TEMA 05 Primera Gran Guerra Presencial
TEMA 05 Primera Gran Guerra Presencial
TEMA 05 Primera Gran Guerra Presencial
TEMA V
Si bien Europa arrastraba siglos de enfrentamientos armados, hasta el año 1914 las
conflagraciones –cuya génesis parte del advenimiento de la segunda revolución industrial y no
tanto de la Edad Moderna– no pusieron en entredicho su hegemonía mundial ni habían adquirido
un carácter tan generalizado.
1. Causas y factores
Habiendo comenzado en función de las ambiciones coloniales, la guerra se convirtió en un
conflicto entre dos modelos de Estado; de un lado, los Imperios absolutistas de Alemania,
Austria-Hungría o Turquía, y, de otro, los Estados democráticos encabezados por los Estados
Unidos, y los países de régimen parlamentario, Inglaterra y Francia.
Cuatro son los factores que se concatenaron: a las rivalidades territoriales, como el litigio
enquistado de Alsacia y Lorena, se agregó la pugna diplomática, que a su vez aceleró la carrera
colonial intensificando las rivalidades económicas convirtiéndose en un círculo vicioso que abocó
a la diplomacia de las armas.
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Sin embargo, el kaiser Guillermo II, tras destituir a Bismarck (1891), redefinió unas líneas
de acción exterior mucho más agresivas a través de la Weltpolitik, aspirando sin ambages a la
hegemonía mundial. Ello activó la diplomacia del resto de los países europeos que, después de
diversas visicitudes y rompiendo la tradicional neutralidad francesa, formó un bloque antagónico
liderado por Francia y el Reino Unido, a través de la Entente Cordial en 1904), a la que tres años
después de sumó Rusia, con la firma de la Triple Entente.
Frente al equilibrio establecido por el dominio inglés en los mares, la segunda revolución
industrial ocasionó el ascenso de nuevas potencias que muy pronto concurrieron por el mercado
internacional. El nuevo Estado alemán llevó a cabo una política proteccionista frente al
tradicional laissez faire que había preponderado hasta ahora, desafiando al Reino Unido en las
finanzas, el comercio, los transportes y la industria.
En los Balcanes, la decadencia del Imperio Turco había generado nuevas naciones,
incitando al avance de Austria-Hungría en búsqueda de una salida al mar, y que, apoyada una
vez más por Alemania, se anexionó Bosnia-Herzegovina (1908), topando con la resistencia en
los pequeños Estados coaligados en la Liga Balcánica (1912), respaldada por Rusia.
Tras un período convulso con enfrentamientos armados intestinos, Serbia lideró esta área
geoestratégica, convirtiéndose en una claro rival de las pretensiones expansionistas austriacas.
El asesinato del heredero a la corona austro-húngara el archiduque Francisco Fernando y su
esposa, la duquesa Sofía, a manos de Gavrilo Princip, vinculado a la organización nacionalista
clandestina Mano Negra, con ocasión de la visita girada a Sarajevo, capital de Bosnia-
Herzegovina, el 28 de junio de 1914, en un ambiente de exaltado nacionalismo, fruto de su
obstinación personal, pues había sido desaconsejado por motivos de seguridad. Aunque la
guerra pudo haber sido evitada, no fue así, tras el durísimo ultimátum que Austria-Hungría
presentó a Serbia, el 23 de julio, a la que se imputó la responsabilidad última, pues no en vano el
el coronel Dimitrijevic, dirigía los servicios de inteligencia de este país.
2. Características específicas
La denominación de la contienda como Gran Guerra Europea o Primera Guerra Mundial,
obedece a una serie de factores que la diferencian por las dimensiones geoestratégicas y
demográficas que alcanzó, así como por los contingentes militares implicados, de las ocurridas
con anterioridad en el Antiguo Régimen.
En el preludio de los episodios bélicos las potencias europeas se vieron inmersas en una
escala armamentística y en la movilización de numerosos efectivos. El ejército alemán pasó de
620.000 a 820.000 hombres y Austria-Hungría había alineado a 450.000 soldados. Los efectivos
más numerosos los acreditaba Rusia con 1.800.000 hombres, mientras que Francia, que
contaba con 770.000 soldados, amplió el servicio militar obligatorio a tres años. A lo largo de la
contienda estas cifras se incrementaron ostensiblemente.
El submarino fue una apuesta tecnológica esencialmente germana, pues sus buques
presentaban una clara desventaja respecto a la británica, siendo letales para los navíos de
guerra y los barcos mercantes, in discriminar si pertenecían a países beligerantes o neutrales,
siendo esta una de las razones que empujaron a Estados Unidos a intervenir en la guerra
(hundimiento del trasatlántico Lusitania el 7 de mayo de 1915, que efectuaba el trayecto Nueva
York-Liverpool con pasajeros de esa nacionalidad); a partir de 1917 disminuyen su efectividad
por ser interceptados mediante cargas de profundidad, campos de minas, detección submarina y
la escolta de destructores que acompañaban a los convoyes.
Por otro lado, Alemania, pese a que las armas químicas habían sido prohibidas expresamente en
la Conferencia de La Haya (1899), no dudó en ser la primera en incorporarlas a su arsenal, quebrantando
el marco internacional, aunque las máscaras protectoras minimizaron en gran medida el efecto de los
gases tóxicos, añadiéndose los riesgos para los ejércitos atacantes, al depender de la fluctuación en la
dirección del viento
La guerra en los mares fue protagonizada por las grandes formaciones de acorazados de
gran tonelaje, fuertemente blindados y dotados con artillería de grueso calibre. No pudiendo
competir con la armada británica, los alemanes dedicaron el mayor esfuerzo tecnológico a los
submarinos, que asestaron golpes muy significativos a los navíos de superficie hasta el año
1917. Entre los medios de transporte jugó un papel destacado el ferrocarril, pues permitía un
traslado masivo y eficaz de tropas y pertrechos, siendo imprescindibles en cuanto a los medios
de comunicación el telégrafo, la radio y teléfono para transmitir las órdenes desde los distintos
Estados Mayores a las tropas.
2.3 Propaganda
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Los países neutrales sufrieron importantes transformaciones pues, una vez convertidos en
proveedores de materias primas, alimentos y pertrechos de todo tipo, adecuaron su sistema
productivo a la demanda de los beligerantes, cuyas exportaciones crecieron exponencialmente
en España, Holanda, países escandinavos y Suiza, así como los países iberoamericanos (Brasil
y Argentina, fundamentalmente). La demanda de alimentos y materias básicas (trigo, azúcar,
caucho, madera, café, maíz, aceite, etc.) impulsó la producción agrícola de los países centro y
sudamericanos, asiáticos y africanos.
Los estados beligerantes incrementaron los presupuestos para hacer frente a las ingentes
necesidades derivadas de la guerra, sobreviniendo un déficit que alcanzó cifras astronómicas
que se sufragaron con créditos externos –sólo se lo pudieron permitir entre los aliados– y la
emisión de una onerosa deuda pública y bonos del tesoro.
No obstante, el principal soporte de los ejércitos aliados fue Estados Unidos, cuya
intervención militar en la última fase del conflicto aunque fue decisiva, al inclinar la balanza a
favor de estos, no lo fue menos su apoyo económico y financiero, durante y después de la
contienda en que se convirtió el acreedor por excelencia de Europa, permitiendo el flujo de
capitales desde el continente americano su lenta reconstrucción, incluida Alemania que tenía
ante sí el problema añadido del pago de las indemnizaciones (Plan Dawes). Ello le hizo caer en
una fase de euforia expansionista de superproducción que sirvió de pórtico a la Gran Depresión
de los años treinta. Si el liberalismo había primado hasta entonces, las diversas naciones
implicadas en la guerra prolongaron las políticas intervencionistas.
3. Consecuencias
Fueron numerosas las consecuencias derivadas de un conflicto de esta envergadura pues
no sólo supuso una auténtica hecatombe demográfica sin precedentes, sino que alteró
decisivamente el mapa europeo y colonial, en el que desaparecían los cuatro grandes imperios
heredados del Antiguo Régimen (Austria-Hungría, Alemania, Turquía y Rusia), trazando las
bases de un nuevo orden mundial.
3.1 Demográficas
A pesar de que el frente fue relativamente reducido, si lo comparamos con la Segunda
Guerra Mundial, el número de bajas mortales fue muy elevado, solo comparable, aunque en
distinta escala, con las campañas napoleónicas. Así, y atendiendo a las víctimas mortales,
fallecieron más de 4 millones entre las Potencias Centrales y 5 millones aproximadamente entre
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los Aliados, con un porcentaje notable de civiles, muy superior al de anteriores episodios
armados. A ello se añadirían los 6,5 millones de heridos o mutilados. Alemania perdió 1.950.000
hombres; Rusia, 1.700.000; Francia, 1.500.000; Gran Bretaña y sus colonias, así como Austria-
Hungría, 1.000.000 respectivamente, seguidos por Italia, con 533.000 muertos o serbia con
325.000. Estados Unidos sufrió 116.000 bajas.
El núcleo de las víctimas fueron hombres jóvenes –Francia perdió la mitad de los varones
de 20-23 años–, elevando la tasa de feminidad y una relativa superpoblación de mujeres. Como
consecuencia del descenso de la natalidad y el envejecimiento de la población –agravada por la
epidemia de gripe que asoló Europa en 1919–, el sistema productivo se resintió, amén del
incremento de la mortalidad debido a las carencias alimentarias y sanitarias. Como efecto
colateral de la contienda, se registraron más de 4 millones de viudas y 8 millones de huérfanos,
lo que desbordó literalmente la acción asistencial de muchos gobiernos.
3.2 Socio-económicas
La riqueza de los Estados sufrió un dramático descenso –el comercio internacional y las
inversiones en el exterior de los principales países europeos quedaron interrumpidos entre 1914
y 1918–, perdiendo una porción elevada de sus recursos: Francia (30%), Alemania (25%), Reino
Unido (32%) e Italia (26%). El coste de la guerra se estimó en torno a los 180.000-230.000
millones de dólares –expresado en valor de 1914– y el de los daños causados por la destrucción,
en torno a 150.000 millones.
El gasto bélico fue financiado utilizando las reservas de oro y mediante emisión de deuda
pública, suscrita en su casi totalidad por bancos estadounidense, cuyos préstamos se cifran en
250.000 millones de dólares, creando una dependencia crónica de sus economías en el período
de reconstrucción. Paralelamente se recurrió a la emisión descontrolada de papel moneda, lo
que generó fuertes tensiones inflacionistas, agravada por el desequilibrio entre la producción y la
demanda.
Mientras que las clases medias salieron empobrecidas del conflicto en general, surgen
grandes fortunas al calor del tráfico armamentístico y la especulación de víveres y alimentos. El
proletariado experimenta fuertes pérdidas en poder adquisitivo de sus salarios mermados por la
inflación, protagonizando una oleada de huelgas a veces como factor mimético de la revolución
bolchevique. El país que más se resintió en estas coordenadas adversas fue Alemania, cuya
agitación social, producto de la crisis, se agudizó a causa de las ingentes cantidades de dinero
que debían entregar a título de indemnización a los vencedores. La pérdida de valores
humanistas se reflejó en el arte, la literatura y la música, emergiendo movimientos como el
expresionismo y el surrealismo.
El punto de partida de los encuentros diplomáticos fueron los Catorce Puntos que el
presidente norteamericano Woodrow Wilson –que junto con Lloyd George, Clemenceau y
Orlando, jefe de gobierno italiano, fueron decisivos en la marcha de las negociaciones– había
hecho públicos en enero de 1918 y que constituían la única exposición sistemática de objetivos
de guerra de los aliados.
Por lo que se refiere a Alemania, las consecuencias fueron fulminantes, ya que perdió el
15% de su territorio y el 10% de su población. Alsacia y Lorena retornan a sus primitivos dueños
franceses; el área del Sarre es administrado por la Sociedad de Naciones con una concesión
minera de quince años explotados por Francia; la zona de Eupen-Malmedy se entrega a Bélgica;
Prusia Oriental, Posen y el corredor de Dantzing se asignan a Polonia; Memel se otorgó a
Lituania; y parte de Schleswing (Alta Silesia) pasó a Dinamarca. Paralelamente, sus colonias se
repartieron entre diversas potencias: Reino Unido (África Oriental y Sudoccidental, y una porción
de Togo y Camerún), Francia (la otra parte de Togo y Camerún) y Japón (Marshall, Carolinas y
Marianas).
En el Este de Europa se consolidaron las fronteras que Alemania había impuesto a Rusia
en el Tratado de Brest-Litowsk, estableciendo un “cordón sanitario” de estados anticomunistas
(Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania) que impidiera la propagación del bolchevismo, de modo los
rusos perdieron prácticamente toda la costa del Báltico. Polonia se restableció su condición de
nación independiente a costa de los territorios desgajados de Rusia, Alemania y Austria-Hungría.
Estado. Bulgaria, por el Tratado de Neuilly, hubo de ceder parte de Tracia a Grecia y perdió el
acceso al mar Egeo.
Por otro lado, el Tratado de Versalles obligaba a Alemania a cumplir unas severísimas
condiciones militares, con las que se pretendía neutralizar su poder ofensivo y evitar un futuro
conflicto. Entre otras cláusulas se derogó el servicio militar obligatorio; el ejército se redujo a una
dotación de cien mil hombres, carentes de artillería o aviación; se prohibió la fabricación y uso de
armamento pesado; se desmilitarizó una franja de cincuenta kilómetros en el sector oriental del
Rhin, mientras que la ribera izquierda sería ocupada por Francia durante quince años; y la
totalidad de la flota pasó a poder de los vencedores o destruida. Estas medidas, dado su
excesivo rigor, tuvieron un efecto inverso al previsto, pues alimentaron el nacionalismo y el
militarismo germanos, alcanzando su máxima expresión en la política de rearme emprendida por
Adolf Hitler.
En cuanto a las indemnizaciones de guerra, y dado que los países vencedores imputaron
la responsabilidad del conflicto a Alemania, fueron muy gravosas, ya que hubo de desembolsar
269.000 millones de marcos-oro entre 1921 y 1926. Amén de ello hubo de ceder una parte
considerable de su marina mercante y material industrial estratégico (locomotoras, vagones,
cables submarinos, etc). Ello comportó un freno decisivo a la reconstrucción de la economía
germana, que acusaba el problema de la hiperinflación, envenenando las relaciones franco-
alemanas durante toda la posguerra. En 1923 suspendió unilateralmente los pagos a Francia por
lo que ésta invadió la cuenca del Ruhr como represalia, creando un gravísimo incidente
internacional. Ante la imposibilidad objetiva de mantener estos pagos, estos fueron revisados y
rebajados. Es más, un año después, gracias a los acuerdos de Locarno y el Plan Dawes recibió
ayudas para salir de la crisis.
acogiéndose al derecho internacional. Sin embargo, carecía de una fuerza militar disuasoria con
el fin de hacer cumplir las posibles sanciones la comunidad internacional acordara frente a quien
los vulnerara.