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Tú habla, que yo te leo José Luis Martín Ovejero

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Tú habla, que yo te leo José Luis Martín Ovejero

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Tú habla, que yo te leo José Luis Martín Ovejero

A Tina, mi madre, y a Yolanda, mi mujer, por haber esta-

do siempre a mi lado y ayudado tanto a cada instante

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Tú habla, que yo te leo José Luis Martín Ovejero

Introducción

El lenguaje de las emociones

¿Te gustaría conocerte mejor?, ¿saber cómo comunicas?,

¿por qué lo haces así?, y, en consecuencia, ¿avanzar en tu

manera de relacionarte con los demás? ¿Y qué me dices si,

además, te muestro cómo leer a las personas con quienes

convives, trabajas o simplemente for man parte de tu día a

día, como si fueran libros abiertos? Como bien señaló Dale

Car negie, uno de los más destacados maestros de la comu-

nicación del siglo xx: «Al tratar con la gente recuerda que

no estás tratando con criaturas de lógica, sino con criaturas

de emoción».

Los seres humanos somos seres emocionales, por lo que

la clave para adquirir una gran ventaja en nuestras relacio-

nes interpersonales se encuentra en saber reconocer la ma-

nera que tenemos de expresar nuestras emociones. Es un

lenguaje sin palabras que si aprendes a interpretarlo, mejo-

rará tu comunicación en todos los sentidos, tanto a la hora

de expresarte como también para entender con mayor

exactitud lo mucho que te cuentan los demás, en ocasio-

nes, sin llegar a mover sus labios.

Querido lector, bienvenido a la comunicación no verbal,

el lenguaje de las emociones.

Tu rostro, tus gestos, tu cuerpo, incluso tu manera de hablar…, re-

velan qué sientes.

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Tú habla, que yo te leo José Luis Martín Ovejero

Cada uno de nosotros nace con una herencia evolutiva

de la que no podemos prescindir ni tampoco elegimos te-

nerla o no. Nos viene de serie. Gran parte de nuestra co-

municación no verbal for ma parte de la misma.

Cuando reaccionamos ante un peligro o ante algo que

nos alegra, lo hacemos sin pensar: acción–reacción, así de

rápido. Provenimos de quienes han sabido reaccionar más

rápido y mejor ante lo que sucedía a su alrededor. Es un re-

curso de supervivencia del ser humano, por eso lo vamos

heredando de generación en generación y siempre comu-

nicamos, aunque en muchas ocasiones no seamos cons-

cientes de hacerlo. Han sido más de dos millones de años

comunicándonos sin palabras, solo a través de nuestro len-

guaje no verbal. Eso ha dejado huella en todos nosotros.

Nuestro cerebro ha evolucionado, primero utilizando una

comunicación más instintiva, más emocional, para después,

con el paso del tiempo, de miles y miles de años, desarro-

llar otra más racional que convive con la anterior.

La for ma más primitiva de comunicarse proviene de la zo-

na límbica del cerebro que responde de manera automáti-

ca, incontrolada. No podemos evitar sentir emociones y es-

tamos «diseñados» para reaccionar ante ellas, por lo que

comunicamos inconscientemente aquello que sentimos. Es

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la comunicación no verbal en estado puro. Con posteriori-

dad se fue desarrollando otra zona del cerebro más racio-

nal, el neocórtex, que piensa y decide lo que hacer o decir.

Ahora te hago la siguiente pregunta: ¿en qué confías

más, en lo que te quieren decir o en lo que te dicen sin

querer? Sin duda, aquello que escapa de nuestro control y

nos sale automáticamente, sin filtros racionales, es más au-

téntico que lo que decidimos comunicar adrede, que pue-

de ser sincero o no.

Por todo lo que acabamos de exponer es por lo que la

comunicación no verbal resulta un tesoro incalculable, pero

no por ello inalcanzable:

• Conocerla te hará comunicar mejor y utilizar tus argu-

mentos con mayor poder de convicción. Las emocio-

nes emocionan, si eres consciente de las tuyas y de có-

mo las comunicas, conseguirás llegar con mayor facili-

dad al «corazón» (al cerebro límbico) de los demás.

• Descubrirla te ayudará a reconocer lo que tu pareja, tus

amigos, tus compañeros de trabajo o tus jefes quieren

realmente decir, o aquello que tratan de ocultar, con

independencia de las palabras empleadas o de su au-

sencia.

Siempre ha estado ahí, tan cercana y a la vez tan desco-

nocida. En tantas ocasiones pasa desapercibida…, y cuan-

do no ha sido así y algo te ha alertado, seguramente lo has

llamado «intuición». Te confesaré un secreto: tras veinticin-

co años de ejercer como abogado en tribunales, conocer

este universo no verbal cambió mi vida. Me hizo colgar la

toga y dedicar cada uno de mis días a estudiar, a practicar

y, también, a compartir lo que he ido descubriendo, tanto

en las clases o conferencias que imparto como en los innu-

merables análisis que realizo para los medios de comunica-

ción.

Ahora ha llegado el momento de recoger en este libro

que tienes en tus manos lo más importante.

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Obtendrás las respuestas a más de cien preguntas que personas

como tú me han realizado, las cuales te serán de utilidad práctica

en tu comunicación del día a día, tanto en tu vida personal como

profesional.

Mi propuesta es que, en capítulos independientes, pue-

das ir aprendiendo a interpretar el rostro, la posición corpo-

ral, el significado de algunos de nuestros gestos, el manejo

de las distancias, el contacto físico, el poder de la mirada o

lo que comunica la apariencia e incluso nuestra voz.

Compartiré contigo, siempre en un lenguaje sencillo, ale-

jado de tecnicismos, los resultados de las investigaciones

científicas más actuales y destacadas sobre esta materia,

realizadas por universidades tan prestigiosas como las de

San Francisco, Arizona, la University College London, Gine-

bra, Chicago, Complutense de Madrid, Autónoma de Bar-

celona…; así como la experiencia profesional de psicólo-

gos, antropólogos, personal del FBI… Mucha de la infor ma-

ción que a continuación irás leyendo también es fruto de mi

propia experiencia personal y de los conocimientos que he

ido adquiriendo de mis profesores en análisis del compor-

tamiento no verbal y oratoria, desde destacados psicólogos

y comunicadores de toda España hasta responsables de las

unidades de análisis de conducta de los cuerpos y fuerzas

de seguridad del Estado español.

Vas a tener a tu disposición un gran bufé de comunica-

ción que nunca te hará per manecer impasible ante otra

persona.

¿Y a quién le resulta práctico conocer la comunicación no

verbal? Esta es una pregunta que me han realizado en múl-

tiples ocasiones. Me gusta responder con otra pregunta:

¿quién vive solo en nuestro mundo, sin comunicarse con

nadie, sin tratar con otras personas, de espaldas a la actua-

lidad y a todo lo que le rodea? Aún no he conocido una so-

la persona que no pueda ver cómo su relación con los de-

más se enriquece gracias a esta disciplina.

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La comunicación no verbal es un ar ma de comunicación masiva.

Es un «ar ma» porque estamos ante un instrumento que

nos per mite conseguir comunicar nos más y mejor, lo que

nos da ventaja frente a quienes la desconocen. Y «masiva»

porque todas las personas comunicamos.

Ahora dependerá de ti cómo deseas emplear lo que vas

a ir descubriendo en este libro.

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Capítulo 1

La cara delata al corazón

Introducción

Este primer capítulo lo vamos a dedicar a descubrir el ros-

tro. En mi opinión, desde el campo de trabajo de la comu-

nicación no verbal, es el medio más importante con que

contamos para reconocer lo que las personas sentimos en

cada momento.

Así que lanzo la siguiente pregunta: ¿es cierto ese dicho

que afir ma que «la cara es el espejo del alma»? Sin duda. Si

sabemos reconocer las emociones en el rostro de una per-

sona, podremos conseguir mucha más infor mación y, sobre

todo, más fiable, que si nos limitamos a escuchar lo que

nos cuenta. Qué más da que te diga que está feliz, si eres

capaz de advertir la tristeza o el enfado en su cara.

Por el rostro se nos transparentan las emociones.

Nos vamos a centrar, en primer lugar, en las siete emo-

ciones básicas o primarias del ser humano, las cuales son

innatas, las traemos de nacimiento y, además, son universa-

les, da igual el lugar del planeta en el que hayamos nacido,

todos las expresamos del mismo modo, podríamos decir

que «todos sonreímos en el mismo idioma».

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Cada emoción primaria que siente nuestro cerebro va a

provocar la activación de unos músculos específicos en

nuestra cara que, a continuación, iremos descubriendo. Si

saber español, inglés, chino… es útil, imagina lo que supo-

ne conocer un idioma universal.

Coge papel y bolígrafo, subraya o pon tu memoria en

modo activo, no se te pueden olvidar estas siete emocio-

nes básicas:

• La alegría

• La tristeza

• La ira

• La sorpresa

• El asco

• El miedo

• El desprecio

Las traemos con nosotros como resultado de la evolución

y, más aún, han posibilitado que el ser humano sobreviva.

Estas emociones han per mitido reconocer si un extraño era

amigo o enemigo, si otro miembro de nuestra tribu podía

necesitar ayuda o si alguien había probado un alimento po-

drido… Supusieron la diferencia entre vivir y dejar descen-

dencia o quedar descartado en el camino de nuestra histo-

ria.

Paul Ekman (1934–actualidad), considerado uno de los

cien psicólogos más influyentes del siglo XX, realizó una se-

rie de experimentos por todo el mundo que vinieron a con-

fir mar lo que ya Darwin, en el siglo XIX, había adelantado:

que la expresión de las emociones en el rostro no tenían un

origen cultural, sino biológico. Las heredamos, no las

aprendemos. Ya Aristóteles algo intuía cuando dijo que

«hay expresiones de la cara características que son observa-

bles para acompañar la cólera, el miedo, la excitación eróti-

ca, y todas las otras pasiones».

Si te afir mo que para mí saberlas reconocer resultó como

el descubrimiento de un tesoro, no exagero.

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Las personas «se desnudan» emocionalmente ante nosotros cuan-

do sienten con intensidad cualquiera de las siete emociones men-

cionadas y, lo mejor de todo, sin saber que lo están haciendo.

¿Imaginas el poder que te da conocerlas y saber inter-

pretarlas correctamente tanto en tu vida personal como

profesional?

Para conseguirlo, además de conocer sus códigos facia-

les, se requiere práctica, mucha práctica. También debemos

ponerlas siempre en relación con el contexto en que se

produzcan y estar muy atentos a lo que nos dice el resto

del cuerpo y las palabras, prestando atención a cómo nos

cuentan las historias. De todo ello hablaremos en este libro.

Además, descubriremos otros aspectos faciales que espero

también te dejen sorprendido y te resulten de gran utili-

dad.

La alegría: reconoce las sonrisas sinceras

¿Cómo puedo diferenciar si una persona me sonríe porque

se alegra o es simple apariencia?

La sonrisa es una señal universal de amistad o de buena vo-

luntad, tanto al saludar nos como al despedir nos solemos

emplearla, y ¿quién no se ha sentido «enamorado» por el

poder de una sonrisa?

Hay actores y actrices a los que, además de por sus gran-

des dotes profesionales, se les recuerda por su sonrisa: Ju-

lia Roberts o George Clooney, por ejemplo; aunque seguro

que a ti se te vienen también otros nombres a la cabeza.

¡¡¡Ay, la sonrisa!!! Qué gran poder tiene a la hora de atrapar

nuestra atención.

Como no es cuestión de hacer aquí un estudio por meno-

rizado de la gran cantidad de tipos diferentes de sonrisas

que hay, ¡hasta cincuenta llegó a diferenciar Paul Ekman!,

nos vamos a centrar en dos tipos de sonrisas que frecuen-

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temente observamos a nuestro alrededor: la sincera y la

que no lo es, esta última la llamaremos «social» y sería, pa-

ra no andar nos con eufemismos, la falsa. Es fácil distinguir-

las:

• La sonrisa sincera. Aquella que hacemos cuando esta-

mos felices de verdad. Se activan dos músculos en

nuestro rostro: uno, bajo las mejillas, que hace que los

laterales de los labios se muevan simétricamente hacia

arriba, y el otro, bajo los ojos, que provoca, al

contraerse, unas arruguitas laterales en ellos, las tan re-

nombradas «patitas de gallo».

• La sonrisa social. Es esa sonrisa que ponemos adrede

porque el momento lo pide. Imaginemos una foto de

grupo en la que no nos apetece colocar nos y casi se

exige sonreír para la instantánea. En este caso, nuestro

cerebro solo activa un músculo, el más evidente, el que

hace subir los laterales de los labios. Pero los ojos se-

guirán sin cambio alguno.

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Qué gran verdad esa frase que afir ma que «se sonríe con

los ojos». Por este motivo, me parece un importante error

comunicativo borrar con programas de edición de imagen

esas patitas de gallo en modelos publicitarios que tratan de

transmitir nos felicidad por llevar una deter minada prenda

de vestir, por hacer un viaje… En tales casos es fácil que a

nuestro cerebro algo no le encaje y, en consecuencia, se

pierda parte del contenido emocional del mensaje comer-

cial.

Se ha comprobado en diversos experimentos científicos

que hay personas que consiguen detectar con más facilidad

cuándo una sonrisa es verdadera o social. No es casuali-

dad, viene motivado por la necesidad del ser humano de

aceptación e integración en el grupo. Aquellas personas

que han sufrido problemas de este tipo han desarrollado

una capacidad especial para saber cuándo son aceptadas o

no. No queremos sentir nos aislados, y eso nos lleva a bus-

car en las personas cercanas pistas que nos per mitan saber

si podemos entrar en el grupo y ser aceptados, siendo sus

sonrisas sinceras o falsas una clara señal.

De todos modos, una sonrisa fingida no significa necesa-

riamente que esa persona sea una mentirosa o una hipócri-

ta. La ponemos como un mero acto comunicativo positivo,

incluso con desconocidos, dado que nuestro cerebro sabe,

aunque puede no ser consciente de ello, que sonreír abre

puertas, establece lazos, y que con una sonrisa resultamos

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más amables o incluso educados. Y por eso la utilizamos,

por ejemplo, en la foto de grupo que ya hemos comenta-

do, cuando llegamos a un nuevo trabajo o en eventos so-

ciales donde nos presentan a desconocidos.

En cualquier caso, si para los seres humanos la sonrisa es

la expresión emocional que voluntariamente podemos rea-

lizar con mayor facilidad, es porque «sabemos» de su gran

efecto conquistador. Ya lo decía William Shakespeare: «Es

más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con

la punta de la espada».

La tristeza

Veo en muchas ocasiones por televisión a personas que

cuentan historias muy tristes para conseguir donativos. Al-

gunas de ellas hemos sabido que son falsas, ¿en qué debo

fijarme para saber si me tengo que creer la historia?

Sabremos si a una persona le produce auténtica tristeza lo

que nos está contando, escucha o ve por la activación mus-

cular que se produce bajo sus cejas. ¿Y cómo lo vemos?

Podríamos decir que la parte superior del rostro se nos

triangula. Las cejas se elevan por la parte inter na en V in-

vertida y, si es muy marcada, además la barbilla asciende y

los labios for man una U también invertida, es lo que sole-

mos llamar «el puchero del bebé». Si bien lo que no suele

faltar nunca es la orientación de las cejas, tal y como pode-

mos ver en el siguiente dibujo:

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FIN DEL FRAGMENTO

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