Formación Del Estado Historia 3ero

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C.P.E.M. N°8 HISTORIA 3er año Prof.

Natalia Leon

La situación de los gauchos


Con la guerra por la independencia (1812 – 1816), los hacendados sufrieron suertes diversas. Muchos
de aquellos que se vieron involucrados directamente en la guerra salieron muy perjudicados; perdiendo en
las escaramuzas gran cantidad de productos del campo, ganado, animales de transporte, bienes muebles e
inmuebles y, por sobre todo, mano de obra. Esta gente del campo, o gauchos, eran sistemáticamente
reclutados por el ejército. Por otro lado, aquellos hacendados que no estaban en las zonas de conflicto,
debieron contribuir también con hombre, ganados y caballadas, pero perdiendo mucho menos que sus
otros colegas.

Es por ello que muchos peones rurales o de transportes fueron enrolados por el ejército; la
consecuencia fue la escasez de mano de obra, lo que produjo demoras en el tráfico de mercaderías, ya que
las carretas quedaron sin personal, y lo mismo ocurrió con las actividades en las estancias.

Si bien la guerra de independencia generó una crisis económica en varias regiones, la posición social de
los grupos hacendados, en general, no descendió sino que se hizo más fuerte después de 1816. Muchos de
los individuos que deambulaban libremente por las campañas,
comenzaron a reunirse alrededor de algunos hacendados en
parte a lo difícil que se presentaba la subsistencia por cuenta
propia pasando a conformar unas relaciones de poder
caracterizadas por cierta dependencia hacia los hacendados o
patrones.

Ya entrado en la segunda década del siglo XIX, caracterizada


por conflictos políticos entre Buenos Aires y las provincias, estos
patrones o jefes de campaña buscaron conformar pequeños
ejércitos privados cuyos soldados se reclutaban de entre la mano de obra con la que contaban. Muchas
veces este reclutamiento era forzado o bajo amenaza y, también, se buscaba cooptar a "los vagos y mal
entretenidos ", una categoría que buscaba describir a aquellos gauchos que se resistían a vivir una vida
atada a una familia o a un patrón, que seguían sin establecerse en una hacienda.

Desde el inicio de la guerra de independencia hasta la caída de Juan Manuel de Rosas (gobernador de
Buenos Aires entre 1835 y 1852), el gaucho era considerado como un elemento muy necesario. Por un
lado, el gaucho era la mano de obra en una economía agrícola-ganadera destruida por la guerra. Y por el
otro, el gaucho conformaba la mayoría de los ejércitos de los patrones y caudillos que se enfrentaron en
las guerras civiles acontecidas después del año 1820.

Ya entrando en una nueva etapa, en donde se buscaba la conformación de un único Estado para el
territorio. El nuevo gobierno nacional, desde 1853, se entregó a una lucha contra las montoneras del
interior rebeldes a su autoridad hasta casi 1880. Asociaban al gaucho con el término bandido; y muchas de
sus políticas tenían como objetivo eliminar al gaucho del territorio ya que representaba la barbarie y el
salvajismo.

El gaucho debía ser exterminado o, en el mejor de los casos, educado para que pudiera ser parte de un
Estado Argentino moderno y económicamente estable que buscaba parecerse a las potencias europeas de
la época.

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En cambio, los caudillos que tuvieron a su lado a gauchos, revalorizaron esta palabra, como Güemes, o
el “Chacho" Peñaloza. Para estos líderes el gaucho era la esencia de la lucha, el coraje y la libertad. Los
gauchos de las montoneras tenían, en su mayoría, ocupaciones definidas (como artesanos, talabarteros,
trenzadores, arrieros, criadores y peones asalariados) y eran casados. Para esta época, llevaban
generalmente una vida estable, consideraban su participación en la montonera como una especie de
servicio militar que hacían en adhesión a un jefe. Por lo que eran recompensados generalmente con buena
alimentación, ropa, y a veces con una paga. Conservaban la jerarquía militar alcanzada por sus actuaciones
y eran castigados por los jefes o el caudillo en caso de saqueos o violaciones a la propiedad privada: el
caudillo debía procurar que se mantuviera el orden establecido, para preservar la economía regional.

TRABAJO PRÁCTICO: “LA SITUACIÓN DE LOS GAUCHOS”

1. ¿Sabes de qué hablamos cuando mencionamos las “guerras de independencia”? Construyamos una
breve explicación con lo que recuerdas de primaria, preguntas a adultos y las explicaciones de clase

2. Si tuviéramos que describir y/o dibujar a los actores sociales que mencionamos: ¿Qué podríamos
decir de los hacendados? ¿Y de los gauchos? ¿Y los caudillos?

3. ¿Y las mujeres del siglo XIX? ¿Qué roles cumplían? Podemos elaborar algunas conclusiones sobre su
invisibilidad en los libros de Historia y crónicas.

4. ¿Qué cambio en la idea o interés que se tenía por el gaucho entre principio de siglo XIX y mediados
del siglo XIX? ¿Por qué se dio ese cambio de concepción?

5. ¿Por qué los caudillos siguieron revalorizando la figura del gaucho?

6. ¿Qué podemos decir de “PEÑALOZA” o “GÜEMES”?

Investiga su biografía o la de otro caudillo. Realiza una ficha con los datos más sobresalientes para
exponer

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Construcción del Estado moderno Argentino

EL ESTADO NACIONAL SE CONSOLIDA (1862-1880)

Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda fueron los tres presidentes de la
Argentina unificada en el período comprendido entre 1862 y 1880. En esos dieciocho años, el Estado
nacional creó instituciones nuevas, reformuló otras anteriores y definió sus leyes para ofrecer una imagen
confiable y sólida frente a los Estados extranjeros. De estos se esperaban oportunidades comerciales,
inversiones de capital y también muchos inmigrantes deseosos de instalarse en la Argentina.

El Estado nacional, según se declaró en la Constitución de 1853, se basaba en la divi-sión republicana de


poderes. El Poder Ejecutivo quedaba en manos de un presi-dente de la República con amplias
atribucio-nes, que contaba con el auxilio de un
con-junto de ministros.

El Poder Legislativo disponía de dos cámaras. La


cámara de Diputados estaba conformada por los
representantes provin-ciales, cuyo número debía ser
proporcional a la cantidad de población de cada una
de las provincias. La cámara de Senadores, en
cambio, disponía igual número de represen-tantes
para cada provincia. Por este motivo, el Senado
funcionó como un órgano representativo de los
intereses del Interior, cada vez menos poblado.

Por último, el Poder Judicial disponía de una Corte Suprema que debía preservar su autonomía frente a los
demás poderes.

Guía de lectura:

1. ¿Cuál era el objetivo principal para la consolidación del Estado nacional?

2. ¿Cuáles fueron los conflictos que debió enfrentar el Estado nacional en el período de su consolidación?

3. ¿Cuáles fueron los instrumentos que desarrolló el Estado nacional para lograr el orden?

La capitalización de Buenos Aires

La cuestión clave de la capitalización de Buenos Aires se resolvió durante los últimos meses del gobierno
de Nicolás Avellaneda.

En ese entonces, los gobernadores de Córdoba, Entre Ríos, Santa Fe, Tucumán, La Rioja y Santiago del
Estero conformaron la Liga de Gobernadores para apoyar la candidatura de Roca en la sucesión a la
presidencia. Su adversario era el gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, autonomista y enemigo de la
capitalización de la provincia.

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Tejedor, que solo contaba con el apoyo de su propia provincia, comenzó a prepararse militarmente para
enfrentar al gobierno nacional. Declaró a las autoridades nacionales “huéspedes" de la provincia y el 2 de
junio recibió una carga de armamentos para las milicias de Buenos Aires.

El presidente Avellaneda se refugió en Belgrano (que aún no formaba parte de la ciudad) y solicitó el
auxilio del Ejército nacional. Los días 20 y 21 de junio se combatió en Barracas, Puente Alsina y Los
Corrales. Finalmente, con la mediación de Mitre, se dispuso el desarme de las fuerzas provinciales y la
renuncia de Tejedor.

La ley de Capitalización se sancionó el 21 de setiembre de 1880, previa disolución de la Legislatura


bonaerense.

Como resultado de la superación de todos estos obstáculos, el general Roca asumió la presidencia en 1880
en una situación de gran fortaleza política.

Los objetivos del nuevo Estado

El objetivo principal en la formación del nuevo Estado era sustentar una organización confiable y superar
el desorden político y la guerra permanente de la primera mitad del siglo xix. Los grupos dirigentes
pensaban que una vez establecido el orden, sería posible el progreso económico.

En principio, ese orden suponía la ausencia de conflictos internacionales y el fin de la oposición interna
armada al nuevo Estado nacional. Sin embargo los problemas externos no pudieron evitarse, como ocurrió
durante la guerra del Paraguay.

Además, en el Interior se produjeron importantes rebeliones que fueron derrotadas por el gobierno
nacional. En La Rioja, los caudillos Felipe Varela y Ángel Vicente "Chacho” Peñaloza se levantaron contra las
fuerzas nacionales y, en Entre Ríos, la rebelión de Ricardo López Jordán también puede entenderse como
una resistencia al Estado nacional.

Las rebeliones internas

En 1862 el caudillo riojano Ángel Vicente Peñaloza se levantó contra el gobierno nacional. Contaba con el
apoyo de los federales de San Juan, San Luis y, más tarde, también de Córdoba y Catamarca. A pesar de
que los seguidores del “Chacho* formaban una fuerza numerosa (cerca de 2.000 hombres), las tropas
enviadas por Mitre derrotaron a los rebeldes y su cabecilla en 1863.

El movimiento fue continuado por un lugarteniente de Peñaloza, Felipe Varela, que fue muy popular
porque se opuso a la guerra del Paraguay. En 1867, está rebelión también fue derrotada.

En Entre Ríos la oposición provino de los adversarios de Urquiza, que después de la unificación intentaba
concretar un acercamiento con Buenos Aires. En 1870, tras la visita del presidente Sarmiento, una
revolución provocó el asesinato de Urquiza. Como resultado, Ricardo López Jordán, caudillo opositor y
sospechoso del asesinato, fue elegido por la Legislatura provincial para concluir el mandato del
gobernador. La respuesta del gobierno nacional fue la intervención armada de la provincia.

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Los instrumentos para lograr el orden

Para alcanzar el orden que se buscaba, en primer lugar,


resultaba imprescindible la formación de un ejército
nacional que, además de afrontar posibles amenazas
extranjeras, impusiera su autoridad en todo el territorio.
Para ello era necesario disolver primero las Guardias
Nacionales de las provincias, que podían oponerse al
nuevo ejército y crear focos alternativos de poder. Por
otro lado, movilizar un ejército suponía destinar muchos recursos y, en efecto, Sarmiento, Mitre y
Avellaneda le dedicaron gran parte del presupuesto estatal a su formación profesional y a su
mantenimiento (durante sus gobiernos se crearon el Colegio Militar, la Escuela de Náutica y la Escuadra
Nacional), y lo dotaron de armamento moderno.

En segundo lugar, era preciso fijar reglas claras para inspirar la confianza de las naciones extranjeras. En
estos años se realizó una intensa tarea de codificación. Se aprobaron el Código de Comercio y el Código
Civil, que terminaron de darle forma al orden jurídico liberal fijado por la Constitución de 1853 y
aseguraron la propiedad privada, una de las bases del orden liberal.

En tercer lugar, era necesaria una organización estatal que, entre otras tareas, se encargará de recaudar
impuestos para sostener al Estado. En consecuencia, se comenzó a desarrollar una importante planta de
funcionarios que vivían del Estado.

Por último, el Estado debió esforzarse por crear entre sus ciudadanos un sentimiento de pertenencia a la
nación o de identidad colectiva. Para ello, tuvo que salvar grandes diferencias políticas y fuertes
identidades regionales, e incorporar a una creciente inmigración extranjera. Las políticas educativas fueron
fundamentales en el intento de instalar la identidad argentina entre sus ciudadanos y, especialmente
durante la gestión de Sarmiento, se hicieron importantes inversiones en ese sentido.

Otras iniciativas necesarias para conquistar el orden quedaron pendientes o se concretaron hacia el final
del período. Entre las cuestiones pendientes, la Iglesia siguió controlando asuntos centrales para el Estado,
como el registro de los nacimientos, matrimonios y defunciones y parte de la educación básica. En cambio,
el avance de la frontera indígena y la capitalización de Buenos Aires fueron resueltos a último momento.

La guerra del Paraguay

Entre 1865 y 1871 el gobierno del Paraguay tuvo que enfrentar


una alianza militar integrada por Argentina, Brasil y Uruguay. El
pretexto para el comienzo de la guerra fue la intervención de
Paraguay y Brasil en la guerra civil disputada entre los partidos
Blanco y Colorado del Uruguay.

Paraguay solicitó permiso al gobierno argentino para atravesar


con sus tropas el territorio correntino y colaborar con los blancos.
El presidente Mitre, a quien se consideraba simpatizante del

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Partido Colorado, no concedió la autorización. La respuesta del presidente paraguayo Francisco Solano
López fue una declaración de guerra, a la que Mitre concurrió en alianza con Brasil y Uruguay.

La guerra no contó con demasiadas adhesiones entre la población argentina, a pesar de que el ejército
aliado obtuvo importantes éxitos militares. La resistencia militar paraguaya se prolongó penosamente
hasta 1870. En marzo de ese año se firmó la paz, favorable a los aliados. La participación de la Argentina en
la guerra contribuyó al fortalecimiento del ejército nacional, institución imprescindible en la formación del
Estado. Para el Paraguay, la guerra fue completamente ruinosa ya que devastó su economía y a buena
parte de su población masculina adulta.

El avance de la frontera indígena

Las políticas de los gobiernos nacionales hacia los indígenas implicaron una ruptura radical con el pasado.
Durante el gobierno de Rosas la política indígena combinaba las expediciones armadas con las
negociaciones con los caciques. Estas suponían el intercambio de ganado y alimentos por auxilios en la
defensa de la frontera. Con la caída de Rosas el sistema entró en crisis, aunque, en cierta medida continuó
durante la etapa de secesión.

En cambio, a partir de la presidencia de Avellaneda, el gobierno nacional comenzó una política ofensiva
que no dejaba lugar para las alianzas. Su primer ministro de Guerra, Adolfo Alsina, logró incorporar de
manera efectiva 56.000 km2 de tierras. Su proyecto contemplaba la construcción de una zanja defensiva
que consolidara el control del territorio e impidiera los arreos de ganado por parte de los indígenas.

Julio A. Roca, que lo siguió al frente del ministerio, impulsó un plan que suponía la ocupación total del
territorio. La “conquista del desierto" de 1879
concluyó con el sometimiento del cacique araucano
de Neuquén, Valentín Sayhueque, y condujo a la
expulsión de las tribus que habitaban el territorio.

En 1878, durante la presidencia de Nicolás


Avellaneda, se iniciaba la "Campaña al Desierto",
llamada así por la historiografía oficial. Al mando del
ministro de guerra Julio A. Roca, el Estado argentino
se propuso extender la frontera al sur de la campaña
bonaerense avanzando sobre las tierras indígenas
teniendo como consecuencia la desarticulación y
desmembramiento de dichas comunidades, a la vez que fortalecía el proyecto de construcción del estado
de la dirigencia (terrateniente y estanciera) consolidando la hegemonía del Partido Autónomo Nacional
(PAN) e incorporando ciento de miles de hectáreas para el naciente modelo agroexportador. Hasta 1880 el
Estado argentino no había completado la ocupación del territorio que reclamaba como propio.

Las zonas no controladas por el Estado eran dos: hacia el norte el Gran Chaco y hacia el sur se extendía la
Pampa y la Patagonia. La campaña militar implicó el avance estatal en la región sur y oeste de Buenos aires,
la Pampa, Sur de Córdoba, San Luis y Mendoza; además de la región norpatagónica de Neuquén y Río Negro.

La mayor parte de la población indígena que allí habitaba fue apresada y quedó a disposición del gobierno
nacional. Una vez apresadxs, lxs indígenas eran trasladadxs y confinadxs en distintos espacios de encierro

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dependientes del Ejército y la Marina con el objetivo de “civilizarlos” donde los bautizaban y cambiaban sus
nombres, para luego pasar al sistema de reparto que implicaba la distribución de manera forzada en
emprendimientos productivos (estancias, ingenios, viñedos, canteras, etc.). En cuanto a las tierras obtenidas,
el Estado vendió, a muy bajo precio, más de 41.000.000 hectáreas en una zona de enorme productividad
agropecuaria, cuya propiedad se concentró en manos de un pequeño grupo de no más de 541
terratenientes, cerrando el camino una vez más la posibilidad de acceso a la tierra de los inmigrantes
europeos del período. Por último, el impacto político no se debe menospreciar. Con la conquista territorial,
la oligarquía terrateniente se fortaleció y consolidó políticamente conformando el Partido Autonomista
Nacional que gobernó de forma ininterrumpida durante 36 años.

Para trabajar con algunas fuentes: Distintas miradas

Según relata Gregorio Álvarez, a este parlamento asistió un gran número de guerreros, mujeres y
ancianos, dispuestos a escuchar las discusiones acerca de tan crucial disyuntiva que tenían que enfrentar:
ir a la guerra o entregarse inerme al invasor. De acuerdo a los testimonios recogidos por el citado autor,
Purrán habría pronunciado en esa ocasión el siguiente discurso:

“El huinca pillo y ladrón, una vez más nos amenaza con traernos la guerra para apoderarse de muestro
mapu [tierra] y nuestro cullín [hacienda]. Si nos quita lo que más queremos, ¿adónde iremos a parar?
¿cómo podremos vivir?. Nuestra suerte ha sido siempre sufrir, ¿hasta cuándo hemos de aguantar la
insolencia del intruso que se ampara en su tralcas y nos matan sin piedad. ¿No tienen ellos un dios como lo
tenemos nosotros que les ilumine el pensamiento y le haga comprender la injusticia que cometen? ¿no
somos acaso hombres como ellos? ¿no tenemos familia, mujeres, niños y ancianos que no pueden
defenderse y han de sufrir la guerra que nos hacen? […]El huinca al parecer no quiere hacer tratos con
nosotros ¿Acaso los pehuenches tenemos la culpa de que los huilliches salineros y ranquilches les hagan los
malones?… Quiere robarnos nuestras tierras para hacer pueblos y obligarnos a trabajar para su provecho.
Quiere privarnos de nuestra libertad, quiere acorralamos contra la cordillera y echarnos de nuestros
campos donde nacieron nuestros padres, nuestros hijos y deben nacer nuestros nietos; quiere llevarnos
cautivos a nuestra mujeres, a nuestros hijos para servir como esclavos en las ciudades; quiere que no
defendamos nuestra libertad como hombres porque quiere que muramos como trehuas [perros]. Cada día
es más triste nuestra vida.”

https://masneuquen.com/purran-y-el-ultimo-auca-trabun/

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“Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin
poderlo remediar. ...no son más que unos indios asquerosos a quienes
mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos
indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su
exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe
exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio
instintivo al hombre civilizado”. (Sarmiento)

“No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es


preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla, incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de
seres humanos esos salvajes (…) Son bípedos implumes de tan infame condición, que nada se gana con
tratarlos mejor”. (Sarmiento a Mitre)

“Si los pobres de los hospitales, de los asilos de mendigos y de las casas de huérfanos se han de morir, que
se mueran. (…). El mendigo es un insecto, como la hormiga. Recoge los desperdicios. De manera que es útil
sin necesidad de que se le dé dinero. ¿Qué importa que el Estado deje morir al que no puede vivir por sus
defectos?”. (Sarmiento, 1859)

“Cuando decimos pueblo, entendemos los notables, activos, inteligentes: clase gobernante. Patricios a cuya
clase pertenecemos nosotros, pues no ha de verse en nuestra Cámara (Diputados y Senadores) ni gauchos,
ni negros, ni pobres. (…) No queremos exigir a la democracia más igualdad que la que consienten la diferencia
de raza y posiciones sociales. Nuestra simpatía para la raza de ojos azules”. (Sarmiento, 1866)

En: historiadeneuquen.blogspot.com/2014/09/lo-que-pensaba-sarmiento-de-los-pueblos.html

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