El Origen Del Abya Yala
El Origen Del Abya Yala
El Origen Del Abya Yala
En los últimos años, ha surgido una corriente que propone llamar a este continente "Abya
Yala". Este nombre está comenzando a ganar consenso y cada vez es más común.
Reflexionemos sobre el origen de este nombre y por qué los continentes se llaman como
se llaman. Además, debemos considerar cuántos continentes existen, ya que esto está
relacionado con los nombres que les damos.
Para algunos, hay cinco continentes; para otros, siete u ocho. No hay consenso sobre qué
es exactamente un continente. Este concepto es moderno, y los pueblos antiguos no
definían el nombre de sus tierras pensando en criterios de continente como lo hacemos hoy.
Por ejemplo, muchos países tienen nombres diferentes a los que les damos en otros
idiomas. China no se llama China; si preguntas a los chinos, ellos llaman a su país el "País
del Centro". De manera similar, Alemania no se llama así en alemán, y Egipto y Japón tienen
otros nombres en sus propios idiomas.
África recibe su nombre de una tribu del norte, y los europeos extendieron ese nombre a
todo el continente. Ni los pueblos africanos ni los europeos de entonces tenían el concepto
de continente que tenemos hoy. Europa y Asia están unidas por una gran franja de tierra y
son considerados dos continentes distintos, mientras que América del Norte y América del
Sur, unidos por una pequeña franja, se consideran un solo continente. Esto demuestra que
la definición de continente está ligada a la identidad cultural.
El nombre "América" fue dado por los europeos, pero los pueblos originarios tenían sus
propios nombres para esta tierra. "Abya Yala" es el nombre que el pueblo Kuna, en lo que
hoy es Panamá y el norte de Colombia, daba a esta parte del mundo. Este nombre no se
acuñó con el concepto moderno de continente en mente.
El término "Abya Yala" se empezó a utilizar en 2004 durante la Segunda Cumbre de Pueblos
y Naciones de Abya Yala en Quito. Este nombre se ha adoptado en un esfuerzo por
reivindicar las identidades indígenas. Es similar a cómo los nombres de los otros
continentes se adoptaron por consenso a lo largo del tiempo. Por ejemplo, "Europa" no se
popularizó hasta el siglo XVII, y "América" no se generalizó hasta las guerras de
independencia.
El racismo tal como lo conocemos hoy tiene sus raíces en la era de las exploraciones
europeas, especialmente durante el siglo XV con el inicio de la colonización de América.
Cuando Cristóbal Colón llegó a América en 1492, los europeos comenzaron a justificar la
conquista y colonización de estas tierras con la idea de que las poblaciones indígenas eran
inferiores. Esta ideología fue utilizada para legitimar la dominación y explotación de los
pueblos indígenas.
Uno de los episodios más brutales del racismo en América fue la esclavitud. A medida que
las colonias europeas en América se expandían, aumentó la demanda de mano de obra
para trabajar en las plantaciones de azúcar, algodón y otros cultivos. Para satisfacer esta
demanda, millones de africanos fueron capturados, esclavizados y transportados a América
en condiciones inhumanas. Estos esclavos eran considerados propiedad y eran sometidos
a un trato brutal y deshumanizante.
El racismo sirvió como justificación para la esclavitud. Los esclavistas argumentaban que
los africanos eran inferiores a los europeos y, por lo tanto, estaban destinados a servirles.
Este tipo de pensamiento racista se convirtió en parte de la estructura social y económica
de las colonias americanas, especialmente en el sur de los Estados Unidos, donde la
economía del algodón dependía en gran medida del trabajo esclavo.
El Racismo Pseudocientífico
Durante los siglos XVIII y XIX, el racismo se consolidó aún más con la aparición del racismo
pseudocientífico. En esta época, se desarrollaron teorías que intentaban "demostrar" la
superioridad de la raza blanca sobre otras razas. Disciplinas como la antropometría y la
craneología se utilizaban para medir cráneos y otras características físicas con el fin de
clasificar a las razas humanas. Estas pseudociencias afirmaban que la raza blanca europea
era superior, mientras que las razas africanas y otras no europeas eran consideradas
inferiores. Estas ideas no solo justificaban la esclavitud y la colonización, sino que también
alimentaban el racismo institucional en Europa y América.
A mediados del siglo XX, el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, liderado
por figuras como Martin Luther King Jr., luchó por la igualdad y el fin de la segregación
racial. Aunque se lograron avances significativos, como la aprobación de la Ley de
Derechos Civiles en 1964, el racismo sigue siendo un problema en muchas partes de
América y del mundo.
Los reyes españoles, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, financiaron las expediciones
de Cristóbal Colón con la esperanza de encontrar oro, plata, seda, marfil y especias. En
1492, Colón llegó al continente de Abya Yala (América), descubriendo un nuevo territorio
que no era la India como inicialmente pensaban. Al llegar, los españoles encontraron
pueblos organizados, con economías basadas en la agricultura y el trueque, y con sistemas
políticos y sociales bien establecidos.
Las culturas originarias, como los Aztecas, Mayas, Tihuanacotas, Incas y Nahuas, habían
desarrollado avanzados conocimientos en matemáticas, calendarios astronómicos,
domesticación de animales y construcción de impresionantes obras arquitectónicas y
artísticas. Sin embargo, la llegada de los europeos, sedientos de riquezas, destruyó estas
formas de organización y cosmovisiones.
Ante esta situación, los colonizadores utilizaron estrategias para someter a los nativos,
quienes legalmente no podían ser esclavizados según las Leyes de Indias. Imponiendo
tributos e impuestos, obligaron a los habitantes a trabajar para pagar estas obligaciones.
Instituciones como la encomienda, la mita y los repartimientos forzaron a los nativos a
trabajar en condiciones similares a la esclavitud.
Guamán Poma de Ayala, un cronista indígena que creció junto a los españoles, documentó
las atrocidades coloniales en su obra "Nueva Crónica y Buen Gobierno". En esta carta al
rey Felipe III de España, Poma de Ayala denunciaba la cruel explotación y esclavitud de los
indígenas, acompañando sus relatos con dibujos que ofrecían una visión fidedigna de la
vida y cultura incaica.