiendo una fuerte necesidad de consolarlo, de decirle
que todo va a salir bien. Mis pasos son silenciosos sobre la tierra blanda,
pero de alguna manera, él sabe que estoy aquí. Se detiene, sus hombros
subiendo y bajando con cada respiración entrecortada.
—No se me da nada bien —me dice con frustración en su voz cuando
estoy lo suficientemente cerca para escucharlo—. Odio sentirme como un
inútil.
Hay un dolor en sus palabras que me golpea directamente en el pecho.
Reconozco ese sentimiento, esa sensación de no ser suficiente. Lo he
sentido muchas veces en mi vida, más de las que me gustaría admitir.
Me quedo mirándolo fijamente, pensando en lo precioso que es, en cómo
a pesar de todo no pierde la dulzura. Incluso ahora, cubierto de barro y
sudor, con el cansancio marcado en cada línea de su cuerpo, hay una belleza
en él que me roba el aliento. Una belleza que va más allá de lo físico, que
irradia desde dentro.
Todo lo que quiero es abalanzarme sobre él y devorarlo, probar esa
dulzura, sentir esa belleza contra mi piel. Pero me contengo. Porque sé que
no puedo, que no debo. Hay demasiado en juego, demasiadas razones por
las que esto está mal.
En su lugar, me obligo a hablar, a ofrecer las palabras de aliento que él
necesita escuchar. Porque eso es lo que Aleksander necesita en este
momento, no mis deseos egoístas. Necesita saber que puede con esto.
Así que me trago el anhelo que me quema por dentro y me concentro en
ser su acicate. Pongo una mano en su hombro, apretando suavemente,
transmitiendo toda la fuerza y el apoyo que puedo en ese simple gesto.
—No eres un inútil, Aleksander —le digo con firmeza, mi voz resonando
en el silencio de la noche—. Estás progresando cada día. No seas tan duro
contigo mismo.
Él me mira con esos hermosos ojos azules, que parecen capaces de
perforar todas mis defensas y llegar directamente a mi alma. Siento cómo
mi corazón se acelera, cómo mi sangre se calienta bajo su mirada. Es una
sensación que se está volviendo peligrosamente familiar.
—¿De verdad lo crees? —me pregunta, con una mezcla de esperanza y
duda en su voz. Como si quisiera creerme, pero no se atreviera a hacerlo
completamente.
—Sí, lo creo —respondo sin dudar, porque es la verdad—. Tienes más
fuerza y determinación de lo que piensas. No te rindas ahora.
Doy un paso hacia él, luego otro, hasta que estamos a solo un suspiro de
distancia. Puedo sentir el calor que irradia de su cuerpo, puedo oler el sudor
y la tierra en su piel. Es embriagador, y por un momento, me siento
mareado con su proximidad.
Mi mano se levanta por su propia voluntad, anhelando tocar su rostro,
para limpiar el barro de sus mejillas. Pero me detengo a medio camino. No
puedo cruzar esa línea, no ahora. No cuando todavía hay tantos secretos
entre nosotros, tantas cosas no dichas.
En cambio, dejo caer mi mano sobre su hombro, un gesto de camaradería,
de apoyo. Incluso ese pequeño contacto envía una descarga eléctrica a
través de mí, y tengo que tragar el repentino nudo que se forma en mi
garganta.
—Vamos, te ayudaré a practicar un poco más —le digo, tratando de sonar
casual, como si mi corazón no estuviera tratando de saltar fuera de mi
pecho—. Pero después necesitas descansar. Mañana será otro día duro.
Aleksander asiente, y puedo ver un atisbo de sonrisa en sus labios. Esa
sonrisa que hace que todo valga la pena, que me hace cuestionar todo lo que
pensé que sabía sobre mí mismo y lo que quería en la vida.
Empezamos a practicar juntos, nuestros cuerpos moviéndose en sincronía
bajo la luz de loa focos. Le muestro cómo ajustar su postura, cómo usar su
peso y su impulso a su favor. Y mientras lo hago, no puedo evitar
maravillarme de la confianza que tiene en mí, de la forma en que sigue mis
instrucciones sin dudar.
Es un regalo, esa confianza. Uno que no merezco. Porque incluso
mientras lo ayudo, incluso mientras le doy todo de mí, sé que también le
estoy mintiendo. Sé que hay una parte de mí, una parte crucial, que le estoy
ocultando.
Y eso me corroe por dentro, como ácido en mis venas.
Así que me concentro en el aquí y ahora, en el calor de nuestros cuerpos
moviéndose juntos y el sonido de nuestra respiración en la noche tranquila.
Por un momento, olvido la misión, olvido quién soy y por qué estoy aquí.
En este momento, solo somos dos hombres, conectando en medio de la
noche, encontrando fuerza el uno en el otro.
Y quizás, solo quizás, eso sea suficiente. Quizás en estos momentos
robados, en estos fragmentos de tiempo suspendidos entre los latidos del
corazón, podemos encontrar algo real, algo verdadero.
Ahora, bajo la luna y las estrellas, con el barro bajo nuestros pies y el
sudor en nuestra piel, somos solo Jackson y Aleksander.
Y eso, decido mientras lo veo sonreír de nuevo, es suficiente.

ALEKSANDER

Estoy exhausto, pero no puedo rendirme. No ahora. No cuando Jackson está


aquí, a mi lado. Su presencia es a la vez un consuelo y un tormento, un
recordatorio constante de todo lo que deseo pero que no puedo tener.
Nos detenemos un momento para beber agua y recuperar el aliento. El
aire de la noche es fresco contra mi piel sobrecalentada, y por un momento,
me permito cerrar los ojos y simplemente respirar. Puedo sentir a Jackson a
mi lado, su calor corporal irradiando hacia mí, su respiración suave y
constante.
Cuando abro los ojos, lo encuentro mirándome, una expresión ilegible en
su rostro. Hay algo en sus ojos, una emoción que no puedo descifrar, pero
que hace que mi corazón se acelere en mi pecho.
Jackson se acerca a mí, cerrando la distancia entre nosotros hasta que está
a solo un suspiro de distancia. Su presencia es imponente pero reconfortante
a la vez, como una fuerza de la naturaleza contenida en forma humana.
—¿Sabes? Cuando era joven, todos los chavales se metían conmigo —me
confiesa, su voz suave en la quietud de la noche.
Lo miro sorprendido, mis cejas se alzan con incredulidad. Es difícil
imaginar a alguien metiéndose con este coloso de hombre, con su cuerpo
esculpido y su fuerza innata.
—No siempre he sabido defenderme, Aleksander —me repite, como si
leyera mis pensamientos. Hay una vulnerabilidad en su voz que nunca antes
había escuchado, una apertura que me hace querer acercarme a él, para
ofrecerle consuelo y comprensión.
Noto un titubeo en su voz, como si estuviera debatiendo si continuar o
no. Puedo ver la lucha interna en sus ojos, el deseo de compartir chocando
con años de hábito de mantener sus emociones encerradas.
Finalmente, se decide. Toma una respiración profunda, como si se
estuviera preparando para sumergirse en aguas profundas.
—El día que mataron a mis padres delante de mí, decidí que nunca más
estaría indefenso. Y que los iba a vengar.
Sus palabras me golpean con fuerza, robándome el aliento. Siento una
punzada de dolor en mi pecho, un eco del sufrimiento que puedo escuchar
en su voz. En ese momento, siento una conexión con él, un entendimiento
que va más allá de las palabras. Ambos conocemos el dolor de la pérdida.
Sin pensar, extiendo mi mano, cubriendo la suya donde descansa sobre su
rodilla. Su piel es cálida bajo mi palma, áspera por los callos, pero de
alguna manera suave al mismo tiempo. Jackson se tensa por un momento,
sorprendido por mi toque, pero luego se relaja, sus dedos entrelazándose
con los míos.
Es un momento de intimidad robada, un instante de conexión en medio
del caos de nuestras vidas. Por un momento, no somos un maestro y un
estudiante, un protector y un protegido. Somos simplemente dos almas,
encontrándose en la oscuridad, compartiendo un dolor y una comprensión
que pocos otros podrían entender.
Jackson pone su otra mano en mi hombro, su tacto firme pero gentil.
Puedo sentir la fuerza en sus dedos, pero también la delicadeza. Es un toque
que promete seguridad, que ofrece apoyo.
—No te rindas, Aleksander. Encontrarás algo en lo que seas bueno. Y te
prometo que cuando acabe contigo, te sentirás lo suficientemente fuerte
como para no necesitar que nadie te proteja.
Sus palabras se sienten como un juramento, una promesa sellada con algo
más fuerte que la tinta y el papel. Son un voto susurrado en la quietud de la
noche.
En ese momento, algo cambia entre nosotros. Es como si el aire se
hubiera vuelto más espeso, cargado de una electricidad que hace que mi piel
se erice. La intensidad de su mirada, la cercanía de nuestros cuerpos...
Siento el impulso abrumador de besarlo, de cerrar la distancia entre
nosotros y probar el sabor de sus labios.
Pero entonces, tan rápido como vino, el momento se rompe. El miedo me
invade, frío y paralizante. ¿Y si se enfada? Estoy seguro de que es
heterosexual.
¿Cómo podría alguien como él, alguien tan fuerte y masculino, querer a
alguien como yo? Soy débil, tanto de cuerpo como de espíritu. Ni siquiera
puedo completar este entrenamiento, ¿cómo podría ser digno de su afecto?
Y más allá de eso, ¿cómo podría arriesgarme a perder lo que tenemos?
Esta amistad que está creciendo, esta conexión. Es mi ancla en este mundo
desconocido y caótico, mi luz guía en la oscuridad. Si lo pierdo, si lo
ahuyento con mis sentimientos inapropiados, no sé cómo podría continuar.
Así que hago lo único que se me ocurre. Me levanto bruscamente,
rompiendo el contacto entre nosotros. Jackson me mira sorprendido, una
pregunta formándose en sus labios. Pero antes de que pueda hablar, antes de
que pueda detenerme, me marcho.
Camino a paso ligero a través del campo, mis pies resbalando en el barro,
mis pulmones ardiendo con cada respiración. Me alejo de mis sentimientos,
de mis deseos, de la verdad que no puedo enfrentar.
Detrás de mí, puedo escuchar a Jackson llamándome, su voz perdiéndose
en el viento. Pero no me detengo, no puedo. Porque sé que, si lo hago, si me
doy la vuelta y veo su rostro, no seré capaz de contenerme.
Camino hacia la seguridad de mi habitación, donde puedo esconderme de
la verdad, donde puedo fingir que mi corazón no se está rompiendo con
cada paso que doy lejos de él.
Es cobarde, lo sé. Pero es la única forma en que sé cómo sobrevivir. La
única forma de proteger lo poco que me queda de mí mismo.
Incluso si eso significa renunciar a la única cosa que he deseado más que
nada en el mundo. Incluso si eso significa renunciar a Jackson.
CAPÍTULO 12

ALEKSANDER

Cuando terminamos de entrenar todo el día estoy muerto y sudado. Me


duele cada músculo del cuerpo, pero la verdad es que últimamente tengo
mucho más aguante. Darme cuenta de ese hecho me hace sonreír. Es un
pequeño triunfo, pero uno que saboreo. Después de semanas de sentirme
inadecuado, de luchar y fallar, finalmente siento que estoy progresando.
Me dirijo a las duchas, esperando que el agua caliente alivie algo del
dolor. El vestuario está vacío a esta hora, y agradezco la soledad. Me
desvisto lentamente, mis músculos protestando con cada movimiento.
Cuando finalmente entro bajo el chorro de agua, no puedo contener un
suspiro de alivio.
Mientras el agua corre sobre mi cuerpo, mis pensamientos se desvían
hacia Jackson. Siempre parecen hacerlo en estos momentos, cuando estoy
solo con mis pensamientos. No puedo evitarlo. Él consume mi mente, mi
corazón, mi alma.
La forma en que se abrió a mí hace algunos días, compartiendo una parte
de su pasado... Nunca lo había visto tan vulnerable. Siempre ha sido una
fuerza de la naturaleza, inquebrantable e imbatible. Pero esa noche, vi una
nueva faceta de él. Vi al hombre detrás de la máscara, al niño que sufrió y
sobrevivió.
Y la forma en que me miró... Había algo en sus ojos, una intensidad que
hizo que mi corazón se acelerara. Era como si estuviera viendo a través de
mí, hasta lo más profundo de mi ser. Estábamos tan cerca, podía sentir el
calor de su cuerpo, el susurro de su aliento en mi piel. Deseaba tanto
besarlo en ese momento...
Casi sin darme cuenta, mis manos empiezan a deslizarse por mi cuerpo,
imaginando que son las suyas. Imagino cómo se sentiría tenerlo aquí
conmigo, su cuerpo presionado contra el mío, su piel resbaladiza por el
agua. Casi puedo sentir sus labios en mi cuello, sus dientes rozando mi
pulso.
Un gemido escapa de mis labios mientras me toco, pensando en él. Mis
movimientos se vuelven más rápidos, más desesperados, a medida que la
tensión crece en mi vientre. Cuando el clímax me golpea, es su nombre el
que grito, perdiéndose en el sonido del agua.
Después, mientras me seco y me visto, la vergüenza se arrastra. ¿Y si se
da cuenta de lo que siento por él? ¿De lo mucho que deseo tener sus manos
en mi cuerpo, su boca en la mía? ¿De lo mucho que me gustan sus brazos,
la fuerza que desprende su cuerpo y en la que me gustaría envolverme?
Sacudo la cabeza, tratando de aclarar mis pensamientos. No puedo pensar
así. Jackson es mi mentor, puede que en algún momento se convierta en mi
amigo. No puedo arriesgar eso, no puedo arriesgar lo que tenemos por un
deseo egoísta. No cuando estoy seguro de que él no lo corresponde en
absoluto.
Cuando entro en la cocina, todos están allí: Sarah, Darren, Lucas, Mike,
Tim, Tom... y Jackson. Están charlando y riendo, el ambiente es ligero y
amistoso. Sus voces se entremezclan en una melodía de camaradería que
llena el espacio. El aroma del café recién hecho impregna el aire, una
invitación tentadora a unirme a su círculo.
Me uno a ellos, esbozando una sonrisa que espero oculte mi nerviosismo
interior. Trato de ignorar la forma en que mi corazón se acelera cuando los
ojos de Jackson se encuentran con los míos. Es solo una mirada, un breve
instante de conexión, pero siento como si una corriente eléctrica recorriera
mi cuerpo.
Aparto la mirada rápidamente, temeroso de que mi rostro revele
demasiado. Me concentro en la conversación que fluye a mi alrededor,
riendo en los momentos adecuados, ofreciendo comentarios cuando es
necesario. Pero una parte de mí sigue intensamente consciente de la
presencia de Jackson, de la fuerza magnética que parece emanar de él,
atrayéndome irresistiblemente hacia su órbita a pesar de mis esfuerzos por
mantener una distancia segura.
Algunos se quejan de la comida, diciendo lo mal que sabe. Es cierto que
las raciones militares no son exactamente gourmet.
—A mí me gusta cocinar —digo, sorprendiéndome incluso a mí mismo.
Es algo que nunca he compartido con nadie, un pasatiempo secreto que he
mantenido oculto durante años.
Todos me miran, y por un momento temo que se rían. Cocinar no es
exactamente la habilidad más masculina o útil en este tipo de trabajo. Pero
luego sonríen, sus expresiones son de interés genuino.
—¿En serio? ¡Deberías cocinar para nosotros! —dice Sarah, sus ojos
brillando con entusiasmo.
Los demás se unen, animándome a mostrarles lo que puedo hacer. Me
siento abrumado por su apoyo, por su aceptación. Es una sensación nueva
para mí, y me doy cuenta de lo mucho que la he anhelado.
Empiezo a cocinar, encontrando consuelo en la familiaridad de los
movimientos y los aromas.
Me sumerjo en el proceso, dejando que mis manos se muevan por
instinto. Corto las verduras con precisión, el rítmico sonido del cuchillo
contra la tabla de cortar es como una melodía relajante. El chisporroteo del
aceite en la sartén, el olor de las especias al freírse... son sensaciones que
me transportan a un lugar de paz.
Mientras salteo los ingredientes, mi mente se aclara. Los problemas
parecen más pequeños, más manejables. Aquí, en la cocina, no soy el
hermano del Pakhan, no soy el hombre que vive con un secreto que podría
destruirlo. Soy simplemente Aleksander, un hombre que encuentra alegría
en crear algo delicioso para las personas que aprecia.
Pruebo la salsa, ajustando la sazón hasta que esté perfecta. Cada plato es
como una pequeña obra de arte, una expresión de lo que llevo dentro.
Cocinar me permite comunicar lo que las palabras no pueden, me permite
mostrar mi afecto y gratitud de una manera que se siente segura.
Pierdo la noción del tiempo mientras me muevo por la cocina,
completamente absorto en el proceso. Por un precioso momento, todos mis
miedos y ansiedades se desvanecen, reemplazados por un sentido de
propósito y satisfacción.
Cuando sirvo la comida, todos me elogian. Los sabores son simples pero
reconfortantes, un respiro de la monotonía de las raciones militares. Me
siento feliz, orgulloso de haber encontrado algo en lo que puedo demostrar
que soy bueno. Pero es el cumplido de Jackson el que más me importa.
—Tal vez hayas encontrado tu vocación, Aleksander —dice con una
sonrisa. Su voz es cálida, casi afectuosa, y siento calor subir por mi cuello.
Los demás bromean, diciendo que, si no encuentro otra disciplina,
siempre puedo cocinar para ellos. Me río, sintiéndome realmente parte del
grupo por primera vez. Es una sensación extraña pero bienvenida, como si
finalmente estuviera encontrando mi lugar en el mundo.
Después de la cena, vamos a la sala y nos sentamos a ver una película. Es
una de acción, llena de explosiones y persecuciones de coches.
Normalmente, este tipo de películas me aburren, pero esta noche, estoy
contento de simplemente estar en compañía de los demás.
Me sorprendo al ver a Tim y Darren tonteando, tocándose
constantemente. Sus manos se rozan cuando alcanzan las palomitas, sus
piernas se presionan juntas en el sofá. Miro alrededor, pero nadie parece
encontrarlo extraño. De hecho, Sarah les lanza una sonrisa cómplice, como
si supiera algo que yo no.
Me pregunto si tal vez no soy el único aquí con estos sentimientos. Si tal
vez, en este grupo de fuerzas especiales, he encontrado un lugar donde
podrís ser yo mismo. Donde podría amar a quien quisiera sin miedo a ser
juzgado.
Es un pensamiento reconfortante y aterrador a la vez. Porque si ellos
pueden aceptar a Tim y Darren, ¿tal vez también podrían aceptarme a mí?
¿Tal vez incluso Jackson...?
No me atrevo a terminar ese pensamiento. Es demasiado peligroso,
demasiado doloroso considerar algo que nunca podrá ser.
En algún momento durante la película, debo haberme quedado dormido.
Lo siguiente que sé es que estoy siendo levantado, acunado contra un pecho
firme. El olor familiar de cuero y especias me envuelve, y sé
instantáneamente quién me está sosteniendo.
Abro los ojos y veo el rostro de Jackson, concentrado mientras me lleva a
mi habitación. La luz tenue del pasillo proyecta sombras sobre sus rasgos,
acentuando la fuerza de su mandíbula, la suavidad de sus labios.
Mi corazón se pone a latir a mil por hora, amenazando con saltar de mi
pecho en cualquier momento. Puedo sentir su ritmo frenético resonando en
mis oídos, ahogando cualquier otro sonido. Es como si mi cuerpo entero
reaccionara a su cercanía, a su toque, a la forma en que me sostiene con
tanta delicadeza y firmeza a la vez. En este momento, todo mi ser se reduce
a las sensaciones que él despierta en mí, a este anhelo profundo y
desesperado que he mantenido oculto por tanto tiempo.
Finjo estar dormido, disfrutando de la sensación de estar en sus brazos.
Se siente seguro, correcto de una manera que no puedo explicar. Como si
este fuera el lugar al que pertenezco, el lugar donde siempre he estado
destinado a estar.
Jackson me deposita suavemente en mi cama, sus manos demorándose un
momento más de lo necesario en mi cuerpo. Casi puedo imaginar que siente
la misma reticencia a dejarme ir que yo siento a ser dejado.
Pero entonces se aleja, el frío llenando el espacio donde una vez estuvo
su calor. Escucho sus pasos retirándose, el suave clic de la puerta al
cerrarse.
Y estoy solo una vez más, con nada más que mis sueños y deseos
imposibles para hacerme compañía.
Pero mientras me acurruco bajo las mantas, el fantasma de su tacto aún
persiste en mi piel. Y pienso que tal vez, solo tal vez, estos momentos
robados son suficientes. Que tal vez, en otra vida, en otro mundo,
podríamos haber sido algo más.
Es un pensamiento agridulce. Porque sé que, en esta vida, en este mundo,
nunca podremos ser más que esto.
Pero por ahora, en la oscuridad de mi habitación, con el recuerdo de sus
brazos a mi alrededor, puedo fingir. Puedo soñar con un futuro que nunca
podrá ser, con un amor que nunca podrá ser hablado.
Y quizás, en mis sueños al menos, eso sea suficiente.

JACKSON

Miro a los dos equipos planificar el ejercicio de rescate. Darren, Lucas y


Sarah forman un grupo, sus cabezas inclinadas sobre un mapa mientras
discuten estrategias en voz baja. Puedo ver la inteligencia brillando en los
ojos de Lucas, la determinación en la postura de Sarah. Son un grupo fuerte,
unido por la experiencia y la confianza.
Pero es el otro equipo el que realmente capta mi atención. Aleksander
está con Mike y los gemelos Tim y Tom, un trío conocido por su habilidad
y su impulsividad a partes iguales. Observo cómo discuten estrategias, sus
voces subiendo de volumen a medida que sus ideas chocan.
Aleksander parece frustrado. Puedo verlo en la tensión de sus hombros,
en la forma en que se pasa la mano por el pelo. Intenta explicar algo, sus
manos gesticulando animadamente, pero los demás no parecen entenderlo.
Mike frunce el ceño, los gemelos intercambian miradas escépticas.
Pero entonces, Aleksander hace algo inesperado. Saca un lápiz y un
cuaderno de su mochila y empieza a dibujar. Sus trazos son rápidos y
precisos, su mano moviéndose sobre el papel con una gracia que me roba el
aliento. Veo cómo el terreno cobra vida bajo su lápiz, con detalles que
incluso yo había pasado por alto.
Me acerco, intrigado. Desde mi posición, puedo ver el dibujo tomando
forma. Es un esquema detallado del área, con posibles rutas marcadas y
puntos clave resaltados. Es impresionante, no solo por su precisión, sino por
la rapidez con la que Aleksander lo ha creado.
Mike y los gemelos se inclinan sobre el papel, sus expresiones
cambiando de la duda a la comprensión y luego al entusiasmo. Puedo ver el
momento exacto en que todo encaja, en que la estrategia de Aleksander se
vuelve clara para ellos. Asienten con entusiasmo, palmeando a Aleksander
en la espalda.
Siento una oleada de orgullo llenarme el pecho. Este es el Aleksander que
siempre he sabido que existía, el Aleksander lleno de potencial y habilidad.
Verlo así, brillando con confianza y determinación, hace que algo se apriete
en mi pecho.
Doy la señal de inicio y ambos equipos se ponen en marcha. Me quedo
atrás, vigilando sus movimientos, pero mis ojos siguen volviendo a
Aleksander. Se mueve con una gracia que nunca antes había visto en él,
guiando a su equipo con la confianza de un líder nato.
El otro equipo parece perdido, sus movimientos vacilantes y
descoordinados. Puedo ver la frustración creciendo en sus rostros a medida
que se encuentran con callejones sin salida y obstáculos inesperados. Pero
el grupo de Aleksander avanza con precisión, siguiendo la ruta que él ha
trazado.
Es como ver una danza, la forma en que se mueven juntos. Mike y los
gemelos siguen las instrucciones de Aleksander sin dudar, confiando en su
visión. Y esa confianza es recompensada cuando, en cuestión de minutos,
alcanzan el objetivo: un cono con un chaleco fluorescente que representa al
«rehén».
Mientras celebran su victoria, abrazándose y riendo, me acerco a
Aleksander. Está radiante, su sonrisa tan amplia que parece partir su rostro
en dos. Sostiene el dibujo en sus manos, mirándolo con una mezcla de
sorpresa y satisfacción.
—Impresionante —le digo, señalando el esquema—. Creo que has
encontrado tu habilidad.
Aleksander me mira, y por un momento, siento que el mundo se detiene.
Sus ojos brillan con una mezcla de orgullo y algo más, algo que hace que
mi corazón se acelere. Es la mirada de alguien que finalmente ha
encontrado su lugar, su propósito.
—Gracias —murmura, y su sonrisa es tan genuina que tengo que apartar
la mirada. Porque en ese momento, todo lo que quiero hacer es atraerlo
hacia mí y besarlo hasta que ambos olvidemos nuestros nombres.
Pero no puedo. No puedo cruzar esa línea, no importa cuánto lo desee.
Así que me alejo, intentando calmar el torbellino de emociones que
amenaza con abrumarme. Me enfoco en el otro equipo, en dar consejos y
correcciones, cualquier cosa para distraerme de la atracción que siento por
Aleksander.
Pero incluso mientras lo hago, sé que es inútil. Cada día, cada momento
que paso con él, esta atracción se vuelve más fuerte, más difícil de ignorar.
Es como una corriente subterránea, siempre presente, siempre tirando de mí
hacia él.
Y, sin embargo, no puedo ceder. Tengo una misión que cumplir, un deber
que va más allá de mis propios deseos. Aleksander confía en mí para
fortalecerlo, para prepararlo para los desafíos que le esperan. No puedo
fallarle, no puedo dejar que mis sentimientos se interpongan en el camino..
Porque al final, sé que esto es más grande que yo, más grande que
nosotros. Hay vidas en juego, un propósito más alto al que ambos nos
hemos comprometido. Y no importa lo que mi corazón desee, no puedo
permitirme olvidar eso.
Aunque, en momentos como este, cuando veo a Aleksander brillar con un
potencial recién descubierto, siento mi resolución vacilar. Porque en esos
momentos, puedo ver un atisbo de un futuro diferente.
Después de todo, en una vida como la nuestra, los momentos son todo lo
que tenemos. Y pienso atesorar cada uno de ellos.
CAPÍTULO 13

JACKSON

Miro a Aleksander, que está sentado frente a mí en la sala de reuniones. Su


rostro está pálido, pero sus ojos brillan con determinación. Sé que está listo
para dar el siguiente paso, aunque eso signifique adentrarse en un territorio
desconocido y peligroso.
—Aleksander —digo con firmeza—, es hora de que te unas a nosotros en
misiones reales. Has progresado mucho en tu entrenamiento y es momento
de que demuestres lo que has aprendido.
Él asiente, aunque puedo ver un atisbo de nerviosismo en su expresión.
Sus manos, generalmente firmes y precisas cuando dibuja, ahora tiemblan
casi imperceptiblemente sobre la mesa.
—Sí, señor —responde, su voz cargada de resolución a pesar de su
evidente aprensión.
Durante los siguientes días, Aleksander nos acompaña en varias misiones
de bajo riesgo para su hermano. Vigilancias, principalmente, pero también
algunos asaltos menores. Pasamos horas interminables en coches,
observando almacenes sospechosos y siguiendo a individuos de dudosa
reputación.
Es un trabajo tedioso, la mayor parte del tiempo. Largas horas de espera,
mirando fijamente a través de binoculares o cámaras, anotando cada
movimiento, cada interacción. Aleksander se adapta rápidamente a la
rutina, su ojo artístico resultando ser una ventaja inesperada. Nota detalles
que al resto se nos pasan por alto, patrones de comportamiento,
inconsistencias en las historias de cobertura de nuestros objetivos.
Pero no todo es observación pasiva. A veces, tenemos que actuar,
movernos rápido y golpear fuerte. Es en estos momentos cuando las
debilidades de Aleksander se hacen más evidentes. Titubea cuando debería
actuar, duda cuando necesita ser decisivo. Puedo ver la lucha interna en sus
ojos cada vez que se requiere violencia.
Es durante estos momentos, en las largas horas de espera o en el viaje de
regreso, cuando empezamos a hablar de nuestras vidas. Y me doy cuenta de
que, bajo esa apariencia tranquila, Aleksander esconde una historia más
compleja.
—Nunca quise esto, ¿sabes? —me confía una noche, mientras
observamos un almacén desde un coche aparcado. La luz de la luna se filtra
a través de la ventana, bañando su rostro en un suave resplandor plateado
—. Este mundo, esta violencia... no es lo mío.
Asiento, comprendiendo. He visto el disgusto en su rostro cada vez que
tenemos que usar la fuerza, la forma en que sus hombros se tensan y sus
puños se aprietan.
—Lo sé. Se nota que eres diferente, Aleksander. No tienes la misma
dureza que el resto de nosotros.
Él suspira, y puedo sentir el peso de sus emociones en ese simple gesto.
Es un sonido cansado, el tipo de suspiro que viene de lo más profundo del
alma.
—Es una debilidad en este negocio.
—No —le aseguro, mi voz firme y segura en la quietud de la noche—, es
una fortaleza. Te hace humano, te da empatía. Esas son cualidades raras y
valiosas.
Nuestra conversación es interrumpida por el crujido del walkie-talkie. Es
hora de moverse. Nos deslizamos fuera del coche, nuestros movimientos
sincronizados por el entrenamiento y la adrenalina.
Pero las cosas se tuercen rápidamente. Hay más resistencia de la
esperada, y pronto nos encontramos en medio de una refriega. Veo a
Aleksander forcejear con un hombre, sus movimientos torpes pero
determinados. El tipo es un verdadero mastodonte, todo músculos y
agresividad, y por un momento temo que Aleksander acabe seriamente
herido.
Pero entonces, en un movimiento que me sorprende incluso a mí,
Aleksander logra derribar a su oponente. Es un golpe de suerte, más que
habilidad, pero estoy impresionado. Ha aplicado las técnicas que le hemos
enseñado, ha usado el impulso de su adversario en su contra. Luego, tal y
como sabe que debe hacer, le clava el cuchillo en la pierna para
entorpecerlo. No le hace una herida mortal, pero lo deja gritando.
Cuando Aleksander se levanta del suelo, su rostro está ceniza. Puedo ver
el horror en sus ojos, la realización de lo que acaba de hacer. Sus manos
tiemblan incontrolablemente a sus costados.
Apenas llegamos al exterior antes de que se doble y vomite en la acera.
Me acerco a él, poniendo una mano reconfortante en su espalda. Puedo
sentir el temblor de sus músculos bajo mi palma, la tensión que irradia de
cada poro de su ser.
—Está bien —murmuro, mi voz un susurro tranquilizador en medio del
caos de la noche—, está bien. Déjalo salir. La primera vez siempre es dura.
Cuando termina, se endereza, limpiándose la boca con el dorso de la
mano. Sus ojos están húmedos, pero no de lágrimas, sino de vergüenza.
Puedo ver cómo se reprocha a sí mismo, cómo se juzga por su reacción.
—Lo siento —dice con voz ronca, cada palabra un esfuerzo—, yo... no sé
si puedo hacer esto.
—Escúchame, Aleksander —le digo, agarrando sus hombros y mirándolo
directamente a los ojos. Quiero que vea la sinceridad en mi mirada, que
entienda la importancia de lo que estoy a punto de decir—. El hecho de que
te afecte herir a alguien, incluso a un enemigo, dice mucho de ti. Eres una
buena persona, con un buen corazón. Eso es especial, ¿entiendes? No
muchos en nuestro negocio pueden decir lo mismo.
Él asiente, pero puedo ver que mis palabras no lo han convencido del
todo. Hay una sombra de duda en sus ojos, un auto-reproche que amenaza
con consumirlo.
—Mira —continúo, mi agarre en sus hombros firme pero gentil—, no
necesitas ser un soldado. Con que sepas defenderte si alguien intenta
hacerte daño, es más que suficiente. Pero antes de volver al trabajo de
campo, tenemos que trabajar en tu combate cuerpo a cuerpo, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —dice, y esta vez, su voz es un poco más firme. Hay una
chispa de determinación en sus ojos, un eco de la fuerza interior que sé que
posee—. Gracias, Jackson.
Aprieto su hombro una última vez antes de soltarlo, el gesto una promesa
silenciosa de apoyo.
—Para eso estoy aquí. Ahora, vamos. Volvamos a la base y veamos qué
podemos hacer para mejorar esas habilidades de lucha tuyas.
Mientras caminamos hacia el coche, no puedo evitar sentir una oleada de
orgullo. Aleksander puede no ser un luchador nato, pero tiene algo mucho
más raro y valioso: un corazón puro. Y pase lo que pase, estoy decidido a
proteger eso. Porque en este mundo oscuro y violento, un alma como la
suya es un rayo de luz.
En el camino de regreso a la base, el silencio en el coche es pensativo.
Aleksander mira por la ventana, su reflejo espectralmente pálido en el
cristal. Puedo ver los engranajes girando en su cabeza, procesando los
eventos de la noche.
—Jackson —dice de repente, su voz rompiendo el silencio—, ¿cómo lo
haces? ¿Cómo lidias con... todo esto?
Medito mi respuesta por un momento, mis ojos fijos en la carretera que
se extiende ante nosotros.
—No es fácil —admito finalmente—. Nunca lo es. Pero me aferro a mi
propósito, a las razones por las que hago lo que hago.
Aleksander asiente lentamente, absorbiendo mis palabras.
—¿Y si... y si no estoy seguro de cuál es mi propósito?
Su pregunta me golpea con fuerza. Es una que yo mismo me he hecho
innumerables veces, en las largas noches sin sueño cuando los fantasmas
del pasado vienen a atormentarme.
—Entonces lo encuentras —respondo, mi voz cargada de una convicción
que surge de lo más profundo de mi ser—. Miras dentro de ti, a lo que te
hace seguir adelante, a lo que te importa más que nada. Y te aferras a eso,
sin importar qué.
Aleksander se queda en silencio, pero puedo ver en su reflejo que está
contemplando profundamente mis palabras. Y en ese momento, hago una
promesa silenciosa. No solo protegeré a Aleksander de los peligros físicos
de este mundo, sino que también lo ayudaré a encontrar su propósito, a
descubrir esa luz interior que sé que posee. Porque quizás, en el proceso de
guiarlo a él, también pueda encontrar mi propio camino.
Con ese pensamiento en mente, piso el acelerador, llevándonos a ambos
hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades.

ALEKSANDER

Salgo de mi habitación en la base, incapaz de dormir después de la intensa


misión de hoy. Mis pasos me llevan por los pasillos silenciosos, la
adrenalina aun corriendo por mis venas. Cada sombra parece ocultar un
peligro, cada sonido me hace saltar.
De repente, me detengo en seco ante la visión que encuentro. Tim y
Darren están en la sala enredados en un apasionado beso, sus bocas
devorándose mutuamente. Me quedo paralizado, observando cómo las
manos de Darren se deslizan bajo la camiseta de Tim, acariciando su piel.
Un gemido escapa de los labios de Tim cuando Darren mueve su boca hacia
su cuello, dejando un rastro de besos húmedos.
Estoy increíblemente impactado de ver a dos hombres expresando su
deseo tan abiertamente, sin miedo ni vergüenza. Es un espectáculo de pura
pasión, cruda y sin adulterar. Y, al mismo tiempo, una ola de excitación
recorre mi cuerpo. No puedo apartar la mirada de la forma en que sus
cuerpos se mueven juntos, el deseo evidente en cada toque, cada suspiro.
Mi propio cuerpo responde, el calor creciendo en mi vientre. Me imagino
en el lugar de Tim, siendo yo el que está en los brazos de Jackson. Siendo
yo el que se deshace bajo sus caricias expertas.
De repente, siento una presencia detrás de mí. Antes de que pueda
reaccionar, Jackson se pega a mi espalda, su calor envolviéndome. Puedo
sentir cada línea de su cuerpo musculoso presionado contra el mío, una
promesa de fuerza y dominación. Se agacha, sus labios rozando mi oído, su
aliento caliente enviando escalofríos por mi columna vertebral.
—¿Te gusta lo que ves? —susurra, su voz profunda y seductora. Sus
manos se posan en mis caderas, sus pulgares trazando círculos tentadores.
Por un momento siento que estoy soñando, me permito apoyar la cabeza
en su fuerte pecho, un gemido escapando de mis labios. Su cercanía es
embriagadora, su toque electrizante. Quiero girarme en sus brazos, capturar
sus labios con los míos, perderme en su pasión.
Pero luego, el miedo me invade. ¿Y si esto es solo una broma cruel, un
juego para él? No puedo arriesgarme a exponerme así, a mostrar mi deseo
solo para ser rechazado y humillado.
Sin pensarlo dos veces, salgo corriendo, dejando atrás a Jackson y la
apasionada escena. Huyo como un cobarde, demasiado asustado para
enfrentar mis propios sentimientos. Me encierro en mi habitación, mi
corazón latiendo a mil por hora, mi cuerpo aun temblando de deseo
insatisfecho.
Con manos temblorosas, bajo mis pantalones y comienzo a tocarme,
imaginando que es a Jackson a quien estoy acariciando. En mi fantasía, me
dejo caer al suelo y le estoy haciendo una mamada. Sus manos están en mi
cabello, guiando mis movimientos, sus gemidos de placer llenando el aire.
Puedo casi saborear su esencia, sentir el peso de su miembro en mi lengua.
Con un gemido ahogado, alcanzo el clímax, el nombre de Jackson en mis
labios. Por un glorioso momento, me pierdo en la euforia.
Pero tan pronto como la niebla del placer se disipa, el pánico se apodera
de mí. ¿Y si Jackson se da cuenta de mis sentimientos? ¿Y si ve a través de
mis miradas furtivas, mis sonrojos? ¿Y si me rechaza, me mira con
disgusto? O peor aún, ¿y si se lo dice a mi hermano?
Puedo imaginar la ira de Dmitry, su desprecio. Ser gay en nuestro mundo
no es una opción, es una sentencia de muerte. Si mi secreto es revelado,
perderé todo: mi familia, mi posición, quizás incluso mi vida.
Con el corazón encogido, me tumbo en la cama. Anhelo poder ser libre
para amar a quien quiera, para expresar mi verdadero yo sin miedo a las
consecuencias. Deseo tener el coraje de Tim y Darren, de enfrentar al
mundo con la cabeza en alto y el amor en mi corazón.
Pero sé que ese es un sueño imposible. Estoy atrapado en una jaula de
expectativas y prejuicios, condenado a vivir una mentira. Mi única
esperanza es enterrar mis sentimientos, esconder mi verdadero yo tan
profundamente que nunca pueda ser descubierto.
Con ese pensamiento sombrío, me entrego a un sueño inquieto, mis
sueños plagados de visiones de Jackson, siempre fuera de mi alcance. En
mis sueños, al menos, puedo amar libremente, aunque sepa que, al
despertar, tendré que enfrentar otra vez la fría y dura realidad de mi vida.
CAPÍTULO 14

JACKSON

Me maldigo a mí mismo por mi comportamiento de anoche. ¿Fui


demasiado lejos al insinuarme de forma tan descarada a Aleksander? Mi
propio deseo de finalmente poder acariciarlo y poseerlo fue demasiado
fuerte para resistirlo. Pero ahora, a la luz del día, me doy cuenta de lo
imprudente que fui. No puedo arriesgar la misión, no puedo arriesgar su
seguridad, por mucho que mi cuerpo y mi corazón anhelen su toque.
Observo cómo Tim entrena a Aleksander en técnicas de defensa personal.
Aleksander parece concentrado, siguiendo atentamente las instrucciones de
Tim. Sus movimientos son fluidos, gráciles incluso, pero carecen de la
fuerza y la agresividad necesarias para un combate real. Sin embargo, mi
mente divaga, imaginando mis manos sobre su cuerpo en lugar de las de
Tim, guiándolo, moldeándolo, despertando en él una nueva forma de poder.
Un sentimiento de celos se apodera de mí al ver cómo las manos de Tim
se deslizan sobre la piel de Aleksander, corrigiendo su postura, dirigiendo
sus movimientos. No puedo soportar ver a otro hombre tocándolo, aunque
sea en un contexto de entrenamiento. La idea de que alguien más pueda
sentir la calidez de su piel, la firmeza de sus músculos, me resulta
insoportable. Antes de darme cuenta, estoy caminando hacia ellos, mi
determinación creciendo con cada paso.
—Tim, yo me encargo a partir de ahora —digo con un tono que no
admite discusión. Mi voz es firme, pero puedo escuchar en ella un trasfondo
de emoción apenas contenida.
Tim me mira, ligeramente sorprendido por mi interrupción, pero asiente y
se aleja, no sin antes lanzarme una mirada curiosa. Me pregunto si puede
ver en mis ojos el fuego que arde dentro de mí, el deseo que amenaza con
consumirme cada vez que estoy cerca de Aleksander.
Me coloco frente a Aleksander, quien me mira con una mezcla de
curiosidad y nerviosismo. Sus ojos, esos pozos de azul cristalino, se
encuentran con los míos, y por un momento, siento como si pudiera
perderme en ellos para siempre. Hay una pregunta en su mirada, una
incertidumbre que hace eco de la mía propia.
—Muy bien, vamos a practicar algunas técnicas de escape —le digo,
intentando mantener mi voz neutral, profesional. Pero incluso yo puedo
escuchar la tensión subyacente, la anticipación que vibra en cada sílaba—.
Imagina que un atacante te agarra por las muñecas, así.
Tomo sus muñecas con una mano, mis dedos envolviéndose alrededor de
su piel suave, y levanto sus brazos por encima de su cabeza. El movimiento
lo acerca a mí, hasta que nuestros cuerpos están peligrosamente cerca,
apenas un suspiro de distancia entre nosotros. Puedo sentir el calor que
emana de él, el aroma embriagador de su piel mezclado con el sudor del
entrenamiento. Es una fragancia primitiva, casi animal, que despierta en mí
un hambre que nada tiene que ver con la comida.
Sus ojos se encuentran con los míos una vez más, y veo en ellos un
destello de algo que hace que mi corazón se acelere, que mi sangre corra
más rápido en mis venas. Es deseo, crudo y sin adulterar, un espejo perfecto
de mi propia necesidad. En ese momento, el mundo a nuestro alrededor
parece desvanecerse, hasta que solo existimos nosotros dos, suspendidos en
este instante de tensión perfecta.
Por un momento, nos quedamos así, inmóviles, nuestros cuerpos
tocándose en un baile sin movimiento. Soy dolorosamente consciente de
cada punto de contacto entre nosotros, de su pulso acelerado bajo mis
dedos, de su respiración entrecortada que acaricia mi piel. Es una tortura
exquisita, estar tan cerca y a la vez tan lejos, tener todo lo que deseo al
alcance de mi mano y no poder tomarlo.
Lucho contra el impulso de cerrar la distancia entre nosotros, de reclamar
sus labios con los míos en un beso que he anhelado desde el momento en
que lo vi por primera vez. Quiero probar su sabor, quiero sentir su cuerpo
estremecerse bajo el mío, quiero escuchar mi nombre en sus labios
entrecortados por el placer. Sé que estoy caminando por una línea peligrosa,
que estoy a un paso de cruzar un límite del que no hay retorno. Pero en este
momento, con Aleksander tan cerca, tan vulnerable y a la vez tan tentador,
me cuesta recordar por qué esta línea existe en primer lugar.
El tiempo parece estirarse, cada segundo cargado de un significado que
no puedo descifrar completamente. Puedo ver en sus ojos un reflejo de mi
propia lucha interna, el conflicto entre el deber y el deseo, entre lo que es
correcto y lo que nuestros corazones anhelan. Es una batalla que he librado
cada día desde que lo conocí, una guerra constante contra mí mismo.
Finalmente, con un esfuerzo supremo de voluntad, rompo el hechizo.
Aflojo mi agarre en sus muñecas, dando un paso atrás para poner una
distancia segura entre nosotros. El aire entre nosotros parece crepitar con la
electricidad residual de lo que casi fue, de lo que podría haber sido.
—Bien —digo, mi voz áspera por la emoción contenida—. Ahora, intenta
liberarte. Recuerda lo que te enseñó Tim. Usa mi fuerza contra mí.
Aleksander asiente, una nueva determinación endureciendo sus facciones.
Se lanza hacia adelante, intentando aplicar las técnicas que ha aprendido,
pero su forma es descuidada, impulsada más por la emoción que por la
habilidad. Lo bloqueo fácilmente, redirigiendo su impulso hasta que una
vez más, lo tengo inmovilizado, su espalda presionada contra mi pecho, mis
brazos envueltos alrededor de él como una jaula.
—Otra vez —gruño en su oído, mi aliento agitando su cabello—.
Concéntrate. No dejes que tus emociones te controlen.
Lo suelto y retrocedemos, circulando uno alrededor del otro como dos
depredadores, midiéndonos, buscando una debilidad. Esta vez, cuando
ataca, hay más técnica en sus movimientos, más control. Pero aún no es
suficiente. Una vez más, termina en mis brazos, su cuerpo tenso por el
esfuerzo y algo más.
Continuamos así por lo que parecen horas, atrapados en un ciclo
interminable de ataque y contraataque, de dominación y sumisión. Cada vez
que lo inmovilizo, cada vez que su cuerpo se presiona contra el mío, siento
mi resolución debilitarse, mi control deslizarse un poco más. Es una dulce
agonía, un tormento que nunca quiero que termine.
Finalmente, exhaustos tanto física como emocionalmente, nos separamos.
Nos miramos el uno al otro, nuestros pechos agitados, nuestros ojos llenos
de un fuego que no se ha extinguido, sino que solo ha sido avivado por
nuestro combate.
—Buen trabajo hoy —le digo, luchando por mantener un tono casual—.
Estás mejorando.
Aleksander asiente, una pequeña sonrisa jugando en sus labios.
—Gracias —dice—. Por todo.
No estoy seguro de si se refiere solo al entrenamiento o a algo más, pero
no me atrevo a preguntar. En cambio, asiento, permitiéndome una sonrisa
propia.
—De nada. Ahora, ve a descansar. Mañana lo haremos de nuevo.
Mientras lo veo alejarse, siento una mezcla de alivio y pesar. Alivio
porque he sobrevivido otra día sin sucumbir a mis deseos, sin poner en
peligro todo por lo que hemos trabajado. Y pesar porque sé que este es solo
un respiro temporal, que mañana, y todos los días después de ese, tendré
que luchar esta batalla nuevamente.
Pero por ahora, me permito un momento para simplemente sentir, para
saborear el recuerdo de su cuerpo contra el mío, de la mirada en sus ojos
que me dice que quizás, solo quizás, no soy el único que lucha contra el
deseo. Es un pequeño consuelo, pero es suficiente para mantenerme en
movimiento, para darme la fuerza para enfrentar otro día.
Con un suspiro, me dirijo hacia las duchas, esperando que el agua fría
pueda calmar el fuego que arde bajo mi piel, el fuego que lleva el nombre
de Aleksander.
CAPÍTULO 15

JACKSON

Salgo del edificio del FBI sintiéndome como un auténtico cabrón. La


reunión con Marcus me ha dejado un sabor amargo en la boca. Le he
contado algunas cosas que he descubierto sobre la organización de Dmitry,
pero no todo. No puedo. Siento que cada palabra que digo es una traición a
Aleksander, una puñalada en la confianza que hemos construido.
La oficina de Marcus es un santuario de poder, cada detalle diseñado para
intimidar e impresionar. Desde el escritorio de madera maciza hasta las
vistas panorámicas de la ciudad, todo grita autoridad y control.
Marcus me mira desde detrás de su escritorio, sus ojos agudos y
penetrantes. «Buen trabajo, Jackson», dice, hojeando los documentos que le
he traído. «Esta información nos será muy útil».
Asiento, tratando de mantener mi expresión neutral. «Gracias, señor.
Hago lo que puedo».
Marcus se reclina en su silla, estudiándome. «¿Cómo va tu relación con
Aleksander? ¿Confía en ti?»
«Sí, señor», respondo, esperando que mi voz no traicione mis verdaderos
sentimientos. «He ganado su confianza. Se está abriendo a mí».
Una sonrisa se dibuja en el rostro de Marcus, pero no llega a sus ojos.
«Excelente. Sigue así, Jackson. Cuanto más cerca estés de él, más probable
será que obtengamos la información que necesitamos».
«Por supuesto, señor», digo, pero las palabras saben a ceniza en mi boca.
Marcus se inclina hacia adelante, su mirada intensificándose. «Recuerda,
Jackson, Aleksander es la clave. Su relación con Dmitry es nuestra mejor
oportunidad para conseguir información importante de la organización. No
lo olvides».
«No lo haré, señor», respondo, pero incluso mientras lo digo, sé que es
una mentira.
Porque en algún lugar del camino, en medio de todas las conversaciones
y los momentos compartidos, Aleksander ha dejado de ser solo una misión
para mí. Se ha convertido en algo más, algo que no puedo definir, pero que
sé que es peligroso.
Conduzco de vuelta a la base, mi mente es un torbellino de emociones
conflictivas. Estoy lleno de mentiras, y cada una de ellas pesa sobre mi
conciencia. La mentira de mi lealtad al FBI, la mentira de mi propósito con
Aleksander... a veces siento que estoy perdiendo de vista quién soy
realmente en medio de todas estas falsedades.
Cuando llego a la base, solo hay un lugar al que quiero ir, una persona a
la que necesito ver. Aleksander se ha convertido en mi ancla en un mar de
engaños. Con él puedo ser al menos una versión de mí mismo. Es un
pequeño consuelo, pero es todo lo que tengo.
Encuentro a Aleksander en el patio, dibujando el edificio como tantas
veces lo he visto hacer. Verlo así, perdido en su arte, es como un bálsamo
para mi alma atormentada. Me acerco a él, esperando que su compañía
pueda ahogar el sentimiento de ser un completo cabrón que me invade.
—Ey —digo, sentándome a su lado en el banco de piedra. El sol de la
tarde baña todo en una cálida luz dorada—. ¿Qué estás dibujando?
Aleksander levanta la mirada de su cuaderno, una suave sonrisa
iluminando su rostro. Es una sonrisa que me vuelve loco. Es una sonrisa
que habla de una dulzura innata, de una pureza de espíritu que no ha sido
corrompida por el mundo en el que vive.
—El edificio —responde, girando su cuaderno para que pueda ver. Los
trazos son seguros y precisos, capturando la esencia de la estructura en unas
pocas líneas elegantes—. ¿No es hermoso?
Asiento, mirando la estructura que se alza ante nosotros. Es un edificio
impresionante, todo líneas limpias y elegantes ángulos. Pero mirándolo a
través de los ojos de Aleksander, a través de su arte, parece cobrar una
nueva vida.
—Lo es —coincido—. Pero me gustaría verlo a través de tus ojos.
¿Cómo lo ves tú?
Sus ojos se iluminan ante mi pregunta, y empieza a hablar, las palabras
fluyendo de él como un río. Es como si hubiera estado esperando que
alguien le hiciera esta pregunta, como si hubiera estado conteniendo estas
observaciones dentro de él, esperando el momento adecuado para liberarlas.
—Mira las líneas —dice, su dedo trazando los contornos en su dibujo—,
cómo se curvan y se entrelazan. Es como una danza, cada elemento
moviéndose en perfecta armonía con los demás. Y la forma en que la luz
juega en las superficies, creando sombras y resaltando texturas... es como
una sinfonía de luz y sombra.
Me quedo mirándolo mientras habla, maravillado por su pasión, por la
forma en que ve el mundo. En este momento, no es el hermano de un
mafioso, no es un objetivo. Es simplemente Aleksander, un artista, un
soñador. Veo en él una chispa de algo puro y bueno, algo que este mundo
cruel aún no ha logrado extinguir.
Mientras habla, nos acercamos, atraídos el uno hacia el otro como por
una fuerza magnética. Es un baile que hemos estado haciendo durante
semanas, acercándonos cada vez más pero nunca cruzando esa línea final.
Siento el calor de su cuerpo, la suave cadencia de su voz. Es intoxicante,
esta cercanía, esta intimidad de almas, si no de cuerpos.
Por un momento, todo lo demás desaparece. No hay mentiras, no hay
misiones. No hay FBI, no hay mafia. Solo este momento, esta conexión. Es
un respiro de la constante presión, de la interminable duplicidad que se ha
convertido en mi vida.
Pero incluso mientras me permito perderme en su presencia, sé que no
puede durar. Sé que al final del día, sigo siendo un agente, y él sigue siendo
mi objetivo. Es un pensamiento que me persigue, un recordatorio constante
de la línea que no puedo cruzar, no importa cuánto lo desee.
—Eres increíblemente talentoso, ¿lo sabías? —digo, tratando de dirigir la
conversación hacia un terreno más seguro—. Tienes un don para ver la
belleza en las cosas.
Aleksander se encoge de hombros, una sonrisa tímida jugando en sus
labios.
—Solo dibujo lo que veo —dice—. Y trato de ver lo mejor en todo... y en
todos.
La forma en que dice esa última parte, la forma en que sus ojos se
encuentran con los míos... es casi como si supiera. Como si pudiera ver a
través de todas mis capas, hasta la verdad de quién soy y lo que siento.
Es un pensamiento aterrador. Porque si puede ver eso, entonces quizás
también pueda ver las mentiras, los engaños. Y si puede ver eso... entonces,
¿qué nos queda?
Pero no puedo pensar en eso ahora. No puedo permitirme perderme en
ese laberinto. Tengo que mantenerme enfocado, tengo que mantenerme en
el camino.
—Bueno, ciertamente tienes un don —digo, tratando de mantener mi
tono ligero.
Aleksander sonríe, y es como si el sol hubiera salido de repente.
—Gracias —responde antes de devolver su atención al cuaderno.
Me deslizo más cerca, nuestros muslos casi tocándose. Aleksander
inclina su cuaderno para que pueda ver mejor, su mano rozando la mía
mientras señala diferentes aspectos del dibujo.
Y mientras nos sentamos allí, perdidos en el momento, en el arte y en la
compañía del otro, casi puedo olvidar todas las razones por las que esto es
una mala idea. Casi puedo fingir que somos solo dos personas, conectando,
aprendiendo el uno del otro.
Casi. Pero no del todo. Porque incluso en medio de este momento de paz,
de conexión, no puedo silenciar por completo la voz en mi cabeza que me
recuerda quién soy, y lo que debo hacer.

ALEKSANDER

Se me eriza la piel cuando Jackson se inclina más cerca, su aliento cálido


rozando mi mejilla. Sus ojos oscuros parecen arder, consumiéndome con
una intensidad que me roba el aliento. Siento el martilleo de mi corazón,
cada latido resonando en mis oídos como un trueno distante.
Su proximidad es embriagadora, intoxicante. Puedo sentir el calor que
irradia de su cuerpo, puedo oler su esencia única, una mezcla de almizcle y
algo indescriptiblemente masculino. Es como si todos mis sentidos
estuvieran repentinamente sintonizados con él, cada nervio de mi cuerpo
consciente de su presencia.
—Alek... —susurra, mi nombre en sus labios suena como una caricia,
una promesa de algo más.
Levanto la vista del cuaderno y lo observo.
Ambos observamos al otro con una intensidad que me marea.
No sé quién se mueve primero. Quizás ambos lo hacemos, atraídos el uno
hacia el otro por una fuerza más allá de nuestro control. Sus labios
encuentran los míos, y es como si el mundo a nuestro alrededor se
detuviera. Su boca es exigente, casi desesperada, y no puedo evitar
responder con la misma intensidad.
Es un beso que nace de lo más profundo de mi ser, de esa parte de mí que
he mantenido oculta y reprimida durante tanto tiempo. Todas esas noches de
anhelo secreto, todos esos días de deseo reprimido, se vierten en este
momento, en la danza frenética de nuestros labios.
Mis manos se enredan en su cabello, atrayéndolo más cerca, necesitando
sentirlo, saborearlo. Quiero fundirme con él, quiero que este momento dure
para siempre. Su lengua se desliza contra la mía, explorando, provocando, y
un gemido escapa de mi garganta. Nunca me he sentido así, tan vivo, tan
consumido por la pasión.
Es un beso nacido del deseo, de la necesidad cruda y primitiva. Es
electrizante, aterrador y absolutamente perfecto. En este momento, no
existe nada más que nosotros, nada más que esta conexión ardiente que
amenaza con consumirnos a ambos.
Pero tan rápido como comenzó, la realidad se estrella sobre mí como una
ola fría. Me aparto, jadeando, mis ojos muy abiertos por el shock y el
pánico. ¿Qué he hecho?
El miedo se apodera de mí, frío y paralizante. ¿Lo he besado yo? ¿O ha
sido él? No puedo recordarlo, no puedo pensar con claridad. Todo lo que sé
es que he cruzado una línea, he revelado una parte de mí que he mantenido
oculta durante tanto tiempo.
Las consecuencias de este momento me golpean con fuerza brutal. Si
alguien se entera, si mi hermano descubre mi secreto... no puedo ni siquiera
terminar el pensamiento. El pánico se eleva en mi garganta, amenazando
con ahogarme.
Me pongo de pie, mis piernas temblando, mi corazón martilleando en mi
pecho. Tengo que irme. Tengo que alejarme antes de que esto vaya más
lejos, antes de que arruine todo.
—Yo... lo siento —tartamudeo, evitando sus ojos. No puedo mirarlo, no
puedo enfrentar lo que podría ver en esos oscuros pozos—. Tengo que irme.
Y con eso, me doy la vuelta y me alejo, huyendo de él, de mí mismo, de
la verdad que ha estado acechando en los bordes de mi conciencia durante
demasiado tiempo.
Cuando estoy en el cuartel y no hay nadie cerca para verme me permito
derrumbarme, deslizándome por una pared hasta que estoy sentado en el
suelo, mi cabeza entre mis manos. ¿Qué he hecho? ¿Cómo pude dejar que
esto pasara? Si Jackson se da cuenta de lo que soy... no puedo ni siquiera
terminar el pensamiento.
No puedo permitirme este lujo, no puedo permitirme ser débil. Tengo que
ser fuerte, tengo que encontrar una manera de arreglar esto.
Pero, ¿cómo? ¿Cómo puedo volver atrás, cómo puedo fingir que este
momento nunca sucedió? ¿Cómo puedo mirar a Jackson a los ojos y
pretender que no sé lo que se siente tener sus labios contra los míos, que no
anhelo su toque con cada fibra de mi ser?
No tengo respuestas, solo un vacío creciente en mi pecho y un miedo que
amenaza con consumirme. Todo lo que puedo hacer es rezar para que
Jackson lo descarte como un momento de locura pasajera. Porque la
alternativa... la alternativa es demasiado aterradora para contemplarla.
Pero incluso mientras me siento aquí, perdido y asustado, una parte de mí
no puede evitar revivir el beso, no puede evitar anhelar más. Porque por un
momento, por un breve y perfecto momento, me sentí completo. Me sentí
libre.
Y ahora, habiendo probado esa libertad, no estoy seguro de cómo voy a
volver a la jaula de mi vida, a la mentira constante que he estado viviendo.
No estoy seguro de cómo voy a mirar a Jackson a los ojos y fingir que no
quiero nada más que volver a sus brazos.
Pero tengo que hacerlo. Por mi seguridad, por mi supervivencia, tengo
que encontrar una manera. Incluso si eso significa enterrar esta parte de mí
aún más profundo, incluso si eso significa negar la única cosa que me ha
hecho sentir verdaderamente vivo.
Con un suspiro tembloroso, me pongo de pie, cuadrando mis hombros.
No puedo cambiar lo que ha pasado, pero puedo controlar lo que sucede
después. Puedo ponerme una máscara, puedo jugar el papel que se espera
de mí.
Incluso si por dentro, estoy gritando.
CAPÍTULO 16

ALEKSANDER

Me despierto con el corazón acelerado, el recuerdo del beso con Jackson


aún fresco en mis labios. El fantasma de su toque parece persistir en mi
piel, como una marca indeleble de lo que compartimos. Mierda.
Una noche de sueño no ha logrado borrar el recuerdo.
¿Qué he hecho? No puedo creer que me haya dejado llevar así, que haya
permitido que mis más profundos deseos salieran a la superficie.
Me siento en la cama, pasando mis manos por mi cabello en un gesto de
frustración. La realidad de mi situación me golpea como un puñetazo en el
estómago. Sé que tengo que evitar a Jackson a toda costa hoy. No puedo
enfrentarme a él, no puedo mirar esos ojos oscuros y ver en ellos el rechazo
que sé que encontraré.
Salgo de mi habitación con cautela, mirando a ambos lados del pasillo
antes de aventurarme fuera. El silencio de la base me envuelve,
interrumpido solo por el zumbido distante de la actividad en los pisos
inferiores. Respiro aliviado al no ver a Jackson. Quizás hoy tenga suerte y
pueda librarme de él.
Pero mi alivio dura poco. Apenas he dado unos pasos cuando escucho su
voz profunda llamándome desde el otro extremo del pasillo.
—Aleksander, tenemos que hablar.
Mi corazón se detiene por un segundo antes de comenzar a latir con
fuerza en mi pecho.
—Ahora no puedo, Jackson. Tengo... tengo cosas que hacer —respondo
sin mirarlo, mi voz tensa.
Aprieto el paso, fingiendo no haber oído su suspiro frustrado. Mis pasos
resuenan en el pasillo vacío mientras me dirijo hacia las escaleras, mi única
vía de escape.
Logro esquivarlo un par de veces más durante la mañana, inventando
excusas poco convincentes cada vez que se acerca. Lo veo aparecer por el
pasillo y rápidamente finjo estar ocupado con mi teléfono. Otra vez, lo
diviso en la cafetería y salgo apresuradamente, murmurando algo sobre una
llamada urgente. Sé que mis pretextos son débiles y que él no se los está
creyendo, pero no puedo evitarlo. La tensión entre nosotros es palpable, y
cada vez que nuestras miradas se cruzan, siento que el corazón se me va a
salir del pecho. ¿Cuánto tiempo más podré mantener esta farsa? La
necesidad de hablar con él me carcome, pero el miedo a lo que pueda
suceder me paraliza.
—Aleksander, por favor, solo será un minuto —insiste cuando me
encuentra en la sala de entrenamiento más tarde.
—Lo siento, Jackson, estoy en medio de mi rutina. Quizás más tarde —
respondo, evitando su mirada.
Puedo ver la frustración creciendo en su rostro, la confusión y el dolor en
sus ojos cada vez que lo evito. Pero no puedo hacer otra cosa. No estoy listo
para enfrentar la realidad de lo que hice, de lo que soy.
Es casi mediodía cuando recibo la noticia de que mi hermano Dmitry
viene de visita a la base. Una oleada de alivio me recorre, tan intensa que
casi me hace marearme. Por primera vez en el día, siento que puedo
respirar.
Seguro que con mi hermano cerca Jackson no insiste en que hablemos.
Me dirijo a la entrada para recibir a Dmitry, mis pasos más ligeros ahora
que tengo un respiro de la constante presión de evitar a Jackson. Cuando las
puertas se abren y veo la figura imponente de mi hermano, siento una
oleada de amor y gratitud.
No era consciente de cuanto lo había echado de menos.
—Hermano —saludo, esbozando una sonrisa genuina en mi rostro por
primera vez en todo el día.
—Alek —responde Dmitry, su voz grave y familiar—. Me encanta verte.
Me abraza brevemente, un gesto raro en él, y sé que en el fondo se
preocupa por mí, a su manera.
Nos dirigimos a una de las salas privadas, donde nos sentamos a hablar.
Dmitry me pregunta sobre mi entrenamiento, sobre mis progresos.
—Todo va bien, estoy mejorando cada día —respondo, tratando de sonar
convincente.
—¿Y cómo te sientes? —pregunta Dmitry, sorprendiéndome con su
preocupación.
—Estoy bien, hermano. No te preocupes por mí —miento, forzando una
sonrisa.
Antes de lo que hubiera querido, nuestra conversación privada llega a su
fin. Pero en lugar de irse, Dmitry sugiere que nos unamos a los demás en la
sala de reuniones. Lo que me hace muy feliz. Un faro de luz entre tanta
tensión. Mi hermano no mentía. Como estoy entrenando, esforzándome al
máximo, me va a incluir en los asuntos de la Organización. No me va a
seguir tratando como si fuese de porcelana.
—Vamos, tenemos cosas que discutir con el equipo —dice, poniéndose
de pie.
Lo sigo, agradecido por la presencia continua de mi hermano, por esta
barrera entre Jackson y yo. Entramos en la sala de reuniones, donde todo el
equipo ya está reunido alrededor de la gran mesa central.
Me siento junto a Dmitry, manteniendo mis ojos fijos en la mesa frente a
mí. Puedo sentir la mirada de Jackson desde el otro lado de la sala, puedo
sentir la tensión irradiando de él. Pero me niego a mirarlo, me niego a
reconocer su presencia.
En su lugar, me concentro en las palabras de Dmitry mientras comienza a
hablar, describiendo nuestro próximo movimiento, nuestro próximo
objetivo. Trato de perderme en los detalles, en la estrategia y la logística.
Pero incluso mientras lo hago, incluso mientras finjo que todo está bien,
sé que no puedo escapar para siempre. Sé que eventualmente tendré que
enfrentar a Jackson, enfrentar la verdad de lo que pasó entre nosotros.
Pero por ahora, por este momento, elijo centrarme en el presente. Elijo la
distracción de la misión que tenemos por delante.
Es la única forma que se me ocurre parar sobrevivir a lo que estoy seguro
será su rechazo.
CAPÍTULO 17

JACKSON

Estoy sentado en la sala de reuniones, rodeado por mi equipo y Dmitry. La


tensión se palpa en el aire mientras repasamos los detalles de nuestro
próximo movimiento. Mis ojos se desvían hacia Aleksander, que está
sentado al otro lado de la mesa, evitando mi mirada. No puedo dejar de
pensar en el beso que compartimos anoche, en la pasión que sentí, en cómo
nunca antes había experimentado algo así. Pero él salió corriendo y ha
estado evitándome todo el día. ¿No sintió la misma pasión que yo?
Sacudo la cabeza, obligándome a concentrarme en la reunión. Tenemos
que planear cuidadosamente nuestro encuentro con Joaquín Montero, el jefe
de la organización de las joyas. Sospechamos que el topo en las filas de
Dmitry no estará contento con que este logre una nueva alianza que lo haga
más fuerte. Estoy seguro de que eso lo hará salir. Que tratará por todos los
medios de evitarlo.
—Entonces, ¿cuál es el plan? —pregunta Sarah, sacándome de mis
pensamientos.
Dmitry toma la palabra, su voz grave resonando en la sala:
—Vamos a organizar una reunión con Joaquín en uno de nuestros clubes
dentro de dos días. Le diremos que queremos discutir la posibilidad de
iniciar un negocio de joyas con él.
—Pero eso es solo una tapadera, ¿verdad? —interviene Lucas, sus dedos
tamborileando sobre la mesa en un ritmo nervioso.
Asiento con la cabeza, mi expresión sombría.
—Exacto. Nuestro verdadero objetivo es forzar al topo a que se revele.
Que se ponga nervioso con la posible alianza.
—Precisamente —confirma Dmitry, sus ojos de acero recorriendo la sala,
evaluando a cada uno de nosotros—. Quiero que todos estéis alerta durante
la reunión. Cualquier movimiento sospechoso, cualquier intento de
sabotaje, debéis informar de inmediato.
—Jackson —interviene Sarah—, tú has estado investigando a Joaquín
Montero. ¿Qué puedes decirnos sobre él?
Me aclaro la garganta, organizando mis pensamientos.
—Joaquín Montero, alias «El Joyero», es un magnate de la joyería y un
traficante internacional de piedras preciosas. Utiliza su negocio legítimo
como tapadera para sus actividades criminales. Es conocido por su astucia y
su crueldad. No duda en usar la violencia para conseguir lo que quiere.
Hago una pausa, dejando que la información se asiente antes de
continuar.
—Según mis fuentes, Montero ha estado expandiendo su influencia en
los últimos años, tratando de invadir territorios de otras organizaciones. Ha
habido rumores de que está buscando una manera de entrar en el mercado
ruso, lo que explicaría su interés en la organización.
—¿Qué hay de su círculo íntimo? —pregunta Darren—. ¿Alguna
debilidad que podamos explotar?
Niego con la cabeza.
—Montero es muy cuidadoso con quien deja entrar en su círculo. Tiene
una hija, Lucía, pero la mantiene fuera del negocio. Es su punto débil, pero
también la protege ferozmente. Aparte de eso, se rodea de gente leal y
competente. No será fácil encontrar una grieta en su armadura.
Dmitry asiente, absorbiendo la información.
—Buen trabajo, Jackson. Esta información nos será útil para tratar con
Montero. Tendremos que ser cuidadosos, pero si jugamos bien nuestras
cartas, podremos usar esta reunión para nuestro beneficio.
Todos asentimos, comprendiendo la importancia de esta misión. La
atmósfera en la sala se carga con una determinación silenciosa, cada uno de
nosotros comprometido a hacer nuestra parte para proteger a la
Organización.
Mis ojos vuelven a desviarse hacia Aleksander, que está absorto en sus
pensamientos, su ceño fruncido en concentración. Desearía poder hablar
con él a solas, explicarle que siento haberlo incomodado con el beso. Pero
al mismo tiempo, no puedo negar el deseo que siento de volver a probar sus
labios, de explorar esa chispa que se encendió entre nosotros.
Me da igual que no deba sentirme así por mi objetivo.
—Jackson, ¿estás con nosotros? —La voz de Dmitry me devuelve a la
realidad, su tono ligeramente impaciente.
—Sí, por supuesto. Disculpa. —Me aclaro la garganta, enderezándome
en mi asiento—. Creo que deberíamos preparar carpetas con información
falsa para entregarle a Joaquín durante la reunión. Algo que parezca
valioso, pero que en realidad no comprometa nuestras operaciones reales.
—Buena idea —concuerda Darren, asintiendo pensativamente—. Yo
puedo encargarme de eso junto con Lucas.
—Perfecto —asiente Dmitry, una leve sonrisa de aprobación en sus
labios—. Sarah y Mike, quiero que os encarguéis de la seguridad del club.
Revisad cada rincón, cada posible punto de entrada. No podemos
permitirnos ningún fallo.
—Cuenta con ello, jefe —responde Sarah, con un brillo decidido en sus
ojos verdes.
—Tim, Tom —Dmitry se dirige a los gemelos—, vosotros estaréis entre
los invitados, mezclándoos con la gente. Estad atentos a cualquier
comportamiento inusual.
—Como siempre —responde Tim con una sonrisa confiada,
compartiendo una mirada cómplice con su hermano.
La reunión continúa, cada miembro del equipo recibiendo sus
instrucciones, cada detalle del plan siendo examinado y perfeccionado.
Dejo que Dmitry sienta que tiene el poder. Es parte del juego. Pero a pesar
de mi concentración externa, mi mente sigue volviendo a Aleksander, a la
distancia que ha puesto entre nosotros desde anoche.
Cuando finalmente nos dispersamos, veo a Aleksander acercarse a
Dmitry, una expresión de determinación en su rostro.
—Hermano, quiero participar en esta misión —dice, su voz firme a pesar
del ligero temblor en sus manos—. He estado entrenando duro, puedo ser
de ayuda.
Dmitry lo mira con cariño y orgullo, colocando una mano en su hombro.
—Lo sé, Alek. Jackson me ha hablado de tus progresos y estoy
impresionado. Creo que es hora de que te unas en las misiones importantes.
Los ojos de Aleksander se abren con sorpresa y emoción.
—¿En serio? ¿Puedo ir?
Dmitry asiente, una sonrisa en sus labios.
—Sí. Pero quiero que te mantengas cerca de Jackson en todo momento.
Él se asegurará de que estés a salvo.
Aleksander me mira brevemente, una mezcla de emociones cruzando su
rostro antes de volver a mirar a su hermano.
—Gracias, Dmitry. No te decepcionaré.
—Sé que no lo harás. —Dmitry le da un apretón en el hombro antes de
dejarlo ir.
Mi corazón se acelera ante la perspectiva de tener a Aleksander a mi lado
durante la misión. Me gusta tenerlo cerca, pero, a la vez, me preocupa que
esté próximo al peligro.
Mientras el resto del equipo se marcha, me acerco a Aleksander, que está
recogiendo sus cosas con movimientos emocionados, una sonrisa en su
rostro.
—Aleksander... —comienzo, pero él me corta con una mirada.
—Ahora no, Jackson. Por favor. —Su voz es suave pero firme—.
Tenemos que concentrarnos en la misión.
Asiento, comprendiendo que aunque le presione no voy a lograr que me
escuche.
—Por supuesto. Solo quería decirte que... estoy contento de que vengas
con nosotros. Harás un gran trabajo.
Él me mira con la sorpresa dibujada en la cara durante un segundo.
Luego, una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios.
—Gracias, Jackson. Eso significa mucho viniendo de ti.
Hay un momento de silencio entre nosotros, cargado de palabras no
dichas y emociones reprimidas. Pero ambos sabemos que ahora no es el
momento.
—Bueno, será mejor que vayamos a descansar —digo finalmente,
rompiendo el silencio—. Nos esperan un par de días importante para
prepararnos.
—Sí, tienes razón. —Aleksander se pone de pie, cuadrando sus hombros
con determinación—. Vamos a hacerlo.
Mientras salimos de la sala de reuniones, no puedo evitar sentir una
mezcla de emoción y aprensión. Tener a Aleksander a mi lado durante la
misión será a la vez un consuelo y una distracción. Pero sé que haré todo lo
que esté en mi poder para mantenerlo a salvo, para demostrarle que puede
confiar en mí.
Y quizás, solo quizás, esta misión nos dé la oportunidad de finalmente
abordar lo que está creciendo entre nosotros. De explorar esta conexión que
es a la vez emocionante y aterradora.
El futuro es incierto, pero una cosa es segura: no voy a dejar que nada le
pase a Aleksander. No mientras yo esté a su lado.
CAPÍTULO 18

ALEKSANDER

Respiro hondo mientras me miro en el espejo, ajustando mi camiseta por


enésima vez. La suave tela acaricia mi piel, pero no logra calmar el
nerviosismo que burbujea en mi interior. Los vaqueros se adhieren a mis
piernas como una segunda piel, resaltando la forma de mi cuerpo. No puedo
evitar preguntarme si Jackson se fijará en cómo me quedan, si sus ojos
recorrerán mi cuerpo con la misma intensidad ardiente que he visto en ellos
antes. Cada vez que pienso en él, siento un nudo en el estómago, una
mezcla de ansiedad y deseo que amenaza con consumirme.
Los dos últimos días he conseguido esquivarle, pero algo me dice que
esta noche durante el operativo no lo tendré tan fácil.
Con un último vistazo en el espejo, salgo de mi habitación y me dirijo a
la entrada, donde hemos quedado todos para ir al club. El pasillo parece
más largo de lo habitual, cada paso resonando en el silencio expectante.
Cuando llego, veo que casi todos ya están ahí, charlando en pequeños
grupos con una energía nerviosa.
Y entonces, lo veo a él. Jackson está apoyado contra la pared con una
actitud desenfadada que contrasta con su atuendo impecable. Botas negras,
vaqueros que parecen hechos a medida y una camisa negra con dos botones
abiertos que dejan entrever su pecho esculpido. Su postura es relajada, pero
hay una tensión subyacente en sus hombros, una alerta constante que nunca
parece abandonarlo. Trago saliva, intentando no quedarme mirándolo
fijamente, pero es como intentar apartar la vista del sol.
Como si sintiera mi mirada, Jackson gira su cabeza y nuestros ojos se
encuentran. Es como si una corriente eléctrica pasara entre nosotros,
cargando el aire con una energía casi palpable. Una pequeña sonrisa aparece
en sus labios, un gesto que envía un escalofrío por mi columna.
—¿Estamos todos listos? —pregunta Jackson, su voz profunda resonando
en el espacio.
Hay un murmullo de asentimiento, una ondulación de anticipación
recorriendo el grupo. Yo asiento también, incapaz de encontrar mi voz, mi
garganta repentinamente seca.
Nos dirigimos al aparcamiento, donde varios coches nos esperan. Jackson
se acerca a uno de ellos, un elegante modelo negro con ventanas tintadas.
—Aleksander, tú vienes conmigo. Darren, tú también —nos ordena.
Por un momento, me quedo congelado, mi corazón latiendo con fuerza en
mi pecho. La perspectiva de estar en el coche con Jackson, encerrado en un
espacio tan pequeño, es a la vez emocionante y aterradora.
Con piernas temblorosas, me acerco al coche y me deslizo en el asiento
trasero de cuero. Casi no proceso como Darren se sienta delante.
El interior del coche huele a él, una mezcla embriagadora de su colonia y
algo indescriptiblemente masculino. Jackson se monta en el asiento del
conductor, su presencia llenando el espacio, robando el aire de mis
pulmones.
Durante todo el viaje, siento su mirada abrasadora sobre mí a través del
retrovisor. Cada vez que nuestros ojos se encuentran, siento una descarga
eléctrica recorriendo mi cuerpo, un calor que se acumula en mi vientre. Me
remuevo en el asiento, intentando ocultar mi creciente excitación, pero es
inútil. Es como si cada célula de mi ser estuviera sintonizada con él,
anhelando su toque.
El silencio en el coche es a la vez cómodo e insoportable. Quiero hablar,
quiero romper esta tensión, pero no encuentro las palabras. En cambio, miro
por la ventana, viendo las luces de la ciudad pasar como un borrón.
Cuando llegamos al club, respiro aliviado. La música retumba en mis
oídos incluso antes de que abramos las puertas, una pulsación rítmica que
parece sincronizarse con mi corazón acelerado. Nos adentramos en la
multitud, los cuerpos presionados cerca, el aire cargado con el olor a
perfume, sudor y alcohol.
Antes de separarnos y que cada uno de nosotros ocupe su posición
designada, Lucas nos entrega pequeños auriculares, su rostro serio.
—Manteneos conectados en todo momento —dice, su voz apenas audible
sobre la música—. Si veis algo sospechoso, avisad de inmediato.
Asentimos, comprobando que funcionan. Con una última mirada, nos
dispersamos, cada uno dirigiéndose a su posición asignada.
Me dirijo a la mía, cerca de la barra, abriéndome paso entre la masa de
cuerpos en movimiento. El aire es espeso, casi sofocante, y me obliga a
mantener la concentración. Desde mi lugar, tengo una vista clara de la
entrada y de gran parte del club.
No pasa mucho tiempo antes de que vea a mi hermano Dmitry entrar. Se
mueve con confianza, su presencia atrayendo atención incluso en medio del
caos. Saluda a algunos conocidos con asentimientos de cabeza y apretones
de manos, pero sus ojos están escaneando la multitud, buscando.
Finalmente, localiza a su objetivo. Joaquín Montero está sentado en una
mesa apartada, rodeado por un grupo de hombres de aspecto duro. Dmitry
se acerca a ellos, una sonrisa en su rostro que no llega a sus ojos. Se saludan
con un apretón de manos, una demostración de respeto que esconde una
amenaza subyacente.
Observo su interacción con una mezcla de fascinación y aprensión. Este
es el mundo en el que he crecido, el único que he conocido. Pero todo se
siente ajeno. Nunca he formado parte de este lado del negocio.
Respiro hondo, tratando de calmar mis nervios, de mantener mi enfoque.
Esta noche es crucial para la organización, y no puedo permitirme
distracciones. Pero incluso mientras me concentro en la misión, no puedo
evitar que mis pensamientos vuelvan a Jackson, a su presencia magnética y
a la tensión electrizante entre nosotros. A la conversación pendiente que sé
que quiere que tengamos a toda costa.
Nuestras interacciones son como una danza, la forma en que gravitamos
el uno hacia el otro incluso desde lados opuestos de la habitación. Puedo
sentir su mirada sobre mí, ardiente y posesiva, y envía un escalofrío de
deseo por mi columna.
Me obligo a apartar estos pensamientos, a centrarme en el aquí y ahora.
Escaneo la multitud, buscando cualquier señal de problemas.

JACKSON

El encuentro está a punto de acabar y no parece que vaya a haber ningún


ataque. Menos mal. Estoy demasiado distraído como para actuar como el
líder que debo ser.
Me fuerzo a concentrarme en Dmitry, en cómo habla con Joaquín.
Pero mi concentración dura apenas unos segundos, mi mirada se desvía
hacia Aleksander.
Mis pensamientos son interrumpidos abruptamente cuando veo a un
hombre acercarse a él. Es alto y musculoso, con un aire de arrogancia que
es visible incluso desde el otro lado de la habitación. Siento mi cuerpo
tensarse, mis manos cerrándose en puños a mis costados.
—Ey, bombón, ¿te apetece bailar conmigo? —le dice el desconocido con
una sonrisa lasciva.
Su voz resuena en mi oído a través del intercomunicador, y siento una
oleada de rabia recorrerme. ¿Cómo se atreve a hablarle así a Aleksander?
Sin pensarlo dos veces, me dirijo hacia ellos con pasos decididos. La
sangre me hierve al imaginar a ese bastardo poniendo sus manos sobre
Aleksander. Al llegar a su lado, agarro la muñeca del tipo y se la retuerzo
sin contemplaciones, olvidando de golpe el lugar en el que estamos.
—Como se te ocurra tocarlo, mueres —le advierto con voz gélida,
mirándolo fijamente a los ojos.
Puedo sentir la mirada de Aleksander sobre mí, puedo imaginar la
sorpresa en su rostro. Pero no me importa. Lo único que importa es
mantenerlo a salvo, asegurarme de que nadie se aproveche de él.
El hombre suelta un quejido de dolor y, en cuanto lo suelto, sale
corriendo despavorido. Me giro hacia Aleksander, que me observa con la
boca abierta, una mezcla de sorpresa y algo más que no logro descifrar en
su mirada.
—Jackson... —comienza, pero lo interrumpo.
—¿Estás bien? —pregunto, mi voz suave ahora, llena de preocupación.
Aleksander asiente, una pequeña sonrisa apareciendo en sus labios.
—Estoy bien. No le iba a permitir que me hiciese nada. Sé cómo
defenderme.
—No pienso permitir que nadie te toque —No me pasa desapercibido el
acero en mi voz.
Su boca se abre por la sorpresa. Sospecho que se da cuenta de que estoy
celoso. En ese momento, todo lo demás desaparece. La misión, el club, la
gente a nuestro alrededor. Solo estamos nosotros dos, perdidos en los ojos
del otro.
Ya no aguanto más. Sin importarme que estemos en medio de la
discoteca, lo atraigo hacia mí y lo beso apasionadamente. Necesito que
comprenda que me pertenece. Nuestros labios se encuentran en un choque
electrizante, y siento cómo Aleksander se derrite contra mi cuerpo.
Es un beso desesperado, lleno de todos los sentimientos que he estado
reprimiendo. Puedo saborear el whisky en su lengua, puedo sentir el
martilleo de su corazón contra mi pecho. Sus manos se enredan en mi pelo,
las mías se aferran a su cintura, acercándolo más, siempre más cerca.
Cuando nos separamos, ambos jadeando por la intensidad del momento,
lo miro directamente a los ojos.
—Cuando lleguemos a la base —le prometo con voz ronca—, tendrás lo
que llevo deseando darte desde que te vi por primera vez. ¿Lo deseas? —le
incito a que me responda.
Aleksander se estremece ante mis palabras.
—Sí. —Su respuesta es firme pese a que la dice sin aliento.
Que no se niegue me hace volverme más loco. Estoy ansioso por volver y
explorar este fuego que nos consume. Pero por ahora, debo centrarme en la
misión. Tengo que asegurarme de que todo sale bien. De que su hermano no
me ha visto devorar a Aleksander. Con un último apretón en su mano,
vuelvo a mi posición, aunque la anticipación de lo que está por venir flota
en el aire.
Mientras me alejo, siento como si una parte de mí se quedara con él. Es
una sensación extraña, una que nunca antes había experimentado. Siempre
he sido un lobo solitario, siempre he mantenido mis emociones bajo llave.
Pero Aleksander... él lo cambia todo.
Sacudo la cabeza, tratando de aclarar mis pensamientos. No puedo
permitirme distracciones, no cuando hay tanto en juego. Vuelvo a mi
puesto, mis ojos escaneando la multitud, pero una parte de mi mente sigue
estando con Aleksander, reviviendo ese beso, anhelando su toque.
Los minutos pasan, la tensión en el aire es casi palpable. Puedo ver a
Dmitry en su reunión con Joaquín, sus rostros serios y concentrados. Sé que
están discutiendo negocios, que están jugando un juego peligroso de poder
y control.
Pero incluso mientras observo, mientras me mantengo alerta ante
cualquier señal de problemas, no puedo evitar que mis pensamientos
vuelvan a Aleksander. A la forma en que se sintió en mis brazos, a la
promesa en sus ojos.
Es un sentimiento aterrador, esta necesidad que tengo de él. Nunca antes
había querido a alguien de esta manera, nunca antes había sentido este
fuego en mis venas. Es como si hubiera estado durmiendo toda mi vida, y
Aleksander fuera el despertar.
Con un último vistazo a Aleksander, vuelvo a sumergirme en las sombras
del club, mis sentidos agudizados, mi resolución inquebrantable.
El juego acaba de empezar.
CAPÍTULO 19

ALEKSANDER

No puedo creer que Jackson me haya dicho que me desea. Una mezcla de
nervios y emoción se desata en mi estómago, girando como un torbellino
que amenaza con vomitar todo lo que he intentado mantener bajo control.
Estoy tan aturdido que apenas noto cuando Joaquín se levanta de su butaca
y se aleja de mi hermano, su silueta desvaneciéndose en la penumbra del
club. Las luces estroboscópicas parpadean al ritmo de la música
ensordecedora, creando un caleidoscopio de colores que se funden con las
sombras.
Tampoco proceso del todo cuando mi hermano se acerca a Jackson, ese
imponente gigante que no ha dejado de estar a mi lado desde el beso que
hemos compartido. Ese beso... el recuerdo arde en mis labios, un fantasma
de la pasión que amenaza con consumirme.
—Jackson —la voz de Dmitry corta el aire, su tono serio y autoritario,
apenas audible sobre el estruendo de la música—. Mañana me pondré en
contacto contigo para organizar la próxima quedada con Joaquín.
Mi hermano lo observa con intensidad y por un segundo tengo miedo de
que nos haya visto besarnos.
Entonces, Dmitry continúa y el alivio me recorre:
—Con la lealtad que has demostrado y lo bien que cuidas de mi hermano,
ha llegado la hora de que te muestre mucho más. Te has ganado el nivel más
alto de autorización para acceder a toda la información de la Organización.
El orgullo por él crece en mi interior. Me alegro de que mi hermano lo
valore. Jackson se lo merece.
Mis ojos se centran en Jackson, estudiando cada línea de su rostro
cincelado, buscando alguna pista de si está feliz por lo que le acaba de decir
mi hermano. Le veo tensarse al recibir las palabras de Dmitry, sus hombros
anchos se cuadran, su mandíbula se aprieta. ¿Qué está pasando por su
mente?
Sin embargo, no logro leer sus emociones. Mi mente está atrapada en un
círculo vicioso, una trampa que he creado yo mismo. Solo puedo pensar en
lo que sucederá cuando lleguemos a la base, si Jackson hará lo que ha
prometido. El deseo y la necesidad me envuelven, como un segundo abrigo
que me quema la piel.
Mi hermano se acerca a mí sin que apenas me dé cuenta.
—¿Estás bien, Alek? —la voz de Dmitry me saca de mis pensamientos,
su mano en mi hombro es un ancla que me devuelve a la realidad.
—Sí, sí, estoy bien —miento, forzando una sonrisa—. Solo un poco
cansado.
Dmitry me mira, sus ojos azules escudriñando mi rostro. Por un
momento, temo que pueda ver a través de mí, que pueda leer en mi
expresión el torbellino de emociones que me consume. Pero si sospecha
algo, no lo dice.
—Habéis hecho un buen trabajo —dice finalmente, dando una palmada
en mi espalda.
Nos despedimos y cada uno regresa a su coche.
Finalmente, llegamos a la base. El viaje ha sido una tortura, cada
kilómetro una agonía de anticipación y miedo. Cuando entramos, el bullicio
de voces y risas me recibe, un murmullo distante y absurdo que no logra
penetrar la neblina de mis pensamientos.
Todos se despiden, intercambiando golpes en la espalda como camaradas.
Veo a Jackson alejarse sin decir nada, su figura alta y musculosa
desapareciendo en el laberinto de pasillos. Mi corazón se hunde, un peso
frío y muerto en mi pecho. Me siento como un idiota, un completo idiota
por haber creído, por haber esperado...
—Buenas noches, Alek —la voz de Darren me sobresalta. ¿Cuánto
tiempo llevo aquí de pie, perdido en mis pensamientos?
—Buenas noches —murmuro, forzando otra sonrisa.
Me dirijo a mi habitación, cada paso es un esfuerzo, como si estuviera
caminando a través de arenas movedizas. Cuando por fin llego, cierro la
puerta tras de mí y me apoyo contra ella, dejando escapar un suspiro
tembloroso.
Cómo he podido creer que Jackson estaba interesado en mí. ¿Y si solo
me ha besado para probarme?
Me estoy volviendo absolutamente loco. Mis miedos tomando el control
de mis emociones, haciendo que me vuelva irracional.
La habitación es pequeña y austera, las paredes desnudas y el mobiliario
escaso. Pero es mi refugio, el único lugar donde puedo ser yo mismo, donde
puedo dejar caer la máscara que llevo puesta cada día.
Me tumbo en la cama, el colchón duro y las sábanas ásperas contra mi
piel. El sueño se escapa como un pez entre mis dedos, esquivo y
escurridizo. En su lugar, la ansiedad se apodera de mí, sus garras afiladas
hundiéndose en mi mente.
Miro al techo, las sombras danzando en la tenue luz que se filtra por la
ventana. Mis pensamientos son un caos, un torbellino de preguntas sin
respuesta.
Me paso la mano por el pelo, con ganas de gritar, de romper algo, de
liberar la frustración y el dolor que me consumen. Pero me contengo.
La noche se alarga, las horas arrastrándose con una lentitud insoportable.
Mis pensamientos se dispersan una vez más hacia esa idea inalcanzable:
estar con Jackson, ser solo yo, sin sombras, sin mentiras.
Sin poder encontrar la calma, cierro los ojos en un intento desesperado
por dormir, por escapar, aunque sea por unas horas de esta tortura. Quizás la
mañana traiga respuestas a mis dudas, una señal, una esperanza. O quizás
solo traiga más dolor, más soledad, más mentiras.
Pero por ahora, en la oscuridad de mi habitación, me permito soñar.
Soñar con un mundo donde puedo amar libremente, donde puedo ser yo
mismo sin miedo. Un mundo donde Jackson me mira con amor, donde sus
manos me tocan con ternura, donde sus labios me besan con pasión.
Es un sueño hermoso, un sueño imposible. Pero es lo único que tengo, lo
único que me mantiene cuerdo en medio de esta locura. Y me aferro a él
con todas mis fuerzas, incluso sabiendo que, al despertar, se desvanecerá
como el humo, dejándome solo una vez más con mi realidad, con mi dolor,
con mis miedos.

JACKSON

Me siento como el hombre más cabrón de la tierra. El beso con Aleksander


aún quema en mis labios, un recuerdo vívido del deseo que corre por mis
venas. Lo anhelo con cada fibra de mi ser, cada célula de mi cuerpo grita su
nombre. Pero al mismo tiempo, estoy jugando con su hermano, ganándome
su confianza para lograr mi objetivo. Y lo he conseguido. Dmitry me ha
dado acceso total a la información de la Organización, confiando en mí
como nunca antes. La ironía es amarga en mi boca, un sabor a traición que
no puedo tragar.
Cuando llegamos a la base, la tentación de ir directamente a la habitación
de Aleksander es abrumadora. Imagino cómo sería entrar, tomarlo en mis
brazos, sentir su piel contra la mía. Pero no puedo. No puedo ceder a este
deseo, no cuando sé que cada beso, cada caricia, estaría construida sobre
una mentira. Así que, en vez de hacer lo que tanto anhelo, me doy media
vuelta y me alejo. Cada paso es una agonía, un desgarro en mi alma. No me
pasa desapercibida la decepción que se dibuja en las facciones de
Aleksander, la forma en que sus ojos se apagan, cómo su cuerpo se encoge.
Verlo así es como un puñal en mi corazón, pero no puedo hacer otra cosa.
A pesar de ser de madrugada, me dirijo al gimnasio. Necesito
desahogarme, liberar la frustración y el deseo que me consumen. El saco de
boxeo se convierte en mi enemigo, cada golpe una descarga de la tormenta
que ruge en mi interior. El sudor corre por mi frente, mi respiración es
pesada, pero no puedo parar. Porque si paro, todo lo que quiero es ir donde
Aleksander y darle lo que ambos necesitamos desesperadamente.
Mientras mis puños golpean el saco, mi mente se pierde en pensamientos
de él. ¿Cómo he tenido tanta suerte de que un hombre tan hermoso y bueno
como él me desee? Porque Aleksander me desea, puedo verlo en sus ojos,
en la forma en que mira mis labios, en cómo se inclina hacia mí buscando
mi toque. Es un milagro que no merezco, una luz en la oscuridad de mi
vida.
Pero esa luz está prohibida para mí. No puedo tocarla, no puedo dejar que
ilumine mi alma. Porque cada vez que me permito soñar con un futuro a su
lado, la realidad de quién soy, de lo que estoy haciendo aquí, me golpea con
la fuerza de un maremoto. Estoy lleno de mentiras, soy un agente
encubierto dispuesto a derrocar la organización de su hermano. ¿Cómo
puedo siquiera pensar en tomarlo, en manchar su pureza con la oscuridad
que habita en mí?
Estoy tan perdido en mis pensamientos, en mi lucha interna, que no noto
cuando Darren entra en el gimnasio. Es solo cuando escucho su voz que me
doy cuenta de su presencia.
—¿Qué te pasa, Jackson? —me pregunta. Su pelo está revuelto,
evidencia de que se acaba de despertar, pero sus ojos están alertas,
preocupados.
No quiero contárselo. No quiero poner en palabras este tormento que me
carcome por dentro. Pero Darren me conoce demasiado bien. Antes de que
pueda inventar una excusa, él continúa:
—Ya lo sé. Te conozco desde hace muchos años como para leer en tu
cara la mezcla de deseo por Aleksander y ese odio a ti mismo por estar
traicionando tus principios al desear a un hijo de mafiosos.
Sus palabras me sacuden, cada una un golpe directo a mi alma. ¿Tan
transparente soy? ¿Tan evidente es mi lucha? Quiero negarlo, quiero gritarle
que se equivoca. Pero no puedo. Porque cada palabra es verdad, una verdad
que he estado tratando de negar.
Darren da un paso hacia mí, su mano en mi hombro es un ancla en la
tormenta de mis emociones.
—Por una vez en tu vida, harías bien en seguir tu corazón —dice, su voz
suave pero firme—. Todos nos hemos dado cuenta ya de que Aleksander es
diferente y que, quizás, él es lo que siempre has necesitado.
Sus palabras son como un rayo de sol atravesando las nubes de mi mente,
una revelación que ilumina los rincones más oscuros de mi alma. ¿Podría
ser verdad? ¿Podría Aleksander ser mi salvación, mi redención?
—No es tan simple, Darren —digo, mi voz ronca por la emoción—. Yo...
no puedo...
Pero incluso mientras las palabras salen de mi boca, sé que son una
mentira. Porque nada en esta vida es simple, pero eso no significa que no
valga la pena luchar por ello. Y Aleksander... él vale cada batalla, cada
cicatriz, cada lágrima.
Darren sonríe, como si pudiera leer mis pensamientos.
—Nada en esta vida es simple, Jackson. Pero a veces, las cosas más
complicadas son las que más valen la pena.
Asiento, una nueva determinación creciendo en mi interior. Darren tiene
razón. He pasado toda mi vida luchando, sacrificando, perdiendo. Quizás es
hora de luchar por algo que realmente quiero, por alguien que podría ser
especial.
—Gracias, Darren —digo, mi voz cargada de emoción—. Yo...
necesitaba escuchar eso.
Darren me da una palmada en el hombro, su sonrisa se ensancha.
—Para eso están los amigos. Ahora, ve a por tu hombre.
Río, el sonido extraño en mis oídos. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que
reí de verdad? No puedo recordarlo. Pero ahora, con un nuevo propósito,
con una nueva esperanza, siento que puedo enfrentar cualquier cosa.
Decido dejar de hacer el gilipollas. Me dirijo a las duchas, mi mente ya
corriendo hacia Aleksander, hacia la promesa de lo que podríamos ser. El
agua caliente cae sobre mí, lavando el sudor, la frustración, el dolor. Es un
nuevo comienzo, un bautismo de esperanza.
Cuando salgo, me siento renovado, renacido. Me visto rápidamente, cada
movimiento cargado de propósito. Estoy a punto de ir a buscar a
Aleksander a su habitación cuando un pensamiento me detiene. ¿Y si él me
rechaza? ¿Y si he esperado demasiado, si he dejado pasar mi oportunidad?
Pero entonces recuerdo sus ojos, la forma en que me mira, la promesa
silenciosa en cada sonrisa. No, Aleksander no me rechazará. Porque lo que
hay entre nosotros es real, es verdadero.
Y yo, Jackson Steele, estoy a punto de abrazar esa suerte, de aferrarme a
ella con ambas manos y nunca dejarla ir.
Con una nueva resolución, me dirijo a su habitación, mi corazón latiendo
con anticipación.
CAPÍTULO 20

ALEKSANDER

Me despierto sobresaltado, el corazón latiéndome con fuerza en el pecho.


Alguien ha entrado en mi habitación. La oscuridad es casi total, pero mis
sentidos están en alerta máxima. Instintivamente, busco con la mano el
arma que siempre dejo junto a la cama, una precaución que Jackson me
enseñó. Un arma que pensaba que no tendría que utilizar nunca.
La base militar está en completo silencio, solo se escucha el sonido de mi
respiración agitada.
—¿Quién anda ahí? —susurro con voz firme, aunque por dentro estoy
temblando. El miedo se mezcla con la adrenalina que corre por mis venas.
Una sombra se mueve cerca de la puerta, y entonces lo reconozco. Es
Jackson. Su silueta es inconfundible, incluso en la penumbra. Los contornos
de sus músculos se dibujan bajo la tenue luz que se cuela por la ventana.
Me relajo un poco, pero su voz me pone en guardia de nuevo.
—No deberías relajarte tan rápido, Aleksander. No deberías confiar en mí
de la manera en que lo haces —dice con esa voz grave que siempre me hace
estremecer. Hay un tono juguetón en sus palabras, pero también una
advertencia.
—¿Qué... qué haces aquí? —pregunto, tratando de ocultar la emoción
que se apodera de mí al verlo. Mi corazón late con fuerza, y siento un calor
familiar extendiéndose por mi cuerpo.
Se acerca a la cama lentamente, cada paso deliberado y cargado de
intención. Aunque no puedo ver su rostro claramente, siento la intensidad
de su mirada recorriendo mi cuerpo, como si pudiera ver a través de las
sábanas que me cubren.
—No te imaginas lo que quiero hacerte —advierte, y una ola de calor me
recorre de pies a cabeza. Su voz es como una caricia, prometiendo placeres
inimaginables.
Mi respiración se acelera, y sin pensarlo, suelto la frase más tonta que
podría haber articulado.
—Puedes hacer conmigo lo que quieras.
Jackson se vuelve loco ante mis palabras. En un instante, está sobre mí,
su cuerpo cubriendo el mío por completo. Puedo sentir cada centímetro de
él, duro y caliente contra mi piel. Sus manos son fuertes y seguras mientras
me recorren, despertando cada nervio, cada célula de mi ser. Nuestros
labios se encuentran en un beso voraz, lleno de la tensión y el deseo
acumulados durante semanas.
No me puedo creer que esto esté sucediendo.
Nos besamos durante lo que parecen horas, pero no es tiempo suficiente,
mientras Jackson atormenta mi cuerpo con sus caricias, recorriendo cada
centímetro de mi piel al que tiene acceso.
Me está volviendo loco.
—Te necesito dentro de mí —le ruego.
Jackson deja escapar un gemido que parece casi doloroso.
—No puedo, no tengo nada con lo que prepararte —se queja y apoya su
frente sobre la mía.
—Yo tengo lubricante —le confieso entre jadeos, cuando nos separamos
para tomar aire. La idea parece encenderlo aún más, sus ojos brillan con una
mezcla de lujuria y anticipación.
—¿Dónde? —pregunta con urgencia, su voz ronca por el deseo.
Señalo hacia el cajón de la mesita de noche con mano temblorosa, y en
un movimiento rápido, Jackson lo abre y encuentra lo que busca. La botella
resbala entre sus dedos, y con una sonrisa pícara, se dispone a usarla.
—Voy a hacerte gritar mi nombre, Aleksander —promete, y una parte de
mí se pregunta cómo he podido vivir tanto tiempo sin tenerlo así.
Mis ropas vuelan por la habitación, arrancadas por sus manos
impacientes. Su boca sigue el rastro de cada prenda que cae, besando,
lamiendo, mordiendo cada centímetro de piel que queda expuesto. Su
lengua es experta, trazando caminos de fuego sobre mi cuerpo, y cada
caricia me lleva más cerca del abismo.
Pero todo pensamiento coherente se desvanece cuando siento sus dedos,
fríos y resbaladizos, explorando mi entrada. Preparándome para que no me
duela.
Cuando finalmente me penetra, es como si dos mundos colisionaran. El
dolor inicial se mezcla con un placer indescriptible, y cada movimiento
suyo me hace perder un poco más la cabeza. Se siente tan bien, tan correcto,
como si nuestros cuerpos hubieran sido hechos para encajar perfectamente.
—Jackson... —gimo, y su nombre se convierte en un mantra que repito
una y otra vez, como si fuera la única palabra que importa en este universo.
Es una plegaria y una alabanza, una súplica y una afirmación.
El ritmo se intensifica, nuestros cuerpos se mueven al unísono, cada vez
más rápido, más desesperados. La habitación se llena de nuestros gemidos y
el sonido de piel contra piel. El sudor cubre nuestros cuerpos, pero no nos
importa. Todo lo que existe es este momento, esta conexión, esta pasión que
nos consume.
—Mírame, Aleksander —ordena Jackson, su voz entrecortada por el
esfuerzo—. Quiero ver tu cara cuando te corras.
Obedezco, abriendo los ojos que no me había dado cuenta que había
cerrado. La visión de Jackson sobre mí, su rostro contorsionado por el
placer, sus músculos tensos por el esfuerzo, es casi demasiado para soportar.
Siento que estoy al borde, a punto de caer en un abismo de éxtasis.
—Córrete para mí, Alek —susurra, y es todo lo que necesito.
El orgasmo me golpea con la fuerza de un huracán, arrasando con todo a
su paso. Grito el nombre de Jackson mientras me derramo entre nuestros
cuerpos, mi visión se vuelve blanca por la intensidad del placer. Siento a
Jackson tensarse sobre mí, y con un gruñido gutural, se une a mí en el
clímax, llenándome con su esencia.
Nos quedamos así por un momento, tratando de recuperar el aliento,
nuestros corazones latiendo al unísono. Jackson se retira suavemente y se
acuesta a mi lado, atrayéndome hacia su pecho. Encajamos perfectamente,
como dos piezas de un rompecabezas.
—Eres mío, Aleksander —susurra en mi oído, y en ese momento, no
puedo evitar desear que sea cierto. Quiero pertenecerle, en cuerpo y alma.
—Y tú eres mío —respondo, acurrucándome más cerca de él.
Nos quedamos en silencio, disfrutando de la cercanía, del calor de
nuestros cuerpos. Sé que mañana tendremos que enfrentar la realidad, que
habrá complicaciones. Pero por ahora, en este momento, todo es perfecto.
Estoy exactamente donde quiero estar, en los brazos del Jackson.
Poco a poco, el sueño nos va venciendo. Antes de cerrar los ojos, miro a
Jackson una última vez. Él me sonríe, una sonrisa suave y llena de
promesas.
—Duerme —murmura—. Yo estaré aquí cuando despiertes.
Y con esa promesa, me dejo llevar por el sueño, sabiendo que, pase lo
que pase, él estará cuando me despierte.

JACKSON

Cuando terminamos, me quedo tumbado en la cama de Aleksander, incapaz


de moverme. Mi cuerpo está saciado, cada músculo relajado en una
languidez post-coital, pero mi mente es un torbellino de emociones
contradictorias. La habitación huele a sexo y sudor, un recordatorio tangible
de lo que acabamos de compartir. Las sábanas están revueltas, enredadas en
nuestras piernas, como si no quisieran dejarnos ir.
Sé que debería largarme, poner distancia entre nosotros. No puedo ser
sincero con él. No puedo contarle quién soy, pero una cosa tengo segura:
Aleksander me pertenece. Quiero cuidarlo.
Quiero que lo sepa y por eso se lo digo. Al igual que me digo a mí mismo
que me tengo que convertir en un hombre digno de él.
Aleksander se acurruca junto a mí, su piel desnuda rozando la mía,
enviando chispas de electricidad por mi columna vertebral. Su respiración
se vuelve profunda y regular, su pecho subiendo y bajando en un ritmo
hipnótico.
Con cuidado, casi con reverencia, lo acerco a mi pecho, rodeándolo con
mis brazos. Su calor me envuelve, un bálsamo para mi alma atormentada.
Se siente tan correcto tenerlo así, protegido, a salvo. Como si este fuera el
lugar al que pertenezco, como si todo en mi vida me hubiera llevado a este
momento.
Observo su rostro relajado, memorizando cada detalle. Sus largas
pestañas rozando sus mejillas, proyectando sombras delicadas sobre su piel.
Sus labios ligeramente entreabiertos, aún hinchados por mis besos. El ligero
ceño en su frente, como si incluso en sueños, algo le preocupara.
Una ternura abrumadora me invade, un sentimiento tan fuerte que me
roba el aliento. ¿Cómo he llegado a esto? He pasado años construyendo
muros alrededor de mi corazón, protegiéndome del dolor, de la decepción.
Pero Aleksander, con su dulzura, su valentía, su compasión, ha derribado
esas defensas sin siquiera intentarlo.
Mi alma se desgarra, dividida entre el deber y el deseo, entre la misión y
este hombre que ha despertado en mí sentimientos que creía enterrados. La
culpa es una bestia hambrienta, royendo mis entrañas. ¿Cómo puedo
hacerle esto? ¿Cómo puedo mirarlo a los ojos, besarlo, hacerle el amor,
sabiendo que cada caricia es una mentira?
Pero al mismo tiempo, ¿cómo puedo negar lo que siento? Este anhelo,
esta necesidad que va más allá del deseo físico. Este sentimiento de que, de
alguna manera, en los brazos de Aleksander, he encontrado mi hogar.
No puedo quererlo, no debo. Cada momento juntos es un paso más cerca
del desastre, un riesgo no sólo para la misión, sino para mi corazón. Porque
sé que cuando la verdad salga a la luz, cuando Aleksander descubra quién
soy realmente, me odiará. Y no puedo culparlo.
Pero tampoco puedo evitarlo. No puedo luchar contra esta atracción, esta
conexión que nos une. Es como tratar de detener la marea, de contener un
huracán. Imposible, inevitable.
Las palabras de Darren resuenan en mi mente: «Por una vez en tu vida,
harías bien de seguir tu corazón». En la oscuridad de la noche, con
Aleksander dormido en mis brazos, casi puedo creer que es posible. Que
quizás, sólo quizás, Aleksander es lo que siempre he necesitado sin saberlo.
Que quizás, en otra vida, en otras circunstancias, podríamos tener un futuro
juntos.
Decido, por esta noche al menos, dejar de luchar contra mí mismo. En
vez de pensar tanto, me permito sentir. Sentir la calidez de su cuerpo contra
el mío, el ritmo constante de su corazón, la paz que me transmite. Inhalo su
aroma, una mezcla de su champú, su sudor, y algo indescriptiblemente
Aleksander. Lo abrazo más fuerte, como si pudiera fundirme con él,
convertirnos en un solo ser.
Mañana lidiaré con las consecuencias. Mañana volveré a ser el agente
encubierto, el hombre con una misión. Volveré a poner mi máscara, a
enterrar mis sentimientos bajo capas de deber y determinación. Pero esta
noche, sólo soy Jackson, un hombre enamorado, aunque no quiera
admitirlo.
Esta noche, me permito soñar. Soñar con un mundo donde no hay
secretos ni mentiras entre nosotros. Un mundo donde puedo despertar cada
mañana a su lado, ver su sonrisa somnolienta, besar sus labios sin sentir
culpa por mentirle.
Es un sueño hermoso, un sueño imposible. Pero por unas horas, mientras
la noche aún nos envuelve, puedo fingir que es real. Puedo pretender que
este momento, este sentimiento, es todo lo que existe.
CAPÍTULO 21

ALEKSANDER

La primera noche que nos acostamos me levanté pensando que sería la


única. Pero me equivocaba. Desde ese día, Jackson viene a mi habitación
cada noche y me demuestra lo apasionado que puede ser.
Igual que esta mañana.
Me despierto con el cuerpo cálido de Jackson pegado a mi espalda.
Siento su respiración en mi nuca y su brazo rodeando mi cintura
posesivamente. No puedo creer que esto esté pasando, que el sueño de mi
vida se haya hecho realidad.
La forma en que Jackson me trata, cómo me cuida, cómo me folla
apasionadamente como si fuera de su propiedad, me tiene en las nubes.
—Buenos días, precioso —murmura Jackson con voz ronca por el sueño.
Me giro para mirarlo y me pierdo en esos ojos oscuros que me devoran.
—Buenos días —respondo con una sonrisa tonta en los labios.
Jackson me atrae hacia él y me besa, lento y profundo. Sus manos
recorren mi cuerpo, despertando cada nervio. Hago un sonido de protesta
cuando se separa, pero él solo sonríe.
—Vamos, dormilón. Tenemos entrenamiento.
A regañadientes, me levanto. Pero no puedo quejarme, no cuando sé que
pasaré todo el día con él.
Más tarde, en el campo de tiro, Jackson se coloca detrás de mí, ajustando
mi postura. Su cuerpo se amolda al mío, sus manos en mis caderas, su
aliento en mi oído.
—Así, justo así —susurra, y tengo que morderme el labio para contener
un gemido.
Disparo, y la bala da en el centro del objetivo. Jackson silba,
impresionado.
—Buen tiro, Alek.
Me giro en sus brazos, una sonrisa juguetona en mis labios.
—He tenido un buen maestro.
Él ríe, y el sonido envía un escalofrío por mi columna. Quiero besarlo,
aquí, ahora, sin importar quién pueda vernos. Pero me contengo. Nadie
puede saber lo que estamos haciendo. No si quiero que mi hermano no se
entere nunca.
Durante la cena, Jackson se sienta a mi lado, su pierna rozando la mía
bajo la mesa. Es un toque casual, pero envía chispas de electricidad por mi
piel. Me pregunto si alguna vez me acostumbraré a esto, a la forma en que
mi cuerpo reacciona a su cercanía.
Darren nos mira desde el otro lado de la mesa, una sonrisa conocedora en
su rostro. Siento mis mejillas arder y me concentro en mi comida.
Más tarde, cuando todos se han ido a dormir, Jackson se cuela en mi
habitación. No hablamos, no lo necesitamos. Nuestros cuerpos dicen todo lo
que las palabras no pueden. Y yo no puedo esta más feliz.
Los días pasan en una bruma de entrenamiento y noches apasionadas.
Cada día, me siento más fuerte, más seguro. Y cada noche, me pierdo en los
brazos de Jackson.
Pero también hay momentos de ternura, de intimidad más allá de lo
físico. Como cuando Jackson me encuentra dibujando en el patio y se sienta
a mi lado, observando en silencio. O cuando me despierto de una pesadilla
y él está ahí, sosteniéndome, susurrando palabras de consuelo.
Es en esos momentos cuando siento que esto podría ser algo más, algo
real y duradero. Pero luego recuerdo quién soy, y la realidad me golpea
como un puño en el estómago.
Una mañana, me despierto antes que Jackson. Me quedo mirándolo,
memorizando cada línea de su rostro. Él frunce el ceño en sueños y siento el
impulso de alisar esa línea con mis dedos, de borrar cualquier preocupación
de su mente.
«Te adoro», pienso, y las palabras son tan verdaderas, tan fuertes, que me
roban el aliento. Pero no las digo en voz alta. No puedo.
En cambio, me levanto con cuidado, tratando de no despertarlo. Necesito
un momento para mí, para ordenar mis pensamientos.
Más tarde, mientras entrenamos, observo cómo Jackson y Tim nos
muestran formas de escape cuando los agarran. Sus movimientos son
fluidos, precisos, letales. Me quedo embobado mirando la danza mortal de
sus cuerpos.
Darren se acerca a mí y me da un codazo amistoso.
—Veo a Jackson muy diferente desde que te conoce —comenta con una
sonrisa pícara—. Está mucho más suave, relajado, como si la mierda que ha
vivido durante toda su vida le pesase un poco menos.
Siento cómo mi corazón se hincha ante sus palabras. Es verdad, he
notado el cambio en Jackson. La forma en que sonríe más, cómo la tensión
parece haber abandonado sus hombros. Y saber que yo soy la razón, que de
alguna manera he traído un poco de luz a su vida... es un sentimiento
indescriptible.
Pero entonces, el pánico me invade. Porque no puedo negarme a mí
mismo que me estoy enamorando de Jackson, profunda e irrevocablemente.
Cada día, cada momento juntos, me hundo más en este sentimiento. Y eso
me aterra.
¿Y si me parte el corazón? Jackson es un hombre complicado, con un
pasado oscuro y peligroso. ¿Cómo puedo esperar que sienta lo mismo por
mí, que quiera un futuro conmigo? Soy solo un niño rico jugando a ser
soldado, no soy nada especial.
Y luego está mi hermano. En el fondo, sé que, si Dmitry alguna vez se
entera de que soy gay, de que estoy con Jackson... no me dejará vivir. La
homosexualidad es un tabú en nuestro mundo, una debilidad imperdonable.
Me matará, o peor, me hará desear estar muerto.
Trago saliva y me obligo a apartar esos pensamientos oscuros. No puedo
pensar en eso ahora, no cuando por primera vez en mi vida soy realmente
feliz.
Por ahora, solo quiero disfrutar de este momento, de esta conexión que
comparto con Jackson. Quiero perderme en su toque, en su pasión, en la
forma en que me mira como si fuera la cosa más preciosa del mundo.
Ya lidiaré con las consecuencias más adelante. Con el inevitable dolor,
con el rechazo, con la soledad. Pero ahora, en este instante, soy de Jackson
y él es mío. Y eso es todo lo que importa.
Así que sonrío a Darren, una sonrisa que espero oculte el tumulto de
emociones que hay en mi interior.
—Me alegro de que lo veas mejor —digo simplemente.
Porque, ¿cómo puedo poner en palabras lo que Jackson significa para mí?
¿Cómo puedo explicar que él es mi sol, mi luna y todas mis estrellas? ¿Que
antes de él, no sabía lo que era estar vivo de verdad?
No, esas son palabras para otro momento, para un futuro que quizás
nunca llegue. Por ahora, me conformo con vivir en el presente, con tomar
cada momento de felicidad que pueda.
Porque sé que no durará. Nada bueno en mi vida lo hace. Pero mientras
dure, mientras tenga a Jackson a mi lado... lo atesoraré, lo guardaré en mi
corazón.
Y cuando llegue el momento de decir adiós, cuando el sueño
inevitablemente termine... al menos tendré los recuerdos. Recuerdos de
risas compartidas, de caricias furtivas, de noches apasionadas. Recuerdos de
una relación que, aunque sea breve, será más real y verdadera que nada que
haya conocido.
Así que me obligo a apartar mis miedos, mis dudas.
El futuro puede esperar. Hoy, soy de Jackson. Y eso es suficiente.

JACKSON

La culpa me corroe por dentro, como un ácido que va deshaciendo cada


parte de mí. Debería estar aprovechando el acceso que Dmitry me ha dado,
husmeando en sus archivos, buscando pruebas para hundirlo. Ese es mi
trabajo, ¿no? Para eso es la misión.
Pero no. Aquí estoy, tumbado en la cama con su hermano pequeño entre
mis brazos, su piel desnuda contra la mía, su aliento suave en mi cuello.
Incapaz de pensar en otra cosa que no sea él.
La habitación está a oscuras, iluminada solo por la tenue luz de la luna
que se cuela por la ventana. Proyecta sombras en la pared, formas
indefinidas que parecen burlarse de mí, de mi debilidad. Porque eso es lo
que Aleksander es: mi debilidad.
Joder, él ha cambiado todo. Desde el momento en que lo vi, supe que
estaba jodido. Había algo en él, una pureza, una luz que me atraía como una
polilla a una llama. Y ahora, después de estas semanas juntos, después de
conocerlo, de tocarlo, de saborearlo... estoy más que jodido. Estoy perdido.
El mundo parece más brillante desde que lo conozco, los colores más
vivos, los sonidos más claros. Me hace sentir vivo, feliz... cosas que creía
haber olvidado hace mucho tiempo. Su sonrisa ilumina hasta el día más
oscuro, y su risa... maldita sea, su risa es como un puto bálsamo para mi
alma atormentada.
—¿En qué estás pensando? —me pregunta, acariciándome el pecho con
sus dedos de artista. Su toque es suave, casi reverente, como si no pudiera
creer que estoy aquí, que soy real.
—En ti —respondo sin pensar, y me doy cuenta de que es la pura verdad.
Siempre estoy pensando en él, incluso cuando no debería.
Aleksander se incorpora un poco, lo suficiente para mirarme a los ojos.
Incluso en la penumbra, puedo ver el azul de sus iris, ese azul que me
recuerda al cielo de verano.
—¿Y qué piensas de mí? —pregunta, con una sonrisa juguetona bailando
en sus labios.
«Pienso que eres lo mejor que me ha pasado en la vida», quiero decir.
Pero las palabras se atoran en mi garganta. Porque no puedo decirle eso,
¿verdad? No puedo abrirle mi corazón cuando sé que al final, voy a
destrozar el suyo.
En su lugar, lo beso. Lo beso con toda la pasión, todo el anhelo, todo el
amor que no puedo expresar con palabras. Él me devuelve el beso con la
misma intensidad, sus manos enredándose en mi pelo, su cuerpo
amoldándose al mío como si estuviera hecho para estar allí.
Estar con Aleksander es mejor que cualquier venganza. Es mejor que
todo lo que he conocido antes. Cada caricia, cada suspiro, cada mirada
compartida es un tesoro que guardo en lo más profundo de mi ser. Porque sé
que no durará, que no puede durar. Pero mientras lo tenga, mientras pueda
tenerlo entre mis brazos, voy a atesorar cada segundo.
Y eso me aterra. Porque nunca antes había sentido algo así. Nunca antes
había necesitado a alguien como necesito el aire para respirar. Aleksander
se ha convertido en mi todo, y eso es peligroso. Porque en mi mundo, en el
mundo en el que vivo, el amor es una debilidad. Y las debilidades te hacen
vulnerable, te hacen un blanco fácil.
Porque sé que todo esto es una mentira. Una jodida farsa que yo mismo
he construido. Cada promesa susurrada en la oscuridad, es un engaño.
Porque, ¿cómo puedo prometerle nada cuando le estoy mintiendo sobre
quién soy, sobre por qué estoy aquí?
¿Qué pasará cuando Aleksander se entere de la verdad? ¿De que soy un
agente encubierto, enviado para destruir a su familia? Solo de pensarlo se
me revuelve el estómago. Imaginar la traición en sus ojos, el dolor, el odio...
es más de lo que puedo soportar.
Así que me aferro a él. Entierro mi cara en su cuello, inhalando su aroma,
ese aroma que se ha convertido en mi hogar. Cierro los ojos e imagino un
mundo donde esto es real, donde no hay mentiras ni secretos entre nosotros.
Quiero olvidarme de todo. De mi misión, de mi pasado, de quien se
supone que soy. Quiero que esto sea real. Quiero quedarme en este mundo
de mentiras que he creado, donde puedo estar con él. Donde puedo sentir
esto sin remordimientos.
Pero la realidad es una perra cruel. Y sé que tarde o temprano tendré que
enfrentarla. Tendré que mirar a Aleksander a los ojos y decirle la verdad. Y
eso... eso me destruirá más de lo que cualquier bala o tortura podría hacerlo.
Pero por ahora, en la oscuridad de esta habitación, con su cuerpo cálido
contra el mío... puedo fingir. Puedo ser solo Jackson, el hombre que daría
cualquier cosa por él.
Mañana volveré a ser el agente Steele. Mañana volveré a mi misión, a mi
deber. Pero esta noche... esta noche soy suyo. Y él es mío. Aunque sea solo
una ilusión, aunque sea solo por unas horas robadas al destino.
—Pienso que eres increíble —le digo finalmente, mi voz ronca por la
emoción—. Pienso que eres valiente, y fuerte, y jodidamente hermoso.
Aleksander sonríe, esa sonrisa que ilumina mi mundo, y se acerca para
besarme de nuevo.
—Tú también eres increíble, Jackson —murmura contra mis labios.
Y por un momento, casi puedo creerlo. Por un momento, puedo creer que
soy digno de él, de su amor, de su confianza.
Pero en el fondo, sé que no lo soy. Sé que cuando la verdad salga a la luz,
cuando Aleksander vea quién soy realmente... me odiará. Y no puedo
culparlo.
CAPÍTULO 22

JACKSON

Entro en la cafetería, el aroma del café recién hecho inunda mis fosas
nasales. Es un lugar pequeño y acogedor, con mesas de madera y sillas
tapizadas en tonos cálidos. La luz suave de las lámparas crea un ambiente
íntimo, casi reconfortante. Pero nada puede calmar la ansiedad que me
corroe por dentro.
Mis ojos escanean el lugar hasta que lo veo, sentado en una mesa del
fondo, con su habitual traje oscuro y su expresión seria. Marcus. Mi jefe. El
hombre que me encomendó esta misión. El hombre que confía en mí para
destruir a la familia Novikov.
Me acerco a él, cada paso se siente como un peso en mi estómago. Es
como caminar hacia el patíbulo, sabiendo que cada movimiento me acerca
más a mi condena. ¿Cómo voy a mirarlo a los ojos y mentirle? ¿Cómo voy
a no hacerlo y traicionar a Aleksander? Las dos opciones me resultan
terribles.
—Jackson —me saluda cuando llego a la mesa, indicándome con un
gesto que me siente.
—Marcus —respondo, tomando asiento frente a él.
El camarero se acerca y pedimos nuestros cafés. Un silencio tenso se
instala entre nosotros mientras esperamos. Puedo sentir la mirada de
Marcus sobre mí, evaluándome, tratando de leer en mi expresión. Es como
si pudiera ver a través de mí, como si pudiera ver la verdad que trato de
ocultar.
—¿Cómo va la misión? —pregunta finalmente, directo al grano como
siempre.
Trago saliva, tratando de mantener mi expresión neutra. Es un juego que
he jugado muchas veces, el juego del engaño, de la mentira. Pero nunca
antes había sido tan difícil, nunca antes había tenido tanto que perder.
—Progresando —respondo vagamente, mi voz sonando extraña incluso
para mis propios oídos—. Todavía no he conseguido nada concreto, pero
estoy ganando la confianza de Aleksander.
Marcus alza una ceja, claramente no convencido. Puedo ver la duda en
sus ojos, la sospecha creciendo.
—¿Nada concreto? Has tenido semanas, Jackson. ¿Qué has estado
haciendo todo este tiempo?
Aprieto los dientes, luchando contra el impulso de defenderme, de decirle
que lo que he estado haciendo es enamorarme. Que he estado descubriendo
una parte de mí que no sabía que existía. Que he estado viviendo, realmente
viviendo, por primera vez en mi vida.
Pero no puedo decir nada de eso. No puedo revelar mi secreto, no puedo
poner en peligro a Aleksander. Porque sé, con una certeza que me asusta,
que, si Marcus descubre la verdad, no dudará en usar él mismo a
Aleksander para llegar a Dmitry. Y no puedo permitir eso.
—Ganarse la confianza de alguien como Aleksander Novikov lleva
tiempo —digo en su lugar, cada palabra un esfuerzo—. Necesito que confíe
en mí completamente para que me revele los secretos de su familia.
Por supuesto no le he dicho que Dmitry ya me ha dado el acceso que
necesitamos.
Marcus me mira fijamente, sus ojos parecen ver a través de mí. Es como
si pudiera leer mi mente, como si pudiera ver la lucha interna que me
desgarra. Siento el sudor formándose en mi frente, el miedo atenazando mi
garganta. ¿Sospecha algo? ¿Ha notado el cambio en mí?
—Jackson, eres uno de mis mejores agentes —dice finalmente, su voz un
poco más suave—. Sé que esta misión no es fácil. Infiltrarse en una familia
como los Novikov, ganarse su confianza... no es algo que se consiga de la
noche a la mañana.
Siento un pequeño alivio ante sus palabras, pero es efímero. Porque sé
que lo que viene a continuación.
—Pero necesito que recuerdes por qué estamos haciendo esto —continúa
Marcus, inclinándose hacia adelante—. Los Novikov son peligrosos,
Jackson. Han destruido vidas, han sumido a esta ciudad en el miedo. Es
nuestro deber detenerlos.
Asiento, incapaz de hablar por el nudo en mi garganta. Sé que tiene
razón. Sé que los Novikov son todo lo que él dice y más. Pero Aleksander...
Aleksander es diferente. Él no es como su familia. Él es bueno, y puro, y no
merece ser tratado igual.
—Confío en ti, Jackson —dice Marcus, recostándose en su silla—. Sé
qué harás lo que hay que hacer. Pero necesito resultados pronto. No
podemos permitirnos que esta misión falle.
—Lo entiendo —logro decir, mi voz apenas un susurro.
Terminamos nuestros cafés en silencio y nos despedimos. Mientras
camino de vuelta a la base, mi mente es un torbellino de pensamientos y
emociones. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo puedo proteger a Aleksander sin
traicionar todo en lo que he creído siempre? ¿Cómo puedo hacerlo sin
traicionar la promesa que me hice a mí mismo de vengar la muerte de mis
padres acabando con todos los mafiosos?
No tengo respuestas. Solo sé que cuando llego a la base y veo a
Aleksander, cuando lo tomo en mis brazos y lo beso hasta que ambos
estamos sin aliento, todo lo demás desaparece. En ese momento, solo existe
él. Solo existe este sentimiento que quema en mi pecho, este amor que
nunca pensé que sentiría.
—¿Estás bien? —pregunta Aleksander, acariciando mi mejilla con su
mano suave—. Pareces preocupado.
Miro esos ojos azules que se han convertido en mi ancla. ¿Cómo puedo
decirle que estoy preocupado porque no sé cómo protegerlo? ¿Cómo puedo
explicarle que cada día que pasa, me enamoro más de él y eso me aterra?
—Estoy bien —miento, forzando una sonrisa—. Solo un poco cansado.
Aleksander me mira, y por un momento, creo que va a presionar, que va a
exigir la verdad. Pero en lugar de eso, simplemente me besa de nuevo,
suave y dulce.
—Vamos a la cama —susurra contra mis labios—. Deja que cuide de ti.
Y lo hago. Dejo que me lleve a la cama, que me desvista con manos
gentiles, que me haga olvidar todo excepto su toque, su aroma, la sensación
de su piel contra la mía.
Porque sé, con una certeza que me asusta, que haré cualquier cosa para
protegerlo. Incluso si eso significa ir en contra de todo lo que siempre he
creído. Incluso si eso significa traicionar la memoria de mis padres.
Porque Aleksander... él lo es todo para mí ahora. Y no puedo, no voy a
perderlo. No importa el costo. No importa si tengo que quemar el mundo
entero para mantenerlo a salvo.
Él es mi elección. Él siempre será mi elección. Y que Dios me ayude,
porque no sé cómo voy a sobrevivir si alguna vez tengo que elegir entre él y
mi deber.
Pero por ahora, en la oscuridad de nuestra habitación, con su cuerpo
enredado con el mío, puedo fingir que todo está bien. Puedo fingir que
somos solo dos amantes, sin pasado ni futuro, solo el presente.
Y ruego, con cada fibra de mi ser, que, de alguna manera, de alguna
forma, pueda encontrar una manera de que este presente dure para siempre.
Porque no sé cómo voy a vivir sin él. No sé cómo volver a ser quien era
antes de conocerlo.
Aleksander me ha cambiado, me ha hecho querer vivir. Y no puedo, no
quiero, volver atrás.

ALEKSANDER

Me estoy volviendo loco. No sé lo que Jackson siente por mí. ¿Es solo
atracción? ¿Siente algo más? Porque yo estoy colado hasta las trancas por él
y me estoy planteando seriamente la posibilidad de abandonarlo todo. De ir
a donde mi hermano y decirle que soy gay. De atreverme por una vez a vivir
como soy de verdad. Pero no encuentro el valor de decirle nada a Jackson.
Estos pensamientos me persiguen mientras nos dirigimos a una de las
oficinas de Dmitry en el centro de la ciudad para organizar la siguiente cita
con Joaquín que será en un par de días en los muelles. Vamos a hacer lo que
será nuestro primer negocio juntos: una compra de contenedores de ropa en
los que dentro de algunos bolsillos vienen cosidos diamantes.
La oficina es un lugar que conozco bien, habiendo visitado a mi hermano
aquí muchas veces a lo largo de los años. Es un espacio elegante y
moderno, con grandes ventanales que ofrecen una vista impresionante de la
ciudad. Los muebles son de líneas limpias y colores sobrios, reflejando la
personalidad de Dmitry: eficiente, organizado, sin espacio para frivolidades.
Cuando llegamos, Dmitry ya está allí, junto con todo nuestro equipo.
Sarah está discutiendo posibles rutas de escape con el resto en caso de que
algo salga mal. Sus ojos brillan con una mezcla de excitación y
concentración mientras traza líneas en un mapa de los muelles.
—Podríamos colocar cargas aquí y aquí —sugiere, señalando dos puntos
—. Eso nos daría una distracción si necesitamos salir rápido.
Darren está repasando los protocolos de emergencia. Su rostro es serio
mientras enumera los suministros médicos que necesitaremos tener a mano.
—Esperemos no necesitarlos —dice—. Pero es mejor estar preparados.
Los gemelos, Tim y Tom, están estudiando los planos de los muelles,
identificando posibles puntos de emboscada. Sus dedos se mueven en
perfecta sincronía mientras señalan diferentes áreas.
—Este contenedor proporcionaría una buena cobertura —comenta Tim.
—Sí, pero también podría ser una trampa —responde Tom—. Tendremos
que estar atentos.
Lucas está configurando un sistema de comunicación encriptado para que
podamos estar en contacto en todo momento. Sus dedos vuelan sobre el
teclado, sus ojos fijos en la pantalla.
—Nadie podrá interceptar nuestras comunicaciones —afirma con
confianza—. Estaremos conectados en todo momento.
Y Mike está planificando sus posiciones para tener la mejor vista del
intercambio. Estudia las fotografías aéreas de los muelles con ojo crítico.
—Aquí —dice, señalando un punto—. Esta posición me dará una visión
clara de todo el área.
Jackson y yo nos unimos a la discusión, aportando nuestras propias ideas
y preocupaciones. Sugiero usar nuestros dibujos de los muelles para
identificar posibles rutas de escape, una habilidad que he perfeccionado
durante nuestro entrenamiento. Jackson propone tener un plan de
contingencia en caso de que Joaquín traiga refuerzos inesperados.
A pesar de la seriedad de la situación, no puedo evitar sentir una emoción
al estar incluido en este proceso, al ser tratado como un igual por mi
hermano y su equipo. Es como si finalmente estuviera encontrando mi
lugar, mi propósito.
Repasamos el plan una y otra vez, asegurándonos de que cada detalle esté
cubierto. Joaquín es conocido por su astucia y su paranoia, por lo que
tenemos que estar preparados para cualquier eventualidad. Acordamos un
código de palabras para usar si algo parece ir mal: «tiempo» significará que
abortamos la misión, «cielo» querrá decir que todo va según lo planeado.
Establecemos múltiples puntos de encuentro en caso de que necesitemos
separarnos: el parque cerca de los muelles, la estación de tren abandonada,
el almacén en las afueras de la ciudad.
A lo largo de la reunión, me encuentro mirando a Jackson, admirando la
confianza con la que habla, la autoridad que emana. Él nota mis miradas y
me ofrece pequeñas sonrisas, gestos sutiles que hacen que mi corazón se
acelere. En un momento, cuando todos están concentrados en el mapa, él
pone su mano sobre la mía bajo la mesa y le da un suave apretón. Es un
gesto pequeño, pero significa el mundo para mí.
Cuando finalmente tenemos un plan sólido, Dmitry da por terminada la
reunión. Mientras todos se dispersan para prepararse, mi hermano me pide
que me quede un momento.
—¿Cómo lo estás llevando, Alek? —pregunta, su voz suave con
preocupación. Pone una mano sobre mi hombro, un gesto de afecto que me
sorprende—. Sé que todo esto es nuevo para ti.
—Estoy bien, Dmitry —respondo, tratando de sonar más seguro de lo
que me siento—. De verdad. Quiero hacer esto, quiero ser parte de esto.
Dmitry me mira por un largo momento, como si estuviera buscando algo
en mi rostro. Sus ojos, tan parecidos a los míos, parecen ver a través de mí.
—Has crecido, Alek —dice finalmente—. Ya no eres el niño que solía
perseguirme por toda la casa. Estoy orgulloso de ti, ¿sabes? Has
evolucionado mucho en estos últimos meses.
Sus palabras me conmueven y me asustan a partes iguales. Orgulloso de
mí, dice. Pero, ¿seguiría estándolo si supiera la verdad sobre mí? ¿Si
supiera a quién amo realmente?
Antes de que pueda responder, Jackson aparece en la puerta, informando
que el coche está listo para llevarnos de vuelta a la base. Dmitry nos
despide con un asentimiento y un recordatorio de estar alertas.
—Nos vemos —se despide, su mirada fija en mí—. Y cuida de mi
hermano, Jackson.
Jackson asiente solemnemente, como si estuviera aceptando una misión
sagrada.
—Con mi vida —promete.
El viaje de vuelta es silencioso, cargado de una tensión que no sé cómo
romper. Quiero hablar con Jackson, decirle lo que siento, pero las palabras
se atoran en mi garganta. En su lugar, miro por la ventana, viendo sin ver
realmente cómo la ciudad pasa en un borrón de luces y sombras.
Cuando llegamos a la base, todos nos reunimos para cenar. Es un ritual
que hemos desarrollado, un momento para relajarnos y conectarnos antes de
una misión. La cocina está llena del aroma de la comida y el sonido de las
risas y las conversaciones.
Sarah y Darren están enfrascados en un debate sobre la última película
que vieron, sus voces alzándose y cayendo con animación.
—Te digo que el final no tenía sentido —insiste Sarah, gesticulando con
su tenedor.
—Claro que sí —argumenta Darren—. Solo tienes que leer entre líneas.
Mientras tanto, Tim y Tom están compitiendo para ver quién puede
comer más raviolis, sus platos apilándose peligrosamente alto.
—Ríndete, hermano —dice Tim con la boca llena—. Nunca podrás
ganarme.
—Eso ya lo veremos —responde Tom, metiéndose otro ravioli en la
boca.
Lucas está tecleando furiosamente en su ordenador portátil, sin duda
hackeando algún sistema o creando algún nuevo programa. De vez en
cuando, suelta una risa triunfal o murmura algo ininteligible.
Mike, por su parte, está limpiando meticulosamente su rifle, un proceso
que parece casi meditativo. Sus manos se mueven con precisión y cuidado,
como si estuviera manipulando algo infinitamente precioso.
Y luego está Jackson, sentado a mi lado, su pierna rozando la mía bajo la
mesa. Su presencia es un consuelo, un ancla en medio de la incertidumbre
que siento.
En un momento dado, me besa delante de todos de forma mecánica,
como si fuera la cosa más natural del mundo. Nos quedamos mirando el
uno al otro, y yo me asusto por su reacción. El mundo se detiene por un
segundo.
Pero para mi sorpresa, los demás nos aplauden y nos dicen que ya era
hora.
—Ya estábamos preguntándonos cuándo ibais a dejar de fingir que no
estabais locos el uno por el otro —bromea Sarah, guiñándome un ojo.
Siento mis mejillas arder, pero también una ola de felicidad me invade.
Esta gente, este equipo... ellos me aceptan. Nos aceptan a Jackson y a mí,
sin juicio, sin condiciones.
En ese instante, me siento inmensamente feliz. Jamás me había
imaginado que esta pudiera ser mi vida. Estar rodeado de personas que me
entienden, a los que les gusto por quien soy. Y tener a Jackson a mi lado,
sin tener que esconder lo que sentimos.
Pero a medida que la noche avanza y nos retiramos a nuestras
habitaciones, la duda vuelve a acecharme. ¿Qué siente realmente Jackson?
¿Podría alguna vez corresponder a la profundidad de mis sentimientos?
En la soledad de mi habitación, me permito imaginar un futuro donde
puedo decirle a Jackson que lo quiero. Donde puedo enfrentar a Dmitry y
decirle la verdad sobre mí. Es un pensamiento aterrador, pero también
liberador. Porque por primera vez, puedo imaginar un futuro donde no
tengo que esconderme, donde puedo amar y ser amado abiertamente.
Sé que no será fácil. Sé que habrá obstáculos y dolor en el camino. Pero
mirando a Jackson, viendo la ternura en sus ojos cuando me mira... creo que
podría valer la pena.
Me acerco a la ventana, mirando hacia la noche estrellada. En algún lugar
ahí fuera, está el futuro que anhelo. Un futuro donde puedo ser yo mismo,
sin miedo, sin vergüenza.
Quizás, solo quizás, este amor que siento podría ser mi salvación en lugar
de mi condena. Y con ese pensamiento, me permito soñar con un mañana
más brillante. Un mañana donde Jackson y yo podemos caminar de la mano
bajo la luz del sol, sin sombras, sin secretos.
Es un sueño hermoso. Y por primera vez en mi vida, siento que podría
hacerse realidad.
CAPÍTULO 23

JACKSON

Me ajusto el intercomunicador mientras la furgoneta avanza por las calles


de Chicago. El aire dentro está cargado de tensión y anticipación. Miro a mi
alrededor, observando a mi equipo. Sarah está sentada a mi lado, sus dedos
tamborileando nerviosamente sobre su arma. Lucas está enfrente, tecleando
furiosamente en su portátil, su rostro iluminado por el resplandor de la
pantalla. Darren y los gemelos están en la parte de atrás, sus voces un
murmullo constante mientras repasan el plan una vez más.
Y luego está Aleksander, sentado frente a mí, con la mirada perdida en el
infinito. La tenue luz de la furgoneta proyecta sombras en su rostro,
acentuando la tensión en su mandíbula, la preocupación en sus ojos. Quiero
alcanzarlo, tomar su mano, decirle que todo va a estar bien. Pero no puedo.
No ahora.
La furgoneta se detiene. Hemos llegado a los muelles, el lugar donde se
llevará a cabo el intercambio. El aire frío de la noche me golpea en la cara
cuando nos bajamos del vehículo, un recordatorio de la realidad que
enfrentamos. El olor del agua estancada y la gasolina llena mis fosas
nasales, y el sonido de las olas contra el muelle es casi ensordecedor en el
silencio de la noche.
Antes de dispersarnos, echo un último vistazo a Aleksander. Él me mira,
y en sus ojos veo una mezcla de determinación y miedo. Quiero decirle
tantas cosas en este momento, pero las palabras se atoran en mi garganta.
En su lugar, asiento, esperando que él entienda todo lo que no puedo decir.
«Ten cuidado», quiero decirle. «Vuelve a mí».
Lucas se escabulle entre contenedores escondiéndose en las sombras,
enganchando el ordenador a uno de los cables de las cámaras, sus ojos ya
pegados a la pantalla, vigilando cada movimiento. Él es nuestros ojos y
oídos, nuestra conexión con el mundo exterior.
—Estoy en posición —dice a través del intercomunicador, su voz
ligeramente distorsionada por la estática—. Tengo visual de todo el área.
Nos dispersamos, cada uno a su posición asignada. Me muevo entre las
sombras, mis sentidos agudizados, mi arma lista. Los contenedores se alzan
a mi alrededor, un laberinto de metal y secretos. Cada sombra parece
ocultar una amenaza, cada sonido hace que mi corazón se acelere. El aire
huele a óxido y a mar, y el frío se cuela por debajo de mi ropa, haciendo que
me estremezca.
A través del intercomunicador, escucho la voz de Dmitry, el tintineo de
los maletines al cambiar de manos. Todo parece ir según lo planeado. Pero
en mi experiencia, es cuando todo parece ir bien que las cosas suelen
torcerse.
Y entonces, como si mis pensamientos hubieran sido una premonición, el
caos estalla. Disparos, gritos, el chirrido del metal al ser alcanzado por las
balas. Mi corazón se detiene por un instante y luego se lanza a un galope
frenético. El sonido es ensordecedor, rebotando en los contenedores,
amplificándose hasta que es todo lo que puedo oír.
—¡Emboscada! —grita alguien por el intercomunicador, creo que es
Sarah. Su voz es alta y frenética—. ¡Nos están rodeando!
Pero mis pensamientos están en otra parte. Aleksander. Tengo que
encontrarlo, tengo que asegurarme de que está bien. El miedo me atenaza el
pecho, un miedo que nunca antes había sentido, ni siquiera en mis días en el
ejército. Es un miedo primario, visceral, el miedo de perder a alguien sin
quien no puedes imaginar la vida.
—¡Lucas! —la voz de Aleksander corta a través del caos, alta y clara en
mi oído—. ¡Necesita ayuda! ¡Voy a buscarlo!
Mi sangre se convierte en hielo en mis venas. Lucas, está solo,
vulnerable. Y Aleksander está corriendo hacia el peligro. La adrenalina se
precipita a través de mí, agudizando mis sentidos, acelerando mis latidos.
Salgo corriendo, mi mente nublada por el pánico. No me importa la
misión, no me importa Dmitry, no me importa nada más que llegar a ellos.
Corro entre los contenedores, siguiendo el sonido de los disparos, rezando
para que no sea demasiado tarde. Mis pies golpean el pavimento, el sonido
resonando en mis oídos junto con el latido frenético de mi corazón.
Los veo entonces, acurrucados detrás de un contenedor. Lucas está en el
suelo, su rostro contraído de dolor. Aleksander está inclinado sobre él,
presionando sus manos contra una herida en su hombro, tratando
desesperadamente de detener el flujo de sangre. El rojo es impactante
contra su piel pálida, un recordatorio cruel de lo frágil que es la vida.
Nuestras miradas se encuentran y algo dentro de mí se rompe. En ese
momento, sé que haría cualquier cosa por mantenerlos a salvo, que iría
hasta el fin del mundo por ellos. El amor que siento por Aleksander, el
afecto y la lealtad que siento por Lucas, se cristalizan en una resolución
inquebrantable.
Me lanzo hacia el lugar donde están, dispuesto a actuar como su escudo,
a recibir cada bala destinada a ellos. Porque en este momento, nada más me
importa. Solo ellos.
—Jackson... —la voz de Aleksander es apenas un susurro, pero escucho
el alivio, el amor en ella. Es como un bálsamo para mi alma atormentada.
—Estoy aquí —digo, arrodillándome a su lado. Tomo su rostro entre mis
manos, necesitando sentirlo, necesitando saber que es real—. Estoy aquí,
Alek.
Compruebo la herida de Lucas, aliviado al ver que no parece mortal. Pero
necesita atención médica, y rápido. La sangre sigue fluyendo, empapando
su camisa, formando un charco en el suelo.
—Tenemos que sacarlo de aquí —digo, mi voz firme a pesar del miedo
que me corroe por dentro—. Yo lo llevaré. Tú cúbreme.
Aleksander asiente, su rostro una máscara de determinación. Se levanta,
su arma lista, y sé que confiaría mi vida a él sin dudarlo. Hay una fuerza en
él, una valentía, que me deja sin aliento.
Levanto a Lucas, cargándolo sobre mis hombros. Él gime de dolor, el
sonido desgarrador en medio del caos. Pero no hay tiempo para la
delicadeza. Tenemos que movernos, y rápido. Cada segundo cuenta, cada
momento es precioso.
Nos abrimos camino a través del laberinto de contenedores, Aleksander
delante de mí, eliminando cualquier amenaza con una precisión letal. Verlo
así, tan valiente, tan fuerte, hace que mi corazón se hinche de orgullo y
amor. Es como ver una faceta completamente nueva de él, una que quizás
siempre ha estado allí, esperando el momento adecuado para brillar.
Finalmente, despejamos el camino y llegamos a la furgoneta. Coloco a
Lucas en el suelo con cuidado, como si fuera de cristal, como si pudiera
romperse en cualquier momento. Aleksander se arrodilla a su lado,
susurrando palabras de consuelo. Su voz es suave, tranquilizadora, un
contraste sorprendente con la dureza de hace unos momentos.
En ese momento, mirando a estos dos hombres, estos dos hombres que
significan todo para mí, Lucas al igual que todos los miembros de mi
equipo, tomo una decisión. No más mentiras, no más secretos. Voy a decirle
a Aleksander la verdad, toda la verdad. Sobre quién soy, sobre lo que siento
por él. Porque él merece saberlo, merece tomar sus propias decisiones
basadas en la realidad, no en una ilusión que yo he creado. Merece saberlo
por lo maravilloso que es. Por la forma en que cuida de la gente que tiene
alrededor. Por arriesgar su vida para proteger a Lucas. Por mucho que eso
me haga querer morirme a la vez.
Porque si esta noche me ha enseñado algo, es que la vida es demasiado
corta, demasiado preciosa para desperdiciarla viviendo una mentira. Quiero
una vida con Aleksander, una vida real, honesta. Y lucharé contra el mundo
entero para tenerla. Lucharé contra mis propios demonios, contra mis
miedos, contra todo lo que se interponga en nuestro camino.
Pero primero, tenemos que salir de aquí. Tenemos que poner a Lucas a
salvo, tenemos que asegurarnos de que todos estén bien. La misión aún no
ha terminado, el peligro aún acecha en las sombras.
Tomo la mano de Aleksander, apretándola con fuerza. Su piel es cálida
contra la mía, un recordatorio de que está aquí, de que está vivo.
—Vamos —digo, mi voz cargada de emoción—. Terminemos con esto.
Y juntos, nos enfrentamos a la noche, a los peligros que acechan en las
sombras. Juntos, como siempre debió ser. Como siempre será, si tengo algo
que decir al respecto. Porque juntos, somos más fuertes de lo que nunca
podríamos ser por separado.
Porque Aleksander es mi vida ahora. Y no hay nada, ni mentiras, ni
secretos, ni balas, que pueda cambiar eso. Y lucharé hasta mi último aliento
para protegerlo, para construir un futuro a su lado.
Juntos, contra el mundo. Juntos, para siempre.
CAPÍTULO 24

JACKSON

Si pensaba que la noche no podía torcerse más después de que nos atacasen,
estaba muy equivocado.
Veo la furgoneta de Marcus aparcada frente a la base cuando llegamos.
Mi estómago se retuerce y un mal presentimiento me invade. Es como si el
vehículo fuera un presagio, un heraldo de malas noticias. Las luces de los
faros cortan la oscuridad, proyectando sombras siniestras en las paredes del
edificio.
Ayudo a Darren a sacar a Lucas del vehículo, su sangre empapa mi
camiseta, pegajosa y caliente contra mi piel. El olor metálico llena mis
fosas nasales, un recordatorio constante de lo cerca que hemos estado de
perderlo. Lucas gime de dolor mientras lo movemos, el sonido desgarrador
en el silencio de la noche.
Aleksander nos sigue, su rostro pálido bajo las luces fluorescentes. Hay
una tensión en sus hombros, una preocupación en sus ojos que me parte el
corazón. Quiero decirle que todo va a estar bien, quiero abrazarlo y no
soltarlo nunca. Pero no hay tiempo para eso ahora. Tenemos que ocuparnos
de Lucas. Y yo tengo que enfrentarme a Marcus.
Entramos en la base, el aire cargado de tensión. Cada paso resuena en los
pasillos vacíos, un eco siniestro que parece presagiar problemas. Marcus
está de pie en medio de la sala, sus brazos cruzados, su rostro una máscara
de piedra. La luz arroja sombras duras en sus facciones, haciéndolo parecer
aún más intimidante.
—Jackson —dice, su voz fría como el hielo—. Tenemos que hablar.
Miro a Aleksander, quien asiente, sus ojos llenos de preocupación. Puedo
ver las preguntas en su mirada, la confusión. No sabe quién es Marcus y no
estoy seguro de poder decírselo. Me mata tener que dejarlo, especialmente
ahora, pero sé que no tengo elección.
—Ve —susurra, su voz apenas audible sobre el latido de mi corazón—.
Yo me quedo con Lucas.
Me acerco a Marcus, mi corazón martilleando en mi pecho. Cada paso se
siente como una sentencia, un camino hacia un destino que no quiero
enfrentar. Él me lleva a una habitación aparte, cerrando la puerta detrás de
nosotros. El clic de la cerradura suena como un disparo en el silencio.
—¿Qué demonios está pasando, Jackson? No me habías dicho nada de
que Dmitry iba a hacer un trato con Joaquín. Ese mafioso español es otro de
nuestros objetivos. Cuando acabemos con los Novikov lo atraparemos a él
—gruñe, sus ojos ardiendo de furia. Da un paso hacia mí, su presencia
imponente llenando la pequeña habitación—. ¿Te has olvidado de tu
misión? ¿De por qué estás aquí?
Trago saliva, mi boca repentinamente seca. Mi mente da vueltas,
buscando una respuesta, una explicación. Pero ¿cómo puedo explicar lo que
ni siquiera yo entiendo completamente? ¿Cómo puedo poner en palabras la
complejidad de lo que siento por Aleksander?
—No, señor —comienzo, pero mi voz se quiebra. Puedo sentir el sudor
corriendo por mi espalda, mis manos temblando a mis costados.
No quiero que se entere de lo que siento por Aleksander o lo pondré en
peligro.
—No me mientas —me interrumpe, dando otro paso hacia mí. Está tan
cerca ahora que puedo sentir su aliento en mi cara, ver la furia en sus ojos
—. ¿Acaso te crees que soy tonto? ¿Qué no me pareció extraño cómo
actuaste en nuestra cita anterior? He visto cómo miras a Aleksander. Cómo
te comportas a su alrededor. No estás haciendo tu trabajo, estás involucrado
con él.
Siento como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago. El aire
abandona mis pulmones, mi visión se nubla en los bordes. ¿Tan obvio he
sido? ¿Tan transparente son mis sentimientos? Pensé que había sido
cuidadoso, que había mantenido la distancia cuando estábamos fuera de mi
círculo seguro. Pero parece que he subestimado a Marcus, he subestimado
su capacidad para ver a través de mí.
—Tienes dos días, Jackson —dice Marcus, su voz baja y amenazante. Se
inclina hacia mí, su rostro a centímetros del mío—. Dos días para conseguir
la información que necesitamos. Si no lo haces, estás fuera. ¿Entendido?
Pondré a otro agente en tú lugar.
Me asaltan unas ganas casi incontrolables de matarlo. De hacer lo que sea
para que Aleksander no esté en peligro. Pero me doy cuenta a tiempo de
que sería la peor opción.
Asiento, incapaz de hablar. Mi garganta se siente cerrada, mi lengua
pesada en mi boca. Marcus me da una última mirada antes de salir de la
habitación, dejándome solo con mis pensamientos. El sonido de la puerta
cerrándose es como una sentencia, un último clavo en mi ataúd.
Me paso las manos por el pelo, mi mente acelerada. ¿Qué voy a hacer?
No puedo perder a Aleksander. La idea de una vida sin él, de un futuro sin
su luz, es insoportable. Él se ha convertido en mi todo, en mi razón para
respirar. Perderlo sería como perder una parte de mí mismo.
Pero tampoco puedo abandonar la misión. No después de todo lo que
hemos pasado, de todo lo que hemos sacrificado durante estos años. De la
promesa que me hice a mí mismo de acabar con todos los mafiosos. Mi
equipo cuenta conmigo, el FBI cuenta conmigo. Si me retiro ahora, si dejo
que mis sentimientos nublen mi juicio, estaré fallándoles a todos. Estaré
tirando por la borda todo por lo que hemos trabajado.
Salgo de la habitación, mis piernas temblorosas. El pasillo parece más
largo de lo que recordaba, las paredes cerrándose sobre mí. Aleksander está
esperándome, su rostro lleno de preocupación. Cuando me ve, se acerca
rápidamente, sus manos buscando las mías.
—¿Estás bien? ¿Quién era es hombre? —pregunta, su voz suave y llena
de preocupación. Sus ojos buscan los míos, tratando de leer en ellos, de
entender lo que está pasando.
Quiero decirle la verdad. Quiero contarle todo, aquí y ahora. Quiero
confesarle cada secreto, cada mentira.
Pero las palabras se atoran en mi garganta. No puedo hacerlo. No todavía.
No puedo ponerlo en peligro, no puedo arriesgar su seguridad. Si Marcus
descubre la verdad, si se entera de cuánto significa Aleksander para mí... no
quiero ni pensar en lo que podría hacer.
—Sí —miento, forzando una sonrisa. Siento como si mi cara fuera a
quebrarse por el esfuerzo, como si mi corazón fuera a estallar en mi pecho
—. Todo está bien. Vamos a ver cómo está Lucas —respondo cambiando de
tema. No quiero contarle quién es Marcus.
Aleksander me mira por un largo momento, como si pudiera ver a través
de mi fachada, como si pudiera sentir la tormenta que ruge dentro de mí.
Pero finalmente asiente, apretando mi mano una última vez antes de
soltarla. Y agradezco que no quiera forzarme. Ahora mismo necesito estar a
su lado para sentir que todo está bien antes de ser capaz de tomar ninguna
decisión.
Mientras caminamos por el pasillo, mi mente sigue dando vueltas.
Necesito un plan. Necesito encontrar una manera de salir de esta situación.
Necesito una forma de proteger a Aleksander, de mantenerlo a salvo de las
consecuencias de mis acciones.
Pero por ahora, todo lo que quiero es abrazarlo. Sentirlo cerca, respirar su
aroma, perderme en su calor. Quiero olvidarme del mundo exterior, de
Marcus, de la misión. Quiero fingir, aunque sea por un momento, que todo
está bien. Que somos solo dos personas que están juntas, sin
complicaciones ni secretos.
Solo una noche más, me digo a mí mismo. Una noche más antes de que
todo cambie. Una noche más para atesorar su toque, su risa, la forma en que
me mira como si yo fuera su mundo entero.
Una noche más antes de que la verdad salga a la luz. Antes de que tenga
que enfrentar las consecuencias de mis mentiras, antes de que tenga que
mirarlo a los ojos y ver el dolor y la traición en ellos.
Pero por ahora, me aferro a él como un hombre que se ahoga se aferra a
un salvavidas. Porque eso es lo que es Aleksander para mí: mi salvavidas,
mi ancla en la tormenta, mi luz en la oscuridad.
Y haré lo que sea necesario para protegerlo. Incluso si eso significa
sacrificar todo lo demás. Incluso si eso significa perderme a mí mismo en el
proceso.
Porque él lo vale. Él siempre lo valdrá.

ALEKSANDER

Me acurruco contra el cuerpo de Jackson, su piel caliente contra la mía en la


oscuridad de la noche. La habitación está en penumbra, iluminada solo por
la tenue luz de la luna que se filtra a través de las cortinas. Las sábanas
están enredadas alrededor de nuestros cuerpos, como si trataran de
mantenernos juntos, de protegernos del mundo exterior.
La base está en silencio, todos duermen, pero mi mente no para de dar
vueltas. Es como un torbellino de pensamientos y emociones, cada uno más
confuso y aterrador que el anterior. No puedo dejar de pensar en la forma en
que ese hombre, Marcus, me ha mirado hoy. Había algo en sus ojos, una
mezcla de sospecha y desaprobación, que me ha hecho sentir incómodo. Era
como si pudiera ver a través de mí, como si supiera todos mis secretos.
Me he dado cuenta de que Jackson no me ha querido decir quién es. Lo
que me aterra.
Pero lo que más me preocupa es cómo ha cambiado su humor cuando lo
ha visto. Ha pasado de estar relajado y cariñoso conmigo a tenso y distante
en cuestión de segundos. Es como si una sombra hubiera caído sobre él,
oscureciendo su usual intensidad. Quiero preguntarle quién es ese hombre,
qué significa para él, pero las palabras se me atoran en la garganta. Tengo
miedo de la respuesta.
Porque en el fondo, siempre he sabido que la atención de Jackson era
demasiado buena para ser verdad. ¿Cómo podría alguien como él, fuerte,
valiente, decidido, fijarse en mí? Yo, el hermano débil, el que siempre ha
vivido a la sombra de Dmitry. El que esconde un secreto que podría destruir
todo lo que mi familia ha construido. A veces, cuando Jackson me mira, me
pregunto: ¿qué ve en mí? ¿Qué he hecho para merecer su atención?
Pero cuando Jackson me abraza así, cuando me besa con tanta pasión,
cuando me hace el amor como si fuera la cosa más preciosa del mundo... en
esos momentos, todo se siente tan real. Puedo ver en sus ojos que me
quiere, que daría cualquier cosa por protegerme. En esos momentos, me
siento invencible, como si nada pudiera tocarme mientras esté en sus
brazos.
Y, sin embargo, ahora esos mismos ojos están llenos de preocupación, de
un pesar que no comprendo. Algo no va bien, puedo sentirlo. Es como una
corriente subterránea, una tensión que corre bajo la superficie de cada
interacción. Pero no me atrevo a preguntar, porque temo que la frágil
burbuja de felicidad que hemos construido aquí, en este pequeño refugio
lejos del mundo, pueda romperse en cualquier momento.
—¿Jackson? —susurro en la oscuridad, mi voz apenas audible sobre el
latido de mi corazón.
Él se mueve ligeramente, su mano acariciando mi espalda en un gesto
reconfortante.
—¿Sí, Alek? —responde, su voz pesada con el sueño y algo más, algo
que no puedo identificar.
Dudo por un momento, inseguro de cómo poner mis miedos en palabras.
¿Cómo puedo preguntarle si le gusto de verdad? ¿Cómo puedo expresar el
terror que siento ante la idea de perderlo?
—Yo... —comienzo, pero las palabras se me atoran en la garganta. Trago
saliva, tratando de deshacer el nudo que se ha formado allí—. ¿Está todo
bien?
Siento a Jackson tensarse a mi lado, su mano deteniéndose en mi espalda.
Por un momento, temo que vaya a alejarse, que vaya a dejarme solo en esta
cama que de repente se siente demasiado grande, demasiado fría.
Pero entonces, para mi sorpresa, me atrae hacia él, envolviendo sus
brazos alrededor de mí en un abrazo casi desesperado. Entierra su rostro en
mi cuello, su aliento caliente contra mi piel.
—Todo está bien, Alek —murmura, pero puedo escuchar la tensión en su
voz, el esfuerzo que le cuesta pronunciar cada palabra—. Todo está bien.
Pero no lo está, y ambos lo sabemos. Hay algo que no me está diciendo,
algo que le pesa en el corazón. Puedo sentirlo en la forma en que me abraza,
como si temiera que fuera a desaparecer en cualquier momento.
Quiero presionar, quiero exigir respuestas. Pero algo me detiene. Quizás
es el miedo a lo que pueda descubrir, o quizás es simplemente el deseo de
aferrarme a este momento, a esta sensación de seguridad, por un poco más
de tiempo.
Así que me aferro a él en silencio, respirando su aroma, sintiendo el
latido de su corazón contra mi mejilla. Es un sonido constante,
tranquilizador, como el ritmo de una canción de cuna. Y por un momento,
me permito creer que todo va a salir bien.
—Me gustas, Jackson —susurro, las palabras escapando de mis labios
antes de que pueda detenerlas. Es la primera vez que lo digo en voz alta, la
primera vez que pongo nombre a este sentimiento que ha estado creciendo
en mi pecho desde el momento en que lo conocí.
Siento a Jackson contener el aliento, su cuerpo poniéndose rígido contra
el mío. Por un terrible segundo, temo haber cometido un error, haber
cruzado una línea invisible. Pero entonces, lentamente, se relaja, su abrazo
volviéndose aún más apretado.
—A mí también me gustas mucho, Alek —responde, y hay una cruda
honestidad en su voz que hace que mis ojos se llenen de lágrimas—. Más de
lo que jamás creí posible.
Y con esas palabras, siento como si un peso hubiera sido levantado de mi
pecho.
Y rezo, rezo con todas mis fuerzas para que mañana, cuando el sol salga,
Jackson siga a mi lado, eligiendo estar conmigo como lo hace ahora. Porque
no sé si podré sobrevivir si me despierto y descubro que todo ha sido un
sueño.
Pero por ahora, en la oscuridad de nuestra habitación, con su cuerpo
envuelto alrededor del mío, me permito creer. Creer en nosotros, en nuestro
amor, en un futuro donde podamos estar juntos sin miedo, sin mentiras.
CAPÍTULO 25

ALEKSANDER

Lo primero que hacemos cuando nos levantamos al día siguiente es ir a la


oficina de mi hermano en el centro.
No hemos quedado con Dmitry, pero Jackson ha insistido en que
vengamos a ponernos al día sobre el ataque de anoche. Dice que tenemos
que estar un paso delante, que no podemos permitir que nos tomen por
sorpresa de nuevo. Lo veo más determinado que nunca a encontrar al
traidor, sus ojos ardiendo con una intensidad que nunca antes había visto.
Es como si algo se estuviese formando en su cabeza, una resolución que no
puedo entender del todo. Desearía poder leer su mente, saber qué
pensamientos lo atormentan. Pero cada vez que trato de preguntar, él
cambia de tema o me asegura que todo está bien. Pero sé que no lo está.
Puedo sentirlo en la forma en que evita mi mirada, en la tensión de sus
hombros.
Tomo una respiración profunda, tratando de calmar mis nervios. No es
que me apetezca enfrentarme a mi hermano ahora mismo. No cuando me
siento más desconectado a él que nunca, pero tampoco puedo negarme.
Jackson tiene razón. Hasta que no encontremos al traidor todo el mundo de
la organización y de su equipo está en peligro.
Y no es algo que podamos permitir.
Como si leyera mi estado de ánimo, Jackson me da un apretón
tranquilizador en el hombro antes de abrir la puerta. El gesto es pequeño,
pero significa el mundo para mí. Me recuerda que, pase lo que pase, no
estoy solo. Que él está conmigo. Así que me relajo.
Pero cuando entramos, el horror me invade. La escena frente a mí es
como algo salido de mis peores pesadillas. Pavel, uno de los jefes de mi
hermano, está apuntando a Dmitry con un arma en la cabeza. Junto a él está
Mike. Mike, el hombre del equipo de Jackson que me ha enseñado a
disparar. El francotirador experto que ha comido y reído con nosotros
durante este mes. ¿Qué está haciendo aquí? ¿Qué está haciendo al lado del
que estoy seguro que es el traidor? ¿Por qué no está protegiendo a mi
hermano?
Noto como la bilis sube a mi boca.
Dmitry está de rodillas, sus manos en alto en un gesto de rendición. Pero
puedo ver la furia ardiendo en sus ojos, la promesa de retribución.
Me cuesta unos segundos reaccionar. Entender que la visión que me
golpea es real.
El aire se vuelve pesado, cargado de tensión y miedo. Es como si toda la
habitación estuviera conteniendo el aliento, esperando a ver quién hará el
primer movimiento. Mi corazón martillea en mis oídos, mis palmas
sudorosas.
—Danos acceso a todas las cuentas de la organización y el control de su
dirección —exige Pavel, su voz fría como el acero. Sostiene el arma con
manos firmes, su dedo peligrosamente cerca del gatillo.
Amenaza a mi hermano antes de que se percaten de nuestra presencia.
Mi mente da vueltas, tratando de procesar lo que está sucediendo.
Jackson no tiene el mismo problema. Llama la atención de Pavel y, cuando
este mueve el arma para apuntarle, Jackson ya le ha disparado. Una bala
certera que aterriza entre su cejas. Los ojos de Pavel se abren durante un
segundo antes de que la sangre comience a brotar de la herida y este caiga
muerto al suelo.
Se me escapa un grito sorprendido.
Soy incapaz de servir de ayuda. Mi única reacción es observar la escena
horrorizado.
Pero Dmitry, al igual que Jackson, no tiene ese problema. Cuando han
dejado de apuntarlo con el arma se ha levantado y trata de abalanzarse sobre
Mike, pero este, tiene un arma en cada mano y con una lo apunta a él y con
la otra a Jackson.
—¿Qué está pasando, Mike? ¿Qué haces aquí? —pregunta Jackson y no
me pierdo el tono desesperado de sus palabras, como si quisiera que Mike
le asegurase que la situación es solo una treta para atrapar al traidor.
Pero de alguna forma todos sabemos que eso no es cierto.
—¿No está claro? Estoy harto de ver cómo otros viven como reyes
mientras nosotros, que hacemos todo el trabajo sucio nos quedamos solo
con unas migajas por defender a nuestro país —le responde Mike
dejándome absolutamente desconcertado.
—Has elegido al mafioso equivocado —dice mi hermano y, antes de que
me dé tiempo a decirle que no cometa una locura, se abalanza sobre Mike.
Jackson aprovecha la distracción para atacar él también.
En un segundo las palabras se convierten en golpes, la violencia
estallando en la habitación como una tormenta de verano. Jackson no ha
dudado en matar al traidor, sus movimientos rápidos y precisos, casi
demasiado rápidos para seguirlos. Pero vacila con Mike, sus ojos llenos de
confusión y dolor. Puedo ver la lucha interna, el deseo de creer en su
compañero batallando con la evidencia frente a él.
Cuando Jackson le da un puñetazo que le rompe el labio. Mike se ríe, un
sonido cruel y burlón que envía escalofríos por mi columna vertebral. Es un
sonido vacío de humor, lleno solo de amargura y desprecio.
—¿Cómo has podido hacer esto? ¿Cómo has podido traicionarnos de esta
manera? Llevamos media vida luchando juntos. —Las palabras de Jackson
suenan desgarradas.
—Eres un hipócrita, Jackson —escupe Mike, sus ojos brillando con
malicia—. Estás haciendo lo mismo con Aleksander. ¿O acaso le has
contado que trabajamos para el FBI? ¿Que solo te acuestas con él para
sacarle información sobre su hermano?
Mi corazón se detiene. Es como si el tiempo se hubiera congelado, cada
segundo extendiéndose en una eternidad de agonía. Miro a Jackson, mis
ojos suplicando, rogando en silencio que lo niegue. Que me diga que es
mentira, que lo que tenemos es real. Pero la verdad está escrita en su rostro,
en la forma en que evita mi mirada, en la culpa que ensombrece sus
facciones.
Era lo que menos podía imaginarme.
Las lágrimas queman mis ojos, la traición como ácido en mis venas. Es
un dolor diferente a cualquier cosa que haya sentido antes, un dolor que se
origina en lo más profundo de mi ser. Porque no es solo la traición de un
amante, es la traición de alguien en quien confiaba con mi vida, con mi
corazón.
Mike aprovecha la distracción para tratar de llegar a mí, para usarme
como escudo humano. Puedo ver la desesperación en sus ojos, el
conocimiento de que está acorralado. Pero antes de que pueda alcanzarme,
antes de que sus dedos puedan rozar siquiera mi piel, Jackson le dispara en
la cabeza.
No ha dudado en matarlo cuando mi vida ha estado amenazada y, aun así,
no significo nada para él.
El sonido del disparo es ensordecedor en la quietud de la habitación.
Observo, como en cámara lenta, cómo el cuerpo de Mike cae al suelo con
un ruido sordo, la sangre formando un charco bajo su cabeza. Es una visión
que sé que me perseguirá en mis sueños, un recordatorio de la violencia que
siempre parece rodear mi vida. No es lo mismo ver morir a alguien a quien
creías conocer que a una persona sin rostro.
El silencio que sigue es ensordecedor, un vacío que amenaza con
tragarme entero. Dmitry, Jackson y yo nos miramos, la verdad colgando
pesada entre nosotros. Es como si estuviéramos suspendidos en el tiempo,
cada uno de nosotros perdido en nuestros propios pensamientos, nuestros
propios horrores.
No puedo soportar la idea de que el hombre que amo me haya mentido de
esta manera. Que cada beso, cada caricia, cada promesa susurrada en la
oscuridad haya sido parte de un elaborado engaño. ¿Alguna vez me deseó
de verdad? ¿O siempre he sido solo un peón en su juego, un medio para
llegar a un fin?
—Es… ¿es verdad? —La pregunta escapa temblorosa de mis labios.
Jackson no responde, no dice nada, solo me mira. Con intensidad. Con
pena. Pero ahora mismo yo solo puedo pensar en mí. En lo que me ha hecho
y en lo que hará mi hermano ahora que sabe que me acuesto con hombres.
El pánico trepa por mi columna vertebral.
En nuestro mundo, la homosexualidad es vista como una debilidad, algo
para ser erradicado. ¿Me verá Dmitry de la misma manera? ¿Me rechazará,
me repudiará? Tengo pavor de descubrirlo.
Dmitry es el primero en reaccionar, su voz cortando el silencio como un
cuchillo.
—Lárgate —le dice a Jackson, cada palabra cargada de veneno—. Solo te
dejo ir porque has salvado la vida de mi hermano. Pero como te vuelva a
ver una sola vez más no volveré a ser tan indulgente.
Jackson se gira para mirarme, sus ojos suplicantes. Da un paso hacia mí,
su mano extendida como si quisiera alcanzarme, tocarme una última vez.
—Alek, por favor, déjame explicarte...
Pero le doy la espalda, incapaz de mirarlo, incapaz de soportar su
presencia por un momento más. Las palabras se atoran en mi garganta, el
dolor demasiado intenso para formar frases coherentes. Siento como si me
estuviera ahogando, como si el aire se hubiera vuelto sólido en mis
pulmones.
—Vete —logro decir, mi voz apenas un susurro roto—. Simplemente
vete.
Escucho sus pasos alejándose, el sonido de la puerta cerrándose detrás de
él. Y es entonces cuando ya no puedo contener las lágrimas. Caen por mis
mejillas en ríos silenciosos, cada una llevándose un pedazo de mi corazón.
Lloro en silencio mientras escucho a mi hermano dar órdenes para limpiar
la oficina y deshacerse de los cuerpos, su voz un ruido de fondo en medio
de mi angustia.
Mi mundo entero se derrumba a mi alrededor, los cimientos de mi vida
volviéndose polvo bajo mis pies. Mi corazón está hecho añicos, esparcido
por el suelo como los restos de un jarrón roto. Y no sé si alguna vez podré
recoger los pedazos, si alguna vez podré volver a estar completo.
Porque Jackson se ha llevado una parte de mí con él, una parte que nunca
podré recuperar. Ha dejado un agujero en mi alma que ninguna cantidad de
tiempo o distancia podrá sanar.
Y lo peor de todo es que, a pesar de la traición, a pesar del engaño...
todavía lo amo. Todavía anhelo su toque, su voz, la forma en que me hacía
sentir seguro y querido. ¿Cómo se supone que siga adelante cuando mi
corazón se niega a dejarlo ir?
Así que me quedo allí, de pie en medio de la oficina de mi hermano,
rodeado de muerte y traición, sintiéndome más solo que nunca. El futuro se
extiende ante mí, vasto y vacío, desprovisto de la luz y la esperanza que
Jackson había traído a mi vida.
Y me pregunto si alguna vez volveré a sentir algo más que este dolor, si
alguna vez volveré a conocer la felicidad.
No puedo imaginar una vida sin su amor, por falso que haya sido.
CAPÍTULO 26

ALEKSANDER

Me subo al coche, sintiendo como si mi cuerpo estuviera en piloto


automático. Mis movimientos son mecánicos, desconectados, como si
estuviera viendo todo desde fuera de mí mismo. El cuero del asiento se
siente frío contra mi piel, un contraste con el calor que irradia de mi
interior, un fuego alimentado por la ira y la traición.
El trayecto de vuelta al ático que comparto con mi hermano es borroso.
Es un lugar al que no pensaba que volvería tan pronto. Las luces de la
ciudad fundiéndose en un caleidoscopio de colores a través de las lágrimas
no derramadas que nublan mi visión. Mi mente está demasiado ocupada
repitiendo las últimas horas en un bucle interminable, cada momento
reproduciéndose en una tortuosa sinfonía de angustia.
Cada revelación ha sido como un cuchillo clavándose en mi corazón, la
traición de Jackson un veneno que se filtra por mis venas, contaminando
cada recuerdo feliz, cada momento de intimidad. ¿Cómo ha podido hacer
esto? ¿Cómo ha podido mirarme a los ojos, besarme, hacerme el amor, todo
mientras me mentía sobre quién era realmente?
Me siento como el idiota más grande del mundo. ¿Cómo he podido creer
por un segundo que alguien como él podría sentir algo por mí? Yo, el
hombre débil. Un hombre que siempre ha vivido a la sombra de su
hermano. ¿Cómo pude estar tan ciego, ser tan ingenuo? Cada beso, cada
caricia, cada promesa susurrada en la oscuridad... todo fue una mentira, una
elaborada actuación para acercarse a Dmitry usándome a mí.
El dolor es una bestia viva dentro de mí, royendo mis entrañas,
desgarrando mi alma. Es un dolor que nunca antes había sentido, un dolor
nacido de la más profunda traición.
Entro en el ático, el silencio del lugar envolviéndome como una manta
pesada. Normalmente, el silencio es un consuelo, un respiro de la cacofonía
del mundo exterior. Pero ahora, solo sirve para amplificar los gritos de
angustia en mi mente, el estruendo de mi corazón rompiéndose.
Cada paso es un esfuerzo, como si estuviera caminando a través de arenas
movedizas, cada movimiento un ejercicio de fuerza de voluntad. Me dirijo a
mi habitación, desesperado por esconderme del mundo, por fingir que no ha
sucedido nada. Todo lo que quiero es acurrucarme en mi cama, enterrar mi
rostro en la almohada y pretender, aunque sea por un momento, que todavía
estoy en los brazos de Jackson, seguro y amado. Que el último mes de mi
vida no ha sido una mentira.
Pero antes de que pueda llegar, escucho la voz de Dmitry detrás de mí,
baja y seria.
—Aleksander, tenemos que hablar.
Me congelo, el pánico trepando por mi garganta, envolviendo sus dedos
helados alrededor de mi corazón. ¿Qué dirá sobre mi sexualidad? ¿Me
odiará? ¿Le daré asco?
Toda mi vida he temido este momento, el instante en que mi hermano
descubra la verdad sobre mí. He pasado incontables noches imaginando su
reacción, cada escenario más doloroso que el anterior.
Me giro lentamente, enfrentando a Dmitry con los ojos bajos, incapaz de
mirarlo directamente. No puedo soportar ver la decepción en sus ojos, el
disgusto. Él es todo lo que me queda, la única constante en mi vida. Si lo
pierdo a él también...
—Dime que no es cierto lo que dijo ese tipo, que no te estabas acostando
con Jackson —su voz es baja, peligrosa, cada palabra cargada de una
emoción que no puedo descifrar.
Trago saliva, las palabras atascadas en mi garganta. ¿Cómo puedo
explicar lo inexplicable? ¿Cómo puedo poner en palabras la confusión de
emociones que me atraviesa, el amor y el odio, el deseo y la repulsión, todo
enredado en un nudo imposible de deshacer?
—Dmitry, por favor, déjalo estar. Olvidémonos de todo esto —suplico,
mi voz quebrándose en la última palabra. Puedo sentir las lágrimas ardiendo
detrás de mis ojos, amenazando con derramarse en cualquier momento.
Dmitry da un paso adelante, cerrando la distancia entre nosotros. Su
mano se levanta, tomando mi barbilla con una gentileza que contrasta con la
dureza de su voz. Me obliga a mirarlo a los ojos, y lo que veo allí me roba
el aliento.
No hay asco, ni decepción. En cambio, veo preocupación, veo amor. Y
por un momento, me permito creer que quizás, solo quizás, mi hermano me
acepte tal como soy.
—No puedo olvidarlo, Alek —dice, su pulgar acariciando mi mejilla en
un gesto reconfortante—. Ese hijo de puta te ha hecho daño y eso no lo voy
a perdonar jamás. Ahora que el topo está muerto, me voy a centrar en
protegerte de Jackson. No voy a permitir que ni el jodido FBI ni uno de sus
hombres con un corazón de mentiras te hagan sufrir.
Sus palabras son a la vez un consuelo y un golpe. Saber que mi hermano
todavía se preocupa por mí, que quiere protegerme, es un bálsamo para mi
alma herida. Pero cada mención de Jackson es como sal en una herida
abierta, un recordatorio de todo lo que he perdido, de todo lo que nunca fue
realmente mío.
Asiento, incapaz de formar palabras, mi garganta demasiado apretada con
la emoción. Me alejo de mi hermano y casi suspiro de alivio cuando me lo
permite. Luego me dirijo a mi habitación, mis pasos un poco más ligeros
ahora que parece que no he perdido a Dmitry también. Él es mi roca, mi
ancla en este mar tempestuoso de emociones.
Cierro la puerta detrás de mí y me derrumbo en la cama, las lágrimas
finalmente cayendo libremente. Fluyen por mis mejillas en ríos calientes,
empapando la almohada debajo de mí. Lloro por lo que he perdido, por la
ilusión de un amor que ha sido tan brutalmente destrozada.
Me odio a mí mismo por no poder odiar a Jackson, por extrañar su toque,
su voz, la forma en que me hacía sentir. Extraño la vida en la base, las
bromas con Sarah y Darren, los entrenamientos con Tim y Tom, las
conversaciones tranquilas con Lucas y Mike. Pensé que eran mis amigos,
que había encontrado un lugar al que pertenecer, personas que me
aceptaban tal como soy.
Pero ahora me doy cuenta de que para ellos nunca fui más que un
objetivo, un medio para llegar a un fin. Cada risa compartida, cada
momento de camaradería, todo fue parte del acto, parte de la mentira.
Y eso duele más que cualquier herida física, más que cualquier bala o
puñetazo. Porque las heridas del cuerpo sanan, la carne se regenera y las
cicatrices se desvanecen. Pero las heridas del corazón... esas pueden sangrar
para siempre, un dolor sordo y constante que nunca desaparece realmente.
Me acurruco en posición fetal, abrazando mis rodillas contra mi pecho
como si pudiera mantener juntos los pedazos rotos de mi corazón a través
de la fuerza física. Cierro los ojos, tratando de bloquear el mundo, de
encontrar un momento de paz en el caos de mis emociones.
Pero cada vez que lo hago, veo el rostro de Jackson. Veo su sonrisa,
siento su toque fantasma en mi piel. Y cada recuerdo es una nueva
puñalada, un nuevo giro del cuchillo en mi alma ya destrozada.
No sé cómo voy a superar esto. No sé cómo voy a seguir adelante, cómo
voy a enfrentar cada día sabiendo que el hombre del que me he enamorado,
el hombre en quien confié más que en nadie, me traicionó de la peor manera
posible.
Pero de alguna manera, tengo que encontrar la fuerza. Tengo que recoger
los pedazos de mi corazón roto y seguir adelante. Porque la alternativa,
dejarme consumir por este dolor, por esta traición... no es una opción.
Así que me quedo aquí, llorando hasta que no me quedan lágrimas, hasta
que mi cuerpo está agotado y mi mente entumecida. Y mientras me dejo
llevar por el sueño, hago una promesa silenciosa a mí mismo.
Sobreviviré a esto. De alguna manera, encontraré la manera de seguir
adelante. Porque soy más fuerte de lo que creo, más resistente de lo que
nadie me da crédito.
Y quizás, solo quizás, algún día podré mirar atrás a este momento y ver
no la traición, sino la lección. La lección de que puedo soportar lo
insoportable, de que puedo sobrevivir a lo impensable.
Es una lección dura, una que nunca quise aprender. Pero mientras me
hundo en la inconsciencia, sé que es una que nunca olvidaré.

JACKSON

Respiro hondo, intentando procesar todo lo que ha sucedido en las últimas


horas. Tratando de procesar como toda mi jodida vida se ha ido a la mierda.
La base, normalmente un lugar de consuelo y camaradería, ahora se siente
fría y vacía, como si las revelaciones del día hubieran drenado toda la vida
y el calor de sus paredes. Mis pasos resuenan en los pasillos desiertos, el
sonido demasiado fuerte en el silencio opresivo.
Me dirijo a la sala de reuniones, donde mi equipo me espera. Cada paso
es un esfuerzo, el peso de mis acciones y decisiones aplastándome como
una fuerza física. La culpa es una carga pesada sobre mis hombros, un
recordatorio constante de las mentiras que he dicho, de las verdades que he
ocultado.
Tal y como les he pedido por teléfono todos me están esperando.
Entro en la sala y seis pares de ojos se clavan en mí, sus miradas
penetrantes y llenas de preguntas no formuladas. Sarah, Darren, Lucas,
Tim, Tom... mi equipo, mi familia. Las personas con las que he trabajado,
con las que he reído y llorado, con las que he arriesgado mi vida. ¿Cómo
puedo decirles que uno de nuestros compañeros nos ha traicionado? ¿Qué
he tenido que matarlo para proteger a Aleksander?
Tomo una respiración profunda, tratando de calmar el tumulto de
emociones en mi interior. Necesito ser fuerte ahora, necesito ser el líder que
ellos esperan que sea.
—Mike nos ha traicionado —digo sin preámbulos, mi voz sonando
extraña en mis propios oídos—. Se alió con el traidor en la organización de
Dmitry.
El silencio que sigue a mi afirmación es ensordecedor, tan pesado que
casi puedo sentirlo presionando contra mi piel. Puedo ver la conmoción y la
incredulidad en sus rostros, la forma en que sus ojos se ensanchan y sus
bocas se abren en un grito silencioso. Es un golpe duro, una traición que
ninguno de nosotros esperaba.
—¿Qué es lo que ha pasado? ¿Cómo ha podido hacer esto? —pregunta
Sarah, su voz apenas un susurro en la quietud de la habitación. Puedo ver el
dolor en sus ojos, la confusión. Mike era uno de nosotros, un hermano de
armas. ¿Cómo ha podido volverse contra nosotros?
Les cuento todo, cada detalle grabado en mi memoria con dolorosa
claridad. La confrontación en el despacho de Dmitry, la revelación de la
traición de Mike, cómo amenazó a Aleksander... Aleksander. Su nombre se
atora en mi garganta, un nudo de emoción que amenaza con ahogarme.
Todos me escuchan atentamente. Cuando termino les digo lo que me
lleva carcomiendo horas.
—Estoy enamorado de Aleksander —confieso, las palabras salen como
cristales rotos, desgarrando mi garganta y mi corazón—. No puedo... no
puedo seguir con esta misión. No puedo traicionarlo, no puedo permitir que
Marcus detenga a su hermano.
El silencio que sigue a mi declaración es diferente al anterior. Es un
silencio cargado de sorpresa, de comprensión naciente. Espero su condena,
su decepción. Espero que me juzguen, que me vean como el traidor que soy.
En cambio, Darren se acerca y pone una mano en mi hombro, su toque un
ancla en la tormenta de mis emociones. Sus ojos encuentran los míos, y veo
en ellos no juicio, sino empatía.
—Aleksander es uno de los nuestros ahora —dice con firmeza, su voz
resonando con convicción—. No vamos a traicionarlo.
Uno a uno, asienten. Sarah, Lucas, Tim, Tom... todos están de acuerdo.
Puedo ver en sus rostros la misma determinación, la misma lealtad que
siento arder en mi propio pecho.
—Que le den por culo a Marcus y al FBI —declara Lucas, sus dedos ya
volando sobre el teclado de su portátil—. Pero no nos vamos a librar de esto
fácilmente.
Tiene razón. Marcus no va a aceptar nuestra renuncia sin más. Es un
hombre obstinado, impulsado por su propia visión de la justicia. No se
detendrá hasta que haya atrapado a Dmitry, hasta que haya desmantelado su
organización pieza por pieza.
Tenemos que trazar un plan, encontrar una forma de proteger a
Aleksander y a su hermano sin exponernos. Es un desafío desalentador, un
laberinto de peligros y posibilidades, pero si puedo enfrentarlo con mi
equipo estoy seguro de que encontraremos la forma de solucionarlo.
Por primera vez desde que ha comenzado el día, desde que ayer nos
visitó Marcus, tengo esperanza. Ellos de la dan. Me hacen pensar que
incluso puedo acercarme a Aleksander de nuevo.
Nos reunimos alrededor de la mesa, seis mentes brillantes trabajando
juntas. La energía en la habitación es eléctrica, cargada de determinación y
propósito. Ideas van y vienen, posibilidades se exploran y descartan. Cada
uno aporta su propia perspectiva, su propia experiencia.
Sarah sugiere crear una distracción, algo que mantenga a Marcus y al FBI
ocupados mientras nosotros hacemos nuestro movimiento. Lucas ya está
hackeando las bases de datos del FBI, borrando cualquier rastro de nuestra
participación en la misión.
Poco a poco, un plan empieza a tomar forma. Es arriesgado, peligroso
incluso, pero puede funcionar. Requerirá toda nuestra habilidad, toda
nuestra astucia. Estaremos caminando en la cuerda floja, con el abismo del
fracaso esperando para tragarnos si damos un paso en falso.
Pero mirando a mi equipo, a estas personas que han arriesgado todo por
mí, por Aleksander... sé que no estoy solo en esta lucha. Ellos son mi
fuerza, mi apoyo. Con ellos a mi lado, siento que puedo enfrentar cualquier
cosa.
Una oleada de gratitud y afecto me inunda, tan poderosa que casi me deja
sin aliento. En este momento, me doy cuenta de la verdadera extensión de
su lealtad, de su amistad. No es solo a mí a quien están apoyando, sino a
Aleksander, a un hombre que apenas conocen, pero que han llegado a
apreciar a través de mis ojos.
Quizás, solo quizás, con su ayuda, pueda arreglar este desastre que he
creado. Quizás pueda recuperar a Aleksander, demostrarle que mi amor es
real, a pesar de las mentiras que nos han rodeado. Quizás sea capaz de
demostrarle que le quiero. Será un camino largo y difícil, lleno de
obstáculos y desafíos. Tendré que trabajar duro para reconstruir su
confianza, para sanar las heridas que mis engaños han causado.
Pero por él, por la oportunidad de un futuro juntos... estoy dispuesto a
hacer lo que sea necesario. Lucharé con cada fibra de mi ser, con cada
aliento de mis pulmones. Porque Aleksander lo vale. Lo vale todo.
Es un camino incierto el que tenemos por delante, un futuro que no puedo
predecir.
Es una esperanza frágil, temblorosa, como la llama de una vela en un
vendaval. Pero es mía para atesorar, mía para nutrir. Y con cada paso que
damos, con cada parte del plan que se pone en marcha... esa esperanza
crece, se fortalece.
Porque sé, con una certeza que roza lo espiritual, que este es el camino
correcto. Este es el camino que me lleva de vuelta a Aleksander, de vuelta
al amor que compartimos, a la vida que podríamos tener.
Y no importa lo que tenga que enfrentar, no importa los peligros que
acechen en las sombras... no me rendiré. No puedo. Porque rendirse
significaría perder a Aleksander para siempre, y eso es algo que no puedo
aceptar.
Así que respiro hondo, cuadro mis hombros, y me preparo para la batalla
que se avecina. Será la lucha de mi vida, la más importante que jamás haya
enfrentado.
Pero con mi equipo a mi lado y el amor de Aleksander en mi corazón... sé
que puedo vencer cualquier cosa.
Incluso a mí mismo, si es necesario.
CAPÍTULO 27

JACKSON

Entro en la oficina de Dmitry con el corazón en un puño, sabiendo que


estoy a punto de enfrentarme al hombre más peligroso que he conocido.
Pero yo también soy un cabrón peligroso. He enfrentado la muerte más
veces de las que puedo contar, he mirado al abismo y he sobrevivido para
contarlo. Y ahora, con la vida de Aleksander en juego, con la oportunidad
de un futuro juntos colgando de un hilo... no hay nada que no esté dispuesto
a hacer.
El aire está cargado de tensión, de peligro, como la calma antes de una
tormenta. Cada paso que doy resuena en el suelo de mármol, un eco
ominoso que parece presagiar mi destino. La habitación es opulenta, con
muebles de madera oscura y obras de arte que valen más que el salario de
un ciudadano medio. Pero no hay calidez aquí, no hay consuelo. Solo un
frío calculador, una amenaza apenas velada.
Dmitry está sentado detrás de su escritorio, sus ojos azules clavados en
mí con una intensidad mortal. Su postura es relajada, casi indolente, pero sé
que esa calma es solo una fachada. Debajo de esa superficie tranquila,
puedo sentir la furia hirviendo, la sed de sangre acechando. Es como estar
frente a un depredador, un lobo a punto de saltar.
Noto que tiene ganas de matarme. Y hace bien. Estoy dispuesto a hacer
cualquier cosa para recuperar a su hermano. Para mantenerlo a salvo.
—Tienes mucho valor para presentarte aquí —dice, su voz baja y
amenazante, cada palabra afilada como un cuchillo—, después de lo que le
has hecho a mi hermano.
Trago saliva, tratando de mantener mi compostura.
—Estoy aquí para ofrecerte un trato —digo, mi voz firme a pesar de la
preocupación que me corroe las entrañas. Necesito que Dmitry colabore
conmigo o todo será más difícil—. Puedo ayudarte a deshacerte del FBI.
Dmitry se ríe, un sonido duro y sin humor que me eriza la piel. Es un
sonido que habla de peligro, de violencia apenas contenida.
—¿Y por qué debería confiar en ti? —pregunta, inclinándose hacia
adelante, sus manos entrelazadas sobre el escritorio—. Eres un mentiroso,
un traidor. Le has roto el corazón a Aleksander.
Sus palabras son como un puñetazo en el estómago, un recordatorio
doloroso de lo que he hecho. Puedo sentir la culpa ardiendo en mi pecho, el
remordimiento amargo en mi garganta. Pero no puedo dejar que eso me
detenga, no cuando la libertad de Aleksander está en juego.
—Porque estoy haciendo lo que sea necesario para proteger al hombre
que amo —respondo, mi voz cargada de emoción, de una honestidad cruda
y desgarradora—. Daría mi vida por Aleksander. Moriría por él sin dudarlo.
Algo cambia en la expresión de Dmitry, un destello de sorpresa, de
comprensión. Es como si estuviera viendo a través de mí, viendo la verdad
de mis palabras, la profundidad de mis sentimientos. Se recuesta en su silla,
estudiándome con una nueva intensidad, como si estuviera revaluando todo
lo que pensaba que sabía sobre mí.
—Te escucho —dice finalmente, sus palabras cargadas de cautela, pero
también de curiosidad.
Respiro hondo y empiezo a explicar mi plan, cada palabra un esfuerzo
consciente. Le hablo de Joaquín Montero, de cómo podemos usarlo para
contentar al FBI. Es un riesgo, lo sé, pero es un riesgo que estoy dispuesto a
tomar. Haría tratos con el diablo mismo si eso significara mantener a
Aleksander a salvo.
Dmitry me escucha en silencio, sus ojos nunca abandonando los míos.
Puedo ver las ruedas girando en su cabeza, sopesando mis palabras,
evaluando mis intenciones. Es como un juego de ajedrez, cada movimiento
cuidadosamente considerado, cada posible resultado calculado.
—No es muy noble de tu parte, agente Steele, querer entregar a un
hombre que no te ha hecho nada —dice finalmente, su tono casi burlón,
como si encontrara mí, a su juicio, falta de moral divertida.
—Todos los mafiosos han hecho algo —respondo, mi voz dura, sin
remordimientos—. Todos merecen morir.
Dmitry se ríe de nuevo, pero esta vez hay un borde de diversión en su
voz, un destello de respeto en sus ojos.
—Entonces, ¿por qué no me vendes a mí también? —pregunta, sus ojos
brillando con un desafío, con una curiosidad morbosa.
—Porque eso dañaría a Aleksander —digo simplemente, mi voz suave
pero firme—. Y nunca le haré daño. No de nuevo. Preferiría morir antes
que causarle más dolor.
Algo se suaviza en la expresión de Dmitry, una comprensión silenciosa
pasando entre nosotros. Es como si finalmente viera la verdad de mi amor
por Aleksander, la profundidad de mi compromiso. Se levanta de su silla y
camina hacia mí, su presencia imponente llenando la habitación, robando el
aire de mis pulmones.
—Si le haces daño a mi hermano —dice, su voz baja y peligrosa, cada
palabra una promesa de retribución—, te mataré. Te perseguiré hasta los
confines de la tierra y te haré pagar por cada lágrima que derrame.
Asiento, mi mirada nunca apartándose de la suya. No hay miedo en mí
ahora, solo una determinación inquebrantable.
—Si vuelvo a hacerle daño a Aleksander —respondo, mi voz igual de
firme, igual de resuelta—, me mataré yo mismo. No podría vivir conmigo
mismo si le causara más dolor. Él es mi vida ahora, mi todo.
Un momento de silencio pasa entre nosotros, cargado de entendimiento,
de un respeto reticente. Dmitry asiente lentamente, como si estuviera
llegando a una decisión.
—Bien —dice finalmente, su voz todavía dura, pero con un borde de
aceptación—. Haremos esto a tu manera. Pero recuerda, Jackson, mi
amenaza sigue en pie. Si traicionas a Aleksander, si lo lastimas de alguna
manera... no habrá lugar en el mundo donde puedas esconderte de mí.
—No esperaría nada menos —respondo, mi voz igualmente seria—. Y no
te preocupes, Dmitry. Antes de traicionar a Aleksander, me pondría una
bala en la cabeza yo mismo.
Con eso, nos ponemos a trabajar, trazando los detalles de nuestro plan. Es
un esfuerzo incómodo al principio, dos enemigos tratando de encontrar un
terreno común. Pero poco a poco, a medida que las horas pasan,
empezamos a encontrar un ritmo, un entendimiento.
Y mientras trabajamos, mientras conspiramos y planificamos, siento una
chispa de esperanza encenderse en mi pecho. Porque esto, esta alianza
improbable, es el primer paso para recuperar a Aleksander. Es el comienzo
del camino que me llevará de vuelta a él, de vuelta al amor que
compartimos.
No será fácil, lo sé. Tendré que trabajar duro para reconstruir su
confianza, para probar mi amor y mi lealtad. Pero estoy dispuesto a hacer lo
que sea necesario, a enfrentar cualquier desafío, a superar cualquier
obstáculo.
Porque Aleksander lo vale. Vale cada lucha, cada cicatriz, cada gota de
sangre y sudor. Y no descansaré hasta que esté de nuevo en mis brazos,
hasta que pueda mirar esos ojos azules y ver en ellos no dolor y traición,
sino amor y confianza.
Es una promesa que me hago a mí mismo, un juramento sagrado. Y
mientras Dmitry y yo sellamos nuestro acuerdo con un apretón de manos
firme, sé que es una promesa que cumpliré.
No importa lo que cueste. No importa lo que tenga que sacrificar.
Recuperaré a Aleksander. Y esta vez, nunca lo dejaré ir.

ALEKSANDER

Me sobresalto al escuchar la puerta del ático abrirse, el sonido reverberando


en las paredes como un trueno en la quietud de la noche. Mi corazón se
acelera, latiendo contra mis costillas como un pájaro enjaulado. Me levanto
de un salto de la cama, donde llevo días hundiéndome en mi propia miseria,
ahogándome en un mar de recuerdos rotos y sueños destrozados. No quiero
otra bronca de Dmitry por estar deprimido, no quiero ver la preocupación y
la lástima en sus ojos.
Pero cuando salgo al pasillo, cuando mis ojos se posan en la figura que
está parada en la entrada... mi corazón se detiene. El tiempo se congela,
cada segundo estirándose en una eternidad de shock y anhelo.
No es mi hermano quien está ahí.
Es Jackson.
Me quedo paralizado, mi cuerpo congelado en un instante de
incredulidad. Es como si estuviera viendo un fantasma, una aparición de
mis sueños más profundos y mis pesadillas más oscuras. Él está aquí, de pie
frente a mí, tan real y sólido que podría tocarlo. Pero al mismo tiempo, se
siente como un espejismo, una ilusión que podría desvanecerse en cualquier
momento.
Su figura imponente llena el espacio, su presencia robando el aire de mis
pulmones. Pero hay algo diferente en él, algo que nunca antes había visto.
Parece más pequeño, más vulnerable, como si el peso del mundo estuviera
sobre sus hombros. Sus ojos, esos ojos que una vez me miraron con tanto
amor, ahora están llenos de un dolor que refleja el mío.
Por instinto, adopto una posición defensiva, plantándome firme frente a
él. Mis brazos se cruzan sobre mi pecho, un escudo frágil contra el tumulto
de emociones que amenaza con abrumarme. Noto cómo le duele mi
reacción, lo veo en la forma en que sus ojos se oscurecen, en cómo su
mandíbula se aprieta.
—No tienes que estar asustado —murmura, su voz un susurro ronco que
envía escalofríos por mi columna vertebral—. Jamás te haría daño.
Suelto una risa amarga, el sonido desgarrando mi garganta como vidrio
roto. ¿Cómo puede decir eso después de todo lo que ha pasado? ¿Después
de todas las mentiras, todas las traiciones?
—Ya lo has hecho —escupo, cada palabra cargada de veneno—. Me has
partido el corazón. Me has destrozado. Todo han sido mentiras. ¿Te has
divertido mientras me enamoraba de ti como un idiota? ¿Mientras te
entregaba cada parte de mí?
Da un paso hacia mí, sus manos extendidas en un gesto de súplica.
Intenta agarrarme por los hombros, tratando de cerrar la distancia entre
nosotros. Pero me aparto bruscamente, el contacto de su piel quemando
como fuego contra la mía.
—Ni se te ocurra tocarme —siseo, mi voz temblando con una mezcla de
ira y anhelo—. Has perdido ese derecho.
Algo parpadea en sus ojos, un destello de dolor tan crudo que casi me
hace tambalear. Se queda quieto, sus manos cayendo a sus costados.
—¿Es verdad? —pregunta, su voz un susurro tembloroso— ¿Estás
enamorado de mí?
La rabia me consume, ardiente y feroz. ¿Cómo se atreve a preguntar eso?
¿Cómo puede dudar de la profundidad de mis sentimientos después de todo
lo que hemos pasado?
—¿Te divierte hacerme miserable? —grito, las lágrimas ardiendo en mis
ojos— ¿Es esto algún tipo de juego retorcido para ti?
—No —su voz es firme, con una convicción que me deja sin aliento—.
No, Alek. Yo te amo. Te amo más de lo que pensé que era posible amar a
alguien. No has sido el único que se ha enamorado.
Me quedo helado, las palabras atascadas en mi garganta. Mi mente da
vueltas, tratando de procesar lo que acaba de decir. ¿Me ama? ¿Después de
todas las mentiras ahora me dice que me ama? ¿Cómo piensa que voy a
creerlo?
Aprovecha mi silencio para acercarse, cada paso deliberado y cuidadoso.
Esta vez no me alejo, demasiado aturdido para moverme. Cuando está a
solo unos centímetros de mí, cuando puedo sentir el calor de su cuerpo
irradiando hacia el mío... empieza a hablar.
Me cuenta su verdadera historia, su pasado. Me habla de su infancia, de
la tragedia que lo marcó para siempre. Me habla de su tiempo en el ejército,
de las cosas que vio, las cosas que tuvo que hacer. Y a través de todo,
insiste en que todo lo demás ha sido real. Cada toque, cada beso, cada
momento de intimidad... todo ha sido verdadero.
—Solo omití que soy agente —dice, sus ojos buscando los míos con una
intensidad que roba el aliento—. Lo del entrenamiento militar, mi pasión
por proteger a los inocentes... todo eso es verdad. Esa es la parte real de mí,
la parte que te ama con cada fibra de mi ser.
Da un último paso hacia mí, cerrando la distancia entre nosotros. Sus
manos encuentran las mías, sus dedos entrelazándose con los míos como si
estuvieran hechos para estar allí.
—No voy a dejar que me alejes —susurra, su frente descansando contra
la mía—. No sin luchar. Dame una oportunidad, Alek. Una oportunidad
para arreglar mis errores, para demostrarte que mi amor es real.
Y en ese momento, mirando esos ojos que me han perseguido en mis
sueños, sintiendo el toque de esas manos que conocen cada centímetro de
mi piel... no soy capaz de resistirme. Cada parte de mí, cada célula de mi
cuerpo, grita por él. Por su toque, por su amor.
Me lanzo hacia él, mis labios encontrando los suyos en un beso
desesperado. Es un beso lleno de anhelo, de necesidad, de todas las
emociones que he estado conteniendo. Sus brazos me rodean, atrayéndome
hacia él hasta que no hay espacio entre nosotros, hasta que no puedo decir
dónde termino yo y dónde empieza él.
Sus labios responden con la misma intensidad, el mismo fuego. Es como
si estuviera tratando de transmitir cada onza de su amor, de su devoción, a
través de este único acto. Nos perdemos el uno en el otro, el mundo exterior
desvaneciéndose hasta que solo existimos nosotros.
Pero entonces, un carraspeo nos interrumpe, el sonido penetrando a
través de la neblina de nuestro anhelo. Nos separamos de golpe, nuestras
respiraciones agitadas, nuestros corazones latiendo al unísono.
Y allí, de pie en la entrada del pasillo, con una expresión ilegible en su
rostro... está mi hermano.
Dmitry.
El pánico me invade, frío y paralizante. Mi mente corre, imaginando los
peores escenarios. ¿Qué dirá? ¿Qué hará?
Intento apartarme de Jackson, tratando desesperadamente de poner
distancia entre nosotros. Pero él me mantiene firme contra su cuerpo, sus
brazos un refugio seguro en medio de la tormenta de mis emociones. Se
niega a soltarme, a dejarme enfrentar esto solo.
Y mientras nos quedamos allí, congelados en este instante de
incertidumbre, siento una chispa de algo que no he sentido en mucho
tiempo.
Esperanza.
Porque por primera vez, no estoy solo. Tengo a Jackson a mi lado,
dispuesto a luchar por mí, por nosotros. Y quizás, solo quizás... eso será
suficiente.
CAPÍTULO 28

ALEKSANDER

—Dmitry, yo... —comienzo a decir, tratando desesperadamente de


encontrar las palabras adecuadas para explicar, para disculparme por no
haber sido honesto, por haber ocultado una parte tan fundamental de mí
mismo durante tanto tiempo. Mi voz tiembla, las emociones atascadas en mi
garganta como un nudo apretado. Siento el peso de los años de secretos, de
mentiras, presionando sobre mis hombros, amenazando con aplastarme.
Pero mi hermano me detiene con un gesto de su mano, su expresión
suavizándose de una manera que nunca antes había visto. Es como si una
máscara se hubiera caído, revelando al hombre debajo de la fachada del jefe
despiadado de la mafia.
—No te esfuerces, Alek —dice, su voz un suave murmullo en medio del
silencio tenso del ático. Cada palabra es como un bálsamo, calmando el
tumulto de mis emociones—. No tienes que explicar nada.
Da un paso hacia mí, sus ojos azules, tan parecidos a los míos, brillando
con una emoción que no puedo descifrar del todo. Es una mirada que he
anhelado ver toda mi vida, una mirada de comprensión, de aceptación.
—Siempre te he protegido, no porque pensara que eras menos que los
demás, sino porque veía tu delicadeza, tu bondad y alegría a pesar del
mundo de mierda en el que vivimos —continúa, cada palabra cargada de un
afecto que hace que mi corazón se apriete, que mis ojos se llenen de
lágrimas no derramadas—. He querido que eso no se corrompa, que la
oscuridad de nuestras vidas no apague esa luz en ti.
Y en ese momento, mirando a mi hermano, al hombre que ha sido mi
protector, mi mentor, mi torturador... me doy cuenta por primera vez en la
vida de que me quiere tal y como soy. Que me valora por lo que soy, no por
lo que él quiere que sea. Es una revelación que sacude los cimientos de mi
mundo, que hace que todo lo que pensaba que sabía se tambalee.
—Me da absolutamente igual con quién te acuestes, Alek —dice,
acercándose hasta que puede poner sus manos sobre mis hombros, su agarre
firme y reconfortante. Puedo sentir el calor de su piel a través de la tela de
mi camisa, un recordatorio tangible de su presencia, de su apoyo—. Tú
sigues siendo mi hermano y eres lo que más quiero en este puto mundo.
Incluso si tengo que prender fuego a la jodida organización por ti, lo haré
sin dudarlo.
Siento que las lágrimas se acumulan en mis ojos, la emoción atenazando
mi garganta, robando el aire de mis pulmones. Nunca, ni en mis sueños más
salvajes, había imaginado este momento. Este momento de aceptación, de
amor incondicional. Es como si un peso hubiera sido levantado de mi
pecho, permitiéndome respirar por primera vez en años.
Dmitry se gira hacia Jackson, quien ha estado observando todo el
intercambio en silencio, su mano nunca soltando la mía. Puedo sentir su
fuerza fluyendo hacia mí, sosteniéndome, anclándome en medio de la
tormenta de mis emociones.
—Le he dejado entrar porque nos va a ayudar a librarnos del FBI —
explica Dmitry, su tono adquiriendo un filo peligroso, un recordatorio de
que, a pesar de este momento de ternura, sigue siendo el hombre más
temido de la ciudad—. Y ha jurado protegerte para siempre. Si no, ahora
mismo tendría un tiro entre los ojos.
Jackson asiente, su postura recta y determinada. Puedo ver la resolución
en sus ojos, la inquebrantable devoción que arde en sus profundidades.
—Lo juro, Dmitry —dice, su voz firme y segura—. Con mi vida.
Aleksander es mi todo, y no hay nada que no haría para mantenerlo a salvo,
para asegurar su felicidad.
Las palabras de Jackson envían una oleada de calidez a través de mí, un
fuego que comienza en mi corazón y se extiende hasta las puntas de mis
dedos. Es un fuego nacido del amor, de la certeza de que, pase lo que pase,
ya no estoy solo.
Jackson me atrae hacia sus brazos, su frente descansando contra la mía.
Puedo sentir su aliento mezclándose con el mío, su corazón latiendo al
unísono con el mío.
—Ven conmigo, Alek —susurra, sus labios rozando los míos con cada
palabra. Es una caricia tan suave como las alas de una mariposa, pero envía
chispas de electricidad a través de mi piel—. Vamos a la base. Regresa
conmigo.
Su propuesta es tentadora. Pero antes de que pueda responder, antes de
que pueda decir las palabras que mi corazón anhela pronunciar, Dmitry
interviene.
—No —dice, su tono no dando lugar a discusión. Es el tono de un
hombre acostumbrado a ser obedecido, a que sus palabras sean ley—. Hasta
que no arreglemos toda esta mierda, Alek se queda aquí, seguro. No voy a
arriesgar su vida, no cuando acabo de recuperarlo. Si quieres estar a su lado,
serás tú el que se quede en esta casa.
Miro a Jackson, temiendo su reacción, temiendo que este sea el obstáculo
que no pueda superar. Pero para mi sorpresa y deleite, simplemente asiente,
una sonrisa suave curvando sus labios.
—Donde tú estés, ese es mi hogar. No pienso volver a separarme nunca
de ti y, cuando os quitemos de la mira del FBI te vendrás conmigo —dice,
sus ojos brillando con un amor tan profundo que me roba el aliento,
Y en ese momento, con mi hermano aceptándome por completo y el
hombre que amo a mi lado, queriendo quedarse conmigo... creo que podría
estallar de felicidad. Es un sentimiento tan intenso que casi duele, un júbilo
tan profundo que temo que mi corazón no pueda contenerlo.
Nos despedimos de Dmitry, prometiendo reunirnos por la mañana para
discutir nuestro próximo movimiento. Para organizar el operativo. Pero por
ahora, todo lo que quiero es estar con Jackson, para convencerme de que
esto es real, que no es un sueño del que despertaré en cualquier momento.
Jackson y yo nos retiramos a mi habitación, nuestros cuerpos buscándose
el uno al otro como si fueran imanes, atraídos por una fuerza que no
podemos resistir. En el momento en que la puerta se cierra detrás de
nosotros, sus labios encuentran los míos, su beso feroz y desesperado.
Nos desnudamos lentamente, cada caricia una promesa, cada beso un
juramento. Sus manos trazan cada curva de mi cuerpo, adorando cada
centímetro de mi piel como si fuera algo precioso, algo digno de
veneración. Y bajo su toque, me siento así. Me siento valioso, hermoso,
amado.
Cuando finalmente se hunde en mí, cuando nos convertimos en uno solo,
siento que todo encaja en su lugar. Es como si hubiera estado perdido toda
mi vida y finalmente hubiera encontrado mi camino a casa. Porque eso es lo
que es Jackson para mí. Mi hogar, mi refugio, el lugar al que pertenezco.
Nos movemos juntos en una danza tan antigua como el tiempo mismo,
nuestros cuerpos encontrando un ritmo que es únicamente nuestro. Cada
embestida, cada roce, envía oleadas de placer a través de mí, construyendo
y construyendo hasta que pienso que podría romperme de la intensidad de
ello.
Pero no me rompo. En cambio, me siento más entero de lo que nunca me
he sentido. Porque aquí, en los brazos de Jackson, siendo amado y adorado
por él... estoy completo. Estoy entero.
Nuestros gemidos y suspiros llenan la habitación, una sinfonía de pasión
y amor que nunca pensé que tendría la oportunidad de experimentar. Y
mientras nos movemos juntos, mientras nuestros cuerpos se funden en uno
solo, sé que lucharé por esto. Que lucharé por nosotros.
Porque por fin, después de toda una vida de miedo y ocultamiento... soy
libre para amar. Y ser amado a cambio. Es un regalo que nunca pensé que
recibiría, una bendición que nunca pensé que merecería.
Pero aquí estoy, envuelto en el calor del hombre que amo, perdido en la
dicha de nuestra conexión. Y sé, con una certeza que roza lo espiritual, que
nunca volveré a esconderme. Nunca volveré a negar quién soy, a quién
amo.
Y lucharé. Con cada fibra de mi ser, con cada aliento en mis pulmones.
Lucharé por Jackson, por nosotros, por el futuro que podemos construir
juntos.
Es un futuro que nunca pensé que podría tener. Pero ahora, con Jackson a
mi lado, con el amor de mi hermano envolviéndome... sé que todo es
posible.
Así que me entrego a este momento, a esta noche de pasión y promesas.
Me pierdo en el placer de nuestros cuerpos unidos, en la alegría de saber
que soy amado, que soy aceptado.
Y cuando finalmente alcanzamos el clímax, cuando gritamos nuestro
placer en la quietud de la noche... es con los nombres del otro en nuestros
labios, con la verdad de nuestro amor resonando en cada rincón de mi ser.
Después, acurrucados en el resplandor de nuestra pasión, con la cabeza
de Jackson descansando sobre mi corazón y mis dedos enredados en su
cabello... siento una paz que nunca antes había conocido. Es la paz de saber
que estoy exactamente donde debo estar, con quien debo estar.
Y mientras nos dejamos llevar por el sueño, envueltos en el calor del
otro, sé que este es solo el comienzo. El comienzo de nuestra vida juntos, de
nuestra historia de amor.
Habrá desafíos por delante, lo sé. Habrá obstáculos que superar y batallas
que luchar.
Porque ya no estoy solo. Ya no estoy asustado.
Por fin, después de toda una vida... estoy completo.
Y eso, eso lo es todo.
CAPÍTULO 29

JACKSON

Me ajusto el chaleco antibalas mientras repaso mentalmente el plan, mis


dedos temblorosos traicionando la tensión que corre por mis venas. El
material es rígido y pesado contra mi pecho, un recordatorio físico de los
peligros que enfrentamos. A mi lado, mi equipo se prepara en silencio, la
determinación grabada en cada uno de sus rostros. Es un silencio cargado
de propósito, de una resolución inquebrantable.
Darren comprueba su equipo médico con movimientos precisos, sus
manos firmes a pesar de la tensión. Sé que está repasando mentalmente
cada procedimiento, cada escenario posible. Verifica y vuelve a verificar
cada instrumento, cada vendaje, cada medicamento, sabiendo que cualquier
descuido podría significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Sarah carga sus explosivos con una calma que contradice la naturaleza
volátil de su carga. Sus dedos se mueven con una gracia practicada mientras
coloca cada carga, cada detonador, con una precisión milimétrica. En sus
ojos puedo ver un fuego, una ferocidad que arde brillante, un reflejo de la
pasión y la determinación que arde dentro de ella.
Lucas y los gemelos Tim y Tom comprueban sus armas, sus dedos
moviéndose con la facilidad de una práctica interminable. Desmontan y
vuelven a montar cada pieza con una velocidad y una habilidad que roza lo
sobrenatural, cada movimiento tan natural para ellos como respirar. Hay
una seriedad en sus rostros que rara vez veo, un recordatorio de que, a pesar
de su jovialidad habitual, son letales cuando es necesario.
Dmitry está aquí también, su presencia un recordatorio de lo que está en
juego. Él es la calma en el centro de la tormenta, su postura relajada pero
sus ojos alertas. Sé que, bajo esa fachada tranquila, está tan tenso como un
resorte, listo para saltar a la acción al menor indicio de problemas. Puedo
ver la preocupación en su mirada cuando se posa en Aleksander, el amor
fraternal mezclado con el miedo de lo que esta noche podría traer.
Y luego está Aleksander... mi Aleksander. Se mantiene cerca de mí, su
calor y su presencia un ancla en medio del caos. Su mano roza la mía en un
gesto de apoyo y amor, un recordatorio silencioso de que estamos juntos en
esto, de que siempre lo estaremos. Ese simple toque envía una oleada de
emoción a través de mí, una mezcla de amor y miedo tan intensa que casi
me deja sin aliento. El pensamiento de perderlo, de que algo le suceda, es
un terror constante que amenaza con consumirme.
Pero no he podido convencerle de que no nos acompañase.
Pocos minutos después llegamos hasta nuestro destino.
La mansión de Joaquín Montero se alza ante nosotros, imponente y
amenazadora en la oscuridad de la madrugada. Es una fortaleza de concreto
y acero, cada ventana oscura y siniestra, como ojos vacíos que nos observan
con malicia. El aire a su alrededor parece cargado de una energía maligna,
una sensación de peligro que hace que se me erice el vello de la nuca. Pero
no hay miedo en mí, solo una fría resolución, una determinación nacida de
la necesidad de proteger a aquellos que amo.
Nos movemos como sombras, silenciosos y letales, cada paso medido,
cada movimiento calculado. Nos deslizamos a través de los jardines,
evitando las cámaras de seguridad con la ayuda de la piratería de Lucas.
Los guardias caen uno por uno, incapacitados por nuestras armas
silenciadas y nuestras habilidades de combate cuerpo a cuerpo. Tim y Tom
se mueven en perfecta sincronía, derribando a los enemigos como un
equipo bien engrasado. Es una danza macabra, una sinfonía de violencia
ejecutada con precisión clínica. La adrenalina corre por mis venas, cada
sentido agudizado, cada músculo tenso y listo. Puedo oír cada respiración,
cada latido de mi corazón retumbando en mis oídos.
Llegamos a la entrada y Sarah coloca una carga, una sonrisa salvaje en su
rostro. La explosión es ensordecedora, haciendo temblar la tierra bajo
nuestros pies. Irrumpimos en la casa como una ola imparable, rompiendo a
través de puertas y barreras como si fueran de papel. El caos estalla a
nuestro alrededor, gritos y disparos llenando el aire. Pero nosotros somos el
ojo del huracán, calmados y enfocados en medio de la tormenta.
Los hombres de Joaquín nos enfrentan, pero no son rival para nuestro
entrenamiento y nuestra determinación. Darren se mantiene cerca, listo para
brindar ayuda médica si es necesario. Aleksander permanece a mi lado, su
arma lista, una ferocidad protectora ardiendo en sus ojos.
Joaquín intenta huir, sus ojos salvajes con pánico, su rostro retorcido de
miedo. Lo vemos al final del pasillo, corriendo hacia su habitación del
pánico. Puedo ver el momento en que se da cuenta de que no tiene
escapatoria, de que ha sido superado. Intenta llegar a la seguridad, un
último esfuerzo desesperado. Pero no es rival para nosotros, para nuestra
habilidad y nuestra determinación. Lo arrinconamos antes de que pueda dar
más de unos pocos pasos, su hija Lucía dejada atrás en su desesperación por
escapar.
Apenas unos segundos después tenemos a Joaquín de rodillas ante
nosotros, esposado y derrotado, toda su arrogancia y bravuconería
desaparecidas. Es un espectáculo lamentable, un hombre reducido a nada
más que un cobarde tembloroso. Dmitry agarra a Lucía, que ha corrido a su
habitación en busca de protección. Ella lucha contra su agarre, gritando por
su padre, sus lágrimas brillando a la luz tenue. Pero es inútil, su destino ya
está sellado.
Miro a mi alrededor, observando los rostros de mi equipo. Veo la
satisfacción en sus ojos, la sensación de logro. Pero también veo la tensión,
el conocimiento de que esto aún no ha terminado.
Suena mi intercomunicador, el sonido agudo y exigente en el silencio
repentino. Sé lo que significa, sé quién está al otro lado. Marcus ha llegado.
El momento que llevamos esperando desde hace días finalmente está aquí.
Tomo una respiración profunda, preparándome para lo que viene. Esta
noche hemos ganado una batalla, pero la guerra aún no ha terminado.

ALEKSANDER

Miro atónito cómo mi hermano Dmitry agarra a Lucía del brazo y la mete
en la furgoneta para esconderla antes de que llegue el agente. La escena se
desarrolla ante mis ojos como en cámara lenta, cada movimiento, cada
gesto, grabándose en mi memoria con una claridad cristalina. El aire a
nuestro alrededor parece cargado de electricidad, de una tensión que hace
que cada pelo de mi cuerpo se erice.
¿Qué está pasando? ¿Por qué no deja que se la lleve el FBI? Los
pensamientos se arremolinan en mi mente, un torbellino de confusión y
preocupación. Trato de captar la mirada de Dmitry, de buscar en sus ojos
alguna explicación, alguna pista de sus motivaciones. Pero él mantiene su
mirada fija en Lucía, su expresión una máscara de determinación y algo
más, algo que no puedo descifrar del todo.
Me quedo alucinado al ver la forma en que la mira, con una intensidad
que nunca antes había visto en sus ojos. Es como si estuviera fascinado por
ella, como si no pudiera apartar la vista. Hay una tensión en su postura, una
energía apenas contenida que irradia de él en oleadas. Es desconcertante,
ver a mi hermano, normalmente tan frío y controlado, tan visiblemente
afectado por esta chica.
Me acerco a él, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Necesito
respuestas, necesito entender qué está sucediendo. Pongo una mano en su
hombro, tratando de captar su atención.
—Dmitry, ¿qué...?
Pero no puedo terminar la frase. Porque en ese momento, como una
tormenta que estalla en un cielo claro, aparece Marcus para recoger a
Joaquín Montero, que se retuerce en el suelo gritando como un poseso. Su
voz es un rugido, un sonido animal lleno de rabia y desesperación.
—¡Me has vendido, cabrón! ¡Te juro que te mataré! —le espeta a mi
hermano, sus ojos brillando con un odio ardiente.
Pero Dmitry lo mira impasible, su rostro una máscara de hielo. No hay
miedo en su expresión, no hay duda. Solo una resolución inquebrantable,
una determinación que parece tallada en piedra.
Los agentes que han venido con Marcus se llevan a Joaquín a rastras, sus
gritos y amenazas resonando en el aire de la noche. Es un espectáculo
lamentable, ver a este hombre, una vez tan poderoso y temido, reducido a
nada más que un animal acorralado.
Marcus se coloca frente a nosotros. La tensión en el aire es palpable, una
presencia casi física que parece presionar contra mi piel. Miro a Jackson,
buscando en su rostro alguna señal, algún indicio de lo que está por venir.
Pero su expresión es ilegible, una máscara de calma que no revela nada.
Marcus se gira hacia Jackson, sus ojos ardiendo con un desprecio que no
se molesta en ocultar. Su voz es baja y peligrosa, cada palabra afilada como
un cuchillo.
—Me avergüenzo de ti, Jackson. Aliarte con estos mafiosos... Has caído
muy bajo.
Pero Jackson le sostiene la mirada sin inmutarse, su postura recta y
orgullosa. No hay vergüenza en sus ojos, no hay arrepentimiento. Solo una
convicción inquebrantable, una lealtad que trasciende las fronteras de la ley
y la moral.
—Me importa una mierda lo que pienses de mí, Marcus —responde, su
voz firme y segura—. Mientras mantengas el trato que hemos hecho:
Joaquín Montero a cambio de dejar en paz a los Novikov.
Puedo ver la lucha en el rostro de Marcus, la ira batallando con la
necesidad de mantener su palabra. Aprieta los dientes, el músculo de su
mandíbula tensándose bajo la piel. Pero finalmente, a regañadientes,
asiente.
—Vas a arrepentirte de esto, Jackson —escupe, cada palabra cargada de
veneno—. Estás jodiéndote la vida.
Luego se dirige a Sarah, Tim, Tom, Darren y Lucas, que han estado
observando la escena en silencio. Puedo ver la tensión en sus posturas, la
anticipación en sus ojos. Están listos para lo que sea, listos para seguir a
Jackson hasta el fin del mundo si es necesario.
—Vosotros, venid conmigo —ordena Marcus, su tono no dando lugar a
discusión—. La misión ha terminado.
Pero ellos no se mueven. Ni un músculo se contrae, ni una mirada vacila.
Es Sarah la que habla, su voz firme y decidida, resonando en el silencio de
la noche.
—Nosotros estaremos donde esté nuestro líder. Y ese es y siempre será
Jackson.
Los demás asienten, un gesto de solidaridad y lealtad. Puedo ver el
orgullo en los ojos de Jackson, la gratitud. Estos son más que su equipo, son
su familia. Y la familia nunca se abandona.
Marcus suelta una maldición, su rostro retorciéndose de rabia. Sabe que
ha perdido, que no hay nada que pueda hacer para cambiar sus mentes. Con
una última mirada de desprecio, se larga de allí, sus pasos resonando en el
pavimento.
Cuando nos quedamos solos, hay un momento de silencio, cargado de
emoción. Es como si todos estuviéramos conteniendo el aliento, asimilando
lo que acaba de suceder, lo que significa para nuestro futuro.
Miro a mi alrededor, a estas personas que se han convertido en mi
familia. A Sarah, con su fuerza y su fuego. A Tim y Tom, con su lealtad
inquebrantable. A Darren, con su calma y su compasión. A Lucas, con su
brillantez y su valentía. Y a Jackson... mi Jackson. Mi roca, mi hogar, mi
todo.
Jackson me rodea con su brazo, atrayéndome hacia él. Me apoyo en su
fuerza, sintiéndome seguro, protegido. Su calor me envuelve, un escudo
contra el mundo exterior y todos sus peligros. En este momento, en este
instante de paz después de la tormenta, sé que mientras lo tenga a él,
mientras tenga a esta familia, puedo enfrentar cualquier cosa.
—Siempre juntos —dice Darren, su voz suave pero llena de convicción.
Y todos asentimos, un acuerdo silencioso, un pacto sellado con miradas y
sonrisas. Porque eso es lo que somos. Juntos. Unidos por algo más fuerte
que la sangre, más fuerte que la ley.
Es una promesa, un juramento. Pase lo que pase, nos tenemos los unos a
los otros. En los buenos tiempos y en los malos, en la luz y en la oscuridad.
Somos una familia, y la familia permanece unida.
Siempre.
Y eso, al final, es lo que importa. No las misiones, no las batallas, no las
victorias o las derrotas. Sino los lazos que nos unen, el amor que
compartimos.
Eso es lo que nos hace fuertes. Eso es lo que nos hace invencibles.
Y mientras estemos juntos, mientras nos tengamos los unos a los otros...
no hay nada que no podamos superar.
Nada en absoluto.
CAPÍTULO 30

ALEKSANDER

Dos días después del asalto quedo con Dmitry para comer y ponernos al
día. El restaurante es elegante, con manteles blancos y copas de cristal que
reflejan la luz de las lámparas de araña. El ambiente es sofisticado, con un
suave murmullo de conversaciones y el tintineo de los cubiertos contra la
porcelana. Pero a pesar del ambiente refinado, siento un nudo en el
estómago mientras espero a mi hermano, una tensión que se enrosca en mis
entrañas como un resorte a punto de saltar.
Cuando Dmitry llega, me abraza con fuerza, sus brazos envolviéndome
en un apretón casi desesperado. Es como si temiera que fuera a desaparecer
en cualquier momento, como si necesitara asegurarse de que soy real, de
que estoy aquí. Puedo sentir la emoción en su abrazo, el amor y la
preocupación que irradia de él en oleadas.
Nos sentamos en nuestra mesa, el camarero tomando nuestros pedidos
con eficiencia discreta. Pero, aunque la comida huele deliciosa, aunque el
vino es de la mejor cosecha, apenas puedo probar un bocado. Las palabras
se atoran en mi garganta, un nudo de emociones que amenaza con
ahogarme. ¿Cómo decirle a mi hermano, a la persona que me ha protegido
toda mi vida, que quiero dejar atrás todo lo que conocemos? ¿Cómo
explicarle que necesito encontrar mi propio camino, incluso si eso significa
alejarme de él?
—Dmitry... —comienzo, mi voz temblando ligeramente. Mis manos se
crispan alrededor de mi servilleta, mis nudillos blancos por la tensión—.
Tengo algo que decirte.
Él me mira, sus ojos azules penetrantes, como si pudiera ver a través de
mí, directamente a mi alma. Hay una intensidad en su mirada que casi me
hace encogerme, una fuerza que siempre me ha asombrado y atemorizado a
partes iguales. Pero también hay amor allí, una preocupación profunda y
duradera que sé que nunca desaparecerá.
Espera, paciente, mientras reúno el valor, mientras lucho por encontrar
las palabras adecuadas. El silencio entre nosotros está cargado de
anticipación, de un peso que casi puedo sentir físicamente.
—Quiero... quiero abandonar esta vida —suelto finalmente, las palabras
precipitándose fuera de mí en un torrente incontrolable—. Quiero estar con
Jackson, vivir con su equipo.
El silencio que sigue es ensordecedor, un vacío que parece absorber todo
el sonido del restaurante. Puedo ver las emociones cruzar el rostro de
Dmitry, cada una tan clara como si estuviera escrita en letras brillantes.
Sorpresa, como si nunca hubiera considerado que yo pudiera querer algo
diferente a esta vida. Dolor, un dolor profundo y desgarrador, como si mis
palabras fueran cuchillos clavándose en su corazón. Y finalmente,
comprensión, una aceptación resignada que es casi más dolorosa que
cualquier otra cosa.
Aprieta los labios, y sé que está luchando con sus propias emociones,
tratando de mantener el control en un momento en que todo parece
desmoronarse. Sus manos se aprietan en puños sobre la mesa, los tendones
sobresaliendo bajo su piel.
—Alek... —dice finalmente, su voz ronca con una emoción que rara vez
permite que se muestre. Hay una vulnerabilidad en su tono que me roba el
aliento, una apertura que es tan rara como preciosa—. Siempre he sabido
que no pertenecías a este mundo. Eres demasiado bueno, demasiado puro
para esto, para la oscuridad en la que vivimos.
Siento las lágrimas picar en mis ojos, la emoción atenazando mi garganta.
Es un reconocimiento que nunca esperé, una validación de los sentimientos
que he llevado conmigo toda mi vida. Dmitry extiende su mano sobre la
mesa, cubriendo la mía, su palma cálida y firme contra mi piel.
—Si esto es lo que quieres, lo que te hará feliz... entonces tienes mi
bendición —dice, y puedo escuchar el dolor en su voz, la lucha que cada
palabra representa. Pero también hay amor allí, un amor tan profundo y tan
fuerte que casi me quita el aliento—. Todo lo que siempre he querido es tu
felicidad, hermanito. Incluso si eso significa dejarte ir.
Aprieto su mano, tratando de transmitir todo mi amor, toda mi gratitud,
en ese simple gesto. Las palabras parecen inadecuadas, demasiado pequeñas
para abarcar la inmensidad de lo que siento en este momento. Sé lo difícil
que es para él dejarme ir, permitirme alejarme de la única vida que hemos
conocido. Sé el sacrificio que está haciendo, la parte de sí mismo que está
renunciando por mí.
Cuando miro a sus ojos veo algo más allí. Un anhelo, una soledad que
nunca antes había notado, escondida detrás de su fachada de fuerza y
control. Y me doy cuenta, con un sobresalto, de que Dmitry ansía lo que yo
he encontrado. Ansía tener a alguien a su lado, alguien que lo mire como yo
miro a Jackson. Como si fuera lo más importante en el mundo, la única luz
en un mar de oscuridad.
Mi corazón se aprieta por mi hermano, por el vacío que sé que siente, el
vacío que siempre ha estado allí, pero que ha mantenido cuidadosamente
oculto. Una parte de mí quiere alcanzarlo, quiere prometerle que nunca lo
dejaré, que siempre estaré a su lado.
Pero también sé que este es mi camino, mi elección. Es algo que necesito
hacer, no solo por Jackson, sino por mí mismo. Necesito descubrir quién
soy fuera de este mundo, fuera de la sombra de mi hermano y de la
reputación de nuestra familia.
Y mientras Dmitry me mira con una sonrisa triste, una sonrisa que no
quite llegar a sus ojos, sé que él lo entiende también. Entiende que esto no
es un adiós, no es un final. Es un nuevo comienzo, un nuevo capítulo en
nuestras vidas.
—Te visitaré —prometo, mi voz firme a pesar de las lágrimas que
amenazan con caer—. Entre misión y misión, siempre tendremos tiempo
para vernos. Eres mi hermano, Dmitry, y eso nunca cambiará.
Él asiente, una sola inclinación de cabeza que transmite más que
cualquier palabra podría. Y en ese momento, en medio del restaurante
elegante con su bullicio y su brillo, siento un cambio entre nosotros. No es
una ruptura, sino una evolución, un paso hacia algo nuevo y desconocido.
Terminamos nuestra comida en un silencio cómodo, cada uno perdido en
sus propios pensamientos, en sus propias esperanzas y miedos para el
futuro. Y cuando nos despedimos fuera del restaurante, cuando Dmitry me
atrae para un último abrazo, sé que todo estará bien.
Porque no importa dónde esté o qué haga, siempre tendré a mi hermano.
Y él siempre me tendrá a mí.
Unas horas más tarde, estoy recogiendo mis cosas en el ático,
preparándome para mi nueva vida. Cada elemento que guardo está cargado
de recuerdos, de momentos de risa y de lágrimas, de amor y de dolor.
Es entonces cuando escucho la puerta abrirse, cuando siento una
presencia familiar a mis espaldas. Me giro y allí está Jackson, de pie en la
entrada, su figura alta y fuerte llenando el espacio.
—¿Estás listo? —pregunta, su voz suave y llena de emoción.
Asiento, una sonrisa extendiéndose por mi rostro a pesar de las lágrimas
que pican en mis ojos. Estoy listo, más listo de lo que nunca he estado en
mi vida.
Jackson se acerca, sus brazos envolviéndome en un abrazo que se siente
como un hogar. Entierro mi rostro en su pecho, respirando su aroma,
permitiendo que su fuerza me inunde.
—Te amo —susurro contra su piel—. Más que a nada en este mundo.
—Y yo te amo a ti —responde, sus labios presionando un beso en mi
frente—. Para siempre, Alek. Para siempre.
Cuando he recogido todo salimos de mi habitación y nos encontramos
con mi hermano.
Jackson da un paso adelante, encontrándose con la mirada de mi Dmitry
sin vacilar.
—Dmitry —dice, su voz firme y llena de convicción—. Te prometo que
cuidaré de Alek mejor que nadie. Él es mi vida ahora, mi todo. Nunca
dejaré que nada le pase.
Dmitry lo mira por un largo momento, como si estuviera evaluando su
alma. Finalmente, asiente, un gesto de aceptación y de respeto.
—Sé que lo harás —responde—. Porque si no, te perseguiré hasta los
confines de la tierra. Alek es mi hermano, mi familia. Y la familia lo es
todo.
Jackson asiente, un entendimiento pasando entre ellos. Es un momento
solemne, un pacto sellado no con palabras, sino con miradas y con el amor
que ambos sienten por mí.
Me acerco a Dmitry, abrazándolo una última vez. Las lágrimas corren
libremente ahora, pero son lágrimas de amor, de gratitud.
—Te quiero, Dmitry —susurro—. Siempre serás mi hermano, mi
protector. Nada cambiará eso.
Él me aprieta con fuerza, como si quisiera grabar este momento en su
memoria para siempre.
—Y tú siempre serás mi hermanito —responde, su voz ronca con la
emoción—. Mi Alek. Mi luz en la oscuridad.
Nos separamos, compartiendo una última sonrisa, una última mirada que
dice todo lo que las palabras no pueden. Y luego, con Jackson a mi lado,
salgo por la puerta, hacia un nuevo capítulo, una nueva vida.
Una vida de mi propia elección, una vida llena de amor y de esperanza.
Y sé, con una certeza que roza lo espiritual, que no importa dónde me
lleve este camino, siempre tendré un hogar al que regresar.
Siempre tendré a mi hermano. Y siempre tendré a Jackson.
Mi familia. Mi corazón.
Mi todo.
EPÍLOGO

DMITRY

Entro en la habitación donde está cautiva mi princesa, mi corazón latiendo


con una mezcla de anticipación y aprensión. La encuentro sentada junto a la
ventana, su silueta recortada contra la luz del atardecer. El sol de la tarde
ilumina su rostro, resaltando la belleza que me cautivó desde el primer
momento en que la vi. Es una belleza salvaje, indomable, como un fuego
que amenaza con consumir todo a su paso.
—Levántate, princesa —le ordeno con voz firme, tratando de ocultar la
emoción que su mera presencia evoca en mí.
Ella me mira con esos ojos verdes llenos de desafío, una tormenta de
esmeralda que promete destrucción. Lentamente, se pone de pie, cada
movimiento lleno de una gracia felina, una elegancia que parece fuera de
lugar en esta habitación austera. Su mirada nunca vacila de la mía, un duelo
silencioso de voluntades.
—¿Qué quieres ahora? —pregunta con desdén, su voz un susurro
peligroso que envía escalofríos por mi columna vertebral—. ¿No te cansas
de tenerme encerrada aquí, de jugar a este juego enfermizo?
Ignoro su pregunta, tratando de mantener mi fachada de control. Me
acerco a ella, cada paso medido, cada movimiento deliberado. Su perfume
invade mis sentidos, una mezcla embriagadora de flores exóticas y especias
prohibidas. Es un aroma que se ha convertido en mi droga, una adicción que
no puedo y no quiero superar.
Lucho contra el impulso de tocarla, de sentir su piel suave bajo mis
dedos, de trazar las curvas de su cuerpo con mis manos. Es un deseo que me
quema, un anhelo que amenaza con consumirme por completo. Pero me
contengo, aferrándome a los últimos jirones de mi autocontrol.
—Es hora de cenar —le informo, mi voz un gruñido bajo en el silencio
cargado de la habitación—. Te espero abajo en diez minutos. Y no me
hagas esperar, princesa.
—No tengo hambre —responde desafiante, su barbilla levantada en un
gesto de desafío que encuentro a la vez frustrante y seductor—. No tengo
ningún deseo de compartir una comida contigo.
—No es una pregunta, princesa. Es una orden.
Las palabras salen más duras de lo que pretendo, cargadas de una
autoridad que no siento. Porque la verdad es que, a pesar de todo mi poder,
a pesar de toda mi influencia, esta mujer me tiene a su merced. Es una
debilidad que no puedo permitirme, pero que tampoco puedo evitar.
Veo la ira brillar en sus ojos, ardiente y feroz. Sé que me odia, que desea
escapar de mí, de este castillo que se ha convertido en su prisión. Pero
también sé que hay algo más, una chispa de atracción que ninguno de los
dos puede negar, un fuego que arde bajo la superficie de cada interacción,
de cada mirada compartida.
—Te odio —susurra con vehemencia, las palabras afiladas como dagas,
destinadas a cortar y herir—. Te desprecio con cada fibra de mi ser.
Sonrío ante su declaración, una sonrisa sin humor que no llega a mis ojos.
Me acerco aún más, hasta que nuestros cuerpos casi se tocan, hasta que
puedo sentir el calor que irradia de ella, la electricidad que crepita entre
nosotros. Es una tensión que es a la vez agonía y éxtasis, un tormento que
anhelo y temo en igual medida.
—Puedes odiarme todo lo que quieras, princesa —le digo en voz baja,
mis labios a centímetros de su oído—. Puedes despreciarme hasta el fin de
los tiempos. Pero ambos sabemos que también te atraigo, que hay una parte
de ti que anhela mi toque, mi posesión.
Ella se estremece ante mis palabras, un temblor casi imperceptible que
recorre su cuerpo. Por un momento, veo la vulnerabilidad en su mirada, el
deseo crudo y primitivo que lucha por ocultar. Es una visión que me roba el
aliento, que hace que mi corazón se acelere y mi sangre arda.
Pero rápidamente se recompone, la máscara de desafío deslizándose de
nuevo en su lugar. Levanta la barbilla con orgullo, sus ojos brillando con
una determinación que a la vez me frustra y me intriga.
—Nunca me sentiré atraída por un monstruo como tú —escupe las
palabras, cada sílaba cargada de veneno—. Nunca caeré en tus juegos
perversos, nunca sucumbiré a tus encantos retorcidos.
Me río suavemente, un sonido oscuro y sin alegría que resuena en la
quietud de la habitación. Me alejo de ella, cada paso una agonía, cada
centímetro de distancia una tortura. Camino hacia la puerta, mi espalda
hacia ella, mi postura rígida con la tensión que corre por mis venas.
Pero antes de salir, antes de abandonar la intoxicante presencia de mi
princesa, me giro para mirarla una vez más. Mis ojos se encuentran con los
suyos, verde contra azul, fuego contra hielo. En ese momento, en ese
instante suspendido en el tiempo, siento una conexión que trasciende las
palabras, un entendimiento primitivo que habla de pasión y de peligro.
—Te espero abajo, princesa —mi voz es un susurro, una caricia y una
amenaza entretejidas—. No me hagas venir a buscarte. Porque si tengo que
hacerlo, si tengo que arrastrarte a mi presencia... no respondo de mis
acciones.
Con esa promesa oscura colgando en el aire, salgo de la habitación,
cerrando la puerta tras de mí con un suave clic que resuena en mi mente
como un disparo. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, un tambor
primitivo que canta una canción de deseo y de posesión.
Sé que estoy jugando con fuego, que esta atracción que siento por ella es
peligrosa, que amenaza con consumirme por completo. Pero no puedo
evitarlo. Lucía se ha convertido en mi obsesión, en el desafío que anhelo
conquistar, en el premio que deseo reclamar.
Ella es mi princesa, mi cautiva, mi tormento y mi salvación. Y no
descansaré hasta que sea mía, hasta que su cuerpo, su mente y su alma me
pertenezcan por completo.
Porque en este juego de poder y de pasión, de odio y de deseo... estoy
determinado a ser el vencedor.
Cueste lo que cueste.

FIN

¡Gracias por leer esta novela!


Si te ha gustado, puedes ayudarme a difundirla
dejando una reseña en Amazon.

Escaneando este código QR con tu móvil puedes acceder


directamente a la valoración.

O pulsando AQUI

¿TE GUSTAN LOS COWBOYS IRRESISTIBLES?


¿Qué sucede cuando una veterinaria de ciudad se enfrenta a un cowboy obstinado
en el corazón de Montana?
Megan Thompson pensó que escapar a Montana sería la
solución perfecta para dejar atrás un ex tóxico y su agitada vida
en Chicago. Pero el destino tenía otros planes cuando llegó al
rancho Blackwood.
Ethan Blackwood, el dueño del rancho, es todo lo que Megan
no busca en un hombre: arrogante, testarudo y devastadoramente
atractivo. Con sus penetrantes ojos azules y su cuerpo esculpido
por años de duro trabajo, Ethan despierta en Megan sensaciones
que creía olvidadas.
Entre caballos salvajes, noches estrelladas y una innegable
atracción, Megan descubrirá que conquistar el corazón de este
cowboy podría ser su mayor desafío... y su más dulce
recompensa.
¿Podrá Megan resistirse a la tentación de un hombre que representa todo lo que
debería evitar? ¿Logrará Ethan bajar sus defensas y arriesgarse a amar de nuevo?
Sumérgete en esta apasionante historia de amor, deseo y segundas oportunidades en
el salvaje Oeste americano. «Doma mi corazón» te llevará a un viaje de
autodescubrimiento, pasión intensa y el poder sanador del verdadero amor.
*Nota: Esta novela contiene escenas de romance intenso que subirán la
temperatura. Se recomienda tener un vaso de agua fría a mano durante la
lectura. ¡Prepárate para una historia que te dejará sin aliento!
CONSÍGUELO AQUÍ

SOBRE LA AUTORA

¡Hola! Me llamo Olivia Darcy y soy autora de novela románica con


hombres posesivos y peligrosos que harían lo que fuese por la mujer de la
que están enamorados. Me encanta escribir como sus duros corazones se
derriten por ellas.
Mis historias están llenas de amor y giros inesperados, y siempre tienen un
final feliz.

Me encanta saber cosas sobre mis lectores, así que no dudes en ponerte en
contacto conmigo:

Página de autor de Amazon: www.amazon.es/Olivia-Darcy


Página web: https://oliviadarcyautora.com/

También podría gustarte