Derecho de Familia y Sucesiones 2024 - 1 Clase 5-6
Derecho de Familia y Sucesiones 2024 - 1 Clase 5-6
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Sucesiones
Caucasia 2024 – 1
Unión Marital de Hecho es un estado civil:
A partir del Auto del 18 de junio de 2018, la CSJ Sala de Casación Civil, dentro del
expediente 2004-00205, M.P. Jaime Arrubla Paucar, estableció la CSJ que la Unión
Marital de Hecho sí es un Estado Civil.
En este sentido, los elementos del concubinato perfecto para la época eran: 1. Relaciones
sexuales entre un hombre y una mujer. 2. Comunidad de vida entre los concubinos. 3. Estabilidad o
permanencia en la comunidad de lecho y de vida. 4. Mutuo consentimiento o acuerdo de voluntades
susceptibles de presumirse por la sola cohabitación. 5. Ausencia de cualquier impedimento para
contraer matrimonio. 6. Que la vida en común sea con apariencia matrimonial.
El concubinato imperfecto o irregular es el que existía en una unión más o menos
estable o permanente entre una pareja que con dicha unión contrariaban la Ley,
"porque no pueden estar casados entre sí, por parentesco, edad o cualquier
impedimento legal". En este sentido, estos concubinos eran considerados ilícitos
civil y penalmente, adicional al reproche social del que eran objeto, ya que eran
repudiadas como relaciones anormales o depravadas dentro de la comunidad. En
razón de esto, para el profesor Pedro Lafont, el concubinato imperfecto se
presentaba en el caso que se constituyera adulterio, amancebamiento, o se
estableciera con clérigos, o entre parientes de línea recta o hermandad.
Quienes decidían conformar una relación concubinaria, sea bajo la
modalidad de concubinato perfecto o imperfecto, debían afrontar
una fuerte desaprobación social, pues decidir conformar una familia
sin acudir a la institución del matrimonio civil o religioso daba lugar a
que la familia de hecho sufriera recriminación social.
La influencia de la Iglesia Católica en la situación del concubinato:
En lo que respecta a la Iglesia Católica y su gran influencia en occidente desde la decadencia del
Imperio Romano, a partir de la imposición de sus orientaciones morales y políticas, "el concubinato
desapareció como forma de organización familiar, y toda unión sexual extramatrimonial era
considerada por la Iglesia como ilícita, pecaminosa y eran considerados despreciables las
personas así concebidas y nacidas". Por su parte, "el Concilio de Trento infundió la calidad de
anatema al concubinato, estableciendo la excomunión para quienes persistieran en él; y desde
entonces, la "denominación de bastardo” formó pánico y se constituyó en arma para combatir el
concubinato, tanto más en la edad media en que las normas de la Iglesia Católica se convirtieron en
fuente u origen de todas las instituciones por haber monopolizado el poder bajo el régimen
teocrático.
En vigencia del Código Canónico de 1917 de la Iglesia Católica, los concubinos que vivían
públicamente incurrían en el delito contra las buenas costumbres, eran sancionados con penas de
exclusión de los actos legítimos eclesiásticos y considerados como infames, no podían ser
padrinos de bautismo y se les excluía de la sepultura eclesiástica. Para este tiempo la situación de
los católicos casados civilmente no se distinguía de la simplemente concubinaria y estos también
eran considerados como pecadores públicos e incursos en penas de los infames. Lo anterior
demuestra la recriminación por parte de la religión católica contra las personas que vivían en
concubinato.
En la actualidad, con la expedición del más reciente Código Canónico sancionado por Juan Pablo II
en 1983 se eliminó la calificación que se le daba al matrimonio civil como "Abominable
Concubinato" y adicional a esto se reconoció la existencia del concubinato propiamente dicho; sin
embargo, hay quienes evitan emplear el término "concubinato" y prefieren llamarlo situación
matrimonial irregular o amor libre como lo denominó el Concilio Vaticano II.
LA UNIÓN CONCUBINARIA O CONCUBINATO EN COLOMBIA ANTES DE
1990:
La situación jurídica del concubinato en Colombia antes de la
promulgación de la Ley 54 de 1990 (la cual consagró la unión
marital de hecho), fue un período caracterizado por la falta de
protección legal a dichas uniones concubinarias.
Nuestro país se ha caracterizado por la gran influencia social de la religión católica
desde la época de la conquista, pero no ha sido ajeno a la existencia de relaciones
concubinarias ni al reproche social del que éstas fueron objeto, pues desde
mediados del siglo XX "la unión marital de hecho se constituía en un patrón cultural
significativo en las subculturas de las Costa Atlántica y Pacífica, en la meseta
cundiboyacense y en otras regiones con antecedentes históricos y antropológicos
entre ellos, los departamentos de Nariño y el Cauca, como muy bien lo señaló
Virginia Gutiérrez de Pineda en su libro pionero sobre la familia en Colombia". Si
bien éste fenómeno era propio de la población de zonas rurales o urbanas
populares, con los más bajos niveles de ingresos y educación, así como con el
mayor número de hijos, cuyo origen obedecía a una tradición cultural indígena o
negra que permitía "el amaño" o bien uniones simultáneas para el hombre tanto en
culturas patriarcales con rezagos de una cultura feudal.
Al crecimiento que tuvieron las relaciones concubinarias en el país se le suma un
fuerte rechazo o discriminación de la que gozaron estas relaciones y los hijos
nacidos en ellas, fundada en un fuerte moralismo y en la ideología impulsada por el
Catolicismo, por ejemplo en el caso de las mujeres estas eran conocidas
socialmente como "la concubina", "la barragana" y en el caso de los hijos a estos se
les denominaba de manera peyorativa como "hijos ilegítimos", "hijos naturales" y
"de dañado y punible ayuntamiento".
Adicional a lo anterior, los hijos crecían en medio de un fuerte
reproche social, puesto que era común que les negaran el ingreso a
establecimientos educativos, principalmente de orden religioso y que
tuvieran que vivir en la incómoda y penosa situación de tener que
explicar porque llevaban un sólo apellido y no dos, inclusive en materia
sucesoral no tenían el mismo tratamiento que los hijos nacidos en el
matrimonio, conocidos para la época como legítimos o matrimoniales.
Intentos de Regulación del Concubinato en Colombia
• Proyecto de Código de Derecho Privado 1980 Arts. 1561, 1562, 1583,
1589 y 1590- Arturo Valencia Zea
ARTICULO 1o. <Ley CONDICIONALMENTE Exequible> A partir de la vigencia de la presente ley y para
todos los efectos civiles, se denomina Unión Marital de Hecho, la formada entre un hombre y una
mujer, que sin estar casados, hacen una comunidad de vida permanente y singular.
lgualmente, y para todos los efectos civiles, se denominan compañero y compañera permanente, al
hombre y la mujer que forman parte de la unión marital de hecho.
Antecedentes legislativos de la ley 54 de 1990:
(Sentencia C-098-1996)
La Ley 54 de 1990 se inscribe en una línea de sucesivas reformas legales que progresivamente
han introducido el principio de igualdad, equidad y mutuo respeto en el ámbito de las
relaciones familiares.
Este proceso se inició con la expedición de la Ley 28 de 1932 sobre derechos de la mujer casada,
y continuó con la Ley 29 de 1982 que equiparó los derechos sucesorales de los hijos
extramatrimoniales y los matrimoniales.
la Ley 54 de 1990, sin equiparar a los miembros de las uniones libres y a los cónyuges vinculados
por matrimonio, avanza en el sentido de reconocer jurídicamente su existencia y regular sus
derechos y deberes patrimoniales. Si bien la jurisprudencia con base, primero, en la teoría del
enriquecimiento sin causa y, más tarde, en la de la sociedad de hecho, había ofrecido su apoyo a la
parte débil de la pareja que con su actividad y esfuerzo participaba en la creación de un patrimonio
común, las dificultades probatorias y la complejidad de los procedimientos para su reconocimiento,
limitaban notoriamente la eficacia de los instrumentos con que podía contar para su defensa.
Precisamente, las disposiciones sustantivas y procedimentales de la ley se orientan a suplir esta
falencia. Las presunciones legales sobre la existencia de la unión marital de hecho, la configuración
de la sociedad patrimonial entre los miembros de la pareja, la libertad probatoria para acreditar la
unión, comportan mecanismos y vías diseñadas por el legislador con el objeto de reconocer la
legitimidad de este tipo de relaciones y buscar que en su interior reine la equidad y la justicia.
. Unión Marital de Hecho vs Concubinato:
5.2. En el derecho patrio, a partir de la vigencia de la Ley 54 de 1990, modificada por la Ley 979 de
2005, toda “comunidad de vida permanente y singular” entre dos personas no casadas o con
impedimento para contraer nupcias, da lugar a una unión marital de hecho y a originar un auténtico
estado civil, según doctrina probable de la Corte, que es otra de las formas de constituir familia
natural o extramatrimonial, al lado del concubinato.
Sentencia de casación SC8225-2016
No empece, esta familia sui géneris, como se advierte, anclada hoy en la regla 42 citada, per sé,
no engendra sociedad patrimonial ni de gananciales, tampoco sociedad universal; pero
paralelamente o sobre sus hombros, germina una auténtica sociedad de hecho, cuando en la
vida de la pareja hay: 1. Aportes recíprocos de cada integrante, 2. Ánimus lucrandi o participación
en las utilidades o beneficios y pérdidas, y 3. Ánimus o affectio societatis, esto es, intención de
colaborar en un proyecto o empresa común; al margen de aquélla vivencia permanente con
carácter afectivo. En consecuencia, puede existir una relación concubinaria con o sin sociedad de
hecho (artículo 98 Código de Comercio).
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Sentencia de Casación Civil, SC 3466-2020/2013-00505, septiembre 21 de 2020:
5.1. En sede de instancia, la Sala, advertida la presencia de una unión marital con sociedad
patrimonial, cuyo asiento fue el municipio de Zipaquirá, como también la existencia de otra relación
personal de la misma naturaleza, domiciliada en Fusagasugá, ambas del mismo demandado,
considera necesarias algunas precisiones. Las uniones maritales de hecho irregulares o atípicas,
son instituciones familiares que no se encuentran cobijadas por las disposiciones del
matrimonio en el Código Civil ni por las especiales de la Ley 54 de 1990. Sin embargo, no
pueden obtener un trato injusto o discriminatorio, por ello, cuando la Sala ha utilizado la palabra
"concubinato", no las ha querido calificar peyorativamente ni en forma denigrante, como algunos
críticos censuran el término; ni tal forma de opción familiar de una pareja, puede ser vista como como
un delito, porque esa cualificación desapareció.
La jurisprudencia de la Sala, justamente, ha sido vanguardista y acudiendo a la equidad, y al margen
de todo prejuicio moralista o criminal, pues la mujer no es posesión del hombre, sino esencia y motor
de la familia y de la sociedad, ni el varón puede desplegar un rol machista, desde la década de los
treinta del siglo pasado, por el contrario, le otorgó derecho a demandar la existencia de una sociedad
de hecho, utilizando la estructura de la acción "in rem verso", legitimando a las parejas de esa
relación familiar irregular, para impedir el enriquecimiento sin causa, línea dentro de la cual se hallan
sentencias de esta Sala, como la emblemática del 30 de noviembre de 1935 C.S.J.( G.J. Tomo XLII,
pág. 483), las del 7 de mayo de 1947, del 12 de diciembre de 1955. Luego, también hizo posible la
acción, pro socio, para repartir bienes comunes, como en el caso de la sentencia del 5 de diciembre
de 2011, en consonancia con la del 22 de junio de 2016. La familia colombiana, por tanto, es una
institución fuerte y dinámica, históricamente tradicional con estirpe conservadora, católica,
matrimonial, heterosexual y regida por la monogamia. Pero también han existido las uniones de
hecho irregulares, uniones maritales atípicas, no singulares o concubinarias;
(…). Todas ellas, son formas familiares a cuyos miembros no se les puede tratar con desigualdad e
iniquidad y que demandan un trato digno, con mayor razón por parte de los jueces, porque ellas
caminan bajo criterios de pluralismo, diversidad, convivencia, permanencia, ayuda y trato familiar,
cobijadas, en forma indiscutida, en el articulo 42 de la Constitución de 1991, que bajo el principio
de supremacía constitucional se impone sobre el propio Código Civil y la Ley 54 de 1990. Lo dicho
significa que todo tipo de familia diversa a la del matrimonio tradicional y a la prevista en la Ley
54 de 1990, o atípicas, como es esa histórica unión de hecho irregular, frente a esas regulaciones
específicas, tienen derechos y deberes pero no puede ser desamparada por los jueces, por cuanto
la regla 42 de la Carta Política, en virtud de la prevalencia de la Constitución con aplicación directa
para la familia, comprende todas las instituciones familiares, sean típicas o atípicas, cuando forman
una comunidad de afecto, de convivencia, de ayuda, de solidaridad y de permanencia, como células
edificantes de la sociedad y del Estado Constitucional.
Tesis UNIVERSIDAD EAFIT:
2. Unión de hecho entre una pareja de igual o diferente sexo sin estar Hombre y mujer que tienen convivencia y permanencia, pero no
casados entre sí singularidad entre ellos, porque existe a la par una unión marital de hecho
con sus respectivos compañeros permanentes.
3. Con o sin prohibición legal para casarse (en el segundo caso, cuando hay Hombre y mujer solteros o viudos que sin estar casados entre sí, tienen
vínculo matrimonial vigente) convivencia permanente y no singular, paralela a otras relaciones
concubinatos.
Hombre y mujer clérigos o religiosos obligados a guardar el celibato, que tenían una convivencia permanente y singular.
Hombre y mujer solteros o viudos, con parentesco de consanguinidad entre sí, que tenían una convivencia permanente y singular.
Hombre y mujer solteros, en la que ambos o uno de los concubinos sean menores de 14 años.
De acuerdo con lo anterior, se confirma que el concubinato conocido antes de 1990 no quedó incluido
en todas sus modalidades por la Ley 54 de 1990, y por ende hoy existen relaciones concubinarias
que están siendo declaradas a través de procesos judiciales. No obstante, al observar las clases de
concubinato que existen en la actualidad se evidencia que se trata de relaciones donde hay una
latente intención de sostener convivencias permanentes paralelas, contrario a la tradición
monogámica del país.
• Singular
Quiere esto decir que la pareja homosexual que cumpla con las condiciones previstas en la ley
para las uniones maritales de hecho, esto es la comunidad de vida permanente y singular,
mantenida por un periodo de al menos dos años, accede al régimen de protección allí dispuesto,
de manera que queda amparada por la presunción de sociedad patrimonial y sus integrantes
pueden, de manera individual o conjunta, acudir a los medios previstos en la ley para establecerla
cuando así lo consideren adecuado.
Del requisito de la comunidad de vida permanente:
La permanencia, elemento que como define el DRAE atañe a la “duración firme, constancia,
perseverancia, estabilidad, inmutabilidad” que se espera del acuerdo de convivencia que da origen a
la familia, excluyendo de tal órbita los encuentros esporádicos o estadías que, aunque prolongadas,
no alcanzan a generar los lazos necesarios para entender que hay comunidad de vida entre los
compañeros.
La ley no exige un tiempo determinado de duración para el reconocimiento de las
uniones maritales, pero obviamente “la permanencia (…) debe estar unida, no a
una exigencia o duración o plazo en abstracto, sino concretada en la vida en común
con el fin de poder deducir un principio de estabilidad que es lo que le imprime a la
unión marital de hecho, la consolidación jurídica para su reconocimiento como tal”
(…), de ahí que realmente se concreta en una vocación de continuidad y, por tanto,
la cohabitación de la pareja no puede ser accidental ni circunstancial sino estable.
Es por lo que esta Corporación explicó que tal condición “toca con la duración
firme, la constancia, la perseverancia y, sobre todo, la estabilidad de la comunidad
de vida, y excluye la que es meramente pasajera o casual” (…). Incluso, en otra
decisión sostuvo que los fines que le son propios a la institución en estudio “no
pueden cumplirse en uniones transitorias o inestables, pues, según los principios y
orientaciones de la Carta Política, es la estabilidad del grupo familiar la que permite
la cabal realización humana de sus integrantes y, por ende, por la que propende el
orden superior” (CSJ SC de 5 ago. 2013, rad. 2008-00084-02).
Así, por ejemplo, la procreación o el trato carnal es factible que sea el resultado de
disposición o de concesión de los miembros de la pareja, o impuestas por distintas
razones, por ejemplo, impotencia o avanzada edad, etc., sin que por ello la
comunidad de vida desaparezca, porque de ese modo dos personas de la tercera
edad no podrían optar por la unión marital; tampoco, necesariamente, implica
residir constantemente bajo el mismo techo, dado que ello puede estar
justificado por motivos de salud; o por causas económicas o laborales, entre
otras, cual ocurre también en la vida matrimonial (artículo 178 del Código Civil); y
la socialización o no de la relación simplemente facilita o dificulta la prueba de su
existencia.
Singularidad:
Sentencia de casación SC15173-2016:
5.3.4. Precisamente, la singularidad comporta una exclusiva o única unión marital de hecho,
en respuesta al principio de monogamia aplicable a la familia natural, como una de las células
básicas de la sociedad, igual y al lado de la jurídica, pero esto no quiere decir que estén
prohibidas las relaciones simultáneas de la misma índole de uno o de ambos compañeros con
terceras personas, sólo que cuando existen los efectos previstos en la ley quedan
neutralizados, pues no habría lugar a ningún reconocimiento.
Lo anterior, desde luego, no puede confundirse con el incumplimiento del deber de fidelidad mutuo
inmanente a esa clase de relaciones, exigido en general en el artículo 42 de la Constitución
Política, según el cual las “relaciones de familia se basan en la igualdad de derechos y de
deberes de la pareja y en el respeto recíproco de todos sus integrantes”.
Como tiene explicado esta Corporación, “(…) establecida una unión marital de
hecho, la singularidad que le es propia no se destruye por el hecho de que un
compañero le sea infiel al otro, pues lo cierto es que aquella (…) solo se disuelve
con la separación física y definitiva de los compañeros permanentes (…)”.
Como tiene explicado la Corte, “(…) presupone la conciencia de que forman un núcleo familiar,
exteriorizado en la convivencia y la participación en todos los aspectos esenciales de su
existencia, dispensándose afecto y socorro, guardándose mutuo respeto, propendiendo por el
crecimiento personal, social y profesional del otro (…)”.
De ahí, si el trato dispensado recíprocamente por sus componentes se aleja de esos principios
básicos del comportamiento familiar, esto es, en cuanto lo contradicen, verbi gratia, una relación
marital de independientes o de simples amantes, esto significa que el elemento volitivo en la
dirección indicada no se ha podido estructurar.
5.3.2. La comunidad de vida, precisamente, se refiere a la conducta de la pareja en cuyo sustrato
abreva, subyace y se afirma la intención de formar familia. El requisito, desde luego, no alude a la
voluntad interna, en sí misma considerada, sino a los hechos de donde emana, como tales, al
margen de cualquier ritualidad o formalismo.
(…)
Que los compañeros permanentes no estén casados entre sí, pues de estarlo, sus relaciones tanto
personales como económicas serían las dimanantes del matrimonio. Por consiguiente, la existencia
de un matrimonio, así este esté viciado de nulidad, impide la formación de la unión marital de
hecho.
“Desde luego que el objetivo de la ley 54 de 1990 no fue otro, que el de regular aquellas relaciones
concubinarias (designación peyorativa que cambió con acierto) establecidas al margen de la
formalidad del matrimonio. No se ocupa la ley, ni esa es su finalidad, de crear sociedades
patrimoniales en aquellos casos en los cuales la ley las proscribe para las uniones matrimoniales.
Subsecuentemente, si la pareja contrajo matrimonio, cualquiera que fuese su naturaleza, queda
sustraída del régimen propio de las uniones maritales de hecho, debiendo someterse, por tanto, a la
regulación propia del derecho matrimonial; (…)”.
“3. Visto lo anterior, no puede decirse, entonces, que el matrimonio nulo debe tenerse como
absolutamente ineficaz, o como si no hubiese existido, pues, de un lado, como ha quedado
establecido, mientras no se declare su invalidez, produce, por regla general, todos los efectos que le
son propios, de modo que los contrayentes se reputan casados y son titulares de los mismos
derechos y obligaciones que aquellos que no están afectados de vicio legal alguno, y no de manera
aparente o artificial sino real y verdadera; y, de otro lado, porque la nulidad judicialmente declarada
no produce efectos retroactivos de tal modo absolutos que pueda colegirse que se tiene por no
celebrado.
En ese orden de ideas, tampoco puede decirse que el matrimonio cuya nulidad se declara por razón
de existir respecto de ambos o uno de los contrayentes el vínculo de un matrimonio anterior, deba
tenerse como ineficaz y, por ende, que no constituye obstáculo para que se forme entre la pareja una
sociedad patrimonial similar a la de los compañeros permanentes, pues esa unión conyugal existe
como tal y produce los efectos que le son propios mientras no se declare su invalidez. Más
exactamente: Mientras no se decrete judicialmente la nulidad, existe vínculo matrimonial y los
contrayentes tienen la calidad de cónyuges y, obviamente, los derechos y obligaciones que la ley les
impone.
El régimen de la ley 54 de 1990, reitérase, aún a riesgo de fastidiar, tuvo por
finalidad regular las uniones maritales que no estuviesen precedidas de vínculo
conyugal, bajo el entendido de que de existir éste, así no generase sociedad
conyugal o estuviese viciado de nulidad, debía sujetarse a las normas que lo
reglamentan, las cuales, no sobra decirlo, no fueron reformadas mediante tal
estatuto.
Sostiene Blanco Rodríguez (2010) que aunque en la unión marital de hecho no se requiere
expresamente una declaración de voluntad como en el matrimonio, sí se exige cierta capacidad de
los compañeros permanentes y la clasifica dentro de los requisitos de su esencia. Sin embargo, no
ofrece una postura clara respecto a cuál debe ser la capacidad exigida para la tal figura jurídica.
Autores como Sánchez Mercado (1995) utilizan el concepto de capacidad física como un requisito
para constituir una unión marital de hecho, junto a la posibilidad de procreación que, sostiene, deben
tener quienes se unen bajo esta figura, pues, según esta autora, no se puede separar lo marita de la
procreación.
Por una línea similar, Gutiérrez Sarmiento (2001) expresa que la
capacidad sexual es un requisito comprendido dentro de la
legitimación marital para constituir una unión marital de hecho.