Comunicación Comunitaria-Páginas-17-31

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COMUNITARIA.

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Experiencias y reflexiones
sobre la comunicación
comunitaria en Argentina y
América Latina
I S A B E L G AT T I Y R A Ú L B E R M Ú D E Z *

América Latina, nuestra historia, puede mirarse como un


proceso signado por el encuentro y desencuentro de di-
versos grupos de actores antagónicos; en el tiempo de la
colonización, de las migraciones y luego, con la imposi-
ción del proyecto moderno, que dejó como herencia zo-
nas de desarrollo desigual, grandes masas de población
en condiciones de pobreza y pobreza extrema.
Creatividad, inequidad, solidaridad, exclusión so-
cial, sentido de comunidad, dependencia, esperanza.
Son algunas de las palabras que resuenan en nuestro
imaginario colectivo en el momento de pensar cómo
es nuestra realidad. El desarrollo de proyectos políticos
populares en el continente entre las décadas de 1960 y

* En la Diplomatura en Comunicación comunitaria dic-


taron el Taller Estrategias de Participación. 17
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1970, en el marco de las corrientes de liberación nacional


y en plena vigencia en algunos de nuestros países de un
“Estado benefactor”, propició el desarrollo de políticas de
participación social orientadas a acortar las brechas y
garantizar derechos postergados. Este es el marco cultu-
ral necesario para hablar de lo que algunos llaman la
“otra comunicación”: la alternativa, la comunicación po-
pular, la comunicación comunitaria.
Podemos afirmar que nos encontramos con dos ló-
gicas.
Los medios masivos se preocupan por la actualidad
informativa y buscan, mediante la renovación frecuente
de lo que comunican, reactivar el interés de su audiencia.
En el caso de los grandes multimedios, se editorializa me-
diante la selección de lo que es noticiable y lo que no lo es.
Tanto los títulos, las fotografías, los epígrafes y la diagra-
mación en los medios gráficos como los enfoques, los en-
cuadres, los planos, los subtítulos y la musicalización en
los medios audiovisuales son técnicas de construcción
del acontecimiento mediático, en el que se presenta una
realidad que, lejos de ser un reflejo de los hechos, es fun-
cional a los intereses económicos, financieros y políticos
de las corporaciones que controlan estos medios.
La finalidad de los medios comunitarios se orienta
hacia una función educativa y de concientización de los
propios derechos y necesidades, con la consecuente va-
loración de las identidades territoriales.
La comunicación comunitaria tiene otro ritmo: el de
la familia, el de la educación de los hijos; el de las pers-
pectivas de ascenso económico y, a veces, el de la desocu-
pación. La construcción del mensaje no está realizada
por un profesional individual –el comunicador social que
responde al estereotipo de las profesiones liberales ca-
racterístico del siglo XIX y buena parte del XX. Es una
construcción colectiva y participativa que asume un
18 punto de vista situado y ligado a intereses y proyectos
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populares concretos sin ninguna pretensión de objetivi-


dad como la que se predica desde los grandes multime-
dios con el fin de opacar a los verdaderos enunciadores
del mensaje, también ligados a intereses concretos, sólo
que no populares.
La reflexión sobre la comunicación popular, alternati-
va o comunitaria nace en los años sesenta muy ligada a
las teorías de la dependencia. En esta década era muy cla-
ra la injerencia de Estados Unidos en los sistemas políticos
latinoamericanos. La “Alianza para el progreso” marcaba el
rumbo del desarrollo: la incorporación de tecnología y la
indicación del modelo de crecimiento de los países “cen-
trales” como el único posible y recomendable. La con-
centración económica se correspondía a la concentración
mediática, articulada de diferentes maneras en cada país.
Pueden destacarse como pioneras en esta trayecto-
ria teórica y práctica las líneas desarrolladas por Francis-
co Gutiérrez, Mario Kaplún, Rosa María Alfaro, Regina
Festa, Daniel Prieto Castillo, entre otros. Estas perspecti-
vas se fundaban en una postura crítica hacia los medios
masivos dominantes y proponían generar espacios al-
ternativos. Consideraban la comunicación como un he-
cho cultural y su movilización tenía el imperativo de
otorgarle voz a los sectores históricamente enmudeci-
dos. Este estado de cosas hizo reflexionar a muchos so-
bre la posibilidad de realizar un uso de los medios con
otro sentido.
El trabajo teórico de Antonio Pasquali corresponde a
una mirada antropológica sobre la comunicación que
nos lleva a su realidad más esencial. Su obra pregona
que la comunicación, más allá de los instrumentos tec-
nológicos que la vehiculicen, es comunicación entre per-
sonas. La importancia de este teórico se debe a que de
alguna manera logró implementar desde el Estado sus
propuestas teóricas de comunicación alternativa me-
diante lo que se conoció como proyecto Ratelve –Radio y 19
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Televisión Venezolana. A esta experiencia estuvo ligada


Margarita Graziano, una de las docentes fundadoras de
la Carrera de Ciencias de la Comunicación Social de la
Universidad de Buenos Aires. Las experiencias de comu-
nicación alternativa, en este contexto, eran definidas
como prácticas comunicativas que buscan opciones
transformadoras de la realidad social, con un proyecto
alternativo de sociedad.
América Latina está atravesada por múltiples redes
de comunicación comunitaria; basta pensar en la Asocia-
ción Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER).
Esta red nació en 1972 y actualmente está conformada
por 117 radios afiliadas y otras 200 que se vinculan con
ella mediante alianzas estratégicas. Su red satelital cu-
bre todo el territorio del continente latinoamericano. Su
programación promueve campañas de alfabetización,
evangelización y desarrollo local.
Entre las redes en alianza con ALER encontramos las
redes de Fe y Alegría de los jesuitas. En el Foro Argentino de
Radios Comunitarias –FARCO–, podemos encontrar el Ins-
tituto de Cultura Popular –INCUPO– en la Diócesis de Re-
conquista, provincia de Santa Fe, con programas de radio
educativa desde la década del sesenta y la edición de su
propio periódico, y la Red de Comunica-
dores Indígenas –RCI–, con presencia
en el noroeste y el noreste argentinos.
co m un icc ión También, los canales comunitarios de
s de
Las experiencia cione s
sc an op televisión y las agencias de noticias y
alternativa bu la realidad socia
l
rm ad oras de publicaciones gráficas y/o digitales de
transfo
variados movimientos sociales, entre
otras.
Estas experiencias se caracterizan
por:

20
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Estar orientadas a destinatarios diferenciados. Esto


permite estar más cerca de las necesidades reales.
Una relación muy cercana entre el medio y los desti-
natarios.
Tener una participación colectiva en el medio de co-
municación. La comunidad de receptores incide en la
programación y en muchos casos son productores de
espacios.
Ser medios pequeños con una alta vocación de servicio
en relación con la comunidad de origen pero que ac-
tuando en red alcanzan proyección nacional y conti-
nental, hecho por el cual no es apropiado ligar las
experiencias comunitarias a la pequeña escala local
exclusivamente y lo comercial a lo masivo de alto im-
pacto poblacional y geográfico. Por el contrario, ambos
modelos pueden presentarse en pequeña o gran esca-
la; lo que los distingue es la lógica diferenciada a la que
hacíamos referencia.
Establecer una relación entre la comunicación y la
educación basadas en la participación.
Promover una orientación activa hacia prácticas de
transformación social.
Incentivar la enseñanza de la comunicación tendien-
do a una mejora sostenida hacia la calidad en todo el
proceso.

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Las primeras reflexiones teóricas de Fernando Reyes


Mata,1 Diego Portales,2 Osvaldo Capriles,3 Margarita Gra-
ziano,4 fueron cuestionadas con posterioridad por auto-
res como Néstor García Canclini y Jesús Martín-Barbero.
Ellos afirmaban que estas reflexiones miraban la realidad
desde un cierto maniqueísmo. Muchas veces se presenta-
ba lo alternativo como el lugar de lo bueno y lo mediático
comercial como la encarnación del mal. Cuando en ver-
dad lo que se observaba eran prácticas transformado-
ras y reproductivas en simultaneidad. Ni la dominación
era total ni las prácticas populares eran totalmente re-
volucionarias.
No podemos dejar de mencionar el rol de la Iglesia
en estos procesos. Quizás como ninguna institución ha
utilizado la comunicación como medio para un desarro-
llo integral promoviendo la dignidad de la persona hu-
mana. Desde la Conferencia Episcopal de Medellín (1968)
se produce el surgimiento de comunidades eclesiales
de base, experiencia promovida, entre otros, por monse-
ñor Helder Cámara en Brasil y monseñor Oscar Romero
en El Salvador. Estas experiencias, que subrayaban una for-
ma de vivir el cristianismo desde lo comunitario, fueron
ncia potenciadas en varios países con la utilización de diver-
Confere
Desde la e Medellín sos medios: cartillas, periódicos y radios. Mencionamos,
l d
Episcopa roduce el
p
(1968) se
rg im ie nto de
su
ades
comunid e base
s ia le sd 1. Reyes Matta, F., “La comunicación transnacional y la
ecle
respuesta alternativa”, en Simpson, M., Comunicación
alternativa y cambio social. I. América Latina. México,
UNAM, 1989.
2. Portales, D., “Perspectivas de la comunicación alternati-
va en América Latina”, en Simpson, M., op. cit.
3. Capriles, O., “Venezuela: ¿política de comunicación o co-
municación alternativa?”, en Simpson, M., op. cit.
4. Graziano, M., “Para una definición alternativa de comu-
nicación”, en Revista Ininco. Tercer Trimestre. http://
22 www.erpe.org.ec/FinALERpe/index.html
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entre otras, la increíble experiencia de monseñor Proaño


en Ecuador, que entre 1962 y 1974 impulsó un programa
de alfabetización para 20.000 indígenas y campesinos
utilizando la radio. Esta experiencia continúa y se conso-
lida mediante la creación de ERPE (Escuelas Radiofónicas
Populares de Ecuador).5 Esta organización que trabaja en
y con diferentes redes utiliza la comunicación comuni-
taria para fortalecer sus propuestas y salvaguardar los
derechos humanos.
Además de las experiencias de inspiración cristiana
ya señaladas como ALER, la Red Fe y Alegría e INCUPO,
existen proyectos como, por ejemplo, la radio Pío XII de
Bolivia, que con sus 48 años de vida ha promovido múlti-
ples experiencias de promoción comunitaria. En su pági-
na web encontramos una afirmación que puede ser la
síntesis de su credo: “Cuando los profetas de los podero-
sos nos contaron que ‘la historia ha llegado a su fin’, la
radio Pío XII no se creyó el cuento, decidió nadar contra co-
rriente. Se aferró a su fe y se dijo: es posible ser diferente,
es posible construir una comunidad y una sociedad me-
jor, es posible construir un sueño colectivo diferente”.
Bolivia cuenta con la inestimable presencia de ERBOL
–Educación Radiofónica de Bolivia–, una asociación priva-
da de inspiración católica constituida por 29 radioemisoras
y cinco centros de producción radiofónica que funcionan
en las ciudades capitales y en extensas zonas rurales de Bo-
livia. ERBOL trabaja permanentemente desde 1967 y, a
partir de su fundación, los medios de comunicación y edu-
cación que la conforman dedican especialmente su aten-
ción a las problemáticas que afectan a los sectores sociales
marginados y empobrecidos del país como son los mine-
ros, campesinos, pueblos indígenas, obreros, comerciantes
del comercio informal, desempleados, habitantes de secto-
res suburbanos, mujeres, jóvenes y niños.
En Argentina, en 1973, al calor de los documentos de
Medellín y de su adecuación a la realidad argentina a tra- 23
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vés de la “Declaración de San Miguel” del Episcopado Ar-


gentino en 1969, cobra fuerza la llamada “Pastoral Popu-
lar”, una práctica “desde el pueblo” (San Miguel, Cap. VI,
punto 5) que recupera la riqueza de la “religiosidad popu-
lar” y su fuerza liberadora desde una reflexión que algu-
nos autores llamaron “Teología del pueblo”. Toda una
originalidad argentina dentro de la reflexión latinoameri-
cana conocida como “Teología de la Liberación” y todo un
antecedente –en Argentina– de lo que hoy denominaría-
mos “estudios culturales”, ya que la teología del pueblo
utilizaba la cultura como categoría de análisis de la reali-
dad y así concluía que en América Latina hay una cultura
popular de fuerte raigambre cristiana y una cultura de eli-
te asociada al modelo oligárquico y que allí anclaba la ver-
dadera “contradicción fundamental” política e histórica.
Estas reflexiones orientaron la praxis de muchos in-
tegrantes del llamado Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo y el (más institucional) Equipo Pastoral
para las Villas de Emergencia de la Arquidiócesis de Bue-
nos Aires que sobrevive hasta hoy.
Necesariamente esto derivó en una revaloración de
las formas populares de comunicación, políticas y reli-
giosas, menos conceptuales y más vivenciales, con una
“liturgia” (un mensaje, relato, representación) más orgá-
nica y totalizadora, donde todos los sentidos eran convo-
cados a través de la imagen, la música, el movimiento, la
palabra, en síntesis, el rito.
Hacia 1974 se dispara con fuerza una brisa fresca de
juventud en la Iglesia argentina, especialmente desde
los sectores medios y estudiantiles pero que van a con-
verger con las expresiones populares de los “pobres y hu-
mildes” a través de una corta pero fructífera experiencia
que se autodenominó el “Movimiento Juvenil Evangeli-
zador” (MJE), que nunca fue una estructura formal sino
un “espíritu común”, una “coincidencia en la acción”. Su
24 líder espiritual fue el teólogo y sacerdote Rafael Tello y su
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iniciativa más duradera fue la peregrinación de jóvenes


a pie al santuario de Luján, la expresión popular juvenil
religiosa de masas más importante del continente, inin-
terrumpida desde 1975.
La actividad comunicacional de este movimiento
fue innovadora y desbordante: los jóvenes de la Iglesia
empezaron a pegar afiches en la calle, a repartir volantes
en las estaciones de tren, canchas de fútbol, recitales de
rock, bares y todo lugar de tránsito de multitudes. Du-
rante la marcha a Luján primaron los cantos de cancha
de fútbol o de murga referidos a la Virgen, sonaron los
bombos y los redoblantes.
Con posterioridad a la primera peregrinación y en
medio del clima de feroz represión, en particular hacia la
juventud, que significó la última dictadura, el movimien-
to lanzó un “centro de comunicación”, que no fue para
nada institucional sino un equipo informal de creación y
distribución masiva de material evangelizador. Llevó el
nombre de Ceferino, referido al santo mapuche de la fa-
milia Namuncurá. Así, surgieron afiches que inundaron
la Argentina con la leyenda al pie “Civilización del Amor”,
una frase del papa Pablo VI a la que, según el padre Tello,
había que despojar de las connotaciones “sarmientinas”
(elitistas, extranjerizantes) que despierta la palabra “civi-
lización” en nuestro país y hacerla popular.

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Otra iniciativa del movimiento fue resucitar los “au-


tos sacramentales”, tan utilizados durante el Medioevo,
en representaciones por las calles de los momentos
“fuertes” cristianos, arraigados en el pueblo. Desde las vi-
llas y los pueblos renacieron los “vía crucis vivientes” y los
“pesebres vivientes” para Navidad y Semana Santa, re-
presentados por los mismos vecinos, algo así como lo
que hoy llamaríamos “teatro callejero”, pero en clave reli-
giosa y litúrgica. Tanto en su versión medieval como en la
de la Argentina de los años setenta no había una división
tajante entre público y actores. Todos eran actores de la
actualización del drama religioso: el vecino que caminaba
al costado del muchacho barbudo del barrio que llevaba la
cruz sobre sus hombros representaba al pueblo de Jerusa-
lén que acompañó a Jesús camino al calvario. Esta práctica
litúrgica y comunicacional ha permanecido y hoy es fre-
cuente su utilización en parroquias, capillas y colegios ca-
tólicos. Quedó “instalada” en los usos y costumbres
como la peregrinación a Luján de jóvenes, aunque pocos
conozcan su origen.
Durante la última dictadura cívico-militar argenti-
na (autodenominada “Proceso de Reorganización Na-

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cional”, entre 1976 y 1983), las comunidades de base y


los movimientos de derechos humanos tenían los me-
dios de comunicación de masas vedados por la censura
y la autocensura. Sin embargo, en un contexto de semi-
clandestinidad, las comunicaciones circulaban en el inte-
rior de los barrios y pueblos y a través del territorio nacional
con un sistema que podríamos definir como “celular” (la
tecnología telefónica celular no es más que un clon digi-
tal de esta práctica popular). Las células (grupos de mili-
tantes, pequeñas comunidades de base) que realizaban
tareas de resistencia y de asistencia a familiares de dete-
nidos y desaparecidos tenían suma independencia or-
gánica y operativa pero con puentes de enlace entre sí
(la naturaleza nos da al respecto la enseñanza de la fun-
ción de las “dendritas” en el sistema nervioso) y con ele-
mentos itinerantes (hoy diríamos que cumplían la
función de roaming). Pensemos que se coordinaban ta-
reas de resistencia y asistencia en todo el territorio na-
cional y al interior de “regionales” en una época en la que
en nuestro país no había fax, cable coaxil, computadoras
personales, teléfonos móviles ni nada por el estilo. Así se
pudieron mantener niveles de solidaridad, salvar vidas,
difundir lo que sucedía y se callaba aunque fuera a pe-
queña escala, organizar marchas y acciones de resisten-
cia, contactar militantes dispersos, etcétera.
Los años ochenta trajeron la democracia y con ella un
renacimiento de la visibilidad de estas propuestas. La ra-
dio comunitaria FM Reconquista, que desde 1988 mantie-
ne una transmisión ininterrumpida, se encuentra dentro
de este grupo. Desde la Villa Hidalgo en José León Suárez,
en el conurbano bonaerense, esta experiencia comunita-
ria ha articulado una red comunicacional y social con más
de 30 organizaciones sociales territoriales y temáticas del
noroeste del Gran Buenos Aires, con un marcado acento
en la capacitación permanente, el pluralismo y la parti-
cipación. 27
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Entre las radios comunitarias “históricas” podemos


mencionar, además de FM Reconquista, FM Alas de El
Bolsón, provincia de Río Negro (1987), Radio Comunidad
Enrique Angelelli (obispo asesinado por la dictadura) en
la ciudad capital de la provincia de Neuquén (1987), FM
Sur, ciudad capital de la provincia de Córdoba (1988), Ra-
dio Encuentro, ciudad de Viedma, capital de Río Negro
(1989), FM La Tribu, ciudad de Buenos Aires (1989), FM En
Tránsito, Morón, provincia de Buenos Aires (1987). Todas
experiencias muy diversas pero convergentes en el es-
pacio de una comunicación comunitaria alternativa: Alas
nace de la voluntad de ampliar la función integradora
que cumplía Radio Nacional en la Patagonia desde la li-
bertad de la autogestión; Comunidad Enrique Angelelli
surgió del Servicio de Pastoral de las Comunicaciones
de la Diócesis de Neuquén (esta experiencia, como la de
FM Reconquista, recibió su capacitación primera en el Cen-
tro de Comunicación Educativa La Crujía); Sur es una
creación de la ONG cordobesa de promoción y desarro-
llo CECOPAL –Centro de Comunicación Popular y Aseso-
ramiento Legal–; Encuentro pertenece a la Fundación
por una Alternativa Popular en Comunicación Social cre-
ada por monseñor Esteban Hesayne, un firme defensor
de los derechos humanos; La Tribu es una iniciativa de
estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la Uni-
versidad de Buenos Aires; En Tránsito es una cooperativa
de trabajo de periodistas que se resisten a reproducir las
formas hegemónicas de comunicación.
Todas estas radios militan hoy en el Foro Argentino
de Radios Comunitarias –FARCO– o en la sección argen-
tina de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias
–AMARC– y pertenecen a la Coalición por una Radiodi-
fusión Democrática.
Los años noventa se caracterizan, para nuestro con-
tinente, por el triunfo de una hegemonía neoliberal que
28 reordenó las sociedades, creando un mercado mundial
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de globalización o mundialización. Lo nuevo de este pe-


ríodo es la articulación de nuevos movimientos sociales
que en forma global o local hacen presente una nueva
mirada sobre nuestro presente cultural.
En este contexto resurgieron los estudios sobre las
identidades, la construcción de ciudadanía y las articula-
ciones entre lo local y lo global.
Hoy, lo comunitario se subió a Internet y esto ha
potenciado en gran medida muchas acciones; nuevas
experiencias de radios comunitarias han surgido al ca-
lor de nuevos movimientos sociales. Se conforman re-
des para fortalecer la incidencia social: FARCO convocó
a la formación de la Coalición por una Radiodifusión
Democrática (las radios gestionadas por organizacio-
nes sociales, todos los gremios de trabajadores de la
comunicación, las universidades nacionales con radios y
carreras de comunicación, las cámaras PYME de peque-
ños medios comerciales y diversos movimientos sociales
y de derechos humanos), a la que adhirió el Centro de Co-
Nuevas
municación Educativa La Crujía y que consensuó los “21 experien
cias de
puntos para una radiodifusión democrática” que dieron radios
origen a la nueva Ley de Servicios de Comunicación Au- comunit
ari
han surg as
diovisual sancionada por el Congreso. calor de
ido al
nu
A modo de conclusión, en estos espacios encontra- movimie evos
ntos
mos que: sociales

29
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Se ha puesto de relieve la necesidad de incorporar la di-


mensión del diálogo intercultural en todo el proceso de la
comunicación.
Por otra parte, ha caído el ser “alternativo de…” o “contra
de” por una mirada más amplia, donde se ha fortalecido “el
hacer con… y desde...”, articulando el accionar concreto con
múltiples instituciones de la sociedad civil.
Como en ningún otro espaciom emerge el compromiso de
una comunicación atravesada por principios éticos, en to-
das las instancias del proceso de la comunicación: produc-
ción, circulación y consumo.
Alta consideración de la reciprocidad en la construcción
comunitaria de la trama social.
La democratización de las comunicaciones es inseparable
de la democratización de la sociedad y es la contracara de
la concentración multimediática, que va de la mano de la
concentración económica.
La comunicación comunitaria asume de manera consciente
que no existen “mensajes individuales” ya que, como seña-
laba Mijail Bajtin, los discursos se intersectan. Es la produc-
ción consciente y deliberada de mensajes colectivos.
A la vez, es una comunicación “situada” en una geografía y
en una comunidad local, regional o nacional con intereses
y proyectos concretos, de modo que en sus mensajes no
hay ninguna pretendida “objetividad” o “neutralidad” o
“reflejo” de la realidad, sino un relato histórico desde una
toma de posición frente a los acontecimientos.

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La gestión social y participada de los medios de co-


municación es una marca de identidad en el movimiento
de comunicación comunitaria. La capacidad de inciden-
cia en las políticas públicas de este espacio quedó de-
mostrada para la República Argentina, por ejemplo, con la
sanción de la nueva Ley de Servicios de Comunicación
Audiovisual. Esta experiencia demuestra que pequeñas
experiencias generadas por grupos con una mirada com-
prometida con la transformación social, trabajando en
red, pueden obtener incidencia en las políticas públicas.
Este parece ser el desafío que se presenta hoy como hori-
zonte estratégico para el futuro de la comunicación co-
munitaria en nuestro continente.

 Bibliografía

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