La Organización Genital Infantil

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La organización genital infantil (Una interpolación en la teoría de la

sexualidad)

Freud comienza señalando la importancia de la fase fálica en la


organización genital infantil, la cual se sitúa entre las fases de las
pulsiones parciales y la organización genital adulta. Durante esta
etapa, la unificación de las pulsiones sexuales bajo el dominio de los
genitales no es completa, pero ya existe una clara tendencia hacia
este objetivo:

“La unificación de las pulsiones sexuales bajo el primado de los


genitales no se ha completado aún”

Primado del Falo

En la organización genital infantil, Freud describe un período en el


cual el falo ocupa un lugar predominante, lo que él llama el “primado
del falo”. En este contexto, el falo es el órgano central de la
sexualidad, tanto para el niño como para la niña, aunque la niña no lo
posee. Este órgano es visto como un símbolo de poder y tamaño:

”El único genital reconocido en esta etapa es el masculino, por lo


tanto, hay un primado del falo, en ambos sexos”

Este primado del falo es fundamental en la fase fálica infantil, ya que


aún no se reconocen plenamente las diferencias anatómicas entre los
genitales masculinos y femeninos como se hace en la vida adulta:

”En la sexualidad infantil no existe aún la diferenciación entre los


genitales masculinos y femeninos, lo que aparece más tarde en la
sexualidad adulta”

El Complejo de Castración en el Niño

Freud introduce el complejo de castración como un factor clave en la


organización genital infantil. Este complejo surge cuando el niño
descubre la ausencia de pene en la niña, lo que genera un miedo
intenso a perder su propio órgano:

“La observación de la falta del pene en la niña da lugar al temor de


perder el propio, es decir, al miedo a la castración”

Este miedo se convierte en un motor fundamental para la resolución


del complejo de Edipo, ya que el niño renuncia a sus deseos edípicos
para evitar la castración:

“El temor a la castración lleva al niño a abandonar su deseo por la


madre y a identificarse con el padre”

El Complejo de Castración en la Niña

En el caso de la niña, el complejo de castración se presenta de


manera diferente. La niña experimenta lo que Freud llama envidia del
pene al descubrir que no lo posee, lo que puede desencadenar varias
respuestas psicológicas:

“La niña se da cuenta de la falta del pene y desea poseerlo; es lo que


llamamos envidia del pene”

Freud explica que esta envidia puede manifestarse en el deseo de


obtener un hijo como sustituto simbólico del pene:

“El deseo de obtener un hijo surge como una compensación por la


falta del pene”

La niña puede resolver este complejo identificándose con su madre, lo


que facilita la resolución de su complejo de Edipo:

“La resolución del complejo de Edipo en la niña pasa por la


identificación con su madre y el deseo de obtener un hijo en el futuro”
Resolución del Complejo de Edipo

La resolución del complejo de Edipo en los niños y niñas está


íntimamente relacionada con el complejo de castración. En los niños,
el miedo a la castración impulsa la identificación con el padre y la
represión de los deseos edípicos. En las niñas, la envidia del pene y el
deseo de tener un hijo llevan a la identificación con la madre:

”En los niños, el complejo de castración precipita la resolución del


complejo de Edipo; en las niñas, la envidia del pene y el deseo de
tener un hijo cumplen esa función”

Conclusión

La organización genital infantil es una fase crítica en la formación de


la identidad sexual del individuo. Freud enfatiza el rol central del falo
en esta etapa y cómo el complejo de castración influye decisivamente
en la resolución del complejo de Edipo. Estas experiencias tempranas
sientan las bases para la posterior organización genital adulta y la
formación del superyó.

Sobre la sexualidad femenina- Freud 1931 tomó XXI

El apartado I del texto examina la sexualidad femenina, centrando su


atención en las diferencias entre el desarrollo psíquico de niños y
niñas, especialmente en lo relacionado con el complejo de Edipo.

Freud comienza destacando que el desarrollo del complejo de Edipo


en los varones es más claro, ya que su primer objeto de amor es la
madre, y el padre se convierte en un rival natural. En el caso de las
niñas, aunque su primer objeto de amor también es la madre, el
proceso de transferir ese afecto al padre es más complejo. Freud
señala dos hitos importantes en el desarrollo de la niña: el cambio de
la zona genital del clítoris a la vagina y el cambio del objeto-madre al
objeto-padre. Como menciona Freud: «… la tarea de resignar la zona
genital originariamente rectora, el clítoris, por una nueva, la vagina,
complica el desarrollo de la sexualidad femenina. Ahora se nos
aparece una segunda mudanza de esa índole, el trueque del objeto-
madre originario por el padre…».

Uno de los puntos clave es que las niñas con una intensa relación con
el padre muestran que esta fue precedida por una fase igualmente
intensa con la madre. Freud concluye que esta fase preedípica,
marcada por la relación exclusiva con la madre, es más prolongada de
lo que inicialmente se pensaba, a menudo hasta los cuatro o cinco
años. Como lo expresa: «El segundo hecho enseñaba que habíamos
subestimado también la duración de esa ligazón-madre. En la mayoría
de los casos llegaba hasta bien entrado el cuarto año, en algunos
hasta el quinto». También subraya que algunas mujeres nunca
superan esta etapa y permanecen en una fijación con la madre: «Más
aún: era preciso admitir la posibilidad de que cierto número de
personas del sexo femenino permanecieran atascadas en la ligazón-
madre originaria y nunca produjeran una vuelta cabal hacia el varón».

Freud compara este descubrimiento con el hallazgo de la cultura


minoica-micénica que precedió a la griega, revelando que la fase
preedípica en las niñas tiene una importancia que no había sido
plenamente reconocida antes. Este periodo es crucial, ya que explica
muchas neurosis femeninas, como la histeria y la paranoia, que
parecen tener sus raíces en esta relación inicial con la madre. Freud
comenta: «La intelección de la prehistoria preedípica de la niña tiene
el efecto de una sorpresa, semejante a la que en otro campo produjo
el descubrimiento de la cultura minoico-micénica tras la griega».

Finalmente, la transición de esta etapa preedípica al complejo de


Edipo positivo es más problemática para las niñas. La castración, en
el sentido psíquico, juega un papel determinante, ya que las niñas
reconocen su diferencia biológica respecto a los varones, lo que
puede llevar a una lucha interna entre aceptar su feminidad o
rebelarse contra ella, y así aferrarse a deseos masculinos, como el
llamado "complejo de masculinidad”. Freud lo describe así: «La
mujercita, aterrorizada por la comparación con el varón, queda
descontenta con su clítoris, renuncia a su quehacer fálico y, con él, a
la sexualidad en general…».

II
En el apartado II, Freud profundiza en el desarrollo de la sexualidad
femenina en comparación con la masculina, destacando las
diferencias esenciales que se manifiestan en la niñez y la
adolescencia. Comienza reafirmando la bisexualidad inherente a
todos los seres humanos y cómo se manifiesta con mayor claridad en
las mujeres, debido a la coexistencia del clítoris (equivalente
masculino) y la vagina (órgano propiamente femenino). Freud explica:
«La vida sexual de la mujer se descompone por regla general en dos
fases, de las cuales la primera tiene carácter masculino; sólo la
segunda es la específicamente femenina».

Una de las diferencias clave que expone Freud es cómo el complejo


de Edipo, tal como se manifiesta en los niños, no puede aplicarse de
manera estricta a las niñas. Las niñas no solo experimentan el
complejo de Edipo de una manera diferente, sino que su transición a
la feminidad es más compleja, ya que implica el abandono del clítoris
y la aceptación de la vagina como el órgano sexual dominante. Freud
señala: «El inevitable destino del vínculo de simultáneo amor a uno
de los progenitores y odio al rival se establece sólo para el niño
varón».

Este proceso también involucra el reconocimiento de la diferencia


anatómica entre los sexos, lo que genera en la niña un sentimiento de
inferioridad frente al varón, debido a su ausencia de pene. Freud
explica que esta percepción influye directamente en la formación del
superyó femenino y en la forma en que las niñas manejan la
castración simbólica. «Ella reconoce el hecho de su castración y, así,
la superioridad del varón y su propia inferioridad, pero también se
revuelve contra esa situación desagradable».

El autor distingue tres posibles trayectorias en la respuesta de las


niñas ante la castración. La primera implica un rechazo total de la
sexualidad; la segunda, una insistencia en retener características
masculinas, lo que puede llevar a la fantasía de ser un hombre o
incluso a la homosexualidad. La tercera trayectoria es el desarrollo
pleno de la feminidad, lo cual se logra tomando al padre como el
nuevo objeto de amor y alcanzando el complejo de Edipo positivo.
Freud comenta: «…en la mujer el complejo de Edipo es el resultado
final de un desarrollo más prolongado; no es destruido por el influjo
de la castración, sino creado por él».
Finalmente, Freud reflexiona sobre cómo el vínculo preedípico con la
madre, que fue el primero en la vida de la niña, no desaparece
completamente. Muchas mujeres, aunque toman a su padre como
objeto de amor, en realidad transfieren aspectos de su relación con la
madre a esta nueva figura masculina, lo que puede generar conflictos
en sus relaciones adultas, especialmente en el matrimonio. Freud
sostiene: «El endoso de ligazones afectivas del objeto-madre al
objeto-padre constituye, en efecto, el contenido principal del
desarrollo que lleva hasta la feminidad».

Este apartado resalta las complejidades de la sexualidad femenina y


cómo su desarrollo implica una serie de transiciones difíciles, tanto en
términos biológicos como psicológicos, que no tienen paralelo en el
desarrollo masculino.

III

En el apartado III, Freud aborda en profundidad las metas sexuales de


las niñas durante la fase preedípica, centrando su análisis en la
relación que las niñas tienen con sus madres durante este período.
Freud explica que las metas sexuales de las niñas en esta fase son
tanto activas como pasivas, y que estas están condicionadas por las
fases libidinales que atraviesan todos los niños. Según él: «Las metas
sexuales de la niña junto a la madre son de naturaleza tanto activa
como pasiva, y están comandadas por las fases libidinales que
atraviesan los niños».

Freud subraya que, al igual que los niños, las niñas primero viven
experiencias sexuales pasivas con la madre, tales como ser
amamantadas, alimentadas, y cuidadas por ella. Sin embargo, estas
experiencias pasivas generan en las niñas una tendencia hacia la
actividad, que se expresa a través de juegos donde ellas replican el
rol materno, por ejemplo, cuidando muñecas. Freud observa: «Las
primeras vivencias sexuales y de tinte sexual del niño junto a la
madre son desde luego de naturaleza pasiva. […] Primero, en el
pecho materno, el ser-amamantado es relevado por el mamar
activo».
Uno de los puntos clave que Freud discute es la actividad sexual de
las niñas hacia la madre, la cual puede incluir deseos agresivos,
aunque estos no siempre son fácilmente reconocibles, debido a que
muchas de estas mociones permanecen inconscientes o reprimidas.
Freud sugiere que estos deseos suelen ser disfrazados y aparecen
posteriormente en la forma de angustia, como el temor de la niña a
ser asesinada por la madre. Señala: «Hallamos los deseos agresivos
orales y sádicos en la forma a que los constriñó una represión
prematura: como angustia de ser asesinada por la madre».

Freud también explica que el despertar sexual en la niña puede estar


relacionado con los cuidados corporales proporcionados por la madre,
como el hecho de limpiar o vestir a la niña. Estos cuidados pueden
generar sensaciones que la niña asocia con placer sexual, lo que lleva
a que, en algunos casos, la madre sea vista como una figura
seductora. Freud comenta: «Las personas del sexo femenino con
intensa ligazón-madre en quienes pude estudiar la fase preedípica
han informado, de acuerdo con lo anterior, que opusieron la máxima
resistencia a las enemas y evacuaciones de intestino que la madre
emprendió con ellas…».

Al final del apartado, Freud reflexiona sobre la importancia del


distanciamiento de la madre para el desarrollo sexual de la niña. Este
alejamiento no solo implica un cambio de objeto amoroso (de la
madre al padre), sino también una represión de las mociones
sexuales activas hacia la madre. Freud concluye que esta transición
es esencial para el desarrollo de la feminidad en la niña: «El
extrañamiento respecto de la madre es un paso en extremo
sustantivo en la vía de desarrollo de la niña; es algo más que un mero
cambio de vía del objeto».

IV

En el apartado IV, Freud comienza discutiendo la bibliografía existente


sobre la sexualidad femenina, señalando que muchos de los puntos
que él ha explorado ya habían sido tratados en otros estudios. Sin
embargo, destaca que sus aportaciones y experiencias clínicas
ofrecen nuevas precisiones y matices sobre el tema. Freud indica:
«Habría sido innecesario publicar este trabajo si no fuera que en un
campo de tan difícil acceso puede resultar valioso todo informe
acerca de experiencias propias y concepciones personales».

Freud continúa revisando y comentando el trabajo de otros autores en


el campo del psicoanálisis de la sexualidad femenina. Elogia a
Abraham por su descripción del complejo de castración en las
mujeres, aunque critica la falta de atención a la fase de ligazón
exclusiva con la madre. Según Freud: «La descripción de Abraham de
las manifestaciones del complejo de castración en la mujer no ha sido
en verdad superada todavía; pero nos gustaría ver insertado en ella el
factor de la ligazón-madre inicial y exclusiva».

Freud también expresa su acuerdo con el trabajo de Jeanne Lampl-de


Groot, quien sostiene que en la fase preedípica de las niñas existe
una actividad sexual fálica dirigida hacia la madre, algo que Freud
también había observado en su clínica. No obstante, Freud cree que
esta actividad está subestimada en cuanto a su hostilidad hacia la
madre. Señala: «Encuentro una insuficiencia de ese trabajo en el
hecho de que presenta el extrañamiento de la madre como un mero
cambio de vía del objeto, y no considera que se consuma bajo los
más claros signos de hostilidad».

En este apartado, Freud también discute las contribuciones de Helene


Deutsch, quien reconoció la intensidad de la ligazón-madre y la
importancia de las aspiraciones pasivas en el desarrollo femenino,
señalando que el paso hacia el objeto-padre ocurre a través de estas
aspiraciones pasivas. Freud valora positivamente este enfoque:
«Deutsch indica, además, que la vuelta hacia el padre acontece por el
camino de las aspiraciones pasivas».

Sin embargo, Freud critica la postura de Melanie Klein, quien propone


que el complejo de Edipo comienza en el segundo año de vida. Freud
considera que esta cronología no coincide con sus propios hallazgos
sobre la duración prolongada de la fase preedípica y la ligazón con la
madre. Expresa: «Esta precisión temporal, que necesariamente altera
también la concepción de todas las otras constelaciones del
desarrollo, no coincide de hecho con los resultados del análisis de
adultos...».
Finalmente, Freud aborda la cuestión de la envidia del pene,
refutando la idea de que esta envidia es secundaria o adquirida como
un mecanismo de defensa. Para Freud, la envidia del pene es una
reacción primaria en la niña, y su intensidad no debe subestimarse.
Explica: «No debiéramos pasar por alto que aquellas primeras
mociones libidinales poseen una intensidad que se mantiene superior
a todas las posteriores, y en verdad puede llamarse
inconmensurable».

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