Historia Antigua Del Peru (1860) - Lorente Sebastian

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HISTORIA

ANTIGUA
HISTORIA
ANTIGUA

DEL P E R U
POR

SEBASTIAN LORENTE

LIMA
S E V E N D E EN LA L I B R E R I A DE M A S Í A S
Y E N EL COLEGIO DE N. S. DE G U A D A L U P E

1860
El Perú lleva ya muchos siglos en la carrera de la
civilización. Si todavía se esconden hordas de feroz
rudeza entre selvas incultas, en cuya espesura pene-
tran con igual dificultadlos rayos del sol y las luces de
la inteligencia; desde la antigüedad mas remota apa-
recen en las tierras descubiertas tribus de índole dulce
y amantes de la vida civil; á las orillas del mar v i -
viendo en la abundancia con los dones de la pesca; en
las alturas satisfaciendo sus necesidades con los pro-
ductos de la ganadería; y donde quiera, que el suelo
se presta al cultivo, añadiendo los beneficios de la in-
dustria agrícola á los frutos espontáneos y á los recur-
sos precarios de la caza. La cultura de los Peruanos,
i. i
2 PROLOGO,

si no se mueslra contemporánea de los antiguos impe-


rios de Oriente, de donde al parecer recibió las pri-
meras inspiraciones; revela al menos su existencia
allá en lejanos siglos por monumentos de imponente
grandeza, por ruinas de poblaciones, que tuvieron
su asiento sobre otras ruinas, y por los restos de una
agricultura tan extendida como adelantada.
Misterioso es el origen de los antiguos Peruanos,
como el de todos los pueblos cpie con el largo tras-
curso de las generaciones llegaron á olvidar la patria
de sus mayores y se creyeron originarios del suelo,
donde habitaban ; recuerdan sin embargo la cuna de
la humanidad por analogías de raza y de carácter, por
creencias é instituciones, por las costumbres-y el len*
guage. Las corrientes de emigración, que desde el Asia
central ha enviado el genero humano hacia Oriente y
Occidente, se encontraron desde tiempo inmemorial
en el Perú, verdadera tierra de promisión para ios que
no están bien en su suelo nativo ; los hombres de cabeza
prolongada y ios de cabeza redondeada, las castas in-
quietas y las amigas del reposo hicieron aquí alto,
después de su fatigosa peregrinación, unos al través de
los continentes con pequeños viages de mar, y otros
PROLOGO. 3
habiendo navegado el Pacifico con algún descanso en
las esparcidas islas. El terreno feracísimo y el clima
saludable les permitieron crecer y multiplicarse, y lle-
nar esta vastísima región. Algunas hordas perdidas
en la inmensidad de los bosques, ó en lucha continua
con una naturaleza enemiga, de gigantesca energía
olvidaron las tradiciones primitivas y cayeron en la
mas profunda barbarie; pero el mayor número de los
Peruanos bajo las benignas influencias de un cielo
favorable á la constitución humana adquirió un carác-
ter dócil, bondadoso y altamente dispuesto á progre-
sar bajo un buen gobierno.

Las prácticas communes del culto, las reuniones


festivas, las relaciones del comercio y los terribles en-
cuentros de la guerra con la frecuencia inevitable,
cuando la sociedad no está aun cimentada sobre el
derecho, pusieron en contacto á las familias y á las par-
cialidades; los gérmenes de unión y de progreso social
se desarrollaron ya con secreta suavidad en medio de
apacibles comunicaciones, ya entre sacudidas, que se
dejaban sentir con violencia suma; se levantaron
grandes poderes, y se propagaron algunas institucio-
nes civiles; pero en el antagonismo ó aislamiento de
4 PROLOGO.

las fuerzas sociales las influencias civilizadoras debían


cruzarse, flaqueary á menudo destruirse; las grandes
instituciones y los grandes poderes eran efímeros. Ha-
bía numerosos focos de civilización; pero era sobre
manera difícil que ninguno de ellos irradiase sobre
toda la nación; y aun podia temerse que por el des-
borde de las pasiones políticas, ó por alguna catástro-
fre natural llegasen á desaparecer dejando solo vesti-
gios fugaces y monumentos difíciles de comprender
por las generaciones venideras.
La Providencia que nunca deja de enviar á los pue-
blos el hombre necesario, hizo que apareciera en el
favorecido valle del Cuzco Manco Capac, el genio be-
néfico, que con el poder de una idea tan sencilla como
fecunda, debia convertir las fuerzas rivales en elemen-
tos armónicos de nacionalidad, y establecer entre sus
compatriotas la solidaridad mas admirable en los tra-
bajos y en los goces. Manco Capac presentándose como
hijo del Sol y como enviado por su divino padre para
dominar los pueblos con los beneficios de una civiliza-
ción superior dio principio al vastísimo imperio de los
Incas y sentó sobre cimientos indestructibles la unidad
nacional del Perú.
PROLOGO. 5

Los sucesores de Manco Gapac avanzaron desde luego


con la prudente calma de los misioneros, esperando
mas de la razón que de la fuerza y obrando sobre las
tribus vecinas mas con las promesas que con las amena-
zas. Sus progresos fueron muy lentos en los primeros
siglos, y su dominación no se extendió sólidamente
sino en las regiones cercanas al Cusco donde la nueva
civilización estaba protegida por fuertes barreras na-
turales, ó por la debilidad de los pueblos limítrofes.
Cuando en posesión de fuerzas respetables y habiendo
crecido, como es propio del corazón humano, su deseo
de engrandecerse con el sentimiento de su propia
grandeza, aspiraron los Incas á conquistas mas vastas
y á poner bajo su yugo enemigos formidables; hubie-
ron de sufrir los azares de la guerra, y aun se vieron
expuestos á perecer con toda su raza cerca de su ve-
nerada capital; pero habiendo salido victoriosos de
esta prueba suprema, se avanzaron sin peligro, aun-
que no sin rudos combates hasta los confines del Maule
en Chile, y los de Angas-Mayu al Norte del Ecuador;
así se formó un imperio rival de los grandes imperios
del Asia por la extensión del territorio, y superior á
todos ellos por el carácter verdaderamente extraordi-
6 PROLOGO.

nario de Jas instituciones, por el orden social y por el


bienestar de los pueblos.
Los Incas habian hecho de su imperio una sola fa-
milia por la solidaridad de destinos, y un convento por
la regularidad de vida. Ninguno de sus subditos estuvo
expuesto á los sufrimientos de la mendicidad, ninguno
á los peligros de la holgazanería; porque todos tuvie-
ron asegurada la subsistencia y á todos se prescribió
una tarea social. La dulzura de costumbres se genera-
lizó con el culto del sol. Los crímenes huyeron faltos
de tentación y ciertos del castigo. Las artes se perfec-
cionaron en la paz. Obras colosales de interés público
se levantaron mediante el trabajo secular de ejércitos
de operarios. Y mientras en el interior se hacia sentir
en todas partes la acción previsora de un gobierno pa-
ternal, se propagaba á lo lejos la chilizacion imperial
por la razón y por la fuerza.

Pero la civilización de los Incas no era duradera; no


era sino la mejor preparación á la cultura superior del
cristianismo. Mas apreciable por la regularidad, que
por los elementos de progreso, y menos sólida que
brillante debia gastarse por sí misma, falta de movi-
miento interior, cuando la grandeza del imperio pu-
PROLOGO. 7

sieraun límite á su expansión exterior; y conservando


entonces apariencias engañosas de prosperidad sin la
realidad de la fuerza, estaba expuesta á caer al primer
golpe de un invasor enérgico. Los hijos del sol habían
abolido la libertad humana y sacrificaron la familia á
la comunidad, la propiedad privada á la propiedad
social y la patria al Dios-Rey. Comprimida la energía
de los individuos bajo una teocracia absorbente, y ha-
ciéndose cada dia mas difíciles el progreso y la reforma
con el feudalismo que pesaba sobre toda la sociedad,
con la guerra sagrada á todos los pueblos y con la ser-
vidumbre en el estado y en la casa debia agravarse de
día en dia la abyección general, y entregarse las clases
superiores á la corrupción que precede de cerca á la
ruina de los imperios.
Hé aquí por que el de los Incas fué luego sojuzgado
por los Españoles del siglo diez y seis, esos hombres
de hierro y de entusiasmo ferviente, que emprendieron
la conquista del nuevo mundo con el valor sublime del
Cid, con la exaltación religiosa de los cruzados, y con
la fiebre dorada de los tiempos modernos.
Aunque la antigua civilización del Perú no recobrará
jamás su imperio, no ha dejado de presentar un inte-
8 PROLOGO,

res múltiplo, el interés de las grandes ruinas que tanto


atractivo tienen sobre las almas generosas, el interés
de la venerable antigüedad, y el de las cosas extraor-
dinarias que excitan fuertemente la curiosidad. Siem-
pre agradará contemplar aquella magnífica cultura,
que tan singularmente contrastaba con los horrores y
miseria de la barbarie circunvecina; siempre serán ad-
mirados aquel poder colosal, que surgió de tan hu-
mildes principios, aquella opulencia, que superó las
ficciones de la poesía, aquellas obras gigantescas lle-
vadas á cabo sin ciencia y casi sin instrumentos, aque-
llas instituciones socialistas que tan abiertamente
chocan con las aspiraciones del corazón, y que sin em-
bargo rigieron en países tan vastos y por tanto tiempo;
y ningún amante de la humanidad dejará de pagar su
tributo de reconocimiento al genio extraordinario que
hizo á los Peruanos tantos beneficios.
Si la civilización antigua del Perú ofrece un interés
general á los hombres de todos los países, tiene para
nosotros el de la actualidad y el del porvenir. Ella está
personificada en monumentos, que aun subsisten, vive
en nuestras costumbres, é influye sobre nuestra mar-
cha social y política; quien la ignora, no puede com-
PROLOGO. 9

prender nuestra situación, ni dirigir la sociedad con


acierto. La influencia, que su conocimiento está lla-
mado á ejercer sobre nuestros sentimientos, excede en
importancia á las luces que nos dá para comprender
el presente. Por la grandeza pasada presentiremos la
futura; y conociendo mejor lo que puede ser el Perú,
cooperaremos con mayor resolución á su engrandeci-
miento. Lo que en otro tiempo hicieron las razas indí-
genas, es indicio seguro de lo que la civilización debe
esperar de ellas; y revelándosenos tan claramente su
capacidad, estaremos lejos de ceder á las injustas
cuanto funestas preocupaciones que condenan á los
Indios á una destructora servidumbre por su preten-
dida inhabilidad, y al país á no esperar mejoras de la
mayoría de sus habitantes.
Decidido yo á escribir la historia del Perú que ha
llegado á ser mi estudio constante por muchos años,
no he podido desconocer el interés de tan importante
período; olvidado el cual la civilización nacional ha-
bría sido para mí un enigma indescifrable, por no ha-
berla tomado desde sus primeros orígenes. Deseando
abrazar la vida del Perú en su evolución progresiva;
darme razón de los hechos, ligándolos á sus causas y
10 PROLOGO.

á sus consecuencias, y presentar á los demás una idea


clara del conjunto, una imagen viva de los grandes su-
cesos, y una enseñanza práctica; claro es que no po-
dia comprender la situación de la república sin haber
estudiado la época colonial, el coloniage sin el estudio
de la conquista, la conquista echando en olvido el im-
perio de los Incas, y el imperio, si desconocía la cultura
primitiva.

Dos consideraciones sinembargo de opuesta índole,


pero de igual resultado sobre mis determinaciones pu-
dieran haberme retraído de escribir la historia anti-
gua del Perú : es la primera, que aquella época se
presta difícilmente á la historia; y es la segunda que
esta historia está ya escrita por hombres de conocido
mérito.

Verdaderamente en la larga serie de siglos que pre-


cedieron al imperio de los Incas, ningún nombre pro-
pio fué legado á la inmortalidad : todo es igualmente
incierto, fechas, lugares y personages; los hechos se
suceden, nose continúan; parecen pues aquellos si-
glos tiempos vacíos para la historia, que debe seguir la
evolución de las fuerzas civilizadoras.

La época misma de los Incas con todo su esplendor


PROLOGO. 11

mas bien se presta á la epopeya, que á la historia. La


mayor parte de los sucesos están envueltos en las som-
bras, que sobre los hechos mas claros acumula el
tiempo : lo que hay de mas cierto, se halla casi siem-
pre oscurecido por las fábulas. La política de los Incas,
que quisieron dar á su dinastía un origen divino y la
falta de letras, han cubierto sus anales de un velo den-
sísimo. Las tradiciones populares, que pocas veces
pueden inspirar plena confianza, son entre los Indios
la guia mas infiel por la espantosa facilidad con que
forjaban y creían los cuentos mas absurdos. Con toda
la impresionabilidad de una imaginación infantil se
hacían luego cómplices de las imposturas oficiales, y
por su amor á lo maravilloso daban un aspecto sobre-
natural á los mas simples sucesos. Si el arroyo debe al
lecho por donde corre un tinte rojizo, es que todavía
están teñidas sus aguas con la sangre de los que en el
campo inmediato trabaron una lucha á muerte; las
piedras esparcidas son guerreros petrificados; los picos
de la cordillera, los árboles estraños, la fuente escon-
dida son también personages misteriosos; ningún ac-
cidente natural carece de una historia maravillosa,
ningún hecho de los hombres se recuerda seguí i
12 PROLOGO.

fué; todo pierde su carácter ó sus proporciones.


Ni los cantares, ni los quipos, losdosmedios que em-
plearon los Incas para fijar el recuerdo de los grandes
hechos, son mas seguros que las tradiciones: los can-
tares ya eran compuestos por los Haravec, poetas de la
Corte, para que la nobleza recordara las hazañas de
sus mayores, ya daban cuerpo á las impresiones de la
muchedumbre, siendo la inspiración de la poesía p o -
pular; los quipos eran ciertos manojos de cordeles con
variedad de colores y nudos, que con el color expresa-
ban la diferencia de objetos, y con los nudos el n ú -
mero ; estubieron confiados á empleados particulares
que llegaron á adquirir en su arte una perfección ma-
ravillosa, y cuya fidelidad parecía asegurada por leyes
severas, y con el nombramiento de varios quipoca-
mayos para un mismo registro, á fin de que sus testi-
monios se rectificasen reciprocamente; pero ni los c a n -
tares, ni los quipos llenaron bien su objeto. En los
cantares la historia no podía salir bien librada al aliar-
se con la poesía, habiendo tanto interés en desfigurar-
la, y tanta facilidad para conseguirlo; y como los q u i -
pos eran una escritura alegórica en la que c a m -
peaba con toda facilidad la fantasía, apesar de todos
PROLOGO. 13

los adelantos y de todas las precauciones, el sentido


quedaba tan indeterminado que los mismos quipoca-
mayos necesitaban tener separados los diferentes ma-
nojos para no confundir su significación; y una vez
perdida la explicación verbal por muerte de estos em-
pleados, ó desapareciendo el temor al gobierno impe-
rial, no hubo interpretación segura.

En vano entre los hombres de destrucción que solo


buscaban en el Perú riquezas y que ningún interés te-
nian en conocer la cultura de sus víctimas, vinieron
hombres de mérito que hicieron justicia á la civiliza-
ción de los Incas, y quisieron estudiarla. En vano el
gobierno español, ya por respeto á los usos del pueblo
conquistado, ya para regularizar el cobro de los tribu-
tos, pidió informes y promovió sabias investigaciones.
Honroso es a l a nación conquistadora el homenage pa-
gado á los vencidos, no solo por la ilustrada corte, por
magistrados rectos y por celosos misioneros, sino tam-
bién por simples particulares y por soldados rudos; y
á estos loables esfuerzos son debidos preciosos datos.
Pero los mas concienzudos investigadores hubieron de
conocer en breve los vacíos que ofrecían sus medios
de exploración; cada quipocamayo referia los hechos
14 PROLOGO.

á su manera oneciendo á las impresiones de locali-


dad; unos estaban en oposición con otros; y en todos
se descubría una ignorancia completa de las provin-
cias distantes y un estravio escesivo de la imaginación.
Las tradiciones eran disparatadas, ú ofrecían abiertas
contradiciones. La nobleza imperial que estaba en la
mejor situación de conservar los anales de su raza,
mostraba un interés ciego por enaltecer los Incas sobre
la naturaleza humana, como si realmente fueran hijos
del divino sol, exentos de flaquezas y de infortunios, y
siempre hubieran marchado de heroísmo en heroísmo,
y de prosperidad en prosperidad; los descendientes de
Manco se contradecían siempre que por el interés p a r -
ticular de su casa tenían que alegar un parentesco mas
inmediato con este ó aquel Inca; faltó por otra parte á
los investigadores el espíritu de critica necesario para
sacar la verdad de testimonios contradictorios. Quien
se dejo preocupar por la simpatía natural á la g r a n -
deza destruida, por el amor á la patria, ó por espíritu
de raza. Quien desconoció aquella cultura por algún
rasgo de barbarie de que ninguna civilización está
exenta,,ó por, que solo buscaba en los anales del Perú
los del antiguo continente. Muchos lo vieron todo al
PROLOGO. 15

través de ilusiones religiosas; y pocospodian resistir en


aquel siglo, al amor á lo maravilloso que nada com-
prende sin acontecimientos sobrenaturales, y sin apa-
riciones inonstrnosas.

Pudiera inferirse de todo esto que los antiguos tiem-


pos del Perú en parte tenebrosos y en parte fabulosos
están fuera del dominio de la historia. Mas aun entre
las nubes de la primera época, cuando la tradición en-
mudece, y los quipos no existen, se vislumbra la civi-
lización primitiva en las tumbas, en las ruinas y en el
suelo; y la cultura de los Incas, que se revela por t o -
dos estos medios, pudo ser también contemplada por
el observador europeo, cuando estaba en todo su vigor
y aun puede estudiarse en los monumentos esparcidos
por todo el país, y en las costumbres que dominan la
vida de los indios; el idioma mismo hace revelaciones
importantes sobre toda la antigüedad. No podemos por
lo tanto renunciar á una historia tan instructiva como
interesante que presenta al Perú bello, rico y grande
en el tiempo como lo es en el espacio; ni mirar con des-
den altas glorias, origen de la prosperidad actual y ga-
rantía de la grandeza futura; como nunca se han mirado
con indiferencia los primeros tiempos de Grecia y de
16 PROLOGO.

Roma que la imaginación pobló de fábulas, y en que la


historia apenas puede desprenderse de las tinieblas. Por
eso, si bien presentida mas que conocida la grandeza
del Perú, y perdida hasta ayer su existencia en la de la
metrópoli, no habia ni los vivos deseos ni la conciencia
clara, que multiplican las historias de las grandes n a -
ciones independientes; la de su antigua civilización no
ha dejado de ser objeto de numerosos, cuanto aprecia-
bles trabajos. Desde el siglo diez y seis hasta nuestros
dias no han faltado ni las investigaciones,ni los escri-
tos : diligentes observadores, sagaces anticuarios, h i s -
toriadores entendidos han recogido los hechos, a p u -
rado las congeturas y reproducido aquel interesante
período con verdad y con animación; estos nos admi-
ran por la riqueza de los pormenores y por la encan-
tadora sencillez del estilo y aquellos por la juiciosa
apreciación de los datos y por reflexiones sabias, a l -
guno por vastos cuadros, y no pocos por detalles de
gran valor.
Esta es la otra razón y en verdad la mas poderosa
por la que conociendo la debilidad de mi inteligencia,
pudiera yo haber abandonado la tarea comenzada;
siendo tan vasto el campo de la historia peruana y ha-
PROLOGO. 17

biendo tantas partes apenas exploradas, parecía lo


mas conveniente principiar, donde otros han acabado.
Así lo hubiera hecho yo, si alguna de las historias pu-
blicadas llenara cumplidamente su objeto; pero por
desgracia no obstante el mérito distinguido de a l g u -
nas dejan todas mucho que desear. Las escritas en el
siglo diez y seis y a principios del diez y siete que si
mas imperfectas en la forma son mas ricas en el fondo,
carecen de crítica, ó de espíritu filosófico siendo mas
bien obras de memoria y de imaginación que de juicio,
novelas ó crónicas; las de una época posterior se redu-
cen á simples compilaciones de las anteriores con t o -
dos su vacíos y errores, ó á reflexiones generales de
alto alcance filosófico y espuestas en bellísimo estilo,
pero que están muy lejos de la pintura histórica; unas
y otras ofrecen el grave defecto de presentar la civili-
zación de los Incas aislada, sin relaciones con el p a -
sado y con la cultura posterior; como si 'un golpe de
providencia la hubiera hecho aparecer en el Cuzco y
la hubiera impuesto al imperio sin preparación y sin
resultados duraderos. Conducen por lo tanto tales
obras á falsas apreciaciones; y lejos de hacernos com-
prender la vida del Perú en su armónico desenvol-
i. 2
18 PROLOGO,
vimiento, rompen su continuidad para presentarla va-
cilante y con movimientos anómalos.
Como deseo que el Perú sea mejor conocido para que
con este conocimiento sea mas apreciado de propios y
estrañosj y para que el sentimiento de la patria y la
idea de nacionalidad, corazón ó inteligencia de los
pueblos, sefortiqueny esclarezcan con el espectáculo
de una existencia continuada con bienestar y gloria
por muchos siglos; me propongo escribir la historia
antigua del Perú con la menor imperfección que me
permitan mi corto talento y la oscuridad que rodea
aquel período. Tiempos tan remotos, si caen bajo las
investigaciones del historiador, se prestan difícilmente
á la pintura viva de los hechos y al retrato de los per-
sonages; y es preciso contentarse á menudo con gran-
des rasgos para no suplir la ignorancia del pasado con
detalles fantásticos. Por lo demás yo no necesito pro-
bar que desearía hablar á la imaginación, al corazón
y al espíritu, unir el arte de la exposición á la ciencia
de los hechos y á la inteligencia filosófica de la civili-
zación, y acercarme en lo posible al ideaí de la historia
tal como hoy se concibe y como la han escrito los
grandes maestros;
PROLOGO. 19

Sin entrar en las condiciones particulares de mi


obra que, como he indicado, desearía fuesen la práctica
íiel del método histórico, diré simplemente que pro-
curaré realzar mi imparcialidad con otros sentimien-
tos morales para que sean bien recibidas aun aquellas
verdades que pudieran herir ciertas susceptibilidades.
Yo no me detendré jamás con complacencia en la pin-
tura del m a l ; lo señalaré simplemente con horror ó
con lástima, alejándome luego de su ingrata contem-
plación para simpatizar con los desgraciados, para
mostrarme entusiasta por todo lo bueno y por todo lo
bello, y para inspirar á los demás mi fé viva en el
progreso que no es sino mi confianza en Dios y en la
libertad del hombre.

Sin dar á mi obra un carácter enciclopédico, pres-


taré la debida atención á toda clase de hechos, no solo
del orden político, sino también de cuantos pertenez-
can á la religión y al movimiento social, y aun de los
que procedan de las fuerzas fatales con tal que contri-
buyan á completar y á iluminar el cuadro de la civi-
lización; el país sobre todo que es tan poco cono-
cido, y que anuncia tan magnífico porvenir, obtendrá
constantemente mis observaciones; mas no por eso
20 PROLOGO.

iré á invadir los dominios de la Estadística, de la Geo-


grafía, ó de otra ciencia natural ó moral, ni á pedirles
detalles que me desviarían de mi largo camino.
Con el mismo objeto de desembarazar la narración
de cuanto entorpecería su marcha ó la haría menos
sencilla y metódica, evitaré las digresiones que tocan
en la anécdota, todo adorno postizo y sobre todo las
largas reflexiones. Yo creo que debo sugerirlas al lec-
tor, no trasmitírselas; que los hechos hablen por si
mismos y la historia suministre sus elocuentes ense-
ñanzas con solo el auxilio del sentido común, sin p e -
dirlas prestadas á la filosofía, que puesta en lugar de
la narración la hace siempre sospechosa, de un sentido
parcial y de aplicaciones mas limitadas.

Evitaré por las mismas razones el vicio pomposo de


las citas de que algunos historiadores recargan sus
páginas. Esta intempestiva erudición que jamás usa-
ron los de primer orden, hace perder de vista el e s -
pectáculo de lo que fué por escuchar lo que otros
digeron, quita al pensamiento propio la unidad de
concepción, á la narración el colorido y al estilo su
libre movimiento; y presenta así la realidad que pre-
tendía reproducir mas fielmente, sin verdad, sin luz y
PROLOGO. 21

sin vida. Si se pretende con este sistema fatigoso de ci-


tas continuas autorizar el propio testimonio con él de
otros historiadores, se olvida sin duda que semejante
pretensión conduciría de ordinario á discusiones inter-
minables, y que en la mayoría de los casos el trabajo
de las citas no quedaría compensado con el crédito que
el historiador puede buscar por lo común con medios
mas naturales y de éxito mas seguro. Tampoco se con-
sigue bien con fragmentos sin orden dar á conocer á
otros escritores que es lo que algunos intentan con su
acumulación de citas. Debemos ser por lo tanto muy
sobrios en el uso de ellas; pero como la historia es un
proceso siempre abierto, gana mucho con ir acompa-
ñada de indicaciones bibliográficas, mediante las que
pueden rectificarse y aclararse las opiniones de un his-
toriador particular. Nosotros las haremos oportuna-
mente para que nuestros lectores, ya busquen instruc-
ción mas amplia, ya pretendan hacer publicaciones
mas perfectas, tengan un abundante manantial para
grandes adelantos.

Concluiré con hacer una manifestación relativa á


toda mi obra que si debo ejecutar por partes, he n e -
cesitado concebir en su conjunto. Como la historia an-
22 PROLOGO,

ligua del Perú es un período bien determinado; he


procurado presentarla de modo que por sí sola ofrezca
una pintura clara sin necesitar de la luz de otras épocas;
y la he subordinado también á la unidad superior de
la historia nacional para que sea continuada natural-
mente por la historia de la conquista española, p e -
ríodo igualmente determinado; cuya publicación s e -
guirá de cerca á la de este volumen.
HISTORIA
ANTIGUA

DEL PERU

LIBRO I
DESCRIPCIÓN DEL PERU

CAPITULO I

IDEA GENERAL DEL PERÚ.

El Perú ha sido por algunos siglos la nación mas po-


derosa de América. En la actualidad aunque se le han
separado vastísimos territorios que le pertenecieron
por mucho tiempo y que le están unidos por vínculos
naturales, se estiende todavía desde los 3 25', hasta los
o

21 30' de latitud Sur, y desde los 69", hasta los 84" de


0

longitud Occidental contados desde el Meridiano do


París.
El Perú solo tiene un límite fijo en el Océano pací-
fico que le baña por el O ; sus demás confines con los
estados limítrofes del Ecuador, Rrasil y Bolivia son ir-
regulares, variables ó inciertos.
Por la incertidumbre é irregularidad de los contornos
24 DESCRIPCIÓN
y por los enormes aumentos que dan al terreno las
grandes cuanto prolongadas alturas y quebradas, es
imposible por ahora valuar la superficie del Perú con
alguna aproximación; pero abrazando unos 15° de
longitud y mas de 18° de latitud, hay razón para creer
que no baja de cien mil leguas cuadradas. Es por lo
tanto el Perú muchas veces mayor que España; y solo
cede en estension al Brasil, Estados-Unidos, Imperio
Británico, China y Rusia.
Por los inapreciables privilegios que le ha dispen-
sado la Providencia, será el Perú algún dia uno de los
primeros paises del mundo civilizado; pues pocos hay
que sean al mismo tiempo y en tan alto grado bellos,
ricosy favorables á la existencia y al perfeccionamiento
del hombre.
Las grandes bellezas del Perú no brillan igual-
mente en todas sus partes. Del lado del Pacífico solo
descubren las primeras miradas, tristísimos, áridos y
monótonos desiertos; en vez de árboles que resguarden
del sol abrasador, ele manantiales que templen la sed
devoradora y ele paisages que recreen la vista, apare-
cen por do quiera arenales muertos, grandes médanos
que el viento levanta y deshace como para borrar con
la arena las huellas de la vida, y cerros deslucidos que
prolongan hacia el interior la melancólica esterilidad
de las llanuras desoladas.
Al trepar á los Andes, que atraviesan todo el terri-
torio de N. á S. divididos en dos ó mas cordilleras, las
DEL PERU. 2b

escabrosidades de la subida impresionan al viajero


antes que las bellezas de las alturas; por lo común, se
principia de súbito á ascender por sendas aéreas; em-
pinados escalones conducen á cuestas mas altas, y
suele bajarse por entre derrumbaderos, abismos sin
fondo y rocas colosales suspendidas entre el cielo y la
tierra. En las cumbres no faltan rígidas y desoladas
llanuras de una uniformidad que fatiga; y con mayor
frecuencia hay un laberinto de quebradas cuya vista
puede causar vértigos y un caos aterrador de ingentes
masas negruzcas, aplomadas ó rojizas. El aspecto r a -
quítico y amarillento de la vegetación donde le dejan
lugar las nieves eternas, hace mas sombrío este es-
pectáculo ; y no es fácil que sienta sus grandezas quien
allí sufre los rigores del frío, el viento, el granizo, las
lluvias de rayos, la reverberación de la nieve ó un ma-
reo penosísimo.
Al descender á la region oriental por pendientes se-
mejantes á las que miran al pacífico, la magnificencia
que en rápida escala va desplegando la vida, á duras
penas puede admirarse bajo un cielo nebuloso, entre
agrias cuestas y sobre un suelo inundado por nueve
meses de lluvia. En las llanuras mismas de las selvas,
donde los milagros de la vegetación están acumulados
y se realzan por la majestad de los rios, ideas tristísi-
mas y una inquietud devoradora impiden á menudo
contemplar las sublimes perspectivas que nos rodean
por todas partes; el rugir de las fieras, la agitación de
26 DESCRIPCIÓN
la maleza entre la que se ocultan venenosos reptiles,
el insoportable zumbido de los insectos que forman
nubes, el caimán que amenaza en el rio, la flecha del
salvaje oculto en el bosque, la acción enervante del
clima, los vapores deletéreos, el abandono absoluto
y la inmensa dificultad de hallar recursos, destierran
toda emoción apacible. El hombre se halla como e s -
traño en un mundo en que es dominado por los demás
vivientes; y se siente demasiado pequeño ante la c o -
losal naturaleza que le asedia.
Si la fisonomía general y las primeras impresiones no
son siempre en el Perú las de la belleza, no por eso deja
de presentarse en todas sus regiones, bajo aspectos
tan extraordinarios, como hermosos é imponentes. El
Perú es el país de las maravillas, y ofrece los mas sin-
gulares contrastes. Hay en él como dos mundos, su-
perior é inferior, que marchan juntos en toda la esten-
sion de su territorio y que á cada paso se penetran,
hallándose así escalonados todos los climas, desde
los calores abrasadores en tierras bajas llamadas
yungas, hasta ios hielos polares en alturas cono-
cidas con el nombre de punas. Hay también como
dos mundos Occidental y Oriental; el primero es e s -
caso de aguas y de vegetación, de cielo despejado
desde octubre á mayo y con dias de nieblas y menuda
llovizna, á que llaman garúa, en el resto del año; el
mundo Oriental abunda en aguas y plantas, y con-
trasta con el de Occidente en estaciones, presentan-
DEL PERÚ. 27

tlose en casi toda su ostensión despejado desde mayo


hasta fines de setiembre, y oscureciéndose á menudo
por las lluvias y las tormentas en los otros meses.
Subiendo de las orillas del Pacifico á las cordilleras y
descendiendo de las cumbres alas llanuras del Oriente,
se recorren en breves dias y á veces en pocas horas,
regiones que representan paises separados entre sí por
enormes distancias. Desde elevados valles que gozan
de una primavera continua, el ojo puede fijarse alter-
nativamente en playas calurosas donde prosperan los
frutos intertropicales, y en picos cubiertos de nieves
eternas. Se tocan y casi se confunden el invierno y el
estío, la serenidad perpetua y los grandes metéoros,
la muerte y la vida.
Se señalan especialmente en el Perú por caracteres
bien marcados, la costa, la sierra y la montaña. La
costa toca al Pacífico y se va elevando del lado de los
Andes; está ocupada en su mayor parte por desiertos
que interrumpen brillantes oasis; goza de una tempe-
ratura primaveral y de un cielo siempre sereno ; pero
está sugeta á terremotos periódicos; sus rios son en
corto número, y por lo común, de escaso caudal, mas
se convierten en torrentes y desbordan en los meses de
grandes lluvias en el interior.
La sierra situada entre los Andes y en sus declives
es de terrenos muy accidentados con grandes bajíos,
alti-planicies y picos elevadísimos, y de consiguiente,
variando de clima y de vegetación, segun la diferencia
28 DESCRIPCIÓN DEL PERU.
de niveles; su cielo es de admirable belleza; está her-
moseado su suelo con grandes lagos y raudales multi-
plicados ; y sus estaciones son las de la region orien-
tal; pero se marcan con grande sequedad y fuertes
heladas los meses de junio, julio y agosto en que tam-
bién ocurren en las alturas fuertes tempestades por la
tarde.
Las montañas que se hallan al Este de los Andes y al-
guna vez entre sus ramas, se caracterizan por pendien-
tes y yungas, por el calor constante, por la sobreabun-
dancia de lluvias, y sobretodo, por la pompa suprema
de la vegetación y por la majestad de los rios.
En cada una de las tres grandes regiones del Perú
se marcan otras muchas regiones secundarias, que la
naturaleza varia caprichosamente, como para burlarse
de las clasificaciones de los hombres.
C A P I T U L O II

BELLEZA DEL PERU.

En la costa el magnífico espectáculo del gran Océano


realza ó suple las bellezas del litoral. Hermosísimos
oasis se adornan con las galas de los trópicos, tanto
mas esplendentes, cuanto mas contrastan con la aridez
que les circunda. Aquí las lomas se cubren de arbustos
risueños y se esmaltan de flores elegantes, proyec-
tando á lo lejos una sombra verde como para ocultar
la esterilidad de los vecinos arenales. Allá entre que-
bradas, donde brota una fuente continua ó temporal,
aparecen amenas praderas y árboles frondosos. En los
afortunados valles que reciben el beneficio constante de
los rios; como nunca el helado soplo del invierno des-
pojó a l a tierra de la pompa primaveral, ni el huracán
arrancó los árboles, ni la lluvia devastó la campiña,
ni retumbó el trueno que anuncia los estragos del rayo;
hay arboledas magníficas de eterno verdor, jardines
30 DESCRIPCIÓN

(fue embelesan por los perfumes y brillantes matices


de sus flores, y campos donde á toda hora se admira la
lozanía de las nuevas plantas y la abundancia de las
cosechas.
En estas afortunadas islas de verdura que los sures,
las brisas y la corriente del mar preservan de los c a -
lores intertropicales en todo tiempo, un pabellón de
ligeras nubes, que quita sus fuegos al sol sin privarle
de su influencia vivificadora, es para la tierra durante
el invierno como esos velos transparentes que dan
nuevo realce á la hermosura; y en la estación de los
mayores calores, noches despejadas y serenas envuel-
ven la naturaleza en misteriosos encantos. La apacible
luna de febrero y marzo difunde una maravillosa c l a -
ridad y transporta á los objetos terrestres su dulce res-
plandor, como si se hubiesen trasladado al suelo los
luceros de la bóveda celestial.
Desde que se entra en la sierra, la sucesión intermi-
nable de eminencias y profundidades de todas formas
y colores que se tocan, cruzan, confunden, dividen,
sobreponen y amontonan, forma cuadros por los que
nuestra mirada se dilata á placer, y en que la imagi-
nación se pierde. Cada paso ofrece un nuevo paisaje;
á cada vuelta cambia por completo la escena; hasta
los cielos parecen ser otros, mostrándose desde posi-
ciones inmediatas deslumbradores con los rayos del
sol, envueltos en nieblas perpetuas ó de un azul puro
y suave.
DEL PERü. 31
Luego asombran- inmensas masas cortadas perpen-
dicularmente desde el cielo hasta el abismo, altísimos
cerros, que colocándose unos sobre otros, aparecen de
un golpe de vista como otros tantos escalones para s u -
bir á la cordillera, y crestas nevadas, que se lanzan al
aire ostentando que nunca las nubes se alzarán sobre
ellas. A veces está uno mucho mas alto y contempla
desde un cielo clarísimo la tempestad, que forma
perspectivas fantásticas en el bajo horizonte. A ve-
ces clareo, que anuncíala serenidad, se vé no solo
en el firmamento, sino matizando los montes. Y a nos
arrebata la calma de la soledad, ya nos embriaga
el estruendo sublime de las tempestades. También
agrada, aunque no se comprenda, la armonía en-
tre el grito agudo de los rumiantes, el chillido de los
pájaros, el estallido del rayo y el ruido del aire que
atraviesa las hendiduras de las rocas, ó imita las olas
al deslizarse por los vastos campos de gramíneas á que
llaman pajonales.
Se admira, sobre todo, el cielo de la sierra en los
meses de julio y agosto por esa transparencia sin igual
que en Huancayo nos ha dejado percibir algunas
estrellas á las once del dia, por esos colores profundos
que nuestros débiles ojos soportaban con dificultad, y
por esas nubes fantásticas que proyectando sobre los
cerros las sombras mas fuertemente diseñadas, deter-
minan juegos encantadores de cuadros bellísimos. El
alma se engrandece y el corazón mas agitado se serena
32 DESCRIPCIÓN
en una de esas hermosas noches, en que la pureza del
aire y la calma de la naturaleza permiten contemplar
los cielos en todo su esplendor. La luna está clarísima,
las estrellas tienen la brillantez de los luceros y se des-
tacan fuertemente las nebulosas y esas nebulosidades
de materia etérea, que llevan la mente á la contem-
plación de otros mundos. El pensamiento vuela en
aquella hora sin esfuerzo por otras regiones de luz,
donde á la voz del Omnipotente, salen y vuelven á en-
trar en la nada millares de creaciones, antes las cuales
nuestro planeta es un grano de arena.
El agua contribuye también de todos modos en la
sierra á realzar la belleza del espectáculo. En las c i -
mas, donde forma nieves perpetuas, comunica una ma-
jestad indescriptible á aquellos picos nevados, que se
levantan sobre llanuras de nieve. Entre los cerros se
detiene en lagos admirables por sus dimensiones, por
su transparencia y matices, ó por la hermosura de sus
contornos. En los declives, ya corre en arroyos de i n -
cierto curso, ya se precipita en atronadores torrentes,
unas veces va recogida en estrecho y profundísimo
cauce, otras se estiende á flor de tierra por una dila-
tada y pedregosa llanura, como si brotase de toda la
pampa; y en ciertos sitios se oculta, sea para pasar en
breve bajo un puente natural; sea para reaparecer á
mayor distancia después de haber atravesado las e n -
trañas de la tierra.
Lo mas interesante en la sierra son sus amenos
DEL PERÚ. 33
valles á los que siempre se desciende por largas y em-
pinadas cuestas; como si la naturaleza se hubiese e s -
forzado por esconder el bello jardín, como escondió la
rica mina. Simples depresiones de la cordillera se ele-
van por lo común mas de nueve mil pies sobre el nivel
del mar, y por lo mismo, aunque están entre los trópi-
cos, gozan de una primavera casi continua; sus pers-
pectivas son de las mas pintorescas; de vastos anfi-
teatros cuyas gradas ocupa una vegetación brillante;
de interminables caracoles en que á cada vuelta se os-
tentan nuevas maravillas; de llanuras con ondula-
ciones suaves y dilatándose en un mar de flores; de
jardines caprichosos, cuyos graciosos accidentes nunca
podrá reproducir la mano del hombre, y de otros pai-
sajes mágicos, que hacen gozar simultáneamente de
cuantos cuadros supo forjar la imaginación mas rica.
Aunque no tan amenas como los valles, interesan
también las quebradas hondísimas de la sierra; por-
que en sus profundidades, que parecen penetrar en
las entrañas del globo, rebosa la vida; porque en las
rápidas pendientes de sus costados están de manifiesto
todas las capas de la corteza terrestre; y porque con
sus cortes violentísimos recuerdan las convulsiones
del mundo primitivo : épocas turbulentas en que se
encumbraban los Andes desde el nivel de los mares,
y los lagos hallando súbita salida, se transforma-
ban en grandes valles y se abrían las rocas para for-
mar hondo y estrecho cauce á rios caudalosos.
i. 3
34 DESCRIPCIÓN
Al descender á la montaña, á causa del viólenlo
choque de las aguas y de las tempestades sobre pen-
dientes feracísimas, se hacen admirar desde luego,
tanto el poder que destruye, como el poder que crea.
En cuanto al poder de destrucción, las ruinas de los
monumentos humanos, que son al mismo tiempo la
obra y el asombro de los siglos, no pueden dar idea
de los estragos producidos por derrumbes instantá-
neos. No son solo selvas enteras de árboles colosales
sepultados por la fuerza de la esplosion, y rios c a u -
dalosos que detenidos en su curso por los escombros,
se han convertido en verdosos lagos; vénse enormes
í'ocas trasportadas á largas distancias y altísimos cerros
que instantáneamente desplomados pusieron el abismo
al nivel de las llanuras. ¿Y cómo dejará de asombrar-
nos la fuerza creadora si caminamos entre bosques de
magestad inconmensurable: si los vemos á los lados, á
los pies y sobre la cabeza, en el cielo y en la profun-
didad? Cuando aparecen en las nubes y sobre e s -
tos bosques aéreos se levantan otros y otros; y luego,
allá en los abismos, se divisa una serie interminable
de árboles gigantescos, los cuales tienen sus raices
sobre las copas de otros árboles majestuosos, no es
admiración lo que esperimentamos, es el sentimiento
del poder sin límites, eme acaba con la pequenez de
nuestras facultades. La naturaleza ha vencido á la
imaginación, y la realidad ha ido mas lejos que la
poesía.
DEL PERÚ. 33
Entrando ya en las montañas, se levantan en los
grandes pajonales altas y siempre verdes yerbas que
forman océanos de verdura y representan con m u -
cha viveza las olas agitadas, la atmósfera vaporosa
y los contornos indecisos de la bóveda celeste y de
las aguas. Mas la imaginación se abisma cuando
uno penetra en la profundidad de selvas contemporá-
neas de la creación. Los vegetales reemplazan á las
rocas, haciéndose las piedras tan raras como los á r -
boles en la cordillera. Arboles cuya cima se alza s o -
bre las nubes, presentan á cuatro pies del suelo
más de catorce varas de circunferencia; otros, con-
fundiendo sus ramas y troncos, figuran un bosque en
compendio; hay algunos que alimentando brillantes
cuanto numerosas parásitas, cubiertos de bejucos
mas gruesos que los mayores cables y dando en sus
recodos sosten y sirviendo como de madre tierra á va-
rios árboles de robusto tronco y de frondosas ramas
representan á la vez la inmensa fecundidad de la
vida, las primeras edades del globo y el vigor rena-
ciente de las fuerzas reproductoras. Cuando el hacha
del tiempo llega á abatir estos colosos, se abre en el
bosque un ancho claro, el árbol muerto se cubre rá-
pidamente de maleza y de otros árboles, y se alza
sobre él una colina vegetal. Nada puede dar idea de
los magníficos arcos con que la vida parece compla-
cerse en la ostentación de sus triunfos. Tanto se mul-
tiplican los prodigios, que los feracísimos campos y
;JG DESCRIPCIÓN
el llorido valle ya no se recuerdan sino como j u -
guetes de niños, que quisieran imitar la tuerza de Ja
naturaleza.
El agua que se derrama por todas partes para ser
el alma de la montaña, realza sobre manera las m a -
ravillas de la vegetación. Los rios henchidos de rocas
semejantes á las ruinas de un mundo antiguo ó preci-
pitándose por una angostura, dan espantosos brami-
dos que, ora contrastan con la serenidad del cielo, ora
armonizan con sus tempestades; otros, saliendo de un
bellísimo pórtico en que se entrelazan esbeltas palmas,
elegantes bambúes, lloridos bejucos y árboles frondo-
sos, parece que nacieran de las hojas. En alguna parle
cae el agua de grandes alturas y cuando llega á la tierra,
aparece como un vapor iluminado : la gota se ha con-
vertido en polvo impalpable y brillante. Cuando corren
por la llanura, la majestad de Jos rios corresponde á
la majestad de Jas selvas; el Guallaga, elUcayaly, el
Pachitea, el Perene, elMantaro, el Ñapo y otros muchos
se estienden mansamente, y en sus aguas serenas r e -
flejan ios árboles gigantescos y la bóveda estrellada:
el Amazonas se enseñorea de la montaña, como el so-
berano de los rios y el rival del Océano.
Los animales están como perdidos entre el infinito
de las plantas, y escasean á menudo por falta del a l i -
mento propio; pero á veces se multiplican hasta cubrir
el cielo y la tierra; y siempre hay que admirar respecto
de ellos la prodigiosa variedad de las especies, la bel-
DEL PERÚ. 37
leza ó lo raro de las formas, la libertad de movimien-
tos en una herencia que el hombre no les disputa to-
davía, el desarrollo de instintos, que nada comprime,
y la mezcla continua y confusa de sonidos, que a n i -
man la soledad y en que sobresalen por intervalos los
insoportables zumbidos, los dulcísimos cantos, el ter-
rible rugir de las fieras y el ruido ligero de no menos
formidables reptiles.
Sonidos misteriosos é inciertos vienen á llenar las
horas apacibles de la noche cuando las aguas del rio
parecen detenidas por un encanto, cuando el viento
duerme entre el follaje inclinado á la tierra y los seres
animados gozan en reposo de las frescas sombras. Na-
die puede decir, si el silencio es interrumpido por el
arrullo del ave ó por el susurro del insecto. El misterio
nos prepara á visiones fantásticas; y en la calma com-
pleta de la naturaleza, cuando se ha estinguido todo
ruido, el corazón se ensancha y el espíritu se engran-
dece como henchidos de la presencia de Dios que llena
visiblemente la creación. A veces el resplandor fosfó-
rico que por la descomposición de las materias vej cíales
inunda la soledad, hace ver cielos resplandecientes
bajo la bóveda de los bosques, y la ilusión es completa
porque oscilan como estrellas revoloteando en todas
direcciones las lucientes cucuyas.
CAPITULO III

RIQUEZA DEL PERU.

Con ser tan relevantes las bellezas del Perú es me-


nos conocido por ellas, que por su envidiable opulen-
cia. Vale un Perú, se suele decir cuando se trata de en-
carecer un objeto; y no sin razón, porque la riqueza
del Perú ha realizado las doradas ficciones de la poe-
sía y ha escedido todas las esperanzas. Cada dia se
descubren nuevos tesoros, cada lugar ostenta preciosos
dones y los tres reinos de la naturaleza rivalizan en el
valor de sus producciones.
La riqueza de las minas con haber dado miles de
millones de pesos fuertes, está lejos de agotarse. Si
muchas vetas han desaparecido ó por su pobreza,
profundidad, dureza de la caja ó cualquiera otra cir-
cunstancia, no pueden espíotarse hoy con ventaja:
son tantas las que hay por trabajar y tal la riqueza
anunciada por indicios seguros, que los cuantiosos te-
DESCRIPCIÓN DEL PERÚ. 39
soros estraidos en los siglos anteriores nada valen en
comparación de lo que se obtendrá con elementos mas
poderosos de esplotacion y con una dirección mas in-
teligente. Como si la Providencia hubiera querido pro-
digar sus beneficios á todas las regiones del Perú, ha
derramado las minas en los terrenos estériles que la
vida no podia enriquecer; en el árido arenal, en el in-
clemente nevado y entre las entrañas de la tierra á
donde no llegan los dones de la fertilidad.
Los Andes, cuyos costados están henchidos de plata,
ofrecen minas de la mas alta ley, y aun fragmentos
de plata pura, que también se han encontrado entre
los desiertos de la costa. A pesar de su actual abati-
miento el producto anual de las minas de plata es de
unos cinco millones de pesos fuertes. El oro se halla
así entre las arenas de los rios, como entre las rocas ;
y aunque su estraccion no puede compararse hoy con
la de la plata, está fuera de duda que muchos ramales
de la cordillera lo encierran en cantidades enormes, y
que en la cejado la montaña hay inestimables lavade-
ros. El azogue, que fuera de sus aplicaciones inmedia-
tas, es tan útil para beneficiar el oro y la plata, abunda
en varios puntos del Perú, especialmente en el célebre
mineral de Huancabelica, cuya producción media fué
durante el gobierno colonial de mas de cinco mil quin-
tales por año. El salitre ofrece riquezas inagotables
cubriendo en el Sur gran parte de Tarapacá y volviendo
á formar nuevas capas poco tiempo después de haber
10 DESCRIPCIÓN
sido recogido. En el año pasado su esportacion fué de
•1.574.119 quintales. También están llamados á dar
valiosos productos los minerales de cobre, estaño,
plomo, hierro, níquel, azufre y brea. La sal común so-
breabunda en las cercanías del mar, en el fondo de
algunos lagos, en el lecho de ciertos rios, y en cerros
así de la sierra como de la montaña; de suerte que s a -
tisface á los usos domésticos de los pueblos, á las n e -
cesidades de la ganadería y de los mineros, y puede
esportarse de la costa, para otras naciones del Pacífico,
y de la montaña, para hordas salvajes, que vienen á
buscarla de largas distancias. Piedras para la cons-
trucción y escultura, tierras para los edificios y alfa-
rería, bórax, amianto y otros minerales útiles se e n -
cuentran abundantemente en muchos lugares.
Acostumbrados algunos á no considerar al Perú
sino como un país de minas y recordando los dilata-
dos territorios que roban al cultivo los desiertos de la
costa, las rígidas alturas de la sierra y los anegadizos
de la montaña, creen que la naturaleza no ha prodi-
gado á este suelo los metales preciosos sino bajo la
condición de hacerlo estéril. Mas no es asi; pues las
riquezas vejetales esceden á la mineral y la fecundidad
inagotable de la tierra no pone otros limites á la pro-
ducción que los del trabajo humano. Desde luego lo
que se pierde en terrenos improductivos, se halla com-
pensado con usura por el aumento prodigioso de tier-
ras cultivables que producen las quebradas y eleva-
DEL PERÚ. 41

ciernes elel terreno. Presenta este tan estensas abertu-


ras y montes ele tal magnitud, cjue donde la superficie
útil debiera ser de pocas varas, se estiende á millas
enteras. Porotraparte, desiertos, eme se creería conde-
nados á eterna esterilidad, pueden dar opimos frutos,
ya trayendo el agua de lejos, ya haciendo escavaciones
como de tiempo inmemorial se ha practicado con el
mejor éxito : en muchos lugares déla costa prosperan
las plantas sin necesidad ele riego en hoyos casi super-
ficiales ; y en otros, separadas las primeras capas de
tierra, brotan manantiales ó se descubren corrientes
que sirvieron á la. formación ele bosemes y lagunas an-
tes eme se levantara el suelo. Aun en las alturas hela-
das hay plantas humildes que valen mucho, como
combustible, como pastos ó como remedios. En cuanto
á los terrenos inundados de la montaña, con el trabajo
secular han de producir riquezas sin cuento.
Por lo demás, como el Perú goza ele todos los climas,
y el de cada lugar presenta pocas alteraciones, puede
enriquecerse con la vegetación ele todos los países, y
por la especialidad ele sus condiciones posee plantas
particulares, siendo su flora una de las mas ricas y
mejor caracterizadas. A veces se confunden en un solo
cuadro las formas vegetales; con mas frecuencia se
estienden según la variedad ele terrenos, ó se escalo-
nan á diferentes alturas las plantas espinosas y deslu-
cidas, crae invaden el desierto, el variado verdor de la
campiña, los frondosos árboles de la ribera, las gracias
42 DESCRIPCIÓN
del jardin, los árboles sombríos y el amarillo pajonal
de las punas, el polvo sin brillo y sin forma, los l i -
qúenes semejantes a u n a nevada de papelillos, las flo-
res al nivel del suelo y los tallos rastreros cubiertos de
borra espesa con que se muestra como á hurtadillas la
vida en las regiones heladas; dominan allá en la p r o -
fundidad los colosos del bosque, cuya exhuberancia
de vida deja poco lugar á las flores, como si la natu-
raleza, contando con la juventud inmortal de los i n -
dividuos, se hubiera olvidado de confiar á las semillas
la perpetuidad de las especies; y sin embargo, en me-
dio de la montaña se encuentra la victoria regla que
es el gigante de las flores.
Aunque las partes cultivadas sean simples manchas
en la región vegetal del Perú, admiran sobre manera
por la variedad, la abundancia y el valor de sus p r o -
ductos. Para el alimento del hombre se dan entre otros
muchos los siguientes; arroz en los valles calientes;
trigo en los temples; maíz hasta mas de tres mil varas
sobre el nivel del m a r ; papa hasta mas de cuatro mil ;
cebada y quinua en regiones muy elevadas; el prolífero
plátano, la caña de azúcar, la yuca y el camote en los
yungas: muchas raices feculentas y azucaradas, toda
clase de legumbres y verduras; pina, chirimoya, palta,
granadilla y demás frutas esquisitas de los trópicos;
la deliciosa frutilla de Chile; naranjas, durasnos, acei-
tunas y casi todas las (lemas frutas de España, prospe-
rando éntrelas plantas importadas las vides, délas que
DEL PERÚ. 43
solo en el valle de Yca se estraen anualmente mas de
600,000 arrobas de aguardiente; el agí, condimento
sin el cual apenas puede pasarse la muchedumbre; el
achiote, con que se da color á los guisados; el cacao
y el café de esquisita calidad, que cultivados en grande,
darán inmensas riquezas; el tabaco, que puede ser
objeto de igual cultivo y de iguales ganancias; la coca,
tan amada de los indios como el opio de los chinos, y
que por esta razón se cultiva en cerca de doscientas
haciendas valiosas; el culen que puede reemplazar al
té, y otros mil productos capaces de satisfacer las
necesidades y los caprichos de una población i n -
mensa.
El cultivo del algodón de que se obtienen tres cose-
chas, y como unas trescientas mil arrobas, admite un
desarrollo increíble. Grandes ventajas se han de sacar
también de la paja con que se fabrican finísimos som-
breros; del caucho, del maguei y otras plantas que
sirven para los tejidos; y no serán pocas las que se
saquen del añil, liqúenes colorantes y otras materias
que emplea el arte del tintorero,
El número de plantas medicinales es tan notable,
como sus preciosas virtudes. Es el Perú la tierra de la
quina, ratania, hipecacuana, guayaco, guaco, zarza-
parilla, vainilla, bálsamos, resinas, cera y leche v e -
getal ; en suma, de toda clase de remedios, así de los
mas heroicos, como los mas adaptados á toda suerte
de dolencias.
VÍ DESCRIPCIÓN
Maderas para la construcción y ebanistería se hallan
en los bosques como las arenas en el mar. muchas
gozando de una celebridad justamente merecida, y
otras que apenas se conocen de nombre.
Para embellecer la existencia, los jardines, las p r a -
deras y hasta las cumbres del Perú se adornan con la
mas rica variedad de flores, lasque como los frutos,
á ninguna hora faltan, y cautivan los sentidos por Ja
elegancia de las formas, por matices delicados y por
la suavidad de los perfumes.
Para que nada falte á los usos de la vida, ademas
de la leña en que rebosan los bosques y de la turba
de las alturas á que llaman champa, hay minas de
carbón de piedra en todas las regiones.
Donde tan prodigiosa es la riqueza vegetal, no puede
menos de ofrecer el reino animal tesoros inestimables.
Para la cria de animales útiles, presenta el Perú a l -
falfares y otros prados artificiales, los ilimitados pas-
tos de la puna y los bosques que inundan la montaña
y aun irradian sobre los desiertos déla costa.
El Perú es el único país del Nuevo Mundo que de
tiempo inmemorial poseyera bestias de carga. La
llama es el camello de sus cordilleras; y también se
crian en ellas otras tres especies del mismo género, el
atrevido guanaco de tosco pelo, la tímida y elegante
vicuña y la alpaca de larguísimo vellón. Los dos ú l -
timos son para el Perú una fuente de riqueza, que nin-
gún otro país le d isputará; y hoy se aproxima el valor de
DEL PERÚ. 43
estas lanas esportadas anualmente á un millón de pe-
sos fuertes.
La ganadería sacará valores inmensos del ganado
lanar, vacuno, caballar, mular, de cerda, asnos y c a -
bras, animales que hallan allí los alimentos y climas
mas favorables. Por eso hay haciendas que cuentan
con mas de ochenta mil carneros; en otras los cerdos
se cuentan por miles; en algunos valles se crian c a -
ballos del mejor tipo andaluz; en la costa sorprende
la viveza de los asnos, las muías de Piura son justa-
mente afamadas; y en tierra caliente hay v de
gran tamaño al que corresponde la abundancia de la
leche.
Los cuyes no faltan en ninguna choza de indios;
toda clase de aves domésticas se cria bien; y la caza
puede alcanzar las de todas especies y en la abundan-
cia deseada, ya busque las de carnes delicadas, ya
las de brillante plumage y formas graciosas, bien
prefiera las de dulcísimo canto, bien las raras por su
magnitud desde algunos picaflores mas pequeños
que ciertas mariposas, hasta los cóndores, que miden
catorce palmos entre las estremidades de sus alas.
También puede quedar satisfecho el cazador persi-
guiendo pumas, jaguares y otras fieras de piel apre-
ciada, ciervos, dantas, pécaris, osos, viscachas, chin-
chillas y otra gran variedad de animales monta-
races.

Las ventajas de la pesca serán, sin embargo, s u -


46 DESCRIPCIÓN
periores á las tle la caza. Grandes cetáceos recorren
estos mares, las focas llegan á cubrir los islotes y p e -
ñascos de la playa; álzase esta con las anchovetas que
harán en masas ingentes; y en todo tiempo pueden
cojerse en abundancia á poca distancia de la costa
gran variedad de peces saborosos. Las aguas corrientes
y los lagos tienen sus especies propias hasta entre los
hielos de las punas; muchos rios de la costa abundan
en camarones, y los grandes de la montaña ofrecen
tortugas de todos tamaños, y enormes vacas marinas.
Las abejas abundan en los bosques; la cochinilla,
que se cria también en los campos, prospera admira-
blemente en los valles de la costa á donde nunca está
espuesta á los estragos déla lluvia. El gusano de seda
halla calor y alimento todo el año.
Sin demandar otra industria que la de alargar la
mano, el reino animal ha dado á los peruanos valores
fabulosos en las islas y playas cubiertas de guano.
Las gaviotas y otras aves guaneras que en espesas ban-
dadas están desfdando horas enteras, han acumulado
el precioso abono durante una larga serie de siglos;
y como las aguas del cielo no han podidobarrer esos
grandes depósitos, ni privar al guano de su maravillosa
energía; es este uno de los privilegios mas singulares
del Perú, con el posee su tesoro una entrada inestima-
ble, y su agotamiento seria una gran calamidad para
la agricultura de la Inglaterra y perjudicaría á otras
muchas naciones.
DEL PERÚ. 47
Con tanta opulencia natural, con la abundancia de
primeras materias, con poderosos motores, con la a p -
titud de los naturales para inertes trabajos y con la
rara habilidad de otros que ejecutan obras esquisitas
casi sin instrumento alguno, el Perú tendrá algún dia
mucha industria manufacturera, que hoy solo se halla
bien representada por los sombreros, ciertos tejidos y
trabajos de platería y alfarería.
Está muy particularmente llamado el Perú á un c o -
mercio ilimitado. Con costas cuya estension, á causa
de las sinuosidades se acerca á setecientas leguas; que
están bañadas por imOcéano verdaderamente pacifico;
que son de escelentes puertos en el centro y estremida-
des, y pueden abordarse en su mayor parte; con el lago
de Titicaca, que representa un mar interior, y con la
incomparable vía fluviátil del Amazonas y sus afluen-
tes, ei comercio esterior puede tomar proporciones i n -
mensas. Aun p o n í a s largas y azarosas, el que se ejerce
con Inglaterra, pasa ya de veinte y cuatro millones de
pesos fuertes. Y son también de bastante importancia
las actuales relaciones mercantiles con la China, Chile.
Bolivia, Ecuador, Brasil, Estados-Unidos y varias na-
ciones de Europa.
El comercio interior, hoy casi obstruido por las d i -
ficultades de las comunicaciones, y que solo da grandes
señales de vida en algunas capitales y en las ferias de
Vilque, Guadalupe, Cutervo y Parinacochas; por la
variedad de producciones que hace solidario el b i e n -
48 DESCRIPCIÓN
estarde las diferentes provincias y mas estrechamente
el de las tres grandes regiones, al par que fortificará
la unidad nacional, ha de ser origen de una prosperi-
ridad superior á todo cálculo.
Lo que debe suceder, sucederá infaliblemente; y por
esta firme convicción nos cuidaremos poco de los que
desconfian de la prosperidad interior por las dificulta-
des actuales para que se comuniquen la costa, la sierra
y la montaña. Es cierto que estas dificultades nos h a -
rían también desesperar si fuesen duraderas, generales
é invencibles. Grandes son los horrores del desierto.
Espantan en la sierra los precipicios, los penosisimos
senderos, el fragor de las tempestades, los estragos de
las lluvias y las nevadas, que convirtiendo cerros, l l a -
nos y barrancos en un océano helado, nos dejan sin
vigor y sin vereda en un laberinto de escollos. A la
montaña no va de ordinario sino que cae el viajero,
sin mas via una vez en su espesor, que la fugaz huella
del salvaje ó de las fieras, rios imponentes y el impe-
netrable ramaje.
A pesar de todos los obstáculos y dificultades, quien
no se deje arrastrar por las impresiones del momento
y por la aspereza de ciertos lugares, hallará ó espera-
rá para el comercio interior del Perú las vias que ha
menester. En la costa todo se facilitará con una nave-
gación mas adelantada y con la no difícil construcción
de escelentes caminos. Aun en su actual abandono, la
marcha por las llanuras del litoral es con frecuencia
DEL PERÚ. 49
deliciosa. Una niebla benéfica vela los rayos del sol, ó
la luna clara como la luz del dia nos permite caminar
con el fresco de noches apacibles; apenas salimos de
una cuando entramos en otra isla de verdura; y en el
seno mismo del desierto, cuyas distancias devoramos
corriendo mas de tres leguas por hora, las lomas pin-
torescas y el sublime espectáculo del Océano pueden
hacernos olvidar el melancólico aspecto de la árida
llanura y del médano deleznable. En la sierra, escogi-
da la estación y la hora, las fatigas de la marcha se
convierten en recreo por la suavidad del piso, el fresco
agradable, el aire ligero, el cielo bellísimo y los p a i -
sages encantadores. En el interior de la montaña, rios
apacibles están llamando á la navegación; y al través
mismo de las selvas impenetrables, la inagotable can-
tidad de maderas brinda á formar caminos entablados
tan cómodos como duraderos, de los que es buen indi-
cio el principiado á fines del siglo pasado entre Vitocy
Chanchamayo.
La subida de la costa á la sierra y el descenso de ella
a la montaña, que realmente presentan los mayores
obstáculos, son practicables sin grandes dificultades
en mucha parte del territorio. El desnivel de algunos
miles de pies y el laberinto de cerros y quebradas que
parecen imposibilitar toda via cómoda, se hallan ya
casi vencidos por la misma naturaleza; desde el litoral á
la cordillera y desde la cordillera á los bosques orienta-
les, hay pendientes suaves y curvaturas poco sensibles ;
i. 4
50 DESCRIPCIÓN DEL PERÚ,
muchas veces las quebradas por donde corren los rios
tributarios del Pacífico, parten del mismo plano de que
descienden los afluentes del Amazonas; y bastaría,
por lo tanto horadar ó rebajar cerros de mediana o s -
tensión para continuar las carreteras del Occidente y
del Oriente. Muchas veces nos hemos detenido en las
alturas á donde hoy se trepa con suma dificultad, pen-
sando con el mayor placer que por ellas pasarán los
ferro-carriles. El de Lima á Junin, objeto de nuestras
mas gratas meditaciones, lo es ya de estudios profun-
dos , y es de esperar que dentro de algunos años será
la principal arteria que sostenga la unidad nacional,
y anticipe la futura elevación del Perú al rango de las
primeras potencias.
C A P I T U L O IV

INFLUENCIA DEL PERÚ SOBRE LA CONSTITUCIÓN DEL


HOMBRE.

Á pesar de ser el Perú la porción mas rica y una de


las mas bellas del globo, no tendría un porvenir tan
lisongero, si fuese tan insalubre como la mayor parte
de los paises intertropicales. En realidad ofrece l u g a -
res poco favorables ala organización humana: quebra-
das que á este respecto gozan de una celebridad f u -
nesta, sea por su aire infecto que trae una muerte pre-
matura, sea por las intermitentes, erupciones cutáneas
y otras dolencias que condenan á una vida de langui-
dez y malestar; ciertos bajíos de la región oriental, en
los que monstruosos cotos causan una deformidad r e -
pugnante, dificultan las funciones y esponen á los hijos
de los cotosos á ser imbéciles de nacimiento; en los
terrenos inundados de la montaña, enfermedades g r a -
vísimas que obligan á menudo á maldecir la prodi-
S2 DESCRIPCIÓN
giosa fecundidad de la tierra; en parte del litoral la
tisis muy peligrosa en los jóvenes; y en raras épocas
casi por todo el pais fiebres de mal carácter.
A las influencias inevitables de gran daño se agre-
gan en algunos puntos del Perú otras que solo pueden
perjudicar mucho por culpa del hombre ó que alar-
man mucho mas de lo que ofenden. En valles donde la
vida se desliza blandamente como un sueño de bien-
estar, hay el riesgo de que sufran menoscabo las fuer-
zas del cuerpo y los poderes del alma, si nos abando-
namos al ocio enervante, á la pérfida suavidad del cli-
ma y a las tentaciones de la abundancia.
Mas raros y de menos perjuicio efectivo y sin embar-
go de impresiones mas terribles son los terremotos,
que se repiten todos los años con mas ruido que estra-
gos, y que de siglo en siglo han causado grandes r u i -
nas. La tierra llegó á temblar como un ebrio, el mar
tan pacífico bramó como en las regiones polares, y sus
encumbradas olas devoraron los puertos y arrojaron
las naves á la campiña; desaparecieron ciudades ente-
ras y entre sus escombros los míseros habitantes.
Imponentes como el terremoto y sin embargo casi
siempre sin graves consecuencias son los males eme
aquejan á los que por primera vez trepan á la cordi-
llera. Un viento frío y sutil quema el rostro, rájalos l a -
bios y deja el cuerpo aterido. La continua reverbera-
ción de la nieve suele deslumhrar, inflamar los ojos y
aun causar una ceguedad pasagera. La falta de pre-
DEL PERÚ. 53
sion atmosférica, que enrarece la sangre y que parece
quitar el alimento de la vida, hace latir tumultuosa-
mente el corazón; se respira con pena; la cabeza está
doliente y aturdida; y en el trastorno de las funcio-
nes, en el desfallecimiento y falta de calor creería uno
que va á exalar el último suspiro por haber tenido la
temeraria pretensión de escalar las solitarias alturas
de la muerte.
Mas sin embargo ele las molestias pasageras, de las
plagas periódicas y de males mas permanentes, á que
como toda la tierra está espuesto, no es menos a d m i -
rable el Perú por su benéfico influjo sobre la existencia
humana que por sus prodigiosas riquezas. La Provi-
dencia ha puesto el remedio junto al mal, las aguas
fortificantes del Océano junto á climas que enervan, la
altura vivificadora sobre el bajío que mata, junto á los
bosques y tierras inundadas de la montaña altiplanicies
y sitios descubiertos donde se respiran aires que rea-
niman, y los baños minerales de singular eficacia en
todas las regiones.
Por otra parte, en las costas del Perú apenas son co-
nocidas las terribles dolencias que aflijen las demás
costas de la zona tórrida, y se recuerda la deliciosa
existencia del Paraíso al gozar de una primavera per-
petua y de un cielo siempre sereno.
La sierra se distingue en general por una salubri-
dad incomparable; y en sus amenos valles hay resta-
blecimientos que rayan en prodigio; el que parecía h a -
54 DESCRIPCIÓN
ber caído en la agonía, el que so sentía perecer por
instantes, se reanima y vigoriza cual si se hubiera b a -
ñado en la fuente de la juventud; algún desauciado por
una enfermedad de consunción puede soportar rudos
trabajos y entregarse á estudios sostenidos,
Aun en la tierra caliente, donde la salud está menos
segura, ciertos lugares poseen el privilegio de curar
sin necesidad de medicamento alguno enfermedades
que hacían la desesperación clel arte,
En general, como por los rápidos cambios del ter-
reno se encadenan todos los climas; sin necesidad de
esperar la tardía sucesión de las estaciones ni de tras-
ladarse á países remotos, puede cada uno escojer á toda
hora y de un día á otro gozar los aires, aguas, tempe-
ratura y demás condiciones locales que mejor le sien-
ten. Llegará sin duda un dia en que se vaya al Perú en
busca de salud como hoy se va en busca de fortuna.
En tierra tan amiga del hombre, el cuerpo suele ad-
quirir buenas formas y órganos vigorosos; el bello
sexo abunda en tipos de hermosura que deslumhran
y encantan; no son muy raros los centenarios que con-
servan los dientes, los cabellos, el buen uso do los sen-
tidos y la soltura de sus miembros; la viveza del inge-
nio se hace sentir casi desde la cuna; la edad madura
se distingue por la perspicacia y buen sentido; en todas
épocas ha habido hombres eminentes en las letras y
en mucho mayor número, quienes se señalaron por su
ardiente deseo de mejoras y su entusiasmo por todo lo
DEL PE11U. 88

grande; son muy comunes las felices disposiciones y


gusto por los artes; sobre todo es tan dulce el carácter
nacional y tan bondadosos los sentimientos, que ni
por la servidumbre secular, ni entre los horrores de las
contiendas civiles, dejan los Peruanos de presentarse
como el pueblo mas humano y apacible.
Cuando se cree en el exterior que la guerra todo lo
está destruyendo en el Perú, la industria sigue sus ta-
reas fecundas, la ciencia sus especulaciones sabias, los
hombres de placer sus distracciones, las familias con-
servan sus lazos habituales, el gobierno mismo fun-
ciona con regularidad fuera del teatro, por lo común
muy distante y reducido donde se lucha; y éntrelos
combatientes antes del choque y después de la victoria
se hacen acatar la justicia y la humanidad, mucho
mas allá de lo que suele suceder entre pueblos que se
precian, con razón, de muy cultos. En épocas de paz
son rarísimos los grandes crímenes, y con excepciones
muy limitadas pueden mandarse las cargas de plata
por todo el país sin resguardo alguno. Aunque en las
clases abatidas se lamenten los tristes legados de la
servidumbre, el pueblo no deja de mostrarse en todas
partes contento con su suerte, dócil y generoso. Las
clases acomodadas conocen todos los goces de una cul-
tura refinada.
La sociedad peruana, merced á las dotes del carác-
ter y á la excelencia de la tierra avanza visiblemente
en la carrera de la civilización á la que pertenecen por
56 DESCRIPCIÓN
entero la costa y la sierra. Ademas de mil pueblos y
campiñas, no indignos de lo que son entre naciones ci-
vilizadas los pueblos y habitaciones rurales, hay mu-
chos centros de cultura y de grandeza : Lima, la perla
del Pacífico, rival de las grandes capitales de Europa
en lujo y finura de trato; Piura, de feracísimos c a m -
pos ; Payta, de hermosa bahía; Lambayeque, Chiclayo
y San Pedro, rivales de adelantos; Trujillo, linda m i -
niatura de L i m a ; el Callao, el mejor puerto del Pací-
fico ; Yca, opulenta con sus viñas; la inteligente y ani-
mosa Arequipa, con campiña bien cultivada; Moque-
gua, digna émula de Yca en las vides; Arica, puerto
de tránsito para el comercio de Bolivia; la culta Tacna,
que prospera rápidamente con este tráfico ; Puno, que
á pesar de su aislamiento se enriquece con sus lanas y
minerales; el Cuzco, reina destronada que conserva
los restos de su grandeza y las legítimas esperanzas de
su rico suelo; Ayacucho, que puede enriquecerse con la
cochinilla y desde ahora ostenta los primores de sus
escultores y plateros; Huanta, que prospera con el
trato de la coca mientras no saca inmensos recursos de
su fértilísima vega; Acobamba, abundante en trigos;
Guancavelica, con inagotables vetas de azogue; H u a n -
cayo, de mercado concurrido, Jauja, de salubridad
probervial; la interesante Tarma, con campiña cuyo
cultivo recuerda la de Arequipa; el Cerro de Pasco,
principal asiento mineral; Huánuco, que tiene valio-
sas entradas en sus cañaverales, frutas y coca; Huaras,
DEL PERÚ. 37
con las nieves eternas sobre su cabeza y el amenísimo
callejón de Huailas á sus pies; la bella cuanto dulce é
inteligente Cajamarca; Chachapoyas, que para salir de
su abatimiento aspira por abrirse fácil via al Amazo-
nas y Moyobamba, que penetra en la montaña como
un puesto avanzado de la civilización.
Por lo demás, aunque está casi despoblado, cuenta
el Perú mas de tres millones de habitantes, si bien
apenas le conceden dos los que no se han detenido en
hacer observaciones y en apreciar maduramente los
censos oficiales. Y la actual falta de población no podrá
hacerse sentir por mucho tiempo en un país donde la
existencia puede correr tan apaciblemente, donde la
indigencia apenas es conocida y donde la fundada es-
peranza de prosperar y la bondadosa hospitalidad de
los naturales atraen y fijan al que sufre ó no halla
teatro para su actividad en su patria nativa.
Una vez acrecentada la población ó al menos mas
unida y mas convencida de sus propios recursos, se
hará respetar el Perú por sus medios naturales de de-
fensa. La naturaleza ha sembrado por todo el interior
las fortificaciones inexpugnables y las excelentes p o -
siciones militares. Los vínculos que confunden á las
diferentes regiones y la solidaridad de intereses entre
todos los habitantes, hacen el sentimiento de la u n i -
dad nacional bastante poderoso para resistir, como
ha resistido en épocas azarosas de conquista y de
trastornos, átoda causa de excisión. El valor, princi-
58 DESCRIPCIÓN DEL PERÜ.
pal sosten de los pueblos, se forma de suyo cerca
del Océano, en alturas tempestuosas y en moradas
donde el hombre crece en toda su independencia.
Por eso ha dado el Perú excelentes soldados y buenos
capitanes.
Si la tierra es la profecía de la historia, á la de p o -
cos pueblos cederá en lustre la historia del Perú. Aun-
que es este un país del Nuevo Mundo y por lo mismo
debe ser al presente mas fecundo en esperanzas que
en recuerdos, el discurso de nuestra narración hará
ver que su glorioso pasado y su actual situación anun-
cian claramente un magnífico porvenir.
LIBRO II
PERU PRIMITIVO

CAPITULO I

PRIMEROS HABITANTES DEL PERÚ.

Pudiera creerse, que el Perú es una tierra nueva


que solo en los últimos tiempos ha ofrecido asiento
estable á los hombres. Ni el litoral, ni el interior
están todavía libres de violentísimas sacudidas, ni
de profundos trastornos.
En el litoral, si el cielo ostenta la serenidad del
paraíso, el Océano apesar de que lleve con razón el
nombre de Pacífico, parece que no quisiera recono-
cer límites; ya invade las costas reduciendo á islas
regiones que formaban parte del continente, ó d e -
jando en los campos aguas con depósitos de sal, que
se aumentan todos los anos; ya se re lira lejos, y
donde quiera quedan señales ciertas de su antiguo le-
cho : aquí son llanuras cubiertas de los guijarros que
ruedan entre las olas; mas allá rocas horadadas por
su choque secular, y peñascos con los tintes sombríos
60 PERÚ PRIMITIVO,
que el mar solo ha podido comunicarles después de
haberlos bañado por mucho tiempo; y á dos ó tres
leguas de la playa y hasta cien varas de altura son co-
linas formadas de arena y abundantes en conchas
marinas, muchas en su integridad, otras reducidas á
fragmentos y ápolvo, señales todas evidentes de que no
ha muchos siglos fué hondo mar lo que hoy es alta cima.
Las invasiones y retiradas del Océano, que por lo co-
mún solo se hacen sentir en grande con el trascurso de
largos años, son aveces la obra de algunos instantes
durante las convulsiones de un gran terremoto. A g i -
tado entonces el suelo con violencia suma, las aguas
que principiaron por alejarse, se avanzan luego para
sepultar en su seno plantas, animales y poblaciones; y
en estos terremotos asoladores no siempre queda r e -
ducido el estrago á la superficie de la tierra; que en
algunos cambian las condiciones del clima y el aire es
mas fecundo en enfermedades, y no pueden cultivarse
con buen éxito vegetales que hasta entonces habían
prosperado. Surcos profundos iguales á los que dejan
los torrentes y que probablemente han sido escavados
por antiguas corrientes déla sierra, han hecho creer á
algunos que en otro tiempo fueran campiñas fecun-
dadas por lluvias abundantes, vastos desiertos que
ahora no reciben el riego del cielo.
En el interior suelen luchar con furor los elemen-
tos ; el viento llega á tener el poder del huracán, el
rayo hiende las rocas, la nieve se desploma sobre la
PERÚ PRIMITIVO. 61
llanura, las lluvias bien cayendo á torrentes, bien
hinchienclo los terrenos y hacendóles perder su aplomo,
todo lo trastornan. También se hacen sentir á bastante
distancia de la costa aunque no en la profundidad
de la montaña, los terremotos asoladores; y con el
intervalo de algunos siglos y solo en regiones deter-
minadas hay erupciones de volcanes. Con tan pode-
rosos agentes de destrucción suelen abrirse en el
llano simas sin fondo y precipicios horribles; se alla-
nan altísimos montes ó son trasportados á distan-
cías considerables; se levantan grandes elevaciones
en el sitio de la profunda quebrada; la honda y e s -
tensa laguna se convierte en amenísimo valle habién-
dosele abierto de súbito ancha salida; aparecen
nuevos lagos; y de todos lados se descubren masas
colosales que la naturaleza haciendo ostentación de
sus fuerzas, acumula ó dispersa, como elementos de
una nueva creación, ó como ruinas de un mundo des-
truido al salir de sus manos.
Entre el caos de formaciones y destrucciones y en
la instabilidad del suelo peruano pudiera por lo tanto
presumirse que la humanidad no ha hallado de muy
antiguo un asilo para su frágil existencia. Sin e m -
bargo nada es mas cierto que la antigüedad, del hom-
bre sobre esta tierra de bendición.
Desde luego por violentas que sean las conmociones
á que está sujeto el Perú, desde ha muchos siglos ofrece
condiciones que como en la actualidad son altamente
62 PERÚ PRIMITIVO,
favorables ala vida. En la costa la atmósfera ha estado
esenta de los aguaceros intertropicales; puesto que
á gran profundidad conserva su fecundidad preciosa
el guano depositado lentamente por las aves, el que
sin duda habria sido en las islas del Perú como en
todas partes, barrido ó desvirtuado por la acción de
las lluvias. En el interior los árboles que no pueden
ser abarcados por los brazos do muchos hombres y
cuya cima se pierde entre nubes, son entre otras una
muestra segura de que la vida, sino es contempo-
ránea con el origen del mundo, lleva ya una larga
serie de siglos en los bosques del Perú
La antigua presencia del hombre se revela de todos
modos. En algunos puntos se vén Néstores déla vege-
tación que han debido ser plantados por su mano. La
extensión del cultivo es tal en otras regiones, que solo
ha podido llevarse á cabo con el trabajo de muchos
siglos, desde que lo egecutaban pueblos nacientes.
En las islas guaneras bajo capas muy espesas, que
por lo mismo no pudieron formarse sino por depósitos
seculares, se hallan cada dia varios útiles con que se
estraía el guano. Los primeros españoles vieron m u -
chos monumentos cuyas durísimas piedras aparecían
desgastadas por la acción del tiempo. También ha sido
necesario un largo trascurso de siglos para que los
pueblos descendieran con estrema lentitud desde las
cumbres alas punas, desde las punas al valle, y desde
el valle ala quebrada; lugares en que sucesivamente
PERU PRIMITIVO. 63
lian ido dejando numerosas ruinas. Tampoco han p o -
dido multiplicarse sino alo largo las antiguas naciones^
expuestas como se hallaban al furor de una natura-
leza gigantesca y de todo punto enemiga, y trayendo
entre sí casi sin treguas guerras de exterminio.
Mas lenta debia ser todavía la fusion que iba verifi-
cándose entre pueblos tan hostiles. En fin algunos de
ellos se hallaban con el trascurso de las generaciones
tan apegados al suelo peruano, que se creían autócto-
nos habiendo olvidado todo recuerdo de la patria
de sus abuelos : quienes se tenían por hijos de las
fuentes, de los rios ó de las lagunas; quienes asegu-
raban que habían salido sus padres de los cerros ó do
las cuevas; hubo entre ellos quienes se preciasen de
descender de leones, de condores, de otras fieras, ó
de otras aves.
Aun pudiera creerse que la población del Perú es
anterior á la del viejo mundo. Los restos humanos
que se han encontrado bajo el inmediato suelo del
Brasil, revelan que en esta region hubo criaturas de
nuestra especie sobre terrenos que en el antiguo con-
tinente se ha creído hasta ahora habían precedido
largos períodos geolójicos á la existencia del hombre.
Otra razón muy especiosa y mas accesible á la inteli-
gencia vulgar, pero ciertamente menos sólida pudiera
también persuadimos de la asombrosa antigüedad
de algunas tribus. La fisonomía de ciertos indijenas
presenta tal aire de vejez; desde la cuna se nota tal
64 PERÚ PRIMITIVO,
ausencia de lozanía, y de esa frescura que anima á la
vida naciente; hay rasgos tan de otro tiempo que la
imajinacion nos arrastra á siglos antehistóricos;
mas la severa razón no tarda en descubrir que estas
ruinas de la humanidad no lian sido la obra gradual
y lenta del tiempo que gastará un día las razas como
gastará la tierra, sino la obra impia y violenta de
otros hombres, el triste sello de la servidumbre tan
fatal á la organización como á las dotes del espíritu.
¿ De donde procedían verdaderamente los primeros
habitantes del Perú ? Su origen esta envuelto en el
profundo misterio que nos oculta el origen de las n a -
ciones antiguas y mas profundamente el de las nacio-
nes americanas. Bajo el doble carácter de pueblos a n -
tiguos y de pueblos americanos, en vez de conservar
los Peruanos un recuerdo claro y fiel de sus anteceso-
res referían acerca de ellos fábulas contradictorias.
«Viracocha (Espuma de la laguna), contaban los
mas entendidos, crió al principio el cielo y la tierra,
y antes de criar la luz y el di a hizo á los primeros
hombres.
» Los primeros hombres fueron convertidos en
piedras porque agraviaron á su criador.
» Para que desapareciesen las tinieblas y se pobla-
se el Perú, salió Viracocha por segunda vez de la
laguna sacando consigo alguna gente; crió el €ol y
las estrellas y formó modelos de los futuros Peruanos.
Estas imágenes que representaban personas de ambos
PERÚ PRIMITIVO. 6o
sexos en el vigor ele la edad, mngeres en cinta y m a -
dres con sus niños en las cunas fueron colocadas en las
diferentes provincias del Perú.
» Obedeciendo á las órdenes de Viracocha se diri-
gieron sus compañeros á diferentes regiones; y al l l e -
gar cada uno á la suya gritaron: — salid y poblad esta
tierra que está desierta y solitaria; así lo manda Vira-
cocha que es el autor del mundo. — A estos gritos se
animaron los modelos de los peruanos, y fueron s a -
liendo hombres de Jas fuentes, rios, cerros y cuevas.
»Viracocha quiso animar por si mismo algunos de los
modelos, y fué llamando á la vida á cuantas naciones
hay en el camino de la sierra, desde Titicaca hasta
Puerto viejo. Cuando veinte leguas al Sur del Cusco pro-
nunció la palabra animadora, se alzaron los Canas ar-
mados, y le acometieron porque no le conocían. Por
este desacato hizo llover fuego; las llamas iban devo-
rando los valles y las cordilleras; y todo pereciera en
el incendio sino le apagara instantáneamente el Dios,
dando con una varita, dos ó tres golpes en el fuego; Vi-
racocha se habia apiadado porque los Canas amedren-
tados arrojaron las armas al suelo y pidieron humil-
demente misericordia. Con estas señales descubrieron
los Indios á su Criador y le erigieron un templo que
fué el mas antiguo del Perú. Los del Cusco animados
también por el mismo Viracocha recibieron de sus ma-
nos á Alcavilca para que fuese señor de todos ellos.
» En Puerto viejo se reunió Viracocha con la gente
i. a
66 PERÚ PRIMITIVO,
que había sacado de la laguna, y juntos allí todos se
entraron por el mar y desaparecieron, marchando por
las olas como si estas fueran tierra firme. »
«El Dios CON, si se han de creer otras tradiciones, vino
por la parte del Norte. CON no tenia huesos, nervios,
ni extremidades y marchaba con la celeridad de los
espíritus. CON hablaba, y se aplanaban las sierras, se
alzaban las quebradas, la tierra se cubría de frutos y
de cuanto es necesario para el sostenimiento de la
vida, y nacían hombres y mugeres para gozar de la
abundancia.
« Los habitantes de la costa se entregaron á toda
clase de desórdenes y se olvidaron de su criador. I n -
dignado CON de tanta corrupción trasformó á los cos-
teños en gatos negros y en otros animales horribles;
negó las lluvias á la costa, y la mansión antes alegre
y amena se convirtió en triste y árido desierto.
» Pachacamac (el que anima al mundo), Dios mas
poderoso que Con, vino por la parte del Sur, ahuyentó
al perseguidor de los hombres y crió la nueva genera-
ción de la que proceden los Indios. El templo que des-
pués veneró todo el Perú sobre el valle de Lurin y
cerca de la playa, fué erigido á Pachacamac porque en
aquel sitio solia sentarse el Dios para dar sus benéfi-
cas instrucciones. »
Si alguna deducción racional acerca del origen de
los Peruanos pudiera sacarse de tales fábulas, se pre-
sumiría que las inmediaciones de Titicaca, algunos
PERÚ PRIMITIVO. G7
valles del Norte y los inmediatos á Lima fueron los
tres principales centros de población y de cultura. Y
esta congetura se halla reforzada por algunos monu-
mentos que en aquellos lugares desafiaron la acción
de los siglos. Por otra parte el aspecto del país mues-
tra á las claras que su población solo ha podido fijarse
y crecer hasta formar naciones en la costa y en la sierra.
La montaña ha sido y será por mucho tiempo tierra
inhospitalaria; y las tribus arrojadas á ella desde las
costas del Atlántico por las que el mayor número d e -
bió llegar; en vez de prosperar y multiplicarse para re-
bosar sobre el resto del Perú, estaban condenadas á
perderse y languidecer en la inmensidad de los b o s -
ques.
¿ Formaban los Peruanos parte de una especie parti-
cular ; de ese hombre americano que algunos creen con-
temporáneo de la creación en el nuevo continente?
¿De qué parte del antiguo y por qué ruta vinieron si-
no reconocen otro padre que el del linage humano ?
Cuestiones son estas que ligadas á la historia general
de la humanidad, solo pueden aclararse algún tanto pol-
la historia sagrada y por las tradiciones de otros pue-
blos. Sin embargo todo nos mueve á buscar la cuna
de los Peruanos en la cuna misma de los primeros
hombres. Los rasgos físicos, las facultades morales,
las creencias religiosas, el sistema de gobierno, el g e -
nero de vida, la industria, las costumbres, y sobre
lodo el lenguage que sigue las leyes de los idiomas
68 PERÚ PRIMITIVO,
primitivos y del eme muchas voces reproducen el s o -
nido y no pocas la significación de estos, nos revelan
la fraternidad de los Indios con el resto de los h o m -
bres ; si hay notables diferencias físicas, fácil es expli-
carlas por la acción eme sobre la especie humana ejer-
cieron con el trascurso de los siglos los climas y los
hábitos sociales. La falta de algunos usos generales y.
el olvido de las grandes tradiciones se conciben muy
bien en pueblos sugetos á larguísimas peregrinacio-
nes, que luchaban con una naturaleza gigantesca, y
sufrían guerras exterminadoras.
¿Pero con qué nación antiguase enlazan mas ele
cerca los Peruanos? Las engañosas analogías que
hay siempre entre pueblos colocados en situacio-
nes semejantes y las que nunca pueden faltar entre t o -
das las secciones de la especie humana, persuadirán
fácilmente á los hombres sistemáticos de la filiación
que quieran dar á los Peruanos. Signos menos equí-
vocos vendrán en apoyo de ciertas opiniones. Las
balsas que se usaron en el lago de Titicaca, ente-
ramente iguales a l a s que se ven pintadas en el sepul-
cro cleRamses, hacen pensar en un origen egipcio. Las
ruinas de Tiahuanaco algo semejantes á las de la
América central y con cierto aire de las obras fenicias,
suscitan la sospecha de si los atrevidos navegantes
que de Tiro se lanzaron á mares desconocidos, traerían
aquí como á Copan, Quiche y Palenque su población,
idioma, ritos y construcciones; y esta sospecha se cor-
PERÚ PRIMITIVO. 69
robora por la semejanza que hay entre los Guauchos,
antiguos habitantes de Canarias y los Aimaraes de T i -
ticaca, tanto en la forma de los cráneos, como en la
manera de conservar los cadáveres.
La voz INTI, que denota al sol, principal objeto del
culto peruano y que parece venir del sanscrit INDRH
(resplandecer) y gran parte de las creencias, inclinan
á creer que la religión nacional ha debido tener su
nacimiento en el Indostan.
Mas poderosas son las presunciones que dan á los
indígenas un origen chino. Abundan los rasgos comu-
nes en el carácter; y la civilización de los Incas parece
lomada de la China. La fisonomía y cuerpos son á
veces tan parecidos que después de la venida de estos
colonos al Perú, se ha llegado á dudar si un individuo
era Chino ó Indígena; y se ha tomado reciprocamente
el uno por el otro á pesar de que las diferencias no
se habrían escapado á un ojo ejercitado. El vulgo ha
encontrado tan análogo el sonido de ciertas voces que,
según muchas personas, los Chinos podían entenderse
con los habitantes de Eten, pueblo de la costa del
Norte que ha conservado su antiguo dialecto. También
se me ha asegurado seriamente que los Chinos podían
ser entendidos por una tribu del Guallaga.
A pesar de tan fuertes presunciones, la falta de l e -
tras y de tradiciones locales, la incomunicación en
que por tanto tiempo estuvo la América con Europa,
y el no ser bien conocidos todavía aquellos anales de
70 PERÚ PRIMITIVO.
Oriente que podrían dar mayor luz, nos impiden s a -
ber de qué lugares salieron los Peruanos, qué ruta
siguieron y cuál fué la época de su llegada. Pero no
obstante esta ignorancia, tenemos por cosa averi-
guada que el Perú no fué poblado de una vez y por
una sola nación; sino que en diferentes épocas llega-
ron á sus dilatadas regiones diferentes pueblos orien-
tales. El mayor número vendría por tierra, después de
' haber desembarcado en los países de América mas en
contacto con el antiguo continente; y así lo hacen
creer las grandes analogías de ciertas voces y usos que
todavía resaltan entre las tribus de la montaña y
las del Brasil; entre los antiguos habitantes de los
valles del Norte y los de el Chocó y América central;
entre los Indios de la sierra y los que habitan las me-
sas del Ecuador y Nueva Granada. Parte de los p r i -
meros Peruanos pudo venir por mar, sea que se e n -
tregaran á merced de las olas, sea teniendo alguna
idea del país á donde se dirigían; y esto puede infe-
rirse de la semejanza que se descubre entre ellos y a l -
gunos isleños de Oceania y de la memoria de antiguos
viages por mar que conservaban los habitantes de
Tumbes, Yca, Arica y otros pueblos.
La variedad de inmigraciones se revela de todos
modos. En las antiguas tradiciones figuran hordas
que invadieron á las anteriormente establecidas; per-
sonages cuya procedencia se envolvía en el miste-
rio y cuyas ideas eran nuevas; gigantes que después
PERÚ PRIMITIVO. 71
de haber sembrado el terror y erigido monumentos
colosales fueron exterminados bien por el fuego del
cielo, bien por los naturales que suplían con el n ú -
mero la inferioridad de fuerzas; pigmeos que no p u -
dieron resistir á guerreros de talla ordinaria, y h o m -
bres de larga barba y de virtud prodigiosa que con un
poder y sabiduría admirables acabaron las grandes
obras de los primeros tiempos. El origen múltiplo de
los indígenas se manifiesta con mayor claridad en la
diferencia de idiomas entre los que algunos como el
Quechua y el Puquina tienen poca analogía entre
sí; en la variedad de civilización que diferia no solo
por el grado de cultura, sino también por las ideas,
industria y costumbres; en el contraste de caracteres
nacionales, y mas que todo en la varia constitución
física de las tribus.
Presentaban los Peruanos tallas desiguales; colores
que sin perder el tinte rogizo se acercaban ya al
blanco europeo, ya al amarillo oscuro del Malayo;
fisonomías redondeadas, desmedidamente alarga-
das ó de los rasgos mas irregulares; frentes salientes
ó frentes que huyen ; cráneos uvales, piramidales, s u -
mamente prolongados bien hacia la coronilla, bien
de delante atrás ó muy aplanados por los lados; y ca-
bezas cuyos ángulos faciales variaban desde sesenta y
ocho á ochenta grados. Estas formas han podido pro-
ducirse y perpetuarse en parte por el influjo de los d i -
ferentes climas y hábitos sociales. Inmensa debió ser
72 PERÚ PRIMITIVO,
la fuerza de tales causas en épocas, en que los desier-
tos, cordilleras, bosques y guerras reducían los pue-
blos á un aislamiento casi completo; y en que la
acción délos agentes exteriores se hacia sentir de lleno
por cuanto la naturaleza dominaba al hombre y las
inclinaciones no moderadas por la razón obraban con
suma violencia. Pero las diferencias orgánicas eran
generales y profundas, se anunciaban desde el seno
materno, subsistían aunque variasen el clima y los
usos locales á que pudieran atribuirse; y es por lo
tanto necesario deribarlas de otro origen mas anti-
guo ; de esas influencias inmemoriales y en parte mis-
teriosas, que en la cuna misma de la humanidad
principiaron á establecer la diferencia de familias hu-
manas.-
¿ Es posible reducir á un número fijo y clasificar por
caracteres ciertos las antiguas tribus peruanas? O b -
servadores sistemáticos han creido que las civilizadas
no fueron sino tres: la de los CHINCHAS, que ocupaba
la costa, la de los HÜANCAS, que habitaban en la sierra
desde los nueve hasta los catorce grados de latitud, y la
AIMARA que se estendia por las vastas mesas del Perú
y Bolívia. También han asegurado que en el cráneo de
algunas de estas razas existían constantemente huesos
que les daban una conformación semejante á, la de los
monos. Este hecho se halla desmentido por observa-
ciones mas fieles; y la indicada clasificación reposa
enteramente sobre un corto número de hechos mal oh-
PEMJ PRIMITIVO. 73
servados y peor interpretados. Los que recorran el país
sin prevenciones sistemáticas é interroguen con ánimo
libre las tumbas, no tardarán en convencerse de que
la diferencia de tribus peruanas no se presta todavía á
clasificaciones rigorosas.
C A P I T U L O II

TRIBUS PRINCIPALES DEL PERU.

Entre los siglos doce y trece, época en que la histo-


ria del Perú principia á aclararse, los Indios no forma-
ban un cuerpo de nación, ni nacionalidades con
asiento seguro; sino que estaban divididos en multi-
tud de tribus diferentes en gobierno, religión y cos-
tumbres; mas que fracciones homogéneas de la socie-
dad humana parecian razas antagonistas, incapaces
de unirse entre sí y de aproximarse sino mediante
guerras exterminadoras.
Las mas numerosas de las tribus peruanas eran los
Collas que habitaban lamesa de Titicaca estendiéndose
á los valles inmediatos del Cusco y de Bolivia. La A l -
tiplanicie que se dilata en el Sur desde el nudo de
Porco hasta el nudo del Cusco, entre las cordilleras
oriental y occidental; teniendo de largo mas de tres-
cientas millas, y variando en ancho de cincuenta á
PERÚ PRIMITIVO. 75
ciento diez y seis está á mas de cuatro mil quinientas
varas sobre el nivel del mar. A tal elevación la tier-
ra no puede cubrirse de la lozana vegetación que se
admira en los valles templados y en los yungas; los
elementos dominan la vida; las lluvias ya inundan
los terrenos, ya convertidas en nieve ocultan todo i n -
dicio de verdura; y cuando el agua cae bajo la forma
de menudo rocío, hace sentir el rigor de los hielos.
Sin embargo, si faltan la magnificencia del bosque y
las galas del jardín; abundan los pastos sustanciosos
para alimentar innumerables rebaños; al abrigo de
los collados y en pequeñas hondonadas se dan bien la
papa, la quinua y otras plantas alimenticias; y m u -
cha parte de la mesa está ocupada por la laguna de
Titicaca la cual con seiscientas leguas de superficie,
con peces y puertos, puede prestar los servicios de
un mar interior, y en sus islas admite el cultivo del
maíz, y alguna arboleda.
Con la abundante pesca que hacían en el Titicaca,
con la caza de los patos que se multiplican en las
orillas del lago y la de perdices, viscachas, huana-
cos y vicuñas que vagan en las punas; con la cria
de llamas y alpacas, y con el cultivo de algunas plan-
tas alimenticias, especialmente de la papa que con-
servaban reducida á chuño después de haberla e s -
puesto al hielo y secado por muchos dias; tenían los
Collas medios de subsistencia para acrecentarse y
vivir largos años sanos y robustos en un clima salu-
70 PERU PRIMITIVO,
berrimo y en los hábitos sencillos de la vida p a s -
toral. Los ganados les daban lana para defender
su cuerpo del intenso frió y traer las cabezas c u -
biertas, los hombres con CHUCOS especie do gorro
que descendía hasta por debajo de las orejas y
las mugeres con una capucha parecida á la de los
frailes. Vivian en chozas de piedra de forma cónica,
cubiertas con la paja de la puna, y se agrupaban en
pueblecillos que colocaban junto á los coliados, sea
para buscar algún abrigo, sea para estar mejor d e -
fendidos de sus enemigos. Esta precaución era indis-
pensable por que solían traer entre sí guerras fre-
cuentes ya por los pastos, ya por las rivalidades de sus
señores, algunos de los cuales conquistaron graneles
provincias. Sobre todos los gefes se hicieron célebres
Cari, y Capána.
Los principales objetos del culto eran para los Collas
la laguna, las fuentes, ríos y cerros, de que se creían
descendientes; las llamas blancas por respeto á la que
consideraban origen de sus rebaños; ciertas estrellas
que tenían por llamas celestes y como tales por protec-
toras de las de la tierra; y ciertos personages que se
habían distinguido en la paz ó en la guerra. Algunos
siglos después veíase á dos leguas del pueblo de llave
una estatua de piedra de tres estados de alto, en la
que se habían esculpido dos figuras monstruosas,
una de varón que miraba al oriente y la otra con
rostro de muger que á espalda de la primera miraba
PERÜ PRIMITIVO. 77
al poniente; á los pies de una y otra se arrastraban
reptiles parecidos á sapos; y desde ellos trepaban unas
serpientes á la cabeza de entrambas figuras; delante
de cada uno de estos ídolos había un ara de piedra
cuadrada de palmo y medio de alto, es de creer que con
destino á los sacrificios humanos. En el mismo cerro
se levantaban magníficos sepulcros que eran también
comunes en otras partes del Collao; su forma era la de
cierta especie de torrecillas de cuatro esquinas, sun-
tuosamente labradas y cubiertas con paja ó con losas.
Los Collas hablaban el Aimará que parece haber
tomado su origen de la misma raiz que el Quechua.
La mas notable de sus tradiciones era la de ciertos
hombres blancos y barbados que se habían refujiado
en la isla mayor de Titicaca y que fueron esterminados
por uno de los señores del país. La mas extraordina-
ria de sus costumbres fué la de quebrantar las cabe-
zas de los recien nacidos para alargarlas hacia arriba
de una manera monstruosa; también sorprende su
manera de pensar sobre la castidad de las mugeres.
Tenían en poco la de las solteras y solia ser estimada
en mas la que había sido mas licenciosa. Tal vez pro-
cedían así porque en las mugeres de trato libre y e s -
timadas por eso de la muchedumbre crecrian ver m u -
geres hacendosas que les ayudarían en sus faenas. Lo
cierto es que concediendo tanta libertad, alas solteras,
condenaban á muerte á la casada que era convencida
de adulterio.
78 PERÚ PRIMITIVO.
Al norte del Collao y desde el nudo del Cusco hasta
el rio Pachachaca se estendian éntrelas dos cordilleras
por los altos y por los valles diferentes naciones ya
sugetas á gefes llamados CURACAS, ya sin autoridades
permanentes. Las punas occidentales que parecen con-
tinuar el Collao y van á confundirse con la mesa de
Parinacochas, alimentaban pueblos de pastores, los
cuales podian añadir á las producciones de las tierras
M a s el maíz que prospera en lasnumerosas quebradas
de esa región. Hacia la parte oriental, donde lósame-
nos valles regados por los afluentes del Vilcamayo, los
ricos vajíos de Carabaya y las abrasadas playas del
Apurimac y del Pachachaca so prestan al variado
cultivo de los paises intertropicales; se mantenían
principalmente délos productos déla tierra sin renun-
ciar á la cria de los ganados que hallan fácil sustento
en las alturas inmediatas. Pero viviendo déla agricul-
tura ó de la ganadería las tribus cusqueñas se acrecen-
taban rápidamente por su carácter apacible, por sus
costumbres sencillas y sus ocupaciones saludables en
el clima vivificante de la sierra. Brillaban ma|por su
buen juicio, por su candor y por su disposición para
el trabajo, que por su osadía ó por la viveza de su i n -
genio; pero se prestaban dóciles á morir ó vencer
bajo la dirección de caudillos valerosos y á llevar á
cabo grandes obras.
En el culto variado de los Cusqueños se señalaban
el que los Canas tributaban á Viracocha en un anti-
PERÚ PRIMITIVO. 79
quísimo templo y el que rendían los Cahuínas en otro
templo á un ídolo semejante á ellos. Es de notar t a m -
bién en la tribu de los Cahuínas la creencia de que
sus almas habian salido de un gran lago á donde
volverían después de su. muerte para animar de nuevo
otros cuerpos; y no debe olvidarse que estos Indios
acostumbraron oradarse las orejas y traer enormes
pendientes antes que ese fuese un distintivo de los
nobles Incas.
Entre todos los Cusqueños se han hecho célebres
los Quechuas que eran la tribu mas numerosa al Sur
del Pachachaca. Su lengua tan notable por la perfec-
cionypor haber llegado áser la lengua general del i m -
perio ; como que fué hablada en la serranía del Norte
antes de la conquista, y dejó huellas indelebles en l u -
gares á donde los soldados del sol nunca llevaron sus
armas, es indicio seguro de que la raza Quechua
habia estendido de muy atrás su influencia por las di-
latadas regiones del norte. Es de presumir que parte
de ella logró dominar el rcyno de Quito é irradiar s o -
bre las serranías vecinas; y parte fué rechazada hacia
el Cusco por tribus mas guerreras. Confusas tradicio-
nes harían creer que vino por mar en los primeros
siglos de la era cristiana, cuando los chinos tenían
algún comercio con Méjico; y que desembarcó por las
costas de Piura y del Ecuador.
Tribus guerreras dominaban desde el Pachachaca al
Jaujay desde lacordillera oriental á las cabezeras de lea
80 PERÚ PRIMITIVO,
ocupando un territorio semejante al del Cusco, de rí-
gidas punas hacia la parte occidental, embellecido
hacia elEste con losfertiles valles de Andahuailas, Aya-
cucho, HuantayAcobamba y enriquecido con una m a -
gnífica vegetación en las quebradas del rio Pampas
y en otras próximas á la montaña. Aunque la feraci-
dad de la tierra y la sencillez de la vida pastoral les
hubieran permitido multiplicarse en la paz y en la
abundancia, eran diezmadas á menudo por las guer-
ras desoladoras á que les arrastraban sus disputas
sobre pastos y su carácter fiero. Muchos de sus p u e -
blos presentaban el aspecto de fortificaciones; y las
viviendas eran una especie de torres de cinco á seis
varas de altura y de seis pies de diámetro; en ellas se
entraba por un agujero de dos pies de ancho y de pie
y medio de alto; un departamento bajo servia de co-
cina ; otro al que se subia por una abertura de dos
pies de diámetro que dejaban entre sí las lajas del
primer techo, parecía estar destinado para dormitorio;
y un tercer aposento en el que también se penetraba
por una abertura semejante á la del segundo piso y
que se hallaba igualmente cubierto por losas grue-
sas, estaba reservado para despensa.
La mayor parte de estas tribus se creían nacidas del
lago de Chociococha en Castro Virreina; lo que ha h e -
cho presumir que vinieron del Norte para empujar ha-
cia el Sur á los antiguos habitantes de Huancabelica y
Ayacucho. En Huamanga se establecieron bajo el nom-
PERÚ PRIMITIVO. 81
bre dePocras, y con el de Chancas en Andahuailas des-
pués de arrojar de este valle á los Quechuas. Los prin-
cipales caudillos Chancas se tenian por hijos de un
león, y en recuerdo de su origen solian adornarse tanto
en las fiestas como en los combates con pieles de estas
fieras, yendo vestidos á la manera de Hercules.
Desde los confínes de Huanta en que el rio de Jauja
vuelve sobre su curso para formar la provincia de Taya-
caja, hasta el nudo de Pasco, inoraban los Huancas,en
un territorio que es relativamente estrecho; pero en
el que las quebradas de Pampas, el incomparable valle
de Jauja, el amenísimo de Tarma y la mesa de Junin
sostenían una inmensa población, merced á la salu-
bridad del clima y á los recursos de la tierra.
Los que habitaban en el valle de Jauja y que espe-
cialmente llevaban el nombre de Huancas, estaban
divididos en comunidades que no obedecían á ningún
gefe, y solo se gobernaban por el consejo de los princi-
pales ciudadanos. Aunque los mas numerosos y de g e -
nio guerrero no pensaban en amenazar á sus comar-
canos, sino que por traer entre sí reñidas contiendas
á causa de los pastos, tenian que ocuparse en fortificar
sus estancias, viviendo como los Chancas en casas s e -
mejantes á torreones. Todavía se divisan desde la plaza
de Jauja en las alturas que dominan la población,
edificios que conservan el nombre de Huancas. Son casi
cilindricos, de gran diámetro, y de considerable a l -
tura; están dispuestos en hilera y separados por estre-
I. 6
82 PERÚ PRIMITIVO,
chisimo pasadizo; y en una altura inmediata se ven
gruesísimos muros y una serie de mesas levantadas
según todas las apariencias para que con los muros
formaran una fortaleza.
Estos Huancas desollaban á los prisioneros; y de
unos cueros que henchían de ceniza, hacían trofeos
de victoria para ostentarlos en sus templos, y de otros
se servían para tambores pensando así aterrar á los
enemigos. Con el mismo objeto y con el de inspirar
valor á sus soldados formaban sus trompas guerreras
con el cráneo de sus perros.
Los perros especie de gosques á que llamaron alcos
y cuya carne hallaban muy sabrosa, fueron para los
Jaujínos objeto de especial reverencia; y aunque han
desaparecido las consideraciones de idolatría, todavía
tienen mucho afecto á los perros y reusan matarlos.
Otro objeto de su culto eran los MALQUIS Ó cadáveres
de sus antepasados á los que solían tener en sus casas
envueltos en pieles que dejaban percibir las facciones.
Mas sobre todos los ídolos adoraban al criador bajo el
nombre de Ticiviracocha. El principal templo debió
estar hacia la parte media del valle y del lado de la
montaña. Junto á él crecían unos molles venerados
como cosa sagrada; en su interior solia hablar un orá-
culo muy respetado; y por una escalera de piedra se
bajaba á la fuente Huarivilca de donde según la tradi-
ción habían salido un hombre y una muger que fueron
los padres de los Huancas.
PERÚ PRIMITIVO. 83
Los que habitaban la bellísima quebrada de Tarma,
si bien eran tan numerosos como esforzados, se abste-
nían de invadir á sus vecinos contentos con conservar su
independencia y con pasar la vida en alegres festines á
los que se entregaban dia y noche por todo el tiempo
de la cosecha. Uniendo el espíritu religioso á los p l a -
ceres se preparaban para celebrar las fiestas con a y u -
nos rigorosos, habiendo devotos que ayunasen un año
entero por bien de la comunidad. El enlaze conyugal
se consagraba con un ósculo que los esposos se daban
en la megilla; y las viudas de los nobles ó se enterra-
ban con su consorte, ó llevaban por él un año de luto,
trayendo cortado el cabello, vestidos negros y enne-
grecido el rostro con cierta untura.
Los Pumpus (de Bombón) que tenían sus pueblos
en la helada mesa de Junin, si bien no podían cultivar
en su rígido suelo mas de papas y macas, hallaban
medios de subsistencia en los pequeños peces que cria
la laguna de Chinchaicocha la mayor del Perú después
de Titicaca, en las aves acuáticas que surcan sus aguas
y en los grandes rebaños áque ofrecen abundante pas-
to las inmediaciones; pero se destrozaban sin piedad
con continuas guerras en la falsa seguridad de vencer
ó de hallar fácil asilo, si eran derrotados; esperaban
siempre que podrían refugiarse entre las fragosidades
de la cordillera ó en las islas de la laguna cuyos tor-
tuosos y arriesgados senderos solo de ellos eran cono-
cidos.
84 PERÚ PRIMITIVO.
Los numerosos ramales en que del nudo de Pasco
al de Loja se dividen y subdividen los Andes; los h o n -
dísimos cauces por donde corren el Marañon, y el Hua-
llaga; y la multitud de quebradas por donde se precipi-
tan sus afluentes, hacen las sierras del Norte mas fra-
gosas que las del Sur. En ellas las punas son pendien-
tes y llega á desaparecer la dilatada llanura que for-
ma los altos del Collao, Cusco, Ayacucho, Huancabelica
y Junin; los valles se estrechan y reducen y solo se pre-
sentan notables los de Huanuco, Condebamba, Caja-
marca y Chota. Veíanse por lo tanto la mayor parte de
sus habitantes en la necesidad de poblar alturas poco
accesibles, pendientes muy rápidas ó bajíos profundos,
con escasa comunicación entre sí y sin pastos ilimi-
tados para sus rebaños. Sin embargo desde siglos r e -
motos pudieron vivir en estas regiones tribus numerosí-
simas; por que en la parte baja la vegetación ecua-
torial principia á desplegar toda su magnificencia;
en las alturas principalmente hacia el Oeste van faltan-
do las nieves eternas; y desde Cajabamba en ade-
lante la tierra produce mucho hasta en las cumbres de
la Cordillera. Las principales de estas tribus eran al
Oeste del Marañon las de Huarás, Huamachuco, C a j a -
marca y Huancabamba; y entre el Marañon y el H u a -
llaga los Huanucuyos, Huacrachucos y Chachapoyas.
Los indios de Huaras eran valerosos, amantes de su
libertad y algunos de recomendable laboriosidad;
pero se acusaba á otros de entregarse á deleites tor-
PERÚ PRIMITIVO. 85
pes por lo que los de Tarma solían denostarlos con
el infamante refrán HASTA HUAILAS.

En Huamachuco viviaun pueblo muy dado al culto


de los dioses. Veneraba sobre todos á Catequil como
á su hacedor, á los padres de Catequil y á otras nueve
Huacas á las que atribuía gran virtud; y tenía entre
otros muchos ídolos piedrecitas de varios colores;
prodigaba la sangre humana en los sacrificios, y daba
gran crédito á los oráculos; reconocía el dominio de
Curacas, pero estaba derramado por los campos, sin
orden ni concierto.
Los indios de Cajamarca que hablaban la misma
lengua que sus vecinos, habían formado muchas p o -
blaciones bajo Curacas poderosos. Los hombres eran
hospitalarios é industriosos, las mugeres cariñosas y
algunas de singular hermosura. Lo mas notable en
Cajamarca fueron los sepulcros; algunos de ellos co-
locados en las alturas y fabricados con grandes p e -
ñascos se habrían tomado por cerros; otros se alzaban
en la ladera como altas pirámides, formando una serie
de pisos y con sus caras llenas de cadáveres; el mayor
número abiertos en las paredes casi perpendiculares
de quebradas profundas presentan de lejos la aparien-
cia de colmenas y de nidos de cóndor á los que no se
descubre ningún acceso; hay en fin muchos ocultos
en la tierra y reducidos á una ancha cavidad cuyas 1

paredes, fondo y techo son de grandes losas.


Los indios de Huancabamba yacían en la barbarie,
86 PERÚ PRIMITIVO,
viviendo dispersos, sin jefes ni orden político, y hacién-
dose continuas guerras para robarse las mugeres y
comerse á los prisioneros. Mas los habitantes de A y a -
baca y de otras cabeceras de Piura, aunque no for-
maban cuerpo de nación, estaban reunidos en pueblos,
practicaban las artes de la paz, y cuando para defen-
der su libertad se hacia inevitable la guerra, concer-
taban sus fuerzas y se sometían á capitanes de su pro-
pia elección.
Los Huanucuyos, situados en la parte alta del Hua-
llagay del Marañon, eran numerosos, entendidos, ro-
bustos y valientes; pero vivían dispersos y casi sin
saber unos de otros. Solo se reunían, ya para celebrar
sus fiestas en templos que habían erigido en las a l -
turas, ya para hacerse la guerra sin motivo alguno o
por las causas mas livianas.
Los Huacrachucos (gorro de venado) tuvieron este
nombre por el tocado de su cabeza en el que resaltaba
un cuerno de venado; adoraron tigres y serpientes, y
se mostraban fieros por la confianza que les inspi-
raba el escabroso terreno de Patas, donde tuvieron su
morada.
Los Chachapoyas que vivían mas al norte, fueron
los mejor formados y los mas blancos de todos los in-
dios : los hombres se arrogaban con razón el título de
varones fuertes que indica su nombre, y las mugeres
llegaron á eclipsar con su hermosura á las mas bellas
favoritas de los Incas. Su culto principal fué el del
PERÚ PRIMITIVO. 87
cóndor y el de las culebras; pero con este atraso reli-
gioso contrastaban singularmente las obras magnífi-
cas con que aumentando las defensas naturales de su
escabroso territorio cerraban á las hordas feroces de
la montaña las pocas y difíciles entradas.
Grupos de salvages de diferentes denominaciones y
sin mas relaciones entre sí que las guerras de extermi-
nio, estaban como perdidos enla inmensidad de las sel-
vas. Al oeste del Marañon habitaban las montañas de
Jaén y de Quijos; al oeste del Huallaga las de Monzón
y Monobamba; entre los rios Amazonas, Huallaga,
Ucayali y Pachitea las pampas del Sacramento; el
gran pajonal entre los tres últimos rios y el Chancha-
mayo ; el Pangoa entre el Chanchamayo, el Tambo,
el Jauja y la cordillera oriental; las montañas de
Huanta, Santana, Paucartambo y Carabaya al Este de
Ayacucho, Cusco y Puno ; y al Este del Ucayali selvas
que inexploradas y sin nombre están todavía perdidas
para el Perú y para todo el mundo civilizado.
Rechazados sin duda los salvages por tribus mas po-
derosas y condenados á vagar por soledades donde la
grandeza de la tierra hace al hombre mas pequeño,
habían olvidado las tradiciones primitivas que dan
elevación á las ideas y pureza á los sentimientos. Se
cuenta que los Panos, tribu situada á las orillas del
Ucayali, conservaban los hechos de sus mayores e s -
critos en hojas de plátanos ya con jeroglíficos unidos,
ya con caracteres sueltos. Sea de esto lo que quiera.
88 PERÚ PRIMITIVO,
los mas de los salvages veían en los tigres los antiguos
poseedores de los bosques á quienes debían acatar por
haberles cedido un lugar en su patria. Y en esto no
iban enteramente desnudos de razón; porque donde la
naturaleza inculta ostenta todo su vigor, el hombre
aparece como extrangero, y los propietarios del ter-
reno son los árboles contemporáneos de la creación, y
las fieras que entre ellos se multiplican como en su
propio dominio. Por lo demás la gran variedad de
dialectos, muchos de los cuales indican raices distin-
tas, pone de manifiesto lavaría procedencia de las tri-
bus de la montaña.
La costa del Perú, abierta á toda clase de navegantes
y donde la vida es tan fácil, debió poblarse de muy
antiguo y ofrecer centros variados de inmigración y
cultura. La variedad de origen se vislumbra todavía
entre los indios del Norte, del Centro y del S u r ; pues
ni el trato frecuente ha podido borrar los rasgos e s -
peciales, ni la dominación de los Incas y de los m o -
narcas españoles ha impedido que en algunos puntos
de este territorio se conserve aun mas ó menos l i m i -
tado el uso de los idiomas Cauqui y Puquina. La anti-
güedad de la población se revelaba en las tradiciones
y en las ruinas esparcidas por playas y cabeceras. Los
Chinchas, raza entendida y bien formada que domi-
naba la parte media, contaban que en tiempos remo-
tos habían llegado al valle de su nombre acaudilla-
dos por un jefe muy religioso; y que habían destruido
PERÚ PRIMITIVO. 89
fácilmente á los antiguos moradores que eran pigmeos
por la talla y muy apocados de ánimo. También se
jactaban de haber llevado sus conquistas hasta el c o -
razón de la sierra. Los de otros muchos puntos recor-
daban lejanas navegaciones y donde quiera se osten-
taban fortalezas antiquísimas.
Cualquiera, que fuese el origen de las tribus coste-
ñas, y aunque ocurrieran frecuentes reyertas entre las
tribus de los valles inmediatos y aun entre los que vi-
viendo en un mismo valle solo estaban separados por
ríos ó por colinas; la facilidad de comunicarse habia
establecido cierta comunidad de ideas y de costum-
bres. Veneraban en común al mar que les daba abun-
dantes alimentos, á los pescados mas conocidos, á la
ballena y á otros habitantes del Océano, y sobre todos
sus ídolos al Pachacamac á cuyo templo acudían de
largas distancias con sus peticiones y ofrendas. Los
peregrinos pasaban sin riesgo por entre las fuerzas
beligerantes, y aun eran respetados por las naciones
enemigas con tal que no marchasen en grandes gru-
pos. También era objeto de un culto general y daba
oráculos acatados de todos el ídolo Rimac, cuyo n o m -
bre ha dado origen al del rio Rimac y al de la ciudad
de Lima.
Fue igualmente común á los costeños el esmero en
los sepulcros. Los cadáveres de la plebe se enterraban
á veces en la arena, sin que ninguna elevación del
terreno indicase su presencia, ya en contacto inme-
90 PERÚ PRIMITIVO,
diato con la tierra, ya encerrados en botijas; pero en
general se formaban en las colinas y laderas especies
de ciudades de muertos donde los sepulcros estaban
construidos en grande escala; y en medio de la llanu-
ra se levantaban grandes huacas en forma de cerros
artificiales compuestos de tierra y piedra y divididos
interiormente en muchas tumbas.
La singularidad de la tierra permitia álos costeños
vivir con ligeros vestidos á la sombra de los árboles
ó bajo enramadas espaciosas; pero también tenian
edificios de adobes entre los que imponian a l g u -
nos por sus vastas proporciones y sobre todo por el
espesor de las paredes, que representaban aveces una
serie de muros yustapuestos. Sin necesidad de rudas
labores ciaban los feraces valles sobreabundante sus-
tento. A faltado la tierra cerca estaba el océano que
no solia negar la pesca. Y no eran los costeños h o m -
bres, que la abandonaran por temor á las olas; los
del Norte entraban como hoy al mar sobre un haz de
totora y los del Sur en dos cueros de lobo marino
henchidos de aire y aproximados por un extremo. Los
de Tumbes sabían ademas navegar en balsas forma-
das de madera liviana y provistas de quilla, timón,
y vela, si bien de trabajo muy imperfecto.
La abundancia de recursos facilitaba á la multitud
una vida de placeres en que se enervaba el carácter; y
en ciertos puntos el abuso del deleite conducía á una
corrupción abominable. Los mas poderosos podían
PERÚ PRIMITIVO. 91
pasar sus dias entre alegres fiestas, trayendo consigo
una multitud de bailarines y convidando á su mesa
á muchos amigos á quienes animaba la chicha distri-
buida con profusión. Bajo tales seducciones el pueblo
solia doblegarse al yugo de los ambiciosos; y gefes
atrevidos no encontrando fuertes resistencias en la na-
turaleza, ni en los hombres llegaron á constituir gran-
des señoríos, entre los que los principales fueron los
de Chimú, Cuismancu y Chuquimancu. Chuquimancu
dominó los valles de Cañete, Lunahuana, Mala y Chu-
ca ; Cuismancu desde Lurin á Pativilca; y desde aquí al
despoblado de Sechura se estendió el señorío del gran
Chimú. De dominación harto mas reducida era sin em-
bargo muy poderoso el señor de Chincha por los gran-
des recursos de su valle, y por el ánimo esforzado de sus
subditos. La singular viveza que caracterizaba á las
mujeres de la costa, y el ascendiente que les daban sus
gracias sobre hombres-impresionables, les permitie-
ron ejercer un verdadero señorío; y á esta especie de
curacas se las acató bajo el título de Capullanas, ó
Sayapullas.
CAPITULO III

CIVILIZACIÓN DEL PERU ANTES DE LOS INCAS.

Como la civilización de los Incas llegó á absorber


toda la cultura anterior; como los hijos del sol se hi-
cieron pasar por enviados de su padre celestial para
sacar al Perú déla barbarie; y como la adulación para
ensalzar el mérito de los soberanos no creyó nunca
haber rebajado bastante la condición de los pueblos,
se ha representado á los peruanos antes de Manco C a -
pac en el estado mas estúpido y miserable; sin c u l -
to y sin leyes, faltos de ideas y de industria, vagando
desnudos por los campos, como las fieras del bosque,
mas crueles y no menos imprevisores que ellas. Esta
pintura es verdaderamente fiel, si solo se aplica á los
Chunchos.
Los Chunchos, bajo cuya denominación se incluía
á todos los salvages de la montaña, ó no tenían ideas
religiosas ó profesaban el fetiquísmo mas grosero; su
PERÚ PRIMITIVO. 93
única ley era la fuerza, y su regla de conducta los i n s -
tintos brutales exaltados por una imaginación estra-
viada y por hábitos de corrupción. Tal vez alguna t r i -
bu sencilla que habia tenido la felicidad de ocultarse
junto á un rio ignorado, protegida por el misterio
que envolvía su. existencia, con pocas necesidades y
con facilidad de satisfacerlas vivia mansamente sin
malicia, sin luchas y sin miserias; pero no era esa la
suerte general de los salvages.
Los mas de los Chúñenos estaban reducidos á sus-
tentarse con las plantas nutritivas que la tierra producía
casi sin cultivo como para eximir al hombre de r e -
garla con el sudor de su frente; y á estos recursos
eventuales anadian los mas precarios de la caza y de
la pesca. El clima les permitía una desnudez repug-
nante y el que se hacinasen por familias en el espe-
sor de los árboles, bajo toscas enramadas, ó en a l -
guna otra morada preparada por el acaso. Pasaban los
dias en la embriaguez, se dormían entre pensamien-
tos impuros, y cuando salían de su estúpido letargo,
era para esterminarse en guerras implacables, cuyo
doble objeto solia ser el de buscar mugeres para su
servicio, y carne humana para sus festines. A veces
procuraban engordar á los prisioneros para que el
manjar fuese mas suculento; á un cierto número de
ellos los conservaban mientras no llegaban á la vejez,
con el objeto de que unidos á las mugeres de la tribu
que los habia de devorar al fin, tuviesen una prole
94 PERÚ PRIMITIVO,
condenada también al nacer á ser el pasto de sus
parientes maternos; el horrible apetito era en ciertas
hordas tan vivo, que no perdonaba á los cadáveres de
sus padres y en otras de tan refinada crueldad, que
devoraba las víctimas en vida cortándoles las carnes,
pieza por pieza. Si el infeliz, que así se veia comer,
exhalaba algún suspiro, sus huesos eran arrojados
con desprecio; mas se conservaban con gran venera-
ción los de aquel que se habia mostrado impasible en
tan espantoso tormento. De esta suerte los salvages
pérfidos, lascivos, crueles y perezosos no parecían con-
servar un resto de razón, sino para degradarse mas,
y solo se entregaban á algunos arranques de actividad
para destruir por el placer de la destrucción.
Al oir los aullidos de los Chúñenos atronadores
como la tempestad y al verlos salir del bosque en d e -
sorden, cual una tropa de demonios, el cuerpo pinta-
do con achiote, la estupidez y la ferocidad resaltando
en el semblante, adornados á veces con el cráneo de
sus enemigos, ó con sartas de dientes de mono y des-
pidiendo de todas partes una lluvia de flechas, se les
hubiera creído tan numerosos como los enjambres de
mosquitos, que hacen insoportables las márgenes de
sus rios; pero reducidos á vagar por mortíferas selvas
como manadas de fieras, destrozándose entre sí á cada
paso, pereciendo con frecuencia por las privaciones
á q u e lesesponia su imprevisión, y agotadas las fuen-
tes de la vida por los vicios que formaban el fondo de
PERÚ PRIMITIVO. 95
su carácter, desaparecían por naciones; y su número
era tan reducido, eme donde pudieran habitar con
holgura muchos millones de hombres laboriosos, se
encontraban apenas algunos millares de salvages.
Si se exeptuan los Chúñenos y algunos pueblos, que
entre las fragosidades de la cordillera, ó en algún
oasis oculto de la costa yacían en la mas profunda bar-
barie, degradados aquí por el abuso del deleite, y allá
por la índole selvática é inclemente de los lugares; la
inmensa mayoría de los Peruanos conocía la civili-
zación, ó se monstraba en la disposición mas favora-
ble para recibir sus luces. Aunque confusas, conser-
vaban los mas algunas ideas sobre el Criador del
universo que en la costa era adorado bajo el nombre
de Pachacamac y en la sierra bajo los de Viracocha,
Illatici-Viracocha y otros menos comunes; y que tal
vez en tiempos mas antiguos recibió un culto mas e s -
piritual cuando se le llamó Con. Por todo el país se le
habían erigido templos reducidos las mas veces á a n -
chos patios de altas tapias, con árboles ó palos en el
centro para dar desde ellos mayor solemnidad á los
sacrificios. Tuvieron también alguna idea del principio
malo al que llamaron SUPAY, pero al que felizmente
no temieron bastante para creerse obligados á hacerse
propicia la temible deidad de los infiernos con crueles
homenajes. Mas como todos los pueblos en quienes se
oscureció la luz de la revelación, estaban los Peruanos
sumidos en la idolatría, y en su culto se profanaban la
96 PERÚ PRIMITIVO,
vida y la muerte; fueron objeto de su adoración los as-
tros, especialmente el sol en las sierras del Norte y del
Sur, el mar, la tierra, las lagunas, los montes, y cuanto
ofrecía un poder misterioso; los animales, piedras y
plantas que tenían algo de raro; muchas obras de sus
manos; sus mayores, ciertos hombres distinguidos en
la paz ó en la guerra y muy singularmente las PACARI-

NAS ó lugares, de donde creían procediese su raza; por


esta razón les tomaban tal apego, que á veces vivían
miserablemente en lugares estériles y á donde el agua
solo podía traerse de largas distancias, sufriéndolo
todo antes que abandonar su pacarina. Fuera de los
ídolos nacionales y de parcialidad cada uno solia
tener sus CONOPAS Ó ídolos particulares y los h a -
bía igualmente para los campos, ganados, guerras y
otros usos especiales. La idolatría iba acompañada
del inseparable cortejo de supersticiones; se tenía gran
fé en los oráculos; y el culto se manchaba con sacri-
ficios humanos y con homenages impuros.
Algo rastrearon los peruanos á cerca de la vida f u -
tura ; y se cree que admitían un lugar alto HANAC PA-
CHA para el descanso de los buenos y un lugar inferior
HUCUPACHA para el tormento de los malos. Lo cierto es
que concebían la existencia de ultratumba como igual
á la actual; y por eso solían enterrarse con sus m u g e -
res, vestidos, víveres, instrumentos de trabajo y mas ó
menos riquezas. Mas cuidado tubieron de los sepulcros
que de la mansión de los vivos; de suerte que la his-
PERU PRIMITIVO. 97
toña de su civilización está mejor consignada en las
huacas que en las tradiciones; su muerte ha sido mas
elocuente que su vida; y la ciencia puede sacar m u -
cha luz de éntrelas sombras de sus tumbas. Como si
vislumbraran la resurrección de la carne, acostum-
braron enterrar las uñas y otros despojos en sitios
donde les fuera fácil hallarlos, cuando volvieran á la
vida.
Algo contaban de parecido al diluvio. Según ellos,
« los hombres al ver inundada la tierra, se refugiaron
» en cuevas, cuya entrada taparon con piedras. H a -
»hiendo echado fuera algunos perros, luego que cesa-
»ron las lluvias, volvieron aquellos animales mojados
» y limpios porque aun estaban los montes cubiertos
» por el Océano; pero regresaron secos y con algún
»lodo, cuando se les envió por segunda vez; indicio
»seguro de que ya habia lugares habitables. Sin e m -
» bargo al salir los hombres de su asilo hubieron de
»sufrir mucho de grandes culebras y de otros reptiles
» monstruosos que habian pululado en el fango. »
Pocos pueblos carecían de un gobierno regular. El
mayor número obedecía á Curacas cuya autoridad era
mas ó menos absoluta, vitalicia y hereditaria. Tanto
se extendió la dominación de algunos que como el Chi-
mú llegaron á constituir poderosos reinos. Mas otros
pueblos vivían bajo la dirección de los principales
personages formando cierta especie de repúblicas aris-
tocráticas. Aunque las relaciones mas frecuentes entre
i. 7
98 PERÚ PRB1ITIY0.
las diferentes parcialidades fuesen las de la guerra, se
unian también á veces por lazos mas benéficos. Y a
confundia á todos los de una provincia, á los de pro-
vincias inmediatas y aun á los de lugares distantes la
veneración común á ciertos dioses en templos donde
el culto era mas pomposo; ya los atraia el amor á las
fiestas durante las cuales bailaban, cantaban y bebian
á placer.
Lo que no podia esperarse del vacilante estado de
aquella sociedad, y lo que se ha pretendido que des-
conocieron en época mas pacífica y mas culta, el c o -
mercio acercaba á los Peruanos entre si y con otras
naciones en aquellos siglos remotos. Algunos coste-
ños llevaban bastimentos á la sierra en cambio de oro
y plata, y los tumbecinos no temían arrojarse al
Océano en sus frágiles barcas para cambiar sus tegi-
dos de algodón y otros productos de su industria por
el oro del Chocó. Por mas extraños que parezcan estos
hechos, están confirmados por las tradiciones; fueron
en parte conocidos de los primeros Españoles; y á
falta de otro dato directo se probarían por las gran-
des cantidades de oro encontradas en las Huacas de
la costa, en sitios donde nunca hubo ó siempre fuoron
pobrísimos los minerales conocidos de oro.
La misma guerra no pudo menos de reunir en cier-
tas ocasiones á los pueblos y provincias vecinas, ya
para conjurar con sus esfuerzos unidos los peligros
comunes, ya para secundar las miras de algún cau-
PERU PRIMITIVO. 99
dillo ambicioso que de buen ó mal grado los tomaba
como instrumentos de conquistas; y de estos concier-
tos guerreros se conservaron por largo tiempo recuer-
dos y vestigios en todas partes.
Como sea por las rivalidades de los pueblos, sea por
las empresas de la ambición particular, la guerra era
inminente; á fin de evitar las sorpresas y de recha-
zar mas fácilmente los ataques, se agrupaban los
indios en las alturas ó en sitios muy descubiertos for-
mando sus habitaciones en vez de poblaciones regu-
lares cierta especie de colmenas ó de fortificaciones.
Allí todo era estrecho, todo estaba confundido; á penas
se distinguían los pasadizos, ó se caía de unas casas á
otras, y se entraba en ellas por simples agujeros. Sin
embargo los Curacas mas poderosos llegaron á tener
casas espaciosas, que por lo vasto de las proporcio-
nes, espesor de las paredes y comodidades accesorias
pudieran llamarse palacios; y con toda su irregula-
ridad no eran inferiores algunos pueblos á otros que
en aquella época admitía el viejo mundo entre sus lu-
gares cultos.
El vestido fué variado, según pedían el clima y los
gustos á menudo caprichosos de cada pueblo, y se
componía, principalmente en la costa, de telas de a l -
godón, y en la sierra de telas de lana. Hubo sobre
todo una admirable variedad en el ornato de la c a -
beza ; quienes traían el pelo cortado; quienes de des-
mesurada longitud; y de estos unos en trenzas que
100 PERÚ PRIMITIVO,
caian por los lados, otros en moño echado á la e s -
palda, y algunos levantado sobre la coronilla. Aun
mas que por la disposición del cabello podia distin-
guírseles por los gorros altos ó bajos, sin apéndices,
con cuernos ú otra gala y por las cintas de una ó m u -
chas vueltas anchas, estrechas, imitando hondas, ó de
otras formas.
Cuando la guerra no venia á diezmar las poblacio-
nes, se multiplicaban y gozaban las dulzuras de una
vida patriarcal entregados al cultivo de los campos, á
la cria de los ganados ó á la pesca. De sus progresos
en la agricultura son seguro indicio las plantaciones
hechas en lugares, donde la naturaleza abandonada á
sí misma nada hubiera producido. En la costa desier-
tos que no podian ser fecundados por el riego, ni por
la lluvia, se excavaban hasta dar con tierra húmeda
que por sí sola puede alimentar yerbas y árboles; y
restos de este cultivo singular se vieron en lugares á
donde no pudo introducirlos la dominación de los Incas,
porque no tuvo bastante tiempo para que á tal grado
se hiciese sentir su influencia. También fueron ante-
riores ó independientes de ella los ANDENES de muchos
puntos de la sierra, señaladamente en el Norte. En el
terreno mas fragoso y en rapidísimas pendientes h u -
bieron de hacerse, campiñas artificiales, cuando las
poblaciones se anidaban en las alturas, ora divi-
diendo la tierra cultivable, en terrados cercados de
piedras, ora levantando sobre rocas estériles algunos
PERU PRIMITIVO. 101
paredones, y llenando el hueco con tierra vegetal. La
extensión de estos andenes, su difícil formación, y su
situación sobre quebradas que en dias mas tranquilos
debían preferirse por la facilidad del cultivo, están
manifestando la remota antigüedad de muchos de
ellos.
Debió ser igualmente antiquísima la cria de los g a -
nados, puesto que sin ella nunca hubieran podido
conservarse y crecer mucho antes de los Incas nume-
rosísimas poblaciones en rígidas punas, que solo pro-
ducen pastos. Por una razón semejante hubieron de
hacerse pescadores los que se fijaron en las orillas del
mar, rodeadas de desiertos á que ninguna planta da
sombra. La necesidad, sino la experiencia adquirida
en los países de donde procedían, les enseñó el arte de
pescar, y el hábito los hizo intrépidos. Lanzándose al
mar sobre los caballitos de totora, ó sobre el h e n -
chido cuero de lobos marinos vogaban como los dioses
de las olas, ligeros cual el ave marina y serenos como
los monstruos cpie se gozan en las tempestades. Aun
hoy dia es de ver la serenidad y destreza, que osten-
tan en las llamadas CALAS. Para hacer abundante pes-
ca se arriesgan muchos en sitios donde el mar a g i -
tado por la resaca y quebrándose en las rocas se eleva
á una altura espantosa y retumba como el trueno ;
alegres suben sobre montes de a g u a ; tranquilos g a -
nan su embarcación que se vuelca á menudo; y siem-
pre jugando con las furiosas olas, se acercan, se a l e ^ g | s
102 PERÚ PRIMITIVO,
jan y salen á la playa salvos ellos y su pesca. No
asombran menos cuando tendidos sobre el haz de t o -
tora ó sobre las pieles de foca, se internan cuatro ó seis
leguas en el Océano. Sirviéndoles de remos un palo
delgado ó una caña hendida, cortan el agua á dere-
cha é izquierda, y cambian de mano con increíble
rapidez; cuando está el mar agitado, ó dan hilo á un
pez, que acaban de harpónear, no parece que cortan
las hondas sino que vuelan.
Ademas de las primeras artes de la vida civil cono-
cían los antiguos Peruanos otras que indican un grado
notable de cultura, habiendo alcanzado cierto grado
de perfección en las del alfarero, del platero y del t e -
jedor. La comparación de las obras que se encuentran
en el Norte, con las del Sur muestra con toda c l a -
ridad, que en el reino de Chimú el arte seguía una d i -
rección especial y se perfeccionaba á su modo. A d m i -
ran entre otras los GUAQUEROS Ó vasijas para beber por
sus materiales, por sus esculturas y por sus artificios;
y los ídolos de oro y plata por cierta fuerza de expre-
sión.
Conocieron igualmente los primeros Peruanos la
escriptura jeroglífica, arte que mostraba su cultura de
un modo mas especial y la hubiera recordado con al-
guna precisión, sino hubiese caido en desuso en la
época mas ilustrada de los Incas. Los conquistadores
y misioneros españoles hallaron jeroglíficos esparcidos
por todo el país y aun hoy dia se hallan en muchas
PERÚ PRIMITIVO. 103
partes. Se veian entonces en unos edificios cuadrados
junto á Huamanga, que según estaban de gastados,
anunciaban haber pasado por ellos muchas edades; y
su construcción la atribuían los naturales á gentes
blancas y barbadas. En Huarás se veía otra forta-
leza casi cuadrada, de unos ciento cincuenta pasos de
diámetro, en cuyas paredes estaban esculpidas con
primor muchas figuras de hombres de talla casi g i -
gantesca, y que se decia haber sido edificada por una
raza destruida en otro tiempo. Animales, flores y for-
tificaciones que descubren también una civilización
extinguida, se hallaron junto al pueblo de Huaitará
en antiquísimas ruinas. Del lado de Pasco, tanto en
rocas durísimas, como en el fondo de los bosques, que
ciñen las márgenes del Marañon y del Huallaga, se
ven señales de antiguos jeroglíficos junto á vestigios
de fortificaciones. Ignorase á que pueblo pertenecen;
porque la tradición enmudece cuando la interroga-
mos á cerca de estos misterios; y las cimas de los A n -
des y los colosos de las selvas solo nos revelan con su
pompa salvage, que si desaparece de la tierra el
hombre, no mengua por eso la majestad de la natura-
leza.
Aunque el tiempo ha borrado la mayor parte de
esas inscripciones, todavía se conservan muchas bas-
tante aparentes. A ocho leguas al Nor-oeste de Are-
quipa en los altos de la Caldera permanecen gravadas
sobre granito figuras de hombres, animales, lineas
104 PERÚ PRIMITIVO,
rectas y curvas, círculos, paralelógramos, cierta es-
pecie de cruces y aun de letras. Se ven también diseños
bastante claros en las cercanías de Puno; y se pueden
divisar en un cerro inmediato á Tacna desde una dis-
tancia asombrosa. Estos últimos están escritos en
líneas verticales como los caracteres chinos; parece
que se acabaran de trazar; y el tamaño de algunos
debe pasar de mil pies. No pueden atribuirse á la
acción de las plantas que hayan dejado su huella sobre
la roca, ni á la mano de viajeros que se hayan entre-
tenido en hacer dibujos con tiza ú otra sustancia
blanca. La duración, profundidad y magnitud de estas
señales junto con la dureza del granito desmienten
semejantes suposiciones; y la situación de los jeroglí-
ficos en lugares solitarios desprovistos de ruinas y de
tumbas ó entre antigüedades anteriores á los Incas
manifiesta que fueron trazados antes del imperio.
Por mas que se pretendiera despojar á los jeroglífi-
cas peruanos del valor que incontestablemente tienen
como signos de una civilización antiquísima; disipan
toda duda á este respecto imponentes y significativas
ruinas. Ningunas de ellas han llamado tanto la aten-
ción, como las que al Sur del lago de Titicaca se cono-
cen con el nombre de ruinas deTiahuanaco.
Veíase en Tiahuanaco un túmulo de cerca de cien
pies de elevación rodeado de pilastras. Cerca de este
cerro hecho á mano y basado sobre grandes cimientos
de piedra se levantaba una muralla cuyas piedras
PERÚ PRIMITIVO. 105
gastadas por el tiempo eran de tal magnitud eme
apenas se concibe como fuerzas humanas bastaron á
ponerlas en su sitio. Una de ellas medida por el sabio
jesuíta Acosta tenia treinta pies de largo, diez y ocho
de ancho y como seis de grueso. Algunas presentaban
de relieve figuras de hombres que tal vez fueron objeto
de adoración; y junto á ellas había en la tierra cavi-
dades cuyo destino es un misterio. Otras piedras se
veían por el campo á mas ó menos distancia, labradas
ó por labrar, como si la obra se hubiera interrumpido
violentamente. Debían traerse de muy lejos ó de un
lecho cubierto después por las aguas; porque en la
comarcano se descubren rocas ni canteras.
Eran mas de admirarse templos de ciento á ciento
cuarenta varas de largo, bien orientados, con colum-
nas angulosas, estatuas de basalto y pórticos monolíti-
cos, todo de proporciones colosales. Uno de los pórticos
que hasta hoy se conserva bien, tiene de alto diez pies
y trece de ancho, estando formados de aquella sola
piedra el umbral, los quicios, el dintel y la base; en el
se halla esculpida una figura humana de una ejecución
regular, si bien de dibujo grosero. El vestido le cubre
todo el cuerpo; los brazos que están estendidos, tienen
unas culebras pendientes de las manos; la cabeza
casi cuadrada esta surcada por varias rayas, algunas
en forma de culebras; á los pies hay otras figuras sim-
bólicas, y á los lados ciertas imágenes de hombres con
una especie de báculo en la mano, como si fuesen á
106 PERÚ PRIMITIVO,
marchar. Lo que puede dar lugar á mas importantes
conjeturas sobre el origen é índole de la cultura pe-
ruana, es lo prodigado que se halla en este y en otros
monumentos el símbolo do la serpiente, que tanto
juega en las teogonias orientales.
Lo mas sorprendente de todo eran dos ídolos de pie-
dra, gigantescos, como todos los monumentos de Tia-
huanaco. Sus formas revelaban la mano de un artista;
sus largos vestidos diferian de los usados por los
Collas; las cabezas estaban cubiertas con una especie
de gorro de un pie y siete pulgadas de alto; en la cara
aparecían varios listones de los que uno terminaba en
cabeza de fiera; y en el cuello se veían algunas figuras
simbólicas con rostro humano.
No encontramos en las demás naciones nada que
tenga conexión con semejantes construcciones y escul-
turas. Los indígenas solo sabían que estos monumen-
tos precedieron de lejos al imperio de los Incas. Unos
los atribuían á Huyustus antiquísimo monarca del
Perú; otros contaban que un clia amanecieron hechos
por una mano invisible.
En el territorio del Cusco hubo fortalezas y templos
que si no en todo, en gran parte fueron anteriores á
los hijos del sol. Tal fué entre otras la fortaleza de
Ollantaytambo situada á diez leguas del Cusco en un
cerro escarpado y casi inaccesible, á donde se subia
por estrechísimo sendero. Todavía se admiran allí
piedras de enorme grandeza y de una labor esmerada,
PERÚ PRIMITIVO. 107
y paredes que están como colgadas sobre el borde an-
gosto del abismo en una serie de pendientes escalo-
nadas. Tal debió ser igualmente el templo en que los
Canas adoraron á su Criador. Se atribuye su fundación
al octavo Inca que debió sin duda restaurarlo; pero la
antigüedad de su construcción se infiere de que difería
este templo de cuantos antes y después del citado Inca
fabricaron los señores del imperio.
El territorio de Huamanga estuvo y está aun en
parte lleno de antigüedades descollando entre ellas las
de Vilcas. Tiempos mas remotos probarían los obe-
liscos de Pucará, si fueran obras del arte. A cuatro
leguas de Acobamba se ven en las alturas del Norte
innumerables pirámides, cadizas, hendidas transver-
salmente hacia el vértice, algunas con la cúspide
caida al pie, otras con la cúspide todavía sobre el
tronco y amenazando caer. Todas parecen destinadas
á perder su parte mas alta por un corte regular, cual
si todas hubiesen sido heridas ala vez y de una misma
manera en una lluvia de rayos. Esta circunstancia
singular, la regularidad de las pirámides y la tradición
de que sirvieron de sepulcros, han hecho creer que
fueron erigidas por la mano del hombre; lo que s u -
pondría una larga serie de siglos; pero el número de
ellas, su situación y la analogía con otras columnas
naturales de la cordillera nos inclinan á creer que
son obra exclusiva de la naturaleza.
Sin necesidad de dar un origen humano á las obras
108 PERÚ PRIMITIVO,
de la providencia, hay en el Norte del Perú sobrados
monumentos que revelan la acción secular de razas
inteligentes. El santuario de Pachacamac que erigido
sobre un cerro artificial de cien pies de elevación p a -
recía dominar al valle de Lurin, al océano y al desierto,
y cuyas dependencias se extendían á lo lejos por entre
el desprovisto arenal; los restos imponentes de H u a -
nuco el viejo, que en las punas inmediatas á Aguamiro
recuerdan una gran capital; las ruinas de Mansiche
donde estuvieron los palacios del gran Chimú y
Huacas (sepulcros) tan ricas que el quinto dado al rey
por los tesoros descubiertos en una de ellas montó
en 1576 á nueve mil seiscientas treinta y dos onzas de
oro; los sepulcros que en el camino de Cajamarca
cuatro leguas al Sur de Hualgayoc parecen formados
de enormes peñascos y bajo los cuales se han encon-
trado también cantidades considerables de oro; las
murallas de Cuelap cerca de la montaña que son dos
sobrepuestas, la inferior de tres mil seiscientos pies de
largo, quinientes sesenta de ancho y ciento cincuenta
de alto, y la superior de la misma altura, de seiscien-
tos pies de largo y quinientos de ancho, ambas de
piedra labrada; todos y cada uno de estos monumentos
bastarían por sí solos para no dejar ninguna duda á
cerca de una civilización antigua. Y aunque hubieran
desaparecido todas las obras de dimensiones prodi-
giosas ; el aspecto general del país mostraría muy á
las claras la antigüedad de una cultura avanzada.
PERÚ PRIMITIVO. 109
Tanto en Jauja como en Cajamarca, en Lima como en
Trujillo, á las orillas del Marañon como en las cabe-
ceras de la costa, los contornos de los valles, los cos-
tados de las quebradas y los lugares abrigados de la
puna se presentan como semilleros de pueblos; los
sepulcros llegan á formar vastas ciudades de muertos;
y donde quiera se ven las señales del antiguo cultivo,
los canales que pasaban por la árida ladera ó fertili-
zaban los eriales de la altura. Tantas y tales son las
muestras del laboreo de las tierras hoy improductivas
que según la opinión de algunos el suelo antigua-
mente fértil ha dejado de serlo, bien porque se ha
elevado de una manera extraordinaria, bien porque
ya no recibe el agua del cielo.
Poco han reflexionado en la materia los escritores
que atribuyen á los Incas toda la cultura del Norte.
Por esta parte la dominación imperial en pocas p r o -
vincias llegó á un siglo, en algunas fué de pocos años
y en otras no pudo arraigarse; y no es por cierto con
influencias de corta duración, como se pueblan vastas
soledades, como los sepulcros esceden á las estancias
de los vivos, y como quedan en el suelo huellas inde-
lebles de una agricultura entendida y estensa.
Por lo demás lejos de que el Norte y el Sur del Perú
lo recibieran todo de los Incas, pusieron á los hijos del
Sol con toda su autocracia en la necesidad de respetar
las creencias y los usos establecidos; la política p r u -
dente de sus nuevos señores hubo de dejarles vestidos,
110 PERÚ PRIMITIVO,
habitaciones, sepulcros, ocupaciones, goces, gobierno
local, en suma el genero de vida á que de largos s i -
glos estaban acostumbrados. Y aunque por su falta de
concierto hubieron de caer al fin bajo el yugo de con-
quistadores que se avanzaban en sus invasiones con
un sistema hábilmente concebido y ejecutado con
constancia; muchas provincias desplegaron en la d e -
fensa de su libertad una resistencia que solo podia
darles una civilización anterior. Una vez que algunas
de ellas se pusieron de acuerdo, llevaron las armas
hasta la capital misma del imperio. Ciertos curacas
como el gran Chimú en la costa y el gran Capana en
el Collao se conservaron mas bien como tributarios
que como subditos de los Incas.
La antigüedad de la civilización peruana pudiera
hacernos creer que antes de los Incas hubo otros mu-
chos soberanos del Perú. No ha faltado en verdad quien
haga remontar la monarquía al siglo quinto después
del diluvio, y cuente un centenar de monarcas cuyos
reinados llenan las conquistas, las guerras civiles, las
invasiones estrangeras, las pestes, los temblores, las
erupciones volcánicas y todas las evoluciones del espí-
ritu humano. Pero semejantes anales en apoyo de los
cuales no hay ningún testimonio respetable, están lle-
nos de contradicciones y no ofrecen ni aun el interés
de la fábula. Indudablemente antes de Manco-Capac
no se consolidó en el Perú ninguna dominación gene-
ral ; de lo contrario se habría establecido antes de los
PERÚ PRIMITIVO. 111
Incas la unidad nacional; y se habría conservado al
través de todos los trastornos mayor homogeneidad de
raza, de usos, de recuerdos y de adelantos.
Los hábitos tranquilos y la bondad de la tierra que
trascendía al carácter, preparaban á la mayor parte
de los Peruanos á los progresos de la paz. La natura-
leza les impedia huir y dispersarse, protegiendo sus
centros de población con las barreras formadas por las
rígidas alturas, por el inhabitable desierto y por la
montaña que tan difícil era de penetrar. La bondad de
su carácter, su sencillez y su docilidad les disponían
también en gran manera para ser ilustrados por uno
de esos genios que la providencia manda á los pueblos
cuando decreta elevarlos á mejores destinos.
Sin embargo el aislamiento de los pueblos por la di-
ficuldad de las comunicaciones; sus grandes diferen-
cias en idioma, religión y hábitos, y las sangrientas
rivalidades entre tribus vecinas hacían muy difícil que
los progresos de los unos aprovechasen á los otros;
parecía casi imposible que formaran una nación culta.
Por otra parte la indolencia característica del mayor
número dejaba pocas esperanzas de grandes adelan-
tos. Aun era de temerse que se extinguieran también
entre los furores de la guerra ó por alguna calamidad
natural los numerosos focos de la nueva civilización,
como por las mismas causas se había perdido hasta la
memoria de aquellos pueblos antiguamente civiliza-
dos cuyos monumentos están esparcidos desde Tia-^
112 PERÚ PRIMITIVO,
huanaco hasta el Amazonas. Estaba reservado á los
hijos del Sol encender una antorcha que no limitara
su luz á ciertos rincones del Perú, ni se extinguiera en
un dia. Un Dios, una ley, una lengua, la solidaridad
de trabajos y de bienes debian hacer de todos los P e -
ruanos una gran familia bajo el gobierno paternal de
los Incas.
LIBRO III
EL IMPERIO DE LOS INCAS.

CAPITULO I

IDEA GENERAL DE LOS INCAS.

Si los anales de los Incas son muy incompletos, y se


hallan en gran manera obscurecidos por las fábulas; si
ignoramos el principio y la duración de la dinastía;
si es igualmente incierta la cronolojía de cada reinado;
si se duda con razón del numero exacto de los sobe-
ranos, del nombre de algunos, y del verdadero carác-
ter de los m a s ; no por eso deja la historia de recordar
con la suficiente claridad la existencia y vicisitudes
de un imperio que ha dejado brillantísimas huellas
en la lengua, en las creencias, en la organización s o -
cial y en toda clase de monumentos. La marcha gene-
ral de aquella maravillosa civilización se presenta con
la certeza que nos satisface en los fastos de mayor i n -
terés ; en su época de mayor esplendor, cuando la cul-
tura habia tocado su mas alto grado de desarrollo,
i. 8
114 EL IMPERIO
y la dominación imperial alcanzado grandes propor-
ciones, los principales acontecimientos están fuera de
duda; en los siglos que prepararon aquel engrande-
cimiento, podemos acercarnos á la verdad apreciando
con suma diligencia el valor de las tradiciones, el c a -
rácter de las ruinas, la naturaleza y distancia de los
lugares, la índole de los pueblos, y otras circunstan-
cias que bien pesadas dejan conocer el conjunto de los
sucesos, aunque después de todo los pormenores con-
tinuarán siempre en la obscuridad mas profunda, ó
solo serán objeto de aventuradas conjeturas. Aun así
para que la relación histórica no se despoje de su i n -
terés y colorido, no deberemos prescindir enteramente
de las fábulas respecto de aquellos acontecimientos
notables que están rodeados de sus tenebrosas ficcio-
nes. Las fábulas, cuando se las dá por lo que son, y
no por hechos bien averiguados, ya que no la marcha
de la sociedad, revelan sú manera de pensar y sentir
que por cierto entran por mucho en la historia de los
pueblos.

Una tradición constante y por lo misino segura dá


por fundador del imperio de los Incas á Manco Capac,
También se le representa generalmente, como un hom-
bre religioso y sagaz que asentó su dominación sobre
la solida base del amor, haciéndose admirar por su
elevado carácter, y atrayendo á los pueblos por sus
beneficios. Se ha atribuido igualmente á todos sus suce-
sores una política sabia y justificada; y se les ha pin-
DE LOS INCAS. 115
lado sin excepción como cierta especie de divinidades
bienhechoras, sin las flaquezas humanas, y casi sin
los infortunios de nuestra especie. Pero aunque la h u -
manidad no hubiera mostrado donde quiera esa mez-
cla de bien y de mal, de virtudes y de faltas, de g r a n -
deza, y de miserias que constituye el gran drama de la
historia; la de los Incas examinada de cerca, y al
través mismo de las nubes de incienso en que la han
envuelto los panegiristas, manifiesta á las claras, que
los sucesores de Manco no siempre unieron la razón á
la fuerza, ni marcharon constantemente de triunfo en
triunfo. Por el contrario sus progresos fueron lentos é
inciertos en los primeros siglos; reinados florecientes
fueron seguidos do otros menos prósperos; á soberanos
inteligentes sucedió alguno poco cuerdo, á los virtuo-
sos alguno corrumpido, y á los activos y animosos
algún pusilánime ó indolente; los. mas eminentes
eran al fin hombres. Sin embargo tomado todo en
cuenta, los hijos del Sol conservan la esplendente g l o -
ria que buscaron vanamente en su origen celestial: su
gobierno patriarcal en el espíritu y sabio en las r e -
glas brilla por la majestuosa constancia, con que mar-
chó en su cruzada civilizadora; y la grandeza del i m -
perio se esplica y justifica por la estension de las e m -
presas y por la magnitud de los servicios que los Incas
prestaron á sus pueblos.
Se cuentan unos doce soberanos desde el funda dor
del imperio hasta la partición á que siguió de cerca
11 ti EL IMPERIO

la ruina de la dominación imperial; y son mas c o -


munmente conocidos bajo los nombres siguientes :

I. MANCO CAPAC. VII. YAHUAR HUACAC


II. CINCHI ROCA. VIII. VIRACOCHA.
III. LLOQUE YUPANQUI. IX. PACHACUTEC.
IV. MAITA CAPAC. X . INCA YUPANQUI.
V . GAPAC YUPANQUI. XI. TUPAC INCA YUPANQUI.
VI. INCA ROCA. XII. HUAINA GAPAC.

Algunos historiadores añaden á estos nombres el de


Inca Urco, hijo mayor de Viracocha, que ó solo fué re-
jente del imperio en vida de su padre, ó no reinó sino
unos pocos dias al cabo de los cuales fué depuesto
por su imbecilidad y por sus vicios.
Con mas fundamento pudiera suprimirse en la a n -
terior lista el llamado Inca Yupanqui, cuyas hazañas
están confundidas con las de Tupac Inca Yupanqui.
y cuyo nombre es el mismo con que fué conocido por
mucho tiempo Pachacutec. En verdad no por ceder
á estas especiosas razones, sino por otras de mayor
peso nosotros rayaríamos del catálogo imperial al dé-
cimo Inca. Aunque hablen de él muchos autores, casi
todos se apoyan en solo el testimonio de Garcilaso.
autoridad de mucho peso en la materia, pero inferior
á la de historiadores mas antiguos y de mejor cri-
terio que tomaron sus informes de los quipocamayos
mas instruidos. Hay ademas otra consideración de
DE LOS INCAS. 117
gran fuerza para no hacer de Inca Yupanqui un s o -
berano distinto de Pachacutec y de Tupac Inca
Yupanqui; y es que mientras estos y los demás empe-
radores dejaron linajes, que se envanecían con des-
cender de ellos, ninguna familia derivaba su orí jen
de aquel dudoso Inca.
Según las relaciones mas aceptables la procedencia
de los linajes imperiales era la siguiente :
De Manco Capac, el Aillo Chimapanaca.»
De Cinchi Roca, el Raurana Panaca, ó Taotao Pa-
naca.
De Lloque Yupanqui. el Hahuanana Panaca, ó Chi-
giiaycin.
De Malta Capac, el Usca Malta.
De Capac Yupanqui, el Apu Maita.
De Inca Roca, el Uscaquirau.
De Yahuar Huacac, el Allí Panaca. ó Aucayllapa.
De Viracocha, el Ccoso Panaca.
De Pachacutec, el Inca Panaca.
De Tupac Inca Yupanqui, el Capac Aillo.
De Huaina Capac, el Tumi Pampa.
Huaina Capac tuvo también entre otros hijos á
Huáscar y Atalraalpa, entre quienes dividió el impe-
rio, á Tupac Hualpa Inca, que fue nombrado por Pi-
zarra sucesor del infortunado Atahualpa, y á Manco,
que disputó valerosamente á los Españoles la heren-
cia de sus mayores, y hubo de retirarse á la montaña
liara conservar su independencia. Por la prematura
118 EL IMPERIO
muerte de Manco heredó sus derechos su hijo Sairi
Tupac que murió á los pocos años de haberse sometido
á la dominación estranjera. A falta de él fueron re-
conocidos por los fujítivos de los Andes sucesivamente
sus hermanos Titucusi Yupanqui, que también vivió
poco y Tupac Amara, que, prisionero de los conquis-
tadores, fué decapitado en el Cuzco. Un descendiente
de Tupac Amara que tomó el nombre de su abuelo
para restablecer la dominación imperial, pagó t a m -
bién en el patíbulo su generoso arrojo á fines del s i -
glo último. Todavía el linaje Sahuaraura busca su a s -
cendencia entre los Incas; pero según las leyes del
imperio, que no concedían ni el nombre, ni los hono-
res de la estirpe regia á los que solo descendían de
Manco, ó sus sucesores por línea femenina, ya ha m u -
cho tiempo que se acabó el linaje legítimo de los I n -
cas.
Algunos historiadores quieren reducir la duración
del imperio contada desde Manco Capac hasta la
muerte de Huaina Capac á doscientos cuarenta años,
dando á cada reinado la duración media de veinte
años, y este cálculo que no carece de verosimilitud,
se confirma con el testimonio de la audiencia de Lima,
que ponía la aparición de Manco Capac dos siglos a n -
tes de la conquista española. Mas otros testimonios
respetables, entre ellos el de los quipocamayos de
Pacaritambo, que fueron examinados de orden de
Vaca de Castro el ilustrado Gobernador, que sucedió á
DE LOS INCAS. 119
Pizarro, hacen durar l a Monarquía quinientos ó mas
años; y esto no parecerá inverosímil á quien refl exione
en l os grandes hechos y monumentos de l os Incas,
obra al parecer de muchos sigl os; y en l os l argos rei-
nados de cuarenta, sesenta, y ochenta años que se
atribuyen á cientos soberanos. Adoptando una opinión
media se haría durar el imperio de tres á cuatro sigl os,
y se establ ecería su principio entre l os sigl os doce, y
trece.
Un manuscrito del sigl o diez y seis da l a siguiente
razón del reinado de cada soberano del Pero.

DURACIÓN ÉPOCA
INCAS. D E SU REINADO. D E SU .MUERTE

. . . 36 . . . 1054
. . . 30 . . . 1084
. . . 30 . . . И14
. . . 33 . . . 1152
. . . 42 . . . 1194
. . . 52 . . . 1246
. . . 35 . . . 12S1
. . . S2 . . . 133b
. . . 52 . . . 1285
. . . 40 . . . 1425
TUPAC INCA YUPANQÜI. . . . 45 . . . . . . 1470
. . . 50 . . . 1520
. . . 8 . . . 1528
. . . 2 . . . . . . 1533

La fal sedad evidente de l as fechas atribuidas á l a


muerte de Huaina Сарае, y á l a de Huáscar, junto
con l a fal ta de razones para apoyar l as demás fechas
120 EL IMPERIO
de la precedente noticia le quitan todo valor cronoló-
gico ; y solo la hemos citado como una de tañías para
manifestar que la cronología de los Incas es de todo
punto incierta.
Sin que desaparezca toda incertidmnbre respecto á
los hechos de cada soberano, puede atribuírseles en
las vicisitudes del Imperio la parte siguiente : Manco
Capac funda el pequeño señorío del Cuzco como un
pacífico misionero del sol. Chichi Roca consolídala
obra de su padre siguiendo la misma política apacible
y benéfica. Lioque Yupanqui principia las conquistas
por medio de la guerra. Maita Capac las aumenta por
toda clase de medios, especialmente por el prestijio
de grandes obras. Capac Yupanqui deseoso de conti-
nuar el engrandecimiento del Imperio lucha sin em-
bargo penosamente para tener sometidos los pueblos
conquistados por su padre. Inca Roca deja el imperio
en gran peligro, sea que su conducta viciosa haya
hecho decaer la veneración á los hijos del sol, sea
que sus conquistas imprudentes hayan armado
contra los ambiciosos señores del Cuzco á tribus esfor-
zadas, y celosas de su independencia. Yahuar Huac-
cac, tanto por la debilidad de su carácter, cuanto por
los azares del tiempo, está cerca de consumar la ruina
de su dinastía. Viracocha salva el señorío. Pachacutec
es un segundo Manco Capac por sus grandes reformas,
y dá nuevo ser á la monarquía con la conquista defini-
tiva del .Norte del Perú y del Colhio. Inca Yupanqui
DE LOS INCAS. 42-1
y Tupac Inca Yupanquí sean dos soberanos distintos,
sean uno solo con nombres diferentes, acrecientan el
Imperio con sus conquistas en Chile y Quito. Iíuaina
Capac lo eleva á la cumbre de la grandeza consumando
la sumisión de este reino, y acabando las magníficas
obras emprendidas por sus mayores; pero prepara la
ruina de su raza con la partición del imperio entre sus
lujos; la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa abre
el camino á la conquista española, y los herederos de
Manco Capac mueren desgraciada ú oscuramente.
C A P I T U L O II

PRINCIPIOS DEL IMPERIO DE LOS INCAS.

MANCO-CAPAC.

Una tradición vulgar entre los Collas aseguraba que


al principio del mundo fueron colocados en Tiahua-
naco cuatro hermanos llamados Manco, Tocay, Pina-
gua y Colla, entre quienes se dividió el imperio de la
tierra, habiendo tocado á Manco el señorío del Cuzco.
El origen del imperio de los Incas se presenta to-
davía mas maravilloso en otras relaciones. Al desapa-
recer las aguas del diluvio salieron de Pacaritambo
(posada que amanece), cuatro hermanos llamados
Aiarmanco, Aiarcachi, Aiarucho y Aiarsauca, con sus
respectivas mugeres, vestidos ellos y ellas con ricas
mantas y camisetas, trayendo mucho servicio de oro y
monstrándose como señores de la tierra. Aiarucho que
era el mayor de los cuatro hermanos, tenía una honda
de oro y con ella tiraba piedras que llegaban hasta las
EL IMPERIO DE LOS INCAS. 123
nubes y hacían caer los cerros. Envidiosos de tanto
poder sus hermanos le hicieron entrar con engaños en
una cueva cuya entrada cerraron inmediatamente con
peñascos; pero en aquel momento se estremecieron
los Andes, y principiaron á desplomarse altísimos
cerros; asustados los fratricidas huyeron á Tambo-
quiro (dientes de posada) y allí trataron de fundar
una ciudad; pero al echar los cimientos vieron venir
por los aires á Aiarucho que volaba con graneles alas
de brillantes colores. — « No temáis, les elijo, solo
« vengo para eme establescais un imperio; construi-
« reís en el valle inmediato la ciudad del Cuzco; le-
« Yantaréis un templo al Sol que será reverenciado de
« toda la tierra; yo me quedaré en la forma en eme me
« veis, en el cerro de Huanacaure, donde os protegeré
« en la guerra, y vosotros agradecidos me erigiréis
« altares; para que os respeten traeréis en vuestras
« orejas graneles pendientes de oro como los eme veis
« en las mías. » — Conforme á este mandato se fueron
los de Tamboquiro á Huanacaure y apareciéneloseles
de nuevo Aiarucho les aconsejó que en señal de sobe-
ranía cubriesen su frente con la MASCAIPACHA, Ó borla
encarnada con que llegaron á distinguirse los empe-
radores. Después de esto fueron convertidos Aiarucho
y Aiarsauca en piedras eme tenían el talle humano ; y
Aiarmanco en compañía ele las mugeres dio principio
á la fundación del Cuzco.
Despojando la tradición anterior ele lo que tiene de
124 EL IMPERIO
maravilloso, contaban algunos que Aiarmanco el me-
nor de Jos cuatro hermanos que era también el masas-
lulo y ambicioso, se deshizo de todos ellos encerrando
al uno en una cueva, despeñando á otro y obligando
al tercero á buscar su seguridad en la fuga; luego hizo
aplanar el terreno, y por esta circunstancia la pobla-
ción que allí fundó, tomó el nombre de Cuzco derivado
de la palabra COSCA que significa allanar.
Los sabios del imperio deseando poner esta fábula
en armonía con otra mas interesante que habia hecho
prevalecer la política de los Incas, le daban un sen-
tido alegórico. Según ellos Manco habia salido de P a -
caritambo viniendo de Titicaca solo y sin ningún her-
mano ; los cuatro nombres con que se distinguía á
todos ellos, á solo él portenecian habiéndosele lla-
mado Cachi (sal) por su enseñanza, Sauca (regocijo)
por su feliz venida, y Uchú (agí) por el gusto que dio á
los peruanos.
Un viejo cacique de Cochabamba que como sus an-
tepasados habia sido Quipocamayo bajo los últimos
Incas, y que se decia descendiente de Illa el inventor
de los quipos, refería sobre el origen de Manco cosas
muy extraordinarias. El cacique Tumbe tercer abuelo
del primer Inca establecido en la punta de Santa
Elena tuvo un hijo llamado Quitombe quien por obe-
decer las últimas órdenes de su padre y por evitar que-
rellas con su hermano Otoya salió á fundar colonias.
Primero edificó á Tumbez, luego se estableció en Ja
DE LOS INCAS. 125
Puna, después en las riberas del Rimac cerca de las
que levantó el templo de Pachacamac, y últimamente
fué á Quito á que dio su nombre. La hermosa Llira á
la que á su salida de Santa-Elena dejo en cinta, tuvo un
hijo, cuyo nombre fué Guayanay (golondrina). Viendo
que su esposo la habia abandonado, subió con el hijo
al cerro de Janear para pedir venganza á Pachacamac.
En este momento tembló la tierra y los elementos se
hacian la guerra en el aire. La madre creyendo que el
Dios acogía sus votos, determinó sacrificarle el niño.
Ya le habia lavado y puesto sobre la hoguera; pero
cuando el fuego iba á prender, envió el cielo piadoso
un águila que arrebató á Guayanay entre sus garras y
le dejo salvo en la isla de Guayan donde él vivió de
raices y frutos salvajes por alguuos años.
Habiendo cumplido veinte dos años quiso Guayanay
cambiar su vida solitaria por la del continente cuyos
montes aparecían en lontananza; mas al acercarse á
la playa fué rodeada su barquilla por canoas de sal-
vajes los que habiéndole hecho prisionero le conser-
varon para sacrificarle en la primera fiesta. La her-
mosa Ciguar hija del cacique prendada del prisionero
logró engañar á los guardas, y puso en las manos de
Guayanay una hacha, con la que él se libertó de los
guerreros que le custodiaban. Los dos amantes se re-
fugiaron en la isla, construyeron una cabana en una
llanura florida, tuvieron numerosa descendencia, y
uno de sus hijos llamado Atan (dichoso) tubo real-
126 EL IMPERIO
mente la felicidad de dar asilo a u n primo suyo, des-
cendiente como él de Quitumbe, pero de una princesa
de Quito.
Con los asilados de Quito la población de Guayan
sé elevaba á un número para el que no eran bastantes
los recursos de la isla. Atati resolvió por lo tanto bus-
car mejor morada en el continente; pero prevenido
por la muerte, quedó reservada la ejecución de sus pro-
yectos á su hijo Manco. Al nacer este reveló el cielo
sus grandes destinos con un tempestad asombrosa que
principió, y cesó con los dolores de la madre; todavía
era niño, cuando un águila real se le acercó en el
campo, se cernió en adelante sobre su cabeza como
para preservarle del sol, y anidó en su casa pronosti-
cando con los hijuelos una estirpe real.
A los treinta años se embarcó Manco con doscientas
personas de las que una banda abordó á Chile, otra al
estrecho de Magallanes, y la tercera desembarcó con
su jefe cerca del Rimac. Un terremoto les obligó á cam-
biar este valle por el de Yca, que las tempestades les
obligaron también á dejar por la sierra.
Habiendo llegado Manco a las orillas del Titicaca,
torció hacia el Cuzco, y encargó á sus compañeros, que
si tardaba en volver, saliesen á buscarlo, y dijesen á
cuantos encontraran, que iban en busca del hijo del
sol enviado por su celeste padre para gobernar la tier-
ra. Ellos lo hicieron así cansados de esperarle y bien
pronto se esparció por todo el país la voz de que el hijo
DE LOS INGAS. 127
del sol habió salido de la caverna de CapacTuco (ven-
lana rica) habia aparecido en Pacaritambo con un ves-
tido recamado de oro. Se anadia que con sü honda
despedía piedras capaces de hender las rocas á una
legua de distancia. La multitud no tardó en reunirse
cerca de estos lugares. Manco cuyo aire majestuoso
anunciaba al Señor de la tierra, salía al rayar el sol
cubierto de láminas de oro, eclipsando con sus bril-
lantes adornos al astro del d i a ; en tres meses de fies-
tas continuas no se mostró al pueblo sino media doce-
na de veces; y latinados al fin los peruanos por su
maravilloso aspecto, y su prodijiosa sabiduría le acla-
maron Inca como si dijeran cosa del sol. La ilusión
se sostuvo por el secreto que guardaron fielmente sus
compañeros, y en un reinado de ciento cuarenta y tres
años tuvo el primer Inca tiempo para establecer só-
lidamente sus leyes, y para fundar sobre seguras b a -
ses un gran imperio.
La dinastía imperial quiso darse por hija del sol,
y como salida de la isla de Titicaca la cual así como
habia recibido los primeros rayos del astro del día,
cuando Viracocha ahuyentó de la tierra las tinieblas,
así también debía ser la primera en recibir los men-
sajeros de su divina civilización. Compadecido el sol
de la barbarie en que vacian ios peruanos, envió para
civilizarlos á sus hijos Manco Capac, y Mama Oclló
que eran ala vez esposos, y hermanos:— '"'tomad esta
cuña, les dijo dándoles una barreta de oro de medía
128 EL IMPERIO
vara de largo, y del grosor de dos dedos; golpead
con ella en todos los sitios á donde llegareis; y en aquel
en que al primer golpe se hundiere, estableceos para
dar allí principio á vuestras exhortaciones. Enseñareis
á los hombres el culto que me deben por los beneficios
que diariamente derramo sobre la tierra, y la obe-
diencia que os han de tener, como que sois mis hijos
y vais á hacerlos dichosos." — La celestial pareja salió
de la isla de Titicaca cumpliendo las órdenes de su di-
vino padre, y se estableció en el Cuzco por que en el
cerro de Guanacaure desapareció para siempre al p r i -
mer golpe la cuña de oro, y Manco se dirigió al Norte
y su esposa al Sur para dar principio a su misión ci-
vilizadora.
La virtud maravillosa de la palabra divina transfor-
maba como por encanto á la tierra, y á los hombres:
la soledad perdia sus horrores, la barbarie sus mise-
rias ; los terrenos inundados, y los bosques antigua
guarida de fieras se convertian en campos amenísimos;
ios que antes vivieran dispersos en cuevas en los res-
quicios de las peñas, ó en chozas abiertas á la incle-
mencia, se albergaban ahora en habitaciones cómo-
das, y se reunían en pueblos; en vez de sucias pieles,
y de una desnudez vergonzosa trahían vestidos lim-
pios, y decentes ; á los gustos groseros y feroces ha-
bían sucedido inclinaciones delicadas, y apacibles.
Manco habia enseñado á los hombres el cultivo de
los campos y las primeras artes de la vida civil: y las
DE LOS INCAS. 129
mujeres aprendieron de Mama Ocllo el hilado, el t e -
jido, la costura en suma las habilidades y las virtudes
que hacen la buena madre de familia. Con el ascen-
diente de la sabiduría, y de los beneficios había lo-
grado Manco formar un estado, que se estendia como
diez leguas de Paucartambo al Apurimac y seis de
Quiquijana al Cuzco. Los pueblos eran mas de cien-
to, si bien los mayores no pasaban de cien casas, y
los menores no llegaban á treinta. El Cuzco (ombli-
go) se llamó asi por estar destinado á ser el centro
del Imperio, y se dividió en dos barrios Hanai Cuzco
(Cuzco alto) que se formó de los prosélitos del rey,
y Hurai Cuzco (Cuzco bajo) donde se establecieron
los atrahidos por la reina; á unos y otros por ha-
berse distinguido en su adhesión al hijo del sol, y
haber sido sus principales auxiliares se les dio el
inestimableprivilejio de llamarse Incas, como los des-
cendientes de Manco. A otros vasallos que habian
merecido bien, se les hizo la honrosa distinción de
que pudieran llevar pendientes de lana, de maguey,
ó de totora según sus respectivas tribus, y un llauto,
ó guirnalda en la cabeza, adornos que recordaban
las insignias de la estirpe real, si bien eran de inferior
calidad. Los subditos agradecidos honraron á Manco
con los dictados de Capac (poderoso) Zapallan Inca
(solo señor) Intip Churi (hijo del sol) Huachacuyac
(amante de los pobres,) y otros no menos gloriosos.
Cuando tales misterios envuelven la existencia de
130 EL IMPERIO
Manco Capac, no iremos nosotros á poner en tortu-
ra las fábulas para precisar el lugar de su p r o -
cedencia, y la hora de su aparición. Y nos guardare-
mos mucho mas de amontonar trabajosas hipótesis
para ligar su civilización á la de paises lejanos. Si
algunos oponiendo la barbarie de los peruanos á la
cultura de los Incas, se afanan por hacer venir á
Manco de países estranjeros donde la civilización ha-
bía hecho mayores progresos; si otros le han toma-
do por hijo del gran Kan Kublay, por un misione-
ro de Buda, y (cosa estraña) por un naufrago ingles,
culpa es solo de ciegos panegiristas que por enalte-
cer inconsideradamente al fundador del Imperio hicie-
ron al Perú la doble injuria de negarle su antigua
civilización, y de privarle de la gloria de haber da-
do el ser á uno de los mas grandes hombres.
No, los Peruanos no eran barbaros al aparecer
Manco Capac ; no había entre su cultura y la de su
legislador la oposición, que nunca pudo hallarse en-
tre las luces de una sociedad y las del hombre lla-
mado á reformarla. El origen peruano de Manco no
sera dudoso para el que con ánimo imparcial inter-
rogue la historia. El hombre que tan perfectamente
conocía los lugares, y las personas, que tan pene-
trado estaba del espíritu nacional, y que con tai sa-
biduría amalgamó los elementos déla civilización an-
terior, nació sin duda en el Perú. Su obra lleva el
sello de la raza nacional, y el del país; es la es-
DE LOS INCAS. 131
presión de su época, tal como la podia compren-
der un hombre de genio.
La nacionalidad de Manco, que se deduce de ra-
zones tan concluyentes, y que hasta cierto punto se
revela en todas las tradiciones, se prueba también
por testimonios directos. Los quipocamayos de P a -
caritambo, donde principió según todas las aparien-
cias la misión del primer Inca, le suponian e n -
gendrado allí por un rayo del sol; y resueltos enfln
dos de ellos á revelar misterios que decían trasmiti-
dos de padres á hijos, hicieron la siguiente relación
á los intérpretes de Vaca de Castro, el indio Pedro G a -
larte y los españoles Juan de Betanzos y Francisco de
Villacastin, vecinos del Cuzco y peritos en la lengua
Quechua.
El curaca de Pacaritambo quedó á la muerte de
su esposa con un hermoso hijo, al que solia llamar
hijo del sol. Muerto también el curaca se dejó per-
suadir fácilmente el huérfano del oríjen celestial que
le atribuían los hechiceros, y á la edad de diez y ocho
á veinte años dio principio á su misión. Humilde pre-
dicador desde luego levantó en las inmediaciones
del Cuzco un oratorio á Huanacaure, que era el
principal ídolo de sus mayores, y que no dejó de
ser invocado por los Incas en los dias de peligro.
Contando después con algunos partidarios estableció
su dominación atrayendo á otros con los beneficios,
imponiendo á los incrédulos con las amenazas, y
132 EL IMPERIO
fascinando á la muchedumbre con su porte magní-
fico. Vestía camiseta recamada de plata, y trahía una
patena de oro sobre el pecho, plumas vistosas en la ca-
beza, y otros adornos preciosos en los brazos. Así logró
imponer á sus compatriotas haciendo servir á su ambi-
ción, y al bienestar de todos las crecencias populares.
Ciertamente la providencia, que quería elevar el
Perúá mejores destinos, le elijió para regenerar la s o -
ciedad á que pertenecía, y le colocó no lejos del Cuzco,
lugar el mas propio para el ser el centro de una gran
dominación. El cielo bellísimo, el aire saludable, el
clima primaveral, las aguas puras y la tierra pronta á
cubrirse de pastos, de mieses y de árboles floridos
solo pedían para sostener á una inmensa población
en el bienestar, y en la grandeza la aparición de un
gran hombre que supiera utilizar los elementos de
progreso. Para proteger el paraíso de la nueva civili-
zación contra los embates de tribus bárbaras ó riva-
les se alzaban los Andes con sus cumbres cubiertas de
nieves eternas y su base en el abismo, y servían tam-
bién de tortísimos muros los ríos caudalosos del Norte
y las llanuras inundadas del Oeste por donde atrevi-
dos puentes y magníficas calzadas habían de llevar
los beneficios del arte á pueblos de escasa industria.
Los cuzqueños por su carácter y por su estado social
eran un dócil instrumento para los proyectos del Inca:
ni por la rudeza oponían obstáculos invencibles á
ideas mas avanzadas; ni por su malicia rechazaban la
DE LOS INCAS. 133
dominación del enviado del sol; su sociedad sencilla
como la infancia, su gran número, su buen juicio y
la facilidad de disciplinarse les bacian servir admira-
blemente á los designios del entendido reformador
que sabia fundir las tradiciones veneradas en el nuevo
culto, y plegar las instituciones políticas á la índole
de los pueblos. Si su obra no estuviera basada sobre
los fragmentos de la cultura anterior; si de origen e s -
traño no pudiera tener desde el principio las aparien-
cias y la fuerza de la nacionalidad, no habría durado
por algunos siglos, ni ejercido un inmenso influjo s o -
bre un vastísimo territorio.
Por que Manco halló al Perú preparado para recibir
sus benéficas instituciones; por que fué solo un refor-
mador, no perderá nada su merecido renombre. N a -
die podrá disputarle la incomparable gloria de los
grandes bienhechores de la humanidad, y la de los
grandes legisladores, la gloria de haber hecho gozará
pueblos antes enemigos, turbulentos ó atrasados los
beneficios de la unión, del orden y de la cultura, la
gloria sobre todo de haber asegurado para siempre la
unidad del Perú, base de su futura grandeza.

II

CINCHI ROCA.

Aunque rodeada de circunstancias menos estraordi-


narias no aparece mucho mas clara la vida del sucesor
134 EL IMPERIO
inmediato de Manco Capac. Unos le llaman Inca Y u -
panqui, otros Inca Roca; pero es mas conocido bajo el
nombre de Chichi Roca, que se interpreta valeroso, y
prudente. Alguno le ha presentado como el verdadero
restaurador del imperio. La nación se disolvía, las
leyes no tenían fuerza, y la corrupción era estrema;
los hombres estragados por el deleite ponían en su
sexo la afición que la naturaleza inspira hacia la bella
mitad de nuestra especie; y las mujeres viéndose des-
deñadas se vahan de filtros amorosos, que en vez de
pasión producían por lo común locuras y muertes.
En esta inundación de crímenes y de miserias la s a -
gaz madre de Roca, Mama Huaco deseando reorga-
nizar la sociedad y rehabilitar su sexo, supo por mul-
tiplicados artificios presentar á su hijo como hijo del
sol; y con esteprestijio y con sus altas dotes logró
Cinchi Roca restablecer el orden antiguo y asegurar
la grandeza de su raza.
Otros escritores presentan al hijo de Manco Capac
como un príncipe que con su rigor logró afianzar la
observancia de las leyes paternas, y sometió con sus
armas desde las fronteras de Tucuman hasta las cer-
canías de Quito.
La opinión mas común, que es también la mas ve-
rosímil, hace de Cinchi Roca un soberano pacífico y
prudente, que afirmó y engrandeció el dominio here-
dado con el prestijio de la religión, y de la beneficen-
cia. De su fortaleza exhibió apacibles muestras, sien-
DE LOS INCAS. 133
do el mas veloz en la carrera, el mas ágil en el sal-
lo, el mas diestro en el manejo de la honda, y el de
mayor pujanza en la lucha. Su prudencia brilló en el
acierto, con que misionero del sol logró que aceptaran
muchos pueblos de buen grado sus creencias, y su au-
toridad. La dominación imperial se estendió por esta
propaganda pacífica de una parte hasta el rio C a l l a -
huaya (Carabaya) cuyas arenas llevan oro, y de otra
hasta Ghuncará veinte leguas al sur de Quiquijana.
¡Dichosa época de paz, de sencillez, y de abundancia!
El demonio de la ambición no habia entrado todavía
en el corazón de los príncipes para que pretendie-
ran dilatar su señorío con armas homicidas, y acre-
centar el esplendor de su trono con el lujo deslumbra-
dor de las mansiones regias; su fuerza y su grandeza
la derivaban solo de la estension de sus beneficios; y
su principal pompa la hacían consistir en el amor de
sus agradecidos subditos. El pueblo veia deslizarse
sus dias sin dolor y sin inquietud; fáciles labores,
que hechas entre hermanos y al compás de alegres
cantares se convertían en fiestas, aseguraban los me-
dios comunes de bienestar; esposas fieles y diligen-
tes, que no sabían salir de la casa, sin llevar el huso
en la mano, hilaban la lana, tejían la ropa, prepara-
ban la frugal comida, ó hacían el aesua (chicha), que
alegra los corazones; hermosos niños, que apenas sa-
lidos de la cuna ayudarían á sus padres, dulcificaban
desde luego las faenas con sus inocentes caricias.
136 EL IMPERIO
Cada familia conocía y practicaba las artes necesarias
para su sencillo género de v i d a ; el porvenir de todos
estaba asegurado con la comunidad de goces; eran
desconocidas la ociosidad semillero de vicios, la men-
dicidad fecunda en miserias y en crímenes, y la opu-
lencia objeto de envidia para el pobre y peligrosa
tentación para el rico : ni en la soledad, ni en el po-
blado recelaba nadie ser asaltado por ladrones, ni por
asesinos.
Se atribuye á este Inca la formación del primer
censo y la introducción de las grandes cacerías llama-
das CHACO. Periódicamente se reunían muchos millares
de indios para encerrar los animales del monte en un
inmenso circulo y reduciéndolo á límites estrechos lo-
graban fácilmente la captura de un número increíble
de vicuñas, huanacos, ciervos y fieras.
Con mas verosimilitud se dice que Cinchi Roca fué
el autor de la división del imperio en cuatro partes
llamadas Collasuyu la del Sur, Cuntisuyu la de lOeste,
Chinchasuyu la del Norte y Antisuyu la del Este.

III

LLOQUE YUPANQUI.

Después de un reinado que algunos hacen subir á


setenta y dos años, dejó Cinchi Roca el cetro á su hijo
Lloque Yupanqui (el zurdo memorable) cuyo carácter
DE LOS INCAS. 137
está mejor determinado. El poder de los Incas habia
echado ya hondas raices en el corazón de los pueblos
y era demasiado grande para que los soberanos del
Cuzco se resignaran por mas tiempo á propagar el
nuevo culto con sola la persuasión y los beneficios.
Protestando siempre el mismo objeto sagrado aspiró
el tercer Inca á conquistas mas rápidas; y por lograr-
las sin abandonar del todo las seducciones de la polí-
tica se presentó á los pueblos como el profeta de los
Árabes con la nueva ley en una mano y con las armas
en la otra, poniéndoles en la alternativa de aceptar su
civilización ó una lucha á muerte.
Es probable que los primeros pueblos á quienes se
dirigió Lloque Yupanquí, se sometieran sin oposición,
ya por conocer en parte los goces que se les ofrecian,
ya por no estar preparados á una guerra que nada les
habia hecho recelar. Y esto es lo que se cuenta de los
Canas mas cercanos al Cuzco. Otros pueblos quehabian
tenido tiempo para preveer el ataque, hallarían sin
duda menos persuasiva la elocuencia délos misioneros
del Sol y preferirían los furores de la guerra á la re-
nuncia de su independencia. Es lo que se refiere de
los de Ayaviri y Pucará.
Con resolución superior á sus medios de defensa
lucharon todos cuantos podían llevar las armas; pero
murieron con el desconsuelo de no haber podido sal-
var la libertad nacional. Los ancianos, los niños y las
mugeres vagaban por los campos lamentando la des-
138 EL IMPERIO
tracción de sus pueblos y llamando á los que ya no
existían. El Inca que no queria reinar sobre soledades,,
hizo venir gran número de MITIMAES (colonos) para
repoblar á Ayaviri. Los restos de los Canas unidos á
los mitimaes sacaron á su patria de las ruinas; y para
que no intentaran ninguna insurrección, hizo el g o -
bierno construir en las cercanías una fortaleza la cual
se conoce todavía con el nombre de Pucará.
También se atribuye á Lloque Yupanquí la con-
quista de los Collas que poblaban el aclual departa-
mento de Puno. Aterrados con la suerte de Ayaviri,
demasiado divididos para resistir con bueno éxito,
atraídos con pródigas dádivas y mas pródigas prome-
sas y lisonjeado su orgullo con el engrandecimiento
de una dinastía que se decía salida del Titicaca, se
sometieron al vencedor con la mejor voluntad. Por su
espontánea sumisión les recompensó el Inca cons-
truyendo templos, palacios y otros edificios públicos
y sobre todo con la formación de una colonia en los
valles de Caravaya. Los Collas trasplantados allá sa-
zaban de tan feraz tierra abundantes cosechas para
mejorar el alimento de sus hermanos de Puno y para
libertarlos del terrible azote del hambre que antes los
afligiera después de las grandes heladas.
Si convienen las tradiciones en conceder á Lloque
Yupanquí un carácter guerrero, no fijan la duración
de su reinado, ni están conformes en las principales
circunstancias de su vida. Mientras se cree común-
DE LOS INCAS. 139
mente que casó como su padre, y su abuelo con una
hermana suya, para que la sangre pura del sol no se
alterase con una levadura humana; dicen otros, que
tomó por esposa á la hija de un gran señor de las cer-
canías. Los consejeros del rey habrían preferido esta
alianza con el fin de robustecer la tiranía; y la prin-
cesa llamada por la ley al tálamo imperial habría ido
á sepultarse en la casa de las vírgenes escogidas para
realzar el culto del sol.
Contra el sentir general que hace á Manco Capac
fundador del Cuzco, atribuyen algunos esta gloria al
tercer Inca, quien probablemente dio nuevo ser á la
ciudad con sus grandiosas construcciones. También
fué según ciertas tradiciones quien por primera vez
ordenó que el heredero del trono visitase todas las
provincias para atraherse el amor de los pueblos.

IV

MAITA CAPAC.

Con ser Maita Capac uno de los Incas de mayor


nombradla, y con haber dejado recuerdos en m u -
chas provincias, no escasean las dudas acerca de su
vida pública y privada. En-.oposición á los que le
hacen visitar el Imperio en vida; de su padre, dicen
otros, que á la muerte de este quedó en la infan-
cia, y bajo la tutela de dos tios suyos. Lloque Y u -
140 EL IMPERIO
panqui habría llegado á una edad avanzada con el
desconsuelo de no tener herederos, y solo después
de haber hecho grandes sacrificios le concedieron
los dioses á Maita Capac. A falta de hermanas tomó
este por esposa á la bella hija de Alcavilca señor de
las cercanías del Cuzco. Incapaz de amor, libre de
cuidados domésticos y hallando su reino en paz,
buscó su principal diversión en la caza de las bes-
tias feroces, y por haber vencido en combate singular
á una monstruosa serpiente de los Andes, recibió el
nombre de AMARU que significa serpiente. Nada hizo
de notable en su vida política, sino el haber sofo-
cado penosamente una sedición á las puertas m i s -
mas del Cuzco. Un muchacho del principal barrio
de la ciudad rompió de una pedrada el cántaro á
una muger de otro barrio, y habiéndose envenena-
do antiguas querellas con ocasión de este-disgusto,
vinieron á las armas unos vecinos contra otros, y
el tumulto no pudo sofocarse sino con torrentes
de sangre.
Sea lo que quiera de estos sucesos, las tradicio-
nes recibidas suponen á Maita Capac casado con
una hermana; le dan un gran número de concubinas
y en ellas centenares de hijos; y aseguran que
eclipsó la gloria de sus antepasados con conquis-
tas mas vastas, y con obras mas grandiosas. El su-
jetó á todos los Collas llevando sus armas vencedoras
por la parte occidental desde el Desaguadero hasta
DE LOS INCAS. 141
Huarina, y por la parte oriental hasta Paria y los
valles de Chuquiapu; engrandeció ademas el i m -
perio sometiendo las serranías de Moquehua, y Are-
quipa. Cada una de sus espediciones se señaló con
incidentes memorables, y con brillantes testimonios
de grandeza.
Estando en las antiguas ruinas de Tiáhuanaco,
donde los restos imponentes de la civilización des-
truida le inspiraron el pensamiento de trasladar á
aquel lugar la capital del imperio; uno de sus cor-
reos hizo una marcha tan rápida, que admirado el
Inca hubo de esclamar: Tia, Huanaco (siéntate,
Huanaco); y dé aquí el haberse dado este nombre
á las ruinas, que antes se llamaban de Chucahua.
En la campaña contra los Collas del oeste los de
Cayacviri se asilaron en un cerro, eme por dominar
la llanura era para ellos objeto de veneración, y
prenda de ciega confianza. Para defenderse mejor
improvisaron un débil fuerte, trayendo las mujeres
césped y los hombres piedras. El Inca que estaba
seguro de rendirlos sin necesidad de combates san-
grientos, se limitó á estrechar el cerco. Los sitiados
tomando por cobardía esta generosa espectacion, no
dudaron acometerle en sus posiciones; las primeras
salidas les infundieron mayor presunción, por que
solo se pensó en rechazarles; y por esto se arro-
jaron con ciega temeridad á un asalto decisivo ; pe-
ro como seles aguardaba con bien dispuestas c m -
142 EL IMPERIO
boscadas, sufrieron un estrago horrible; y siendo en-
tonces su desaliento tan grande como habia sido su
confianza, no pensaron sino en pedir misericordia.
A otro dia la demandaron al Inca en humilde pro-
cesión : las mugeres, ancianos y niños iban por d e -
lante ; seguíanles los guerreros con las armas caidas 5

las manos atadas y una soga al cuello ; y al llegar


al campamento imperial pidieron todos el perdón de
rodillas, y derramando torrentes de lágrimas. Maita
Capac perdonó á los vencidos, y para tranquilizar-
les permitió que los curacas le besaran la rodilla
derecha, distinción inestimable por que nadie á no
ser de sus parientes, ó por especial merced podia to-
car al hijo sagrado del sol. Tan bondadosa acogida
en una época en que las guerras eran de estermi-
nio, hizo que se redujeran espontáneamente los de
Huarina, Mallama y otras tribus vecinas. También
pudo influir en esta sumisión una fábula muy con-
forme al espíritu del tiempo. Las flechas y las piedras
lanzadas por los de Cayacviri se volvían contra ellos
para castigarlos de la sacrilega resistencia al Inca.
En la campaña de Maita Capac al Este los Collas
mas celosos por su independencia le aguardaban
junto al rio de Huaychay; y aquí se trabó un com-
bate en que ambos partidos desplegaron iguales bríos,
habiéndose peleado todo el dia, sin que nadie cedie-
se; pero, cuando por la noche, suspendido el t u -
multo de las armas, contaron los delCollao sus muer-
DE LOS INGAS. 143
tos. la inmensa pérdida les sumió en el mas p r o -
fundo abatimiento; y esperaron con la mayor inquie-
tud la llegada del nuevo dia para repetir la humilde
plegaria de Cayacvirí. Maita Capac, aunque irritado
por la enérgica resistencia, cedió á la misericordia
que habia de darle fáciles triunfos; y habiendo per-
donado á los Collas marchó de ovación en ovación.
Las noticias de la derrota y de la noble conducta del
vencedor eran llevadas por los vencidos á todas las
provincias; las propuestas del Inca terribles para el
que osará resistir, y seductoras para los eme le reci-
bieran de buen grado, acababan de quebrantar el
ánimo del mas fiero enemigo; recibíanle por lo tanto
los pueblos con festivas aclamaciones, le obedecían
como á antiguo señor y le acataban como á un Dios.
Numerosas colonias vinieron pronto á hacer dura-
deros los fugaces efectos de tan entusiasta acogida.
En la conquista de Moquehua los Cuchunas que
guarecidos en una fortaleza improvisada estaban r e -
sueltos á perecer defendiendo su libertad, hubieron
de ceder á los fuertes ataques y á la generosa con-
ducta de los capitanes del Inca. El afecto de esta p r o -
vincia se ganó mas especialmente con el esterminio
de los envenenadores que eran el terror de aquellos
naturales. Poseían algunos malvados el secreto de
formidables tósigos, con los cuales, si no producían
una muerte pronta, hacían sufrir á sus enemigos una
agonía tan lenta, como horrible. Los miembros de las
144 EL IMPERIO
miseras víctimas quedaban paralizados, entorpecidos
los sentidos, flaco el juicio, y desfigurado el rostro
con manchas jaspeadas de blanco y negro. El castigo
correspondió á la atrocidad del crimen; pues fueron
quemados los envenenadores junto con sus ganados,
y enseres, derribadas y sembradas de piedra sus c a -
sas, destruidas sus heredades y arrancados los á r -
boles.
Las tribus del lado de Arequipa cedieron principal-
mente á la fascinación, que sobre las almas sencillas
de los indios ejerció siempre el espectáculo de las obras
maravillosas. Para pasar el Apurimac mandó cons-
truir Maita Capac uno de esos puentes de bejucos
que han podido ser el modelo de los puentes de sus-
pensión admirados hoy en las naciones mas avan-
zadas.
Aprovechando las grandes rocas, ó levantando
obras de cantería se forman estribos en las dos orillas
de los rios. Estos estribos se oradan para dar paso á
grandes vigas; y á estas vigas se atan fuertemente
cinco maromas formadas por la reunión gradual de tres
mimbres en una cuerda, de tres de estas cuerdas en
otra de á nueve mimbres, de tres de esta especie en
otra de á veinte y siete, y así sucesivamente, hasta,
que la cuerda escede el grosor del cuerpo humano y
á veces el del buey. Con tres de las maromas se hace
el suelo del puente, y con las dos restantes los pretiles.
Para que el asiento ofrezca comodidad y firmeza, se
DE LOS INCAS. 145
echan sobre él y se sujetan con cuerdas las estacas
necesarias, sobre las estacas ramaje menudo, y e n -
cima de todo tierra ó esteras. Entre el piso y las ma-
romas laterales se ponen algunos palos, bien formando
pared cerrada, bien en la disposición de un enrejado
claro.
Tan sorprendente obra bastó para que las tribus
de la comarca rindiesen homenage á un soberano que
acababa de vencer al formidable Apurimac. Si algún
pueblo pensó en resistirse, hubo de ceder en breve al
torrente de la opinión, á la política benévola del con-
quistador y al prestigio de otra maravilla. En el cami-
no de Cuntisuyo habiauna ciénega de gran anchura,
y de tres leguas de largo que obligaba á un largo r o -
deo. El Inca cruzó los terrenos inundados levantando
una calzada de piedra y césped de dos varas de alto y
seis de ancho. Este gran trabajo se hizo mas notable
por haber sido concluido en breves dias merced á las
órdenes y á la presencia del soberano que tomaba
parte en las faenas mas rudas. Sin embargo por de
pronto los naturales que deseaban conservar su liber-
tad, quisieron detener al vencedor de la naturaleza en
ciertos malos pasos que parecían inexpugnables; mas
la pericia y audacia de las tropas imperiales fueron
superiores á estos obstáculos; y todas las provincias
hasta el valle de Arequipa hubieron de reconocer una
superioridad á la que parecia vano oponerse.
El valle de Arequipa uniendo las ventajas de la
i. 10
146 EL IMPERIO
costa á las de la sierra y ostentando con las galas do
una y otra la magnificencia del MISTI que lanza humo
por su cabeza nevada, tubo mas atractivos para algu-
nos capitanes que las dulzuras del suelo natal, y mos-
traron al Inca deseo de quedarse allí. — Bien esta,
quedaos (Ari, Quepay), — les dijo Maita Capac, y de
aquí tomó su nombre la hermosa vega, y siglos des-
pués la ciudad que la enseñorea.
Contaban los Collaguas que para alojar al monarca,
y á su favorita Mamallachi, que era paisana de ellos,
habían hecho una gran casa de cobre. El padre Oré
que fue cura de Coporaque, y después obispo de la
Concepción de Chile, asegura que estos indios le die-
ron sobrado cobre para fundir cuatro graneles campa-
nas, y que según ellos el resto del antiguo palacio ha-
bía sido entregado al ejército de Gonzalo Pizarro para
herraduras de caballos.
Se atribuye por algunos á Maita Capa la invención
del escudo llamado QUERARA, y á SU favorito Illa la de
los quipos; y estos escritores añaden que los primeros
quipos recordaron la victoria del cuarto Inca sobre la
serpiente de los Andes, y que sobre el escudo impe-
rial se representó igualmente esta hazaña por medio
de una serpiente, una hacha, y una honda.
La duración de tan notable reinado se cree que no
pasó de treinta años y los últimos de ellos fueron
consagrados á los cuidados apacibles del gobierno.
DE LOS INGAS. 147

CAPAC YÜPANQUI.

El quinto de los Incas á pesar de lo que indica su


nombre, no alcanzó el prestigio de Maita Capac. Se le
atribuyen en verdad algunas conquistas. Según cier-
tas relaciones, habiendo él hecho construir un nuevo
puente sobre el Apurímac, salieron á recibirle los Y a -
nahuaras con aclamaciones, y danzas; los Aimaraes,
que trataban de resistirle, conocieron en breve su i m -
potencia y aceptaron un yugo que habia de proteger-
les contra vecinos feroces; los Umasuyos, aunque
mas aguerridos no tubieron tiempo para prepararse
contra ocho mil guerreros escogidos que marcharon
á la ligera; y los Quechuas que deseaban un apoyo
contra los feroces Chancas, recibieron en sus fron-
teras al ejercito imperial asegurando que á no h a -
ber sido prevenidos por la llegada de los impe-
rialistas habrian ido al Cuzco en el año inmediato á
prestar homenage al hijo del sol. También se com-
pletó la conquista de Arequipa con la de Camaná.
Los habitantes de esta costa divididos no solo por los
desiertos que median entre valle y valle sino t a m -
bién por las disenciones entre los de un mismo valle,
y acostumbrados á las delicias de su fácil existencia
no podian pensar en defenderse^ Por el lado de Colla-
suyo tan poco hubo dificultad para nuevas conquis-
148 EL IMPERIO
tas. Los indios de Chayanta que era la provincia nías
próxima, al recibir la artificiosa intimación de los l n -
CílSj se dividieron en bandos opuestos: preferían unos
los riesgos de la guerra al sacrificio de la indepen-
dencia ; y optaban otros por un yugo, que se presen-
taba tan difícil de rechazar, como fecundo en bene-
ficios. La sagacidad del conquistador hizo que se adop-
tara el partido medio de recibir de paz en Chayanta
las tropas imperiales, y de conservarlas alli, mien-
tras después de una madura deliberación se resolvía
admitir ó no las nuevas leyes. Como Capac Yupanqui
habia esperado, mejor conocidos su poder y la pros-
peridad de que gozaban sus subditos, se le sometie-
ron aquellos naturales entre el entusiasmo de las fies-
y con el atractivo de las dádivas. Era claro que aque-
llos pueblos sencillos con solo haber admitido en su se-
no al ejército del Inca, estaban forzados á renuncia)'
á todo pensamiento de resistencia. El ejemplo de
Chayanta trajo la pronta sumisión de las provincias
inmediatas.
Sean ó no ciertos tos fáciles triunfos atribuidos á
Capac Yupanqui; es de creer que su principal cuidado
fué el de asegurar la obediencia de las tribus someti-
das por su antecesor. Una vez que la muerte disipó la
admiración por las obras de Maita Capac; muchos
pueblos de Cuntisuyo aspiraron á sacudir el yugo ; y
fueron necesarios repetidos combates para aquietarlos.
Otra inquietud mas grave y mas inmediata debió
DE LOS INCAS. 149
ocupar por mucho tiempo el ánimo del quinto Inca,
si como algunos aseguran, quiso destronarle uno de
sus hermanos. La conspiración iba madurando con
la reserva que es propia de los Indios; percibíanse
sin embargo vagos indicios; y el peligro se veia cada
diamas inminente. Desesperando Capac Yupanqui de
obtener revelación alguna por promesas, ni por ame-
nazas, ordenó un convite, y que en el se sirviera
abundante chicha á los sospechosos, quienes en la im-
previsión de la embriaguez llegaron á descubrir su
terrible secreto. Descubierta asi la conjuración, fué
enterrado vivo el jefe, y arrojados los cómplices, unos
en el foso de las fieras, otros entre reptiles ponzo-
ñosos.
Se cree que Capac Yupanqui adoptó medidas seve-
ras contra vicios abominables que se sobrepusieron
siempre al zclo del gobierno. Se ignoran los últimos
años de su reinado, y algunos dicen que murió en
una espedicion á la montaña no sin graves sospecha
de haber sido envenenado por los naturales.

VI

INCA ROCA.

Se hacen del sesto Inca las pinturas mas brillantes,


y mas sombrías; no siendo sin embargo incompati-
bles en el carácter humano tan diferentes rasgos. Re-
150 EL IMPERIO
presentante algunos como un príncipe libertino que
con sus desórdenes puso en riesgo la existencia del
imperio; y otros le retratan como un gran político y
un eminente guerrero que ensanchó la dominación
imperial y realzó el prestigio de su raza con obras
importantes.
Según ciertos escritores Inca Roca no estubo lejos
de ser el D. Rodrigo de los Incas. Enamorado de la
bella Chalcha, hija de un curaca poderoso y no p u -
diendo seducir á la doncella, la llevó con violencia á
su palacio, en ausencia del padre. La joven des-
honrada inflamó en deseos de venganza al curaca, y
este con sus artificios y audacia logró reunir un n u -
merosísimo ejército, y marchó sobre el Cuzco. Una ba-
talla de dos dias en la que perecieron mas de treinta
mil hombres, decidida al fin en favor del Inca obligó
á los insurgentes á buscar su salvación en países des-
conocidos.
Mas, según las tradiciones recibidas, Inca Roca fué
aun antes de que cayera sobre sus sienes la borla en-
carnada, objeto legitimo del homenage general. Un
acontecimiento casual, pero de gran interés para la
capital del imperio, y en que el príncipe fue el actor
principal, le dio gran opinión al entrar en la juven-
tud. Cuando le oradaron las orejas para ponerle los
pendientes de oro, sintió dolores tan vivos, que salió
corriendo al campo. Habiéndose detenido en el cerro
de Chaca, rogó á todos los Dioses, que dieran agua
DE LOS INCAS. 15-1
á la ciudad por la que aun no corría arroyo alguno;
su oración fué interrumpida por un trueno espantoso
que le obligó á pegar su cabeza con el suelo; en esta
postura oyó un gran ruido de agua, como si corriera
en mucha cantidad por debajo de aquella tierra; y
en efecto hecha una escavacion se descubrió la cor-
riente que hasta hoy atraviesa el Cuzco bajo el nom-
bre de Huatanay.
Encargado por su padre de continuar las conquis-
tas hacia el norte obtuvo sin dificultad la sumisión de
las tribus inmediatas á la quebrada de Abancay, y
tampoco halló resistencia en las que habitaban las
alturas de Lucanas y el valle de Nasca. Algunos de los
Nasqueños fueron trasladados á la ardiente quebrada
del Apurimac cuyas fértiles orillas se deseaba apro-
vechar para el cultivo de frutos preciosos y á las que
no podían bajar los naturales de las llanuras templa-
das sin comprometer su existencia.
Después de haber tomado la borla imperial empren-
dió Inca Roca la conquista sucesiva de los Chancas,
Charcas y Antis. Como los Chancas formaban tribus
esforzadas, acostumbradas á extender su dominación
y poco dispuestas por lo tanto á recibir el yugo extran-
jero, se necesitaba para sojuzgarlos de operaciones
rápidas y en grande. Aprestóse por esta razón un
ejército numeroso en el que entraban por mucho los
Quechuas deseosos de vengar antiguos agravios;
formóse un tercer puente sobre el Apurimac en la vía
152 E L IMPERIO
mas directa para Andahuaylas; se ocuparon sin pér-
dida de tiempo las alturas que dominan el valle, y se
intimó á sus habitantes que se pusieran bajo el yugo
de los hijos del sol. Doloroso era á los guerreros del
león pasar de señores á siervos, aun cuando sus d o -
minadores vinieran del cielo; es de creer por lo tanto
que lucharían heroicamente antes de rendirse, y así
lo persuade el espléndido triunfo con que el Inca c e -
lebró la sumisión de ellos; pero según la relación
mas conocida habiéndoles tomado desprevenidos la
invasión; amenazándoseles con que si tardaban en
someterse, serian tratados sin misericordia; y en la
alternativa de ceder ó de ser exterminados por los
Quechuas que tenían pendiente con ellos una l a r -
ga cuenta de agravios; hubieron de humillarse por
de pronto con la intención secreta de recobrar su in-
dependencia á la primera oportunidad.
La conquista de los Charcas ofreció menos dificul-
tades. Una vez puesto el Inca en Chayanta intimó á
las tribus vecinas que vinieran á aceptar su benéfico
yugo. La juventud rehusaba sacrificar su libertad
por promesas que por magníficas que fuesen, no te-
nían otra garantía sino la buena voluntad de un des
pota fácil de tornarse en tiránicos caprichos; mas los
prudentes ancianos á quienes parecía locura el arrojo
de sus hijos, y sobre cuyos ánimos pesarían sin duda
mucho las oportunas dádivas del conquistador y el
atractivo de la civilización imperial, lograron que
DE LOS INCAS. 153
cambiara el ánimo de los exaltados guerreros, hasta
el punto que su celo por la independencia se convir-
tió en deseo de anticiparse á la servidumbre. Por esta
causa viejos y jóvenes, estos con armas y aquellos
con los frutos de la tierra salieron al encuentro del
Inca, indicando así, que hombres y bienes todo per-
terencia ya al hijo del sol.
Para someter á los Antis, mas que con los h o m -
bres había de lucharse con la naturaleza; porque los
caminos, si caminos podían llamarse, serpenteaban
por entre abismos, derrumbaderos y ciénegas é iban
á perderse en selvas impenetrables; el calor postraba
á los esforzados de la sierra; matábanlos las e x h a -
laciones miasmáticas; espantábanles las fieras y rep-
tiles venenosos; sobre todo les hacía suspirar por el
aire ligero y vivjflcante de las alturas la atmósfera
enervante de las bajíos que pesaba como el plomo.
Se redujo por lo tanto la campaña que había sido con-
fiada al heredero del trono con lo mas excogido de
guerreros, á ocupar pequeños valles de la ceja de
la montaña cuya posesión bastaba sin embargo para
que no escasearan las exquisitas producciones de los
yungas, especialmente la coca objeto de los mas a r -
dientes deseos.
La coca es la hoja fina de un arbolillo elegante que
solo prospera en la tierra caliente. Cogida con sumo
cuidado para que no se maltraten las tiernas ramillas,
y se puedan conseguir tres cosechas al año, se seca
154 EL IMPERIO
también con precaución para que ni el sol, ni la hu-
medad la dañen. Se toma mezclada con cal, y mas
comunmente con la LLIPTA formada de cenizas alca-
linas. Ni el mas aficionado entre los fumadores gustó
tanto del cigarro que le distrahe, ni el turco amó
tanto el opio, que le sumerje en sueños deliciosos,
como en el ACULLIR (mascar la coca) se complacen los
Indios. Agitando entre los dientes la hoja delicada,
y tragando el jugo después de haberlo saboreado
creen sobreponerse al trabajo, alejar el sueño, y
preservarse de graves males. Por lo menos es cierto
que salen de su habitualmclancolia, y soportan has-
ta un grado maravilloso la fatiga y el hambre; pues
con un puñado de coca pueden hacer jornadas que
fatigarían á un caballo vigoroso, y pasar noche y
dia en la dura labor de las minas. Por eso prefieren
la distribución de coca á cualquier otro obsequio;
y aunque se les dé un subido jornal, con dificultad se
resignan á trabajar, si de ella se les priva. Pero cua-
lesquiera que sean las virtudes del apetecido masti-
catorio ; es de temer que el abuso de él entorpezca el
alma y el cuerpo. Tal vez contribuya también por
mucho á producir un entorpecimiento estúpido el
abuso de los licores que se une casi siempre al de la
coca; pero lo cierto es que se ve á algunos infelices
abotagados por el masticatorio que hinche sus me-
gillas, con la boca entreabierta, los ojos semimuer-
tos, los músculos de la cara caídos como una masa
DE LOS INCAS. 155
inerte, el paso lento, y monótono cual si fuesen a u -
tómatas movidos difícilmente por un resorte, riendo
sin motivo y sin gracia, ó parados sin designio cuan-
do el peligro y los deseos debieran aguijarles.
Los panegiristas de Inca Roca aseguran que realzó
el brillo de sus grandes conquistas con el esplendor
de su administración. Por todas partes se levantaron
palacios que ostentaran la grandeza del monarca; y
como si el oro y la plata derramados con profusión en
las habitaciones y muebles no dieran una alta idea de
la opulencia imperial, ordenó (disposición que otros
hacen remontar á Cinchi-Roca con quien le confun-
den) que á su muerte se destinaran al ornato de su
tumba y al servicio de su familia los grandes tesoros
que habia acumulado. De aquí nació la costumbre de
que cada Inca se formara un tesoro ; y de aquí el que
se acrecentara á cada reinado el brillo de la Corte.
Cuidó también Inca Roca de que la nobleza salida del
sol se hiciese dignado su alto nacimiento por una edu-
cación esmerada, y con este objeto fundó escuelas;
pero excluyó de ellas al pueblo. Su máxima favorita,
era : — « No es licito enseñar á los hijos de los p l e -
» beyos las ciencias que pertenecen á los generosos y
» no m a s ; no sea que se ensoberbezcan y menosca-
» ben la república; bástales con aprender los oficios
» de sus padres; que el mandar no es oficio de p l e -
» beyos. » — Por lo demás no se olvidó este monarca
de asegurar el bienestar de los pueblos con obras que
156 EL IMPERIO
acrecentaran los medios de subsistencia y con leyes
que protegieran el orden social contra los asesinos,
ladrones, adúlteros, incestuosos y otros culpables de
graves delitos.
Para ensalzar mas el nombre de Inca Roca se dice
que no se deslumhró por las muestras de veneración
que le prodigaban sus subditos, ni por la extensión de
su poder, sino que á todo prefirió el don de la sabidu-
ría. — « Si yo hubiese de adorar alguna cosa de las
» de acá abajo, se le hace decir, cierto yo adoraría al
» hombre sabio y discreto porque hace ventaja atocias
» las cosas de la tierra. »

VII

YAHÜAB. HUACAC.

El nombre de Yahuar Huacac (el que llora sangre),


que se dio al séptimo Inca, no anuncia por cierto las
glorias que revelan los dictados de poderoso, prudente,
memorable y resplandeciente dados á otros Incas;
y en efecto sea que le llamaran así por una enferme-
dad délos ojos, sea que trataran de expresar con un
nombre alegórico las desgracias de Yahuar Huacac, lo
cierto es que las tuvo y muy grandes. No todas las re-
laciones son desfavorables á su memoria; que á veces
se le representa como un príncipe benévolo, amante
de la paz y prudente, que hizo gozar al imperio
D E L O S INCAS. 157
largos años de tranquilidad y que dejó monumen-
tos de su grandeza en los cimientos de la prodigiosa
fortaleza de Sacsahuaman. Pero cualquiera que hayan
sido las excelencias de su carácter, bien por la des-
gracia de los tiempos, bien por su pusilanimidad no
descendió al sepulcro con la gloria de sus mayores,
sino que fué precipitado del trono para morir violenta
ú oscuramente.
Según ciertas tradiciones Yahuar Huacac cobarde
de suyo y aterrado por vaticinios fatídicos jamás quiso
ponerse al frente del ejército, creyendo haber llenado
su misión de conquistador con que uno de sus parien-
tes sujetara la costa del Sur desde Arequipa hasta T a -
rapacá : empresa harto fácil porque los naturales eran
en corto número y estaban aislados unos de otros. Las
precauciones del Inca para evitar el cumplimiento de
aciegos presagios le atrajeron infortunios que hubiera
podido evitar con una política mas animosa. Ciertos
capitanes que no llevaban á bien una expedición
proyectada contra los Charcas, prevalidos del descré-
dito de Yahuar Huacac y del desorden de las fiestas
atentaron contra la vida del monarca; y aunque al
estallar el motín, se refugió él en el templo del sol, allí
mismo fué asesinado junto con otros vasallos leales.
Según otras tradiciones, el carácter del príncipe
heredero formaba con el de Yahuar Huacac el mas vio-
lento contraste; porque el príncipe era altivo en d e -
masía, arrojado y pendenciero ; y estas calidades se
158 EL IMPERIO
exaltaban de dia en dia por cuanto se procuraba com-
primir su genio con suma aspereza. Viendo el Inca la
inutilidad de las correcciones mas severas, por no
desheredar al hijo como alguna vez habia pensado y
por no darle veneno conforme al dictamen de malos
consejeros le alejó de su lado y le condenó á cambiar
las dulzuras de la Corte por la soledad, el frió y las
privaciones entre los pastores que á una legua del
Cusco cuidaban de los rebaños del sol en las alturas
de Chitapampa.
Tres años pasó el esforzado joven en tan duro genero
de vida, sin acercarse al palacio porque una orden del
Inca se lo había vedado con pena de muerte; pero al
cabo de este tiempo se presentó un dia á su padre y sin
inmutarse por el mal recibimiento le dijo : — « Sabed,
Zapallan Inca, que estando yo recostado hoy debajo
de una peña de Chita, se apareció delante de mí un
personaje magestuoso. Su barba era de mas de un
palmo, su túnica llegaba hasta los pies y traía en su
mano derecha una cadena á la que estaba atada una
llera desconocida cuyas garras eran de puma. » —
« Soy el dios Viracocha, me dijo, soy el que ha criado
» á los hombres y cuanto el mundo encierra; y sin em-
» bargo no me tenéis en mayor veneración que al sol,
» al rayo y á otras obras de mis manos. Quiero con
»todo avisarte que los Chancas aprestan un gran ejér-
» cito para venir contra la ciudad santa. Anuncíalo á
» tu padre de orden mia, á fin de que esté prevenido
DE LOS INCAS. i89
»para rechazarlos. En cuanto á tí nada temas. En
» cualquier adversidad seré contigo y te daré los s o -
» corros que hayas menester. »
Este aviso que hubiera podido salvarle, creyó Ya-
huar Huacac que sería una visión del príncipe á quien
la soledad hacía delirar, ó una ficción para tener
oportunidad de presentarse en la Corte; y como con-
fiaba en la lealtad de sus subditos y en el terror que
á las naciones limítrofes inspiraban las armas del
imperio, no se preparó contra una invasión que en
iiiuguna manera recelaba. Mas á poco llegaron r u -
mores vagos é inciertos que confirmaban el anuncio
de su hijo ; pudo despreciarlos por algún tiempo
atribuyéndolos á la alarma que habia esparcido la su-
puesta predicción de Viracocha; pero luego tomaron
tal consistencia que el peligro no fué dudoso.
El valeroso Anco-Huallo gefe de una gran tribu
de Huainanga había previsto que las armasde los
Incas vendrían pronto á arrebatarle el cetro de sus
mayores, y que sino se anticipaba en el ataque, no
tardaría en trocar las antiguas glorias por la igno-
minia de la servidumbre. La timidez de Yahuar-Hua-
cac le ofrecía una ocasión propicia para anonadar un
poder que era una amenaza constante á la indepen-
da de su patria. Los Chancas apenas podían ocultar
la mala voluntad con que habían cedido á un c o n -
quistador irresistible. Los Pocras y los Huancas eran
celosos de su libertad. No fué por lo tanto difícil que
100 EL IMPERIO
hábiles mensajeros comunicaran secretamente á todas
las tribus vecinas los temores y las esperanzas del
previsor Anco-Huallo; y como tenian fé en el genio
de este caudillo, no dudaron marchar bajo sus órdenes
hasta el centro del imperio.
Por mas precauciones que se hubiesen tomado pa-
ra ocultar esta expedición, los preparativos no p o -
dian estar tan escondidos que no suscitaran secreta
agitación y confusos recelos. El principe por estar
alejado de la disipación cortesana y en contacto con
el pueblo pudo apercibirse de ellos en tiempo opor-
tuno ; y para ser mejor oido de su irritado padre,
les dio probablemente la forma de un aviso celestial.
El desgraciado monarca solo logró tener noticias
ciertas cuando ya era demasiado tarde; cuando des-
de Jauja hasta Andahuailas y desde las cabeceras de
la costa hasta la ceja de la montaña se habían con-
certado los guerreros de mas valor, y habiendo for-
mado con ellos un ejército de treinta mil hombres
marchaba Anco-Huallo sin oposición hasta las cer-
canías del Cusco.
Las débiles fuerzas aprestadas por Yahuar-Huacac
entre la confusión y el terror no podían hacer frente
á los invasores; por lo que solo pensó en retirarse
á la angostura de Muyna dejando abandonada la
capital del imperio. Ei genio del príncipe á quien la
corte había proscrito y despreciado, vino á salvar
la ciudad santa y la civilización imperial. Reunien-
DE LOS INCAS. 161
do en torno de sí á los valientes, invocando la r e -
ligión de los pueblos vecinos, haciendo volver á los
fugitivos, y llamando á las tribus que lo debian temer
todo de los fieros Chancas, improvisó un ejército,
sino bastante para salirles al encuentro, al menos
capaz de harceles conocer que no triunfarían sin
combates sangrientos. En tanto que se preparaba á
pelear sin desventaja, negoció un armisticio, entrete-
niendo al enemigo con las mas lisonjeras ofertas;
pero una vez al frente de veinte mil guerreros entre
Cuzqueños, Canas y Quechuas, no temió presentar la
batalla, esperando que no le faltarían oportunos r e -
fuerzos.
El encuentro fué terrible. El ejército imperial que
habia llevado tan lejos sus armas vencedoras, lucha-
ba ahora para sostener á la vez sus glorias, sus ho-
gares y sus aras. Los invasores combatían también
por las glorias heredadas; por el deseo de salvar
su independencia los que entre ellos estaban aun por
conquistar; por la sed de vengar sus humillaciones
los que ya habían caído bajo el yugo; é indignados
todos por que acababan de ser engañados con las
mas solemnes promesas. Su arrojo nopodia ser esce-
dido, y los imperialistas sobresalían en la disciplina.
El campo de batalla se hallaba ya tan ensangren-
tado que en adelante fué llamado Yahuar-Pampa
(llanura de sangre) y sin embargo la victoria esta-
ba indecisa.
i. 11
162 EL IMPERIO
La llegada de cinco mil Quechuas que atacaron
de refresco, desconcertó á los Chancas; rehechos luego
combatieron con redoblado denuedo como quienes es-
taban resueltos á pagar cara su derrota, si se les
escapaba la victoria que habian tenido por segura.
Este fué su esfuerzo supremo; porque reforzado por
instantes el campo enemigo con enjambres de guer-
reros, les faltó á ellos el poder de resistir, ya que no
el aliento. Era que de todas las cercanías del Cuzco
volaban á defender su cara patria cuantos tenían
noticias del combate. Los indios son fríos y tardan
en resolverse; mas cuando el fuego patrio inflama
sus almas, no conocen riesgos ni obstáculos; salvan
las distancias, y se precipitan, si es necesario, en
rios peligrosos para tomar parte en combates desi-
guales. A tal entusiasmo mal podían resistir los fa-
tigados restos de los Chancas y hubieron de ponerse
en precipitada fuga después de haber perdido mas
de dos tercios de su fuerza.
Se dice comunmente que el vencedor se mostró cle-
mente con los rendidos; pero los primeros Españoles
que entraron en el Cuzco, aseguraban haber visto
unos cueros henchidos, en forma de tambor que no eran
sino los de los desgraciados Chancas desollados vivos
y puestos de aquella manera para escarmiento de otros
enemigos del imperio. Mas cierto que su conducta
con los vencidos, es el afán de Viracocha por divinizar
su triunfo. El logró persuadir á sus subditos que el
DE LOS LVCAS. 163
Dios Viracocha en cumplimiento de su promesa le
habia enviado hombres barbados que les habían dado
la victoria, y que estos auxiliares se habían convertido
en ciertas piedras esparcidas por el campo de batalla.
Recogidas algunas de ellas fueron en adelante lleva-
das á la guerra con el nombre de Puru-Raucas, como
prenda de la protección celestial.
El heroico príncipe fué recibido en el Cuzco como
correspondía al salvador del imperio. Los ancianos
lloraban de satisfacción, las princesas le limpiaban
el rostro cubierto de sudor y de polvo, su madre le
besó con la ternura que inundaba el alma de Jacob al
abrazar en la corte de Faraón á su hijo José llorado
tanto tiempo por muerto; el pueblo todo llenaba el
aire de aclamaciones y el suelo de llores.
Retirado Yahuar Huacac en Muyna no experimentó
las dulces emociones en que debía rebosar su corazón
de padre; el espléndido triunfo del hijo al par que le
cubría de vergüenza, le llenaba de inquietud. Y sus
recelos no fueron vanos; porque contando Viracocha
con el prestigio de la victoria y con el voto de los n o -
bles le arrebató el poder y le obligó á que pasara sus
últimos dias en la oscuridad de la vida privada y fuera
de la corte, sin mas reliquias de su grandeza que la
borla encarnada y la servidumbre real.
CAPITULO III

ENGRANDECIMIENTO DEL IMPERIO DE LOS INCAS

VIRACOCHA.

Ciertamente no subió Viracocha al trono de una


manera apacible y regular. Si no despojó del poder á
su padre, hubo de ocupar la vacante á que dio lugar
el fin prematuro de Yahuar-Huacac. Los que creen
esto último, suponen que los asesinos del séptimo Inca,
consumado el crimen, huyeron del Cuzco aterrados
por una tempestad súbita, y que al cesar el tumulto se
trató de abolir la monarquía. La nobleza quería in-
troducir el gobierno aristocrático común á muchas
tribus del Perú; pero su resolución no debia ser muy
firme cuando cedió a u n artificio sencillo. Cierta se-
ñora de Hanaycuzco se presentó en la junta de los no-
bles, llenó de chicha algunos vasos de oro, y habiendo
dicho en breves palabras que Viracocha baria un buen
Inca, desapareció de repente. La alegre bebida hizo
EL IMPERIO DE LOS INCAS. 103
que sus palabras se tomaran por un oráculo; y habién-
dose buscado á Viracocha, se le encontró orando: lo
que fue bastante para darle la borla encarnada.
De cualquier modo que el octavo Inca haya sido acla-
mado, su gobierno estuvo espuesto á los azares que
suelen afligir á aquellos cuya legitimidad es contesta-
ble. Ignoranse las circunstancias, pero se cree que él
se vio en la necesidad de someter á un bando enemigo
de su poder empleando sucesivamente los castigos y la
clemencia. Según la relación mas circunstanciada aun-
que no por eso la mas cierta, Acapac, hermano de Y a -
huar-Huacac, apoyado en algunos nobles y en la plebe
de Huraycuzco, mató al gobernador que habia que-
dado en ausencia de Viracocha, á las mugeres de este,
y á otros muchos cortesanos que se habian refugiado
en el templo del sol; y después de esta profanación y
asesinatos tomó la borla imperial; pero abandonado
de sus cómplices al acercarse el Inca, se hizo matar
junto con sus mugeres é hijos. Los cadáveres fueron
arrojados al campo, y también se hizo justicia rigo-
rosa de algunas vírgenes del sol que durante la r e -
vuelta habian olvidado sus votos.
Libre de enemigos domésticos se esforzó el v a -
liente Viracocha por estender la dominación imperial
tanto por el Norte, como por el Sur. Si como es de
creer, fué completa y ganada por él la victoria de
Yahuar Pampa, sus generales no necesitaron sino se-
guir á los fugitivos para someter á los Chancas y P o -
166 EL IMPERIO
eras. La emigración de Anco-Huallo les facilitó esta
conquista. El esforzado caudillo no pudiendo resi-
gnarse á vivir como siervo, donde habia sido sobe-
rano, despreció todos los ofrecimientos del Inca, y
abandonó su patria junto con los valientes que prefi-
rieron el destierro al yugo extranjero. Antes de su
partida echó por última vez miradas dolorosas á las
venerandas fortalezas de sus mayores que tantas veces
habian sido testigos de brillantes triunfos y que parc-
elan no deber admitir jamás en sus muros sino á sus
gloriosos señores. Porcpic no vinieran á alcanzarle en
su retiro las armas del vencedor, marchó hasta las
remotas llanuras de Moyobamba, habiendo batido á
cuantos le salían al encuentro en su larga peregrina-
ción; y una vez en el lugar de descanso se ilustró con
inmortales hazañas luchando con las tribus salvajes.
A pesar de haberlos abandonado la flor de sus
guerreros y de hallarse bajo la presión del imperio no
pudieron los Pocras soportar con resignación á los te-
nientes de Viracocha; y si es cierta la tradición local,
les sorprendieron una noche y habiéndolos degollado
colgaron los cadáveres de los principales en la que-
brada que en el camino de Ayacucho á Huanta se co-
noce hoy con el nombre de AYAHUARCUNA (sitio donde
se cuelgan cadáveres). El Inca vino en persona con
numeroso ejército y exterminó á los Pocras haciendo
ahorcar al mayor número en un rincón que por esta
circunstancia fué llamado AYACUCHO (rincón de muer-
DE LOS INCAS. 167
tos) y que cinco siglos después debia ser la tumba de
la dominación colonial.
Se cuenta que en esta campaña al dar Viracocha
carne á su Alcon le dijo: GUAMANCCA (hártate Alcon)
y de aquí tomó nombre el pueblo de Guamanga. Mas
otros deriban esta denominación de HUAMANCACA (roca
de Alcon).
Por el Sur los Chichas, Amparaes y otras tribus v e -
cinas á Charcas que por su número y su bravura h u -
bieran podido resistir por mucho tiempo á los Incas,
cedieron después de algunos encuentros parciales,
sojuzgadas mas que por las armas, por el prestigio de
Viracocha. Tan grande aparecia que naciones remo-
tas renunciaban la amada independencia para p o -
nerse bajo su benéfica protección. Es lo que se cuen-
ta de los pueblos de TUCJIA (Tucuman); y aun alguno
atribuye los mismos sentimientos á los indomables
hijos de Chile; los que sin embargo se habrían alzado
como un solo hombre cuando se trató de que su e s -
pontánea sumisión se sostuviera por medio de miti-
maes.
Viracocha no descuidaba ninguna de las grandes
medidas de gobierno empleadas por sus anteceso-
res. En una visita general prodigó los beneficios
á sus vasallos; y con el objeto de reconciliar á las
tribus de Huamanga con el no acostumbrado yugo
no omitió ninguna obra de interés común. La anti-
gua ciudad de Vilcas embellecida contemplo del sol,
1G8 EL IMPERIO
casa de escogidas, palacio y almacenes fué pronto la
segunda ciudad del imperio. Para regar los pastos
en la estación seca se abrió una acequia que corría
desde las alturas de Angaraes á los confines de L u -
canas regando los llanos de Castrovireina y Canga-
llo. Este grandioso acueducto era tanto mas digno
de admiración cuanto que para abrirlo fué necesario
romper enormes rocas sin pólvora ni instrumentos
de hierro, evitar con largos rodeos las quebradas
profundas, vencer las corrientes, y trabajar siempre
en rígidas punas.
También se atribuye al octavo Inca la construcción
del templo de Cacha que ciertamente era un antiguo
monumento de los Canas; pero que debió ser embe-
llecido por Viracocha, sea en memoria de su triunfo
sobre Anco-Huallo, sea por un cálculo político. A di-
ferencia de los demás templos levantados por los In-
cas, el de Cacha estaba en un piso alto. Este se halla-
ba formado de enormes losas que descansaban sobre
gruesas paredes colocadas en doce callejones; estaba
protegido por una cerca; y en uno de sus costados
había una capilla con una estatua del Dios Viracocha
que le representaba igual á la aparición de Chita-
Pampa; á los lados de la capilla se alzaban dos ni-
chos, sea para guardar armonía, sea para manifestar
cpie el sol y el rayo debían ceder al Criador del mundo.
Las losas del santuario eran de un jaspe negro que
brillaba mucho, las paredes de un trabajo admirable;
DE LOS INCAS. 169
y aunque las cuatro fachadas ofrecían á la vista una
portada, solo habia una puerta verdadera por el lado
del oriente, la que por la serie de callejones conducía
al alto.
Si el templo de Cacha hacía honor á la religión
de Viracocha, también daba una idea bien desfavo-
rable de su respeto filial otro monumento erigido por
él para recordar la conducta de su padre y la suya
en los dias de peligro. Eran dos conclores colocados
en una altura, uno con las alas caidas, la cabeza
baja y el rostro vuelto al Collao, y el otro erguido,
con alas desplegadas mirando hacia el Cuzco y con la
fiereza del que va á caer sobre un enemigo desprecia-
ble. Esta obra no fué destruida por la acción délos si-
glos : el templo de Cacha cayó como otros tantos monu-
mentos á los golpes de la avaricia que buscando oro
en todas partes, derribó con fria impiedad así los bellos
trabajos del arte, como los venerados asilos del culto.
Para descansar de las fatigas del gobierno se reti-
raba Viracocha al valle de Yucay que llegó á ser el
paraíso de los Incas. Próximo al Cuzco no está expues-
to al frió rigoroso de las alturas donde nace el V i l -
camayo que le fertiliza, ni á los insoportables calo-
res de la montaña en que este rio se une al A p u r i -
mac; en todo el año la suavidad de su temple, la
belleza de su cielo, la pureza de sus aires, sus fres-
cas y sabrosas aguas y la tierra adornada con to-
das las galas de la creación, sin reptiles venenosos ni
170 EL IMPERIO
insectos molestos prometen al hombre una vida d e -
liciosa y una salud floreciente. La vista puede fijarse
allí á placer en las nieves eternas de donde bajan á
la quebrada graciosos arroyos, en el pajonal amari-
llo como el oro por donde saltan aves de carne deli-
cada aunque de corto vuelo, en las rocas desnudas
sobre las que se encarama la elegante vicuña, en pin-
torescas laderas cuyos escalones ocupa una vegeta-
ción de pompa variada, en frondosos bosquecillos
donde juguetean pájaros de dulcísimo canto y en el
majestuoso rio que alimenta peces de sabor delicado.
Los encantos de la ladera se acrecentaron con a n -
denes en los que se escalonó el cultivo de diferentes
climas; muchos de los bosquecillos fueron transforma-
dos en encantadores jardines; y como si las gracias
naturales no brillasen bastante, junto á estos jardines
se formaron otros en que las yerbas y las flores, los
insectos y los pájaros, los reptiles y los quadrupeclos,
los instrumentos ele labranza y los canales de riego,
y hasta los terrones y la leña eran de oro y plata. En
medio de tanta opulencia se levantaban los palacios
de los Incas, con paredes de labor admirable, el suelo
cubierto de finísimas telas, y los metales preciosos
prodigados en animales metidos en nichos, ó trepando
por los muros, en útiles de mesa, y de cocina, en asien-
tos, y en otros muchos objetos de servicio, ó ele simple
ornato. Una gran cantidad de tan valiosos metales se
habia gastado en la pila donde se bañaba el Inca, y
DE LOS INCAS. 171
aun en la mezcla que unia las piedras de la mansión
regia de Tambo; pero lo que realzaba la magestad del
edificio, siendo un cebo á la codicia de los conquista-
dores apresuró su ruina. ¡ Tan de cerca se tocan en las
obras humanas la fragilidad y la grandeza!
Gozando de las delicias de Yucay y del recuerdo de
sus altos hechos llegó Viracocha á una vejez avanzada,
según lo monstraban sus cabellos blancos como la
nieve, cuando dos siglos después fué hallado su cadá-
ver entre otras momias regias; pero el fin de su rei-
nado es tan incierto como el principio. Según sus p a -
negiristas fué oido en su vida como un oráculo y
después de su muerte se reverenció la piedra cerca de
la que se le habia aparecido el dios Viracocha. Mas
otras tradiciones y el curso mismo de los sucesos nos
presentan sus últimos años bajo un aspecto menos
honroso.
Si fuertes presunciones no nos engañan, Viracocha
que fué siempre de pasiones violentas, gastado mas
que por la edad, por el deleite perdió el sentimiento
de la grandeza y el celo por el bien público ; y confió
á su hijo mayor las riendas del gobierno. Inca Urco
(cerro) heredando los vicios sin participar de las vir-
tudes de su padre, llegó al extremo de embrutecerse
en la embriaguez y de no perdonar en su liviandad
ni á las bellezas vulgares, ni á las vírgenes del sol; y
acabo así por desprestijiar el gobierno imperial. Las
tribus de Guamanga, nunca resignadas á la humilla-
172 EL IMPERIO
cion, acogieron con entusiasmólos proyectos del vale-
roso Asto-Huaraca, gefe de la provincia de Huaitará, el
que se proponía vengar la derrota de Yahuar-Pampa.
Con el ímpetu del torrente llegó esta nueva invasión á
las cercanías del Cuzco; pero los guerreros de Asto
Huaraca, orgullosos con la facilidad de algunos triun-
fos y despreciando locamente las fuerzas del imperio,
fueron víctimas de un accidente bastante común en
su manera de hacer la guerra.
El joven Yupanqui á quien la nobleza acababa de
elevar al trono habiendo depuesto á su padre Viraco-
cha y á su estúpido y corrompido hermano Inca Urco,
logró salvar el imperio con una sorpresa nocturna.
Sabiendo que los invasores vacian sepultados en el tri-
ple letargo de la embriaguez, del deleite y del des-
cuido, los atacó de súbito, mató los poco guardas que
habían dejado y haciéndose lugar por entre los muer-
tos, tomó vivo al caudillo que estaba desprevenido en
su tienda. Tan importante captura valió por una vic-
toria completa porque todo el ejército enemigo hubo
de rendirse por no esponer la vida de Asto-Huaraca.

II

PACHACTJTF.C.

Por mas que las tradiciones contradictorias y las


fábulas oscurescan los anales de los Incas en los dos ú
tres primeros siglos; podemos formarnos alguna idea
DE LOS INCAS. 173
del estado del imperio al advenimiento del noveno
inca. La civilización de Manco Capac había echado ya
en el corazón de los pueblos bastantes raices para r e -
sistir á las discordias civiles y á las agresiones extran-
jeras. La dinastía alcanzaba la fuerza necesaria para
no caer por la imbecilidad, ni por los desórdenes de
algunos monarcas. La nobleza desplegaba la sufi-
ciente energía para suplir las debilidades del sobera-
no. A pesar de brillantes hechos de armas y de un sis-
tema de conquistas seguido con constancia, en reali-
dad solo pertenecían de lleno al imperio las provincias
del Cuzco. Desde el Collao para el Sur y desde el P a -
chachaca para el Norte los demás territorios incorpo-
rados solo estaban adheridos por débiles vínculos. Se
habían echado ya los gérmenes de la dominación im-
perial ; pero de hecho dispuestas á sublevarse y aun
á venir en auxilio de cualquier invasor las tribus del
Collao y de Guamanga eran mas bien un peligro que
una fuerza para los señores del Cuzco.
Había sin embargo en las instituciones imperiales
tanta fuerza de expansión y en la resistencia de las
naciones vecinas tal aislamiento de esfuerzos, que
una voluntad enérgica dirigida por una gran inteli-
gencia podía en pocos años dar una prodigiosa g r a n -
deza á la monarquía que tan lentamente se había
acrecentado. Tal fué la misión de Pachacutec (el que
da nuevo ser al mundo), nombre que recibió el n o -
veno ¡Inca por haber sido después de Manco Capac
174 EL IMPERIO
el verdadero padre del Perú. El nacionalizó todo lo
conquistado y sujetó todo el Norte del Perú formando
así un estado mas considerable que la parte civili-
zada de la república actual.
La adhesión sincera y la activa cooperación de Asto-
Huaraca que fue ganado con el buen tratamiento,
sirvieron á Pachacutec para consolidar la dominación
imperial en las provincias refractarias del Sur. Mas
que por la fuerza del gobierno se acataban allí las
leyes del Cuzco, en virtud de frágiles alianzas. No se
sabe, si fué en el reinado del octavo Inca, ó bajo el
quinto y aun antes, cuando dos curacas poderosos Cari
y Capana que con el nombre habían heredado de sus
mayores una rivalidad invencible, ambos esforzados
y ambos sedientos de venganza vinieron á pedir auxi-
lio á los hijos del sol. Mientras se trataba de esta
alianza, Capana que se creia despreciado, se apresuró
á atacar á su antiguo rival antes de que este recibiera
auxilios; pero perdió la batalla juntamente con la
vida. El vencedor consagró su unión con el Inca de la
manera mas solemne. Se dice que mediaron fiestas y
prácticas religiosas, y que después de beber ambos la
chicha, dijo el emperador al colocar sobre una piedra
el vaso.—«Este vaso se esté aquí, que yo no lo mude,
ni tu lo toques en señal de ser cierto lo asentado.»
Para que la dominación imperial hiciese desapa-
recer todos los embarazos de semejante concierto,
desplegó Pachacutec el aparato imponente de su
DE LOS INGAS. 175
poder, y los hábiles recursos de su politica; y a u n -
que nada se dice á este respecto, es de presumir pol-
los resultados que para humillar á sus aliados hizo
valer los derechos de los herederos de Capana.
Para asegurar la sumisión de las tribus de G u a -
manga y de Gastro-Vireina se levantaron fortalezas,
tanto en medio de los pueblos recien conquistados,
como en las inmediaciones de los pueblos por con-
quistar. Tratábase nada menos, que de someter la
sierra hasta los últimos confínes de Cajamarca, y los
valles de la costa, hasta donde se estendia la domina-
ción del gran Chimú. Pachacutec por atender al cui-
dado de su numerosa descendencia que, según dicen,
pasaba de trescientos hijos, y por realizar sus grandes
reformas en todos los ramos del gobierno, confló e s -
tas espediciones á su hermano Capac-Yupanqui y al
príncipe heredero.
La primera campaña de Capac Yupanqui fué contra
los Huancas. En número de mas de treinta mil guer-
reros esforzados y decididos á sostener su indepen-
dencia, con los recursos inagotables del valle y con las
buenas posiciones de las alturas hubieran podido los
Huancas defenderse por largos años, si opusieran á la
invasión una bien concertada resistencia; pero des-
pués de algunos encuentros en que dejaron bien
puesto su nombre, hubieron de ceder, por que ellos
no sabían tener entre si un avenimiento duradero; y
el ejército imperial estaba bien provisto, se reforzaba
176 EL IMPERIO
oportunamente, y obedecía á un pensamiento único,
inteligente y enérgico. Para asegurar la fidelidad de
los vencidos se fundó á Pucará que dominaba la e n -
trada del valle por la parte del Sur; se pusieron los
pueblos bajo las órdenes de tres grandes curacas, el
de Hatun-Sausa, el de Marca-Vilca, y el de Llasa-
Pallanca; y se ganaron las voluntades con medidas de
interés general.
A las seducciones de la misma política benéfica se
debió la pronta sumisión de los Tarmas y Ppumpus ;
ostos que se habían retirado á las islas de Chinchaico-
cha, regresaron á sus hogares atrahidos principal-
mente por la promesa del riego que debia facilitarse
á sus pastos; los de Tarma tuvieron después para per-
manecer en su lealtad dos imponentes construcciones;
hacia el oeste la fortaleza de Huaychay verdadera llave
de la quebrada y hacia el sur los magníficos edificios
destinados á cuartel y palacio, cuyos grandiosos
restos van desapareciendo con espantosa rapidez,
por que el cultivador sacrifica las memorias veneran-
das de sus mayores al mezquino ensanche de la
chacra.
Las tribus semisalvages esparcidas al Norte de
Bombón entre las fragosidades de una y otra cordi-
llera eran demasiado débiles para que á pesar de su
arrojó fuera difícil conquistarlas. Sin embargo los de
Chucurpu antes de caer bajo el yugo fatigaron tanto á
los soldados del sol que contento Capac Yupanqui con
DE LOS INCAS. 177
haber sometido estas tribus y algunas de Huailas
hubo de aplazar para otra campaña la conquista de
las demás tribus del Norte.
En la segunda expedición ordenó Pachacutec, que
Inca Yupanqui su heredero militara bajo las órdenes
del tio para aprender al laclo de tan hábil maestro el
difícil arte de la guerra. Duro fue el aprendizage por
que si bien se sometieron espontáneamente algunas
tribus, las de Huaras y Conchucos estaban resueltas á
morir por su independencia. Olvidando antiguas que-
rellas se unian para defender con furor los malos p a -
sos ; si allí eran derrotados, se asilaban en sus forta-
lezas ; y de las fortalezas salían pronto para sostener
con igual tesón otras buenas posiciones. Asi es que
para someterlos fue necesario quebrar su constancia
oponiendo valor á valor, y desarmándolos con bien
calculados beneficios. Cuando les apremiaba el h a m -
bre, dejaban ellos á merced del enemigo los ancianos,
mugeres y niños, y el sagaz Yupanqui después de ali-
mentarlos bien los hacia volver entre los suyos con
algunas dádivas : pensaba con razón que los dones
templarían la exaltación de los guerreros, y que la ne-
cesidad de dividir los recursos entre mayor número
los pondría en mas apuros. Reducidos de esta manera
al último extremo y por no ver desfalleciendo y espi-
rando entre los tormentos del hambre sus hijos, p a -
dres y esposas, se entregaron al fin al conquistador.
El Inca les hizo olvidar en breve tan crueles pade-
i. 12
178 EL IMPERIO
cimientos, disponiendo que se trajeran víveres en
cantidad suficiente para atender a las necesidades del
momento y para ocurrir al desfalco que la pasada
guerra había de traher en la próxima cosecha.
Los naturales de Huamachuco se rindieron sin com-
batir porque su viejo curaca, sea por adular al Inca,
sea por que realmente tuviera esta resolución, mani-
fiesto que esperaba con impaciencia la llegada de las
tropas imperiales para sacar á su pueblo de la b a r -
barie, sometiéndolo al hijo del sol. A ser ciertas sus
palabras, el no habia osado reformar por sí solo las
costumbres por temor de que sus indios apegados á
desórdenes seculares trataran de matarlo; pero bajo
la autoridad imperial creia fácil reducir las familias á
pueblos y amoldarlas á hábitos mas cultos. Asi se hizo;
y la antigua dispersión de los habitantes permitió al
Inca reservarse en Huamachuco un inmenso soto para
las grandes cacerías que se hacían de tiempo en tiempo
con el aparato de una gran espedicion.
Los habitantes de Cajamarca durante la reducción
de sus vecinos habían podido prep.arar una resistencia
formidable. Como formaban una nación muy nume-
rosa; y como su natural esforzado se hallaba soste-
nido por los recursos que ofrece el territorio, podían
oponer ejércitos á ejércitos y ardides á ardides. Dispu-
taron primero la entrada á sus tierras en posiciones
bien escogidas; una vez desalojados de ellas comba-
tieron valerosamente, ya en campo abierto, ya en a l -
DE LOS INCAS. 179
turas y desfiladeros; mas como las fuerzas del impe-
rio presentaban una superioridad incontrastable, h u -
bieron de aceptar por último un yugo cuyas ventajas
no tardaron en conocer. El campo se mejoró con c a -
nales de riego y la ciudad con palacios, templo, casa
de escogidas y fortaleza; los baños termales que están
á una legua, se hicieron un lugar de curación y recreo;
un magnífico túnel facilitó la salida de las aguas que
podían inundarla parte baja del valle; y Cajamarca
llegó á ser la digna metrópoli de muchas provincias.
A su regreso de esta gloriosa espedidon redujo Ca-
pac Yupanquí á los Yauyos. Amantes de la libertad
que creían asegurada entre sus breñas, pensaron e s -
tos por algunos días en defenderse de los invasores;
pero al cabo de ellos abandonaron todo pensamiento
de resistir, habiendo considerado bien que era forzoso
ceder al conquistador de tribus mucho mas poderosas.
Un triunfo magnifico solemnizó la entrada de los
vencedores en el Cuzco. Pachacutec los esperaba fuera
de la ciudad con toda la nobleza y con la inmensa
muchedumbre de las cercanías. El camino estaba cu-
bierto de yerbas y flores olorosas, y á cortos interva-
los cruzado por arcos triunfales. Los curacas marcha-
ron por delante con una comitiva numerosa en el
traje de las respectivas provincias, la cual iba en
confuso tropel y algazara, tocando variedad de ins-
trumentos, bailando cada cual á su manera, y ento-
nando cantares de victoria. Tras los curacas fué el
180 EL IMPERIO
ejército que llenaba el aire de aclamaciones á sus
caudillos. Al ejército siguió la nobleza vestida de gala
y confundidos fraternalmente los que habían comba-
tido y los que permanecieran en la corte. Detras de
tan espléndido cortejo fueron llevados en ricas literas
el Inca, su hermano y suhijo, en hombros los dos úl-
timos de los naturales de las provincias conquistadas,
Así caminaron hasta el templo del sol en cuyo nombre
combatían, y á cuya protección atribuían sus vic-
torias.
Prestado el homenage religioso vinieron por su
orden á festejar á Pachacutec las diferentes naciones
con los respectivos bailes y cánticos; y terminada la
ceremonia se retiraron todos ábeber y á holgar, habién-
dose pasado una semana entre danzas y festines. La
alegría de que disfrutaban en la doble embriaguez del
placer y de los licores, animaba á los guerreros á ad-
quirir nuevas glorias y á renovar sus goces en otros
triunfos.
La conquista de los valles del norte era por entonces
la mas importante; mas á pesar del poder alcanzado
ya por los hijos del sol no podían emprenderla sin i n -
gentes preparativos. Fuera de que existían allí los
cuatro señoríos poderosos de Chincha, Chuquimancu,
Cuismancu y el gran Chimú, el clima de la costa que
tantos estragos hacía en los soldados de la sierra, po-
día acabar por sí solo con las huestes imperiales. Para
neutralizar esta influencia y para que el valor del
DE LOS INCAS. 181
ejército no se estrellara ante el número y recursos de
los enemigos, se levantaron cuerpos de veinte á treinta
mil hombres; y al ponerse uno en campaña quedaba
otro de reserva para reemplazarlo antes que el influjo
del'temperamento aclarará demasiado las filas. Las
provisiones se acumularon como de costumbre en can-
tidad suficiente para subvenir á todas las eventuali-
dades.
Lo mismo que en las anteriores expediciones, dióse
el mando á Capac Yupanquí bajo cuyas órdenes mi-
litó también su sobrino. lea se rindió después de una
débil resistencia; y su pronta sumisión fué seguida de
la apertura de una acequia caudalosa que llevaba la
fertilidad hasta la parte inferior del valle, sosteniendo
una gran población á ocho leguas de la ciudad actual,
y siendo entonces amena campiña lo que es hoy estéril
desierto. Pisco no pensó en resistirse, y á ocho l e -
guas rio arriba se construyó un palacio cuyas ruinas
llevan hoy el nombre de Tambo-Colorado. A la cabe-
cera de entrambos valles se levantaron, aprovechando
tal vez las antiguas construcciones, el templo y forta-
leza de Huaitará, no de adobes como en la costa, sino
de piedras perfectamente labradas.
Los vecinos de Chincha que eran muy numerosos •
y que se jactaban de haber llevado el terror al cora-
zón de la sierra, sostuvieron su gloria con una cons-
tancia digna de sus mayores. Para someterlos fué
necesario que se renovara el ejército imperial; que se
182 EL IMPERIO
talaran los campos; y que el valle fuera tomando el
aspecto del desierto por haberse roto las acequias. El
•• resentimiento que les causaba su humillación, cedió
á las dádivas que recibieron los particulares y al e n -
grandecimiento de la población la cual fué embelle-
cida con magnifico templo y casa de escogidas.
Chuquimancu creyó que podía resistir con mejor
éxito por los inagotables recursos que le ofrecían R u -
nahuanac (escarmienta la gente) y Huarco conocidos
hoy con los nombres de Lunahuana y Cañiete, el
valle de Malla(Mala), y otras quebradas pequeñas ferti-
lizadas por escasas corrientes ó beneficiadas por
medio de hoyas profundas. Durante un mes defendió
este curaca la importante posición de Lunahuana; y
después supliendo con el valor de sus guerreros la
debilidad de las demás posiciones, obligó á los inva-
sores á renovar por cuatro veces sus ejércitos. Mas al
fin hubo de ceder al voto de sus pueblos que no po-
dían sobrellevar las calamidades de la guerra, y
creian inútil la resistencia á un enemigo que reparaba
sus pérdidas con la mayor facilidad.
Pudo influir también en el ánimo de aquellos n a -
turales la prontitud con que los conquistadores forma-
ron un pueblo al que dieron el nombre de Nuevo-
Cuzco, como si sus reales establecidos allí para siem-
pre hubieran de convertirse en una ciudad émula de
la capital del imperio. Aunque deshicieron la pobla-
ción, una vez consumada la conquista, levantaron para
DE LOS INCAS. 183
asegurarla á las orillas del mar una fortaleza que
por la magnitud y solidez de la base merecia haber
sido respetada por el conquistador europeo; y que sin
embargo fue derribada á fines del siglo 17 de orden
del Virey Conde de la Monclova para construir con sus
piedras el muelle real del Callao.
Otra medida de seguridad que hace poco honor á la
política habitual de los Incas, fue según algunas t r a -
diciones la de esterminar á los principales guerreros
después de haberles brindado con la paz. Se dice que
atrahidos los diestros pescadores del Huarco por las
pérfidas promesas de los invasores quisieron festejar-
les con una de sus maravillosas pesquerías; y que al
saltar á tierra fueron muertos por la tropa que estaba
emboscada. Muchos años después se veían en estos
lugares grandes montones de huesos, que se decía ser
de las víctimas de tal alevosía.
Cuismancu, aunque señor de los hermosos valles de
Lurin, Lima, Huaura, Supe, y Huamanmayo no podia
tener esperanza de sustraherse al yugo, vista la suerte
de sus vecinos del sur. Y n o convenía á losTncas reducir
á la desesperación á una tribu poderosa en cuyo terri-
torio se hallaba el santuario de Pachacamac venerado
en todo el imperio. Propusieron pues, según se cuenta,
que Chuquimancu conservara sus ricos dominios con
tal que reconociese el gobierno imperial; y añadieron
que el culto de Pachacamac sería protegido bajo la
condición de que los yungas adoraran al sol. Con s e -
184 EL IMPERIO
mejante pacto y con los mas seductores obsequios
fué fácil obtener esta importante conquista; y de esa
suerte el antiguo señor de tan bello país entró en el
Cuzco, no como tributario, sino como un aliado digno
de toda la consideración de los Incas. La ciudad de
Pachacamac no tardó en ser embellecida, y el culto
del Dios que anima al mundo, brilló con todo el es-
plendor que era de esperar de la opulencia de sus pro-
tectores ; pero perdió su primitiva pureza, por que
los conquistadores persuadieron á la muchedumbre de
que Pachacamac era hijo del sol como Manco Capac,
y los Cushipatas (sacerdotes) le hicieron representar
bajo la figura humana.
Quedaban todavía por conquistar los vastos domi-
nios del gran Chimú. Para esta empresa se contaba
con la cordial cooperación de Chuquimancu y Cuis-
mancu que eran antiguos enemigos del Señor del
Norte por causa de los pastos, y por hacerse de es-
clavos capturando á sus vecinos. Mas á pesar de tan
importante alianza, y de que confiada la espedicion
al heredero del trono no se escusó ningún genero
de aprestos, hubo que sostener una ruda lucha, po-
sición por posición, y valle por valle. En el de Para-
munga que daba entrada al territorio del gran
Chimú, la defensa fue hecha por Manchaycacac guer-
rero de tal poder y actividad, que la opinión popular
le atribuía haber abierto la acequia de Supe en la es-
tension de cuatro leguas en solo una noche por com-
DE LOS INCAS. 185
placer á la hermosa Sacha de que estaba locamente
enamorado. Mas al fin hubieron de ceder los costeños;
y los invasores aprovecharon esta primera ventaja
para levantar dos fortalezas que cerraron al enemigo
el paso á la costa del Sur. Sin embargo en el valle de
Sancta (Santa), estubo por mucho tiempo indecisa la
victoria; y para triunfar hubieron de reunir los C u z -
queños al ejército con que entraron, el ejército que
estaba de reserva, avanzándose así por el impulso
simultáneo de mas de cuarenta mil hombres. No por
eso flaqueaba la constancia del gran Chimú quien es-
peraba que el cansancio, y el clima obligarían al i n -
vasor á retirarse; mas pronto cayó su confianza y ña—
queó su poder. Los imperialistas se reforzaban de dia
en dia, formaban depósitos para sus provisiones, y en-
volvían todo el territorio ocupando las serranías cir-
cunvecinas. Por otra parte los vasallos del gran Chimú
le pusieron en la necesidad de aceptar el yugo, mos-
trándose á las claras dispuestos á abandonar la causa
de su Señor. Era por que unos estaban desalentados
con el cautiverio de sus mugeres é hijos, afligidos otros
por la pérdida desús posesiones, movidos los mas por
halagüeñas promesas, y forzados todos de la inminente
miseria, después que'el enemigo hubo desviado las cor-
rientes de la sierra, y fué imposible regar las chacras.
Mientras se incorporaban al imperio tan valiosas
provincias, aseguraba Pachacutec el bienestar, el es-
plendor, y el orden con su administración inteligente:
•186 EL IMPERIO
se adelantaba la construcción de los grandes cami-
nos ; en todo el país se fabricaban grandes cuarteles
donde sin molestar á los habitantes hallara el ejército
provisiones abundantes y alojamiento cómodo ; se le-
vantaban casas reales en lugares escogidos para que
el soberano hiciera sus visitas con grandeza y recreo;
abrianse largos acueductos para fertilizar punas y
desiertos; las grandes ciudades se embellecian con
magníficos edificios; sobre todas el Cuzco que recibió
de la munificencia imperial entre otras construcciones
de mucho ornato un palacio contiguo á las escuelas
fundadas por Inca Roca. Dióse al ejército una organi-
zación que facilitara la victoria; cuidóse mucho del
cumplimiento de la justicia; y para reprimir el desor-
den que en muchas provincias era sostenido tenaz-
mente por la antigua rudeza, y en el corazón mismo
del estado por la corrupción de los nobles se dictaron
leyes y libraron órdenes, todas conformes al espíritu
de comunidad, y al amor de la regularidad que carac-
terizaban á la civilización de Manco. La unidad n a -
cional se promovió eficazmente mediante las colonias
y la generalización de la lengua quechua.
Ademas de tantos hechos gloriosos y de tantas
leyes sabias se atribuyen á Pachacutec muchas máxi-
mas cuyo mérito podrá apreciarse por el de las s i -
guientes.
« Quien tiene envidia de otros, á si propio se daña.
Quien envidia á los buenos, saca de ellos mal para
DE LOS INCAS. 187
sí, como hace la araña al sacar de las flores p o n -
zoña. »
« La embriaguez, la ira y la locura corren pare-
jas con la diferencia, de que las dos primeras son v o -
luntarias y mudables, y la tercera perpetua. »
« El varón noble y animoso es conocido por la p a -
ciencia que muestra en las adversidades; la i m p a -
ciencia es señal de ánimo vil, mal enseñado y peor
acostumbrado. »
« El que procura contar las estrellas no sabiendo
todavía los nudos de los quipos, es digno de risa.»
« El Indio que no sabe gobernar su casa, ni su f a -
milia, menos sabrá gobernar el imperio : este tal no
debe ser preferido á otros. »
« Cuando los subditos, los capitanes y curacas obe-
decen de buen ánimo al Inca, entonces goza de per-
fecta paz el imperio.»
Para todos sus trabajos y atenciones tuvo tiempo
Pachacutec, si su reinado se acercó á los setenta años
de duración que algunos le dan. Mas todo se haría in-
comprensible, los sucesos y el espíritu del siglo, si c o -
mo otros han escrito de lijero, Pachacutec no fuera
sino el mismo Viracocha bajo otro nombre, ó si con-
forme á cuentos absurdos hubiéramos de remontar
su reinado á los primeros siglos de la era cristiana.
188 EL IMPERIO

III

ÍNCA YUPANQUI. — TUPAC INCA YDPANQUI.

Confundidas, como están las hazañas y hasta cierto


punto la identidad personal de los monarcas que
mediaron entre Pachacutec y Huaina Capac, vamos
á seguir los progresos del imperio sin distinguir
arbitrariamente los hechos de Inca Yupanqui, y T u -
pac Inca Yupanqui.
El espíritu de la dinastía, la ambición acrecida
con la grandeza y el impulso guerrero comunicado
por las empresas gloriosas de Pachacutec decidieron á
su sucesor á una conquista tentada ya en vano por
otros Incas. Era la de las montañas. Como la entrada
por tierra había ofrecido obstáculos casi insuperables,
se prefirió como vi a mas expedita y mas segura, el
rio AMARUMAYU (probablemente uno de los afluentes del
Beni) en el que se embarcaron diez mil guerreros des-
pués que por espacio de dos años se aprestaron las
balsas necesarias. Iban bien provistos y rebosando
entusiasmo, pero no tardaron en ceder á los padeci-
mientos siempre crecientes de los bosques. El mayor
número murió por la acción del clima á que no esta-
ban hechos, y no pocos perecieron por las flechas de
los Chúñenos que ocultos entre los árboles les diri-
DE LOS INCAS. 189
gian tiros certeros; de los diez mil solo una décima
parte pudo llegar á las tierras de los Mojos. Eran e s -
tos indios menos barbaros que las demás tribus de la
montaña, mejor apersonados y mas accesibles al i n -
flujo de la civilización. Escucharon por esto con gusto
á los espedicionarios que les encarecian el gobierno
de los Incas, manifestaron la mejor disposición para
ser aliados de los hijos del sol, y brindaron con sus
tierras é hijas á sus huespedes. Eran los Cuzqueños
en muy corto número para pensar todavía en con-
quistas, y recordando los trabajos de la espedicion
aceptaron de buena voluntad tan generosas ofertas.
Malograda la espedicion por la montaña pensó el
Inca que podría ensanchar sus dominios en otras re-
giones del sud-este llevando por la sierra sus armas
hasta el territorio de los Chirihuanas. La opinión r e -
presentaba á los Chirihuanas como los mas brutales
de los salvages, vagando por las selvas cual manadas
de fieras, en completa desnudez, no respetando en
sus uniones eventuales á hermanas, madres, ni h i -
jas, asaltando con furor á sus vecinos por la avidez
de carne humana, sin ningún pensamiento religioso
y faltos de toda cultura. Mas el Inca no vaciló en su
empresa, sea que juzgara esta reducción tanto mas
gloriosa cuanto mas atrasados estaban los Chirihua-
nas, sea que creyera á sus ejércitos bastante podero-
sos para dominar á los bárbaros. Mal conocía la in-
mensa dificultad de hacer entrar en razón y de traher
190 EL IMPERIO
á la vida civil á hordas que nunca sintieron el salu-
dable freno de la religión y de las leyes.
Los Chirihuanas sin oidos para oir á los mensage-
ros de la civilización y sin ojos para ver las ventajas
de la vida política se mostraron por otra parte tan d i -
fíciles de ser reducidos por la fuerza, como los anima-
les del bosque de ser encerrados en el redil. Al mismo
tiempo faltaron al ejército imperial los recursos para
continuar la guerra en una tierra inculta y en gran
parte estéril. Los enemigos con su sed de carne h u -
mana le infundían un terror pánico. Y cundió entre
sus filas el desaliento al saber que se había de m a r -
char por selvas nunca holladas del hombre civilizado
ó por pantanos donde hasta las fieras estaban es-
puestas á sucumbir. Así fué, como por la magnitud de
los obstáculos y por la ninguna esperanza de fruto
se hizo forzoso abandonar otra vez empresas sin gloria
y sin objeto.
Ofrecióse entonces la conquista de Chile como re-
compensa de las espediciones malogradas. Del T u -
cuman y de Atacama se daban noticias seguras so-
bre la importancia de aquel reino. Lo que se decia de
las nieves y fragosidades de la sierra intermedia, y
del aire frió y sutil de las alturas que mataba como
el rayo, hizo que se prefiriera el camino por el de-
sierto de Atacama no menos peligroso ele suyo, pero
cuyos riesgos se esperaba combatir con las medidas
que previamente se emplearan.
DE LOS INCAS. 191
En efecto diligentes emisarios señalaron con pie-
dras y estacas el rumbo que debia seguirse entre las
muertas arenas. No se olvidó ninguno de los aprestos
necesarios para precaver en el desierto las angustias
del hambre, de la sed y del calor. Con la constancia
que caracterizaba á los Incas, con las seducciones de
su política y con la sucesiva llegada de ejércitos im-
ponentes fueron domeñados en algunos años los bra-
vos naturales de Copiapó, Coquimbo, y demás valles
hasta el rio Maule. Mas al llegar á los límites de los
Araucanos se estrelló el poder del imperio, como
debia estrellarse mas tarde el poder de los C a s -
tellanos.
Por varios dias arrostraron los Promaucaes y otras
tribus sus aliadas los desesperados ataques de los i m -
periales que no estaban acostumbrados á ceder el
campo de batalla. Viendo que los guerreros del sol
suspendían el combate, aguardaron también ellos por
algunos dias mas, firmes en sus puestos á que se reno-
varan las hostilidades; y convencidos al fin de que
no se pensaba en atacarlos, regresaron tranquilos á
sus hogares sin que los invasores, cuyo mayor número
estaba fuera de combate, inquietasen su retirada. Le-
jos de perseguirlos se dieron estos prisa á repasar el
Maule, que fué por la parte del Sur el limite de la d o -
minación imperial.
No esperando ya los Incas grandes ventajas hacia
el Mediodía, dirigieron sus espediciones al Norte,
192 EL IMPERIO
donde habia muchos pueblos independientes casi e n -
clavados en el imperio, y donde los soberanos de Quito
eran los rivales de los hijos del sol en ambición y glo-
rias.
La primera campaña tuvo por objeto la sumisión de
las hordas vecinas al Marañon por el lado del Oriente.
Hechos en Cajamarca los necesarios aprestos, se pasó
el caudaloso rio y se intimó la sumisión á los Huacra-
chucos. La ñera juventud de esta provincia queria mo-
rir con las armas en la mano; pero prevaleció el dic-
tamen de los ancianos que estaban por aceptar el yugo
de señores tan poderosos y tan amantes de sus sub-
ditos.
Mas ruda fué la lucha con los Chachapoyas que po-
dían lucir el denuedo de varones fuertes en las posi-
ciones ventajosas que la naturaleza prestaba á la d e -
fensa de aquellas escabrosidades, y tras las murallas
y fortines que con igual objeto habia levantado el arte.
Los guerreros del imperio amedrentados ya por lo caro
que compraban la ocupación de las posiciones ene-
migas, cayeron en un terror pánico por la muerte de
trescientos de sus compañeros que quedaron helados
entre las nieves de Chirma-Cassa (puerto dañoso).
Faltóles con esta pérdida el aliento para seguir las ope-
raciones; y según se dice, Huaina Capac que como
heredero del trono hacia su primera campaña, con-
tagiado del desaliento hubo de emprender una reti-
rada vergonzosa. Tanto se irritó por ello su padre, que
DE LOS INCAS. 193
rasgó las regias vestiduras en presencia de toda la corte.
Terrible debía ser esta ira para los Chachapoyas, quie-
nes á pesar de la mas heroica resistencia tuvieron
que rendirse poco á poco en Cunturmarca, Cajamar-
quilla, Papamarca, Llavantu y en otros pueblos. Los
que todavía resistían á las armas, no tardaron en ce-
der á las seducciones de la política; y el Inca pudó sin
gran esfuerzo estender su dominación hasta Moyo-
bamba.
Muchas tribus que vagaban al norte de Cajamarca
en los confines de la montaña, fueron sometidas en
otras espediciones. Las de Huancabamba no ofrecie-
ron mas dificultad que la de ser reducidas á pueblos,
y esto se allanó respecto del mayor número forzán-
doles con el hambre á salir de sus guaridas; hubo sin
embargo algunos que prefirieron morir entre las des-
provistas breñas antes que perder la libertad. La con-
federación de los guerreros que poblaban las inme-
diatas provincias de Caja, Ayavaca y Carhua, pare-
cía también dispuesta á preferir el esterminio al
yugo-; pero flaqueó al fin la constancia de los capita-
nes, y aunque la tropa se amotinó, sabiendo los con-
ciertos en que se andaba, pudo ser contenida, y se hizo
así fácil la sumisión de los confederados. Solos los
Pacamoros (Bracamoros), guarecidos en las selvas de
Jaén, escaparon á la conquista, habiendo hecho r e -
troceder á las tropas del Inca.
Fueron reducidos de paso los Huanucuyos que se ha-
194 EL IMPERIO
bian quedado independientes en las anteriores campa-
ñas y que no opusieron gran resistencia por hallarse
muy desunidos y ser bastante sensibles á los halagos.
Quedaron sometidas también con poca dificultad las
provincias de Paita y Tumbez, únicas que estaban por
conquistar en la costa del Perú; y se propuso Capac
Yupanqui sojuzgar sus rivales de Quito. Las provin-
cias de Zarza, Palta, Cañar y Alahuasi amenazadas
á la vez por los señores del Cuzco y por los de Quito,
prefirieron la dominación imperial que era la mas po-
derosa y la mas benéfica. Esta preferencia fué recom-
pensada con una liberalidad que hace honor a los h i -
jos del sol. Las ciudades de Tomebamba, Hatuncañar
y otras fueron dotadas de edificios cuyas ruinas se han
admirado por mucho tiempo y cuya riqueza era pro-
digiosa. Aun se asegura que para algunos'de ellos se
trajeron del Cuzco las piedras, no retrayéndose por los
centenares de leguas que median, solo con el objeto
de dar una prueba de aprecio tan costosa como en-
vidiada.
Mientras Capac Yupanqui se ocupaba en estas obras
le llegaron de los Huancavilcas (costa de Guayaquil)
ciertos mensageros con algunos presentes pidiendo
maestros que les enseñaran las benéficas leyes de los
Incas. Mandáronse en efecto según su solicitud algu-
nos ministros del imperio; pero sea que la enseñanza
degenerara en altiva dominación, sea que los bárbaros
con su inconstancia natural hubieran cambiado de
DE LOS INCAS. 195
ánimo, dieron muerte cruel á los enviados para civili-
zarlos. Quedaron por entonces impunes porque toda
la atención del conquistador estaba dirigida á Quito.
El reino de Quito se estendia desde los confines de
los Cañaris (Cuenca) hasta los Quillacingas (Pasto); y
sus principales provincias eran Cayambe, Otávalo,
Carangue, Quito, Latacunga y Purhoa. Era gobernado
por los Sciris que habiendo desembarcado hacía el
siglo octavo en las costas de Cara (Esmeraldas), subie-
ron por el rio que lleva este último nombre, y después
de doscientos años de combates despojaron á los a n -
tiguos soberanos de Quito. En su monarquía tenia
tanto poder la nobleza que ninguna resolución
del Sciri en negocios graves se ejecutaba sin previa
aprobación de los grandes, y aun era necesaria la de-
claración de este cuerpo aristocrático para el recono-
cimiento del príncipe heredero. El culto y la lengua
dominantes eran los mismos del imperio, testimo-
nio irrecusable de origen común ó de relaciones a n -
tiquísimas. Los Quipos habían sido reemplazados con
piedras que llenaban los usos de la escritura con su
variedad de tamaños, colores y formas. Los Sciris con
igual ambición y no menos valor que los Incas, que-
daron muy inferiores en las conquistas; porque era
menor su autoridad, menos hábil su política y no tan
expansiva su cultura.

Hualcopo Duchicela que se cuenta por el décimo


cuarto de los Sciris, reinaba en Quito cuando llegó Tu-
196 EL IMPERIO
pac Yupanqui á la pequeña provincia de Alahuasi y
se hizo inevitable la lucha entre los dos monarcas. Los
primeros encuentros tuvieron lugar en los confines y
fueron muy sangrientos; pero el Inca iba avanzando
de posición en posición; aseguraba lo ganado con la
inmediata construcción de fortalezas; y una vez dueño
de una importante plaza de armas presentó batalla
general. En ella fueron derrotados los Quiteños con
enorme pérdida y dejaron en el campo á su general
Epiclachima, hermano del Sciri. A esta victoria siguió
la ocupación de la gran provincia de Purhua; pero en
los confines de Mocha Chalcuchima hijo y sucesor de
Epiclachima derrotó á su vez á los Cusqueños y les
obligó á retroceder hasta los Cañaris, quienes se
declararon fieles partidiarios del imperio. Con esta
retirada quedó aplazada la conquista del reino de
Quito.
Tupac Yupanqui consagró sus últimos años á la con-
tinuación de las grandes obras emprendidas por su
padre; puso el mayor cuidado en acabar el templo del
sol que embellecido por todos los Incas debia por su
maravillosa riqueza fascinar á las generaciones que
lo vieron y ser para las generaciones futuras motivo
de asombro ó de duda; dejo muy adelantados los
magníficos caminos que debia concluir su hijo; y se
adquirió especial gloria con la construcción de la for-
taleza del Cuzco, el mas admirable monumento del
poder de los Incas. El tiempo que le dejaban estos co-
DE LOS INCAS. 197
lósales trabajos, lo destinaba á los sacrificios y al des-
pacho de los negocios, mereciendo por sus espléndidos
beneficios el renombre de Tupac Yaya (padre resplan-
desciente).
Se atribuyen á este Inca los dos pensamientos s i -
guientes :
— «La avaricia y la ambición impiden que el hom-
» bre se modere á sí propio y á otros; porque la ava-
» ricia no le deja pensar en el bien público, ni en el
» de su familia; y la ambición no le permite tomar el
» consejo de los sabios y virtuosos, sino que le hace
» seguir su antojo. »
— « Dicen que el sol vive y que es el hacedor de
» todas las cosas; pero mal puede hacer las que se
» verifican estando él ausente; y el que no vive, se
» colige de que dando siempre vueltas no se cansa.
» Es como una res atada que siempre hace un mismo
» cerco, y como una saeta que va donde la envían, no
» donde ella querría. »

IV

HUAINA CAPAC.

Huainac Capac (mozo poderoso) elevó el imperio á


la cumbre de la grandeza que pocas veces está lejos de
la ruina en las cosas de los hombres. No prometían
tanta gloria la corona disputada por sus hermanos,
198 EL IMPERIO
algunas provincias aspirando á recobrar su indepen-
dencia, los bárbaros deshaciéndose de los ministros
imperiales con alevosía, y la guerra abierta con los
quiteños siempre aguerridos y entonces ufanos con su
última ventaja.
Los aspirantes al trono fueron en breve reducidos
á la impotencia; los valles de la costa del Norte que-
daron completamente sosegados con las grandes obras
que acrecentaban el esplendor del monarca y derra-
maban el bien estar entre sus subditos; los Huanca-
vilcas fueron castigados por el crimen cometido contra
los ministros de Tupac Yupanqui; y según se dice,
como los de aquella nación por el deseo de agradar
á los dioses tenian la costumbre de sacarse dos dientes,
se les obligó á sacarse cuatro. Con mas severidad se
castigó á los de la Puna por un crimen semejante.
Los Isleños formaban una nación tan guerrera como
supersticiosa, y traían continuas luchas con sus veci-
nos del continente para sacrificar los prisioneros al
formidable Tumbal que era el Dios de sus ejércitos.
Cuando el Inca les intimó la sumisión, no hallándose
el regulo de la Puna bastante fuerte para resistirle,
quiso deshacerse de los conquistadores con una per-
fidia. Después de haber recibido á Huayna Capac con
alegres fiestas y despedí dolé con muestras de adhesión
preparó grandes balsas para conducir al continente los
nobles que habían quedado en la isla; mas apenas se
embarcaron, los mismos conductores deshicieron con
DE LOS INCAS. 199
disimulo las balsas; y los miseros Incas se ahogaron
casi en su totalidad, y fueron muertos á golpes de
remo los que intentaron salvarse á nado. El aten-
tado era doblemente sensible á Huaina Capac por
ser de su raza la mayor parte de las víctimas, y
porque estando insepultos los cadáveres, se creía que
no podrían gozar del descanso eterno. Reunió por lo
tanto sus tropas y volviendo á la isla metió á los ase-
sinos en balsas que fueron' desfondadas en alta mar
para que el castigo igualase al delito.
Un suplicio igualmente terrible amenazaba á los
Chachapoyas quienes habían querido recobrar su i n -
dependencia matando á los gobernadores estranjeros.
Su suerte parecía inevitable porque rechazaron con
poco acuerdo el perdón que se les había ofrecido; y
Huaina Capac resuelto á esterminar á los sublevados
había pasado ya el Marañon con un ejército irresisti-
ble. Mas el furor del monarca cedió á las súplicas de
una señora de Cajamarquilla que había pertenecido al
serrallo de Tupac Yupanqui y que para dar mas valor
á sus lágrimas se presentó en el campamento acompa-
ñada de otras muchas mugeres. No podía escogerse
mejor intercesión para el Inca quien jamás supo n e -
gar cosa alguna á los ruegos de una muger. Lejos de
eso otorgaba sin dilación cuanto ellas le pedían a u n -
que cediera en mengua de su autoridad; y poniéndo-
les cariñosamente la mano sobre el hombro izquierdo
les decía con ternura según la edad : — « h i j a , se hará
200 EL IMPERIO
« l o que pides; hermana, se hará lo que deseas; m a -
ce dre, se hará lo que mandas. »
Sosegadas las antiguas provincias y escarmentadas
las que habían ofrecido una sumisión pérfida, empleó
el Inca su ardor guerrero en nuevas conquistas. Por la
costa se obtuvo sin gran dificultad la de Manta, Cara y
Atacames, pueblos de antigua cultura y en cierta rela-
ción con la raza Quechua, entre los que el culto al Dios
de la salud establecia algunos lazos sociales; y á quie-
nes eran comunes las tradiciones de gigantes venidos
en barcas, terror del país por su voracidad y crí-
menes, y esterminados por el fuego del cielo. Mas
los salvages de Barbacoas y del Chocó fueron dejados
en libertad por que aparecieron menos flexibles al
yugo. Se cuenta que Huaina Capac al abandonarlos á
su suerte exclamó. « Volvámonos, que estos no mere-
cen tenernos por Señor. »
En realidad los Incas no fueron felices en la reduc-
ción de los salvages de la montaña mas amantes de su
independencia y en mejor situación para defenderla
que los habitantes de la región descubierta. El mismo
Huaina Capac habia salido mal parado de su incur-
sión á los bosques de Jaén; y otro capitán que con
fuerzas considerables se internó por el lado del Cuzco,
pereció con todos ellos en las selvas de una manera
misteriosa. El amor á las fábulas dio á su muerte una
causa singular. Una enorme serpiente devoró á todos
los espedicionarios con escepcion del jefe; cuando
DE LOS INCAS. 201
este iba á ser sofocado por el monstruo, los dioses le
convirtieron en la palmera espinosa que se llama
CHÜNTA; la serpiente al enroscarse en el árbol, fué
atravesada por las espinas, y espiró luego saliendo en
el acto de su vientre los huesos de cuantos ella habia
devorado.
El verdadero teatro para las conquistas era la sierra
donde la población mas culta y mas dócil podia r e -
cibir de lleno la civilización de Manco. La esperanza
de conseguirlo y el honor militar comprometido en la
lucha con los Quiteños obligaron al Inca á no pensar
en otras espediciones de escasa gloria y de dudoso
fruto. Por eso con toda la actividad de su carácter pro-
siguió en el Norte las empresas que no pudo realizar
su padre. Para darles feliz cima levantó en Tome-
bamba un templo al sol que llegó á ser el mas célebre
de aquellas regiones. Y a en los confines de Quito, y
á las orillas del Asuay, rio caudaloso y de curso arre-
batado cuyo paso le disputaban las fuerzas enemigas;
construyó una fortaleza, amplias habitaciones para sí
y para sus tropas, y otros edificios notables; mientras
llegaban los Cañaris, siempre fieles á su causa y
prácticos en aquellas regiones.
Con la llegada de sus importantes auxiliares pudo
Huaina Capac flanquear á los Quiteños; y libre ya el
tránsito, llevó sus tropas hasta los arenales de T i o -
caja. Aqui se trabó una sangrienta batalla que se
mantuvo indecisa por muchas horas hasta que por la
202 EL IMPERIO
defección de algunos jefes se vio obligado el Sciri á
retirarse á Hatun-Taqui su principal plaza de armas.
En la llanura sobre que se habia alzado este fuerte
terraplén, se renovó el combate; y habiendo caido
mortalmente herido el rey de Quito aclamaron los
suyos por soberana á Pacha que era su hija única.
Huaina Capac, cuyo prestigio había crecido con la
derrota del difunto monarca, pero que necesitaba de
azarosos combates para consumar la conquista de
Quito con solas las armas, se aseguró una adquisi-
ción pacífica tomando por muger á la hermosa prin-
cesa. Se inclinaba él á esta alianza aun mas por las
inspiraciones del corazón que por los cálculos de la
política. No preveía el poderoso soberano que seme-
jante incorporación del reino de Quito traería pronto
la ruina del imperio.
La unión de los Sciris é Incas en una misma f a m i -
lia no podia aproximar los dos pueblos sino para es-
citar rivalidades funestas. Hondos resentimientos que-
daron en el corazón de los Quiteños tanto por su
humillación como por las sangrientas ejecuciones que
ordenó Huaina Capac. Los Carangues que habían
rechazado tenazmente el yugo, y que en sus ataques
procedieron alguna vez con la perfidia tan común en
los bárbaros, fueron condenados al esterminio. La
laguna de Otávalo recibió entonces- el nombre de Y a -
huar-Cocha (laguna de sangre) por que quedó teñida
con la sangre de muchos millares de Carangues; y la
DE LOS INGAS. 203
nación fue llamada de los Huarmacunas (los mucha-
chos) por que no se dejaron en ella varones algunos
en estado de tomar las armas. Mas á pesar de la sorda
venganza que fermentaba entre los subditos de los
Sciris, supo el Inca ganarlos con sus beneficios, y le
sirvieron de mucho en sus guerras con las hordas de
Pasto que eran tan amantes de su independencia,
como de.un valor indomable. Con esta cooperación
se logró dilatar el imperio hasta el rio Angasmayu,
que debia ser su límite septentrional.
Para facilitar la acción del gobierno en regiones tan
dilatadas, puso Huaina Capac el mayor empeño en
concluir los grandes caminos que llegaron á unir á
Quito con el Cuzco, y se prolongaron hasta el Maule y
el Angasmayu. Otras obras inmortales se levantaron
en todo el imperio. Una reunión legislativa que tubo
Huaina Capac en el Cuzco, y á la que fueron convo-
cados los curacas y cuantos nobles se habían distin-
guido en la vida pública, organizó la administración
en todos sus ramos. La concesión oportuna de dos
hasta mil cabezas á los plebeyos y á los grandes
dio un inmenso impulso á la ganadería, y acrecentó
estraordinariamente la riqueza pública. La gloria de
los hijos del sol no tenia rival en el nuevo mundo.
La inteligencia de Huaina Capac se hallaba á la al-
tura de su poder. Superior á las luces de su tiem-
po dio entre otras una brillante prueba de su penetra-
ción en una circunstancia solemne. El dia de una gran
204 , EL IMPERIO
fiesta tenia él los ojos puestos en el astro del dia, y
para inspirarle mayor veneración al divino autor de su
raza dijole el sumo sacerdote que era tio suyo :
— « ¿ Que haces, Inca, piensa, que no nos es licito
mirar tan libremente á nuestro padre el sol, y que con
tu desacato estás causando gran escándalo á tu corte
y á todo tu imperio reunido aquí para venerar á nues-
tro solo y supremo señor? »
— ¿« Habrá en todo el imperio, preguntó Huaina
Capac, quien pueda obligarme á mí á hacer un largo
camino ?
¿Hay alguno tan encumbrado que dejase de obe-
decerme, si yo le mandara marchar á Chile? »
— « No, respondió el sumo sacerdote, nadie se
atrevería á dar tales órdenes a su soberano, ni á d e -
sobedecerle. »
— « Pues yo te digo replicó el Inca, que nuestro pa-
dre el sol debe tener otro señor mas grande y mas p o -
deroso que él; por que el sol nunca descansa en el
camino que hace todos los dias, y el supremo señor
há de ejecutar las cosas con gran sosiego, y detenerse
por su gusto, aunque no tenga necesidad de reposo.»
Fué Huaina Capac magnánimo en sus empresas, es-
forzado en la guerra, solícito por la prosperidad de
todos sus dominios, capaz de clemencia, pero fácil de
ser arrastrado á castigos crueles por instigación de
aduladores á quienes creia de lijero, corto en las p a -
labras y grande en los hechos, de rostro agradable y
DE LOS INCAS. 205
majestuoso, mediano de cuerpo, pero bien proporcio-
nado y robusto. Por su inclinación á las mugeres tomó
tres esposas de su raza, la Sciri de Quito y unas sete-
cientas concubinas. Se hace llegar á trescientos el
número de sus hijos.
Entre las glorias de este reinado no debe olvidarse
á Mama Ocllo, la madre de Huaina Capac, la que d i -
rigió con acierto los negocios déla capital, mientras
el hijo estubo en las conquistas ó en Quito su resi-
dencia favorita.
C A P I T U L O IV

GRANDEZA DEL IMPERIO DE LOS INCAS.

Bajo Huaina Capac llegó á estenderse el imperio de


unos treinta y nueve á cuarenta grados de latitud. En
su anchura que no guardaba relación con el largo,
porque siempre se estendió poco hacia el interior,
variaba mucho angostándose en las extremidades de
Chile y Quito y esplayándose en las regiones interme-
dias de Chimú á Moyobamba y de Arica á Cochabam-
ba. Siendo inciertos todos los contornos interiores, es
imposible valuar su superficie con alguna aproxima-
ción, pero ciertamente abrazaba un espacio mayor
que el imperio romano cuando tuvo mas estension.
Grande debió ser también la población sujeta á los
Incas. Para quitar toda duda sobreabundan las ruinas
de aquella época en las quebradas, á las orillas del
mar, en los valles, en las punas y sobre todo en las
EL IMPERIO DE LOS INCAS. 207
laderas; algunas regiones hoy casi desiertas como la
provincia de Santa tuvieron muchos y muy gran-
des pueblos; lo que en la actualidad son en otras
provincias simples haciendas, comprendieron por lo
común gran número de caseríos Mas si es i n d u -
dable la numerosa población del imperio, seria aven-
turado todo cálculo en que se tratara de precisarla.
Desgraciadamente no se ha conservado ningún r e -
cuerdo de los censos hechos bajo la administración
imperial únicos que suministrarían una buena base.
Los historiadores de la conquista no ofrecen datos que
inspiren confianza. Las ruinas son un elemento muy
incierto por que muchas han desaparecido y muchas
pertenecen á otras épocas; en algunas se confunden
las moradas de los vivos con los cementerios ó con
espacios destinados al cultivo y por lo común están su-
mamente apiñadas. El cálculo por las susistencias es
demasiado aventurado; por que en la estrechísima m a -
nera de vivir á que se sujetaron los indios, no es dado
señalar el consumo correspondiente á un individuo; y
por que tan poco es posible apreciar la cantidad de las
producciones tan variable de suyo y que tanto ha cam-
biado con las diferencias ocurridas en la extensión y en
la naturaleza de los cultivos. Menos apoyo nos presta-
ría la comparación con la actual población la cual está
mal calculada y ha experimentado enormes alteracio-
nes. Por iguales razones serian muy inexactos los r e -
sultados á que condujeran los varios censos hechos
208 EL IMPERIO
bajo los primeros vireyes. Mas comparados detenida-
mente todos esos elementos de cálculo, podemos afirmar
sin el menor riesgo de exageración que el imperio de
los Incas contaba mas de diez millones de habitantes.
Teniendo en cuenta estos mismos medios de apre-
ciación creemos que exajeran mucho y sin ningún
fundamento grave los que hacen subir á veinte millo-
nes aquella población.
Gran parte de los subditos de los Incas vivían dis-
persos en los campos y en las punas, ya para no ale-
jarse de sus posesiones, ya por que los hábitos de ais-
lamiento se sobreponían con frecuencia á la acción
del gobierno interesado en que se formaran poblacio-
nes. Sin embargo el número de estas fué de algunos
miles, la mayor parte muy pequeñas porque estaban
situadas en recintos muy estrechos donde casi sin c a -
lles y sin otro desahogo se agrupaban los habitantes
por no separarse de su pacarina ó por la causa mas
liviana. La falta de centros manufactureros y de p l a -
zas de comercio que son el origen mas común de las
grandes villas, limitaba el número de estas de ciento
á doscientas y entre ellas sobresalían las metrópolis
de varias provincias.
Las ciudades metropolitanas eran de veinte á trein-
ta, embellecidas todas con templo del sol, casa de vír-
genes, palacio, fortaleza, cuarteles y otros edificios
destinados á las necesidades de la administración.
En ellas solia reunirse de tiempo en tiempo una i n -
DE LOS INCAS. 209
mensa población, sea paralas fiestas solemnes, sea
para el servicio público.
Entre estas capitales de provincia brillaron en el
territorio que ahora forma la república del Perú, pol-
la costa Tumbez baluarte del Norte, Jayánca capital
de muchos valles, Chimú residencia de antiguos so-
beranos, Pachacamac la ciudad de los peregrinos y
Chincha abundante en recursos y en hombres; por la
sierra Huancabamba escala para Quito, Cajamarca
de gran plaza y de baños famosos, Huanuco de orí-
gen antiquísimo y con templo servido por miles de
ministros, Hatun-Sausa en cuya plaza se reunían á
veces mas de cien mil almas, Vilcas á cuyo templo
estaban también adscritos muchos miles de ministros.,
las residencias reales en el curso del Vilcamayo, las
capitales de las provincias inmediatas al Cuzco y como
digna corte de los hijos del sol la capital del imperio.
El Cuzco fué la Roma del nuevo mundo. Los b a r -
rios de Hanai-Cuzco y Hurai-Cuzco que formaban
la ciudad propiamente dicha, eran mas reducidos
que el recinto actual, y su población fluctuaba entre
cuarenta y cincuenta mil habitantes; pero en los a r -
rabales que en la estension de algunas leguas se s u -
cedían como una población continuada, residían h a -
bitualmente mas de doscientas mil almas, y bullía
el gentío en las grandes festividades, y siempre que
al servicio del Estado afluían desde las cercanías, ó
desde los últimos confines del imperio la plebe y la
i. 14
210 EL IMPERIO
nobleza. Los arrabales, aun mas que por el n ú -
mero de sus habitantes, causaban admiración por
la variedad de trajes y usos; porque allí estaban
reproducidos fielmente los de todas las provincias.
Adornada con esta descripción viviente del impe-
rio, se envanecía la capital con el brillo de las artes,
el lujo de la nobleza, los salones para las.fiestas, los
palacios de sus soberanos, la casa de las escogidas,
el templo del sol y la estupenda fortaleza. Los perua-
nos la colocaban entre los objetos de su culto, peregri-
nando á ella como el musulmán á la Meca y cediendo
siempre en el camino el que iba al mortal afortunado
que regresaba de los lugares sagrados; sagrados para
todos los creyentes por que allí se levantaron mas de
trescientos oratorios á los diferentes cultos. Los con-
quistadores tuvieron al Cuzco por la primera pobla-
ción del Nuevo Mundo. Aunque solo buscaban en ella
el Dorado que habia de apagar su febril sed de rique-
zas, no dejaron de admirar sus calles largas, bien ali-
neadas y empedradas primorosamente con menudas
piedrecillas, sus espaciosas plazas empedradas con
igual arte, sus magníficas construcciones de una l a -
bor admirable, y el Huatanay canalizado en la estén—
sion de muchas leguas con sumo trabajo; tal era este,
que una etimología arbitraria pudo derivar su nombre
de la esclamacion dolorosa HUATAN, HUATAN, ANANAY,
(AÑO TRAS AÑO, Ó DOLOR) que se atribuye á los indios
fatigados de reparar la obra todos los años.
DE LOS INCAS. 211
El templo del sol fué el mas rico de toda la tierra,
y recibió con razón el nombre de CORICANCHA (cerco de
oro). En su recinto habia un jardin en que los instru-
mentos de cultivo, los terrones, los acueductos, las
plantas, los animales y pastores estaban hechos de
oro; también eran de oro las fuentes en que se lava-
ban las víctimas y las enormes pirhuas (orones) en que
se depositaban las ofrendas; de oro eran los objetos
que servían á las ceremonias del culto y hasta los úti-
les de cocina. Solo dos capillas consagradas á la luna
y alas estrellas presentaban las paredes y puertas cha-
peadas de plata; mas otras dos capillas en que se vene-
raba al arco-iris y al formidable Yllapa (el rayo), junto
con la sacristía tenían todo su ornato de oro. En el
espesor de las paredes del claustro se habían abierto
tabernáculos donde el esplendor del brillante metal
se confundía con los deslumbrantes reflejos de las p i e -
dras preciosas para que allí se sentara el Inca durante
las fiestas. Por la unión de los techos con las paredes
corría, tanto hacia la parte esterior del templo como
por dentro una ancha cenefa de oro. Donde los ojos que-
daban abismados en un cielo de riquezas, era en el
santuario del astro del dia al que todo jardines, clau-
stro contiguo y capillas adjuntas servían de simples
accesorios. Allí todo estaba chapeado de oro, una
imagen que cubría el testero occidental represen-
tando un rostro humano circundado de rayos como
suele pintarse al sol, era de oro finísimo y se hallaba
212 EL IMPERIO
esmaltada con esmeraldas. Cuando el sol del templo
reverberaba los rayos de la antorcha del mundo, los
ojos mortales no podian resistir su esplendente her-
mosura ; y el devoto peruano adoraba en silencio la
majestad de su Dios.
Tan prodigiosa riqueza no podría comprenderse,
sino se supiera que por una corriente continua de
ofrendas se acumularon por algunos siglos en el tem-
plo del sol los tesoros del Perú, no bastando el tra-
bajo incesante de muchos artistas para convertirlos en
objetos de ornato ó de servicio.
También se atesoró gran riqueza en las casas de
las escogidas (Aclla-Huaci). Las vírgenes del sol
que algunas veces debían trocar su celeste esposo
por el Inca, eran alojadas con la magnificencia pro-
pia de su elevado destino, tenían mágicos jardines
de oro, y todo su servicio era de este metal ó de
plata.
En los palacios de los Incas se admiraba como he-
mos visto en los de Yucay el suelo cubierto ele telas
finísimas; los metales preciosos prodigados ya en los
útiles del servicio, ya en animales que vagaban por
las paredes ó estaban colocados dentro de nichos; y una
gran cantidad de tan ricos materiales empleada en la
masa que daba trabazón y solidez á las paredes.
Sin necesidad de tan ricos materiales la fortaleza
de Sacsahuaman era una ele las obras mas maravil-
losas de los Incas. En el titánico edificio estuvieron
DE LOS INGAS. 213
ocupados por mas de cincuenta años sobre veinte mil
obreros, y sin embargo quedó por concluir; pero lo
acabado da una idea sorprendente de las vastas concep-
ciones de los soberanos del Perú y de la constancia
con que las realizaban. El cerro de Sacsahuaman que
domina al Cuzco por la parte del Norte, solo es accesible
del lado de la ciudad por sendas escarpadas; por eso la
defensa quedó reducida por aquí á un muro de mil dos-
cientos pies de largo que cenia el contorno. Por el lado
opuesto hay una pendiente suave que fué terraplenada
y defendida por tres muros en forma de media luna,
también de mil doscientos pies de longitud y distantes
entre sí unas diez varas. Solo se habían dejado para
la entrada tres puertas que podían cerrarse con p i e -
dras levadizas proporcionadas á la abertura. En el
recinto interior se levantaban tres torres, la de enme-
dio que era redonda, estaba destinaba al Inca y ofrecía
con todo el lujo de las mansiones regias un chorro
de agua traído por conductos secretos; las dos latera-
les, donde se alojaba una guarnición escogida entre
la nobleza, eran cuadradas y se comunicaban interior-
mente con la del medio y entre sí por conductos tortuo-
sos, tan estrechos en ciertos puntos, que únicamente
dejaban paso para un solo hombre. En este laberinto
que algunos suponían en comunicación con los p a l a -
cios y con el templo del sol, podia ocultársela inmensa
opulencia del Cuzco y era fácil la defensa contra
grandes ejércitos.
214 EL IMPERIO
La magnitud de las piedras empleadas en esta obra
es tal, que por no hallar suficientes las fuerzas del
hombre quisieron algunos conquistadores cristianos
hacer intervenir en ella la mano del diablo. Otros
creyeron esplicar el misterio suponiendo que las pie-
dras habian sido formadas en el lugar mismo por un
proceder análogo al que la naturaleza emplea en el
manantial de Huancabelica, es decir, mediante la di-
solución de sus partículas en el agua y la evaporación
de esta; pero aquellas piedras fueron traídas con
auxilio de inmensos terraplenes á fuerza de brazos;
cuales de la distancia ele cinco leguas, cuales de la
de quince; fué necesario pasarlas por profundas que-
bradas y por rios caudalosos; se desprendieron casi
sin herramientas y se subieron sin máquinas hasta
dejarlas en su sitio. Todo lo hicieron el número de
trabajadores y la constancia. Todavía quedó como
testimonio de la inmensa fatiga la piedra cansada, la
cual venia arrastrada y sostenida por millares de hom-
bres ; y sin embargo resbaló en una pendiente y mató
á un gran número de ellos. Los naturales decían que
por el gran trabajo sudó y derramó sangre aquella
gran mole; demasiado la derramaron ellos; y tan
caro cuestan á los pueblos los monumentos que for-
man el orgullo de sus dominadores.
Lo que mas admira en esta, como en las demás
obras de los Incas, es la colocación de las piedras. En
unos sitios, siendo diferentes en forma y tamaño, se
DE LOS INCAS. 215
unían por sus contornos irregulares adaptándose tan
exactamente, como si las salidas de las unas se h u -
biesen trabajado con la mayor precision para corres-
ponder á las entradas de las otras. En otras partes
labradas con primor atrechos, y dejadas á trechos en
su tosquedad formaban un conjunto tan armonioso,
como sólido, de las labores esmeradas y de la parte
tosca. Y en los edificios mejor trabajados se labraron
las piedras con tal primor, y se ajustaron tan bien, que
se les tomaria por una sola piedra. Las diferentes
junturas que corresponden á la diversidad de t a m a -
ños y alturas, parecen simplemente un trazado capri-
choso, pero de buen gusto, hecho en un inmenso m o -
nolito.
Aunque el centro de la grandeza imperial se hallara
esclusivamente en el Cuzco, las muestras de prodi-
giosa opulencia y de vastas concepciones estaban e s -
parcidas por todo el imperio. En la campiña de la c a -
pital solían enterrarse los nobles en urnas de oro y
plata, y por do quier abundaban las casas de placer
realzando las galas de la naturaleza con adornos fan-
tásticos de inapreciable riqueza, y á veces de maravi-
lloso valor artístico.
Casi tan admirable como Coricancha fué el templo
dedicado al sol en la isla de Titicaca; y á tal opulen-
cia llegó, que según los indios de las cercanías h u -
biera podido fabricarse desde los cimientos, de oro y
plata. Hubo otros quince ó mas templos de increíble
216 EL IMPERIO
riqueza entre los que se distinguían los de Pachaca-
mac y Vilcas.
Entre las obras tan notables por sus vastas propor-
ciones, como dignas de aprecio por sus ventajas, me-
recen especial consideración los acueductos y los ca-
minos. En cuanto á los acueductos, donde quiera apa-
recen, asi en las punas, como en las quebradas de la
costa vestigios de los canales que llevaban el riego á
los pastos de la sierra en la estación seca, y sostenían
perpetua fecundidad en lo que hoy son arenas muer-
tas. Los acueductos cubiertos de Nasca, unos de los
pocos que han escapado á la acción destructora de la
naturaleza y de los hombres, son un ancho canal for-
mado por grandes losas, y ofrecen de distancia en
distancia cubiertas movedizas ya para dar salida á las
aguas, ya para que se logre remover fácilmente cuanto
á la larga pudiera obstruir el conducto.
Respecto á los caminos los Incas habían compren-
dido bien que en el Perú mas que en cualquier
otro país no se pueden esperar mejoras para los pue-
blos, ni fuerza para el gobierno, ni una alta civiliza-
ción sin la apertura de vias espeditas. Según la es-
tension de las conquistas las fueron abriendo para
facilitar las relaciones entre el Cuzco y las provincias,
entre la costa y la sierra, y entre los pueblos de una
misma provincia. En las principales había magnificas
casas reales (Inca-Huaci), tambos estensos y albergue
para los correos. Los atolladeros se habían cruzado
DE LOS INCAS. 217
con hermosas calzadas; se rellenaron hondas quebra-
das ; se abrió en las duras rocas de muchas laderas
una senda aérea con seguro pretil; se hicieron grade-
rías sólidas y con bien colocados descansos para e s -
calar las alturas, ó descender á la profundidad; y á
los rios se les venció con toda suerte de medios. Si la
corriente no lo dificultaba, se echaban puentes de
piedra. Si los rios eran anchos y apacibles, se usaban
balsas de madera, totora, ó cualquiera otra materia
liviana; y se empleaba alguna vez un grupo de c a -
labazas sobre las que iba colocado el pasajero, y que
un indio nadando y llevándolas tras sí, conducía del
una á otra ribera. Cuando lo permitía la estrechez del
cauce, se formaban puentes con algunas maderas
cubiertas de piedra y tierra; y si no daban lugar á
las construcciones sólidas la anchura y rapidez del
rio, en las principales vías se hacia uso de los puen-
tes de suspension, y en las de segundo orden no h a -
bía sino simples oroyas, es decir cuerdas suspen-
didas por las que se deslizaban los pasajeros ya
metidos en canastos, ya apoyando diestramente en
ellas los pies y las manos. El puente del desagua-
dero fué de hechura mas extraordinaria. Las aguas
que en la superficie aparecen mansísimas, llevan en la
profundidad una corriente muy arrebatada, y faltan
estribos naturales para apoyar las maromas. Se esco-
gió por lo tanto una construcción mas sencilla que la
usada en los puentes de suspension. Formados a l -
218 EL IMPERIO
gunos cables con la paja de la puna, se enterraron sus
estreñios en las orillas del rio, de modo que que-
daron á una vara sobre el a g u a ; el hueco de los cables
se llenó con haces de juncia y de totora; sobre esta
capa se echó otra de cables y haces; y así quedó le-
vantado un puente frágil en verdad, pero cómodo y
con bastante seguridad, cuando los materiales se re-
nuevan á tiempo.
Los mas admirables de los caminos imperiales fue-
ron los que entre el Cuzco y el reino de Quito cupo á
Huaina Capac la gloria de terminar. La obra estaba
ya bastante adelantada cuando este Inca pensó darle
c i m a ; de otra suerte no hubieran sido suficientes ni
todos los recursos del Perú, ni las fuerzas de los g i -
gantes. Estos caminos eran dos, uno por la sierra, y
otro por la costa. El de la llanura exigió menos esfuer-
zos ; por que en los desiertos estubo reducido á hileras
de piedras y á estacadas que fijaban el rumbo en la
incierta arena; y en los valles era una ruta macada-
misada de veinte y cinco pies de ancho con ele-
gantes molles á los lados para que dieran agradable
sombra.
El camino de la sierra no pudo abrirse sin vencer
inmenses dificultades; abismos y nevados, torrentes
y ciénegas, derrumbaderos y rios caudalosos. A p e -
sar de que en muchas partes parecia negarse la natu-
raleza átodo sendero, casi siempre iba en línea recta
con una anchura variable entre diez y ocho y veinte
DE LOS INCAS. 219
y cinco pies, y tan ilano que podia marcharse así en
la subida como en las bajadas, al borde de los preci-
picios como entre las nieves, con comodidad y sin t e -
mor. La estension de este camino que pasaba de qui-
nientas leguas, y su construcción tan sólida que en
muchos puntos ha resistido por mas de tres siglos á la
acción destructora de los elementos y de los hombres,
dan derecho á compararle con las maravillas de Egip-
to. No puede uno menos de nivelarle con los cami-
nos romanos, al ver que en hondas quebradas esca-
vada en parte la obra de manipostería por la violen-
cia de los torrentes ha quedado suspendido el resto á
manera de arco.
CAPITULO ¥

RUINA INMINENTE DEL IMPERIO.

Cuando la gloria de Huaina Capac brillaba en


todo su esplendor; y cuando el imperio de los Incas
se presentaba como el rival de los grandes imperios
del Asia; corrieron vagos rumores sobre la aparición
de hombres blancos, que tenian larga barba, usaban
de armas terribles, y eran de audacia sobrenatural; se
decia que montaban grandes embarcaciones y que ha-
cían sus incursiones por el Chocó. Esa nubécula que
asomaba en el lejano horizonte, hizo presagiar al hijo
del sol una gran tormenta, y parece que presintió la
ruina de su dinastía. Según varias relaciones eran mu-
chos los presagios fatídicos. El mar se avanzó á la tierra
con no acostumbrado furor; el suelo se estremeció
como nunca; un rayo redujo á cenizas el palacio que se
acababa de labrar en el Cuzco; durante la solemne
EL IMPERIO DE LOS INCAS. 221
fiesta del sol cayó en la gran PLAZA DE LA ALEGRÍA una
águila real perseguida por algunos aleones, y á los
pocos dias murió á pesar del cuidado que con ella se
tubo; tres grandes coronas rodearon la luna, la mas
interior rogiza, como anuncio de sangrientas guerras,
la de enmedio de un negro verdoso y la esterior se-
mejante al humo, como si indicaran entrambas que
la grandeza imperial iba á desaparecer á manera de
un vano vapor.
Pretenden algunos que noticioso Huaina Capac de
la aparición de los guerreros castellanos en el Pacífico
recordó un vaticinio de Viracocha según el cual en el
reinado del duodécimo Inca había de ser conquistado
el Perú por hombres blancos y barbados. Añaden que
aconsejó la pronta sumisión á los invasores; pero los
sucesos de la conquista y el carácter de Huaina Capac
hacen inversosímil semejante pretencion inventada al
parecer para explicar las conquistas de Pizarro que
sin embargo de ser sorprendentes, se explican sin difi-
cultad por la situación en que se hallaba el imperio,
cuando fué invadido por los Españoles.
La prueba de que el Inca no percibió con claridad
el peligro inminente, es la división que hizo de sus
dominios entre sus hijos Huáscar y Atahualpa. Huás-
car era el primogénito de la emperatriz y su n a c i -
miento fué tan grato al padre que, según dicen,
en uno de los festejos con que fué celebrado, se
fabricó una cadena de oro de setecientos pies de largo
222 EL IMPERIO
y del peso de muchos quintales, á causa de la que
recibió el niño el nombre de Huáscar ( s o g a ) ; A t a -
hualpa era el hijo de la Sciri, criado al lado de su
padre, su compañero de campamento y las delicias
ele su a l m a , porque ele clia en dia mostraba mas
genio para el gobierno y para la guerra. Huáscar
fué eleclarado heredero del imperio como le corres-
pondía de derecho y el reino de Quito fué legado á
Atahualpa como sucesor ele la bella Pacha.
No es fácil justificar esta imprudente división de la
autoridad contra el primer principio de la política im-
perial que era el ele una centralización completa; y
probablemente influyeron mas en el ánimo de Huaina
Capac las inspiraciones del corazón, que los cálculos
de la política. Mas acaso no fué tan ciega la pasión del
Inca por el amable hijo de la favorita á quien habia
consagrado la mayor parte de su Aida. Podia contar con
la buena armonía entre los dos hermanos por respeto
á la voluntad paterna; ne creería fácil que los Quiteños
recibidos como aliados se resignasen á ser humildes
subditos del señor del Cuzco; y pudo también pensar
que su sucesor en Quito llenaría la gloriosa misión de
su raza llevando la civilización del sol á Cundinamar-
ca, donde sabia que los Chibchas tenían dominios no
despreciables. Por lo demás este error de Huaina C a -
pac tuvo hasta cierto punto origen en la política de
sus mayores que solian dar sus hijas á los grandes
curacas y cuyos descendientes conservaban asi con
DE LOS INCAS. 223
riesgo de ia unidad nacional el prestigio de sus abuelos
paternos y la ambición de la raza imperial.
Nadie se hubiera atrevido por otra parte á contra-
decir la voluntad decidida de un monarca á quien por
sus altas prendas y su incomparable gloria veneraron
todos como un Dios en los últimos años de su vida.
Acompañándole el homenaje general después de
muerto, escedieron sus funerales en magnificencia
á los de todos sus mayores. Mas de mil personas se
sacrificaron voluntariamente para estar á sus órdenes
mas allá del sepulcro; su corazón se quedó en Quito
conforme á sus deseos; su cuerpo trasladado al Cuzco
fué colocado en Coricancha frente á frente á la ima-
gen del sol, mientras sus antecesores estaban á los la-
dos con las cabezas inclinadas al suelo; enTumebamba
donde le sorprendió la muerte y en todo el tránsito
mostraron sus vasallos un dolor desesperante; todo
un mes le lloraron los Cuzqueños, y todo un año se re-
novaron en el plenilunio y en la luna nueva las ma-
nifestaciones solemnes de la aflicción pública; la t r a -
dición popular conservó la memoria de sus beneficios
y los poetas cantaron sus hazañas.
Conforme ala espresa voluntad del difunto monarca
recibió Huáscar la borla encarnada, y Atahualpa fué
reconocido soberano de Quito; la paz se conservó
entre los dos hermanos según la opinión común por
unos cinco años y solo por dos, si estamos al tes-
timonio de los quipocamayos de Paucartambo. El
224 EL IMPERIO
respeto á la memoria de su padre pudo ser la causa de
esta tregua entre sus opuestas pretensiones y también
pudo nacer su avenimiento temporal de que Atahualpa
no se atreviera sin grandes pretestos y mayores pre-
parativoz á atacar al Inca, y de que este se hallara de-
masiado ocupado en asegurar su trono contra otros
pretendientes y en someter ciertos rebeldes del Collao.
Mas precisamente cuando Pizarro se disponia en P a -
namá á conquistar el Perú, estalló la guerra civil que
secretos celos y rivalidades manifiestas hacian inmi-
nente desde el fallecimiento de Huaina Capac.
En provecho de un bastardo (así llamaban los h i -
jos de las coyas al hijo de Pacha) no podia Huáscar
abjurar su sagrada misión de Inca que le imponia el
deber de conservar lo conquistado y de estender sin
término fijo sus conquistas. Atahualpa heredero de la
ambición de sus abuelos paternos y de los derechos de
su madre aspiraba á dilatar sus reducidos dominios de
Quito. Los cortesanos del Cuzco, no querían renunciar
á su brillante porvenir resignándose á que con la i n -
dependencia de Quito quedase obstruido el camino á
espediciones que prometían gloria y opulencia. En
Quito existían los representantes de la antigua n o -
bleza Sciri, los principales generales de Huaina Capac
y otros altos personajes no menos ambiciosos que los
de la corte de Huáscar, unidos en intereses con su
señor y deseando para él la plenitud del poder. Los
resentimientos por la lucha anterior se conservaban
DE LOS INCAS. 225
bastante vivos en ambas naciones. Existia sobre todo
un germen permanente de discordia en la provincia
intermedia de Cañar conquistada en un tiempo por
los Sciris y ahora adicta de corazón á los Incas.
Habiendo muerto el gobernador que Huaina-Capac
había dejado á la cabeza de los Cañaris, su hijo y su-
cesor en el mando de la provincia reconoció con el voto
de los nobles y de la multitud la soberanía de Huás-
car ; y el rey de Quito se apresuró á deponerle susti-
tuyéndolo con otro de su adhesión. Desde entonces
fué inevitable la guerra civil. Los consejeros delinca
le indujeron á que por la razón ó por la fuerza obligara
á su hermano no solo al abandono de la provincia
invadida, sino también á rendirle homenage como un
tributario suyo. Según era de temer, se frustraron las
negociaciones y habiéndose apelado á las armas,
Yupanquí general cuzqueño a quien en buena hora,
apoyaron los Cañaris, derrotó á los Quiteños y tomó
preso á su rey, cuando este iba á refugiarse en la forta-
leza de Tumebamba. Felizmente para los caídos los
vencedores creyéndolo todo concluido se entregaron á
la embriaguez y al sueño; los guardas del rey prisio-
nero á los que una muger dio abundante bebida,
cayeron en el mas profundo letargo; y él pudo salir,
sea por la descuidada puerta, sea como otros dicen
agujereando con una barreta de plata la pared de la
prisión.
Una vez en libertad esparció el rey de Quito la voz
i. ' 15
226 EL IMPERIO
de que su padre el Sol le Irabía convertido en culebra
para sacarle del poder de sus enemigos. La maravillosa
fuga, las dádivas y las amenazas, la gran reputación
militar de Atahualpa, la popularidad de una guerra
en que se iban á vengar antiguos agravios é injurias
recientes; el apoyó de los veteranos de Huaina Capac,
que se habían quedado en Quito; y lo que era mas i m -
portante, la adhesión de Quizquiz el mas hábil en el
consejo, de Chalcuchima el primer capitán de los in-
dios, de Rumiñahui, Sotaurco, y otros gefes distin-
guidos dieron pronto al hijo de Pacha huestes tan
numerosas como terribles. Al frente de ellas atacó por
segunda vez las fuerzas del imperio y obtuvo en Am-
bato una brillante victoria.
Cruel debía ser la suerte de los vencidos porque
pedían sangre miles de quiteños muertos en Tome-
bamba y porque la constante decisión de los Cañaris
en favor del imperio, aparecía á los ojos de sus enemi-
gos como una perfidia obstinada que los hacía indignos
de misericordia. Así es que el campo de Ambato se vio
cubierto de huesos por muchos años; que Tumebamba
fué asolada y que se esterminó á cuantos Cañaris eran
capaces de llevar las armas. Tal debía serla sangrienta
represalia de Otávalo y del mismo Tumebamba. En
vano algunos de sus desventurados habitantes quisie-
ron desarmar la cólera del vencedor con las mas h u -
mildes súplicas; en vano salieron á su encuentro los
niños y ancianos con palmasen las manos, ojos lloro-
DE LOS INGAS. 227
sos y voces lastimeras; ni las entrañas de Ataímalpa
podían abrirse á la piedad con los que por su defección
le habían puesto en el último peligro; ni su tropa se
habría aplacado de buena voluntad.
El prestigio de la victoria y el terror que difundió el
esterminio de los Cañaris, facilitaron á Atahualpa la
sumisión de las provincias vecinas. Sin embargo los
intrépidos moradores de la Puna osaron resistirle; y
en un combate naval aunque no libraron bien, logra-
ron asestarle una flecha en la pierna. ¡ Afortunada
herida! Ella los libertó del esterminio por que el rey
de Quito fué á curarse á Cajamarca encargando la con-
tinuación de la guerra á los de Tumbez eternos ene-
migos de los isleños.
Entre tanto Quizquiz y Chalcuchima habían domi-
nado el Norte del Perú, no se sabe si después de nue-
vos combates como algunos suponen, ó aprovechando
solo la victoria de Ambato. Lo cierto es que Huáscar
no se había movido del Cuzco, sea por seguir el con-
sejo de los sacerdotes, sea porque creyera mas acertado
combatir en las cercanías de la capital donde sus de-
fensores habían de ser mas numerosos y luchar con
mayor entusiasmo. En efecto la batalla decisiva tuvo
lugar en la inmediata llanura de Quipaypan; y en ella,
según sucede por lo común, triunfó la disciplina del
número, habiendo arrollado los veteranos de Huaina-
Capac á las tropas recien reclutadas por Huáscar.
El desventurado monarca cayó en poder desús enemi-
228 EL IMPERIO
g o s ; unos dicen que yendo entre los demás fugitivos,
otros que por haberse alejado imprudentemente de su
campo.
El vencedor Chalcuchima reservó al Inca como
prenda de seguridad; pero una gran parte de la no-
bleza, muchos partidarios y parientes de Huáscar
fueron mártires de la fidelidad. Se ha supuesto que
fueron envueltos en esta persecución los Quipocamayos
del Cuzco á fin de borrar el recuerdo de la dinastía
legítima y empezar la de Atahualpa bajo el nombre
de Tici-Capac-Inca. También se ha asegurado que
con igual objeto hizo reunir Atahualpa á mas de dos-
cientos príncipes de todo sexo y edad y les dio muerte
con la crueldad mas refinada, esperando que estermi-
nada la real familia no tendría ningún rival peligroso.
Mas estas atrocidades monstruosas son inverosímiles
y no se encuentran acreditadas por testimonios respe-
tables ; antes se desmienten por haber quedado con
vida Huáscar y Manco los representantes inmediatos
de la legitimidad y algunos centenares de la nobleza
Inca.
En lo que el rey de Quito pensaba antes de todo,
era en aprovechar su triunfo; por eso dio orden de que
Quizquiz ocupara el Cuzco, y Chalcuchima viniera con
el real cautivo á la posición central de Jauja. Creyendo
así que tenia asegurada la posesión del imperio no
vaciló en tomar la borla encarnada, y pudo tenerse
por uno de los Incas mas dichosos, viéndose el objeto
DE LOS INCAS. 229
del homenage general. ¡Desventurado! Ya estaba
Pizarro en el Perú, y se acercaba para los hijos del sol
la hora de la caida mas espantosa.
Precisamente cuando todos sus generales le felicita-
ban por la victoria, Chalco parecia sumido en la mas
profunda melancolía y preguntado por el Inca, cual
era la causa de su tristeza, se dice que respondió —
« Señor, yo he observado la última noche los astros y
« he visto en ellos el presagio de una gran calami-
« dad. ¿ De qué te servirá haber vencido y hecho pri-
« sionero al descendiente del gran Manco Capac si
« t ú has de esperimentar pronto la misma suerte ?
« Tu no caerás entre las manos de Huáscar de quien
« como hermano tuyo podias esperar alguna miseri-
« cordia; sino entre las manos de extranjeros feroces
« que derrotarán tus ejércitos y acabarán por darte
« l a muerte. Ved cual es la causa de mi dolor. »
LIBRO IV

CIVILIZACIÓN D E L P E R Ú B A J O L O S INCAS.

CAPITULO I

INSTITUCIONES POLÍTICAS.

(JERARQUÍA SOCIAL.

La grandeza del imperio no era hija de un conjunto


casual de circunstancias felices; debíase principal-
mente á un sistema de política tan uniforme y esta-
ble, como si durante unos doce reinados no hubiese
gobernado sino un solo Inca; y como si este no
hubiese tenido otro pensamiento que el buscar su
grandeza en el engrandecimiento del Perú. Nacia esto
de que el gobierno de los Incas realizó el socialismo
en la escala mas vasta, y en toda la pureza posible;
de que la individualidad de los soberanos como la de
lodos los miembros del imperio estaba casi perdida en
232 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
la vida común; de que la sociedad marchaba por el
impulso poderoso de las instituciones aun contra la
inconstancia de sus gefes. Aquella utopia de comu-
nismo aunque mas bien parecía forjada para la nóvela
que para la vida real, llegó á estenderse por la fuerza
délas cosas y por la acción del tiempo á muchos millo-
nes de hombres; y dejó profundas huellas en el ca-
rácter nacional, y en las costumbres, aun después que
habiendo recibido todo su desarrollo, acabó mas bien
por sus propios gérmenes de destrucción, que por los
rudos golpes del conquistador europeo. Unas institu-
ciones en que la vida del individuo era absorbida por
la vida de la sociedad; en que el gefe estaba encade-
nado á una cruzada civilizadora; en que al libre a l -
bedrío de los ciudadanos sustituía la obediencia al
gobierno y á los sentimientos de familia el sentimiento
de la comunidad, chocan abiertamente con las aspira-
ciones mas vehementes del corazón humano, con las
desigualdades fatales de nuestra constitución y con
el antagonismo de los esfuerzos individuales; por lo
tanto nunca pudieron regir en toda su pureza, y la
mezcla de elementos estraños junto con la colisión de
fuerzas propias los condenaba á desaparecer por sí
mismas, después de haber brillado con todo el esplen-
dor de las grandes ideas. Apenas se comprendería su
influyo duradero, si no hubiesen estado apoyadas á un
mismo tiempo en las leyes y en la opinión, en la fuerza
y en los hábitos; y sobre todo si no les diera un vigor
BAJO LOS INCAS. ±:\:>>
estraordinario la misma gerarquía social que debia
ser la causa principal de su ruina.
Bajo el gobierno imperial la sociedad estaba dividida
en tres órdenes principales, Inca, nobleza y pueblo.
La verdadera clave de aquella maravillosa civilización
se hallaba en el Zapallan Inca. De la pura raza del sol,
como hijo de dos divinos hermanos, honrado al lado
de su divino padre en Coricancha después de su
muerte, y á veces tenido por Dios aun en vida alcan-
zaba mas poder que el autócrata mas absoluto, y tanta
veneración como el gran Lama. Padre universal del
imperio y pontífice administrador de todas las f a -
milias absorbia en su persona la plenitud del Estado y
en su movimiento el movimiento social; la autoridad,
las riquezas, las luces, las relaciones domésticas, el
trabajo, el placer, el derecho de vivir y el de moverse,
el domicilio y el vestido venian de él; su voluntad era
la ley suprema, y esta voluntad habia de ser la de ase-
gurar el bienestar de sus subditos con la cultura
dada por el sol y propagar sus benéficas instituciones
con una misión armada.
Los Incas habian procurado rodear su persona de la
pompa necesaria para fascinar al sencillo pueblo.
Pesados pendientes de oro alargaban sus orejas hasta
los hombros, deformidad que se admiraba como una
bella prerogativa de su raza; la mascaypacha que cu-
bría su frente, el finísimo llauto que á manera de dia-
dema rodeaba su cabeza, y dos plumas del misterioso
234 CIVILIZA.CIOiN DEL PERÚ
T

pájaro llamado Coraquenque y que se decía no a p a -


recer en remotas punas sino para la coronación de los
nuevos soberanos, esparcían en torno de su faz a u -
gusta una aureola de gloria; riquísimos vestidos de
vicuña, piel de murciélago, ú otra tela delicadísima
deslumhrando con el oro y las piedras preciosas, res-
plandecientes brazaletes y otros valiosos adornos h a -
cían brillar sobre su persona como un reflejo de su
esplendente padre el sol.
La magnificencia de la Corte correspondía al lujo
del soberano; pues la regia servidumbre se compo-
nía de mas de ocho mil personas, y las mansiones
ostentaban cuanta opulencia soñó la poesía. Para que
no hubiese riesgo de profanar tan alta dignidad, nadie
podía tocar á la sagrada persona del Inca á no estar
autorizado por singular merced, nadie osaba alzar
los ojos al hablarle, y á nadie se concedía acercársele
sino descalzo y llevando una pequeña carga á la es-
palda en señal de acatamiento. Cuando para visitar
las provincias ó seguir su gloriosa cruzada salia el
Inca del Cuzco, los caminos, limpios de antemano de
pajas y piedrecitas, eran cubiertos á su paso de flores
y yerbas olorosas; y al descorrerse el velo que ocul-
taba á su majestad suprema, las estrepitosas aclama-
ciones de la muchedumbre podían hacer caer atur-
didas á las aves del cielo; los objetos que había tocado
su mano sagrada y los sitios donde hiciera alto eran
mirados con veneración suma. Los mas de los Incas
BAJO LOS INGAS. 235
continuaban recibiendo muchos años después de
muertos homenagesque recordaban los respetos tribu-
tados á su majestad viviente. Su palacio se conservaba
abierto con toda la magnificencia que les rodeó en vida;
en ciertas festividades los de su linaje sacaban el r e -
gio cadáver á la plaza, festejaban su memoria en com-
pañía de otros nobles invitados á nombre del difunto;
comían con tanta etiqueta, como si el mismo habiendo
descendido del cielo presidiera el banquete; y osten-
taban en estos festines tal opulencia, cual ni Jerusalem,
ni Roma, ni Persepolis vieron jamás en sus dias mas
brillantes.
El incomparable poder de los soberanos del Perú mas
que en las vulgares muestras de la majestad y en las
preocupaciones que les daban un origen divino, se
apoyaba en la ilustración y en la beneficencia, sin las
cuales no hay poder duradero sobre la tierra. Siempre
se consideraron los Incas como padres del imperio; y
su autoridad se mostró en general tanto mas suave
cuanto era mas absoluta. La debilidad de su poder,
debilidad que formaba la esencia de aquella constitu-
ción, estaba en su mismo esceso, en su falta de l í m i -
tes, la cual esponia fatalmente á los hijos del sol á
caer por sus flaquezas humanas, tanto mayores cuanto
la posición es mas alta, y por el abatimiento en que
tenian sumido al pueblo.
El numeroso cuerpo de la nobleza que estableciendo
profundas desigualdades en la sociedad neutralizaba
230 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
las tendencias paternales de gobierno supremo, era
sin embargo hasta cierto punto esencial en aquella
organización del comunismo. Sin la cooperación i n -
teresada de los nobles las instituciones extraodinarias
que nada dejaban al acaso, ni á la elección, y todo
lo sometían á la ley y al cálculo hubieran sido una
simple utopia, un código muerto; porque nadie habría
trabajado con celo para hacerlas obserbar, y la acción
de los Incas por falta de cooperación nunca hubiera
ido muy lejos. La nobleza se componía de tres órde-
nes la familia del sol, los Incas de privilegio y los Cu-
racas.
Como los Incas estaban autorizados á tener muchas
mugeres y solían abusar de este privilegio, su descen-
dencia llegó á ser muy numerosa. Formaban la fami-
lia inmediata del soberano la COYA, reina madre, que
por lo común era su hermana, las SIPA-COYAS, ó concu-
binas de su misma raza, las MAMACUNAS, ó concubinas
que habia escogido en otros linajes á causa de su her-
mosura, las ÑUSTAS, ó doncellas de la estirpe solar, las
PALLAS, que eran las casadas del mismo origen, los AU-
QUIS, ó príncipes solteros, y los INCAS, ó príncipes casa-
dos. Cada soberano solía dejar así aumentado el linage
imperial (Capac Aillo) con una falange numerosa que
sostenía en todo el imperio el prestigio de la raza: aquí
siendo los jefes del ejército, allá gobernadores de las
provincias, en los templos primeros sacerdotes, donde
quiera ocupando los principales cargos, acatados por
BAJO LOS INCAS. 237
su origen divino, distinguiéndose por su pelo corto,
sus llautos, largos pendientes de oro y todo el lujo de
sus personas y casas, y mostrándose casi siempre
dignos de su clase por una educación superior. Se ase-
gura también que se distinguían por el uso de una
lengua cortesana lo que es dudoso, y por la estension
de su inteligencia, la que ha querido probarse por el
mayor desarrollo de sus cráneos, lo que es falso.
Aunque no elevasen á los Incas sobre la condición
común ni el uso esclusivo de un idioma, ni una pre-
eminencia intelectual; bastaba su presunto origen del
sol para que se los creyera incapaces de ningún delito.
En verdad la severidad de las leyes difícilmente podia
alcanzarles, porque el pueblo entero estaba resignado
á ser ciego instrumento de sus placeres y humilde víc-
tima de sus caprichos. El resultado inevitable de tan
peligroso privilegio era un orgullo desmedido por lo
encumbrado de la posición, y el desenfreno en las
pasiones por la falta de responsabilidad. A causa de
esto, si bien los nobles de sangre real eran de ordi-
nario por interés y por afecto el principal sosten de
la dinastía; también promovieron con sobrada fre-
cuencia discordias de familia, y mas de una vez h i -
cieron pasar la corona de las sienes del principe legi-
timo á las de otro de la misma raza.
Los Incas de privilegio descendían de los compa-
ñeros y primeros prosélitos de Manco-Capac; forma-
ban el núcleo del Cuzco; se acercaban en el vestido
238 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
y en la consideración á los nobles de la sangre real; y
con menos orgullo que ellos y á menudo con mas ha-
bilidad prestaban grandes servicios en palacio, en el
templo, en las guarniciones de mas confianza y en
otros cargos públicos. Eran así la aristocracia mas nu-
merosa, la mas activa, y la que mas necesitara de un
mérito verdadero para alcanzar las distinciones del
soberano.
El rango de los curacas que eran los antiguos gefes
de las tribus, ya se confundía con el de los príncipes,
cuando habían heredado el señorío de grandes co-
marcas, ya se rebajaba hasta la condición de los cria-
dos de palacio cuando el dominio de sus mayores
había estado limitado á un pequeño distrito ; pero en
todo caso conservaban alguna autoridad sobre los a n -
tiguos subditos, grandes distinciones, el apreciable
obsequio de vestidos hechos por las princesas ó por las
escogidas, otros ricos presentes y el mas grato de todos
ellos la mano de alguna infanta ó de otra belleza á
las que daba singular valor el venir de la mano misma
del Inca. La existencia de estos señoríos hereditarios
era en realidad la escepcion mas contraria al espíritu
de la civilización de Manco y el mayor peligro así para
las instituciones, como para la dinastía. El poder de
los curacas encontrado en intereses y afectos con el de
los Incas se prestaba de mal grado á estar casi ano-
nadado bajó la autocracia imperial, infringía en es-
cala mas ó menos vasta las leyes del socialismo, y
BAJO LOS INCAS. 239
debía ponerse un día, á los órdenes del invasor caste-
llano que le dejaba una autoridad mas independiente,
ó al menos mayor libertad de movimientos. Mas los
Incas hubieron de consentir los privilegios de los c u -
racas como una necesidad de sus conquistas; á pre-
tender destruirlos con violencia, con dificultad se ha-
brían plegado al yugo de los hijos del sol las mas
importantes provincias las cuales estaban acostum-
bradas á respetar á sus antiguos señores.
Todos los privilegios de la nobleza fueron necesarios
para que ella se empeñara en tener al pueblo sumido
en la abyección mas completa. Al pueblo no cabia otra
suerte en política que trabajar y obedecer, trabajar
mientras pudiera y obedecer cuanto se le mandase.
Para que no turbara el orden establecido con aspira-
ciones mas altas, se le dividió en parcialidades que
reunidas para la marcha de la sociedad y para la
defensa del gobierno, estaban tan profundamente s e -
paradas que no podían oponer ninguna resistencia
temible. Ningún déspota practicó tan sistemática-
mente como los Incas la conocida máxima : DIVIDE y
REINARAS.
Todo el imperio se dividió en grupos de diez mil
habitantes, cada uno de estos grupos en diez de mil,
los de mil en dos de quinientos, los de quinientos en
cinco de ciento, los de ciento en dos de cincuenta, los
de cincuenta en cinco de diez ; y algunos añaden que
los grupos de diez fueron divididos en dos de cinco.
240 CIVÍL1ZA.C10N DEL PERÚ
Mas marcada que esta, era la división por nacionali-
dades ; por que la sostenían y ponían de manifiesto las
diferencias de organización, estando prohibido el c r u -
zamiento de los linages, y la hacían mas visible las
diferencias de vestidos, de residencia y de otros usos
que eran conservados tenazmente por las leyes ó por la
opinión. Era muy notable en las provincias la divi-
sión entre ORIGINARIOS y MITIMAES ; y en las ciudades la
de HANAYSUYOS que habitaban los barrios altos y HURAY-
SUYOS que vivían en la parto baja. Sobre todas las
diferencias políticas descollaba la que sea por castigo,
sea como resto de antigua esclavitud ó por otra causa
social condenaba á ciertos individuos á los servicios
mas humildes bajo el título de IANACUNAS, y la que lla-
maba á otros bien por privilegio de casta, bien por su
habilidad a l a s nobles tareas de las artes y al servicio
del palacio real, ó del templo del sol.

II

LEGISLACIÓN.

Bajo un Dios-Rey se confundían las nociones de la


justicia hasta el punto que solo era bueno lo que era
conforme á la voluntad del Inca. Tan sagradas se con-
sideraban las órdenes del soberano cuando protegían
la vida del último subdito, como al decretar el ester-
minio de una provincia; la ley no tenia nombre
BAJO LOS INCAS. 241
propio y se espresaba solo con la significativa frase,
APUPSIMI (palabra del principal); mas aunque la auto-
ridad de los hijos del sol fuese superior á todo dere-
cho y á toda conciencia; el orden social se hallaba
generalmente protegido contra los caprichos de la tira-
nía por la constitución del imperio ; constitución á que
daban gran fuerza los hábitos, y que los mismos Incas
no podían violar escandalosamente sin comprometer al
mismo tiempo la misión celestial de donde derivaban
su gloria y su grandeza.
La constitución del imperio era la de un avanzado
socialismo. Los bienes y el trabajo debían ante todo
servir á las necesidades del Estado, y se hallaban o r -
ganizados conforme á su destino social. El único dueño
ó por mejor decir el dispensador de las haciendas era
el soberano, y para el mejor orden se dividía la tierra
en cuatro porciones, la del sol, la del Inca, la de la
comunidad y la de los curacas: la tierra del sol con
destino al culto; la del Inca para sostener el esplendor
del trono y cubrir las necesidades públicas; los p r o -
ductos sobrantes de una y otra para subvenir á los
desgraciados, fuesen individuos aislados ó comuni-
dades enteras; las tierras de comunidad para dividirse
anualmente entre las familias; y las posesiones de
los curacas para sostener su posición.
En cuanto á las tierras de comunidad, cada matri-
monio recibía un topo, ó medida que variaba según
los lugares, pero que se consideraba bastante para el
i. 16
242 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
sobrio alimento de los dos esposos; por cada hijo
varón se les anadia otro topo, y por cada hija medio
topo. Por la muerte ó matrimonio délos hijos volvian
sus lotes á la comunidad; y por muerte de uno de los
esposos el que sobrevivía, conservaba por lo común
la misma tierra; mas nunca la heredaban los hijos, ni
anadie era permitido venderla, ni empeñarla en vida.
Las posesiones de los curacas aunque estaban igual-
mente á las órdenes del Inca, diferían de las tierras
comunes en que á ellos se les señalaban siempre
mayores porciones, llegando en muchos casos á cons-
tituir verdaderos señoríos; y sobre todo en que forma-
ban cierta especie de vinculaciones perpetuadas en los
gefes de las familias, no tanto por disposición de la
ley, cuanto por respeto á los antiguos dominadores de
las provincias; respeto tan arraigado en la opinión que
á la caida de los Incas muchos curacas desposeídos
por ellos reclamaron la propriedad de sus mayores.
En los ganados aunque la legislación no fué tan
fija, llegó al fin á establecerse una división análoga á
la de las tierras. Los grandes rebaños (HATLIN LLAMA)
pertenecían al Inca y al sol; las comunidades solo po-
seían un corto número de cabezas (HUACHA LLAMA) ;
algunos curacas recibieron por merced del soberano
millares de llamas; pero en general los derechos
particulares no llegaban hasta poder matar las reses;
el principal uso que de ellas se hacía, era para tras-
quilarlas á su tiempo.
BAJO LOS INCAS. 243
Las minas pertenecían de ordinario al Estado con-
cediéndose por singular deferencia á los curacas la
estraccion de algunos metales, y tolerándose por la
dificultad de impedirlo, que los particulares sacasen
oro de ciertos lavaderos; pero aun entonces la mayor
parte de la plata y del oro beneficiados afluía á los
templos y palacios en presentes y ofrendas; si bien es
verdad que el Inca acostumbró también hacer grandes
obsequios.
El Imano cuyo poder fertilizante era conocido, se
distribuía entre los costeños asignando los pequeños de-
pósitos á las provincias inmediatas, distribuyendo las
islas mayores entre varias provincias y fijándose en uno
y otro caso la región que correspondía á cada distrito.
Los animales del monte tan poco fueron de uso ge-
neral porque solo se permitía cazar aves y alguno otro
animalillo para el regalo de los nobles; los huanacos,
vicuñas, venados y demás montería se reservaban
para los chacos del Inca.
Solo se dejaban á libre disposición de todos las yer-
bas del campo y las riquezas del agua. Por esta causa
los habitantes de la costa y de la montaña donde la
tierra y el mar prodigan sus riquezas, vivían mas hol-
gadamente que los serranos donde para vivir son n e -
cesarios los sudores del hombre.
El trabajo se hallaba también organizado como
fuente general de la riqueza social y como el tri-
buto que se pagaba al soberano : el tiempo que
244 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
según las prescripciones de la ley no destinaban
los Peruanos á las tareas domésticas y al cuidado
de su precaria posesión, debían emplearlo en ser-
vicio del Estado. Ademas del trabajo común en las
posesiones del Inca y del sol se imponía á las fami-
lias la fabricación del vestuario para el ejército; los
hábiles en minería debían estraer los metales, los
artesanos peritos hacer sus respectivas manufacturas,
los ágiles en la carrera servir de correos, los buenos
músicos y bailarines divertir á la corte; así pagaba
cada cual su tributo particular según su profesión ó
aptitud; hasta los niños que habían salido d é l a pri-
mera infancia, acompañaban á sus padres en el tra-
bajo social; los viejos ó privados de algún sentido
desempeñaban tareas acomodadas á sus facultades;
los que sumidos en la abyección mas miserable nada
sabían trabajar en beneficio nacional, eran obligados
á presentar á la autoridad cierta cantidad de los pa-
rásitos que el desaseo hubiera multiplicado para su
tormento. Con el tributo del trabajo común se lleva-
ban también á cabo los caminos, acueductos, fortale-
zas y demás obras públicas en las que se turnaban
las provincias, los pueblos ó las familias según el ca-
rácter nacional, provincial ó local de las construccio-
nes y según que era necesario mayor ó menor número
de brazos.
El triple tributo de las tareas domésticas, del cultivo
en común y de las obras públicas era tanto mas gra-
BAJO LOS INCAS. 245
voso para el pueblo cuanto que los inmensos gastos
del Estado debian ser cubiertos exclusivamente por la
muchedumbre, estando esentos de faenas los nobles,
los sacerdotes y cerca de un millón de empleados. Ade-
mas en aquellos lugares donde no podia hacerse sen-
tir de lleno la vigilancia paternal del gobierno, veían
los miseros plebeyos redobladas las cargas del Estado
con las gravosas exigencias de sus curacas á quienes
era forzoso servir á toda hora y de todos modos. Y lo
que mas debía lamentarse, los bienes producidos e s -
taban lejos de corresponder á la enormidad del tra-
bajo ; pues este se perdía en gran parte para mover á
los trabajadores de unos pueblos y aun de unas p r o -
vincias á otras y sobre todo para ejecutar obras de
puro capricho; como fué el llevar las piedras del Cuz-
co para los edificios de los Cañares y arena del mal-
para la plaza de la ciudad santa. Sin embargo, debe-
mos decirlo en honor de los Incas, si impusieron t r a -
bajos infructuosos, fué para evitar los males de la
ociosidad; si pedian muchas tareas, al que tenian
ocupado en una le dispensaban por entonces de las
otras; al que estaba empleado en su servicio, le man-
tenian á costa del Estado; para aligerar las cargas,
establecieron las mitas ó rotación en el servicio c u i -
dando siempre, que el mitayo no se resintiera del esceso
de la fatiga,ni del influjo del clima; y para aliviar las
penas convertían los trabajos comunes en fiestas h a -
ciéndoles acompañar de músicas, danzas y bebidas.
246 CIVILIZACIÓN DEL PERl :

Tributo mas pesado que el del trabajo fue el de la


sangre, de la sangre derramada no solo en el campo
de batalla, sino también en los funerales y en los sa-
crificios. A la muerte del soberano debian matarse
muchos para continuar en su servicio mas allá del
sepulcro; y aun los simples curacas exigían estas in-
molaciones tan vanas como crueles. En los grandes
peligros, en las enfermedades de los principales, por
el advenimiento del soberano, por una señalada vic-
toria ó por otra gran solemnidad solian sacrificarse
niños tiernos, ó doncellas escogidas. Sin embargo la
superior cultura de los Incas iba haciendo cada dia
mas raros estos sacrificios sangrientos.
Tributos eran también en el sentido riguroso de la
palabra, si bien harto mas llevaderos, los presentes que
se hacian al superior y el peage que se pagaba en
ciertos puentes. Cuantos se acercaban bien al Inca,
bien á otra persona que les escedíera en categoría,
debian llevar algún regalo; y a l a entrada de las gran-
des ciudades, si habia que pasar puentes de suspen-
sión, se dejaba algo de lo que se conducía para el
mercado.
Con tan variados y tan continuos tributos poco hu-
biera podido adquirir para sí el pueblo, aun cuando
su civilización particular hubiera permitido el gran
desarrollo de la industria y del comercio sin los que
no pueden los plebeyos adquirir grandes riquezas.
Mas enmedio de la pobreza general que era la conse-
BAJO LOS INGAS. 247
quencia inevitable de aquella organización social;
como el sentimiento de la propiedad es tan inherente
al hombre; á pesar del socialismo que los dominaba,
conservaron siempre los Indios bastante apego á su
miserable peculio, y la ley tomó bajo su protección
la propiedad privada, rindiendo homenage á los dere-
chos del individuo y al espíritu de familia. El padre
podía dejar sus bienes á cualquiera de los hijos; y sino
disponía de ellos, lo que habia en casa, quedaba para
la familia en común. Solo por falta de descendientes
tocaba al gobierno disponer de los bienes del difunto.
La viuda y los hijos quedaban á cargo del mayor
de estos, si se hallaba ya en edad para dirigir la casa,
y faltando hijos capaces de este cuidado, á cargo de
algún hermano del difunto. No habiendo protectores
en la familia, el Estado se encargaba especialmente
de las viudas y de los huérfanos.
La familia fué enteramente absorbida por el Estado.
A la edad de diez y ocho á veinte años las doncellas,
y á la de veinte cuatro á veinte y cinco los mancebos
debían casarse por orden y conforme á la elección del
gobierno. El cha del matrimonio general los jóvenes
de ambos sexos se colocaban en hilera, los hombres
frente á las mugeres; en la corte era el Inca el encar-
gado de enlazar las manos de sus parientes; y los ma-
gistrados superiores desempeñaban la misma forma-
lidad con el resto de los peruanos en toda la estension
del imperio. Con este acuerdo de la autoridad que-
248 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
daban legitimados los casamientos y según las cos-
tumbres de cada provincia se solemnizaban con
ayunos y ceremonias particulares; pero en todas par-
tes tocaba á la familia preparar el ajuar y á la comu-
nidad levantar la casa de los desposados. Ninguno
podia casarse fuera de su AILLO, dándose este nombre
á la parcialidad mas ó menos numerosa que recono-
cía un tronco común, usaba una misma lengua y
vestía de la misma manera. Con el objeto de que no se
confundieran los linages, ordenaba igualmente la ley
que todos conservasen el vestido de sus mayores, y
que nadie cambiase de domicilio sin superior mandato.
Para que reinase el orden en las familias, la auto-
ridad natural del padre se hallaba reforzada por la ley,
reflejándose en cada casa la servidumbre general del
imperio. Las mugeres mas que compañeras, eran las
esclavas de los maridos, soportando por lo común las
faenas mas rudas, llevando la carga en el camino y no
siendo admitidas jamás al banquete de los hombres;
en cuanto á los hijos, criados en el duro suelo, sin
descansar nunca en el regazo materno y asociados
mas bien al trabajo que á los goces de sus padres, se
consideraban no como sus delicias, sino mas bien
como su principal riqueza, mientras que la ley no los
llamaba á formar otra familia. Sin embargo de esta
falta de respeto á la debilidad de la muger y de los
niños, falta de que apenas pueden preservarse las
civilizaciones mas avanzadas; grato es observar que
BAJO LOS INCAS. 249
la de los Incas quitaba al sexo fuerte el derecho de
castigar bárbaramente á los seres puestos bajo su
protección, y que la dulce ternura de las madres se
revelaba en la solicitud con que en las marchas, y en
los trabajos campestres llevaban á sus bajitos carga-
dos á la espalda.
El orden general de la sociedad descansaba princi-
palmente en la vigilancia de los cuidadores de cada
parcialidad; pues lo había para todos los grupos, p o -
blaciones, barrios, y secciones de cualquier genero,
siendo común á todos el doble cargo de observar las
necesidades de sus subordinados para que la autori-
dad superior cuidara de satisfacerlas; y el de llevar
cuenta exacta de las faltas de ellos so pena de respon-
der con su persona de todos los desórdenes ocurridos
en su división.
A fin de que el espíritu de comunidad principal r e -
sorte de la civilización imperial no desapareciera en
el fraccionamiento de la sociedad y en la dispersión
de las familias; ordenaba la ley reuniones periódicas
que estrecharan las relaciones de los pueblos y de los
individuos mediante los cambios, las fiestas, los t r a -
bajos y los convites. A los banquetes de la comunidad
debia presidir siempre el curaca.
La suerte de los desvalidos y menesterosos no estaba
abandonada á la caridad privada; sino que los pobres
tenían en los banquetes comunes el mismo lugar que
las personas acomodadas; las tierras délos inválidos
230 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
eran trabajadas por el pueblo; y en caso de necesidad
unos vecinos debian ayudar á otros. Los tristes espó-
sitos eran cuidados por el gobierno y formaban parte
de la servidumbre del Inca.
Por los minuciosos reglamentos de los Incas que
abrazaban todo el movimiento de aquella sociedad y
la tenian bajo la disciplina del convento mas rígido,
se ha dicho con razón que los hijos del sol dieron al
Perú toda clase de leyes : ley MUNICIPAL que señalaba
las posesiones de cada pueblo; ley AGRARIA que dividia
las tierras entre el sol, el Inca, los curacas, y los d e -
mas gefes de familia; ley COMÚN que ordenaba el ser-
vicio público; ley de HERMANDAD por la que unos debian
ayudar á otros en la construcción de las casas y en el
cultivo de los campos; ley de MITAS que imponia la
rotación del trabajo; leyes SUNTUARIAS que fijaban l í -
mites al lujo sea en los vestidos, sea en las comidas;
leyes DOMÉSTICAS que desterraban de la familia la ocio-
sidad y establecían entre sus miembros la subor-
dinación necesaria; en suma, cuantas leyes eran
conducentes para sostener el orden público y el or-
den doméstico cunfundidos siempre con el interés del
Estado.
El Código penal era tan pródigo en el último s u -
plicio como las antiguas ordenanzas militares; y la
mayor parte de los delincuentes eran castigados con
toda la severidad de la ley que imponía entre otras
las siguientes penas.
BAJO LOS INCAS. áíH

A la ciudad 6 provincia que se rebelaba contra el


hijo del sol, el esterminio de sus habitantes.
Al que blasfemaba, hablando mal del sol ó del
Inca, la muerte.
Al que profanaba la casa de las escogidas, morir
colgado de los pies ó en otro suplicio cruel.
Al que mataba á otro con hechizos, el esterminio
de toda su familia á la que se suponia cómplice del
crimen.
Al asesino la muerte sin dilación alguna.
Al que mataba á otro por robarle, la muerte prece-
dida del tormento.
Al que mataba á otro en pendencia, pena leve, si
había sido provocado; y si él era el provocador, la
muerte ó confinamiento á los yungas que era para los
serranos una muerte lenta.
A la mujer que mataba á su marido, morir colgada
de los pies.
Al marido que mataba á su mujer, ninguna pena,
si era por causa de adulterio ; mas fuera de este caso
la muerte, sobre todo siendo él plebeyo.
Al curaca que mataba á uno de sus subditos, g o l -
pes con piedra en la espalda, pérdida del señorío ó la
muerte, según que procedía con alguna razón, por
pura violencia ó por costumbre.
A la muger que procuraba el aborto y á sus cómpli-
ces la muerte.
Al que injuriaba otro de palabra ó de obra, pena
252 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
arbitraria y en relación con la gravedad del daño.
Al hijo inobediente el ser castigado en público por
su mismo padre.
Al que desobedecía á las autoridades golpes con pie-
dra en la espalda, otra pena arbitraria ó la muerte
en siendo contumaz.
Al que se insolentaba con las autoridades prisión.
Al magistrado prevaricador pérdida del destino ó la
muerte.
Al curaca que no asistía á las comidas públicas
pérdida de su clase.
A cualquier empleado que descuidaba sus deberes
pérdida de su cargo.
Al mitimae fugitivo tormento y la muerte si rein-
cidía.
Al que cambiaba de vestido pena arbitraria.
Al perezoso azotes en los brazos y piernas ó golpes
con piedra en la espalda llamándole por muchas ve-
ces mizquitullu (huesos dulces).
Al que mentía á la autoridad tormento y á veces la
muerte.
A la muger adúltera la muerte y lo mismo á su cóm-
plice si ella era noble.
Al que abusaba de muger noble la muerte, y lo
mismo si reincidía con plebeya.
Al que sacaba una doncella de la casa paterna, si
reclamaba el padre, golpes con piedra en la espalda,
separación de su amante y otras penas arbitrarias.
BAJO LOS INCAS. 2b3
Al de costumbres relajadas penas arbitrarias que
podían ir hasta la muerte.
A la muger prostituida el infamante nombre de
pampa-runa que equivalía á muger pública y aisla-
miento de la sociedad.
Al que robaba por necesidad algo de comer, no
siendo cosa del Tnca ó del sol, ninguna pena ó repre-
hensión y golpes con piedra en la espalda si reincidía.
Al que robaba cosas del sol ó del Inca la muerte.
Al ladrón ordinario restitución de lo hurtado y con-
finamiento á la montaña.
Al que regaba su chacra con el agua señalada para
otro pena arbitraria.
Al que incendiaba un puente la muerte.
Al que incendiaba una casa reparación del daño.
Al que quitaba los linderos ó se entraba en tierra
agena pena arbitraria que podía ir hasta la muerte.
Al que dejaba entrar su ganado en campo ageno
muerte de los animales ó restitución del daño.
Al cazador en lo vedado golpes con piedra en la e s -
palda ó tormento, y la muerte si mataba algún ave
huanera ó entraba en las islas en la época de la cria.
El lujo draconiano de los castigos difícil de excusar
en ningún pueblo lo era mucho mas en el peruano que
se distingue, entre todos los de la tierra por su carác-
ter dócil y suave; y tan poco se conciba bien con la
política dulce de los Incas que procuraban afirmar su
poder con los beneficios y detestaban los crueles tor-
254 CIVILIZACIÓN DEL PERü
mentos conservados en muchas naciones, siglos des-
pués de haber salido de la barbarie. Para explicar
esta anomalía han apelado graves historiadores á la
misión divina de los Incas. Violar la ley era según su
dictamen cometer un sacrilegio por haber quebrantado
con la infracción la palabra del soberano; y siendo
así toda falta un crimen contra el Dios-Rey, por l i -
viana que en sí fuese, merecía la muerte. Algo pudo
influir esta consideración en la gravedad de las penas;
pero ciertamente no fué la causa principal de la seve-
ridad del código peruano ; por que á haberlo sido no
habría quedado pena alguna ligera ó arbitraria sino
la indivisible pena de muerte. A nuestro parecer in-
fluyeron mas en el espíritu de la ley el haber dado á
todos los delitos un carácter social haciendo á todo del-
incuente reo contra el Estado y el deseo del legislador
de afianzar la obediencia en el horror al castigo; mas
esta justicia sofística á la vez que multiplicaba sin
necesidad los sufrimientos humanos, trastornaba las
ideas morales y daba cierta apariencia de verdad á
esta horrible máxima invocada hasta hoy por desa-
piadados opresores « el indio es llevado por m a l . »

III

ADMINISTRACIÓN.

La vigilancia del gobierno contribuía á la marcha


ordenada del imperio mas que la severidad de las
BAJO LOS INCAS. 25o

leyes; el soldado en su cuartel y el monje en su claus-


tro están menos vigilados que los subditos de los
Incas. Para que la acción del gobierno imperial pudiese
hacerse sentir á toda hora y en todas partes, ninguna
fracción de la sociedad ni ninguna ocupación estaban
sin sus respectivos cuidadores. Sobre cada decuria
velaba un CHUNCA-GAMAYOC, sobre cada cinco decurias
un PISCA-CHUNCA-CAHAYOC, sobre la centena un PACHA-
CAMAYOC, sobre cada quinientos un PISCA-PACHACA-
MAYOC, sobre cada mil un HUARANGA-CAMAYOC y sobre
cada diez mil un empleado superior llamado HUNU ; de
cada comunidad cuidaba un LLACTA-CAMAYOC, de cada
linage el CURACA respectivo; á la cabeza de las provin-
cias estaban gobernadores casi siempre de la familia
real llamados Tucumicuc (el que todo lo ve). Para con-
servar la armonía en todos los ramos de la adminis-
tración tenía el Inca un ministerio ó consejo de Estado
que pendiente en todo de la voluntad suprema v a -
riaba en el número de sus miembros y en la estension
de sus atribuciones. Un personal numeroso tomado de
los empleados permanentes ó elegido AD IIOC, presidía
á la distribución de las tierras, á los trabajos y p l a -
ceres comunes, á los socorros del Estado y aun á las
tareas domésticas para que en todas las casas se t r a -
bajase asiduamente y las labores fuesen mas per-
fectas.
De tiempo en tiempo mandaba el Inca visitadores
de toda su confianza que sostuvieran el celo de todos
256 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
los empleados, se informaran de la conducta de ellos
y así se hiciera fácil la represión de las injusticias.
La presencia benéfica del gobierno se hacía sentir
mas de lleno con las visitas del Inca que tenían lugar
después de algunos años. En estos viages ostentaban
los hijos del sol su grandeza; los indios de Lucanas
recomendados por la igualdad del paso llevaban la
regia litera radiante de plata, oro y piedras preciosas;
honor peligroso, si es cierto que se imponía la pena de
muerte al que se caía, pero que les era disputado á la
entrada de las poblaciones por la primera nobleza; las
comunidades se disputaban á su vez la conducción del
equipage imperial y el adorno del tránsito; y también
competían en sus obsequios, aunque eran poco nece-
sarios por hallarse abundantemente provistos los tam-
bos y los palacios. Así la marcha era un triunfo no
interrumpido ó mas bien una adoración continuada al
Dios-Rey que se dignaba visitar á sus humildes sier-
vos. Por corresponder á tales homenages procuraba
el digno señor ver con sus mismos ojos todas las nece-
sidades y promover el mas pronto remedio.
Sin necesidad de abandonar su amada capital c o -
nocían bien los Incas la situación del imperio. En bien
dispuestos quipos se les enviaba anualmente el censo
de la población, de tiempo en tiempo el catastro de las
tierras y con la urgencia necesaria los demás porme-
nores estadísticos que podían conducir á la mejor
distribución de las tareas sociales. También recibía
BAJO LOS INCAS. 237
mensualmente informe detallado de la marcha a d -
ministrativa en todas las provincias porque todos los
empleados estaban obligados á dar cuenta de sus a c -
tos al superior inmediato. Y siempre que ocurria a l -
guna novedad de importancia en cualquier punto del
territorio, era trasmitida con estraordinaria celeridad
ya por signos telegráficos, ya mediante los correos.
Cuando era necesario anunciar la sublevación de
alguna provincia ú otra noticia de igual magnitud, se
conseguía esto en pocas horas, encendiendo grandes
hogueras que se correspondían á distancias convenien-
tes desde el lugar del aviso hasta la residencia impe-
rial. De continuo estaban prevenidos los Chasquis en
casernas distantes entre si poco mas de una legua, y
trasmitían los mandatos oficiales con una rapidez que
hace pensar en los ferrocarriles, y por la que se da
hasta hoy á algunos indios el nombre de vapores. Tal
es la facilidad para las marchas rápidas que les d i s -
tingue entre todos los de su infatigable raza, y que
deben tanto á su constitución cuanto al hábito con-
traído desde sus tiernos años. Los chasquis trasmitían
las noticias á razón de cincuenta leguas por las veinte
y cuatro horas, y el Inca podia comer fresco en el
Cuzco el pescado tomado en Chala, y en Quito el que
había sido sacado en Tumbez. En cuanto á las órdenes,
unas veces se comunicaban de palabra, otras con e s -
presivos nudos, y en ocasiones que así lo pedían, a u -
torizando al chasqui con un hilo de la borla imperial
i. 17
258 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
acatado entre los indios como el anillo del sultán entre
los otomanos.
Con noticias tan amplias y con agentes tan solíci-
tos podían cuidar los Incas la innumerable familia
puesta bajo su cuidado y el inmenso patrimonio que
administraban, con la misma regularidad que un p a -
dre cuida su casa y un hacendado su finca. La justicia
que es la primera condición de la vida política, en
pocos estados se consiguió nunca mas espedita y mas
económica. Donde se hallaba ellnca, él era considerado
como el juez natural; y en las provincias la magistra-
tura superior, tocaba á los Tucuiricus; en los distritos
los tenientes gobernadores áque algunos han llamado
MICHOS, administraban justicia en los casos de alguna
gravedad; y donde quiera que había una sección s o -
cial, el encargado de ella debia interponer su autori-
dad para que unos se respetasen á otros, y fueran re-
primidas las leves infracciones de la ley. Lo que se ha
dicho de la organización especial de los tribunales,
ni tiene apoyo en la historia; ni se adaptaba á la au-
tocracia de un imperio en que el monarca obtenía y
comunicaba á sus subordinados la plenitud de la a u -
toridad sin distinción de poderes.
En las causas civiles que eran pocas por ser tan
claras las leyes, y por ser uno el interés de los asocia-
dos, decidian los cuidadores inferiores, los curacas, los
michos, los tucuiricus, ó el Inca según que habían de
ventilarse cuestiones mas ó menos graves entre partí-
BAJO LOS INCAS. 259
ciliares, comunidades ó provincias. En las causas
criminales el juez reunia al reo y á los testigos; si e s -
taban conformes, se procedia al castigo legal; si el
reo negaba, se pedian informes al curaca acerca de su
conducta, y en siéndole favorables, quedaba absuelto;
mas en el caso de que sus antecedentes no fueran bue-
nos, se le sometia al tormento. O el atormentado con-
fesaba el delito de que se le había acusado, y era cas-
tigado según la gravedad del caso; ó persistía en su
negativa y quedaba libre por entonces, pero espuesto á
una sentencia capital al primer crimen en que incur-
riese. Sin embargo ni en esta, ni en ninguna otra
circunstancia podía imponerse la pena de muerte sino
por los tucuiricus ó por el Inca.
El respeto al soberano, el informe mensual de los
tribunalas, y el temor á los visitadores imperiales
precavían en gran manera la indolencia y la iniquidad
de los jueces. Sin embargo debieron ocurrir durante
esta espedita administración de justicia grandes arbi-
trariedades y mas de una vez debió gemir la inocencia.
Los indios son tan tímidos que en presencia de un su-
perior irritado se confunden y fácilmente se confiesan
culpables de delitos de que las apariencias les hacen
reos. Los testigos corrían el mismo riesgo de desfigu-
rar los hechos por aturdimiento cuando en ello no t u -
vieran algún interés; y el juez prevenido ó deseoso de
cometer una injusticia podía estar seguro de la i m p u -
nidad por que le era fácil dar á sus procedimientos el
260 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
aspecto de la justificación, y tenía poco recelo de que
los desvalidos osaran alzar su voz contra el poderoso.
Por los mismos medios que á la justa defensa de las
personas se atendía álos intereses generales. Para que
las subsistencias quedasen aseguradas con el trabajo
común, daba el Inca el ejemplo abriendo con su arado
de oro el campo destinado al sol en Colcampata; la
nobleza continuaba esta labor; y en la vasta estension
del imperio los particulares solos ó ayudados de sus
vecinos labraban sus respectivos lotes, y la comunidad
entera cultivaba las tierras del sol y del Inca. Como
hoy sucede con los campos de cofradía, mas que un
trabajo, era esta una fiesta popular. La caja y el pito
llamaban á los vecinos de cualquier edad y sexo á
tomar parte en la alegría común; todos marchaban
con sus mejores galas y entre bulliciosas aclamaciones
al lugar de la faena; en vez de quejarse de las fatigas
de aquel dia, apenas podían apercibirse de ellas entre
el dulce sonido de los haillis (cantares de triunfo) el
grato sabor de los manjares, y la chicha que se distri-
buían con larga mano. Y la noche les sorprendía vol-
viendo á sus casas con el corazón dilatado por el placer
entre cánticos y danzas.
Fiestas eran también el trabajo de recoger la co-
secha, y depositarla en los almacenes del Estado; el
de trasquilar el ganado y guardar la lana en los de-
pósitos públicos; y sobre todo el de cazar el ganado
montaraz en los grandes chacos. En la época y en el
BAJO LOS INCAS 261
lugar señalados por el gobierno llegaban á reunirse
hasta cincuenta ó sesenta mil indios; formaban desde
luego un círculo de muchas leguas, y levantaban todo
el ganado á fuerza de gritos atronadores; una vez
puesta la caza en movimiento iban estrechando el
cerco, y la empujaban hacia el centro. Continuando
con sus voces estrepitosas, haciendo uso de sus armas
y siendo auxiliados por los perros. Concentrados ya los
animales montaraces en alguna esplanada, á unos se
les tomaba á mano, y á otros se les echaba el lazo, ó
se les enredaba entre las bolas. A las vicuñas se las
dejaba en libertad después de despojarlas de su finí-
sima lana; y también se soltaba á las hembras de los
huanacos y venados para que se multiplicasen estas
especies, y se mataba á los machos para utilizar sus
pieles y su carne la cual después de seca tomaba el
nombre de Charqui.
Conseguidas de la agriculture y de la caza las p r i -
meras materias que empleaba la industria peruana,
se distribuía la cantidad necesaria de ellas entre las
familias y las poblaciones para que se fabricaran
oportunamente los objetos destinados al servicio pú-
blico y privado. Como estos trabajos se hacian tam-
bién bajo la inspección del gobierno, no había que
temer ni el descuido en la labor, ni que nadie care-
ciese del vestido necesario. Lejos de eso fuera de e s -
tar siempre cubiertas las atenciones de la Corte á don-
de se trasladaban los productos agrícolas y fabriles
262 CIVILIZACIÓN DEL PERU

en cantidad sobreabundante, los almacenes de las


metrópolis rebosaban en toda clase de objetos, aun en
los depuro lujo.
Con la misma regularidad y entre las mismas ale-
grías se llevaban á cabo todos los trabajos públicos
dirigidos en su mayor parte á facilitar la acción del
gobierno y á refluir por lo tanto en beneficio de la
sociedad. La apertura de buenos caminos era entre
las medidas de interés general la que allanando á la
vez la concepción y la ejecución de los proyectos a d -
ministrativos facilitaba mas directamente la buena
administración. Pero después de las vías de comu-
nicación nada tubo un influjo mas eficaz en el m o -
vimiento gubernativo que las colonias y la genera-
lización de la lengua quechua.
No solo se mandaban mitimaes á las provincias
recien conquistadas para que la lealtad de los nuevos
subditos se sostuviese con la decisión de los antiguos,
sino que se trasladaban también de tierras demasiado
pobladas ó poco fértiles á valles cuya feracidad no po-
día aprovecharse por falta de brazos. De esta manera
los colonos acrecentaban los recursos del Estado, h a -
llaban en sus nuevos hogares abundantes medios de
subsistencia y podían socorrer á sus hermanos ne-
cesitados.
Con tal objeto y conociendo que la variada cali-
dad de las tierras llama á los peruanos á cambiar
entre sí las producciones de los yungas, de los temples
BAJO LOS INCAS 263
y de las punas habia establecido el gobierno tres f e -
rias mensuales en cada provincia que eran otras t a n -
tas fiestas para el pueblo.
La lengua de la Corte se generalizaba obligando á
los hijos de los curacas y á cuantos deseaban obtener
cargos públicos á que la aprendieran, ya pasando al-
gún tiempo en la capital, ya recibiendo lecciones de
los maestros mandados con este objeto á las provin-
cias ; la plebe principiaba á entenderla oyéndola en
las fiestas y demás reuniones de comunidad; y muchas
personas se interesaban en su estudio conociendo que
ella era un medio de obtener consideración y de ha-
cer valer sus derechos; en muchas provincias se hizo
fácil el aprendizagc por que el idioma popular era un
dialecto del quechua; mas los del Collao y los C o s -
teños que hablaban respectivamente el aimará y el
puquina idiomas enteramente distintos de la lengua
general, resistieron tenazmente el predominio de esta.
Sin embargo en todas partes el uso mas, órnenos com-
pleto del idioma de la Corte facilitó la cultura y e s -
trechó las relaciones entre las diferentes tribus que ha-
bían venido á confundirse en la unidad del imperio.

IV

CONQUISTAS.

Una organización social tan robusta y tan superior


á la cultura de las demás naciones americanas tenia
264 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
en sí misma suficiente fuerza de espansion para es-
tenderse muy lejos, si no era ahogada en germen. Por
esta gran fuerza de atracción aunque los Incas p r o -
gresaron al principio con la prudente lentitud del
misionero evangélico, no tardaron en hacerse señores
poderosos; y desde que pudieron apoyar la palabra
civilizadora en armas respetables, entraron en una
carrera ilimitada de conquistas. La fé que ha levan-
tado tantos imperios, no les daba tregua en su propa-
ganda guerrera. El sol que les había dicho: id y e n -
señad mi culto civilizador á los barbaros, no escluia
á ninguno de los países sobre que difunde su luz. Los
deseos ambiciosos acrecidos con la grandeza venían
á sostener el entusiasmo religioso; y una vez iniciada
la misión armada, era necesario ir siempre adelante.
A la conquista religiosa eran arrastrados los Incas por
el deseo de no faltar á su misión y comprometer así
el prestigio de la dinastía; por la necesidad de con-
servar la estimación de la nobleza cuyo espíritu m i l i -
tar y sed de glorias se avenían mal con la paz; y por la
necesidad todavía mas imperiosa de prevenir el ataque
de los curacas vecinos quienes para salvar su indepen-
dencia se veían obligados á no dejar en reposo álos
ambiciosos soberanos del Cuzco. Por eso no había
mas alternativa para los hijos del sol que conquistar
ó caer : el dia en que Huaina Capac puso un límite á
su imperio con la desmenbración del reino de Quito,
decretó la ruina de su casa. Por eso sus antecesores
BAJO LOS INCAS 265
lejos de limitar sus dominios les daban la estension
del mundo llamándoles TAHUANTINSUYU(1OS cuatro l i n a -
ges juntos) y espresaban con los nombres de Antisuyu,
Collasuyu, Cuntisuyu y Chinchasuyu no provincias
determinadas, sino las inmensas regiones del Orien-
te, Mediodia, Poniente y Setentrion confundiendo
asi bajo una denominación común los países que po-
seían y los que se proponían poseer.
El heredero del imperio se educaba para la con-
quista junto con los nobles de su raza que debían ser
los principales instrumentos de sus vastos proyectos.
Hacia la edad de diez y seis años recibia á la vez que
sus compañeros de colegio la solemne investidura del
HUARACO, que era como la recepción de la toga viril
entre los romanos y como la entrada en la caballería
de la edad media.
Durante el penoso noviciado de una luna dormían
los donceles en el suelo, comían mal y se vestían p o -
bremente ; en los seis últimos días sufrían el ayuno
riguroso de agua y maíz sin sal, ni a g i ; y vigorizados
con buenos alimentos al salir del ayuno entraban en
las pruebas militares. Atacaban y defendían alternati-
vamente la fortaleza del Cuzco con armas sin filo, pero
esponiéndosc á graves heridas y á la misma muerte por
lairreflexiva exaltación desús ánimos juveniles. Proba-
ban su pujanza en la lucha, en el salto y en una car-
rera de legua y media desde el cerro de Huanacaure
hasta Sacsahuaman en que el primer premio pertene-
266 ClVILIZACIOiN DEL PERÚ
cia de derecho al príncipe. Ostentaban su destreza
disparando armas arrojadizas. Para conocer su resis-
tencia se les obligaba á estar de guardia durante a l -
gunas noches; y para poner fuera de duda su valor
sereno se les exigía que no se estremecieran, ni movie-
ran los ojos cuando se les atacaba de improviso, ó se
blandían sobre su cabeza y en torno de su cuerpo
picas y lanzas.
Los que habían salido airosos de estas pruebas,
eran armados caballeros con la mayor solemnidad.
El Inca después de exhortarles á que con sus altos
hechos correspondieran á su origen divino y al heroico
ejemplo de sus mayores, les colocaba un alfder de oro
en las orejas para que se formaran en ellas agujeros
capaces de sostener pendientes del tamaño de una
naranja. Ancianos de la primera nobleza les calzaban
ojotas de lana y ponían secretamente en sus cinturas
el huara (pañete) como indicio de que ya habían lle-
gado á la edad viril. Sus madres les ceñían las sienes
con hojas de siempreviva y ciertas flores emblemáticas
para recordarles las brillantes virtudes de que nunca
debían despojarse. Al heredero del trono se le ador-
naba ademas con una borla amarilla que caía sobre
su frente; y se le ponía en las manos una especie de
partesana diciéndole : AUCA CUNAPAC (para los traido-
res). Acto continuo se prosternaban todos á sus pies
para rendirle elhomenáge debido al futuro soberano.
Apenas habia salido el principe de las fiestas del
BAJO LOS INCAS 2(37
huaraco, cuando marchaba á campaña bajo las órde-
nes de su padre ó de alguno de sus tios para hacer el
aprendizage de las conquistas. Esplendentes triunfos
le estimulaban á emprender durante su reinado espe-
diciones que le cubrieran de gloria; y este estímulo
era avivado por el conocimiento de sus deberes y por
el interés de su posición.
Los nobles de la raza imperial educados en la misma
escuela y con los mismos intereses que el heredero del
trono, formaban escelentes gefes, eran el núcleo de
una falanje sagrada difícil de arrollar, y sostenían en
la tropa cierta disciplina desconocida de las tribus
bárbaras que facilitaba la victoria.
El pueblo suministraba escelentes soldados, espe-
cialmente en algunas provincias de espíritu belicoso.
La milicia peruana se distinguía por una sobriedad ad-
mirable, por la facilidad estraordinaria con que sopor-
taba las fatigas de larguísimas marchas, por su subor-
dinación, y por la tranquilidad con que moría en su
puesto. Ejercicios militares que tenían lugar dos ó tres
veces al mes, y la rotación en el servicio generalizaban
la destreza en el manejo cíelas armas. Las hubo tan v a -
riadas como podía conseguirse antes del descubrimiento
de la pólvora: entre ellas flechas, dardos, hachas, pi-
cas, macanas y mazas, las mas de chonta, guayacan
ú otra madera durísima, algunas de cobre, y las de los
nobles de oro y plata, ó al menos cubiertas las extre-
midades con estos metales preciosos. Sobresalían tam-
268 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
bien los peruanos en el manejo de la honda y como
otros pueblos de América sabían tomar á sus enemigos
á lazo, arrojándoles la cuerda desde larga distancia.
Para su defensa usaron UMACHINAS, que eran cascos de
madera ó metal para cubrir la cabeza, ÑAHUICHINAS
que les servían de celadas, Hualccancas que hacían
las veces de rodelas, y jubones embutidos de algodón
que reemplazaban al peto.
El ejército que á veces subía á cuarenta mil h o m -
bres, estaba dividido en cuerpos, estos en batallones,
los batallones en centurias, las centurias en dos m i -
tades y las mitades en cinco decurias, división que re-
producía la organización social y por lo mismo se
sostenía sin esfuerzo. Cada cuerpo marchaba bajo
una bandera particular, y todo el ejército bajo el
brillante estandarte del arco Iris que como la deidad
mensagera del sol fué escogida para divisa de sus
hijos. Los movimientos se regularizaban con el toque
de trompetas y tambores; pero se peleaba en tropel y
sin hábiles combinaciones. Esta imperfecta táctica
bastaba sin embargo para que las tribus aisladas y
faltas de sistema tuvieran que ceder á los numerosos
ejércitos, á los inagotables recursos, á las operaciones
rápidas y á los ataques sistemados de los Incas.
Antes que á la superioridad de las armas solían
ceder los pueblos amenazados á la política imperial.
Atraíase á unos ofreciéndoles protección contra las
hordas que les hostigaban; y á otros introduciéndose
BAJO LOS INCAS 269
sagazmente en sus tierras como amigos ó mediadores.
Las aspiraciones de los ambiciosos, la timidez de los
viejos, el descontento de los oprimidos, la inquietud
del vulgo, las pasiones é intereses comunes, todo era
esplotado por el hábil conquistador. Y pocas veces se
retrocedía ante el engaño ó la crueldad, si las super-
cherías religiosas, las mentidas promesas y el ester-
minio de tribus enteras parecían indispensables para
hacer entrar bajo el yugo á pueblos indomables.
Mas aunque los Incas fuesen tan poco escrupulosos
como los demás conquistadores; por lo común seguían
el curso de sus victorias con una política mas cuerda,
mas benéfica y por consiguiente de efectos mas dura-
deros. Ciertos del ascendiente de su civilización daban
tiempo á los pueblos vecinos para que sintieran el
atractivo de sus instituciones; los sorprendían con la
grandeza de sus obras; y aun en el furor de los c o m -
bates las dádivas á los necesitados, la clemencia con
los prisioneros y las ofertas á los que se rindieran,
acababan por reducir á los mas obstinados. La pro-
pagación del socialismo en vez de guerras estermina-
doras les aconsejaba mirar á los enemigos como á
futuros subditos; por eso decía uno de ellos: « presto
serán estos nuestros como los que ya lo son. » Si las
duras leyes de la guerra les habían obligado á talar
los campos y á incendiar los edificios; apenas lucían
los dias de paz cuando se apresuraban á traer provi-
siones, á mejorar las poblaciones y á borrar con los
270 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
beneficios el desvio pasagero de su clemencia siste-
mática.
Los pueblos conquistados pronto dejaban de ser de
fidelidad sospechosa; y perdido el sentimiento de su
individualidad no tardaban en hacerse instrumentos
del conquistador para nuevos triunfos. Su fusión en la
gran familia peruana se aceleraba con la comunidad
de goces, con la sujeccion á las mismas leyes, con el
culto pomposo del sol y con el conocimiento del idioma
general. Para no irritar los sentimientos arraigados
se les dejaban las venerandas costumbres de sus
mayores, sus dioses que también eran admitidos
entre los de la ciudad santa y sus curacas que obse-
quiados en el Cuzco volvían á sus hogares para ser los
misioneros mas celosos de la nueva civilización. Al
regreso de los curacas quedaban sus herederos en la
corte contribuyendo al esplendor del trono y siendo
junto con los dioses de la tribu los mejores rehenes.
Siempre que podía dudarse de la ciega adhesión de las
nuevas provincias se dejaban guarniciones en seguras
fortalezas; y así se hizo constantemente en Vilcas para
tener sometidos á los Chancas, y en las fronteras para
que á la vista de las tribus independientes no cayeran
los subditos del imperio en la tentación de sublevarse.
Mas apoyo que en sus soldados encontraba el g o -
bierno en los mitimaes los que con su ejemplo y sus
ideas propagaban eficazmente las costumbres del
imperio. Se les distinguía mucho y se les daban
BAJO LOS INCAS 271
grandes cargos á fin de que el recuerdo del hogar
perdido no viniera á entibiar su celo; y para que la ac-
ción civilizadora de ellos no se estrellara ante la opo-
sición invencible de la provincia, se sacaban de esta
muchos de sus antiguos habitantes quienes iban á
colonizar otras provincias. A unos y otros mitimaes se
les proporcionaban casas, clima y ocupaciones análo-
gas á las que habían dejado : el yunga era colocado
en tierra caliente, el pescador del Pacífico á los orillas
de un rio abundante en peces, el pastor en praderas
sustanciosas y el cultivador en la campiña; pero en
todo caso continuaba distinguiéndose el colono por
su traje y demás usos de su tribu. En el siglo diez y
siete aparecen todavía muchos mitimaes en las listas
de indios tributarios tanto costeños como serranos.
CAPITULO II

RELIGION.

El Sol era el alma del imperio, á su nombre se h a -


cían las conquistas, se daban leyes, se alzaba la clase
privilegiada y la sociedad era absorvida en el Estado.
Antorcha del mundo al que embellece y vivifica, y
padre de la divina pareja que había sacado á los P e -
ruanos de las tinieblas y miserias de la barbarie,
recibía el culto correspondiente á sus brillantes b e -
neficios ; un culto que subyugaba los sentidos y d o -
minaba el espíritu con la magnificencia de los templos,
con el prestigio de los sacerdotes y escogidas, con la
pompa de las fiestas y con el aparato de los sacri-
ficios.
Manco Capac habia dado principio á su misión
echando los cimientos de Coricancha que deslum-
hrando con los metales preciosos debía recibir los
homenages de todo el imperio. Los sucesores de
BAJO LOS INCAS. 273
Manco al conquistar una provincia tuvieron siempre
por la primera de sus obligaciones la erección de un
santuario á s u padre celestial digno de la majestad con
que resplandece en el firmamento, y capaz de atraer
la veneración sobre los Incas sus hijos.
Como la isla de Titicaca había obtenido el supremo
favor de recibir los primeros rayos del sol, y como ha-
bía sido la cuna de la adorada dinastía; su templo llegó
á ser el rival de Coricancha, y cuanto pertenecía á
aquella tierra sagrada, se convirtió en objeto de culto.
Las mazorcas que á fuerza de trabajo se obtenían en
sus rocas que para este objeto se habían allanado y bo-
nificado, eran repartidas en los demás templos, casas
de escogidas y palacios como prendas de inestimable
valor; y el que alcanzaba la rara dicha de poseer a l -
gunos granos, creía firmemente que echados en su
pirhua ó sembrados en su campo traerían sobre su
maíz las bendiciones de lo alto. Así es como los edifi-
cios y lugares en relación con el culto del Sol servían
á la vez á sostener el sentimiento religioso y el pres-
tí jio de la raza imperial.
Los ministros del culto imponían por su número
superior al de un ejército, entrando en solo el servi-
cio de Coricancha unos cuatro m i l , alternándose
unos cuarenta mil en el de Vilcas y como treinta
mil en el de Huanuco. El YILLAC-UMU que estaba
á la cabeza del sacerdocio, ejercía su alta dignidad
por vida y era hermano, fio ú otro pariente cercano
i. 18
274 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
del Inca; sus colegas de Coricancha y los gefes r e -
ligiosos de las provincias pertenecían también á la
regia stirpe, los demás sacerdotes á la de los curacas;
aun para los servicios inferiores se elegian las perso-
nas mas consideradas en sus respectivas tribus. La
influencia que al sacerdocio daban el número y el
nacimiento, se acrecía por sus funciones sagradas de
medianero entre Dios y los hombres y por la santidad
que ostentaban sus individuos; algunos estaban suge-
tos á perpetua continencia, la observaban todos cuando
les llegaba el turno de residir en el santuario, y se s e -
ñalaban siempre por penosas iniciaciones y por el rigor
de los ayunos. Imponian por lo tanto al vulgo, aunque
nunca vistieron un traje venerado, ni se reservaron el
monopolio de la ciencia, ni la educación, ni la direc-
ción de las almas.
Las escogidas realzaban el culto del sol por sus do-
tes personales, por la pureza de su vida y por sus ocu-
paciones. En el monasterio del Cuzco solo entraban
niñas de sangre imperial ó de singular hermosura;
y en los de las provincias tan poco eran admitidas
sino hijas de nobles ó vírgenes escogidas por su e x -
traordinaria belleza. Sus relaciones con el mundo se
rompían desde que ellas ponían el pié en el claustro.
Sus casas eran una especie de pueblo rodeado de altos
muros, donde se encerraban á veces mas de mil qui-
nientas, con igual ó mayor número de criadas y mul-
titud de MAMACUNAS (madres) que atendían á su edu-
BAJO LOS INCAS. 275
cacion. Ningún hombre fuera del Incapodia entrar
en el sagrado asilo; el mayordomo debia quedarse á
la parte exterior; y las mugeres de servicio vivían
en callejones que daban vuelta á toda la casa y que
por su estrechez apenas dejaban paso á dos personas
de frente. Como esposas del sol no podían las escogi-
das expiar un adulterio sacrilego sino con el horrible
suplicio de ser enterradas vivas; mas algunas solían
cambiar sus celestes amores por los del I n c a ; y a u n -
que después dejaran de agradarle, no volvían á la re<-
clusion sino que concluían sus dias viviendo en liber-
tad y en la opulencia y siendo el objeto de la consi-
deración social. Como las Vestales de Roma cuidaban
las escogidas de la conservación del fuego sagrado;
tegian ademas finísimas telas de vicuña para el sol y
para el Inca y preparaban la chicha y los panecillos
(Zancu) que habían de distribuirse en las grandes fes-
tividades.
Fuera de los monasterios había otras mugeres que
se atraían la veneración general por su castidad,
pureza y sentimientos piadosos. A esta especie de
beatas se las distinguía con el nombre acatado de
OCLLO.
Las fiestas del sol tenían lugar todo el a ñ o ; en cada
luna se le sacrificaban cien llamas cuyo color varia-
ba según la especie de holocausto; y al principio de las
estaciones se celebraban cuatro grandes solemnida-
des ; la del CAPAC-RAIMI en el solsticio de Diciembre,
276 CIVILIZACIÓN DEL PERU
la del iNTip-RAiMi en el de Junio, la del NOSOC-NINA en
el equinocio de Marzo y la del GITUA en el de S e -
tiembre.
A la celebración del capac-raimi concurrían los no-
bles de todo el imperio con grandes comitivas; y se
reunia en el Cuzco la inmensa población de las cerca-
nías. La fiesta era precedida de un ayuno riguroso; y al
amanecer del veinte y uno de Diciembre esperaban la
salida del sol el Inca con su estirpe en la plaza de los
regocijos, y los demás nobles en la inmediata plaza
de la alegría. La familia imperial ostentaba aquel dia
sus mas ricas g a l a s ; los curacas se hacían admirar
ya por su lujo, ya por sus disfraces de leones, con-
dores ú otros mas extraordinarios; la multitud que
rebosaba en las demás plazas y calles, lucia los v a -
riados adornos que caracterizaban á las diferentes
tribus.
Luego que el astro del dia doraba las altas cum-
bres, el estrépito de los instrumentos y las aclama-
ciones de los hombres se confundian en una esplo-
sion general de bendiciones. El Inca presentando dos
copas llenas de chicha á su divino padre, derramaba
la que tenia en la mano derecha, en una tina de oro
que por un canal secreto conducia el licor á Cori-
cancha; y con la copa de la mano izquierda daba
de beber á los grandes personages quienes cebándola
oportunamente la pasaban al resto de la nobleza.
Concluida la libación, se dirigían todos al templo.
BAJO LOS INCAS. 277
haciendo alto y descalzándose el pueblo á doscientos
pasos de distancia,, y entrando la familia imperial al
santuario con los pies desnudos. Después de invocar
al sol como á soberano señor del universo y padre
del imperio se le ofrecían los vasos de la libación y
otras joyas; y regresaba la majestuosa procesión á
sus respectivas plazas para dar principio á los sacri-
ficios y descubrir el porvenir en las entrañas palpi-
tantes de las víctimas.
Concluido el holocausto se mataban centenares de
llamas que con escepcion de la sangre é intestinos con-
sagrados á la divinidad eran distribuidas entre los
concurrentes; igual distribución se hacía del zancu;
y en un banquete público se prodigaba la chicha á
la que sucedían bulliciosas danzas. La alegría se pro-
longaba semanas enteras, lo mismo de dia que de
noche, no dándose tregua al baile sino para apurar
las copas, y bebiendo á veces sin que se amortiguara
la danza.

No era menos solemne la fiesta del intip-raimi que
coincidía con los placeres de la cosecha. La del N o -
soc-Nina (fuego nuevo) era precedida de un ayuno de
tres dias, durante los que no se había encendido fue-
go en ninguna casa. Si el veinte y uno de Marzo l u -
cia el sol sin nubes, se recogían sus rayos en el foco
de un espejo metálico que el Inca traia en su b r a -
zalete derecho, y se inflamaba con ellos un poco de
algodón; mas si ocurría la desgracia, que por tal
278 CMLÍZACION DEL PERÚ
se tenia, de que el dia estubiese nublado, se conseguía
por la fricción de dos palitos la llama sagrada que las
escogidas conservaban hasta el año venidero.
L a fiesta del Citüa era una especie de expiación
como la que en la misma época del año acostumbra-
ron los israelitas. Se ayunaba el dia de la víspera; y
por la noche se untaban así los habitantes como las
puertas de sus casas con ciertos panes en los que se
había echado sangre de niños sacada del entrecejo.
En la mañana del veinte y uno de Setiembre bajaba
de Sacsahuaman á carrera un Inca con la manta ce-
ñida á la cintura y trayendo en la mano derecha una
lanza cubierta de plumas. Al llegar á la plaza de los
regocijos tocaba con su arma las de otros cuatro I n -
cas que allí le aguardaban y les decía — « I d á dester-
rar los males de la ciudad. » — A esta voz sallan ellos
por los cuatro caminos de Collasuyu, Cuntisuyu, C h i n -
chasuyu y Antisuyu; y á un cuarto de legua de la po-
blación eran reemplazados por otros indios armados
de la misma manera; y así se iban sucediendo los
ministros de la purificación de cuarto en cuarto de
legua hasta alejar los males á cinco ó seis leguas del
Cuzco. Los vecinos del transito salían á sus puertas
y sacudían sus vestidos, sus cabellos y cuerpo á fin
de ahuyentar las miserias. Por la noche para des-
terrar las que hubieran podido quedar ocultas entre
las tinieblas, corría el pueblo por las calles con h a -
chones encendidos, y en apagándose los arrojaba al
BAJO LOS INCAS. 279
agua. El que al día siguiente veia un hachón en la
acequia, temia que vinieran sobre él los males ahu-
yentados en la noche.
Otra especie de rogativa para conjurar graves ries-
gos, era la del YTU. Reducíase esta al ayuno de un
dia y á una procesión nocturna y silenciosa por luga-
res, donde no hubiese forasteros, ni animales. Termi-
nada la breve penitencia desechaban los devotos todo
temor y se entregaban á alegres convites. Había otras
muchas funciones por circunstancias extraordinarias;
como el nacimiento del príncipe heredero, la corona-
ción, enfermedad., ó muerte del Inca, alguna gran
conquista, una espantosa calamidad ó cualquier otro
suceso que movía á dar gracias al sol ó á implorar su
socorro.
Como autor de todos los bienes, debía recibir el sol
en ofrenda toda clase de objetos; del reino mineral se
le ofrecían piedrecitas pintadas, un poco de tierra, co-
bre, plata, ó piedras preciosas; del reino vegetal el maíz
preparado de varias maneras, aromas que se quema-
ban en los holocaustos y coca cuyo humo era conside-
rado como el perfume mas grato a l a divinidad; del
reino animal llamas, cuyes, pájaros y perros; y en las
ocasiones mas solemnes una ó muchas víctimas huma-
nas. En la coronación del Inca se immolaba un niño de
seis años y al hacerlo esclamaba el Víllac-Umu.—«Se-
ñor, esto te ofrecemos, por que nos tengas en sosiego,
nos ayudes en nuestras guerras, conserves á nuestro
280 CIVILIZACIÓN D E L P E R Ú

Inca en su grandeza y le des mucho saber para que


nos gobierne. »
Aunque el culto del sol deslumhrara con su pompa,
y se impusiera por el gobierno á todos los subditos
del imperio, no escluía el de las demás divinidades.
Lejos de eso, traía consigo el culto de la LUNA SU
esposa y hermana, el de las ESTRELLAS que forman su
celeste comitiva, el de VENUS que bajo el nombre de
CHASCA es su page de bella cabellera, el del terrible
YLLAPA que le venga con truenos, rayos y relámpa-
gos y el del ARCO-IRIS que es su mensagero. La poli-
tica de los Incas interesados en atraer á los pueblos
con las concesiones religiosas, protegía todos los c u l -
tos, de modo que todos los Dioses nacionales tenían
en el Cuzco sus adoratorios, y en las provincias tem-
plos, campos, ganados y ministros destinados á su
culto. Ademas cada tribu seguia venerando sus ídolos
á los que se daba el nombre vago de RUACAS común
también á los sepulcros, y cada individuo tenia fé en
sus CONOPAS. Así se perpetuaban y multiplicaban las
superticiones de las masas siempre dispuestas á tribu-
tar á las criaturas el homenage que solo es debido al
hacedor del universo. Pachacamac aunque invocado
en las circunstancias difíciles, no era á los ojos de la
muchedumbre mas de un hombre; y solo ciertas inte-
ligencias privilegiadas acertaban á concebirle todavía
como superior al sol.
La manera mas común de adoración era una de-
BAJO LOS INCAS. 281
mostración tan humilde como espresiva. El adorador
alzaba sus manos juntas á la altura del rostro, enco-
gía los hombros, bajaba la cabeza, ymovia sus l a -
bios como dando besos al aire. En esta actitud, ú otra
semejante clamaba á las estrellas. — « Señoras e s -
trellas que sustentáis mis ovejas, multiplicadlas mas
y mas, y á mis corderos. » A la tierra. — «Madre
tierra, larga y estendida, traeme entre tus brazos
con bien. » Al mar. — « O Madre mar, del cabo del
mundo, llueve y rocía pues te adoro. » A la cueva. —
« Hé de dormir en ti, hazme soñar bien. » A l a peste.
— « O rey de las enfermedades, pasa y déjame, que
soy pobre y miserable.» A la chicha. — « Madre
Achua, clara como el oro, guárdame y no me embor-
raches. » De la misma manera se dirigían plegarias
al fuego, al trueno, al valle, á la piedra que guardaba
las chacras, al orón que contenia las mieses, á los
útiles de cocina, y á cualquier otro poder de la natu-
raleza ú obra del arte, á todos los que se atribuía una
madre, ó espíritu que era la causa de su virtud. Así
animaban los Indios al universo poblándolo de seres
que presidian á la acción de todas sus partes; y con la
imaginación impresionable de niños conversaban y
trataban con todo por que á todo habían prestado
ideas y sentimientos.
Las creencias supersticiosas habían inspirado gran
fé en prácticas fútiles. En los eclipses de luna que h a -
cían temer el fin del mundo, se procuraba impedir la
282 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
inmensa catástrofe, tocando tambores y golpeando
reciamente á los perros para que ladrasen con fuerza.
Las heladas y granizadas se conjuraban también con
una gritería mas espantosa que la tempestad. Durante
los terremotos se golpeaban los troges para que el
temblor no se llevara el maíz, y acercando las manos
á varios órganos se esclamaba. — « Temblor, no me
lleves la carne. » Se procuraba impedir que el arco-
iris se entrara en el cuerpo,poniendo tierra en los na-
rices. El que salia de casa, áfln de regresar con bien
arrojaba un poco de chicha al aire, dando un papirote
en vago. Se bebia agua, y se arojaba maíz, ó alguna
otra ofrenda en el rio para atravesarlo sin daño. T o -
davía se ven en las altas cumbres grandes montones
de piedra llamados APACHETAS formados por las que
entonces ofrecían los indios al que hace subir (¿Pacha-
camac ó el monte?) y por las que hoy se dejan para
averiguar la fidelidad de la esposa durante la ausen-
cia del marido. Si á fines de octubre faltaban las l l u -
vias, se ataba en la pampa una llama enteramente ne-
gra, se derramaba mucha chicha á su alrededor, y no
se le daba de comer, mientras el cielo negaba el agua.
Al marchar á la guerra se arrojaban en grandes h o -
gueras algunos pájaros de la puna, y enmedio de
muchas ceremonias andaban gritando los minis-
tros del sacrificio. — « Piérdanse las fuerzas de los
enemigos y suceda nuestra pelea bien. » Solían tam-
bién dejarse algunas llamas por muchos dias sin c o -
BAJO LOS INGAS. 283
mer, y á la vista de ellas se esclamaba. — « Des-
máyense nuestros contrarios, como están desmayados
los corazones de estos animales. » Hubo también
prácticas supersticiosas para traer la fertitilidad al
campo propio y la esterilidad al ageno, hechizos para
hacer enfermar y para restablecer la salud, talisma-
nes para inspirar aversión y para enamorar hasta el
extremo que lloraran y vinieran en pos del preten-
diente los objetos de su pasión.
La superstición trajo como en todas partes orácu-
los, adivinos y presagios de todo genero. En Pachaca-
mac se daban los vaticinios con sorprehendente a p a -
rato. Solo los ministros de santidad suma se acerca-
ban al formidable santuario con las espaldas vueltas
hacia el Dios, baja la cabeza y con el temblor de la
reverencia; y al salir con la respuesta se extremecian
como quien siente sobre sí la impresión del Dios que
le ha oprimido. En el inmediato valle de Lima se
mostraba mas accesible al vulgo el oráculo Rimac.
En Huamachuco era también muy consultado Apuca-
tequil; y pocas provincias dejaban de poseer una
huaca á cuyas respuestas daban entero crédito.
El adivino era la guia mas espedita y la mas soli-
citada. A veces para dar sus respuestas se contentaba
con interpretar los sueños, con arrojar la coca al aire,
con examinar las patas que se caían á ciertas arañas
á las que él perseguía con un palito, con atender al
vuelo de los pájaros, ó con inspeccionar las entrañas
284 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
de las víctimas; pero en las ocasiones solemnes fin-
gía los trasportes de la antigua sibila. Tomaba antes
en alguna bebida el ornamo, el datura sanguínea, la
yerba vilca ó algún otro narcótico, y se untaba todo
el cuerpo con una composición en la que entraban
sabandijas y algunas de las plantas que atacan al ce-
rebro. Luego se iluminaba súmente y visiones prodi-
giosas agitaban todo su ser. Espantoso el semblante,
erizado el cabello, indeciso el color y descompuesta la
voz hablaba como un espectro que hubiera sido evo-
cado de las tinieblas subterráneas. De vez en cuando
solia dar gritos de terror como si en su oscura habita-
ción hubiera penetrado el espíritu maligno; y al s a -
lir de su encierro que había durado veinte y cuatro
horas, solia' contar con el aplomo de un testigo pre-
sencial: que convertido en ave, ó bajo otra forma
mas extraordinaria había volado al lugar de las esce-
nas que iba á referir. Los aciertos casuales sostenían
la creencia general y tal vez la del mismo adivino en
susviages mágicos.
Sin necesidad de adivinos el deseo de rasgar el
denso velo del porvenir sostenia y sostiene todavía
en muchos indígenas la fé en los agüeros que les es
común con los pueblos mas ilustrados. Los ensueños
son fecundos en presagios los cuales varían según
son los objetos presentados por la fantasía.
El tránsito por un puente anuncia la separación de
alguna persona.
BAJO LOS INCAS. 285
Hombres, ó animales con la cabeza, ó manos cor-
tadas, que no sucederá aquello en que uno pensaba
al acostarse.
Los buitres, que se tendrán hijos.
El sol, ó la luna, la muerte de algún pariente.
Una persona rebozada con manta, la muerte del que
sueña.
Un perro, grandes desgracias.
Las aves, el miedo.
La quínua, el abatimiento.
Las redes, la tristeza.
La comida de pescados, una borrachera.
La leña de quínua, que se tendrá mucha ropa.
No solo á los cometas, al rayo y á otros meteoros,
sino hasta á los menores sucesos se les da un sentido
profetice Si pican las manos, hay esperanza de algún
regalo; si el pié, la de ir á alguna parte; si tiemblan
los párpados superiores, principalmente el derecho
sucederán cosas felices; é infortunios, si tiemblan los
inferiores, sobre todo si el que tiembla es el izquier-
do ; con el zumbido de oidos se indica que están h a -
blando de uno, bienes, si zumba el derecho, y males
si es el izquierdo; nuestros proyectos tendrán buen
ó mal éxito según que al salir de casa tropezemos
con el pié derecho ó el izquierdo; son presagios fatí-
dicos las lechuzas, sierpes, perros, grandes maripo-
sas, la coca amarga, y para el amante la culebra que
devora un sapo, el ratón que pasa cerca, los gusanos
286 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
del cuy cuando sobrenadan en la chicha, y la coronta
del maíz cuando arrojada al aire no cae con la punta
vuelta hacia el que la tira.
Ciertos ritos de los indios sorprenden por su a n a -
logía con el culto cristiano. Ademas de la veneración
que se profesaba en el Cuzco á una hermosa cruz
de piedra, había ciertas prácticas tan. parecidas á los
sacramentos que algunos de los conquistadores no
acertando á esplicar la coincidencia por las analogías
del estado social y de la condición humana, ni á dar-
les ninguna otra esplicacion histórica tuvieron estos
ritos por invenciones de Satanás amigo de usurpar
los homenages divinos, ó por reliquias de la semilla
evangélica que suponían traída al nuevo mundo por
los apóstoles, Santo Tomas y San Bartolomé. Recor-
daban el BAUTISMO en la ceremonia de echar en un
hoyo pronunciando ciertas palabras simbólicas el
agua en que había sido lavado el recien nacido; de
una manera mucho mas vaga la CONFIRMACIÓN en el
festín con que era celebrada la entrada á la pubertad;
la ESTREMA UNCIÓN en los conjuros pronunciados sobre
el moribundo; el MATRIMONIO en la manera legal de
contraerlo; el ORDEN en la iniciación de los sacer-
dotes ; la EUCARISTÍA en el pan y chicha que se distri-
buía en las grandes fiestas; y la PENITENCIA de la m a -
nera menos equívoca en la confesión y expiaciones
practicadas, sea á causa de grandes trabajos, sea para
prepararse á las solemnidades del culto.
BAJO LOS INGAS. 287
El Inca se confesaba solo con el sol, y después de
haberlo hecho se lavaba en el tingo ó confluencia de
dos corrientes y esclamaba. — « Yo he dicho mis
pecados al sol, tu o rio, recíbelos y llévalos al mar,
donde nunca mas parezcan. » El vulgo elegía sus con-
fesores en cualquiera de los dos sexos, y los había
mayores y menores conocidos bajo el nombre común
de ICHURIS, y otros menos usados. A la confesión
precedía un sacrificio; sobre las cenizas del objeto
sacrificado daba el penitente un soplo; luego lavaba
su cabeza en agua corriente, entregaba al ichuri una
bolita de barro puesta en una espina de gigantón,
y principiaba la relación de sus culpas esclamando á
gritos. — « Oídme, cerros y llanos, condores que v o -
láis, lechuzas, sabandijas y todos los animales : yo
quiero confesar mis pecados. »
La confesión era tenida por buena, si la bolita de
barro arrojada al aire por el ichuri se partía en tres
fragmentos, si los granos de maíz echados de un pu-
ñado en una vasija eran en numero par, ó con alguna
otra prueba tan concluyente como estas. En peniten-
cia se imponían ofrendas, ayunos, continencia, c a m -
bio de vestido, lavarse el cuerpo con maíz bajo la con-
dición de que la punta de los granos estuviese vuelta
hacia arriba, ó quebrar hilos de lana torcida al revés
diciendo. — « Así se quiebren tus desdichas y peca-
dos, » — No libraba tan bien el hombre á quien se le
habían muerto los hijos; que á este se le tenia por
288 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ,
gran pecador, y al tiempo de lavar sus culpas le es-
taba azotando un corcobado ó cualquier otro indio
monstruoso.
Como en la mayoría de las religiones falsas dirigi-
das mas bien á los sentidos que á la inteligencia y á
la fantasía mas bien que al corazón, faltaba en el p o -
liteísmo de los Incas la moral religiosa que debe
aclarar y autorizar las prescripciones de la conciencia
elevándolas á mandato divino. Lejos de que con el
culto se purificaran siempre los sentimientos y de
que todas las creencias aclararan las ideas del deber;
debia temerse que estas se oscurecieran entre las t i -
nieblas de la superstición y que aquellos se degrada-
ran con las inspiraciones de un sensualismo grosero.
Mas apesar de las malas influencias que sobre el e s -
píritu y el corazón podían ejercer los errores religio-
sos de la época imperial; es indudable que el culto
nacional, pidiendo pureza á sus ministros y á cuan-
tos deseaban hacerse gratos á los Dioses, haciendo
cada dia mas raros los sacrificios humanos tan co-
munes en las naciones bárbaras y confundiendo de
continuo á las familias y á las provincias en un pen-
samiento común de apacible cuanto alegre devo-
ción, era á la vez una conquista en el orden político y
un beneficio para la humanidad.
CAPITULO III

INSTRUCCIÓN.

Tal era la ignorancia del pueblo y tan escasas las


luces de la nobleza, que á juzgar solo por la ciencia
deberíamos colocar la cultura de los Incas casi al n i -
vel de la barbarie. La causa primordial de tanto atraso
se hallaba en la índole misma de aquella civilización:
civilización sierva de instituciones fundadas en la men-
tira, civilización esencialmente práctica que llamando
á cada instante toda la actividad social á la conquista
y á los usos de la vida civil no dejaba lugar á las m e -
ditaciones sabias. El pensamiento languidecía bajo el
yugo de una teocracia absurda dispuesta siempre á
anatematizar toda idea filosófica y que no toleraba
ni aun al Inca mirar al sol con ojo escudriñador.
A la multitud se le cerraba sistemáticamente el s a n -
tuario del saber para que la falta de inteligencia le h i -
ciera mas resignada á la servidumbre; y llevándola '
i. 19
290 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
del trabajo asiduo a l a s diversiones reglamentadas se
le quitaba el tiempo de instruirse por sí misma : bas-
taba con que fuera entendido el gobierno el cual ase-
guraría el bienestar á los plebeyos con tal que no pen-
sasen. Para las clases privilegiadas se habían abierto
en verdad escuelas que el soberano honraba aveces con
su presencia y con tomar parte en la enseñanza; pero
no se trataba en ellas de una educación por princi-
pios que diera vuelo á la razón é independencia al jui-
cio, sino de trasmitir á la juventud noble la instruc-
ción precisa para los cargos políticos, militares y re-
ligiosos ; tan solo se enseñaban las máximas de la
guerra, las prácticas del gobierno, las ceremonias de
la religión, la lengua general, los quipos y la historia
de los Incas. Esta enseñanza empírica no podía ser
ampliada, ni aclararse mucho con el estudio privado
de los nobles cuyas facultades intellectuales gastaba
el placer, y cuyo tiempo absorbían los innumerables
detalles de la liturgia, los apremiantes deberes del
ejército y los pormenores de una administración que
dirijia hasta los asuntos mas especiales de las fami-
lias. En fin las felices inspiraciones del talento no po-
dían dar frutos duraderos por falta de letras. La escri-
tura jeroglífica había caído en el abandono, sino en
el mas completo olvido ; y los quipos suplían á la es-
critura verbal de una manera muy imperfecta.
En las manos de hábiles quipocamayos llegaron á
adquirir los quipos una perfección extraordinaria. Los
BAJO LOS INCAS. 291
nudos espresaban unidades, si eran simples, decenas
si dobles, centenas si triples, millares si cradruplos y
decenas de millar si quintuplos; aunque hubo tron-
cos de quipos eme pesaban mas de una arroba, no se
elevaron nunca los nudos hasta la espresion de millo-
nes. Con la variedad de colores se denotaba la variedad
no solo de cosas materiales, sino de cosas abstractas
que tuvieran con ellas alguna analogía; así el color
blanco servía á la vez para indicar la plata y la paz.
Hilitos accesorios recordaban circunstancias particu-
lares. La longitud ele los hilos permitía ir colocando
los objetos según su importancia, por ejemplo al tra-
tarse del censo, primero el número de los hombres y
después el de las mugeres. Comentarios particulares
que se confiaban á la memoria ele los quipocamayos,
aclaraban el sentido de esta escritura; y mediante la
asociación ele ideas podia el quipo favorecer el r e -
cuerdo de los objetos á cuya espresion directa no se
habría prestado fácilmente, á la manera que un hilo
atado al dedo nos impide olvidar un encargo ; y a l a
manera que ejecutan todavía los indios cálculos sor-
prendentes con granos de maíz y en los primeros
tiempos do la conquista recordaban la doctrina cris-
tiana con el auxilio de algunas piedrecitas.
Perfeccionados los quipos pudieron satisfacer todas
las necesidades de la Estadística, y conservando en
los archivos del Estado datos de todo género, llegaron
á constituir verdaderos anales del imperio. Según h e -
292 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
mos indicado en el prólogo, la fidelidad de los q u i -
pocamayos quedaba garantida en algún modo multi-
plicando en cada capital el número de estos emplea-
dos. Mas á pesar de todos los adelantos y de cuantas
precauciones tomara el gobierno, se prestaba siempre
el quipo por el carácter alegórico de su espresion á
toda clase de decepciones y servia muy poco para la
trasmisión de las nociones científicas; para los que
no estaban en el secreto del comentario verbal, su s i -
gnificación era un misterio ; y aun para los mismos
quipocamayos la indeterminación del sentido oponía
tales dificultades que necesitaban tener los cordones
separados con suma diligencia; si llegaban á confun-
dirse los quipos, solo quedaban en claro números
abstractos, pudienclo apenas adivinarse, si indicaban
objetos materiales ó morales, de esta ó de la otra e s -
pecie. Hay por lo tanto que renunciar á toda espe-
ranza de que el descubrimiento de algunos quipos
disipe las tinieblas de las antigüedades peruanas.
Pocos ó muchos los que se descubran, carecerán de
sentido histórico; y eso eme este género de escri-
tura está-todavíaen'uso entre algunos pastores del
sur para llevar la cuenta de sus ganados; así como en
siglos remotos sirvió para varios cálculos á los chinos
de quienes tomaron los peruanos el objeto y el nom-
bre. La pretendida QUIPOLA Ó arte de interpretar ios
quipos con que se hizo ruido años atrás, no fué sino
una mistificación mal forjada; y la pretensión de dar-
BAJO LOS INCAS. 293
les un valor ortográfico, que tubo el príncipe de San
Severo, revela una profunda ignorancia del idioma y
antigüedades nacionales.
Lástima grande es que los adelantos literarios de
los Incas no pudieran quedar consignados en la l e n -
gua quechua. Es este un idioma tan admirable por la
fuerza de espresion y por la riqueza de voces, como
por la regularidad de las formas y la dulzura de los
sonidos. Los términos siempre propios ofrecen la mas
enérgica concision, espresándose con solo un nombre
ó un verbo ideas complejas y conceptos enteros que en
otras lenguas exigen multitud de voces. La idea de
pluralidad se denota de muchos modos apropiados á
las circunstancias ya con espresivas terminaciones,
ya por la combinación de voces. Los diferentes grados
de parentesco se espresan de distinta manera según el
pariente que habla. La primera persona del plural, ya
se signifique con un pronombre análogo á NOSOTROS,
ya con un verbo que indique nuestras acciones ó esta-
dos, distingue claramente si incluimos ó escluimos á
aquellos á quienes dirigimos la palabra. En los verbos
pronominales se marca con una sola espresion si su
significado recae sobre las primeras ó segundas per-
sonas; v. g. siüNAiQui yo te a m o , MUNASUNQUI él te ama,
MUNAiiuANQüi tu me amas, MUNAIIÜAN él me ama. Ciertas
partículas añadidas al nombre de los objetos mues-
tran claramente la persona á que pertenecen; así TAITA
padre convertido en TAITAY es mi padre, en TAITAQUI tu
294 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
padre, en TAITAN el padre de é l ; en TAITANCIIIC nuestro
padre hablando entre hermanos, en TAITAICU nuestro
padre hablando á estraños; en TAITAQUICHIC vuestro
padre, y en TAITANCU el padre de ellos. Con otras p a r -
tículas finales se declaran la interrogación, la eluda,
la condición, e t c . ; y mediante la composición de
nombres, verbos y partículas se obtiene la mas rica
variedad de voces; v. g. con CAY (ser), y ROÑA (gente)
se forma RUNACAY la humanidad, con CASCA (sido) y
ALLÍ (bueno) ALLICASCAN la bondad pasada, con CIIURI
(hijo) y LLAY partícula de cariño CHURILLAY (hijito).
Las interjecciones que son muy espresivas para espli-
car los afectos del ánimo y las impresiones físicas de
calor, frió, etc., dan origen á muchos verbos. Así
escomo con un corto número de radicales se obtiene
suficiente copia de espresiones para satisfacer todas
las necesidades de una nación culta.
Han pretendido algunos que como idioma de un
pueblo sencillo sin cultura científica se prestaría mal
el quechua á la espresion de ideas metafísicas y aun á
la de muchos conceptos morales; pero fáciles traduc-
ciones de la doctrina cristiana y de los escritores clá-
sicos en este idioma, sermones estensos y composi-
ciones de todo género demuestran lo contrario.
Menos fundada es todavía la pretensión de los que
consideran al quechua un simple dialecto nacido en
una provincia oscura, enriquecido durante la con-
quista con las locuciones exóticas de varias provincias,
BAJO LOS INGAS. 295
y embellecido bajo el influjo cortesano y el cultivo
poético hasta formar un mosaico acabado y un todo
armonioso á pesar de sus materiales groseros y hete-
rogéneos. La historia desmiente esta aserción revelán-
donos que antes de los Incas se hablaba el quechua
no solo cerca del Cuzco, sino en el remoto reino de
Quito; y aunque la historia callara, ahí esta la lengua
viva cuya regularidad perfecta se opone á ese modo
de formación, y que como el hebreo y el sanscrit nos
hace pensar no en las bárbaras jergas de los salvages,
sino en el lenguaje dado por Dios mismo á los prime-
ros hombres.
En el quechua la composición de las voces es tan
sencilla como regular; los géneros son conformes á la
naturaleza de las cosas; no hay mas que una declina-
ción y los casos se forman constantemente por la a d i -
ción de posposiciones; una conjugación completa en
voces, modos, tiempos, números y personas sirve
igualmente para todos los verbos y se forma también
aglutinándose las terminaciones al radical; la sintaxis
es muy fácil, anteponiéndose siempre la palabra r e -
gida á la regente, la que modifica, á la modificada, y
la oración determinada ala determinante; la misma
regularidad brilla en el uso de las proposiciones y
demás partículas que ponen en relación las palabras,
ú oraciones para formar períodos completos.
El predominio de las vocales hace sumamente dulce
al quechua; pues nunca se liquidan las consonantes,
296 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
ni siguen dos á una sol a vocal . Fal tan l as siguientes
letras, r dobl e, 1 sencil l a, b , v, d, f, g. j . x . En cambio
por l a diversa articul ación de una misma voz en l a
boca, en l os l abios ó en l a garganta y por l a del i-
cada aspiración de ciertos sonidos hay al gunos eme
se. ha procurado espresar en nuestra escritura con
las combinaciones ce, ск, PP, QQ, TT, СЫН y con
otros procederes imperfectos; y de esta espresion
viciosa, y de la confusión de l os sonidos quechuas con
los castel l anos nace el que escribamos Inca, Inga,
Incca, Manco, Mango, Mancco sin acertar con l os ver-
daderos nombres del fundador del imperio, y el que
se diga Lunahuana en vez de Runahuanac, Viraco-
cha en vez de Huiracocha, Cochabamba en vez de
Cochapampa, etc. También se al tera mucho l a pro-
nunciación quechua cambiando el l ugar del acento
que en esta lengua recae casi siempre en l a penúl tima
silaba, no habiendo sino un reducido número de
espresiones esdrújul as y de interjecciones agudas.
En l as ciencias pol íticas, si ciencia puede l l amarse
la resol ución del probl ema social impuesta por l os
hijos del sol á l a conciencia púb l ica, habían hecho
los peruanos l os progresos que exigía l a grandeza del
imperio. En su sistema de social ismo eran de admi-
rarse l o vasto de l as proporciones, l a trabazón fortí-
sima de l as partes, y el armonioso conjunto en que
venían á confundirse l a gerarquía social y l a con-
quista, l a administración y el cu l to, l as l eyes y l as
BAJO LOS INCAS. 297
costumbres, la propiedad y la industria, las faenas y
las fiestas, la familia y el Estado. Pero como á nadie
era permitido discutir las bases de un orden social
que se imponia á nombre del sol; la ciencia social
nunca podia remontarse á las teorías elevadas, ni tener
la fecundidad de las doctrinas filosóficas; sino que
hubo de reducirse á observaciones empíricas, á prác-
ticas ciegas y á máximas que revestían la forma de
oráculos.
Al pueblo se le recordaban los deberes morales
con las lacónicas sentencias; Ama sua, Ama aqquella,
Ama Hulla (No ladrón. No perezoso. No embustero)
y otras semejantes. Las obligaciones respecto al
gobierno estaban mas simplificadas; puesto que se
reducían á la obediencia absoluta, obediencia en el
hecho y obediencia en el pensamiento : principio tan
hondamente arraigado en el espíritu de los indios,
que llegó á formar su moralidad política; para ellos
el crimen perdía su carácter cuando era dictado por
la obediencia, como si convertidos por el mandato
superior en instrumentos pasivos del mal quedaran
fuera de las leyes de la conciencia. En cuanto á los
deberes del soberano, como se hallaba demasiado
alto para que nadie pretendiera imponérselos, ni s i -
quiera señalárselos, no se formulaban en preceptos;
pero se recordaban perfectamente con palabras que
junto con el origen celeste de los Incas y la humilde
posición del pueblo espresaban la benéfica misión del
298 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
gobierno; tales eran los dictados honrosos de INTÍP-
CHUBÍ (hijo del sol) HUACHAC-CUYAC (amante de los
pobres) y otras frases de enérgica concisión.
Las ciencias naturales no podian salir de la infan-
cia. No había para ellas, como para la política, la
urgencia de observaciones continuas; y ademas de
Jos poderosos obstáculos que impedían las investiga-
ciones profundas, el examen de la naturaleza no se
hacía por la severa razón, sino que siempre se la veia
al través de las fascinaciones de la imaginación. En
vez de buscar las causas naturales de los fenómenos se
esplicaban todos por personificaciones misteriosas;
toda influencia era moral por que todos los objetos
tenían un alma. L a divina persona del sol se hace
acompañar de cerca por su hermoso page V e n u s ; á la
caida de la tarde va á sepultarse en el gran océano
para saltar al otro dia de debajo de la tierra; las e s -
trellas que forman su brillante cortejo, suplen su
ausencia por la noche; de sus lágrimas se ha formado
el oro; y sus eclipses proceden de que está enojado
con los hombres. L a luna que es su hermana, se llenó
de manchas por los abrazos que le dio una zorra e n a -
morada de su belleza; si se eclipsa, es por que una
nube de arañas la atormentan y la hacen enfermar.
Una princesa colocada en el cielo nos da la lluvia
derramando su cántaro; y si las aguas vienen acom-
pañadas de tempestad, dependen los truenos, rayos
y relámpagos de que un maligno hermano suyo se
BAJO LOS INCAS. 299
entretiene en golpear fuertemente en aquel cántaro.
Cuando la peste hace estragos, es por que ha venido
el rey de las enfermedades, ó la traen unos ancianos
que se introducen en las casas y vagan por los campos
buscando á una hija que se les ha perdido : la epide-
mia es según otros nada menos que un parricida el
cual lleva á todas partes en su persona el suplicio
mortífero del horrible crimen, y no dejará de asolar
los pueblos mientras no sea aplacado con dones. De la
misma suerte los demás sucesos proceden de potencias
misteriosas que disponen á su capricho del universo,
como el hombre dispone de sus órganos.
A pesar de que las fábulas cubrieran con tan espesas
sombras el sistema del mundo, conocieron los perua-
nos los movimientos del sol que determinan las esta-
ciones y la sucesión del dia y la noche, los de la luna
que les permitían contar por meses, y los del planeta
Venus. Como en su sistema social se ligaban la
celebración de las grandes fiestas y el orden de los
trabajos agrícolas, que era muy difícil de fijar aten-
diendo solo á la marcha de la vegetación; tomaron al
fin como medio general y preciso la época de los equi-
noccios y solsticios y la determinaban por un procedi-
miento sencillo, levantando columnas y torres. Las
columnas se erigían junto á los templos en el centro de
un círculo en el cual se trazaba el diámetro sombreado
por el sol el dia de los equinoccios. Como en estos dias
la sombra iba haciéndose mas pequeña á medida que
300 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
se avanzaban hacia el Ecuador, desapareciendo ente-
ramente al mediodia bajo la línea equinoccial; las
columnas de Quito fueron objeto de especial venera-
ción por cuanto el padre celestial del Imperio descan-
saba sobre ellas en los equinoccios; las demás colum-
nas se adornaban en tales dias con flores y alhajas; y
ese fué el motivo por el que fueron destrozadas por
los conquistadores cristianos impacientes por acabar
con todos los objetos de idolatría. Las torres desti-
nadas á señalar los solsticios fueron en el Cuzco en
número de ocho colocadas de cuatro en cuatro, dos
mayores en las estremidades, y dos pequeñas en
medio. Por el intervalo que había entre estas últi-
mas, salía y se ponia el sol en el respectivo solsticio.
En cuanto al destino de las torres grandes que esta-
ban en los estreñios, no está bien conocido; unos las
han tomado por simples observatorios para facili-
tar la determinación de tan importantes épocas; y
otros creen que los intervalos entre ellas y las torres
menores servían para lijar las salidas y posturas del
sol respecto de otros lugares.
Los peruanos tuvieron un año de doce lunas que
principiaba al menos en los últimos reinados en el
solsticio de Diciembre. Los dias que faltaban á estos
doce meses para el año solar, se suplian con dias de
otra luna, los meses tomaron diferentes nombres que
no siempre fueron de un uso general; pero que espre-
saban ya los fenómenos de la vegetación, ya las ocu-
BAJO LOS INCAS. 301
paciones de la sociedad ; cada uno de ellos se dividía
en cuatro semanas correspondientes á la luna nueva,
luna llena, cuarto creciente y cuarto menguante.
También se distinguían en el dia por voces especiales
la aurora, el mediodía, la medianoche y demás perío-
dos fáciles de determinar por simples observaciones.
Ciertos escritores añaden cpie tubieron los Incas un
período de mil años al que llamaron INTIP HUATA,
CAPAC HUATA (AÑO DEL SOL, AÑO PODEROSO).
En la Medicina á pesar de que los cuidados de la
vida y de la salud les llamaran á observaciones d i a -
rias, adelantaron poco los indios. Emplearon, es ver-
dad, las sangrías locales hiriendo las venas con un
pedernal agudo que sujeto en la hendidura de un pa-
lito hacía las veces de lanceta; conocían las virtudes
de la huachangana, ratania, quínua amarga, resina
de molle, coca, tabaco, matíco, floripondio, chamico,
chilca, yerba santa y otras muchas plantas de gran
eficacia, algunas de las cuales son todavía el secreto
de curanderos ambulantes; se bañaban y embadur-
naban el cuerpo con lodo y preferían los remedios
mas repugnantes que solían aplicar antes que el do-
liente se postrase. Mas el arte no podía hacer progre-
sos notables; por que á la falta de instrucción cientí-
fica se unía toda clase de obstáculos. La medicina
estaba confiada á algunas viejas y á otras personas
inhábiles á quienes en defecto de mejor ocupación
se permitía el ejercicio de curanderos junto con el
302 CIVILIZACIÓN DEL PERU
de hechiceros que se daban la mano. Como se creía
que las mas graves enfermedades provenian de que
algún malqueriente había atravesado la efigie del en-
fermo con espinas ó hecho mal uso de alguna prenda
suya ó practicado cualquier otro hechizo; para res-
tablecer la salud se apelaba también á imprecaciones
y hechizos. Otras veces se atribuía el mal á la cólera
de los dioses, y si el adivino anunciaba la muerte, y el
enfermo era un gran personage, se pretendía aplacar
las iras celestiales ofreciendo por la vida del padre el
sacrificio del hijo. Las grandes epidemias solían acep-
tarse como destino inevitable; y por eso desaparecían
en el horrible estrago familias y comunidades aun
en aquellos casos en que el arte habría salvado á
casi todos los atacados. No era tan poco raro que
debilitados les sentimientos de familia por la seque-
dad de corazón á que espone la vida de comunidad,
se dejara perecer al deudo mas inmediato con espan-
tosa indolencia; así es que el niño débil y el anciano
decrépito perecían casi siempre; y de los que pasaban
á los yungas, escapaban tan pocos que se miraba á
los hermosos valles de la costa como lugares de su-
frimiento, llamándoles Acari (aflicción), Nanasca
(dolorida) e t c . .
El aislamiento en que se hallaba el imperio, y
la indiferencia de los Indios así para el pasado
como para el porvenir les impidieron conocer la his-
toria general y la geografía de los demás países; aun
BAJO LOS INCAS. 303
respecto de la historia nacional los recuerdos eran
muy imperfectos apesar de que hubo Amautas (sabios)
encargados de redactar relaciones precisas, y Haravec
(inventores) que las popularizaban dándoles formas
poéticas. La civilización del Perú seria para nosotros
un enigma á no haber quedado consignada en las
obras que sobrevivieron al imperio y en costumbres
que todavía subsisten en gran parte. En cuanto á la
geografía local por lo que puede inferirse de las cró-
nicas y tradiciones, solo en el Cuzco se tenían noti-
cias claras de todo el imperio; en las provincias reinaba
la mayor confusión sobre todo lo relativo á otras p r o -
vincias. Sin embargo supieron los Peruanos trasmitir
los conocimientos topográficos con mapas de relieve
en los que una imitación fiel ponia de manifiesto las
calles y plazas, los arroyos y edificios, los altos y bajos
y cuantos detalles importantes ofrecía la localidad.
De las matemáticas no alcanzaron los indígenas
ninguna teoría elevada; pero sí hicieron importantes
aplicaciones á la partición de tierras, al movimiento
de las aguas, á las construcciones y sobre todo al c á l -
culo. El sistema de numeración era el décuplo y se
contaba por unidades, decenas, centenas, millares y
decenas de millar sin ninguna de las irregularidades
de nuestra numeración hablada; pero en pasando de
cien mil se confundían las ideas y para espresar la
noción confusa de una cantidad superior se la com-
paraba con los granos de arena.
304 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
En literatura se habían hecho mayores progresos
de los que permitía esperar el atraso en las ciencias.
Si bien faltó la libertad que es el alma de la elocuen-
cia; favorecida la prosa por la aprobación publica y
por el sufragio de los Incas se había ido perfeccio-
nando en los frecuentes discursos á que daban oca-
sión las fiestas. En la poesía adelantaron los Perua-
nos mas que ningún otro pueblo de la América. Las
bellezas del suelo, la pompa del culto, la grandeza
de las conquistas y las brillantes escenas del socialis-
mo daban continuo alimento á las creaciones del
genio; el idioma dulce, rico y pintoresco les prestaba
hermosas formas; y el espíritu nacional rebosando
sentimientos é imágenes las animaba con su soplo de
vida. Hubo romances en que se referían los sucesos
mitológicos y los hechos de los héroes; odas en que se
cantaron las pasiones; y verdaderos dramas ya sobre
grandes infortunios, ya sobre acontecimientos v u l -
gares los cuales eran representados en las mayores
festividades los unos por la nobleza, los otros por la
plebe.
Todavía se conserva la tragedia de Ollanta en
que se representan los amores del valeroso caudillo
con Cusi-Coillur, el rigor de Pachacutec y el perdón
de Inca Yupanqui. El esforzado Ollanta y la hermosa
Cusi-Coillur (Estrella de Alegría) hija de Pachacutec
se amaban con delirio. El Inca que no aprobaba esta
pasión, encerró á la amable joven en la casa de las
BAJO LOS INCAS. 305
escogidas. El gallardo mancebo á quien la vida era
insoportable en ausencia de su amada, fué á verla sin
que le detuviera el temor al horrible suplicio impues-
to á los profanadores del sagrado asilo; aquí fué des-
cubierto, pero pudo escapar y hacerse fuerte en el
castillo que hasta hoy lleva el nombre de Ollantai-
tambo. Largos años se había sostenido en la inespug-
nable posición, cuando en el reinado de Inca Y u -
panquipudo ser aprehendido por una alevosía. Estaba
el Inca impaciente por apoderarse de un rebelde que
desafiaba su poder casi á las puertas del Cuzco, y no
tuvo escrúpulo en hacerse cómplice de un cortesano
que le prometió ponerle en las manos imperiales con
toda seguridad. Antes por insinuación propia fué el
pérfido maltratado en público de orden suprema; y
así con las especiosas muestras de haber incurrido
en la desgracia del soberano logró de Ollanta la m e -
jor acogida. Para ganar toda la confianza del gene-
roso caudillo le descubrió oportunamente los ataques
que contra él se preparaban en la capital. De esta
suerte pudo el traidor conseguir que en el cumpleaños
de Ollanta se le encargara la custodia de una de las
puertas de la fortaleza; y mientras sus compañeros
estaban descuidados gozando de las alegrías del fes-
tín, introdujo álos soldados del Inca que los mataron
sin piedad. Mas tomado vivo el esforzado gefe obtuvo
del bondadoso Inca Yupanqui á la vez que el perdón
la mano de Estrella de Alegría.-
i. 20
306 CIVILIZACIÓN D E L PERÚ

En la tragedla conservan todo su interés los indica-


dos sucesos por la buena disposición del plan, por la
verdad de los caracteres y por las bellezas del l e n -
guage; pero desgraciadamente presenta esta compo-
sición indicios claros de haber sido rehecha del todo
después de la conquista. Otros dramas mas imper-
fectos como el relativo á la muerte de Atahualpa se re-
presentan todavía por los indios de la sierra; y a u n -
que sean posteriores á la caída del imperio, puede
inferirse de ellos con fundamento que la poesía dra-
mática bajo los Incas era semejante á los coros que
dieron nacimiento á la tragedia griega; presentando
todos los sucesos á la vista del público sin interrum-
pir la representación y acompañándose de música y
danzas.
Los romances que se cantaban en las festividades
y faenas eran por lo común sencillos, como puede
verse en el siguiente que cuenta el origen fabuloso de
las lluvias y tempestades.

SüMAC ÑUS'ÍA, Hermosa princesa,


TURALLAIQUIN Tu solo hermano
PüÑUIQUITA Tu cántaro
PAQUIRCAYAN. Ha roto.
HIÑA M A N T A R A C C Por esto
CuNUÑÜMUN, Truena,
HlLLAPANTAC. Caen rayos.
CANRI Ñ U S T A Y tú princesa
HUNUIQUITA Tu agua
PARAMUNQUI Llueves
BAJO L O S INGAS. 307
MAI ÑIMPIUI Y á veces
CHICHIMUNQUI, Granizas,
RITIMUNQUI. Nievas.
PACHARURAC. El que hizo el mundo.
PACIIACAMAC, El que lo gobierna,
JlumACOCIIA Viracocha
CAIHINAPAC Para esto
ClIURASUNQUI, Te ha puesto.
CAMASÜNQUI. Te ha criado.

En lo que mas se distinguen los poetas quechuas,


es en las composiciones líricas en las que la energía
de la espresion y la dulzura de las voces compiten con
la sencillez del pensamiento, con la viveza de las imá-
genes y con las efusiones del sentimiento. Especial-
mente en la elegía para la que la naturaleza parece
haber formado su corazón, hacen tomar parte en su do-
lor á toda la creación, representan los rocas quebran-
tadas, por la pena y los pechos humanos deshacién-
dose en lástima; así es que sus quejas y lamentos l l e -
gan hasta la profundidad del corazón y al mas duro
arrancan lágrimas. Son de Job los acentos en que el
huacchacha (pobrecito) se duele de sus miserias, y el
desterrado recuerda sus amarguras. Siempre nos ha
encantado la tierna sencillez con que al ausentarse
un amante le dice su amada entre otras efusiones de
afecto.

PHURUM PAJIPAPI En la solitaria pampa


PISCCOCÜNATA A los pájaros
308 CIVILIZACIÓN D E L P E R U

RICUCCMI CANCHIS Ver solíamos


CCESAMAN RISPA A su nido yendo
YANALLAMANTA Por su compañero
CUY A Y IIUACCATA. Con lástima llorar.
CHAYHINAM Ñ O C A Asi yo
CAM-RIP U N Q U i Al irte tú
MUNACUSCCALLAY. Mi amado.

Cuando hemos oido las desgarradoras inspiraciones


de la melancolía cantadas mas que con la voz, con el
corazón de las indias, nos hemos imaginado que las
miseras hijas del sol habían sido destinadas por su
padre celestial para suspirar en sus canciones el d o -
lor ; así como les cupo en suerte ser las mugeres mas
desventuradas.
La melancolía era el carácter dominante de la mú-
sica peruana; pues los indígenas, ya se lamenten, ya
rian, sea que bailen, sea que representen, parece que
lloraran. El mas triste de sus instrumentos es la quena
(ccena) perfeccionada tal vez bajo el gobierno colo-
nial; y también da sonidos lúgubres precursores de la
muerte el cuerno (huacra) que suelen tocar en las cor-
ridas de toros. Tuvieron ademas flauta, flauton, unos
tamborcillos (TINIA) ciertos pitos (PINCULLU) conchas
(PUTUTU) y la ANTARA el mas dulce de todos sus instru-
mentos. Es un conjunto de tubitos de mayor á menor
que se presta á los aires nacionales y á formar armo-
nía entre varios tocadores.
Mas por lo común no buscaban los indios la armo-
BAJO LOS INCAS. 309
nía, sino el hacer mucho ruido con la multiplicación
de los sonidos.Sabían espresar las composiciones amo-
rosas con determinadas tonadas, de modo que los
amantes se entendian tocándolas; por eso clecia una
india — « ¿ N o OÍS esa flauta que mi amante está tocan-
do en el cerro? El me llama con tanta pasión, que yo
no puedo resistir á tan tiernos acentos. Dejadme, pues,
os suplico por que la impetuosidad de mi amor me ar-
rastra hacia el. Yo he de ser su muger, y él mi esposo.»
El dibujo no estaba mas adelantado que la música,
aunque para entrambas artes son los indios de dispo-
siciones felices. A penas se hallan mas pinturas que
las destinadas á adornar las paredes de ciertos edifi-
cios, las gravadas en ciertos útiles, y las diseñadas en
los tejidos; sí bien es de admirar en algunas la deli-
cadeza de los perfiles y la verdad de la espresion. Las
estatuas son por lo común informes; pues dan á la
cabeza un volumen monstruoso, y las estremidades
están mal bosquejadas y casi en rudimento. Mas en
algunos conopas del Cuzco, y de Chimu se revela ya
una imitación mas fiel de la naturaleza, ó concepcio-
nes mas ordenadas; y la espresion de ciertos rostros
indica algún adelanto en el arte.
En la arquitectura aparece un gusto formado, no
por cierto en las mansiones del pueblo, sino en las
obras públicas : aquellas siendo estrechas, sin v e n -
tanas, ni chimeneas, con un agujero por puerta y
construidas con cañas, piedra tosca ó adobe única-
310 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
mente manifiestan el poco valor que se daba á la fami-
lia respecto á la comunidad; mas los palacios, los sa-
lones para celebrar las fiestas en los días lluviosos, los
templos, las casas de escogidas, los caminos, los
acueductos, los tambos y las fortalezas reflejan per-
fectamente la civilización peruana. Todos los edificios
públicos se distinguen por cuatro caracteres que son
la espresion fiel de aquel estado social: por su UNIFOR-
MIDAD no inferior á la que observaba en su marcha el
Estado, aparentan haber sido hechos por un solo a r -
quitecto ; por su SENCILLEZ corresponden á las costum-
bres de un pueblo agricultor; por su SOLIDEZ recuer-
dan el gobierno que se creía apoyado por el sol; y en
su SIMETRÍA reflejan el orden admirable que reinaba
en el imperio. Admirando yo la perfecta correspon-
dencia de las partes con el todo y entre sí, no he p o -
dido menos de esclamar — « Solo un bárbaro l l a m a -
ría bárbaro al pueblo que tenia un pensamiento tan
claro del orden.»
No obstante la perfección relativa de la arquitec-
tura, en ella como en las demás bellas artes se notan
las imperfecciones que son inevitables, cuando la c i -
vilización carece de principios racionales y de nocio-
nes distintas. Choca en los edificios mas notables de
los I n c a s ; el que los techos son de paja, las ventanas
muy raras, las puertas generalmente pequeñas y con
umbrales mas anchos que .el dintel y las piezas casi
siempre sin comunicación entre s í ; el que faltan las
BAJO LOS INCAS. 311
columnas, los arcos y los departamentos altos; el que
las maderas en vez de empalmarse están atadas con
cuerdas; y el que solóse ha consultado á la comunidad
abriendo alhacenas en las paredes, y fabricando p i e -
zas con salida á un patio común. Mas con todas estas
imperfecciones siempre serán admiradas las obras de
los Incas tanto por la magnitud ó por la primorosa
labor de las piedras, como por su armoniosa coloca-
ción y ajuste tan exacto que a penas deja percibir las
junturas.
CAPITULO IV

INDUSTRIA.

Carecía la civilización de los Incas de las principa-


les condiciones á que se deben los maravillosos pro-
gresos industriales de las naciones modernas. E c h á -
banse de menos la ciencia y las máquinas, la d i -
visión del trabajo y las inspiradoras necesidades de
una cultura superior, la propiedad y la libertad, la
concurrencia y la estension del mercado, la moneda
y el crédito; pero á pesar de que faltaran tan impor-
tantes elementos, la industria dio pasos de gigante,
entre otras causas por la constancia en el trabajo, pol-
la habilidad natural de los trabajadores y por la acer-
tada dirección del gobierno.
Los progresos en la agricultura hacen tanto honor
al gobierno de los Incas como sus majestuosos monu-
mentos. Ellos se creyeron llamados á triunfar de la
tierra con el cultivo, de la misma manera que vencían
CIVIL. DEL PERÚ BAJO LOS INCxVS. 313
la barbarie con sus conquistas; y con iguales canta-
res se celebraban una y otra victoria repitiendo los
coros HAILLI (triunfo) lo mismo, cuando el arado
surcaba los campos, que cuando el ejército vencedor
iba á dar gracias al sol. La agricultura fué la base de
aquel admirable socialismo; pues eran labradores
todos los subditos del imperio ; y el trabajo agrícola
ofrecía á la vez abundantes recursos á la sociedad, y
el género de vida sin el que no habrían podido soste-
nerse ni la igualdad general de condiciones, ni el
apego á un régimen de suyo invariable.
Para dar cada dia mas estension al cultivo se esten-
día la apertura de hoyos, la formación de andenes, la
limpia de campos pedregosos y la construcción de ca-
nales. El riego como principal condición de cultivo en
aquellas tierras feraces á las que tarde ó nunca favo-
recen las aguas del cielo, era objeto de escrupulosa
atención y de reglamentos severos. Después del riego
cuidábase en la costa del abono de las tierras cultiva-
bles, ya mediante la buena distribución del Imano, ya
aprovechando las anchovetas que varan en la playa en
cantidades inmensas. En la sierra se suplia la falta de
abonos, haciendo descansar la tierra por algunos años,
lo que entonces no ofrecia inconveniente por la vasta
estension de los campos. En todas partes los topos se
hallaban divididos bien con paredes de piedra ó ado-
bes, bien con vallados vivos. El arado de que se ser-
vian, era una estaca puntiaguda que un indio inlro-
314 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
duciaen el suelo apoyando el pié sobre una pieza trans-
versal y otros seis ú ocho arrastraban á compás; no
penetraba en verdad mas de algunas pulgadas; pero
el suelo privilegiado del Perú no necesita sino ser
arañado para dar abundantes cosechas. Las principa-
les fueron en tiempo de los Incas las de maíz, papas,
quínuas, plátano, ollucos, ocas, camote, zapayo, c o -
ca, algodón, agí y entre otras muchas frutas pinas,
chirimoyas, paltas, granadillas, pacaes y capulis.
Los peruanos se distinguían también entre los pue-
blos de América por la cria de animales domésticos.
En sus casas criaban ciertos perros llamados alcos que
no sabían ladrar, cuyes de multiplicación asom-
brosa, y unos patos que llevan el nombre de ñuñuma;
domesticaban también otras aves, venados y hasta
fieras, pero mas bien por recreo que en vista de algún
provecho; por eso solo tuvieron abundante cria de
pumas, jaguares, osos, serpientes y otros animales
montaraces en sitios especiales del Cuzco; mas por
todo el país hubo grandes rebaños de llamas, y alpa-
cas, que servian como bestias de carga y suministra-
ban taquia para el fogón, lana para los tegidos, piel
para varios usos y carne como el principal alimento
animal. Ni de estos, ni de ningún otro mamífero se
utilisó la leche, la cual carece de nombre propio en el
quechua; pero las ventajas conocidas bastaban para
que se sometiera la conservación de aquellos rebaños
á sabios reglamentos y para que se cuidara do tras-
BAJO LOS INCAS. 315
humarlos oportunamente, como se hace en España
con los merinos. La naturaleza parece haber formado
las llamas y alpacas para el terreno frió y escabroso
de la cordillera; unas y otras se robustecen con el
soplo de las nieves, se sustentan con la menuda
yerba de las punas; y mediante su pezuña hendida
cubierta de flexible zapatilla pueden escalar las altu-
ras y vagar por los precipicios, andando do tres á
cuatro leguas por día, con la carga de unas c u a -
tro arrobas las llamas y con menos de dos las a l -
pacas.
Aunque poco susceptibles de domesticidad la tímida
vicuña que gusta vagar por picos helados y el atrevido
huanaco que desciende hasta las cabeceras, estaban
en los despoblados bajo la protección del gobierno
que tenia cuenta del número de ellos y regularizaba
la caza. Ademas de los grandes chacos que tenian
todo el aparato de una espedicion militar, se tomaba
á las vicuñas en losllipis, cacería singular fundada
esclusivamente en la timidez de estos animales. Se
formaba en alguna llanura elevada una especie de
semicírculo con una estacada muy clara que sostenía
un cordón lleno de colgajos de diferentes colores. Los
cazadores empujaban á las vicuñas dentro de aquel
cerco á fuerza de gritos; una vez encerradas no se
atrevían á saltar la débil valla espantadas por el
movimiento de los colgajos y se dejaban tomar á
mano. Mas si algún osado huanaco había entrado en
316 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
el cerco, solia salvarlo de un salto y en pos de él esca-
paban todas las vicuñas.
Por lo demás los hábitos sedentarios de la agri-
cultura y las leyes severas sobre la caza contribuye-
ron entre otras causas á que los subditos del Inca
no sobresalieran en ella como sus vecinos los s a l -
vajes quienes pasan gran parte de su vida cazando.
Sabian sin embargo alcanzar á los animales monta-
races con el aillo y la trampa, y cazaban las aves de
varias maneras. Y a ponian en las quebradas redes
verdes donde caian los pájaros al ser espantados, ya
disparaban contra ellos flechas certeras; á veces los
enredaban en oculta l i g a ; otras veces les arrojaban
granos de maíz sujetos á un hilo del que tiraban
desde que ellas habían trajado el cebo; arbitrio mas
estraordinario fué el tomar las perdices en sus nidos
deslumhrándolas por la noche con hachones. Y no
deja de ser notable la caza de estas aves á carrera, en
la que se les obliga á dar dos ó tres vuelos sin descanso
y se las toma á mano ó mata á palos, luego que e s -
tando fatigadas procuran ocultarse en los pajonales.
También era de admirar la de las aves acuáticas
en la laguna de Titicaca á las que se tomaba como á
las fieras en el chaco formando en torno de ellas un
circulo de canoas y escachándolo hasta tenerlas á
mano.
Con ser tan abundante en peces el Océano, que
baña la estensa cuanto accesible costa del Perú y
BAJO LOS INCAS. 317
con no escasear en los rios y lagos la buena pesca,
se ejercia poco esta industria y sin embargo sabían los
indios tomar los peces embriagándolos con ciertas yer-
bas en las aguas mansas, flechándolos á alguna p r o -
fundidad en las cristalinas, harponeando en el mar á
los grandes, echando anzuelo á los pequeños, l a n -
ceando al que se acercaba á la playa y cogiendo
grandes cantidades en las redes.
La estraccion de minerales fué grande. Apenas
puede comprenderse como sin hierro, sin pólvora y
sin maquinaria se logró desprender las enormes pie-
dras que admiramos en algunos edificios. El oro se
sacaba de los lavaderos y minas, y es indudable que
debieron esplotarse riquísimos veneros ; pues de otro
modo nunca pudieran reunirse las maravillosas c a n -
tidades que se han sacado de las tumbas, ó que fueron
arrancadas de los palacios y templos en los primeros
dias de la conquista, y los mas considerables tesoros
que durante la contienda civil entre los hijos de
Huaina Capac, y después para burlar la rapacidad de
los conquistadores, fueron arrojados á las lagunas ó
escondidos en la tierra. De plata aunque también se
eslrajeron grandes sumas, es muy poco en compara-
ción de las que hinchen las entrañas de los andes y
aun respecto de las que ya ha sacado el minero euro-
peo. Bajo los Incas no se profundizaban las minas,
ni se conocía el beneficio del azogue, sino que se l l e -
vaban los cortes casi á flor de tierra y se quemaba el
318 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
metal en hornos colocados en las alturas y abiertos
por los cuatro costados para aprovecharla fuerza del
viento. El hierro aunque abunda mucho en el Perú,
nunca fué trabajado, tal vez por la dificultad de for-
jarlo ; y su uso era en gran parte reemplazado con el
cobre y el estaño. Del azogue solo se sacaban l i m i -
tadas cantidades en las cercanias de Huancavelica en
el estado de cinabrio con que se pintaban las prince-
sas ; y si se ha de creer á ciertos historiadores, el c o -
nocimiento del daño que puede causar á los que lo
manejan imprudentemente, bastó para que se prohi-
biera beneficiarlo.
A pesar de la abundancia de los productos natura-
les y de su distribución en las varias regiones del
Perú, el comercio fué muy reducido : faltaban entre
otras condiciones de progreso la libertad de movi-
mientos que no podia esperarse de instituciones d o n -
de cada hora tenia su empleo y cada hombre su sitio.
Así fué que solo se conservó un confuso recuerdo de
antiguas y largas navegaciones por el lado de lea y Ari-
ca; y solo los mas habitantes de Tumbez pudieron con-
tinuar su antiguo tráfico con las costas del Ecuador y
del Chocó para cambiar las manufacturas peruanas
con esmeraldas y oro. El comercio interior pocas veces
se hacía entre la costa y la sierra, limitándose de ordi-
nario á pequeñas permutaciones entre los habitantes
de una misma provincia especialmente en los dias
de feria. Para apreciar el peso de los objetos v a h o -
BAJO LOS INCAS. 319
sos se usaron balanzas con pesas graduadas de las
que todavía existen algunas. Los cambios ya se h a -
cían directamente de una con otra mercancía, ya s u -
plían á la moneda metálica la coca, el agí, la sal ú
.otro producto de uso general.
Las artes no hicieron ni podían hacer los progre-
sos que correspondían á una agricultura tan adelan-
tada como la de los Incas. La limitación de los cambios
y la organisacion de la propiedad quitaban los prin-
cipales estímulos. Ademas era tal la imperfección de
los instrumentos que apenas puede comprenderse como
se acabaron ciertas obras con solas las manos ó con el
auxilio de piedras y unas pocas herramientas en cuya
composición entraban noventa y cuatro partes de c o -
bre, seis de estaño y una fracción pequeñísima de s í -
lice. Deteníase sobre todo el vuelo de la industria por
la acumulación de oficios, debiendo ejercitarse cada
uno en cuantos son de inferes general: todos inclusas
las mujeres á las que á menudo se dejaban las mas
rudas tareas, sabían tejer, hilar, hacer el calzado,
preparar las comidas y la chicha, cultivar la tierra y
levantar las chozas; solo para ciertas manufacturas en
la parte que tocaba al lujo, había profesiones heredi-
tarias en las que no obstante la remora de las rutinas
y la esclavitud de los reglamentos se adelantó mucho
por la habilidad trasmitida de padres á hijos.
Faltando las sierras y demás instrumentos con que
pudiera vencerse la tenacidad de la madera, eran des-
320 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
conocidas las artes del ebanista y del carpintero; pero
en cambio las del alfarero, platero y tejedor estaban
muy adelantadas. Las obras de alfarería hechas unas
de barro colorado, otras de barro negro y secadas con
esquisita diligencia se distinguen siempre por su soli-
dez é impermeabilidad. Fuera de los utensilios d o -
mésticos que después de tanto tiempo están todavía
de buen uso, y fuera de algunas cañerías cuyas jun-
turas, como hemos visto recientemente en los baños
de Cajamarca, se ajustaban perfectamente con una
mezcla de sebo y pelo de consistencia de cera; se con-
servan todavía muchas vasijas (huacos) sacadas de los
sepulcros; y en ellas es de admirar la bondad del m a -
terial, el trabajo de los dibujos y sobre todo un arti-
ficio que revela conocimientos estraños en aquella
época. En algunos huacos comunicándose cavidades
dobles ó en mayor número pasan los líquidos de unas
á otras sin que se derrame gota cuando se les voltea;
y en otros al salir el aire por ciertos agujeros produce
sonidos análogos al silbido del Chihuanco ó de a l -
gún otro animal que allí está representado.
Los plateros doblegaban los metales á las mas atre-
vidas concepciones: los fundían en pequeños hornos
cuyo fuego activaban soplando con canutos en que el
aire salía por un agujero estrecho; los vaciaban en
moldes, sin que apareciera ninguna desigualdad; los
estiraban en hilos delgados para imitar los filamentos
del maíz ú otras flores; los reducían á láminas tenues
BAJO LOS INGAS. 321
que cubriendo la madera, el cobre ó las piedras reem-
plazaban al mas perfecto dorado; los soldaban de
modo que no quedara vestigio de junturas; y los em-
butían ya en las figuras de hombres y animales, ya
enlas vasijas de todostamaños, comosi lashojasde oro,
plata y cobre hubieran salido de la mano del artífice de
un solo golpe. No han llegado hasta nosotros las obras
maestras del arte que los indios hicieron desaparecer
en el espantoso desorden de la conquista, ó que fueron
reducidas á barras por los españoles; pero dan una idea
favorable de estas labores los adornos de la nobleza,
las maravillas de los jardines fantásticos, los muebles
de los palacios, los ídolos y otros objetos en relación
con el culto observados en bastante número para for-
mar juicio de la habilidad de los plateros.

Entre las telas sobresalian hasta ser dignas de lu-


cirse en la corte de Felipe segundo las de finísima
vicuña que fueron tejidas por las escogidas ó por las
princesas sin mas telar eme dos palos horizontales en
los que se fijaba la trama. En ellas no se sabe que elo-
giar m a s ; si la delicadeza de los hilos que por ambas
caras ostentaban la suavidad de la seda; si los p r i -
mores de la labor en que á veces se mezclaban á las
hebras de vicuña filamentos de oro y plata, plumas
vistosas ó pelos delicados; ó si el brillo de los colores
que parecen indelebles, conservando algunos todavía
la frescura primitiva, después de haber estado enter-
radas las telas algunos siglos. Los había purpúreos
i. 21
322 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
que se obtenían de un caracolillo semejante al que su-
ministró en otro tiempo la púrpura de Tiro, encar-
nados que se daban con cochinilla silvestre, con un
liquen rosaceo y con otros vegetales, amarillos,
azules, ó negros estraidos en la mayor parte de las
plantas, y muy raros del reino mineral.
Entre otras maravillas de la industria peruana sor-
prende la manera misteriosa con que á fuerza de des-
treza y constancia pulían las esmeraldas y otras p i e -
dras durísimas. Se creería que entre sus manos hubie-
ran tenido las piedras preciosas la ductilidad de la
cera. Entre los monumentos de Hatun-Cañar se
veian algunos animales cuyos labios estaban atrave-
sados por argollas movibles á pesar de que todo, a r -
gollas y cabeza estaba formado por un solo trozo de
granito.
Es por fin un misterio la manera como los peruanos
embalsamaban los cadáveres de los Incas cuyas m o -
mias, si se ha de creer á los que las vieron, presen-
taban después de algunos siglos las carnes llenas,
las facciones sin alteración y el cutis blando y suave.
En cuanto á las momias del pueblo se concibe fácil-
mente que la corrupción se ha impedido esponiendo
los cadáveres entre las arenas del desierto ó al hielo de
las punas; y que si bien con las carnes avellanadas,
y el rostro desfigurado, se conserven hasta ahora con
todo su cabello en los lugares donde nunca llueve, ó
donde el suelo salitroso impide la acción de las aguas.
CAPITULO V

COSTUMBRES NACIONALES.

De la estrechísima sujeción en que los Incas tuvie-


ron á sus subditos, de su respeto á cuantos usos a n -
tiguos no estaban en oposición con las instituciones
imperiales, y de la singular tenacidad de los indios
nacieron costumbres acatadas como las leyes de Man-
co-Capac, y tan profundamente arraigadas que h a -
biendo sobrevivido á grandes revoluciones y al cambio
de ideas, de culto y de gobierno han venido á confun-
dirse con el carácter de la raza. Contra ellas suelen
estrellarse igualmente la persuasión y la violencia:
el indio hace lo que hicieron sus padres, lo que él ha
hecho siempre; valiendo por toda ley y sobreponién-
dose á toda razón se hace la costumbre tan refractaria
como las tendencias naturales, á la dirección que
quieren imprimir la educación ó la política.
La sumisión había venido á ser el rasgo mas carac-
324 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
terístico de la índole del Indio. Perdido todo senti-
miento de independencia bajo el yugo de los Incas
que tenían por sacrilegio el simple pensamiento de
resistirles, y anonadado el libre albedrio en el socia-
lismo que absorbía la existencia entera de los indivi-
duos, dejaron los indígenas de ser hombres para con-
vertirse en máquinas: instrumentos pasivos del poder
recibían los bienes como un don gratuito y los males
como una fatalidad irresistible que siendo la manifes-
tación mas sensible de la fuerza, debía hacerla acatar
de preferencia. Perteneciendo en cuerpo y alma al
superior, debian doblegarse á sus caprichos tanto en
el género de vida como para morir en el lugar y á la
hora que se les designase. Tan natural creian la obli-
gación de servir que no osaban acercarse á la autori-
dad, ni siquiera para demandar justicia, sin llevar
algún obsequio, y temian haber caido en su des-
agrado, si por no serles gravosa rehusaba su dádiva.
Si la sumisión absoluta impedia todo levantamiento
popular, no dejaba de ser un gran obstáculo para la
conservación del orden político. Reducido el pueblo á
la nulidad, se hallaba la sociedad á merced de cual-
quier ambicioso; y á medida que se engrandeciera el
imperio y que la nobleza adquiriera mayor influencia,
debian ser las revueltas mas terribles y mas frecuentes.
Por otra parte como la sumisión completa traía con-
sigo la inercia general, todo lo había de hacer el
gobierno; y en el momento en que S3 suspendía la
BAJO LOS INGAS. 32o
acción administrativa, se interrumpía también el mo-
vimiento social, como si todos los individuos hubieran
sido heridos instantáneamente de parálisis. De aquí
una resistencia pasiva á las mejoras mas poderosa que
la insurrección abierta; por que renaciendo á toda
hora gastaba la voluntad mas enérgica. Y de aquí
una apatía y pereza generales que nos harían dudar de
la sensibilidad y actividad de los indios, si no las p u -
sieran de manifiesto su vida y sus monumentos.
Los hábitos del comunismo estendidos y arraigados
bajo el gobierno de los Incas en mas vastas propor-
ciones que en ningún otro pueblo de la tierra, daban
lugar á una estraña mezcla de sentimientos fraternales
con actos de bárbaro egoísmo. El proceder de los
indios se presentaba á causa de esto lleno de contra-
dicciones, y es un enigma para los que pretenden
juzgarlo según la marcha ordinaria del espíritu hu-
mano. Y a se les ve como buenos hermanos asociarse
para todos los trabajos, sentarse en el banquete común
sin distinción de pobres y ricos, y beber todos de una
misma copa aunque solo haya de tocarles una gota
de licor. Y a una obra de ínteres común se está arrui-
nando visiblemente por que ninguno quiere tomarse
la pena de poner una piedra no acompañándole los
otros; y un infeliz desfallece á vista de todos por que
ni aun sus deudos han de ser los primeros en prestarle
socorro. Como el imperio no era sino un vasto con-
vento, debía seguir la suerte de todas las comnnida-
326 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
des : mucha fraternidad en lo que toca á la corpora-
ción , escasa caridad para los individuos, grandes
esfuerzos para las obras sociales, ninguna aspiración
particular para hacer algo que salga de la medianía
general; apenas conocido el sentimiento de gratitud
por que los beneficios se aceptan como servicios al
cuerpo, no como una deuda contraída por el favore-
cido.
Una sociedad tan disciplinada y en la que para
nada se consultaba la opinión del individuo, pidién-
dole solo su cooperación pasiva, debia distinguirse
también por el apego á las formas; y en efecto los
indios se pagaban como los niños mas de la esteriori-
dad que del fondo : todo debia presentarse bajo d e -
terminada manera, con cierta pompa; el culto mas
que una enseñanza era un espectáculo, y en los es-
pectáculos solo se buscaba lo que hablara á los senti-
dos ; por eso las tareas no debían salir de la ruta acos-
tumbrada, y las diversiones habían de ofrecer un
carácter de impetuosidad ó de estrañeza, perderse
entre los vértigos de la embriaguez y bajo disfraces
monstruosos.
Sin embargo de que la necesidad de emociones in-
clinara á los indios á placeres turbulentos, rara vez
desmentían la dulzura de su carácter. La suavidad de
la tierra había penetrado en sus corazones, y el culto
apacible del sol junto con el espíritu paternal de los
Incas reforzando las inspiraciones del clima hizo de
BAJO LOS INCAS. 327
ellos el pueblo mas bondadoso y mas manso. En una
época en que las guerras eran de esterminio, ellos
adelantaron sus conquistas mediante una predicación
sostenida mas con el aparato que con el uso de la
fuerza; casi siempre después del triunfo trataron á los
vencidos como á hermanos; en sus castigos mas terri-
bles jamás se veía la refinada crueldad de los siglos
bárbaros; en sus reyertas la vista de la sangre en vez
de enfurecerlos ahogaba todo pensamiento de v e n -
ganza ; y á los peores tratamientos en vez de respon-
der con imprecaciones feroces replicaban dulcemente
TAITA (padre) como un hijo que se duele de la indigna-
ción paterna.
Con sentimientos tan dulces, con la vigilancia del
gobierno, con los hábitos de laboriosidad y con el
horror á los castigos casi no pocha tener entrada el
crimen: poca ocasión le daban por cierto ni la ocio-
sidad, ni la mendicidad que el pueblo no conocía ni
aun de nombre; y resignado cada uno con su suerte
faltaban las grandes tentaciones. Por eso fueron muy
raros los asesinatos, los robos aunque las casas esta-
ban siempre abiertas, el adulterio y el libertinage es-
candaloso. Al ver el orden que reinaba en aquella
sociedad, se habría tomado el imperio de los Incas
por modelo de familias y de estados. El testimonio
mas brillante de esta convicción lo dio en su testa-
mento Mancio Sierra Lejesama: el 1 5 de setiembre
de 1589, mas demedio siglo después de principiada
328 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
la conquista, y siendo el único de los conquistadores
vivos decia entre otros tributos pagados al mérito del
gobierno imperial.—«Los Incas los tenian gobernados
de tal manera que no había un ladrón ni hombre vi-
cioso, ni hombre holgazán, ni una muger adúltera,
ni mala; ni se permitía entre ellos gente de mal vivir
en lo moral; los hombres tenian sus ocupaciones h o -
nestas y provechosas. »
No obstante el orden admirable que brillaba en
aquella sociedad y la ausencia casi total de crímenes,
la imperfección moral era grande. Lisongea en verdad
contemplar la sublime abnegación con que se sacri-
ficaban muchos por sus superiores, ó por los objetos
de su cariño, y la calma imperturbable con que otros
sufrían los tormentos y la muerte; pero se echan de
menos el sentimiento de la dignidad personal que
hace al hombre incapaz de bajezas, el fuego del pa-
triotismo que no se debilita por peligros ni por obs-
táculos , el respeto al deber que crea los mártires de
la verdad y de la justicia, y la fuerza de voluntad que
distingue al heroísmo militar y político; y fuera de
estas virtudes que no se han de pedir á todos los hom-
bres, escaseaban las dulces emociones de familia y
los gustos elevados.
No eran por cierto insensibles al sentimiento deli-
cado de la belleza ni el pueblo que en sus marchas
gustaba hacer alto en las cumbres desde las que el
cielo y la tierra del Perú pueden descubrirse en t o -
BAJO LOS INCAS. 329
da su magnificencia, ni los Incas que multiplicaron
sus mesetas ó lugares de descanso en todos los c a -
minos para recrearse con la vista de los mas bellos
paisajes. Desde algunos de estos miradores que p a -
recen flotar entre los valles y la cordillera, se ven á
un mismo tiempo nevadas cadenas que se presen-
tan como los anchos pilares del cielo, llanuras i n -
terminables que van á confundirse con el Océano,
y profundas quebradas donde la naturaleza ostenta
su pompa nupcial, como que recibe sin cesarlos bri-
llantes dones de la primavera. Mas la ignorancia en
que se tenía sumida á la muchedumbre, el carácter
sensual de aquella civilización y las inclinaciones ba-
jas que son siempre el triste legado de la servidum-
bre, generalizaban el gusto desmedido por el baile,
por las bebidas y por otros placeres menos puros.
Los bailes fueron muy variados: los habia de un
hombre con una muger, de muchas personas en c a -
dena, de dar vueltas al rededor, de adelantarse y retro-
ceder pausadamente; bailes en que se jugaba con las
armas ó en que marchaban unos sobre los hombros
de otros, exhibiendo en ambos casos muestras sorpren-
dentes de habilidad; bailes que encantaban los senti-
dos por las gracias sencillas y cautivaban el ánimo
por la espresion de dulces sentimientos que iban d e -
rechos al corazón; pero en general las danzas refle-
jaban por su monotonía la marcha uniforme del Es-
tado, por su pausado compás la apatía de la sociedad
330 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
y por su orden inflexible la regularidad de aquella
vida monástica; así es que no pecaron por la des-
compostura sino por la duración desmedida, prolon-
gándose á veces casi sin interrupción semanas e n -
teras.
La embriaguez era el vicio dominante. Inspirada
por los pensamientos que forman la herencia de los
siervos, permitida por la ley, autorizada por la cos-
tumbre y santificada por la religión se presentaba á
su tiempo en familias, comunidades y provincias sin
distinción de sexos, edades ni rangos. Embriagábanse
los indios por la paz y por la guerra, por la dicha y pol-
la desgracia, al principiar sus tareas y al terminarlas,
por el nacimiento de los hijos, por el corte del pelo,
por el matrimonio y por el entierro; con la embriaguez
se celebrábala conclusión de la casa bebiéndose poi-
cada uno de los rincones; la embriaguez hacía desear
los triunfos; la adoración al sol se resolvía en una
borrachera. Nadie trataba de ocultar su vergonzoso
estado; lejos de eso gloriábanse todos de su dicha y la
ostentaban como una grandeza.
Junto con el embrutecimiento y desgracias insepa-
rables de esta embriaguez periódica, durante la que
los indios se dejaban á menudo caer á la inclemencia,
espuestos á un sol abrasador ó á ser penetrados pol-
la humedad, y en ambos casos á gravísimas dolencias;
venían los desórdenes casi inevitables en un estado
donde faltan el temor á las leyes, el respeto á la
BAJO LOS INCAS. 331
opinión, el freno del pudor y las demás ideas m o -
rales
Sin la arraigada pasión á las bebidas hubieran podi-
do los indios olvidar la monotonía de sus trabajos con
las muchas diversiones inocentes que no desdecían ni
de su sencillez, ni de su cultura. Dignas eran de un
pueblo civilizado sus representaciones dramáticas y
mímicas en que reproducían escenas de la vida p a s -
toral, de la caza, de la pesca y de la labranza. T a m -
bién se divertían inocentemente en varios juegos de
suerte; ya tiraban puñados de granos de maíz para
acertar su número, ya procuraban dar con bolitas
pequeñas en otras colocadas á varias distancias; unas
veces jugaban con el bailador de cuatro caras cine
marcaban ganancia total, pérdida total, ganancia
parcial y pérdida parcial; otras veces echaban al azar
semillas con una cara negra y otra coloreada. También
conocieron los juegos de pelota, el de las bolas y otros
en que ejercitaban su agilidad, su fuerza ó su destreza:
mas en algunos casos se entregaban á entretenimien-
tos peligrosos. La pulla era un verdadero combate en
el que enfurecidos los jugadores como en las peleas á
muerte herían sin piedad y se esponian ciegamente á
heridas mortales, sin desistir de su bárbara diversión
por el numero de las víctimas.
No obstante que la vida fuera una fiesta casi con-
tinua en la que se sucedían de tropel las solemnida-
des del culto, los ejercicios militares, las alegrías cam-
332 CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
pestres y los festines domésticos, la melancolía era
el estado habitual del Indio. Cuando nada le sacaba
de su abatimiento, permanecía horas enteras inmóvil
y silencioso como la estatua del dolor; sus súplicas
eran sentidas, llorosas sus escusas, lamentable el
canto, tristes los bailes, y tristísimas la tierna mirada
y la dulce sonrisa. ¿De donde procedía esta tristeza i n -
vencible ? ¿ Nacia acaso del abuso ele los placeres que
hieren al corazón como los rayos de un sol abrasador
ala flor delicada? ¿Reflejaba el aspecto sombrío de
la naturaleza en las alturas heladas que en los peli-
gros y convulsiones de los tiempos primitivos servían
generalmente de refugio á los indígenas? ¿ O proce-
día mas bien de aquella represión violentísima en
que el socialismo y la teocracia tenian á las fuerzas del
espíritu, y de aquel espionage á todas horas y en
todas partes que el gobierno ejercía sistemática é i n -
quisitorialmente? Poderoso debió ser sin duda el
influjo de estas causas; pero acaso contribuyeron en
mayor grado á la melancolía de los indios la Índole
de casi todas las razas americanas y la manera de
vivir propia de los Peruanos. A no ser por las diver-
siones reglamentadas que interrumpían la estre-
chez habitual de la vida, se habría tomado á los v a -
sallos del Inca por una comunidad de anacoretas que
aspiraban á la perfección evangélica.
Las comidas del pueblo eran por la mañana tem-
prano y al ponerse el sol; el alimento habitual yerbas
BAJO LOS INCAS. 333
cocidas, papas, chuño, maíz, alguna onza de charqui,
todo bien condimentado con sal y a g i ; la principal be-
bida la chicha de maíz, de quínua, de maguey, de s e -
millas demolle ó frutas. Los felices habitantes de los
yungas tenían mas abundante provisión de plátanos,
yucas, camotes y otros frutos variados; los ribereños
cuanto pescado quisiesen; y contrastando con las mi-
serables comidas del pueblo saboreaba la nobleza la
buena caza, la pesca que se le llevaba hasta el cora-
zón de los Andes, y aun en las rígidas punas las d e -
licadas frutas de la montaña.
El vestido del pueblo era tan sencillo como sus
alimentos, generalmente de color azul, amarillo ú
otro mas oscuro. Los hombres vestían una camisa
(UNCU) sin mangas y sin cuello hecha de lana de llama
en la sierra y de algodón en la costa; unos pañetes
(I-IUARA) que reemplazaban al calzón, una manta
(YACOLLA) cuadrada de dos piernas, un calzado (USUTA)
abierto, de cabuya ó cuero y un gorro (CHUCO) que
variaba según la diferencia de naciones. Las mugeres
traían sobre la camisa otra especie de túnica (ANACO)
que ataban á la cintura con fajas (CHUMPI) y un manto
(LLICLLA) que prendían por delante con una espina ó
con un alfiler de cobre (TUPU) ; se adornaban la cabeza
con una cinta circular (HUINCHA) ; hacían de su cabello
dos trenzas que echaban hacia atrás; y para conser-
varlo limpio y con su hermoso negro de azavache se
lavaban cuidadosamente la cabeza y la metían en al-
:№ CIVILIZACIÓN DEL PERÚ
gimas tinturas vegetal es. La nobl eza aunque usaba
el vestido popul ar, l o hacía con finísimos tejidos de
vicuña cuya bel l eza real zaban preciosos adornos.
El interior de las casas correspondía al pobre trato
que se daba el puebl o. Sucias, oscuras y reducidas á
uno ó dos estrechos departamentos sol o encerraban l a
escasa provisión de maíz, papas, quínua y al gún otro
vegetal, ol l as de barro (MANCA), pl atos de zapayo
(MATES), vasijas para l a chicha (PUTNU), al guna piel ó
estera (CCARA) para acostarse, el sencil l o tel ar, el uso
(PUCIICA) para hilar, l ana y al godón en rama ó hil ados,
muy raro instrumento de l abranza ó de oficio parti-
cular, ninguna mesa, arca, asiento, cuchara ni otro
utensilio doméstico de madera, y sí sol o l as indispen-
sables vasijas de barro y batanes (CUTANA) de piedra
para mol er el maíz. Mas en l as mansiones de l as clases
privilegiadas había l a hol gura necesaria,) en ninguna
7

de el l as fal taban ricas manías para l a cama, utensi-


lios de finísimo barro cuando no de oro y plata, asien-
tos (TIANA) que eran una especie de escaño bajo, casi
siempre de metal precioso en l os pal acios, espejos de
metal ó de una piedra particu l ar (INTIP-RIPC) y otros
muchos objetos de comodidad y de l ujo.
Aunque l a vida del puebl o fuese tampoco regal ada,
su condición era muy superior á la del sal vage que por
su imprevisión muere de necesidad en medio de una
naturaleza rebosando provisiones, á l a del siervo de
la edad media y á l a del indigente de l as capital es
BAJO LOS INCAS. 33b
europeas. Cualesquiera que fuesen los infortunios y la
horfandad del Peruano, nunca le faltaban vestidos
con que cubrir su desnudez, albergue contra la incle-
mencia, alimentos y un sitio honrado en los banque-
tes de la comunidad.
Los actos cardinales de la vida de familia entra-
ban en el orden general y tenían su carácter de
fiesta. El matrimonio por hacerse simultáneamente
en todo el imperio podía considerarse como la gran
fiesta nupcial, sin embargo de que pocas veces ofrece-
ría las alegrías del himeneo que viene á coronar largos
amores. A menudo la unión de los esposos les era
impuesta por el magistrado sin eme para ella se con-
sultara el voto de los interesados; y con mas fre-
cuencia sea por la precocidad de las pasiones que
no podían aguardarla edad fijada por la ley, sea
por que la opinión autorizara antiguos abusos, el ma-
trimonio legal solo venia á consagrar la unión de mu-
chos años sostenida ya mas por el hábito que por el
cariño. De aquí el que pocos nobles se contentaran
con una sola muger y el que la casada convertida en
esclava de su marido viese muchas veces trasladadas
á una nueva querida todas las atenciones del amante.
El corte del primer cabello, pelo del año (IIIIATAX-
CHUCHA) se hacía con mucha solemnidad en medio de
un convite. Uno de los convidados cortaba con una
piedra aguda algunos cabellos al niño, seguían los
otros dándole pequeños cortes y después de hacerle
336 CIVILIZACIÓN DEL PERü
cada uno su obsequio se pasaba al festín, á la danza
y á la bebida. Cuando el infante objeto de la fiesta
era el heredero del trono, acudían a l a corte con sus
dones los nobles de todo el imperio.
La entrada en la pubertad se celebraba también
con otra fiesta cuya pompa era muy grande entre las
clases privilegiadas.
Aunque mezclado con lágrimas no era menos a n i -
mado el duelo que bien pudiera llamarse el festín de
la muerte. Caliente aun el cadáver y respirando las
víctimas que debían servir al difunto mas allá de la
tumba, solo pensaba la parentela en preparar la chicha
con que ella, los convidados y los habitantes de la
otra vida habían de alegrarse. Bebiendo se principiaba
y concluía el entierro, y la orgía no cesaba hasta des-
pués de algunos dias para renovarse en el aniversario.
Había ademas el dos de Noviembre una solemne con-
memoración de difuntos en la que los vivos se alegra-
ban con opíparos banquetes, y se ponia en las h u a -
cas manjares para los muertos. Era bastante frecuente
el recordar así en este día, como en el del entierro,
con cantares mezclados de risas y llantos la vida de
los finados, sus buenas y malas acciones, los servi-
cios que prestaran, y la falta que hacían.
Tan admirables como los campos que labraron para
sostener su vida, son las huacas que construyeron
los indios para reposar después de su muerte. Se e n -
cuentran siempre cerca de las poblaciones, á veces en
BAJO LOS INCAS. 337
la campiña inmediata, á veces en la misma casa, co-
mo si los hijos no hubieran querido separarse de las
cenizas de sus padres. Están en los valles encantados
donde reina el deleite, como para desvanecer las má-
gicas ilusiones de los sentidos, y por lo común en al-
guna eminencia, cual si la muerte se levantara sobre
todas las grandezas de la vida. Los cadáveres se ha-
llan sentados, con las rodillas juntas y dobladas sobre
el vientre, los brazos traídos sobre el pecho, y las
manos unidas sobre el rostro como la criatura que se
desarrolla en el seno materno. Se les tomaría por
viajeros que descansan algunos instantes para pro-
seguir una larga marcha. Y no creían ellos, que
su letargo fuese duradero; por eso se descubren
junto á las momias los vestidos, útiles, maíz, chicha y
objetos de lujo que les habrían de servir en su nueva
existencia. La historia puede sacar mucha luz de
entre las sombras de estas tumbas; pero hasta hoy el
indígena teme acercarse al aire de gentil mas que al
aliento del apestado; y los que se atreven á escavar
las huacas, lo que buscan las mas veces, son tesoros,
no revelaciones.

FIN.

22
INDICE

Páginas.

PROLOGO i

LIBRO I.

DESCRIPCIÓN DEL PERÚ.

CAPITULO I. Idea general del Perú 23

CAPITULO II. Belleza del Perú 29

CAPITULO III. Riqueza del Perú 38

CAPITULO IV. Influencia del Perú sobre la constitución del

hombre 81

L I B R O II.

PERÚ PRIMITIVO.

CAPITULO I. Primeros habitantes del Perú 59

CAPITULO II. Tribus principales del Perú 74

CAPITULO III. Civilización del Perú antes de los I n c a s . . . . 92


340 INDICE.

L I B R O III.

EL IMPERIO DE LOS INCAS.

Páginas,

CAPITULO I. Idea general de los Incas 113

CAPITULO II. Principios del imperio de los Incas 122

1. MANCO CAPAC ^22

2. CINCHI ROCA 133

3. L L O Q U E YUPANQUI 133

4. M A I T A CAPAC 109

y. CAPAC YUPANQUI 'l 47

6. I N C A ROCA 1-íO

7. Y A H U A R H U A C A C lí>9

CAPITULO III. Engrandecimiento del imperio délos Incas. 1C4

1. VIRACOCHA 16 i

2. PACHACUTEC 172

3. INCA YUPANQUI 188

— T U P A C I N C A YurANQUÍ 188

4. HUAINA CAPAC 197

CAPITULO IV. Grandeza del imperio de los Incas 200

CAPITULO V. Ruina inminente del imperio 220


INDICE. 341

LIBRO IV.

CIVILIZACIÓN DEL PERÚ BAJO LOS INCAS.

Páginas.

CAPITULO I. Instituciones políticas 231

I O
GERARQUÍA SOCIAL 231

2 o
LEGISLACIÓN 231

3° A D M I N I S T R A C I Ó N . . . 24°

4 o
CONQUISTAS 255

CAPITULO II. Religión 272

CAPITULO III. Instrucción 289

CAPITULO IV. Industria 312

CAPITULO V. Costumbres nacionales 323

1»ÜISSY. — IMPRENTA AKB1EU.


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' 5 3 8 5 6 0 J 18560

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