Jean Jacques Rousseau
Jean Jacques Rousseau
Jean Jacques Rousseau
2. Rousseau apuesta por una sociedad donde reine el bien común. Dónde el hombre tenga
mayor autoridad de sus acciones y pueda tener libertad en sus decisiones, siempre y
cuando respeten las normas de una sociedad. Por un lado, habla de su concepción de
educación. Para él la educación tradicional oprime y destruye la orientación natural del ser
humano.
Sus fines educativos no son individuales, sino también sociales. Los hombres nacen libres y
buenos pero la educación va anulando esto progresivamente. Lo ideal es una educación
que conduzca al desarrollo natural del niño. La educación tradicional basada en los libros y
la memorización es artificial y repetitiva. El niño debe aprender por sí mismo, aprender a
pensar e interactuar en contacto directo con las cosas y con la naturaleza. La educación
tiene como objetivo formar un hombre libre, el desarrollo de la intuición y del
sentimiento. La moralidad se fundamenta en sentimientos naturales como el amor,
sentimientos que la educación ha de potenciar. Si esto fuera así, aparecería el ciudadano,
un ser humano que tendría sus raíces en la bondad de la naturaleza humana. Donde la
libertad que hace virtuoso al ciudadano, requiere el reconocimiento de la igualdad, que no
es comprensible para quien ignora al hombre natural.
Los antiguos políticos hablaban sin cesar de costumbres y de virtud; los nuestros hablan
tan sólo de comercio y de dinero.
Por ende, sostenía que la idea de la virtud es una pasión que en la modernidad ha sido
desplazada por el afán mercantilista y la institución social de la desigualdad. Pero también
demuestra que la decadencia de la virtud no es un fenómeno exclusivamente moderno,
sino también intrínseco a la salida del estado natural del hombre.
Rousseau, por su lado, hará una reivindicación de la virtud antigua que, lejos de
conducirnos hacia el racionalismo de la filosofía política clásica, identificará lo bueno con
la pasión natural fundamental del hombre, la compasión, dejando planteada la
superioridad de la virtud natural sobre la virtud civil, superioridad que nos enfrenta con la
dificultad insuperable que suscita el conflicto inextirpable entre el individuo y la ciudad.
Rousseau argumenta que, en el estado natural, los seres humanos son inherentemente
buenos porque no conocen ni practican la maldad. En su obra más famosa, "El contrato
social" (1762), Rousseau afirma que "el hombre es bueno por naturaleza". Esto significa
que los seres humanos no nacen con instintos maliciosos o inclinaciones perversas, sino
que son moralmente neutrales en su estado natural. Su bondad radica en su capacidad
para la compasión y la empatía, así como en su capacidad para vivir en armonía con la
naturaleza y sus semejantes.