Historia Tema 1

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TEMA 1: REVOLUCIÓN LIBERAL Y CAÍDA DEL ANTIGUO RÉGIMEN

1. Los ecos de la Revolución francesa y las bases del absolutismo

En Europa, durante los siglos XVII y XVIII, se dieron cambios significativos que
debilitaron los pilares del Antiguo Régimen. Las nuevas actividades económicas, el
ascenso de la burguesía y la Ilustración impulsaron estas transformaciones que
culminaron en la Revolución Francesa y el surgimiento del liberalismo. El Antiguo
Régimen se caracterizaba por una sociedad estamental, una economía agraria y
feudal, y una monarquía absoluta. La sociedad estaba dividida en tres estamentos:
el clero, la nobleza y el tercer estado (campesinos y burgueses). Estos estamentos
mantenían privilegios heredados por nacimiento, y las clases bajas soportan
grandes cargas fiscales.

En lo económico, predominaba la agricultura, que estaba controlada por la nobleza y


el clero, quienes cobraban derechos señoriales. El comercio interior era escaso, y la
producción estaba regulada por gremios. En cuanto a lo político, la monarquía
absoluta concentraba el poder en una sola persona, quien gobernaba sin compartir
soberanía, dictaba leyes y administraba justicia.

La Ilustración fue un movimiento intelectual que surgió en el siglo XVIII en Europa,


sobre todo en Francia. Los filósofos ilustrados abogaban por la libertad de
pensamiento, rechazaban el absolutismo y postulaban que las relaciones sociales
debían basarse en la tolerancia, la libertad y la igualdad. A partir de estas ideas, se
consolidó el liberalismo, que promovía la libertad individual, el derecho a la
propiedad y la división de poderes.

El liberalismo político defendía las libertades individuales, como la libertad de


expresión, asociación y prensa, todas protegidas por el Estado de Derecho. Estas
libertades se ejercían mediante una Constitución, que garantizaba la existencia de
jueces independientes y un código de leyes justo para todos los ciudadanos.

El liberalismo económico surgió a finales del siglo XVIII, basándose en principios


como la ley de la oferta y la demanda, la competencia entre empresas, la innovación
y la reducción de la intervención estatal en la economía. Defendía el libre comercio
entre naciones sin aranceles o barreras a la importación.

La Revolución Francesa, iniciada en 1789, marcó un cambio profundo, poniendo fin


al Antiguo Régimen y estableciendo un sistema político constitucional. Se promulgó
la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, que garantizaba la
igualdad legal y los derechos de los ciudadanos, promoviendo la participación
política de todos los hombres. Aunque se ampliaron los derechos sociales y se
impulsó el liberalismo, el derecho al voto seguía limitado, y las mujeres continuaban
marginadas en la política.

2. La expansión de la revolución francesa: expansión napoleónica y


respuestas en España (guerra, juntas y cortes de Cadiz)

La expansión napoleónica y la Revolución Francesa influyeron en España desde


1789. Carlos IV subió al trono en 1788 y, ante la expansión revolucionaria, nombró a
Manuel Godoy como secretario de Estado en 1792. El radicalismo francés y la
ejecución del rey Luis XVI en 1793 llevaron a España a unirse a la coalición militar
europea contra Francia (1793-1795). Tras la Paz de Basilea (1795), España
subordinó sus intereses a los franceses, especialmente con el ascenso de Napoleón
Bonaparte en 1799.

Godoy firmó el Tratado de Fontainebleau (1807), que permitía a las tropas francesas
atravesar España para atacar Portugal, aliada de Gran Bretaña. A partir de 1808,
tras el motín de Aranjuez, Carlos IV abdicó en su hijo Fernando VII. Sin embargo,
Napoleón aprovechó la situación y forzó a Carlos IV y a Fernando VII a abdicar en
Bayona, nombrando a su hermano José I Bonaparte como rey de España.

El 2 de mayo de 1808, una revuelta popular en Madrid inició la Guerra de


Independencia (1808-1814). Esta guerra tuvo tres fases:
1. La guerra de sitios (1808-1809), donde la resistencia en ciudades como
Zaragoza y la victoria española en Bailén forzaron la retirada francesa de
Madrid.
2. La guerra de guerrillas (1809-1812), que desgastó a las tropas francesas,
especialmente tras la resistencia en Cádiz.
3. La ofensiva anglo-hispana (1812-1813), liderada por Wellington, resultó en
las victorias en Arapiles, Vitoria y San Marcial, que derrotaron a José I y
finalizaron con el Tratado de Valençay (1813), devolviendo la corona a
Fernando VII.

Paralelamente, surgió un proceso revolucionario con la proclamación de la


Constitución liberal española en 1812. Ante la ausencia de monarquía y el
desmantelamiento del Antiguo Régimen, se establecieron Juntas Provinciales y una
Junta Suprema Central. Está dirigió la guerra y formó un nuevo sistema de gobierno.
En el bando rebelde, existían tres corrientes ideológicas:
- Los absolutistas, partidarios del Antiguo Régimen y vinculados a la nobleza y
el clero.
- Los liberales, que buscaban una monarquía parlamentaria y una
transformación revolucionaria.
- Los jovellanistas, que conciliaban tradición y renovación.
Las Cortes de Cádiz se reunieron en 1810 y, tras su debate, promulgaron la
Constitución de 1812 (conocida como "La Pepa"). Esta contenía 384 artículos y
establecía una monarquía parlamentaria basada en la división de poderes y en el
principio de soberanía nacional. Incluía una declaración de derechos:
- Libertad de pensamiento y opinión.
- Igualdad ante la ley.
- Libertad civil.
- Derecho de propiedad.
- Reconocimiento de derechos legítimos.

Además, la Constitución incluyó reformas clave como la creación de un ejército


nacional, el servicio militar obligatorio, una enseñanza primaria gratuita, y la
formación de ayuntamientos electivos. También se estableció la confesionalidad
católica del Estado. Otras medidas incluyeron la supresión de los señoríos
jurisdiccionales y los mayorazgos, la desamortización de las tierras comunales, la
abolición de la Inquisición y la desaparición de los gremios.

Los legisladores aprovecharon el contexto revolucionario de la guerra para diseñar


un marco más avanzado, pero apenas pudo ser implementado. Tras la restauración
de Fernando VII, las experiencias liberales fueron frustradas, lo que condujo al
retorno del absolutismo.

3. El reinado de Fernando VII: Restauración absolutista y conflictividad


política (liberalismo, realismo y descolonización americana)

El reinado de Fernando VII se divide en tres etapas:

La vuelta al absolutismo (1814-1820): Tras la derrota de Napoleón, el Tratado de


Valençay permitió a Fernando VII regresar a España, donde anuló la Constitución y
leyes de Cádiz, restableciendo el absolutismo y reprimiendo con dureza a los
liberales. Este retorno al Antiguo Régimen se produce en un contexto internacional
donde prevalece el viejo orden europeo, reforzado por el Congreso de Viena y la
creación de la Santa Alianza.

El Trienio Liberal (1820-1823): En enero de 1820, la rebelión del coronel Rafael del
Riego dio origen al Trienio Liberal. Fernando VII fue forzado a aceptar la
Constitución, se proclamó una amnistía para los presos políticos, se abolió la
Inquisición, se reorganizó la Milicia Nacional y se convocaron elecciones que
favorecieron a los liberales. Sin embargo, el rey, opuesto a las reformas, utilizó su
derecho de veto y conspiró contra el gobierno. Las divisiones dentro del liberalismo
surgieron entre moderados y exaltados. La intervención de la Santa Alianza, con la
llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823, puso fin a este periodo.
La Década Ominosa (1823-1833): Con el retorno al poder, Fernando VII lanzó una
persecución intensa contra los liberales, obligando a muchos a huir del país. A lo
largo de esta etapa, la situación económica se deterioró, acentuada por la pérdida
de las colonias americanas, que impactó severamente las finanzas del reino.
Fernando buscó aliados moderados en la burguesía financiera y realizó reformas
fiscales. En América, los distintos virreinatos, poblados en su mayoría por criollos,
comenzaron a formar sus propios gobiernos tras la captura del rey y las
abdicaciones de Bayona. Las causas de la independencia incluyeron la influencia
del liberalismo, la independencia de EE. UU., y la Revolución Francesa, así como la
insatisfacción de los criollos por su escaso papel en la administración colonial.

El proceso independentista fue heterogéneo, con varias revueltas y diferentes


grados de lealtad a la metrópoli por parte de los virreinatos. La primera fase
(1808-1815) se caracterizó por la creación de Juntas que, inicialmente, dependían
de la Junta Central, mientras que la segunda fase (1815-1825) estuvo liderada por
caudillos como Simón Bolívar y José de San Martín, cuyo liderazgo culminó con la
independencia de la mayor parte de América española. España retuvo sólo Cuba,
Puerto Rico y Filipinas.

Las medidas de Fernando VII generaron desconfianza entre sectores


ultraconservadores de la Corte, conduciendo a fricciones sobre la sucesión,
especialmente tras el nacimiento de su hija Isabel en 1830. La Ley Sálica dificultaba
que las mujeres accedieran al trono, pero Fernando, influido por su esposa María
Cristina, deroga esta ley con la Pragmática Sanción, marcando una división entre
los carlistas, que apoyaban el Antiguo Régimen, y los liberales, que se alineaban
con María Cristina. Fernando VII falleció en 1833, designando a su hija de tres años
como heredera y a María Cristina como regente, lo que provocó un levantamiento
absolutista inmediatamente.

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