Guion Bebe y Escucha
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Según historiadores, antes de convertirse en el complejo de San Francisco en el siglo XVI, era el
palacio real de Huayna Cápac, el gran emperador Inca. Además, este lugar también funcionaba como
un templo ceremonial para esta sociedad precolombina. La mayoría de los historiadores coinciden en
que, antes de que los franciscanos comenzaran la construcción de esta importante plaza y su
convento e iglesia, la zona era ocupada por un ajetreado mercado de fin de semana. Aunque en ese
entonces Quito no era una ciudad completamente desarrollada, era el punto de intercambio entre
pequeñas poblaciones ubicadas alrededor de las montañas de los Andes. Fue por esta razón, debido a
su importancia estratégica, que los españoles y sus órdenes religiosas eligieron construir su complejo
insigne aquí. Esta también es la razón por la que el espacio que ocupa Casa Gangotena en la
actualidad tiene tanta importancia para la historia e identidad del centro histórico de Quito.
Actualmente, uno puede ver la influencia de esta plaza (y lo que los españoles construyeron aquí) a
través de todo el centro histórico de Quito: docenas de iglesias se pueden encontrar en casi todas sus
cuadras. La Plaza de San Francisco, en efecto, encendió la llama religiosa por todo Quito, sirviendo
como referente para todos los complejos religiosos que se construyeron en gran parte del centro de la
ciudad. De hecho, San Francisco de Quito sirvió como el centro religioso (pre y post hispánico) de
las américas por un largo tiempo.
La Plaza San Francisco: una de las razones más importantes para visitar Quito. (2018, August 24).
Casa Gangotena. https://www.casagangotena.com/es/la-vida-y-la-gente-de-la-plaza-san-
francisco/
Reseña histórica.
Las características arquitectónicas especiales y la significativa carga histórica del edificio —el
Convento más antiguo de Ecuador— le confieren por sí mismo el atributo de «objeto de exhibición»,
participando e interactuando con los demás bienes culturales en su propio escenario y contexto
histórico. Es, pues, justo calificarlo con una doble categorización: Museo Monumento y Museo de
Arte Religioso. Le precede una gran plaza, asentada en el escenario urbano más representativo de la
ciudad: durante años la abasteció de agua de su fuente central; ha funcionado como mercado popular,
como espacio de concentraciones militares y políticas, y como lugar de encuentro y recreación
sociales. Después de permanecer por los años veinte del siglo pasado y durante un buen lapso con un
diseño afrancesado, con parterres y jardines, se la vuelve a convertir en el gran espacio abierto que
facilita sus variados usos. En el conjunto se debe mencionar otro elemento arquitectónico destacado:
la magnífica escalera cóncavo-convexa que comunica la plaza con el Atrio, en el que resalta la bella
fachada manierista-barroca del templo mayor, origen de distintas soluciones de arquitectura
americanas. La relevancia del conjunto conventual queda evidenciada en esta interesante descripción
del Convento, que hace José Gabriel Navarro al analizar las fundaciones franciscanas en Quito.
El 6 de diciembre de 1534, Sebastián de Benalcázar fundó la ciudad de San Francisco de Quito sobre
las ruinas de lo que fue la capital de Atahualpa. Puede decirse que el Convento de San Francisco
tiene la antigüedad de la propia ciudad, pues desde el momento de la fundación se había previsto la
edificación de un Convento franciscano, entregándoles para la construcción de la primera iglesia el
solar en que, según la crónica de Salinas de 1647, se asentaba la residencia de Huayna Cápac. Un año
después, con la llegada del fraile flamenco Jodoco Ricke (Joost de Rijcke van Maarselaer) nacido en
Malinas, el 6 de diciembre de 1535, se concretó el establecimiento de la Orden, construyéndose
como obra inicial una rústica capilla de adobe y paja concluida el 25 de enero de 1536, fiesta de la
conversión de San Pablo, a quien fue consagrada. La construcción del templo se inició en 1537 y a
finales del siglo XVI —ya se había reemplazado la primitiva iglesia por la que hoy conocemos— se
avanzaba con la construcción de las capillas de Cantuña y San Buenaventura y estaba casi concluido
el Claustro Principal, de planta cuadrada y de fuerte carácter español con resabios mudéjares,
formado por galerías de arcos de ladrillo sobre columnas de piedra de orden toscano; al igual que se
terminaba el pretil de piedra, almohadillado, del cual parte hacia la plaza la escalera. Por tanto y de
acuerdo a estas fechas, la edificación se constituyó en la obra más interesante de la arquitectura de
América del Sur del siglo XVI. Durante el siglo XVII se añadieron nuevos Claustros, así, hacia 1650
se terminó el Claustro del Museo que posee solo tres lados, pues el cuarto es el muro posterior norte
del Claustro Principal, al que adosa en U, es obra del arquitecto fray Antonio Rodríguez; el de
Servicios de carácter mudéjar y el de la sacristía de estilo barroco, edificados al occidente que fueron
igualmente adosados en U, a finales de este siglo. Se concluyó gran parte de los bienes muebles y la
decoración de la iglesia, incorporando elementos artísticos de estilo barroco que se fusionaron con
los precedentes de características mudéjares y flamencas, que aparecieron por primera vez en Quito
en el Convento de San Francisco. En el siglo XVIII la actividad sísmica mantuvo ocupada a la
comunidad realizando reparaciones en gran parte del recinto conventual.
El 26 de abril de 1755 un fuerte temblor derribó el artesonado mudéjar de la nave central de la iglesia
y éste arrastró en su caída la decoración mural, siendo reemplazado por uno nuevo de acentuado
estilo barroco, concluido en 1770. El sismo afectó todo el edificio pero fundamentalmente a las dos
torres, por lo que se aconsejó derribar la parte superior de ellas.
Entre las principales tareas evangelizadoras de la comunidad durante el siglo XVI se dio la creación
del Colegio San Juan Evangelista en el Convento, para la instrucción y doctrina de los naturales del
país; en 1557 se cambió el nombre del colegio por el de San Andrés, en honor al virrey don Andrés
Hurtado de Mendoza, protector de la Orden, y se ampliaron sus enseñanzas hacia las artes y oficios.
El resultado fue una enorme producción artesanal y artística, enriquecida con los adiestramientos de
maestros flamencos, italianos y españoles que, mediante la utilización de manuales y grabados
europeos, impartieron instrucción artística y realizaron adaptaciones de los modelos al medio local.
Con el tiempo esta propuesta artística y estética fue denominada Escuela Quiteña, cuya abundante
producción llegó hasta el siglo XVIII. La fachada de la iglesia y del Convento en el lado occidental
es el gran fondo del escenario de la Plaza de San Francisco. De predominante estilo manierista-
barroco, con influencias herrerianas, en esta fachada vemos reflejada la catedral netamente española
flanqueada por dos esbeltas torres. En su austera composición horizontal de escasas aberturas, se
destaca la escalera cóncavo-convexa del Atrio diseñada por Bramante y presumiblemente copiada de
un dibujo de Serlio. La Plaza de San Francisco, elogiada como una de las más bellas de América, fue
en sus comienzos el tianguez o mercado de la ciudad. Hoy es una plaza empedrada que conserva su
carácter original.
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, Escuela Taller San Andrés, & Programa de Preservación
del Patrimonio para el Desarrollo. AECID - Ecuador. (2011). San Francisco una historia para
el futuro. https://downloads.arqueo-ecuatoriana.ec/ayhpwxgv/noticias/publicaciones/
Iglesia_San_Francsico_INPC.pdf
Leyenda de Cantuña.
LEYENDA DE CANTUÑA
Cuenta una leyenda muy famosa en la ciudad de Quito, capital del Ecuador, que en los tiempos de la
colonia existió un indio muy famoso por ser descendiente directo del gran guerrero Rumiñahui.
En la época colonial un indio llamado Francisco Cantuña, impulsado por las ansias de oro y
grandeza, fue contratado por los frailes franciscanos para la construcción del atrio del convento
máximo de san francisco de quito. El indígena comenzó́ la construcción del atrio pero
lamentablemente el tiempo que disponía era muy corto. Pasaron los días y la construcción aún
faltaba de terminar por lo que Cantuña poco a poco empezó́ a desesperarse. Llegó el momento en que
faltaba tan sólo un día para la entrega de la obra, y el atrio aún no estaba culminado. Al verse
impotente ante la falta del compromiso adquirido, Cantuña cayó en desesperación y la aflicción se
apoderó de él. En esos precisos momentos, se apareció ante el asustado indígena, subiendo desde las
sombras más oscuras de las tinieblas, "lucifer", el amo y señor del infierno. El miedo y la
desesperación se apoderaron de cantuña al ver la imagen de tan temible ser, el cual con voz profunda
y ronca exclamó:
- ¡Cantuña!. ¡aquí estoy para ayudarte!. Conozco tu angustia. Te ayudaré a construir el atrio
incompleto antes que aparezca el nuevo día. ¡a cambio, me pagarás con tu alma!
Ante tal propuesta y producto de la desesperación y el miedo, cantuña aceptó el trato, solamente
pidió una condición, que sean colocadas absolutamente todas las piedras. El demonio aceptó, le
pareció una condición absurda y simple de cumplir.
Inmediatamente los "diablillos" a órdenes de lucifer empezaron a construir el atrio de san francisco y
en pocas horas fueron dando forma a la monumental obra arquitectónica. Efectivamente, al pasar las
horas, el gran atrio estaba culminado. Tal como lo ofreciera lucifer, la obra se culminó antes de la
media noche, fue entonces el momento indicado para cobrar el alto precio por la construcción, el
"alma de Cantuña". Sin embargo pasó algo inesperado..., el demonio al momento de prestarse a
llevarse el alma del indio, éste lo detuvo con una timorata actitud...
- ¡el trato ha sido incumplido! Me ofreciste colocar hasta la última piedra de la construcción y no fue
así. Falta una piedra. ¡el trato ha sido incumplido!
En aquel momento cantuña sacó, debajo de su poncho, una roca que la había escondido muy
sigilosamente antes de que los demonios comenzaran su obra. Lucifer, atónito, vio en instantes como
un simple mortal le había engañado de la manera más simple. Cantuña salvó de esta forma su alma, y
el demonio sintiéndose burlado, se refugió́ en los infiernos sin su paga, no sin antes insultar y
maldecir al indígena Cantuña por el agravio. De este modo, el gran atrio que se levanta solemne en el
pretil del convento máximo de san francisco de quito, fue construido manteniéndose infranqueable
ante los avatares del tiempo y de la gente para ser orgullo perpetuo de todos los quiteños y
Ecuatorianos.
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