Ensayo. Breton
Ensayo. Breton
Ensayo. Breton
Deseo, Idea
e Historia en la negación surrealista del estilo I
André Breton and the question of the "work of art". Unconscious desire, idea and history
in the surrealist negation of style I
RESUMEN
Por su fecha, después de la ruptura de Breton con dadá pero aún antes del Manifiesto Surrealista de 1924, la
conferencia de Breton en el Ateneo de Barcelona expone la matriz de problemas de la que surgirá el
surrealismo como intento de solución, y con ello la matriz de problemas en que las vanguardias sufrieron su
radical transformación durante el periodo de entreguerras. En esta primera parte, procuramos seguir la argu-
mentación explícita de Breton para, rodeando las contradicciones y limitaciones de su discurso, vislumbrar lo
que fue uno de los grandes descubrimientos (implícitos) de los surrealistas: la inmanencia e intersubjetividad
del deseo.
Palabras clave: Vanguardias artísticas; Estética; Teoría del arte; Surrealismo; Crítica del arte.
Identificadores: Breton, André; Manifiesto surrealista.
Período: Siglo 20.
ABSTRACT
André Breton's lecture in the Barcelona Athenaeum took place after his break with Dadaism but before the
Surrealist Manifesto of 1924. In it he presented an outline of the situation which gave rise to surrealist concepts
and thus the problems which avant-garde art was to encounter in the radical change it underwent during the
period between the two World Wars. In the first part of this paper we follow Breton's argument, accepting its
contradictions and limitations, so as to bring out one of the great discoveries of the Surrealists, expressed
implicitly: the immanence and inter-subjectivity of desire.
Key words: Avant-garde art; Aesthetics; Theory of Art; Surrealism; Art criticism.
ldentifiers: Breton, André; Surrealist Manifesto.
Period: 20th century.
" ... qui cognait a la vitre... ( ... ) En vérité cette phrase m'étonnait; je ne l'ai
malheureusement pas retenue jusqu'a ce jour, c'était une chose comme: 'II y a un
homme coupé en deux par la fenétre' mais elle ne pouvait souffrir d' équivoque,
acompagnée qu'elle était de la faible représentation visuelle2 d'un homme
marchant et tro9onné a mi-hauteur par une fenétre perpendiculaire a !'axe de son
corps.
2
Peintre, cette répresentation visuelle eílt sans doute pour moi primé l'autre. ( ... )
C'est que la encere il ne s'agit pas de dessiner, il ne s 'agit que de calquer".
intenta reescribir tanto la historia de la plástica moderna de Picasso a Man Ray como la
historia de la lírica moderna de Lautréamont a Robert Desnos, que es "el jinete más
adelantado" en la nómina de " vigías" del "lirismo nuevo" 12 •
l. LA EMERGENCIA DE UN CONTRADISCURSO
En definitiva: negación de las escuelas artísticas, negación incluso del artista (aun en su
versión de pintor doctus: " no nos referimos ya a la pintura, ni siquiera a la poesía o a la
filosofía de la pintura", pues la pintura "forma parte, a lo sumo, de la estela como el canto
de un pájaro" 13) en favor de los " vigías" de esa "idea que está actualmente a cierta altura"
- y también, de paso, especial enjundia contra el envite venido de paite del "retorno al
orden" 14 . Pero, ¿en nombre de qué? Cabría en un primer momento decir que en virtud de
algo así como la vida. Y sin embargo, si reparamos en algunos de los topoi recurrentes en
las palabras de Breton, veremos emerger un contradiscurso bien diferente a esta ingenuidad
de tono más o menos fenomenológico. En esos lugares límite a los que siempre retorna el
discurso bretoniano, y donde van a parar, reconciliadas o no, las tensiones, se abre un punto
nodal que se presenta no sólo por debajo y al mismo tiempo más. allá del estilo, sino
también en posición opuesta a lo que parece señalar el término "vida" - incluso en sus
versiones más pretendidamente sofisticadas, las que incluyen algo parecido a la noción
freudiana de eros como instinto de vida.
En primer lugar, ¿quién lo dudaría?, afirmación explícita de la joie de vivre sobre el cadáver
del arte; homenaje jubiloso al gesto con el que Picasso sacó a éste "fuera de la ley". 15
Picasso, ese pintor que no es tanto un artista como un héroe al que como tal se le puede
permitir el que no niegue explícitamente la pintura y opte tan sólo por "descansar" de vez
en cuando de ella 16 • Es como si todo el "espíritu moderno" sólo trabajara en espera de esa
día en que "la vida misma ya no esté sometida a lo que se representa aún corrientemente
como sus necesidades prácticas" 17 • Pero, ¿qué puede ser "la vida misma" cuando no sea
vista contra el trasfondo del arte, cuando sea verdaderamente otra vida, cuando ya no tenga
nada que ver con " lo que se representa aún conientemente como sus necesidades prácti-
cas"?
No obstante, más que recrearnos en cuestiones insolubles, conviene seguir los pasos de la
propia exposición de Breton, la cual se plantea como describiendo una batalla abierta y en
toda su plenitud. Pero una batalla donde los " adelantados jinetes" y avezados "vigías" de
la "evolución moderna" parecen combatir por algo que no conocen muy bien, por una
extraña idea con aspecto de barco a punto de naufragar 18, y que parece ser más consecuen-
cia de la necesidad (el resultado de una anterior victoria o, quién sabe, de una derrota) que
el resultado de un proyecto debidamente planificado. Quizá es por eso por lo que sus
paladines llevan direcciones diferentes, y si se cruzan no sólo lo hacen en lugares produc-
tivos, sino que a menudo puede dar la impresión de que se estorban. Y así, una vez Picasso
(que no el cubismo 19) hubo heroicamente abierto el frente rompiendo con la representación,
Picabia parece ser el primero en avanzar, en las afueras de la pintura, " hacia el polo de sí
mismo"2º. Por su parte, Chirico, que a primera vista parece un académico, es paradójica-
defensa de un criminal, en el extravío de un filósofo ... ", por más que tras su fugaz aparición
se vuelva inmediatamente a "cerrar el abismo" y el mundo regrese "durante un siglo a sus
pueriles andamiajes y a sus burdas evidencias"; de hecho, Rimbaud no hizo con su actitud
sino expresarla de nuevo con excepcional vigor, sacar de nuevo a la luz esa " llaga mara-
villosa sobre la cual puso el dedo" . Sólo que la expresión " llaga maravillosa" remite a algo
terrible, a la "conciencia" de una "espantosa dualidad". La frase completa dice: "A muy
escasos intervalos creíamos, antes de llegar a él, sorprender en el lamento de un sabio, en
la defensa de un criminal, en el extravío de un filósofo , la conciencia de esa espantosa
dualidad que es la llaga maravillosa sobre la cual puso el dedo"36 . Pero si no es con el arte
con lo que esta pregunta tiene que ver, ¿será entonces con esa otra canción de la destruc-
ción, esa que Freud empezó a tararear en voz alta ya en 191 O, la cantinela de Edipo? La
figura de la esfinge, la cercanía de Breton al psicoanálisis, la sugieren. Pero en esta otra
cantinela sobran los personajes, y muy especialmente Yocasta. ¿Qué podría importarle a
Breton, que está pensando en el gesto antiliterario de Rimbaud, lo que Edipo quisiera en
última instancia? Lo único que importa aquí es que Edipo quiso saber, que Edipo "dio el
paso" hacia el saber; porque, a diferencia de Breton, Edipo no colocó una máscara, no se
permitió el más mínimo desvío hacia el exterior de su propia pregunta - la última, la más
evidente característica de la máscara es que ha sido fabricada, y esto, aunque sólo sea en
el nivel de la herencia tecnológica, implica a los otros- . Por eso Edipo no se detuvo, a
pesar de los consejos de Yocasta, y supo. Y cuando supo que había sabido, cuando supo
que había visto, quiso arrancarse los ojos para no ver más - porque aquella visión era
insoportable- en lugar de permitirse el lujo que se permitió Breton: es decir, en lugar de
repetirse, de volver una y otra vez, obsesivamente pero mediante rodeos, sobre el mismo
punto ciego. Porque Breton reconoció explícitamente en Barcelona aquello que también
puede leerse a contrapelo y que cierta historiografía de! arte preferiría olvidar. Breton
reconoció que el suyo era un tema único y obsesivo: "Sí, es la fatalidad de esa pregunta,
no cabe duda, la que pesa sobre nosotros y a medida que avancemos a través de los
hombres y las ideas de las que pienso hablarles esta tarde, nos hallaremos siempre en
presencia de esta pregunta que sólo irá cobrando más o menos intensidad''37 •
No cabe duda de que, a pesar de la grandilocuencia con que Breton hace hincapié en el
carácter vital y no propiamente artístico de la cuestión - mediante el recurso de meter en
el ajo a todo aquel que lo haya pasado mal a lo largo de la milenaria historia de la
humanidad- , la cuestión de la renuncia al Arte en favor de la vida incorporaba connota-
ciones lúgubres. Breton ha intentado una reescritura del pasado del arte en su propio
código. Pero en ella hay un extraño resquicio, una especie de agujero negro que no se deja
reescribir pero que tampoco reescribe él mismo al resto del discurso en otro código, sino
que más bien se limita a pem1anecer ahí, estático, con la expresividad congelada de la
máscara. Y este agujero, esta falla, está directamente cercado por una angustiosa pregunta,
una pregunta fantasmática, irreductible a su formulación , como los "monstruos sin figura"
que en Le Paysan de Paris sustituyen precisamente a la esfinge del viejo orden de los
símbolos. Pregunta omnipresente que obliga a no explicar sino a provocar, lo cual hubiera
sido de hecho la manera adecuada de dirigirse al público según Breton: "de modo general,
estimo, en efecto, que en esta circunstancia [una conferencia] no ha lugar para un estudio
crítico y el más mínimo efecto teatral serviría mucho mejor a mis propósitos" ; porque, " bien
considerado, el sentido de la provocación es todavía lo que de más estimable nos queda en
esta materia", y el mantenimiento de cierta aristocracia del pensamiento " la única cosa por
la que acaso puedan hacernos ' regresar a la tradición"'38 . Sólo una cosa permite a Breton
no comportarse como A lfred Jarry en el estreno de Ubu Roi o Arthur Cravan en el Salon
de los Independientes de nueva York, y es el hecho de estar en un país desconocido: "mi
perfecta ignorancia de la cultura española, del deseo español, una iglesia e n construcción
que no me disgusta si olvido que es una iglesia, su clima, las mujeres con las que me cruzo
en la calle, esas mujeres que me son tan deliciosamente extrañas ... ", sólo eso desconcierta
la audacia de Breton. Eso y que quizá Breton veía los rostros de aquel publico extraño como
si fueran ellos mismos también máscaras: "no puedo poner nombre a ninguno de sus
rostros, señores, y, por tanto, durante un segundo, creo que estamos muy cerca de enten-
dernos"39.
Sólo queda, pues, la provocación. Pero, ¿qué hay entonces de las obras mismas? ¿Habría
que entenderlas como estricta provocación y nada más? Sin duda, no es así. Sabemos que
no estamos hablando de Dadá; y, además, nos queda la imagen misma de la esfinge, en su
permanente manifestarse como inquisidora, ajena por completo a tal impotencia de las
palabras, a la irresolubilidad de la pregunta. ¿ Y no fue, en efecto, la imagen radicalmente
aislada lo que ocupó el lugar más privilegiado en la teoría bretoniana?. Es sabido que el
Man(feste de 1924 asume desde el primer momento como guía una reflexión sobre la
irreductibilidad de la imaginación (" Chere imagination, ce que j'aime s urtout en toi, e 'est
que tu ne pardonnes pas"4º). Es más: el surrealismo poético, "auquel je consacre cette
étude", tiene como fundamento la belleza lautreamoniana, que no es sino un "encuentro"
que se resuelve en una imagen: "C 'est du rapprochement en quelque sorte fortuit des deux
termes qu 'a jailli une lumiére particuliére, lumiére de l 'image, a !aquel/e nous montrons
inflniment sensibles"41 • "Cette répresentation visuelle eút sans doute pour moi primé l 'autre",
dice Breton en el fragmento que hemos elegido como frontispicio de este escrito. Quizá,
después de todo, fuera sólo una imagen, y una imagen tejida únicamente por los fantasmas
de cada cual, lo que había que retener "a través del ruido de las palabras" de Breton.
¿ Y cómo podríamos hacernos cargo de esa imagen? No, desde luego, aproximándonos a ella
del lado del estilo. Cierto que un Breton algo posterior al de la conferencia de Barcelona,
el Breton ya autor del Manifeste de 1924 y director de una revista que llevaba por título La
Révolution Surréaliste, intentó desde las páginas de ésta dar cuenta de aquella imagen a
partir de la tradición de la pintura. Pero más que resolver el problema del "estilo" (noción
contra la cual arremete precisamente en el artículo que abre ese mismo número de la
revista 42 ), Breton no hizo sino girar en torno al mismo asunto que en Barcelona, con la sola
diferencia de que ahora, después de que en el Man(feste hubiera servido para definir el
conjunto del programa surrealista, el automatismo psíquico dejara también notar su peso.
Pero a despecho de la centralidad de éste, Max Emst y sus collages siguen siendo una
especie de centro unificador: "Quand Max Ernst vint ces difj'érentes donnés étaient
outrageusement simplifiées. /l apportait avec lui les morceaux irreconstituables du labyrinthe.
C 'était comme le jeu de patience de la création ... " 43 . De modo que una ojeada al collage
puede ser un buen punto de partida
Según Elza Adamowicz, que se ha aproximado desde la semiótica al peculiar modo de
significar del collage surrealista, éste no rechazó directamente la sintaxis al modo en que
lo hicieran los dadaístas, sino que más bien se entregó a la tarea de pervertirla. Perversión
tanto de la tradicional perspectiva (oposición figura/fondo que da paso a la visión empírica)
como de la tendencia a la bidimensionalidad de las poéticas formalistas, ya fuera mediante
la incongruencia semántica sobre una sintaxis reforzada (Cadavre exquis - fig. 1) o me-
diante el debilitamiento directo de la sintaxis (así en La Baignade -1934- de Jindrich
Styrsky -fig. 2). Tensando hasta la incongruencia la sintaxis, el espectador-lector es
...
,!]\
,\ .
explícitamente invitado a optar por una de las múltiples lecturas posibles, que a su vez
nunca podrá ser cerrada. Como señala Adamowicz respecto del Collage en neuf episodes
(1942 -fig. 3) de Jacques Brunius (aunque es válido en general para el conjunto del
collage surrealista): any attempt to totalize !hose fragments and crea te the whole body from
the parts scattered across the different stills, is frustrated. (..) These objects and part-
bodies do not quite succeed in becoming significan! indices: 'they have the status of things
rather than s igns '44 .
La sugerencia de esta afirmación es doble. Por un lado, apunta a la tendencia a la irreductibilidad
sintáctica del objeto-parte, que de hecho se percibe por doquier en las actividades surrealistas,
incluso en la pintura misma, como en el juego de Breton con la figura masculina de ojos
cerrados de Le Cerveau de l 'enfant de Chirico, a la que hacía cambiar de significado
colocando junta a ella máscaras primitivas de ojos desorbitadamente abiertos (figs. 4 y 5)
o en el recurso de la escena teatral, que hacía del cuadro algo parecido a una escena, no
ya una "forma" sino un mero locus para la representación de los objetos y sus relaciones
maravillosas45 • Como Breton mismo dijo de la manera de recoger los " símbolos" contem-
poráneos por parte de Chirico: "La naturaleza de ese espíritu [matemático] le disponía por
excelencia a revisar las bases sensibles del tiempo y del espacio. ( ... ) Sin embargo, Chirico
no piensa que un aparecido pueda introducirse si no es por la puerta."46
Por otro lado, apunta a la interpelación directa al espectador-lector, que hace del collage
surrealista una "obra abierta" en el sentido pleno de Eco. Pero entendiéndolo así, según una
lectura tan rotundamente fundada en la idea de la prioridad del lenguaje, dificilmente se
hace justicia al potencial de esos objetos irreductibles, cuyo proceso de elección no fue ni
mucho menos descuidado por los surrealistas. Sabemos que, frente a Dadá, ellos no dejaron
\ ' , . \ ¡¡¡¡;¡¡¡¡;¡;¡w
' ,\ ~!.-J
-~r~• ,
·- ' , ~
f
..f
4.- Giorgio de Chirico, Le Cerveau de 5.- André Breton en su estudio, junto a una más-
l'enfant (1914). cara de la Columbia britámca (hacia 1950).
al azar (o, mejor dicho, al azar "como tal") la elección de los objetos. La cuestión estriba
en qué hacía a los objetos susceptibles de ser escogidos. Los surrealistas miraban a su
entorno como a un museo en (de) ruinas, como a un mundo donde no cabía ya la distinción
entre lo alto y lo bajo, y donde, por consiguiente, el valor otorgado a cada objeto no podía
deberse a aquello que la tradición hubiera depositado en él. La elección de los objetos tenía
entonces que depender menos de lo que cada uno de ellos había acumulado históricamente
que de su capacidad de asumir las proyecciones del deseo del elector, dado lo cual debemos
entonces dirigimos hacia la naturaleza de esa capacidad y de esas proyecciones, que vienen
a anudarse en la magia del encuentro, en el trouvaille. Como señala Breton en L 'Amour fou,
el trouvaille, que posee un role catalyseur47 , tiene lugar en un choque entre el deseo y la
realidad empírica: "Cette trouvaille (..) enléve a mes yeux toute beauté a ce qui n 'est pas
elle. C'est en elle seule qu 'il nous est donné de reconnaítre le merveilleux précipité du
désir" 48 • El objeto no pertenece pues en exclusividad a la totalidad sintáctica inmanente a
las obras, sino también a esa otra totalidad organizativa que es el sujeto de deseo, donde
la idea de prioridad del lenguaje no es ya tan válida, aunque no por ello se pierda la
posibilidad de someterlo en primera instancia a una suerte de análisis retórico49 .
Nos hemos acostumbrado a entender las obras de arte como una manera de formular (y, con
ello, de resolver en apariencia) una contradicción irresoluble, un "límite". Y ciertamente
hasta aquí no hay objeciones. Pero los problemas comienzan cuando reparamos en que el
límite efectivamente cercado por los surrealistas no tiene ya que ver con la reconciliación
entre sensibilidad y entendimiento, entre naturaleza y cultura, o entre cualesquiera otras
figuras de la metafísica moderna. Ese límite se sitúa más bien en el desajuste formado por
la convivencia, en el interior de un mismo discurso (que ya no es "solamente" el que
configura cada obra concreta) de términos verdaderamente "inconmensurables", en el sen-
tido de que pertenecen a niveles radicalmente distintos; en otras palabras, de términos
informulables "poéticamente". Para acercarnos a ello más valdría en primer lugar leer ese
material objetual que se resiste a la sintaxis pictórica no tanto desde el punto de vista del
resultado de la imaginación (que al fin y al cabo es ley, propuesta de unidad futura) como
desde el punto de vista de lo imaginario tal como lo entiende Lacan, que estratégicamente
podemos considerar como aquello que tiende a ser tomado absolutamente y no en su
relación con otros valores 50 . En este sentido, la aparición de fragmentos imaginarios resis-
tiéndose a su inclusión en la totalidad significativa de la obra remite a la imposibilidad por
parte del sujeto de reintegrar, en la experiencia del arte, su imagen alienada, el " yo ideal"
que como promesa de totalidad futura se fotmó en el "estadio del espejo"51 •
Pero aún así, se reconocerá que la afirmación de que hay que partir tanto o más del sujeto
de deseo que de las obras concretas no parece que signifique avanzar mucho en el camino
de hacernos cargo de ese nuevo límite. Porque, al fin y al cabo, ¿no era una latente - y muy
a menudo explícita- aspiración de la estética moderna desde Schiller el ir más allá de esa
reconciliación momentánea, el superarla? 52 Lo que debemos aquí dejar claro es que en el
surrealismo no se trata ya del cumplimiento de esa aspiración en la medida en que ésta
propone una superación de las obras concretas en términos de crecimiento orgánico. Las
hermosísimas páginas de Schiller sobre la Bildung, que constituyen de manera explícita una
reflexión sobre la libertad y la política más que sobre la estética53 , giran en tomo a la
coherencia inmanente de la obra de arte (en tanto que depósito "intencional" para el
ejercicio de la experiencia estética, por más que en tanto intencional sea imperfecto) como
cifra del hombre ideal. Y siga o no siendo válida aquella idealidad última como horizonte
para la actuación política, el hecho cierto es que ahora dificilmente tendrá ella cifra en tal
objeto. Pues los objetos que proponen los surrealistas tienden más bien a la detención, por
la vía de la repetición (fantasmática, compulsiva) tanto en el interior (de las obras) como
en exterior (que es el interior de la Obra), de ese proceso de desarrollo orgánico.
El rodeo necesario para hacernos cargo de tal situación de desajuste entre la Idea y las
obras, que fue precisamente el centro de toda la conferencia de Barcelona, pasa por tomar
un mayor cuidado en el uso de las categorías lacanianas. Una oposición abstracta entre el
Orden Imaginario (a menudo identificado con el reino de la vista) y el Orden Simbólico
(entendido en el sentido más restringido de Lacan, como el orden del lenguaje, de la ley)
no sólo es rechazable por ahistórica, sino que ni siquiera da cuenta de la estructura del
sujeto maduro tal como lo concibe Lacan, para quien aquél es impensable sin tener presente
el concurso de un tercer Orden, el Orden de lo Real. La necesidad de modificar la mera
oposición binaria Imaginario/Simbólico se percibe con claridad en el ámbito de la crítica
práctica, donde tan a menudo se yerra al vincular el tipo de poéticas formalistas que los
anglosajones llaman modernísm con la primacía de la visión. Como señala Rosalind E.
Krauss, "la visualidad modernista sólo aspira a ser la manifestación de la razón, de lo
racionalizado, de lo codificado, de lo abstracto, de la ley. La oposición que enfrenta el
lenguaje a la visión no cuestiona en modo alguno a la lógica modernista. Pues el moder-
nismo, al ponerlo todo en función de la forma, obedece a los términos de lo simbólico. No
nos afecta, dirían los modemistas"54 • Lo que habría que pensar es más bien que lo Imagi-
nario y lo Simbólico han estado "siempre" igualmente activos, sólo que se han organizado
históricamente de diferente manera en virtud de la presión de ese tercer Orden, que sólo
resulta accesible como la resistencia "última" al trabajo de los dos primeros (de ahí que
Lacan hable de una accesibilidad "asintótica" a él). Porque, para Lacan, lo real no es lo
verdadero, sino justamente aquello "que resiste absolutamente a la simbolización"55 • Lo real
no entiende del trabajo del lenguaje (la cadena significante del inconsciente), porque en él
no existe su juego de ausencia/presencia. Lo real es lo imposible, lo que no se puede
imaginar, y por ello su experiencia es "traumática". Es, como Lacan sugiere, el golpe en la
puerta que interrumpe bruscamente el sueño.
Lo real retendrá dos connotaciones complementarias. En primer lugar, la de fisicalidad, la
de aparición brutal de la materia más allá de toda forma. En segundo lugar, y englobando
lo primero, la de ser "tangente" a los límites del discurso, a las articulaciones del deseo. En
última instancia este límite no puede sino coincidir con sus precondiciones históricas, que
precisamente son aquello que permanece siempre inconmensurable en relación con la
expresión individual, con la autoconstrucción del sujeto de deseo a través de un "texto" o
configuración formal concreta56• Sólo allí donde el discurso se haga opaco, donde aparezca
la repetición, podrá vislumbrarse algo de esos límites que lo real (la historia) impone.
Retomemos el hecho de que en el trouvaille tiene lugar el surgimiento de algo "maravillo-
so" (dejemos por ahora entre paréntesis esa coletilla del "precipité du désir "). Lo "mara-
villoso" es a su vez el lugar de la belleza: "le merveilleux est toujours beau, n 'importe que/
merveilleux est beau, il n 'y a meme que le merveilleux qui soit beau"57 ; y, a su vez, la
belleza no será otra cosa que belleza convulsiva: "La beauté sera CONVULSIVE ou ne sera
pas"58 • Lo que nos interesa subrayar es que, tal y como Breton los define, ambos (merveilleux
y beauté convulsíve) retienen connotaciones relativas a la detención, a la cristalización, al
paso de la vida a la muerte.
En el Manifeste de 1924, Breton proporciona dos ejemplos de lo merveilleux: le merveilleux
n 'est pas le meme a toutes les époques; íl participe obscurément d'une sorte de révélation
générale dont le détail seul nous parvíent: ce sont les 'ruines ' romantiques, le 'mannequin'
moderne ou tout aittre symbole propre a remuer la sensibílité humaine durant un temps 59 •
Sabemos que la ruina pudo durante un tiempo leerse, por encima de su cualidad de memento
morí, como neutralización de la muerte desde la afirmación de la totalidad de la vida,
afirmación que por la vía de la experiencia del sublime adquiría efectos catárticos y de
consolidación (ética) del sujeto 60 . Pero en este caso la asociación con el maniquí deja claro
que lo acentuado es más bien el lado lúgubre, porque en él las ambigüedades de la ruina
se estrechan hasta apuntar directamente hacia la cosificación (muerte) del cuerpo mismo.
Las mismas connotaciones impregnan a la belleza convulsiva tal como es descrita en
L 'Amour fou. Breton señala: Le mot 'convulsive' que j 'ai employé pour qualifler la beauté
qui seule, selon moi, doive étre servie, perdrait a mes y eux tout sens s 'il était conr;u dans
le mouvement et non a l'expiration exacte de ce mouvement méme61 . Los ejemplos que
proporciona, tales como el coral de la gran barrera australiana (el mejor lugar para hallar
la vie, dans la constance de son processes de formation et de destruction 62 ) y la fotografía
de una locomotora abandonnée durant des annés au délire de la forét virge 63 , lo
confirman.
Esta pulsión de muerte puede encontrarse también en las obras concretas. Ha! Foster64 ha
encontrado en estas obras un constante vaivén, histérico, entre el instinto de vida que el
surrealismo pretende teóricamente defender ante la tradición del arte, y una recaída efectiva
en el instinto de muerte, una peligrosa oscilación entre eros y thánatos que, si bien tiene
su origen como mecanismo de defensa contra un trauma, resultará sin embargo necesaria-
mente fallido, ya que su propia naturaleza repetitiva supone a la larga el triunfo de la
destrucción. De esta manera, si el efecto fisiológico de la belleza surrealista es la conmi-
nación hacia lo convulsivo, su efecto psicológico es para Foster la conminación hacia lo
compulsivo. De la mano del concepto freudiano de lo unheimlich65 , Foster encuentra la
compulsión a la repetición y el instinto de muerte por doquier: en los objetos de Breton y
Giacometti, en las representaciones del fantasma de la seducción por parte de Chirico o en
las muñecas troceadas de Bellmer (a lo que podríamos nosotros añadir el vaivén entre deseo
y putrefacción que Juan Antonio Ramírez ha constatado en la obra de Dalí66). De hecho,
para Foster merveilleux es en última instancia sinónimo de unheimlich: In ali its variants,
1 will argue, the marvellous is the uncanny 67 .
Pero las afirmaciones de Foster no deben servimos solamente como mero indicativo de una
"representación" de lo siniestro. Los objetos encontrados que abren el camino a lo mara-
villoso, como el guante de bronce de que se habla en Nadja o el Zapato-cuchara (fig. 5) y
la máscara de los cuales se habla en L 'Amour fou, forman también parte de una cadena más
amplia de precipitados del deseo en los que se incluyen el encuentro con esos sucesivos
objetos llamados Nadja, Suzanne Mustard o Jacqueline Lamba. Sólo en este momento
alcanzamos plenamente la inserción de esos objetos en la cadena deseante, en la totalidad
siempre por completar que es el sujeto de la falta, de esa falta que se constituye en la
resolución del Edipo, en el Complejo de Castración. Pero también en este nivel encontra-
mos la soberanía de thánatos. Ante la pregunta ¿Qui suis-je? con que se abre Nadja 68 ,
Breton propone un sujeto fluyente en el palimpsesto urbano. Pero pronto entra aquí también
en escena la repetición: Jl se peut que ma vie ne soit qu 'une 'image ' de ce genre, et que
je sois 'condamné a revenir sur mes pas' tout en croyant que j 'explore, a essayer de
connaftre ce que je devrais fort bien reconnaftre, a apprendre une faible partie de ce que
j'ai oublié69 • Y de este modo el instinto de muerte opera no sólo en el nivel de las obras,
sino también en la trayectoria del propio Breton como sujeto de deseo.
Todo esto puede resultar extraño si se atiende al hecho de que Breton, contra el psicoaná-
lisis francés (Charcot y Janet), vio el automatismo psíquico no sólo como la más apropiada
definición genérica del surrealismo, sino también como un mecanismo que, lejos de disociar
la personalidad, iba a permitir alcanzar las síntesis entre percepción y representación, entre
sueño y realidad, entre locura y razón 70, debiendo en consecuencia entenderse como una
(A suivre.)
NOTAS
1. La ruptura con Tzara, al tiempo que el golpe definitivo al grupo dadá de París, tuvo lugar con
ocasión del intento en 1922 de organizar el fracasado Congreso para la determinación de las Directrices y
Defensa del Espíritu Moderno, cuya sombra se deja ver tanto en el título de la conferencia que analizamos
como en algunas referencias explícitas al Congreso... que Breton hace en ella.
2. La conferencia, dictada en francés como Caracteres de l'évollllion moderne et ce qt1i en participe,
y publicada por vez primera vez en Les pas Perd11s (1924). Citaremos por BRETON, A. Los pasos perdidos.
Madrid: Alianza, 1995.
3. Salvo que se indique explícitamente, las cursivas dentro de las citas son nuestras.
4. BRETON, André. «Características de la evolución moderna y lo que en ella interviene». Madrid:
Alianza, 1995, p. 136.
5. Jbidem, p. 137.
6. !bid. , p.137.
7. /bid., p. 138 .
8. lbid.
9. !bid. , p. 142.
10. lbid., p. 141.
11. lbid. , p. 142.
12. Se hace obligado señalar que, en la exposición de Breton, los resultados obtenidos por Max Emst
y Man Ray, con su capacidad de producir un efecto de "sorpresa" superior a la que tiene la pintura, conectan
con los resultados literarios, de modo que este nexo ofrece entre plástica y literatura "una transición lo bastante
fácil como para pensar que la he preparado con toda premedtación" (!bid., p. 155).
13. Así dice Breton sobre la exposición de Picabia (!bid. , p. 144).
14. /bid., p.156.
15. Algo que Picasso hizo al "ser el primero en romper" con la "convención representativa" (/bid.,
p. 143).
16. "¡Cuánto agradezco a Picasso que para descansar de la pintura, fabrique con chapa y trozos de
periódico pequeños objetos para disfrutarlos él mismo!" (!bid., p. 146).
17. Pues hacia ese fin va encaminada la gesta de Picasso, la cual "por más que no regule, en apariencia,
más que la suete de la pintura, tiene extremada importancia para el pensamioento y la vida" (Jbid., p.143).
18. La "vigilancia" de Picabia y Duchamp, ha sido la que en primer lugar "ha impedido a veces que
naufragase el henuoso navío que nos lleva" (!bid., pp. 144).
19. De hecho, los veraderos seguidores de Picasso no son los cubistas, empeñados en poner límites
(convertir en un estilo) a la revelación picassiana, sino Duchamp y Picabia, que se han opuesto "con toda su
actividad de artistas y con toda su vida a la formación de un nuevo tópico" (/bid., p. 143 ).
20. !bid., p. 144.
21. lbid., p. 145.
22. Aunque haya tenido que alcanzarla, "puesto que no hay más remedio, por medio de colores y
palabras" (fbidem).
23. !bid.
24. Pues su trayecto ha llevado a Ernst a la "necesidad de un subjetivismo casi total, que no respeta
siquiera el concepto general del objeto, y reacciona hasta con la visión que nosostros podamos tener del mundo
exterior" (!bid., p. 145).
25. /bid.
26. En efecto, la tarea de ambos ha sido la de comentar, "aunque de una manera muy distinta, las nuevas
condiciones impuestas a las artes plásticas por la introducción de la fotografía" (!bid., p. 145).
27. !bid.
28. A diferencia de lo que ocurre en el lirismo nuevo, que parte de Lautréamont, en pintura no hay
antecedentes, y mucho menos el de Cézanne: "el cual, en lo que me concierne, me trae absolutamente sin
cuidado, y cuya - a pesar de sus panegiristas- ambición artística y actitud humana he considerado siempre
como imbéciles, casi tan imbéciles como la necesidad actual de ponerlo por las nubes" (!bid., p. 146).
73. Ibídem, p. 2.
74. El fotomontaje produce espacios divisorios que nos recuerdan que, a pesar de que la fo tografía
proporcione la sensación de presencia, el documento de la unidad de la realidad como "aquello que sucedió
realmente", lo que estamos viendo está mediado por la interpretación o la significación. KRAUSS, Rosalind.
«Los fundamentos», 1988, pp. 11 7 ss. Por su parte, Adamowicz, que acepta esta lectura, añade a ella el factor
propio del col/age. La desproporcionadamente grande cabeza de Breton remite a la realidad como un "índice
mudo", al mismo tiempo presencia y signo. ADAMOWICZ, E. Surrealist Collage... , p. 152.
75. "Como Dios hizo al hombre a su imagen, el hombre ha hecho la estatua y el maniquí" (BRETON,
André: «Giorgio de Chirico». En: BRETON, André. Los pasos..., p. 83); "époque des Portiques, époque des
Revenants, époque des Mannequins". (BRETON, André. «Le Surréalisme et la Peinture (III)». La Révolution
Surréaliste, 7, 15 Juin 1926, p. 3).
76. KRAUSS, R.E. «Los fundamentos ... », p. 129.
77. BRETON, André, L 'Amour fou, p. 49. Páginas antes, hablando del Objet Invisible de Giacometti,
Breton se ha referido a esta escultura como l 'émanation méme du désir d'aimer et d 'étre aimé en que/e de son
veritable objet humain et dans sa doulourouse ignorance. Ibídem, p. 40.
78. Ibídem, p. 54.
79. /bid., p. 55.
80. !bid., p. 57.
8 1. LACAN, Jacques. El Seminario, 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos
Aires: Paidós, p. 243. La fórmula, como todas las de Lacan, es extremadamente compleja y significa varias
cosas a un tiempo: desear otra cosa (desear siempre algo que no se tiene), desear qua otro (desear siempre lo
que otro desea), desear el deseo del otro ( desear ser reconocido por el otro), desear al Otro primordial (la
madre) y finalmente carácter inconsciente (el campo del Otro) del deseo. Para una aclaración de estos múltiples
sentidos, ver la voz "Deseo" en EVANS, Dylan. Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano. Barce-
lona: Paidós, 1997, pp. 67-69.
82. BRETON, André. «G iorgio de Chirico». En: BRETON, André. Los pasos... , p. 83 .