Maria La Madre de Jesus - Carlos Mesters Oc
Maria La Madre de Jesus - Carlos Mesters Oc
Maria La Madre de Jesus - Carlos Mesters Oc
Carlos Mesters oc
María nuestra del Magníficat:
queremos cantar contigo la grandeza del Señor:
que derriba de su trono a todos los dictadores
y sostiene la marcha de los oprimidos,
que rompen estructuras en busca de la Liberación
(Pedro Casaldáliga)
1. Entusiasmo por la Virgen,
Nuestra Señora
El nombre de María
ES costumbre en nuestro pueblo llamar a las mujeres con el
nombre de María. Cuando alguien va por la calle y no sabe el
nombre de una mujer la llama así. "María, oye, ven acá". Casi
siempre se acierta y ellas no se quejan ni reclaman. El nombre de
María no sólo sirve para llamar a las mujeres, sino que también
muchas mujeres tienen de hecho este nombre. Difícilmente se
encuentra una familia que no tenga alguna de sus mujeres con el
nombre de la Virgen: Ana María, María José, María Elena, Fátima,
Concepción, Carmen, Piedad, Rosario, Consuelo, Asunción,
Mercedes, Estrella, Gracia, Pilar, Dulcenombre, María Teresa, María
Luisa, o simplemente María.
Estos y otros muchos nombres tienen todos el mismo origen.
Vienen del nombre de la Madre de Jesús, que se llamaba María.
Ella era una joven pobre y humilde. Vivió hace ya casi dos mil años.
Pero todavía hoy al pueblo le agrada llamarse con su mismo
nombre. Le gusta rezarle e invocarla con una corta oración muy
antigua que se llama el Ave María.
¡Ave María!
La primera parte de esta oración viene del ángel Gabriel, cuando
saludó a María invitándola a ser Madre de Jesús. El ángel entró en
casa:
"Ave María, llena de gracia
el Señor está contigo". Lc 1,28
La otra parte la pronunció Isabel, prima de María. ésta fue a
visitarla, y cuando se encontró con ella, le dijo:
"Bendita eres tú entre las mujeres.
Y bendito es el fruto de tu vientre". Lc 1, 42
Después los cristianos completaron los saludos del ángel y de
Isabel con estas palabras:
"Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte!".
La vida en Familia
En la casa de sus padres
Poco sabemos de esta vida. La Biblia casi no dice nada. La vida
de María debe haber sido como la de cualquier otra joven de
Nazaret: traer agua, arreglar la casa, ayudar en la educación de los
hermanos menores, conversar en la fuente, leer y meditar la Biblia,
rezar a Dios en silencio, participar de las fiestas y de los rezos del
puebloÉ Nosotros la llamamos María, pero en aquel tiempo el
pueblo la llamaba MIRIAM.
La Biblia no dice nada sobre los padres de Miriam, pero los
cristianos sabemos por la tradición que se llamaban Joaquín y Ana.
De sus padres ella recibió su fe en Dios, su amor a la vida y la
esperanza en el futuro de su pueblo.
Como las otras jóvenes del lugar
Como todas las jóvenes de su tiempo, ella llevaba en sí la
esperanza del pueblo, alimentada por las profecías, la esperanza de
que un día tendría que nacer el libertador, el Mesías.
Como todas las jóvenes de su pueblo, ella debe haber tenido el
deseo de poder contribuir para la realización de esta esperanza.
¿De qué manera? Siendo madre, teniendo hijos, pues en un futuro
próximo o remoto tendría que nacer el libertador del pueblo. Y, tal
vez, como tantas otras, ella debía alimentar en sí el deseo secreto
de ser la escogida de Dios para ser madre de ese futuro libertador.
Además, conforme a los cálculos realizados por los doctores de
aquel tiempo, todo indicaba que el día de su nacimiento debía estar
muy cercano.
El noviazgo con José
EN NAZARET vivía un joven llamado José. Su familia no era de
allí. Era del sur, de Belén (Mt 1,19). En aquel tiempo, mucha gente
se venía del sur para llevar una vida mejor en el norte, en Galilea.
José era uno de ellos. Era emigrante o hijo de emigrantes. Persona
pobre, pero honesta. La Biblia dice que era justo, esto es, era del
grupo que Dios quería (Mt 1,19).
María y José estaban ya prometidos (cfr Mt 1,18). Se iban a
casar pronto, a realizar su sueño, como tantos otros jóvenes y
muchachas de su tiempo. Nada de extraordinario hay en esto. Pero
los hombres hacen sus planes y Dios interviene y dispone las cosas
de otro modo. El ángel Gabriel vino, y todo cambió totalmente para
los dos. ¡Y no fue un cambio fácil! ¡Costó mucho sufrimiento!
El sufrimiento de José y María
El ángel Gabriel no fue a pedir licencia a José para que le
permitiera que María, su prometida esposa, se hiciese la madre de
Jesús. Fue a hablar directamente con María. María aceptó la
invitación y quedó encinta por obra y gracia del Espíritu Santo, sin
que lo supiese José (Mt 1, 18-19). Además, nadie lo sabía. Solo ella
misma y su prima Isabel (Mt 1, 43-45).
José se quedó perplejo ante la gravidez de María. No sabía qué
hacer y pensaba en abandonarla (Mt 1,19). Al fin, iluminado por
Dios, descubre su misión junto a la Virgen María, y acepta pasar por
padre del Niño que va a nacer (Mt 1,20-24; Lc 3, 23).
Pero no fue sólo San José el que se dio cuenta de que María iba
a ser madre. ¡El pueblo también! Ciertamente en los corros, junto a
la fuente, lo comentarían las mujeres. ¿Y sus parientes? Todos,
pueblo y parientes, deben haber desconfiado y pensado que María
iba a ser madre soltera. "¡Y aquel viaje de tres meses al sur! ¿Será
sólo que fue a visitar a su prima Isabel?". La lengua del pueblo en
un lugar pequeño corta más que cuchillo de carnicero.
Tanto debió ser el rumor que José, cuando tuvo que ir a Belén
por causa del censo, prefirió llevar a María consigo en vez de dejarla
en Nazaret (Lc 2,4-5). No era necesario que María fuese con José a
Belén, porque solamente José era de allá. María se podría haber
quedado en Nazaret con sus parientes. Así le hubieran ayudado las
mujeres a la hora del parto. Eso hubiera sido lo normal. Pero María
prefirió la compañía de José, que la aceptó como esposa y sabía el
secreto, antes que la compañía de las mujeres que, probablemente
pensaban con desconfianza y hacían comentarios. Ella prefirió las
dificultades de un largo viaje y de un parto lejos de casa, a la relativa
comodidad de Nazaret, pero sin el apoyo de José.
Para poder ser madre de Jesús, el libertador del pueblo, María
corrió un doble riesgo: perder su honra en boca del pueblo y tener
que pasar el resto de su vida como madre soltera en caso de que
José no la hubiera aceptado en su casa. Pero José aguantó la
situación, recibió a María en su casa, como esposa (Mt 1,24), e
impidió así que la honra de María fuese tirada a la calle. Los amigos
tal vez se reirían de él: "¡Dónde se ha visto! ¡Casarse con una futura
madre soltera!". Pero José no se preocupó y asumió su misión.
¡José fue grande! Por amor a su esposa y amor a Dios y al
pueblo, él aguantó la incomprensión del propio pueblo.